Nahuel Cantero La "Big Science" Introducción "Sin ciencia no existiría el mundo como tal. Y hasta la cosa más simple contiene cargas impresionantes de ciencia" A partir de la experiencia el ser humano va acumulando conocimientos; el individuo cuando niño empieza por tener percepciones concretas y es sobre la base de estas percepciones que forma luego sus representaciones generales y conceptos. Es a partir de la experiencia que se da el aprendizaje. El aprendizaje se da cuando lo estudiado es relevante en los intereses personales del estudiante. El individuo tiende a la autorrealización Esto es lo que formula la "teoría del aprendizaje empírico". Lo que identifica a la ciencia como tal es una actitud frente a la cosas y a la vida que exige una metodología estricta Tiene que ver con la búsqueda de la verdad y con lo que ella, con fidelidad absoluta, nos exige. La ciencia, en realidad, es por definición una búsqueda desinteresada, afanosa de la verdad, sin embargo hoy pareciera ser que la ciencia es potestad exclusiva de universidades y laboratorios, mientras que algunos de los mayores genios de la humanidad trabajaron en completa soledad. ¿Habráse visto mayor contradicción que pretender saber más limitando su desarrollo con desmedida ortodoxia? La voluntad de hacer cosas y crear por cuenta propia es fundamental para la exploración y la investigación Quizás lo que hagamos no valga nada, pero en todo caso, la idea de que es posible lograr cualquier cosa que uno se imagine pueda servirle a alguien para hacer algo mejor. El juicio de los necios “Los grandes espíritus siempre se han encontrado con la oposición violenta de las mentes mediocres” - AlbertEinstein Nahuel Cantero La cultura es “el resultado o efecto de cultivar los conocimientos humanos y de afinarse por medio del ejercicio las facultades intelectuales del hombre”. Pese a esta amplia definición, el estereotipo de una persona culta distingue los cuartetos de Mozart de los de Haydn, lee Günther Grass y Yeats, y vio todo Fellini, Bergman y Woody Allen, pero es incapaz de distinguir un leucocito de un neutrón. ¿Cuántos oyeron hablar alguna vez de Landau o Fermi, o tienen la más mínima noción de por qué diablos les dieron el Premio Nobel a nuestros hiperpublicitados Houssay y Leloir, o tan siquiera a Milstein, el clonador? El mismo hecho de que la finalidad de la investigación básica es la obtención de conocimiento por el conocimiento mismo es universalmente ignorado. Los medios de difusión contribuyen alegremente a la confusión; no hablemos ya de obviedades tales como llamar ciencia a la parapsicología o a la astrología: los términos “tecnológico” y “científico” son usados casi siempre indistinta e incorrectamente, y títulos rimbombantes transforman pequeños avances en la cura universal del cáncer. Y está, por supuesto, la educación media (de la cual soy víctima): se suman los efectos de planes de estudio obsoletos y profesores que muchas veces están poco actualizados. Física, química y biología suelen reducirse a una sucesión de leyes y nombres aprendidos de memoria, donde se mezclan Lavoisier, Mendel, y Ohm, desprendidos de su contexto histórico y filosófico. Se enseñan retazos de la ciencia, no qué es la ciencia, ni qué es el método científico; a lo sumo los chicos aprenden, de memoria, las palabrejas “inductivo-deductivo”, sin sospechar siquiera los misterios de la primera. Pensar está prohibido: guay del alumno que en un arranque de independencia recorra uno de los infinitos caminos que llevan de una hipótesis a una tesis, apartándose de la respuesta envasada. Esa lógica férrea que los chicos menores poseen en gran medida se pierde en la escuela, para no recuperarse, en muchos casos, nunca. La profesión de profesor secundario es dura: corriendo de colegio en colegio, mal pagos, aguantando cargadas, barullo e indiferencia por parte de hordas salvajes de adolescentes. Pero, con las consabidas honrosas excepciones, ellos contribuyen. La caída en la rutina es casi inevitable, porque ¿cómo podrían hablar con imaginación y entusiasmo de aquello que desconocen, o que ven que se les escapa día a día? Como resultado, en la mentalidad de la mayoría, la ciencia es algo “difícil”. Como no pudieron entender ni jota de la tabla de Mendeleiev, y apenas rascaron un cuatro en física en marzo colgándose con alfileres frases y fórmulas sin aparente contenido (fuerza=masa*aceleración), concluyen que cualquiera que se anima a estudiar ciencia es un “bocho”. Y esa mitificación por un lado aísla al científico y bloquea la capacidad de comprensión. Los científicos tienen también una buena tajada de culpa. Pareciera que no les gusta mucho tomarse el trabajo de pensar en cómo explicar lo que hacen, o por qué lo hacen, en un nivel que sea comprensible; se refugian mayormente en su aislamiento o, peor, en la pedantería de hablar difícil para demostrar cuán inteligentes son. Otra lacra es la vulgarización científica que pretende demostrar que cualquier idiota aprende mecánica cuántica en cinco minutos y sin pensar. Y la tercera, el academicismo ferozmente aburrido. Pero ¡qué difícil es atraer o interesara nadie con honestos y arduos experimentos en esta época, o competir con las chantadas pseudocientíficas producidas a costo infinito para cine o televisión! Lo cierto es que la ciencia no es trivial, hay problemas terriblemente complejos, y nadie se hace experto en electroquímica leyendo Selecciones. Pero además: es divertida, fascinante, elusiva, y muy laboriosa para aquel que la tiene como medio de vida. Y las cosas importantes, globales, pueden ser explicadas y entendidas por cualquier individuo medianamente culto y pensante: un ejemplo claro fue esa serie maravillosa, Cosmos, que tuvo fascinados a chicos y adultos. La “divulgación científica” no implica Nahuel Cantero trivialización y tergiversación, pero resulta fácil caer en ella o, por temor a que así sea, en el opuesto. Los ahora más frecuentes –y alguna vez serios– suplementos científicos de algunos diarios, y otras publicaciones tecnológico-científicas más o menos accesibles quizás contribuyan a acostumbrar a la gente a digerir mejor la ciencia. Hoy, un becario o un científico joven, formado, gana 700 u 800 pesos. Y se van, no algunos, no los mejores, se van todos, y encima se los ayuda para hacerlo, con cartas y recomendaciones. Pero ¿con qué cara podemos siquiera tratar de retenerlos cuando ellos ven que no sólo se están muriendo de hambre ahora, sino que los científicos senior “exitosos” ni siquiera pueden mantener razonablemente a sus familias? El éxodo de los jóvenes es la verdadera tragedia para nuestra ciencia: sin ellos estamos condenados al anquilosamiento y a la muerte vegetativa. Siempre fue complicado hacer ciencia en países subdesarrollados: la exigüidad de medios materiales y el aislamiento geográfico son factores importantes. Sin embargo se pudo hacer bastante, dignamente, y con la esperanza confirmada por los hechos de que nuestros alumnos serían más y mejores que nosotros, y que harían más y mejor ciencia en el país. Ahora, realmente no sé. El rigor del pensamiento, que no es privativo pero sí una característica esencial de la ciencia, sirve para demostrar teoremas y clasificar aminoácidos. Pero también para analizar la marcha de una explotación agrícola o una industria, planear un viaje, analizar un libro o sopesar los argumentos de una discusión parlamentaria. Pero lo más importante es el espíritu de búsqueda, de relativización de la verdad absoluta. Paradigmas se establecen y destruyen; nuevas evidencias se incorporan corroborando o demoliendo teorías hasta ayer universalmente aceptadas. Y sin embargo los paradigmas perimidos y las viejas teorías siguen formando parte del edificio y no son simplemente desechadas y tiradas a la basura. Si esto no constituye la base de la cultura, ciertamente debiera serlo. Mitos universalmente aceptados. Conozco a mucha gente joven que no ha pensado seriamente en una carrera científica. Algunos creen que no son suficientemente inteligentes mientras que otros estiman que la ciencia es aburrida. En otras palabras, la gente acepta ciertos mitos. Algunos de los más comunes son los siguientes. Mito: tenés que ser un genio o comportarte en forma extraña si quieres llegar a ser un científico. Realidad: no. En general, quienes se convierten en científicos no son ni más ni menos brillante que los que llegan a ser abogados, enfermeras, administradores de empresa, periodistas o profesionales de otra clase. Los científicos son gente común y corriente, dotados sólo de una gran curiosidad acerca del mundo y su funcionamiento. Mito: convertirse, por ejemplo en biólogo, significa que tenés que sentarte en un laboratorio todo el día y examinar láminas con el microscopio. ¡Qué aburrido! Realidad: parte de tu trabajo puede involucrar el examen de láminas al microscopio, pero también puedes viajar a las selvas del Amazonas o de Costa Rica en búsqueda de nuevas especies de microbios. Puedes encontrarte con las criaturas más peligrosas de la Tierra cuando sigas la pista de asesinos como los virus Hanta y Ebola. Puedes flotar en gravedad cero, cuando estudies el crecimiento microbiano en una nave espacial. Puedes observar cómo los peces pasan ante tu ventana cuando te encuentres en las Nahuel Cantero profundidades del océano en un submarino y puedes también escalar volcanes. Dónde trabajes y qué hagas como microbiólogo dependerá sólo de cuáles sean tu interés y tus meta, así como del esfuerzo que hagas para alcanzarlos. Mito: No te haces rico siendo un científico. Realidad: es cierto, no son muchos los científicos cuyos nombres están en las listas de los hombres más ricos del mundo. Pero los microbiólogos tienen un buen nivel de vida. Tu sueldo dependerá de dónde trabajes, por ejemplo, los microbiólogos que trabajan o hacen investigación en compañías privadas productoras de medicamentos llegan a ganar sumas importantes; los que trabajan con el gobierno o con las universidades ganan un poco menos pero, aún así, tienen un adecuado nivel de ingresos. Mito: tenés que estudiar muchos años para llegar a ser un científico. Realidad: si lo que queres obtener es un doctorado (Ph.D.) entonces sí tienes que estudiar durante 9 o más años, 4 años de pregrado y 5 o más de posgrado. Pero a medida que avanzas en tus estudios tendrás que pasar cada vez menos tiempo en los salones de clases y más en el laboratorio, realizando bien sea proyectos de investigación o trabajos de campo. Y tampoco tienes que obtener un doctorado. Algunas personas estudian el pregrado y después comienzan a trabajar en lugares donde pueden desarrollar sus habilidades científicas. Ángeles en un alfiler: Una parábola moderna El texto orinal es un clásico de Internet. Circula por la red en muchas variantes. Apareció originalmente en la revista Saturday Review, el 21 de diciembre de 1968. Su autor es un profesor americano de física llamado Alexander Calandra. (Aunque se dice que en realidad, fue protagonizada por el fisico Niels Bohr y el profesor Consultado fue nada menos que Ernest Rutherford, no está comprobado pero lo aclaro por las dudas). Trata sobre un estudiante que en vez de resolver un problema tal como habla sido concebido (calcular la altura de un edificio con un barómetro) recurre a los métodos menos ortodoxos imaginables (11ega a sugerir regalarle el barómetro al encargado para que le dijera la altura). Al final admite saber la respuesta tradicional y dice estar cansado de que le indiquen como pensar, un poco ejemplificando todo lo anterior que venía diciendo. Conclusiones: Bien, que podría decir yo ahora que no haya dicho antes, ni sueñen con un resumen, la monografía es de por si corta simplemente concluiré preguntándome: ¿Por qué explorar? ¿Por qué aprender? ¿Por qué crear? ¿No es mejor dedicarse a atender el hambre, la desocupación o la pobreza? Estas son preguntas que frecuentemente le cuestionan a los científicos, artistas, emprendedores, innovadores, y también, la infrecuente casta de los exploradores. Quienes buscan la innovación en cualquiera de sus formas en medio del marasmo que representa la vida para muchos parecemos superfluos, tan superfluos como el conocimiento mismo que de alguna forma ayudamos a construir, pues a nadie debe caberle duda alguna que si quienes buscamos cosas nuevas somos superfluos, el producto de nuestro trabajo, es decir, las cosas nuevas, deberían ser superfluas también. Nahuel Cantero Pero aquí cabe preguntarse ¿es lo nuevo necesariamente superfluo? La respuesta es muy simple, aunque la urgencia de la situaciones, o quizás la simple necedad escondida tras la excusa de las emergencias eternas, no nos permite ver el asunto con claridad. Crear algo nuevo nunca es superfluo, aunque su utilidad no sea evidente a simple vista. No lo es pues en toda creación, invención o descubrimiento hay características positivas por donde se las quiera ver: El proceso de creación o descubrimiento es positivo en sí mismo. Es positivo no solamente para quien desarrolla su intelecto y sus habilidades de esa manera, sino también para toda la humanidad que se beneficia de dicho proceso." "Un niño que aprende a caminar da sus primeros pasos y no cuestionamos si toma la dirección de nosotros, o camina tambaleándose hacia la puerta o el televisor. Lo que importa es que finalmente camina. Del mismo modo, la creación también se inicia a los tumbos, y puede seguir cualquier dirección hasta que las demandas del ambiente la perfeccionan. No hay que cuestionar la creación por la creación en sí. Lo que importa es que se cree, que se descubra y que se invente por una sencilla razón: inventar, descubrir y avanzar es parte de la naturaleza humana. Varios miles de años de historia y prehistoria así nos lo demuestran. Sorprendentemente tendemos a tener una visión ridículamente estrecha del mundo que nos rodea, sin embargo esto no quiere decir que las cosas deban ser así, es posible el desarrollo de mentes brillantes, si se enfoca correctamente el método de enseñanza, el humano tiene un potencial incalculable y se manifiesta de muchas formas. En el mundo hay dos clases de personas: los que crean y los que consumen. Los que crean son excéntricos y a veces maniáticos; son todos tipos raros. Los que consumen, solamente ponen su panza bajo el sol y abren la boca para recibir. Si deseas abrir solamente su boca, consumí, pero no juzgues a quienes inventan. Si creaste algo, ya sea una pintura, un libro, armas, una nave espacial o una idea perdurable, entonces podemos debatir acerca del mérito de las cosas, pero de lo contrario, continúa bajo el sol Citas bibliográficas: - www.todo-ciencia.com - www.ciencianet.com - “Introducción a la ciencia” de Isaac Asimov - www.microbe.org - Mi cabeza y sentido común Realidad: parte de tu trabajo Prof. Adriana Azcarate