Hamlett, de Kaputt. - Laboratorio Teatrale

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HAMLETT, DE KAPUTT.
HAMLETT
de W. Shakespeare,
con poema de Seamus Heaney.
(Dramaturgia de Ana Contreras
a partir de la traducción de Leandro Fernández de Moratín.)
UNO:
(Entra el actor que hace de Hamlet. Va a proscenio, centro. Se dirige al público)
Soy Hamlet el danés,
el de la calavera, aquél de las parábolas,
el oledor de lo podrido
en el estado, infuso
con sus venenos,
maniatado por fantasmas
y afectos,
crímenes y piedades,
el que tomó conciencia
saltando entre las tumbas,
vacilando, desvariando.
Ven a volar conmigo,
Ven a olfatear el viento
Con la pericia
De los Vikingos1.
DOS:
COREOGRAFÍA DE LA DESESPERACIÓN.
Suena el Graduale del Réquiem de Cherubini. Hamlet se desespera en la butaca, con
cigarro y cenicero de calavera.
TRES:
OFELIA entra, realiza la ceremonia del té para Hamlet.
Ofelia: Mi padre dice que el rey de Noruega corresponde con la más sincera amistad a
los saludos y los deseos de nuestro rey Claudio. En cuanto escuchó a nuestros
embajadores, ordenó detener los preparativos de guerra que hacía su sobrino
Fortimbrás. Él pensaba que eran contra los polacos pero, resultó que se dirigían contra
nosotros. Indignado al ver cómo abusaban de su enfermedad y su vejez, ordenó a
Fortimbrás que desistiera. Fortimbrás obedeció inmediatamente y al final juró que
nunca más tomará las armas contra Dinamarca. Ante esto, el rey de Noruega, lleno de
alegría, le concede una renta de sesenta mil escudos anuales y le permite emplear contra
Polonia las tropas que había levantado. Por eso, ha rogado a Claudio que conceda paso
libre por Dinamarca al ejército noruego, bajo condiciones de mutua seguridad.
Beben el té. Hamlet se acerca a besar a Ofelia.
1 De “Dublín vikingo”, en Norte, de Seamus Heaney.
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HAMLETT, DE KAPUTT.
Ofelia: Mi padre dice que debo considerar tu frívolo obsequio como una mera cortesía,
un hervor de la sangre, una violeta que no permanece; hermosa, no durable; perfume de
un momento y nada más.
Hamlet: ¿Nada más?
Ofelia: No. Puede que ahora me ames con sinceridad, pero debo temer, al considerar tu
grandeza, que no tienes voluntad propia y que vives sujeto a obrar según a tu
nacimiento corresponde. Tú no puedes, como una persona vulgar, elegir por ti mismo,
porque de tu elección depende el bienestar de todo el reino.
Hamlet: Tiene mucha razón tu padre, el señor consejero real.
Ella se va indignada, Hamlet enciende una imitación de fuego y pone música: una
versión occidentalizada del clásico chino “There’s a beautiful place”.
Hamlet: Por eso, cuando diga que te amo, será prudencia en ti no darme crédito,
considerando que en el alto lugar que ocupo, nada puedo cumplir de lo que prometo,
sino aquello que obtenga el consentimiento de la parte más principal de Dinamarca.
Considera cuál pérdida padecerá tu honor si con demasiada credulidad das oídos a mi
voz lisonjera, perdiendo la libertad del corazón y facilitando a mis instancias
impetuosas el tesoro de tu honestidad. Teme, Ofelia, teme. No sigas tu inclinación, huye
del peligro apartándote del tiro de mis amorosos deseos.
Ofelia: Yo conservaré para defensa de mi corazón tus saludables máximas. He dado
crédito a tu ternura y tus sagrados votos como una muchacha alocada y sin experiencia
en circunstancias tan peligrosas.
Hamlet: Sí. Cuando la sangre hierve, con cuánta prodigalidad presta el alma
juramentos a la lengua. Pero son relámpagos, que dan más luz que calor. No debes de
confundirlos con el verdadero fuego, ni aun en el instante en que parezca que mis
promesas se van a cumplir. De hoy en adelante cuida de ser más avara de tu presencia
virginal.
Follan. Después Hamlet se sienta en su butaca abatido.
Ofelia: Mi buen Hamlet. Común es a todos: el que vive debe morir, pasando de la
naturaleza a la eternidad.
Hamlet: Sí, mi señora. A todos es común.
Ofelia: Pues si lo es, ¿por qué aparentas tan peculiar sentimiento?
Hamlet: ¿Aparentar? No señora, yo no sé aparentar. Ni el traje negro acostumbrado en
los solemnes lutos, ni los interrumpidos sollozos, ni en los ojos un abundante río, ni la
triste expresión del semblante, junto con las fórmulas, los ademanes, las exterioridades
de sentimiento, bastarán por sí solos a manifestar cual es el verdadero afecto que me
ocupa el ánimo. Estos signos aparentan, es verdad, pero son acciones que el hombre
puede fingir... aquí, aquí dentro tengo lo que es más que apariencia, el resto no son más
que atavíos y adornos del dolor.
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HAMLETT, DE KAPUTT.
Ofelia: Bueno y laudable es que tu corazón pague a un padre esa lúgubre deuda, pero
Hamlet, no debes ignorarlo, tu padre perdió un padre también, y aquél perdió el suyo.
El que sobrevive tiene por un tiempo la obligación de hacer patente su tristeza. Pero
perseverar en el luto puede llegar a ser terquedad impía, dolor cobarde. Es un delito
contra el cielo, contra la muerte, contra la naturaleza misma, es hacer una injuria
absurda a la razón, que nos da en la muerte de nuestros padres la mayor de sus
lecciones. Te lo ruego, detén esa inútil tristeza.
Hamlet lloriquea. Ofelia se va cabreada.
CUATRO:
Hamlet queda solo. Se tira de los pelos.
Hamlet: “Oh, si esta demasiado sólida masa de carne pudiera ablandarse y liquidarse
diluida en lluvia de lágrimas, o el todopoderoso no asestara el cañón contra el homicida
de sí mismo, ¡Oh, dios! ¡Oh, dios mío! Cuán fatigado ya de todo juzgo molestos, vanos
e insulsos los placeres del mundo. Nada quiero de él, nada. Es un campo inculto y
yermo que sólo da frutos groseros y amargos. ¡Que esto haya llegado a suceder a los dos
meses de su muerte... no ni tanto. Aún no ha ni dos meses. Aquél excelente rey que fue,
compararlo con éste sería como comparar a Hiperión con un sátiro. Tan amante de mi
madre que ni a los aires celestes permitía llegar osados a su rostro ¡Cielo y tierra...!
¿Para qué conservo la memoria? Ella que se le mostraba tan amorosa… Y no obstante,
en un mes... ah! No quisiera pensar en esto. Fragilidad, tienes nombre de mujer. En el
corto espacio de un mes y aún antes de romper los zapatos con que semejante Niove,
bañada en lágrimas, acompañó el cuerpo de mi triste padre... sí, ella, ella misma ¡cielos!
Cualquier animal incapaz de razonamiento y discurso hubiera mostrado aflicción más
durable. Ella sí, ella, Se ha casado con mi tío, el hermano de mi padre, pero tan parecido
a él que yo a Hércules. En un mes... Enrojecidos aún los ojos con el pérfido llanto se
casó. ¡Ah, delincuente precipitación, ir a ocupar con tal diligencia un lecho incestuoso!
Ni esto es bueno ni puede producir bien. Pero hazte pedazos, corazón mío, que mi
lengua debe reprimirse. Aún no se habían enfriado los manjares del duelo, cuando se
sirvieron en las mesas de la boda... Oh! Hubiera preferido encontrarme a mi mayor
enemigo en el cielo antes que haber visto aquel día… Era un hombre tan cabal en todo
que no espero hallar otro semejante…
Suenan fuegos artificiales fuera.
Hamlet: Esta noche se huelga el rey, pasándola desvelado en un banquete, con gran
vocerío y traspiés de embriaguez. Y a cada copa de vino del Rin que bebe, los timbales
y trompetas anuncian con estrépito sus victoriosos brindis... Eso se acostumbra aquí.
Pero aunque he nacido en este país y estoy hecho a sus estilos, creo que sería más
decoroso quebrantar esa costumbre que seguirla. Un exceso tal que embrutece el
entendimiento y nos difama a los ojos de otras naciones desde oriente hasta occidente.
Nos llaman ebrios. Manchan nuestro nombre con este dictado afrentoso y en verdad que
por sí solo aunque poseamos en alto grado otras buenas cualidades, basta para empañar
el lustre de nuestra reputación.
(Escribe un poema de amor a Ofelia en la pared.)
Hamlet: Al ídolo celestial de mi alma, la sin par Ofelia. “Duda que de fuego sean las
estrellas, duda si al Sol el movimiento falta, duda lo cierto, admite lo dudoso, pero no
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HAMLETT, DE KAPUTT.
dudes de mi amor las ansias”. Estos versos me entristecen, no sé expresar con arte mis
penas. Pero cree que te amo en extremo, con el extremo amor posible. Adiós. Tuyo
siempre, mientras esta máquina exista. “Hamlet”… Palabras, palabras, palabras.
CINCO:
Aparece el espectro. Hamlet, aterrorizado, intenta salir de la habitación. Luego se
serena y habla con el espectro
Hamlet: ¿quién eres? ¿Eres Hamlet? Rey, padre, monarca danés, respóndeme. Dime,
¿por qué has huido del sepulcro, donde te enterramos? Di, ¿Por qué?, o ¿qué tengo que
hacer?”
Se levanta la alfombra de piel de oso, en la que está escrito el mensaje del espectro:
VÉNGAME.
MI HERMANO
ME QUITÓ MI VIDA,
ESPOSA Y CORONA.
ADIÓS. ACUERDATE
DE MÍ.
Hamlet: ¡Acordarme de ti! Sí, yo me acordaré y yo borraré de mi memoria todos los
recuerdos frívolos, las sentencias de los libros, las ideas e impresiones de lo pasado. Tu
recuerdo solamente, sin mezcla de nada menos digno, ocupará todos mis pensamientos.
Te lo juro… ¡Oh mujer, la más delincuente! ¡Oh asesino, cobarde asesino! Conviene
que yo escriba esto… (Escribe) sí…, que un hombre puede halagar y sonreírse y ser un
malvado: y estoy seguro de que en Dinamarca hay un hombre así, y ése es mi tío… no
hay un infame en toda Dinamarca… que no sea un gran malvado. … La honradez,
según va el mundo, es como ser elegido uno entre diez mil. Si el sol engendra gusanos
en un perro muerto, y aunque es un dios, alumbra benigno con sus rayos a un cadáver
corrupto… La fortuna es una prostituta. Dinamarca es una cárcel. El mundo también, y
muy grande y Dinamarca es uno de los peores…
Nada hay bueno ni malo fuera de nuestra imaginación. Yo pudiera estar encerrado en la
cáscara de una nuez y creerme soberano de un estado inmenso. Pero estos sueños
terribles me hacen infeliz. Es sueño en sí no es más que una sombra. De donde resulta
que los mendigos son cuerpos, y los monarcas y héroes agigantados, sombras de los
mendigos. Tan pobre soy, que aun de gracias estoy escaso. Yo he perdido de poco
tiempo a esta parte, sin saber la causa, mi alegría, olvidando mis ordinarias ocupaciones,
y este accidente ha sido tan funesto a mi salud, que la tierra, esa divina máquina, me
parece un promontorio estéril. El hombre ya no me deleita…, ni menos la mujer… ya
ves mi tío, rey de Dinamarca. Los que se mofaban de él mientras vivió mi padre, ahora
pagan veinte, cuarenta y aun cien ducados por su retrato en miniatura. En esto hay algo
sobrenatural, si la filosofía pudiera descubrirlo. No hay más suerte que dios, ni más
destino / Que cuanto nos sucede, Él lo previno. Descansa, descansa, agitado espíritu. La
naturaleza está en desorden… ¡Iniquidad execrable! ¡Oh! ¡Nunca hubiera nacido yo
para castigarla!
SEIS:
COREOGRAFÍA DE LOS IMPULSOS DE VENGANZA.
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HAMLETT, DE KAPUTT.
SIETE:
Hamlet: Ser o no ser, he aquí la cuestión. ¿Cuál es más digna acción del ánimo: sufrir
los tiros penetrantes de la fortuna injusta u oponer los brazos a este torrente de
calamidades y darles fin con atrevida resistencia? Morir es dormir. ¿No más? ¿Y por un
sueño, diremos, las aflicciones se acabaron y los dolores sin número, patrimonio de
nuestra débil naturaleza…? Este es un término que deberíamos solicitar con ansia.
Morir es dormir… y tal vez soñar. Y he aquí el gran obstáculo, porque el considerar qué
sueños podrán ocurrir en el silencio del sepulcro, cuando hayamos abandonado este
despojo mortal, es razón harto poderosa para detenernos. ¿Quién, si esto no fuese,
aguantaría la lentitud de los tribunales, la insolencia de los empleados, las tropelías que
recibe pacífico el mérito, de los hombres más indignos, las angustias de un mal pagado
amor, las injurias y quebrantos de la edad, la violencia de los tiranos, el desprecio de los
soberbios, si el que esto sufre pudiera procurar su quietud con sólo un puñal? ¿Quién
aguantaría opresión, sudando, gimiendo bajo el peso de una vida molesta, si no fuese
que el temor de que existe algo más allá de la muerte, aquel país desconocido, de cuyos
límites ningún caminante torna, nos embaraza de dudas y nos hace sufrir los males que
nos cercan antes que ir a buscar otros de que no tenemos seguro conocimiento? Esta
previsión nos hace a todos cobardes: así la natural tintura del valor se debilita con los
barnices pálidos de la prudencia. Las empresas de mayor importancia por esta sola
consideración mudan camino, no se ejecutan y acaban en designios vanos.
OCHO:
Entra Ofelia. Hamlet se acerca cariñoso, ella le rechaza nerviosa. Él descubre que ha
colocado una cámara y a partir de ese momento actúa para la cámara.
Hamlet: ¡Ofelia!, perdóname, lo siento.
Ofelia: ¿Cómo os habéis sentido, señor, en todos estos días?
Hamlet: Bien. Muchas gracias.
Ofelia: Conservo en mi poder algunas expresiones vuestras que deseo devolveros hace
mucho tiempo, y os pido que ahora las toméis.
Hamlet: No, yo nunca te di nada.
Ofelia: Bien sabéis, señor, que os digo verdad… y con ellas me disteis palabras de tan
suave aliento compuestas, que aumentaron con extremo su valor, pero ya disipado aquel
perfume, recibidlas.
Hamlet: ¡Oh! ¡Oh! ¿Eres honesta?
Ofelia: Señor…
Hamlet: ¿Eres hermosa?
Ofelia: ¿Qué pretendéis decir con eso?
Hamlet: Que si eres honesta y hermosa no debes consentir que tu honestidad trate con
tu belleza.
Ofelia: ¿Puede acaso tener la hermosura mejor compañera que la honestidad?
Hamlet: Sin duda ninguna. El poder de la hermosura convertirá a la honestidad en una
alcahueta antes que la honestidad logre dar a la hermosura su semejanza. En otro tiempo
se tenía esto por una paradoja. Pero en la edad presente es cosa probada… Yo te quería
antes, Ofelia.
Ofelia: Así me lo dabais a entender.
Hamlet: Y tú no debieras haberme creído, porque nunca puede la virtud inferirse tan
perfectamente en nuestro viejo tronco que nos quite aquel resquemor original… yo no te
he querido nunca.
Ofelia: Muy engañada estuve.
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HAMLETT, DE KAPUTT.
Hamlet: Mira, vete a un convento: ¿para qué te has de exponer a ser madre de hijos
pecadores? Yo soy medianamente bueno, pero al considerar algunas cosas de que puedo
acusarme, sería mejor que mi madre no me hubiese parido. Yo soy muy soberbio,
vengativo, ambicioso, con más pecados sobre mi cabeza que pensamientos para
explicarlos, fantasía para darles forma ni tiempo para llevarlos a ejecución. ¿A qué fin
los miserables como yo han de existir arrastrados entre el cielo y la tierra? Todos somos
insignes malvados: no creas a ninguno de nosotros. Vete, vete a un convento… ¿En
dónde está tu padre?
Ofelia: en casa está, señor.
Hamlet: ¿Sí? Pues dile a tu padre que cierre bien todas las puertas para que si quiere
hacer locuras las haga dentro de su casa. Adiós. Si te casas, Quiero darte esta maldición
en dote. Aunque seas un hielo en la castidad, aunque seas tan pura como la nieve, no
podrás librarte de la calumnia. Y si tienes necesidad de casarte, cásate con un tonto,
porque los hombres avisados saben muy bien que vosotras los convertís en fieras. He
oído hablar mucho de vuestros afeites y embelecos. La naturaleza os dio una cara, y
vosotras os hacéis otra distinta. Con esos brinquillos, ese pasito corto, ese hablar
aniñado, pasáis por inocentes y convertís en gracia vuestros defectos mismos. Pero no
hablemos más de esta materia, que me ha hecho perder la razón… digo sólo que de hoy
en adelante no habrá más casamientos, los que ya están casados, exceptuando uno,
permanecerán así, los otros se quedarán solteros… pum.
NUEVE:
Reflexiona sobre lo que ha hecho.
Hamlet: Qué abatido, qué insensible soy. ¿No es admirable que un actor pueda dirigir
tan a su placer el ánimo, que agite y desfigure el rostro, vertiendo de sus ojos lágrimas,
débil la voz y todas sus acciones estén tan acomodadas a lo que quiere expresar? Y esto
por nadie. Pues, qué no haría él si tuviese los tristes motivos de dolor que yo tengo.
Inundaría el teatro con llanto, su terrible acento conturbaría a cuantos le oyesen, llenaría
de desesperación al culpable, de temor al inocente, al ignorante de confusión. Pero yo,
miserable, sin vigor y estúpido, permanezco adormecido, y miro con tal indiferencia mis
agravios. Qué, ¿nada merece un rey con quien se cometió el más atroz de los crímenes?
¡soy un cobarde! Pero, por qué he de ser tan necio? Qué clase de proceder es el mío,
que yo, hijo de un querido padre, de cuya muerte alevosa el cielo y el infierno mismo
me piden venganza, afeminado y débil desahogue con palabras el corazón, prorrumpa
en execraciones vanas como una puta? Ah! ¡Eh…! Yo he oído que tal vez asistiendo a
una representación hombres muy culpables han sido heridos en el alma con tal violencia
por la ilusión del teatro, que a vista de todos han publicado sus delitos, que la culpa,
aunque sin lengua, siempre se manifestará por medios maravillosos. Yo haré representar
delante de mi tío algún pasaje que tenga semejanza con la muerte de mi padre. Yo le
heriré en lo más vivo del corazón, observaré sus miradas, si muda de color, si se
estremece, ya sé lo que me toca hacer. La aparición que vi pudiera ser un espíritu del
infierno. Al demonio no le es difícil presentarse bajo la más agradable forma. Yo voy a
adquirir pruebas más sólidas, y esta representación ha de ser el lazo en que se enrede la
conciencia del rey.
(Escribe furioso. Después da un papel a Ofelia. Ella lo lee)
Hamlet: Esta noche representaremos un drama delante del rey, una de sus escenas
contiene circunstancias muy parecidas a las de la muerte de mi padre. Te encargo que
cuando este paso se represente observes a mi tío con la más viva atención del alma. Si al
ver el lance su oculto delito no se descubre por sí solo, sin duda el espíritu que he visto
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HAMLETT, DE KAPUTT.
es infernal y son todas mis ideas más negras que los yunques de Vulcano. Examínale
cuidadosamente, yo también fijaré mi vista en su rostro, y después uniremos nuestras
observaciones para juzgar lo que su exterior nos anuncie.
Ofelia: ¿Qué significa esto, señor?
Hamlet: Esto es un asesinato oculto y anuncia grandes maldades.
Ofelia: ¿Cómo se titula este drama?
Hamlet: La ratonera. Cierto que sí… es un título metafórico. En esta pieza se trata de
un homicidio cometido en Viena… el duque se llama Gonzalo y su mujer baptista… es
un enredo maldito.
DIEZ:
REPRESENTACIÓN
Hamlet: La ratonera. Es un título metafórico. En esta pieza se trata de un homicidio
cometido en Viena… el duque se llama Gonzalo y su mujer baptista… es un enredo
maldito. ¿Y qué importa? Al rey y a mí, que no tenemos culpado el ánimo, no nos puede
incomodar, al rocín que esté lleno de mataduras le hará dar coces, pero a bien que
nosotros no tenemos desollado el lomo.
Ofelia ejecuta la representación de la muerte del rey ayudada por Hamlet.
ONCE
Ofelia: el rey se levanta, pide luces, se va.
Hamlet: ¿Dónde va? ¿Dónde va? Oh, Ofelia, cuanto aquel espíritu dijo es demasiado
cierto. ¿Lo has visto ahora?
Ofelia: sí señor, bien lo he visto. El rey se ha retirado a su cuarto con mucha
destemplanza de cólera.
Hamlet: ¿cuándo se trató del veneno?
Ofelia: bien lo vi entonces.
Hamlet: ah! Si al rey no le gusta la comedia, será sin duda porque… porque no le gusta.
Canta “El rey” y la obliga a bailar. Luego sigue solo con su número. Ella sale un
momento y vuelve a entrar.
Ofelia: la reina vuestra madre, llena de la mayor aflicción, me envía a buscaros.
Hamlet: Este es el momento de los maleficios. Esta es la hora en que los cementerios se
abren y el infierno respira contagios al mundo. Ahora podría yo beber sangre caliente,
ahora podría ejecutar tales acciones, que el día se estremeciese al verlas. Voy a ser cruel,
pero no matricida. El puñal que ha de herirla está en mis palabras, no en mi mano. Sale.
DOCE
Ofelia recoge la tela que ha caído durante la representación.
Ofelia: El rey no lo quiere aquí. No conviene a su seguridad dejar libre el campo a su
locura. Hará que inmediatamente parta para Inglaterra. El interés de su corona no
permite tal riesgo. Muchos le apoyarán. Si es obligación en un particular defender su
vida de toda ofensa, cuánto más lo será para aquel de quien depende la felicidad
pública? Cuando llega a faltar el monarca, no muere sólo él, sino que como un torrente
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HAMLETT, DE KAPUTT.
arrebata consigo cuanto le rodea. Nunca el soberano suspira sin provocar en su nación
general lamento.
TRECE:
Hamlet vuelve con el puñal ensangrentado. Ofelia, que iba a salir, se queda.
Hamlet: ¿Qué he hecho? Nada… ¿qué sé yo? ¿Si hubiera sido el rey? ¡Qué acción tan
precipitada y sangrienta! Acción sangrienta y casi tan horrible como la de matar a un rey
y casarse después con su hermano. (A Ofelia) Tu padre, qué miserable, temerario,
entrometido, loco… Le tomé por otra persona de más consideración. Mira el premio que
ha adquirido. Este es el riesgo de ser demasiado curioso. Por cierto que el señor
consejero, que fue en vida un hablador impertinente, es ahora bien reposado, serio y
silencioso. (Ofelia sale espantada) Adiós.
CATORCE:
Hamlet: Cuántos accidentes ocurren, todos me acusan, excitando a la venganza mi
adormecido aliento. Qué es un hombre que emplea todo su tiempo sólo en dormir y
alimentarse? Es un bruto y nada más. No sé para qué existo, diciendo siempre: tengo
que hacer esto, si hay en mí suficiente razón, voluntad, fuerza y medios para ejecutar mi
venganza. Por todas partes hallo ejemplos grandes que me estimulan: el ejército
noruego conducido por Fortimbrás, un príncipe joven lleno de ambición que desprecia
la incertidumbre de los sucesos y expone su existencia frágil y mortal a los golpes de la
fortuna, a la muerte, a los peligros más terribles, y todo por un objeto de tan escaso
interés, una porción de tierra polaca de la cual ninguna utilidad puede esperarse,
exceptuando el honor. Y para adquirir ese objeto tan frívolo se necesitará el sacrificio de
dos mil hombres y veinte mil ducados. El ser grande no consiste en actuar sólo cuando
existe un gran motivo, sino en saber hallar una razón plausible de contienda, por
pequeña que sea la causa. Cómo, pues, permanezco yo parado, cuando mi padre ha sido
asesinado y mi madre envilecida… Mientras, para vergüenza mía, veo la destrucción
inmediata de veinte mil hombres, que por un capricho, por una estéril gloria van al
sepulcro como a sus lechos, combatiendo por una causa que la multitud es incapaz de
comprender, por un terreno que no es suficiente sepultura para tantos cadáveres… Que
todos mis pensamientos no valgan nada sino son sanguinarios. (Se pone ropa militar y
sale).
QUINCE:
LA DESESPERACIÓN DE OFELIA
Entra Ofelia con monito de trapo y orinal. Lee una carta.
Hamlet: La primera noche en el barco. No podía dormir. Estaba agitado porque sabía
que había unas cartas selladas y que no podía fiarme de mis acompañantes. Salí de mi
camarote y a tientas en la oscuridad, llegué hasta donde estaban los otros. Me apoderé
de sus papeles y volví a mi cuarto. Allí tuve la osadía de abrir sus despachos, y en ellos
encontré una orden precisa del Rey dirigida al Rey de Inglaterra. Decía que en cuanto
fuese leída, sin dilación, me cortasen la cabeza. Entonces se me ocurrió una orden
distinta y la escribí. Una súplica del rey, dirigida al de Inglaterra, diciéndole que en
cuanto leyese aquella carta, matase a los mensajeros, sin darles tiempo ni a confesar su
delito. Nadie notó el cambio… al día siguiente, nos dio caza un barco pirata. Viendo que
nuestro navío era más lento, hubo que apelar al valor. Llegamos al abordaje: yo salté el
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primero. Pero entonces, la embarcación enemiga se soltó de la nuestra y así me hallé
solo y prisionero. Aquellos piratas se portaron bien conmigo y les pagué por ello. Los
otros siguieron su camino a Inglaterra. Yo he llegado solo y desnudo a las costas de
Dinamarca.
COREOGRAFÍA METÁFORA DE SU RELACIÓN
Ofelia: Ah! Sabemos lo que somos ahora, pero no lo que podemos ser. (Canta)
De San Valentino
La fiesta es mañana:
Yo, niña amorosa,
Al toque del alba
Iré a que me veas
Desde tu ventana,
Despierta el mancebo,
Se viste de gala.
Y abriendo las puertas
Entró la muchacha,
Que viniendo virgen
Volvió desflorada.
¡Ay mísera! ¡Cielos!
¡Torpeza villana!
Pues todos son falsos,
Le dice indignada:
Antes que en tus brazos
Me mirase incauta,
De hacerme tu esposa
me diste palabra.
Y él responde entonces:
Por el sol te juro
Que no lo olvidara,
Si tú no te hubieras
Venido a mi cama.
¿Qué galán desprecia
Ventura tan alta?
Ofelia aborta sobre el orinal. Al feto.
Ofelia: ¡Ah!, si él hubiese ocupado el trono, sin duda hubiera sido un excelente
monarca... resuene la música militar por donde pase la pompa fúnebre. Que se le hagan
todos los honores de la guerra... y vosotros, haced que salude con descargas todo el
ejército.
Ofelia muere.
DIECISEIS:
Se escucha fuera el sonido de la guerra. Vuelve Hamlet. Encuentra el cadáver.
Hamlet: ¡Ofelia! Yo te quería, te quiero… quiero llorar, combatir, hacerme pedazos,
emborracharme.
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HAMLETT, DE KAPUTT.
Qué angustia siento aquí en el corazón… Me burlo de tales presagios. Hasta en la
muerte de un pajarillo interviene una providencia irresistible. Si mi hora es llegada, no
hay para qué esperarla, si no ha de venir ya, señal que es ahora, y si ahora no fuese,
habrá de ser después: todo consiste en hallarse prevenido para cuando venga. Si el
hombre al terminar su vida ignora siempre lo que podría ocurrir después, ¿qué importa
que la pierda tarde o presto? Sepa morir.
Suena “Death or Glory”. Hamlet atraviesa la pared.
DIECISIETE:
Ofelia se escurre de la butaca, Hamlet entra por el roto en la pared agitando una
bandera, la clava en el sillón y muere. La actriz que hace de Ofelia se levanta.
Actriz que hace de Ofelia: ¡Ah!, si él hubiese ocupado el trono, sin duda hubiera sido un
excelente monarca... resuene la música militar por donde pase la pompa fúnebre. Que se
le hagan todos los honores de la guerra... y vosotros, haced que salude con descargas
todo el ejército.
¿Quién es el que hace edificios más fuertes que los que hacen los albañiles y los
carpinteros de casas y navíos? El que hace la horca, porque aquella fábrica sobrevive a
mil inquilinos. ¿Cuál es el que hace habitaciones más durables que las que hacen los
albañiles, los carpinteros de casas y de navíos? Cuando te hagan esta pregunta, has de
responder: el sepulturero. ¿No ves que las casas que él hace duran hasta el día del
juicio?
Se levanta el actor que hace de Hamlet y dice:
Calaveras blancas y calaveras negras
Y calaveras amarillas, y algunas
Con los dientes completos y otras
Con solamente uno.
Mis palabras lamen
Los muelles de adoquines, y van de caza
Ligeras como sandalias
Sobre el suelo sembrado de cráneos2.
Bailan.
FIN
2 De “Dublín vikingo”, en Norte, de Seamus Heaney.
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