Fantasías animadas por José Heinz

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Fantasías animadas
Los personajes que asoman en las obras de Pablo Curutchet parecen sostenerse sobre
una línea divisoria, imperceptible pero primordial, que separa el drama de la comedia,
el sueño de la pesadilla, el paraíso del infierno. Personajes que nos resultan familiares
–surgidos de cuentos infantiles, series animadas, videojuegos– pero en situaciones
ajenas a su naturaleza, como la viñeta siguiente al remate o el backstage de la historia.
Hay una ironía latente en la imagen de un cerdito que lleva un hacha atascada en su
cabeza o en el aspaviento de un sapo.
“Hay una tensión –admite Curutchet–. Es una mirada puesta en otro punto, los
personajes están en una situación de conflicto en relación a algo.”
Para la elección de sus criaturas, el artista asegura que la intención no es abordar la
infancia como tema. El objetivo pasa más bien por redescubrir significados desde la
actualidad, volver a ellos con intenciones encantadoramente anacrónicas. ¿De qué
otra manera ver a un chancho, en medio del bosque, sosteniendo un teléfono celular
en una de sus patas? “Tomo ciertos objetos de los dibujos animados o los cuentos para
niños, pero no desde una idea de lo infantil, sino que me interesa ese lenguaje”,
sostiene. “Es cierto que las imágenes provienen de allí, pero no tienen que ver
necesariamente con una carga naif.”
Por estos días y hasta fines de febrero, el artista presenta su muestra “Nube” en el
Museo Emilio Caraffa. Ya desde el afiche de promoción se descubren algunas de sus
características e intereses: el título aparece con una letra de fuente sencilla y gran
tamaño sobre colores chillones, similar a los carteles callejeros que anuncian shows de
agrupaciones tropicales. “Me gusta el uso del color que tienen esos afiches. Usan una
técnica muy simple, algo muy casero. Hay poca información y bien destacada, para
llamar la atención y que llegue el mensaje”, dice Curutchet.
Pero por las esquinas del afiche también se pasean dos fantasmas amarillos, escapados
de algún laberinto de una máquina de arcade, otra mirada hacia un pasado sin
nostalgia. En esa misma línea, entre las obras expuestas hay una serie de imágenes en
chapa ploteada (un conejo, una calavera, una tortuga) que dejan al desnudo sus
píxeles, como si la intención hubiera sido ampliarlas hasta la exageración para
establecer un juego de distancias.
Tamaño y material son también términos fundamentales en “Nube”. El primero por la
desmesura, el segundo por lo atípico. Así lo certifica la que acaso sea la obra más
sugestiva y “expansiva” de la muestra: un chancho inflable de tela de cinco metros de
altura. “El material me permitió generar algo veloz para una pieza de esta altura”,
explica Curutchet. “En algunas obras anteriores utilizo el material como parte del
lenguaje de lo que estoy hablando. En este caso, está relacionado a una cuestión de
liviandad, de lo aéreo. Si tuviera que hacerlo de otro material, no podría desarrollarlo
de esta forma, sería mucho más lento.”
El yeso y la plastilina son otros materiales que conforman en el universo gráfico de la
exposición. De la segunda está hecha una serie donde resalta un Bender con actitud
desafiante. El robot de la serie Futurama –una especie de Homero Simpson hecho de
acero y tuercas– le interesa a Curutchet porque presenta una torpeza graciosa, una
provocación desactivada por la ridiculez. “Me gustan ese tipo de personajes, medio
moqueros, que tienen un humor al límite de lo irónico y lo humorístico.”
Una frontera que por un instante vuelve más humanos a los seres animados y más
animados a los humanos. Como alguna vez dijo un director de cine con agudo sentido
del humor, comedia es tragedia más tiempo.
Texto escrito sobre la muestra "Nube" de Pablo Curutchet. Publicado originalmente en Ciudad X 19
(enero 2012)
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