Régimen de acumulación rentístico, circuito productivo agrícola de

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FACULTAD LATINOAMERICANA DE CIENCIAS SOCIALES
-SEDE ACADEMICA ARGENTINAMAESTRÍA EN CIENCIA POLÍTICA Y SOCIOLOGÍA
TITULO DE LA TESIS:
Régimen de acumulación rentístico, circuito productivo agrícola
de oasis y regulación de los recursos hídricos para riego.
El caso mendocino entre 1976 y 2001
AUTOR: Lic. José Luis Jofré
DIRECTOR: Dr. Armando LLop
CO-DIRECTOR: Dr. Javier Ozollo
FECHA: Junio de 2009
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Resumen
La tesis que aquí se presenta es suscitada por la inquietud que provoca en su autor las tensiones generadas en las agencias destinadas a la regulación de los recursos hídricos para riego agrícola, y los nexos de estas
tensiones con las trayectorias de los agentes productivos que emplean aquellos recursos en sus procesos de valorización económica. Por lo tanto, esta
tesis indaga en la relación existente entre transformaciones socioeconómicas evidenciadas en estructuras agrícolas de oasis y su incidencia
sobre el entramado institucional que gestiona y utiliza los recursos hídricos
para riego.
Con esto incorporamos factores vinculados a la estructura socioeconómica en los estudios que tienen por objeto al recurso, ofreciendo un
enfoque que integra las disciplinas sociales y agronómicas y contemplando
la estrecha relación existente entre las políticas económicas y el sistema
natural. Se espera proporcionar información relevante para la gestión de los
recursos con criterios de sustentabilidad en el tiempo y equidad social.
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ÍNDICES
ÍNDICE DE CONTENIDOS
LISTA DE ACRÓNIMOS ...................................................................................................... 5
CAPÍTULO I – INTRODUCCIÓN.............................................................................7
CAPÍTULO II: MARCO TEÓRICO........................................................................ 16
Fundamentos epistémicos ................................................................................... ………..16
Algunas premisas teóricas fundamentales ..................................................................... 19
Los recursos naturales en el modo de producción ............................................................. 20
Un nivel de análisis intermedio: los regímenes de acumulación ......................................... 21
Las formas institucionales como instancias de análisis más concretas ................................. 23
Una taxonomía de las crisis .................................................................................................. 28
Elementos para una interpretación institucionalista del régimen hídrico ............................. 31
Caracterización del objeto real de estudio ..................................................................... 38
CAPÍTULO III: INCIDENCIA DEL RÉGIMEN DE ACUMULACIÓN SOBRE
LA ESTRUCTURA AGRÍCOLA ............................................................................. 42
La relación salarial ............................................................................................................... 44
El régimen de competencia .................................................................................................. 46
El régimen monetario ........................................................................................................... 49
Las restricciones ecológicas ................................................................................................. 51
CAPÍTULO IV: ESTRUCTURA SOCIO-AGRARIA ............................................ 53
Un breve repaso histórico ..................................................................................................... 54
La estructura agrícola mendocina en un nuevo patrón de acumulación nacional ................. 60
CAPITULO V: MUTACIONES DEL RÉGIMEN HÍDRICO LOCAL ................. 75
La apropiación del agua para riego................................................................................. 78
La distribución y el uso del agua..................................................................................... 81
CAPÍTULO VI: CONCLUSIÓN .............................................................................. 86
Gestión estatal o mercantil, ¿hegemonía, transición o hibridación? .............................. 86
Aplicaciones, observaciones e implicancias comparativas con otras estructuras agrícolas
de oasis de América Latina ............................................................................................. 92
BIBLIOGRAFÍA ....................................................................................................... 97
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ANEXO ESTADÍSTICO ....................................................................................... 102
INDICE DE GRÁFICOS
Gráfico 1: Consumo aparente de vino per cápita (Argentina 1930-2007) ........ 46
Gráfico 2: Relación entre el consumo de vino y cerveza (Argentina) .............. 48
Gráfico 3: Participación relativa del PBG Agropecuario en el PBG Total
(Mendoza 1970-2007) ....................................................................................... 54
Gráfico 4: Evolución de la superficie implantada con vid en hectáreas
(Mendoza 1936-2007) ....................................................................................... 59
Gráfico 5: Exportación de bebidas, líquidos alcohólicos y vinagres
(Mendoza 1993-2008) ....................................................................................... 62
Gráfico 6: Población según residencia rural o urbana (Mendoza 1970-19801991-2001) ........................................................................................................ 70
ÍNDICE DE TABLAS
Tabla 1: Exportación de bebidas, líquidos alcohólicos y vinagres (Mendoza
1993-2008) ........................................................................................................ 62
Tabla 2: Categorías agrícolas mendocinas según estrategias de producción y
reproducción del capital .................................................................................... 73
Tabla 3: Uso agrícola de la tierra, Superficie y cumplimiento del canon de
riego (Mendoza 2001) ....................................................................................... 82
Tabla 4: Consumo aparente de vino en el mercado interno argentino (19302007) ............................................................................................................... 102
Tabla 5: Cantidad de viñedos y superficie implantada con vid (Mendoza
1936-2007) ...................................................................................................... 103
Tabla 6: Distribución de las explotaciones agropecuarias y superficie según
tamaño (Mendoza 1974, 1988 y 2002) ........................................................... 105
Tabla 7: Distribución relativa de la población urbana y rural por
departamento (Mendoza 1970, 1980, 1991 y 2001) ....................................... 106
4
Tabla 8: Infraestructura para la distribución del agua..................................... 107
Tabla 9: Directrices para interpretar la calidad de las aguas para riego.......... 108
ÍNDICE DE IMÁGENES
Imagen 1: Vasijas vínicas de la Bodega Estatal Giol (recuperado de Diario
Uno Digital 23-03-2009) ................................................................................... 64
Imagen 2: Publicidad gráfica del Banco Mendoza (recuperado del Libro de
Oro de la Vendimia 1986) ................................................................................. 66
ÍNDICE DE ESQUEMAS
Esquema 1: Estructura del Régimen de Acumulación ...................................... 22
Esquema 2: Articulación de los Conceptos Regulacionistas ............................ 25
Esquema 3: Articulación del Circuito Productivo Local con el Régimen de
Acumulación Nacional ...................................................................................... 31
LISTA DE ACRÓNIMOS
BID: Banco Interamericano de Desarrollo
CELA: Centro de Economía, Legislación y Administración del Agua
CNA: Censo Nacional Agropecuario (1974, 1988 y 2002)
CNP: Censo Nacional de Población y Habitación (1970, 1980, 1991 y
2001)
CONICET: Consejo Nacional de Investigación Científica y Tecnológica
DEIE: Dirección de Estadística e Investigaciones Económicas
DGI: Departamento General de Irrigación
EA: Empresas agrícolas
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EAP: Empresas agropecuarias
EFR: Escuela Francesa de la Regulación
EVR: Escuela Vienesa de la Regulación
FAO: Organización Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación
FCPyS: Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
FLACSO: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
IC: Inspección de Cause
IDR: Instituto de Desarrollo Rural
IED: Inversión Extranjera Directa
INA (Ex INCYTH): Instituto Nacional del Agua (Instituto Nacional de
Ciencia y Técnicas Hídricas)
INDEC: Instituto Nacional de Estadísticas y Censo
INTA: Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria
INV: Instituto Nacional de Vitivinicultura
PBG: Producto Bruto Geográfico
PBI: Producto Bruto Interno
PDR: Plan de Desarrollo Rural
PROMZA: Fundación Pro Mendoza
PROSAP: Programa de los Servicios Agrícolas Provinciales
SeCyT: Secretaria de Ciencia y Técnica (UNCuyo)
SEP: Superficie Empadronada Paga
SET: Superficie Empadronada Total
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CAPÍTULO I – INTRODUCCIÓN
Esta tesis sintetiza los resultados de un proyecto de investigación
emprendido por el autor que cuenta con el apoyo del Programa de Becas
Internas de Postgrado Tipo I del Concejo Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICET). Asimismo, el Centro de Economía, Legislación y Administración del Agua (CELA) del Instituto Nacional de Agua
(INA), la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNCuyo
y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) conformaron el marco académico-institucional idóneo para la consumación del mismo.
El mencionado proyecto partió de una tesis central según la cual, las
distintas categorías de empresarios agrícolas que actúan en oasis irrigados
asimilan desigualmente las modalidades reguladoras de los recursos hídricos
que se aplican a nivel local, nacional e internacional. Por lo tanto, cada una
de estas categorías agrícolas diseña una particular articulación de estas reglas que posteriormente intentan materializar institucionalmente en pos de
posicionarse privilegiadamente en la necesaria apropiación del agua para
riego.
Para dar cuenta de los nexos entre el régimen hídrico y las prácticas
político-económicas de la estructura agrícola, hemos escogido la estrategia
metodológica que tiene como eje al estudio de caso histórico. Con ello pretendemos obtener profundidad explicativa en el encadenamiento de eventos
y procesos analizados. Es decir, en las conexiones entre las trayectorias de
las instituciones encargadas de gestionar los recursos naturales y la evolución de la estructura agrícola regional. Más específicamente, esta estrategia
metodológica permite contemplar la multiplicidad de causas y la reciprocidad de los procesos que se explicarán en dos planos; por un lado, en las interrelaciones complejas del circuito agrícola mendocino y su correspondiente régimen hídrico; y por otro, los nexos de este circuito con instancias nacionales y supranacionales de regulación. De esta forma se procura eludir un
sistema de causalidad lineal, sustituyéndolo por otro que contemple las determinaciones, sobre-determinaciones y sub-determinaciones de prácticas
económicas, políticas y sociales, provenientes desde diferentes planos terri7
toriales. El caso específico del que nos ocupamos es el de la estructura agrícola de la Provincia de Mendoza y su respectivo régimen hídrico.
Una de las particularidades de nuestro caso consiste en que, en el
transcurso del período de estudio, el Departamento General de Irrigación
(DGI) como la principal agencia pública abocada a la tarea de administrar
los recursos hídricos para riego agrícola en Mendoza, junto con una vasta
red de organizaciones suplementarias, aparentan permanecer ajenas a la
lógica predominante de administración de los servicios públicos en la formación social argentina. Mientras que los rasgos característicos en la gestión de los servicios estatales en la fase económica inaugurada en 1976 fue
el ajuste estructural, la tercerización, la subsidiariedad en favor de grupos
económicos concentrados, para concluir con la privatización de numerosas
esferas públicas, el DGI conserva su forma jurídica de organismo provincial
rector de los destinos del agua para riego en la provincia.
Esta particularidad de la administración del agua para riego agrícola
hace emerger la siguiente pregunta: ¿qué rasgos del régimen hídrico mendocino han permitido la conservación de sus formas históricas, y cómo han
influido las relaciones económico-sociales de la estructura agrícola? Desde
nuestro punto de vista, esta pregunta no puede contestarse en forma genérica
según la orientación dominante del capitalismo financiero en el país, tampoco desde una mirada estrictamente interna al complejo institucional analizado, ignorando las raíces sociopolíticas de la problemática. Por el contrario,
la trayectoria del régimen hídrico está sujeta a la capacidad de maniobra de
los agentes agrícolas a los que asiste, y a la constelación de fuerzas que la
estructura agraria local define.
No obstante, la estructura agrícola local no se encuentra aislada de
las demás prácticas sociales. Económicamente está vinculada a relaciones
regionales, nacionales y globales que la abarcan, mientras que políticamente, se articula con niveles de regulación más amplios, como el Estado nacional y organismos supranacionales regionales e internacionales. Tomando en
cuenta estas enunciaciones, no es posible estudiar sociológicamente el régimen hídrico ni la estructura agrícola local aislados de su entorno económico
y político. Por el contrario, estas dimensiones forman parte fundamental de
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nuestra argumentación, haciendo especial hincapié en las estrategias de los
distintos grupos sociales.
Por otra parte, la pluralidad y heterogeneidad de experiencias latinoamericanas nos obliga a explicar, aunque sea brevemente, los motivos
que fundamentan la elección del caso de la estructura agrícola mendocina,
como también las razones del recorte cronológico propuesto. Comencemos
con éstas últimas.
El 24 de marzo de 1976 el levantamiento armado de los jefes de las
tres fuerzas militares produjo la destitución del gobierno constitucional argentino. Este acontecimiento marcó el punto de partida de una nueva etapa
socio-económica en la historia nacional. Durante esta etapa la fracción financiera del capital, apoyada en un contexto internacional propicio, logró
situase y consolidarse como la fracción dominante del bloque económico
hegemónico. Merced a ello, dispuso la fuerza del aparato estatal en dirección a la destrucción brusca de todas las organizaciones de resistencia y a la
creación de un marco institucional, sin consenso popular, para el desarrollo
y normalización de lo que luego iba a consolidarse como un nuevo régimen
de acumulación.
El cierre de nuestro período de estudio también encuentra su fundamento en el acontecer del régimen de acumulación nacional. El año 2001
marca el fin de la comunidad de negocios fundada tras las privatizaciones de
los activos del Estado iniciadas una década atrás. El triunfo del proyecto
devaluador de la moneda nacional sobre el proyecto dolarizador expresa la
imposición de los intereses de los grupos económicos productivos con mercados en el exterior por sobre los capitales extranjeros con activos fijos en el
país, deslegitimando a su vez el régimen de acumulación rentísticofinanciero.
Este régimen desde su inicio desencadenó mutaciones radicales en
sus dos frentes de análisis; esto es, la composición de la demanda y la orientación de la producción. La fuerte restricción del consumo interna y la racionalización de la estructura productiva de bienes y servicios produjo efectos apremiantes sobre las economías regionales, que en la estructura agrícola
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mendocina sobrellevó a través de la intervención permanente del gobierno
provincial.
Por su parte, hay que mencionar que el recorte temporal si bien abarca un intervalo que engloba cambios estructurales en el régimen de acumulación nacional y en la estructura agrícola regional, también contempla alteraciones ostensibles del ciclo hídrico natural. Esto introduce en el análisis la
problemática de la abundancia y el estrés hídrico, permitiendo contemplar la
solvencia institucional para pilotar estas crisis naturales.
Como decíamos, la práctica de la agricultura en Mendoza experimentó una profunda transformación, la que se hizo explícita sobre todo en la
última década del período en estudio. Estos cambios se expresan a través de
los mercados consumidores, los orígenes y volúmenes de las inversiones, las
innovaciones tecnológicas y hasta en la ocupación del espacio productivo y
residencial.
Desde nuestro punto de vista, y a modo de hipótesis sostenemos que
estos cambios ligados al proceso productivo y reproductivo de los emprendimientos agrícolas terminan repercutiendo eficazmente sobre los dispositivos institucionales involucrados en la regulación de la actividad. Sin desestimar las mutaciones generales de la estructura agraria en cuestión, aquí
concentraremos el interés sobre las instituciones encargadas de regular el
insumo hídrico. En este sentido, la estructura agrícola en estudio posee una
complejidad casuística tan vasta en materia de gestión de estos recursos que
su análisis asegura la riqueza de las indagaciones.
La demostración de la hipótesis propuesta se efectúa en dos momentos. Uno orientado a vincular los procesos de reconversión económica de la
estructura agrícola en estudio con los cambios en el régimen de acumulación
nacional y las tendencias regulatorias globales. El otro con el objetivo de
relacionar la evolución de la estructura agrícola con las instituciones encargadas de administrar los recursos hídricos para riego.
Para la consecución de estos objetivos recurrimos a la identificación
de los cambios experimentados por el régimen de acumulación en sus dimensiones más relevantes, como también los acaecidos a nivel global. Luego analizamos la influencia de ello sobre la estructura agrícola. En otra eta10
pa, definimos las entidades más importantes (agencias, instituciones públicas y privadas, empresas, etc.) involucradas en la gestión y uso de los recursos hídricos para riego, a su vez evaluamos la trayectoria institucional de
aquellas que han experimentado más cambios en los últimos años. Posteriormente asociamos los cambios en la estructura agrícola con las formas
instituidas de asignar los recursos, las modalidades de apropiación y la
dinámica de distribución y uso del agua para riego. También avanzamos
sobre los alcances de las transformaciones del régimen hídrico en la configuración territorial, económica e institucional del oasis productivo.
El desplazamiento por niveles de análisis tan diferentes, pero irreprochablemente relacionadas, nos exige la jerarquización de estos niveles
esclareciendo el criterio analítico ejercido. En este sentido consideramos
que la dinámica del régimen de acumulación cumple un rol protagónico. En
primer lugar constituye uno de los vectores que explica la evolución del
régimen hídrico. Pero además, también delimita las posibilidades de acción
del circuito productivo regional, que a nuestro entender constituye la causa
más eficiente para explicar la evolución del régimen hídrico. Asimismo, el
régimen de acumulación también media entre la gestión local de los recursos y otros dos vectores a considerar, la financiarización del capitalismo
global y la agenda socio-técnica global sobre gestión de recursos naturales.
Todo esto sin desestimar que si bien la economía nacional es el mejor punto
de referencia para marcar el lugar y la función que cada actividad productiva
o dispositivo regulatorio reviste en un plano global, no obstante, la estructura agrícola y el régimen hídrico poseen inercias propias irreductibles a su
acontecer.
Todo esto nos conduce a adoptar un enfoque teórico que preste especial atención a los nexos entre las mutaciones institucionales y el contexto
sociopolítico en el que surgen. Consideramos que el enfoque regulacionista
es un enfoque de este tipo. La Escuela de la Regulación (ER) surgió en
Francia abrevando del materialismo histórico, el neo-keynesianismo y la
economía institucionalista (Aglietta, 1996; Boyer y Saillard, 1997; Lipetz,
1996; Coriat y Weinstein, 2005). No obstante, este marco conceptual exhibe
la impronta de los interrogantes que le dieron origen, así como del lugar
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donde tuvo su desarrollo primigenio. Es decir, la crisis del fordismo en las
formaciones sociales centrales constituye el eje articulador que le otorga
sentido a todas sus producciones. De esta forma el dispositivo teórico de la
EFR está generalmente orientado al análisis de formaciones sociales centrales, relegando la especificidad de las economías periféricas a un segundo
plano. Muy pocas excepciones han logrado inquirir la realidad de los regímenes de acumulación periféricos partiendo de la EFR (Ominami, 1987;
Neffa, 1998; Calcagno, A. y Calcagno, F., 2000, 2001 y Becker y Raza,
2001). Todos estos esfuerzos teóricos constituyen un gran aportan a esta
disertación.
Otro requisito teórico obligatorio a los fines de nuestra investigación
es la jerarquización conceptual de los nexos entre los recursos naturales y
las múltiples prácticas sociales. Para ello tomaremos los puntos de enlace de
una trilogía de perspectivas que indagan desde diferentes marcos sobre esta
misma problemática. Algunos de estos enfoques se encuentran articulados al
núcleo ortodoxo de la EFR como los trabajos de Alain Lipietz (1995) o los
de Gilly y Perrat (2002), mientras que otros se diferencian de la ortodoxia
regulacionista como los aportes de Becker y Raza (2001) quienes desarrollan sus esquemas conceptuales en el seno de la Escuela Vienesa de la Regulación (EVR). La perspectiva periférica encarnada en la figura del italiano
Paolo Bifani (1999) completa la batería teórica montada para nuestros objetivos, en este caso desde esquemas conceptuales próximos a la mundialización asimétrica del capital. Todos estos autores articulan desde diferentes
perspectivas la complejidad institucional de las formaciones sociales con la
especificidad de los entornos naturales en que se perpetran, reconociendo
interrelaciones dinámicas entre ambos factores.
Una vez esbozado el marco teórico conductor de las indagaciones,
ahondemos ahora en sus alcances sobre la metodología.
Como nos sugiere Eisenhardt (1989), el estudio de caso como estrategia metodológica rectora no excluye las indagaciones en diferentes niveles
de análisis, En nuestro caso particular, el esquema conceptual de la EFR
habilita el análisis en los siguientes tres niveles de abstracción teórica: el
nivel de modo de producción, el nivel de régimen de acumulación y el nivel
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de las formas institucionales, a continuación evaluaremos los alcances de
esta sistematización analítica sobre nuestro objeto de investigación.
El primer nivel de análisis, el más abstracto por definición, excede
por mucho las posibilidades de nuestro caso. Pues dar cuenta de los nexos
entre el modo de producción capitalista y las modalidades de apropiación de
los recursos naturales que tales relaciones de producción instituye, exigiría
la consideración de un mayor número de formaciones sociales en las que el
modo de producción capitalista sea dominante. Más aún, si se consideraran
las realidades diferenciales de las formaciones sociales centrales y periféricas del sistema capitalista global, como es nuestra pretensión. En resumen,
el estudio de caso histórico resulta muy limitado para indagar en el mayor
nivel de abstracción propuesto por la EFR.
Asumiendo que el estudio de la relación entre modo de producción y
apropiación de recursos naturales escapa a los propósitos de nuestra investigación, aquí se partirá del carácter capitalista de las relaciones de producción dominantes en el caso estudiado. Esto implica el predominio de una
lógica de apropiación privada de los recursos naturales necesarios para la
producción. Hechas estas aclaraciones, podemos afirmar que nuestro estudio
se ocupa de los dos últimos niveles de análisis que sugiere la EFR, es decir,
el nivel de régimen de acumulación y el nivel de las formas institucionales.
En un primer momento, se considerará cómo la estructura agrícola
mendocina, merced a la especificidad de sus relaciones sociales, absorbe o
controvierte las líneas trazadas en ámbitos más globales de regulación, sobre
todo considerando las transformaciones de la acumulación nacional e internacional. Transformaciones caracterizadas en ambos casos, aunque con matices diferentes por el traspaso de un régimen de acumulación centrado en la
producción a otro, articulado en torno a la valorización financiera. La crisis
del fordismo en la primer mitad de la década del ‘70, y la estrategia de superación de los países centrales fundada en la innovación tecnológica del sistema productivo, abren paso a la generalización de la financiarización de la
economía mundial. Este contexto global, facilita e impulsa las mutaciones
del régimen de acumulación que comentáramos más arriba y desarrollaremos en el capítulo III.
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Finalmente, el último nivel de análisis, el de menor abstracción,
permitirá analizar la incidencia de la reconversión productiva en la estructura agrícola sobre el conjunto de los mecanismos materiales y simbólicos que
administras los recursos hídricos para riego. Esta perspectiva nos permite
centrar la atención sobre la evolución institucional de los dispositivos del
régimen hídrico, donde las estrategias de los agentes agrícolas por la apropiación del agua son protagonistas principales. No obstante, estas estrategias
se construyen sobre los cimientos de la evolución del régimen de acumulación nacional y la agenda científica y técnica global, quedando en última
instancia una tensión manifiesta entre estrategias regulatorias centralizadas
en el poder público provincial y otras más orientadas a resaltar la eficacia de
una gestión descentralizada y orientada por criterios económicos.
Luego de esta presentación y apretadísimo resumen de la tesis, en el
capítulo II se desarrollan las premisas teóricas que orientan la investigación,
asimismo se adecuan los conceptos generales a las particularidades del objeto de estudio, alcanzando de esta forma un esquema conceptual coherente
con los objetivos propuestos. Es decir, válido para esclarecer las evoluciones de la configuración institucional del régimen hídrico mendocino, a raíz
de cambios acaecidos en distintos niveles de regulación, tanto institucionales como espaciales.
El capítulo III constituye un doble desafío analítico, por un lado penetra en los alcances prácticos de un concepto teórico embrionario propuesto por la Escuela Vienesa de la Regulación, el de restricción ecológica como forma institucional con la misma eficiencia que las demás instituciones
sistematizadas por la EFR. De esta forma, la restricción ecológica resulta
para los autores vieneses tan competente para la normalización de un régimen da acumulación, como el Estado, la moneda, el salario, la inserción en
el régimen internacional y la competencia lo es para los regulacionistas
franceses. Pero este capítulo también propone un breve repaso de los cambios en el modo de regulación en la formación social argentina durante el
período 1976-2001.
Esto servirá para luego evaluar, en el capítulo VI, sus alcances sobre
nuestro objeto de estudio. Es decir, sobre el circuito productivo regional que
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insume los recursos hídricos y encuentra en nuestro objeto de estudio uno de
los dispositivos más consolidados que regulan esta actividad.
El capítulo V expone las particularidades de las transformaciones
producidas en el régimen hídrico para riego agrícola de la Provincia de
Mendoza, enfocándose en aquellas unidades institucionales que han sufrido
las mutaciones más enérgicas ya sea por efecto de regulaciones del orden
local, nacional o global. Con ello pretendemos ofrecer una perspectiva alternativa a la del institucionalismo apático que pone en segundo plano las
condiciones externas en las trayectorias institucionales.
Finalmente, en el capítulo VI se exponen algunas conclusiones articuladas en torno a la noción de hibridación, asimismo, se sugieren posibles
transferencias e implicancias comparativas con otros regímenes hídricos de
América Latina.
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CAPÍTULO II: MARCO TEÓRICO
Fundamentos epistémicos
Resulta menester comenzar planteando una cuestión fundamental en
cualquier trabajo de esta naturaleza, esto es el objeto que se examinará.
Podría decirse que la disciplina especial en la que se inscribe la presente
investigación es la Sociología de los Recursos Naturales, pero esto requiere
develar cuál es el objeto de esta especialidad, para luego comprender los
alcances sobre nuestro caso particular.
Para ello seguiremos como postas las investigaciones empíricas de
autores claves, para alcanzar algunas conclusiones generales. Estos autores
con sus diferencias lógicas por inserciones institucionales y regionales particulares, plantean en sus investigaciones las nuevas restricciones ecológicas
provocadas por el régimen de acumulación y regulación posfordista (Lipietz, 1997); los problemas de la reproducción económica en el espacio y
sus formas de regulación en distintas esferas políticas, sociales y espaciales
(Becker y Raza, 2001) y las interrelaciones entre el sistema socioeconómico
y el sistema medioambiental considerando las cuestiones sociales y políticas
nacionales y globales (Bifani, 1999). Asimismo, este último autor nos da las
claves para incorporar la condición de periferialidad en nuestro marco
analítico, problemática que se encuentra prácticamente ausente en los autores regulacionistas.
En estos autores se evidencia una preocupación claramente económica por los problemas ecológicos, lo que jerarquiza teórica y metodológicamente sus investigaciones. Es decir, que a diferencia de otras disciplinas
que construyen sus argumentos desde la física, la química o la geofísica,
ellos lo hacen puntualmente desde relaciones económicas y políticas atendiendo las formas específicas de los procesos sociales que rigen esas relaciones. Asimismo, consideran que la historia es abierta y que estos procesos
sociales son los que determinan las fuerzas productivas y la forma en que se
empleará económicamente el ambiente. Por esto, y pese a que todos provie16
nen de una tradición marxista, también exponen un oportuno alejamiento del
determinismo teleológico.
De la demarcación que estos autores efectúan en el campo teórico de
la ecología, se deduce que cuando se argumenta desde las ciencias naturales
sobre fenómenos como el efecto invernadero, la desertificación o la contaminación de los recursos naturales, por citar algunos ejemplo, se están esclareciendo las precondiciones físico-químicas que alteran alguno de los ciclos
naturales (hidrógeno, carbono, oxígeno, etc.), pero no se elaborando un discurso adscripta al campo de la Economía de los Recursos Naturales propiamente dicha. Este sólo puede comenzar cuando la alteración del medioambiente reviste algún tipo de interés para las prácticas sociales.
El repaso breve a través de las problematizaciones planteadas por estos autores nos sirve de guía para inferir el objeto de la Sociología de los
Recursos Naturales. Si bien nuestros autores de referencia provienen de la
Economía de los Recursos Naturales, creemos factible construir teóricamente sobre estos cimientos nuestro objeto de interés. Es decir, construir aquello
de lo que es Sociología la Sociología de los Recursos Naturales.
Antes que nada resulta menester aclarar a qué sociología nos estamos refiriendo. En este sentido, proponemos trazar una línea que separe
entre concepciones empiristas y no empiristas del conocimiento. Las concepciones sociológicas empiristas pueden dividirse a su vez entre aquellas
que absorben el objeto empírico en la teoría, como la cosificación de los
hechos sociales en Durkheim, y las que construyen la teoría partiendo de
observaciones empíricas, al estilo de las abstracciones tipológicas adecuadas
al objeto empírico, que funcionan como soporte de su entidad según la teoría de Weber. (Franco, 1986).
Por el contrario, nuestra posición es otra, la concepción no empirista
de la cual partimos no tiene por objeto una realidad empírica, sino teórica.
De la misma forma en que Marx construyó teóricamente el modo de producción capitalista, sin identificarlo especulativamente con la Inglaterra del
siglo XIX, nuestra aspiración de definir una teoría especial de los recursos
naturales requiere también la construcción del concepto de su objeto.
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A diferencia de los planteos empiristas, el concepto de nuestra especialidad no lo deducimos mediante la generalización de relaciones sociales
concretas y los recursos circundantes. Por el contrario, nos proponemos definir el concepto de los recursos naturales disponibles en un espacio determinado, según su lugar y función en la estructura social. Esto exige la construcción teórica de ése estructura social y la inercia que articula sus diferentes elementos.
Por todo esto, sugerimos una distinción fundamental del objeto que
nos ocupa entre su existencia empírica y su aprehensión teórica o, lo que es
lo mismo, observamos a nuestro objeto de análisis en su doble dimensión
constituyente, como objeto real y como objeto de conocimiento. Esta vieja
separación de la teoría del conocimiento reconoce la infinita complejidad de
todo objeto presente en la realidad, y por lo tanto, la incapacidad de ser
comprendida mediante generalizaciones de corte empírico, considerando el
sesgo que conllevan las investigaciones socialmente posicionadas. El rechazo de esta forma de lograr conocimientos, nos lleva a situarnos en la corriente que concibe al conocimiento como producción, por lo tanto apoyado
en abstracciones teóricas previas que sirven como guía de la práctica científica.
Como veremos más adelante, nuestro interés se centra en las sociedades donde las relaciones de producción capitalistas se realizan de forma
dominante, por esto nos concentraremos en este modo de producción y sus
distintas manifestaciones. Podemos decir que existen diferentes formas de
realización del modo de producción capitalista, según la forma en que se
acumula el capital y se regulan las relaciones sociales. Cada una de estas
formas recibe el nombre de régimen de acumulación y regulación del capital. Si bien consideramos que la acumulación de capital dinamiza la estructura social, los dispositivos institucionales reguladores, gozan de un cierto
grado de autonomía relativa de la acumulación. En este sentido, en la medida que los dispositivos reguladores gozan de autonomía relativa, puede ser
entendida como una estructura especial, susceptible de se analizada como un
objeto de conocimiento relativamente independiente.
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Entonces, a nivel general una sociología no empirista asume la tarea
de analizar la articulación, función y forma de los distintos regímenes de
acumulación en las formaciones sociales concretas, poniendo el acento en la
dinámica social de estas formaciones sociales. Ahora bien, si las formaciones sociales concretas son el objeto de la sociología que reconocemos, ¿cuál
es el objeto de la Sociología de los Recursos Naturales?
Nuestra exposición nos lleva a deducir que tal disciplina indaga sobre la relación entre el uso de los recursos naturales y determinadas formaciones sociales concretas.
Puede decirse que esta disciplina tiene por objeto desentrañar las
modalidades históricamente reguladas en que intervienen los elementos ligados a las formaciones sociales concretas en la disposición de los recursos
naturales disponibles. En otras palabras, su objeto es la coexistencia de relaciones sociales frente a un acervo de recursos naturales común.
A continuación exponemos los desarrollos teórico que consideramos
esencial en nuestro trabajo.
Algunas premisas teóricas fundamentales
El objeto de estudio planteado exige mayores precisiones sobre el
encuadre teórico desde el que se lo aborda, sobre todo por ser un campo de
indagaciones que se encuentra en la zona frontera entre las técnicas agroecológicas y las ciencias sociales. Esto nos conduce a repasar brevemente
los esfuerzos teóricos que se han dado la tarea de desarrollar una disciplina
idónea para el abordaje de estos temas. Hemos denominado Sociología de
los Recursos Naturales a esta disciplina y contamos entre sus propulsores a
Paolo Bifani, allegado a los planteos formulados por Samir Amin sobre la
mundialización, Alain Lipietz, perteneciente al núcleo duro de la EFR y
Joachim Becker y Werner Raza, bajo el encuadre teórico de la EVR. Repasemos ahora algunos de los supuestos teóricos básicos.
La manera que cada sociedad dispone para regular sus recursos naturales, no es privativa de cada recurso, sino del contexto en que ese recurso
es aprovechado. Para ilustrar esta afirmación, es necesario especificar los
19
niveles de análisis en los que puede plantearse un estudio encuadrado en la
Sociología de los Recursos Naturales en clave materialista.
Los recursos naturales en el modo de producción
El modo de producción constituye el nivel de análisis teórico más
abstracto, en él las relaciones sociales quedan reducidas a las contradicciones elementales de la estructura económica, asociadas a una cierta asignación de las actividades productivas y a una forma determinada de distribución de los medios de producción. A nuestros fines, este nivel de análisis
nos permite esbozar en forma palmaria los efectos de la práctica económica
sobre el ambiente. Por ejemplo, puede observarse el desarrollo de las fuerzas productivas y el modo de ataque a la naturaleza o las lógicas establecidas por cada modo de producción para la apropiación de los recursos naturales. Cinco son los modos de producción que, según Samir Amin, se han realizado desde las primeras hordas humanas a la actualidad, modos de producción a los que, contra todo determinismo, éste autor les niega la existe de
orden de sucesión histórica alguna. Ellos son, el modo de producción comunitario primitivo; dos formas tributarias de modo de producción, las primitivas y las más evolucionadas o feudales; el esclavista; el mercantil simple y
el capitalista. (Amin, 1986: 9).
Si bien nuestro objeto está definido en un menor nivel teórico de
abstracción, es pertinente mencionar algunas de las características generales
de las relaciones sociales capitalista y sus efectos sobre los recursos naturales.
Uno de los rasgos principales de este modo de producción es su doble separación constitutiva correspondiente, por un lado a la forma mercancía, es decir, la separación entre el productor y el consumidor; y por otro lado
la separación referida a la relación salarial, es decir, entre el trabajador directo y los propietarios de los medios de producción. Estas separaciones
generan incertidumbre, rivalidades y antagonismos que necesariamente deben superarse para que el objetivo de este modo de producción, la acumulación de capital, pueda realizarse (Calcagno, 2000).
20
Ahora bien, estas dos relaciones no se consuman en un plano abstracto, sino en condiciones naturales específicas que constituyen su contexto
material. Si la sociedad pudiese controlar el acceso a todos los recursos naturales, planificaría el trabajo social disponible con el propósito de obtener
la mayor cantidad posible de utilidades. No obstante, en el modo de producción capitalista, “este acceso a la riqueza naturales esta bajo la influencia de
un control absolutamente desordenado. Algunas son de libre acceso y, en
este sentido, se derrochan en detrimento del interés social, (…). Otras riquezas son apropiadas y el precio consentido por el empresario capitalista dependerá de las relaciones sociales entre la clase capitalista y el grupo que
monopoliza el acceso a esta riqueza. Tratándose de recursos de subsuelo,
por ejemplo, el precio será variables según la legislación separe la propiedad
del suelo de la del subsuelo, según sea el suelo propiedad privada o pública,
etcétera, es decir, según las condiciones sociales que definen el marco de la
actividad económica” (Amin, 1986: 50-51).
Todas estas variantes reflejan las formas que diferentes formaciones
sociales han definido para regular el acceso, apropiación y uso de los recursos naturales. Para ahondare en esto necesitamos acudir al segundo nivel de
abstracción, el de los regímenes de acumulación.
Un nivel de análisis intermedio: los regímenes de acumulación
Los regímenes de acumulación se definen por la estabilidad, en el
ámbito de las formaciones sociales nacionales, de un conjunto de regularidades sistemáticas asociadas a una cierta configuración de la estructura productiva y a una correspondiente composición de la demanda social, llamaremos régimen de productividad al primero y régimen de demanda al segundo.
El régimen de productividad abarca: la naturaleza e intensidad del
cambio técnico, el grado de especialización, determinadas condiciones laborales, la viabilidad y el horizonte temporal de las decisiones de inversión, la
21
disponibilidad1 en cantidad y calidad de recursos naturales y materias primas, el desarrollo de la infraestructura pública orientada a la producción y la
estructura internacional de precios.
Por su parte, el régimen de demanda comprende la formación de salarios directos e indirectos, la formación de precios, las políticas públicas de
estabilización, el grado de apertura de la economía, y la precisión de los
estándares ambientales. Esquemáticamente:
Esquema 1: Estructura del Régimen de Acumulación
Elaboración propia en base a Boyer (1998)
1
Quiero llamar especialmente la atención sobre este punto, que luego profundizaremos, el
uso de la palabra disponibilidad, en lugar de dotación, denota el rechazo a observar a los
recursos como un dato dado naturalmente, de los cuales los regímenes de productividad se
servirían según les convenga. Muy por el contrario, la disponibilidad de recursos naturales
enfatiza en el carácter dual de la naturaleza, como el resultado de un proceso complejo que
se da entre la interacción de objetos materiales y relaciones sociales dispuestas de forma tal
que no solo generan la destrucción de la naturaleza, sino también su construcción.
22
Varios regímenes son posibles en el modo de producción capitalista,
y difieren en el tiempo y el espacio; la EFR articula la clasificación de los
regímenes de acumulación en torno a la matriz teórica que distingue regímenes extensivos e intensivos, conceptos tributarios de la teoría marxista
vinculados a la extracción de plusvalía absoluta y relativa respectivamente
(Calcagno, 2000). Esta distinción resulta más válida a fines analíticos que a
su aplicación en procesos históricos puntales, teniendo en cuenta la propensión dominante del capitalismo, caracterizada por una innovación sostenida
en las tecnologías productivas. No obstante, esta tendencia a la intensificación de la producción, no obstruye la presencia de experiencias exitosas de
acumulaciones ampliadas del capital, sobre la base de la creación de nuevas
fuentes de empleo sin incrementos sustanciales en la productividad (Boyer/Saillard. 1997: 35). Lo que renueva nuestra preferencia por el estudio
aplicado a las especificidades propias de cada régimen de acumulación.
Otra matriz que brinda elementos taxonómicos de relevancia para los
regímenes de acumulación es la propuesta por Samir Amin, quien distingue
entre centros y periferias del sistema capitalista global. En ambos regímenes
de acumulación el modo de producción capitalista es hegemónico con sus
características de intensificación gradual. Pero mientras que en el centro no
sólo es hegemónico, sino también único, en tanto que la acumulación intensiva se apoya en la expansión del mercado interno, en la periferia por el contrario aun siendo hegemónico no es exclusivo, ya que coexiste con relaciones de producción adscriptas a modos de producción pre-capitalistas y su
expansión está subordinada al mercado externo. Desde esta matriz puede
observarse la vocación del sistema capitalista global a internacionalizar las
regulaciones sobre el mercado de bienes y de capital, mientras que el mercado de trabajo y el territorio local siguen siendo regulados en unidades socio-espaciales nacionales.
Las formas institucionales como instancias de análisis más concretas
23
Finalmente tomaremos en cuenta una matriz que ha adquirido especial relevancia en las últimas décadas y que tiene gran eficacia explicativa
en nuestro período de estudio. Ésta es la que separa regímenes articulados
alrededor de la acumulación de capital productivo de otros orientados a la
acumulación de capital financiero. El capital “especulativo” consiste en los
títulos de propiedad que dan un derecho a una parte en los excedentes. Así,
el régimen de acumulación rentístico-financiero no acumula capital en sentido estricto, sino títulos de propiedad. Dado que esta forma de inversión es
básicamente líquida, resulta particularmente propicio en situaciones de alta
inseguridad e insuficientes garantías para la inversión productiva. No obstante un tipo de acumulación predominantemente “especulativo” se caracteriza por un alto grado de inestabilidad potencial.
Sintéticamente, contamos con tres pares dicotómicos para el análisis
de un régimen de acumulación, según las formas de la plusvalía, extensivointensivo; según el grado de autonomía evidenciado en el desarrollo económico, centro-periferia o introversión-extraversión; y según el tipo de capital
acumulado, productivo-financiero.
Asimismo, el régimen de acumulación, está conceptualmente articulado con el régimen de regulación, que alude a las medidas políticas tomadas para normalizar y consolidar un régimen de acumulación. El régimen de
regulación es el complemento necesario de todo régimen de acumulación y
a la vez el nexo con el último eslabón en la cadena de la abstracción teórica,
el análisis a nivel institucional.
Las formas institucionales son el soporte material y simbólico cuyo
funcionamiento permite la organización de los regímenes de acumulación, y
al mismo tiempo, en virtud de su autonomía relativa, son fuente de resistencias a los cambios económicos. Los desarrollos recientes de la teoría regulacionista ortodoxa reconoce cinco grandes formas institucionales mediante
las cuales se legitima un modo de acumulación, ellas son: el régimen monetario, la relación salarial, las formas de la competencia, las modalidades de
integración en el sistema internacional y las distintas formas del Estado.
(Boyer y Saillard, 1996). Autores como Raza y Becker, asumiendo que la
naturaleza está tan creada, transformada o destruida por procesos sociales,
24
como lo está por leyes naturales, proponen asignarle también al medioammedioa
biente la jerarquía teórica de forma institucional y llamarla restricción
ecológica.. (Becker y Raza, 2000).
Esquema 2:: Articulación de los Conceptos Regulacionistas
Elaboración propia en base a Royer, Annie (2004)
Desde nuestro punto de vista, es menester introducir una distinción
analítica en el esquema teórico regulacionista. En este trabajo concebimos
dos formas básicas de relaciones sociales que atraviesan verticalmente cuacu
tro formas institucionales de regulación.
regulació Las formas básicas de relaciones
sociales son la forma de la mercancía y la forma del Estado. Ambas están
omnipresentes en todas las formas institucionales de regulación. Asimismo
identificamos la relación salarial, la relación de competencia, la restricción
restri
monetaria y la restricción ecológica como formas institucionales de regularegul
ción.
Una
na característica esencial de las formaciones sociales donde impeimp
ran relaciones de producción capitalistas es la asignación de precios a los
productos del trabajo.
trabajo Además de las mercancías, también a la fuerza de
25
trabajo, la naturaleza y el dinero se les asigna un precio, aunque ellos no
sean per se mercancías. En este caso, son elementos absolutamente necesarios en el proceso de valorización, y para constituirse en mercancías requieren un acto político del Estado.
Por su parte, a diferencia de gran parte de los autores regulacionistas
no consideramos al Estado como una forma institucional más, sino como
una estructura que atraviesa verticalmente las restantes formas institucionales. Por ello lo tomamos como una relación social básica de la sociedad capitalista. Esta relación social detenta las prerrogativas del poder público
concebido, no en forma estática sino, como un proceso merced al cual es
posible un cierto consenso social en el seno de un modo de acumulación,
sometido él mismo a una inestabilidad irreductible. (Delorme, 1996 TR vol.
1: 175).
Las formas de la mercancía y del Estado atraviesan a las cuatro formas institucionales que se relacionan de cerca con el proceso de acumulación. El dinero está al principio del proceso de valorización. Una valorización productiva del capital requiere recursos para pagar la fuerza de trabajo
y la naturaleza material o insumos en el proceso de trabajo. La valorización
del capital pone capitales privados en competencia. También ponen a los
trabajadores en competencia. En este caso, esta competencia termina siendo
sólo por los medios de subsistencia.
Por su pare, la naturaleza se encuentra a lo largo de todo el proceso
de valorización del capital, como proveedora de materias primas (recursos,
energía, etc.) y a la vez como receptora de los desechos de la producción.
Así mismo, enfatizamos sobre el carácter limitado tanto de los recursos como de la capacidad de carga del medioambiente, incorporando así la consideración de los costos de sustitución de los recursos agotables y de restitución de los renovables. No obstante, esto es sólo el aspecto cuantitativo de la
restricción ecológica, que generalmente se expresan como efectos acumulativos a largo plazo. Cualitativamente, “la naturaleza es una construcción
social con un doble significado: por un lado, el termino naturaleza representa una variedad de conceptos que apuntan a comprender el mundo material
de los objetos circundantes, pero también incluye a los seres humanos; por
26
otra parte, la naturaleza es construida en términos materiales por las praxis
sociales, tanto productivas como reproductivas” (Becker y Raza. 2000). En
tanto que la naturaleza esta sujeta a limitaciones físicas y diferentes percepciones sobre su construcción y formas de uso son objetos constantes de conflictos, y por lo tanto no escapan a la necesidad de establecer medidas regulatorias. Este es el sentido de las restricciones ecológicas como dispositivos
orientados a regular los regímenes de acumulación.
Las formas institucionales no sólo se relacionan con el proceso de
acumulación, sino también constituyen un campo de conflictos sociales. El
eje vertical del conflicto está asociado a la relación salarial. Las líneas de
lucha que cortan transversalmente el conflicto vertical de clase tienen orígenes en una relación de competencia definida en sentido amplio. Estos ejes
del conflicto están presentes en ambas formas básicas de relaciones sociales,
es decir, la mercancía y el Estado. El Estado articula éstos conflicto de forma específica y procura preservar la precaria cohesión social de manera que
no cuestione la forma de la mercancía. De este modo, el Estado burgués se
articula a la forma de la mercancía como la norma social del intercambio
económico.
Estas formas básicas de relaciones sociales y formas institucionales
de regulación sólo pueden invocarse en términos abstractos, ellas encuentran su forma concreta en organizaciones. Estas organizaciones permiten a
los agentes sociales perseguir ciertas estrategias, pero también le imponen
algunas obligaciones. Asimismo, en contra de todo determinismo economicista, las estrategias concretas de acumulación y las estrategias políticas de
regulación no pueden derivar sólo de las estructuras económicas.
Más exactamente, las estructuras sólo demarcan un posible campo de
estrategias y despliega potenciales ejes de conflicto. Este campo de estrategias no es uniforme, sino socialmente asimétrico. Dentro de estos límites,
los agentes desarrollan sus estrategias en situaciones concretas basadas en
organizaciones específicas y sus formas materiales y simbólicas respectivas.
Por lo tanto, la situación material de los agentes orienta los lineamientos de diversas estrategias, pero en ellas también influyen las posiciones coyunturales que pueden no coincidir con las condiciones objetivas de
27
cada agente. Esto le agrega aleatoriedad a los resultados del proceso. Sin
embargo, la contingencia no es total. Esta delimitada por el campo estructural de posibilidades, por los antecedentes en la trayectoria de desarrollo y las
configuraciones institucionales concretos.
Todas las instituciones están interrelacionadas de forma compleja
con el resto de las formas institucionales, interrelaciones que, en última instancia, tendrán un comportamiento acorde con el régimen dominante de
acumulación. Pero no necesariamente el régimen de regulación es un reflejo
especulativo del régimen de acumulación, sino que generalmente posee sus
propias contradicciones y en virtud de ellas puede entrar en crisis.
De esta forma, se pueden diferenciar cinco tipos de crisis, clasificadas en orden decreciente de gravedad, ellas son, crisis 1) de modo de producción, 2) de régimen de acumulación, 3) de modo de regulación, 4) crisis
intra-institucionales y 5) crisis externas.
Una taxonomía de las crisis
Crisis de modo de producción: Este tipo de crisis, quizá la más estudiada por la literatura marxista, consiste en una transformación radical de la
estructura social que afecta desde las bases de las relaciones de producción
hasta las restantes relaciones sociales. El análisis de las crisis de modo de
producción se remonta a los trabajos de Marx, tanto en su explicación de la
transición del modo de producción feudal al capitalista, como en sus especulaciones evolucionistas y teleológicas sobre el tránsito del capitalismo hacia
la dictadura del proletariado. Sin extendernos demasiado en este punto, consideramos conveniente tomar distancia de las explicaciones teleológicas
(Jofré y Ferreyra; 2006) de las crisis que, salvo contadas excepciones, caso
Alain Lipietz por ejemplo, les es común a las mayoría de los trabajos regulacionistas, quienes sostienen que el mismo período de crecimiento económico contiene en sí el germen de la crisis que lo sucederá, determinando a
priori los periodos sucesivos de crecimiento y de crisis. Por el contrario,
aquí preferimos otorgarle a las contradicciones sociales un rol protagónico
28
en la emergencia de las crisis o, por el contrario, en la persistencia de los
modos de producción.
Crisis de régimen de acumulación: esta crisis se caracteriza por una
decadencia significativa del régimen de acumulación asociadas al deterioro
simultáneo de las condiciones de acumulación de capital (régimen de productividad) y de distribución del producto del trabajo social (régimen de
demanda). Sintéticamente, estas crisis se fundamentan en la caída de la tasa
de ganancia, ya sea por el deterioro de las condiciones materiales de la producción o bien, por las tensiones sociales orientadas a generar una redistribución progresiva de la renta.
Crisis de modo de regulación: Este tercer tipo de crisis provienen de
la incoherencia, en un momento determinado, entre el modo de regulación y
el régimen de acumulación. Los ajustes sucesivos de las crisis intrainstitucionales cambian poco a poco el modo de regulación y sus instituciones. Esto termina por provocar una inadecuación entre los comportamientos
provenientes del funcionamiento del modo de regulación y las exigencias de
la reproducción de las relaciones de acumulación.
Esto no quiere decir que no existan crisis dentro de un modo de regulación; de hecho, las crisis pueden ser momentos en los que se absorben
anárquicamente una serie de desequilibrios, en los cuales desaparecen determinadas empresas, pero se regeneran las condiciones de una acumulación
ampliada para otras. Estas "pequeñas crisis" toman formas diferentes según
el modo de regulación (pueden ser, por ejemplo, inflacionistas o deflacionistas) y son, en definitiva, funcionales a éste.
Distinta es la situación cuando los mecanismos del modo de regulación no consiguen resolver las crisis, sino que más bien presentan rigideces
que la agravan. Estamos entonces ante una crisis estructural, o gran crisis.
No se trata de una crisis institucional, sino de una crisis del modo de regulación en su conjunto. Un ejemplo clásico es la crisis de los años treinta. Las
salidas de las "grandes crisis" requieren una intervención de orden político
que produce cambios institucionales.
Crisis endógena (intra-institucional): Estas crisis se manifiestan en el
curso de la expansión del modo de regulación debido a las tensiones y des29
equilibrios acumulados al interior de las instituciones particulares que la
componen y son consideradas como periódicas. Estas son llamadas por la
ortodoxia regulacionista crisis cíclicas, pero que por razones antiteleológicas preferimos denominarlas endógenas. De esta forma pretendemos evitar la confusión de entender a los ciclos institucionales como naturales, y a su vez, otorgarle mayor poder explicativo a la dinámica social. En
otras palabras, con este desplazamiento conceptual rechazamos la noción
escatológica de fines inevitables dando paso a la contingencia social en el
cambio institucional.
Crisis provocada por una perturbación externa: este tipo de crisis, la
más limitada en sus efectos, es provocado por un evento externo, una catástrofe o un conflicto proveniente del exterior, especialmente de carácter internacional. Estas difieren de otras en el sentido en que no involucran a la
dinámica de regulación ni implican el agotamiento del régimen de acumulación.
Como hemos comentado, de los niveles de análisis propuestos por la
EFR, nuestro trabajo se detendrá en los menos abstractos, es decir sobre los
regímenes de acumulación y las formas institucionales. No obstante, los
regímenes de acumulación hacen referencia a estructuras de producción y
consumo a escala nacional, y por lo tanto los rasgos particulares de cada
región se disipan en las referencias agregadas.
Para corregir este sesgo se incorpora el concepto de “estructura agrícola” o “circuito productivo regional” (Rofman, 2000). A través del cual se
pretende alcanzar mayor capacidad explicativa en la evolución local de los
cambios en la acumulación y regulación nacional.
Este concepto de circuito productivo es de gran utilidad en nuestra
investigación. Él nos permite estudiar la evolución de una actividad agrícola
regional en la que interactúan articuladamente agentes económicos con desigual poder y capacidad de negociación.
30
Esquema 3:: Articulación del Circuito Productivo Local con el
Régimen de Acumulación Nacional
Elaboración propia en base a Royer, Annie (2004)
El esquema precedente nos ayuda a esclarecer el lugar y función del
régimen hídrico en la estructura agraria. Este régimen conforma el dispositidisposit
vo institucional encargada de gestionar el agua para riego.
riego. Para ello se vale
de una multiplicidad de organizaciones,, formales e informales, no necesaneces
riamente vinculadas unas con otra, y por lo tanto con reglas propias de legileg
timación y reproducción. Parafraseando a Bourdieu, puede decirse que cada
organización constituye un espacio de juego autónomo, en el que los competidores
tidores tienen intereses específicos, definidos por la lógica del juego y no
por la estructura social local a la que representan (Bourdieu, Pierre, 1988:
168).
Elementos para una interpretación institucionalista del régimen hídrico
Esto constituye un obstáculo a la interpretación simplista que asoas
ciaría inmediatamente las orientaciones de las unidades del régimen hídrico
31
con los intereses de los sectores hegemónicos de la estructura productiva.
Por el contrario, lo relevante aquí no son los alcances de cada organización
considerada de forma aislada, sino más bien las interacciones que pueden
establecerse entre ellas, y las oportunidades e inconvenientes que ofrecen a
las distintas categorías2 de productores la complementariedad entre disposiciones institucionales de diferentes orígenes.
A los efectos analíticos aislaremos tres secciones operativas del
régimen hídrico, según sugiere el Comité Sudamericano de la Asociación
Mundial del Agua3, todas las prácticas sociales que emplee los recursos
hídricos contempla:
• Asignación / Reasignación: Este sistema se concentra en las
herramientas que regulan la asignación y reasignación de los recursos hídricos.
• Distribución: Este sistema se circunscribe al estudio de las
actividades de captación, conducción y almacenamiento del agua
conforme a las asignaciones y reasignaciones realizadas.
• Aprovechamiento: Con este sistema se hace referencia a las
actividades vinculadas a la utilización del agua realizadas por cada
sector usuario. (Díaz Araujo y Bertranou, 2003).
A los fines de la presente investigación sólo se considerarán estos
aspectos en tanto que estén afectados directamente con los servicios de riego
agrícola.
Cada uno de los aspectos precedentes constituye un complejo de instituciones (reglas, agencias públicas y privadas) estrategias y herramientas
regulatorias, proceso de toma de decisiones e ideas dominantes que de una u
otra forma están involucradas en la gestión y uso de los recursos hídricos.
Estas instituciones, formales e informales, con su dinámica propia
son consideradas como el conjunto de “reglas de juego” según las cuales se
2
Entendemos por categoría social a los grupos sociales que se definen no por su situación
económica objetiva, sino por su posición política e ideológica. En nuestro caso puntual
distribuiremos a los emprendimientos agrícolas en categorías sociales construidas teóricamente. Ver Poulantzas, Nicos. “Las clases sociales en el capitalismo actual”. S. XXI, México, 1.981. Pág. 23.
3
Según los lineamientos indicados en la reunión de la GWP – SAMTAC (Global Water
Partnership – (Asociación Mundial del Agua), realizada en Santiago de Chile los días 3 y 4
de julio de 2003.
32
regula el agua para riego en la estructura agrícola estudiada. No obstante,
estas reglas nunca son absolutas, sino que siempre quedan abiertas a la interpretación y discrecionalidad del juego de los agentes agrícolas, en este
sentido, ellos, bajo-en-sobre las reglas existentes elaboran sus estrategias
para la obtención del insumo hídrico.
En conformidad con esta última afirmación, y precisando la definición de nuestro objeto de estudio, se considera oportuno sustituir la “asignación” como unidad del régimen hídrico para riego agrícola por los “criterios
de apropiación”, entendido como el ámbito institucional donde los productores agrícolas normalizan la captación real de los recursos naturales que de
hecho efectúan.
El rótulo “asignación” supone, en términos abstractos, que el agente
protagónico de esta unidad es el agente que asigna, sea cual fuere las formas
que adquiera (legal, política, consuetudinaria, mercantil), mientras que los
asignados, si bien no permanece pasivos ante las normas de asignación, encontrarían sus estrategias supeditadas a los márgenes que estas normas consientan.
Sin ignorar el poder de sujeción de los dispositivos institucionales y
su competencia para la regulación de los recursos hídricos en períodos en
que las tensiones se encuentran suficientemente normalizadas; no obstante,
como bien sostiene Bourdieu (1996), no hay instrumento de ruptura más
poderoso que la reconstrucción de la génesis histórica. En este sentido, si
nos remontamos al surgimiento de las primeras normativas para la regulación del agua para riego, comprobamos que ellas son el resultado siempre
complejo, contradictorio e inacabado de los conflictos entre lo agentes agrícolas por la apropiación del agua, conflictos que no desaparecen con el establecimiento de principios institucionalizados para su regulación, sino que
perduran latentes en tanto que persistan las contradicciones entre los diferentes agentes.
Proponemos clasificar estos módulos institucionales considerando su
jerarquía normativa. Así encontramos en el escalafón más alto una compleja
configuración de reglas generales orientadas a la resolución de conflictos
entre instancias inferiores. Esta instancia la denominamos orden constitu33
cional. Allí consideramos las atribuciones de la Constitución Nacional respecto a los recursos naturales, los Tratados Internacionales, la legislación
nacional, la Constitución Provincial y la legislación provincial. Este andamiaje jurídico fija las condiciones de acceso a los recursos naturales, que a
su vez está legitimado por su carácter democrático y representativo.
Un escalón más abajo encontramos el orden institucional. Éste alude
a ciertos procesos inmateriales, de duración prolongada que estructura las
interacciones entre las organizaciones y los grupos sociales. Asimismo, avala un cierto reparto de los recursos naturales definiendo los ganadores y perdedores, reduciendo las incertidumbres asociadas a comportamientos estratégicos ya sea de sectores hegemónicos o subalternos.
Luego encontramos un orden organizacional, el cual define una estructura de poder y configura una serie de rutinas, para controlar los problemas de coordinación e impedir los comportamientos oportunistas. Este
orden consolida las instituciones y convenciones mediante un sistema de
premios y castigos que tiene por objeto estabilizar el reparto de los recursos
naturales y su legitimación.
La elaboración de un conjunto de rutinas resulta menester para ejecutar lo dispuesto en el orden anterior, ello se instrumenta mediante la configuración de reglas, herramientas, estrategias y proceso de toma de decisiones derivadas de la codificación de un conocimiento tácito. Esto facilita la
comprensión y sujeta a los agentes sociales a lo dispuesto en el orden organizacional merced a la estandarización y simplificación de procesos complejos.
Asimismo no permanece ajeno a todo régimen hídrico un orden convencional4, que dispone cierta configuración de previsiones, comporta4
Encontramos una gran semejanza entre la eficacia teórica de este rango institucional y “la
innovación” como forma de adaptación individual a la contradicción entre los objetivos
culturales y los medios institucionales para su obtención que fuera desarrollado por Robert
Merton. La innovación, al igual que la convención, consiste en el rechazo de las prácticas
institucionalizadas, pero no obstante, la conservación de las metas culturales. Resulta muy
valioso el llamado de Merton a estudiar estos fenómenos como el producto de los procesos
sociales y no como algo que prevalece por casualidad (MERTON. 1974: 187). Para Merton “algunos individuos están más sometidos que otros a las tensiones que nacen de la discrepancia entre metas culturales y acceso efectivo a su realización [...] En alguna proporción de casos, que depende también de la estructura de control del grupo, esas desviaciones
de las normas institucionales son premiadas socialmente con la consecución “exitosa” de
las metas” (MERTON. 1974: 187). Es importante también para nuestros objetivos la con-
34
mientos e ideas dominantes que se fortalecen mutuamente y permiten la
emergencia de una serie de interacciones descentralizadas. Merced a este
orden, se puede acceder a los recursos naturales y legitimar tal acceso al
margen de las jerarquías institucionales superiores. De esta forma genera
dos efectos complementarios, contribuye a deslegitimar jerarquías normativas superiores y tiende a naturalizar las estrategias grupales informales y
anómalas.
Finalmente, en un nivel de análisis micro sociológico encontramos
un orden habitual, constituido por configuraciones de comportamientos
incorporados en el proceso de socialización de los individuos.
Es decir, el régimen hídrico constituye una unidad compleja, que delimita el espacio en el cual los empresarios agrícolas diseñan sus estrategias
para adquirir el agua necesaria en la valorización de sus productos. Pero la
obtención del agua no es desordenada, sino que impone algunos compromisos a sus beneficiados, que también deben ser tenidos en cuenta a la hora de
trazar la estrategia para la obtención del insumo.
Asimismo, lo que vale para las formas institucionales en sentido abstracto, también sirve para los dispositivos y las organizaciones concretas.
No son sólo los capitales materiales detentados por los diferentes agentes
agrícolas los determinantes de las estrategias de cada uno de ellos, sino que
ellas también derivan de posicionamientos políticos e ideológicos de los
agentes que pueden estar reñidos con su situación real. Más precisamente,
las técnicas de riego, la infraestructura hídrica, la disponibilidad de información, etc., sólo delimitan la viabilidad de determinadas estrategias para la
obtención del agua, definiendo sus virtuales ganadores y perdedores como
también los principales ejes de alianzas y conflictos.
clusión mertoniana que afirma que un conjunto de conductas desviadas “con buen éxito”
tiende a disminuir e incluso a eliminar la legitimidad de las normas institucionales para el
conjunto del sistema social, “de esta suerte, la anomia y las proporciones crecientes de
conducta desviada pueden concebirse como influyéndose mutuamente en un proceso de
dinámica social y cultura, con consecuencias culturalmente destructoras para la estructura
normativa, a menos que entren en juego mecanismos de control que lo contrarresten”
(MERTON. 1974: 188). Por otra parte, la aceptación de las semejanzas entre convención e
innovación, no pueden hacernos ignorar las diferencias radicales entre los esquemas teóricos en que se inscriben, por lo tanto estas innovaciones mertonianas deben ser desprendidas
de un marco conceptual atomista (individuos aislados) e interpretadas en un contexto estructural (grupos sociales) para resultar provechos en la investigación regulacionista.
35
En este sentido, las estrategias de los productores agrícolas para obtener el insumo hídrico no son equivalentes. La disparidad entre emprendimientos agrícolas integrados al circuito internacional y otros constituidos
para satisfacer demandas locales, presupone diferencias cualitativas en el
diseño de estrategias. Esta característica de las economías de mercado, se
acentúan aún más cuando se trata de formaciones sociales periféricas.
Así podemos concluir que el régimen hídrico no es un reflejo especulativo de la estructura social local, sino el resultado institucionalmente
mediado, en un momento y lugar determinado, de las cristalizaciones de las
disputas entre las estrategias de los diferentes productores.
La obtención de los insumos hídricos necesarios es para los agricultores, un paso previo para su objetivo final, la valorización de su producción. Dicho de otra forma, los recursos naturales son un medio para otro fin.
De ello se desprende que los recursos naturales y su regulación están atados
a las contingencias del régimen de producción y demanda a la que asisten.
Es decir, los dispositivos institucionales regionales si bien reciben condicionamientos parciales de las formas institucionales nacionales, no obstante,
procuran articular la particular dinámica de la estructura social local, esto es
coordinar las demandas de diferentes grupos sociales con el funcionamiento
del régimen económico local. Para ello ensamblan herramientas de normativización sujetas a dos modos polares de regulación: según se priorice la valorización de los agentes individuales, en este caso estaríamos en presencia
de una regulación mercantil; o por el contrario, prevalezcan los criterios de
cohesión social, esto presume la presencia de una regulación pública.
Referirse a la regulación mercantil de las instituciones hídrica exige
mayores precisiones conceptuales sobre las características de la institución
mercado. Como ya se mencionó, una institución, a nivel de formación social, es toda aquella configuración históricamente determinada que permiten
las mediaciones orientadas a normalizar (regular) las distorsiones producidas por la acumulación del capital dentro de límites compatibles con la cohesión social en el seno de las naciones. Las instituciones combinan procedimientos y comportamientos individuales y colectivos que deben simultá-
36
neamente reproducir las relaciones sociales y sostener un determinado régimen de acumulación.
Dentro de la teoría de los mercados existen dos extremos bien diferentes que se deben tener en cuenta. La teoría económica ortodoxa es la más
difundida, ella considera al mercado como el lugar donde se realiza una
asignación óptima de los productos en un mundo atomizado y perfectamente
informado, es lo que generalmente se conoce como mercado walrasiano.
Una visión alternativa es la institucionalista y regulacionista. Ésta invita a
pensar al mercado como una construcción histórica y social perdurable que
habilita el desarrollo de actos de intercambio reiterados, según normas compartidas por los agentes.
Acorde con el argumento regulacionista una transacción no significa
el simple traspaso de un objeto o servicio como afirma la teoría ortodoxa,
sino que constituye principalmente derechos a realizar algunas acciones.
“Las reglas que encuadran la definición del objeto del intercambio, las condiciones de negociación y las modalidades de transferencia de derechos,
constituyen precisamente la base institucional de la transacción” (Coriat y
Weinstein, 2005).
Otro aspecto esencial de una transacción de mercado, sobre el que
insisten los autores regulacionistas, es su carácter monetario. “Las condiciones de fijación de un precio o, más generalmente, de las contrapartidas monetarias de la transferencia de derechos, serán una dimensión esencial de
toda transacción de mercado” (Coriat y Weinstein, 2005).
Los criterios establecidos por los autores regulacionistas respecto a
los mercados en general, nos suministra pautas para la construcción de indicadores institucionales que den cuenta del grado de mercantilización del
régimen hídrico para riego agrícola. A esta altura, debemos aclarar que por
mercantilización hacemos referencia al proceso por el cual el reparto del
agua entre los agentes agrícolas comienza a formalizarse priorizando las
necesidades de valorización económica de los agentes individuales, en detrimento de la intervención de dispositivos estatales.
37
Caracterización del objeto real de estudio
Mendoza es una provincia de la República Argentina, situada en la
parte centro-oeste del país, sus 148.827 km² de superficie representan el 5,4
% del territorio nacional. Allí residen 1,75 millones de habitantes, de los
cuales el 65% se concentra en la cuenca del Río Mendoza, donde se localizan las principales ciudades.
Las actividades económicas más significativas son la extracción de
petróleo, los servicios vinculados al turismo y la agricultura, ellas explican
gran parte del producto bruto geográfico total de la provincia. La actividad
agrícola, por ser la que registra el mayor índice de ocupación y por su capacidad de dinamizar la industria y los servicios, se ha constituido como el
motor de la economía provincial.
En lo que respecta al espacio geomorfológico provincial existen dos
regiones muy disímiles. Por un lado los oasis irrigados tradicionales, norte,
centro y sur, conformados por unas 360.000 hectáreas que representan el 3%
de la superficie total de la provincia y donde se realiza prácticamente la totalidad de las actividades económicas, políticas y sociales. Por otro lado, el
97% restante del territorio mendocino que corresponde al secano, donde,
salvo algunas economías de enclaves vinculadas a la extracción de petróleo,
su escasa población desarrolla prácticas económicas de subsistencia, con
diferencias cualitativas respecto a los oasis. Asimismo, dentro del secano
pueden distinguirse el árido montañoso del árido de la planicie central, donde las prácticas sociales también difieren sustancialmente.
La emergencia del circuito agrícola regional, principalmente vitícola,
en los oasis mendocinos se produce como resultado de la búsqueda de un
proyecto alternativo al agro-exportador pampeano en la segunda mitad del
siglo XIX. Dado que el nivel de precipitaciones es bajo, en promedio unos
250 milímetros anuales, desde su inicio la agricultura mendocina ligó su
suerte a la capacidad de racionalizar el caudal de sus principales ríos. Así en
1884 se sancionó la ley de aguas, actualmente vigente, ésta mediante el
principio de inherencia, impide concebir el agua como un bien aislado de la
tierra, y de esta formas marca los límites del uso del suelo en la provincia.
38
La práctica de la agricultura en un contexto semiárido como el señalado, revaloriza a los recursos hídricos como insumo básico para su desarrollo. A su vez, la disponibilidad del recurso, si bien depende de factores ambientales asociados al ciclo hidrológico, de carácter estocásticos, como la
energía radiante del sol, las evaporaciones y filtraciones, los regímenes
níveos y pluviales, las escorrentías superficiales y subterráneas, etc., también depende de la estructura institucional con que se administran y emplean
esos recursos, es decir también dependen del régimen hídrico.
Uno de los instrumentos más importantes del régimen hídrico mendocino es la ley general de aguas. Ésta conformó el marco jurídico que permitió establecer una compleja red institucional para la administración del
agua, que constituye uno de los indicios claros de las pretensiones de estabilidad del modelo vitícola. Dicha estructura institucional adoptó como norma
los siguientes tres principios doctrinales:
1) En primer lugar el principio de perpetuidad, que sólo puede prescribir en caso de que no se le de uso al recurso, pero que constituye una
herramienta que garantiza la estabilidad de la práctica agrícola a aquellas
parcela con este derecho;
2) otro de los preceptos rectores de la gestión del agua en Mendoza
es el principio de inherencia, que establece el carácter de intransmisibilidad
de los derechos de agua de una parcela a otra, es decir, el agua está vinculada íntimamente a la tierra, y en la imposibilidad de su traslado, esta implícito el compromiso de la clase política con los intereses de los propietarios
rurales;
3) finalmente, el principio de especificidad, que impide el uso de los
derechos de agua otorgados para riego agrícola en otras actividades diferentes, por tanto considera la conservación de los escasos recursos hídricos para
la práctica exclusiva de la agricultura, definiendo de esta forma el perfil
productivo de la provincia.
En paralelo a la consolidación de esta estructura agraria, fueron manifestándose grandes desequilibrios territoriales por la apropiación del agua
para riego en los oasis productivos. Esto generó amplias regiones segregadas cuesta abajo por la insuficiencia del recurso (Saldi, 2007). Pese a que
39
esto escape a los alcances del presente trabajo, es oportuno mencionarlo en
tanto que es una de las fuerzas motrices que impulsó la gestión política reglamentada de los recursos hídricos en la provincia de Mendoza. En otras
palabras, la conformación y extensión de esta estructura agrícola y sus conflictos por la apropiación de los recursos naturales en un contexto semidesértico, característico del especio geográfico mendocino, contribuyeron en
la institucionalización de las agencias gubernamentales para la administración de los recursos escasos.
La descripción de los instrumentos de gestión del agua en Mendoza
exige la separación en dos ámbito diferentes, por un lado un organismo que,
si bien es estatal, conserva autonomía y autarquía del Estado provincial;
además reviste un carácter participativo, lo que le permite mantener un perfil técnico y una relativa independencia de las oscilaciones políticas y
económicas del gobierno local. El otro ámbito involucrado con la gestión
del agua para riego es un conjunto de consorcios manejados de forma democrática y directa por los mismos empresarios agrícolas que hacen uso del
recurso, ellos operan la distribución del agua para riego.
El organismo autónomo es el Departamento General de Irrigación
(DGI), quien administra, reglamenta y fiscaliza los recursos hídricos provinciales. Asimismo, dispone de atribuciones jurisdiccionales que lo erigen
como tribunal de agua para resolver los conflictos que se suscitan entre los
usuarios del recurso. De él dependen las Subdelegaciones de Aguas, dispositivos intermedios que ejercen la administración de los ríos más importantes de la provincia. Cada Subdelegación tienen funciones similares al DGI
en lo referido a la distribución equitativa del agua para distintos usos a nivel
primario, asimismo coordina el manejo de los sistemas secundarios y terciarios que se encuentran a cargo de las Inspecciones de Cauces.
La Inspección de Cauce es un organismo formado por los usuarios,
que tiene amplia responsabilidad en el manejo y administración de las redes
secundarias. En 1996 por ley 6405, el DGI fue descentralizado, dándole
mayor participación a las Inspecciones de Cause. Asimismo, éstas fueron
ajustadas a una escala de gestión más adecuada a la realidad de la estructura
productiva. Así, de las más de 700 Inspecciones de Causes existentes a me40
diados de la década de los ’80, se ha producido un proceso de integración, y
en la actualidad existen 163, lo que ha introducido algunas trasformaciones
en los regímenes de distribución del recurso que nos proponemos analizar
en el capítulo V.
Las Inspecciones de Cause son el nexo directo entre la estructura burocrática que administra el agua y los distintos usuarios públicos y privados,
entre ellos, municipios, emprendimientos agrícolas, de agua potable, industriales o hidroeléctricas. Como ya hemos mencionado, sólo tendremos en
cuenta los alcances de estas transformaciones sobre las empresas agrícolas.
Antes de entrar de lleno en nuestro objeto de estudio, creemos conveniente presentar un capítulo que sintetice la evolución de las formas institucionales de la formación social argentina. Especialmente durante el período 1976-2001 cuando se plasma un régimen de acumulación rentísticofinanciero.
41
CAPÍTULO III: INCIDENCIA DEL RÉGIMEN DE ACUMULACIÓN SOBRE LA ESTRUCTURA AGRÍCOLA
Desde una perspectiva internacional, podemos decir que en la primera mitad de la década del ’70 el patrón fondista de acumulación enfrentó dos
grandes obstáculos: a nivel de régimen de productividad, no pudo compatibilizar las aspiraciones del sistema salarial orientadas a una organización
alternativa del trabajo productivo con márgenes aceptables de rentabilidad
empresaria; mientras que a nivel de régimen de demanda, no resolvió satisfactoriamente la crisis planteada por la diversificación de los hábitos de consumo popular.
Ante este escenario, el capital productivo tendió a polarizarse en dos
categorías. Por un lado, se encontraban los capitales que aspiraban a reconstituir las relaciones sociales y productivas que había logrado mantener la
hegemonía fordista durante las tres décadas posteriores a la Segunda Guerra
Mundial; por otro, estaban quienes creían que el régimen fordista se hallaba
agotado.
Estos últimos sólo vislumbraban una salida hacia adelante de esta
crisis, que se presentaba como de acumulación y regulación, es decir, era
una crisis estructural o gran crisis. Las medidas que impulsaba esta categoría interna de la fracción industrial consistía en la implementación de innovaciones radicales en el proceso productivo (Amable, 1997; Petit, 1998) y el
control de las demandas sociales vía ajustes estructurales (Soria, 1995).
Este último grupo logró imponer su criterio al interior de la fracción,
condenando a la obsolescencia a las compañías aferradas al modelo fordista
y logrando un rol hegemónico en la economía productiva.
Desde esta perspectiva, la implementación de profundos cambios
tecnológicos en los establecimientos industriales de alguno de los países
centrales, hay que entenderla como el resultado de un proceso de conflictos
internos y externos de la fracción industrial que permitió extender las funciones de control y gerencia de los trabajadores en provecho del aumento de
42
la productividad. Se consolidó de este modo el toyotismo5, constituido como
una nueva organización del proceso de trabajo impulsado por los dueños de
los medios de producción para contrarrestar al clima de creciente radicalización de las organizaciones sindicales. Por otra parte, la fractura de la fracción productiva del capital, y la disolución de la alianza táctica con los sectores del trabajo, que había podido mantenerse en las décadas de posguerra,
significan para el capital productivo un debilitamiento frente a la fracción
financiera del capital. A esta altura los financistas se perfilaban deliberadamente a disputar la hegemonía en el bloque dominante.
La crisis del petróleo de 1973 crea la coyuntura que posibilita la detonación de las tensiones entre las fracciones productivas y financieras del
capital y el cambio de hegemonía en favor de los últimos. En otras palabras,
la crisis del petróleo significa en un mismo momento la liquidez extraordinaria de los países miembros de la OPEP y las pugnas intra-capital; condiciones que terminarán cuajando en un régimen de acumulación global dominado por las finanzas.
El posicionamiento privilegiado del capital financiero internacional
viene marcado por la actitud de los capitales concentrados de destinar una
parte creciente de sus excedentes a la adquisición de distintos tipos de activos financieros (acciones, bonos, depósitos, etc.), merced a que las utilidades que reportan estos activos, superan la rentabilidad del resto de las actividades económicas. (Aglietta y Rebérioux, 2005)
Pero la abundancia de divisas baratas era una coyuntura que no podía
durar por siempre, y esto hacía peligrar la hegemonía de los capitales financieros. Para consolidar y reproducir su supremacía, esta fracción se benefició de la crisis que el fordismo experimentó en su régimen de acumulación a
través de la capitalización de los efectos contiguos desatados en el régimen
de regulación. Es decir, la imposición de la hegemonía global de capitalismo
financiero logró prolongarse gracias al descrédito del Estado benefactor,
5
Sintetizamos bajo esta definición la etapa en la que la aplicación de los conocimientos y
experiencias en la organización del trabajo sistematizadas por Ohno se propaga, debiendo
su nombre a la empresa japonesa TOYOTA donde se realiza por excelencia. Asimismo
reconocemos que este proceso no es homogéneo a nivel global ni tampoco entre las naciones centrales del sistema capitalista global. En este sentido, la denominación de un período
histórico con este rótulo solo puede ser entendido en sentido teórico, como un extremo
tendencial.
43
correlato indisociable de la producción fordista, y el basto programa de políticas de liberalización y desregulación, no sólo de los valores financieros,
sino también del comercio internacional de bienes y servicios (Salir, 1992;
André, 1996).
En el mismo sentido hay que entender las privatizaciones de los activos públicos, como medidas sustanciales orientadas al fortalecimiento de la
valorización financiera (Basualdo, 2000). Consideraremos a continuación
algunos aspectos centrales de las formas institucionales en el régimen rentístico financiero al interior de una formación social concreta, la Argentina en
la etapa que se inicia con la dictadura militar de 1976 y termina con la crisis
del consenso neoliberal a fines de 2001. Para ello seguiremos los lineamientos generales sugeridos por la EFR, aunque aplicando las consideraciones
analíticas que introdujéramos en el marco teórico. Es decir, evaluaremos la
evolución de cuatro formas institucionales, la relación salarial, el régimen
de competencia, la moneda y la restricción ecológica. Todas ellas configuradas por dos formas básicas y polares de relación social, el mercado y el
Estado. Pero no nos detendremos a analizar detalladamente cada una de estas evoluciones, más bien expondremos algunas características generales y
su incidencia sobre la estructura agrícola regional que nos ocupa.
La relación salarial
Una de las formas institucionales más afectadas por las medidas implementadas por el régimen militar y los sucesivos gobiernos democráticos
fue la relación salarial. La reconfiguración de esta forma institucional fue
establecida como una prioridad durante la fase autoritaria régimen rentístico-financiero. Para ello se dispusieron numerosas medidas, todas ellas
orientadas a disciplinar la fuerza de trabajo, de forma tal de volverla compatible con las exigencias del nuevo régimen de acumulación. Entre las medidas de mayor eficacia debe mencionarse la suspensión de las actividades
gremiales, la eliminación del derecho a huelga, la disolución de la CGT, la
eliminación de las convenciones colectivas en materia salarial, el congelamiento salarial, la detención y desaparición de numerosos dirigentes y traba44
jadores. (Franco y otros, 2002). Todo ello explica la reducción enérgica del
poder adquisitivo real de las clases populares durante la dictadura militar.
La radicalidad de las medidas implementadas por los gobiernos militares en el período 1976-1983, respecto a la regulación de la relación salarial, marcó su impronta en toda la fase de hegemonía financiera. Tal es así
que el retorno de la democracia, si bien revirtió gran parte de estas medidas,
prolongó el esfuerzo por disciplinar a los trabajadores por otras vías. La
moderada recuperación del salario en los primeros años de la democracia no
logró torcer el rumbo señalado por la dictadura militar, fundamentalmente
hacia una redistribución de la renta nacional donde prima la voluntad de
pequeñas minorías.
La precariedad, informalidad y flexibilidad son las modalidades que
asume esta forma institucional en la etapa democrática de la acumulación
rentística, operadas principalmente mediante reformas regresivas sobre las
leyes laborales.
Esta referencia no es menor, porque son estos sectores los principales consumidores de la producción de los circuitos económicos del interior,
que en esta etapa comienza a ver restringidas las posibilidades de colocar
sus productos. En síntesis, la reducción del salario real de los trabajadores
acarrea el achicamiento del mercado interno y la consecuente reducción del
consumo de productos originarios de los circuitos productivos del interior
del país.
El caso del vino en la provincia de Mendoza es paradigmático, un
trabajo de Diego Grillo Turba (2006) para la Dirección Nacional de Alimentos sostiene que desde 1979 la trayectoria de los indicadores que dan cuenta
del consumo de vinos en el mercado nacional ha sido marcadamente decreciente. Se pasó de 20.664.486 hectolitros consumidos en 1979 a 11.112.577
hectolitros en el 2004, registrando una reducción superior al 45% (ver gráfico Nº 1). Por su parte, si se considera el crecimiento vegetativo nacional,
esta orientación es aún más acentuada dado que se incorpora el consumo per
cápita.
45
Gráfico 1: Consumo aparente de vino per cápita (Argentina
1930-2007)
120
100
80
60
40
20
1930
1934
1938
1942
1946
1950
1954
1958
1962
1966
1970
1974
1978
1982
1986
1990
1994
1998
2002
2006
0
Fuente: Elaboración propia en base a datos del INV.
El régimen de competencia
Las mutaciones sobre el régimen de competencia es la segunda forma institucional que tomaremos, pues creemos que sus efectos adyacentes
impactan sobre el circuito agrícola, lo que analizaremos con mayor profundidad en el capítulo próximo.
En 1980 las autoridades militares dejan sin efecto la ley 12.906/46
que castigaba penalmente las fusiones y compras de empresas. En su lugar
se establece el decreto-ley 22.262 merced al cual ya no se impedían los monopolios, sino que sólo se observaba que no tuviesen conductas anticompetitivas. Como bien sostiene José Sbattella (2008), esto marca el fin de la etapa de “represión al monopolio” y el comienzo de la etapa de “defensa de la
competencia”.
Este cambio normativo fue substancial, porque la nueva legislación
no preveía un esquema tangible de control de las fusiones sino la sanción de
“conductas anticompetitivas” capaces de limitar, restringir o distorsionar el
libre mercado y constituir, además, un perjuicio concreto para el interés
económico general. Dicho requerimiento, sumado a que el procedimiento de
la ley estaba pensado para analizar daños efectivamente ocurridos y no para
resolver problemas estructurales futuros, hizo que prácticamente no hayan
existido objeciones por parte del Estado frente a las concentraciones y fusiones, que se sucedieron fundamentalmente en la década del ’90 con las
privatizaciones.
46
A partir de la sanción de la Ley de Defensa de la Competencia
25.156, aprobada en 1999, el Estado recuperó parte de sus facultades regulatorias, pues la norma contempla la penalización de prácticas anticompetitivas. No obstante, también regula y consiente las fusiones de empresas.
Por su parte, según comenta Sbattella, respecto a la eficacia práctica
de la ley 25.156 no tuvo mayores consecuencias. Sobre todo porque el Tribunal de Defensa de la Competencia tenía carácter normativo, pero no organizacional y la aplicación de la norma recayó en la Comisión Nacional de
Defensa de la Competencia (CNDC), organismo que tuvo un accionar pasivo frente a la concentración de distintos mercados.
Entre los efectos concretos de estas medidas sobre el circuito productivo mendocino puede nombrarse el enfrentamiento de los productores
con prácticas monopólicas por parte de industrias sustitutas, principalmente
la industria cervecera y de bebidas gaseosas. En este sentido, la caída en el
consumo de vino en el mercado nacional que observáramos anteriormente
(gráfico Nº 1), no sólo se explica por el retroceso en el poder adquisitivo de
los sectores populares, sino también por el desplazamiento de las preferencias de estos sectores del consumo del vino al consumo de otras bebidas
alternativas como la cerveza o la gaseosa.
No creemos que los mecanismo que operan este desplazamiento esté
regida por pura subjetividad, sino que en el interviene con gran eficacia las
estrategias comerciales de las distintas industrias (marketing, canales de
distribución, etc.). Asimismo, inferimos que el éxito de tales estrategias está
asociado fuertemente al poder económico de las industrias involucradas. Es
decir, suponemos que en el desplazamiento en el consumo de una bebida a
otra la concentración de la economía es un factor generalmente descuidado,
y que debería ser incorporado en el análisis.
En un trabajo reciente José Sbattella (2008) sostiene que el mercado
de la cerveza común está controlado por dos empresas en más del 81% de
las ventas, mientras que en las bebidas gaseosas colas también dos empresas
se quedan con el 84% del mercado.
47
Según el informe citado de la Dirección Nacional de Alimentos (Grillo Turba, 2006), a medida que aumenta el consumo de cerveza, decrece el
de vino, tal como lo demuestra el siguiente dispersograma:
Gráfico 2: Relación entre el consumo de vino y cerveza (Argentina)
Fuente: Dirección Nacional de Alimentos, en base a datos de FAO e INV.
(Grillo Turba, 2006)
El Informe concluye que por cada litro que aumente el consumo
anual per cápita de cerveza desciende el consumo anual per cápita de vinos
en 1,88 litros.
Situación que sugiere una posible línea de indagación para comprender los efectos de las mutaciones institucionales en el régimen de competencia, durante el período rentístico, para la economía de base agraria en Mendoza.
Por su parte, también se destaca la disminución progresiva de la rentabilidad de los productores pequeños y medianos y el empobrecimiento
agudo de los minifundistas cercado por la concentración tendencial de la
economía6.
La evidencia empírica sobre la evolución en la concentración de la
propiedad rural en Mendoza, si tomamos como base los Censos Nacionales
6
Esta orientación de la estructura agrícola mendocina, incontestablemente cierta para todo
el régimen rentístico, no obstante conoce diferentes momentos. Si bien lo desarrollaremos
más adelante, corresponde decir que por particularidades del caso de estudio, en el período
77-80, la especulación financiera se desvió a la producción agrícola, generando una burbuja
en los precios del sector que, contra todas las predicciones, tendió a favorecer a los productores más débiles del encadenamiento.
48
Agropecuarios de los años 1974, 1988 y 2002, acusa una disminución significativa de las propiedades de hasta 10 hectáreas. Una ligera disminución de
las propiedades entre 10 y 25 ha, y un crecimiento en la cantidad de empresas con más de 25 hasta 50 y de 50 a 100 ha. Lamentablemente el CNA de
1974 no desagrega los datos entre empresas agrícolas y pecuarias, lo que
impide dilucidar lo que ocurre con las empresas agrícolas de más de 100 ha,
ya que se entremezclan con los emprendimientos ganaderos. No obstante, lo
que ocurre en los primeros cuatro estratos del cuadro Nº 1 del anexo estadístico es más que ilustrativo de la evolución de la estructura socio-agraria
mendocina, púes suponemos que en su amplia mayoría estos estratos contienen a EAs, dada la hostilidad del territorio mendocino para la práctica de
la ganadería intensiva. Así, asistimos a un marcado descenso en los pequeños emprendimientos agrícolas en provecho de grandes capitales que acentúan la concentración económica que se observa en otros sectores productivos, tanto nacionales como locales.
El régimen monetario
Por su parte, el régimen monetario constituye el dispositivo institucional fundamental de la etapa 1976-2001 en Argentina. A través de la Reforma Financiera de 1977 quedaron liberadas las tasas de interés, que se
comportaron en franco ascenso dado la decidida política de contracción monetaria. A partir de esa iniciativa, las empresas industriales fueron arrastradas a una lógica de corto plazo, donde las colocaciones financieros predominaban sobre las productivas. En este contexto era frecuente el caso de
empresas que mantenían su infraestructura instalada como fachada productiva, útil a la hora de tomar créditos en el mercado financiero externo, pero
sin la intención de poner ese dinero a producir, sino sólo de especular en el
mercado financiero local (Calcagno y Calcagno, 2001).
Esto suponía tasas de interés activas cobradas a los tomadores de
préstamos, muy superior a la variación de precios y manifiestamente excesivas en términos de rentabilidad empresarial. Lo cual afectó las decisiones en
materia de inversión en bienes de capital y de creación e incorporación de
49
tecnología. El resultado inmediato sobre los productores mendocinos fue el
endeudamiento masivo y un alto porcentaje de incumplimiento. Estrategias
de corto plazo derivadas del régimen monetario imperante, pero insostenibles en el tiempo para los agentes económicos más pequeños.
Asimismo, la subvaluación de la divisa extranjera bajo el pretexto
del control de la inflación, significó en el mismo movimiento el aliento de
las importaciones de productos competitivos de la producción nacional y el
retroceso de las exportaciones. Esto se tradujo en un fuerte desplazamiento
de productos manufacturados y alimentos producidos internamente impidiendo que algunos productores de las economías del interior mantuvieran
sus precios a niveles acordes con la evolución general de los precios mayoristas.
Esta configuración del régimen monetario marca el carácter preferentemente extrovertido del régimen de acumulación. En estas condiciones
sólo las ventajas diferenciales de actividades como las petroleras y la explotación agro-pampeana podían asegurar la permanencia en el mercado internacional.
Deteriorado gravemente el aparato productivo nacional, éste ya no
podía ser como otrora el soporte real de la moneda, los sucesivos gobiernos
democráticos apelaron a las recetas neoliberales más ortodoxas respecto al
valor de la moneda apoyándolo en las reservas federales. De esta forma los
únicos artificios desplegados para mantener las reservas en niveles adecuados al circulante fueron el endeudamiento externo y la liquidación de los
activos estatales (Jofré, 2007).
Por otra parte, la sobrevaluación del peso respecto a la capacidad
productiva real del país asume carácter legítimo en el año 1991 con la Ley
Nº 23.928 de Convertibilidad, según la cual por cada peso circulante debía
existir un dólar en las reservas del Banco Central que lo respalde.
Hacia fines de la década de los noventa dos proyectos opuestos surgen del bloque hegemónico en el poder, cada uno de los cuales planteaba
políticas monetarias que diferían radicalmente. Los grupos concentrados
locales, que tenían vastos mercados en el exterior, propusieron alterar la
paridad cambiaria con el dólar, declarando que las industrias argentinas hab50
ían perdido competitividad como resultado de la convertibilidad. Por el contrario, los conglomerados extranjeros, en su mayoría prestadores de servicios públicos privatizados, advertían que una posible devaluación pondría
en serio peligro sus ganancias, y por lo tanto bregaban por la intensificación
del plan de convertibilidad generalizando la dolarización de la economía
argentina (Basualdo, 2000). La resolución de esta crisis a favor del primer
proyecto, tuvo impactos favorables para las economías del interior, aunque
apuntando a satisfacer demandas del mercado exterior.
Las restricciones ecológicas
La última forma institucional que consideraremos será la restricción
ecológica. A esta altura podemos deducir dos rasgos que caracterizan el
período analizado, en primer lugar, la vocación a desviar excedentes de la
producción a la especulación financiera en el marco de una economía estructuralmente extrovertida y, en segundo lugar, aunque articulado con lo
anterior, la propensión a incrementar la intensidad en actividades productivas agro-pampeanas y petroleras.
Por su parte, el resto de la producción nacional agropecuaria e industrial sigue adscripta a un patrón de extracción de plusvalor extensivo, y en
casos marginales a la producción de excedentes mediante organizaciones
productivas pre capitalistas. Los efectos de estas transformaciones sobre el
sistema natural argentino son vastos, no sólo por la magnitud de los cambios
estructurales, sino también por la extensión y diversidad de eco-regiones
dentro de los límites geográficos de la formación social en estudio.
La restricción ecológica como dispositivo regulador, pero también
como esfera material de cristalización de conflictos, puede ser desagregada
analíticamente en dos dimensiones, como proveedora de los recursos necesarios para la producción; y como depósito de los efectos ambientales derivados de la producción y/o reproducción del régimen de acumulación.
En la fase rentísta observamos como efectos del régimen de acumulación la sobreexplotación de recursos hidrocarburíferos, la expansión de la
frontera agrícola pampeana a zonas ecológicamente más frágiles, la homo51
geneización de los cultivos y el abandono de emprendimientos productivos
de circuitos regionales tradicionales con la subsiguiente degradación de sus
suelos. Asimismo, el aumento de la contaminación urbana por efectos de
desplazamientos demográficos del campo a la ciudad, y la consecuente
pérdida de calidad de vida constituyen efectos ambientales lentos, constantes y de difícil reversión que perfila el régimen rentístico.
Este contexto general, nos sirve de marco para comprender las diferentes perspectivas que se vislumbran en la regulación de los recursos hídricos para riego agrícola en la provincia de Mendoza. No obstante, esto sólo
no es suficiente. Las particularidades que dicha tensión muestra en el caso
en estudio, solo pueden concebirse insistiendo sobre las características del
contexto local, es decir sobre la estructura agrícola regional que emplea como insumo el agua. Este es el objetivo del próximo capítulo.
52
CAPÍTULO IV: ESTRUCTURA SOCIO-AGRARIA
Proceder al examen riguroso de una estructura agrícola de oasis supone, como premisa teórica, localizarla como instancias particular con sus
articulaciones y relaciones específicas, en un nivel de abstracción más amplio que definimos como régimen de acumulación. En ningún caso podríamos conformarnos con esbozar una noción general de lo que es la estructura
agrícola de oasis, sin identificar las formas particulares o el contenido diferencial que reviste en los diversos regímenes de acumulación. La demarcación teórica de nuestro objeto de investigación, la estructura agrícola de oasis mendocina, la definición misma de ciertas prácticas sociales como agrícolas, dependen del lugar y la función que revisten en un modo complejo
teóricamente definido que constituye un régimen de acumulación, más exactamente, el régimen de acumulación rentístico financiero que se manifiesta
en el país entre 1976 y 2001.
En este capítulo mostraremos la evolución de la economía agraria
mendocina durante éste régimen de acumulación. La extensión cronológica
del periodo seleccionado nos obliga a concentrarnos en los aspectos más
destacados de esta evolución, renunciando a la pretensión de reflejar detalladamente la complejidad de la economía regional. Pese a ello, creemos que
el tratamiento en el largo plazo, esclarecerá algunos elementos estructurales
del período que en los análisis de coyuntura se disipan.
Los rasgos centrales de la agricultura mendocina entre 1976 y 2001
deben entenderse como el resultado de un conjunto de medidas operadas
desde el régimen de acumulación nacional, pero que no impactan de forma
directa en el contexto local, por la eficacia propia de los dispositivos institucionales regionales. Estos dispositivos responden a las necesidades de la
producción y retención regional de capital. Ello explica que al iniciarse el
régimen de acumulación rentístico financiero el circuito local continúa con
una inercia productiva desfasada del régimen de demanda efectivo que sí se
veía afectado por la especificidad que había adquirido la relación salarial a
nivel nacional.
53
Según los números oficiales, la actividad agropecuaria en la Provincia de Mendoza paso de representar el 24,24% del PBG de 1973 a estabilizarse en una meseta que osciló alrededor del 6% del PBG total a partir del
año 1986 (ver gráfico Nº 3), sin lograr superar nuevamente los dos dígitos.
Gráfico 3: Participación relativa del PBG Agropecuario en el
PBG Total (Mendoza 1970-2007)
30,00
25,00
20,00
15,00
10,00
5,00
04
02
00
98
96
06
20
20
20
20
19
19
92
94
19
19
88
90
19
19
84
82
80
78
76
74
86
19
19
19
19
19
19
19
72
19
19
70
0,00
Fuente: Elaboración propia e base a datos de la DEIE
No obstante, el análisis aislado la agricultura mendocina a través de
indicadores como el Producto Bruto Geográfico esconde al menos dos realidades. Por un lado encubre el crecimiento de otros sectores, lo que relativiza
la disminución de la participación agraria; pero principalmente impide ver la
heterogeneidad entre las diferentes categorías de emprendimientos agrícolas
que interactúan. En términos abstractos podemos decir que cada una de estas categorías, en situaciones específicas, adopta estrategias cooperativas o
conflictivas con otros emprendimientos según las cristalizaciones asimétricas de capitales económicos, políticos, culturales y/o de información que
cada uno de ellos ostenta. Estos capitales no son facultades inmutables, sino
herramientas que los agentes ponen en juego en coyunturas particulares, y
como resultado pueden alcanzar un fortalecimiento, una permanencia o una
retracción en uno, algunos o todos los capitales puestos en juego.
Un breve repaso histórico
La aceleración de los flujos financieros internacionales, evidente a
nivel global desde mediados de la década de 1970, junto con el reacomoda54
miento institucional a nivel nacional que describiéramos en el capítulo anterior, significó una coyuntura de fuertes cambios en la estructura productiva
mendocina. Aquí, los distintos segmentos que componen el encadenamiento
productivo provincial desplegaron sus estrategias, en función de la detentación específica de capitales y la constelación de oportunidades y restricciones que este escenario ofrecía.
Los principales efectos de los cambios globales son la crisis estructural de la agricultura tradicional, tanto en su faz productiva como de consumo, la decadencia de pequeños emprendimientos, la reconversión de las
empresas hegemónicas y la irrupción de agentes externos. Todo ello implicó
una redefinición en la estrategia de los distintos agentes económicos, sobre
todo respecto a la apreciación de la fuerza de trabajo, el destino de la producción, las fuentes de financiamiento, las prácticas agrícolas y la incorporación de tecnologías.
Estas transformaciones al interior de las unidades productivas tuvieron amplia repercusión sobre los dispositivos institucionales locales que
regulan la actividad. Con el afán de sintetizar, y teniendo en cuenta las detentaciones de capitales sociales que se ponen en juego en la estructura agrícola, nos proponemos efectuar una taxonomía descriptiva que sistematice la
complejidad de intereses y estrategias desplegadas por distintos agentes e
incluso permita prever el comportamiento de cada uno de ellos. Pero antes,
resulta conveniente hacer un breve rodeo por la configuración lejana de la
estructura agrícola mendocina.
Dado que nuestro interés se centra en la evolución de largo plazo,
tomaremos como caso testigo de la evolución agrícola lo que ocurre con el
sector vitícola. Esto se justifica ampliamente en la representatividad del sector, la homogeneidad y continuidad en la información disponible sobre el
sector y en general, porque marca el ritmo de las técnicas productivas y modelos de gestión de las actividades frutícolas y olivícolas7.
La institucionalización del país, en la segunda mitad del siglo XIX, y
su inserción en la división internacional del trabajo como nación agroexportadora, constituyeron factores desestabilizadores para las economías
7
Sólo la actividad hortícola muestra un desarrollo separado de la viticultura, lo que ameritaría un análisis separado de este subsector, caracterizado por el minifundio.
55
regionales del interior del país. La opción de estas economías era, la reconversión para adaptarse a los nuevos regímenes de demanda de los centros
nacionales, sobre todo el Gran Buenos Aires, o el hundimiento en la decadencia de una actividad productiva adscripta a una etapa de desarrollo pre
capitalista.
El caso mendocino es uno de los pocos del interior que logró reconvertir su economía, merced a una serie de factores sociales y ambientales
tales como: condiciones ecológicas propicias para el cultivo de vid y frutales, abundante disponibilidad de agua, aunque sin una suficiente infraestructura instalada para su aprovechamiento y el arribo de fuerza de trabajo europea, con conocimientos técnicos y organizativos propicios para la reconversión del circuito local y con hábitos de consumo que fortalecían estos cambios. Las fuerzas sinérgicas de estos factores en la evolución de la estructura
agrícola regional no debe subestimarse, en tanto que evitan precipitarse ingenuamente en explicaciones de corte voluntarista, otorgándole a la iniciativa de la oligarquía dominante todo el crédito en las trasformaciones.
Merced a la conjugación de los factores mencionados, una parte de
la elite dominante en el modelo ganadero de la segunda mitad del siglo XIX
advirtió la fragilidad de su supremacía en el nuevo contexto nacional. Así
algunos agentes fueron lentamente transformando su actividad hacia un
nuevo modelo centrado en la vitivinicultura que con el tiempo se transformaría en hegemónico. En tanto que actividad predominante, pero también
en el sentido gramsciano de idoneidad para aglutinar al conjunto de la sociedad o, usando palabras de Bourdieu, capacidad para universalizar intereses parciales mediante la apropiación de los aparatos del Estado.
Por razones de espacio, aquí sólo se considerará la dinámica de integración de los distintos grupos dentro de la estructura socio-agrícola que se
estaba cristalizando.
Por un lado se encontraban los sectores hegemónicos, cuyas estrategias de valorización y acumulación de capital redefinen el perfil productivo
de la provincia. Estos estaban fuertemente vinculados al Estado y, lo que
constituía su ventaja diferencial, integrados a la producción industrial (vitivinicultores). Es decir, que existía una vinculación muy fuerte entre las ca56
pas superiores de la fracción agrícola del capital y la fracción industrial. En
otras palabras, los empresarios agrícolas dominantes eran, a su vez, los propietarios de las bodegas donde ingresaba la mayor parte de la producción
agrícola.
Junto a este sector, y beneficiados por el impulso que el Estado provincial le imprimía a la actividad, fue creándose un extenso conjunto de
pequeños propietarios rurales no integrados a la industria (viticultores) que,
pese a estar excluidos del núcleo de poder, se encontraban articulados a una
estructura productiva que los consideraba imprescindibles.
Según Benito Marianetti, esto fue posible gracias al reparto de la tierra pública, que aún teniendo un carácter netamente latifundista y concentrador, también permitía la emergencia de capas medias de productores rurales:
“hubo en la Provincia una política destructora y de despilfarro en materia de tierras
públicas que si bien en forma secundaria, dio lugar al acceso a la tierra a pequeños productores agrarios, su objetivo fue el “acaparamiento” de éstas por parte del sector oligárquico.
Es esta connotación la que queremos enfatizar, en el sentido que se verificó una mayor (no
mejor) distribución de tierras en Mendoza con respecto a la pampa húmeda, lo que va a dar
lugar a una importante clase media rural local, verbigracia el acceso a la propiedad de pequeños y medianos fundos” (En Collado, 2006: 15)
Estos pequeños propietarios rurales pueden ser separados analíticamente según la estrategia de comercialización de sus productos. Distinta es
la posición de quienes venden sus uvas a los bodegueros y la de quienes
elaboran por terceros. Los primeros se encuentran en una situación más adversa, en tanto que el sistema de comercialización directa de uvas fue históricamente regresivo: se pagaba una pequeña parte al contado, y el resto en
cuotas mensuales, sin intereses ni ajustes por inflación. En este sentido, los
viñateros no integrados constituían una importante fuente de financiamiento
para las posteriores etapas de industrialización y comercialización del vino.
Estas falencias del pago diferido coadyuvaron en los ‘70 a la generalización
del sistema de elaboración por terceros. Esto implica que la fracción industrial procesa las materias primas, pero la propiedad del vino queda en manos
57
del productor, como su decisión de venderlo cuando lo considere más oportuno.
Es decir, constituye una modalidad precaria de integración industrial,
que encuentra en el precio del vino a granel un fiel indicador de la evolución
de este sector vitícola. Este grupo puede definirse como la capa más débil de
la fracción agrícola del capital integrada a la industria.
Sintetizando, como saldo del proceso de reconversión de de una economía ganadera a otra agrícola, puede contabilizarse la configuración de una
estructura rural articulada sobre el eje de una oligarquía vitivinícola terrateniente y latifundista, con explotaciones a cargo de contratistas que recibían
un porcentaje de la producción y con obreros asalariados. Junto a ella coexiste una pluralidad de pequeños y medianos productores subordinados al
modelo oligárquico, pero integrados al circuito productivo.
A diferencia de la producción pampeana, los cultivos regionales son
perennes, es decir, que una finca de vid o de frutales son activos fijos, no
pueden adaptar la producción a los vaivenes del mercado. Esta particularidad del circuito productivo mendocino ha mostrado gran flexibilidad para
adaptarse a las expansiones del régimen de demanda, pero una rigidez extrema para ajuste descendentes del consumo.
El régimen de acumulación ISI explica su estabilidad en una alianza
poli-clasista, explícita o tácita, en la que los dueños del capital conciben a la
fuerza de trabajo como formadores de la demanda. En ese contexto, la reparación del poder adquisitivo de los sectores del trabajo ocasionó el crecimiento del mercado interno de los productos vitifrutihortícolas. La reacción
de la estructura agrícola mendocina a esta composición de la demanda fue la
adaptación del régimen de producción mediante la extensión de la frontera
agraria. Este proceso fue acompañado por políticas públicas activas. El Estado, ante la necesidad de asegurar la acumulación y retención del capital en
el circuito regional, adopta medidas protectoras del precio y los beneficios
de los productores.
Pero la inestabilidad en el modo de regulación del régimen ISI, generó oscilaciones en el régimen salarial, que deterioraron gravemente el
poder adquisitivo de los sectores populares y en consecuencia la composi58
ción de la demanda de esos sectores. Estas oscilaciones produjeron consecuencias en cascada sobre las economías regionales.
Hemos mencionado la rigidez de una estructura agrícola perenne para adaptarse a retrocesos marcados de la demanda nacional de sus productos. Deberíamos agregar que tal rigidez no es consecuencia directa de la
inopia de perspectivas por parte de los productores, sino principalmente de
las necesidades sociales y ecológicas de conservar volúmenes de producción
coherentes con la capacidad productiva sembrada. Es decir, la economía
rural mendocina presentaba un fuerte carácter incluyente de la fuerza de
trabajo, con gran capacidad de retención de la población en las localidades
rurales, variables que tras la crisis nacional de demanda se traduciría en desempleo, desarraigo, disgregación social y migración.
Lo mismo puede decirse de la significancia ecológica de la economía
agraria, sobre todo desempeñada en un contexto semiárido como el mendocino. La expansión del oasis productivo en épocas de bonanza económica
constituyen una batalla ganada al desierto, su retracciones viene acompañada de consecuente degradaciones del suelo y desaprovechamiento de los
recursos hídricos disponibles.
Gráfico 4: Evolución de la superficie implantada con vid en
hectáreas (Mendoza 1936-2007)
300.000
250.000
200.000
150.000
100.000
50.000
2006
1999
1992
1985
1978
1971
1964
1957
1950
1943
1936
0
Fuente: Elaboración propia en base a datos del INV.
Durante el régimen ISI el Estado provincial actúo constantemente
como mediador entre las crisis del régimen de demanda y las inflexibilida59
des de la estructura productiva, con el objeto de evitar las consecuencias
socio-ambientales mencionadas. Ésta intervención pública se robustece con
la participación del Estado como productor de vinos, cuando en 1954 la
provincia de Mendoza compra el establecimiento vitivinícola Giol.
Los objetivos de la empresa estatal eran la regulación de la vitivinícola y olivícola en todas sus formas y amplitud, procurando la obtención de
precios remunerativos para productores y elaboradores, especialmente los de
menor capacidad económica” (Martín, 1992:196 y 197).
Según Francisco Martín, desde la compra de Giol hasta 1974 ni los
problemas climáticos, ni los vaivenes de la economía nacional, ni la estrategia super-produtivas de los empresarios del sector lograron desestabilizar la
economía regional, merced a las intervenciones de la empresa pública. Denotando la eficacia del sector público para cumplir con el objetivo de regular la vitivinicultura mendocina.
En el mismo sentido, la evolución de la proporción que representa el
insumo uva en el precio final del vino, otorga un indicador de seguimiento
del grado de protección de los eslabones más débiles del encadenamiento
productivo. No es nuestro propósito hacer un análisis pormenorizado, sólo
diremos que en períodos de gobiernos locales conservadores, este insumo
significó entre un 50% y 60% del costo final del vino, mientras que cuando
el Estado contó con la empresa Giol como formadora del precio de la uva y
el vino este porcentaje se elevó hasta un 84%, evidenciando la capacidad de
la empresa estatal para re posicionar a los pequeños y medianos productores
de uva (Martín, 1992: 199).
La estructura agrícola mendocina en un nuevo patrón de acumulación
nacional
Hechas estas aclaraciones que suministran algunos elementos para la
comprensión de la estructura socio-rural mendocina, volvamos ahora a
nuestro objetivo. Recordemos, realizar una taxonomía descriptiva de la actual estructura rural mendocina asociándola a los cambios institucionales del
régimen de acumulación rentístico-financiero.
60
La profunda retracción del consumo interno que se evidencia desde
1976, y en general la reestructuración institucional del régimen de acumulación, trajo como consecuencia la separación de numerosos productores en el
circuito agrícola mendocino. Productores que amparados por la política intervencionista del régimen anterior se encontraban integrados al encadenamiento productivo, en el régimen inaugurado en 1976 devienen en prescindibles. El vacío que dejan estos agentes no es llenado ni en números ni en
empleo por las nuevas firmas extranjeras ni por locales reconvertidas.
En lo que respecta a la relación salarial, la trayectoria general es la
racionalización de la fuerza de trabajo en las empresas que lograron mantenerse. De esta forma, entre ellas empieza a predominar la percepción del
trabajador sólo como un costo del proceso productivo, perdiendo el carácter
de formador de la demanda que poseía en el régimen de ISI.
Creemos conveniente llamar especialmente la atención sobre este
punto. La bibliografía económica en general tiende a naturalizar los cambios
en las preferencias del consumo como inducidos por factores subjetivos, de
difícil o nula interpretación por variables de índole sociales. Por el contrario,
aquí creemos que los cambios en el consumo, o más específicamente en la
composición de la demanda social, constituyen una variable no solo aprehensible, sino también inseparable de la dinámica social.
En nuestro caso de estudio, la derrota política que significa la dictadura militar para los sectores populares, especialmente para los trabajadores,
significó un cambio radical en su poder adquisitivo real y la composición de
la demanda efectiva de estos grupos. Cambios que impactan directamente
sobre la estructura productiva de las economías regionales altamente dependientes del mercado interno como la mendocina.
Adecuándose al escenario nacional socialmente regresivo, el régimen productivo del circuito regional ha mutado de un patrón de acumulación basado en la cantidad, para abastecer un mercado local relativamente
homogéneo; a otro articulado en la calidad para un mercado cada vez más
segmentado y preferentemente externo. Ya vimos en el gráfico Nº 1 la evolución de la demanda interna de vinos, el cuadro que sigue completa las evidencias que refrenda la creciente extroversión de la economía mendocina.
61
Tabla 1: Exportación de bebidas, líquidos alcohólicos y vinagres
(Mendoza 1993-2008)
Año
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
U$S
25.785.647,00
30.479.499,00
71.684.045,79
79.525.651,48
117.589.622,85
146.378.220,00
124.074.443,00
133.832.362,00
129.194.361,00
114.826.450,00
156.832.309,00
204.368.514,00
261.416.521,90
332.693.100,18
433.371.966,54
557.599.309,00
Fuente: Fundación ProMendoza en base a estadísticas del INDEC.
Gráfico 5: Exportación de bebidas, líquidos alcohólicos y vinagres (Mendoza 1993-2008)
600.000.000,00
500.000.000,00
400.000.000,00
300.000.000,00
200.000.000,00
100.000.000,00
0,00
Fuente: Fundación ProMendoza en base a estadísticas del INDEC.
62
Si bien el patrón extrovertido es un extremo tendencial definido teóricamente, lo consideramos útil a los fines de tener una aproximación global
a los cambios del circuito durante la hegemonía financiera. Tal es así que ni
siquiera puede decirse que el nuevo patrón de acumulación regional empiece a emerger en 1976. Pues, la capacidad de articular intereses de los productores tradicionales forzó, a través de diferentes medidas regulatorias, la
continuidad del patrón productivo regional hasta mediados de la década del
‘80.
Entre las estrategias regulatorias adoptadas para el pilotaje de la crisis de sub-demanda se cuenta el aumento de la capacidad instalada para
acumulación de stock vínico a la espera de mejor precio (ver Imagen 1 en la
próxima página), lo que deja en evidencia que los sectores hegemónicos
leían el panorama nacional como un lapso transitoria, que una vez superado,
se podía volver a lograr el nivel de precios de fases anteriores.
Muy sucintamente puede decirse que las características fundamentales que se observan en la agricultura mendocina en el período 1976-2001
pueden condensarse en tres etapas. De 1976 a 1980 donde los agentes más
concentrados de la actividad vínica protagonizan una pugna oligopólica por
el control del mercado de vino, tal que la necesidad de captar la mayor cantidad de uva los induce a mejorar con creces los precios fijados por el Estado a través de Giol. En ésta etapa los pequeños y medianos viticultores gozaron de una de las mejores coyunturas históricas, en gran medida estimulada por la especulación rentística de los oligopolios vitivinícolas integrados a
la fracción financiera.
63
Imagen 1: Vasijas vínicas de la Bodega Estatal Giol
(recuperado de Diario Uno Digital 23-03-2009)
En la segunda etapa, de 1980 a 1988, predomina el deterioro progresivo de la actividad, solo mitigada por la capacidad articulatoria de intereses
de los productores tradicionales. Finalmente, en el período que va de 1988 a
2001 la reconversión de la estructura agrícola se impone como una agenda
ineluctable ante el nuevo escenario de la economía global.
Entre los años 1988 y 1991 se despliega una significativa reconversión de la actividad, al mismo tiempo que se registra una acentuada desregulación económica. Estas medidas, junto con las particularidades de la economía nacional, generaron un escenario propicio para la prosperidad de los
agentes más concentrados del sector y el advenimiento de capitales agrícolas internacionales.
Lo más destacado de este lapso es el debilitamiento de las tradicionales regulaciones del Estado sobre la actividad, entregando a los agentes privados la capacidad de fijar las reglas de juego. La privatización de Bodegas
y Viñedos Giol por decreto 3345/88 durante la gobernación de José O.
64
Bordón constituye el emblema del retroceso del sector público en provecho
del mercado, donde los capitales concentrados llevan la delantera.
Desde nuestro punto de vista, estos capitales locales junto con los
capitales internacionales componen una nueva categoría dentro de la fracción agrícola del capital. Esta nueva categoría opera en la actividad agrícola
mendocina con sus propias capacidades de acción, pero bajo un conjunto de
reglas ya instituidas por la misma inercia de la economía regional.
Pero no sólo el fracaso político de los trabajadores, y el consiguiente
descenso en la composición de la demanda social, marcó su impronta en el
circuito productivo, sino también el posicionamiento hegemónico de la fracción financiera del capital.
La liberalización de las tasas de interés, operadas a través de la Reforma Financiera de 1977, es la fórmula que termina consolidando a los
capitales rentistas. Esta medida, en un contexto de fuerte contracción monetaria incide naturalmente en el aumento de las tasas de interés, fomentando
la valorización del capital a través de la especulación financiera.
65
Esta orientación del régimen de acumulación nacional, perfila dos
grupos diferentes de productores definidos en función de sus estrategias de
acumulación.
Co-
existían productores que se adaptaron rápidamente al
naciente patrón de
acumulación
con
otros que se aferraban a la inercia del
patrón de acumulación ISI. Entre los
primeros las unidades productivas
pasaron
a
tener
importancia
pri-
mordialmente
co-
mo garantía para
tomar créditos, que
luego se destinaban
a la especulación y
no a la expansión
de
la
capacidad
productiva.
Imagen 2: Publicidad gráfica del Banco
Mendoza (recuperado del Libro de Oro de
la Vendimia 1986)
Los
segundos, por su
parte se ven empujados a un proceso
de endeudamiento
exponencial para la permanencia en la actividad, lo que tenía como desenlace generalizado el abandono de la actividad.
Históricamente, en el circuito mendocino persistió un régimen de financiamiento que podría definirse como de abajo hacia arriba. El mecanismo consistía en que cada etapa del proceso productivo financia a la subsi66
guiente hasta el momento de la comercialización minoritaria. Es decir, los
agricultores entregan su producción al ciclo industrial por un porcentaje de
su valor, postergando el resto en cuotas. Lo mismo ocurría con la industria y
la comercialización. Este sistema, claramente regresivo para los primeros
eslabones del encadenamiento, no obstante aseguraba un equilibrio tenso,
que esparcía las inestabilidades de la actividad entre todos los agentes del
sector y contaba con un importante respaldo de los bancos oficiales8.
La aparición de tasas de interés libradas a las exigencias de acumulación de los agentes financieros privados significó un cambio esencial.
Cuando en 1977 el gobierno militar sanciona la ley de entidades financieras
complementó económicamente, la victoria política que significó el golpe de
1976.
El agente protagónico de este proceso en la actividad vitivinícola fue
el Grupo Greco, con la adquisición del banco Los Andes, una pequeña entidad del interior de la provincia. Este Grupo pudo, gracias a las nuevas reglas
de juego nacionales, captar gran cantidad de dinero de los ahorristas, ya que
ofreció las mejores tasas en todo el país.
Este dinero fue destinado a la adquisición de bienes productivos,
mediante el mecanismo de auto-prestamos, logrando posicionarse en muy
pocos años en uno de los grupo económicos más concentrados del país.
Greco compró las principales bodegas y viñedos de cuyo, también campos,
plantaciones de peras, manzanas, frutales, olivos, empresas relacionadas con
subproductos y servicios de la industria vitivinícola hasta inclusive el diario
Mendoza.
El presidente de la Asociación de Viñateros Independientes, Juan
José Ramos explica la significación de este Grupo sobre toda la actividad
vitivinícola:
8
El Banco de Previsión Social y el Banco de Mendoza históricamente asistieron a los eslabones más débiles del circuito productivo. Con frecuencia esta asistencia se canalizaba vía
préstamos a la Bodega Giol, para que ella cumpla anticipadamente con las obligaciones
contraídas con los pequeños viñateros. La privatización de estas entidades en el año 1996
dejó a la provincia sin agente financiero y sin financiamiento para la producción. Este vacío
fue llenado con el organismo estatal denominado Fondo para la Trasformación y el Crecimiento de mendoza.
67
“En 1978 (el Grupo Greco) comienza a incidir en el mercado del vino de traslado,
y es así que en momentos en que había una crisis provocada por excedentes vínicos, cuando todos esperaban que el vino bajara aún más del precio en el que estaba, ocurre todo lo
contrario. El vino valía 10 centavos de dólar, y de pronto se fue a 15,17, a 20 y nadie sabía
lo que ocurría. El mercado de vinos comenzaba a tener una gran actividad. Muchos vendían a 20, después compraban a 22, y vendían a 25 para comprarlo nuevamente a 27, para
venderlo a 30, y es así que el vino en ese período se había vendido 4 o 5 veces sin que saliera de la pileta. Los comisionistas estaban pasando por la mejor época de su historia. Así
se llegó al año 1979, y el vino nuevo se vendía antes que se produjera la cosecha de uva,
hasta un valor de 70 centavos de dólar”
El optimismo generalizado condujo al endeudamiento de gran número de viticultores que pretendían aumentar su participación en las extraordinarias ganancias, sin reparar en la escalada exponencial del costo del dinero.
Hacia el año 1980 la burbuja de bienestar explota, la derrota política del
Grupo Greco9, en manos del Grupo Catena, con quien se disputaba la capacidad formadora de los precios del circuito, marca también la fractura de la
alianza táctica que el primero tenía con los viñateros más débiles.
Las subsiguientes urgencias financieras de los productores, producto
del deteriorar de los precios de los eslabones más débiles del circuito no se
hicieron esperar, y desencadenaron los quebrantos masivos y la concentración económica que se observaron ulteriormente.
9
Interpretamos la caída del Grupo Greco como una derrota política forjada en varios frentes, que luego se refrendaría a través de la judicialización de los miembros del grupo. La ley
de entidades financieras de 1977 le había otorgado al grupo una herramienta poderosa para
la captación de ahorros. Estos ahorros no se orientaron a la especulación, como era la norma en el período, sino por el contrario a la producción. Más específicamente a la captura
del mercado del vino de traslado. Este cometido ya estaba cumplido hacia el año 1979,
merced a alianzas económicas tejidas verticalmente hacia abajo, con los viticultores no
integrados o trasladistas; horizontalmente con una subcategoría de la fracción industrial
(bodegueros o vinicultores) excluida del núcleo de poder, con la que incluso llega a gestar
una nueva cámara empresaria (ADEVI); y finalmente, en sentido vertical hacia arriba, con
el sector más débil de la junta militar gobernante, las fuerzas aeronáuticas. Frente a este
bloque ascendente, el grupo hegemónico tradicional agrupado en la Asociación Vitivinícola
Argentina (AVA) se vio amenazado. Las empresas del Grupo Catena, Furlotti S.A., Peñaflor S.A., Resero S.A., Donatti entre las más importantes, se había perfilado como la legataria de la Bodega pública Giol tras la crisis de sub-consumo desatada por el Rodrigazo en
1975 y las rigideces exhibida por la empresa estatal para regular el sector. En pocos años
los socios de la AVA lograron el control de las cadenas de fraccionamiento y distribución al
consumo minorista adquiriendo la capacidad de formar los precios del vino. Ya en la fase
autoritaria del gobierno nacional, este grupo se valió de los vínculos aceitados con los sectores más poderosos de la junta militar, el ejército y la armada, para comenzar un seguimiento administrativo primero (vía DGI –actual AFIP–) y judicial luego del Grupo Greco.
Ver Falanga, Ángel Pedro (2001). Veinte años… un día. Zata editores, Mendoza. págs. 28 y
29 y 51 a 53.
68
Por su parte, la capa hegemónica de la fracción agrícola del capital
resultante de este proceso percibió de forma paradójica una de las características principales del período definido por la especulación financiera, esto es,
la sostenida sobrevaluación de la moneda nacional. Sobre todo en la década
del ’90, cuando la política monetaria nacional restringe su soberanía, auto
impidiéndose saldar déficit mediante la emisión monetaria para quedar reducida al mero endeudamiento exterior, esto es la Convertibilidad del peso
nacional con el dólar (Vitelli, 2002).
Si bien por un lado, la paridad cambiaria deprimía las posibilidades
de colocar la producción local en el mercado externo, dadas las desventajas
de competitividad, por otro, les permitía a las capas mejor posicionadas incorporar tecnologías de punta a un costo relativamente barato. Después de
2002, gracias a la recuperación en la competitividad que significó la devaluación de la moneda, el sector dominante pudo capitalizar la innovación
tecnológica de su proceso productivo en la apertura de nuevos mercados
consumidores en el exterior. Muy ilustrativo de esto resulta el siguiente
fragmento de uno de los agentes de esta porción de la estructura agrícola
mendocina:
“Cuando se abrieron las importaciones, lo primero que hice fue poner riego por
goteo. Plastro ha sido una de las primeras empresas que se instaló en el país, creo que con
bastante éxito. Lo primero que hice lo hice con Plastro, hace ocho o diez años. Y andamos
bastante bien, no hemos tenido problemas. Yo diría que es uno de los que está bien avanzado en riego, lo están perfeccionando, cada vez vienen mejores picos, mejores sistemas.
Hay otras dos empresas, con las que hicimos algunos ensayos, que también andan bien”.
(Antonio Pulenta. En Plan Hídrico Provincial 1999)
Lo que es válido para los sectores dominantes del circuito productivo, también lo es para los capitales extranjeros que se incorporaron en la
agricultura mendocina en la década del ‘90. Ambos explican un incremento
marcado en las técnicas de riego localizado (goteo y micro aspersión) a
21619,2 hectáreas, pese a que ellas no representan más que el 8% de la superficie total implantada, según los datos del último censo agropecuario del
2002.
69
Por su parte, el posicionamiento
posicionamiento privilegiado del mercado externo
como destino de la producción local, sobre todo por las firmas hegemónicas
locales y extranjeras, afectó significativamente las posibilidades productivas
de las firmas de menor tamaño relativo y tuvo efectos regresivos sobre el
empleo del sector,, como demuestra la evolución de la población rural reprerepr
sentada en el gráfico Nº: 3
Gráfico 6:: Población según residencia rural o urbana (Mendoza
1970-1980-1991-2001)
2001)
1.600.000
1.400.000
1.200.000
1.000.000
800.000
Urbana
600.000
Rural
400.000
200.000
0
1970
1980
1991
2001
Fuente: CNP 1970, 1980, 1991 y 2001
También se observó un desplazamiento del tradicional régimen de
trabajo por contratistas a otro gerencial. El contratista sintetiza el perfil de
las relaciones sociales de trabajo en el período de fuerte inserción en el merme
cado interno, es decir, en la etapa pre-rentística. El contratista participa porcentualmente
ualmente en los beneficios y riesgos
rie gos de la actividad junto con el dueño
de la finca.. Cortese define este tipo de relación social de trabajo como semifeudal,, en tanto que prescinde de la relación moderna
moderna capital/trabajo, articuartic
lada en torno a la institución del salario (Cortese, 1992: 12).
El contratista habitualmente vivía en la finca y realizaba,
realizaba empleando
la fuerza de trabajo familiar, las tareas básicas cuando no se requería
requer mayor
cantidad de personas.
personas Asimismo se encargaba de la contratación y manejo
70
de los peones transitorios para la poda, raleo, cosecha, acarreo y para la lucha contra heladas. Este régimen de trabajo permitió, durante la consolidación de la estructura agrícola, el acceso a la tierra de algunos contratistas, lo
que con el tiempo se convirtió en una meta más ilusoria que real. No obstante, este sistema permitió la extensión de la frontera agrícola y el arraigo territorial de una considerable capa de productores rurales.
El régimen laboral por contratista, sin desaparecer, pierde su vigencia en la fase rentística-financiera, predominando el régimen gerencial. Junto con la disminución de los contratistas, también se observa el desplazamiento de pequeños y medianos productores no integrados, por grandes firmas integradas. Estos procesos, orientados a aumentar la eficiencia económica mediante el mejoramiento en la escala, desencadenan conductas oligopólicas y la pérdida de la estructura familiar tradicional en la actividad
agrícola, con sus consecuentes efectos migratorios.
El régimen gerencial, viene a sustituir un sistema en el que el contratista era coparticipe en las decisiones productivas, por otro en el que entre el
propietario y el trabajador se interpone la figura del gerente. Esto trae como
consecuencia la asalarización general de la relación laboral en el agro.
Además los propietarios, que en medida creciente no proceden de la región,
al no poder ejercer el control de la producción in situ, lo hacen exigiendo
resultados positivos a la distancia, lo que generalmente se logra en detrimento de los recursos humanos y naturales locales.
La difusión de este sistema de trabajo no sólo ha contribuido en la
reducción de contratistas, sino también en la proletarización de pequeños
propietarios. Si bien los fondos de inversión como estrategia para la financiación de la actividad no se han extendido en la estructura agrícola mendocina, constituye la modalidad extrema de gestión de las empresas agrícolas
en el nuevo patrón de acumulación regional. Estos fondos ponen a varios ex
productores en el dilema de abandonar la actividad o entregar su predio a un
fideicomiso en condiciones desventajosas, para quedar reducidos a ser empleados en sus propias fincas.
Por otra parte, estos fondos, de origen mayoritariamente externo, no
sólo contribuyen a la transformación de la relación salarial en el circuito,
71
sino también a la trasformación de los dispositivos que regulan el acceso a
los factores productivos.
Estos agentes se inclinaron por la búsqueda de zonas mejor dotadas
agroecológicamente, menos maltratadas por décadas de desinversión productiva en el campo. Independientemente de que se encontraran fuera de la
zona tradicionalmente agrícola, y por lo tanto excluida de los derechos de
agua para riego que esta zona disponía. Lo que también suponía una inversión de capital inicial considerablemente menor, dado la asimetría entre los
precios de la propiedad raíz del secano y el oasis.
De todas formas, no contar a priori con recursos hídricos para su actividad no constituyó un obstáculo infranqueable para estos capitales, ya que
aprovecharon las ventajas que ofrece el régimen hídrico para la explotación
de recursos subterráneos, más accesible para las empresas que cuentan con
el poder económico de instalar las obras necesarias para la extracción del
agua para riego.
Como dijéramos anteriormente, la política monetaria facilitó la tecnificación de los empresarios líderes del sector. Una de las labores en que más
se notó tal avanzada tecnológica fue el riego de las fincas productivas. Las
técnicas de riego por goteo o micro aspersión permitieron el uso intensivo y
extraordinariamente eficiente del agua disponible, asegurando la prosperidad de los nuevos emprendimientos.
No obstante, los avances de estos capitales no se interrumpieron con
el acceso a estos recursos hídricos, las estrategias de estos sectores apuntan
a una reestructuración integral del régimen hídrico que garantice el suministro del insumo a estos emprendimientos y, en consecuencia, no comprometa
la obtención de sus ganancias. Desde esta perspectiva, puede comprenderse
por qué ciertas categorías de la fracción agrícola del capital consideran excesivamente rígidos los principios de perpetuidad, inherencia y de uso específico que sustentaron históricamente la regulación del agua para riego, y
breguen por su flexibilización.
A continuación exponemos una breve clasificación de las distintas
categorías de productores, en función de los cambios estructurales del régi-
72
men de acumulación y su reposicionamiento respecto a algunos dispositivos
institucionales:
Tabla 2: Categorías agrícolas mendocinas según estrategias de
producción y reproducción del capital
Empresas agrícolas tradicionales
Nuevos emprendimientos/Reconvertidos
Régimen gerencial: generalización de la
relación salarial.
Costo de producción: como los trabajadores no forman el mercado al que estos
emprendimientos apuntan, el salario es
una de las variables preferidas de ajuste.
Difusión del contratista: participación
en los riesgos y beneficios de la producción, obreros asalariados en tareas
estacionales.
Formadora de la demanda: históricamente concibieron al salario como
dinamizador del consumo, actualmente
esa percepción se ha debilitado.
Puede diferenciarse entre productos susceptibles de sumarle valor agregado
Mercados
mediante su industrialización o aquellos que llegan al consumidor tal como
salen de las unidades productivas. Estos últimos representan una minoría estadística en cuanto a producto bruto generado. Respecto a las materias primas
destinadas a industrias, casi en su totalidad son procesados en fábricas locales,
pero orientados a diferentes mercados según se describe a continuación.
Mayoritariamente interno: Extienden Mayoritariamente externo: elaboran
la inercia del régimen ISI en la fase
productos orientados a sectores de alto
rentística. Se prioriza el desarrollo de poder adquisitivo locales o externos.
los mercados nacionales.
Estrategia de integración: generalmente
Protección pública: históricamente
Recursos
están integrados horizontalmente con
financieros asistidos por los bancos provinciales
agentes financieros trasnacionales (gru(Banco de Mendoza y de Previsión
Social) para la siembra, cosecha, aca- pos, fondos), de donde consiguen recurrreo de la producción. La liquidación sos e insumos claves para sus actividade estos bancos dejó a estos producto- des.
Estos capitales buscan inversiones prores desprovistos de un instrumento
vital para su subsistir, que las regula- ductivas seguras y rentables en tiempos
ciones eventuales del Estado provinde volatilidad financiera.
cial nunca pudo compensar (Fondo
para la trasformación y el crecimiento, Exenciones impositivas)
Uso de técnicas de producción relati- Cultivos genéticamente modificados,
Practicas
vamente precarias, desgaste de planta- sofisticadas técnicas de riego y consiagrícolas/
Tecnologías ciones, erosión de suelos, técnicas de guiente uso eficiente del agua.
riego poco eficientes.
Sistemas innovadores de producción
Proceso de semi-abandono de fincas
que les permite extender el oasis irrigacon la consiguiente retracción del
do en zonas no tradicionales.
oasis.
Cuentan con la imagen arraigada en la Han sabido ganarse la imagen de emCapital
idiosincrasia mendocina que ve al
presas agrícolas ambientalmente ressimbólico
oasis como el fruto del “labriego teso- ponsables, sobre todo entre profesionanero”, idea con la que los empresarios les, técnicos y ambientalistas.
agrícolas tradicionales han logrado
legitimar su rol dominante en la estructura agrícola local.
Regulación Por derechos como la vigente: insisten Por mercado, aprovechando el bajo
consumo de agua por sus técnicas de
hídrica im- en la plena vigencia del derecho de
inherencia, esto es, la tierra que tiene riego perfeccionadas, insisten en la
pulsada
derechos se riega, independientemente necesidad de que se pague los volúmede los volúmenes demandados.
nes consumidos.
Fuente: Elaboración propia
Fuerza de
trabajo
73
Tal taxonomía es una abstracción, no puede ser un reflejo especulativo de la realidad, ya que ésta siempre es más compleja que su sistematización teórica. Estamos convencidos de que la realidad y su conocimiento son
dos regiones paralelos no reconocibles la una en la otra. No obstante, esto
no implica negar la posibilidad del conocimiento, sino asumir un posicionamiento teórico que reconoce la existencia de distintos grupos sociales en
pugna. En nuestro caso, distintas categorías de agentes en una misma fracción del capital. Tales agentes se definen en función de la situación material
que ocupan en la estructura agrícola, incluso cuando no coincida con posiciones coyunturales que algún agente pueda asumir en circunstancias concretas. En otras palabras, para nuestros objetivos es más relevante analizar
los “efectos pertinentes” de los cambios institucionales sobre un grupo social definido teóricamente, que la valoración subjetiva que algún agente
perteneciente a ese grupo pueda efectuar sobre aquel cambio institucional.
En este sentido es pertinente la diferencia que establece Pierre Bourdieu
entre las cosas de la lógica y la lógica de las cosas.
Resumiendo, la reflexión teórica sin contratación empírica es mera
especulación, asimismo, la recopilación de información empírica sin mediación teórica nos conduce a reflejar subjetividades parciales distanciadas de
la rigurosidad científica. En el próximo capítulo, y considerando esta construcción teórica, evaluamos los efectos pertinentes de la taxonomía propuesta sobre la institucionalidad en la administración del agua para riego agrícola en la provincia de Mendoza.
74
CAPITULO V: MUTACIONES DEL RÉGIMEN HÍDRICO
LOCAL
El análisis del régimen hídrico mendocino ofrecerá resultados dispares, según la perspectiva desde donde se lo observe; desde un punto de vista
estrictamente economicista podría precipitar la conclusión de la conservación de su fisonomía originaria, con la omnipresencia del sector público en
la gestión. Por el contrario, si se centra el análisis en los eslabones más débiles del encadenamiento productivo mendocino, podría deducirse que la presencia de ciertas flexibilizaciones implementadas en los últimos años es el
resultado de procesos económicos más amplios que se dan en la región y
están orientados por una fuerte ideología privatista.
Por el contrario, nuestro enfoque es institucionalista y regulacionista,
por ello nos proponemos dar cuenta de las tensiones presentes en el régimen
hídrico, entendiéndolas como los efectos institucionalmente mediados de los
conflictos originados en la estructura social. Más específicamente, concebimos al régimen hídrico como el conjunto de unidades técnicas, administrativas y de toma de decisión orientadas a la regulación del agua para riego.
En este caso, asociado directamente con la actividad de riego agrícola. Es
decir el concepto de régimen hídrico ajusta las normas de apropiación, distribución y uso del agua con los comportamientos individuales de los agentes agrícolas. Esto nos reintroduce elípticamente en nuestro esquema de análisis que retomaremos brevemente.
La misma existencia del régimen hídrico como instancia mediadora
entre conductas individuales y normas instituidas, deja en evidencia la necesidad de regular la relación entre estas dos flancos, exponiendo a su vez el
carácter coercitivo de las normas instituidas, por un lado, y el afán de valorización económica de los agentes agrícolas, por otro.
Esto nos invita a tener en cuenta la idoneidad del régimen de regulación para normalizar las prácticas sociales a través de sus formas institucionales; e intentar extraer de allí algunas conclusiones válidas para proyectar-
75
las al plano regional, donde los dispositivos institucionales regulan el circuito local.
Entendemos a estos dispositivos como la condensación de tendencias
bipolares, encontrando en un extremo los criterios públicos en la regulación
del agua para riego y en el otro las motivaciones individuales de los productores agrícolas. En el primer caso, los principios que orientan la toma de
decisión buscan asegurar el abastecimiento del agua necesario para la valorización de la producción agrícola, en límites compatibles con la más amplia
cohesión posible de los agentes intervinientes en la actividad. En el segundo
caso, el objetivo último en términos abstractos es lograr la mayor rentabilidad posible con el menor costo, por lo tanto, el uso de los recursos hídricos
está subordinado al aporte que éste insumo efectúa en el proceso de valorización de la producción final.
De esta forma definimos a los componentes del régimen hídrico como moldeados por dos corrientes contrapuestas. Una corriente orientada a la
normalización social y económica del reparto del agua, que tiene como
agente protagónico a la administración pública, en nuestro caso específico al
Departamento General de Irrigación. Y otra corriente que procura hacer
prevalecer las necesidades de la valorización económica. En este sentido los
agentes principales son los productores agrícolas, o más específicamente las
estrategias que estos agentes diseñan para la apropiación del agua, ya sean
estas individuales o colectivas, organizadas o convencionales (ver marco
teórico), etc. Por lo tanto, a esta última orientación se la puede calificar en
abstracto como mercantil, en tanto que subordina los recursos naturales a la
lógica de acumulación privada de capital, sin responder a los principios
públicos para el reparto del agua.
No obstante, en el caso hipotético que la orientación mercantil se
impusiese mayoritariamente en la gestión del agua serían necesarias algunas
condiciones:
1- que los derechos de propiedad del agua se definan institucionalmente y sean aceptados por los usuarios. Es decir, estos derechos dependen
de la existencia de reglas y de normas colectivas que se impondrán a los
agentes agrícolas, restringiendo el alcance de sus estrategias individuales.
76
2- que se pongan en práctica regulaciones que garanticen la sujeción
a los derechos de propiedad definidos. Eso implica la presencia permanente,
aparente o no, de la fuerza del Estado a través su estructura legal y burocrática. En otras palabras, la imposición de la corriente mercantil en detrimento
de la pública, significa un mayor protagonismo de la los agentes económicos privados, siempre revalidado en última instancia por la fuerza pública.
Este protagonismo privado generalmente suelen mejorar la eficiencia en el
empleo de los recursos, ya que pone en competencia directa a los agentes
individuales, haciendo valer los principios de la economía marginalista. No
obstante también, en caso de existir grandes asimetrías en los distintos eslabones del encadenamiento productivo, pude implicar transferencias de las
capacidades regulatorias a las exigencias de los sectores privados económicamente más poderosos.
3- dado que la definición del agua, como objeto de intercambio no es
evidente, ella debe construirse. Esta construcción puede significar un desafío más grande que la transacción misma. Por ejemplo, una determinada transacción de agua debe superar el obstáculo que significa la existencia de diferentes calidades del agua (cuadro Nº 3 del anexo) y los volúmenes diferenciales que cada cultivo demanda en función de estas calidades. (Coriat y
Weinstein, 2005)
Es decir, la mercantilización de los recursos naturales requiere la definición y delimitación de los “objetos” apropiables primer, e intercambiables luego. La definición de estos objetos dependerá de los cambios en el
régimen de propiedad de estos recursos y la forma que los agentes utilizarán
este régimen.
La conceptualización de los autores regulacionistas nos ofrece los
criterios necesarios para la obtención de indicadores que den cuenta de la
materialidad institucional del régimen hídrico para riego agrícola en Mendoza. Para ello recurriremos a las tres unidades operativas del régimen
hídrico, es decir a la apropiación, distribución y uso que, en diferentes jerarquías institucionales, articulan las transformaciones surgidas a nivel estructural con las prácticas y comportamientos individuales de los agentes agrícolas.
77
La apropiación del agua para riego
En la estructura agrícola mendocina observamos una tensión latente,
que en algunas coyunturas se ha hecho manifiesta, entre intransigencias ante
propuestas de grandes transformaciones en la forma de regular los recursos
hídricos y esfuerzos por su flexibilización. Los primeros se resguardan en
derechos y prácticas históricas que les asegura la obtención del insumo
hídrico en condiciones ventajosas respecto a su situación en el circuito productivo regional. Los segundos, buscan alcanzar mayor eficiencia en la distribución y uso del recurso, que les permita asegurarse la dotación de agua y
reducir costos.
Uno de los aspectos donde más se evidencia el avance de esta última
posición es en la estructura tarifaria para el cobro del agua de riego.
En el caso que nos ocupa, el costo del agua reconoce dos rasgos
constitutivos. Por un lado se encuentra el canon, que implica la prestación
pecuniaria periódica que grava la concesión otorgada al productor para disponer de las aguas públicas, prestación que se regula en la agricultura mendocina según el número de hectáreas de la unidad productiva, independientemente del uso efectivo y de la cantidad de agua empleada. Por otro lado se
encuentra el costo de entrega, constituido por todas las cargas necesarias
para que los organismos competentes entreguen al productor el insumo
hídrico según lo requiera. Los ítems específicos que forman la tarifa del
agua son:
Cuota sostenimiento del DGI (prorrateado entre la totalidad de las
hectáreas empadronadas de la provincia), las Subdelegaciones (prorrateado
entre la totalidad de las hectáreas empadronadas de la cuenca) y las Inspecciones de Cause.
El sostenimiento de la Red Telemétrica, orientado a un mayor control en la distribución de los recursos (en una primera etapa se ha prorrateado por la totalidad de hectáreas empadronadas en la Provincia).
Contribución orientada a cubrir los gastos de mantenimiento y reparación de los diques ubicados sobre cada río. El prorrateo del monto estima-
78
do se realiza entre las hectáreas registradas aguas abajo del dique en cuestión.
Fondo para la emergencia climática: Creado para participar solidariamente a todos los productores por potenciales pérdidas económicas acaecidas por fenómenos climáticos (heladas, granizo, viento), que causasen el
incumplimiento con los cánones correspondientes a las Inspecciones de
Cauce hasta el período agrícola siguiente. (Díaz Araujo y Bertranou, 2003:
63)
Por su parte, en el caso del agua subterránea para uso agrícola “la tarifa anual se determina conforme al diámetro de la perforación sin considerar el consumo efectivo de agua que se realiza” (Díaz Araujo y Bertranou,
2003: 64)
Los dispositivos instituidos destinados a establecer el costo del agua
no han permanecido ajenos a las orientaciones reflejadas en otras instancias
de regulación de la práctica agrícola en Mendoza. Uno de los aspectos más
perceptibles de tales orientaciones en el plano ideológico, sobre todo entre
economistas y ecólogos, es la confianza en la necesidad de adoptar tarifas
que reflejen los costos marginales, es decir, que la provisión de agua se extienda hasta el punto en que el costo de la última unidad de agua sea igual al
beneficio de utilizar esa última unidad de agua.
Tal orientación no es exclusiva del régimen hídrico mendocino, sino
una expresión más de la escalada de la ideología liberal en el continente. No
obstante, su recepción ha sido dispar entre los diferentes agentes involucrados. Existe quienes lo aprecian como un mecanismo efectivo para corregir
usos dispendiosos del agua, pues el cobro por unidad de agua (o volumétrico) a diferencia del canon por superficie, actualmente vigente en la provincia, induciría al productor a implementar prácticas de riego tendientes a optimizar el recurso. Pero también hay agentes que observan estas medidas de
carácter estrictamente economicista y eficientista, no sólo distanciada del
ordenamiento jurídico del agua en Mendoza, sino principalmente de los criterios sociales que lo sustentan.
Estas discrepancias, si bien se instituyen en el plano de las regulaciones hídricas por los mecanismos de cobro del agua para riego, no obstan79
te, nos proponemos demostrar que encuentran su origen en la dinámica de la
estructura socio-agraria. Advertimos anteriormente el oportunismo de las
empresas agrícolas hegemónicas y del capital extranjero para la capitalización en un contexto de sobrevaluación de la moneda nacional. La sofisticación en las tecnologías de riego de estos grupos económicos los posiciona
en condiciones inmejorables para aprovechar los beneficios de un sistema
de cobro volumétrico del agua. Principalmente porque estas tecnologías
facilitan la provisión exacta de agua acorde con las necesidades hídricas
para obtener la máxima productividad según cada cultivo y minimizan las
pérdidas del sistema de conducción interno de la unidad productiva.
De esta forma, es fácil articular la emergente inclinación a incorporar
los costos marginales del agua con los intereses de los grupos más concentrados del circuito agrícola mendocino. Esta propensión no se manifiesta
sólo en un plano idiosincrático, sino que su implementación se ha iniciado
con la incorporación de procesos técnicos concretos que constituyen momentos previos necesarias para su consolidación. Según el Plan Hídrico
Provincial, “durante los años 2000 y 2001 con la concreción de los proyectos Luján Sur, Luján Oeste y Alta Montaña, se incorporará a los usuarios en
el proceso medición y control de distribución del agua mediante el uso de la
tecnología de telemedición y telecontrol. Para ello, se incorporará en tales
obras además de los equipos telemétricos de medición, de automatización y
telecontrol, el software y el hardware necesario que permitan la operación
en tiempo real del Sistema de Distribución, iniciándose así la etapa de la
distribución volumétrica y entrega a la demanda”. (PHP, 1999: 111).
La incorporación del ítems “sostenimiento de la red telemétrica” en
el canon de todos los usuarios de agua para riego es un indicador claro de la
incursión efectiva de las aspiraciones marginalistas en la propia estructura
tarifaria del régimen hídrico.
Una consideración especial merece la tarifación del agua subterránea, en este caso, el canon es fijado según el diámetro de pulgadas de la
perforación. El destino de este canon es el mantenimiento de la infraestructura que controla la cantidad y calidad de los acuíferos (Díaz Araujo y Bertranou, 2003: 64). Esto no parece diferir en lo sustancial de la regulación del
80
agua superficial, no obstante, la regulación del agua subterránea presenta
una situación particular. Pues la obtención de derechos sobre estas aguas
está más asociada a la capacidad de solventar el costo del pozo, la bomba y
el consumo eléctrico del bombeo, que de la ley general de agua en Mendoza, que sí rige para el recurso superficial. Además, el gobierno provincial
subsidia parte de los costos eléctricos necesarios para la extracción del agua,
sin discriminar las situaciones diferenciales de los productores del agro
mendocino.
Los criterios para la administración del agua subterránea nos remite
una vez más a nuestro marco analítico, según el cual el régimen hídrico se
define en la intersección dinámica entre dispositivos públicos para la distribución del agua con criterios de equidad y las competencias individuales de
los productores para conseguir el insumo hídrico en los términos más convenientes. En el caso de las aguas subterráneas, la adquisición de permisos
para su uso no obedece tanto a las normas instituidas para la regulación del
agua como sí de la detentación de capital tecnológico y financiero de los
agentes cuenten para realizar las perforaciones (Montaña y otros, 2007).
La disposición de pozos para la extracción de agua, es una práctica al
interior de la unidad productiva que permite disponer del insumo hídrico,
incluso en predios que históricamente han estado al margen del oasis productivo. Es decir que este recurso para obtener el agua, es una alternativa
admitida para regar propiedades que a priori no cuentan con derechos de
riego, dependiendo casi exclusivamente del poder económico de los agentes,
generándose así un mercado tácito de aguas.
La distribución y el uso del agua
La corriente mercantil también se manifiesta en el plano de la distribución del agua. En este sentido, creemos que la decisión del DGI de entregar a cada Inspección de Cause el volumen de agua necesario para el riego
de las hectáreas que efectivamente hayan cumplido con el correspondiente
canon es un testimonio claro de la embestida privatista. Esta voluntad política para disponer de los recursos públicos con un criterio de solidaridad res81
tringida se refrenda con la descentralización administrativa del DGI mediante la creación de las Asociaciones de Inspecciones de Cauce mediante la
Ley 6405/96 (Scoones, 2007).
Ello permite contar con registros meticulosos de las unidades productivas que están o no al día con el canon correspondiente a sus derechos.
En esta misión institucional, fundamentada con principios monetaristas en la
política hídrica cuenta como principal dispositivo de ejecución el Área de
Corta de Agua.
Los Planes Directores de Ordenamiento de los Recursos Hídricos
(2002) para Mendoza señalan que del total de la superficie empadronada
para uso agrícola, sólo el 54% cumple con el canon de riego establecido,
siendo la cuenca del río Tunuyán Superior la de mayor cumplimiento con un
75% mientras que la cuenca más lánguida en capacidad de pagos corresponde a la del río Atuel en la que la observancia con el canon sólo llega a un
30% de la superficie empadronada total.
Tabla 3: Uso agrícola de la tierra, Superficie y cumplimiento del
canon de riego (Mendoza 2001)
Cuenca del río
Uso agrícola
%
Cumplimiento
SET
SEP
97.401
29.377
30,16
Atuel
66.948
33.393
49,88
Diamante
6.190
S/D
S/D
Malargüe
35.899
75,06
Tunuyán Superior 47.826
80.500
56.272
69,90
Tunuyán Inferior
85.101
52.844
62,10
Mendoza
383.966 207.785
54,12
Total
SET: Superficie Empadronada Total
SEP: Superficie Empadronada Paga
Fuente: Elaboración propia en base a datos obtenidos de PNUD / FAO-DGI (2002).
Estos cambios institucionales forjan al interior de cada Inspección de
Cause una estratificación entre agentes con capacidad de pago y con pleno
ejercicio de sus derechos al insumo hídrico y otros agentes que pese a contar
con derechos definitivos permanecen segregados del circuito productivo por
no poder acceder periódicamente al recurso vital, dado su condición de mo82
rosos. Este sub-estrato con derechos pero sin disponibilidad efectiva de agua
está conformado por una pluralidad de pequeños productores que se encuentran en al límite de supervivencia, siendo el abandono de las fincas una alternativa frecuente.
La dinámica socio-agraria mendocina en las regulaciones hídricas se
hace explícita si se analizan la competencia institucional de estas modificaciones y sus consecuencias eficientes sobre la misma.
La emergencia de un estrato agrícola desarticulado del circuito productivo, no es resultado exclusivo, ni determinante, de la política hídrica
provincial, sino que en ello tienen su responsabilidad las políticas económicas nacionales. La transición de gobiernos autoritarios en el período 19761983 a los sucesivos gobiernos democráticos no implicó un cambio en la
orientación económica inicial. En lo que respecta a las economías regionales, tendió a enfrentar a los productores agrícolas con reglas de competitividad que trascendían las fronteras nacionales. Este factor es de gran relevancia, pues no sólo explica la exclusión de numerosos pequeños productores
del circuito económico, sino también la avidez de las empresas agrícolas
mejor posicionadas por reducir al máximo sus costes de producción, no sólo
del trabajo como advirtiéramos oportunamente, sino también de los insumos
productivos, entre las que contamos el agua para riego. Esto señala que las
trasformaciones del régimen hídrico no están desarticuladas de lo que acontece a nivel nacional, por el contrario siguen de cerca su orientación, aunque
con distintas cadencias, producto de la especificidad del entramado institucional local.
Por lo tanto, la privación del acceso al uso del agua pública para los
productores morosos, operada mediante las mutaciones institucionales arriba comentadas, no es la raíz del deterioro de pequeños y medianos emprendimientos tradicionales, pero sí constituye el factor desencadenante de su
exclusión del circuito por la imposibilidad de prescindir de ese recurso. Esta
disección entre empresas con y sin acceso efectivo al agua para riego constituye el contexto propicio para flexibilizar el principio de inherencia que rige
en la ley general de agua de Mendoza.
83
Para ello se creo en el año 2003 el Registro Único de Agua, a través
de este dispositivo, los productores con derechos de riego que se hayan retrasado en sus obligaciones, o que no vayan a emplear el agua durante algún
período, puede poner a disposición de otros productores esos derechos por
un tiempo delimitado, a cambio de eximirse del canon de la Inspección y de
la Asociación, que corren por cuenta del productor beneficiado. No obstante, quien ofrece el derecho de agua sigue pagando la cuota correspondiente
al Departamento General de Irrigación.
Estas trasferencias de agua de parcelas con derecho pero en mora o
desuso a otras sin derecho pero con capacidad de pago es una convención
consuetudinaria, en la que además históricamente primaron criterios de solidaridad inter-productores, principalmente sostenida por vínculos de proximidad y aplicadas al interior de una Inspección de Cause, es decir a regantes
que comparten un mismo canal o sistema hídrico interconectado. Pero su
formalización en una unidad institucional concreto como el Registro Único
de Agua, combinado con las tecnologías de medición y distribución cada
vez más exactas, hacen presumir una pronta extensión de estas prácticas a
nivel de inter-cause y en el caso de concretarse obras de trasvase insistentemente planeadas, incluso inter-cuenca10.
Otro factor que ha evolucionado en dirección a una distribución más
flexible del agua es concreción de embalses como el de Potrerillos, que le
otorga mayor seguridad a los emprendimientos del oasis norte de la provincia, permitiendo regular los flujos hídricos en función de las necesidades de
sus cultivos y no de las ofertas naturales, sobre todo los déficit hídricos que
sobrevienen entre agosto y diciembre.
Los efectos pertinentes de estas transformaciones institucionales
consisten en permitir una reasignación en el uso del agua, no así en los derechos, desde parcelas con cultivos desvalorados a otras más flexibles a las
exigencias de los mercados consumidores, especialmente externos. Es decir,
10
Pero ello requiere inversiones en infraestructura de transporte que puede superar las ganancias potenciales de la actividad, sobre todo porque obras de estas dimensiones exige
garantías de continuidad en la necesidad de transferencias de flujos que de no concretarse,
implicaría no sólo pasivos ambientales enormes, sino también pérdidas económicas cuantiosas.
84
que se operan los cambios necesarios para que la consolidación de las capas
mejor posicionadas de la fracción agrícola del capital se realice, en detrimento de las capas medias y bajas. Asimismo, se abre la posibilidad de que
en un futuro no sean solo algunos productores agrícolas los beneficiados,
sino también empresas mineras, o emprendimientos inmobiliarios de alta
gama, todo en perjuicio de usuarios tradicionales del agua como de los
mismos ecosistemas naturales.
Este ajuste institucional conduce al fortalecimiento de un protomercado de aguas, en tanto que derriba algunas restricciones normativas,
facilitando la difusión de intercambios regulares de aguas, aunque la ausencia de un precio libre por esos intercambios y la omnipresencia fiscalizadora
del DGI no permite sugerir un mercado en sentido estricto.
La implementación marginal de mecanismos de mercado en la regulación del agua para riego en Mendoza, y no su resuelta consolidación como
ha ocurrido en algunos países de la región, principalmente México y Chile,
se debe a la resistencia de gran parte de los productores, principalmente los
tradicionales, a este tipo de estrategias que cuenta entre sus efectos inmediatos un mayor margen de acción para los agentes económicamente más concentrados. Tal como sostienen Solanes y Getches (1998: 3) “Los sistemas
con exceso de enfoque en los mercados tienden a pasar por alto usos poco
valiosos, pero ambientalmente relevantes y a los grupos que no están bastante organizados para participar en el proceso.”
85
CAPÍTULO VI: CONCLUSIÓN
Gestión estatal o mercantil, ¿hegemonía, transición o hibridación?
Si bien las instituciones hídricas mendocinas son muy específicas, la
configuración particular que dispone presenta ciertas generalidades que
pueden equipararse al de otros regímenes hídricos. Algunas de estas generalidades son propias de un régimen estatista de gestión. Una de las principales características genéricas que denotan tal condición es la presencia de una
tarifa como herramienta de financiamiento del servicio de agua para riego.
La tarifa es un precio regulado por el poder público, es decir, no está liberado a la discrecionalidad de los agentes económicos más concentrados, como
es el caso del precio marginal. La tarifa como mecanismo de fijación de
precio procura observar la eficiencia social y ambiental en el marco de una
gestión pública del agua.
En esta misma línea, la refrenda pública de la apropiación que los
agentes hacen de los recursos hídricos constituye el segundo indicador de la
vigencia del modelo estatal. Más allá de que estas instancias no permanezcan ajenas a los intereses particulares de los agentes, su vigencia, en lugar
de mecanismos propiamente mercantiles, constituye un freno al interés de
los grupos económicos con mayor poder de mercado.
Por otra parte, un tercer componente del régimen estatista es la vigencia del principio de inherencia en la administración del agua que establece la inalienabilidad del agua de la tierra. Tal criterio rige desde fines del
siglo XIX e impide disociar el valor del agua del mercado de la propiedad
raíz11. Si bien el criterio de evaluación privado establece una brecha amplia
entre las distintas zonas agrícolas de la provincia, es innegable que el mercado de tierras está fuertemente afectado por el principio de inherencia, como criterio socialmente instituido para la apropiación del agua. Este princi-
11
Tal es así que, según el Prosap, el costo total, público y privado, para irrigar artificialmente a una hectárea es de U$S 4000 (Semanario Infocampo. Del 28 de abril al 4 de mayo
de 2006), cifra consecuente con datos de la Compañía Argentina de Tierras, quien encuentra oscilaciones desde 3000 a 12500 dólares entre tierras con y sin derechos de riego (Negocios & Economía, Diario Uno. Domingo 30 de enero de 2005. Nº 552).
86
pio ha sido el botín sobre el que se han suscitado las mayores controversias
entre los dos modelos tendenciales de regulación del agua, su presencia en
gran medida alimenta la presunción de la hegemonía del modelo estatista
como rector del reparto del agua a los agentes privados, preservando la mayor cohesión social.
Finalmente un rasgo que complementa el modelo estatista, es el manejo autónomo de las operaciones del sistema de distribución hídrica por
parte de los usuarios. El dispositivo central en esta tarea es la Inspección de
Cause, que aglutina a todos los productores abastecidos por un mismo canal
de riego. Si bien en la práctica se observan ciertas distorsiones que tienden a
reproducir las asimetrías de poder en el ámbito de influencia de cada Inspección, las normativas de las Inspecciones de Cause tiende a asegurar la
participación más amplia de todos los agentes en las decisiones vinculadas
al reparto del agua.
Así como previsiblemente existen elementos generales del régimen
hídrico que adscriben a un modelo estatista, nos hemos propuesto demostrar
que también existen elementos que responden a una racionalidad mercantil.
Tales elementos si bien no alcanzan a remplazar el dominio público en la
gestión del agua, sí logran incorporarse en su lógica a través de lo que generalmente se denomina racionalización del aparato estatal.
En 1985, como consecuencia del proceso de descentralización del
sistema de riego que acompañó las políticas neoliberales de los años 80-90,
la administración del agua incorporó a la gestión una lógica de mercado que
supuso economías de escala y criterios empresarios. Tal cambio en la organización de la distribución del agua implico la descentralización administrativa del DGI, mediante la creación de las Asociaciones de Inspecciones de
Cauces a través de la Ley N° 6405 de 1996. Estas modificaciones fueron el
origen de la posterior exclusión de los productores minifundistas del circuito
productivo y las flexibilizaciones implementadas para agilizar las transferencias de derechos de uso de agua.
Teniendo en cuenta las flexibilizaciones observadas en el régimen
hídrico, tanto en sus dimensiones de apropiación, distribución y uso, con el
objeto de facilitar el acceso al agua a los emprendimientos más pujantes,
87
sobre todo aquellos integrados a la agroindustria exportadora, ¿se puede
conjeturar que en el corto plazo la orientación más contundente en la gestión
de los recursos hídricos para riego en Mendoza es el modelo mercantil?
Desde nuestro punto de vista, resulta incuestionable el valor analítico de los
“modelos”, como extremos tendenciales para un régimen institucional enmarcado en cambios estructurales. No obstante, la adopción de este enfoque
encierra el riesgo de precipitarse a conclusiones espontánea, no del todo
ceñidas a la reflexión científica.
Los modelos llevan el riesgo de reducir una configuración institucional compleja a una generalización abstracta. Es decir, el régimen hídrico,
compuesto de dispositivos institucionales, organizaciones, normas, convenciones y reglas, es el resultado de la materialización de las relaciones sociales, políticas y económicas sostenidas entre los agentes en un momento específico y no un producto estandarizado. El análisis de los regímenes hídricos de otras regiones niega la posibilidad de transponer el ritmo tanto de los
instrumentos mercantiles de gestión como de las herramientas públicas de
administración.
Sí en consecuencia los organismos responsables de la gestión del
agua se propusieran importar el conjunto de estas características, la historia
de los "modelos", ya sea estatista o mercantil, sugiere la imposibilidad de
copiar exactamente cualquier arquitectura institucional, porque la hibridación introduce nuevos principios, que muestran una relación reñida con los
modelos, abriendo paso a la trayectoria de la estructura social local.
Sí pueden buscarse los equivalentes funcionales (Laclau) de aquello
que permite el éxito de ciertas regulaciones en otro contexto institucional.
Estos
equivalentes
funcionales
pueden
reformar
las
instituciones
aproximándose a una configuración más cercanaa un modelo puro. En este
sentido, nos permitimos algunos presupuestos que sienten las bases para
comprender la trayectoria del régimen hídrico en Mendoza.
Observamos que la estrategia del Departamento General de Irrigación delibera permanentemente entre una adhesión implícita a una reorientación mercantil de la gestión del agua y la invocación, a menudo retórica,
de un modelo centralizado, adecuado al ordenamiento jurídico de la provin88
cia y con participación social ampliada. Sin embargo, el debilitamiento del
compromiso público con los productores tradicionales manifiesto en el período de estudio, nos lleva a ponderar a la estrategia mercantil como la de
mayor proyección, pese a que algunas medidas coyunturales del sector
público atenuaron los cambios en esta dirección.
Ahora bien, la introducción de algunas flexibilizaciones marginales
en el régimen hídrico, la concentración creciente de la estructura agrícola y
el contexto hegemónico de la globalización financiera ¿frena la posibilidad
de una gestión estatal compatible con márgenes razonables de participación
social?, y en este mismo sentido, ¿Cuáles son los márgenes reales para un
proceso de hibridación?
Sabemos que la extroversión del régimen de acumulación en el período rentístico produce evidentemente una profundización de la especialización de las actividades productivas insertas en el mercado mundial. Especialización que involucra los cambios operados por los emprendimientos innovadores descriptos en el capítulo IV, principalmente respecto a la percepción de la fuerza de trabajo, la fuente de financiamiento, las técnicas agrícolas, su capitales simbólicos y acceso a los recursos naturales. No obstante, la
especialización económica no implica solamente mutaciones de las unidades
productivas agrícolas, sino también de los dispositivos institucionales que
las regulan. Esto abre una discusión más general sobre ¿cuáles son la fuerza
que controla la reestructuración de las configuraciones institucionales y cuál
es la viabilidad en el mediano y largo plazo de un nuevo régimen que puede
derivar de un proceso de hibridación?
Para contestar estas preguntas consideramos elemental entender al
régimen hídrico como una configuración heterogénea de dispositivos reguladores emanadas desde diversos ámbitos. Como hemos expuesto en capítulos anteriores, para el análisis de estas transformaciones asumen especial
importancia dos vectores eficientes, el régimen de acumulación rentístico
financiero que impera en el país en el período 1976-2001 y los impactos
derivados sobre la estructura agrícola mendocina.
Si se pretende jerarquizar la gravitación de cada uno de estos vectores sobre el régimen hídrico, creemos que la especificidad de la estructura
89
socio-agrícola regional es el factor más influyente en las transformaciones
analizadas. Sin despreciar los efectos del régimen de acumulación nacional,
cuyas características generales, como hemos sostenido, imprimen eficazmente su semblante a las economías regionales y sus dispositivos regulatorios. No obstante, creemos que la autonomía relativa del circuito productivo
regional, su propio modo de reproducción, legitimación e incluso de absorción de sus crisis, le otorga un rol central en la explicación del régimen
hídrico. En este sentido, la continua polarización que se ha observando entre
distintas categorías de emprendimientos agrícolas deja su marca en el régimen hídrico. En otras palabras, las cristalizaciones asimétricas de capitales
económicos, políticos, culturales, informacionales que cada empresario, o
grupo de empresarios detenta y pone en juego en sus estrategias de valorización económica influye sobre la regulación de los recursos hídricos. O más
precisamente, sobre los dispositivos instituidos para normativizar el acceso
al agua para riego. En este sentido, puede decirse que la detentación de capital tecnológico juega un papel importante en las pugnas regulatorias. Así la
coexistencia de emprendimientos muy tecnificados pero minoritarios en
números absolutos, con otros mayoritarios pero que usan técnicas de riego
precarias, abre camino a la hibridación del régimen hídrico en estudio, dejando en evidencia una operatoria simultanea de instrumentos mercantiles (o
cuasi-mercantiles) de gestión, con una sofisticación creciente de instrumentos públicos de administración.
Además existen otros dos vectores que tienen algún peso en la explicación de las mutaciones institucionales. Estos vectores son la financiarización del capitalismo global y la agenda científica y técnica sobre gestión de
recursos naturales definida en eventos internacionales. Desde nuestra perspectiva el régimen de acumulación y la estructura agrícola median entre la
gestión local de los recursos y estos dos vectores, pero ello no significa que
éstos no tengan su eficacia específica en virtud de su propia lógica de funcionamiento.
En el caso de la financiarización de capital, sabemos que la propensión a la baja en las ganancias del capital productivo en el período de estudio orientó a los especuladores a la adquisición de títulos, bonos, etc., que
90
para su valorización acelerada requiere un ajuste continuo sobre los factores
de producción, principalmente el trabajo y su objeto de aplicación, las materias primas o recursos naturales12.
Por su parte, consideramos que la agenda científica y técnica sobre
gestión de recursos naturales, si bien goza de cierta independencia del vector anterior, es tendencialmente compatible con sus objetivos últimos. Es
decir, si bien los especialistas con autoridad sobre la orientación de las políticas referidas a recursos naturales toman sus decisiones en base a criterios
técnicos, el fundamento profundo de estos criterios desarrollados en eventos
científicos internacionales acreditados, deja en evidencia la penetración de
la lógica financiera y en gran medida se ha convertido en el vehículo más
eficaz de materialización institucional de las mutaciones alentadas por el
capital financiero.
Si gran parte de ambientalistas e intelectuales junto con algunos sectores políticos están convencidos de que el régimen público de gestión de
los recursos hídricos es obsoleto, aún cuando las pruebas empíricas contradicen su hipótesis sobre la ineficiente, la decisión tomada por los agentes
estratégicos podría provocar el cambio de un régimen a otro. Si por el contrario, los tomadores de decisión están convencidos que la gestión pública
puede reformarse en lugar de reemplazarse completamente, entonces estaríamos en presencia de una reafirmación del sector público, no obstante lo
más probables es que se experimente un proceso de hibridación.
La interacción de estos factores abre una gran variedad de trayectorias para el régimen hídrico mendocino. Sin embargo, varios enfoques de
ciencia social ayudan a delinear un diagnostico provisional para las transformaciones de la últimas tres décadas: el viejo modelo público está afectado de forma irreversible y se inclina hacia una configuración sin precedentes, con algún parecido, aunque distantes, a un esquema más flexible de
regulación de recursos hídricos.
Esto ha llevado a la conclusión que sostiene que el régimen hídrico
mendocino puede caracterizarse como un híbrido entre el centenario modelo
12
En este sentido deben entenderse la incorporación a la lógica mercantil de cada vez más
ámbito, entre ellos los recursos naturales.
91
público con respecto a la inherencia, especificidad y perpetuidad de los derechos de agua y el reciente modelo neoliberal en relación con algunas trasformaciones orientadas a la descentralización (IC), el consentimiento a efectuar trasferencias de recursos (RUA) y la mayor presión tributaria sobre los
regantes (Corta de Agua), lo que raramente es reconocido.
Aplicaciones, observaciones e implicancias comparativas con otras estructuras agrícolas de oasis de América Latina
Para concluir nos proponemos sugerir algunas transferencias posibles
a otras estructuras agrícolas de oasis de América Latina. Es decir, lo que se
pretende, siguiendo las recomendaciones metodológicas de Strauss & Corbin (1998: 88), es pasar del plano específico de la agricultura mendocina a
otro más general como pueden ser los oasis agrícolas latinoamericanos.
Con esto queremos señalar que nuestro caso de estudio podría ser
cualquier estructura agrícola irrigada latinoamericana, y de él se esperarían
los mismos resultados generales que para el caso mendocino. Así por ejemplo, casos como el de Coquimbo en Chile, el de Cochabamba en Bolivia o el
de Paraná en Brasil, por nombrar solo algunos, muestran trayectorias en
gran medida antagónicas a la experiencia mendocina, y sin embargo a los
fines teóricos de analizar los nexos entre estructura agrícola y régimen
hídrico, con consideración histórica y valoración de las estrategias regulatorias generadas en diferentes jerarquías de territorialidad, presentarían resultados que, aunque no generalizables, sí podrían transferirse a otros casos
particulares.
Avancemos sobre las posibilidades de transferencia de nuestra investigación. Para ello recurriremos a los mencionados casos chileno y boliviano.
En el caso de Chile nuestro recorte temporal tendría como inicio el
11 de septiembre de 1973, fecha en que el golpe de Estado destituyó la presidencia constitucional de la Unidad Popular. No obstante, en este caso particular el período de estudio no tendría una fecha de culminación definido,
pues el régimen de acumulación inaugurado con el gobierno militar no ha
92
evidenciado en la actualidad una fractura estructural como sí ocurrió en el
caso argentino con la crisis de diciembre de 2001.
Otra diferencia sustancial con nuestro caso de estudio es el carácter
unitario del gobierno chileno. Es decir, que mientras que las provincias argentinas reservan en su Constitución el poder de administrar provincialmente los recursos naturales, en Chile la administración de estos recursos se
efectúa de forma centralizada. Esto es un elemento que difiere marcadamente de nuestro caso, ya que pone de manifiesto las diferencias en el grado de
proximidad de los agentes económicos de Coquimbo para influir sobre las
estrategias regulatorias que emanan del poder público central. El caso chileno no muestra superposiciones relevantes de normativas regionales y nacionales, aunque esto no significa que no influyan tendencias regulatorias que
resultan de procesos supranacionales.
Respecto a la estructura agraria que emplea como insumo los recursos hídricos, la trayectoria histórica del caso chileno es muy distinta de la
mendocina. Si bien la agricultura chilena comparte con los países del continente una historia común de concentración de la propiedad de la tierra y de
los recursos en general a favor de minorías privilegiadas, no obstante ya en
la década del ’60 había comenzado un proceso de parcelación de los latifundios en beneficio de pequeños productores. Este proceso fue radicalizado
por la gestión de Salvador Allende que terminó por reducir el viejo orden
latifundista en pos de la institucionalización de una nueva estructura agrícola parcelaria y con fuerte capacidad estatal de orientar la producción. Tras el
golpe militar de 1973 el régimen neoliberal irrumpió en el campo restituyendo tierras expropiadas, estatizando parcelas, transfiriendo tierras a empresarios, corporaciones y fundaciones afines al régimen, y sobre todo introduciendo mecanismos de mercado en la distribución de la tierra. La política agrícola trazada por el gobierno militar generó una estructura rural caracterizada por el dominio de empresarios bajo la égida del Estado autoritario y la proletarización de los pequeños productores rurales.
Si nuestro objeto de estudio hubiese sido el caso chileno, nuestra
hipótesis indicaría que la promulgación de un nuevo Código de Aguas en
1981 solo puede explicarse si se la toma como una normativa articulada con
93
el proyecto global de restitución conservadora iniciado en 1973. Esta proposición se ve ratificada por los efectos eficientes que esta reglamentación ha
instituido. La separación de la propiedad del agua y la tierra que establece el
Código de 1981 ha desatado una progresiva pérdida de derechos en la mayoría de la población y confiscación de campesinos, agricultores e indígenas; como también la desaparición del poder público en sus funciones de
control y gestión.
Otra estructura agrícola regional que presenta particularidades fructíferas para la transferencia teórica es el caso de Cochabamba en la República
de Bolivia. En este caso, el quiebre en la política económica comienza en
1985, con el decreto supremo Nº 21.060. A partir de allí, el Estado comenzó
a retirarse de la función de regular los precios agrícolas y proteger a la producción local. De esta forma la asistencia financiera, técnica y la obra pública que otrora respaldaba el desarrollo del campesinado comienzan a mermar. Todo esto, sumado a amplias exenciones impositivas a las importaciones, van dejando gradualmente a los pequeños productores librados a las
reglas del mercado o, lo que es lo mismo, sujetos al expolio de los grupos
económicos más concentrados.
Una de las particularidades de la estructura cochabambina es la pluralidad y superposición de reglamentaciones para la distribución y acceso a
los recursos naturales. Estas reglamentaciones encuentran sus fuentes de
legitimación en los procesos históricos concretos que ha atravesado la región en los últimos cinco siglos. Es decir, que la jerarquía normativa para la
distribución del agua de riego expresa en gran medida la trayectoria económica y política que ha recorrido la agricultura cochabambina, es decir, esta
trayectoria ha quedado definitivamente plasmada en las formas de tenencia
de los recursos productivos.
Tal es así que existen derechos de acceso a los recursos hídricos fundados en los usos y costumbres que se remontan al período pre-incaico. La
posterior irrupción de los Incas, de los colonos españoles y más recientemente de empresarios privados también han estampado sus marcas sobre la
disposición de los recursos productivos.
94
La particularidad del acontecer histórico de esta región moldea una
estructura agrícola en la que no solo coexisten productores pertenecientes a
capas económicas y categorías políticas diferentes, sino también agentes
adscriptos a prácticas culturales que obedecen a regímenes productivos diversos. En otras palabras, existe superposición de regulaciones en un mismo
espacio geográfico aunque emanadas de momentos históricos muy distintos.
Todos los agentes agrícolas cochabambinos, no obstante, tiene sus
derechos de agua bien definidos. Los piqueros (grupos originarios) lo fundan en la tradición, los quechuas por su parte introducen la lógica inca en el
reparto del agua, así los grupos familiares se reúnen en parcialidades o ayllus, fuertemente asociados a la idea de un espacio territorial determinado.
La conquista española introdujo la figura de los hacendados latifundistas,
que si bien en gran medida fueron expropiados por el Movimiento Nacionalista Revolucionario en 1953 merced a la reforma agraria implementada,
algunos de ellos quedan y articulan sus estrategias para la adquisición del
agua con las estrategias de los grupos más tradicionales. Finalmente se encuentran los emprendimientos privados, que fundan la legitimidad de sus
derechos en la construcción de grandes obras de infraestructura para riego
como diques y canales de conducción.
La composición de la estructura agrícola cochabambina es un duro
escollo a las propensiones globalmente dominantes sobre la regulación de
los recursos hídricos de la región. En este sentido, la sucesiva aplicación de
dispositivos regulatorios mercantiles en otras esferas de la economía boliviana encuentra un freno cuando se intenta introducir en esta lógica la distribución del agua. Así cuando en 1999 la empresa Aguas de Tunari asume
la concesión del monopolio en la distribución del agua en Cochabamba y
alrededores, las reacciones por parte de los campesinos fueron inmediatas,
entendiendo que ello afectaba a sus usos y costumbres, forma institucional
que a priori se puede considerar como precaria, pero la especificidad de esta
estructura agrícola le otorga gran eficacia y poder de movilización. La resolución de este conflicto hacia abril del 2000, con la invalidación de la concesión mencionada y la reivindicación de las instituciones centenarias alerta
95
sobre la inclinación reduccionista a generalizar a partir de procesos económicos globales.
96
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101
ANEXO ESTADÍSTICO
Tabla 4: Consumo aparente de vino en el mercado interno argentino (1930-2007)
1968
87,47
AÑOS
CONSUMO POR
HABITANTE (Litros)
1969
88,49
1970
97,79
1930
46,32
1971
85,3
1931
42,36
1972
79,74
1932
32,89
1973
72,54
1933
35,15
1974
77,2
1934
42,51
1975
83,68
1935
46,99
1976
84,76
1936
49,56
1977
88,45
1937
53,18
1978
81,59
1938
50,84
1979
76,32
1939
51,52
1980
76,28
1940
50,78
1981
74,67
1941
52,14
1982
73,64
1942
50,84
1983
71,11
1943
53,09
1984
66,32
1944
59,25
1985
60,05
1945
55,54
1986
59,17
1946
50,8
1987
58,11
1947
57,08
1988
55,89
1948
63,44
1989
53,67
1949
66,26
1990
54,15
1950
65,54
1991
52,39
1951
46,72
1992
49,53
1952
48,5
1993
44,43
1953
59,73
1994
43,22
1954
66,73
1995
41,08
1955
69,11
1996
41,09
1956
74,68
1997
40,29
1957
53,11
1998
38,83
1958
53,76
1999
38,74
1959
64,15
2000
37,75
1960
79,88
2001
36,30
1961
78,62
2002
32,90
1962
77,9
2003
33,68
2004
29,87
1963
82,91
2005
29,18
1964
86,83
2006
29,23
1965
85,79
2007
29,08
1966
80,2
1967
82,81
Fuente: Elaboración propia en base a datos del INV
102
Tabla 5: Cantidad de viñedos y superficie implantada con vid
(Mendoza 1936-2007)
FECHA
MENDOZA
Cantidad Viñedos Superficie Has.
Censo año
1936
10.962
100.619
Censo año
1945
14.096
106.787
31/12/1949
15.525
117.973
31/12/1950
16.539
121.051
31/12/1951
16.814
125.329
31/12/1952
17.949
131.747
31/12/1953
18.196
136.387
31/12/1954
19.232
141.048
31/12/1955
19.799
148.515
31/12/1956
20.338
153.443
31/12/1957
20.812
157.772
31/12/1958
21.516
162.911
31/12/1959
22.025
167.404
31/12/1960
22.525
172.863
31/12/1961
23.749
180.151
31/12/1962
24.729
184.664
31/12/1963
25.182
188.734
31/12/1964
25.504
192.098
31/12/1965
26.222
194.764
31/12/1966
27.179
199.592
1968
26.448
209.515
1969
s/d
210.525
1970
s/d
211.263
1971
s/d
213.506
1972
s/d
227.027
1973
s/d
228.310
30/04/1974
31.203
240.305
31/12/1975
32.168
250.155
31/12/1976
32.444
252.150
31/12/1977
32.625
252.748
Censo año
103
Censo año
Censo año
Censo año
1978
s/d
252.928
1979
s/d
230.925
1980
s/d
232.349
1981
s/d
233.690
1982
s/d
234.808
1983
s/d
232.096
1984
s/d
217.936
1985
s/d
208.075
1986
26.362
199.134
1987
25.051
190.982
1988
24.223
185.069
1989
23.086
178.324
1990
20.118
146.709
1991
19774
145651
1992
19661
145218
1993
19483
145429
1994
19219
144539
1995
19058
144174
1996
18902
143765
1997
18637
142819
1998
18516
143698
1999
17708
142275
2000
16014
141081
2001
16196
143051
2002
16394
144954
2003
16430
146082
2004
16586
148619
2005
16880
152927
2006
17108
156570
2007
17158
158833
Fuente: Elaboración propia en base a datos del INV
104
Tabla 6: Distribución de las explotaciones agropecuarias y superficie según tamaño (Mendoza 1974, 1988 y 2002)
Cantidad y hectáreas
1974
EAPs
1988
Superficie
Has.
Has./
EAPs
propietario
%
2002
Superficie
Has.
Has./
EAPs
propietario
%
Superficie
Has.
Has./
propietario
%
TOTAL
35.150
9.769.366
100
278
33.249
5.278.442
100
159
39.561
6.350.115
100
161
Hasta 10
22.356
99.423
1
4
20.996
87.105
2
4
5.623
72.514
1
13
10,1 a 25
6.631
109.256
1
16
6.721
109.072
2
16
5.498
89.949
1
16
25,1 a 50
2.211
78.951
1
36
2.755
98.170
2
36
2.421
87.071
1
36
50,1 a 100
918
65.933
1
72
1.271
90.169
2
71
1.172
84.210
1
72
100,1 a 200
458
66.109
1
144
564
78.623
1
139
608
84.469
1
139
200,1 a 500
497
173.844
2
350
286
86.499
2
302
313
98.145
2
314
500,1 a 1000
487
397.647
4
817
113
85.817
2
759
185
140.498
2
759
1000,1 a 2500
750
1.324.657
14
1.766
155
279.147
5
1.801
266
459.362
7
1.727
2500,1 a 5000
501
1.860.902
19
3.714
144
546.105
10
3.792
218
806.597
13
3.700
5000,1 a 10000
196
1.440.437
15
7.349
135
995.673
19
7.375
164
1.183.229
19
7.215
Más de 10000
145
4.152.207
43
28.636
109
2.822.065
53
25.891
143
3.244.070
51
22.686
Dado que los rangos de superficie varían de un censo a otro, aquí fueron empalmados según los criterios del CNA 2002 a fin de hacer posible la comparación
FUENTE: Elaboración propia en Base a Censo Nacional Agropecuario 1974, 1988 y 2002.
105
Tabla 7: Distribución relativa de la población urbana y rural por departamento (Mendoza 1970, 1980, 1991 y 2001)
Departamento
Total provincial
1970
1980
2001
Total
Urbana
Rural
Total
Urbana
Rural
Total
Urbana
Rural
Total
Urbana
Rural
973.075
640.921
332.154
1.196.228
824.430
371.798
1.412.481
1.099.526
312.955
1.575.374
1.251.477
323.897
%
Capital
1991
%
%
%
12,2
18,5
-
10,0
14,4
-
8,6
11,1
-
7,0
8,9
0,0
4,0
3,1
5,8
3,5
3,0
4,7
3,0
2,5
4,7
2,8
2,5
4,1
Godoy Cruz
11,6
17,5
-
11,9
17,3
-
12,7
16,3
11,6
14,6
0,1
Guaymallén
14,2
18,6
5,9
15,2
20,0
4,5
15,7
18,5
5,9
16,0
18,6
5,7
Junín (1)
2,3
0,9
4,9
2,1
0,9
4,8
2,0
1,3
4,6
2,2
1,6
4,6
La Paz
0,7
0,6
0,9
0,6
0,6
0,7
0,6
0,5
0,8
0,6
0,6
0,8
Las Heras
8,7
11,0
4,2
10,1
12,3
5,2
11,1
13,5
2,5
11,6
13,8
3,2
Lavalle
1,8
0,3
4,6
2,0
0,4
5,7
1,9
0,5
6,8
2,0
0,8
6,9
Luján de Cuyo
4,8
3,9
6,6
5,2
4,3
7,2
5,7
5,3
6,8
6,6
6,7
6,3
Maipú
7,4
5,4
11,1
8,1
6,0
12,8
8,9
7,5
13,7
9,7
8,5
14,3
Malargüe
1,2
0,9
1,8
1,4
1,2
1,9
1,5
1,4
2,0
1,5
1,4
1,5
Rivadavia
3,8
2,0
7,3
3,6
1,8
7,5
3,3
2,1
7,6
3,3
2,3
7,4
San Carlos
2,0
0,4
5,1
1,8
0,4
4,9
1,7
1,1
3,8
1,8
1,2
4,2
San Martín (1)
6,8
4,8
10,6
7,3
5,5
11,4
7,0
5,9
10,7
6,9
5,8
11,1
San Rafael
13,5
9,9
20,4
12,1
9,5
17,9
11,2
9,4
17,4
10,9
9,3
17,2
Santa Rosa
1,1
-
3,2
1,2
-
4,0
1,0
0,2
3,7
1,0
0,4
3,3
Tunuyán
2,5
1,7
4,2
2,5
1,8
4,0
2,5
2,1
4,1
2,6
2,2
4,2
3,0
1,6
0,7
4,8
1,8
0,9
5,2
General Alvear
Tupungato
1,5
0,5
3,4
1,4
0,7
Fuente: Censo Nacional de Población y Vivienda 1970, 1980, 1991 y 2001.
106
Tabla 8: Infraestructura para la distribución del agua
Azudes y Embalses
Cuenca
Canales
Diques
Q deriv
derivadores
(m³/s)
Embalses
Capacidad
Totales
Revestidos
%
Colectores
(Hm³)
(km)
(km)
Revest.
(km)
Drenaje
Pozos
Totales
Activas
%
Nº
Activas
totales
Mendoza
Tunuyán
Cipolletti
80
G. André
6
T. Benegas
60
Valle de Uco
15
Aguanda
3,5
Yaucha
4
Tunas
5
G. Vitali
60
Vidalino
3,5
Potrerillos
El Carrizal
341
4910
90
1,8
350
10884
5440
50
1570
160
10,2
485
6117
3240
53
1660
100
6,0
160
1515
705
47
1020
140
13,7
568
430
76
2480
140
5,6
388
1213
360
30
540
30
5,6
850
961
240
25
90
0
0,0
10
34
20
59
Inferior
Tunuyán
Superior
Diamante
Agua
del
340
Los Reyunos
255
El Tigre
7
El Nihuil
260
Valle Gran-
160
Toro
Atuel
Rincón del
22
Indio
de
Malargüe
Malargüe
5
Totales
264
1363
12270
660
5,4
2243
21292
10435
49
Fuente: Departamento General de Irrigación (1999). “Plan Hídrico Provincial. Bases y propuestas para el consenso de una política de estado”. Tema 5, Pág. 5.
107
Tabla 9: Directrices para interpretar la calidad de las aguas para riego
Problema potencial
Unidades
Grado de restricción de uso
Ninguno
Ligera a
Severo
Moderada
Salinidad (afecta disponibilidad de agua para el cultivo)
ECa
dS/m
<0,7
0,7-3
>3,0
TSS
mg/l
<450
450-2000
>2000
Infiltración (reduce infiltración; evaluar usando a la vez la ECa y el RAS)
RAS=0-3 y ECa =
>0,7
0,7-0,2
<0,2
3-6
>1,2
1,2-0,3
<0,3
6-12
>1,9
1,9-0,5
<0,5
12-20
>2,9
2,9-1,3
<1,3
20-40
>5,0
5,0-2,9
<2,9
>9
Toxicidad de Iones Específicos (afecta a cultivos sensibles)
Sodio
riego por superficie
RAS
<3
3-9
riego por aspersión
me/l
<3
>3
riego por superficie
me/l
<4
4,0-10
riego por aspersión
me/l
<3
>3
Boro
mg/l
<0,7
0,7-3,0
>3
Cloro
>10
Varios (afecta cultivos sensibles)
Nitrógeno (NO3 -N)
mg/l
<5
5-30
>30
Bicarbonato
me/l
<1,5
1,5-8,5
>8,5
(aspersión foliar únicamente)
pH
Amplitud Normal: 6,5-8,5
Fuente: Anexo I del Contrato de Concesión de Obras Sanitarias Mendoza. Normas de calidad
de agua y efluentes, 1998.
108
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