Reg.: A y S t 226 p 373-380. Santa Fe, 13 de agosto del año 2008. VISTA: La queja por denegación del recurso de inconstitucionalidad interpuesto por el abogado defensor de C. D. V. contra el auto de fecha 14 de diciembre de 2007, dictado por la Sala Cuarta de la Cámara de Apelación en lo Penal de la ciudad de Santa Fe en autos “V., C. D. -Lesiones Gravísimas - Recurso Apelación- (apelación decreto del 6/9/05) (Expte. 700/07)” (Expte. C.S.J. Nro. 54, año 2008); y, CONSIDERANDO: 1. Por decisorio de fecha 14 de diciembre de 2007, la Sala Cuarta de la Cámara de Apelación en lo Penal de la ciudad de Santa Fe resuelve confirmar el decreto emitido por el Juzgado en lo Penal de Sentencia de la Cuarta Nominación, por el cual se admite la prueba ofrecida por el actor civil (fs. 2/5). Contra dicho auto, el abogado defensor del imputado y demandado civil interpone recurso de inconstitucionalidad (fs. 24/26). Manifiesta que la resolución es arbitraria y que no se han tenido en cuenta leyes y decretos reglamentarios que prohíben las pruebas ofrecidas. Afirma que las medidas son intrusivas y agraviantes de derechos inalienables del ser humano, tales como la integridad física y psíquica, la intimidad, la libertad de conciencia y el derecho a que el Estado lo deje “a solas”. Sostiene que ordenar que se realicen las pruebas impugnadas importa someter a su representado a una violencia sobre su cuerpo y persona, constituyendo una intromisión al ámbito infranqueable de su esfera personal. Cuestiona que la Sala cite como fundamento el fallo “Vázquez Ferrá” de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, pues en ese precedente y en los demás que ha dictado ese Tribunal confirmando la extracción compulsiva de sangre, las víctimas de los delitos que se juzgaban eran menores, con lo que no resultan aplicables al caso de autos. Expresa que cuando la Sala y el A quo sostienen que resulta posible extraer compulsivamente sangre a su defendido y hacen lugar a las demás pruebas del actor civil, no tienen en cuenta que el derecho estatal a averiguar la verdad en el marco del proceso penal debe ceder frente a diversos derechos particulares. Agrega que el ordenamiento constitucional impone limitaciones al poder omnímodo del Estado y que diversos fallos del máximo Tribunal de la Nación han sentado que no se puede, so pretexto de reprimir delitos, violarse determinados derechos básicos. Aduce que se ha omitido valorar el principio de confidencialidad de las leyes 25326 y 23798, con sus decretos reglamentarios. Entiende que el voto de la mayoría habría llegado a una conclusión contraria de no haber fundado la resolución en un fallo no aplicable al caso. Dice que la Sala prescindió arbitrariamente de los medios probatorios fehacientes traídos regularmente a juicio y se apartó de normas preexistentes. 2. La Sala Cuarta de la Cámara de Apelación en lo Penal de la ciudad de Santa Fe, por auto del 4 de marzo de 2008, resuelve denegar la concesión del recurso de inconstitucionalidad, entendiendo que la decisión atacada no es sentencia definitiva ni auto equiparable, y por expresar una mera discordancia con la apreciación hecha sobre la causa que no justifica la apertura de la vía intentada (fs. 12/13 vta.). Tal denegatoria motiva la presentación directa del recurrente ante esta Corte (fs. 17/21 vta.). 3. Esta impugnación -se adelanta- no ha de prosperar, pues aún cuando pudiera tenerse por superado el recaudo de definitividad del pronunciamiento atacado y obviarse los graves defectos de fundamentación que exhibe el memorial introductorio del recurso de inconstitucionalidad -a partir de las inferencias que cabe realizar del análisis del resto de las constancias obrantes en estos autos-, lo cierto es que los planteos recursivos ponen de manifiesto una mera discrepancia con la labor cumplida por los jueces de la causa en el ejercicio de funciones que les son propias, sin lograrse demostrar que en esa tarea hubiesen incurrido en una hipótesis de arbitrariedad. En tal sentido, corresponde apuntar que las críticas formuladas a la decisión de la Sala de confirmar el decreto del juez de primera instancia que hizo lugar a la prueba ofrecida por el actor civil adolecen de una excesiva generalidad, debiendo advertirse que las medidas admitidas son numerosas y variadas, en tanto que los cuestionamientos relacionados con la vulneración del derecho a la intimidad y la prescindencia del derecho aplicable no especifican debidamente cómo ocurre ello en cada caso, respecto de cada una de las pruebas en particular y de qué modo. Con relación a la supuesta orden de extracción compulsiva de sangre al imputado y demandado civil para la realización de la prueba hematológica, el recurrente también falla en demostrar la configuración de un agravio de naturaleza constitucional, pues no se alcanza a comprender la necesaria relación directa de las articulaciones defensivas sobre el particular con la realidad del caso concreto -desde que en el decreto del juez de primera instancia, confirmado por la Sala, se lee: “[e]n relación al señor C.D.V., requiérase su consentimiento para la extracción requerida a tales fines” (f. 1)-. En cuanto a las pruebas informativas y testimoniales, más allá de que los planteos exhiben los defectos arriba apuntados, cabe señalar que tampoco aquí se ha logrado presentar de manera idónea un caso constitucional, desde que el recurrente no alcanza explicar por qué entiende que los informes a solicitar a los organismos oficiales importan una vulneración de derechos constitucionales o el apartamiento injustificado de las disposiciones previstas en las leyes 23.798 y 25.326 y sus decretos reglamentarios. En particular, el impugnante no logra articular ninguna argumentación que convenza de la irrazonabilidad de la aplicación al caso de la excepción a la prohibición de revelar información prevista en el artículo 2, inciso c) apartado 5 del Anexo I del decreto 1244 -reglamentario de la primera de las leyes citadas-, limitándose a afirmar dogmáticamente que “existen leyes y decretos reglamentarios que prohíben las pruebas ofrecidas”, lo que resulta a todas luces insuficiente para acreditar un supuesto de arbitrariedad normativa. En el sub iudice, la Sala ponderó que resultaban trasladables “a las demás pruebas” -esto es, no a la hematológica- las consideraciones vertidas en el voto del señor Ministro doctor Maqueda en “Vázquez Ferrá” (Fallos 326:3758), cuando se indicó que “los derechos civiles, políticos y sociales que la Constitución Nacional consagra, lejos de ser absolutos, están sujetos a limitaciones o restricciones tendientes a hacerlos compatibles entre sí”. En base a dicha premisa, el A quo concluyó que la producción de las demás pruebas que se habían ordenado -destinadas a establecer si el imputado era o no portador de HIV- no implicaban una violación al derecho a la intimidad, atento las limitaciones impuestas como consecuencia de deberes y relaciones jurídicas reguladas por el ordenamiento. Y concretamente, se valoró que las mismas encuadraban en las excepciones previstas en la ley nacional 23.798 y su decreto reglamentario. Frente a ello, la crítica que el recurrente hace a la cita de dicho precedente se fundamenta en las diferencias que habría con el caso de autos, en el que la extracción de sangre no se realiza a un menor; mas con ello deja incólume el sentido conforme al cual el Tribunal aludió al voto mencionado, que radicó en el entendimiento de que eran trasladables al sub lite determinadas consideraciones -transcriptas más arriba- referidas a la posibilidad de una reglamentación razonable del ejercicio de los derechos constitucionales -entre ellos, el derecho a la intimidad- sin mengua de los mismos, cuando ello es consecuencia del respeto debido a otros derechos y bienes tutelados por el mismo ordenamiento. En ese marco entonces, el agravio recursivo queda huero de sustento. Va de suyo, además, que la achacada prescindencia de considerar la normativa aplicable no es tal, en razón de que la Sala específicamente tuvo en cuenta para resolver como lo hizo a lo normado en la ley 23.798 y su decreto reglamentario -como se indicó ut supra-. En suma, el recurrente no logra persuadir con sus genéricos cuestionamientos de arbitrariedad -tal como fueron formulados- que en el caso se hubiera otorgado al derecho a la intimidad un alcance irrazonable, ni que sus planteos excedan de lo que es un simple disenso para con la labor cumplida por los jueces de la causa. Y al respecto, no debe perderse de vista que el recurso de inconstitucionalidad por arbitrariedad tiende a reparar agravios que impliquen un grosero desconocimiento del derecho a la jurisdicción y conviertan al pronunciamiento en una no sentencia, pero no autoriza a sustituir a las instancias ordinarias en materias propias de su cometido jurisdiccional (A. y S. T. 140, pág. 63; T. 218, pág. 123, etc.). Por ello, la Corte Suprema de Justicia de la Provincia RESUELVE: Rechazar la queja interpuesta. Regístrese, hágase saber y oportunamente remítanse copias al Tribunal de origen. Fdo.: FALISTOCCO-ERBETTA-GASTALDI-GUTIÉRREZ-NETRI-SPULER- Fernández Riestra (Secretaria) AMPLIACIÓN DE FUNDAMENTOS DEL SEÑOR PRESIDENTE DOCTOR FALISTOCCO: 3. Coincido con el criterio señalado en precedencia respecto a que aún de considerarse superado el recaudo de definitividad de la decisión impugnada, la queja igualmente no podría prosperar, toda vez que no obstante que en su escrito del recurso de inconstitucionalidad el impugnante invoca la violación de derechos y garantías constitucionales, toda la argumentación recursiva, deja traslucir tan sólo su desacuerdo con la solución dada al sub lite por la que la Cámara, en una postura adversa a sus pretensiones, avaló la decisión del Juez de grado y concluyó que debía confirmarse el decreto que ordenaba la producción de pruebas ofrecida por la accionante civil, lo cual constituye, por vía de principio, facultad que se encuentra reservada a los jueces de la causa, y por ende, a menos que se demuestre arbitrariedad, insusceptible de revisión por medio de la vía excepcional intentada. En efecto, ingresando en el análisis de los cuestionamientos referidos a la medida probatoria consistente en la extracción de sangre al imputado, el impugnante no logra demostrar la configuración de un agravio de naturaleza constitucional, pues con sus reproches no alcanza a acreditar la conexión directa entre las articulaciones defensivas con la realidad del caso concreto. Y ello así no sólo porque el decreto en el que se dispone la producción de la prueba que aquí se viene cuestionando, expresamente respecto del tema bajo análisis establece que “en relación al señor C.D.V., requiérase su consentimiento para la extracción requerida a tales fines”; sino además porque el impugnante tampoco logra poner de manifiesto la irrazonabilidad de la medida de prueba dispuesta, máxime si se tiene en cuenta lo sostenido por autorizada doctrina, como así también por el más Alto Tribunal de la Nación (vgr. Fallos 318:2518; 319:3370; Maier, Julio; “Derecho Procesal Penal”, T. I, Fundamentos, Editores del Puerto, 2004, pág. 675; entre otros). En consecuencia, el reparo sobre este aspecto, tal como fue formulado, luce insuficiente para lograr demostrar la violación de derechos de raigambre superior en el decisorio de la Alzada aquí impugnado. En otro orden de consideraciones, y respecto a los agravios esbozados por el recurrente acerca de la prueba informativa ordenada, lo que a su juicio conculca derechos de raigambre constitucional, cabe señalar que tal pretensión tampoco puede prosperar. De la lectura del decisorio impugnado se observa que sobre ese aspecto en particular, el A quo juzgó que la prueba solicitada “constituye el material directo e idóneo para el esclarecimiento del hecho investigado, y que tratándose de una investigación en causa criminal, las pruebas objetadas encuadran en las excepciones establecidas en la ley nacional 23798 y su decreto reglamentario 1244/91” (f. 5). Entiendo, por las razones que a continuación se expondrán, que tal respuesta jurisdiccional no puede ser tildada ilógica o irracional a punto tal de descalificarla desde la óptica constitucional. En efecto, en primer lugar corresponde recordar que la ley 23798 declara “de interés nacional a la lucha contra el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida” (art. 1). Considerando que entre sus objetivos se encuentra “el diagnóstico y tratamiento de la enfermedad”, su artículo 2 establece las pautas interpretativas de su propio texto y de las normas complementarias. Concretamente estatuye en el inciso c) de dicho artículo que en ningún caso se debe “exceder el marco de las excepciones legales taxativas al secreto médico que siempre se interpretarán en forma restrictiva”; y que en ningún caso se puede individualizar a las personas a través de fichas, registros o almacenamiento de datos, los cuales, a tales efectos, deberán llevarse en forma codificada” (inc. e del mismo artículo). De una atenta lectura de tales disposiciones puede señalarse que, tal como lo manifiesta la doctrina, si bien se persigue privilegiar la confidencialidad de la información en resguardo de derechos de raigambre superior del individuo, se hace hincapié también en que este principio no resulta absoluto pues se alude a “normas complementarias” que puedan regular con mayor precisión aspectos puntuales que escapan a las generalidades de una ley (cfr. Wierzba, Sandra; “Sida y Responsabilidad Civil”, Ed. Ad-Hoc, pág. 183). Y en ese sentido, es del caso señalar que el decreto del Poder Ejecutivo Nacional Nro. 1244/91, reglamentario de la ley 23798 -cuya constitucionalidad no ha sido cuestionada por el recurente-, indica en el artículo 2, inciso 1 del Anexo I que “Los profesionales médicos, así como toda persona que por su ocupación tome conocimiento de que una persona se encuentra infectada por el virus HIV, o se halla enferma de SIDA, tienen prohibido revelar dicha información y no pueden ser obligados a suministrarla”. Pero a renglón seguido, en dicho cuerpo normativo se formula una serie de excepciones a esa prohibición, posibilitando que se la revele (a la información) “A los jueces en virtud de auto judicial dictado por el juez en causas criminales ...” (apartado 5, del referido art. 2 inc. c). Sentado lo anterior, se observa que en el sub iudice la medida cuestionada se dictó en el marco de un proceso penal en el que se investiga el presunto contagio del virus HIV a la denunciante, hecho que fuera encuadrado en el delito de lesiones gravísimas (artículo 91 del C.P.), figura delictiva por la que en su oportunidad fue procesado el encartado. Teniendo en cuenta -entonces- dicho contexto, el impugnante no demuestra ni siquiera en grado liminar -más allá de las genéricas invocaciones de las leyes 23798 y 25326- que el requerimiento judicial violente distintos derechos y garantías de raigambre constitucional por haber sido dictado sin que existieran en la causa los extremos objetivos necesarios al efecto. Y ello así, conforme no sólo al estadio por el que transita el proceso, sino también porque el recurrente no logra poner de manifiesto con sus reproches que la decisión adoptada por la Sala luzca ilógica, irrazonable o carente de fundamentos suficientes. Por último, y en lo que refiere específicamente al cuestionamiento de la testimonial ordenada respecto del “Dr. Walter Corsano -médico-” cabe apuntar que más allá de las falencias impugnativas a las que se hicieran referencia -en tanto no se especifica en concreto cuál es la razón para su impugnación- y que sellan la suerte adversa a la pretensión recursiva, es dable advertir que dentro del marco en el que debe desarrollarse todo proceso penal, nada obsta a que en la etapa del plenario, la defensa del imputado pueda efectuar el control que estime corresponde en la producción de la prueba y, de ser necesario y en caso de la eventual afectación a derechos consagrados constitucionalmente, formular las observaciones que considere pertinentes en el momento procesal oportuno, pero que en modo alguno autorizan a tenerlas ahora por configuradas en forma prematura, lo que quita entidad al agravio que se invoca en consecuencia. En definitiva, el recurrente no logra persuadir con sus genéricos cuestionamientos -tal como fueran formulados- que en el caso se hubiera consagrado una abierta conculcación al derecho a la intimidad, asignando un alcance irrazonable a las medidas probatorias dispuestas en la causa, por lo que cabe -en consecuencia- desestimar la presentación extraordinaria interpuesta. Fdo.: FALISTOCCO- Fernández Riestra (Secretaria) DISIDENCIA DE LOS SEÑORES MINISTROS DOCTORES GASTALDI Y ERBETTA: 1. El caso se suscita teniendo como antecedente las siguientes circunstancias: Dictado el procesamiento de C. D. V. por delito de lesiones gravísimas (art. 91 C.P.) por la supuesta transmisión de H.I.V. por vía sexual, la actora civil ante el Juez de sentencia ofreció distintas pruebas que se proveyeron (f.1). Contra ese decreto de prueba la defensa técnica del justiciable interpuso revocatoria, apelación y nulidad, específicamente en punto a: “1.1 Pericial 2: De un hematólogo o bioquímico de la lista oficial a los fines que proceda a extraer sangre al encartado para determinar si el mismo es portador de HIV; 1.2: Informativa 2: Oficio a los Hospitales José María Cullen e Iturraspe de la ciudad de Santa Fe, a los fines de que remitan historia clínica existente en los mismos correspondientes a la Sta. Gabriela Heltner, y si ha retirado medicamentos para el control del virus de HIV; 1.3 Informativa 5: en la parte que solicita ordenar Oficio al Hospital José María Cullen de Santa Fe, a los fines de que informe si el imputado ha declarado ser portador del virus HIV; 1.4 Informativa 6: en la parte que solicita ordenar Oficio al programa Provincial de SIDA a cargo del Dr.Guillermo Kertz, a los fines de que informe si en dicho programa se encuentra radicada la historia clínica de C. D. V., la que se registraría bajo el nomenclador: CV 27/12/69 o CLVI 27/12/69; 1.5 Informativa 7 en la parte que solicita ordenar oficio al Programa Provincial de SIDA, a los fines de que informe si se encuentra registrado pacientes bajo el nomenclador antes aludido y si se ha retirado medicamentos; 1.6 Informativa 8: en la parte que solicita ordenar oficios a los hospitales José María Cullen de Santa Fe e Iturraspe de esta ciudad, a los fines de que informen a través de la Sección Farmacia o Retiro de Medicamentos, si bajo el nomenclador antes mencionado se han retirado medicamentos y en su caso se acompañe planillas planillas con las firmas del pertinente retiro, y una vez ello, se cite al demandado a reconocer las mismas. Asimismo, que se informe a través del Director para que informe la patología para lo que están destinados; 1.7. Informativa 9: en su totalidad que se solicita ordenar oficio a los Hospitales Públicos de Rosario, Clemente Álvarez y/o cualquier otro nosocomio que atiende a pacientes portadores de HIV o SIDA, a los fines que informen si obran en sus registros legajos bajo el nomenclador antes mencionado y en un caso se acompañen fotocopia de los mismos; como asimismo se informe acerca del retiro de medicamentos pertinentes. 1.8 Informativa 10: En su totalidad se ordene oficiar a la Dirección de Asuntos Internos de la policía de ésta capital, para que proceda mediante allanamiento a secuestrar la PCU y verificar registros obrantes en la misma (historia clínica) verficando si existe alguno perteneciente al consultorio del Dr. Jorge Galíndez de la ciudad de Rosario; 1.9. Testimoniales: del Dr. Walter Corsano, médico, ...” (fs. 3v./4). Rechazada la revocatoria y concedida la apelación, la Alzada confirmó la resolución impugnada, motivando la presentación del recurso de inconstitucionalidad por parte de la defensa del justiciable quien achacó al decisorio arbitrariedad (fs.7/9). Esencialmente el recurrente manifiesta que la producción de dichas pruebas no podría efectuarse sin contradicción con las leyes 25326, 23798 y sus decretos reglamentarios, produciéndose pruebas contrarias a derecho. Afirma que las medidas de prueba ofrecidas por la actora civil fueron consideradas en reiteradas oportunidades intrusivas, agraviantes de derechos inalienables, tales como la integridad física y psíquica, la intimidad y la libertad de conciencia, sometiéndose a su defendido a una violencia sobre su cuerpo y persona. Señala que en el fallo “Vazquez Ferrá” y los demás precedentes dictados por la Corte Suprema de Justicia Nacional sobre el asunto, confirman la extracción compulsiva de sangre en casos donde las víctimas de los delitos que se juzgaban eran menores, no resultando aplicables al sub iudice. 2. La referida impugnación fue denegada por el A quo (fs. 12/13), motivando la presentación directa de la defensa técnica ante esta Sede (fs.17/21). 3. En cuanto el Tribunal confirmara el decreto de primer instancia que hiciera lugar a la extracción de sangre y prueba hematológica, consideramos que el recurrente no logra demostrar la invocada afectación de derechos fundamentales a la salud, integridad física y psíquica, intimidad; ni tampoco logra advertirse que lo decidido por la Alzada pudiera involucrar una interpretación en contrario del alcance que de tales garantías reconoce la jurisprudencia del Máximo Tribunal y la doctrina, en cuanto sostuviera que en estos casos el imputado sólo actúa como un mero objeto de prueba (cfr. Fallos 318:2518; 319:3370; en igual sentido in re “Oliva”, T.S.J. Córdoba, Sala Penal, del 22/3/2001 y “Pilinger”, T.S.J. Entre Ríos, Sala Proc. Const. y Penal, del 2/8/2006; Maier, Julio B.J., “Derecho Procesal Penal”, T. I Fundamentos, Editores del Puerto, 2004, pág. 675, entre otros). Por otra parte, en lo concerniente a las alegaciones del impugnante tendentes a cuestionar el proveído y confirmación de las restantes medidas probatorias, más allá de las carencias e insuficiencias que pudiera reprocharse al escrito recursivo, lo cierto es que del mismo alcanza a evidenciarse un supuesto de posible conculcación a las prohibiciones establecidas en disposiciones de carácter federal (ley 23798, decreto 1244/91 y 25326) con afectación al debido proceso legal, en mérito de lo cual debe darse por superado el recaudo de definitividad y operar la apertura de esta instancia de excepción, ello sin perjuicio, de lo que con los principales a la vista, se resuelva conforme el artículo 11 de la ley 7055. Por lo expuesto, estimamos que corresponde admitir la queja interpuesta con los alcances que surgen de las consideraciones precedentes. Fdo.: ERBETTA-GASTALDI- Fernández Riestra (Secretaria)