Conferencia en la Universidad Rafael Landivar, Facultad de

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Conferencia en la Universidad Rafael Landivar, Facultad de Derecho,
Guatemala 02.04.2014
DE LIBERTATE CHRISTIANA - Lutero, Contrarreforma y el Estado de
Derecho
Introducción
Alemania, a quien yo con alegría y honor represento aquí en su país, posee tal
vez más similitudes con Guatemala que las que se pueden ver a primera vista.
Una similitud es que la vida religiosa está marcada por estar conformada por
aproximadamente una mitad católica y una mitad protestante.
Como en todos los países europeos, aunque predominen las tradiciones católicas
o protestantes, la Alemania de hoy está fundamentalmente secularizada – se
suele pensar que ni los juristas ni los políticos piensan en los valores religiosos o
categorías teológicas, si actúan en el marco de las normas del Estado de Derecho
o si debaten la creación de nuevas leyes.
Pero: las nociones de libertad y justicia, de orden y legitimidad, del ejercicio y
control del poder, que a veces explícitamente y a menudo también
implícitamente subyacen en nuestros procesos de legislación y aplicación de la
ley, tienen una larga historia. Una parte de esta historia de espíritu es una
herencia común para Guatemala y Alemania.
La religión y la iglesia estuvieron durante varios siglos estrechamente ligadas a
los intereses políticos, tanto que ni los actores políticos y militares, ni los
académicos en las universidades como observadores y analistas eran capaces de
separar. Es por ello que nuestra historia política europea es historia de Estado
pero también historia de religión, y viceversa.
El Estado y la iglesia, el derecho y la religión, han tenido un papel central el uno
para el otro. Sobre esto quiero hablar hoy con ustedes: o más bien, reflexionar
con ustedes.
La pregunta es: ¿Si la Reforma y la Contrarreforma del inicio del siglo XVI
hasta el final del siglo XVIII, han dominado la noción de poder y derecho y la
interacción entre ambos, encontramos entonces aún en el Estado de Derecho
moderno y secular restos de ello?
No se trata por lo tanto de un discurso teológico sobre el derecho y el Estado.
Para ello no estaría yo ni remotamente calificado. Mucho menos en el salón de
una casa de estudios, que surge como un legado de Ignacio de Loyola. Después
de todo, yo no tuve el beneficio de una instrucción jesuita.
Como alemán del norte, mi propia herencia se compone más bien de casi
quinientos años de continua herejía luterana. Esto no puedo escondérselos.
Porque me honra tanto más, poder hablar aquí con ustedes. ¿Tal vez en este
sentido puede ser un pensamiento reconfortante el que la Compañía de Jesús,
como nosotros los luteranos, ha experimentado tiempos en los que surgieron
problemas con la autoridad papal?
¡Muchas gracias entonces, por su amable invitación – la asumo como un reto en
el espíritu, que está agradecido y a la vez es ecuménico!
1. ¿Por qué empezar con Lutero?
Las primeras publicaciones de Lutero se crean al mismo tiempo que la
invención de la imprenta. Sin exagerar, Martin Lutero y Johannes Gutenberg
reunieron a la Europa política y la espiritual del inicio del siglo XVI, lo que
provocó un cambio radical como el Internet en nuestro actual mundo
globalizado. Así como igualmente irreversible. Y con resultados y reacciones
similarmente contradictorias:
Lutero es responsabilizado por sus críticos actuales por fenómenos muy distintos
como el Absolutismo, los excesos de la Revolución Francesa, el Marxismo, el
derecho libertario al divorcio, hasta los poderes totalitarios del siglo XX.
Por otro lado, los apologistas de hoy ven una línea directa desde Lutero hacia
casi todo lo bueno y justo que nos ocurre: la democracia, la libertad, la
iluminación, el Estado de Derecho, el progreso, el individualismo etc.
Dichas caricaturas debemos manejarlas aquí no con mucha seriedad. Hay que
señalar también que: Martin Lutero no es responsable del psicoanálisis, ni del
Estado social o del Neoliberalismo. Por el contrario él hubiera probablemente
visto con desconfianza y rechazo a casi todos nuestros modernos “ismos”. O
simplemente no los hubiera comprendido. Por cierto Lutero no fue ante todo un
luterano, sino un profesor de teología y un sacerdote católico.
Una afirmación que no puede ser encontrada por ningún lado es que: la
Reforma no haya marcado decididamente nuestro mundo actual. Es por ello que
nos ofrece hoy un buen punto de partida, si queremos considerar juntos la
interacción entre religión y Estado y entre derecho y poder.
2. El mundo de Lutero 1520: el cambio y la eternidad
El mundo de Lutero ya estaba agitado, antes de que el joven profesor de
teología en 1517 se hiciera famoso casi de la noche a la mañana. Las certezas de
la fe, la estética y la cosmología de la Edad Media fueron estremecidas por los
descubrimientos y los redescubrimientos del Renacimiento. Éstas las había
conocido el joven sacerdote agustino Martin Lutero en 1510 en Roma. En su
percepción, un regreso al pre-cristianismo, politeísmo o aún peor para el buen
monje alemán: a la superstición racionalista. Apoyada, auspiciada y financiada
por la Curia Papal. Un profundo trauma para el joven teólogo. En ese momento,
no había desarrollado aún un entendimiento propio de la interacción entre
religión y política. Eso debió cambiar después a fondo.
En todo nuevo comienzo y a pesar de todo renacimiento del mundo de la
antigüedad europea: Más allá del mundo especial de las élites romanas
entendemos solo entonces los impulsos de Martin Lutero, si tomamos en cuenta
de manera muy figurativa y concreta, lo que en realidad contaba para las
personas de esta época.
Para cada hombre y aún más para cada mujer, la muerte no era vista como algo
lejano en la edad avanzada, sino era más bien una vivencia cotidiana y una
constante expectativa. Quien fuera lo suficientemente afortunado de llegar a la
edad adulta, había experimentado ya la muerte no solo de sus abuelos, sino
también de sus hermanos y otros parientes cercanos.
Más allá de la vida, casi inconcebiblemente difícil y corta, en nuestra actual
retrospectiva, se espera lo más concreto: ya sea el cielo de Dios o la
condenación perpetua. El juicio final fue visto y no solamente por Lutero como
algo inminente. El pecado y la salvación, la justificación del hombre ante Dios,
la obediencia y el perdón eran exactamente lo contrario de lo que para la
mayoría de nosotros significan hoy: Conceptos teológicos, abstractos y en el
mejor de los casos de interés intelectual.
Más bien fue esta la pregunta categórica, central y práctica de todos los días y
horas de esta precaria existencia: ¿si yo mañana cierro los ojos, si el próximo
año de nuevo una peste o epidemia pesca a uno de mis hijos, seré yo, seremos
entonces salvados o condenados?
3. El camino de Lutero hacia la salvación.
La doctrina de Lutero empieza aquí, en este punto central. Ofrecía a los fieles
una triple y no realmente simple respuesta: sola fide - sola scriptura - sola
gratia. Salvación solo a través de la fe en la revelación de la Biblia y a través de
la gracia de Dios.
Un inaudito reto para la Curia;
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político: porque ella fue financiada en su mayor parte por la venta de
indulgencias a los creyentes y este modelo de financiamiento (el
sacramento contra el pago de la cuota) se vio entonces en peligro.
teológico: porque a partir de ese momento le correspondía al cristiano,
como individuo, identificar la verdadera fe (fides), en la revelada escritura
(Scriptura).
Y por último también cultural, porque el Dr. Lutero, un estudioso del
lenguaje incluso tanto como un teólogo, entregó a los creyentes alemanes
una maravillosa traducción en su idioma. Hasta hoy, el alemán de Lutero
marca la lengua escrita en todos los países de habla alemana.
¡El monopolio espiritual del clero fue también aquí atacado como el poder
secular de la curia! Más que todas las preguntas y disputas teóricas, fue este
desafío el que trajo consigo en las siguientes décadas, la razón por la cual Lutero
se vio tan rápido en el centro de la política de poder europea.
4. Los dos reinos: „La libertad de un hombre cristiano„ de Lutero.
Lutero publicó en 1520 el texto „de la libertad de un hombre cristiano“, su título
en latín De Libertate Christiana, proporciona el título de nuestro encuentro de
hoy. Con este llega Lutero a la política: en la relación entre el orden divino, el
Estado, el derecho y el individuo. Y de la nuestra con él.
Bibliotecas completas deben ser en este caso resumidas a un par de frases.
Intentémoslo entonces.
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Libertad: „La libertad de un hombre cristiano„ de Lutero se encuentra en
la sumisión a la voluntad divina, como se revela en la Santa Escritura.
Derecho y obligación son uno. El ser humano, ¡cada ser humano! Es un
sujeto de derecho, portador de algunos derechos y eso surge por primera
vez en la historia intelectual de Europa. Sin embargo, no con fines de
autodefinición, sino como entendimiento de la voluntad de Dios, en el
marco de su deber de colaborar en los asuntos seculares. Amo de su
conciencia, pero servidor de su creencia bajo la ley divina. Cada uno en su
lugar. El príncipe al igual que el siervo campesino.

En las palabras de Lutero: „ El cristiano es libre señor de todas las cosas
y no está sujeto a nadie. El cristiano es servidor de todas las cosas y está
supeditado a todos.”
Lutero se encuentra aquí obviamente bastante alejado del actual concepto
democrático de libertad. Pero: con la palabra “Libertad” se produjo
también en el mundo su concepto, su concepción jurídica. Un punto de
partida para todo lo demás. Un salto cualitativo, que no pudo ser nunca
más revertido.
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El orden estatal y eclesiástico: con Lutero ambos están subordinados a la
ley divina, debido a que ambos son paralelamente parte de uno solo, del
ordenamiento puesto por Dios. Estas conforman en apego a Romanos 13,
los “Dos Reinos”: el de “la Espada” y el de “la Cruz” citados
frecuentemente.
Aquí se encuentra el punto de partida para el impulso revolucionario
jurídico interno, proporcionado por la Reforma. Debido a que la Edad
Media cristiana tenía hasta entonces, por lo menos en principio,
subordinados a todos los gobernantes seculares a la Autoridad papal.
En la substancia de este principio de legitimidad de la Edad Media, la
doctrina de los dos reinos puso un hacha que cortó con mucha rapidez.
Aun así, muchos siglos después, algunos monarcas europeos le dieron aún
mucha importancia a ser ungidos por el Papa. Si necesario, también con el
uso de la coerción violenta contra la curía, la legitimación nominal tenía
aún su valor político restante, por no hablar del simbólico. Pero la curia
fungía en su mayor parte como un peón del poder secular.
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Autoridad y obediencia: en la doctrina de Lutero del “Regimiento” secular
del orden estatal, la autoridad y legitimidad del poder (“Autoridad”) se
derivan directamente de Dios. El individuo debe obedecer en gran medida
a los gobernantes seculares. Los límites de esta obediencia en donde la
autoridad misma quebrante la ley divina, son en efecto teóricamente
imaginables. Sin embargo en la práctica, escasamente, debido a que no
existe una instancia decisoria para dichos casos. Como ya lo he
mencionado: Lutero no era un demócrata ni tampoco un proto-demócrata.
Pero: las respuestas, que el aún nos debe, plantean a la vez las preguntas,
que le han dado el impulso para el desarrollo del actual Estado de
Derecho.
5. Las consecuencias políticas
Fueron y son aún ahora profundas. Los monarcas europeos,
principalmente los príncipes del Sacro Imperio Romano Germánico,
reconocieron rápidamente el beneficio que les ofrecía la doctrina de los
Dos Reinos. Pudieron con su ayuda emanciparse de la autoridad del
emperador y también de la autoridad papal.
Surgió entonces un concepto, que aún es válido – el que la soberanía, a lo
interno en el derecho del Estado y a lo externo en el derecho
internacional, comenzó a formarse a raíz de la Reforma. Por lo tanto debe
entenderse que: es un concepto jurídico, que puede también tenerse sin
recurrir a la autoridad religiosa.
De esta manera, una gran cantidad de príncipes profesaron el
protestantismo. Así mismo gobernantes católicos después de pocas
décadas, no pudieron y no quisieron renunciar a la nueva doctrina, que
primero con los monarcas luteranos, había permitido: la legitimidad, la
soberanía, el poder sin el recurso legitimador de una instancia intermedia
secular o eclesiástica.
La expresión más extrema de este entendimiento podemos verlo tal vez en
el Absolutismo del rey francés Luis XIV en el tardío siglo XVII: L’Etat
c’est moi. Un bonito ejemplo para lo que describe el idioma inglés como
„the law of unintended consequences“. Sin el trabajo preliminar de la
doctrina de los Dos Reinos de Lutero, este Absolutismo no hubiese
encontrado una base ideológica, pero no obstante no sería tampoco muy
justo responsabilizar a Lutero por él.
De todas maneras: en la Francia católica del siglo XVII, así como en
principados del Sacro Imperio Romano Germánico y en Inglaterra desde
Elizabeth I, el Estado controlaba la iglesia y el clero y no la iglesia al
Estado.
6. Contrarreforma y la Guerra de Confesiones
Desde el comienzo de la Reforma hasta el siglo XVIII, el poder político,
la política religiosa y la cuestión de la legitimidad del poder estatal en
Europa no podían aún separarse. Ante todo los Estados alemanes
experimentaron un catastrófico siglo XVII, en el cual la Guerra de los
Treinta Años (1618-1648), que fue declarada como una guerra de
confesiones por sus implicados, devastó amplias regiones y tomó la vida
de alrededor de uno o dos tercios de la población.
En algunos Estados con monarcas católicos, la Contrarreforma tomó
desde el Concilio de Trento (1545 -1563) y la fundación de la Orden de la
Compañía de Jesús (1539), fuertes medidas represivas, tanto en cuanto a
la práctica de la fe del individuo cristiano como también en la mirada de
lo ideológico y la estructura institucional del ejercicio del poder estatal.
Nos encontramos en una Universidad, cuyo origen se remonta a la
Contrarreforma. En este sentido ¡puedo aprender yo más de ustedes, que
ustedes de mí!
No obstante, debemos notar con cautela, que desde el siglo XVII, tanto
España como la parte austriaca del imperio de los Habsburgo, junto con el
imperio colonial español de ese entonces, desencajaban cada vez más del
resto de la historia intelectual europea. En todo caso en la medida de lo
posible.
Sin embargo – ya en ese entonces estaba en vigor, lo que también
conocemos del mundo actual. Nada es tan incontenible como una idea
cuyo tiempo ha llegado. En este sentido, la rueda de las ideas no puede
dar marcha atrás, como nosotros tampoco podemos reintroducir la pasta
de dientes en el tubo. Una vez en el mundo, Lutero fue abriendo camino a
los conceptos básicos, de manera lenta pero incontenible: a saber, que el
ejercicio estatal del poder está sujeto en principio, externa e internamente
a límites legalmente definidos.
7. Iluminación y Estado de Derecho
El oyente atento ya lo ha notado – nos hemos acercado mucho al tema del
moderno Estado de Derecho. En teoría de todas formas.
La situación inicial a finales del siglo XVII: Europa llevó a cabo guerras
sangrientas en nombre de las antagónicas doctrinas cristianas. Cada vez
más, era evidente, que estos conflictos se realizaron en realidad por el
poder de los Estados y las dinastías. Europa se había destrozado a si
misma - paradójicamente haciendo alusión a una doctrina religiosa, de
paz; de perdón y de fraternidad.
Sin embargo, esto no podía continuar. Era el momento de la Iluminación,
que le dio el nombre a todo un periodo, el del Siglo de las Luces.
La „Iluminación es la salida del ser humano de su propia inmadurez. “ El
filósofo prusiano Immanuel Kant (1724 -1804) se acerca mucho aquí a la
„Libertad de un Cristiano „de Lutero, justamente sin recurrir a una orden
dictada por Dios.
El empleo de este pensamiento al Estado en relación con sus ciudadanos,
lo agradecemos principalmente a dos pensadores del Estado: John Locke
(1632 -1704), el padre del liberalismo y a Charles de Montesquieu (16891755).
Ambos presuponen que el ser humano posee derechos inalienables – la
misma cantidad, si éstos postulan como derecho natural, o si se derivan de
postulados religiosos. Por lo tanto, el ordenamiento jurídico estatal sirve
para concretizar dichos derechos y principalmente para garantizarlos en la
práctica. Así mismo, sirve ante todo también para prohibir jurídicamente
la arbitrariedad estatal y limitarla en la práctica. Se trata de defenderse
contra las violaciones de los derechos por parte del Estado.
Somos aquí testigos de unos pasos verdaderamente fundamentales: el
renacimiento del ciudadano. Un concepto que estuvo en el olvido desde la
antigüedad romana. El principio del final de los subordinados. El
ciudadano legitima el Estado; el Estado protege como respuesta sus
derechos. Los ciudadanos le deben la obediencia no a la autoridad como
autoridad sino al derecho. Esto une al Estado y al gobernante, así como a
los ciudadanos.
Para la aplicación de este revolucionario concepto en la realidad jurídica
práctica, los principios constitucionales de la iluminación postulan, como
nosotros aún los conocemos: que prácticamente todos los ciudadanos a
nivel mundial lo hacen en la teoría, lamentablemente no todos y en todas
partes en la práctica.
En particular, el principio de la separación de poderes es aquí
determinante. Solo con el apego del Ejecutivo a la ley, pero sobretodo con
un efectivo control de la acción ejecutiva a través de un poder judicial
independiente, pueden los postulados de nuestros valientes iluminadores,
ser llevados a la práctica en la realidad jurídica y en la vida de la sociedad
civil.
Históricamente vino a Europa el Estado de Derecho antes que la
Democracia, el principio de una justicia independiente y el apego general
a las leyes prevalecieron mucho antes que la legitimación del Poder
Ejecutivo y Legislativo en las elecciones democráticas.
¿Pueden ser estos principios en la actualidad aplicables de manera
universal, o existen excepciones culturales, históricas o religiosas
respectivamente – Pueden los Estados ampararse siempre en ellas, cuando
no respetan los derechos de sus ciudadanos?
¿Puede una mayoría de los ciudadanos reducir de manera democrática el
Estado de Derecho y la Democracia o suprimirlos completamente, cómo
ocurre esto en más de un Estado de su región, de Latinoamérica, en la
actualidad?
¿Son todos los derechos que tienen los seres humanos, derechos
humanos? ¿Son estos válidos únicamente para la defensa contra la
arbitrariedad del Estado? ¿O son estos también aplicables en la relación
entre ciudadanos?
¿Hay además de los derechos individuales, que hoy hemos tratado, aún
derechos colectivos de grupos étnicos? ¿Aquellos que no pertenecen a
estos grupos, tienen entonces menos derechos?
¿Reconocemos aún nosotros la „Libertad de un Cristiano“ de Lutero, si
leemos hoy la Carta de Naciones Unidas o la Declaración Universal de los
Derechos Humanos de 1948?
No voy a dar las respuestas. Pero: Lutero podría seguramente reconocer
su idea de que el hombre es amo de su conciencia, pero servidor de un
postulado del ordenamiento y del derecho. Y todos nosotros no podemos
asegurarnos que sin él tendríamos el Estado de Derecho. A diferencia de
Lutero en su tiempo, nosotros no necesitamos ningún derivado del
derecho divino para mantener una conciencia de Estado de Derecho. Esto
solo puede ser en beneficio de la universalidad.
Nosotros juristas, dejémonos llevar por nuestra conciencia basada en el
Estado de Derecho. Mi país, sus socios europeos y Guatemala trabajan
juntos con el resto de la comunidad internacional, en la consolidación
práctica de la institucionalidad del Estado de Derecho. No solamente, pero
especialmente también en Guatemala.
Al final de esta conferencia, debe quedarles algo claro: a saber, el por qué
nosotros los europeos vemos en este punto, en la pregunta del
ordenamiento de Estado de Derecho, el punto de partida central y
estratégico para un desarrollo próspero de Guatemala, nuestro país socio.
¡Les agradezco por su amable atención!
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