Envejecimiento poblacional: tendencias actuales

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Correspondencia
Envejecimiento poblacional: tendencias actuales
Y. Jiménez-Hernández, Y. Pintado-Machado, A. Rodríguez-Márquez,
L. Guzmán-Becerra, M. Clavijo-Llerena
Desde una perspectiva conceptual muy general, el
envejecimiento es la transformación de cualquier
aspecto de la realidad que acontece en el proceso
de interacción con el medio. En lo que concierne a
la especie humana en particular, se reconocen tipos
diferentes de envejecimiento, entre los que sobresalen el individual y el demográfico o poblacional. El
envejecimiento individual es el proceso de evolución hasta ahora irreversible que experimenta cada
persona en el transcurso de su vida, y envejecimiento poblacional, el incremento de la población
de adultos mayores con respecto al conjunto de la
población a que pertenecen. Esta dualidad de interpretaciones hace que el análisis del envejecimiento
deba hacerse en dos planos diferentes: el social,
con implicaciones y dimensiones del micromundo
y macromundo, y el individual [1-3]. A su vez, este
último lo abordaremos de modo interdisciplinario
y multidimensional por considerar al adulto mayor
como a cualquier humano, una mezcla indisoluble
biopsíquica en un contexto social y económico que
responde al tipo de sociedad en que se desarrolla e
interactúa dialécticamente, y donde conforma un
conjunto categórico biopsicosocial y económico,
con elementos emocionales y espirituales, regido
por normas éticas desde aristas morales, jurídicolegales, culturales y religiosas [2].
El otro aspecto, el envejecimiento individual,
lo enfocaremos sobre la base de la interpretación
bioética o la aplicación de los principios éticos en
la atención al anciano cubano a través del método
de evaluación integral y multidimensional, que se
torna imprescindible cuando de adulto mayor se
trata, pues en estas edades confluyen con mucha
mayor incidencia una concurrencia de enfermedades crónicas no transmisibles de manera ascen-
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dente y repercusiones psicológicas, situaciones
sociales, dificultades económicas que afectan a
este segmento poblacional al que nosotros atendemos desde el punto de vista médico y donde
con mucha frecuencia se presentan situaciones
difíciles de solucionar con la mera intervención
del profesional de la medicina [2].
Nuestro objetivo general es determinar los elementos que caracterizan el envejecimiento poblacional, y nuestros objetivos específicos, describir
cómo se comporta el envejecimiento poblacional
y los elementos psicológicos que en ello influye,
e identificar las principales causas que conllevan
que la población envejezca.
Facultad de Ciencias
Médicas Doctor Raúl
Dorticós Torrado.
Cienfuegos, Cuba.
Correspondencia
Sr. Yenier Jiménez
Hernández. Facultad de
Ciencias Médicas Doctor
Raúl Dorticós Torrado.
Calle Real, s/n. Ariza,
Rodas, Cienfuegos, Cuba.
E-mail
medyjh871001cmc@cfg.
sld.cu
Definición de envejecimiento
La vejez es la suma de la senectud biológica y de
las consecuencias psíquicas del percatarse de que la
muerte se va acercando. Se da de maneras diferentes en los distintos sujetos y está ligada a la forma
en que se había encarado previamente la vida, el
trabajo, las relaciones emocionales y los intereses.
El adulto que envejece se ve forzado a encarar la
incertidumbre profesional y social, la variabilidad
o desaparición de los afectos y la fragilidad de las
relaciones con sus semejantes. En la vejez disminuye significativamente la capacidad física, se pierde
el trabajo, la posición económica, mueren amigos y
familiares, pérdidas que se viven con gran dramatismo; el tiempo subjetivo se acorta sensiblemente,
sobre todo en los períodos largos como estaciones
o años, hay conciencia de una mayor cercanía de
la muerte. No sólo se es viejo, sino que además se
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siente viejo, lo tratan como a un viejo y ve que sus
coetáneos mueren porque son viejos.
El envejecimiento es un proceso continuo,
universal e irreversible que determina una pérdida progresiva de la capacidad de adaptación. En
los individuos mayores sanos, muchas funciones
fisiológicas se mantienen normales en un estado
basal, pero al ser sometidos a estrés se revela la
pérdida de reserva funcional.
La vejez satisfactoria depende de mantener un
modo de amar y crear, de guardar cierta imagen de
sí mismo, de ser capaz de gozar de la existencia a
pesar de los sufrimientos que ocasionan las separaciones y los golpes al narcisismo: el sujeto se enfrenta con la ambivalencia entre el deseo de vivir y la tendencia al desapego, a abandonarse y dejarse morir.
Por supuesto, entendemos el movimiento de
desapego del anciano, que se siente como quien
ya no tiene su lugar en un universo que se va vaciando de lo que le es familiar y que es progresivamente dominado por cambios tecnológicos muy
veloces que lo excluyen.
El número de personas que en el mundo rebasa la edad de 60 años aumentó en el siglo xx de
400 millones en la década de los años cincuenta
a 700 millones en la década de los noventa, y se
estima que para el año 2025 existirán alrededor
de 1.200 millones de ancianos. También se ha incrementado el grupo de los ‘muy viejos’, o sea, los
mayores de 80 años de edad, que en los próximos
30 años constituirán el 30% de los adultos mayores en los países desarrollados y el 12% en los países en vías de desarrollo [3].
El ancestral interés de los humanos por vivir el
mayor número de años posible, unido al creciente
desarrollo de la ciencia y la técnica, sustentan la tendencia actual que considera que si importante es vivir más años, resulta esencial que éstos transcurran
con la mejor calidad de vida posible. La problemática del anciano adquiere primordial importancia y
factor decisivo en las investigaciones médicas y sociales. Las investigaciones sobre el tema se dirigen
ya no sólo a los aspectos relacionados con el proceso ‘fisiológico’ de envejecer; también se pretende
conocer aquellas condiciones que colocan al adulto
mayor en una situación de riesgo o que potencian
la disminución progresiva de la homeostasis y de la
capacidad de reserva inherentes al envejecimiento.
Es de destacar que aunque la edad constituye un elemento importante, se considera insuficiente como
criterio aislado para evaluar, cuantificar y definir las
necesidades de una persona mayor enferma [3].
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El proceso de envejecimiento humano individual es el resultado de la suma de dos tipos de envejecimiento: el primario, intrínseco, y el secundario. El envejecimiento primario es el proceso o
grupo de procesos responsables del conjunto de
cambios observados con la edad en los individuos
de una especie y no relacionados con la presencia
de enfermedad. Su investigación se centra en los
mecanismos genéticos, moleculares y celulares
que intervienen en el proceso de envejecimiento
y que, de expresarse adecuadamente, condicionan
lo que se ha denominado ‘envejecimiento con éxito’. El envejecimiento secundario hace referencia
al que se produce en los seres vivos cuando se someten a la acción de fenómenos aleatorios y selectivos, que ocurren a lo largo del tiempo de vida y
que interaccionan con los mecanismos y cambios
propios del envejecimiento primario para producir el ‘envejecimiento habitual’. Los principales
representantes de este envejecimiento secundario son los problemas de salud de carácter crónico y los cambios adaptativos para mantener la
homeostasis del medio interno. Su investigación
abarca tanto la causa, prevención, desarrollo, manifestación, pronóstico y tratamiento de la enfermedad y de sus consecuencias, como lo relacionado con hábitos y estilos saludables de vida [3].
Características del envejecimiento
• Universal: propio de todos los seres vivos.
• Irreversible: a diferencia de las enfermedades,
no puede detenerse ni revertirse.
• Heterogéneo e individual: cada especie tiene
una velocidad característica de envejecimiento, pero la velocidad de declinación funcional
varía enormemente de sujeto a sujeto, y de órgano a órgano dentro de la misma persona.
• Deletéreo: lleva a una progresiva pérdida de
función. Se diferencia del proceso de crecimiento y desarrollo en que la finalidad de éste
es alcanzar una madurez en la función.
• Intrínseco: no debido a factores ambientales
modificables. En los últimos 2.000 años se ha
observado un aumento progresivo en la expectativa de vida de la población, pero la máxima
sobrevida del ser humano se mantiene alrededor de los 118 años. A medida que se ha logrado
prevenir y tratar mejor las enfermedades, y se
han mejorado los factores ambientales, la cur-
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va de sobrevida se ha hecho más rectangular. Se
observa que una mayoría de la población logra
vivir hasta edades muy avanzadas con buena salud y muere generalmente cerca de los 80 años.
Sea cual sea el tipo de envejecimiento considerado, la característica fundamental común a cualquiera de ellos es la pérdida de la reserva funcional, que condiciona una mayor susceptibilidad a
la agresión externa al disminuir los mecanismos
de respuesta y su eficacia para conservar el equilibrio del medio interno. Esta disminución de la
respuesta se manifiesta inicialmente sólo bajo circunstancias de intenso estrés para luego pasar a
manifestarse ante mínimas agresiones. Según se
pierde la reserva funcional, la susceptibilidad es
mayor, aumentando la posibilidad de que cualquier noxa causal desencadene pérdida de función, discapacidad y dependencia [3].
De aquí hasta el año 2050, las personas mayores
de 60 años serán más numerosas que las menores
de 15. El incremento de los sexagenarios ha sido
constante desde 1950. Actualmente, en el mundo
hay más de 600 millones de ancianos, tres veces
más que hace 50 años. En 2050 serán 2.000 millones, es decir, el 21% de la población. Cada vez se
harán sentir con más fuerza las consecuencias socioeconómicas sobre el mercado de trabajo, el pago
de las pensiones y el crecimiento económico [5].
El envejecimiento de la población constituye
uno de los principales problemas sociales de la
Cuba de hoy, según informaciones de la FNUAP
(Oficina del Fondo de Población de las Naciones
Unidas) en la isla. El 13% de los habitantes de
Cuba, es decir, 1.400.000 personas, superan los 60
años de edad. Sobre todo en la última década este
fenómeno se ha incrementado de manera alarmante, pues precisamente en estos años es cuando
se han recogido los frutos de todo el trabajo realizado por el proyecto social cubano en cuanto a la
mejora en el nivel de vida de su población [1].
Cuba tendrá la población más envejecida de
Latinoamérica en los albores del año 2025, y para
el 2050 se espera que los cubanos tengan uno de
los promedios de edad más añejos del planeta,
según pronostican expertos en demografía. El envejecimiento de la población de la isla se asocia
a la mejoría de la esperanza de vida del pueblo
cubano que, con 77 años, es muy similar al de los
países desarrollados [5].
El fenómeno del envejecimiento de la población
se relaciona con una mayor esperanza de vida y la
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caída drástica de la natalidad, una realidad esencialmente en países europeos y Japón, que comienza a ser palpable en Iberoamérica. América Latina
envejece paulatinamente y además de Cuba, entre
los países más afectados, se encuentran Uruguay y
Barbados. Hoy día, Uruguay tiene un 17,2% de su
población en el rango de la tercera edad; Cuba, el
15,4%, y Barbados, el 13,1% [4].
Según las estadísticas, en América Latina y el
Caribe, en el 2050, habrá más ancianos que niños.
La cifra actual de 41 millones de adultos mayores
se triplicará para esa fecha, y uno de cuatro latinoamericanos tendrá entonces más de 60 años de
edad. Las personas deben envejecer sin sentirse
inútiles, dijo Jacob, sin ser una carga para el resto
de la sociedad y que, por el contrario, disfruten
ese envejecimiento en lo individual y lo social,
transmitiendo las experiencias adquiridas a lo
largo de su vida [4].
La alta prevalencia de enfermedades psíquicas
en los ancianos supone un importante problema de
salud comunitaria [6], cada vez más apremiante si
consideramos que los estudios demográficos señalan un progresivo envejecimiento de la población,
especialmente en los países desarrollados [6].
Las causas de esta situación hay que buscarlas, por una parte, en el propio deterioro o sufrimiento orgánico del cerebro, pero, en muchas
ocasiones, las alteraciones psíquicas, y más concretamente las depresiones, se asocian al estrés
que experimenta este grupo de población, tanto
desde el punto de vista económico, como social y
psicológico [7].
De todos los trastornos psíquicos del anciano,
el más frecuente es la depresión [8], que se puede
definir como un estado de ánimo triste, decaído
la mayor parte del día, con notable disminución
de la sensación de placer o de interés en todas o
casi todas las actividades cotidianas [9].
La depresión en los ancianos muestra, en muchos casos, características especiales y, en ocasiones,
resulta muy difícil establecer el tipo de depresión
que presentan [9]. Es habitual que estén más interesados por la evolución de sus síntomas físicos –por
otra parte, frecuentes– que por su tristeza o melancolía. Las ideas de culpabilidad, nihilismo y ruina
casi siempre acompañan a su depresión [9,10].
Es importante recordar que la depresión del
anciano, correctamente tratada, evoluciona favorablemente, en especial en sus formas más simples; por el contrario, en ausencia de un adecuado
diagnóstico y tratamiento, puede complicarse con
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trastornos somáticos, sobre todo de tipo metabólico o cardiovascular, con el consiguiente riesgo
vital para el paciente [11,12].
Conclusiones
Aún falta mucho por comprender acerca del proceso de envejecimiento. Estamos lejos de encontrar
la ‘fórmula de la eterna juventud’. Teóricamente,
la prolongación de la vida tendría un máximo determinado por la longevidad de cada especie. El
objetivo sería igualar la expectativa de vida con
la máxima sobrevida. Si bien es cierto que el envejecimiento es un proceso universal, no ocurre
de forma uniforme en los diferentes individuos de
una misma especie, ni tampoco en los distintos
órganos de una misma persona. Es característicamente heterogéneo. En la práctica, lo que realmente importa es la edad funcional del individuo
y no su edad cronológica. Es aquélla la que va a
indicar su capacidad de valerse por sí mismo para
las actividades de la vida diaria.
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11. Ribera-Casado JM, Cruz-Jentoft AJ. Geriatría II. Madrid:
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12. Ribera-Casado JM, Cruz-Jentoft AJ. Geriatría I. Madrid:
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© Viguera Editores SL 2010. PSICOGERIATRÍA 2010; 2 (4): 239-242
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