semana del 4 al 10 de julio

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A_P MAGAZINE 38
TRAS EL BREXIT… ¿Y LA EUROPEA?
VENEZUELA, UN CASO MUY PARTICULAR
PRODUCTIVIDAD Y ORGANIZACIÓN EMPRESARIAL: EL PAPEL
DE LA AUTONOMÍA EN EL TRABAJO
POBREZA Y DESIGUALDAD: LAS DOS CARAS DE LA MISMA
MONEDA
CORAZÓN QUE NO SIENTE (O CÓMO REFORMAR EL ESTADO
DE BIENESTAR)
CINCO REFLEXIONES SOBRE EL BREXIT O LA GRAN VICTORIA
DE LA DERECHA POPULISTA
LA POLÍTICA DE LA UE EN MATERIA DE MIGRACIONES EN EL
MEDITERRÁNEO
Julio 2016
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julio 2016
PROYECTO EUROPEO
BECARIOS DE "LA CAIXA"
Firmado por: Elisa Uría el Viernes 8 julio 2016
TRAS EL BREXIT… ¿Y LA EUROPEA?
“The referendum on June 23 can potentially mark one of the most radical losses in the value of a particular
nationality in recent history”
D. Kochenov
Resulta curioso que un estatus tan importante como la ciudadanía europea sólo haya adquirido notoriedad en nuestro
país gracias a un traspié de Mariano Rajoy en una entrevista radiofónica. El hecho de que el propio presidente del
gobierno de un Estado miembro de la Unión no sepa qué significa este concepto es bastante sintomático de la poca
relevancia que, desafortunadamente, se ha concedido a este asunto. España no es una excepción. La campaña del
referéndum británico ha estado impregnada de conceptos como “inmigración”, “burocracia de Bruselas”, “déficit
democrático”, pero poco se ha informado de la “ciudadanía europea”, o mejor aún, de los derechos que ésta confiere.
Sin prácticamente darnos cuenta de ello, los británicos, los españoles y todo aquel nacional de un Estado miembro de
la Unión somos ciudadanos europeos desde la entrada en vigor del Tratado de Maastricht, en 1993. No significa que
antes de esta fecha el ordenamiento comunitario no nos otorgara ningún derecho – véase la libre circulación de
trabajadores – sino que, a partir de ese momento, se desligó (nunca del todo) del ámbito puramente económico para
emerger un concepto político del que emanan ciertos derechos. Alerta para eurófobos: no hay nada que temer
respecto a la nacionalidad de cada país. Ésta no se pierde por ostentar la ciudadanía europea. Al contrario, ambos
estatus son complementarios y conviven indisolublemente unidos en una misma población. Es más, la nacionalidad
de un Estado miembro es la llave de entrada para la ciudadanía de la Unión. Sin aquélla, es imposible tener ésta.
Y así llegamos a la clave del asunto. Cuando el Reino Unido deje de pertenecer a la UE, sus nacionales dejarán de ser
ciudadanos europeos. Tan sencillo como eso. Mientras tanto, hasta que la salida del “club” comunitario se
materialice, los británicos (y sus familiares directos) seguirán disfrutando de su derecho a residir en otro país de la
Unión sin más formalidad que poseer un pasaporte o un documento nacional de identidad – si no son trabajadores, a
partir de los tres meses, deben demostrar tener recursos económicos suficientes y un seguro médico -. Incluso pueden
acceder a determinadas prestaciones sociales en otros países sin ser discriminados frente a los nacionales. Como es
bien sabido, este hecho ha sido agitado por los partidarios del Leave como una amenaza, sin tener en cuenta que, en
virtud de esos mismos derechos, los jubilados ingleses pueden residir en la costa mediterránea y acceder a la sanidad
pública española, por ejemplo. No olvidemos tampoco los derechos políticos que confiere la ciudadanía europea,
como el derecho a votar y a ser elegido en las elecciones al Parlamento Europeo y en los comicios municipales del
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lugar en el que se resida. Es decir, un ciudadano inglés puede presentarse a las elecciones del ayuntamiento de una
localidad española, exactamente igual que un vecino autóctono.
Es pacífico que los británicos dejarán de ser ciudadanos europeos. La cuestión problemática es qué sucederá con los
derechos que han ido adquiriendo en virtud de aquel estatus. El artículo 50 del Tratado de la Unión, tan llevado y tan
traído estos días, proporciona la base jurídica para la salida voluntaria de un Estado miembro pero no aporta ninguna
respuesta a este interrogante. Ni en la doctrina académica ni en el seno de las instituciones europeas hay unanimidad
al respecto. Aquellos que afirman que los británicos mantendrían los “derechos adquiridos” apoyan su argumentación
en el Derecho Internacional, concretamente en el artículo 70 del Convenio de Viena sobre el Derecho de los Tratados
que establece: “la terminación de un tratado (…) no afectará a ningún derecho, obligación o situación jurídica de las
partes creados por la ejecución del tratado antes de su terminación”. Por el contrario, Jean Claude Piris, ex director
general del servicio jurídico del Consejo de la UE, sostiene en un informe sobre los aspectos jurídicos de la salida de
Reino Unido, que no cree que estos “derechos adquiridos” puedan mantenerse una vez se haya perdido la ciudadanía
europea, ya que conduciría a “consecuencias absurdas”. El profesor de Derecho Europeo Steve Peers propone una
solución intermedia: todos los nacionales de Reino Unido que residieran en otro Estado de la Unión así como los
ciudadanos europeos que vivieran en Reino Unido el mismo día del referéndum deberían mantener los derechos
adquiridos hasta entonces. A partir de ese hito temporal, la situación cambiaría para los que ejercieran la libre
circulación desde el 23 de junio, lo que no sabemos es hacia qué estatus ni con qué derechos.
Esta incógnita se añade a las muchas otras sobre la relación entre la UE y el Reino Unido post-Brexit. La respuesta
sólo podrá darla el “acuerdo de retirada” que firmen los 27 Estados miembros con aquel Estado. Este pacto se
configurará como la clave de bóveda de la interacción política, económica y jurídica entre ambas orillas del Canal de
la Mancha. En este escenario de incertidumbre hasta que las negociaciones fructifiquen en un acuerdo – el reloj
comenzará a correr cuando David Cameron notifique la salida voluntaria al Consejo Europeo – no faltan soluciones
imaginativas. The Independent publicaba un artículo donde explicaba a los británicos distintas opciones para
mantener con seguridad los derechos de la ciudadanía europea tras el Brexit. Entre ellas, figuraba la de casarse con un
ciudadano de la Unión, pagar dos millones de libras para conseguir la ciudadanía chipriota o revisar el árbol
genealógico ya que en caso de tener un abuelo irlandés se puede optar fácilmente a esta nacionalidad.
Lo triste es que ni esos medios de comunicación ni buena parte de la clase política británica no hayan puesto más
énfasis en explicar a sus compatriotas los derechos de los que ya gozaban por el mero hecho de ser ciudadanos
europeos. Nigel Farage decía tras conocer el resultado del referéndum que se trataba de una victoria para la “gente
real”. Desconocemos a qué se refiere con esa expresión. Quizás considera que los burócratas de Bruselas y los
extranjeros son una especie de extraterrestres. O más bien, se trata de la distinción propia del nacionalismo más
recalcitrante entre “nosotros” y “los otros”. En esa falsa dicotomía no gana nadie, perdemos todos.
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AGENDA GLOBAL
Firmado por: Kamal Antonio Romero el Jueves 7 julio 2016
VENEZUELA, UN CASO MUY
PARTICULAR
Recientemente Venezuela ha ocupado numerosas páginas y minutos en los medios de comunicación locales. Muchos
en España advierten de la terrible situación del país a la vez que lo emplean como ejemplo de hasta donde se podría
llegar en situaciones extremas. No obstante se ha de advertir que Venezuela es un caso muy particular, difícil de
comparar ya no solo con otros países de su región, sino incluso con naciones que también presentan fuerte
dependencia de la exportación de materias primas, específicamente del petróleo (ver Karl (1997)). De ahí que la
comparación relevante en el caso venezolano es con ella misma.
En un artículo de 1993, el premio Nobel Robert Lucas acuñó el término “Milagros de Crecimiento” para referirse a
economías como Corea del Sur, que en un período relativamente corto de tiempo (30 años) lograron transformar su
sociedad e incrementar el nivel de vida de sus ciudadanos hasta equipararlo al de economías desarrolladas. Lucas
identifica el continuo crecimiento del PIB per cápita como el factor clave detrás de este fenómeno, y propone tomar
en cuenta factores como la inversión en capital humano a la hora de elaborar teorías para explicar patrones como el
de Corea. Hoy día, ya casi un cuarto de siglo después del artículo de Lucas, entendemos que factores como el capital
humano, la innovación tecnológica, las instituciones y la correcta asignación de recursos en una economía, entre
otros, son claves para entender estos “milagros”.
También hemos observado ejemplos de “desastres de crecimiento”. El más citado es Argentina, cuyo PIB per cápita
en 1950 era mayor al de Japón, pero en 1990 el PIB per cápita de Japón era casi 10 veces mayor al de 1950 mientras
que el de Argentina era solo 1,2 veces mayor. Esto se traduce en que el producto por persona japonés en 1990 era 3
veces mayor que el argentino.
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Hoy día presenciamos en directo otro caso de desastre económico, Venezuela. Una nación que pasa, de una supuesta
abundancia alimentada por los altos precios del petróleo, a un colapso financiero y social no observado en economías
con dependencia similar a los hidrocarburos. No es solo una cuestión de primas de riesgo (de las más altas del
mundo), inflación (la más alta del mundo) y déficit fiscal (el más alto del mundo), sino de una importante parte de la
población que no accede a alimentos y otros bienes de primera necesidad, de personas fallecidas por falta de
medicamentos, de racionamientos de energía eléctrica y de 5 ciudades del país que se encuentran entre las 20 más
peligrosas del mundo.
La mala gestión de la reciente abundancia económica ha sido notable, entre 2005 y 2013 el ingreso fiscal real se
incrementó un 14,6% mientras que el gasto público real lo hizo un 31%. La expansión fiscal benefició a una parte
importante de la población, pero el mecanismo de distribución de la renta petrolera ha estado basado en una serie de
subsidios directos e indirectos, realizados no a través de la construcción de un estado formal del bienestar, sino
mediante un esquema de controles de precios sobre los productos básicos y un control de las divisas que asignaba
éstas de forma discrecional a un precio artificialmente bajo. Al igual que en una de las Fabulas de Esopo, las buenas
intenciones no han sido garantía de éxito. Dicho esquema de controles no solo empeoró la condición fiscal, sino que
generó una serie de incentivos perversos que contrajo la inversión privada, la producción y estimuló una importante
fuga de capitales.
Analizando la historia contemporánea venezolana encontramos episodios similares. Durante el boom de los precios
del petróleo de los años 70, se experimentó una expansión fiscal que superó ampliamente los ingresos y disparó el
endeudamiento público. La redistribución de ingresos también se realizó mediante un sistema de subsidios basados en
controles de precios, divisas y tipos de interés. ¿Qué ocurrió cuando acabó el boom del precio del crudo? Según cifras
del Banco Mundial el PIB per cápita cayó un 55% entre 1981 y 1989, es decir, se redujo en más de la mitad. Al
menos no se llegó a la crítica situación actual.
Hemos de preguntarnos por qué con la experiencia anterior y bajo un sistema político distinto, se han cometido
errores similares mas no idénticos en cuanto al manejo de la abundancia. La respuesta hay que buscarla en un
elemento común, el petróleo.
La explotación comercial del petróleo a gran escala a partir del final de la segunda década del siglo XX, permitió
convertir a Venezuela de una economía rural a una relativamente moderna, en la cual todos los indicadores sociales y
económicos presentaron una increíble mejora. Pero la literatura, tanto de la ciencia política como la económica, nos
muestra algunos baches en este camino.
Existen trabajos que señalan que el petróleo fue un factor clave a la hora de moldear las instituciones políticas en
Venezuela (ver Coronil (1997), Karl (1997) y Naím y Piñango (1984)). Específicamente, la creación de un estado
clientelar basado en el reparto de prebendas alimentadas por la renta petrolera. Lo anterior permitió incurrir en
comportamientos fiscalmente irresponsables, ya que no existía necesidad de incrementar la presión fiscal y por ende
no había resistencia social a este comportamiento. Pero asimismo, permitió el posponer el establecimiento de
instituciones que resolvieran los conflictos políticos, ya que el petróleo actuaba como un bálsamo que permitía
conciliar las disputas sociales sin la existencia de perdedores aparentes. Adicionalmente, incentivó la creación de
“bolsas de renta”, a través de la imposición de controles que permitían que unos privilegiados disfrutaran de las
oportunidades de arbitraje, y del uso de organismos oficiales como intermediarios de extracción de rentas entre el
sector público y el privado, lo cual se vio reflejado en una deficiente provisión de servicios públicos.
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Desde el punto de vista económico, los ingentes ingresos petroleros en presencia de un débil entorno institucional,
permitieron que se llevaran a cabo ciertas acciones de política que al igual que la fábula citada arriba, a pesar de sus
buenas intenciones no alcanzaron los objetivos deseados. Entre estas encontramos programas de diversificación
productiva a través de la creación de grandes empresas públicas principalmente en el sector de materias primas y los
procesos inmediatos de transformación, pero sin alcanzar los de alto valor añadido. Así como políticas de protección
al empresariado local que acabaron generando una serie de intereses creados que culminaron en unos grupos de
presión, que intentando resguardar cuota de renta petrolera, sirvieron de muro de contención a cualquier cambio en la
orientación de esta estrategia.
Se ha cuantificado (Bello, Blyde y Restuccia (2011)) que el coste en términos de PIB (medido como el porcentaje de
PIB perdido comparado al de una economía en la cual no existieran dichas distorsiones) debido a la mala asignación
de recursos consecuencia de las políticas descritas arriba, ha sido entre 20% y 47%.
Como señala la literatura reciente de crecimiento económico, el fracaso venezolano podría ser consecuencia de una
debilidad institucional que ha derivado en: una nefasta asignación de recursos económicos, incentivos a adoptar
políticas económicas con unos altos costes futuros pero con un gran rédito inmediato; y un comportamiento de parte
de las élites económicas y políticas que se resisten a abandonar un modelo clientelar. Estos comportamientos han sido
robustos a gobiernos de color político muy distinto.
La principal labor de cualquier estrategia de salida de esta situación crítica, es la reconstrucción institucional de un
país en el cual hoy día el Estado no es capaz de proveer adecuadamente servicios básicos como salud y seguridad, no
posee capacidad de seguir reglas básicas de política económica que garanticen la sostenibilidad fiscal necesaria para
proveer un sistema de protección social a sus ciudadanos, y que urgentemente debe abandonar un modelo de reparto
de renta no compatible con uno de los principales motores del desarrollo: un conjunto de instituciones impersonales
cuya objetivo último sea el bienestar de todos los ciudadanos.
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IMPACTO SOCIAL
BECARIOS DE "LA CAIXA"
Firmado por: Maria Gutiérrez-Domènech el Miércoles 6 julio 2016
PRODUCTIVIDAD Y ORGANIZACIÓN
EMPRESARIAL: EL PAPEL DE LA
AUTONOMÍA EN EL TRABAJO
Conseguir que las empresas sean más eficientes es clave para mejorar su productividad. En este sentido, las prácticas
de organización empresarial, como el grado de descentralización en la toma de decisiones, tienen un papel
fundamental.
Antes de describir cómo se lleva a cabo la toma de decisiones en las empresas españolas, es importante detallar que
la evidencia empírica muestra que aquellas con un poder de decisión más descentralizado, que permiten que los
empleados dispongan de más autonomía a la hora de modificar los métodos de trabajo, tienden a crecer más, lo que
les permite ser más productivas. Gozar de un mayor margen de decisión es importante para los trabajadores, porque
les ayuda a adaptarse a las exigencias de sus tareas. También incentiva la implicación en la empresa por parte de los
trabajadores, que se muestran más dispuestos a colaborar y a generar ideas. Si bien se puede argumentar que algunos
podrían utilizar esta autonomía para reducir su nivel de esfuerzo, lo cierto es que la motivación y la creatividad que
conlleva compensan con creces esta posibilidad.
Una mayor autonomía en el trabajo puede alcanzarse de varias maneras, como, por ejemplo, dejando escoger a los
empleados la franja horaria de su jornada laboral, una opción que puede tener un efecto positivo sobre la
productividad laboral, según varios estudios. Tanto en España como en Alemania, un 42% de las empresas señala que
menos del 20% de su plantilla tiene la posibilidad de adaptar, con ciertos límites, el momento en el que empiezan o
terminan su jornada. Según esta métrica, la flexibilidad horaria no parece muy elevada en ambos países, aunque
tampoco está alejada del resto de países de la UE.
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Además de la libertad de jornada, existen otras formas de impulsar el poder de decisión de los empleados, como
permitir que elijan o cambien los métodos de trabajo. Las cifras apuntan a que esta facultad es menor para los
trabajadores españoles que para los alemanes. Asimismo, los datos muestran que los jefes españoles ejercen un
control más directo sobre el ritmo de trabajo de sus subordinados: un 41% frente al 24% del grupo alemán. Por otro
lado, cuando los canales de transmisión de información entre superiores y empleados son buenos, es más probable
que haya cooperación. En este ámbito, a las empresas españolas todavía les queda recorrido, puesto que, por ejemplo,
solamente el 26% del total encuesta a sus empleados para conocer su punto de vista, frente al 51% en el caso alemán.
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El trabajo en equipo también facilita una mayor participación de los empleados en la empresa. Aunque la proporción
de compañías en ambos países que favorecen el trabajo en equipo es prácticamente idéntico (el 75%), el mecanismo
de decisión en el desempeño de las tareas dentro de los equipos es muy dispar. En concreto, en España, un 17% de las
empresas manifiestan que las decisiones se toman entre los miembros del mismo equipo (en el resto de los casos, lo
hace un superior). En cambio, en Alemania, este porcentaje es significativamente mayor, del 35%.
La evidencia, por tanto, sugiere que el grado de descentralización en la toma de decisiones dentro de las empresas
españolas es inferior al de las alemanas, lo que es posible que esté incidiendo negativamente sobre su productividad.
Esta distinta cultura organizativa está probablemente asociada a la menor confianza que tienen los españoles en las
acciones que llevan a cabo el resto de individuos, y en la correcta gestión de las instituciones.
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De este resultado se desprende que, si se busca reforzar la autonomía de los trabajadores dentro de las empresas a fin
de mejorar la productividad, ayudaría incrementar la confianza de la población tanto en sus semejantes como en las
leyes que rigen el funcionamiento de los mercados.
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IMPACTO SOCIAL
Firmado por: Manuel Alejandro Hidalgo Perez el Miércoles 6 julio 2016
POBREZA Y DESIGUALDAD: LAS
DOS CARAS DE LA MISMA MONEDA
Que la humanidad ha evolucionado a un estado en el cual disfrutamos de un bienestar inimaginable hace tan solo un
par de centurias se debe exclusivamente al avance tecnológico. Este ha permitido, gracias a su asociación con la
division del trabajo, que la productividad se haya disparado, que los costes de producción hayan colapsado y que, en
definitiva, haya permitido a parte de los habitantes de este planeta, los del primer mundo, disfrutar de un estilo de
vida envidia del resto de sus habitantes.
El fuego, el arado, la rueda, la escritura, el número cero, el vapor, la electricidad, el motor de explosión, la
computación,… todos estos cambios llegaron para mejorar nuestras vidas y permitirnos escapar de milenios de
subsistencia y penurias. Pero además de elevar el nivel medio de bienestar de la sociedad, en general, este cambio
tecnológico ha sido en su mayor parte integrador. Por ejemplo, Goldin y Katz (1996) muestran que, pese a que la
revolución industrial del XIX fue sobre todo igualitaria, pues eliminó el premio salarial que disfrutaban algunos de
los trabajadores cualificados como eran los artesanos, a partir del inicio del siglo XX, el cambio tecnológico necesitó
de trabajadores medianamente cualificados, los llamados “blue-collars”, lo que permitió la creación de una clase
media “laboral”. A pesar de la creación inicial de un proletario, y de las revoluciones que esto provocó en la medianía
del siglo XIX, conforme el desarrollo avanza en las últimas décadas de dicho siglo y se intensifica durante el XX,
especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, la sociedad industrial y de servicios se transforma en una
sociedad más igualitaria, con menores diferencias y con mejores estándares de vida.
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Sin embargo, el cambio tecnológico que estamos experimentado en estas cuatro últimas décadas parece mostrar una
cara algo más amarga, menos amable, que los experimentados en momentos anteriores. Así, como ya he escrito en
numerosas ocasiones y en diversos foros, el actual cambio tecnológico, a pesar de mejorar la vida media y general de
la sociedad, está creando una brecha en la misma y por varios motivos. El primero de ellos porque expulsa un tipo de
trabajador del proceso productivo, en particular este “blue-collar”. Si las revoluciones anteriores suprimían empleos
excesivamente cualificados, aunque muy específicos, por trabajadores igualmente cualificaciones aunque en tareas
más concretas y de más fácil aprendizaje y mejor amoldadas a los nuevos procesos productivos, ahora, el trabajador
que es expulsado de los procesos productivos es aquél cuyas tareas pueden ser realizadas por los ordenadores y sus
extensiones robóticas. Estos trabajadores están siendo desplazados hacia empleos donde se realizan otras tareas, en
algunos casos manuales, donde ninguna o poca cualificación es necesitada y otros, los más afortunados, hacia
empleos donde la cualificación exigida es mucho mayor, y que es precisamente donde este cambio tecnológico es
bien recibido (aquí).
A este proceso de mejora tecnológica hay que añadir el efecto que la globalización está generando en las sociedades
acomodadas de Occidente. A decir verdad no estábamos preparados para absorber en nuestros mercados, sin coste, a
más de mil quinientos millones de trabajadores con ansias de competir. Esta “invasión” comercial ha trastocado
nuestras industrias y nuestros mercados de trabajo. Y por mucho que estos hayan sido flexibles y hayan podido
reaccionar rápidamente, las heridas están siendo intensas, sin que lamerlas nos permita encontrar consuelo por el
dolor infligido.
Y aunque los efectos generales de tales cambios, tecnológico y comercial, pudieran ser positivos en el largo plazo, en
el corto y medio plazo los costes pueden ser elevados. Frente a los cambios integradores de antaño, estos parecen ser
algo más nocivos para una parte más importante de la población.
La principal consecuencia es el aumento de la desigualdad salarial. Muchos son los economistas que han
concentrado su análisis en esta cuestión. Así, existen magníficos trabajos para Estados Unidos, Alemania, Reino
Unido y más recientemente para España. Aunque las experiencias son diferentes, evidentemente debido a muchas
otras variables institucionales y económicas que pueden modelar los efectos de similares causas, en general se acepta
que estas dos grandes fuerzas del cambio están o van a elevar las diferencias entre los ciudadanos.
Pero además, esta tendencia en la desigualdad va a tener un efecto sobre la pobreza. Personalmente dudo que tanto la
pobreza como la desigualdad sean dos manifestaciones diferentes de distintas tendencias socio-económicas. Ambas
puede estar muy interrelacionadas y compartir causas comunes, como así, recientemente, expliqué con detalle en una
entrada (aquí). Muy resumidamente, la transferencia de empleos desde ocupaciones de ingresos medios (rutinarios,
tanto industriales como de servicios) hacia otros manuales mucho peor remunerados, puede crear una bolsa de
trabajadores con salarios reales de baja capacidad adquisitiva. Además, el aumento de la productividad derivado del
propio cambio tecnológico elevará el nivel de vida medio y que actuará como un ácido corroyendo los ingresos
estancados o en colapso de los trabajadores con empleos manuales. Este aumento de la desigualdad por la caída de
ingresos reales en las capas más bajas de la sociedad llevará inexorablemente al aumento de la pobreza. Es por ello
que no tiene sentido hablar de dos problemas diferentes, sino atender a ambos problemas como diferentes
manifestaciones de un mismo evento, el efecto del cambio sobre parte de la sociedad.
Hay algunas experiencias reales que parecen dar la razón a las previsiones argumentaras en los párrafos anteriores.
Así, por ejemplo, en la Meca del desarrollo tecnológico, como es Silicon Valley y la Bahía de San Francisco
, las desigualdades han aumentado considerablemente en los últimos años. Es esta ciudad, una de las más caras para
vivir e incluso visitar de todos los Estados Unidos, lo que no ayuda a los grupos de población con menores ingresos.
De hecho, varias empresas del valle se han dado cuenta de este problema y han iniciado por su cuenta y riesgo
algunos experimentos con transferencias de renta a las familias más necesitadas para evaluar efectos y proyectar de
este modo en el futuro posibles políticas públicas que atenúen un problema que parece va a intensificarse.
En conclusión, aunque el avance tecnológico es deseable pues es la última causa de crecimiento económico y
desarrollo, el que actualmente experimentamos puede estar amenazando unos de los más preciosos anhelos de toda
sociedad desarrollada, la reducción de las desigualdades. Si con anterioridad, primero el mercado y después la
actuación pública consiguieron atenuar las diferencias, ahora parece que al menos el primero puede estar ejerciendo
una presión contraria. A este efecto de cambio tecnológico debemos sumar los efectos de la incorporación al primer
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mundo de economías superhabitadas con sus anhelos y deseos de alcanzar igualmente cotas de bienestar hasta ahora
propiedad del primer mundo.
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IMPACTO SOCIAL
Firmado por: Marga León el Lunes 4 julio 2016
CORAZÓN QUE NO SIENTE (O CÓMO
REFORMAR EL ESTADO DE
BIENESTAR)
En su última recomendación al Gobierno de España (Mayo 2016), la Comisión Europea pide que se sigan adoptando
medidas estructurales necesarias para corregir el déficit excesivo. A pesar del esfuerzo, España no ha cumplido.
Cuando tengamos nuevo gobierno, éste tendrá que tomar nuevas medidas que consigan equilibrar la balanza
presupuestaria. También dice el documento de la Comisión que hay que mejorar la integración en mercado de trabajo,
corregir la dualidad, facilitar la transición educación-empleo, mejorar las políticas de apoyo a las familias y garantizar
el acceso a servicios de calidad para el cuidado infantil y los cuidados de larga duración. Total, la cuadratura del
círculo: muchos problemas y más ajustes.
En términos absolutos, el esfuerzo de gasto público no sólo no ha disminuido sino que ha aumentado un poco.
Considerando la caída del PIB, el porcentaje de gasto público que dedicamos hoy es mayor que antes de que
comenzara la crisis. Pero como explica muy bien Daniel Fuentes Castro en su reciente artículo esto no quiere decir
que el ajuste presupuestario de los últimos siete años sea un cuento chino. Los datos desagregados por partidas de
gasto muestran una subida espectacular en (por este orden) pensiones, deuda y subsidios al desempleo y una caída no
menos espectacular, que compensa la subida anterior, en educación y cultura, sanidad e inversión pública. En otras
palabras, la Seguridad Social se come buena parte del pastel mientras que el resto de pilares del Estado de Bienestar
se achican (véase informe Fedea para una descripción detallada de la evolución del gasto). Esta situación tiene al
menos tres lecturas relevantes:
En primer lugar, la desproporcionalidad de los recursos públicos que dedicamos a pensiones, deuda y desempleo está
directamente relacionada con la recesión y la austeridad. Es cierto que en el caso de las pensiones el envejecimiento
demográfico desequilibra la balanza, pero la presente insostenibilidad financiera del sistema tiene que ver también
con la escasez de contribuyentes.
En segundo lugar, con la excepción de pensiones y desempleo, los años de ajuste presupuestario nos devuelven a
niveles de hace más de una década cuando estábamos más bien a la cola de los sistemas de bienestar europeos. En
prácticamente todas las partidas de gasto la pauta es siempre la misma: durante los años inmediatamente anteriores a
la crisis ‘crecimos’ más que la media UE-15. Esto nos situó en un umbral de gasto que nos permitió acortar las
distancias. A partir del 2010, el crecimiento se paraliza hasta que empieza a retroceder. En cuestión de dos, tres o
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cuatro años perdemos la distancia que previamente habíamos conseguido recuperar.
Por último, el peso de los tijeretazos ha estado muy descompensado entre las distintas administraciones públicas. La
“crecida” de la Seguridad Social por pensiones y desempleo hace que la Administración Central recupere el
protagonismo mientras que las Comunidades Autónomas sufren las consecuencias de los recortes en partidas que
representan el 70% de su gasto (a pesar de que malabarismos contables parecen indicar lo contrario, véase el artículo
de Eloisa del Pino y J. Manuel Díaz Pulido), mientras que las administraciones locales “aguantan” pese a sufrir más
que ninguna otra, las diversas situaciones de emergencia social.
La pregunta es ¿y ahora qué? Pues es muy probable que ahora nada. Quitamos de aquí, ponemos de allá y
mantenemos más o menos un nivel parecido de gasto público confiando en que el péndulo vuelva por la senda
expansiva. Ojos que no ven. Aplazamos sine die debates de fondo que serían sin embargo inaplazables: qué modelo
productivo necesitamos para sostener nuestro Estado de Bienestar; qué ofrecemos a las generaciones jóvenes (y no
tan jóvenes); cómo garantizamos la igualdad de oportunidades y corregimos niveles insostenibles de desigualdad. A
qué idea de ‘buena sociedad’ –si acaso- aspiramos. Podremos cuadrar las cuentas, podremos conformarnos con
compensar pérdidas, pero en el horizonte tendríamos que ser capaces de imaginar algo más, algún corazón que sienta.
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Firmado por: Xavier Casals el Lunes 4 julio 2016
CINCO REFLEXIONES SOBRE EL
BREXIT O LA GRAN VICTORIA DE LA
DERECHA POPULISTA
Aunque las implicaciones del referéndum británico favorable al Brexit aún tardarán en conocerse, podemos señalar
cinco aspectos de interés en relación a la derecha populista.
1. El discurso de la ultraderecha se ha impuesto en el debate
El primer ministro David Cameron quiso convocar el referéndum sobre la UE presionado, por una parte, ante el
avance del UK Independence Party [UKIP, Partido de la Independencia del Reino Unido]. Constituido en 1993, su
dirigente es Nigel Farage.
Su principal bandera ideológica es la oposición a la UE (de modo significativo, su símbolo es el de la libra), en torno
a la cúal articula el resto de su discurso, notablemente su oposición a la inmigración.
Por otra parte, Cameron actuó presionado también por la división de su propio partido, al existir una notable fractura
interna en las filas tories entre partidarios de la permanencia en la UE y adversarios declarados, liderando estos
últimos el exlacalde londinense Boris Johnson.
Así pues, Cameron al convocar el plebiscito no actuó movido por intereses nacionales sino partidistas. Al hacerlo
posiblemente no contempló el triunfo del Brexit. ¿La razón? Había negociado antes de la consulta un estatus “a la
carta” para la continuidad de Gran Bretaña en la UE que -entre otros aspectos- contemplaba limitar los derechos
sociales de los inmigrantes durante los cuatro primeros años de estancia en el país, lo que suponía acercarse a los
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temas de la derecha populista.
2. El UKIP ha sido decisivo pese a tener solo un escaño
El UKIP solo cuenta con un representante en la Cámara de los comunes, aunque en los comicios legislativos del 2015
obtuvo casi cuatro millones de votos (3.881.099, el 12.6% del total).
Sin embargo, merece destacarse que en los europeos del 2014 superó esa cifra de modo holgado (obtuvo 4.376.635 de
sufragios, el 27.5% del total y 24 diputados). En este sentido, Farage preside un grupo euroescéptico y populista en el
parlamento de Estrasburgo: el Grupo Europa de la Libertad y la Democracia Directa.
Pese a su marginalidad en el parlamento británico, el UKIP ha impuesto sus temas en el debate público,
polarizándolo -en buena medida- como una adhesión o rechazo al Establishment. A ello ha contribuido
también el sector euroescéptico de los tories liderado por Johnson Tal situación recuerda que la
influencia de los partidos de derecha populista en la agenda política es superior a su importancia en las urnas.
A la vez, no está de más recordar que estas formaciones se mueven por el tacticismo y no dudan en utilizar
argumentos falaces para cosechar votos, como ha reconocido el propio Farage tras el referéndum.
3. El resultado ilustra el impacto de las fracturas que crea la globalización y nutren el populismo
Las fracturas que ha creado el voto del referéndum reflejan en buena medida las del impacto de la globalización.
En este aspecto, un artículo de La Vanguardia, “Gran Bretaña se parte en dos” (25/VI/2016), de Rafael Ramos,
analizaba el resultado del voto (el mapa reproducido procede del artículo). Su contenido mostraba que nos hallamos
ante un voto de protesta generacional y que, en buena medida, confronta a perdedores y ganadores de la globalización.
Pero la radiografía del voto, sobre todo, refleja en buena medida el impacto de cinco grandes fracturas creadas por la
globalización y que, según el politólogo Pascal Perrineau (La France au Front. Essai sur l’avenir du Front National,
2014), nutren el voto de la derecha populista. La económica, que opone a beneficiarios y perdedores de la
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mundialización. La nacionalista, que opone a quienes desean ampliar la obertura internacional de la sociedad con sus
detractores. La cultural, que confronta a partidarios de valores antiautoritarios y defensores de los tradicionales. La
geográfica, que configura zonas desindustrializadas y marginadas de las insertas en una economía dinámica y global.
Y la política, que opone a defensores de culturas de gobierno y a los desencantados con la política tradicional que
apuestan por culturas antisistema.
En este aspecto, Ramos traza el siguiente retrato en su citado artículo sobre el voto favorable o contrario a la UE:
Los británicos se han rebelado precisamente contra el orden establecido, contra un mundo de deslocalizaciones,
contratos basura, salario mínimo, flexibilidad laboral mal entendida y mileurismo, contra el poder de las grandes
corporaciones, el paro crónico de los mayores de cincuenta años, el desaprovechamiento de los jóvenes, la falta de
oportunidades, la imposibilidad de comprar un piso, el castigo a unos clases medias que han tenido que pagar el
rescate de los bancos, la destrucción del Estado de bienestar.
No todos los británicos han votado así, en un país que ha quedado partido por la mitad, tanto a nivel geográfico
como generacional y de clases. El Brexit ha sido el triunfo de una coalición de nacionalistas, de nostálgicos del
imperio y un pasado que siempre fue mejor, de abuelas bucólicas que se resisten a usar internet, vicarios y coroneles
retirados del campo, del inglés emprenyat [cabreado] y de las clases obreras de la Inglaterra post industrial, de
ciudades como Peterborough, Wigan o Hartlepool con un paisaje apocalíptico como al estilo Blade Runner, con
comercios y pubs cerrados a cal y canto, gente ociosa en las calles, grafitis en las paredes y colas ante las oficinas
del paro. Son la Inglaterra (y el País de Gales) que se han caído del tren de la globalización, y votaron la ruptura de
la UE por márgenes enormes, con una participación de más del 70 por ciento.
Frente a ese mundo, separadas por una enorme grieta, se encuentran las grandes metrópolis como Manchester,
Newcastle, Leeds, Leicester, Bristol o Liverpool, y las ciudades universitarias como Oxford y Cambridge, con
poblaciones más jóvenes y de mayor nivel educativo que saben navegar por las aguas de la modernidad. También
Londres, por supuesto, como gran capital universal del multiculturalismo y capital de las finanzas. Y Escocia, con
su propia agenda nacionalista, que votó por Europa pero sin una gran movilización, dividida entre el deseo de
permanecer en la UE y el de castigar a Cameron y abrir las puertas a un nuevo referéndum de independencia.
4. El plebiscito supone un impulso a consultas similares
Las formaciones de derecha populista están exultantes ante el resultado, que consideran una contundente derrota de la
UE. Como era previsible ante el éxito del Brexit, ahora exigen la convocatoria de plebiscitos similares en otros países
de la UE y algunos de sus líderes -como Marine Le Pen o Geert Wilders- ya han anunciado su voluntad de convocar
referendos en tal sentido.
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Cartel del Frente Nacional exigiendo un refrendo sobre la UE en Francia.
En consecuencia, para el FN que dirige Marine Le Pen, el Brexit abre la puerta a crear una “Europa de las naciones”
que acabe con la UE, rechazando de este modo “una inmigración masiva presentada por los tecnócratas de Bruselas y
sus cómplices nationales como «una oportunidad» económica”
.
5. El apoyo de Trump al Brexit muestra que nos hallamos en la cristalización de una derecha populista
“euroamericana”
El candidato republicano Donald Trump ha saludado el triunfo del Brexit al considerar que los móbiles del electorado
británico contrario a la UE (rechazo de la inmigración, control de las fronteras, protesta contra el establishment)
pueden ser también los suyos.
En tal sentido, como se ha subrayado desde la BBC, no está desencaminado: asistimos a una tendencia de
normalización y creciente homologación de una derecha populista euroamericana.
Tal confluencia no es una novedad y existe una obra de referencia la respecto que cuenta ya con casi dos décadas:
Jeffrey Kaplan y Leonard Weinberg, The Emergence of a Euro-American Radical Right (1999).
Conclusión: mucho más que un tema británico
En resumen, el triunfo de la opción del Brexit no solo es un tema británico, sino que ha tenido y tendrá un importante
efecto galvanizador en la derecha populista eurófoba o euroescéptica, que ya ha empezado a promover consultas
similares en otros países de la UE.
A la vez, muestra cómo empieza a cristalizar un discurso transoceánico cada vez más homologable, ya que -en buena
medida- las tendencias que nutren el electorado de Trump y el de la derecha eurófoba se alimentan de reacciones
semejantes ante la globalización.
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PROYECTO EUROPEO
Firmado por: Xavier Aragall el Lunes 4 julio 2016
LA POLÍTICA DE LA UE EN MATERIA
DE MIGRACIONES EN EL
MEDITERRÁNEO
Recientemente el tribunal de cuentas europeo publicaba un informe sobre el gasto realizado por la Comisión Europea
en la implementación de programas que se enmarcan en lo que podría denominarse como la dimensión exterior de la
política europea de migraciones en los países del sur del Mediterráneo.
Se trata de la evaluación de unos programas diseñados para 2007-2013, es decir, un periodo anterior a las revueltas
árabes que se inician en 2011 y que cambiarán el contexto regional, y a nivel interno, son anteriores a la creación del
Servicio Europeo de Acción Exterior que a partir de 2009 dará una nueva dimensión a la política exterior de la UE y
por consiguiente afectará a la dimensión exterior de la gestión migratoria.
Pero en este periodo también ha cambiado el marco general donde se sitúan estos programas; la Política Europa de
Vecindad (PEV) que ha sido objeto, durante 2015, de un proceso de revisión. Un proceso que, para el ámbito
migratorio, ha sido claramente influenciado por la actual crisis de refugiados, que ha hecho cambiar por completo el
enfoque y las prioridades de la agenda migratoria. Concretamente, la inestabilización de la región ha provocado que
el debate sobre control y seguridad sea un elemento cada vez más destacado en las agendas migratorias de los Estados
miembros y sus respectivos gobiernos.
Es decir, esta evaluación llega en un momento donde han cambiado por completo los países destinatarios y el marco
regional, ha cambiado también el marco institucional de la propia UE y finalmente está en plena revisión el marco
estratégico en el cual se sitúa la dimensión exterior de la agenda europea de migraciones.
No obstante, es de gran interés por dos motivos. Primero porque en el enfoque que en 2007 se da del tema,
encontramos elementos explicativos de la incompleta e ineficiente respuesta actual. En segundo lugar, nos permite
ver la enorme complejidad para implementar y posteriormente evaluar programas y proyectos en países terceros.
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El enfoque de 2007
Para entender la agenda que se proponía en 2007, es importante tener presente que en 2005, la crisis en las fronteras
de Ceuta y Melilla había puesto de relieve que el Mediterráneo se había convertido un punto de articulación de
movimientos migratorios entre dos África y Europa, y Ceuta y Melilla ilustraban de manera dramática que las
fronteras exteriores de la UE eran testigo de una creciente presión migratoria que era urgente gestionar. La crisis
dejaba clara la necesidad de establecer una gestión eficaz de los flujos migratorios en asociación con los países de
origen y tránsito.
Como consecuencia el Consejo Europeo adoptó ese mismo año, el enfoque global de las migraciones en África y la
región mediterránea, que posteriormente se convertiría en el Enfoque Global de la Migración y la Movilidad. Esta
estrategia representa el marco político global de la UE para el diálogo político y la cooperación con respecto a la
política de migración exterior. A pesar de plantear un enfoque amplio y global, donde se proponía la actuación sobre
las causas primeras de las migraciones, finalmente tomarían más relevancia las acciones relacionadas con la
dimensión securitaria: las condiciones de entrada, las medidas para hacer frente a la inmigración irregular y también
establecer acuerdos de readmisión con países terceros.
En definitiva, con estas prioridades se establecía una coordinación entre países europeos y se dejaba de lado la
coordinación con los países del sur del Mediterráneo, se europeizaba más y quedaba lejos el intento de compartir
estrategias y políticas en el espacio Euro-Mediterráneo (mediterranizar) iniciado una década antes.
Complejidad para implementar
El segundo elemento a destacar es la dificultad de implementar los programas diseñados. Cabe tener en cuenta que
esta dificultad se ha visto agravada por el hecho que gran parte de la implementación se lleva a cabo en un marco
completamente distinto al que había durante su diseño.
Es interesante destacar como el propio informe hace hincapié en la “gobernanza compleja” de la política de
migración, puesto que participan tanto las instituciones de la UE (distintas Direcciones generales implicadas además
del Servicio Europeo de Acción Exterior), como los estados miembros (con sus lógicas internas) y los países terceros
con sus respectivas prioridades y expectativas.
A nivel de la UE, es interesante ver como en la revisión de la Política Europa de Vecindad (PEV) que se indicaba al
inicio del texto (y en la cual se enmarca la acción exterior en materia de migraciones) hace mención del hecho que, a
nivel de diseño e implementación de políticas, los “retos en al ámbito de las migraciones pueden ser abordados de
manera mas satisfactoria si se hace en colaboración con los países de la PEV y los países vecinos de estos”. De esta
manera se constata la necesidad de no dar la espalada a los países de origen y transito de los flujos migratorios a la
hora de diseñar políticas, puesto que esto mejoraría su implicación y mejoraría la capacidad de implementarlas de
manera satisfactoria. Se trataría pues de revertir la lógica que subyace en el programa 2007-2013.
En relación a los estados miembros, ante el escenario actual, parece difícil que las dinámicas internas y su
posicionamiento ante la recepción de nuevos inmigrantes, condicione positivamente en el diseño e implementación de
los programas regionales sobre movimientos humanos y migraciones.
Es decir, las lógicas políticas diferenciadas de los Estados miembros que han impedido establecer una política común
de migraciones, pueden también ser la causa que la ENP en materia migratoria sea inoperante a pesar de tener
identificados el qué y el cómo sobre la regulación de los movimientos humanos en el Mediterráneo.
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