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Cuentos
enmarcados
Don Juan Manuel - Giovanni Boccaccio
Geoffrey Chaucer
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Don Juan Manuel - Giovanni Boccaccio
Geoffrey Chaucer
CUENTOS ENMARCADOS
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Colección del
MiRADOR
Coordinador del área de Literatura: Salvador Gargiulo
Los contenidos de las secciones que integran esta obra han sido
elaborados por Sylvia Nogueira
Coordinación de Arte y Diseño: Lucas Frontera Schällibaum
Coordinación de imágenes y archivo: Samanta Méndez Galfaso
Tratamiento de imágenes y documentación: Ezequiel Gonella,
Máximo Giménez, Tania Meyer
Imagen de tapa: Paul Anderson
Corrección: Cecilia Biagioli
Gerencia de Preprensa y Producción Editorial: Carlos Rodríguez
Juan Manuel, Infante de Castilla
Cuentos enmarcados / Infante de Castilla Juan Manuel; Geoffrey Chaucer;
Giovanni Boccaccio. – 1° ed. 1° reimp.– Boulogne: Cántaro, 2010.
176 p.; 19 x 14 cm.
ISBN 978-950-753-118-7
1. Narrativa. 2. Cuentos. I. Chaucer, Geoffrey. II. Boccaccio, Giovanni. III. Título
CDD 863
© 2004 Puerto de Palos S. A.
Blanco Encalada 104 - (B1609EEO) San Isidro, provincia de Buenos Aires, Argentina Tel./Fax: (011) 4708-8000
Puerto de Palos Casa de Ediciones forma parte del Grupo Editorial Macmillan
Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723.
Impreso en Argentina - Printed in Argentina
ISBN 978-950-753-118-7
Este libro no puede ser reproducido total ni parcialmente por ningún medio, tratamiento o
procedimiento, ya sea mediante reprografía, fotografía, fotocopia, microfilmación o
mimeografía, o cualquier otro sistema mecánico, electrónico, fotoquímico, magnético,
informático o electroóptico. Cualquier reproducción no autorizada por los editores viola
derechos reservados, es ilegal y constituye un delito.
Primera edición, primera reimpresión.
Esta obra se terminó de imprimir en marzo de 2010, en los talleres de Impresiones Sud
América, Andrés Ferreyra 3769, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.
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Puertas
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Zapping de historias
Presentamos aquí una selección de tres textos que son testimonio
de los inicios del cuento y de la novela en las lenguas modernas de Occidente. El Libro del conde Lucanor, El Decamerón y Los cuentos de Canterbury comparten, en primer lugar, la estrategia de enmarcar relatos
breves en obras relativamente extensas. ¿Dónde están los límites entre
el cuento y la novela? ¿Cuáles son los efectos distintivos de un cuento
enmarcado? En segundo lugar, propósitos didácticos guían las tres
obras, pero se complacen ampliamente en el entretenimiento rápido,
variado y gracioso («gracioso» en doble sentido: los relatos tienen elegancia y hacen reír). ¿Cómo enseñar agradando? ¿Cómo interactúan
didáctica y arte?
Las culturas griega y latina, después de haber sido desplazadas por
la Edad Media, van siendo recuperadas, al mismo tiempo que se va dejando de escribir literatura en latín. Las leyendas y los mitos clásicos
alimentan la imaginación de los nuevos artistas europeos, pero se reescriben en castellano, italiano, inglés, en francés. ¿Qué huellas quedan
en esas obras literarias de la transición entre la Edad Media y el Renacimiento? Don Juan Manuel, Boccaccio y Chaucer leen a los escritores
de su pasado y los recuperan, leen a sus contemporáneos y se inspiran
en ellos, leen textos de otras culturas y los asimilan. Escriben a partir
de sus lecturas, escriben para divertir y divertirse, escriben en situaciones penosas o difíciles. ¿Pueden enseñar algo todavía?
En estas Puertas de acceso, hacemos, primero, una breve presentación de las obras que nos ocupan para pasar, luego, a postular respuestas a esas preguntas, respuestas que, en más de un caso, abrirán la
discusión, porque la última palabra, en definitiva, la tiene cada lector. Especialmente el lector último, el contemporáneo que, con su vida
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acelerada, su falta de tiempo y su práctica del zapping, tal vez, encuentre en estos breves relatos un placer tan intenso como el de los antiguos
oyentes ficcionales. Ellos disfrutaron de historias que nosotros podemos leer en minutos, en el orden que queramos y para reírnos un instante o para reflexionar sobre la naturaleza humana. Ese placer, quizás,
genere un gusto que lleve al lector a realizar la lectura completa del Libro
del conde Lucanor, El Decamerón y de Los cuentos de Canterbury.
¿Cuentos o novelas?
«Texto» deriva de un verbo latino que significa ‘tejer’. Y en verdad,
la metáfora es productiva. En unos pocos años, tres europeos «cosen»,
en largos collares, cuentas que han encontrado en diferentes lugares.
Veamos qué compuso cada uno.
El infante Don Juan Manuel (1282-¿1349?), sobrino del rey español Alfonso X el Sabio, terminó en 1335 el Libro de los exemplos del
conde Lucanor o Libro de Patronio. Este noble, que ocupó altos cargos
de gobierno y participó activamente en luchas contra los moros y entre
familias nobles, agrupó en el Libro cincuenta y un textos que repiten
una estructura narrativa: el conde le plantea un problema a su consejero y le pide una orientación. Patronio contesta relatando una historia,
y el texto cierra con una sentencia o moraleja que explicita un consejo
deducido del relato. Las historias muestran una variada galería de personajes y de ambientes: hay hombres y mujeres, cristianos y moros, sacerdotes y magos, inocentes y pícaros, búhos y zorros, humillados y
ofendidos.
Giovanni Boccaccio (1313-1375) escribió El Decamerón alrededor
de 1350. Representa a un grupo de diez jóvenes (la mayoría, mujeres)
que huyen, en 1348, de la peste que asola Florencia y se refugian en
una casa de campo. La obra se divide en diez jornadas (en griego, deca:
‘diez’; hemera: ‘día’), en cada una de las cuales, cada joven cuenta una
historia. Así pasan el tiempo, escuchando cada día nueve historias y
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contando una. Desde el primer día, eligen entre ellos una reina o un
rey que tenga el mandato por veinticuatro horas; la mayoría de estos
reyes, por un día, imponen a los narradores un tema sobre el cual exponer historias (el ingenio para lograr lo deseado o recuperar lo perdido, amores de finales infelices, defensas con respuestas inteligentes y
agudas, burlas a los maridos...).
Geoffrey Chaucer (¿1340?-1400) no llegó a terminar la obra que
más lo ha hecho trascender, The Canterbury Tales (compuesta alrededor de 1387). Introduce en ella a un grupo de peregrinos en procesión
a Canterbury, quienes se encuentran en una posada y acuerdan seguir
viaje juntos para contarse historias y aliviar así su viaje. Constituyen
un grupo variado de compañeros, reunidos casual y transitoriamente
por el motivo de visitar la tumba del mártir Saint Thomas: hay entre
ellos hombres y mujeres, un caballero y un molinero, una esposa de
muchos maridos y una priora (una religiosa de alto rango). El dueño
de la posada guía el trayecto y juzga las historias. Cada relato revela la
psicología y los valores del narrador de que se trate, también manifiestos en las discusiones que se producen en el paso de una narración a otra.
En general, se ha reconocido en estos libros la fuente de la prosa artística de las literaturas nacionales europeas, particularmente, de la novela. Sin embargo, los tres conforman obras artísticas cuyos núcleos
narrativos son relatos breves que hoy reconoceríamos como «cuentos»,
pero ni el conde Lucanor ni Boccaccio ni Chaucer usaron esta palabra
para denominar esos relatos.
Exemplo, novella, tale
En castellano, Don Juan Manuel llama «exemplo» a cada una de las
unidades que componen su libro; Boccaccio, en italiano, «novella»; y
Chaucer, en inglés, «tale». ¿Qué significan estos términos? ¿Cómo se
vinculan con «cuento» y con «novela»?
«Exemplum» es una palabra latina de la que se ocuparon cuidado11
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samente los retóricos antiguos, dedicados a reflexionar sobre el uso del
lenguaje para persuadir. El «exemplum» es una estrategia argumentativa:
consiste en la narración de una historia (ficcional o no) que se compara con el caso que esté en discusión. Implica un razonamiento inductivo,
de lo particular a lo general: de la semejanza entre el caso narrado y el
discutido se puede derivar algún principio general.
La reflexión y la práctica paganas sobre el «exemplum» fueron muy
reconocidas por los predicadores cristianos: ellos solían insertar relatos
en sus sermones. María Rosa Lida ha destacado la influencia del discurso de los dominicos en la cultura española de los siglos xiii y xiv.
Advierte que ellos, así como los predicadores budistas y los rabinos,
compilaban ávidamente relatos que fueran adecuados para enseñar
moral y asocia esa avidez con la pasión con que los oyentes escuchaban
y transmitían esos relatos. Sin embargo, se llegó a sospechar de esa pasión, y las máximas autoridades eclesiásticas empezaron a prohibir la
inclusión de fábulas en los sermones. Se juzgó que distraían demasiado
al pueblo de la esencia del mensaje religioso. Las prohibiciones debieron ser reiteradas porque los fieles querían seguir escuchando «exemplos», y los predicadores no querían perder audiencia. Don Juan
Manuel se adhirió a los dominicos, incluso «fundó el convento dominico de Peñafiel, al que confió su sepultura y el precioso manuscrito de
sus obras completas»1.
Boccaccio llama «novella» a cada una de las perlas con las que hilvana su texto. La palabra italiana, que significa ‘noticia, novedad’, quedó
marcada por ese uso y, hasta el siglo xviii, designó colecciones de relatos breves, como los de El Decamerón. La reina Margarita de Navarre
(1492-1549) escribió el Heptameron (el título señala claramente la afiliación a Boccaccio), en el que se representan hombres y mujeres que
narran historias en una discusión en la que domina la temática de los
roles de los sexos y los ecos de las polémicas religiosas que implicó la
1
Lida, M. R.: «Tres notas sobre Don Juan Manuel», en Estudios de literatura española y comparada,
Buenos Aires, Losada, 1984, p. 118. (Ver Cuarto de Herramientas).
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Reforma. Cervantes insertó en el Quijote (referente ineludible de la
historia universal de la novela) relatos breves que sus personajes cuentan,
leen, escuchan y comentan. Esos relatos son autónomos de la trama
principal, pero sus narradores y oyentes ficcionales suelen inspirarse en
ellos para resolver sus propios conflictos. En el Quijote, «novela» y
«cuento» aparecen alternativamente para denominar esas narraciones,
por ejemplo, a propósito de una que Cervantes desarrolla en tres capítulos de su texto más famoso:
—Esperad, que quiero ver qué papeles son esos que de tan buena letra
están escritos.
Sacolos el huésped, y dándoselos a leer, vio hasta obra de ocho pliegos escritos de mano, y al principio tenían un título grande que decía: Novela
del Curioso impertinente. Leyó el cura para sí tres o cuatro renglones y dijo:
—Cierto que no me parece mal el título desta novela, y que me viene
voluntad de leella toda.
A lo que respondió el ventero:
—Pues bien puede leella su reverencia, porque le hago saber que algunos huéspedes que aquí la han leído les ha contentado mucho (...)
Mientras los dos esto decían, había tomado Cardenio la novela y comenzado a leer en ella; y pareciéndole lo mismo que al cura, le rogó que la
leyese de modo que todos la oyesen.
—Sí leyera —dijo el cura— si no fuera mejor gastar este tiempo en
dormir que en leer.
—Harto reposo será para mí —dijo Dorotea— entretener el tiempo
oyendo algún cuento, pues aún no tengo el espíritu tan sosegado que me
conceda dormir... (Quijote, I, 33)
Cervantes, además, escribió las Novelas ejemplares (1613), colección de relatos con una extensión semejante a la de «El Curioso Impertinente», en los que narra historias de gitanos, jovencitas raptadas, adolescentes raposos; en fin: aventuras de amor y cautiverio alternadas con
aguda sátira social.
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Libro de los ejemplos del conde
Lucanor y de Patronio
Versión de la Prof. Sylvia Nogueira
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Marco
Introducción
Este libro lo hizo don Juan, hijo del muy noble infante1 don Manuel, deseando que los hombres hiciesen en este mundo obras tales que
les fuesen provechosas para su honra y sus haciendas2 y para su lugar en
la sociedad, y pudiesen avanzar en la carrera para salvar las almas. Y
puso en él los ejemplos más provechosos que él supo de cosas que sucedieron para que los hombres puedan hacer lo que dice. Y sería muy extraño que alguna cosa que le ocurriera a cualquiera no encontrara en
este libro una semejante que le ocurrió a otro.
Y porque don Juan vio y sabe que, en los libros, se cometen muchos
errores al copiarlos —pensando de una letra que es otra, al escribir, se
cambia todo el sentido y, a veces, se confunde— y los que después encuentran aquel escrito culpan al que hizo el libro y, porque don Juan
desconfió de esto, ruega a los que lean cualquier libro que hubiera sido
copiado del que él compuso, o de los libros que él hizo, que si encontraran alguna palabra mal puesta, que no le echen la culpa a él hasta
que vean el libro mismo que don Juan hizo, que está corregido, en muchos lugares, con su propia letra. Y los libros que él hizo hasta ahora
son estos: la Crónica abreviada, el Libro de los Sabios, el Libro de la Caballería, el Libro del Infante, el Libro del Caballero y del Escudero, el Libro del Conde, el Libro de la caza, el Libro de los Ingenios, el Libro de los
Cantares. Y estos Libros están en el monasterio de los frailes predicadores que él hizo en Peñafiel3. Pero cuando vean los libros que él hizo, por
1 Infante: cualquiera de los hijos del rey, tanto mientras son niños como después (el uso no se mantiene completamente en la España moderna, donde el mayor recibe el título de Príncipe de Asturias). En
la Antigüedad, se designaba «infante» al hijo primogénito del rey.
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Hacienda: bienes, propiedades, particularmente, si ellos incluyen conjuntos de campos o fincas
que posee una persona.
3
Localidad de España, cercana a Valladolid. (Ver Cuarto de herramientas).
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las faltas que en ellos encontraran, no echen la culpa a su intención,
más échensela a su falta de entendimiento, porque se atrevió a meterse
a hablar de tales cosas. Pero Dios sabe que lo hizo con la intención de
que aprovechasen lo que él diría las gentes ni muy letradas ni muy sabias. Y por lo tanto, hizo todos sus libros en lengua romance; y esto es
señal cierta que los hizo para los legos4 y de no muy gran saber, como lo
es él. Y de aquí en adelante comienza el prólogo del Libro de los Ejemplos del conde Lucanor y de Patronio.
Prólogo
En el nombre de Dios: Amén. Entre muchas cosas extrañas y maravillosas que Nuestro Señor Dios hizo, tuvo por bien hacer una muy
maravillosa: esta es que, de cuantos hombres hay en el mundo, no hay
uno que del todo se parezca a otro en la cara; aunque todos los hombres tienen las mismas cosas en la cara, los unos que los otros, las caras
en sí mismas no se parecen unas a otras. Y así como en las caras, que
son tan pequeñas, hay tan gran diversidad, así la hay en las voluntades
y en las intenciones de los hombres. Y así encontrarán que ningún
hombre se parece del todo en la voluntad ni en la intención a otro. Y
voy a darles algunos ejemplos para que lo entiendan mejor.
Todos los que quieren y desean servir a Dios, todos quieren una
misma cosa, pero no lo sirven todos de una manera, que unos lo sirven
de una manera y otros, de otra. Y los que labran y crían, y trabajan, y
cazan, y hacen todas las otras cosas, todos las hacen, pero no las entienden ni las hacen todos de una única manera. Y así, por este ejemplo, y
por otros que serían muy largos de decir, pueden entender que, aunque
los hombres sean todos hombres y todos tengan voluntades e intencio-
Lego: el término significa, en principio, ‘laico’, que no pertenece al clero. También se aplica al ignorante, al que no tiene conocimientos en general o en particular («lego en astronomía»). Por lo primero, en este contexto, se destaca un destinatario que no sabe latín, lengua cultivada en la Iglesia y en las
universidades, favorita hasta entonces, para la transmisión de saberes académicos.
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nes, que así como tan poco se parecen en las caras, tan poco se parecen
en las intenciones y en las voluntades; sin embargo, todos se parecen en
que todos usan y quieren y aprenden mejor aquellas cosas con las que
gozan que con las otras. Y como cada hombre aprende mejor aquello
con lo que más goza, en consecuencia, el que alguna cosa quiere demostrar a otro debe mostrarlo de la manera que entienda, que interese
más al que lo va a aprender. Y porque, a muchos hombres las cosas sutiles no les caben en su entendimiento porque no las entienden bien,
no tienen placer al leer aquellos libros ni aprenden lo que está escrito
en ellos. Y porque no tienen placer en ello, no lo pueden aprender ni
saber así como a ellos les serviría.
Por lo tanto, yo, don Juan, hijo del Infante don Manuel, Adelantado Mayor de la frontera y del reino de Murcia5, hice este libro, compuesto con las palabras más adornadas que pude y, entre las palabras,
entremetí algunos ejemplos de los que se podrían beneficiar los que los
oyeren. Y esto lo hice según la manera que lo hacen los médicos, que
cuando quieren hacer alguna medicina que beneficie al hígado, puesto
que el hígado naturalmente se complace con las cosas dulces, mezclan
con aquella medicina que quieren medicar al hígado, azúcar o miel o
alguna cosa dulce; y por el placer que tiene el hígado con la cosa dulce,
tomándola para sí, lleva con ella la medicina que va a curar. Y eso mismo hacen con cualquier órgano que tenga necesidad de alguna medicina, que siempre la dan con alguna cosa que naturalmente ese órgano va
a tomar para sí.
Y parecido a esto, con la merced de Dios, será hecho este libro; y los
que lo lean, si por su voluntad tuvieran placer con las cosas provechosas
que allí encuentren, va a serles un bien, y aun los que no entendieran
tan bien no podrán evitar que al leer el libro, por las palabras halagüeñas y adornadas que en él encontrarán, van a leer las cosas provechosas
5 Murcia: es una de las regiones mediterráneas de España. Se asienta junto al río Segura. Los árabes la
fundaron como Mursiya en 831 con función, fundamentalmente, militar. Jaime I la reconquistó en
1266 para Castilla.
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que están allí mezcladas y, aunque no lo deseen, van a aprovecharse de
ellas, así como el hígado y los otros órganos se aprovechan de las medicinas que son mezcladas con las sustancias con que ellos se complacen.
Y Dios, que es cumplido y cumplidor de todos los buenos hechos,
por su merced y su piedad, quiera que los que lean este libro se aprovechen de él a servicio de Dios y para salvación de sus almas y beneficio
de sus cuerpos, así como Él sabe que yo, don Juan, lo digo con esa intención. Y si lo que allí encuentran no está tan bien dicho, no echen la
culpa a mi intención, sino a mi falta de entendimiento. Y si alguna cosa bien dicha o provechosa hay, agradézcanlo a Dios, porque Él es aquel
por quien todos los buenos dichos y hechos se dicen y se hacen.
Y pues el prólogo está acabado, de aquí en adelante empezará la materia del libro, a la manera de un gran señor que hablaba con un consejero suyo. Y llamaban al señor conde Lucanor y al consejero, Patronio.
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Ejemplo i6: de lo que sucedió a un rey con su favorito
Sucedió una vez que el conde Lucanor estaba hablando en privado
con Patronio, su consejero, y le dijo:
—Patronio, me ocurrió que un gran hombre y muy honrado y muy
poderoso y que da a entender que es muy amigo mío me dijo, hace pocos días muy en privado, que por algunas cosas que le habían ocurrido
era su voluntad partir de esta tierra y no volver a ella de ninguna manera y que, por el amor y gran confianza que en mí tenía, que me quería
dejar toda su tierra, parte vendida y parte encomendada. Y ya que quiere esto, me parece una gran honra y gran beneficio para mí; dime y
aconséjame qué te parece este hecho.
—Señor conde Lucanor —dijo Patronio—, entienda que mi consejo no le hace a usted gran falta, pero como es su voluntad que yo le diga lo que entiendo de esto y que le aconseje sobre ello, voy a hacerlo.
Y en primer lugar, le digo que esto que aquel, que usted piensa que es
su amigo, le dijo no lo hizo sino para probarlo. Y parece que le pasó a
usted con él como le pasó a un rey con su favorito.
Y el conde Lucanor le rogó que le dijese cómo era eso.
—Señor —dijo Patronio—, había un rey que tenía un favorito en el
que confiaba mucho. Y como no puede ser que los hombres que alguna
buena ventura tienen algunos otros no les tengan envidia, por el favoritismo y la buena suerte que aquel favorito suyo tenía, otros favoritos de
aquel rey tenían una envidia muy grande de él y se ocupaban de buscarle el mal con el rey su señor. Y aunque muchos motivos le presentaron,
6
Otra versión de este cuento se halla en Barlaam y Josafat, novela griega en la que se adaptó al cristianismo la leyenda de Buda. Preexistían traducciones árabes y latinas.
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nunca pudieron lograr con el rey que le hiciese ningún mal, ni siquiera
que sospechara ni dudara de él en ningún servicio. Y como vieron que
de otra manera no podían lograr lo que querían, hicieron creer al rey
que aquel favorito suyo buscaba lograr que él muriese y que un hijo pequeño que el rey tenía quedase en su poder y que él fuera el apoderado
de sus tierras, que ya vería él la manera como muriese el muchacho y él
quedara señor de la tierra. Y aunque hasta entonces no habían podido
instalar ninguna duda al rey contra aquel favorito suyo, esto que le dijeron no lo pudo soportar el corazón sin que sintiese recelo de aquel,
porque en las cosas en que hay tan gran mal que no se pueden reparar
si se hacen, ningún hombre cuerdo debe esperar la prueba. Y en consecuencia, puesto que el rey fue empujado a esta duda y sospecha, estaba
con gran recelo; pero no se quiso mover en ninguna cosa contra su favorito hasta que, de eso, no supiese alguna verdad.
Y aquellos otros que buscaban el mal a aquel favorito suyo le dijeron una manera muy engañosa como podría probar que era verdad
aquello que ellos decían e instruyeron bien al rey sobre una manera engañosa, según adelante oirá usted, en que hablara a su favorito. Y el rey
tomó la decisión de hacerlo y lo hizo.
Y estando, al cabo de algunos días, el rey hablando con su favorito,
entre otras muchas cosas que hablaron, comenzó un poco a darle a entender que se desilusionaba mucho de la vida de este mundo y que le
parecía que todo era vanidad. Y entonces no le dijo más. Y después, al
cabo de algunos días, hablando otra vez con aquel favorito suyo, dándole a entender que sobre otra cuestión comenzaba aquella charla, tornó a decirle que cada día se satisfacía menos de la vida de este mundo y
de las cosas que en él veía. Esta opinión le dijo tantos días y tantas veces hasta que el favorito entendió que el rey no tenía ningún placer en
las honras de este mundo, ni en las riquezas, ni en ninguna cosa de los
bienes ni de los placeres que en este mundo había.
Y desde que el rey entendió que su favorito había caído bien en
aquella intención, le dijo un día que había pensado dejar el mundo e irse a desterrar a una tierra donde no fuese conocido y buscar algún lugar
extraño y muy apartado en que hiciese penitencia de sus pecados y que,
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de aquella manera, pensaba que le daría Dios el perdón y podría tener
la gracia por la que ganase la gloria del paraíso.
Y cuando el favorito del rey le oyó decir esto, se lo reprochó mucho
diciéndole muchas razones por las cuales no debía hacerlo. Y entre
otras le dijo que si hiciese esto: provocaría un gran descontento a Dios
al dejar tantas gentes como las que había en su reino, que él tenía bien
mantenidas en paz y en justicia y que era seguro que, luego de que él de
allí partiese, habría entre ellos muy gran bullicio y muy grandes contiendas, de lo que tomaría Dios muy gran descontento y la tierra muy
gran daño y aunque por todo esto no desistiese, que lo debía dejar por
la reina, su mujer, y por un hijo muy pequeñuelo que dejaba, que era
seguro que estarían en muy gran riesgo tanto de los cuerpos como de
las haciendas.
Y a esto, respondió el rey que, antes de que él impusiese de toda manera su voluntad de partir de aquella tierra, había pensado en la manera
en cómo dejaría recaudo en su tierra por que su mujer y su hijo fuesen
servidos y toda su tierra guardada, y que la manera era esta: que bien
sabía él que el rey lo había criado y le había hecho mucho bien y que él
lo encontraba siempre muy leal y que él le servía muy bien y muy honestamente y que él, por estas razones, confiaba en él más que en cualquier otro hombre del mundo, y que tenía por bien dejarle la mujer y
el hijo en su poder y entregarle y hacerlo apoderado en todas las fortalezas y lugares del reino, para que nadie pudiese hacer ninguna cosa
que fuera un perjuicio para su hijo y, si el rey volvía en algún tiempo,
que estaba seguro de que hallaría muy buen recaudo en todo lo que dejase en su poder y, si por casualidad muriese, que estaba seguro de que
serviría muy bien a la reina, su mujer y que criaría muy bien a su hijo y
que él tendría muy bien cuidado su reino hasta que fuese tiempo de
que su hijo lo pudiese muy bien gobernar y así, de esta manera, pensaba que dejaba en buen recaudo toda su hacienda.
Y cuando el favorito oyó decir al rey que quería dejar en su poder el
reino y el hijo, aunque no lo dio a entender, se le alegró mucho el corazón entendiendo que, pues, todo quedaba en su poder, que podría hacer en ello lo que quisiese.
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ÍNDICE
Literatura para una nueva escuela . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
Puertas de acceso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Zapping de historias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
¿Cuentos o novelas? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10
Exemplo, novela, tale . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Cuento y novela . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
El cuento enmarcado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
Edad Media y Renacimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
La obra: Cuentos Enmarcados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
Libro de los ejemplos del Conde Lucanor y de Patronio . . . . . . . . . . 31
Marco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33
Cuentos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37
Ejemplo I . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37
Ejemplo XIV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42
Ejemplo XIX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44
Ejemplo XXVII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47
El Decamerón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59
Marco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61
Cuentos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
Los tres anillos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .73
El impostor confundido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76
Los cuentos de Canterbury . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89
Marco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91
Cuento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109
Cuento de la Viuda de Bath . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109
04 cuarto
Ctos Enmarc
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16:37
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Cuarto de herramientas
Manos a la obra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119
Libro del conde Lucanor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121
La reflexión sobre la producción cultural . . . . . . . . . . . . . . . 121
Representaciones de la escritura y de la lectura . . . . . . . . . . 123
Argumentaciones que parecen explicaciones . . . . . . . . . . . . 124
El ejemplo I : De lo que aconteció a un rey . . . . . . . . . . . . 126
La repetición y la variación a través de los ejemplos . . . . . . . 128
El Decamerón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 132
La presencia del autor en su obra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 132
Representaciones de la lectura y de la escritura . . . . . . . . . . . 133
La importancia del marco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135
La virtud de la inteligencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137
Los cuentos de Canterbury . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 138
La importancia del marco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 138
Cuentos enmarcados integrados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 140
Nuestros propios cuentos enmarcados . . . . . . . . . . . . . . . . . 142
Cuarto de herramientas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145
Geografía literaria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 147
Peñafiel, Florencia y Canterbury . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 148
Biografía de Don Juan Manuel
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 150
Biografía de Giovanni Boccaccio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153
Biografía de Geoffrey Chaucer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155
De la Edad Media al Renacimiento en la pintura . . . . . . . . . 159
La evolución de la figura del autor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163
De la Edad Media al Renacimiento: lectores y escritores . . . . 165
El texto medieval de Don Juan Manuel . . . . . . . . . . . . . . . . . 168
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169
172
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