Martin Broszat / Saul Friedländer De la historización del nacionalsocialismo. 1 Intercambio de cartas. I Munich, 20 de septiembre de 1987. Estimado señor Friedländer: En la ocasión del cuarenta aniversario del fin del régimen nacionalsocialista, sucedido en mayo de 1945, publiqué en la revista Merkur un "Alegato para una historización del 2 nacionalsocialismo" . Repetidas veces usted formuló, en conferencias y artículos, y mucho más fuertemente que ningún otro de mis colegas nacionales y extranjeros, reservas con respecto al concepto y la idea fundamental del postulado de historización. Además, sus aprensiones se han rápidamente deslizado en la estela de la "querella de los historiadores" (Historikerstreit) que ha resplandecido en 1986 en la República Federal, pero en la cual los móviles, los acentos y las confrontaciones eran en parte muy otras. Si es verdad que esta "querella" ha tenido, a mi entender, resultados de hecho positivos, sin embargo no fue particularmente apropiada para favorecer una discusión objetiva de lo que, sin ningún móvil polémico, mi "Alegato" entendía expresar un año más tarde. Por el contrario, aquel no ha dejado de recoger los aplausos del mal lado y, a la inversa, suscitar críticas de parte de aquellos en los que antes se les podía percibir una franca adhesión a su idea de base. A causa de estas "distorsiones" del debate objetivo provocadas por la "querella de los historiadores", decidí, como usted sabe, luego de profundas reflexiones, declinar una invitación del Fischer - Verlag a participar en una colección en edición de bolsillo, que me habría procurado, desde el otoño de 1987, la ocasión de tomar posición, aunque bajo una forma sucinta, con respecto de las observaciones contenidas en sus críticas "Reflexiones sobre una historización del 3 nacionalsocialismo", que han sido publicadas . Usted lamentó esta decisión, pero yo he tenido el placer de verlo aceptar enseguida mi proposición de discutir ese problema "entre nosotros", fuera de tal contexto, en el forum más calmo de la presente revista y elegir para ello la forma de diálogo en tres cartas de una y otra parte. 1 Traducido por Gerard Losson al francés (a partir del alemán -cartas originales de Martin Broszat- y del inglés -cartas originales de Saul Friedländer-) en el Bulletin Trimestriel de la Fondation Auschwitz n°24 (1990) Y traducido del francés por Gabriela Arreseygor. Cotejado con la versión original de las cartas de Martin Broszat en alemán, por Clara Ruvituso. Cotejado con la versión original de las cartas de Saul Friedländer en inglés, por Anabela Vagge. 2 Reproducido en Hermann Gramnl y Klaus- Dietmar Henke (editores) Nach Hitler. Der schwierige Umgang mit unserer Geschichte?. Beitrage von Martin Broszat, Munich, R. Oldenburg Verlag 1987, pp. 159 a 173. 3 Dan Diner (ed.) Ist der Nacionalsocialismus Geschichte? Zu Historisierung und Historikerstreit, Francfort, 1987, pp. 24 - 50. Presumimos que los lectores del Vierteljahreshefte se dirigirán ellos mismos a los dos puntos de partida -mi "Alegato" aparecido en el Merkur y sus "Reflexiones" aparecidas en la edición de bolsillo antes citada- porque los argumentos que hemos expuesto no podrían sin duda ser recapitulados más que parcialmente en el curso de nuestro intercambio de cartas. En cuanto a nosotros, nos imponemos una experiencia en la cual el resultado es incierto. El hecho que nos hayamos comprometido para un diálogo no es provisoriamente más que la expresión de nuestra buena intención de producir un diálogo no sólo polémico, sino también fecundo y esclarecedor. Pero es sólo al final que se verá, y los lectores de la revista juzgarán si lo hemos logrado hacer y cómo. Abordando la conversación, yo quisiera limitarme a tres puntos. 1. El concepto de historización del nacionalsocialismo que he avanzado es, estoy enteramente de acuerdo con usted, ambiguo y susceptible de prestarse a malentendidos. En su crítica, usted se refiere sin embargo esencialmente a los abusos que puede engendrar, no a lo que indiqué expressis verbis como objetivo y motivación. En mi "Alegato" no he dado cabida a su temor de que la idea de historización del nacionalsocialismo pueda servir de eslogan peligroso para una falsa normalización de la conciencia histórica en la República Federal y abra la vía a un aplanamiento moral de las consideraciones sobre el período nacionalsocialista. Como a pesar de mis recaudos, el malentendido y la desconfianza portan el peligro de generar aquello, querría, para entablar nuestro debate, volver a llamar la atención, una vez más, sobre todo esto: mi concepto de historización estaba y continúa estando contenido por dos postulados que se condicionan recíprocamente y son, de hecho, indispensables. Se funda en principio sobre la necesidad de reconocer que en definitiva la comprensión histórica no puede detenerse en el umbral mismo del período nacionalsocialista, aunque los asesinatos en masa y las catástrofes, que el régimen llevó a cabo, exijan siempre un repetido y determinante juicio político y moral. Se apoya luego en el principio de una comprensión histórica crítica e ilustrada, que, profundamente marcada precisamente por la experiencia del nacionalsocialismo y la concepción del hombre que de ella resultó, se aparta claramente de la noción de comprensión propia del historicismo alemán del siglo XIX, con su fundamento idealista y romántico y el modelo de identificación unilateral que encerraba. Por la ambivalencia de la historización post-nacionalsocialista, la noción de intelección histórica (historische Einsicht) me parece más pertinente que la de comprensión (Verstehen). Intelección, en efecto, en un doble sentido, entendido por una parte como una explicación y una objetivación distanciadora, a adquirir por el análisis, y por otra parte también como una asimilación subjetiva comprensiva, y como un rastreo (Nachvollzug) de actos, de preocupaciones y delitos del pasado. Intelección histórica en ese doble aspecto tiene la tarea muy en general de impedir, no sólo en relación a la historia del nacionalsocialismo, que la conciencia histórica pueda degenerar hacia una sacralización e idealización de brutales hechos de poder como ocurrió en la historia del pensamiento prusiano-alemán de un Heinrich von Treitschke. Una historización que permanece consciente de ese doble objetivo en la adquisición y la transmisión de la percepción histórica no puede de ningún modo correr el peligro de una relativización de los crímenes del nacionalsocialismo. También intenté en mi "Alegato" de 1985 poner en evidencia que toda meditación sobre el nacionalsocialismo debe justamente dedicarse a sostener la fuerte tensión que existe entre los dos elementos de la intelección, el querer comprender y el distanciamiento crítico, y a no refugiarse en un distanciamiento global, por lo demás moralmente demasiado simplista, ni en una pura comprensión amoral. Por razones que se me escapan, toda esta argumentación no logró apartar de usted la sospecha de que después de la historización no se recurre a una vía en donde el resultado no podría ser, a fin de cuentas más que el relativismo de valores, dispuesto a comprender todo y perdonar todo. En contraposición a temores como éste quisiera citar a Hermann Rudolph, un periodista sagaz, historiador de formación, de la Sueddeutche Zeitung, comentando la "querella de los historiadores": a sus ojos, la historización del nacionalsocialismo no es solamente posible, sino además necesaria si se quiere comprender las relaciones ambivalentes entre civilidad y agresividad en la historia de los hechos del Tercer Reich, relaciones sobre las cuales "el juzgamiento guiado por la sola moral no puede más que herirse a sí misma o ejercerse en el vacío". Que la singularidad del nacionalsocialismo peligra de desaparecer en razón de tal diferenciación, sería, según Rudolph, "casi lo último que puede esperarse". De ello el nacionalsocialismo mismo ya se habría preocupado a través de la dimensión inaudita de sus crímenes y devastaciones históricas, tan difíciles de sacar de la memoria. 2. 4 Mi actitud polémica en contra de un distanciamiento más declamatorio y sin fuerza moral con respecto a la época nacionalsocialista, le suscitó a usted reservas particulares y observaciones críticas. En lo que sigue quisiera con respecto a eso hacer algunas remarcaciones que se fundan en el desarrollo de la "superación del pasado" (Vergangenheitsbewältigung) en la República Federal. Después de 1945, la primera preocupación en Alemania del oeste fue ante todo erigir un orden estatal y social anti nacionalsocialista y volver, en el terreno de la discusión constitucional y normativa a los valores humanitarios de un Estado de derecho. Esta renovación normativa y la necesidad correlativa de un neto alejamiento verbal con respecto al período nacionalsocialista fueron casi tanto más inevitables que en los tiempos de Adenauer, cuando no se tenía precisamente, en un grado suficiente, la voluntad o la posibilidad de adoptar una posición moralmente convincente de condena intransigente cara a cara de los numerosos casos concretos de implicación individual en el régimen ilegítimo del nacionalsocialismo, ni de proceder hasta el detalle en un ajuste de cuentas con ese pasado. En otros términos, el distanciamiento global oficial con respecto al pasado nacionalsocialista, tan importante como él haya sido para la nueva fijación de normas, compensaba pero al mismo tiempo disimulaba el hecho que la instrucción y la sanción de las partes concretas de culpabilidad individual o de responsabilidad compartida fueron 4 Hermann Rudolph, "Falsche Fronten?", in Sueddeutsche Zeitung, 4-5 octubre 1986. inexistentes o inacabadas. Se reprobaba ese pasado en términos generales y declamatorios, porque era tan delicado escrutarlo de manera más precisa y en detalle. Esta situación se reflejaba, en los historiadores de los años 50' y 60', en la prioridad dada a una interpretación demonológica del nacionalsocialismo, que apuntaba más a una exorcización distanciadora que a una explicación histórica. En la inmediata pos guerra, muchos motivos políticos y sicológicos válidos favorecieron este distanciamiento global declamativo. Perdían sin embargo mucho de su interés a medida que el orden democrático de la República Federal se establecía. Hoy, cuando no son más los contemporáneos del nacionalsocialismo ya adultos antes de 1945 quienes representan la ciencia y la investigación históricas, sino probablemente sus nietos, no existen más razones suficientes para seguir con una cuarentena general, ni tampoco tan fuerte necesidad de acusar y condenar, porque ya no hay más personas a las que se las pueda considerar como directamente responsables y porque también entre tanto, las diferentes consternaciones provocadas por el frente nacionalsocialista de aquel entonces se han borrado de la sociedad de la República Federal. El querer comprender ese pasado es cada vez más fuerte entre los jóvenes, siempre se volverán a confrontar con este especial pasado, aunque sólo como una deuda intelectual e histórica. Eso no significa de ningún modo, y lo repito una vez más, que la apreciación y la condena moral de los crímenes y de las faltas del nacionalsocialismo sean llamadas a desaparecer, sino que ellas deben ser mediatizadas por una información histórica concienzuda y resistir al examen de la comprensión racional de ese pasado. Si se lo ubica en la perspectiva de esos deseos y de esas percepciones forzosamente diferentes de la joven generación alemana, se trata, desde ya hace mucho tiempo, no ya de considerar la historización de la época nacionalsocialista simplemente como deseable, sino de hacer tomar conciencia del carácter ineluctable de esta historización que está es curso desde hace largo tiempo. 3. Seguramente, tal óptica germanocéntrica no es suficiente en sí misma. En mi "Alegato", traté al menos de hacer notar claramente que no corresponde sólo a los historiadores alemanes determinar la historia del período nacionalsocialista. Una de las características de este último reside en efecto en el hecho de que, como consecuencia de la persecución inconmensurable de millones de personas de nacionalidad no alemana, toda pretensión exclusiva a una interpretación histórica alemana de esta época se encuentra reducida a la nada. Todo historiador alemán debe estar plenamente consciente de esto, con todas las consecuencias que esto comporta. Y en la medida en que la historia del nacionalsocialismo constituye un capítulo capital de la experiencia histórica de aquellos quienes, en todos los países y en todas las naciones han sido perseguidos por ese régimen, el período en cuestión está lejos de ser un pasado históricamente muerto para esos seres humanos y sus sobrevivientes. Es tan absurdo como presuntuoso, del lado alemán, querer exigir que el recuerdo desaparezca bajo una historicidad difunta. Por otra parte, lo que distingue la exploración científica de ese pasado es el hecho de saber que aquel está todavía cubierto de monumentos de conmemoración desconsolados y acusadores, todavía señalan sentimientos dolorosos de numerosos individuos, particularmente judíos, que tienden a conservar una forma mítica de ese recuerdo. Los historiadores y los estudiantes alemanes de historia, deben comprender, y yo quisiera agregar esto expresamente a mi "Alegato", que las víctimas de la persecución nacionalsocialista y sus sobrevivientes pueden tener el sentimiento de estar privados de su derecho de disponer de su forma del recuerdo si una investigación en historia contemporánea, no procediendo más que según una línea científica, reivindica con una arrogancia académica el monopolio de la interrogación y de la conceptualización de la época nacionalsocialista. El respeto de las víctimas de los crímenes nazis impone dejar un lugar a ese recuerdo mítico. No existe acá prerrogativas ni de un lado ni de otro. Para determinar en qué medida la coexistencia de la intelección científica y del recuerdo mítico representa una tensión productiva, importa saber si aquella está en condiciones de revelar verdades completas en si y de engendrar imágenes evocativas, o si ella no se edifica más que en una grosera simplificación de hechos históricos intervenida con el tiempo, sobre el olvido de los detalles y de los imponderables de la historia en la cual sólo los contemporáneos tienen todavía un conocimiento íntimo. Al número de problemas de una generación de historiadores alemanes más jóvenes, que aspiran a una comprensión más racional, es necesario agregar que ellos también tienen que ver con ese recuerdo histórico simplificador, a contra corriente, que persevera en aquellos que han sido dañados y perseguidos por el régimen nacionalsocialista, igual que a sus descendientes. 5 En su ensayo Kitsch und Tod (Kitsch y muerte) usted se ha enfrentado con variadas formas literarias, en las cuales ese recuerdo mítico es transplantado/ transformado. En ese contexto, me parecía muy importante señalar brevemente, que muchas de estas imágenes literarias, míticas, de la experiencia nacionalsocialista comunican intelecciones, en su propia forma no científica, "inteligentes" en el mejor sentido del término, que pueden perfectamente ser conciliadas también con la necesidad creciente de una mejor comprensión científica de ese pasado. Martin Broszat II Tel Aviv, 6 de octubre de 1987. 5 Saul Friedländer, Kitsch und Tod. Der Widerschein des Nationalsozialismus, Munich, 1984 (Edición origianl en francés: Reflets du nazisme, Paris, Seuil, 1982.) Estimado señor Broszat: El contexto presente constituye ciertamente un marco adecuado para una aclaración reflexionada de los temas abordados en su "Alegato" (tanto como en algunos artículos previos), y de algunas de las críticas formuladas en mis "Reflexiones" 6 . Le agradezco haber sugerido esta posibilidad, al igual que expreso mi reconocimiento a los editores de Vierteljahreshefte por haber aceptado la idea. En su declaración iniciadora de nuestra discusión, le debe haber dado la impresión de que mi crítica de su texto era mucho más mordaz y menos preliminar de lo que lo era de hecho. Pero parecemos estar de acuerdo sobre lo que explica parte de la crítica, a saber que el concepto de historización, tal como usted lo formuló en el "Alegato", era "ambiguo y susceptible de prestarse a malentendidos" y que así condujo a una cierta incomprensión y también a un uso erróneo, particularmente en el contexto de la "querella de los historiadores". Algunas dificultades parecen sin embargo inherentes al concepto mismo. En todo caso, su declaración puso en evidencia un cierto número de cuestiones importantes e hizo aparecer al menos un tema crucial nuevo, quizá el más importante. 1. Los orígenes históricos del distanciamiento general y global con respecto al período nazi, en el contexto alemán occidental de la pos guerra, son claros para mí. Sin embargo, nuestra discusión no se refiere a la escena general; se refiere a la historiografía. Mi impresión es que, desde el comienzo de los años '60 al menos -tomemos la obra Die Auflösung der Weimarer Republik (La disolución de la república de Weimar) de K.D. Bracher como punto de partida simbólico-, la historiografía alemana occidental y la historiografía del período nazi en general, siguieron en definitiva, un enfoque no moralista, razonablemente objetivo. Por lo que respecta a la precisión y la meticulosidad de las investigaciones, esta historiografía fue tan estrictamente científica como una de cualquier otro período. Usted sabe el impacto que tuvo su propio trabajo, así como los de Hans Mommsen, por ejemplo. Miles de estudios han tratado todos los temas imaginables, bajo todos los ángulos posibles. En ninguna parte veo "moralismo" o, más exactamente, "bloqueo generalizado" trabando el desenvolvimiento normal de la investigación científica. La historia de lo cotidiano (Alltagsgeschichte) puede haber sido criticada por razones conceptuales, pero eso no ha impedido que devenga un dominio floreciente. Es posible que usted tuviera razón de destacar el carácter "monumental" de la presentación de la Resistencia (Widerstand) y de subrayar la existencia de un desasosiego y de una normalidad bastantes más grandes en numerosas esferas de la vida durante el período nazi, de poner el acento sobre las similitudes más que sobre las diferencias netas en las actitudes de los diversos grupos (sus ejemplos en el campo literario, por ejemplo), etc. En síntesis, usted pide una más 6 Publicadas inicialmente en inglés bajo el título "Some reflections on the Historicization of National Socialism", Tel Aviv Jahrbuch fuer Deutsche Geschichte, t. 16, 1987 (Publicadas en francés bajo el título "Réflexions sur l'historisation du national-socialisme", trad. por Christian Cler, Vingtième Siècle Revue d'histoire, octubre - diciembre de 1987, pp. 43 - 53 amplia percepción de la complejidad y de la ambigüedad, pero es verdad que, a pesar de que ese proceso de diferenciación esté siempre en curso y permanece por definición tanto tiempo como la investigación histórica misma, no se puede decir que los historiadores han sido inconscientes, durante los veinticinco o treinta últimos años, de las complejidades de la imagen de conjunto. Sucede que yo mismo, hace más de veinte años, publiqué una biografía de Kurt Gerstein bajo el título "Kurt Gerstein o la ambigüedad del Bien" 7 , donde el carácter equívoco de las actitudes y de los roles individuales, aún de los SS, aún en el aparato de aniquilación, estaba en el corazón mismo de mi razonamiento. En resumen, siendo bien conocido todo aquello, uno puede preguntarse qué bloqueo buscaba levantar el "Alegato", cuál puerta todavía cerrada deseaba abrir. Y, como sus artículos, esos de 1983 y el de 1985, preconizaban en una cierta medida un cambio sistemático en las actitudes historiográficas con respecto al período nazi, uno se podía interrogar sobre la frontera que usted deseaba atravesar. A veces, usted expresa su propósito en fórmulas generales, pero esas fórmulas generales dejan en la incertidumbre sobre lo que usted tiene en vista. Por ejemplo, concluye su artículo de 1983 titulado "Literatur und NS-Vergangenheit" (La literatura y el pasado nacionalsocialista) con las líneas siguientes: "El conocimiento que tenemos de este período, gracias a un lapso de tiempo más bien largo de cincuenta años, debería finalmente ayudarnos también a liberarnos en gran medida de la noción falsa de que el nacionalsocialismo ocupa una posición central demasiado fuertemente negativa en la historia alemana del siglo XX." 8 Usted comprenderá que para aquellos que están al corriente del debate que se sigue sobre la "vía especial" (Sonderweg), que saben que el lugar ocupado por el período nazi en la historia alemana fue objeto de opiniones de lo más diversas y de lo más libres, tal llamado, con la palabra finalmente, deja perplejo. Para resumir, ¿cómo es necesario comprender el "Alegato" con respecto a la obra historiográfica de los últimos decenios? ¿Por qué un "alegato"? ¿Dónde está el "bloqueo"? La discrepancia entre el estado general de la historiografía de la época nazi y el tono de urgencia que comporta su "Alegato" puede dar la impresión que usted pretende, de hecho, un cambio neto de focalización en el estudio de la imagen de conjunto, siguiendo algunos de los ejes que yo intenté definir en mi "Reflexiones": relativización de la esfera política, abandono del distanciamiento: evaluación histórica de la época nazi, como si ella estuviera tan alejada de nosotros como la Francia del siglo XVI... 2. En el marco teórico que usted traza, escribe que la comprensión (Verstehen) histórica no puede "pararse en el umbral mismo del período nacionalsocialista". Sugiere, como aproximación 7 Saul Friedländer, Kurt Gerstein ou l'Ambiguïté de Bien, Paris, Casterman, 1967. (Edición alemana: Kurt Gerstein oder die Zwiespaeltigkeit des Guten, Guetersloh, 1968.) 8 Graml y Henke (ed.) Nach Hitler ... , op. cit. p. 130. posible, una comprensión crítica, es decir, si lo sigo bien, una "intelección histórica" equilibrada, basada en una constante interacción entre la "comprensión" y la "evaluación crítica". La cuestión es saber lo que eso significa concretamente. El problema inmediato es el de los límites. No hay ninguna razón para argumentar en contra de su tentativa en el campo teórico, pero en la práctica usted arriesga tropezarse con las dificultades que he señalado en mis "Reflexiones". Los dos aprobamos el artículo "Falsche Fronten?" (¿Fronteras imaginarias?) de Hermann Rudolph y es efectivamente una de las contribuciones más originales en la "querella de los historiadores". Pero, ¿cuál es el punto concreto de Rudolph, el relevante aquí? La historización a la cual usted está unido, él dice que es necesaria, pero no se podría apoyarla, como ha hecho Jürgen Habermas, y simultáneamente atacar duramente la posición adoptada por Andreas Hillgruber en Zweierlei Untergang (Doble caída) : "Uno no puede acelerar activamente este proceso de diferenciación", escribe Rudolph, "y al mismo tiempo volver la mirada con horror". Ahí se sitúa realmente su* dilema: ¿donde están los límites de la "comprensión"? ¿Dónde interviene el distanciamiento crítico? No hay dificultad en cuanto al dominio penal se refiere, pero ¿qué pensar acerca de las unidades de las Fuerzas Armadas (Wehrmacht) sosteniendo el frente oriental en 1944/45? No quiero exponer acá todas las contradicciones a las cuales este ejemplo, hoy notorio, podría conducir, a la luz de sus* premisas 9 teóricas , pero sería extremamente útil que usted aceptase pronunciarse sobre este tema, porque sería casi hacer pasar un test a la aplicabilidad de la intelección histórica ampliada en la que usted está pensando. 3. Me pregunto entonces si no es necesario buscar una de las principales razones de su "Alegato" y, en consecuencia, una parte de las respuestas a mis preguntas precedentes en el tercer cuerpo de su afirmación. Seguramente podría ser que la percepción de la era nacionalsocialista por las "víctimas" del régimen nazi constituye el elemento esencial de la mirada moralista. Ese es el problema al cual la historiografía -usted dice "la historiografía alemana"- debe hacer frente. Usted expresa su respeto por lo que usted considera como el recuerdo específico de las víctimas, pero usted lo llama "recuerdo mítico" y concluye: “Al número de problemas de una generación de historiadores alemanes más jóvenes, que aspiran a una comprensión más racional, es necesario agregar que ellos también tienen que ver con ese recuerdo histórico simplificador, a contra corriente, que persevera en aquellos que han sido dañados y perseguidos por el régimen nacionalsocialista, igual que a sus descendientes.” Supongo, en principio, que no hablamos acá de imaginería histórica (Geschichtsbilder) popular, sino de la obra de historiadores. En su "Alegato", usted llamó la atención sobre que 9 * "Su" y "sus" en castellano no especifican la persona a la que se refiere, y como Friedländer está hablando de varios colegas, cabe aclarar que en este caso se refieren a Broszat (Aclaración de la traducción del francés) después de la guerra, la historia del período nazi fue esencialmente escrita por historiadores que habían sido forzados a dejar Alemania por razones políticas o raciales o que habían adoptado ellos mismos una neta distancia crítica hacia el nazismo. Esta circunstancia influyó ciertamente en la imagen que ellos se hicieron de esta época. Lo que usted entiende aquí, es que las víctimas o sus descendientes continúan, aun luego de cuatro decenios, manteniendo ese recuerdo "mítico" no científico, maniqueo, creando también el problema que usted evoca. Esta cuestión estará, yo pienso, en el centro mismo de nuestro debate. No ha sido tratada públicamente hasta el presente y nos importa a todos que salga a la superficie y sea clarificada. Permítame entonces tratar de comprender su idea lo mejor posible y preguntarle, desde el principio, cuáles serían más precisamente los historiadores que pertenecerían a la categoría de portadores del recuerdo "mítico". Presumo que la categoría en la cual usted piensa se compone esencialmente de las víctimas judías (y de sus descendientes). Sería sin embargo útil saber si ella englobaría a los historiadores franceses no judíos, por ejemplo, que fueron parte de la Resistencia, o más generalmente los historiadores franceses entre muchos otros. Y si restringe su categoría a los Judíos, ¿quiénes están incluidos? ¿Solamente las víctimas directas del nazismo y sus descendientes, o todos los Judíos? Un día expresó su admiración por esos pioneros del análisis del nazismo, todos emigrados judíos, Ernst Fraenkel, Franz Neumann y Hannah Arendt. ¿Su selección se extiende retrospectivamente a ellos? ¿Y qué hay de los historiadores judíos que, más tarde, abrieron perspectivas correspondientes a su 10 propia interpretación de la historia del Tercer Reich? Hay un segundo aspecto preliminar de la cuestión que me parece no menos importante que el precedente. Usted opone el discurso racional de la historiografía alemana al recuerdo mítico de las víctimas. Usted cita a los jóvenes historiadores alemanes como portadores naturales de ese discurso racional. O encuentra que algunos de ellos figuran entre aquellos que son más sensibles a los aspectos morales relevados por la historia del Tercer Reich. Por otra parte, ¿por qué referirse a los jóvenes historiadores? Los debates recientes se desarrollaron todos en el seno de una fuerte mayoría de historiadores que habían pertenecido, del lado alemán, a la "generación de las juventudes hitlerianas" al menos a veces hasta procedentes de familias consideradas como que habían sido implicadas en la época, etc. No se confunda con lo que quiero decir: siento fuerte empatía por aquellos que portan fardos tan pesados, pero usted reconocerá, ¿ese contexto alemán no crearía tantos problemas en la manera de abordar la época nazi como las que crea, de manera diferente, para las víctimas? Este aspecto, que usted parece haber descuidado, constituía un argumento decisivo en mis "Reflexiones". Permítame citar un pasaje de ese texto: "Ese pasado (la época nazi) está todavía demasiado presente para que los historiadores contemporáneos puedan llegar a tomar fácilmente consciencia de los presupuestos y de los a 10 A la interpretación de Broszat (Aclaración de la traducido del francés) priori que están aquí un juego, sean ellos historiadores alemanes o judíos en particular, sean ellos contemporáneos de la época nazi o miembros de la segunda o quizás 3º generación..." Pero si miramos las cosas desde su punto de vista, ¿por qué, según usted, los historiadores parte del grupo de los perpetradores estarían en condiciones de tomar distancia de su pasado, mientras que aquellos que se ubican en el grupo de las víctimas no lo estarían? Tales son las cuestiones realmente preliminares. En cuanto al lugar histórico a reservar a la "solución final" (en tanto que ilustración paradigmática de la dimensión criminal de la era nazi) en una representación global de esta época que no debería ser "demasiado fuertemente negativa" (übermächtig negativ), deberíamos, me parece, seguir discutiéndolo en nuestro próximo intercambio. Saul Friedländer III Munich, 26 de octubre de 1987. Estimado señor Friedländer: Sus observaciones críticas proveen amplio material para la continuación de nuestro intercambio de puntos de vista. Usted muestra naturalmente también todas las dificultades de un diálogo germano - judío sobre la representación y el recuerdo del pasado nacionalsocialista. Hace un tiempo, usted expresó el miedo de que una vuelta más marcada a las experiencias y a las preocupaciones históricas respectivas de los alemanes y de los judíos podría separar más que nunca antes, las representaciones opuestas de ese tiempo. Cierto, ese peligro existe y me propongo tratar más a fondo ciertos aspectos que me inquietan a mí también con respecto a esta perspectiva. Pero quizás convendría considerar la situación igualmente con una cierta dosis de optimismo. De cara a la vivacidad de las controversias, pero incluso a las nuevas reflexiones que, me parece, han sido suscitadas por eventos tales como la "querella de los historiadores", me pregunto si nuevas posibilidades se delinean aquí también para un diálogo germano - judío, demasiado descuidado hasta el presente. 11 ¿Ese "diálogo", que Gershom Scholem calificó hace veinticinco años de simple mito , ha tenido ya lugar, en realidad, como evento público? ¿No incurre este diálogo, en relación a la parte alemana, esencialmente en el mismo reproche que el que ya he formulado con respecto a la propia “superación oficial del pasado alemán” (deustche öffentliche Vergangenheitsbewältigung), a saber 11 Gershom Scholem, "Wider den Mithos vom deutsch-jüdischen Gespräch", in Judaica II, Francfort, 1970, pp.7 y sig. que ésta, a pesar de todos los méritos de elección de un tono político-moral fundamentalmente justo, se atascó después de un cierto tiempo en una retórica declamativa, sin vigor e imaginación para un conocimiento histórico igualmente moral? ¿En las discusiones germano - judías sobre la historia contemporánea, que se intensificaron después al menos de dos decenios en Israel, la República Federal y otros lugares, no se excluyó, a sabiendas o no, muchos de los sentimientos y de los recuerdos particularmente delicados y por demás contradictorios, porque de otra manera simplemente no habría habido principio de diálogo? ¿Entonces, es necesario verdaderamente sorprenderse de que, ahora desde las dos posiciones, por el motivo que sea, se sienta más fuertemente la necesidad de hablar con más franqueza de esos recuerdos existentes, cuando esto, porque no se practicó ni se comprobó, se desenvuelve con todas las torpezas, todos los disgustos y todas las exacerbaciones posibles? No quisiera considerar esto simplemente como un motivo para el desaliento. Considere entonces esta reflexión -hipotética- como una primera respuesta a las preguntas particularmente urgentes que usted ha formulado en la última parte de su contribución. Me propongo, en lo que sigue, no analizar puntualmente una a una sus objeciones, sino intentar reagrupar de nuevo mis observaciones alrededor de algunas problemáticas más generales. 1.Una confusión fundamental de mi concepto de historización, tal como lo anuncié, es el supuesto de que se trataría de una "revisión", hecha conscientemente o por negligencia, de la reprobación y de la condena claras y netas -firmemente y casi unánimemente admitidas luego de mucho tiempo en la ciencia histórica de Alemania Federal- de los hechos y gestos del régimen nacionalsocialista, criminales, inhumanos, ilícitos y atentatorios de la libertad, que han sido mientras tanto ampliamente estudiados y documentados en el plano histórico. Y esto vale fundamentalmente para Ernst Nolte. La toma de conciencia del proceso de historización, que está por otra parte desde hace mucho tiempo en curso, y el alegato en favor de una historización más profunda del período nacionalsocialista, aspiran más a una continuación razonable, una nueva etapa de la "elaboración" del pasado nacionalsocialista (en la ciencia histórica tanto como en el debate público) sobre la base de esta apreciación bien establecida de su carácter político moral fundamental. Ese alegato parte de la idea que, a pesar del enorme desarrollo, que usted planteó, de las investigaciones históricas individuales sobre la época nacionalsocialista, la imagen de conjunto de aquella, tal como aparecía en la conciencia pública o así como en las representaciones historiográficas generales, quedó singularmente siendo ilusoria, precisamente a causa de la puesta en relieve "obligatoria" y prioritaria de los elementos ideológico-políticos, reflejando más a menudo una construcción maniquea en retrospectiva que el desenvolvimiento genético de una historia multidimensional, menos poblada de figuras plásticas y psicológicamente matizadas que de estereotipos extraídos de un vocabulario conceptual de ciencia política, presentada primero bajo la forma de un comentario didáctico y ético que de una narración histórica, formulada en términos más o menos patéticos o pedantes por historiadores a los cuales la turbación frente a la historia del nacionalsocialismo se manifiesta también en el hecho de que la privan de ese verdadero medio vehicular de la representación histórica que es el lenguaje narrativo. Con historización estamos hablando esencialmente de sobrepasar esos residuos y suprimir esos estereotipos, confusiones y generalizaciones. Ella no implica ninguna atenuación del juzgamiento político-moral dado sobre el carácter ilegítimo del régimen nacionalsocialista, aun cuando ella debe hacer resurgir también la pluralidad de las líneas de acción y de los sujetos históricos, que no se dejan todos ordenar bajo el sistema político y la conciencia del mundo (Weltanshauung) del nacionalsocialismo. Es en ese sentido que hablé y eso concretamente en una reflexión quizá ocasional sobre la literatura de la época nacionalsocialista (en 1983), de la necesidad de liberarnos finalmente de la idea errónea que "el nacionalsocialismo ocupa una posición central demasiado fuertemente negativa" en todas las esferas de la vida en esta época. Usted ubica desgraciadamente esta cita, aislada de su texto, en otro contexto y le presta también una significación que induce al error. Por otra parte, además de la cuestión que se acaba de mencionar, hay manifiestamente concepciones divergentes entre nosotros. Usted escribe en sus "Reflexiones": que porque intrínsecamente el nazismo fue criminal, es necesario, aún a propósito de los dominios institucionales y sociales (industria, burocracia, armada, confesiones, etc.) que no han sufrido más que débilmente sus huellas, hacerse la pregunta de saber si, y en qué, ellos sirvieron a mantener el poder en su lugar; según usted, "la pasividad contribuye, en tanto que tal, a sostener el sistema" 12 Considerado bajo el ángulo de las víctimas de las persecuciones nacionalsocialistas, y más particularmente de la experiencia judía, la existencia de una multitud de espectadores pasivos (bystander) que no prestaron auxilio alguno en las persecuciones, ese punto de vista es ciertamente comprensible. Pero erigido en afirmación absoluta, cortaría las vías de acceso del conocimiento histórico y, además, no satisfaría tampoco a la justicia histórica. Tengo un sentimiento análogo frente a sus fuertes reservas hacia casi todas las perspectivas nuevas de la representación histórica de la época nacionalsocialista, por ejemplo las de la exploración histórica de la vida cotidiana o de la condición social, particularmente en la medida en que ellas desbordan el campo político y la periodización tradicional 1933-1945. Usted ve -con demasiada estrechez de miras, me parece- únicamente o esencialmente una desviación de sentido con respecto al núcleo político-ideológico de los acontecimientos. Creo que haciendo eso, usted tiene muy poco en cuenta que, por la presentación de otros puntos de vista, muchas causas del advenimiento del régimen nacionalsocialista pueden verdaderamente ser explicados y muchas fuerzas vivas que se sitúan fuera de la ideología (Ideologie) y de la política se hacen perceptibles. El juicio hecho sobre los crímenes nacionalsocialistas no se encontrará de ninguna manera modificado, pero se comprende sin embargo mejor por qué tantos elementos de una nación civilizada pudieron engañarse hasta ese punto y seguir ciegamente al nacionalsocialismo y a Hitler. 12 Friedländer, "Überlegungen", in Diner (ed.), Ist der Nationalsozialismus Geschichte? ..., op. cit. p. 32 ("Reflexiones ...", loc. cit. p. 48.) Entendido en ese sentido, la historización vuelve ante todo a desmantelar un poco esta barrera que hace aparecer esta historia como absolutamente lejana y extraña. Es con mucha razón que Christian Meier recientemente llamó la atención sobre ese punto. No solamente los alemanes de la República Democrática Alemana, sino también los de la República Federal, que exigieron la sucesión legal del Reich, no quisieron emprender históricamente esa sucesión sino que se acostumbraron a representar la historia alemana anterior a 1945, como algo distanciado, como si se tratara de la historia de un pueblo extraño. Nosotros escribimos todavía solamente esta historia en la tercera persona, ya no en la primera persona del plural, y además nos falta el sentimiento de que en esta historia está encarnada "nuestra causa" 13 . La historización, que quiere contribuir a levantar esta barrera, no ubica la era nacionalsocialista en una sección de la historia muerta, quiere al contrario alcanzar las condiciones para que ese capítulo profundamente corrompido de la historia alemana pueda, también, ser parte integrante de ella. Lo que menos comprendo es su crítica de las intenciones y del estilo de la historia cotidiana de la época nacionalsocialista, tal como hemos tratado de escribirla, desde mediados de los años setenta, en el Instituto de Historia Contemporánea, en el marco del Proyecto Plurianual Bávaro. Porque se trata de una especie de trabajo de recuperación tendiente a volver comprensibles y a hacer revivir recuerdos históricos, que, lejos de tapar el aspecto político moral, busca, por un esfuerzo de concretización, darle un nuevo fundamento. Se consiguió, por ejemplo, que gracias a una descripción circunstancial de un medio local determinado afectado por la crisis, se pudieran volver comprensibles los móviles de los adeptos nazis engañados, de suerte que la expresión de "nazi" se encontró despojada de su carácter de mero tópico o frase hecha. Se consiguió desde otro aspecto que, por la representación plástica de actores y de hechos de la corajuda pequeña resistencia, el concepto que fue exagerado en principio, de resistencia, se volvió de nuevo más fiel a la realidad histórica, se vio el lector beneficiado así de una nueva apertura sobre ese tema, tanto bajo la forma de la comprensión como bajo aquella del rastreo o captación (Nachvollzug) moral. Se consiguió además acceder a otra cuestión, cuando los "objetos" de la persecución antisemita nacionalsocialista, los Judíos, muchas veces rebajados al rango de simples fantasmas en la representación de esta persecución, tomaron forma en su medio ambiente local y social concreto y, además, las relaciones entre alemanes y judíos, tan fuertemente envenenadas por el reino nacionalsocialista, pudieron ser puestas a la luz por ejemplos concretos. Es precisamente sobre la cuestión moralmente primordial de saber qué grado de participación en la persecución asesina de los Judíos por el régimen nazi y qué grado de complicidad, también bajo la forma de no asistencia y de falta de compasión, son imputables a la masa de nuestro pueblo, que las investigaciones documentales y los estudios sobre la historia cotidiana local, tales como las del proyecto bávaro, comenzaron verdaderamente a revelar una multitud de hechos desconocidos hasta el presente. Christian Meier, 40 Jahre nach Auschwitz. Deutsche Geschichtserinnerung heute. Munich, Deutscher Kunstverlag, 1987, pp. 42 y s. 13 No es suficiente que la representación de la época nacionalsocialista exprese la actitud moral correcta a posteriori de autores más o menos arrogantes. La historia no puede imaginarse "sin una distinción entre el bien y el mal" -como lo ha recientemente subrayado Dolf Sternberger en una fértil reflexión sobre la "querella de los historiadores"-, como que tampoco se puede concebir "sin un interés de participación" 14 . Para terminar, quisiera volver una vez más al problema de la memoria histórica alemana y judía y, sobre una sugerencia particular suya, con respecto al lugar de Auschwitz en esta memoria histórica. Yo indiqué no obstante claramente que por "recuerdo mítico" entiendo justamente una forma de recuerdo exterior a la ciencia histórica (alemana o judía), pero de ninguna manera únicamente la contraparte negativa del espíritu científico, no únicamente un recuerdo histórico inexacto o sumario. Frente, precisamente, al hecho inexpresable del holocausto, el recuerdo ritualizado, recuperando casi la teología histórica, enlazándose a otros fondos de la experiencia fundamental judía de la historia universal, es para muchos judíos, al lado de la reconstitución seca y desnuda de los eventos, una cosa a la cual ellos no pueden probablemente renunciar, porque de lo contrario la inconmensurabilidad de Auschwitz se escaparía simplemente al entendimiento. Es por eso que sin duda es en vano responder a sus tan artificiosas preguntas, hechas sobre la que usted presume que es mi clasificación de tales o tales historiadores (judíos o alemanes). Que grandes eruditos emigrados judeoalemanes tales como Hannah Arendt, Franz Neumann y Ernst Fränkel hayan logrado trazar nuevas vías trascendentales permitiendo captar mejor la esencia del nacionalsocialismo, en parte precisamente en una perspectiva histórica a más largo plazo, en la cual la importancia ha sido percibida por la ciencia histórica alemana a lo sumo quince o veinte años más tarde, es, a no dudarlo, una común concepción que compartimos. Un problema delicado, que se sitúa quizás en el corazón de nuestra divergencia de concepciones, pero que no debe ser necesariamente una línea de división en la perspectiva de los historiadores judíos y alemanes, reside a mi entender en el hecho de que la amplitud y la singularidad de la abominable exterminación de los judíos no incitan solamente a darles una interpretación mítica, sino también a emprender una reconstitución retrospectiva que es comparable en la representación con una causalidad de errores de dimensiones diabólicas. Es por otra parte la razón por la cual esa necesidad entró muchas veces en conflicto con el descubrimiento para las ciencias políticas de Hannah Arendt de la "banalidad del mal" o con otras explicaciones históricas, que muestran que la amplitud de ese crimen derivaba de causas múltiples frecuentemente mínimas y con partes de responsabilidad individual frecuentemente muy pequeñas. Con el hecho singular de Auschwitz, se llegó a un punto donde indudablemente la significación histórica sobrepasa y deja impotentes las posibilidades científicas de comprensión y explicación. También es con razón que no se ha cesado, y no solo del lado de los judíos, de lamentar Auschwitz 14 Dolf Sternberger, "Unzusammenhägende Notigen über Geschichte", in Merkur, t. 41, 1987, pp 733-748, especialmente p. 748. como un evento central de la era nacionalsocialista. Por eso Auschwitz tiene, como es fácil demostrar, un rol capital en la explicación de esta época por los historiadores contemporáneos de la República Federal, por ejemplo en los libros escolares, y, estando dada la intensidad particular del recuerdo judío sobre el Holocausto, es muy posible que aquel borre cada vez más, en la memoria universal, otros hechos y perjuicios del Tercer Reich. Pero ese potencial del recuerdo del Holocausto tiende igualmente a crear retroactivamente una nueva jerarquía y una nueva disposición de los factores que han determinado la historia, es decir desplegar toda la historia del Tercer Reich en un movimiento retrógrado a partir de Auschwitz en lugar de proyectarla en un movimiento de progresión, según el método histórico. A la centralidad de Auschwitz se opone retrospectivamente el hecho histórico de que la exterminación de los Judíos, en el momento cuando se producía efectivamente, no fue posible más que porque no tuvo lugar bajo las luces de las candilejas y pudo ser mantenido en secreto en gran medida, porque tocaba a una minoría que, desde hacía muchos años ya, había sido apartada sistemáticamente del campo visual del medio no judío por su relegación en un ghetto social. La "solución final" no pudo ser puesta en marcha sin dificultades más que porque la suerte de los Judíos fue, para la mayoría de los alemanes, durante la guerra, simplemente una cosa accesoria a la cual se prestaba poca atención, y porque, tanto para los adversarios aliados de Alemania, representaba sólo uno de los problemas que les preocupaba durante la guerra, y no el más importante. Una cosa es evidente: el rango efectivo de Auschwitz en el contexto histórico original era extremadamente diferente de aquel que ocupa en la visión histórica ulterior. Aún el historiador alemán reconocerá que Auschwitz, en razón de su significación particular, a posteriori está considerado como evento central del período hitleriano. No podrá entonces, en tanto que hombre de ciencia, admitir sin más que se lo hace tanto retrospectivamente la base del conjunto de los hechos históricos factuales de la época nacionalsocialista, que esta historia entera está ubicada a la sombra de Auschwitz, al tiempo que Auschwitz deviene el único marco de la percepción histórica de esta época. No solamente una concepción tal pondría todavía después totalmente bajo la copa de ese poder usurpado el legado de la tradición alemana no nacionalsocialista, que se ha prolongado a través de la época en cuestión y que ha sido ella misma, de cierta manera, víctima del nacionalsocialismo bajo el efecto de su "requisa". Pero sobre todo, no haría tampoco justicia al número inconmensurable de víctimas no alemanas y no judías que sustentan otros monumentos conmemorativos. Martin Broszat IV Tel Aviv, 8 de noviembre de 1987. Estimado señor Broszat: En verdad, cada intercambio de cartas abre nuevos horizontes en nuestra discusión. Permítame, para comenzar, tratar de precisar de nuevo las razones de una posible falsa interpretación de su "Alegato" en tanto que petición tendiente a una cierta revisión de la representación histórica tradicional de la época nazi. En nuestro primer intercambio de cartas, estábamos de acuerdo en considerar que la ambigüedad del concepto de historización condujo en sí a numerosas interpretaciones erróneas, y agregué algunas observaciones sobre los aspectos eventualmente problemáticos del concepto en tanto que tal, incluso si fuese comprendido correctamente. Pero hay más. Me parece que el elemento de su "Alegato" que ha ocasionado la mayor parte de las preguntas es la manera en la cual el encadenamiento de sus argumentos desembocó en una generalización en cuanto a la evaluación moral del período nazi. Este encadenamiento de ideas podría interpretarse así: después de la guerra, una historiografía esencialmente dominada por emigrados impuso una imagen maniquea de la época nazi, creando así una suerte de "contra mito" moralista, como diría Ernst Nolte. Esta representación estereotipada, simplista, parecía perdurar, más allá del paso del tiempo. Ahora bien, después de muchos decenios, se tornaba imperativo retomar un cambio y usted esbozó los aspectos metodológicos de ese cambio, aspectos que yo mismo analicé en mis "Reflexiones". Es en este estadio que lo que parecía ser la continuación lógica de su razonamiento -la conclusión de su texto- encontró su expresión: "El distanciamiento global con respecto al pasado nacionalsocialista está todavía bajo una forma de inhibición y tabú... En eliminar ese bloqueo a favor de una sensibilización moral hacia la historia en general, apoyándose precisamente sobre la experiencia del nacionalsocialismo, es donde se encuentra el sentido de ese alegato por una historización de este último." 15 Esta conclusión entendía, estoy seguro, sobrepasar la parálisis moral, el costado declamatorio y ritual, que usted reprocha a mucho de lo que ha sido escrito sobre el nazismo en el curso de los tres últimos decenios. Pero extender la percepción moral de la época nazi al conjunto de la historia propiamente dicha, es decir, no fijarle ningún límite y, por consiguiente, hacerla difícil de definir y de aplicar, salvo en fórmulas generales sobre el bien y el mal, podría cómodamente ser tomado por una tendencia a relativizar globalmente los problemas morales planteados 15 Graml y Henke (éd.), Nach Hitler ..., op. cit., pp. 172-173. específicamente por el nazismo: esto puede haber dado la idea de que su concepto de historización tal cual ha sido anunciado en el "Alegato" tenía prolongaciones considerables. Usted criticó lo que estima ser, de mi parte, un rechazo de nuevas concepciones históricas. Evidentemente, no me opongo a la escritura de la historia social del período nazi ni de la historia cotidiana (Alltagsgeschichte) en tanto tal. En mis "Reflexiones" afirmé repetidas veces que, para el historiador, ampliar y matizar la imagen es la esencia misma de su arte. Sin embargo, la "historización", tal como la expuso y como ya la hemos debatido, podría significar no tanto la ampliación de la imagen como un cambio de focalización. Visto bajo este ángulo, la insistencia sobre la vida cotidiana (Alltag) sobre la evolución social a largo plazo podría relativizar fuertemente lo que considero siempre como el punto de partida historiográfico determinante para la representación de esta época, siendo la idea de base que esos doce años constituyen una unidad histórica definible, dominada ante todo por la "primacía de la política". Si convenimos que allí radica el fondo de la cuestión, toda diferenciación suplementaria, no sólo es importante, sino necesaria. Mi "tradicionalismo" metodológico debe entenderse en el contexto de mi interpretación inicial del sentido del "Alegato". Si embargo, por lo que concierne a la historia de la vida cotidiana, tengo mi opinión dividida. Algunas de las críticas formuladas en el coloquio que usted organizó sobre el proyecto bávaro que llevaba el título pertinente Alltagsgeschichte: neue Perskektiven oder Trivialisierung? 16 (La historia de la vida cotidiana: nuevas perspectivas o trivialización?) son convincentes. Pero, como lo mostrará un ejemplo más adelante, es evidente que muchas intelecciones (insights) pueden ser explicadas por la vida cotidiana. Sería útil aclarar otro aspecto metodológico más, a saber su insistencia sobre el método narrativo como único acercamiento histórico posible para la representación global (Gesamtdarstellung) en la cual usted piensa. En el "Alegato", criticó el hecho de que, hasta el presente, desde que los historiadores abordan el período nazi, "la habilidad para sentir la trayectoria de uno mismo enfáticamente dentro de la red de interconexiones históricas, cesa en tanto también lo hace el placer de la narración histórica" (Lust am geschichtlichen Erzahlen). En su segunda carta, usted recomienda el método narrativo y se muestra duro con respecto a la historia conceptual del período nazi. Tal no fue su posición cuando escribió Der Staat Hitlers (El estado hitleriano), y presumo que es el hecho de tener permanentemente conciencia de los matices propios de cada situación particular, ya que puesto en marcha el proyecto bávaro, este lo ha incitado a modificar su acercamiento teórico. Se podría discurrir indefinidamente sobre el valor respectivo de la historia conceptual versus la narrativa tradicional, sin llegar a ningún resultado. Yo estaría sin embargo curioso por saber - y lo digo sin ironía - dónde se encontraría "el placer de la narración histórica" para expresarse, el día en que se use el tipo de presentación global que usted reclama. No es el punto de vista "estrecho" de las víctimas lo que traté de expresar, sino algo más. Lo que provocó el 16 Alltagsgeschichte de NS - Zeit. neue Perskektiven oder Trivialisierung?, Munich, 1984. distanciamiento, lo que hizo desaparecer la empatía histórica normal, no es solamente la dimensión criminal del régimen, sino también la visión horrorosa de la exaltación nacionalista, de la autoglorificación frenética, que penetraron tan rápido en prácticamente todos los sectores de la vida pública y en tantos dominios de la vida privada también. Otros regímenes demostraron sus disposiciones criminales, pero, al menos en sus comienzos, al menos en sus proclamas oficiales, pretendían realizar ideales universales, para cambiar la condición humana. Sabemos lo que sucedió. Una suerte de "placer de la narración histórica" exenta de toda ideología puede existir cuando se piensa en los "diez días que conmovieron al mundo", quizá también cuando se rememora los primeros años de la experiencia soviética, a pesar de una adhesión personal al liberalismo. El sueño universalista reviste aquí todo su poder. Nada de todo eso se encuentra en el nazismo. Por otras razones, millones de personas manifiestan todavía una comprensión y una empatía históricas al pensar en el paso de la armada roja por las fronteras del Reich. A los ojos de Andreas Hillgruber, esta visión no podía ser más que las de las víctimas del nazismo, y su "placer de la narración" se despertó al recuerdo de la 17 resistencia desesperada de la Wehrmacht . Pero en cuanto a usted, ¿dónde puede situarse bien ese dominio? ¿No le parece que, visto bajo el ángulo del relato histórico y del "placer de la narración histórica", mi argumento de un posible resurgimiento de una cierta forma de historicismo no está enteramente privado de fundamento? Permítame ahora darle a conocer, muy sumariamente, mi reacción con respecto de una cosa que necesitaría de hecho un examen más profundo, a saber sus ideas sobre el lugar que se debe reservar a "Auschwitz" en una representación global del período nazi. Primero, cuando yo hablo de "Auschwitz" en este contexto, me refiero a la política nazi de exterminación practicada con respecto a las diversas categorías de víctimas. Así como lo mencionado al final de mi primera carta, considero Auschwitz como la expresión paradigmática de la criminalidad nazi. En ese sentido, la significación implícita de la última línea de su segunda carta no corresponde a mi manera de pensar. Usted afirma -y estamos manifiestamente de acuerdo sobre ese punto- que, para el historiador, Auschwitz es un "evento" saliente en razón de su especificidad y de su inconmensurabilidad. Me parece que Jürgen Habermas recientemente expresó esta especificidad y esta inconmensurabilidad en unos términos particularmente fuertes: "Acá (en Auschwitz), pasó algo que hasta allí ninguna persona había creído jamás posible. Acá, se tocó un estrato profundo de solidaridad entre todos los que tienen un semblante humano. Hasta ese momento la integridad de este estrato profundo había permanecido invulnerada, a pesar de todas las bestialidades naturales de la historia mundial. (...) Auschwitz 17 Fuerzas Armadas. cambió las condiciones de continuidad de la trama histórica de la vida, y no solamente en Alemania." 18 Usted escribe que esta inconmensurabilidad de Auschwitz demanda una memoria creativa mítica que contribuye a conseguir al menos una cierta forma de comprensión. De hecho, la historiografía no es suficiente. Dicho esto, estoy de acuerdo con usted en estimar que el historiador, en tanto que tal, no puede analizar el período nazi partiendo únicamente de su fin catastrófico. Según el método histórico reconocido, es necesario comenzar por el principio y seguir los múltiples caminos como se presentan, en los cuales los numerosos desarrollos en el seno de la sociedad alemana que no tenían ningún lazo con Auschwitz se tomen en cuenta también, y esto a través de toda la historia de esta época. Pero el historiador conoce el final y comparte este conocimiento con su lector. Este no debe poner trabas a la exploración de todas las vías y de todas las interpretaciones posibles, pero obliga al historiador a elegir los elementos centrales en torno de los cuales su narración explicativa se construye implícitamente. En suma, volvemos al problema de la focalización dominante. Nadie osaría sostener que no es posible incluir todo un capítulo sobre la seguridad social en una descripción general pero aún si usted muestra el carácter normal de la vida cotidiana, aún si usted subraya el desdoblamiento de la conciencia, queda que su narración evolucione hacia un final que usted conoce perfectamente. Todo esto lleva a los dos argumentos que esbozó hacia el fin de su segunda carta y que, me parece, están en el centro de su demostración. Su validez permitiría, hasta un cierto punto, la integración de Auschwitz en el marco general de la historización del período nazi, tal como es trazado en el "Alegato". Primero, usted indica que la singularidad y la inconmensurabilidad mismas de Auschwitz conducen no solamente a buscar necesariamente una cierta forma de interpretación mítica, sino también, en el nivel de la historiografía (con toda evidencia únicamente en algunos historiadores), a reconstituir el encadenamiento de hechos, como si estos últimos sacaran su origen de causas igualmente singulares, casi demoníacas. Esto crea, para la historiografía científica, el tipo de problema que usted ya ha mencionado en su primera carta. Según usted, la respuesta se encuentra en la teoría de la "banalidad del mal" de Hannah Arendt. En segundo lugar, usted afirma que el carácter central de Auschwitz, tal como nosotros lo percibimos hoy, no fue percibido así en el momento de los hechos, encontrándose que los judíos habían sido aislados progresivamente de las poblaciones de su alrededor, que la exterminación había sido mantenida en secreto y que aún los Aliados no lo veían como un problema primordial. Es claro que la "banalidad del mal" tanto como la no percepción de los hechos por la sociedad constituyen elementos esenciales para la historización del nacionalsocialismo. Permítame tratar los dos puntos, aunque en el orden inverso y forzosamente de manera esquemática. 18 Jürgen Habermas, Eine Art Schadensabwicklung. Kleine Politische Schrieften VI, Frankfort-sur-Main, Suhrkamp, 1987, p. 163. Comencemos por lo que la gente sabía o no sabía. Por lo que respecta a Alemania, los estudios más recientes sobre ese problema - la versión inglesa revisada y corregida de la obra de Ian Kershaw sobre el "mito de Hitler" 19 y un excelente estudio publicado por H. y S. Obenaus sobre la vida cotidiana 20 - indican que la población general estaba mucho más al corriente de lo que pasaba a los Judíos de lo que se ha creído hasta el presente. ¿Pero por qué no citar sus propios textos? Por ejemplo, su artículo de1983 "Zur Struktur der NS-Massenbewegung" (A propósito de la estructura del movimiento de masas nacionalsocialista), donde usted se expresa en esos términos con respecto a lo que la población sabía sobre la política de exterminio llevada a cabo contra los Judíos: "Los mismos dirigentes nazis, tenían entonces aparentemente las dudas más fuertes sobre la cuestión de saber si el pleno conocimiento de los crímenes que habían puesto en marcha encontrarían sostén popular. Pero, por otro lado, esas persecuciones no fueron tan completa y totalmente evidentes y visibles. Y especialmente la concepción fundamental anti-humana de la cual fueron derivadas –en particular el odio fanático a los judíos- fue expresada repetidamente por los dirigentes en público en casi todas las ocasiones. De esta manera, había por supuesto una base social de respuesta a esto." 21 Todavía más significativo es el acento que usted pone al final del artículo sobre los motivos posibles de la pasividad de la población alemana, aún cuando el fin se acercaba: "un factor involucrado aquí aparentemente era también la conciencia de haber tenido una complicidad compartida en los excesos y crímenes del régimen." 22 Resumiendo, si la destrucción de los Judíos pudo representar sólo un elemento menor en las percepciones y en la política de los Aliados durante la guerra, aparece cada vez más que este elemento estaba agazapado, como un hecho disimulado pero sin embargo percibido, en el espíritu de muchos alemanes, y eso ya en los tiempos de la guerra. Si mi suposición es exacta, tiene una importancia considerable con respecto a la tesis central de su "Alegato" Pues, después de todo, una vida normal que es consciente de la perpetración continua de crímenes de masas por la propia nación y por la propia sociedad, no era tan normal después de todo... Según usted, la "banalidad del mal" de Hannah Arendt da la respuesta historiográfica al tipo de las construcciones inaceptables a las cuales usted hizo referencia. Un mal inmenso puede resultar de una multitud de pequeñas iniciativas individuales, casi imperceptibles y más o menos banales. No es necesario un propósito maléfico capital para llegar a un mal integral. Pero aún 19 Ian Kershaw, The 'Hitler myth': Image and Reality in the Third Reich, Oxford University Press, 1987; v. en particular capítulo 9: "Hitler's Popular Image and the Jewish Question", pp.229 y sig. 20 Herbert y Sybille Obenaus (ed.), Schreiben, wie es wirklich war ... "Aufzeichnungen Karl Duerkefäldens aus den Jahren 1933-1945, Hanovre, 1985, pp. 105 y s. 21 Martin Broszat, "Zur Struktur der NS-Massenbewegung", Vierteljahreshelfe für Zeitgeschichte, t.31, 1983, p. 74. 22 Ibid., p. 76 (Agradezco al profesor Otto Dov Kulka por haberme llamado la atención sobre este artículo de Martin Broszat). Hannah Arendt usó otros conceptos tratando el nazismo y la "solución final". Usted recordará que ella habló también de un "mal radical" que, en una memorable carta dirigida a Karl Jaspers, estimó que los actos de los nazis no concernían a categorías normales de la culpabilidad y del castigo 23 . Respecto a esto, no sé quiénes son esos historiadores que investigaban las causas demoníacas para explicar Auschwitz. Conozco algunos alemanes y otros que ponían el acento sobre la ideología y las políticas centralmente dirigidas; pero eso tiene poco que ver con la demonología y no llego a comprender por qué usted imputa esta posición extraña a historiadores que pertenecen al grupo de las víctimas. Nadie niega la "banalidad del mal" en numerosos peldaños del proceso de exterminación, pero no es quizás la única explicación posible para todos los escalones. A mi entender, una parte de los dirigentes y sus adeptos tenían ellos mismos el sentimiento de estar llevando a cabo algo verdaderamente, históricamente, metahistóricamente excepcional. Conocemos esto en los detalles del discurso de Posen pronunciado por Himmler en octubre de 1943. No es la banalidad del mal, no es, en lo que se refiere a la cuestión judía, un discurso animador destinados a subir la moral de dignatarios SS fatigados; es la expresión de una "embriaguez" (Rausch), la sensación de realizar una empresa casi sobrehumana. Por eso me inclino a ver en ciertos aspectos importantes del movimiento nazi una "religión política", en el sentido que lo entienden Eric Vögelin, Norman Cohn, Karl Dietrich Bracher, James Rhodes, Uriel Tal y varios otros. Si hablamos de religión política, nos acercamos de nuevo al marco tradicional, pero bajo el ángulo que se presta extensamente a nuevas investigaciones. Es lo que quise expresar en las "Reflexiones" cuando evoqué la relación todavía nebulosa que existe entre la ideología y la política con respecto a la "solución final", por ejemplo. Y si nos ubicamos en este ángulo, nos encontramos efectivamente en una cierta distancia de la vida cotidiana (Alltag) de 24 25 Schabbach , pero no muy lejos de Ordensburgen , ni de la obstinación de algunos jefes de comandos (Einssatzgruppen) a quedarse en su lugar, no muy lejos tampoco de la "embriaguez", tan penetrante y tan profunda, que no era el simple resultado de un "mito hitleriano" funcionalmente útil. Todo eso también debe ser interpretado, de una u otra manera, bajo el aspecto de la continuidad de la historia alemana. Sobre ese punto, estamos, sin ninguna duda, de acuerdo. En fin, permítame hacer algunas notas sobre el diálogo germano-judío, sobre sus dificultades y sus posibilidades. Cuando Gershom Scholem, en el texto que usted menciona, habló ese diálogo como un mito, se refirió ante todo al período prenazi, en el curso del cual los judíos de Alemania habían quizás tenido un diálogo con ellos mismos. Después de lo que sucedió entre 1933 y 1945, la idea misma de un diálogo tal le aparecía a Scholem como una profanación a la Lotte Köhler y Hans Saner (ed.), Hannah Arendt, Karl Jaspers. Briefwechsel. 1926-1969, Munich /Zurich, Piper, 1985, pp. 88-93 (carta del 17 de agosto de 1946). 24 N. d. Ed. alemán: lugar imaginario del "país natal" ("Heimat") de Edgar Reitz. 25 N.d. T. francés: Castillo del orden teutónico, devenido centro de formación para dirigentes políticos en el tiempo del nacionalsocialismo. 23 memoria de los muertos. Es posible que haya cambiado de opinión luego, y su estancia en Berlín, poco tiempo antes de su muerte, quizás fue la expresión de su cambio de opinión. La dificultad de tal diálogo subiste sin embargo, está compuesta por los comportamientos ritualizados y los grandes intereses que la enmascaran. Usted dio cuenta de esta dificultad en términos generales, pero usted hizo alusión también a propósito de las "cuestiones urgentes" que yo le pregunté en la última parte de mi primera carta. Estas no fueron "cuestiones urgentes": era una tentativa para comprender lo que usted quería decir al oponer la historiografía alemana racionalmente orientada a la memoria de las víctimas más míticamente orientada. En su respuesta usted acuerda una importancia primordial a la memoria mítica; en cuanto a las dificultades que encuentra la historiografía frente a las construcciones inaceptables, usted las presenta con menos insistencia, pero igualmente las presenta, como he tratado de mostrarle. En el caso que el cambio de acento aparecido en su segunda carta, correspondiese más bien al deseo de no poner en primer plano un tema particularmente espinoso, espero que usted quiera reconsiderarlo. Una cierta medida de franqueza es parte del "experimento" al cual nos entregamos y esta franqueza, como usted mismo lo ha observado, es la única base posible para un verdadero diálogo germano - judío. Saul Friedländer V Munich, 4 de diciembre de 1987. Estimado señor Friedländer: He reflexionado por largo tiempo, en vista de la anotación final de su última carta, sobre la cuestión de la cautela o de la franqueza de nuestro intercambio de ideas. La dificultad inherente a nuestro diálogo, sobre lo cual estamos de acuerdo, se manifiesta sin duda también con respecto a esto. Usted mismo se expresa con una cierta reserva cuando dice que "una cierta medida de franqueza" es necesaria. Ya en la parte final de su primera carta, igual que en sus "Reflexiones", usted había advertido una sobrestimación de las posibilidades de comprender de manera científica y objetiva el período nacionalsocialista, declarando que esta época estaba todavía "demasiado presente" y que, para los historiadores de hoy, se está lejos de verse liberados de sus prejuicios y aún simplemente de ser conscientes de ellos. Me pregunto si ese escepticismo suyo sobre nuestro discurso debe pesar con tanto recelo, como yo lo puedo ver continuamente en sus observaciones. Así, me parece significativo que, en relación con la advertencia antes citada, usted suponga que ciertas posiciones tomadas en la "querella de los historiadores" en la República federal, tienen algo que ver con la pertenencia de los historiadores alemanes en cuestión a la "generación de los Jóvenes hitlerianos". En el contexto de nuestro intercambio de cartas y de sus motivaciones, esta observación debería probablemente conducir también a clasificar mi alegato a favor de una historización como una necesidad de esta generación. Algunos apartados antes, usted me invita, en esta primera carta, a aplicar la noción a la que recurrí, de "comprensión crítica", en el ejemplo citado por Andreas Hillgruber al "conjunto de las Fuerzas Armadas (Wehrmacht) que defendieron el frente oriental en 1944-45" (con lo cual mantuvieron los campos de concentración). Sería, según sus términos, "como un test", y usted creyó que no debería ahorrarme ese test. En su segunda carta, usted volvió a la identificación con el frente oriental sugerido por Hillgruber y usted preguntaba si el "placer de la narración histórica" iría, en mi caso, a fijarse por azar también sobre ese tema o quizás algún otro. Verdaderamente, estimado señor Friedländer, ¿cree usted que tales cuestiones no son "urgentes", sino sólo reflexivas, que sirven a la franqueza de nuestro intercambio - y no producen cautela? ¿En su recelo a las posibles tendencias a la minimización que tienden a observarse en la manera en la que los historiadores alemanes, particularmente aquellos de la generación de la Juventud hitleriana, se ocupan del período nacionalsocialista, no está usted ya comprometido, por sus publicaciones y sus actividades de conferencista (y desde hace un tiempo justamente también a raíz de la crítica a mi "Alegato"), al punto de no poder más desistir del todo de esas tomas de posición, aún en el marco de este intercambio de cartas? Igualmente, a modo de ejemplo, su discusión de hace algunos años, en sí altamente interesantes con Syberberg, y con otros, sobre 26 las obras cinematográficas o literarias de la época nacionalsocialista , ¿no han sido marcadas exageradamente por este recelo pesimista? ¿No ha levantado también a través de esto una cerca que no le permite más que "una cierta medida de franqueza”? Quisiera en principio decir algo sobre el tema de la generación de las Juventudes hitlerianas, a las cuales yo pertenecí (habiendo nacido en 1926), sobre mi manera de pensar, y no únicamente a propósito de mi propio caso. En lo que me concierne personalmente si yo no hubiera pertenecido a esta generación y vivido su experiencia específica, no habría probablemente experimentado, después de 1945, tal deseo de confrontarme con el pasado nacionalsocialista de manera tan crítica como lo experimentamos en ese momento y con una "sensatez sagrada". En tanto que miembros de esta generación, tuvimos la suerte de no estar implicados en la acción política y en las responsabilidades, o de no estarlo más que marginalmente, pero éramos suficientemente grandes para estar emocional y espiritualmente tocados en alto grado por la sugestión, moral y sentimentalmente turbadora, de que el régimen nacionalsocialista se había mostrado capaz, sobre todo en el dominio de la educación de los jóvenes, y a pesar de la influencia en contra de los padres, de enseñanzas y de relaciones críticas hacia el régimen. Una 26 Friedländer, Reflets du Nazisme, op., cit. parte importante del potencial de sueños de juventud fue ocupado por el universo nazi, no se podría haber tenido otros sueños, sueños mejores, y no fue mas que más tarde, en los últimos años de la guerra y en la inmediata posguerra, que comenzamos a recuperar en el ámbito privado ávidamente el tiempo perdido con una cada vez más creciente de cólera por haber sido engañados en los preciosos años de la juventud. Ciertamente tocada pero no totalmente abrumada, la generación de los jóvenes hitlerianos era más libre que las clases más ancianas y más motivadas que las clases más jóvenes para rendirse plenamente al proceso de aprendizaje de esos años. Del conocimiento personal de camaradas de mi edad, yo sé, y a mi criterio los relatos biográficos de otras numerosas personas lo confirman, que la mayoría de la generación de las Juventudes hitlerianas hizo suyos con inspiración, después de 1945, los valores no hace mucho denunciados por los nazis. Esta generación ha producido cantidad de demócratas comprometidos y es más que proporcionalmente representada entre los notables, políticos y representantes de la cultura de la República federal, como lo atestigua una colección de recuerdos de testigos de la época 27 publicados a la ocasión del 40º aniversario del final de la guerra . Debo esforzarme para dar todavía más pruebas de franqueza, al tiempo que, en el marco de nuestro intercambio de cartas que, como fue convenido, es limitado, ésta es provisoriamente mi última ocasión de volver sobre algunos puntos de su argumentación que yo no quisiera dejar sin comentario, si no nuestro intercambio de miradas peligraría de pecar por omisión. Se trata primero de tres puntos; volveré enseguida sobre otros temas más complejos que, por su parte, nos llevarán al fondo mismo de nuestra discusión. - En mi primera carta, simplemente observé que el concepto de historización en tanto que tal es ambiguo y puede dar lugar a abusos, pero no según la manera como la presento en mi "Alegato". Así, usted ha estado muy alejado pretendiendo falsamente en su primera carta que nosotros estábamos de acuerdo sobre el hecho de que yo me había expresado de manera equívoca en mi "Alegato". - Su versión de la motivación de mi "Alegato", tal como la expone en el tercer apartado de su segunda carta, no encuentra fundamento en lo que he escrito. Califica usted mismo esta versión de lectura posible ("could be read as...", "podría interpretarse así..."). Hubiera preferido que usted se refiera a lo que había escrito efectivamente. Me sorprende también que usted haya decorado la motivación por usted presumida de mi "Alegato" con una noción presumida de Ernst Nolte. Eso me recuerda su cuidado, igualmente presente en sus "Reflexiones", de ubicar mi "Alegato" en relación a la identificación con el frente oriental sugerido por Hillgruber. - Al final de su segunda carta, como ya en la primera, usted hace nacer la impresión de que yo haya establecido una distinción entre un recuerdo alemán racional y un recuerdo judío irracional del período nacionalsocialista. Usted invierte así absolutamente el camino que me guió en mis pensamientos y que he intentado dar término. Ya en mi primera carta, llamé la atención sobre dos 27 Werner Filmer y Heribert Schwan (ed.)Mensch, der Krieg ist aus! Zeitzeugen erinnern sich, Dusseldorf/ Viena, Econ. 1985. puntos, indicando por otra parte expresamente la razón de que yo quería completar mi "Alegato" con respecto a esta mirada y expandir una óptica inicialmente germano céntrica determinada por las siguientes circunstancias: de una parte, sobre el hecho de que, como consecuencia de los daños del régimen nacionalsocialista, "toda pretensión a una interpretación histórica alemana exclusiva de esta época se encuentra reducida a nada" y, por otra parte, sobre el hecho de que, al lado de la reconstitución científica y académica del período nacionalsocialista (por historiadores alemanes y no alemanes), existe también un derecho legítimo a otras formas, por ejemplo míticas, de rememoración de la historia por las víctimas y que no hay "prerrogativas de un lado ni del otro". Usted comprenderá que era importante para mí retener lo que precede. Pero yo quisiera volver ahora a algunas de las grandes complejizaciones de nuestro intercambio de ideas, y primero, una vez más, a la cuestión de los principios de investigación y a la de la focalización en lo que concierne a las investigaciones históricas contemporáneas sobre el período nacionalsocialista. Usted concede que la historia de lo cotidiano o las consideraciones de la época nacionalsocialista bajo una perspectiva social a más largo plazo son de hecho loables a condición de que se asegure que el factor más importante, la concepción del mundo (Weltanschauung) nacionalsocialista y la dimensión criminal del sistema político, quede en el centro de las consideraciones. Estimo en cambio que querer verdaderamente prescribir lo que es necesario hacer o no hacer sobre el plano científico, y también oponer por ejemplo el Broszat del libro Der Hitler Staat al Broszat del proyecto bávaro, nos llevaría demasiado lejos e implicaría un estrechamiento de las posibilidades de interrogación científica. Porque lo que cuenta ante todo en los proyectos de investigación tales como el proyecto bávaro, es el recoger por igual, a partir de un nuevo punto de vista determinado, datos de la experiencia e impresiones nuevas sobre la realidad histórica del período nacionalsocialista, precisamente para poder luego ubicarlos bajo una tensión productiva con respecto a las experiencias obtenidas a partir de otros principios de investigación. Naturalmente, y usted tiene razón, la focalización de las consideraciones en el proyecto bávaro es muy diferente, por ejemplo, de aquel de mi larga actividad anterior de investigación sobre la política alemana y nacionalsocialista con respecto a Polonia o sobre los campos de concentración nacionalsocialistas. Sin embargo, sería prácticamente imposible seguir sistemáticamente en las investigaciones una perspectiva determinada, cuando hubiese sido necesario inquietarse por saber si la focalización, que en una representación global de la era nacionalsocialista debe naturalmente tener muy en cuenta al régimen político y a la visión del mundo (Weltanschauung) del nacionalsocialismo, estaba reglamentada correctamente también en el marco de una investigación especializada. Quisiera igualmente contradecir su opinión, presentada con mucha elocuencia, según la cual un estudio sobre los Ordensburgen participa más de la esencia misma del saber que un estudio sobre la vida cotidiana de Schabbach. Si usted examina escrupulosamente los resultados contenidos en los seis volúmenes de la serie "Bayern in der NS-Zeit" (La Baviera en el tiempo del nacionalsocialismo), usted constatará fácilmente que esta documentación no se contenta para nada con tratar solo la "normalidad" apolítica de la vida de todos los días de esta época, sino que al contrario muestra las prolongaciones de la dimensión criminal también en la provincia bávara e ilustra los destinos locales de esa provincia muy impresionantemente. Considere solamente el caso, señalado en el sexto volumen de la serie, del jurista y negociante en vinos Obermayer, de Wuersburg, que, en tanto que judío y homosexual, fue perseguido por la Gestapo con un odio particularmente insaciable, y en cierto modo por razones ideológicas dobles, y que sin embargo supo defenderse durante años con un coraje sorprendente, antes de ser finalmente muerto en Mauthausen. Pero de otro lado, la función de un proyecto de investigación tal como el proyecto bávaro consiste precisamente, según mi opinión, en poner en valor, como objeto de una interrogación y de un profundizamiento historiográfico, la coexistencia, en parte efectivamente sin lazos recíprocos, de una vida normal relativamente apolítica, de una parte, y de excesos dictatoriales y persecuciones del régimen, de otra parte. A fin de cuentas, lo que una investigación de ese género puede y debe revelar, es que, en tales condiciones -como usted lo ha notado justificadamente con el ejemplo del semiconocimiento que la población alemana tenía de los crímenes cometidos con respecto a los judíos- la vida cotidiana bajo estas condiciones del nacionalsocialismo no era en verdad tan normal como lo puede parecer en principio. Pero no se trata solamente de esas cuestiones capitales de orden político y moral. La historización del nacionalsocialismo significa igualmente que debe ser posible considerar los eventos de esta época también bajo el ángulo, por ejemplo, de su funcionalidad en el marco de una teoría de la modernización de la historia social. Cierto, eso significa un cambio de focalización, pero todo historiador con buen sentido no olvidará por eso los aspectos políticos y sobre todo la naturaleza criminal del régimen y no los excluirá tampoco de una representación general. Es a otro aspecto muy diferente de la historización corresponde al problema, planteado por mi y aparentemente mal comprendido por usted, de la capacidad discursiva histórica con respecto a esta franja de historia "tan corrompida" como ha sido la época nacionalsocialista. Lo que usted no podía saber, es que yo había escrito sobre el perdido placer de la narración histórica antes de mi 28 "Alegato", en otro contexto , y en aquel el término mismo tenía una connotación irónica. En verdad, el "placer" no tiene importancia, lo que importa en cambio, es la restitución de un lenguaje histórico plástico aún en relación a los personajes, realmente casi siempre siniestros o mediocres, de la época nacionalsocialista, a fin de sacar a esos personajes de una existencia (Dasein) sombría y fantasmal para hacer de ellos nuevamente sujetos de una revivificación empática (eso puede querer decir también cólera, ira) y, con eso también de un nuevo encuentro moral. La plasticidad del lenguaje no se determina quizás más que una vez zanjada la cuestión de saber si una figura o una manera de acción del período nacionalsocialista no puede más ser enfocado que tipológica o simbólicamente y no puede más ser revivificada concretamente. Que usted mantenga 28 Martin Broszat, "Der Despot von Münschen. Gauleiter Adolf Wagner - eine Zentralfigur der Bayerischen Geschichte", en Süddeustche Zeitung, 30,31 de marzo de 1985. En este artículo a sabiendas, yo he hecho el ensayo de describir de una manera bastante plástica y fiel a la realidad la figura, descrita solamente esquemáticamente en la historia local contemporanea, de ese gauleiter antaño tan poderoso. aún, por urgencia, un Trotski engañado por un tema digno de una ilustración retórica de la historia, pero que al pequeño burgués engañado por el nacionalsocialismo, que daba su voz a Hitler y corría a seguirlo, después de todo sin aprovechar mucho ni comprender gran cosa - y que sin embargo contribuía realmente, sin intención, a la eficacia del régimen-, que a ese prototipo, que en el tiempo del nacionalsocialismo hizo historia, usted quiera negar toda representación y toda atención, es una cosa que, a mi juicio, es difícil de fundamentar y en definitiva injusta. Continuará habiendo en la era nacionalsocialista dominios que escaparán al lenguaje histórico plástico. Pero negar por principio ese lenguaje a esta época me parece como un rechazo al método de las fuentes críticas; pues aún en el revivimiento de la historia por el lenguaje se trata de una recuperación de autenticidad. Para terminar, quisiera decir todavía una palabra sobre el tema de Auschwitz y de algunos problemas que plantea para la ciencia y la memoria histórica. Usted escribe en su segunda carta que por Auschwitz usted entiende de manera general "la política nazi de exterminación practicada con respecto a diversas categorías de víctimas": usted considera pura y simplemente Auschwitz como "la expresión paradigmática de la criminalidad nazi". Una extensión tan larga de la noción me parece problemática, precisamente porque entonces la singularidad de Auschwitz no puede ya más ser justificada de ningún modo. Y si Auschwitz no sirve más que de sinónimo a la "solución final", el problema que yo he señalado radica en saber que, independientemente de la centralidad de Auschwitz para hacer resurgir una retrospectiva histórica, no se debe tampoco perder de vista que hubo tantas otras víctimas, no judías, del nacionalsocialismo. Le doy explícitamente la razón cuando subraya que la "banalidad del mal" no puede en ningún caso constituir una explicación exclusiva de la masacre masiva de judíos. Pero yo no quise decir eso, y encuentro muy impresionante lo que usted afirma sobre ese tema, por ejemplo bajo el ángulo de la "religión política" negativa, a la cual se puede, también a mi parecer, asimilar el odio ideológico fanático de los nazis con respecto a los judíos. Quisiera sin embargo señalar que particularmente la generación más antigua de historiadores alemanes (Meinecke, Ritter, Rothfels, entre otros), quienes habían en principio jugado un rol dominante en la República Federal después de 1945, muy a menudo, por una suerte de impotencia de explicar la historia, han calificado a Hitler de "demoníaco", de "diabólico", etc. A esta actitud se opone desde hace mucho tiempo la necesidad de una explicación más racional, donde esas metáforas no hacen más que bloquear las preguntas en lugar de responderlas. Si de mi lado, yo he insistido por ejemplo en hacer comprender que aún la existencia de una ideología tan racista y asesina como la del nacionalsocialismo, no debía ineluctablemente tener el genocidio por consecuencia, y que el historiador tenía por tarea entonces establecer, por medio de encuestas escrupulosas, en qué condiciones reales, en el contexto de cuáles estructuras de poder, etc., tal concepción del mundo (Weltanschauung) pudo ser traducida a los hechos, es seguramente porque considero eso también como una contribución a la historización, en ese sentido los métodos normales de interrogación y de investigación históricas deben aplicarse igualmente al nacionalsocialismo. Bien entendido, se trata de un alegato por una normalización de la metodología, no de la valorización. Llego a un último punto de nuestra discusión que me parece importante. Mi concepto de historización es una cosa que no es ciertamente ignorada, se encuentra en una tensión antitética con respecto a la elaboración estatuaria de la época nacionalsocialista destinada a fines esencialmente pedagógicos. El peligro de la reducción de ese período reside a mi juicio, no solamente en el olvido acostumbrado, sino casi paradojalmente, en los que, por razones didácticas, "se preocupan" demasiado de ese capítulo de la historia y que, a partir del continuum inicial auténtico de ese retazo del pasado, reúnen un arsenal de material para la enseñanza, de imágenes fijas que devienen cada vez más autónomas, avanzan luego, sobre todo en la segunda y en la tercera generación, sobre la historia original y son malinterpretadas, ingenuamente, por la verdadera historia. Tanto existe ese peligro, que aún los mismos historiadores creen no tener que inquietarse particularmente de transmitir una imagen auténtica de esta época (puesto que tan bien ya ha sido desnaturalizada por los nazis) y por esta razón están complacientemente inclinados a abandonarla, sin una queja, a una utilización ajena a la de la comprensión histórica. A la larga, esta es mi más larga convicción, la credibilidad misma de la explicación didáctica del período nacionalsocialista padece considerablemente si aquella no fue suficientemente conectada en retroacción al proceso de exploración histórica diferenciada de ese elemento del pasado. Puedo imaginarme que, bajo este aspecto, la centralidad de Auschwitz, que ocupa tan fuertemente el primer plano del consciente y da tanto para la contemplación paradigmática, pueda igualmente ser un problema para el recuerdo histórico judío del período nacionalsocialista y para la transmisión de ese recuerdo auténtico a la generación siguiente. El gigantesco compuesto dictatorial y criminal de la era recela del riesgo que la autenticidad de esta historia sea sepultada bajo monumentales lugares conmemorativos de la Resistencia y quizás también bajo los memoriales del Holocausto. En contraste, quisiera para terminar mi última carta, recordar unas palabras que el gran historiador israelita Uriel Tal, según puedo recordar, formuló hace muchos años, en Jerusalén, a propósito de un diálogo germano judío sobre la forma apropiada que conviene dar a la representación histórica del holocausto: “We have not only or primarily to tell what had been done to the Jews, but what had been lost". (Nosotros no debemos solamente o principalmente decir lo que ha sido hecho a los Judíos, sino lo que ha sido perdido".) Martin Broszat VI Tel Aviv, 31 de diciembre de 1987 Estimado señor Broszat: La tensión interna que, en diversos grados, marcó nuestro intercambio de cartas quizás habrá sido, entre otras, la expresión de un compromiso fundamental con respecto a valores que nos empujaron a los dos a consagrar toda nuestra vida profesional al estudio del período nazi. Esta tensión no proviene de una divergencia en cuanto a los valores de base, sino de diferencias de perspectivas que nos parecen sin embargo de una importancia mayor. En esta carta de conclusión, trataré de clarificar primero un punto que usted subrayó en su última respuesta, a saber el problema de las generaciones. Luego tocaré algunas de sus observaciones más polémicas y, para terminar, intentaré indicar en resumen dónde pueden, a mi parecer, situarse nuestras diferencias y también dónde nuestras posiciones se han acercado después de este intercambio de perspectivas. Permítame al pasar, corregir un malentendido puramente semántico, habiéndose dado que usted tomó como muy importante esta cuestión. Mi lengua de base es el francés y mi inglés suele ser influenciado por galicismos: cuando yo escribí "cierta medida de franqueza” (“some measure of openess", había traducido automáticamente del francés "una cierta medida de franqueza" (“une certaine mesure de franchise”), expresión que, no obstante su significado aparente, no comporta ninguna connotación restrictiva. Esta fórmula quiere decir simplemente "franqueza". Pienso que nosotros hemos logrado con creces expresarnos en este espíritu. Déjeme ahora abordar el primer punto, el de las generaciones, y más particularmente el problema de la "generación de las Juventudes hitlerianas". De hecho, esas distinciones relativas a los grupos de edad y a su incidencia sobre el recuerdo del período nazi han estado claramente hechas por todos aquellos que han tomado parte de un seminario organizado en el Colegio Científico de Berlín sobre la memoria histórica alemana de este período, al cual usted desgraciadamente no ha podido asistir. En esta ocasión, todos los participantes alemanes han apuntado a la importancia crucial de la "generación de las Juventudes hitlerianas" y a sus diversas 29 implicaciones . Mi propia reflexión sobre esta cuestión me condujo a una perspectiva comparativa, en la cual ese grupo de edad alemán tiene un equivalente significativo entre las víctimas. Lo que es común a los dos grupos, es que son los últimos grupos activos sobre la escena pública y que sus miembros portan un recuerdo personal claro sobre el período nazi. Por lo tanto, los miembros de esos grupos, se traten de alemanes, de Judíos o de otros directamente implicados, deben confrontar ese recuerdo personal con lo que ellos pueden percibir como una suerte de desfasaje 29 El resumen de los debates se encuentra en la biblioteca del Wissenschaftskolleg de Berlín. de las representaciones colectivas de ese pasado en el entorno social general. Además, se chocan contra una eventual disonancia creciente entre su propio recuerdo y el que el grupo paralelo construye sobre el plano de la memoria colectiva (por otra parte esto vale también para los grupos de Judíos y de Polacos, por ejemplo). Esta disonancia entre recuerdo personal y recuerdo construido socialmente, tanto en el seno de la propia sociedad como en el interior de los grupos paralelos, es, pienso, una de las razones que dan a los debates actuales su intensidad particular, poniendo aparte los diversos elementos político- ideológicos que son familiares. Lo mismo sucede en el caso de la "querella de los historiadores", pues la gran mayoría de los interesados pertenecen al grupo de edad que acabo de mencionar (aunque siendo seis años menor que usted, sin embargo estoy dentro del límite del mismo grupo). En el interior de ese grupo, puede haber tentativas muy diferentes y aún antitéticas de fijación de la experiencia bajo alguna forma definitiva. Mi tesis ha sido y sigue siendo, que estamos inextricablemente presos en una tela construida de reminiscencias personales, de un condicionamiento social general, de conocimientos profesionales adquiridos y de esfuerzos de distanciamiento crítico. De hecho, es una verdadera evidencia que todo historiador está, por definición, confrontado a tales problemas contextuales, y sin embargo igualmente los puede dominar y resolver en gran medida, principalmente en el marco de las investigaciones limitadas, hechas sobre una pequeña escala. No obstante, si el objetivo es una interpretación global, sobre todo en un caso extremo como es el nuestro, no creo, por experiencia, a partir de mis observaciones o del punto de vista teórico, que nuestra generación pueda "de un salto" extraerse de ese contexto, aunque tanto lo desee. En lo que concierne a la historización, nos queda ciertamente, a mi juicio, creer en una suerte de distanciamiento puramente científica con respecto a ese pasado, es decir la posibilidad de pasar del dominio de un conocimiento fuertemente influenciado por la memoria personal a aquel de una suerte de historia "objetiva", que sigue siendo una ilusión psicológica y epistemológica. Lo que es determinante, es la actitud adoptada con respecto al mismo período por los grupos de edad que siguen a la nuestra. ¿Su compromiso existencial con esta época es menor o hasta quizás ausente, o lo será en el futuro? ¿Los historiadores que conforman esos grupos, franquean la línea que separa una perspectiva determinada existencialmente y el punto de vista científico objetivo? No pienso que en este momento sea el caso de muchos de ellos. Christian Meier expresa muy bien esta idea cuando escribe: "Es precisamente sobre ese camino conductor más allá del umbral de 'lo que no es más que la historia' que los doce años de 1933 a 1945 no parecen querer internarse. En lugar de volverse oscuro, ese pasado parece aún ganar más y más en amplitud y globalidad, y alcanza un vigor inalterado en nuestras propias vidas." 30 Ese pasado pesa manifiestamente con una misma intensidad sobre una parte de la generación más joven del grupo de las víctimas. Resulta de todo eso que la correlación entre el 30 Meier, 40 Jahre nac Auschwitz ..., op. cit., p. 21. curso del tiempo y la posibilidad de una visión histórica objetiva del período nazi, es decir su historización, es todavía problemática. Como lo expresa un joven historiador, Wolfgang Benz: "De esta manera, un enfoque abierto y sincero del nacionalsocialismo, y su tratamiento – exclusivamente para propósitos de interés erudito- como una era entre otras de la historia alemana, no parece ser todavía un opción tan fácil y disponible. La simple separación de cuarenta a cincuenta años no confiere todavía carácter histórico al período nazi." 31 Por eso, cuando se trata de la evolución futura de las percepciones y de los recuerdos, no estoy tan seguro de esta predicción. Las cosas podrían muy bien pasar de otra manera... Vayamos ahora a mi segundo punto y a otros aspectos polémicos de su última carta. En mis "Reflexiones", igual que en mis cartas, cuidé constantemente que ningún valor fundamental nos opusiera y que discutiéramos cuestiones de perspectiva, aunque ellas sean de una importancia mayor en el plano de la historiografía. No olvidé las líneas vigorosas tan estimulantes durante la "querella de los historiadores", que usted escribió en su artículo "Wo Geister sich 32 scheiden" (Donde los espíritus se separan) . Si nuestro intercambio de pareceres está todavía manchado de malentendidos, es fácil disiparlos. La oposición que usted establece al final de su primera carta entre en recuerdo mítico de las víctimas y el enfoque más racional de la historiografía alemana me parecía claramente formulada. En su última carta, usted indica que hace una distinción entre los historiadores de los dos lados ("los historiadores alemanes y no alemanes"), de una parte, y el recuerdo mítico de las víctimas, entendido en un sentido general, por otra parte. Yo me alegro que usted presente ahora las cosas así. Mencioné el "contra mito" de Ernst Nolte en mi última carta porque, a pesar de la total diferencia que los separa a ustedes en el terreno de la toma de posición y de la argumentación una diferencia que destaqué con toda claridad al comienzo de mis "Reflexiones" -, el postulado según el cual la historia moralista, maniquea, determinada por la posguerra, del período nazi debía en el presente ser abordada sin ninguna prohibición de cuestiones y sin ningún objetivo pedagógico, y constituía en una cierta medida, un punto de partida común a la vez para los historiadores conservadores y los historiadores más progresistas. Hans Mommsen indicó eso muy nítidamente en su artículo del Merkur titulado "Suche nach der 'Verlorenen Geschichte'?" (¿En la 33 búsqueda de la historia perdida?) y ha hecho mención especialmente de Ernst Nolte . En este sentido, mi observación era puramente factual y, de todas maneras, yo mismo comparto esta opinión. 31 W. Benz, "Die Abwehr der Vergangenheit", in Diner (ed.) Ist del Nationalsozialismus Geschichte? ..., op. cit. p. 33 (traducción inglesa: Holocaust and Genocide Studies, verano 1988). 32 M. Broszat, "Wo Geister sich scheiden. Die Beschwoerung der Geschichte taugt nicht als nationaler Religionsersatz". Die Zeit, 3 de octubre de 1986. 33 H. Mommsen, "Suche nach der 'Verlorenen Geschichte'? Bemerkungen zum historischen Selbstvertändnis der Bundesrepublik", Merkur, septiembre- octubre 1986, pp. 864-874. Usted me reprocha yuxtaponer su posición con la presentación de los eventos del frente oriental de 1944-45 por Andreas Hillgruber. En mis "Reflexiones" y en mi primera carta, me referí al artículo de Hermann Rudolph "Falsche Fronten", sobre el cual los dos hemos hecho elogios, para llamar la atención sobre una dificultad que él había señalado: no se podía, por un lado, pronunciarse a favor de la historización y, por el otro, distanciarse por razones morales de la manera en la cual Hillgruber presentó la situación sobre el frente oriental. Allí reside justamente una parte de la dificultad inherente a la historización, en la medida donde se trata de abolir las distancias y los juzgamientos morales: es en esas situaciones "intermedias" que se presentan, pienso, algunos problemas mayores. Es por esta sola razón que mencioné ese texto y dije efectivamente que se trataba de una suerte de test para el conjunto del problema del distanciamiento y de las posiciones morales. Cuando de nuevo hice referencia a Hillgruber, a propósito del "placer de la narración histórica", no dije que usted mismo encontrase ese placer en el mismo dominio que Hillgruber, pero le pregunté, de manera precisa, en qué aspecto de esta época, usted encontraba la ocasión para llevarlo a cabo. En fin, usted declara que al concepto de historización le faltaba claridad, pero no su aplicación en el "Alegato". El problema, es que el "Alegato" no sabría ser comprendido claramente si su concepto de base es en sí mismo poco claro y se presta al malentendido. Este intercambio de perspectivas ha logrado, sin embargo, esclarecerlo mucho. Dicho esto, queda entre nosotros algunas divergencias concernientes a la representación histórica de la época, aunque se necesite también cuidar el espíritu de lo que nosotros podríamos considerar como el resultado de una mejor comprensión mutua entre nosotros. Si lo permite, evitaré retomar aquí el problema de la primacía de la política sobre la evolución social a largo plazo, etc. Con su acuerdo, pasaré a la cuestión de la periodización y me concentraré sobre la distanciamiento, la narración y las evaluaciones divergentes determinadas por los contextos de grupo diferentes. Enfrentaré cada punto bajo un ángulo hasta ahora no enfatizado fuertemente, a fin de evitar simplemente repeticiones inútiles. Comencemos por la cuestión del distanciamiento. Hay, me parece, una diferencia fundamental entre la normalidad definida como un conjunto de procesos sociales a largo plazo, como el conjunto de aspectos exteriores de la cotidianeidad, etc. y la percepción de la normalidad. Si en el contexto de procesos normales definidos objetivamente, grandes capas de la población percibieron los aspectos criminales del sistema, aún en la criminalidad no masiva de los primeros años, pero de manera indudable en la criminalidad ulterior, y no se distanciaron rotundamente del sistema -sea cual sea la forma bajo la cual este distanciamiento haya podido expresarse-, entonces el no-distanciamiento para el historiador de posguerra persiste como un problema irresoluble. Puedo apreciar bien su deseo de diferenciación y, gracias a nuestro intercambio, también el argumento que hizo en su última carta acerca de la necesidad de acercar a los alemanes contemporáneos a un reconocimiento de su pasado disolviendo la reacción automática tradicionalmente determinada, del distanciamiento general y global. Sin embargo, las dificultades que comporta una empresa tal son evidentes, pues este intento es de doble cariz, apuntando a la vez sobre la recepción y sobre la interpretación. A mi parecer, la posibilidad de una narrativa histórica que alcance un alto grado de representación plástica, en el sentido de la "narración histórica" tal como usted la ha explicado de una manera muy interesante en su tercera carta, es cosa relativamente fácil de conseguir en el dominio de la normalidad, pero se torna un problema más arduo cuando usted se ubica al otro lado del espectro. Sea dicho al pasar, aún en el dominio de la normalidad, la imagen del “compañero de viaje” común (Mitlaeufer) se ha transformado en una suerte de estereotipo, quizás el más utilizado en la representación del período nazi. De hecho es muy difícil de evitar el recurso a los estereotipos cuando nos acercamos esta época, probablemente porque, detrás de cada caso particular, se tiende a establecer, implícita o explícitamente, la categoría de comportamiento político moral con la cual se pueda vincular ese caso particular, siendo en sí impuesto por la existencia de un límite exterior de criminalidad en este sistema. Sea lo que sea, cuando se deja la esfera de la normalidad y de la semi normalidad y que se abordan las múltiples dimensiones del espacio criminal del régimen, la plasticidad de la descripción se revela prácticamente imposible. Se podrá desear limitarse a producir una documentación: hacer más sería insostenible o indecente. Recientemente leí el libro "Der SS- Artz und die Kinder" (El médico SS y los niños) de 34 Günther Scharberg , que describe como una veintena de niños judíos, de cinco a doce años, provenientes de toda Europa, fueron reagrupados para las experiencias médicas que no precisaré aquí. Al terminar las experiencias, los niños fueron ahorcados en el sótano de la escuela de Bullenshuser Damm, cerca de Hamburgo. En este escenario de horror, ninguna descripción es, según mi parecer, posible; si usted considera este ejemplo que es representativo de millares de otros y vuelve luego a la normalidad, percibirá inmediatamente el problema con el que se encuentra una "presentación global". En un momento dado, será necesario introducir un nuevo estilo de descripción histórica, algo que todavía no hemos encontrado mucho en los trabajos historiográficos. De hecho, se podría decir que el historiador que elige la narración para tratar la inmensa mayoría de los temas cubiertos por la investigación histórica tiene el deber, en un cierto sentido, de tratar de visualizar lo mejor posible los eventos descritos para ser capaces de interpretarlos con toda la plasticidad requerida; cuando nos acercamos al inmenso campo de la criminalidad nazi, el deber del historiador es quizás anticipar el intento de visualizar, precisamente como para que él pueda cumplir su tarea en término de precisión documental y de interpretación de los eventos. Esa paradoja revela quizás, bajo un ángulo inesperado, lo que constituye sin duda una de las dificultades de la historización tal como la entendemos en nuestro intercambio de pareceres. En fin, queda la cuestión de las diferentes órdenes del día. Subrayando la normalidad de la vida cotidiana, la continuidad de los procesos sociales, etc., puede ser que no solamente usted 34 Günther Scharberg, Der SS- Artz und die Kinder. Bericht über den Mord vom Bullenhuser Damm, Hamburgo, 1979. siga una vía historiográfica puramente teórica, sino también, y esto es muy natural, que usted restablezca para los lectores, es decir para la sociedad alemana, una continuidad en la autopercepción histórica, no en el nivel de las instituciones políticas, sino en el de la permanencia de la realidad social. Aunque eso sea muy comprensible, ese género de perspectiva diferirá considerablemente de aquel que adopte otro grupo, y sobre todo de la perspectiva de las víctimas. Tenemos casi por definición una diferencia de acentuación, de focalización, en la descripción general de esta época. Lo que se podría considerar como una suerte de "fusión de los horizontes" todavía no está a la vista. Por otra parte, no hemos todavía examinado como se debe un problema muy nuevo, el del "evento límite" histórico. A mis ojos, Auschwitz constituye justamente un tal "evento límite", un fenómeno que no es necesariamente singular, sino que permanece sin precedentes. Para volver a Habermas, a quien cité en mi última carta: “Un estrato profundo de solidaridad entre todo lo que tiene un semblante humano fue tocado aquí". También el problema de la "focalización", como lo llamaría yo, queda para mi como un aspecto teórico no resuelto en referencia a la descripción total de la época, un aspecto que se extiende mucho más allá de lo que se podría ver como una perspectiva de grupo diferente. Estimado señor Broszat, llegamos al fin de nuestra discusión sobre la historización. Permítame reafirmar acá que estoy enteramente a favor de un esfuerzo de comprensión, tanto buscado como posible del período nazi en todas sus dimensiones históricas, con la ayuda de todos los métodos que disponemos y sin ninguna prohibición de cuestiones. Nuestra diferencia de perspectiva se relaciona, creo, con enfoques divergentes, después de todo esto ha sido admitido como un postulado evidente. En cuanto a saber cuál será, en algunos decenios, el resultado de los esfuerzos desplegados por los historiadores referidos a este período, ninguno de nosotros dos puede adivinarlo. Anteriormente mencioné el efecto paradójico del transcurso del curso del tiempo, en lo que concierne a esta época. Como usted, estoy entristecido por las monumentales simplificaciones que sufre la presentación del Holocausto. Hay pocas cosas que se pueda hacer para contrarrestar esta forma de proceder, sino aferrarse, por contraste, al propio criterio científico erudito. De cualquier manera, pensamientos completamente opuestos a menudo atraviesan mi mente, como mencioné arriba, entonces preveo que en un lapso muy corto de tiempo, la erosión de ese pasado se incrementará rápidamente en la conciencia colectiva. Sucede que bajo una mirada objetiva del historiador del futuro, los aspectos normales del cuadro de la época nazi, crecerán en dimensión e importancia necesariamente. Las categorías intermedias de representación que contienen suficientes elementos de la naturaleza del régimen para hacerlos admisibles, se volverán el modo dominante de percepción, no a causa de algún deseo concientes de eliminar los errores del pasado sino a causa de la mente humana, por una tendencia natural que no tiene nada que ver con circunstancias nacionales, que prefiere hacer hincapié más bien en lo normal que en lo anormal, en lo comprensible que en lo opaco, en lo comparable que en lo incomparable, en lo soportable que en lo insoportable. Saul Friedländer