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"Narcotráfico, un problema global que se
pretende resolver con soluciones locales"
Francisco Thoumi, una de las personas que más sabe sobre narcotráfico en América Latina,
aduce que la discusión sobre la política antidroga es necesaria ante su evidente derrota.
No obstante, argumenta que es imposible mientras las convenciones internacionales amarren
a los países con normas “draconianas”. Thoumi, residente en Estados Unidos, estuvo en
Colombia y habló con Semana.com sobre cuáles son las contradicciones más protuberantes
en la manera como se enfrenta el tráfico ilegal de drogas.
El investigador desmiente que exista una relación directa entre los índices de violencia y la
producción de drogas ilícitas. “Hay un problema estructural en la cultura, que el narcotráfico
exacerba”, dice refiriéndose al aumento de los homicidios en ciudades como Medellín y Cali.
Para Thoumi, tampoco es cierto que la economía ilegal sea el motor de la legal y que por eso
“le conviene a los países desarrollados, como se ha dicho”. En su criterio, el prohibicionismo
empezó mucho antes del desarrollo de las potencias tal como se concibe hoy, por razones
culturales y religiosas. No obstante, cree que los países de la región deben abordar una
discusión más honesta, que podría estimular la apertura de un debate “global” de un problema
que se ha pretendido atacar con políticas locales.
Thoumi es economista de la Universidad de los Andes, con un doctorado de la Universidad de
Minnesota, fue coordinador de investigaciones del Programa Global Contra el Lavado de
Dinero.
También dirigió el Informe Mundial de Drogas de la ONU en 2000. Desde hace 20 años ha
estado dedicado al estudio del fenómeno del tráfico de drogas.
Semana.com: Usted ha sostenido que no es cierto que exista una relación directa entre
la violencia y el narcotráfico. ¿Por qué?
Francisco E. Thoumi: Para el análisis del tema del narcotráfico no se pueden utilizar los
mismos métodos de la economía, ni partir de los mismos presupuestos. Un ejemplo de eso es
que hay países que tienen las características necesarias para la producción de la coca, y no lo
hacen. Ecuador, que produce flores y las exporta, o banano, igual que Colombia, no cultiva
coca. México lleva traficando drogas 100 años, tal vez, pero la violencia solo estalló hasta
hace muy poco.
Semana.com: Entonces, ¿a qué se debe la violencia que padece México?
F.E.T.: Durante muchos años, el Partido Revolucionario Institucional de México (PRI), el
partido único, ejerció el control del tráfico. Es decir que las organizaciones de traficantes eran
una especie de franquicia del Estado. Estas le pagaban al partido un porcentaje para que se
permitiera la actividad ilegal. Pero ahora, el PRI perdió el control.
Cuando extraditaron a “Don Berna” me llamaron de la BBC para preguntarme si ahora si se
acabaría el narcotráfico en Colombia. Yo le dije al periodista: “perdóneme, pero a Pablo
Escobar lo mataron en 1993”. Eso no quiere decir que no haya que combatir el crimen, sino
que el problema no son las personas que están al frente de los carteles. Estamos
enfrentándonos a un fenómeno que tiene una dimensión cultural y social, pero sólo
respondemos con políticas.
Semana.com: ¿Cuáles son las dificultades para un debate sobre la legalización del
consumo de droga en un contexto prohibicionista?
F.E.T.: En Estados Unidos, en un encuentro para discutir el problema, un líder que había
tenido una experiencia de drogadicción decía: “yo si tengo autoridad moral para decir que la
prohibición es la solución”. Acá en Colombia la gente es violenta y hay índices de homicidios
altísimos por causa del narcotráfico. Alguien también podría decir que tiene autoridad moral
para reclamar la legalización.
Si uno hace un análisis de los dos argumentos encuentra que en el fondo están diciendo lo
mismo: “no quiero asumir la responsabilidad, la culpa la tienen los otros, no me pongan la
tentación”. Al final, es un diálogo de sordos, en el que las posiciones son radicalmente
distintas y no hay espacio para un debate.
Semana.com: Y entonces, ¿qué hacer?
F.E.T.: El problema es que el prohibicionismo controla la discusión, porque la mayoría de los
países firmaron convenciones que no pueden abandonar; y si lo hacen, se convierten en
indeseables. Mientras el debate no se abra, lo único que se puede hacer es tratar de vivir con
el prohibicionismo: las convenciones dicen que las drogas solo se pueden usar en la medicina,
que no se puede legalizar la producción ni el tráfico, que el consumo es un asunto de salud
pública, etc.
Semana.com: Lo que ocurrió en el Estado de Arizona, ¿no se puede interpretar como un
paso hacia la legalización?
F.E.T.: En EE.UU. los estados son autónomos, algunos tienen problemas que se han
agravado. Uno de esos problemas es el costo de las cárceles a las que llega mucha gente
pillada con drogas, y ese es un debate importante. En Arizona lograron aprobar el uso médico
de la marihuana. Es decir que solo se puede consumir con prescripción médica. Si el médico
reparte prescripciones necesarias o no, ese es otro problema. Si en California, en donde
también se discutió la legalización del cultivo y el uso de la marihuana, se hubiera aprobado,
seguramente esa norma hubiera llegado a la Corte Suprema y la hubiera tumbado.
Semana.com: Bolivia ha buscado la legalización del “mambeo” (mascar hoja de coca)
ante la ONU…
F.E.T.: El caso de Bolivia es muy ilustrativo de ese debate. Cuando se hizo la Convención
Única de 1961, se incluyó un artículo que prohibió la masticación de hoja de coca después de
25 años de que entró en vigor la norma, es decir a partir del 31 de diciembre del año 89. Evo
Morales, en 2009, pidió modificar la convención porque la nueva Constitución boliviana
reconoce el ‘mambeo’ como herencia cultural.
Diecisiete países objetaron la propuesta, entre ellos, Reino Unido, Francia, Dinamarca,
Alemania, Bulgaria, México, y otros países que tienen programas de disminución del daño. Es
decir, que tienen una política para tratar los efectos potenciales del uso de drogas.
Curiosamente, México, que permite el uso del peyote (una especie de cactus) en ceremonias
indígenas, objetó el cambio en la convención. A ese tipo de contradicciones hemos llegado
con las convenciones.
Semana.com: ¿Qué papel juega el gremio médico en ese debate?
F.E.T.: Uno de los gremios que más se opone a la legalización es el médico, pues es el que
tiene el monopolio de la medicación. Ellos son los que dicen qué debe y qué no debe consumir
una persona. Ese monopolio da lugar a cosas descabelladas como el hecho de que Estados
Unidos gasta el 18 por ciento de su presupuesto en salud y hay 50 millones de personas que
no tienen cobertura.
Semana.com: ¿Qué importancia tiene la diferencia entre el tipo de sustancias
consideradas ilícitas para un debate sobre la legalización?
F.E.T.: La marihuana, el opio, la coca, la heroína, todas, se miden con el mismo rasero de la
convención: solo son para uso médico. Pero si uno piensa en una política basada en criterios
más científicos y racionales debe tener en cuenta cuáles son los efectos de cada una.
Normalmente las clasifican en tres grandes grupos. La palabra narcóticos se extendió a todas,
porque en la Comisión de Shanghái de 1909, cuando se trató de combatir el tráfico de opio,
principalmente. Y los narcóticos se derivan de los opiáceos. Uno nuca encontrará una persona
violenta bajo el efecto de un opiáceo, la gente se vuelve violenta es después, por el síndrome
de abstinencia. En algunos países europeos le dan heroína a los adictos y han comprobado
que la gente puede tener una vida medianamente normal siendo adicta.
También están las alucinógenas como el LSD, y las estimulantes como la cocaína, que se
asocia más a la violencia. El efecto del consumo, sin embargo, depende del estado de ánimo y
del momento en el que se consumen. Pero el tratamiento de las drogas como un todo impide
que se debatan las distinciones y las responsabilidades legales que cabrían en cada caso.
Semana.com: Y las legales…
F.E.T.: En este momento en Estados Unidos hay un problema muy grave y es que las muertes
por sobredosis están relacionadas con drogas legales. La razón es que esa sociedad está
sobremedicada. Se tiene la idea de que uno tiene que ser feliz. Entonces, ante una tristeza
hay que tomar una pastilla. Cada vez aparecen más “síndromes” o “desórdenes”, como lo
llaman los médicos. En algunos escenarios he dicho que al paso que vamos, la vida se nos ha
vuelto una enfermedad.!
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