El Valle de Amatzinac y su patrimonio arqueológico: El sitio

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El Valle de Amatzinac y su patrimonio
arqueológico: El sitio arqueológico
de San Ignacio
Mtro. Pavel Carlos Leiva García
E
l propósito de esta publicación es dar a conocer de manera
sistemática la presencia de algunos sitios arqueológicos que
adquirieron cierta importancia en algún momento histórico de
la época prehispánica, en el presente escrito, nos enfocaremos a dar a
conocer el sitio arqueológico de San Ignacio.
Hacia el sureste del estado de Morelos, se ubica el valle del Amatzinac,
cuyas ubérrimas tierras actualmente son compartidas por los municipios
de Jantetelco, Jonacatepec, Tepalcingo y Axochiapan, se trata de una
región que presenta una continuidad cultural milenaria cuyos vestigios
permanecen como mudos testigos de la presencia humana en la época
prehispánica, hispánica y contemporánea, desde al menos 1500 años a.C.
hasta nuestros días.
San Ignacio se ubica en la parte sur del valle sobre los 1100msnm, hacia la
parte norte del Municipio de Axochiapan, su nombre se debe a la hacienda
que otrora ocupó estas tierras y que actualmente pertenecen al poblado
de Marcelino Rodríguez, este se encuentra sobre la carretera que va de
Tetelilla a Atlacahualoya.
Los estudios sobre ecología del Valle del Amatzinac, fueron realizados por
David Buge en los primeros años de la década de los 70, como integrante
del “Proyecto Chalcatzingo” que dirigiera David Grove y Jorge Angulo; para
Buge, la vegetación es el reflejo de factores climáticos y en el pasado, estos
guardaron relación directa con actividades económicas agrícolas, de este
MAPA. Tomado de la Tesis de Hirth, (1974) P.18, la parte sombreada muestra el Valle
del Rio Amatzinac.
Mapa tomado de Hirth, 1980: 26, nótese el sistema de barrancas y escorrentías de la
región, idóneas para la irrigación
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modo, logró definir ocho zonas con vegetación de determinadas especies
que definen el valle, dentro de esta clasificación San Ignacio pertenecería
a las zonas ecológicas de “Pastizales de acacias” y “Barrancas aluviales”,
haciendo de estas tierras susceptibles a ser irrigados, por tanto, San Ignacio
representó un asentamiento de grandes proporciones sobre todo para el
Período Clásico (450 d. C.).
Causa curiosidad que en el “Atlas Arqueológico de la República Mexicana”
que saliera a luz en el año de 1939, se reportara el sitio arqueológico
de “Atlacahualoya” con la nomenclatura E-3, donde reportan estructuras
arquitectónicas. Este dato fue extraído de la bibliografía del arqueólogo
Leopoldo Batres, consideremos que a la actualidad existen estudios de
patrones de asentamientos y ni en Atlacahualoya ni en sus alrededores
hay reportes de sitios arqueológicos de dimensiones como se describe San
Ignacio, por lo que pensamos que en el Atlas Arqueológico el sitio se ubica
de manera errónea en Atlacahualoya, de ser así, Batres debió conocer San
Ignacio mucho antes de 1926 debido a que ese es el año de su deceso y le
puso el nombre del poblado más cercano y no de la hacienda; tengamos en
cuenta que los medios de comunicación para acceder a esos lugares eran
muy precarios a principios del siglo XX, por tanto, suponemos que Batres
fue el primero en visitar dicho sitio arqueológico.
Posteriormente, David C. Grove en dos informes de 1966 y 1967
respectivamente, reporta el sitio de San Ignacio (1), con la nomenclatura
B/E-6, el autor describe como un enorme sitio que guarda evidencia
de más de 50 montículos de piedra, considera que no tienen un orden
determinado, y que sufrió fuertes deterioros a causa de la construcción de
una presa así como canales de riego realizados en los años 30. Por otro
lado, debido al descomunal daño del sitio se dejó expuesto gran cantidad
de material arqueológico, mismos que a D. Grove, le dieron la pauta para
afirmar que el sitio corresponde al Período Clásico, añade también que el
sistema constructivo es a base de piedra bola de río.
Este sitio arqueológico, de enormes dimensiones es reportado
posteriormente, por Kenneth Gale Hirth en 1973 cuando realiza estudios
de Patrones de Asentamientos como parte del equipo del “Proyecto
Chalcatzingo” y es registrado con la nomenclatura de RAS-78 donde RAS
significa Rio Amatzinac Survey.
Para Hirth, San Ignacio presentó una gran importancia en el Periodo Clásico,
considera al sitio como un centro rector, desde donde se administraba toda
la producción del Valle para la época de Teotihuacán, aunque sostiene que
la ocupación del sitio se dio desde el Formativo Medio y Tardío pues reporta
considerable cantidad de materiales de esas fases de desarrollo, sustenta
que en ese periodo ocupó un área de aproximadamente 35has. Para el
Periodo Clásico, sugiere que su extensión llegó a tener aproximadamente
80has. Identifica en un área 37 estructuras que incluyen un juego de
pelota, logra describir varios montículos hacia la ribera del rio Amatzinac
Ubicación del sitio de San Ignacio y el poblado de Marcelino Rodríguez. (Tomado de
Google Maps)
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Croquis de San Ignacio (Hirth 1980)
y sostiene que durante el Epiclásico y el Posclásico Tardío en el sitio se
dio una reocupación, pero sin la importancia que tuvo durante el Clásico.
Por otra parte, la monumentalidad de este sitio se puede constatar
objetivamente, se observan montículos dispuestos alrededor de espacios
abiertos, estos llegan a tener dimensiones grandes y alturas considerables.
Resumiendo, Hirth sostiene que San Ignacio en el Formativo Medio, es
una Aldea; en la Fase del Formativo Tardío crece a Villa; en el Formativo
Final sube de jerarquía a un Gran Pueblo; y, durante todo el Clásico crece
tanto que llega a ser un Centro Regional, para finalmente en el Posclásico
decrecer a un pequeño pueblo, cabe señalar que para Hirth San Ignacio es
un Gran Centro Regional de la época teotihuacana, que tuvo el mismo rol
administrativo que manifestaron los grandes asentamientos que sostuvieron
a Teotihuacán en el momento de su máximo apogeo.
Por otro lado, el Historiador Oscar Cortés Palma, en su libro “Recopilación
histórica y cultural Ayoxochiapan-Axochiapan” (1910) manifiesta que San
Ignacio en la época del Clásico mantenía relaciones comerciales con
Teotihuacán, argumenta que las pruebas materiales que corroboran este
postulado son una serie de vasijas y figurillas que logró estudiar (museo de
Axochiapan y colecciones particulares), describe la presencia de cerámica
delgada, de color naranja que corresponde a las teotihuacanas, esto le dio
pie para indicar que efectivamente hubo relaciones comerciales entre este
grupo cultural que habitó San Ignacio con Teotihuacán, este último tuvo
un control absoluto en la época y como resultado de ello es que se dio una
“réplica” de su cerámica así como su arquitectura pero con un marcado
sello local.
Añade que esta relación comercial tuvo una larga duración, Teotihuacán le
proporcionaba a Morelos productos necesarios para sus prácticas religiosas
cotidianas como plumas verdes, cacao, jade, turquesa, obsidiana, sal,
Montículo de San Ignacio
domingo 24 de enero de 2016
mientras que esta parte de Morelos los intercambiaba con algodón, papel
amate entre otros como consecuencia de este intercambio hubo una
“mezcla” cultural, por tanto, los oriundos de esta región copiaron productos
teotihuacanos mismos, que se aprecian en la arquitectura y en la cerámica.
Desde este punto de vista, estudiar e intervenir en San Ignacio, es de vital
importancia, no solo por su monumentalidad, o por el papel que jugó en
el valle y a nivel interregional, sino también, por el cúmulo de datos que
encierra y que nos servirán para entender los procesos sociales, políticos
y económicos locales que se dieron a escala de sitio y región gracias a la
Afectación en el sitio arqueológico
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intromisión de una entidad social superior o de mayores alcances como lo
fue Teotihuacán.
Por otra parte, y con carácter de urgencia, sino se interviene
arqueológicamente San Ignacio, entonces estará destinado a desaparecer,
debido a los procesos de perturbación tan fuertes de las que fue y está
siendo objeto, como la construcción de un jagüey de considerables
dimensiones, así como canales de irrigación, además hace muchos años el
sitio literalmente fue partido en dos por acción de la construcción de una
carretera de dos carriles.
En la actualidad, la mancha urbana viene creciendo hacia donde se
encuentran los vestigios arqueológicos, de ese modo, los propietarios
remueven tierra y piedras, exponiendo y revolviendo contextos de
importancia para la arqueología; por otro lado, está la acción de los
campesinos que siembran en la zona arqueológica, para ello, despalman
y remueven piedras con la intensión de hacer productivas estas tierras,
por último, contamos con la acción destructiva de los saqueadores cuya
evidencia dejan plasmados en sendos pozos que escarban casi siempre
en las partes altas de los montículos, dañando por doquier los contextos
arqueológicos. Por tanto, hacemos un llamado a la población en general,
así como a las autoridades, para en conjunto lograr preservar nuestro
patrimonio arqueológico, legado milenario de nuestros antepasados que
corre el riesgo de desaparecer a mediano plazo.
Panorámica de la presa que destruyó parte del sitio
Xochimamancas
E
s un espacio celeste en el corazón geográfico del estado de Morelos
ubicado en la carretera federal Yautepec-Jojutla, perteneciente al
poblado de Ticumán, municipio de Tlaltizapán de Zapata, Morelos
y fue el remoto lugar donde se establecieron los antiguos ticumenses en la
época prehispánica. Este lugar perteneció al señorío de Huaxtepec y en el
siglo XV, pasó a formar parte del imperio mexica de Moctezuma quien fundó
el primer jardín botánico en América. Con el arribo de los españoles por
cédula real de la corona española de 6 de julio de 1529, dispensada por el
emperador Carlos V, Hernán Cortés recibió el título de “Marqués del Valle
de Oaxaca”, pasando Xochimancas a formar parte de este marquesado. En el
año de 1535, con la evangelización se instauró en ese sitio la orden religiosa
de Santo Domingo de Guzmán, frailes que desarrollaron con la anuencia del
marqués el cultivo de la caña de azúcar y la primera ganadería en la región,
construyendo con esclavos y artesanos naturales del lugar el Templo de Santo
Domingo de Guzmán y la hacienda.
A partir del siglo XVI y a la muerte de Hernán Cortés en 1547, heredó el
marquesado su hijo Martín Cortés hasta el año de 1568. A principios del siglo
XVII, la compañía de Jesús, orden religiosa fundada por San Ignacio de Loyola,
sustituyó a los emblemáticos predicadores dominicos. Los monjes jesuitas se
distinguieron en su momento por ser el grupo del catolicismo más avanzado
culturalmente, fundando entre otros monumentos históricos el Colegio de
San Ildefonso en la ciudad de México, uno de los ejemplos más sobresalientes
del barroco del arte virreinal. Esta orden religiosa remodeló la iglesia y la
Hacienda de Xochimancas, continuó con la alfabetización de los naturales del
lugar enseñándoles el castellano de Antonio de Nebrija y el latín, la agricultura,
ganadería, jardinería y otras artesanías en comunión con la evangelización.
Sin embargo, esta orden dado su alto poder político y económico, entró en
crisis política con el reino y con el Papa, fue suprimida en México por el
Papa Clemente XIV y en el año de 1767 Carlos III decreto su expulsión; a
partir de ese suceso, la Hacienda de Xochimancas paulatinamente entró en
decadencia y fue durante el siglo XVIII que llegó al abandono total.
Isidro Aragón Martínez
A mediados del siglo XIX, en plena época juarista y del Imperio de Maximiliano
de Habsburgo, el poeta, historiador y novelista Ignacio Manuel Altamirano,
llegó a vivir al estado de Morelos y visitó en varias ocasiones la Hacienda
de Xochimancas. Posteriormente, en la campaña en que participó contra la
intervención francesa y conociendo perfectamente la Hacienda, realizó un
extraordinario estudio sobre ella en su emblemática novela de “El Zarco”. De
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ella se desprenden aristas desde los puntos de vista antropológico, histórico,
filológico, filosófico y ético, tanto de Xochimancas como de los naturales que
habitaron este lugar. En el capítulo XIX XOCHIMANCAS, establecía: “Hemos
introducido al lector en una de las madrigueras de los famosos plateados y
que por aquella época nefasta que transcurrió en los últimos meses de 1861
a los últimos de 1862, sirvió de cuartel general a los temibles y espantosos
bandidos, que fueron la calamidad y la deshonra de nuestro país.
Era Xochimancas y es todavía, una hacienda arruinada, es decir, una finca
de campo con buenos terrenos propios para el cultivo de la caña de azúcar y
del maíz y con abundantes aguas… Xochimancas, ya en ese tiempo, era una
ruina, pues ella revelaba que en épocas pasadas desde la dominación colonial,
seguramente, había sido cultivada por los españoles como una buena finca de
campo que rendía pingües productos…” El nombre mismo, de origen náhuatl,
indica que desde la época anterior a la conquista española éste lugar era fértil
y ameno y tal vez en él tuvo asiento un pueblo de jardineros.
El ilustrado joven ingeniero, Vicente Reyes, en su preciosa obre inédita
intitulada “ONOMATOLOGÍA GEOGRÁFICA DE MORELOS” dice
explicando el jeroglífico correspondiente a Xochimancas: “Xochimancas.
Hacienda de la municipalidad de Tlaltizapán, en el Distrito de Cuernavaca.Etimología Xochimanca, lugar de cuidadores y productores de flores; de
Xochimanqui, el cuidador y productor de flores y ca. Formamos el nombre
pictórico con el grupo que en la Colección Ramírez sirve para descifrar la
palabra Xochimancas, Xochimanque”. Y luego citando al viejo cronista
Sahagún, añade: “En la fiesta celebrada el tercer mes, Tozostontli, ofrecían las
primicias de las flores que aquel año primero nacían en el eu llamado Yopico
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y antes que las ofrecieran, nadie osaba oler flor alguna”.
“Los oficiales de las flores que se llamaban xochimanqui hacienda su fiesta a
su diosa llamada Cloatlicue”.
… El laborioso y erudito anticuario Cecilio A. Robelo, en sus nombres
geográficos mexicanos del estado de Morelos, obra apreciabilísima, dice
citando a otro antiguo cronista Torquemada: “Xochimancas ¿Xochiman?
Lugar en que se cuidaban o producían las flores que se ofrecían a los dioses”
…”Así, pues, parece que, en la antigüedad azteca este lugar, hoy abandonado
y yermo, fue un jardín seguramente un vasto jardín tal vez una ciudad llena de
huertos y de flores un lugar ameno y delicioso consagrado al culto de la flor
a cuyo pie los inteligentes y bravos Tlahuicas, habitantes de esta comarca y
celebrados floricultores, ofrecían, como homenaje, ricos en aromas y colores
los más bellos productos de su tierra amada del sol, del aire y de las nubes”
“… Xochimancas, se transformó seguramente después de la conquista, de
jardín o ciudad de jardines en hacienda, con encomenderos y esclavos,
después en ruinas y guaridas de fieras y reptiles y al último en guarida de
ladrones y lo que es peor, y como vamos a verlo, en sitio de torturas y de
asesinatos”.
¡Triste suerte la de un lugar consagrado por los inteligentes y dulces indios a
la religión de lo bello!
Ahí en ese espacio poético se establecieron los antiguos pobladores de
Ticumán y ha sido territorio de luchas revolucionarias y también ha servido
de inspiración a personajes como Moctezuma, el mismo Altamirano, Emiliano
Zapata desde niño, Octavio Paz Solórzano, padre del premio nobel de Literatura
en su estancia en el cuartel de Tlaltizapán, Carlos Fuentes a su paso tras la
muerte de Rubén Jaramillo, así como a pintores, productores y guionistas
de cine y televisión y ha dado origen a múltiples leyendas como el “Tesoro
de Agustín Lorenzo, La Llorona de Xochimancas”, “El Nahual de los Pilares”,
“El sacristán de Los Plateados”, el “Fraile de mirada escarlata”, “El Predicador
Dominico”, “El Tenor Jesuita”, “El altar el Chino Vago”, “El Retablo de Santo
Domingo”, “El esclavo sefardita”, “El encomendero del Diablo”, etc. En el
siglo XX, los productores de caña de azúcar de esta región, encabezados por
Rubén Jaramillo, en su campaña presidencial le pidieron a Lázaro Cárdenas
del Río, un ingenio para su producto lo cual les cumplió erigiendo el Ingenio
“Emiliano Zapata” de Zacatepec, Morelos.
Actualmente, los campos de la Hacienda de Xochimancas, forman parte
del ejido de Ticumán y continúa produciendo la caña de azúcar de más
alto rendimiento de sacarosa en el mundo y se encuentra rodeada de
establecimientos como “La Palapa del Toro”, “Panzacola”, “Mi Ranchito”, “El
Jaripeo”, etc. Y entre peñascos y un desfiladero, la milenaria cueva de “El
Gallo”.
Xochimancas es, sin lugar a dudas, un espacio con encanto, magia y poesia
de los pueblos originarios del estado de Morelos.
Órgano de difusión de la comunidad de la Delegación INAH Morelos
Consejo
Eduardo Corona Martínez Luis Miguel Morayta Mendoza
Giselle Canto Aguilar
www.morelos.inah.gob.mx
Editorial
Israel Lazcarro Salgado
Raúl Francisco González Quezada
Laura Elena Hinojosa Hinojosa
Coordinación editorial de este número: Consejo Editorial
El contenido de los artículos es responsabilidad exclusiva de sus autores
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