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Cuadernos de ALDEEU
Teruel, José. Los años norteamericanos de Luis Cernuda. Valencia: PreTextos, 2013. ISBN 978-84-15576-41-9. 268 pp.
Al irse de Inglaterra y anticipando su llegada a este continente, decía
Cernuda en tono esperanzado, pensando en el paisaje de Nueva Inglaterra:
“¿Cómo serán los árboles aquellos?” Se trasladó a México (que había
visitado durante sus vacaciones) con aun más impaciencia, ya que era esa una
tierra hispana y soleada en la que había hallado un nuevo interés amoroso.
Sin embargo no tardaría mucho en desilusionarse de un país a cuyas gentes
consideraba “embusteros” y “falsos.” Y es que, en vida del poeta, raramente
coincidieron “la realidad y el “deseo” (título de su poesía completa).
Es ése uno de los ejes del libro de JoséTeruel que nos ofrece un estudio
histórico-temático del exilio americano de Luis Cernuda. El poeta rechazó
los estudios biográficos por ser incapaces de captar lo que más importa
en el artista. De ahí que su ensayo “autobiográfico” sea “Historial de un
libro” (1958), siendo su libro lo que le importaba a él y lo que quería que
les importara a sus lectores. Una pauta semejante sigue Teruel, aunque más
volcada hacia el hecho vital, en un libro cuya impronta describe como un
análisis que se apoya en la “conjunción ambivalente entre el hombre y el
poeta” (21) En Gran Bretaña Cernuda terminó Las nubes (1937-1940) que
habٌía iniciado en España, escribió Como quien espera el alba (1941-1944) e
inició Vivir sin estar viviendo (1944-1949) que concluiría en Massachussetts.
Un corto capítulo 2 se acerca a los detalles de su salida de Inglaterra y su
viaje a Mount Holyoke College, desde donde lo había llamado Concha de
Albornoz, ofreciéndole un puesto de Assistant Professor que Cernuda aceptó
con entusiasmo. Los capítulos 3 a 5 tratan de la vida y la obra de Cernuda
durante su estancia en Mount Holyoke (fines de 1947 a fines de 1952).
El aislamiento vital e intelectual que pronto empezaría a sentir en Nueva
Inglaterra fue un tanto mitigado por sus docencias de verano en Middlebury
College, donde se encontró con Guillén, Salinas, y otros intelectuales
refugiados que también dieron allí cursillos de verano. Sus dificultades en
el trato humano, sin embargo, no disminuyeron, aun entre aquellos que
mejor lo conocían y apreciaban. Por otra parte sus años en Mount Holyoke
fueron fértiles; allí termina Vivir sin estar viviendo y empieza Con las horas
contadas (1950-1956), perfeccionando la técnica del monólogo interior.
Desde el punto de vista biográfico los capítulos 6, 7 y 8 destacan la
gradual desilusión del poeta con la Nueva Inglaterra y Mount Holyoke,
desilusión que crece según sus varias estancias en México hasta que se instala
allí en 1952. Su labor sigue siendo intensa. Compone Variaciones sobre tema
mexicano en 1950 (publicado en México en 1952), una obra cuya valoración
ha ido aumentando, termina su traducción de Troilo y Crésida, empieza
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Estudios sobre poesía española contemporánea. También inicia el poemario
Con las horas contadas.
En el capítulo 9 Teruel se centra en la obra crítica de Cernuda, y en
particular en su acercamiento a Cervantes y Unamuno como poetas. Ya en
México se instala en casa de Concha Méndez. Con el apoyo de Octavio Paz
obtiene un puesto en la UNAM, y el poeta mexicano también le facilita los
trámites con el “Fondo de cultura económica” para la tercera edición de La
realidad y el deseo que se realizará en 1958. Terminará Estudios sobre poesía
española contemporánea en 1955 que aparece en España en la imprenta
Guadarrama en 1957. En la valoración cernudiana de Cervantes y Unamuno
como poetas, Teruel enfatiza la defensa y reivindicación de la labor poética
de Cervantes, como ejemplo, para el poeta sevillano, del artista frente al
mundo (reflejo de su propia actitud), y como reacción a la crítica erudita.
Unamuno encarna, para Cernuda, el alto romanticismo español que no se
dio en el siglo XIX. (Es de notar que la crítica sobre Cernuda también tiende
a identificar en él la misma tendencia). A final de cuentas es Unamuno, para
Cernuda, y a pesar de su “dureza de oído” y su ocasional “tosquedad de
expresión,” el mayor poeta español “en lo que va de siglo.”
Cernuda hizo trámites para poder volver a enseñar en los EE.UU.,
atraído por la mejor remuneración que anticipaba y su disgusto con las
condiciones de su enseñanza en México. Obtiene un puesto de verano en
UCLA adonde va en junio de 1960. Volverá a los EE.UU. en agosto del año
61 a San Francisco State College con un contrato de un año, y después de
pasar el verano en México regresa a UCLA como professor invitado para
el año academico 1962-63. Teruel dice de Desolación de la Quimera que es
“el testamento poético de Cernuda” y un ajuste de cuentas con su época (el
título viene de una una cita de T.S. Eliot, “the loud lament of the disconsolate
Chimera,” del poema “Burnt Norton”). Aunque de contenido desigual, buen
número de los poemas de la colección son de los mejores de Cernuda, entre
otros “Mozart,” “Ninfa y pastor, por Ticiano,” “1936,” “Birds in the night,”
“Díptico español.” Cernuda muere en México, en casa de Concha Méndez,
en noviembre de 1963.
Teruel nos ofrece un excelente estudio de la trayectoria americana de
Luis Cernuda, lleno de sólidas informaciones y referencias, ponderado en
sus juicios y acertado en sus lecturas poéticas. Si algo falta es insuficiente
énfasis en la transformación y saneamiento del verso que efectuó Cernuda
al simplificar el léxico y acercar su verso al ritmo hablado, rasgos que han
dejado marcada huella en toda la poesía que siguió. Esto ya lo había propuesto,
si no tan radicalmente como lo llevaría a cabo Cernuda, el tan ajetreado
Campoamor. Los nietos y bisnietos de Cernuda se hallan dispersos en casi
todos los movimienos poéticos desde los años sesenta, hoy día, por ejemplo,
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no solo entre los llamados “poetas de la experiencia,” sino también en los que
practican poesía de tendencias “metafísicas” y hasta neosurrealistas. Cernuda
se sentiría justificado.
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