FACULTAD LATINOAMERICANA DE CIENCIAS SOCIALES -SEDE ACADEMICA ARGENTINAMAESTRÍA EN CIENCIA POLÍTICA Y SOCIOLOGÍA TITULO DE LA TESIS: Régimen de acumulación rentístico, circuito productivo agrícola de oasis y regulación de los recursos hídricos para riego. El caso mendocino entre 1976 y 2001 AUTOR: Lic. José Luis Jofré DIRECTOR: Dr. Armando LLop CO-DIRECTOR: Dr. Javier Ozollo FECHA: Junio de 2009 1 Resumen La tesis que aquí se presenta es suscitada por la inquietud que provoca en su autor las tensiones generadas en las agencias destinadas a la regulación de los recursos hídricos para riego agrícola, y los nexos de estas tensiones con las trayectorias de los agentes productivos que emplean aquellos recursos en sus procesos de valorización económica. Por lo tanto, esta tesis indaga en la relación existente entre transformaciones socioeconómicas evidenciadas en estructuras agrícolas de oasis y su incidencia sobre el entramado institucional que gestiona y utiliza los recursos hídricos para riego. Con esto incorporamos factores vinculados a la estructura socioeconómica en los estudios que tienen por objeto al recurso, ofreciendo un enfoque que integra las disciplinas sociales y agronómicas y contemplando la estrecha relación existente entre las políticas económicas y el sistema natural. Se espera proporcionar información relevante para la gestión de los recursos con criterios de sustentabilidad en el tiempo y equidad social. 2 ÍNDICES ÍNDICE DE CONTENIDOS LISTA DE ACRÓNIMOS ...................................................................................................... 5 CAPÍTULO I – INTRODUCCIÓN.............................................................................7 CAPÍTULO II: MARCO TEÓRICO........................................................................ 16 Fundamentos epistémicos ................................................................................... ………..16 Algunas premisas teóricas fundamentales ..................................................................... 19 Los recursos naturales en el modo de producción ............................................................. 20 Un nivel de análisis intermedio: los regímenes de acumulación ......................................... 21 Las formas institucionales como instancias de análisis más concretas ................................. 23 Una taxonomía de las crisis .................................................................................................. 28 Elementos para una interpretación institucionalista del régimen hídrico ............................. 31 Caracterización del objeto real de estudio ..................................................................... 38 CAPÍTULO III: INCIDENCIA DEL RÉGIMEN DE ACUMULACIÓN SOBRE LA ESTRUCTURA AGRÍCOLA ............................................................................. 42 La relación salarial ............................................................................................................... 44 El régimen de competencia .................................................................................................. 46 El régimen monetario ........................................................................................................... 49 Las restricciones ecológicas ................................................................................................. 51 CAPÍTULO IV: ESTRUCTURA SOCIO-AGRARIA ............................................ 53 Un breve repaso histórico ..................................................................................................... 54 La estructura agrícola mendocina en un nuevo patrón de acumulación nacional ................. 60 CAPITULO V: MUTACIONES DEL RÉGIMEN HÍDRICO LOCAL ................. 75 La apropiación del agua para riego................................................................................. 78 La distribución y el uso del agua..................................................................................... 81 CAPÍTULO VI: CONCLUSIÓN .............................................................................. 86 Gestión estatal o mercantil, ¿hegemonía, transición o hibridación? .............................. 86 Aplicaciones, observaciones e implicancias comparativas con otras estructuras agrícolas de oasis de América Latina ............................................................................................. 92 BIBLIOGRAFÍA ....................................................................................................... 97 3 ANEXO ESTADÍSTICO ....................................................................................... 102 INDICE DE GRÁFICOS Gráfico 1: Consumo aparente de vino per cápita (Argentina 1930-2007) ........ 46 Gráfico 2: Relación entre el consumo de vino y cerveza (Argentina) .............. 48 Gráfico 3: Participación relativa del PBG Agropecuario en el PBG Total (Mendoza 1970-2007) ....................................................................................... 54 Gráfico 4: Evolución de la superficie implantada con vid en hectáreas (Mendoza 1936-2007) ....................................................................................... 59 Gráfico 5: Exportación de bebidas, líquidos alcohólicos y vinagres (Mendoza 1993-2008) ....................................................................................... 62 Gráfico 6: Población según residencia rural o urbana (Mendoza 1970-19801991-2001) ........................................................................................................ 70 ÍNDICE DE TABLAS Tabla 1: Exportación de bebidas, líquidos alcohólicos y vinagres (Mendoza 1993-2008) ........................................................................................................ 62 Tabla 2: Categorías agrícolas mendocinas según estrategias de producción y reproducción del capital .................................................................................... 73 Tabla 3: Uso agrícola de la tierra, Superficie y cumplimiento del canon de riego (Mendoza 2001) ....................................................................................... 82 Tabla 4: Consumo aparente de vino en el mercado interno argentino (19302007) ............................................................................................................... 102 Tabla 5: Cantidad de viñedos y superficie implantada con vid (Mendoza 1936-2007) ...................................................................................................... 103 Tabla 6: Distribución de las explotaciones agropecuarias y superficie según tamaño (Mendoza 1974, 1988 y 2002) ........................................................... 105 Tabla 7: Distribución relativa de la población urbana y rural por departamento (Mendoza 1970, 1980, 1991 y 2001) ....................................... 106 4 Tabla 8: Infraestructura para la distribución del agua..................................... 107 Tabla 9: Directrices para interpretar la calidad de las aguas para riego.......... 108 ÍNDICE DE IMÁGENES Imagen 1: Vasijas vínicas de la Bodega Estatal Giol (recuperado de Diario Uno Digital 23-03-2009) ................................................................................... 64 Imagen 2: Publicidad gráfica del Banco Mendoza (recuperado del Libro de Oro de la Vendimia 1986) ................................................................................. 66 ÍNDICE DE ESQUEMAS Esquema 1: Estructura del Régimen de Acumulación ...................................... 22 Esquema 2: Articulación de los Conceptos Regulacionistas ............................ 25 Esquema 3: Articulación del Circuito Productivo Local con el Régimen de Acumulación Nacional ...................................................................................... 31 LISTA DE ACRÓNIMOS BID: Banco Interamericano de Desarrollo CELA: Centro de Economía, Legislación y Administración del Agua CNA: Censo Nacional Agropecuario (1974, 1988 y 2002) CNP: Censo Nacional de Población y Habitación (1970, 1980, 1991 y 2001) CONICET: Consejo Nacional de Investigación Científica y Tecnológica DEIE: Dirección de Estadística e Investigaciones Económicas DGI: Departamento General de Irrigación EA: Empresas agrícolas 5 EAP: Empresas agropecuarias EFR: Escuela Francesa de la Regulación EVR: Escuela Vienesa de la Regulación FAO: Organización Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación FCPyS: Facultad de Ciencias Políticas y Sociales FLACSO: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales IC: Inspección de Cause IDR: Instituto de Desarrollo Rural IED: Inversión Extranjera Directa INA (Ex INCYTH): Instituto Nacional del Agua (Instituto Nacional de Ciencia y Técnicas Hídricas) INDEC: Instituto Nacional de Estadísticas y Censo INTA: Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria INV: Instituto Nacional de Vitivinicultura PBG: Producto Bruto Geográfico PBI: Producto Bruto Interno PDR: Plan de Desarrollo Rural PROMZA: Fundación Pro Mendoza PROSAP: Programa de los Servicios Agrícolas Provinciales SeCyT: Secretaria de Ciencia y Técnica (UNCuyo) SEP: Superficie Empadronada Paga SET: Superficie Empadronada Total 6 CAPÍTULO I – INTRODUCCIÓN Esta tesis sintetiza los resultados de un proyecto de investigación emprendido por el autor que cuenta con el apoyo del Programa de Becas Internas de Postgrado Tipo I del Concejo Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICET). Asimismo, el Centro de Economía, Legislación y Administración del Agua (CELA) del Instituto Nacional de Agua (INA), la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNCuyo y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) conformaron el marco académico-institucional idóneo para la consumación del mismo. El mencionado proyecto partió de una tesis central según la cual, las distintas categorías de empresarios agrícolas que actúan en oasis irrigados asimilan desigualmente las modalidades reguladoras de los recursos hídricos que se aplican a nivel local, nacional e internacional. Por lo tanto, cada una de estas categorías agrícolas diseña una particular articulación de estas reglas que posteriormente intentan materializar institucionalmente en pos de posicionarse privilegiadamente en la necesaria apropiación del agua para riego. Para dar cuenta de los nexos entre el régimen hídrico y las prácticas político-económicas de la estructura agrícola, hemos escogido la estrategia metodológica que tiene como eje al estudio de caso histórico. Con ello pretendemos obtener profundidad explicativa en el encadenamiento de eventos y procesos analizados. Es decir, en las conexiones entre las trayectorias de las instituciones encargadas de gestionar los recursos naturales y la evolución de la estructura agrícola regional. Más específicamente, esta estrategia metodológica permite contemplar la multiplicidad de causas y la reciprocidad de los procesos que se explicarán en dos planos; por un lado, en las interrelaciones complejas del circuito agrícola mendocino y su correspondiente régimen hídrico; y por otro, los nexos de este circuito con instancias nacionales y supranacionales de regulación. De esta forma se procura eludir un sistema de causalidad lineal, sustituyéndolo por otro que contemple las determinaciones, sobre-determinaciones y sub-determinaciones de prácticas económicas, políticas y sociales, provenientes desde diferentes planos terri7 toriales. El caso específico del que nos ocupamos es el de la estructura agrícola de la Provincia de Mendoza y su respectivo régimen hídrico. Una de las particularidades de nuestro caso consiste en que, en el transcurso del período de estudio, el Departamento General de Irrigación (DGI) como la principal agencia pública abocada a la tarea de administrar los recursos hídricos para riego agrícola en Mendoza, junto con una vasta red de organizaciones suplementarias, aparentan permanecer ajenas a la lógica predominante de administración de los servicios públicos en la formación social argentina. Mientras que los rasgos característicos en la gestión de los servicios estatales en la fase económica inaugurada en 1976 fue el ajuste estructural, la tercerización, la subsidiariedad en favor de grupos económicos concentrados, para concluir con la privatización de numerosas esferas públicas, el DGI conserva su forma jurídica de organismo provincial rector de los destinos del agua para riego en la provincia. Esta particularidad de la administración del agua para riego agrícola hace emerger la siguiente pregunta: ¿qué rasgos del régimen hídrico mendocino han permitido la conservación de sus formas históricas, y cómo han influido las relaciones económico-sociales de la estructura agrícola? Desde nuestro punto de vista, esta pregunta no puede contestarse en forma genérica según la orientación dominante del capitalismo financiero en el país, tampoco desde una mirada estrictamente interna al complejo institucional analizado, ignorando las raíces sociopolíticas de la problemática. Por el contrario, la trayectoria del régimen hídrico está sujeta a la capacidad de maniobra de los agentes agrícolas a los que asiste, y a la constelación de fuerzas que la estructura agraria local define. No obstante, la estructura agrícola local no se encuentra aislada de las demás prácticas sociales. Económicamente está vinculada a relaciones regionales, nacionales y globales que la abarcan, mientras que políticamente, se articula con niveles de regulación más amplios, como el Estado nacional y organismos supranacionales regionales e internacionales. Tomando en cuenta estas enunciaciones, no es posible estudiar sociológicamente el régimen hídrico ni la estructura agrícola local aislados de su entorno económico y político. Por el contrario, estas dimensiones forman parte fundamental de 8 nuestra argumentación, haciendo especial hincapié en las estrategias de los distintos grupos sociales. Por otra parte, la pluralidad y heterogeneidad de experiencias latinoamericanas nos obliga a explicar, aunque sea brevemente, los motivos que fundamentan la elección del caso de la estructura agrícola mendocina, como también las razones del recorte cronológico propuesto. Comencemos con éstas últimas. El 24 de marzo de 1976 el levantamiento armado de los jefes de las tres fuerzas militares produjo la destitución del gobierno constitucional argentino. Este acontecimiento marcó el punto de partida de una nueva etapa socio-económica en la historia nacional. Durante esta etapa la fracción financiera del capital, apoyada en un contexto internacional propicio, logró situase y consolidarse como la fracción dominante del bloque económico hegemónico. Merced a ello, dispuso la fuerza del aparato estatal en dirección a la destrucción brusca de todas las organizaciones de resistencia y a la creación de un marco institucional, sin consenso popular, para el desarrollo y normalización de lo que luego iba a consolidarse como un nuevo régimen de acumulación. El cierre de nuestro período de estudio también encuentra su fundamento en el acontecer del régimen de acumulación nacional. El año 2001 marca el fin de la comunidad de negocios fundada tras las privatizaciones de los activos del Estado iniciadas una década atrás. El triunfo del proyecto devaluador de la moneda nacional sobre el proyecto dolarizador expresa la imposición de los intereses de los grupos económicos productivos con mercados en el exterior por sobre los capitales extranjeros con activos fijos en el país, deslegitimando a su vez el régimen de acumulación rentísticofinanciero. Este régimen desde su inicio desencadenó mutaciones radicales en sus dos frentes de análisis; esto es, la composición de la demanda y la orientación de la producción. La fuerte restricción del consumo interna y la racionalización de la estructura productiva de bienes y servicios produjo efectos apremiantes sobre las economías regionales, que en la estructura agrícola 9 mendocina sobrellevó a través de la intervención permanente del gobierno provincial. Por su parte, hay que mencionar que el recorte temporal si bien abarca un intervalo que engloba cambios estructurales en el régimen de acumulación nacional y en la estructura agrícola regional, también contempla alteraciones ostensibles del ciclo hídrico natural. Esto introduce en el análisis la problemática de la abundancia y el estrés hídrico, permitiendo contemplar la solvencia institucional para pilotar estas crisis naturales. Como decíamos, la práctica de la agricultura en Mendoza experimentó una profunda transformación, la que se hizo explícita sobre todo en la última década del período en estudio. Estos cambios se expresan a través de los mercados consumidores, los orígenes y volúmenes de las inversiones, las innovaciones tecnológicas y hasta en la ocupación del espacio productivo y residencial. Desde nuestro punto de vista, y a modo de hipótesis sostenemos que estos cambios ligados al proceso productivo y reproductivo de los emprendimientos agrícolas terminan repercutiendo eficazmente sobre los dispositivos institucionales involucrados en la regulación de la actividad. Sin desestimar las mutaciones generales de la estructura agraria en cuestión, aquí concentraremos el interés sobre las instituciones encargadas de regular el insumo hídrico. En este sentido, la estructura agrícola en estudio posee una complejidad casuística tan vasta en materia de gestión de estos recursos que su análisis asegura la riqueza de las indagaciones. La demostración de la hipótesis propuesta se efectúa en dos momentos. Uno orientado a vincular los procesos de reconversión económica de la estructura agrícola en estudio con los cambios en el régimen de acumulación nacional y las tendencias regulatorias globales. El otro con el objetivo de relacionar la evolución de la estructura agrícola con las instituciones encargadas de administrar los recursos hídricos para riego. Para la consecución de estos objetivos recurrimos a la identificación de los cambios experimentados por el régimen de acumulación en sus dimensiones más relevantes, como también los acaecidos a nivel global. Luego analizamos la influencia de ello sobre la estructura agrícola. En otra eta10 pa, definimos las entidades más importantes (agencias, instituciones públicas y privadas, empresas, etc.) involucradas en la gestión y uso de los recursos hídricos para riego, a su vez evaluamos la trayectoria institucional de aquellas que han experimentado más cambios en los últimos años. Posteriormente asociamos los cambios en la estructura agrícola con las formas instituidas de asignar los recursos, las modalidades de apropiación y la dinámica de distribución y uso del agua para riego. También avanzamos sobre los alcances de las transformaciones del régimen hídrico en la configuración territorial, económica e institucional del oasis productivo. El desplazamiento por niveles de análisis tan diferentes, pero irreprochablemente relacionadas, nos exige la jerarquización de estos niveles esclareciendo el criterio analítico ejercido. En este sentido consideramos que la dinámica del régimen de acumulación cumple un rol protagónico. En primer lugar constituye uno de los vectores que explica la evolución del régimen hídrico. Pero además, también delimita las posibilidades de acción del circuito productivo regional, que a nuestro entender constituye la causa más eficiente para explicar la evolución del régimen hídrico. Asimismo, el régimen de acumulación también media entre la gestión local de los recursos y otros dos vectores a considerar, la financiarización del capitalismo global y la agenda socio-técnica global sobre gestión de recursos naturales. Todo esto sin desestimar que si bien la economía nacional es el mejor punto de referencia para marcar el lugar y la función que cada actividad productiva o dispositivo regulatorio reviste en un plano global, no obstante, la estructura agrícola y el régimen hídrico poseen inercias propias irreductibles a su acontecer. Todo esto nos conduce a adoptar un enfoque teórico que preste especial atención a los nexos entre las mutaciones institucionales y el contexto sociopolítico en el que surgen. Consideramos que el enfoque regulacionista es un enfoque de este tipo. La Escuela de la Regulación (ER) surgió en Francia abrevando del materialismo histórico, el neo-keynesianismo y la economía institucionalista (Aglietta, 1996; Boyer y Saillard, 1997; Lipetz, 1996; Coriat y Weinstein, 2005). No obstante, este marco conceptual exhibe la impronta de los interrogantes que le dieron origen, así como del lugar 11 donde tuvo su desarrollo primigenio. Es decir, la crisis del fordismo en las formaciones sociales centrales constituye el eje articulador que le otorga sentido a todas sus producciones. De esta forma el dispositivo teórico de la EFR está generalmente orientado al análisis de formaciones sociales centrales, relegando la especificidad de las economías periféricas a un segundo plano. Muy pocas excepciones han logrado inquirir la realidad de los regímenes de acumulación periféricos partiendo de la EFR (Ominami, 1987; Neffa, 1998; Calcagno, A. y Calcagno, F., 2000, 2001 y Becker y Raza, 2001). Todos estos esfuerzos teóricos constituyen un gran aportan a esta disertación. Otro requisito teórico obligatorio a los fines de nuestra investigación es la jerarquización conceptual de los nexos entre los recursos naturales y las múltiples prácticas sociales. Para ello tomaremos los puntos de enlace de una trilogía de perspectivas que indagan desde diferentes marcos sobre esta misma problemática. Algunos de estos enfoques se encuentran articulados al núcleo ortodoxo de la EFR como los trabajos de Alain Lipietz (1995) o los de Gilly y Perrat (2002), mientras que otros se diferencian de la ortodoxia regulacionista como los aportes de Becker y Raza (2001) quienes desarrollan sus esquemas conceptuales en el seno de la Escuela Vienesa de la Regulación (EVR). La perspectiva periférica encarnada en la figura del italiano Paolo Bifani (1999) completa la batería teórica montada para nuestros objetivos, en este caso desde esquemas conceptuales próximos a la mundialización asimétrica del capital. Todos estos autores articulan desde diferentes perspectivas la complejidad institucional de las formaciones sociales con la especificidad de los entornos naturales en que se perpetran, reconociendo interrelaciones dinámicas entre ambos factores. Una vez esbozado el marco teórico conductor de las indagaciones, ahondemos ahora en sus alcances sobre la metodología. Como nos sugiere Eisenhardt (1989), el estudio de caso como estrategia metodológica rectora no excluye las indagaciones en diferentes niveles de análisis, En nuestro caso particular, el esquema conceptual de la EFR habilita el análisis en los siguientes tres niveles de abstracción teórica: el nivel de modo de producción, el nivel de régimen de acumulación y el nivel 12 de las formas institucionales, a continuación evaluaremos los alcances de esta sistematización analítica sobre nuestro objeto de investigación. El primer nivel de análisis, el más abstracto por definición, excede por mucho las posibilidades de nuestro caso. Pues dar cuenta de los nexos entre el modo de producción capitalista y las modalidades de apropiación de los recursos naturales que tales relaciones de producción instituye, exigiría la consideración de un mayor número de formaciones sociales en las que el modo de producción capitalista sea dominante. Más aún, si se consideraran las realidades diferenciales de las formaciones sociales centrales y periféricas del sistema capitalista global, como es nuestra pretensión. En resumen, el estudio de caso histórico resulta muy limitado para indagar en el mayor nivel de abstracción propuesto por la EFR. Asumiendo que el estudio de la relación entre modo de producción y apropiación de recursos naturales escapa a los propósitos de nuestra investigación, aquí se partirá del carácter capitalista de las relaciones de producción dominantes en el caso estudiado. Esto implica el predominio de una lógica de apropiación privada de los recursos naturales necesarios para la producción. Hechas estas aclaraciones, podemos afirmar que nuestro estudio se ocupa de los dos últimos niveles de análisis que sugiere la EFR, es decir, el nivel de régimen de acumulación y el nivel de las formas institucionales. En un primer momento, se considerará cómo la estructura agrícola mendocina, merced a la especificidad de sus relaciones sociales, absorbe o controvierte las líneas trazadas en ámbitos más globales de regulación, sobre todo considerando las transformaciones de la acumulación nacional e internacional. Transformaciones caracterizadas en ambos casos, aunque con matices diferentes por el traspaso de un régimen de acumulación centrado en la producción a otro, articulado en torno a la valorización financiera. La crisis del fordismo en la primer mitad de la década del ‘70, y la estrategia de superación de los países centrales fundada en la innovación tecnológica del sistema productivo, abren paso a la generalización de la financiarización de la economía mundial. Este contexto global, facilita e impulsa las mutaciones del régimen de acumulación que comentáramos más arriba y desarrollaremos en el capítulo III. 13 Finalmente, el último nivel de análisis, el de menor abstracción, permitirá analizar la incidencia de la reconversión productiva en la estructura agrícola sobre el conjunto de los mecanismos materiales y simbólicos que administras los recursos hídricos para riego. Esta perspectiva nos permite centrar la atención sobre la evolución institucional de los dispositivos del régimen hídrico, donde las estrategias de los agentes agrícolas por la apropiación del agua son protagonistas principales. No obstante, estas estrategias se construyen sobre los cimientos de la evolución del régimen de acumulación nacional y la agenda científica y técnica global, quedando en última instancia una tensión manifiesta entre estrategias regulatorias centralizadas en el poder público provincial y otras más orientadas a resaltar la eficacia de una gestión descentralizada y orientada por criterios económicos. Luego de esta presentación y apretadísimo resumen de la tesis, en el capítulo II se desarrollan las premisas teóricas que orientan la investigación, asimismo se adecuan los conceptos generales a las particularidades del objeto de estudio, alcanzando de esta forma un esquema conceptual coherente con los objetivos propuestos. Es decir, válido para esclarecer las evoluciones de la configuración institucional del régimen hídrico mendocino, a raíz de cambios acaecidos en distintos niveles de regulación, tanto institucionales como espaciales. El capítulo III constituye un doble desafío analítico, por un lado penetra en los alcances prácticos de un concepto teórico embrionario propuesto por la Escuela Vienesa de la Regulación, el de restricción ecológica como forma institucional con la misma eficiencia que las demás instituciones sistematizadas por la EFR. De esta forma, la restricción ecológica resulta para los autores vieneses tan competente para la normalización de un régimen da acumulación, como el Estado, la moneda, el salario, la inserción en el régimen internacional y la competencia lo es para los regulacionistas franceses. Pero este capítulo también propone un breve repaso de los cambios en el modo de regulación en la formación social argentina durante el período 1976-2001. Esto servirá para luego evaluar, en el capítulo VI, sus alcances sobre nuestro objeto de estudio. Es decir, sobre el circuito productivo regional que 14 insume los recursos hídricos y encuentra en nuestro objeto de estudio uno de los dispositivos más consolidados que regulan esta actividad. El capítulo V expone las particularidades de las transformaciones producidas en el régimen hídrico para riego agrícola de la Provincia de Mendoza, enfocándose en aquellas unidades institucionales que han sufrido las mutaciones más enérgicas ya sea por efecto de regulaciones del orden local, nacional o global. Con ello pretendemos ofrecer una perspectiva alternativa a la del institucionalismo apático que pone en segundo plano las condiciones externas en las trayectorias institucionales. Finalmente, en el capítulo VI se exponen algunas conclusiones articuladas en torno a la noción de hibridación, asimismo, se sugieren posibles transferencias e implicancias comparativas con otros regímenes hídricos de América Latina. 15 CAPÍTULO II: MARCO TEÓRICO Fundamentos epistémicos Resulta menester comenzar planteando una cuestión fundamental en cualquier trabajo de esta naturaleza, esto es el objeto que se examinará. Podría decirse que la disciplina especial en la que se inscribe la presente investigación es la Sociología de los Recursos Naturales, pero esto requiere develar cuál es el objeto de esta especialidad, para luego comprender los alcances sobre nuestro caso particular. Para ello seguiremos como postas las investigaciones empíricas de autores claves, para alcanzar algunas conclusiones generales. Estos autores con sus diferencias lógicas por inserciones institucionales y regionales particulares, plantean en sus investigaciones las nuevas restricciones ecológicas provocadas por el régimen de acumulación y regulación posfordista (Lipietz, 1997); los problemas de la reproducción económica en el espacio y sus formas de regulación en distintas esferas políticas, sociales y espaciales (Becker y Raza, 2001) y las interrelaciones entre el sistema socioeconómico y el sistema medioambiental considerando las cuestiones sociales y políticas nacionales y globales (Bifani, 1999). Asimismo, este último autor nos da las claves para incorporar la condición de periferialidad en nuestro marco analítico, problemática que se encuentra prácticamente ausente en los autores regulacionistas. En estos autores se evidencia una preocupación claramente económica por los problemas ecológicos, lo que jerarquiza teórica y metodológicamente sus investigaciones. Es decir, que a diferencia de otras disciplinas que construyen sus argumentos desde la física, la química o la geofísica, ellos lo hacen puntualmente desde relaciones económicas y políticas atendiendo las formas específicas de los procesos sociales que rigen esas relaciones. Asimismo, consideran que la historia es abierta y que estos procesos sociales son los que determinan las fuerzas productivas y la forma en que se empleará económicamente el ambiente. Por esto, y pese a que todos provie16 nen de una tradición marxista, también exponen un oportuno alejamiento del determinismo teleológico. De la demarcación que estos autores efectúan en el campo teórico de la ecología, se deduce que cuando se argumenta desde las ciencias naturales sobre fenómenos como el efecto invernadero, la desertificación o la contaminación de los recursos naturales, por citar algunos ejemplo, se están esclareciendo las precondiciones físico-químicas que alteran alguno de los ciclos naturales (hidrógeno, carbono, oxígeno, etc.), pero no se elaborando un discurso adscripta al campo de la Economía de los Recursos Naturales propiamente dicha. Este sólo puede comenzar cuando la alteración del medioambiente reviste algún tipo de interés para las prácticas sociales. El repaso breve a través de las problematizaciones planteadas por estos autores nos sirve de guía para inferir el objeto de la Sociología de los Recursos Naturales. Si bien nuestros autores de referencia provienen de la Economía de los Recursos Naturales, creemos factible construir teóricamente sobre estos cimientos nuestro objeto de interés. Es decir, construir aquello de lo que es Sociología la Sociología de los Recursos Naturales. Antes que nada resulta menester aclarar a qué sociología nos estamos refiriendo. En este sentido, proponemos trazar una línea que separe entre concepciones empiristas y no empiristas del conocimiento. Las concepciones sociológicas empiristas pueden dividirse a su vez entre aquellas que absorben el objeto empírico en la teoría, como la cosificación de los hechos sociales en Durkheim, y las que construyen la teoría partiendo de observaciones empíricas, al estilo de las abstracciones tipológicas adecuadas al objeto empírico, que funcionan como soporte de su entidad según la teoría de Weber. (Franco, 1986). Por el contrario, nuestra posición es otra, la concepción no empirista de la cual partimos no tiene por objeto una realidad empírica, sino teórica. De la misma forma en que Marx construyó teóricamente el modo de producción capitalista, sin identificarlo especulativamente con la Inglaterra del siglo XIX, nuestra aspiración de definir una teoría especial de los recursos naturales requiere también la construcción del concepto de su objeto. 17 A diferencia de los planteos empiristas, el concepto de nuestra especialidad no lo deducimos mediante la generalización de relaciones sociales concretas y los recursos circundantes. Por el contrario, nos proponemos definir el concepto de los recursos naturales disponibles en un espacio determinado, según su lugar y función en la estructura social. Esto exige la construcción teórica de ése estructura social y la inercia que articula sus diferentes elementos. Por todo esto, sugerimos una distinción fundamental del objeto que nos ocupa entre su existencia empírica y su aprehensión teórica o, lo que es lo mismo, observamos a nuestro objeto de análisis en su doble dimensión constituyente, como objeto real y como objeto de conocimiento. Esta vieja separación de la teoría del conocimiento reconoce la infinita complejidad de todo objeto presente en la realidad, y por lo tanto, la incapacidad de ser comprendida mediante generalizaciones de corte empírico, considerando el sesgo que conllevan las investigaciones socialmente posicionadas. El rechazo de esta forma de lograr conocimientos, nos lleva a situarnos en la corriente que concibe al conocimiento como producción, por lo tanto apoyado en abstracciones teóricas previas que sirven como guía de la práctica científica. Como veremos más adelante, nuestro interés se centra en las sociedades donde las relaciones de producción capitalistas se realizan de forma dominante, por esto nos concentraremos en este modo de producción y sus distintas manifestaciones. Podemos decir que existen diferentes formas de realización del modo de producción capitalista, según la forma en que se acumula el capital y se regulan las relaciones sociales. Cada una de estas formas recibe el nombre de régimen de acumulación y regulación del capital. Si bien consideramos que la acumulación de capital dinamiza la estructura social, los dispositivos institucionales reguladores, gozan de un cierto grado de autonomía relativa de la acumulación. En este sentido, en la medida que los dispositivos reguladores gozan de autonomía relativa, puede ser entendida como una estructura especial, susceptible de se analizada como un objeto de conocimiento relativamente independiente. 18 Entonces, a nivel general una sociología no empirista asume la tarea de analizar la articulación, función y forma de los distintos regímenes de acumulación en las formaciones sociales concretas, poniendo el acento en la dinámica social de estas formaciones sociales. Ahora bien, si las formaciones sociales concretas son el objeto de la sociología que reconocemos, ¿cuál es el objeto de la Sociología de los Recursos Naturales? Nuestra exposición nos lleva a deducir que tal disciplina indaga sobre la relación entre el uso de los recursos naturales y determinadas formaciones sociales concretas. Puede decirse que esta disciplina tiene por objeto desentrañar las modalidades históricamente reguladas en que intervienen los elementos ligados a las formaciones sociales concretas en la disposición de los recursos naturales disponibles. En otras palabras, su objeto es la coexistencia de relaciones sociales frente a un acervo de recursos naturales común. A continuación exponemos los desarrollos teórico que consideramos esencial en nuestro trabajo. Algunas premisas teóricas fundamentales El objeto de estudio planteado exige mayores precisiones sobre el encuadre teórico desde el que se lo aborda, sobre todo por ser un campo de indagaciones que se encuentra en la zona frontera entre las técnicas agroecológicas y las ciencias sociales. Esto nos conduce a repasar brevemente los esfuerzos teóricos que se han dado la tarea de desarrollar una disciplina idónea para el abordaje de estos temas. Hemos denominado Sociología de los Recursos Naturales a esta disciplina y contamos entre sus propulsores a Paolo Bifani, allegado a los planteos formulados por Samir Amin sobre la mundialización, Alain Lipietz, perteneciente al núcleo duro de la EFR y Joachim Becker y Werner Raza, bajo el encuadre teórico de la EVR. Repasemos ahora algunos de los supuestos teóricos básicos. La manera que cada sociedad dispone para regular sus recursos naturales, no es privativa de cada recurso, sino del contexto en que ese recurso es aprovechado. Para ilustrar esta afirmación, es necesario especificar los 19 niveles de análisis en los que puede plantearse un estudio encuadrado en la Sociología de los Recursos Naturales en clave materialista. Los recursos naturales en el modo de producción El modo de producción constituye el nivel de análisis teórico más abstracto, en él las relaciones sociales quedan reducidas a las contradicciones elementales de la estructura económica, asociadas a una cierta asignación de las actividades productivas y a una forma determinada de distribución de los medios de producción. A nuestros fines, este nivel de análisis nos permite esbozar en forma palmaria los efectos de la práctica económica sobre el ambiente. Por ejemplo, puede observarse el desarrollo de las fuerzas productivas y el modo de ataque a la naturaleza o las lógicas establecidas por cada modo de producción para la apropiación de los recursos naturales. Cinco son los modos de producción que, según Samir Amin, se han realizado desde las primeras hordas humanas a la actualidad, modos de producción a los que, contra todo determinismo, éste autor les niega la existe de orden de sucesión histórica alguna. Ellos son, el modo de producción comunitario primitivo; dos formas tributarias de modo de producción, las primitivas y las más evolucionadas o feudales; el esclavista; el mercantil simple y el capitalista. (Amin, 1986: 9). Si bien nuestro objeto está definido en un menor nivel teórico de abstracción, es pertinente mencionar algunas de las características generales de las relaciones sociales capitalista y sus efectos sobre los recursos naturales. Uno de los rasgos principales de este modo de producción es su doble separación constitutiva correspondiente, por un lado a la forma mercancía, es decir, la separación entre el productor y el consumidor; y por otro lado la separación referida a la relación salarial, es decir, entre el trabajador directo y los propietarios de los medios de producción. Estas separaciones generan incertidumbre, rivalidades y antagonismos que necesariamente deben superarse para que el objetivo de este modo de producción, la acumulación de capital, pueda realizarse (Calcagno, 2000). 20 Ahora bien, estas dos relaciones no se consuman en un plano abstracto, sino en condiciones naturales específicas que constituyen su contexto material. Si la sociedad pudiese controlar el acceso a todos los recursos naturales, planificaría el trabajo social disponible con el propósito de obtener la mayor cantidad posible de utilidades. No obstante, en el modo de producción capitalista, “este acceso a la riqueza naturales esta bajo la influencia de un control absolutamente desordenado. Algunas son de libre acceso y, en este sentido, se derrochan en detrimento del interés social, (…). Otras riquezas son apropiadas y el precio consentido por el empresario capitalista dependerá de las relaciones sociales entre la clase capitalista y el grupo que monopoliza el acceso a esta riqueza. Tratándose de recursos de subsuelo, por ejemplo, el precio será variables según la legislación separe la propiedad del suelo de la del subsuelo, según sea el suelo propiedad privada o pública, etcétera, es decir, según las condiciones sociales que definen el marco de la actividad económica” (Amin, 1986: 50-51). Todas estas variantes reflejan las formas que diferentes formaciones sociales han definido para regular el acceso, apropiación y uso de los recursos naturales. Para ahondare en esto necesitamos acudir al segundo nivel de abstracción, el de los regímenes de acumulación. Un nivel de análisis intermedio: los regímenes de acumulación Los regímenes de acumulación se definen por la estabilidad, en el ámbito de las formaciones sociales nacionales, de un conjunto de regularidades sistemáticas asociadas a una cierta configuración de la estructura productiva y a una correspondiente composición de la demanda social, llamaremos régimen de productividad al primero y régimen de demanda al segundo. El régimen de productividad abarca: la naturaleza e intensidad del cambio técnico, el grado de especialización, determinadas condiciones laborales, la viabilidad y el horizonte temporal de las decisiones de inversión, la 21 disponibilidad1 en cantidad y calidad de recursos naturales y materias primas, el desarrollo de la infraestructura pública orientada a la producción y la estructura internacional de precios. Por su parte, el régimen de demanda comprende la formación de salarios directos e indirectos, la formación de precios, las políticas públicas de estabilización, el grado de apertura de la economía, y la precisión de los estándares ambientales. Esquemáticamente: Esquema 1: Estructura del Régimen de Acumulación Elaboración propia en base a Boyer (1998) 1 Quiero llamar especialmente la atención sobre este punto, que luego profundizaremos, el uso de la palabra disponibilidad, en lugar de dotación, denota el rechazo a observar a los recursos como un dato dado naturalmente, de los cuales los regímenes de productividad se servirían según les convenga. Muy por el contrario, la disponibilidad de recursos naturales enfatiza en el carácter dual de la naturaleza, como el resultado de un proceso complejo que se da entre la interacción de objetos materiales y relaciones sociales dispuestas de forma tal que no solo generan la destrucción de la naturaleza, sino también su construcción. 22 Varios regímenes son posibles en el modo de producción capitalista, y difieren en el tiempo y el espacio; la EFR articula la clasificación de los regímenes de acumulación en torno a la matriz teórica que distingue regímenes extensivos e intensivos, conceptos tributarios de la teoría marxista vinculados a la extracción de plusvalía absoluta y relativa respectivamente (Calcagno, 2000). Esta distinción resulta más válida a fines analíticos que a su aplicación en procesos históricos puntales, teniendo en cuenta la propensión dominante del capitalismo, caracterizada por una innovación sostenida en las tecnologías productivas. No obstante, esta tendencia a la intensificación de la producción, no obstruye la presencia de experiencias exitosas de acumulaciones ampliadas del capital, sobre la base de la creación de nuevas fuentes de empleo sin incrementos sustanciales en la productividad (Boyer/Saillard. 1997: 35). Lo que renueva nuestra preferencia por el estudio aplicado a las especificidades propias de cada régimen de acumulación. Otra matriz que brinda elementos taxonómicos de relevancia para los regímenes de acumulación es la propuesta por Samir Amin, quien distingue entre centros y periferias del sistema capitalista global. En ambos regímenes de acumulación el modo de producción capitalista es hegemónico con sus características de intensificación gradual. Pero mientras que en el centro no sólo es hegemónico, sino también único, en tanto que la acumulación intensiva se apoya en la expansión del mercado interno, en la periferia por el contrario aun siendo hegemónico no es exclusivo, ya que coexiste con relaciones de producción adscriptas a modos de producción pre-capitalistas y su expansión está subordinada al mercado externo. Desde esta matriz puede observarse la vocación del sistema capitalista global a internacionalizar las regulaciones sobre el mercado de bienes y de capital, mientras que el mercado de trabajo y el territorio local siguen siendo regulados en unidades socio-espaciales nacionales. Las formas institucionales como instancias de análisis más concretas 23 Finalmente tomaremos en cuenta una matriz que ha adquirido especial relevancia en las últimas décadas y que tiene gran eficacia explicativa en nuestro período de estudio. Ésta es la que separa regímenes articulados alrededor de la acumulación de capital productivo de otros orientados a la acumulación de capital financiero. El capital “especulativo” consiste en los títulos de propiedad que dan un derecho a una parte en los excedentes. Así, el régimen de acumulación rentístico-financiero no acumula capital en sentido estricto, sino títulos de propiedad. Dado que esta forma de inversión es básicamente líquida, resulta particularmente propicio en situaciones de alta inseguridad e insuficientes garantías para la inversión productiva. No obstante un tipo de acumulación predominantemente “especulativo” se caracteriza por un alto grado de inestabilidad potencial. Sintéticamente, contamos con tres pares dicotómicos para el análisis de un régimen de acumulación, según las formas de la plusvalía, extensivointensivo; según el grado de autonomía evidenciado en el desarrollo económico, centro-periferia o introversión-extraversión; y según el tipo de capital acumulado, productivo-financiero. Asimismo, el régimen de acumulación, está conceptualmente articulado con el régimen de regulación, que alude a las medidas políticas tomadas para normalizar y consolidar un régimen de acumulación. El régimen de regulación es el complemento necesario de todo régimen de acumulación y a la vez el nexo con el último eslabón en la cadena de la abstracción teórica, el análisis a nivel institucional. Las formas institucionales son el soporte material y simbólico cuyo funcionamiento permite la organización de los regímenes de acumulación, y al mismo tiempo, en virtud de su autonomía relativa, son fuente de resistencias a los cambios económicos. Los desarrollos recientes de la teoría regulacionista ortodoxa reconoce cinco grandes formas institucionales mediante las cuales se legitima un modo de acumulación, ellas son: el régimen monetario, la relación salarial, las formas de la competencia, las modalidades de integración en el sistema internacional y las distintas formas del Estado. (Boyer y Saillard, 1996). Autores como Raza y Becker, asumiendo que la naturaleza está tan creada, transformada o destruida por procesos sociales, 24 como lo está por leyes naturales, proponen asignarle también al medioammedioa biente la jerarquía teórica de forma institucional y llamarla restricción ecológica.. (Becker y Raza, 2000). Esquema 2:: Articulación de los Conceptos Regulacionistas Elaboración propia en base a Royer, Annie (2004) Desde nuestro punto de vista, es menester introducir una distinción analítica en el esquema teórico regulacionista. En este trabajo concebimos dos formas básicas de relaciones sociales que atraviesan verticalmente cuacu tro formas institucionales de regulación. regulació Las formas básicas de relaciones sociales son la forma de la mercancía y la forma del Estado. Ambas están omnipresentes en todas las formas institucionales de regulación. Asimismo identificamos la relación salarial, la relación de competencia, la restricción restri monetaria y la restricción ecológica como formas institucionales de regularegul ción. Una na característica esencial de las formaciones sociales donde impeimp ran relaciones de producción capitalistas es la asignación de precios a los productos del trabajo. trabajo Además de las mercancías, también a la fuerza de 25 trabajo, la naturaleza y el dinero se les asigna un precio, aunque ellos no sean per se mercancías. En este caso, son elementos absolutamente necesarios en el proceso de valorización, y para constituirse en mercancías requieren un acto político del Estado. Por su parte, a diferencia de gran parte de los autores regulacionistas no consideramos al Estado como una forma institucional más, sino como una estructura que atraviesa verticalmente las restantes formas institucionales. Por ello lo tomamos como una relación social básica de la sociedad capitalista. Esta relación social detenta las prerrogativas del poder público concebido, no en forma estática sino, como un proceso merced al cual es posible un cierto consenso social en el seno de un modo de acumulación, sometido él mismo a una inestabilidad irreductible. (Delorme, 1996 TR vol. 1: 175). Las formas de la mercancía y del Estado atraviesan a las cuatro formas institucionales que se relacionan de cerca con el proceso de acumulación. El dinero está al principio del proceso de valorización. Una valorización productiva del capital requiere recursos para pagar la fuerza de trabajo y la naturaleza material o insumos en el proceso de trabajo. La valorización del capital pone capitales privados en competencia. También ponen a los trabajadores en competencia. En este caso, esta competencia termina siendo sólo por los medios de subsistencia. Por su pare, la naturaleza se encuentra a lo largo de todo el proceso de valorización del capital, como proveedora de materias primas (recursos, energía, etc.) y a la vez como receptora de los desechos de la producción. Así mismo, enfatizamos sobre el carácter limitado tanto de los recursos como de la capacidad de carga del medioambiente, incorporando así la consideración de los costos de sustitución de los recursos agotables y de restitución de los renovables. No obstante, esto es sólo el aspecto cuantitativo de la restricción ecológica, que generalmente se expresan como efectos acumulativos a largo plazo. Cualitativamente, “la naturaleza es una construcción social con un doble significado: por un lado, el termino naturaleza representa una variedad de conceptos que apuntan a comprender el mundo material de los objetos circundantes, pero también incluye a los seres humanos; por 26 otra parte, la naturaleza es construida en términos materiales por las praxis sociales, tanto productivas como reproductivas” (Becker y Raza. 2000). En tanto que la naturaleza esta sujeta a limitaciones físicas y diferentes percepciones sobre su construcción y formas de uso son objetos constantes de conflictos, y por lo tanto no escapan a la necesidad de establecer medidas regulatorias. Este es el sentido de las restricciones ecológicas como dispositivos orientados a regular los regímenes de acumulación. Las formas institucionales no sólo se relacionan con el proceso de acumulación, sino también constituyen un campo de conflictos sociales. El eje vertical del conflicto está asociado a la relación salarial. Las líneas de lucha que cortan transversalmente el conflicto vertical de clase tienen orígenes en una relación de competencia definida en sentido amplio. Estos ejes del conflicto están presentes en ambas formas básicas de relaciones sociales, es decir, la mercancía y el Estado. El Estado articula éstos conflicto de forma específica y procura preservar la precaria cohesión social de manera que no cuestione la forma de la mercancía. De este modo, el Estado burgués se articula a la forma de la mercancía como la norma social del intercambio económico. Estas formas básicas de relaciones sociales y formas institucionales de regulación sólo pueden invocarse en términos abstractos, ellas encuentran su forma concreta en organizaciones. Estas organizaciones permiten a los agentes sociales perseguir ciertas estrategias, pero también le imponen algunas obligaciones. Asimismo, en contra de todo determinismo economicista, las estrategias concretas de acumulación y las estrategias políticas de regulación no pueden derivar sólo de las estructuras económicas. Más exactamente, las estructuras sólo demarcan un posible campo de estrategias y despliega potenciales ejes de conflicto. Este campo de estrategias no es uniforme, sino socialmente asimétrico. Dentro de estos límites, los agentes desarrollan sus estrategias en situaciones concretas basadas en organizaciones específicas y sus formas materiales y simbólicas respectivas. Por lo tanto, la situación material de los agentes orienta los lineamientos de diversas estrategias, pero en ellas también influyen las posiciones coyunturales que pueden no coincidir con las condiciones objetivas de 27 cada agente. Esto le agrega aleatoriedad a los resultados del proceso. Sin embargo, la contingencia no es total. Esta delimitada por el campo estructural de posibilidades, por los antecedentes en la trayectoria de desarrollo y las configuraciones institucionales concretos. Todas las instituciones están interrelacionadas de forma compleja con el resto de las formas institucionales, interrelaciones que, en última instancia, tendrán un comportamiento acorde con el régimen dominante de acumulación. Pero no necesariamente el régimen de regulación es un reflejo especulativo del régimen de acumulación, sino que generalmente posee sus propias contradicciones y en virtud de ellas puede entrar en crisis. De esta forma, se pueden diferenciar cinco tipos de crisis, clasificadas en orden decreciente de gravedad, ellas son, crisis 1) de modo de producción, 2) de régimen de acumulación, 3) de modo de regulación, 4) crisis intra-institucionales y 5) crisis externas. Una taxonomía de las crisis Crisis de modo de producción: Este tipo de crisis, quizá la más estudiada por la literatura marxista, consiste en una transformación radical de la estructura social que afecta desde las bases de las relaciones de producción hasta las restantes relaciones sociales. El análisis de las crisis de modo de producción se remonta a los trabajos de Marx, tanto en su explicación de la transición del modo de producción feudal al capitalista, como en sus especulaciones evolucionistas y teleológicas sobre el tránsito del capitalismo hacia la dictadura del proletariado. Sin extendernos demasiado en este punto, consideramos conveniente tomar distancia de las explicaciones teleológicas (Jofré y Ferreyra; 2006) de las crisis que, salvo contadas excepciones, caso Alain Lipietz por ejemplo, les es común a las mayoría de los trabajos regulacionistas, quienes sostienen que el mismo período de crecimiento económico contiene en sí el germen de la crisis que lo sucederá, determinando a priori los periodos sucesivos de crecimiento y de crisis. Por el contrario, aquí preferimos otorgarle a las contradicciones sociales un rol protagónico 28 en la emergencia de las crisis o, por el contrario, en la persistencia de los modos de producción. Crisis de régimen de acumulación: esta crisis se caracteriza por una decadencia significativa del régimen de acumulación asociadas al deterioro simultáneo de las condiciones de acumulación de capital (régimen de productividad) y de distribución del producto del trabajo social (régimen de demanda). Sintéticamente, estas crisis se fundamentan en la caída de la tasa de ganancia, ya sea por el deterioro de las condiciones materiales de la producción o bien, por las tensiones sociales orientadas a generar una redistribución progresiva de la renta. Crisis de modo de regulación: Este tercer tipo de crisis provienen de la incoherencia, en un momento determinado, entre el modo de regulación y el régimen de acumulación. Los ajustes sucesivos de las crisis intrainstitucionales cambian poco a poco el modo de regulación y sus instituciones. Esto termina por provocar una inadecuación entre los comportamientos provenientes del funcionamiento del modo de regulación y las exigencias de la reproducción de las relaciones de acumulación. Esto no quiere decir que no existan crisis dentro de un modo de regulación; de hecho, las crisis pueden ser momentos en los que se absorben anárquicamente una serie de desequilibrios, en los cuales desaparecen determinadas empresas, pero se regeneran las condiciones de una acumulación ampliada para otras. Estas "pequeñas crisis" toman formas diferentes según el modo de regulación (pueden ser, por ejemplo, inflacionistas o deflacionistas) y son, en definitiva, funcionales a éste. Distinta es la situación cuando los mecanismos del modo de regulación no consiguen resolver las crisis, sino que más bien presentan rigideces que la agravan. Estamos entonces ante una crisis estructural, o gran crisis. No se trata de una crisis institucional, sino de una crisis del modo de regulación en su conjunto. Un ejemplo clásico es la crisis de los años treinta. Las salidas de las "grandes crisis" requieren una intervención de orden político que produce cambios institucionales. Crisis endógena (intra-institucional): Estas crisis se manifiestan en el curso de la expansión del modo de regulación debido a las tensiones y des29 equilibrios acumulados al interior de las instituciones particulares que la componen y son consideradas como periódicas. Estas son llamadas por la ortodoxia regulacionista crisis cíclicas, pero que por razones antiteleológicas preferimos denominarlas endógenas. De esta forma pretendemos evitar la confusión de entender a los ciclos institucionales como naturales, y a su vez, otorgarle mayor poder explicativo a la dinámica social. En otras palabras, con este desplazamiento conceptual rechazamos la noción escatológica de fines inevitables dando paso a la contingencia social en el cambio institucional. Crisis provocada por una perturbación externa: este tipo de crisis, la más limitada en sus efectos, es provocado por un evento externo, una catástrofe o un conflicto proveniente del exterior, especialmente de carácter internacional. Estas difieren de otras en el sentido en que no involucran a la dinámica de regulación ni implican el agotamiento del régimen de acumulación. Como hemos comentado, de los niveles de análisis propuestos por la EFR, nuestro trabajo se detendrá en los menos abstractos, es decir sobre los regímenes de acumulación y las formas institucionales. No obstante, los regímenes de acumulación hacen referencia a estructuras de producción y consumo a escala nacional, y por lo tanto los rasgos particulares de cada región se disipan en las referencias agregadas. Para corregir este sesgo se incorpora el concepto de “estructura agrícola” o “circuito productivo regional” (Rofman, 2000). A través del cual se pretende alcanzar mayor capacidad explicativa en la evolución local de los cambios en la acumulación y regulación nacional. Este concepto de circuito productivo es de gran utilidad en nuestra investigación. Él nos permite estudiar la evolución de una actividad agrícola regional en la que interactúan articuladamente agentes económicos con desigual poder y capacidad de negociación. 30 Esquema 3:: Articulación del Circuito Productivo Local con el Régimen de Acumulación Nacional Elaboración propia en base a Royer, Annie (2004) El esquema precedente nos ayuda a esclarecer el lugar y función del régimen hídrico en la estructura agraria. Este régimen conforma el dispositidisposit vo institucional encargada de gestionar el agua para riego. riego. Para ello se vale de una multiplicidad de organizaciones,, formales e informales, no necesaneces riamente vinculadas unas con otra, y por lo tanto con reglas propias de legileg timación y reproducción. Parafraseando a Bourdieu, puede decirse que cada organización constituye un espacio de juego autónomo, en el que los competidores tidores tienen intereses específicos, definidos por la lógica del juego y no por la estructura social local a la que representan (Bourdieu, Pierre, 1988: 168). Elementos para una interpretación institucionalista del régimen hídrico Esto constituye un obstáculo a la interpretación simplista que asoas ciaría inmediatamente las orientaciones de las unidades del régimen hídrico 31 con los intereses de los sectores hegemónicos de la estructura productiva. Por el contrario, lo relevante aquí no son los alcances de cada organización considerada de forma aislada, sino más bien las interacciones que pueden establecerse entre ellas, y las oportunidades e inconvenientes que ofrecen a las distintas categorías2 de productores la complementariedad entre disposiciones institucionales de diferentes orígenes. A los efectos analíticos aislaremos tres secciones operativas del régimen hídrico, según sugiere el Comité Sudamericano de la Asociación Mundial del Agua3, todas las prácticas sociales que emplee los recursos hídricos contempla: • Asignación / Reasignación: Este sistema se concentra en las herramientas que regulan la asignación y reasignación de los recursos hídricos. • Distribución: Este sistema se circunscribe al estudio de las actividades de captación, conducción y almacenamiento del agua conforme a las asignaciones y reasignaciones realizadas. • Aprovechamiento: Con este sistema se hace referencia a las actividades vinculadas a la utilización del agua realizadas por cada sector usuario. (Díaz Araujo y Bertranou, 2003). A los fines de la presente investigación sólo se considerarán estos aspectos en tanto que estén afectados directamente con los servicios de riego agrícola. Cada uno de los aspectos precedentes constituye un complejo de instituciones (reglas, agencias públicas y privadas) estrategias y herramientas regulatorias, proceso de toma de decisiones e ideas dominantes que de una u otra forma están involucradas en la gestión y uso de los recursos hídricos. Estas instituciones, formales e informales, con su dinámica propia son consideradas como el conjunto de “reglas de juego” según las cuales se 2 Entendemos por categoría social a los grupos sociales que se definen no por su situación económica objetiva, sino por su posición política e ideológica. En nuestro caso puntual distribuiremos a los emprendimientos agrícolas en categorías sociales construidas teóricamente. Ver Poulantzas, Nicos. “Las clases sociales en el capitalismo actual”. S. XXI, México, 1.981. Pág. 23. 3 Según los lineamientos indicados en la reunión de la GWP – SAMTAC (Global Water Partnership – (Asociación Mundial del Agua), realizada en Santiago de Chile los días 3 y 4 de julio de 2003. 32 regula el agua para riego en la estructura agrícola estudiada. No obstante, estas reglas nunca son absolutas, sino que siempre quedan abiertas a la interpretación y discrecionalidad del juego de los agentes agrícolas, en este sentido, ellos, bajo-en-sobre las reglas existentes elaboran sus estrategias para la obtención del insumo hídrico. En conformidad con esta última afirmación, y precisando la definición de nuestro objeto de estudio, se considera oportuno sustituir la “asignación” como unidad del régimen hídrico para riego agrícola por los “criterios de apropiación”, entendido como el ámbito institucional donde los productores agrícolas normalizan la captación real de los recursos naturales que de hecho efectúan. El rótulo “asignación” supone, en términos abstractos, que el agente protagónico de esta unidad es el agente que asigna, sea cual fuere las formas que adquiera (legal, política, consuetudinaria, mercantil), mientras que los asignados, si bien no permanece pasivos ante las normas de asignación, encontrarían sus estrategias supeditadas a los márgenes que estas normas consientan. Sin ignorar el poder de sujeción de los dispositivos institucionales y su competencia para la regulación de los recursos hídricos en períodos en que las tensiones se encuentran suficientemente normalizadas; no obstante, como bien sostiene Bourdieu (1996), no hay instrumento de ruptura más poderoso que la reconstrucción de la génesis histórica. En este sentido, si nos remontamos al surgimiento de las primeras normativas para la regulación del agua para riego, comprobamos que ellas son el resultado siempre complejo, contradictorio e inacabado de los conflictos entre lo agentes agrícolas por la apropiación del agua, conflictos que no desaparecen con el establecimiento de principios institucionalizados para su regulación, sino que perduran latentes en tanto que persistan las contradicciones entre los diferentes agentes. Proponemos clasificar estos módulos institucionales considerando su jerarquía normativa. Así encontramos en el escalafón más alto una compleja configuración de reglas generales orientadas a la resolución de conflictos entre instancias inferiores. Esta instancia la denominamos orden constitu33 cional. Allí consideramos las atribuciones de la Constitución Nacional respecto a los recursos naturales, los Tratados Internacionales, la legislación nacional, la Constitución Provincial y la legislación provincial. Este andamiaje jurídico fija las condiciones de acceso a los recursos naturales, que a su vez está legitimado por su carácter democrático y representativo. Un escalón más abajo encontramos el orden institucional. Éste alude a ciertos procesos inmateriales, de duración prolongada que estructura las interacciones entre las organizaciones y los grupos sociales. Asimismo, avala un cierto reparto de los recursos naturales definiendo los ganadores y perdedores, reduciendo las incertidumbres asociadas a comportamientos estratégicos ya sea de sectores hegemónicos o subalternos. Luego encontramos un orden organizacional, el cual define una estructura de poder y configura una serie de rutinas, para controlar los problemas de coordinación e impedir los comportamientos oportunistas. Este orden consolida las instituciones y convenciones mediante un sistema de premios y castigos que tiene por objeto estabilizar el reparto de los recursos naturales y su legitimación. La elaboración de un conjunto de rutinas resulta menester para ejecutar lo dispuesto en el orden anterior, ello se instrumenta mediante la configuración de reglas, herramientas, estrategias y proceso de toma de decisiones derivadas de la codificación de un conocimiento tácito. Esto facilita la comprensión y sujeta a los agentes sociales a lo dispuesto en el orden organizacional merced a la estandarización y simplificación de procesos complejos. Asimismo no permanece ajeno a todo régimen hídrico un orden convencional4, que dispone cierta configuración de previsiones, comporta4 Encontramos una gran semejanza entre la eficacia teórica de este rango institucional y “la innovación” como forma de adaptación individual a la contradicción entre los objetivos culturales y los medios institucionales para su obtención que fuera desarrollado por Robert Merton. La innovación, al igual que la convención, consiste en el rechazo de las prácticas institucionalizadas, pero no obstante, la conservación de las metas culturales. Resulta muy valioso el llamado de Merton a estudiar estos fenómenos como el producto de los procesos sociales y no como algo que prevalece por casualidad (MERTON. 1974: 187). Para Merton “algunos individuos están más sometidos que otros a las tensiones que nacen de la discrepancia entre metas culturales y acceso efectivo a su realización [...] En alguna proporción de casos, que depende también de la estructura de control del grupo, esas desviaciones de las normas institucionales son premiadas socialmente con la consecución “exitosa” de las metas” (MERTON. 1974: 187). Es importante también para nuestros objetivos la con- 34 mientos e ideas dominantes que se fortalecen mutuamente y permiten la emergencia de una serie de interacciones descentralizadas. Merced a este orden, se puede acceder a los recursos naturales y legitimar tal acceso al margen de las jerarquías institucionales superiores. De esta forma genera dos efectos complementarios, contribuye a deslegitimar jerarquías normativas superiores y tiende a naturalizar las estrategias grupales informales y anómalas. Finalmente, en un nivel de análisis micro sociológico encontramos un orden habitual, constituido por configuraciones de comportamientos incorporados en el proceso de socialización de los individuos. Es decir, el régimen hídrico constituye una unidad compleja, que delimita el espacio en el cual los empresarios agrícolas diseñan sus estrategias para adquirir el agua necesaria en la valorización de sus productos. Pero la obtención del agua no es desordenada, sino que impone algunos compromisos a sus beneficiados, que también deben ser tenidos en cuenta a la hora de trazar la estrategia para la obtención del insumo. Asimismo, lo que vale para las formas institucionales en sentido abstracto, también sirve para los dispositivos y las organizaciones concretas. No son sólo los capitales materiales detentados por los diferentes agentes agrícolas los determinantes de las estrategias de cada uno de ellos, sino que ellas también derivan de posicionamientos políticos e ideológicos de los agentes que pueden estar reñidos con su situación real. Más precisamente, las técnicas de riego, la infraestructura hídrica, la disponibilidad de información, etc., sólo delimitan la viabilidad de determinadas estrategias para la obtención del agua, definiendo sus virtuales ganadores y perdedores como también los principales ejes de alianzas y conflictos. clusión mertoniana que afirma que un conjunto de conductas desviadas “con buen éxito” tiende a disminuir e incluso a eliminar la legitimidad de las normas institucionales para el conjunto del sistema social, “de esta suerte, la anomia y las proporciones crecientes de conducta desviada pueden concebirse como influyéndose mutuamente en un proceso de dinámica social y cultura, con consecuencias culturalmente destructoras para la estructura normativa, a menos que entren en juego mecanismos de control que lo contrarresten” (MERTON. 1974: 188). Por otra parte, la aceptación de las semejanzas entre convención e innovación, no pueden hacernos ignorar las diferencias radicales entre los esquemas teóricos en que se inscriben, por lo tanto estas innovaciones mertonianas deben ser desprendidas de un marco conceptual atomista (individuos aislados) e interpretadas en un contexto estructural (grupos sociales) para resultar provechos en la investigación regulacionista. 35 En este sentido, las estrategias de los productores agrícolas para obtener el insumo hídrico no son equivalentes. La disparidad entre emprendimientos agrícolas integrados al circuito internacional y otros constituidos para satisfacer demandas locales, presupone diferencias cualitativas en el diseño de estrategias. Esta característica de las economías de mercado, se acentúan aún más cuando se trata de formaciones sociales periféricas. Así podemos concluir que el régimen hídrico no es un reflejo especulativo de la estructura social local, sino el resultado institucionalmente mediado, en un momento y lugar determinado, de las cristalizaciones de las disputas entre las estrategias de los diferentes productores. La obtención de los insumos hídricos necesarios es para los agricultores, un paso previo para su objetivo final, la valorización de su producción. Dicho de otra forma, los recursos naturales son un medio para otro fin. De ello se desprende que los recursos naturales y su regulación están atados a las contingencias del régimen de producción y demanda a la que asisten. Es decir, los dispositivos institucionales regionales si bien reciben condicionamientos parciales de las formas institucionales nacionales, no obstante, procuran articular la particular dinámica de la estructura social local, esto es coordinar las demandas de diferentes grupos sociales con el funcionamiento del régimen económico local. Para ello ensamblan herramientas de normativización sujetas a dos modos polares de regulación: según se priorice la valorización de los agentes individuales, en este caso estaríamos en presencia de una regulación mercantil; o por el contrario, prevalezcan los criterios de cohesión social, esto presume la presencia de una regulación pública. Referirse a la regulación mercantil de las instituciones hídrica exige mayores precisiones conceptuales sobre las características de la institución mercado. Como ya se mencionó, una institución, a nivel de formación social, es toda aquella configuración históricamente determinada que permiten las mediaciones orientadas a normalizar (regular) las distorsiones producidas por la acumulación del capital dentro de límites compatibles con la cohesión social en el seno de las naciones. Las instituciones combinan procedimientos y comportamientos individuales y colectivos que deben simultá- 36 neamente reproducir las relaciones sociales y sostener un determinado régimen de acumulación. Dentro de la teoría de los mercados existen dos extremos bien diferentes que se deben tener en cuenta. La teoría económica ortodoxa es la más difundida, ella considera al mercado como el lugar donde se realiza una asignación óptima de los productos en un mundo atomizado y perfectamente informado, es lo que generalmente se conoce como mercado walrasiano. Una visión alternativa es la institucionalista y regulacionista. Ésta invita a pensar al mercado como una construcción histórica y social perdurable que habilita el desarrollo de actos de intercambio reiterados, según normas compartidas por los agentes. Acorde con el argumento regulacionista una transacción no significa el simple traspaso de un objeto o servicio como afirma la teoría ortodoxa, sino que constituye principalmente derechos a realizar algunas acciones. “Las reglas que encuadran la definición del objeto del intercambio, las condiciones de negociación y las modalidades de transferencia de derechos, constituyen precisamente la base institucional de la transacción” (Coriat y Weinstein, 2005). Otro aspecto esencial de una transacción de mercado, sobre el que insisten los autores regulacionistas, es su carácter monetario. “Las condiciones de fijación de un precio o, más generalmente, de las contrapartidas monetarias de la transferencia de derechos, serán una dimensión esencial de toda transacción de mercado” (Coriat y Weinstein, 2005). Los criterios establecidos por los autores regulacionistas respecto a los mercados en general, nos suministra pautas para la construcción de indicadores institucionales que den cuenta del grado de mercantilización del régimen hídrico para riego agrícola. A esta altura, debemos aclarar que por mercantilización hacemos referencia al proceso por el cual el reparto del agua entre los agentes agrícolas comienza a formalizarse priorizando las necesidades de valorización económica de los agentes individuales, en detrimento de la intervención de dispositivos estatales. 37 Caracterización del objeto real de estudio Mendoza es una provincia de la República Argentina, situada en la parte centro-oeste del país, sus 148.827 km² de superficie representan el 5,4 % del territorio nacional. Allí residen 1,75 millones de habitantes, de los cuales el 65% se concentra en la cuenca del Río Mendoza, donde se localizan las principales ciudades. Las actividades económicas más significativas son la extracción de petróleo, los servicios vinculados al turismo y la agricultura, ellas explican gran parte del producto bruto geográfico total de la provincia. La actividad agrícola, por ser la que registra el mayor índice de ocupación y por su capacidad de dinamizar la industria y los servicios, se ha constituido como el motor de la economía provincial. En lo que respecta al espacio geomorfológico provincial existen dos regiones muy disímiles. Por un lado los oasis irrigados tradicionales, norte, centro y sur, conformados por unas 360.000 hectáreas que representan el 3% de la superficie total de la provincia y donde se realiza prácticamente la totalidad de las actividades económicas, políticas y sociales. Por otro lado, el 97% restante del territorio mendocino que corresponde al secano, donde, salvo algunas economías de enclaves vinculadas a la extracción de petróleo, su escasa población desarrolla prácticas económicas de subsistencia, con diferencias cualitativas respecto a los oasis. Asimismo, dentro del secano pueden distinguirse el árido montañoso del árido de la planicie central, donde las prácticas sociales también difieren sustancialmente. La emergencia del circuito agrícola regional, principalmente vitícola, en los oasis mendocinos se produce como resultado de la búsqueda de un proyecto alternativo al agro-exportador pampeano en la segunda mitad del siglo XIX. Dado que el nivel de precipitaciones es bajo, en promedio unos 250 milímetros anuales, desde su inicio la agricultura mendocina ligó su suerte a la capacidad de racionalizar el caudal de sus principales ríos. Así en 1884 se sancionó la ley de aguas, actualmente vigente, ésta mediante el principio de inherencia, impide concebir el agua como un bien aislado de la tierra, y de esta formas marca los límites del uso del suelo en la provincia. 38 La práctica de la agricultura en un contexto semiárido como el señalado, revaloriza a los recursos hídricos como insumo básico para su desarrollo. A su vez, la disponibilidad del recurso, si bien depende de factores ambientales asociados al ciclo hidrológico, de carácter estocásticos, como la energía radiante del sol, las evaporaciones y filtraciones, los regímenes níveos y pluviales, las escorrentías superficiales y subterráneas, etc., también depende de la estructura institucional con que se administran y emplean esos recursos, es decir también dependen del régimen hídrico. Uno de los instrumentos más importantes del régimen hídrico mendocino es la ley general de aguas. Ésta conformó el marco jurídico que permitió establecer una compleja red institucional para la administración del agua, que constituye uno de los indicios claros de las pretensiones de estabilidad del modelo vitícola. Dicha estructura institucional adoptó como norma los siguientes tres principios doctrinales: 1) En primer lugar el principio de perpetuidad, que sólo puede prescribir en caso de que no se le de uso al recurso, pero que constituye una herramienta que garantiza la estabilidad de la práctica agrícola a aquellas parcela con este derecho; 2) otro de los preceptos rectores de la gestión del agua en Mendoza es el principio de inherencia, que establece el carácter de intransmisibilidad de los derechos de agua de una parcela a otra, es decir, el agua está vinculada íntimamente a la tierra, y en la imposibilidad de su traslado, esta implícito el compromiso de la clase política con los intereses de los propietarios rurales; 3) finalmente, el principio de especificidad, que impide el uso de los derechos de agua otorgados para riego agrícola en otras actividades diferentes, por tanto considera la conservación de los escasos recursos hídricos para la práctica exclusiva de la agricultura, definiendo de esta forma el perfil productivo de la provincia. En paralelo a la consolidación de esta estructura agraria, fueron manifestándose grandes desequilibrios territoriales por la apropiación del agua para riego en los oasis productivos. Esto generó amplias regiones segregadas cuesta abajo por la insuficiencia del recurso (Saldi, 2007). Pese a que 39 esto escape a los alcances del presente trabajo, es oportuno mencionarlo en tanto que es una de las fuerzas motrices que impulsó la gestión política reglamentada de los recursos hídricos en la provincia de Mendoza. En otras palabras, la conformación y extensión de esta estructura agrícola y sus conflictos por la apropiación de los recursos naturales en un contexto semidesértico, característico del especio geográfico mendocino, contribuyeron en la institucionalización de las agencias gubernamentales para la administración de los recursos escasos. La descripción de los instrumentos de gestión del agua en Mendoza exige la separación en dos ámbito diferentes, por un lado un organismo que, si bien es estatal, conserva autonomía y autarquía del Estado provincial; además reviste un carácter participativo, lo que le permite mantener un perfil técnico y una relativa independencia de las oscilaciones políticas y económicas del gobierno local. El otro ámbito involucrado con la gestión del agua para riego es un conjunto de consorcios manejados de forma democrática y directa por los mismos empresarios agrícolas que hacen uso del recurso, ellos operan la distribución del agua para riego. El organismo autónomo es el Departamento General de Irrigación (DGI), quien administra, reglamenta y fiscaliza los recursos hídricos provinciales. Asimismo, dispone de atribuciones jurisdiccionales que lo erigen como tribunal de agua para resolver los conflictos que se suscitan entre los usuarios del recurso. De él dependen las Subdelegaciones de Aguas, dispositivos intermedios que ejercen la administración de los ríos más importantes de la provincia. Cada Subdelegación tienen funciones similares al DGI en lo referido a la distribución equitativa del agua para distintos usos a nivel primario, asimismo coordina el manejo de los sistemas secundarios y terciarios que se encuentran a cargo de las Inspecciones de Cauces. La Inspección de Cauce es un organismo formado por los usuarios, que tiene amplia responsabilidad en el manejo y administración de las redes secundarias. En 1996 por ley 6405, el DGI fue descentralizado, dándole mayor participación a las Inspecciones de Cause. Asimismo, éstas fueron ajustadas a una escala de gestión más adecuada a la realidad de la estructura productiva. Así, de las más de 700 Inspecciones de Causes existentes a me40 diados de la década de los ’80, se ha producido un proceso de integración, y en la actualidad existen 163, lo que ha introducido algunas trasformaciones en los regímenes de distribución del recurso que nos proponemos analizar en el capítulo V. Las Inspecciones de Cause son el nexo directo entre la estructura burocrática que administra el agua y los distintos usuarios públicos y privados, entre ellos, municipios, emprendimientos agrícolas, de agua potable, industriales o hidroeléctricas. Como ya hemos mencionado, sólo tendremos en cuenta los alcances de estas transformaciones sobre las empresas agrícolas. Antes de entrar de lleno en nuestro objeto de estudio, creemos conveniente presentar un capítulo que sintetice la evolución de las formas institucionales de la formación social argentina. Especialmente durante el período 1976-2001 cuando se plasma un régimen de acumulación rentísticofinanciero. 41 CAPÍTULO III: INCIDENCIA DEL RÉGIMEN DE ACUMULACIÓN SOBRE LA ESTRUCTURA AGRÍCOLA Desde una perspectiva internacional, podemos decir que en la primera mitad de la década del ’70 el patrón fondista de acumulación enfrentó dos grandes obstáculos: a nivel de régimen de productividad, no pudo compatibilizar las aspiraciones del sistema salarial orientadas a una organización alternativa del trabajo productivo con márgenes aceptables de rentabilidad empresaria; mientras que a nivel de régimen de demanda, no resolvió satisfactoriamente la crisis planteada por la diversificación de los hábitos de consumo popular. Ante este escenario, el capital productivo tendió a polarizarse en dos categorías. Por un lado, se encontraban los capitales que aspiraban a reconstituir las relaciones sociales y productivas que había logrado mantener la hegemonía fordista durante las tres décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial; por otro, estaban quienes creían que el régimen fordista se hallaba agotado. Estos últimos sólo vislumbraban una salida hacia adelante de esta crisis, que se presentaba como de acumulación y regulación, es decir, era una crisis estructural o gran crisis. Las medidas que impulsaba esta categoría interna de la fracción industrial consistía en la implementación de innovaciones radicales en el proceso productivo (Amable, 1997; Petit, 1998) y el control de las demandas sociales vía ajustes estructurales (Soria, 1995). Este último grupo logró imponer su criterio al interior de la fracción, condenando a la obsolescencia a las compañías aferradas al modelo fordista y logrando un rol hegemónico en la economía productiva. Desde esta perspectiva, la implementación de profundos cambios tecnológicos en los establecimientos industriales de alguno de los países centrales, hay que entenderla como el resultado de un proceso de conflictos internos y externos de la fracción industrial que permitió extender las funciones de control y gerencia de los trabajadores en provecho del aumento de 42 la productividad. Se consolidó de este modo el toyotismo5, constituido como una nueva organización del proceso de trabajo impulsado por los dueños de los medios de producción para contrarrestar al clima de creciente radicalización de las organizaciones sindicales. Por otra parte, la fractura de la fracción productiva del capital, y la disolución de la alianza táctica con los sectores del trabajo, que había podido mantenerse en las décadas de posguerra, significan para el capital productivo un debilitamiento frente a la fracción financiera del capital. A esta altura los financistas se perfilaban deliberadamente a disputar la hegemonía en el bloque dominante. La crisis del petróleo de 1973 crea la coyuntura que posibilita la detonación de las tensiones entre las fracciones productivas y financieras del capital y el cambio de hegemonía en favor de los últimos. En otras palabras, la crisis del petróleo significa en un mismo momento la liquidez extraordinaria de los países miembros de la OPEP y las pugnas intra-capital; condiciones que terminarán cuajando en un régimen de acumulación global dominado por las finanzas. El posicionamiento privilegiado del capital financiero internacional viene marcado por la actitud de los capitales concentrados de destinar una parte creciente de sus excedentes a la adquisición de distintos tipos de activos financieros (acciones, bonos, depósitos, etc.), merced a que las utilidades que reportan estos activos, superan la rentabilidad del resto de las actividades económicas. (Aglietta y Rebérioux, 2005) Pero la abundancia de divisas baratas era una coyuntura que no podía durar por siempre, y esto hacía peligrar la hegemonía de los capitales financieros. Para consolidar y reproducir su supremacía, esta fracción se benefició de la crisis que el fordismo experimentó en su régimen de acumulación a través de la capitalización de los efectos contiguos desatados en el régimen de regulación. Es decir, la imposición de la hegemonía global de capitalismo financiero logró prolongarse gracias al descrédito del Estado benefactor, 5 Sintetizamos bajo esta definición la etapa en la que la aplicación de los conocimientos y experiencias en la organización del trabajo sistematizadas por Ohno se propaga, debiendo su nombre a la empresa japonesa TOYOTA donde se realiza por excelencia. Asimismo reconocemos que este proceso no es homogéneo a nivel global ni tampoco entre las naciones centrales del sistema capitalista global. En este sentido, la denominación de un período histórico con este rótulo solo puede ser entendido en sentido teórico, como un extremo tendencial. 43 correlato indisociable de la producción fordista, y el basto programa de políticas de liberalización y desregulación, no sólo de los valores financieros, sino también del comercio internacional de bienes y servicios (Salir, 1992; André, 1996). En el mismo sentido hay que entender las privatizaciones de los activos públicos, como medidas sustanciales orientadas al fortalecimiento de la valorización financiera (Basualdo, 2000). Consideraremos a continuación algunos aspectos centrales de las formas institucionales en el régimen rentístico financiero al interior de una formación social concreta, la Argentina en la etapa que se inicia con la dictadura militar de 1976 y termina con la crisis del consenso neoliberal a fines de 2001. Para ello seguiremos los lineamientos generales sugeridos por la EFR, aunque aplicando las consideraciones analíticas que introdujéramos en el marco teórico. Es decir, evaluaremos la evolución de cuatro formas institucionales, la relación salarial, el régimen de competencia, la moneda y la restricción ecológica. Todas ellas configuradas por dos formas básicas y polares de relación social, el mercado y el Estado. Pero no nos detendremos a analizar detalladamente cada una de estas evoluciones, más bien expondremos algunas características generales y su incidencia sobre la estructura agrícola regional que nos ocupa. La relación salarial Una de las formas institucionales más afectadas por las medidas implementadas por el régimen militar y los sucesivos gobiernos democráticos fue la relación salarial. La reconfiguración de esta forma institucional fue establecida como una prioridad durante la fase autoritaria régimen rentístico-financiero. Para ello se dispusieron numerosas medidas, todas ellas orientadas a disciplinar la fuerza de trabajo, de forma tal de volverla compatible con las exigencias del nuevo régimen de acumulación. Entre las medidas de mayor eficacia debe mencionarse la suspensión de las actividades gremiales, la eliminación del derecho a huelga, la disolución de la CGT, la eliminación de las convenciones colectivas en materia salarial, el congelamiento salarial, la detención y desaparición de numerosos dirigentes y traba44 jadores. (Franco y otros, 2002). Todo ello explica la reducción enérgica del poder adquisitivo real de las clases populares durante la dictadura militar. La radicalidad de las medidas implementadas por los gobiernos militares en el período 1976-1983, respecto a la regulación de la relación salarial, marcó su impronta en toda la fase de hegemonía financiera. Tal es así que el retorno de la democracia, si bien revirtió gran parte de estas medidas, prolongó el esfuerzo por disciplinar a los trabajadores por otras vías. La moderada recuperación del salario en los primeros años de la democracia no logró torcer el rumbo señalado por la dictadura militar, fundamentalmente hacia una redistribución de la renta nacional donde prima la voluntad de pequeñas minorías. La precariedad, informalidad y flexibilidad son las modalidades que asume esta forma institucional en la etapa democrática de la acumulación rentística, operadas principalmente mediante reformas regresivas sobre las leyes laborales. Esta referencia no es menor, porque son estos sectores los principales consumidores de la producción de los circuitos económicos del interior, que en esta etapa comienza a ver restringidas las posibilidades de colocar sus productos. En síntesis, la reducción del salario real de los trabajadores acarrea el achicamiento del mercado interno y la consecuente reducción del consumo de productos originarios de los circuitos productivos del interior del país. El caso del vino en la provincia de Mendoza es paradigmático, un trabajo de Diego Grillo Turba (2006) para la Dirección Nacional de Alimentos sostiene que desde 1979 la trayectoria de los indicadores que dan cuenta del consumo de vinos en el mercado nacional ha sido marcadamente decreciente. Se pasó de 20.664.486 hectolitros consumidos en 1979 a 11.112.577 hectolitros en el 2004, registrando una reducción superior al 45% (ver gráfico Nº 1). Por su parte, si se considera el crecimiento vegetativo nacional, esta orientación es aún más acentuada dado que se incorpora el consumo per cápita. 45 Gráfico 1: Consumo aparente de vino per cápita (Argentina 1930-2007) 120 100 80 60 40 20 1930 1934 1938 1942 1946 1950 1954 1958 1962 1966 1970 1974 1978 1982 1986 1990 1994 1998 2002 2006 0 Fuente: Elaboración propia en base a datos del INV. El régimen de competencia Las mutaciones sobre el régimen de competencia es la segunda forma institucional que tomaremos, pues creemos que sus efectos adyacentes impactan sobre el circuito agrícola, lo que analizaremos con mayor profundidad en el capítulo próximo. En 1980 las autoridades militares dejan sin efecto la ley 12.906/46 que castigaba penalmente las fusiones y compras de empresas. En su lugar se establece el decreto-ley 22.262 merced al cual ya no se impedían los monopolios, sino que sólo se observaba que no tuviesen conductas anticompetitivas. Como bien sostiene José Sbattella (2008), esto marca el fin de la etapa de “represión al monopolio” y el comienzo de la etapa de “defensa de la competencia”. Este cambio normativo fue substancial, porque la nueva legislación no preveía un esquema tangible de control de las fusiones sino la sanción de “conductas anticompetitivas” capaces de limitar, restringir o distorsionar el libre mercado y constituir, además, un perjuicio concreto para el interés económico general. Dicho requerimiento, sumado a que el procedimiento de la ley estaba pensado para analizar daños efectivamente ocurridos y no para resolver problemas estructurales futuros, hizo que prácticamente no hayan existido objeciones por parte del Estado frente a las concentraciones y fusiones, que se sucedieron fundamentalmente en la década del ’90 con las privatizaciones. 46 A partir de la sanción de la Ley de Defensa de la Competencia 25.156, aprobada en 1999, el Estado recuperó parte de sus facultades regulatorias, pues la norma contempla la penalización de prácticas anticompetitivas. No obstante, también regula y consiente las fusiones de empresas. Por su parte, según comenta Sbattella, respecto a la eficacia práctica de la ley 25.156 no tuvo mayores consecuencias. Sobre todo porque el Tribunal de Defensa de la Competencia tenía carácter normativo, pero no organizacional y la aplicación de la norma recayó en la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia (CNDC), organismo que tuvo un accionar pasivo frente a la concentración de distintos mercados. Entre los efectos concretos de estas medidas sobre el circuito productivo mendocino puede nombrarse el enfrentamiento de los productores con prácticas monopólicas por parte de industrias sustitutas, principalmente la industria cervecera y de bebidas gaseosas. En este sentido, la caída en el consumo de vino en el mercado nacional que observáramos anteriormente (gráfico Nº 1), no sólo se explica por el retroceso en el poder adquisitivo de los sectores populares, sino también por el desplazamiento de las preferencias de estos sectores del consumo del vino al consumo de otras bebidas alternativas como la cerveza o la gaseosa. No creemos que los mecanismo que operan este desplazamiento esté regida por pura subjetividad, sino que en el interviene con gran eficacia las estrategias comerciales de las distintas industrias (marketing, canales de distribución, etc.). Asimismo, inferimos que el éxito de tales estrategias está asociado fuertemente al poder económico de las industrias involucradas. Es decir, suponemos que en el desplazamiento en el consumo de una bebida a otra la concentración de la economía es un factor generalmente descuidado, y que debería ser incorporado en el análisis. En un trabajo reciente José Sbattella (2008) sostiene que el mercado de la cerveza común está controlado por dos empresas en más del 81% de las ventas, mientras que en las bebidas gaseosas colas también dos empresas se quedan con el 84% del mercado. 47 Según el informe citado de la Dirección Nacional de Alimentos (Grillo Turba, 2006), a medida que aumenta el consumo de cerveza, decrece el de vino, tal como lo demuestra el siguiente dispersograma: Gráfico 2: Relación entre el consumo de vino y cerveza (Argentina) Fuente: Dirección Nacional de Alimentos, en base a datos de FAO e INV. (Grillo Turba, 2006) El Informe concluye que por cada litro que aumente el consumo anual per cápita de cerveza desciende el consumo anual per cápita de vinos en 1,88 litros. Situación que sugiere una posible línea de indagación para comprender los efectos de las mutaciones institucionales en el régimen de competencia, durante el período rentístico, para la economía de base agraria en Mendoza. Por su parte, también se destaca la disminución progresiva de la rentabilidad de los productores pequeños y medianos y el empobrecimiento agudo de los minifundistas cercado por la concentración tendencial de la economía6. La evidencia empírica sobre la evolución en la concentración de la propiedad rural en Mendoza, si tomamos como base los Censos Nacionales 6 Esta orientación de la estructura agrícola mendocina, incontestablemente cierta para todo el régimen rentístico, no obstante conoce diferentes momentos. Si bien lo desarrollaremos más adelante, corresponde decir que por particularidades del caso de estudio, en el período 77-80, la especulación financiera se desvió a la producción agrícola, generando una burbuja en los precios del sector que, contra todas las predicciones, tendió a favorecer a los productores más débiles del encadenamiento. 48 Agropecuarios de los años 1974, 1988 y 2002, acusa una disminución significativa de las propiedades de hasta 10 hectáreas. Una ligera disminución de las propiedades entre 10 y 25 ha, y un crecimiento en la cantidad de empresas con más de 25 hasta 50 y de 50 a 100 ha. Lamentablemente el CNA de 1974 no desagrega los datos entre empresas agrícolas y pecuarias, lo que impide dilucidar lo que ocurre con las empresas agrícolas de más de 100 ha, ya que se entremezclan con los emprendimientos ganaderos. No obstante, lo que ocurre en los primeros cuatro estratos del cuadro Nº 1 del anexo estadístico es más que ilustrativo de la evolución de la estructura socio-agraria mendocina, púes suponemos que en su amplia mayoría estos estratos contienen a EAs, dada la hostilidad del territorio mendocino para la práctica de la ganadería intensiva. Así, asistimos a un marcado descenso en los pequeños emprendimientos agrícolas en provecho de grandes capitales que acentúan la concentración económica que se observa en otros sectores productivos, tanto nacionales como locales. El régimen monetario Por su parte, el régimen monetario constituye el dispositivo institucional fundamental de la etapa 1976-2001 en Argentina. A través de la Reforma Financiera de 1977 quedaron liberadas las tasas de interés, que se comportaron en franco ascenso dado la decidida política de contracción monetaria. A partir de esa iniciativa, las empresas industriales fueron arrastradas a una lógica de corto plazo, donde las colocaciones financieros predominaban sobre las productivas. En este contexto era frecuente el caso de empresas que mantenían su infraestructura instalada como fachada productiva, útil a la hora de tomar créditos en el mercado financiero externo, pero sin la intención de poner ese dinero a producir, sino sólo de especular en el mercado financiero local (Calcagno y Calcagno, 2001). Esto suponía tasas de interés activas cobradas a los tomadores de préstamos, muy superior a la variación de precios y manifiestamente excesivas en términos de rentabilidad empresarial. Lo cual afectó las decisiones en materia de inversión en bienes de capital y de creación e incorporación de 49 tecnología. El resultado inmediato sobre los productores mendocinos fue el endeudamiento masivo y un alto porcentaje de incumplimiento. Estrategias de corto plazo derivadas del régimen monetario imperante, pero insostenibles en el tiempo para los agentes económicos más pequeños. Asimismo, la subvaluación de la divisa extranjera bajo el pretexto del control de la inflación, significó en el mismo movimiento el aliento de las importaciones de productos competitivos de la producción nacional y el retroceso de las exportaciones. Esto se tradujo en un fuerte desplazamiento de productos manufacturados y alimentos producidos internamente impidiendo que algunos productores de las economías del interior mantuvieran sus precios a niveles acordes con la evolución general de los precios mayoristas. Esta configuración del régimen monetario marca el carácter preferentemente extrovertido del régimen de acumulación. En estas condiciones sólo las ventajas diferenciales de actividades como las petroleras y la explotación agro-pampeana podían asegurar la permanencia en el mercado internacional. Deteriorado gravemente el aparato productivo nacional, éste ya no podía ser como otrora el soporte real de la moneda, los sucesivos gobiernos democráticos apelaron a las recetas neoliberales más ortodoxas respecto al valor de la moneda apoyándolo en las reservas federales. De esta forma los únicos artificios desplegados para mantener las reservas en niveles adecuados al circulante fueron el endeudamiento externo y la liquidación de los activos estatales (Jofré, 2007). Por otra parte, la sobrevaluación del peso respecto a la capacidad productiva real del país asume carácter legítimo en el año 1991 con la Ley Nº 23.928 de Convertibilidad, según la cual por cada peso circulante debía existir un dólar en las reservas del Banco Central que lo respalde. Hacia fines de la década de los noventa dos proyectos opuestos surgen del bloque hegemónico en el poder, cada uno de los cuales planteaba políticas monetarias que diferían radicalmente. Los grupos concentrados locales, que tenían vastos mercados en el exterior, propusieron alterar la paridad cambiaria con el dólar, declarando que las industrias argentinas hab50 ían perdido competitividad como resultado de la convertibilidad. Por el contrario, los conglomerados extranjeros, en su mayoría prestadores de servicios públicos privatizados, advertían que una posible devaluación pondría en serio peligro sus ganancias, y por lo tanto bregaban por la intensificación del plan de convertibilidad generalizando la dolarización de la economía argentina (Basualdo, 2000). La resolución de esta crisis a favor del primer proyecto, tuvo impactos favorables para las economías del interior, aunque apuntando a satisfacer demandas del mercado exterior. Las restricciones ecológicas La última forma institucional que consideraremos será la restricción ecológica. A esta altura podemos deducir dos rasgos que caracterizan el período analizado, en primer lugar, la vocación a desviar excedentes de la producción a la especulación financiera en el marco de una economía estructuralmente extrovertida y, en segundo lugar, aunque articulado con lo anterior, la propensión a incrementar la intensidad en actividades productivas agro-pampeanas y petroleras. Por su parte, el resto de la producción nacional agropecuaria e industrial sigue adscripta a un patrón de extracción de plusvalor extensivo, y en casos marginales a la producción de excedentes mediante organizaciones productivas pre capitalistas. Los efectos de estas transformaciones sobre el sistema natural argentino son vastos, no sólo por la magnitud de los cambios estructurales, sino también por la extensión y diversidad de eco-regiones dentro de los límites geográficos de la formación social en estudio. La restricción ecológica como dispositivo regulador, pero también como esfera material de cristalización de conflictos, puede ser desagregada analíticamente en dos dimensiones, como proveedora de los recursos necesarios para la producción; y como depósito de los efectos ambientales derivados de la producción y/o reproducción del régimen de acumulación. En la fase rentísta observamos como efectos del régimen de acumulación la sobreexplotación de recursos hidrocarburíferos, la expansión de la frontera agrícola pampeana a zonas ecológicamente más frágiles, la homo51 geneización de los cultivos y el abandono de emprendimientos productivos de circuitos regionales tradicionales con la subsiguiente degradación de sus suelos. Asimismo, el aumento de la contaminación urbana por efectos de desplazamientos demográficos del campo a la ciudad, y la consecuente pérdida de calidad de vida constituyen efectos ambientales lentos, constantes y de difícil reversión que perfila el régimen rentístico. Este contexto general, nos sirve de marco para comprender las diferentes perspectivas que se vislumbran en la regulación de los recursos hídricos para riego agrícola en la provincia de Mendoza. No obstante, esto sólo no es suficiente. Las particularidades que dicha tensión muestra en el caso en estudio, solo pueden concebirse insistiendo sobre las características del contexto local, es decir sobre la estructura agrícola regional que emplea como insumo el agua. Este es el objetivo del próximo capítulo. 52 CAPÍTULO IV: ESTRUCTURA SOCIO-AGRARIA Proceder al examen riguroso de una estructura agrícola de oasis supone, como premisa teórica, localizarla como instancias particular con sus articulaciones y relaciones específicas, en un nivel de abstracción más amplio que definimos como régimen de acumulación. En ningún caso podríamos conformarnos con esbozar una noción general de lo que es la estructura agrícola de oasis, sin identificar las formas particulares o el contenido diferencial que reviste en los diversos regímenes de acumulación. La demarcación teórica de nuestro objeto de investigación, la estructura agrícola de oasis mendocina, la definición misma de ciertas prácticas sociales como agrícolas, dependen del lugar y la función que revisten en un modo complejo teóricamente definido que constituye un régimen de acumulación, más exactamente, el régimen de acumulación rentístico financiero que se manifiesta en el país entre 1976 y 2001. En este capítulo mostraremos la evolución de la economía agraria mendocina durante éste régimen de acumulación. La extensión cronológica del periodo seleccionado nos obliga a concentrarnos en los aspectos más destacados de esta evolución, renunciando a la pretensión de reflejar detalladamente la complejidad de la economía regional. Pese a ello, creemos que el tratamiento en el largo plazo, esclarecerá algunos elementos estructurales del período que en los análisis de coyuntura se disipan. Los rasgos centrales de la agricultura mendocina entre 1976 y 2001 deben entenderse como el resultado de un conjunto de medidas operadas desde el régimen de acumulación nacional, pero que no impactan de forma directa en el contexto local, por la eficacia propia de los dispositivos institucionales regionales. Estos dispositivos responden a las necesidades de la producción y retención regional de capital. Ello explica que al iniciarse el régimen de acumulación rentístico financiero el circuito local continúa con una inercia productiva desfasada del régimen de demanda efectivo que sí se veía afectado por la especificidad que había adquirido la relación salarial a nivel nacional. 53 Según los números oficiales, la actividad agropecuaria en la Provincia de Mendoza paso de representar el 24,24% del PBG de 1973 a estabilizarse en una meseta que osciló alrededor del 6% del PBG total a partir del año 1986 (ver gráfico Nº 3), sin lograr superar nuevamente los dos dígitos. Gráfico 3: Participación relativa del PBG Agropecuario en el PBG Total (Mendoza 1970-2007) 30,00 25,00 20,00 15,00 10,00 5,00 04 02 00 98 96 06 20 20 20 20 19 19 92 94 19 19 88 90 19 19 84 82 80 78 76 74 86 19 19 19 19 19 19 19 72 19 19 70 0,00 Fuente: Elaboración propia e base a datos de la DEIE No obstante, el análisis aislado la agricultura mendocina a través de indicadores como el Producto Bruto Geográfico esconde al menos dos realidades. Por un lado encubre el crecimiento de otros sectores, lo que relativiza la disminución de la participación agraria; pero principalmente impide ver la heterogeneidad entre las diferentes categorías de emprendimientos agrícolas que interactúan. En términos abstractos podemos decir que cada una de estas categorías, en situaciones específicas, adopta estrategias cooperativas o conflictivas con otros emprendimientos según las cristalizaciones asimétricas de capitales económicos, políticos, culturales y/o de información que cada uno de ellos ostenta. Estos capitales no son facultades inmutables, sino herramientas que los agentes ponen en juego en coyunturas particulares, y como resultado pueden alcanzar un fortalecimiento, una permanencia o una retracción en uno, algunos o todos los capitales puestos en juego. Un breve repaso histórico La aceleración de los flujos financieros internacionales, evidente a nivel global desde mediados de la década de 1970, junto con el reacomoda54 miento institucional a nivel nacional que describiéramos en el capítulo anterior, significó una coyuntura de fuertes cambios en la estructura productiva mendocina. Aquí, los distintos segmentos que componen el encadenamiento productivo provincial desplegaron sus estrategias, en función de la detentación específica de capitales y la constelación de oportunidades y restricciones que este escenario ofrecía. Los principales efectos de los cambios globales son la crisis estructural de la agricultura tradicional, tanto en su faz productiva como de consumo, la decadencia de pequeños emprendimientos, la reconversión de las empresas hegemónicas y la irrupción de agentes externos. Todo ello implicó una redefinición en la estrategia de los distintos agentes económicos, sobre todo respecto a la apreciación de la fuerza de trabajo, el destino de la producción, las fuentes de financiamiento, las prácticas agrícolas y la incorporación de tecnologías. Estas transformaciones al interior de las unidades productivas tuvieron amplia repercusión sobre los dispositivos institucionales locales que regulan la actividad. Con el afán de sintetizar, y teniendo en cuenta las detentaciones de capitales sociales que se ponen en juego en la estructura agrícola, nos proponemos efectuar una taxonomía descriptiva que sistematice la complejidad de intereses y estrategias desplegadas por distintos agentes e incluso permita prever el comportamiento de cada uno de ellos. Pero antes, resulta conveniente hacer un breve rodeo por la configuración lejana de la estructura agrícola mendocina. Dado que nuestro interés se centra en la evolución de largo plazo, tomaremos como caso testigo de la evolución agrícola lo que ocurre con el sector vitícola. Esto se justifica ampliamente en la representatividad del sector, la homogeneidad y continuidad en la información disponible sobre el sector y en general, porque marca el ritmo de las técnicas productivas y modelos de gestión de las actividades frutícolas y olivícolas7. La institucionalización del país, en la segunda mitad del siglo XIX, y su inserción en la división internacional del trabajo como nación agroexportadora, constituyeron factores desestabilizadores para las economías 7 Sólo la actividad hortícola muestra un desarrollo separado de la viticultura, lo que ameritaría un análisis separado de este subsector, caracterizado por el minifundio. 55 regionales del interior del país. La opción de estas economías era, la reconversión para adaptarse a los nuevos regímenes de demanda de los centros nacionales, sobre todo el Gran Buenos Aires, o el hundimiento en la decadencia de una actividad productiva adscripta a una etapa de desarrollo pre capitalista. El caso mendocino es uno de los pocos del interior que logró reconvertir su economía, merced a una serie de factores sociales y ambientales tales como: condiciones ecológicas propicias para el cultivo de vid y frutales, abundante disponibilidad de agua, aunque sin una suficiente infraestructura instalada para su aprovechamiento y el arribo de fuerza de trabajo europea, con conocimientos técnicos y organizativos propicios para la reconversión del circuito local y con hábitos de consumo que fortalecían estos cambios. Las fuerzas sinérgicas de estos factores en la evolución de la estructura agrícola regional no debe subestimarse, en tanto que evitan precipitarse ingenuamente en explicaciones de corte voluntarista, otorgándole a la iniciativa de la oligarquía dominante todo el crédito en las trasformaciones. Merced a la conjugación de los factores mencionados, una parte de la elite dominante en el modelo ganadero de la segunda mitad del siglo XIX advirtió la fragilidad de su supremacía en el nuevo contexto nacional. Así algunos agentes fueron lentamente transformando su actividad hacia un nuevo modelo centrado en la vitivinicultura que con el tiempo se transformaría en hegemónico. En tanto que actividad predominante, pero también en el sentido gramsciano de idoneidad para aglutinar al conjunto de la sociedad o, usando palabras de Bourdieu, capacidad para universalizar intereses parciales mediante la apropiación de los aparatos del Estado. Por razones de espacio, aquí sólo se considerará la dinámica de integración de los distintos grupos dentro de la estructura socio-agrícola que se estaba cristalizando. Por un lado se encontraban los sectores hegemónicos, cuyas estrategias de valorización y acumulación de capital redefinen el perfil productivo de la provincia. Estos estaban fuertemente vinculados al Estado y, lo que constituía su ventaja diferencial, integrados a la producción industrial (vitivinicultores). Es decir, que existía una vinculación muy fuerte entre las ca56 pas superiores de la fracción agrícola del capital y la fracción industrial. En otras palabras, los empresarios agrícolas dominantes eran, a su vez, los propietarios de las bodegas donde ingresaba la mayor parte de la producción agrícola. Junto a este sector, y beneficiados por el impulso que el Estado provincial le imprimía a la actividad, fue creándose un extenso conjunto de pequeños propietarios rurales no integrados a la industria (viticultores) que, pese a estar excluidos del núcleo de poder, se encontraban articulados a una estructura productiva que los consideraba imprescindibles. Según Benito Marianetti, esto fue posible gracias al reparto de la tierra pública, que aún teniendo un carácter netamente latifundista y concentrador, también permitía la emergencia de capas medias de productores rurales: “hubo en la Provincia una política destructora y de despilfarro en materia de tierras públicas que si bien en forma secundaria, dio lugar al acceso a la tierra a pequeños productores agrarios, su objetivo fue el “acaparamiento” de éstas por parte del sector oligárquico. Es esta connotación la que queremos enfatizar, en el sentido que se verificó una mayor (no mejor) distribución de tierras en Mendoza con respecto a la pampa húmeda, lo que va a dar lugar a una importante clase media rural local, verbigracia el acceso a la propiedad de pequeños y medianos fundos” (En Collado, 2006: 15) Estos pequeños propietarios rurales pueden ser separados analíticamente según la estrategia de comercialización de sus productos. Distinta es la posición de quienes venden sus uvas a los bodegueros y la de quienes elaboran por terceros. Los primeros se encuentran en una situación más adversa, en tanto que el sistema de comercialización directa de uvas fue históricamente regresivo: se pagaba una pequeña parte al contado, y el resto en cuotas mensuales, sin intereses ni ajustes por inflación. En este sentido, los viñateros no integrados constituían una importante fuente de financiamiento para las posteriores etapas de industrialización y comercialización del vino. Estas falencias del pago diferido coadyuvaron en los ‘70 a la generalización del sistema de elaboración por terceros. Esto implica que la fracción industrial procesa las materias primas, pero la propiedad del vino queda en manos 57 del productor, como su decisión de venderlo cuando lo considere más oportuno. Es decir, constituye una modalidad precaria de integración industrial, que encuentra en el precio del vino a granel un fiel indicador de la evolución de este sector vitícola. Este grupo puede definirse como la capa más débil de la fracción agrícola del capital integrada a la industria. Sintetizando, como saldo del proceso de reconversión de de una economía ganadera a otra agrícola, puede contabilizarse la configuración de una estructura rural articulada sobre el eje de una oligarquía vitivinícola terrateniente y latifundista, con explotaciones a cargo de contratistas que recibían un porcentaje de la producción y con obreros asalariados. Junto a ella coexiste una pluralidad de pequeños y medianos productores subordinados al modelo oligárquico, pero integrados al circuito productivo. A diferencia de la producción pampeana, los cultivos regionales son perennes, es decir, que una finca de vid o de frutales son activos fijos, no pueden adaptar la producción a los vaivenes del mercado. Esta particularidad del circuito productivo mendocino ha mostrado gran flexibilidad para adaptarse a las expansiones del régimen de demanda, pero una rigidez extrema para ajuste descendentes del consumo. El régimen de acumulación ISI explica su estabilidad en una alianza poli-clasista, explícita o tácita, en la que los dueños del capital conciben a la fuerza de trabajo como formadores de la demanda. En ese contexto, la reparación del poder adquisitivo de los sectores del trabajo ocasionó el crecimiento del mercado interno de los productos vitifrutihortícolas. La reacción de la estructura agrícola mendocina a esta composición de la demanda fue la adaptación del régimen de producción mediante la extensión de la frontera agraria. Este proceso fue acompañado por políticas públicas activas. El Estado, ante la necesidad de asegurar la acumulación y retención del capital en el circuito regional, adopta medidas protectoras del precio y los beneficios de los productores. Pero la inestabilidad en el modo de regulación del régimen ISI, generó oscilaciones en el régimen salarial, que deterioraron gravemente el poder adquisitivo de los sectores populares y en consecuencia la composi58 ción de la demanda de esos sectores. Estas oscilaciones produjeron consecuencias en cascada sobre las economías regionales. Hemos mencionado la rigidez de una estructura agrícola perenne para adaptarse a retrocesos marcados de la demanda nacional de sus productos. Deberíamos agregar que tal rigidez no es consecuencia directa de la inopia de perspectivas por parte de los productores, sino principalmente de las necesidades sociales y ecológicas de conservar volúmenes de producción coherentes con la capacidad productiva sembrada. Es decir, la economía rural mendocina presentaba un fuerte carácter incluyente de la fuerza de trabajo, con gran capacidad de retención de la población en las localidades rurales, variables que tras la crisis nacional de demanda se traduciría en desempleo, desarraigo, disgregación social y migración. Lo mismo puede decirse de la significancia ecológica de la economía agraria, sobre todo desempeñada en un contexto semiárido como el mendocino. La expansión del oasis productivo en épocas de bonanza económica constituyen una batalla ganada al desierto, su retracciones viene acompañada de consecuente degradaciones del suelo y desaprovechamiento de los recursos hídricos disponibles. Gráfico 4: Evolución de la superficie implantada con vid en hectáreas (Mendoza 1936-2007) 300.000 250.000 200.000 150.000 100.000 50.000 2006 1999 1992 1985 1978 1971 1964 1957 1950 1943 1936 0 Fuente: Elaboración propia en base a datos del INV. Durante el régimen ISI el Estado provincial actúo constantemente como mediador entre las crisis del régimen de demanda y las inflexibilida59 des de la estructura productiva, con el objeto de evitar las consecuencias socio-ambientales mencionadas. Ésta intervención pública se robustece con la participación del Estado como productor de vinos, cuando en 1954 la provincia de Mendoza compra el establecimiento vitivinícola Giol. Los objetivos de la empresa estatal eran la regulación de la vitivinícola y olivícola en todas sus formas y amplitud, procurando la obtención de precios remunerativos para productores y elaboradores, especialmente los de menor capacidad económica” (Martín, 1992:196 y 197). Según Francisco Martín, desde la compra de Giol hasta 1974 ni los problemas climáticos, ni los vaivenes de la economía nacional, ni la estrategia super-produtivas de los empresarios del sector lograron desestabilizar la economía regional, merced a las intervenciones de la empresa pública. Denotando la eficacia del sector público para cumplir con el objetivo de regular la vitivinicultura mendocina. En el mismo sentido, la evolución de la proporción que representa el insumo uva en el precio final del vino, otorga un indicador de seguimiento del grado de protección de los eslabones más débiles del encadenamiento productivo. No es nuestro propósito hacer un análisis pormenorizado, sólo diremos que en períodos de gobiernos locales conservadores, este insumo significó entre un 50% y 60% del costo final del vino, mientras que cuando el Estado contó con la empresa Giol como formadora del precio de la uva y el vino este porcentaje se elevó hasta un 84%, evidenciando la capacidad de la empresa estatal para re posicionar a los pequeños y medianos productores de uva (Martín, 1992: 199). La estructura agrícola mendocina en un nuevo patrón de acumulación nacional Hechas estas aclaraciones que suministran algunos elementos para la comprensión de la estructura socio-rural mendocina, volvamos ahora a nuestro objetivo. Recordemos, realizar una taxonomía descriptiva de la actual estructura rural mendocina asociándola a los cambios institucionales del régimen de acumulación rentístico-financiero. 60 La profunda retracción del consumo interno que se evidencia desde 1976, y en general la reestructuración institucional del régimen de acumulación, trajo como consecuencia la separación de numerosos productores en el circuito agrícola mendocino. Productores que amparados por la política intervencionista del régimen anterior se encontraban integrados al encadenamiento productivo, en el régimen inaugurado en 1976 devienen en prescindibles. El vacío que dejan estos agentes no es llenado ni en números ni en empleo por las nuevas firmas extranjeras ni por locales reconvertidas. En lo que respecta a la relación salarial, la trayectoria general es la racionalización de la fuerza de trabajo en las empresas que lograron mantenerse. De esta forma, entre ellas empieza a predominar la percepción del trabajador sólo como un costo del proceso productivo, perdiendo el carácter de formador de la demanda que poseía en el régimen de ISI. Creemos conveniente llamar especialmente la atención sobre este punto. La bibliografía económica en general tiende a naturalizar los cambios en las preferencias del consumo como inducidos por factores subjetivos, de difícil o nula interpretación por variables de índole sociales. Por el contrario, aquí creemos que los cambios en el consumo, o más específicamente en la composición de la demanda social, constituyen una variable no solo aprehensible, sino también inseparable de la dinámica social. En nuestro caso de estudio, la derrota política que significa la dictadura militar para los sectores populares, especialmente para los trabajadores, significó un cambio radical en su poder adquisitivo real y la composición de la demanda efectiva de estos grupos. Cambios que impactan directamente sobre la estructura productiva de las economías regionales altamente dependientes del mercado interno como la mendocina. Adecuándose al escenario nacional socialmente regresivo, el régimen productivo del circuito regional ha mutado de un patrón de acumulación basado en la cantidad, para abastecer un mercado local relativamente homogéneo; a otro articulado en la calidad para un mercado cada vez más segmentado y preferentemente externo. Ya vimos en el gráfico Nº 1 la evolución de la demanda interna de vinos, el cuadro que sigue completa las evidencias que refrenda la creciente extroversión de la economía mendocina. 61 Tabla 1: Exportación de bebidas, líquidos alcohólicos y vinagres (Mendoza 1993-2008) Año 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 U$S 25.785.647,00 30.479.499,00 71.684.045,79 79.525.651,48 117.589.622,85 146.378.220,00 124.074.443,00 133.832.362,00 129.194.361,00 114.826.450,00 156.832.309,00 204.368.514,00 261.416.521,90 332.693.100,18 433.371.966,54 557.599.309,00 Fuente: Fundación ProMendoza en base a estadísticas del INDEC. Gráfico 5: Exportación de bebidas, líquidos alcohólicos y vinagres (Mendoza 1993-2008) 600.000.000,00 500.000.000,00 400.000.000,00 300.000.000,00 200.000.000,00 100.000.000,00 0,00 Fuente: Fundación ProMendoza en base a estadísticas del INDEC. 62 Si bien el patrón extrovertido es un extremo tendencial definido teóricamente, lo consideramos útil a los fines de tener una aproximación global a los cambios del circuito durante la hegemonía financiera. Tal es así que ni siquiera puede decirse que el nuevo patrón de acumulación regional empiece a emerger en 1976. Pues, la capacidad de articular intereses de los productores tradicionales forzó, a través de diferentes medidas regulatorias, la continuidad del patrón productivo regional hasta mediados de la década del ‘80. Entre las estrategias regulatorias adoptadas para el pilotaje de la crisis de sub-demanda se cuenta el aumento de la capacidad instalada para acumulación de stock vínico a la espera de mejor precio (ver Imagen 1 en la próxima página), lo que deja en evidencia que los sectores hegemónicos leían el panorama nacional como un lapso transitoria, que una vez superado, se podía volver a lograr el nivel de precios de fases anteriores. Muy sucintamente puede decirse que las características fundamentales que se observan en la agricultura mendocina en el período 1976-2001 pueden condensarse en tres etapas. De 1976 a 1980 donde los agentes más concentrados de la actividad vínica protagonizan una pugna oligopólica por el control del mercado de vino, tal que la necesidad de captar la mayor cantidad de uva los induce a mejorar con creces los precios fijados por el Estado a través de Giol. En ésta etapa los pequeños y medianos viticultores gozaron de una de las mejores coyunturas históricas, en gran medida estimulada por la especulación rentística de los oligopolios vitivinícolas integrados a la fracción financiera. 63 Imagen 1: Vasijas vínicas de la Bodega Estatal Giol (recuperado de Diario Uno Digital 23-03-2009) En la segunda etapa, de 1980 a 1988, predomina el deterioro progresivo de la actividad, solo mitigada por la capacidad articulatoria de intereses de los productores tradicionales. Finalmente, en el período que va de 1988 a 2001 la reconversión de la estructura agrícola se impone como una agenda ineluctable ante el nuevo escenario de la economía global. Entre los años 1988 y 1991 se despliega una significativa reconversión de la actividad, al mismo tiempo que se registra una acentuada desregulación económica. Estas medidas, junto con las particularidades de la economía nacional, generaron un escenario propicio para la prosperidad de los agentes más concentrados del sector y el advenimiento de capitales agrícolas internacionales. Lo más destacado de este lapso es el debilitamiento de las tradicionales regulaciones del Estado sobre la actividad, entregando a los agentes privados la capacidad de fijar las reglas de juego. La privatización de Bodegas y Viñedos Giol por decreto 3345/88 durante la gobernación de José O. 64 Bordón constituye el emblema del retroceso del sector público en provecho del mercado, donde los capitales concentrados llevan la delantera. Desde nuestro punto de vista, estos capitales locales junto con los capitales internacionales componen una nueva categoría dentro de la fracción agrícola del capital. Esta nueva categoría opera en la actividad agrícola mendocina con sus propias capacidades de acción, pero bajo un conjunto de reglas ya instituidas por la misma inercia de la economía regional. Pero no sólo el fracaso político de los trabajadores, y el consiguiente descenso en la composición de la demanda social, marcó su impronta en el circuito productivo, sino también el posicionamiento hegemónico de la fracción financiera del capital. La liberalización de las tasas de interés, operadas a través de la Reforma Financiera de 1977, es la fórmula que termina consolidando a los capitales rentistas. Esta medida, en un contexto de fuerte contracción monetaria incide naturalmente en el aumento de las tasas de interés, fomentando la valorización del capital a través de la especulación financiera. 65 Esta orientación del régimen de acumulación nacional, perfila dos grupos diferentes de productores definidos en función de sus estrategias de acumulación. Co- existían productores que se adaptaron rápidamente al naciente patrón de acumulación con otros que se aferraban a la inercia del patrón de acumulación ISI. Entre los primeros las unidades productivas pasaron a tener importancia pri- mordialmente co- mo garantía para tomar créditos, que luego se destinaban a la especulación y no a la expansión de la capacidad productiva. Imagen 2: Publicidad gráfica del Banco Mendoza (recuperado del Libro de Oro de la Vendimia 1986) Los segundos, por su parte se ven empujados a un proceso de endeudamiento exponencial para la permanencia en la actividad, lo que tenía como desenlace generalizado el abandono de la actividad. Históricamente, en el circuito mendocino persistió un régimen de financiamiento que podría definirse como de abajo hacia arriba. El mecanismo consistía en que cada etapa del proceso productivo financia a la subsi66 guiente hasta el momento de la comercialización minoritaria. Es decir, los agricultores entregan su producción al ciclo industrial por un porcentaje de su valor, postergando el resto en cuotas. Lo mismo ocurría con la industria y la comercialización. Este sistema, claramente regresivo para los primeros eslabones del encadenamiento, no obstante aseguraba un equilibrio tenso, que esparcía las inestabilidades de la actividad entre todos los agentes del sector y contaba con un importante respaldo de los bancos oficiales8. La aparición de tasas de interés libradas a las exigencias de acumulación de los agentes financieros privados significó un cambio esencial. Cuando en 1977 el gobierno militar sanciona la ley de entidades financieras complementó económicamente, la victoria política que significó el golpe de 1976. El agente protagónico de este proceso en la actividad vitivinícola fue el Grupo Greco, con la adquisición del banco Los Andes, una pequeña entidad del interior de la provincia. Este Grupo pudo, gracias a las nuevas reglas de juego nacionales, captar gran cantidad de dinero de los ahorristas, ya que ofreció las mejores tasas en todo el país. Este dinero fue destinado a la adquisición de bienes productivos, mediante el mecanismo de auto-prestamos, logrando posicionarse en muy pocos años en uno de los grupo económicos más concentrados del país. Greco compró las principales bodegas y viñedos de cuyo, también campos, plantaciones de peras, manzanas, frutales, olivos, empresas relacionadas con subproductos y servicios de la industria vitivinícola hasta inclusive el diario Mendoza. El presidente de la Asociación de Viñateros Independientes, Juan José Ramos explica la significación de este Grupo sobre toda la actividad vitivinícola: 8 El Banco de Previsión Social y el Banco de Mendoza históricamente asistieron a los eslabones más débiles del circuito productivo. Con frecuencia esta asistencia se canalizaba vía préstamos a la Bodega Giol, para que ella cumpla anticipadamente con las obligaciones contraídas con los pequeños viñateros. La privatización de estas entidades en el año 1996 dejó a la provincia sin agente financiero y sin financiamiento para la producción. Este vacío fue llenado con el organismo estatal denominado Fondo para la Trasformación y el Crecimiento de mendoza. 67 “En 1978 (el Grupo Greco) comienza a incidir en el mercado del vino de traslado, y es así que en momentos en que había una crisis provocada por excedentes vínicos, cuando todos esperaban que el vino bajara aún más del precio en el que estaba, ocurre todo lo contrario. El vino valía 10 centavos de dólar, y de pronto se fue a 15,17, a 20 y nadie sabía lo que ocurría. El mercado de vinos comenzaba a tener una gran actividad. Muchos vendían a 20, después compraban a 22, y vendían a 25 para comprarlo nuevamente a 27, para venderlo a 30, y es así que el vino en ese período se había vendido 4 o 5 veces sin que saliera de la pileta. Los comisionistas estaban pasando por la mejor época de su historia. Así se llegó al año 1979, y el vino nuevo se vendía antes que se produjera la cosecha de uva, hasta un valor de 70 centavos de dólar” El optimismo generalizado condujo al endeudamiento de gran número de viticultores que pretendían aumentar su participación en las extraordinarias ganancias, sin reparar en la escalada exponencial del costo del dinero. Hacia el año 1980 la burbuja de bienestar explota, la derrota política del Grupo Greco9, en manos del Grupo Catena, con quien se disputaba la capacidad formadora de los precios del circuito, marca también la fractura de la alianza táctica que el primero tenía con los viñateros más débiles. Las subsiguientes urgencias financieras de los productores, producto del deteriorar de los precios de los eslabones más débiles del circuito no se hicieron esperar, y desencadenaron los quebrantos masivos y la concentración económica que se observaron ulteriormente. 9 Interpretamos la caída del Grupo Greco como una derrota política forjada en varios frentes, que luego se refrendaría a través de la judicialización de los miembros del grupo. La ley de entidades financieras de 1977 le había otorgado al grupo una herramienta poderosa para la captación de ahorros. Estos ahorros no se orientaron a la especulación, como era la norma en el período, sino por el contrario a la producción. Más específicamente a la captura del mercado del vino de traslado. Este cometido ya estaba cumplido hacia el año 1979, merced a alianzas económicas tejidas verticalmente hacia abajo, con los viticultores no integrados o trasladistas; horizontalmente con una subcategoría de la fracción industrial (bodegueros o vinicultores) excluida del núcleo de poder, con la que incluso llega a gestar una nueva cámara empresaria (ADEVI); y finalmente, en sentido vertical hacia arriba, con el sector más débil de la junta militar gobernante, las fuerzas aeronáuticas. Frente a este bloque ascendente, el grupo hegemónico tradicional agrupado en la Asociación Vitivinícola Argentina (AVA) se vio amenazado. Las empresas del Grupo Catena, Furlotti S.A., Peñaflor S.A., Resero S.A., Donatti entre las más importantes, se había perfilado como la legataria de la Bodega pública Giol tras la crisis de sub-consumo desatada por el Rodrigazo en 1975 y las rigideces exhibida por la empresa estatal para regular el sector. En pocos años los socios de la AVA lograron el control de las cadenas de fraccionamiento y distribución al consumo minorista adquiriendo la capacidad de formar los precios del vino. Ya en la fase autoritaria del gobierno nacional, este grupo se valió de los vínculos aceitados con los sectores más poderosos de la junta militar, el ejército y la armada, para comenzar un seguimiento administrativo primero (vía DGI –actual AFIP–) y judicial luego del Grupo Greco. Ver Falanga, Ángel Pedro (2001). Veinte años… un día. Zata editores, Mendoza. págs. 28 y 29 y 51 a 53. 68 Por su parte, la capa hegemónica de la fracción agrícola del capital resultante de este proceso percibió de forma paradójica una de las características principales del período definido por la especulación financiera, esto es, la sostenida sobrevaluación de la moneda nacional. Sobre todo en la década del ’90, cuando la política monetaria nacional restringe su soberanía, auto impidiéndose saldar déficit mediante la emisión monetaria para quedar reducida al mero endeudamiento exterior, esto es la Convertibilidad del peso nacional con el dólar (Vitelli, 2002). Si bien por un lado, la paridad cambiaria deprimía las posibilidades de colocar la producción local en el mercado externo, dadas las desventajas de competitividad, por otro, les permitía a las capas mejor posicionadas incorporar tecnologías de punta a un costo relativamente barato. Después de 2002, gracias a la recuperación en la competitividad que significó la devaluación de la moneda, el sector dominante pudo capitalizar la innovación tecnológica de su proceso productivo en la apertura de nuevos mercados consumidores en el exterior. Muy ilustrativo de esto resulta el siguiente fragmento de uno de los agentes de esta porción de la estructura agrícola mendocina: “Cuando se abrieron las importaciones, lo primero que hice fue poner riego por goteo. Plastro ha sido una de las primeras empresas que se instaló en el país, creo que con bastante éxito. Lo primero que hice lo hice con Plastro, hace ocho o diez años. Y andamos bastante bien, no hemos tenido problemas. Yo diría que es uno de los que está bien avanzado en riego, lo están perfeccionando, cada vez vienen mejores picos, mejores sistemas. Hay otras dos empresas, con las que hicimos algunos ensayos, que también andan bien”. (Antonio Pulenta. En Plan Hídrico Provincial 1999) Lo que es válido para los sectores dominantes del circuito productivo, también lo es para los capitales extranjeros que se incorporaron en la agricultura mendocina en la década del ‘90. Ambos explican un incremento marcado en las técnicas de riego localizado (goteo y micro aspersión) a 21619,2 hectáreas, pese a que ellas no representan más que el 8% de la superficie total implantada, según los datos del último censo agropecuario del 2002. 69 Por su parte, el posicionamiento posicionamiento privilegiado del mercado externo como destino de la producción local, sobre todo por las firmas hegemónicas locales y extranjeras, afectó significativamente las posibilidades productivas de las firmas de menor tamaño relativo y tuvo efectos regresivos sobre el empleo del sector,, como demuestra la evolución de la población rural reprerepr sentada en el gráfico Nº: 3 Gráfico 6:: Población según residencia rural o urbana (Mendoza 1970-1980-1991-2001) 2001) 1.600.000 1.400.000 1.200.000 1.000.000 800.000 Urbana 600.000 Rural 400.000 200.000 0 1970 1980 1991 2001 Fuente: CNP 1970, 1980, 1991 y 2001 También se observó un desplazamiento del tradicional régimen de trabajo por contratistas a otro gerencial. El contratista sintetiza el perfil de las relaciones sociales de trabajo en el período de fuerte inserción en el merme cado interno, es decir, en la etapa pre-rentística. El contratista participa porcentualmente ualmente en los beneficios y riesgos rie gos de la actividad junto con el dueño de la finca.. Cortese define este tipo de relación social de trabajo como semifeudal,, en tanto que prescinde de la relación moderna moderna capital/trabajo, articuartic lada en torno a la institución del salario (Cortese, 1992: 12). El contratista habitualmente vivía en la finca y realizaba, realizaba empleando la fuerza de trabajo familiar, las tareas básicas cuando no se requería requer mayor cantidad de personas. personas Asimismo se encargaba de la contratación y manejo 70 de los peones transitorios para la poda, raleo, cosecha, acarreo y para la lucha contra heladas. Este régimen de trabajo permitió, durante la consolidación de la estructura agrícola, el acceso a la tierra de algunos contratistas, lo que con el tiempo se convirtió en una meta más ilusoria que real. No obstante, este sistema permitió la extensión de la frontera agrícola y el arraigo territorial de una considerable capa de productores rurales. El régimen laboral por contratista, sin desaparecer, pierde su vigencia en la fase rentística-financiera, predominando el régimen gerencial. Junto con la disminución de los contratistas, también se observa el desplazamiento de pequeños y medianos productores no integrados, por grandes firmas integradas. Estos procesos, orientados a aumentar la eficiencia económica mediante el mejoramiento en la escala, desencadenan conductas oligopólicas y la pérdida de la estructura familiar tradicional en la actividad agrícola, con sus consecuentes efectos migratorios. El régimen gerencial, viene a sustituir un sistema en el que el contratista era coparticipe en las decisiones productivas, por otro en el que entre el propietario y el trabajador se interpone la figura del gerente. Esto trae como consecuencia la asalarización general de la relación laboral en el agro. Además los propietarios, que en medida creciente no proceden de la región, al no poder ejercer el control de la producción in situ, lo hacen exigiendo resultados positivos a la distancia, lo que generalmente se logra en detrimento de los recursos humanos y naturales locales. La difusión de este sistema de trabajo no sólo ha contribuido en la reducción de contratistas, sino también en la proletarización de pequeños propietarios. Si bien los fondos de inversión como estrategia para la financiación de la actividad no se han extendido en la estructura agrícola mendocina, constituye la modalidad extrema de gestión de las empresas agrícolas en el nuevo patrón de acumulación regional. Estos fondos ponen a varios ex productores en el dilema de abandonar la actividad o entregar su predio a un fideicomiso en condiciones desventajosas, para quedar reducidos a ser empleados en sus propias fincas. Por otra parte, estos fondos, de origen mayoritariamente externo, no sólo contribuyen a la transformación de la relación salarial en el circuito, 71 sino también a la trasformación de los dispositivos que regulan el acceso a los factores productivos. Estos agentes se inclinaron por la búsqueda de zonas mejor dotadas agroecológicamente, menos maltratadas por décadas de desinversión productiva en el campo. Independientemente de que se encontraran fuera de la zona tradicionalmente agrícola, y por lo tanto excluida de los derechos de agua para riego que esta zona disponía. Lo que también suponía una inversión de capital inicial considerablemente menor, dado la asimetría entre los precios de la propiedad raíz del secano y el oasis. De todas formas, no contar a priori con recursos hídricos para su actividad no constituyó un obstáculo infranqueable para estos capitales, ya que aprovecharon las ventajas que ofrece el régimen hídrico para la explotación de recursos subterráneos, más accesible para las empresas que cuentan con el poder económico de instalar las obras necesarias para la extracción del agua para riego. Como dijéramos anteriormente, la política monetaria facilitó la tecnificación de los empresarios líderes del sector. Una de las labores en que más se notó tal avanzada tecnológica fue el riego de las fincas productivas. Las técnicas de riego por goteo o micro aspersión permitieron el uso intensivo y extraordinariamente eficiente del agua disponible, asegurando la prosperidad de los nuevos emprendimientos. No obstante, los avances de estos capitales no se interrumpieron con el acceso a estos recursos hídricos, las estrategias de estos sectores apuntan a una reestructuración integral del régimen hídrico que garantice el suministro del insumo a estos emprendimientos y, en consecuencia, no comprometa la obtención de sus ganancias. Desde esta perspectiva, puede comprenderse por qué ciertas categorías de la fracción agrícola del capital consideran excesivamente rígidos los principios de perpetuidad, inherencia y de uso específico que sustentaron históricamente la regulación del agua para riego, y breguen por su flexibilización. A continuación exponemos una breve clasificación de las distintas categorías de productores, en función de los cambios estructurales del régi- 72 men de acumulación y su reposicionamiento respecto a algunos dispositivos institucionales: Tabla 2: Categorías agrícolas mendocinas según estrategias de producción y reproducción del capital Empresas agrícolas tradicionales Nuevos emprendimientos/Reconvertidos Régimen gerencial: generalización de la relación salarial. Costo de producción: como los trabajadores no forman el mercado al que estos emprendimientos apuntan, el salario es una de las variables preferidas de ajuste. Difusión del contratista: participación en los riesgos y beneficios de la producción, obreros asalariados en tareas estacionales. Formadora de la demanda: históricamente concibieron al salario como dinamizador del consumo, actualmente esa percepción se ha debilitado. Puede diferenciarse entre productos susceptibles de sumarle valor agregado Mercados mediante su industrialización o aquellos que llegan al consumidor tal como salen de las unidades productivas. Estos últimos representan una minoría estadística en cuanto a producto bruto generado. Respecto a las materias primas destinadas a industrias, casi en su totalidad son procesados en fábricas locales, pero orientados a diferentes mercados según se describe a continuación. Mayoritariamente interno: Extienden Mayoritariamente externo: elaboran la inercia del régimen ISI en la fase productos orientados a sectores de alto rentística. Se prioriza el desarrollo de poder adquisitivo locales o externos. los mercados nacionales. Estrategia de integración: generalmente Protección pública: históricamente Recursos están integrados horizontalmente con financieros asistidos por los bancos provinciales agentes financieros trasnacionales (gru(Banco de Mendoza y de Previsión Social) para la siembra, cosecha, aca- pos, fondos), de donde consiguen recurrreo de la producción. La liquidación sos e insumos claves para sus actividade estos bancos dejó a estos producto- des. Estos capitales buscan inversiones prores desprovistos de un instrumento vital para su subsistir, que las regula- ductivas seguras y rentables en tiempos ciones eventuales del Estado provinde volatilidad financiera. cial nunca pudo compensar (Fondo para la trasformación y el crecimiento, Exenciones impositivas) Uso de técnicas de producción relati- Cultivos genéticamente modificados, Practicas vamente precarias, desgaste de planta- sofisticadas técnicas de riego y consiagrícolas/ Tecnologías ciones, erosión de suelos, técnicas de guiente uso eficiente del agua. riego poco eficientes. Sistemas innovadores de producción Proceso de semi-abandono de fincas que les permite extender el oasis irrigacon la consiguiente retracción del do en zonas no tradicionales. oasis. Cuentan con la imagen arraigada en la Han sabido ganarse la imagen de emCapital idiosincrasia mendocina que ve al presas agrícolas ambientalmente ressimbólico oasis como el fruto del “labriego teso- ponsables, sobre todo entre profesionanero”, idea con la que los empresarios les, técnicos y ambientalistas. agrícolas tradicionales han logrado legitimar su rol dominante en la estructura agrícola local. Regulación Por derechos como la vigente: insisten Por mercado, aprovechando el bajo consumo de agua por sus técnicas de hídrica im- en la plena vigencia del derecho de inherencia, esto es, la tierra que tiene riego perfeccionadas, insisten en la pulsada derechos se riega, independientemente necesidad de que se pague los volúmede los volúmenes demandados. nes consumidos. Fuente: Elaboración propia Fuerza de trabajo 73 Tal taxonomía es una abstracción, no puede ser un reflejo especulativo de la realidad, ya que ésta siempre es más compleja que su sistematización teórica. Estamos convencidos de que la realidad y su conocimiento son dos regiones paralelos no reconocibles la una en la otra. No obstante, esto no implica negar la posibilidad del conocimiento, sino asumir un posicionamiento teórico que reconoce la existencia de distintos grupos sociales en pugna. En nuestro caso, distintas categorías de agentes en una misma fracción del capital. Tales agentes se definen en función de la situación material que ocupan en la estructura agrícola, incluso cuando no coincida con posiciones coyunturales que algún agente pueda asumir en circunstancias concretas. En otras palabras, para nuestros objetivos es más relevante analizar los “efectos pertinentes” de los cambios institucionales sobre un grupo social definido teóricamente, que la valoración subjetiva que algún agente perteneciente a ese grupo pueda efectuar sobre aquel cambio institucional. En este sentido es pertinente la diferencia que establece Pierre Bourdieu entre las cosas de la lógica y la lógica de las cosas. Resumiendo, la reflexión teórica sin contratación empírica es mera especulación, asimismo, la recopilación de información empírica sin mediación teórica nos conduce a reflejar subjetividades parciales distanciadas de la rigurosidad científica. En el próximo capítulo, y considerando esta construcción teórica, evaluamos los efectos pertinentes de la taxonomía propuesta sobre la institucionalidad en la administración del agua para riego agrícola en la provincia de Mendoza. 74 CAPITULO V: MUTACIONES DEL RÉGIMEN HÍDRICO LOCAL El análisis del régimen hídrico mendocino ofrecerá resultados dispares, según la perspectiva desde donde se lo observe; desde un punto de vista estrictamente economicista podría precipitar la conclusión de la conservación de su fisonomía originaria, con la omnipresencia del sector público en la gestión. Por el contrario, si se centra el análisis en los eslabones más débiles del encadenamiento productivo mendocino, podría deducirse que la presencia de ciertas flexibilizaciones implementadas en los últimos años es el resultado de procesos económicos más amplios que se dan en la región y están orientados por una fuerte ideología privatista. Por el contrario, nuestro enfoque es institucionalista y regulacionista, por ello nos proponemos dar cuenta de las tensiones presentes en el régimen hídrico, entendiéndolas como los efectos institucionalmente mediados de los conflictos originados en la estructura social. Más específicamente, concebimos al régimen hídrico como el conjunto de unidades técnicas, administrativas y de toma de decisión orientadas a la regulación del agua para riego. En este caso, asociado directamente con la actividad de riego agrícola. Es decir el concepto de régimen hídrico ajusta las normas de apropiación, distribución y uso del agua con los comportamientos individuales de los agentes agrícolas. Esto nos reintroduce elípticamente en nuestro esquema de análisis que retomaremos brevemente. La misma existencia del régimen hídrico como instancia mediadora entre conductas individuales y normas instituidas, deja en evidencia la necesidad de regular la relación entre estas dos flancos, exponiendo a su vez el carácter coercitivo de las normas instituidas, por un lado, y el afán de valorización económica de los agentes agrícolas, por otro. Esto nos invita a tener en cuenta la idoneidad del régimen de regulación para normalizar las prácticas sociales a través de sus formas institucionales; e intentar extraer de allí algunas conclusiones válidas para proyectar- 75 las al plano regional, donde los dispositivos institucionales regulan el circuito local. Entendemos a estos dispositivos como la condensación de tendencias bipolares, encontrando en un extremo los criterios públicos en la regulación del agua para riego y en el otro las motivaciones individuales de los productores agrícolas. En el primer caso, los principios que orientan la toma de decisión buscan asegurar el abastecimiento del agua necesario para la valorización de la producción agrícola, en límites compatibles con la más amplia cohesión posible de los agentes intervinientes en la actividad. En el segundo caso, el objetivo último en términos abstractos es lograr la mayor rentabilidad posible con el menor costo, por lo tanto, el uso de los recursos hídricos está subordinado al aporte que éste insumo efectúa en el proceso de valorización de la producción final. De esta forma definimos a los componentes del régimen hídrico como moldeados por dos corrientes contrapuestas. Una corriente orientada a la normalización social y económica del reparto del agua, que tiene como agente protagónico a la administración pública, en nuestro caso específico al Departamento General de Irrigación. Y otra corriente que procura hacer prevalecer las necesidades de la valorización económica. En este sentido los agentes principales son los productores agrícolas, o más específicamente las estrategias que estos agentes diseñan para la apropiación del agua, ya sean estas individuales o colectivas, organizadas o convencionales (ver marco teórico), etc. Por lo tanto, a esta última orientación se la puede calificar en abstracto como mercantil, en tanto que subordina los recursos naturales a la lógica de acumulación privada de capital, sin responder a los principios públicos para el reparto del agua. No obstante, en el caso hipotético que la orientación mercantil se impusiese mayoritariamente en la gestión del agua serían necesarias algunas condiciones: 1- que los derechos de propiedad del agua se definan institucionalmente y sean aceptados por los usuarios. Es decir, estos derechos dependen de la existencia de reglas y de normas colectivas que se impondrán a los agentes agrícolas, restringiendo el alcance de sus estrategias individuales. 76 2- que se pongan en práctica regulaciones que garanticen la sujeción a los derechos de propiedad definidos. Eso implica la presencia permanente, aparente o no, de la fuerza del Estado a través su estructura legal y burocrática. En otras palabras, la imposición de la corriente mercantil en detrimento de la pública, significa un mayor protagonismo de la los agentes económicos privados, siempre revalidado en última instancia por la fuerza pública. Este protagonismo privado generalmente suelen mejorar la eficiencia en el empleo de los recursos, ya que pone en competencia directa a los agentes individuales, haciendo valer los principios de la economía marginalista. No obstante también, en caso de existir grandes asimetrías en los distintos eslabones del encadenamiento productivo, pude implicar transferencias de las capacidades regulatorias a las exigencias de los sectores privados económicamente más poderosos. 3- dado que la definición del agua, como objeto de intercambio no es evidente, ella debe construirse. Esta construcción puede significar un desafío más grande que la transacción misma. Por ejemplo, una determinada transacción de agua debe superar el obstáculo que significa la existencia de diferentes calidades del agua (cuadro Nº 3 del anexo) y los volúmenes diferenciales que cada cultivo demanda en función de estas calidades. (Coriat y Weinstein, 2005) Es decir, la mercantilización de los recursos naturales requiere la definición y delimitación de los “objetos” apropiables primer, e intercambiables luego. La definición de estos objetos dependerá de los cambios en el régimen de propiedad de estos recursos y la forma que los agentes utilizarán este régimen. La conceptualización de los autores regulacionistas nos ofrece los criterios necesarios para la obtención de indicadores que den cuenta de la materialidad institucional del régimen hídrico para riego agrícola en Mendoza. Para ello recurriremos a las tres unidades operativas del régimen hídrico, es decir a la apropiación, distribución y uso que, en diferentes jerarquías institucionales, articulan las transformaciones surgidas a nivel estructural con las prácticas y comportamientos individuales de los agentes agrícolas. 77 La apropiación del agua para riego En la estructura agrícola mendocina observamos una tensión latente, que en algunas coyunturas se ha hecho manifiesta, entre intransigencias ante propuestas de grandes transformaciones en la forma de regular los recursos hídricos y esfuerzos por su flexibilización. Los primeros se resguardan en derechos y prácticas históricas que les asegura la obtención del insumo hídrico en condiciones ventajosas respecto a su situación en el circuito productivo regional. Los segundos, buscan alcanzar mayor eficiencia en la distribución y uso del recurso, que les permita asegurarse la dotación de agua y reducir costos. Uno de los aspectos donde más se evidencia el avance de esta última posición es en la estructura tarifaria para el cobro del agua de riego. En el caso que nos ocupa, el costo del agua reconoce dos rasgos constitutivos. Por un lado se encuentra el canon, que implica la prestación pecuniaria periódica que grava la concesión otorgada al productor para disponer de las aguas públicas, prestación que se regula en la agricultura mendocina según el número de hectáreas de la unidad productiva, independientemente del uso efectivo y de la cantidad de agua empleada. Por otro lado se encuentra el costo de entrega, constituido por todas las cargas necesarias para que los organismos competentes entreguen al productor el insumo hídrico según lo requiera. Los ítems específicos que forman la tarifa del agua son: Cuota sostenimiento del DGI (prorrateado entre la totalidad de las hectáreas empadronadas de la provincia), las Subdelegaciones (prorrateado entre la totalidad de las hectáreas empadronadas de la cuenca) y las Inspecciones de Cause. El sostenimiento de la Red Telemétrica, orientado a un mayor control en la distribución de los recursos (en una primera etapa se ha prorrateado por la totalidad de hectáreas empadronadas en la Provincia). Contribución orientada a cubrir los gastos de mantenimiento y reparación de los diques ubicados sobre cada río. El prorrateo del monto estima- 78 do se realiza entre las hectáreas registradas aguas abajo del dique en cuestión. Fondo para la emergencia climática: Creado para participar solidariamente a todos los productores por potenciales pérdidas económicas acaecidas por fenómenos climáticos (heladas, granizo, viento), que causasen el incumplimiento con los cánones correspondientes a las Inspecciones de Cauce hasta el período agrícola siguiente. (Díaz Araujo y Bertranou, 2003: 63) Por su parte, en el caso del agua subterránea para uso agrícola “la tarifa anual se determina conforme al diámetro de la perforación sin considerar el consumo efectivo de agua que se realiza” (Díaz Araujo y Bertranou, 2003: 64) Los dispositivos instituidos destinados a establecer el costo del agua no han permanecido ajenos a las orientaciones reflejadas en otras instancias de regulación de la práctica agrícola en Mendoza. Uno de los aspectos más perceptibles de tales orientaciones en el plano ideológico, sobre todo entre economistas y ecólogos, es la confianza en la necesidad de adoptar tarifas que reflejen los costos marginales, es decir, que la provisión de agua se extienda hasta el punto en que el costo de la última unidad de agua sea igual al beneficio de utilizar esa última unidad de agua. Tal orientación no es exclusiva del régimen hídrico mendocino, sino una expresión más de la escalada de la ideología liberal en el continente. No obstante, su recepción ha sido dispar entre los diferentes agentes involucrados. Existe quienes lo aprecian como un mecanismo efectivo para corregir usos dispendiosos del agua, pues el cobro por unidad de agua (o volumétrico) a diferencia del canon por superficie, actualmente vigente en la provincia, induciría al productor a implementar prácticas de riego tendientes a optimizar el recurso. Pero también hay agentes que observan estas medidas de carácter estrictamente economicista y eficientista, no sólo distanciada del ordenamiento jurídico del agua en Mendoza, sino principalmente de los criterios sociales que lo sustentan. Estas discrepancias, si bien se instituyen en el plano de las regulaciones hídricas por los mecanismos de cobro del agua para riego, no obstan79 te, nos proponemos demostrar que encuentran su origen en la dinámica de la estructura socio-agraria. Advertimos anteriormente el oportunismo de las empresas agrícolas hegemónicas y del capital extranjero para la capitalización en un contexto de sobrevaluación de la moneda nacional. La sofisticación en las tecnologías de riego de estos grupos económicos los posiciona en condiciones inmejorables para aprovechar los beneficios de un sistema de cobro volumétrico del agua. Principalmente porque estas tecnologías facilitan la provisión exacta de agua acorde con las necesidades hídricas para obtener la máxima productividad según cada cultivo y minimizan las pérdidas del sistema de conducción interno de la unidad productiva. De esta forma, es fácil articular la emergente inclinación a incorporar los costos marginales del agua con los intereses de los grupos más concentrados del circuito agrícola mendocino. Esta propensión no se manifiesta sólo en un plano idiosincrático, sino que su implementación se ha iniciado con la incorporación de procesos técnicos concretos que constituyen momentos previos necesarias para su consolidación. Según el Plan Hídrico Provincial, “durante los años 2000 y 2001 con la concreción de los proyectos Luján Sur, Luján Oeste y Alta Montaña, se incorporará a los usuarios en el proceso medición y control de distribución del agua mediante el uso de la tecnología de telemedición y telecontrol. Para ello, se incorporará en tales obras además de los equipos telemétricos de medición, de automatización y telecontrol, el software y el hardware necesario que permitan la operación en tiempo real del Sistema de Distribución, iniciándose así la etapa de la distribución volumétrica y entrega a la demanda”. (PHP, 1999: 111). La incorporación del ítems “sostenimiento de la red telemétrica” en el canon de todos los usuarios de agua para riego es un indicador claro de la incursión efectiva de las aspiraciones marginalistas en la propia estructura tarifaria del régimen hídrico. Una consideración especial merece la tarifación del agua subterránea, en este caso, el canon es fijado según el diámetro de pulgadas de la perforación. El destino de este canon es el mantenimiento de la infraestructura que controla la cantidad y calidad de los acuíferos (Díaz Araujo y Bertranou, 2003: 64). Esto no parece diferir en lo sustancial de la regulación del 80 agua superficial, no obstante, la regulación del agua subterránea presenta una situación particular. Pues la obtención de derechos sobre estas aguas está más asociada a la capacidad de solventar el costo del pozo, la bomba y el consumo eléctrico del bombeo, que de la ley general de agua en Mendoza, que sí rige para el recurso superficial. Además, el gobierno provincial subsidia parte de los costos eléctricos necesarios para la extracción del agua, sin discriminar las situaciones diferenciales de los productores del agro mendocino. Los criterios para la administración del agua subterránea nos remite una vez más a nuestro marco analítico, según el cual el régimen hídrico se define en la intersección dinámica entre dispositivos públicos para la distribución del agua con criterios de equidad y las competencias individuales de los productores para conseguir el insumo hídrico en los términos más convenientes. En el caso de las aguas subterráneas, la adquisición de permisos para su uso no obedece tanto a las normas instituidas para la regulación del agua como sí de la detentación de capital tecnológico y financiero de los agentes cuenten para realizar las perforaciones (Montaña y otros, 2007). La disposición de pozos para la extracción de agua, es una práctica al interior de la unidad productiva que permite disponer del insumo hídrico, incluso en predios que históricamente han estado al margen del oasis productivo. Es decir que este recurso para obtener el agua, es una alternativa admitida para regar propiedades que a priori no cuentan con derechos de riego, dependiendo casi exclusivamente del poder económico de los agentes, generándose así un mercado tácito de aguas. La distribución y el uso del agua La corriente mercantil también se manifiesta en el plano de la distribución del agua. En este sentido, creemos que la decisión del DGI de entregar a cada Inspección de Cause el volumen de agua necesario para el riego de las hectáreas que efectivamente hayan cumplido con el correspondiente canon es un testimonio claro de la embestida privatista. Esta voluntad política para disponer de los recursos públicos con un criterio de solidaridad res81 tringida se refrenda con la descentralización administrativa del DGI mediante la creación de las Asociaciones de Inspecciones de Cauce mediante la Ley 6405/96 (Scoones, 2007). Ello permite contar con registros meticulosos de las unidades productivas que están o no al día con el canon correspondiente a sus derechos. En esta misión institucional, fundamentada con principios monetaristas en la política hídrica cuenta como principal dispositivo de ejecución el Área de Corta de Agua. Los Planes Directores de Ordenamiento de los Recursos Hídricos (2002) para Mendoza señalan que del total de la superficie empadronada para uso agrícola, sólo el 54% cumple con el canon de riego establecido, siendo la cuenca del río Tunuyán Superior la de mayor cumplimiento con un 75% mientras que la cuenca más lánguida en capacidad de pagos corresponde a la del río Atuel en la que la observancia con el canon sólo llega a un 30% de la superficie empadronada total. Tabla 3: Uso agrícola de la tierra, Superficie y cumplimiento del canon de riego (Mendoza 2001) Cuenca del río Uso agrícola % Cumplimiento SET SEP 97.401 29.377 30,16 Atuel 66.948 33.393 49,88 Diamante 6.190 S/D S/D Malargüe 35.899 75,06 Tunuyán Superior 47.826 80.500 56.272 69,90 Tunuyán Inferior 85.101 52.844 62,10 Mendoza 383.966 207.785 54,12 Total SET: Superficie Empadronada Total SEP: Superficie Empadronada Paga Fuente: Elaboración propia en base a datos obtenidos de PNUD / FAO-DGI (2002). Estos cambios institucionales forjan al interior de cada Inspección de Cause una estratificación entre agentes con capacidad de pago y con pleno ejercicio de sus derechos al insumo hídrico y otros agentes que pese a contar con derechos definitivos permanecen segregados del circuito productivo por no poder acceder periódicamente al recurso vital, dado su condición de mo82 rosos. Este sub-estrato con derechos pero sin disponibilidad efectiva de agua está conformado por una pluralidad de pequeños productores que se encuentran en al límite de supervivencia, siendo el abandono de las fincas una alternativa frecuente. La dinámica socio-agraria mendocina en las regulaciones hídricas se hace explícita si se analizan la competencia institucional de estas modificaciones y sus consecuencias eficientes sobre la misma. La emergencia de un estrato agrícola desarticulado del circuito productivo, no es resultado exclusivo, ni determinante, de la política hídrica provincial, sino que en ello tienen su responsabilidad las políticas económicas nacionales. La transición de gobiernos autoritarios en el período 19761983 a los sucesivos gobiernos democráticos no implicó un cambio en la orientación económica inicial. En lo que respecta a las economías regionales, tendió a enfrentar a los productores agrícolas con reglas de competitividad que trascendían las fronteras nacionales. Este factor es de gran relevancia, pues no sólo explica la exclusión de numerosos pequeños productores del circuito económico, sino también la avidez de las empresas agrícolas mejor posicionadas por reducir al máximo sus costes de producción, no sólo del trabajo como advirtiéramos oportunamente, sino también de los insumos productivos, entre las que contamos el agua para riego. Esto señala que las trasformaciones del régimen hídrico no están desarticuladas de lo que acontece a nivel nacional, por el contrario siguen de cerca su orientación, aunque con distintas cadencias, producto de la especificidad del entramado institucional local. Por lo tanto, la privación del acceso al uso del agua pública para los productores morosos, operada mediante las mutaciones institucionales arriba comentadas, no es la raíz del deterioro de pequeños y medianos emprendimientos tradicionales, pero sí constituye el factor desencadenante de su exclusión del circuito por la imposibilidad de prescindir de ese recurso. Esta disección entre empresas con y sin acceso efectivo al agua para riego constituye el contexto propicio para flexibilizar el principio de inherencia que rige en la ley general de agua de Mendoza. 83 Para ello se creo en el año 2003 el Registro Único de Agua, a través de este dispositivo, los productores con derechos de riego que se hayan retrasado en sus obligaciones, o que no vayan a emplear el agua durante algún período, puede poner a disposición de otros productores esos derechos por un tiempo delimitado, a cambio de eximirse del canon de la Inspección y de la Asociación, que corren por cuenta del productor beneficiado. No obstante, quien ofrece el derecho de agua sigue pagando la cuota correspondiente al Departamento General de Irrigación. Estas trasferencias de agua de parcelas con derecho pero en mora o desuso a otras sin derecho pero con capacidad de pago es una convención consuetudinaria, en la que además históricamente primaron criterios de solidaridad inter-productores, principalmente sostenida por vínculos de proximidad y aplicadas al interior de una Inspección de Cause, es decir a regantes que comparten un mismo canal o sistema hídrico interconectado. Pero su formalización en una unidad institucional concreto como el Registro Único de Agua, combinado con las tecnologías de medición y distribución cada vez más exactas, hacen presumir una pronta extensión de estas prácticas a nivel de inter-cause y en el caso de concretarse obras de trasvase insistentemente planeadas, incluso inter-cuenca10. Otro factor que ha evolucionado en dirección a una distribución más flexible del agua es concreción de embalses como el de Potrerillos, que le otorga mayor seguridad a los emprendimientos del oasis norte de la provincia, permitiendo regular los flujos hídricos en función de las necesidades de sus cultivos y no de las ofertas naturales, sobre todo los déficit hídricos que sobrevienen entre agosto y diciembre. Los efectos pertinentes de estas transformaciones institucionales consisten en permitir una reasignación en el uso del agua, no así en los derechos, desde parcelas con cultivos desvalorados a otras más flexibles a las exigencias de los mercados consumidores, especialmente externos. Es decir, 10 Pero ello requiere inversiones en infraestructura de transporte que puede superar las ganancias potenciales de la actividad, sobre todo porque obras de estas dimensiones exige garantías de continuidad en la necesidad de transferencias de flujos que de no concretarse, implicaría no sólo pasivos ambientales enormes, sino también pérdidas económicas cuantiosas. 84 que se operan los cambios necesarios para que la consolidación de las capas mejor posicionadas de la fracción agrícola del capital se realice, en detrimento de las capas medias y bajas. Asimismo, se abre la posibilidad de que en un futuro no sean solo algunos productores agrícolas los beneficiados, sino también empresas mineras, o emprendimientos inmobiliarios de alta gama, todo en perjuicio de usuarios tradicionales del agua como de los mismos ecosistemas naturales. Este ajuste institucional conduce al fortalecimiento de un protomercado de aguas, en tanto que derriba algunas restricciones normativas, facilitando la difusión de intercambios regulares de aguas, aunque la ausencia de un precio libre por esos intercambios y la omnipresencia fiscalizadora del DGI no permite sugerir un mercado en sentido estricto. La implementación marginal de mecanismos de mercado en la regulación del agua para riego en Mendoza, y no su resuelta consolidación como ha ocurrido en algunos países de la región, principalmente México y Chile, se debe a la resistencia de gran parte de los productores, principalmente los tradicionales, a este tipo de estrategias que cuenta entre sus efectos inmediatos un mayor margen de acción para los agentes económicamente más concentrados. Tal como sostienen Solanes y Getches (1998: 3) “Los sistemas con exceso de enfoque en los mercados tienden a pasar por alto usos poco valiosos, pero ambientalmente relevantes y a los grupos que no están bastante organizados para participar en el proceso.” 85 CAPÍTULO VI: CONCLUSIÓN Gestión estatal o mercantil, ¿hegemonía, transición o hibridación? Si bien las instituciones hídricas mendocinas son muy específicas, la configuración particular que dispone presenta ciertas generalidades que pueden equipararse al de otros regímenes hídricos. Algunas de estas generalidades son propias de un régimen estatista de gestión. Una de las principales características genéricas que denotan tal condición es la presencia de una tarifa como herramienta de financiamiento del servicio de agua para riego. La tarifa es un precio regulado por el poder público, es decir, no está liberado a la discrecionalidad de los agentes económicos más concentrados, como es el caso del precio marginal. La tarifa como mecanismo de fijación de precio procura observar la eficiencia social y ambiental en el marco de una gestión pública del agua. En esta misma línea, la refrenda pública de la apropiación que los agentes hacen de los recursos hídricos constituye el segundo indicador de la vigencia del modelo estatal. Más allá de que estas instancias no permanezcan ajenas a los intereses particulares de los agentes, su vigencia, en lugar de mecanismos propiamente mercantiles, constituye un freno al interés de los grupos económicos con mayor poder de mercado. Por otra parte, un tercer componente del régimen estatista es la vigencia del principio de inherencia en la administración del agua que establece la inalienabilidad del agua de la tierra. Tal criterio rige desde fines del siglo XIX e impide disociar el valor del agua del mercado de la propiedad raíz11. Si bien el criterio de evaluación privado establece una brecha amplia entre las distintas zonas agrícolas de la provincia, es innegable que el mercado de tierras está fuertemente afectado por el principio de inherencia, como criterio socialmente instituido para la apropiación del agua. Este princi- 11 Tal es así que, según el Prosap, el costo total, público y privado, para irrigar artificialmente a una hectárea es de U$S 4000 (Semanario Infocampo. Del 28 de abril al 4 de mayo de 2006), cifra consecuente con datos de la Compañía Argentina de Tierras, quien encuentra oscilaciones desde 3000 a 12500 dólares entre tierras con y sin derechos de riego (Negocios & Economía, Diario Uno. Domingo 30 de enero de 2005. Nº 552). 86 pio ha sido el botín sobre el que se han suscitado las mayores controversias entre los dos modelos tendenciales de regulación del agua, su presencia en gran medida alimenta la presunción de la hegemonía del modelo estatista como rector del reparto del agua a los agentes privados, preservando la mayor cohesión social. Finalmente un rasgo que complementa el modelo estatista, es el manejo autónomo de las operaciones del sistema de distribución hídrica por parte de los usuarios. El dispositivo central en esta tarea es la Inspección de Cause, que aglutina a todos los productores abastecidos por un mismo canal de riego. Si bien en la práctica se observan ciertas distorsiones que tienden a reproducir las asimetrías de poder en el ámbito de influencia de cada Inspección, las normativas de las Inspecciones de Cause tiende a asegurar la participación más amplia de todos los agentes en las decisiones vinculadas al reparto del agua. Así como previsiblemente existen elementos generales del régimen hídrico que adscriben a un modelo estatista, nos hemos propuesto demostrar que también existen elementos que responden a una racionalidad mercantil. Tales elementos si bien no alcanzan a remplazar el dominio público en la gestión del agua, sí logran incorporarse en su lógica a través de lo que generalmente se denomina racionalización del aparato estatal. En 1985, como consecuencia del proceso de descentralización del sistema de riego que acompañó las políticas neoliberales de los años 80-90, la administración del agua incorporó a la gestión una lógica de mercado que supuso economías de escala y criterios empresarios. Tal cambio en la organización de la distribución del agua implico la descentralización administrativa del DGI, mediante la creación de las Asociaciones de Inspecciones de Cauces a través de la Ley N° 6405 de 1996. Estas modificaciones fueron el origen de la posterior exclusión de los productores minifundistas del circuito productivo y las flexibilizaciones implementadas para agilizar las transferencias de derechos de uso de agua. Teniendo en cuenta las flexibilizaciones observadas en el régimen hídrico, tanto en sus dimensiones de apropiación, distribución y uso, con el objeto de facilitar el acceso al agua a los emprendimientos más pujantes, 87 sobre todo aquellos integrados a la agroindustria exportadora, ¿se puede conjeturar que en el corto plazo la orientación más contundente en la gestión de los recursos hídricos para riego en Mendoza es el modelo mercantil? Desde nuestro punto de vista, resulta incuestionable el valor analítico de los “modelos”, como extremos tendenciales para un régimen institucional enmarcado en cambios estructurales. No obstante, la adopción de este enfoque encierra el riesgo de precipitarse a conclusiones espontánea, no del todo ceñidas a la reflexión científica. Los modelos llevan el riesgo de reducir una configuración institucional compleja a una generalización abstracta. Es decir, el régimen hídrico, compuesto de dispositivos institucionales, organizaciones, normas, convenciones y reglas, es el resultado de la materialización de las relaciones sociales, políticas y económicas sostenidas entre los agentes en un momento específico y no un producto estandarizado. El análisis de los regímenes hídricos de otras regiones niega la posibilidad de transponer el ritmo tanto de los instrumentos mercantiles de gestión como de las herramientas públicas de administración. Sí en consecuencia los organismos responsables de la gestión del agua se propusieran importar el conjunto de estas características, la historia de los "modelos", ya sea estatista o mercantil, sugiere la imposibilidad de copiar exactamente cualquier arquitectura institucional, porque la hibridación introduce nuevos principios, que muestran una relación reñida con los modelos, abriendo paso a la trayectoria de la estructura social local. Sí pueden buscarse los equivalentes funcionales (Laclau) de aquello que permite el éxito de ciertas regulaciones en otro contexto institucional. Estos equivalentes funcionales pueden reformar las instituciones aproximándose a una configuración más cercanaa un modelo puro. En este sentido, nos permitimos algunos presupuestos que sienten las bases para comprender la trayectoria del régimen hídrico en Mendoza. Observamos que la estrategia del Departamento General de Irrigación delibera permanentemente entre una adhesión implícita a una reorientación mercantil de la gestión del agua y la invocación, a menudo retórica, de un modelo centralizado, adecuado al ordenamiento jurídico de la provin88 cia y con participación social ampliada. Sin embargo, el debilitamiento del compromiso público con los productores tradicionales manifiesto en el período de estudio, nos lleva a ponderar a la estrategia mercantil como la de mayor proyección, pese a que algunas medidas coyunturales del sector público atenuaron los cambios en esta dirección. Ahora bien, la introducción de algunas flexibilizaciones marginales en el régimen hídrico, la concentración creciente de la estructura agrícola y el contexto hegemónico de la globalización financiera ¿frena la posibilidad de una gestión estatal compatible con márgenes razonables de participación social?, y en este mismo sentido, ¿Cuáles son los márgenes reales para un proceso de hibridación? Sabemos que la extroversión del régimen de acumulación en el período rentístico produce evidentemente una profundización de la especialización de las actividades productivas insertas en el mercado mundial. Especialización que involucra los cambios operados por los emprendimientos innovadores descriptos en el capítulo IV, principalmente respecto a la percepción de la fuerza de trabajo, la fuente de financiamiento, las técnicas agrícolas, su capitales simbólicos y acceso a los recursos naturales. No obstante, la especialización económica no implica solamente mutaciones de las unidades productivas agrícolas, sino también de los dispositivos institucionales que las regulan. Esto abre una discusión más general sobre ¿cuáles son la fuerza que controla la reestructuración de las configuraciones institucionales y cuál es la viabilidad en el mediano y largo plazo de un nuevo régimen que puede derivar de un proceso de hibridación? Para contestar estas preguntas consideramos elemental entender al régimen hídrico como una configuración heterogénea de dispositivos reguladores emanadas desde diversos ámbitos. Como hemos expuesto en capítulos anteriores, para el análisis de estas transformaciones asumen especial importancia dos vectores eficientes, el régimen de acumulación rentístico financiero que impera en el país en el período 1976-2001 y los impactos derivados sobre la estructura agrícola mendocina. Si se pretende jerarquizar la gravitación de cada uno de estos vectores sobre el régimen hídrico, creemos que la especificidad de la estructura 89 socio-agrícola regional es el factor más influyente en las transformaciones analizadas. Sin despreciar los efectos del régimen de acumulación nacional, cuyas características generales, como hemos sostenido, imprimen eficazmente su semblante a las economías regionales y sus dispositivos regulatorios. No obstante, creemos que la autonomía relativa del circuito productivo regional, su propio modo de reproducción, legitimación e incluso de absorción de sus crisis, le otorga un rol central en la explicación del régimen hídrico. En este sentido, la continua polarización que se ha observando entre distintas categorías de emprendimientos agrícolas deja su marca en el régimen hídrico. En otras palabras, las cristalizaciones asimétricas de capitales económicos, políticos, culturales, informacionales que cada empresario, o grupo de empresarios detenta y pone en juego en sus estrategias de valorización económica influye sobre la regulación de los recursos hídricos. O más precisamente, sobre los dispositivos instituidos para normativizar el acceso al agua para riego. En este sentido, puede decirse que la detentación de capital tecnológico juega un papel importante en las pugnas regulatorias. Así la coexistencia de emprendimientos muy tecnificados pero minoritarios en números absolutos, con otros mayoritarios pero que usan técnicas de riego precarias, abre camino a la hibridación del régimen hídrico en estudio, dejando en evidencia una operatoria simultanea de instrumentos mercantiles (o cuasi-mercantiles) de gestión, con una sofisticación creciente de instrumentos públicos de administración. Además existen otros dos vectores que tienen algún peso en la explicación de las mutaciones institucionales. Estos vectores son la financiarización del capitalismo global y la agenda científica y técnica sobre gestión de recursos naturales definida en eventos internacionales. Desde nuestra perspectiva el régimen de acumulación y la estructura agrícola median entre la gestión local de los recursos y estos dos vectores, pero ello no significa que éstos no tengan su eficacia específica en virtud de su propia lógica de funcionamiento. En el caso de la financiarización de capital, sabemos que la propensión a la baja en las ganancias del capital productivo en el período de estudio orientó a los especuladores a la adquisición de títulos, bonos, etc., que 90 para su valorización acelerada requiere un ajuste continuo sobre los factores de producción, principalmente el trabajo y su objeto de aplicación, las materias primas o recursos naturales12. Por su parte, consideramos que la agenda científica y técnica sobre gestión de recursos naturales, si bien goza de cierta independencia del vector anterior, es tendencialmente compatible con sus objetivos últimos. Es decir, si bien los especialistas con autoridad sobre la orientación de las políticas referidas a recursos naturales toman sus decisiones en base a criterios técnicos, el fundamento profundo de estos criterios desarrollados en eventos científicos internacionales acreditados, deja en evidencia la penetración de la lógica financiera y en gran medida se ha convertido en el vehículo más eficaz de materialización institucional de las mutaciones alentadas por el capital financiero. Si gran parte de ambientalistas e intelectuales junto con algunos sectores políticos están convencidos de que el régimen público de gestión de los recursos hídricos es obsoleto, aún cuando las pruebas empíricas contradicen su hipótesis sobre la ineficiente, la decisión tomada por los agentes estratégicos podría provocar el cambio de un régimen a otro. Si por el contrario, los tomadores de decisión están convencidos que la gestión pública puede reformarse en lugar de reemplazarse completamente, entonces estaríamos en presencia de una reafirmación del sector público, no obstante lo más probables es que se experimente un proceso de hibridación. La interacción de estos factores abre una gran variedad de trayectorias para el régimen hídrico mendocino. Sin embargo, varios enfoques de ciencia social ayudan a delinear un diagnostico provisional para las transformaciones de la últimas tres décadas: el viejo modelo público está afectado de forma irreversible y se inclina hacia una configuración sin precedentes, con algún parecido, aunque distantes, a un esquema más flexible de regulación de recursos hídricos. Esto ha llevado a la conclusión que sostiene que el régimen hídrico mendocino puede caracterizarse como un híbrido entre el centenario modelo 12 En este sentido deben entenderse la incorporación a la lógica mercantil de cada vez más ámbito, entre ellos los recursos naturales. 91 público con respecto a la inherencia, especificidad y perpetuidad de los derechos de agua y el reciente modelo neoliberal en relación con algunas trasformaciones orientadas a la descentralización (IC), el consentimiento a efectuar trasferencias de recursos (RUA) y la mayor presión tributaria sobre los regantes (Corta de Agua), lo que raramente es reconocido. Aplicaciones, observaciones e implicancias comparativas con otras estructuras agrícolas de oasis de América Latina Para concluir nos proponemos sugerir algunas transferencias posibles a otras estructuras agrícolas de oasis de América Latina. Es decir, lo que se pretende, siguiendo las recomendaciones metodológicas de Strauss & Corbin (1998: 88), es pasar del plano específico de la agricultura mendocina a otro más general como pueden ser los oasis agrícolas latinoamericanos. Con esto queremos señalar que nuestro caso de estudio podría ser cualquier estructura agrícola irrigada latinoamericana, y de él se esperarían los mismos resultados generales que para el caso mendocino. Así por ejemplo, casos como el de Coquimbo en Chile, el de Cochabamba en Bolivia o el de Paraná en Brasil, por nombrar solo algunos, muestran trayectorias en gran medida antagónicas a la experiencia mendocina, y sin embargo a los fines teóricos de analizar los nexos entre estructura agrícola y régimen hídrico, con consideración histórica y valoración de las estrategias regulatorias generadas en diferentes jerarquías de territorialidad, presentarían resultados que, aunque no generalizables, sí podrían transferirse a otros casos particulares. Avancemos sobre las posibilidades de transferencia de nuestra investigación. Para ello recurriremos a los mencionados casos chileno y boliviano. En el caso de Chile nuestro recorte temporal tendría como inicio el 11 de septiembre de 1973, fecha en que el golpe de Estado destituyó la presidencia constitucional de la Unidad Popular. No obstante, en este caso particular el período de estudio no tendría una fecha de culminación definido, pues el régimen de acumulación inaugurado con el gobierno militar no ha 92 evidenciado en la actualidad una fractura estructural como sí ocurrió en el caso argentino con la crisis de diciembre de 2001. Otra diferencia sustancial con nuestro caso de estudio es el carácter unitario del gobierno chileno. Es decir, que mientras que las provincias argentinas reservan en su Constitución el poder de administrar provincialmente los recursos naturales, en Chile la administración de estos recursos se efectúa de forma centralizada. Esto es un elemento que difiere marcadamente de nuestro caso, ya que pone de manifiesto las diferencias en el grado de proximidad de los agentes económicos de Coquimbo para influir sobre las estrategias regulatorias que emanan del poder público central. El caso chileno no muestra superposiciones relevantes de normativas regionales y nacionales, aunque esto no significa que no influyan tendencias regulatorias que resultan de procesos supranacionales. Respecto a la estructura agraria que emplea como insumo los recursos hídricos, la trayectoria histórica del caso chileno es muy distinta de la mendocina. Si bien la agricultura chilena comparte con los países del continente una historia común de concentración de la propiedad de la tierra y de los recursos en general a favor de minorías privilegiadas, no obstante ya en la década del ’60 había comenzado un proceso de parcelación de los latifundios en beneficio de pequeños productores. Este proceso fue radicalizado por la gestión de Salvador Allende que terminó por reducir el viejo orden latifundista en pos de la institucionalización de una nueva estructura agrícola parcelaria y con fuerte capacidad estatal de orientar la producción. Tras el golpe militar de 1973 el régimen neoliberal irrumpió en el campo restituyendo tierras expropiadas, estatizando parcelas, transfiriendo tierras a empresarios, corporaciones y fundaciones afines al régimen, y sobre todo introduciendo mecanismos de mercado en la distribución de la tierra. La política agrícola trazada por el gobierno militar generó una estructura rural caracterizada por el dominio de empresarios bajo la égida del Estado autoritario y la proletarización de los pequeños productores rurales. Si nuestro objeto de estudio hubiese sido el caso chileno, nuestra hipótesis indicaría que la promulgación de un nuevo Código de Aguas en 1981 solo puede explicarse si se la toma como una normativa articulada con 93 el proyecto global de restitución conservadora iniciado en 1973. Esta proposición se ve ratificada por los efectos eficientes que esta reglamentación ha instituido. La separación de la propiedad del agua y la tierra que establece el Código de 1981 ha desatado una progresiva pérdida de derechos en la mayoría de la población y confiscación de campesinos, agricultores e indígenas; como también la desaparición del poder público en sus funciones de control y gestión. Otra estructura agrícola regional que presenta particularidades fructíferas para la transferencia teórica es el caso de Cochabamba en la República de Bolivia. En este caso, el quiebre en la política económica comienza en 1985, con el decreto supremo Nº 21.060. A partir de allí, el Estado comenzó a retirarse de la función de regular los precios agrícolas y proteger a la producción local. De esta forma la asistencia financiera, técnica y la obra pública que otrora respaldaba el desarrollo del campesinado comienzan a mermar. Todo esto, sumado a amplias exenciones impositivas a las importaciones, van dejando gradualmente a los pequeños productores librados a las reglas del mercado o, lo que es lo mismo, sujetos al expolio de los grupos económicos más concentrados. Una de las particularidades de la estructura cochabambina es la pluralidad y superposición de reglamentaciones para la distribución y acceso a los recursos naturales. Estas reglamentaciones encuentran sus fuentes de legitimación en los procesos históricos concretos que ha atravesado la región en los últimos cinco siglos. Es decir, que la jerarquía normativa para la distribución del agua de riego expresa en gran medida la trayectoria económica y política que ha recorrido la agricultura cochabambina, es decir, esta trayectoria ha quedado definitivamente plasmada en las formas de tenencia de los recursos productivos. Tal es así que existen derechos de acceso a los recursos hídricos fundados en los usos y costumbres que se remontan al período pre-incaico. La posterior irrupción de los Incas, de los colonos españoles y más recientemente de empresarios privados también han estampado sus marcas sobre la disposición de los recursos productivos. 94 La particularidad del acontecer histórico de esta región moldea una estructura agrícola en la que no solo coexisten productores pertenecientes a capas económicas y categorías políticas diferentes, sino también agentes adscriptos a prácticas culturales que obedecen a regímenes productivos diversos. En otras palabras, existe superposición de regulaciones en un mismo espacio geográfico aunque emanadas de momentos históricos muy distintos. Todos los agentes agrícolas cochabambinos, no obstante, tiene sus derechos de agua bien definidos. Los piqueros (grupos originarios) lo fundan en la tradición, los quechuas por su parte introducen la lógica inca en el reparto del agua, así los grupos familiares se reúnen en parcialidades o ayllus, fuertemente asociados a la idea de un espacio territorial determinado. La conquista española introdujo la figura de los hacendados latifundistas, que si bien en gran medida fueron expropiados por el Movimiento Nacionalista Revolucionario en 1953 merced a la reforma agraria implementada, algunos de ellos quedan y articulan sus estrategias para la adquisición del agua con las estrategias de los grupos más tradicionales. Finalmente se encuentran los emprendimientos privados, que fundan la legitimidad de sus derechos en la construcción de grandes obras de infraestructura para riego como diques y canales de conducción. La composición de la estructura agrícola cochabambina es un duro escollo a las propensiones globalmente dominantes sobre la regulación de los recursos hídricos de la región. En este sentido, la sucesiva aplicación de dispositivos regulatorios mercantiles en otras esferas de la economía boliviana encuentra un freno cuando se intenta introducir en esta lógica la distribución del agua. Así cuando en 1999 la empresa Aguas de Tunari asume la concesión del monopolio en la distribución del agua en Cochabamba y alrededores, las reacciones por parte de los campesinos fueron inmediatas, entendiendo que ello afectaba a sus usos y costumbres, forma institucional que a priori se puede considerar como precaria, pero la especificidad de esta estructura agrícola le otorga gran eficacia y poder de movilización. La resolución de este conflicto hacia abril del 2000, con la invalidación de la concesión mencionada y la reivindicación de las instituciones centenarias alerta 95 sobre la inclinación reduccionista a generalizar a partir de procesos económicos globales. 96 BIBLIOGRAFÍA Aglietta, Michel y Rebérioux, Antoine (2005). Les régulations du capitalisme financier. La leerte de la régulation, enero de 2005. Aglietta, Michel. “El Sistema Monetario Internacional” en Boyer, R. Y Saillard, Y. (1996). “Teoría de la regulación: estado de los conocimientos”. CBC. Bs. As. Vol. I. 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Censo año 1936 10.962 100.619 Censo año 1945 14.096 106.787 31/12/1949 15.525 117.973 31/12/1950 16.539 121.051 31/12/1951 16.814 125.329 31/12/1952 17.949 131.747 31/12/1953 18.196 136.387 31/12/1954 19.232 141.048 31/12/1955 19.799 148.515 31/12/1956 20.338 153.443 31/12/1957 20.812 157.772 31/12/1958 21.516 162.911 31/12/1959 22.025 167.404 31/12/1960 22.525 172.863 31/12/1961 23.749 180.151 31/12/1962 24.729 184.664 31/12/1963 25.182 188.734 31/12/1964 25.504 192.098 31/12/1965 26.222 194.764 31/12/1966 27.179 199.592 1968 26.448 209.515 1969 s/d 210.525 1970 s/d 211.263 1971 s/d 213.506 1972 s/d 227.027 1973 s/d 228.310 30/04/1974 31.203 240.305 31/12/1975 32.168 250.155 31/12/1976 32.444 252.150 31/12/1977 32.625 252.748 Censo año 103 Censo año Censo año Censo año 1978 s/d 252.928 1979 s/d 230.925 1980 s/d 232.349 1981 s/d 233.690 1982 s/d 234.808 1983 s/d 232.096 1984 s/d 217.936 1985 s/d 208.075 1986 26.362 199.134 1987 25.051 190.982 1988 24.223 185.069 1989 23.086 178.324 1990 20.118 146.709 1991 19774 145651 1992 19661 145218 1993 19483 145429 1994 19219 144539 1995 19058 144174 1996 18902 143765 1997 18637 142819 1998 18516 143698 1999 17708 142275 2000 16014 141081 2001 16196 143051 2002 16394 144954 2003 16430 146082 2004 16586 148619 2005 16880 152927 2006 17108 156570 2007 17158 158833 Fuente: Elaboración propia en base a datos del INV 104 Tabla 6: Distribución de las explotaciones agropecuarias y superficie según tamaño (Mendoza 1974, 1988 y 2002) Cantidad y hectáreas 1974 EAPs 1988 Superficie Has. Has./ EAPs propietario % 2002 Superficie Has. Has./ EAPs propietario % Superficie Has. Has./ propietario % TOTAL 35.150 9.769.366 100 278 33.249 5.278.442 100 159 39.561 6.350.115 100 161 Hasta 10 22.356 99.423 1 4 20.996 87.105 2 4 5.623 72.514 1 13 10,1 a 25 6.631 109.256 1 16 6.721 109.072 2 16 5.498 89.949 1 16 25,1 a 50 2.211 78.951 1 36 2.755 98.170 2 36 2.421 87.071 1 36 50,1 a 100 918 65.933 1 72 1.271 90.169 2 71 1.172 84.210 1 72 100,1 a 200 458 66.109 1 144 564 78.623 1 139 608 84.469 1 139 200,1 a 500 497 173.844 2 350 286 86.499 2 302 313 98.145 2 314 500,1 a 1000 487 397.647 4 817 113 85.817 2 759 185 140.498 2 759 1000,1 a 2500 750 1.324.657 14 1.766 155 279.147 5 1.801 266 459.362 7 1.727 2500,1 a 5000 501 1.860.902 19 3.714 144 546.105 10 3.792 218 806.597 13 3.700 5000,1 a 10000 196 1.440.437 15 7.349 135 995.673 19 7.375 164 1.183.229 19 7.215 Más de 10000 145 4.152.207 43 28.636 109 2.822.065 53 25.891 143 3.244.070 51 22.686 Dado que los rangos de superficie varían de un censo a otro, aquí fueron empalmados según los criterios del CNA 2002 a fin de hacer posible la comparación FUENTE: Elaboración propia en Base a Censo Nacional Agropecuario 1974, 1988 y 2002. 105 Tabla 7: Distribución relativa de la población urbana y rural por departamento (Mendoza 1970, 1980, 1991 y 2001) Departamento Total provincial 1970 1980 2001 Total Urbana Rural Total Urbana Rural Total Urbana Rural Total Urbana Rural 973.075 640.921 332.154 1.196.228 824.430 371.798 1.412.481 1.099.526 312.955 1.575.374 1.251.477 323.897 % Capital 1991 % % % 12,2 18,5 - 10,0 14,4 - 8,6 11,1 - 7,0 8,9 0,0 4,0 3,1 5,8 3,5 3,0 4,7 3,0 2,5 4,7 2,8 2,5 4,1 Godoy Cruz 11,6 17,5 - 11,9 17,3 - 12,7 16,3 11,6 14,6 0,1 Guaymallén 14,2 18,6 5,9 15,2 20,0 4,5 15,7 18,5 5,9 16,0 18,6 5,7 Junín (1) 2,3 0,9 4,9 2,1 0,9 4,8 2,0 1,3 4,6 2,2 1,6 4,6 La Paz 0,7 0,6 0,9 0,6 0,6 0,7 0,6 0,5 0,8 0,6 0,6 0,8 Las Heras 8,7 11,0 4,2 10,1 12,3 5,2 11,1 13,5 2,5 11,6 13,8 3,2 Lavalle 1,8 0,3 4,6 2,0 0,4 5,7 1,9 0,5 6,8 2,0 0,8 6,9 Luján de Cuyo 4,8 3,9 6,6 5,2 4,3 7,2 5,7 5,3 6,8 6,6 6,7 6,3 Maipú 7,4 5,4 11,1 8,1 6,0 12,8 8,9 7,5 13,7 9,7 8,5 14,3 Malargüe 1,2 0,9 1,8 1,4 1,2 1,9 1,5 1,4 2,0 1,5 1,4 1,5 Rivadavia 3,8 2,0 7,3 3,6 1,8 7,5 3,3 2,1 7,6 3,3 2,3 7,4 San Carlos 2,0 0,4 5,1 1,8 0,4 4,9 1,7 1,1 3,8 1,8 1,2 4,2 San Martín (1) 6,8 4,8 10,6 7,3 5,5 11,4 7,0 5,9 10,7 6,9 5,8 11,1 San Rafael 13,5 9,9 20,4 12,1 9,5 17,9 11,2 9,4 17,4 10,9 9,3 17,2 Santa Rosa 1,1 - 3,2 1,2 - 4,0 1,0 0,2 3,7 1,0 0,4 3,3 Tunuyán 2,5 1,7 4,2 2,5 1,8 4,0 2,5 2,1 4,1 2,6 2,2 4,2 3,0 1,6 0,7 4,8 1,8 0,9 5,2 General Alvear Tupungato 1,5 0,5 3,4 1,4 0,7 Fuente: Censo Nacional de Población y Vivienda 1970, 1980, 1991 y 2001. 106 Tabla 8: Infraestructura para la distribución del agua Azudes y Embalses Cuenca Canales Diques Q deriv derivadores (m³/s) Embalses Capacidad Totales Revestidos % Colectores (Hm³) (km) (km) Revest. (km) Drenaje Pozos Totales Activas % Nº Activas totales Mendoza Tunuyán Cipolletti 80 G. André 6 T. Benegas 60 Valle de Uco 15 Aguanda 3,5 Yaucha 4 Tunas 5 G. Vitali 60 Vidalino 3,5 Potrerillos El Carrizal 341 4910 90 1,8 350 10884 5440 50 1570 160 10,2 485 6117 3240 53 1660 100 6,0 160 1515 705 47 1020 140 13,7 568 430 76 2480 140 5,6 388 1213 360 30 540 30 5,6 850 961 240 25 90 0 0,0 10 34 20 59 Inferior Tunuyán Superior Diamante Agua del 340 Los Reyunos 255 El Tigre 7 El Nihuil 260 Valle Gran- 160 Toro Atuel Rincón del 22 Indio de Malargüe Malargüe 5 Totales 264 1363 12270 660 5,4 2243 21292 10435 49 Fuente: Departamento General de Irrigación (1999). “Plan Hídrico Provincial. Bases y propuestas para el consenso de una política de estado”. Tema 5, Pág. 5. 107 Tabla 9: Directrices para interpretar la calidad de las aguas para riego Problema potencial Unidades Grado de restricción de uso Ninguno Ligera a Severo Moderada Salinidad (afecta disponibilidad de agua para el cultivo) ECa dS/m <0,7 0,7-3 >3,0 TSS mg/l <450 450-2000 >2000 Infiltración (reduce infiltración; evaluar usando a la vez la ECa y el RAS) RAS=0-3 y ECa = >0,7 0,7-0,2 <0,2 3-6 >1,2 1,2-0,3 <0,3 6-12 >1,9 1,9-0,5 <0,5 12-20 >2,9 2,9-1,3 <1,3 20-40 >5,0 5,0-2,9 <2,9 >9 Toxicidad de Iones Específicos (afecta a cultivos sensibles) Sodio riego por superficie RAS <3 3-9 riego por aspersión me/l <3 >3 riego por superficie me/l <4 4,0-10 riego por aspersión me/l <3 >3 Boro mg/l <0,7 0,7-3,0 >3 Cloro >10 Varios (afecta cultivos sensibles) Nitrógeno (NO3 -N) mg/l <5 5-30 >30 Bicarbonato me/l <1,5 1,5-8,5 >8,5 (aspersión foliar únicamente) pH Amplitud Normal: 6,5-8,5 Fuente: Anexo I del Contrato de Concesión de Obras Sanitarias Mendoza. Normas de calidad de agua y efluentes, 1998. 108