Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Sarah McCarty Pr o m es a s qu e Pr ev a l ece n 2 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Créditos Traducido por el Equipo de Passionate Novels: Traductores : Andrés, Charlotte, Ivette, Norma, Parchita y Teresa. Correctores : Melissa y Sandy Chicos, costó pero al fin el libro vio la luz. Gracias por su desinteresado y valioso trabajo. 3 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Argumento Territorio de Wyoming, 1870 Viuda y estéril, Jenna ve a la recién nacida abandonada en el umbral de su puerta como un regalo de incalculable valor digno de cualquier sacrificio, y sabe que necesitará un marido para poder mantener al bebé. Pero nada la ha preparado para el hombre que se ofrece para el puesto. Grande y oscuro, exudando una intensidad letal, Clint McKinnely le daría miedo incluso al mismísimo diablo, y por supuesto que le produce temor, pero Jenna pronto descubre que el hombre detrás de esa terrible reputación es un hombre en el que se puede confiar. Endurecido por las decisiones que ha tenido que tomar en su vida, Clint busca una razón para poder seguir viviendo. Y la ha encontrado en Jenna Hennessy. Exuberantemente rellenita, dulce y tímida, le atrae en todos los sentidos. Y cuando ve que Jenna podría perder a la hija que tanto ama por la falta de un marido, da un paso al frente. Llevar a Jenna a su hogar le proporciona a Clint la paz que nunca ha conocido, y aunque trata de descubrir los secretos que pueblan las pesadillas de Jenna, se guarda una parte importante de sí mismo, porque sabe que ese matrimonio es temporal ya que hay pecados que un hombre no puede esperar que su esposa perdone. 4 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Capítulo 1 Clint no podía creer que estuviera haciendo esto otra vez. Otro sábado, otra mujer. Otra excursión sin sentido a la Panadería del Tomillo Dulce en busca de una conexión que no iba a ocurrir. Él desde hacía mucho tiempo había renunciado a que alguna vez ocurriera. Así que su búsqueda por una esposa era meramente un asunto de alinear cualidades e ir en busca de una mujer que se ajustara a ellas. En la misma forma que seleccionaba a una yegua para su programa de cría. Él contempló a la joven a su lado. Ella sonrió, completamente esperanzada e inocente. Tan pura que lo hizo sentirse anciano. Rebecca Salisbury era su última esperanza. Ella poseía todas las cualidades que una buena esposa debería tener, buena crianza, buena educación y caderas anchas para un parto fácil. Sabía que no tendría con ella el amor apasionado que su primo Cougar tenía con su esposa, pero sería confiable y una buena madre. Sobre todo, ella no alteraría su tranquilidad con sentimentalismos. Él ahuecó el codo de Rebecca en su palma y la ayudó a subir los escalones de madera hacia el pasillo. Paz, él había descubierto, era un artículo ganado a duras penas. Los olores de la panadería lo envolvieron como un fragante abrazo, apaciguando sus sentidos. Rebecca hizo una pausa y lo esperó para que le abriera la puerta. Su sonrisa era tímida mientras él se estiraba sobre su hombro. Su respuesta fue un estiramiento automático de sus labios, pero su atención estaba adelante de ellos, revisando la pequeña tienda abarrotada y a sus ocupantes, especialmente a la dueña. Ella acaba de dar un paso afuera desde atrás del mostrador, su modo de andar más torpe de lo usual. Él introdujo a Rebecca delante de él, observando a Jenna Hennesey mientras lo hacía, notando las líneas de tensión en su cara, frunciendo el ceño mientras ella se detuvo con un jadeo, haciendo una pausa, su atención regresando hacia dentro. Sin duda controlando el dolor que todo este correr alrededor estaba provocando en su pierna dañada. ¡Maldita sea! Él le había dicho a ella que contratara alguna ayuda. 5 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Supo en el minuto en el que ella lo vio. No fue obvio mientras ella mantenía su cabeza agachada y raras veces encontraba los ojos de alguien, pero el ligero sobresalto en su cuerpo, y el sonrojo que surgió sobre sus mejillas fueron revelaciones involuntarias. —Estaré en un momento contigo — dijo ella a través de la pequeña habitación. Su voz, con su timbre ronco, cosquilleó sus sentidos como una atracción. A él no le gustaba la forma en la que ella podía deslizarse debajo de su calma, pero al mismo tiempo alguna parte perversa de él valoraba estos pequeños momentos de conexión. Como si Jenna alguna vez pudiera ser para él. Su “Tómate tu tiempo” coincidió con el "gracias" de Rebecca. Él observó como Jenna traía la bandeja de café y el postre a la pareja mayor de casados en la mesa del lejano rincón. Su saludo era cálido. El de ella era tranquilo y sin pretensiones como la mujer misma. Jenna Hennesey era dulce, tímida y la tentación más grande contra la que él alguna vez hubiera luchado en su vida. Jenna se rió de algo que la pareja mayor, los Jacobson, dijeron. Sus hoyuelos relampaguearon, encendiendo ese salvaje centro de lujuria dentro de él que intentaba seguir conteniendo. Los Jacobson se rieron de nuevo. Habían venido para ayudar a su hija a través de su convalecencia y se habían quedado. Eso estaba ocurriendo cada vez más frecuentemente, probando la teoría de los fundadores del pueblo respecto de que Cheyenne podría volverse civilizado después de todo. —Ya se debe haber divulgado que Jenna sabe cocinar. —Rebecca dio un paso hacia atrás a él mientras un niñito se apresuraba a pasarla en su camino hacia el mostrador. Por un segundo, su trasero presionó contra su ingle. Hubiera sido agradable si su cuerpo le produjera una mierda. Ella se sonrojó y se apartó. Él solamente asintió en respuesta a su “Disculpame”. Ella era bella y perfecta, pero lo dejó frío. El niño alcanzó el mostrador y procedió a brincar de un pie al otro mientras esperaba a que Jenna lo notara. El pequeño Fred era la viva imagen de su pa, y a los seis se veía como si él tuviera el tamaño de su padre y constitución. Y su falta de paciencia. —Ese — es el niño de Cyrus, ¿verdad? —preguntó Rebecca. Sí. Una vez a la semana Gertie lo envía aquí por panecillos de canela. La especulación extendida por todas partes era sobre lo que Cyrus le hacía a la mujer para tener esa bendición. Gertie podría pellizcar un penique hasta que gritara. 6 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Tan pronto como Jenna notó al niño, ella bajó todo y se alejó de sus clientes, una sonrisa en sus suaves labios llenos, sus hoyuelos cobrando vida. La polla de Clint cobró vida justo junto con ellos. La mujer haría sonreír a un asesino. Ella alisó el pelo del niño, el gesto tan suave y gentil que puso a Clint a sufrir. Él quería esa suavidad para él mismo, y el conocimiento de que no había mucho que lo detuviera de tomarlo alimentó su decencia. Jenna estaba sola en el mundo. Blanco legítimo. Y ella se lo debía. Todo lo que tenía que hacer era dar la orden, y ella sería suya. No había nada que lo detuviera sino su condenada conciencia. Hijo de puta, era un dolor tener una conciencia. —Sería agradable si ella pudiera hacer funcionar el lugar —murmuro Rebecca, observándolos—. Mi mamá dijo que ella pasó por un mal momento después de que su marido murió. Ella había tenido un tiempo más duro que eso cuando él estaba vivo, pero Clint no lo mencionó. Ese era el secreto de Jenna. Un tinte de culpabilidad tecleó su conciencia cuándo percibió la mirada admirativa que Rebecca le dirigió a él. Decía más claramente que las palabras que ella lo consideraba material para marido. Él mentalmente sacudió la cabeza. Algunas mujeres verdaderamente no tenían sentido. Él contempló a Jenna. Ella tenía valor, junto con la fuerza increíble que le permitió aguantar y rehacerse cuando las demás solo se hubieran dado por vencidas. El problema era, que ella estaba demasiado a menudo extremadamente cansada por su gran corazón. Él frunció el ceño mientras ella envolvía algunas galletas en una servilleta y las deslizó hacia Fred. No había modo de que Gertie hubiera enviado más que el costo de los panecillos con el niño. Ahora Jenna iba a dejar fuera el costo de las galletas y el costo de la servilleta. Todo porque era alguien de trato suave. Tan condenadamente suave que él no sabía cuánto tiempo más iba a poder mantener alejadas sus manos de ella. Él podía ser un hijo de puta, pero esperaba en serio que ella no estuviera demasiado lejos. Jenna puso la bandeja en el mostrador, contuvo la ansiedad que siempre roía en su calma cuando estaba alrededor de los McKinnely, esbosó su sonrisa más acogedora, y 7 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen empezó a enfrentar a la pareja parada justo en el marco de la puerta. Eran un bello estudio de contrastes. El gran Clint McKinnely con su piel oscura y ojos más oscuros, y esa boca generosa, puramente masculina parado al lado de la alta y elegante hija del alcalde, con su piel clara, salpicada de pecas y de sonrisa fácil. De los dos, Rebecca era quien menos la intimidaba por lo que Jenna se enfocó en ella. —Siento mucho hacerlos esperar pero si desean seguirme, su mesa está lista. Rebecca sonrió y colocó su mano en el brazo de Clint. —Gracias. Clint no dijo nada, solamente siguió en su vigilancia. Jenna sabía que él estaba molesto por que ella no le había dirigido la palabra directamente, pero no lo podía hacer. El hombre la hacía un manojo de nervios, siempre observándola. Si él fuera un tipo más gentil de hombre, ella podría haber esperado su interés, pero Clint era tan agresivamente masculino que se preguntaba por qué los infractores de la ley aun se molestaban en resistirse cuando él iba tras ellos. Ella sólo tenía que mirarlo para saber que él siempre se saldría con la suya. En todo. Ella lo culpó enteramente cuando tropezó. Cualquiera podría estar nervioso por ser observado tan fijamente. Aún así, hubiera estado bien si su peso no hubiera caído sobre su pierna mala, y no hubiera escogido ese momento para colapsar. Detrás de ella escuchó a alguien quedarse sin aliento mientras se tambaleó en una mesa vacía. Por un segundo se agarró en el borde, pero entonces se ladeó por debajo de ella. Un minuto, ella estaba cayendo y al siguiente estaba siendo jalada bruscamente contra la superficie dura de un pecho de buena musculatura. Ella inspiró profundamente mientras los olores de hombre, humo y pino pasaron rápidamente sobre ella. Clint la había salvado. Otra vez. Su mano se deslizó abajo por su espalda, y ella mentalmente gimió. ¿Por qué había escogido hoy de todos los días no ponerse su mejor corsé? Al menos con ese corsé algo de su… amplitud hubiera sido contenido. Sus manos grandes se extendieron a lo largo de su cintura y la colocó lejos de él. El calor emergió en sus mejillas. —Lo —No siento. hay daño. —Aunque él la había apartado a un pie de distancia, no la soltó. Sus manos en su cintura quemaron como el fuego mientras él la estabilizaba—. ¿Estás bien? 8 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Estoy —¿Tal bien. Sólo tropecé. vez deberías sentarte por un minuto? —sugirió Rebecca mientras Clint daba un paso atrás sosteniendo afuera una silla, frunciendo el ceño con preocupación. Jenna mentalmente suspiró. Estaba muy cansada de ser compadecida. —Realmente, estoy bien. La mirada que Clint lanzó debajo del ala de su sombrero le dijo que él tenía dudas. Ella lo ignoró. —Si gustan tomar asiento estaré enseguida con ustedes. ¿Prefieren té o café? La petición de Rebecca por té no fue más sorpresa que la petición de Clint por café negro. Ella recorrió la mirada a través del restaurante y presionó su falda en contra del nudo debajo de la cicatriz en su pierna. La cafetera lejos. Ella apretó los dientes y se dirigió hacia ella, esmerándose en suavizar su modo de andar. Logró regresar a la mesa sin incidentes. Antes de que pudiera colocar abajo la bandeja, Clint la tomó de sus manos y la puso sobre la mesa. —Necesitas —Estoy —No descansar. bien. estas haciéndome feliz. Una semilla de temor se arraigó en su estómago. —Lo siento. Ella agachó su cabeza y esperó. Él no era su marido, pero era un hombre y ella era una mujer sola. Él podría exigir cualquier cosa que quisiera y ella tendría que obedecer. Podía sentir la mirada de Rebecca así como también la de Clint. La bilis se elevó en su garganta mientras ella esperaba por la decisión de Clint. —¿Podríamos ver el menú? —preguntó Rebecca. Jenna quiso moverse más que cualquier cosa, pero los años de entrenarse la congelaron en el lugar hasta que Clint la liberó con un suspiro. —Ve a traer los menús, Jenna. La negra mirada de Clint la siguió mientras ella se alejaba. Ella tembló. Él era un hombre tan intenso. Él no había dicho lo que pensaba. Frunció el ceño mientras ella se 9 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen acercaba a la mesa, y su mirada fija descendió. Por mucho que quisiera creer que era su falda rosada, cortada para restarle importancia a sus generosas caderas, lo que atraía su mirada, ella sabía que las cosas no eran así. Ella estaba cojeando. No había nada que pudiera hacer acerca de eso. Todo este negocio extra, cuidando de lo que solían ser sólo mesas ocasionales era infernal para su pierna. Ella se obligó a una zancada más normal. Era vano y sin sentido, pero no quería verse débil frente a él. Ella se esforzó en abstenerse de jadear mientras el dolor acuchillaba arriba de su muslo. —Aquí están las opciones de hoy, señor McKinnely. —Por la forma en que los ojos de Clint se estrecharon, ella supo él no se había perdido la cualidad jadeante de su voz después de ese último paso. Si él supiera todo el dolor que tenía ella dentro, estaría furioso. Desde que él había salvado su vida, había sido protector. Si no la ignorara por completo de otra manera, ella pensaría que él estaba arriesgando un reclamo. Pero hasta esta semana pasada, él nunca se había acercado a ella o le había hablado personalmente. Por lo cuál ella estaba eternamente agradecida. —Señor McKinnely, ¿Jenna? —pregunto Clint, tomando el menú de su mano. Dejar caer su mirada ante el tono desaprobador de Clint fue tanto instinto como era buena educación. Clint tenía una forma de hablar que exigía esa conformidad. Ella apenas se detuvo de disculparse. Pero lo hizo. Ella no estaba con su padre, su marido, o su iglesia ahora. Era una mujer independiente. Desde debajo de sus pestañas, ella vio a Rebecca dirigirle a Clint una mirada rápida mientras él leía el pequeño menú, captó un vislumbre de conclusión mientras miraba entre ellos, y entonces la vio fruncir el ceño con desaprobación. Jenna respingó. Rebecca no era la primera mujer en asumir que Clint tenía una relación con ella. Él le había dado el dinero para su panadería y era un cliente asiduo, aunque si pensaran que ella era su amante, no sabía lo que pensarían acerca de que él hiciera su cortejo aquí. Se humedeció los labios secos. No encontró la mirada de Rebecca mientras el calor corría sobre sus mejillas. Luchó a través de su vergüenza por encontrar un tono como de negocios. 10 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Se me terminó la sopa de pollo, pero tengo una rica carne a la cebada completamente lista para servir. —Eso —Lo estará bien. —Clint miró alrededor—. El negocio se ve bien. está. Él se reclinó en su silla. —¿Lo suficiente como para tener esa pierna dándote problemas? El calor reptó en sus mejillas nuevamente. Ella deseó que no notara siempre sus debilidades. —No más de lo acostumbrado. —Estabas cojeando. —Siempre cojeo. Su ceño fruncido se profundizó. —No tanto. Ella se encogió de hombros. —No hay más remedio. Su negra mirada cortó la de ella, ilegible como siempre, mientras él dijo en un tono perfectamente razonable de voz. —Podrías dejar de apoyarte en ella. Levántala. Envuelve una toalla caliente alrededor de ella. Ella combatió el deseo instintivo de lanzarse a hacer como quería. —Lo haré cuando deje de trabajar. Su mirada parpadeó sobre su cara, sin duda dándose cuenta de cada señal del cansancio y esfuerzo que ella intentaba esconder. —Eso no será hasta dentro de unas cuatro horas. Fue una observación razonable en un tono razonable de voz, pero la censura subyacente pinchó sus nervios. 11 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Clint —interrumpió amablemente Rebecca—. Estoy segura que la señora Hennesey sabe cuándo necesita descansar. El "gracias" de Jenna coincidió con el “tal vez” de Clint. Rebecca sacudió la cabeza, una reprimenda que Jenna no podría imaginar alguna vez darle a un hombre. —Estas avergonzando a la señora Hennesey. Su mirada nunca dejó a Jenna. —Tal vez. Ningún tal vez sobre eso. Él lo estaba haciendo. Jenna se sentía lo suficientemente inferior delante de la perfecta Rebecca sin que él hiciera un alboroto sobre algo que no podía evitar. —No puedo darme el lujo de cerrar temprano. Rebecca le dirigió a Jenna una mirada simpática. —Honestamente Clint, a ninguna mujer le gusta señalar que está lisiada. Jenna sujetó con fuerza el lápiz en su mano. Ella sabía cómo su cojera la hacía lucir para los otros, pero no era una lisiada. La mirada normalmente fría de Clint se enfrió mientras él se daba la vuelta hacia Rebecca. —Esa fue una condenada cosa insensible para decir. Rebecca se sonrojó. —Lo siento, no debería haberlo dicho. Jenna le creyó. Rebecca era envidiablemente protegida y dulce, pero nunca deliberadamente cruel. Ya sea que Clint no compartiera su opinión o que a él no le importara, porque no relajó su expresión. El gran matón. Jenna enderezó sus hombros y tomó aire. Si ella iba a ser una mujer independiente, no podía temer ponerse del lado de alguien cuando estaba siendo tratado injustamente en su establecimiento. El lápiz le dio un mordisco a su palma como apuntaba fuera. —Tú no lo mencionaste. El Señor McKinnely lo hizo. 12 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Clint se volvió muy quieto. —¿Me estás desafiando? El miedo se reunió en el estómago de Jenna como un peso de plomo. Tal vez tomar este puesto no era una idea tan inteligente. Ella agarró el lápiz entre sus dedos, vio el desasosiego en la cara de Rebecca, y contuvo el almidón en sus rodillas mientras se obligaba a decir. —Sólo creo que eres demasiado rudo. Clint probablemente habría quedado más impresionado con su actuación si ella hubiera podido poner sus ojos más arriba que en el cuello abierto de su camisa. La verdad era, que ella estaba impresionada por haber conseguido dejar salir las palabras ante todo. Ella siempre había sido una mujer débil, aunque estaba aprendiendo a fingir fortaleza. —Estoy seguro de que has oído las historias de cómo manejo un desafío —señaló Clint, todavía usando ese tono razonable. Los ojos de Rebecca se ampliaron. Jenna deseó tener algo contra lo cuál apoyarse ella misma. Dejó caer su mirada hacia la mesa. Clint se estiró por su taza para café. Su mano hacía parecer pequeña la taza. Bordes y cicatrices marcaban el dorso. Él no las había obtenido por ser suave o echarse para atrás. Y ella acababa de decirle que estaba equivocado. Querido Dios, tal vez estaba tan loca como Jack siempre había dicho. Ella mojó sus labios y logró decir. —Lo he escuchado. Clint arqueó su ceja y tomó un sorbo de su café. Las rodillas de Jenna temblaron, haciendo que la pierna doliera más, y un sudor frío brotó sobre su cuerpo. Ella le esperó a que él dijera algo. Nada. Él solo se quedó allí, bebiendo su café y observandola. Su estómago se anudo. Enfocó la atención en el nicho oscurecido de su garganta, su latido tronando en sus oídos mientras esperaba. Sobre la quinta pulsación, no lo pudo aguantar más. —Sólo quiero decir, si a mí no me importa tal vez a ti no debería importarte. Un sonido extraño retumbó en el pecho de Clint. Casi como un gruñido. El hielo dejó su mirada para ser reemplazado por un calor extraño. ¿Estaba enojado? La punta del lápiz le dio un mordisco a su palma nuevamente. 13 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen ¡Querido Dios! pensó Jenna, si tú me pudieras enviar alguna ayuda, realmente la apreciaría. —¿Pero qué ocurre si a mi me importa? —preguntó Clint, volviendo a poner la taza sobre la mesa. —No sé por debería importarte. Fuera de la esquina de su ojo, ella vislumbró un destello de blanco mientras Rebecca cubrió la mano de Clint con la de ella y dijo: —Clint, estás contrariando a la señora Hennesey. Jenna se quedó mirando el contraste, la mano de Rebecca tan suave y blanca y frágil, situada sobre la delgada, poderosa de Clint. Jenna le envidió a Rebecca la inocencia que la protegía del conocimiento de con qué rapidez un hombre podría darle vuelta a una mujer. —¿Estoy asustándote, Jenna? —le preguntó Clint en esa tranquila, “ inexpresiva" voz. Jenna tragó saliva, consciente de que todos en el pequeño restaurante observaban la escena, presenciando su humillación. La campana sobre la puerta produjo un ruido discordante mientras se abría. Ella no levantó la mirada, pero sabía quién, mejor dicho qué, había entrado por la manera en que la puerta aporreó dos veces antes de cerrarse. Dios la había oído después de todo. Él había enviado a su protector. Jenna abrió su mano hacia la nariz caliente que se deslizó debajo de su palma y hundió sus dedos en el pelaje negro del cuello del voluminoso perro. Mientras él se apoyaba contra ella un bajo gruñido retumbante emanó de la garganta de Danny, claramente directo hacia Clint. —¿Qué es eso? —Rebecca se quedó sin aliento retrocediendo. La respuesta de Clint estaba llena de seca diversión. —Mi perro. —¿Estás seguro de que no es un poni? —La mano de Rebecca se deslizó de Clint mientras ella se alejaba lentamente. —Estoy seguro. Arrojé una silla de montar sobre él una vez y aulló por horas. No hubo mala interpretación en lo que era, después de eso. La tensión en el cuarto se alivio mientras un par de hombres bufaron de risa. Jenna palmeó a Danny mientras él estaba sentado, teniendo cuidado de evitar la cicatriz de su quemadura, sabiendo que eran tan dolorosamente sensitiva como las de ella. Él apoyó su 14 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen cabeza sobre su pecho, la baba de sus quijadas mojando a través del babero de su delantal. Ella no prestó atención. Danny era seguridad. La silla de Clint rechinó mientras él se acomodaba y dobló sus brazos a través de su pecho. —¿Entonces Jenna estás desaprobando mi forma de tratar a la señorita Salisbury? Ella agarró firmemente a Danny y luchó contra su cobardía. Ella había empezado esto, y debería terminarlo con un “Sí” definitivo, pero no era fácil dejar salir la palabra. Clint podría desbaratar su negocio. Él podría vencerla contundentemente. Ella abrió la boca. Sus labios formaron la palabra, pero nada salió afuera. —¿Qué fue eso? —preguntó Clint. Ella cerró los ojos, la humillación inundándola ante su cobardía. Dentro de sus brazos, Danny se enderezó y un largo gruñido bajo, advirtiéndole tronó ante Clint. —¿No se supone que estás afuera para proteger a mi caballo? —le preguntó Clint al perro, su ceja derecha ascendiendo con la pregunta. Danny no se movió ni se calló. Jenna se inclinó y susurró en su oreja. Él se tranquilizó inmediatamente. Clint observó mientras Jenna se doblaba hacia Danny. Su piel era más blanca que el blanco, y sus ojos tenían esa mirada encantada que le decía lo cerca que estaba de romperse. Ella estaba allí, su cuerpo deliciosamente lleno medio oculto por su perro, su orgullo alrededor de sus dedos, y él sabía que ella trataba de alcanzar la fuerza en la que confiaba. Sabía que ella la encontraría, también. Maldición, él podía dejarla humillarse así de simple porque ella lo haría. En lugar de eso, se encontró queriendo deslizarse entre su silencio y determinación, queriendo ofrecerle a ella una salida. El impulso decayó mientras Jenna lentamente se enderezaba. Sus brillantes ojos azules encontraron los de él por primera vez en los últimos cinco minutos, antes de rendirse con inquietud. —Danny es muy sensitivo —susurró ella. Clint le dio al enorme perro, el cual parecía una cruza entre oso y sabueso, un golpe ligero en su nariz. —Él no está acostumbrado a serlo. 15 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Pero él era un condenado buen juez de caracteres, y se había inclinado a Jenna Hennesey directamente, yaciendo al lado de ella en esa construcción incendiándose, listo para morir por ella. Casi lo hizo cuando el techo de esa choza desastrada había caído con estrépito alrededor de ellos. Él todavía no sabía cómo habían salido de allí. Ella había mostrado increíble fuerza interior esa noche. Aferrándose a pesar del tremendo dolor. Aferrándose cuando él pensó que ella se desmayaría, sabiendo que la perdería si moría. Cavando profundo cuando él se lo pidió. Él no había visto una lamida de esa increíble fuerza interior desde entonces, pero eso no quería decir que no estuviera allí. Pura y simplemente Jenna Hennesey, era demasiado agradable para su propio bien. Casi un felpudo. A menos que ella pensara que alguien estaba siendo fastidiado. Entonces clavaba sus talones y peleaba. Tranquilamente, sutilmente, pero con una voluntad de hierro que no se acobardaba. El infierno de eso era que ella lo jalaba de ambos modos. De un modo él quería envolverla y abrazar toda esa suavidad cerca. De otro él quería tirarla al suelo y enterrarse en toda esa exuberante fuerza femenina. Ninguna era una opción. Jenna Hennesey había pagado bastante en su vida para ser una mujer. Engancharse con él sólo le daría más dolor. Jenna necesitaba un hombre lleno con ideales y esperanza por el mañana. Un hombre que pudiera reflejar el optimismo que ella usaba como un estandarte. El de él desde hacía mucho tiempo se había secado. —Ahora que nosotros hemos aclarado el desagrado, ¿podríamos tener nuestro almuerzo? —preguntó Rebecca. Jenna le dirigió una mirada agradecida, una que le mostró sus hoyuelos. Clint sintió la contracción familiar en su polla que siempre experimentaba ante la presencia de Jenna. Aplastando el despertar de su excitación le dirigió a Rebecca su mejor sonrisa. Ella parpadeó y contuvo su aliento. Él había visto la reacción mil veces en mil mujeres. En su juventud, estaba acostumbrado. Dentro de algunos años, él se aprovecharía de eso, pero ahora… Infierno. Él miró en la cara expectante de Rebecca. Infierno, ahora él tenía poco uso para eso. —Almorzar estaría bien. Clint contempló a Jenna. Su cara redonda dibujada con tensión. Ella estaba preocupada. Él estaba dispuesto a apostar a que los dedos sepultados en el cuello del perro tenían los nudillos blancos. Maldición, ¿por qué se sentía siempre impulsado a empujarla? ¿Era tan superficial, tan vacío, que no podia manejar a una mujer que no 16 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen cayera a sus pies? El conocimiento de que él probablemente lo era no aligeró su estado de ánimo. —Traeré —Y la sopa. —Él miró a la apariencia orgullosa del perro. si tú no has destinado cada pedazo de esa torta de crema para Danny, tendré una rebanada de ella para llevármela. Él podía decir por la súbita desilusión inundando la expresión de Jenna que ella había hecho justamente eso. —Sólo ha quedado un pedazo —comentó arrastrando su voz. Clint hubiera apelado a su caso, pero como si detectara que su pastel estaba corriendo peligro, Danny inclinó su cabeza atrás y dejó a la piel suelta alrededor de su cara hundirse, dándole una mirada tan infortunada que Clint no se molestó en competir. —Infierno. Jenna besó la nariz de Danny. —Lo siento. Ella tropezó de nuevo mientras Danny dejó a su peso completo apoyarse contra ella. —Debería estar acostumbrado para esta hora —mascullo Clint, atrapando a su muñeca y estabilizándola. —¿Acostumbrado a qué? —preguntó Rebecca, mirando sus dedos en la muñeca de Jenna. —A ser dominado por la astucia de un perro mestizo. —Él soltó a Jenna, notando con interés el débil rosado tocando sus mejillas. —Danny no es un perro mestizo. —Hubo ese indicio de acero entretejiéndose en la voz ronca de Jenna que siempre provocaba una reacción puramente sexual en él. —¿Entonces qué es él? Ella no tuvo una respuesta, pero su boca suave se adelgazó con determinación. Tres segundos más tarde ella tuvo una. —Él es especial. 17 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Él le concedería a ella eso. Le faltaba decidir si el perro era una bendición o una maldición. —¿Qué más hay en el menú? Ella movió sus pies y se mordió los labios, algo que él había notado que hacía para desahogar la dolencia. —Experimenté —¿Sí? hoy con una receta nueva. —Las cosas se ponían mejor. Los experimentos de Jenna eran siempre una experiencia que hacía caer mandíbulas. — Sí. —¿Qué hiciste? —preguntó Rebecca cautelosamente, poniéndose derecha y conservando los ojos en Danny todo el tiempo. —Ensayé un pastel. La boca de Clint ya se hacia agua. —¿Chocolate? —preguntó él, aferrándose a la esperanza. Acostumbraba a hacer que Jenna siempre horneara un postre de chocolate los sábados, pero entonces alguien había reparado en que los postres nuevos siempre coincidían con sus visitas, y ella se había detenido. Él creía que ella no quería que pensara que estaba promoviendo su benevolencia. Su “Sí” fue suave, y su mirada no encontró la de él. Su labio inferior se resbaló entre sus dientes, forzando a sus hoyuelos a sobresalir. Su polla se volvió dura como una piedra rápidamente. Demonios, la mujer era demasiado bella para decirlo. Jenna no podía ser para él, pero a él le gustaría hundirse por una semana en esas curvas exuberantes de ella. Enterrar su cara en la hendidura profunda entre sus pechos y sumergirse en su perfume. Él apostaría a que ella sería suave y le daría la bienvenida en todas partes. El tipo de suavidad que alejaba la soledad de un hombre. —Eso suena delicioso —suspiró Rebecca. La cabeza de Jenna subió. Clint reparó en que ella no evitaba la mirada de Rebecca en la forma que evitaba la de él. —Espero que sí. Tiene moca, nuez, crema de mantequilla relleno con un glaseado de chocolate oscuro. Podría ser demasiado por un poco. 18 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —El Chocolate nunca puede ser demasiado —contrarrestó Clint. Al mismo tiempo que Rebecca gimió y preguntó: —¿Hay alguna oportunidad de que estés contemplando corderos para el sacrificio por probar esta receta nueva? Las manos de Jenna se retorcieron en el pelaje de Danny. —No te podría cobrar por él. Clint juró en voz baja. —Como —Pero el demonio que no podrías. es sólo un experimento. Ella se vio genuinamente angustiada, como si pagar por un postre que a él pudiera no gustarle pudiera dejarlo en la quiebra. —Te voy a decir algo, si no me gusta, no pagaré por él. —Me gustaría probarlo, también —comentó Rebecca—. Mi mamá tiene en la cabeza que el chocolate es malo para el cutis, así es que nunca lo consigo a menos que lo haga a escondidas. Eso la había decidido, Clint lo sabía. Jenna le traería a Rebecca el pastel, porque la única cosa que Jenna adoraba era el chocolate y estar sin él la ponía de mal humor. Era por lo qué él le había pagado a Eloise para que lo surtiera en su tienda y se lo vendiera a Jenna a una cuarta parte del precio. Ella nunca había estado en otro lugar para saber que el precio que ella pagaba era demasiado bajo. Y hacía feliz a Clint saber que su dinero le daba placer a alguien. Jenna soltó a Danny, envolvió las manos en su falda y se mordió los labios, mostrando esos hoyuelos otra vez. Él contuvo un gemido. Su hambre por Jenna se salía fuera de control. —Lo sacaré, pero sólo si tú prometes que no te sentirás obligado a decir que te gusta si no es así. —Estoy bastante segura que va a gustarme chocolate después de todo. 19 —le aseguró Rebecca a ella—. Es de Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen La gentileza en su tono mientras hablaba con Jenna la hizo subir una muesca en la opinión de Clint. Él se hizo la nota mental de encontrar la manera de deslizar chocolate en Rebecca ahora y una vez más. —Voy y vengo, entonces. —Jenna dio vuelta, respingando mientras su peso cayó encima de su pierna mala. Danny lloriqueó y se apoyó contra ella. Con aprobación, ella reconoció al vago rondando en la puerta y se frotó el muslo. Clint sacudió la cabeza cuando ella invitó a entrar al vago antes de encaminarse a la trastienda, Danny presiono contra su costado, soportando su peso. Aun desde esta distancia él podía oler el whisky agrio y añejo emanando de la ropa sucia del borracho. Algún otro tendero no lo habría dejado entrar, pero Clint sabía que Jenna lo sentaría y lo trataría a cuerpo de rey, deshaciéndose en excusas con todos los que él ofendiera, pero no lo despacharía. Él hubiera apostado a que ella ni siquiera cobraría la cuenta, su corazón otra vez entrometiéndose con el negocio. Clint hizo una nota mental para duplicar su propina. La mujer era demasiado suave para su bien. Demasiado terca, también. Él podía distinguir por su cojera mientras ella se abría paso a través de la puerta de la cocina que su pierna la mataba. No había forma de que ella consiguiera llegar hasta el final todo el día sin un desastre, lo cual quería decir que no había manera de que él consiguiera dejar de preocuparse por la forma en que sucedería. Más demoró el pensamiento en formarse en su mente que lo que un impacto y un grito llegaran desde atrás de la puerta rebatible. Hubo un momento de silencio ensordecedor, y entonces Danny aulló. 20 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Capítulo 2 Clint saltó de su silla, sobre el mostrador y atravesó la puerta antes de que la última nota del aullido misterioso desapareciera en la nada. La única vez que él había oído aullando a Danny de esa manera, Jenna había quedado atrapada en aquella choza, con el fuego rugiendo alrededor. Su primera impresión del cuarto fue de caos. Un anaquel estaba caído, el contenido esparcido sobre la estufa y el mostrador, los fragmentos de cerámica rota esparcidos por todos lados. Entonces vio a Danny sentado al lado del anaquel derribado, con expresión urgente. El anaquel subió y bajó. El corazón de Clint dejó de latir. Él lanzó la estructura de madera al lado. Debajo de ella yacía Jenna. Ella puso el máximo empeño en arrodillarse, pero luego se derrumbó otra vez. Él la agarró con un brazo debajo de su torso antes de que cayera al suelo. —¡Maldición!, ¿estás bien? Asintió con la cabeza cuando él la volteó, deslizándose a sus rodillas y colocandola de espaldas. —Eres como el demonio —refunfuñó, más para él que para ella. La expresión de ella se retorció por el dolor, con su cuerpo arqueándose sobre sus rodillas esforzándose por contener la agonía. No podía soportar verla como estaba. La agarró por los hombros, sosteniéndola. —Demonios, “Sunshine”, grita si quieres hacerlo, pero dime donde estas herida. Ella no gritó. Sus uñas cortas atravesaron un poco los vaqueros de Clint hasta tocar su muslo cuando ella jadeó. —Mi pierna. Un profundo gruñido salió de la garganta de Danny un segundo antes de que Rebecca preguntara. —¿Ella está bien? Clint quiso hacerle eco al gruñido mientras observaba por sobre su hombro y descubrió todas las caras mirando fijamente por la puerta. Jenna estaría mortificada. Un 21 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen rápido vistazo hacia abajo le dijo que lo estaba. Sus brillantes ojos azules estaban inundados por las lágrimas. —Está bien, pero si puedes decir a cada uno de los comensales que el restaurante se ha cerrado por el resto del día, yo lo apreciaría. —Ignoró la violenta sacudida que Jenna dió con su cabeza—. La señora Hennesey necesita descansar. Maldición, llamarla por aquel nombre le sentó como gancho al hígado. Nunca debió casarse con aquel bastardo brutal. Jenna se esforzó por levantarse. Él la dominó con la simple colocación de una mano en su estómago. Detrás de él oyó como Rebecca explicaba a todos, añadiendo un recordatorio para no olvidar pagar sus cuentas. Ella era una mujer eficiente, capaz. Sería una excelente esposa para cualquier hombre. Debajo de su mano el estómago suave y seductor de Jenna se agitó mientras respiraba profundamente y jadeó. —Jonás. —¿Qué con él? —Su cena. —Él sin duda beberá como de costumbre. Un pequeño chillido escapó de sus labios mientras daba tumbos contra él. Él la agarró y la sostuvo contra su pecho, apoyando la cara en su garganta y cada jadeo de su aliento que lo rasgaba por dentro. —Voy a mirar tu pierna. Bajando su mano sujeto con fuerza su falda y sacudió su cabeza. —Jonás —jadeó otra vez. Él tiró de su muñeca. Ella sujetó con más fuerza su falda. Él podría decir que lucharía contra él hasta que esto estuviera resuelto. —Maldición, tienes que ser la mujer más obstinada. —Dio vuelta y gritó fuera de la puerta—: ¡Rebecca! Ella atravesó la puerta un segundo más tarde con las manos llenas de platos sucios. —¿Sí? —¿Esta aquí todavía ese borracho? Ella echó un vistazo sobre su hombro. 22 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Esta por salir, y estoy segura que él tiene un nombre. Justo lo que necesitaba, dos mujeres compasivas y bobas. —Jonás —Jenna jadeó de nuevo la última sílaba elevando el tono de su quejido. —Sírvele un tazón de sopa y un postre, y lo dejas seguir su camino. Rebecca no se movió inmediatamente. Clint echó un vistazo sobre su hombro. Ella miraba directo a Jenna, no con compasión, sino interrogándola. Él maldijo para sí, sabiendo que nada importante sería hecho hasta que las mujeres lo hicieran a su modo. —¿Qué tipo de postre le gusta a Jonás? —preguntó él a Jenna. Tuvo que esperar por cuatro fuertes jadeos antes de que ella encontrara suficiente aliento para contestarle. —Chocolate. ¡Demonios!, primero su tarta para el perro y ahora su pastel para un borracho. —Dale un pedazo de la torta de chocolate y dile que si los platos no regresan en una sola pieza lo sacaré de su escondrijo. Jenna sacudió su cabeza otra vez cuando otro espasmo la sacudió. —¿Qué demonios pasa ahora? —Que coma aquí. —No. —No habría forma de hacerla descansar si ella mantenía a alguien en la tienda. —Entiende —gimió ella. —Esto es lo que quiero que él haga. Que tome su comida en otra parte. —Pienso que Jenna cree que alguien se la robaría —ofreció Rebecca, poniendo los platos en el piso al lado de la puerta. —¡Mil veces maldición! Rebecca jadeó y Jenna gimió. Con un innecesario “Cuida de ella” para Danny, Clint entró disparado en el otro cuarto. Se quitó el Stetson con su banda distintiva, y lo ofreció al oprimido hombre—. Si alguien se mete contigo, le enseñas mi sombrero y le dices que entonces se meterá conmigo. 23 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen En lugar de estar agradecido, el hombre miró en la dirección por la cual Clint acababa de venir. —¿Está bien la señorita Jenna? —Para ti es la señora Hennesey. —No le gusta ese nombre. Clint no sabía si se refería que a Jenna no le gustaba o si a él no le gustaba, pero ya que no le gustaba tampoco, no tenía mucho que discutir. Se paró allí sosteniendo el sombrero y esperó. Jonás estuvo de pie con los hombros rígidos como diciendo que él no tomaría nada hasta que su pregunta fuera contestada. ¿Acaso todos estaban tratando de encontrarle su lado malo? —Estará bien. Sólo tengo que cuidarla, y no me dejará hacerlo hasta que esté segura de que estás bien. —Es una buena mujer. —Sus ojos cuando se encontraron con los de Clint se volvieron repentinamente claros—. Usted tiene que cuidarla mejor. Clint empujó el sombrero en las manos del hombre. —¿Quieres mi protección o no? Jonás asintió con la cabeza y alcanzó el sombrero. Tan pronto como Jonás tocó el borde del ala, Clint giró sobre sus talones. Él no confiaba en que Jenna lo esperara. La mujer tenía una bengala para atraer problemas. Como si aquel pensamiento diera a luz la realidad, Danny aulló. Jenna gritó. Y hubo otro espantoso entrechocar de cosas cayendo. —¡Demonios, Jenna! —maldijo, atravesando la puerta—. Te dije que te quedaras quieta. —Estaba en el suelo agarrándose la pierna, su cara era una máscara de agonía y una nueva pila de cacerolas se encontraba alrededor de ella. —Rebecca —llamó él sobre su hombro mientras apartaba a base de puntapiés los escombros de su camino, entonces podría arrodillarse al lado de ella—. ¿Puedes traer a Doc por mí? Debe estar donde Perla. Dile que necesito el láudano. —Iré enseguida —gritó ella desde el otro cuarto. Oyó la puerta exterior tintinear y luego cerrarse de golpe. Tal vez debería reconsiderar a Rebecca. Realmente le gustaba una mujer que sabía obedecer. A Diferencia de Jenna quién había estado negando con la 24 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen cabeza desde que había mencionado al doctor y el láudano, sabía que terminaría por discutir con ella. —Lo tomarás. —No podía soportar verla sufrir más tiempo del que ya lo había hecho. —No puedo —susurró ella, evadiendo su mirada. Él tocó su mejilla, sabiendo lo que temía. La cólera huyó de él. —No te dejaré tenerlo por mucho tiempo, Sunshine. Le daría lo justo para que ambos terminaran con esto. Poniéndose de pie, agarró una toalla del mostrador y la metió dentro de un tazón. Tomó del quemador el agua caliente para el té y la vertió en la toalla, empapándola. El vapor se elevó alrededor de su cara. Tomó una jarra de agua del mostrador y vertió sólo lo necesario para empapar el borde. —Esto va a doler, Jenna, pero es la forma más rápida de hacerte sentir mejor. Él cubrió la mano con que agarraba su falda, apretó sus dedos, luego deslizó su mano debajo de la suya, recogiendo la falda en su palma, subiéndola sobre sus muslos, revelando debajo los bombachos raídos y los hoyuelos en sus regordetas y deliciosas rodillas. Antes de que pudiera detenerlo, él coloco la tela caliente sobre la llaga palpitante de sus muslos. Al mismo tiempo, la atrajo hacia sus brazos, ahogando su grito contra su pecho, meciéndola mientras sus uñas se clavaban en su clavícula bajo su camisa. Con su mano libre, él aseguro mejor la toalla, y a continuación a través de los pliegues gruesos, comenzó a masajear los músculos anudados. —Todo está bien, “Sunshine”. —Al principio ella se arqueó, lo araño más profundo, pero mientras el calor y el masaje hacían su trabajo, ella comenzó a relajarse—. Todo va a estar bien. —Sus uñas aflojaron la presión. Su aliento salió en un murmullo de sus pulmones mientras se derrumbó contra él. —Lo siento —susurró ella. —¿Por qué? —preguntó él. —Te rasguñé. 25 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —No es gran cosa. —Se recostó contra el mostrador y la acomodó totalmente en su regazo. Ella lo miró como si estuviera loco, luego bajó los ojos hacia su cuello donde aun permanecían las marcas de sus uñas. —¿Te sientes mejor? —le preguntó Clint, ignorando la mirada y concentrándose en su pierna, sintiendo la tensión disminuir de sus músculos como dijo que pasaría. —Sí. —Se movió como si quisiera escaparse. —¡Quieta allí! —La apretó contra él—. Sabes que tan pronto como uses esa pierna va a hacerse insoportable otra vez. —Él sospechó que sería sólo un poco menos que eso ahora. Sus suaves y pequeñas manos se apretaron en sus costados. —No puedo quedarme como estoy. —¿Por qué no? —Es impropio. —Nadie nos ve. —Eso no lo hace correcto. —Por extraordinario que parezca, no estoy interesado en “lo correcto” en este momento. —Forzadamente presionó su cabeza de nuevo contra su pecho. Danny gimoteó. Él le lanzó una mirada relampagueante—. Estoy más interesado en contener tu dolor hasta que Doc este aquí. —¿Y si Doc nos ve como estamos? La puerta se abrió de golpe y Doc entro a zancadas en el lugar, triturando la cerámica rota bajo sus botas, su pelo, como siempre, de puntas, sus ojos azul claro, compasivos. —Él pensaría que su sobrino es un hombre condenadamente listo por mantener el daño al mínimo. Sobre la cabeza de Jenna, la mirada fija de Doc encontró la de Clint. La sonrisa en sus ojos le dijo que él era un maldito afortunado, también. A Doc siempre le había gustado Jenna. 26 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —¡Dijiste que no se pondría peor! —Jenna lanzó un grito. Empujó el pecho de Clint para echar un vistazo a Doc. Clint lo permitió. Cuando ella tiró de su mano en su muslo, él simplemente no hizo caso de sus esfuerzos y siguió con su masaje. —Tu pierna no lo hará —replicó Doc, echando un vistazo en el área del desastre—. Pero no puedo decir lo mismo de tu tienda. Los muslos de Jenna se tensaron sobre los suyos, y contuvo el aliento. Otro calambre la estaba atacando. Clint le ladeó la cara hacia la suya, sin permitirle evadir su mirada. —Respira hondo conmigo, en este momento Jenna. No luches en contra. Eso sólo lo hace peor. —Él pudo sentir la longitud de su muslo, definiendo la extensión del músculo implicado, respiraba profundo con ella, deseando poder tomar el dolor por ella. No merecía esto. Cuando ella acompaso su respiración a la suya, comenzó a darle masaje. —Eso es, Sunshine. Déjalo fluir a través tuyo. Déjalo ir, y deja a Doc hacer su tarea. La tarea del doctor fue una reaplicación del paño caliente. Cuando quiso hacerse cargo del masaje, Clint se resistió. Trato de mantenerse indiferente, pero la risa en los ojos de Doc le hizo saber que el hombre mayor sabía que era porque no podía soportar las manos de otro hombre sobre ella. Jenna descansó contra su pecho, presionando su oído en su corazón y respirando como él lo hacia, tratando de hacer todo lo que le pedía. Podría decir que la intensidad de este espasmo no tuvo nada que ver con la intensidad del último. Cuando se desplomó contra él, Clint cambió ligeramente, sólo lo suficiente para que los pechos de Jenna se aplastaran en su totalidad contra el suyo. ¡Maldición!, era algo. El suave sonido de un corcho escapando de una botella la hizo enderezarse. —Nada de láudano. —Tienes que descansar y esos músculos tienen que relajarse —indicó Doc. —Aplicaré las toallas calientes y masaje —respondió Jenna, empujando el pecho de Clint en la creencia equivocada de que él le dejaría ir antes de que tuviera que hacerlo. —¿Y cómo vas a llegar a las toallas? —preguntó él y continuó trabajando sobre los músculos dañados. Bajó su barbilla. —Saltaré. Clint pudo verla saltar, perder el equilibrio, y caer de cabeza en el agua caliente. 27 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —No. Ella apretó sus manos en su regazo. —No quiero esto. —Lo sé. Esto la calló como había pensado, pero no disminuyó la terquedad en su expresión. Él contempló al doctor en busca de ayuda. El doctor levantó una canosa ceja hacia él en respuesta. Clint suspiró. Por lo visto, ya que él había comenzado este argumento, él iba a tener que resolverlo. —Necesitas esto, Jenna. —Alzó su barbilla y aunque fuera demasiado tímida para mirarlo a los ojos, él sería un tonto para subestimar su lealtad a la terquedad. —Necesito mantener mi tienda abierta. —Si tienes una noche de buen descanso podrás estar tan bien como la lluvia mañanera, pero si sigues insistiendo en esto, estarás inactiva durante un mes. Le molestó que ella mirara al doctor para confirmar. Él nunca le había mentido. —Él tiene razón —estuvo de acuerdo Doc. —Bien, descansaré. Clint podría decir por la mirada evaluativa que lanzó alrededor de su pequeña cocina que sus definiciones de descanso eran como mundos aparte. —Toda la noche —aclaró Clint. —¡No puedo hacer esto! —jadeó Jenna. —¿Por qué diablos no? Esto no es como si tuvieras una familia que cuidar. Alzó la barbilla tercamente. —No puedo. —¿Por qué no? —No puedo decírtelo. —Entonces creo que tendrás que seguir con mi plan. —No eres mi marido. 28 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —No, no lo soy. Pero soy lo más cercano a tu protector, y esto me da cierto derecho. —No necesito tu ayuda. —Soy de una opinión diferente. —¿Por qué siempre tienes que ganar? —Ella se agitó contra su mano, chocó con la barrera de su fuerza, y perdió. —Porque de algún modo soy muy terco, supongo. Danny gruño, Doc se rió, y Clint apretó su espalda contra su pecho. —Esto es tan injusto. —La vida es injusta. —La giró con cuidado en sus brazos—. ¿Dónde están las escaleras que van hacia tu cuarto? Hubo una pausa donde ella claramente consideró no decírselo, pero él atrapó su mirada, y la rebelión tuvo una muerte rápida. Con un tirón de su barbilla, indicó la cortina en la esquina derecha. La sonrisa satisfecha que rondaba la esquina de su boca despertó su sentido del desafío. Claramente, ella pensó que lo tenía entre la espada y la pared. Por qué, él no tenía ni idea, pero estaba razonablemente seguro que lo sabría bastante pronto. —Prepárate. —Con cuidado puso sus manos bajo sus piernas, manteniéndola lo suficientemente cerca de él, se puso de pie, y la sonrisa satisfecha en su cara desapareció de golpe. Y luego entró en pánico. Los brazos de Jenna volaron alrededor de su cuello. —No me dejes caer. —No tenía intención de hacerlo. —Había algo muy satisfactorio en el hecho de perturbar a Jenna. Ella se agitó nerviosamente y sus defensas se vinieron abajo. —Soy demasiado pesada. —No lo eres. —No era un peso pluma como la esposa de Cougar. Ella definitivamente era algo atractivo y exuberante que llenaba sus brazos, pero se sentía bien que estuviera allí—. Yo diría que tienes el peso justo. Claramente no le creyó. Se mantuvo firmemente en sus brazos y mordisqueándose el labio entre los dientes. Sus hoyuelos eran cuchilladas profundas en sus mejillas y cada atisbo furtivo que tomaba de su expresión, buscando señales inminentes de caída, hizo brotar genuino humor en el alma de él. 29 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Hasta que llego a la cortina. Mientras Doc la apartaba para ellos, la sonrisa satisfecha volvió de nuevo a la cara de Jenna, y era fácil ver por qué. La escalera simplemente era demasiado estrecha para que él la subiera con ella en brazos. —Supongo que tendremos que hacer las cosas a mi modo —dijo ella en un tono muy respetuoso que no lo engañó ni un instante. —¡Al diablo con eso! —Él la deslizo hasta que su peso descansó sobre su pierna en buen estado. Antes de que ella pudiera recuperar totalmente su equilibrio, puso el hombro en su estómago y la levantó. Estaba a medio camino de la estrecha escalera antes de que ella comenzara a quejarse. Incluso sus protestas eran suaves, los viejos escalones de madera chillaron mucho más alto que su voz. Había sólo dos puertas en lo alto de la escalera. La de la derecha estaba abierta. La escogió siguiendo un presentimiento. Se agotó. Los pesados pasos de Doc surgieron detrás de él, seguido del sonido seco de las garras de Danny. Rodeó con la mirada el pequeño cuarto. Había un simple edredón en la cama, una solitaria ventana, cuatro ganchos en la pared —dos de los cuales tenían unos vestidos colgados— y un arcón al pie de la cama. Estaba inmaculado y ordenado, hablaba profundamente de la carencia de algo verdadero en la vida de Jenna que resonó con el vacío que él sintió por dentro. De algún modo ellos eran como dos guisantes en una vaina. Feliz en el exterior. Vacío en el interior. Pero al menos ahora que su despreciable marido estaba muerto, Jenna tenía la posibilidad de seguir adelante. La dejó delante de la cama. Sosteniéndola por los hombros, él la equilibró hasta que se sentó. Su pelo se salía del moño y su cara estaba roja, ya fuera por estar con la cabeza abajo o por vergüenza, no lo sabía. No creía que tuviera importancia. Sus ojos relampaguearon hacia sus piernas, y luego de manera errática hasta sus brazos antes de echar un vistazo para estudiar el suelo. —Eres muy fuerte. Él se acomodó la camisa y se encogió de hombros. —Nah. Tú no eres tan pesada. Ella se miró a si misma como comprobando que ellos hablaban de la misma persona, se sacudió el pelo de la cara y luego cruzó las manos en su regazo. —Estaré bien ahora. 30 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Él no la dejaría sola. —Esperaré a Doc para tomar una decisión. Miró sobre su hombro, esperando que Doc estuviera allí, pero no estaba. La puerta a través del pasillo crujió. —Oh no. —Jenna se puso de pie y se movió. Clint la apresó contra él, tomándola en peso antes de que diera el segundo paso. Un bebé lloró. Ella se puso rígida. —¿Estás haciendo de niñera para alguien? —preguntó él, disfrutando de la vista de sus curvas contra él cuando la depositó en la cama. Jenna mordió su labio y sacudió la cabeza. El doctor atravesó la puerta, la botella de láudano sobresaliendo de uno de los bolsillos de sus pantalones y un bulto diminuto, cubierto con una manta sobre su hombro. —Miren a quién encontró Danny quejándose en su… —él hizo una pausa y contempló a Jenna para su confirmación. Ante su cabezada, él siguió—, su cama. Doc palmeó el trasero del bebé. —Tengo la impresión que necesita un cambio de pañal. —Oh no —Jenna se deslizó al borde del colchón. Clint se movió hacia adelante, bloqueándola con su cuerpo. —¿De quién es este bebé, Jenna? Su barbilla se impuso obstinada, y no enfrentó su mirada fija. —Mío. Doc ni siquiera se detuvo ante la ridícula proclamación. —Entonces supongo que ella quiere a su mamá. —No puedes tener niños, Jenna —indicó Clint, retrocediendo cuando Doc le dio un codazo en la panza. Jenna alcanzó el quisquilloso bulto. Por el nivel del ruido, el bebé preparaba el terreno para un buen gemido. 31 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Con voz tan suave como baja, Jenna pasó sus brazos alrededor del bulto que se movía. —Ven aquí, cariño. Doc retrocedió, su mirada fija se cerró sobre Jenna, quién acunó al niño como si ella fuera un milagro. —Ella no puede tener niños —indicó Clint otra vez, olvidando el hecho de que Doc habría notado si había estado embarazada. Doc se encogió de hombros. —A veces Dios se encarga de estas cosas. Jenna puso en la cama al bebé que ahora chillaba. Entre un manojo de gorjeos y tonterías suavemente dichas, Jenna desenvolvió al bebé. —¿Es esto por lo qué dejaste recado que querías verme, Jenna? —preguntó el doctor. —Sí —susurró Jenna—. Silencio pequeñita. —Ella alzó la vista hacia Doc, con sus grandes ojos oscuros preocupados—. Ella tiene una horrible erupción de pañal y no sé cómo solucionarlo. Le tendió un pañal empapado claramente esperando a que Clint lo tomara. Él lo hizo, dejándolo caer de inmediato, retrocediendo rápidamente cuando golpeó el suelo con un sonido acuoso. Ella lo recorrió con la mirada. —¿Podrías traer algunos pañales limpios de su cuarto? Él no estaba exactamente seguro de cómo lucia un pañal, pero viendo el lío empapado en el suelo buscaba cuadrados de la tela amarilla pálida. Cuando llego al otro cuarto fueron fáciles de encontrar. Estaban perfectamente doblados sobre el tocador. Al parecer, ella había cortado uno de sus tres vestidos. El único que no era de lana. El más cómodo. El que le hizo pensar en ella como una salida de sol andante. Recogió la pila de pañales e hizo una pausa. Si necesitara cualquier prueba de que Jenna estaba tomando en serio al bebé, ya la tenía. Cuando volvió al cuarto, Doc se inclinaba sobre la niña. —Yo diría que tiene aproximadamente una semana de nacida. Todavía tiene su cordón umbilical. Saludable por el sonido de esos pulmones. Sólo precisa de unos cuantos cuidados y estará tan bien como la lluvia. ¿Dónde la encontraste? 32 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —La abandonaron en mi puerta trasera. —¿No había nadie alrededor? —preguntó Doc, comprobando los ojos del bebé. —No. Doc colocó a la pequeña bajo su barbilla. —Es una belleza, pero con certeza nadie la querrá. Clint lanzó los pañales en la cama. Su “¿Por qué diablos no?” Coincidió con el de Jenna “yo la quiero”. Clint le disparó una mirada. No había forma de que ella sola pudiera hacerse cargo de un bebé. Jenna se inclinó y besó a la criatura. —Es sólo la niña más hermosa en el mundo. Doc retrocedió, y Clint le dio su primera buena mirada al bebé. Era algo que valía la pena ver. Y no para el débil de corazón. Grandes mechones de pelo negro salían directamente de su diminuto cráneo. Su cara estaba roja y manchada, embrollada en otro grito. Pequeños granitos la cubrían por todas partes y sus puños diminutos se agitaron con desesperación. Su pequeño cuerpo era dolorosamente delgado, sus costillas asomando bajo su piel pálida, rojiza—marrón, y los huesos de su cadera eran prominentes. Más doloroso era la erupción sangrienta que cubría sus partes privadas. Ella era una diminuta garrapata, en un triste estado de deterioro. India —que no era de buen agüero para su futuro. Su grito se detuvo ante el hipo. Ella abrió sus brillantes ojos azules y lo miró pidiéndole ayuda, su labio inferior temblaba, resoplando dentro y fuera de sus encías. Sabía que era sólo un factor de mala visión, pero su mirada nebulosa y fija pareció solitaria. Y bien, debería. Una niña mestiza de procedencia cuestionable no tenía una maldita oportunidad para encontrar un futuro. No sin algo aumentando la apuesta inicial. Cuando él miró, Jenna acarició la pequeña cabeza, alisando los mechones sueltos de pelo, sonriendo cuando estos se soltaron como resorte de la seguridad de sus dedos. Las pequeñas piernas dieron puntapiés y se estiraron, y pareció que sus bracitos se extendieron hacia él en una súplica silenciosa. Como si la última de sus esperanzas desapareciera con su carencia de respuesta, la diminuta cara se arrugó. 33 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —¡Maldición! —Él la levantó. Ella no era nada más que una cosa diminuta en sus manos. Un punto diminuto, indefenso, tembloroso con las circunstancias en contra y nada entre ella y el enorme mundo malvado de afuera. Él la apoyo contra su hombro, usando su mano como una manta para calentar su cuerpo dolorosamente delgado. Ella le pilló el cuello de su camisa con la boca de capullo de rosa y comenzó succionar. Su estremecimiento se redujo a un pequeño temblor cuando descansó contra su pecho. Desde la cama, Jenna lo miró cautelosamente. Detrás de él, Doc indicó lo obvio. —Nadie va a querer a una niña mestiza en su medio. Las manos de Jenna se cerraron en puños. —Ellos no tendrán otra opción. —Me temo que lo harán —respondió Doc con brusquedad. Jenna elevo su barbilla y Clint vislumbró la fuerza que él sabía que ella abrigaba. —Ella es mía. —El decirlo no lo hace realidad a menos que tengas los músculos para apoyarlo. — Doc se encogió de hombros y dobló bruscamente un pañal en forma de triángulo sobre la cama—. Y mientras el pueblo sigue las formalidades para encontrarle un hogar, cuando nadie de un paso para reclamarla, las autoridades la despacharán a uno de aquellos orfanatos al este de aquí. —¡No! —Jenna acarició la espalda de la niña, sus deditos aferrándose al borde de la palma de Clint antes de adormecerse—. No dejaré que pase. Clint ahuecó el pequeño fondo un poco firme en su mano. Aquellos orfanatos eran agujeros infernales, sitios sin ninguna esperanza. Si los niños sobrevivían, se convertían en esclavos de las fábricas. Sin futuro, sin pasado, sólo el infierno implacable del presente. Por el tiempo que durara. Doc tendió sus manos hacia la niña. Clint la levantó, pero tan pronto como su pequeño cuerpo perdió contacto con el suyo, ella comenzó a tensarse y jadear. Un vistazo rápido hacia abajo mostró su labio inferior agitándose como una hoja al viento. Él la volvió a sujetar contra sí y se encogió de hombros ante la mirada perpleja de Doc. —Ella todavía necesita un minuto. 34 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen El doctor tocó el hombro de Jenna amablemente, cada línea en su cara con profundo pesar. —No te dejarán quedarte con ella Jenna, y sobre todo porque eres soltera. Los grandes ojos azules de Jenna se centraron en el bebé. Las lágrimas lavaron su brillante color y rodaron por sus mejillas. Contra su hombro, la pequeña comenzó a quejarse continuamente. Clint la acunó en sus dos manos tomándola por la espalda, y miró su cara. Con un pequeño sollozo con hipo, ella le devolvió la mirada, sus ojos de medianoche llenos de desolación. Él miró a Jenna, sus ojos llenos de pánico con la misma desesperación, y finalmente miró a Doc. Su tío no parecía triste o trastornado, sólo expectante, de la forma en que siempre hacía cuando esperaba que él hiciera lo correcto. Oh demonios, ellos estaban conspirando contra él. Le dio la niña a Jenna, quien la agarró apretándola firmemente, sepultó su cara en el pequeño cuello de la nena y susurró. —No los dejaré que te lleven. —Entonces el punto fundamental es, que no tiene marido, no hay una maldita forma en que Jenna pueda conservar este Botón —dijo él, mirando a las dos mujeres una completamente crecida, la otra recién nacida, ambas demasiado buenas para ser verdad. El “No” de Doc era una cuestión de hecho. El “Mírame” de Jenna era un gruñido de determinación. Este gruñido de su pequeña y tímida Jenna quién nunca dijo “boo” a un fantasma, le mostró que debía querer muchísimo a la nena. Él le levantó la barbilla. Cuando la mirada de Jenna no se elevó hasta la suya, le dio un toque a su nariz con su pulgar hasta que lo hizo. —Entonces supongo que estas completamente decidida a quedártela. —Sí. —Entonces necesitas un marido. El pánico titiló sobre su cara decidida. —Encontraré uno. —¿Dónde? 35 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Tiene que haber alguien. Valientes palabras, pero ella tenía que saber, como él, que una mujer estéril con un niño mestizo y sin tierras o perspectivas de tenerlas encontraría pocos interesados, y pocos de aquellos serían del tipo que los padres del pueblo aprobarían. Excepto tal vez un hombre mestizo con más dinero que sentido común, que necesitara una razón para continuar más de lo que necesitaría su próximo aliento. Esa si él estuviera en el mercado para arrastrar a alguien tan agradable y amable como Jenna a su infierno privado. —Me parece que Clint está disponible y él ha hecho un verdadero espectáculo sobre estar en el mercado —indicó Doc amablemente. Clint le disparó una mirada asesina. Jenna interceptó la mirada, y la débil y tenue luz de la esperanza se desvaneció de su cara. Él frunció el ceño. Ella no podía leer en él, ni siquiera el valor de un níquel falso. Obviamente pensó que él estaba enfadado por la sugerencia de Doc mientras que en realidad la parte poco escrupulosa y egoísta de él saltó ante la oportunidad de hacerla suya, condenando sus buenas intenciones. Tener a Jenna en su desolado mundo iluminaría algunos oscuros rincones. Hasta que ella aprendiera que él no tenía nada para dar, y todo ese optimismo se decolorara hasta convertirse en desilusión. Jenna hundió su cara en el cuello del bebé y susurró. —No soy su tipo. —No era consciente de que yo tuviera un tipo. Ella apretó a la nena con intensidad. —Me parece por eso que el muchacho ha estado haciendo tantos cortejos. —Doc ofreció—. Porque no puede decidirse por ninguna. Jenna estrechó a la nena contra sus amplios pechos. La pequeña gruñó en protesta, el sonido casi cubrió aunque no completamente su tranquila respuesta. —Él merece algo mejor. Ella acarició con intensidad desesperada la espalda de la niña antes de jurar. —Pero encontraré a alguien. 36 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Clint no podía imaginar lo que ella tendría que sacar a luz si pensaba que él era demasiado para ella. —No será necesario. —¿Lo dices en serio hijo? —preguntó Doc. Jenna se enderezó en la cama, su mirada aferrándose a la suya, sus labios apretados entre sus dientes, luciendo tan insegura, tan desgarrada, tan condenada e inocentemente optimista que le hizo daño mirarla. Él había pensado mantenerla alejada de su reputación. No parecía que esto fuera a pasar. Según su experiencia, el destino había hecho una costumbre de travesear con sus buenas intenciones. No parecía que intentara detenerse ahora. Siendo ese el caso, no tenía sentido ir en contra de la tradición. Él extendió la mano y dirigió su índice debajo del profundo pliegue del hoyuelo izquierdo de Jenna, descansó su pulgar contra aquella boca tentadora, y selló su destino al de él. —Sí. Lo estoy diciendo en serio. 37 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Capítulo 3 Jenna estrechó a la pequeña Brianna contra ella y clavó los ojos en Clint. No podía querer decir lo que ella pensó que quiso decir. No podía querer decir que iba a casarse con ella. Clint McKinnely era una leyenda. Las personas le temían y le admiraban a partes iguales. En la misma forma que lo hacían con su primo. Mestizo o no, no había una mujer en el territorio que no quisiera –o no se hubiera– arrojado ella o a su hija virgen a sus pies. Todas ofrendas sacrificadas a su riqueza y su fuerza. Y había mucha fuerza. Miró hacia arriba, muy arriba, su cuerpo mientras estaba delante de ella. Era grande, la musculatura en sus muslos apretados contra sus pantalones vaqueros, su pecho ascendiendo poderosamente de sus caderas delgadas. No se atrevió a mirarlo a la cara. En lugar de eso, dejó a su mirada deslizarse a través de sus hombros macizos antes de viajar abajo sobre la protuberancia de su bíceps hasta que llego a los huesos firmes de sus muñecas. La muñeca junto a la mano en su mejilla. Podría romper su cuello con un golpecito de esa muñeca, pero su agarre, aunque firme, no era furioso. Aún así, le preocupaba. Especialmente cuando acunó su mejilla y sus dedos se deslizaron alrededor para acariciar la base de su cráneo. Era todo lo que podía hacer para quedarse quieta. La ponía tan nerviosa. Se mordió los labios y consideró sus opciones. Los McKinnelys eran fuertes, atrevidos, y posesivos. Todo el mundo sabía que una vez que un McKinnely reclamaba algo como suyo, no había viaje de regreso, y si, desgracia para quienquiera que intentara tomarlo. Los hombres McKinnely eran duros, personas atemorizantes, pero cuando decidían que algo era de ellos, removían cielo y tierra para protegerlo. Lo cual probaba aun más que Clint no podría querer decir lo que ella pensó que había querido decir. No podía reclamar a Brianna. Brianna se inquietó otra vez. Su pequeño estómago sin duda vacío. Jenna la empujo ligeramente, conteniendo un gemido cuando el movimiento hizo a sus músculos acalambrarse. —¿Estás bien sobre esto, Jenna? —preguntó el doctor—. ¿Vas a casarte con el muchacho? 38 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Muchacho. Contempló la anchura del pecho de Clint, su atención permaneciendo mucho tiempo sobre el punto de su cuello, todavía oscuro por el chupeteo de Brianna. Sólo el doctor consideraría a Clint un muchacho. Ella forzó la respuesta detrás de sus labios, deseando ser más atrevida. —No. Sería demasiado humillante cuando Clint dejara saber al Doctor que él no había querido decir sus palabras en la forma que habían sonado. No podría soportar que él supiera cuánto quería el nombre McKinnely para Brianna. Cuánto quería para su nuevo bebé la protección que ella nunca había tenido. Para su sorpresa, no fue el Doctor el que contestó, sino Clint mismo. Su dedo se deslizó debajo de su barbilla, los callos arrastrándose en su carne mientras inclinó su cara hacia arriba, obligándola a encontrar la intensidad de su negra mirada profunda. —Sí. —No quieres decir eso. Su mirada no vaciló, exigiendo su conformidad. —No sucede a menudo que diga cosas que no quiera decir. —¿Pero qué hay sobre Brianna? —¿Es el nombre de ese Botón? —Sí. —¿Qué hay acerca de ella? —Tú no puedes... —Intentó evadir su mirada. Él no lo permitiría, sujetándola centrada con la punta de su dedo y la fuerza de su personalidad. —¿No puedo qué? —No la puedes querer. Su ceja izquierda ascendió. —¿Por qué no? —¡Porque! 39 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Porque había sido abandonada. Sin valor a los ojos de la sociedad. Porque siempre se vería más india que blanca. Como él lo era, pero el mundo era más duro con las mujeres, y tan intolerantes de las diferencias. Porque criar a una niñita mestiza no iba a ser fácil. No era lo suficientemente estúpida para insultar a Clint abiertamente diciendo lo obvio así es que ella se asentó en: —Porque sí. —No es lo suficiente bueno. Ella palmeó la espalda de Brianna mientras su quejido se volvió más insistente, y cambió su peso fuera de su pierna dolorida, jalando su barbilla libre del toque de Clint. —Es mía. —Clavó duramente los ojos en las rodillas descoloridas de sus pantalones vaqueros. —Nadie te la está quitando. Él estaba en lo correcto. Ella peleaba con todo lo que tenía para conservar a Brianna, pero el conocimiento de lo poco que en verdad importaba casi la abrumó abundantemente de desesperanza. El piso crujió. Las botas del doctor aparecieron a la vista un segundo antes de que sus manos capaces se deslizaran alrededor del pequeño pecho de Brianna. Él tiró amablemente. Inexorablemente. Jenna se agarró de Brianna hasta el último segundo, renuente a perder la protección de su cuerpo suave, confiándola a alguien aparte de sí misma. Pero el doctor, con toda su calmada y ruda manera era un McKinnely, Y una vez que se colocaba sobre un curso de acción no era disuadido fácilmente. En dos segundos, abrazaba con suavidad a la niñita en sus brazos. —Parece como que ustedes dos tienen cosas de las que hablar, y esta pequeña necesita su pañal y su almuerzo. —Él trajo al bebé al nivel de los ojos. Ella se paralizó, clavando los ojos en su cara. Clint se rió ahogadamente. —No vayas a asustarla, doctor. El doctor sonrió en la cara de la bebé. —Ella no se asusta, sólo está admirando el parecido familiar. 40 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen En ademán de darle la razón, Brianna gorjeó y pateó sus pies y agitó sus pequeñas manos. Y su mirada pareció enfocada sobre los mechones veteados de gris del doctor que se erguían fuera de su cabeza en una manera que era muy parecida a Brianna. Él la tranquilizó sobre su hombro, la posó arriba del pañal y preguntó: —¿Tienes leche para ella? Jenna apretó sus puños, no sólo contra el dolor devorando en su habilidad para pensar, sino también en la forma que los acontecimientos estaban girando sin control. Tal vez sólo debería tomar a Brianna e irse. Empezar en alguna otra parte. ¿Pero con qué? No tenía ahorros. Ella se quedó con la mirada en esa demasiado delgada, pequeña cara cuadrada y sintió un apretón de desesperación en su corazón. Y dónde podría llevar a Brianna que estuviera segura y fuera aceptada? —¿Jenna? —advirtió el Doctor, todavía en espera de una respuesta. —La leche está en la nevera escaleras abajo. Las botellas están en el gabinete más bajo. —Fuera de la vista para así no despertar sospecha. Así es que no se vería forzada a tomar decisiones que no quería. Así es que no se vería forzada a pelear una batalla casi desesperada. —Entonces la pequeña Brianna y yo iremos a conseguirnos un poco de comida. —Permanece lejos de mi torta —advirtió Clint. Su tono, como la quietud, como siempre tuvo un bajo tono que envió un dardo de miedo abajo por la columna vertebral de Jenna, y la tuvo alejándose lentamente. Danny lloriqueó y acarició su mano con la nariz. Clint le dirigió a ella una mirada evaluadora, y el doctor… bueno Doc solamente sonrió ante el gruñido. —Entonces sugiero que te vuelvas realmente dulce y convenzas a la señorita de que eres digno para tomarte como marido. —Él no necesita casarse conmigo. —Su primer matrimonio había sido lo suficientemente malo, pero al menos cuando estaba sobrio, Jack había sido dócil. Nunca podría manejar a alguien como Clint. Clint la acuchilló con otra de esas miradas con el rabillo del ojo que envió un temblor extraño a través de ella. Avanzó trabajosamente de regreso a la cama. Su pierna inmediatamente se contrajo. El grito estaba más allá de sus labios antes de que lo pudiera reprimir. 41 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Clint juró en voz baja. Doc cambió a Brianna arriba y sacó la botella de láudano de su bolsillo de atrás. —Dejé el té en el otro cuarto. Clint tomó la botella. —Lo traeré. —No demasiado —advirtió Doc. —Lo sé. Hablaban de ella como si no estuviera allí. Si no hubiera estado en semejante agonía, hubiera protestado más fuertemente, pero lo único que pudo elaborar fue un jadeado: —No tomo láudano. Los hombres continuaron como si no hubiera hablado. —Una buena dosis de azúcar cubrirá el sabor. Jenna agarró su muslo y tomó alientos profundos cuando los músculos debajo de sus dedos se retorcían y contraían. ¡Oh, cielos! Esto dolía. —No voy a tomar esa medicina. La única respuesta que ella tuvo fue la mirada evaluadora de ambos hombres ante la mueca que no podía esconder. Doc frunció el ceño. —Cuídala bien. —Nunca tendría intención de hacer cualquier otra cosa. —Clint dió un paso hacia la cama y su mano grande ahuecó el hombro de Jenna, estabilizándola contra su cadera dura mientras jadeaba en otra oleada de agonía—. Tú cuidaras de mi hija. Jenna sabía por la presión de sus dedos que no se había perdido su arranque ante su proclamación. La expresión de Clint ondeó a través de las lágrimas que no podía suprimir. Doc clavó los ojos en Clint un minuto, entonces sonrió y besó los cabellos de punta de Brianna. —Nunca tendría intención de hacer cualquier otra cosa. 42 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Brianna pateó sus pies diminutos y succionó un oscilante aliento antes de soltar un gemido. Clint tocó su mejilla con su encallecido dedo delgado. Brianna inmediatamente se dio vuelta y atrapó la punta, chupando con todo lo que valía. Doc la separó, frunciendo la cara. —Aquí ahora, no quieres nada de eso. No cuando tenemos pastel y leche escaleras abajo. El dedo de Clint cayó sobre el pecho de Brianna donde descansó oscuro y enorme. Él lo corrió sobre sus costillas. Sus labios llenos situados en una línea dura. —Mejor aliméntala antes de que eche la casa abajo. —Ella sólo tiene hambre —defendió Jenna rápidamente—. Usualmente es muy buena. —Lo sé. Clint movió su mano libre a través del hombro de Jenna, sus dedos estirados acariciando su nuca. El gesto era extrañamente tranquilizador. Estaba aún tocando a Brianna, y por un único latido antes de que dejara caer su dedo del pecho de Brianna, él las conectó a ambas. Brianna gimió más fuerte. Jenna se disculpó otra vez. —Es muy dulce normalmente, pero tiene hambre. Clint encontró su mirada, la suya como siempre, oscura e ilegible. —Lo sé. —Y vamos a hacer algo al respecto ahora mismo. —Doc frotó la cabeza diminuta de Brianna, causando que sus salvajes mechones oscuros crujieran y ondearan cuando él se dio vuelta. Brianna subió otro decibel. Doc parecía estar completamente impertérrito, sólo acariciando su cabeza y murmurando—: Estoy de acuerdo pequeña. Hemos sido mantenidos demasiado tiempo deseando nuestra cena. Estaba fuera de la puerta, Danny al lado de él, antes de que la última palabra se terminara, el gemido de Brianna flotando detrás. Su pequeño grito estaba lleno de matices, pero eran los tonos de desolación y confusión los que le dieron un tirón al corazón de Jenna. Simplemente sabía cómo su pequeña niña se sentía y no quería oír eso en su voz otra vez. Jenna trató de pararse. Lo hizo una pulgada antes de que Clint la detuviera con 43 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen su agarre en su cuello. Ella luchó contra su mano, gimiendo con el dolor pero sin permitir que la detuviera. —Ella me necesita. —Ajá. —¡Déjame ir! —Sin importar si él la abofeteaba por eso, sólo necesitando llegar a Brianna, ella intentó golpearlo en la ingle. El esquivó el golpe, atrapándole el antebrazo en su muslo. Ella miró hacia arriba. Tenía el ceño fruncido. —Necesitas aprender a pelear. Todavía podría oír el grito de Brianna. Le dio un jalón a su brazo. No parecía que siquiera sintiera sus forcejeos. —Déjame ir con ella. —Primero, tengo que cuidarte. No necesitaba que cuidaran de ella. Clavó los talones y empujó de nuevo. El dolor abrasó su pierna. Gritó. Él la dejó ir. Se dobló sobre si misma, agarrando su muslo. —Ella me necesita —sollozó contra su pantorrilla. Clint aflojó sus manos y quitó sus uñas de sus muslos. Sus dedos debajo de su barbilla trajeron su mirada a la de él. —Sí, así es. —Su mano reemplazó la de ella en su muslo, cubriendo mucha más área, su calor fluyendo y traspasando su dolor—. Pero no ahora mismo. Jenna apenas podía oír a Brianna ahora. Intentó sacudir con fuerza su barbilla libre. —Sí, Ahora. Clint mantuvo su barbilla justo donde la quiso. No tuvo ninguna elección sino encontrar su mirada. —No eres nada útil para ella así. Ella le odió por señalar eso. —Estaré bien. —Mañana lo estarás. —No soy una lisiada. —Todo lo que su vehemencia logró fue una elevación de ceja. 44 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —No, no lo eres, pero tienes bastante dolor, y no voy a dejar que continúe. —Sus dedos empezaron un masaje gentil—. Respira, Jenna. No se percató de que había estado conteniendo el aliento. Lo dejó ir con un estremecimiento, y él trabajó los músculos contraídos, pareciendo leer su intento con sus manos y anticipándose a la rebelión. Controlándola en la forma que controlaba todo alrededor de él. —Cuando consiga que te resignes a esto, te voy a conseguir ese té, lo dosificaré con láudano, y vas a descansar hasta que tu pierna se recupere. —¿Descansaré? —Sí. —¿Y quién se encargará de Brianna? —Yo lo haré. —¡No puedes encargarte de un bebé! Su mirada oscura se dejó caer sobre sus pechos con una intensidad que la sacudió. —Si tú la alimentaras, eso sería cierto, pero como no lo haces, creo que tengo eso cubierto. —No puedes querer hacer esto. —¿Qué hombre querría cuidar de un recién nacido irritable, llorón? —Necesita hacerse. —Lo que no le dijo fue acerca de cómo él se sentía. El calambre estaba moderándose. Ella estiró su pierna sólo un poco, experimentando. —¿Mejor? —preguntó Clint, sus ojos encontrando los de ella, inexpresivos como siempre, sin revelarle cualquier cosa mientras sentía que él sabía todo acerca de ella. —Un poco. —Todavía dolía, pero los dolores de puñalada se habían detenido. —Bueno. Traeré el té en un minuto. —No tomaré eso. —Lo harás. —Él descendió poco a poco por su rodilla a la base de la cicatriz, y el dolor se disparó a través de ella. Cayó contra él, necesitando su fuerza sólo por este 45 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen momento, esperando que se la diera como lo hizo una vez antes. Lo hizo, volteándola a fin de que descansara más cómodamente contra él. —Respira, Sunshine —susurró en su oreja—. Simplemente respira y déjame hacer esto mejor. —Tú lo empeoras —jadeó ella, su cabeza descansando débilmente sobre su hombro. Ella tomó aire e inhaló olor a pino y aire libre. Ella lo reconoció inmediatamente. Estaba grabado en su cerebro desde esa horrible noche seis meses antes cuándo él la había tomado en sus brazos y había ahuyentado a sus demonios. Como él estaba haciendo ahora. —Solo por un minuto. —La simpatía en su voz socavó su control. Las lágrimas ardieron detrás de sus párpados. Estaba tan débil que fue fácil apoyarse en él. Dejarlo encargarse. Como si él lo supiera, su voz se volvió más suave, arrastrando las palabras más lento—. Sólo por un minuto más va a doler, Sunshine, y luego estarás mucho más cómoda. El hacía que fuera difícil recordar que estaba aprendiendo a ser fuerte por una razón. —¿Solamente porque lo dices así? Su mejilla rozó la suya mientras él asentía, su voz tan convincente como siempre, coaccionándola a relajarse. A ceder. Para él. —Sí. Porque lo digo así. —Sus dedos presionaron más profundo, trabajando la misma magia en el músculo que su voz hacía en sus nervios. Aliviando y persuadiendo, pero en cierta forma autoritario. Su pierna se relajó y la aguda agonía se desvaneció a un palpitante dolor. —Ah. —El susurro de satisfacción flotó suavemente más allá de su oreja mientras el problema se perdió—. Allí vas. Él acarició su muslo a través de sus pantalones, de la parte superior de la cicatriz hasta abajo. —Y después de una noche de descanso, estarás tan bien como nueva. —¿Por qué es tan importante para ti? —Soy tu marido, el padre de tu hija. —El decirlo simplemente no lo hace así. 46 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Clint no dejó que su mirada vacilara de la de ella, pero una sonrisa tiró de la esquina de su boca. —A menos que yo tenga el músculo para respaldar eso —terminó con la parte que había omitido—. Y Sunshine, tengo bastante músculo. Sus grandes ojos azules se ampliaron ante eso, clavando los ojos en él en una mezcla de consternación e incredulidad. A Clint no le importó. Él había estado lujurioso con la pequeña optimista voluptuosa desde el día que la había visto parada frente al negocio, la cabeza inclinada, seriamente escuchando un conjunto de instrucciones espetadas por su marido. Ella se había visto tan suave, tan incitante, tan radiante con alguna clase de resplandor interior, que se hubiera caído de culo al piso, y estaba cansado de luchar contra eso. Cansado de pelear contra el destino que se mantenía arrojándola en su camino. Cansado de resistir el tímido y curioso anhelo, inconscientemente hambriento en sus ojos cuando ella lo miraba. Había sido un bastardo egoísta desde el día que nació. Estaba bastante cómodo en sus costumbres a los treinta. No tenía sentido intentar cambiar las cosas a estas alturas del partido. Y quería a Jenna tanto como sabía que el infierno estaba en llamas. Sabía que su marido había sido un bastardo. Sabía más de lo que alguna vez le diría a ella sobre el tema. En su experiencia, las mujeres tendían a casarse con la misma clase de hombre por segunda vez. Tal vez por aquello de “malo conocido”. Podía ver a Jenna haciendo eso. No tenía sus pies sobre la tierra aún. Estaba asustada, hambrienta, y vulnerable en formas que ni siquiera reconocía. Jenna merecía algo mejor que la repetición de su primer matrimonio. Merecía seguridad. Dignidad. Respeto. Él podría darle esas cosas. Trabajó en la tirantez persistente debajo del tejido cicatricial, la carne suave y sana de los costados rozando las puntas de sus dedos, recordándole otra vez la lozanía que él codiciaba. Deseo ardiente. Suprimió una mirada con el rabillo del ojo en su cara afligida, manteniendo su expresión vacía mientras dejaba que la realidad de su reclamo se asimilara. Él podía ser un bastardo egoísta, pero había tres cosas que sabía cómo hacer bien —matar, hacer el amor, y proteger lo que era suyo. Acababa de reclamar a esta mujer y a esa pilluela de pelo de púas como suyas, delante de Doc. Le pertenecían ahora. Su familia. Él imaginó regresar a casa, con Jenna. Despertando con ella en su cama. Inhaló el 47 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen perfume de rosas de su champú, y sintió una pequeña medida de paz en medio del revuelo de adentro. Esto estaba bien. —No tienes nada de que preocuparte —le dijo mientras ella cambiaba de posición de nuevo. Vio a su boca abrirse, e igual de rápido vio la cautela que había sido metida dentro de ella, suprimiendo la protesta. Ella bajó la mirada y su voz ronca emergió en un susurro. —No tienes que casarte conmigo. —No, no tengo que hacerlo. —Pero cuanto más reflexionaba sobre eso, más lo quería. Bajó los dedos a su rodilla, siendo especialmente gentil allí. Acariciando y apaciguando la musculatura cansada, intentando aliviar la tensión en el resto de su cuerpo mientras ella se acomodaba. Sabía que le daba miedo su tamaño. Hasta ahora no podía distinguir si era simplemente él o todos los hombres grandes, pero de una u otra manera, se desharía de ese miedo. —Puedo encargarme de Brianna por mí misma. —Sus dedos estaban enlazados más apretados que una cincha en su regazo. Su columna vertebral estaba derecha como un palo, pero su barbilla doblada. Escondiendo la cara. —No. No puedes. —Cortó su protesta con una sacudida de su cabeza—. Podrías pasar inadvertida por algunos años, ¿pero qué tal cuando ella crezca y los hombres comiencen a pensar que ella es buen blanco por su color de piel? ¿Cómo la protegerás entonces? Ella no tenía una respuesta preparada. Un vislumbre ocasional de azul le dijo que lo entreveía por debajo de sus pestañas. —¿Por qué te importa? —preguntó Jenna finalmente. —Sospecho que por la misma razón que te importa a ti. Ella es pequeña e indefensa y necesita que alguien este para ella. —Encogió los hombros y le dijo a ella la verdad—. Y anhelo tener mi propia familia. —No quiero que ella sufra —dijo ella, revelando lo que él sospechó era su máximo miedo. —Tampoco yo. —Sufrirá mucho cuando te vayas. 48 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Le dio vueltas a eso por un momento. —¿Por qué me iría? —Te aburrirás. Encontrarás algo mejor. Sospechó que la frase que realmente quiso usar fue “alguien mejor”. Sus nudillos brillaron blancos debajo de su piel. Realmente no lo tenía en buen concepto. Él puso ambos pulgares a cada lado de su rodilla y comenzó a deslizarlos arriba de su muslo. —Entonces imagino que será decisión tuya hacer que quiera quedarme. Como él esperaba, sus manos ascendiendo de su muslo proveyeron un poco de distracción. —¿Qué estás haciendo? —Fue prácticamente un chillido. —Relajando tus músculos. —No tengo ningún músculo allí. Sí, los tenía. Asombrosamente seductores, pero tendría que guardar esos para otro día. Invirtió la dirección de sus manos, deteniéndose cuando acunó el tejido cicatricial áspero en sus palmas, apenas descansando sus manos en su carne suave, dejando al calor aliviar, el contacto poniéndola nerviosa. La quería muy consciente de él. —¿Jenna? Ella lo corto con una mirada rápida. —Mírame. —Ella lo hizo, pero podía ver qué le costaba. —Quiero una familia. Alguien por quien regresar a casa. No estoy buscando un amor grandioso. Sólo quiero a alguien que pueda respetar. Alguien con quien pueda hablar. Alguien que piense sobre las cosas en la forma que yo lo hago. Alguien para formar un hogar. —¿Y tú piensas que ese alguien soy yo? —No podría sonar más incrédula si él le hubiera dicho que el cielo era rosado con diseños de puntos café. —Sí. —Él palmeó su muslo y se paró—. Quiero casarme contigo, Jenna. Quiero a Brianna como mi hija. Tú sólo tienes que decidir decir que sí. Sus manos se retorcieron en su regazo. 49 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —No sé. La confusión en su cara le dijo que no la engañaba. Honestamente nunca hubiera pensado que él la consideraría. —No he hecho un secreto que estoy buscando esposa. Sus ojos se estrecharon en una involuntaria mueca de desagrado. La estudió más de cerca. —Sin duda alguna tenías que saber que estaba alrededor para invitarte a salir. —¡Claro que no! —¿Crees que escogería a una esposa sin al menos cenar con la mujer más bella en el territorio? —Nunca me preguntaste. —Sus dientes mordían preocupadamente sus labios, y su mirada se mantenía vacilante sobre su cara como si fuera en busca de pistas por sus pensamientos. —Te pregunto ahora. —Él se rehusó a dejarla apartar la mirada—. ¿Vas a casarte conmigo? Ella empujó su falda abajo sobre sus muslos. Comenzaba a tener la idea de que no era él, sino el acto de tomar una decisión lo que la molestaba. Esperó unos buenos dos minutos mientras ella jugueteó con su ropa y la ropa de cama antes de farfullar. —He estado casada antes. —Lo sé. —No soy una… virgen. —No recuerdo que ese sea un requisito. —No soy muy buena en situaciones sociales. —No organizo muchas fiestas. —Estoy gorda. Ante eso, él inclinó su barbilla. —Mírame. Ella lo hizo, pero con renuencia y una gran cantidad de vergüenza. 50 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Voy a hablar claro aquí porque ambos hemos estado lo suficientemente por aquí para saber esos asuntos. Soy un hombre normal con apetitos normales. Probablemente un poco diferente que tu marido anterior en cuanto a eso. Esa información no pareció apaciguarla. Deslizó sus dedos alrededor por el lado de su mejilla. Su piel era muy oscura contra la de ella. —La verdad es Jenna Hennesey, que pronto será McKinnely, he estado deseando ardientemente tenerte en mi cama desde la primera vez que te vi. El sonrojo huyó de sus mejillas sólo para volver en una llamarada brillante de escarlata. —¿Lo has hecho? Él no hubiera oído ese chillido diminuto si no hubiese estado escuchando tan de cerca. —Sí. —Oh. —Una larga pausa y entonces—. ¿Te gustan las gordas? —Siempre me has gustado tú, pero estabas casada y fuera de mi alcance. Ahora no lo estás. Realmente era tan simple como eso, pero aparentemente no para Jenna porque su expresión fue de incredulidad a alarma en dos parpadeos de sus largas pestañas oscuras. Él suspiró y probó la suavidad de su piel con la yema de su pulgar. —Tal vez lo mejor es que me digas que te tiene tan preocupada. —No tenía planes de casarme otra vez. —También imagino que no tenías planes de ser madre, pero las cosas cambian. —Sí. Lo hacen. —Y tú necesitas tomar una decisión. —¿Ahora? —Te puedo dar hasta que regrese con tu té. La indignación relampagueó a través de su cara expresiva para ser rápidamente encubierta. 51 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Eso no es mucho tiempo. —No soy un hombre paciente. Ni uno estúpido. Él tenía la ventaja y tenía toda la intención de apresurarla. —Oh. En la sílaba suave, oyó la aceptación que a ella le faltó alcanzar. Él tocó el rizo en su sien. La sedosa hebra rubia se atascó en sus callos. Él ladeó su mano y la dejó deslizarse libre. Ella era suya ahora. El conocimiento se deslizó dentro, en la vacuidad, avivándolo, causando ondas de… algo que se extendía. Él contuvo el sentimiento, enterrando todo excepto la satisfacción de la posesión. Ese era un sentimiento que no tenía interés en experimentar. Y mientras no pudiera tener amor para darle a Jenna, la trataría mejor que cualquier hombre que ella alguna vez hubiera conocido. Mejor, ciertamente, que ese asno borracho con el que ella se había casado. Él la respetaría, por deferencia a ella, y se esmeraría en hacerla feliz. Y ningún bastardo alguna vez pondría una marca en ella otra vez. —Voy a traer tu té. Dejó a su mano acariciar abajo por su mejilla. El calor de su piel era asombroso. Sus pestañas revolotearon contra la parte de atrás de sus nudillos. Él se veía más cerca. Ella se mantenía quieta de manera poco natural. Sin duda preguntándose lo que estaba tramando. Sin duda esperando lo peor. Sin duda disponiéndose a escapar. —Ni siquiera pienses en salir de esta cama antes de que regrese. —Su sobresalto le dijo no sólo ella lo pensó, sino que en su mente estaba a medio camino escalera abajo—. Lo digo en serio Jenna. Azotaré tu trasero si te atrapo fuera de la cama. Una mirada asustada y se tranquilizó. Se quedaría hasta que regresara. Se fue a traer su té del cuarto a través del vestíbulo. Esta habitación estaba tan desnuda como la otra, sin mostrar ninguna de las chucherías femeninas que él estaba acostumbrado a ver en la casa de una mujer. Desnuda de todos los variados objetos pequeños y cosas femeninas que hacían sonreír a una mujer y marcaban un lugar como suyo. Una mujer como Jenna debería estar rodeada de todas las bonitas, cosas delicadas que la hicieran sentirse especial y deseada. Tendría que ver que ella los tuviera. La taza estaba sobre la caja de madera al lado de la cama. Mientras él la recogió, miró la gaveta forrada que Jenna usaba como cuna. Él corrió su mano sobre la manta colocada 52 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen en la gaveta para servir de almohada. Estaba húmeda y tenía un débil olor a orina. Tenía que hacer algo al respecto, también. Brianna debía tener más necesidades que las que podía pensar justo ahora. Por el aspecto de ese pelo y la fuerza de sus pulmones, parecía que Brianna iba a ser una pequeña cosa exigente. Imaginaba el caos que Jenna y Brianna iban a descargar en su casa tranquila, ordenada, y sonrió. Él estaba, asombrosamente, esperándolo con anticipación. 53 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Capítulo 4 Decir algo aparentemente lo hacía así. Jenna estaba en la pequeña alcoba de la pequeña iglesia seis días más tarde y agarraba firmemente su ramillete en sus manos. En cuestión de tres minutos, podría estar casada con Clint McKinnely. No sabía si dar un suspiro de alivio o si sufrir un colapso de terror. Estaba pensando en hacer ambas cosas. Ella nunca podría ganar una pelea con Clint. No verbalmente, y seguramente no físicamente. El hombre era un gigante andante, y tenía más músculos que el herrero del pueblo. Su primer marido había sido musculoso también, pero lento para reaccionar y para moverse, dándole a ella tiempo si él se ponía malo. Clint, sin embargo, se movía con la gracia y la confianza de un depredador. Si ella corriera, él la atraparía. Su pecho se apretó con pánico ante el pensamiento. Ella cerró los ojos y respiró a través de su nariz. Tenía que tener fe. Creer en lo correcto de esto. Creer que Dios no la había abandonado a ella o a Bri. Le había dicho a Dios que ella haría cualquier cosa si Él sólo le mostrara una forma en la que pudiera mantener a la pequeña Bri. Y entonces Clint estaba allí, ofreciendo matrimonio y seguridad. Si esa no era una respuesta a su oración ella no sabía lo que era. Tanto como no quería invocar la furia de Clint, ella sinceramente no quería molestar al Todopoderoso. Así es que sólo tenía que ser una buena esposa, imaginarse lo que Clint necesitaba, y entregarse a él. Y todo estaría bien. Hubo un golpe suave en la puerta. ¡Oh, cielos! ¿Qué fue eso? —¿Sí? La diminuta esposa de Cougar miró a hurtadillas desde la puerta, sus ojos cafés brillando tenuemente con excitación. Era fácil de ver por qué la amaba Cougar. Ella chispeaba de vida. —¿Estás lista? Tanto como alguna vez estaría. —Sí. 54 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Jenna deseó que su voz sonara más fuerte, pero no quería ir caminando por el pasillo delante de todo el pueblo. No quería sentir sus miradas compasivas mientras cojeaba, oír los susurros y la especulación de por qué Clint se casaría con alguien como ella. Había intentado convencer a Clint de una ceremonia rápida, privada pero sólo la miró con esos intensos ojos negros y dijo que él se enorgullecía de su familia y que no se casaría de cualquier manera que expresara algo diferente. ¿Cómo podría discutir ella con eso? Él no comprendía lo horrible que era esto. Cómo odiaba estar en exhibición. Un hombre como él probablemente nunca había tenido un momento inseguro en su vida. Mara dio un paso dentro y cerró la puerta detrás de ella. Su sonrisa se desvaneció. —¿Estás bien? Jenna sostuvo el ramillete más apretado contra su cuerpo para esconder sus manos temblorosas. —Sólo un poco nerviosa. —¿Nerviosa bien o mal? —preguntó Mara mientras se acercaba, dando un paso alrededor de la larga cola del vestido, enderezando el lado derecho. Jenna abrió la boca para contestar y entonces la cerró. Realmente no sabía qué decir. —No sé. Mara dio un paso detrás de ella y entonces llego rodeando la parte de adelante otra vez. —Cielos que el hombre tiene ojo. —¿Quién tiene ojo? Mara levantó la mirada. —Clint. —Ella tiró bruscamente de un pliegue de la cola en su lugar—. Eres absolutamente bella. Jenna tocó la falda blanca de raso de su vestido. —¿Clint escogió mi vestido? No era extraño que él se hubiera rehusado a dejarla regresarlo cuando ella había dicho que era demasiado. 55 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —No sólo él lo escogió, tuvo que cabalgar dieciocho horas seguidas para traer la tela a tiempo para que Pearl y sus chicas lo hicieran ya que los buques cargueros no podían traerlo hasta la próxima semana. Jenna escondió sus manos en su ramillete. No lo había sabido. —Le dije que el blanco no era apropiado para un segundo matrimonio. Mara se rió. —Apuesto a que a él no le importó. Jenna negó con la cabeza. —No. —Descubrirás que estos hombres McKinnely no le prestan demasiada atención a los convencionalismos. Jenna agarró el ramillete tan fuertemente que los tallos hiriendo sus palmas. —Él dijo que nunca había visto a una mujer más merecedora para vestir de blanco. Mara sonrió. —Ese es otro rasgo McKinnely. Ven lo que quieren. Ella se sentía como un fraude. —No soy inocente. Mara dejó de travesear el vestido. —Jenna, imagino que Clint sabe exactamente quién eres, y por la forma en la que él se mueve nerviosamente en el altar, está ansioso por reclamarte como suya. Suya. Por mucho que pasara el tiempo, ella nunca se acostumbraría a ser de Clint McKinnely. No podía hacer que su mente lo procesara más que lo que podía concebir a Clint moviéndose nerviosamente. —No tenía planes de casarme de nuevo —confesó Jenna. Mara se inclinó para enderezar el otro lado de la cola, sus ojos canela brillando intermitentemente con diversión sardónica. —Bien, tú estás un paso adelante de mí en el día de mi boda. No tenía planes de casarme para nada. 56 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Jenna había oído rumores. —¿Es cierto eso de que Cougar te comprometió? —Jenna deseó regresar las palabras a su boca tan pronto como salieron—. Lo siento. Eso fue grosero. Eso era por lo qué ella nunca hablaba. Siempre decía cosas desatinadas. Mara se rió y sacudió la cabeza mientras se enderezaba. —Bastante. Estos hombres McKinnely pueden ser muy taimados para salirse con la suya. —Son persistentes. —Eso, también. —Mara dio un paso atrás y puso las manos en sus caderas delgadas—. Creo que estás lista. Las rodillas de Jenna comenzaron a golpear y tomó otro aliento. Ella no iba nunca a estar lista. Un golpecito abrupto en la puerta la salvó de tener que decir cualquier cosa, lo cual era bueno, porque el pánico la tenía también sin aliento para las palabras. Otro golpe en la puerta y Mara estaba en movimiento. Jenna no podía ver quién estaba detrás de la puerta u oír la conversación, pero no necesitaba instrucción para saber que las personas comenzaban a preguntarse dónde estaba la novia. Su estómago se anudo, sabiendo que el retraso le daba a los ciudadanos aun más razón para susurrar. Mara se volvió hacia ella. —¿Lista? Jenna contuvo una oleada de náusea, tomó un aliento lento, y asintió con la cabeza. Mara abrió la puerta. Doc caminó a grandes pasos adentro, su pelo, por una vez, suavemente plano, una sonrisa en su cara amable. —Ahora bien, es fácil de ver por qué Clint te llama Sunshine. Luces celestialmente iluminada en ese vestido. Ella había estado dudosa acerca del estilo, pero Mara y Elizabeth habían sido categóricas acerca del corte del corpiño, que mostraba la parte superior de sus pechos. Habían ignorado sus protestas hasta que a ella no le había quedado nada más que estar de acuerdo. Ahora que el vestido estaba adaptado, tenia que admitir que aprovechaba bien 57 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen sus pocos atractivos, pero simplemente pensar en todos esos invitados masculinos viéndola en él le causaba otra oleada de náusea. Doc tomó su codo mientras ella se contoneaba. —¿Estás completamente bien? Ella se sacudió su debilidad y puso algo de almidón en su columna vertebral. —Estoy bien. —Te ves a un grito de distancia estar bien. —Es toda esta espera —explicó, tendiendo la mano—. Me pone nerviosa. Entre más pronto esto se haya acabado, mejor se sentiría. Eso esperaba. Doc metió su mano en el doblez de su brazo y la palmeó. —Entonces terminemos con la espera, porque la verdad sea dicha, si tú no bajas por ese pasillo pronto, Clint vendrá a llevarte. La puerta rechinó mientras Mara se escabullía. —¿Él está muy disgustado? —preguntó Jenna. Doc le envió una mirada que paso de confusión a entendimiento en un parpadeo. —Él está muy ansioso. Ella dudaba eso. La música del órgano se expandió en una larga nota por el edificio. Era el momento. Ella tomó aire y pegó una sonrisa en su cara. Los temblores empezaron como siempre lo hacían cuando se veía forzada a ser el blanco de las miradas. Sabía que Doc podía sentir su estremecimiento por la mirada aguda con la que él la observaba. Ella se quedó con la mirada fija directamente hacia adelante mientras el órgano comenzaba a tocar la marcha nupcial. No avergonzaría a Clint por actuar débilmente en el día de su boda. Doc empezó a caminar. Los tres pasos hacia la puerta pasaron demasiado rápidamente. Ella tuvo una oportunidad para otro aliento mientras Doc mantenía abierta la puerta. Ella lo tomó y lo sujetó. Podría hacer esto. Sólo un paso a la vez. Eso es todo lo que ella necesitaba hacer. Meter un pie delante del otro, seguir la dirección de Doc, e inmediatamente todo estaría terminado. Ella lo hizo hasta la parte superior del pasillo antes de que el desastre golpeara. Alguien había puesto una tela bella, blanca y trémula en 58 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen el pasillo. Su zapatilla en su pierna buena se deslizó. El peso inesperado en su pierna mala envió un dolor de puñalada a través de su muslo. Ella se detuvo abruptamente, sacudiendo con fuerza a Doc hacia atrás, casi cayendo, conteniendo su gemido a través de pura fuerza de voluntad. Hubo un murmullo en el gentío mientras ella estaba allí inmóvil. Se requirió de toda su concentración para controlar el dolor. Cuando se desvaneció, fue confrontada con una iglesia llena de asistentes curiosos. —¿Piensa ella planear dejar a McKinnely en el altar? —Oyó a un hombre musitar. —Valdría la pena emperifollarse toda sólo para ver eso —otra susurró detrás. Ella levantó la mirada. Adelante de ella, no había nada sino una masa de personas clavando los ojos en ella, juzgándola. Esperando lo peor. Al final del pasillo permanecía Clint. Sus anchos hombros cuadrados y derechos. Su expresión impasible. Ella no sabía lo que él pensaba, pero mientras estaba allí, podía imaginarse que los susurros alrededor aumentaban la especulación incontrolada. Adentro, la semilla diminuta de coraje que ella había tomando prestada se marchitó. Cougar permanecía al lado de Clint, su impaciencia clara en su cara. Mientras su mirada tocaba la de él dorada, él sacudió la cabeza. Su largo pelo negro se meció acentuando el tirón de su barbilla —una orden evidente para ponerse en movimiento. Una orden que él esperaba que fuera obedecida. Pero ella no podía. Dios la ayudara, ella no podía hacerlo. Ni siquiera podía soltar el aliento que había estado conteniendo mientras todo en ella se apresuraba hacia el pánico. Doc palmeó su mano. —¿Jenna? Ella negó con la cabeza, sintiendo la tirantez en sus brazos, bloqueando su aliento. Oh Dios, no ahora. Por favor no ahora. Ella no podía hacerle esto a Clint. A sí misma. Ella no podía estropear su única oportunidad para conservar a Brianna. La murmuración se convirtió en un rugido suave. Al lado de ella, Doc la alentaba a sentarse, pero ella no podía hacer eso tampoco. No podía sentarse y estar casada. Ella tenía que conseguir atravesar el pasillo. Por Clint. Hubo un murmullo más alto y entonces un repentino silencio ensordecedor, expectante. Ella levantó la mirada. Clint venía hacia ella, su pelo largo llameando alrededor de sus hombros, sus largas piernas devorando la distancia entre ellos. Él no 59 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen tenía cara de disgusto. Él no parecía nada. Él sólo seguía viniendo hacia ella. Cuando estaba lo suficiente cerca para que ella pudiera ver las ligeras líneas de expresión de la esquina de sus ojos, ella cerró los de ella, aceptando la realidad —se había terminado. Su “Ah, Sunshine” la alcanzo primero y entonces sus brazos se envolvieron alrededor de ella, jalándola dentro de la sólida fuerza de su pecho, tomando su peso fuera de sus piernas y haciéndola su responsabilidad. —¿Demasiado pronto? —interrogó él contra su oreja. Ella asintió con la cabeza y tragó saliva en un esfuerzo doloroso a responder. No había querido fallarle. —Shh. —Sus labios rozaron su oreja, expuesta por su pelo peinado hacia arriba—. Quiero que sólo te relajes, Jenna. Ella intentó retorcerse lejos. Sus labios rozaron su sien. Su mano izquierda abierta en la base pequeña de su espalda. —Nadie puede ver, Sunshine, así que quiero que descanses aquí contra mí y encuentres tu aliento. Fácil para él decirlo. Sus jadeos sesaban, pero nada ocurrió. —Jenna, cariño. —Un edredón no era tan suave como su voz profunda en ese momento—. Deberían dispararme. ¿Para que? Ella se preguntó con la única sección calmada de su cerebro. Sus dedos rozaron su mandíbula. —Debería haber sabido que estar en exhibición te contrariaba. Él cambió de posición, jalándola más cerca con su mano en su columna vertebral para que sus faldas se doblaran alrededor de sus botas. Sus labios rozaron su mejilla. —Respira, cariño. Por mí. Una sola vez. Ella se puso rígida recordando la última vez que él había dicho eso. Él la jaló un poco más cerca, pareciendo absorber su cuerpo entero en el de él mientras su risa jadeaba contra su oreja. —Ah, recuerdas eso, ¿verdad? ¿Cómo podría olvidársele? 60 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Te prometo esta vez, cariño, ningún dolor. Tú sólo tomas este pequeño aliento, y el resto será un baile sobre el escenario. Respiró con dificultad y el aire se atragantó fuera de sus pulmones, mientras él permanecía allí como si toda la iglesia llena de testigos no tuviera importancia y cantaba dulcemente disparates en su oreja. Ella intentó mirar debajo de su brazo para ver la clase de espectáculo que hacían, pero él no lo permitiría. Él metió su cabeza contra su pecho y dijo: —Las únicas personas que importan aquí eres tu y yo, y estoy muy bien con esto. —¿Ella está bien? Esa profunda voz arrastrada, lenta jaló su barbilla arriba. Los plateados ojos de Asa MacIntyre encontraron los de ella. —Ella está bien, pero podría usar un minuto, si tú lo pudieras arreglar —contestó Clint, su voz demasiado calmada para cualquier otro que oyera. Asa le guiñó el ojo a Jenna y en un “ya veo" se paró y suspiró lo suficientemente fuerte para que todo mundo lo oyera. —Desearía tener una chica que quisiera un abrazo de mí lo suficiente como para retrasar su boda por tenerlo. Un lento goteo de risa siguió al pronunciamiento. Doc recogió el tema y corrió con él. —Caray. Intenté ver a Dorothy antes de la ceremonia y ella me lanzó un zapato. —¡Eso podría haber sido porque nos retrasamos y me estaba vistiendo en ese momento! —le dijo Dorothy. —Eres un patán, ¿no es así Doc? —Una voz masculina que Jenna no reconoció embromó de buen humor. —¡No estoy seguro de si te quiero atendiendo a mi mujer después de oír esto! — llamó otro. —Ah caray, Jerome —la primera voz contrarrestó—. Sin ofensa para Fran, pero ella tiene más años en ella que el perro del viejo Ben. Si Doc fuera a conseguir algo de diversión, escogería a alguien más. 61 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Ella está condenadamente guapa hasta el día de hoy —carraspeó Jerome ruidosamente. Jenna, apoyándose contra Clint, escuchó el chacoteo y sonrió. Jerome tenía sesenta años y amaba cariñosamente a su regordeta esposa. Todo el mundo lo sabía. Mientras crecía, Jenna había esperado que un hombre la mirara en la forma que Jerome veía a Fran —como si el sol ascendiera y la luna se estableciera en sus ojos— pero desde hace mucho tiempo había superado esa idea. Los chistes continuaron. Un poco de su tensión se alivió. —Esa es mi chica —susurró Clint. Su grueso pelo negro rozó sus mejillas y los hombros desnudos mientras sus labios se deslizaron a través de su cuello. Ella tembló ante la sensación extraña. Contra su oreja, ella sintió la sonrisa de Clint—. Tú deja a Asa hacer lo que él hace mejor, y sólo concéntrate en darme ese bonito aliento profundo que te pedí. Sorprendentemente, la respiración costó menos esfuerzo ahora, aunque ella todavía estaba a la mitad del pasillo y todo el mundo aun observando. Clint ahuecó su garganta en su mano. —Eso es, Sunshine. Sus dedos acariciaron desde su oreja hasta su hombro, lanzando una sensación del temblor dentro de ella. —Mírame. Ella lo hizo. Siempre hacía lo que decía cuándo él usaba ese tono. Sus ojos eran profundos, negros, insondables, y completamente autoritarios. Sus dedos se curvaron hasta que él frotaba su garganta con el dorso de su mano. Era la más ligera de las caricias. Ella la sintió hasta las puntas de los dedos de sus pies. —Respira para mí. Ella vaciló. —Ahora. —Ella lo hizo, sin esperar nada, pero de manera chocante, obteniendo un aliento de aire frío, fresco. Su recompensa fue el relajamiento de su expresión y un regreso de su abrazo. Ella puso las palmas contra su pecho. —Estoy bien ahora. 62 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Sólo para mayor seguridad, descansaremos aquí un poco. —Estamos en medio de una boda. —Desde que somos el centro de atracción, supongo que esperarán. Sus manos en su espalda no la dejaron alejarse. Ella estaba agradecida de haber escogido un corsé firme. Lo podía sentir como un embutido, pero todo lo que Clint sentiría era una silueta suave. Como si leyera su mente, él golpeó ligeramente una de las costillas. —Esto no puede ayudar a tu respiración. El sonrojo se inicio en sus dedos y ardió sobre su cara. —Sólo estoy nerviosa. Una mirada rápida desde arriba demostró que él miraba ceñudamente ese trozo de información. Ella dejó caer su mirada a su garganta. Él tenía la piel más bella. El indicio de rojo bajo del color moreno siempre la hacía querer mordisquear, solo un poco para ver si sabía tan ardiente y especiado como la canela a la que él le recordaba. Ella dejó caer su frente contra su pecho. ¡Oh cielos! Ella estaba en la iglesia y tenía pensamientos carnales. Era tan mala como su padre siempre dijo. —Me puedes dejar ir ahora. —Como siempre, a su voz le faltó la fuerza que ella quería, así es que no estaba sorprendida cuando él solamente la sujetó. —En un minuto. —No me agarrotaré otra vez. —Lo sé. Ella frunció el ceño, presionando ligeramente con sus dedos. No había concesión para el hombre. —¿Cómo lo sabes? —Porque sabes que estás a salvo conmigo. —¿Lo estoy? —Salió más alto de que lo que ella anticipara, atrayendo la atención de todo el mundo de vuelta a ella. —Se supone que guardas eso para el reverendo —gritó alguien. 63 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen El pánico comenzó de nuevo, profundamente dentro de donde siempre empezaba. Un dedo se deslizó debajo de su barbilla, la piel áspera escarpando su carne más suave. —Mírame. Ella lo hizo. —No vas a entrar en pánico. —¿No lo haré? —Seguro se sentía así para ella. —No. Tú vas a permanecer tranquila, y caminar conmigo hasta el frente de la iglesia y decir tus votos. Entonces vamos a conseguir algo de ese pastel de boda que la hija de Priscilla horneo. —¿Lo haré? —Sí. —¿Y no voy a entrar en pánico? —Lo último lo dijo respirando con dificultad mientras miraba alrededor del brazo de él para ver a todos observándola otra vez. Especialmente Cougar. Su cara oscuramente bien parecida dura por la desaprobación. Clint volteó la cara de ella de nuevo a la de él. —No lo harás. —¿Cómo puedes estar tan seguro? —Porque te tengo. Y así como así, él dio la vuelta, la metió en su costado como si fuera diminuta y delicada, y serenamente echó a andar por el pasillo. A ella no le quedó nada más que ir con él. Su falda se movía alrededor de sus piernas, el brazo de él tomando la mayor parte de su peso. Cuando ella tropezó, él le dio la vuelta para enfrentarla, llevando su mano a sus labios, besando la palma, mirando dentro de sus ojos mientras la secundaba el resto del camino a su posición. El suspiro que se levantó de las mujeres jóvenes en el grupo de gente le permitió saber que el gesto se veía alocadamente romántico. En realidad, la había prevenido de caer sobre su cara. Él había hecho como había prometido. La había llevado al altar, en forma segura, su orgullo intacto. No debería haber estado sorprendida. Clint era conocido por ser un 64 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen hombre de palabra. Su mano en su codo la estabilizó mientras ella afrontaba al reverendo. Los ojos en su espalda eran como el toque de un desconocido. Incómodo. —¿Todo en su lugar ahora? —preguntó el reverendo Swanson. Clint elevó una ceja. —Sí. — susurró Jenna. Una tabla del piso rechinó mientras Cougar se inclinó alrededor de su primo. Su profunda mirada dorada parpadeó sobre ella antes de que él se inclinara de nuevo Y pregunto por la orilla de su boca. —¿Estás resuelto por completo sobre esto? No se suponía que ella escuchara las palabras, pero lo hizo. Ella no miró a Cougar o a Clint mientras él debatía su respuesta. Ella había visto las señales. Dios le había enviado a Clint como una respuesta a sus oraciones. Si ella sólo creyera eso, todo estaría bien. Cuando Clint contestó “Sí” en su voz profunda, ella dio un suspiro de alivio. Estaba haciendo lo correcto. —Es hora de irnos, Jenna —dijo Clint dos horas más tarde. Jenna agarró firmemente a Brianna un poco más cerca. Alimentada y cambiada, la niñita estaba casi dormida, y su gemido amortiguado le dijo que ella no apreciaba el gesto. —Nos encargaremos muy bien de ella —prometió Mara. El hambre en su voz intranquilizó a Jenna. Todos sabían que Mara deseaba un bebé tanto como sabían que Cougar temía perderla al dar a luz. Ella no quería dejar a Brianna aquí. ¿Qué pasaría si no se la daban de regreso? Cougar dio un paso adelante. Su pelo largo se deslizaba sobre sus hombros sólidos mientras él extendía la mano. Jenna apenas se contuvo de echar marcha atrás mientras él acarició de nuevo la pequeñez de Brianna. 65 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —La mantendré segura por ti —prometió él, sus dorados ojos oscuros. Todo el mundo sabía que una promesa de un McKinnely podría ser llevada al banco. Aún así, Jenna no podía dejarla ir. —Está bien, Jenna —dijo Clint. Pero no lo estaba. Una baba de salivación humedecía el hombro del vestido azul de viaje por el que se había cambiado. —Creo tal vez deberíamos reconsiderarlo… —Si vas a decirme otra vez que no necesitamos tiempo a solas —interrumpió Clint, una sonrisa rondando su boca—, estas gastando tu aliento. —Cada pareja necesita algún tiempo para relacionarse —Dorothy, la esposa del Doctor, levantó la voz mientras se acercaba, la canasta que Jenna había empacado en su mano. —Pero nosotros no... Clint suspiró y le quitó a la bebé de sus brazos. —Estamos casados, Jenna. El reverendo Swanson dio un paso adelante, lamiendo el azúcar de sus dedos. —Y en una de mis ceremonias más agradables, también, aunque lo diga yo mismo. Clint pasó su lengua alrededor de su pulgar. El gesto era tan inconscientemente sensual que Jenna dio una respuesta retardada al comentario. Algunas veces era difícil de recordar que este hombre alto, delgado, musculoso era un cristiano. —No iba a decir que no estábamos casados. —Observó ella en agonía mientras Clint le pasaba a Brianna a Mara. —No importa en qué excusa estuvieras trabajando —dijo él—, quiero estar solo contigo. —Pero cinco días. —Serán apenas suficientes para abrir mi apetito. Los hombres se rieron. Jenna se sonrojó, y Dorothy le dio un palmetazo a Clint con una toalla. 66 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Si tu madre estuviera aquí lavaría tu boca con jabón. Clint evadió un segundo golpe. —Suerte para mí entonces que ella viva la vida fácil de vuelta en el este con Papá. Dorothy le dio a Jenna la canasta. —Tú sólo ignora a esos bufones, Jenna. Demasiados paseos por la puerta de atrás han confundido su cerebro. La canasta pesaba una tonelada. Jenna cambió su agarre. ¿Clint había estado bebiendo? El sentimiento de que su vida se salía de control se intensificó. —Mi tienda. —Está en buenas manos con Lorie —contrarrestó Clint, tomando el caro manto grueso de lana que él había insistido que ella necesitaba fuera del gancho junto a la puerta. —Lorie es muy competente —dijo Mara, viéndose completamente natural meciendo al bebé diminuto en sus brazos. La imagen de la familia pequeña perfecta fue completada cuando Cougar dio un paso al lado de su esposa, y ella inmediatamente se relajó en el refugio de su lado. —¿Pero ella se acordará de alimentar a Harry? ¿Y de que Jonás tiene que comer en el restaurante o alguien le quitará su comida? —Estoy seguro que ella lo hará —contrarresto Clint, tendiendo su manto. Ella ignoró su sugerencia. —Algunas veces los otros clientes se quejan. —Puedo manejar las quejas —dijo Lorie llegando hacia ellos. Jenna miró a la competente mujer. Ella apostaría que podía. Lorie se veía del tipo que podría manejar cualquier cosa. Probablemente manejaría su tienda mejor que ella sin que un solo cabello rubio en su cabeza cayera fuera de lugar. Sus clientes probablemente ni siquiera la extrañarían. —Tienes que acordarte de alimentar a Harry. Recién he comenzado a poner peso en él. —Lo recordaré. Todos los días a la puesta de sol un plato de comida por la puerta de atrás. 67 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Con leche. Asegúrate de que sea suficiente. No quiero... —Que él pierda peso. —Lorie, Clint, Mara, Asa, Cougar, y Doc terminaron por ella. Su diversión le pegó a ella como un golpe. Agachó la cabeza, su voz se bajó a un susurro pero no podía dejarlo ir. —Él sólo ha llegado tan lejos… Probablemente pensaban que era ridícula por preocuparse por otro desecho, pero Harry le importaba y así también lo hacía Jonás aun si no eran particularmente lindos ahora mismo. El pesado peso del manto se situó en sus hombros, la pelusa corta en la capucha rozando sus mejillas. —Harry, Jonás, tu tienda, y la pequeña Brianna están en buenas manos, Jenna. Las manos de Clint se demoraron después de que el manto fue acomodado, pero la caricia de sus dedos no alivió el carácter definitivo de sus palabras. La vida que ella tan cuidadosamente había construido para sí misma los últimos seis meses estaba ahora firmemente al cuidado de otros, y ella era otra vez una esposa sin nada que llamar suyo. Ella se salió del agarre de Clint y dijo la única cosa que podía. —Gracias. Puso la canasta en el piso, se encogió de hombros fuera del pesado manto, y lo puso de nuevo en el gancho. Ella trató de alcanzar el suyo viejo. —¿Qué estás haciendo? Ella recurrió a Clint. —Disponiéndome a irme. —Hace frío afuera. —Lo sé. —Necesitas un manto. —Tengo uno. —¿Qué tiene de malo el que acabas de traer? Un ladrido de risa llegó del otro lado de la habitación, rápidamente seguido por: 68 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Ésta va a ser buena. Jenna deseó tener el valor de dirigirle a Asa una mirada furiosa por su interrupción, pero apenas se atrevía a irritar a ex pistoleros. Ella jaló su manto perfectamente en buen estado liberado de la capucha. —Es nuevo —le dijo ella a Clint. —Lo sé. Te lo compré. —Está nevando afuera. —Lo sé. Ella abotonó los dos botones superiores de su manto, los demás había pasado mucho tiempo desde que habían desaparecido. —Se mojará. —Se supone que se moje. Ella alcanzó su bolsillo para sacar sus guantes tejidos. —No voy a tener mi manto nuevo completamente mojado y cubierto de lodo. Clint sacó los guantes de su mano y los lanzó sobre el tapete. —No voy a dejar que mi esposa completamente nueva tenga frío. —Este manto está bien. —Ese manto es sólo adecuado para encender fuego. —Hice este manto yo misma. —Tal vez no era elegante pero ella había economizado mucho y había ahorrado y había fregado para conseguir el dinero para el material. Había pasado a través de cuatro inviernos muy bien. —Buena la has hecho. —Cállate Asa —gruño Clint. Jenna añadió su mirada furiosa desde debajo de sus pestañas mientras el gran pistolero se apoyaba con gracia indolente contra la jamba de la puerta. —Sólo estoy tratando de señalar que no puedes ganar discutiendo con una mujer sobre su ropa —mencionó Asa, fingiendo agravio cuando su esposa abofeteó su parte central. Como si el puño de Elizabeth pudiera hacer mella en su gran cuerpo. 69 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Clint tendió su mano. —No insulto tus ropas, Jenna. Sólo quiero que estés caliente. Ella ignoró la orden en su mano extendida y metió el material delgado más cerca alrededor de ella. —Estoy caliente. Le pareció detectar un ablandamiento en sus ojos oscuros, pero entonces el viento ululó y agitó las ventanas del edificio. La mandíbula de Clint se apretó. —No tan caliente como vas a estar si no me das ese manto. —Oh esa podría ser una “noche de boda“ apropiadamente amigable —rió Asa. —No estás ayudando —reporto Elizabeth claramente. Justo tan claramente mientras que Asa contestaba: —No sabía que estaba tratando de ayudar. Un bufido amortiguado llego de Cougar. Jenna tenía una fuerte sospecha de que él se estaba riendo pero entonces palmeó su pecho y tosió. Sólo podía haber tragado mal. Ella supo que iba a tener que admitir la derrota. Había sido lo suficientemente tonta como para hacer una confrontación pública y ningún hombre cedía terreno cuando era afrontado con una audiencia. Ella solía ser más lista que esto, pero seis meses de paz y ese momento en la iglesia aparentemente habían mitigado su inteligencia. Ella desabotonó el manto. La aprobatoria inclinación de cabeza de Clint crispó sus nervios mientras se lo daba. Esperaba que él lo tirara al piso. En lugar de eso, él lo dobló y lo colocó en la parte superior de la canasta. —Gracias. — Él tendió el manto lujoso otra vez. —¿Por qué? —Por preocuparte por mí. Ella clavó los ojos en él. ¿Él se preocupaba? —De nada. Jenna intentó no retroceder mientras él acomodaba la capucha debajo de su barbilla. Todo el manto estaba cubierto de pelusa suave. Era la cosa más lujosa que alguna vez 70 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen hubiera visto, y se sentía tan bien como ella siempre había imaginado que la decadencia lo haría. Él tiró del manto alrededor de sus caderas. Ella se movió torpemente adelante. Él colocó un par de mitones de lana en sus manos. —Estos deberían mantener tus manos calientes. Ella no supo qué decir. Quería estar resentida con él por imponerse, pero al mismo tiempo, no pudo recordar un tiempo cuando alguien se hubiera preocupado por ella, y mucho menos se hubiera asegurado de que se encontraba a gusto. Le hacía sentirse extraña. Agradecida. A ella no le gustaba eso. Jaló bruscamente los mitones. Estaba caliente, envuelta lujosamente, y rodeada por personas amables que le deseaban el bien. No fue nada como su primera boda. Nada como lo que ella estaba acostumbrada. Quería encontrar una esquina y esconderse. En lugar de eso, pegó una sonrisa en sus labios. —Quiero darles las gracias a todos por venir y desearnos el bien. —El placer fue nuestro—dijo Cougar, como si él no le hubiera estado advirtiendo a Clint sobre ella sólo horas antes. Clint se encogió de hombros en su abrigo, viéndose más grande que nunca debajo de la voluminosa lana. Él alcanzo su sombrero mientras su mano libre se acomodaba en su espalda. Ella estaba dando un paso hacia la puerta antes de que comprendiera que él no intentaba llevarla empujando. Él estaba sólo haciendo como cualquier otro varón en el lugar. Tocando a su mujer. Oh cielos. Ella miró hacia arriba, muy arriba hacia sus profundos ojos negros mientras la seguía hacia la puerta. Ella era su mujer ahora. Si había cualquier cosa garantizada para hacer a una mujer sentirse inadecuada, era saber eso. —No se apresuren ahora. —El reverendo Swanson puso su plato vacío en la mesa pequeña—. Ustedes no estaban planeando irse sin darnos una oportunidad de besar a la novia, ¿verdad? —Por supuesto que no —dijo Asa, apartándose del marco de la puerta. Se requirió sólo tres zancadas de sus largas piernas para cruzar el cuarto. Hubo algunas amables bromas y atropellos y entonces una línea de hombres entre ella y la puerta. 71 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Oh cielos, odiaba esta parte de las bodas. Ella miró hacia arriba. Clint miraba ceñudo a los hombres. Eso no facilitó sus nervios. Él tenía el ceño fruncido tan duro que medio esperaba que él le ordenara a los hombres desistir, pero entonces su mano en la parte pequeña de su espalda la empujó hacia adelante mientras decía en una voz tensa: —Terminemos con esto para que podamos llegar a nuestra celebración. Los hombres aullaron, las señoras se rieron, y ella se sonrojó y perdió su voz. Clint la urgió hacia adelante otro paso, directamente al agarre del reverendo. Antes de que pudiera reaccionar él tenía sus manos, llevándola lejos de la presencia reconfortante de Clint y de sus brazos. Un chillido pequeño flotó en el aire mientras su beso casto aterrizó en su frente junto con sus felicitaciones. —¡Cuida su pierna! —advirtió Clint mientras el reverendo le dio un pequeño lanzamiento al siguiente hombre. —La tengo. —No hubo mala interpretación en la voz arrastrada, profunda tan similar a la de su marido, o la fuerza en los brazos que la atraparon y ligeramente la colocó sobre sus pies, sujetándola por esa fracción de segundo que se requería para conseguir su balance. Entonces la luz fue bloqueada mientras Cougar se doblaba y su pelo largo caía alrededor de ella. Había un suave perfume de salvia y entonces sus labios tocaron su mejilla izquierda. Ella se mantuvo perfectamente quieta, temerosa de moverse. Él se inclinó más. Su aliento se atascó en su garganta. Sus labios revolotearos cercanos a su oreja. —Mantén en alto la cabeza, Jenna McKinnely. —Hubo una pausa de luz y entonces la oscuridad otra vez mientras él besaba su otra mejilla, dando un paso atrás—. Bienvenida a nuestra familia. Ella tuvo un vislumbre breve de su cara bien parecida, seria antes de que fuera movida rápidamente a los brazos de otro hombre como si ella pesara nada más que una pluma. Sólo tuvo tiempo de absorber los acerados ojos grises iluminados con humor antes de que los labios firmes pasaran encima de los suyo. Ella se sobresaltó de nuevo y entonces gritó mientras un brazo duro se cerro alrededor de su cintura y la jaló bruscamente contra un torso más duro, y un gruñido retumbó a través del cuarto. —¡Ve a besar a tu esposa, MacIntyre! 72 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Asa se veía completamente impasible. En verdad, él se veía a punto de estallar de la risa. Jenna no lo comprendía, pero una mirada rápida alrededor de la habitación mostró a todos en el mismo estado. Probablemente porque Clint la tenía colgando con los pies a seis pulgadas del suelo. —Por favor ponme en el suelo —susurró Jenna. Él vaciló pero eventualmente hizo como le pidió. Él sin embargo no la soltó, sólo mantuvo su mano escandalosamente extendida a través de su región abdominal, manteniendo su espalda presionada contra su frente. Su erección era sólida contra su columna vertebral, definible aun a través de su ropa y todo eso se hacía sentir. Ella contuvo su estremecimiento. Estaba bien familiarizada de la incertidumbre de los celos masculinos. Su esfuerzo por ver su expresión fue frustrado por la capucha del manto. Sin indicador con el cual trabajar, sin saber si él estaba furioso con los hombres, pero la culpaba a ella por tentarlos, se acomodó para doblar sus manos enfrente de ella y esperar. —¿Estás lista para irte, Jenna? Ella tomó un aliento estabilizador. —Sí. Mara estaba parada un poco a su izquierda. Era todo lo que Jenna podía hacer para no arrancar a Brianna de sus brazos y correr. Como si él sintiera su batalla interior, la mano de Clint presionó un poco más duro antes de que él la metiera en su costado. —Entonces vámonos. Él inclinó su sombrero bajo sobre la cabeza y condujo a Jenna a través de la puerta. —Todos saben dónde encontrarnos si nos necesitan. — Él se dio la vuelta y alcanzó la canasta—. Y si aprecian su vida, sugeriría que no nos necesiten. Un ladrido de risa masculina puntualizó el golpe de la puerta. 73 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Capítulo 5 Clint le cerró la puerta a los restos de la risa de Asa. Enderezó el sombrero en su cabeza y miró a su esposa. Jenna estaba de pie esperándolo en el amanecer, frotándose los brazos, su aliento ascendiendo en el viento en nerviosos soplos escarchados. Ella era suya ahora. Su esposa. Y él podría encargarse de ella en la forma en la que siempre había querido. —¿Frío? —preguntó él, dando un paso hacia ella. Ella dejó de frotarse los brazos inmediatamente. —Estoy bien. Él ajustó la capucha alrededor de su cara y levantó su barbilla. Su dedo se deslizó entre el pelaje suave y su mejilla aún más suave. Él deseó que ella sonriera. No había sonreído desde que él se había declarado. —Me dejarás saber si tienes frío. —Estoy segura que estaré bien. Ella debería estarlo. Él había comprado el manto más caro que pudo encontrar, escogiendo el que complementaría su belleza exuberante, pero en lugar de estar encantada, ella parecía alterada. Aún parecía trastornada. Él deslizó su mano detrás de su cabeza. El pelaje espeso delineando la capucha no estaba ni de cerca tan bien como la curva de su mejilla, la seda de su pelo. Él la atrajo a su cuerpo, poniendo su espalda al viento, tomando el embate con su cuerpo más grande, suspirando cuando ella le miró cautelosamente. ¿Pensaba que iba a convertirse en un monstruo ahora que la ceremonia se había terminado? —No va a ser tan malo estar casada conmigo, Jenna. Él no se inquietó por su principio de sorpresa. En lugar de eso, usó ese momento de confusión, sosteniendo su pulgar bajo su barbilla, sujetándola lista para el descenso de su boca. Tuvo mucho cuidado con ella, acomodando los labios gentilmente en los de ella, tratando de no asustarla, pero él necesitaba saborearla, para eliminar la imagen de la boca 74 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen de Asa en la de ella. No importaba que Asa la hubiera besado simplemente para irritarlo. El hecho de que los labios de Asa habían tocado los de ella le volvía loco. Su aliento resopló en su boca en una expulsión suave de asombro. Él la tomó, tan suya, saboreando la intimidad después de semejante largo tiempo de anticipación, moviéndose más cerca, siguiéndola mientras ella dio un paso atrás, casi gimiendo de la frustración mientras las capas de su ropa le previnieron de la lozanía de su cuerpo. Sus labios se apartaron debajo de los de él. Él aceptó la invitación, deslizando su lengua pasando la suave unión de carne húmeda en el calor más allá. Ella sabía tan bien. Tan condenadamente bien. Como el té y el chocolate anidado en una cálida cama húmeda de pura esencia femenina. Ella se volvió floja debajo de él, relajándose contra la pared, dejándole hacer como le agradaba, su aquiescencia añadiéndole un aguijón más agudo a su ya ascendiente pasión. Ella era suya. Ella estaba dispuesta. Un golpecito en la ventana le ayudó a salir de su hechizo. Dorothy le miraba ceñudamente a través de la ventana, la sonrisa paciente en su cara, de la clase que él estaba acostumbrado a ver aparecer cada vez que había dejado a su impaciencia aventajar a su sentido común. Como ahora. Él besaba a su esposa en la entrada delantera de la casa de Doc con una audiencia a no más de diez pulgadas de distancia. Él aflojó su cuerpo del de ella, acariciando la humedad de la esquina de sus labios rosados con su pulgar. —Imagino que mejor guardaré eso para más privacidad. Jenna tragó saliva dos veces y entonces asintió. Él agarró su mano, sintiéndose casi feliz mientras la sacaba del refugio del saliente al borde de los escalones y dentro de los copos remolinantes de nieve. La agarró por la cintura y la meció fuera de las escaleras. Su boqueada pequeña cosquilleó su humor tanto como su agarre frenético en sus hombros. Sería un día frío en el infierno antes de que él la dejara caer. Los copos de nieve se aferraron a su capucha, y se quedaron en su nariz antes de derretirse en su piel. Él quiso lamerlas fuera de sus pestañas, sus mejillas. Él quería lamerla de pies a cabeza. Él la besó duro, y dejó su mano deslizarse de la de él mientras se encaminaba al granero, ansioso por llegar a casa. —Clint. —Jenna dijo su nombre en esa jadeante voz pequeña, lo paró en seco a medio camino al establo. Él dio vuelta. Jenna estaba cerca de veinte pies detrás de él. Aun 75 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen desde ahí él podía ver el calor sobre sus mejillas y los rápidos soplos de aire mientras ella jadeaba. —No puedo continuar —le dijo mientras cojeaba pesadamente en su estela, la nieve resbaladiza haciéndole más difícil caminar. Demonios. A él se le había olvidado. —Lo siento. Él se dio la vuelta y la encontró a medio camino, levantándola en sus brazos, teniendo otro de esos chillidos divertidos. —Sujétate, Sunshine. Él la atrajo sólo un poco, justo lo suficiente para tener sus brazos aferrándose a su cuello y su cara enterrada en su garganta. Él se mantuvo en movimiento hacia el granero, saboreando el calor de su aliento deslizándose por su piel. Después de esperar un año a Jenna, él estaba repentinamente privado de su legendaria paciencia. Él tuvo que ponerla en el suelo del establo. Tan pronto como sus pies tocaron el suelo, ella se apartó, fusionándose con su manto y su pelo. Él sonrió mientras abría de la puerta. Estaba preciosa cuando estaba azorada. Él suspiró cuando vio el coche ligero justo dentro de la puerta del establo. Estaba adornado en más latas, papeles y confianza que cualquier despedida matrimonial que él alguna vez hubiera visto. Una mirada rápida en Jenna demostró que ella se había quedado un poco aturdida. —Parece como que todos tuvieron una parte en desearnos bien. —Aparentemente. —Ella tocó una botella vacía de whisky colgando fuera de la rueda—. Parece que pusieron bastante trabajo. —Su labio estaba entre sus dientes. —¿Puedes conducir un coche ligero? Ella le lanzó una de esas miradas inciertas como si él hiciera más que una pregunta simple antes de que ella enderezara los hombros. —Puedo aprender. —No es necesario. —Él sólo necesitaba sacar de entre manos otro plan. 76 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Él nunca conseguiría que su muy nervioso bayo permaneciera cerca de esta monstruosidad, pero se tomaría mucho tiempo para limpiarlo. Estaban perdiendo la luz del día rápido. —¿Puedes cabalgar? Ella le miró y entonces a su caballo todavía esperando en el granero. — No. —Había tristeza en su mirada. —¿Aún quieres aprender? —Ya no importa. —Ella miró hacia abajo al suelo. No había inflexión en su voz ronca y sin poder ver su expresión él no tenía manera para juzgar si ella estaba feliz con eso o no. La botella se meció en contra de la rueda mientras ella quitaba su mano. —¿Por qué no tiene ya más importancia? —Él dio un paso adelante y estabilizó la botella. —¿Qué? —¿Por qué no importa más ya si tú quieres aprender a cabalgar? —Oh. —Su mano alisó su muslo a través del manto—. Mi pierna es demasiado débil. Clint apartó de un empujón una lata fuera del camino y se apoyó contra el bayo. —¿Te conté sobre la vez que cabalgue a Ornery con una pierna rota? Hubo un ligero movimiento de la capucha. Con un golpecito de sus dedos, él la empujó atrás. Jenna le dirigió una mirada sorprendida mientras la capucha se deslizó abajo por su espalda, sus ojos de un profundo azul por la tristeza. —No puedo distinguir si estas diciéndome si o no. —Oh. — Hubo una pausa—. dije que no. —Pues bien, lo hice, y como pude cabalgarlo, esperaba que tú pudieras lograr cabalgar, si quisieras. Otra de esas miradas tristes hacia Ornery. —Probablemente me requeriría mucho tiempo aprender. —No he notado que estemos cortos de eso. 77 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Ella encorvó los hombros y miró hacia abajo. —No aprendo las cosas rápidamente. —Soy conocido por mi paciencia. —Pero no esta noche. Esta noche él quería estar en casa tan rápido como fuera posible. —No soy muy avezada. —Si su cabeza cayera un poco más abajo su barbilla estaría posada en el suelo. —Jenna, mírame. Ella lo hizo, y aun en el crepúsculo descendente, él podía ver el hambre en ella mezclado con la incertidumbre. Ella quería montar tanto que lo podía saborear, ¿Así que por qué estaba levantando tantas barreras? —Te enseñaré a montar. El deleite brilló intermitentemente a través de su cara antes de que ella lo sofocara con cautela. Él descruzó los brazos y apartó con la mano el carruaje. —Empezando esta noche. La alarma reemplazó la cautela, y sus ojos volaron a los suyos. —¿Esta noche? —repitió mientras él tomaba las riendas del caballo. —Sip —él guió al caballo dócil que estaba preparado en su arnés al lado del coche ligero en un cubículo vacío, lanzándole algo de avena y palmeando su cuello antes de cerrar la puerta del cubículo y señalar a Jenna arriba—. Ven conmigo. Él podía sentir su mirada perforar su espalda, y podía oír su ligeramente disparejo modo de andar a tientas a través del establo. Hubo un golpe y una maldición amortiguada. Él la encontró frotando su frente, mirando furiosamente en el poste claramente delante de ella. —¿Estas bien? —Sí. —Ella estiró adelante su mano como para confirmar donde estaba el poste. —Sunshine, ¿tienes problemas viendo? —Es sólo tan obscuro aquí dentro. No para él. 78 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Simplemente quédate dónde estás. —Él tranquilizó al caballo ruano delante de una paca de heno, cambió el arnés de su cabeza a un cabestro, y se balanceó de regreso hacia ella. —Aquí. Toma mi mano. Los dedos de Jenna se apretaron sobre los de él, con sólo un indicio de desesperación. Él hizo una nota mental de que ella carecía de visión nocturna. —Así. —Ella siguió el tirón de su mano—. Hay un cubo a tu derecha. —¿Puedes ver aquí dentro? —preguntó mientras le daba al cubo un espacio ancho. Él la jaló adentro antes de que chocara con una pila de heno. —Sip. —Imagino que sólo soy yo entonces. —¿Sólo tú qué? —Sólo yo quien no puede ver por la noche. Siempre pensé que Jack estaba simplemente dotado de ese modo, pero imagino que soy la que es diferente. —No es una gran cosa. —Puede dificultar las cosas en el invierno. Me pierdo algunas veces. —Sus dedos apretados en los de él mientras entraban en una sombra. Él se paró en seco. La agarró antes de que ella pudiera chocar violentamente contra él y levantó su barbilla, queriendo ver su cara. —¿Perdida? —Algunas veces las cosas se ponen confusas, especialmente cuando nieva. —¿Y tú te perdiste? —Él podía sentir su piel calentarse debajo de sus dedos. Ella se sonrojó. —Sólo un par de veces. Su estómago se apretó ante el pensamiento. Los inviernos de Wyoming no eran nada para estornudar. —¿Sufriste daño? —Sólo un poco de congelación. 79 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —¿Dónde estaba tu marido? Ella no contestó. Probablemente porque era una maldita pregunta idiota. Cualquiera que conoció a Jack Hennesey sabía que él podría ser encontrado al pie de cualquier botella, gritando acerca de la maldad de la lujuria y la fuerza de la tentación mientras se revolcaba en ambos. —No importa. Tengo una buena idea. —Él era un “buen hombre” cuando no bebía —dijo ella defensivamente. —Aceptaré tu palabra por eso. —Él nunca había visto al hombre sobrio, removió un rizo de su sien—. No te perderás otra vez. —¿No lo haré? —No —él no lo permitiría. —Oh. —Él palmeó la grupa del bayo mientras daba un paso detrás de Jenna y cogió su cintura en sus manos—. Extiende tus piernas. Él la había llevado por el aire antes de que jadeara. — ¿Qué? —Se había distanciado. Aunque ella había dicho que no captaba rápidamente, fue lo suficientemente lista para arrojar su pierna sobre la silla de montar y tomar el cuerno en un agarre mortal. Ornery movió sus pies y ella gritó. Clint saltó arriba detrás de ella. —No vayas a asustarte ahora o esta lección terminará antes de que empiece — murmuró Clint mientras la enlazaba más arriba contra él. Ella palmeó una mano sobre su boca, cortando la protesta, y por la manera en que sus costillas se hincharon debajo de su mano, su aire. —Respira, Sunshine —le ordenó mientras aplanaba la mano sobre su diafragma y la jalaba de nuevo contra él. Ella lo hizo. Justo hasta que él codeo ligeramente a Ornery hacia la puerta. En ese instante ella estaba de nuevo agarrando firmemente el cuerno y congelándose. —La primera lección para montar un caballo es relajarse y armonizar con el movimiento. Su “Okay” fue un agudo chillido casi inaudible. Él no notó ningún relajamiento. 80 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Jenna, no te dejaré caer. Ahora, relaja tu espalda y deja a tu peso llegar hasta mí. Ella lo hizo, una fracción de pulgada a la vez, claramente lista ante la más ligera falta de atención para brincar de regreso a su estado petrificado. Finalmente, su cabeza se detuvo debajo de su barbilla. El pelaje recortado de la capucha cosquilleó su nariz. —Esa es mi chica. —Él la jaló un poco más cerca. El manto bloqueó cualquier sensación, pero simplemente el peso suyo en sus brazos era suficiente para tener a su polla esforzándose—. Voy a deslizar mi mano debajo de tu manto ahora, para tener un mejor agarre —le advirtió a ella mientras desabrochaba los alamares de madera. —¿Para qué? —Sus manos estaban de nuevo agarrando a muerte la perilla. —Para que tú no estés tan nerviosa. —Y para que así él pudiera disfrutar del peso de sus pechos magníficos en su antebrazo, pero no pensó que ella apreciaría oír eso. Él deslizó su mano dentro del manto justo debajo de sus pechos. Pero él lo hizo. Hijo de puta, él lo hizo. Aún a pesar de que ella se había amarrado arriba apretada, él todavía podía sentir los bultos suaves estremeciéndose a cada paso que Ornery daba mientras él urgía al caballo fuera del establo. Carajo, él no podía esperar a ponerla debajo de él. Esos montículos regordetes, carnosos en su boca. ¿Eran sus pezones tan regordetes y deliciosos como el resto de ella? Si los absorbiera un tiempo lo suficientemente largo y lo suficientemente cuidadoso, ¿Se vendría para él? ¿Gritaría su nombre cuando la hiciera llegar al clímax? ¿O suspiraría suavemente mientras su cuerpo se estremecía debajo del de él? Sin importar en qué forma ella se viniera, sería con su nombre en sus labios. Él se aseguraría de eso. —¿Clint? Ella estaba mirándolo, los copos de nieve esparciéndose en su pelo rubio, la aprensión en su cara. Él la sujetaba demasiado apretadamente. Clint dejó caer un beso en su frente, sonrió ante su inspiración de aire, y relajó su agarre. —Justo aquí, Sunshine. —Puedo ir en el coche ligero. —Me gustas donde estás. —Oh. 81 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —¿Nada más que decir? —Hubo una pausa en la cual él en realidad la sintió reuniendo coraje. Carajo, Hennessy la había dejado con menos confianza de la debida. —Sí. —¿Qué? —Necesito mi canasta. Clint miró hacia el porche donde la habían dejado. Sería un reto agarrarla. —Lo recogeremos después. Ella se mordió los labios, pero no disintió. Él le dio un codazo a Ornery adelante. Ella volvió la mirada atrás cuatro veces mientras pasaban la casa, pero no dijo una palabra que él pudiera haber tomado como de aceptación. Sobre la quinta vuelta de su cabeza, él paró a Ornery en seco. —¿Qué hay en la canasta, Jenna? —Nada de especial importancia. —Su voz fue un susurro de sonido, desnuda de inflexiones como si ella permaneciera tan neutral como era posible. —¿Qué no es tan no importante? —Es simplemente tu regalo de boda. ¿Simplemente? —¿Me conseguiste un regalo de boda? Su voz se descendió a casi inexistente mientras ella contestaba. —Sí. Ahora eso era una sorpresa. Las prometidas normalmente no les daban a sus maridos un presente. Y mucho menos las prometidas que se casaban por necesidad. —¿Se conservará? Ella agachó su cabeza. —No es importante. La forma que ella intentó hundirse dentro de sí misma le dijo que esto era muy importante para ella. Lo suficientemente importante para que ella se preocupara por su reacción. Eso significaba que era personal. Él giró a Ornery. 82 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —¿Qué estás haciendo? —Conseguir mi regalo. —No hay necesidad. No es nada especial. —Creo que veré eso por mí mismo. Él alcanzó el porche. Con un chasqueo de su lengua, él arreó a Ornery. Jenna gritó agudamente y presionó su espalda contra su pecho mientras el caballo dio bandazos subiendo los escalones. Él la abrazó más apretada con un brazo mientras se inclinó y levantó la canasta. Era pesada, y no por el manto raído que estaba encima. —¿Qué hay en ella, Jenna? —Sé cuánto te gusta el chocolate. —¿El chocolate? —preguntó Clint, acercándose a la tapa—. Jenna, ¿me horneaste algo de chocolate? Su “Sí” fue tímido, dulce, e incierto. —Ah bebé, voy a amar estar casado contigo. Ella claramente no sabía qué cosa hacer con eso, cambió de posición en la silla de montar, trayendo la plenitud de sus asentaderas contra la parte superior de su eje dolorido. —Es simplemente algo pequeño. —Sunshine, el más pequeño algo de ti puede tener a un hombre extasiado. Incluyendo el más pequeño movimiento de su trasero en su polla. Mientras ella se enderezaba, la plenitud suave acarició su longitud. Él empujó arriba con su pierna derecha, prolongando la presión. Ella jadeó, pero no podría hacer nada sino dejarlo disfrutar de ella. A él le gustaba dulce y sumisa contra él. Besó la parte superior de su cabeza, y dio vuelta hacia casa. Tan pronto como Ornery desaceleró para un paseo, él tocó con sus labios la oreja de Jenna. — ¿Tuve una oportunidad de decirte lo bonita que luces hoy? Ella se puso ligeramente rígida y entonces se relajó. 83 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —No. —Ahora eso es una lástima, porque eres bella. —Gracias. —Y tengo mucha hambre de ti. —Oh. —Lo que me trae a una pregunta. —Él movió su mano a su espalda debajo de su manto, arrastrando sus dedos arriba de la multitud de botones cubriendo su columna vertebral. —¿Qué? —¿Qué tan renuente estás a que te desabotone este vestido y le de placer a esos bellos pechos tuyos mientras cabalgamos? Ella estaba completamente renuente a esa idea, pero antes de que aun pudiera expresar su opinión, Clint le desabotonó su vestido hasta su pecho. Ella estrechó la canasta contra ella y susurró su agradecimiento por el ocultamiento de su manto. —¿Nada que decir? Ella negó con la cabeza. ¿Qué podría decir? Él era su marido. —Oh, me gusta eso. Eso era su vestido colgándose fuera de sus hombros. Ella tomó comodidad en el hecho de que no había una buena cantidad de su carne expuesta, gracias a su camisola y su pesado corsé. Pero entonces su mano se deslizó a través de su corsé. Los callos se engancharon en el material suave mientras atravesaba su costado hasta la plenitud de su pecho. Interiormente, ella se encogió mientras su gran mano se abrió y se extendió a lo largo de sus curvas. Ella era tan grande. Siempre había sido demasiado grande. Como una gran vaca gorda que ninguna cantidad de presión y compresión alguna vez pudiera esconder. Especialmente cuando un hombre la sostenía en su mano. Como Jack lo había hecho. Como Clint estaba haciendo. 84 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Ella se preparó para aguantar el comentario mordaz que iba de seguro a llegar. Ella los había oído desde que sus pechos habían surgido a la prominencia durante su doceavo año. Algún día, ella sería insensible. —¿Sunshine? —Los labios de Clint rozaron un lado de su cuello. —¿Qué? —Desliza tus brazos fuera de tu vestido. —¿Aquí? ¿Lo dices en serio? ¿Hubo un golpecito de algo cálido y húmedo en su cuello, su lengua? Envió escalofríos abajo por sus brazos. —Totalmente en serio. —Pero estamos al descubierto. —El manto te abriga. —Ornery podría escaparse. —Jack había demandado mucho en sus necesidades, pero nunca como esto. —No. —Los dedos de Clint se deslizaron de atrás para adelante a un lado de su camisola, un susurro ligero, avanzando lentamente la tela de su vestido hacia adelante, liberando el camino para sus dedos. —Él odia la nieve. Sólo andará pesadamente hasta la puerta del granero. Ella se quedo sin excusas y desabotonó los puños de su camisa. El calor abrasó sobre su pecho y sobre sus mejillas en una oleada de vergüenza mientras deslizaba sus manos fuera lentamente. Detrás de ella, Clint rió ahogadamente. Ella no quiso saber por qué, pero alguna parte suicida suya sólo tuvo que preguntar. —¿Qué? La respuesta fue un murmullo bajo, profundo de sonido contra su oreja. —Nunca había sentido un sonrojo de mujer antes. —No lo puedo remediar. Él acarició con la nariz su cara en la curva de su cuello. 85 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —No quiero que lo evites. Sólo comento sobre los hechos. —Él presionó las riendas dentro de sus manos tan pronto como sus brazos estuvieron despejados—. Sujétalas. —¿Qué estás haciendo? —Liberando mis manos. ¿Estaba desquiciado? —No puedo conducir a un caballo. —Ninguna conducción va a ser hecha. Simplemente mantenlas estables. Ella curvó sus dedos en la canasta y repitió lo obvio. —No puedo conducir este caballo. —Claro que puedes. —Contra su mano, ella sintió sus dedos relajándose. ¡Santo cielo! ¡Él les iba a conseguir que ambos se mataran! —Agárrate ahora. Ella lo hizo, sujetando firmemente la canasta con sus antebrazos y agarrando las riendas caídas con sus dedos enguantados. Alguien tenía que ejercitar algún sentido común. —¡Estás loco! Ella sintió su sonrisa deslizarse contra su pelo. —No. Simplemente hambriento por mi mujer. Su boca se acomodó en su hombro mientras su mano trabajaba debajo de su manto, y entonces antes de que ella pudiera tomar un aliento para protestar, él tuvo ambos pechos en sus manos. El algodón delgado de su camisola no hizo nada para disminuir el impacto de su toque. Sus manos eran duras, seguras, y firmes. No lastimando. No palpando. Simplemente sosteniéndola, como sopesando sus bienes. En una agonía de suspenso, ella esperó su veredicto. —Sunshine, eres un puñado agradable para un hombre. 86 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —¿No crees que soy demasiado grande? —Si él estaba siendo agradable, ella preferiría saberlo por adelantado. Su risa jadeó sobre su cuello, levantando más carne de gallina. —Te sientes perfecta en mis manos. —Oh. —¿Nada más que decir? —preguntó él, su lengua deslizando una ruta de besos en su piel, mojada y caliente. Ella debería estar repulsada. No lo estaba. Tal vez era porque él no la abrumaba. Con excepción del potencial escape de Ornery, ella no tenía un sentido de destino inminente que le abrumaba cada vez que las cosas se salían fuera de control. —No. El aire fresco sopló la carne que él había mojado. La excitación creció, y ella tembló. Él chupó la curva de su hombro. —Hmm, hueles bien. Como aire fresco y rosas. —Es el polvo. —¿El polvo? —Jenna sintió el borde de sus dientes en el contorno de su cuello. Ella se contuvo mucho todavía. Él era muy grande detrás de ella. Muy intimidante. —Mara me lo prestó —susurró ella. —Me gusta. —Gracias. —Deberías tratar de conseguir uno. —Oh, no podría. Su boca se separó de su piel. Sus labios mordieron en su lóbulo mientras sus manos empezaron un masaje sutil en sus pechos. Ella se mordió los labios, toda su atención moviéndose a sus manos. —¿Por qué no? —Es caro. —Si lo quieres, consíguelo. 87 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Él decía eso ahora, cuando tenía sus manos en su cuerpo y meterla en la cama en la mente, pero ella sabía cómo cambiaban las actitudes cuando el deseo pasaba. —Pensaré sobre eso. El viento sopló, y gruesos copos suaves remolinearon en su cara. Ella parpadeó y se echó atrás. Directamente en el soporte indoblegable de su pecho. Él parecía arroparla, absorber su peso. Abrigarla. No era una mujer pequeña, pero Clint la hacía sentirse así por la simple razón de que él era tan grande. Y la manejaba tan cuidadosamente. No como algo que él poseyera, sino como algo que él apreciara. Ella no podía descifrarlo. —Correcto, Sunshine, acurrúcate de nuevo aquí y déjame hacernos a ambos sentirnos bien. Clint sintió la pequeña rendición de Jenna en el modo en que descansó contra él, pero había una agradable tensión zumbando debajo de su piel. Ella estaba haciendo lo que él pedía, pero era cautelosa. Clint deslizó sus palmas arriba de los pechos magníficos de Jenna, poniendo tirante su agarre mientras tiraba muy ligeramente en su peso, disfrutando de su elasticidad suave mientras trabajaba su camino a sus picos igualmente suaves. Con una curva de sus dedos meñiques, jaló abajo su camisola. Deseó que el manto no estuviera en su camino para poder ver su color. Imaginaba que eran de un rosado suave, tal vez con un indicio de rojo sobre las puntas. Él exploró sus texturas con sus dedos índices, aprovechándose del inquieto movimiento de Jenna para frotar las puntas sensibles. Eran planas. Insensibles. Él no fue disuadido. Él nunca creyó que ella se encendería como una antorcha de inmediato. Por todas sus conversaciones, él nunca hubiera imaginado a Jenna tan suelta. Él la llamaría una buena cantidad de cosas —tímida, testaruda, dogmática, y raramente valiente— Pero dar la vuelta sobre los talones no era un término que él colocaría en ella. Este paseo era más de una sesión “de reconocimiento” para ellos, pero ella fue un puñado tan dulce, era un reto recordar que sus experiencias de dormitorio hasta la fecha no la podrían haber dejado entusiasta. Ornery tropezó con una roca. 88 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Capítulo 6 Estaba casi obscuro para cuando llegaron a la cuadra. Clint se deslizó fuera de Ornery, y Jenna inmediatamente entró en pánico ante ser dejada sola sobre el gran bayo. Él puso una mano en su muslo y uno en el hombro del caballo, apaciguando a ambos con su toque. Cuando estuvieron más tranquilos, sostuvo sus manos arriba para ella. —Deslízate aquí, Jenna. Jenna le empujó la canasta en lugar de caer en sus brazos. Él la tomó y la puso en el suelo. Toda la maniobra tomo solo dos segundos, pero para cuando él se enderezó, Jenna había logrado quedar enredada, colgando a medias fuera del caballo. Fue fácil ver por qué no completó la maniobra. Su falda estaba atrapada en el cuerno de la silla, y ella no podía balancear su pierna por encima para caer el resto del camino fuera. —¿Necesitas un poco de ayuda? —preguntó Clint, mientras admiraba la vuelta de su pantorrilla mientras estaba expuesta por su falda levantada. Ella no contestó ni se movió. Él estaba acostumbrado a sus silencios. Creía que ellos querían decir o que estaba nerviosa o avergonzada. Esta noche, era probablemente un poco de ambos. Ornery se movió de lado, incómodo por la colocación del peso. Jenna abandonó su parálisis. Ornery abandonó la complacencia. Con un bufido, él corcoveó. Sólo lo suficiente para dejar saber a Clint que no estaba feliz, pero fue suficiente para enviar a Jenna a un pánico completo. Ella soltó el cuerno para agarrar su falda. Un error, pero uno que Clint había anticipado. Él esperó, un cuchillo en sus manos. Sobre el siguiente brinco, ella se tambaleó de vuelta a sus brazos. Con una mano él la sujetó en contra su pecho, y con la otra, cortó su falda suelta. Mientras ella yacía jadeando contra él, enfundó su cuchillo. —Habría sido mejor si me hubieras dejado ayudarte. —Sólo quería hacerlo yo. Él colocó sus pies en el suelo. —La independencia es algo bueno —él le dio la vuelta y empujó su pelo fuera de su cara, notando el brillo apenas perceptible de lágrimas en sus ojos—, pero necesita ser templado por la inteligencia. 89 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Su mueca de desagrado era en su mayoría interna, pero se demoró en el parpadeo de sus pestañas y ligero apretar de sus labios. Él metió otro mechón de cabello detrás de su oreja. —Y la paciencia. Jenna, debes conseguir aprender a tener paciencia. —Tengo paciencia. —Algunas veces. Ella no dijo más, pero él sabía que quería. Se preguntó si había habido un tiempo cuando ella habría dicho más, antes de que el fuego dentro de ella hubiera sido sofocado por la crítica y las palizas. Ella dio un paso atrás. Él le permitió un pie antes de que enganchara una mano detrás de su cuello y la detuviera. Había un montón considerable de estiércol un paso atrás. —No pienso que seas estúpida, Jenna, pero pienso que eres impulsiva, y apreciaría si pudieras reprimir esa tendencia. Ella agachó su barbilla. —¿O qué? Él levantó su barbilla. Ella pareció clavar los ojos en un punto justo al sur de encontrarse con su mirada fija. Con su falta de visión nocturna, era difícil saber si ella evitaba su mirada o no acababa de saber dónde estaba. —¿Me preguntas qué ocurrirá si no lo haces? —Sí. —Estaré descontento. —Oh. Él cogió su mano en la suya y la guió hacia donde Ornery se encontraba cercano a la puerta del granero pacientemente esperando a que se le dejara entrar. —No tienes que sujetar mi mano. —¿Puedes ver dónde vamos? —No. 90 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Entonces sujeto tu mano. Y mira a la piedra allí. —¿Dónde? —Su dedo del pie la golpeó, y ella tropezó. Él la estabilizó. —Allí mismo. —Oh. —Una pausa—. Gracias. —Había una cierta nota en ese agradecimiento que lo golpeó mal. Su mano, tanto así más pequeña y más suave se meció en la suya. Le tomó un segundo aclarar por qué, y entonces comprendió que ella furtivamente estaba tanteando con sus dedos del pie, buscando más rocas. Él deslizó el picaporte de cuerda fuera del gancho de hierro que mantenía la puerta del granero cerrada. —¿Jenna? —¿Qué? —No te dejaré caer. —Todo movimiento se detuvo. —Gracias. —Esa nota apagada en su voz fue más fuerte ahora. —De nada. Ahora acomodemos a Ornery. —Él agarró las riendas de Ornery justo debajo de la brida. Deslizó su mano arriba de su brazo a sus hombros antes de deslizarla hasta su cintura. Él no podía decir que ella se metió voluntariamente en su costado, pero lo hizo. Él dió su primer paso pequeño, acomodándose a su zancada, pero no fue lo bastante pequeño para acomodarse a una parada en seco. —¿Qué estás haciendo? —preguntó ella. —Guiándote en el establo. —No soy indefensa. —Nunca dije que lo fueras. —Puedo caminar por mí misma. —Bien. —Él la soltó y guió a Ornery a lo largo del camino familiar a su cubículo. Detrás de él, escuchó a Jenna caminando con los pies arrastrados. La puerta del cubículo rechinó mientras lo abría. Jenna se jadeó y se detuvo. 91 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Ornery empujó más allá de él, ansioso por tener su avena. Clint suponía que podría encender la linterna por el cubículo pero él todavía podía ver apenas, y alguna parte perversa de él no quería hacer las cosas fáciles para Jenna. No cuando estaba tan determinada para hacérselas difíciles para sí misma. Allí hubo más arrastramiento de pies mientras él deshizo la cincha y quitó de encima la silla de montar y la manta. Él balanceó la silla de montar encima del borriquete con la facilidad de la larga costumbre. Podría distinguir su contorno en la entrada. Ella había llegado justo dentro del establo, sin duda pegada a la luz trémula llegando de afuera. Por la forma en que estaba agachada, creyó que revisaba el daño que su cuchillo había hecho a su vestido. Él removió su rifle de la vaina de cuero y lo apoyo contra el exterior del cubículo. Ella era una pequeña cosa testaruda. La tapa de la caja de avena se abrió de golpe. Jenna saltó. Él escarbó afuera una medida, apartó a codazos la nariz ansiosa de Ornery mientras reingresaba en el cubículo, y la echaba en el depósito de granos del caballo. Agarrando el cubo de agua, fue a la bomba justo detrás de la puerta y comenzó a bombear el agua. Todo estaba callado con ese peculiar silencio que viene con la primera nieve de invierno, amplificando los otros sonidos —el metal rechinando de la bomba, Ornery comiendo ruidosamente, y el chillido repentino de Jenna. Un chillido que rápidamente se convirtió en un grito entrado en pánico. —¿Jenna? Ella no contestó, sólo gritó otra vez y comenzó a dar vueltas en círculos, golpeando contra sus ropas. Él dejó caer el cubo. Se requirió de cuatro zancadas para llegar a su lado. Él la sujetó por los hombros, deteniendo su histérico girar. Se requirió un segundo para descifrar lo que ella decía. —Oh, no ratas. No ratas, no ratas, no ratas. —No ratas, Sunshine. Gatitos. —Él arrancó a un gatito fuera de la parte trasera de su falda y lo empujó en sus brazos. Forcejeando contra él, ella pareció no escuchar. Él se echó al hombro al gatito, y agarró al bulto moviéndose debajo de su manto alrededor de su estómago. Ella lo agarró, también, sus uñas cortas escarbando en sus manos. El bulto maulló y siseó. Jenna gritó y peleó. Él la ancló con una mano detrás de su cuello, la dejó para contener el bulto, e hizo el corto trabajo de los botones en el manto. Cayó al piso, revelando la blancura de su piel y el 92 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen problema. El gatito estaba metido en el pliegue de su blusa floja como si cayera por su cintura, atrapado por sus manos y el material. —Déjalo ir, Jenna. Su cántico se acorto a separados “nos” mientras forcejeaba para contener al pequeño gatito, el cual estaba igual de determinado a librarse. Él agarró sus manos y las arrancó de su cuerpo. Ella repartió golpes con sus pies. Sus ojos relampagueaban blancos en la oscuridad. —Nononononononononononono. Sujetando ambas manos en una de él, jaló al gatito igualmente histérico de debajo del corpiño, tironeo duro cuándo las afiladas pequeñas garras se agarraron al material. Tan pronto como el gatito estuvo libre, giró en su agarre. Él respingó mientras arañaba su camino arriba de su brazo a la seguridad de su hombro. —Eran sólo gatitos, Jenna. —Ella se estremeció debajo de su mano. Él la jaló en su pecho y envolvió los brazos alrededor de ella. —Sólo dos pequeños molestos, más—problema—de—lo—que—valen, gatitos. Ella se acurrucó contra él como si quisiera ponerse debajo de su piel. Él envolvió los brazos más apretados, sujetándola más duro. —Sólo gatitos, Sunshine —repitió él. Ella dio una última sacudida violenta, y entonces soltó su aliento encerrado. —¿Gatitos? —Sólo gatitos. Ella se volvió floja. Él los condujo de regreso hasta que llego al lado del cubículo y la sentó en una paca de heno. Ella se resistió, sus manos suaves deslizándose sobre su estómago, doblándose alrededor de sus muslos mientras él extraía sus cerillos y encendía uno. Sus ojos eran enormes en su cara pálida mientras el fósforo daba una llamarada. Encendió la lámpara, sentándose al lado de ella mientras el resplandor se intensificaba, desabotonándose su abrigo y jalándola en el calor de su cuerpo. ¿Qué diablos la había hecho tan temerosa de las ratas? 93 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Ella estaba todavía temblando, diminutos temblores pequeños que él sabía estaba tratando de contener por la forma en que se tensaba sin embargo cada vez que ocurría. —Te tengo, Sunshine. Estás a salvo. —Él ahuecó su cabeza en su mano y la acunó cerca. Ella se recostó contra él, su aliento llegando cálido y húmedo contra su pecho a través de su camisa, los montículos de sus pechos llenos empujando contra su estómago, y su mano izquierda deteniéndose contra su erección, la cual se desperezó abajo de su muslo, desinteresada por el miedo vaciándose de su cuerpo. Sólo consciente de su olor femenino y la tentación exuberante a sólo el grueso de la tela de distancia. El maullido de gatitos en sus orejas. Uno se colgó en la curva de su cuello, y comenzó a asear su oreja. Él los sacaría a patadas si no supiera que sólo causarían un alboroto arrastrándose de nuevo arriba. —¿Son tuyos? —El susurro suave sonó al nivel de su pecho. Él estrujó al gatito fuera de su lóbulo. —Ciertamente piensan así. —¿Por qué? —Caí en el error de alimentarlos cuando su madre los abandonó. —El gatito regresó con una represalia, determinado a tener su comodidad. Hubo otro silencio. —Jack acostumbraba golpear violentamente sus cabezas sobre las rocas. Eso no le asombró. —Un sentimiento bastante folklórico por ahí. Él estrujó al gatito lejos otra vez. El gatito clavó sus garras y empujó de nuevo. Jenna no dijo nada, recostada contra él. El gatito se aprovechó de su distracción para asegurarse a su lóbulo. En dos segundos estuvo lamiendo felizmente, chupando su oreja, como un bebé con una teta de azúcar. Él sabía por experiencia que si él lo jalaba bruscamente lejos de él tendría que escuchar hasta diez minutos de maullidos de protesta. Era más fácil sólo esperar a que se durmiera. Jenna se movió contra él. Él miró hacia abajo para encontrarla mirando arriba con algo parecido al asombro en sus ojos. 94 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Tienes a un gatito chupando tu oreja. Él respingó. —Ella se dormirá pronto. —Se ve incómodo. —No es mi experiencia favorita. —¿Quieres que te lo quite? —¿Quieres oírla maullar por los siguientes diez minutos? —No. —Yo tampoco. Ella clavó los ojos en él por tanto tiempo que él no sabía qué hacer de eso. Entonces ella parpadeó y la más pequeña de las sonrisas tocó sus labios. —Eres un buen hombre, Clint McKinnely. —Soy un bastardo egoísta, y harías bien en recordarlo. Ella se deslizó fuera de la paca de heno, acomodándose entre sus muslos. La luz de la lámpara mostraba sus pechos desnudos en sombras doradas. Su polla se sacudió en sus pantalones. Ella tuvo que haber sentido el salto de carne dura debajo de su palma abierta. Esperaba que ella se alejara sobresaltada, nunca esperó que sonriera. O el toque delicado de sus manos en los botones de sus pantalones. —Jenna— —¿Qué? —Ella no se detuvo de desabrocharlo. —Hay una casa sólo algunas yardas de distancia. —Bueno. —Ella desabrochó el último botón. —Hay una gran cama vieja arriba con un colchón completamente nuevo asentado sobre ella. —Bueno —repitió tirando de la pretina de sus pantalones vaqueros. Él alzó sus caderas para que ella la pudiera bajar con cuidado. —¿Así que por qué estás desnudándome? 95 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Ella arrancó esas manos suavemente agresivas de su carne ansiosa y las dobló en su regazo. —Lo siento. No comprendí… A él le gustaba más ella con el brillo de confianza en sus ojos. Él agarró sus manos y las volvió a poner en sus pantalones. —No hay nada que comprender. —Él removió al gatito ahora dormido de su hombro y lo puso en la paca de heno—. Estaba sólo un poco sorprendido. Ella había estado demasiado adelantada, comprendió Jenna. ¿Cuántas veces la había abofeteado Jack por asumir el mando? Ella sólo estaba tan emocionada de que él hubiera alimentado y abrigado a dos gatitos pequeños que había querido hacer algo igualmente agradable para él. Clint soltó sus manos. Por un momento no supo qué cosa hacer. ¿Estaría ofendido si ella reanudara el tocarle? ¿Estaría disgustado si ella se detuviera ahora que había comenzado? Sus manos se deslizaron arriba sobre sus muslos, sobre sus caderas delgadas, y debajo de la tela azul gastada de sus pantalones. Él se movió. El material se abultó mientras sus manos trabajaban debajo. Poco a poco él reveló la longitud sólida de su polla. Cada vez que ella pensaba, debía haber un fin, otra pulgada oscura, palpitante parecía sobresalir hasta que por fin la cabeza ancha se recargó pesadamente contra su muslo espolvoreado de vello. Ella se quedó con la mirada fija. No lo pudo evitar. Ella nunca había visto que el órgano de un hombre fuera tan grande. Nunca, alguna vez soñó que un hombre pudiera ser constituido así. La polla que Jack tenía apenas libraba su bragueta. La de Clint no sólo libraba su bragueta, sino que alcanzaba el botón del cuerno del alce justo encima de su ombligo. Era oscura, ancha, y coloreada con el mismo rojo como el resto de su piel. Una parte de ella estaba horrorizada, pero otra parte suya, la parte vergonzosa que la había inducido al mal camino en su juventud, quería tocarlo para ver cómo se sentiría debajo de sus dedos. Por acariciar el poder que hervía debajo de su piel. Como si supiera lo que ella pensaba, y los demonios con quienes ella combatía, Clint sujetó su longitud impresionante en su mano —acariciándola, haciéndola crecer aun más. 96 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —¿Es eso lo que querías, Sunshine? —El misterio profundo se mezcló con la noche, afilando su voz, arrastrando las palabras con tentación—. ¿Tenías curiosidad por cómo me vería yo? ¿Cómo estaba construido? ¿Cómo podía saber tanto acerca de ella en un tiempo tan breve? Ella agachó la cabeza, preparándose para aguantar la condenación que siempre llegaba con la honradez. —Sí. —Entonces ven a satisfacer tu curiosidad. Había un largo camina arriba hasta su cara, pero ella necesitaba ver su expresión. Para comprender el motivo detrás de la invitación. Sus ojos encontraron los de ella. Su mirada era atenta, seria, y osadamente oscura con deseo. Él quería que ella lo tocara. Ella se relajó. —Ven a tomar lo que quieras, Sunshine. Déjame sentir esos labios suaves en mi polla. —Él inclinó su polla hacia ella con tres largas caricias de su mano grande. Sus muslos se flexionaron bajo sus manos mientras ella se inclinaba hacia adelante. Él era semejante hombre grande, tan fuerte. Y él era suyo. Ella haría bien el complacerlo. La tela áspera de sus pantalones vaqueros raspó los lados de sus pechos mientras tocaba con su lengua la suave punta caliente. —Sí, cariño. Eso es —gimió él, mientras presionaba su polla arriba dentro de su toque. Ella dejó a su lengua aplanarse contra él, midiendo el pulso de su hambre con su boca. Su mano ahuecó la parte de atrás de su cabeza, el peso solo jalándola adelante, encima de su polla. —Bésalo, Jenna —gimió en esa baja voz arrastrada que hizo todo en su deseo por obedecer—. Dame una probada de qué tan dulce será amarte. Ella lo hizo, relajándose. Él no era diferente a Jack en esto. Quería ser admirado. Alabado. —Eres tan grande... —Ella no tuvo que fingir admiración en su voz mientras llovió ligeros besos sobre la cabeza de hongo. —No demasiado grande. —Su pulgar acarició la esquina de su boca—. Ábrete para mí, Jenna. 97 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Ella separó sus labios sólo un poco, embromándolo con la promesa del calor interior, sabiendo que aumentaría su placer. Él gruñó y se inclinó, llevando hacia adelante sus caderas. Frotó su polla sobre sus labios, de esquina a esquina, tocándole sus dientes, pareciendo disfrutar de su suave lengua deslizarse sobre la punta sensitiva. —Ábrete, cariño. Ella lo hizo, pero él era demasiado grande para sólo deslizarse adentro. Estiró sus mandíbulas hasta donde pudo, trabajándole mas allá de sus dientes, sobresaltándose cuando accidentalmente le rascó, relajándose cuando él gimió en lugar de repartir golpes. Cuando él estuvo acomodado contra su lengua, ella miró a hurtadillas arriba desde debajo de sus pestañas. Sus hombros grandes se veían sólidos en el abrigo de lana, recostados contra el cubículo, su pelo negro meciéndose adelante, enmarcando su cara oscura, las sombras moldeando los afilados planos en el alivio extremo. Debajo de sus párpados bajos, sus ojos brillaban intensamente. Él la observaba haciéndolo pasar a su boca. Tocó sus labios con su dedo. —Ahora esa es una vista bonita. Esos labios bellos estirados alrededor de mi polla. Él iba a ser fácil de complacer. Ella sonrió como pudo y chupó ligeramente. Una mano se deslizó sobre su pelo y luego hasta sus hombros. —Pasa rápidamente arriba un poco. —Ella lo hizo, tomando más de su polla en el proceso, la cabeza ancha llenando su boca demasiado. Por un horrible momento, pensó que se ahogaría. Sus dedos en su mejilla aquietaron su pánico. —Cálmate, Sunshine. Respira a través de la nariz y relájate. Ella sabía eso. Sabía cómo hacer esto. Jack había pasado la mayor parte de su matrimonio enseñándole a hacer esto bien. Tomó una respiración lenta y forzó a su garganta a relajarse. Sería tan útil si pudiera recordar todo eso ahora. Si ella complaciera a Clint esta noche, tal vez su segundo matrimonio no tendría que ir de la forma del primero. Ella lo trabajó más profundo en cortos pequeños golpes rápidos. Él era mucho más grande que Jack, no podía estar segura de que estuviera complaciéndolo. Dándole suficiente estimulación. Su dedo debajo de su barbilla la hizo saltar. —Mírame. 98 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Ella lo hizo, temiendo lo que vería en su cara. Sorprendentemente, él no se veía alterado, sólo muy… absorto. —Mantén tus ojos en mí mientras me chupas. Quiero ver todo lo que sientes, todo lo que piensas mientras me vengo. Ella tuvo que confiar en sus cejas levantadas para comunicarla —¿Por qué? —Porque lo deseo. Y su tono dijo que era eso. Ella tembló, pero sostuvo su mirada fija. Los ojos de Clint se estrecharon, y él juró. —Demonios, lo siento. —Él se inclinó hacia adelante—. Me haces perder la cabeza. Ella no tenía idea acerca de lo qué él hablaba. —Sólo sostenme, cariño, mientras te acomodo. —¿Necesitaba ser acomodada? Su tallo se despertó y se estremeció en su boca mientras él se encogía fuera de su abrigo y entonces el peso pesado y cálido de él se acomodo sobre sus hombros desnudos. Ella fue inmediatamente envuelta en el aroma húmedo de pino, humo, y hombre. Él pareció rodearla, su polla en su boca. Su perfume en las ventanas de la nariz. Su mano en su pelo. —Qué pena sin embargo, cubrir esos pechos magníficos. ¿Él pensaba que sus bestias eran magníficas? Ella recorrió la mirada abajo, pero todo lo que podía ver era el tallo grueso de su pene y el borde ondulado del abrigo que él había colgado sobre sus hombros. Su dedo tocó su mejilla y ella inmediatamente trajo su mirada de regreso a la de él. Tocó el borde del abrigo y entonces acarició su pene gentilmente. Él era un hombre tan atento. Ella envolvió la mano alrededor de su vara, maravillándose de que sus dedos no se encontraran, maravillándose en cómo latía con vida. Tocarlo había implicado tanto miedo mientras tenía en mente a Jack. Él podía ser volátil cuando estaba excitado, aunque Clint estaba prodigiosamente excitado, ella no sentía ninguna violencia en él. Él tenía el mando. Disfrutando de su boca, pero no al borde. Le dio a ella el coraje para experimentar. Ella se ciñó el abrigo con una mano mientras con la otra bombeó en contrapunto al movimiento de sus labios. Retorciéndose ligeramente mientras se apartaba, remolineó su 99 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen lengua sobre la punta antes de chupar fuertemente. Conservando sus ojos en los de él como le había mandado. —Eso es Sunshine. —Sus parpados se resbalaron más abajo—. Haz eso otra vez. Ella lo hizo y fue recompensada por el sabor picante de su placer. Pero no necesitaba saborear para saber que lo complacía. Ella lo podía ver en su cara, la manera en que sus ojos se estrechaban, y sus labios retrocedieron de sus dientes. Sus manos grandes derivaron arriba de sus hombros hasta que ambas estuvieron en su pelo. Tres tirones breves y la masa gruesa cayó alrededor de sus hombros. Él pasó sus manos por las trenzas pesadas mientras se derramaban encima de su espalda y cara. —Hijo de puta, eres hermosa —gimió él mientras su polla pulsaba otra vez. Ella no lo era, pero por este momento en el tiempo si él pensaba así, ella estaba contenta. Su dedo tocó su mejilla y presionó, sintiéndose a sí mismo a través de su carne. —Más rápido ahora, Jenna. Ella lo complació, tomándolo más profundo, chupándolo más duro, al paso de la tensión ruda de su respiración, el pulso que ella podía sentir latir justo debajo del satín suave de la piel de su polla. Él era enorme, duro, tan hinchado con la necesidad de venirse que ella pensó, él debería desmoronarse, y todavía no le daba su semilla. Ella redobló sus esfuerzos. Su aliento silbó a través de sus dientes y su cabeza cayó adelante, su pelo dándole marco a su cara oscura mientras los ángulos se agudizaban con su tormento. Entonces sus ojos se abrieron y se trabaron con los de ella, quemándola con la intensidad de su pasión. Su mano se deslizó sobre la suya, trabajando sus dedos libres, reemplazándolos con los suyo. Sosteniendo a su polla para el descenso de su boca. —Abre el abrigo. Sólo por un minuto, Sunshine. Déjame ver esos pechos bellos tuyos. Ella lo hizo, pero no pudo evitar sonrojarse. Ésto era tanto más íntimo que cualquier cosa que alguna vez hubiera hecho con Jack. El aire enfrió sus pezones jalándolos apretados. La boca dura de Clint se ladeó en una sonrisa. —Pon tus manos debajo de ellos y levántalos, como si me los ofrecieras. Ella tenía que moverse hacia adelante para hacer eso. Echándose atrás lejos de su polla mientras ahuecaba la parte inferior de sus pechos, insegura de lo que él quería. Él arqueó sus caderas, rescatando el terreno perdido. 10 0 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Como una tímida pequeña esposa. —Él tocó su mejilla—. ¿Quieres que te diga qué hacer? Ella zurró a su polla con su lengua mientras asentía con la cabeza. —Quiero que finjas que esas son mis manos en tus pechos. Quiero que los acaricies y los mimes y te des placer. Oh cielos. Ella no tenía ni la más mínima idea de cómo hacer eso. Su mano grande ahuecó su barbilla, su pulgar presionando contra el bulto de su polla. —Shh, no entres en pánico. Podemos preparar el terreno para eso. —Su voz fue un gruñido rudo—. No voy a durar mucho más tiempo de cualquier manera. Tu boca es más dulce que la miel. El heno susurró mientras sus caderas se arqueaban, reflejando su necesidad. —Tómame tan profundo como puedas, Sunshine. Lento y profundo, y me encargaré de lo otro. Ella parpadeó mientras sus manos se cerraron sobre sus pechos. Estaban enormes y frías. Muy frías. Ella tembló y él se rió, un sonido ronco profundo de placer y dolor. A pesar de que ella misma estaba llevando un abrigo, él era el único sudando. Sus caderas se arquearon arriba, alimentándola con más de su polla. —Esa es la forma. Sólo permanece relajada y tómala, Jenna. Todo lo que puedas. Lento y profundo. Sus manos en sus pechos eran suaves sin ese perverso borde al que ella estaba acostumbrada, y su voz era tan suave mientras él preguntaba en vez de estrellarse contra su garganta. Ella hizo lo mejor que pudo, tragando mientras él codeaba la parte de atrás de su garganta, sintiendo la presión dolorosa mientras él empujaba dentro, parpadeando de regreso las lágrimas y empujando hacia adelante, queriendo complacerlo, esperando que esta vez su matrimonio pudiera ser más amistad que cólera. Ella gimió de alivio cuando él echó marcha atrás. Su alivio fue de breve duración. Sus dedos se deslizaron hasta sus pezones. Ella parpadeó, preparándose para el dolor retorcido que siempre llegaba cuando un hombre ponía sus manos allí. —Ah, cariño, tienes los pezones más bonitos. —Sus dedos acariciaron ligeramente, rítmicamente, los callos avanzando lentamente en su carne—. Son como guijarros 10 1 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen delicados, sedosos de carne debajo de mis manos. Y tu boca. Demonios, Jenna, tienes una boca increíble. Él pellizcó sus pezones ligeramente. ¿Una advertencia? Ella no estaba tomando ninguna posibilidad. Lo tomó hasta la parte de atrás de su garganta, suprimiendo el deseo de las nauseas, esforzándose en relajarse lo suficiente como para dejarlo entrar. —Hijo de puta, vas a hacerme venir demasiado pronto —dijo él mientras presionaba otra vez, su polla pulsando con la caricia de su garganta contrayéndose. ¿Demasiado pronto? Sus mandíbulas ya dolían. Ella comprobó su expresión para ver si él estaba serio. Él se rió profundo en su garganta. Un sonido perezoso. —Quiero una oportunidad para jugar con estos dulces pezones antes de venirme — explicó él. Ella empezó. Él rodeó la carne empedrada con guijarros con su pulgar—. Nada demasiado duro. Tú no estás lista para eso. Tal vez simplemente una pequeña caricia al principio. Justo la suficiente cantidad para hacerlos ponerse derecho y prestar atención. — Él se marchó, no tan lentamente como antes, y su movimiento no tan suave. ¿Era su calma una mentira? —¿Te gustaría eso, Sunshine? —Él le siguió preguntando con una nota apremiante—. ¿Te gustaría que le dé placer a tus pechos? A ella le gustaría cualquier cosa que no trajera ese horrible dolor. Ella asintió con la cabeza mientras chupaba la punta de su polla. Un chorro de simiente caliente inundó su boca. Sus manos dejaron sus pechos para ahuecar su cabeza. —Más tarde entonces. —Su voz fue una expresión ronca de sonido—. Más tarde, les daré placer hasta que grites, pero ahora mismo necesito tu boca. Ella se la dio, tomándolo tan profundamente como pudo, mojar su eje con saliva, usando la superficie resbaladiza para facilitar las caricias fuertes de su puño. Chuparlo duro, trabajarlo duro, tomarlo tan profundo dolía, y todavía no era suficiente. Sus manos en su cabeza la urgieron más cerca, la instaron a ir sólo esa pequeña pizca más allá. —Sólo un poco más, cariño. —Su polla presionó la parte de atrás de su garganta—. Un poco más y la tendrás toda. Vamos Jenna. Tómame. Tómame. 1 02 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Ella aspiró profundamente y lo hizo, gimiendo mientras él explotaba de pronto a través de su resistencia por fin y mientras sus músculos convulsionaban una protesta alrededor de su venida, inundando su garganta con su semilla caliente, aferrándola a él mientras gritaba y corcoveaba. Él la sujetó tanto que ella comenzó a entrar en pánico, necesitando aire, y todavía él se seguía. Ella cogió sus muñecas con sus manos. Con un “Jesús” rudo él la dejó ir. Ella quiso arrojarse al suelo y jadear por aire, pero tuvo mejor criterio. En lugar de eso echó mano de cada pizca de control que tenía, jalo aire a través de su nariz, y cuidadosamente agarró cada lavado sedoso de su simiente, no derramando una gota, tragándola mientras se nutría de los últimos restos de su placer, cimentando sus buenos deseos de la única manera en que ella sabía que funcionaban. Tomando una pequeña medida de orgullo en su habilidad de hacer eso. Finalmente, él la levantó a su pecho y envolvió los brazos grandes alrededor de ella. Los botones en su camisa se clavaron en sus pechos mientras besaba la curva de su hombro antes de que inclinara la boca sobre la de ella y la besó duro, su lengua acariciando sus labios mientras su mano masajeaba a su dolorida garganta. —Diablos, cariño. Nadie alguna vez me ha tomado así. Concediéndome eso. Él temblaba a su lado. En contra de su estómago, su polla se levantó dura, no disminuida. Ella tocó su pecho alzándose. Ella le había hecho esto a él. Con nada más que su boca había tomado su fuerza y le había dado gozo. Ella curvó sus dedos alrededor de su polla. —¿Te gustaría que lo haga nuevamente? —Su voz era ronca por la tensión y las palabras eran torpes mientras los cansados músculos de la mandíbula intentaron modular sílabas. Para su sorpresa, él negó con la cabeza. —Suena como que a esa boca tuya no le vendría mal un poco de descanso. —Él tocó la esquina de sus labios con su pulgar y la sostuvo arriba para su inspección. Brillaba con humedad. Muy lentamente, ella sacó su lengua y lamió su dedo por completo. Las ventanas de la nariz se ensancharon y sus párpados se crisparon—. Eres una pequeña cosa caliente, ¿verdad? 10 3 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Sonaba muy contento con esa conclusión. Él presionó su pulgar en contra de sus labios, frotándolo sobre el recubrimiento húmedo, su mirada oscura sosteniendo la suya mientras un extraño temblor de sensaciones relampagueó a través de su cuerpo. Sus ojos se estrecharon mientras él registraba el temblor. Su pulgar presionó un poco más duro. Ella cerró los labios alrededor y chupó, sosteniendo su mirada mientras hacía eso, observando el calor llamear nuevamente. —Mierda. Su polla llego completamente erecta. En un instante, él tuvo sus posiciones al revés. La paca espinosa de heno estaba debajo de ella, la pared detrás, y ante ella se levantó Clint, viéndose completamente pagano con su polla grande sobresaliendo afuera de la bragueta abierta de sus pantalones y su pelo largo suelto en torno a su cara exótica. Ella se movió de un tirón mientras él pareció caer adelante, esperando ser aplastada debajo de su peso, pero hubo sólo un par de golpes en rápida sucesión por encima de su cabeza, y entonces el constante empujón de su polla contra su boca. Ella miró hacia arriba. Sus labios anchos se separaron en una sonrisa malvadamente primitiva. —Una vez más para quitar el limite, y entonces será mi turno de hacerte gritar. 1 04 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Capítulo 7 Clint abrió la cesta que contenía su regalo de boda. El pastel estaba un poco maltrecho, pero unas cuantas abolladuras no lo ponían fuera de circulación. No con la manera en que Jenna podía tomar unos simples ingredientes y hacer que las papilas gustativas de un hombre pidieran misericordia. Por encima de su cabeza, escuchó pequeños crujidos que indicaron el avance de Jenna alrededor del dormitorio. Él la había dejado sola para cambiarse y prepararse para meterse en la cama mientras él traía su bocadillo. Su miembro palpitó en sus vaqueros, tan impaciente como si no se hubiera venido dos veces y con fuerza en la garganta apretada de Jenna que él había pensado que su cabeza explotaría. Él agarró el cuchillo de la mesa. Maldición, ella tenía una boca que podría hacer a un hombre clamar por misericordia. Y aquel cuerpo. Ese cuerpo... haría caer de rodillas a cualquier hombre… Colocó el cuchillo en medio del pastel y cortó una rebanada grande. Tenía tanta hambre de ella que se sintió como un mocoso que va detrás de su primer mujer. Él sólo quería enterrarse en todo ese fuego exuberante una y otra vez hasta que ella estuviera tan llena de su semilla que al ponerse en pie se derramara fuera. Quería marcarla permanentemente como suya entonces ningún otro hombre podría propasarse con ella. El que fuera su esposa no parecía ser suficiente. Con una demanda que nunca había conocido antes, su cuerpo quería marcarla físicamente, haciendo obvio más allá de cualquier sombra de duda, a quien ella pertenecía. Tanto así que perdió la cabeza y comenzó su luna de miel en el granero. Puso una segunda pieza de pastel en otro plato, enganchó un par de copas de vino en su dedo y agarró la botella. Con suerte, el chocolate y el vino impedirían a Jenna pensar demasiado en ese “menos que romántico” comienzo de su vida juntos. Para un hombre con una reputación entre las damas, no estaba caminando con el pie derecho hacia su esposa. Danny gimoteó desde donde yacía en el centro del piso de la gran cocina. Clint no tuvo que mirarlo para saber lo que quería. —Olvídalo, compañero. Este es mi obsequio. —Danny recostó su cabeza en él y dejó que los músculos de su cara se hundieran. Clint resopló. —Dejé de caer por esa mirada avergonzada hace aproximadamente un año. 10 5 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Pasó por encima del gran perro y Danny rodó, mostrando su estómago. Clint lo acarició con la punta de su bota antes de salir. Esta vez su resoplido fue de disgusto cuando las grandes quijadas del perro retrocedieron y se balanceó como un cachorro. —Sabes, solía haber un tiempo cuando inspirabas miedo en la gente. —Danny gimió feliz y meneó su cola. Clint sacudió su cabeza y abrió la puerta con su codo—. ¡Maldita vergüenza, te autodomesticaste! Él todavía sacudía su cabeza mientras subía las escaleras hacia el dormitorio. Sin duda alguna, iba a tener que conseguir otro perro para cuidar el lugar. La buena vida se había llevado rápidamente un perro absolutamente bueno. El revoltijo de patas detrás de él le dejó saber que Danny no le quitaba la vista al pastel de chocolate. Clint tocó ligeramente la puerta del dormitorio con la punta de su bota. Oyó un agudo —“Oh”— seguido de un sonido seco cuando algo golpeó el piso. Estuvo a punto de dar un puntapié a la puerta, pensando que Jenna se había caído, cuando oyó una serie de maldiciones. Una esquina de su boca se arqueó hacia arriba. ¿Quién hubiera creído que su pequeño dulce, diría “boo” a un fantasma? Jenna podía blasfemar como un vaquero. —¿Jenna? —¿Qué? —El tono descontento levantó el otro lado de su boca. —Abre la puerta. —Sólo un minuto. Algo le empujó el codo. Danny había serpenteado hasta él y miraba con expectación la puerta. —De ningún modo, compañero. Danny gimió y rasguñó el piso. La manija traqueteó. Danny se reanimó. Clint le empujó hacia atrás con su pie. Él no necesitaba que Jenna se conmoviera ante la mirada suplicante del perro y traer auditorio a su noche de boda. La puerta crujió y tuvo una vista perfecta del lado izquierdo de su cara. —¿Me dejaras entrar? —No estoy completamente lista. Tan nerviosa como se miraba, se imaginó que podría estar llegando hacia su nonagésimo cumpleaños y todavía estar de pie fuera de la puerta. 10 6 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Sunshine, si estas tratando de ponerte hermosa, nunca te he visto menos que preciosa. —¿Incluso esa noche? Él sabía de qué noche hablaba en aquel susurro. Nunca lo olvidaría o el pánico que había sentido al entrar corriendo en aquel infierno sabiendo que probablemente llegaría demasiado tarde. —Sí. Incluso esa noche. —El único ojo que podía ver parpadeó una vez, dos veces, pero la puerta no se abrió. Cambió de mano la botella de vino ayudándose con su rodilla. —¿Puedes decirme cuál el problema? Su boca se movió. Tuvo un vislumbre de blancura antes de que sus dientes se hundieran en su labio inferior. —Quiero apagar la lámpara. Él necesitó un segundo para recordar que la había enviado escaleras arriba con un comentario sobre que dejara la luz encendida entonces él podría verla reposar en aquella gran cama con aquella maravillosa melena de pelo esparcida a su alrededor. —¿Por qué? —Mara y Elizabeth me compraron un camisón de noche como regalo de bodas. Aquello sonaba prometedor. —No entiendo. —Es demasiado corto. Ahora había un hecho para reanimar al pene de un hombre. —¿Cómo de corto? —Su voz cansina era un poco más intensa que normal. Más de su labio inferior se deslizó fuera de su vista. —Bastante corto para mostrar cosas que es mejor dejarlas cubiertas. —De algún modo, no veo eso como un problema. —Lo harás. 10 7 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Aquel susurro atormentado incrementó su seco sentido del humor. Mantuvo su tono tan gentil como le fue posible, considerando que él estaba más acostumbrado a usar su voz para intimidar que para adular. —Jenna, abre la puerta. —¿Puedo apagar la luz primero? —No. —Él no comenzaría este matrimonio creando barreras entre ellos. Con un profundo suspiro, ella retrocedió, quedándose detrás del panel de madera cuando la abertura se ensanchó. Clint dio un paso a través de la abertura. Las copas de vino tintinearon mientras con el codo empujaba la puerta. Danny gimoteó y se arrastró a sus pies. Clint apoyo su hombro contra la puerta y la presionó cerrando, dejando a Danny afuera. Se dio vuelta, para ver a Jenna en todo su glorioso esplendor. Y ella era gloriosa. Aquella melena de pelo gruesa, ondulada y larga cayó por delante de sus hombros, enmarcando su cara suavemente redondeada y proporcionando el telón de fondo perfecto al atractivo fulgor rosa de su piel dejada tan tentadoramente expuesta por el corpiño que apenas se aferraba a sus hombros. No podía quitar sus ojos de aquellos hombros y esa tela blanca transparente adornándolos. Sólo un empujón con su dedo y se deslizaría hacia abajo de aquellos suaves brazos y dejaría flotando aquellos pechos increíbles. Él tendría que impulsarlo de nuevo si se quedara colgado en aquellas puntas rellenas, pero entonces flotaría hacia abajo a la amplia llamarada de sus caderas, agarrándola otra vez antes de que se deslizara bajando por sus muslos. Su mirada se mantuvo fija en sus muslos, los cuales ella hacía todo lo posible por esconder detrás de los pliegues del dobladillo lleno de volantes del camisón. Sus muslos llenos de cicatrices. —Ellas deben haber sacado la bata de mi valija. Si hubiera podido desaparecer a través de la puerta, él no tenía dudas de que lo habría hecho. El rubor en sus mejillas clamaba por el roce de sus dedos. La agonía de la inseguridad en sus ojos azules lo ofendió. No tenía nada de que sentirse avergonzada. Como sus manos estaban llenas, él se inclinó. Ella esquivó a su cabeza. El beso aterrizó en alguna parte de su pelo. El perfume apenas perceptible de rosas embriagó sus fosas nasales. 10 8 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Ah, Sunshine, ¿pensaste que me impactarías en el departamento de cicatrices? Ella no pudo enfrentar su mirada penetrante, sólo se aferró a aquella manija como si fuera su salvavidas. —Es diferente para un hombre. —Te garantizo que coleccionarlas hace el mismo daño. Ella levantó la mirada como sorprendida de que él pudiera comprender el dolor. Maldita fuera si él pudiera descifrarla. —Eres hermosa, Jenna. Él puso el vino y el pastel en el tocador. Detrás de la puerta Danny gimió. Jenna alcanzó la perilla. —No te atrevas. —Ella dio un salto. Él suavizó su tono—. Nunca lo sacaremos de aquí si entra. —Que daño... Él hizo pliegues en la larga caída de su pelo detrás de su hombro. —No me interesa tener auditorio esta noche. —El rubor se elevó de su pecho e inundó sus mejillas cuando ella comprendió su significado. —¿Pero seguramente después del granero? —Ella lucía tan condenadamente adorable, tan inocente, aunque supiera que no lo era. —Debo confesar que eso me encendió. —Por imposible que pareciera, el rubor se hizo más profundo. —Pero Jack… Él no quería oír sobre su primer marido. Sobre todo no durante su noche de boda. Deslizó su mano alrededor de su nuca. —Hazme un favor, no le menciones. —Ella se estremeció al sentir la cólera en su tono. Él se tragó un “jamás” y añadió en un tono más suave—. Al menos no esta noche. —Lo siento. Un poco de la confianza en sí misma que había mostrado desde lo del granero, desapareció como si nunca hubiera existido. Pareció que se reconcentró en ella misma, 10 9 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen encorvando sus hombros, y tanto como el movimiento lo permitió tuvo una vista clara de sus pechos y acentuó el rico valle entre ellos, odió la mansedumbre que desplegó alrededor de ella como un escudo. —No lo sientas, sólo no lo menciones. —No lo haré. Él suspiró. Otro tanto para su legendaria delicadeza. La separó de la puerta. Ella dio tumbos contra él y lo agarró por su antebrazo. Sus palmas estaban húmedas. Estaba nerviosa. Le rodeo la cintura con su brazo y la tomó en peso contra su pecho. —Te siento tan bien en mis brazos. —¿Ah si? —Sí. —Oh. —Y soy un asno. —¿Lo eres? —Sí. —¿Por qué? —Porque estuviste casada y no tengo ningún derecho de resentirlo. Ella tomó un poco de aliento y se estremeció. —Sólo estoy tratando de hacer lo que tú quieres. Tomó un puñado de su pelo y tiro su cabeza hacia atrás. —Que tal si te relajas y me dejas ponerte al tanto de mis preferencias —ella parpadeó, pero no discutió. Él no podía leer lo que continuaba detrás de sus ojos. Maldición, su padre y su primer marido le habían aplastado la vida. —Esa fue una disculpa, Sunshine. —Ah. Sus pechos se apretaban en su estómago. Su aliento le quemó a través de la camisa. ¿Cómo pudo ella alguna vez dudar que lo complacía? dio un paso atrás y se separó de ella, extrañando inmediatamente sus suaves pechos y su ardiente aliento. 11 0 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Ven aquí. No le dio más opción que seguirlo. Con su mano en la nuca, ella fue obligada a seguirlo, como una sombra cautelosa. Cuando él llegó a la cama, los ojos de Jenna se ensancharon. El pulso en su garganta se aceleró. Él apostaba su dinero que eran nervios y no deseo lo que le aceleraba el corazón. La giró y le dio un leve empujón. Ella se sentó en la cama. Él notó que no dobló su rodilla derecha. —¿Te esta molestando la pierna? —Puso su mano sobre el muslo, pero no encontro ninguna tensión. —No. El deseo reemplazó la preocupación. La tenía en su casa, en su cama, y su muslo bajo su mano. Había sólo una cosa que podría hacer de esa noche algo mejor. —¿Quieres pastel? —¿Pastel? —Sí. —Aquel decadentemente delicioso pastel de chocolate que su esposa le había horneado. Como un presente. Para su marido. Se puso los pendientes que él había comprado para avergonzarla. —Uhm…no. —¿Te importa si como un poco? —Él lo quería todo, su esposa y su regalo. —¿Ahora? —Sí. —Hazlo. Si no estaba equivocado, había alivio en su voz. Por qué tendría que ser tímida ahora que no estaban en el granero, eludiéndolo, pero claramente lo estaba haciendo. Él rozó sus dedos sobre los remanentes de calor en su mejilla. —Sonríe para mí, Sunshine. Ella lo hizo, una tentativa contracción de los labios, pero lo suficiente para hacer relampaguear aquellos hoyuelos. Él movió su dedo hacia uno de ellos. Mientras tanto ella no le quitaba los ojos de encima. 11 1 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Jenna tenía los ojos más grandes, la más suave de las pieles y la personalidad más vulnerable. Tendría que tener cuidado de dominar sus maneras alrededor de ella. Había sido herida y necesitaba protección. Él podía dársela. No sería capaz de dejarla sola. Era una fantasía andante con todas aquellas curvas tan femeninas y él no era del tipo que daba rienda suelta a sus bajas pasiones. Pero él podía darle un minuto para calmarse y algo para relajarla de lo que fuera que le estuviera provocando un ataque de nervios. Sólo se necesitó un minuto para verter el vino en las copas y tomar su plato. Ella todavía estaba sentaba donde él la había dejado, una tentadora mujer envuelta en una espuma blanca, contemplándolo con amplios ojos aprensivos. Sin embargo, había levantado el edredón tan alto como había podido para cubrirse en lo posible sin realmente tener que acostarse. —¿Es licor? —¡No! Sólo un poco de vino. —Esperó que ella no fuera uno de aquellos abstemios. —¡Puf! —Arrugó la nariz. —¿No te gusta el vino? —Mi padre lo hacía cada año con las manzanas que sobraban. —Ella observó la costosa botella en el tocador como si fuera veneno. —Pienso que podrías encontrar esto más placentero. —Clint había tenido un poco de aquel tipo de vino para él mismo. Él le tendió el vaso. Ella lo tomó. Él se sentó a su lado, su cadera atrapando la de ella cuando el colchón se hundió deslizándola hacia él. Esa cercanía, su vista hacia su corpiño no tenía impedimento. Le dio una mordida a su pastel, y ella tomó un sorbo de vino. —Esto está bien. —Ella no pudo haber sonado más sorprendida. —¿Pensaste que economizaría en mi noche de bodas? Ella esquivó su penetrante mirada. —No pensé… Con un dedo inclinó el vaso de regreso hasta la boca de Jenna antes de lamer una mancha de glaseado de su pulgar. 112 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —No criticaba. —Ah. Ella tomó otro sorbo, esforzándose por parecer tranquila, pero podría decir que por el rubor en sus mejillas, y las miradas nerviosas que le dirigía, estaba aturdida. Tomó otro trozo del pastel, disfrutando aquel gusto mientras saboreaba la realidad de su esposa. Ella era una pequeña cosa de apariencia modesta. Tan dulcemente tímida. Tan completamente pasiva, y aún sorprendentemente valiente cuando tenía que serlo. Jenna cambió de posición ante su mirada fija y tomó un sorbo más grande. Siguió contemplándola, sabiendo que esto la ponía nerviosa, deliberadamente manteniéndola fuera de equilibrio, entonces ella tendría que beber a sorbos el vino para disimular sus nervios. Él miró su bebida, tranquilamente comiendo su pastel, saboreando el gusto del chocolate cremoso mientras observaba como el alcohol hacía su efecto. Se había imaginado que no se necesitaría mucho para relajarla, y tenía razón. Para cuando el vaso estuvo vacío ella se inclinaba inconscientemente contra él, contemplando la pared. —¿Jenna? —¿Qué? Él pasó su dedo alrededor de lo último del glaseado en su plato. —¿Aún no estás lista para tu trozo de pastel? —No. —Ella sostuvo la copa con ambas manos y mordió su labio. —Entonces pienso que lo tomaré. Ella le dio su copa vacía cuando él se puso de pie. Miró hacia abajo, en espera que le pidiera lo que quería. Ella no lo hizo, aunque miró de reojo la botella. —¿Quieres otra copa de vino? —preguntó él. Asintió con timidez. —Por favor. Él tomó la copa. Sus dedos rozaron apenas los suyos. —Sabes que puedes tener lo que quieras, Jenna. No tienes que preguntarme. —Gracias. 11 3 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Su conformidad no lo engañó. Ella estaba a una gran distancia de pedirle algo. Llenó la copa a la mitad y lo trajo de vuelta con su pastel. Jenna se escabulló cuando él se sentó. Clint le dio la copa. Ella fue cuidadosa, sus dedos no lo tocaron aun cuando cayera contra él cuando el colchón se hundió. Tomó un sorbo y sonrió tímidamente. —Esto es decadente. —¿El vino? —Comer en la cama. Ella se había tragado su pene hasta su garganta en el granero, pero... ¿pensaba que comer en la cama era decadente? Añadió esto a su lista de contradicciones. —Supongo que lo es. Ella sonrió, revelando aquellos hoyuelos que lo intrigaban. —Pero es nuestra noche de bodas. —El tiempo perfecto para ser decadente —estuvo de acuerdo Clint. Puso su inconcluso pastel sobre el piso y colocó su brazo detrás de ella en la cama. Cayó sobre él sin un murmullo de protesta. Inclinó la copa sobre sus labios. Ella amablemente tomó un sorbo. Él suavemente lo quitó de sus manos. Su —“No he terminado”—lo siguió cuando la colocó en el suelo. Él se enderezó y luego siguió inclinándose hacia atrás, tomándola con él hasta que aterrizaron en el suave colchón, su hombro sirviéndole de colchón a su cabeza. —Te quiero relajada, pequeña, no inconsciente. —¿Tratabas de emborracharme? —Relajarte —reiteró él, poniéndose de lado. El edredón se deslizó de Jenna mientras él metía su codo. Cuando miró hacia abajo, Jenna lo contemplaba, con dos débiles líneas entre sus cejas. —¿Por qué me llamas “pequeña”? Él alisó un rizo fuera de su mejilla y la giró un poco más en sus brazos. —Porque lo eres. Eres suave, pequeña, y muy atractiva. 114 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Soy gorda. —Dijo como si confesara un pecado. Él deslizó su muslo sobre el suyo, asegurándose que su rodilla tomara la mayor parte del peso del lado contrario. Las sábanas crujieron cuando se apoyó sobre ella. —Comparada conmigo, Sunshine, sólo un poquito. En cuanto a ser… gorda... Deslizó sus dedos desde su mejilla, hacia abajo sobre la suave totalidad de su garganta, hasta que llegó al suntuoso y elegante hombro. La curva llenó su palma perfectamente. —Nena, estas deliciosamente redondeada, haces que me duelan las muelas por la necesidad de comenzar a mordisquearte. Quiero comenzar en las puntas de los dedos de tus pies y gradual y completamente, saborear el camino de regreso hacia arriba. Miró hacia abajo, a sí misma antes de volverse a él frunciendo el ceño. —¿Estás seguro que no necesitas espejuelos? El estallido de risa lo tomó por sorpresa. —Estoy muy seguro. —Con un ligero movimiento de su pulgar, le giró la cara hacia él—. Sólo mirarte me hace sentir cachondo —susurró él, inclinándose hacia abajo. —¿En verdad? —En verdad. —La última sílaba sangró en su boca, yendo a la deriva en su aliento. Ella reposaba pasiva debajo de él—. Bésame, Jenna. Obedientemente apretó los labios bajo los suyos. Si no supiera que había estado casada, habría jurado que ella no sabía besar. Él cosquilleó sus labios con su lengua, trabajando más allá de sus inhibiciones, acariciando su regordeta plenitud con la punta, cosquilleando en las esquinas hasta que jadeara y luego repitiendo el procedimiento en el otro lado por el simple hecho que le gustó el modo en que ella se elevó contra él. Suavemente alivianó su lengua en el envolvente calor de su boca. Al principio ella se congeló, contemplándolo con aquellos grandes ojos azules, no comprendía, pero justo cuando él movió su lengua en la suya, pudo ver su cerebro trabajando. Entonces su lengua acariciaba la suya, sus manos tentativamente subiendo hasta apretar sus hombros. Él realmente disfrutaba de una mujer inteligente. Ajustó el ángulo del beso, dándoles a ambos un mejor acceso. Él tiró de sus caderas apretándola un poco más hacia él, gimiendo en su boca cuando su muslo amortiguó la 11 5 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen longitud dolorosa de su miembro. Maldición, él quería revolcarse en ella, su blandura, su suavidad, su dulce naturaleza para dar —quería meterla dentro de él y usarla para llenar el vacío donde sus emociones solían estar. Él besó sus labios, frotando su nariz contra la suya. —Ah Sunshine, me haces sentir hambriento. —¿Lo hago? —¿No puedes sentir cuánto? —Él realmente iba a tener que influir en su confianza. El “Sí” que emitió fue susurrado. Sin duda era tímida, porque él mantuvo los ojos abiertos y los labios en los suyos, demasiado cerca para que una mentira le pasara desapercibida. —No sonó demasiado convincente. —El colchón crujió cuando él se sentó a horcajadas sobre ella. Sosteniendo su peso en sus antebrazos, entalló su pene en la V entre sus muslos, todavía manteniendo sus labios contra los suyos, capturando su jadeo ahogado cuando ella comprendió su intención. —Allí lo tienes, ahora puedes decir cuan hambriento me haces sentir Ella asintió con la cabeza. —¿Que tan hambriento? —Mucho. —Él rió ante la persistente interrogación. —Puedo ver que eres una mujer dura de convencer. —La besó profundamente mientras metia la mano entre ellos y desabrochaba sus vaqueros. —Empuja un poco mis pantalones hacia abajo. Lo miró con el ceño fruncido y luego obedeció. Necesitó unas cuantas pulgadas antes de que pudiera trabajar la difícil longitud de su pene libre. Atrapó su mano antes de que ella pudiera retirarla y la trajo hacia él. Su aliento silbó a través de sus dientes cuando sus dedos rodearon su eje, no encontrándose, pero apretándolo eróticamente cuando ella trató de abarcarlo todo. —¡Dios! ¡Podría venirme solo! Su “¿es lo que quieres?” le acarició a lo largo de su pene con la atractiva posibilidad. El Señor sabía que él estaría capacitado para irse otra vez después, pero había tenido ya su 11 6 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen placer dos veces haciéndola esperar el suyo. Él era un bastardo egoísta, pero no tanto. Sacudió su cabeza, curvó sus dedos alrededor de los suyos y se bombeó a través de su puño, una vez, dos veces sólo lo suficiente para poner su semilla en la punta de su pene y confusión a su penetrante mirada. La besó otra vez. —Lo siento, Sunshine, me haces perder la cabeza. —No me opongo. —Yo si. —Sacó la mano de Jenna de en medio, y presionó un beso en el centro de su palma antes de regresarla a su hombro. Su pene se movió ligeramente en su muslo, oscilando de arriba abajo y esforzándose por acercarse más, de la forma en que él quería acercarse. Se apartó, no sólo porque no sería capaz de alcanzar sus pechos, si no porque estaba tan cerca de perder el control que no confiaba en él mismo. Ella simplemente era sólo la mujer más ardiente que había conocido alguna vez. Y tan inocentemente inconsciente de su atractivo. Ella lo volvía loco con los deseos conflictivos de tomarla a lo salvaje, o arrastrarla al aislamiento y proteger aquella aura de inocencia. Incluso de él. Sus pechos temblaron mientras su próximo aliento fue capturado en su garganta. Él miró el zangoloteo descolorarse hasta convertirse en un suave resplandor de movimiento que se mezcló con su respiración. Su sangre palpitaba por sus venas. Él tocó la gasa del corpiño que estaba colocada justo encima de su pezón. Aquel pezón suave, rosado pidiendo ser despertado. Tal vez él se conformaría sólo con un compromiso entre sus deseos conflictivos —poniéndola en un pedestal durante el día y revolcándose en su sensualidad innata por la noche. —¿Jenna? —¿Qué? —Vas a tener que confiar en mí. Eres una mujer condenadamente hermosa. Le sacó el corpiño. El labio de Jenna se deslizó entre sus dientes. Sus dedos se apretaron en sus hombros con sus uñas cortas punzándolo. Se obligó a respirar regularmente, no queriendo ponerla más nerviosa. Estaba a una pulgada de tener aquel pecho atractivo en su boca cuando ella susurró su nombre. Era su turno de preguntar. 11 7 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —¿Qué? —No estoy lista. ¿Pensó que iba a saltar sobre ella? —Lo sé, Sunshine, pero llegaremos allí. Él rozó sus labios a través de su pezón. Su grito ahogado flotó en el aire sobre su cabeza. Sus palmas se apretaron a sus hombros. Él cambió de posición. El pelo de Clint cayó hacia adelante, deslizándose sobre las mejillas de Jenna, dejando su cara en la sombra, obscureciendo su expresión. Él bajó su boca hacia la suya. Sus labios se separaron inmediatamente respondiendo. Su lengua encontró la suya. Ella estaba suave e impaciente y de todos modos lo empujó por los hombros. —¿Qué pasa? —Tengo que prepararme. Obviamente, ella no hablaba de más besos. —¿Qué más necesitas? —Mi crema. Por favor déjame traer mi crema. —Lo empujó más fuerte. Él se inclinó hacia atrás. Aquel “lo siento” fue dicho sin aliento cuando salió debajo de él. —La dejé caer cuando llamaste a la puerta. Pienso que rodó bajo la cama. Mientras hablaba Jenna se movía, el camisón ondeándole alrededor cuando cayó de rodillas. Él se sentó. Su cabeza desapareció bajo la cama. —¿Jenna? —Lo siento. Está tan oscuro que no puedo encontrarla. Él se recostó sobre su codo y admiró su trasero cuando este se meneó de acá para allá. Si él estaba leyendo correctamente las señales, ellos estarían mucho más familiarizados en sólo unos minutos. —No hay prisa. —El estruendo ligero del cristal a través de la madera desigual le alertó al hecho que ella había encontrado el tarro. 11 8 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Ella salió de debajo de la cama. Él acarició su trasero, apretando la nalga izquierda, tomándola en su palma, dándole de palmadas a aquella mejilla inferior ligeramente llena cuando ella apareció, apretando el tarro contra su pecho. Su mirada fija cayó sobre su tirante y estirado pene y luego de vuelta a su cara. Su mano libre frotó el golpe repentino que se dio al ponerse de pie, preparada como para huir. No era difícil leer su mente. Ella estaba preocupada de no poder tomarlo. Él sostuvo su mano. No sólo lo tomaría, se aseguraría condenadamente de que lo disfrutara. —Dame el tarro, Jenna. Ella mordió su labio y realmente dio un paso atrás. La agarró antes de que pudiera dar otro, tirándola en su regazo, cambiando su peso, entonces su trasero amortiguó su pene. Ella se meneó. La sensación se disparó hacia afuera reverberando contra su voluntad. Tomó su muslo en su mano, extendiendo sus dedos para el máximo contacto. Él tomó el tarro de sus manos. Con seguridad ella era una pequeña cosa aventurera. Le levantó la cara con un dedo. —Bésame, Sunshine. Ella lo hizo, usando sus labios y lengua sin vacilar, haciéndole preguntarse como pudo haber pensado alguna vez en su inexperiencia. La giró de modo que quedara con la espalda sobre la cama. Su pelo la rodeó en una nube de oro, acentuando el azul brillante de sus ojos sobre sus mejillas encendidas. Tomó su cabeza entre sus manos, liberándola hacia abajo, riéndose de la sorpresa en su cara. Él sostuvo el tarro. —¿Estás segura que esto es lo que quieres para nuestra primera vez? Ella asintió con la cabeza. —Lo prefiero. No hubo duda en ello. La lujuria que él había estado sosteniendo bajo una tapa hermética explotó libremente. Tenía toda la noche para tener el resto de ella, pero ahora tenía una invitación abierta a su campo de juego favorito. —Date la vuelta sobre tu estómago. —Su voz era ronca por el deseo que lo desgarraba. Ella lo miró con el ceño fruncido, pero se dio la vuelta, despacio, tan despacio que debía saber lo que estaba haciendo con él. Tenía que ser deliberadamente. De nuevo para su descaro le dio una palmada en el trasero, un suave manotón que la hizo caer en 11 9 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen posición. Su trasero era magnífico, lleno y amplio, maravillosamente blanco. El casi imperceptible color rosa de la huella de su mano quedó en la nalga izquierda. Colocó su mano en la marca, una marca de carne oscura contra su piel pálida. Él engarzó sus dedos en toda la plenitud, haciendo cuatro surcos en aquella piel suave. Aflojó la presión. La piel saltó atrás, resistente. Como ella. Se puso de pie. La cama era alta, construida con sus especificaciones. Hecha entonces para poder disfrutar de una mujer con comodidad estando de pie. Deslizó su mano bajo la cintura de Jenna. Con un tirón él la atrajo al borde de la cama de modo que sus piernas quedaran fuera de esta. Ella estaba lo suficientemente en alto que los dedos de sus pies rozaban el suelo. Estaría indefensa cuando él la tomara. Incapaz de hacer nada más que aceptar el placer que sonsacaría de su cuerpo. Maldición, le gustó el pensar en eso. Jenna apoyó el torso en sus codos, y le disparó una de aquellas miradas sobre su hombro. —No creo que esta sea la mejor manera. —Lo es. Él hizo estallar la cinta metálica que sostenía la tapa en su lugar y abrió el tarro. Tenía un ligero aroma a miel. Recogió un poco y lo frotó entre sus dedos. Parecía ser simplemente un lubricante perfumado y nada más. Él tenía algunas cremas dentro de sus suministros que a ella le podrían gustar más. Cremas que añadirían más placer. Frotó la base de su espina con las puntas de los dedos. —Nena, ¿te gustaría probar una de mis cremas esta vez? —No. —Brincó contra su mano—. La mía funciona bien. La tensión en sus músculos se extendió externamente. —Shh, era sólo una idea. —Besó su nalga derecha, luego la izquierda, y luego el rosetón diminuto entre ellas. Su chillido fue un jadeo que surgió de lo profundo. No había ninguna duda de su impacto. ¡Maldición! Le habría gustado demorarse allí, pero estaba demasiado nerviosa. Su marido debió haber sido un ignorante hijo de puta. 12 0 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Se enderezó y se acercó a la cama. Su pene rozó su nalga derecha, presionando el oleaje exuberante, deslizándose externamente, su semilla dejando una señal brillante. Con su mano en medio de su espalda, él la sostuvo mientras bañaba el otro lado. —Tienes un trasero hermoso, Jenna. —Gracias. —Menéalo para mí. —¿Qué? —Hazlo bailar para mí. —No entiendo. —Sí, entiendes. Úsalo para hacerme arder. Tiéntame, Jenna. Hizo algunos contoneos tentativos. Él apoyó su pene en lo alto de su abertura, dejando que las vibraciones lo arrastraran llegando más allá de su control, bañándola en su entusiasmo. No pudo evitar el gemido que se arrastró desde su garganta cuando ella apretó sus nalgas, agarrando su pene en un beso íntimo. —Haz eso otra vez, bebé. Besa mi pene con tu trasero otra vez. Lo hizo. Él arremetió contra ella, su pene deslizándose entre sus nalgas, patinando sólo encima del pequeño rosetón rosado. Arrojó la tapa del tarro en la cama y cubrió sus dedos. —Quédate quieta ahora, Jenna. Sólo un poquito, y luego te daré el placer que has pedido por el tiempo que quieras. Con la fuerza que tú quieras. Se mantuvo inmóvil, dócil, pero un poco tensa bajo su mano. Podía entender eso. Cuando una mujer se daba a un hombre de esta manera, ella ponía mucho en línea. Frotó la base de su espina dulcemente con su mano libre. Comenzó en lo alto de su pliegue, sólo con un ligero toque. Más como un pastoreo que como algo fulminante. No había ido más de una pulgada hacia su destino cuando la carne de gallina apareció. Su pene palpitó contra su muslo. Ah, ellos iban a tener tanta diversión. —Aquí viene, nena. Simplemente quédate quieta. Todo lo que tienes que hacer es estarte quieta mientras trabajo con esta crema agradable y profundamente. Te tendré lista, entonces jugaremos, y luego te haré mía. 12 1 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Él alcanzó su ano. Ella se estremeció por dentro y por fuera. Maldición, ella era sensible. Ella se heló, excepto su trasero, que se apretó en un pequeño beso íntimo contra la punta de su dedo. Él la besó de nuevo, presionando su dedo en esa parte. Sus músculos se apretaron, resistiendo. —Relájate, Jenna. Sólo relájate y empuja atrás para mí, nena. —Ella se meneó bajo sus manos. Él presionó más fuerte. Logró introducirse un poco. Su chillido casi le sacó sus tímpanos. —¿Qué haces? 12 2 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Capítulo 8 La dejó alejarse. Su dedo dejó su increíble refugio con un apesadumbrado chasquido. La agarró antes de que ella pudiera dejar la cama, arrastrándose a su lado. Dejándose caer sobre su espalda, tiró de ella contra él, curvando su brazo de modo que cayera en su pecho, su mejilla apoyándose naturalmente en la curva de su hombro. La cerró allí con su brazo alrededor de su cintura. Contra sus costillas, podía sentir su corazón retumbando. Su fuerte latido hizo eco con el suyo, pero él comenzaba a entender, no por los mismos motivos. Pasó su mano entre sus muslos, por los rizos elásticos, entonces entre sus piernas. Ella tembló, pero no se resistió. Como sospechó, estaba seca, sus pliegues suaves metidos fuertemente contra su cuerpo. Dudaba que la hubiera excitado en algún momento esa tarde, lo cuál trajo a colación algunas preguntas bastante serias. Aspiró aire para tranquilizarse, ordenó a su miembro calmarse, y dijo en el tono más normal que pudo encontrar. —Sunshine, tenemos que hablar. Ella se apretó más a él, su rodilla cavando en su muslo. —No haré esto. ¡No lo haré! Las palabras silbaron contra su hombro. Clint se apoyó en su antebrazo para ver mejor su cara. Ella levantó su brazo, obviamente esperando ser golpeada. Un sentimiento frío, enfermo, se instaló en su estómago. Caramba, si él tuviera la intención de golpearla, no habría dejado ni rastro de ella. Él le bajó el brazo. Jenna lo fulminó con la mirada, con la expresión tensa llena de miedo y desafío, cada músculo firme. —¡Ah maldición, Jenna! ¿Qué demonios hicieron contigo? El pánico llameó en sus ojos. —Nada. Nadie me ha hecho nada. Dudó seriamente de aquello, pero no iba a desperdiciar su noche de bodas discutiendo el punto. —¿Para qué usabas la crema, Jenna? 12 3 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Su mirada rehuyó la suya. —¡No para esto! —Entiendo. ¿Entonces para que la usabas? Hubo una larga pausa, y luego dijo en un susurro muy inestable. —Así no dolerá tanto. —¿Piensa que yo me forzaría dentro ti? —No puedes forzarme. Él miró la extensión de su brazo mientras se estiraba a través de su torso. Podría obligarla a hacer cualquier maldita cosa que él quisiera sin siquiera sacar una gota de sudor. —¿Por qué? —Soy tu esposa. Es mi deber satisfacer tus necesidades. —Ah. —Salvo eso. No lo hago. —Ya lo dijiste. —Lo digo en serio. —Sé que lo es, pero eso todavía no explica por qué piensas que yo podría dañarte. Parte de la tensión se alejó del cuerpo de ella cuando lo miró con el ceño fruncido. —Eso siempre duele. Él tocó el pliegue entre las cejas de Jenna. —¿Te dolió en el granero? Asintió con la cabeza, estudiando su expresión atentamente, sin duda esperando el momento cuando él perdiera la paciencia y se encendiera contra ella. —¿Entonces porque lo hiciste? —Tú lo necesitabas y fuiste tan agradable con los gatitos, pensé que podría hacerte feliz. —Pero te hizo daño. 12 4 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —¡Lo disfrutaste! —El resentimiento comenzó a sustituir su cautela. Había un desafío en la declaración. Como si esperara que lo negara. Él pasó el dedo por el corto puente de su nariz, y luego lo deslizó de lado asi pudo tocar su mejilla. —Sí, lo hice. Le levantó la barbilla y esperó hasta que encontrara su mirada. —No se supone que duela, Sunshine. Ella no contestó, sólo miró fijamente a la izquierda de su oído y no hizo caso de él. Había una pose obstinada en su mandíbula que le comunicó más claramente lo que sabía y que no creería en ninguna declaración que la contradijera. Él dejó su seguridad hundirse a través de su orgullo, la dejó bajar y entretejer a través de su confianza hasta que la desagradable verdad fuera alcanzada. Independientemente de sus motivaciones en el granero para hacer lo que ella había hecho, no había nacido del deseo. ¡Maldición! Había estado tan seguro que podía manejar a Jenna, que al final no había manejado una sola cosa. Había confundido la complacencia por ansiedad y desesperación por placer. Tenía mucho por compensar. Con la punta de dos dedos, giró su cara hacia él. —Mírame, Jenna. Lo hizo, con el desafío borrado de su cara. En su lugar una limpia expectativa. Como si sólo esperara su orden, como si su felicidad estuviera centrada en complacerlo. Era una técnica infernal de supervivencia. Una en la que él no caería otra vez, tampoco. —Si algo de lo que hago alguna vez te lastima, debes pararme inmediatamente. No mentir, no soportarlo. Me detienes. El parpadeo en su mirada era de incredulidad, pero ella asintió con la cabeza. —Estoy hablando en serio, Jenna. —¿Cómo? —¿Cómo me detendrás? —Sí. 12 5 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Todo lo que tienes que hacer es decírmelo, Sunshine. Sólo dímelo, y me pararé. Que no creyera una palabra de lo que le dijo estaba claro en lo tenso y sutil de su expresión. Sin embargo, su acuerdo fue inmediato. —Bien. —Esto es una orden, Jenna. —Él tenía un largo camino que recorrer con ella. —Lo sé. —Ella no movió una pestaña cuando estuvo de acuerdo con aquella voz ronca, tranquila. —Bien. Él pasó su mano a través de su garganta, maravillándose que ella le hubiera llevado hasta allí, preguntándose lo que aquel bastardo miserable con quien había estado casada le había hecho para lograr que fingiera tan bien. El silencio se prolongó. —¿Dormiremos ahora? —preguntó ella, rompiéndolo. No había nada en su tono que indicara alguna preferencia. —¿Estás cansada? —¿Y tú? ¡Maldición, no! Era su noche de boda y estaba tan lujurioso como un macho cabrío. —Un poco. —Alimentaré el fuego. El cuarto se enfriaba rápido. Ella se helaría en aquel pedazo de nada que llevaba puesto. La agarró antes de que sus pies desnudos tocaran el suelo. —Lo haré yo. Se deslizó de la cama, y empujó dentro de sus pantalones su todavía endurecido pene, mirando como ella se posaba nerviosamente en el borde. Cuando volvió de alimentar la pequeña estufa, todavía estaba en el mismo lugar, con el labio inferior entre sus dientes. —¿Qué pasa? —Nada. El suspiro se escapó antes de que él pudiera detenerlo. 12 6 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Jenna … Ella inmediatamente comenzó a masticar su labio. —Tengo el sueño agitado. —Me acostumbraré a ello —se encogió de hombros. —Aparentemente puedo ser bastante escandalosa… —enroscó las manos en su regazo. La mirada que le dedicó fue demasiado rápida para descifrarla. —¿Tratas de decirme que tienes pesadillas? —No sé. Nunca recuerdo, pero Jack prefirió que yo durmiera en otra parte. Sólo el sonido del nombre de aquel fulano lo metió en una furia asesina. —Prefiero que duermas a mi lado. —No iré lejos. Sé que una esposa debe estar disponible para la conveniencia de su marido. Bien, eso seguramente aclaró como ella miraba su lugar. —Me alegra oírlo. —Yo podría arreglar una cama en el suelo. Él se quitó las botas. Los dedos de sus pies ya se erizaban por lo frío del suelo ¿y ella quería dormir allí? —No es necesario. —Puedo ser bastante molesta. —Lo resolveremos. —Él se quitó los pantalones y dejó caer su camisa en la silla al lado de la cama. Los ojos de Jenna se abrieron plenamente cuando tomó conciencia de su cuerpo desnudo. —Debes estar cansado. Ah, ahora se encontraban en el quid del asunto. Sin duda ella vio a un hombre cansado, de mal humor como algo a ser evitado a toda costa. Le quitó el cobertor de sus manos, se deslizó en la cama al lado de ella y le dio un leve rozón con su cadera. Tan pronto como tuvo suficiente espacio, se acostó. El colchón se hundió, y ella rodó contra él. 12 7 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Se estremeció ante el contacto de las sábanas frías. La tomó en sus brazos, arrastrándola encima de él a pesar de su resistencia. —Parece que será un invierno frío. Su “si” fue un chillido de acuerdo. Metió la cabeza de Jenna bajo su barbilla cuando comentó: —Esta noche y cada noche de aquí en adelante, Jenna, dormirás en mis brazos. —Pero... —Nada de peros. —Mis sueños… —Serán mi problema. La suavidad de su estómago acunó su pene, acariciándolo con cada aliento. Por la extraña manera en que todavía ella se comportaba sabía que se debatía sobre lo que debía hacer al respecto. —¿Jenna? —¿Qué? Su pelo se deslizó sobre sus costillas en un sedoso roce. Aspiró aire para tranquilizarse. —Duérmete. El grito en su oído lo sacudió despertándolo. Trataba de alcanzar su arma antes de percatarse de que no había una amenaza. Al lado de él Jenna gritó otra vez, se irguió de golpe, y sacudió a los demonios invisibles. Antes de que él pudiera hacer algo más que levantarse con los codos, ella se balanceaba hacia él, la cama, la pared, todo el tiempo implorando... pidiendo a alguien ayuda para alejarlos de ella. Él se sentó y agarró sus manos. Ella se lanzó hacia atrás. 12 8 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —¡Jenna! —¡Oh Dios, ayúdame! —Jenna. Despierta, nena. Ella se retorció ante su apretón. —¡Aléjalos de mí! —La última sílaba se rompió en un grito. Le agarró la cabeza justo antes de que se estrellara contra la pared alejándose de un tirón de lo que fuera que la persiguiera en sus sueños. La tiró contra su pecho, anclando sus piernas con su muslo, sosteniendo sus brazos en sus costados con uno de los suyos. —Haré lo que usted quiera, lo prometo —gimió ella. Enganchó su barbilla en su mano. —¿Jenna? Su cabeza cayó hacia atrás, su garganta se arqueó y gritó con un horrible chirrido que el pelo de su nuca se erizó. Su cuerpo se sacudió contra el suyo. Su rodilla le acuchilló el estómago. —Nononoooooo… —¡Jesucristo! —Jenna no había bromeado sobre los sueños. La sacudió, tratando de despertarla. Ella luchó con más ardor. Los gritos cesaron tan súbitamente como empezaron. Ella se desplomó en sus brazos. Sus ojos se abrieron repentinamente y se fijaron perdidos en el techo. En un pequeño susurro desesperado que le rasgaba el corazón con total falta de esperanza, ella suplicó: —Por favor, alguien ayúdeme. Clint le retiró el pelo de la cara. Ella por su parte se estremeció y se puso rígida. —Soy yo, Sunshine. —¿Clint? —Aquí estoy. Sus uñas cavaron desesperados surcos en sus antebrazos, pero su mirada fija no se apartó del techo. Ella todavía soñaba. —No los dejes comerme, Clint. 12 9 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Nunca, bebé. —Por favor —Te tengo aquí. —No puedo mantenerlos lejos de mí. —Su voz se elevó con cada sílaba. —Me haré cargo de eso. —Él comenzó a rozar su cuerpo con golpes cortos y duros, esperando estar haciendo lo correcto entonces ella creería que él estaba a cargo de lo que fuera. —Todos se fueron ahora —le dijo él, poniendo tanta autoridad en su voz como pudo. —Ellos volverán. —Jenna echó un vistazo por encima de su hombro—. Siempre vuelven. —No los dejaré. Su mirada se desvió hacia él. —¿Lo prometes? —Lo prometo. —¿No lo olvidarás? —No. Se mantuvo absolutamente inmóvil, como sopesando el valor de su promesa, entonces se estremeció y se desplomó contra su pecho. Clint le retiró el pelo. Sus ojos estaban cerrados. Estaba dormida otra vez, agarrando su brazo como si temiera que la dejara. Sacó el edredón por encima de su cuerpo sudoroso, protegiéndola del frío, sosteniéndola tan apretadamente como ella necesitaba, sosteniéndola mientras la noche se extendiera, calmándola cuando se inquietara, sosegándola cuando gritara, sosteniéndola mientras la rabia que hervía dentro de él se enroscaba en un nudo de determinación. Cuando la mañana llegara, ellos iban a hablar. Jenna murmuró en sueños. Él la besó suavemente en la parte superior de su cabeza. Y cuando la mañana llegara, tendría el nombre del maldito que él iba a matar. 130 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Te dije, que no me acuerdo. —Y te dije que no te creo. Jenna colocó el plato de filete, huevos, y patatas fritas delante de Clint. —No hay nada que pueda hacer sobre el asunto. Clint tomó su cuchillo y tenedor. Los instrumentos parecieron mortales en sus grandes manos. —Puedes comenzar diciéndome su nombre. Ella se alejó de la mesa. —No sé de qué hablas. —Era más que una pesadilla anoche, Jenna. —No recuerdo nada de eso. —Esperas que crea que no recuerdas un tiempo en tu vida cuando fuiste atrapada en algún sitio con algo arrastrándose lentamente hacia ti. Ella se estremeció con el pensamiento. —No. Clint tomó un trozo del filete, lo masticó, y tragó. —No te servirá ocultármelo. Lo averiguaré. —Cuando lo hagas, me lo podrás decir. Él tomó otra porción, contemplándola sobre el tenedor. Masticó, y levantó una ceja. —¿Realmente no recuerdas nada? —No. —¿Del sueño? ¿O qué lo causa? —Ninguno. —Entonces esto va a tomarme un poco más. Ella limpió sus manos en la toalla. 131 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —¿Para qué? —Alguien te hizo daño, Jenna. Quiero saber quien y por qué. —Fue sólo un sueño. —Es más que eso, sea que lo recuerdes o no. —Su tenedor tintineó en su plato cuando él cortó un trozo de huevo. —¿Puedes olvidarte de eso? Sus ojos se estrecharon y su delgada mandíbula se elevó mientras colocaba su cuchillo y tenedor en el plato con deliberada cautela. —No. Ella envolvió su mano en la toalla azul descolorida e hizo acopio de coraje. —Tal vez no quiero saber. Si es tan malo como dices, tal vez es mejor si se queda en el olvido. Clint se inclinó atrás en su silla. —No. —¿Por qué no? —Porque quienquiera que sea todavía podría ser una amenaza. —Eso es absurdo. —¿Por qué? —Porque... —Se negaba a creer que lo que había pasado antes podría repetirse otra vez. —Esa no es una respuesta. —Nadie quiere hacerme daño. —Ya no. —Acabas de decir que no recuerdas. Y no lo hizo, pero cuando trataba de recordar, le dolía la cabeza y no podía respirar. Y esto la asustaba casi tanto como lo hizo ahora la expresión que apareció en los ojos oscuros de Clint. Estaba tan frío y remoto. Inaccesible. Hizo un gesto a su desayuno, esperando cambiar el tema. 132 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —¿Está todo bien con tu comida? —Está bien. —Su expresión no se alivianó. En todo caso, se endureció más. —¿Dónde está la tuya? —Comeré cuando hayas terminado. —¿Por qué? Porque Jack siempre había insistido que lo hiciera así. Pero Clint le había prohibido mencionarle a Jack. —Pensé que lo preferirías. —Pensaste mal. —Ah. —¿Jenna? La nota profunda en su voz le estremeció sus nervios. Le gustó su voz. Tenía tanta fuerza, tanta calma. El simple hecho de escucharla calmó el pánico que a menudo llevaba dentro. —¿Qué? —Siéntate y come. —No prepare nada para mí aún. —Tráeme un plato. Su mirada le quemó la espalda mientras se acercó al aparador de roble. Trató de minimizar su cojera, pero sabía que no había manera de que no lo notara. Quería, sólo por una vez, poder ser elegante. Tomó uno de los platos de fina porcelana del anaquel. Debido a que se concentraba con intensidad, se sobrecompensó. Su dedo gordo del pie se enredó en la alfombra. Ella tropezó, se agarró del borde de la mesa, pero el plato —aquel hermoso plato azul floreado— salió volando. Por un segundo, no pudo moverse. Solamente se quedó de pie allí, mirando como el plato navegaba por los aires. Con un sentido de carácter definitivo, lo miró golpear el suelo, cerrando sus ojos cuando se rompió, sabiendo que no había excusa para su ruptura. Nada excepto su propia torpeza. —¡Oh Dios! 133 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Clint estuvo de pie y la recorrió de un vistazo, con expresión ilegible. No había pensado atraer la atención hacia ella misma. La exclamación simplemente se escapó. Ella lamió sus labios secos. —Era terriblemente caro, ¿no es así? —No tengo idea. —Él se agachó y recogió los pedazos grandes. Los potentes músculos de sus muslos estiraron sus pantalones—. Pero no importa. —Por supuesto que importa. —La próxima vez se enfadaría con ella, y si importaría. Él alzó la vista, cuando alcanzó una pieza bajo la mesa. —Es sólo un plato, Jenna. —Colocó las piezas en la mesa. —Trataré de no ser tan torpe otra vez. Él la estudió. —Puedes dejar caer cuantos platos quieras. —Yo… —Ella no sabía que decir ante esto. Él se enderezó y se encogió de hombros. —¡Caramba! Si no te gusta lo que hay aquí puedes tirar el juego entero y comprar nuevos. Se volvió. Jenna lo hizo con él, manteniéndolo en su línea de visión mientras caminaba a su lado, agarrando con firmeza la mesa detrás de ella para tomar aliento. Su olor a limpio voló a la deriva hacia ella. Sólo necesitó un paso para alcanzar el aparador. Fue un movimiento fluido sin tener ninguna de sus imperfecciones. El hombre era todo gracia masculina y fuerza. Se dio la vuelta hacia ella. Con su pelo atado en la parte de atrás con una correa de cuero, sus pómulos tenían un relieve agudo, dándole un toque poderoso y salvaje a su aspecto. Él era mucho más grande que su primer marido. Mucho menos previsible. No tenía idea que hacer con él. No sabía que esperar. Cuando él regresó con la delicada porcelana en su delgada mano, contuvo la respiración y la sostuvo. No la liberó hasta que él pasó. Cuando él no hizo un comentario mordaz, o no le dio un revés con la mano, ella comenzó a relajarse. Tal vez realmente no era un loco. 134 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Siéntate, Jenna. —La silla que retiró estaba en diagonal a la de él. Jenna no quería sentarse tan cerca de él. —Debería terminar de barrer estas piezas. —El desayuno estará frío para entonces. Ella se encogió de hombros. —No me hará daño perderme una comida. —No me gustaría eso. —¿El qué? —Que pierdas tus comidas. —Ah. Deseando que no la observara con tanta atención, dio los pasos necesarios para alcanzar la silla. Estaba bastante orgullosa de como logró minimizar su cojera dando pequeños pasos. Él todavía la miraba. Sus ojos oscuros tan inescrutables como siempre. Ella tuvo que darle la espalda para sentarse. Aguantó la respiración, cada sentido, cada terminal nerviosa insoportablemente consciente de su presencia cuando él se paró detrás de ella. Tomó asiento. Durante un segundo nada pasó. Ella no respiró. Él no se movió. Entonces las puntas de sus dedos rozaron sus hombros y sus labios rozaron su pelo. —Todo va a estar bien, Jenna. —Entonces él siguió diciéndole—. Gracias. Se movió a su alrededor y dividió la comida de su plato por la mitad. —¿Es esto suficiente? —¡No, no podría comer tanto! —¿Estás segura? —La mitad de eso estará bien. —Consumir esa cantidad de comida significaría que ni aún sus corsés serían capaces para introducirla en sus vestidos. —Necesitarás mantener tu fuerza. —¿Para qué? —Deseó que las palabras se le regresaran tan pronto como dejaron su boca. La expresión de Clint se suavizó con un toque de diversión. 135 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Estamos en nuestra luna de miel, Sunshine. Tengo muchos planes. —Tomó asiento e hizo un gesto con su tenedor—. Come. Era una orden. Ella comió, manteniendo la cabeza baja, llevando metódicamente comida a su boca, con sus mejillas quemándose por la vergüenza. Por el rabillo del ojo, podía ver la diversión en la cara de Clint. Su risa era evidente en la leve elevación de sus labios y el elemental estrechamiento de sus ojos. ¿Por qué siempre actuaba como tonta delante de él? Como la noche anterior. Ella había comenzado a esconderse detrás de la puerta como una virgen ingenua, luego había perdido la crema, que condujo a otro malentendido. Ella no quería que Clint la viera como alguien de quien tenía que compadecerse. Quería que la viera como una mujer que él podía respetar. Al igual que Asa miraba a Elizabeth. Como Cougar miraba a Mara. Empujó una pieza de patata a través del plato. Pero ella, no era para nada como Mara o Elizabeth. Sus únicas habilidades eran cocinar y, por lo visto, decepcionar maridos. Estaba segura que el Cougar y Asa no se fueron a dormir insatisfechos en lugar de acostarse con sus mujeres. Dio a la patata otro empujón. Salió disparada del plato, aterrizando en el mantel. Cuando la recogiera, habría una mancha grasienta en la tela a cuadros azules. Si no pudiera sacarla, sería sólo un ejemplo más de como ella estropeaba todo lo que tocaba. —Jenna. Ella no alzó la vista. Clint repitió su nombre con aquel bajo y profundo acento que se deslizaba directamente debajo de sus defensas y la seducía robándole el sentido común. Él dio un toque a su plato con el tenedor. Ella alzó la vista para encontrarle contemplándola, sus ojos negros tan oscuros y profundos, ella estaba en peligro de caer dentro. ¿En que? No sabía, pero si cayera, no habría forma de volver y no estaba lista para recorrer un camino sin retorno. Ya era bastante malo el haber aceptado casarse con el hombre. Clavó la patata caída con su tenedor. Clint arrancó el pedazo de patata de la punta del tenedor y lo puso de regreso en el plato de Jenna. —¿Has terminado de comer? —Sí. 1 36 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Él frunció el ceño y tocó su mejilla. —¿Estas segura? —Sí. —Tal vez si fuera más delgada Clint estaría más inclinado de ejercer sus derechos. No, que ella lo deseara en particular, pero si no podía mantenerlo en su cama no tendría la más remota posibilidad de un matrimonio pacífico. Su estómago escogió ese minuto para retumbar. Él sacudió su cabeza, tomó el tenedor de su mano, recogió una pieza de huevo y lo acercó a sus labios. —Come. Lo hizo inmediatamente, oyendo la orden de su voz, queriendo negarse, pero sin atreverse. Esperó que le diera el tenedor, pero no lo hizo. Sólo siguió presentándole bocado tras bocado para que masticara y tragara. Lo que hizo, mucho después del punto en que estuvo llena. Y de todos modos él no paró. Tenía que estarla probando. Comprobar si ella sabía como una buena esposa se comportaría. Ver lo bien que obedecía. Respiró por su nariz para controlar las náuseas cuando masticó una pieza de carne casi cruda. Su estómago se tambaleó mientras él cortaba otro trozo. El jugo rojo sanguíneo goteó por los dientes del tenedor cuando acercó la carne hasta sus labios. —Abre la boca, Sunshine. Lo hizo, sus mandíbulas se separaron lentamente hasta que lo engulló. Ella lo empujó hacia atrás por pura fuerza de voluntad. Sintió el lío sangriento en su boca. Incluso hasta pudo masticarla dos veces antes de que su estómago se rebelara. Se levantó de un salto. Su silla cayó al suelo. No se volvió a mirar a Clint aunque lo oyó detrás de ella. No podía tratar con él ahora. No podía preocuparse por su represalia por no obedecer. Apenas logró atravesar la puerta a tiempo. Golpeó la baranda del pórtico y el contenido de su estómago saltó del otro lado. Su corsé la partía en dos con cada violento tirón, comprimiendo sus costillas, cincelando sus caderas, privándola del aliento que necesitaba entre cada espasmo. —¡Dios bendito Jenna! —Una de las manos de Clint la tiró contra él. Con la otra le agarró su frente. Ella lo arañó mientras se esforzaba por encontrar una posición que no le doliera. Se enroscó para escaparse, enredó sus pies en su falda y terminó por vomitar entre 137 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen ambos. Él juró y la dejó ir. Jenna alzó las manos, protegiendo su cara cuando tropezó en dirección de sus pasos. Su única esperanza era correr. Él la tuvo en dos pasos. El grito se arrancó de su garganta. Clint la dañaría tanto que nunca sobreviviría a su venganza. Nunca. Él era demasiado grande. Demasiado frío. Demasiado implacable. Ella giró alrededor, no haciendo caso de las varillas del corsé que le magullaban su torso, y le hundió los dientes en su brazo. Él maldijo y la dobló hacia abajo. Ella se arrodilló bajo la presión, sabiendo lo que venía. Era mejor que la matara rápidamente que vivir lo suficiente para castigarla a sus anchas. Él maldijo otra vez. El sabor cobrizo de la sangre llenó su boca. Por la esquina de su ojo vio el destello de la luz del sol sobre el metal. Se preparó para el dolor, una parte de ella contenta de que por fin todo terminaría, mientras que por el otro deseaba desesperadamente una posibilidad de tener la vida que siempre había querido. La posibilidad de criar a su hija. Hizo caso omiso de su lucha interior. Nunca importó lo que ella quisiera. Cerró los ojos y esperó. Hubo un sonido seco cuando el cuchillo se hundió profundamente. Esperó que la explosión de dolor la traspasara. Ver la luz venir hacia ella. Por los ángeles. Por el diablo. Por algo que hiciera que esto terminara. Simplemente que terminara. Fuertes dedos fracturaron su mandíbula. Líquido caliente goteaba por su barbilla cuando abrió los ojos. Por el rabillo del ojo, pudo ver su cuchillo oscilar en la baranda del pórtico cuando Clint cayó de rodillas delante de ella. No sabía que pensar de la expresión con que la contempló. La mano en su muñeca derecha la mantuvo anclada a sus rodillas. Su pierna mala no le permitía tener acción para levantarse. Con su mano derecha él tocó su cara. Sangre manaba de la muñeca de Clint y se derramó en su pecho cuando él ahuecó la mano en su mejilla, los dedos del hombre al dorso de su cuello le impedían escapar. —¿Qué diantre te hicieron, Sunshine? Pena, fuerza, compasión, y calma colorearon las profundidades de su voz cansina y baja. No tenía una respuesta para darle. No sabía lo que él quería oír, entonces se arrodilló allí mismo enmudecida, con la pierna doliéndole casi tanto como su espíritu, y esperó. 138 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Capítulo 9 Ella no contestó su pregunta, y Clint no estaba sorprendido. Lo que fuera que había pasado se había hecho con el paso del tiempo. Tuvo que serlo para crear semejantes reacciones reflejas, y sin duda, no era algo de lo que ella se enorgulleciera. Bajo sus dedos él podía sentir los pequeños temblores corriendo a través de ella. Fríamente aceptó cuando pensó que él iba a matarla, pero ahora que estaba confrontada con vivir, estaba aterrorizada. Él tomó la manga de su brazo sano y limpio tanto como pudo de su sangre completamente de su boca. Ella se arrodilló allí y lo dejó. Sin pelear. Sin implorar. Simplemente aceptando. Hijo de puta, lo hacía querer salir afuera y matar a alguien. —Ven aquí, bebé. Déjame calentarte. —Él la jaló en su pecho, necesitando ofrecerle su consuelo aun si ella no lo tomaba. Necesitaba abrazarla—. Lo siento, Jenna. Debería haber sabido que ella no podría comer de eso mucho, pero cada vez que él subía el tenedor a su boca, había tomado la comida. La mastico. Comió como él le había pedido. Como ella se había adiestrado para hacer. Continuo comiendo, él comenzaba a sospechar, porque no le había dicho que se detuviera. Él alisó su pelo de su cara pálida. —Parece como que voy a tener que cambiar mis costumbres por ti, Sunshine. De otra manera nunca vamos a conseguir que este matrimonio progrese. —No te pedí que cambies. —La voz vino, pequeña y cautelosa, desde contra su pecho. No, ella no lo hizo. Pero tener a su esposa vomitando sobre él, mordiéndolo hasta el hueso, y entonces esperando que la matara, simplemente no era cómo había planeado pasar sus días. Dejó su declaración sin contestar. —¿Suena un baño tan bueno para ti como para mí? —Él tomó su dificultad por respirar como un “sí". —Entonces vayamos por uno. Él se puso de pie, llevándola con él, sin perder su respingo mientras su pie derecho recibía su peso. Sin perder un segundo, la levantó en sus brazos. Ella chilló y arrojó sus brazos alrededor de su cuello. Ella olía a miedo, sudor, y vómito, pero sus brazos eran suaves alrededor de su cuello y su aliento húmedo en el hueco de su garganta. Él la 139 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen levantó un poco más alto. Ella era una mezcla tan intrigante de fuerza y terror, salpicada con los momentos más extraños de confianza. Como ahora. Ella necesitaba un protector más que nadie que él alguna vez hubiera visto. Más aun que la pequeña Brianna. Ella necesitaba que alguien la hiciera sentir segura, querida. Alguien que trajera la luz de nuevo en su vida. Sacó bruscamente su cuchillo fuera de la barandilla donde lo había conducido para mantenerlo apartado de sus manos. Desafortunadamente para ella, estaba ineludiblemente comprometida con él. —Si me pones abajo, abriré al agua —susurró ella. —¿Que te parece que yo te cargue y veamos si la plomería funciona? —¿La plomería? —Sí. Doc y Cougar me convencieron de que necesitaba uno de esos nuevos cuartos de baño si tenía la intención de tomar una mujer. Él se encaminó hacia la puerta trasera. —He tenido el depósito calentándose desde que me levanté. —¿El depósito? —Un tanque grande de agua caliente. Ella pareció dejar de respirar. —¿Estás hablando de una de esas bañeras de lujo donde sólo giras una manija y toda el agua caliente que quieras viene saliendo a raudales? ¿Del tipo que tienen en el catálogo en el almacén? Él le sonrió a la incredulidad en su voz. —Sí. —¿Y la puedo usar? Esta vez la incredulidad no lo hizo sonreír. —La compré para mi esposa. —Su tono fue más duro de lo que debería ser, pero demonios, le disgustaba mucho cuando actuaba como si ella no fuera nada. —Pero yo soy... 14 0 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Él recorrió la mirada abajo en ella y terminó su frase con la única verdad que importaba. —La única esposa que alguna vez tendré. Él pateó la puerta abriéndola con su pie y entró en el calor de la cocina. La casa olía a comida, humo de madera, y esperanza. Difícil de creer que hubiera sido el escenario de semejantes momentos de caos antes. Él debatió sentarse en la cocina, pero la silla era muy pequeña para lo que tenía en mente. La sala, sin embargo. La sala tenía un sofá bastante grande que serviría bastante bien. Y estaba contigua al baño añadido. Él ignoró el endurecimiento de Jenna mientras pasaba la forma repantigada de Danny en la entrada al vestíbulo. Él no había logrado mantener al perro apartado de la casa, pero lentamente le estaba enseñando a permanecer en los vestíbulos. Mientras bajaba al vestíbulo, oyó el chasquido de las uñas de Danny sobre el piso de madera detrás de él. Cuando llegó a la sala, usó su dedo meñique para deslizar la puerta diminuta cerrada. Danny se tambaleó al piso con un suspiro malhumorado. La puerta se sacudió mientras su cuerpo macizo se situaba contra ella. Jenna se puso rígida en sus brazos con una respiración cautelosa. La colocó muy cuidadosamente en el sofá, frotándose el antebrazo donde el acero de los soportes había mordido en él. Ella se quedó donde la colocó, observándole desde sus amplios ojos azules, cada músculo tensado en caso él se volviera irascible. Él tocó el cuello de encaje del simple vestido café. Se iba a volver algo, pero irascible no era bastante adecuado. —Desabotona tu vestido. —Sus dedos fueron inmediatamente a la larga línea de botones forrados de tela. No hubo vacilación para demostrar resentimiento, aunque él sabía que ella tenía que sentir algo. Él corrió sus dedos abajo de un lado de su cara, y arriba a lo largo de la línea de su mandíbula hasta que su barbilla se balanceo sobre las puntas de sus dedos—. Necesito verte, Sunshine. Su mirada subió de golpe, como era usual demasiado rápido para leerla, pero había un temblor en sus dedos mientras trabajaba el tercer botón para soltarlo. Ella tenía miedo. Como mínimo, estaba nerviosa. Él fue a la pequeña estufa de la sala y añadió algo más de madera. La habitación estaba tibia, pero no lo suficiente caliente como para sentirse cómoda desnuda. Y él la quería desnuda, antes y después de su baño. Especialmente después. 14 1 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Para cuando se volvió de nuevo a ella, se había desabotonado todos los botones hasta su estomago, revelando las cubiertas de algodón que permanecían debajo, y el abultamiento lleno de sus senos. Ella lo estaba observando debajo sus pestañas, sus dedos haciendo una pausa mientras él se arrodillaba a su lado. Su aliento se atoro en su garganta mientras sus manos reemplazaban las de ella. —Está bien, Jenna. —Lo sé —susurró. —¿Entonces por qué es que no respiras? —Él sonrió mientras los últimos dos botones cedían. —Lo hago. Es sólo un poco difícil, sentarse con el sostén. —Entonces quitémoslo de encima. —Yo podría solo cambiar de postura. —La sugerencia fue ofrecida cautelosamente. Sin duda ella se desharía de su ropa sucia, rápida y eficazmente, con él fuera del cuarto, pero no iba a ocurrir de ese modo. Ella era su esposa. Necesitaba entender que si bien él llevaba la voz cantante, estaba aquí para cuidar de ella. La única forma que él supiera hacer eso era mostrarlo. —Me gusta así. Levanta. —Él extendió el vestido fuera de sus hombros, y golpeó ligeramente la parte interior de su brazo blanco redondeado. Sus pechos oscilaron con el movimiento, sus curvas completamente blancas impregnadas de rosa, abultándose sobre la parte superior de su camisola de algodón. Él sostuvo su cabeza con su mano, deslizando una almohada decorada con borlitas debajo. Sus grandes ojos azules estaban fijos en él con una mezcla de confusión y trepidación, pero no discutió, no se resistió. Había algo muy seductor en la seguridad de que ella le dejaría hacer cualquier cosa que quisiera sin protesta. Él podía ver dónde podía tentar a un amante a ir demasiado lejos, a empujarla demasiado duro. Ella le daba a un hombre una licencia libre para desatar todos sus instintos más bajos con ese aire de aceptación, y lo tentaba a hacer eso con cada aliento que ella respiraba. Él desató su camisola y extendió el material amplio. Sus pechos se levantaban blancos y llenos, temblando ligeramente con su aliento. —Eres perfecta, Sunshine. —No soy perfecta. 14 2 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Él sacudió la cabeza ante esa lacónica pequeña declaración. —Sobre eso, no vamos nunca a estar de acuerdo. Él metió la camisola debajo de sus grandes pechos. Sus pezones eran pequeños, graciosas pequeñas protuberancias sobre aréolas delicadas, rosa pétalo e infinitamente tentadores. Ella era perfecta, era exuberantemente invitadora, y él no quería nada más que sólo hundirse en ella. —No quiero que entres en pánico, Sunshine, pero más tarde voy a querer besar tus pechos. —¿Por qué entraría en pánico? —Porque tú siempre pareces esperar lo peor. Pero ahora mismo voy a dejarte lista para tu baño. —Puedo hacerlo por mi misma. Ella podría, pero dejarla esconderse de él era algo que tenía pocos deseos de hacer. —Es nuestra luna de miel y éste es el privilegio de un marido del que no estoy dispuesto a prescindir. —¿Desnudarme? —Desnudándote. Bañándote. Secándote completamente. —Él se encogió de hombros—. Mimándote. —Ella clavó los ojos en él con sus labios separados, aparentemente sin palabras—. ¿Qué parte te confunde? Ella no contestó. Él desabrochó los ganchos de su sostén. No fue fácil. Demonios que ella misma se había rigidizado con una armazón más apretado que un ganso de Navidad. Él elevó una ceja en ella. —Imagino que no es la parte de desvestirte, no parecías excesivamente preocupada anoche. Sus manos se apretaron con fuerza en puños al lado de ella. —¡No ando suelta! —Nunca pensé que lo hicieras. 14 3 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Él deslizó el sostén aparte. Aun a través de su camisola él podía ver cómo el hueso había mordido su piel sensible, el algodón humedecido y se había pegado a los surcos profundos. Ella tembló. —¿Estas fría? Ella negó con la cabeza. —¿Nerviosa? Su labio se deslizó entre sus dientes. Su asentimiento fue la maniobra más imperceptible de su cabeza. —No hay necesidad de estarlo. Puedo ser nuevo siendo un marido, pero he estado estudiando por mucho tiempo sobre qué hacer con una esposa. —¿Lo has hecho? —Sí. —Él se estiró por los alfileres en su pelo. Ella lo miró prevenidamente mientras alfiler tras alfiler salió libre, y la masa pesada, ondulada se deslizó alrededor de su cara—. Mi propio ángel personal. Ella tocó la herida descuidada en su muñeca. —No mucho de un ángel. —Un ángel con una mordida. Él sonrió. —Cicatrizará. Él miró el mordisco, ya sé había formado costra con sangre seca y estaba magullándose. —Bastante seguro, que pones tu marca en mí. Su mirada fija se deslizó de la de él. —Lo siento. Él inclinó su cara de nuevo a la suya. —Me gusta la idea de llevar tu marca. 14 4 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen La confusión reemplazó a la preocupación. Él la dejó cavilar sobre eso mientras que le desabotonaba su camisola y la jalaba sobre su cabeza. Su pelo se enredó en los botones antes de que él pudiera tirar de ella libre, dejándola con los brazos levantados sobre la cabeza y su torso en alto. Esos pechos llenos, con sus tentadoras puntas delicadas, estaban al mismo nivel. Con el más lánguido de los movimientos, él podría tener uno contra su lengua, conocer su sabor. La saliva inundó su boca y su polla se sacudió en sus pantalones. Todo lo que tenía que hacer era ser lo suficientemente bastardo para inclinarse hacia adelante, y podría tener lo que quisiera. Ella le había dejado. No lo combatiría. Se estaría quieta y le dejaría hacer cualquier cosa que él quisiera. Y probablemente moriría un poco durante el proceso. Él tomó un aliento estabilizador, refrenó su lujuria, y desenredó su pelo de los botones. Necesitaba mantenerse atrás con ella. Olvidar toda su gran charla y planes de base y comenzar de nuevo. Cuando ella bajó los brazos, su cara y pecho estaban rojo remolacha. La única indicación de lo que quería hacer fue la contracción nerviosa de sus manos hacia sus pechos, pero entonces colocó sus manos a sus lados, las palmas arriba, y bajó su mirada. Él tomó sus manos y las cruzo sobre sus pechos, presionándolos en la parte superior de sus brazos mientras su mirada volaba a la de él. —Si tú no quieres mostrarme tu cuerpo, no tienes que hacerlo. —Pero... —Ningún pero. Excepto en una situación donde tú estés herida y haya una necesidad, no te tocaré otra vez sin permiso. —¡Tú eres mi marido! —Sí lo soy, pero no violo mujeres. —Soy tu mujer. —Y una condenada tentadora, pero eso no cambia nada. —No te puedo decir no. Él tocó la curva llena de su labio inferior. 14 5 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Sí, tú puedes. Es una palabra de una sílaba y realmente fácil para que la mayoría de la gente la saque. Sus dedos se clavaron en sus brazos, su labio resbaló entre sus dientes, dejando traslucir su confusión y revelando sus hoyuelos. —Tú no entiendes. —No, no lo hago. Pero nunca he forzado a una mujer, y no voy a empezar ahora. Él se puso de pie. Hijo de puta, hacer lo correcto era doloroso. —Lo cuál quiere decir, tanto como me gustaría de otra manera, te dejaré manejar tu propio baño. Casi lo mató decir eso, también. Ella estaba tan tentadora, con sus brazos regordetes apretando sus pechos juntos y arriba, creando un valle que a él le gustaría explorar, sus hoyuelos embromándolo desde la rojez de sus mejillas, y esos grandes ojos azules resplandeciendo brillantes en su cara. Mientras observaba, una lágrima se deslizó fuera de la esquina del izquierdo y goteó por su sien para mezclarse poco a poco en el dorado brillante de su pelo, haciendo más oscuro un mechón. —Voy a llenar la bañera. —Él dejó caer la manta sobre ella—. Tú sólo acuéstate aquí y relájate mientras la preparo. —No te comprendo. —Lo sé, y esa es una condenada vergüenza. Ella estrechó la manta contra su pecho, haciendo saltar una mirada fuera de su erección mientras se enderezaba abajo de su muslo, y del indicio de humedad en la pierna de sus pantalones vaqueros cerca de donde la cabeza de su polla descansaba. —Te causo repulsión. —Sabes que eso es una mentira. —Te avergüenzas de mí. Él admiró el sentido común que mantenía su cabeza alta mientras ponía al frente sus convicciones. —No, difícilmente no. 14 6 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Lo harás. —A él no le gustó la manera en la que sus ojos evadieron los de él. Él le inclinó la cabeza arriba. —No lo haré. —Tú no sabes... —No necesito hacerlo —él la interrumpió, sosteniendo su mirada a través de pura fuerza de voluntad. —Pero... Él la interrumpió con una sacudida de su cabeza. —Aquí es donde mi ser mitad indio juega a tu favor. Fui criado blanco, pero muchas de las creencias de mi madre se me quedaron grabadas. Un ser, si tú lo dices, que es sincero. —¿Cómo cuando dijiste que era tu mujer y Brianna tu hija? —Sí. —Él jaló su labio inferior libre de sus dientes, dejando a su pulgar deslizarse a lo largo del recubrimiento interior húmedo—. Lo otro es, que todo lo que tú necesitas hacer para comenzar de nuevo es poner un pie delante del otro y hacerlo. —Eso es loco. Él se encogió de hombros, acariciando la piel suave de su mejilla donde su hoyuelo estaría si ella fuera feliz. —Tal vez, pero seguro puede ser una filosofía útil si tú quieres agarrarla. Él dejó caer su mano de nuevo a su lado. Ella no dijo una palabra o lo miró otra vez. Sólo se mantuvo retorciendo sus manos debajo de la manta y mordiendo su labio. Él dio media vuelta y entro al baño. Ella iba a tener que dejar el cuarto de baño en algún momento. Jenna sabía eso. La última llenada de la bañera había agotado el agua caliente y aunque el aire rodeándola estaba tibio y perfumado con el aceite de rosas de baño que Clint había vertido dentro, el 14 7 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen agua misma se había enfriado. El problema era que no sabía lo que quería hacer cuando saliera. Ella nunca había escuchado sobre un hombre dándole a una mujer una elección cuando se refería a cualquier cosa. Su padre había regido su casa con mano dura y su marido había hecho a su padre verse positivamente benevolente. Tener la protección del nombre de un hombre sin tener que sufrir las atenciones de un marido era el sueño de cada mujer. Era su sueño. Ella sólo no podía sacudirse la sensación que era demasiado bueno para ser cierto. Lo que significaba que tenía que pensar. Tenía que hacer esto funcionar para ella. No sólo por hoy, sino continuar el camino, porque a partir de ayer era la señora de Clint McKinnely, casado con uno de los más poderosos, respetados hombres en el territorio. Ella le había rezado a Dios por un milagro y él había escogido enviarle uno en la forma de Clint, y no ofendería al Altísimo desairando su oferta. O tratándolo miserablemente. Lo cuál ella estaría haciendo si tomaba todo lo que envolvía ser la señora McKinnely sin continuar hasta el final. Ella se paró. El agua fluyó de su cuerpo en una cascada de sonido. Contempló la puerta mientras agarraba una toalla disponible de los estantes, medio esperando que Clint llegara a través de ella como Jack siempre hizo. A Jack le había gustado atraparla vulnerable y desnuda. Como transformando su placer en humillación. Parecía apreciar mucho el poder que sintió cuándo lo hizo. Pero no hubo sonidos de pisadas y la manija no se sacudió. Y ahora que reflexionaba sobre eso, no lo habría. En todo lo que contaba, Clint no era así. Él era un hombre duro. Un hombre peligroso, pero no era un matón. Las historias acerca de su crueldad cuando se trataba de los criminales se habían extendido y las murmuraciones que le siguieron cuando él llego al pueblo fueron muchas. Tanto así que ella sabía que él era duro con las mujeres, pero nadie alguna vez se quejó que tuviera una mano pesada, lo cual era más de lo que ella podía decir de Jack. Y él era justo. Clint McKinnely era escrupulosamente justo. Ella estrujó la melena espesa de su pelo y lo envolvió en una toalla. Tomó la segunda toalla y se secó los hombros. Saliéndose de la bañera, envolvió la toalla a su alrededor y probó su conocimiento de Clint. Él era un tonto por pocas cosas. Él había abrazado a Brianna por dos minutos completos antes de que él estuviera bajo su hechizo. Le gustaban 14 8 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen los gatitos y los alimentó en vez de matarlos. Y más importante aún, él toleraba su afecto. Había sido exigente en el granero, pero no cruel. Y en honor a la verdad, ella lo había iniciado. Y anoche, él había tenido buen corazón, no golpeándola cuando ella irreflexivamente se le había negado. Ella podría hacerlo bastante peor. Temía que él era tan diferente en eso que ella no podía predecir lo que haría, y eso haría posible que ella inadvertidamente pudiera provocar su temperamento. Pero, si era precavida, y hacía como él le pedía, no habría razón para anticipar que perdiera su temperamento. Jaló la toalla de su pelo. Y esta noche él había pedido el derecho a mimarla. Y lo rechazo. Cerró los ojos. Su marido había querido ser amable con ella, y lo había rechazado. Oh Dios, ¿qué tan estúpida podría ser? Colgó la toalla en el gancho. Ella había rezado por que el Altísimo le enviara un marido, uno que fuera amable con ella, y cuando él lo había intentado, le había dicho no. Ella tenía que arreglar eso. Atisbó la manija de la puerta. Se veía tan innocua. Un simple picaporte negro de metal, pero si hiciera lo que pensaba, no habría viaje de regreso. No cambiaría de opinión. Ella se mordió los labios tan duro que trajo lágrimas a sus ojos. La manija se volvió borrosa y desenfocada. Si hiciera esto, y Clint lo tomaba mal, no habría perdón. Ella se estiró a alcanzar la agarradera, la duda carcomiendo en su intestino. Nunca había sido atrevida y esto iba en contra de todo lo que le había sido enseñado, pero honestamente no sabía qué más hacer para arreglar el desorden que había hecho. Ella giró la manija, alzó el picaporte quedamente, dejó caer la toalla, y dio un paso a través de la puerta. Clint estaba sentado en el sillón grande de cuero a la derecha del sofá. Sus antebrazos estaban posados en sus rodillas. Él acunaba una taza en sus manos. El olor a café llenaba el cuarto junto con un indicio de humo de leña de la estufa. Sobre la mesa ante él había una bandeja con una jarra de porcelana y otra taza. La luz brillante se derramó a través de las ventanas, el sol amplificado por la nieve recientemente caída. La luz dura acentuaba su perfil de halcón, el conjunto sólido de sus labios, el conjunto duro de su mandíbula. No parecía un hombre feliz. Oh Dios, ésta era una idea tan mala. Un plan tan estúpido. Ella siempre salía con planes estúpidos. Agarró la toalla. Clint levantó la mirada. La taza cayó de sus manos, y sus ojos —esos ojos negros— se iluminaron desde adentro con un calor abrasador. —¿Jenna? 14 9 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Ella tragó saliva, todo su coraje se fue directamente con su voz. Se enderezó, la toalla colgando de sus manos. Permaneció allí mientras él la examinaba, lúcidamente consciente de cada bulto, cada cicatriz. Un plan tan estúpido. Él la llamó otra vez, su acento más profundo, más ronco. —Ven aquí, Sunshine. Ella quería. Sabía que tenía que hacerlo, pero sus pies no se movían. Estaba paralizada en la puerta, el perfume suave de las rosadas sales de baño que había usado flotaron en el aire alrededor de ella, incapaz de hacer nada sino inhalar cortos alientos duros y entrar en pánico. Increíblemente, Clint sonreía. Una sonrisa genuina que suavizó su cara dura y lo llevó de guapo a fascinante. Él rodó en toda su altura con una perezosa flexión de sus músculos. —¿Te comió la lengua el gato? —preguntó mientras llegaba hacia ella. Tomó sólo diez pasos llegar a su lado. Ella lo supo porque los contó, intentando enfocar la atención en cualquier cosa excepto en su corazón palpitando y su dificultad para respirar. Esperaba que él se detuviera, pero no lo hizo. Él sólo continuar llegando hasta que ella estaba en sus brazos, su mejilla presionada contra los músculos duros de su pecho y su cuerpo sonrojado contra el de él. Todo en lo que pudo pensar decir fue: —Te cambiaste de ropa. —Y tú perdiste las tuyas. —Lo siento. —¿Te importaría decirme por qué? —Por favor no me obligues. —Su gran mano ahuecó su cabeza, empequeñeciéndola, abrumándola con la gentileza de su toque cuando ella esperaba aspereza. —¿Puedo adivinar? Ella asintió, el botón en su camisa raspando su mejilla. Cualquier cosa era mejor que tratar de hacer funcionar su voz otra vez. —¿Estarás tratando de decirme que me quieres? —Quiero que nuestro matrimonio funcione. 15 0 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Lo cuál no era algo exactamente igual, Clint lo sabía. Los músculos de Jenna eran como roca bajo sus manos y ella se estremecía. Estaba asustada a muerte. Él sólo no estaba seguro de por qué. —¿Así es que decidiste dar un paso aquí afuera y captar mi atención? —Tú dijiste que no me tocarías. —Él no podría decir si estaba quejándose o recordándoselo. —A menos que tú lo pidieras —acomodó. Hubo una larga pausa y luego una verdad severamente croada —No sé cómo pedir. Él sospechaba que ella no sabía qué pedir de cualquier manera, pero éste era un principio y él le podría enseñar lo que necesitaba saber. Dejó a su mano deslizarse hacia la base de su columna vertebral, urgiéndola más cercana. Su carne era suave bajo sus manos. Un espacio sedoso, delicado, femenino que a él le gustaría recorrer con su boca. —Apóyate en mí, bebé. —Ella lo hizo inmediatamente. Él se aprovechó de su distracción para levantarla en sus brazos. Su chillido y su agarre lo hicieron sonreír—. No te dejaré caer, Sunshine. —Pero... —Sin peros. —Él le negó con la cabeza. Sus palabras no dieron resultado en una disminución apreciable de su agarre, pero debido a que sujetarlo tan apretadamente mantenía sus senos aplastados contra él, no iba a quejarse. La toalla húmeda estaba hecha una bola entre ellos. La primera cosa que hizo después de situarlos en el sofá fue descartarla—. No creo que necesitemos esto. Para estar de acuerdo con todo eso, sus dedos estaban renuentes a dejarla ir. Él agarró el cobertor tejido fuera del respaldo del sofá y lo envolvió sobre ella. Pareció azorada por la pequeña consideración pero dejó ir la toalla. Él la lanzó con dirección a la estufa. Aterrizó en el piso de la madera dura. —¡Oh no! —Jenna se enderezó en su regazo. Él tuvo que esquivar sus codos mientras metía la frazada alrededor de ella. Él reconoció ese tono. Lo había oído de Mara lo suficientemente a menudo. —¿Qué? 15 1 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Ella se inmovilizó, miró hacia él, a la toalla, y luego retrocedió ante él dejando caer su mirada. —Nada. Era obviamente algo. Ella prácticamente estaba encogiéndose. —Dilo, Jenna. —La toalla manchará la madera. —Ah infierno. —Si Jenna sentía la mitad sobre las cosas de toda la casa de la manera en la que Mara lo hacía, él no iba a conseguir llegar a ningún lado hasta que la toalla fuera movida. La deslizó encima del sofá y recogió la toalla del piso. Con un golpecito de la muñeca la arrojó sobre el brazo de la silla de la sala. Una mirada rápida en Jenna lo tuvo comprobándola otra vez. Su labio estaba entre sus dientes y un ceño fruncía su frente. Hijo de puta. Él la quitó de la silla y la colgó sobre la agarradera de la estufa. Si a ella no le agradaba eso era sólo demasiado condenadamente mal. Él se dirigió de regreso al sofá, desabotonando su camisa. Por la manera en la que Jenna se echó atrás en el asiento, él podía estar dejando a su impaciencia mostrarse. Trabajó en suavizar su expresión. No necesitaba haberse tomado la molestia. Ella le dio una mirada a su pecho, y todo el miedo abandonó su cara. —¡Oh Mi Dios! —Sus ojos se agrandaron por el horror. ¡Demonios! Se había olvidado de las cicatrices. —Lo siento. —Él comenzó a abotonarla de regreso. Ella estaba fuera del sofá y a su lado, sus manos desabotonando más rápido de lo que podría hacer. —Nadie me dijo —susurró mientras separaba las mitades de su camisa. Sus manos suaves fueron infinitamente cuidadosas en su pecho. Ella lo contempló, sus ojos llenándose de lágrimas y piedad—. ¿Por qué no me dijo nadie? —Porque no importa. —Y él no quería que importara ahora. Atrapó sus manos y las arrancó lejos de su cuerpo. Ella jaló bruscamente sus manos libres y le dio una palmada en su brazo. —Por supuesto que importa. 152 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Él bajó la mirada hacia donde ella le había pegado. Pegado a él. Esta era la mujer que comía hasta vomitar porque él le había ordenado que lo hiciera. Ella trazó la ancha cicatriz arrugada que atravesaba diagonalmente su pecho y abdomen. —¿Conseguiste estas esa noche? —susurró. —Sí. —Mi Dios. —Jenna clavó los ojos en esas cicatrices que cubrían su duro abdomen y pecho musculoso. Eran anchas, recientemente curadas, y tenían que haber dolido como el demonio. Ella no podía imaginar voluntariamente soportarlas por cualquier razón. Mucho menos por salvarla. Cabalgó las cordilleras de la más grande como siguiendo las colinas y valles de las tablas de músculo atravesando su abdomen hasta que desapareció bajo la pretina de sus pantalones vaqueros. Nunca había pensado, ni siquiera una vez, que él hubiera sido herido salvándola. Nunca pensó eso porque ella no podía concebir un hombre haciendo algo tan desinteresado. Colocó su palma encima de la cicatriz, palpando la suavidad de la piel nueva, las cordilleras del perímetro y el calor y la fuerza del hombre debajo. —Mi Dios. Él había soportado el infierno por ella y nunca había dicho una sola palabra, ni había pedido una cosa. Excepto la noche anterior cuando había pedido su confianza. Ella se inclinó hacia adelante y besó el más pequeño círculo de quemadura justo a la izquierda de su esternón. Él podría tener cualquier cosa que deseara de ella. Cualquier cosa por completo. —¡Hijo de puta! —Las manos de Clint en sus brazos eran ásperas. No lastimando, pero no gentiles tampoco, mientras la colocaba lejos de él—. No quiero una maldita gratitud jodida. Las palabras la golpearon hasta que ella miró su cara. Su cara era como piedra, sin mostrar ninguna emoción. En su experiencia la única vez que un hombre escondía sus emociones era cuando se sentía vulnerable. Por supuesto, su experiencia era limitada, y si ella interpretaba esto mal, pagaría por el resto de su vida, pero tocó su pecho. Ella no pensó que interpretara esto mal. —Clint. 15 3 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Él no la dejó ir, pero frunció el ceño. —¿Qué? —Quiero ser tu mujer. —Ya lo eres. —Tú verdadera esposa. —¿Porque crees que entregar tu cuerpo va a compensar algunas cicatrices? La irrisión en su tono la fustigó como un látigo. —No. —Ella no estaba compensando nada. Dio un paso hacia atrás. Él no la dejó ir. Sólo la sujeto con una facilidad que envió temblores de pánico corriendo velozmente arriba por su columna vertebral. Él quería su libra de carne. Ella podía comprender eso. —No tengo ninguna otra cosa que darte. —Ella tomó un aliento estabilizador—. Nunca te podré agradecer suficiente por lo que hiciste. —Ella apretó su agarre sobre la frazada y enderezó los hombros. Se requirió de todo lo que tenía para encontrar su mirada—. Tú puedes tener cualquier cosa que quieras de mí. —¿Cualquier cosa? Su cara, su voz, su agarre —los tres eran tan implacable como el hombre en sí mismo. Su estómago se hundió. No habría fin para las demandas que él podría hacer, pero ella había dado su palabra. —Sí. —Entonces quiero tu confianza. Ella no podía haber oído bien. —¿Qué? —Quiero tu confianza. —Pero he hecho cada cosa... Pero ella no lo hizo. Se le había negado la noche anterior. Su dedo debajo de su barbilla trajo su mirada a la de él. —No quiero tu obediencia, Jenna. Ella no creyó eso ni por un minuto. 154 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —No entiendo. Su pulgar acarició cruzando su labio inferior. Era una caricia extrañamente posesiva, aún tranquilizadora. —Quiero que confíes en mí encargándome de ti. —Él jaló la frazada de alrededor de ella—. Empezando ahora. 15 5 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Capítulo 10 ─No tengo nada más que darte. Él había estado furioso hasta que ella susurró esa verdad. Ella había sostenido su mirada y le había ofrecido todo lo que tenía, dejándose a sí misma vulnerable de una manera en la que él no podía concebir que alguna vez el mismo se volviera vulnerable para nadie. Y había sido lo suficientemente bastardo para arrojarle de vuelta su oferta a la cara, atacándola donde él sabía que la lastimaría más. Ella se creía a sí misma sin valor. Era como una herida abierta en su alma, y él había ido por ello directamente, desquitándose con su eficacia usual. Y ella había estado allí, tomando eso como si lo mereciera. Como si cualquiera de esos disparates fuera la verdad. Él nunca se había odiado a sí mismo más que cuando había visto ese parpadeo de aceptación en sus ojos azules. Si viviera hasta tener cien años, nunca se perdonaría. Si viviera para tener doscientos, nadie alguna vez pondría esa mirada en sus ojos otra vez. ─¿Sunshine? ─¿Sí? ─¿Quieres atrapar ese lanzamiento? ─¿Qué? ─Ya sea que lo atrapes o eso vaya a golpear el piso. Ella no se movió. ─No sé lo que quieres. ─¿Quieres estar desnuda frente a mí? Ella se movió y evitó su mirada antes de finalmente admitir: ─Quiero complacerte. ─¿Y crees que tu cuerpo me complace? ─Él percibió el lanzamiento desde atrás. Tanto como ella permaneciera presionada contra él, estaría cubierta. ─No. Él no había estado esperando eso. 15 6 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen ─No lo habría adivinado por la forma en la que siempre te quitas la ropa. La mirada que ella le interceptó fue puramente defensiva. ─A los hombres les gusta eso. ─Eso es verdad. ─Los hace sentirse poderosos. Si él no se equivocara, ese fue un tiro, aunque fue asestado en el tono más suave, más cortés, más inofensivo posible. ─Ahora es ahí donde estás equivocada. ─Él acurrucó sus dedos en su pelo, moldeando la palma en su cabeza, sosteniendola cuando ella la inclinó hacia atrás para mirarlo—. La vista de ti desnuda pondría a cualquier hombre de rodillas. ─No a ti. ─Especialmente a mí. ─Ella lo volvía débil en toda clase de formas. ─No anoche. Esa fue una acusación. —Anoche fue diferente. ─¿Cómo? ─Tú no estabas lista. Ella cerró los ojos y descansó su frente contra su pecho. ─Por favor dime lo que quieres. ─Te quiero. ─¿Ahora? ─Sí. Ella dio un paso hacia atrás y liberó el lanzamiento. Él lo atrapó y lo lanzó a través del sofá. Ella estaba delante de él, las manos dobladas por delante, un sonrojo ascendiendo desde su pecho. Ella no se había sonrojado anoche, lo cual quería decir que se sentía vulnerable ahora. Lo cual significaba que no se escondía detrás de un escudo de docilidad. Él veía a la Jenna auténtica. Él dejó caer su camisa al piso. Ella se quedó con la mirada fija, sus ojos yendo a sus cicatrices, siguiéndolas más abajo, zambulléndose debajo de la 15 7 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen pretina de sus pantalones, ampliándose antes de despedirse de regreso hasta medir la anchura de sus hombros. Él imaginó que debía verse bastante intimidante para alguien como ella. Él extendió su mano. ─Confía en mí, Jenna. Ella colocó su mano pequeña en la suya más grande, su piel bella y delicada contra la de él, sus pechos magníficos meneándose con cada paso que dio mientras él la llevaba de regreso hacia el sofá. Él se sentó mientras ella estaba parada, su peso balanceado cuidadosamente sobre sus pies, equilibrada para la fuga. Con un tirón él la jaló a su regazo. Su cadera abrazó con suavidad a su polla. Su hombro se anidó debajo del de él y el perfume suave de rosas embromó su nariz. Ella volteó su torso al de él, puso sus brazos alrededor de su cuello y levantó su boca. Él negó con la cabeza. —No. ─¿Qué? ─No te quiero dándome lo que tú crees que necesito. Ella frunció el ceño. ─¿Quieres que yo sólo me siente aquí? ─Sólo quiero que tú me des lo que sientes. —Pero no siento nada. ─¿Jamás? ─No. ─Ahora eso es una condenada vergüenza. ─¿Debo suponerlo? Él rozó la catarata húmeda de pelo de su frente. —Si hago mi trabajo bien, deberías sentir un infierno entero. Ella se movió, midiendo las palabras. ─Pero me dejarás usar mi crema. 15 8 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Él no podía culparla por no correr riesgos. ─Si tú quieres la crema llegado el momento, la usaré. ─¿Lo prometes? ─Lo prometo Ella se relajó contra él. ─¿Qué hago ahora? Él la dejó deslizarse de nuevo en sus brazos, su mano en su cabeza controlando su descenso hasta que la tela verde profundo del sofá sirvió de almohada para su espalda. ─Tú sólo yace allí y déjame jugar. ─¿Y eso te hará feliz? Él se sostuvo a sí mismo sobre ella, cerrando los ojos brevemente mientras las puntas de sus pechos presionaban contra su pecho lleno de cicatrices. —Muy feliz. El sol brillante reflejó la luz de la nueva nieve fuera iluminando su piel con una pura luz blanca, resaltando ese resplandor interior que siempre le embelesaba. Su aliento venía en pequeños jadeos que provocaron que sus pechos temblaran mientras ella lo miraba cautelosamente. Él movió las caderas, deslizando su rodilla entre sus piernas. Ella se tensó inmediatamente. ─Cálmate, Sunshine. Ella tomó aire y se aquietó. ─Eso es todo —susurró él contra su mejilla—. No hay nada que temer. Tú sólo confía en mí para hacerte sentir bien. No escapó a su atención que ella evadió su mirada ante esa declaración. Él besó su mejilla. Sus manos agarraron su antebrazo. Ella tenía muchísimo que aprender de él. No era un hombre que despachara prontamente sus cercas. Él podría tomar tanto como ella necesitara. Besó la punta de su nariz, sonriendo cuando sus ojos se cruzaron mientras ella observaba, besó su frente, y entonces cerró esos grandes ojos azules con un roce de sus labios a través de sus inclinadas pestañas oscuras. Cosquillearon sus labios mientras agitaban una respuesta, pero se cerraron. Él besó los parpados delicados suavemente. 15 9 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen ─Allí vas. Simplemente enfócate en cómo te hago sentir. Él la hizo sentirse pequeña, femenina, vulnerable. El hormigueo de sensación explotó en algo más, algo caliente y demandante. Algo que hizo a sus pechos hincharse. Algo que la asustó. Ella empujó contra sus antebrazos. Él no retrocedió, sino más bien la metió más cerca en su pecho, su boca. La metió dentro de ese sentimiento fuera de control, y lo nutrió con susurros calientes de aprobación mientras ella temblaba y se arqueaba. ─Esa es mi chica. Ve con eso. ¿Ir a dónde? Ella no tenía idea de lo qué él estaba haciendo, donde la estaba tomando, qué esperaba que ella hiciera a lo largo del camino. Ella había esperado una falta de dolor, pero esta falta de control era algo enteramente diferente. Antes de que tuviera la posibilidad de estudiarlo, contenerlo, él se movía otra vez, sus labios rozando su mejilla en una ligera serie de caricias de camino a su boca. Fue con un sentimiento de alivio que ella lo sintió besar la esquina de su boca. Sabía qué cosa hacer aquí. Él le había enseñado la noche anterior. Tan pronto como él besó la otra esquina, ella abrió su boca, deslizando sus manos sobre la protuberancia dura de sus bíceps hacia la firmeza implacable de sus hombros. Su nariz rozó la de ella mientras él negaba con la cabeza. Una hebra de su pelo se deslizó de su atadura y se deslizó a lo largo de su mejilla. ─No lo apresures, cariño. ¿Apresurar qué? Como mujer casada, una mujer inteligente, ella había pensado que sabía todo acerca de las relaciones entre un hombre y una mujer, y cómo sobrevivirlas. Ella no sabía una cosa sobre esto. Sobre la forma en la que él podía hacer a su labio vibrar con el roce de su lengua, la forma que él podía hacerle atascar su aliento y retorcer el cuerpo simplemente chupando el labio inferior dentro de su boca. Su risa se mezcló con su jadeo. Un sonido masculino bajo de placer mientras su mano se acomodaba debajo de su torso y sujetaba su pecho al de él. Ella se preparó para aguantar la magulladura por venir, pero en lugar de eso él sólo la sostenía, dejándola acostumbrarse a la sensación de él mientras él se acostumbraba a su sabor. Gradualmente, sus músculos se relajaron, dejándolo soportar su peso, dejándolo hacerse responsable de su posición. Su recompensa fue otro de esos murmullos 1 60 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen aprobatorios antes de que él inclinara su boca a través de la de ella, y su lengua empujó más allá de sus labios separados en un empuje lento, fácil que embromó su aliento y su anticipación antes de culminar en un rizo perezoso alrededor de la de ella. Él no parecía tener prisa, o hacer esfuerzos hacia cualquier meta en particular. Su boca en la de ella era suave, su mano en su espalda sosteniéndola, los dedos sobre su mejilla persuadiéndola. Ella estaba rodeada de su esencia humeante, su fuerza, y su gentileza. Sus dedos cogieron la tira en su pelo y cuando ella jaló, su pelo se desparramó libre, deslizándose alrededor de su cara, bloqueando la visión del sol, encerrándola en el mundo sensual de su creación donde nada más existía excepto los frágiles nuevos sentimientos que él persuadía de su cuerpo y disminuían su resistencia. Ella dejó caer la tira de cuero del pelo en su espalda mientras, a través del impacto sometiendo a su cerebro, la realidad se empujó hacia el frente. ─¡Estas seduciéndome! Fue una acusación jadeante a la que le faltaba cualquier fuerza auténtica. Clint reunió eso con la verdad. Su “Sí” fue fuerte en contraste, su diversión de alguna manera amable en lugar de burlarse. ─¿Es ese un problema? Ella negó con la cabeza, sintiéndose tonta. Él rozó su nariz con la suya. ─Debo hacerlo bien entonces. Clint sonrió. Otra sonrisa auténtica que llevó su cara de apuesto a devastador, y más del escudo que ella había levantado alrededor de su corazón se disolvió. Siempre había querido verlo sonreír, sin soñar que ella en verdad llegaría a ser la misma en hacerlo ocurrir. Y aquí lo había hecho dos veces en una mañana. Ella tocó la esquina de sus labios. ─Estás sonriendo realmente. ─Él arqueó una ceja─. Tú nunca sonríes. ─Nunca te he tenido en mis brazos antes. Ella se sonrojó. Podía sentirlo empezando en los dedos de sus pies y quemando su camino sobre su pecho. Ella no podía evitarlo. La forma en la que él la miraba hacía todo 161 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen parecer más íntimo. Más personal. Él la miraba como si ella fuera algo especial, lo cual sólo la hizo más conscientes de todas las maneras en las que no era. ─Debes decirle eso a todas las mujeres. ─No. No lo hago. ─Él no la dejaría apartar la mirada. Su sonrisa se había ido y en su lugar era el hombre que ella estaba acostumbrada a ver. El que no pedía cuartel ni lo daba. El que le entregaba la verdad sin disculpas o aceptación al decoro. Otro gran ramalazo de esperanza disparándose más allá de sus defensas. Tal vez ella realmente era bonita para él. Ella la aplastó inmediatamente como una tontería. ─Gracias. ─Su enfoque se intensificó. Ella se movió ansiosamente. Algunas veces juraba que él podía ver tan profundamente dentro de ella que no tenía secretos que quedaran. Su nariz rozó la de ella otra vez. —Sunshine, alguien seguro que puso algunas nociones extrañas en tu cabeza. —Lo siento. —Ella quería tanto darle lo que él quería, reaccionar en la forma a la que estaba acostumbrado. Su mano trabajo arriba por su espalda hasta que él ahuecó su cabeza, sus hombros soportados por su antebrazo. —No hay por que disculparse. Simplemente quiero decir que tenemos algunas cosas que aclarar. —¿Sólo algunas? —Él le sonrió ante su puñalada, ante el humor. Sólo una rareza de sus labios, pero la hacía tan hambrienta por más. Él asintió con la cabeza. —Lo principal siendo lo que pienso es que eres tan bella que estoy a punto de venirme en mis pantalones solo con mirarte. —¿Realmente? —La desnudez de sus palabras la conmocionó. La posibilidad de ellas la intrigó. Él dejó caer su frente contra la de ella. Este final le dio a ella sólo un vago sentido de su expresión, pero no había negación a la dureza de su respiración o el palpitar de su corazón. —Realmente. —Pero sólo nos hemos besado. —Ella sintió su encogimiento de hombros a todo lo largo de su torso, especialmente en sus pechos donde el vello de su pecho se arrastro en sus pezones. —Tú eres un infierno de besadora. 162 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen El cumplido calentó otro punto profundo en su interior que ella había pensado para siempre congelado. Ella acarició su hombro y espalda, disfrutando de la escalera de músculo flexionándose debajo de su toque. —Puedo ir por mi crema. Su “No” fue tan abrupto que la hizo saltar. —No hay necesidad de esperar. Él la besó duro. —Será más dulce por la espera. Ella no supo cómo sería posible eso, pero él era el hombre, y ciertamente sabía lo que a le gustaba. —Bien. —Entonces porque ella era curiosa y porque sus labios en su cuello tenían a su corazón revoloteando y acelerándose preguntó—, ¿me permitirías, quiero decir me gustaría...? —Clint se levantó y aflojo su cuerpo bajo el suyo mientras ella estaba buscando la manera correcta de pedirlo. El sofá crujió mientras él jalaba su brazo debajo de ella y se sostuvo con su brazo al lado de su pecho. —Escúpelo, Sunshine. Porque ella no había llegado a sacar cualquier acercamiento mejor lo hizo. —¿Puedo tocarte? Pareció que como si la pregunta se suspendiera entre ellos sin contestarla por una eternidad mientras él estudiaba su expresión, y entonces se relajó y la sonrisa comenzó. Empezó en sus ojos, calentando sus fijas profundidades oscuras con luz mientras se extendía hacia el exterior por sus labios llenos con pura anticipación carnal. —Sí. —Gracias. —Otro sonrojo brotó desde los dedos de sus pies pero ella se mantuvo firme. —Mi placer. —Sus manos rozaron sobre sus costillas a un lado de sus pechos. Ella no pudo evitar su rigidez involuntaria. Su mirada se agudizó y sus ojos dejaron los de ella y se dejaron caer a su pecho, yendo en busca de la causa de su ansiedad. En la 1 63 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen luz brillante no pudo evitar sino notarlo y ella no quería que la viera de ese modo. No quería que él lo supiera. Ella tiró de su pelo. —Pensé que iba a conseguir tocarte. —Ella prefirió enorgullecerse de la cualidad seductora de su queja. —En un minuto. Él tenía manos increíbles. Con un toque podía tanto apaciguar como persuadir. No era extraño que fuera el mejor entrenador de caballos en los alrededores. Pero ella no necesitaba relajarse, necesitaba una distracción. Su aliento siseó adentro y ella supo que era demasiado tarde. Cerró los ojos contra la piedad que vería en los de él. La curiosidad. La repugnancia. —Dime quién, Sunshine. —La punta dura de su dedo tocó ligeramente su seno justo a la izquierda de su pezón. —No importa. —Ella miró hacia abajo. Todo lo que podía ver era la anchura oscura de su hombro extendiéndose a través de su línea de visión, y el negro pelo desparramado sobre la extrema blancura de su piel. —Importa. —Él acunó la plenitud de su seno protectoramente en su palma. La frialdad de su mirada cuando él miró hacia arriba la hizo temblar. —Estás asustándome. —Ella podía sentirlo retirándose de ella, de vuelta a ese lugar que no podía ir, donde nadie podía alcanzarlo. —Tú no eres la que necesita estar asustada. —En contraste al gruñido letal en su voz, sus labios en su seno fueron infinitamente gentiles, calientes besos tranquilizadores de… ¿disculpa?—. Dímelo, Jenna. —No importa. —¿Eso se debió a ese hijo de puta con el que tu padre te forzó a casarte? —Es igual. Estoy contigo ahora. Nadie puede lastimarme. —Ella no podía resignarse a mentir. Acarició sus hombros. Los músculos se tensaron duros como roca bajo sus manos. Los dedos de su mano izquierda le dieron un pellizco dolorosamente a su suave carne. 164 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Mataré al hijo de puta que hasta piense en intentarlo. —La calma con la cual él manifestó ese hecho la tuvo temblando otra vez. Clint sintió el temblor a todo lo largo de su cuerpo. Se volteó sobre su costado, dejándolos a ambos encima del sofá, acogiendo dentro de sí su ansiedad mientras intentaba reprimir la furia asesina hinchándose debajo de su piel, saliendo de su control, amenazando con hacerlo explotar desde el interior. Su Jenna, su dulce Jenna gentil, había sido azotada. En sus pechos. Lo suficiente duro como para dejar una cicatriz. Hijo de puta, no es de extrañar que ella hubiera sido tan obediente, ciegamente haciendo lo que él había pedido sin un murmullo. Ella tenía que estar aterrorizada de que eso pasara de nuevo. ¿Y no creía que importara? Él dejó caer su frente hacia la de ella y aligeró su agarre sobre su seno. ¡Demonios! Él había estado apretando lo suficientemente duro para dejar una marca. Lo cual no lo hacía un poco mejor que el bastardo que había liberado semejante salvajismo en ella. —Lo siento, cariño. —Está bien. —Ella siempre le decía eso pero él no lo creyó. —¿Quieres tú hacer un alto? Su polla se sacudió en señal de protesta, pero él contuvo el deseo egoísta de seguir adelante, obligándola a reconocerle tan diferente. Él sintió el calor de su rubor antes de que verlo. —Yo... —Está bien. —Él la acercó a su torso, necesitando abrigarla tanto como necesitaba reclamarla. Ella lo desgarraba con su vulnerabilidad combinada con esa fuerza interior en la que confiaba para continuar—. Esto no tiene que ser todo a la vez. Ella tragó tan duro que su cabeza topó su barbilla. —No quiero detenerme. —¿Qué? —Él no podía haberla oído bien. —Nunca se ha sentido bien antes. Sé que es un pecado, pero sólo quiero… —El resto de la frase se desvaneció en la nada. —¿ Tú sólo quieres qué? —Sus manos se apretaron en una de él. 165 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Sólo quiero saber cómo sería contigo. —¡Mierda! —Él no estaba en condiciones de tomarla gentilmente. Era demasiado bruto, su cólera cociendo, hirviendo demasiado cerca de la superficie, mezclada con su lujuria en una mezcla volátil, imprevisible. —Lo siento. —Ella se encogió lejos. —Maldita sea, ven aquí. —Ella lo hizo inmediatamente, recostándose rígidamente contra él. No se requería de un genio para aclarar por qué—. Jesús, nunca deberías haberte casado conmigo. —Te dije que no era perfecta. Él agarró su barbilla y la sacudió con fuerza hacia arriba. —No hay una maldita cosa acerca de ti que no sea perfecta, pero hay un infernal montón acerca de mí que debería mandarte gritando a refugiarte. Siendo el número uno que ahora mismo no estoy en condiciones de tomarte gentilmente. Como deberías ser tomada. Como necesitas serlo. En lugar de sobresaltarse, su barbilla subió. —¿Quién lo dice? —¿Quién dice qué? —¿Quién dice que necesito ser tomada gentilmente? —Yo lo hago. Tú deberías tener palabras suaves, gentiles toques, y toda la paciencia que un hombre pueda reunir. —¿Y tú no me puedes dar eso? —Ella se apoyo sobre él. —No esta vez. No ahora. —¿Por qué no? —Porque tú eres mía, y has sido muy lastimada, y me vuelve loco pensar que no estaba allí para impedirlo. —Y eso te hace querer lastimarme, también. —Ella lo dijo como si tuviera sentido. —Ah mierda, cariño, no quiero lastimarte nunca. —Sus pechos se suspendieron a una pulgada de su boca mientras su mano pasó rozando su camino abajo de su estómago. 1 66 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Pero me quieres. —Sí. —¿Sólo a mi? —Sólo a ti. Las puntas de sus dedos avanzaron lentamente debajo de la pretina de sus pantalones vaqueros. Su estómago se contrajo de placer. Sus pechos se mecieron mientras ella se alzaba más alto. Su pezón rozó su boca. Él lo atrapó entre sus labios antes de que pudiera mecerse de regreso. Su aliento la dejó en una carrera. Él no la dejo ir, sólo la sostuvo en su boca, encontrando su mirada con la suya, advirtiéndole a ella de echarse atrás. Sus cejas se arquearon arriba. Él movió hacia atrás sus labios, dejándole a ella sentir y ver los dientes. Dejándola saber que él estaba serio. Necesitándola para echarse atrás, para que él pudiera mantenerse sobre el pequeño pedacito de autocomplacencia que había dejado. El miedo llameó en sus ojos. Su mirada se centro en sus dientes. Ella dejó de respirar. Si él no tuviera cualquier sentido de auto conservación en absoluto, la pellizcaría, le daría ese mordisco que la enviara a volar, pero él no pudo hacerlo porque en el tiempo que se requirió tomar la decisión, el miedo en sus ojos fue reemplazado con entendimiento. —Está bien, Clint —susurró ella, inclinándose hacia adelante, dándole acceso a sus pechos—. Está bien si necesitas lastimarme esta vez. Su polla brincó y se tensó en sus pantalones ante su sumisión. El deseo espesó su sangre hasta que resoplaba dolorosamente a través de sus venas. ¡Maldita ella! ¿Cómo podría hacerle esto? ¿Entregarse así? Sin contenerse, ¿sabiendo lo cerca del borde en que él estaba? Él mantuvo su pezón trabado entre sus dientes mientras hundió sus dedos en su pelo en la base de su cráneo y la arrastró sobre él. Cuando ella estaba sentándose a horcajadas en su estómago, él le arqueó la cabeza hacia atrás, forzando más de su seno dentro de su boca. Él la chupó duro, probablemente demasiado duro, pero la necesitaba, necesitaba su aceptación. Necesitaba probar lo que fuera que ella quisiera decir. Necesitaba esta culminación por años de hambre. Por esperar. 1 67 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Él enlazó su pezón con su lengua mientras se elevaba la atención. Lo mordió con sus labios, su mano libre moldeando su pecho para su gusto, jalándolo fuera de su cuerpo, hacia su boca, ordeñando una respuesta. Exigiéndola. Y se la dio, en jadeos suaves y diminutos chillidos sorprendidos de placer. A ella no le gustaba cuando él usaba sus dientes. Sólo el indicio de ellos la sujetaba, pero lo amaba cuando él usaba sus labios para pellizcar y machacar gentilmente sobre las pequeñas protuberancias. Ella gemía mientras él la chupaba, jalando duro sobre la punta sensitiva. Y le gustaba cuando él trabajaba su pecho con sus manos al tiempo que tironeaba en sus pezones. Entonces se meció en su torso, inconscientemente frotando su coño sobre las cordilleras de músculo. Él ahuecó los cachetes de su culo en sus palmas y se olvidó completamente de dirigirla lejos. —Sube aquí, cariño. —Él se empujó con sus manos y se apresuró abajo sobre el sofá hasta que el brazo más bajo detuvo su progreso. Ella sólo alcanzó tan lejos como su pecho antes de que se detuviera, solo lo suficiente cerca como para embromarlo con el primer perfume de su pasión, pero muy lejos para que la saboreara. Y él necesitaba saborearla. Para saber cada pequeña cosa íntima acerca de ella. Él agarró su cintura y la subió a su lado. Ella estaba todavía tambaleante sobre sus pies, tratando de conseguir su posición cuando él se sentó sobre el piso delante de ella y tomó sus manos en las suyas, reclinándose hasta que estaba boca arriba y ella estaba inclinada sobre él. No fue el movimiento suave que él había planeado porque ella no tenía ninguna pista de cual era su intención. Él sacudió la cabeza ante su falta de educación, y con un tirón rápido, la hizo perder el equilibrio para que cayera. Su chillido terminó enterrado en su pecho mientras él le amortiguaba la caída. —Móntame, Sunshine. —Ella hizo lo que ordenó, empujando su salvaje maraña de pelo fuera de su cara mientras ella se arrodillaba encima de él. Él rozó la regordeta hinchazón de su estómago en su camino hasta las puntas rojo oscuro de sus pezones, tomando la pequeña pizca de presión adicional contra su pulgar mientras ella inhalaba de un tirón. 1 68 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Eso es —susurró él mientras su coño humedecía la carne de su estómago—. Siente el placer. Esto no es un pecado, Jenna. Es la forma en la que se supone que es entre nosotros. Déjame mostrarte lo bien que debe sentirse. Su cabeza se dejó caer atrás y la larga longitud de su pelo azotó sus muslos mientras ella sacudía la cabeza. —¿Cómo puedes hacerme esto? —¿Hacer qué? —Hacerme olvidar. —Práctica. —Él había tenido mucha práctica en olvidar—. Ahora, ven aquí. Él jaló sus pezones. Ella se inclinó hacia adelante, atrapando su peso en sus manos en el piso al lado de su cabeza. Él acarició con las suyas abajo por su espalda, maravillándose de lo suave que era su toque. Tan diferente de él. Por dentro y por fuera. Él trazó la línea de su columna vertebral con los dedos índices de ambas manos hasta que terminaron en la suave carne de sus nalgas. Él palmeo su culo, masajeando la entregada carne, hundiendo sus dedos profundo, levantándola mientras se apresuraba a moverse hasta abajo con un último tirón, él levantó sus muslos sobre sus hombros uno a la vez para que ella se arrodillara sobre su cara. —¿Clint? Él sabía que estaba avergonzada. Dudosa. Lo sabía y no importaba. Ella tenía el coño más bonito. Regordete y lujurioso como el resto de ella, los delicados labios inferiores apenas comenzando a desplegarse con su deseo. Sólo algunas gotas de humedad aferrándose a los rubios rizos. Él recogió una gota perlada en su dedo. Brillaba tenuemente contra su carne oscura, tentándolo a buscar más, a provocar más. Él miró hacia arriba. Ella lo miraba hacia abajo. Él sostuvo su mirada mientras traía su dedo a su boca, doblando la lengua alrededor de esa gota picante, gimiendo en su garganta mientras su sabor se extendía a través de su boca. Hijo de puta, él había sabido que ella sería dulce en su lengua. El rubor en sus mejillas se tornó escarlata mientras jadeaba. Él deslizó sus manos sobre los huesos de sus caderas hasta que tuvo un buen agarre y la haló hacia abajo. Él la 1 69 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen tironeó lo mas que pudo sobre su costado izquierdo, soportando el derecho para que ella no tuviera que hacerlo, dándole la bienvenida a su peso en su pecho mientras su coño rozó sus labios. El miedo llameó en sus ojos azules. Su ser entero pareció retraerse. Él acarició su cadera con una mano sosteniéndola aún con la otra. —¿Qué es eso, cariño? Su labio se deslizó entre sus dientes, pero ella no dijo una palabra, simplemente sostuvo sus manos al lado de su cabeza y se afirmó. Él besó la parte interior de su muslo, arrastrando sus labios a través del tibio espacio sedoso, absorbiéndola primero, deteniéndose cuando el color se drenó de su cara. —¿Qué pasa, Jenna? —Por favor no lo hagas. —¿No hacer qué? —Sé que dije que estaba bien, pero por favor no me muerdas allí. Por favor. Él aspiró profundamente y lo sostuvo, la furia hinchándose más alto que antes. Diablos, él pondría a su marido en el suelo otra vez si pudiera. —No te morderé, cariño. Sólo quiero besarte un poco. Saborearte. Hacerte sentir bien. —Él besó sus pliegues, una vez, dos veces, tres veces, facilitándola dentro del pensamiento de su boca allí, domándola con sus labios y sus manos hasta que ella se relajara encima de él. —¿Es esto necesario? —le preguntó ella en esa voz chillante que lo hizo sonreír. —Mucho. Él la embromó con su lengua, explorando los pliegues con golpecitos leves, trabajando un poco más profundo cada vez hasta que alcanzó el centro interior húmedo de su deseo. Sus boqueadas fueron constantes ahora, pero ya no de miedo. Su delicada carne estaba hinchándose y su dulce canal lubricándose, provocándolo con su sabor único. Él quería más. La jaló más cerca, exploró más profundo, azotándola más rápido. Su polla se sacudía y latía al ritmo de su boca. 170 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Él acarició con su cara más profundo entre sus piernas, buscando y encontrando su clítoris si se estuviera anidando. Él lo lamió gentilmente, aumentando gradualmente la presión mientras ella se arqueaba contra él. Fue recompensado mientras la pequeña protuberancia sensitiva se hinchaba contra su lengua y un fresco chorro de crema recubrió sus muslos. Quería comerla. Quería todo lo que ella tuviera que darle. Él quería que ella se lo diera a él, y quería tomarlo. Deslizó un dedo en su canal. Ella estaba muy ajustada, sus músculos apretándose abajo sobre él inmediatamente. Él tomó su clítoris entre sus labios y lo chupó gentilmente mientras facilitaba su dedo adentro y afuera. Su aliento llegó más rápido, roto por los quejidos incoherentes. Él levantó el paso, la presión, conduciendo su deseo más alto, añadiendo otro dedo al primero. Él podía sentir su pasión construyéndose, podría sentir su respuesta empezando a tomar el control. Sentir su temor creciendo sin interrupción con eso en la tensión de sus músculos. Ella jadeó y se apartó. Él gruñó y la jaló de regreso, sujetándola todavía para el látigo de su lengua, la succión de su boca. Él la sujeto a él y bebió de su esencia mientras ella se convulsionaba, sus uñas clavándose en sus hombros mientras lloraba su nombre. Él gruñó profundo en su garganta cuando ella se dejo ir. Él no terminaba aún. No había tenido ni de cerca lo suficiente de su dulzura aún. Ella gritó su nombre otra vez, otro fuerte clímax llegando sobre el primero, la última consonante haciéndose pedazos en una nota de pánico mientras su coño ordeñó su dedo y sus jugos inundaron su lengua. El borde de dolor en su siguiente grito fue la única cosa que lo pudo separar de ella en ese momento. Él los volvió sobre sus costados, metiendo la cabeza de ella encima de su hombro mientras lloraba, acariciando su columna vertebral mientras besaba su mejilla, su cuello, su mandíbula. —Está bien, bebé —susurró en su oreja mientras los enormes sollozos estremecían su cuerpo—. Está bien. Y lo estaba. A pesar de que Jenna estaba llorando en vez de sonreír, a pesar de que su polla ansiaba alivio, por primera vez en años, todo estaba bien en su mundo. 171 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Capítulo 11 Ella no podía dejar de llorar. Era embarazoso, ridículo y estúpido, pero cuando Clint acarició su espalda y besó su cabello, más lágrimas se acumularon y cayeron. ―¡Ah Sunshine, tienes que parar! Lo haría si pudiera. ―Lo estoy intentando. Su voz era un sonido de patéticos hipidos, aguda entre sollozos. ―Vas a hacerme quedar mal. La gente dará un vistazo a tu cara y sabrá con seguridad que soy un verdadero hijo de puta. Él no era un hijo de puta. Se acarició las cicatrices del pecho, sus dedos se deslizaron a través del sudor alisando el músculo. Él era un hombre duro y, a veces, frío, pero era un hombre como ningún otro. Y era suyo. Otra ronda de lágrimas creció. Ella las sorbió y limpió de su nariz. Era probable que fuera la primera vez que había llorado en años, no tenía un pañuelo a mano. Detrás del hueco de las puertas, Danny gimoteó. Debajo de ella, Clint gimió. Ella se disculpó de nuevo, inhaló y se escondió profundizando en sus brazos. Había algo tan sólido en ese hombre que no tenía nada que ver con todos esos fuertes músculos y huesos. Ella no podía acercarse lo suficiente. La hizo sentir femenina, delicada, y... deseada. Él gruñó cuando su codo golpeó sus costillas. ―¿Vas a llorar de esta manera cada vez que te corras? Ella no tenía ni idea. ―¿Importa? Su risa entre dientes repercutió alrededor de ella. ―No realmente. —Él pasó por debajo de ella, cogiéndola con el brazo cuando casi se cayó fuera―. Sin embargo, yo podría elegir un lugar más cómodo para la siguiente ronda. 172 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Estaban en el suelo. O más correctamente, Clint estaba en el suelo y ella tumbada encima de él. ―¡Debes estar congelado! Se levantó a gatas. Él se lo permitió, cogiendo su mano cuando ella se apartó, acurrucándola a sus pies y arrastrando su espalda hacia sus brazos enderezándola. El algodón de sus vaqueros raspaba su estómago mientras él la arropaba en su abrazo. Su erección latía, contra su cadera y muslo. Ella recordaba cómo la había poseído esa mañana. Su ternura. Su consideración. Reprimió el reflejo de escapar lejos. En vez de eso, se frotó contra él, levantando su rostro para el descenso de su boca cuando él tocó su mentón con el dedo. Sus labios eran firmes y exigentes, su lengua buscando la de ella con la urgencia que pudo sentir tamborileando bajo su piel. Él la deseaba. A ella le continuaba conmocionando que alguien como él pudiera desear a alguien como ella, pero lo hacía, y quería darle todo lo que necesitara. Todo lo que fuera. Como fuera. Su mano bajó a su pecho. Ella tembló primero del contacto frío y luego de calor cuando él levantó su pecho para la caricia de su dedo pulgar. El fuego golpeaba su pezón, lentas chispas bailando de manera irregular sobre su torso, brillando y estremeciéndose todo el camino hasta su coño, donde se unieron en una bola caliente de ávido estimulo. Ella quería más. De la sensación. De él. Ella frotó su lengua contra la suya, de puntillas para acercarse. El antebrazo de él en la base de su columna vertebral anclándola contra él mientras su beso era más audaz, más caliente. Más exigente. Se fue con él, uniendo los brazos alrededor de su cuello cuando él levantó sus pies del suelo, asombrada que pudiera hacerlo con un brazo, secretamente encantada de que podía. Él arrastró sus labios de ella. Ella agarró su cabello y tiró de él de nuevo. ―No. Pasó por alto su protesta. ―Envuelve las piernas alrededor de mi cintura. Debería haber estado aterrorizada de provocar tal tono en un hombre, pero no. Dios la ayudara si no lo hiciera. En lugar de eso, cada nota gutural silbaba como savia caliente a 173 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen lo largo de sus terminaciones nerviosas, aumentando su calor como consecuencia principal de la misma hoguera. Envolvió las piernas alrededor de sus magras caderas, inclinándose hacia atrás para que él pudiera ver sus pechos, sonriendo cuando se relamió los labios. La expresión de él se endureció como el granito. Sus negros ojos abrasaron los suyos cuando se volvió, llevándola fuera de la puerta como si no pesara nada. Estaban al pié de las escaleras antes de que ella encontrara la voz. ―¿Dónde vamos? ―Arriba donde te pueda amar bien. ―No puedo imaginarte haciéndolo mal. La intrépida afirmación sencillamente salió fuera. Los ojos de Clint llamearon y se tragó el aliento. Después estaba en movimiento otra vez, girándoles para todos lados, reteniéndola. El brazo de él impactó primero en la pared, cogiendo la mayor parte del impacto y agarrándola dentro de la sólida pared de su pecho. Su boca descendió sobre la de ella, salvaje y hambrienta como si quisiera devorarla. Sus dientes rasparon el cuello de ella mientras se arqueó y buscó abajo. Él sorbió por el lazo de su cuello y hombro mientras de una patada se quitó las botas y los pantalones, abriendo paso a una risa desde el interior. Ella no lo reconocía así. No se reconocía a sí misma así. Pero le gustaba. La ancha cabeza de su polla se deslizó por las nalgas mientras gemía satisfecho. Su boca se volvió hacia la suya, y él la besaba de nuevo, posesivo mientras sus manos estaban en las caderas, su polla marcándola con el calor de su pasión, exigiendo que cediera y le aceptara. Y lo hizo. La levantó, con una sonrisa maliciosa en su exótico rostro, y deslizó su polla entre ellos, la inclinó de modo que él montara su pliegue, la ancha cabeza agitando su hinchado clítoris como lanzas a través de sus carnes, enviando fragmentos de luz vacilante hacia el exterior. Ella encogió la espalda y hundió el rostro en el cuello de él mientras subía la escalera, a cada paso empujando la longitud caliente de su eje a lo largo de su ultra—sensible clítoris. Era pecaminoso, decadente y ella no quería que terminara. En el momento en que alcanzaron la cima de las escaleras ella estaba gimiendo y jadeando, su boca besando y chupando en el hombro en respuesta a las demandas de su cuerpo. 174 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Él entró en la habitación sin problemas, y dio un puntapié a la puerta cerrada. Su polla descendió y alcanzó donde estaban los tensos y apretados pliegues de su coño. ―¡Hijo de puta! La acalorada maldición barrió más allá de su oreja mientras Clint capturaba un puñado de sus cabellos en la mano y tiraba de su cabeza hacia atrás. El sabor salado del cuerpo de él permaneció en sus labios mientras le miraba fijamente. Ella mantuvo la mirada de él y lo lamió. Él la lanzó, su masculina risa siguiéndola mientras ella chillaba y se sacudía buscando apoyo. La suavidad del colchón la envolvió antes de hundirse primero hacia un lado y luego hacia el otro mientras Clint colocaba las manos al lado de sus rodillas, su pelo balanceándose hacia adelante entre ellos. Él empezó a deslizarse sobre su cuerpo, sus manos situadas con depredadora precisión a lo largo de ella cubriéndola. Todo lo femenino en ella estaba en estado de alerta. Aunque sabía que él estaba jugando, era demasiado grande, demasiado masculino para estar tendido tranquilamente. Ella se apoyó en sus codos y se balanceó hacia atrás. ―¿Clint? Él sólo sonrió ampliamente y continuó aproximándose, flexionando sus bíceps con cada movimiento, arrastrando su polla hasta el interior de su muslo en una caliente caricia de seda. El peso de la gran cabeza de su polla tiró de él hacia abajo. Ella miró sobre su hombro. Salió corriendo de la cama. Los brazos de él atrajeron tranquilamente sus caderas. Él se paró, sonrió abiertamente, y lentamente, lentamente bajó su cabeza, manteniendo su mirada todo el tiempo. Su cabello agrupado a ambos lados de los muslos, mientras su lengua, su perversa y talentosa lengua, se extendía hacia su coño. Él se meneó una vez, haciéndola temblar y arquear casi imperceptiblemente. Amplió su sonrisa y a continuación fue lamiéndola, su lengua remolineo a través de sus espesos zumos, tocando su clítoris con cada paso, mientras sus ojos median cada respuesta que ella hizo. Era demasiado. Demasiado íntimo. Ella dejó que sus parpados se agitaran en la próxima ola de pasión. Un pellizco en su muslo los tuvo abiertos volando. ―Mira. Ella no sabía si estar asustada o aliviada. 175 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen ―Me mordiste. Él levantó una ceja hacia ella y chupó el área lesionada antes de lavarla con su lengua. ―No, Sunshine. Acabo de recibir tu atención. Ella se frotó el interior del muslo. Él besó su mano, maniobrando la lengua entre sus dedos, haciéndole cosquillas con la promesa de sensaciones. ―Pero ... ―Confía en mí, bebé. Él la mantuvo con el poder de su personalidad, la profundidad de la emoción en sus ojos, la promesa de la pasión en su toque. Eso podría hacer de ella una mujer débil, suelta, pero ella quería ese placer con él de nuevo. Quería dárselo de vuelta a él. No importaba como. Ella quitó su mano y la puso sobre la cabeza de él. Su pelo era sedoso y fresco al tacto, calmante contra el calor de su piel. Él se volvió y besó su palma. Sintiéndose audaz y atrevida, ella curvó sus dedos sobre su mandíbula. El inicio de su barba raspó su piel. Él se paró y la miró sobre su mano. El calor bajo la pregunta en su mirada la chamuscó. ―Quiero que tú te sientas bien, también. ―Me siento muy bien ahora. Su profunda voz arrastró de la forma en que siempre lo hacía, calmante y estimulante al mismo tiempo. Ella sacudió la cabeza. ―No quiero tomar. Quiero dar. ―Cosita dulce, estás dándome el cielo ahora mismo. ―No te estoy dando nada. Sólo estoy echada aquí. Él besó el camino hasta su estómago, cada pincelada de sus labios en su carne infinitamente suave. ―Me estás dando tu confianza. No era suficiente. 1 76 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen ―¿Por favor? Besó la punta de cada pecho, chupó cada uno a su vez, antes de hociquear en el lado de su cuello. ―¿Y si hacemos un trato? La pregunta sopló contra el delicado cordón de su cuello. Ella curvó los dedos sobre sus hombros. ―¿Qué? La cama se hundió, desplazándola a la derecha mientras él continuó su ascenso. ―Tú me perdonas esta vez, y yo te permito volverte loca después. Su polla situada en la humedad de su vagina mientras su pelo caía sobre su rostro, ocultando su vista. Ella se movió atrás para nivelar su brazo izquierdo hasta que se unió al derecho de él, incluso con sus hombros. ―¿Perdonarte por qué? ―Mi impaciencia. La explicación terminó en un siseo cuando él presionó contra ella. ―Oh. Era grande. Sus dedos en su mejilla para calmar sus nervios. Él todavía tenía el control. Sin embargo, querido Dios, era tan grande. ―Fácil, Sunshine. El colchón crujía cuando él cambió su peso a su antebrazo. Estaba respirando dificultosamente, su aliento golpeando sus mejillas en rápidas inhalaciones. Él ahuecó la parte de atrás de su cabeza en la mano. Él olía a café, a ella y a ellos. ―Lo haré tan fácil como sea posible —susurró contra su boca―. Pero no puedo esperar más para estar dentro de ti. Podía sentir su urgencia en el estremecimiento de sus músculos, el aumento moderado de energía a través de él. Ella inclinó su cabeza hacia atrás en su puño, sabiendo que hacía lo correcto cuando él gimió y besó su garganta. Ella empujó el cabello de él hacia atrás para ver mejor su expresión. Era dura, casi salvaje, con el deseo desgarrándole. Por ella. 1 77 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen ―Tú me necesitas. El beso que él presionó en el hueco de su garganta fue violento con hambre reprimida. Y aún así se contuvo. ―Estoy dolorido por ti. Ella nunca había conocido a nadie como él. ―Dame crema. ―Tú no necesitas crema. Su risa era más que un gemido. Agarró su mano, arrastrándola hacia abajo entre sus cuerpos hasta que sus dedos se hundieron entre sus piernas. Su carne estaba anormalmente suave y húmeda. Resbaladiza. ―Siente cómo estás lista para mí. La forma en que tu dulce coño está llorando por mí. Sus dedos golpearon la cabeza de su polla. Ella envolvió su mano en la de él, captando el grueso tallo. Ella no podía envolver los dedos alrededor del liso y duro mango, pero lo intentó, apretando lo que podía. Clint dejó de respirar, todo su cuerpo atrapado en una desesperada y expectante quietud. Su enorme polla saltó en su mano cuando el cuerpo de él dio un tirón hacia abajo. La sensación resultante de carga en su vientre la hizo jadear y se arqueó instintivamente. Él empujó más fuerte contra ella. Su carne se estremeció y dolió cuando sus músculos lucharon para dar cabida a su entrada. Un gemido desgarró su garganta. ―Hijo de puta. —El torso de Clint la golpeó abajo en el colchón, manteniendo su movimiento―. No hagas eso, bebé. —Él arrastró su mano de encima―. Tienes que dejar a un hombre cierto control —él arrastró las palabras cuando sacó la mano entre ellos. Sus ojos oscuros se mantuvieron en los suyos, sus fosas nasales se ensancharon cuando él capturó su aroma. Trajo sus dedos a la boca con intención deliberada, y cerró sus labios sobre los dos primeros. Él se estremeció, sus párpados bajaron, y sacudió su polla contra su apertura mientras su lengua lamía la parte inferior de sus dedos. Con su mirada centrada en ella, no había manera en que pudiera equivocarse de la respuesta de él para nada más que el placer. Él chupó y luego paró, como si la saboreara, dejándolos rodar a través de su lengua antes de tragar. Sus parpados se levantaron y sus pupilas quemaron cuando fue tras el tercer dedo de la mano. 1 78 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen ―Sabes tan bien, Sunshine. Me haces querer comerte desde el amanecer hasta el anochecer. Esas palabras, pronunciadas con ese áspero acento, montaron sus nervios más duro que una caricia. A él realmente le gustaba ella. Como era. No había modo alguno en que nadie pudiera falsificar tanta pasión. Los labios y la lengua de Clint trabajaron sus dedos, estirando las ocultas terminaciones nerviosas hasta que sintió como si él estuviera profundamente dentro de ella, él fue lamiendo su vientre. El hormigueo se propagó hacia el exterior, creando en ella dolor y palpitación tensa, con la necesidad de más. ―Eso es —le susurró Clint en ese profundo, oscuro tono―. Sólo relájate y déjame entrar. Ella lo logró. Aunque sentía como si un resorte invisible estuviera enroscándose más y más apretado profundamente en el interior, su carne de mujer estaba actualmente relajada contra él. Dándole la bienvenida. Con cada impulso de sus caderas, fue ganando una fracción más de entrada. Y el cuerpo de ella clamaba por más. Más allá del sentido y más allá de la razón, lo quería dentro de ella. Lo quería para llenarla. Ella intentó subir. Para ayudar. Una simple flexión de sus caderas la mantuvo en su lugar. ―No —él besó su palma antes de ponerla en su hombro―. Sólo descansa y déjame hacer esto. Era más fácil decirlo que hacerlo, especialmente cuando él llevó su gran mano entre ellos y pasó la superficie rugosa de su pulgar en lo alto de su coño, justo sobre su clítoris. Él no hizo nada más que descansar allí mientras mantenía la presión de su polla contra el apretado anillo de músculo que custodiaba su paso. El camino interior instándole a moverse, a acoplarse, se hizo más fuerte. ―Clint, por favor. Ella estaba tan vacía, y lo necesitaba para avanzar. Sus dedos. Sus caderas. Ella lo necesitaba para cubrir todos los lugares que habían estado vacíos durante tanto tiempo. ―Por favor, ¿qué? —Su voz era ronca y áspera. Él la necesitaba tanto como ella lo necesitaba a él. 179 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Ella mordió sus labios, y trató de descifrar todas las necesidades clamando por atención. Sus pezones dolieron contra su pecho. Su clítoris dolió contra su pulgar. Su coño dolió contra su polla. Cualquier lugar que su cuerpo tocara, las terminaciones nerviosas gritaron por atención. Estimulación. Ella no podía aislarlo a una necesidad por lo que lo generalizó en una sola orden. ―¡Muévete! Aun cuando las palabras dejaron sus labios, ella no podía creer su atrevimiento, darle una orden a un hombre. Pero no tenía que preocuparse. En lugar de tensarse, Clint reía de una manera que enviaba escalofríos por su espina dorsal, y tuvo un poco de lo que quería cuando su pecho vibró contra sus pezones, dándoles una pequeña muestra por lo que estaban llorando. Sus ojos negros no se perdían nada, y menos aún su expresión de sorpresa. ―¿Así? —Preguntó con pseudo inocencia mientras arrastraba el pecho a través de ella, las ondas de músculo y tejido cicatrizal desgastaron deliciosamente sus pezones. Vinculando placer con deseo, enroscándose alrededor de su pecho, estrechando los músculos, dejándola incapaz de hacer nada, ni siquiera respirar, cuando las sensaciones azotaron a través de ella, calmando la intensificación de la dolorosa necesidad. ―O ¿así? —preguntó cuando trabajó suavemente el pulgar contra la capucha de su clítoris hasta que ella jadeó a continuación, sonriendo con una sonrisa tan perversa que hasta Satanás estaría celoso, sus dientes blancos destellando en su cara oscura, él frotó ese lugar con deliberada lentitud, ahogando una risa cuando ella empezó a jadear, se reía cuando ella gritó, y la alentó cuando construyó un grito en su garganta. ―¡Oh te gusta! ¿No es verdad, Sunshine? ¿Te gusta mi pulgar sobre tu clítoris, frotando una y otra vez, dejándolo precioso y con hambre? Oh ella lo hizo. Ella lo hizo. Él frotó el ansioso botón más fuerte esa vez. De pronto una pequeña sensación de dolor disparó a través de ella. Su cabeza golpeó en el hombro de él cuando su cuerpo dio una sacudida impotente. La humedad chorreó por encima de sus muslos. ―Dámelo otra vez, bebé. Como si tuviera otra opción. El toque que acompañó el profundo suspiro llevó el grito desde su garganta. Era demasiado. Él era demasiado. 180 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Sin embargo, no fue suficiente. Nada de eso era suficiente. Ella quería alejarse. Empujar más cerca. Mendigar y golpearlo al mismo tiempo. Quería que él parara, y al mismo tiempo que nunca llegara al fin. Lo necesitaba mucho de modo que no creía sobrevivir al deseo y él exactamente lo hacía peor, manteniendo implacablemente sus caricias mientras presionaba más duro contra ella, su enorme polla hacía demandas en la entrada de su cuerpo que no podía resistir. Con un duro golpe de su dedo pulgar la envió sobre el borde. En medio de los ecos de su grito, él se agitó dentro de ella. La realidad astilló a medida que el dolor y el placer combinados en una ola de sensación la lanzaron hacia su hombro. Ella le agarró con uñas y dientes, luchando por apoyarse en un mundo que consistía nada más que en la fragmentación de la emoción. Él gruñó, juró y apretó contra ella, haciendo eco de su grito en su oído, mientras ella se agarró abajo. Su gran cuerpo se estremeció sobre ella cuando la tiró hacia él, hacia su fuego. Su polla apretando más profundamente, tomándola, conduciéndola más lejos de lo que sabía acerca de sí misma. Y entonces se acabó. El torbellino desapareció como remolinos de niebla de la memoria. Su cuerpo palpitaba con las réplicas mientras ella lentamente, lentamente se hundió de nuevo en la realidad y en los sollozos que la sacudían. Cuando abrió los ojos, Clint estaba mirando hacia abajo con su peculiar intensidad que la hizo encorvar incómoda. Y ella inmediatamente hizo una mueca. Él estaba todavía en ella. Tan fuerte y tan grande como siempre. Más grande de lo que recordaba. Dio un primer apretón con los músculos de su interior. Tuvo que abortar el intento. Estaba estirada tan ajustadamente en torno a él que no había espacio para moverse. Clint se desplazó sobre ella, a su alrededor, mientras se inclinó y besó sus labios. ―Gata salvaje. Hubo una gran cantidad de satisfacción en su susurro. Ella cerró los ojos y gimió cuando recordó como había sido de salvaje. ¿Realmente le había mordido? Se asomó a través de sus pestañas. Allí, sobre su hombro izquierdo, dos marcas de media luna. Las tocó muy suavemente mientras las lágrimas continuaban brotando. ―Me siento tan avergonzada. 181 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Sus dientes blancos destellaron hacia ella mientras capturó una lágrima con el dedo. ―Es tan solo una vergüenza si nunca lo vuelves a hacer. Ella inhaló de vuelta otra lágrima. ―¿Te gustó? ―¿Tenerte salvaje en mis brazos? ¿Gritar mi nombre mientras prácticamente estrujabas mi polla con tu placer? —Él borró una segunda lágrima―. Sí. Me gustó. ―Pero yo no te satisfice. Oh Dios, ahora ella fue completamente patética. Él dejó la limpieza de sus lágrimas. Por un segundo la miraba sin comprenderla. Entonces sonrió con una verdadera, totalmente natural sonrisa, una que tuvo años fuera de su cara y la hizo olvidar cuan peligroso podía ser. ―Sunshine, me corrí tan fuerte que mi corazón casi se detuvo. —Él situó su polla un poco más profundo―. Estoy calentando para la segunda ronda. ―¿Segunda ronda? Ella continuaba descubriendo dolores de la primera ronda. Tal vez no era suficiente mujer para él. El pensamiento lanzó otro derramar de aquellas lágrimas sin sentido. ―Ah, tú vas a parar de llorar, ¿no? —preguntó Clint, lamiendo las lágrimas de sus mejillas, besando sus párpados, entre gotas. Ella sacudió la cabeza, cambió de idea, asintió, y, por último, admitió: ―¡No sé por qué! Él sí. Jenna llegó como una mujer que no había conocido nunca un momento de paz. Vino como una mujer que había estado buscando toda su vida una oportunidad para dejarse ir. ―Voy a acostumbrarme a esto. O se vuelven locos de la necesidad de detenerlos. Clint trabajó su polla más profundamente en su acogedor coño. ―Hijo de puta, estás tan apretada, Sunshine. ―Lo siento. 182 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Él frotó la nariz con la de ella. Maravillándose en su locura. —Jenna amor, no hay nada para lamentar. En la medida en que no te haga daño, apretado es bueno. En cuanto a las lágrimas, puedes llorar sobre mi todo lo que quieras siempre y cuando sean lágrimas de alegría. —Él borró un rastro de lágrimas con el pulgar mientras sacó de su coño hasta la punta de su polla―. Y estas son lágrimas de alegría, ¿verdad? Sus mejillas se volvieron de un profundo color rojo, pero le dio la verdad. ―Sí. ―Bien. Él besó sus labios suaves, tomando su grito en la boca cuando se agitó dentro de ella, dejando que se mezclara con su aliento exhalado, sujetándola cuando apretó profundamente, aceptando la verdad. Ella era caliente, apretada y completamente suya. Ella de nuevo hizo una mueca de dolor. Él era definitivamente más de lo que estaba acostumbrada. Él pinceló un beso sobre sus párpados. ―Sé que estás dolorida bebé, por lo que lo haremos agradable y fácil. Sus uñas penetraron en su antebrazo cuando él se retiró. Frunció su ceño cuando él retrocedió de su atrayente calor, sus ojos oscureciéndose con una emoción que no pudo definir. ―¿Demasiado? Ella mordió su labio y sacudió la cabeza. Él no confiaba en ella. Parecía como si quisiera tomar el dolor para hacerle feliz. ―¿Estás segura? Ella asintió. Él se extendió entre ellos y se filtró a través de la húmeda maraña de sus rizos hasta que tocó el estirado punto de su unión. ¡Maldición! Debía de estar dañándola. Él juró y se retiró. Sus rodillas vinieron alrededor de sus caderas. Su ―¡Oh no! era un lamento femenino de pura angustia. Se paró y se reevaluó. La angustia de ella era la negación de una mujer, no de alguien utilizado demasiado duro. Los dedos de ella apretaron sus 183 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen brazos y levantó desesperadamente sus caderas hacia su polla. Sus medio asfixiados gemidos rompieron su garganta. Ella lo quería. Lo necesitaba. Su corazón se hinchó con el conocimiento. ―Shh, bebé. Te lo daré de nuevo. —Lo hizo, gimiendo cuando sus paredes de seda apretaron y arrastraron su polla cuando él resbaló dentro. ―¿Mejor? —Él apenas podía lograr sacar la palabra. Su asentimiento era entusiasta, pero ese pleno labio superior, en el que él quería hundir sus dientes, estaba todavía escondido entre sus dientes. Él encontró la fuerza para parar. ―¿Te duele, Jenna? ―Oh Dios —gimió ella―. No pares. ―¿Estoy haciéndote daño, bebé? ―Un poco, pero no me importa. Se siente tan bien. —Su espalda arqueada y sus tobillos enganchados alrededor de su cadera en la creencia errónea de que sus músculos femeninos iban a ganar una guerra contra los suyos. Él curvó la columna vertebral por lo que podía mordisquear en su hombro, mientras retenía lo que ambos tanto querían. ―¿Qué tan bueno? ―Tan bueno... ―Tan bueno, ¿qué? Ella abrió los ojos y le miró mientras sus talones tamborilearon en su espalda. ―Tan bueno que voy a gritar si no me das lo que quiero. Él pretendía considerarlo. ―No es mucho incentivo cuando tú lo vas a hacer de todos modos. ¿Qué más tienes? Ella era tan ingenua que no percibió el gruñido de su garganta que indicaba lo cerca que estaba de perder el control. Y tan nueva en las bromas, llevando el juego tan lejos que la lanzó a un dilema con la incertidumbre. Por un largo momento, ella yació bajo él, claramente determinando qué debía hacer, y maldiciendo su pellejo, ella debería haber 184 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen venido con las manos vacías, porque se fue suave y complaciente, e hijo de puta, una lágrima que podía ser de infelicidad se formaba en su ojo. Su boca se abrió. Él se anticipó al nada que sabía que era lo que saldría simplemente para rellenar los espacios en blanco de ella. ―Supongo que podrías ofrecerme esos magníficos pechos tuyos. Que seguro que me inspiran. Ella le miraba, incierta. Él tocó el final de su nariz, mezclando la ternura con la pasión en una potente combinación. ―O puedes sonreír. Esos hoyuelos tuyos me calientan más que a un semental en celo. Contó tres respiraciones antes de que ella bajara sus manos de sus hombros lentamente, tan lentamente que el sudor estalló en su frente, ahuecó las palmas de sus manos bajo sus pechos. Sus manos eran demasiado pequeñas para hacer un adecuado trabajo con tanta generosidad, pero cuando acarició las puntas y empujó juntos aquellos montículos llenos, levantándolos arriba y fuera, él maldijo cerca de correrse en el sitio como un muchacho novato. Cuando miró, la lengua de ella suavizó sobre sus labios, hasta que brillaron húmedos y rosados cuando sonrió, llevando sus hoyuelos al juego. La lujuria le golpeó como una estampida, pisoteando todas sus buenas intenciones, todo su juego. ―Ahora lo hiciste, Sunshine. Podría haberlo logrado, pero impactándome con esos... —Él sacudió la cabeza y se apoyó en las manos de modo que estaban solamente unidos por las caderas. Polla a coño. Macho a hembra. Marido a esposa. Se sacudió el pelo lejos de sus ojos―. Ahora estoy asustado de que estés dentro por esto. Ella no parecía asustada, todo lo contrario. Aguardaba femeninamente ansiosa, con hambre. La forma en que había soñado que le miraría. La propiedad de ella en sus brazos, su cama, le golpeó como una maza. ―Hijo de puta, tú eres algo, Jenna. ―Yo podría decir lo mismo. Sus manos acariciaron su pecho, persistiendo en la cicatriz, mientras sus tobillos estaban enganchados a su espalda. El aliento capturó las palabras de ella enganchándolas en su deseo, arrastrando su lujuria más allá de su control, envió sus caderas hacia ella, su 185 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen polla arponeó profundamente. Su cabeza cayó. Las dudas que había acerca de su disfrute se disiparon por mucho tiempo, gimiendo. ―¡Siiiii! Entonces para él eso fue todo. Los trozos del civilizado control que aferraba volaron delante de la fuerza de su pasión. Se condujo dentro de ella una y otra vez, embistiendo más profundamente con cada empuje, haciendo un lugar para él dentro de su cuerpo, su vida. Un lugar donde él no tenía que pensar, donde él podría sólo ser. Ella gimió con cada impulso y arrojó sus caderas hasta encontrarse con él, tomando lo que él tenía que dar. Tomando el placer, el deseo, y en cambio, ella le dio calma, sus suaves brazos rodeando su cuello cuando le golpeó el clímax, anclándole a través de la violencia de la erupción de su cuerpo, acariciándole en la secuela, sus lágrimas bañando su mejilla cuando él encontró paz. 1 86 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Capítulo 12 ―Perfecto no vas a ninguna parte, Jenna —dijo Clint, chasqueando su lengua cuando él dio marcha atrás al caballo castrado hacia las huellas de la pequeña calesa. Jenna calló su inquietud y dobló sus manos en la cubierta de su manto. ―Lo sé. —Era su más profundo temor. Que Cougar y Mara quisieran retener a Brianna. O peor aún, que Brianna estuviera tan establecida que sería imposible llevarla lejos―. Estoy ansiosa. Clint arrojó un puñado de heno en el suelo delante del caballo y luego se dirigió a su rostro. El borde de su sombrero sombreó sus ojos, reservándola de determinar su estado de ánimo. ―¿Preocupada con respecto a qué? ―Todo en general. —Él inclinó la cabeza a un lado, estudiándola. Sin el beneficio de un sombrero como el suyo, y con su capucha bajada ella no tenía defensa contra su detenido examen. Ella señaló al caballo―. ¿Podrías tenerlo enganchado antes de que se coma todo el heno? Clint extrajo otro puñado de heno de la bala y lo echó al suelo con el resto y agarró la correa colgando bajo el negro vientre. Cuando empezó a tirar apretadamente, miró sobre su hombro. ―Tú sabes, Sunshine, un hombre inferior podría estar desalentado al ver a su esposa con tanta prisa para poner fin a la luna de miel. ―Me alegro de que tú no seas un hombre inferior. Debido a que un hombre inferior sería correcto. Ella quería terminar la luna de miel y consideró una bendición que el período de su mujer había hecho su poco frecuente aparición esa mañana. Clint no era un hombre cruel, pero era muy exigente. Tomando todo lo que ella ofrecía, aceptando cualquier cosa que ella le diera, nunca diciendo cuando era suficiente. Él la puso tan nerviosa de esa manera. Ella no sabía lo que él quería y tal vez si Brianna estuviera ahí, él estaría demasiado distraído para notar que no tenía una pista. 1 87 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen ―No hay nada que lamentar. —Él ató las últimas correas y, a continuación, tomó las riendas y las ensartó a través de las guías antes de tirar de los extremos sobre el borde delantero de la calesa. ―No es como si no tuviéramos cincuenta años o más para compensar la diferencia. —Él abofeteó la negra grupa y se dirigió a ella, sus largas piernas devoraron la distancia con velocidad desconcertante―. Siendo ese el caso, ¿qué te tiene saliendo de tu pellejo? El viento soplaba alrededor del granero, azotando el pelo en su cara. Él lo sacudió de vuelta con una sacudida de su cabeza. El sol de la mañana rebotó frente al borde afilado de sus pómulos y la línea inflexible de su mandíbula. No había una pizca de inseguridad en el hombre. Jenna apretó los pliegues del manto en sus manos. ―¿Qué pasará si no se acuerda de mí? Él se sacó los guantes de cuero y escondió los puños en el bolsillo delantero de sus vaqueros. ―Ella te va a recordar. —Podría haber sido su imaginación, pero voz arrastrada parecía más profunda, más suave. Ella centró la mirada en sus curtidos guantes colgando de su bolsillo. Había un pequeño desgarro en la parte de atrás de uno. ―Ella no puede. No tuvimos mucho tiempo juntas. ―Brianna no es estúpida. —Aquella flexibilidad de los músculos de su muslo podría haber significado algo, podía estar incómodo o podría estar impaciente. El esfuerzo para mantener su nivel de voz hacía doler sus manos. ―Hice muchas cosas mal. ―Tú has hecho muchas bien. —El lado de su dedo debajo de su barbilla levantó su cabeza. Ella no podía dar un tirón de su mirada. ―¿Cómo lo puedes saber? —Fue apenas un susurro, pero él escuchó. ―No hay otra mujer en el territorio con un corazón más grande que tú, Jenna McKinnely. Brianna no va a olvidar algo como eso. Ella capturó su muñeca en la mano. Su carne era fresca por la brisa. La salpicadura de pelos cosquilleaba su palma. 188 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen ―¿Estás seguro? Él deslizó su mano alrededor de su cuello. ―Estoy seguro. Ella soltó su muñeca, dejando deslizar sus dedos hasta la áspera tela de su chaqueta de piel de oveja, hasta que descansaron encima del bulto duro de su bíceps, aferrándose a la seguridad de su mirada como si fuera un salvavidas. El descenso de su cabeza bloqueó el sol y luego sus labios estaban en los suyos, no con la pasión a la que ella estaba acostumbrada, solamente con un toque suave. Él estaba reconfortándola, se dio cuenta cuando cepilló la boca de nuevo sobre ella. El viento azotó el largo de su pelo contra sus mejillas, y ella se inclinó contra su pecho, confiando en que la apoyaría hasta el último momento posible, sintió una sensación de pérdida en los latidos de su corazón cuando él rompió el beso. Clint la arropó a su lado con la misma facilidad con la que escondió un zarcillo de cabello detrás de su oreja y dijo: ―Vamos a ir a por nuestra hija, Jenna. Los treinta minutos que tardó en llegar a la casa de Cougar y Mara fueron los peores de la vida de Jenna. Con cada vuelta de la rueda a lo largo de la carretera congelada y llena de baches creció más y más la convicción de que estaba haciendo algo equivocado. Mara y Cougar se casaron, por amor, y estaban desesperados por un niño. Podrían ofrecer a Brianna cosas que ella nunca podría. Confianza. Seguridad. Dos cariñosos padres que se amaban mutuamente. Ella sabía absolutamente que iba a hacer algo equivocado cuando se detuvo delante de la casa de Mara. Era una mansión. Una inmensa, extensa estructura de madera que intimidaba con su grandeza. Podía ver a Cougar viviendo aquí. Pero lo más importante, podía ver crecer a Brianna aquí. Segura. Respetada. Amada. Ella capturó el brazo de Clint cuando él frenó. ―Si Brianna no se acuerda de mí, la dejaré aquí. 189 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Eso casi podría matarla, pero no iba a arruinar la vida de Brianna con sus deseos egoístas. Clint la miraba todo el tiempo, sus ojos negros ilegibles, y luego bajó con calma de la calesa. Una fina capa de hielo se resquebrajó bajo su peso. Todavía no había dicho ni una palabra cuando fue a su lado. Él sólo le tendió la mano. Ella se puso de pie. La calesa dio una sacudida. Clint la cogió de la cintura y la estabilizó. Ella colocó automáticamente las manos sobre sus hombros. A través de su pesado abrigo podía sentir sus músculos. Ella reunió valentía mientras él la bajaba. Tan pronto como sus pies golpearon el suelo dijo: ―Clint, quiero decírtelo. ―Te escucho. —Él la estabilizó para que encontrara el equilibrio. Fue poca cosa, pero él estaba siempre teniendo cuidado de las pequeñas cosas, y siempre la hacía sentir más importante de lo que era probablemente. ―¿Por qué no suenas preocupado? Él levantó su ceja hacia ella. ―Probablemente porque he venido aquí para llevar a mi hija a casa, y no me iré sin ella. Ella miró la casa, y retrocedió lejos de la realidad mientras el viento azotaba su manto alrededor de sus piernas. ―Ella debe estar aposentada. ―Estoy seguro de que Cougar y Mara han tenido un estupendo cuidado de ella, pero es nuestra hija. ―Tú sigues diciendo eso. ―Probablemente, porque es verdad. ―Pero Cougar y Mara… El dedo sobre sus labios silenció la dolorosa sospecha que la estaba devorando. ―Ellos tendrán hijos propios algún día —terminó por ella―. Niños que podrán crecer cerca como hermano y hermana con Brianna, pero Brianna es nuestra. El viento soplaba de nuevo. Clint vio como sus palabras se clavaban en la pasada confusión de Jenna. Ella parpadeó cuando un mechón extraviado de cabello voló a sus 190 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen ojos. Él lo alcanzó y lo quitó, dejando sus dedos permanecer en su sien mientras ella visiblemente luchaba con sí misma. Y suspiró. No tenía confianza, no creía que alguien la quisiera para nada, pero ese no era el motivo por el que estaba dispuesta a dejar a Brianna allí. Él lo sabía. Estaba empezando a ver cómo trabajaba su mente. Ella quería lo mejor para Brianna y sabía que Cougar y Mara estaban garantizados. En cambio, se veía a sí misma como la carta salvaje en la mezcla. El potencial de destrucción en la vida de la niña. Como si cualquier persona que pudiera amar tan profundamente, de manera tan desinteresada, nunca podría ser cualquier otra cosa salvo la mejor. ―Quiero a nuestra hija, Jenna. ―¿En serio? —Ella rompió su corazón con la desesperada esperanza en su rostro. ―En serio. —Ella le estaba mirando, sin decir nada más, su expresión una mezcla de esperanza y miedo, sus dudas tan fuertes que podía oírlas. Él la acercó contra su pecho con la siguiente ráfaga de viento, girando un poco para tener la peor parte―. Os quiero a ambas. ―No quiero arruinar su vida. —Ese regordete labio inferior de ella lo llevó a la locura con su necesidad de mordisquearlo, lo deslizó entre sus dientes. ―Entonces te comportas como su madre. En el minuto que las palabras salieron de su boca él se sintió diez veces pillado, pero maldita sea, le molestaba cuando ella se ponía a sí misma tan baja. Su mano sobre la espalda la mantenía lejos de retroceder. ―Brianna necesita a alguien que quiera adherirse a ella, Jenna, no a alguien que corra en el minuto en que las dudas comiencen. ―Quiero ser su madre. —Nadie que escuchara la esperanza en su voz podía desconfiar de ella. ―Entonces hazlo. ―¿Así como así? Él asintió. ―Así como así. 191 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Ella llevó sus manos contra su pecho, su presión ligera. Ella se inclinó de nuevo. Él no le dio espacio, así que terminó arqueándose más sobre su brazo, exponiendo el vulnerable hueco de su garganta. Él se inclinó hacia abajo, aprovechando al máximo, presionando sus labios contra los rápidos golpes de su pulso. ―Vas a ser una madre maravillosa, Jenna. ―¿Lo seré? —Susurró por encima de su cabeza. Él besó el suave punto bajo su oreja. ―Sí. Clint empujó atrás cuando su aliento se dificultó, justo lo suficientemente lejos para poder ver sus ojos. Manchas de color azul profundo rompían el claro azul cielo de sus ojos. Sus sombras oscurecidas cuando empujaron las dudas. ―Yo la amaré tanto que nunca se sentirá sola. ―Tú lo haces. —Él no podía imaginar a alguien querido por Jenna sentirse solo. ―Voy a intentar amarte también. —Sus manos curvadas en su pecho tan fuerte que podía sentir la presión a través de su abrigo. Él podía reconocer que ella lo decía en serio, y la parte de él que creía que hacía mucho tiempo que estaba muerta se agitó con esperanza. Él la aplastó. ―Dejé de ser amable hace mucho tiempo, Sunshine. ―¿Tú no quieres que te ame? ―No creo que eso sea algo que pueda ser forzado. No quería discutir con él. Nunca había discutido con él, pero su barbilla se impuso en una obstinada inclinación. Claramente tenía su propia idea sobre el tema, y aunque sabía que debía decir algo para echar abajo los planes de ella, no lo hizo. Si estaba decidida a encontrar algo amable acerca de él, era lo suficientemente egoísta para tomar ventaja de su lado suave. Él finalmente lo arregló: ―Voy a estar contento con tu colaboración. ―¿Con qué? Él deslizó su mano curvada por el cuello levantando su barbilla con el pulgar. ―Esto. 192 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Él trajo su boca a la suya. Sus labios se separaron de inmediato con el roce de su lengua, tentándolo con el calor húmedo de más allá. Él tiró de ella más estrechamente, presionándola más profundo. Ella se relajó contra él, aceptando su lugar, provocando su lujuria más alta con el conocimiento de que le permitiría hacer lo que quisiera a pesar de que los restos de su conciencia le pincharon con su vulnerabilidad. ―¿Debo echar a Bri para su siesta de modo que puedas volver y finalizar tu luna de miel? La divertida cuestión cortó a través de la complacencia de Jenna con la eficiencia de un cuchillo. Ella pasó de estar relajada a ser un tablero rígido en el espacio de un latido del corazón. Clint echó el aliento, presionando la cara de Jenna en el pecho. ―Ve a fastidiar a tu propia esposa, Cougar. ―Obtuve ese derecho. —Un chillido silenciado marcó la declaración. Clint sacudió la cabeza. Para un hombre que pasaba cada momento de vigilia asegurando que nada nunca perturbara un cabello en la pequeña cabeza de su esposa, Cougar había gastado una cantidad excesiva de tiempo fastidiándola. Mirando hacia abajo la cara roja de Jenna, sus labios hinchados por su beso, comenzó a entender por qué. Había algo muy tentador en una mujer atrapada entre la corrección y la pasión. ―Debemos ser justos —dijo Clint, corriendo el dorso de sus dedos sobre la mejilla caliente de Jenna, una sonrisa interior surgiendo a la vida cuando ella cerró sus ojos y se inclinó en su mano. ―Podrías darte prisa antes de que tu esposa se congele —advirtió Cougar. ―¿Tienes frío? —Clint arqueó una ceja hacia Jenna. Ella sacudió la cabeza, se sonrojó de nuevo, y tomó una respiración profunda. El viento soplaba y su cabello azotaba contra su cara. Las hebras oscuras se destacaban claramente contra su pálida piel. Él las retiró de su rostro, dejándolo despejado una vez más―. Bien. ―Voy a poner el café —dijo Mara. ―Gracias. —Tan pronto como procesó el cierre de la puerta, Jenna dijo―, no me gusta ese hombre. 193 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen ―Te acostumbras. —Clint besó la parte superior de su cabeza. Ella guardó silencio sobre el tema, pero arroparla a su lado no era tan fácil como antes, debido a la rigidez en su columna vertebral. Él suspiró, dirigiéndola a la casa―. Cougar es un buen hombre, Jenna. Un buen amigo a tener. ―Él no me gusta. ―Él te gusta tanto como él me gusta a mí. Ella se paró en seco. ―¿Qué significa eso? ―Exactamente lo que dije. —Ella no se movió, sólo lo miraba. Él suspiró y le dijo la verdad―. Soy un hombre posesivo, Jenna. No me gusta la idea de que un hombre te coja cariño, casada o no. ―Creo que estás bastante seguro. —Sus mejillas se sonrosaron de nuevo, y agachó la barbilla. ―Si prometes que no se te hinchará la cabeza, te daré unos datos para llenarla. —Él estaba más seguro dejándola creer que ningún hombre la encontraba deseable, pero cada mujer merecía saber que era especial, y más aún que la mayoría su Jenna. Su única respuesta fue un poco perceptible. ―¿Qué? Y con un destello de color azul en sus ojos. Él los puso de nuevo en marcha. ―Todos los hombres del salón hablan de ti. ―¿Ellos piensan que soy una inmoral? —Ella se puso rígida y se detuvo. Él sacudió su cabeza hacia ella, enderezó su mentón, y besó sus fríos labios. ―Ellos pensaron que eras demasiado hermosa para resistirse. Su boca formó un asustado. ―Oh. Él la rastreó con su lengua antes de susurrarle: ―Y tuve que sangrar más de una nariz cuando hablaban de forma irrespetuosa. ―¿Otros hombres creen que soy bonita? 194 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Ella actuaba como si su mente no pudiera entender el hecho. Él seguramente estaba disparando en su propio pie, pero le mortificaba que no se viera a sí misma en la forma en que él la veía. ―Los hombres se ponían duros sólo con mencionar tu nombre. Eso hizo que ella se pusiera de un rojo brillante. Ella capturó su mano en la suya. ―Ninguno se acercó a mí. ―Estabas de duelo, y no era necesario un grupo de hambrientos hombres molestándote. ―¿Los mantuviste lejos? —Sus suaves ojos azules le buscaron. ―Sí. —Maldición, ella era rápida. Él se preparó para su ira. Sus dedos le apretaron. ―Gracias. ―¿Por qué? ―No me habría gustado que hubiera hombres cortejándome. ¿Qué querría decir ella ahora? ―Te casaste conmigo. ―Sí. —Ella sonrió sólo lo suficiente para tener sus coquetos hoyuelos fuera de la vista y reanudó la marcha. Para qué decirle nada. ―Esta casa es muy impresionante. Ella puso el pie en las escaleras del porche, mirando la ornamentada red de vigas que sostenían el techo. Él prefería hablar del Sí y cómo se sentía acerca de casarse con él. ―Cougar estaba en un estado de ánimo cuando la construyó. ―¿Qué tipo de estado de ánimo? ―El tipo de estado de ánimo de una 'patada' en los dientes. Ella le miraba, después al edificio y, a continuación, volvía a él. 195 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen ―¿Quién le quiso pegar? ―Cualquiera de los que escupen sobre él ó lo miran por encima debido a su sangre. Ella frunció el ceño. ―¿Alguna vez tienes ese estado de ánimo? ―Nah. —Ella obviamente no volvería atrás al respecto en los temas de hombres. Él cogió su codo y la ayudó en el primer peldaño―. Pero era diferente para mí. El padre de Cougar lo arrastraba de aquí para allá, mientras que yo crecí aquí, cuando las cosas eran tan pequeñas que todo el mundo que escupía en la distancia era familia. ―¿Así que te criaste feliz? ―Sí. ―¿Y Cougar? ―Él creció ruin. —La tensión en el brazo le dijo que había elegido mal el término―. Cougar no lo ha tenido fácil, Jenna, pero a causa de todo él puede destripar a un hombre sin pestañear, es un hombre con el que puedes contar, y el hombre al que me dirijo cuando necesito a alguien que vigile mi espalda. ―No le voy a ofender. ―Bien. La tensión no dejó sus músculos. Él apretó su codo. Ella dio un paso. Él la arrastró cerca. Ella cayó contra su pecho con un grito asustado. ―Si alguna vez necesitas ayuda, Jenna, y no me puedes encontrar, irás a Cougar. Ella parpadeó. ―Estoy segura de que no será necesario. ―Prométemelo, Jenna. Él no tenía paciencia para la evasión. No en eso. Ella miró sobre su hombro a la puerta y luego de vuelta a él. Él esperó que ella se reconciliara con su mente. ―Te lo prometo. —Lo dijo con esa atractiva, ronca voz que le puso duro en un instante. Él la mantuvo cuidadosamente lejos. Si pasaba a través de la puerta con una erección, Cougar no querría dejar de decírselo durante un mes. 196 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen ―Bien. Ella dio vuelta, espalda recta, y marcharon hasta el escalón. Admiraba el balanceo de sus faldas cuando llegó a la parte alta, adaptando sus vaqueros cuando su polla se engrosó y extendió hacia abajo por su muslo. Cuatro días más hasta que la regla de su mujer acabara y la pudiera tener. Ella cepilló sus manos sobre sus caderas, alisando la falda, haciéndole desear vehementemente deslizar sus palmas sobre la plenitud de sus nalgas. Hijo de puta, nunca se lo haría. Él se acercó a su lado y apretó su culo a través de su manto. Cuando ella saltó, abrió la puerta, haciéndola pasar a la calidez de la casa, sintiendo la misma sensación de calidez que se propagó fuera desde el interior cuando entró en casa de su primo por primera vez como un hombre casado. ―¿Continuas planeando conservarla? —preguntó Cougar mientras pasaba a Clint una taza de café una hora más tarde. Clint tomó la taza y miró a través de la gran sala donde Jenna estaba sentada con Mara, exclamando sobre el último truco de Brianna, que parecía estar sin rumbo agitando su brazo sobre su cabeza. ―Dado que estamos casados, no veo que eso sea relevante. ―Siempre se puede anular el matrimonio. ―El matrimonio ha sido consumado. —Clint tomó un sorbo con cautela de café caliente. ―Si tiras el dinero suficiente en un problema, todo puede ser solucionado. Leyendo entre líneas, Clint sabía lo que significaba. Cougar podría quedar en bancarrota si era necesario para liberar a Clint. Cougar sonrió y se encogió de hombros cuando se instaló en la silla de cuero rojo. ―Estoy feliz con mi matrimonio. ―Entonces, ¿por qué la cara larga? 197 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen ―No era consciente de que la tuviera. ―Uh—huh. Se inclinó hacia adelante, sus codos descansaran sobre sus rodillas y dejó que el café colgara entre ellas. ―Creo que el marido de ella era el más grande hijo de puta que cualquiera de nosotros pudiera adivinar. ―¿Por qué? La pereza dejó a Cougar hasta que se sentó. ―Ella ha sido azotada. ―¡Jesús! ―Sí, ese fue mi pensamiento. ―Ese bastardo del marido murió demasiado pronto. ―En el momento en que yo estaba más interesado en la oportunidad de la venganza. Clint reforzó el control sobre su taza y dejó atrás de nuevo la ira residual. Las esquinas de los labios de Cougar se curvaron en una letal burla de sonrisa. ―Una maldita lástima que no puedas hacer algo por arriba y ponerlo en la tumba dos veces. Esta vez no tan rápido, ni tan limpio. ―No estoy seguro de que eso resolviera nada. —Excepto tal vez darle una salida a la rabia que se mantenía rampante en su lado escondido. ―¿No crees que él lo hiciera? ―No estoy seguro. ―¿Por qué no? Él levantó la mirada, encontrando la de Cougar con la suya. ―Porque Jenna no me lo quiso decir. Cougar gruñó y luego preguntó: ―¿Alguna posibilidad de que su padre lo hiciera? He oído que fue un verdadero Biblia—golpeador con algunas nociones extrañas y una inclinación por la bebida. 198 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen ―Tal vez. Clint se encogió de hombros. ―¿Pero no lo crees? ―No Sintiendo que traicionaba una confidencia le dio a Cougar la verdad sin barnizar. ―Las cicatrices son en sus pechos. ―Maldita sea. —Después de una pausa Cougar dijo―. Un amante tomaría venganza de esa manera. ―Eso se me ocurrió. Más de una vez. ―Los rumores eran que Jenna no era la más fiel de las esposas. ―No vayas allí, Cougar. Cougar levantó su ceño a la advertencia, encogió sus anchos hombros, y añadió: ―No es como si un hombre la pudiera culpar si se extravía. ―Si no quieres llegar a las manos, vas a tener que confiar en mí en esto. Jenna no es del tipo de salir con otro hombre, no importa cuán mal fuera el matrimonio. Clint reforzó su control sobre la copa, manteniendo la cabeza hacia abajo hasta que la necesidad de estropear la cara a Cougar estuvo bajo control. ―Mis disculpas. ―Disculpa aceptada. ―¿Así que crees que quien lo hizo todavía existe? ―Sí. Clint tomó un largo sorbo de café, dando la bienvenida al calor hirviente. ―Maldición. Cougar tomó un sorbo de su propio café y miró a las mujeres. ―Me llevaría a la locura saber que Mara estaba en peligro y sin saber de qué, o quién. ―No soy el más tranquilo ahora. 199 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Clint vio como Jenna hablaba con Mara, claramente disfrutando el comienzo de una amistad, pero continuando en el borde. Sus hombros estaban rígidos, como esperando el momento para derrumbarse sobre ella. Maldición, deseaba que pudiera simplemente relajarse y dejarse ir. ―Sería más fácil si pudieras conseguir que te lo dijera. ―Eso no va a suceder pronto. Jenna sonrió tímidamente ante algo que dijo Mara, sus hoyuelos aparecieron y desaparecieron en sus mejillas. Su polla aumentó en atención, en espera con impaciencia de otro vistazo. Cougar rió y sacudió la cabeza. ―Sé lo que es esto. Me llevó un mes para engatusar a Mara en torno a mi forma de pensar . Clint le echó a Cougar una mirada incrédula. ―En la forma que lo recuerdo, Mara fue la que te persuadió. ―Lo que me recuerda. He estado esperando la oportunidad de pagarte de vuelta. Cougar dejó su taza sobre la mesa baja de roble entre ellos. Su cabello largo pasó sobre el hombro cuando arqueó de nuevo su ceja hacia él. ―¿Por qué? —Clint se sentó de vuelta en su silla y fingió inocencia. Cougar pausó antes de soltar la taza. ―Por enseñar a la mujer cómo atar nudos. ―¿Qué infierno esperabas que hiciera? Ella vino a mí en busca de ayuda. ―Podrías haberla enviado a su casa. ―Por lo que tengo entendido, tú no la dejabas entrar en su casa, y esos hechos eran los que ella tenía la intención de establecer. ―No era de tu incumbencia. ―Estás siendo un asno. ―Casi tanto como estoy seguro de que tú lo estás siendo ahora. —Cougar se sentó de vuelta en su silla e hizo señales en dirección a la mujer. 20 0 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen ―Todo lo que he hecho es casarme con la mujer. ―Uh—huh. En el exterior parece ser que sí, pero Clint, te conozco desde los doce años, y nunca nada es sencillo contigo. Era el turno de Clint decir. ―Uh—huh. ―Como cuestión de hecho —Cougar continuó―, no me sorprende en absoluto averiguar que has estado colgado por Jenna desde el principio y sólo buscabas una excusa para enganchar tu vagón al suyo. ―Ella es una buena mujer, y necesita ayuda. —Maldición, Cougar lo conocía demasiado bien. ―Hay un montón de buenas mujeres que necesitan ayuda. No te he visto casarte con ninguna de ellas. ―Lo que sólo va a demostrar que tu teoría está vacía. —Probablemente porque mirar a las otras mujeres no hacía que sus dientes tambalearan de dolor. Cougar bajó la mirada a la ingle de Clint donde su erección palpitaba. La sonrisa del otro hombre fue lenta, y prometía futuras burlas. ―Tú debes mantener ese toro despejado. La verdad es que te casaste con Jenna Hennesey. ―McKinnely —corrigió Clint. Cougar asintió y continuó: ―La verdad es que te casaste con Jenna por la misma razón por la que yo me casé con Mara. ―Y ¿cuál sería? Cougar se rió. Se trató de un bajo, muy satisfecho de sonido que hizo que las mujeres miraran, Mara con amor y Jenna cautelosa con la curiosidad. Clint suspiró. Realmente tenía que hacer algo acerca del miedo irracional de Jenna hacia Cougar. Clint sonrió a Jenna, que de inmediato agachó la cabeza y se agitó con la manta de Brianna. Tuvo que esperar dos segundos antes de que ella levantara la cara roja y sonriera de nuevo. 2 01 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen ―Era la única manera de conseguir la paz mental —admitió Cougar, continuando su conversación―. La mujer tenía el maldito don para meterse en problemas. ―Por no hablar de que te hacía caminar doblado de hambre. ―Por no hablar de eso. —Esta vez la sonrisa de Cougar fue de ironía burlona. ―No tengo ninguna probabilidad de tener paz mental hasta que me entere que teme Jenna. ―Esa es la verdad. —Cougar sacudió su pelo atrás y su risa desapareció. De repente parecía tan intenso y peligroso como su mismo nombre. Clint suspiró. Figurándose que Jenna elegiría ese momento para mirar por encima. Su control estrecho a Brianna y su mirada cuando fue devuelta a Clint era preocupada. ―¿Pusiste a alguien de guardia? —preguntó Cougar. ―Todavía no. Me preguntaba si tenías alguna idea de quién estaba libre. —La sonrisa burlona de Cougar le hizo saber exactamente lo que tenía en mente antes de que dijera una palabra. ―Jackson está libre, y estoy seguro de que no le importaría mantener un ojo en alguien tan bonita como Jenna. ―Pensé que Jackson estaba atado con los cuatreros en el Rocking C —Clint no deseaba que el guapo vaquero, cazarecompensas y de dulce hablar estuviera en ningún lugar cerca de su esposa. ―No. Él lo llevó a cabo la semana pasada. Maldición. ―¿Seguro que no necesita un descanso? ―Estoy seguro. ―Maldición. Cougar se encogió de hombros. ―Si Jenna es leal como dices no tienes nada de qué preocuparte, a cerca de Asa, yo, o tú, Jackson es el mejor que hay ahora porque el reverendo se encuentra fuera de la comisión. ―Lo sé. 2 02 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen ―Estamos hablando de mi sobrina y cuñada, Clint. No estoy tomando oportunidades debido a tus celos y envidia. ―Ni yo. —Clint forzó las palabras entre sus dientes. Su mente sabía lo que era correcto, mientras que el instinto posesivo prohibía a otro varón estar en cualquier lugar cerca de Jenna. ―Jesús, ¿no puedes llevarla a la cama, trabajando esa magia que hace que todas las mujeres caigan a tus pies, y envolverla alrededor de tu dedo? Él lo deseaba. ―No es fácil. ―¿Por qué diablos no? Ella es tu esposa ―Y eso es lo que está esperando, que me convierta en un monstruo. La mujer no tiene un gramo de confianza en su cuerpo. ―Entonces, ¿qué vas a hacer? Clint agotó lo último de su café y escuchó el tranquilo murmullo de las voces femeninas, ver la expresión de Jenna cuando asintió a lo que decía Mara, queriendo alcanzarla y suavizar la tensión de sus hombros con los dedos, queriendo decirle que iba a estar bien. ―Me imagino estropeando su pasado y ver cómo lo toma. 20 3 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Capítulo 13 Consentir a Jenna era más fácil de decir que de hacer. La mujer tenía una profunda desconfianza hacia cualquiera que hiciera algo agradable por ella. Hacerse cargo de Bri para que ella pudiera disfrutar de un baño la puso nerviosa. Cocinar la cena para que ella pudiera bañar a Brianna provocó que se le cayeran las cosas. Pasear a Bri durante una crisis de llanto hizo que mordiera su labio y ofreciera disculpas, alternativamente. Como si hubiera algo espantoso en un bebé que llora. Clint apoyó el hombro contra la jamba de la puerta y miró a Jenna mientras ella se sentaba en la cama con Bri, meciéndola en sus brazos, alternando entre sonidos calmantes y extravagantes promesas. Estaba bastante claro que ambas estaban totalmente fuera de control. Era obvio que Bri reaccionaba a las señales de su madre, gritando durante las frenéticas promesas de Jenna, sollozando durante el tenso canturreo. Él se apartó de la puerta. —Aquí está la mamadera. Jenna volvió hacia él aquellos frenéticos ojos azules y él sintió que se le estrujaba el corazón, redoblando su latido cuando miró a Bri. Maldición, no le gustaba ver disgustadas a sus chicas. —¿Qué pasa, Botón? —Brianna dio patadas y gritó otra vez, un ronco gemido que terminó en un gorjeo patético. Jenna frotó la comisura de su boca completamente abierta con la mamadera. —Aquí, Bri. Aquí está tu mama. —Un poco de la leche goteó dentro—. Tómala, dulzura, y te sentirás mucho mejor. Bri estaba en obvio desacuerdo. Volteó la cabeza, dejando que la leche goteara por su temblorosa barbilla. Jenna lo intentó otra vez. Bri gritó más alto, su cuerpo tan tieso como una tabla en los brazos de Jenna. —No la quiere. Clint tocó la mejilla sonrojada de la pequeña. —Sólo tiene un cólico, tesoro. 2 04 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —¡Está sufriendo! —Y Jenna claramente sentía que era por su culpa. Prácticamente Clint podía ver los nudos formándose en su columna. Cubrió el hombro de Jenna con su mano. —Está dando muestras de su gran temperamento. —¡Es demasiado pequeña para tener temperamento! —Uh—huh. —A su modo de ver, Bri tenía un tremendo carácter, pero podía darse cuenta de que no era un punto que Jenna quisiera concederle. Jenna se movió dándole la espalda ligeramente, y reanudó el balanceo y las promesas. Bri reanudó sus gritos. En la entrada, Danny gimoteó. Maldición, si quería algo de paz, iba a tener que intervenir. Indicó al perro que se quedara en el lugar, mientras se quitaba la bota derecha. Antes de que golpeara el suelo, las promesas de Jenna a la niña habían alcanzado cotas ridículas. Cuando llegó al punto de prometer devolverla a Mara con tal de que comiera, Clint había tenido bastante. Su bota izquierda golpeó el suelo con un sonido metálico. El colchón se hundió cuando él se colocó detrás de Jenna. El repentino movimiento le consiguió un momento de paz, cuando la sorpresa hizo callar tanto a Jenna como a Brianna. Rodeó con su brazo la suave cintura de Jenna, recogiendo la tela blanca de su camisón en la mano mientras lo hacía. Un tirón y la espalda de Jenna descansaba contra su pecho, las suaves nalgas acunadas sobre su ingle. Él pasó sus tobillos sobre sus espinillas, manteniéndola en el lugar. —¿Qué estás haciendo? —preguntó Jenna en un chillido amortiguado. Clint inclinó la cabeza para frotar su cuello. El aroma de rosas inmediatamente le envolvió en su familiar abrazo. —Ayudo a que te calmes. Jenna se meneó contra él. —No soy la que necesita calmarse. Él la sostuvo en el lugar. —No estoy de acuerdo. 2 05 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen El resoplido de Jenna fue lo más cercano a una discusión que él le hubiera oído alguna vez. Ella volvió a frotar la boca de Bri con la mamadera otra vez. Bri arqueó su espalda y dejó salir un grito que debía provenir de los dedos del pie. Jenna reanudó sus contorsiones. Clint permitió que intentara liberarse mientras él se estiraba alrededor de ella con sus brazos más largos y tiraba de la manta que envolvía a Brianna. —Muchas veces, las mamás primerizas tienen dificultades para alimentar a sus bebés —comenzó él en tono de conversación—. Están nerviosas, y su leche no fluye. —No tengo nada de leche. Él le besó la mejilla ante la pena en su ronca voz. —Pero sí estás nerviosa y es tarea de tu marido hacer las cosas más fáciles. —¿Qué puedes saber tú sobre madres primerizas? —Su tono rayaba en lo insolente. Él la besó otra vez por aquella muestra de coraje. —Por un tiempo pensé ser médico y andaba pegado al Doctor siempre que tenía la oportunidad. —¿Y en cambio te hiciste Sheriff? —Ella acercó la botella a los labios temblorosos de Bri. La pequeña arqueó la columna y lloró. Jenna se sacudió contra él, como si contuviera un sollozo. —Más o menos. —La manta quedó suelta y él la sacudió abriéndola. Brianna se calló a mitad del gemido, sus ojos hinchados siguiendo el destello blanco. Él dobló la manta en un triángulo y la puso sobre la cama—. Acuesta a Bri en la manta, tesoro. —Va a gritar. —No lo harás, ¿verdad que no, Botón? —Él descansó su barbilla en el hombro de Jenna. Brianna se chupó el labio y arrugó la nariz, claramente lista para convertirlo en un mentiroso. —¿Qué vas a hacer? —preguntó Jenna mientras acostaba con cuidado a Bri. —Algo que Dorothy me enseñó. —Yo no sé nada. —El triste susurro era más doloroso que un gemido. 20 6 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Mira y aprenderás. —Él hizo un doblez sobre el diminuto brazo de Brianna. Su antebrazo era apenas del ancho de su dedo. Sus ojos azul profundo le contemplaban con tanta expectativa. Una oleada de sentimiento protector surgió de su interior mientras envolvía el borde de la manta alrededor de su frágil cuerpo. Haría pedazos a cualquier hombre que la lastimara—. Eso es, Botón. Simplemente permíteme acurrucarte aquí, y te sentirás mucho mejor. El cuerpo de Jenna estaba extrañamente quieto contra él, mirando cada movimiento que hacía. —El secreto, tesoro, es poner a Bri en un lugar donde ella se sienta segura. —Él dobló el otro brazo de Bri dentro de la manta, suavizando su toque gentil por miedo a romper los delicados huesos—. Segura —añadió mientras metía la punta de la manta bajo la cadera opuesta—. Entonces no se preocupará tanto por cosas que no pueden tocarla. Levantó la punta de abajo y la metió alrededor, envolviendo al bebé en un bulto cómodo. Bri hipó y dejó salir un suspiro tembloroso. Él deslizó las manos bajo su cuerpo, asombrado como siempre de lo diminuta que era. Prácticamente cabía en su palma. Hizo una nota mental para consultar al Doctor y saber si ella estaba bien. No recordaba que los demás bebés fueran tan pequeños. Él la devolvió a los brazos de Jenna. —Creo que ella querrá tomar esa mamadera ahora. —Hubo un momento de vacilación antes de que Jenna tensara la espalda y tomara a Brianna. Él rozó sus labios sobre su oído—. Esa es mi chica. Esta vez cuando Jenna puso la tetina en su boca, Bri cerró sus labios alrededor de ella. Una succión tentativa y luego ella se prendió a la mamadera igual a como había estado gritando antes. Como si no hubiera un mañana. —¡Está tomando! —Sí, lo está haciendo. —La mejilla de Jenna rozó la suya cuando ella trató de volverse para verle. —Gracias. —No hay nada que agradecer. Estamos en esto juntos. Otro silencio mientras absorbía sus palabras, y luego ella se relajó contra él, un músculo por vez, con cautela confiándose a su cuidado. Él la acomodó un poco más arriba en su regazo. La lámpara sumía el cuarto en un resplandor amarillo, haciendo poco para 20 7 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen apartar las sombras, creando la ilusión de un refugio cálido compuesto de ese momento, ese cuarto, esa cama. Clint tiró de Jenna un poco más cerca, sosteniendo por primera vez a su esposa y a su hija en sus brazos. El fuego chisporroteó en la pequeña estufa panzona cuando él acarició la mejilla sonrojada de su hija mientras ella bebía su mamadera, reconociendo un milagro cuando lo veía. La semana pasada, había estado tratando de pensar en una razón para seguir despertando cada mañana. Una que no tuviera nada que ver con cólera o violencia. Ahora, tenía dos de los motivos más dulces que un hombre podría esperar tener alguna vez. Y habían caído en su regazo como dos ciruelas maduras. Si este fuera el último golpe de suerte que el buen Señor ponía en su camino, él moriría siendo un hombre feliz. Se inclinó hacia adelante para conseguir una mejor vista. La manta rozaba la mejilla de Brianna. Podía ver, por su ceño fruncido, que estaba molesta. La apartó con la yema del dedo. Sobre la mamadera sus ojos encontraron los suyos, y aunque el Doctor juraba que los bebés no podían ver a esta edad, supo que ella le veía. Que Dios la protegiera, tenía la clara impresión de que ella le aprobaba. Y obtuvo una muestra de la incertidumbre con la que Jenna convivía a diario, ante la confianza y la fe depositadas en aquella mirada. —¿Te asusta tanto como a mí? —preguntó contra el oído de Jenna. Su respuesta fue un susurro sincero. —Me hace sentir que puedo conquistar el mundo y al mismo tiempo, estar aterrorizada de no hacerlo bien. Más o menos ese era el modo en que ambas le hacían sentirse. —Preveo que tendremos que acostumbrarnos a ello. Los dedos de Jenna bajaron desde la cadera de Brianna y tocaron el interior de su rodilla. Fue apenas un roce, pero era uno de los primeros que ella le daba. Su toque fue casi tan reconfortante como sus palabras. —Serás un padre maravilloso. —¿Es una convicción o más bien una expresión de deseos? —Su voz cansina no fue tan afable como había planeado. Ella sacudió la cabeza. —Eres fuerte y confiado y tienes muy buen corazón. 20 8 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —No has estado mirando lo bastante de cerca si esa es la impresión que tienes de mí. —Y cuando ella realmente viera la totalidad, tenía el presentimiento de que no estaría tan satisfecha con este arreglo. Los apretados músculos de su mandíbula le alertaron del hecho de que, aunque ella no discutiera su opinión, no estaba de acuerdo. Había algo muy atractivo en una mujer con un matiz obstinado. Inducía a un hombre a desear fastidiarla para que revelara más de él, y luego continuar fastidiándola hasta engatusarla. Excepto que él no quería engatusarla para que cambiara de idea. Deseaba fastidiarla para que revelara cuán profunda era su convicción, lo que constituía una locura, porque su creencia no podía ser tan profunda. Se conformó con la alternativa, disfrutar de la vista bajo el escote flojo de su camisón. Levantó el brazo, presionando hacia más arriba sus pechos, profundizando aquel atractivo valle. Su miembro, ya erguido, se levantó dolorosamente. Jenna no tenía la menor idea de lo que él estaba haciendo. Le desconcertaba que una mujer casada dos veces pudiera ser tan ingenua. —¿Jenna, quieres saber cómo sería contigo si Brianna fuera nuestra y ésta fuera nuestra primera vez juntos con nuestra hija? —Él besó su oído, sintiendo su temblor acariciar su pecho. La besó otra vez mientras llevaba sus manos hasta los diminutos botones en el escote de su vestido. Ella se mantenía inmóvil, sin mirar a los lados, sin hacer un movimiento. Entonces, de manera muy sutil, asintió con la cabeza. —Sería tan tierno, tesoro. Tan cuidadoso. —Deslizó sus manos dentro del escote del camisón. Su piel era lisa y cálida contra la yema de sus dedos. Muy blanca contra la oscuridad de sus manos. Él acunó sus pechos en sus palmas. Ella se tensó, incluso mientras llenaba sus manos hasta desbordar. —Ah, tesoro, tienes pechos hermosos. —¿No piensas que estoy hecha una vaca? —La pregunta vino titubeante, revelando una vulnerabilidad que él necesitaba calmar. —Por si no lo has notado, soy un hombre grande. Una mujer pequeña estaría perdida debajo de mí. —A Cougar le gusta Mara, y él es tan grande como tú. —Y a mí me gustas tú. —Él deslizó sus manos hacia las puntas, manteniendo la ligereza en el roce. 20 9 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Ah. —Claramente, ella no tenía una refutación para eso. Él terminó la caricia rozando apenas sus pezones desnudos. Se retiró antes de que ella pudiera terminar de tomar aliento. Lo hizo otra vez, deslizando sus manos por fuera, presionando un poco más, sonriendo mientras ella pretendía no notar lo que él hacía, pero estaba claramente atenta a cada matiz, como lo atestiguaba lo inmóvil que permanecía. Y el modo en que contenía el aliento cada vez que él se acercaba a sus pezones. Como ahora. Estaban duros e hinchados, ansiosos por recibir su caricia. Él se la dio, un poco más fuerte, haciendo rodar los sensibles picos entre sus dedos antes de volver a la redondeada base. —A veces —explicó él, apretando suavemente mientras sostenía en sus manos tanto de su pecho como podía abarcar—, cuando una mujer está nerviosa y su leche no baja, su marido puede ayudar a estimulándola. —El aliento salió tembloroso de sus pulmones mientras él masajeaba la carne flexible en sus manos—. Hallando el roce y la presión justas para lograr que ella se relaje. —Él pellizcó sus pezones, sonriendo cuando contuvo el aliento—. La leche de una mujer fluye mejor cuando ella está relajada. —Pero no tengo nada de leche. —Pero eres mi esposa, y esta es la primera vez que alimentamos a nuestra hija juntos, y quiero que tengas la experiencia completa. Él centró sus pezones en sus palmas y apretó. La suculenta carne floreció en sus manos. Ella suspiró y su cabeza cayó hacia atrás contra su hombro. Le estaba dando más que su permiso. Le estaba dando su confianza. Él dejó que sus dedos acunaran los lados de sus pechos, controlando su expansión igual que controlaba el momento. —Eso es, tesoro. Reclínate atrás y déjame hacerme cargo de ti. —Estoy alimentando al bebé. —Y yo te estoy cuidando a ti. Él hizo rodar sus pezones en sus palmas, inclinando su mano de modo que sus pechos saltaran de nuevo a sus palmas. Eran pesados y llenos, y si el bebé no estuviera en su regazo, él la habría girado y los habría probado. Él reanudó el movimiento de ordeñe, aumentando la fuerza en cada pasada, tomando como pista la agitación de su respiración hasta que, en el cuarto pase, capturó sus pezones entre pulgares e índices y los retorció, aumentando la presión hasta que gimió y se apretó contra él. 2 10 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Ah, entonces es así —murmuró él, metiendo sus hombros bajo sus brazos, manteniéndola en el lugar para que recibiera el placer que quería darle—. ¿En ese punto? Era una pregunta retórica. No necesitaba la prueba verbal de su placer. El movimiento involuntario de su cuerpo contra él, y su gemido sin aliento le dijo todo lo que tenía que saber. Él lo hizo otra vez, hambriento de su respuesta, de sus quejidos de placer, sosteniendo la presión por un instante más, deleitándose en su franqueza con él. Necesitándola. Con el rabillo del ojo, vio a Brianna apartarse de la mamadera. —Pienso que Brianna necesita eructar. —Dejó que las palabras resbalaran por su cuello, igualmente complacido ante la piel de gallina que apareció. Su cabeza se levantó de golpe. —Oh. Él relajó su apretón, deslizando sus manos abajo hasta que sólo sostuvieron los pesados senos otra vez. Sintió su rubor en las manos antes de verlo en sus mejillas. Ella sentó con cuidado a Brianna, sosteniéndola con una mano en el pecho. Brianna permaneció sentada, sus grandes ojos azules plenos de sorpresa, como si no estuviera segura de cómo había llegado allí, se llenaron luego de inteligente curiosidad mientras veía su mundo desde esta nueva posición. Clint no pudo suprimir una sonrisa. Ella era un pequeño diablillo. Tres palmaditas en su pequeña espalda consiguieron que la niña eructara lo bastante fuerte como para hacer que Danny alzara la cabeza del suelo. Tan pronto como el ruido disminuyó, la cabeza de Brianna se agitó y una esquina de su boca se elevó en una inequívoca expresión. —¡Sonrió! —gritó Jenna, volviéndose hacia él—. ¿Lo viste? Ella sonrió. —Claro que lo hizo —Clint besó la comisura de la boca de Jenna, mirando a Brianna agitarse en su manta, sus movimientos espasmódicos, su contagioso placer por ser capaz de hacerlos—. Y después de un eructo nada menos. Esa niña va a ser una sinvergüenza, seguro. 2 11 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —¡No lo será! —Jenna besó a Brianna en su cara radiante mientas la niña se retorcía en su manta y sonreía otra vez, esta vez consiguiendo incorporar ambas comisuras de la boca a la acción—. Ella es perfecta. Clint miró la pequeña y rotunda cara, coronada por todo aquel pelo de punta y meneó la cabeza. La niña tenía sinvergüenza escrito por todas partes. —La verdad, eso sería una condenada lástima. —Cosquilleó la mejilla de Brianna. Ella instintivamente giró la boca abierta hacia su dedo, pareciendo un pichoncito—. Siempre he pensado que un poquito de desvergüenza es una cualidad atractiva en una mujer. Jenna se congeló otra vez, de esa peculiar manera que él comenzaba a comprender que significaba que ella estaba reflexionando. —Es deber de la mujer someterse al hombre. —Ella soltó ese trozo de sabiduría como si fuera un escudo. Su —hmmm— fue evasivo cuando él besó un lado de su cuello. —Seguir su consejo en todo. —Obviamente ella estaba citando preceptos escuchados muy a menudo. Él retiró los alfileres de su pelo, y la pesada masa cayó en una cascada de seda entre ellos, reuniéndose donde su pecho tocaba su espalda antes de deslizarse a cada lado. Maldita sea, a él le fascinaría envolverse en su pelo. —¿Y si el hombre está equivocado? —¿Qué? —Ella pareció impresionada. —¿Y si el hombre está equivocado? Hubo otra de aquellas largas pausas. —La mujer debe confiar y rezar para que Dios provea una guía. Esa debía ser la mierda más grande que él hubiera oído nunca. —Tesoro, he conocido a muchos hombres en mi vida, y algunos de ellos no oirían un consejo de Dios ni siquiera si él lo hiciera explotar en sus oídos. ¿Qué hace una mujer entonces? En su voz hubo derrotado dolor cuando dijo: 2 12 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Reza y hace lo mejor que puede. —¿Eso fue lo que hiciste con tu primer marido, nena? ¿Rezar y aguantar? Ella sacudió la cabeza. —No fui una esposa muy buena. Él simplemente la abrazó, porque nunca había sostenido a nadie que pareciera necesitarlo más. —El hijo de puta no te merecía. —Yo era voluntariosa y desobediente. Él estaba harto de escucharla defender a ese pedazo de mierda sin valor. —Él era un borracho y un matón, un bueno para nada. —Era mi marido. —Y por mi parte estoy contento de que esté muerto. Ella no tenía una respuesta para eso. Brianna retorció la cara, claramente lista para discutir con su madre otra vez. Clint suavemente le dio un golpecito con el dedo en la mejilla. Él no podía permitir eso. —Brianna quiere el resto de su mamadera, Jenna. Ella saltó y apresuradamente apoyó a Brianna en su rodilla. Tan pronto como la tetina tocó su mejilla la niña giró y se cerró sobre ella, succionando con vigor, pero sin el matiz desesperado de antes. —Come con fuerza —dijo Jenna, con placer en su voz. —Sí, lo hace. —Probablemente fuera un momento inoportuno, pero Clint no podía soportar el imaginar a Brianna creciendo para ser una sombra de la mujer que podría ser— . Va a ser una mujer fuerte, Jenna. No quiero que crezca pensando que tiene que besar el culo de cada hombre que encuentre. —Nunca encontrará un marido si es voluntariosa. —Entonces no lo hará, pero nadie va a decirle a mi hija que carece de valor. —Tú eres un hombre. No entiendes cómo es. —Él le empujó la cabeza hacia atrás con un dedo bajo su barbilla, hasta que se apoyó en su hombro. 21 3 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Tengo un vislumbre de cómo fueron las cosas para ti, pero no serán igual para Brianna, porque no vamos a permitir que lo sean. —¿No vamos a permitirlo? —Sus ojos se veían enormes cuando encontraron los suyos. —No. —Él acunó en la mano su mandíbula y volvió su cabeza de modo que la mejilla se apretara contra su clavícula—. Vamos a criarla para ser fuerte, para pensar y la protegeremos de cualquier hijo de puta que trate de humillarla. —No siempre podremos estar disponibles. —Si no lo estamos, entonces Cougar o Asa se encargarán de patear algunos traseros. Y créeme, no has visto un culo pateado hasta que no has visto a aquellos dos emprender la tarea con alguien. —Había olvidado que… —Su voz se desvaneció en lo que podía haber sido una nota de maravilla. Y esperanza. —Bueno. Yo no. Brianna es una McKinnely ahora y nosotros cuidamos a los nuestros. Si no estoy disponible cuando haya necesidad, tiene una familia para ver por ella. —Él besó sus labios, acariciando su mejilla, deseando que ella confiara en él—. Y también por ti. —Gracias. —Ella agachó la cabeza esquivando su mirada. No había ningún aumento de confianza en sus palabras. Claramente pensaba que nadie movería un dedo por defenderla. Él volvió a empujarla a encontrar su mirada. —Tesoro, soy muy bueno en cuidar lo que es mío, y tú eres mía ahora. —Lo sé. —Ella no parpadeó ni se estremeció. —Quiero que seas feliz, nena. —Acarició su mejilla, cerca de la boca—. Quiero ver estos hoyuelos al menos veinte veces al día. Sus ojos se ensancharon un poco. —¿Eso quieres? —Sí, y no sólo porque me ponen duro. —Mientras su mente se enredaba alrededor del conocimiento de que él encontraba sus hoyuelos provocadores de lujuria, siguió adelante—. Puedes ser tan voluntariosa y desobediente como quieras, mientras que al final del día estés sonriendo. 2 14 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —¿Por qué? —Ella parpadeó dos veces. Él frotó su nariz contra la suya. —Porque he esperado mucho tiempo para tener una esposa a la que mimar y consentir, y así como tú estás determinada a quitarle la diversión al asunto, yo lo estoy a divertirme. —¿Lo estás? —Sí. —Él descansó la frente en su sien—. No planeo conformarme con menos que felicidad. Ella no contestó enseguida. Su mirada abandonó la suya y ella permaneció tranquila contra él. Cuando volvió a mirarlo a los ojos, su respuesta casi le rompió el corazón dentro del pecho. —No sé si sé cómo hacerlo. Él la besó muy, muy suavemente en los labios. —Entonces tal vez tendremos un poco de diversión averiguando eso juntos. —¿Tú sabes cómo ser feliz? La pregunta flotó entre ellos en el silencioso cuarto, y aunque él deseaba ser elocuente y zalamero, descubrió que no podía serlo. No con ella, entonces le ofreció la verdad. —Ya no. Esta vez, cuando él rozó sus labios con los suyos, ella estaba lista para él, devolviéndole el beso tiernamente, guiada por ese generoso corazón suyo, susurrando en su boca: —Quiero hacerte feliz. Las palabras pasaron por su sistema como una llamarada. Él la atrajo más arriba, la sostuvo más cerca, dando la bienvenida a su suavidad incluso mientras se sentía compelido a protegerla de ella misma. —Seré feliz conque tú lo seas. Ella sacudió la cabeza, su boca apretada en una mueca rebelde, echó un vistazo a Brianna, y luego puso tentativamente la cabeza en su pecho otra vez. 2 15 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Quiero más. —Simplemente vas a tener que reconocer que en algunos aspectos estoy más allá de la redención. —No. No lo acepto. —Podrías no tener opción. —Él deslizó las manos sobre sus brazos. Sus músculos estaban tensos bajo sus dedos. Ella estaba asustada de enfrentarse a él, hasta en algo tan dulce como su determinación de hacerle feliz. Ella era tan suave por dentro y por fuera, y aún así tan condenada e increíblemente fuerte en modos que él no podía serlo. Masajeó los músculos tensos, manteniendo la suavidad del toque. —Siempre hay una opción. —Cómo podía creerlo, después de todo lo que le había pasado, era uno de los misterios que la hacían ser quien era. —No en esto. —No seré feliz a menos que tú lo seas. —La obstinación teñía su ronca voz y luchaba contra el objetivo de su masaje. Él suspiró y puso los pulgares a ambos lados de su columna, justo en medio de los omóplatos y trabajó en la tensión acumulada allí. —Está bien, nena. Qué te parece si acordamos que ambos trataremos de familiarizarnos con la felicidad, pero ninguno esperará demasiado. —Bien. Ella realmente pensaba que él se conformaría con eso. Besó su cabeza, aspirando el aroma a rosas y a mujer. En modo alguno estaría satisfecho hasta que ella no sonriera desde el alba hasta el anochecer. Bajó la mirada hacia la pequeña Bri. Sus ojos estaban cerrados y sus labios flojos alrededor de la tetina. Un chorrito de leche goteaba por su barbilla. —Está dormida —susurró él. —Ah. Bueno. —Jenna hizo amague de levantarse. Él la retuvo con una mano en su hombro. —La acostaré. Él se deslizó a su alrededor, estirándose por encima de ella mientras posaba los pies en el suelo. Su pelo cayó balanceándose alrededor de su cara. Para su sorpresa, ella sonrió, tocando tentativamente los hilos oscuros. 21 6 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Me gusta tu pelo —su susurro fue tan tímido como el roce en su pecho. La lujuria rebotó por su cuerpo como un disparo en un barril. No podía moverse. Su miembro dolía y palpitaba. Ella se inclinó hacia adelante y depositó un beso en el hueco de su garganta. Le quemó hasta los dedos de los pies. Tomó aliento. Eso no ayudó. Su voz arrastrada era una ronca parodia de su tono normal. —¿Eso por qué fue? Ella bajó la mirada mientras susurraba: —Eres un buen hombre, Clint McKinnely. —Probablemente lo creería, si me hubieras mirado a los ojos cuando lo dijiste. —Eres un buen hombre. —Ella buscó y sostuvo su mirada, pero con esfuerzo. Ella tenía mucho que aprender sobre él. Clint deslizó sus manos debajo de Brianna, la levantó, y sonrió a Jenna. —Dímelo otra vez después de que acomode a Botón, y veamos a donde te lleva. 21 7 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Capítulo 14 Dímelo otra vez y verás lo que consigues. Jenna mordía su labio y siguió el progreso de Clint a través de la habitación. Él hizo una pausa cuando el entarimado crujió bajo su peso, agitando ligeramente a Brianna para mantener su sueño. Ella nunca antes había visto a un hombre sostener a un bebé. Nunca soñó que un hombre querría, pero parecía que Clint disfrutaba realmente de ello. Brianna era tan diminuta en sus enormes brazos, una mota contra su pecho. Él la sostenía cerca, no demasiado apretada, pero con un instinto protector que gritaba "mía". Ella no tenía dudas de que él moriría por Brianna. Tanto como todos sus sentidos le decían de no desafiar a Clint y eso es lo que era, ella iba a poner, un desafío. Con la boca seca y temblando en su camisón de noche, iba a repetir su declaración. Tan pronto él regresara a ella. Que con suerte, no sería antes de que consiguiera alguna saliva en su boca, porque ahora mismo no sería capaz de gritar "fuego" si el cuarto estuviera en llamas. Él la asustaba mucho. No porque fuera grande y pudiera hacerle daño. Le habían hecho daño tantas veces que otra cicatriz no le iba a hacer mella, pero Clint podría hacerle daño profundamente donde el último de sus sueños se escondía. Parte de ella habría querido transmitirle aquellos sueños, pero no podía porque había cosas que él no debía saber sobre ella si quería que él la respetara. Clint volvió de depositar a Bri en el cajón que funcionaba como cama improvisada hasta que su nueva cuna llegara. Agarró una toalla limpia de la pila de la cómoda y la echó en la cama al lado de Jenna. Sus ojos negros ardieron sin llama, y el modo en que levantó la esquina de su boca puso su trastornado corazón a latir aceleradamente. Los magros, oscuros dedos de Clint fueron a los botones de su camisa blanca. —Dímelo otra vez, Jenna. El primer botón pasó su agujero. La mirada fija de él cayó en su pecho. La disposición de su boca fue de seria a sensual en un parpadeo. Ella miró abajo. ¡Querido Dios, sus pechos estaban expuestos hasta los pezones! El calor comenzó en su pecho y se elevó a sus mejillas. La sonrisita de Clint fue a la deriva por la tranquila habitación. 21 8 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Cuando ella miró hacia atrás, él estaba de pie sólo a dos pies de distancia, sus piernas ligeramente extendidas, sus amplios hombros estableciendo un claro desafío. El último botón de su camisa quedó libre de su anclaje. Él enganchó los faldones detrás de sus muñecas y puso sus manos sobre sus magras caderas, exponiendo la dura, musculosa extensión de su torso, y el grueso aumento de su polla cuando se estiró abajo en su muslo debajo del deteriorado material de sus vaqueros. —Dímelo otra vez, Sunshine. —Su cansina voz era profunda, ronca, persuasiva. Jenna lamió sus labios secos y buscó el coraje para tomarle la palabra en su llamamiento. Ella holgazaneó, alzando la vista, su mirada fija lentamente subió por los sólidos músculos, duros como una roca planchando su estómago, paseando por las colinas y los valles de su abdomen hasta que alcanzó la pared sólida de su pecho. Las profundas cicatrices donde fue quemado acentuaron el poder inherente en todo aquel denso músculo. Ella forzó su fija mirada más arriba, remoloneando en el hueco de su garganta donde la fuerza de su pulso desmintió su tranquila voz cansina. Y se quedó sin coraje. —¿Si lo hago, me creerás descarada? —Dime y lo averiguarás. —Él se encogió de hombros expulsando su camisa. Esta, cayó al suelo con un suave clic de botones de madera. —Tú no eres Jack. —Ella apretó los dedos en su vestido, luchando con la necesidad de hacer lo que él quería, y los principios con los que había sido criada. —No —Tú no me engañarás Él ladeó su cabeza como si lo considerara antes de admitirlo. —Sólo en el Día de los Santos Inocentes, y sólo si me dejas pillarte desprevenida. Sus manos fueron al cierre de los vaqueros que cabalgaban bajo sus caderas. Deshizo los dos primeros botones, revelando la línea oscura de vello como una flecha bajo su ombligo. Su boca se quedó seca, justo cuando el impulso escandaloso de dirigir su lengua bajo el surco de músculos desde los huesos de su cadera barrió sobre ella. Hundir sus dientes en aquella carne marrón rojiza, ver si él sabía tan bien como recordaba. La dentellada de dolor en sus palmas la alertó del hecho que tiraba de su vestido con tanta fuerza que estaba en peligro de rasgarse. Dominó su agarre y entró a tientas en la realidad. 21 9 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Tengo la regla. —Lo sé. —No podemos. —Así lo dijiste. —Él se encogió de hombros, y la indirecta más leve de una sonrisa tocó su boca. El último botón en sus pantalones cedió el paso. La delgada línea de vello se ensanchó en una gruesa mancha cuando él extendió el pesado material. —Estoy sucia. —La vergüenza atascó su voz a un susurro. Su dedo bajo su barbilla levantó su cara. Ella no quería —no podía— hacer frente a sus ojos. Su pulgar rozó sus labios. —Lo único que tener la regla significa es que estarás más caliente, más mojada, y serás capaz de tomarme más fácilmente. —Su pulgar rozó sus labios—. Y, Sunshine… —el toque ligero en sus labios era una orden. Ella encontró su mirada fija, la mortificación la quemaba de adentro hacia afuera—. Tú no podrías estar sucia aunque te pasaras tres días revolcándote. Puta. Hembra asquerosa. Las palabras pululaban por el pasado, golpeándola como azotes. Ella tiró para liberar su barbilla y agachó su cabeza. Las manos fuertes en sus brazos la levantaron y la sacudieron arriba y hacia atrás mientras una profunda risa masculina la rodeó como un abrazo. Pasó tan rápido que ella no tuvo tiempo de gritar. El colchón amortiguó su aterrizaje. Ella agarró el frente cerrado de su vestido cuando fulminó con la mirada a Clint. Él estaba parado a los pies de la cama, las dos manos en el borde del colchón, una rodilla firmemente plantada a la derecha de su pie. Él se inclinó hacia ella. Su pelo negro largo se balanceó adelante, dando a su hermoso rostro un molde primitivo mientras alzaba la vista a ella desde abajo de sus cejas. La risa y la lujuria brillaron sobre él en una combinación seductora. Los músculos de sus hombros se doblaron en una intimidante demostración de poder cuando descansó sus manos en el colchón a ambos lados de sus rodillas. —Dímelo otra vez, Sunshine. Ella se apoyó en sus codos y se arrastró hacia atrás. Él colocó su rodilla en el dobladillo de su camisón, sosteniéndola allí cuando puso su otra rodilla sobre la cama, cerniéndose sobre ella oscuro y amenazante. 220 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Dímelo —ordenó, su voz cansina tan atenta como su expresión. Sosteniendo su mirada fija, él bajó la cabeza, sonriendo ligeramente cuando pellizcó su muslo al nivel de su rodilla. Eso no dolió, pero hizo que toda clase de sensaciones alarmantes pasaran como un rayo por ella. Tragó con fuerza y tiró del borde de su vestido mientras mantenía firmemente sujeta la blusa con una mano. Él sonrió con una sonrisa puramente predadora y siguió avanzando. El miedo luchó con un extraño toque de entusiasmo cuando el colchón se hundió al lado de su cadera y su cabeza bajó otra vez, esta vez dejándole la sensación de sus dientes arriba, en la parte interior de su muslo. —Deja ir el vestido, Sunshine. —Ella dejó de tirar del dobladillo. Sintió su sonrisa contra su muslo, un breve alivio de la presión y luego sus dientes tocando precisamente el interior del hueso de su cadera—. Deja ir la otra mano. Lo hizo, de mala gana. Cuando él sintió que ella no sabía qué hacer con las manos cuando no protegían su modestia, dijo arrastrando las palabras: —Ponlas sobre tu cabeza. Ella lo hizo, poniendo instintivamente una dentro de la otra. Él se movió otra vez, envolviendo sus muñecas en su mano, fijando sus brazos al colchón. La sostuvo cautiva, su cuerpo grande atrapando el suyo, su oscura mirada fija manteniendo la suya. Él estaba encima de ella. Alrededor de ella. Cada aliento que ella tomaba hacía entrar su familiar esencia humeante en sus pulmones, atándolos juntos hasta que no hubo ninguna distancia entre ellos. Emocional o física. Ella era de él. A los ojos de Dios. A los ojos de la ley. En las profundidades de su alma. —¿Clint? —Ella no se sorprendió cuando él no hizo caso de la temblorosa pregunta, pero cuando bajó su cabeza y hociqueó al lado las solapas de su camisón, ella encontró la voz—. ¿Qué haces? —Limpiando el camino. —El pecado contra el cual predicaban en la iglesia no era tan perverso como su expresión. —Estuvimos de acuerdo —Estuve de acuerdo que no te haría el amor si tú no lo querías durante la regla — terminó por ella. 221 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —¿Entonces qué haces? Él besó el valle entre sus pechos. Sus labios eran firmes y secos, su aliento húmedo, su barba de la tarde un delicioso raspado por dentro de sus pechos. Sus pezones se irguieron tensos cuando usó la barbilla para exponer totalmente su pecho izquierdo. —Haciendo lo que deseas. Ella debería haberlo visto venir, pero el hombre había podrido su cerebro al punto de no retorno. Cerró los ojos contra el alboroto de la sensación enjambrando sobre ella. Era la guarra que su padre la acusaba de ser. Y ella comenzaba a no preocuparse. El calor húmedo envolvió su pezón, seguido de una succión suave. Chorritos diminutos de placer tejieron por su torso tirando alambres invisibles de tensa necesidad. Ella se retorció y subió. La sonrisita profunda de Clint golpeó su sensible pezón con latidos profundos del placer. Él frotó la base aspereza de su barbilla sobre su pezón, usando su barba para raspar ligeramente su punta sensible. Cada pase corto la hizo jadear por el fuego que pasó como un rayo directamente a su matriz. —Dímelo otra vez, Sunshine. —¿Que te diga qué? —Ella se arqueó en su boca necesitando más. No podía recordar nada más allá del dolor en su pezón y la anticipación de su boca. —Dime otra vez cómo soy de agradable. —Él la pellizcó con sus labios. Las chispas destellaron detrás de sus párpados cuando lo hizo otra vez, no dándole tiempo para reaccionar, exigiendo una respuesta de ella, riéndose cuando lanzó un grito, chupando más duro cuando ella subió. Él soltó su pecho con un suave pop. El aire frío bañó su piel húmeda, haciéndola temblar. —Vas a tener que estar tranquila, Sunshine. —¿Qué? —El siguiente cepillado de su barbilla la hizo gritar otra vez. Ella no podía tomar una respiración completa. Su pezón dolió. Su coño palpitó. Sus labios bajaron sobre los suyos justo a tiempo para coger su gemido. —No queremos despertar a la niña —susurró él contra sus labios. No. Ella no quería hacer aquello. No quería que nada interfiriera con esto. Clint la hacía sentir tan salvaje, y aún de alguna manera, tan increíblemente segura. Como si no 222 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen hubiera nada de lo que ella podría hacer o decir que él no tuviera en cuenta. Como si ella pudiera confiar en él. Sus labios separaron los suyos. Su aliento se mezcló con el suyo en un latido de corazón antes de que él deslizara su lengua en su boca, su gusto inundando sus sentidos. Él sabía a limpio, este hombre que la había sacado de las llamas, lejos de la muerte que había parecido tan atractiva, y la hizo vivir. Este hombre que podía hacerla sentir cuando estaba entumecida, viva cuando ella quiso morir, y esperanzada cuando el sentido común le decía que se rindiera. Él sabía a poder y fantasía, y no podía resistirse. Ella tocó su lengua con la suya. Él gimió y se apalancó sobre ella. Las cicatrices en su pecho atormentaron sus aumentados pezones. Su mano se apretó en sus muñecas y él profundizó el beso ahondando su lengua profundamente. Demandando. Recibiendo. Ella le dio todo lo que pedía, emparejando empuje con empuje, caricia con caricia. Él rompió el beso. La respiración jadeante de ella era fuerte en la habitación. Ella cerró los ojos. El beso que él presionó en la esquina de su boca era increíblemente suave, en agudo contraste a la pasión violenta que podía sentir zumbando bajo su piel. —Dímelo, Jenna —el pellizco que colocó bajo su barbilla no era tan tierno como los demás. Se dio cuenta de que un poco de aquella tensión en él era de cólera. Ella tiró de sus manos. Él la dejó ir. Ella le dio lo que él quiso. —Eres un hombre agradable, Clint McKinnely. —La tensión se levantó en su cuerpo otra vez y la mirada fría rompió sobre su cara. Ella ahuecó sus mejillas en sus manos, allanando la tensión en su mandíbula con sus pulgares—. Sé que me has dicho que no te he de ver como agradable, pero no puedo ayudarte. Tú eres agradable para mí, para Brianna, y me haces sentir lo que nunca he sentido antes. —¿Cómo? —Él dirigió la boca a la palma de su mano y cosquilleó el centro con su lengua. —Especial. —Ella bordeó su mirada fija. —Tú eres especial, Sunshine. —Hablaba suavemente de modo que cada palabra reanimara su alma, él encontró su boca con la suya, apareando sus labios a la manera en la cual a ella se le hacía familiar. —Sólo para ti. —Las lágrimas brotaron. 22 3 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Para cualquiera con medio cerebro —refunfuñó él profundamente en su garganta. —¿Por qué no puedo sentir de la misma manera por ti? —Porqué no es lo mismo. —Sigues diciendo que soy tuya. —Lo eres. —Entonces eso te hace mío, también. —Era la declaración más valiente que ella había hecho alguna vez. Las mujeres no contradecían a los hombres, y mucho menos establecían reclamo de ellos. Ella cerró los ojos contra su propia temeridad. Los dientes de Clint probaron la almohadilla de su pulgar en un pellizco agudo. Ella mantuvo los ojos cerrados. —Mírame, bebé. —¿Estás furioso otra vez? —Ella no iba a abrir los ojos si él estaba furioso. —No. —Su pelo se deslizó sobre sus mejillas en una caricia suave cuando presionó su frente contra la suya. Ella abrió los ojos y comprobó. Él no parecía furioso, sólo feroz y…divertido. —Tal vez si fueras desagradable conmigo yo podría verte de manera diferente. — Sugirió ella, envolviendo sus brazos alrededor de su cuello. Él tocó su mejilla con el dedo. Era tan suave con ella. —Trabajaré en ello. —Y yo trabajaré pensar menos de ti —le arrastró hacia sí. Él sepultó la cara en la curva de su cuello. Sus hombros temblaron bajo sus manos. —Sunshine, tú eres algo. —La diversión en su voz calmó su preocupación. —Estoy contenta que tú lo creas. —Y ella lo estaba. Más que alegre. Abrió sus palmas en su espalda, disfrutando de flexionar el músculo debajo de sus manos mientras él besaba el camino debajo de su pecho hasta que llegó a sus pechos. Allí él tardó, dirigiendo sus labios sobre cada pulgada, levantando sus pechos entonces podría besar la parte oculta. Fragmentos de fuego golpearon todas las partes que su boca tocó. Sus uñas se cavaron en su espalda. Su grito ahogado cuando él rizó su lengua alrededor de su pezón dibujó otra risa de sus labios. 224 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —¿Quieres esto otra vez? Ella asintió con la cabeza. Entonces a continuación se lo concedió, empujando sus pechos juntos, haciendo entrar sus pezones en su boca, sorbiéndolos suavemente y luego más y más duro trazando señales con su boca, manteniendo el ritmo con el agarre de sus dedos. Cuando ella gimió, él los azotó con su lengua hasta que se retorció en la cama. Ella se sintió desconsolada cuando él retrocedió, retirando su calor, pero no su pasión. Aquello estuvo a punto de estallar entre ellos, formando un arco a través de la distancia. Ella se agarró a sus hombros cuando él estuvo de pie. La contempló, la imagen de una sonrisa en sus labios cuando se elevó sobre ella. Se movió para arrastrar el edredón sobre ella. Él sacudió la cabeza. —Déjame mirarte. Ella lo hizo, sintiéndose tonta yaciendo allí con sus manos intentando alcanzarlo y su cuerpo pidiendo su atención a gritos. Él la miró fijamente por tanto tiempo que ella no lo podía soportar. Necesitaba moverse, hacer algo. Recordó lo que él le había preguntado antes. Cuando sus manos fueron a su cinturón, las suyas fueron a sus pechos. Al principio ella sólo los sostuvo, pero cuando él juró y sus manos se congelaron en su bragueta, el poder se precipitó por ella. Podía ser una simple mujer, no comparable a Clint en musculatura, pero aquí tenía un poco de control. Ella dirigió las yemas de sus dedos arriba y abajo de sus pechos, trazando dibujos en su lisa superficie. Los dardos del placer la cogieron de improviso. Ella no había esperado eso, mordiendo su labio cuando el estremecimiento salió disparado de sus manos, experimentando con lo que se sentía bien. —Hijo de puta, Jenna. Vas a hacerme correr. —¿Qué hay de malo con eso? —preguntó ella, algún demonio poseyó su voz y pasó las palabras por delante de su precaución. —Ni una maldita cosa. —Su boca reducida a una línea recta. El deseo esculpió sus rasgos. Él empujó abajo sus pantalones. Ellos se engancharon con el incremento de su polla y juró otra vez, sacándola antes de darles un puntapié—. Sostén esos bonitos pechos para mí, Sunshine. Ella lo hizo. —Más alto —pidió él con voz profunda mientras bombeaba su polla en su puño. Ella no podía apartar sus ojos de la cabeza de su polla mientras aparecía y desaparecía en su 225 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen puño. La cabeza era amplia y gorda, oscura de deseo y goteando de humedad. Por ella. Levantó sus pechos tan alto como podía de modo que tiraban de sus costillas. Clint asintió con la cabeza. —Ahora empújalos juntos. —Ella lo hizo, siguiendo su mirada fija, viendo lo que él veía. Los grandes montículos de sus pechos se elevaban alto, casi en su barbilla, la hendidura entre ellos parecía profunda y de algún modo, eróticamente invitadora—. Ofrécemelos, Sunshine. Ella abrió sus dedos, descansando sus pechos en sus palmas, ofreciéndolos en una invitación. Un músculo en su mejilla se sacudió. Un vistazo rápido abajo reveló otra gota de su semilla reluciendo en la cabeza de su polla. Ella lamió sus labios, recordando su sabor, el modo que él había temblado contra ella cuando se había corrido. —¿Lo quieres? —preguntó Clint, sus dedos oscuros enmarcando la nacarada gota. Un vistazo a su cara y sabía cuál sería su respuesta. —Sí. —¿Cuánto? Ella contestó con la verdad. —Quiero darte placer. —Tú lo haces sólo respirando. —Él sonrió. —De la forma que tú quieras —explicó ella. Él hizo una pausa, y la incertidumbre inundó su confianza—. Por favor. —¡Shhh! —Su mano ahuecó su mejilla, calmándola instantáneamente—. Mantén tus manos en tus pechos y no te asustes. Ella mordió su labio antes de soltar. —Nunca estoy segura que hacer. —Tú estás seduciéndome maravillosamente. —¿Yo? —Ella no podía decir que su sonrisa era suave, pero su, "Sí" lo era infinitamente. —Sin quitar las manos de tus pechos, corre rápidamente aquí al lado de la cama. — Era incómodo y ella se sintió tonta, pero cuando su cadera golpeó el borde del colchón, la 22 6 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen sonrisa de él se fue y los duros planos de su cara se establecieron en ásperas líneas de pasión. Un vistazo rápido mostró que de su polla se encontraba constantemente lubricada. Él se inclinó adelante, trayendo su polla más y más cerca hasta que la cabeza tocaba la punta de su pecho, bañando el hinchado pezón en el sedoso calor mojado. —Lámelo —manteniendo su fija mirada retenida con la apasionada de él, ella inclinó su pecho y bajó su boca. Cuando sus labios se separaron él susurró—. Despacio, bebé. Agradable y lento. Ella siguió sus órdenes, sosteniendo su mirada fija mientras arremolinaba su lengua alrededor del guijarro de su pezón, puliendo delicadamente la carne rosada, temblando cuando sus ojos llamearon y su apretón provocó espasmos en su polla. Cuando ella no pudo encontrar otra gota de fluido salado, se inclinó atrás. Él se apoyó, dándole al otro pezón igual baño. No tuvo que decirle que hacer. Ella sabía lo que él quería y amaba dárselo. Cada toma de aliento, cada parpadeo de sus ojos clavó su propia pasión hasta que el deslizamiento de su propia lengua sobre su carne comenzaba a parecer la de él. La cama se hundió cuando él se arrodilló. Ella rodó hacia su muslo, alcanzando aquella hermosa polla. Él agarró su mano y la trajo a su boca—. Todavía no. —¿Por qué no? —No quiero correrme aún. —¿Estás cerca? —No podía creer las conversaciones en las cuales entraba con él. — Tienes ese efecto en mí. —Su apretada sonrisa, giraba forzadamente sus labios. En contraste, la sonrisa de ella vino fácilmente. Se dio la vuelta y besó el interior de su muslo sosteniendo su mirada fija. —Me gusta eso. El colchón se inclinó hacia abajo mientras sus manos bajaron por sus hombros. —¿Te estás regodeando mujer? —Preguntó mientras se sentaba a horcajadas sobre su torso. Ella mordió su labio cuando su pesada polla se arrastró a través de su estómago, poniendo a temblar su vientre. —Sí. 22 7 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Él se rió mientras se sentaba sobre sus talones, la gruesa longitud de su polla echada como una marca vertical a través de sus costillas, la cabeza descansando en el valle entre sus pechos. Sus manos quitaron las suyas de sus pechos. —Yo me haré cargo aquí. Ella cerró sus ojos cuando el calor áspero de sus fuertes manos envolvió sus pechos. Ella amó el modo en que la tocó. Toda la fuerza cubierta con la suavidad. Él apretó y su respiración se paró. Miedo mezclado con pasión cuando la presión aumentó. —Abre tus ojos, bebé. —Ella lo hizo, rindiéndose automáticamente a la orden, sólo para caer en su pasión cuando él sacudió su cabeza—. ¿Quién te está tocando? —Tú —susurró ella cuando él siguió apretando y soltando, cada vez sólo un poco más fuerte que la anterior. —¿Y quién soy yo? —Clint. —¿Entonces por qué tienes miedo? —Yo no… —Puedo ver y sentir tu tensión. —Él sacudió otra vez la cabeza, estirando sus pechos hacia arriba cuando los exprimió. Ella no tenía la respuesta que él quería oír—. ¿Te hizo daño Jack de esta manera? Ella asintió con la cabeza. Ella mordía su labio mientras sus dedos se deslizaban hasta sus pezones. ¿Cómo podían las manos de un hombre sentirse tan bien cuando otras habían parecido una violación? Clint se lo había imaginado por el modo en que ella estaba tan tensa bajo sus manos. Intensamente excitada aunque nerviosamente expectante. Clint pellizcó ligeramente los pezones de Jenna. Inmediatamente se apretaron. Los músculos de su estómago se sacudieron bajo su polla, masajeando sus pelotas cuando tembló bajo él. Sus pechos estaban increíblemente sensibles. El más ligero de los tirones hacía sacudir su cuerpo. —No soy Jack. —Lo sé. —No voy a hacerte daño. 22 8 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Ella asintió con la cabeza. —Pero voy a hacer que te corras. Sus ojos volaron muy abiertos, y parpadeó. —¿Estás de acuerdo? —Sí. —Bien. Entonces acércate de detrás del biombo y prepárate para mí. Ella se ruborizó encendidamente tan pronto como entendió el significado, pero hizo como le había dicho, volviendo a la cama con la cabeza gacha y el pelo protegiéndole la cara. Tan pronto como se acercó lo bastante, él enganchó la mano detrás de su cuello, la tiró a él, y la besó duro antes de ayudarla a recostarse en la cama. —Acuéstate ahora. Imposiblemente, su cara se hizo más roja. Él se rió, se arrodilló en la cama, y los reajustó hasta que las nalgas de ella se apoyaran en sus muslos y la longitud de su polla se acurrucara en los pliegues calientes, mojados de su coño. Ella parpadeó otra vez, aquel rechoncho labio inferior que se deslizó entre sus dientes, su expresión de dudosa expectación. —Haremos un lío —susurró ella. —Para eso es la toalla —susurró él, inclinándose adelante hasta que los puntos duros de sus pezones se acurrucaron en su pecho de manera que su polla se acomodó más profundo en el abrazo de su coño. Cuando ella jadeó y se arqueó bajo él, él liberó el labio de sus dientes y lo adentró en su boca. Lo sorbió ligeramente, queriendo sonreír cuando sus ojos se abrieron considerablemente y ella se echó para atrás del modo que siempre hacía. Él se agarró, sin dejarla retroceder de él o del placer que sintió, trabajando la palma de su mano detrás de su cabeza, inclinándola hacia atrás, soltando su labio el tiempo suficiente para murmurar. —No luches contra ello, Jenna. Déjame hacerte sentir bien. Sus ojos se cerraron. Ella huía de él otra vez. —Abre los ojos. 229 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Lo hizo, de mala gana, todo el conflicto que sentía dentro se reveló cuando sus párpados se levantaron. Ella era tan abierta y tan vulnerable. Le llenó de la necesidad de darle el mundo, queriendo al mismo tiempo abrigarla de ello. Él sondeó la esquina de su boca con su lengua. Contra la base de su polla, su apretado coño. —Te gustó esto. Ella asintió con la cabeza, un brillo de lágrimas en sus ojos. —¿Por qué las lágrimas bebé? —Él capturó una en la esquina con su pulgar antes que pudiera desbordarse. —Tú me haces sentir mucho. —Sólo quiero que seas feliz. —Esto me asusta. —¿Por qué? —Él ahuecó su pecho en la mano, dándole la presión que él sabía que ella disfrutaba. —Tú lo quieres todo. —Sí. —Él lo hizo. Acarició su pulgar sobre su coqueto pezón. Ella dio tumbos contra él, su coño montando a su polla con fuerza. Ella se sacudió otra vez. Sus uñas se clavaron en sus muslos cuando atravesó con su polla su acogedor nido. Él la quería indefensa delante de él. Quería su confianza, su inocencia, su esperanza, su pasión. Él lo quería todo. Cada matiz de ella. —Tú me haces sentir demasiado —jadeó ella. Él sacudió la cabeza, la ternura brotando para mezclarse otra vez con la lujuria. —No te tomaré por delante de tus límites, Jenna. —Ya lo haces. —No. Acabo de tomarte más allá de tu miedo —murmuro limpiando otra lágrima de sus ojos. Él se dobló contra su pecho. —¿Cuál es la diferencia? —Susurró ella sobre su cabeza. Él besó suavemente su pezón y sonrió. 230 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Placer. Él abrió su boca lo bastante para deslizar su pezón dentro. Su cuerpo entero se apretó mientras ella esperaba. Alargó el momento, manteniéndola en el borde hasta que su aliento se apretara en su garganta y su coño pulsara contra su polla, derramando sus zumos calientes sobre sus doloridas pelotas. Él rodeó su pezón con la lengua, surcando las fascinantes protuberancias y crestas, explorando la pendiente en el centro. Ella se estremeció y trató de arquearse otra vez. Él la sostuvo en el lugar con su peso y los dedos en su pelo. En el momento en que se hizo con su amante, la única reacción que ella tenía hacia su boca en su pecho eran suspiros de placer. Él besó hacia abajo el lado de su pecho. —Te vas a correr para mí Jenna —murmuró él en el profundo valle. Ella mordió su labio y rodeó su mirada fija. Él cogió una gota de transpiración en su lengua cuando goteó hacia abajo de la cuesta de su pecho—. Y luego otra vez, simplemente porque esto me complacerá. —¿Y tú? —Su voz era un tenso tanteo de sonido. —Me correré cuando tú estés satisfecha. —Pero estás listo ahora. Él estaba más que listo. Estar envuelto en su calor era pura tortura. Su polla dolió y una corriente estable goteó más allá de su control, pero el paseo para sepultarse en ella no era nada comparado con su necesidad de esperar su flor para él. Verla perder el sentido de sí misma, saber que ella había depositado su confianza en él, y saber que la había librado. Él quería esto más que su próxima respiración. —Será mejor esperar. —Su coño apretó contra él y él presionó su boca abierta hacia su carne. Sus buenas intenciones cayeron en picado. Hijo de puta, ella iba a ser su muerte. Seguro que no iba a durar tanto como había esperado. Como si ella sintiera esa pausa momentánea, tocó su pelo y susurró: —Tú no tienes que esperar. Ella era demasiado generosa, demasiado complaciente por ponerle primero. Su entregada naturaleza y su suave corazón se unieron con el lado egoísta de él para negarle el placer que ella merecía. Durante un momento, fue tentado. Pero sólo durante un momento. Esta era su Jenna. Su cosa buena. Él era su marido. La única persona en el mundo con la que ella debería ser capaz de contar para ponerla primero. Y esta noche ella 231 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen definitivamente venía primero. Caliente, con fuerza, y por largo tiempo. Y tantas veces como él pudiera. —No intentes conversar de ello. He tomado mi decisión. —¿La has tomado? —Sí. Tú te corres primero. —Él probó la firmeza de su pecho con sus dientes. El calor que se levantó contra sus labios le dejó saber que ella había captado su significado. —Me gusta la manera en que te mojas para mí. —Él arqueó su cabeza hacia atrás, besando el hueco de su garganta antes de volver a su pecho—. Y me gusta la forma en que coges aliento cuando sientes mis dientes. La forma en que tiemblas cuando beso tus pechos. —Él besó su camino abajo en su clavícula antes de estampar un beso en la curva superior de su pecho. Bajó, sonriendo cuando ella tragó el aliento y lo sostuvo mientras él arrastraba su mano de la parte posterior de su cuello, hacia abajo al lado de su garganta, y a lo largo del canto de su clavícula hasta que cogió el pliegue de su brazo. Él permaneció allí un poco, divirtiéndose, revelando en primer plano la carne de gallina antes de rozar el pulgar a través del otro pezón. —Pero sobre todo me gusta el modo en que tú te arqueas y gimes cuando tomo estos pequeños y sensibles pezones en mi boca. —Ella realmente se arqueó más y gimió, agarró su pelo y tiró de él más cerca. Estaba contento de complacer, tomando tanto como podía, amamantándose ligeramente al principio, no haciendo caso de sus demandas de más, manteniéndolo fácil hasta que un sudor fino estalló sobre su cuerpo, y ella tiraba de su pelo mientras las dulces suplicas por más rompieron en sus labios. Contra la longitud de su polla, su coño tuvo espasmos con igual desesperación. —Eso es, bebé —murmuró él, doblando sus caderas de modo que su eje acariciara en un deslizamiento liso a lo largo de su clítoris al tiempo de sus dedos—. Arde para mí. —Te necesito ahora. —Ella sacudió su cabeza mientras mordía su labio. —Quiero verte en llamas primero. —Por favor. Él alzó la vista. Sus labios estaban llenos y rojos de su mordida, sus mejillas enrojecieron, y sus ojos brillaron oscuros con una necesidad que tenía sus pelotas tirando apretadas hacia arriba. Él le dio lo que ambos querían. El cambio de su ritmo, aumentando la presión de su mano y boca, considerando a partir de sus agudos quejidos cuando él 232 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen tenía razón, conociendo desde su asombrado aliento y tensión interior cuando podía darle más. Él azotó su pezón con la lengua antes de sorberlo con fuerza, atrayéndola profundamente a su boca, luego pellizcándole el otro pezón entre sus dedos y manteniéndolo apretado mientras meneaba su pecho. Su clímax los cogió de improviso. Sus piernas golpearon apretadas, su espalda arqueada, y su aliento explotó de sus pulmones antes de que ella se doblara en él. Él la agarró contra su pecho, sosteniéndola cuando sus lágrimas inundaron su pecho y sus zumos empaparon su ingle. —Hijo de puta, Sunshine —refunfuñó él, levantando su cuerpo blando, sosteniéndola de un brazo bajo sus caderas mientras él colocaba su polla en la entrada de su coño que aún se movía crispadamente, bajándola suavemente en su eje, gimiendo cuando su calor le chamuscó, levantando sus apretadas pelotas—. Es malditamente divertido jugar contigo. Ella le tomó enteramente en un fluido golpe, sus músculos que temblaban no ofrecieron ninguna resistencia al firme empuje de su polla, estremeciéndose contra él cuando se asentó hasta la empuñadura, su cabeza cayó cuando la amplia base la extendió al límite. Él besó el hueco expuesto de su garganta, probando la sal de su pasión y sus lágrimas, sumiéndose en su calor y aceptación. No importa como vino a ella, ella le dio la bienvenida con los brazos abiertos. Como ahora. Él la alzó otra vez y ella gimió una protesta, pero envolvió sus brazos alrededor del cuello. —Y pensar —susurró él contra su oído cuando la bajó en la cuña gruesa de su polla otra vez—. Que acabo de empezar. 233 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Capítulo 15 —Despierta dulzura, es hora de divertirse. Jenna se removió con los ojos aun cerrados. Se estiró lánguidamente en la cama tibia, deleitándose en su suavidad y una noche completa de descanso. El hecho de que Brianna no la hubiera despertado penetró en su complacencia. Comenzó a moverse antes incluso de abrir los ojos. —¡¡Bri!! —Ella esta bien. Clint la capturó contra su pecho mientras luchaba con las almohadas. Con la mejilla apoyada en su hombro, inhaló su esencia. Amaba la manera en que él siempre olía, a tabaco y aire libre. La esencia era mas fuerte esta mañana, lo que implicaba que hacia ya un rato que llevaba levantado. Lo suficiente como para haber fumado un cigarrillo. —¿Cuánto hace que te despertaste? —Botón quería ver el amanecer. —Yo la habría cuidado. —Necesitabas dormir y ella esta decidida a tomar una siesta ahora así que anímate y disfruta la paz. Le acomodo la espalda en las almohadas que había apilado y le puso una taza de café en la mano. Un mechón de pelo cayo sobre su ceja y ella se movió para quitárselo pero la mano de Clint intercepto la suya ocupándose de ello por ella como lo hacia siempre. Tomo un sorbo de su café. Estaba caliente e intenso con el toque justo de crema aunque solo tenía un par de cucharadas de azúcar. Ocultó su mueca tomando otro sorbo. El colchón se hundió bajo el peso de Clint al sentarse en el borde. —¿Estaba bien el café? —le pregunto, pasándole el brazo por la espalda y atrayéndola a su lado. —Perfecto —se apoyó en su hombro—, gracias por ocuparte de Bri, y por el café. 234 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Él bebió un sorbo de café, sus negros ojos brillando de humor sobre el borde de la taza, alertándola sobre el hecho de que había algo que debería estar recordando. —Tengo un motivo oculto. Ella sacudió la cabeza. No había duda de que él querría un pastel de chocolate de postre esta noche. Él bajo la taza revelando el filo predatorio de su sonrisa. Ella lo repensó. Tal vez algo más que un pastel de chocolate. —¿Ya se ha terminado tu periodo? —lanzo la pregunta a la conversación como si estuviera hablando del pronóstico del tiempo. Ella jadeó, el café yéndosele en la dirección contraria. Mientras se ahogaba y tosía Clint tomo la taza con una mano, la palmeo en la espalda con la otra y maldijo cuando la impulsó hacia adelante. La segunda palmada fue mucho más suave, apenas empujándola. Ella mantuvo la cabeza abajo por un minuto luego de que las ganas de toser remitieran. Sabía que estaba roja como una remolacha. La taza ondeó bajo su nariz, con el vapor del líquido caliente mezclándose con la humedad de sus ojos, el aroma calmándole los nervios. —Perdón —se disculpo Clint—, debí haber sido mas suave con eso. —Está bien —le dijo ella. No creía que tuviera que discutir el tema para nada. Tomo la taza. —¿Entonces ha terminado? —Sí. —Había visto perros perseguir huesos con menos tenacidad. —Bien. Él sonrió ampliamente antes de llevarse la taza a los labios. Observó los músculos de su garganta trabajar mientras ingería el liquido dejando que su mirada vagara por su cara mientras estaba distraído. Él era un hombre tan atractivo, con rasgos uniformes y labios cincelados. Solo con mirarle los labios sus pezones le cosquilleaban. Había sido raro, en el tiempo que habían pasado juntos estos últimos días, que esos labios no estuvieran en sus pechos, mordisqueando y besando. Desde el momento en que él descubrió que podía hacer que ella tuviera un orgasmo de esa manera no había dejado de prestarles atención. Hasta el punto en que estaba dolorida. 235 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Él puso la taza en la mesa con un ruido seco y alzo una ceja hacia ella cuando la descubrió mirándolo fijamente. El borde derecho de su boca se curvo en un gesto conocedor. Cada nervio en su cuerpo brincó en respuesta. No había nada, nada en este mundo más cautivante que Clint McKinnely cuando sonreía. —¿Un penique por tus pensamientos? Enterró la cara en su taza y sacudió la cabeza. Él suspiró y le dio uno de esos abrazos rápidos que la entibiaban hasta lo más profundo. —Eres una mujer egoísta, Jenna McKinnely —no sonaba disgustado. Clint se inclino hacia la izquierda, llevándola con él. Ella sostuvo su café y confió en que controlaría su descenso al colchón. El sonido de madera deslizándose sobre madera le llamo la atención pero Clint oculto su mano y ella no pudo ver lo que él había sacado de la gaveta del cabecero de la cama. Él se erguía amenazante mientras ella yacía allí, su pelo cayendo alrededor de sus hombros desnudos y una sonrisa perversa colgando de sus labios. —Quédate aquí. Como si tuviera otra opción con su gran mano posada en su estomago, anclándola allí. Las sabanas crujieron mientras se daba vuelta y se deslizaba al suelo. Dado que la cama era alta, sus caderas quedaron al mismo nivel que los hombros de él. Su mano desapareció bajo el edredón mientras la sonrisa en su cara se ampliaba a sus ojos. —Ahora si vamos a jugar de verdad. Sus manos se cerraron en sus pantorrillas, apretando ligeramente antes de deslizarse hacia arriba y entre ellas. Los músculos de su garganta parecían que estaban conectados con los de su pierna, porque cada vez que acariciaba sus muslos su garganta se apretaba tanto que era casi imposible tragar. Ella se aclaró la garganta y emitió una parodia de su voz. —¿Jugar con qué? —Con juguetes. —¿Juguetes? Ella parpadeó y trato de concentrarse pero la mano de él se movió, la rugosa superficie de su palma raspó los nervios sensibles hasta que sus nudillos peinaron los rizos 2 36 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen que cubrían su sexo. Placer agudo, dulce e inesperado atravesó su cuerpo. Clint la sostuvo quieta para otro toque, tan ligero como una pluma e igualmente devastador. Era como si todos los juegos de los últimos días hubieran sido pensados para culminar en este preciso momento. La humedad inundó sus muslos y por un espantoso momento pensó que su periodo había vuelto. Pero incluso cuando ella se puso rígida, Clint ya estaba sacándole la bata, la aspereza de su barbilla sin afeitar vagando por sus ya crispados nervios. No pudo evitar el sollozo que escapo de sus labios ni la humedad que se filtraba de su sexo mientras él la abría con sus dedos. —Ah querida, te estás mojando para mí —su lengua lamió la suave carne interna—, adoro eso. Eso era bueno porque ella no tenía otra opción. Un ruido sordo penetró sus sentidos. La taza de café cayendo al suelo. Iba a ser un desastre pero no le importaba. No podría dado que Clint estaba trabajando en su clítoris como lo había hecho con sus pezones. Suaves y dulces besos seguidos de tiernas lamidas y una serie de mordiscos que la tenían con los dedos cavando en el cobertor y sus dientes mordiéndose los labios. —Dios querido. —Solo tu y yo nena. El deseo creció a través de ella como una maquina de vapor, ganando velocidad con cada pasada de su lengua. Él tiro de sus caderas hacia su cara. Le picó su barba. Su lengua lamía y ella gritaba llevando las manos al pelo de él. Las suaves hebras se enredaron en sus dedos mientras lo acercaba más. —¿Qué es lo que quieres Jenna? Ella lo quería a él. Más fuerte, más duro. Pero todo lo que pudo salir de su boca fue un roto “por favor” —¿Por favor que? —su barbilla peinó su sexo, espolvoreando su clítoris con sensaciones. Tan cerca de darle lo que necesitaba. Tan cerca. Él se detuvo. —¿Demasiado? 237 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Ella sacudió la cabeza. El placer descendió de la altura que había alcanzado un momento antes. No sabía si reír o llorar. —¿No es suficiente? Ella asintió. —Dime. —No puedo. —Seguro que puedes. Solo imagínalo en tu mente y luego dime las palabras. —¡No puedo decir eso! Él le arqueó una ceja. —¿Demasiado bueno eh? Ella gruñó y cerró los ojos. —¿Qué te parece si adivino? Que él adivinara seguro que sería mejor que el que ella dijera cualquier cosa. Asintió. Hubo un suave sonido y lo que fuera que él tomó de la gaveta estaba ahora en el piso. Las manos de él se deslizaron por sus pantorrillas hacia arriba, por sus rodillas, separándolas suavemente mientras la miraba. Él tomó primero un tobillo y luego el otro y los puso en sus hombros. Su piel se sentía caliente contra la de ella. El ladeo la cabeza peinando el tobillo con la boca. El fuego trepó por su pierna. Ella se agitó y él se rió, marcando una senda con la parte posterior de sus dedos por la parte interna de sus rodillas, luego dio vuelta a la palma abrazando sus muslos hasta que sus pulgares alcanzaron los labios internos. —Me gusta que estés así de mojada. Sus pulgares dibujaron el pliegue de sus labios externos, jalando el pelo y tentándola. Con su siguiente respiración los pulgares se habían deslizado entre los resbaladizos pliegues, sus callosidades raspando los sensibles tejidos. Su útero se contrajo. Ella enterró los dedos en el edredón mientras luchaba para contener la pecaminosa sensación que pugnaba por salir, sabiendo que no había esperanza de lograrlo aunque lo intentara. Clint no lo permitiría. Nunca lo había permitido. Seguro de si mismo, sus dedos se enterraron profundos, mojándose en su crema y yendo hacia el centro de su calor antes de 238 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen subir, en un tormento deliberado hasta la punta de su hendidura. Él frotó cada labio con un suave movimiento circular, rozando su hinchado y dolorido clítoris con diseños caprichosos, incrementando su deseo cada vez mas con trazos erráticos que ella no podía prever ni controlar. Hasta que ya no pudo estarse quieta. Lo necesitaba. Su toque, su boca. —Por favor. —¿Por favor que? —Por favor no me hagas rogar. —Enrollo su cabello entre sus dedos y tiró. Sus dedos envolvieron su clítoris, expandiéndolo y achicándolo hasta que tuvo el impaciente punto atrapado en su agarre. No era suficiente. Ella levantó sus caderas hacia sus manos y boca, ofreciéndose a él con su necesidad insatisfecha. Él rió y apretó gentilmente. Clavo los talones en los duros músculos de su espalda y tiro fuerte. La risa de él se profundizó pero no le dio lo que quería. —Por favor —le susurró de nuevo, su voz quebrándose en un sollozo humillante, sintiendo como todo su ser se centraba, en ese momento, en ese único pequeño punto, odiándose a si misma por la debilidad que hacia fluir en ella tan fácilmente. —Shhh, nena —su profundo acento caló hondo en su inseguridad, calmando su temor con un toque de suavidad, construyendo su confianza con una promesa de fortaleza—, solo lo estoy haciendo bien. Si lo hacia mejor moriría. Pero incluso aunque lo pensó, él la llevó más alto, cerrando sus provocativos dedos en su clítoris en un apretón firme. No tan fuerte como para que doliera pero si lo suficiente como para que cada fibra de su ser se esforzara por estar mas cerca. Y entonces él empezó a ordeñar su clítoris de la misma manera que lo había hecho con sus pechos, cortos y deliberadamente ligeros toques que llevaban cada una de sus fibras a un punto extremo de deseo hasta que la tormentosa necesidad explotó en una ardiente conflagración de lujuria tan fuerte que la hizo gritar. Sus caderas se bambolearon cuando él se incorporó. Le tapo la boca con la mano. Lo súbito del movimiento la asustó y silenció. Cuando ella se atrevió a mirar por sobre su mano, él la estaba contemplando, sacudiendo la cabeza con una picara sonrisa jugueteando en sus labios. —Silencio o despertarás a Brianna. 239 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Oh Dios, no quería despertar a Brianna pero no sabia como iba a sobrevivir a esto. No como estaba ahora, con las piernas sobre sus hombros, sus caderas elevadas de la cama, su cuerpo abierto y vulnerable a cualquier cosa que él quisiera. —Respira nena. Ella lo hizo, descansando sus dedos en los sólidos músculos de sus hombros. —Aguanta —le dijo quitando la mano de su boca—, sea lo que sea, no grites. Ella le enterró los dedos y asintió. —Buena chica —la beso en el torso deteniéndose en la curva inferior de su pecho para diseñar un intrincado modelo en ese punto que estaba conectado directamente con su sexo. Se le congelo la respiración en la garganta y sus jugos pulsaron desde su femineidad, desbordando por sus nalgas y estropeando el edredón. Él abandonó su pecho y se deslizo hacia abajo, el vello de su pecho haciéndole cosquillas en el abdomen. Él le abrió bien los muslos y luego presiono la mata de pelo contra su clítoris distendido. Él metió la lengua en su ombligo mientras se frotaba contra ella como un enorme y satisfecho gato, su sonrisa presionándose contra el abdomen mientras ella gemía. —Ese sonido si que es dulce. Hazlo de nuevo para mí. Ella lo hizo, incapaz de hacer nada mas mientras él la levantaba, le separaba mas los muslos con sus hombros dejándola abierta y a su merced. No tuvo piedad. La sostuvo por apenas un latido, su aliento acariciando su carne, olisqueando sobre sus pliegues húmedos antes de caer sobre su clítoris en una promesa ondulante sobre el punto hipersensitivo. —Oh cielos… Ella no pudo respirar, no pudo moverse. Lo único que pudo hacer fue esperar y desear. Él se inclino hacia adelante, cabalgando en la profundidad de su necesidad, raspando su clítoris con la barbilla, enviando una emoción salvaje retumbando hacia arriba. Cada músculo se tenso bruscamente. Él acarició el ligero dolor con su lengua antes de azuzar su excitación de nuevo a pleno, manteniendo su lengua contra ella cuando necesitó mas, llevándola mas allá cuando quería descansar nunca dejándola calmarse, manteniéndola en el borde hasta que ella se mordió la mano para evitar el próximo chillido. Solo entonces se 24 0 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen apiado, enroscando la lengua alrededor del clítoris e introduciéndolo en su boca con una suave succión que se incrementaba poco a poco hasta que le fue imposible respirar. Lo único que ella pudo hacer fue dirigirse con todas sus fuerzas hacia la realización que él agitaba reluciendo frente a ella. Luego, rozándola y mordiéndola con sus dientes la envió volando hacia allí, dándole un empuje adicional con su certera legua mientras alcanzaba la culminación y sosteniéndola cuando floto de regreso a la tierra. Acariciando sus muslos y estomago suavemente, él la llevo de regreso a la realidad con cuidadosas y suaves succiones, su lengua devolviéndole la cordura. Ella se relajó en sus cuidados, necesitándolos, necesitando un corte con ese estado salvaje para recuperar su control. La boca de él la beso fieramente mientras liberaba su otra mano. El colchón se hundió y luego algo sólido y redondo presiono contra su muy húmeda vagina. —¿Clint? —Solo aguanta y relájate nena. —¿Qué es eso? —Un juguete muy divertido con el que vamos a jugar hoy. La presión contra su entrada aumentó. Él lo estaba poniendo dentro de ella. Trato de retirarse pero la cabecera de la cama se lo impidió. Sus brazos alrededor de sus muslos no le permitían ir a ningún lado. Ella inspiró profundamente mientras el objeto redondo se expandía dentro de ella. —Tranquila dulce, solo un poco mas. —¡Clint, esto no esta bien! —Yo lo deseo. —Pero… —¿Me lo estas negando? —Él la miró con una expresión calmada pero sus ojos llameando. ¿Se animaría ella? Se mordió el labio y sacudió la cabeza. No estaba en posición de negarle nada. Y después fue demasiado tarde. Con un pellizco, el objeto se introdujo dentro de ella. No sabía que pensar, que hacer. Nunca hubiera imaginado que un hombre querría poner algo que no fuera el mismo dentro de ella. No tenía idea por qué él querría hacer esto. 24 1 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Esa es mi chica. Su lengua pulió su clítoris generando un latigazo de excitación. Su acento bajo combinado con esa suave y áspera lengua, sobre su ultra sensible carne envió fuego a su centro. El estremecimiento comenzó desde los dedos, subió por su cuerpo y terminó en su cabeza sacudiéndose. Su cabello se desparramó por la cara mientras la sonrisa apreciativa de él sacudía su punto más sensible. El estremecimiento comenzó de nuevo. Antes de que llegara a los hombros otra de esas pequeñas y suaves bolas presionaba contra ella, abriéndola. Ella se agarró a los hombros de Clint. —Solo un poco más cariño y estarán todas. Ella se mordió el labio antes de negarse instintivamente. Sus uñas se enterraron en los hombros atravesando su camisa. Su aliento salía en tensos espasmos. —¿Cómo puedes hacerme esto? —le espetó mientras la segunda bola se asentaba. —¿Hacer qué? Como si no lo supiera. Ella se quedó mirándolo. Él apoyó la palma de sus dedos contra su sexo pulsante, dejándolos descansar luego de la tercera bola. —Hacerme sentir así. —Solo suerte creo. —Él besó su estomago y le acomodo el camisón sobre los muslos. Ella no quiso creerlo por un momento pero tampoco quería saber sobre todas las mujeres con las que lo había practicado antes de ella. Se incorporó y se sentó, las bolas como un peso extraño dentro de ella. —Sácalas. —No. Él tomó su seno derecho en la boca a través de su camisón, dándole un mordisco en la punta antes de dejarla ir. Sus pechos se sentían pesados e hinchados tras el interludio. Le saco las manos de los hombros mientras se incorporaba frente a ella. —¿Por favor? La sonrisa se dibujó en sus ojos. Los años de practica le habían enseñado a ella a bajar la mirada. El esbozo de un ceño en la cara de Clint le hizo cambiar de parecer. Clint no la quería así. Él la veía como algo diferente de lo que era, algo más fuerte. Ella combatió el 24 2 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen impulso y le sostuvo la mirada. Su premio fue un beso en la nariz y una negativa críptica a su pedido. —Son parte de la diversión de hoy. Él se aproximo por un lado de la cama cerca de su cabeza. Ella le desabrochó los botones de los jeans y se humedeció los labios mientras él liberaba su enorme pene. Era oscura, hinchada y pulsante para ella. Y por ese momento único en el tiempo era de ella, solo de ella. Abrió la boca, mojándose el labio inferior mientras empujaba hacia adelante, besando la punta suavemente como a él le gustaba, lamiendo delicadamente la cabeza mientras él gemía. Sus manos se enterraron en su cabello antes de que ella abriera la boca y lo tomara muy profundo. Totalmente sin reservas. De la manera que le gustaba más. Ella no se estaba divirtiendo. Esas bolas que tenia y que creía tan inocuas al principio eran en realidad un instrumento de tortura. Con cada paso que daba se subían y presionaban contra sus nervios internos, que florecían abiertos y desesperados por el contacto. Su sexo dolía y sus nervios estaban muy tensos. Necesitaba alivio y Clint no estaba a la vista por ningún lado. Jenna secó el molde para bizcochos y lo puso sobre la pila. Su brazo rozó su pezón y ella apretó la encimera con los dedos, luchando contra si misma y el impulso pecaminoso del deseo. Mientras se daba vuelta golpeó los moldes. Los sostuvo rápidamente y silenció el ruido. No necesitaba que Bri se despertara aun. Todavía debía helar los bizcochos para que estuvieran listos cuando Jackson tuviera tiempo de llevarlos al pueblo para venderlos. Una mirada rápida reveló que la bebé seguía durmiendo en su improvisada cama en la mesa de la cocina. Restregó la condensación que había sobre la ventana encima del lavabo. El sol brillaba, destellando aquí y allá sobre los parches de hielo. En el corral dos caballos estaban muy juntos, empapándose de la calidez que había en ese sol de media mañana. Las gallinas picoteaban alrededor del gallinero. Ella se inclinó hacia adelante para ver hacia el frente de la casa. Todo lo que podía divisar era la viga que soportaba el techo y el final del porche. No se veía a Clint. Un parpadeo de algo negro captó su mirada. Mientras miraba se repitió. No era más que la cola de Danny que se mecía en la brisa. El pomo de la puerta del armario la rozo en sus partes intimas mientras ella se incorporaba. Salto hacia atrás, horrorizada de la reacción de su cuerpo. 24 3 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Ella jamás había sospechado que un ser humano podría sentir esta hambre. Nunca había sabido de otro ser humano que pudiera ser tan cruel como para dejar a una mujer con esta necesidad. Arrugo la toalla, tomo aliento y contó hasta diez. Curvó las manos en puños. Clint le había prohibido tocarse a si misma. Ella había aceptado rápidamente, esas acciones iban contra las enseñanzas de Dios y nunca había sufrido esa inclinación. Pero ahora… ahora entendía por que los predicadores despotricaban contra las tentaciones de la carne, por que su carne estaba atormentándola tanto que quería gritar. Los caballos en el corral relincharon un saludo. Danny ladró. Alguien estaba aquí. Su sexo vibró y sus pezones se endurecieron mientras cada nervio se elevo ante la suprema esperanza de que fuera Clint. Ella se estiró hacia la ventana nuevamente. Dos jinetes entraron en el prado a medio galope. Una mano inmediatamente se hizo visible detrás del granero con un rifle acunado en su brazo. Ella no podía ver su cara por el ángulo del sol pero sabia quien era por la manera en que portaba el rifle. Jackson. El hermano de Lorie. Ellos tenían los mismos rasgos uniformes aunque el pelo de Jackson era mas oscuro pero mientras Lorie impresionaba primero con su corazón bondadoso y sus aptitudes, Jackson impresionaba con su aura de letal eficiencia. Fue solo cuando ella vio como trataba a su hermana y la manera en que sonreía a Mara y Elizabeth que se dio cuenta que era un hombre muy bueno. Quieta, mientras él asentía y saludaba a los dos jinetes, estaba feliz de saber que estaba echándole un ojo. Estaría aterrada hasta la médula si tuviera que enfrentar a dos hombres ella sola. Los dos extraños se bajaron de sus cabalgaduras. No se veían más pequeños por haber desmontado. El de la izquierda se dio vuelta. Ella tomó aire mientras el pelo largo flotaba delineándole la silueta. Oh Dios, Cougar. Lo que tenía que significar que el otro era Asa, basándose en su tamaño y en el hecho de que donde estaba uno estaba siempre el otro. Ellos se encaminaron hacia la casa. Jackson no fue con ellos y no importara a donde mirara Clint no aparecía por ninguna parte. El pánico golpeo su excitación haciéndola retroceder. ¡Iban a ser estos dos y ella! Corrió hacia la pequeña cómoda que estaba en el vestíbulo ignorando la casi paralizante sensación que provenía de su sexo con el veloz movimiento. Presionando la mano contra su dolorido abdomen abrió la gaveta. El pesado sonido de botas pisando el porche la hicieron hurgar afanosamente. Tomo el arma escondida dentro y la metió en la parte trasera de su falda. Era un peso reconfortante entre su espalda y trasero. Dos golpes 24 4 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen cortos en la puerta de madera la hicieron saltar. Tomo un aliento tranquilizador. No había necesidad de entrar en pánico. Ella no estaba casada con Jack y estos no eran sus amigos borrachos. Cougar y Asa probablemente solo estarían aquí para ver a Clint. Ella les diría que él no estaba y los despediría. La pistola solo estaba allí para hacerla sentir mejor. No iba a necesitarla. Se enderezó el delantal y se puso los caprichosos mechones de pelos tras las orejas. El golpe sonó de vuelta mas fuerte mientras se aseguraba que su vestido estuviera abotonado hasta la barbilla. Se estaba acercando al pomo cuando la puerta se abrió. —¿Hay alguien en casa? Ella rápidamente retrocedió mientras los amplios hombros de Asa bloqueaban la luz. Un viento helado la envolvió mientras él se quitaba el sombrero, sus oscuros ojos grises inspeccionándola de la cabeza a los pies. —Ma´am. —Muévete Ace, está haciendo un frío de los mil demonios aquí afuera. La puerta golpeó a Asa en el hombro cuando Cougar la empujo para pasar. Asa la sostuvo con la mano y se movió a un lado. Lanzo un vistazo a la puerta. —Le pido disculpas por el lenguaje. Cougar se congelo. Sus extraños ojos dorados se posaron en ella un instante y luego vagaron por el vestíbulo y las habitaciones adyacentes antes de volver a posarse en ella nuevamente para quedarse allí. —Perdón por eso. Él no se sacó el sombrero. Jenna se mordió el labio y se apretó las mano en el frente de su falda para esconder su nerviosismo mientras luchaba por encontrar su voz. Cougar arqueo una ceja e intercambió una mirada con Asa antes de entrar en el vestíbulo. Él cortó su vía de escape empujando la puerta con la mano y dejando primero un pequeño rayo de luz solar y luego nada. El vestíbulo se llenó del aroma a cuero y caballo. Ella dio otro paso atrás, el fuego atenazando su útero y quitándole estabilidad. Ella se dio contra la mesa. La estabilizo sonrojándose. —No hubo daños. 24 5 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen La puerta sonó al cerrase y entonces solo fueron los dos gigantes y ella parados en el vestíbulo. —Clint no esta aquí. Cougar se quito el abrigo. —Espero que se de una vuelta por aquí pronto. —¿Ah sí? No le gustaba el brillo de sus profundos y dorados ojos. No podía sostenerle la mirada. Él no era como Clint. No había ninguna amabilidad visible bajo la intensidad, solo un salvajismo que la aterrorizaba. —Teniendo en cuenta como nos invito a jugar —cortó Asa—, creo que es una apuesta segura. Le pasó su abrigo a Cougar quien lo tomó con destreza y lo colgó junto con el suyo en el perchero. El tiempo se detuvo por un horripilante segundo mientras las palabras atravesaban las inocentes esperanzas y su estúpida confianza. Se hundieron hasta que golpearon directamente en la realidad que estaba tratando de olvidar. Su visión se oscureció en los bordes y el cuarto se balanceo mientras el pasado se introducía en el presente. “Que malditamente divertido es jugar contigo”. Oh Dios no de nuevo. No podría sobrevivir esta vez. La mesa se tambaleó bajo su peso. —Jesucristo —la maldición provino de su derecha mientras Cougar gruñía — sujétala—, desde su izquierda. Danny aulló detrás de la puerta y los bordes de su visión se volvieron negros mientras sus pulmones se rehusaban a trabajar. ¡Oh Dios! No podía dejar que la tocaran. Los sentía, más que escucharlos, acercarse a ella. Se tambaleo hacia atrás buscando la pistola con la mano libre. La mesa se ladeo. Tropezó con la pierna arañada y se apoyo en la pierna mala. Se le doblo. Un agarre de hierro se cerró sobre su antebrazo levantándola y acercándola. —Te tengo. —¡Déjame ir! 24 6 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen La culata de la pistola se asentó en su palma. La ladeo ajustando su agarre para que el pesado instrumento no se le resbalara. Asa la soltó inmediatamente levantando una mano mientras retrocedía. La mirada que intercambio con Cougar hizo que se le erizaran los pelos de la nuca. —Tranquila Jenna —el gruñido de Cougar hizo poco por hacer que se aplacara. Ella no era tonta. La única cosa entre ella y los dos hombres era la pistola y su voluntad de usarla. —Váyanse de aquí —en vez de un grito la voz le salió en un susurro que temblaba tanto como sus brazos. Ambos hombres estaban parados allí a no más de tres pasos de ella. Ni un solo músculo se le movió para no indicarles que tan dispuesta estaba a usarla. Asa señalo con la mano. —Jenna querida, ¿Esa es una de las armas de Clint? —No soy tu querida —su voz aún sonaba patéticamente débil. —Seguro que no lo eres pero eso no contesta a mi pregunta. —Deben irse —no quería contestar preguntas, quería que se fueran. Los músculos de sus brazos empezaban a dolerle y su coraje rápidamente se reducía a cero. Lo único que le quedaba era desesperación. —Contesta su pregunta Jenna —la profunda voz de Cougar disparó la orden tan fuerte y rápido que ella obedeció instintivamente. —Sí. —Demonios —Asa dio un paso adelante. Ella levantó más la boca de la pistola. —¡Retrocede! Él no se movió, simplemente levanto la mano. —Con mucho cuidado Jenna, dame el arma. Su voz sonó suave y aterciopelada, su tono bajo una invitación a confiar. Ella afirmó su agarre del arma. Ambos hombres se tensaron. Ella no bajó el arma ni lo entregó. —La pistola tiene un gatillo inestable, Jenna —Asa se lo sugirió como si eso significara algo para ella. 24 7 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Y una patada como una mula —agrego Cougar. —Si se van nada de eso importará. Asa se encogió de hombros y dijo casi disculpándose: —Clint no estará contento si te haces daño. —Si se van ahora, nunca lo sabrá. Le dolían los hombros y los antebrazos le ardían. Necesitaba bajar el arma pero si lo hacía, no tendría defensa alguna y no estaba dispuesta a pasar por aquello otra vez. Nunca más. Las lágrimas le emborronaron la visión y el temblor en sus brazos se desparramó por todo su cuerpo. Querido Dios, no podría sobrevivir otra violación pero no creía que pudiera matar a un hombre tampoco. Coraje. Necesitaba coraje. —Clint te va a ampollar el trasero Jenna McKinnely, tenlo por seguro —le dijo Cougar, sus ojos estrechándose al ver su expresión y la tensión que había en ella. Asa le lanzo una mirada penetrante: —Cállate Cougar. En contraste con el gruñido de Cougar, el tono de Asa era suave y gentil. No podía ser más engañoso porque había visto sus ojos y nadie que viera lo fríos y grises que eran podría pensar que era nada menos que letal. —Nadie va a lastimar a nadie Jenna pero tendrás que tomar una decisión muy pronto. O sueltas el arma o disparas —él se encogió de hombros—, una cosita tan pequeña como tú no podrá soportarlo mucho mas. Él tenía razón. Eso hacia aun mas imperativo que se fueran. —Por favor váyanse —les ordenó. No existía plegaria en el mundo que pudiera hacer que algún hombre la viera como alguien valiente. Todo lo que tenia para amenazarlos era su desesperación. Y no es que no tuviera mucha. Recuerdos fracturados de voces masculinas, lujuria y dolor pusieron a prueba su cordura. El pasado mezclándose con el presente, las viejas caras borroneándose sobre las nuevas. Sus propios gritos, sus propios gritos sin sentido reverberaron en sus 24 8 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen oídos hasta que ya no estuvo segura de lo que era real y lo que era recuerdo. Lo único que sabía a ciencia cierta era que Clint la había traicionado. El dolor de aquello sobrepaso todo lo demás, alimentando su pánico, drenándole las esperanzas y la razón. —¿Te importa si tomo mi abrigo? Cougar cambio su peso. Sus zapatos no hicieron sonido alguno en los tablones del suelo mientras daba un paso a la derecha. Ella solo quería que él se fuera. Los músculos en sus antebrazos se flexionaron mientras el alcanzaba su abrigo. Ella dio un paso atrás. No podía dejar que la tocara. Era demasiado fuerte, demasiado impredecible. —Solo tómalo y vete. El pelo largo le cayó por los hombros mientras alcanzaba el abrigo. La pistola se sentía muy pesada en su mano. Una gota de sudor resbalo por su columna mientras él, muy lentamente tomaba el abrigo del perchero. A su derecha, Asa estaba parado, no menos letal por estar sonriendo. Ella había escuchado historias. Sabia de lo que era capaz. Pero Cougar estaba más cerca y era la amenaza mayor. Ella mantuvo el arma apuntada hacia él, forzándose a si misma a encontrar su mirada en caso de que él quisiera dar algún signo de advertencia. Él no se oculto de ella pero si frunció el ceño, los ojos buscando los suyos antes de decir: — Tus demonios no pueden ganar aquí Jenna. Ella estaba aferrada a la realidad por un pelo, pero aun estando tan cerca del borde no se dejaría engañar por la gentileza en el tono de Cougar. Había sucumbido antes a esa amabilidad demasiadas veces como para hacerlo de nuevo. —No tengo demonios. Solo hombres que lastimaban y herían. —No me iré hasta que no me des el arma. —Asa interrumpió en su agradable tono. Los tablones del suelo crujieron y por segunda vez Jenna no supo quien cargaba el arma. Se mordió el labio y se reenfoco en el pecho de Cougar. —¿Vas a intentar dispararme? —le pregunto él con una ceja arqueada. —Sabes lo sensibles que son las armas de Clint. Solo bajarlas mal las puede hacer dispararse. Es una maravilla que no se haya disparado a si misma todavía. 24 9 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Justo ahora yo soy el que está en peligro de ser disparado —apunto secamente Cougar. —No sería la primera vez —se encogió de hombros Asa, acomodándose el sombrero en la cabeza y escondiendo de esa manera su expresión bajo el ala. El tablado crujió de vuelta bajo sus pies y el dio otro paso adelante. Los músculos de los brazos de Jenna ardieron en total agonía. No podría sostener el arma por mucho más tiempo. Le apunto a Asa. —No me hagas hacer esto. Él continúo acercándose. —Señora McKinnely, he vivido hasta hoy porque se cuando alguien quiere usar el gatillo —se le acercó mas—, y cuando no lo va a hacer. Tenía razón. No podría matarlo. No podía evitar esto de esa manera. Y no la hacía menos decidida a evitarlo. Dio vuelta el arma hacia su propio pecho y cerró los ojos. El “¡hija de puta!” coincidió con el sucinto “¡mierda!” de Cougar. Ella apretó el gatillo. En el instante que su dedo encontró la resistencia, su brazo fue violentamente echado hacia arriba y hacia la pared y una fuerza la alcanzó de lleno en el estomago justo cuando una fuerte explosión se detonó cerca de su oído izquierdo. La pistola se separó de su mano y hubo otra ensordecedora detonación antes de que ella empezara a girar y dar vueltas. Hubo terribles gruñidos y más juramentos. Abrió los ojos y vislumbró brevemente la puerta y el techo antes de caer con un ruido sordo sobre alguien. Trato de darse vuelta pero no pudo. —¿La tienes? —pregunto Cougar. Desde debajo de ella. —Sí. —gruño Asa. —¿Esta herida? —metal sonando sobre metal apuntaló cada palabra. —No creo —sus brazos se apretaron a su alrededor. Oh Dios, había fallado, fallado. Golpeo la cabeza contra el pecho de roca sólida de Asa y grito una protesta contra la injusticia de todo ello. De la crueldad de saber lo que vendría y la agonía de tener que soportarlo de nuevo. Chilló de vuelta mientras el terror 2 50 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen giraba sobre ella, manteniéndolo porque al menos era algo, no importaba cuan ineficaz, que podía hacer. Mientras gritaba enterró las uñas en los brazos que la envolvían, haciéndole daño y golpeó con la cabeza de vuelta tratando de darle a Asa en la cara, pateándolo con los pies y buscando desesperadamente un punto débil donde herirlo. No iba a ocurrir de vuelta. No de vuelta, no de vuelta. Clint entró a caballo en el prado, su pene y sus pensamientos ocupados con lo que serían las próximas horas con Jenna. Ella había llegado tan lejos en los últimos días, perdiendo algo de esa arraigada sumisión y ganando un poco de confianza. Hasta casi lo había desafiado cuando él le introdujo esas bolas en su dulce abertura. Se lamió los labios. Sus músculos se contrajeron con el recuerdo de su delicado y almizclado sabor. Su pene palpitó y se agitó. Maldición, era capaz de correrse solo con el sabor de ella. Ató a Ornery al poste que había detrás del granero. Notó que el negro grande de Cougar y el de color ante de Asa estaban en el corral. Suspiró. Había olvidado que los había invitado. Debería esperar un poco para jugar. Jackson saludó desde donde estaba volcando agua fresca en el abrevadero para los caballos. —¿Todo bien? Jackson asintió: —Cougar y Asa fueron a la casa hace unos cinco minutos. —¿Algo más? —Con la excepción de que me gustaría quitarte ese ruano tuyo, no. Clint le devolvió la sonrisa: —No tienes chance. —Supuse que dirías eso. —¿Entonces por qué tengo la impresión de que volverás a intentarlo? 2 51 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Los blancos dientes de Jackson destellaron en la sombra bajo el ala de su sombrero. —Probablemente porque aún no consigo lo que quiero. Clint se rió entre dientes. —Se hace difícil escucharte de esa manera. Levanto las riendas de la cabeza de Ornery: —¿Podrías refrescarlo por mí? —Seguro —de nuevo esa sonrisa—, simplemente lo añadiré a tu cuenta. Clint sacudió la cabeza. —No podrás cargar una cuenta lo suficientemente alta como para tener ese ruano. Jackson tomo las riendas de sus manos. —No puedes culpar a un hombre por intentarlo. Clint se tiro el sombrero hacia atrás. —No supuse que se pudiera. Un disparo sacudió la tranquilidad de la mañana. Clint estaba corriendo hacia la casa antes de que el segundo resonara, pegado a los talones del primero con los gritos de una mujer reverberando como un eco. El ladrido salvaje de Danny remarcó el escalofriante chillido. Clint luchó contra su instinto de llamar a Jenna. En vez de ello corrió aun más rápido, sacando su pistola mientras lo hacía, los doscientos metros entre él y la casa pareciéndole kilómetros. Se detuvo en el porche, quedándose a la izquierda de la puerta. Dio dos cautelosos pasos y se pegó a la pared. Se acercó rodeando el gran cuerpo de Danny, usando el ruido de sus ladridos para cubrir el sonido de la puerta abriéndose. Apenas la puerta se abrió, Danny salto hacia adentro con un gruñido animal. La puerta se golpeó contra la pared. Un hombre maldijo furiosamente y los gruñidos de Danny se transformaron en gritos de guerra. Clint entró en el vestíbulo listo para disparar pero levanto el brazo a la vista de quien lo recibía. Cougar estaba separando a Danny de Asa, que yacía en el piso con los brazos y piernas envueltos alrededor de Jenna. Ella luchaba sobre él. Lo cabeceo nuevamente y gritó de vuelta, el tipo de grito que él había escuchado antes cuando había tenido la pesadilla. Del tipo que le paraba los pelos de la nuca. Enfundó su arma. 2 52 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —¿Qué diablos ocurre aquí? —¡Hija de puta! —maldijo Asa cuando Jenna le dio con la cabeza en la barbilla. —Controla a tu mujer y tu perro —le espetó Cougar. Clint quitó a Danny de en medio. El perro se sentó inquieto. Clint se arrodilló y tomo a Jenna de los brazos, apoyándola en su pecho y retrocediendo hacia la pared trasera mientras Asa la empujaba hacia él. Esperaba que ella dejara de luchar. No lo hizo. Sus dedos se curvaron en garras y buscaron su cara mientras murmuraba “no, no, no” en forma incesante. —Soy Clint Sunshine, tranquilízate. Le bloqueo las manos con el antebrazo presionándola contra su pecho. Ella sacudió la cabeza y hundió los dientes en su bíceps. Él le lanzo una rápida mirada a Cougar mientras tiraba de su brazo para evitar sus dientes. —¿Qué diablos le hicieron? —Ni una maldita cosa —sostuvo Cougar rotundamente. Los ladridos de Danny se transformaron en aullidos. Cougar lo dejo ir e inmediatamente el perro colocó su gran cabeza sobre la desmadejada de Jenna, babeándole el pelo. Ella ni siquiera se percató. Clint la acerco mas a él, presionando su cabeza contra su pecho y estremeciéndose cuando ella lo quiso morder. Asa se levanto del suelo, sus grises ojos observando a Jenna con una mezcla de pena e inquietud. —Entramos. Ella se veía un poco nerviosa pero normal. Hice un comentario sobre que tu nos habías invitado a jugar —el señalo con la mano hacia el granero que se observaba desde la ventana—, con ese potro que estabas tratando de domar y se volvió loca. —¿Se volvió loca porque hablaron de domar a un potro? Clint controló la paliza que Jenna le estaba dando ajustándole los brazos a los costados con los suyos. Sus lágrimas le mojaban el hombro mientras ella luchaba contra su agarre y seguía mordiéndolo. Cougar se acercó, sus zapatos sin hacer ruido, su dorada mirada considerando algo, una mueca en su boca. 25 3 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —En realidad pienso que todo lo que él le dijo fue que tu nos habías invitado a jugar —clarificó. “Es tan divertido jugar contigo”. Las palabras que le había dicho a Jenna la noche anterior resonaron en su cabeza. Pensó en su pasado y se dio cuenta de cómo el saludo de Cougar la pudo haber afectado. ¡Ah mierda, mierda, mierda! —Escuché disparos —dijo finalmente, la culpa haciéndole un hoyo en el pecho más profundo que lo que los dientes de ella podrían lograr alguna vez. Asa se masajeo la barbilla herida, sus ojos encontrando los suyos con la franqueza que el apreciaba en el hombre. —Ella se apunto con la pistola Clint. —¡Hijo de puta! La pesada sensación de la mano de Cougar en su hombro fue bienvenida. Clint encontró con la mirada a su primo. Ellos habían visto esta reacción antes. En otras mujeres. Mujeres que habían sido violadas. Mujeres que ellos habían intentado traer a casa con sus familias. Que eso fuera lo que su Jenna estaba pasando lo hizo querer rugir. Sin embargo luchó por calmarse. Jenna necesitaba más su calma de lo que necesitaba su furia. Ella respiraba en ásperos y entrecortados jadeos. Sus costillas presionaban bajo sus manos mientras luchaba por respirar. En la otra habitación notó que Bri lloraba. Agachó la cabeza para murmurarle en el oído a Jenna, usando su voz dulce y apacible: —Sunshine, tienes que calmarte. Estas asustando a la niña. Podría haberle hablado a la pared. La ira que por lo general mantenía controlada amenazó con liberarse. Asa se arrodilló a su lado. Sintió que jalaban de su cartuchera. Asa rodeó a Jenna y le alcanzó el revólver de Clint a Cougar. —No necesitamos que se repita. Él no se alejo rápidamente como Clint pensó que lo haría. En vez de eso tomó a Jenna de la barbilla con su mano, liberando sus dientes de la carne de Clint y girando su cabeza hacia él. Su expresión estaba desprovista de su humor normal cuando le dijo, con mortal tranquilidad: —Cuando te sientas mejor, dime sus nombres y me encargaré de ellos. 2 54 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Aparentemente Asa había visto su cuota de mujeres alteradas también. Clint no sabía si Jenna lo había escuchado por sobre su respiración fatigosa y el pánico persistente pero cuando Asa la soltó ella no aparto la mirada. Despacio, sacudió la cabeza. —No. —Será resuelto —dijo Cougar, apareciendo en la línea de visión de Jenna. La misma determinación letal de Asa lo rodeaba. Infiernos, también lo rodeaba a él. Desde la puerta Jackson hablo en voz alta: —Estaría feliz de acompañarlos. En sus brazos, Jenna se puso aun más rígida. Cristo, ¿pensó que no lo resolverían juntos? —Cuando llegue el momento —dijo Clint, poniendo fin a todas las dudas—, yo me encargaré de esa cuenta. Jenna enterró la cabeza en su garganta, su respiración calentando su piel pero sin tocar la frialdad que había en su alma. En el otro cuarto el llanto de Bri aumentó de volumen. —No lo harás solo —le planteó Cougar implacable. —No es tu problema —le señalo Clint. Asa puso las manos en sus rodillas y se enderezó, sus ojos fijos en Jenna. —No sé el resto de ustedes pero yo lo tomaré como propio. —Sip —concordó Jackson. —Bueno eso lo decide todo —Cougar apunto con la barbilla en dirección a la cocina. Su largo pelo ondeaba sobre sus hombros y pecho mientras se daba vuelta—. Voy a ver a ese juguetito mientras ustedes dos arreglan las cosas. —Tráela afuera para que nos vea jugar con ese potro —le sugirió Asa, impulsando a Jackson hacia afuera. —Lo haré. Cougar se detuvo en la puerta de la cocina, se dio vuelta y retrocedió, sus ojos de un dorado oscuro y su expresión seria. Se detuvo y señaló a Jenna. Clint le dio permiso con un movimiento de cabeza. 2 55 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Cougar se agachó. Jenna se tensó. Él posó su mano enorme en la parte trasera de la cabeza, su piel luciendo muy oscura en contraste con el brillo dorado de su pelo. —Dile a Clint lo que pasó Jenna. Dile todo y después solo déjalo ir. Jenna sacudió la cabeza casi en forma imperceptible. Clint apenas la sintió bajo su cuello. —Lo que sea Jenna —le dijo Clint, acariciándole la espalda—, no me va a importar — le pasó un dedo por la mejilla—, solo te quiero a ti Sunshine, de cualquier manera que pueda tenerte. Cougar retrocedió, sus ojos reflejando la tristeza que no alcanzaba a su voz. —Necesitas confiar en que Clint se ocupara de los hombres que te lastimaron. Tienes que confiar que él no tolerará que te alejen de él. —Nunca nena, no te dejaré ir por nada ni por nadie… vivo o muerto. Clint sintió el estremecimiento de Jenna. Empezó muy profundo dentro de sí misma, con casi imperceptibles temblores pero luego se traslado a sus miembros, empujándolo a él mientras ella vibraba a su lado. Sus brazos envolvieron su cuello, sus uñas se hundieron en su nuca. Sus lagrimas le mojaron el cuello mientras ella jadeaba. —¡Oh Dios, oh Dios! Él sintió el empuje de sus uñas, ella quería apretujarse más, como si necesitara hundirse en él. —¡Oh Dios Clint!, ¿Estoy loca? —No Sunshine —le susurró, sosteniéndola todo lo fuerte que ella podía soportar—, simplemente que te han asustado demasiado. —Pero no necesitas temer nunca más —le dijo Cougar —No —Clint le rodeó la cara con la mano—, ya no tienes que temer nunca más. Ella se sentía pequeña y suave en sus brazos. Una dulce mujer que no haría daño ni a una mosca. Alguien, algún hombre había abusado de esa dulzura. Había tratado de quebrarla, aterrorizándola hasta el punto de que creía que estaba loca. —Casi me maté por nada. —Pero no lo hiciste. 25 6 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —¿Pero y si lo hago de nuevo? —No lo harás —le enjugó las lágrimas de las mejillas—, tan pronto como te sientas mejor estarás bien como la lluvia. Le tocó el pelo, acomodando las pocas hebras sueltas. Había pasado por un infierno pero había sobrevivido. Le besó el cabello. Era su esposa ahora. Sabía de su valor. Él sabría apreciar esa dulzura. Protegerla. Y cualquiera que se entrometiera con ella de nuevo moriría. —Soy tu marido ahora Jenna. No un matón de pacotilla. Se cómo proteger a mi familia. —Todos te protegeremos —añadió Cougar, su tono resonando con la seguridad de un hombre que sabía como honrar sus promesas—, eres una de nosotros ahora. Clint le lanzo una mirada agradecida mientras Jenna se relajaba un poco. —No debes tener miedo de nada más —le dijo Clint, añadiendo su seguridad a la de Cougar y diciéndose a si mismo que no era del todo mentira. Ella estaría bien hasta el día en que descubriera la verdad sobre él y tratara de dejarlo. Allí sabría que clase de bastardo era pero entre ahora y entonces la mantendría segura. 25 7 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Capítulo 16 Oh, Dios. Casi se había suicidado. Y por un malentendido. Habría dejado a Bri sin madre. Habría dejado a su marido sin esposa. Y todo porque no había podido luchar contra los recuerdos. Tal vez estaba tan loca como Jack siempre había sostenido. Salvo porque no se sentía loca cuando Clint la sostenía. Se sentía segura. Completa. Hasta que algo como lo de hoy ocurría y le hacía saber cuan frágil era su realidad. No podía seguir así. La puerta trasera se abrió. Cougar llevaba a Bri afuera. —Perdóname. Clint la sostuvo suavemente. —¿Perdón por qué? —Por amenazar a tus amigos con dispararles. —No es la primera vez que alguien les echa un farol. —No sé que me paso. —Te asustaste. —Esa no es excusa. —Por el momento dejemos que lo sea. —Aún lo lamento. Él era tan considerado. Apoyó la mejilla en su pecho. —¿Por apuntar con un arma a Cougar y Asa o por intentar suicidarte? No sabía cómo responder a aquello. Un toque en su nuca le hizo inclinar la cabeza. El sol que provenía de la ventana de la sala se enfoco en la mejilla derecha de Clint, iluminando sus oscuros ojos con destellos de luz. —Lo último que necesitas es pasarte la vida disculpándote —sus labios la besaron—, tú eres mía Sunshine. Para siempre. No importa lo que pase. 25 8 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Ella nunca había sido besada con tanto sentimiento. Nunca había sido sostenida con tanta ternura. Y nunca, nunca había creído en algo tanto como en esto. Él la sostuvo hasta que los latidos de su corazón se tranquilizaron. Hasta que su pánico decayó y su vergüenza fue vencida bajo la firmeza de su toque. Mientras se tranquilizaba, noto que mientras ella se relajaba, el no. Los brazos que la envolvían estaban tensos, su corazón latiendo más rápido de lo normal en su pecho y cuando ella le miró la cara había líneas blancas esculpidas a los costados de su boca. —¿Clint? Él bajo la cabeza para mirarla. —¿Qué necesitas Jenna? No un abrupto “¿Qué?”, no un sermón, solo una oferta de consuelo. —Estas alterado —empezó ella, no muy segura de cómo abordar el tema. —Me diste un susto de muerte. Ella le acaricio el pecho. —Me asusté yo misma. —Lo superaremos —él tenía tanta fe en ella. Por ninguna razón—, debemos hacerlo. —Lo sé —ella le acaricio la comisura de los labios, donde la piel se veía blanca. Él se merecía una razón. Se merecía una esposa con la que pudiera contar. —No puedo seguir siendo ella Clint. Él frunció el ceño. —¿Quién? Ella comenzó a acariciarlo en las líneas que se formaban entre sus oscuras cejas. —Esa mujer que está tan cegada por el miedo que hace cosas estúpidas. —Es bueno oírlo —las líneas alrededor de sus ojos se habían suavizado imperceptiblemente. —No sé cómo pero voy a cambiar —ella creía en cada palabra—, no voy a dejarlos a ti y a Brianna debido al pasado. —No hay prisa. Seré más cuidadoso. 25 9 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen ¿Cuanto más cuidadoso podría ser? —Creo que algo de esto debe salir de mi —le paso un dedo por el recto contorno de su nariz, tomando fuerza de su seguridad. Ella podría ser la mujer que él veía cuando la miraba. —Cuando estés lista —su mano le aliso el pelo, su dedo meñique desenmarañándolo. —Estoy lista ahora. —¿Ahora? —él le arqueo una ceja y liberó su dedo. Ella asintió. —Quiero hacerte sentir mejor. —Estoy bien. —Él la abrazo con cuidado como si fuera de porcelana y estuviera en peligro de hacerse añicos. Él no estaba bien. Podía sentir la tensión burbujeando bajo su piel. —¿Por favor? Él le alzo la barbilla. —Lo que necesito, no estás en condiciones de dármelo. La negativa la golpeo duro. Ella bajo la mirada y cruzó las manos sobre su regazo. Le tomó aproximadamente dos segundos darse cuenta de lo que había hecho. Y luego de prometer que cambiaria. Alzó la cabeza y miró a Clint directo a los ojos. —No. —¿No? —él alzó ambas cejas. Ella no podía culparlo por sorprenderse. Ella nunca le había dicho eso a él sin haber estado totalmente perdida, pero se lo estaba diciendo ahora. Ella se estrujó los dedos. —No puedes seguir tratándome como si me fuera a romper y luego esperar que sea fuerte. —No espero que seas fuerte. Eso le dolió más que el rechazo. —Quiero serlo, y debes ayudarme. 260 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —¿Debo? —él se retiró para observarla mejor. —Si, empezando desde ahora —ella tomó un largo aliento y lo soltó—, debes decirme que necesitas y dejarme decidir si puedo dártelo. —Eso sonó como una orden. Ella tomo otro aliento, lo sostuvo en un acto de osadía y le contesto. —Lo fue. Él no se movió ni pareció respirar por tres latidos y luego, increíblemente se rió. —Eres una mujer increíble, Jenna McKinnely. Le acaricio la mejilla con el reverso de la mano, sus oscuros ojos pensativos. Ella se sumergió en ellos y esperó. Él suspiró y ella supo que había ganado. —Estuve muy cerca de perderte —él se detuvo y un músculo de la mandíbula se le tenso—, te necesito. —¿Quieres hacerme el amor? —Mas que solo hacerte el amor —sacudió la cabeza como si estuviera disgustado consigo mismo—, quiero enterrarme en ti hasta que no puedas saber donde termino yo y empiezas tu. —¿Y crees que yo no quiero darte eso? —ella se dio vuelta en sus brazos, sus pechos presionando su estomago, una mano yendo hacia donde sabia que estaban sus cicatrices, imaginando que las podía sentir a través de todas las barreras. Le daría cualquier cosa que él quisiera. —Estás muy vulnerable ahora mismo. Ella sacudió la cabeza, evitando su mirada. El pensamiento de hacer el amor ahora mismo, con los recuerdos tan claros la hizo encogerse pero la idea de desilusionar a Clint cuando la necesitaba era peor. —Tal vez yo necesito lo mismo que tu. Tal vez necesito saber que todavía me deseas. —Siempre te desearé. Su mano se curvó alrededor de su cabeza, acunándola, ella deslizó las manos por sus hombros delineando con los dedos la base de su cuello y acariciando su mandíbula con los 261 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen pulgares antes de tomarlo por las mejillas y tirar de su boca hacia la propia. Se concentró en Clint. Él era el único que importaba ahora. —Entonces bésame —ella lo necesitaba para hacer que los demonios desaparecieran. Para recordarle como eran las cosas ahora. Él lo hizo. Su boca suave mientras lo hacía, apenas un roce de labios cuando ella quería posesión. El suave ir y venir de su boca le permitió el tiempo como para concentrarse plenamente en el momento. Para eliminar los últimos remanentes del pasado. Se entregó al beso, la fuerza que contenía, la seguridad. Mas allá de sus manos, sintió el más fino de los temblores sacudirlo antes de que el beso cambiara, haciéndose más profundo, intenso y apasionado, como si el necesitara reclamarla. Ella abrió la boca a la ofensiva de su lengua, tomando dentro de ella, sosteniéndolo, entendiendo su necesidad porque la compartía. Ella también necesitaba saber que él era real. Que estaría allí para ella cuando lo necesitara. Que era suyo. No importaba lo que ocurriera. Las manos de él bajaron por su cuello acomodando su cabeza para obtener un mejor ángulo. Para profundizar el beso, tomando el control y dejándola incapaz de hacer nada más que acoger su deseo. Su mano se hundió en el hueco de su espalda mientras el acoplaba su boca a la de ella, arqueándola en sus brazos. El dolor de su pierna la atravesó mientras la presión aumentaba. Ella gimió y se apretó contra sus amplios hombros. Solo estaba su abrigo de oveja antes de que ella encontrara los músculos sólidos. Su boca le dio un respiro. —Esta bien nena, solo dame un poco más. Ella se apretó más. —Mi pierna. Las palabras se perdieron en su boca mientras su respiración se enredaba con la de él. Por espacio de un latido no creyó que él la hubiera escuchado pero enseguida estaba en movimiento, levantándola por las rodillas como si no pesara nada. Sosteniéndola de tal manera que nada de su peso estaba en sus piernas mientras él se separaba de la pared. Ella se agarró de su cuello mientras se enderezaba. Él la acunó en sus brazos, su pecho estremeciéndose contra el de ella mientras tomaba un profundo aliento. Ella se abrazó más fuerte a su cuello mientras él la acercaba también. —Disculpa dulzura. 262 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Ella no quería que se disculpara. Estiró la cabeza para verle la cara. —Solo era la posición. Él estaba sacudiendo la cabeza antes de que ella terminara la oración su largo pelo peinándole la mejilla en una caricia suave. —Debería ser azotado como un caballo por lanzarme sobre ti luego de lo que has pasado. Él se encaminó hacia la sala. —Fue hace mucho tiempo. Él se detuvo en la puerta de la sala. Sus ojos sabiéndolo, su expresión dura. —Lo suficientemente cercano en tu mente que casi te pierdo a causa de eso. Ella no podía rebatir eso. Descansó la mejilla en su hombro mientras la cargaba a la confortable habitación. La acostó sobre los cojines del sofá, la preocupación de sus ojos diciéndole que no iba a retomar las cosas donde las habían dejado. —No voy a volver a caer en ello de nuevo. —Lo sé. No sonaba como si realmente le creyera. —No lo haré Clint. Tras la desgracia de aquel momento de histeria, se sentía libre. Por primera vez en su vida, libre. Como si todo lo que había sido demasiado confuso como para entenderlo fuera ahora claro y firmemente asentado en su lugar, donde pertenecía. Como si realmente fuera posible empezar de nuevo. Un paso a la vez, lejos del pasado mirando hacia su futuro. —Bien —él le acuno la cara entre las manos, arrodillado a su lado—, quiero que descanses ahora. —No necesito descansar. Él acaricio la línea de sus mejillas con los pulgares. —Quiero que lo intentes. Alcanzó la manta y la cubrió con ella. —¿Qué harás tu? 2 63 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Le agarró la mano antes de que se retirara. —Voy a aplacar mis nervios en ese maldito caballo. Ella casi sintió pena por el animal. Clint casi vibraba de la tensión. Suspiró. —Quisiera que los aplacaras conmigo. Sus ojos llamearon de deseo antes de que fuera rápidamente aplacado. Ella sabia cual era la respuesta antes de que el negara con la cabeza. —Me siento demasiado áspero como para ser cuidadoso contigo y tu estas demasiado contenida como para dejarte llevar. Él tenía razón. Maldición. Le acomodó el pelo detrás de los hombros, con la culpa corroyéndola. Él la necesitaba y una vez más ellas fallaba en darle lo que quería. —Pero, ¿y mas tarde? —Más tarde seguro, puedes contar con ello —la besó en la parte interna del brazo. La brusquedad del movimiento fue una pobre imitación de su normal suavidad, diciéndole mucho más que con palabras cuan al borde estaba de perder el control. El pelo le cayó hacia delante de nuevo, tan obstinado como él en querer hacer lo que deseara. —¿Que pasa con Bri? Él le sonrió y le acomodó la manta alrededor de los hombros. —Estoy seguro de que entre los tres nos podemos encargar de una dulce niña pequeña por un par de horas. —Dijiste que era un demonio —le recordó ella con una sonrisa débil. —Me gusta eso en ella —y si le gustaba. Parecía que disfrutaba todo acerca de la pequeña, desde sus buenos modales hasta los malos. Se deleitaba con su temperamento y sus sonrisas con igual fervor. Él era como nadie que ella hubiera conocido antes. El sofá se reacomodo mientras él se incorporaba. —Le echaré carbón a la estufa antes de irme. Tú relájate y toma una siesta. —No estoy enferma. —No, pero has estado levantada por Bri las últimas noches y todavía estas cansada. Él cruzó hacia la pequeña estufa. La puerta crujió mientras la abría. 264 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Y esa pierna se merece un descanso —añadió mientras agregaba unos pocos leños a las brasas ardientes. ¿La vería siempre como una lisiada? —¿Prometes que volverás? Con una ceja arqueada le recordó. —Tú eres mi esposa. Este es mi hogar. Y él era un buen hombre que había prometido honrarlos a ambos. Ella enroscó los dedos en la manta. Quería ser para él más que un deber. Sus botas hicieron ruidos sordos mientras cruzaba el amplio piso entablonado. Su mano se sentía pesada en las suyas mientras le desenredaba los dedos. —No me voy a ninguna parte Jenna —atrajo su mano hacia su boca, besándola en los nudillo. Sus cejas se arquearon de preocupación mientras la buscaban sus ojos—. Estaré afuera. Si me necesitas solo haz sonar la campana. Ella se incorporo sobre sus codos, determinada a que él supiera esta única cosa. —Y yo estaré aquí si me necesitas. Él asintió, pero su expresión no se relajo. —Lo tendré en mente. Él no había creído que ella lo dijera en serio. Por dentro, algo cambio, y la culpa y el miedo cayeron bajo una oleada de determinación mientras lo veía dejar la habitación. Ella tendría que tomar cartas en el asunto. —Despierta Jenna. El tono bajo serpenteó en sus sueños. Ella se dio vuelta hacia la voz y abrió los ojos. Clint estaba arrodillado a su lado, su expresión inescrutable. —¿Me quedé dormida? —se quitó el cabello de la cara. Los ojos de Clint siguieron el movimiento y una sonrisa suavizo las líneas duras de su boca. 265 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Parece que si. —¿Dónde esta Bri? —Acaba de empezar su siesta. Lo cual significaba que tenían un par de horas libres. Esperó que el nerviosismo la ganara pero en cambio todo lo que sintió fue la misma determinación que había experimentado más temprano. Y anticipación. Le toco el borde de la sonrisa. —¿Eso significa que ya es más tarde? —¿Quieres que lo sea? Amaba la manera en que sus cejas se alzaban cuando él estaba divertido. Resbaló un dedo en su boca, saltando ante la desbocada sensación que la golpeó cuando se lo chupo. El temblor en su “si” hubiera sido embarazoso si no hubiera tenido un efecto tan profundo en Clint. Su expresión se volvió dura en un segundo mientras sus ojos ardían con una intensidad que ella había comenzado a apreciar. Su voz, sin embargo sonaba calmada. Demasiado calmada. De la manera en que sonaba cuando estaba ocultando como se sentía realmente. ¿Pensaría todavía que ella no era capaz de manejar el deseo que sentía? Tenía mucho que aprender de ella. Ella le rodeo los hombros con los brazos. —Ayúdame a levantarme por favor. La facilidad con la que la alzó, la hizo sentir un rayo de excitación correrle por la columna. —¿Puedes pararte? —Le pregunto, sosteniéndola mientras ella se paraba sobre sus pies. Ella probó su pierna. —Estoy bien. Él la estabilizó con una mano. Las pequeñas bolas le hicieron saber su presencia con venganza. Sus rodillas se doblaron con la punzante ola de placer. Clint la sujeto maldiciendo. —¿Tu pierna? El rubor ardió hasta la punta de sus dedos dejándola un poco mareada mientras confesaba. 2 66 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —No es mi pierna. Clint frunció el ceño. —Dijiste que no estabas herida —mientras hablaba sus enormes manos le recorrían el cuerpo, buscando heridas. Oh cielos. Esto no podía ser más embarazoso. —No estoy herida. Un latido, dos. Podía verle la mente trabajando. Cuando lo golpeó la comprensión, su sonrisa fue de pura satisfacción masculina y sus ojos llamearon con sensual excitación. Él acortó la distancia entre ellos con un paso. —¿Esos juguetes te hicieron pasar un mal rato? —Sí. No solo le causaban problemas, pero es que sentía como si cada nervio en su cuerpo estuviera crispado. Él la apretó contra su cuerpo. La dura longitud de su pene palpitó contra ella, como si estuviera tratando de alcanzarla a través de su ropa. Ella sintió la increíble urgencia de arrancarse a jirones el incomodo y pesado material. Su sexo sollozó con igual necesidad. Él le quitó una hebra de pelo de la cara y la sombra de una sonrisa tocó su boca. —¿Puedes sentir las bolas ahora? Ella sacudió la cabeza. —Solo cuando me muevo. —¿Y estas segura de que tu pierna no te duele? Las manos le masajeaban el cuello. —Sí —ella lo sabía pero igual lo preguntó—, ¿por que? Una genuina sonrisa se le formó en la cara mientras la impulsaba hacia adelante y bajaba la cabeza. —Porque es tiempo de que te muevas. Ella cerró los ojos mientras sus labios alcanzaban los suyos ya abiertos. Lo tomó por los brazos aferrándolo. Amaba la manera en que la besaba, todo calor y paciencia pero 2 67 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen también tan carnal que lo sentía directo en su centro, que se apretaba disparando el movimiento de esas tortuosas bolas. —¿No podríamos simplemente sacarlas? —le susurro mientras el deseo crecía en ella. —Sí. Ella suspiro de alivio. Él la giro y la impulso hacia la puerta con las manos en sus hombros. —Tan pronto como lleguemos arriba. Ella lo miro por sobre sus hombros. —No querrás decir que… —¿No puedo? Él alzo una ceja y rió, la risa mezclada con lujuria en su mirada. —¿Brianna? —Estará dormida por lo menos dos horas. Con las manos en el centro de su columna la apresuró aun más. Las bolas se movieron chocando unas con otras y enviando fragmentos de sensación astillándose hacia arriba. Ella se mordió el labio y tomo un aliento profundo. —Oh, esto va a ser divertido —murmuro Clint. Para él tal vez. Para ella iba a ser pura tortura. Dio otro paso. Las bolas se movieron y ella se mordió el labio de vuelta para evitar el gemido que se le colaba. La risa de Clint la siguió mientras daba otro paso. Escucho el sonido de algo golpeando la silla. Miro rápidamente y vio que era su abrigo. El siguiente paso la dejo al pie de las escaleras. Se agarró del pasador para sostenerse. Un tablón crujió y luego lo sintió contra su espalda. Su calor y aroma se filtraron en sus sentidos como una droga insiDiosa, debilitándola y haciéndola más susceptible de las sensaciones que la atenazaban desde su centro. Esta vez no pudo suprimir el gemido mientras se tambaleaba. —¿Algún problema Sunshine? —su brazo en enroscó en su cintura. —No puedo hacer esto. —Pero yo quiero —sus dedos descansaron en su estomago, justo por sobre su zona pélvica—, te quiero caliente y necesitada, esa dulce entrada abierta para mi pene. 2 68 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Ella ya se sentía así. —No es justo. —¿Por qué no? —Te quiero necesitado también. Sus labios acariciaron la base de su cuello. —¿Crees que puedo escuchar tus gemidos, saber que estas necesitada de mi y quedarme como si nada? —sus dientes le mordisquearon la oreja—, esa es una malvada impresión que tienes de mi. Él presionó con los dedos, masajeando la necesidad que latía dentro, convirtiéndola en un pulso urgente, y al mismo tiempo dejándola sentir la increíble dureza de su pene a través de su falda. —Te quiero nena. Solo disfruto de la anticipación. Ella no pudo pensar en nada más elocuente que decir que un simple “oh”. —Así que ¿por que no llevas ese lujurioso trasero por las escaleras así puedo comenzar a jugar? ¿Lujurioso? ¿Él pensaba que ella era lujuriosa? El cumplido casi hizo que la idea de moverse fuera tolerable. Puso un pie en las escaleras. Las bolas presionaron contra sus paredes internas. Ardientes lamidas de fuego se irradiaron. Ella alzó la mirada. Había 14 escalones en total. Se lamió el labio y dio otro paso. Clint estaba justo detrás de ella, la mano en su estomago midiendo cada aliento que tomaba. Su sexo estaba hinchado y latía. La piel más allá de sus dedos estaba ultra sensible, hambrienta de su toque a través de la ropa. Ella hizo una pausa, agarrándose del pasador para encontrar fortaleza. Clint le apoyo la espalda contra él. —No luches contra ello —le susurro al oído—, solo deja que fluya a través de ti. Siéntete bien, no es un pecado nena, es un regalo. ¿Un regalo? Era una tortura, pura y simple. Acomodó la cabeza en el hueco de sus hombros. Él le acaricio la oreja con la boca. —Sube las escaleras Jenna. 269 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen ¿Por qué tenía que decirlo de esa manera, con ese tono de voz? Ella dio otro paso y luego otro. El fuego creció desde su ingle, atenazando sus sentidos, aniquilando la posibilidad de hacer algo más que sentir. Ella se apoyo en él nuevamente. —No puedo. —¿Qué pasa si te digo que yo lo deseo? —siempre esa voz seductora que alimentaba su necesidad con promesas almibaradas. Su sexo latió y se hincho aún mas mientras la sugerente promesa se le deslizaba por la columna. —Por favor, no. Ella temblaba mientras sus labios la besaban en la base del cuello. —¿Estas necesitada de mi, Sunshine? —Sí. Él se rió y la impulsó hacia adelante. Ella se sostuvo con las manos en los escalones, su espalda curvada, soportando la mayor parte de su peso en la pierna buena. Él se inclino sobre ella, rodeándola con su cuerpo, sus caderas alineadas con sus nalgas en una insinuación flagrante. —Te quiero así, inclinada —sus manos bajaron hacia sus rodillas. Empezó a apilar su falda—. Accesible. —Apilo capas y capas de ropa en su espalda. Sus grandes manos se deslizaron entre sus muslos atrapando sus húmedos interiores. —Ah Jenna estas tan mojada para mí. —No puedo evitarlo. —Abrió sus piernas para que acomodara mejor la amplitud de sus manos que acunaban su sexo. —No era una queja. Sus dedos se hundieron por una rendija en su interior, las puntas ásperas arañando la carne hambrienta. Ella se presionó contra él. Él se apoyó contra ella, su pene tanteando su trasero. —Eso es, muéstrame lo que quieres. —A ti —la vergonzante confesión fue susurrada en el silencio de la casa—, te quiero a ti. 270 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Siempre me has tenido Sunshine —sus dientes le rasparon la parte trasera del cuello. No como ella quería. Nunca lo había tenido de esa manera. El pensamiento perdido se desvaneció rápidamente cuando su lengua le lamió ese punto. Se le doblaron las rodillas. ¿Cómo podía ser que tuviera el cuello conectado con su sexo? Él rió y lo hizo de nuevo. La aguda chispa se unió a las otras alimentando el fuego interno. Ella se dio vuelta contra él. Sus dedos le acariciaron el clítoris en una caricia chamuscante. —¡Oh Dios! —las rodillas se le doblaron de vuelta. —Sostente —le dio a su abertura un suave toque. No podría sostenerse si él seguía haciendo cosas como esa. —Hazlo Jenna —la orden escaló sobre las alturas de las estremecedoras sensaciones. Ella apuntaló sus rodillas y lo intento. Se balanceo mientras él alejaba su calor y su apoyo, pero no se cayó. Lo considero un gran éxito. Las manos de él se deslizaron por sus caderas. —Bien. Hubo un sonido de jalón y rotura y luego una oleada de aire fresco en sus nalgas, los restos de sus interiores cayendo por sus muslos. —Clint… —¿Quién mas? Nadie más. Nadie mas podía hacerla sentir así. Nadie más podía hacerla arder de deseo como ahora, inclinada, expuesta y vulnerable. Solo Clint. Solo en Clint confiaba lo suficiente. —Maldición tienes un trasero fantástico. Sus palmas se curvaron alrededor de cada cachete, sus dedos afirmándose en los huesos de la cadera, los pulgares enterrándose en los pliegues superficiales de la parte superior. Su piel vibró bajo su toque con el mismo pulso que su sexo. —Tu no crees que… —retiro el resto de lo que iba a decir. Solo una mujer débil preguntaría si a le parecía que su trasero era demasiado grande, cuando la verdad estaba 271 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen en sus caricias, la manera en que sus dedos amasaban en una dicha sensual. La forma en que sus pulgares se deslizaban hacia abajo a través de los sensibles pliegues del centro. El suave “hum” de apreciación que hizo con la garganta cuando ella involuntariamente se presiono hacia atrás, hacia su caricia, su cuerpo sabiendo lo que su mente luchaba por aceptar. Clint McKinnely amaba la manera en que ella se veía. Ella, la gorda, sin ningún valor, casi invisible Jenna Hennesey, podía hacer que el grande y poderosos Clint McKinnely gimiera solo por la vista de su trasero. Como un experimento, sintiéndose incomoda y terriblemente expuesta, ella contoneo las caderas. —Oh, sí —sus manos la soltaron—, haz eso de nuevo. Era más difícil sin su toque pero se concentro en él y midió su éxito por lo áspero de su rápida respiración mientras ella hacia como le había ordenado. El sonido de cuero deslizándose a través del metal la volvió a la realidad. Conocía ese sonido íntimamente. Él se estaba sacando el cinturón. La pequeña voz dentro de ella, que la había mantenido viva por años le dijo que se quedara quieta. Ser pasiva para no arriesgarse a provocarlo. Estaba cansada de escuchar a esa voz. Otra voz, una nueva emergió por sobre la confusión, insiDiosa en su mensaje. Le susurró que se moviera, que lo tentara, que testeara su poder para ver que tan lejos podía llevar a este poderoso hombre. Ella meneó el trasero de vuelta, ralentizando el movimiento, escuchando su ritmo interno, retirándose cuando él sostenía la respiración y presionándose hacia atrás cuando la soltaba en una tormentosa maldición. —Me estás haciendo arder Sunshine. El poder y el orgullo la bañaron por partes iguales. Meneó el trasero nuevamente. Él rió. —¿Qué le paso a mi pequeña y tímida esposa? Ella le otorgó la verdad. —Estaba cansada de sentir miedo todo el tiempo. —Me gusta la manera en que está alejando sus miedos. —La sombra de una caricia en su nalga derecha y luego dijo—: abre tus piernas un poco más, para que pueda ver esa dulce abertura. 272 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Una oleada de incomodidad la baño, mezclándose con el calor que la atravesaba pero no se rindió a ella. Se negó a rendirse. Este era su marido y quería verla. ¿Qué era lo que había de malo en ello? Abrió las piernas. —Esa es una hermosa vista. Se pregunto cómo se vería ante él, si la hinchada y dolorida sensación en su abertura seria visible. Arqueó la espalda y le presento una mejor visión. Cuando él gimió, ella curvo la columna, quitándole esta visión y sonriendo cuando el siseo “bruja”, sabiendo por el toque de su mano en su costado que le gustaba. Lo premio arqueándose de nuevo. Gimió cuando el suave movimiento puso esas malditas bolas en movimiento en su interior. —Demonios Sunshine, vas a hacer que me corra. —¿Solo por esto? —jadeo. —Sí. —¿No te importa? —¿Qué? ¿El que mi esposa sea una pequeña y caliente seductora, tal que solo con la vista de ella quiera correrme? —Sí. —Ni un poco, tentación aparte. Sus dedos bucearon por los sensitivos pliegues donde sus nalgas se encontraban con los muslos, antes de deslizarse hacia adentro, el movimiento realzado por los jugos que cubrían sus muslos. Su dedo trazo un círculo alrededor de su clítoris con el más ligero de los toques. Ella lo tomó como un incentivo. Cabalgando en la ola del placer que él agitaba en ella con cada delicioso circulo ejecutado por su dedo. Queriendo darle el mismo placer que le daba a ella, movió su trasero hacia él como una gata en celo, dejándole ver lo que le hacía sentir a ella, esperando que le gustara y queriendo ser el tipo de amante que él se merecía. —Perra —la maldición provino como una ronca parodia del suave tono de Clint. La sonrisa que creció desde muy profundo dentro de ella la sacudió tanto como la deleitó. Era una seductora, porque solo una seductora podría arrancar un sonido tan torturado de los labios de un hombre. De los labios de Clint McKinnely. Ella se echó hacia atrás con los 273 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen brazos, buscándolo con el trasero. Los dedos se salieron de su clítoris pero no le importo porque había encontrado algo mejor. La amplia punta de su pene la codeaba en un muslo. —¿Eso es lo que quieres Jenna? La cabeza se movió hacia arriba hasta que encontró la abertura de su sexo. Él debía de sostenerla porque era demasiado larga y la cabeza demasiado pesada para sostenerse por si sola. Él se movió. El anillo mas allá de la cabeza alcanzo su clítoris, punteándolo ligeramente. —Sí. Ella cerró los ojos y tiró la cabeza hacia atrás mientras la sensación la embargaba. Oh, si. Eso era definitivamente lo que quería. —Que bueno porque es lo que yo quiero también. —Presiono la cabeza de su pene contra su clítoris, impulsándolo dentro de la vulva, sosteniéndolo contra ella tan apretado que podía sentir la pesada vibración de su pulso en su hinchado clítoris. Se mordió el labio y dobló más las rodillas. Quería más. Casi sollozo cuando él la sacó. Trato de cerrar los muslos pero él se deslizo por la carne tan resbalosa sin encontrar resistencia. —Shhh, nena —su mano tocándole el trasero—, volveremos a eso pero hay algo con lo que he soñado toda la mañana y quiero hacerlo. ¿Que podría ser mejor que lo que habían estado haciendo? No esperaría mucho para enterarse. Hubo un ruido apagado y luego la humedad de su aliento en su hambrienta abertura. —Ábrete un poco mas Sunshine. La orden fue enfatizada por sus palmas en la parte interna de sus muslos. Ella cambio su peso y sus pies hasta que estuvo apuntalada por el costado de las escaleras. —No puedo ir más allá. —Eso bastara. Su lengua lamió los jugos de la parte interna de sus muslos. —Demonios que dulce eres. 274 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Ella miró entre sus piernas para verlo recorrer su lengua por los labios, degustando su sabor. Su mirada, más oscura que la noche con las emociones que lo embargaban, encontró la suya. Ella cerró los ojos mientras la mortificación y la lujuria la consumían, pero nada pudo bloquear el recuerdo de su expresión, el deseo estampado en los delgados y cincelados rasgos, la lujuria que hervía dentro de él, la franqueza con la que le exponía su deseo. No como si fuera algo sucio, sino algo de lo que regocijarse. Como si fuera… un regalo se dio cuenta. Abrió los ojos. —¿Clint? —¿Qué? Le pellizco el interior de los muslos. Ella se agito. Él la estabilizo con las manos mientras ella jadeaba. —Necesito decir esto. —Nadie te detiene —él respiro las palabras contra ella. La reberverancia envió un temblor por su espalda. Su lengua la tocó en el filo de sus labios, moviéndose en la suavidad de sus labios internos. Él lo hacíaa. ¿Cómo podía hablar con esa insiDiosa lengua vibrando contra ella?. Él se giró bajo ella. —Sostente de las rodillas. Apenas lo hizo Clint deslizo sus enormes hombros hacia abajo mientras se apoyaba en la escalera por debajo de ella. Su boca todavía estaba en su ingle. La miro hacia arriba mientras le sostenía las nalgas con las manos. —Siéntate en mis manos. —Estoy bien. —Te duele la pierna. —Estoy bien —le dolía pero, ¿cómo pudo saberlo él? —Siéntate Jenna. —Soy muy pesada. —Siéntate. 275 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Ella lo hizo con los ojos cerrados, manteniendo la mayor parte de su peso en sus manos, dándole solo una porción de su peso, muy cautelosamente, lo suficiente como para satisfacerlo. Estaba equivocada. —Todo dulzura. —No puedes… —Puedo. No hubo ninguna duda en su voz o su expresión. Él esperaba completa obediencia. Ella se la dio, esperando que sus brazos se doblaran. En cambio, él ni siquiera pareció notarlo, simplemente musitando con satisfacción mientras inclinaba la cabeza y depositaba un beso en su abertura. —¿Ahora que querías decirme? Ella estaba acostumbrada a sentirse enorme. Incomoda. Corpulenta. Clint la hacía sentir delicada, femenina y Hermosa. Irresistiblemente Hermosa. —Solo quería decirte gracias. Él se tiró hacia atrás, la punta de su lengua entretenida contra su carne húmeda mientras le arqueaba una ceja. —¿Por que? El calor le baño las mejillas. Maldición se estaba ruborizando de nuevo. ¿Pero como podría no hacerlo cuando el hombre más sexy vivo, se arrodillaba entre sus muslos, su boca a una pulgada de su hinchada abertura, con la anticipación iluminando sus ojos y elevando los bordes de su hermosa boca? —Por… —oh Dios ¿que diría? ¿Por gustar de ella? Era demasiado patético y para nada lo que ella quería que fuera. Y ni siquiera era lo que quería decir tampoco. Reunió su coraje y la verdad que él se merecía—, por hacer de esto algo hermoso. La aprobación se reunió con las otras emociones en su cara. —Sunshine, si alguien tiene que agradecer a alguien ese soy yo. —¿Por qué? Él se encogió de hombros. 2 76 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Me haces sentir. —Me alegro. Ella notó que él no agrego nada a final de la oración. No “bien” ni “excitado”. Solo “sentir”. Ella le tocó el pelo donde se confundía con el escalón entre sus manos. Estaba fresco y sedoso, suave. —Bien —murmuro él mientras se inclinaba hacia ella. Sintió como la tocaba con algo más que la lengua. En este momento tenia más de él de lo que había tenido antes. No sabía lo que era pero lo quería. Quería esta franqueza con su marido, incluso si no sabía qué hacer con ella. Pero luego dejo de pensar cuando la tomo con la boca, sosteniéndola en la posición que él quería con sus manos, mordisqueando y chupando su clítoris antes de lamer los jugos que manaba, musitando contra su carne sensible mientras tomaba su placer, haciendo que mas crema fluyera, conduciéndola más alto, lejos de la cordura, directo hacia el plano de las sensaciones puras. Ella se contoneó en su boca, las pequeñas bolas haciéndolo con ella, añadiendo su propia cuota de tormento al momento. Con cada estocada de su lengua ella subía más. Con cada roce de sus labios, los invisibles cables en su interior se tensaron más y más, hasta que no pudo contener un grito. —Shh, nena —le murmuro—, haré que sea mejor en un minuto. No quería esperar un minuto. Lo quería ahora. Cuando él intento deslizarse fuera de sus muslos, ella lo abrazó. Su fuerza no era competencia para la suya. Él se rió, mordió su carne interna y se soltó, devolviéndole el peso de su cuerpo a su responsabilidad mientras se incorporaba detrás de ella. Sus dedos se insertaron en su húmedo clítoris, moviéndose suavemente contra su carne y luego tiró. Las bolas se removieron, se movieron, se estiraron antes de salirse. Él las soltó, sosteniéndola cuando las rodillas le fallaron. Las bolas cayeron por las escaleras con fuertes golpes mientras ella trataba de contener un grito. Su cuerpo pedía a gritos por él. —Estoy aquí mismo Jenna. Su pecho la envolvió por la espalda, sus manos instaladas al lado de las suyas. Entre sus muslos ella pudo ver su pene, dura e hinchada, casi tocando la escalera por el peso de 277 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen la pesada cabeza violácea. Mientras ella observaba, una perla de fluido se deslizo de la punta, colgó precariamente un segundo antes de caer en el escalón. Oh Dios. Su barbilla descanso en el hombro de ella. Su pelo colgó a la vista, trayendo con el, su aroma a pino y humo y aire libre. —Llévame a casa Jenna. Ella acorto la distancia entre ellos. Su pene se sentía caliente al tacto. Dura como piedra. Ella solo necesitaba ajustar el ángulo de él y ambos estarían donde querían. Ella dudó. —¿Que pasa si alguien viene? —Entonces te paras. Tenía razón, todo lo que tenía que hacer era pararse y sus faldas caerían en su lugar, nadie salvo ella sabría del calor ardiendo en su interior. Ella miro entre sus piernas. A menos que ellos pudieran reconocer esas pequeñas bolas al pie de la escalera. Otra gota de humedad se formó en la punta de su pene, haciéndose más grande y colgando como una lagrima. Ella la capturó con el pulgar y lo esparció por su abertura, hacia atrás y hacia adelante, atrás y adelante. No quería desperdiciar nada de eso. —Jenna si no quieres que me corra en tu mano, deja de hacer eso. A la siguiente pasada de su pulgar, las caderas de él corcovearon contra ella. Sus brazos temblaron contra sus hombros. Sus labios peinaron su oreja mientras ella debatía que hacer con todo el poder que estaba bajo su control. —Toma una decisión Jenna. Dentro de ella. Lo quería dentro de ella. Y al diablo con quien pudiera verlos. Ella acomodo su pene hacia arriba mientras él se estiraba para codear su abertura. Con un impulso de sus caderas, asentó la cabeza en la abertura de su vagina. Ella se estiró buscando su pecho. No lo encontró. En cambio él la abrió más, lentamente. Dándole suavidad en lugar de posesión, atrapándola entre la seducción y la expectativa, haciéndola arder y latir mientras sus músculos se estiraban para aceptar su amplitud. 278 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Despacio y suave, nena —le susurró contra el oído, su respiración transitando por su mejilla—, solo relájate y tómame. Sus caderas pulsaron contra las de ella. —Un poco a la vez. Solo tú y yo y nada más. Si. Solo ellos. Aquí. Juntos. Ella se impulsó hacia atrás, tomándolo mas profundamente, el placer subiendo alto mientras su pene penetraba los apretados confines de su vagina. —¡Oh Dios! Él se paralizó, las manos en sus caderas, manteniéndola quieta. —Maldición Jenna, ¿te hice daño? —No —nada que él hiciera podía hacerle daño—, no pares. Él no pareció siquiera respirar mientras preguntaba. —¿Quieres más? —Sí. Ella quería todo lo que tenia para darle. —Nena, ¿cómo es que fui tan afortunado de casarme contigo? —¿Preguntaste? Él se rió, un áspero y torturado sonido. —¿Ahora eliges soltar un chiste? —Perdón. Él la beso en la mejilla. —No te disculpes —carraspeó mientras hundía más profundo su pene—, solo prométeme que lo harás de nuevo más tarde cuando pueda apreciarlo. La razón voló mientras él se enterraba hasta la empuñadura y le daba todo lo que tenia. 279 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Capítulo 17 —¿Estás segura de que no quieres que yo vaya contigo? Jenna negó con la cabeza mientras Clint la ayudaba a bajar del carruaje, jalando su manto alrededor de ella y Brianna mientras el viento soplaba por la calle. —Estaré bien. —En verdad ella temía el viaje de compras. Era una apuesta segura que su matrimonio con Clint McKinnely iba a ser la conversación del pueblo. Las personas sin duda serían curiosas. Ella sólo tenía que pasar a través de eso. Clint enderezó su cuello. Ella miró hacia arriba. Él no se molestó en intentar esconder la preocupación en sus ojos. Ella no era hábil en mantener cosas lejos de él. —¿Segura? Ella agachó la cabeza para que él no viera el nerviosismo que estaba segura era visible en sus ojos. Tener que alternar en el pueblo fue siempre difícil. En su restaurante ella llevaba el control, pero ir de tienda en tienda significaba exposición y riesgo. —Tú tienes tu reunión. —Ella levantó el peso de Bri en su cadera. Su dedo índice levantó su barbilla. —Puedo reprogramarla. —Sólo voy a conseguir algunas cosas. —Tengo cuenta en la tienda. Compra cualquier cosa que quieras. —Ya me dijiste eso dos veces. Su dedo acarició su mejilla mientras el viento soplaba su cabello alrededor de sus hombros. —Probablemente me mantendré diciéndolo hasta que crea que tú tienes la intención de gastarlo. —No necesitamos mucho. —Sunshine, tengo más dinero de lo que tú podrías gastar en tu día más frívolo. Está todo sólo allí guardado, esperando a que mi mujer llegue. 280 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Tendré buen cuidado de el. —Ella descansó sus dedos sobre su brazo, amando la manera en la que sus músculos se flexionaron bajo su toque. Su aliento siseó afuera entre sus dientes. —No quiero que tengas cuidado de él. Quiero que pierdas el control con él. —Él elevó su barbilla otra vez con su pulgar. El ala de su sombrero bloqueó el sol mientras su cabeza se inclinaba—. Si no regreso para encontrar esta carreta cargada a los lados con cada concepto y cualquier objeto que necesites o imagines, voy a estar furioso. Él puntuó a la declaración con un beso duro. Terminó antes de empezar. Ella se lamió los labios, percibiendo un pequeño temblor persistente de su sabor. —Haré lo mejor que pueda. —¿Estás segura de que no quieres decirme por qué te molesta eso de ir un día de compras? —susurro suavizando su pulgar sobre sus labios, la preocupación todavía demorándose en sus ojos oscuros. —Sí. —Ella estaba cien por ciento segura. Si pudiera se iría a la tumba con la información. Él sujetó su barbilla y su mirada. Ella intentó no respingar. Lo hizo tanto como pudo contener el aliento antes de que tuviera que expulsarlo de ella. Antes de Clint, mirar a los ojos a un hombre siempre había significado una fuerte paliza. Sintió a sus labios rozar la parte superior de su cabeza. —Tú haces las cosas mejor, Sunshine. —Gracias. —Si me necesitas estaré en el banco o en el bar. —¿El bar? —Salió más agudo de lo que ella pretendía. El sabor amargo de los celos llenó su boca. Ella apretó con fuerza los dedos en su manto. No era su lugar cuestionar los movimientos de Clint. —A Jasper le gusta hablar de negocios con una bebida. —Tú no bebes. —Claro que lo hago. 281 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Oh. —Una bebida en su oficina no sería lo mismo mientras que en el bar había mujeres perdidas disponibles para servir. —¿Y, Jenna? El pulgar debajo de su barbilla insistió en que levantara la cara. Ella no quería. Sabía que él podría ver la verdad. No quería a otra mujer en cualquier lugar cerca de él. —Mírame, Jenna. Ella lo hizo, parpadeando cuando el viento batió su pelo a través de su cara en una reprimenda sedosa. —No tienes que preocuparte por mí con otras mujeres. —No supondría... Su pulgar acaricio sobre su labio inferior, arrancándolo de sus dientes mientras él arrastraba las palabras: —Quiero que tú supongas, cariño. Quiero que pongas tu marca por todo yo. Ella lo miró. No había burla en su mirada, ninguna luz tenue de humor. Él estaba mortalmente serio. Sabía que él quería decir eso, pero él no sabía todo sobre ella, lo que ella había hecho. Era fácil hacer declaraciones atrevidas cuando una persona no conocía todo. —Vas a retrasarte para tu reunión. Su mano cayó de su cara. —Y tú tienes un montón de compras que hacer. —Tengo mi lista. —El papel arrugado en su palma contra la espalda de Brianna mientras ella tensaba su agarre. —Déjame verlo. —Ella lo entregó sin el menor reparo. Había sido muy minuciosa evaluando sus necesidades. Poner en funcionamiento una casa era su área de experticia. No había en lo absoluto razón para su ceño fruncido. —¿Qué? —Su tono trajo una sonrisa a las esquinas de su boca. El hombre era pura contradicción. —Olvidaste algo. 282 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Qué. —Lo tengo. —Él sacó un lápiz de su bolsillo y apoyó el trozo de papel café contra el vagón. Con cada rayón del lápiz, su resentimiento aumentaba. No había manera de que hubiera olvidado todo eso. Y todavía él siguió escribiendo. Ella golpeó ligeramente la punta del pie impacientemente. Su sonrisa se amplió—. No tiene sentido golpear tu pie y fruncir el ceño. No voy dar otra carrera al pueblo hasta una semana después del sábado. Es importante que la lista esté completa. —Está completa. —Ahora está completa. —Con un último golpe ligero del punto final en el papel, dobló la lista y se la devolvió. Ella comenzó a abrirlo. Él envolvió su mano alrededor del papel y la besó otra vez, esta vez más suavemente y con un borde de humor. Su lengua trazó la unión de sus labios —lento y relajado— en la manera en la que él sabía que fracturaba su agarre sobre el decoro hasta que, allí mismo en la calle, delante del negocio, con su hija en sus brazos, y el pueblo sin duda observando, ella se apoyó en él, necesitando más de su toque, su sabor, su calor. —Ah Sunshine, me tientas. Él no sonaba del todo contrariado acerca de eso. A pesar del sonrojo que ella sabía puso sus mejillas rojo cereza, sonrió. —Hago lo mejor que puedo. El nivel de calor en su mirada fue de una chispa a un flagrante rugido. Contra su muslo, su polla se levantó y se espesó. Oh, a él le gustaba cuando ella era atrevida. Y la verdad sea dicha, con cada intento estaba gustándole más y más. Le gustaba ser una tentadora. Al menos con Clint. —Tú, Sunshine, podrías reducir en cenizas a un hombre. —Él ahuecó su cara en su palma encallecida. Ella no había reconocido la ligera dificultad en su aliento antes, pero ahora lo reconocía por lo que era. Deseo. Por ella. Un deseo que no era tímido en mostrarle. Y le gustaba eso, tal vez lo mejor de todo. Ella batalló por sostener su mirada y admitió: —Me alegro de que pienses así. 283 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Su risa baja la rodeó como un abrazo. —Ese soy yo, Sunshine. Ese es yo. Él ahuecó su codo. —Te encontraré en la panadería en unas tres horas —confirmó mientras la ayudaba a subir los escalones de madera. Ella asintió con la cabeza. —Mara le dijo a Lorie que tiene todo bajo control. —¿Pero imagino que estás ansiosa por verlo por ti misma? —¿Qué te hace pensar eso? —Porque yo lo haría. En ese caso no se sintió mal admitiendo la verdad. —Lo estoy. Él le abrió la puerta del comercio. La campana pequeña por encima de la puerta produjo un ruido discordante cuando ella se dio la vuelta. Él miró por encima de su cabeza dentro de la tienda, y un fugaz ceño fruncido arrugó su frente antes de que él tomara su boca con la suya, besándola dura y apasionadamente, como un hombre estableciendo un punto. Cuando estuvo jadeando por aire, él retrocedió, alisando la humedad de sus labios con su pulgar. Amablemente le dio un golpecito a la nariz de Bri, su cara dura suavizándose mientras ella arrugaba la cara en respuesta. —Te alcanzaré más tarde. —Con una inclinación de su sombrero para los ocupantes de la tienda detrás de ella, se fue. Ella lo observó dirigirse abajo de la acera de madera, sus largas piernas devorando distancia con esa gracia suave, sin esfuerzo que hablaba de poder. Era una figura excelente para un hombre —hombro anchos, caderas estrechas, y todo suyo. No sabía si alguna vez se acostumbraría. Bri se retorció y ella la movió arriba en su cadera. El papel en su mano crujió. Afirmando a Bri en su antebrazo, abrió la lista y leyó sus adiciones. Él quería que tuviera un manguito para sus manos, vestidos caprichosos, botas nuevas, el polvo rosado que a ella le gustaba, chocolate, utensilios de cocina, ropa para ella y Brianna, chocolate. 284 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen La repetición de chocolate la hizo sonreír. Él no tendría que esperar demasiado para verla acostumbrarse a eso, pero fue lo que le añadió al final lo que trajo lágrimas a sus ojos. Rozó la yema de su pulgar sobre la lista escrita apresuradamente. Allí, en sus garabatos masculinos remarcadas estaban las palabras, Cualquier cosa que tu corazón desee. Ella comenzaba a pensar que él quería decirlo. Una hora más tarde Jenna y Brianna estaban exhaustas. El catálogo del pedido por correo estaba lleno de cada artículo concebible que un humano pudiera querer. Y a precios que la hicieron jadear. Como cuánto querrían por ese elegante vestido nuevo por el que se mantenía regresando una y otra vez. —¿Está todo bien, señora McKinnely? —preguntó Eloise Fawcett. Jenna respingó. Debió haber jadeado alto otra vez. Recorrió con la mirada entre los montones de pantalones vaqueros nuevos hasta que localizó a Eloise. Ella estaba detrás del mostrador repartiendo azúcar en bolsas pequeñas. —Estoy bien. —¿Necesitas una mano? —Los ojos de Eloise eran un cálido azul debajo de sus cejas levantadas. —Oh no. Es sólo que hay tantas opciones… —Es asombroso, todas las cosas que consiguen de regreso del este, ¿verdad? —Ella preguntó sin romper su ritmo. Era más que asombroso. Era abrumador. —Sí. —¿Necesitas más papel? —Ella metió un lápiz en su suave pelo castaño. 285 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Muy amable, no. —Jenna no sabía cómo iba a ordenar a través de todo lo que ya había puesto en la lista como uno posible. —Ese Clint puede ser un impaciente, ¿verdad? —Eloise no esperó por una respuesta, simplemente lanzo el resto de lo que quería decir—. Imagínate darle a una novia nueva sólo un día para hacer todas sus compras. Jenna no corrigió la suposición de Eloise. Era mejor que la insistente tendera pensara que éste era un asunto de una sola vez en lugar de la invitación abierta para que ella tuviera una sensación de que Clint pretendía extenderse. Bri comenzó a gemir otra vez. Ella la empujo sobre su cadera al intentar desesperadamente sumar la imposiblemente larga fila de números. No importaba lo que Clint había dicho, no había manera de que él pudiera querer que gastara tanto. —Por qué recuerdo cuándo él compró en el lugar de Elías. Él quería todo ahora, sin pensar en el gasto, sin mencionar lo difícil que fuera transportar los artículos. —Fue agradable de tu parte arreglarlo. —Ella miró hacia abajo en su lista. No había comprendido que costaría dinero transportar los artículos encima de pagar por ellos. —Estábamos encantados de hacerlo. Fawcett Mercantil se enorgullece en cubrir todas las necesidades para sus clientes con la máxima eficiencia. —Eloise levantó los paquetes más pequeños, desapareciendo de la vista por un segundo mientras empezaba a ponerlos en los estantes detrás de ella. —Estoy segura de que Clint lo apreció. —E hicieron una fuerte ganancia, pero siendo una mujer de negocios ella misma, Jenna no le podría conceder de mala gana a Eloise el éxito. Eloise apareció de pronto de vuelta a la vista, alisando su delantal y luego su pelo. —Somos de los que aprecian el negocio. Jenna ignoró el "nosotros". Técnicamente, Eloise era copropietaria del negocio con su hermano, pero la que hacía el trabajo y lo hacía un negocio viable era Eloise. Su hermano Mark solamente se metía en el bolsillo su mitad de las ganancias y vagabundeaba entre cada salón de juego en el oeste perdiéndolo tan pronto como ella lo enviaba. Sólo regresaba al pueblo cuando necesitaba más dinero. Gracias a Dios había pasado un año desde su última visita. Bri se movió nerviosamente incrementando sus gemidos. 2 86 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Me temo que voy a tener que terminar esto después. Bri necesita atención. —¿Quieres usar la trastienda? Su "no" fue probablemente un poco apresurado para ser educado, pero no había manera de que Jenna regresara allí. Aun si Mark estaba a centenares de millas de distancia—. Necesito revisar cosas en Dulce Tomillo de cualquier manera. Eloise asintió, un ceño fruncido arruinando sus facciones agradables. —Lorie parece estar haciendo un buen trabajo, pero nunca puedes ser demasiado precavida. —No es lo mismo como estar tú allí. No, no lo era. Pero ella seriamente no sabía cómo iba a lograr poner a funcionar una casa, ser madre, y manejar la panadería. Ahora mismo horneaba bastante en la casa de Clint y amasaba los ingredientes, pero aun eso se hacía difícil. Sería ideal si Lorie fuera una gran panadera, pero mientras ella hacía un pan fenomenal, sus otros alimentos horneados eran deslucidos, aunque estaban mejorando. Colocando a Bri sobre el mostrador, Jenna dobló su lista y la metió en su bolsillo mientras trataba de alcanzar su manto. Ella lo meció alrededor de sus hombros. Mientras ondeó detrás de ella, hubo un enorme choque. Ella se congeló. ¡Oh cielos! ¿Qué había roto? Un destello de movimiento captó sus ojos. Un borrón de negro y café antes de que el marido de Eloise, Dan se lanzara por la trastienda y jalara el borrón hasta detenerlo. —¡Ven! —Era un niño. Un niño de pelo salvaje, mirada furiosa, muy sucio. Su piel oscura y ojos más oscuros lo proclamaban indio. La ropa rota y el cuerpo delgado lo proclamaban sin hogar. Dan lo levantó de repente por un puñado de camisa y pelo. El niño se balanceó alrededor con su puño, las amenazas cayendo de su boca en un torrente incomprensible de sonido. El golpe rebotó casi sobre la ingle de Dan. Sus maldiciones se unieron al barullo mientras alzaba su puño. Su puño era enorme, un hombre crecido contra un niño larguirucho. Jenna recobró su aliento y lo soltó en una protesta: —¡No lo hagas! 287 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Dan ignoró su grito, dándole puñetazos al niño en el estómago, dejarlo caer mientras se inclinaba encima. —¡Maldito indio ratero! Con una mirada rápida para asegurarse de que Bri estaba segura, Jenna corrió velozmente alrededor del mostrador y entre los pasillos. Logró llegar a tiempo para oír a Dan ordenarle a Eloise ir por el sheriff, y ver al muchacho sacar un cuchillo fuera de su mocasín raído. —¡No! Ella lo agarró por su muñeca. Lo perdió. El cuchillo tasajeo más allá sus faldas. Ella le gritaba a Clint tan fuerte como podía mientras Dan pateaba el cuchillo de la mano del niño, trayendo de vuelta el pie otra vez. Ella hizo la única cosa que podía ocurrírsele hacer. Se arrojó sobre el niño, envolviéndose alrededor de su enflaquecido cuerpo retorciéndose, y gritó: —No lo hagas. No lo hagas. Ella cerró los ojos y se preparó para recibir la patada. Rebotó de lado contra su hombro, mucha de la fuerza se había ido. —Maldita sea, señora McKinnely, aléjese como el infierno de ese indio asqueroso. El niño se quedó inmóvil debajo de ella. Sus huesos tan prominentes que asomaban a través de su ropa. Podía sentir el frío de su carne contra sus manos. Abrió los ojos. Él estaba mirándola fijo, sus ojos un color café tan profundo que eran casi negros. Había cólera y odio en su mirada y en alguna parte muy profundo debajo de la negativa, un parpadeo de esperanza. —Bájate de mí. —Al menos él hablaba inglés. Bri gritó, asustada y sola, a través de la habitación. El niño la miró ceñudamente. En ese instante él se veía tan familiar, ella supo, supo quién era él. Todo en ella estaba endurecido con determinación. —No. —Ella volteó la cabeza para poder encontrar los ojos de Dan, presionando duro con su pierna mala sobre los muslos del niño. Ella ignoró el dolor acalambrado que inmediatamente comenzó. —No toques a mi hijo. 288 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Sé que usted tiene un corazón suave y todo, Señora McKinnely, pero decir eso no lo hace así. —Dijo Dan. —Sí lo es. —Si ella tuviera que llamar al musculoso McKinnely, lo haría así. Debajo de ella el niño se congeló, como si sus palabras robaran su habilidad para respirar. A través de la habitación, Bri dejo libre el pleno poder de sus pulmones. Jenna no sabía qué hacer más allá de lo que estaba haciendo, así que no se movió y esperó a que la inspiración llegara. —Ese es un pedazo de despreciable escoria que tú no quieres reclamar como tuyo. Él ha estado robándome por semanas. —Dan se agachó para ayudarle a levantarse. —No me toques y no toques a mi hijo. —Jenna empujó su hombro lejos de su mano. Otra vez, Dan la ignoró como si ella no hubiera hablado. Sus dedos se doblaron alrededor de la parte superior de su brazo, y el niño saltó a la vida, arrojándola completamente. Él era increíblemente fuerte. Mientras Dan la levantaba, el niño herido, lo pateó duramente en la ingle, y la empujó detrás de él. Su pelo sucio le dio una bofetada en la cara mientras una sarta de amenazas caían de su boca. Ella no sabía lo que él decía, pero sabía que eran amenazas por la forma en la que él estaba parado, listo para recibir a todo el que llegara encima, defendiéndola. Dan se puso de pie, su cara roja, asesinato en sus ojos. —¡Corre! —Jenna apartó a un lado al niño. Él trastabilló dos pasos y entonces empujó de nuevo, intentando interponerse entre ella y Dan. Ella necesitaba ayuda. Necesitaba a Clint. Lo llamó a gritos mientras Dan se abalanzaba, estirándose alrededor de ella a por el niño brincando hacia adelante para encontrarlo. Ella mordió el brazo de Dan, empujándolo hacia atrás con toda su fuerza. Detrás de ella el niño presionó, empujando las manos de Dan. Los gritos de Bri se mezclaron con los de ella mientras Dan agarraba su mandíbula. —Dan, estoy tratando de pensar realmente duro por qué no debería rebanarte la garganta, pero estoy velozmente echando a andar fuera de razones. Jenna se dio vuelta. Clint estaba en el pasillo, empequeñeciendo la habitación, sus negros ojos inexpresivos y duros, su mano en la empuñadura de su gran cuchillo. 289 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —No lo dejes lastimar a mi hijo, Clint —ella se imploró, agarrando el brazo del niño. Atrapó el borde de su manga mientras él se sobresaltaba ante la vista de Clint. Ella no podía culparlo. Clint en un estado de enojo era tan frío y tan espeluznante mientras llegaba. Sólo por un arqueo de su ceja Clint registro su sorpresa de que ella hubiera reclamado al niño. —El niño no es su hijo —gruñó Dan—. Él es un condenado ladrón. Ha estado robándome por semanas. La segunda ceja de Clint se unió a la primera. —¿Dijo Jenna que el niño es nuestro hijo? —Sí. Él miró a Jenna. Nada en su expresión delató lo qué pensaba. Ella agarró firmemente el brazo del niño más duro, su estómago hundiéndose. Como si él la sintiera tener miedo, el niño avanzó pausadamente enfrente de ella. Otro arqueo rápido de la ceja de Clint, una rareza de sus labios, ¿y tal vez un indicio de aprobación? Él se volteó a Dan y se encogió de hombros. —Entonces así es. El niño se liberó de su agarre. Clint lo atrapó mientras pasaba a toda velocidad. —¡Ten cuidado! —Jenna lloraba, mordiéndose los labios mientras su pierna se doblaba, agarrándose en el mostrador—. Él está herido. Clint lo mantuvo alejado de su cuerpo, dejándole retorcerse y maldecir, los pies colgando lejos del piso. Él recorrió con la mirada a Jenna. —¿Lastimado? —¡Dan le dio puñetazos en el estómago! —Quédate. —Clint bajó los pies del niño al piso. El niño no se movió. Clint agarró la mano de Jenna y la estabilizó mientras le preguntaba a Dan—. ¿Le diste puñetazos a un niño en el estómago? ¿Mi niño? —Él intentó patearlo, también —agregó Jenna. —¿Trató? —Clint empujó a Jenna detrás de él, manteniendo su ojo en Dan. 29 0 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —El niño sacó un condenado cuchillo —Dan interpuso, como si eso hiciera alguna diferencia. —No puedo imaginar por qué, cuando un hombre crecido empieza a vapulearlo. —Jesucristo, McKinnely. —Dan miró por encima de su hombro antes de dar un paso atrás—. Es un maldito ladrón. Detrás de él, Clint oyó el jadeo ofendido de Jenna. Sus manos tocaron la parte pequeña de su espalda. Si ella le pidiera a él que matara al tipo lo haría, pero ella sólo estaba allí, sus manos presionando en él, dejándolo tomar la decisión, su ansiedad rodeándolo como una nube. —Él es mi hijo —dijo Clint, dejando la calma fría con la que llego con la furia encajonándolo—. No hay forma de que él pueda ser un ladrón. —¿Cómo diantres crees eso? —Porque él puede tener cualquier maldita cosa que quiera. Clint se dio la vuelta, agarró la mano de Jenna, y señaló hacia la puerta. Una mancha en el hombro de su manto captó su atención. Él conocía una impresión de bota cuando la veía. La furia relampagueó brillante y caliente a través de su calma. —Tú hijo de puta. —Él se dio la vuelta, el cuarto disolviéndose fuera de su atención, su ser concentrado en la única cosa que importaba. —Fue un accidente, Clint. —Dan lanzó hacia arriba sus manos y retrocedió otro paso. —No me importa. —Clint dio dos pasos adelante. —Ella se arrojó sobre el niño. —Dan retrocedió contra el mostrador—. Yo no podía echar marcha atrás. —No me importa. —Clint cerró la brecha entre ellos. Dan tiró el primer puñetazo. Clint lo bloqueó fácilmente y hundió su puño profundo en el estómago del hijo de puta, en su mente imaginando a Jenna en el piso, su cuerpo escudando al niño, y el bastardo gigantesco pateándolos. A ellos. Usando su tamaño contra una mujer pequeña y un niño medio muerto de hambre. Contra su familia. Él le pegó una, y otra vez, fácilmente esquivando los intentos del otro hombre para contraatacar, devolviéndole el golpe sobre el mostrador, siguiéndolo encima con un salto 29 1 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen fácil. El hombre no se levantó, sólo permaneció allí con las manos arriba, admitiendo la derrota. El deseo de meter una bala en su cerebro fue casi irresistible. —Clint. —La voz de Jenna se filtró a través de la cólera. —Ve a esperar afuera. Hubo una pausa y entonces. —No. Él se dio la vuelta, su pelo azotando sobre su hombro. —¿No? Ella estaba allí, sus manos apretadas en puños delante de ella, su labio entre sus dientes, visiblemente pálida y temblando, desafiándolo otra vez. —No. —¿Por qué no? —Porque es suficiente. Quiero ir a casa. Nuestra hija y nuestro hijo tienen hambre y me rehúso a dejarlos sufrir mientras tú te diviertes. —¿Me divierto? —Él se enderezó—. Estoy vengándote. —No. Tú estás enojado y desahogándote sobre otros. Vengarme se hubiera reducido a un puñetazo o llevar tu negocio a otro sitio. —¿Y cómo lo sabrías tú? —Porque eso sería justo. —¿Justo? De la mujer no había conocido un día de justicia en su vida entera, ¿y repentinamente era experta? —¿Qué me estás diciendo, Sunshine? —Quiero ir a casa, Clint. Quiero llevar a mis niños y a mi marido, y quiero ir a casa. —Sus grandes ojos azules brillaron tenuemente con miedo y una necesidad que desgarró su pecho. Donde ella se sentía segura. Él entendió. Carajo, él había querido que este viaje al pueblo fuera bueno para ella. Recorrió la mirada abajo en Dan. —Si tocas a mi mujer o niños otra vez, te destriparé. Y me tomaré el tiempo en eso, también. 292 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Jesús, Clint, fue un accidente. —No hay accidentes cuando se trata de mi familia. —No sabía que el niño te pertenecía. El hombre en verdad creía que hacía una diferencia. Esa nunca sería una excusa que un hombre crecido golpeara a un niño. Él recorrió la mirada encima en la excusa flaca de niño que sujetaba Bri. El niño que se había esmerado en ponerse a sí mismo entre Jenna y Dan. El parecido familiar entre Bri y el niño era fuerte. —Él sólo tenía hambre, Dan. —No es mi trabajo alimentar al mundo. —No, no lo es. —Clint situó su sombrero de vaquero de regreso en su cabeza—. Tú puedes enviar la liquidación final de mis cuentas a mi casa. Él caminó alrededor del mostrador. Jenna lo alcanzó mientras él rodeaba la esquina, sus brazos envolviéndolo. Lo abrazó como si él estuviera muy lastimado y necesitado de consuelo. La blandura de sus pechos presionó en su estómago mientras su mejilla se detuvo contra su pecho. Él ahuecó su cabeza en su mano y la jaló más cerca. Dejó a la suavidad de ella aliviar sobre él, apaciguando a la bestia que rondaba dentro, llenando el hueco oscuro que alojaba su furia. —Lo siento, cariño. —¿Cómo supiste? —Sus manos acariciaron su espalda. —Eloise. —Dan la envió por el sheriff. —Ella me fue a traer en lugar de eso. —Oh. —¿Él te lastimó? —posó la mano sobre su hombro ligeramente, sobre la mancha, revisándola gentilmente. —No, pero creo que el hermano de Bri está muy lastimado. —Se lo llevaremos a Doc. Dorothy le arreglará una buena comida. 29 3 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Él la necesita. —Ella apoyo su barbilla en su pecho, bastante más reconfortada con su cercanía ahora—. Él está tan flaco. Podía decir que la ofendía personalmente. —Él crecerá con algunas comidas completas bajo su cinturón. —Así espero. —Una pausa y entonces—, ¿te importa? Él besó sus labios. —No. Pero me importa que salgas lastimada. —No podía dejar que lo pateara. —Pudiste haber esperado. —¿Tú lo harías? —No. Pero yo soy hombre. —Y yo soy mujer. —Mi mujer. —Sí. —Ella se recargó—, sé que él estaba robando pero obviamente no tiene a alguien que cuide de él. —Dije que no me importa. —Él la besó otra vez, más tiempo esta vez, aspirando su perfume y su espíritu generoso mientras lo hacía. El niño clavó los ojos en ellos a través del pasillo, sospecha, agresión, y desafío en su mirada oscura. Él se veía tanto como Cougar cuando había volado el pueblo hacía casi veinte años, Clint no pudo hacer nada sino sonreír. —Creo que el niño y yo nos llevaremos simplemente bien. 294 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Capítulo 18 —Bonito niño el que tienes allí —dijo Asa, uniéndose a Clint en el porche de Doc, su cuello vuelto contra el frío de la noche. Clint miró a través de la ventana hacia donde Dorothy forzaba otro pedazo de pastel en el niño. Nada ofendía a Dorothy más que un varón mal alimentado. —Para todo el alboroto que armó por tomar ese baño, quedó bien limpio. Asa tocó la magulladura en su mejilla que había conseguido mientras escoltaba a Gris a la bañera. —Es un luchador hasta los huesos. La puerta se abrió y la luz se derramó encima del pequeño porche antes de ser bloqueada por el gran cuerpo de Cougar. —¿Hablando de Gray? —Infierno de nombre para ponérselo al niño. Clint se encogió de hombros. —El niño lo escogió. —Creo que eso fue más en defensa propia —dijo Asa, apoyado contra un soporte del porche—. Sin intención de ofender, Clint, pero Jenna no tiene oído para los lenguajes. Clint sonrió. —Si el niño no hubiera hecho una concesión, yo estaba considerando implorar. Fue pura tortura escucharla desvirtuar su nombre indio. Cougar se apoyó contra la pared de troncos, fundiéndose naturalmente en la sombra. —Ella no es una que se de por vencida, eso es seguro. —No, no lo es. —Y a ti te gusta eso sobre ella. Clint sonrió. —Sí, así es. 29 5 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Los dientes de Cougar brillaron blancos en el destello repentino al encender un cerillo. Él tendió el cigarrillo que acababa de encender. Clint sacudió la cabeza. —¿Desde cuándo no te apetece una fumada después de la cena? —le preguntó Asa, la diversión en su tono señalaba que tenía una buena idea. —Desde que me casé. — El único momento que Jenna se había apartado de su beso era justo después de que él se había fumado un cigarrillo. Ella se había recobrado, pero a él le gustaba más cuando se apoyaba en él en vez de alejarse. —¿pequeña dictadora tan pronto? —pregunto Cougar. —No más que tú. —Estoy a salvo esta noche —dijo Cougar, dando un profundo jalón a su cigarrillo, su mirada estrechándose con satisfacción. —Mara no puede entrometerse con mi cena si percibe una bocanada de humo mientras ve cómo Dorothy cocina. —Podrías sólo imponer la ley para ella —sugirió Asa. —¿En la misma forma que tú dictaste la ley para Elizabeth sobre domar caballos? — preguntó Cougar, sonriente. Clint hizo eco de la sonrisa abierta. Era el secreto peor guardado en el territorio que Asa consentía a su esposa terca. —Siguiendo esas líneas —admitió Asa. —Podría sólo estar suavizándome, pero todo lo que la mujer tiene que hacer es voltear esos bonitos ojos verdes sobre mí, y olvido mi punto. —Sí. Lo mismo aquí. —Cougar dio otra fumada—. La única diferencia es que los ojos de Mara son cafés. —Los de Elizabeth son más bonitos también —dijo Asa con una cara perfectamente franca. Clint puso los ojos en blanco, sabiendo lo que venía. Cougar era un barril de dinamita cuando se trataba de Mara. 29 6 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —En tus sueños. —Cougar le dio un golpecito al cigarrillo en el polvo más allá del porche. —No digo que Mara no sea dulce y lista, pero cuando se trata de la apariencia, no puede sujetarle una vela a mi Elizabeth. Cougar se apartó de la pared, entrando en la luz. Clint sacudió la cabeza y se entró al ruedo. —Infiernos, ambos muerden el polvo cuando se trata de mi Jenna. No hay una mujer más bonita, más suave en el territorio. —Te concederé eso —Asa arrastro las palabras—. Ella tiene que ser bastante condenadamente suave para asociarse contigo. —Igual yo —estuvo de acuerdo Cougar, la risa en sus ojos. Clint se encogió de hombros. —Podrías tener razón allí. —Ah infierno, tú no estás todavía pensando que no sirves para la chica, ¿verdad? — gruño Cougar. —Ella se merece a alguien que la pueda amar. —Ella necesita a alguien con quien contar —contrarrestó Asa, su tono serio por una vez—. Alguien en quien ella pueda confiar para dirigirla sin maltratarla. —Ella no necesita un jefe. —Cristo, Clint —se burló Cougar—. A la chica se le ha entrenado para no hacer nada sino obedecer. Y sospecho, siendo golpeada hasta hacerla aceptarlo, ¿y tú la quieres para simplemente levantarte y asumir el mando? —Mierda, no es extraño que ella tenga pesadillas —murmuró Asa. —Ella ya no tiene pesadillas. —Clint alcanzó su tabaco. —Bueno, esa es una bendición —interrumpió Cougar—. ¿Alguna palabra sobre quién la violó? —No. —Clint desato la bolsita. —Demonios. Descansaría bastante mejor si supiéramos eso. 29 7 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Todos nosotros descansaríamos mejor. —Asa hizo una pausa, atrapó la mirada de Clint y asintió con la cabeza a la bolsita en su mano—. ¿Seguro que deseas ese cigarrillo esta noche? Clint suspiró. Él lo deseaba pero deseaba aún mas a Jenna. Especialmente mientras Dorothy estaba sugiriendo que Gray debería permanecer con ella y Doc esta noche, mientras dejaba caer insinuaciones adicionales de que el niño no debería ser separado de su hermana tan pronto después de su reunión. Él regresó la bolsita de nuevo a su bolsillo. La puerta se abrió y Gray y Doc salieron afuera. Doc llevó un asiento en la mecedora de madera y sacó su pipa. Limpio y vestido con la ropa que Dorothy había buscado para él, Gray casi se veía civilizado, excepto por la cautela en su mirada y la ligera curva en sus labios llenos. —Buenas noches, hijo. Gray lo corto con una mirada fiera y asintió. Clint lo consideró una victoria que él no hubiera negado la relación. No obstante, siendo indio, el niño comprendió la consanguinidad por el reclamo. Y por sus palabras, él en realidad no tenía ninguna otra parte a donde ir. Las guerras indias se habían ocupado de eso. —Tienes bastante actitud para alguien de once años de edad —señaló conversacionalmente Cougar. —No soy un niño. —No eres un hombre tampoco, y hasta que aprendas a pelear, mejor contén ese desafío. —Peleo precisamente bien. —¿Eso es por lo qué tu madre fue pateada mientras te protegía? —preguntó Clint. Antes de que el niño pudiera abrir la boca, Asa sacudió la cabeza. —Un hombre protege a sus mujeres, Gray. Nunca las pone en peligro. Una sombra pasó sobre la cara del niño, y Clint maldijo, sabiendo que él no estaba pensando en Jenna en ese mismísimo momento. La madre del niño había sido forzada a la prostitución y entonces asesinada cuando se había rehusado a continuar después de que su hija nació. 29 8 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Tú no podías evitar lo que le sucedió a tu madre, hijo. Algunas cosas están fuera de nuestro control. Es lo que nosotros podemos controlar sobre lo que debemos preocuparnos. La mandíbula del niño se colocó en una línea que aclaró que esas palabras no eran sobre lo que él estaba preocupado. —En algunos años —le dijo Clint, entendiendo, haciendo un lugar para él en la barandilla—, si quieres seguirle la pista al hombre que mató a tu madre, cabalgaré contigo. Eso le ganó a él una mirada sorprendida. —Eres un McKinnely ahora —interrumpió con indiferencia Cougar—. No estás solo. —Sin embargo, de aquí a entonces —continuó Clint—. Debe conseguir estar listo. —¿Listo? —Necesitas aprender a manejarte a ti mismo. —Me puedo manejar a mí mismo. —Eso es el orgullo hablando —interrumpió Asa—. El orgullo te matará. El sentido común te llevará a tu meta. —Te enseñaré a manejar un cuchillo —ofreció Cougar. —¿Y quién eres tú para enseñarme? —demando Gray. Clint tuvo que darle una mano al niño por irritarlo. Aún cuando la cara de Cougar se volvió dura y sus ojos eran totalmente fríos, el niño se mantuvo firme. —Soy tu tío. Doc le sacudió la cabeza a Gray. —La primera cosa que necesitas aprender es cuando morderte la lengua. —¿Por qué? —arrojando la cabeza atrás, el niño era la imagen de la arrogancia. Asa metió su tabaco enrollándolo en un cigarrillo. —Porque acabas de ir y decir que revienten los McKinnely al diablo. El niño tragó saliva y se puso pálido. A su favor, él no echó mano de las excusas e intentó cubrirse. En lugar de eso, enderezó los hombros y guardó silencio. El niño tenía algunas calidades realmente agradables. 29 9 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Gray tragó otra vez, y miró a Cougar, Asa, y entonces a Clint. Clint comenzó contar en su cabeza mientras le pasaba un fósforo a Asa. En la llamarada naranjada, el desasosiego del niño fue fácil de ver. Gris dio un paso de nuevo lejos de la barandilla. Su boca se coloco belicosamente, pero no antes de que Clint viera el indicio de un temblor. Si Cougar no interrumpía esto, él seguro como la mierda que se iría. Cougar recorrió con la mirada al niño. —Suerte para ti Gray, que tenga una regla contra guardar rencor entre familia. Por un instante, Gray vaciló, y entonces se mantuvo en alto. Él se veía tan solo en ese momento que Clint puso su mano sobre su hombro. Los huesos del niño se hincaban en su palma, pero estaba la promesa de futura fuerza en su anchura. Él no respingó lejos así es que Clint no se apartó. —Fui irrespetuoso. —Ha sido un día infernal, así es que descansa un poco —permitió Cougar—. Además, yo estoy agradecido por tu intervención con Jenna. El niño frunció el ceño. —Ella no debería haber hecho eso. —No —Clint estuvo de acuerdo—, no debió hacerlo. —¿Qué esperabas que hiciera, que Dan golpeara al niño hasta que quedara una mancha? —pregunto Doc, sus cejas entrecanas se elevaron. —Ella debería haber pedido ayuda. —¿Y dejar al niño herido? No conoces a tu mujer, Clint, si piensas que ella aun consideraría eso como una opción. —Ella es demasiado suave —estuvo de acuerdo Gris. —Ella es todo corazón, eso seguro. —Él volteó al niño hacia él—. ¿Es por eso qué la escogiste para Bri? Él asintió. —Su nombre auténtico es Esperanza en la Niebla. Asa se rió. 3 00 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Apuesto a que es una maravilla de nombre para pronunciar en Cheyenne. Gray asintió, examinó rápidamente la ventana, y entonces se encogió. —Tal vez es más conveniente que ella sea llamada Bri. —Él miró a través de la ventana otra vez. Clint siguió la trayectoria de su mirada hacia donde las mujeres estaban sentadas, Bri en el centro, sus brazos ondeando y una sonrisa feliz en su cara. —Ella ha crecido. —Él sonó casi resentido. —La buena mesa y el cuidado le harán eso a un bebé —dijo Doc, el humo de su pipa perfumando el aire frío de la noche. —Es bueno. —Por la forma en que las mujeres te estaban alimentando, pronto tendremos que rodarte adentro y afuera de la puerta —bromeó Asa. —Son buenas cocineras —estuvo de acuerdo vagamente Gris. —Pronto todos nosotros estaremos tan gordos como los cerdos listos para el matadero —añadió Cougar con una palmada sobre su estómago. Él no sonaba del todo contrariado con la perspectiva. Probablemente porque no estaba en ningún peligro de que eso alguna vez ocurriera, pero seguro que conmocionó al niño. —Eres un guerrero. —Lo soy, pero hay placeres auténticos en ser un hombre casado. —Y aún sólo tienes una esposa. —Gray se veía confuso. —Mara es suficiente mujer para mí —Cougar se rió, la severidad de sus facciones disolviéndose en el placer. —Dicen que ella es muy pequeña para cargar a tus hijos. La sonrisa de Cougar se desvaneció y su expresión se volvió seria. —Entonces encontraré a mis hijos en otro sitio. —Otra esposa sería una solución más fácil —Gray contrarresto con lógica irrefutable. —Así es como tú pensarías —Cougar sonrió, su cara oculta mientras miraba hacia su esposa—. Pero siempre he llevado la contraria. —Ahora —estuvo de acuerdo Asa—, esa es la verdad. 3 01 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Gray volteó a Clint y dijo: — Tu mujer no te puede dar hijos. —No. —Eso no es Seguro, Clint —contrarresto Doc. —Estoy en paz con eso. —Él se encogió de hombros y la sonrisa se originó desde adentro—. Además, no puedo ver a Jenna siendo feliz con otra mujer bajo el pie. —¿No tomarás a otra esposa porque la lastimaría? —pregunto Gray, la sorpresa elevando su tono. —Eso es, y no quiero a otra esposa. Él frunció el ceño. —Muchos hombres blancos tienen a otras mujeres. —Lo que otros hombres hacen no tiene nada que ver aquí ni allí. —Te has ablandado. —El niño frunció el ceño como si mantener su palabra a Jenna fuera un crimen. —Así se ha dicho. —Nunca me ablandaré. —Gray miró perdidamente hacia la noche, su delgada cara bien parecida, endureciéndose a una hoja afilada de determinación. Clint apretó sus hombros. —Puedes tener resentimientos hacia mí por decir esto, pero espero que estés equivocado. —Amen por eso —murmuró Asa mientras Doc y Cougar asentían. Clint no estaba dejando el futuro de su hijo para Dios. Si él tuviera cualquier cosa que decir sobre eso, y tenía la intención de tener muchísimo que decir, su hijo nunca crecería conociendo el dolor del vacío que nunca podía ser llenado. Ese hueco eco en el alma de un hombre que provenía de demasiados designios, demasiados asesinatos. Sin importa cuán buena fuera la razón que el niño pensara que él tenía. 3 02 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Era tarde cuando se detuvieron en el camino delante de su casa. La temperatura descendió con cada vuelta de las ruedas de la calesa. Clint sacó su rifle de su regazo y bajó de un salto. El hielo se trituro debajo de sus pies, y su aliento se congelo a la luz de la linterna. Mientras él extendía la mano, sus ojos negros brillaron intensamente con esa extraña emoción que había estado allí desde el desastre en el negocio. Jenna colocó su palma en la de él. Sus dedos se cerraron alrededor de los de ella, sus fuerzas acumuladas. Ella amaba la forma en que él la tocaba. Controlada, pero con la promesa de toda la pasión que pudiera manejar. Que se estaba volviendo más y más con cada día que pasaba. —Desearía que Bri y Gray hubieran regresado a casa con nosotros —dijo ella mientras él la mecía abajo. —¿Y privar a Dorothy de la posibilidad de ser una madre para ellos? — preguntó él, su voz neutral y sus ojos escondidos por la sombra de su sombrero. —Ella es una mujer agradable. —La mejor. —Sus manos se prolongaron sobre su cintura mientras ella conseguía equilibrarse. Estaba tan oscuro que ella no podía ver el dobladillo de su manto. —Ella está en la gloria con dos niños de quien preocuparse —añadió mientras agarraba su rifle y las riendas de High Stepper—, Además, nos dará tiempo de acomodar un cuarto para Gray, que tenga un sitio aquí, y se sienta querido. —¿No crees que él tome a Bri y escape? —Si lo creyera, no los habría dejado allí. Ella se frotó los brazos y zapateó contra el penetrante frío. —Él está tan enojado... —Ella se mordió los labios, recordando los ojos del niño, sus obsesionadas profundidades—. Tan solo. —Dale tiempo Jenna, y estará bien. Dorothy sabe cómo manejar niños. Jenna sabía que Dorothy podría manejar a Bri, pero Gray era una historia enteramente diferente. 3 03 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —¿Así que tú crees que Gray estará bien? —Su estómago está lleno —contestó Clint—. Tiene una cama caliente para acostarse, y su hermana cerca. —Él empezó a moverse. Ella se movió con él, pero la linterna lanzó sombras que ella no podía ver y se rezagó. —Mira, hay un hueco allí mismo. —Él se detuvo tan repentinamente que ella casi se topó con él. Su brazo se deslizó alrededor de su cintura, las riendas colgando bajo el lado de su manto mientras la levantaba contra él. Su agarre en su cintura se apretó hasta el punto que no importó si ella veía el hueco o no. Clint no la dejaría caer. La confianza que sentía en su compañía era nueva. En su juventud ella había soñado con un héroe que le gustara para sí misma, aceptando lo bueno con lo malo, y permanecería fiel a ella. Con la madurez, había aceptado que un buen hombre era uno que no utilizara a su esposa como un sitio de descanso para su puño, y ahora Clint estaba causando que ella reevaluara sus expectativas otra vez, regresándola a esos sueños de niña. ¿Era alguna maravilla que oscilara entre la cautela y la esperanza cuando llegó a él? —Quédate allí. —Él la condujo directo de la puerta, su mano hospedándose en su cadera hasta que estuvo seguro que ella estaba estable. Sólo otra de las consideraciones que estaba aprendiendo a manejar. Peor aún, a esperar. —Está bien. La carreta rechinó mientras él abría la puerta y guió caballo y coche hasta el final. Ella estaba sola en la oscuridad, por un pequeño momento y entonces él estaba allí, su mano tocando su brazo, haciéndola saltar. —Cálmate, Sunshine. Estoy justo aquí. Era patético, pero para siempre desde esa noche ella no podía aguantar la oscuridad y los recuerdos que la asechaban. Como si él sintiera que lo necesitaba, su mano grande, capaz se deslizó sobre su brazo y a través de su espalda, jalándola a él. —Te tengo, Jenna. —¿Me abrazas por un minuto? —Ella sintió su sobresalto—. Lo siento. — Se echó para atrás. 3 04 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Es la primera vez que me has pedido que te abrace —murmuró, jalándola a su pecho. Él olía a cuero, humo, y hombre. —¿Es eso? —Parecía como si ella le hubiera estado pidiendo que la tocara por siempre. —Sí. —Debo parecer como un bebé para ti. —Ya te he dicho cómo te veo. Ella se acurrucó en su abrazo. Capto su atrevimiento, y se hundió hacia adelante. —Dímelo otra vez. Debajo de su mejilla, su pecho se estremeció. Ella lo había asombrado. Bien. —¿Volviéndote atrevida? —preguntó Clint, su voz arrastrada más profundo, su neutralidad ida. —Lo intento. —No había razón para no admitir la verdad. —Me gusta. —Lo último fue dicho contra su pelo. Sus labios se movieron a través de su cabeza en una caricia gentil—. ¿Tienes miedo, Jenna? Ella sacudió la cabeza. Él lo hubiera dejado allí, pero ella no podía hacerlo. Él nunca se escondería de ella. Él le daba todo lo que era, todo el tiempo. A ella le gustaba como eso la hacía sentir. A ella le gustaría hacerlo sentir lo mismo. Se preguntó si podría sentirla sonrojarse a través de su abrigo mientras se empujaba a sí misma abajo del camino en el que estaba colocada. —Sólo quería estar cerca de ti. Ella enterró la cara en su abrigo. De todas las formas poco sofisticadas para expresar las cosas. Sonaba asustada y llorosa cuando quería sonar fuerte y seductora. Su mano subió para ahuecar su cabeza. Las puntas de sus dedos rasparon su mejilla caliente. —¿Estas sonrojándote? —¿Podrías pretender no notarlo? —Depende por qué. 3 05 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —No quiero ser alguien por quien tú sientas lástima. Sus dedos se aquietaron. —¿Qué te hace pensar que siento lástima por ti? —Por favor no me trates como si fuera estúpida. —No era consciente de que lo fueras. —Tú siempre te preocupas por mí. —Eso es porque tú eres dulce para consentirte. —Su cuerpo grande se apoyó en ella. Ella se apoyó contra la pared del granero, soportando su peso y sus expectativas. —¿Lo soy? —Sí. Nunca había tenido una esposa antes. Descubro como hacerte sonreír. —Él besó su oreja mientras su pelo caía contra ella. —Suspira —susurró contra el lado de su cuello. Mordisqueó el tendón debajo de su oreja. Ella no contuvo su gemido mientras escalofríos se apresuraron abajo de su columna vertebral y su sonrisa se extendió. —Gime. —Él tomó su lóbulo entre sus dientes y lo mordió ligeramente—, gime algo más para mí, cariño. Ella lo hizo, incapaz de actuar de otra manera mientras él chupaba la carne debajo de su boca, jalando sus caderas a las de él. Ella se lamió los labios, trago dos veces, y le preguntó: —¿Por qué? Otra vez comenzo. Ella sintió su sonrisa extenderse contra su cuello. —Me gustas atrevida, y para contestar a tu pregunta, porque me pone duro. Ella inclinó su barbilla, intentando ver su cara, pero estaba demasiado oscuro, y la falda del sombrero estaba en su camino. Pero sus labios eran calientes en su cuello, abrasándola con la intensidad de su deseo. —Me alegro de que te guste. —Él se echó para atrás y su mirada era tan indescifrable como la noche alrededor de ellos. Ella intentó agarrarse de su abrigo. —Quiero decir en la forma en que luzco. Me alegro de que me encuentres atractiva. 306 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Bien. —Su sonrisa llegaba despacio, pero cuando lo hizo, era bella. Ella quería saborear su sonrisa, experimentar su placer. Verse a través de sus sentidos. Ella tiró fuertemente de su solapa. —¿Qué? —Inclínate. Él le levantó una ceja. —¿Por qué? —Quiero besarte. Su voz no era ni de cerca tan confiada como ella quería. Sus mejillas ardieron tan calientes que pensó que su lengua se quemaría. —¿Qué está mal, Jenna? —Sus ojos se estrecharon. Él no se inclinó y su sonrisa desapareció. —Nada. —Ella agachó la cabeza, la vergüenza comiéndola viva. Su aliento se levantó para empañar su cara en una mofa de sus esperanzas. Él levantó su barbilla. Su dedo la sujetó en el lugar para su escrutinio. —Tú no tienes que ser algo ó no para mí. Si quieres o necesitas algo, sólo pídelo. —¿Quién dice que yo estoy siendo algo o no? —masculló. El arqueo de su ceja lo dijo sobradamente. Él nunca podría entenderla si ella no se lo decía. Ella apoyó los dedos en su pecho, alisando las puntas de uno por uno contra el cuero suave de su abrigo mientras tomaba un aliento lento, profundo. —Toda mi vida los hombres han estado diciéndome que soy pecadora. —Su pecho se expandió bajo sus manos mientras él tomaba aire para argumentar. Ella sacudió la cabeza, y se enfocó sobre el vellón pálido del cuello de su abrigo de borrego. —No digas nada, por favor. —Ella arriesgó una mirada rápida—. Sólo déjame sacar esto. Su pecho descendió mientras él liberó un aliento lento. Ella oyó el susurro y vio el balanceo de su pelo mientras asentía. 307 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Que cuando miro a un hombre, lo tiento a pecar. Que mi cuerpo es el campo de recreo del Diablo y que cuando los hombres me miran, los tiento a actos y pensamientos inmorales. Que el Diablo actúa a través de mí. Ella nunca entendió cómo, pero había sido golpeada a azul y negro más veces de las que podría contar por esos pensamientos en las cabezas de los hombres. —Sunshine. Ella sacudió la cabeza, sin mirarlo. Él no dijo nada más, simplemente la jalo más cerca, como si sus grandes brazos pudieran abrigarla de sus recuerdos. —Tú no me viste de esa manera. —Diablos, no. —A ti te gusto. —Su mano acariciaba sobre su pelo, deslizándolo de las hebras contenidas. —Sí. —Quiero decir por la forma que te sientes conmigo. —Eso, también. —Su mano se apartó y su pelo cayó abajo por su espalda. —No lo acostumbro. —Lo recogí. —Pero me gusta. —Si ella no explotaba en furia en el siguiente minuto, sería un milagro—. Es sólo... algunas veces lo olvido, y me apuro. —Lo sé. —Lo hace difícil algunas veces. —¿Qué hago difícil? —Sus dedos se trenzaron a través de su pelo, levantándolo en la débil luz de luna, trabajando sus dedos a través de los enredos. —Descubrir quién soy... —Su mano se dejó de mover—. Contigo —ella terminó en un jadeo apresurado. —¿Necesitas ser algo diferente conmigo? —Él recogió su pelo en su puño. No sonaba feliz. Ella estaba confundiéndolo tanto. —No diferente, sino tal vez, por una vez, yo. ¿Eso lo hace tener sentido? 3 08 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Tal vez. —Su mano se movió y hubo una par de tirones de la parte de atrás de su cabeza que la inclinaron arriba. Las sombras ocultaron su expresión de su vista mientras estaba segura de que él podía ver cada matiz de la de ella—, ¿cómo hizo el amor tu marido contigo, Jenna? El sonrojo se dreno de sus mejillas tan rápido que se sintió mareada. Ella trató de alejarse dando media vuelta, pero él había envuelto su pelo alrededor de su mano, y no podía moverse. Ella tuvo que permanecer allí, abierta y vulnerable mientras él le pedía que desnudara su alma. —No te ocultes de mí ahora, Jenna. Él ha estado en medio de nosotros un tiempo demasiado largo. —Él está muerto. —Él vive en tu mente donde yo no puedo verlo, lastimándote en formas en las que yo no puedo protegerte. —Por favor. —Dibújame un cuadro de él, Jenna. Muéstrame al hijo de puta para que pueda hacerlo irse. —No puedo. —Ella cerró los ojos. —Maldita sea, lo harás. Me gané no tener al bastardo lastimándote desde la tumba. —Él la sacudió ligeramente. La sacudida se detuvo y luego sus labios estaban en los de ella, duros, posesivos, desesperados. Ella no luchó con él, sólo abrió la boca para el empuje de su lengua. Ella era suya. Siempre lo había sido. Aun mientras estaba casada con otro hombre. Dios guardara su alma. Clint se echó para atrás ligeramente, su aliento golpeando sus labios húmedos en soplos disparejos—. Dímelo, bebé. Hagámoslo irse juntos. —¿Aquí? —Aquí. Ahora. —Él besó la esquina de su boca. Se volteó y dio tres pasos a la izquierda, llevándola con él con el brazo alrededor de su cintura. Conservó su mano en la cintura mientras se sentabay la jaló abajo para sentarla a través de su regazo—. Aquí afuera donde Dios pueda oír cada palabra, mandemos al diablo a ese hijo de puta a donde pertenece. 3 09 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Ella recordó las palizas, la humillación, el dolor, la confusión de nunca saber lo qué ella —se suponía— había hecho mal. El implacable conocimiento de que estaba manchada. Ella enterró la cara en su garganta. —No quiero que me mires de esa manera —admitió ella, inspirando su olor familiar, abrazándolo. —¿En qué manera? —Sin valor. Sucia. Ella estaba rompiéndolo en dos. —Nunca podría verte sucia, Sunshine. —Clint envolvió sus brazos alrededor de Jenna, recogiendo su suavidad en él, sintiéndose completa en la forma que se sentía sólo cuando él la tocaba, deseando que pudiera protegerla de los recuerdos. Contra su pecho ella sacudió la cabeza. —Tú sabes cómo era yo. —Sé que eras simpática y confiada y te esmerabas en agradar. —Ella se puso rígida en sus brazos como si estuviera asombrada. ¿No sabía desde cuánto tiempo ella lo había fascinado?—. Estuve observándote desde hace mucho tiempo, Sunshine. —Estaba casada. —Ella sonó conmocionada, como si una hoja de papel tuviera cualquier cosa que ver en cómo se sentía él sobre ella. —Y mantuve mi distancia. —Nunca lo supe. —No había razón para que debieras saberlo. —¿Cómo pude no saberlo? —¿Haría una diferencia? —Ella no respiró por el intervalo de un latido y luego inclinó la cabeza—. Entonces yo... lo siento. Ella sacudió la cabeza antes de que él terminara de hablar. —No hubiera soportado si lo hubiera sabido. —Todo lo que habrías tenido que hacer era dar la orden y allí no hubiera habido cualquier cosa que soportar. 3 10 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —¿Te habrías peleado con él? —Él no había querido decir lo que ella pensó que quiso decir. Intentando como ella lo haría, Jenna no pudo distinguir su expresión en la oscuridad y su cuerpo no le dio ninguna indicación. Él estaba relajado y tranquilo bajo ella. —Le habría matado. —La finalidad en su tono era chocante. —Tú no puedes matar a un hombre por cómo trata a su esposa. —Eso ha sido hecho una vez o dos. —¿Por ti? —Una vez. —No había una onza de remordimiento en su tono. Ella consideró cuidadosamente todo lo que sabía de Clint, lo que había oído, lo que había visto. —Tú no eres un asesino. —Depende de cómo lo definas tú. —Él no estaba disculpándose, simplemente exponiendo los hechos. —Si mataste a un hombre por cómo trataba a su esposa, se lo merecía. Ella sintió esa certeza hasta las plantas de los pies. Tocó la muesca donde sus clavículas se intersecaban. —Así es. —Las puntas de sus dedos en su mejilla fueron increíblemente suaves. Tiernas. Él trazó su mandíbula, la yema de su dedo índice deteniéndose finalmente sobre el punto de su barbilla. Se demoro allí, acariciando como si no pudiera conseguir suficiente de la sensación de su piel—. Dime cómo fue, Jenna. —Era fatal. —¿Cómo? —Había tantas reglas. —Nombra algunas. —No podía mirar de frente a un hombre. No podía cuestionar una orden que cualquier hombre diera. No podía hablar a menos que me hablaran. Su maldición hizo eco por encima de ella. —¿Y en el dormitorio? 3 11 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Solamente tenía que hacer lo que se me dijera, exactamente cómo se me dijera, sin resistencia y sin quejas. —La náusea fluyó. Ella enterró la cara en su garganta, aspirando profundamente de su aroma, su fuerza. —¿Que sucedía si no lo hacías? —Me lastimaba. —Cómo. —No te puedo decir eso. —La vergüenza ardió profunda en su alma, y se extendió hacia afuera. —Quiero que se vaya, Jenna, así que dime, porque sabes que eso no conseguirá cambiar la forma en la que me siento acerca de ti. —Su mano ahuecó su estómago bajo su capa. Grande y afectuosa, la apaciguó. Ella se acurrucó más profundo, deseando que pudiera ascender dentro de él en ese momento, pudiera conocer todo eso que debía saber sobre él, dejándolo saber todo lo que había que conocer acerca de ella. Todo sin tener que decir una sola palabra. —Tienes que hacerlo. Él forzó su barbilla, golpeó ligeramente sus labios con su pulgar hasta que ella levantó la vista. —No puedo. No tenía ninguna opción... —él la sujetó tan duro, que ella pensó que sus costillas se rajarían. —Lo sé, bebé. Lo sé. —Él metió su cabeza en su cuello con su barbilla, atándola a su calor, su fuerza—. Pero tienes opciones ahora y es tiempo para lancear ese forúnculo y el dejar el veneno fuera. Él tenía razón. Ella tenía opciones, y una de ellas era que debía dejar de ser cobarde. Tomó un aliento, y reagrupó su coraje. Hizo una pausa. Vacilo. Se agarró a si misma y a su mano al mismo tiempo. Ella trajo su mano a su pecho. —¿Te acuerda de que cómo me sostuviste la primera noche que alimentamos a Brianna? —Sí. —Su aliento siseó afuera de entre sus dientes. 3 12 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Sostenme así mientras te lo digo. Tócame así para que recuerde dónde estoy, con quién estoy, y podré decírtelo. Él serenamente le desabotonó su blusa. Una mirada en su expresión demostró el mismo control. Su gran mano se deslizó dentro de su camisola por encima de su corsé, y ahuecó su pecho con gentileza increíble. Ella cerró los ojos y se hundió en la sensación. —Amo la forma en la que me tocas. —Yo siempre seré gentil contigo —susurró, su arrastrar de palabras más pronunciado—. No tienes que preocuparte por eso. —Eso no es tu gentileza. —Sus cejas se levantaron y sus dedos se aproximaron a su pezón—. Tú me tocas cómo a mí me importa. Como si yo fuera una persona. —Ella acarició su pelo mientras le proveía su abrigo, las hebras más gruesas que las suyas, frescas con el frío de la noche—. Con tal de que me toques así, no necesitas siempre ser gentil. —Podrías estar precipitándote. —Sus ojos negros ardieron con calor repentino. Su agarre sobre su pecho se apretó. Ella negó con la cabeza. No puedo tener miedo de ti Clint. Sin importar que, sé que no conseguirás hacerme daño. Sus dedos en su pecho hicieron una pausa, y luego empezaron el suave acariciador movimiento, de la base a la punta. Repetidas veces. Cuando él alcanzó su pezón en el paso hacia adelante, pasó rozando la areola hasta que capturó el pezón, apretando delicadamente. El placer se derramo a través de ella en una oleada suave. Ella recostó su cabeza de nuevo contra su hombro. No podía ver su cara. —¿Podrías quitarte el sombrero? Él lo hizo, revelando la concentración intensa de su expresión y la preocupación en sus ojos. Preocupación por ella. Colocó su mano sobre la de él, sujetándolo y el placer la acercó a su corazón. Y le dijo lo que él necesitaba saber. 3 13 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Capítulo 19 La puerta de dormitorio se abrió. El corazón de Jenna palpitó y su garganta se resecó. Su mano se dirigió a la manga corrediza de su camisón. Esto había sido una idea realmente estúpida. —Maldición, Jenna. —Pensé que te gustaría. —El calor en sus mejillas fue abrazador. Era el camisón corto que había llevado la primera noche, excepto que se había quitado la bata y desabotonado los tres primeros botones de la parte superior para mostrar más el escote. —Me gusta. —La puerta hizo clic cerrando detrás de Clint. Del otro lado de la puerta ella oyó el quejido de Danny. Clint cruzó hacia la cama, sus botas dando golpes sólidos en el piso de madera hasta que llegó a la alfombra trenzada al lado de la cama. Ella no tuvo las agallas para encontrar sus ojos. No porque tuviera miedo, sino porque el ser descarada era algo demasiado nuevo como para permanecer imperturbable. Clint le tocó la parte superior de la cabeza, vaciló, y luego levantó un mechón de cabello, frotándolo entre sus dedos. Ella esperó en vano que hiciera algo más. Alzó la vista y lo atrapó con la mirada fija en ella. Por primera vez, con indecisión. Ella puso su mano sobre la suya, enroscando los dedos alrededor de dos de él. —¿Qué pasa? —Por extraño que parezca —confesó con voz tensa—, tengo miedo de tocarte. —¿Es por lo que te dije? —Bebé, no sé como sobreviviste. —Llevó su mano a sus labios, con ojos ardientes y tristes. —Pero lo hice. —Sí. —Su lengua tocó el centro de su palma en una caricia vacilante—. ¿Cómo diablos puedes soportar que alguien te toque? —No puedo. —Ella se encogió de hombros, cómoda con esta verdad—. Sólo contigo. 3 14 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Recuérdame que comience a ir a la iglesia de nuevo. —Le retiró el pelo de la cara. Ella tocó su mandíbula. —Estoy contenta de haber escuchado la voz interior que no me dejó rendirme. —Si me hubieras dicho lo que él hacía no habría habido necesidad de escuchar. — Apretó la mandíbula y un músculo se movió nerviosamente bajo los dedos de Jenna. —No hay nada que hubieras podido hacer. Estaba casada. —Por desgracia. —Sus ojos se entrecerraron y bajo su palma izquierda, sus pectorales se juntaron con tensión. —Si lo hubieras matado, estarías en la cárcel. Y yo no te tendría. De esta manera es mejor. —Ella raspó su dedo sobre la sombra de barba en la mandíbula masculina. Conocía aquella mirada. Aquella promesa de retribución. Solía aterrorizarla. Ahora Solamente la hacía sentir segura. Él sacudió la cabeza antes de que ella terminara, capturando el dedo entre sus fuertes dientes, mordisqueándolo suavemente antes de decir: —Sunshine, nunca veremos el ojo por ojo en esto, y si no crees que sé matar a un hombre sin dejar pruebas, necesitas cambiar de forma de pensar. Tal vez lo hiciera, pero eso no cambiaba la verdad. —Es mejor para mí, Clint. Su mano tocó el costado de su pecho. Mas que una caricia, fue la reafirmación de un recuerdo. Ella contuvo el aliento, temiendo que él le exigiera por una parte de su pasado que no le había revelado. Pero no lo hizo. Sólo movió la cabeza y la acarició suavemente con manos que siempre le daban placer, y dijo: —Eres una mujer extraordinariamente obstinada. —Pero te gusto. —Sonrió. Este era su hombre. La única persona en este mundo que la vio tal cual ella era. —Sí. —Sólo una palabra, pero fue dicha con tanta hambre que la hizo arder. Ella esperó por la sonrisa que curvó sus labios para encontrar sus ojos antes de preguntar: —¿Y vas a dejarme jugar esta noche? 3 15 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Esta vez su —“sí”— fue más lento, más profundo, como si su mente caminara hacia donde ella quería conducirle. La mano en uno de sus pechos la apretaba con hambre carnal. La otra llevó de regreso su palma a su boca. Él mordisqueó la base de su pulgar. Sus rodillas colapsaron mientras su vientre se apretaba. —Bien —ella respiró profundo, dejando brotar y fluir su propia hambre—. Porque esta vez seré yo la que pida favores. —Clint se congeló, con los labios su la palma, sus oscuros ojos derritiéndose y clavándose en los de ella. Jenna tiró de su mano libre y retrocedió. Lamió sus labios secos y siguió adelante. —He sido castigada muchas veces por tentar a un hombre, pero realmente nunca lo he hecho. Me gustaría intentar… —Oh Dios, iba a morir si él dijera no. Lamió sus labios otra vez—. Tentarte. Por una fracción de segundo él no hizo nada. No dijo nada. Entonces sus ojos parecieron arder desde dentro y una sonrisa —una verdadera sonrisa— se extendió a través de su cara. —Ven aquí. —Aquella voz, baja y profunda, se deslizó a lo largo de su deseo, avivando fuegos internos en su vacilante vida. Él tomó sus manos entre las suyas y la hizo andar sobre sus pies con una facilidad que todavía la asombraba. Colocó sus palmas en su pecho a ambos lados de la abertura de los botones, sosteniéndola durante un segundo mientras se estabilizaba. Siempre estaba cuidando de ella. —¿Entonces quieres jugar conmigo? —preguntó en aquel mismo tono perforante y profundo de barítono. —Sí. —Ella deslizó sus manos enfilando sus dedos a través de los hilos negro— azulado de su cabello. —Entonces venga el juego. —La esquina izquierda de su sensual boca se elevó más que la derecha. Tal invitación, dada en aquel tono rasposo, respaldada por aquella erótica sonrisa y mirada desafiante, alentaban a una mujer a ser audaz. Y por primera vez, Jenna no retrocedió ante el desafío. Este era su hombre. Su casa. Su matrimonio, y quiso regocijarse en los tres. Deslizó sus manos hacia los botones de la camisa de Clint, sintiendo el aumento de su frecuencia cardíaca que retumbaba en sus palmas. —Así es como me quieres —ella dijo cuando deshacía el segundo botón. 31 6 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Sin mentir, Sunshine, esto es sobre mi fantasía favorita. —Él colocó sus manos en sus hombros. —¿Has tenido fantasías conmigo? —Desde que te conozco. Ella lo conocía desde hacía tres años. —¿Incluso cuándo estaba casada? —Sí. —Él dio un leve empujón al borde de su camisón de modo que se deslizara por su hombro. Ella lo dejó allí—. Pero esas tienden a convertirse en pesadilla. Las reglas que le predicaron durante la infancia decidieron aflorar en ese momento. —Es pecado desear fervientemente a la esposa de otro hombre. —Nunca estuviste destinada a ser la esposa de nadie, más que yo. Ella tocó las cicatrices sobre su esternón. —No. No lo estaba. —Podría haberlo imaginado, pero pareció relajarse ligeramente con su acuerdo. Tiró de la camisa fuera de sus pantalones. Su calor y olor la rodearon en un abrazo potente. Se inclinó hacia él, y recorrió el borde de una de sus cicatrices con la lengua. Su cuerpo grande tembló. La sonrisa brotó de lo profundo. —Me gusta eso —susurró ella, después de recorrer la cicatriz hasta el final, justo debajo de la tetilla. —¿Qué? —Su pulgar empujó el tirante del camisón de su otro hombro. La carne de gallina la recorrió mientras la suavidad del material se deslizaba sobre su piel. —La forma en que reaccionas cuando te toco. —Sunshine, me haces quemarme con sólo estar en el cuarto. —Que bien. —Deslizó los brazos fuera del camisón, dejando la parte superior atrapada en los duros picos de sus pechos. —Estaría encantado si te sacudieras levemente —insinuó él. Ella sabía por qué. Podía sentir sus ojos como un toque pesado en sus pechos, haciéndolos hincharse y sus pezones redondeándose endurecidos. 3 17 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Apuesto que si —dijo ella cuando empujó la camisa de sus amplios hombros. Esta no se deslizó por sus brazos como lo hizo su camisón. Había demasiado músculo en el hombre para eso. Tuvo que ponerse de puntillas para empujar la tela de sus bíceps, arrastrando los dedos a lo largo del pliegue en la parte superior de su brazo, sumergiendo su dedo en la hendidura de una vieja herida de bala. Tantas cicatrices en su duro cuerpo. Tantas veces pudo haber sido asesinado. Cuando se echó para atrás, su camisón cayó al suelo. Estaba desnuda ante él. Su corazón palpitó cuando quiso cubrirse, pero luego examinó su rostro, tenso con el deseo por ella, sus fosas nasales resoplaron como si él estuviera olfateando su excitación, y ella hiciera lo contrario. Dio un paso atrás y cuadró los hombros. Su respuesta fue inmediata. —¡Maldita sea! Nunca había oído una maldición dicha con tal reverencia. El rubor que no podía controlar quemó su piel. Su mirada oscura siguió el camino de su estómago, sobre sus pechos hasta llegar a sus mejillas y luego regresó a sus pechos, donde permaneció. Su lengua mojó su labio inferior. —Ven aquí, Sunshine, y déjame aliviar un poco de ese calor. Ella sacudió la cabeza, sintiéndose muy audaz, muy femenina. —No. Este es mi tiempo para jugar y si voy ahí, tomarás el control. —No lo haré, pero puedo ver como tus pezones están duros. ¿No te gustaría que los tomara en mi boca? ¿Chuparlos un poco? ¿Provocarlos? —Las rodillas de Jenna casi se doblaron ante la idea. Él apremió su ventaja—. Puedo hacerlos sentirse tan bien. Tráelos aquí nena, y déjame mordisquearlos. La necesidad salió como corriente eléctrica por las puntas duras, pasando como un relámpago a través de su cuerpo antes de rebotar en sus pechos, quemándole los pezones, creando un dolor punzante que sólo él podía calmar. Ella ahuecó sus pechos en sus manos para contener la demanda. La maldición de Clint resonó por el cuarto. Jenna se sorprendió y miró con atención su cara. La mirada de él estaba fija en sus manos. Sus dedos estaban sobre el cierre de sus vaqueros, trabajando los botones sobre la protuberancia de su pene, con las mangas de la camisa atrapadas en sus muñecas obstaculizando el esfuerzo. 3 18 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —¿Te gusta cuando me toco, Clint? Su —“sí”— era una expresión gutural de hambre. —¿Cómo? —Ella deslizó sus dedos a lo largo de la parte inferior de sus pechos hacia las puntas. Sus manos no eran tan grandes como las de él y no le dieron la misma satisfacción, pero su abierta sensualidad y el calor proveniente de sus ojos con pesados párpados alimentaron su pasión. —Tócate esos lindos pezones, cariño. —Se quitó a tirones las botas. Lo hizo, pellizcándolos ligeramente, mirando como su lengua chasqueaba sobre sus labios como ella lo había hecho y sus párpados cayendo más bajo sobre sus ojos. Con una simple flexión de su brazo la camisa se rasgó por la espalda. Él liberó sus brazos, antes de empujar hacia abajo sus pantalones con impaciencia sobre sus caderas. La prenda se quedó atrapada mientras la empujaba por el eje de su falo. Maldijo cuando ella se pellizcó los pezones otra vez, más duro esta vez, gimiendo un poco cuando una corriente de placer la sorprendió. —¿Se sintió bien eso? —Su sonrisa se amplió más. Su mirada se volvió más ardiente. Ella asintió con la cabeza, mientras su aliento venía en cortas ráfagas cuando vio elevarse fuera de los pantalones la gruesa y gran longitud de su pene. Incluso desde allí pudo ver que él estaba a punto de reventar, sus pesadas pelotas tensamente apretadas se pegaban a su cuerpo, la amplia cabeza de su falo oscuro y brillando con su semilla. Olvidó moverse, respirar, cuando él ahuecó su eje en su mano, arrastrando su palma hacia arriba por toda la pesada y venosa longitud, levantándolo hacia su mirada, dejándole ver como se sacudía bajo su toque. Sus palmas le picaban por tocarle, sostener todo aquel poder en sus manos. Dio un paso hacia él. Él dio un puntapié para librarse de sus pantalones, permaneciendo de pie ante ella, inconsciente de su desnudez. Las sombras de la lámpara destacaron los cortes densos del músculo a través de su gran marco, el poder inherente en su toque y la sexualidad que irradiaba tan fácilmente. Con su pelo que se balanceaba libremente alrededor de su cara, sombreando sus ojos y enfatizando sus pómulos, luciendo en cada pulgada el hombre peligroso y sexual que era. 3 19 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Todo dentro de ella se estremeció ante el conocimiento de que él era suyo. Pellizcó sus pezones otra vez, sosteniéndolos del modo en que él lo había hecho, halándolos de su cuerpo, levantándolos hacia su boca. Su pene saltó a la vista. Su lengua pasó por encima de aquellos labios deliciosos y él gimió. Por ella. Los fluidos inundaron su coño junto con el conocimiento que ella hacía esto para él. Clint la vio como algo a lo cual no podía resistir. Ella dio un paso más cerca, levantando más en alto sus pechos. Él frunció el ceño. —Suavemente, bebé. Ella no lo quería suave. —Me gusta esto. —Maldición, ven aquí. —Sus dedos se crisparon sobre su pene. Él contempló su boca, sus pechos, su coño, como un hombre hambriento. Un líquido claro se desbordó por la punta de su pene, goteando por la amplia asta. Por primera vez en su vida, ella rechazó una orden de un hombre. Permaneció donde estaba y se pellizcó más fuerte, levantándolos más alto. Él apretó los dientes y bamboleó su pene a través de su puño, con un líquido fluyendo en una corriente estable, aliviando su camino mientras la miraba. —Este no es un buen momento para tomarme el pelo, Jenna —advirtió él con una voz profunda, oscura. Ella desatendió la advertencia. No había nada que él pudiera hacerle a lo cual no le daría la bienvenida. La forma en que él manipuló su pene la cautivó, la fascinó con lo que reveló. Clint no era tan cuidadoso con él como lo era con ella. Había una urgencia en su toque cuando manejaba su carne. Nada que ver con la forma en que la tocaba a ella. En ella, sus manos tenían una tendencia a tardar, para saborear. Para el placer. De la forma en que quería tocarlo. Él acarició la longitud de su pene otra vez e hizo muecas. Ella conocía su toque, sabía cómo sus callos raspaban deliciosamente contra la piel sensible. Sabía del placer que se estaba dando él mismo. Y quería esto para ella. Se deslizó una mano por el vientre, moviéndose suavemente sobre la suave carne, avanzando poco a poco hacia su clítoris pulsante. 3 20 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Maldita sea, me estas tentando —gruñó desde su garganta. Sí, lo estaba haciendo. Y lo estaba disfrutando. Su placer debió haberse mostrado en su sonrisa, porque murmurando una última maldición, estaba sobre ella, levantándola contra él, con uno de sus duros, musculosos brazos enganchándola por debajo de sus nalgas, anclando sus caderas a las suyas mientras se acercaba a zancadas a la cama. Cayó con ella sobre el colchón, riéndose cuando ella chilló, capturándola en sus manos, sus labios todavía alineados con los suyos, su pene enfilando la hendidura de su coño, deslizándose fácilmente a lo largo de su carne lubricada, provocando su clítoris con una lenta presión deslizante. Esta vez fue ella quién gimió. Mostrando una sonrisa perversamente oscura bajó su cabeza, su pelo cayendo sobre sus pechos en una caricia de seda cuando sus labios se cernieron sobre los suyos. —No deberías provocar a un hombre hambriento, Sunshine. —¿Por qué no? —susurró ella en su boca, con la última sílaba terminando en un gemido mientras él bombeaba su pene a lo largo de sus labios inferiores otra vez. —Porque podrías obtener más de lo que esperabas. —¿Cuánto más? —Se mordió los labios y arqueó el cuello mientras el placer azotaba su cuerpo. Él hizo una pausa. —Estás de un humor extraño esta noche. Sí. Así era. Por primera vez en su vida era libre y tenía urgencia por probar todo, pero ¿cómo podría explicárselo a Clint, quién probablemente nunca se había sentido atrapado en su vida? Deslizó sus manos sobre sus hombros, dirigiendo sus uñas a lo largo de sus abultados músculos, arqueando la espalda ante el temblor de Clint. —Es como si hubiera habido algo que me aplastara la vida entera y de repente, ya no está allí. —¿Tratas de decirme que estás lista para volar? —Él besó su boca, la esquina derecha, la izquierda, y luego el final de su nariz. —Sí. —Es peligroso decirme eso ahora. —Descansó su frente contra la suya. 3 21 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —¿Por qué? —Movió la cabeza hacia atrás para facilitar los besos que él esparcía por la línea de su mandíbula. Amaba su boca. Sus besos. Firme pero suave, cada beso acentuado por el cosquilleo de su barba. Estar al borde del peligro aumentaba su excitación. —Pendo de un hilo, Sunshine. —¿Pendes de qué? —Oh Dios, cuando él chupó su cuello apenas pudo mantener un pensamiento. —Control, nena, control. —¿Lo necesitas? Su risa zarandeó la curva de su hombro. —Sunshine, estoy a un paso cogerte por el trasero o de azotártelo. Aquello no sonó bien. —¿Por qué? —Porque pudiste haber resultado herida hoy. —Acomodó uno de sus senos en su palma callosa—. Porque pude haberte perdido. —Pero no lo hiciste. —La cercanía a eso me vuelve loco. Su ardiente boca se cerró sobre su hinchado pezón quemándola con el calor de su necesidad. Contra ella, su cuerpo estaba tenso con el mismo deseo. Jenna empujó su pelo hacia atrás, mirando sus mejillas flexionarse mientras él la amamantaba. Trazó el arco de su ceja. Recordó su noche de bodas. Su entusiasmo. Su bondad. Trazó la línea de su ceja derecha. Él alzó la vista hacia ella, por una fracción de segundo su alma quedó al descubierto en sus ojos. Nunca había visto tal vacío en los ojos de un hombre. Haría cualquier cosa para sacarlo de Clint. —No creo que me guste ser azotada —susurró ella, dando un salto de fé. Él se quedó inmóvil, soltando su pezón con un chasquido audible, elevándose para poder ver su cara. —¿Cómo dices? Era más difícil decirlo con toda su atención puesta en ella. 3 22 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —No creo que me guste ser azotada. Él acunó sus ardientes mejillas en sus palmas, forzándola a mirarlo. —¿Nena, me estás diciendo que quieres que te tome por el trasero? —No sé. —Ella lo tomó por las muñecas, apretándoselas. Sólo quería que él no pareciera tan vacío. Su pene palpitó contra ella. Las costillas de Clint se ampliaron sobre su pecho por el esfuerzo que le tomó respirar. Oh Dios, él quería eso. —¿Dolerá? —preguntó, odiando el temblor de su voz. Él la besó fuertemente. —No, sí tu mente no se concentra en eso. Ella no encontró aquello nada tranquilizador. —¿Me gustará? —Me aseguraré que te guste. —¿Cómo me penetrarás? —Ella flexionó sus caderas contra él. Él era enorme. —Agradable y fácil. —Retiró sus caderas. Su pene se deslizó por debajo de su abertura, rozando su ano en un beso suave antes de acomodarse en el pliegue. Un pulso prohibido de excitación se arrastró dentro de su deseo. —Sólo un poquito a la vez. Sus nalgas se contrajeron con espasmos contra su pene, abrazándolo hacia ella como tratando de tentarlo. —Te gusta pensar en eso. —Había una riqueza de satisfacción en su tono. Él se apretó contra ella. Jenna hundió sus uñas en sus muñecas mientras el pulso se extendió en dolor. Él se movió un poco y la llamarada aguda de deseo le quitó el aliento. —Maldición, eres tan sensible allí como en tus pechos. —¿Eso es bueno? Él la besó entonces, su lengua empujando dentro de su boca, entrelazándose con la suya, tomando posesión. Él empujó más fuerte, colocando su pene más firmemente contra ella. No pudo respirar, no podía hacer nada, no podía hacer otra cosa más que presionar 3 23 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen hacia atrás y tratar de entender la gama de emociones que rasgaban su control. Cuando él le permitió respirar, dijo: —Muy bueno. —Necesitaré mi crema. —Fue mitad pregunta, mitad declaración del hecho. Él sacudió su cabeza, con el pelo rozando contra sus mejillas. —Tengo algo mejor. —¿Mejor? —Ella confiaba en su crema. —Sí. Mejor. Ella siguió la mano con sus ojos cuando él alcanzó el cajón de la mesa de noche y sacó un tarro. Era blanco y sencillo y no menos impresionante. Ella mordió su labio. —Prefiero usar mi crema. —Confía en mí, bebé, desearás esto. —Él dio un empujón a su pene contra su ano, sus músculos se contrajeron con placer y miedo. Clint se apoyó en los codos y abrió el tarro. Lo olfateó. No era tan agradable como la suya. —¿Estás seguro que no prefieres usar mi crema? —Estoy seguro. —Su sonrisa era el pecado personificado. Puso la tapa sobre la cama. Ella contuvo la respiración y cerró los ojos cuando él sacó una porción de crema. Él la besó suavemente cuando sus dedos sustituyeron a su pene con una suave frescura—. Esto va a hacerte sentirse bien, Sunshine. Ella pensó que él se refería al acto, pero cuando sus dedos le separaron aquella parte resistente, un calor extraño comenzó. Retorció sus caderas, arqueándolas, empalándose mucho más. —¿Puedes sentir eso? —Sí. —Esto va a entrar en calor y luego vas a querer moverse. —¿Ah, sí? —Sí. Sólo tienes que dejarte llevar. Moviéndote contra mis dedos. 3 24 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —¿Dedos? —El que tenía dentro la había distendido hasta el punto de dolor. —Tengo que estirarte, bebé. —Empujó su dedo más profundo. Sus músculos se tensaron alrededor del nudillo. Se quemó. Habría gritado, excepto que el calor de su interior explotó en una picazón hormigueante. —Oh, cielos. —Shh, no estés tensa. Sólo relájate. No podía estar más que tensa. Su dedo estaba en ella y la palma de la mano presionada contra su clítoris y aquella picazón exigía que ella lo arañara. Oh Dios, necesitaba que él se moviera. Lo hizo, pero no del modo que ella quería. Retiró el dedo de su recto, arrastrándolo exquisitamente a lo largo del tejido interior sensible, calmando temporalmente la picazón que la enfurecía. —Clint, por favor. Él tomó otra porción de crema. Ella agarró su mano mientras el calor y la picazón desesperante, comenzaron otra vez. —No más. —Necesitaremos mucho más. —Él se soltó de su asimiento. Jenna enroscó sus dedos en la colcha que estaba por su cabeza cuando él presionó sus dedos contra su ano. —Ahora relájate. Su dedo la tocó. Oh Dios, se sintió tan bien. Ella dobló sus rodillas y apoyó los pies contra el colchón. —¿Así mismo, Jenna? —Él rodeó el borde de su ano con su dedo, calmando su picazón, pero clavándose en su necesidad. Mordió sus labios y asintió con la cabeza—. No te contengas, nena. Quiero oír lo que sientes. La apretó ligeramente, todavía rodeando su ano, abriéndola. Un segundo dedo se unió al primero. Una mano grande se extendió sobre la parte baja de su estómago. —Ahora quédate quieta. —Un sentido de plenitud invadió su recto. Había una sensación de dolor que rápidamente se mezcló al placer cuando él introdujo sus dedos hasta el primer nudillo. Él comenzó a tomarla despacio, entrando y saliendo, rozando y estirándola, manteniéndola entre el cielo y el infierno hasta que con un fuerte empujón, él 3 25 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen introdujo los dedos hasta la base, enviando señales mezcladas de placer y dolor a su cerebro, el cuál parecía estar sólo interesado en el placer y en su necesidad de más. —Por favor. —Ella arqueó su cuello y gritó. Se sentía tan bien, pero necesitaba más. Mucho más. —¿Qué pasa? —Necesito que te muevas. —Todavía no. —Dame más. —En un minuto. —¡Ahora! —Ella luchó contra la retención de su mano, el vientre adolorido por causa de él. Él sacudió su cabeza, azotando su abdomen con la seda oscura y gruesa de su pelo mientras le besaba su estómago, la cadera, su monte de Venus, y finalmente, el clítoris. El placer se disparó tanto como el dolor hacia afuera, sensibilizando todos sus nervios a su máxima potencia. Contuvo el aliento con anticipación jadeando ante el lavado caliente de su lengua sobre aquel tenso botón, su coño se apretaba en una agonía de necesidad, el aire dejó de fluir en sus pulmones. Ella agarró sus hombros, buscando apoyo contra las sensaciones que estaban destruyendo su mundo cuando gimió: —Oh Dios. Me estás torturando. Él pellizcó su clítoris con los labios, conteniendo su salto con la mano, manteniéndola en su lugar para rozarla ligeramente con sus dientes. —Te estoy haciendo sentir bien. Y lo estaba logrando. Cada palabra susurrada contra su clítoris alimentó su pasión, cada roce de su aliento la mantuvo atada a la necesidad de más. Él se lo dio, tijereando con sus dedos en su ano, la agonía y el alivio que hacía subir sus caderas al encuentro de su boca. —¡Clint! 32 6 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Aquí —murmuró contra ella, los suaves pliegues entre sus muslos amortiguaron su voz cansina, pero no el impacto a sus sentidos. Era su marido, su amante. Era todo para ella, la hizo querer entregarle todo, pero él no lo tomaría. No la dejaría ir. Él sólo siguió lamiendo su coño, bebiendo sus zumos, haciendo remolinos en forma de ochos en sus puntos más sensibles con aquella lengua malvadamente ágil, impulsando su pasión a lo más alto, pero no lo suficiente. Aparentemente contento con deleitarse con ella para siempre, mientras sus dedos trabajaban su trasero. ¡Oh cielos, sus dedos! Necesitaba más, mucho más de lo que le estaba dando. Más que la combinación palpitantemente ardiente y de alivio. Necesitaba su pene. Hundiéndose profundamente, llenándola por completo, calmando la agonía del deseo incumplido que él alimentaba. Lo necesitaba. —Por favor. —Arqueó su cuello, su espalda, esforzándose por romper las restricciones de su mano, queriendo empujar su coño entero en la caverna caliente de su boca. —Ayúdame, Clint. Nunca antes se había sentido así. Como si con sólo un poco más, un poquito más, desaparecería en el hambre que se arremolinaba consumiéndola. Esto la asustó. Incluso cuando envolvió los dedos en el pelo de Clint y él arrastró su boca más fuerte en su coño, gimiendo cuando ella sintió la presión de sus dientes, estaba retrocediendo mentalmente. Teniendo miedo de este placer, tan intenso que tenía que ser pecado. —Por favor. No había duda en el nudo quebrado por el miedo en la súplica aguda de Jenna. Clint aquietó los dedos y boca. Sus zumos se desbordaron en su lengua cuando ella gimió y cambió de posición. Él trazó un sendero desde su clítoris hasta su trasero con el índice. —Está bien, bebé —Clint la calmó, extendiéndole su dulce crema alrededor del ano fuertemente distendido. Carajo, ella era tan pequeña que iba a tener problemas al tomarla. Tocó la carne tensa con su lengua. Ella jadeó y se sacudió, sin duda sorprendida, y entonces más de sus dulces jugos se derramaron para cubrir sus manos y lengua. Los dejó fluir alrededor de sus dedos. Si fuera un hombre menos egoísta, usaría uno de los juguetes más pequeños de su colección para estirarla, pero no lo era, y no lo haría. No con ella. No esta primera vez. Esta vez tenía que ser él. Y ella. Y nada más. 3 27 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Ajustó la posición de ambos así las caderas de Jenna quedaron en el borde de la cama. —Dobla tu pierna, Sunshine. Guió con la mano su tobillo izquierdo. No era una mujer menuda, pero la sentía así en sus manos. Extraordinariamente frágil. Infinitamente vulnerable. Colocó el pie de ella en un punto cercano a su cadera, exponiendo el rosa profundo de sus labios inferiores hinchados mientras tomaba su pierna derecha y la doblaba con cuidado, sabiendo que el tejido de la cicatriz, el músculo torcido no cooperaría con facilidad. —Deja que tus piernas se abran, Jenna. Ella lo hizo. Despacio. Con cautela. Él miró la longitud de su cuerpo, sobre la curva opulenta de su estómago. Sus pechos exuberantes temblaron con la fuerza de su respiración. Sus puntas estaban sobrecargadas con un rojo brillante, y al mirar entre ellos, pudo contemplar su expresión. Sus rasgos delicados perfilados por el deseo, sus ojos luminosos con el placer y la incertidumbre. Él se elevó hasta que sus hombros soportasen las caderas de Jenna y pudiera descansar su barbilla en su hueso del pubis. Su trasero chupó sus dedos, esforzándose por obtener más sensación. —No debes tener miedo, Jenna. Somos simplemente tú y yo, Sunshine, y sabes que cuidaré de ti. —No puedo controlarlo —jadeó como si fuera un problema. —No tienes que controlar nada, sólo tienes que dejarte llevar. —Haló sus dedos hacia afuera. Los músculos femeninos se apretaron, tratando de mantenerlo dentro de ella. Él los trabajó de acá para allá, dejándolos libres como el latir de su corazón —Entrégate a mí, Jenna. Sólo déjate llevar y confía en mí para sostenerte. Él empujó sus dedos nuevamente, no tan fácilmente, presionando su boca en su estómago cuando ella se estremeció y gritó, arqueándose hacia él, empujando contra sus manos, besando su estómago mientras ella se estremecía y se afanaba por más. —Maldita sea, Jenna, Tienes mi control hecho un infierno. —¿De verdad? —Ella levantó su torso y se apoyó en sus codos. No parecía disgustada. Él sonrió y arremetió contra su trasero apretado con un tercer dedo. 3 28 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Sí. —Ella se tensó, negándole la entrada. —Relájate nena. Déjame entrar. —Lo siento. —Un nuevo rubor cubrió el anterior. Su labio se deslizó entre sus dientes cuando preguntó—, ¿te excito tanto como alguna de tus otras mujeres? Era una pregunta tan reveladora para contestarla, exponiendo un tanto de su alma que él no necesitaba oír el tono de su voz para saber que tan vulnerable se sentía. Él frotó su clítoris inflamado con su pulgar mientras encontraba su mirada. —Nunca ha habido otra mujer como tú. Ella se separó para la lenta intrusión de su tercer dedo, arqueó la cabeza hacia atrás y un apagado y profundo grito de placer se rasgó de su garganta cuando él atornilló sus dedos en las profundidades calientes y complacientes de su trasero. Él esperó hasta que su grito se desvaneciera, hasta que estuvo completamente excitada. Su clítoris palpitó bajo su pulgar. Estaba muy cerca del clímax. —Mírame, Jenna. —Lo hizo, aunque con dificultad, esforzándose por levantar sus párpados, esforzándose por concentrarse más allá de la agonía de contenerse—. Jamás habrá otra mujer para mí. Ella parpadeó. Él sostuvo su mirada, retrocediendo, dejándole ver su lengua antes de que hundiera su boca en el calor fluido caliente de su coño, lamiéndola, quedándose más tiempo del que pretendía, atrapado en su calor, en su sabor. Su gemido lo trajo de vuelta a la realidad. Él dio un paso atrás, lamiendo su sabor de sus labios. —Ninguna otra mujer podría alguna vez saber como tú. —La tomó con sus dedos, extendiéndolos cuando los sacó. —Ninguna mujer podría sentir como tú. —Él los empujó con fuerza y profundamente, tomándola más rápido que antes, sabiendo que ella había despertado lo suficiente para disfrutar del mordisco de dolor con placer. Su grito raspó los bordes de su control—. Sonar como tú —terminó él. Ella tiró sus caderas, tomando una fracción más, con su rostro retorcido en una mueca del placer agónico. Su pene pulso goteando la semilla caliente, queriendo sepultarse donde sus dedos estaban, queriendo llenarla con su expulsión. —Ninguna otra mujer podría hacerme sentir tú, Sunshine. 3 29 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Él la volteó, dejando sus piernas pender de la cama, manteniendo sus pies sin tocar el suelo, absolutamente equilibrado para lo que él quería. Dio un paso entre sus muslos, extendiéndolos para que se apoyaran en la parte externa de los suyos. Él acarició las curvas llenas de sus nalgas, amasándolas, sonriendo cuando ella jadeó y sus músculos traseros se apretaron en un esfuerzo por aumentar la presión. —Cálmate, Sunshine. —Dio un paso adelante trayendo la amplia cabeza de su pene alineándolo con la apertura brillante, enrojecida de su trasero, usando sólo la suficiente presión para mantener la cabeza en el lugar. Alineó sus pulgares en la base de su columna, deslizándolos despacio por su espalda, sobre sus hombros, a lo largo de sus brazos hasta que pudo envolver sus manos con las suyas. Bajó su cabeza, disfrutando de la suavidad de su piel a lo largo de su torso. Todo en ella era tan suave, exuberante, otorgante. Su pelo negro como la noche se enredó con sus ondas rubias, combinándose en agudo contraste cuando él susurró en su oído: —Hasta el día en que muera, serás la única mujer que tendré. —¡Oh Dios! —Ella se estremeció bajo él. Él se apretó contra ella, absorbiendo su calor y la promesa de placer más allá. —Siendo ese el caso, es necesario tener cuidado. Alivianó sus caderas hacia adelante, acuñando su pene contra la suave carne, llenando el pozo dejado por la presión. Su pene se sacudió y se hinchó. Apretó los dientes mientras sus pelotas se apretaron. Un chorro de sus fluidos se escapó a pesar de su control. Ella gimió cuando esto fluyó alrededor del punto de conexión. —No gana. —Él gruñó, reforzando su punto—. Él que no arriesga. Bajo la presión de su eje, sus músculos comenzaron a separarse. Las manos de Jenna se apretaron en las suyas mientras sus uñas cavaron en el edredón. —Eres mía, Jenna —le susurró en su oído, sintiendo la verdad profundamente en sus palabras, sacudido por la realidad—. De aquí en adelante, pase lo que pase, me tienes. Él empujó con impulsos de sus caderas. —Relájate y déjame entrar, bebé. Acéptame. 330 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Ella sacudió su cabeza. La suave negación arrancó el barniz de civilización de su alma. La posesión, primitiva y salvaje, surgió en primer plano, exigiendo su cumplimiento. Él ejerció su determinación de tener que ver con aquella conexión crítica. —Sí. —Su voz era tan gutural como sus emociones. La sacudida de su cabeza sólo aumentó su resolución. Ella no le negaría esto—. Acéptame. —No puedo —jadeó ella. Sacudió su cabeza más fuertemente, sus dedos envolviendo los de él, su espalda apretándose contra su pecho en rápidos pulsos de angustia. Él movió los labios al lado de su cuello. —No te estoy dando otra opción. Los suaves músculos de su ano no eran rival para la fuerza de su determinación. Su —“Te saldrás”— fue un gemido agudo de rendición mientras su ano se extendía sobre la punta de su pene, palpitando y tentándole con la promesa de lo que podría ser. Te saldrás. Él se mantuvo todavía dentro de ella. La rabia fluyó como un grito haciendo eco en su cabeza. Ella no se le estaba negando, se estaba negando a sí misma. Él besó su mejilla, su pelo, el lado de su boca. —Dios bendito, nena. Los potros salvajes no podían arrastrarme lejos de ti. —¿Por qué? —Porque eres todo lo que siempre he querido. —No entiendo —susurró contra el edredón, su voz apretada por el dolor, tanto físico como mental. Él contuvo la necesidad de sumergirse dentro de ella y le dio la verdad a cambio. —Yo tampoco, pero es de ese modo. Era una maldita y débil razón para dar a una mujer, pero sorprendentemente, Jenna se relajó debajo de él. Su voz era tan suave como su piel cuando susurró: —Para mí, también. La confesión explotó a través de él, alcanzando profundamente a aquella parte primitiva, salvaje, bloqueando cualquier otra emoción. Una palabra se repetía una y otra 331 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen vez en su mente cuando se hundía en ella, más allá de su resistencia, haciendo realidad lo que sólo había sido una suposición. —Mía, mía. Él no se daba cuenta que lo decía en voz alta mientras excavaba un túnel entrando y saliendo del apretado, caliente, hábil trasero de ella, hasta que Jenna se arqueó bajo él al tiempo que liberó una mano y alcanzó su clítoris hinchado, pellizcándolo al ritmo de sus empujes. Su grito de —Sí— golpeó sus oídos, y rompió sus defensas mientras la última parte de resistencia de ella se desvanecía. Él se hundió profundamente en su cuerpo, bombeando repetidamente, por más tiempo, esforzarse por llegar a aquella parte de ella que se mantenía oculta. Sus bolas golpeaban contra la almohadilla empapada de su coño cuando él aumentó el poder de sus empujes, profundizando el ángulo de su penetración, arqueándose cuando ella se estremecía, sabiendo que él había encontrado su marca mientras ella gritaba y luchaba, su cuerpo convulsionando… Ella gritó su nombre cuando su ano se cerró sobre su pene, ahogándose en su propio clímax. Ella se estremeció y gritó bajo él mientras su cuerpo ordeñaba el suyo. Él envolvió sus brazos alrededor de ella, jalándola de vuelta hacia su pecho, apretándola. Las lágrimas de Jenna empaparon su brazo al tiempo que él impulsaba su propia liberación. Ella volvió su cabeza, sus labios rozaron su mejilla, aceptando su forma salvaje, su necesidad. —Te amo —susurró ella. Él la oyó sobre la cama sacudiéndose, la protesta del colchón, y el retumbar de su corazón. Ella lo susurró otra vez, con lo último de su tensión desvaneciéndose de sus músculos, dejándola abierta de par en par a sus embestidas, a él. Él se vino aceleradamente, con la semilla hirviente de sus pelotas, explotando en su apretado canal y llenándola hasta el desbordamiento. Su semilla mezclada con sus fluidos para cubrir sus bolas y su coño hasta que no había nada más en él. Sólo un vacío doloroso. Aspiró profundamente. El olor de rosas, sexo, y mujer satisfecha llenó sus pulmones, propagándose a través de su ser, yendo a la deriva en el vacío. Y luego cuando su trasero tuvo espasmos la una última vez alrededor de su pene, ella lo susurró otra vez, aquellas dos pequeñas palabras que lo llenaron de paz. —Te amo. 332 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Capítulo 20 Para cuando Jenna se aproximó a caballo al frente de la casa de Mara, estaba cubierta de sudor. No sólo porque Clint iba a estar furioso por que ella hubiera salido a montar sola. Ni porque fuera tan nueva para andar a caballo que cada vez que el plácido ruano que Clint le había dado resbalaba, ella entraba en pánico. No. Estaba en una espuma por lo que ella iba a hacer. Lo que necesitaba hacer para proteger su casa. Sus hijos. Ella cambió de posición en la silla de montar, respingando mientras su trasero protestaba. La última semana había sido difícil. Clint había sido insaciable en sus demandas. Él la había tomado repetidas veces, su gran cuerpo conduciéndola hasta el clímax como un hombre poseído, necesitando su rendición, obligándola a darle las palabras que él quería. Después, él la sostenía como si quisiera jalarla dentro de su cuerpo, aliviándola a través de sus lágrimas, besándola gentilmente, tiernamente, pero nunca decía las palabras de regreso. Nunca la dejaba entrar a ella. Así es que ella había echado marcha atrás, sin darle las palabras que él quería. Intentando ser más como él. Pero nunca funcionaba. Clint asumía el mando por la noche, tomándola de cualquier forma que él necesitara para abatir los muros que ella construía, sin descansar hasta que él tuviera lo que quería. Su rendición total. Ella cambió de posición otra vez mientras su coño pulsó con placer recordado. Anoche, ella se había mantenido firme más tiempo de lo usual. Él se había arqueado encima de ella, los músculos refulgiendo de sudor, los ojos ardiendo con pasión, la cara tirante con resolución mientras ella se mordía los labios contra la declaración queriendo desparramarse hacia adelante – y entonces él la había lanzado encima. Él no había tomado su culo desde esa primera vez, en espera de que ella se recuperara. Pero la noche anterior la había tomado repetidas veces, no contento con oír las palabras “te amo" una vez. Ella había perdido el hilo que de cuántas veces ella había gritado su amor mientras él la tomaba, estacando su reclamo, como si él quisiera imprimirse a sí mismo en su misma alma. Esta mañana él la había despertado con una disculpa suave mientras tenía alojada su gran polla en su recto lastimado, besándola gentilmente, follándola gentilmente, 333 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen implacablemente hasta que ella se había entregado, sujetando su mano contra su mejilla y dándole las palabras que él necesitaba. Él había gemido y entonces se había venido inmediatamente, la tensión rezumándose de sus músculos duros mientras ella convulsionó alrededor de él. Él la había sostenido por mucho tiempo entonces, frotando su espalda, besando su mejilla, calmándola mientras lloraba. Pero él todavía no había dicho lo que ella necesitaba oír. Y no era difícil entender por qué. Ella jaló al caballo ruano para detenerse en el poste de amarre delante de la gran casa de Mara. Como siempre, sólo mirar el lugar la hizo sentir inferior, pero esa era sólo otra cosa que ella iba a tener que atravesar. Ella era una McKinnely ahora, y los McKinnelys no se inclinaban ante nadie. Enderezó sus hombros. Si ella quisiera que Clint la amara, iba a tener que aprender a ser una mujer en quien él pudiera confiar. Una mujer que él pudiera ver siendo lo suficientemente fuerte para confiar con su corazón. Lo cuál iba a costar mucho de endurecerse. Ella levantó la mirada mientras un hombre grande, alto salía del granero, entonces levantó su mano e hizo gestos con las manos. Cougar echó a correr. Su pelo largo volando afuera detrás de él mientras sus piernas devoraban la distancia entre ellos. Ella intentó mecer su pierna sobre la parte de atrás del caballo, pero sus músculos torturados gritaron una protesta. El caballo ruano cambió de posición y ella rápidamente se regresó en la silla de montar. — Qué está mal, — Cougar ladró mientras se acercaba lo suficientemente para ser oído. Ella alisó su pelo y enderezó su falda. —Vine de visita. Él se detuvo a un pie de distancia. Su pelo acomodado alrededor de sus hombros en un enredo salvaje que era tan primitivo como el hombre mismo. Él miró siguiendo la carretera, entonces en su vestido, y frunció el ceño. —¿Sola? — Sí. 334 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen — ¿Vestida así? — No quería tener mi ropa buena oliendo a caballo.— No era más su mejor vestido pero ese no era su peor tampoco. —Repito, ¿qué está mal?— Él se cruzó de brazos sobre su pecho. — Sólo quiero ver a Mara. — Así es que tú tomas un atajo por el territorio en un caballo que apenas sabes cómo cabalgar, sin acompañamiento, ¿sin el permiso de Clint? —¿Cómo sabes tú que no tengo el permiso de Clint? Su ceja derecha subió en una expresión reminiscente de Clint. — Porque estás aquí sola, en un caballo que apenas sabes cómo cabalgar, en ropa más adecuada para limpiar que visitar, y si mal no recuerdo, sin la apropiada ropa interior. ¿Cómo podía decir él eso? — Entonces, — Cougar continuó con intimidante calma, — no me digas nada incorrecto. Dime la verdad. — Necesito hablar contigo, — ella manejó a través de su vergüenza. —¿Por qué?— Sus ojos eran inexpresivos y fríos. —Necesito tu ayuda. Su expresión no se suavizó. — Si andas buscando ayuda para dejarlo, viniste al lugar equivocado. Ella parpadeó. —¿Dejar a quién? —A Clint. — No quiero dejarlo. La puerta principal se abrió y Mara llego volando afuera. — ¡Jenna! No te esperaba.— Ella miró alrededor. —¿Dónde están Clint y los niños? — Están en casa. — Oh—oh.— La misma expresión precavida que había estado en la de Cougar llegó sobre la cara de Mara. 335 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —¿Por qué asume todo el mundo que hay alguna clase de problema solamente porque vine por una visita? —Porque Clint no te dejaría sin protección, — Mara contestó mientras Cougar la metió en su costado. — Para el bien de los cielos, no soy una niña. — Claro que no, — Mara dijo, frotándose los brazos mientras Cougar se apartaba. — Y estamos emocionados por que viniste de visita, ¿no es así, Cougar? — Emocionados, — Cougar remedo, llegando hacia Jenna, sus ojos se estrecharon en especulación. Él palmeó el cuello del caballo mientras su mirada fija encontraba la de ella, los ojos que ella había pensado fríos un momento antes ahora cálidos con preocupación. Él en realidad era un hombre bien parecido cuando no estaba mirando tan espeluznante. — Cualquier cosa que sea, Jenna, te ayudaremos. —No sé si puedas. —Entonces tal vez deberíamos ponerte fuera de este caballo para que podamos hablar. Ella se mordió los labios y confesó otro momento humillante. —Me quedé atorada. —Eso es lo que pensé.— Como si ella fuera una pluma, él la levantó fuera del caballo, estabilizándola mientras su pierna se acalambraba y se agotaba. Él frunció el ceño abajo en ella. —No deberías cabalgar. — Tuve que hacerlo.— Ella movió su peso a su pierna buena y se mantuvo firme en su propósito. Su pulgar rozó su mejilla. —Si le dijeras a Clint lo que te molesta, él lo arreglaría. — Él no puede. — ¿Pero tú piensas que yo puedo? — Sí.— Ella contaba con eso. —¿Qué necesitas? — Necesito que me enseñes a pelear. 336 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen — No creo que alguna vez haya visto realmente esa expresión en la cara de Cougar antes, — Mara comentó mientras servía el té. Jenna se frotó el muslo donde descansaba sobre el cojín, aliviando sus músculos acalambrados. — Él parecía asombrado. — Tú lo conmocionaste totalmente hasta las suelas de sus mocasines.— Mara se rió, su cara traviesa iluminando desde el interior. —Necesito saber cómo defenderme. —¿Por qué? — Necesito ser fuerte. —¿Por qué?— Mara dejó caer un terrón de azúcar en su taza. — Sólo lo necesito.—Ella sólo no podría balbucear fuera “ para que Clint me ame". —¿Estás corriendo peligro, Jenna?— Mara pregunto, poniéndose seria. — No. — ¿Piensas que Clint quiere una pareja de entrenamiento?— Cougar preguntó desde la puerta de la cocina, un ladrillo caliente envuelto en una toalla en su mano. — Sólo quiero que él me respete.—Ella tomó un sorbo de su té. —¿ Y crees que pelear hará que eso ocurra?— Él preguntó, dándole a ella el ladrillo. Ella lo colocó sobre su muslo, su aliento siseo mientras el calor penetraba los músculos torcidos. Cougar se puso en cuclillas al lado de ella, observándola de frente mientras el calor se filtraba. — Clint respeta la fuerza. Cougar suspiro. —Él respeta a su esposa. No, él no lo hacía. Pero lo haría. — Él me respetará más si no siempre tiene que preocuparse por mí. Cougar negó con la cabeza. — Aprender a pelear no cambiará cómo se siente él acerca de ti. 337 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen — No estoy de acuerdo.— Tuvo que hacerlo. Ella no podría vivir el resto de su vida amando a Clint cuando él no la amaba. — No hará daño que ella aprenda a pelear, — Mara señaló. — Tú dijiste que es importante que cada mujer sepa cómo defenderse. — Lo hice. — Cougar se paro. —¿Así es que le enseñarás?— Mara preguntó, su mano en su muslo se veía pequeña contra la larga extensión de músculo. —¿Sin decirle a Clint?— Jenna agregó, sabiendo que Clint lo prohibiría. La mano grande de Cougar engulló la de Mara dónde descansaba sobre su muslo. Él clavó los ojos en Jenna, su mirada dorada tan determinada que ella inmediatamente dejó caer sus ojos, recordó su promesa, y trajo su mirada de regreso hasta encontrar la de él. Ella podía haber imaginado la leve inclinación de cabeza de la cabeza de Cougar, pero estaba tan desesperada, ella lo interpretó como aprobación para robustecer su determinación. Él la hizo sostener su mirada por dos latidos antes de que una sonrisa leve subiera la esquina de su boca. — Como le debo al hombre, te enseñaré. Jenna cerró los ojos mientras el alivio barría a través de ella. Cuando los abrió, todo lo que ella podía ver fue la parte de atrás de la cabeza de Cougar y la larga caída de su pelo mientras se inclinaba sobre Mara. Ella nunca había visto a un hombre besar a una mujer. Observar a Cougar besar a Mara fue una revelación. Para un hombre que la hacía pensar en términos de peligro e incertidumbre, él tenía increíblemente cuidado con su esposa. Desde donde estaba sentada, Jenna podría ver la exhibición de músculos debajo de su camisa mientras él desviaba su ángulo. Él era un hombre poderoso. Tan poderoso como Clint, pero mientras que ella era una mujer grande con carne en sus huesos para tomar un golpe, Mara era diminuta y delgada. Cougar podría desnucarla con una palmada. Jenna pensó que escuchó a Cougar gemir y entonces las manos de Mara se arrastraron sobre sus hombros, las puntas curvándose en su hombro como si ella lo jalara a ella. Cougar pareció inclinarse dentro de su agarre. Desviándose sólo ligeramente a la derecha, ella podía ver la mano ahuecando la cabeza de Mara. Ella esperó ver los dedos agarrando su pelo, sosteniéndola para su placer, pero la mano que engullía su cabeza 338 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen estaba abierta, sosteniendo, no demandando. El pulgar oscuro deteniéndose contra el blanco de su mejilla acarició la piel con gentileza increíble. — Caray, Ángel, tú vas a mi cabeza, — ella lo oyó a él murmurar, y supo que los rumores eran ciertos. Cougar McKinnely podía haber encontrado a su esposa en un burdel notorio, pero él la amaba. Ella arrancó su mirada de lo dos y movió el ladrillo abajo en su muslo. Si Cougar podía amar a Mara a pesar de su pasado, entonces tal vez Clint podría amarla. Tal vez ella se le subiría a la cabeza en la forma que Mara lo hacía para Cougar , y tal vez él la sostendría de la manera que Cougar sostenía a Mara – como si ella fuera todo lo precioso que formaba su mundo. El piso rechinó mientras Cougar se enderezaba. Él tenía todavía la vista en Mara, la preocupación en su cara. —Ten cuidado, hoy. Mara sacudió la cabeza en él. —Me dices eso cada día. Él tocó su mejilla con la parte de atrás de sus dedos. Su piel era muy oscura contra la de ella. —Tengo la esperanza de que un día escucharás. — Escucho. — Aja.—La sonrisa que inclinó su boca ancha era tan suave como caída. Él le dio un golpecito a su nariz. —Y deja los muebles arriba solos, hasta que regrese. Mara solamente puso los ojos en blanco. — ¿No tienes trabajo que hacer? — Sí. —¿Entonces por qué no lo haces? — Cuando tenga tu promesa. —¿ Puedo limpiar la casa?— Mara sopló su pelo de su frente. — Sí. — Me imaginé accederías a eso. — Tendré tu promesa por otro lado. —Cougar tocó su mejilla otra vez. — Tan pronto como estés fuera de la puerta, podría romper mi promesa. 339 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen — Pero no lo harás.— La más débil de la sonrisas arrugó la esquina del ojo que Jenna podía ver. Él besó a Mara en la cabeza. —Ustedes dos vengan hasta el granero cuando Jenna se sienta mejor. — Gracias. Él salió de la habitación. La mirada de Mara se aferró a su ancha espalda mientras él salía, su corazón en sus ojos. —Quiero eso, — Jenna dijo. La declaración aterrizó duro en el silencio repentino. — ¿A mi marido?— Mara se volteó, su expresión divertida. — Quiero que Clint me mire como Cougar te mira a ti.— Jenna supo que se sonrojó por el calor en sus mejillas. Sin mencionar la risa en la mirada de la otra mujer. — Quieres que Clint te ame. —Sí.—Sonó tan sombrío cuando lo dijo en voz alta. —¿ Y tú no crees que lo haga? — No. —¿Lo amas tú? —Sí. —¿Se lo has dicho? — Sí.— Su sonrojo empezó a quemar. —¿Y? — Él es amable conmigo, pero él nunca me lo dice de regreso.— Ella se encogió de hombros, sintiendo la vacuidad de eso “y ” para el fondo de su alma. — Eso no es bueno. — No. —Tendrá que enmendarse. — Eso es lo que estoy tratando de hacer.— Con un ondeo de su mano, Mara descartó los esfuerzos de Jenna. 340 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen — Nosotras necesitaremos ayuda.— Ella caminó hacia el pequeño escritorio y sacó papel y lápiz. —¿Crees que Cougar no me pueda enseñar?— Jenna preguntó, poniendo el ladrillo envuelto en toalla cuidadosamente en el piso brillante. Eso no fue lo que quiso oír. — Cougar esta desesperado por esto, — Mara bufó, y no de una manera femenina. Ella escribió sobre el papel. Con una abrupta floritura, ella terminó de escribir y dobló el papel por la mitad. Mara levanto la mirada del escritorio y la sonrisa en su cara prometía el mal para alguien. — Estoy llamando refuerzos. —Condenada mujer, hazlo como quieres. Jenna se sobresaltó ante el gruñido de Cougar y otra vez dejó a su cuerpo caer mientras traía la vara que ella pretendía era un cuchillo en la rodilla de Cougar . Y otra vez, en el último momento, instintivamente la retiraba. Cougar la izó atrás, su aliento siseando entre sus dientes con impaciencia. — Eso ni siquiera habría cortado la piel. —Lo sé.— Ella lo había intentado seis veces, y cada vez, había cedido a la sensación enfermiza en su estómago en el último momento. — Si tú no puedes sacar la rodilla, ¿cómo vas a incapacitarlos?—La pregunta gruñida más allá de su oreja mientras Cougar apretaba el brazo alrededor de su estómago. —No sé.—Ella no tenía ni la más mínima idea. Sabía, sin embargo, que si no podía manejar esto, no iba nunca a tener éxito en su plan. — Maldita sea, mejor no llores.— Cougar dio un paso hacia atrás tan rápidamente que ella tropezó. — No lo hago.— Ella parpadeó la humedad fuera de sus ojos. Él atrapó su brazo y le dio vuelta alrededor. La luz del sol moteaba el piso del granero. Un resplandor fuera de rumbo pasó como un relámpago por el cuarto y la golpeó 341 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen a través de los ojos, cegándola. Ella se hizo a la izquierda a tiempo para ver a Cougar doblar sus brazos a través de su pecho. — Tú me pediste que te enseñara. — Lo sé.— Ella agitó la mano impotentemente. —Es sólo que no esperaba… — ¿Cómo podía decir que no había esperado que eso fuera tan violento? —¿ Qué? Ella empujó su pelo fuera de su cara, olvidándose de la vara y enredándola en su pelo. — Parece tan malo, — ella admitió, desenredando un mechón de cabello de un brote de la rama. Ella se sobresaltó cuando Cougar juró y apartó de un empujón su pelo atrás sobre su hombro. —¿Pensaste que sólo podrías pedirle a un asaltante que te deje ir? — No, ¿pero tengo que apuñalarlos?— Ella alzó su barbilla mientras le daba un jalón a la vara. —¿Qué más si no vas a hacer? Tú no eres un contrincante para un hombre en una pelea a puño limpio, no puedes correr, y eres demasiado suave para otras cosas. — Tu mejor apuesta es usar lo que saben acerca de ti, — él dijo mientras iba a trabajar sobre el enmarañado desorden, sin mostrar nada de su impaciencia, gentilmente desenredando las hebras. —¿Crees que en realidad funcionará? Sus manos se aquietaron. — no tomes esto mal, Jenna, pero por años tú has tomado cualquier cosa que alguien sirviera para ti, sin decir una sola palabra. Si un ataque requiere que contraataques, puedes apostar todos esperarán que te rindas. — Probablemente tendrán razón.— No era un cuadro muy bonito el que él pintaba. Ella suspiró. La vara salió libre. — Cuento con que ellos te subestimen.— Él dijo eso en esa voz profunda arrastrando las palabras que le recordaba a Clint. Él le dio a ella la vara. —Y cuando lo hagan, tú usarás eso para tu ventaja. 342 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —¿Lo haré?— Ella frotó los dedos bajo la superficie áspera. — Sí.— Él le dio una seña para que ella se diera la vuelta. Ella no lo hizo inmediatamente. —¿Qué te hace estar tan seguro? — Porque eres madre ahora, y alguien que te daña a ti, daña a tus hijos. Ella no había pensado en eso. —¿Y tú realmente crees que podré hacer esto? — Creo que si llegas a empujar, y alguien que tú amas está en problemas, te sorprenderás. — No es tan seguro si es Gray. —¿El niño dándote problemas?— Su sonrisa relampagueó a través de su cara. — Él es tan frío y enojado. — Asustado, también, apostaría. Ella sacudió la cabeza, recordando la determinación tan decidida en los ojos de Gray y el resentimiento que curvaba su boca. — Él no tiene tiempo de asustarse. Si no está trabajando con Clint, está aquí contigo o ganándole a Asa el caballo del que se enamoró. —El niño tiene una meta, eso es seguro. — No creo que sea una buena. — Probablemente no, pero él podrá trabajar a través de eso y se alegrará por su familia cuando él llegue al otro lado. Ella se encogió de hombros. — Creo que él sólo no me tiene en buen concepto. —Yo diría que él te admira muchísimo, — Cougar contradijo, dándole vuelta a ella alrededor. —¿Qué te hace decir eso?— Ella bailó se retorció contra su mano para ver su cara. — Él te dio a su hermana a ti.— Con un simple empujón, él terminó de darle la vuelta alrededor. Ella estaba parada dónde él la colocó, clavando los ojos en las motas de polvo flotando a través del aire. Gris le había dado a su hermana a ella. 343 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen — El no discutió cuando lo afirmé, — ella meditó en voz alta. —Él no es estúpido. Reconoce algo bueno cuando lo ve.— Su brazo se situó alrededor de su cintura. —Como Clint. Ella deslizó el palo de madera en la abertura del bolsillo de su falda, mordiendo su labio contra el deseo de preguntarle cómo sabía él que Clint la veía como algo bueno. — Esta vez, — Cougar dijo, extendiendo sus piernas, su cuerpo duro una pared sólida detrás de ella, — vamos sólo a hacer todo el procedimiento, sin importar que. Tú déjate caer duramente sobre ese lado, traes el cuchillo alrededor. — Está bien. — Y trata de imaginar a alguien lastimando a Bocadito Delicado mientras estás en eso. Ella lo hizo, pero como siempre retrocedió, golpeando ligeramente su rodilla, rodando cuando golpeó el suelo para ligeramente golpear la parte de atrás de sus tobillos. Él agarró su falda. Recordando lo que él le había dicho, ella llevó hacia abajo la vara sobre su mano, cerrando los ojos mientras ella lo hacía, perdiendo. Él suspiró mientras ella iba a toda prisa de regreso. Cougar se puso de pie tendiendo su mano a ella. Ella se mordió los labios mientras él la ayudaba a levantarse. — Tal vez haré las cosas mejor si es algo real. — Tal vez.— Él no sonó más convencido que ella, y su “ Vamos a intentarlo de nuevo" tenía una nota resignada que ella no encontró reconfortante. Sacudiendo su falda, ella entró en su brazo, y prometió hacer las cosas mejor. Una hora más tarde su pierna dolía, ella tenía magulladuras en sus caderas, y todavía no había dominado con maestría el arte de ser cruel. Fue un alivio cuando el sonido de un caballo acercándose rápido interrumpió aún otro intento. 344 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Eso, espero, será Clint, — Cougar dijo mientras caminaba para la entrada, dejando abierto a la luz. Él recorrió la mirada afuera entonces de regreso en ella. — Dejaste recado de a donde fuiste, ¿verdad? — Le dije a Gray.— Empujó la caída de su pelo fuera de su cara, haciendo una mueca cuando un pedazo de heno se clavó en su palma. — Hmm. Ese no fue un "Hmmm” reconfortante. Retorciendo su pelo en una trenza detrás de su cabeza, ella caminó hacia la puerta. La luz del sol se vertió sobre ella, inusualmente brillante después de la semioscuridad del granero. Ella parpadeó contra del aguijón, y la vista de Clint irrumpiendo en el patio encima de su gran bayo, Danny un poco detrás. La manera en la que él se inclinó sobre el cuello del caballo, urgiéndolo a ir más rápido, envió su corazón a su garganta. Algo debe agraviarlo. —¡Clint!—Ella soltó su pelo y comenzó a correr hacia él. Su pierna se lastimó en el segundo paso. Ella descendió, sólo para recuperarse arriba otra vez mientras Cougar atrapaba su brazo. La cabeza de Clint azoto alrededor, y como si el caballo y el pasajero fueran uno, el gran bayo giro y sin interrupción en la zancada, llego cargando en ella. — ¿Estás bien?— Cougar pregunto. —sí, — Ella no tuvo tiempo de decir más. Cuatro zancadas y el caballo estaba sobre ellos, tan cerca que ella podía ver el brillo rosado en las ventanas de su nariz. Tan cerca que ella se sobresaltó, esperando no ser atropellada, pero en otra de esas maniobras que era más como poesía que cabalgar, el caballo se echó atrás sobre su grupa y se deslizó para detenerse mientras Clint, en un flujo gracioso de músculo, se lanzó fuera de la silla de montar, golpeando el suelo en una carrera. Sus ojos negros como alquitrán, su boca asentada en una línea sombría. Hijo de puta, —él gruñó mientras la arrebataba lejos del agarre de Cougar y la apretaba contra su pecho duro. — Voy a ponerte morada y azul.— Un duro apretón casi rompió sus costillas, y luego él la mantuvo alejada. Sus labios adelgazados a una línea plana mientras su mirada hizo una pausa en su pelo, su sucia falda, y las manchas en sus mejillas. — ¿Qué diablos te pasó? 345 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen — Estaba practicando. —¿ Qué? — Peleando. Él parpadeó. Los dedos en sus brazos se apretaron. — ¿Tú no fuiste lastimada? — No. — Hijo de puta.— Sus labios golpearon ruidosamente abajo en los de ella, su mano en su pelo empujando más atrás su cabeza mientras su boca se abría sobre la de ella. Su lengua llenó su boca junto con su gemido Ella no sabía qué hacer, lo que estaba mal, así es que ella clavó sus uñas en el músculo duro de sus brazos y esperó, mientras él follaba su boca con intensidad brutal, yendo en busca de una respuesta que ella no sabía cómo dar. Retorciendo su cabeza a la derecha como si él quisiera aparear permanentemente sus bocas, su aliento, sus almas. — Podrías querer tomar eso en el granero.— La divertida voz arrastrada a la derecha fue como un balde de agua fría. Contra ella, Clint se inmovilizó. Su negros ojos ilegibles, él se quedó mirándola. Con una inclinación de cabeza breve y un brusco — creo que podría — él se dobló y puso su hombro en su estómago. En el siguiente instante ella estaba cabeza abajo, los mocasines de Cougar meciéndose adentro y afuera de la vista con el susurro de su pelo a través del suelo. — Enfriaré a Ornery mientras estás ocupado. — Apreciaría si pudieras mantener a Danny contigo, también. Cougar gruñó uno —Estás en deuda conmigo —antes de que sus mocasines se perdieran de vista. El primer paso de Clint condujo el aire fuera de sus pulmones. El segundo una protesta. El tercero un grito mientras lo plano de su mano cayó encima de su trasero lastimado. — Silencio, Jenna. La luz del sol se convirtió en sombra mientras entraban en el granero. La sombra se volvió oscuridad mientras la puerta del granero rechinaba cerrada. Ella gimió mientras él 346 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen la colocó sobre sus pies y el dolor se disparo arriba de su pierna. Su 'No trates de darme la vuelta con una jugada simpática' fue tan perverso como una mordedura de serpiente, pero sus manos fueron suaves cuando exploraron su muslo, y se volvieron tiernas mientras palpaba el músculo acalambrado. — Bueno infierno.— Él la levantó y luego la sentó. Sus muslos eran duros bajo sus caderas. —¿Cómo se supone que debo golpearte cuando estás lastimada? Si él no lo sabía, ella no iba a decirle. Intento mientras podía no ver su expresión de tristeza. —¿Por qué tienes que golpearme en absoluto? — Asustaste la mierda fuera de mí mujer.— Su palma encallecida se deslizó arriba de su muslo bajo su falda. — No está tan lejos aquí. — Un pie más allá del porche es demasiado lejos.— Él comenzó a amasar el músculo apretado. —Especialmente cuando no sabía dónde fuiste. — Le dije a Gray. — Debe haber pensado que te iba a lastimar cuando te encontrara porque todo lo que hizo fue encogerse cuando pregunté. O tal vez él estaba tratando de causar problemas. El pensamiento inoportuno se escabulló a través del dolor para aguijonear a Jenna. — No sé lo que voy a hacer con él, — ella susurró, la última sílaba saliendo alta mientras otro espasmo retorcía su pierna. — Dale algo de espacio para clasificar las cosas Y él estará bien, — Clint contrarrestó. —¿Las clasifica ?— Ella sintió su inclinación de cabeza por el roce de su pelo contra de su mejilla. — Bueno. —¿La pierna todavía duele? Ella mordió su labio y asintió, incapaz de hacer cualquier otra cosa mientras el músculo se retorcía agudísimamente. Ante su quejido, Clint ahuecó su mejilla y jaló su cabeza contra su pecho. — Shh, bebé. Sólo relájate en mí y déjame encargarme de esto. Ella lo hizo, volteando su cara en su cuello, respirando profundamente de su olor, montando las notas tranquilizadoras de su voz de barítono mientras la reprendió por 347 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen cabalgar, por asustarlo, por lastimarse, por engañar a Jackson. Para cuando él consiguió que el músculo se relajara y el dolor a una dolencia dócil, él la había condenado bastante para levantarse en la mañana. — Eso no fue malo. Su dedo empinó su barbilla. Ella apenas podía distinguir lo blancos de sus ojos mientras él la corregía. — Es tan malo como se entiende, y si no me crees, imagina bajando las escaleras un año desde ahora y no poder encontrar a Bri. Sin saber si ella fue raptada o si ella sólo caminó afuera de la puerta y se metió en problemas. Y mientras tú la andas buscando, tú sólo te mantienes imaginando todos los problemas en los que ella se puede meter, sabiendo condenadamente bien exactamente lo qué puede pasar. La náusea se mezcló con dolor. Ella moriría si eso alguna vez pasara. — Exactamente.— Su dedo tocó su mejilla. Había olvidado que él podía ver dónde ella no podía. Su mano se deslizó arriba de su muslo, sin sobresaltarse mientras sus dedos daban con las depresiones y bordes de las cicatrices. — Asustaste la mierda fuera de mí. Otra vez. Su palma se detuvo finalmente en la protuberancia del hueso de su cadera, sus dedos suspendidos en el pliegue de su muslo, el algodón delgado de sus pantaletas sin hacer nada para disminuir el calor abrasador de su contacto. Profundamente dentro, su cuerpo se extendió a la vida. Ella se volteó más profundo en su abrazo. — Siento haberte preocupado. — Vas a hacerlo.— El borde duro de su voz envió un temblor de preocupación escabulléndose a través de ella. —¿ Cuándo? —Tan pronto como te levantes. — No creo que debieras golpearme.— Ella nunca se levantaría. Ella tanteó lo flojo de sus bíceps. No había nada. Ella abrió los dedos midiendo su profundidad. Ella ni siquiera podía poner sus manos alrededor de la curva superior. 348 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen — Difícil.— Él la puso de pie, el susurro de sus vaqueros y el cambio de su agarre diciéndole a ella que él se levantaba también. — Cuando te casaste conmigo aceptaste lo bueno con lo malo. 349 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Capítulo 21 Ella tenía que aceptar lo bueno con lo malo. El pensamiento mortificó a Jenna mientras cabalgaba detrás de Clint, sus brazos envueltos alrededor de su cintura, su mejilla presionada contra su ancha espalda. Su abrigo le impedía sentir el calor de su cuerpo, pero si cerraba los ojos podría imaginarlo. Lo caliente que él siempre estaba. Lo compasivo que era. Tenía que aceptar lo bueno con lo malo. Ella presionó un poco más cerca, la parte trasera de la silla de montar presionando en su estómago, el aroma de su cigarrillo a la deriva sobre su hombro. No había una onza de mal en el hombre. Ella había hecho una apuesta cuando ella se había unido a este matrimonio, y no había visto una cosa para cambiar de idea desde entonces. La silla de montar rechinó mientras él se daba una media vuelta, – ¿ Algo malo? – Mis manos están frías. – Si hubieras preguntado antes de salir, me habría asegurado de que tuvieras la ropa correcta.– Él arrojo el cigarrillo medio terminado al suelo. Otra vez esa referencia para el hecho de que ella necesitó cuidado, como si fuera una niña. Ella deslizó sus manos arriba debajo de su abrigo y las descansó contra su vientre, justo encima de la pretina de sus pantalones vaqueros. Él respingó. Estaba claramente todavía enojado. Ella necesitaba hacer algo al respecto. Suavemente acarició su estómago a través de su camisa. Los músculos debajo de sus dedos se anudados en carrera ascendente. En la carrera descendente su nudillo se deslizó debajo de la pretina de sus jeans. Su carne ardía más caliente allí. Sus dedos se demoraron. Su respiración se acelero. El hueco entre la tela y la carne se ensancho. –¿Clint?– Ella preguntó suavemente, su atrevimiento aumentando para conquistar su pudor. –¿Qué?– Su voz arrastrada fue un gruñido. – Si no quieres que te toque, necesitas decírmelo ahora. –¡Hijo de puta! 3 50 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen –¿Ese es un sí o un no? – Esto no va a cambiar mis sentimientos, Jenna. –Lo sé. Vas a golpearme cuando haya terminado.– Ella besó su espalda a través de su abrigo. Él se recargó, dándole mejor acceso. –Condenadamente cierto. –¿ Pero puedo tocarte ahora en la manera que quiero?– Ella levantó su camisa, suspirando mientras sus dedos alcanzaban el calor de su carne. Los músculos del estómago brincaron bajo su toque. – ¿Cómo lo quieres?– Su mano atrapó la de ella. – Íntimamente.– Ella quería tocarle con la misma generosidad con la cual él siempre la tocaba, liberando su miedo y tensión en una tormenta de pasión que lo llevara. –Sí.– Sus dedos temblaron sobre los de ella y luego se abrieron, liberándola. –Bueno.– Ella sonrió contra su parte espalda. ¿A quién pensaba que hacía tonto con su nerviosismo? Ella podría sentir el salto excitado de su respiración contra sus palmas mientras se acurrucaba más cerca. Intentó desabotonarle los pantalones con una mano mientras acariciaba su estómago con la otra, hundiendo su dedo en su ombligo mientras ella tiraba de la terca solapa. Cuando su uña se dobló hacia atrás ella reconoció la verdad. Éste iba a ser un trabajo a dos manos. Ella consiguió abrir la bragueta de sus pantalones antes de toparse con otro problema. – Quiero tocarte, – ella susurró. – ¿Quién te detiene? Ella acarició la gruesa longitud de su polla a través de sus jeans, presionando su frente contra su espalda mientras el calor de vergüenza lavaba su cara. – No puedo llegar a ti. – Eso, Sunshine, puedo arreglarlo.– El estaba en la silla de montar, alzando las caderas y enderezando la línea del muslo a la cadera. Ella metió la mano en la bragueta abierta de sus jeans, muy cuidadosamente ahuecando su carne dura, aflojándole. La 3 51 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen cabeza se atoro y tuvo que detenerse. Justo cuando pensaba que se quedó atorado por siempre, él empujó hacia abajo la pretina. En un suave suspiro, ella lo levantó en su mano. Ella no podía verlo, pero no necesitaba. El puro peso era impresionante. Su polla descansaba sobre sus manos, brincando y crispándose con necesidad. Cada pulgada de su pesado eje grabado a fuego en su memoria. La cuerda de venas debajo de la suave carne sedosa. Dureza cubierta de terciopelo, terminando en la cabeza acampanada con su acolchonada resistencia. Ella corrió la punta de un dedo alrededor de esa suavidad intrigante. Él pulsó con vida y promesa. Y si él debía ser creído, sólo por ella. –Te sientes bien en mis manos. – Sunshine, no puedo comenzar a describir lo bien que tus suaves manos pequeñas se sienten en mí.– Su risa fue ahogada. – ¿Te gusta cuando hago esto?– “Esto” fue una movimiento suave de bombeo. Sus caderas corcovearon, dándole a ella algo más con que jugar. – Sí. – Entonces lo haré nuevamente. –¿Qué pasó con mi tímida pequeña Sunshine?– le preguntó sobre su hombro, hebras de su pelo rozando su cara. – Ella está saliendo de su concha. – ya era tiempo. Aunque él no lo podía sentir, ella besó su espalda. Él la hacía sentir tan especial. – Retuerce un poco en la caricia hacia arriba bebé, – él pidió. – ¿Así?– Ella preguntó, poniendo la sugerencia en marcha. Él se sacudió como si le hubieran disparado, su cabeza se arqueó hacia atrás y luego cayo adelante. Sus manos cayeron sobre el pomo, agarrándose duro. – Hijo de puta, sólo … así … así.– Ella lo hizo una y otra vez, cobrando velocidad mientras la humedad escapaba abajo del eje, alisándolo de vuelta en su carne , mientras ella alisaba su estado de ánimo aunque en la superficie de su polla. Alisando sus asperezas, substrayendo la dureza y dándole lo que podía. – Cariño, me voy a venir. 3 52 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen – Todavía no. – No es como si me dieras mucha elección. – Oh. – Ella no había comprendido que podía controlar el paso. Ella suavizó su acercamiento, Haciendo coincidir su ritmo al lento, andar fácil del caballo, jalando su polla arriba y afuera en la caricia ascendente, llevándolo hacia abajo y atrás en la caricia descendente. Él la combatió, asestando arriba golpes cortos, duros tratando de obtener velocidad de nuevo, pero ella se acurrucó a su parte espalda y mantuvo su propio paso. Éste era su regalo. Ella lo entregaría cómo quisiera. – ¿Estás tratando de matarme? – Estoy tratando de darte placer.– Esta vez en la caricia ascendente ella ahuecó la punta en su palma. Se inundó el centro como una gran ciruela jugosa, madura para explotar. La humedad reuniéndose en el pozo de su palma. Ella frotó de nuevo encima de la cabeza en círculos fáciles. Él gimió y se estremeció. Su polla surgió contra de su palma. Más humedad sedosa reemplazó a la primera. Ella la recogió en su dedo medio. – No mires, – ella susurró y ella trajo su mano atrás. – ¿A qué? Antes de que él pudiera voltear y ver, ella deslizó su dedo en su boca, chupándolo por completo, dejando a su sabor a sal diseminarse a través de su boca. Queriendo esta pequeña parte de él. Cuando se fue, ella quiso más. Más de su sabor. Su conformidad. Su aceptación. Cielos, ella lo quería. Él se volvió en la silla de montar, pillándola con su dedo en la boca, sus ojos cayendo para la vista, haciendo una pausa antes de arder como fuego negro mientras se encontraban con los de ella. – ¿Te gustó esa pequeña probada, Sunshine? Con sus mejillas tan calientes que se sintió segura de que comenzarían a arder, ella susurró, – No se suponía que vieras. Él desabotonó su abrigo y lo empujó hacia atrás. – ¿Te gustó eso? Ella asintió con la cabeza. Su mirada centrada en su polla mientras se levantaba de la "V" de su bragueta. Oscura, latiendo, poderosa, hambrienta. Su coño se hinchó y apretó los 3 53 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen puños con anticipación. Ella sacó su dedo de su boca y tocó la punta, sonriendo mientras su polla bailaba. – Me gusta eso.– Ella corrió su dedo abajo de costado, trazando la curva de la vena a la base. –¿A ti te gusta? – Oh sí.– Ella movió su dedo debajo de la tela apretada de sus pantalones, alcanzando la piel suave en lo alto de su escroto antes de que el material cortara el acceso. Él gruñó mientras ella rascaba suavemente con el borde de su uña. – Me gusta tocarte, también. –Lo sé.– Ella liberó su dedo, volviendo a trazar su ruta de regreso a la punta húmeda. – Esa una de mis cosas favoritas acerca de ti. – Todos los hombres quieren tocar a una mujer bella. No es una razón para conseguir el favor.– Él le levantó una ceja ante su medio juego, medio en serio que lo hizo querer sonreír. –Lo sé.– Ella apoyó su mejilla contra su brazo. Que él la encontrara hermosa era un milagro que no podía lograr superar. Ella cerró su puño al derredor de él. Él se arqueó ante su toque. Ella probó su buena disposición con un apretón. Él corcoveó y pre semen escurrió sobre su mano. Ella abrió los dedos, dejándole al sedoso fluido acumularse en el borde de su palma. – Pero me gusta ser capaz de dártelo. – Mírame, Sunshine.– Él cogió su mano en la de él, sujetándola apretada contra él. Ella lo hizo. Todo el juego se fue de su cara. Él estaba todavía excitado, pero serio también. – Ten cuidado de no darme más de lo que puedas dar. –Tú siempre cuidas de mí. –Te advierto. – Él sacudió la cabeza, su pelo susurrando contra su abrigo. En lo referente a ti, soy un hombre muerto de hambre. – No te tengo miedo. – Deberías tenerlo. – No puedo hacerlo.– Ella le bombeó a través de su puño, sabiendo que él estaba próximo a llegar por la manera en la que su polla se endureció hasta el acero y latió. Ella lo estrujó hasta que su aliento siseo entre sus dientes y su polla se sacudió con fuerza en su mano antes de susurrar, –te amo. 3 54 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Ella observó su cara mientras sus palabras lo lanzaran sobre el borde, sus dientes apretados contra la agonía de sensación sacudiendo su cuerpo. Sus ojos se cerraron mientras él gemía profundamente en su garganta, y en su mano, su gran polla pulsaba chorro tras chorro de su caliente corrida. Ella lo dejó derramarse sobre sus dedos, lavándola en su semilla, su placer, señalándola como suya. Ella sacó un pañuelo de su bolsillo, atrapando el exceso. Ella le ordeñó suavemente, viendo como otro gran esfuerzo fluía, sintiendo su estremecimiento hasta el final de su alma. Oh, a ella le gustó él así. Abierto a ella, sin retener nada, dejándola entrar más allá que lo que él alguna vez lo había hecho antes, aparentemente vulnerable. Aunque ningún hombre tan rudo como Clint alguna vez verdaderamente podría ser vulnerable, ella disfrutó de la ilusión. Una cuenta de fluido se demoró en la cabeza ancha. Ella dobló su dedo alrededor de eso. Su gemido como ella robaba esa pizca de semilla envió una emoción de deseo caliente a su vientre. Ella miró directamente en sus ojos entornados mientras lo lamía fuera de su dedo. Su cuerpo se sacudió otra vez y su labio se levantó mientras un gruñido emanó de lo profundo de su pecho. –Ven aquí. – Su brazo se curvo detrás de sus hombros jalándola alrededor hasta que ella estaba sentada a través de sus muslos. Clint volteó su cara arriba y la besó duro, mordiendo su labio inferior cuando ella inmediatamente no la abrió para él. Besándola profundamente cuando ella hizo como siempre, abriéndose a sus necesidades. Maldita sea, ella era demasiado generosa. Le daría todo si él lo pidiera, sin prohibiciones. Un hombre que tenía una mujer como esa tenía un tesoro, pero él tendría que protegerla muy cuidadosamente, colocar los límites para ella que ella no podía. Él la abrazó apretadamente. – No soy así con nadie más. – La confesión flotó hacia arriba en una bocanada de aliento congelado. Aunque él probablemente no se suponía que oyera el indicio de miedo en su voz, él lo hizo. Ella se preocupaba demasiado. Él la movió más alto en sus brazos, apoyando su barbilla sobre la parte superior de su cabeza, inspirando profundamente del perfume de rosas y la satisfacción. 3 55 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen –Te conozco, Sunshine. Puedo no saber dónde es que has estado, pero sé quién eres, y eres mía. Siempre has sido mía.– Él aceptó eso ahora. No supo por qué, pero no lo combatiría más ya. Danny gruñó al lado de él. Él siguió el liderazgo del perro, mirando a través del campo. Un jinete solitario se acercó. Él trató de alcanzar su rifle. – Sunshine, abotóname de nuevo. Tenemos compañía. Él sujetó el rifle claro mientras ella se enderezaba, su aliento llegando en cortos jadeos, sus manos suaves y temblorosas como ella aflojaba a su polla semidura de regreso debajo de su abrigo. No podía volver a meterlo en sus pantalones, y su respiración se volvió casi desesperada. – Está bien. Déjalo así.– El jinete estaba muy lejos para distinguir sus facciones, pero no reconoció al caballo. Él liberó su pie del estribo. Clint calmó su voz, mientras urgía a Jenna alrededor. – Ahora date vuelta y pon tu pie en el estribo y regresa detrás de mí. – Pero... – Sin peros. Sólo hazlo.– Si se llegara a un enfrentamiento él quería su cuerpo entre ella y cualquier bala. Tan pronto como ella estuvo acomodada él señalo a su costado. –Saca el revólver de mi pistolera. – Hubo una larga vacilación en la cual ella no se movió. – Ahora, Jenna. Ella lo tomó, después de sus órdenes, temblando tanto que él temió que ella caería. –No vas a necesitarlo. Es sólo una precaución. – No sé cómo disparar. – Nada para eso. Carga martillo, apunta al pecho, y tira del gatillo.– El jinete se acercó. Él no se veía más familiar. – No puedo. – Si caigo, comienzas a disparar y no te detengas hasta que las recámaras estén vacías. – Danny gruñó otra vez. Clint palanqueó un cartucho en la cámara del Spencer, el cañón descansando sobre su muslo, apuntando al desconocido. – Oh Dios, no puedes caer.– Ella extendió sus palmas sobre su pecho en ademán de escudarle. El hocico del revólver presionado arriba en su barbilla. 35 6 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Él lo movió a un lado. – No está en mis planes para la tarde. –¿Tienes planes? – Grandes planes.– Él entrecerró los ojos contra el sol. Había algo familiar acerca del jinete ahora. – Comienzan con desnudarte y con mi lengua enterrada en tu coño. – ¿Cómo puedes pensar en eso en un momento como este? – Contigo por esposa, es asombroso que piense en cualquier otra cosa.– Si él no estaba equivocado ese bulto penetrando su columna vertebral era su frente y ella estaba moviéndola de un lado al otro. – Por favor ten cuidado. –No dejaré que nada te pase. – No quiero que nada te pase a ti. – El susurro feroz envió su corazón a latir y se deslizó debajo de la familiar anticipación fría de la batalla. – Entonces supongo que sólo tendremos que mantener este encuentro amigable.– ¿ Lo cual podría costar menos esfuerzo de que lo que él creía mientras reconocía al jinete?. Mark Dougherty no era su persona favorita, pero no creía que su reunión se tratara de un evento aniquilador. No obstante, no bajó el rifle. – Probablemente puedes relajarte. Es el hermano de Eloise. Él no es el favorito de nadie, pero no creo que sea un peligro. Si uno descartaba los rumores que él había recibido de una pandilla de indeseables y de empezar a andar por mal camino. Jenna no se relajó ante su seguridad. Después de breve una pausa, su temblor empeoró. Dougherty se orilló a un lado. –Buenas tardes McKinnely. –Buenas tardes. – Jenna casi enterrada en su espalda. – ¿Esa es una de las chicas del Emporio?– Dougherty sacudió su barbilla en la dirección de Jenna. – El Emporio fue destruido por el fuego hace un año. – Con seguridad alguien asumió el control de él. Lo hicieron pero él no iba a compenetrarse en esa discusión con su mujer detrás de él. – ¿Está regresando de nuevo con su hermana? 3 57 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen – Si, pensé en visitarla un poco. Lo que probablemente significaba que él se había quedado sin dinero. Clint le miró. El hombre parecía haber envejecido diez años en el año y medio que se había ido, su rubia buena apariencia física disipándose bajo la influencia de demasiado alcohol y muy poco ejercicio. – Estoy seguro de que ella apreciaría la ayuda.– No es que Clint pensara que Mark sería mucha ayuda. El hombre era sin ambición hasta los huesos, pero Eloise parecía amar tenerle alrededor. Sobre gustos no hay nada escrito. Mark movió su caballo más cerca. Danny gruñó. Detrás de él Jenna se puso rígida. El temblor se detuvo, y debajo de su brazo, la boca del revólver se alzo y apuntó. Para una mujer que dijo que no podría dispararle a alguien, Jenna estaba apuntando con condenado cuidado. Clint inclinó su sombrero sobre sus ojos, absorbiendo la información. –Eso es lo suficientemente cerca. – Usted no es muy amistoso.– Mark jaló su caballo. – No lo puedo evitar. A mi perro no le gusta usted. – ¿Y deja a su perro pensar por sí mismo? – Él no me ha fallado aún.– Clint se encogió de hombros. – Dijeron que se había vuelto extraño después de que dejó su cargo. Suave, incluso.– El ladrido de risa de Mark fue forzado. Él palmeó su abrigo a la altura de su cinturón. Clint no quedó impresionado con la maniobra o el estómago colgando por encima de la hebilla del otro hombre. – Dicen un montón de cosas.– sonrió. Él sujetó su codo en la boca del revólver que Jenna estaba tratando de empujar adelante. – ¿Va a presentarme con su compañera?– Mark preguntó. – No. – Clint mantuvo su respuesta breve y al punto. Jenna se relajó infinitesimalmente. – Usted no solía ser tan insociable.– La boca delgada de Mark desapareció debajo del látigo de su desprecio. – Su memoria podría estar fallando. Siempre he sido condenadamente insociable. 3 58 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen – La mantequilla no se derretía en su boca cuando cortejaba a mi hermana. – Caminar con ella a casa cuando trabajaba demasiado tarde en la tienda no es cortejar. – Juró que es condenadamente mejor que estar viendo cómo estaba afuera con ella a solas después del anochecer. – Si usted estuviera tan preocupado la pudo haber acompañado a casa usted mismo. – Estaba ocupado. Ocupado significaba apostar y andar de putas. Clint se encogió de hombros. – Viendo como se casó ella, diría que todo es agua debajo del puente. – Así lo creo.–Mark frunció el ceño, pero no tuvo ningún argumento a favor de la verdad. La sonrisa que él puso en su cara fue forzada. – ¿Le importa si cabalgo con usted? – Sí. –¿Planea un pequeño deporte ecuestre? La sonrisa de Mark se volvió lasciva. Él intentó mirar alrededor del hombro de Clint. Clint le dio con la rodilla a Ornery para mantener a Jenna escondida, mientras observaba, – Usted siempre fue un hijo de puta maleducado. – Y usted siempre fue un bastardo egoísta, manteniendo en privado a todas las buenas putas. Clint quiso enterrar su puño en la sonrisa afectada del otro hombre. Como si sintiera su estado de ánimo, Danny gruñó y se lanzó sobre las pezuñas de la castaña. –¡Maldita sea!– Mark maldijo, intentando frenar al caballo aterrado. –Ordénele detener el ataque a su perro, o le dispararé. – Danny podría escoger dejarlo ser. Mark tiró de las riendas, causando que el bocado hiciera un corte en la boca del caballo. El castaño reparó y giró. Clint no se sorprendió cuando el caballo salió corriendo 3 59 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen bajo un pinchazo de espuelas. Dougherty siempre había sido un matón. Cuando Mark fue un borrón a lo lejos, Jenna se relajó, dejándose caer contra su columna. – Para una mujer que no podría disparar, tú seguro estabas lista para dispararle a Mark.– Clint removió el revólver de su mano, y aflojó el martillo de vuelta a su lugar. – El no me gusta. – Así lo deduje. –Tú no puedes confiar en él. – Nunca lo hago, pero estoy más interesado en por qué él te aterroriza. – Él no me aterroriza. – Te preocupa, entonces. – Él es un matón. – ¿Te ha intimidado alguna vez?– Hubo un poco de demasiada demora antes de su “no” para que fuera creíble. –Vamos a regresar aquí, Sunshine. Él la sintió la sacudida de su cabeza en vez de verla. – ¿Me dices no?– Su asentimiento se acentuó. – Son sólo diez minutos a la casa, Sunshine. –Lo sé. –Esto sólo se añade a esa paliza que debes recibir.– Él movió soltó sus dedos de los pliegues de su chaqueta. Su mano temblaba con fuerza en la de él. Besó sus dedos. – No puedo hablar de eso. – Lo harás. – No esta noche. –¿Por qué no? – Porque me prometiste algo mejor. – Así lo hice.–Él sonrió, haciéndole cosquillas en su palma con su lengua, disfrutando de la presión de sus pechos en su espalda mientras ella tomaba un aliento estabilizador. Él esperó a que se relajara contra él, antes de añadir, – Pero no voy a olvidar lo otro. 3 60 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Él no había ganado su reputación cediendo. 3 61 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Capítulo 22 Jenna sirvió estofado en el último tazón. La tensión en la pequeña cocina era lo suficientemente espesa para cortarla con un cuchillo. Cuando ella se volteó, Gray miraba furioso a Clint, quien hacía rebotar a Bri en su rodilla e ignorándole al niño en esa forma total que le añadía chispas al resentimiento de Gray. Su estómago se revolvió. Tenía que hacer algo al respecto. Ella tendió el tazón. — Gray, podrías por favor tomar esto. El niño se sentó y clavó los ojos en sus utensilios como si no hubiera oído. Clint frunció el ceño. Ella rápidamente lo trajo a la mesa y lo puso adelante de él. Gray lo centró con un empellón. El caldo se derramó sobre un lado. Jenna enjugó el derramamiento con la toalla, pero Gray ni siquiera miró en su dirección. Jenna inclinó su cuerpo para bloquear la vista de Clint. —Lo siento, Gray. — Ella aguantó su gruñido como respuesta. — Tú no tienes nada por lo cual disculparte,— Clint le señalo desde atrás. Ella le ignoró y enfocó la atención en Gray. — No tenía derecho para ponerte en medio así. — Tú no le pusiste dondequiera. El niño hizo sus propias elecciones. — La rigidez en su tono señaló que él no estaba satisfecho tampoco de ellas. Gray había hecho esas elecciones para protegerla. Jenna entendía aunque Clint no podía. Ella siguió hablando para Gray como si Clint no estuviera detrás de ella colocando dentro sus dos centavos. — En el futuro, no quiero que alguna vez vayas en contra de tu padre. Ni siquiera para protegerme. Ella tocó el hombro de Gray. Él la miró furioso y respingó, tumbando su silla. Ella se sobresaltó por el disgusto en sus ojos. Bri empezó a llorar. Clint la silenció con charla suave y un nudillo para masticar. — Él me odia. Jenna suspiro mientras la puerta se cerro de golpe detrás de Gray. 3 62 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen — Él no te odia a ti, Sunshine. – Clint suspiró. —Sólo está disgustado porque no pudo tener éxito y trabajar por ese caballo que él quiere. — Tú fuiste demasiado duro con él. — Él arriesgó tu vida. — Él pensó que me estaba protegiendo. — Él pensó mal. —No podrías tú simplemente... — No.. – Él palmeó la espalda de Bri con el más suave de los toques, pero sus ojos eran duros mientras encontraban los de ella. — Él no puede interponerse entre nosotros, Jenna, y él no puede ponerte en peligro a ti, a Bri, o a sí mismo siendo un comodín. — Pero él es nuevo aquí, Clint. — Entre más pronto aprenda, más pronto se adaptará. — Su cena está empezando a enfriarse. — Jenna tocó el tazón de Gray. Él estaba tan delgado. — Él entrará cuando tenga hambre. — Él es demasiado orgulloso. — Jenna miró por la ventana. Todo lo que podía ver era el reflejo de la lámpara de aceite. Gray ni siquiera tenía su abrigo. — ¿No dice la Biblia algo acerca de que el orgullo precede a la caída? —El orgullo es todo lo que él tiene. —¿Te haría sentirte mejor si fuera y hablara con él? — Sí.— Ella tenía gran fe en que el corazón de Clint se ablandaría si pasaba tiempo con el niño. — Toma a Bri entonces. Jenna quitó a Bri fuera de su hombro. Como siempre, no importaba qué tan cuidadosa ella fuera, Clint era la persona favorita de Bri en todo el mundo y ella nunca lo dejaba voluntariamente. Clint besó sus labios mientras Bri gemía en su oreja. — El niño no va a agradecerme esto. Ella encontró su voz. — Pero yo lo haré. 3 63 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Cuento con eso. — Él asintió y se encogió dentro de su abrigo, agarrando el de Gray fuera del gancho contiguo. Gray no había ido lejos. Él estaba sentado sobre la esquina lejana del porche. A la luz desparramándose de la ventana, Clint lo podía ver frotándose los brazos. Clint hizo su siguiente paso pesado, otorgándole al niño esa advertencia. Gris inmediatamente se sentó arriba derecho y dejó caer sus manos. —Tu madre está preocupada por ti. — Él le dio al niño su abrigo. — Ella no es mi madre,— él gruñó, encogiéndose dentro de la pesada lana. — Hazme un favor hijo, y ninguna vez le digas eso a ella directamente. Aún si tú lo sientes. — Clint sacó su bolsita de tabaco de su bolsillo. —¿O me golpearás? — Peor hijo, ella llorará. — Él esparció tabaco encima del papel. —Las mujeres siempre lloran. — No mi mujer. — Clint tuvo que darle crédito al niño. Él había desarrollado su mofa hasta una forma de arte. Todavía, iba a tener que debatir el punto. Él lamió el borde lateral del papel para sellarlo antes de retorcer los extremos. — Me gusta mi mujer feliz y contenta. — Un hombre no debería temer las lágrimas de una mujer. —Él no debería provocarlas de cualquier manera. — Clint golpeó la yesca. El niño tuvo la discreción de sobresaltarse y mirar a través de la ventana. Clint siguió la trayectoria de su mirada. Se dirigía directamente hacia donde Jenna estaba sentada a la mesa, jugueteando con el borde de un plato, su expresión cargada de preocupación. Mientras observaba, ella se mordió los labios, y una lágrima se deslizó abajo de su mejilla. Él le dio un jalón a su cigarrillo, sus entrañas retorciéndose ante la vista. Demonios que a él le gustaba más su sonrisa. 364 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen — Quiero agradecerte por traerle a Bri. —Sabía que ella no la rechazaría. — No, no lo haría. — Clint dio otro jalón, soplando el humo en una corriente perezosa. — También quiero agradecerte por no armar un alboroto cuando ella te reclamó. — No era necesario. Clint examinó al niño, desde su cuerpo delgado a sus ojos demasiado viejos. Si alguien necesitaba el calor de Jenna, era este niño de bordes duros. — Sé eso, así como sé que ella quejándose continuamente te molesta, pero ella tiene su corazón puesto en ti siendo su hijo, y ella sólo te trata en la manera que ella lo haría con uno propio. — No es malo cuando ella me cocina algo. — Gray empujó las manos en sus bolsillos. — Ella conoce su camino a la cocina,— Clint se rió ahogadamente. —No le pedí a ella que hablara contigo.— Gray le lanzó una mirada. Ahora había una pequeña rendija por donde avanzar. —Nunca pensé que lo hicieras. Clint le dio un golpecito al cigarrillo a medio fumar y lo cubrió con el polvo. Estaba avanzando con el tema del cigarrillo. —Ella no debería haberlo hecho,— masculló Gray. —Hijo, ella no puede evitar querer protegerte más de lo que tú podrías evitar querer protegerla. — ¿Tú no la golpearás? — Gray frotó la oreja de Danny como si la respuesta no le interesara mucho. — No había planeado hacerlo. Especialmente ahora que tengo a ti y a Danny en mortal asociación contra la idea.— Clint creyó que no era un buen plan avisarle al niño que la había amenazado con eso. Por todo su abandono, el niño era un barril de metal de dinamita a punto de estallar. —Quebrantará su espíritu si tú la golpeas. —Ella es más fuerte de lo que tú crees. 3 65 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Gray negó con la cabeza. — Ella se destrozaría bajo tu mano.— Él volvió esos ojos demasiado viejos, demasiado sabios en Clint, repentinamente viéndose como un hombre. — Ella te ama. —Ella cree que lo hace. Fue una experiencia inquietante ser compadecido por un niño, aun si fue sólo con una mirada. —Si tú eres aún tan tonto como para lastimarla, te mataré. Él le creyó. — Si alguna vez caigo tan bajo, tienes mi bendición. — Necesitas detener sus lágrimas. —Gray asintió hacia la ventana. Clint miró. Esa sola lágrima había florecido en un torrente. — La única cosa que va a hacer eso es si tú y yo entramos de nuevo sonriendo. — Algunas cosas costaban menos esfuerzo cuando estaba solo. — Gray suspiró y examinó rápidamente la ventana otra vez. — Sí, pero apuesto a que la comida no estaba ni de cerca tan bien. — Eso es muy cierto. Gray empujó sobre sus pies. Se limpió las manos del asiento de sus pantalones. — ¿qué le dirás a ella? — La verdad. Las cosas están solucionadas entre nosotros, y en lugar de una semana de estar atado en el rancho, has conseguido dos días y tareas adicionales en el establo hasta el domingo – cuando regreses del de Asa. —Gracias. Gray estaba allí y repentinamente él fue un niño incierto, su cara con una emoción que él no supo cómo manejar. Él se frotó la mano en sus caderas delgadas. —No me agradezcas hasta que veas la cagada de estiércol que he estado postergando recoger. — No importará. 3 66 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Clint sabía que no lo haría. El niño tenía integridad y empuje. Y él amaba a ese caballo. — Voy a necesitar una promesa de ti, también. La cautela regresó inmediatamente a los ojos de Gray. Como si él supiera que tenía que haber una trampa para cualquier cosa buena que ocurriera en su vida. Esa cautela rasgaba las entrañas de Clint tanto como las lágrimas de Jenna. Tal vez él en realidad se estaba ablandando. Puso sus manos en los hombros del niño, asombrado de lo carentes de músculo que estaban. Gray sólo daba la impresión de masa. — No ocultes información de mí otra vez. No cuando se trate de Jenna, Bri, o de ti. — Gray se encogió fuera de debajo de su mano y gruñó. — ¿Es esa una promesa o tu estómago comienza a funcional mal? — Lo prometo. — Bien, porque los McKinnely trabajamos juntos, no uno contra el otro. Gray no tuvo nada para decir a eso. Clint mentalmente suspiró. Conseguir que Gray se integrara a la familia tomaría tiempo y paciencia. Él examinó rápidamente la ventana. Jenna había dejado de llorar, pero todavía se veía preocupada. Sobre eso, él podría hacer algo. — ¿Estás listo para hacer sonreír a Jenna otra vez? — le preguntó. Él pensó que el niño se rehusaría cuando abrió la puerta, pero no lo hizo. Él caminó directo, y cuando Jenna encontró su mirada, Clint contestó con un asentimiento. Gray no se respingo fuera de su abrazo. Él aun le dio palmadas en la espalda a ella torpemente, lo cual hizo a Jenna ponerse a llorar nuevamente. Gray dio un paso atrás horrorizado. —Lo siento. Clint sacudió la cabeza y metió a Jenna en su costado. — Éstas son lágrimas felices, hijo. No hay nada que hacer sino sobrellevarlas. Gray no se veía menos consternado con la explicación. — Si tú pudieras ver a Bri y comer tu cena, me encargaré de esto. Gray salió disparado hacia la mesa. 3 67 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Contra su pecho, Jenna inhaló por la nariz. —No creo que él pudiera irse de aquí lo suficientemente rápido. —Los hombres McKinnely no toleran bien las lágrimas. — Intentaré endurecerme. — Ella se sonó la nariz en su manga. —¿Cuántas veces tengo que decirte? Me gustas justo en la forma que eres. Él le limpió la cara con la toalla que estaba colocada sobre el borde del gabinete.Tuvo que usar su dedo para limpiar la mancha de harina que dejó la toalla. Ella se volteó completamente en sus brazos. —¿Aún cuando lloro en los peores momentos? —Me he acostumbrado. Su risa se atragantó. —Gracias por hablar con Gray. — Voy a decírtelo, Jenna. Ese es un infierno de niño el que metiste en la familia. — Él besó la parte superior de su cabeza. — ¿A ti te gusta? Él asintió, removiendo un pelo de su cara. —Él va a ser un infierno de hombre. Y un infierno de enemigo para alguien. Pero no le dijo eso a Jenna. Ella tenía suficiente con que lidiar, y no comprendería el impulso que el muchacho sentía por vengar la muerte de su madre. Él tampoco le dijo que el niño había amenazado con matarlo. Ella no comprendería eso, de cualquier modo. Otro hipo la estremeció. — Vamos, Sunshine. No llores. — Él besó su pelo, limpiando sus mejillas húmedas con su pulgar.— Me despedaza. —¿La debilidad McKinnely? —Sí. — Él miró los ojos rojos, las mejillas mojadas por las lágrimas, y su pelo desordenado. Inclinó su cara y rozó las lágrimas de sus pestañas con sus labios, el sabor a sal propagándose a través de su boca. Ella era bella de lado a lado. — Demonios, voy a tener que rechazar a golpes a los hombres con una vara el próximo sábado en la reunión. —¿Vamos a una reunión? — Sus pestañas revolotearon contra sus labios. — Eso no se supone que te asuste. 3 68 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen — Nunca he ido a una. — Entonces será mi placer llevarte a tu primera. — No sé cómo bailar. — Otra primera cosa que debemos compartir. — No soy buena en las multitudes. — Ella le dio un tirón a un botón en su camisa. — Sólo tienes que ser buena conmigo. — Sus dedos se deslizaron debajo de la solapa, suaves y calientes en su pecho. —Podría decir o podría hacer algo estúpido y hacerte pasar vergüenza – Sus uñas se clavaron, embromando sus sentidos. —Podría comportarme como un asno y te podría hacer pasar vergüenza. Sus dedos estaban todavía en su pecho, a sólo pulgadas de su pezón. Ella levantó la mirada, sus ojos amplios. —Tú nunca me avergüenzas. —Y tú nunca me avergüenzas tampoco, así es que imagino que eso significa que estaremos preparados para la noche. —Él los volteó ligeramente para que el niño no pudiera ver. —No tengo un vestido. — Imagino que tendrás que gastar mi dinero entonces. — No hay tiempo de traer uno hecho. — Entonces arroja más dinero al problema. — Él besó su nariz. Corrió sus dedos abajo de la fila recatada de botones en su vestido, presionando adentro para que el valle profundo entre sus pechos se revelara. Hijo de puta, él amaba la privacidad para abrir de un tirón ese vestido y enterrar su cara entre esos montículos suaves. — Sólo no lo hagas demasiado escotado. No quiero pasar la noche golpeando hombres atemorizados con sillas. — ¿Crees que los hombres van a estar interesados en mí?— Su risa ahogada fue tan suave como su toque. 3 69 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Él sonrió ante lo zalamero de su voz. Él consideró eso un paso auténtico hacia adelante en su relación que ella se sintiera lo suficientemente cómoda con él para pescar cumplidos tan obviamente. — Va a haber una línea afuera de la puerta esperando para bailar contigo. Pero, — él no tuvo que trabajar para encontrar un ceño fruncido,— no quiero que nadie sino yo abrillante la hebilla de su cinturón contigo así es que practica a decir 'no' de cada manera que puedas de aquí a entonces. El pensamiento de otro hombre en cualquier lugar cerca de ella lo conducía a la locura. Ella palmeó su mano confortantemente. — practicaré, pero no creo que necesites preocuparte. Él tocó la longitud brillante de su precioso cabello dorado. Él había tenido un tiempo lo suficientemente duro manteniendo a distancia a los hombres de ella antes de que se casaran, pero ahora que ella comenzaba a encontrar su propio andar, esa luz interior que tanto lo calentaba estaba brillando más y más fuerte, atrayendo más y más la atención a su belleza gentil. Él la tocó desde el mechón de cabello hasta sus llenos labios rosados. Ella era todo luz brillante y calor profundo, su Jenna. — Ah bebé, si piensas eso, tendrás pronto una infernal sorpresa. Él jaló el cabello, inclinando su cabeza hacia atrás. Mientras ella lo miraba, una pregunta en sus iluminados ojos azules, él tomó su boca profundo y duro, empujando su lengua más allá de su jadeo sorprendido, saboreando su dulzura. Su voluntad. La verdad. No importaba cuántos hombres se abalanzaran sobre ella. Al final de la noche y cada una de las otras noches ella iría a casa con él. Y con ningún otro. Jenna no tuvo que esperar hasta la fiesta para estar sorprendida. Entrar en la Tienda de Corte Y Confección de Pearl con Mara tres días más tarde se encargó de eso por ella. Ver a Lorie, Elizabeth, Millicent, y Dorothy abarrotando la sala pequeña no la desorientó 3 70 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen suficiente como cuando Pearl pasó detrás de ella y cerró la puerta con llave, poniendo el letrero de cerrado. — ¿Que es lo que está pasando? — Les envié una nota,— contestó Mara, ondeando la mano a través de las mujeres. —¿Con relación a qué?— Jenna se apretó a la izquierda más allá de la masa de Millicent, Bri en sus brazos complicando la maniobra. — Con relación a Clint siendo un asno,— contestó Millicent, frunciendo el ceño impacientemente hacia la parte trasera de la pequeña tienda. —Él no es un asno,— protestó Jenna. — No me suena como si él fuera perfecto,— exclamó Lorie. —Tú no lo conoces. — Clint era maravilloso. Bueno para ella en todas las formas. No era su falta que él no la pudiera amar. — Lo conozco. Conozco al chico por dentro y por fuera y diría ahora que es un asno. — Dorothy miró hacia arriba el encaje que ella admiraba. —No quiero pelear. Sólo necesito un vestido. — ¿Cómo se suponía que ella discutiera con la tía de Clint? Ella palmeó la espalda de Brianna. — Oh querida, no tienes que preocuparte,— dijo Pearl, llegando hasta el frente, una cinta de medir alrededor de su cuello y un alfiletero amarrado a su muñeca. — podemos hacer más de una cosa a la vez. Eso es lo que le daba miedo a Jenna. — Pero podríamos querer tener la adaptación hecha antes de que el reverendo llegue,— ofreció Lorie. — Ese es un buen punto,— añadió Millie en su voz ronca de sirena que era tan extraña con su extravagante pelo rojo y su ropa. — No le hará ningún bien al asunto que Jenna esté luciendo un vestido con costuras disparejas. — ¡No es más que la verdad! Pearl agarró la mano de Jenna. Para semejante pequeñez, la femenina mujer era asombrosamente fuerte. Jaló bruscamente a Jenna más allá de Elizabeth. Jenna pronunció un” auxilio". Elizabeth sonrió, se encogió de hombros, y tendió sus manos para Bri. 371 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Jenna tuvo sólo un momento para pasar a Bri antes de que ella fuera jalada a través de la cortina de terciopelo dorado hacia el interior oscuro. El cuarto olía a tinta, papel y ¿galletas de … azúcar? — Vamos todas, nosotras tambien podemos instalarnos,— llamó Pearl, indicando a Jenna para fuera detrás de la cortina y se cambiara por el vestido brillante azul celeste trémulo que estaba colgando allí. Jenna se deslizó fuera de su vestido. ¿Seguramente Pearl no esperaba que ella vistiera esto? —¿Pearl cuál es el vestido que se supone que me ponga? — El que está ahí atrás, querida. El raso suave se deslizó por sus dedos. Oh cielos, este era demasiado bonito. ¿Qué pasaría si ella derramaba ponche en el? — ¿Tienes algo menos...? — ¿Cómo podría decir menos bien, y no sonar estúpida? Pearl asomó la cabeza a través de la cortina. Jenna estrechó el vestido contra su pecho. — Clint hizo una visita y escogió la tela para ese vestido por sí mismo amor. Dijo que era su tono favorito de azul. Dorothy se asomó por la cortina, Miró al maltratado vestido descartado y la cara de Jenna.— Es fácil ver por qué. Es del mismo color de tus ojos. La cortina se abrió repentinamente mientras Millicent daba un paso a través. — El chico siempre prefirió el azul. Jenna quiso hundirse a través del piso. Quiso cubrirse con el vestido un poco más. Millicent silbó mientras miraba el vestido que Jenna sujetaba contra ella. —También tiene un gusto excelente. La siguiente cara en aparecer fue la de Mara. Ella miró a Jenna, al vestido, y a las mujeres. — El vestido es primoroso. Clint es un asno con gusto excelente, y Jenna podría apreciar un poco de privacidad. —¿Como para qué? — pregunto Pearl, tomando el vestido de las manos de Jenna y recogiéndolo antes de dejarlo caer sobre su cabeza. Su "todas somos mujeres aquí" fue ligeramente obscurecido por el siseo del raso mientras el material resbaladizo se vertía de su cabeza. Jenna empujó los brazos en las mangas. 372 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Ten cuidado con los... — Los alfileres,— siseó Jenna mientras uno se le clavaba en la axila. — ¿Encontraste uno? — preguntó Pearl moviendo de un lado para otro el material. — Está bien. — ¿No estás embarrando sangre en la tela verdad? — preguntó Millicent. Jenna jaló abajo la manga. —No. —Bien. — Elizabeth le hizo caras a Brianna. — Sería una lástima arruinar un vestido tan bonito, ¿no es verdad pastelito? — Lo que se arruinará es esta reunión,— masculló Millicent mientras Jenna era llevada por Pearl hacia la caja en la mitad del piso. —¿dónde diablos está el reverendo? —¿Por qué necesita el reverendo estar aquí? — preguntó Jenna mientras ella daba un paso sobre la caja ancha. Ciertamente no quería a un hombre allí, mucho menos a ese reverendo demasiado guapo. Nadie contestó. Ella tiró del corpiño, logrando conseguir los botones acomodados por medio de pura fuerza de voluntad. El vestido iba definitivamente a tener que ser aflojado del busto. Ella estaba a punto de señalar eso cuándo un golpe en la puerta trasera interrumpió los procedimientos. Las otras mujeres se volvieron todas a una, varios grados de anticipación reflejados sobre sus caras. — ¡Gracias a Dios! — exclamó Pearl, agarrando una canasta y apresurándose a la puerta. La puerta se abrió lo suficiente para revelar una silueta alta, ancha de hombros iluminada por detrás por luz de sol fluyendo antes de que Pearl atravesara y jalara bruscamente al hombre adentro, cerrando la puerta. Jenna alisó sus faldas y entonces miró abajo, cruzó los brazos sobre su pecho demasiado expuesto. La mirada del reverendo cayó en ella y su ceño fruncido se disolvió en una lenta sonrisa abierta que la puso claramente incómoda. 3 73 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Si no temiera que la noticia llegara a Clint, quien por seguro me alimentaría con mis dientes por notarlo, te diría que eres una mujer de buena apariencia, señora McKinnely. Jenna logró jadear un agradecimiento más allá de su vergüenza, lo cual sólo hizo a ese reverendo malvado sonreír más ampliamente. Él desabotonó su abrigo e inclinó su sombrero a las señoras en general. — ¿Así que Clint es la razón por la que esta última reunión tuvo que ser convocada? — preguntó con una ceja arqueada. — Él está siendo un pequeño dolor,— dijo Mara mientras recogía un montón de alfileres y atisbaba el dobladillo del vestido de Jenna. — En un asno,— elaboró Millicent. — Los McKinnelys sobresalen en eso.— El reverendo sonrió, obviamente muy cómodo en una habitación llena de mujeres. —Clint no es un… un dolor, — dijo Jenna entre dientes. —No preocupes a Jenna,— masculló Mara alrededor de un bocado de alfileres mientras se doblaba para jalar abajo el dobladillo de enfrente. — Las mujeres M.S.H.T. son geniales en conseguir que la cabeza de un hombre esté derecha. —Difícilmente calificaría arreglar la idiotez de Cougar como causa de genio,— replicó Millicent mientras Jenna se agarraba firmemente el corpiño a raíz del tironeo de Mara. Lorie se rió. — Él fue más bien fácil una vez que tú lo amarraste. — Fue porque que la atadura esa fue un reto,— convino Mara, el sonrojo en sus mejillas rivalizando con el de Jenna. — No entiendo,— masculló Jenna a través de su vergüenza. Y ella no estaba segura de lo que querían hacer, pero tenía curiosidad. Como todos los demás, ella había oído historias acerca de Mara y el cortejo de Cougar. — Lo entenderás. — El reverendo se rió categóricamente, sus dientes destellando blanco en su cara bronceada, y jaló un manojo envuelto de debajo de su abrigo. 374 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Jenna miró a Lorie. —¿M.S.H.T.? —Mujeres superando a hombres testarudos,— susurró Lorie mientras el reverendo cambiaba su paquete por la canasta de Pearl. Él meció la canasta en sus dedos y suspiró, — No sé lo que voy a hacer para conseguir bocadillos una vez que ustedes las mujeres metan a los hombres de este pueblo en orden. — Podrías sentar cabeza con una joven agradable,— propuso Pearl. —¿Qué haría con una mujer agradable? — Él se inclinó y besó la mejilla de Pearl. — Si tú consiguieras engancharme con alguien, harías mejor servicio encontrándome una que está familiarizada con el lado áspero del mal. Jenna parpadeó porque por ese breve segundo ella pensó que el hombre estaba completamente serio. Lo que era ridículo. La esposa de un reverendo era siempre una mujer por encima de toda posible crítica. — ¿No es eso cierto? Para ser un reverendo, tú seguro eres uno salvaje. Millicent se rió y recogió un surtido de cristalería del aparador. —Solamente estoy ganando mi camino hacia la redención, Millie. Solamente ganando mi camino. — Un mechón de su cabello rubio veteado por el sol se cayó por su frente mientras él abría la puerta. —Directamente al infierno es dónde ese muchacho va a ir,— masculló Pearl mientras él dejaba el cuarto, llevándose su risa y el olor de las galletas de azúcar con él. — Si lo hará, probablemente le ayudaremos en el camino,— agregó Millie estirándose para alcanzar los vasos. — Enviar al predicador al salón para tener nuestra bebida va de seguro a captar la atención del todopoderoso. —¿Ustedes enviaron al reverendo Swanson a un salón? — Jenna tomó un vaso, sintiendose más que un poco tonta, estando de pie sobre una caja intentando aclarar lo que estaba ocurriendo. Lorie bostezó y asintió con la cabeza. — Él es el único en quien podemos confiar. —¿Confías en un reverendo que bebe? — Jenna no sabía si estar conmocionada o divertida. 375 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen — Si no puedes confiar en un reverendo, ¿En quién puedes confiar? — Lorie se encogió de hombros. Jenna no estaba segura, pero ella tampoco estaba segura de que debieran poner toda su confianza en un hombre de Dios que tan claramente no lucía o actuaba el papel. Lorie sofocó otro bostezo, y Jenna sintió una punzada de culpabilidad. Si bien ella había hecho a Lorie una socia en el Dulce Tomillo y le daba tres cuartas partes de la ganancia, era un montón de trabajo para una persona. — ¿Es la panadería demasiado para ti? — Oh, no. Me gusta mucho. Sólo no me fui a la cama a tiempo anoche. — Jenna sabía cómo era eso. —¿Has estado alimentando a Harry? — Tan duro como había sido soltar la panadería, había sido doblemente difícil olvidarse de cuidar de esos que dependían de ella. Para su sorpresa, Lorie se ruborizó rojo brillante. —Sí. —¿Quién es Harry? — preguntó Elizabeth mientras jugaba cucú con Bri. — Uno de los vagabundos de Jenna— Lorie contestó antes de que Jenna pudiera. — Bueno, si él come de tu panadería, Jenna, él come malditamente bien,— dijo Millicent, mientras Pearl llenaba el vaso de Jenna. Aun desde un pie de distancia, la nariz de Jenna se arrugó ante el olor de la bebida espirituosa. —Esa línea nueva de panes con hierbas que introdujiste es maravillosa. Necesito hablar contigo más tarde sobre ordenar algo para el restaurante. — Ese es un gran cumplido. — Jenna agarró el corpiño otra vez mientras Mara continuaba tirando del dobladillo. Millie era la mejor cocinera en todo el territorio. Se sabía que los clientes se peleaban mientras esperaban para meterse en su restaurante. Ella no alababa la cocina de otros a menudo, y ciertamente no la introducía en su establecimiento. —Gracias. — El sonrojo de Lori se profundizó. — No hay necesidad de agradecer, — dijo Pearl mientras ella rápidamente llenaba los otros vasos. — La mujer reconoce algo bueno cuando lo prueba, y estoy segura de que intenta sacar un dineral del trato. 3 76 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Esa es la verdad honesta de Dios. — Millie brindó por Jenna. Ella hizo una pausa, sus ojos cayendo hacia el pecho de Jenna antes de ampliarse. —Pearl, ¿sacaste tú una descripción de Clint antes de hacer este vestido? — ¡Por supuesto! — Bien, — Millie tomó un sorbo de su whisky y frunció el ceño, —nunca he conocido a un hombre que minimice ese aspecto del cuerpo de una mujer. Pearl levantó la mirada, frunció el ceño, y tomó un sorbo rápido de su bebida antes de bajarla. Ella azotó su cinta de medir en todas partes de su cuello, cruzando el cuarto en cuatro pasos. — Clint no es diferente a otro hombre,— murmuró ella, envolviendo la cinta alrededor del pecho de Jenna antes de dejarla caer para tirar del material apretado bajo la axila de Jenna. — Por lo que acepté con un grano de sal su valoración. — Más que un grano,— murmuró Mara, levantando la mirada.— ¿Segura que no puedes pasar un poco de eso Jenna? — preguntó con una mirada pesarosa en su tórax plano. — Tú puedes tener todo lo que tú quieras. — Como si ella lo necesitara— Lorie bufó. — Cougar ya la mira como el azucar de su pastel favorito, ¿Y ella anda buscando más incentivo? — No puedo evitar pensar en las mujeres que él conoció antes de mí. — Mara se encogió de hombros, tomó un sorbo de su licor, y se estremeció. — No importa quién llegó antes, — Millie se empinó el resto de su bebida. — Todo lo que importa es que ninguna llegue después, y dulce Mara, ese hombre tuyo es un hombre de una sola mujer. —Sí, lo es. — La sonrisa de Mara reflejó su satisfacción con ese hecho. —Y, — Elizabeth se empinó el trago después de cubrir las orejas de Brianna, — oí a través de Asa que Cougar encuentra tus medidas exactamente a su gusto. Jenna cerró los ojos, sintiéndose más como una vaca con cada palabra. Mara era exquisita y delicada y todo lo que un hombre quería de una mujer, mientras ella era una mujer cuyas curvas sobrepasaban aun las expectativas de una costurera. 3 77 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen — Tal vez podríamos encontrar algo que podría..., — ella rozó sus manos sobre sus pechos, — ¿...aplanarme? Su susurro aterrizó en la conversación como una roca en un estanque, perturbando la ecuanimidad con ondas de sorpresa. El de Pearl — ¿a cuenta de qué querríamos hacer eso?— fue casi sobrepasado por el de Millicent — querida, con un pecho como el tuyo necesitas pensar en términos de ostentarlo, no esconderlo. — Ella tiene un punto, — aportó Lorie. —Si rebajaras ese escote sólo un poco, no habría un hombre en el territorio que no se tropezara. ¿Rebajar el escote? Ella ya mostraba sus clavículas y tres pulgadas de hendidura. — No quiero a los hombres jadeando sobre mí. — Sólo Clint, — dijo Dorothy, su voz compasiva. —Sí. — Ella amaría que Clint se sintiera acerca de ella en la manera en la que Cougar sentía acerca de Mara, como si aun sus desperfectos fueran algo que celebrar. Pero para que eso ocurriera, él tendría que amarla. —Bueno, sólo teniendo a Clint notándote, no va a solucionar tu problema, — masculló Pearl mientras ajustaba el vestido con movimientos eficientes. Ella sacó tijeras pequeñas fuera de su cinturón y dos cortes más tarde las puntadas en el corpiño izquierdo se aflojaron con rapidez sorprendente. —No tengo ningún problema. — Jenna agarró el corpiño, casi derramó su bebida, y se acomodó para estar absolutamente quieta. —Oí que no sientes que Clint te ame. — Clint es un buen marido. — Ella cerró los ojos brevemente y aspiró profundamente mientras Pearl tijereteaba las puntadas en el otro lado. Ella dejó salir su aliento lentamente. Al menos podía respirar normalmente. — Huh. — Dorothy colocó su vaso en la pequeña mesa de madera con un clic decisivo. – No si él no te ha dicho que te ama. — Especialmente si le dijeras que lo amas. — El bastardo egoísta, jugando a lo seguro. 3 78 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Jenna cerró su puño sobre el impulso de gritar. — No lo llames eso. Él es un hombre maravilloso. Mucho mejor de lo que merezco. — Caramba, con una actitud como esa, no es de extrañar que necesites nuestra ayuda. — Pearl recogió su vaso y drenó la última gota. — No necesito su ayuda. — El resto del conjunto está muy bien, pero la parte superior va a ser un problema. — Pearl atisbó el corpiño aflojado. Ella sacudió la cabeza. — y por supuesto que necesitas nuestra ayuda, de otra manera no estarías dando disculpas para tu hombre. — Él no puede evitar que no me ame. — Jenna, no tomes esto por la vía equivocada, — aventuró Elizabeth mientras Bri comenzaba a expresar inconformidad, su pequeño puño trabajando contra sus encías, — pero estas simplemente loca si piensas que Clint no te ama. — Ese hombre no puede respirar correctamente por desearte,— agregó Mara. — Él se preocupa por mí y se siente protector, pero eso no es lo mismo que amar. — Aun ella no era lo suficientemente ingenua para pensar que desear tuviera cualquier cosa que ver con amar. Y Jenna no lo podía culpar. Ella no era fuerte aún. Pero lo sería. — Te digo, — dijo Millie, sirviendo otro vaso alrededor, deteniéndose cuando ella llegó a Jenna, — la emoción es desperdiciada en la juventud. —No es más que la verdad,— masculló Pearl por entre los alfileres que había metido en su boca mientras jalaba el corpiño abajo. Jenna lo jaló de regreso arriba con su mano libre mientras Pearl se estiraba por su vaso. Ella bien podría haberse ahorrado su tiempo mientras la menuda Pearl terminaba su bebida, ella regresó para jalarlo abajo. Sirviendo otro vaso alrededor, deteniéndose cuando ella llegó a Jenna, — la emoción es desperdiciada en la juventud. —Creo que si bajo el corpiño, puedo tener la caída derecha. — Ella dio un paso atrás de la longitud de su brazo. — y tú ciertamente tienes la estatura para llevarlo. — Esta vez Pearl no lo dejó ir cuándo Jenna lo jaló. — Clint dijo que no consiguiera nada demasiado escotado. — Aun así Pearl no dejó de jalarlo. — Clint no se lo pondrá. 3 79 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Pearl tiene un punto,— dijo Elizabeth con un pragmatismo que hizo a Jenna mirarla dos veces. — ¿Es tu vestido como este de bajo? Ella no podía creer que Asa dejaría a Elizabeth ponerse cualquier cosa escotada. Se sabía que él era un hombre muy posesivo. — Más bajo. He conseguido aprovecharme de esta generosidad inocente mientras dure. — Elizabeth sonrió abiertamente, enderezó los hombros, y forzó hacia fuera su pecho. — Maravilloso,— Mara se rió, — hay esperanza para mí aún. Sólo necesito obligar a un bebé a alimentarse de mí, y seré una de las abundantes. —¿Abundante? — Millicent levantó las cejas. — No hay daño en soñar a lo grande. — Mara se encogió de hombros y quitó a Bri de Elizabeth. —Como si ese marido tuyo no fuera suficiente generosidad,—volvió a mascullar Pearl alrededor de los alfileres. Jenna sólo podía mirar parpadeando la forma en la que las mujeres hablaban, como si las opiniones de sus maridos no fueran de capital importancia. — ¿Asa te dejará llevar puesto un vestido como ese?— Ella le preguntó a Elizabeth. — Él no va a estar feliz, pero para cuando se entere, estaremos en la fiesta y eso será muy tarde. — ¿Qué hará él? — Susurrará amenazas en mi oreja acerca de lo que hará cuando me lleve a casa y entonces pasará toda la noche deseando ardientemente mis nuevos pechos y mirando furioso a los hombres a los que les gustaría una mirada. — Elizabeth se encogió de hombros, desabotonando su chaqueta. — ¿Y cuándo llegues a casa? — Él me llevará arriba al dormitorio y me mostrará cuánto aprecia mis encantos. — Elizabeth sonrió ampliamente. —¿No estará celoso? — Cuento con eso, — Elizabeth se rió. 380 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Su expresión le dio a Jenna que pensar. Elizabeth estaba mirando adelante hasta su noche con su marido, para tentarlo y embromarlo y cosechar los resultados. Jenna no podía imaginar embromar a Clint así, probar el borde de su paciencia mientras tentaba su deseo. Pero Mara obviamente podría. Ella sostenía a Bri por encima de su cabeza, riéndose con la niña mientras ella pataleaba y gesticulaba con las manos. — Sabes, Pearl. Creo que mi vestido es un poco demasiado modesto. — Y continuará de ese modo también,— masculló Pearl. — Cougar casi arrancó la cabeza de ese muchacho que decidió bailar demasiado cerca el último verano. —Él no lo lastimó realmente. — Lo hizo huir de la ciudad, sin embargo, y mi Evie acababa de conseguir acomodarse con él. — No te hagas ilusiones de que Evie tenga planes de aplacarse. Ella me recuerda demasiado a ti, — bromeó Millicent. Pearl se levantó a su altura completa. — soy el alma del decoro. — Lo que no quiere decir que no anduvieras en malos pasos en tu día. — Millie terminó su segundo vaso de bebida. — y tal parece ser que Evie tiene la intención de seguir las huellas de su madre. — El Cielo lo prohíba. Para todo su rodar de ojos, Pearl no parecía tan alterada con la situación. — ¿Cuántos años tiene Evie? — Jenna contuvo su aliento cuando Pearl levantó la mirada. Ella no quería ser apuñalada. —Veinte años. — Pearl sacudió la cabeza mientras metía el corpiño suelto debajo y lo prendía con alfileres en el lugar. — y no tiene prisa de proveerme de nietos. A Jenna le dio miedo recorrer la mirada abajo pero algún tipo de mórbida fascinación la hizo mirar, y prontamente hizo a su mano volar hasta cubrir su pecho. — ¡No puedo llevar puesto un vestido como este! La respuesta de Pearl fue un arqueo de su ceja. — ¿Por qué no? — Mi pecho está exhibiéndose. — Prefiero pensar en eso como ser presentado. 381 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen — Clint me mataría. Lorie se atragantó con su bebida.— Puedo ser la única doncella aquí, pero aun sé que lo último en su mente si él te viera en ese vestido sería matar. Estás bella, Jenna. — ¿Bella? Ella quitó sus manos de su pecho y se volvió hacia el espejo mientras murmuraba, — él me dijo que no quería algo demasiado bajo. —Está bajo, pero no demasiado bajo, — Elizabeth ofreció, subiendo detrás de ella y tomando el vaso de su mano. Cuando ella miró hacia el espejo, lo vio. Era bello. Nunca había visto una cosa como esa. Su vida entera había usado vestidos abolsados grises o cafés y de escote subido. Vestidos diseñados para disimular la apariencia de una mujer, para disminuir su habilidad para tentar a un hombre del camino recto y estrecho. Pero si Clint la viera con este vestido, oh cielos, ella quería que él la viera en este vestido que parecía captar la luz y reflejarla haciendo resaltar luces trémulas sobre su piel. Este vestido que le quedaba como un guante y la hacía verse sensualmente llena de curvas en vez de gorda. Este vestido que hacía su pelo más rubio, sus ojos más azules. Este vestido que la hacía parecerse a una mujer que debería estar en su brazo. —Es bello,— susurró. Pearl sacudió la cabeza y le dio a Jenna de regreso su vaso. —Un vestido sólo puede realzar lo que ya está allí. Ajustó la costura debajo de su brazo izquierdo. —Y tú siempre has tenido bastante con lo que trabajar. — No soy bella. — Clint le dijo a Asa que lo eras, — señaló Elizabeth. — ¿Cuándo? — La primera vez que te vio fuera del negocio. — Ha pasado mucho tiempo. ¿Cómo lo sabrías tú? —Porque él ha estado observándote desde entonces, y Asa nunca miente. Se suponía desde siempre que serías mía. Ella intentó acostumbrarse a la extensión del escote, trazándolo con su dedo, imaginando la reacción de Clint si ella lo hiciera enfrente de él. Él lo amaría si estuviera en la privacidad de su dormitorio, ¿Pero en una fiesta? 382 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen — No puedo llevar puesto esto. —Tienes que ponértelo,— contrarrestó Dorothy. —Tienes que ponerte ese vestido para la fiesta, y tienes que sonreír y bailar y divertirte de lo lindo con cada hombre que te pida bailar contigo. —¿Por qué? — Porque la única manera para obligar un hombre a afrontar lo que siente es darle una probada de lo que él podría perder. — ¿Quieres que yo engañe a Clint? —Novias nuevas,— masculló Millicent. Piensa acerca de eso más como abrirle los ojos,— propuso Pearl. Jenna recordó la honradez y la emoción en los ojos oscuros de Clint mientras la sostenía a través de sus miedos. La ternura de su toque. La garantía en su voz mientras decía, te veo a ti, Sunshine. Y ella lo vio también. Su orgullo. Su honor. Su necesidad. —No. —Son los medios más rápidos para conseguir un fin —, señaló Elizabeth. — Eso no lo hace correcto. Lastimar a Clint nunca sería correcto. — No lo hace malo, tampoco,— agregó Millicent. —Solamente otro camino hacia donde tú quieres ir. — Lo contrariaría. Jenna estaba harta de la gente que le sugería hacer cosas que sus instintos decían que eran incorrectas. No será la primera vez que él ha estado molesto,— ofreció Mara.—y sólo lo estaría por un minuto. —No le haré eso a él. — Un minuto sería demasiado largo para infligir ese tipo de dolor en alguien. — Bien demonios, –masculló Millicent. — Ahora tendremos que usar el aburrido plan de apoyo. 3 83 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen — ¿Cuál es ese? — Simplemente caminar hasta allá y preguntarle al hombre si te ama. Jenna tomó un sorbo del whisky apestoso, estremeciéndose mientras el sabor llenaba su boca. Tal vez usar el vestido no fuera una idea tan mala. 384 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Capítulo 23 Jenna parpadeó mientras salía de la casa de modas a la brillante luz del sol. Bri volteó la cara en su cuello y lloriqueó. Jenna jaló el pequeño gorrito para escudar sus ojos, mientras que ella levantaba la manta gruesa más arriba sobre su cabeza contra el frío mordaz. —Creo que el invierno será frío este año, — dijo Mara, esperándola por el borde de la acera de madera para que pudieran dirigirse para la panadería. — Seguro que se siente así, — Jenna se apresuró a alcanzarla, — pero sin importar como sea, la casa de Clint será bastante más caliente que las mías antes. — Clint tuvo ese lugar sellado en seis formas diferentes después de que lo compró. Jenna palmeó la espalda de Bri. Estaba atrasada para su siesta y comenzando a quejarse continuamente. —Él es así. — Creo que es más que eso. —Oh. —Le dije que a él no le gustaría el pensamiento de su esposa congelándose. — Me olvidé de la gran cacería de la esposa. Ella deliberadamente lo había puesto tan lejos de su mente como era posible. — Creo que él tenía en mente a alguien específico. — Oh. Mara le dio un empujón en su brazo. — Tú tonta. — ¡Estaba casada! — Todos nosotros fuimos dolorosamente conscientes de eso. Especialmente cada vez que Clint te veía temblando por el pueblo envuelta en ese viejo manto, y Hennesey estaba en ese salón apostando y bebiendo. Hubo veces cuando Cougar se preocupó de que Clint pudiera hartarse. 385 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen — Clint odia la injusticia. — Clint odió no tener el derecho de protegerte, — dijo Mara, parándose abruptamente mientras que en la tienda del barbero/dentista la puerta se mecía abierta. Un hombre tropezó afuera, sujetando su mandíbula. Él las saludó con la cabeza a ambas, respingado, y se bajó del pasillo. — Estoy tan contenta de que mis dientes estén buenos.— Jenna siguió su caminar disparejo mientras él cruzaba la calle congelada, llena de baches. —Tú y yo, — Mara hizo eco de su estremecimiento. — Pero si ese fue un intento para cambiar el tema, no está funcionando. — No estaba tratando de cambiar el tema. — Ajá. —Francamente, — Mara continuó abajo de la acera, frotándose las manos juntas contra el frío, — todos nosotros estábamos sorprendidos cuando Clint no comenzó a cortejarte el día después de que Hennesey murió. — Eso no hubiera sido correcto. — Nunca he sabido que Clint esté excesivamente preocupado por la conveniencia cuando él quiere algo.— Mara sostuvo su pelo fuera de su cara. Tampoco lo sabía Jenna, la verdad fuera dicha. Mara llegó y metió la manta bajo el hombro de Bri, frunciendo la cara en la niñita mientras lo hacía. Cuando se enderezó, su expresión era completamente seria. — Y él te deseaba, Jenna. Nunca dudes de eso. Él te deseaba. Las palabras hicieron eco en la cabeza de Jenna, dándole nacimiento a esa esperanza que luchaba contra el sentido común. — El desear no es amar. —Para un McKinnely lo es, — Mara dijo eso con la certeza de un predicador declarando pecado. — Hay cosas que tú no sabes que afectan los sentimientos de Clint. — Puro cuento.— Mara se detuvo y se dio la vuelta, sus dedos en el manto de Jenna, enganchando su brazo, obligándola a detenerse y mirarla. 3 86 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen — Clint y Cougar son tan cercanos como hermanos, comparten los mismos valores, y tienen esa tenacidad McKinnely para fallar así que sé, absolutamente sé, no hay nada en tu presente, tu pasado, o tu futuro que alguna vez pueda desviar a ese hombre de tu lado. — Cougar te ama. —Y Clint te ama.— No había un ápice de duda en su tono. —Sé que todo mundo está dándote consejos bienintencionados y yo no soy probablemente de alguna manera más bienvenida que el resto, pero mi suposición es que cualquier cosa que contuvo a Clint de reclamarte inmediatamente, es la misma que lo detiene de decirte que te ama. Una teoría interesante pero tan condenadamente improbable. — Él podría sólo no amarme.— Jenna dio un paso a la izquierda mientras la puerta del negocio tintineó como una advertencia. Mara dio un paso derecho con ella, su barbilla levantada de una manera que gritaba terca. — Él te ama. Ella quería creer eso tan condenadamente. — Sra. Hennesey, — la voz de una mujer interrumpió. — ¿Podría tener un momento? Jenna había oído esa voz fría, controlada demasiadas veces para no tensarse mientras llegaba desde atrás de ella. Las reuniones con la alcaldesa nunca fueron agradables. Hoy, cuándo sus nervios estaban apretadamente tensos y su estómago revuelto, prometía ser peor de lo usual. — Buenas tardes, señora Salisbury.— Ella se dio vuelta, asintiendo a la mujer más alta, bien vestida parada justo afuera de la puerta del negocio. — Buenas tardes Shirley.— Mara asintió, sin demostrar nada de la deferencia instintiva de Jenna. —Y es señora McKinnely ahora. — Así es lo que escuché.— Con un asentimiento tan ligero que ni siquiera perturbó al pájaro colorido encaramado en el ala doblada hacia arriba de su sombrero lujoso, Shirley reconoció a Mara. El resoplido que puntuó al comentario transmitió tan fuertemente como las pequeñas líneas de amargura al lado de su boca delgada cómo se sentía ella acerca del matrimonio de Jenna. — Espero que no esperes inmediatamente pasar a formar parte de nuestra comunidad solamente porque te casaste con Clint McKinnely. 3 87 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen El estómago de Jenna agitó ácido. Ella odiaba las confrontaciones como esta. Bri, sintiendo su tensión comenzó a lloriquear. Su “Por Supuesto que no” fue ahogado por completo por Mara — Ella ya es parte de nuestra comunidad. — Difícilmente.— La mirada que Shirley le disparó a Mara contenía más veneno que cortesía. — Y si continúas siendo vista en su compañía, puedes encontrar tu tenue posición amenazada. Jenna cerró los ojos brevemente contra las ondas de hostilidad maltratándolas. Ella intentó avanzar entre Mara y la mujer, desviar algo de su cólera. Fue un desperdicio de esfuerzo. Aunque ella había escuchado hablar del temperamento de Mara, nunca en verdad hubiera creído a la diminuta mujer capaz de una palabra ruda. Había estado equivocada. Con un "Excúsame” que tuvo a Jenna parpadeando dos veces ante su frialdad, Mara dió un paso enfrente de ella. Ella no se detuvo allí, de todos modos. Ella fue dos pasos más allá, hasta que el dobladillo de su vestido verde muy de moda apartó a un lado el dobladillo del azul marino matronal de Shirley. —¿Acabas de amenazarme?— La pregunta fue hecha en una inexpresiva monotonía que era extrañamente tranquila por toda la energía que contenía. Jenna no estaba sorprendida cuando Shirley avanzó con indecisión hacia el borde de la acera. Mara era una mujer muy espeluznante cuándo estaba irritada. Y ella estaba irritada. Su ojos color canela parecían resplandecer en su cara rígida mientras ella enfrentaba a Shirley paso a paso.— ¿Lo hiciste? — Solamente señalé los hechos. — Mara, está bien.— Jenna tocó el brazo de Mara mientras intentaba gentilmente de escudar a Bri de su propio mal humor. —Como el demonio que lo está.—La barbilla de Mara se elevó y sus hombros se cuadraron. Ella nunca quitó los ojos de Shirley. — Déjame señalar algunos hechos yo misma, Señora Salisbury. Jenna es una McKinnely. Estamos emocionados por tenerla en la familia y cualquier desaire contra ella es un desaire en contra de todos nosotros. 3 88 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen — ¿Todos quieres decir?— Shirley se burló, el desdén goteando de cada poro. — ¿Una puta de la más notoria casa de putas en el territorio? ¿Se supone que me preocupe por ofenderte? La contracción en los dedos de Mara reveló el hecho de que el disparo había encontrado su blanco, y el pánico en el estómago de Jenna se solidifico a un nudo de cólera que explotó hacia afuera en violentas ondas. —¿Cómo te atreves a decir algo tan sucio? — Es la verdad y ninguna cantidad de blanqueo eliminará el hedor.— Shirley ni siquiera parpadeó. Mara saltó al ataque. Jenna atrapó su brazo y la empujó atrás suyo, acercándose de modo amenazador a Shirley, la furia combatiendo contra la razón. —Tú mujer vengativa, malvada. Eres tan retorcidamente celosa que piensas que mereces destilar tu veneno en todas partes.— Jenna dio un paso más cerca, haciendo retroceder a la mujer, por una vez contenta de su tamaño. — Pero no lo harás. No está bien para nada. Te he dejado influir en mí por años porque sentía lástima por ti, siempre intentando poner la mejor cara pensando que tenías que ser tan infeliz por la manera en la que tu marido te trató, y porque, muy francamente, pensaba que yo de algún modo me lo merecía. Pero no lo harás, — ella empujó su cara en la de Shirley, tan cerca que podía ver los granos finos del polvo que ella usaba en su cutis, — nunca digas una sola palabra en contra mía o de los míos otra vez. —¿O qué?—Shirley contestó bruscamente, sin retroceder totalmente. Ella nunca estuvo tan contenta por sus años con Jack. Una cosa que conocía era cómo dar una amenaza. Bajó la voz, situó su peso encima de sus pies, y sonrió la más fría sonrisa que sabía imitar. —O usaré cada malvada, retorcida dolorosa tortura, que mi marido muerto me enseñó para hacerte gritar de arrepentimiento. —¡No te atreverías!— Shirley retrocedió otro paso. —Ella se atreve a toda clase de cosas últimamente, Shirley, — ofreció Mara, — así es que no apostaría tu salud sobre eso. Los quejidos de Bri se volvieron gemidos. Shirley le dirigió a la bebé una mirada llena de odio. 3 89 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen — No deberías haber sido tú, —ella susurró. —¿Qué? — Si tú no hubieras interferido, prostituyendo tu camino en su cama, jugando sobre su simpatía, Clint se hubiera casado con mi Rebecca. —¿Es de esto de lo que se trata? ¿Pensaste que Clint estaba interesado en Rebecca?— Jenna parpadeó, empujándose un paso atrás mientras las piezas caían en su lugar. — Tú se lo robaste a ella. — No habría funcionado, — ella dijo sobre los gemidos de Bri. — Nunca habrían sido felices.— Jenna sacudió la cabeza, la cólera drenando de ella mientras la comprensión tomaba su lugar. — Al menos ella no lo hubiera atrapado con ese pequeño diablillo mugroso. La furia surgió libre, profundamente desde el interior de Jenna, fluyendo de la nada, los años de tragarse cosas regresaron y le dieron más fuerza, coloreando su visión en rojo, y dándole fuerzas que no sabía que tenía. Con un empujón duro, Jenna envió a la mujer hacia atrás fuera de la elevada acera directamente en la artesa del caballo. El agrietamiento del hielo puntuó el chillido de Shirley mientras el agua saltó por encima de los lados de la madera áspera y se cerró sobre su cabeza. El "Demonios" de Mara fue a la deriva a través de la neblina roja rodeándola mientras Jenna dio un paso abajo hacia la artesa donde Shirley se movía torpemente sobre su espalda, sus dientes ya castañeando del frío glacial. Con su mano libre, ella jaló la cara de la mujer mayor fuera del agua sucia. El polvo corría fuera de su cara en vetas pálidas mientras Jenna la sujetaba suspendida. — Si tú alguna vez dices una sola palabra contra mis hijos otra vez, te buscaré y te mataré. — Y cuando ella consiga hacerlo contigo, será mi turno.— El rumor de las faldas de Mara precedió a su paso ante la vista. La luz del sol destelló del cuchillo que ella sujetaba en su mano. Shirley arrancó su mirada de Jenna al cuchillo en la mano de Mara y de regreso a la cara de Jenna. Su cara pálida se volvió más pálida, azul mezclándose con blanco. Su boca se abrió y cerró dos veces, y entonces ella comenzó a gritar. Chillidos fuertes, estruendosos 390 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen que rechinaban. Jenna la dejó caer de regreso en el agua, y se marchó dando media vuelta, sintiéndose aturdida mientras la furia lentamente se apaciguaba. Mirando alrededor, ella notó a pueblerino tras pueblerino quedándose con la mirada fija, sus expresiones en diversas etapas de asombro. Sus rodillas se volvieron débiles, y comenzó a temblar —Bueno, una cosa es segura, vamos a ser ya sea heroínas o villanas ante los ojos de todo el mundo para el final del día, — mumuró Mara mientras agarraba el codo de Jenna y la apresuraba fuera del gentío. —¿Heroínas? — No te derrumbes sobre mí ahora, — le dijo Mara cuando Jenna tropezó. —Hay muchas personas a las que les gustaría tener el valor de mojar a esa vieja perra. —¡Oh Dios, empujé a la alcaldesa en la artesa para caballos!— La comprensión de lo que ella había hecho comenzó a asimilarse. — Sí. Lo hiciste. — Necesito sentarme.— Ella echó un cabello fuera de sus ojos. Su mano estaba temblando. Su cuerpo entero temblaba ante la enormidad de las consecuencias potenciales. — No lo harás justo ahora, — dijo Mara, lanzándole una mirada sobre su hombro. — Oh Dios, Clint va a odiarme.— Jenna siguió la trayectoria de su mirada. Una multitud estaba reunida delante del negocio y por los gestos, era una muy enojada multitud. —Considerando que la mujer llamó a tu hija mugrosa y pequeño diablillo, tú no serás a la que él va a odiar. — Debería ir a disculparme.— Jenna tiró fuertemente contra el agarre de Mara. Mara clavó sus talones y remolcó adelante a Jenna. —Lo que mejor haríamos es llegar nosotras mismas a la caballeriza y entonces dirigirnos a casa con nuestros maridos. —¿Cougar va a disgustarse contigo por mí?— Jenna no necesitaba a otra persona sufriendo por causa de ella. Mara negó con la cabeza y se rió. — Él probablemente querrá saber por qué no la mantuvimos abajo más tiempo. 391 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen — Ni siquiera sabía que tenía un temperamento. — Pues bien, lo tienes, y como testigo de como te ves cuando empiezas a andar, diría que uno bastante feroz. —No sé qué decirle a Clint.—El dolor en su pierna la dejó sin aliento. Ella tenía que esforzarse por conseguir hablar. — La verdad es buena.— Mara la estabilizó mientras ella tropezaba en un surco. — Va a estar enojado. — Y ese es un condenadamente impresionante hombre para estar irritado. El alcalde va a desear haber enviado a su esposa de regreso al este como él planeó la última primavera. — Él no va a estar feliz conmigo tampoco. — Sin duda ambas tendremos la conferencia completa sobre no ponernos en peligro nosotras mismas, — dijo Mara mientras salían rápidamente alrededor de una carreta. Tiró mas firmemente del brazo de Jenna, empujando a Bri, quien hipó medio llanto y entonces se detuvo a ver si le gustaba la nueva sensación. — Te daré una sugerencia, — gruñó Mara mientras brincaba un charco congelado. — Si comienzas a desabotonarte aproximadamente a medio camino, pierden el vapor rápido. Jenna sonrió. Ella no lo podía evitar. Sólo podía ver a la incontenible Mara utilizando artimañas femeninas en contra de su gran marido para salir de un sermón — Podría intentar eso. La mirada con la que Mara la cortó era sardónica. — Desde que has conseguido un demonio de mucha más munición en tu paquete del que yo tengo, tú podrías escapar con sólo tener que escuchar una cuarta parte del sermón. Jenna no estaba segura de eso. Su pie se torció en un surco y su pierna cedió. Ella cayó, sacando a Mara de balance. Bri, contradictoria como siempre, gorjeó riéndose mientras aterrizaban en una pila de faldas. —Ustedes señoras deberían aprender a tomar ventaja de los callejones. Jenna se congeló. Ella conocía esa voz… ese tono. Ella lentamente levantó la mirada. La luz del sol relampagueó en el distintivo cabello de Mark veteando su visión. 392 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen — Jenna Hennesey, necesita venir conmigo. Cada pesadilla que ella había suprimido, repentinamente gritó en reconocimiento, robando su aliento y su fuerza hasta que todo lo que pudo hacer fue sentarse allí en el suelo con un sudor frío, clavada por los recuerdos que ya no iban a ser negados por más tiempo. Mara se peleó con sus pies, y miró furiosa a Mark. — Esta es Jenna McKinnely y ella no va a ningún lugar con usted. — El alcalde me nombró comisario mientras el sheriff está ausente, así que eso significa que ella va a donde yo diga. No fue lo qué Mark dijo, sino más la forma en que dijo eso lo que envió un escalofrío abajo de la columna vertebral de Jenna. Mark podría ser muy imprevisible – hasta el punto de que ella a menudo había cuestionado su cordura. No era sabio enfrentarlo en la forma en la que Mara estaba haciendo. —Está bien, Mara, — Jenna dijo, poniendo su pierna buena debajo de ella y parándose lentamente. Ella era la esposa de Clint McKinnely. Mark no se atrevería a tocarla. — Estaré bien. — Tú estás muy en lo correcto de que lo estarás porque vas a casa con tu marido.— Mara trató de alcanzar su mano. Mark agarró la parte superior del brazo de Jenna y con un tirón doloroso, la levantó arriba y atrás, lejos del alcance de Mara. — Si Clint quiere ver a su esposa, él la puede buscar en la cárcel.— Él sacudió su barbilla con rumbo a la pequeña estructura sin ventanas ubicada en la parte de atrás del callejón al lado de la caballeriza. — Ella se quedará allí en espera de un juicio. —¿Juicio?— Jenna clavó los ojos en el oscuro edificio cuadrado. ¿Iban a ponerla a juicio? —¿Por qué?—Mara demandó. —La señora Salisbury la acusa de intento de asesinato. — Acabo de empujarla en una artesa para caballos. — Y en este clima, ella pudo haber muerto. 393 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen — Pero ella no lo hizo, y no hay manera en el infierno en la que esos cargos pudieran continuar, — gruñó Mara, las manos en sus caderas delgadas, delicada, frágil y femenina, arrojando el tipo de reto que Mark vivía para aplastar. — Eso será hasta que el juez lo determine.—Mark dio un paso hacia atrás, Jenna tropezó tras él, agarrando a Bri apretadamente, su peso en la pierna mala arrojándola fuera de balance. — Como el demonio, — Mara devolvió el disparo. Contra su espalda, Jenna sintió la furia de Mark ante ser cuestionado por una mujer unido al interés mientras él preguntaba, —¿Esperas ir a dar a la cárcel tú misma por obstruir la justicia, señorita? —¿A eso le llamas justicia?— Jenna sintió el aliento de Mark contenerse mientras Mara terminaba el reto en tono burlón. Oh Dios, Mara no tenía idea de lo qué estaba invitando. —Mara, — dijo Jenna, forzando a las palabras más allá de sus labios apretados, — necesitas llevar a casa a Brianna por mí.— Mara vaciló y por una fracción de segundo, Jenna pensó que ella cooperaría, pero entonces su barbilla subió y sus hombros se elevaron cuadrados. — Si él quiere arrestarte, entonces tiene que arrestarme también. —¡No! — Yo formo parte de eso como tú, — ella insistió, desafiando a Mark a hacerlo. — Estaré más que feliz de hacerlo,— Rápido como una serpiente, Mark agarró el brazo de Mara. Jaló la cara de Mara arriba cerca a la suya, levantándola sobre las puntas de los pies con facilidad. — Domesticarte podría ser entretenido. Mara palideció, pero siendo Mara, ella no retrocedió. En lugar de eso escupió en su cara. Mark ni siquiera se sobresaltó, pero rió esa baja risa satisfecha que rondaba las pesadillas de Jenna. A través del rugido en sus oídos ella oyó el acercamiento múltiple de pasos, un murmullo de voces, y entonces una voz se alzó sobre las demás, claramente triunfante. — Oh bueno, las tienes. 394 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen — Y no irán a ningún lado tampoco, —Mark prometió, volteándolas para que afrontaron a Shirley. Ella estaba envuelta en una manta de lana, sus labios todavía azules, el estremecimiento ocasional aun corriendo a través de ella. Ella no se veía de ningún lado cerca de morir. — Al menos no hasta que el juez haga una determinación. — Tomaré a la bebé, — Shirley dijo. — No. — Jenna se retorció lejos, ignorando la llave que Mark le dio a su brazo. No había manera de que ella dejara que esta mujer que había llamado a su preciosa Bri mugrosa, la tomara. Shirley dio un paso adelante, su intento claro. —Mantén tus asquerosas manos lejos de Brianna.—Mara lanzó un golpe fuerte con su pie, atrapando a la otra mujer en el estómago. —Eso es asalto, señora McKinnely, — Mark ofreció. —Si ella trata de tocar a Bri otra vez va a ser homicidio, — Mara prometió mientras Jenna registraba al gentío por una cara simpática. Ella no encontró una, sólo aburridos vaqueros buscando una función, y pobladores que no sabían qué hacer de la situación. — Un consejo, comisario. No me metería con las mujeres McKinnely, — un vaquero, quien esperó estar justo fuera del alcance ofreció. — Los McKinnnelys no están más encima de la ley que cualquier otro,— contestó Mark bruscamente. — Señor, en caso que escapara de tu atención, los McKinnelys son la ley por estas partes.— Hubo un murmullo de acuerdo del populacho. La única reacción de Mark fue poner tirante su agarre en el brazo de Jenna y proferir otra orden. — Uno de ustedes hombres venga a llevarse a este bebé. —Si quieres disgustar mucho a los McKinnelys ese es tu problema, pero no quiero ninguna parte de él.— El vaquero dio un paso atrás, las manos levantadas. Como empujado por una mano invisible el populacho dio un paso atrás, agitando sus cabezas y murmurando con inquietud hasta que estuvieron sólo Shirley, Mark, y una pleitista Jenna que no reconocían parada a mitad de la calle con ellos. El hombre respondió al llamado, sus ojos nunca dejando los de Brianna. Sus manos eran cortas y sucias, sus ojos estaban embotados, pero gentiles mientras él quitaba a Bri de los brazos de Jenna. 395 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen — No, — ella susurró. Su mirada fija parpadeó a la de ella. Ella no vio ninguna expresión en sus ojos, sólo una tristeza profunda del alma que no tenía fin. —Tendré cuidado con ella, señora. —Dámela, —Shirley demandó inmediatamente. —Llévasela a mi marido, Clint McKinnely.— Jenna rogó, sujetando la mirada del hombre. Ella pensó que vio una llamarada de reconocimiento en sus ojos ante el nombre de su marido. — No se la des a ella o a cualquier otro. Por favor, sólo a él. — La mantendré segura, señora. No se preocupe.—El hombre metió a Brianna en su brazo con esa misma tristeza renuente con la cual él la había tratado de alcanzar. —Vamos ustedes dos, — Mark ordenó, volteándolas hacia la cárcel. — Hemos provisto suficiente entretenimiento para la tarde. —Recuerda,— Jenna gritó, esforzándose por hacer contacto visual con el desconocido que tenía a su bebé, —no se la des a nadie sino a Clint.— Jenna se retorció para ver lo que estaba ocurriendo con Bri. Shirley interceptó su mirada y la crueldad en la mirada de la otra mujer la aterrorizó. Shirley le dirigió a ella un asentimiento y sonrió, dando un paso hacia el desconocido mientras Mark la llevaba a rastras, lejos de su bebé. Él la empujó dentro del callejón y ella ya no pudo ver nada, pero ella podía oír a Shirley satisfecha — la tomaré ahora — y eso asestó terror en su alma. Su bebé estaba sola y sin protección con una mujer que la veía como un obstáculo para lo que ella quería. Oh Dios, ésta era su peor pesadilla cobrando vida. — Justo como los viejos tiempos, ¿no es eso niña bonita? Jenna se esforzó en bloquear la visión de la realidad de ser encerradas en una cárcel, sus brazos atados juntos y luego atadas con una cuerda separada a los barrotes. Atada con suficiente juego para que ella pudiera dar vuelta pero no pudiera escapar. El cuerpo 396 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen hinchado de Mark presionado en su espalda mientras él susurraba su pesadilla en la realidad. —¿Recuerdas la diversión que tuvimos? ¿Recuerdas cómo aprendiste a obedecer bajo mi mano? Ella recordó el dolor. La futilidad de la resistencia. La agonía de estar indefensa ante su tortura. —Vete al diablo. —¡Déjala ir bastardo!— Mara gritó desde dentro de la lúgubre celda de la cárcel. — Está bien, Mara.— Jenna forzó a sus ojos a abrirse, obligándose a estar conectada con el aquí y ahora el suficiente tiempo como para advertirle a Mara. Ella tenía que permanecer quieta, dejar de desafiar a Mark antes de que ella atrajera su atención. — Tú te mantienes diciéndome eso como si esperaras que yo me lo crea.— Mara se sacudió en sus manos atadas. — ¿Pero es todo correcto, no es así, Jenna?— Él preguntó lo suficientemente fuerte para transmitirlo. Mark frotó la entrepierna a lo largo de las nalgas de Jenna, golpeteando su falda con la cuarta que él sujetó en su mano, un recordatorio de lo qué se esperaba. Él acarició con la nariz su pelo aparte y besó su oreja en una parodia vulgar de ternura. — Hemos jugado este juego antes. Te acuerdas de que esa noche, ¿Jenna? ¿Recuerdas cómo tu marido te entregó a mí? Cómo de piernas para pagar sus deudas. Cómo bailaste para mi látigo. Los ojos de Mara se ampliaron con impacto y por un latido, ella dejó de luchar. Jenna se encontró con su mirada, vio la comprensión penetrando, y sintió vergüenza hasta el fondo de su alma. —Te dije que había razones, — ella susurró. La cuarta bajó duro en su cadera. Lo suficiente duro como para morder a través de las capas de tela. Lo duro suficiente como para traer un grito estrangulado de su garganta mientras Mark se reía y empujaba su erección en contra de ella. A ella se le había olvidado cuánto dolía, cuánto él disfrutaba lastimar. — No te dije que hablaras, —él gruñó, zurrándola otra vez. Las lágrimas escaparon de sus ojos mientras se estremecía bajo el golpe, los soportes de su corsé absorbiendo la mayor parte de la fuerza. 397 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Los McKinnely deben ser suaves. Has olvidado todas las reglas que te enseñé. Oh Dios, Clint. Esto iba a matarle. A matarlos. —El va a matarte por esto, lo sabes, — Mara dijo, haciendo eco a los pensamientos de Jenna, su voz de manera poco natural calmada. — Él te cazará, te estacará, y te desollará vivo. Y mientras grites por alivio, él cortará totalmente tus bolas, las empujará abajo de tu garganta, y te dejará para que los buitres se alimenten. Mark se rió como si ella no fuera una preocupación en el mundo. — ¿Clint nunca va a saber de esto, verdad?— Él corrió la cuarta sobre la mejilla de Jenna. Ella tenía que aceptar la caricia o apoyarse en la cara de Mark. Se estuvo perfectamente quieta. — Jenna no querrá que su precioso marido sepa que ella es sólo una pequeña sucia puta al que le gusta lo rudo. —Se lo diré. — No tú no lo harás, porque a ti te importa demasiado esta pequeña mujerzuela para arriesgar su matrimonio.— Mark inclinó su cabeza hacia atrás. Desde la esquina de su ojo, Jenna podía ver la sonrisa de Mark. Su borde frío, siniestro envió un estremecimiento abajo de su columna vertebral. — Tú no me conoces demasiado bien.— Mara echó hacia atrás la cabeza de nuevo. — Te conozco lo suficiente bien para saber que si estuvieras dispuesta a mostrar a Jenna al mundo como la mujerzuela que ella es, Tú podrías haber gritado asesino hasta ponerte azul para esta hora. —Dijiste que la matarías si lo hiciera. — Eso es lo que hice, pero tú deberías haberte arriesgado a salvarte tu misma. —No lo necesito.— Otra vez esa voz extrañamente calmada. —¿Por qué? — Cougar viene.— Ella lo dijo como si fuera un hecho. — McKinnely está a millas de aquí. — Alguien ha ido por él, y cuando venga, te hará pedazos.— Mara se movió en el banco de madera que servía como cama y asiento. 398 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen — Me habré ido mucho antes de que llegue. — Correr no salvará a un gusano patético como tú. Mark se tensó de esa manera que Jenna reconocía. Él volvió su atención en Mara. Ella nunca sobrevivía a cinco minutos de su atención. —Mara, —ella graznó, —cállate. Mark se alejó de Jenna. El frescor del aire en su espalda sudorosa no era cómodo. No cuando significaba que Mara se estaba volviendo un blanco. Mark dio un paso a la izquierda. La cuarta azotando contra su bota. — Terrible charla valiente para una mujer que saludará a su marido con mi semilla goteando de su coño. — ¿Esto es lo mejor a lo que has llegado? ¿Violar?— Increíblemente, Mara sonrió. Ella echó hacia atrás la cabeza otra vez de esa manera que hacía que las ventanas de la nariz de Mark ondearan. — Cougar me querrá sin importar nada. Mucho tiempo después de que tu cadáver se haya descompuesto, él todavía me amará. Mara lo decía en serio. Ella tenía fe de que su marido estaba viniendo por ella y que él la querría pasara lo que pasara. Jenna sólo podía envidiarle esa confianza. — Eso sólo créelo si hay cualquier cosa que quede de ti para amar, — Mark contestó igual de serenamente. — Resistiré hasta que él llegue.— La promesa fue a la deriva en el aire viciado, impertérrita por las amenazas de Mark. En un borrón de movimiento, Mark llevó hacia abajo la cuarta en un corte cruel que atrapó a Jenna a través de los hombros. Ella cayó de rodillas y un grito se arrancó de su garganta mientras ondas de agonía se clavaban en su espalda. Las cuerdas en su muñeca detuvieron su descenso, sacudiéndola con fuerza adelante contra los barrotes, embistiendo su mejilla contra el metal mientras las luces estallaban detrás de sus ojos. Con la punta de la cuarta, Mark arrastró la primera lágrima que se escapó del control de Jenna. —¿Qué te hace pensar que te dejaré?— Él le preguntó a Mara conversacionalmente. 399 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Jenna abrió los ojos. Había lágrimas en los ojos de Mara, pero su expresión no cambió. — Porque le prometí a Cougar que lo haría.— Ella se movió hacia atrás en el asiento, y su sonrisa rivalizó con la de Cougar en la frialdad fiera. —Y porque quiero observar a Clint hacerte trizas, pulgada a pulgada. — Voy a disfrutar de nuestro tiempo juntos, Mara McKinnely, —Mark dijo mientras él cargaba a Jenna sobre sus pies. Él la agarró por el bollito en la base de su cuello y torció su cara a la de él, —Y tú conseguirás observar. Cada bello segundo. Como el demonio. Mark la dejó ir. Jenna esperó a que él diera un paso, agarró los barrotes para apoyarse, y entonces con cada onza de músculo que ella podía reunir, lo pateó entre las piernas, dirigiendo la dura punta del pie de sus botas completamente nuevas en la blandura de su ingle. Moliéndolo más profundo mientras él se dejaba caer, pateándolo otra vez mientras él tenía arcadas y se doblaba. Ella le dio dos patadas más antes de que de su mano golpeada con la velocidad de una cascabel, agarrando su tobillo, jalándola bruscamente fuera de su balance. —¡Jenna!— Mara lloró, el banco meciéndose mientras ella se tambaleó adelante. Jenna le negó con la cabeza a ella mientras caía, sabiendo que el aterrizaje iba a ser duro, mentalmente intentando prepararse, pero nada la pudo haber preparado para la retorcida agonía de sus muñecas atadas tomando la fuerza repentina de su caída. Mark no relajó su agarre aunque ella estaba abajo, parcialmente suspendida en los barrotes. En lugar de eso él escaló su cuerpo, y se agarró mientras ella gemía, no relajando su agarre mientras sus muñecas atadas tomaban su peso completo y parte del de él, arrastrando su camino arriba de su cuerpo una pulgada a la vez. —Así es que tú fuiste y conseguiste algo de espíritu desde la última vez que te vi, — él gruñó mientras jalaba aun con su cara, su aliento fétido golpeándola como otro golpe. — Me gusta eso. — Va a hacer de nuestro siguiente pequeño juego un montón de diversión.— Él prendió sus piernas con la de él y apoyó los brazos en los barrotes al lado de su cabeza. 4 00 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Si ella hubiera tenido la saliva para hacerlo, ella habría escupido en su cara, pero su boca estaba completamente seca por el miedo estremeciéndola de pies a cabeza. Mark había sido horrendo antes, pero esta sería la conclusión, ella no podía perderse la locura en sus ojos gris claro. Ella sólo podría ofrecer una oración de acción de gracias por que él se había olvidado de Mara. Con un gruñido él se tambaleó la agarro por el frente de su vestido y la arrastro arriba. Los botones se abrieron de pronto y las costuras se desgarraron mientras él luchaba alrededor hasta que ella estaba otra vez doblada de la cintura, de cara a los barrotes, sus nalgas mostrándose. Sus manos sobre sus faldas fueron eficientes mientras él las recogía, dejando caer el pesado peso en la mitad de su espalda mientras él se inclinaba y susurraba en su oreja, — Si gritas una vez, romperé el cuello de la pequeña perra. Él miró a Mara mientras colocaba la cuarta contra el cuello de Jenna. El cuero era tan frío y tan plano como su voz mientras lo decía, — Si haces un sonido, la estrangularé. Mara encontró la mirada de Jenna, mordió su labio, y asintió. — Me alegro de que nos entendamos. La cuarta dejó su garganta. Ella sintió las manos de Mark en sus caderas. El suave rasgón del algodón al ser desgarrado rompió el silencio y sus pantaletas cayeron para el piso. Y entonces estuvo sólo su aliento jadeante y el ligero rechinar de sus dientes antes de que la cuarta silbara el aire. La fuerza del golpe la envió adelante en los barrotes. Su mente registró el filo del chasquido antes de que su muslo estallara en agonía. Ella atrapó el grito en su garganta, conteniéndolo, mordiendo su mejilla hasta que la sangre fluyo para mantener la agonía contenida. El dolor se dilató y se levantó, expandiéndose a través de su cuerpo. Antes de decaer, Mark se inclinó sobre ella, su aliento caliente en su oreja, — Oh, eso fue muy bueno. Ponme duro. Veamos si podemos subir la apuesta inicial. Tú duras hasta que me venga y dejaré ir la pequeña perra.— Él besó su mejilla. — ¿Entiendes? Jenna apretó sus dientes tan duro que pensó que se rajarían. No sabía si Mark todavía podía venirse después de la manera en la que ella lo había pateado. No sabía si él realmente dejaría ir a Mara si él pudiera. Él estaba demente. Cualquier cosa era posible, 4 01 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen pero valía un intento. Y su mejor opción era todavía para comprar el tiempo, así es que ella asintió. Él acarició su mejilla mojada en lágrimas con la cuarta. El cuero estaba caliente y húmedo contra de su carne. ¿La había herido? —Buena chica, — él murmuró otra vez como si fueran amantes en una cita. Ella sintió los músculos en su pecho estrecharse mientras él alzaba la cuarta. Ella inhaló de un tirón mientras los sentía tensarse y su peso bajó. El golpe para el que se preparó nunca llegó. En lugar de eso, Mark se sacudió con fuerza, arrojó hacia atrás la cabeza, y maldijo. Ella levantó la mirada. Mara estaba al otro lado de los barrotes, pareciendo una amazona, una mano agarraba con fuerza el pelo de Mark mientras ella apuñalaba su espalda con el cuchillo, su labios jalados atrás de sus dientes en un gruñido fiero, igualmente fieros gruñidos llegando de entre sus labios. Las chispas volaron mientras la hoja le daba a los barrotes. Por encima de Jenna, Mark se retorcía. Ella trató de arrojarlo fuera pero sus piernas se doblaron. Ella cayó, llevándole con ella, pero no lo suficientemente pronto. Mientras ella se retorcía vio el puño como jamón de Mark conectarse con la mandíbula de Mara y la diminuta mujer se fue volando a través del piso sucio, aterrizando en un soplo de polvo. Ella no se levantó. La pequeña pizca de esperanza que Jenna había estado sosteniendo la dejó, junto con eso entró en razón. Arqueando su cabeza hacia atrás gritó alto y largo, llorando por Clint, por su hija, por lo que podría haber sido si su vida no hubiera sido manchada por las creencias de su padre, la debilidad de su marido, y la locura de Mark. Ella gritó, lo arañó, y mordió cuando Mark trató de levantarla. Ella se mantuvo gritando cuando la corriente de aire frío acrecentó la agonía en sus nalgas. Gritó más fuerte cuando el peso pesado de Mark repentinamente dejó su espalda y un aporreamiento extraño y gemido empezó. Ella dejó de gritar cuando las palabras que se mezclaban con el extraño apachurramiento alcanzaron su conciencia. —¡Tú pedazo de mierda sin valor!— Ella abrió los ojos. El reverendo Swanson hizo llegar a Mark contra la pared. Él lo sujetaba allí con nada más que la velocidad y la fuerza de los golpes que le daba a la mitad de su cuerpo, aparentemente desatento a la sangre y el vómito que Mark tosía por todo él. 4 02 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Con un último puñetazo que Jenna completamente esperó ver salir fuera de su columna vertebral, Brad dejó caer a Mark. Él se volteó. Allí no había nada civilizado sobre su cara. Sus labios estaban blancos de furia y sus ojos ardían con los fuegos del infierno. Si él fuera uno de los ángeles de Dios, él era un arcángel. Uno con una sed por la justicia. Él cogió la cuarta del piso. Mark sostuvo en alto su mano. La suciedad y la sangre cubrían la superficie. —Por favor, — él gimió mientras la sangre se deslizaba abajo de su cara. —No más. Con dos cuchilladas crueles, Brad abrió las mejillas del hombre. Mark gritó y sollozó, haciéndose bola sobre su costado, sus manos ensangrentadas cubriéndole la cara. Jenna cerró los ojos, incapaz para observar más. Ella oyó a la cuarta sisear, ese peculiar sonido de abofeteamiento hecho mientras aterrizaba, el gemido lastimero de Mark. —Reverendo, —ella susurró, — suficiente. Ella sintió el cambio en la habitación. La tranquilidad accediendo al reverendo Swanson, el control filtrándose de vuelta dentro de su respiración. Algo restalló y luego cayó al piso al lado de ella. Ella abrió los ojos y vio la cuarta a pedazos. El más débil de los toques sobre su piel y luego su vestido fueron cuidadosamente bajados sobre sus piernas. Simplemente el roce de la tela era agonía y ella sollozó. —Lo siento. — Mara, — ella logró croar a través de su garganta desgarrada de gritar. — Él golpeó a Mara. El dolor en su cabeza floreció otra vez y ella tuvo que cerrar los ojos contra las puntas de alfiler de la luz apuñalándola. Ella rastreó los movimientos del reverendo a través del sonido, oyendo el traqueteo de la puerta mientras él la probaba, el tintineo de llaves mientras las quitaba del gancho, el sonido metálico mientras el cerrojo cedía, y principalmente su " bastardo " suave mientras alcanzaba a Mara. La puerta rechinó otra vez y luego ella estaba rodeada por el olor del perfume de laurel y la sensación de poder. Ella abrió los ojos. El reverendo se acuclilló ante ella, tratando de alcanzar su bota. 4 03 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Ella se lamió los labios secos. —¿Mara? — Creo que ella está simplemente noqueada.— Él tocó su frente, dónde latía. Sus dedos se separaron rojos. —¿Sangrando? Su sonrisa era una sombra débil de su sonrisa normal. —Simplemente una pequeña cortadura. Él se limpió las mano en sus pantalones. Metal raspó sobre cuero. Ella captó un destello de acero y luego sus brazos estuvieron libres. Ella cayó en los brazos del reverendo, apoyándose en su fuerza porque no había ninguna de la suya que quedara. Ella miró en la pulpa sanguinolenta que era Mark. Se suponía que los reverendos son pacíficos, lo cual sólo podría significar una cosa. —¿No eres un reverendo? — Sí, soy un reverendo.— Él miró a Mark. — Sólo un poco más del antiguo testamento que la mayoría.— Él desvió su agarre. Su brazo rozó el verdugón en su espalda, ella gimió, luego disminuyó el sonido, y preguntó lo único que ella necesitaba saber más que cualquier cosa. —¿Brianna? —Ella está a salvo en la rectoría. Quiso preguntar por qué ella no estaba con Clint pero todo lo que llego fue un roto, —¿Clint? — Él está viniendo, Jenna.— El reverendo la alivió a su lado en el piso. — Elijah fue por él. Ella gimió otra vez, esta vez incapaz de ocultarlo. Estaba terminado entonces. Clint vendría, encontraría lo que había ocurrido —y lo que le sucedió a ella antes — y eso podría terminar con todo. Los toques gentiles, los suaves bromear, los brazos reconfortantes. Todo ido. Lágrimas se escurrieron de su mejilla para aplastarse en el polvo frío. — ¿Estás completamente bien? Jenna se quedó con la mirada fija atravesando del sucio piso a Mara, yaciendo inconsciente. Ella pensó en su recién nacida, en lo qué pudo haber ocurrido. En lo que ocurrió. 4 04 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Ella negó con la cabeza. Ella no sabía si ella alguna vez llegaría a estar completamente bien otra vez. 4 05 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Capítulo 24 —Hija de puta, apenas puedas salir de esa cama te voy a poner morada. —Okey Jenna se hundió más en la almohada bajo su mejilla, relajándose en su suavidad tal como se relajaba en la gentileza de las caricias de Clint mientras le extendía ungüento sobre los cardenales de la espalda. —Okey. ¿Eso es todo lo que vas a decir? –Clint le acomodó las sabanas sobre la espalda. Se le pegaron al ungüento, dejando fuera la quemazón que le producía el aire – ¿Tu vas y estas malditamente cerca de que las maten a ti y a Mara y lo único que dices es “okey”? —¿Preferirías “por favor”? Un jalón al pie del colchón la empujó. El frio aire del cuarto se le coló entre las piernas y la sabana. —Lo que preferiría, maldita sea, es que mi esposa me avisara cuando hay un problema –sus dientes se apretaron en la última palabra mientras la sabana se le encharcaba en la base de la espalda. —No sabía que el alcalde había asignado como segundo a Mark en ausencia del Sheriff. —Jesucristo Sunshine…— el gruñido escapó de su acento. Sus dedos temblaban al rozar el borde de su cadera derecha. —Estoy segura de que se ve peor de lo que es –le aseguró ella, tratando de no estremecerse incluso con ese ligero toque. —Cállate y quédate quieta. Ella lo hizo, no gustándole la nueva nota que tenía el acento en su voz. Era duro, esquivo e imperdonable. El había estado fluctuando entre los dos extremos desde que las había recogido a ella y a Bri en la rectoría. El había hablado con el reverendo Swanson, luego la había recogido y llevado en la calesa que había alquilado, recostándola en un colchón en la parte trasera sin dirigirle la palabra mientras acostaba a Bri a su lado. 406 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Mientras se alejaban, vio a Cougar cargando a Mara en sus brazos. Ella se veía tan pequeña e indefensa en contraste con Cougar, tan fiero y primitivamente furioso. El pequeño grupo que se había formado afuera de la rectoría cuando se había corrido la voz de que las mujeres McKinnely habían sido abusadas se dispersó cuando Clint y Cougar azuzaron los caballos. La mirada que ambos hombres intercambiaron la había asustado hasta la medula. Ambos hombres estaban bajo control por apenas un pelo. Se veían capaces de cualquier cosa. Una ardiente punzada de agonía se disparó desde sus nalgas en donde el suave algodón se apoyaba sobre los moretones. Mordió la almohada y estrujo las sabanas con los dedos sofocando un quejido en la garganta. Otro brusco “hija de puta” quebró el silencio. Jenna reprimió un sollozo. La seda del pelo de Clint acarició sus nalgas precediendo a la suavidad de sus labios. —Anda y grita todo lo que quieras dulzura –otra fila de igualmente suaves besos fueron depositados en la curva de su trasero y hacia arriba, por el hueco de su espalda mientras Clint le aplicaba la compresa –se que duele nena, así que grita. Haz lo que tengas que hacer pero déjame que te haga sentir mejor. La gentileza de su toque quebró el dique en donde había estado conteniendo sus emociones. Su “perdón” fue un charco de lagrimas. El colchón se ladeo cuando Clint acomodó su gran cuerpo al lado suyo. —Ah mierda, nena, no tienes nada por lo cual pedir perdón. —Creí que se había terminado cuando Jack murió. El se apoyo en el codo a su lado. El cabello le cayó como una cortina, limitándole la visión a la extensión de su pecho y los poderosos músculos de sus brazos. Si ella levantaba la mirada apenas un poco podría ver su hermosa cara. Mantuvo la mirada fija en el pulso acelerado que latía en su cuello. —¿Te violó Sunshine? –sus dedos resbalaron entre la almohada y su cara, presionando suavemente. —¿Por qué lo preguntas? –se le congeló el aliento en los pulmones. —Brad dijo que te encontró atada y desnuda –el pulgar alcanzó su boca –es una suposición natural. 4 07 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen El no la había violado hoy, pero la había violado antes, y los recuerdos que había enterrado por tanto tiempo estaban abriéndose camino fuera de la tumba en donde ella los había confinado, gritando y aullando para ser reconocidos. —¿Clint? —¿Qué? —Se que estas enojado pero por favor, por favor… —Te daré lo que necesites Sunshine. Solo dime lo que pasó –él le tocó la barbilla forzándola a mirarlo a los ojos, a ver la furia en su cara, la furia primitiva mezclándose con la preocupación. —Por favor solo abrázame como si nada mas importara. Solo por unos minutos. Quería lo que nunca había podido tener, pero al menos por ahora estaba lista para simular que lo tenía. —¡Hijo de puta! El la alzó y se deslizó debajo, sofocando sus gemidos de dolor en su cuello, sin detenerse hasta que ella estuvo sobre su enorme y cálido cuerpo. Su brazo rodeando su cintura y sosteniéndola firmemente en el lugar, su otra mano acunando su cabeza en el pecho mientras la cubría de besos. —No importa Sunshine, no importa para nada. —Tiene que importar –bajo su mejilla ella podía sentir la tensión que vibraba a través de sus músculos, sentir el latido de su corazón que se apuraba para seguirle el paso a sus emociones. —¿Por qué? —A los hombres les importa eso. Su pulgar le levanto la barbilla y su boca encontró la suya en un beso que definía la ternura. —Me importa que no fui capaz de protegerte –le susurró contra sus labios, moviéndolos con cada silaba –me importa que fuiste herida. Me importa que guardes secretos que ponen en peligro tu vida. Pero Sunshine, nada que nadie te haga puede cambiar lo que siento por ti. 4 08 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —¿Y cómo es eso? —Eres dulce y especial y eres mía. Que no era lo mismo que decir que la amaba. —Mark no pensaba que yo fuera dulce. —Escuche que le pateaste las bolas. —Tuve que hacerlo. Mara no iba a parar de desafiarlo. —Jenna, nena no estoy quejándome. No, el no lo haría. Le quitó el pelo de la cara. —Mara dijo que dejaste de luchar. ¿Había desilusión en su voz? —Tuve que hacerlo. No podía decirle. No podía. Era demasiado sórdido. —Sé que es un pervertido hijo de puta pero tú me vas a decir exactamente por lo que te hizo pasar. —¿Por qué? —Porque él no te va a causar mas pesadillas. Ay Dios lo sabía. El sabía. Se estremeció. El se movió y maldijo —Quiero abrazarte tan fuerte Sunshine pero hay tan poco de ti para abrazar ahora. —Esto está bien –ella llevó la boca a su cuello y lo besó. —Entonces dime lo que quiero saber –le acomodó el pelo detrás de la oreja. —El dijo que si no gritaba lo que le llevara a él correrse, él la dejaría ir. —¿Mientras él te lastimaba con el látigo? –la calma de su tono era más espeluznante que su furia. —Si. Sé que no era probable porque él está loco pero había una posibilidad… 4 09 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —¿El te ha hecho esto antes? –sus dedos se movieron hacia el costado de sus pechos, donde estaban las viejas cicatrices. No logró que el “si” le atravesara la garganta, así que se limitó a asentir. —¿Y tu marido lo permitía? —Ellos tenían un acuerdo. —¿Te vendió? —Tenía deudas. Era su derecho. —¡Y un cuerno! —Tenían otras creencias. Y ella las había seguido porque no había conocido nada mejor. Jenna le toco el pecho, acariciando los firmes músculos, tratando de calmarlo. En vano. —Tendría que haberte alejado de él cuando te vi por primera vez. —Yo era su esposa. —Tú eras mía. —Lo sé –ignorando el dolor en la espalda se arqueó para besarle la barbilla. —Quédate quieta, no dejaré de abrazarte –la volvió a acomodar. Era una amenaza sin fundamento teniendo en cuenta que sus enormes manos recorrían todo su cuerpo, tocándola todo lo que podía como si se estuviera asegurando a si mismo que ella estaba realmente ahí. Como si no pudiera tener suficiente de ella. Despacio, porque él se preocupaba, apoyó nuevamente la mejilla en su pecho. —¿Entonces que sucedió cuando dijiste que no? –sus manos fueron a los músculos que se anudaban en su espalda, masajeando suavemente para aliviar la tensión. —¿Qué te hace pensar que dije no? –la pregunta era más un graznido que una declaración. El tenía manos maravillosas. Clint la besaba en el pelo y le hacía cosquillas en el cuero cabelludo. —Te conozco Sunshine –fue el más suave de los susurros pero llevaba toda la confianza. Mientras escuchaba los latidos de su corazón y sentía la determinación cuidadosamente agazapada en su suavidad, se dio cuenta de que él realmente la conocía. 4 10 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Sabía todo sobre ella y no le importaba. La quería de todas maneras. Empezó a llorar de nuevo. Gruesas lágrimas de alivio. —Las lagrimas no van a influenciarme Jenna. Quiero saberlo todo. —Lo sé— gimoteó— la segunda y tercera lagrima fueron aún más gruesas que la primera –No me odias –le susurró. —Ah, diablos ¿Por eso estas llorando?— la apretó cuidadosamente –Sunshine, nunca podría odiarte. —No crees que sea débil. —Eres la persona más fuerte que conozco. —No quieres que sea más dura. —Nena te quiero feliz y segura en mi casa, amándome a mí y a nuestros hijos –siguió contestando a sus frases como si fueran preguntas. —Realmente te preocupas por mí —Si —Y realmente no te importa. —No —Te amo –le echo los brazos al cuello, gimiendo y llorando al mismo tiempo mientras el dolor y la alegría la atravesaban. El la sostuvo mientras lloraba para que no tuviera que hacerlo ella, hasta que finalmente entendió. —¿Esas son lagrimas de felicidad no? —Muy felices –asintió ella y enjugó la piscina que se estaba formando en la base de su garganta. Su suspiro le quitó el pelo de la cara. —Sunshine, nunca voy a entenderte. —Pero eso esta bien. —Si –con una punta de la sabana le enjugó la cara –Pero aún quiero saber. Ella inspiró profundamente y le entregó su confianza. 4 11 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Me encerraron en un granero lleno de ratas hasta que accedí a hacer lo que querían –se estremeció –Las ratas estaban por todas partes, en mi cara, mis piernas, bajo mi falda. Creí que me volvería loca. —En cambio hiciste lo que era necesario para sobrevivir –Clint lo dijo en ese tono de barítono que era calmante. —Entonces Mark me violó –ella bajó la cabeza. —Y morirá por ello –era una declaración de hechos, tan calma que la hizo alzar la cabeza. —No puedes matarlo. —Puedo hacer lo que quiera –la miró con una ceja arqueada. —Pero eso sería asesinato y nosotros…yo te necesito. —Un hombre no deja que un animal como ese ande suelto por el mundo. —Deja que la ley se ocupe. —El te tocó –le acunó la mejilla con su palma. Sus dedos tocaron el cardenal en su frente mientras sus pulgares le acariciaban los labios –Te lastimó. No hay manera de que conozca otro amanecer. Sus ojos eran los fríos y letales ojos de un extraño. No tenía ninguna duda de que Mark no lograría llegar hasta el juicio si era por Clint. —¿Cougar piensa igual que tu? —Si —¿Hablaste con él? —No. —¿Entonces cómo lo sabes? —El hombre le puso las manos encima a su esposa. No necesito saber más que eso. —Ay Dios, vas a hacer que te maten. —Simplemente voy a terminar con la agonía de un animal rabioso –su beso era frío, para nada reconfortante porque su mente estaba concentrada en la venganza. —Vas a tener que cazarlo primero –interrumpió Gray desde la puerta. 4 12 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Jenna chilló, sabiendo que estaba descubierta a la vista de Gray. Clint tiró de los cobertores para cubrirla, acomodándolos cuidadosamente sobre sus heridas mientras él se deslizaba de debajo de ella. —¿Tienes alguna razón para entrar así ladrando hijo? —Pensé que estarías cuidándola, no haciendo…otras cosas. —La estaba cuidando. Jenna miró a hurtadillas por debajo de sus pestañas. Gray la estaba mirando, con una expresión melancólica en la cara. —Mark se escapó de la cárcel. —¿Cómo? –preguntó Clint, buscando su pistolera. —Alguien lo dejo salir. —¿Cuándo? —Hace un par de horas. —¿Quién trajo la noticia? —Jackson. —¿Lo sabe Cougar? —Le dijo a Jackson que te encontraría en el río. —¿Jackson todavía está abajo? —Sí. Me dijo que te dijera que el reverendo se está quedando con Mara y se quedará con Jenna también. —Bien. Jenna lo agarró de los bolsillos del pantalón. —No lo hagas. El se abrochó la pistolera a la cadera. Su mano fue gentil en su muñeca mientras le quitaba la mano. Le acomodó el pelo en la cara, su expresión solemne. —Puedes pedirme cualquier cosa Sunshine, excepto que Mark viva. 4 13 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Ella se mordió el labio para reprimir la protesta que brincaba por salir. Este era su esposo. Ella lo conocía de la misma manera que él la conocía a ella. Era imposible para él dejar libre a Mark para que hiciera daño a otra mujer. Ella se tragó el egoísmo y el miedo. Dar la aprobación fue lo más difícil que había tenido que hacer. Una pequeña sonrisa asomó desde las gélidas profundidades de los oscuros ojos de Clint. Gray quebró el silencio desde la puerta. —Voy contigo. —No— Clint se agachó a recoger su sombrero negro de la silla, con el pelo cayéndole al frente. —El solía pegarle a mi madre también. Muchas veces, muchos golpes –Gray miró a Jenna y ella quiso llorar por esos ojos tan viejos en una cara tan joven. Clint se acomodó el Stetson en la cabeza:— él no volverá a golpear a ninguna mujer. Gray asintió con la determinación de una persona mucho mayor:—Eso es cierto. —Clint se va a encargar de ello –susurró Jenna, asustada por la fría determinación en la cara del chico. —Es mi deuda. —Yo te necesito aquí –ella señaló a su lado. Oh Dios, Clint tenía que hacer algo al respecto. —No he sido un niño desde hace muchos años –sus ojos se suavizaron con pena – debes dejar de pensar en mi como si lo fuera. —Clint. El era su hijo. El hermano de Brianna. A pesar de lo que él había dicho, todavía era un niño. —Tranquila Jenna –dijo Clint –yo manejo esto. En dos zancadas estaba al lado del chico. –Tu eres mi hijo ahora Gray. Eso hace que tus deudas sean las mías y te prometo que antes de morir, el hijo de puta va a saber exactamente quien lo está matando y por qué. 4 14 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Si. —Dile que no puede ir Clint –Jenna no pensó ni por un segundo que el aceptaría que Clint lo vengara. Clint miró al chico. En ese momento se veían tan parecidos, ambos con las caras rígidas de furia, los ojos llameando por venganza mientras se medían el uno al otro. Y ella sabía. Sabía antes de que saliera una sola palabra de sus bocas que la decisión ya había sido tomada. —No. Gray se adelantó y tocó el cardenal en su cabeza. Ella sintió su dolor y su determinación en la breve conexión. —Si los Dioses lo permiten, volveré y estaré orgulloso de ser tu hijo. —¿Y si va mal? —Entonces moriré como un hombre del que estarás orgullosa— su mano cayó a un costado y retrocedió. Se dirigió hacia la puerta. —Esto no es necesario –no podía perderlo. —Lo es –el no dudó ni se acobardó. Clint acompañó al chico afuera antes de volver con ella. El llenaba el marco de la puerta de la misma manera en que llenaba su corazón hasta el tope, un hombre grande y poderoso que siempre actuaba bien. —Se que no estás de acuerdo Jenna, pero Gray tiene razón. No es un niño y tiene una carga de odio que necesita soltar. Si lo dejara aquí, simplemente se las ingeniaría para hacerlo solo. —No lo sabes – las sabanas se tensaron dolorosamente entre sus dedos mientras ella las estrujaba. —Sí, lo sé. —¿Cómo? —Porque eso es lo que yo haría. La realidad cayó traspasando sus miedos y sus negaciones. Si sus lugares se intercambiaran, el lo haría. Lo que significaba que Gray lo haría y si Gray tenía que pasar por todo aquello, sería mejor que lo hiciera con Clint a su lado. 4 15 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —¿Lo cuidarás? —Si. —Ella lo tomó de la mano y, usando su fuerza se incorporó. El brazo de Clint alrededor de su cintura la ayudó en los últimos y dolorosos pasos para enderezarse. —Y cuídate. Prométeme que te cuidarás, sin importar lo que pase. Prométeme que volverás a mi –enterró los dedos en sus antebrazos –sin importar lo que pase. —Me cuidaré –la besó despacio –dulce y ardiente— su lengua frotándose con la suya en un ritmo lento. Como si tuvieran todo el día y el no estuviera a punto de salir a caballo con su hijo para cazar a un loco. Le retiró un mechón de pelo de la cara –sin importar lo que pase. El cambió su peso, indicándole que se marchaba. A pesar de su resolución de ser valiente sus manos se aferraron a las suyas mientras él se paraba. Ella se estaba aferrando a él cuando en realidad necesitaba que ella fuera fuerte. —Lo lamento. —Si me estás diciendo que el preocuparte te hace una mala esposa te pegaré –se inclinó y le besó el reverso de las manos. La risa la tomó por sorpresa:—Tú siempre estás amenazándome con eso —Y uno de estos días lo haré también –le arqueó una ceja. Ella le toco el reverso de la mano, recorriendo con los dedos una vieja cicatriz, antes de elevar la mirada hacia él —Pero no hoy. —No –su mirada se suavizó con sentimiento mientras la miraba, estudiando sus rasgos como si los estuviera memorizando por última vez –no hoy, Sunshine. Un último beso en su mano y se encaminó a la puerta. Ella contuvo las palabras que quería decir, la petición que quería hacer hasta que él alcanzó la puerta. En el instante en que su mano tocó el pomo, ella aflojó su control y algo se escapó de su celosa guarda. —¿Clint? 416 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Ella sabía, por la posición de sus hombros que él estaba listo para eludir sus lagrimas. Por debajo de su brazo podía ver a Gray esperando, rifle en mano con una expresión solemne. —Recuerda que te amo. —Eso no es algo que un hombre pueda olvidar. Jenna esperó hasta que escuchó a los caballos abandonar el prado y luego deslizó las piernas por el costado de la cama. Había un demonio ahí afuera. La había perseguido en sus pesadillas y casi había arruinado su futuro. Ella no iba a dejar que su hijo y su esposo lo enfrentaran solos. No podía creer lo que estaba viendo. Solo para estar segura, se arrastró más cerca del borde de la saliente de roca, entrecerrando los ojos en la penumbra para encontrar el borde. Debajo de ella, en el medio de un gran campamento había siete hombres. A cuatro de ellos los reconoció. Clint, Asa, Cougar y Mark. Tres eran extraños pero por su desharrapada apariencia tenía que asumir que eran conocidos de Mark. Mark mismo estaba inclinado con la cara contra un árbol, las manos por sobre su cabeza, sus dedos enterrados en la corteza. Cougar estaba parado a su lado. Por el reflejo que parpadeaba de algo en su mano, Jenna asumió que él lo estaba manteniendo allí con ese infame puñal suyo contra el cuello. La cara de Cougar se veía dura como la piedra. Apenas un paso a su izquierda estaba Asa, con un rifle en las manos y la expresión de su cara impasible mientras apuntaba el cañón del arma hacia los tres hombres que ella no conocía, su suave sonrisa dando la impresión de que todo lo que necesitaba para pasarla bien era alguien que se moviera nerviosamente en la mira de alguna de las armas que estaban tiradas a los pies de los hombres. Y Clint. Su Clint, el hombre más gentil que había conocido, estaba azotando metódicamente a Mark con un látigo, con una fría expresión en la cara mientras le daba con el látigo en los hombros, dejando una herida sanguinolenta que le atravesaba 4 17 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen diagonalmente la espalda. Por lo que ella había visto en el espejo, era casi un duplicado de la herida que Mark le había hecho a ella, lo cual explicaba la sonrisa satisfecha en los labios de Clint. El sonido del cuero chocando con la carne alcanzaba a sus oídos un segundo antes que el agonizante graznido de Mark. Al lado de ella, Danny gruñía. —Silencio –le susurró. Su estomago se contraía a la vista de los sonidos de la paliza. Ella sabía que su esposo era un hombre peligroso, sabía que él podía ser muy decidido en su deseo de venganza pero la perturbaba presenciar la realidad. De la determinación en la cara de Clint no parecía que fuera a detenerse hasta que el hombre estuviera muerto. Matar un hombre de esa manera dejaría una marca, no importaba lo mucho que lo mereciera. Clint tenía demasiadas cicatrices. No quería que él tuviera ni una más debido a ella. —Quédate – le dijo a Danny, sin confiar en que se quedaría tranquilo en medio de la violencia. El lloriqueó, su atención fija en la escena que se desarrollaba abajo pero se acostó. Ella investigó la escena de nuevo. ¿Dónde estaba Gray? Sinceramente esperaba que Clint lo hubiera dejado en algún lugar donde no pudiera ver esto. Era demasiado joven para estas cosas. Gateo alejándose de la saliente. El látigo cayo de vuelta y otro chillido llenó la noche. Reformuló su pensamiento: nadie era lo bastante maduro como para esa venganza a sangre fría. Tenía que ponerle un fin a aquello. Por el bien de Clint y el suyo propio. No podría vivir con un hombre muerto a latigazos en su nombre. Con el cuerpo adolorido y su pierna protestando, se las ingenió para bajar por la pequeña colina con los sonidos de la paliza como rítmico acompañamiento a sus irregulares pisadas. Se tropezó varias veces debido a que la caída de la noche anulaba su posibilidad de ver el desigual terreno. Logró llegar al borde del claro, lo suficientemente cerca como para oler el sudor y la sangre cuando una mano se cerró como cepo sobre su boca, arrastrándola por la espalda en un maloliente abrazo. —Ni siquiera respires –le ordenó el hombre que la sostenía. El duro golpe del metal contra su sien la hizo ver las estrellas. La rodilla en su muslo la hizo apresurarse. —Camina. 4 18 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Ella lo hizo, con la culpa y el fracaso hundiéndola con debilitante rapidez. El hombre no hizo ningún esfuerzo para enmascarar su acercamiento. Mientras la empujaba dentro del circulo de luz del campamento, levantó la mirada para ver tres cañones apuntándole y tres ceños con igual desaprobación. —Maldición, Jenna – refunfuñó Clint mientras Asa y Cougar murmuraban cosas que ella no alcanzaba a oír. —Bajen las armas o le haré un agujero en su preciosa cabecita –ordenó el hombre detrás de ella, la victoria en su voz tan ofensiva como su aliento. Ella captó la mirada de Clint. “no lo hagas” le susurró cuando bajó el cañón de su revólver. —No tengo opción Sunshine –el arma cayó a sus pies. Similares sonidos puntualizaron la aquiescencia de Asa y Cougar a la orden. Ella cerró los ojos mientras el hombre detrás de ella la empujaba hacia adelante. Había creído que era seguro. Solo quería parar la paliza, no dejarlos a todos indefensos. —Buen trabajo Simón – resopló Mark. Ella abrió los ojos para verlo cojear hacia ella, apuntando con el arma hacia Cougar y Clint mientras se encogía al ponerse la chaqueta sobre un ensangrentado hombro:—¿ustedes chicos, tienen a esos tres cubiertos? —No van a ningún lado. —Bien –Mark la alcanzó, se puso el pesado abrigo sobre el otro hombro y siseó entre dientes cuando el material hizo contacto con su lacerada piel. —Aten a esos tres –ordenó al hombre que estaba al lado de ella. Una rápida mirada hacia él le reveló que estaba mugriento, panzón y en general sencillamente feo, con lacio cabello castaño y la cara marcada por la viruela. Se estremeció cuando Mark la acercó hacia él. La pierna le falló y su caída los tomó por sorpresa a ambos, liberándola de su agarre. —¡Maldición Sunshine, te voy a golpear! –maldijo Clint al tocar ella el suelo y esta vez sonaba como si realmente fuera a cumplir su promesa. —Vas a tener que ponerte en la fila –gruñó Mark con la voz sonando distorsionada respecto de la suya normal. 4 19 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Jenna entrecerró el ojo derecho. A través de las pestañas vio su cara. No era una bella vista. Su boca y mejillas estaban hinchadas en forma grotesca. Su nariz enrojecida ocupaba media cara. No sabía cómo había logrado hablar, no digamos amenazar. —Eres un hombre muy feo –le susurró con el primer aliento que pudo tomar cuando el dolor remitió. —Y tú eres una mujer muy estúpida. —Que va a tener el trasero muy zurrado apenas la lleve a casa –gruñó Clint desde el otro lado. Mark la codeó con el pie, cuando ella había esperado que la patease:—Levántate. Espera por alguna debilidad. Nunca sabes cuándo se te va a presentar alguna ventaja. Como si estuviera a su lado, Jenna podía escuchar las instrucciones de Cougar. En ese tiempo había parecido inconcebible que ella tuviera alguna vez una ventaja pero solo servía para mostrar lo poco que sabia ella sobre cómo funcionaban las cosas. Mark estaba claramente herido en las costillas porque se movía lentamente y se mantenía arqueado. El la pinchó de nuevo. —Levántate perra. Ella se quedo donde estaba. Una bala pegó en el suelo al lado de su mejilla, rociándole con suciedad los ojos. Provino desde encima de su cabeza, haciéndole zumbar los oídos. —Haz lo que él te dice Sunshine –le ordenó Clint con calma, mientras ella parpadeaba y se quitaba la suciedad de los ojos. —Eso intento –le contestó ella, imitando su calma lo mejor que pudo, gimiendo mientras cada músculo de su cuerpo protestaba contra el movimiento. —Si te hubieras quedado en casa, donde perteneces – le propuso Clint, muy relajado, como si no estuvieran todos a segundos de morir –no estarías en peor forma de la que estabas cuando viniste aquí. —Dios dame paciencia, me he casado con un hombre “te—Lo—Dije” –masculló Jenna mientras rodaba sobre su costado. El cuchillo que atesoraba en su vaina se clavó en su cadera 4 20 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Un hombre “pronto—A—Morir”—La corrigió Mark con demasiada satisfacción para su tranquilidad mental. —¡No! Mark se rió de su protesta y la pateó en el costado:—Levántate. Entre su espalda, sus costillas y la nueva herida de la patada levantarse era mas fácil decirlo que hacerlo. —Haz lo que te dice Jenna –le dijo Clint nuevamente. Se sacudió sobre su costado. El dolor se desparramó por su espalda haciéndola gemir. —Suave y despacio Jenna – la amonestó Clint cuando hizo acopio de fuerzas –tomate tu tiempo. Ella lo hizo tal como Clint le ordenó, estirando el proceso todo lo posible. Solo se había puesto de rodillas cuando Mark perdió la paciencia. —Chico, ven aquí y levántala. ¿Chico? Oh Dios, no, no Gray. Giró la cabeza deseando saber maldecir mejor mientras Gray se le acercaba, salvo que no se veía como el Gray que ella había conocido. Sus hombros estaban encorvados, su mirada baja y sus pasos vacilantes. —¿Qué le has hecho? –se apoyó en las manos y rodillas. —Fox y yo somos viejos amigos. El pelo, liberado de su rodete cuando había caído le cubrió la cara, obstruyéndole la visión:— te mataré si le haces daño. —Jenna, cállate. Ella ignoró la orden de Clint. Nunca mas se iba a callar:—¡Aléjate Gray! —Ven aquí Fox –Mark lo conminó a ir a su lado. El fue. —Oh Gray –suspiró ella, lo último de su esperanza perdida. De ninguna manera el chico acusó recibo de su presencia, manteniendo su cara oculta a su mirada mientras la jalaba hacia arriba. Y mientras Clint maldecía y ella gemía Gray ni siquiera parpadeó. 4 21 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Mírame Gray –el levantó la cabeza. Ella lo alcanzó cuando él la soltaba del brazo. Mark lo abofeteó en la cara. Ella pudo tener una rápida vista del susto de Gray antes de que el cayera pesadamente. —Puedes hacerlo mejor que consentirle los caprichos a una mujer –el disgustado gruñido de Mark lo siguió de camino al suelo. Todo en Jenna se congeló mientras miraba a su hijo tratando de levantarse, gotas de sangre salpicando la mano con que se sostenía a si mismo. Miró el arma que Mark tenía en la mano y la malicia en sus ojos, miró la escena frente a sus ojos, los buenos hombres que ahora eran rehenes debido a su decisión impulsiva. La fría bola de emoción en su estomago se hizo mas y mas apretada, comprimiéndose en un nudo duro que enviaba fríos hilos de energía a lo largo de sus extremidades. —Te voy a matar por eso—Le susurró a Mark. —Tú no vas a hacer una mierda –el cuerpo de Mark se movió hacia ella mientras levantaba el revólver. Jenna siguió la trayectoria del terso cañón. Estaba apuntando a Clint. —Realmente voy a disfrutar esto –le dijo a Clint, las palabras le salían distorsionadas al empujarlas a través de sus labios hinchados. Su dedo se tensó en el gatillo. El frio nudo en sus entrañas explotó en una caliente bola de furia. Jenna se lanzó sobre el arma, agarrándola con ambas manos y tirando su peso sobre el brazo de Mark, sosteniéndose con toda su fuerza mientras él la golpeaba, logrando retirar el arma a un costado. Una bala hizo un agujero en la suciedad entre sus pies. Ella se agarró más fuerte. Solo faltaban cinco balas más. —Vamos –la voz de Clint apenas penetró la roja neblina de furia que le distorsionaba la visión mientras luchaba con Mark por el arma. Este hombre había tomado todo de ella. Su orgullo, su respeto, su paz. Estaría condenada en el infierno antes que permitir que tomara a su esposo y su hijo. Otro disparo salió salvajemente. Mark maldijo y Clint gritó. Ella bloqueó su voz, bloqueó todo y solo quedó su necesidad de obtener el arma. Grito frustrada cuando su pierna fallo y se le resbalaron las manos. Antes de que golpeara el suelo, Mark la tomó del cabello, arrastrándola y colgándola de él antes de pasarle el brazo por el estomago y acercarla a su pecho. —Tu maldita perra –jadeó fuerte en su oído –cambié de opinión. Tú vas primero. 4 22 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen La boca del revolver le tocó la sien mientras ella buscaba en su bolsillo. Al otro lado, la cabeza de Gray se alzó, sus ojos enormes sobre su mejilla hinchada. Mientras se incorporaba, una gota de sangre fresca brotó de la comisura de su boca. Jenna gritó y se tiro atrás. Mientras Mark tambaleaba ella dejó caer su peso, dirigiendo el cuchillo hacia abajo y hacia atrás, justo como Cougar le había enseñado pero con toda la fuerza que pudo reunir. Lo sintió penetrar en la piel, morder el músculo y rebotar en el hueso mientras el cuerpo de Mark se estremecía en shock. Disparos y gritos resonaron alrededor de ella mientras caía. Cuando golpeó el suelo lo tajeó en los tobillos, errando pero sin importarle. No quería alejarse. Quería matar al hijo de puta. Rodo sobre si misma buscando el corazón de Mark, sin importarle el arma que la apuntaba a la cara. Sin importarle nada más que el estar segura de que nunca más haría daño a su hijo. Nunca más. Un haz de luz le arrebató el objetivo mientras una explosión ensordecedora y una lluvia roja oscureció su visión. Una mano le agarró las suyas mientras ella trataba de apuñalar nuevamente. Por mucho que lo intentó no pudo moverse. Debajo de ella Mark estaba quieto. Antinaturalmente quieto. Se secó los ojos en el hombro y miró hacia su brazo. Gray la miraba desde arriba, con un revolver humeante todavía en su mano, la otra tomándola por la cintura. Cuando ella lo miró, inexplicablemente se estremeció. —No quería perder otra madre. Ella no quería perder a su hijo. —¿Es por el que no quieres que te digan Fox, no es así? —Si –en una limpia imitación de Clint, arqueo su ceja derecha – ¿estás herida? No estaba segura. Mientras hacía un inventario mental, la cacofonía de sonidos llenando el claro penetró los perímetros de su mente. Se hizo muy consciente de los hombres gritando y un perro gruñendo. Un grito agudo fue súbitamente silenciado, seguido por tres disparos en rápida sucesión. —¿Ella está bien? –lo llamó Clint, sonando crispado pero vivo. Muy vivo. Gray alzó sus cejas preguntando. Ella tragó y asintió, cada vez más segura de que el cuerpo que yacía debajo de ella estaba muerto. 4 23 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Si—Le dijo Gray. —Mantenla allí. A Jenna no le gustó la nota en la voz de Clint. Ella movió la muñeca. Gray no la soltó, solo sacudió la cabeza cuando lo intentó nuevamente. —Pa dijo que te quedaras aquí. Ella se quedó helada:—Le dijiste a Clint “Pa”. —¿De qué otra manera debo llamar a mi padre? —Y a mí, madre. El se encogió de hombros nuevamente:—¿De qué otra manera debería llamar a mi madre? El cardenal hizo que su sonrisa se viera torcida pero era la primera que ella veía una en su cara y era hermosa. Tan hermosa que lo perdonó por mantenerla ahí por Clint. El claro se silenció. Dos segundos más tarde Clint se agachó a su lado. Su expresión era de pura furia. —¿Qué diablos pensabas que estabas haciendo? – Le limpio la cara con su manga – nunca he visto tanta estupidez en todo el tiempo que llevo vivo. Ella se quitó la mano de encima. El barrió su resistencia con una maldición y renovó sus esfuerzos. —¿Clint? —¿Qué? —Por favor dime que no estoy encima de un hombre muerto –el horror de aquello estaba comenzando a alcanzarla. Su “hijo de puta” le dijo todo lo que necesitaba saber. El la recogió y rápidamente la giró cuando su estomago se rebeló. Le sostuvo la cabeza y la contuvo mientras maldecía y la llamaba tonta, impulsiva, precipitada y le gritaba por haber fastidiado su plan y por casi haber logrado que la mataran y algunas otras cosas más que ella misericorDiosamente se perdió debido a las arcadas. Cuando la última de sus arcadas remitió quedando solo estremecedores hipos, Clint la recogió y la cargó por sobre las rocas, tan lejos del cuerpo de Mark como les fue posible. Ella se limpió la boca con la manga. 4 24 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Aquí –una cantimplora apareció ante sus ojos. Ella la tomo agradecida, sonriendo a la severa cara de Cougar, enjuagándose primero y bebiendo un largo sorbo de la fría agua después. —Tenías razón –le dijo— lo tenía en mi. —Casi nunca me equivoco –un esbozo de sonrisa arrugo los bordes de sus fascinantes ojos. —No la alientes –Clint los miró a ambos mientras la recorría con las manos, inconsciente de su audiencia, levantándole el vestido para revisar sus piernas, sus caderas, su espalda. Cuando su mano se deslizó sobre su nalga ella chilló y lo alejó. La respuesta de Clint fue un cortante –no me presiones Jenna. La aproximó a su pecho, maldiciendo cuando ella se alejó estremeciéndose, de su toque suave. Por sobre los hombros de él, pudo ver el brillo perverso en los ojos de Cougar y su sonrisa pasó de un esbozo a una realidad completa. —Si yo fuera tu, Clint, tendría cuidado con lo que digo. La pequeña dama tiene un temperamento volátil. Clint no estaba impresionado. —La pequeña dama va a tener un trasero dolorido. El comprobó su muslo y ella gimió cuando el dolor afloró. Ahora que la excitación había pasado, su cuerpo estaba haciéndola consciente de cada cardenal. Ella le echo los brazos al cuello y enterró la cabeza en su garganta, respirando profundamente su maravillosa esencia. —Ya lo tengo. —No puedes culpar a nadie más que a ti misma—Le gruñó, tocándole el nudo en su muslo y masajeándolo, su toque increíblemente ligero encontraste con sus amargas palabras. —¿Si empiezo a desabotonarme la blusa dejarás de gritarme? La sacudida del cuerpo de Clint pudo haber sido risa o irritación. Antes de que pudiera descifrarlo Asa apareció, llevando del collar a Danny. No quiso mirar muy detenidamente la mancha que había en la boca del perro. —Bueno, ahí hay una mujer que sabe cómo hablarle dulcemente a un hombre. 4 25 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Esta no había sido su lucha sin embargo el había venido, respaldando a su esposo y arriesgando su vida. Ella solo tenía una cosa que decirle: —Gracias El se encogió de hombros:— los McKinnely se mantienen unidos. —Tú eres un MacIntyre —El nos agotó con su perverso sentido el humor –admitió Cougar en un tono enojado –lo reclamamos por pura auto—Preservación. Asa sonrió y se tocó el sombrero, dejándolo un poco inclinado sobre la ceja mientras decía escuetamente –Me sentí muy honrado. Clint resopló —¿se encargaron de los otros? —Están todos bella y prolijamente amarrados. Mark no andaba con un grupo muy brillante –se movió hacia el centro del claro donde había dos hombres yaciendo con las caras enterradas en la suciedad, sus manos atadas a la espalda. Los otros cuerpos no estaban atados y no se movían. —¿Quién tiene a Mark?—Preguntó a Asa. —Gray .Clint le dio al chico una mirada preocupada –el salvó la vida de Jenna. Ninguno de los hombres dijo nada por un momento. Entonces habló Cougar. —Buen trabajo— Gray asintió, su expresión tensa. Clint pasó la mano por el cardenal en su cadera. Jenna no pudo evitar el hacer un gesto de dolor. Los ojos de Asa se entrecerraron –no parece estar en buena forma para cabalgar. —No lo está –Clint le separó el cabello de la mejilla, sus ojos revisando cada pulgada de su cara. —¿Ustedes dos quieren esperarnos mientras volvemos con una carreta? –le preguntó Cougar. Antes de que Clint pudiera considerarlo, Jenna sacudió la cabeza. No quería quedarse allí: –quiero ir a casa. 4 26 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Nena, estas muy lastimada. —Si llegué aquí, puedo llegar a casa –no se iba a quedar allí. —Hablando de eso ¿Cómo nos encontraste? –le preguntó Asa. —Danny —Pensé que tenías mejor criterio –Clint miró al perro. Danny simplemente se sentó y meneo la cabeza, el equivalente perruno a encogerse de hombros. —Yo, por una vez estoy contento de que el haya venido. Me quitó de encima a uno de los bastardos que me tenía sujeto –Asa le dio una palmada a Danny en la cabeza –creo que haré que el viejo Sam le consiga un filete cuando vuelva por la carreta. —No me quedaré aquí –repitió Jenna. Si hubiera podido, hubiera cruzado los brazos en el pecho –me voy a casa. Clint suspiró:— estas tan débil ahora que estas temblando. Nunca lograrás sentarte en un caballo. Lo estaba. En las postrimerías de toda la violencia, se sentía totalmente agotada, golpeada por tantas emociones que no podía darle sentido a ninguna de ellas salvo una — Me voy a casa. —Maldición Jenna –Clint la apretó contra sí mismo –no estás en forma para cabalgar. —Perfecto—Podía ver que él iba de camino a gritarle de nuevo así que se lo sacó de encima –entonces consígueme mi almohada y déjame cabalgar delante de ti. —¿Qué? —Use una almohada para llegar aquí arriba. Puedo usarla también para volver. —¿una almohada? —La silla duele, así que usé una almohada –murmuró en su hombro. La mirada que le lanzó cuestionaba su sanidad —Funcionó bien hasta que la almohada se desplazó. A Bucky no le gustó eso. A su alrededor había un sofocado sonido de risa. Contra ella los músculos de Clint se tensaron en duras crestas de incredulidad. 4 27 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —¿Tu cabalgaste uno de mis más experimentados ponys de rodeo en una almohada? —Si —¿Y el esperó para quejarse hasta que llegaste aquí? —Si —Maldición, alguien allí arriba debe odiarme –el apoyó la frente contra la suya. —Tal vez el buen Dios quiso asegurarse de que serías capaz de encontrarme cuando fuera arrojada del caballo. —Eso debe ser –dijo él en un tono resignado. El le tocó la frente, la mejilla y los labios, todos los lugares en donde sabía que lucía cardenales y la apretó fuerte contra él, preguntando en una voz agotada:—¿Qué voy a hacer contigo Jenna McKinnely? Ella tenía solo una respuesta para él. —Podrías intentar amarme. 4 28 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Capítulo 25 “Podrías intentar amarme”. Clint apoyó el hombro contra la puerta, metió el biberón en la boca de Bri y observó el suave reflejo del brillo de luna sobre la dulce cara de Jenna mientras ésta dormía. ¿Cómo podía ser que no supiera que él la amaba? Desde el día que la había visto por primera vez había estado perdido. Había luchado contra ello, había intentado levantarse por sobre su egoísta necesidad pero no había habido una verdadera esperanza de escape. Estaba muy lejos de ser un santo y ella era una tentación demasiado grande, con su sonrisa tímida, su dulce suavidad y su naturaleza ardiente y generosa. Maldición, la amaba. Mientras la miraba, ella se giró, alargando la mano hacia su lado de la cama antes de fruncir el ceño y volver a su posición original. Mañana tendría que volver a llevarla a ver a Doc. Eso requeriría algún tipo de ingeniosa excusa porque Jenna pondría peros a realizar otra consulta, pero maldita sea, lo preocupaba. Había estado apática desde aquella noche. No comía bien, no sonreía y estaba retraída. En parte era debido a sus heridas —el primer día, cualquier movimiento había sido una agonía— pero incluso cuando aquello remitió, su apatía no lo hizo. Maldición, él no estaba dispuesto a perderla. La niña agitó la pierna y rechazó la botella. —¿Qué sucede Botón? ¿Aspiraste demasiado aire? —le susurró, retirándole el biberón de la boca. Ella le dirigió una pequeña y lechosa sonrisa, sin duda deleitada por su habilidad para perturbar el mundo adulto y comenzó a hacer pucheros. —Oh no, no lo harás. No despertarás a Mami. La alzó hasta sus hombros. Había aumentado al doble de su tamaño desde la primera vez que la había visto pero aún era un diminuto pedacito de humanidad, su espalda apenas le estiraba la palma de la mano y a pesar de su espíritu, se veía tan frágil como las tazas de porcelana que Dorothy solo sacaba en ocasiones especiales. Con la punta de su dedo le rascó la espalda, sintiendo las delicadas filas de su columna de bebé. Frunció el ceño. Tal vez debería hacer que mañana Doc la viera también a ella. No le importaba que las mujeres le dijeran que estaba bien. Ella necesitaba más carne en los huesos. 4 29 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Suspiró. Jenna tendría algo que decir al respecto, no había duda sobre eso. Ella siempre estaba sermoneándolo porque se preocupaba demasiado pero él había ido de la nada al todo y ése tipo de cambio hacían que un hombre pensara en término del costo de perder aquello que se tenía. Especialmente con el susto que Jenna y Gray le habían dado. Frunció el ceño cuando Jenna se giró y la manta se deslizó de su hombro, revelando el camisón que la cubría de la cabeza a los pies. Suspiró y besó a Bri en la coronilla. La razón de que Jenna tuviera puesto un camisón era su culpa también. Cada vez que él había visto sus cortes y cardenales durante los últimos cuatro días, había perdido la razón. No había podido evitarlo. Lo había acojonado que ese enfermo hijo de puta hubiera puesto sus manos en Jenna. Y le tomaría al menos cinco vidas el olvidar la visión de su cara bajo el cañón de un arma, indiferente a su propia seguridad para defender a su hijo. —Tu madre tiene un poco de gata salvaje en ella, Botón —le susurró con una sonrisa abriéndose paso en su preocupación. Bri inclinó la cabeza en su hombro, eructó y enredó el puñito en su pelo—. Si tienes suerte, herederás algo de ello. —No creo que debamos preocuparnos por eso —dijo Gray, tocando a su hermana en la mejilla—. Tiene bastante temperamento. —¿No podías dormir? —Clint se dio vuelta, sin sorprenderse de encontrarlo levantado, o a Danny a su lado. Los dos se habían aliado y patrullaban los pasillos todas las noches. Gray sacudió la cabeza, sus largas trenzas balanceándose con el movimiento. —Matar a un hombre es duro, aún cuando se lo merecía. —Ya se está haciendo más fácil. —¿Entonces por qué estás levantado? La mirada de Gray eludió a la suya para ponerla en Jenna, acostada en la cama. Le hizo cosquillas a Bri con una mano mientras con la otra agarraba a Danny del pelaje. Un signo seguro de que estaba tramando algo grande. Clint flotó la espalda a Bri mientras esperaba. Finalmente, el chico levantó la cabeza, su barbilla decidida y sus hombros preparados para una batalla. —Ella no es feliz. 430 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Ha pasado por algo muy duro. —Así que no era el único que había notado el cambio en Jenna. —No quiero perder otra madre. —Su boca estaba apretada en la misma línea decidida que la de su mentón. —Jenna no se va a ninguna parte. —Es una persona fácil de amar —la expresión del chico cambió de terca a rebelde. —Lo sé —era la verdad. Enamorarse de Jenna era tan fácil y natural como respirar. —¿Entonces cómo es que no sabe que la amas? —Porque no se lo he dicho. —Me llevaré a Brianna y se lo dirás. —La mirada de disgusto que le echó el chico decía más que solo palabras. Gray alzó a Bri, que fue muy dispuesta a sus brazos. Clint le desenredó el puño de su pelo mientras ella oscilaba soñolienta entre ellos. —Planeaba decírselo en la reunión. —Se le había ocurrido ese plan después de que a Mara se le escapara lo que esa perra de Shirley había dicho de sus razones para casarse con Jenna. La reunión del sábado iba a ser una fiesta para todo el territorio, para celebrar su matrimonio con Jenna y justo a mitad de ello se las iba a arreglar para encontrar el coraje de arrodillarse y, ante Dios y todo el territorio, pedirle a Jenna que se casara nuevamente con él. Iba a ser el abuelo de todos los gestos románticos. Se sentiría muy avergonzado pero lo haría por Jenna. Dorothy y Elizabeth estaban haciendo los arreglos. Lorie y Patricia las estaban ayudando. Después de la reunión no habría duda alguna de que Clint McKinnely estaba enamorado de los pies a la cabeza de su esposa y que se había casado con ella por amor y no por otra cosa. —Tres días son muchos para esperar —lo refutó Gray, aferrado tercamente a su punto. Jenna gimió. Clint le echó una mirada. Estaba tratando de volverse sobre su espalda. Una mano lo buscó, sus dedos abriéndose sobre el lado vacío de la cama. Sus dedos se cerraron, su brazo se relajó y una triste y resignada expresión —que él había empezado a odiar— se instaló en su cara. 431 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Suspiró y sacudió la cabeza. El chico tenía razón. Él tendrían la fiesta y haría de Jenna una leyenda sobre cómo había puesto de rodillas a Clint Mckinnely, pero no la haría esperar más por esa pequeña parte que necesitaba de él. —Supongo que sí —agarró a Gray del hombro y besó a Bri en la cabeza—. ¿Crees que tú y Bri quieran pasar un par de días visitando al tío Asa y la tía Elizabeth? —¿Se lo dirás? —Sí. —Era una prueba de cuanto amaba el chico a Jenna el que ni había dudado dudado, sabiendo que estar con Asa significaba estar con su caballo. La sonrisa del chico destelló más brillante que el sol en un espejo. —Nos iremos en la mañana. —Llévate a Jackson contigo. —Me las puedo arreglar solo. —Sé que puedes —Clint le pasó a Gray el biberón y el trapito para eructar—, pero un bebé pone límites a la habilidad de un hombre para reaccionar y es mejor no arriesgarse. —Esperaba que el chico discutiera, pero en cambio asintió, sus ojos mostrando esa mirada que ya parecía haberlo visto todo. —No me arriesgaré. No necesitas preocuparte. —No estoy preocupado, hijo, solo naturalmente cauteloso. Antes de que Gray pudiera dar ejemplos de lo contrario, Clint lo giró por los hombros y lo impulsó hacia el pasillo. —Si quieres que haga las paces con tu madre te sugiero que me des espacio para hacerlo. En dos segundos tenía todo el espacio que necesitaba. Clint se quitó los jeans y se sentó en el borde de la cama, dándose vuelta para aflojar la gruesa cuerda que sostenía la trenza de Jenna. Amaba la manera en que se veía bañada 432 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen por la luz de la luna. Su piel tomaba el color de la crema y las rosas; su cabello brillaba con luz etérea. Se veía como uno de esos ángeles de las pinturas: rellenita, suave y tentadora como el pecado mismo. Tiró de la cuerda que sujetaba su trenza y se dedicó a liberar el sedoso pelo. Lo acomodó alrededor de su cara, sonriendo cuando las ondas cayeron acomodándose a su gusto a pesar de sus esfuerzos. Se inclinó sobre ella, apoyando las manos a ambos lados de su torso. Le acarició la oreja con sus labios, su sonrisa ampliándose cuando ella se estremeció en su sueño y se le puso la carne de gallina en el único brazo que podía ver. —Despierta, Sunshine. Ella se despertó. —¿Clint? Él le puso la palma en la espalda antes de que pudiera rodar y hacerse daño. —Despacio, cariño. Su ojo derecho se abrió y escarbó su muslo. Que Dios lo ayudara, amaba incluso la manera en que se despertaba, en etapas, como un pequeño y regordete gatito soñoliento que se acurrucaba en la tibieza de su cuerpo. —¿Qué sucede? —ella ahuecó su rodilla y deslizó el pulgar por sobre la línea del hueso. —Nada. La enganchó por la cadera alzándola hasta que su mejilla descansó en su muslo y la suave seda de su pelo se derramó sobre su ingle. —Todavía es de noche —bostezó ella—. ¿Se despertó Bri? —Sí. Gray la tiene. —¿No podía dormir? —No. —¿Pero él está bien? —Sí. —Su otro ojo se abrió. —¿Entonces no hay necesidad de que me levante? 433 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Sí la hay. —Él tomó un puñado de su pelo en la mano y masajeó con él su dolorida entrepierna, solo porque se sentía tan malditamente bien. —¿Quieres hacer el amor? —Todavía estás demasiado herida. —De su tono de voz, él no podía darse cuenta de lo que ella pensaba sobre ello. —Así que me despertaste por ninguna razón en especial. —Ella recostó su cabeza, su sonrisa tan suave como su piel. —No. —Apoyó su pulgar entre sus labios, permitiendo que la humedad de su boca bañara su carne antes de deslizarlo por toda la longitud de su labio inferior, separándolo de los dientes, recreándose en el calor de su humedad—. Te desperté para decirte que te amo. El aire silbó al pasar a través de su pulgar, bañándolo con una bocanada de tibia humedad mientras ella lo miraba parpadeando. Ahora tenía a los dos ojos completamente abiertos, brillando de un profundo azul en la tenue luz de la lámpara. No dijo ni una palabra, ni se movió, ni respiró durante tres segundos. Entonces parpadeó de nuevo, aspiró entrecortadamente y aquellos hermosos ojos empezaron a llenarse de lágrimas. —Ah, cariño, aquellas lágrimas mejor que sean de felicidad. —He esperado tanto que dijeras eso —su lengua le tocó la punta de su dedo, enviando rayos de necesidad por su brazo. —Lo sé —capturó una lágrima que brillaba en su mejilla—. Demasiado. —¿Pero por qué ahora? —le preguntó al sacudir su cabeza, dejando que su pelo flotara eróticamente sobre sus bolas. —Porque me di cuenta que incluso si quisieras irte, nunca te lo permitiría. —Ella era su pequeño pedazo de cielo, su tesoro personal y no podía dejarla ir más de lo que podía dejar ir su alma—. No puedo dejarte ir, Sunshine. —No quiero irme. —Ahora empiezo a creerlo. —Él deslizó sus dedos por su mejilla, detrás de su cabeza, manteniendo el pulgar contra sus labios, necesitando el contacto. 434 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Ella se apoyó en el codo y se incorporó. Su estremecimiento le cortó hasta al hueso. Tenía que cuidarla mejor. Aguantó todo el peso de ella que pudo cuando se incorporó a su lado. —Abrázame —le ordenó ella. Él lo hizo, gimiendo cuando la suave piel de su antebrazo le acarició el muslo. Maldición, ella lo tentaba. —¿Pensabas que quería dejarte? —le preguntó con un suspiro de satisfacción cuando él le devolvía gradualmente el peso de su cuerpo. Lo hizo sonar como si fuera la idea más ridícula que pudiera cruzar la cabeza de un hombre. —Sunshine, por mucho que te guste pensar lo contrario, más allá de una considerable cuenta bancaria, no soy ningún premio. —Decidí hace mucho tiempo que no eres buen juez de la gente. —¿Perdón? —Él era conocido a lo largo y ancho por su habilidad para percibir una mentira antes de que la dijeran. —Deberías suplicar, habiéndome hecho esperar tanto para darme tu corazón. —Ella arrastró las puntas de sus dedos por la parte interna de sus muslos. —Tú siempre has tenido mi corazón. —Él inclinó un poco sus caderas, dándole un mejor acceso—. Simplemente no te lo dije. —¿Por qué? —le agarró la pene a través de la manta de su propio cabello, cerrando sus dedos con la delicadeza que era tan parte de ella. —No soy el hombre que crees que soy —Miró como su blanca y regordeta mano envuelta en el rubio cabello dorado por la luz de la luna abarcaba su miembro. Ella era tan pura comparada con él. Tan inocente. Luchó contra la egoísta lujuria que se agitaba en él. Ella no se veía asustada o enojada, solo paciente mientras esperaba que él hablara. —Jack Hennesey no murió en aquel fuego. Su “lo sé” fue apenas un susurro. —¿Lo sabes? —Él cerró la puerta detrás de él cuando se fue. —Ella se estremeció y él le acarició la mejilla, incapaz de eliminar el recuerdo que la aterrorizaba—. Sabía que no volvería. 435 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Lo maté —el descarnado comentario cayó duramente en el silencio. Él no podía interpretar nada en su lento parpadear, en su quietud. —¿Cómo? —preguntó ella finalmente. —Estaba yendo a ver como estabas… —¿Ver como estaba? —Hennesey había estado gritando un montón de estupideces en el bar. —Ella no necesitaba saber que él hombre había sugerido que cualquiera que dispusiera de una pieza de oro podría tenerla. —¿Y? —Cuando llegué ahí, el rancho estaba en llamas. Hennesey estaba afuera, cubierto de sangre pero no demasiado herido. —Le dije que lo abandonaba. Se volvió loco. —No tan loco como yo cuando me dijo que era demasiado tarde. Que estabas muerta. —Ocultó el temblor de sus manos al acariciarle el pelo—. Le rompí el despreciable cuello cuando trató de detenerme para ir a buscarte. —¿Te dijo que estaba muerta? —Sí. —La luz de su mundo se había ido en aquel momento. Ni siquiera Cougar había sido capaz de detenerlo. Había necesitado verla por sí mismo, tocarla por última vez, queriendo aullar junto a Danny ante la sola idea de su pérdida. —¿Y aún así viniste a buscarme? Él abandonó su intento de ocultar su temblor. Ahuecó su mejilla con su mano, frotando el pulgar por sus labios, sosteniéndola cerca de él, recordando la agonía, el calor infernal, la desesperación cuando entró en ese infierno, sabiendo que nadie podía sobrevivir a ese calor, pero incapaz de soportar la idea de su suave cuerpo convirtiéndose en cenizas. —No podía dejar que te quemaras. —Te podrías haber matado. 436 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —No me iba a ir sin ti —no pensó en irse hasta que Cougar había irrumpido a través de la pared posterior, brindándole una vía de escape. Tampoco le había importado. No iba a permitir que ella dejara este mundo asustada y sola. —Te amo —los ojos de Jenna se llenaron de lágrimas. Ella le tocó las cicatrices de su pecho—. ¿Esto significa que vas a intentar perdonarme? —la abrazó a él con cuidado, todo en su interior tensándose hasta el punto de quiebre con la más frágil de las esperanzas. —No hay nada que perdonar. Había mucho —diablos si lo había— y él lo sabía. —Maté a tu primer esposo —una mujer temerosa de Dios como Jenna no podía perdonar aquello así como así. —Lo sé. Y él intentó matarme. Tal vez me haga una mala persona pero me alegra que hayas venido, me alegra que me hayas sacado pero sobre todo, me alegra muchísimo que me hayas tomado para ti. —Su mano en su pecho era infinitamente suave. Como si hubiera estado esperando este momento, todas las emociones que él siempre había negado, emergieron en una oleada para liberarse. Él la contuvo mientras Jenna acariciaba su pecho. Ella tomó un profundo aliento y luego susurró: —Solía rezarle a Dios para que me diera la fuerza para sobrevivir cada día —ella tocó el centro de la cicatriz de su pecho—; algunas veces, cuando las cosas estaban realmente mal, le rezaba para que me mandara un ángel que me llevara lejos. Te envió a ti. —su dedo siguió la línea de una cicatriz sobre su cuello para luego presionar en el pulso que latía en el hueco de su garganta. Él retrocedió, tomó un aliento conmocionado y la tocó en la sien: —¿Crees que soy la respuesta a tus plegarias? Ella asintió, su cabello susurrando contra su muslo. —Creo que tú eres un sueño hecho realidad. Un hombre que me ve por lo que soy y me quiere de todas maneras. —No es difícil amar lo que es perfecto. —Él trazó la vena azul que se traslucía en su pálida piel. Ella era tan frágil y aún así tan fuerte. Hermosa y dulce. Todo lo que un hombre podía desear. Y lo amaba. Hasta el día que muriera no podría asimilar aquel milagro. 437 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen —Estoy de acuerdo. —Ella se acomodó en sus muslos para que su aliento empañara su pene y lo miró a los ojos—. Que es por lo que no deberías tener ningún problema para comprender por qué te amo. —Eres una maravilla Jenna. —Nunca comprendería porque ella lo amaba pero se iría a la tumba sintiéndose humilde por ello. Ella enredó su mano en su cuerpo y sacudió la cabeza, la diversión y la paciencia brillando en su mirada cuando lo corrigió: —Somos maravillosos juntos. —No te merezco. —Le acarició la comisura de la boca. —¿Pero me tendrás de todas maneras? —su sonrisa era una exuberante mezcla de gentileza y pasión. —¡Infiernos, sí! —era agradecido, no estúpido. Ella sopló un choro de aire a lo largo de la punta de su polla. Él se agitó cuando la centellante sensación viajó hasta sus bolas, tensándolas antes de unirse a los ardientes puntos de necesidad que destellaban en la base de su espalda. Su gruñido fue una burda parodia de lo que pretendía cuando le dijo: —Sunshine, estás jugando con fuego. Ella se rió, destellando sus hoyuelos hacia él, riéndose más fuerte cuando su pene saltó y creció en su mano, pasándose la lengua por los labios cuando surgió una gota de semen. —Me gusta la forma en que me quieres —susurró ella con esa honestidad tan suya que lo volvía loco. Lo bombeó en su mano con suavidad, intercalando el deslizar de la seda de su pelo con la provocativa tersura de su piel—. Me gusta la forma en que me dejas tocarte —se inclinó hacia adelante y lamió la gota de humedad de la parpadeante abertura, tomándose mucho tiempo para completar la tarea. Él percibía que ella sabía lo que le hacía sentir en su interior la vista de su delicada lengua rosada moviéndose sobre la cabeza de su pene. —Bruja —murmuró. —Esposa —lo corrigió ella, antes de tomar su semilla en la boca, cerrando los ojos e inclinando la cabeza hacia atrás mientras saboreaba su gusto, sonriendo mientras tragaba. 438 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Su corazón se detuvo, lo reconsideró e inició un galope, tronando en su pecho cuando ella abrió los ojos y se enderezó con una expresión de traviesa determinación. —Sunshine, habíamos decidido, nada de juegos para ésta noche. —No estoy jugando —Bombeó la mano en su polla, trabajándola como lo había hecho antes hasta que yació entre sus muslos apuntando directo a ella, latiendo en una agonía de anticipación. Ella apoyó la mejilla en sus muslos. Él movió la mano hacia la base de su cuello para poder ver su expresión mientras ella lo ordeñaba en suaves y perezosos movimientos que lo provocaban y excitaban cuando quería empujar y correrse. Una pequeña sonrisa jugueteó en sus labios cuando su pene se movió y se estiró en un ruego que era un eco del fuego que lo quemaba bajo la piel. Había una ligera tensión alrededor de sus ojos, la que, por experiencia, él sabía que significaba que se sentía insegura sobre alguna cosa. —¿Qué quieres, cariño? Ella parpadeó y la piel de sus mejillas se oscureció. —¿No has aprendido todavía que no hay nada que puedas decirme que yo no quiera oír? —él probó el calor de su mejilla con el pulgar. Ella estaba caliente, ruborizada y hambrienta. Justo como le gustaba. Lo único que no sabía era para qué. —Quiero amarte —le susurró ella, aún mirando su polla con aquella mirada hambrienta. —¿Cómo? —Lentamente. —Lo tocó con la punta del dedo en la punta de su pene—. Con todo mi corazón. —¡Maldita sea! —Se sentía en peligro de correrse por aquel toque. —¿No te importa? —su mirada voló hacia él. —Pruébame y verás. Ella le tomó la palabra, tanteándolo delicadamente con la lengua. Suavizando sus labios alrededor de la punta, lo sorbió como si fuera un momento que hubiera anhelado conseguir. Saborear. Como si amarlo fuera lo mejor de la vida. Exactamente lo mismo que pensaba él cuando la tenía debajo, escuchando sus gemidos de placer, sabiendo que nadie le había dado lo que él le daba. 439 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Contra el filo de su mano, ella empujó su mentón mientras trabajaba la sensible cabeza al pasar de sus dientes, bañándolo en calor líquido, dándole la bienvenida a casa. —¿Sunshine? —Ella levantó la mirada, su expresión de amorosa satisfacción y pasión. Él delineó sus labios con los dedos, mientras éstos los rodeó, su sonrisa naciendo desde lo más profundo de sí mismo—: aún no olvidaré que te debo una paliza. Su sonrisa de respuesta se reflejó en sus ojos. Y luego lentamente —tan lentamente que él no supo que estaba ocurriendo al principio—, ella se giró sobre su regazo, se arrodilló y lo puso en evidencia. Él se rió por de su lujuria, recordando cuando ella se hubiera encogido de miedo ante la amenaza, y la acarició en la mejilla derecha, justo debajo del cardenal que le había quedado del maltrato de Mark. Jenna sonrió alrededor del grueso cacho de su pene antes de soltarlo y tomar su pulsante miembro con la mano, arqueándose con su tacto. —Si me pegas no llevaré mi nuevo vestido en la reunión —le advirtió. —¿No lo harás? —él arqueó una ceja. —No y tiene un corte escandalosamente bajo. Muestra todo lo que tengo —su sonrisa era mantequilla derretida cuando lo dijo. A él se le secó la boca y un chorro de semen se escapó de su control. Ella era su todo y era malditamente impresionante. Ella capturó la pequeña corrida en su palma y la desparramó con suavidad de nuevo en su piel con un ronroneo. A él le tomó dos profundos alientos para encontrar su voz. —¿Qué te hace pensar que quiero verte luciendo un vestido como ése? —Porque…—su lengua golpeó en su pene con una lenta y caliente pasada. Su sonrisa era toda seguridad femenina— …te permitiré… —hizo una pausa para lamer delicadamente la pequeña abertura, arrastrando otra pequeña gota de semen que había traspasado su control— …solo a ti… quitármelo cuando volvamos a casa. El amor se entrelazó con el deseo, atrapándole la risa en la garganta. Él quería verla así, bailando en la reunión, con la cabeza en alto, los hombros hacia atrás, provocándolo con esos hermosos pechos y su propio deseo, segura de sí misma y de su poder. Él ahuecó su mejilla en la mano, mirándola fijamente, acariciando sus hoyuelos con el pulgar, permitiendo que su amor se derramara sobre él, llenando todos esos lugares vacíos que 440 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen siempre creyó estériles para siempre; tomándolo, magnificándolo y devolviéndoselo, amándola más allá del sentido y la razón. Necesitándola más de lo que necesitaba respirar. —Supongo que retrasaré esa paliza por un tiempo. Su “más te vale que lo hagas” atravesó su pasión en un ardiente aliento de risas. Ella es luz en su oscuridad. Dulzura en su amargura. Suavidad a su dureza. Delineó su sonrisa. Ella era su opuesto complementario. Abierta y honesta. No retenía nada de ella, entregándole todo lo que era, sin esperar nada a cambio. Solo esperando. Era ésa esperanza lo que lo había vencido. Así había sido desde el día en que la había conocido. Había martillado firmemente en la pared que había alrededor de sus emociones hasta que solo requería una palabra de ella y él estaría indefenso. La alzó cuidadosamente, acomodándola sobre sus rodillas, solo para descubrir que ella no necesitaba palabras. Ella solo necesitaba echarle los brazos al cuello, ofreciéndose a él, ofreciéndole su consuelo, su aceptación sin cuestionamientos de lo que fuera que él necesitara. Él enterró la cara en la curva de su cuello, aspirando el débil aroma a rosas y mujer, sin reconocer el pinchazo en sus ojos por lo que era hasta que ella le susurró “te amo”, golpeando la barricada que rodeaba sus emociones, derribándola con una simple verdad, hasta que no hubo nada más que ocultar. Nada que los escudara a ninguno de ellos. La emoción se derramó sobre él en una desconocida ola —alivio, temor, alegría— y el amor manó desde ese oscuro lugar donde lo había enterrado hacia tanto tiempo. Tanto amor que lo inundó en una estremecedora revelación de todo lo que había tratado de negar. Él la atrajo cerca cuando ella comenzó a alejarse, sosteniéndola muy fuerte mientras la realidad de lo que amar a Jenna significaba realmente se estalló a través de sus planes ideados cuidadosamente. Mientras Jenna fuera su esposa jamás experimentaría la paz que venía de contener las emociones. Jenna pediría todo de él, cada pensamiento, cada sentimiento. Con ella, experimentaría la vida en todos sus altos y bajos. Sería vulnerable en formas que aún no comprendía, y eso lo asustaba a muerte. Pero nada lo asustaba más que la idea de vivir sin ella. Su dulce y generosa Jenna, que incluso ahora retrocedía para verle la cara, lista para enfrentar sus demonios, armada con nada más que la fuerza de su amor. Maldición, tenía tanto coraje. —¿Qué sucede Clint? 441 Sarah McCarty - Promesas que Prevalecen Él sacudió la cabeza, sin confiar en su voz. Como si pudiera sentir cuan cerca estaba de quebrarse, Jenna puso la mano sobre su corazón, presionando tranquilizadoramente, calmándolo solo con su toque, acallando el flujo de desesperadas emociones que lo estaban ahogando, tomándolo en ella hasta que él pudo respirar de nuevo. —Lo que sea Clint —le dijo sus dulces ojos azules encontrando los suyos—, puedo sobrellevarlo. Era un milagro vivo. Y lo amaba. Descansó su frente contra la de ella, aliviando su pecho con el suyo, permitiendo que sus respiraciones se fundieran en una mientras decía: —Sé que puedes. Le tomó la cabeza entre sus manos e inclinó su cara para posar los labios sobre los suyos, acariciándola una, dos veces antes de sonreír a sus ojos y darle lo que nunca había dado a otra: su corazón, su confianza y su fe. —Te amo, Sunshine. - Fin - 442