ACCIÓN DE GRACIAS A NUESTRA GENERALA MARÍA SANTA SEÑORA DE LOS REMEDIOS, Disipadora de las nubes fulminantes de la ira de Dios: Escrita por el Doctor. Don Agustín Pomposo Fernández de San Salvador. Cuando México regaba con fervorosas lágrimas el templo augusto de la Catedral en culto de María Santísima delante de su prodigiosa imagen de los Remedios pidiéndola el de los conflictos de la antigua España, una nube ominosa formaba pabellón sobre la ciudad, pareciendo cada momento iba a fulminar rayos sobre nuestras cabezas; más el viento condujo sobre la nube a la colina donde se halla el templo de aquella imagen lejos de la ciudad, y disparó sus rayos en la montaña y uno en el templo mismo, como que la madre intercesora de la Madre Virgen hubiese querido conseguir con esto dos fines: uno quitar los rayos de encima de los pecadores que habitamos en México, y otro quedarse con nosotros, no ya los días de la novena según la costumbre, sino por espacio de tres meses, para avisarnos otros males que nos amenazaban de cerca, y prepararnos a solicitar el remedio. Vio esta Madre amorosa que la fiera discordia con su hacha encendida iba ya atizando una hoguera que debía producirnos males inmensos: sabía la Señora, que aunque ninguno de nosotros lo presumía siquiera, ya entonces y aún antes en el pueblo de Dolores la herejía, preparaba la insurrección y reventaba por vomitar sobre la nueva España todas las calamidades de la guerra civil, más terrible que la que una joven nación sostiene contra otra: veía a Dios justa y soberanamente enojado, y levantando el brazo omnipotente para fulminar rayos de ira contra nosotros, y señaladamente contra las mujeres disolutas que presentaban los pechos desnudos, siendo como es cierto que tal moda siempre que se introdujo en algún país, atrajo sobre él, la venganza del cielo, como lo notó el cardenal Belluga en su obra contra los trajes disolutos. Acostumbrada por otra parte a su México nubes benéficas que fertilizan los campos, destierran las pestes y las hambres, sabía que la nube tremenda de la espantosa guerra vendría muy breve sobre Proyecto PAPIIT IN405909, Seminario de Independencia Nacional Instituto de Investigaciones Bibliográficas, UNAM. 1 nosotros, y para defendernos sugirió el pensamiento de nombrarla por la Generala, poniéndoles sus hijas las monjas la banda y el bastón de tal. ¿Quién nos dijera entonces que no concluiría el año de ochocientos diez sin que viésemos a esta divina imagen, plantar su real en medio de nosotros para dirigirnos en la guerra? Bien entendíamos que aquel rayo que causó la detención de la Remediadora, no fue por acaso, ni tampoco el pensamiento de armar la Generala; pero ni remotamente pensamos que los enemigos estaban ya en el seno de este país católico: temíamos que algún día pudieran venir por el mar algunas tropas sacrílegas, impías e inhumanas despachadas por Napoleón; y los que más presumían que este tendría ya entre nosotros algunos emisarios ocultos: ¿pero quién pudo imaginar lo que hoy no se puede dudar? Empezó a formarse la nube tempestuosa de la guerra de Dolores, fulminó los primeros rayos en septiembre, cuando nuestra Generala acababa de traernos un tan religioso, aguerrido, sabio en infatigable General cual hemos visto en nuestro Virrey; y engrosándose más y más por la hipocresía y el abuso de la ignorancia y sencillez de los rústicos y de los pobres indios, era ya una nube muy densa y caudalosa la que rodeó a México en los aciagos días últimos de octubre y primeros de noviembre: decididas las furias infernales a saqueara esta populosa capital, cuando más no pudieran, se acercaban con aquel orgullo que marcó en otro tiempo a Holofernes cuando sintió a Betulia; pero mientras los sacerdotes y las vírgenes en torno del cordero de Dios elevaban sus ruegos; mientras en esa santa casa de Ejercicios el buen padre del Evangelio de San Lucas, recogía tierna y amorosamente en sus brazos un crecido número de prodigios, que transformados por la gracia de monstruos del infierno en ovejas del Pastor divino, bañaron con lágrimas abundantes aquellos suelos; y mientras que los buenos redoblaban su grito al trono de la misericordia, y los malos también protestando la enmienda, y aún empezándola, parecía que la nube deforme iba a derramarse sobre nosotros: pero ¡ah que tenemos fe y confianza en nuestra Generala! Y no bien fue traída su imagen, cuando la alegría y la santa esperanza echaron lejos de Proyecto PAPIIT IN405909, Seminario de Independencia Nacional Instituto de Investigaciones Bibliográficas, UNAM. 2 nosotros aquella tristeza, aquella confusión y amargura que tenían sumergidos nuestros corazones en el más espantoso desconsuelo. Así fue que un solo y pequeño grupo de hombres milicianos que por la primera vez se hallaron en campaña propiamente tal, detuvo e impuso a un ejército de muchos miliares: así que esos pocos valientes, dignos de la estima de todos los hombres y de que sus nombres se grabaran en láminas de oro, hicieron en el monte de las cruces tanta carnicería en los enemigos, que aunque costó a muchos la vida, y a otros padecer heridas y contusiones, ellos solos frustraron el proyecto de los Holofernes, y ellos les obligaron a retirarse confundidos. ¿Y qué han visto las nubes de los malvados en San Gerónimo Aculco, sino sus derrotas, su disipación, y los frutos más pasmosos, propios solamente de la protección y buen tino de la invieta Generala de los ejércitos católicos? ¡Ojalá y estas lecciones abran sus ojos para que acaben de conocer que no se insulta impunemente a la siempre Virgen María! ¡Ojalá y desengañados todos los infelices ignorantes a quienes han seducido o forzado para formar sus huestes les abandonen y conozcan que les quieren quitar los tesoros de la religión, de la paz, de la felicidad y la lealtad, y con ellos sus mujeres, sus hijos y sus bienes para hacerles herejes y sumergibles en la espantosa hoguera del infierno! ¡Ojalá y reflexionen cuánto mal han hecho! ¡Cuánta sangre y cuántas lágrimas inocentes, así como la sangre de Abel, claman contra ellos al cielo y exigen su venganza! Pero ya se arrepientan y desistan, o ya insistan en su loco proyecto, insistencia que creemos de mil campeones de nuestra parte, y veinte mil por lo menos los contrarios en las cruces, viendo estos que los que quedaron de los pocos nuestros se retiraban por haberles faltado la pólvora, ¿Quién no mira, pregunto, que no había cosa más fácil que acabar aquellos a estos sin dejar uno solo? Pero en vez de esto ¿Qué ha sucedió? Que espantados los muchos miles de la carnicería y mortandad que padecieron, desalojaron el puesto, huyeron y se abatió la soberbia con que se habían decidido a ocupar a México el día primero de noviembre: ¿Cómo es esto, sino porque la Generala invicta, la fuerte María Madre y Virgen después del parto, les disipó como a una nube que sólo podía fulminar sus rayos y Proyecto PAPIIT IN405909, Seminario de Independencia Nacional Instituto de Investigaciones Bibliográficas, UNAM. 3 descargar su multitud sobre nosotros mientras la ira de Dios no se aplacara: Desenójale , o al menos templó su justo enojo esta Madre de pecadores, y superior a Judith, hizo huir a los sacrílegos Holofernes, y juntamente hizo que muchos de los engañados abrieran los ojos, y se les hayan separado: a la hora misma que entraba en México la insigne Generala, se retiraron en el monte de las Cruces los enemigos. ¿Dónde pues, hallaremos corazones bastantes para rendirte gracias, Generalísima Remediadora nuestra? ¿Quién surtirá a nuestros ojos mares de lágrimas inflamadas por el agradecimiento para que las derramen delante de tu imagen sagrada? ¿Y cómo dudaremos que acabarás de aniquilar esa nube Napoleónica, sí verdaderamente reconocidos a tu benéfica protección, mudamos nuestros corazones de pecadores en penitentes? Si, ¡Dulce Señora! No podemos dudar que México cual otra Nínive iba a ser destruida, y acaso aún se halla en peligro de serlo, y que sí queremos evitarlo, debemos como los ninivitas preocupar el semblante airado de dios con la reforma entera de nuestra vida: Bendita seas porque nos has conseguido la espera, quizá quizá de otros cuarenta días, como los que se concedieron a los ninivitas: bendita seas porque nos conservas, aunque la fe arraigada en nuestros corazones, y por tu protección podemos aún decir a tu Hijo adorable: tienes razón, señor, te sobra, pero somos pecadores, no herejes; no te hemos negado, y azorados a la vista de tu ira, no hemos dejado de confiar en el patrocinio y el poder de tu Madre Virgen: no la hemos negado esta cualidad singular y propia de ella sola: la amamos, la bendecimos, la tributamos efusiones tiernas y acciones de gracias, y teniéndola por Generala de nuestros ejércitos, confiamos que desarmará enteramente el brazo de tu enojo, y disipará los enemigos que hayan quedado como un rápido viento disipa el humo. 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