DÍA 5° HACIA UN NUEVO ESTILO DE COMUNIDAD ILUMINACIÓN La Vida Religiosa, a lo largo de la historia, se ha ido articulando alrededor de algunos elementos nucleares, que se convierten en ejes vertebradores. En los últimos años, por ejemplo, ha sido la misión ese eje vertebrador. Hoy día, la vida comunitaria adquiere un claro protagonismo y asume ese rol. En el interior de las congregaciones encontramos que el elemento comunitario es esencial para los religiosos y religiosas jóvenes. Sin exagerar, podemos afirmar que el futuro de muchas familias religiosas se juega en la calidad de la vida comunitaria. Desde esta perspectiva y colocándonos en la dirección del próximo Capítulo General que nos interpela a “optar por la vida”, nos colocamos en una postura de búsqueda humilde y sincera de caminos nuevos. Nos vamos a preguntar con honestidad: ¿Qué características debería poseer una comunidad para poder afirmar que lleva en sí los síntomas de la refundación? ¿Cómo traducir en la práctica, aquí y ahora, las intuiciones, reflexiones, desafíos que hemos estampado en el papel desde hace tanto tiempo, que nos permitan desde la comunidad “optar por la vida”? 1. PRIMERA CARACTERÍSTICA: ESTILO SENCILLO Y ABIERTO El 17 de junio de 1998, el Hno. Benito Arbués, Superior General, escribía a los Hermanos del Cono Sur una carta de la cual extraemos lo siguiente: “La llamada del Capitulo General a la “refundación del Instituto”, renovada con fuerza en la última Conferencia de Provinciales, ha sido el contexto en el que se han desarrollado nuestras reuniones en las Provincias y Distritos. Como responsables de la animación del Instituto queremos suscitar caminos nuevos de fidelidad a las llamadas del Señor. Estas llamadas nos urgen a “adueñarnos del corazón del Fundador” y a ser los fieles intérpretes de las “intuiciones e intenciones” que él tuvo al fundar el Instituto. 1 Desde esta llamada a la refundación y pensando en el futuro de la misión marista en el Cono Sur, nos preocupa fuertemente la prolongada escasez de vocaciones que padece la región. Esto tiene que ver, sin duda, con la imagen que los jóvenes se hacen de nosotros y debe llevarnos a preguntarnos: ¿Por qué y para qué ser marista hoy en el Cono Sur? La respuesta a esta pregunta apunta hacia algunos cambios fundamentales que tenemos que realizar ya, y que expresamos en los siguientes llamados1: Un llamado a cambiar nuestros estilos de vida personal y comunitaria, de manera que sean una fiel expresión de nuestra opción radical por Jesús, centrando en Él nuestro crecimiento humano y afectivo. Esto se concreta en varias formas: vivir la espiritualidad apostólica marista que nos llevará a la unificación de nuestras vidas desde la experiencia del amor de Dios y a una oración renovada, más encarnada en la vida, la comunidad y el apostolado; construir comunidades más fraternas, abiertas, acogedoras y dialogantes; pasar de la seguridad y de la instalación a la solidaridad, la cercanía y la apertura a la realidad de la gente sencilla”. La IX CLAP, realizada en Campinas, nos retaba a favorecer un nuevo estilo de vida y misión cercano al pueblo sencillo, abierto a los jóvenes, en comunión y cooperación eclesial, con espiritualidad encarnada y estructuras comunitarias flexibles, enfatizando las relaciones interpersonales. Cuando hablamos de estilo sencillo y abierto, ¿Qué queremos decir? ¿A qué nos referimos? Presentamos algunos puntos que nos puedan confrontar. La invitación es a despojarnos de todo prejuicio, a abrirnos a la acción del Espíritu y ver qué puede haber de llamadas suyas en la propuesta que planteamos. A. Una comunidad sencilla y abierta vive en vivienda sencilla, inserta en un barrio o población, atenta a la gente y a su cultura: Aunque esta no es la realidad ni mucho menos de la mayoría de nuestras comunidades actuales, proponemos el desplazamiento hacia un tipo de vivienda distinta como un desafío importante de cara a la refundación. 1 El Hno. Benito plantea tres llamados: a. Cambiar nuestros estilos de vida personal y comunitaria, b. Cualificar nuestras actuales presencias, c. Transformar nuestras obras. Sólo recogemos aquí el primero. 2 El Hno. Benito en la Circular “A propósito de nuestros bienes” nos invita a ello2: “ Por lo general, la vida de las comunidades ha estado muy ligada al trabajo que estas realizaban preferentemente en los centros educativos: escuelas, colegios y universidades. No había distinción entre los locales y las instalaciones destinados a la comunidad y los destinados al centro educativo. Los servicios eran no pocas veces comunes. La distinción de gastos originados por la vida de la comunidad religiosa como tal, y de la comunidad como grupo de educadores, ni se planteaba. Por eso, y en muchas de nuestras obras, a medida que se fue respondiendo a las crecientes exigencias de la calidad de los centros educativos y de sus instalaciones, cambio el estilo de nuestras viviendas. En muchos casos, y sobre todo en un primer momento, este cambio no quebró el estilo sencillo y en ocasiones verdaderamente pobre, de los comienzos. Sin embargo, en la actualidad no se puede decir lo mismo, y me parece que necesitamos reflexión y acción en este punto, porque creo que esta afectando profundamente a nuestro estilo de vida. Lo que poseemos ha de expresar lo que somos y pretendemos ser. De ahí que la relación entre medios y objetivos preferenciales no es inocua y merece reflexión y discernimiento. La ubicación de nuestros centros, la vinculación a ellos que en muchos casos siguen teniendo nuestras viviendas comunitarias, el entorno económico-social de algunas zonas en las que vivimos y las respuestas que damos a las exigencias legales en cuanto a la calidad de las instalaciones educativas son otros tantos elementos que deben entrar en ese discernimiento”. También otros autores3 nos invitan a revisar mis estilos de vida y de relaciones al interior de nuestras comunidades. “Producir un cambio de esta naturaleza supone creatividad, imaginación y valentía. La llamada esta en regresar a un estilo de vida sobrio, sencillo, austero, comenzando por la vivienda, sea que ella este en el centro de la ciudad o en la periferia. La vivienda también hace al monje. Hoy hay conventos absolutamente inhóspitos desde el punto de vista espiritual y psicológico. Arrojan a sus miembros en un envejecimiento prematuro, en una jubilación anticipada, en un abandono físico y espiritual, que da tristeza. Una vivienda más sencilla, más sobria, más austera ahorraría muchos esfuerzos y muchos dolores de cabeza a los responsables del gobierno y de la administración y devolvería muchos religiosos y religiosas al apostolado directo. ¿Cuánto tiempo y cuantos recursos humanos se lleva hoy la administración de nuestro patrimonio? 2 Cf. N° 8 Felicísimo Martínez, Rasgos, fortalezas, debilidades y carencias de nuestras comunidades, en Revista Testimonio, mayo – junio del 2000, pp. 18 y 19. 3 3 Qué bueno sería si pudiéramos devolver ese tiempo y esos recursos al ministerio de la evangelización, al acompañamiento personal y espiritual, a otras obras apostólicas... Quizás las comunidades y sus miembros experimentaran de nuevo el estimulo, la motivación y la gratificación de la misión... y se reanimaría la convivencia. Aparte de todas estas ventajas, quizás ganaríamos un poco de crédito evangélico liberándonos del antitestimonio que suponen nuestras vistosas propiedades.” B. Una comunidad sencilla y abierta se organiza de tal modo que tiende a vivir como la gente común, sin privilegios, compartiendo los servicios de casa La intuición de Marcelino fue esta: organizar la comunidad de tal manera que se pudiera satisfacer las necesidades del apostolado y las necesidades propias de la subsistencia de los Hermanos. Estos compartían el tiempo entre la oración, el estudio, la clase, el estar con los alumnos, la cocina y la huerta. Tal organización no obedecía solo a razones practicas sino también y sobre todo a criterios religiosos. Entraban en juego valores que son importantes en nuestra tradición marista: La encarnación Al entrar Dios en nuestra historia, asume toda condición humana, entre ella el trabajo. Jesús dedica treinta años de su existencia al trabajo manual en la familia. Asumir las funciones humildes de la casa: barrer, cocinar, llevar la administración, atender distintos servicios nos asemeja a Jesús quien siendo Dios se abajó y asumió los servicios más humildes. La sencillez Gracias a la cual se puede adoptar un estilo de vida como el común de la gente. Esto acarreó problemas al Padre Champagnat, pues fue incomprendido por los otros sacerdotes que no veían con buenos ojos que combinara las tareas propias del ministerio sacerdotal con las funciones de albañil y constructor. La pobreza Para no subir los costos en las colegiaturas y poder atender a los niños pobres de los sectores rurales, el P. Champagnat exigía al hacer el contrato con las municipalidades, que la escuela pudiera tener un espacio de huerta para que los Hermanos la cultivaran. 4 Por otra parte, “quería que todos los Hermanos aprendieran a cocinar y a mantener y cuidar la casa. Ello por espíritu de pobreza y para valerse por sí mismos”4. El amor al hermano desde las pequeñas virtudes y los pequeños servicios La solicitud caritativa que previene las necesidades ajenas, la bondad de corazón que nada sabe negar, que está siempre atenta para poder servir y dar gusto a todos. Con el correr de los tiempos, hemos adquirido un estilo de vida más burgués y menos sencillo, desligándonos de los trabajos manuales, tan característicos de nuestra tradición marista, y adoptando el estilo de vida propio de las clases medias o altas de nuestra sociedad. Nuestro actual Superior General nos invita a plantearnos el tema y retomar elementos importantes de nuestra tradición desde esta perspectiva5: “ El número de empleados al servicio de las comunidades es un tema que debemos reflexionar. Poco a poco nos vamos habituando a “ser servidos” y a veces nos hacemos exigentes y un poco ineptos para resolver servicios caseros. El trabajo manual tal vez tenga otras expresiones hoy en muchos países, entre otros los servicios que afectan a la vida comunitaria.” Encontramos aquí, sin duda, una veta importante de cambio, de hacernos más evangélicamente creíbles. C. Una comunidad sencilla y abierta vive del propio trabajo, con un presupuesto austero y solidario. A este respecto, el Hno. Benito también nos interpela. “Las altas remuneraciones de los Hermanos en tanto que profesores pueden plantear también en ciertos países problemas a nuestro estilo de vida sobrio y sencillo. Las comunidades que disponen de ingresos elevados pueden encontrar dificultades para mantener su opción real de vida sencilla. Nuestras comunidades deben asumir decisiones valientes en los gastos personales y comunitarios, independientes de las posibles exigencias de la calidad de los servicios educativos, que nos permitan estilos de vida más coherentes con nuestros habituales discursos sobre la sencillez, el testimonio y la solidaridad. 4 5 Vida del P. Champagnat. Ed. Bicentenario, p. 379. Benito Arbués, A propósito de nuestros bienes, n. 25. 5 Todavía no nos hemos situado con actitud profética ante la economía liberal y de consumo hoy reinante. Esta nos influye en aspectos referentes al estilo de vida personal y comunitario como servicios, equipamientos, vehículos, ocio, estándar de vida y de instalaciones colegiales, etc. también puede crearnos una mentalidad que nos lleve a valorar a las personas por lo que tienen y no por lo que son.” 6 “Tengo la impresión de que por lo general y en todos los continentes, las comunidades religiosas tienen un nivel de vida equivalente a la clase media alta del respectivo país. Me parece que así suele vernos la gente y yo mismo hago esa valoración, aunque no he conseguido encontrar estudios para fundamentar este sentimiento personal”7 “En un país pobre, los Hermanos no debieran vivir como ricos y en los países llamados industrializados, los Hermanos debiéramos vivir con sencillez, con sobriedad y jala que muchas comunidades se atrevan a vivir austeramente para compartir con quienes tienen necesidad y para ser “profecía” y “buena noticia de Jesús” en esa realidad. ¿No es precisamente en esos contextos donde se nos pide ser esa profecía contracultural?”8 “Personalmente tengo la convicción de que los “sueños de refundación” se quedaran en los deseos y en los papeles mientras no asumamos opciones evangélicas en los aspectos que atañen a la pobreza colectiva y personal. La gestión económica, la cantidad de bienes que acumulamos, el destino de nuestro patrimonio y del dinero están condicionando esos procesos de refundación y de vitalidad de nuestro carisma. El tema de cómo usamos nuestros recursos materiales de acuerdo a los valores evangélicos es un asunto crucial para nuestra identidad religiosa hoy. Pobreza y profecía van unidas.”9 “La solidaridad tiene pies y da pasos. Siempre esta proponiéndonos un paso mas para ir mas lejos. Parte de un imperativo evangélico que por tanto se convierte para un cristiano en opción fundamental. No es algo que puedo tomar o dejar arbitrariamente. Moralmente hay que asumirla y hacerla realidad porque evangélicamente es básica y para nosotros fundacional.”10 6 Ibid., n. 8. Ibid., n. 23. 8 Ibid., n. 24. 9 Ibid., n. 2. 10 Ibid., n. 16. 7 6 D. Una comunidad sencilla y abierta se abre a los laicos, al entorno y a la iglesia local Una comunidad que comparta la misión y la espiritualidad con los hombres y las mujeres como hermanos de la misma iglesia. La misión educativa y catequética nos pide compartir el trabajo con los laicos y también con la jerarquía eclesial de manera que religiosos, religiosas, laicos, laicas y sacerdotes se encuentren compartiendo la misma misión al servicio del Evangelio. La comunidad marista se abre al entorno vecinal y social en el que vive. Ningún problema de las personas cercanas es indiferente a los Hermanos. La realidad social y las necesidades de los demás, especialmente de los más pobres, son conocidas por los Hermanos quienes tratan de ayudar en la medida de sus posibilidades. La acción educativa y pastoral de la comunidad está inserta en la pastoral orgánica de la iglesia local. Es necesario superar recelos y desconfianzas, el deseo de protagonismo y la tentación de poder para lograr colaboraciones intercongregacionales y una pastoral de conjunto en las que será posible crear nuevas presencias que, de otro modo, serían inviables. En este sentido, siempre es enriquecedor participar y colaborar en los organismos diocesanos o en las conferencias de religiosos. E. Una comunidad sencilla y abierta es hospitalaria y acogedora En nuestras Constituciones se nos invita a construir comunidades abiertas: “La comunidad marista acoge a cuantos llegan como si recibiera a Jesús en persona; vive así de forma concreta la fraternidad universal. Inserta en su medio, como levadura en la masa, debe al mismo tiempo abrirse a toda la humanidad en la oración y en el apostolado.”11 “Me parece enriquecedor que las comunidades pierdan miedo y realicen gestos concretos. Conozco varias familias que en Navidad, Pascua o en otras celebraciones importantes invitan a su mesa a alguna persona marginada (ancianos que viven solos, unos huérfanos, un joven recién salido de la cárcel y no tiene donde ir, etc.) A 11 Constituciones, 62. 7 veces eligen la persona que Dios pone en su camino. Hermanos, ¿no podría realizar la comunidad de ustedes estos u otros gestos similares?”12 2. SEGUNDA CARACTERÍSTICA: DESCUBRE A DIOS EN LA REALIDAD COTIDIANA Y CULTIVA LA ORACIÓN APOSTÓLICA La comunidad encuentra a Dios en lo cotidiano. Busca su voluntad en el trato con las personas, en las ocupaciones diarias, en las actividades que se desarrollan en su interior y en la fidelidad humilde de todos los días. Cada día escucha y medita la Palabra de Dios. La acoge en la historia concreta que vive y se dispone a interpretar los signos de los tiempos y descubrir la voluntad de Dios en cuanto le rodea. La realidad de cada día es lugar de comunión con Dios. Ejercita permanentemente el discernimiento que la conduce a mirar con ojos de fe los sucesos, las personas y las cosas. Ellos se convierten, a diario, para ella en sacramentos vivos de Dios e interpelaciones del Espíritu. De esta manera, se sumerge en el misterio y es impulsada a la acción y el compromiso. Cultiva una oración renovada y creativa que le abre a la realidad de la creación y de la historia, que le hace solidario especialmente con los pobres y los que sufren. Su oración se torna cada día más apostólica, es decir, en contacto con la realidad en la que se mueve. Es una oración que recoge las penas y alegrías, las angustias y esperanzas de quienes Dios pone en su camino. (Cf. XIX Capítulo General, Documento Espiritualidad Apostólica Marista, nn. 19,26,27,28,29). 12 Benito Arbués, A propósito de nuestros bienes, n. 25. 8 3. TERCERA CARACTERÍSTICA: UNA COMUNIDAD QUE COMPARTE LA VIDA, LA FE, LOS SENTIMIENTOS, LA MISIÓN DE CADA UNO, LA ORGANIZACIÓN DEL DESCANSO Uno de los mejores servicios que podemos hacernos a nosotros mismos y a nuestras comunidades es el de pensar y repensar el tema de la comunicación. Y es que la intercomunicación es una de las maneras más viables que tenemos a mano para resolver los conflictos, diferencias y tensiones; ya sea en la propia comunidad, ya sea en nuestras provincias. Todo camino comunitario hacia su tierra prometida pasa necesariamente por el Mar Rojo de la comunicación, del diálogo y de la escucha fraterna. Hay que mojarse; comunicarse pasa por asumir el conflicto, el dolor, por hacerse vulnerable... pero lleva a la vida. La comunicación es el camino que lleva al encuentro, a la amistad, a la colaboración creativa. Cuando nos decidimos a escuchar, a abrir el oído al otro, a contemplar nuestras realidades; cuando nos atrevemos a poner en cuestión los significados de lo que siempre hemos conocido; cuando las preguntas abiertas sustituyen a nuestros dogmatismos; cuando nos decidimos a escuchar a los otros, a tomar la iniciativa de acercarnos y correr el riesgo de equivocarnos; cuando nos paramos a entender por qué vibran los otros, por qué piensan como piensan y actúan como lo hacen... ¿no estamos ampliando nuestro campo de mira, no estamos haciéndonos más tolerantes y construyendo nuestras comunidades sobre bases más fiablemente evangélicas? Por otra parte, la comunidad religiosa sólo puede refundarse o refundamentarse sobre la mística comunitaria. Apelando a los recursos teologales. ¿Cuáles son ellos? En primer lugar, la fe. Hemos sido convocados por el Señor para vivir juntos, para convivir sobre la base de una misma fe. No hemos escogido nosotros a los Hermanos; nos han sido escogidos y presentados por el Señor. 9 Necesitamos una ejercitación personal en la fe, y un hacer de la comunidad un lugar de comunicación a nivel de fe y de experiencia religiosa. Es necesario que la fe sea compartida y celebrada para que se convierta verdaderamente en factor decisivo para la construcción de la comunidad. Sin embargo, encontramos aquí mucha fragilidad. Sea porque nuestra experiencia de fe es débil, o porque el secularismo es muy fuerte o porque tenemos falso pudor, lo cierto es que la comunicación a este nivel es muy pobre. El segundo recurso teologal sobre el que construir la comunidad es el perdón. Necesitamos también recuperar la vieja práctica de la reconciliación cristiana en sus variadas formas (corrección fraterna, verbalización del arrepentimiento y del perdón, celebración comunitaria de la reconciliación). Desde el principio de la VR fue este un elemento esencial. Desgraciadamente, por banalización se perdió y no se ha sabido reemplazar, causando un debilitamiento de la comunidad. Entre pecadores, la convivencia sólo puede ser sostenida a base del perdón. La tercera base en la que apoyar el edificio comunitario es el proyecto apostólico común, que no es lo mismo que trabajar en el mismo trabajo apostólico. Frente a la dispersión que cada día es más frecuente, la comunidad necesita nuevos modelos de convivencia. Aunque el trabajo apostólico sea cada día más individual y personalizado, necesitamos los Hermanos sentirnos convocados y unificados por un mismo carisma y por el común proyecto apostólico. Nuestras reuniones comunitarias periódicas deben ser una instancia de crecimiento en estos tres pilares teologales. La comunicación a estos niveles es agente principal de la comunión de amor y de la continuidad de la comunidad. Sólo comunicando y acogiendo vida se hace comunidad de vida. 10