Semana del 4 al 10 de Enero de 2015 Ciclo B

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Contiene:
ARL La Epifanía del Señor
PAGOLA Epifanía del Señor
Semana del 4 al 10 de enero de 2015
ARL La Epifanía del Señor B
Mt 2,1-12
“Al ver la estrella, sintieron una muy grande alegría. Entrando en la casa, vieron al
niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron. Luego abrieron sus cofres y le
ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.”
Así relata el pasaje de san Mateo la teofanía o epifanía de Dios en el Niño de Belén, un
acontecimiento esperado del cual, en los tiempos antiguos, habían hablado mucho los
profetas; un acontecimiento que la tradición ha revestido de elementos pintorescos
como los tres reyes provenientes de diferentes zonas del mundo, pertenecientes a razas
distintas; particulares que, sin tener una verificación histórica, sin embargo son
indicativos de un grande valor por la profunda verdad que contienen, pues de hecho son
señal de la llamada universal a la salvación en Jesucristo, Hijo de Dios y luz del mundo;
la “Luz verdadera”, como escribe san Juan en su Evangelio (Jn 1, 9), que se enciende
en aquella aldea desconocida que era Belén en ese entonces.
Esa Luz, tiene, desde siempre, el poder de atraer hacia sí a cualquiera que sincera y
ardientemente busque la Verdad y se esfuerce por ella; de todos estos, a cualquier
cultura que pertenezcan y en cualquier tiempo que vivan, son un símbolo aquellos
misteriosos “Magos” que el Evangelio nos presenta anónimos y provenientes de lugares
lejanos y desconocidos, aunque su nombre podemos leerlo en el nombre de cualquiera,
hombre o mujer que, aún cuando lejano, desee encontrar al Dios que salva y que se ha
hecho cercano en Jesús.
La Luz de la Verdad, que ninguno puede ignorar, es Cristo, el Hijo de Dios, nacido en
un rincón oscuro de la tierra, del cual, sin embargo, resplandece, iluminando con su
“estrella” misteriosa a todo el que quiera salir de las tinieblas del error y encontrar al
Salvador, al cual la liturgia del Adviento invocaba así:
“Oh Astro que surges,
esplendor de la luz eterna
sol de justicia
ven e ilumina
a los que yacen en las tinieblas
y en la sombra de la muerte”
También acerca de esta misteriosa estrella que condujo a los Magos a Belén y se posó
sobre la casa donde estaba el Niño con su Madre, muchos han hecho investigaciones,
pero el significado de la estrella no es de un acontecimiento astronómico que se fije en
el tiempo; la estrella de la Epifanía, pues, no se apareció sólo en un pasado lejano sino
que siempre está presente con su resplandor, pero sólo quien tiene anhelo de Dios y de
su Verdad puede descubrirla y seguirla.
La “estrella”, pues, está también ligada al deseo de conocimiento y de encuentro al cual
Dios responde revelándose al corazón y a la mente de quien lo busca; pues para cada
uno hay una “estrella”, una palabra, una señal, porque Dios habla personalmente a cada
hijo y responde a sus ansias de verdad con la luz del Espíritu, que revela la presencia
salvadora de Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre.
A la verdad se llega, con la condición de no estar casado con las propias y presuntuosas
convicciones o inmersos totalmente en las realidades temporales, aferrado a las
seguridades que provienen de estas, seguros de las posiciones alcanzadas, sin lanzar más
allá la mirada hacia un horizonte más alto y más amplio; desde ahí, como dice el profeta
Isaías, llega al hombre la luz de Dios. “Levántate, vístete de luz, -nos dice el profeta-,
porque llega tu luz, la gloria del Señor brilla sobre de ti; porque, mira, las tinieblas
cubren la tierra, niebla densa envuelve a las naciones; pero sobre ti resplandece el
Señor, su gloria aparece sobre de ti…”
La celebración de la Epifanía es así, una invitación que cada año se dirige a cada uno,
hombre o mujer, para que no se detenga de buscar apasionadamente a Dios y a su
verdad, sino que recorra, hasta el final, el camino que conduce a ella; un camino largo y
a veces difícil, pero siempre iluminado por aquella misteriosa “estrella” que, como
relata san Mateo, da alegría al corazón e introduce a la contemplación del Misterio de
un Dios que se ha hecho semejante a nosotros y se ofrece hoy a la contemplación en la
imagen de un niño en los brazos de la madre: “vieron al niño con María, su madre…”
La verdad de Dios es Cristo, que se ha hecho Hijo del hombre, el Dios que ha puesto su
morada entre nosotros, aún más, el Dios que ha hecho del hombre redimido, su morada
y su gloria.
El Evangelio de hoy se concluye con esta imagen dulce de vida familiar, la más común
y la más tierna: un niño y su madre; delante de aquel pequeño, los Magos se arrodillan
en adoración.
Quedan lejanas las grandes y terribles teofanías del Antiguo Testamento, y ahora el
Altísimo se revela en un niño, un pequeño ser indefenso, que ha cambiado el curso de la
historia, un niño que puede renovar el curso de toda existencia humana, acompañándola
con su luz y con su amor, hacia la plenitud de la comunión con el Padre.
Y es desde ahí, de aquella adoración en la modesta casa de Belén, que comienza para
los “magos” llegados desde lejos, un camino nuevo; como es nuevo el camino de la vida
de todos aquellos que, movidos por el deseo de Dios, van a su encuentro; y son muchos,
como Isaías señala en su lejana profecía: “Levanta los ojos y mira alrededor: todos los
que se han reunido vienen a ti: Tus hijos llegan de lejos y tus hijas son traídas en
brazos. Ante esa vista estarás radiante, palpitará y se te alegrará el corazón…llegan a
ti los bienes de los pueblos. Una caravana de camellos te invadirá, dromedarios de
Madián y de Efá, todos vendrán de lejos y traerán oro e incienso proclamando las
glorias del Señor…”
Son esos “gentiles”, de los que san Pablo dice:”… llamados en Cristo Jesús a
participar de la misma herencia, a formar el mismo cuerpo y a ser partícipes de la
promesa por medio del Evangelio”.
Somos todos nosotros, hombres en camino hacia Cristo y con Cristo hacia la plenitud de
la vida en Dios, una multitud difícil de contar, como describe san Juan en esa
consoladora página del Apocalipsis que dice: ”…apareció una gran muchedumbre,
que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos o lenguas, llevaban
vestidos blancos…” los vestidos de la salvación. (Ap 7, 9)
Así, en todo lugar de la tierra, aún el más remoto y oscuro, llega la luz de Dios que, en
Cristo llama y se ofrece a la contemplación del hombre. Ahora será él la guía, el
camino, la verdad y la vida, él que venido para los lejanos, los ciegos, los pecadores, él
que se ha puesto a buscar a la única, la oveja distraída, que se ha perdido entre los
montes de las ilusiones.
Como en el tiempo de los Magos, y siempre, el Niño de Belén espera, junto con su
madre, que cada uno de nosotros vaya hacia él, y no con las manos vacías, sino con el
corazón abierto al don de sí, en un seguimiento fiel y generoso que refleje sobre el
mundo la luz de Dios.
Fr. Arturo Ríos Lara, OFM.
Roma, 4de enero de 2015
¿A QUIÉN ADORAMOS?
José Antonio Pagola
Los magos vienen del «Oriente», un lugar que evoca en los judíos la patria de la
astrología y de otras ciencias extrañas. Son paganos. No conocen las Escrituras
Sagradas de Israel, pero sí el lenguaje de las estrellas. Buscan la verdad y se ponen en
marcha para descubrirla. Se dejan guiar por el misterio, sienten necesidad de «adorar».
Su presencia provoca un sobresalto en todo Jerusalén. Los magos han visto brillar una
estrella nueva que les hace pensar que ya ha nacido «el rey de los judíos» y vienen a
«adorarlo». Este rey no es Augusto. Tampoco Herodes. ¿Dónde está? Esta es su
pregunta.
Herodes se «sobresalta». La noticia no le produce alegría alguna. Él es quien ha sido
designado por Roma «rey de los judíos». Hay que acabar con el recién nacido: ¿Dónde
está ese rival extraño? Los «sumos sacerdotes y letrados» conocen las Escrituras y
saben que ha de nacer en Belén, pero no se interesan por el niño ni se ponen en marcha
para adorarlo.
Esto es lo que encontrará Jesús a lo largo de su vida: hostilidad y rechazo en los
representantes del poder político; indiferencia y resistencia en los dirigentes religiosos.
Solo quienes buscan el reino de Dios y su justicia lo acogerán.
Los magos prosiguen su larga búsqueda. A veces, la estrella que los guía desaparece
dejándolos en la incertidumbre. Otras veces, brilla de nuevo llenándolos de «inmensa
alegría». Por fin se encuentran con el Niño y, «cayendo de rodillas, lo adoran».
Después, ponen a su servicio las riquezas que tienen y los tesoros más valiosos que
poseen. Este Niño puede contar con ellos pues lo reconocen como su Rey y Señor.
En su aparente ingenuidad, este relato nos plantea preguntas decisivas: ¿Ante quién nos
arrodillamos nosotros? ¿Cómo se llama el «dios» que adoramos en el fondo de nuestro
ser? Nos decimos cristianos, pero ¿vivimos adorando al Niño de Belén? ¿Ponemos a sus
pies nuestras riquezas y nuestro bienestar?¿Estamos dispuestos a escuchar su llamada a
entrar en el reino de Dios y su justicia?
En nuestras vidas siempre hay alguna estrella que nos guía hacia Belén.
Semana del 4 al 10 de Enero de 2015
Ciclo B
Epifanía del Señor
Domingo 4 de enero de 2015
Fiesta de la Epifanía del Señor
Rigoberto, Yolanda
Is 60,1-6: La gloria del Señor amanece sobre ti
Salmo 71: Que te adoren, Señor, todos los pueblos
Ef 3,2-3a.5-6: Ahora ha sido revelado que también los gentiles son coherederos
Mt 2,1-12: Venimos de Oriente para adorar al Rey
La época en que se escribe esta parte del libro del profeta Isaías (Tercer Isaías)
corresponde a la restauración, es decir, al regreso a Jerusalén de los exiliados en
Babilonia, regreso a la gran ciudad de Dios. Cuando este grupo de exiliados llegó a
Israel encontró sus ciudades destruidas, sus campos abandonados o apropiados por otras
familias, las murallas derruidas y el templo, el lugar donde Yahvé habitaba, incendiado.
Esta dramática realidad los desanimó completamente, centrando sus esperanzas y sus
motivaciones únicamente en la reconstrucción de sus viviendas y sus campos, dejando
de lado la restauración del templo y, con ello, la confianza en la venida gloriosa de
Yahvé, quien traería para Israel la salvación plena en la misma historia. Isaías anima la
fe de su pueblo, los invita a poner nuevamente su fe y su corazón en la fuerza salvífica
de Yahvé, quien traerá la paz y la justicia a su pueblo, por ello Jerusalén será una ciudad
radiante, llena de luz, en donde la presencia de Dios como rey hará de ella una nación
grande, ante cuya presencia se postrarán todos los pueblos de la tierra. El profeta
manifiesta con esta gran revelación que Dios es quien dará inicio a una nueva época
para Israel, una época donde reinará la luz de Dios y serán destruidas todas las fuerzas
del mal, pues Dios se hace presente en Israel y ya más nadie podrá hacerle daño.
Esta visión profética posee una comprensión muy reducida de la acción salvífica
de Dios, ya que es asumida como una promesa que se cumplirá en beneficio única y
exclusivamente del pueblo de Israel y no de toda la tierra. Pablo, a través de la carta a
los Efesios, ampliará esa comprensión, afirmando que la salvación venida por Dios, a
través de Jesús, es para “todos”, judíos y paganos. El plan de Dios, según Pablo,
consiste en formar un solo pueblo, una sola comunidad creyente, un solo cuerpo, una
sola Iglesia, un organismo vivo capaz de comunicar a toda la creación la vida y la
salvación otorgada por Dios. La carta a los Efesios expresa que el misterio recibido por
Pablo consiste en que la Buena Nueva de Cristo se hace efectiva también en los
paganos, ellos son coherederos y miembros de ese mismo Cuerpo; esto significa que
Dios se ha querido revelar a toda la humanidad, actúa en todos, salva a todos, reconcilia
a todos sin excepción.
El evangelio que leemos hoy, en la Fiesta de la «Epi-fanía», confirma este
carácter universal de la salvación de Dios. Mateo expresa, por medio de este relato
simbólico, el origen divino de Jesús y su tarea salvífica como Mesías, como rey de
Israel, heredero del trono de David; para ello el evangelista insiste en nombrar con
exactitud el lugar donde nació Jesús y en confirmar, a través del Antiguo Testamento,
que con su presencia en la historia se da cumplimiento a las palabras de los profetas. Por
otro lado, el rechazo de este nacimiento por parte de las autoridades políticas (Herodes)
y religiosas (sumos sacerdotes y escribas) del pueblo judío y el gozo infinito de los
magos, venidos de Oriente, anuncian desde ya ese carácter universal de la misión de
Jesús, la apertura del evangelio a los paganos y su vinculación a la comunidad cristiana.
La Epifanía del Señor es la celebración precisa para confesar nuestra fe en un Dios que
se manifiesta a toda la humanidad, que se hace presente en todas las culturas, que actúa
en todos, y que invita a la comunidad creyente a abrir sus puertas a las necesidades y
pluralidades del mundo actual.
En un tiempo como el que vivimos, marcado radicalmente por el pluralismo
religioso, y marcado también, crecientemente, por la teología del pluralismo religioso,
el sentido de lo «misionero» y de la «universalidad cristiana» han cambiado
profundamente. Hasta ahora, en demasiados casos, lo misionero era sinónimo de
proselitismo, de «convertir al cristianismo» a los «gentiles», y la «universalidad
cristiana» era entendida desde la centralidad del cristianismo: éramos la religión central,
la (única) querida por Dios, y por tanto, la religión-destino de la humanidad. Todos los
pueblos (universalidad) estaban destinados a abandonar su religión ancestral y a hacerse
cristianos... Tarde o temprano el mundo llegaría a su destino: a ser «un sólo rebaño, con
un solo pastor»...
Hoy todo esto ha cambiado, aunque muchos cristianos (incluidos muchos de sus
pastores) todavía siguen en la visión tradicional. Buen día hoy, pues, para presentar
estos desafíos y para profundizarlos. No desaprovechemos la oportunidad para
actualizar también personalmente nuestra visión en estos temas. En la RELaT
(servicioskoinonia.org/relat) hay muchos materiales para estudiar el tema, así como para
debatirlo en grupos de estudio o de catequesis.
En el Nuevo Testamento, además de Juan 7,42, encontramos referencias a Belén
en las narraciones de Mateo 2 y Lucas 2 acerca del nacimiento del Salvador en la ciudad
de David. La tradición de que el Mesías debía nacer en Belén tiene su base en el texto
de Miqueas 5,2, donde se señala que de Belén Efrata debía salir quien gobernaría Israel
y sería pastor del pueblo. Hoy ya sabemos que Jesús nació probablemente en Nazaret, y
que la afirmación de que nació en Belén es una afirmación con intenció teológica.
El término “magos” procede del griego “magoi”, que significa matemático,
astrónomo y astrólogo. Estas dos últimas disciplinas eran una misma en la antigüedad,
por lo que con ambas se podía estudiar el destino y designio de las personas. Es decir,
los «reyes magos» no fueron ni reyes ni magos en el sentido actual de estas palabras;
habrían sido astrólogos o estudiosos del cielo. Fue el teólogo y abogado cartaginés
Tertuliano (160-220 d.C.) quien aseguró que los magos serían reyes y que procederían
de Oriente. En la visita de los magos a Jesús, los Padres de la Iglesia vieron
simbolizadas la realeza (oro), la divinidad (incienso) y la pasión (mirra) de Cristo.
Para la revisión de vida
Dios se da a conocer a todas las gentes; no sólo al «pueblo elegido», sino a todos los
pueblos, representados en los Magos de Oriente. ¿Tengo yo ese mismo sentimiento de
universalidad de Dios, o creo que sólo nosotros conocemos a Dios y estamos en la
verdad? ¿O pienso tal vez que sólo nuestra religión es verdadera, que las demás son
"falsas", o “simplemente humanas”, o como mínimo “inferiores” a la nuestra?
Para la reunión de grupo
- La epifanía (magos de Oriente yendo a adorar a Jesús) es un símbolo, una
elaboración teológica del “evangelio de la infancia” de Mateo, realizada en aquel
contexto la génesis del Nuevo Testamento, que es un contexto de confrontación de la
comunidad cristiana con el mundo ambiente, contexto de expansión esforzada, de
evangelización misionera. Es fácil hacer de este símbolo una interpretación en el marco
del “inclusivismo”, como si “toda salvación que haya fuera del cristianismo proviniera
en definitiva únicamente de Jesús”, o en el marco incluso del “exclusivismo”, como si
“fuera de Jesús no hubiera salvación”… Hoy, dos milenios más tarde, con una visión
bastante más amplia, y tras un Concilio Vaticano II que ha dicho las palabras más
positivas y optimistas sobre el valor salvífico de las demás religiones que nunca se
hayan pronunciado en la Iglesia Católica, caben otras interpretaciones más abiertas.
Dialoguemos sobre ello.
- La salvación de Dios ofrecida en Jesús es universal, como lo es la salvación que Dios
causa y ofrece fuera (o antes) del cristianismo a través de las religiones de los pueblos.
Dios es el mismo a pesar de la multiplicidad de sus nombres o de la diversidad de las
religiones. Por eso los magos adoran a Jesús sin ser cristianos, y por eso los cristianos
podemos participar de las riquezas religiosas de toda la humanidad. Todo lo que es de
Dios nos pertenece a sus hijos, a todos sus hijos. Por eso debe haber diálogo y paz
entre las religiones… ¿Es ésta una argumentación correcta?
- La Epifanía de Jesús, su manifestación a toda la humanidad, significa que hay más
«Pueblos de Dios» que el Pueblo de Dios del cristianismo. ¿Seguimos identificando el
«pueblo de Dios» con la Iglesia católica, o con el cristianismo? ¿Es correcta esa
identificación? ¿Por qué sí o por qué no? ¿Quiénes serían «Pueblo de Dios»? ¿Sería
un pueblo o muchos pueblos?
- De alguna manera, el Concilio Vaticano II nos ha sugerido que la manifestación de
Dios en Jesús no es la única. Dios, como sabemos, se ha manifestado de muchas
maneras también a otros pueblos (Heb 1,1)... ¿Qué cambios de actitud y hasta de
lenguaje implica este "descubrimiento"? ¿Qué cambios también implica en los
fundamentos de la misión, de la evangelización a los pueblos no cristianos?
Para la oración de los fieles
- Para que estemos siempre dispuestos a dar razón de nuestra fe y de nuestra esperanza
a quien nos lo pida. Roguemos al Señor.
- Para que cada religión esté dispuesta a escuchar a las demás y a acoger con apertura
de corazón lo que el Espíritu nos manifiesta en las religiones de todos los pueblos.
Roguemos…
- Para que todos los catequistas sepan unir el testimonio de su propia vida a una buena
preparación para ejercer su ministerio. Roguemos…
- Para que cuantos viven sumidos en la duda, el temor o la intranquilidad se encuentren
con Dios vivo y alcancen la luz y la paz que buscan y necesitan. Roguemos…
- Por cuantos buscan un mundo más justo y en paz, para que encuentren la recompensa
a sus trabajos y desvelos. Roguemos…
- Para que vivamos de tal modo la fraternidad con quienes nos rodean que seamos para
todos un verdadero testimonio de fe y de amor. Roguemos…
Oración comunitaria
- * Dios, Padre nuestro: el relato evangélico nos narra que en un día como éste Jesús
fue reconocido por unos magos venidos de Oriente en su búsqueda; haz que quienes te
buscan, encuentren y sigan las estrellas que Tú pones en su camino, y quienes ya te
hemos encontrado podamos contemplar un día, cara a cara, la gloria de tu rostro. Por
Jesucristo.
* Oh Dios, Dios único, «Dios de todos los nombres» con los que los humanos de todos
los tiempos te han buscado. Tú que te has hecho buscar por todos los pueblos, y a todos
ellos también les has salido al encuentro en su propia vida espiritual, en su propia
religión, concédenos apertura de corazón para sentir tu presencia omnímoda en todas
las religiones de la Tierra. Tú que vives y das vida, y dialogas con todos los pueblos,
ahora y desde siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Lunes 5 de enero de 2015
Después de Epifanía
Telesforo, Emiliana
1Jn 3,22–4,6: Examinen toda inspiración para ver si viene de Dios
Salmo 2: Te daré en herencia las naciones
Mc 6,34-44: Jesús se revela como profeta
La vida cristiana intenta superar las vivencias inmediatas para experimentar en
profundidad la ‘esperanza’. Nuestras expectativas nos llevan a buscar algo ‘más allá’,
que nos ayude a colocar en perspectiva los conflictos del ‘más acá’. Los primeros
cristianos comprendieron la misión de Jesús por las esperanzas que en ellos habían
sembrado la Ley y los Profetas. Tanto nosotros como ellos descubrimos a Jesús gracias
a nuestras propias esperanzas. Son nuestras búsquedas, expectativas, utopías y anhelos,
los que nos permiten trascender el estrecho marco de la vida cotidiana y nos hacen
descubrir que es Dios mismo quien nos sale al encuentro en la persona de Jesús. Dios no
anula nuestras búsquedas, pero sí las coloca “en la perspectiva” de un más allá que
trasciende la inmediatez del presente y nos abre a un futuro de una humanidad
reconciliada en el ‘cordero’. Hay personas, como Jesús, que renuncian a toda violencia
y ponen su vida al servicio de una causa mayor: ‘la vida en abundancia’ (Jn 10, 10).
Como Natanael podemos preguntarle a Jesús: ¿de qué me conoces? Y él seguramente
nos responderá que nos ve cada día bajo la higuera de nuestras contrariedades,
ansiedades y búsquedas. Igual que a Natanael, nos invita a “ver cosas todavía mayores”.
Martes 6 de enero de 2015
Después de Epifanía
Santoral: Melchor, Gaspar y Baltasar
1Jn 4,7-10: Dios es amor
Salmo 71: Que te adoren, Señor, todos los pueblos
Mc 6,34-44: Jesús se revela como profeta
Con este pasaje inaugura Marcos una nueva sección de su evangelio. No se trata
ya de los primeros pasos apostólicos del rabino Jesús , ni de las victorias sobre la
enfermedad y los demonios, sino de una sección particular, unificada en torno al tema
del pan: dos multiplicaciones de panes.
Aquí Marcos trata de introducir la sección poniendo de relieve el papel importante
que desempeñan los apóstoles en las preocupaciones catequéticas de Jesús. Pero el
versículo 34, específico suyo, es muy significativo. El tema del rebaño sin pastor está
tomado del libro de los Números 27, 17, y en él se refleja la preocupación de Moisés
por encontrar un sucesor para no dejar al pueblo sin dirección. Jesús se presenta así
como el sucesor de Moisés, capaz de conducir el rebaño, de alimentarlo con pastos de
vida y conducirlo a los pastos definitivos. Toda la sección de los panes está concebida
de tal forma que Cristo aparece efectivamente como ese nuevo Moisés: el que ofrece el
nuevo maná; que triunfa a su vez de las aguas del mar; que libra al pueblo del legalismo
a que habían reducido los fariseos la ley de Moisés, y que al fin abre incluso a los
paganos el acceso a la Tierra Prometida.
Miércoles 7 de enero de 2015
Raimundo de Peñafort
1Jn 4,11-18: Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros
Salmo 71: Que te adoren, Señor, todos los pueblos
Mc 6,45-52: Lo vieron andar sobre el lago
Después de la multiplicación de los panes, los discípulos tienen una experiencia
especial, sobre la barca, en medio del lago, donde se encuentran solos y en peligro.
Jesús se retira a orar, y más tarde sale al encuentro de ellos caminando sobre el agua.
El paso de Jesús sobre el lago es una manifestación de su poder y una promesa de
salvación para sus discípulos.
Estos no lo comprenden, porque tampoco habían comprendido que en la
multiplicación de los panes, anticipo de la Eucaristía, Jesús se había hecho alimento y
sustento para todos y para siempre. Su mente seguía embotada. Todavía son de los que
miran y no ven. Es una dura recriminación de su ceguera, pero también una exhortación
a la comunidad cristiana de todos los tiempos para que se abra a la fe en Jesús con la luz
de la mañana pascual. Aún cuando todo invite a creer que el Señor resucitado está
ausente, su presencia protectora es segura. El actúa y deja destellar su gloria divina
incluso en la noche oscura y en la turbulencia de un mar alborotado.
Hoy Jesús sigue manifestando su poder, y sus palabras se hacen actuales para
todos los discípulos de nuestro tiempo: “¡ánimo, soy yo!” es una invitación a continuar
nuestro camino y misión seguros de que él está con nosotros.
Jueves 8 de enero de 2015
Severino, Luciano
1Jn 4,19–5,4: Quien ama a Dios, ame también a su hermano
Salmo 71: Que te adoren, Señor, todos los pueblos
Lc 4,14-22: Hoy se cumple esta Escritura
Jesús lee y comenta la lectura, tomada del profeta Isaías. La expresión “encontró
el texto…” parece significar más bien que el propio Jesús busca expresamente el pasaje:
Is 61. Este habla de proclamar el año de gracia del Señor, el día de desquite de nuestro
Dios. El relato de Lucas continúa con escueto grafismo: Jesús cerró el libro, lo devolvió
al ayudante y se sentó. La reacción de los presentes es de expectación y de prevención
contra Jesús, y no de estima y de confianza hacia él, como a menudo se dice. El
Comentario de Jesús al pasaje leído es breve y enfático: “Hoy, en presencia de ustedes,
se ha cumplido este pasaje de la Escritura”. Resalta la posición enfática del “hoy”. Lo
proclamado por el profeta quinientos años atrás tiene su cumplimiento ahora. Jesús hace
suyo aquel mensaje, le da cumplimiento cabal. La omisión de la frase referente al
desquite de nuestro Dios ha sido intencionada. Jesús no sabe nada de venganzas y de
desquites de Dios. Resumiendo: Lucas, un autor con una metodología de trabajo
rigurosa, quiere completar y garantizar la instrucción cristiana básica y rudimentaria de
los recién bautizados. En esta línea empieza presentando la enseñanza de Jesús como
dando cumplimiento al mensaje de gracia acumulado a lo largo del Antiguo
Testamento.
Viernes 9 de enero de 2015
Eulogio, Julián, Basilia
1Jn 5,5-13: Testigos, el Espíritu, el agua y la sangre
Salmo 147: Demos gracias y alabemos al Señor
Lc 5,12-16: En seguida le dejó la lepra
El leproso en el Antiguo Testamento era culturalmente impuro. La lepra era una
enfermedad considerada como un castigo de Dios y relacionada probablemente con un
castigo especial por los pecados. Sólo una intervención de Dios podía curarla. La
estrecha conexión entre la llamada a los primeros discípulos :y la curación de un leproso
parece muy significativa. Lucas propone a su comunidad, y a través de ella a todos
nosotros, la tarea de incorporar a la comunidad humana o eclesial a todos los que por un
motivo u otro han sido excluidos por los hombres.
La curación realizada por Jesús es la respuesta a una confesión de fe del le- proso,
que expresa el reconocimiento de su poder para curar y tiene una incidencia en su
actitud corporal (rostro en tierra). Este milagro no hace más que extender la fama de
Jesús. Por eso grandes muchedumbres acuden para escuchar su palabra y beneficiarse
de sus curaciones. Pero como ocurre en otras ocasiones, Jesús se retira al desierto para
orar; la fuerza de su palabra y de su poder de curación provienen de su familiaridad con
el Padre.
La práctica de Jesús hace posible que todos nos sintamos llamados e
invitados a ponernos en actitud de su seguimiento.
Sábado 10 de enero de 2015
Aldo, Gonzalo
1Jn 5,14-21: Dios nos escucha en lo que le pedimos
Salmo 149: El Señor ama a su pueblo
Jn 3,22-30: El amigo del novio se alegra con la voz del novio
La extraña cronología de este pasaje (en 3,22 Jesús va a Judea, mientras que en
3,1-21 ya estaba en Jerusalén) y el hecho de que los vv. 31-36 sean en gran parte una
repetición de los vv. 13-21, no son necesariamente señales de dislocación del texto. La
cronología ocupa un lugar secundario en las miras teológicas de Jn. Se diría que el
evangelista ha puesto en paralelo dos narraciones referentes a un mismo tema, seguidas
de una meditación semejante. La estancia de Cristo y sus discípulos en esa región debió
de tener una relativa prolongación, como indican los imperfectos usados: “moraba,”
“bautizaba,” y como lo supone la misma naturaleza de ese bautismo, puesto que
“bautizaba más que Juan,” que “hacía más discípulos” que el Bautista, y que esta noticia
había llegado a oídos de los fariseos de Jerusalén (Jn 4,1). El bautismo de los
“discípulos”, con la misma presencia y autorización de Cristo, y, sin duda, con alguna
instrucción cristiana, orientaba y conducía de una manera más directa hacia el mismo
Cristo. Y hasta su recepción era un rito de incorporación, como “discípulos”, a la
persona y reino de Cristo. Pero éste no bautizaba (Jn 4,2), sino sólo sus discípulos. Y no
con el bautismo sacramental, pues “aún no había sido dado el Espíritu, porque Jesús no
había sido aún glorificado” (Jn 7,39). Pero todo ello preludiaba ya el bautismo cristiano.
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