1 Las Cosas del Amor Gustavo H. González Profesora Jefe de Trabajos Prácticos de la Universidad Argentina John F. Kennedy Maestrando en Psicoanálisis Licenciado en Psicología Psicoanalista Freud y el amor Freud introduce el término transferencia por primera vez en 1893 y desde los inicios, la transferencia, toma de la mano al amor. En sus Estudios sobre la histeria nos dice: “...la enferma se espanta por transferir a la persona del médico las representaciones penosas que afloran desde el contenido del análisis (...) La transferencia sobre el médico acontece por enlace falso.”1. Situándola así, de entrada, como un error sobre la persona, como una mésaliance, un matrimonio inconveniente o mal casamiento; viendo allí una sustitución, operatoria dependiente de la cadena significante. En una de sus cartas a Fliess menciona cómo una situación primera trae aparejada una segunda, en referencia a una paciente que sintió un deseo irrefrenable de estamparle un beso. Señalando de esta manera que el contenido del deseo había surgido en la conciencia de la enferma, pero privado del recuerdo de circunstancias conexas capaces de ubicarlo en el pasado: “…y en virtud de la compulsión a asociar (…) el deseo ahora presente fue enlazado con mi persona (…) a raíz de esa mésalliance…”2. Esa mujer se arroja a sus brazos porque en el pasado aparto de si misma el anhelo de besar al hombre prohibido. Siendo esta supresión causa de la insistencia y el retorno de lo sofocado. Freud advirtió que la transferencia era cosa del amor, o que el amor era cosa de la transferencia, no pensó que la paciente lo amaba, por ello antepuso, puso en primer término, la cadena del recuerdo y apostó a la asociación libre. Dio cuenta que no necesitaba ser amado para obrar. Al respecto Eric Laurent precisa: “Después de todo, los médicos también han meditado sobre el hecho de que para obtener un resultado en el mundo más vale ser temido que amado, y que hay todo un manejo de la relación médico-enfermo en que, por cierto, está no sólo el amor al médico, sino también el temor al médico; y los médicos, en el curso de las épocas, y en nuestros días, aún continúan tocando en eses registro. Ni amado, ni temido; Freud, después de todo, no parece pedir 1 Freud, Sigmund. Estudios sobre la histeria, IV. Sobre psicoterapia de la histeria” (1893-95) Volumen II Obras completas (24 volúmenes), 1° edición en castellano 1978, traducción José Luis Etcheverry, 4° reimpresión, Buenos Aires, Amorrortu editores, 1989, 342 páginas; página 306. 2 Idem; página 307. 2 como afecto, si se quiere, nada más que el respeto, (…) como una buena distancia con respecto a las cosas: tenerlas a raya.”3 Freud ve el punto de partida en el error, señala que es éste quien está primero en el dispositivo Nos aclara lo genuino del amor de transferencia, pero deja cuestionado lo genuino del amor Lacan y al amor Lacan redefine la transferencia freudiana como una relación con el saber, una relación epistémica. El amor al saber está presente en la estructura misma de la situación analítica. En su Seminario del 60 dedicado a interrogar este concepto freudiano, al inicio de sus clases, sitúa la disparidad subjetiva en la transferencia, propone la noción de disimetría en la relación analítica y deja excluido el plano de la intersubjetividad. Para introducir las cosas del amor en la transferencia propiamente analítica, busca por fuera del análisis y toma como modelo del amor de transferencia al amor de Alcibíades por Sócrates, manifestado por Platón en el Banquete. El Banquete obra maestra sobre el Eros, es la elegida por Lacan. Y si bien no desconoce la influencia cultural de esta obra, queda prendado de Sócrates, de ese hombre que fue tan insoportable para los ciudadanos griegos que llegaron a matarlo: “Sócrates, así puesto en el origen digámoslo ya, de la más prolongada transferencia (...) que haya conocido la historia. Pues se los digo ya, tengo la intención de hacerlo sentir, el secreto de Sócrates estará detrás de todo lo que este año diremos sobre la transferencia. Este secreto Sócrates lo ha confesado. Pero, no es por haber sido confesado que un secreto deja de ser un secreto. Sócrates pretende no saber nada salvo saber reconocer qué es el amor, y nos dice – paso al testimonio de Platón, especialmente en el Lysis- saber reconocer infaliblemente, dónde él los encuentra, dónde está el amante (erastés) y dónde está el amado (erómenos)”4 En el Lysis Sócrates confiesa su ignorancia, asegura no saber nada, pero hace la excepción respecto de las cuestiones amorosas: “pero respecto a éste tema la divinidad me ha hecho un don: ser capaz de reconocer rápidamente a un amante tan bien como a un amado”. El Banquete consiste en una serie de Elogios del amor, (elogio en el sentido de un ejercicio conceptual, un intento de hacer una teoría), organizados en discursos pronunciados por los participantes. Los estudiosos de la filosofía señalan la llegada y discurso de Alcibíades, hombre de los excesos del escándalo, que nos explica, borracho que pasó entre él y Sócrates, como un trozo desprovisto de 3 Laurent, Eric. “La transferencia”. Entre transferencia y repetición, traducción Horacio Pons, Buenos Aires, AtuelAnáfora, 1994, 285 páginas; página 15. 4 Lacan, Jacques. La transferencia. Inédito, página 15. 3 significación filosófica que no aporta nada al tema del amor; a diferencia de Lacan quien toma este discurso como la verdad de la tesis. Alcibíades y el amor Alcibíades llegó al Banquete completamente bebido portando una corona de hiedra, violetas y cintas en su cabeza, así lo ayudaron a penetrar en el recinto y se dispuso a elogiar a Sócrates por medio de una imagen para expresar su verdad: “Sócrates es parecidísimo a esos silenos puestos en los talleres de escultura, que los artesanos representan con una flauta (…) abiertos por la mitad, muestran lo que hay en su interior: ¡estatuillas de dioses!”5, nos dice Alcibíades, precisando lo agalmático de su amado, esas cosas preciosas y brillantes que suponía en su interior, esas cosas del amor que hacían causa de su deseo. Pero Alcibíades avanzó un trecho más y relató públicamente cómo Sócrates aun en su cama se había rehusado a responder al amor: “(…) y sabed bien, (…) que cuando me levanté después de haber dormido junto a Sócrates no había habido nada más extraordinario que si hubiera dormido junto a mi padre o a un hermano mayor.”6 Este amor de Alcibíades por Sócrates es el modelo del amor de transferencia. Lacan nos ubica diciéndonos que el punto en torno del cual gira todo aquello de lo que se trata en el banquete es la cuestión de lo que nos concierne aquí, su relación con la transferencia. Es interesante porque plantea al banquete como una especie de sesión psicoanalítica, donde algo sucede, una especie de exabrupto, que produce malestar, algo que interrumpe la progresión del diálogo: la presencia de Alcibíades. Si pensamos a esto como una sesión psicoanalítica lo que irrumpe y detiene las asociaciones es el “amor”, “amor de transferencia”. Lacan se preocupa por articular lo que pasa en el amor en el nivel de la pareja que son las dos funciones la del amante y la del amado. El amante es el sujeto del deseo. El amado, aquel que en esa pareja parece que tiene algo. La cuestión es saber si lo que este “tiene”, tiene una relación con aquello de lo que le amante carece, es decir con lo que el sujeto del deseo carece. Se propone captar la dialéctica del amor: “ella nos permitirá ir más allá, a saber: captar el momento de balanceo, el momento de vuelta o de la conjunción del deseo con su objeto, en tanto que inadecuado…”7 En ese momento de balanceo dialéctico, dice, vamos a ver surgir esta significación que se llama amor. El erastés es a quién le falta, aquel que careciendo de algo puede desear, es un sujeto marcado por una pérdida. Si lo pensamos desde una dimensión fálica, “el que no tiene”, Lacan añade que en el 5 Platón. El Banquete, edición y traducción de Manuel Sacristán, Barcelona, Icaria literaria, 1982, 125 páginas; página 96. 6 Idem; página 101. 7 Op. Cit. en 4, página 51 4 lazo del amor no sólo está en juego el tener - no tener, hay algo que se sitúa en el nivel del no saber. Por tanto el erastés no sabe lo que le falta. El erómenos, es el objeto amado “aquel que no sabe lo que supuestamente tiene escondido, tal vez allí radique la clave de su atractivo. Vemos que el amor está verdaderamente habitado por un no saber, por una ignorancia estructural. “Entre estos dos términos que constituyen, en su esencia, el amante y el amado, observen que no hay ninguna coincidencia. Lo que le falta a uno, no es lo que está escondido en el otro. Y ahí está todo el problema del amor (...)”8. Lacan intenta cernir una lógica del amor, para ello recurre a la sustitución significante en donde un término adviene en lugar de otro y precipita una significación. Metáfora del amor que enuncia de esta manera: “Es siempre y cuando que la función dónde esto se produce del erastés, del amante, siempre y cuando sea el sujeto de la falta, quién venga en el lugar, se sustituya a la función del erómenos que es objeto, objeto amado, que se produce la significación del amor.”9 Por ello, por efecto de la sustitución, cuando se produce la metáfora del amor siempre hay algo completamente inexplicable, casi milagroso. Utiliza una imagen es como si, cuando uno adelanta su mano en dirección de las rosas que quiere agarrar, de las flores mismas saliera una mano que se dirige en dirección a uno para transformarlo en flores. La imagen dice: del lado del erómenos responde como erastés, dice también que en el amor se establece una relación de sujeto a sujeto. “Donde había amado, emergencia del deseante”. La metáfora del amor Lacan nos manifiesta cuales eran las intenciones de Alcibíades; quería asegurarse el ágalma, quería hacer caer a Sócrates de su posición de sujeto hasta la posición de objeto a su servicio, revelándonos una cara del amor poco ideal. Por otra parte nos habla de Sócrates, de su deseo, de lo claro que queda su negativa como Erómenos, de su rehusámiento a caer en las redes del amor. Observemos que Sócrates sabe algo acerca de su ágalma , no ignora que no contiene ningún objeto que valga la pena, se sabe continente de un vacío. A Sócrates el amor y la exigencia de Alcibíades lo dejan indiferente, no le producen el efecto metafórico, se rehusa a la metáfora del amor. Y basta con leer a Freud en sus Puntualizaciones sobre el amor de transferencia, entre otros de sus artículos, para notar su tranquilidad ante el amor de transferencia. 8 9 Idem; página 59. Idem; pág. 59. 5 En Sócrates y en Freud, encontramos la posición que Lacan quiere indicarnos: la del sujeto que no cree en su propio ágalma, que no sucumbe ante la seducción del amor; aquel que ante las cosas del amor, no pierde su tranquilidad. Bibliografía ü Freud, Sigmund. Trabajos sobre técnica psicoanalítica (1911-1915) Volumen XII Obras completas (24 volúmenes), 1° edición en castellano 1978, traducción José Luis Etcheverry, 4° reimpresión, Buenos Aires, Amorrortu editores, 1989, 405 páginas. ü Idem. Estudios sobre la histeria, 342 páginas. ü Lacan, Jacques. La Transferencia, 1960. Inédito. ü Laurent, Eric. Entre transferencia y repetición, traducción Horacio Pons, Buenos Aires, AtuelAnáfora, 1994, 285 páginas; página 15. ü Soler, Colette. Lacan y el banquete, Buenos Aires, Manantial, 1992, 97 páginas. ü Platón. El Banquete, edición y traducción de Manuel Sacristán, Barcelona, Icaria literaria, 1982, 125 páginas. ________________________________________________________________________________ Abstract Este trabajo, extracto de mi trabajo de investigación de la Maestría en Psicoanálisis, realiza un breve recorrido de las posiciones de Freud y Lacan en lo que al amor de transferencia se refieren; destacando la propuesta que se vislumbra, a través de la cita del Banquete de Platón, para el analista en su función.