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BALTASAR ISAZA CALDERON
De la Academia Panameña de la Lengua,
Correspondiente de la Real Academia Española
Catedrático de la Universidad de Panamá
ESTUDIOS LITERARIO
Ediciones CULTURAL PANAMEÑA
Imprenta LA ACADEMIA
Panamá
1967
Noticia sobre el autor
Panameño de origen, el autor
de este libro hizo estudios superiores en la Universidad de
Madrid, en cuya Facultad de
Filosofía y Letras obtuvo el
doctorado (1934), con nota de
sobresaliente y Premio Extraordinario, Fundada la Universidad de Panamá en 1935, se
le llamó poco después al ejercicio de la cátedra en materias
de filología española, y desde
entonces dedica la mayor parte
de su actividad a las tareas docentes .
Discípulo de Menéndez Pidal,
de Américo Castro, Navarro
Tomás y Pedro salinas, cuando
funcionaba en Madrid el Centro
de Estudios Históricos (19281934), aprendió en aquella reputada escuela de trabajo intelectual el gusto por la investigación seria y documentada,
cuidadosa en el acopio de materiales pero cauta, metódica y
pulcra en la exposición ; más
preocupada del enfoque analítico, comprensivo v esclarecedor, que de la erudición farragosa e indigesta .
Fruto de las búsquedas realizadas entonces es su libro El
Retorno a la Naturaleza, publicado por la Editorial Aguilar
(Madrid, 1934), que en una in_
traducción al estudio del tema
en la literatura española, abarcado en las distintas tendencias
bajo las cuales se ofrece desde
la Edad Media, y en los amplios
desarrollos obtenidos durante la
época renacentista . El libro fue
acogido con interés en el círculo
de estudiosos de la literatura
española, así en la peninsula
como en otras partes, y ha sido
citado y comentado favorablemente por diferentes autores .
Agotada va la primera edición,
está solicitando una segunda,
(Pasa a la otra solapa)
En la portada
Don Quijote y Sancho Panza, en la admirable ilustración del artista español José del Castillo, que figura en
la monumental edición del Quijote publicada en 1780 por
la Real Academia Española .
Estudios Literarios
BALTASAR ISAZA CALDERON
De la Academia Panameña de la Lengua,
Correspondiente de la Real Academia Española
Catedrático de la Universidad de Panamá
ESTUDIOS LITERARIOS
Ediciones CULTURAL PANAMEÑA
Imprenta LA ACADEMIA
Panamá
1957
DON FRANCISCO DE QUEVEDO Y VILLEGAS
(1580-1645)
Este ensayo sobre la personalidad de don Francisco de Quevedo, fue leído en parte por el
autor en la Velada conmemorar£- .
va del tercer centenario del fallecimiento del insigne literato españolcebrdnAulaMáxima (le la Universidad de Panamá.
I
ESCORZO BIOGRAFICO
Más no fuera yo español si no
buscara peligros, despreciándolos
antes para vencerlos después.
(QUEVEDO, España Defendida)
La vida de don Francisco de Quevedo, que se extiende desde la
penúltima década del siglo XVI hasta casi mediada la centuria siguiente, tiene un paralelismo dramático con las primeras fases del
proceso histórico en que la monarquía española, antes pujante y respetada, cede su puesto de preponderancia a otros poderes que aguardaban con impaciencia el momento de surgir como primeros, actores
en la historia europea .
No tuvo nuestro escritor una infancia plácida . Huérfano desde
muy tierna edad, por la muerte de su padre, careció del apoyo decisivo de la autoridad paternal, si bien doña María de Santibáñez, mujer de singulares prendas, que abandonó la vida cuando ya su hijo
contaba unos veinte años, pudo proporcionarle, siendo, como era,
dama de la corte, algunos valimientos que permitieron al mozo moverse con desembarazo en el ámbito cortesano.
-5-
Mostró Quevedo despejada inteligencia y singular capacidad
de asimilación desde muy niño . En la Universidad de Alcalá estudió
con gran facilidad los primeros cursos, y cuando apenas tenía cum.AepfnlaiTdosgí,qucbremiaónd-locsgrtpafeild sungeio
no quiso limitarse a una sola disciplina, e hico incursiones en la filo
ivadsteocrflhmíá,n pgusaltinme,dcrgyhsbuiaó,ágfrncesa
en todas las cuales adquirió fama de entendido . Mantuvo
EqsecutnopiralñL,íymd cuesatigobrhmnuycelgbarJdsn
quien, cuando Quevedo escasamente cuenta
cribe, movido de un alto aprecio intelectual veinticinco
hacia el', joven
años,
le es
escritor
incitándole a emprender la defensa de Homero, y estampa, para
honra insigne de su amigo hispano, este subidísimo elogio :
Nam amo et, et: hic animo interiori indui,
o magnum decus Hispanorum. (t)
Pues te admiro, y aquí en lo íntimo del
alma te introduje, ¡oh gloria suprema de los españoles!
Su primer biógrafo, don Pablo Antonio
de Tarsia, expresa en
los siguientes términos la entrega casi total de nuestro escrito' a las
tareas intelectuales:
"Estaba siempre ocupado, ya estudiando, ya comunicando
sus estudios con ostentación de la viveza y prontitud de su ingenio, y nunca menos solo que cuando solo . Andando por las calles en su coche, acostumbraba llevar consigo papel y tinta, pa
ra apuntar lo que podía ofrecerle su continuada aplicación, que
solía traerle en el interior tan elevado, que, encontrando algún
;tlniaeogmsírcupb Fyxatnecoris flta,sinobrde
d-atención a cosas más altas" . (2)
Era tan versado en letras como diestro en las armas . Tal grado
(1)
Epistolario de Quevedo, en Obras Completas, M . Aguilar, Editor .
Madrid, 7932 . Obras- en prosa, pág . 1363-a . La frase O magnum
decís Hispanorum está escrita en lengua griega en el original .
12) Edic . Aguilar, Obras en verso, pág . 731-h .
de habilidad alcanzó en el manejo de la espada que hubo de vencer
en cierta ocasión al afamado maestro de esgrima don Luis Pachece
de Narváez, a consecuencia de lo cual este último, herido además por
las burlas quevedescas, cobró gran aversión hacia s u contender, bien
demostrada más tarde en el escritorio difamatorio intitulado Tribunal
de la justa venganza .
En la mayoría de los manuales de historia literaria se hace depender el primer viaje a Italia de nuestro escritor, de cierto lance
caballeresco en el cual don Francisco dio muerte, según versión largamente
t.dailLfeusnprc,bomdvearuins tgdoeprminschatl
especie, que impugna resueltamente, sobre todo, don Luis Astrana
Marín, editor moderno del polígrafo madrileño . (3)
Su marcha a Italia se explica mas bien, gracias a sus vinculaciones con don Pedro Girón, Duque de Osuna, figura prócer de la
política española de la época, quien, nombrado como Virrey de
Sicilia (1610) por Felipe III, probablemente quiso disponer de un
excelente colaborador en la persona de Quevedo, cuyas dotes de sag
.sacideOyupntrosmaeihlnb colasdifíempr
Quevedo fue un capacitado y leal servidor de Osuna, el cual le
encomendó misiones delicadísimas,eotnraseldg nfavor
d- sus proyectos políticos la voluntad de la corona española, como
enviado especial de! Virrey ante el monarca . La corte hispana estaba
minada por toda clase de intrigas y ambiciones . Osuna, convencido,
ante el infructuoso resultado de sus primeras gestiones, de la necesidad de abrir camino tranco a sus planes mediante el recurso poco
honorable de las dádivas, hubo de enviar crecidas sumas y joyas a
su emisario, quien luego le escribe :
"Yo recibí la letra de los treinta mil ducados de onze rea
les, y la hize acetar luego, y como al descuido, he hecho sabidoresdelaichtr odslquentid samnerd
escribir . Andase tras mi media corte, y no hay hombre que no
me haga mil ofrecimientos en el servicio de vuecelencia ; que
(3)
);die. Aguilar, Obras en verso, pág . 781-b .
aquí !os mas hombres se han vuelto putas, que nos las alcanza
quien no da . . . Y aseguro a vuecelencia que en lugar de alargarme, me he arrugado con el dicho dinero, tamo pergamino al
los tengo con esperanzas ; hágoles gestos de dá
difuego.
va, hablo palabras con bar iga, Apreñadas todos
(4)."
Estos rasgos enérgicos, mordaces, del estilo quevedesco, tienen la
virtud de presentarnos, en rápido escorzo, un panorama escalofriante
de la honda descomposición política que minaba hasta la entraña
a la España de entonces, que ya no contaba con voluntades recias
ni con hombres de gobierno capaces de mantenerla en plenitud de
Poder y de grandeza .
El Duque de Osuna fue promovido (1616) al gobierno del reino
de Nápoles, y Quevedo continuó prestándole valiosa colaboración, a
tal punto que su parecer sobre todas las cuestiones importantes era
requerido en primer término . Osuna, temperamento impulsivo y baimcos,unqedmyacroespñlim,rcsab uldo
un hombre como don Francisco, de aguda penetración y de frío razonamiento, que le sirviese de consejero, cuando no de agente confi .dencialmsoquepidranmysñldcopetnia
La política de Osuna en Italia sufre un grave trastorno car la
llamada Conjuración de Venecia (1618), urdida, según las versio
nesmáautorizd,pcmroetsunbyperdl,o
mismo que a otros significados españoles que desempeñaban altos
cargos en Italia . No se ha comprobado con seguridad si Quevedo
participó en aquellos intrincados manejos políticos . Es lo cierto, sin
embargo, que sus posteriores andanzas en España, para salvar el
crédito de su protector, fracasaron totalmente de suerte que, caído
el Duque, don Francisco hubo de acompañarlo en su adversa fortuna, pues se le decretó prisión en la Torre de Juan Abad .
Con la muerte de Felipe III (1621), que trae consigo la instan,
ración de una nueva política, presidida por el Conde-Duque de
Oliv•ycpeolanrsdió,Quv betronspad,
( 4 ) Edic . Aguilar, Obras en prosa,
pág. 1373 .
-8-
consigue volver a la corte, ejercitando de
eldobrcuseaojrdnust belafigurdmnstoaeriy
halagar,
bio, al que ahora disfrutaba el favor real.
en
cam-
No era Quevedo, sin embargo, un adulador de profesión . Por
encima de esa táctica de conveniencia exclusivamente personal, que
busca tras el halago el provecho, y que usó al advenimiento de]
Conde-Duque, sin duda para conjurar el ostracismo a que le había
condenado el régimen precedente, estuvo siempre su amor entrañable a España . Y lo prueba cumplidamente la actitud de crítica severa
y valiente que adoptó cuando sus ilusiones respecto a la virtud regen
.enrahdo lsgbiñndeOvarstocn
Hasta la mesa del propio Felipe IV y al amparo de la servilleta regia
llegó (1639) un memorial de tono sombrío, causante de su encierro
Durante cuatro años en un calabozo inmundo, situado en la proximidad de un río, del cual salió, -tras el derrocamiento
del Conde-Dun .que,gravmntfeoycasidmnohcaelspuro
Es conmovedora la carta que el ilustre cuanto infortunado preso
dirige al Conde-Duque, cuando estaban por cumplirse dos años de
su rudo cautiverio, y que no alteró en forma alguna la cruel venganza del favorito :
"Fui traído en el rigor del invierno, sin capa y sin una camisa, de sesenta y un año, a este convento real de San Marcos
de León, donde he estado todo este tiempo en rigurosísima pri
sión, enfermo con tres heridas, que con los fríos y la vecindad
de un río que tengo a la cabecera, se me han cancerado, y por
falta de cirujano, no sin piedad me las han visto cauterizar con
mis manos ; tan pobre, que de limosna me han abrigado, y entretenido la vida . El horror de mis trabajos ha espantado a todos" .
. . . . . ... . . .. .. . . . . . . . . . . . .. . . . .. . ... . . . . . . . . . . . .
'Tos que me ven no me juzguen preso, sino con sumo rigor
justiciado ; por esto no espero la muerte, antes la trato
:prolijdasuyeoqvi sepul
; no me falta para muerto sino la
tura, por ser el descanso de los difuntos" . ( 5 )
(5)
Edic. Aguilar, Obras en prosa, pág . 1581 .
-9 -
Cuando Quevedo, "ciego del ojo izquierdo, tullido y cancerado"
(6), y luego de haber escrito, tras la caída del Cande-Duque (enero
1643), dos cartas a Felipe IV, en solicitud de gracia, consiguió que
se ablandara ánimo del monarca (junio, 1643), estaba tan arruinado físicamente que sólo pudo resistir durante dos años más, los
indos padecimientos contraídos mi la cárcel .
0 8 de septiembre de 1645 las campanas conventuales de San
to Domingo de Villanueva doblaban por el alisa de quien, en tiem avpñeoisn,tmhcbíur otaspe únlo
m erecido del eminente Justo Lipsio la envidiable consagración de
magnus d ecus Hispanorus : "gloriasupremadelosepañoles'"
11
CONCECPCION DE LA VIDA
Cuando Quevedo viene a' mundo (15L(1), los sueños de grandeza
española corren parejos con las últimas décadas d el
lipe II . cuyo ideal de imperar en un orbe católico, libre de herejías, reinado de Fe
iba sufriendo progresivas e inevitables reducciones .
La atmósfera espiritual de España está perturbada por la se
vera represión que trae consigo fa Contra-Reforma, la cual en el mo
narca español halló su más fuerte y combativo paladín . Las tintas del
telon de fondo que bordea el escenario donde habrá de moverse el
futuro escritor son, pues, un tanto sombrías . Nada queda ya del
Renacimiento plácido, eufórico, de los primeros tiempos del siglo
XVI . que invitaba a vivir en perpetuo derroche de entusiasmo y goce
de la existencia
Quevedo surge a la vida en ambiente viciado por la depresión
espiritual, las persecusiones inquisitoriales, la .extrmadpnuiel
erario
co, que obligaba a tomar para el Estado los dineros par
ticulares venidos de ultramar, con las consiguientes protestas y re
públi
pa;dsrle,nitomcvugjrbandteszycoAigómp,senxtlarocuqdvimlenatrosc
el desastre de la Armada Invencible .
(6)
Edic. Aguilar, ob ras en prosa, Segunda Carta al Conde-Duque,
pág. 1583 .
Todos esos factores negativos debieron influir poderosamente en
la formación espiritual de Quevedo, quien, por otra parte, no traía
como legado natural, que contrarrestara ese ambiente adverso, un
temperamento propicio a los transportes del optimismo . Por el con
tra io, su inclinación personal e l eva situarse n plano de constante disconformidad, a juzgar hombres y cosas por su aspecto menos favorable ; sin librarse a sí mismo, por lo demás, de esta de .dsolrapectiv
Posiblemente contribuyó a formar las aristas agrias de su car
.á,cteornmlaifvdsutepranciofdad ;y también los defectos físicos que le impedían mostrar en la
corte una figura gallarda, a tono con aquel medio social de refinada
galantería y de lujosa ostentación . Su biógrafo Tarsia, muy devoto de
su persona, le describe en los siguientes términos :
"Fue don Francisco de mediana estatura, pelo negro y algo
encrespado ; la frente grande, sus ojos muy vivos ; pero tan
corto de vista, que llevaba continuamente antojos ; la nariz y
demás miembros-, proporcionados ; y de medio cuerpo arriba fue
bien hecho, aunque cojo y lisiado de entrambos pies, que los
tenía torcidos hacia dentro ; algo abultado, sin que le afease ; muy
r;bileyanoctdmsápñialedquosrfnócmelbaporindc
de buen temperamento y virtuosa inclinación ;de manera que
de su ánimo en piedad y letras excelente no se podía decir lo
que a un filósofo mal encarado dijo un astrólogo : Taus animus
ma(7)Tlueáhnibotv! malpsd)"
En el retrato anterior destaca, en mengua de nuestro escritor, el
grave impedimento de ser "cojo y lisiado de entrambos pies", que de
bió sobrellevar con permanente disgusto . Nota saliente de su fisonomía
son los "antojos" con armadura apropiada para sostenerse en la nariz
que desde entonces -y acaso porque el usarlos varón tan conspicuo,
agradando a la gente, se convirtió pronto en moda- reciben el nom
bre de "quevedos" .
Tarsia no acierta, en cambio, en su conclusión sobre "e! buen
temperamento y virtuosa inclinación" de don Francisco, derivándolos de sus prendas físicas . Aunque precisa poco después el sentí(7)
Edic. Aguilar, Tomo de Obras en Verso, pág . 801 .
do particular que pretende asignar a tal expresión, añadiendo que
supo reportar sus liviandades juveniles con la devoción al estudio y
los ejercicios virtuosos, de modo "que nunca se desmandó a cosa
que oliese a escándalo" .
Quevedo no guarda recuerdos gratos de su infancia ni parece
mostrar gran apego a la vida . En 1608 escribió un romance de acentos amargos, a través cle los cuales se trasluce una sensibilidad enferma, que desvalora los bienes humanos y se confiesa en total abandono de ilusiones y esperanzas . Comienza por renegar de su nacimiento y luego acumula sobre su existencia una lúgubre enumeraci :óndelosmayiersqula prej
Parióme adrede mi madre,
¡ojalá no me pariera!
.. . .. . . . . . . . . . . . . . . . . .
Murieron luego mis padres ;
Dios en el cielo los tenga,
porque no vuelvan acá,
y a engendrar más hijos vuelvan .
Tal ventera desde entonces
me dejaron los planetas .
que puede servir de tinta
según ha sido de negra .
No hay camino que no yerre,
ni juego donde no pierda,
ni amigo que no me engañe
ni enemigo que no tenga (e)
La lectura del romance deja una impresión sombría acerca del
temperamento de nuestro autor . Hombre de humores agrios, aque
jado de una integral desesperación frente a la vida . Cuando lo compusonteíaivnochañsyingudelascmi que
después le sobrevinieron le había mostrado aún su rostro tormentoso .
Hay que pensar, por lo tanto, en un pesimismo temperamental, que
gravitaba en el fondo de su ser, predisponiéndose a lanzar una mirada torva hacia el mundo circundante, sin atenuaciones ni alternati
vas de benevolencia .
(8)
)Joie, Aguilar, Obras en verso, pág . 272 .
De aquí surgen, sin dura, su propensión hacia la sátira mor
sdueazytilocr í,sagdoejtivs
lacerantes, de poderosa energía, que suenan como latigazos en el rostro de sus víctimas
. Quevedo llegó a convertirse en hombre temible
por la causticidad de su pluma, que amo respetaba estados ni condi
.vceirosna, gudbaerp nlosetragcudosla
u obra, con todo, amo es toda ella sátira emponzoñada o viru
lenta . En esto reside, precisamente, la radical contradicción de este
hombre extraordinario, que se entrega con religioso fervor a componer un tratado de moral, de teología o de vida c ristiana . a l igual
que, en plano completamente opuesto, esgrime con ferocidad el arma
terrible de la diatriba sin misericordia ni escrúpulos . Si no es que,
deslizándose hacia fondos más bajos, escarba con pestilente realismo en lo más ingrato de la humana podredumbre para ofrecer
un cuadro repulsivo . En Quevedo alternan, con bastante frecuencia,
el humanista y tratadista eminente junto al cínico estercolero .
¿De dónde arranca esta dualidad , este entrecruzamiento de dos
personas colocadas en tan radical antagonismo? Hay en nuestro
escritor una poderosa inteligencia que se ejercita desde muy joven en
complicados ejercicios teológicos . Recordemos que su primer gra
doelaUnivrsdeAlcaá,obtnidlsquceaño,fld
Teología ; disciplina que a fuerza de cristiano, prosiguióctiuvlando
en los años venideros
n.isEtra,qpuoecí rfnexitóaomdslhuengacási no
también !as semánticas y las europeas más importantes de su tiempo .
Los escritores antiguos nunca le negaron sus secretos y pudo abrev .guaerzconltdsmanile
Con tan excelente versación en lenguas antiguas y modernas,
es fácil pensar que la española en sus manos fue, instrumento de
fácil manejo al par que inagotable repertorio de voces y giros que,
respondíac doila sulamientocrad .Porelsun
d e los autores españoles de, mayor riqueza en el léxico y de más
abundante caudal en el estilo .
Mas, como ya sabemos también, es un hombre desceandrado, tet
rico,quedsñalvoredaxistncyovailenhudr
su estilete hasta lo más hondo, aunque resulten al descubierto las
entrañas sangrantes. Por este plano (le descenso, de negación absoluta, Quevedo se hundirá, según veremos, en el mundo de la picaresca .
111
DOLOR DE ESPAÑA
Dulce et decorum est pro patria mari
Dulce y honroso es morir por la patria .
Hay un elemento positivo, de singular relieve, en el fondo mí
mico de Quevelo, que explica muchos de sus desplantes y dignifica
no pocas de sus actuaciones . El satírico amargado que lleva dentro
reacciona con violencia ante las debilidades de sus compatriotas,
cuando advierte que tienen puestos los ojos, atalayas
dignación patriótica no tiene entonces límites, y
sarcasmos .
de apetitos dese .Snfreados,lbienqusocmealspñou in-
estalla en terribles
Había en nuestro escritor una profunda preocupación por los
males de la patria . Pensaba con dolor que ellos derivaban en gran
parte de la codicia insaciable de sus dirigentes y de las personas que
les rodeaban con más estrecha vinculación a las tareas de gobierno .
En la carta al Duque de Osuna ya citada, escrita el 16 de diciembre
de 1615, pinta con desprecio a toda aquella casta de hombres dispuestos a vender favores oficiales a quien mejor les pagase . (v)
Tiene el escritor madrileño un patriotismo dolido, exacerbado
por los infortunios internos y los reveses exteriores, cuando no por
ataques injustos que España recibe de extranjeros predispuestos contra ella . Su plana no permanece en sosiego cuando considera ultrajado el buen nombre de su patria, pues ya desde entonces asoma
en sus previsiones (le español pundonoroso la certera de, que se está
ecio formando en Europa una atmósfera nociva, de incomprensión y menospr
(9)
Con ocasión del proceso incoado contra los Duques de Osuna y de
Uceda (1621), ex-Virrey el primero en Nápoles y ex-ministro
de Felipe 111 el segundo, fue requerido don Francisco para rendir declaración acerca de las personas comprometidas en el ofrecimiento
cimiento de dinero, y en ella puntualiza los nombres . Véase la
transcripción del texto de la misma en la edición citada de las
Obras en prosa de Quevedo, por M . Aguilar, pág . 1373 .
-14-
menosprecio hacia la península . Su España Defendida
gato nacido de esta esencial preocupación :
(1.609)
es un ale
"Cansado de ver el sufrimiento de España, con que ha dejado pasar sin castigo tantas calumnias de extranjeros, quizás
despreciándolas generosamente, y viendo que desvergonzados
jnuzegsatroqlmi, ueprdonams t
concedemos convencidos y mudos, me he atrevido a responder
por mi patria y por mis tiempos : cosa en que la verdad tiene
hecho tanto, que sólo se me deberá la osadía de quererme mostrar más celoso de sus grandezas, siendo el de menos fuerzas enentre los que pudieran hacerlo" (t0)
En esta justificación de su escrito hay tres afirmaciones importantes : que los ataques extranjeros son calumnias, y por lo tanto totalmente infundados e injustos ; que el no responder a tales desafueros es inconveniente a todas luces, porque el silencio podría ;ycionpmterúlfas,óqudectilpa
personal al contestar puede atribuirse a celo excesivo . mas, en todo
caso, egitimado en !a justicia del propósito.
Se advierte pues, que nuestro autor tiene puesta una atención
extremada en cuanto se, roza con la dignidad . española . En esto no
admitía que nadie se le adelantase, y tampoco podía callar, por supuesto, las lacras observadas en el trato diario con las cosas de l a
peninsula, pues su sentido de la rectitud le incitaba a denunciar tos
abusos donde quiera que se presentaran . En su austera conciencia
de patriota tanto mal causaban a su tierra los malquerientes de fuera
como los viciosos de adentro, por lo cual era precisodarlbt
entrambas partes . Mas en ocasiones adopta un tono fatalista, compungido, al comprender que el mal, por muy extendido y arraiga
do, no tiene ya remedio . En estos términos acongojados se dirige
a su gran amigo Justo Lipsio (1604) :
Quid de me a Hispania non querula voce referam? Vos belli
preede estis . N os otii, te ignorantiae, Ibi miles noster, opesque
consumuntur. Hic nos consumuntur . Hic
(10)
(11)
Edic. Aguilar, Obras en prosa, pág . 273 .
Edic. Aguilar, Obras en prosa, pág . 1361-b .
- 15 -
Acerca de mi España ¿qué contaré a no ser con voz doliente?
Vosotros sois presa de la guerra . Nosotros, de la ociosidad y de
la ignorancia . Allá nuestro soldado y nuestros haberes se consumen . Aquí nos consumimos nosotros . . .
Conviene recalcar esta idea de que España, en concepto de Quevedo, sufre una crisis tan profunda que no puede escapar a su fatal
desintegración . Este pensamiento parece obsesionarle y está en in .
tima relación con los productos más densos y peculiares de su arte
literario . Su lenguaje, al surgir este tema, se carga de vocablos ne
gadores,qutcnlaobseiódnqulameto,dpériae
los valores vitales y de las razones que hacen apetecible le vida . El
autor reitera una y otra vez esta especie, y sólo muy contadas veces,
como podrá verse en seguida, adopta una postura más lisonjera .
Cuando llegó al poder el Conde-Duque de Olivares (1621), en el
ánimo de Quevedo parece surgir la esperanza (le un cambio benéfico en la dirección de la política española, basado en el criterio favorable que le merecía el personaje recientemente encumbrado . Era
tan grande su decepción sobre el régimen fenecido que acaso pensó,
de buena fe, en rectificaciones de fondo vinculadas a la mudanza .
Aunque tampoco debe desconocerse, como causal de su buena disposición hacia Olivares, el no oculto anhelo de sacudirse el destierro a
que le había compelido el gobierno anterior ; y por de contado, el
deseo de asegurarse nuevamente el valimiento perdido . En una de sus
epístolas más conocidas y celebradas, escrita en 1624, se dirige al
Conde-Duque con los siguientes optimistas apóstrofes :
Que la cortés estrella que os inclina
a privar, sin intento y sin venganza (12)
milagro que a la invidia desatina,
tiene por sola bienaventuranza
el reconocimiento temeroso,
no presumida y ciega confianza .
(12)
Alude a un juicio que expresó en escrito anterior -Grandes anales de quince días (1121)- acerca del Conde-Duque, atribuyéndole poca ambición de llegar al poder :
"y para ver cuanto talento sobraba al conde de Olivares, no
es menester más de ver el conocimiento con que le dejó pasar ;
que quien sabe despreciar el poder, es el benemérito ; y el que le
codicia, es el temerario ; y en el uno es gloria la que deja, y en
cl otro peligro lo que tiene" .
Vid . Edic . Aguilar, Obras en prosa, pág . 475-a .
-- 1 6 -
Pues os dió el ascendiente generoso
escudos, de armas y blasones llenos,
y por timbre el martirio glorioso, (13)
mejores son por vos los que eran buenos
Guzmanes, y la cumbre desdeñosa
os muestra a su pesar campos serenos (14)
La epístola que nos ocupa tiene un valor circunstancial, de obediencia a un propósito de halago político, en la parte transcrita, que
remata la composición . Se inicia, en cambio, con muy otros arranques, que cuadran mucho mejor en la manera artística de Quevedo por
au entonación rotunda y su arrogante sinceridad :
No he de callar, por más que con el dedo,
ya tocando la boca, ya la frente,
me representes o silencio o miedo (15)
¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿ Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
habrá quien los pecados autorice,
y el púlpito o la cátedra comprados
harán que la lisonja se eternice?
Y, bien introducidos los pecados,
¿verán a la verdad sin voz, desnuda,
y al interés echándole candados?
Pues sepa quien lo niega, y quien lo duda,
( 1 i)
Se refiere al martirio del hijo de Guzmán el Bueno, ascendiente medieval del Conde-Duque de Olivares, con ocasión del sitio
de Tarifa, cuya defensa le había encomendado el rey Sancho
IV el Bravo (1292) . Guzmán el Bueno, que custodiaba la plaza,
prefirió soportar el dolor de] asesinato de su hijo, que estaba
en manos de los atacantes, a entregar la plaza . Se cuenta que
Guzmán arrojó desde la muralla su propio cuchillo, dirigiendo
a sus enemigos las siguientes palabras : "Si en el campo no
hay acero, ahí va el mío ; que antes os diera cinco hijos, el los
tuviera, que una villa que tengo Por el rey" .
(14) Edic . Aguilar, Obras en verso, pág . 137-b .
(i5) Este verso aparece, con la variantes "silencio avises o amenaces
miedo", recogida en algunas ediciones . El texto reproducido en
este trabajo corresponde a la edición de Aguilar, Madrid, 1932,
Obras en verso, pág . 136, preparada por Luis Astrana Marín,
quien, a su vez, en nota, explica : "(1) Copia de] amanuense de
Quevedo . Ms, inédito en poder de mi amigo D . Luis Valdés . Es
el texto primitivo de tan célebre composición, sin retoques ni
injerencias extrañas" .
-17-
que es lengua la verdad de Dios severo,
y la lengua de Dios nunca fue muda .
Sigue luego una pintura inspirada, con grandes aciertos artísticos, de las costumbres de los españoles del tiempo, contrastadas con
las existentes en el pasado, que eran, en opinión del autor, muy susuperiores, parque representaban un sentido cabal de moderación y
honesta pobreza, tan distantes de la ostentación y codicia observa
das en los días presentes . Aparte de que hombres y féminas supieron cumplir siempre con sus respectivos deberes, dentro de una aus
tera concepción de la vida . E! dinero, las modas exóticas, el abandolnaosdeivtrbj,fáclaensid mujres,
trocaron las virtudes de antaño en lamentable relajación .
Se perciben algunas influencias de autores latinos en el texto
de la epístola, aun cuando Quevedo supo desempeñarse en ella con
muy robusta inspiración y sin perder la clásica elegancia del estilo .
Puede añadirse que no se trata de una sátira virulenta, de sabor
amargo, sino de un hermoso poema de contrastes que, desde luego,
no renuncia a la crítica, mas la ejercita en un plano de nobleza literaria en el cual la belleza triunfa sobre la indignación .
Ello ocurre posiblemente porque el propio autor se había con
cediounatrgespzadconlveimtodlgbern
Olivares, de suerte que su escalpelo no cala de manera directa sobre
una situación concreta, de esas que, a modo de tumores sociales
graves, hacían estallar la cólera del satírico en acentos de cáustica
protesta .
Empero, el curso de los acontecimientos habría de mostrarle, en
cosa de algunos años, que anduvo equivocado en sus previsiones . Los
anhelos del patriota, que no es justo confundir, en el caso de Quevedo, con vulgares afanes de medro, no encontraron suelo firme en
la política del Conde-Duque, cuyas capacidades de estadista no justificaban, en verdad, el general contento con que fue acogido su ascenso al poder . Nuestro escritor, por supuesto, hubo de rectificar radica mente su punto de vista inicial respecto al valido, sin sospechar acaso que la ruda franqueza de sus palabras habría de conducirle a un tristísimo calvario .
Quevedo sucumbió, no hay duda, como víctima de su exacerbado
patriotismo, de su entrañable amor a España e.nPuoramst ,
circunstancia dada, más español que el propio rey y su omnipotente
favorito, éstos, más celosos de su autoridad que sensibles a los males
de la patria, encarcelaron en forma despiadada al hombre que tuv
o el xtrao dinario valor civ l de contados en l célebr me orial
de 1639 dirigido a Felipe IV, las angustias y miserias del pueblo
tmldaeoiñsrhpnu,ícgvestirna bdlOvesa,comndprta
capitanes .
Ahora sí el estilo de Quevedo adopta esa cáustica fiereza
de los
vocablos convenidos en azotes restallantes, de eficacia corrosiva, que
dejaban en el rostro de la víctima las marcas delatoras de su fuerza
punitiva . El formidable satírico, rebosante de dolor patriótico, no
para en consecuencias, no mira hacia las encumbradas testas, pre
re
avlinbedcosrufpavlngtio,squeapnt
de todo el desconcierto, más atento a la salud general que a los inmin;entsrigopnales
A cien reyes juntos nunca ha tributado
España las sumas que a vuestro reinado .
Y el pueblo doliente llega a recelar
no le echen gabela sobre el respirar .
... .. .. .. . .. .. ... .. .. .... ........ . .......
Familias sin pan y viudas sin tocas
esperan hambrientas, y mudas sus bocas .
. . . . .. . . . .
Un ministro en paz, se come de gajes
más que en guerra pueden gastar diez linajes .
,,
El vulgo es sin rienda ladrón homicida ;
burla del castigo ; da coz a la vida..
"¿Qué importa mil horcas (dice alguna vez)
si es muerte más fiera hambre y desnudez?"
Los ricos repiten por mayores modos :
"Ya todo se acaba, pues hurtemos todos" .
Perpetuos se venden oficios, gobiernos,
que es dar a los pueblos verdugos eternos .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . .
Ni es bien que en mil piezas la púrpura sobre,
si todo so tiñe con sangre del pobre.
Ni en provecho os entran, ni son agradables
grandezas que lloran tantos miserables .
¿Qué honor, qué edificios, qué fiesta, qué sala,
como un reino alegre que os cante la gala?
Más adorna a un rey su pueblo abundante
que vestirse al tope de fino diamante .
Si el rey es cabeza del reino, mal pudo
lucir la cabeza de un cuerpo desnudo (16) .
Los fragmentos transcritos evidencian la extraordinaria potencia del ataque contra la corona, la cual debió sentirse tambaleante sobr
peoslarindxpeysaqmu,tnorgOldivesacfnoprdóiytasem
mantenerle ajeno a los negocios públicos, había contraído la grave
responsabilidad de sumir a su pueblo en tan grande miseria, mientras derrochaba alegremente los dineros urgirlos por tantos desdichados .
la formidable invectiva quevedesca hay un acento de sin
En
ceridad desgarrada, una confesión de honda melancolía, a pesar de
loe violentos sarcasmos que surgen a cada paso . Quien habla ante el
monarca arriesgando tanto, no pudo hacerlo nunca en gesto de
arrogante altanería, sino movido de poderosas razones . La parte f ina.lQudevaonpístr evladonsteido
ofender, mas tampoco quiere adular . El gobernante que sólo escucha lisonjas, en realidad procede contra su propio interés ; porque
só o de la verdad podrá esperar luz y acierto para sus providencias
de gobierno . Los cuatros versos últimos pintan con dramática plasticda el stado eánimodel scritor,suprofunda ngustiade spañol
; hacen patente la causa primordial del escrito, que no es, des puésdeto,inlpstreabo¿ungraptioquemra
cerrados todos los caminos, que grita desesperadamente por la salvación de España :
Servicios son grandes las verdades ciertas ;
las falsas lisonjas son flechas cubiertas .
Si en algo he excedido, merezca perdones .
Dolor tan del alma no afecta razones!
¿Se quiere una demostración más decisiva del duelo íntimo del
escritor, de su intensa melancolía? No supieron verlo, obcecados por
la furia de sentirse descubiertos en sus culpables manejos, quienes
se lanzaron sobre el hombre infortunado, con inflexible voluntad de
estrangularlo . Mas por ello mismo la figura del artista crece en
proporción a la pequeñez de sus perseguidores . Si grande era el
(16) Edic . Aguilar, Obras en verso, págs. 143-144.
-20-
agravio al poderoso, mucho mayor era la culpa que tenía acumulada
por sus continuos desafueros . Mas quiso la fortuna, tan contradictoria siempre, que pereciese el justo, acaso para dejar más patentes
su gloria y su martirio .
Desde ese momento la vida de don Francisco entra en período
agónico . El memorial dirigido a Felipe IV lleva escrita, en reali
dad, su propia sentencia . Del largo y espantoso cautiverio que sufri
rá después dirá en su postrera carta al Conde-Duque : "Ya no es
vida la mía, sino prolijidad de la muerte" ( 17 ) . Los filos acerados de
sus sátiras ya no volverán a fustigar a funcionarios venales, y con
ello tendrán un respiro los validos inescrupulosos . Más la posteri
dad, con mayor sentido de la justicia, sabrá vindicar la memoria de
quienes a causas nobles debieron su infortunio . De don Francisco
de Quevedo se podría afirmar sin exageración que fue un mártir de
su patriotismo .
(17)
Edic. Aguilar, Obras en prosa, pág . 1583-a .
LA CONCEPCIÓN CERVANTINA DE LA NOVELA
LA HAZAÑA LITERARIA DE CERVANTES
Si se quiere una figura que simbolice el genio literario español
en su hora de mayor plenitud, surge sin apremio el nombre de Cervantes . Ninguno, en efecto, acude con tanta espontaneidad a cualquiera cita donde se ventilen achaques del idioma, como testigo de más
reputada opinión . Es el escritor hispano de más universal resonancia
y debe contarse también entre las glorias mayores de la humanidad
en lora .
Conviene decir esto con el propósito de que, se comprenda y valore en su extraordinaria significación para la hispanidad, el centenario que este año se conmemora
. Que si en otros aspectos de la actividad intelectual cabezas cimeras de distintas naciones aventajan a las
de habla española, un prestigio literario como el de Cervantes representa, en cambio, rarísimo privilegio concedido a pocos pueblos en
la historia (le la espiritualidad humana .
El crédito literario de nuestro escritor radica muy principalmente en sus aptitudes de novelista . Probó fortuna en el teatro y
mantuvo trato asiduo con las musas . Mas supo reconocer honrada
mente que no debía ilusionarse con adquirir la corona de poeta y que
tampoco le era permitido disputar a su contemporáneo Lope de Vega
el señorío de la escena . A trueque, sin embargo, de recabar para sí,
como quien ara en terreno propio, seguro de sus potencias y recur
sos, los lauros del narrador :
"A esto se aplicó mi ingenio, por aquí me lleva mi inclina
ción, y más que me doy a entender (y es así) que soy el primero que he novelado en lengua castellana ; que las muchas novelas que en ella andan impresas todas son traducidas de lenguas
extranjeras, y éstas son mías propias, no imitadas ni hurtadas :
mi ingenio las engendró y las parió mi pluma, y van creciendo
en los brazos de la estampa ."
De tal suerte se expresaba Cervantes en el prólogo que colocó
frente a las Novelas Ejemplares . La posteridad ha confirmado con
amplitud y admiración este juicio valorativo . Es más, ha llegado a
considerarle, en la historia literaria de Europa, como el primer gran
-- 22 -
MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA
(1547 - 1616)
maestro del género . Toda la tradición novelesca anterior queda incorpo .radentolmrcevantio,ysldeacriomz
U, depurada y provista de los ingredientes con los cuales fructifica
rá espléndidamente en el mundo moderno .
a
HOMBRE DEL RENACIMIENTO
Resulta indispensable mirar a Cervantes dentro del ambiente histórico en que le correspondió vivir, si queremos aprisionar las directrices de su arte . No vaya a pensarse, como algunos han sostenido,
que fue hombre de cultura rudimentaria, a quien una mente bien
dotada por naturaleza salvó de mostrar en su obra la pobre calidad
de su haber intelectual .
Si bien es cierto que faltaron a nuestro autor, a causa de su pobreza --no remediada, como en casos más afortunados, mediante una
protección generosa- las enseñanzas recibidas en los claustros salm pcaonmtiluse r otros ingenios contemporáneos, deb reconocerse, en cambio, la evidencia, revelada a través de sus producciones, de una formación debida al propio esfuerzo que le permite
hablar cabalmente de los temas más apasionantes de la época renacentista .
Debió ser de particular importancia, en la elaboración de sus
ideas sobre el arte, In permanencia en Italia, donde se debatían, en
aquella sazón (1569 .1575), cuestiones que el autor español reflejará
más adelante al concebir personajes y asuntos novelescos, revelando
así la huella perdurable que dejaron en su ánimo .
A diferencia de Lope de Vega, en quien la espontaneidad creadora carece de cauces reguladores, Cervantes es un escritor imbuido
de ideas racionalistas, respetuoso de las normas, incapaz de dejarse
arrastrar por excesos imaginativos o pasionales . Lo prueba, por ejemplo, su fidelidad al arte dramático de corte tradicional, ligado estrechamente a la preceptiva clásica, que defiende con tesón frente a los
desbordamientos irreverentes de otros autores . No supo adaptarse nun,
ca a esa manera de hacer comedias que Lope hizo triunfar ruidosa.
mente en las tablas, entre aplausos delirantes del público, y hubo de
renunciar por elfo, entre molino y resignado, a sus empeños dramáticos .
-23-
El culto racionalista, característico de la época, comparte sus
privilegios con la exaltación de los valores humanos de orden vital o
emotivo . En consecuencia, Cervantes se impone a veces rectificaciones
de los puntos de vista intelectuales cuando los hechos de la realidad
introducen un sesgo contradictorio . La vida también tiene sus derechos, y los asume con plenitud a lo largo de la obra cervantina .
Acaso, además, porque nuestro autor no es una mente esclavizada a las verdades admitidas ni fanático de ninguna doctrina . Su
buen sentido le preserva de Colocarse en posiciones irreductibles, y
ejercita muy bien la facultad de la crítica, que es actitud esencial del
hombre renacentista, llevada a la más sutil perfección por Erasmo, el
maestro indiscutido del humanismo .
La valoración de las cosas humanas, la exaltación de los valores
vitales se junta, por otra parte, con el relieve especial que se concede
a la naturaleza, casi elevándola a categoría divina en gesto que, conocido el predominio coetáneo de la religión cristiana, debió sonar
a grave irreverencia .
Cervantes no prescinde, por cierto, de tan arriesgado encarecimiento, e inserta en la Galatea (1585) el siguiente juicio, en que atribuye a poderes naturales la creación del ser humano :
"En todas las obras hechas por el mayordomo de Dios, naturaleza, ninguna es de tanto primor ni que más nos descubra la
grandeza y sabiduría de su hacedor como la compostura del hombre, tan ordenada, tan perfecta y tan hermosa, que le vinieron a
llamar mundo abreviado ."
Es de notar, además, el concepto óptimo acerca del hombre que
revela el párrafo transcrito, muy a tono con la ideología renacentista,
que exaltó a un grado extraordinario la personalidad humana, en
contraste con la posición de humilde criatura que ocupó dentro del
inundo medieval . La glorificación del hombre, el reconocimiento am
plio de sus capacidades y poderes, constituye, en verdad, un resorte
esencialísimo que trastorna la estructura del orden imperante en la
Edad Media, subordinado totalmente a la voluntad divina, y abre camino a la época moderna, asentada, en cambio, sobre un vasto e intenso predominio ele los valores humanos .
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LA NOVELA ANTERIOR A CERVANTES
Cervantes llevará a la novela, según veremos, temas y maneras
de ver estrechamente vinculados al orbe estético del renacimiento .
Importa contar, ahora bien, con la tradición narrativa que su época
recibe, sobre la cual habrá de operar nuestro escritor, insuflándole
aires renovadores.
En primer lugar, el libro de caballerías . Relacionado en sus orígenes con la épica medieval, constituye la primera manifestación de
la novela europea, ya emancipada y organizada como género de pro
pia sustantividad ; si bien, a causa de defectos congénitos que fueron
acentuándose en torpes imitaciones de los primeros modelos, no logró consolidar u existencia .
Desde un punto de vista histórico y pensando en el apogeo y
luego en el progresivo descrédito de la literatura caballeresca, srcoenivdapqulresonda ilesduna
cual la institución de la caballería debió constituir una proyección
exterior de sus gustos aristocráticos, urgidos de fiestas brillantes, ornamentales, presididas por la mujer, señora de pensamientos y acciones heroicas .
Mas cuando esa concepción de la vida se resquebraja, no fueron
ya los libros caballerescos respuesta adecuada a las inquietudes y an.
helos sociales . Surgen los reproches contra las fallas visibles de su
estructura o la falsedad de contenido, se les tilda de inmorales y se
invita a arrinconarlos sin miramientos.
La novela pastoril ofrece, hacia mediados del siglo XVI, una solución de índole completamente distinta . Los factores que determinan
u aparición no son ya de origen medieval . Hay que buscarle entron
sques, inns bien, en inclinaciones de signo contrario a la decreciente
afición hacia los libros de caballerías . La vida del campo, sencilla,
rústica, extraña a las intrigas cortesanas, se presentó como una ten
tadora promesa, capaz de hacer olvidar, siquiera en la ficción lite
raria, el tinglado de vanidades del mundo señorial o palatino .
ACTITUD CRITICA DE CERVANTES
La cosecha narrativa anterior a Cervantes no se redujo exclusivamente a las novelas caballeresca y pastoril . Mas éstas solicitaron
- 25 -
de modo particular su atención, haciéndole reflexionar sobre el mérito artístico que pudiera acreditárseles, a la luz de las ideas que habían llegado a formar su credo estético .
En la época de sus andanzas italianas, hacia mediados del siglo
XVI, era motivo de meditación entre los hombres de letras la dife
rencia establecida por Aristótoles en su Poética entre el historiador
y el poeta :
"De lo dicho resulta claro no ser oficio del poeta el contar
las cosas como sucedieron sino cual desearíamos hubieran suce
dido, y tratar lo posible según verosimilitud o según necesidad .
Que, en efecto, no está la diferencia entre poeta e historiador en
que el tino escriba con métrica y el otro sin ella . . . empero dife
rénciasequlnodiceas tlcompasrnyelot
cual ojalá hubieran pasado ." ( 1 )
En virtud de los conceptos enunciados, quedaba patente para las
gentes preocupados de la época una especie de escisión entre des mundos : el de la realidad cotidiana, ámbito de las cosas que ocurren efectivamente, y el de la creación poética, propicio a presentar no las imperfecciones y vicios que afean la vida, sino los ideales que la dignifican .
La vida con sus ocurrencias tiene un campo muy circunscrito, referido al contorno de seres y acontecimientos . La historia no puede
falsearlos, debe ateners e a u escueta verdad ontológica . En cambio,
el poeta domina un horizonte amplio de posibilidades : u sentido
creador, aunque sin apartarse de lo verosímil, es decir, de cuanto
puede concebirse dentro del mundo real, le permite forjar con mayor
perfección ambiente y personajes, dotándolos de aquellos ingredien
tes elevados o nobles que suelen escasear en la flaca naturaleza humana .
Surge de aquí, como dominio propio del arte, la concepción de
una realidad ideal, muy superior a la prosa corriente de la vida .
Esta última sería el campo reservado a los menesteres del historiador .
(t)
Versión de Juan David García Bacca, México, 1946, p . 13 -- La
Poética había sido traducida al italiano por Robortelli en 1648 .
Apareció en edición española, traducida por D . Alonso Ordóñez,
en Madrid, 1626 .
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Un peligro asomaba, sin embargo, para el arte. A fuerza de conc
ceobríliatusnemyorgad pefciónosbl,e
riesgo de alejarlas cada vez más del mundo real, convirtiéndolas en
seres abstractos, incapaces de actuar y de sentir como los hombres
verdaderos . Semejante coyuntura podía acarrear, a la larga, un di
vorcio insalvable entre el arte y la vida, restando al primero ese cal doerlsnhtuima ,deplciónahotr
cual no se concibe la emoción estética.
En la pi-impera mitad del siglo XVI este problema no se había
lado el ámbito propio de los criados, fuertemente apegado
a las realidacop;h,ardnáqtesuijgmlfyzCaopistre,Mnlcbfado ruen
hostiles a su idílico transporte . Cervantes, consciente ya del conflicto
presentado aún desde, un punto de vista teórico . Un libro capital como La Celestina, escrito a fines de la centuria anterior, ofrece de un
estético antes esbozado, expresó sobre La Celestina el siguiente juicio, en el cual resume toda una teoría artística :
Libro en mi opinión divino
si encubriera más lo humano
Cervantes percibe con suficiente clarividencia que no conviene del:jasnricut ezngodlsxtrem
miserias terrenas, ni ascensión a un mundo de encantamiento paradi
síaco donde falten los contactos con las asperezas de la vida .
Es verdad, por otra parte, que esta opinión cervantina no era
compartida abiertamente por sus contemporáneos . No pocos ingenios
di aquel tiempo declaraban resueltamente su parecer en el sentido de
reclamar obras ajustadas a lis exigencias de una severa moral, de
acuerdo con prescripciones de la iglesia . A esta tendencia obedecen
la mayoría de las críticas formuladas contra los libros de caballerías,
considerando que sus autores, al introducir pasajes escabrosos o es
cenas lascivas. pecaban contra la honestidad y ofrecían lecciones per
niciosas a sus posibles lectores .
Nuestro autor s e pronuncia a su vez contra la literatura caballeresca, mas sus reproches arrancan de muy otro fundamento . Se relacionan con sus puntos de vista de orden estético y dejan a un lado
las cuestiones de carácter moral .
- 27 -
"De mi sé decir - -comenta el canónigo en cl capítulo XLIX,
Primera ]'arte del Quijote - que cuando los leo (los libros de
cabal crías ) , en tanto que no pongo la imaginación en pensar
que son lodos mentira y liviandad, no me dan contento ; pero
cuando caigo en la cuenta de lo que son, doy con el mejor dellos
en la pared, y aun diera con él en el fuego, si cerca o presente
'e tuviera, bien como a merecedores de tal pena, por ser falsos
y embusteros, y fuera del trato que pide la común naturaleza,
y corno a in inventores de nuevo modo dc vida, y como a quien
da ocasión que el vulgo ignorante venga a creer y tener por
verdaderas tantas necedades como contienen" .
Cervantes censura el arte caballeresco porque adultera la
naturaleza, cambia de extraña manera las condiciones de los hombres,
haciéndoles autores de hazañas imposibles . Considera que las acciones deben estar proporcionadas a la capacidad do quienes las rearealizan. Romper ese equilibrio que, dispone adecuadamente las cosas,
de suerte que los efectos mantengan la debida relación con las causas respectivas, es tarea reprobable .
Hace, no obstante, un reconocimiendo : los hechos disparatados,
las mentiras contadas con gracia, pueden causar deleite . En otra part:explicamjorsuenit,complenád
"Y puesto que el principal intento de semejantes libros sea
el deleitar, no se yo como puedan conseguirle, yendo llenos de
tantos y tan desaforados disparates ; que el deleite que el alea
se concibe, ha de ser de la hermosura y concordancia que vee
y contempla en las cosas que la vista o la imaginación ponen
delante ; y toda cosa que tiene en sí fealdad y descompostura
no nos puede causar contento alguno ."
(Quijote, 1,
capítulo XLVII)
Su teoría estética se acerca aquí al pensamiento aristotélico antes enunciado, en el sentido de asignar al arte una misión ennoblecedora
. Donde quiera que advierta desarreglo, impureza de formas
o de contenidos, debe el artista corregir defectos, introducir el sentido de la armonía, capaz de suscitar emociones placenteras . Una exigencia estética, de corte renacentista, impulsa -la pluma de Cervantes, inclinándole a mirar la belleza y la gracia como metas del arte .
Otras ideas expresadas en los pasajes anteriormente transcritos,
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relativas a la función docente ele la obra poética, apareada con la de
proporcionar deleite, que circulaban en la época renacentista -y de
ellas se hace eco Cervantes-- tienen como antecedente un conocido verso de Horacio, en su Epístola a los Pisones :
Aut prodesse volunt aut delectare poetae ...
O quieren ser útiles o quieren deleitar los poetas .
SU CONCEPCIÓN DE LA NOVELA
La diferencia de objeto y de método que Aristóteles estableció
entre la poesía y la historia, suministró a loshmbredRnaci
iento una base doctrinal para reflexionar más cumplidamente sobre
la función del arte . Bajo imperativos de orden religioso, hubo quienes no acataron otra forma de obra artística que la colocada en el
plano idealista de lo poético, prescindiendo de cualquiera concomitancia con las cosas terrenas . Hasta se introdujo el procedimiento de
convertir a lo divino los libros mundanos, creyendo con ello librarlos de toda impureza .
Cervantes, menos sectario y mucho más artista, entrevió que
la verdadera obra de arte no podía acomodarse estrictamente a un
plano ideal, carente de contactos con la vida . Pero tampoco aceptó
que la realidad abrupta, sin paliativos, pudiese ser materia adecuada para la creación estética . Cobran así sentido su reproches contra
los libros de caballerías, tachándolos de mentirosos y falseadores de
la verdad, al mismo tiempo que su juicio sobre La Celestina, censurándole el dejar al desnudo feas muestras de la humana podredumbre .
Como buen renacentista, miraba con ojos racionales la tarea creadora, juzgando que no era lícito extraviarla en desafueros imaginativos . Había que frenar la fantasía, atemperándola a proporciones que
no violentasen las normas naturales .
La doctrina aristotélica estaba muy arraigada en la mente del
autor español . Sirve de soporte a sus ideas centrales sobre la creación
novelesca . Un personaje del Quijote, según se verá en seguida, la
recoge casi textualmente :
"-Así es -replicó Sansón- ; pero uno es escribir como
poeta y otro cono historiador : el poeta puede contar o cantar
las cosas, no como fueron, sino como debían ser ; y el historiador las ha de escribir, no como debían ser, sino cono fueron,
sin añadir ni quitar a la verdad cosa alguna ."
-- 2 9 -
(Quijote, 11, capítulo III)
Su concepción d° la novela, de la cual es ejemplo máximo el
Quijote, consistió en acercar la zona del idealismo poético al plano
realista de lo histórico, de modo que no pudiera el poeta perderse
en delirios imaginativos sin sentir, en el momento oportuno, una llamada del mundo real que le obligase a cortar su impetuoso desvarío .
Don Quijote es el héroe poético, Sancho es un representante de
la realidad pueblerina . El caballero, llevado de sus altos pensamientos, vive en un mundo quimérico dentro del cual transforma las cosas y personas que le rodean, acomodándolas disparatadamente a
sus delirios imaginativos. Sancho se encarga de advertirle a cada
paso que son muy diferentes de sus fantasías las realidades con que
tropiezan . Mas e' caballero, ciego a toda prudente advertencia, transfigurando en aventuras caballerescas vulgares sucesos del acontecer
cotidiano, acomete con ímpetu para recibir luego . en pago de sus
locuras, rudos golpes de la vida prosaica, sorda a sus alucinados reclamos.
Ahondando un poco en los elementos que integran esta admi
rable hazaña novelesca se advierte que, a diferencia de los libros de
caballerías, cuyo ambiente y personajes son del todo ficticios, Cervantes ha colocado a u héroe sobre un escenario concreto . Sus andanzas discurren a través de tierras españolas, y todos los pormenores descriptivos se refieren a situaciones, lugares, sucesos o personas
concebidos dentro de la realidad peninsular .
Ahora bien, para poder acomodar una trama caballeresca, por
lo menos en apariencia, sobre un medio tan esencialmente distante
de los exigidos por la técnica de aquel tipo de nove l a, Cervantes acuñó el recurso de convertir en loco al protagonista, de modo que la
caballeria sólo existe, como él elemento de ficción, en la mente trastocada del personaje .
Pero obsérvese que la locura de don Quijote es un elemento funcional, de valor incalculable, en la concepción de la novela . Sin ella
el autor no habría podido escribirla . Pero, además, considerando como completamente admisible la circunstancia de que alguien llegue,
a perder el juicio, las andanzas caballerescas de don Quijote, en cuan
to acciones atribuidas a un demente, son del todo aceptables y adquieren la categoría de realidad efectiva, no imaginada tan solo . Con
- 30 -
suabrc
ello Cervantes logró un nuevo triunfo, desde el punto de vista de su
credo estético, ya que los disparates de don Quijote, que serían completamente reprobables en una persona cuerda, no suscitan objeción
admitidos como reacciones de un pobre demente .
Nuestro escritor ejerce una cuidadosa vigilancia sobre las actuaciones de sus personajes. Cada uno ha de comportarse con arreglo a
su condición temperamental, sin traicionarla ; ha de ser fiel a las
características de la esfera social de donde procede . Las maneras de
actuar, las ideas, las formas del lenguaje, deben acomodarse al ambiente dentro del cual se agita . Es decir, se impone una consecuencia entre el ser y el obrar, entre la mente y la conducta,
Por este motivo Cervantes rechaza, en un conocido pasaje de)
Coloquio de los perros, el convencionalismo de la novela pastoril, la
ninguna correspondencia que sus fingidos pastores guardan con la
verdadera rusticidad así de hábitos como de palabras :
"Pero, anudando el roto hilo de mi cuento, digo que . no
. .
debíaserv da loquehabí od contardelavida elospatores
; a lo menos, de aquellos que la dama de mi amo leía en
unos libros cuando yo iba a su casa, que todos trataban de pastores y pastoras, diciendo que se les pasaba toda la vida cantando y tañendo con gaitas, zampoñas, rabeles y chirumbelas
.
Digo que todos los pensamientos que he dicho, y muchos más,
me causaron ver los diferentes tratos y ejercicios que mis pastores y todos los demás de aquella marina tenían de aquellos que
había oído leer que tenían los pastores de los libros ; porque si
los míos cantaban, no eran canciones acordadas y bien compuestas, sino un
Cata el lobo do va, Juanica,
y otras cosas semejantes ; y esto no al son de chirumbelas, rabeles o gaitas, sino al que hacía el dar un cayado con otro o
al de algunas tejuelas puestas entre los dedos ; y no con voces
delicadas, sonoras y admirables, sino con voces roncas, que, solas o juntas, parecía, no que cantaban, sino que gritaban o gruñían
.Lomásdelía psbeulgándo
remnda
.o"
Es muy propio de la técnica novelesca cervantina poner : •u violento contraste la realidad con la ficción . Es un maestro de estos
juegos irónicos, en los cuales ejercita, junto con su aguda capacidad
crítica, el recurso de acudir a In experiencia en demanda de comprobación, colocando en ell a facultades aleccionadoras o antídotos para
desvanecer ilusiones .
Recuérdese, por ejemplo, el capítulo en el cual narra Ce r vantes
de modo insuperable el supuesto encuentro de don Quijote con su
señora DúlSasicnodehr,mltpósio
de acallar la continua insistencia de su amo en ver a la dama de sus
pensamientos, concebida, como es de presumir, de alto linaje, note
continente, amén de otras singulares prendas de belleza y de gracia .
El escudero mira venir hacía el lugar donde se hallaban a tres labradoras montadas sobre sendos pollinos, y advierte a su amo :
"Pique, señor, y venga, y verá venir a la princesa nuestra
ama vestida y adornada, en fin, como quien ella es . Sus doncellas y ella todas son una ascua de oro, todas mazorcas de perlas, todas son diamantes, todas rubíes, todas telas de brocados . . ."
Se produce luego un divertido diálogo entre los dos personajes,
a través del cual el escudero so empeña en desvanecer los recelos de
don Quijote, quien, al observarlas de cerca, no comprende ni justifica los encendidos elogios de Sancho . Mas acaba por arrodillarse
junto con su escudero ante aquellas imaginarias princesas, a su vez
llenas de perplejidad por tan desusado homenaje, al cual siguen otros
ridículos sucesos. Don Quijote, desilusionado, comenta al término de
la escena :
"-Sancho : ¿qué te parece cuán mal quisto soy de encan
tadoras? . . . que no se contentaron estos traidores de haber vuel
to y transformado a mi Dulcinea, sino que la transformaron y
volvieron en una figura tan baja y tan fea como la de aquella
aldeana, y juntamente 1e quitaron lo que es suyo de las prin
cipales señoras, que es el buen olor, por andar siempre entre
ámbares y entre flores . Porque te hago sabor, Sancho, que cuan
do llegué a subir a Dulcinea sobre su hacanea -según tú dices,
que a mi me pareció borrica-, me dió un olor de ajos crudos
que me encalabrinó y atosigó el alma ."
-. 32 -
(Quijote,
II, capítulo X)
Un espíritu burlón, truhán de la peor calaña, que debió encontrarse por aquellos parajes al acecho de infortunios quijotescos, soltó acaso una estridente carcajada, ante el fiasco del pobre caballero .
Todo el mundo de sus ilusiones : los palacios encantados, las bellas damas recamadas de pedrería, el prestigio no igualado de sus
portentosas hazañas, el magnífico espejismo de cuya sutil sustancia
alimentaba su andariega existencia, rodaba por tierra en aquellos angustiados momentos . Mas la vida nunca fue de otro modo .
El secreto del arte cervantino consiste, probablemente, en que,
con un sentido de humanismo integral, upo juntar en una fórmula
carente de exclusivismos las dos potencias que rigen la vida del hom
bre : aquella que le acerca al inundo animal, donde impera el instinto, y esa otra que, en alas del ideal, le empuja hacia los dioses . Ambas, en variada proporción, son responsables del humano destino .
Panamá, octubre de 1947 .
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