La ratificación divina de Fátima

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La ratificación divina de Fátima
I. ¿QUIÉN ERAN LOS VIDENTES?
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Lucía dos Santos
Las primeras gracias místicas de Lucía
Francisco Marto
Jacinta Marto
La beatificación de Jacinta y Francisco
El sigilo inicial
Las memorias de la Hermana Lucía
II. VISITAS DEL ÁNGEL
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La primera Aparición – primavera de 1916
La segunda Aparición – verano de 1916
La tercera Aparición – otoño de 1916
III. LAS APARICIONES DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
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«Soy del Cielo» - el 13 de mayo de 1917
«Mi Inmaculado Corazón será tu refugio» - el 13 de junio de 1917
El anuncio del Gran Milagro, el Secreto, la Promesa de la Paz, - el 13 de julio de 1917
Un Secreto escondido
Los tres videntes son secuestrados, - el 13 de agosto de 1917
Nuestra Señora repite Sus promesas, - el 19 de agosto de 1917
30.000 peregrinos ven señales extraordinarias en el Cielo, - el 13 de septiembre de 1917
El sello divino: El Milagro del Sol, Nuestra Señora presenta Su Escapulario, - el 13 de
octubre de 1917
IV. NUESTRA SEÑORA REGRESA COMO PROMETIÓ
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La Aparición en Pontevedra – el 10 de diciembre de 1925
Sor Lucía encuentra un Niño
El Niño regresa
La aparición de Tuy – «Ha llegado el momento», - el 13 de junio de 1929
Cinco ofensas contra el Inmaculado Corazón de María, - el 29 de mayo de 1930
Rianjo, España – “Participa a Mis Ministros”, - agosto de 1931
V. ¿QUÉ SIGNIFICA TODO ESTO?
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Doctrinas tradicionales
Profecias validadas
Fátima ratificada por siete Papas
El Tercer Secreto
La importancia de la Consagración de Rusia
Estamos obligados a creer y obedecer
La importancia de las Devociones de Fátima
Fátima y el Mundo
Publicado en 2001
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La ratificación divina de
Fátima
¿Quién eran los videntes?
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En el verano de 1917, mientras “la guerra que acabará con todas las guerras”
extendía su furia de destrucción por la Norte de Europa, en una zona rural de Portugal
ocurrió una sería de acontecimientos cuya importancia, al final, eclipsaría hasta los más
grandes conflictos mundiales.
Eses acontecimientos fueron las apariciones de la Santísima Virgen María a los
tres pastorcitos en un campo llamado Cova da Iria, cerca de Fátima, una pequeña aldea
del centro de Portugal, a unos 150 kilómetros de Lisboa. Nuestra Señora transmitió a los
pequeñitos mensajes del Cielo de una importancia vital – en la realidad, un Mensaje
Apocalíptico, urgente no sólo para la Iglesia católica sino también para todo el mundo.
Lucía dos Santos
De los tres pastorcitos que testificaron las apariciones de Fátima, solamente la
más vieja, Lucía dos Santos, tuvo una vida larga. La mayor parte de su vida adulta, se
pasó como monja de clausura en un convento en Coimbra (Portugal), no muy lejos del
lugar donde nació. Sor Lucía tenía sólo 10 años de edad cuando sucedieron las primeras
apariciones de Nuestra Señora.
Durante las seis apariciones, Lucía fue la única de los tres niños que realmente
habló con la Santísima Virgen, haciéndole preguntas y respondiendo a Ella. Fue
también ella la única de los tres capaz de poner por escrito una descripción personal de
sus conversaciones, donde se incluía un texto con las palabras de la Santísima Virgen.
El Padre Formigão, primer director espiritual de Lucía, después de interrogarla,
le dijo: «Tú tienes obligación de amar mucho a Nuestro Señor, por tantas gracias y
beneficios que le está concediendo».
Las primeras gracias místicas de Lucía
Lucía, la más pequeña de seis hijos, ya había mostrado señales de una
excepcional piedad y devoción bien antes de las apariciones.
En un tiempo en que, a pesar de los recientes decretos del Papa San Pio X,
permanecía aún un gran rigor con respecto a la edad de la Primera Comunión, Lucía
obtuvo el privilegio de ser permitido ir a la Santa Comunión con la edad de seis años.
Sor Lucía recuerda:
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«Cuando el sacerdote bajaba las gradas del altar, el corazón parecía querer
salirme del pecho. Pero después que puso sobre mis labios la Hostia Divina, sentí una
serenidad y una paz inalterables; sentí que me envolvía una atmósfera tan sobrenatural,
que la presencia de nuestro buen Dios se me hacía tan sensible como si lo viese y lo
oyese con mis sentidos corporales».
En ese momento, Lucía dirigió estas súplicas a Nuestro Señor:
«“Señor, hazme una santa, guarda mi corazón siempre puro, para Ti solo”. Aquí
me pareció que nuestro bueno Dios me dijo, en el fondo de mi corazón, estas palabras
muy claras: “La gracia que hoy te ha sido concedida, permanecerá viva en tu alma,
produciendo frutos de vida eterna”. ¡Cómo me sentía transformada en Dios»!
En 1919, la Señora María Rosa, madre de Lucía, cayó gravemente enferma, casi
a las puertas de la muerte. María de los Ángeles, la hermana más vieja de Lucía, viendo
que ya no había esperanza, le suplicó:
«Lucía, si es cierto que viste a Nuestra Señora, vete ahora a Cova da Iria. PídeLe
que cure a nuestra madre. ProméteLe lo que quieras, que lo haremos; y entonces,
creeremos».
Era invierno y llovía a cántaros. Lucía fue por un atajo que había entre los
campos, rezando hasta allí el Rosario.
«Hice a la Santísima Virgen mi petición; desahogué allí mi dolor, derramando
copiosas lágrimas, y volví a casa confortada con la esperanza de que mi querida Madre
del Cielo me diese la salud de la madre de la tierra.
«Al entrar en casa, mi madre ya sentía algunas mejoras; y, pasados tres días, ya
podía realizar sus trabajos domésticos. Yo había prometido a la Santísima Virgen, si
Ella me concedía lo que yo le pedía, ir allá, durante nueve días seguidos, acompañada
de mis hermanas, rezar el Rosario e ir de rodillas desde lo alto del camino hasta los pies
de la encina; y el último día llevar nueve niños pobres y darles al fin una comida».
María de los Ángeles testificó que “los ataques desaparecieron inmediatamente”.
Todavía hoy se pueden ver, en Fátima, peregrinos piadosos siguiendo, de
rodillas, el mismo camino de Lucía: madres jóvenes con sus niños robustos atados a las
espaldas, personas yendo de muleta, abuelos y abuelas, que avanzan en dirección a la
Capillita, rezando el Rosario continuamente. Este camino de oración, por donde los
peregrinos van de rodillas hasta el lugar donde Nuestra Señora apareció, ha sido causa
de muchos milagros registrados de curas y conversiones.
Francisco Marto
Los otros dos pastorcitos, primos de Lucía, también demostraron una profunda
devoción religiosa desde tierna edad. El más viejo, Francisco Marto, era
excepcionalmente devoto del “Jesús escondido” en la Santísima Eucaristía, como él
acostumbraba decir, y pasaba muchas horas en oración ante el Tabernáculo con el fin de
consolarlo. Su devoción se intensificó después de las apariciones de Nuestra Señora, en
las cuales él veía todo, pero no oyó la Virgen hablar.
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Lo que impresionaba Francisco durante las apariciones, cuenta Lucía, «fue Dios,
la Santísima Trinidad, en aquella inmensa luz que nos penetraba hasta las profundidades
del alma.
«Estábamos ardiendo en aquella luz y no nos quemábamos. ¿Cómo es Dios? No
se puede decir. Esto sí que nadie lo puede decir. Da pena que esté tan triste. ¡Si yo le
pudiese consolar»!
El 19 de agosto y de nuevo 13 de octubre, la Santísima Virgen también Se le
mostró muy afligida; y fue en esa contemplación que Francisco encontró su propia
vocación, el objetivo de todo su vida: consolar a Nuestra Señora y a Nuestro Señor.
Francisco tenía 10 años cuando murió, el 4 de abril de 1919, sólo un año y
medio después de la última aparición en la Cova da Iria, el campo cerca de Fátima
donde Nuestra Señora se había dignado aparecer seis veces.
Él fue inundado de gracias en cada una de las apariciones de Nuestra Señora, y
santificado también por los incontables Rosarios que había rezado, por sus oraciones
solitarias en el campo y por las largas horas pasadas ante el Tabernáculo, todo absorbido
en consolar a Jesús escondido, y purificado, al fin, por los padecimientos de su
enfermedad. Quedó preparado para ir al Cielo, y la Virgen María vino a buscarlo.
Damos cuenta que, al otorgar la gracia de una santidad tan precoz a Francisco de
Fátima, la Santísima Virgen quiere enseñarnos que, en verdad, Ella es la Mediadora de
todas las Gracias.
Jacinta Marto
La tercera vidente era Jacinta, la hermana más joven de Francisco. Sólo con siete
años durante el tiempo de las apariciones, Jacinta tanto veía como oía la Virgen, pero no
Le habló, durante las apariciones de 1917. Era también poco dispuesta a hablar sobre las
visiones, aunque hubiese sido ella la primera a llevarlas al conocimiento de sus padres.
Fue a Jacinta que la Santísima Virgen otorgó, con una mayor abundancia de
gracias, un mejor entendimiento de Dios y de la virtud. En verdad, aunque fuese la más
pequeña de los tres videntes, es ella que parece haber beneficiado más plenamente de
una gran intimidad con la Santísima Virgen.
Entre las oraciones breves que les fueron enseñadas, Jacinta había elegido:
¡«Dulce Corazón de María, sed mi salvación»! A veces, después de decirla, añadía, con
aquella simplicidad que le era natural:
¡«Amo tanto el Corazón Inmaculado de María! ¡Es el Corazón de nuestra
Madrecita del Cielo! ¿A ti no te gusta tanto decir muchas veces: Dulce Corazón de
María, Inmaculado Corazón de María? ¡Yo la amo tanto»!
A veces mientras recogía flores de los campos, al mismo tiempo cantó una
canción que había compuesto: ¡«Dulce Corazón de María, convierte los pecadores!
¡Libra las almas del infierno»!
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Nuestra Señora preguntó a Jacinta si ella aceptaría sufrir mucho para salvar del
infierno los pecadores. Y Jacinta dijo que sí. Algunas semanas más tarde, poco después
que Francisco hubiese muerto, Jacinta fue enviada al Hospital del San Agustín en Vila
Novo de Ourém, a unos 15 kilómetros de Fátima. Durante su permanencia de dos meses
en el hospital, Jacinta sufrió tremendamente y, aún más, debido a su dolorosa soledad.
Reproducción del original fotográfico: Jacinta, Lucía y
Francisco, en el tiempo en que Nuestra Señora les apareció.
Lucía le preguntó entonces si sufría mucho.
«Sufro, sí: pero ofrezco todo por los pecadores y para reparar al Inmaculado
Corazón de María».
Después, se puso entusiasta sobre Nuestro Señor y Nuestra Señora, y dijo:
¡«Me gusta sufrir tanto por Su amor! ¡Para darles gusto! A ellos les gusta mucho
quien sufre para convertir los pecadores».
Jacinta no pudo ser curada en Ourém y fue llevada a casa. En un esfuerzo para
salvarle la vida los padres fueron persuadidos a enviarla a Lisboa. La madre la
acompañó, pero tuvo que volver a Fátima. La dejó a cargo de las monjas, en un
orfanato.
El 2 de febrero de 1920, Fiesta de la Presentación del Niño Jesús en el Templo,
Jacinta salió del Orfanato de Nuestra Señora de los Milagros para ir entonces al Hospital
Doña Estefanía, también en Lisboa.
El Dr. Castro Freire, que la recibió en el hospital, diagnosticó «pleuresía
purulenta en la cavidad grande en el lado izquierdo, con fistula; osteíte de las séptima y
octava costillas del mismo lado».
Y el 10 de febrero Jacinta fue operada. Tuvo que sufrir mucho, porque no
pudieron darle una anestesia general a causa de su extrema debilidad y tuvieron que
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contentarse con una anestesia local, método aún imperfecto en ese entonces. Le
extrajeron dos costillas del lado izquierdo. La herida era del tamaño de una mano y hizo
a Jacinta sufrir grandemente y cada vez que era necesario vendar la herida, el dolor
aumentaba aún más.
En Lisboa, el médico que operó a Jacinta la consideró una santa, porque aunque
la anestesia local no hiciese efecto, ella nunca se quejaba. El médico la oyó decir a
Nuestro Señor: “Ahora Jesús, puedes salvar muchas almas porque sufro mucho”.
El 20 de febrero de 1920, Jacinta se murió sola, sin nadie para asistirle en los
últimos momentos.
La beatificación de Jacinta y Francisco
La Iglesia dio testimonio de la santidad heroica de los pastorcitos de Fátima, a
quienes Nuestra Señora había prometida llevar al Cielo. En mayo de 1989, el Santo
Padre, Papa Juan Pablo II los proclamó venerables. Fueron beatificados por el mismo
Papa el 13 de mayo de 2000, a la grande alegría de los Fieles que ahora rezan
fervorosamente por su canonización.
El sigilo inicial
Inmediatamente después de la primera aparición de Nuestra Señora el 13 de
mayo de 1917, los tres pastorcitos combinaron no decir a nadie que habían visto Nuestra
Señora ni lo que Ella dijo.
Sin embargo, la pequeña Jacinta, de siete años sólo, movida por una gracia
especial y por su entusiasmo infantil, fue incapaz de contenerse y, esa tarde, habló a su
madre sobre la primera aparición. Fue así que los acontecimientos llegaron a la atención
del público.
Aunque Jacinta no había hablado en detalle, lo poco que dijo fue suficiente para
causar rumores que se esparcieron por la región; y así, en todas las apariciones
siguientes, allá estaban tanto devotos como simples espectadores curiosos.
El relato histórico de lo que sucedió durante las apariciones demoró muchos
años a ser revelado, porque la Virgen Santísima Misma deseó que el relato completo
fuese hecho público en una fecha más tarde, cuando, debido a determinados
acontecimientos, la Iglesia pudiese entenderlo.
Durante la tercera aparición, Nuestra Señora pidió específicamente a los
pastorcitos que mantuviesen una parte del Mensaje en sigilo hasta aquel mismo tiempo.
Por eso, a pesar de esta atención creciente y de los interrogatorios intensivos
hechos por los padres, sacerdotes, obispos y por los funcionarios del Gobierno, los tres
niños guardaron su secreto.
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Las memorias de la Hermana Lucía
La mejor fuente de información sobre lo que sucedió durante las apariciones es,
por consiguiente, Sor Lucía, que tuvo mucho por descubrir cuando entró en un
convento, con 18 años de edad. Allí continuó a mantener el silencio que Nuestra Señora
había pedido, durante muchos años más. Entonces, en una serie de seis “Memorias”
escritas a pedido de Obispos y directores espirituales entre mediados de los años 30
hasta el inicio de los años 90 del siglo XX, Sor Lucía dio a conocer varias narrativas de
lo que sucedió durante las seis apariciones de 1917.
Las narrativas más detalladas están en la Cuarta Memoria, que fue escrita en
1941, unos 24 años después que los acontecimientos hubiesen sucedido. (Los extractos
aquí citados son de la edición castellana de los documentos originales portugueses que,
bajo el título MEMORIAS de la Hermana Lucía, el Centro de Postulación publicó en
1976 en Fátima, Portugal.)
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La ratificación divina de
Fátima
Visitas del Ángel
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En 1916, como en preparación para las Visitas de Nuestra Señora, los tres
pastorcitos fueron favorecidos con tres visitas de un Ángel.
La primera Aparición – primavera de 1916
Los pequeños fueron cuidar de sus ovejas al lado Este del Cabeço (una colina
pequeña, que estaba más o menos a 5 minutos a pie de su aldea, Aljustrel, en las
cercanías de Fátima), cuando un viento fuerte comenzó a agitar los árboles. Una figura
apareció sobre el olivar y, dirigiéndose próximo a ellos, Lucía la describió:
«Vemos…un joven de unos 14 o 15 años, más blanco que la nieve, el sol lo
hacía transparente, como si fuera de cristal, y de una gran belleza. Al llegar junto a
nosotros, dijo:
¡«No temais! Soy el Ángel de la Paz. Rezad conmigo».
Y arrodillándose en tierra, dobló la frente hasta el suelo y nos hizo repetir por
tres veces estas palabras:
¡«Dios mío! Yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no
creen, no adoran, no esperan y no os aman»!
Después levantándose, dijo:
«Rezad así, Los Corazones de Jesús y de María están atentos a la voz de
vuestras súplicas».
En ese entonces desapareció.
Ellos quedaron tan impresionados por la presencia y por el mensaje del Ángel
que pasaban largo tiempo así prostrados repitiendo esta oración, todo el día.
Continuaron a rezar de este modo durante muchos días, pero gradualmente su
fervor disminuyó.
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La segunda Aparición – verano de 1916
En el colmo del verano, el Ángel apareció una segunda vez, cuando los
pequeños, que habían recogido sus ovejas al granero durante el color del mediodía y
estaban jugando cerca del pozo. Y él les dijo:
¿«Qué hacéis? Rezad, rezad mucho. Los Santísimos Corazones de Jesús y de
María tienen sobre vosotros designios de misericordia. Ofreced constantemente al
Altísimo oraciones y sacrificios…Los Corazones de Jesús y de María están atentos a
la voz de vuestras súplicas.
«En todo lo que podáis, ofreced a Dios un sacrificio como acto de reparación
por los pecados con que El es ofendido y como súplicas por la conversión de los
pecadores. Atraed así sobre vuestra Patria la paz. Yo soy el Ángel de su guarda, el
Ángel de Portugal. Sobre todo, aceptad y soportad, con sumisión, el sufrimiento que
el Señor os envíe».
La tercera Aparición – otoño de 1916
La tercera y última aparición del Ángel tuvo lugar en el otoño, cuando los niños
guardaban sus rebaños en el olivar pequeño. Se arrodillaron, con la frente tocando en
tierra, y estaban rezando la oración del Ángel cuando una luz extraordinaria brilló sobre
ellos.
«Vimos al Ángel, que
tenía en la mano izquierda un
Cáliz, sobre el cual había
suspendida una Hostia, de la
que caían unas gotas de
Sangre dentro del Cáliz.
«El Ángel dejó
suspendido en el aire el Cáliz, se
arrodilló junto a nosotros, y nos
hizo repetir tres veces:
«Santísima Trinidad,
Padre, Hijo, Espíritu Santo, yo
Os adoro profundamente, y Os
ofrezco el preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad de
Nuestro Señor Jesucristo,
presente en todos los sagrarios
de la tierra, en reparación de
los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias con que El mismo
es ofendido. Y por los méritos
infinitos de su Santísimo
Corazón y del Inmaculado
Corazón de María, os pido la
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conversión de los pobres pecadores».
Lucía continua: «Después se levanta, toma en sus manos el Cáliz y la Hostia. Me
da la Sagrada Hostia a mí y la Sangre del Cáliz la divide entre Jacinta y Francisco,
diciendo al mismo tiempo:
«Tomad y bebed el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, horriblemente ultrajado
por los hombres ingratos. Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios.
«Y, postrándose de nuevo en tierra, repitió con nosotros otras tres veces la
misma oración y desapareció».
Las breves palabras del Ángel presentan como una síntesis del incomparable
Mensaje de Fátima que constituye para nosotros una vislumbre del Evangelio
perfectamente adaptado a nuestro tiempo.
¿Quién es este Ángel de la Paz que vino a Fátima como un precursor de Nuestra
Señora? Los historiadores portugueses reconocen San Miguel Arcángel como su patrón
y protector, que siempre fue venerado como el Ángel Custodio de su país.
Además, tanto en el Breviario Romano como en las letanías, el Arcángel San
Miguel es también invocado bajo los títulos de Autor de la Paz y Miguel, el Ángel de la
Paz.
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La ratificación divina de
Fátima
Las Apariciones de la Santísima Virgen
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«Soy del Cielo»
La primera visita, el 13 de mayo de 1917
El destello de luz con que comenzó la primera aparición pareció a Lucía un
relámpago. Dijo a sus compañeros más pequeños, Francisco y Jacinta, que deberían
apresurarse hasta casa llevando con ellos el rebaño de ovejas que guardaban, antes que
comenzase una tormenta.
Se siguió un segundo destello de luz y, esta vez, los pastorcitos vieron,
súbitamente, una Señora, de pie sobre una pequeña encina, a pocos pasos de ellos. A
Lucía, le parecía que Ella tendría unos 18 a 20 años de edad, y usaba un vestido todo
blanco bordado a oro. Esparcía una luz más brillante que el sol, y Su rostro era
sobrenaturalmente lindo.
La cuarta memoria de Sor Lucía da esta narrativa del inicio del diálogo con
Nuestra Señora:
« No tengáis miedo. No os voy a hacer daño».
¿«De dónde es Ud.»?
«Soy del Cielo».
Lucía le preguntó lo que quería de ella.
hora.
«Vengo a pediros que vengáis aquí seis meses seguidos, el día 13 a esta misma
«Después os diré quién soy y lo que quiero.
«Después volveré aquí aún una séptima vez».
A propósito del Cielo, Lucía preguntó entonces:
«Y yo, ¿también voy al Cielo»?
«Sí, vas».
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«Y, ¿Jacinta»?
«También».
«Y ¿Francisco»?
«También; pero tiene que rezar muchos rosarios».
La Virgen, entonces, dando una idea de Sus propósitos, preguntó los niños:
¿«Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que El
quisiera enviaros, en acto de desagravio por los pecados con que es ofendido y de
súplica por la conversión de los pecadores»?
Cuando respondieron que sí, la Virgen les dijo:
«Tendréis, pues, mucho que sufrir, pero la gracia de Dios será vuestra
fortaleza».
La Memoria describe, entonces, el efecto extraordinario de cuando Nuestra
Señora abrió las manos, comunicándoles «una luz tan intensa, como que reflejo que de
ellas expedía, que nos penetraba en el pecho y en el más íntimo del alma, haciéndonos
ver a nosotros mismos en Dios, que era esa luz, más claramente que nos vemos en el
mejor de los espejos».
Entonces, movidos por un impulso íntimo también comunicado, cayeron de
rodillas y repitieron juntos:
«Oh Santísima Trinidad, yo os adoro. Dios mío, Dios mío; yo os amo en el
Santísimo Sacramento». Pasados los primeros momentos, Nuestra Señora añadió:
«Rezad el Rosario todos los días para alcanzar la paz para el mundo y el fin de
la guerra».
breve.
Lucía preguntó si la guerra aún duraría por mucho más tiempo, o si terminaría en
«No te puedo decir nada hasta que te comunique también lo que quiero».
«Al final de su conversación, Nuestra Señora comenzó a elevarse suavemente,
subiendo en dirección al naciente, hasta desaparecer en la inmensidad de la lejanía. La
luz que la rodeaba iba como abriendo camino en la bóveda de los astros, motivo por el
cual alguna vez dijimos que habíamos visto abrirse el cielo».
“Mi Inmaculado Corazón será tu refugio”
La segunda visita, el 13 de junio de 1917
Cuando regresaron al mismo lugar un mes más tarde, los pastorcitos fueron
acompañados por un pequeño grupo de personas que habían oído noticias de la primera
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aparición. Rezaron todos el Rosario y se dio el mismo destello de luz como un
relámpago, seguido por la aparición de la Santísima Virgen, de pié sobre una nube que
reposaba encima de la encina. Todos pudieron ver el árbol inclinarse un poco, como si
alguien estuviese de pie sobre él. Nuestra Señora sólo era visible para los tres
pequeñitos.
Lucía preguntó a Nuestra Señora: ¿«Qué quiere Ud. de mí»?
«Quiero que vengáis aquí el día 13 del mes que viene; que recéis el Rosario
todos los días y que aprendáis a leer.
«Después diré lo que quiero».
Esta vez, Lucía pidió a la Virgen que la llevase, a ella y a sus compañeros, al
Cielo; y recibió esta respuesta:
« Sí; a Jacinta y a Francisco los llevaré pronto. Pero tú quedarás aquí algún
tiempo más. Jesús quiere servirse de ti para darme a conocer y amar. El quiere
establecer en el mundo la devoción a Mi Inmaculado Corazón. A quien la abrazare,
le prometo la salvación; y estas almas serán amadas por Dios, como flores puestas
por mí para adornar su trono.
¿«Me quedo aquí sola»? preguntó Lucía, con pena.
«No, hija. ¿Y tú sufres mucho? No te desanimes. ¡Yo nunca te dejaré! Mi
Inmaculado Corazón será tu refugio y el camino que te conducirá hasta Dios».
Lucía, en sus Memorias, escribe:
«Fue en el momento en que dijo estas palabras, cuando abrió las manos y nos
comunicó, por segunda vez, el reflejo de esa luz inmensa. En ella nos veíamos como
sumergidos en Dios.
«Jacinta y Francisco parecían estar en la parte de la luz que se elevaba al Cielo y
yo en la que esparcía sobre la tierra.
«Delante de la palma de la mano derecha de Nuestra Señora estaba un corazón,
cercado de espinos, que parecían estar clavados en él. Comprendimos que era el
Inmaculado Corazón de María, ultrajado por los pecados de la Humanidad, que pedía
reparación».
El anuncio del Gran Milagro, el Secreto, la Promesa de la Paz
La tercera visita, el 13 de Julio de 1917
Por los mediados del verano, las noticias de las apariciones se habían esparcido
ampliamente, y los tres pastorcitos, mientras estaban rezando el Rosario en preparación
de la visita de Nuestra Señora, fueron rodeados por unos 5.000 espectadores. Los niños
vieron el habitual destello de luz y, en ese entonces, vieron Nuestra Señora sobre la
encina.
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Lucía preguntó de nuevo: ¿«Qué quiere Ud. de mí»?
«Quiero que vengáis aquí el día 13 del mes que viene; que continuéis rezando
el Rosario todos los días, en honor de Nuestra Señora del Rosario, para obtener la
paz del mundo y el fin de la guerra, porque sólo Ella os puede ayudar».
Aquí, Nuestra Señora está refiriéndose a Sí misma en la tercera persona. Lucía
Le pide que les diga quién era Ella, y que operase un milagro para que todos creyesen
que Ella les estaba apareciendo.
«Continuad viniendo aquí todos los meses.
«En octubre diré quién soy, y lo que quiero y haré un milagro que todos han
de ver para creer.
Lucía hizo algunos pedidos, a que Nuestra Señora respondió que era necesario
rezar el Rosario para obtener estas gracias a lo largo del año. Y Ella continuó:
«Sacrificaos por los pecadores, y decid muchas veces, en especial cuando
hagáis algún sacrificio: “Oh Jesús, es por tu amor, por la conversión de los
pecadores y en desagravio por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón
de María».
Al decir estas últimas palabras, Nuestra Señora abrió de nuevo las manos como
en los dos meses pasados.
Esta vez la luz no cayó sobre los pequeñitos sino por tierra, entre ellos y Nuestra
Señora. A esta luz, los pastorcitos podrían ver por bajo de la superficie de la tierra. Y
vieron el fuego del infierno.
Lucía describe esta visión del infierno:
«El reflejo parecía penetrar la tierra y vimos como un mar de fuego. Sumergidos
en ese fuego, los demonios y las almas, como si fuesen brasas transparentes y negras o
bronceadas, con forma humana que fluctuaban en el incendio, llevadas de las llamas que
de ellas mismas salían, juntamente con nubes de humo cayendo por todos lados,
semejantes al caer de las pavesas en los grandes incendios, sin peso ni equilibrio, entre
gritos y gemidos de dolor y desesperación, que horrorizaban y hacían estremecer de
pavor. (Debe haber sido a la vista de esto cuando di aquel ‘(Ay!’, que dicen haberme
oído.) Los demonios se distinguían por formas horribles y asquerosas de animales
espantosos y desconocidos, pero transparentes como negros carbones en brasa».
Aquí, en su Tercera Memoria, Lucía agregó:
«Esa visión fue durante un momento, y gracias a nuestra Buena Madre del
Cielo, que antes nos había prevenido con la promesa de llevarnos al Cielo. De no haber
sido así, creo que hubiésemos muerto de susto y pavor.
Asustados, y como para pedir socorro, levantamos la vista hacia Nuestra Señora
que nos dijo entre bondadosa y triste:
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«Habéis visto el infierno, a
donde van las almas de los pobres
pecadores; para salvarlas, Dios
quiere establecer en el mundo la
devoción a mi Inmaculado
Corazón. Si hicieran lo que os voy
a decir, se salvarán muchas almas
y tendrán paz.
«La guerra va a acabar.
Pero si no dejan de ofender a
Dios, en el reinado de Pío XI
comenzará otra peor.
«Cuando veáis una noche
alumbrada por una luz
desconocida, sabed que es la gran
señal que Dios os da de que va a
castigar al mundo por sus
crímenes por medio de la guerra,
el hambre y de persecuciones a la
Iglesia y al Santo Padre.
«Para impedirla, vendré a
pedir la consagración de Rusia a
mi Inmaculado Corazón, y la comunión reparadora de los Primeros Sábados.
«Si atendieran mis peticiones, Rusia se convertirá y habrá paz; si no esparcirá
sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los
buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá que sufrir mucho, varias naciones
serán aniquiladas.
«Por fin Mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre Me consagrará
Rusia que se convertirá y será concedido al mundo algún tiempo de paz. En Portugal
se conservará siempre la doctrina de la Fe, etc. Esto no se lo digáis a nadie. A
Francisco, sí podéis decírselo.
«Cuando recéis el Rosario, diréis, después de cada misterio: ¡Oh Jesús mío,
perdónanos, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las santas almas al cielo,
principalmente las más necesitadas».
La visión horrible del infierno, seguida de la promesa de la paz por medio de Su
Inmaculado Corazón, constituyen las dos primeras partes de un Secreto (de tres partes)
que Nuestra Señora comunicó a los pastorcitos ese día.
Un Secreto escondido
Las palabras de la Virgen anteriormente citadas fueron puestas por escrito por
Sor Lucía, en varias de sus Memorias. Con la aprobación de su obispo, Sor Lucía reveló
las dos primeras partes del Secreto en 1941. Por medio de una carta de mediados de
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octubre de 1943, Su Excelencia Don José, Obispo de Fátima, dio la orden formal escrita
a Sor Lucía para pasar al papel la tercera parte del Secreto. Sor Lucía, desde octubre
hasta los finales de diciembre, experimentaba una angustia indecible y no fue capaz de
decidirse a poner por escrito esta parte del Secreto. Cada vez que tomaba la pluma para
hacerlo, se encontraba incapaz de escribir. «Ese fenómeno acontecía no ciertamente»,
explica Lucía, «por impedirlo causas naturales».
El 2 de enero de 1944, Nuestra Señora apareció a Sor Lucía en la enfermería, en
Tuy, para decirle que pusiese por escrito el Secreto…en conformidad con lo que le
había sido pedido.
Y así, el 9 de enero de 1944, Sor Lucía escribió al Obispo D. José Correia da
Silva: «Ya escribí lo que me mandó; Dios quiso probarme un poco, pero finalmente era
esa su voluntad: Está sellada [la parte que me falta del secreto] dentro de un sobre y éste
está dentro de los cuadernos…»
Sor Lucía temía tanto por la seguridad de este sobre que no lo confiaba a la
estación de correos ni a cualquier mensajero común. Y así fue hasta el día 17 de junio
de 1944, cuando el Arzobispo D. Manuel Ferreira da Silva llegó, en nombre del Obispo
D. José Correia da Silva; discretamente, él le entregó el cuaderno y el sobre que
contenía sus escritos relativos al Tercer Secreto.
El 8 de diciembre de 1945, el Obispo D. José colocó el sobre sellado por Sor
Lucía dentro de otro sobre mayor también sellado con cera, en el cual escribió de su
propio puño y letra: «Este sobre con su contenido será entregado a Su Eminencia
Cardenal D. Manuel, Patriarca de Lisboa, después de mi muerte».
Nuestra Señora pidió que esta tercera parte del Secreto fuese dada a conocer a
los Fieles el más tardar en 1960. Con las primeras dos partes del Secreto, ésta es clara y
fácil de entender. Como la segunda parte del Secreto, es una profecía. Sabemos eso del
Cardenal Ottaviani, que nos dice que lo leyó y que es una profecía del futuro. Muchos
expertos de Fátima creen que estamos viviendo ahora en los tiempos que se refiere el
Tercer Secreto.
El 26 de junio del 2000, el Cardenal Ratzinger y el Arzobispo Bertone
publicaron fotográficamente cuatro páginas escritas a mano, 62 líneas al total, escritas
por Sor Lucía y retiradas de sus cuadernos. Estas cuatro páginas describen una visión
que Sor Lucía tuvo. Sin embargo, este documento del 26 de junio no incluye la carta
que Sor Lucía había escrito al obispo, y que contenía las palabras de Nuestra Señora en
el Tercer Secreto. Ni la interpretación de aquella visión, dada por el Cardenal Ratzinger
y por el Arzobispo Bertone, se refiere a la frase «En Portugal se conservará siempre la
doctrina de la Fe, etc.» que, como Sor Lucía había indicada con toda clareza, hace parte
del Tercer Secreto.
Además, el Padre Joaquín Alonso, primer archivero oficial de Fátima, y el
segundo Obispo de Fátima nos aseguran que el Tercer Secreto, en sí, está escrito en una
sola hoja de papel. El texto verdadero tiene cerca de 25 líneas de texto.
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Los tres videntes son secuestrados
13 de agosto de 1917
El encuentro marcado con Nuestra Señora no ocurrió el día indicado, 13 de
agosto, porque los pastorcitos habían sido secuestrados esa mañana por las autoridades
civiles, que eran hostiles a la Fe católica, en una tentativa de asustarlos y de hacerles
desmentir las apariciones de Nuestra Señora. Estuvieron encarcelados juntamente con
prisioneros comunes durante varios días. Los funcionarios, encolerizados, hasta los
amenazaron con la muerte por ser fritos en aceite. La amenaza contra los tres pastorcitos
se reveló inútil, confiados que estaban en la recompensa del Cielo que les había sido
prometida. Dos días después fueron libertados, ilesos.
Mientras tanto, el 13 de agosto, 15.000 espectadores se habían reunidos en la
Cova da Iria. Vamos a escuchar uno de estos testigos:
«En torno a la encina se rezaba, se cantaban cánticos de la Iglesia, pero los niños
tardaban y la gente comenzaba a impacientarse; hasta que llegó alguien que venía de
Fátima diciendo que el Alcalde había robado a los niños.
«Se levantó entonces un tumulto tal, que no sé en qué hubiera acabado aquello si
no se hubiera oído de repente un trueno. El trueno era más o menos como el de otras
veces.
«El trueno siguió al relámpago, y luego comenzamos todos a notar una
nubecilla, muy linda, muy blanquita, muy ligera, que se detuvo unos momentos sobre la
encina, subiendo después para el cielo y desapareciendo en el aire.
«Mirando entonces en torno nuestro, observamos aquella cosa extraña que ya
otra vez habíamos visto y que volveríamos a ver los meses siguientes. El rostro de la
gente brillaba con todos los colores del arco iris: rosa, bermejo, azul… Los árboles
parecían no tener ramas, ni hojas, sino sólo flores; todos aparecían cargaditos de flores;
cada hoja parecía una flor. El suelo estaba todo él en cuadritos, cada uno de diferente
color; los animales presentaban también el color del arco iris. Las dos lámparas,
colocadas en el arco, parecían de oro».
Resumiendo, exteriormente todo había acontecido como si se hubiese dado la
aparición. Nuestra Señora, como era evidente, no había faltado al encuentro. Y había
manifestado Su presencia a través de señales que fueron vistas por la mayoría de los
peregrinos que en aquel día estaban presentes.
Manuel Gonçalves, del pueblo de Montelo, declararía al Canon Formigão el 11
de octubre: «Las señales son muchas…casi todos los que estaban allí presentes vieron
esas señales».
Nuestra Señora repite Sus promesas
La cuarta visita, el 19 de agosto de 1917
Sor Lucía relata la aparición inesperada que los bañaba de una alegría inmensa:
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«Sintiendo que alguna cosa sobrenatural se aproximaba y nos envolvía,
sospechando que Nuestra Señora viniese a aparecérsenos, y dándome pena que Jacinta
se quedase sin verla, pedimos a su hermano Juan que fuese a llamarla. Habiendo llegado
Jacinta, un instante después, vimos a Nuestra Señora:
¿«Qué es lo que Ud. quiere de mí»?
«Quiero que sigáis yendo a Cova da Iria el día 13; que continúes rezando el
Rosario todos los días. El último mes haré un milagro para que todos crean. Si no os
hubiesen llevado a la aldea Vila Nova de Ourém, el milagro hubiera sido más
grandioso. Vendrá San José con el Niño Jesús para dar la paz al mundo. Vendrá
también Nuestro Señor para bendecir al pueblo. Vendrá también Nuestra Señora del
Rosario y Nuestra Señora de los Dolores».
Y tomando un aspecto más serio, Nuestra Señora también dijo:
«Rezad, rezad mucho, y haced sacrificios por los pecadores, pues van muchas
almas al infierno, por no tener quien se sacrifique y pida por ellas».
Y como de costumbre comenzó a elevarse en dirección al naciente.
30.000 peregrinos ven señales extraordinarias en el Cielo
La quinta visita, 13 de septiembre de 1917
Llegado el mes de septiembre, los relatos de las visiones habían provocado un
interés tan ampliamente esparcido, que los pequeños tuvieron que atravesar una gran
muchedumbre para llegar al lugar de las apariciones. Muchas voces se les juntaron a
rezar el Rosario ante de la aparición de la Virgen. Como antes, estaba de pie sobre la
encina, visible sólo a los ojos de los pastorcitos.
El Padre João Quaresma, que más tarde llegó a ser el Vicario General de Leiría,
describió la aparición:
«Al mediodía solar, se hizo completo silencio. Se oía sólo el murmullo de las
oraciones. De repente suenan gritos de júbilo… Se oyen voces alabando la Virgen.
Brazos se levantan apuntando a cualquier cosa en el cielo – Mirad, ¿no veáis?... ¡Sí, ya
veo!... La satisfacción brilla en los ojos de los que ven.
«En el cielo azul no había ni una nube. También yo levanto los ojos y me pongo
a escudriñar la amplitud del cielo, para ver lo que los otros ojos más felices, antes que
yo, contemplaron. Con gran admiración veo clara y distintamente un globo luminoso
que se movía del Naciente al Occidente, deslizando lento y majestuosamente a través
del espacio.
«El globo entonces comenzó a aproximarse de la encina de la aparición. En ese
entonces el brillo del sol disminuyó, la atmosfera se tornó amarillo dorado, como en las
otras ocasiones. Algunas personas aun relataron ser capaces de distinguir las estrellas en
el cielo».
Y Lucía preguntó otra vez a Nuestra Señora: ¿«Qué es lo que Ud. quiere de mí»?
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«Continuad rezando el
Rosario, para alcanzar el fin de la
guerra. En octubre vendrá también
Nuestro Señor, Nuestra Señora de las
Dolores y del Carmen y San José con
el Niño Jesús para bendecir al
mundo».
añadió:
La Santísima Virgen también
«En octubre haré el milagro
para que todos crean».
Testigos en la Cova da Iria
describieron lo que vieron:
«Durante el tiempo de la
aparición, la mayoría de los peregrinos
habían gozado de un espectáculo
maravilloso. Vieron, cayendo del Cielo,
una lluvia de pétales blancas o copos de
nieve redondos y brillantes los cuales
lentamente descendieron y
desaparecieron a medida que se
aproximaron la tierra. Fue un fenómeno
“Vendrá San José con el Niño Jesús para
sin precedentes que los testigos tuvieron
dar la paz al mundo”.
dificultad en describir. Unos los
describieron como estrellas, y otros como una lluvia de rosas blancas que
desaparecieron al aproximarse del suelo».
La Santísima Virgen quería dar, al grupo reunido alrededor de la encina donde
Ella aparecía, otra señal de Su presencia:
«Una nube de aspecto agradable se formó alrededor del arco rústico, más alto
que el tocón del árbol. Levantándose del suelo, creció e hinchó y subió en el aire hasta
unos cinco o seis metros de altura; después desapareció como humo que se disipa con el
viento.
«Algunos momentos después, espirales de humo semejantes se formaron y
desaparecieron de la misma manera, y después de una tercera vez. Todo sucedió como
si unos acólitos invisibles estuviesen dando incienso a la Visión litúrgicamente. Las tres
‘voleas de incienso’ tomadas juntas duraron el tiempo de la aparición, esto es, de diez a
quince minutos».
El Obispo de Leiria, en la carta en que aprobaba la devoción a Nuestra Señora de
Fátima, declaró este fenómeno «humanamente inexplicable».
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El sello divino: El milagro del Sol,
Nuestra Señora presenta Su Escapulario
La sexta visita, el 13 de octubre de 1917
La expectativa de un milagro atrajo una muchedumbre de 70.000 personas al
lugar de las apariciones el 13 de octubre.
Lucía relata:
«Salimos de casa bastante temprano, contando con las demoras del camino. El
pueblo estaba en masa. Caía una lluvia torrencial…Llegados a Cova da Iria, junto a la
encina, transportada por un movimiento interior, pedí al pueblo que cerrase los paraguas
para rezar el rosario».
Encima, por el camino, abrigados en sus automóviles todos aquellos que no
habían tenido el ánimo de aventurar en el lodo de la Cova da Iria testificaron un
espectáculo pasmoso. En un preciso momento, esta masa de pueblo confundida y
compacta cerró los paraguas, descubriéndose en un gesto de humildad y respecto,
mientras la lluvia continuaba a mojarlos inundando todo.
A la una y media de la tarde, hora local (mediodía, por la hora solar), Nuestra
Señora apareció sobre la encina, colocando los pies encima de las cintas de seda y de las
flores allí puestas piadosamente la noche anterior. Esta vez, Lucía pareció caer en un
éxtasis, con el rostro tornándose cada vez más lindo, y poniéndose rosado.
Otra vez Lucía preguntó: ¿«Qué es lo que Ud. quiere de mí»?
«Quiero decirte que hagan aquí una capilla en mi honra; que soy la Señora
del Rosario; que continúen rezando el Rosario todos los días. La guerra va a acabar y
los soldados volverán con brevedad a sus casas».
La Santísima Virgen continuó, tomando un aspecto más triste:
«Es preciso que se enmienden; y que pidan perdón por sus pecados. ¡No
ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido».
Tal como el 13 de septiembre, la muchedumbre pudo ver la misma nube que se
formaba alrededor de la encina elevarse en el aire antes de desaparecer.
Y mientras Nuestra Señora ascendió al cielo, Lucía gritó: ¡«Ella se va! ¡Ella se
va! ¡Mirad el Sol»!
Fue en este momento preciso que la muchedumbre testificó el espectáculo
extraordinario del “baile del sol”. La lluvia había terminado súbitamente, las nubes
disiparon rápidamente y el cielo quedó claro.
He aquí el testimonio de Tio Marto sobre el acontecimiento:
«La gente miraba perfectamente el sol y él no duele. Parecía que se detuviese y
brillase una vez de un modo y otra vez de otro modo. Tiraba rayos de luz a un lado y al
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otro y pintaba todo de diferentes colores – los árboles y la gente, la tierra y el aire. Pero
la gran prueba es que el sol no hacía perturbación a la vista. Estaba todo tranquilo, todo
quieto; todos con los ojos en los astros. En cierto momento, el sol paró y después
comenzó a danzar, a bailar; paró otra vez y otra vez comenzó a danzar, hasta que por fin
pareció que se soltase del Cielo y viniese encima de la gente».
Mientras la muchedumbre asistía a este milagro asombroso, los tres pastorcitos
vieron el cumplimiento de la promesa de Nuestra Señora hecha en los días 19 de agosto
y 13 de septiembre.
Sor Lucía describió lo que vieron:
«Desaparecida Nuestra Señora en la inmensa lejanía del firmamento, vimos al
lado del sol, a San José con el Niño y a Nuestra Señora vestida de blanco, con un manto
azul. San José con el Niño parecían bendecir al Mundo, con unos gestos que hacían con
la mano en forma de cruz.
«Poco después desvanecida esta aparición, vimos a Nuestro Señor y a Nuestra
Señora, que me daba idea de ser Nuestra Señora de los Dolores. Nuestro Señor parecía
bendecir el Mundo de la misma forma que San José.
«Al desvanecerse esta aparición me pareció ver todavía a Nuestra Señora en
forma parecida a Nuestra Señora del Carmen»
Todos se sorprendieron cuando acabó la aparición, porque toda esa gente que
estaba mojada por la lluvia y de rodillas en el lodo, se encontró a sí y a sus ropas secas y
limpias en aquel momento que siguió el Milagro del Sol. Del mismo modo el lodo del
suelo había secado instantánea y completamente.
Fue Dios Mismo – sin cualquier duda – colocando Su Divino Sello de
Autenticidad en el Mensaje de Nuestra Señora de Fátima. Para todos los efectos, todos
aquellos que testificaron estos acontecimientos los consideraron milagros, inclusive
aquellos que se llamaron “incrédulos” y ateos.
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La ratificación divina de
Fátima
Nuestra Señora regresa como prometió
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El 10 de diciembre de 1925
Promesa de Salvación por los Cinco Primeros Sábados
Visión de Nuestra Señora y del Niño Jesús, durante la cual Jesús pidió que
tuviésemos compasión del Corazón de Su Madre Santísima, cercado de espinos.
La Aparición en Pontevedra –
el 10 de diciembre de 1925
Ocho años después de los acontecimientos en Fátima, cuando Sor Lucía estaba
viviendo en un convento en Pontevedra (España), experimentó otra aparición de Nuestra
Señora. En esta ocasión, la Virgen regresó, como había prometido en Fátima, para
relatar los requisitos específicos necesarios para la Comunión reparadora en los
Primeros Sábados.
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Lucía, escribiendo en la tercera persona, da el relato de la visita de Nuestra
Señora y del Niño Jesús del día 10 de diciembre de 1925:
«La Santísima Virgen se le apareció a ella, y al lado, suspenso en una nube
luminosa, un Niño. La Santísima Virgen poniéndole una mano en el hombro de Lucía,
le mostró al mismo tiempo un Corazón que tenía en la otra mano, cercado de espinas.
Al mismo tiempo, dijo el Niño:
«Ten compasión del Corazón de Tu Santísima Madre que está cubierto de
espinas que los hombres ingratos continuamente le clavan sin haber quien haga un
acto de reparación para arrancárselas».
Luego la Santísima Virgen le dijo a Sor Lucía:
«Mira, hija Mía, Mi Corazón, cercado de espinas que los hombres ingratos me
clavan continuamente con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura
consolarme y di que todos aquellos que durante cinco meses (consecutivos), en el
Primer Sábado, se confiesen, reciban la Santa Comunión, recen la tercera parte del
Rosario y Me hagan 15 minutos de compañía, meditando en los 15 misterios del
Rosario, con el fin de desagraviarme, Yo prometo asistirles en la hora de la muerte
con todas las gracias necesarias para la salvación de sus almas».
Qué diálogo tan encantador, en el que el Niño Jesús y Su Madre hablan
alternativamente — Él implorando la causa de Ella, y Ella haciendo sus peticiones...
para conducirnos a Su Hijo.
La devoción de la Comunión reparadora en los Cinco Primeros Sábados,
mencionada por la Virgen en Fátima el 13 de julio de 1917, y después confirmada en
Pontevedra como hemos dicho anteriormente, forma una parte esencial del Mensaje de
Fátima.
Lo más sorprendente de Pontevedra es la incomparable promesa de Nuestra
Señora.
Con generosidad ilimitada, la Santísima Virgen promete aquí la gracia de la
perseverancia final – que ni una vida entera de santidad, pasada en oración y sacrificio,
ganaría necesariamente tales méritos – porque se trata de un don puramente gratuito de
la Misericordia Divina. Y la promesa es sin ninguna restricción.
La desproporción entre la pequeña devoción pedida y la inmensa gracia que trae
nos revela, en primer lugar y de modo especial, el poder casi infinito de la intercesión
concedido a la Santísima Virgen María para la salvación de las almas.
Vamos a seguir a la letra la promesa de la Santísima Virgen María: cualquier
persona que cumpla todas las condiciones expuestas puede estar cierta de que obtendrá,
por lo menos a la hora de la muerte – y aun habiendo tenido la desgracia de recaer en
pecado grave – las gracias necesarias para obtener el perdón de Dios y estar protegido
del castigo eterno.
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Al suplicar para los Cinco Primeros Sábados, Nuestra Señora fue, de este modo,
reiterando las devociones del Primer Sábado ya aprobadas por la Iglesia:
El 1 de julio de 1905, San Pio X aprobó y concedió indulgencias a la práctica de
los Primeros Sábados de doce meses consecutivos en honor de la Inmaculada
Concepción. Después, el 13 de junio de 1912, San Pio X concedió nuevas indulgencias
a las prácticas que parecen anticipar exactamente los pedidos de Pontevedra.
Para promover la devoción de los Fieles para con la Inmaculada Virgen María,
Madre de Dios, para que hiciesen reparación por los ultrajes de los hombres impíos a Su
Santísimo Nombre y a Sus privilegios, San Pio X concedió al primer Sábado de cada
mes una indulgencia plenaria, aplicable a las almas del Purgatorio.
Veremos ya los motivos por los cuales Nuestra Señora pidió Cinco Primeros
Sábados de Reparación.
Sor Lucía encuentra un Niño
Los finales de octubre de 1925, Sor Lucía, muy ocupada con sus deberes en el
convento, fue a arrojar un cubo de basura fuera de la propiedad.
Cuenta ella: «Había encontrado a un niño; le había preguntado si sabía el
Avemaría; me había respondido que sí; le dije que la dijese para oírla yo. Mas, como no
se resolvía a decirla sólo, la dije yo con él tres veces.
Al fin de las tres Avemarías, le pedí que la dijese sólo; pero se calló y no pudo
decirla sólo; Le pregunté si sabía cuál era la Iglesia de Santa María; me respondió que
sí; le dije que fuese allí todos los días y que dijese así: ¡‘Oh Madre mía del cielo, dadme
a vuestro Niño Jesús’! Le enseñé esto y entré en casa.
El Niño regresa
«El día 15 de febrero de 1926, volviendo yo allí como de costumbre, (para
arrojar un cubo de basura fuera de la propiedad) encontré un niño que me pareció ser el
mismo; y le pregunté entonces: ¿“Has pedido el Niño Jesús a la Madre del Cielo”?
«El niño se vuelve hacia mí y dice:
¿«Y tú has propagado por el mundo aquello que la Madre del cielo te pedía»?
«Diciendo esto, se transforma en un niño resplandeciente.
«Conociendo entonces que era Jesús, dije “Jesús mío, Vos sabéis bien lo que mi
confesor me dijo en la carta que os leí; me decía que era necesario que aquella visión se
repitiese; que hubiese hechos para que fuese creíble; y que la Madre Superiora sola,
para propagar ese hecho, nada podía”».
Jesús respondió:
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«Es verdad que la Madre Superiora sola nada puede, pero con mi gracia lo
puede todo…»
Sor Lucía respondió que su confesor decía que esta devoción no hacía falta en el
mundo, porque ya había muchas almas que lo recibían en los Primeros Sábados en
honra de Nuestra Señora y de los quince Misterios del Rosario.
Jesús respondió
«Es cierto, hija mía, que muchas almas los comienzan, pero pocas los acaban;
y las que los terminan, es con el fin de recibir las gracias que a eso están prometidas;
pero me agradan más las que hagan los cinco Primeros Sábados con fervor y con el
fin de desagraviar el Corazón de tu Madre del cielo, a aquellas que hagan los quince
tibios e indiferentes».
El 13 de junio de 1929
Promesa de Paz para el Mundo
La visión de la Santísima Trinidad y de Nuestra Señora de Fátima en Tuy (España),
en la cual Nuestra Señora anunció: “Ha llegado el momento…” Para una descripción
completa de esta Visión y de su significado véase abajo “La Aparición de Tuy”.
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La aparición de Tuy – “Ha llegado el momento”
13 de junio de 1929
En esta aparición de Tuy, España, (véase la pintura encima) la Santísima Virgen
cumplió la promesa que hizo en Fátima, el 13 de julio de 1917, de que volvería más
tarde para pedir la Consagración de Rusia.
Sor Lucía escribe:
«Había pedido y obtenido licencia de mis superioras y del confesor, para hacer
la Hora Santa de once a medianoche, de los jueves a los viernes. Estando una noche sola
(para la Hora Santa), me arrodillé entre la balaustrada, en medio de la capilla, postrada,
para rezar las oraciones del Ángel. Sintiéndome cansada, me incorporé y continué
rezando con los brazos en cruz. La única luz era la de la lámpara.
«De repente, se iluminó toda la capilla con una luz sobrenatural y sobre el altar
apareció una cruz de luz que llegaba hasta el techo. En una luz más clara se veía, en la
parte superior de la cruz, un rostro de un Hombre y Su Cuerpo hasta la cintura. Sobre su
pecho había una paloma igualmente luminosa. Y clavado en la cruz, el cuerpo de otro
hombre.
«Un poco por debajo de la cintura, suspendido en el aire, se veía un Cáliz y una
Hostia grande sobre la cual caían unas gotas de Sangre que corrían a lo largo del Rostro
del Crucificado y de una herida en Su pecho. Escurriendo por la Hostia, esas gotas caían
dentro del Cáliz.
«Bajo el brazo derecho de la Cruz estaba Nuestra Señora con Su Inmaculado
Corazón en la mano... (sin espada o rosas, pero con una corona de espinas y llamas…)
«Bajo el brazo izquierdo (de la Cruz), unas grandes letras, como si fueran de
agua clara cristalina, que corrían hacia el altar, formaban estas palabras: ‘Gracia y
Misericordia’. Comprendí que me era mostrado el misterio de la Santísima Trinidad y
recibí luces sobre este misterio que no me es permitido revelar.
«Después Nuestra Señora me dijo:
«Ha llegado el momento en que Dios pide al Santo Padre que haga, en unión
con todos los Obispos del mundo, la Consagración de Rusia a Mi Inmaculado
Corazón; prometiendo salvarla por este medio. Son tantas las almas que la justicia de
Dios condena por pecados cometidos contra Mí, que vengo a pedir reparación;
sacrifícate por esta intención y reza».
Más tarde por medio de una comunicación íntima, Nuestro Señor me dijo,
quejándose:
«No han querido atender mi petición…Al igual que el rey de Francia se
arrepentirán, y la harán, pero ya será tarde. Rusia habrá ya esparcido sus errores por
todo el mundo, provocando guerras, persecuciones a la Iglesia: el Santo Padre tendrá
que sufrir mucho».
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Señalemos que, en 1930, en dos cartas al Padre Gonçalves, Sor Lucía expresó de
una manera un poco diferente los pedidos del Cielo, asociando estrechamente la
devoción reparadora de los Cinco Primeros Sábados del mes a la Consagración de
Rusia:
«Nuestro buen Dios promete terminar la persecución en Rusia, si el Santo Padre
se digna hacer, y mandar que lo hagan igualmente los Obispos del Mundo católico, un
solemne y público acto de reparación y consagración de Rusia a los Santísimos
Corazones de Jesús y María, prometiendo, Su Santidad, mediante el fin de esta
persecución, aprobar y recomendar la práctica de la ya indicada devoción reparadora».
Cinco ofensas contra el Inmaculado Corazón de María
El 29 de mayo de 1930
El 29 de mayo de 1930, en la capilla en Tuy, Sor Lucía se sintió más
íntimamente invadida por la Divina presencia; y, de parte de su confesor, ella preguntó a
Nuestro Señor: ¿«Por qué hay ‘5 sábados’ y no 9 o 7 en honor de los dolores de Nuestra
Señora»?
Jesús respondió:
«Hija Mía, el motivo es sencillo. Cinco son las clases de ofensas y
blasfemias proferidas contra el Inmaculado Corazón de María:
1. Las blasfemias contra la Inmaculada Concepción.
2. Las blasfemias contra Su Virginidad Perpetua.
3. Las blasfemias contra la Maternidad Divina, rehusando al mismo tiempo
recibirla como la Madre de los hombres.
4. El tratar de infundir públicamente en el corazón de los niños la
indiferencia, el desprecio y hasta el odio para con esta Inmaculada Madre.
5. Los ultrajes dirigidos a Ella en Sus sagradas imágenes.
«He aquí, hija Mía, por qué el Inmaculado Corazón de María Me llevó a pedir
esta pequeña reparación; y en atención a ella, mover Mi misericordia al perdón para
con esas almas que tuvieron la desgracia de ofenderla. Cuanto a ti, procura sin cesar,
con tus oraciones y sacrificios, moverme a la misericordia para con esas pobres
almas».
Aquí tenemos una de las ideas más importantes del Mensaje de Fátima. Dios
decidió manifestar Su plan de amor, que es de otorgar Sus gracias a los hombres por
medio de la mediación de la Virgen Inmaculada. Parece que su rechazamiento en
someter, con docilidad, a aquella Voluntad Divina es un pecado que, en especial, hiere
Su Corazón.
Por lo que dice respecto a Nuestro Salvador, no hay crimen menos digno de
perdón que lo de despreciar a Su Madre Santísima, ultrajando Su Corazón Inmaculado
que es el Santuario del Espíritu Santo.
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Rianjo, España –
“Participa a Mis
Ministros”
Agosto de 1931
En agosto de 1931, porque
estaba enferma y necesitaba
descansar, Sor Lucía fue enviada
por sus superioras, incógnita, a la
aldea marítima de Rianjo. Hasta
las personas de la casa donde
quedó no sabían, en ese entonces,
quien ella era. Fue allí, en Rianjo,
en la capilla que fue dedicada a
Nuestra Señora, que Nuestro
Señor habló a Sor Lucía, cuando
ella estaba rezando por la
conversión de España, de
Portugal, de Europa, de Rusia y
del mundo.
Jesús le habló, diciendo:
«Me consuelas mucho
pidiéndome la conversión de
esas pobres naciones. Pide
también a Mi Madre…»
El Mensaje en Rianjo, España, “Participa a Mis
Ministros…”
Entonces Él le dictó dos oraciones y pidió que sean rezadas a menudo:
«Dulce Corazón de María, sed la salvación de Rusia, de España, de Portugal,
de Europa y del mundo entero.
«Por vuestra pura e Inmaculada Concepción, oh María, alcanzadme la
conversión de Rusia, de España, de Portugal, de Europa y del mundo entero».
Y después, dijo:
«Participa a Mis ministros que, en vista de seguir el ejemplo del Rey de
Francia en la dilación de la ejecución de Mi petición, también lo han de seguir en la
aflicción. Nunca será tarde para recurrir a Jesús y a María».
Jesús está refiriéndose al Rey de Francia, a quien había mandado, por medio de
Santa Margarita María Alacoque, el 17 de junio de 1689, que consagrase Francia a Su
Sagrado Corazón.
Durante cien años, los Reyes de Francia rehusaron hacerlo; y el 17 de junio de
1789 – día en que se completaban los cien años – el Rey de Francia fue retirado de su
poder por el Tercer Estado y, cuatro años después, públicamente ejecutado bajo el filo
de la guillotina.
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Son palabras aterrorizadores, éstas. Nuestro Señor no anunciaría un castigo tan
terrible para el Papa y los obispos, si no fuese un asunto muy serio, si ellos no fuesen
obligados a obedecer.
El 21 de enero de 1935, Sor Lucía escribió al Padre Gonçalves, su confesor,
respondiendo a sus preguntas:
«Por lo que se refiere a Rusia, me parece que le gustará mucho a Nuestro Señor,
verle trabajando para que el Santo Padre realice Sus deseos.
«Hace unos tres años, Él estaba bastante descontento porque no realizaba lo que
pedía. Se lo hice saber al señor Obispo en una carta. Desde aquel día hasta hoy, nada
más me pidió el Señor, a no ser oraciones y sacrificios. Hablando con Él en mi interior,
me pareció sentir que, según prometió hace cinco años, continúa dispuesto a usar de
misericordia con la pobre Rusia, a quien tanto desea salvar.
¿«… si me parece bien que Usted insista con el señor Obispo? Le diré que sí, y
que será muy de agrado de Dios.
Señor»
¿«Si se debe modificar alguna cosa? Pienso que debe ser tal como pidió Nuestro
Entonces, el 29 de julio, Sor Lucía dirigió una carta al Padre Aparício:
«Espero que Su Reverencia no haya cruzado los brazos a respecto de Rusia y de
la devoción reparadora al Inmaculado Corazón de María, porque Nuestro Señor confió
con especialidad este emprendimiento a Su Reverencia».
El Padre Gonçalves, asustado al ver que la profecía “Rusia esparcirá sus errores”
estaba siendo cumplida a la letra, escribió a Sor Lucía en 1936 para preguntarle si no
sería oportuno insistir con el Papa para hacer la Consagración. El 18 de mayo de 1936,
Sor Lucía respondió así, por carta:
«En cuanto a la otra pregunta: Si será conveniente insistir para obtener la
consagración de Rusia, respondo casi lo mismo que le dije otras veces. Siento que no se
haya hecho ya, pero el mismo Dios que la pidió, es quien así lo permite (la demora en
hacer la consagración)».
Sor Lucía mostró aquí una cierta reserva sobre la cuestión si debe alguien insistir
para que el Papa realice la Consagración – y esto puede ser atribuido a esta deferencia
extrema para con la autoridad que es normal para una monja de clausura. Sin embargo,
todo el resto de su carta no deja cualquier duda de que, con todo el debido respecto, los
súbditos del Papa pueden y deben insistir sobre aquello que Nuestro Señor Mismo
espera de Su Vicario:
«Interiormente he hablado al Señor de este asunto. Y hace poco le preguntaba
por qué no convertía a Rusia sin que Su Santidad hiciese esa consagración. Jesús
respondió:
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« Porque quiero que toda Mi Iglesia reconozca esa consagración como un
triunfo del Inmaculado Corazón de María, para después extender su culto y poner, al
lado de la devoción de Mi Corazón divino, la devoción a este Corazón Inmaculado».
En la misma carta, Sor Lucía escribe que respondió a la declaración de Nuestro
Señor exclamando: «Pero, Dios mío, el Santo Padre no me creerá, si Vos mismo no le
moveis con una inspiración especial». A eso, Nuestro Señor replicó:
¡«El Santo Padre! Ora mucho por el Santo Padre. El la hará, pero será tarde.
Sin embargo el Corazón Inmaculado de María ha de salvar a Rusia. Le está
confiada».
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La ratificación divina de
Fátima
¿Qué significa todo esto?
_____________________________
¿Son auténticas las apariciones de Fátima? ¿Nos trajo la Virgen Santísima, en
verdad, un Mensaje del Cielo por medio de Sor Lucía y sus primos? Hay motivos
convincentes para responder a estas preguntas de forma afirmativa.
Doctrinas tradicionales
El contenido del Mensaje de Fátima encaja, de una manera indiscutible, en la
doctrina de la Fe católica. Se dirige a puntos fundamentales del pecado y de la
reparación, y pone su sello de aprobación en la devoción tradicional al Corazón
Inmaculado de María. Dios envió Su Propia Madre, tal como envió Su Propio Hijo para
la salvación de la humanidad, a causa de Su sabeduría y amor para con todos nosotros.
Significativamente, todo en el Mensaje de Fátima, hasta los detalles de las
apariciones descritos por Sor Lucía, es completamente consistente con las más santas
tradiciones de la Iglesia. Si Fátima es hoy polémica, no es por contradecir, de cualquier
modo, la ortodoxia, antes por afirmar la Tradición, encarados como somos, con las
innovaciones progresistas impuestas a los Fieles debido al así llamado ‘espíritu del
Concilio Vaticano Segundo’.
El enfoque claro e inequívoco de Fátima sobre la doctrina católica tradicional es
la señal más segura de su autenticidad. Sin embargo, hay motivos adicionales para
considerar como auténticas las apariciones de Fátima.
Profecias validadas
Las memorias de la Hermana Lucía indican que Nuestra Señora hizo un
determinado número de predicciones que, subsecuentemente, se cumplieron como
acontecimientos reales. Estas incluyen:





El fin de la Primera Guerra Mundial
El comienzo de la Segunda Guerra Mundial
El ascendiente del Comunismo ateo sobre Rusia
El expansionismo comunista y la persecución de la Iglesia
El aumento de los errores inspirados por el Comunismo, tal como el
aborto electivo – que fue por primera vez legalizado en Rusia
comunista en la primera década después de la Revolución de 1917.
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Sin embargo, la predicción tal vez más convincente de todas es aquella que
Nuestra Señora hizo por dos veces sobre la realización de un milagro en octubre: «haré
un milagro que todos han de ver para creer ».
El Milagro del Sol, un acontecimiento absolutamente sin igual en la historia
moderna de la Iglesia, tuvo ciertamente ese efecto deseado sobre aquellos que lo
presenciaron, hasta con ateos e incrédulos.
Cuando Dios certifica que un mensaje es verdadero, podemos estar
absolutamente ciertos que es, en efecto, la verdad. Por un lado, porque Dios es TodoSanto y, por eso, incapaz de mentir; por otro lado, porque Dios no puede equivocarse en
Su información. Él sabe todo.
Pues bien, cuando Dios – Que sabe todo y Que es incapaz de mentir – nos dice
algo explícitamente, nosotros sabemos entonces, en absoluto, que aquello que nos dice
es completamente la verdad. Seríamos culpados de un pecado contra el Espíritu Santo se
rechacemos la verdad, conocida como tal, que Él nos reveló.
En Fátima, el 13 de octubre, Dios nos dio su indisputable Milagro del Sol. No
operaría un milagro tan estupendo para dar crédito a un mensaje sin importancia. Ni, en
el caso de un Mensaje tan tremendo, permitiría Dios que el Mensaje se perdiese o fuese
corrompido en cualquier detalle significativo a causa de la elección de un mensajero a
quien faltase la necesaria virtud o facilidad en relatar, fiel y cuidadosamente, lo que
Nuestra Señora le dijo.
De este modo, en nuestro tiempo, si no deseamos ser culpados de un pecado
contra el Espíritu Santo, debemos aceptar el Mensaje de Fátima como verdadero y muy
importante.
Fátima ratificada por siete Papas
En 1930, los oficiales de la Iglesia que investigaron exhaustivamente los
acontecimientos de Fátima durante 12 años acabaron por pronunciarlos, formalmente,
como “merecedores de creencia”. Tales declaraciones formales sobre acontecimientos
milagrosos son extremamente raras.
Se le siguió un período durante el cual la Iglesia alentó activamente la devoción
a Nuestra Señora de Fátima, y muchos clérigos y laicos católicos llevaron a pecho los
Mensajes que Nuestra Señora había transmitido por medio de los tres pastorcitos.
Siete Papas sucesivos también proclamaron su creencia en Fátima. Juan Pablo II
fue más lejos, creyendo Nuestra Señora de Fátima como habiéndolo salvado de la bala
de un asesino y declarando abiertamente que el Mensaje de Fátima impone a la Iglesia
una obligación. Vino a Fátima en peregrinación por tres veces, siempre el 13 de mayo:
primero en 1982, de nuevo en 1991, y finalmente en el 2000.
El Tercer Secreto
A las profecías que ya se realizaron, muchas personas agregarían a ellas las
actuales calamidades dentro de la Iglesia, que, como ampliamente se cree, son tema del
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Tercer Secreto. El Cardenal Joseph Ratzinger, el 11 de noviembre de 1984, en ese
entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en una entrevista
publicada – que él leyó y aprobó antes de la publicación – declaró en Roma que la
documentación del Tercer Secreto se relaciona con:
«Un llamado radical a la conversión; la absoluta seriedad de la Historia; los
peligros que amenazan la Fe y la vida del cristiano, y, consecuentemente, del mundo. Y,
también, la importancia de los ‘novísimos’ (últimos tiempos)».
Con respecto a los motivos de impedir la divulgación del Tercer Secreto, el
Cardenal explicó que «Si no se ha hecho público, por lo menos al presente, es para
evitar que la profecía religiosa sea tomado equivocadamente por una búsqueda de lo
sensacional. Pero las cosas contenidas en este ‘Tercer Secreto’ corresponden a lo que ha
anunciado la Santa Escritura».
La disminución excesiva en la asistencia a la Santa Misa en décadas recientes y
el actual estado de disensión doctrinal y confusión dentro de la Iglesia son fenómenos
completamente consistentes con la interpretación del Tercer Secreto dada anteriormente.
Mientras que comenzamos este milenio y los pedidos de Nuestra Señora han continuado
sin ser atendidos, las aflicciones que Ella predijo están siendo realizadas cada vez más
rápidamente.
En una conferencia de prensa del Vaticano del 26 de junio de 2000, el Cardenal
Ratzinger y Monseñor Bertone expresaron la opinión que el Tercer Secreto de Fátima
está totalmente relacionado con acontecimientos del pasado, sin referencia ninguna al
futuro. Sin embargo, el Cardenal Ratzinger concedió que los católicos no son obligados
a aceptar esa interpretación del Secreto.
A la luz de la investigación erudita que ha sido hecha sobre el Tercer Secreto, tal
como de los comentarios del Cardenal Ratzinger en 1984, parece más probable que el
Tercer Secreto sea una predicción de la crisis actual de la Fe.1
La importancia de la Consagración de Rusia
El Mensaje de Fátima da una importancia central a la Consagración de Rusia.
Nos dice que el cumplimiento de este pedido es esencial para tener Paz en el mundo y
para la salvación de millones de almas. La negativa de cumplirlo causará lo opuesto – la
muerte violenta, más guerras, hambre, miseria, caos en la Iglesia, y la pérdida cierta de
millones de personas para la eternidad.
La historia terrible del Siglo XX – que vio más guerras y apostasía de que
cualquier otro siglo en la historia humana – ha continuado en este milenio. Con tanto
que está en riesgo, no es nada sorprendente que aquellos que saben, verdaderamente, de
la plena implicación de Fátima, son defensores fervorosos a favor de que la
Consagración se realice exactamente como Nuestra Señora pidió.
Véase: The Whole Truth About Fatima, Volume III, The Third Secret por Hermano Michel (900 páginas)
disponible, en inglés o en francés, TOUTE LA VÉRITÉ SUR FATIMA, del Fatima Center.
1
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Esto requiere que el Papa, actuando en unísono con todos los obispos católicos
del mundo, consagre solemne y públicamente a Rusia al Inmaculado Corazón de María
en una ceremonia formal, en el mismo día y a la misma hora. La ceremonia podría ser
hecha por todos los obispos y el Papa en un solo lugar – digamos, por ejemplo, en la
Plaza de San Pedro en Roma – o ser hecha simultáneamente, haciendo cada obispo, en
unión con el Papa, esta ceremonia pública y solemne en su propia catedral.
Estamos obligados a creer y obedecer
La Fe católica nos dice que hay dos maneras seguras de saber si una revelación
viene de Dios.
Milagros de primera clase son actos de poder que sólo Dios puede obrar. Cuando
un milagro se obra como prueba de la veracidad de un determinado mensaje, entonces
es Dios Mismo que está proporcionando el testimonio que aquel mensaje es fidedigno.
Nuestro Señor condenó las ciudades de Betsaida y Corozaín por una sola razón:
porque se rehusaron creer en Él aún después de los milagros que obró en la presencia de
sus habitantes. ¡«Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque, si en Tiro y en Sidón
se hubiesen hecho los milagros que se han obrado en vosotros, tiempo hay que habrían
hecho penitencia, cubiertas de ceniza y de cilicio.
«Por tanto os digo, que Tiro y Sidón serán menos rigorosamente tratadas en el
día del juicio que vosotras». (Lucas, 10:13-14)
Pues bien, si Dios esperó que aquellas ciudades creyesen en Él después de haber
obrado eses milagros, entonces también Dios espera que las personas del Siglo XXI
crean en el Mensaje de Fátima.
Ni todos los ciudadanos de Betsaida y Corozaín vieron los milagros de Jesús,
pero todos ellos conocían por lo menos alguien que los hubiese testificado y los
acontecimientos eran ampliamente conocidos en aquellas dos ciudades. Todos tuvieron
la oportunidad de verificar los milagros de Nuestro Señor en ambas ciudades; por eso es
que la negativa de aquella gente de creer en los milagros justificó su condenación.
Si eso fue verdad para la gente de Corozaín y Betsaida, es también verdad para
nosotros, en la actualidad, en relación al milagro de Fátima. Hubo 70.000 testigos del
Milagro del Sol, tanto creyentes como incrédulos. El testimonio de 70.000 testigos no
puede ser negado por cualquier persona de buena voluntad que investigue el asunto. La
negativa en aceptar un milagro tan prodigioso e indisputable sería, hablando
objetivamente, culpado y merecedor de condenación por Nuestro Señor Mismo. En
verdad, el propósito de tales milagros como el Milagro del Sol es de no dejar espacio
para duda legítima ninguna que fue Dios que Se manifestó.
Otra razón porque debemos creer, es a causa de las claras profecías de Fátima
que ya se realizaron. Sólo Dios sabe el futuro con total claridad. En Fátima, Él nos dijo
el futuro – mucho del cual ya ha sucedido, y esto verifica la autenticidad del Mensaje de
Fátima. Específicamente tenemos en Fátima: la profecía del Milagro del Sol sucediendo
en un tiempo, fecha, y lugar previamente especificados; el nombre del Papa (Pio IX)
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predicho antes de él hubiese sido electo;
el comienzo, también predicho, de la
Segunda Guerra Mundial; y el
ascendiente de Rusia como un poder
mundial – para mencionar sólo algunas
de las profecías que se cumplieron.2
La importancia de las
Devociones de Fátima
Además de la Consagración de
Rusia, el Mensaje de Fátima también
pide devociones marianas particulares,
como el Rosario cotidiano, los Cinco
Primeros Sábados y el uso del
Escapulario de Carmel, que Nuestra
Señora sostenía en la mano cuando vino
como Nuestra Señora de Monte Carmel
en la sexta aparición. Estas devociones
son los medios especiales que el Cielo
nos da para que podamos contribuir,
como individuos, a la salvación de
muchas almas y al adviento de la Paz
mundial.
¿«Y tú has propagado por el mundo aquello
que la Madre del cielo te pedía»?
…Jesús a Sor Lucía
Para una explicación más completa de la obligación de creer y de obedecer al pedido de Nuestra Señora,
véase la sección V del libro Esclavización del mundo o Paz, disponible en castellano en el Fatima Center.
2
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Fátima y el Mundo
__________________________
El siglo XX fue uno de los
peores de la Historia, lleno de
ejemplos horribles de atrocidades
del Hombre contra Hombre. El
Mensaje de Fátima predijo estos
terribles acontecimientos, y
proporcionó un modo de evitarlos.
No obstante, y ya con este
nuevo milenio que empieza, el
Mensaje sigue siendo dado caso
omiso y el sufrimiento continúa por
todo el mundo. Quien conoce el
Mensaje de Fátima, mira ahora a
este milenio en la esperanza de que
los pedidos urgentes de Nuestra
Señora sean oídos, entendidos y
obedecidos. La Paz del mundo, o la
«aniquilación de las naciones»
cuelgan en la balanza.
Ahora que fue presentado a
Usted el Mensaje urgente de Fátima,
ya no lo puede ignorar. Hay mucho
más información sobre Fátima.
Tenemos disponibles muchos libros
y opúsculos de varias fuentes (cf. las
direcciones abajo).
Y ahora que Usted sabe bien
que la salvación de muchas almas, la
paz en el mundo y la supervivencia de naciones enteras cuelgan en la balanza, es necesario que
haga lo que Usted le compete – en primer lugar, prestando la debida atención al Mensaje de
Fátima: rezando el Rosario todos los días y cumpliendo los otros pedidos que Nuestra Señora
dirigió a cada uno de nosotros. En segundo lugar, y en la medida en que sus deberes se lo
permitan, debe ayudar los otros a conocer, a apreciar y a obedecer el Mensaje de Fátima,
pasando de mano en mano este opúsculo y otros materiales sobre Fátima.
Para más (y más detallada) información sobre el Mensaje de Fátima, para obtener otros opúsculos
gratuitos sobre Fátima y para saber cómo Usted puede ayudar, contacte:
THE FATIMA CENTER
CANADÁ — 452 Kraft Rd, Fort Erie, ON L2A 4M7
E.U.A. — 17000 State Route 30, Constable, NY 12926
ITALIA — Piazza Risorgimento 14, Scala B int. 9, 00192, Roma
PORTUGAL — Apartado 4066, 3030-901 Coimbra
ÍNDIA — 28th Cross Street, Indira Nagar, Adyar, Chennai, TN 600 020
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Teléfono en Norteamérica: 1-905-871-7607
En Internet: www.fatima.org Correo electrónico: [email protected]
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