Número 29 (abril 2016) ISSN: 2340-8081 ontrapunto Publicación de Crítica e Información Literaria Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” CONTRAPUNTO Abril 2016, N.º 29 Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” Abril 2016, N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” Comité de Redacción Dirección Fernando Larraz Coordinación Ainhoa Rodríguez Leal Cristina Somolinos Molina Coordinación del número Javier Ignacio Alarcón Consejo de Redacción Soledad Abad, Gema Cuesta, Candela Fernández, María González, Sofía González, Javier Helgueta, Noelia Izquierdo, Verónica Jiménez, Raquel López, Paula Mayo, Andrea Merino, Eduardo Montoza, Yara Pérez, Alejandro Rivero, Víctor M. Rodríguez, Cristina Ruiz Moro, Ismael Ruiz, María Sánchez, Fabiola Stoian, Cristina Suárez. Este número especial de Contrapunto se publica con motivo del Festival de la Palabra que organizan el Ayuntamiento de Alcalá de Henares y la Universidad de Alcalá. Diseño y Maquetación María Durán Vaquero, Ignacio Garcés Fernández, Natalia Garcés Fernández Imagen de portada Contrapunto, sincrograma de Eduardo Scala Imprime Algorán Depósito legal M-5433-2016 ISSN 2340-8081 FIRMA INVITADA MIRADAS La excentricidad de la literatura mexicana 9 Francisca Noguerol Fernando del Paso: un Cervantes polifacético 13 Ainhoa Rodríguez Leal y Cristina Somolinos Molina (Me)Chicanos sin patria: los inicios de la literatura chicana en EE. UU. 18 Alejandro Rivero Cine mexicano: contribuciones del exilio 27 Víctor Manuel Rodríguez Padilla BIBLIOTECA CLÁSICA Una mirada grotesca sobre la realidad: Palinuro de México 35 Javier Ignacio Alarcón Vine a Comala y lo hice para quedarme 40 Soledad Abad Sísifo en América 44 Víctor Alarcón Cuentos mexicanos, cuentos exiliados. Max Aub, con pilón 48 Fernando Larraz Los de Abajo y la Revolución Mexicana 52 María Sánchez Mujer y criolla: Sor Juana Inés de la Cruz y Los empeños de una casa, comedia de capa y espada 56 Raquel López Teatro misionero en México como método evangelizador 62 Ivana Krpan FLECHAS LITERARIAS Fuentes Gonzalo Escribano 67 RESEÑAS ¿Y José Trigo? 71 Cristina Somolinos Molina El jardín con la escalera al cielo 74 Dulce Galván Porque lo fantástico está a un viaje de distancia 76 Juan Arturo Martínez Paz El delirio de la memoria encerrada 79 Cristina Suárez Muerte (contemporánea) súbita 82 Noraedén Mora Méndez Un poema sobre una red de prostitución 85 Javier Ignacio Alarcón Asentamiento 88 Carlos Colmenares Gil La constelación del olvido 90 Cristina Ruiz Moro Eisenstein, su sexualidad al destape 93 María González Una nueva épica del oeste 96 Javier Ignacio Alarcón VOCES Entrevista a Paulina del Paso ARTÍCULOS Silente caja de resonancia: la obra callada de Octavio Paz 99 Sofía González Gómez y Paula Mayo 109 Javier Helgueta Manso México como escenario teatral: Rodolfo Usigli y la búsqueda de la identidad a través de los gestos Verónica Jiménez Moreno 128 FIRMA INVITADA La excentricidad de la literatura mexicana Francisca Noguerol Siempre me interesaron los escritores “raros”: aquellos autores que entienden la literatura como una celebración, que respetan y saborean el lenguaje en cada palabra, que disfrutan experimentando con los géneros y saltándose a la torera cualquier convención estructural, imaginando disparates, satirizando sobre sus sociedades y, sobre todo, haciendo gala de una imaginación desbordante. En esta situación, ¿cómo no iba a convertir a la literatura mexicana en mi principal objeto de estudio? El encuentro en el ya lejano 1990 con la prodigiosa y breve obra de Augusto Monterroso —entonces aún más exigua en títulos— me hizo abandonar una investigación anterior con la que podría haber completado cómodamente una tesis —sin ningún entusiasmo, eso sí— y prometerme que ahondaría en la veta literaria de Tito, hondureño-guatemalteco pero el más mexicano de los escritores según él mismo me reconoció en nuestro primer encuentro en “La guadalupana” de Coyoacán. Y todo porque mi autor —muy alejado de enfurruñamientos vanguardistas— basaba su escritura en la exigencia y la ironía, la inteligencia y el amor a la buena escritura, la tolerancia y el amor a los clásicos. Tras doctorarme, sabía que afortunadamente había mucho camino por recorrer en este sentido por las letras mexicanas: la revisión de los ateneístas (en especial, Julio Torri y Carlos Díaz Dufoo Jr.), quienes con su apuesta por la brevedad se convirtieron en primeros autores de minificción en español 7 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” —ahí encontré otro increíble venero de placer para las páginas que escribiría en el futuro—; la reivindicación siempre necesaria de Juan José Arreola, solo parangonable en su capacidad para iniciar tradiciones literarias a Jorge Luis Borges; la lectura inagotable de la “generación del medio siglo” —recalé, sobre todo, en la obra alta y plural de José Emilio Pacheco, aunque no pude menos de admirar el gótico en la obra de Francisco Tario, Amparo Dávila o Inés Arredondo—; y, avanzando en el tiempo, el lirismo y la intensidad de las prosas inclasificables de Guillermo Samperio, René Avilés Fabila, Cecilia Eudave, Bárbara Jacobs, Mario Bellatín y tantos otros gozadores del idioma. En ese camino encontré algunos recodos especialmente atractivos: la poesía barroca y sensual de Coral Bracho; la obra de algunos autores del “crack” —Jorge Volpi, Ignacio Padilla— y su extraordinaria deriva de los últimos años; la práctica de misceláneas en Alejandro Rossi y Sergio Pitol; la subversión del policial en creadores interesados más por la metafísica y el concepto de simulacro que por encontrar un culpable del crimen; el cultivo de la ciencia ficción en todas sus variantes —cyberpunk, gótica, negra— en nombres tan relevantes como el de Bernardo Fernández “BEF”; la visión de la nueva novela histórica en obras totales como Noticias del imperio, de Fernando del Paso. En estos momentos, me interesa especialmente el cultivo de una estética que he denominado de “barroco frío”, marcada por el delirio, los “realismos alegóricos” y las estructuras complejas, visible en narradores de la última hornada tan destacables como Álvaro Enrigue o Heriberto Yépez. Todo ello da idea de la buena salud de una literatura tan compleja como variada, que en los últimos diez años ha logrado nada menos que cuatro premios Cervantes: Pitol, Pacheco, Poniatowska y Del Paso. Todos ellos, sin 8 FIRMA INVITADA duda, unidos por la “P” inicial de sus apellidos y la “perfección”, “primor” y “poesía” inscritos en sus poéticas. ¿Alguien puede dar más en el terreno de la literatura actual en español? 9 MIRADAS Fernando del Paso: un Cervantes polifacético Ainhoa Rodríguez Leal y Cristina Somolinos Molina Cada año, en el 23 de abril, Alcalá de Henares se convierte en la ciudad de la literatura escrita en lengua española. Este 2016, en el tradicional acto caracterizado por la solemnidad y el boato que se celebra en el escenario del paraninfo de su Universidad, el narrador, ensayista y poeta mexicano Fernando del Paso recibe el Premio Cervantes correspondiente al año 2015. De este modo, Del Paso se convierte en el último galardonado del premio literario bautizado en honor a Cervantes, otorgado por el Ministerio de Cultura español, que, en su interés por establecer un corpus que constituya el canon de la literatura en lengua española, reconoce la labor creadora de los escritores y escritoras de España y Latinoamérica. En el caso de Fernando del Paso, sus sesenta años como escritor lo consagran como el sexto mexicano en recibir este galardón: Octavio Paz (1981), Carlos Fuentes (1987), Sergio Pitol (2005), José Emilio Pacheco (2009) y Elena Poniatowska (2013) son los anteriores escritores mexicanos premiados. El Cervantes supone un reconocimiento a la obra de Del Paso, que destaca por su versatilidad. El autor ha cultivado géneros como la narrativa, en donde destacan las novelas José Trigo (1966), Palinuro de México (1977) y Noticias del Imperio (1987); el ensayo, entre los que figuran El coloquio de invierno (1992) —ensayo que escribe conjuntamente con otros dos reconocidos autores latinoamericanos, Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes—, Viaje alrededor del Quijote (2004) y Bajo la sombra de la historia: ensayos sobre el islam y el judaísmo (2011); la poesía, cuya producción comienza con Sonetos de lo diario en 11 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” 1958, aunque no será hasta los años noventa cuando desarrolle su lírica con poemarios como Paleta de diez colores (1990), Sonetos del amor y de lo diario (1997) o PoeMar (2004); y el teatro, con obras dramáticas como La loca de Miramar (1988) —adaptación de un monólogo de Carlota en Noticias del Imperio—, Palinuro en la escalera (1992) —que conforma un capítulo de la novela Palinuro de México— o La muerte se va a Granada (1998) —basada en la muerte del poeta granadino Federico García Lorca—. Además de su extensa obra literaria, Fernando del Paso es pintor y dibujante, y su obra gráfica ha sido expuesta en galerías de México D. F., París y Nueva York. Fernando Del Paso comienza su andadura como escritor en los años sesenta, al calor del fenómeno del boom de la novela latinoamericana y, por tanto, marcada por una comunicación fluida con otros creadores de América Latina, tales como Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Alejo Carpentier, José María Arguedas, Juan José Arreola o Mario Vargas Llosa, entre otros, por la apertura de mercados editoriales a los que era complicado acceder hasta entonces y por una intensa renovación de los lenguajes narrativos, así como de la manera de percibir las posibilidades de la ficción narrativa. Desde este punto de vista, la obra de Del Paso se configura como una exploración del lenguaje y como un intento abarcador y totalizante, que contrasta con el movimiento literario denominado de la “onda” mexicana, vigente durante la década de los sesenta y caracterizado por dar cuenta de un espíritu juvenil y rebelde, y por incorporar elementos procedentes del pop, rock and roll, drogas, etc. Del Paso, con una intención enciclopédica y con un estilo desbordante, ensaya una reconstrucción de la historia de México en sus novelas que trata de representar la complejidad de los procesos históricos y las situaciones de dominio que se han sucedido en el tiempo. En un afán de despliegue de medios, los universos narrativos así creados plantean un reto 12 MIRADAS intelectual a los lectores, que han de seguir la construcción novelesca a través de los hilos que mueven a los personajes y las digresiones de diverso tipo con las que alterna la acción. Si por algo es reseñable la labor creativa de Fernando del Paso es por su carácter polifacético, de tal modo que ha sido al mismo tiempo —como ya hemos indicado— narrador, poeta, ensayista, dramaturgo, dibujante y pintor. En su faceta profesional también destaca esta versatilidad, ya que, a lo largo de su vida, compagina su trabajo creativo con el desempeño de cargos en la diplomacia mexicana. Fernando del Paso nace en 1935 en Ciudad de México mostrando, desde joven, interés por la literatura y el dibujo. A pesar de su vocación cultural, decide estudiar Medicina, carrera que abandona poco después para cursar Economía y un seminario de Literatura en la Universidad Nacional Autónoma de México. Su trabajo como escritor comienza en 1955, escribiendo para varias agencias publicitarias, además de trabajar como periodista y locutor. Durante estos años, Del Paso empieza a desarrollar su actividad como poeta, publicando su primer poemario, Sonetos de lo diario, en 1958. En 1965 recibe la beca del Centro Mexicano de Escritores y en 1966 publica José Trigo, una de sus novelas más destacadas, en la editorial Siglo XXI. José Trigo es una novela en la que se advierte una preocupación por el lenguaje y la manera de articular la realidad a través de él, al tiempo que plantea una discusión de los problemas sociales del México de los años sesenta. El centro de la acción reside en la huelga de los ferrocarrileros mexicanos que tuvo lugar entre los años 1958 y 1959, en la que la demanda principal era el aumento de salarios. La novela refleja la represión que el gobierno practicó sobre el movimiento obrero mexicano, así como la proliferación de dirigentes sindicales charros o aliados con el poder. El narrador, afanado en la búsqueda de José Trigo, recorre 13 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” el campamento Este y Oeste de Nonoalco-Tlatelolco y, con la intención de hacer un recorrido por la historia mexicana, recorre tres momentos históricos, que se corresponden con la sociedad indígena, colonial e independiente, y en cada una de ellas el narrador trata de sacar a la luz la estructura de dominación y de recuperar la perspectiva de los oprimidos. No es hasta 1977 cuando publica su segunda novela, Palinuro de México, que escribió en Londres, donde trabajaba como productor de programas de radio, además de como escritor y locutor en la BBC. Palinuro de México es una novela en la que la experimentación adquiere una dimensión central: en ella, la historia de México queda enmarcada en una actitud enciclopédica y los materiales con los que se construye son muy heterogéneos. En la novela, se relatan las andanzas de Palinuro, un joven estudiante de Medicina, pero el marco histórico resulta ser muy amplio: desde la historia de los antiguos pueblos mesoamericanos hasta la muerte de Palinuro en la Matanza de Tlatelolco de 1968. Al mismo tiempo, México es solo uno de los espacios en los que se centra la novela, ya que también aparecen Londres y París. En 1985, Del Paso deja Londres y se traslada a París como consejero cultural en la embajada de México y como escritor y productor en Radio France Internationale. Es en este año cuando Palinuro de México se traduce al francés, consiguiendo el reconocimiento de la crítica francesa y el premio como Mejor Libro Extranjero en Francia. Su novela más aclamada, Noticias del imperio —considerada, en 2007, como la mejor novela mexicana de los últimos treinta años por la revista Nexos—, no se publica hasta 1987. Noticias del imperio muestra el interés y la curiosidad de Del Paso por explorar diferentes géneros narrativos. Es una novela histórica que trata sobre los años de Maximiliano de Habsburgo y su esposa Carlota en 14 MIRADAS México, así como su trágico final. En ella, se da una recopilación de diversos puntos de vista que plantean la posibilidad de una comprensión total del hecho histórico. Así, al testimonio de Carlota de Bélgica se contrapone toda una serie de narradores, narratarios y de puntos de vista. En 1989 fue nombrado cónsul general de México en París, cargo que ocupa hasta 1992. En los años noventa Fernando del Paso regresa a México como director de la Biblioteca Iberoamericana Octavio Paz de la Universidad de Guadalajara, y comienza a desarrollar su carrera como poeta y dramaturgo. Su última novela, publicada en 1995, es Linda 67. Historia de un crimen, la cual constituye una incursión del autor en el género negro. En suma, Fernando del Paso es un narrador que no deja nada en el tintero: su afán de búsqueda y su curiosidad hacen que a lo largo de su carrera literaria transite por diferentes géneros. En su necesidad de considerar distintas formas de abordar la relación entre el lenguaje y los problemas que este plantea para representar la realidad, Del Paso encuentra el molde literario como un modo de experimentación en busca de la mejor manera de decir y de representar las relaciones entre el individuo y el mundo que lo rodea. 15 MIRADAS (Me)Chicanos sin patria: los inicios de la literatura chicana en EE. UU. Alejandro Rivero A la hora de hablar de las diferentes corrientes pertenecientes a esa literatura tan amplia y compleja comúnmente denominada “hispanoamericana”, nos encontramos con un subgrupo muchas veces olvidado por la Academia hispánica peninsular: la literatura de raíces mexicanas producida en los Estados Unidos, también conocida como chicana. Y es que si bien existe una tremenda fascinación ibérica por la literatura de las excolonias americanas, este sentimiento parece apagarse cuando esta producción literaria se “independiza” de su tradición colonial, reflejando la influencia disruptiva de otras lenguas como el inglés. En el caso chicano, los escritores, ya sean de origen migrante o pertenecientes a los pueblos conquistados a México por EE. UU. en el siglo xix, no solo nos presentan unos textos híbridos sino que también nos muestran una clara línea evolutiva muy distintiva de sus congéneres sureños. La primera literatura chicana, popularizada en ámbitos académicos anglosajones a partir de los años setenta, se caracteriza, en su faceta social, por su denuncia de los distintos tipos de opresión política a la que la población anglo-mexicana hace frente en su vida diaria; y por otro lado, quizás más filosófico, también muestra un interés por explorar la (de)construcción de su identidad étnica fuera tanto de la cosmología mexicana como de la estadounidense. Esto, junto con los elementos estéticos y técnicos que toma de las literaturas norteamericana e hispanoamericana, hace de esta corriente literaria un conjunto de artefactos únicos nunca antes experimentados en la tradición hispana o anglosajona, producto de la conflictividad social americana de los sesenta. 16 MIRADAS Aunque tremendamente relacionadas con la producción cultural hispana de inmigración en EE. UU., el contexto sociohistórico en el que se desarrolla hace de la literatura chicana un ente autónomo con unas características que impiden un análisis basado en un acercamiento tradicional a la narrativa mexicana de inmigración. En primer lugar, el término puede parecer ambiguo, pues no solo engloba los textos producidos por los migrantes mexicanos en el contexto estadounidense sino, también, aquellos creados por la población originalmente mexicana que había habitado el sudoeste estadounidense antes incluso de la cesión de sus territorios a EE. UU. Esta distinción tiene una gran influencia en la temática de ambas corrientes, pues si bien ambas cuentan tanto con una base epistemológica similar (la filosofía occidental) como con una tradición literaria común enmarcada en el canon europeo, la variante “migratoria”, en su intento de reconstruir una identidad alternativa a la impuesta por la hegemonía de las trece colonias, encuentra un espejo étnico y una fuente de inspiración en México, un lugar en el que el escritor, pese a seguir siendo un desplazado, no es el mismo “otro”. En cuanto al literato mexicano-estadounidense, se ve privado de este otro lugar de seguridad identitaria ya que, por un lado, ve al aparato norteamericano adueñándose físicamente de su hogar y, por otro, es incapaz de acudir a su México original para encontrar el reflejo cultural que le permita crear una identidad, pues la extensa colonización ideológica ha hecho mella en la mentalidad de su pueblo y esto hace imposible cualquier reconciliación con los valores plenamente mexicanos. Es, sin embargo, la combinación de ambas realidades dentro de “lo chicano” lo que hace que esta literatura se configure a sí misma, utilizando metodologías tanto postcoloniales como de la teoría de la migración. Pese a que durante los años 1960 y 1970 surge la época de mayor esplendor en las artes chicanas, sus orígenes se remontan a 1848 con el tratado de Guadalupe Hidalgo por el que Estados Unidos tomaba las provincias del 17 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” norte de México. Esta conquista, que ponía fin a una guerra de dos años entre norteamericanos y mexicanos, no supuso un exilio forzoso de las poblaciones indígenas sino, más bien, su asimilación como ciudadanos de segunda clase en el aparato liberal estadounidense. De este modo, los antiguos mexicanos comenzaron un proceso de transculturación que, eventualmente, crearía una clara distinción entre los nuevos “chicanos” y sus congéneres en la madre patria. Existen muchos factores que motivaron este cambio: en primer lugar, la anexión implicó la absoluta pérdida de participación gubernamental a nivel estatal y provincial de la población de habla española, ya que el gobierno estadounidense abolió el derecho de las personas de etnia “hispana” a ser elegidas como representantes ante los organismos políticos de importancia nacional. Esto hizo, en segundo lugar, que la población mexicano-estadounidense fuera rápidamente relegada a pertenecer a una clase obrera similar a la de otros sujetos coloniales en los territorios de ultramar británicos o franceses; no obstante, su nuevo estatus contaba con una particularidad importante: la alterización del mexicanoestadounidense (el proceso por el que comenzaba a ser considerado como “el otro” en el discurso estadounidense) suponía un problema al binarismo discursivo occidental, pues ya existía un “otro” afroamericano en condiciones de esclavitud cuyas características eran incompatibles con las del sujeto mexicano, principalmente debido a que este ya había sido parcialmente occidentalizado durante la colonización española. El resultado sociopolítico fue la imposición de un modelo económico colonial en la sociedad chicana que, sin embargo, no conllevó las clásicas y siempre ineficientes políticas de exterminio cultural y lingüístico que caracterizaron las situaciones coloniales africanas y asiáticas. Al menos hasta principios del siglo xx. 18 MIRADAS Es entonces con el inicio de los grandes movimientos sociales norteamericanos (feminista, afro-americano, homosexual y hippie) cuando la población chicana toma una clara conciencia de clase revolucionaria y de gran importancia para la política nacional estadounidense. Si bien es cierto que siempre existió una resistencia cultural a la opresión norteamericana, palpable en novelas tempranas como Vida de un ranchero (1877) de José del Carmen Lugo (1813) y Tough Trip Through Paradise (1878) de Andrew García (1853) o la recopilación de cuentos tradicionales de Josefina Niggli (1910) titulada Mexican Village (1945), las condiciones socioeconómicas de los años sesenta hicieron que la revolución cultural chicana transgrediera las barreras clasistas y racistas que la habían limitado hasta entonces. Esto es debido a 19 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” que en estas fechas la población marginalizada de Estados Unidos, liderada políticamente en el suroeste por el Movimiento Chicano de César Chávez, generó una maquinaria cultural liberacionista como respuesta a la paradoja discursiva del establishment estatal, que defendía por un lado la liberación nacional de grupos étnicos tradicionalmente reprimidos por Occidente (la independencia de la India o la creación del estado judío en Palestina) mientras a nivel interno aplicaba las mayores políticas de represión cultural de la historia del país. Así, el nuevo pensamiento de la “clase” chicana se vio reflejado de gran manera en la temática, estilo y propósito de su producción literaria. En esta no solo se trata su experiencia étnica contemporánea y su lucha por los derechos civiles y laborales sino también conceptos más abstractos como el de la relación chicana con Aztlán, lugar mitológico azteca que opera a modo de enlace entre el pasado indígena y el mestizaje físico e ideológico con Occidente de los chicanos, o el problema de la construcción colectiva chicana como comunidad de sujetos independientes a caballo entre lo mexicano y lo norteamericano. En esta línea, dentro de la lucha chicana surgieron movimientos artísticos como el famoso Teatro Campesino del dramaturgo Luis Valdez (1940), quien en 1965 elaboró un modelo teatral itinerante (a la manera de Lorca en España a principios del siglo xx), cuyo propósito fue llevar concienciación política y educación artística a las zonas rurales hispanas del sudoeste estadounidense con mayor porcentaje de analfabetismo. De estos años datan muchas de sus obras teatrales más conocidas como The Shrunken Head of Pancho Villa (1963) o Los Vendidos (1967), caracterizadas por su alto contenido reivindicativo y el intento de encontrar una identidad que reconcilie el individualismo liberal con la ideología tradicionalista mexicana, búsqueda que culminaría con su obra maestra Zoot Suit (1979), estrenada ya en Broadway y que tendría una 20 MIRADAS gran influencia en la escena chicana subsiguiente. Así, esta estela fue seguida por dramaturgos como Jorge Huerta (1940) con su obra maestra La Víctima (1977), tremendamente influida por el teatro brechtiano, o Fausto Avendaño (1943) y su El Corrido de Aztlán (1979), donde la búsqueda de identidad adquiere tonos propios del realismo mágico hispanoamericano. Si este nuevo teatro sirvió para expandir el deseo revolucionario en la población chicana y una alternativa representacional, la oficialización del discurso y su inclusión académica vendría de la mano de novelistas como Rudolfo Anaya (1937), José Antonio Villarreal (1924) o Tomás Rivera (1935). Con Pocho (1959), de Villareal, se inicia lo que conocemos hoy en día como novela chicana, pues esta representa una transición desde la narrativa mexicano-estadounidense al redescubrir y recuperar los valores de la novela tradicional mexicana bajo unas técnicas narrativas claramente influenciadas por el mundo anglosajón. Este camino lo seguirían Ron Arias (1941) y su Road to Tamanzuchale (1977) y Anaya con Bless me Última (1976), ligando, como ya hiciera Avendaño, el realismo mágico a esta nueva literatura. Estos no solo evocan el mito de Aztlán como espacio vital de los chicanos, sino que también crean una representación cultural independiente al presentar personajes siempre olvidados en las narrativas mexicano-estadounidenses, como las curanderas, a quienes se hará representantes absolutos de su mundo marginal. Es interesante remarcar que si bien la gran mayoría de estas novelas están escritas en spanglish, también existen autores que trataron estas temáticas en lengua española como Tomás Rivera con Y no se lo tragó la tierra (1971), explorando la experiencia y problemática social de los jornaleros migrantes en un mundo en el que ni son plenamente chicanos tradicionales ni mexicanos, o Alejandro Morales (1940), quien en Caras viejas y vino nuevo (1975) se adentraría en la mentalidad de los “chicanos de barrio” de las grandes urbes californianas. 21 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” En cuanto a la poesía, sus líneas temáticas siguen las del mestizaje e independencia cultural de sus homólogas teatrales y novelescas. Quizás la obra más representativa del movimiento chicano de los 1960 sea I am Joaquin (1967) de Rodolfo Gonzales (1928), poema cuasi-épico en primera persona en el que el autor recrea la lucha histórica de liberación chicana del opresor capitalista y llama a la población mexicano-estadounidense a una revolución total. En el campo de la experimentación lingüística encontramos autores como Alurista, pseudónimo de Alberto Baltazar Urista (1947), quien en obras como Nationchild Plumaroja (1972) o A’nque (1979) hace uso de su bilingüismo con el objetivo de crear una voz poética que sintetice las mentalidades hispana y anglosajona. Por otro lado, en lengua plenamente española encontramos Bajo el sol de Aztlan: 25 soles de Abelardo (1973) o Unos perros con metralla (1982) ambos de Abelardo Delgado, quien se caracteriza por la polarización de las realidades chicana y norteamericana, siendo “el poeta” un mensajero atrapado 22 MIRADAS en el binomio. Pese a tomar distintas formas, la poesía reivindicativa chicana mantiene la sinergia con sus vecinas narrativa y teatral, ofreciéndonos un mismo mensaje culturalista y anti-establishment. Por otro lado, sería interesante destacar en la literatura chicana la presencia de componentes insólitos en otras corrientes literarias coloniales. Y es que esta no tardó en asimilar en su canon las luchas de otros colectivos oprimidos como el de la comunidad LGTBQ o el feminista. Así, a la hora de tratar las dinámicas de género encontramos un corpus de escritoras de gran magnitud, más amplio incluso que el de escritores masculinos, pese a la importancia que, como hemos visto, se le da a estos últimos. En el campo de la novela sobresalen Berta Ornelas (1945) con In Come Down From the Mound (1975), Sandra Cisneros (1954) y su The House of Mango Street (1985), Alma Luz Villanueva con The Ultraviolet Sky (1988) o Lucha Corpi (1945) con Delia’s Song (1989); estas, pese a la diversidad de estilos y perspectivas, coinciden en el cuestionamiento de sus roles de género y su sexualidad tanto en el macroentorno estadounidense como en su propio colectivo chicano, atacando el machismo cultural del que el chicanismo hace gala. La interseccionalidad que esta clase de escritores introduce en su producción literaria llega incluso a la exploración de temas como la identidad homosexual dentro de un mundo predominantemente heterosexista como es el chicano. De este modo, encontramos escritos tempranos como la novela City of the Night (1963), de John Rechy (1931), la obra teatral The Day of the Swallows (1971), de Estela Portillo-Trambley (1936), o la obra poética en español de Francisco X. Alarcón (1954), resaltando Ya vas, Carnal (1985). Lo interesante de todas estas obras no es quizás la yuxtaposición de temáticas aparentemente distintas sino la rápida inclusión de estas en los albores de la corriente chicana (solo hay cuatro 23 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” años de diferencia entre Pocho y City of the Night), algo muchas veces olvidado para la crítica académica pero que sin duda hace única en su especie a esta literatura, pues en muchos otros contextos coloniales tenemos que esperar más de diez años para ver la inclusión de otras luchas no culturalistas. En definitiva, la literatura chicana, pese a tener un reconocimiento casi underground en el ámbito docente peninsular (en las clases de literatura hispanoamericana de las universidades apenas se estudia, si es que se hace), no surge desde luego como un constructo minoritario. Su gran variedad de formas, temáticas, funciones e influencias la hacen difícil de enmarcar tanto en la tradición hispanoamericana como en la anglosajona, creando así un híbrido que, aun dependiendo de estas dos cosmologías, acaba adquiriendo una representatividad propia. Desde el teatro a la poesía, pasando por la novela, encontramos un gran número de textos que inspiran una revolución cultural, muchos de ellos sobrepasando las barreras del etnicismo y cuestionando y remodelando aspectos como la normatividad sexual o los roles de género. Así, la literatura chicana se nos presenta desde sus inicios como una serie de objetos que, lejos del encasillamiento, forman una base compleja y plural que ha permitido su reproducción y evolución hasta nuestros días. Si bien hoy en día los problemas a los que se enfrentan los chicanos son, en parte, diferentes, su legado reivindicativo no se ha perdido, siendo sus textos primigenios todavía un referente para los autores latinos estadounidenses. 24 MIRADAS Cine mexicano: contribuciones del exilio Víctor Manuel Rodríguez Padilla Cine y exilio Durante el periodo de la guerra civil española, los artistas mexicanos mostraron total interés por lo que ocurría en la península ibérica. Cierto es que la industria cinematográfica mexicana estaba en expansión, pero también lo es que estaban claramente sensibilizados con los hechos que ocurrían dentro de nuestras fronteras. A pesar de las confusiones ideológicas y de tocar la temática de manera convencional, obras como La gran cruz (Raphael J. Sevilla, 1937) o Refugiados en Madrid (Alejandro Galindo, 1938) mostraban una imagen más o menos certera de aquello que afectaba a los españoles. Con la victoria de los “nacionales” en 1939, el bando republicano, repleto de intelectuales, vio cómo la emigración se convertía en la única salida a una vida entre rejas o quizás una suerte aún peor. Este éxodo afectó de manera notable a todos los sectores culturales del país, incluido el del cine. El presidente de México, Lázaro Cárdenas, se posiciona de parte del bando republicano, lo que supone la salida del embajador mexicano de España. Este hecho convierte a México en el destino de miles de españoles que eligen emigrar ante un periodo de postguerra que se antoja bastante largo y duro de la mano de un régimen dictatorial como el instaurado por Francisco Franco. Con Cárdenas se instaura en México una política de asilo para favorecer la llegada de aquellos españoles que se decidieran a cruzar el charco. Además, se ofrece para la creación de un gobierno republicano en el exilio con sede en la capital del Estado mexicano. 25 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” El cine mexicano ya había contado con colaboraciones españolas con anterioridad, sirvan como ejemplo Manuel Noriega o Ramón Pereda, por lo que no solo el motivo político incitó a que los intelectuales y trabajadores del cine se decidieran por establecer su nuevo hogar en el país norteamericano. Se podría decir que la guerra actúa como catalizador de las relaciones entre los cineastas de ambos países. También influye otro factor que solo afecta al cine y es que los hechos coinciden con la edad de oro del cine mexicano, que trascurre desde 1936 hasta 1959, siendo de especial esplendor aquella época que comprende los años de 1939 a 1945, coetánea a la segunda guerra mundial, provocado por la falta de producciones por parte de los Estados Unidos de América. En esta época es el momento en que comienzan a rodar sus primeras obras directores emigrados como Jaime Salvador, José Díaz Morales, Miguel Morayta, entre otros muchos. No solo los directores encontraron su lugar dentro de la industria del cine mexicano; también guionistas, músicos, cartelistas y un buen número de actores. El elevado número de trabajadores que llegan al sector del cine nos permite diferenciar, sin ningún tipo de pudor, un conjunto dentro del cine mexicano, comúnmente denominado “cine español en el exilio mexicano”. Se trata de una época en la que los cineastas españoles se acomodan en tierras mexicanas y comienzan una producción prolífica y de calidad, gracias a las buenas condiciones que rodean al cine mexicano y la buena disposición general ante estas obras. Esta corriente no toma un rumbo especial en tanto al estilo o temáticas que se venían desarrollando en la España previa al exilio. No son menos reseñables los cambios que sufrió el mercado del cine con la llegada de más de veinticinco mil españoles. La industria fue capaz de adaptarse a la metamorfosis que estaba sufriendo su público, ahora con 26 MIRADAS una gran presencia española. Las obras tornaron hacia nuevas temáticas, destacando aquellas que tocaban temas relacionados con el exilio. Además, también aparecieron géneros que hablaban sobre aquellos españoles que habían tomado tierra mexicana a fin de hacer dinero con las explotaciones agrícolas o ganaderas. Por último, no debemos olvidar mencionar todas las obras que situaban su acción en ciudades españolas, tratando temas comunes pero en un entorno que se antojaba más exótico para los mexicanos y más doméstico para los exiliados. El caso de Los olvidados de Luis Buñuel El inicio de los años cincuenta, México y Luis Buñuel (Calanda, 1900-1983) fueron los ingredientes para el cóctel perfecto que se materializó en la película neorrealista de título Los olvidados (1950). La guerra civil de España había acabado ya hacía una década pero Buñuel seguía en el exilio, pues su ideología, claramente opuesta a la del régimen dictatorial de Franco, impedía el regreso del cineasta maño. Esta suerte del destino hizo que Buñuel comenzara una etapa nueva de su cine. Habían pasado ya más de catorce años de su última obra en tierras españolas, Las Hurdes, fruto de un estudio antropológico del francés Maurice Legendre (París, 1878-1955), que, si bien se trataba de un documental, llevaba la seña del surrealismo más brutal del director. Algo más atrás quedaba su ópera prima, Un perro andaluz (1929), realizada en colaboración con el también artista español Salvador Dalí (Figueras, 19041989) o su viaje a Hollywood en los años treinta de mano de “la Metro” para hacer que el cineasta se familiarizara con los métodos de producción norteamericanos. Los olvidados nace de la colaboración de Buñuel con Óscar Dancigers (Moscú, 1902-1976), un productor francés de origen ruso que también 27 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” se encontraba en el exilio debido a la segunda guerra mundial. Ambos se conocieron durante las conversaciones sobre el proyecto de adaptar la obra La casa de Bernarda Alba (1945) de Federico García Lorca (Granada, 18981936), que quería llevar a cabo la viuda de Pierre Batcheff, intérprete de Un perro andaluz. Truncado el intento de adaptación —los derechos se habían vendido a un mejor postor—, Buñuel consigue por mediación del escritor mexicano Fernando Benítez (México, 1912-2000), que a su vez era secretario del Ministro de Gobernación, el permiso del consulado para vivir en México. Se puede deducir de lo ocurrido que Buñuel se sentía atraído por la posibilidad de poder crear en un ambiente que ya había sido conquistado por otros españoles exiliados. Dancigers, que ya contaba con cierto prestigio dentro de la industria del cine mexicano, ofreció a Buñuel la dirección de un proyecto en lugar de la adaptación de la obra de Lorca: Gran Casino (1946), una película comercial protagonizada por Jorge Negrete (Guanajuato, 1911-1953) y Libertad Lamarque (Argentina, 1908-2000). La obra, a pesar de contar con tal elenco, resultó un fracaso. Tan solo duró tres semanas en cartel. Esta circunstancia propició que el cineasta se sumiera en un parón de tres años en los que subsistió gracias al dinero que le enviaba su madre. No obstante, el cine mexicano había comenzado a pasar por una recesión tras la finalización de la segunda guerra mundial, por lo que se extinguían las posibilidades de que algún productor apostara por alguien como él. Con un Buñuel cerca de abandonar el cine, la figura de Dancigers volvió a aparecer ofreciéndole la dirección de El gran calavera (1949), hecho motivado por la imposibilidad de que el actor Fernando Soler (México, 1896-1979) pudiera asumir el doble papel de director y protagonista. En esta ocasión obtuvieron un sonado éxito. Además, en el mismo año se le concedió a Buñuel la nacionalidad mexicana, lo que devolvió 28 MIRADAS al director a la escena. La sucesión de acontecimientos lleva a Buñuel a la realización de un proyecto más cercano a sus inquietudes: un film titulado ¡Mi huerfanito, jefe! en el que trabajó con Juan Larrea (Bilbao, 1895-1980). La historia giraba en torno a un joven vendedor de boletos de lotería. Se trataba de una película comercial, como las muchas que habían triunfado hablando sobre las clases más bajas de las urbes. Se presentó el proyecto ante Dancigers que dio un giro de tuerca a la idea, mejorando lo que habían preparado. Quería algo más comprometido, más serio, algo que encajara aún más con el perfil de Buñuel. De esto nació la idea de realizar un film sobre los niños pobres de México. La película nace de un concienzudo estudio por parte de Buñuel, que visitó día tras día los barrios más bajos de la enorme urbe de Ciudad de México. Aquellos barrios que transitó, además de las múltiples visitas al Tribunal de Menores y a la cárcel de mujeres, le ayudaron en su búsqueda de ideas tras el largo periodo de sequía productiva y fue lo que permitió llenar de detalles cargados de pura realidad la obra que nos ocupa. Estas facetas se ven claramente extraídas de la corriente denominada Neorrealismo italiano que se dio en la península itálica en la primera mitad del siglo xx. Este movimiento se centraba en dar una imagen real de los problemas sociales, alejando su cine del que había imperado durante el régimen fascista de un carácter más histórico y musical. Podría decirse que las películas Roma, ciudad abierta (Roberto Rossellini, 1945) y Ladrón de bicicletas (Vittorio De Sica, 1948) sirvieron de clara inspiración a la hora de la realización de la obra. La obra, de claro carácter crítico, trata de globalizar el problema que sufren los niños en las grandes urbes que comienzan a desarrollarse por todo el mundo. Si bien la película denuncia los hechos de la capital mexicana, es 29 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” un problema de derechos humanos extensible a toda nación moderna. Esto queda patente con la voz del narrador: Las grandes ciudades modernas, Nueva York, París, Londres, esconden tras sus magníficos edificios, hogares de miseria que albergan niños malnutridos, sin higiene, sin escuela, semillero de futuros delincuentes. La sociedad trata de corregir este mal, pero el éxito de sus esfuerzos es muy limitado. Solo en un futuro próximo podrán ser reivindicados los derechos del niño y del adolescente para que sean útiles a la sociedad. México D. F., la gran ciudad moderna, no es excepción a esta regla universal. Por eso esta película, basada en hechos de la vida real, no es optimista y deja la resolución del problema a las fuerzas progresivas de la sociedad. Los olvidados es una obra que atesora cierta complejidad, pues a simple vista puede parecer una tragedia neorrealista muy bien documentada y con un claro carácter de denuncia social. Pero la genialidad de Buñuel eleva la crítica hacia cotas más altas, planteando otros conflictos que genera la problemática social. La orfandad, el mal, la muerte, la pobreza, son los elementos causados por la desigualdad social además de por la pasividad de aquellos que ostentan el poder. Todos los personajes sufren del olvido: algunos carecen de padres, otros no son amados, algunos vejados y otros apartados de la sociedad por sus defectos. La habilidad a la hora de elegir a los actores y una fotografía particular hacen que la película se aproxime muchísimo a la estética documental, lo que la hace aún más dura a ojos de los espectadores. No por tratarse de neorrealismo Buñuel iba a eliminar sus señas de identidad. El surrealismo hace acto de presencia en las escenas oníricas que viven algunos personajes, o en la repetición sistemática de la muerte cada diez minutos. El trabajo queda redondeado por la música, generando una 30 MIRADAS suerte de psicodelia que atormenta e inquieta a todo aquel que se aventure al visionado. Cada uno de los elementos hace que de nuevo el espectador se encuentre con el Buñuel de su primeras obras, aquel incapaz de dejar al espectador indiferente. El estreno en México provocó reacciones que clamaban venganza. La dureza de los hechos que se narraban en la película levantó ampollas en toda la sociedad mexicana, que pidió al unísono la expulsión del cineasta del país. Las amenazas e intentos de agresión tampoco se hicieron esperar y la película tan solo duró cuatro días en cartel. Para suerte del cineasta, ciertos círculos intelectuales salieron en su defensa, a lo que se sumó el reconocimiento recibido en el Festival de Cannes de 1951, en el que fue premiado como mejor director. La crítica en Francia y Europa se deshacía en elogios hacia el director, lo que le valió el perdón de la sociedad mexicana. Un año más tarde la obra volvería a la gran pantalla, manteniéndose esta vez dos meses en cartel. Los olvidados le valió a Buñuel como trampolín para lo que sería una de las épocas más prolíficas de su carrera: su etapa mexicana. La notoriedad del director aumentó y su estatus no sufrió grandes reveses, lo que nos ha proporcionado a nosotros los espectadores grandes obras como Viridiana (1961) o El ángel exterminador (1962). 31 BIBLIOTECA CLÁSICA Una mirada grotesca sobre la realidad: Palinuro de México Javier Ignacio Alarcón Lo hiperbólico es uno de los elementos claves de lo grotesco. En este sentido, el carácter desbordante de Palinuro de México (1977), de Fernando Del Paso (Ciudad de México, 1935), resulta una de las primeras señales sobre el complejo universo ficcional que se construye en sus más de seiscientas páginas. Pero la amplitud de este texto no se reduce a su extensión. Primero tendríamos que fijar nuestra mirada en la trama, difícil de precisar, repleta de líneas accionales que se cruzan unas con otras y que construyen una lógica propia, por momentos absurda; se abre, en consecuencia, un cosmos peculiar que solo se puede apreciar cuando nos entregamos a la lectura de la novela. Dentro de este mundo, distintos personajes hacen su aparición y despliegan su existencia delirante ante nuestros ojos. Tres resultan de particular importancia: el narrador, su prima y amante Estefanía y Palinuro, que de momentos parece confundirse con el primero. Estos tres serán los ejes en torno a los cuales se estructurará la historia que se despliega en la novela y que, a pesar de su carácter irreal, no deja de recordar a la vida del propio Del Paso. De la misma manera que Palinuro y el narrador parecen ser la misma persona en algunos episodios, el autor se confunde con sus criaturas. Este desdoblarse nos recuerda al cuerpo grotesco que, como señala Bajtin en La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de François Rabelais, es siempre dos cuerpos a la vez. Porque el mundo que construye este autor mexicano se define dentro de un marco rabelesiano, haciendo de lo grotesco el único orden absoluto de la novela. 33 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” Pero, ¿cuál es la trama de Palinuro de México? Su más reciente edición, realizada por Fondo de Cultura Económica en 2015, resalta el episodio de la masacre de Tlatelolco. Sin embargo, este acontecimiento de la historia reciente de México, al cual se dedican, de manera explícita, solo los capítulos finales de la novela, resulta únicamente una de las muchas líneas acciónales que siguen sus protagonistas. No hay dudas, es uno de los puntos más relevantes de toda la obra, quizá su clímax, si nos damos la libertad de hablar en estos términos sobre un texto que no termina de entrar en los moldes clásicos de la novela. Quien la lea, sin embargo, no podrá dejar pasar desapercibido que todos sus capítulos, los muchos que preceden a los dedicados a la masacre, son igual de relevantes. A pesar de su carácter desbordante, no hay nada que sobre en esta novela. Por lo tanto, reducir su trama a sus momentos culminante no hace justicia a un libro tan complejo. Es probable que la única manera de abarcar toda la obra en pocas palabras sea señalando a sus protagonistas. Por un lado, los que mencionamos previamente: Palinuro, Estefanía y el narrador; por otro, tenemos toda la familia de estos, sus amigos y vecinos. La novela recorre la existencia de cada uno de sus personajes sin suprimir la heterogeneidad que las define: las experiencias del narrador y Palinuro en la escuela de Medicina, el viaje por las islas de las agencias de publicidad, el amor de Estefanía y su primo, la historia familiar que los precede; todos estos elementos, y otros que no hemos enumerado, laten con vida propia en las páginas de Palinuro de México. Así, será la relación de los tres protagonistas con la realidad el motor de una novela que, sin embargo, no se limita a narrar una historia familiar, sino que quiebra los límites para reflexionar sobre la historia de México y la literatura universal y construir, así, un cosmos regido por sus propias reglas que muchas veces desafían el orden al que estamos acostumbrados, en la realidad y en la literatura. 34 BIBLIOTECA CLÁSICA El narrador y Palinuro serán los primeros personajes en desafiar la lógica convencional a la que estamos acostumbrados: por momentos, resulta evidente que son dos personajes distintos, mientras que, en otros episodios, parecen ser la misma persona. Incluso cuando se presentan como dos individuos separados, no dejan de compartir una historia común. Así, la ley de no contradicción aristotélica, fundamento del orden racional occidental, queda negada. Mas, como señalamos al iniciar, este desdoblamiento se duplica, pues Del Paso se puede confundir con sus personajes: él, al igual que el narrador y Palinuro, estudió Medicina y no pudo aguantar ver sangre y cadáveres; él también trabajó para agencias de publicidad. Si a esto sumamos la advertencia inicial, en la cual se explica que estamos frente a una ficción aunque sus “personajes podrían parecerse a personas de la vida real”, no podemos evitar pensar en la categoría de autoficción para definir esta obra. Alejándose, sin embargo, de las formas más claras de la novela autoficticia, en las cuales la biografía y la identidad del autor se insertan en una ficción, Palinuro de México despliega un complejo juego de espejos y desdoblamientos donde no solo el escritor se mezcla con su creación, sino que el narrador, esa figura meramente textual que tanto confundimos con el autor, también se confunde con uno de los personajes narrados. Esta negación del orden racional con el cual intentamos entender el mundo y, para ponerlo en palabras más llanas, la subversión de la lógica que guía nuestra vida cotidiana, queda enmarcada dentro del orden grotesco que, como dijimos al iniciar, define la novela. Después de todo, la autoficción puede ser leída como un juego de máscaras ficcionales y, desde esta perspectiva, ser entendida dentro del universo carnavalesco de Rabelais, como lo definió Bajtin: “La máscara expresa la alegría de las sucesiones y reencarnaciones, la alegre relatividad y la negación de la identidad y del sentido único, la negación 35 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” de la estúpida autoidentificación y coincidencia consigo mismo”. La máscara es, nos dice a continuación el teórico ruso, la encarnación del juego de inversiones y transgresiones propio del mundo grotesco: al negar la identidad, al duplicarla, desde cierto punto de vista, niega el principio de individuación que fundamenta el orden racional. Pero la inversión paródica de la realidad va mucho más lejos. La obra es, sin dudas, una referencia directa al universo rabelaisiano: los cuerpos que constantemente están engendrando nuevos cuerpos y que se confunden con el mundo que los rodea, propios de lo grotesco; la conjugación de los extremos de la vida, el nacimiento y la muerte; la constante negación de las jerarquías impuestas por el orden racional. Sobre todo, será el lenguaje el que defina el orden grotesco. La medicina, cuya formalidad higiénica se funda en un lenguaje hermético al que tienen acceso solo unos pocos, queda rebajada a través del lenguaje paródico de Palinuro de México. Lo que usualmente es ocultado detrás de esta jerga especializada, es expuesto en la novela a través de un lenguaje hiperbólico propio del orden grotesco. Asimismo, la publicidad, ese espacio donde el lenguaje parece vaciarse de todo contenido, queda revalorizada a través del viaje que realiza el narrador por las distintas islas de las agencias publicitarias: la vacuidad se transforma en un cosmos irreal que llena ese universo plástico de nuevos significados. Como bien señala Bajtin, lo grotesco iguala a través de la risa, destruye jerarquías y subvierte los valores oficiales. Cuando llegamos a los capítulos dedicados a la masacre de Tlatelolco, la lectura de la novela nos obliga a mirar el episodio a través de un lente distinto. Al narrar la muerte de Palinuro, quien ha sido herido en las represiones que ocurrieron en la Plaza de las Tres Culturas, imitando la forma de un guion 36 BIBLIOTECA CLÁSICA de teatro, la obra nos hace volver al tema de la máscara, del carnaval y lo grotesco: la represión, la violencia y la muerte que rodearon este episodio de la historia reciente de México son vistas a través de la inversión paródica de lo carnavalesco. Todo es objeto de la risa rabelesiana que da un nuevo significado a la realidad. No trivializa un hecho tan complejo, lo revaloriza. El actuar absurdo de los personajes y del mismo Palinuro, la irresponsabilidad del policía, la incapacidad del doctor ante el herido que insiste en subir solo las escaleras, la intervención de personajes clásicos del teatro y, sobre todo, la Muerte que reaparece constantemente, transformando su rol dentro de la historia; cada uno de estos elementos sirve para construir una visión crítica que se separa de cualquier forma de realismo social. En consecuencia, Del Paso nos recuerda cómo el texto que es construido como símbolo, a través del cual habla, como bien señaló Barthes, el lenguaje, posee una potencialidad infinita para redefinir la realidad. Por lo tanto, el carácter desbordante de Palinuro de México no tiene que ver con su extensión, sino con su capacidad de construir significados que van mucho más allá de las casi setecientas páginas en las cuales está escrita la novela. 37 BIBLIOTECA CLÁSICA Vine a Comala y lo hice para quedarme Soledad Abad En 1955, tras dos años de dedicación, el mexicano Juan Rulfo (Apulco, 1917 – Ciudad de México, 1986) sorprendería a la crítica con la aparición de su segunda obra, Pedro Páramo. No mucho antes había publicado El llano en llamas (1953), una antología de cuentos que posteriormente se vería ampliada (fijándose una edición por el autor en 1970). A pesar del gran éxito que cosecharon sus obras y de la calidad literaria de las mismas, Rulfo no era autor, al menos no en los términos que hoy conocemos, pues no fue la literatura la principal de sus labores, si bien es cierto que anteriormente a la publicación de estas obras había desechado y destruido al menos otra, debido al alto nivel de exigencia al que él mismo se sometía. Es por este motivo por el que no podemos contar más que con esas dos obras suyas, así como con El gallo de oro (1980), su última novela publicada, si bien bajo la forma de guion cinematográfico (género al que también dedicó algo de su trabajo) y forzado bajo la presión de crítica y público que ansiaban un nuevo texto del autor. Esa presión era tal que Rulfo tuvo que confirmar que había desechado el proyecto de otra novela, La cordillera, así como de algunos cuentos más que tampoco vieron la luz. A pesar de la escasa publicación, no podemos negar la calidad que Rulfo deposita en cada una de sus páginas. De hecho, esta es tal que cuando a finales de los años sesenta del pasado siglo, alcanzado el reconocimiento mundial de la literatura hispanoamericana, se vuelve la vista atrás y se reconoce en Rulfo a uno de sus clásicos. Considerado por algunos críticos como uno de los precursores del boom latinoamericano, introduce en sus obras muchas de 38 BIBLIOTECA CLÁSICA las novedades vanguardistas que este movimiento adoptó, calando en un nuevo panorama europeo, que se abría a las propuestas venidas del sur del continente americano. Clásicos reconocidos de este movimiento son figuras de la talla de Julio Cortázar (Bruselas, 1914 – París, 1984), Gabriel García Márquez (Aracata, 1927 – Ciudad de México, 2014), Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 1899 – Ginebra, 1986), Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936) o el también mexicano Carlos Fuentes (Panamá, 1928 – Ciudad de México, 2012). Este movimiento literario nace de la mano de un grupo de escritores que no encuentran en sus tradiciones una figura a imitar y comienzan a innovar, en un movimiento vanguardista que, como hemos comentado, tendrá un acogimiento mundial. Lo tradicional, fusionado con el reflejo de la modernidad de las ciudades, tanto del país de nacimiento como del de acogimiento, será uno de los rasgos fundamentales de este movimiento. También es destacable el amplio cultivo de un género que obtiene gracias a ellos un amplio reconocimiento: el cuento. Como ya se ha mencionado, muchos de estos ingredientes pueden ser observados en la obra que nos ocupa, Pedro Páramo, siendo uno de los más destacables la ruptura temporal que en él se produce, al desarrollarse a la vez dos tramas diferentes, situadas en dos ejes temporales distantes pero que son, sin lugar a duda, complementarias. “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”: de este modo Rulfo nos hace penetrar en la historia de este misterioso personaje. Una historia que, a través de los diferentes relatos que se nos presentan, vamos configurando hasta lograr, al fin, una imagen más o menos completa de este terrateniente mexicano. Su hijo, Juan Preciado, será quien viaje a Comala en su búsqueda, aunque encontrará un panorama 39 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” muy diferente al que su madre, quien le había hablado de aquel lugar y sus habitantes, le había descrito. Y es que Comala será el verdadero protagonista de esta historia, un pueblo que ha sufrido la transformación de la vida a la ruina, un pueblo que, con el paso del tiempo, ha caído en el abandono y solo es habitado por algún que otro misterioso personaje, como descubrirá Juan cuando llegue al mismo. Entre un clima de desconcierto y desolación, este pueblo irá tomando forma. Desde la llegada al pueblo, un aura fantasmagórica y de misterio empieza a cernirse sobre el narrador, Juan Preciado. Los fantasmas y las historias de premoniciones y aparecidos empiezan a llegar a sus oídos. Descubre, desde el primer momento, que será imposible llegar a conocer a su padre, pues este ya ha fallecido, pero poco a poco podrá llegar a hacerse un retrato del mismo, 40 BIBLIOTECA CLÁSICA pues era el patrón de la mayor extensión de tierra de Comala, de tal modo que era conocido por todos los habitantes del lugar. Sin embargo, no será Juan el único narrador de esta historia; el propio Pedro Páramo nos trasladará algunos de sus recuerdos, del mismo modo que su enamorada, Susana San Juan, así como las voces de otros personajes secundarios con los que Juan Preciado se irá encontrando o a los que prestará atención en sus relatos, escuchados casi de manera accidental. Gracias a estos testimonios, Comala vuelve a la vida, sus antiguos habitantes regresan a llenar sus calles y se dibuja de manera muy diferente, aunque no menos desoladora. Lo real y lo ficticio, lo tradicional y lo moderno, la vigilia y el sueño, lo fantasmal y lo vivo se dan cita en esta pequeña novela mexicana, convertida casi desde su publicación en clásico. Tras su lectura, relectura y una posterior reflexión podemos entender la insistencia con que se presionó a Rulfo para que publicara más, si bien es cierto que, con las altas expectativas que había creado es posible que cualquier otro texto literario producido por él, aunque fuera de excelente calidad, quedara ensombrecido por esta gran obra maestra, capaz de atraparte entre sus páginas, no pudiendo dejar de leer la sucesión de escenas que nos trasladan a este misterioso paisaje del que, poco a poco, pasamos también a formar parte. 41 BIBLIOTECA CLÁSICA Sísifo en América Victor Alarcón Es difícil saber qué hará grande a un cuentista. Más allá de estilizaciones literarias, apropiación y expresión de nuevas voces o cánones nacionales, cuál es la pieza que queda resonando en la cabeza del lector. ¿Por qué El llano en llamas, de Juan Rulfo, sigue tan fresco e impactante hoy como en 1953? Esta pregunta se eleva al rememorar el vasto mundo que guarda en sus escasas páginas. Desde que Edgar Allan Poe reflexionó al respecto, quedó claro que uno de los objetivos de la narración breve era generar una impresión específica en el lector. En escasas tres o cuatro páginas, Rulfo esconde los mecanismos necesarios para materializar hombres de carne y hueso; seres que no logramos abarcar, que se nos presentan confusos en la bruma de la noche mexicana, pero con los que conectamos de forma inmediata. Como dijo Cortázar, “[e] l cuentista sabe que no puede proceder acumulativamente”, debe ganar por knock out. La unidad de efecto debería obligar a la reelaboración de un mundo mucho más profundo de lo que ofrecen, a primera vista, las páginas impresas; que el cuento sea, de nuevo siguiendo al autor argentino, una semilla plantada en la cabeza del lector. El cuentista que nos ocupa conocía bien su técnica y sabía amoldarse a ella con soltura. La agilidad de sus movimientos pasa desapercibida gracias a la sutileza con que nos transporta a los pueblos del norte de México. La estrategia no era un secreto, el propio autor afirmó que partía de un personajenarrador: “Simplemente me imagino un personaje y trato de ver a dónde este 42 BIBLIOTECA CLÁSICA personaje, al seguir su curso, me va a llevar”. El planteamiento es impecable y efectivo: en “Luvina”, donde un narrador cuasi-omnisciente nos presenta a otro dentro de la diégesis del relato, nos sentamos junto a un viejo y cansado profesor a escuchar la historia de su vida, mientras “Camilo”, el cantinero, “nos matiza unos mezcalitos”. No hay mediadores; estamos solos ante la historia como estarán solos sus protagonistas. La autenticidad de la forma se consigue gracias a que los relatos, según Jorge Ruffinelli, “están repletos de expresiones populares”, típicas de “sus personajes humildes”. Esta profusión de voces regionales, a veces más de una por cuento, verá su desarrollo cabal en Pedro Páramo (1955) y nos introduce en una interrogante fundamental: ¿es Rulfo regionalista? He dicho que, buscando darle credibilidad a sus criaturas, El llano en llamas se permea de un vocabulario y un tono muy mexicano, tanto que pareciera repetir el dicho: ¡primero México, segundo México y tercero, México! De hecho, esto se convirtió en una de las múltiples etiquetas que podríamos adjudicarle al título: “regionalismo […] realismo social”. Así sucede en “La cuesta de las comadres”, que se desarrolla cerca de Zapotlán y que trata sobre “[l]os difuntos Torricos” y se llena de expresiones como “[i]r ladereando”, “se engarruñó” o “[f]ue cosa de un de repente”. Gracias a ello, entró Rulfo en la lista de autores que retrataron la violencia de la Revolución Mexicana y sus coletazos, específicamente la “rebelión cristera”. Los primeros lectores sintieron cercanos a sus agonistas y les hallaron fácil lugar en su tradición. Pero como todo buen título, este se libera de las clasificaciones para abordar tramos más vastos. Las referencias sobre la historia local no aparecen sino hasta bien entrada la anécdota, cuando ya nos hemos dejado enganchar por ella y el escritor no 43 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” corre el riesgo de perdernos. Además surgen como casuales referencias en el cabal desenvolvimiento de la historia. Quien lee podría, sin problemas, ser ajeno a toda la problemática de los “militantes de Cristo Rey” y, a pesar de ello, encontrar un asidero, un reflejo en la ficción. La búsqueda de Juan Rulfo va más allá de los problemas de su tierra. Estos aparecen porque forman parte integral de quien escribe, pero su inquietud se adentra en temáticas y mitos universales. En otras palabras, reconoce en los elementos mencionados la materia prima para su narrativa sin limitarse al registro de hechos dolorosos, buscando siempre el pálpito profundo del ente humano que se debate en conflictos irresolubles. Siguiendo a Coulson, podemos afirmar que “[l]a soledad del hombre y la desolación del mundo en el que ha sido arrojado” es la idea fija en la mente del escritor. Pero nunca se expresa de esa manera. El llano en llamas parece un prontuario de imágenes donde se aíslan fragmentos del conflicto que nosotros debemos llenar con nuestra propia vida, de allí que quedemos sujetos, de forma irremediable, al destino de sus participantes. Así se ilustra en “Talpa”, donde el triángulo amoroso entre un hombre, la mujer de su hermano y este, abismado a una enfermedad cutánea que lo hace heder como un muerto, desemboca en una solución infausta: Natalia, la esposa, y el narrador, deciden llevar a Tanilo, el enfermo, a visitar a “la Virgen de Talpa”. El viaje lo matará y los otros dos podrán mantener su lazo emocional. Todo sobreviene como estaba planeado y entierran al muerto debajo de una pila de piedras, intentando sepultar la culpa con él. Como es de esperarse, ahora Natalia no desea estar con quien nos habla por el pesar que le producen los sucesos recientes. Aquí está la clave de estos cuentos: todos muestran historias donde el hombre se encuentra sujeto a unas condiciones imposibles de sobrellevar, pero cuya solución lo dejará abismado en el mismo conflicto y en la misma 44 BIBLIOTECA CLÁSICA soledad. Incluso la muerte no parece un final definitivo para ese ciclo de labores. Volviendo a Ruffinelli, en la teoría esto surge gracias a la “honda raíz indígena” del pueblo mexicano que no ve “una frontera nítida entre la vida y la muerte”. En la práctica nos impacta cuando una de las razones de los pobladores para no dejar Luvina, un pueblo donde solo quedan los viejos y las mujeres, un pueblo seco y frío como un cadáver, es que si ellos se van “¿quién se llevará a nuestros muertos? Ellos viven aquí y no podemos dejarlos solos”. Los cuentos cifran motivos humanos que trascienden las fronteras del continente donde nacieron. Alcanzan tópicos esenciales que quedarán ligados a la obra de Rulfo, como el del padre. Para darle más complejidad al asunto, lo hará desde distintas perspectivas mostrando que una imagen tiene muchos rostros. Si en un principio encontramos, en “Paso del norte”, un diálogo entre padre e hijo y no nos atrevemos a asumir ningún bando, al final descubriremos al progenitor tiránico que devora a su progenie. Pero también, en “¿No oyes ladrar los perros?”, asistimos al juego inverso: un hombre que carga a su unigénito herido y lo lleva a un poblado cercano mientras le reclama todas las fechorías que ha hecho “trajinando por los caminos, viviendo del robo y matando gente… Y gente buena”. Tal vez el mayor logro de Juan Rulfo en su primer libro haya sido sintonizarnos con una visión negativa de la vida. Una lectura de nuestro tránsito como un trabajo para tontos, un constante subir y bajar la misma piedra hasta que caemos cuesta abajo, sin terminar de entender el porqué de esta acción sin sentido. Así, aunque los personajes se atraganten de mexicanismos y nos conviden a comer tortillas o a brindar con mezcal, mantienen pulsada una fibra interna en nuestra alma: la que duda de su sentido. 45 BIBLIOTECA CLÁSICA Cuentos mexicanos, cuentos exiliados. Max Aub, con pilón Fernando Larraz ¿Existe un modo de ser escritor que pueda ser denominado propiamente exiliado? Si lo hay, una de sus preocupaciones —junto a otras, como la nostalgia de la pérdida, el testimonio del trauma o el imposible retorno a un tiempo periclitado— ha de ser tratar de comprender la fisonomía de la tierra de llegada desde la otredad insalvable que supone la condición de exiliado. Los espacios de acogida —Buenos Aires, Caracas, Nueva York, Londres, Santiago, Bogotá, Santo Domingo…—, su estructura social, las ideologías, la historia, los mitos que subyacen en ellos son de hecho una de las aportaciones principales del patrimonio cultural del exilio republicano de 1939 a la literatura española: un paliativo a un cierto provincianismo secular y, al mismo tiempo, un cuestionamiento de los axiomas nacionalistas que, desde el siglo xix, impregnan la historiografía literaria. Preguntarse si Max Aub, cuando escribe sus cuentos mexicanos, es un autor mexicano o español resulta una pregunta que carece de sentido a menos que tengamos la necesidad de definir qué es la españolidad o la mexicanidad literaria por mor de un título de manual o de programa docente. Quizás a Aub solo quepa definirlo como escritor exiliado, lo cual no deja de ser en cierto modo un pleonasmo si aceptamos que el desarraigo es el motivo de toda escritura literaria. Max Aub, nacido en París de padres de origen alemán judío, veinticinco años en España y treinta en México, nacionalizado mexicano, dos veces desterrado, quintaesencia al escritor exiliado: hizo de esta condición una militancia literaria que impregna toda su obra posterior a 1939, incluso aquella 46 BIBLIOTECA CLÁSICA más lúdica y experimental como Crímenes ejemplares, Juego de cartas o Jusep Torres Campalans. En sus ensayos, narraciones, poesías y obras dramáticas reflexionó intensa y apasionadamente sobre esa condición y sobre una posición inédita que le proporcionaba sobre la realidad un punto de vista marginal, un afuera idóneo para ejercer con especial lucidez y desengaño el arte de narrar. Igual que toda esa sobresaliente intelectualidad española que Aub representa obligada a abandonar el territorio ganado a la fuerza por el fascismo, halló en un momento de honda crisis personal redes de solidaridad que le permitieron reanudar el hilo roto por el totalitarismo en España: en el Estado mexicano, en su presidente Lázaro Cárdenas, en sus instituciones —la Casa de España/ Colegio de México, la UNAM, el Fondo de Cultura Económica—, en los intelectuales —Alfonso Reyes, Octavio Paz, Daniel Cosío Villegas— y, en general, en la sociedad mexicana. Ese hilo reanudado en parte en el DF constituye de hecho uno de los momentos de mayor esplendor cultural en la historia española, un desarrollo y aggiornamiento sin parangón de las ciencias sociales y naturales, las artes, las letras y el pensamiento. Era parte del proyecto cultural republicano, que incluía además la democratización del saber muy en línea con los afanes de la Revolución Mexicana, una cultura política que los exiliados se ven obligados a mantener sin por ello dejar de contribuir al patrimonio de los países de acogida. Los Cuentos mexicanos (con pilón) se publicaron en 1959 por la UNAM y se reeditaron bajo el título de El zopilote y otros cuentos mexicanos en 1964 dentro de la colección El Puente, de la editorial Edhasa, una serie que, como su nombre avanza, tenía la buena intención de establecer cauces de diálogo entre las Españas peregrina y cautiva, como las llamó Francisco Ayala en un célebre artículo de 1949 publicado en México en los Cuadernos Americanos. En aquella colección madrileña participaron autores del interior y del exilio bajo la 47 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” atenta mirada censora, en un ejercicio de posibilismo de relativo alcance. A la invitación cursada por Guillermo de Torre, que era el director de la colección, para que colaborara con El Puente, Aub le respondió: “acabo de recibir una carta de la Universidad de México diciéndome que mis Cuentos Mexicanos se han agotado (es mi primer libro de ficción que se ha vendido con esa rapidez). He escrito unos cuantos más en esa línea y tal vez —con otro título— pudieran publicarse en Madrid”. Aub le dio a su libro, en un principio, el título de La excepción y la regla, que luego no mantuvo, con la siguiente explicación que quería introducir a modo de prólogo: “el cuento tiene reglas más estrictas que cualquier otro género literario mas para ser bueno tiene que, ateniéndose a ellas, ser excepción”. Cuentos mexicanos (con pilón), la edición publicada por la Imprenta Universitaria, incluía los cuentos “Homenaje a Próspero Merimée”, “Memo Tel”, “De cómo Julián Calvo se arruinó por segunda vez”, “La hambre”, “El chueco”, “Los avorazados”, “La censura”, “El caballito”, “La verdadera historia de los peces blancos de Pátzcuaro”, “Juan Luis Cisniega”, “La rama”, “La gran guerra” y “Pilón”. La colección de Edhasa no incluye “Pilón” pero añade “Un atentado”, “El hermanastro”, “Entierro de un gran editor”, “El zopilote”, “El hombre de paja” y “La vejez”. Cada cuento está dedicado a un amigo intelectual mexicano de Aub, a modo de reconocimiento por la hospitalidad que recibió de ellos. En todos ellos son abundantes las referencias a topónimos, paisajes y espacios propios de México, a su historia —las guerras lerdistas, cristeras y sobre todo, la Revolución—, a paisajes como el de la Sierra Madre, a la fauna —el coyote, el zopilote—… y hallamos, desde luego, una profusión de mexicanismos, por los que Aub muestra un inusitado interés. Las características del reconocible estilo aubiano —abundancia de diálogos, oraciones breves y directas, tendencia al conceptismo, a las elipsis, 48 BIBLIOTECA CLÁSICA a la descripción rápida, casi al modo de acotación teatral o cinematográfica, al neologismo…— están también muy presentes en estos cuentos. Y, sobre todo, el irónico sentido del humor, que se va incrementando a medida que se suceden los cuentos del volumen. Lo singular en ellos es esa mirada asombrada, deseosa de conocer algo que siempre se escapa a causa de la extranjería. Mira con sorprendida atención motivos mitológicos en “La verdadera historia de los peces blancos de Pátzcuaro” y también por eso en varios cuentos está presente el extranjero, a menudo gachupín o refugiado, que protagonizan algunos cuentos como “El caballito” o “De cómo Julián Calvo se arruinó por segunda vez”, en los que Aub observa irónicamente cómo la mirada del español no es ajena de adherencias poscoloniales y nacionalistas que lo hacen incapaz de comprender cabalmente al mexicano. Quizá desde Valle-Inclán no haya habido un escritor español más mexicano que Aub, aunque debería compartir tal distinción con otros compañeros de exilio, como Juan Rejano, León Felipe, José Herrera Petere, Cecilia Guilarte… y, cómo no, aquellos hijos del exilio que configuraron la generación hispanomexicana a los que Aub apadrinó en sus primeras letras con sus compañeros mexicanos Fuentes, Elizondo, Sabines, García Ponce o, algo mayores, Rulfo y Arreola. No nos duela pues recurrir al tópico del reencuentro que supuso el exilio —sin idealizarlo ni ocultar las tensiones y diferencias; véase el magnífico ejercicio de ponerse en la piel del otro que el propio Aub llevó a cabo en “La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco”— y recordar los versos de Pedro Garfias, una especie de axioma del exiliado en México: “con España presente en el recuerdo, / con México presente en la esperanza”. 49 BIBLIOTECA CLÁSICA Los de Abajo y la Revolución Mexicana María Sánchez Mariano Azuela (1873-1952) fue un escritor mexicano y médico que se alistó durante la Revolución Mexicana en las fuerzas revolucionaria de Julián Medina. Así fue como se convirtió en un de los primeros en hacer una crónica de la Revolución Mexicana desde la perspectiva de Los de Abajo. La novela se publicó por fascículos en 1915 en el periódico El Paso del Norte, y posteriormente, en 1916, se publicará en libro a su vuelta a México. No obstante, no conseguirá el éxito literario hasta 1925, cuando se publique a modo de folletín en el periódico El Universal Ilustrado. Asimismo, esta novela, considerada a veces como novela revolucionaria, fue la obra que llevó al éxito a este escritor. En ella encontramos una narración sobre la cuadrilla liderada por Demetrio Macías, en la que se describe a una serie de personajes que representan a gran parte de los combatientes y revolucionarios que arriesgaron su vida durante el conflicto contra los federales: Cervantes, Camila, La Pintada, La Codorniz, Manteca, Venancio y Montañés. Como se puede ir observando, Los de Abajo esboza un retrato social, que no histórico y menos aún historicista, de lo ocurrido durante la contienda. De hecho, podemos considerarla como un testimonio escrito de esta Revolución y de cómo la ideología de los revolucionarios iba cambiando al mismo tiempo que el ánimo de insurrección se iba apagando. Podemos, pues, afirmar que estamos ante uno de los primeros testimonios del levantamiento que marcó el siglo xx mexicano. Mariano Azuela es considerado uno de los escritores más importantes de México, sobre todo a raíz de la novela aquí comentada, que dio lugar a la 50 BIBLIOTECA CLÁSICA llamada “Novela de la Revolución Mexicana”. No obstante, y a pesar de su gran interés por mostrar la realidad, las costumbres y los usos mexicanos, escribió también una serie de novelas de corte vanguardista. De hecho, fue el primer escritor mexicano en adentrarse en las Vanguardias, con novelas como La Malhora (1923) y El Desquite (1925). Aunque, como ya dijimos, destacó por sus novelas de corte costumbrista y realista, ya que la mayoría de sus títulos se adhieren a estas tendencias y estilos. Se le puede considerar un escritor que dio testimonio de un siglo xx mexicano marcado por los conflictos políticos y sociales. Así pues cualquier historiador que desee descubrir la historia social de México, encontrará en este autor muchas de las claves de esta. Debido a la empatía del autor con las clases sociales baja o proletaria, les dedica un gran número de páginas e intenta describir con minuciosidad todos sus comportamientos y maneras de entender el mundo. De hecho, no nos ha de extrañar que Azuela se una al bando revolucionario de Villa durante la Revolución Mexicana. Tampoco se ha de olvidar que, debido al apoyo y a su participación durante dicha Revolución, tuvo que exiliarse en 1925 y volvió al acabar la contienda. En cuanto a la novela, su narración resulta sencilla aunque intenta mostrar todos los matices dialectales de los personajes, pues son muchas las transliteraciones que aparecen. Podemos añadir que lo verdaderamente relevante de la novela es su carácter testimonial y su capacidad de análisis de la Revolución, sobre todo, del bando revolucionario. Si nos detenemos en el análisis de los protagonistas, encontraremos, como ya dijimos, ciertos personajes que muestran la personalidad de los seguidores de Pancho Villa. Asimismo, algunas estudiosas (Chris Harris) se han centrado en señalar el carácter eminentemente masculino heteronormativo y por ende patriarcal de todos los revolucionarios que formaban parte de la cuadrilla. Así como la obra señala los hábitos y costumbres de estos guerrilleros, en su 51 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” mayoría de clase social baja y proletaria, como las fiestas, los juegos y las mujeres. No obstante, cabría señalar las figuras de Demetrio Macías y Cervantes, pues ambos personajes resultan de sumo interés por motivos totalmente diferentes. El primero, Demetrio Macías, es el jefe de la cuadrilla y como tal demuestra los rasgos prototípicos del líder. De la misma manera, Azuela lo dibuja como un personaje heroico y de hecho se encuentran bastantes paralelismos entre este y los rasgos de un héroe clásico. En segundo lugar, tendríamos a Cervantes, personaje que desentona entre sus compañeros, puesto que es médico y su instrucción, por lo tanto, superior. Este médico personaje guarda pues bastantes paralelismos con el escritor Azuela y no nos ha de extrañar que muestre su visión personal, dado que también se vio envuelto en la revolución y que participó como médico militar en ella. Cabría llamar la atención sobre el hecho de que la obra se publicó antes de que dicha Revolución acabase, en 1915. El conflicto no acabó hasta 1920. En cambio, la novela anticipa, en cierta manera, el final de dicha Revolución, es decir, la desilusión que se irá apoderando de los combatientes, que verán cómo los sueños y anhelos que habían puesto en el levantamiento se truncan. De hecho, pronto se comenzarán a observar en la narración diálogos que muestran este desaliento y cómo los que lideraron la Revolución serán los que se lleven mayores beneficios mientras “los de abajo” se quedan con las “sobras” que ellos dejan. A esto podemos unir el hecho de que en el momento de la publicación se acercaba el asesinato de Zapata y la muerte de Pancho Villa, así como la llegada y posterior derrocamiento de Huertas, contrario a las ideas villistas y zapatistas. Por eso, esta novela resulta un testimonio de las sensaciones, ideología y comportamientos culturales de los revolucionarios que se levantaron contra el gobierno de Díaz y que vieron cómo esta Revolución, que en un principio tanto les prometía, se fue convirtiendo en papel mojado 52 BIBLIOTECA CLÁSICA y cómo todo por lo que lucharon fue traicionado por los dirigentes que les prometieron mejoras e igualdad. Así pues encontramos en Azuela y en Los de Abajo un fiel retrato del México más aplastado y asfixiado por una política y un entorno social que nunca les representó. 53 BIBLIOTECA CLÁSICA Mujer y criolla: Sor Juana Inés de la Cruz y Los empeños de una casa, comedia de capa y espada Raquel López Juana Ramírez de Asuaje, conocida posteriormente como Sor Juana Inés de la Cruz, nació en la aldea mexicana de San Miguel de Nepantla el 12 de noviembre de 1651. Hija del capitán español de origen vasco don Pedro Manuel de Asuaje y Vargas Machuca y de la criolla doña Isabel Ramírez de Santillana o Cantillana, fue una niña curiosa y dotada de una extraordinaria inteligencia. Ante la imposibilidad de los estudios superiores para las mujeres en la época en la que le tocó vivir, pidió con la inocencia de su curiosidad precoz que la disfrazaran de hombre para ir a la Universidad. Como no podía ser de otro modo por aquel entonces, dicha posibilidad se desvaneció en el aire. Juana creció acompañada de libros, sus maestros mudos, convirtiéndose en una joven de una extraordinaria cultura. A su inteligencia la acompañaba una agradable presencia, hechos que llamaron la atención de los cortesanos en Ciudad de México. La joven Juana hizo las delicias de unos y de otros en la corte, encandilando a los sucesivos virreyes y virreinas, con los que mantuvo una excelente relación. Su carácter abierto y alegre no hacía presagiar una vocación religiosa. Sin embargo, decidió ingresar con dieciséis años en el Convento de San José de Carmelitas Descalzas, hoy de Santa Teresa la antigua, donde permaneció un año. Huyendo de la excesiva dureza de la orden, acabó ingresando en el Convento de San Jerónimo, donde gozaba de mayor libertad para proseguir con sus estudios. Sobre su vocación, a la que se ha pretendido justificar con un desengaño amoroso, la misma Sor 54 BIBLIOTECA CLÁSICA Juana Inés escribe en la Respuesta a Sor Filotea: “Entréme religiosa, porque aunque conocía que tenía el estado cosas (de las accesorias hablo, no de las formales), muchas repugnantes a mi genio, con todo, para la total negación que tenía al matrimonio, era lo menos desproporcionado y lo más decente que podía elegir en materia de la seguridad que deseaba de mi salvación; a cuyo primer respeto (como al fin más importante) cedieron y sujetaron la cerviz todas las impertinencillas de mi genio, que eran de querer vivir sola; de no querer ocupación obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros”. Así pues, la pasión que siempre guio los pasos y las decisiones de la escritora fue su ansia de saber, de ir más allá de lo que su condición de mujer (y además, criolla) le reservaba en la sociedad en la que desarrolló su existencia. 55 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” En definitiva, el repaso por la biografía de la joven Sor Juana nos permite encontrarnos con una mujer alejada de las convenciones sociales que imperaban en su época. Su más que destacable inteligencia y su sed de libertad determinaron que la mayor parte de su vida transcurriera en una celda conventual, un auténtico oasis cultural para una mujer en el México del siglo xvii. En cuanto a su producción dramática, no demasiado extensa, estaba claramente influida por Calderón. El teatro de Sor Juana era cortesano, pensado para ser representado ante los nobles que gravitaban en el palacio de los virreyes. En el caso de Los empeños de una casa, se escribió respondiendo al encargo de don Fernando Deza, contador del Virreinato, en cuya casa se representó el 4 de octubre de 1683, como una forma de homenaje a los virreyes. La pieza teatral se compone de una loa introductoria, tres letras para cantar o canciones y, además de la comedia en sí, un Sarao de cuatro naciones. La trama está compuesta de equívocos y malentendidos, que continúan con fidelidad e ingenio las obras de capa y espada que venían de la Península. Sin embargo, la joven Leonor, protagonista de la 56 BIBLIOTECA CLÁSICA trama, no es tan solo bella, sino instruida. En versos como los que siguen se ha pretendido ver una pintura de la autora: Inclinéme a los estudios desde los primeros años con tan ardientes desvelos, con tan ansiosos cuidados, que reduje a tiempo breve fatigas de mucho espacio. Conmuté el tiempo, industriosa, a lo intenso del trabajo, de modo que en breve tiempo era el admirable blanco de todas las atenciones, de tal modo, que llegaron a venerar como infuso lo que fue adquirido lauro. Otro personaje destacable, dada la condición de criolla por parte de madre de Sor Juana, es el criado Castaño (mulato), quien desempeña la función de “gracioso”. En uno de los enredos se viste de mujer para no ser reconocido al salir a la calle. Mientras se va colocando las ropas se dirige al público con gestos afeminados y expresiones jocosas y atrevidas. En su cómica conversación con los presentes se ríe de los “cuatro mil lindos […] que a bulto se amartelan, no de la belleza que es, sino de la que ellos piensan”. Se mofa, del mismo modo, de la idea del honor en irónicas frases como “¡Válgame Dios! Cuánto encubre / esta telilla de seda, que ni hay foso que así aguarde, ni muro que así defienda”. Así pues, en los Empeños de Sor Juana, un simple mulato, criado de un señor principal, se burla con la procacidad que permite la comedia de los estrictos cánones de honor que los blancos varones habían traído a la Nueva España del viejo continente. 57 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” En conclusión, los Empeños de una casa no es tan solo una inocente comedia de capa y espada, concebida como encargo cortesano para gusto de los virreyes. Muy al contrario, en ella encontramos una crítica inteligente a la idea del honor y a la supuesta superioridad intelectual del hombre. En esta obra, una mujer hace que sean las mujeres las que lideren la acción, siendo los varones nobles meras marionetas expuestas a la inconstante pasión, en el caso de don Pedro, o a la idea del honor, como ocurre con el padre de Leonor, don Rodrigo, quien debe asumir sin rechistar lo que se ha ido desarrollando ante sus ojos. La sociedad mexicana, encuentro de culturas y parte del ser de Sor Juana, se refleja en las relaciones de una obra a la que, sin embargo, se sitúa en Toledo. Tal y como hemos visto, se pone en boca del mulato Castaño la sátira ante las ideas de honor traídas de la Península, que la autora, desde su posición de mujer independiente y criolla, considera a todas luces absurdas. 58 BIBLIOTECA CLÁSICA La comedia es, por tanto, un reflejo de las modernas ideas de una autora muy adelantada a su tiempo. 59 BIBLIOTECA CLÁSICA Teatro misionero en México como método evangelizador Ivana Krpan El término teatro misionero o teatro evangelizador corresponde a uno de los métodos catequísticos utilizados por las órdenes religiosas en las primeras décadas de la conquista del Nuevo Mundo. La evangelización de las comunidades indígenas comenzó en el año 1523 cuando los primeros misioneros franciscanos, Juan de Tecto, Juan de Aora y Pedro de Gante, empezaron la conquista espiritual como un proceso análogo a la ocupación militar del mismo espacio geográfico. Según los informes de Pedro de Gante, el trabajo misionero consistía en la predicación y la enseñanza de la lectura, la escritura, el canto y las costumbres cristianas (Cuevas, Historia de la Iglesia en México (1511-1548), Vol. I., 1921). Un año después se envió la primera misión organizada conocida bajo el nombre de “los Doce” (por el número de los misioneros franciscanos), que marcó el inicio del gran proyecto evangelizador en el territorio mesoamericano. Con los años el número de las misiones franciscanas fue en aumento, ocupando las zonas alrededor de las capitales de las civilizaciones mesoamericanas como Tenochtitlan, Teotihuacán, Tlaxcala, Puebla y Texcoco, y extendiendo progresivamente su influencia hacia el noroeste del país, hasta el estado actual de Jalisco. Pocos años después su labor se reforzó con llegada de las demás órdenes religiosas; a partir del año 1526 los dominicos establecieron sus misiones en la parte sudeste hacia el estado actual de Oaxaca, mientras los agustinos ocuparon el territorio nordeste del Veracruz actual desde 1533. La predicación misionera empezó con la redacción de textos religiosodidácticos en las lenguas indígenas: catecismos, libros de oraciones, 60 BIBLIOTECA CLÁSICA partes del Evangelio y textos hagiográficos que explicaban la doctrina y la ritualidad cristiana. El texto Coloquios y Doctrina Cristiana reúne las prédicas misioneras y las conversaciones que el franciscano Bernardino de Sahagún y sus colaboradores mantuvieron durante los primeros contactos con los representantes indígenas. El texto demuestra que la instrucción religiosa consistió en la explicación del propósito de su misión evangélica, y luego en la enseñanza de las creencias, ritos y costumbres cristianas. En la selección de los temas bíblicos los misioneros favorecieron las escenas que explicaban el dogma, con especial atención a las diferencias entre los sacramentos cristianos y las prácticas religiosas indígenas. Los temas más frecuentes eran: el significado del monoteísmo, los mandamientos, la creación del hombre, el pecado original, la inmaculada concepción, la encarnación de Dios en Jesucristo, la natividad, la pasión y la resurrección de Cristo, la vida de los santos, la necesidad de conversión al cristianismo y la vida ejemplar en la fe cristiana. Durante las primeras décadas de la evangelización los franciscanos asimilaron el discurso doctrinal a los modelos didácticos prehispánicos, lo que facilitaba la enseñanza de los conceptos religiosos y morales nuevos y las costumbres cristianas en la vida cotidiana. Las catequesis imitaban la retórica de los Huehuetlatolli indios, los textos de índole didáctica, moral y religiosa que se transmitían de padres a hijos o se utilizaban en los discursos gubernamentales dirigidos al pueblo. El teatro tenía un papel importante en la explicación del dogma de una manera expresiva e integradora. Las representaciones cumplían los requisitos de una cristianización masiva de la numerosa población local, dado que ayudaban a difundir los temas bíblicos en un formato visualmente potente a través del lenguaje corporal. Además, los dramas catequísticos en lengua náhuatl integraban a los indígenas en la realización del espectáculo, favoreciendo que 61 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” asumieran los fundamentos de la doctrina cristiana y las prácticas religiosas ensayándolas en la puesta en escena. Las obras dramáticas se basaban en el modelo del auto sacramental en cuanto a los temas, la estructura interna, el montaje escénico y el enfoque didáctico. Los círculos temáticos giraban en torno a los asuntos tratados en la predicación, como muestran algunos títulos: El Sacrificio de Isaac, Adán y Eva, La caída de nuestros primeros padres, Comedia de los Reyes, La tentación del Señor, La pasión de Nuestro Señor Jesucristo, Juicio Final, San Francisco, etc. Los misioneros adaptaron las versiones dramáticas a los objetivos de la evangelización, modificando a veces el texto bíblico, enfocando los temas morales y religiosos de mayor importancia, y utilizando las técnicas representativas de la tradición prehispánica, la simbología ritual indígena y el idioma náhuatl. Existía una fuerte tendencia a eliminar ciertos temas problemáticos como el sacrificio humano o la poligamia, que podían influir en la perduración de la ritualidad prehispánica o establecer los vínculos entre las costumbres antiguas y las prácticas cristianas. Asimismo, los misioneros fomentaban el uso de la lengua náhuatl que tenía el estatus de lingua franca en el territorio vasto de la América Central, y el estilo representativo ajustado al canon indígena en cuanto a los modelos retóricos y estéticos de la puesta en escena. Con la modificación teatral de la predicación tradicional se intentaba lograr varios objetivos; enseñar a los indígenas el dogma a través de la representación ejemplar de la vida cristiana, evitar cualquier interpretación equivocada de los valores cristianos, mostrar los antiguos cultos como ritualidad perjudicial y sustituirlos por los ritos cristianos. La efectividad de este modelo evangelizador variaba según las comunidades y otros aspectos de la colonización efectuada en el mismo ámbito, pero la participación de los indios en la puesta en escena favoreció su gran difusión entre numerosas comunidades nativas. El auge evangelizador del teatro misionero puede situarse entre el año 1533, cuando 62 BIBLIOTECA CLÁSICA se representaron las primeras obras, y el año 1595, que cierra el período en que se desarrolla su faceta puramente educativa. Varios factores empezaron a influir en las modificaciones del primer modelo catequístico teatral y en la desaparición del teatro misionero en los siglos posteriores. Con el aprendizaje de los conceptos dogmáticos, las costumbres cristianas y la lengua castellana por parte de los nativos, las representaciones teatrales masivas perdieron su propósito. En el mismo tiempo, el crecimiento de la sociedad criolla requería un teatro religioso-didáctico más exigente, para un público ya formado en la tradición cristiana. 63 FLECHAS LITERARIAS Fuentes Gonzalo Escribano El niño Fuentes, Carlos, ha pasado algunos años viajando de la mano de su padre diplomático por las más diversas latitudes del continente americano. Acaso podría sentirse un apátrida, peonza que gira y gira por el globo, como luego seguiría haciendo (estudios en Europa, embajador en París, afincado periódicamente en Londres). No se siente así. Es peonza que gira y gira, pero también árbol de raíces fuertes y generosas. Al llegar a México para quedarse, entre niño y adolescente, siente suya esa tierra vieja (y, a un tiempo, tan nueva, siempre reinventándose en su baile de identidades cruzadas, confusas, mestizas) porque nunca se ha apartado de ella en realidad: no nació ahí, sino en Panamá, pero ahí ha pasado veranos caudalosos y sensitivos con la familia. Las tías solteronas, las abuelas que cuentan viejas historias de amor violento o insaciable, los galanes funestos de esas historias… Estos personajes que aparecen por doquier en sus novelas, entrevistos a veces desde una mirada infantil que, a través de la imaginación, multiplica el misterio, son huellas de un pasado que resucita, adquiriendo nuevo aliento, en la literatura. Estos personajes resultan de una verdad inapelable porque nacen de la vivencia personal, aunque esta se transmute por medio de la palabra. Verdaderos, reales, encarnados. Podemos ver al niño Fuentes recorriendo con la mirada los jardines casi selváticos de una casa veracruzana, al adolescente Fuentes recorriendo las calles de Ciudad de México cuando empieza a brotar en su interior una insaciable sed de literatura, la pasión arrebatada que va a chisporrotear en sus adentros hasta el final. Van quedando, en estas miradas, 65 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” bajo el párpado y más adentro, grabadas imágenes, o esencias de imágenes, que van a ser motor de las novelas del maestro. Ya cuando es joven, escritor en ciernes, estudiante universitario, se imbuye de un nuevo fervor político que no abandonará nunca. Esta pasión de la política se proyecta hacia adentro y hacia afuera —y esto es nuevo poso de la infancia transnacional—. Intenta el joven Fuentes, no dejará de intentarlo nunca, explicarse el porqué de la situación, en muchos sentidos escalofriante, de su país. Acodado en la ventana, reflexiona sobre los fracasos de la revolución mexicana, sobre la moralidad ambigua de los que realmente triunfaron de ella, sobre la figura del héroe revolucionario puesta a trasluz. Sentado en una elegante silla de recio cuero, como el rostro 66 FLECHAS LITERARIAS de un Fuentes que ahora ya se nos aparece maduro, curtido, de rostro severamente sabio, piensa en el narcotráfico, en centenares y centenares de muertos que quedan varados en las playas de la injusticia y la corrupción cada año. Y mira a veces hacia atrás, escarbando en los secretos de los antepasados propios y ajenos, que también hace suyos, para dar un conato de respuesta a los interrogantes que en el hoy se manifiestan. Y otea en el horizonte, horizonte intelectual, afectivo, cultural o mítico, los límites, las fronteras, los espacios en donde acaba y empieza México con todos sus fantasmas y sus ídolos. Cuando el pelo comienza a canear, la severidad se agudiza, la sonrisa del muchacho Carlos se vuelve más irónica, aunque a veces, de repente, la toma la calidez del trópico soñado y vemos en ella alegría sincera, alegría selvática que asoma en la curva del pómulo al alzarse. En todas esas miradas y gestos hay verdadera pasión por la vida, y una ambición desmesurada por exprimirla y beber sus jugos… Y esto se traduce en verdadera fe de artista que estima su propia labor como auténtica afirmación de la vida de la que se nutre… Y no solo de artista, de pensador y humanista también. Cazador de la vida, el viejo Fuentes, Carlos Fuentes, ha pasado muchos días perdido por los bosques y los templos de esta esfera maternal que es una naranja recién cortada, dándonos a nosotros la oportunidad, que perdura más allá de su muerte, de explorar esos mismos lugares al perdernos en el telar de sus palabras. 67 RESEÑAS ¿Y José Trigo? Fernando del Paso, José Trigo Ciudad de México, Siglo XXI Editores Cristina Somolinos Molina José Trigo es la primera novela de Fernando del Paso, escrita entre los años 1959 y 1966, y publicada en México en 1966, ligada al fenómeno de auge de la narrativa latinoamericana que tuvo lugar en los años sesenta a nivel internacional. No es casualidad que aparezca la fecha de 1959 como punto de inicio de la escritura de José Trigo, pues se advierte una influencia de las reivindicaciones del sector ferrocarrilero en México, que habían ido desarrollándose desde el año 1958. Este movimiento cobró especial fuerza entre los años 1958-1959, hasta su debilitamiento en 1960 a causa de la represión del gobierno y de la proliferación del movimiento charrista y aparición de sindicatos blancos, denominaciones mexicanas referidas a organizaciones vinculadas al poder que dejan de defender los intereses de la clase trabajadora para convertirse en aliadas de la clase dominante. A pesar de que el título, José Trigo, remite a un referente personal más o menos bien delimitado, de este personaje sabemos muy pocos datos a lo largo de la novela. Desde el principio, el narrador se afana en la búsqueda de José Trigo a lo largo de los campamentos Oeste y Este de Nonoalco-Tlatelolco, unidos por un puente. La estructura parece recorrer el espacio por el que transita el narrador, pues está dividida en dos grandes partes: la primera, “El Oeste”, en la que se suceden los capítulos numerados del 1 al 9; una parte intermedia, denominada “El puente”; y la parte segunda, “El Este”, en la que los capítulos aparecen numerados del 9 al 1. Esta suerte de simetría provoca 69 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” la ilusión espacial de recorrer la pendiente que tiene su punto más alto en el puente, y que va descendiendo conforme se adentra en cada uno de los dos espacios. En la búsqueda de José Trigo, el narrador va desgranando las vidas de otros personajes con los que se encuentra: Luciano, Buenaventura, Manuel Ángel, Atanasio… y, con ello, se revela la posición central que ocupa el conflicto de los ferrocarrileros y las huelgas que sacaron adelante a finales de los años cincuenta en aras de reivindicar un aumento de los salarios. En este sentido, uno de los protagonistas de la novela cuya historia sí se nos revela es Luciano, dirigente sindical que se ve sometido a persecuciones por parte del gobierno mexicano y a distintas presiones. Al mismo tiempo, José Trigo es una novela que plantea tres estadios de dominación en la historia mexicana a través de las referencias a tres culturas y configuraciones sociales diferentes: en primer lugar, la sociedad indígena, representada por el poso de la tradición mítica; en segundo lugar, la sociedad colonial, que está presente a través de la iglesia de Santiago-Tlatelolco; en tercer lugar, la independencia, que se asocia al elemento del ferrocarril como símbolo de progreso. La novela, en su intención totalizadora, trata de hacer encajar piezas que proceden de cada una de estas tradiciones e incorpora una reflexión sobre el desarrollo histórico de diferentes sistemas de dominación en México, así como de la lucha de los personajes subalternos por la emancipación. De igual modo, registra la intención de hacer una relación de los hechos (las huelgas ferrocarrileras que tuvieron lugar en México en los años 1958-1959) que ponga en tela de juicio los discursos dominantes y la narrativa que ha ido construyendo la historia oficial. Todo ello se desarrolla con una preocupación formal que se convierte en el centro del interés en la construcción de la novela, de tal modo que 70 RESEÑAS a la discusión política y social se une un propósito expresivo. El lenguaje resulta fundamental y dota a la novela de una gran complejidad que la vuelve desbordante. La separación entre los diferentes estadios históricos y culturales se refleja asimismo en el lenguaje, que trata de recoger la violencia de lo cotidiano a partir de la afirmación de la diferencia específica del español americano, del habla popular y proletario que aparece mezclada con un lenguaje erudito y que recupera formas lingüísticas arcaicas. Las enumeraciones o las deformaciones de palabras son procedimientos expresivos que cumplen asimismo con esta función. Así José Trigo se plantea como la novela que inaugura una trayectoria de experimentación narrativa. 71 RESEÑAS El jardín con la escalera al cielo Élmer Mendoza, El misterio de la orquídea Calavera Ciudad de México, Tusquets Dulce Galván En lo que a la imaginación puede parecer el desolado paisaje del norte de México, en un lugar llamado Culiacán en el estado de Sinaloa, nace Élmer Mendoza en 1949. Este autor, ganador de diversos premios nacionales e internacionales, muestra su visión de México desde ese lugar inhóspito, bizarro, abandonado (quizá) pero siempre particular. A lo largo de sus libros busca presentar un reto y una realidad que parece de otro mundo; la mexicana, sus realidades paralelas y su lugar; como alguna vez lo definió Artaud “el lugar de donde viene esa raza creadora de las civilizaciones, el ombligo del mundo” (México y el viaje al país de los tarahumaras, 1984). Después de todo, México significa “el ombligo de la luna” y este ombligo guarda en sus 1 964 375 km2 miles de historias para ser contadas, rememoradas, olvidadas y enunciadas desde aquellos lejanos lugares de la memoria para presentarse como visiones borrosas a enturbiar o, por qué no, a aclarar lo que este presente tiene dispuesto. Es así como Élmer Mendoza escribe sobre y desde un lugar que se desdibuja en las líneas y las palabras: “este país que no se deja definir: un día parece civilizado y al siguiente el más violento y salvaje…”. El misterio de la orquídea calavera es la primera entrega del segundo de los personajes a los cuales Mendoza está dispuesto a escribirle aventuras dignas de ser leídas y contadas. El primero de ellos fue Edgar “el Zurdo” Mendieta, un policía de Sinaloa atrapado en un mundo en el que la línea del bien y del mal no parece existir, donde solo cuenta con su coraje y su dignidad para enfrentarlo. Ahora nos sorprende con este peculiar antihéroe, “El Capi” Garay, de tan solo 72 RESEÑAS dieciocho años de edad, el cual deberá luchar contra lo que siempre le han dicho que es y su manera de verse a sí mismo y a los demás para vivir esta aventura y no morir en el intento. Dentro de esta violencia familiarizada en la cosmovisión mexicana respecto al narco y los grupos de delincuencia organizada, “el Capi” va a enfrentarse con un hecho traumático: su padre ha sido secuestrado y debe hallar la forma de reunir cuatro millones de dólares para rescatarlo. Pero incluso tendrá un encuentro mucho más particular, único; un encuentro con un libro: “el misterio de la orquídea calavera”. El juego de dimensiones entre una realidad tajante que lo lleva de un momento a otro a asentarse en un pueblito de San Luis Potosí, llamado Xilitla. Este lugar es el corazón de la Huasteca potosina, la frondosa puerta del fértil trópico que se dibuja en el mapa mexicano. Parece que la historia envuelve a este lugar en un halo sagrado y mágico que llevará a “el Capi” a ir saltado del presente a algo que no termina por ser pasado y no se parece al futuro. Envuelto en la realidad surrealista que México posee por sí mismo, como han dado cuenta tantos artistas a lo largo de los años “el Capi” irá descubriendo que algunas cosas no son lo parecen, otras por desgracia son justo lo que parecen. En un ir y venir entre realidades, alientos, flores, pieles que se desprenden y alimentan presagios, “El Capi” se pondrá a prueba a sí mismo y entrará en un devenir de espirales de tiempo, historias, poesía y magia pura ancestral. Así Élmer Mendoza invita a descubrir el viajero de cada uno, de esos que el mapamundi lo llevan tatuado en el cerebro, los fanáticos del movimiento, busca llevarnos al lugar donde los abrazos son un derecho humano. Pero cuidado, porque no podrás distinguir cuál de ellos te llevara a besar a la orquídea calavera y cuál simplemente te ahogará en el río que cruza el corazón del monte de Xilitla. 73 RESEÑAS Porque lo fantástico está a un viaje de distancia Alberto Chimal, El último explorador Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica Juan Arturo Martínez Paz ¿Quién no se ha encontrado con alguna imagen o acción que desencadene en nuestras mentes las más extrañas e inimaginables aventuras? ¿Quién no desearía ser un aventurero y descubrir las cosas más raras del mundo? ¿Quién no desearía ser Horacio Kustos? Sin lugar a dudas, todos desearíamos ser como este gran personaje, el protagonista, de El último explorador —libro de cuentos de Alberto Chimal—, por el que nos sentimos atraídos desde el primer contacto que tenemos con él, y que al igual que muchos otros personajes, somos arrastrados a vivir aventuras tan alucinantes que cuando regresamos ya no somos los mismos. De la misma forma en que la señora de la papelería es llevada por el encanto de este personaje al Polo Sur, nosotros vamos tras él en cada aventura. Al más puro estilo de Cortázar, nos dejamos envolver por lo fantástico, llega e irrumpe nuestra realidad, trasportándonos a un mundo en donde todo es posible y se toma de la manera más simple y normal que se puede. Al igual que nosotros, los personajes empiezan a tachar a Kustos de fantasioso, pero gracias a la gran pluma de Chimal entramos a ese mundo y formamos parte de él. Kustos, de “cuerpo flaco, rala barba negra, / ojos bien separados en la cara, / manos muy grandes y rodillas gruesas, / nariz que no termina de apuntar / derecha hacia adelante; bien plantado, / tiene voz aguerrida, la 74 RESEÑAS paciencia / breve, los ojos de un sosiego igual / a la velocidad de sus dos piernas. / Gran enemigo de los mapas, siempre / sediento de saber, puede contar / historias espantables e inauditas”. Es así como descubrimos a un Horacio que de seguro coincidiría con el ser que hemos ido imaginando hasta ese momento de revelación. La ficción está más viva que nunca, es más real y tangible. Y mucho más la ciencia ficción, y más aún lo fantástico. En nuestras vidas cotidianas podemos toparnos con hechos que, verdaderamente, resultan sacados de alguna historia de Horacio Kustos. En este libro podemos ver desde la historia de una ciudad, que gracias a un invento de Vodia, se levanta, resurge de sus “cenizas”, de ser escombros pasa a ser, nuevamente, edificios; y no solo eso, sino que todas las personas que estuvieron durante la catástrofe, regresan a la vida; mas el drama de siempre se repite, la desilusión de nuestra realidad, el choque con las cuentas bancarias, los préstamos, el saber que la gente sigue su vida a pesar de haber tenido una gran pérdida y, creo, lo peor que a alguien puede pasarle: el olvido. También nos topamos con una impresionante narración de lo que puede pasar debido al gran avance de la tecnología, ¿se lo imaginan? Claro que saben la respuesta, se ha visto en diversos libros, desde Asimov hasta nuestros tiempos; es una constante. ¿No será una predicción de lo que puede pasarnos al dejar que las máquinas evolucionen hasta tal grado de que sean ellas quienes realicen operaciones o determinen el descubrimiento y exploración de planetas? ¿O qué tal descubrir hoteles con características únicas en el mundo, ubicados en el fondo del Océano Índico, al que se ingresa con mucho esfuerzo y del que casi nadie sale; en Hollywood, donde se conjugan todos los monstruos existentes 75 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” y los gritos nunca dejan de escucharse; en Atenas, cuyo hotel posee habitaciones con las formas de los prismas más puros y admirados por los pitagóricos; en Hungría, en donde todo se repite infinidad de veces y los mundo paralelos se tocan, convergen, todo en una sola habitación? Y ¿qué harían ustedes si de pronto descubren que una muchacha los sigue? Horacio se da cuenta después de que la muchachita ha ido y venido a lo largo de sus aventuras. Pero no puede hablarle por mucho tiempo, viene y va, aparece y desaparece de repente, en un momento está, al otro ya no. Este es uno de los más grandes misterios que se le presentan a Horacio Kustos: ¿de dónde viene? ¿Quién es? ¿Por qué siente que entre ellos existe un gran vínculo? 76 RESEÑAS El delirio de la memoria cerrada Cristina Rivera Garza, Nadie me verá llorar Barcelona, Tusquets Cristina Suárez Gracias a la novela Nadie me verá llorar (1999) su autora, Cristina Rivera Garza (Matamoros, 1964), obtuvo el Premio Nacional de Novela José Rubén Romero (1997), el Premio Internacional IMPAC-CONARTEITESM (2000) y el Premio Sor Juana Inés de la Cruz (2001). Así, la obra en cuestión cuenta con el privilegio de ser una de las novelas con más premios de la literatura mexicana. Tras doctorarse en Historia Latinoamericana, Rivera Garza ha trabajado como profesora en distintas universidades mexicanas y estadounidenses. Además de haber cultivado con éxito el género narrativo, como demuestran las novelas La cresta de Ilión (2002), Lo anterior (2004), La muerte me da (2007), Verde Shangai (2011) o El mal de la taiga (2012), la autora también ha escrito numerosos cuentos entre los que destacan los títulos La guerra no importa (1991) y Ningún reloj cuenta esto (1997), galardonados con el Premio Nacional de cuento San Luis Potosí (1987) y el Premio de cuento Juan Vicente Melo (2001) respectivamente. Como Rivera Garza expone al terminar su novela, la misma se encuentra basada en “expedientes clínicos, documentos oficiales, diarios y cartas de aislados del Manicomio General, comúnmente conocido como La Castañeda, que se encuentran en el Archivo Histórico de la Secretaría de Salubridad y Asistencia en la ciudad de México”. De este modo, se presenta a la interna Matilda Burgos, una mujer de origen rural cuya aparente locura la ha conducido a permanecer durante años ingresada junto a centenares de enfermos 77 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” mentales. Tras una infancia impregnada con el aroma de la vainilla, Matilda, una joven de apenas quince años, se traslada a la capital del país para aprender a ser una ciudadana respetable, una mujer de provecho y buenas costumbres. Sin embargo, sus encuentros con otros personajes de la novela como Cástulo, un revolucionario anarquista, Diamantina, una mujer comprometida con los derechos de los trabajadores, o Paul Kamàck, un ingeniero extranjero fascinado por el desierto y la cartografía, cambiarán el destino de la joven hasta convertirla en la persona que Joaquín Buitrago conocerá años más tarde. Fotógrafo de profesión y adicto a la morfina, Buitrago se reencuentra con Matilda en el manicomio en el que está trabajando como retratista tras haberla conocido una noche en La Modernidad, uno de los burdeles de la ciudad. Comenzará entonces un recorrido tanto por la historia de México desde finales del siglo xix hasta la primera mitad del siglo xx, en la que tiene lugar la historia que nos atañe, como por las vidas de los protagonistas. Ubicando a sus personajes en distintos escenarios reales como la Biblioteca Nacional, la plaza de Santo Domingo, la población minera de Real de Catorce, las fábricas de tabaco o el propio manicomio, Rivera Garza logra conjugar episodios del pasado de los protagonistas con momentos concretos de un presente en el que la soledad que siente cada uno de ellos se mitiga con la compañía del otro, aunque ambos continúen siendo unos marginados para la sociedad en la que viven. De la mano del psiquiatra Eduardo Oligochea las narraciones de la interna irán revelando las distintas enfermedades mentales que padece. No obstante, la posterior exposición sobre la vida de Matilda, ya ordenada cronológicamente, hará que los lectores se pregunten si, en realidad, solo están ante una víctima de su propio dolor por el recuerdo de tiempos mejores. Además de emplear un lenguaje en muchas ocasiones metafórico y minuciosamente descriptivo, la autora incluye en la novela múltiples 78 RESEÑAS expedientes clínicos que reflejan las distintas patologías que presentan los pacientes. Asimismo, en algunos capítulos, ocho en total, se insertan fragmentos de tratados de higiene que sirven para ilustrar cuál era el ideal que debía seguir Matilda. Igualmente, en Nadie me verá llorar se parodia la obra Santa (1903) de Federico Gamboa, cuya protagonista inspira a las prostitutas del relato para crear sus dispares espectáculos en el burdel. Así pues, no es de extrañar el reconocimiento obtenido por Rivera Garza tras la publicación de esta novela puesto que esta supone un claro ejemplo de maestría literaria. 79 RESEÑAS Muerte (contemporánea) súbita Álvaro Enrigue, Muerte súbita Barcelona, Anagrama Noraedén Mora Méndez Álvaro Enrigue pudiera ser heredero del entusiasmo por el tenis de David Foster Wallace; pudiera ser también un aficionado de las historias de la conquista, del arte, de los objetos hechos de pelo o de las dinámicas de la Iglesia. Pero quizás ubicar Muerte súbita en un eje temático puede ser apresurado. Para leer esta novela habría que colocarse en los bordes de lo contemporáneo y en sus metáforas con las artes visuales. Es necesario valerse de los mismos medios con los que recibimos el arte en su más amplio sentido. La novela está divida en pequeños fragmentos de naturalezas distintas, lo que nos ubica en una especie de salto de dimensión cada vez. El cambio no es únicamente en la historia sino en la forma narrativa. Muchos de estos textos pudieran ser mini ensayos, mini cuentos o incluso hojas arrancadas de un libro de historia fabulada que se ha encontrado en la calle. Esta sensación de variación quizás recuerda al zapping formulado por Agustín Fernández Mallo. Sin embargo las referencias usadas por Enrigue abarcan un rango histórico gigante y están mayormente enfocadas en encuentros históricos improbables. Más allá de ser una novela fragmentaria, Enrigue nos hace una propuesta de ensamblaje, como una composición visual que va cobrando sentido en su forma misma. La excusa perfecta para sostener esta aglomeración es un partido tenis entre el pintor Michelangelo Merisi da Caravaggio y el poeta Francisco de Quevedo. Así, esta novela nos lleva inevitablemente a una dinámica dialéctica del todo a las partes y de las partes al todo. 80 RESEÑAS Si leemos a través de cada pieza, podemos encontrar fragmentos sobre Ana Bolena y de su decapitador, la llegada de Hernán Cortés a México y otras anécdotas de la conquista, las relaciones de conflicto entre Papas, ensayos sobre el tenis y la relación de los mecenas con los artistas y poetas. Todo esto con pequeños puntos de sutura que relacionan las historias. Uno de los argumentos puede ser el pelo, que ya ha inquietado a otros autores mexicanos actuales como Margo Glantz y Luigi Amara, la cercanía entre el paradero del pelo de Ana Bolena y el de Cuauhtémoc permite engrosar el amalgamado que mantiene el ensamblaje en su lugar. La lectura nos invita a llegar al final del partido alternando el espectáculo deportivo con entramados narrativos que incluyen referencias personales del escritor (ese personaje que se construye del escritor en la novela). Además de su forma ingeniosa, Enrigue logra mostrar recovecos de cierta masculinidad desnudada y puesta francamente su expresión máxima clásica que es el duelo (aunque sea uno deportivo). Cuestiona, con o sin intención, el ejercicio de aprehender la victoria, en el deporte, la conquista, el arte o la muerte. Nos revela, con un humor inteligente y creíble, la vida de hombres (rodeados por momentos de mujeres) que son llevados por sus deseos viriles. Esta es una novela o una bola de tenis o una narración de un partido o un compilado de pequeños textos escrito desde las costuras. Es como un suéter que ha sido volteado de adentro hacia fuera y todavía sabemos que es un suéter, pero podemos ver la forma en la que fue manufacturado. No hay una intención de ocultar esa marca de fábrica, al contrario, es esa hechura la que nos permite la entrada a libro. La gran protagonista es su forma contemporánea y esa manera de lograr el movimiento (y ritmo) entre épocas, personajes, pelotas y victorias. Así como en La Muerte de un Instalador, Álvaro Enrigue pareciera 81 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” ejecutar la propia metáfora de la lucha entre un Caravaggio y un Quevedo. Nos hace preguntarnos, quizás en un eco lejano, la misma pregunta que nos hacemos desde el inicio de la modernidad como buenos contemporáneos ¿Qué vale más la palabra o la imagen? ¿Cuál perdería en muerte súbita si ambas estuvieran empatadas en un juego? 82 RESEÑAS Un poema sobre una red de prostitución Jorge Volpi, Las elegidas Barcelona, Alfaguara Javier Ignacio Alarcón Pareciera que ciertos estilos son propicios para determinados temas. Así, un realismo sórdido y crudo se ha convertido en la forma propicia para narrar los mundos marginales, repletos de violencia, de Latinoamérica. Sin embargo, Las elegidas (2015), la última novela de Jorge Volpi (Ciudad de México, 1968), parece haber sido escrita para negar este prejuicio: escrita en versos, preocupada por construir un simbolismo y un lenguaje propio, nos adentra en el mundo de la prostitución en el norte de México. Dicho de otro modo, en contraste con la mayoría de obras que exploran este universo, su violencia y su complejidad, Volpi se acerca desde un texto híbrido, entre la poesía y la novela. Las elegidas narra una tragedia inspirada, al mejor estilo de Hollywood, en hechos reales: la red de secuestro y prostitución de los hermanos Julio, Tomás y Luciano Salazar Juárez, descubierta en 2001. Desde las primeras páginas, la narración señala el final de su protagonista, el Chino, quien será quemado vivo. Después de esta breve introducción, la voz poética nos regresa al inicio de la historia: la familia del personaje central huye de Tenancingo —pueblo que, según la leyenda, se dedica a la prostitución desde tiempos ancestrales— y, al llegar a una nueva tierra, el Chino ofrece a su mujer, Salvina, como prostituta al Gringo, jefe del tráfico de mujeres de la zona. La novela narra cómo el protagonista se asocia a este personaje, cómo lo derroca y se apodera del negocio y cómo, finalmente y según se nos ha anunciado en el inicio, 83 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” decae hasta sellar su final trágico. En resumen, la historia sigue una estructura bien conocida: la del criminal que, sediento de poder, conquista el mundo marginal que habita para, sin embargo, quedar condenado, siendo su orgullo y sus propios errores los que terminarán destruyéndolo. Mas Volpi no se queda en los tópicos que podríamos esperar de una novela sobre este tema y busca profundizar en la humanidad de sus personajes, así como tratar de entenderlos en su complejidad. Desde este punto de vista, la forma híbrida y fragmentada de la obra resulta clave en su lectura. Los símbolos son construidos de manera cuidadosa. De estos, cabe destacar el tono religioso que se puede percibir desde el título de la novela y que queda confirmado por un epígrafe tomado del Génesis. El texto se estructura siguiendo este principio y se hace palpable en los títulos de sus tres partes: “La tierra prometida”, “Los enviados” y “El sacrificio”. Por otra parte, la forma fragmentada le da un ritmo a la narración que, sin lugar a dudas, no se podría lograr con una novela tradicional: las voces de los distintos personajes se hacen escuchar poco a poco, los saltos temporales quiebran la linealidad de la narración y las imágenes se suceden una tras otra frente a los ojos del lector. El resultado es una anécdota deconstruida, contada a pedazos que el lector debe ir recolectando para rehacer el sentido. Sin embargo, esto también puede ser visto como el punto débil de la obra. Resulta inevitable sentir que la historia narrada es demasiado compleja como para ser abarcada en las escasas ciento cuarenta y siete páginas de la novela. Los personajes no dejan ver toda su profundidad y las líneas acciónales no logran desplegar toda su potencialidad. A medida que avanzamos a través de la narración, no podemos evitar querer saber más sobre sus protagonistas, entender sus motivos y sus conflictos. Sin embargo, la forma del texto no nos 84 RESEÑAS lo permite. No solo esto, sino que algunos personajes quedan tan reducidos que corren el riesgo de quedar planos, como la Estrella y la Rosario, hijas del primo del Chino, Luciano: su historia es de las más complejas y descarnadas, sin embargo, apenas son retratadas como víctimas sin voz, destruidas por el sistema. En resumen, a pesar de sus virtudes, Las elegidas te deja queriendo más, y no en el buen sentido. La estructura fragmentada, tan efectiva para construir un simbolismo denso y para repensar un tema que ya ha sido abordado incontables veces, resulta poco fértil cuando se trata de profundizar en la historia. 85 RESEÑAS Asentamiento Verónica Gerber Bicecci, Mudanza Ciudad de México, AUIEO Carlos Colmenares Gil Es más que un lugar común hablar de la escritura como una pulsión y una necesidad, tanto así, que antes de repetir eso es mejor callar. Pero es igualmente un cliché hablar de la escritura como una actividad disciplinada y con una dirección clara, tanto, que antes de repetir eso es mejor callar. ¿Qué nos queda entonces? Quizás darnos cuenta del límite de las palabras y de nuestro mundo, y buscar caminos alternativos: “un camino errante e indescifrable, como si no fuera mío…”, así describe Verónica Gerber Bicecci (Ciudad de México, 1981) en Mudanza la vida propia de su ojo derecho; ambliope, la autora se describe condenada a seguir los caprichos de su ojo, que enfoca y desenfoca las imágenes continuamente. Forzada a ver (y escribir) el mundo de otra manera, Verónica, una artista visual que escribe, coloca en un extremo del libro su ambliopía, en el otro su zurdera, y pone en el medio la transición de cinco escritores a artistas visuales, narrando así conversiones casi religiosas, caminos alternativos y difusos: mudanza. Cada uno de los personajes del libro identificó una grieta y por allí buscó entrar, deformándola y saliendo a un nuevo paisaje. “We want to see what happens to a space if you turn it inside out, if we strecht it or if we warp it”, nos dice Vito Acconci, protagonista del segundo ensayo, mientras que Verónica, intentando una variación de esa misma frase nos explica (tal vez innecesariamente, porque ya lo muestra): “Todas las piezas reunidas en los ensayos tienen por objetivo darle la vuelta a la literatura para reencontrarse con ella como si fuera la primera vez…”. Al igual que Acconci, Ulises Carrión dejó la literatura para dedicarse a proyectos 86 RESEÑAS artísticos más “líquidos”. Su obsesión por buscar la estructura de la literatura más allá de la palabra escrita, lo llevó a señalar conexiones inesperadas entre textos: la geometría subyacente del poema y a adentrarse más en la literatura cuando se alejaba deliberadamente de ella. También para Marcel Broodthaers, el alejamiento de la literatura implicaba el sumergirse profundamente en ella, o al menos sumergir su poesía. Al decidir convertirse en artista plástico Marcel ahogó en yeso las copias de su poemario que habían quedado sin vender, convirtiéndolas en arte, negando su contenido, o, como alquimista, transformando su naturaleza. Pero los dos objetos (el libro y la escultura de yeso) no eran tan diferentes, el libro, al no ser leído también era una escultura, un objeto vacío, nulo. Öyvind Fahlström, mostró ese mismo espacio de nulidad, pero vaciando en cuadernos los ruidos del bosque, de las aves, las onomatopeyas del mundo. Prefirió eso a los versos supuestamente inteligibles de su juventud, a las palabras con significados indirectos y confusos. El nonsense writing como allsense writing. Resulta curioso cómo todos los elegidos por la autora dejaron la literatura y cómo ella hace literatura con ellos. Pero tras presenciar esas mudanzas hay mucho qué pensar: ¿en realidad abandonaron la literatura? Porque casi todos siguieron haciendo libros, y los que no, aún mantenían al lenguaje y la imagen como elementos centrales. Tanto el nonsense writing como la literatura conceptual implican un desvío y una distracción, pero todavía bajo la condena del lenguaje. Al leer Mudanza fantaseé por algunos momentos en Verónica haciendo la transición opuesta a sus personajes, dejando las artes visuales por la literatura, pero más bien parece querer quedarse en el medio sin tomar postura, viendo todo desde el otro lugar, y tal vez nos propone que sus personajes hacen lo mismo, se rinden ante el lenguaje mientras permanecen en una zona de burla hacia él. Es lo máximo a lo que uno pudiese aspirar. 87 RESEÑAS La constelación del olvido Rubén Vázquez Charolet, De Virgo a Virgo Montemayor, Bubok Editorial Cristina Ruiz Moro Rubén Vázquez Charolet nace en Zacatlán (Puebla) en 1984. Poeta y narrador reconocido en México, publica en el año 2013 su primer libro de poesía romántica Dependiente del tiempo. Sus poemas han sido seleccionados para formar parte de algunas antologías de concursos de España y Argentina. En la actualidad, publica sus obras en la revista literaria de Valencia Escribe en España, y en el periódico La Verdad en México. El poeta mexicano regresa esta vez con su nueva obra De Virgo a Virgo, un viaje intencionado a través de las sombras de uno mismo con el fin de sanar un corazón herido que se ha olvidado de latir. Poesía joven, cultivada y con numerosas referencias al mundo clásico. Poesía para combatir y ser combatida. De Virgo a Virgo es el libro de poemas en el que se despliega, una y otra vez, desde el inicio hasta el ahora, una sucesión de capítulos, como si de una Odisea se tratase, en el que el personaje suspira y pide auxilio y, sobre todo, silencio: “Esperé verla llegar al café / como quien espera ver su último amanecer, / la vi cruzar la calle y acercarse hacia mí, /como quien ve guiñar a la luna en un charco / bajo sus pies”; “pero en lo único en lo que puedo pensar es en Spica, / la sublime mujer que me ha hecho esperar fuera de / un café”. A través de lo que narra descubrimos un gran número de vivencias, al mismo tiempo que todos aquellos que se cruzan en su camino para generar expectación o calma, felicidad o esperanza: “En el mundo paralelo de Lisa, / la eternidad fluye por los campos / como los ríos tibios de vino 88 RESEÑAS tinto, / los precipicios se erizan / con la mirada arquetipo de artista”; “No hay peor maldición / que la que trae consigo un apellido, / no importa si soy un Montesco / o Julieta no es tu nombre, / me olvido de la palabra Romeo / si tú te acercas de blanco y sonriendo”. En su tercer capítulo “El encuentro con las musas”, nuestro poeta describe lo que representan para él, como si de una invocación se tratase, como si el reflejo de él mismo estuviera quebrado en cada una de ellas: “Los límites de mi mundo, / tienen el color de la noche (…) / representan la sensación superior, / de sentirse único en el universo. / Me recuerdan que lo peor de morir de amor, / es que solo es un sentimiento”; “Clío, te propongo un trato: / encarnemos en los poemas, / tomemos prestados otros nombres, / doblemos el espacio entre nosotros, / como doblamos las cartas a media noche”. Las sirenas, en el cuarto capítulo, le inducen el miedo, las dudas y quizá, los remordimientos que representan el desamor más profundo de aquel que está perdido en la felicidad más extrema: ella: “Y es que su belleza es violencia pura, / me roba momentos de mi vida por la fuerza, / me rebela el gran misterio, / de porque llega en la misma dirección / donde siempre falta una estrella”; “Me pescas desde el fondo del mar, / con tu perfecta aria de sirena, / me sueñas desde mis sueños, / con toda la fuerza de la imaginación”. Más adelante, en los capítulos finales, el poeta está exhausto, lleno de sombras y contradicciones, donde la rendición no es una súplica, ni el llanto una forma de fracaso. Un final donde solo queda sitio para el recuerdo, cartas de despedida con demasiado empeño para un corazón cansado de buscar la inmortalidad del amor ajeno: “Cuando camines por la calle / escucha los sonidos de la ciudad, / tal vez de alguna vieja librería, / mi voz te siga pidiendo / que te cases conmigo”. El estilo de Charolet es armónico, vital y fotográfico. Una enumeración pintoresca de imágenes al estilo clásico combinado con versos que buscan la 89 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” rima constante, y que en ella se encuentran. Una galería de elogios infinita a la belleza y a la descripción precisa de sus sentimientos por medio de personajes, encuentros e, incluso, citas a Calderón y referencias a Caravaggio. El verso está cuidado, y crece a la vez que se intensifica la fuerza del verso, lo que le permite mantener un contacto constante con el lector, corresponderse en cada uno de ellos. En definitiva, De Virgo a Virgo es el poemario del reencuentro de uno mismo, de la esperanza que se ha dado por vencida, y del combate por obtener la victoria contra el olvido. Del ímpetu de llegar el día de la despedida. ¿Vienes? ¿Te atreves a luchar? 90 RESEÑAS Eisenstein, su sexualidad al destape Eisenstein in Guanajuato (2015) Reparto: Elmer Bäck, Luis Alberti, Stelio Savante Dirección y guion: Peter Greenaway Fotografía: Reinier van Brummelen Duración: 105 minutos María González El director Peter Greenaway nos trae con su última película una parte oculta de la vida del cineasta ruso Serguéi Mijáilovich Eisenstein. Si fue conocida su estancia en México, ya que de ella nació la película ¡Que viva México!, lo que no fue tan conocido (o por lo menos debía de quedar oculto) fue el vuelco que dio su vida. En ese viaje, Eisenstein da rienda suelta a la homosexualidad que reprimía mientras vivía en Rusia bajo el régimen de Stalin y su ley contra la homosexualidad. El escritor Upton Sinclair subvencionó el viaje a México de Eisenstein acompañado también por el cineasta Grigori Alexandrov y el fotógrafo Eduard Tisse. El proyecto principal del viaje era realizar una película documental que podría ser un cortometraje sobre la vida en México, sobre el país y sus costumbres, pero totalmente apolítico. Eisenstein se dedicó a rodar todo lo que veía y alcanzó un número desorbitado de horas grabadas, cerca de cincuenta. Con tanto material, no pudo cumplir el compromiso de entregar el filme en la fecha acordada: abril de 1931. El gobierno ruso reclamaba su presencia y Eisenstein regresó dejando en México todo el material. Más tarde Aleksandrov, su compañero, consiguió realizar el montaje basándose en los dibujos y las indicaciones de Eisenstein y completó lo que hoy conocemos 91 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” como ¡Que viva México!, película que consigue retratar el alma del país. Por su parte, Greenaway nos cuenta toda esta historia de una forma un tanto peculiar. Nos muestra a un Eisentein excéntrico, que se emborracha y que se enamora o encapricha de Palomino Cañedo, su guía en el país. Este le descubrirá el placer de una relación sexual con otro hombre, ya que en Rusia no podía liberarse y dar rienda a sus pasiones homosexuales. México deja una huella en la vida de Eisenstein, no solo en el aspecto sexual sino también en el espiritual. En México se convive con la muerte: para ellos no es una enemiga, siempre está presente, no se la puede olvidar. En el mismo Guanajuato hay un Museo dedicado a ella, y esa visión impacta al Eisenstein de Greenaway y le vemos sumergido en monólogos y diálogos trascendentales con su amante Palomino. Una danza peculiar entre Eros y Tanatos. Además, se trata en parte su etapa más relacionada con Estados Unidos, en la que estuvo a punto de llegar a hacer películas en Hollywood. El montaje barroco característico del lenguaje cinematográfico de Greenaway nos acompaña a lo largo del filme: desde el principio aparece su ya conocida, y tan propia del director, multipantalla en la cual podemos ver fragmentos del documental en blanco y negro, acompañados de fotografías y de tomas de personajes célebres mexicanos como Frida Kahlo. Momentos en blanco y negro que se intercalan con el color de la película y que intensifican la narración. También en esta obra aparecen, cómo no, sus personajes voyeur, en este caso unos vándalos que nos escoltan a lo largo de toda la película, centrando sus miradas en el extranjero adinerado para intentar secuestrarle en un momento de soledad y pedir un rescate, del que no saldría vivo si cayera en sus manos. Siguen apareciendo planos de sexo explícito, también planos diseñados con una milimétrica simetría y el uso de travellings horizontales de larga duración que ahora se combinan con travellings circulares que acompañan 92 RESEÑAS a las escenas en la habitación de Eisenstein, en las que la cama es el objeto central y en las que se desarrolla gran parte de la acción. El más puro Greenaway vuelve a meternos de lleno en su universo cinematográfico y consigue, no solo no decepcionarnos, sino dejarnos conmovidos ante lo que se puede crear con un buen montaje y una buena historia que contar. 93 RESEÑAS Una nueva épica del oeste El renacido (The Revenant) (2015) Reparto: Leonardo DiCaprio, Tom Hardi, Will Poulter Director: Alejandro González Iñárritu Guion: Mark L. Smith, Alejandro González Iñárritu Fotografía: Emmanuel Lubezki Duración: 156 minutos Javier Ignacio Alarcón El Oeste norteamericano es uno de los espacios legendarios donde la identidad de este país se ancla. En consecuencia, no sorprende que el género western siempre esté presente en las salas de cine. El año pasado tuvimos dos producciones: The Hateful Eight (2015), la parodia posmoderna y repleta de violencia de Quentin Tarantino (Tennessee, 1963) —que ya nos había proporcionado otro filme western en 2013—; y la nueva película de Alejandro González Iñárritu (Ciudad de México, 1963): The Revenant (2015). De las dos, es la última la que más ha llamado la atención del público, entre otras razones, porque recupera muchas de las características del género —el tono épico, el universo salvaje, los personajes heroicos— y los observa a través de un nuevo lente. La historia se centra en Hugh Glass (Leonardo DiCaprio) —basado en el personaje histórico homónimo—, el más experimentado de un grupo de traperos ubicados en lo que hoy es Dakota del Sur y del Norte. Después de que el grupo sea atacado por nativos americanos, los sobrevivientes deciden seguir las recomendaciones de Glass, quien sugiere abandonar el bote en el que escaparon y continuar a pie su camino para llegar al Fort Kiowa, el refugio 94 RESEÑAS de los traperos. No todos en el grupo están satisfechos con esta decisión, lo que evidencia la tensión que existe entre el protagonista y John Fitzgerald (Tom Hardy). Cuando Glass sobrevive, a duras penas, al ataque de un oso, la expedición se dificulta y Fitzgerald aprovecha las complicaciones para abandonar al protagonista a la intemperie, después de asesinar a su hijo. El resto de la película se puede intuir: el personaje principal se verá obligado sobrevivir en un mundo salvaje para obtener su venganza. La temática épica se hace palpable, sobre todo, en la estructura de viaje que define la película; un viaje que llevará al héroe a través de una serie de obstáculos para recuperarse, física y espiritualmente, de la situación desfavorecida en la que inicia. Asimismo, un sutil maniqueísmo se hace sentir: a pesar de la complejidad de los personajes centrales, Glass y Fitzgerald, no por esto dejan de representar polos antagónicos. En pocas palabras, la película gira en torno a un héroe y un villano. Esto no niega, sin embargo, la profundidad de ambos. Todos los personajes del filme están bien construidos y resultan, cada uno a su manera, entrañables. Glass es un héroe, pero uno con defectos cuya mayor lucha es interna; de la misma manera, Fitzgerald es un villano complejo e Iñárritu se asegura de hacérnoslo saber. El mayor problema de la trama, sin embargo, resulta su carácter efectista: el personaje de DiCaprio constantemente reta la verosimilitud de la historia, una y otra vez se ve sometido a pruebas imposibles que supera, en varias ocasiones, de manera todavía más increíble. Pero esto queda compensado por otros elementos. La fotografía es impresionante, sobre todo si consideramos que se filmó exclusivamente con luz natural. De la mano con esto, tenemos la dirección de Iñárritu, que construye un western capaz de revivir todos los elementos del género y darles un nuevo color a través de una producción compleja que, más allá de la historia, no decepciona. 95 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” Sin embargo, son las actuaciones las que realmente hacen brillar al filme. Tom Hardy no falla en darle vida a un personaje complejo que, a pesar de todos sus defectos, no deja de generar empatía. Will Paulter, que encarna al joven Bridger, hace palpable el conflicto del personaje, atrapado entre sus principios morales, sus miedos y su deseo por sobrevivir. Pero es DiCaprio quien más brilla: su actuación no solo nos lleva a través del viaje del protagonista, haciendo tangible las complejas emociones que atraviesa, sino que nos hace vivirlo —y sufrirlo— con él. The Revenant resulta, por lo tanto, paradójica. Porque es difícil pasar por alto que una producción impecable, una bellísima fotografía, una dirección sin fallas y algunas de las mejores actuaciones del año están ahí para narrar una historia que, no solo repite lugares demasiado comunes, sino que raya en lo inverosímil. Esta es la cuestión que se le plantea al espectador. 96 VOCES Entrevista a Paulina del Paso Sofía González Gómez y Paula Mayo Paulina del Paso (Kent, 1973) es una especialista del medio audiovisual y cinematográfico que trata de fundir lo narrativo y lo experimental en cada una de sus creaciones. Ha participado en diversas exposiciones sobre fotografía y ha presentado sus trabajos en diversos festivales europeos y americanos. Además, su dedicación y esfuerzo la ha permitido disfrutar de algunas becas que han contribuido a su formación profesional, tales como la RE-New Media o la Gucci Ambulante. En la actualidad, continúa buscando nuevas formas de mostrar su creatividad al mundo. De hecho, en estos últimos meses ha estado ultimando su última exposición, una vídeo-sinfonía cuadrafónica que se ha inaugurado esta misma primavera. Se pueden destacar sus cortos Mírame y no me toques (1994), Sin pies ni cabeza (1997) y Buscando a Marte (2005) o sus documentales Ni princesa, ni esclava: La condición de la mujer (2005) y La Guerrera (2011). Por otra parte, Paulina del Paso es la hija del autor Fernando del Paso, quien ha recibido recientemente el Premio Cervantes 2015. ¿Como interpreta el Premio que va a recibir su padre? ¿Qué significa para su carrera literaria? Toda la familia está muy orgullosa de que a mi padre se le haya otorgado el Premio Cervantes, el más importante de las letras hispanas. Sin lugar a duda es la coronación de toda una vida dedicada cuerpo y alma a la escritura. Para mi papá escribir siempre ha sido tan importante como respirar o comer y nosotros, su familia, estamos convencidos de que ha sido esta pasión la que 97 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” Es la coronación de toda una vida dedicada cuerpo y alma a la escritura. Para mi papá escribir siempre ha sido tan importante como respirar o comer. le ha ayudado a sobrellevar las múltiples enfermedades que ha sufrido a lo largo de los años, entre ellos un cáncer a los 27 años, un infarto del corazón a los 55 y dos isquemias cerebrales (una a los 77 años y otra a los 78). Para mi padre la literatura es cosa seria y cada una de sus tres novelas principales (José Trigo, Palinuro de México, Noticias del Imperio) fueron el resultado de una larga aventura de más de siete años. Estos fueron años de investigación, de escritura y de re-escritura hasta lograr el resultado que él buscaba. Fui muy afortunada al ser la primera en enterarme del premio, de hecho fui yo quien le dio la noticia a mi papá. No podía parar de llorar de la emoción. Era algo que todos deseábamos ya que sentíamos que se lo merecía y finalmente fue un alivio que aún estuviera vivo para recibir dicha noticia dado su delicado estado de salud en los últimos años. 98 VOCES Mi padre ha hecho de cada uno de sus libros un continente que nosotros, sus lectores, podemos explorar una y otra vez y siempre descubriendo cosas nuevas. Como lectora de las obras de su padre, ¿en qué tradición literaria las situaría? La verdad no me considero una experta de las diferentes tradiciones literarias. Sin embargo, lo que puedo decir es que la crítica muchas veces ha comparado las obras de mi papá con la de James Joyce y Rabelais. Sus libros, los de mi padre, son densos, llenos de referencias históricas y al mundo del arte y de la ciencia. El vocabulario que él emplea es muy vasto (de niño leyó una enciclopedia completa y siempre le ha gustado leer libros especializados en diferentes temas para dominar el lenguaje de cada oficio), son también libros muy lúdicos donde él experimenta con el lenguaje y las formas narrativas. En sus páginas abunda la poesía, tanto por las imágenes descritas y las metáforas sugeridas, como por la musicalidad con la que mi papá escribe. Y siempre están también presentes las pequeñas y grande tragedias y alegrías de la vida. En fin, mi padre ha hecho de cada uno de sus libros un continente que nosotros, sus lectores, podemos explorar una y otra vez y siempre descubriendo cosas nuevas. ¿Cómo surgió su afición por el cine? ¿Y a la fotografía? Desde niña me fascinó la vena artística de mi padre. La vida era más divertida y original al tener un ser tan creativo en casa que no solo escribía, sino también pintaba, hacía piñatas (junto con la ayuda de mi mamá Socorro), sabía poner papel tapiz, colocar alfombras a modo de un ajedrez rojo y azul y todavía le sobraba tiempo para jugar conmigo. Por lo tanto, también siempre supe que quería desenvolverme en el medio artístico solo que tardé un tiempo en encontrar en qué rama. Evidentemente no me iba a atrever a escribir ya que me parecía que se trataba de una tarea imposible y la verdad no se me antojaba que me compararan con mi padre, quien claramente estaba en un nivel muy superior. 99 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” La magia del cine la descubrí de múltiples maneras. En particular, recuerdo las variadas ocasiones en las que me senté a ver una película con mi papá en la televisión y de pronto él se ponía a contar del uno al diez y yo sabía que al llegar al número diez iba a aparecer mágicamente un círculo negro en la esquina superior derecha de la pantalla. Para mí era inexplicable cómo mi padre sabía con tanta certeza que esto iba a suceder. Muchos años después descubrí que en realidad son dos los círculos negros que aparecen. El primero es un aviso para el cácaro de que el rollo de película está por acabarse, así que debe ir preparando el siguiente rollo. Al aparecer el segundo círculo, diez segundos más tarde, es la señal de que ya va a entrar la imagen de este nuevo rollo. Finalmente, a los dieciocho años descubrí que lo mío era lo audiovisual. Primero estudié video en el departamento de Televisión y Video de la Universidad de Guadalajara (en la cual por cierto tuve una inolvidable clase con Guillermo del Toro) y posteriormente entré a estudiar cine al Centro de Capacitación Cinematográfica. Se pueden contar historias con diferentes lenguajes. ¿Por qué se decantó finalmente por contar historias utilizando un lenguaje audiovisual y dedicarse profesionalmente a ello? ¿Se planteó alguna vez escribir y seguir los pasos de su padre? Sí, en efecto las historias se pueden contar de diferentes maneras a través de diversos medios y usando diferentes lenguajes. Me parece que cada medio artístico y cada lenguaje tiene sus encantos, sus particularidades, sus ventajas y sus desventajas y yo descubrí que el lenguaje que más me seducía era el audiovisual. Hablando de los diferentes lenguajes, por ejemplo, me parece totalmente imposible que se haga una adaptación cinematográfica fiel de alguna de las tres principales novelas de mi padre (José Trigo, Palinuro de México, Noticias del Imperio). Además de imposible me parece un reto sin sentido. Las novelas de mi padre son experiencias únicas e irrepetibles y justamente lo son porque 100 VOCES Las novelas de mi padre son experiencias únicas e irrepetibles y justamente lo son porque son literatura en el sentido más absoluto de la palabra. son literatura en el sentido más absoluto de la palabra. En todo caso lo que me parece interesante es ver las diferentes maneras en que la obra de mi padre pueda ser el punto de partida, la fuente de inspiración para la creación de múltiples expresiones artísticas: películas, óperas, obras de teatro, performance, etc. que no pretendan abarcarlo todo. Creo que cualquier obra basada en alguna de las novelas de mi padre siempre será solo una faceta del prisma. De hecho, he de confesar que todas las veces que he escuchado el monólogo de la Emperatriz Carlota (del libro Noticias del Imperio) en voz de alguna actriz, siempre me ha decepcionado, y no porque se tratara de una mala actuación, sino porque la voz de Carlota para mí es la que escucho en mi cabeza al leer la novela de mi padre. Es esa voz que se asemeja a la mía y que en un descuido se podría convertir en la mía. Ese juego solo se puede dar con la literatura. Al leer el monólogo, yo me convierto en Carlota. Al ver la película, la actriz se convierte en Carlota y la diferencia es abismal. ¿Alguna vez se ha planteado adaptar cinematográficamente una novela? Recuerdo haberme sentido muy emocionada al leer hacer varios años DJIN de Alain Robbe-Grillet. Al tratarse de una novela del llamado movimiento Nouveau Roman es una obra muy cinematográfica. Alguna vez soñé con hacer una adaptación cinematográfica de esta novela pero solo se quedó en la idea. Ahora por supuesto también me he visto tentada de adaptar algo de mi padre pero más en el espíritu de lo que comentaba en la respuesta anterior: tomando la obra de mi padre como un punto de partida para dejar volar mi imaginación sin jamás pretender convertirse en su equivalente e igual en un lenguaje cinematográfico. Son muchos autores mexicanos los que han recibido el Premio Cervantes en los últimos años, como José Emilio Pacheco en 2009, Elena Poniatowska en el 2013 y en 2015 Fernando 101 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” del Paso. ¿Por qué cree que la literatura mexicana está disfrutando de este reconocimiento? ¿Es México un país que aún tiene mucho que mostrar al mundo en el terreno artístico? Culturalmente hablando México es un país muy rico, lleno de tradiciones y diversas expresiones artísticas. Desde todos los tiempos y en todas las ramas artísticas existe una larga lista de gente muy talentosa. En México hay una gran tradición literaria que abarca muchos estilos y géneros literarios. Existen también varias actividades que giran en torno a la literatura como por ejemplo la Feria del Libro del Palacio de Minería, fundada hace treinta y siete años, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), que es actualmente la feria del libro más grande de América Latina y que este año cumple treinta años. También existe la FILEY de Mérida y otras ferias del libro en el resto del país. El Fondo de Cultura Económica (FCE) ha jugado un papel clave promoviendo a mucho escritores mexicanos desde su creación en 1935 (un año antes de que naciera mi papá). También existen varias editoriales independientes: Ediciones Era, Tumbona Ediciones, MaNgOs de HaChA, El Tucán de Virginia, Cidcli así como estímulos para artistas como las prestigiosas becas del Fonca. Además, hay que resaltar a los numerosos cineastas mexicanos que han conquistado el mundo y ganado premios en los festivales de cine más prestigiosos. En la película En un abrir y cerrar de ojos (1999), aparece su padre, Fernando del Paso. ¿En qué medida considera que la literatura le ha influido en su producción fílmica? En efecto mi padre sale actuando en mi cortometraje En un abrir y cerrar de ojos y llegó a salir en otros cortos míos en la etapa de mis primeros audiovisuales. No sé qué diría Freud pero en este corto mato a mi padre: la protagonista lo mata por sus lentes ya que los quiere para su colección. Sí creo que la literatura ha sido una gran fuente de inspiración para mis trabajos. A partir de una frase que haya yo leído puede volar mi imaginación 102 VOCES hasta llegar muy lejos y en este sentido la obra de mi padre siempre ha sido una gran fuente de inspiración para mí y en particular Palinuro de México, obra que leí a los dieciséis años. Esta experiencia fue muy curiosa para mí dado que en Palinuro de México hay varios pasajes eróticos bastante explícitos y pues yo los leí sin que en casa me hubieran hablado aún de sexo ¡y aquí pasaba de todo! En sus cintas tienen un peso importante las mujeres. ¿Considera el arte como una vía de A partir de una frase que haya yo leído puede volar mi imaginación hasta llegar muy lejos y en este sentido la obra de mi padre siempre ha sido una gran fuente de inspiración para mí. empoderamiento y visibilización de la mujer? Definitivamente el arte es una vía de empoderamiento. Para todo aquel que se embarca en un proyecto artístico, el arte se vuelve un medio para comunicar una idea, un sentimiento, una preocupación o una injusticia. Como mujer me parece importante hablar desde donde estoy parada, desde 103 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” Como mujer me parece importante hablar desde donde estoy parada, desde mi condición de mujer (...) es evidente que la misoginia y el machismo aún predominan en el mundo y las mujeres siguen siendo víctimas de muchos abusos. mi condición de mujer. No es lo mismo estar del lado de los que han escrito la historia que del lado de las que la han sufrido (digo esto, aunque suena algo drámtico, pensando en la larga lista de injusticas cometidas en contra de la mujer a lo largo de la historia de la humanidad). Aunque en lo personal he sido afortunada y nunca he vivido una injusticia de género, es evidente que la misoginia y el machismo aún predominan en el mundo y las mujeres siguen siendo víctimas de muchos abusos. ¡En México ni se diga! Y en lo que a este tema se refiere les comparto que actualmente estoy escribiendo un guion de largometraje llamado A flor de piel con la cineasta mexicana Elisa Miller acerca de la aventura sexual de una joven que llega a vivir a la ciudad de México. Esta joven es fuertemente juzgada por vivir libremente su sexualidad, lo que la hace caer en una espiral culpógena, de pesadilla. 104 VOCES Esta es la función del arte que más me interesa, la de crear un espejo, un confesionario donde el otro se pueda asomar y descubrir que no está solo en sus miedos y sus inseguridades. En La Guerrera (2011) se retrata el camino que tiene que recorrer una mujer boxeadora que persigue sus sueños. ¿Fue duro terminar de crear este proyecto? ¿Qué le enseñó esa experiencia tan intensa a la que dedicó varios años de su vida? Hacer el documental de La Guerrera ha sido de las experiencias más maravillosas de mi vida. La Guerrera es el retrato de Ana María Torres, una joven boxeadora de Nezahualcóyotl que sueña con ser campeona mundial. Al conocer a Ana María y entrevistarla para un documental para la televisión, quedé maravillada por la mezcla de su carácter fuerte y su personalidad tímida, rudeza y su dulzura. Ana María peleó en el Primer Campeonato Nacional de Boxeo Femenil en 1999 y ganó. Una dato curioso: en México se aprobó el boxeo femenino después de un estudio médico donde se dedujo que las mujeres podían recibir golpes en la cabeza sin consecuencias graves. Los casos de mujeres que fueron analizadas eran las de mujeres golpeadas por sus maridos. Gracias a esto, en 1999 se convirtió en la primera campeona nacional de México en una época en la que Ana María era la única mujer que entrenaba en su gimnasio. Recuerdo mucho la primera vez que la entrevisté, después de haberla visto entrenar y a una de mis preguntas ella respondió que se sentía menos al estar con gente que había recibido una educación (ella dejó la escuela como a los 15 años). Fue en este momento en el que yo me identifiqué con ella. Al haber crecido en un ambiente intelectual, recuerdo haber sentido algo muy similar, ante mi padre y sus amigos escritores. Yo siempre me sentí menos por inseguridad mía. Y, sin embargo, al conocer a Ana María yo me preguntaba “¿cómo puede esta mujer tan poderosa sentirse menos?”. Allí entendí que uno es su peor juez y fue así como, poco a poco, me fui deshaciendo de mis complejos gracias al privilegio de poder asomarme a la vida de esta maravillosa mujer y compartir con ella sus derrotas y sus triunfos. Concluyo que para mí esta es la función del arte que más me interesa, la de crear un espejo, un confesionario donde el otro se pueda asomar y descubrir que no está solo en sus miedos y sus inseguridades. 105 ARTÍCULOS Silente caja de resonancia: la obra callada de Octavio Paz Javier Helgueta Manso La verdadera expresión, el verdadero decir, están siempre en el límite de silencio y palabra. Mejor: en el silencio que la palabra auténtica entraña. Ramón Xirau, Palabra y Silencio. Palabras iniciales Son muchos los factores, tanto poéticos como políticos, que han provocado la emergencia del fenómeno del silencio en la literatura y el arte hispanoamericanos del siglo xx. En el centro mismo de esta cuestión, y del propio siglo, la figura de Octavio Paz merece una consideración especial. Para adentrarnos en ella, sin embargo, me gustaría comenzar por una paradoja —tan propia a la naturaleza misma del fenómeno de lo silente— que ha tenido lugar en el plano teórico. El gran ensayista venezolano Guillermo Sucre dedica, en su trascendental ensayo La máscara, la transparencia —ya de por sí toda una declaración de intenciones— un capítulo a “La metáfora del silencio” en la cual se diserta sobre Gonzalo Rojas, Cintio Vitier, Rafael Cadenas o Alejandra Pizarnik, entre otros, concediéndole a Paz, tan solo, la apertura del capítulo a través de una cita directa de su obra: “Enamorado del silencio, al poeta no le queda más recurso que hablar” (293). Si el poeta mexicano es uno de los grandes pensadores del silencio, ¿por qué mencionarlo tan de pasada? ¿Por qué no desarrollar en un capítulo completo este vínculo fundamental con el silencio que caracteriza gran parte de la obra de Octavio Paz? 107 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” Con esta manera de proceder, discutible, pero bien calculada, el pensador venezolano, aun no analizándolo con la misma precisión que al resto, le señala, sin embargo, como pórtico; es decir, le concede el privilegio de ser considerado el vértice a través del cual se deben entender las diferentes manifestaciones del silencio poético en la literatura hispanoamericana contemporánea. Octavio Paz no es ni mucho menos el primero en experimentar con este fenómeno, pues hay de esta poética del silencio algo ya en la poesía más humana de Rubén Darío, en las intuiciones metafísicas, no tanto en las eróticas, de Delmira Agustini o en los límites hollados o transgredidos por los vanguardistas, con Huidobro y Girondo a la cabeza. Tampoco debe considerarse el último en cultivarla, pues aun en nuestros días Hugo Mujica, por citar al que creo que es el principal de esta tendencia en la actualidad, y más tras la reciente muerte de Ernesto Cardenal, sigue trazando hallazgos de hondura mística. Ni, por supuesto, sus incursiones en esta poética son las más originales, mérito que le cabe a Roberto Juarroz — aunque también en este se afirme, antes que nada, el lenguaje. No obstante, aun a pesar de todos estos argumentos, Octavio Paz debe ser estimado — algunos dirán que quizás más por su reflexiones que por sus poemas— como el auténtico “resonador de la actualidad artística e intelectual” (Yurkievich 2002: 356), el autor en torno al cual debe girar —por seguir la idea de los signos en rotación— un panorama de lo silente en la poesía contemporánea unos casos, la espiritualidad oriental, en otros. hispanoamericana. Estos son, creo, los motivos por los que Sucre prefiere instalarle en el espacio más visible del comienzo, situarle como punto de partida y marco de comprensión. Casi me atrevo a decir, aunque tampoco por estos lares hayan faltado razones para señalar que callar formaba parte del decir del y desde el silencio. No cabe aquí desarrollar ese inmenso y riquísimo panorama hispanoamericano, más rico incluso que el europeo2 pero sí quisiera ofrecer algunas líneas de esta poética abordadas por Paz en sus principales libros Incluso cuando en el sustrato de las mismas puedan estar Heidegger, en 1 2 108 ARTÍCULOS líricos, apoyándome siempre en las disertaciones amplificadas en el ensayo El arco y la lira. Aproximación a los silencios de Octavio Paz Libertad bajo palabra no es solo el título de su primer gran libro, a su vez compilación de varios, sino una de las convicciones estéticas del autor mexicano. Del mismo modo, su prefacio podría servir de prólogo no solo a este poemario, sino al conjunto de toda su obra poética. Dada su relevancia, por tanto, las menciones al silencio que en él se hacen constituyen una de las líneas teóricas a seguir, fundamental al haber sido marcada por el propio escritor. En esta breve poética, que apenas ocupa un par de páginas, el silencio se manifiesta físicamente, “empieza”, en el espacio que va más allá del límite, “donde terminan las fronteras, los caminos se borran” (Paz 2004: 25). Concebir una relación entre lo liminar y lo silente resulta un hallazgo común, una consecuencia natural, de los poetas del silencio o de la escucha, y así también Octavio Paz descubre el carácter fecundo de estos fenómenos. En ese topos recupera órficamente el concepto creador de la poética barroca, la inventio —que originariamente pertenecía a la retórica—, y que se puede poner en relación con el antecedente huidobriano, el demiúrgico verbo crear. Octavio Paz afirma repetidamente, y es la palabra más repetida en este prefacio: “Invento”, en primera persona. Pero lo que inventa, en y desde el silencio y el límite, es “la Palabra”. (26); como dirá en El arco y la lira “la misión del poeta (…) no es salvar al hombre sino salvar al mundo: nombrarlo” (2010: 95). Además, se señalaba unos párrafos atrás que Paz no era ni el primero, ni el más original ni el más obsesionado con el problema del silencio, sino que el principal tema de toda su obra poética y ensayística es el lenguaje —literario—. Así lo entiende la crítica; por ejemplo, otro gran 109 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” ensayista, como Saúl Yurkievich, que elige la denominación “indagador de la palabra” para referirse al poeta mexicano (2002). Una última precisión debe hacerse para evitar cierta ambigüedad que puede surgir tras la lectura del prefacio a Libertad bajo palabra. Octavio Paz especifica en la parte final que la invención de la Palabra tiene lugar “contra el silencio y el bullicio” (26). Esto no significa que ahora lo silente quede denostado al entrar en una relación de equidistancia con lo ruidoso, sino que ambas realidades, que van más allá de lo sonoro, constituyen los marcos liminares, uno bajo y otro excelso —desde un punto de vista cultural—, entre los que puede crearse la Palabra con mayúsculas. Si se repasa el itinerario seguido por el personaje demiurgo de este prefacio, nos recordará a aquel que también sirve de arranque en El mono gramático (1974: 11-12). El poeta lleva a cabo una paratopía, un primer alejamiento social, del bullicio, que implica “un desprenderse del mundo”, el que “todo acto de escribir entraña, como primer movimiento” (2010: 177). En ambos casos asistimos a una transgresión de las fronteras (lingüístico-sociales), pues solo en un topos del silencio es posible inventar la Palabra. El mismo Sucre explica esta cuestión recordando que el silencio significa “el regreso a las fuentes mismas de la palabra”, recordando a su vez, que tal “regreso es un punto de partida; lo original, en efecto, es el silencio. Escribimos con palabras, pero lo hacemos desde el silencio” (1985: 293) para especificar más tarde que “se escribe con palabras que son la traducción (la pobre traducción temporal, subraya Borges) de la Palabra.” Este sería el punto de vista propio de la “conciencia del poeta contemporáneo” (294), cuyo mayor ejemplo lo constituye el propio Paz. Así pues, en este prefacio de Libertad bajo palabra, el silencio se entiende límite de la palabra pero marco potencial para la Palabra. En El arco y la lira clarifica esta primera intuición: 110 ARTÍCULOS Por una vía que, a su manera, es también negativa, el poeta llega al borde del lenguaje. Y ese borde se llama silencio, página en blanco. Un silencio que es como un lago, una superficie lisa y compacta. Dentro, sumergidas, aguardan las palabras. Y hay que / descender, ir al fondo, callar, esperar (2010: 147-148) Con esta declaración Octavio Paz se sitúa en una tradición de autores, que, desde Hölderlin hasta el ya citado Sucre —o nuestro Valente—, pasando por Kafka, Heidegger, Zambrano, Blanchot o Merleau-Ponty, entre otros, afirman que es conditio sine qua non del poeta escribir desde el silencio. Precisamente, alguno de estos pensadores y poetas se encuentran en el sustrato mismo de las concepciones literarias pacianas, sin que ello implique restarle un grado de originalidad a su obra. Téngase en cuenta que Octavio Paz descubre, reflexiona y poetiza sobre este fenómeno antes incluso de se produzcan algunas de sus grandes lecturas europeas y del influjo poderoso que sobre su obra ejercerá posteriormente lo oriental. Antes al contrario, en él, como en otros autores modernos, el silencio constituye primeramente un hallazgo de quien se adentra en el espacio de la naturaleza y practica la acción plurisensorial de la escucha. Ya en el poemario Bajo tu clara sombra se pueden encontrar algunos ejemplos de escucha en pleno régimen nocturno, que incluso llega a definirse como espacio por excelencia de lo callado: “Blanda invasión de alas es la noche, / viento parado en una apenas rama: / la tierra calla (…)” (Noche de resurrecciones, III, vv. 1-3). A veces el silencio borbota como un elemento purificador, idea que se podrá rastrear de nuevo en los últimos libros de Paz, y que se inicia en “Medianoche”, (…) Del alma, ruina y sombra, vértigo de cenizas y vacío, 111 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” brota un esbelto fuego, una delgada música, una columna de silencio puro, un asombrado río que se levanta de su lecho y fluye, entre los aires, hacia el cielo. (vv. 4-11). La referencia, repetida en dos versos, al ámbito nocturno como “plenitud silenciosa de lo vivo” (vv. 3 y 33) remite a la concepción del silencio como origen cósmico y ontológico; idea que, coetáneamente, también se advierte en Heidegger, siempre bajo la mediación hölderliniana (2005). Este origen debe entenderse según el sentido griego; lo sabe bien un poeta de la escucha como el argentino Hugo Mujica, quien recuerda que el “Arché” “es Origen y no principio, presencia y no pasado: tiempo mítico, tiempo ontológico, tiempo de originar, del instaurar” (2014: 27). La escucha de la naturaleza continúa presente en el poemario Condición de nube, pero es el metapoema “Silencio” el más interesante para este análisis, por ofrecer algunas ideas poéticas nuevas y definitorias, especialmente en lo relativo a la existencia de variados tipos y niveles de silencio. Así como del fondo de la música brota una nota que mientras vibra crece y se adelgaza hasta que en otra música enmudece, brota del fondo del silencio otro silencio (…) (vv. 1-6). También en esta ocasión la escucha parece ser el primer paso de un proceso fervientemente ontológico, en donde desde el primer silencio exterior, fenoménico, se alcanza un silencio interior, psicológico, que, al posicionarnos, a modo de espejo, ante nosotros mismos, genera una evaluación angustiosa de la vida: 112 ARTÍCULOS (…) otro silencio, aguda torre, espada, y sube y crece y nos suspende y mientras sube caen recuerdos, esperanzas, las pequeñas mentiras y las grandes, y queremos gritar y en la garganta se desvanece el grito: desembocamos al silencio en donde los silencios enmudecen (vv. 6-13). En El arco y la lira se afirma la existencia de un Silencio “anterior a la palabra” (2010: 177) y aquí, por el contrario, culmina, el último nivel del silencio, también susceptible de ser escrito con mayúscula, un Silencio totalizador en donde se ahogan los silencios previos junto al mismo lenguaje. El paso dado en Condición de nube ha sido mostrar lo silente como una realidad o experiencia que también puede derivar hacia el dolor: sin duda, en este ejemplo del poema “El silencio”, ha tenido lugar la zozobra del ser; y, de hecho, esta naturaleza no benigna se manifestará con la misma frecuencia que la vertiente fértil de lo silente a lo largo de las varias décadas de poesía paciana. Al fin y al cabo, Libertad bajo palabra constituye, antes que nada, un poemario de poemarios y su rica heterogeneidad también queda expresada por las variaciones de lo silente. Puerta Condenada (1938-1946) viene a ser uno de los principales casos en este sentido. No por casualidad, por las fechas, se trata de uno de los poemarios más imbuidos en la corriente existencialista, en donde el silencio aparece asociado a los contextos de vacuidad interior y sinsentido social. Prueba de ello sería el conjunto de poemas en torno al título “Crepúsculo de la ciudad”; el número I puede dar cuenta de todos los demás a través de estos versos paradigmáticos: Se yerguen más los fresnos, más despiertos, y anochecen la plaza silenciosa, 113 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” tan a ciegas palpada y tan esposa como herida de bordes siempre abiertos. Calles en que la nada desemboca (…) (vv. 5-9). El hombre ha sido atrapado en un particular laberinto de la soledad. Unas veces es en el desamparo de “La calle”, en donde el poeta se descubre persiguiéndose a sí mismo, en plena “calle larga y silenciosa” (v. 1), un sí mismo que realmente equivale a “nadie” (vv. 7 y 13); en otra ocasiones, a través del aislamiento del “Cuarto de Hotel”, se cerciora de una soledad de alcance metafísico: (…) No nos espera Dios al fin de la semana. Duerme, no lo despiertan nuestros gritos. Solo el silencio lo despierta. Cuando se calle todo y ya no canten la sangre, los relojes, las estrellas, Dios abrirá los ojos y al reino de su nada volveremos («III», vv. 8-15). Aunque sea de los más tempranos, Puerta condenada se mantiene como el principal poemario paciano en donde queda expresa la imposibilidad de verbalizar el mundo y, como consecuencia, tiene lugar la derrota del hombre en forma de mutismo. En el siguiente poemario, Calamidades y milagros (1937-1947), llama la atención “La poesía”, uno de tantos metapoemas en donde Paz versifica algunas de las ideas teóricas que más tarde aparecerán recogidas en El arco y la lira. El poema comienza con un anuncio fundamental, que marca el desarrollo poemático: la epifanía de la poesía es callada (“Llegas, silenciosa, secreta,…” v. 1). Como si de un rapto místico-poético se tratase, el poeta se descubre de pronto en el lugar metafísico de la desnudez y del vacío, “sobre la roca inmensa del silencio” (v. 11). Se ha producido un salto del alma —siguiendo 114 ARTÍCULOS la metáfora kierkegaardeana— a esa otra orilla poética por medio de la “inspiración” que reivindica Paz como concepto válido, como proceso cierto aun en los tiempos modernos (2010: 157-181). La poesía no se percibe como entidad exógena, sino como “substancia intocable” (v. 39) que, ascendiendo “desde lo más hondo de mí, / desde el centro innombrable de mi ser” (v. 24-25) termina por habitarle e incluso con-formarle hasta darle razón de existencia. Es entonces cuando se produce la fusión cósmica, en la unidad de todos los seres y las cosas, por la cual “en ti sueña el mundo / y su mudez habla con tus palabras” (vv. 58-59). “Silencio” de Bajo tu clara sombra y “La poesía” de Calamidades y milagros, parecen describir un proceso similar al de las vías místicas, “ardiente balbuceo” (v. 46), o al de los ejercicio tántricos, “unidad de mi alma y de cuerpo” (v. 40), analogía del devenir lírico concebido como forma de autoconocimiento espiritual. Las evidentes reminiscencias neoplónicas, orientales o heideggerianas pueden ser, sin embargo, coincidencias poéticas o influencias inconscientes, no buscadas a propósito, en este autor de vasta cultura o esto parecen indicar las fechas en las que se escribieron. En ¿Águila o Sol? (1949-1950), la serie de fragmentos titulada Trabajos del poeta apunta también a alguna de las líneas ya especificadas. En los dos últimos textos, el XV y XVI, tiene lugar una disolución en la unidad, “caída infinita en un cielo de ecos, en un cielo de espejos que te repiten y te destrozan y te vuelven innumerable, infinito y anónimo” (XVI). Tampoco en este caso debe interpretarse desde una óptica orientalista. Antes al contrario, la violencia inusitada que marca el proceso de muchos de los textos de ¿Águila o sol? apunta directamente al nihilismo de cierto arte occidental, en donde esa unidad vacía se deriva de una destrucción previa, ya sea contra sí mismo como creador, ya sea contra el lenguaje —y en esto algo adelantó en el poema “Las palabras” de Calamidades y milagros. Por otros derroteros, la estética del silencio 115 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” paciana culmina en el momento en que se sublima el silencio como objetivo último, cuando al ejercicio de la creación tan solo se le puede arrancar “unas breves chispas que iluminen un instante de silencio” (IX) o bien cuando el propio escritor, perdida la fe en sus posibilidades, se abandona, renuncia a un decir poético personal, para que sea el viento el agente poético de su mejor poema nunca dicho: Esperanza, águila famélica, déjame sobre esta roca parecida al silencio. Y tú, viento que soplas del Pasado, sopla con fuerza, dispersa estas pocas sílabas y hazlas aire y transparencia. ¡Ser al fin una Palabra, un poco de aire en una boca pura, un poco de agua en unos labios ávidos! (…) Los cantos que no dije, los cantos del arenal, los dice el viento de una sola vez, en una sola frase interminable, sin principio, sin fin y sin sentido (XV). La estación violenta (1948-1957) cierra el libro Libertad bajo palabra. Lo hace, no obstante, ahondando en la paradoja y la ambigüedad en la relación silencio-lenguaje que se había expuesto al comienzo del mismo, en el prefacio ya explicado. Los poemas “Repaso nocturno” o “El río” inciden varias veces en la imposibilidad del decir y en la obligación de no decir: (…) ¿Cómo decir buenos días a la vida? No preguntes más, no hay nada que decir, nada tampoco que callar. El pensamiento brilla, se apaga, vuelve, idéntico a sí mismo se devora y engendra, se repite, ni vivo ni muerto, en torno siempre al ojo frío que lo piensa. (…) (“Repaso nocturno”, vv. 71-77). (…) No, no tengo nada que decir, nadie tiene nada que decir, nada ni nadie excepto la sangre (…) (“El río”, vv. 22-23), 116 ARTÍCULOS Sin embargo, la configuración de los poemas delata justamente una acción contraria al mutismo, expresándose, como nunca hasta ese momento en toda su obra, por medio de la saturación verbal y sígnica: aumenta el número de versos y su extensión, el poema se ensancha, se esparce vertical y horizontalmente ganándole espacio al blanco, al silencio, en una especie de horror vacui, a consecuencia, seguramente, de la plenitud técnica de la imagen surrealista que Octavio Paz alcanza en este poemario (Yurkievich 1989; Perdigó 1975: 50). Así las cosas, la verdadera invitación al silencio en la Estación Violenta, y casi se podría decir que la única, son los dos puntos ¿finales? que ¿lo cierran? Siempre se habla de la circularidad que busca el último y más conocido de sus poemas, Piedra de sol, por el hecho de comenzar y de terminar exactamente con las mismas palabras, pero ¿no será igual de interesante ese salto al vacío, al blanco de la página que provocan dichos puntos y aparte finales? (…) un sauce de cristal, un chopo de agua, un alto surtidor que el viento arquea, un árbol bien plantado mas danzante, un caminar de río que se curva, avanza, retrocede, da un rodeo y llega siempre: Octavio Paz tiende la lectura, gracias a esos dos puntos, puerta franqueable, al espacio rodeante, el blanco, la nada, el silencio, que hasta este momento quizás había pasado desapercibido, pero sin el cual nada, ni a nivel semántico, ni a nivel sonoro, ni a nivel visual tenía sentido. Glosando esta circunstancia a través de una cita de El arco y la lira, piénsese que “de pronto todo desemboca en una imagen final. Un muro nos cierra el paso: volvemos al silencio” (2010: 12). Tras Libertad bajo palabra, el poemario Días hábiles (1958-1961), a camino entre sus dos grandes etapas poéticas, ofrece nuevas perspectivas. Se abre con 117 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” una escena tumultuosa que el poemario no abandonará hasta el final de sus páginas, “Bramar de motores / río en crecida / silbidos latigazos / chirriar de frenos / algarabías” (“Entrada en materia”, vv. 1-5), y que pudiera ser homenaje a la “Oda triunfal” de Álvaro de Campos. En esta misma línea, la sonoridad se expresa frecuentemente bajo la forma distorsionada de la reverberación: Mis pasos en esta calle resuenan en otra calle donde oigo mis pasos pasar en esta calle donde Solo es real la niebla (“Aquí”). El rebote sonoro implica a su vez la dispersión de las palabras por el espacio poemático, implicando una colocación enfrentada de los versos, como también sucede en el poema “Reversible”. Asoma, de algún modo, la concepción del poema estalactita que parece describirse en “La palabra dicha”. En este poema la palabra es “labrada estalactita, / grabada columna” (vv. 4-5) o “eco” que “se congela / en la página pétrea” (v. 7-8). A través de un conjunto de juegos de palabras fónicos y morfológicos, paronomasias, rimas internas, las piezas verbales se prestan y se roban parte de su materia y de su naturaleza: (…) Ánima blanca como la página, se levanta la palabra. Anda sobre un hilo tendido 118 ARTÍCULOS del silencio al grito, sobre el filo del decir estricto. El oído: nido o laberinto del sonido (…) (vv. 9-18) “Laberinto del oído, lo que dices se desdice del silencio al grito desoído” (vv. 34-37) Termina el poema con una máxima (po)ética que recuerda a las tradiciones antiguas del saber gnómico: “Inociencia y no ciencia: / para hablar aprende a callar” (vv. 38-39); y finaliza el poemario, tras la niebla que cerraba el poema “Aquí”, pasando, en tensa transición de claridad, por el “silencio del sol” (v. 7) del poema “Pausa” que “traspasaba risas y gemidos / (…) / hasta el grito de piedra de las piedras” (vv. 8-10), en la definición del tiempo como “transparencia” (“El mismo tiempo”, v. 181), último verso de Días hábiles. Dicha transparencia, y dicho tiempo, se percibirán más tarde en su vertiente tanática en otro de sus famosos libros, Salamandra (1958-1961). Por ejemplo, en el poema “Ustica”, un antiguo cementerio de la isla de Sicilia, donde se afirma: “Yo me asomé al abismo: mortalidad es transparencia” (vv. 39-40). La aportación de Salamandra a la poética del silencio paciana es su concepción translingüística. El libro parece volcado en la búsqueda de nuevos lenguajes, como se puede apreciar en “El garabato” y, especialmente, en el sexto fragmento de “Duración”, pero una vez más, sosteniendo en todo momento el triunfo de la palabra, como demuestra la construcción de un largo poema, de cierto aire mágico-conjuratorio, para referirse a la, sin embargo, “indecible” salamandra. 119 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” Con Ladera este (1962-1968), indicado ya en el propio título, se inicia verdaderamente el periodo de mayor influjo oriental. Se trata, en toda regla, de una inmersión cultural, al haber sido escrito buena parte del mismo en la India. El silencio no desaparece, sino que, antes al contrario, vuelve a cobrar con ello peso, no tanto en la forma —continúa la preponderancia de poemas de factura extensa— como en el contenido de algunas composiciones concretas, en donde se manifiestan algunas novedades. La arquitectura, muy presente en esta obra, aparece, casi por primera vez, como una realidad susceptible de ser construida (o entendida) como forma del sonido (“Tumba de Amir Khusrú” o “En los jardines de los Lodi” en donde los domos “emitieron de pronto / pájaros”, vv. 4-5) o del silencio (“El mausoleo de Humayún”). En otras ocasiones, los elementos de la naturaleza, especialmente si poseen un carácter divino, se asocian de nuevo al paradigma del blanco-silencio-vacío: el sol emerge, una vez más, como símbolo, aunque esta vez con cierto carácter aniquilador: “esto que he visto y digo, / el sol, blanco, lo borra” (“El día en Udaipur”, vv. 69-70). En última instancia, también en Ladera Este hay espacio para la metapoesía, tendencia frecuente en literatura paciana. No puede dejarse de lado el metapoema “Vrindaban”, donde tiene lugar, a través de un paseo físico, el viaje de la conciencia. Como en los primeros poemarios, se persigue y se alcanza el territorio de lo sombrío, lugar del silencio original desde el que se escribe: como reza su último verso “A obscuras voy y planto signos” (v. 159). Pero no todo es Oriente en relación al silencio: la obra de Octavio Paz constituye, como se ha repetido en varias ocasiones, una rica encrucijada de tradiciones y culturas. Al contrario de lo esperable, es en este poemario en donde dedica un espacio a dos de los autores occidentales más preocupados en la reflexión e intento de ejecución del silencio en el arte: el compositor Webern, discípulo del dodecafónico Schönberg, y el artista, y también músico, John Cage. 120 ARTÍCULOS Se pueden establecer periodos, más o menos ciertos, para la poesía de Paz que no coinciden, estas sí bastante claras, con las diferentes etapas en relación a la preocupación por la conexión simbiótica entre el silencio y la poesía. La culminación de tales pesquisas tiene lugar entre mediados de los años sesenta y principios de los setenta. Cierto que existen algunos experimentos ya en el poemario Hacia el comienzo (1964-1968), especialmente con el caligrama “Custodia” y que su escritura poética se extiende hasta los últimos días de su vida, allá por 1998, y aun en ese periodo son interesantes “Gavilla” de Árbol adentro (1976-1988) o el poemario colectivo Figuras y figuraciones (1991-1994); pero nada es comparable en el conjunto de su obra a Blanco (1966) o a los Topoemas (1970). Y se podrá argumentar: ni comparable, ¡ni nuevo! Y a quien lo argumente quizás haya que darle la razón y por el mismo camino negar que los antipoemas de Nicanor Parra constituyan un ejercicio original en el marco de la Historia de la Literatura. Pero algo de esto ya se advirtió en las primeras páginas: Octavio Paz no ha sido ni el primer ni el último poeta del silencio, ni el más original ni el más transgresor, pero casi él solo puede servir para comprender a todos los que alguna vez se han sentido tentados por el descubrimiento de esta estética tan fecunda en el último siglo. La obra abierta, que ya había inaugurado de algún modo “Piedra de Sol” en La estación violenta se sofistica en estos poemarios de carácter experimental. Salvando las distancias, Blanco significa para la poesía lo que Rayuela para la novela. Octavio Paz propone, como ya han expresado muchos críticos, una aventura lectora: lo que se ofrece es un itinerario por los resquicios del lenguaje, un jardín borgiano con senderos que también se bifurcan y se repliegan en pleno proceso fenómeno-sinestésico: la flor “ni vista ni pensada: / oída”, “el mundo es tus imágenes”, “verdea la palabra” etc. que cuaja en la gran unidad —oriental— que significa el blanco-vacío-silencio. 121 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” En relación a la estética y religión india, a pesar de poner todas las objeciones posibles a la interpretación occidental de una homogénea religión oriental del silencio, Kamleshdutta Tripathi afirma que “la manifestación de lo no manifiesto es un acto en el que participa la totalidad del cosmos” (2006: 82). La transparencia, concepto manido en la crítica que trata de interpretar la obra paciana, supone la meta, la totalidad misma, o como dice el propio poeta en el que puede ser el verso más importante de este poema, “todo lo que queda”. Todo lo que queda no en el sentido de que ante la falta de cosas solo nos queda esto, sino de que es lo único imprescindible. Como ya sucedía en Mallarmé, para el poeta mexicano, “el Libro sería el representante del universo, mediante cuyas palabras nos llegaría el mensaje órfico trascendente; ejemplificaría tal obra la pluralidad de mensajes y el espacialismo, la sintaxis dinámica e inexistente y los distintos tipos de tipografía” (Perdigó 1975: 115). Octavio Paz, incluso en Blanco, “nunca pierde el sentido de lo inteligible”, recuerda Guillermo Sucre, sino que construye un “Logos sensible” (1985: 183). Difícilmente se puede expresar el mayor logro poético de su obra mejor que en Blanco: este se cifra en imágenes sincréticas, “las precipitaciones de la música”, el “archipiélago de signos” o las “esculturas rápidas del viento”. Los Topoemas que publica en 1970 tampoco se presentan como algo nunca visto en la Historia de la Literatura: los juegos visuales de la poesía tienen ya grandes antecedentes no solo en la vanguardia —Futurismo, Creacionismo, etc.— o en la poesía concreta —Paz conocía toda la francesa y latinoamericana, incluida la brasileña—, sino en el propio mundo antiguo y en el Medievo. Sin embargo, parece una consecuencia natural en la literatura de quien ha dicho que “el silencio mismo está poblado de signos” (Paz 2010: 20). 122 ARTÍCULOS La palabra signo es fundamental para comprender esta última deriva poética cuyo cénit lo constituye su proyecto de los Discos visuales. Como muy bien señala Yurkievich, “toma la palabra ‘signo’ en su sentido etimológico de ‘señal celeste, constelación’ (2002: 395). Sin la pretensión de establecer un poema que sea, como sucedía en Blanco, cuerpo, ser y cosmos al mismo tiempo, el poeta mexicano ha comprendido que el camino del signo visual, frente al reducido signo lingüístico que representa la palabra, puede propiciar un mayor número de lecturas, lo cual a su vez constituye un proyecto más acorde a la única verdad hermenéutica: jamás puede existir un único significado; difícilmente una interpretación mejor que otras. El niego del topoema, que es a la vez el ni y el ego y el sino, del otro de los topoemas, que es a la vez el sí y el no, se muestran, de este modo, en búsqueda circular autofágica, tendiéndose sobre sí mismos, signos en rotación, en sus poemas-espacio resignificándose. Al comienzo de este artículo se valoraba la figura de Paz como caja de resonancia de toda una poesía sobre el silencio. Ahora, para finalizar, debe indicarse además, su carácter aglutinador, sincrético, logrado con especial éxito en Blanco y Topoemas: en ellos tiene lugar la culminación de una conciencia y de un programa poético: a un mismo tiempo —quizás ese tiempo original sin tiempo—, se produce el cumplimiento del eterno retorno pensado en occidente tanto como del ourbóros precolombino y de la plenitud en la unidad o rasa en la religiosidad hindú. Dicho en palabras de Saúl Yurkievich: Para Paz el poema es consagración del instante privilegiado que escapa a la corriente temporal (a la historia, a la sucesión de los actos banales, a los trabajos forzosos, a la sujección de lo real inmediato y cotidiano), instante revelador de la otredad, salto a lo absoluto, epifanía, presencia del misterio cósmico, rescate de la unidad y plenitud primigenias, intermediario entre la conciencia y el mundo verdadero. Esta sacralidad de lo poético, esta fascinación ante lo 123 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” extraño, ante lo numinoso, aquello que apenas se entrevé y que solo se puede sugerir balbuceando lo innominable e indecible (2002: 357). Bibliografía Obras de Octavio Paz: Paz, Octavio (1974): El mono gramático. Barcelona, Seix Barral. Paz, Octavio (2004): Obras Completas. Vol. VII. Obra poética (1935-1998). Barcelona, Galaxia Gutenberg–Círculo de Lectores. Paz, Octavio (2010): El arco y la lira. México D. F.: Fondo de Cultura Económica. Obras consultadas: Heidegger, Martin (2005): Aclaraciones a la poesía de Hölderlin. Madrid: Alianza Editorial. Mujica, Hugo (2014): “Origen y destino. De la memoria del poeta presocrático a la esperanza del poeta en la obra de Heidegger”. En: Del crar y lo creado II. Prosa selecta. 1: Ensayos. Madrid, Vaso Roto, pp. 15-99. Perdigó, M. Luisa (1975): La estética de Octavio Paz. Madrid, Playor. Sucre, Guillermo (1985): “La metáfora del silencio”. En: La máscara, la transparencia. Ensayos sobre poesía hispanoamericana. México D. F.: Fondo de Cultura Económica, pp. 293-319. Tripathi, Kamleshdutta (2006): “De lo sensible a lo suprasensible: estética india tradicional: conceptos clave de Rasa, Dhvani y Bhavaanukirtana”. En: Pujol, Óscar y Vega, Amador (eds.): Las palabras del silencio. El lenguaje de la ausencia en las distintas tradiciones místicas. Madrid-Ávila, Trotta-Centro Internacional de Estudios Místicos, pp. 81-91. 124 ARTÍCULOS Yurkievich, Saúl (2002): Fundadores de la nueva poesía latinoamericana. Vallejo, Huidobro, Borges, Girondo, Neruda, Paz, Lezama Lima. Barcelona, Edhasa. Xirau, Ramón (1968): Palabra y silencio. México, Siglo XXI. 125 ARTÍCULOS México como escenario teatral: Rodolfo Usigli y la búsqueda de la identidad a través de los gestos Verónica Jiménez Moreno “Un pueblo sin teatro es un pueblo sin verdad”. Así resumía Rodolfo Usigli el sentimiento que albergaba ante la situación que se encontró al iniciarse en el panorama teatral, ya que este no era otro que el apabullante mundo de la revista con altas dosis de influencia del género chico español. Así, las circunstancias político-sociales que se desarrollarían en el pasado siglo y autores como Usigli darían pie a la conformación de un teatro moderno propio mexicano, reforzado todo ello con la creación de escuelas y teatros, labores pedagógicas y adecuación de los géneros a la realidad mexicana. En los inicios del siglo xx, México acogería como protagonista el género chico español, trasplantado por Enrique de Olavarría y Ferrari en 1869, a la vez que el sainete y la zarzuela, a los que se incorporarían elementos puramente mexicanos —temas, personajes— como también peculiaridades lingüísticas nacionales. Tras la Revolución mexicana de 1910-1919, como ya se ha mencionado anteriormente, el teatro que predominaba en las tablas era el de la revista, el cual era censurado frecuentemente por su sátira mordaz contra personajes de la vida pública y que se realizaba junto con el circo en las carpas itinerantes. El Naturalismo de Zola sobrevivió en ciertas obras que retrataban escenas rurales con un dramatismo intenso; aquí el teatro empezaba a dirigirse al “indio”, al campesino y proletariado urbano propio del lugar. Con el Teatro de Ahora, formado por Mauricio Magdaleno y Juan Bustillo Oro en 1932, se describía la realidad mexicana y se criticaban los asuntos abordados 126 ARTÍCULOS en la Revolución; con Bustillo Oro en su drama Justicia, S.A. (1933) se vieron por primera vez las influencias de Piscator y Brecht del teatro épico político. Paralelamente, los primeros intentos de otorgar un aire propio y nacional al teatro vinieron desarrollándose por la Unión de Autores Dramáticos, el Grupo de los Siete Autores y la Comedia Mexicana, todos ellos con las preocupaciones de la clase media como carta de presentación. Sin embargo, a quien se le atribuye la introducción de una renovación teatral es al Teatro Ulises, constituido en 1928 por Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Celestino Gorostiza y Gilberto Owen, los cuales introdujeron el teatro experimental en México. Dicho teatro introdujo en México la renovación teatral que se estaba produciendo en otras partes del mundo. Los míticos montajes de este grupo desafiaban, por una parte, el repertorio convencional, con obras de, entre otros, Cocteatu, Pirandello, Giroudoux o Strindberg u O’Neill. Principalmente, el Teatro Ulises supuso una alternativa a los anquilosados métodos del teatro tradicional. “Los nuevos comediantes se rebelaban ante el acartonamiento interpretativo, el estreno semanal, el uso de apuntador, los falsos decorados, el mal gusto del mobiliario, la jerarquización de los papeles, la tiranía del primer actor, los sistemas obsoletos de maquillaje e iluminación (…). En fin, fue una rebelión contra el pasado”1. Ita, Fernando de, (1991), “Un rostro para el teatro mexicano”, en Teatro mexicano contemporáneo. Antología, Algunos de los creadores del Teatro Ulises, como Celestino Gorostiza, prolongaron estas actividades en el Teatro de Orientación (1933), que, dentro de la misma línea experimental, programaba además obras de estos y otros escritores mexicanos. La labor de renovación de este grupo se prolongó varios años y, como vemos, cubrió varias facetas: repertorio, puesta en escena, organización del hecho teatral y, finalmente, literatura dramática. Fue la culminación de la adopción de técnicas contemporáneas europeas. Se consiguió representar a los grandes del repertorio universal —Sófocles, Madrid, FCE, 1991, pp. 11-77. Shakespeare, Molière, Chejov, etc.— traducidos al español y fue el primer 1 127 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” movimiento que atrajo a un nuevo público intelectual al teatro mexicano. Esto fue un avance que, comprensiblemente, fue apenas percibido por las gentes del entorno teatral, ya que la faceta social y crítica estaba todavía por calar. Sin embargo, los jóvenes dramaturgos de la llamada generación del cincuenta descubrieron, gracias a estos maestros, esta fuente escénica al margen del teatro profesional. En todo este panorama se encontraba el prolífico dramaturgo Rodolfo Usigli (1905-1979), que, además de eso, desarrollaría las actividades de director, teórico, profesor, y diplomático. El dramaturgo mexicano es considerado el padre del teatro nacional en México y se le reconocería posteriormente por su concepción del teatro y la fomentación de la cultura proponiendo la creación de un Centro Nacional de las Artes donde se ubicaría el Teatro del Mundo. Usigli, que veía el teatro como el elemento integrador de todas las artes, desde el principio planeó y se preocupó por la realización de un programa pedagógico, ya que concibió al arte como la manera más efectiva de “resignificar” la identidad nacional, a la luz de una modernidad de la que él era plenamente consciente y la cual entendió en toda su profunda complejidad. Su concepto de nacionalidad recupera una visión humanista que siempre estuvo presente como una actitud crítica ante el desarrollo del racionalismo. Evidencia de ello es el surgimiento de las vanguardias, aunque sería simplista nombrar como vanguardias solo aquellas expresiones formales que emergen en la modernidad. Para Usigli, pues, lo “moderno” no es el rechazo de la tradición, sino su “retextualización”, lo que lo ubica en una posición distinta a las vanguardias formales, cuyo origen también se encuentra en la crisis de la modernidad. En este sentido la vanguardia humanista inicia la recuperación de lo oral, lo 128 ARTÍCULOS particular, lo local, lo temporal de la subjetividad, sin desdeñar la objetividad, que es vista como uno de los criterios, y no el único, de la verdad. Se tendría que ubicar esta otra “vanguardia”, por ejemplo, en el teatro filosófico de Pirandello, en las propuestas existencialistas europeas y en el neorrealismo del teatro norteamericano, así como en sus cruces con las vanguardias “formales” posteriores en el teatro de Brecht, Beckett y Pinter, entre otros. La obra de Usigli manifiesta una modernidad que no desestima la vanguardia, sino que asume algo más que experimentaciones formales. Ese algo más es su preocupación por el desarrollo del país en medio de la modernidad a la que ha sido arrojado por la revolución. En este sentido, se podría decir que es Usigli quien introduce el tema de la modernidad, no solo en México, sino en toda Latinoamérica a través del planteamiento teatral del problema de la identidad. Entre las obras de repertorio presentadas en ese Teatro de las Bellas Artes se encontraba El gesticulador, escrita en 1937 y estrenada en 1947 ,una muestra de esa búsqueda por una visión distinta de la identidad. La obra, subtitulada “pieza en dos actos para demagogos”, tuvo un enorme éxito de público, pero el sector oficial acusó a Usigli de contrarrevolucionario y solo pudo permanecer en escena dos de las tres semanas pactadas. De esta forma, se considera que El gesticulador “dio la primera batalla frontal del teatro contra la censura (…), inició la crítica del sistema político en nuestros escenarios, y (se convirtió en) una de las obras modelo del teatro nacional” (Ita 1999: 39). La acción se desarrolla aproximadamente veinte años después de la revolución. César Rubio, el protagonista, es un ex profesor de historia en la Universidad de México; con mala suerte, Rubio ha perdido su puesto, y ha decidido mudarse con su familia al campo. En este ambiente, se ve que cada miembro de la familia tiene problemas; Rubio sueña con una vida significante 129 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” y rica; su esposa, Elena, quiere que Rubio deje sus sueños; el hijo, Miguel, está buscando la verdad, especialmente en su padre; y la hija, Julia, carece de confianza en sí misma. La acción empieza con la llegada de Señor Bolton, un profesor de Harvard. Bolton busca información sobre César Rubio, un líder de la Revolución Mexicana. El protagonista convence a Bolton de que él es ese César Rubio, probablemente para parecer más importante en los ojos de un extranjero. Bolton comparte su “descubrimiento” con el mundo, y Rubio decide que es una buena idea seguir con la ficción. Esto da lugar a que aparezcan todos los políticos ofreciéndole al supuesto César Rubio que se presente a gobernador en las elecciones. Acepta porque cree en la revolución y quiere poner en práctica los ideales del héroe César Rubio, que él conoce como nadie. Pero, finalmente aparece el asesino del héroe, actual gobernador corrupto que no quiere dejar de serlo, y no solo asesina al nuevo César Rubio, sino que utiliza la muerte de este para su provecho político. El éxito de la obra se encuentra en su discusión de la mitología revolucionaria, pues esta era una gran parte de la historia reciente de México; personajes como Pancho Villa, Emiliano Zapata y Cesar Rubio —obviamente— personificaron los ideales del pueblo, trabajadores quienes querían cambiar el país sin la ayuda de extranjeros. Se ve que, para el gobierno mexicano, es difícil crear un sistema real partiendo de esos mitos. Al principio de la obra se ve cómo el protagonista vuelve a su pueblo con la intención de conseguir algo del pasado y de los Las citas aparecidas sobre El Gesticulador aparecen en la edición escogida de Usigli, R., (1937), “El gesticulador. Pieza en dos actos para demagogos”, en Teatro completo, México, FCE, 1963, pp. 727-820. 2 hombres de entonces a través de los conocimientos de ello2: MIGUEL: Papá, si tú quisieras prometerme que no harás nada… […] CÉSAR: Nada… ¿de qué? MIGUEL: De lo que quieres hacer aquí con los políticos. Lo dijiste una vez en México y esta noche de nuevo. CÉSAR: No sé de qué hablas. 130 ARTÍCULOS MIGUEL: Quieres usar lo que sabes de ellos para conseguir un buen empleo. Eso es… (baja la voz) chantaje. Toda la obra se desarrolla sobre una base realista, pero un realismo que nada tiene que ver ya con los arcaicos modelos españoles. El escenario único —la casa de los Rubio— acoge unos diálogos llenos de sutiles efectos, y un estudio de la personalidad y el entorno claramente literario, frente al costumbrismo anterior. Encontramos, por ejemplo, un agudo uso de la ironía trágica; Miguel reprocha al principio de la obra (730): “Hubiera sido mejor que supieras menos de revolución, como los generales, y fueras general. Así no hubiéramos tenido que venir aquí”. O, más adelante y de una forma más acusada, cuando Elena reprocha a su marido haber engañado al norteamericano (752): CÉSAR: Tienes razón. Y, sin embargo, ¿por qué no podría ser así? Hasta el mismo nombre… nacimos en el mismo pueblo, aquí; teníamos la misma edad. ELENA: Pero no el mismo destino. Eso no te pertenece. Este recurso, la ironía trágica, tiene su origen en el teatro griego. Consiste, como vemos, en anunciar la tragedia que se avecina a los protagonistas. Los clásicos lo usaban para enfatizar la impotencia de los mortales ante los designios de los dioses, siendo héroe el que a estos designios se resigna con entereza. Usigli lo utiliza no para desvelar, sino para denunciar la mitificación de los héroes en México que impide la intervención sobre la realidad de los mortales. El pueblo no quiere quitar sus mitos y fábulas, y es la tarea del político decidir cómo se usa esta historia; se puede ver en el asesinato de Rubio, cometido por quien ya le mató una vez, lo que se convierte en una máscara más para provecho del asesino Navarro. Este se dirige al pueblo tras haber ordenado la muerte de Rubio (796): 131 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” LA VOZ DE NAVARRO: […] César Rubio ha caído a manos de la reacción en defensa de los ideales revolucionarios. Yo lo admiraba. Iba a ese plebiscito dispuesto a renunciar en su favor, porque él era el gobernante que necesitábamos. (Murmullos de aprobación). Pero si soy electo, haré de la memoria de César Rubio, mártir de la revolución, víctima de las conspiraciones de los fanáticos y los reaccionarios, la más venerada de todas. Siempre lo admiré como a un gran jefe. La capital del Estado llevará su nombre, le levantaremos una universidad, un monumento que recuerde a las futuras generaciones… (Lo interrumpe un clamor de aprobación). ¡Y la viuda y los hijos de César Rubio vivirán como si él fuera gobernador! (Aplausos sofocados). La mitología de la que se habla no es otra que la distorsión de la realidad con una sociedad ingenua a ella; Usigli quiere mostrar con ello —como otros tantos dramaturgos y literatos— que México tenía deformados muchos de los niveles de esa sociedad, como, por ejemplo, las personas o la verdadera identidad de las personas, ya que había impostores, simuladores, asesinos disfrazados de héroes, burgueses disfrazados de líderes, ladrones disfrazados de diputados, ministros disfrazados de sabios, caciques disfrazados de demócratas, charlatanes disfrazados de 1icenciados, demagogos disfrazados de hombres…Se plantean preguntas como “¿Quién es quién en la sociedad mexicana?” o “¿Hay alguien que controle esto o les rinda cuentas?” No, son todos unos gesticuladores hipócritas, de ahí el título de la obra, “El gesticulador”, debido a la importancia de los gestos en la representación, y quizá con ciertos aires de ironía a la importancia del “teatro”, o más bien, la acción de actuar en la vida real para crear a partir de nosotros mismos un personaje que distorsione la realidad, “Todo e1 mundo aquí vive de apariencias, de gestos. Yo he dicho que soy el otro César Rubio… ¿a quién perjudica eso?”3. 132 ARTÍCULOS Sin embargo, el tema de la muerte —la del protagonista— no se lleva a cabo en la escena, sino que el dramaturgo deja entreverla a los lectores/espectadores a través de sutiles palabras: “(…) Tú solo te has sentenciado”4. Pero la muerte de César no es en vano, ya que consiguió la “rehabilitación” de su hija Julia que tanto le importaba, pues esta tenía la postura de la mujer pasiva propia de la sociedad, a la vez que conseguiría la veneración de un héroe nacional ya olvidado. No obstante, su hijo Miguel y su esposa quedan desolados: pues el primero buscaba continuamente la verdad en su padre, a la vez que Elena sin importar sus convicciones y decisiones. Se puede decir que Usigli muestra la utilidad de la muerte para el cambio en la sociedad, aunque en el fondo, lo muestra con el recurso irónico. Algunos autores la clasifican como un drama moderno de sátira social y política pero que no consiste en atacar a un individuo en particular sino que va más allá, cuyo fin es ahondar en los lectores o espectadores para que ellos creen conciencia de sí mimos. En esto se puede enlazar cierta relación con la obra Los intereses creados de Jacinto Benavente, pues ambos tratan el conflicto entre realismo e idealismo en nosotros mismos y en relación con la sociedad en la que nos ha tocado vivir. Usigli, R., (1937), “El gesticulador. Pieza en dos actos para demagogos”, en Teatro completo, México, FCE, 1963, pp. 727-820. 4 Ib. 3 La visión retrospectiva de la modernidad desde el siglo xxi también significa una revisión de la identidad, tanto individual como nacional. Si bien la ilustración había propiciado una perspectiva esencialista formulada a partir de rasgos biológicos y sociales que, por supuesto, apoyaban tanto el racismo como las estructuras oligárquicas, la entrada del nuevo siglo significó, sin embargo, la inclusión de otros parámetros que culminaron proponiendo que la identidad es una construcción en la que intervienen tanto cualidades sociales compartidas, como objetos materiales cuya producción y posesión es un elemento definidor, así como la presencia de los otros, cuya opinión es internalizada y ante quienes la identidad propia se define. Así se verían críticas del propio autor tras el estreno como: “Lo que duele en 133 CONTRAPUNTO N.º 29. Especial “Fernando del Paso y la literatura mexicana” mi pieza no es la crítica sino la autocrítica: el desnudarse de lo falso para quedar revestido solo con el pudor extraordinario de la desnudez y la verdad” (533). O sobre su personaje “No puede decirse que el falso César Rubio, redimido de su mentira, transfigurado por la fe en la vitalidad de la Revolución, y que muere por ella, sea un valor negativo” (534). En efecto, César Rubio es la nueva nación mexicana, con todas sus contradicciones, asesinada precisamente por el falso nacionalismo de una revolución demagógica que inevitablemente daría paso a una nueva oligarquía. Pero, además, Usigli concebía esa nueva identidad mexicana cuando se despoja del lastre nacionalista y asume el reto de hacerse presente como un pueblo, como conciencia nacional que está dispuesta a asumir un futuro en vez de ocultarse en la máscara del pasado indígena o español, y que necesita de la cultura internacional para subsistir; para él, la verdadera modernidad es aquella que mira hacia donde se mueve la realidad, no para aceptarla incondicionalmente, ni para rechazarla tajantemente, sino pare enfrentarla con la verdad, esto es, con el teatro. No se puede hablar nunca de un único “libertador” en la historia de una cultura, pero sí es de agradecer y reconocer a todas aquellas personas que fueron un poco más allá de las imperantes convenciones sociales y que se atrevieron a cuestionarlas haciendo partícipes a los menos privilegiados. Con ello, cabe considerar tanto a Usigli como a su obra como bases en el reforzamiento de la identidad del pueblo mexicano, ya que, consiguieron forjar un teatro perteneciente a dicho pueblo, formado a partir de problemas propios, que hacían de ellos seres con un sentimiento singular pero a la vez los enlazaba con el resto de la cultura universal. Es el siglo en el que México —en general, la literatura hispanoamericana— se posiciona al nivel del resto del mundo, siendo el teatro un gran componente de ello. Usigli despertó en los espectadores la necesidad de reflexionar no por los temas universales 134 ARTÍCULOS de la literatura o de la vida, sino por temas propios a ellos, sobre su propia identidad. El Gesticulador no es sino una de las grandes obras dramáticas que se enfrenta a la corrupción existencial y lucha por aquello que se le priva a la gente, la verdad y la libertad, haciendo mención a uno de los hechos que más marcaron la historia de México, la llamada Revolución de 1910. Bibliografía Alcántara Mejía, J. R. (2013): Rodolfo Usigli y el nacionalismo mexicano, Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Alcántara Mejía, J. R. (2013): Rodolfo Usigli y sus Contemporáneos: encuentro de poéticas teatrales con Villaurrutia, Gorostiza y Novo, Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Álvarez, L. M. (1968): Análisis Literario de El Gesticulador de Rodolfo Usigli, Master’s Theses. Paper 2280, Loyola University Chicago. Gálvez Acero, M.(1998) El teatro hispanoamericano, Taurus, Madrid. Ita, Fernando de, (1991): “Un rostro para el teatro mexicano”, en Teatro mexicano contemporáneo. Antología, Madrid, FCE, pp. 11-77. Rosen, H., “¿En un mundo de gesticuladores, cuál papel tiene la verdad?, (A review of the play El Gesiculador)”, Latin America: Language and Culture, pp.82-343. Usigli, R., (1937): “El gesticulador. Pieza en dos actos para demagogos”, en Teatro completo, México, FCE, pp. 727-820.Vázquez Touriño, D.: El teatro hispanoamericano del siglo xx: búsqueda de la esencia de una nación, (encontrado en “Academia”). 135