BALTASAR ISAZA CALDERON De la Academia Panameña de la Lengua, Correspondiente de la Real Academia Española Catedrático de la Universidad de Panamá ESTUDIOS LITERARIO Ediciones CULTURAL PANAMEÑA Imprenta LA ACADEMIA Panamá 1967 Noticia sobre el autor Panameño de origen, el autor de este libro hizo estudios superiores en la Universidad de Madrid, en cuya Facultad de Filosofía y Letras obtuvo el doctorado (1934), con nota de sobresaliente y Premio Extraordinario, Fundada la Universidad de Panamá en 1935, se le llamó poco después al ejercicio de la cátedra en materias de filología española, y desde entonces dedica la mayor parte de su actividad a las tareas docentes . Discípulo de Menéndez Pidal, de Américo Castro, Navarro Tomás y Pedro salinas, cuando funcionaba en Madrid el Centro de Estudios Históricos (19281934), aprendió en aquella reputada escuela de trabajo intelectual el gusto por la investigación seria y documentada, cuidadosa en el acopio de materiales pero cauta, metódica y pulcra en la exposición ; más preocupada del enfoque analítico, comprensivo v esclarecedor, que de la erudición farragosa e indigesta . Fruto de las búsquedas realizadas entonces es su libro El Retorno a la Naturaleza, publicado por la Editorial Aguilar (Madrid, 1934), que en una in_ traducción al estudio del tema en la literatura española, abarcado en las distintas tendencias bajo las cuales se ofrece desde la Edad Media, y en los amplios desarrollos obtenidos durante la época renacentista . El libro fue acogido con interés en el círculo de estudiosos de la literatura española, así en la peninsula como en otras partes, y ha sido citado y comentado favorablemente por diferentes autores . Agotada va la primera edición, está solicitando una segunda, (Pasa a la otra solapa) En la portada Don Quijote y Sancho Panza, en la admirable ilustración del artista español José del Castillo, que figura en la monumental edición del Quijote publicada en 1780 por la Real Academia Española . Estudios Literarios BALTASAR ISAZA CALDERON De la Academia Panameña de la Lengua, Correspondiente de la Real Academia Española Catedrático de la Universidad de Panamá ESTUDIOS LITERARIOS Ediciones CULTURAL PANAMEÑA Imprenta LA ACADEMIA Panamá 1957 DON FRANCISCO DE QUEVEDO Y VILLEGAS (1580-1645) Este ensayo sobre la personalidad de don Francisco de Quevedo, fue leído en parte por el autor en la Velada conmemorar£- . va del tercer centenario del fallecimiento del insigne literato españolcebrdnAulaMáxima (le la Universidad de Panamá. I ESCORZO BIOGRAFICO Más no fuera yo español si no buscara peligros, despreciándolos antes para vencerlos después. (QUEVEDO, España Defendida) La vida de don Francisco de Quevedo, que se extiende desde la penúltima década del siglo XVI hasta casi mediada la centuria siguiente, tiene un paralelismo dramático con las primeras fases del proceso histórico en que la monarquía española, antes pujante y respetada, cede su puesto de preponderancia a otros poderes que aguardaban con impaciencia el momento de surgir como primeros, actores en la historia europea . No tuvo nuestro escritor una infancia plácida . Huérfano desde muy tierna edad, por la muerte de su padre, careció del apoyo decisivo de la autoridad paternal, si bien doña María de Santibáñez, mujer de singulares prendas, que abandonó la vida cuando ya su hijo contaba unos veinte años, pudo proporcionarle, siendo, como era, dama de la corte, algunos valimientos que permitieron al mozo moverse con desembarazo en el ámbito cortesano. -5- Mostró Quevedo despejada inteligencia y singular capacidad de asimilación desde muy niño . En la Universidad de Alcalá estudió con gran facilidad los primeros cursos, y cuando apenas tenía cum.AepfnlaiTdosgí,qucbremiaónd-locsgrtpafeild sungeio no quiso limitarse a una sola disciplina, e hico incursiones en la filo ivadsteocrflhmíá,n pgusaltinme,dcrgyhsbuiaó,ágfrncesa en todas las cuales adquirió fama de entendido . Mantuvo EqsecutnopiralñL,íymd cuesatigobrhmnuycelgbarJdsn quien, cuando Quevedo escasamente cuenta cribe, movido de un alto aprecio intelectual veinticinco hacia el', joven años, le es escritor incitándole a emprender la defensa de Homero, y estampa, para honra insigne de su amigo hispano, este subidísimo elogio : Nam amo et, et: hic animo interiori indui, o magnum decus Hispanorum. (t) Pues te admiro, y aquí en lo íntimo del alma te introduje, ¡oh gloria suprema de los españoles! Su primer biógrafo, don Pablo Antonio de Tarsia, expresa en los siguientes términos la entrega casi total de nuestro escrito' a las tareas intelectuales: "Estaba siempre ocupado, ya estudiando, ya comunicando sus estudios con ostentación de la viveza y prontitud de su ingenio, y nunca menos solo que cuando solo . Andando por las calles en su coche, acostumbraba llevar consigo papel y tinta, pa ra apuntar lo que podía ofrecerle su continuada aplicación, que solía traerle en el interior tan elevado, que, encontrando algún ;tlniaeogmsírcupb Fyxatnecoris flta,sinobrde d-atención a cosas más altas" . (2) Era tan versado en letras como diestro en las armas . Tal grado (1) Epistolario de Quevedo, en Obras Completas, M . Aguilar, Editor . Madrid, 7932 . Obras- en prosa, pág . 1363-a . La frase O magnum decís Hispanorum está escrita en lengua griega en el original . 12) Edic . Aguilar, Obras en verso, pág . 731-h . de habilidad alcanzó en el manejo de la espada que hubo de vencer en cierta ocasión al afamado maestro de esgrima don Luis Pachece de Narváez, a consecuencia de lo cual este último, herido además por las burlas quevedescas, cobró gran aversión hacia s u contender, bien demostrada más tarde en el escritorio difamatorio intitulado Tribunal de la justa venganza . En la mayoría de los manuales de historia literaria se hace depender el primer viaje a Italia de nuestro escritor, de cierto lance caballeresco en el cual don Francisco dio muerte, según versión largamente t.dailLfeusnprc,bomdvearuins tgdoeprminschatl especie, que impugna resueltamente, sobre todo, don Luis Astrana Marín, editor moderno del polígrafo madrileño . (3) Su marcha a Italia se explica mas bien, gracias a sus vinculaciones con don Pedro Girón, Duque de Osuna, figura prócer de la política española de la época, quien, nombrado como Virrey de Sicilia (1610) por Felipe III, probablemente quiso disponer de un excelente colaborador en la persona de Quevedo, cuyas dotes de sag .sacideOyupntrosmaeihlnb colasdifíempr Quevedo fue un capacitado y leal servidor de Osuna, el cual le encomendó misiones delicadísimas,eotnraseldg nfavor d- sus proyectos políticos la voluntad de la corona española, como enviado especial de! Virrey ante el monarca . La corte hispana estaba minada por toda clase de intrigas y ambiciones . Osuna, convencido, ante el infructuoso resultado de sus primeras gestiones, de la necesidad de abrir camino tranco a sus planes mediante el recurso poco honorable de las dádivas, hubo de enviar crecidas sumas y joyas a su emisario, quien luego le escribe : "Yo recibí la letra de los treinta mil ducados de onze rea les, y la hize acetar luego, y como al descuido, he hecho sabidoresdelaichtr odslquentid samnerd escribir . Andase tras mi media corte, y no hay hombre que no me haga mil ofrecimientos en el servicio de vuecelencia ; que (3) );die. Aguilar, Obras en verso, pág . 781-b . aquí !os mas hombres se han vuelto putas, que nos las alcanza quien no da . . . Y aseguro a vuecelencia que en lugar de alargarme, me he arrugado con el dicho dinero, tamo pergamino al los tengo con esperanzas ; hágoles gestos de dá difuego. va, hablo palabras con bar iga, Apreñadas todos (4)." Estos rasgos enérgicos, mordaces, del estilo quevedesco, tienen la virtud de presentarnos, en rápido escorzo, un panorama escalofriante de la honda descomposición política que minaba hasta la entraña a la España de entonces, que ya no contaba con voluntades recias ni con hombres de gobierno capaces de mantenerla en plenitud de Poder y de grandeza . El Duque de Osuna fue promovido (1616) al gobierno del reino de Nápoles, y Quevedo continuó prestándole valiosa colaboración, a tal punto que su parecer sobre todas las cuestiones importantes era requerido en primer término . Osuna, temperamento impulsivo y baimcos,unqedmyacroespñlim,rcsab uldo un hombre como don Francisco, de aguda penetración y de frío razonamiento, que le sirviese de consejero, cuando no de agente confi .dencialmsoquepidranmysñldcopetnia La política de Osuna en Italia sufre un grave trastorno car la llamada Conjuración de Venecia (1618), urdida, según las versio nesmáautorizd,pcmroetsunbyperdl,o mismo que a otros significados españoles que desempeñaban altos cargos en Italia . No se ha comprobado con seguridad si Quevedo participó en aquellos intrincados manejos políticos . Es lo cierto, sin embargo, que sus posteriores andanzas en España, para salvar el crédito de su protector, fracasaron totalmente de suerte que, caído el Duque, don Francisco hubo de acompañarlo en su adversa fortuna, pues se le decretó prisión en la Torre de Juan Abad . Con la muerte de Felipe III (1621), que trae consigo la instan, ración de una nueva política, presidida por el Conde-Duque de Oliv•ycpeolanrsdió,Quv betronspad, ( 4 ) Edic . Aguilar, Obras en prosa, pág. 1373 . -8- consigue volver a la corte, ejercitando de eldobrcuseaojrdnust belafigurdmnstoaeriy halagar, bio, al que ahora disfrutaba el favor real. en cam- No era Quevedo, sin embargo, un adulador de profesión . Por encima de esa táctica de conveniencia exclusivamente personal, que busca tras el halago el provecho, y que usó al advenimiento de] Conde-Duque, sin duda para conjurar el ostracismo a que le había condenado el régimen precedente, estuvo siempre su amor entrañable a España . Y lo prueba cumplidamente la actitud de crítica severa y valiente que adoptó cuando sus ilusiones respecto a la virtud regen .enrahdo lsgbiñndeOvarstocn Hasta la mesa del propio Felipe IV y al amparo de la servilleta regia llegó (1639) un memorial de tono sombrío, causante de su encierro Durante cuatro años en un calabozo inmundo, situado en la proximidad de un río, del cual salió, -tras el derrocamiento del Conde-Dun .que,gravmntfeoycasidmnohcaelspuro Es conmovedora la carta que el ilustre cuanto infortunado preso dirige al Conde-Duque, cuando estaban por cumplirse dos años de su rudo cautiverio, y que no alteró en forma alguna la cruel venganza del favorito : "Fui traído en el rigor del invierno, sin capa y sin una camisa, de sesenta y un año, a este convento real de San Marcos de León, donde he estado todo este tiempo en rigurosísima pri sión, enfermo con tres heridas, que con los fríos y la vecindad de un río que tengo a la cabecera, se me han cancerado, y por falta de cirujano, no sin piedad me las han visto cauterizar con mis manos ; tan pobre, que de limosna me han abrigado, y entretenido la vida . El horror de mis trabajos ha espantado a todos" . . . . . . ... . . .. .. . . . . . . . . . . . .. . . . .. . ... . . . . . . . . . . . . 'Tos que me ven no me juzguen preso, sino con sumo rigor justiciado ; por esto no espero la muerte, antes la trato :prolijdasuyeoqvi sepul ; no me falta para muerto sino la tura, por ser el descanso de los difuntos" . ( 5 ) (5) Edic. Aguilar, Obras en prosa, pág . 1581 . -9 - Cuando Quevedo, "ciego del ojo izquierdo, tullido y cancerado" (6), y luego de haber escrito, tras la caída del Cande-Duque (enero 1643), dos cartas a Felipe IV, en solicitud de gracia, consiguió que se ablandara ánimo del monarca (junio, 1643), estaba tan arruinado físicamente que sólo pudo resistir durante dos años más, los indos padecimientos contraídos mi la cárcel . 0 8 de septiembre de 1645 las campanas conventuales de San to Domingo de Villanueva doblaban por el alisa de quien, en tiem avpñeoisn,tmhcbíur otaspe únlo m erecido del eminente Justo Lipsio la envidiable consagración de magnus d ecus Hispanorus : "gloriasupremadelosepañoles'" 11 CONCECPCION DE LA VIDA Cuando Quevedo viene a' mundo (15L(1), los sueños de grandeza española corren parejos con las últimas décadas d el lipe II . cuyo ideal de imperar en un orbe católico, libre de herejías, reinado de Fe iba sufriendo progresivas e inevitables reducciones . La atmósfera espiritual de España está perturbada por la se vera represión que trae consigo fa Contra-Reforma, la cual en el mo narca español halló su más fuerte y combativo paladín . Las tintas del telon de fondo que bordea el escenario donde habrá de moverse el futuro escritor son, pues, un tanto sombrías . Nada queda ya del Renacimiento plácido, eufórico, de los primeros tiempos del siglo XVI . que invitaba a vivir en perpetuo derroche de entusiasmo y goce de la existencia Quevedo surge a la vida en ambiente viciado por la depresión espiritual, las persecusiones inquisitoriales, la .extrmadpnuiel erario co, que obligaba a tomar para el Estado los dineros par ticulares venidos de ultramar, con las consiguientes protestas y re públi pa;dsrle,nitomcvugjrbandteszycoAigómp,senxtlarocuqdvimlenatrosc el desastre de la Armada Invencible . (6) Edic. Aguilar, ob ras en prosa, Segunda Carta al Conde-Duque, pág. 1583 . Todos esos factores negativos debieron influir poderosamente en la formación espiritual de Quevedo, quien, por otra parte, no traía como legado natural, que contrarrestara ese ambiente adverso, un temperamento propicio a los transportes del optimismo . Por el con tra io, su inclinación personal e l eva situarse n plano de constante disconformidad, a juzgar hombres y cosas por su aspecto menos favorable ; sin librarse a sí mismo, por lo demás, de esta de .dsolrapectiv Posiblemente contribuyó a formar las aristas agrias de su car .á,cteornmlaifvdsutepranciofdad ;y también los defectos físicos que le impedían mostrar en la corte una figura gallarda, a tono con aquel medio social de refinada galantería y de lujosa ostentación . Su biógrafo Tarsia, muy devoto de su persona, le describe en los siguientes términos : "Fue don Francisco de mediana estatura, pelo negro y algo encrespado ; la frente grande, sus ojos muy vivos ; pero tan corto de vista, que llevaba continuamente antojos ; la nariz y demás miembros-, proporcionados ; y de medio cuerpo arriba fue bien hecho, aunque cojo y lisiado de entrambos pies, que los tenía torcidos hacia dentro ; algo abultado, sin que le afease ; muy r;bileyanoctdmsápñialedquosrfnócmelbaporindc de buen temperamento y virtuosa inclinación ;de manera que de su ánimo en piedad y letras excelente no se podía decir lo que a un filósofo mal encarado dijo un astrólogo : Taus animus ma(7)Tlueáhnibotv! malpsd)" En el retrato anterior destaca, en mengua de nuestro escritor, el grave impedimento de ser "cojo y lisiado de entrambos pies", que de bió sobrellevar con permanente disgusto . Nota saliente de su fisonomía son los "antojos" con armadura apropiada para sostenerse en la nariz que desde entonces -y acaso porque el usarlos varón tan conspicuo, agradando a la gente, se convirtió pronto en moda- reciben el nom bre de "quevedos" . Tarsia no acierta, en cambio, en su conclusión sobre "e! buen temperamento y virtuosa inclinación" de don Francisco, derivándolos de sus prendas físicas . Aunque precisa poco después el sentí(7) Edic. Aguilar, Tomo de Obras en Verso, pág . 801 . do particular que pretende asignar a tal expresión, añadiendo que supo reportar sus liviandades juveniles con la devoción al estudio y los ejercicios virtuosos, de modo "que nunca se desmandó a cosa que oliese a escándalo" . Quevedo no guarda recuerdos gratos de su infancia ni parece mostrar gran apego a la vida . En 1608 escribió un romance de acentos amargos, a través cle los cuales se trasluce una sensibilidad enferma, que desvalora los bienes humanos y se confiesa en total abandono de ilusiones y esperanzas . Comienza por renegar de su nacimiento y luego acumula sobre su existencia una lúgubre enumeraci :óndelosmayiersqula prej Parióme adrede mi madre, ¡ojalá no me pariera! .. . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . Murieron luego mis padres ; Dios en el cielo los tenga, porque no vuelvan acá, y a engendrar más hijos vuelvan . Tal ventera desde entonces me dejaron los planetas . que puede servir de tinta según ha sido de negra . No hay camino que no yerre, ni juego donde no pierda, ni amigo que no me engañe ni enemigo que no tenga (e) La lectura del romance deja una impresión sombría acerca del temperamento de nuestro autor . Hombre de humores agrios, aque jado de una integral desesperación frente a la vida . Cuando lo compusonteíaivnochañsyingudelascmi que después le sobrevinieron le había mostrado aún su rostro tormentoso . Hay que pensar, por lo tanto, en un pesimismo temperamental, que gravitaba en el fondo de su ser, predisponiéndose a lanzar una mirada torva hacia el mundo circundante, sin atenuaciones ni alternati vas de benevolencia . (8) )Joie, Aguilar, Obras en verso, pág . 272 . De aquí surgen, sin dura, su propensión hacia la sátira mor sdueazytilocr í,sagdoejtivs lacerantes, de poderosa energía, que suenan como latigazos en el rostro de sus víctimas . Quevedo llegó a convertirse en hombre temible por la causticidad de su pluma, que amo respetaba estados ni condi .vceirosna, gudbaerp nlosetragcudosla u obra, con todo, amo es toda ella sátira emponzoñada o viru lenta . En esto reside, precisamente, la radical contradicción de este hombre extraordinario, que se entrega con religioso fervor a componer un tratado de moral, de teología o de vida c ristiana . a l igual que, en plano completamente opuesto, esgrime con ferocidad el arma terrible de la diatriba sin misericordia ni escrúpulos . Si no es que, deslizándose hacia fondos más bajos, escarba con pestilente realismo en lo más ingrato de la humana podredumbre para ofrecer un cuadro repulsivo . En Quevedo alternan, con bastante frecuencia, el humanista y tratadista eminente junto al cínico estercolero . ¿De dónde arranca esta dualidad , este entrecruzamiento de dos personas colocadas en tan radical antagonismo? Hay en nuestro escritor una poderosa inteligencia que se ejercita desde muy joven en complicados ejercicios teológicos . Recordemos que su primer gra doelaUnivrsdeAlcaá,obtnidlsquceaño,fld Teología ; disciplina que a fuerza de cristiano, prosiguióctiuvlando en los años venideros n.isEtra,qpuoecí rfnexitóaomdslhuengacási no también !as semánticas y las europeas más importantes de su tiempo . Los escritores antiguos nunca le negaron sus secretos y pudo abrev .guaerzconltdsmanile Con tan excelente versación en lenguas antiguas y modernas, es fácil pensar que la española en sus manos fue, instrumento de fácil manejo al par que inagotable repertorio de voces y giros que, respondíac doila sulamientocrad .Porelsun d e los autores españoles de, mayor riqueza en el léxico y de más abundante caudal en el estilo . Mas, como ya sabemos también, es un hombre desceandrado, tet rico,quedsñalvoredaxistncyovailenhudr su estilete hasta lo más hondo, aunque resulten al descubierto las entrañas sangrantes. Por este plano (le descenso, de negación absoluta, Quevedo se hundirá, según veremos, en el mundo de la picaresca . 111 DOLOR DE ESPAÑA Dulce et decorum est pro patria mari Dulce y honroso es morir por la patria . Hay un elemento positivo, de singular relieve, en el fondo mí mico de Quevelo, que explica muchos de sus desplantes y dignifica no pocas de sus actuaciones . El satírico amargado que lleva dentro reacciona con violencia ante las debilidades de sus compatriotas, cuando advierte que tienen puestos los ojos, atalayas dignación patriótica no tiene entonces límites, y sarcasmos . de apetitos dese .Snfreados,lbienqusocmealspñou in- estalla en terribles Había en nuestro escritor una profunda preocupación por los males de la patria . Pensaba con dolor que ellos derivaban en gran parte de la codicia insaciable de sus dirigentes y de las personas que les rodeaban con más estrecha vinculación a las tareas de gobierno . En la carta al Duque de Osuna ya citada, escrita el 16 de diciembre de 1615, pinta con desprecio a toda aquella casta de hombres dispuestos a vender favores oficiales a quien mejor les pagase . (v) Tiene el escritor madrileño un patriotismo dolido, exacerbado por los infortunios internos y los reveses exteriores, cuando no por ataques injustos que España recibe de extranjeros predispuestos contra ella . Su plana no permanece en sosiego cuando considera ultrajado el buen nombre de su patria, pues ya desde entonces asoma en sus previsiones (le español pundonoroso la certera de, que se está ecio formando en Europa una atmósfera nociva, de incomprensión y menospr (9) Con ocasión del proceso incoado contra los Duques de Osuna y de Uceda (1621), ex-Virrey el primero en Nápoles y ex-ministro de Felipe 111 el segundo, fue requerido don Francisco para rendir declaración acerca de las personas comprometidas en el ofrecimiento cimiento de dinero, y en ella puntualiza los nombres . Véase la transcripción del texto de la misma en la edición citada de las Obras en prosa de Quevedo, por M . Aguilar, pág . 1373 . -14- menosprecio hacia la península . Su España Defendida gato nacido de esta esencial preocupación : (1.609) es un ale "Cansado de ver el sufrimiento de España, con que ha dejado pasar sin castigo tantas calumnias de extranjeros, quizás despreciándolas generosamente, y viendo que desvergonzados jnuzegsatroqlmi, ueprdonams t concedemos convencidos y mudos, me he atrevido a responder por mi patria y por mis tiempos : cosa en que la verdad tiene hecho tanto, que sólo se me deberá la osadía de quererme mostrar más celoso de sus grandezas, siendo el de menos fuerzas enentre los que pudieran hacerlo" (t0) En esta justificación de su escrito hay tres afirmaciones importantes : que los ataques extranjeros son calumnias, y por lo tanto totalmente infundados e injustos ; que el no responder a tales desafueros es inconveniente a todas luces, porque el silencio podría ;ycionpmterúlfas,óqudectilpa personal al contestar puede atribuirse a celo excesivo . mas, en todo caso, egitimado en !a justicia del propósito. Se advierte pues, que nuestro autor tiene puesta una atención extremada en cuanto se, roza con la dignidad . española . En esto no admitía que nadie se le adelantase, y tampoco podía callar, por supuesto, las lacras observadas en el trato diario con las cosas de l a peninsula, pues su sentido de la rectitud le incitaba a denunciar tos abusos donde quiera que se presentaran . En su austera conciencia de patriota tanto mal causaban a su tierra los malquerientes de fuera como los viciosos de adentro, por lo cual era precisodarlbt entrambas partes . Mas en ocasiones adopta un tono fatalista, compungido, al comprender que el mal, por muy extendido y arraiga do, no tiene ya remedio . En estos términos acongojados se dirige a su gran amigo Justo Lipsio (1604) : Quid de me a Hispania non querula voce referam? Vos belli preede estis . N os otii, te ignorantiae, Ibi miles noster, opesque consumuntur. Hic nos consumuntur . Hic (10) (11) Edic. Aguilar, Obras en prosa, pág . 273 . Edic. Aguilar, Obras en prosa, pág . 1361-b . - 15 - Acerca de mi España ¿qué contaré a no ser con voz doliente? Vosotros sois presa de la guerra . Nosotros, de la ociosidad y de la ignorancia . Allá nuestro soldado y nuestros haberes se consumen . Aquí nos consumimos nosotros . . . Conviene recalcar esta idea de que España, en concepto de Quevedo, sufre una crisis tan profunda que no puede escapar a su fatal desintegración . Este pensamiento parece obsesionarle y está en in . tima relación con los productos más densos y peculiares de su arte literario . Su lenguaje, al surgir este tema, se carga de vocablos ne gadores,qutcnlaobseiódnqulameto,dpériae los valores vitales y de las razones que hacen apetecible le vida . El autor reitera una y otra vez esta especie, y sólo muy contadas veces, como podrá verse en seguida, adopta una postura más lisonjera . Cuando llegó al poder el Conde-Duque de Olivares (1621), en el ánimo de Quevedo parece surgir la esperanza (le un cambio benéfico en la dirección de la política española, basado en el criterio favorable que le merecía el personaje recientemente encumbrado . Era tan grande su decepción sobre el régimen fenecido que acaso pensó, de buena fe, en rectificaciones de fondo vinculadas a la mudanza . Aunque tampoco debe desconocerse, como causal de su buena disposición hacia Olivares, el no oculto anhelo de sacudirse el destierro a que le había compelido el gobierno anterior ; y por de contado, el deseo de asegurarse nuevamente el valimiento perdido . En una de sus epístolas más conocidas y celebradas, escrita en 1624, se dirige al Conde-Duque con los siguientes optimistas apóstrofes : Que la cortés estrella que os inclina a privar, sin intento y sin venganza (12) milagro que a la invidia desatina, tiene por sola bienaventuranza el reconocimiento temeroso, no presumida y ciega confianza . (12) Alude a un juicio que expresó en escrito anterior -Grandes anales de quince días (1121)- acerca del Conde-Duque, atribuyéndole poca ambición de llegar al poder : "y para ver cuanto talento sobraba al conde de Olivares, no es menester más de ver el conocimiento con que le dejó pasar ; que quien sabe despreciar el poder, es el benemérito ; y el que le codicia, es el temerario ; y en el uno es gloria la que deja, y en cl otro peligro lo que tiene" . Vid . Edic . Aguilar, Obras en prosa, pág . 475-a . -- 1 6 - Pues os dió el ascendiente generoso escudos, de armas y blasones llenos, y por timbre el martirio glorioso, (13) mejores son por vos los que eran buenos Guzmanes, y la cumbre desdeñosa os muestra a su pesar campos serenos (14) La epístola que nos ocupa tiene un valor circunstancial, de obediencia a un propósito de halago político, en la parte transcrita, que remata la composición . Se inicia, en cambio, con muy otros arranques, que cuadran mucho mejor en la manera artística de Quevedo por au entonación rotunda y su arrogante sinceridad : No he de callar, por más que con el dedo, ya tocando la boca, ya la frente, me representes o silencio o miedo (15) ¿No ha de haber un espíritu valiente? ¿ Siempre se ha de sentir lo que se dice? ¿Nunca se ha de decir lo que se siente? habrá quien los pecados autorice, y el púlpito o la cátedra comprados harán que la lisonja se eternice? Y, bien introducidos los pecados, ¿verán a la verdad sin voz, desnuda, y al interés echándole candados? Pues sepa quien lo niega, y quien lo duda, ( 1 i) Se refiere al martirio del hijo de Guzmán el Bueno, ascendiente medieval del Conde-Duque de Olivares, con ocasión del sitio de Tarifa, cuya defensa le había encomendado el rey Sancho IV el Bravo (1292) . Guzmán el Bueno, que custodiaba la plaza, prefirió soportar el dolor de] asesinato de su hijo, que estaba en manos de los atacantes, a entregar la plaza . Se cuenta que Guzmán arrojó desde la muralla su propio cuchillo, dirigiendo a sus enemigos las siguientes palabras : "Si en el campo no hay acero, ahí va el mío ; que antes os diera cinco hijos, el los tuviera, que una villa que tengo Por el rey" . (14) Edic . Aguilar, Obras en verso, pág . 137-b . (i5) Este verso aparece, con la variantes "silencio avises o amenaces miedo", recogida en algunas ediciones . El texto reproducido en este trabajo corresponde a la edición de Aguilar, Madrid, 1932, Obras en verso, pág . 136, preparada por Luis Astrana Marín, quien, a su vez, en nota, explica : "(1) Copia de] amanuense de Quevedo . Ms, inédito en poder de mi amigo D . Luis Valdés . Es el texto primitivo de tan célebre composición, sin retoques ni injerencias extrañas" . -17- que es lengua la verdad de Dios severo, y la lengua de Dios nunca fue muda . Sigue luego una pintura inspirada, con grandes aciertos artísticos, de las costumbres de los españoles del tiempo, contrastadas con las existentes en el pasado, que eran, en opinión del autor, muy susuperiores, parque representaban un sentido cabal de moderación y honesta pobreza, tan distantes de la ostentación y codicia observa das en los días presentes . Aparte de que hombres y féminas supieron cumplir siempre con sus respectivos deberes, dentro de una aus tera concepción de la vida . E! dinero, las modas exóticas, el abandolnaosdeivtrbj,fáclaensid mujres, trocaron las virtudes de antaño en lamentable relajación . Se perciben algunas influencias de autores latinos en el texto de la epístola, aun cuando Quevedo supo desempeñarse en ella con muy robusta inspiración y sin perder la clásica elegancia del estilo . Puede añadirse que no se trata de una sátira virulenta, de sabor amargo, sino de un hermoso poema de contrastes que, desde luego, no renuncia a la crítica, mas la ejercita en un plano de nobleza literaria en el cual la belleza triunfa sobre la indignación . Ello ocurre posiblemente porque el propio autor se había con cediounatrgespzadconlveimtodlgbern Olivares, de suerte que su escalpelo no cala de manera directa sobre una situación concreta, de esas que, a modo de tumores sociales graves, hacían estallar la cólera del satírico en acentos de cáustica protesta . Empero, el curso de los acontecimientos habría de mostrarle, en cosa de algunos años, que anduvo equivocado en sus previsiones . Los anhelos del patriota, que no es justo confundir, en el caso de Quevedo, con vulgares afanes de medro, no encontraron suelo firme en la política del Conde-Duque, cuyas capacidades de estadista no justificaban, en verdad, el general contento con que fue acogido su ascenso al poder . Nuestro escritor, por supuesto, hubo de rectificar radica mente su punto de vista inicial respecto al valido, sin sospechar acaso que la ruda franqueza de sus palabras habría de conducirle a un tristísimo calvario . Quevedo sucumbió, no hay duda, como víctima de su exacerbado patriotismo, de su entrañable amor a España e.nPuoramst , circunstancia dada, más español que el propio rey y su omnipotente favorito, éstos, más celosos de su autoridad que sensibles a los males de la patria, encarcelaron en forma despiadada al hombre que tuv o el xtrao dinario valor civ l de contados en l célebr me orial de 1639 dirigido a Felipe IV, las angustias y miserias del pueblo tmldaeoiñsrhpnu,ícgvestirna bdlOvesa,comndprta capitanes . Ahora sí el estilo de Quevedo adopta esa cáustica fiereza de los vocablos convenidos en azotes restallantes, de eficacia corrosiva, que dejaban en el rostro de la víctima las marcas delatoras de su fuerza punitiva . El formidable satírico, rebosante de dolor patriótico, no para en consecuencias, no mira hacia las encumbradas testas, pre re avlinbedcosrufpavlngtio,squeapnt de todo el desconcierto, más atento a la salud general que a los inmin;entsrigopnales A cien reyes juntos nunca ha tributado España las sumas que a vuestro reinado . Y el pueblo doliente llega a recelar no le echen gabela sobre el respirar . ... .. .. .. . .. .. ... .. .. .... ........ . ....... Familias sin pan y viudas sin tocas esperan hambrientas, y mudas sus bocas . . . . . .. . . . . Un ministro en paz, se come de gajes más que en guerra pueden gastar diez linajes . ,, El vulgo es sin rienda ladrón homicida ; burla del castigo ; da coz a la vida.. "¿Qué importa mil horcas (dice alguna vez) si es muerte más fiera hambre y desnudez?" Los ricos repiten por mayores modos : "Ya todo se acaba, pues hurtemos todos" . Perpetuos se venden oficios, gobiernos, que es dar a los pueblos verdugos eternos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . Ni es bien que en mil piezas la púrpura sobre, si todo so tiñe con sangre del pobre. Ni en provecho os entran, ni son agradables grandezas que lloran tantos miserables . ¿Qué honor, qué edificios, qué fiesta, qué sala, como un reino alegre que os cante la gala? Más adorna a un rey su pueblo abundante que vestirse al tope de fino diamante . Si el rey es cabeza del reino, mal pudo lucir la cabeza de un cuerpo desnudo (16) . Los fragmentos transcritos evidencian la extraordinaria potencia del ataque contra la corona, la cual debió sentirse tambaleante sobr peoslarindxpeysaqmu,tnorgOldivesacfnoprdóiytasem mantenerle ajeno a los negocios públicos, había contraído la grave responsabilidad de sumir a su pueblo en tan grande miseria, mientras derrochaba alegremente los dineros urgirlos por tantos desdichados . la formidable invectiva quevedesca hay un acento de sin En ceridad desgarrada, una confesión de honda melancolía, a pesar de loe violentos sarcasmos que surgen a cada paso . Quien habla ante el monarca arriesgando tanto, no pudo hacerlo nunca en gesto de arrogante altanería, sino movido de poderosas razones . La parte f ina.lQudevaonpístr evladonsteido ofender, mas tampoco quiere adular . El gobernante que sólo escucha lisonjas, en realidad procede contra su propio interés ; porque só o de la verdad podrá esperar luz y acierto para sus providencias de gobierno . Los cuatros versos últimos pintan con dramática plasticda el stado eánimodel scritor,suprofunda ngustiade spañol ; hacen patente la causa primordial del escrito, que no es, des puésdeto,inlpstreabo¿ungraptioquemra cerrados todos los caminos, que grita desesperadamente por la salvación de España : Servicios son grandes las verdades ciertas ; las falsas lisonjas son flechas cubiertas . Si en algo he excedido, merezca perdones . Dolor tan del alma no afecta razones! ¿Se quiere una demostración más decisiva del duelo íntimo del escritor, de su intensa melancolía? No supieron verlo, obcecados por la furia de sentirse descubiertos en sus culpables manejos, quienes se lanzaron sobre el hombre infortunado, con inflexible voluntad de estrangularlo . Mas por ello mismo la figura del artista crece en proporción a la pequeñez de sus perseguidores . Si grande era el (16) Edic . Aguilar, Obras en verso, págs. 143-144. -20- agravio al poderoso, mucho mayor era la culpa que tenía acumulada por sus continuos desafueros . Mas quiso la fortuna, tan contradictoria siempre, que pereciese el justo, acaso para dejar más patentes su gloria y su martirio . Desde ese momento la vida de don Francisco entra en período agónico . El memorial dirigido a Felipe IV lleva escrita, en reali dad, su propia sentencia . Del largo y espantoso cautiverio que sufri rá después dirá en su postrera carta al Conde-Duque : "Ya no es vida la mía, sino prolijidad de la muerte" ( 17 ) . Los filos acerados de sus sátiras ya no volverán a fustigar a funcionarios venales, y con ello tendrán un respiro los validos inescrupulosos . Más la posteri dad, con mayor sentido de la justicia, sabrá vindicar la memoria de quienes a causas nobles debieron su infortunio . De don Francisco de Quevedo se podría afirmar sin exageración que fue un mártir de su patriotismo . (17) Edic. Aguilar, Obras en prosa, pág . 1583-a . LA CONCEPCIÓN CERVANTINA DE LA NOVELA LA HAZAÑA LITERARIA DE CERVANTES Si se quiere una figura que simbolice el genio literario español en su hora de mayor plenitud, surge sin apremio el nombre de Cervantes . Ninguno, en efecto, acude con tanta espontaneidad a cualquiera cita donde se ventilen achaques del idioma, como testigo de más reputada opinión . Es el escritor hispano de más universal resonancia y debe contarse también entre las glorias mayores de la humanidad en lora . Conviene decir esto con el propósito de que, se comprenda y valore en su extraordinaria significación para la hispanidad, el centenario que este año se conmemora . Que si en otros aspectos de la actividad intelectual cabezas cimeras de distintas naciones aventajan a las de habla española, un prestigio literario como el de Cervantes representa, en cambio, rarísimo privilegio concedido a pocos pueblos en la historia (le la espiritualidad humana . El crédito literario de nuestro escritor radica muy principalmente en sus aptitudes de novelista . Probó fortuna en el teatro y mantuvo trato asiduo con las musas . Mas supo reconocer honrada mente que no debía ilusionarse con adquirir la corona de poeta y que tampoco le era permitido disputar a su contemporáneo Lope de Vega el señorío de la escena . A trueque, sin embargo, de recabar para sí, como quien ara en terreno propio, seguro de sus potencias y recur sos, los lauros del narrador : "A esto se aplicó mi ingenio, por aquí me lleva mi inclina ción, y más que me doy a entender (y es así) que soy el primero que he novelado en lengua castellana ; que las muchas novelas que en ella andan impresas todas son traducidas de lenguas extranjeras, y éstas son mías propias, no imitadas ni hurtadas : mi ingenio las engendró y las parió mi pluma, y van creciendo en los brazos de la estampa ." De tal suerte se expresaba Cervantes en el prólogo que colocó frente a las Novelas Ejemplares . La posteridad ha confirmado con amplitud y admiración este juicio valorativo . Es más, ha llegado a considerarle, en la historia literaria de Europa, como el primer gran -- 22 - MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA (1547 - 1616) maestro del género . Toda la tradición novelesca anterior queda incorpo .radentolmrcevantio,ysldeacriomz U, depurada y provista de los ingredientes con los cuales fructifica rá espléndidamente en el mundo moderno . a HOMBRE DEL RENACIMIENTO Resulta indispensable mirar a Cervantes dentro del ambiente histórico en que le correspondió vivir, si queremos aprisionar las directrices de su arte . No vaya a pensarse, como algunos han sostenido, que fue hombre de cultura rudimentaria, a quien una mente bien dotada por naturaleza salvó de mostrar en su obra la pobre calidad de su haber intelectual . Si bien es cierto que faltaron a nuestro autor, a causa de su pobreza --no remediada, como en casos más afortunados, mediante una protección generosa- las enseñanzas recibidas en los claustros salm pcaonmtiluse r otros ingenios contemporáneos, deb reconocerse, en cambio, la evidencia, revelada a través de sus producciones, de una formación debida al propio esfuerzo que le permite hablar cabalmente de los temas más apasionantes de la época renacentista . Debió ser de particular importancia, en la elaboración de sus ideas sobre el arte, In permanencia en Italia, donde se debatían, en aquella sazón (1569 .1575), cuestiones que el autor español reflejará más adelante al concebir personajes y asuntos novelescos, revelando así la huella perdurable que dejaron en su ánimo . A diferencia de Lope de Vega, en quien la espontaneidad creadora carece de cauces reguladores, Cervantes es un escritor imbuido de ideas racionalistas, respetuoso de las normas, incapaz de dejarse arrastrar por excesos imaginativos o pasionales . Lo prueba, por ejemplo, su fidelidad al arte dramático de corte tradicional, ligado estrechamente a la preceptiva clásica, que defiende con tesón frente a los desbordamientos irreverentes de otros autores . No supo adaptarse nun, ca a esa manera de hacer comedias que Lope hizo triunfar ruidosa. mente en las tablas, entre aplausos delirantes del público, y hubo de renunciar por elfo, entre molino y resignado, a sus empeños dramáticos . -23- El culto racionalista, característico de la época, comparte sus privilegios con la exaltación de los valores humanos de orden vital o emotivo . En consecuencia, Cervantes se impone a veces rectificaciones de los puntos de vista intelectuales cuando los hechos de la realidad introducen un sesgo contradictorio . La vida también tiene sus derechos, y los asume con plenitud a lo largo de la obra cervantina . Acaso, además, porque nuestro autor no es una mente esclavizada a las verdades admitidas ni fanático de ninguna doctrina . Su buen sentido le preserva de Colocarse en posiciones irreductibles, y ejercita muy bien la facultad de la crítica, que es actitud esencial del hombre renacentista, llevada a la más sutil perfección por Erasmo, el maestro indiscutido del humanismo . La valoración de las cosas humanas, la exaltación de los valores vitales se junta, por otra parte, con el relieve especial que se concede a la naturaleza, casi elevándola a categoría divina en gesto que, conocido el predominio coetáneo de la religión cristiana, debió sonar a grave irreverencia . Cervantes no prescinde, por cierto, de tan arriesgado encarecimiento, e inserta en la Galatea (1585) el siguiente juicio, en que atribuye a poderes naturales la creación del ser humano : "En todas las obras hechas por el mayordomo de Dios, naturaleza, ninguna es de tanto primor ni que más nos descubra la grandeza y sabiduría de su hacedor como la compostura del hombre, tan ordenada, tan perfecta y tan hermosa, que le vinieron a llamar mundo abreviado ." Es de notar, además, el concepto óptimo acerca del hombre que revela el párrafo transcrito, muy a tono con la ideología renacentista, que exaltó a un grado extraordinario la personalidad humana, en contraste con la posición de humilde criatura que ocupó dentro del inundo medieval . La glorificación del hombre, el reconocimiento am plio de sus capacidades y poderes, constituye, en verdad, un resorte esencialísimo que trastorna la estructura del orden imperante en la Edad Media, subordinado totalmente a la voluntad divina, y abre camino a la época moderna, asentada, en cambio, sobre un vasto e intenso predominio ele los valores humanos . -- 24 - LA NOVELA ANTERIOR A CERVANTES Cervantes llevará a la novela, según veremos, temas y maneras de ver estrechamente vinculados al orbe estético del renacimiento . Importa contar, ahora bien, con la tradición narrativa que su época recibe, sobre la cual habrá de operar nuestro escritor, insuflándole aires renovadores. En primer lugar, el libro de caballerías . Relacionado en sus orígenes con la épica medieval, constituye la primera manifestación de la novela europea, ya emancipada y organizada como género de pro pia sustantividad ; si bien, a causa de defectos congénitos que fueron acentuándose en torpes imitaciones de los primeros modelos, no logró consolidar u existencia . Desde un punto de vista histórico y pensando en el apogeo y luego en el progresivo descrédito de la literatura caballeresca, srcoenivdapqulresonda ilesduna cual la institución de la caballería debió constituir una proyección exterior de sus gustos aristocráticos, urgidos de fiestas brillantes, ornamentales, presididas por la mujer, señora de pensamientos y acciones heroicas . Mas cuando esa concepción de la vida se resquebraja, no fueron ya los libros caballerescos respuesta adecuada a las inquietudes y an. helos sociales . Surgen los reproches contra las fallas visibles de su estructura o la falsedad de contenido, se les tilda de inmorales y se invita a arrinconarlos sin miramientos. La novela pastoril ofrece, hacia mediados del siglo XVI, una solución de índole completamente distinta . Los factores que determinan u aparición no son ya de origen medieval . Hay que buscarle entron sques, inns bien, en inclinaciones de signo contrario a la decreciente afición hacia los libros de caballerías . La vida del campo, sencilla, rústica, extraña a las intrigas cortesanas, se presentó como una ten tadora promesa, capaz de hacer olvidar, siquiera en la ficción lite raria, el tinglado de vanidades del mundo señorial o palatino . ACTITUD CRITICA DE CERVANTES La cosecha narrativa anterior a Cervantes no se redujo exclusivamente a las novelas caballeresca y pastoril . Mas éstas solicitaron - 25 - de modo particular su atención, haciéndole reflexionar sobre el mérito artístico que pudiera acreditárseles, a la luz de las ideas que habían llegado a formar su credo estético . En la época de sus andanzas italianas, hacia mediados del siglo XVI, era motivo de meditación entre los hombres de letras la dife rencia establecida por Aristótoles en su Poética entre el historiador y el poeta : "De lo dicho resulta claro no ser oficio del poeta el contar las cosas como sucedieron sino cual desearíamos hubieran suce dido, y tratar lo posible según verosimilitud o según necesidad . Que, en efecto, no está la diferencia entre poeta e historiador en que el tino escriba con métrica y el otro sin ella . . . empero dife rénciasequlnodiceas tlcompasrnyelot cual ojalá hubieran pasado ." ( 1 ) En virtud de los conceptos enunciados, quedaba patente para las gentes preocupados de la época una especie de escisión entre des mundos : el de la realidad cotidiana, ámbito de las cosas que ocurren efectivamente, y el de la creación poética, propicio a presentar no las imperfecciones y vicios que afean la vida, sino los ideales que la dignifican . La vida con sus ocurrencias tiene un campo muy circunscrito, referido al contorno de seres y acontecimientos . La historia no puede falsearlos, debe ateners e a u escueta verdad ontológica . En cambio, el poeta domina un horizonte amplio de posibilidades : u sentido creador, aunque sin apartarse de lo verosímil, es decir, de cuanto puede concebirse dentro del mundo real, le permite forjar con mayor perfección ambiente y personajes, dotándolos de aquellos ingredien tes elevados o nobles que suelen escasear en la flaca naturaleza humana . Surge de aquí, como dominio propio del arte, la concepción de una realidad ideal, muy superior a la prosa corriente de la vida . Esta última sería el campo reservado a los menesteres del historiador . (t) Versión de Juan David García Bacca, México, 1946, p . 13 -- La Poética había sido traducida al italiano por Robortelli en 1648 . Apareció en edición española, traducida por D . Alonso Ordóñez, en Madrid, 1626 . -- 26 - Un peligro asomaba, sin embargo, para el arte. A fuerza de conc ceobríliatusnemyorgad pefciónosbl,e riesgo de alejarlas cada vez más del mundo real, convirtiéndolas en seres abstractos, incapaces de actuar y de sentir como los hombres verdaderos . Semejante coyuntura podía acarrear, a la larga, un di vorcio insalvable entre el arte y la vida, restando al primero ese cal doerlsnhtuima ,deplciónahotr cual no se concibe la emoción estética. En la pi-impera mitad del siglo XVI este problema no se había lado el ámbito propio de los criados, fuertemente apegado a las realidacop;h,ardnáqtesuijgmlfyzCaopistre,Mnlcbfado ruen hostiles a su idílico transporte . Cervantes, consciente ya del conflicto presentado aún desde, un punto de vista teórico . Un libro capital como La Celestina, escrito a fines de la centuria anterior, ofrece de un estético antes esbozado, expresó sobre La Celestina el siguiente juicio, en el cual resume toda una teoría artística : Libro en mi opinión divino si encubriera más lo humano Cervantes percibe con suficiente clarividencia que no conviene del:jasnricut ezngodlsxtrem miserias terrenas, ni ascensión a un mundo de encantamiento paradi síaco donde falten los contactos con las asperezas de la vida . Es verdad, por otra parte, que esta opinión cervantina no era compartida abiertamente por sus contemporáneos . No pocos ingenios di aquel tiempo declaraban resueltamente su parecer en el sentido de reclamar obras ajustadas a lis exigencias de una severa moral, de acuerdo con prescripciones de la iglesia . A esta tendencia obedecen la mayoría de las críticas formuladas contra los libros de caballerías, considerando que sus autores, al introducir pasajes escabrosos o es cenas lascivas. pecaban contra la honestidad y ofrecían lecciones per niciosas a sus posibles lectores . Nuestro autor s e pronuncia a su vez contra la literatura caballeresca, mas sus reproches arrancan de muy otro fundamento . Se relacionan con sus puntos de vista de orden estético y dejan a un lado las cuestiones de carácter moral . - 27 - "De mi sé decir - -comenta el canónigo en cl capítulo XLIX, Primera ]'arte del Quijote - que cuando los leo (los libros de cabal crías ) , en tanto que no pongo la imaginación en pensar que son lodos mentira y liviandad, no me dan contento ; pero cuando caigo en la cuenta de lo que son, doy con el mejor dellos en la pared, y aun diera con él en el fuego, si cerca o presente 'e tuviera, bien como a merecedores de tal pena, por ser falsos y embusteros, y fuera del trato que pide la común naturaleza, y corno a in inventores de nuevo modo dc vida, y como a quien da ocasión que el vulgo ignorante venga a creer y tener por verdaderas tantas necedades como contienen" . Cervantes censura el arte caballeresco porque adultera la naturaleza, cambia de extraña manera las condiciones de los hombres, haciéndoles autores de hazañas imposibles . Considera que las acciones deben estar proporcionadas a la capacidad do quienes las rearealizan. Romper ese equilibrio que, dispone adecuadamente las cosas, de suerte que los efectos mantengan la debida relación con las causas respectivas, es tarea reprobable . Hace, no obstante, un reconocimiendo : los hechos disparatados, las mentiras contadas con gracia, pueden causar deleite . En otra part:explicamjorsuenit,complenád "Y puesto que el principal intento de semejantes libros sea el deleitar, no se yo como puedan conseguirle, yendo llenos de tantos y tan desaforados disparates ; que el deleite que el alea se concibe, ha de ser de la hermosura y concordancia que vee y contempla en las cosas que la vista o la imaginación ponen delante ; y toda cosa que tiene en sí fealdad y descompostura no nos puede causar contento alguno ." (Quijote, 1, capítulo XLVII) Su teoría estética se acerca aquí al pensamiento aristotélico antes enunciado, en el sentido de asignar al arte una misión ennoblecedora . Donde quiera que advierta desarreglo, impureza de formas o de contenidos, debe el artista corregir defectos, introducir el sentido de la armonía, capaz de suscitar emociones placenteras . Una exigencia estética, de corte renacentista, impulsa -la pluma de Cervantes, inclinándole a mirar la belleza y la gracia como metas del arte . Otras ideas expresadas en los pasajes anteriormente transcritos, - 28 - relativas a la función docente ele la obra poética, apareada con la de proporcionar deleite, que circulaban en la época renacentista -y de ellas se hace eco Cervantes-- tienen como antecedente un conocido verso de Horacio, en su Epístola a los Pisones : Aut prodesse volunt aut delectare poetae ... O quieren ser útiles o quieren deleitar los poetas . SU CONCEPCIÓN DE LA NOVELA La diferencia de objeto y de método que Aristóteles estableció entre la poesía y la historia, suministró a loshmbredRnaci iento una base doctrinal para reflexionar más cumplidamente sobre la función del arte . Bajo imperativos de orden religioso, hubo quienes no acataron otra forma de obra artística que la colocada en el plano idealista de lo poético, prescindiendo de cualquiera concomitancia con las cosas terrenas . Hasta se introdujo el procedimiento de convertir a lo divino los libros mundanos, creyendo con ello librarlos de toda impureza . Cervantes, menos sectario y mucho más artista, entrevió que la verdadera obra de arte no podía acomodarse estrictamente a un plano ideal, carente de contactos con la vida . Pero tampoco aceptó que la realidad abrupta, sin paliativos, pudiese ser materia adecuada para la creación estética . Cobran así sentido su reproches contra los libros de caballerías, tachándolos de mentirosos y falseadores de la verdad, al mismo tiempo que su juicio sobre La Celestina, censurándole el dejar al desnudo feas muestras de la humana podredumbre . Como buen renacentista, miraba con ojos racionales la tarea creadora, juzgando que no era lícito extraviarla en desafueros imaginativos . Había que frenar la fantasía, atemperándola a proporciones que no violentasen las normas naturales . La doctrina aristotélica estaba muy arraigada en la mente del autor español . Sirve de soporte a sus ideas centrales sobre la creación novelesca . Un personaje del Quijote, según se verá en seguida, la recoge casi textualmente : "-Así es -replicó Sansón- ; pero uno es escribir como poeta y otro cono historiador : el poeta puede contar o cantar las cosas, no como fueron, sino como debían ser ; y el historiador las ha de escribir, no como debían ser, sino cono fueron, sin añadir ni quitar a la verdad cosa alguna ." -- 2 9 - (Quijote, 11, capítulo III) Su concepción d° la novela, de la cual es ejemplo máximo el Quijote, consistió en acercar la zona del idealismo poético al plano realista de lo histórico, de modo que no pudiera el poeta perderse en delirios imaginativos sin sentir, en el momento oportuno, una llamada del mundo real que le obligase a cortar su impetuoso desvarío . Don Quijote es el héroe poético, Sancho es un representante de la realidad pueblerina . El caballero, llevado de sus altos pensamientos, vive en un mundo quimérico dentro del cual transforma las cosas y personas que le rodean, acomodándolas disparatadamente a sus delirios imaginativos. Sancho se encarga de advertirle a cada paso que son muy diferentes de sus fantasías las realidades con que tropiezan . Mas e' caballero, ciego a toda prudente advertencia, transfigurando en aventuras caballerescas vulgares sucesos del acontecer cotidiano, acomete con ímpetu para recibir luego . en pago de sus locuras, rudos golpes de la vida prosaica, sorda a sus alucinados reclamos. Ahondando un poco en los elementos que integran esta admi rable hazaña novelesca se advierte que, a diferencia de los libros de caballerías, cuyo ambiente y personajes son del todo ficticios, Cervantes ha colocado a u héroe sobre un escenario concreto . Sus andanzas discurren a través de tierras españolas, y todos los pormenores descriptivos se refieren a situaciones, lugares, sucesos o personas concebidos dentro de la realidad peninsular . Ahora bien, para poder acomodar una trama caballeresca, por lo menos en apariencia, sobre un medio tan esencialmente distante de los exigidos por la técnica de aquel tipo de nove l a, Cervantes acuñó el recurso de convertir en loco al protagonista, de modo que la caballeria sólo existe, como él elemento de ficción, en la mente trastocada del personaje . Pero obsérvese que la locura de don Quijote es un elemento funcional, de valor incalculable, en la concepción de la novela . Sin ella el autor no habría podido escribirla . Pero, además, considerando como completamente admisible la circunstancia de que alguien llegue, a perder el juicio, las andanzas caballerescas de don Quijote, en cuan to acciones atribuidas a un demente, son del todo aceptables y adquieren la categoría de realidad efectiva, no imaginada tan solo . Con - 30 - suabrc ello Cervantes logró un nuevo triunfo, desde el punto de vista de su credo estético, ya que los disparates de don Quijote, que serían completamente reprobables en una persona cuerda, no suscitan objeción admitidos como reacciones de un pobre demente . Nuestro escritor ejerce una cuidadosa vigilancia sobre las actuaciones de sus personajes. Cada uno ha de comportarse con arreglo a su condición temperamental, sin traicionarla ; ha de ser fiel a las características de la esfera social de donde procede . Las maneras de actuar, las ideas, las formas del lenguaje, deben acomodarse al ambiente dentro del cual se agita . Es decir, se impone una consecuencia entre el ser y el obrar, entre la mente y la conducta, Por este motivo Cervantes rechaza, en un conocido pasaje de) Coloquio de los perros, el convencionalismo de la novela pastoril, la ninguna correspondencia que sus fingidos pastores guardan con la verdadera rusticidad así de hábitos como de palabras : "Pero, anudando el roto hilo de mi cuento, digo que . no . . debíaserv da loquehabí od contardelavida elospatores ; a lo menos, de aquellos que la dama de mi amo leía en unos libros cuando yo iba a su casa, que todos trataban de pastores y pastoras, diciendo que se les pasaba toda la vida cantando y tañendo con gaitas, zampoñas, rabeles y chirumbelas . Digo que todos los pensamientos que he dicho, y muchos más, me causaron ver los diferentes tratos y ejercicios que mis pastores y todos los demás de aquella marina tenían de aquellos que había oído leer que tenían los pastores de los libros ; porque si los míos cantaban, no eran canciones acordadas y bien compuestas, sino un Cata el lobo do va, Juanica, y otras cosas semejantes ; y esto no al son de chirumbelas, rabeles o gaitas, sino al que hacía el dar un cayado con otro o al de algunas tejuelas puestas entre los dedos ; y no con voces delicadas, sonoras y admirables, sino con voces roncas, que, solas o juntas, parecía, no que cantaban, sino que gritaban o gruñían .Lomásdelía psbeulgándo remnda .o" Es muy propio de la técnica novelesca cervantina poner : •u violento contraste la realidad con la ficción . Es un maestro de estos juegos irónicos, en los cuales ejercita, junto con su aguda capacidad crítica, el recurso de acudir a In experiencia en demanda de comprobación, colocando en ell a facultades aleccionadoras o antídotos para desvanecer ilusiones . Recuérdese, por ejemplo, el capítulo en el cual narra Ce r vantes de modo insuperable el supuesto encuentro de don Quijote con su señora DúlSasicnodehr,mltpósio de acallar la continua insistencia de su amo en ver a la dama de sus pensamientos, concebida, como es de presumir, de alto linaje, note continente, amén de otras singulares prendas de belleza y de gracia . El escudero mira venir hacía el lugar donde se hallaban a tres labradoras montadas sobre sendos pollinos, y advierte a su amo : "Pique, señor, y venga, y verá venir a la princesa nuestra ama vestida y adornada, en fin, como quien ella es . Sus doncellas y ella todas son una ascua de oro, todas mazorcas de perlas, todas son diamantes, todas rubíes, todas telas de brocados . . ." Se produce luego un divertido diálogo entre los dos personajes, a través del cual el escudero so empeña en desvanecer los recelos de don Quijote, quien, al observarlas de cerca, no comprende ni justifica los encendidos elogios de Sancho . Mas acaba por arrodillarse junto con su escudero ante aquellas imaginarias princesas, a su vez llenas de perplejidad por tan desusado homenaje, al cual siguen otros ridículos sucesos. Don Quijote, desilusionado, comenta al término de la escena : "-Sancho : ¿qué te parece cuán mal quisto soy de encan tadoras? . . . que no se contentaron estos traidores de haber vuel to y transformado a mi Dulcinea, sino que la transformaron y volvieron en una figura tan baja y tan fea como la de aquella aldeana, y juntamente 1e quitaron lo que es suyo de las prin cipales señoras, que es el buen olor, por andar siempre entre ámbares y entre flores . Porque te hago sabor, Sancho, que cuan do llegué a subir a Dulcinea sobre su hacanea -según tú dices, que a mi me pareció borrica-, me dió un olor de ajos crudos que me encalabrinó y atosigó el alma ." -. 32 - (Quijote, II, capítulo X) Un espíritu burlón, truhán de la peor calaña, que debió encontrarse por aquellos parajes al acecho de infortunios quijotescos, soltó acaso una estridente carcajada, ante el fiasco del pobre caballero . Todo el mundo de sus ilusiones : los palacios encantados, las bellas damas recamadas de pedrería, el prestigio no igualado de sus portentosas hazañas, el magnífico espejismo de cuya sutil sustancia alimentaba su andariega existencia, rodaba por tierra en aquellos angustiados momentos . Mas la vida nunca fue de otro modo . El secreto del arte cervantino consiste, probablemente, en que, con un sentido de humanismo integral, upo juntar en una fórmula carente de exclusivismos las dos potencias que rigen la vida del hom bre : aquella que le acerca al inundo animal, donde impera el instinto, y esa otra que, en alas del ideal, le empuja hacia los dioses . Ambas, en variada proporción, son responsables del humano destino . Panamá, octubre de 1947 .