Cautelas en la relación director/dirigido. Cautelas dialógicas 1

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Cautelas en la relación director/dirigido.
Cautelas dialógicas
Apuntes absolutamente provisionales para el comentario
escolar
Manuel Maceiras
La relación director/dirigido en el contexto de investigador solicita, a nuestro juicio, una
serie de actitudes y condiciones personales que van más allá de la pura y simple dirección
formal de un trabajo. El director, debe contribuir a formar investigadores satisfechos de
lo que van haciendo e ilusionados por continuarlo, y no hastiados con el afán de
terminarlo. Tales exigencias tienen que ver con la capacidad para el diálogo exigente, y
las sintetizamos como sigue.
1.- Supuestos pragmáticos de la comunicación y de la argumentación
La recta comprensión comunicativa o argumentativa, radica tanto o más que en el
discurso, en condiciones externas a lo propiamente locutivo. Cierto que el orden discursivo
es condición necesaria, pero no suficiente. La dirección o discurso retórica y lógicamente
bien construido puede generar dos efectos, no deseables, con frecuencia inevitables: a) La
elevación del narcisismo del director o argumentador que, complacido en su saber,
imperceptible e involuntariamente está contribuyendo a generar las condiciones necesarias
para que la comunicación discursiva pierda sus virtualidades comunicativas.
activación
de
mecanismos
de
defensa por
parte
del
receptor
que,
b) La
también
imperceptiblemente, es inducido a la sospecha sobre el mensaje. De ahí la atención a otras
exigencias de la argumentación y de la comunicación que se pretenda eficaz. Dirigir es
poner algo en común salvaguardando la personalidad del dirigido. Para ello se sugieren las
siguientes cautelas.
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Exigencia del código.- Parece claro que entre los interlocutores se exige una mediación
objetiva cuya comprensión ambos compartan. Sea un código expreso de signos, sean
formas de inferencia lógica comunes, lo que parece ineludible es un medio en el que
coincidan salvaguardando sus diferencias. Pero tanto el código como la forma lógica de
inferencia, implican ya un acuerdo previo sobre los valores, signos y significados
que los constituyen, lo que supone un proceso de interpretación y comprensión
anterior o contemporáneo al proyecto de comunicarse. El código, por tanto, evitando
confundir información con comunicación, no es asimilable al canal que hace llegar un
mensaje, ni tampoco a un sistema semiótico neutral y ajeno a quienes se comunican.
Contexto pragmático.- El dirigido/ interlocutor, no sólo es aquél a quien se informa,
sino integrante de un espacio efectivo, formado por director, dirigido, código de
signos y objeto de la investigación/comunicación. Sólo en esta implicación se produce
un contexto pragmático que, por interconexión de todos estos elementos, tendrá como
efecto elevar la simple orientacón o dirección comunicación eficaz. Esto quiere decir que
sin la participación del interlocutor no puede darse interlocución ni, por tanto,
comunicación ni eficacia en la investigación.
La disonancia social/interlocutiva.- No es suficiente la integración discursiva del
contexto pragmático formado por locutor, código, interlocutor y objeto, sino que sus
cuatro elementos deben, a su vez, estar implicados en lugares comunes, en el
ambiente, en los supuestos o prejuicios conscientes e inconscientes de una comunidad de
intereses para que se produzcan los efectos reales de una comunicación no distorsionada.
Se ven así requeridas variables sociales, culturales e incluso costumbristas. La sociedad, el
ambiente, el medio (académico, empresarial, público o privado, etc.) hace y deshace
modelos de referencia. Desde la forma de argumentar al atuendo o vestido del emisor,
"encajan" o "no encajan", en el medio. En efecto, no puede infravalorarse el peso de las
convenciones, que obedecen a los códigos propios de tal medio o cultura, y
fijan lo
"normal" y lo "anormal", lo "natural" y lo "extravagante".
Ortega y Gasset agudamente advierte sobre el valor de las "creencias" o lugares comunes
heredados y usuales, propias de una generación, de una sociedad, de un individuo,
distinguiéndolas de las ideas, atribuibles a la responsabilidad de cada cual. No atender a
tales cautelas produce lo que puede llamarse "efecto disonancia", aquí referida al
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contexto, al que nos son ajenos el porte, el vestido, el tono, la voz, los gestos, etc. En este
sentido no parece dudoso que hablamos con la voz pero nos comunicamos con
todo el cuerpo.
La comprensión contextual del mensaje.- Ningún mensaje es interpretable fuera
de los elementos contextuales en los que se produce. "El
medio" es el subsuelo, no sólo para la comprensión del
código y para que no se produzca el efecto disonancia, sino
para que los interlocutores
den al mensaje la misma
densidad semántica. De ahí que los contextos reales o
ámbitos prácticos prejuzguen, en gran medida, la
comprensión de los significados. La comunicación que tenga por objeto valores morales,
familiares, religiosos, etc.,
en comunidades tan diferenciadas como las nómadas o
sedentarias, las infra o super desarrolladas, etc., no será interpretada con sentidos
idénticos. El mismo discurso ético, político, etc.,
comprensión en comunidades
no alcanza el mismo grado de
de distintas orientaciones filosóficas,
científicas o
económicas.
Disonancia en la competencia comprensiva.- La implicación pragmática, se
sintetiza en términos más lingüísticos advirtiendo la distancia entre competencia
lingüística y comprensión comunicativa. Pueden, en efecto, ser interiorizadas y
aprendidas
las reglas de una lengua y conocer su uso, pero eso no garantiza la
comprensión uniforme del sentido de la conversación en un grupo que la esté hablando, y
asegura todavía menos la intelección de su propia tradición literaria y simbólica. No es,
por tanto, suficiente una interpretación puramente formal del lenguaje sin contar con su
concreción histórica y con sus adherencias sociales y tradicionales. Ni las inferencias
lógico/lingüísticas ofrecen espacio suficiente para una comunicación no distorsionada,
porque ésta se produce sobre el fondo de un campo de variaciones incomparablemente
más amplio que el que aquellas configuran.
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2.- Configuración del contexto psicológico común
El contexto y las disposiciones psicológicas del hablante no determinan en absoluto las del
oyente, pero al ser éste el polo receptor de la comunicación, el locutor deberá establecer
las condiciones para encontrar
un terreno común, superando las indudables
barreras que llevan implícitas identidades diferenciadas, situaciones heterogéneas e
incluso encontradas, intereses y compromisos no análogos. Es todo un entramado que
exige atender a ciertas cautelas.
Suscitar experiencias comunes.- La comunicación eficaz requiere
cautela para
hacer surgir
la elemental
experiencias comunes de los interlocutores, en lo posible
compartibles. A ello coadyuva el conocimiento mutuo, tanto en la comunicación no
institucionalizada como en la institucional. Y no menos hacer
perceptibles las
convicciones objetivas intelectuales, morales, sociales, etc., de quien tiene la iniciativa de
comunicar. El interlocutor deberá intuirlas.
La evidencia de la voluntad de comunicar.- La voluntad de comunicar debe ser una
evidencia para el interlocutor. No basta con la intención subjetiva del comunicador, sino
que ésta habrá de ser reconocible para que, en la peor de las situaciones, se produzca el
efecto psicológico de la proximidad o
aproximación, aunque
no se
alcance la
comunicación. El discurso preparado y el mensaje ya elaborado difícilmente alcanzarán su
propósito si no se trasmite, también por medios no discursivos (el gesto, el tono, la
actitud, etc.), la decisión de querer ser entendido y aceptado, lo que no deja de implicar el
riego de la adaptación o sumisión al interlocutor, sobre todo cuando éste es colectivo.
La autoridad del comunicador.- El reconocimiento de la autoridad intelectual y moral
del comunicador es un factor esencial de la credibilidad. Se trata de una condición
prelingüística o pre-locucionaria que no encuentra posibles substitutos
en la lógica
sintáctica o en la coherencia expresiva que puedan regir el discurso interlocutivo. El éxito
del cualquier acto comunicativo implica adhesión intelectual y afectiva en la que se ven
comprometidas convicciones no regidas por evidencias racionales, sino por la
sentimentalidad psicológica y por factores de orden no teorético, como ha puesto de
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manifiesto G.H. Mead (Min self and society, Univ. Chicago Press, 1934). Si se cree en el
que habla será más fácil aceptar como verdadero lo que dice.
Concordancia entre decir y hacer.- El valor de la
autoridad en la credibilidad comunicativa se pone bien
en evidencia en contextos mágico-religiosos, en los que el
papel del magisterio, doctrinal o moral, adquiere
competencias preponderantes. Un factor esencial para el
reconocimiento de a autoridad es la concordancia
entre lo que el que el emisor o argumentador dice y lo que hace. La verdadera
intención no es disimulable por mucho tiempo, tanto en relación a sí mismo como en
orden al objetivo del mensaje. Inspirar confianza se convierte así en la piedra de toque
de la eficacia comunicativa. Se trata, en fin, de
reconocer que la comunicación
discursivo/lingüística no recubre las exigencias de la comunicación plena, como pone de
manifiesto M. Buber (Yo y Tú).
La protección de sí por sí mismo.- La comunicación entre personas habrá de contar
con que, sea cual fuere su carácter o temperamento, todo ser humano de modo espontáneo
e inconsciente reacciona en defensa de su identidad personal, sobre todo cuando la
comunicación va encaminada a lograr que alguien reconsidere su conducta. Lo que es
aplicable no sólo en el orden ontológico, sino en el intelectivo y psicológico.
Es esta la razón por la que, sea o no buscada por el emisor, la comunicación adquiere,
ampliando el significado del neologismo en sentido psicológico, la forma de feed-back, en
cuanto que no hay acción (comunicación) sin respuesta.
3.- El feed-back correcto
Siguiendo sugerencias de P. Simon y J. Albert, (Las relaciones interpersonales, Herder,
Barcelona, 1983), no parece fuera de lugar atender a las características de debe revestir un
feed-back correcto, que adaptamos e interpretamos por nuestra cuenta.
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1. Ser más descriptivo que evaluador. No formular juicios sobre la reacción, conducta,
comportamiento, etc., del otro, sino describirlos o analizarlos en la situación en que se han
producido. Formular juicios inmediatos provoca reacciones defensivas y autojustificativas.
2. Ponderar las consecuencias inmediatas que se siguen de la actitud o conducta del
emisor.
3. Mostrar atención e interés por lo que el otro dice o por lo que ha sucedido, continuando
el diálogo siguiendo la lógica del final del discurso del otro.
4. Precisar y determinar situaciones, personas, rasgos, etc., evitando generalizaciones.
Describir a alguien como "autoritario", "amable", etc. contribuye a reacciones generales,
mucho menos eficaces que si se describen gestos o ejemplos concretos. ("No permite
dialogar", "responde con cortesía").
5. Valorar de forma ostensible las necesidades, exigencias, circunstancias, etc., del
receptor.
6. Resaltar las circunstancias del emisor y su voluntad de comunicarse. No basta con
querer comunicar sino que es preciso que queda clara y sea perceptible, la voluntad de
comunicación.
7. Dirigir el feed-back a conductas y situaciones susceptibles de cambio, variación o de las
que se esperen resultados. Insistir en situaciones que se escapan por entero al control de
receptor y emisor frustra cada vez más al receptor. Es decepcionante insistir al que no
sabe español sobre la conveniencia de leer a Cervantes en sus textos originales.
8..El feed-back es más eficaz y la comunicación más efectiva cuando son solicitados y no
impuestos. Eso supone no establecer relación de feed-bak sin promover las condiciones
previas que favorezcan su aceptación.
El feed-back impuesto provoca una reacción
negativa.
8.Utilizar los medios y métodos que han recibido aceptación positiva en otras
situaciones.
Recurrir al concepto conductista de "refuerzo" que invita a conductas
previamente probadas por su eficacia.
9.- Ser oportuno o intervenir en el momento más adecuado, generalmente en proximidad
temporal a las conductas, acciones, acontecimientos, etc.
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10.Verificar si se ha sido bien comprendido e interpretado. No dejar de "repasar" o
"reconsiderar" el proceso de feed-back. Para ello es conveniente una recapitulación
esquemática o conceptual del asunto comentado o comunicado.
11. Hacer intervenir otros procesos de feed-back realizados por otras personas.
4.- Cautelas dialógicas
Diálogo: punto de llegada.- Las condiciones intelectuales para el diálogo no suelen
darse nunca en el punto de partida, sino que son consecuencia de la actitud itinerante, de
la escucha, de la paciencia, muchas veces del silencio, siempre del esfuerzo de la
inteligencia para razonar y de la disposición de la voluntad para actuar.
Incluso el
encuentro o la compenetración inicial, por impulsiva y sincera que haya sido, debe ser
reelaborada y contrastada por la sucesión reflexiva de la obra en común. Puesto que en el
diálogo se trata de historias, la sinceridad y la comunicación, también de sus fragmentos
menos lúcidos, es condición epistemológica del entendimiento práctico.
Simetría en la relación.- Situar en condiciones de igualdad a la parte más débil. En las
relaciones "asimétricas", el fuerte está más obligado a equilibrar la relación por un plus de
comprensión, respeto, atención y cuidado. El diálogo no puede encaminarse a "cambiar" al
otro, a hacerlo igual, sino a acompañarlo en su historia. En ambos casos, la contradicción y
la censura deben entenderse como contrapartida de la comprensión. Pertenecen, por tanto,
a la esencia del diálogo. El advenimiento del silencio y de la indiferencia, marcan, en
consecuencia, un hito que solicita "volver a empezar" con un horizonte realista de obra en
común.
Valor de cada interlocutor.- Las condiciones derivadas de la diferencia, inherentes a
toda relación, advierten sobre la dosis ineludible de patologías en toda relación dialógica.
El psicoanálisis sitúa la razón de tales patologías en la naturaleza psíquica, dominada por
un ámbito de pulsiones inconscientes (Id, Ego, Super Ego). Manteniéndonos sólo en el
ámbito de la conciencia, el valor de cada interlocutor supone, con la expectativa,
también un precio o un peso para el otro. Por eso el diálogo tiende degenerar en
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relación opresora, turbadora, frustración, menosprecio... De tales situaciones sólo dista
un paso la negación y la agresividad destructora de uno contra otro (Sartre, El ser y la
nada; C. Castilla del Pino, La incomunicación, Península, Barcelona, 1975).
La afectividad.- En el diálogo interpersonal afectivo, el afecto y amor juega un papel
cuya eficacia no es necesario evocar. Pero el amor humano no puede convertir en fusión o
confusión de conciencias, en abandono de uno en otro. Por el contrario demanda la
subsistencia exigente de uno respecto a sí mismo/a y hacia el otro/a. Esto quiere decir que
se confunde amor con pulverización de la personalidad cuando los amantes dejan de ser
cada uno "sí mismo", sin exigencias entre sí.
Lo reiteraba Lévy- Valensi: "una exigencia sin amor nos
aplasta, un amor sin exigencia nos envilece, sólo un
amor exigente nos engrandece...".
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