la libertad vista como ilusión

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DE LA CULTURA Y LA CIENCIA
LA LIBERTAD
VISTA COMO ILUSIÓN
Por Mauro Armiño
beza al pueblo; también al vendedor le pareció “muy conocedora” de ambos filósol país invitado en la reciente Fe- fos. Otros autores comprados fueron el reria del Libro ha sido Francia, y ciente premio Nobel turco Orhan Pamuk,
Francia, o mejor, su embajador, Nativel Preciado, Roald Dahl para las niM. Yves Saint-Geours, ha prota- ñas… en fin.
gonizado la anécdota más divertida de la
Títulos para publicidad de una Monarquía
Feria. Hace un mes comenté en estas pági- a la que desde hace siglos no le ha interenas un libro reciente, Muestra mi cabeza sado la cultura: desde Luis XIV, que tuvo por
al pueblo (Editorial Cabaret Voltaire), de ministro de Cultura y Propaganda a MolièFrançois-Henri Désérable, libro ameno sin re, y al que el monarca terminó pagando
proustianas pretensiones de lectura difícil. sus servicios con una patada en salva sea la
Como resumí, ese libro relata las últimas parte, poco aportaron los Borbones espahoras de altas testas coronadas que pasaron ñoles: el primero, Felipe V, traía en la mapor la guillotina, desde Luis XVI y María An- leta los recuelos de lo que había aprendido
tonieta, y de guillotinadores que acabaron durante la última etapa, no la mejor, del larguillotinados, como Robespierre o Danton. go reinado de su abuelo Luis XIV; luego, sóSegún me informa su editor (Cabaret Vol- lo Carlos III y su sucesor Carlos IV se intetaire), M. Saint-Geours obsequió con ese li- resaron algo por esa materia, sobre todo por
bro a Letizia Ortiz, esposa del jefe del Es- la pintura; al último citado le dio por Goya
tado. O no había leído el libro el señor em- y los violines, que tocaba como aficionado.
bajador, o era una perversa maldad, pues Luego llegó el felón Fernando VII, y desde
no parece diplomático mentar la bicha en entonces los Borbones no han servido para
casa del guillotinado: tanto su marido co- gran cosa en este asunto, salvo para inaumo sus hijas están emparentadas con algu- gurar y dejarse fotografiar.
nas de aquellas testas que rodaron hasta el
cesto de Charles-Henri Sanson, el gran ver- Una profesional. Cuando se anunció la bodugo que accionaba el invento del doctor da de Letizia Ortiz con el entonces hereGuillotin.
dero de la jefatura del Estado se ponderó
Al parecer, el paseo de las figuras regias sobre todo que la muchacha asturiana era
en las inauguraciones de la Feria del Libro una “profesional”, adjetivo que no acierto
–y otros eventos culturales, ópera, etc.–, tie- a saber muy bien qué quiere decir, ni en ésne algo que ver con publicidad de la Mo- ta ni en otras situaciones. Trabajaba como
narquía. Y como tal hay que considerar la periodista de profesión y era republicana de
ristra de libros que Letizia Ortiz se llevó, re- intenciones, según se dijo; no hay por qué
galados o comprados, de la Feria: desde una reprocharle que se haya convertido en fernovela gráfica, es decir, nuestros tebeos de viente monárquica; según el propio Karl
toda la vida, ahora comics, de Alan Moore, Marx, nuestra ideología está la mayoría de
con magias y sociedades ocultistas por me- las veces en el lado donde tenemos la cardio –y, según el librero que se la vendió, se tera. En España, al hecho de ser periodista
la veía “desenvuelta” en la materia–, hasta se le atribuye en muchos casos unos conoejemplos de la más alta filosofía: nada me- cimientos culturales superiores. Salvo una
nos que la Poesía completa de Nietzsche, docena de nombres, los demás leemos los
los ensayos de Kierkegaard: es de suponer titulares de las noticias, algún que otro arque el titulado Sobre la angustia sea de su- tículo para pasar el rato, pero no manejamo interés tras la lectura de Muestra mi ca- mos lo que se llama cultura humanística,
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En el montaje aquitano destaca una pareja de actores sin que de la
que, según dicen, dota a quien la posee de
la capacidad de alentar ideas propias y de
deducir elementos para la conformación de
una personalidad resistente a tópicos y desvaríos publicitarios. Entre los periodistas
hay de todo, como en botica, un puñado
escaso de buenos, y el resto de montón; muchos redactamos en vez de escribir y los
que cobran por decir lo que les mandan, o
lo que su periódico necesita.
Letizia Ortiz era busto parlante en informativos televisuales en aquel momento, y los únicos artículos que leí firmados
por ella fue un flaco favor que le hizo ABC:
el diario monárquico, al anunciarse la noticia de la regia boda, sacó pecho y publicó dos, tres o cuatro artículos, no recuerdo ya; pero lo que sí recuerdo es que, enviada a cubrir la marea negra aquella del
Prestige, confirmaba la línea editorial y aznariana del periódico entonces. Y en cuanto a escritura, digamos con Umbral, que
no estaban escritos, sino redactados. Escribir, como ya he dicho, es algo que no
todos alcanzamos por más folios que emborronemos. Total, que doce años después
de aquellos eventos, la “profesional” está
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renzaccio ha sido bien apreciada, con varios montajes: entre ellos dos catalanes: el
de Juanjo Puigcorbé en 1987, dirigido por
Lluís Pascual, y al año siguiente el interpretado y dirigido por Josep Maria Flotats.
Lectura más que interesante –hay muchos
contactos con la actualidad y sus problemas–, recomendaría una reciente edición
a cargo de Santiago R. Santerbás (Ediciones Cátedra), que tiene la virtud de incluir
los dos textos históricos en que Musset se
basó: la crónica histórica florentina que
resume fríamente los hechos, y la obra de
teatro Una conspiración de 1537, de George Sand, que había compartido famosos
y escandalosos amores con Musset poco
antes de la redacción de su Lorenzaccio.
Líbrese el lector de la que incluyó en unas
Obras escogidas de Musset (Aguilar), Luis
Guarner: en la quinta réplica, nada más levantarse el telón, empiezan cortes censorios a mansalva.
a
dirección de Catherine Marnas puedan aprender mucho nuestros cómicos.
todos los días en la prensa por sus modelitos, sus bótox, sus inauguraciones y sus
aperturas de congresos, leyendo el consabido texto pergeñado por el negro de turno. Sólo le falta que a un nuevo hospital
le pongan su nombre para completar la tarea que se viene adjudicando a su cargo y
cuya utilidad para el país cuesta ver, menos cuando nos la vendieron como “profesional” y “periodista”.
La ilusión de la libertad. La visita de la compañía titular de la región de Burdeos, en la
dulce Aquitania, ha propiciado en el escenario del CDN de Teatro Clásico un Lorenzaccio (1834), de Alfred de Musset, poeta romántico que en esa pieza consiguió
el Hamlet francés, como se empeñan en
decir los franceses; Musset, que escribía alta poesía con una mano y eróticas con otra
(Gamiani), puso algo del príncipe de Dinamarca en ese Lorenzino que intriga para
derrocar al tirano, se vuelve su confidente
y lo asesina para terminar llegando a la conclusión de que su acto ha sido de una inutilidad pasmosa; a un tirano le sigue otro,
y así indefinidamente… hasta ahora, aun-
PIERRE GROSBOIS
que el mono haya aprendido a vestirse de
distintas sedas. La división de la sociedad
florentina tiene un carácter eterno en toda
sociedad y la salida es más ilusión que realidad; aplicado al caso de los españolitos
que acaban de votar, “Cualquiera de las mil
Españas ha de helarte el corazón”, decía
menos que más Machado. Pues eso. En el
montaje aquitano, con el texto inevitablemente recortado como siempre se hace por
su enorme duración, destacaba una pareja
de actores (Julien Duval, Vincent Dissez),
sin que de la dirección de Catherine Marnas puedan aprender mucho nuestros cómicos; tampoco de una escenografía confusa, excesiva y molesta para los intérpretes; y quizá en el arranque rockero y la interpolación de ruidosa música vean, en obra
ajena, un defecto algo frecuente entre los
directores españoles.
Lorenzaccio, obra “imposible” por su ambición y extensión, sólo fue estrenada 52
años después de la muerte del autor, con
el protagonista encarnado por Sarah Bernhard. En Francia se continuó con ese protagonismo femenino para el personaje, hasta Gérard Philippe en 1952. En España Lo-
Cándido como solución. Ya que estamos en
terreno francés, algo que puede servir a tirios y a troyanos en estos momentos: el ensayo del «nuevo filósofo», André Glucksmann Voltaire contraataca (Galaxia Gutenberg); Glucksmann, fallecido el pasado año,
revolvió en todas las salsas: empezó defendiendo la causa maoísta hasta que su grupo rompió con el marxismo que dominaba
el pensamiento francés en los años 1960;
luego defendió todas las causas que han resultado falaces: se tragó, como Aznar, las
armas de destrucción masiva de la propaganda americana para justificar la guerra de
Irak, defendió la causa chechena, se convirtió en partidario de Sarkozy, acusó, y acusa en este libro, la debilidad de Europa, y
sobre todo de Angela Merkel, con Putin, etc.
Pero en su primera parte Voltaire contraataca presenta una interesante lectura del
Cándido de Voltaire, situándolo nel mezzo
del cammin di nostra vita, entre Pangloss,
el optimista que cree que se pueden asaltar
los cielos, y Martin, su opuesto, que, fiado
en el liberal albedrío económico, sólo nos
deja ante el pesimismo absoluto. Voltaire,
según Glucksmann, construyó una obra sarcástica contra el conservadurismo social de
las clases dirigentes, que, como comprobó
Lorenzaccio, son siempre las mismas o siempre se comportan igual. l
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