DOCUMENTO 11 “PADRE NUESTRO" DE QUEVEDO Filipo, que el mundo aclama rey del infiel tan temido, despierta, que por dormido nadie te teme ni te ama; ¡Mira que la adulación te llama con fin siniestro!; padre nuestro. Carlos tu hermano murió, y con él nuestra esperanza que una lanceta fue lanza de Longinos que le hirió. En cruz verde padeció, que así lo afirma y lo siente la voz del pueblo, y no miente mas, en fin, lo cierto es, Carlos, pues premiados ves tus impelidos desvelos, que estás en los cielos Si ignoras, rey, esta muerte que a nadie le ha sido oculta, ¿Quién su muerte dificulta del que tu vida divierte? ¡Oh, cetro!. ¡Oh, mísera suerte del reinar!, si en la privanza libra tu peso y balanza; pues a su ambición cruel no hay igualdad en el fiel, mientras no fuese el privado santificado. Oye, rey, nuestros gemidos que no es bien así nos trates, pues los más fieles acates suelen volverse Vellidos. Mira que por sus validos ofreció el reino Leandro; pues puede ser de Alejandro, tu nombre, por generoso, no quieras que por odioso de Rodrigo, aquel mal hombre, sea el tu nombre Mira el holandés pirata, por ver tu reino sin ley, que pierde el miedo a su rey y te roba el oro y plata, y por baldón te retrata como mendigo pidiendo, y que publica, sabiendo del mal que tu reino muere, que el español que quisiere vivir sin ley y sin Dios, venga a nos Mira, excelsa majestad, que amaga tu negligencia libertad a la conciencia en pechos sin libertad; mira, rey, que esto es verdad; del reino en que eres cabeza peligra ya la limpieza, entre dogmas diferentes; despierta, rey que la fama por todo el orbe pregona que es de león tu corona y tu dormir de lirón. muerto estás, pues no lo sientes, cuando con verdades peino el tu reino No es bien que el ser tan leales tus vasallos, dé ocasión a una y otra imposición y abra puerta a tantos males; que a los duros pedernales gasta el importuno acero ; y así ha de verse postrero en tanto dar y pedir; que no siempre han de decir; paciencia, lealtad y fe hágase. Mira, rey, que ya tenemos el cordel a la garganta, y que la opresión no es tanta que aun quejarnos no podemos; pero en tan grandes extremos de extorsión que nos oprime, lo que más el pueblo gime es que te falte el querer para usar de tu poder, pues te robó una amistad tu voluntad. Tus armadas se aperciben para salir a ruar, y son caballos del mar que con nuestro pienso viven. Tus soldados no reciben más de una paga librada en el banco de la nado, y para dar tales frutos, se siembran tantos tributos como en el mar y en la sierra, así en la tierra. Ya la Iglesia no se escapa ni su sagrado la vale, pues de tus términos sale la codicia a los del Papa. El sacrílego trae capa de grave necesidad. Grande es, rey, tu majestad; Pero al fin eres humano, No piense que por ser cristiano te han de sufrir en el suelo como en el cielo Mira, señor, las esquinas de tu Madrid, que a deshora cantan lo que el pueblo llora, vistiéndose de esclavinas. Hasta Roma peregrinas van a formar en pasquín ; que el rey de España a un mastín con sangre humana le ceba, y que come, mientras lleva el ciego pastor del diestro, el pan nuestro. Si estás pobre, come y gasta como pobre en tal zozobra, y verás que todo sobra a quien lo preciso basta. Lo que tu valor contrasta Y que tu reino empobrece, es tu largueza, que crece hasta más de desperdicio, pues toca ya en lo del vicio el gasto y la demasía de cada día. Con ser tan justo Daniel, privado de un rey tirano, lo pidió el pueblo inhumano, conjurado contra él. A ti, que eres fiel, no pedimos un profeta, sino un Barrabás, que inquieta; tiempo es ya que nos le des. Si nos le has de dar después, yo la voz del pueblo soy, dánosle hoy. Mira que son tus corderos pasto de esta fiera y robos ; mira que visten los lobos zamarras de ganaderos; que para tus milloneros es todo cuanto vendimos; atento a lo cual, pedimos que en tanto pedir te enmiendes; y si cual pobre pretendes pedir por amor de Dios, perdónanos. La plata al cielo encumbraron, y el vellón bajó al abismo, millones, un parasismo dieron, pero no expiraron. ¿Qué fue lo que remediaron en tus mares y en tus tierras tanto número de guerras? Tan pobre estás como estabas, y aún más, pues no sólo agravas las tuyas, sino que adeudas nuestras deudas. En Navarra y Aragón no hay quien tribute ya un real; Cataluña y Portugal son de la misma opinión; sólo Castilla y León y el noble reino andaluz llevan a cuestas la cruz. Católica majestad, ten de nosotros piedad, pues no te sirven los otros así como nosotros. A una cruz de tanto peso, con que a tu reino lastimas, en vez de Simón, le arrimas otro madero más grueso. Alivia tan grande exceso de donativos millones y otras mil imposiciones, a quien posible no iguala que la sisa y la alcabala que a tus agüelos pagamos perdonamos. Todo tu reino adeudado por pagar lo que no debe no halla excusa que no apruebe tanto subsidio excusado. Dirás que estás empeñado con tanta guerra y presidio, y es fuerza que este subsidio al cobrador alimente; pero lo que más se siente es pongas por cobradores a nuestros deudores. […]