La educación sexual del futuro de los jóvenes en Panamá

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La educación sexual del futuro de los jóvenes en Panamá
Al finalizar el periodo que la comisión de la Asamblea de Diputados había
dispuesto para la consulta ciudadana en torno al proyecto de ley 61, “por la cual
se adoptan políticas públicas de educación integral, atención y promoción de la
salud”, y que se refiere a temas de salud sexual y reproductiva en un debate
versado alrededor de conceptos médicos, epidemiológicos, bioéticos y legales. No
hay dudas que estamos en la era de los derechos y la revolución pedagógica y
hay que aprovechar estas circunstancias. Parece que hoy ante la revolución del
conocimiento y la generación de los derechos humanos adquiere relevancia las
decisiones y la autonomía del hombre y de las mujeres en torno a sus opciones,
identidad y la ética. Prueba de ello se advierte en el contexto de la última encuesta
de opinión del diario la Prensa, que muestra que el 73% de los jóvenes están de
acuerdo con el proyecto mencionado.
El nuevo modelo de educación sexual para las escuelas secundarias de todo el
país después de la última experiencia que fracaso en el 2010 deberá orientar una
política de promoción de la educación en (tolerancia a) los Derechos humanos,
que incluya contenidos sobre trata de personas, discriminación, diversidad sexual
y violencia de género. Los contenidos programáticos apuntan a “discutir
estereotipos arraigados en la sociedad”. En esta propuesta la transversalidad es
importante por lo que se deben incluir actividades para clases de educación física,
formación ética y ciudadana. Es importante recordar que la escuela, al igual que la
institución familia, no son ámbitos sociales inmunes a la discriminación, la
intolerancia y los prejuicios institucionalizados.
(No hay que dudar que “La
escuela no es una zona libre de discriminación.)
Nos referimos a estereotipos que tienen dos mil años y están en el ADN de la
sociedad.
Consecuentemente, los valores, los contenidos y las prácticas
relacionados con la sexualidad de sus miembros han sido transmitidos de
generación a generación por métodos directos e indirectos, en el seno de la
familia, ese ámbito privado, en el que no necesariamente priman los principios
democráticos, de transparencia de equidad, ni de reconocimiento y tutela de los
derechos de las generaciones más jóvenes. En estos, generalmente no existe ni
la confianza, ni la apertura y en muchos casos ni siquiera, la información veraz
adecuada y oportuna en esa materia.
El proyecto constituye un poderosos instrumento con potencial para contribuir
eficazmente (a herramienta eficaz para contribuir) a reducir drásticamente entre
otros problemas de salud pública, la cantidad de muertes maternas que se dan al
año. En nuestro país la tasa de mortalidad de mujeres fue de 60 por cada
100.000 en el 2014, mientras que las muertes indígenas fueron de 250 según las
últimas cifras publicadas por el Instituto Nacional de Estadística y Censo- INEC.
Una tasa todavía muy alejada del objetivo del milenio de 1,3 por cada 100,000,
que nuestro país se comprometió en cumplir.
En nuestro país, según datos del INEC de 2010, refleja que en Panamá 12
adolescentes a los 12 años ya tienen dos hijos o hijas, 108 adolescentes que a
los 14 años ya tienen 4 hijos, y no se puede saber cuántas veces han tenido
relaciones sexuales expuestas al riesgo de contraer el virus del papiloma
humano que es la causa de más del 90% de los casos de cáncer cérvico uterino;
contagiarse con el VIH-SIDA , que es la tercera (3ra) causa de muerte de jóvenes
de 15 a 24 años; entre otros tipos de enfermedades de transmisión sexual. Esto
constituye un problema de salud pública, falta de igualdad y justicia social, y una
vulneración de los Derechos Humanos, tema y objetivo central presente en los
tratados internacionales que Panamá ha firmado y ratificado. Por todo esto,
denunciamos que el derecho a una educación integral en sexualidad y salud
reproductiva es una deuda social y política todavía pendiente en la agenda de
nuestro país en lo que a equidad y democracia se refiere. (de la democracia de
nuestro país. .)
Más allá de ello, la expectativa generada ante los posibles cambios en la que
predomina el miedo sustentado en premisas equivocadas,
información
desactualizada y una visión de la realidad y las necesidades de la juventud poco
objetiva y descontextualizada, no deja espacio a la posibilidad de que la propuesta
contribuya a devolver el derecho a la dignidad de la persona.
Esta situación pone en evidencia la importancia del enfoque de ( por lo que va en
aumento) la Educación Sexual Integral (ESI), que toma como referencia
información estadística sobre la vida cotidiana de víctimas de violencia de género
y grupos de la diversidad sexual, los derechos civiles de los que tienen una opción
sexual distinta tal como lo ha promovido el Sínodo de obispos . El Sínodo de
Obispos que se celebra estos días en el Vaticano señaló que, en la actualidad, la
familia se enfrenta a dificultades derivadas de la crisis económica pero también
provocadas por los medios de comunicación que "a veces proponen modelos que
inducen al adulterio" .El documento incluirá una parte sobre los divorciados vueltos
a casar y las parejas homosexuales.
Mucho se ha debatido sobre algunos temas tabúes que no son objeto pedagógico
sino de valoraciones propias de las familias. Pero es que, no nos estamos dando
cuenta de lo que están reflejando los estudios sobre estos aspectos. Para tener
una idea, uno de esos estudios se realizó en la Argentina en la cual se señaló que
en la “prueba piloto de la Primera Encuesta Nacional sobre PoblaciómTrans”,
realizada por el INDEC, el INADI y ONG de la diversidad sexual, reveló que, “casi
el 50 por ciento de las personas trans encuestadas, expresó su identidad de
género entre los 13 y los 17, y el 32,5 por ciento lo hizo antes de los 12 años.
Además, el 64 por ciento no completó la escuela secundaria y el 58 que concurre
vivió (atravesó) experiencias de discriminación por parte de compañeros o
compañeras”. Asimismo, estadísticas del Ministerio de Justicia y Derechos
Humanos de la Argentina, señalan que, al menos hasta 2011, “el 46 por ciento de
los casos de víctimas atendidas por la oficina de rescate fueron sobre explotación
sexual y el 15 por ciento eran menores de edad”. En cuanto a violencia de
género, “fue importante apuntar a las representaciones y a los prejuicios, porque,
por ejemplo, no hay cosas que ellas hagan que generen violencia, pero tienen que
entenderlo”. En cuanto a diversidad sexual,
todos debemos trabajar con la
generosidad porque se trata de la auto-estima y de la afectividad para que nos
demos una mirada y un diálogo sincero y no con hipocresía.
Entre los materiales y argumentos de algunos cientistas referido a esta
problemática, me pareció significativo el que se ha manifestado a través de un
escrito titulado ¿Reir o llorar? de Jorge Sarsanedas. Este autor, en torno al
debate sobre este tema expresaba que, Tiene que haber educación en la
sexualidad. El juicio más duro lo enfatizaba en esta orientación. Consideraba que
la objeción más expresada por los opositores de la ley, es que manifiestan que la
educación en la sexualidad tiene que empezar en la familia. ¡Por supuesto que sí!
Y el proyecto de ley lo acepta expresamente. Pero ¿y qué hacemos con las
personas que nacen en hogares inestables (un 75% del total)? Igualmente una
encuesta de un investigador en sociología mostraba que un 50% de los
adolescentes tenían sus relaciones sexuales en la casa de los padres de familia.
Entonces, cuál es la prédica de la moral victoriana para imponerla como el único
estándar de la moral. ¿Quién imparte esa formación tan imperiosamente
importante? ¿Cómo la van a iniciar quienes la tienen precariamente o no la
tienen?
En la transversalidad de la educación sexual el principal principio es el cuidado, lo
que en el Sur se le llama el “buen vivir”. Al respecto coincido con Sarsanedas
cuando sostiene que, tenemos que formar en valores, en una sexualidad
integral que va más allá de la genitalidad. ¡Por supuesto que sí! Y esto, el
proyecto de ley lo contempla. Lo que no se puede hacer es concluir de la
propuesta de ley que de ahí van a surgir los abortos y el desenfreno sexual. ¿Por
qué no atacan con el mismo empeño la propaganda de drogas legales como el
ron, la cerveza, el seco, si de su consumo está claro y confirmado que surgen
muchísimos más problemas sociales? ¿Por qué no se tiene la misma fuerza para
enjuiciar a los monopolios de los medios de comunicación social que deforma la
educación de los jóvenes con culebrones de novelas como el drama Colombiano
“sin teta no hay paraíso”. En esa misma dirección por las redes sociales y los
filtros informáticos de las páginas que se adquieren donde se manifiesta la
crueldad, el bulling, el hedonismo y las parafilias, sin que la iglesia de cualquier
denominación, las organizaciones de las familias, o el Estado, regulen estas
actividades que son un atentado a la dignidad, a la ética y a la calidad de la vida.
En lo que si estamos de acuerdo es que no debemos perder la oportunidad de
promover la educación sexual integral en una etapa de las más difíciles de
nuestras vidas.
Estoy dispuesto a ser parte de esta utopía cuando las
personas se reconocen entre sí, cuando se comprenden y no se agreden, cuando
saben escuchar las razones del otro porque le permiten expresarlas, cuando
saben que sin el otro yo no sería Yo, cuando recuerdan (porque lo leyeron o
porque lo escucharon), el artículo esencial de la Declaración de Derechos
Humanos de 1948: toda vida es sagrada y merece respeto.
¿Cuál es, sin embargo, su valor de verdad? Tal como lo hicieron en 1979 cuando
derogaron la Reforma Educativa, ahora esos mismos son dueños de la
inquisición, porque nos oponemos a la ley de la educación sexual cuando solo
está referida a crear una plataforma de los derechos humanos de los adolescentes
y dignificar su vida. Camus desarrolla su propuesta diciendo que decidir si la vida
tiene o no sentido, merece ser o no vivida, es el problema axial de la existencia
humana.
Dr. Olmedo García
Panamá 14 de octubre del 2014
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