TEMARIO GENERAL TEMA 1.LA CONSTITUCION ESPAÑOLA DE 1978: ESTRUCTURA Y CONTENIDO. DERECHOS Y LIBERTADES. EL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL. LA CORONA: SUCESION Y REGENCIA. FUNCIONES CONSTITUCIONALES DEL REY. 1.- La Constitución española de 1978: estructura y contenido. La característica fundamenntal de nuestra Constitucion de 1978 es su pretensión integradora de todas las concepciones y grupos sociales, tratando de ser una constitución cuya permanencia en el tiempo rompa con lo que ha ido caracterizando la historia constitucional española y que Sánchez Agesta ha definido como “una fiebre devoradora de Constituciones”. Analizando el texto constitucional, podemos señalar las siguientes características: 1. Es una Constitución escrita; presenta la forma de “ley codificada y cerrada” frente al sistema de leyes diversas y Constitución abierta en que se basaban las derogadas Leyes Fundamentales del Reino, propias del régimen anterior. 2. Es una Constitución extensa: con sus 169 articulos es la más larga de nuestra historia constitucional después de la Constitución de Cádiz. 3. Es una Constitución rígida. Es conocida la distinción realizada por el inglés Bryce entre Constitución rígida y Constitución flexible; la última es aquella que se puede reformar por órganos y procedimientos legislativos ordinarios. En cambio, la Constitución rígida únicamente puede ser modificada, total o parcialmente, por órganos y procedimientos distintos de los legislativos ordinarios, mediante un mecanismo especial de revisión. Nuestra Constitución vigente es una rígida que requiere un procedimiento especial de reforma, especialmente agravado cuando se trata de alterar determinados principios básicos(artículo 168). Hoy por hoy, la única reforma que se ha realizado ha sido la del artículo 13.2 por el procedimiento especial no agravado. 4. Es una Constitución monárquica. El artículo 1.3 señala: “La forma política del Estado español es la monarquía parlamentaria”. Los elementos que hoy configuran una monarquía parlamentaria son: La desaparición de cualquier fondo de prerrogativa regia. La plena constitucionalización de la figura y funciones del Rey. 5. La Constitución española de 1978 es una constitución integradora o consensuada. Se denominó “Constitución del concenso” y a este respecto, son observables los siguientes rasgos: Una necesaria neutralidad al abordar problemas básicos. Una cierta ambigüedad en el tratamiento de algunos conceptos básicos. Una remisión a futuras leyes a fin de desarrollar temas más controvertidos. 1 TEMARIO GENERAL Introducción de la categoría de “lelles orgánicas”, con un procedimiento de elaboración y aprobación que requiere de mayoría absoluta. 6. Constitucionalización de los derechos fundamentales. Así, el artículo 10.1 establece: “La dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a los derechos de los demás, son fundamento del orden político y de la paz social”. 7. Es una Constitución democrática. La Constitución califica a España como “un Estado social y democrático de Derecho” en su artículo 1.1, concepto traído de la Ley Fundamental de Bonn de 1949. Su carácter democrático se encuentra en: El reconocimiento de una serie de derechos y libertades públicas en el Capítulo II del Título Primero. La proclamación de que la soberanía nacional reside en el pueblo español de quien emanan todos los poderes del Estado en el artículo 1.2 del texto. El establecimiento de una división de poderes entre el poder legislativo, el poder ejecutivo y el poder judicial. 8. Es una Constitución derivada en los términos de la distinción de Lowenstein que define Constitución originaria como aquella que contiene un principio fundacional nuevo y verdaderamente creador mientras que por Constitución derivada entiende aquella que sigue fundamentalmente modelos nacionales o extranjeros, llevando a cabo solamente una adaptación a necesidades del texto. Así, la Constitución española de 198 es un mosaico del constitucionalismo histórico español y, sobre todo, del europeo de la última posguerra. La Constitución española fue aprobada por el Pleno de las Cortes el 31 de octubre de 1978, sometida a referendum del pueblo español el 6 de diciembre del mismo año y sancionada y promulgada por el Rey el 27 de diciembre de 1978, entrando en vigor el mismo día de su publicación. Sólo ha sido objeto de una reforma constitucional el 27 de agosto de 1992, concretamente, de su artículo 13.2 por la vía del artículo 167 de la Constitución. Consta de 169 artículos, cuatro Disposiciones Adicionales, nueve Disposiciones Transitorias, una Disposición Derogatoria y una Disposición Final. El articulado se distribuye en un Título Preliminar y diez Títulos más por razón de la materia o de los temas que se tratan. Por otro lado, si dentro de un mismo Título existen sistemas o aspectos distintos de una misma materia, se distribuyen en Capítulos; así, por ejemplo, el Título Primero, referido a los derechos de los españoles, está dividido en varios Capítulos al tratar en algunos directamente la enumeración y declaración de derechos y en otros, las garantías y suspensión de los mismos. Sólo un Capítulo, en todo el texto constitucional, se encuentra, a su vez, dividido internamente: elCapítulo Segundo del Título Primero que se subdivide en Secciones. La Sección Primera se refiere a “Derechos y Libertades Públicas” y la Seción Segunda a “Derechos y deberes de los ciudadanos”. 2 TEMARIO GENERAL El contenido de los once Títulos en que se divide la Constitución es el siguiente: CONTENIDO Título Preliminar: Principios generales Título Primero: De los derechos y deberes fundamentales Título Segundo: De la Corona Título Tercero: De las Cortes Generales Título Cuarto: Del Gobierno y de la Administración Titulo Quinto: De las relaciones entre el Gobierno y las Cortes Generales Título Sexto: Del Poder Judicial Título Séptimo: Economía y Hacienda Título Octavo: De la Organización Territorial del Estado Título Noveno: Del Tribunal Constitucional Título Décimo: De la Reforma Constitucional ARTICULOS 1º.- 9º. 10º.- 55º. 56º.- 65º. 66º.- 96º. 97º.- 107º. 108º.- 116º. 117º.- 127º. 128º.- 136º. 137º.- 158º. 159º.- 165º. 166º.- 169º. Con relación a la estructura, ya desde los primeros tiempos del constitucionalismoConstitución francesa de 1791-, se suele respetar una tradición muy arraigada: estructurar los textos constitucionales basándose en una división en dos partes claramente diferenciadas. Una parte dogmática en la que se contienen los grandes principios, las grandes definiciones que han de inspirar el desarrollo de la sociedad y del Estado, y en la que, asimismo, se reconoce un conjunto de derechos fundamentales de la persona y se garantisa su ejercicio. Una parte organica en la que se establece la división de los poderes del Estado, su organización territorial y la distribución de competencias a entidades territoriales de diferente tipo. La Constitución española de 1978 posee una parte dogmática, en la que podemos incluir el Título Preliminar, donde se contienen las grandes definiciones sobre la esencia del Estado, los principios fundamentales de su organización y los valores superiores reconocidos por el Estado, y el Título Primero, en el que se reconocen los derechos fundamentales de los españoles, se garantiza su cumplimiento y ejercicio y s definen los principios que inspirarán la política económica y social del Gobierno. Posee, además una extensa parte orgánica, en la que se organiza la división de poderes del Estado: un poder legislativo asentado en las Cortes Generales, un poder ejecutivo encomendado al Gobierno y un poder judicial, independiente, desempeñado por una organización jerárquicamente organizada. Por encima de ellos, como poder moderador y arbitral, símbolo de la unidad y permanencia del Estado, la Corona, garante del cumplimiento estricto de la Constitución; se traza la organización territorial del Estado, en base al 3 TEMARIO GENERAL reconocimiento de las regiones históricas de España a las que se transfiere un amplio catálogo de competencias. También se establece un procedimiento especial para la reforma constitucional y se encomienda a un Tribunal Constitucional una función de control sobre toda la actividad del Estado, para que no se produzca nunca una vulneración de los preceptos constitucionales o un incumplimiento de ellos. Se establece una organización económica del Estado ebitando desequilibrios interrergionales y suavizando lo más posible las diferencias de renta personal. Por otro lado, la Constitución recoge en el Título Preliminar una serie de principios y valores básicos, sobre los que se pretende establecer el orden social, político, institucional y territorial del Estado. Así: El artículo 1.1 dispone que españa se constituye en un Estado Social y Democrático de Derecho que propugna como valores superiores de su Ordenamiento Jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. El artículo 1.2 dispone que La soberanía nacional reside en el pueblo español de quien emanan los poderes del Estado. Ello no quiere decir otra cosa que el pueblo español es el titular originario e inmediato del poder político, ejerciéndose este por sus titulares delegados mediando consentimiento de aquel, expresado en elecciones generales periódicas por sufragio universal. El artículo 1.3 establece que La forma política del Estado español es la Monarquía Parlamentaria. Así se define al Estado español como una Monarquía. Pero no sólo como Monarquía; aparece también el principio parlamentario. El artículo 2 consagra el principio de autonomía regional cuando establece que La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantisa el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas. Así determina la potestad reconocida a comunidades territoriales para dotarse de un ordenamiento propio a través de un Estatuto de Autonomía, en el marco de un Ordenamiento Superior y más amplio en el que se integra, la Constitución del Estado. La autonomía de las hentidades territoriales es, pues, un poder limitado por el Ordenamiento que confiere dicho poder y en cuyo marco ha de ejercerse. Pero, a la vez, también consagra el principio de unidad que constituye el fundamento esencial de la propia Constitución y define el ámbito territorial de validez de esta. Finalmente, este artículo recoge también el principio de solidaridad que viene entendido en la Constitución como un criterio ordenador de la actuación de las Administraciones Públicas, orientado al establecimiento de un equilibrio interregional económico justo; para ello las Administraciones Públicas(central y autonómica)están obligadas al trasvase de recursos desde las regiones más ricas a las más deprimidas por medio de asignaciones presupuestarias y a través de fondos de compensación. El artículo 6 consagra el pluralismo político con el reconocimiento de los partidos políticos como los cauces de integración política de la comunidad. 4 TEMARIO GENERAL El artículo 7 consagra el pluralismo social reconociendo las funciones esenciales que para la integración de los intereses sociales y económicos realizan los sindicatos y las asociaciones empresariales. Estos conforman así, junto a los partidos políticos, las instituciones a través de las cuales se efectúa la integración de la sociedad civil en el Estado. Finalmente, el artículo 9.3 establece que La Constitución garantiza el principio de legalidad, la jerarquía normativa, la puvlicidad de las normas, la irretroactividad de las disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas de derechos individuales, la seguridad jurídica, la responsabilidad y la interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos. De este precepto cabe extraer las siguientes conclusiones: Los ciudadanos y los poderes públicos están sujetos a la Constitución y al resto del Ordenamiento Jurídico; deben respetar, por tanto, todas las normas. Las normas de rango inferior no pueden establecer mandatos contrarios a los señalados en otras de rango superior: por ejemplo, una Orden Ministerial no puede modificar lo establecido en una ley. Todas las normas deben ser publicadas en los Boletines Oficiales. Una norma limitativa de los derechos de los ciudadanos no puede aplicarse a situaciones producidas con anterioridad a la entrada en vigor de la misma. La falta de objetividad en la actividad de las Administraciones Públicas determina la responsabilidad de estas. Por lo que respecta a los valores, ya expusimos con anterioridad que el artículo 1.1 del texto constitucional enumera la libertad, la igualdad, la justicia y el pluralismo político. Podemos aproximarnos al valor livertad desde una doble perspectiva. Como valor objetivo, la libertad resulta imprescindible para deducir una serie de conceptos ineludibles en un Estado social y democrático de Derecho: la soberanía popular, la legitimación de los gobernantes apoyada en elecciones periódicas, el reconocimiento y ejercicio de derechos fundamentales sólo son posibles en un marco de libertad de acción de los hombres y de los grupos en los que se integra. Como valor subjetivo, se han reconocido tres ámbitos de acción de la libertad: la autonomía que supone una libertad de acción sin obstáculos por parte de personas, grupos o autoridades; la participación que supone la actividad de los sujetos privados en el poder público; finalmente, la promoción o impulso apoyada en el tenor literal del artículo 9.1 del texto constitucional: “Coresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del indibiduo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social”. El Tribunal Constitucional ha señalado en Sentencia de 19 de julio de 1989 que la configuración de la libertad como un valor superior implica el reconocimiento de la autonomía del individuo para elegir entre las diversas opciones vitales que se le presenten, de acuerdo con sus propios intereses y preferencias. 5 TEMARIO GENERAL La justisia no es sólo un valor proyectado sobre muchos artículos de la Constitución, sino que llega a tener consagrado un Título, el Título VI que establece la organización de la Administración de Justicia al que debe sumarse, al menos, en parte, el Título IX, referido a la justicia constitucional. En cualquier caso, existe un derecho fundamental a la justicia consagrado en el artículo 24.1 del texto constitucional: “Todas las personas tienen derecho a obtener la tutela efectiva de los jueces y tribunales en el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos, sin que, en ningún caso, pueda producirse indefensión”. De este artículo se desprenden los fundamentos conceptuales de la justicia, desarrollados posteriormente en los números 1 y 3 del artículo 117: La justicia emana del pueblo y se administra en nombre del Rey por Jueces y Magistrados integrantes del Poder Judicial, independientes, inamovibles, responsables y sometidos únicamente al imperio de la ley. El ejercicio de la potestad jurisdiccional en todo tipo de procesos, juzgando y haciendo ejecutar lo juzgado, corresponde exclusivamente a Juzgados y Tribunales. El valor igualdad se positiviza constitucionalmente desde dos puntos de vista: el artículo 14 que regula el derecho a una igualdad formal ante la ley y el artículo 9.2 que obliga a los poderes públicos a la promoción de condiciones para la efectividad de la igualdad. El artículo 14 de la Constitución dispone: “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquiera otra condición o circunstancia personal o social”. La igualdad, lo es ante la ley, como ficción jurídica que equipara a los sujetos considerándolos iguales ante el Derecho con independencia de las desigualdades reales. Por otro lado, al recogerse expresamente la no discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo … el precepto se enmarca en la línea histórica abierta y mantenida en diferentes Declaraciones Internacionales. Por otro lado, el artículo 9.2 se concreta a lo largo del texto constitucional en diferentes preceptos: El artículo 40.1 dispone: “Los poderes públicos promoverán las condiciones favorables para el progreso social y económico y para una distribución de la renta regional y personal más equitativa en el marco de una política de estabilidad económica. De manera especial realizarán una política orientada al pleno empleo”. El artículo 49 establece: “Los poderes públicos realizarán una política de previsión, tratamiento, rehabilitación e integración de los disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos, a los que prestarán la atención especializada que requieran y los ampararán especialmente para el disfrute de los derechos que este Título otorga a todos los ciudadanos”. Finalmente, el artículo 50 prevé: “Los poderes públicos garantizarán, mediante pensiones adecuadas y periódicamente actualizadas, la suficiencia económica a los ciudadanos durante la tercera edad. Asimismo, y con independencia de las obligaciones familiares, promoverán su bienestar 6 TEMARIO GENERAL mediante un sistema de servicios sociales que atenderán sus problemas específicos de salud, vivienda, cultura y ocio”. Existen además otras manifestaciones específicas a lo largo del texto constitucional. Así, el artículo 139.1: “Todos los españoles tienen los mismos derechos y obligaciones en cualquier parte del territorio del Estado”. El artículo 149.1.1ª atribuye al Estado como competencia exclusiva: “La regulación de las condiciones básicas que garanticen la igualdad de todos los españoles en el ejercicio de los derechos y en el cumplimiento de los deberes constitucionales”. El artículo 138.2 dispone: “Las diferencias entre los Estatutos de las distintas Comunidades Autónomas no podrán implicar, en ningún caso, privilegios económicos o sociales”. Finalmente, la facultad de armonizar legislativamente las disposiciones de las Comunidades Autónomas es una manifestación más de la necesidad de preservar la igualdad legislativa básica y general en cualquier parte del Estado; así se dispone en el artículo 150.3 de la Constitución: “El Estado podrá dictar leyes que establezcan los principios necesarios para armonizar las disposiciones normativas de las Comunidades Autónomas, aun en el caso de materias atribuidas a la competencia de estas, cuando así lo exija el interés general. Corresponde a las Cortes Generales, por mayoría absoluta de cada Cámara, la apreciación de esta necesidad”. Por último, las principales manifestaciones del valor pluralismo político se expresan en los artículos 6 y 7. El artículo 6 establece: “Los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política. Su creación y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y a la ley. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos”. Y el artículo 7: “Los cindicatos de trabajadores y las asociaciones empresariales contribuyen a la defensa y promoción de los intereses económicos y sociales que les son propios. Su creación y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y a la ley. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos”. No podemos olbidar otras manifestaciones: pluralismo profesional(constitucionalización de los Colegios Profesionales en el artículo 36); pluralismo ideológico y religioso(artículo 16); finalmente, pluralismo lingüístico, consecuencia directa del Estado autonómico. Llegado este momento, es preciso abordar la cuestión de la reforma constitucional. La regulación se encuentra en el Titulo X y el sistema elegido es uno rígido. La iniciativa de reforma puede ser abordada por el Gobierno, el Congreso de los Diputados, el Senado y las Asambleas Legislativas de las Comunidades Autónomas. El procedimiento general se recoge en el artículo 167. El procedimiento especial es regulado en el artículo 168 y se utilizará cuando se proponga la revisión total o la revisión parcial que afecte al Título Preliminar, a la Sección Primera del Capítulo Segundo del Título Primero o al Título II. 7 TEMARIO GENERAL 2.- Derechos y Libertades. Podemos dividir estos en: Libertades personales o del ámbito privado. Derechos de participación. Derechos institucionales. Derechos económicos y sociales. Las libertades personales son aquellas inherentes a la noción de persona humana. Son los derechos que protegen los aspectos de la autonomía individual. Entre ellos: El artículo 15 dispone: “Todos tienen derecho a la vida y a la integridad física y moral, sin que, en ningún caso, puedan ser sometidos a tortura ni a penas o tratos inhumanos o degradantes. Queda avolida la pena de muerte, salvo lo que puedan disponer las leyes penales militares para tiempos de guerra”. Es preciso hacer mención en este momento a la Ley Orgánica 11/1985 de 27 de nobiembre que abole la pena de muerte en tiempo de guerra, contemplada hasta ese momento en el Código Penal Militar. El mismo artículo declara el derecho a la integridad física y moral que debe ser entendido como el derecho de toda persona a no ser sometido contra su voluntad a tratamientos susceptibles de anular, modificar o herir ideas o sentimientos. El artículo 16 establece: “1. Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley. 2. Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias. 3. Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones”. La libertad ideológica protege el derecho de todos los ciudadanos a la formación de un sistema de ideas representativas de una determinada concepción del mundo, así como también las diferentes formas de exteriorización de dicha concepción, si bien es cierto que esas manifestaciones podrían verse limitadas por consideraciones de orden público. No cabe ninguna duda, por otra parte, de que se trata de un derecho del fuero íntimo de la persona. Por lo que respecta a la libertad religiosa o de culto, comprende la protección, no sólo del fuero confesional interno, sino también de las manifestaciones rituales propias de cada confesión; existe desarrollo legislativo a través de la Ley Orgánica 7/1980 de 5 de julio, de Libertad Religiosa. 8 TEMARIO GENERAL El artículo 17 dispone: “1. Toda persona tiene derecho a la libertad y a la seguridad. Nadie puede ser privado de su libertad, sino con la observancia de lo establecido en este artículo y en los casos y en la forma previstos en la ley. 2. La detención preventiva no podrá durar más del tiempo estrictamente necesario para la realización de las averiguaciones tendentes al esclarecimiento de los hechos, y, en todo caso, en el plazo máximo de setenta y dos horas, el detenido deberá ser puesto en libertad o a disposición de la autoridad judicial. 3. Toda persona detenida debe ser informada de forma inmediata, y de modo que le sea comprensible, de sus derechos y de las razones de su detención, no pudiendo ser obligada a declarar. Se garantiza la asistencia de abogado al detenido en las diligencias policiales y judiciales, en los términos que la ley establezca. 4. La ley regulará un procedimiento de «habeas corpus» para producir la inmediata puesta a disposición judicial de toda persona detenida ilegalmente. Asimismo, por ley se deteminará el plazo máximo de duración de la prisión provisional”. Tanto la detención preventiva como la prisión provisional han de tener siempre un carácter excepcional debiendo entenderse siempre en sentido restrictivo. La Constitución regula una garantía adicional frente a detenciones arbitrarias mediante la institución del “habeas corpus” que se ha desarrollado legislativamente a través de la Ley Orgánica 6/1984 de 24 de mayo. Del mismo modo se han desarrollado los derechos del detenido a través de la Ley Orgánica 14/1983 de 12 de diciembre que modifica los artículos 520 y 527 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, garantisándole: el derecho a ser informado de los hechos que se le imputan, el derecho a no declarar y a no confesarse culpable, el derecho a designar abogado y a solicitar su presencia en las diligencias policiales y, por último, el derecho a reconocimiento por un médico forense. El artículo 18 regula un genérico derecho a la privacidad con diferentes manifestaciones: “1. Se garantiza el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen. 2. El domicilio es inviolable. Ninguna entrada o registro podrá hacerse en él sin consentimiento del titular o resolución judicial, salvo en caso de flagrante delito. 3. Se garantiza el secreto de las comunicaciones y, en especial, de las postales, telegráficas y telefónicas, salvo resolución judicial. La ley limitará el uso de la informática para garantizar el honor y la intimidad personal y familiar de los ciudadanos y el pleno ejercicio de sus derechos”. El derecho a la intimidad personal y familiar, al honor y a la propia imagen es el derecho más ceñido a lo que se puede entender como la personalidad individual y ha tenido su correspondiente desarrollo legislativo a través de la Ley Orgánica 1/1982 de 5 de mayo, sobre Protección Civil del 9 TEMARIO GENERAL derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen que, a su vez, ha sido complementada con sendas leyes orgánicas: la Ley Orgánica 2/1984 de 26 de marzo, reguladora del derecho de rectificación, que garantiza al individuo la posibilidad de dar a conocer su versión de aquellos hechos que le afecten en el mismo medio de comunicación que emitió la información inicial, y la Ley Orgánica 4/1997 de 4 de agosto, que regula la utilización de videocámaras por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad en lugares públicos. Por lo que respecta a la inviolabilidad del domicilio, la entrada en este sólo se justifica mediante la intervención del poder judicial o ante un supuesto de hecho ineludible(comisión de un delito), tal y como desarrolló la Ley Orgánica 1/1992 de 21 de febrero sobre protección de la seguridad ciudadana. Finalmente, la prebisión contenida se desarrolla a través de la Ley Orgánica 15/1999 de 13 de diciembre, sobre Protección de Datos de carácter personal. El artículo 19 regula la libre elección de domicilio y la libre circulación por el territorio nacional. Los poderes públicos no pueden adoptar nunca en situaciones ordinarias medidas que restrinjan u obstaculicen el ejercicio de estos derechos. Los derechos de participación son aquellos de carácter fundamental que posee el individuo por su condición de miembro de una determinada comunidad política; a través de ellos se articula la participación directa o indirecta de los ciudadanos en la formación de la voluntad política del Estado. Entre ellos: El artículo 20 de la Constitución dispone: “1. Se reconocen y protegen los derechos: a) A expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción. b) A la producción y creación literaria, artística, científica y técnica. c) A la libertad de cátedra. d) A comunicar o recibir libremente información beraz por cualquier medio de difusión. La ley regulará el derecho a la cláusula de conciencia y al secreto profesional en el ejercicio de estas libertades. 2. El ejercicio de estos derechos no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa. 3. La ley regulará la organización y el control parlamentario de los medios de comunicación social dependientes del Estado o de cualquier ente público y garantizará el acceso a dichos medios de los grupos sociales y políticos significativos, respetando el pluralismo de la sociedad y de las diversas lenguas de España. 4. Estas libertades tienen su límite en el respeto a los derechos reconocidos en este Título , en los preceptos de las leyes que lo 10 TEMARIO GENERAL desarrollen y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia. 5. Sólo podrá acordarse el secuestro de publicaciones, grabaciones y otros medios de información en virtud de resolución judicial”. El derecho fundamental reconocido en el apartado 1 a) es el cauce para la pluralidad de opiniones y pensamientos y, por ello, la garantía de una institución fundamental, la opinión pública, medio lógico de desarrollo del pluralismo político y de la participación. Los derechos contenidos en los apartados 1 b) y c) deben ser entendidos como una concreción de la libertad de expresión contenida en el apartado 1 a) que se plasma en el campo concreto de las artes, las ciencias y la función docente. Por lo que respecta al derecho a comunicar y recibir información veraz, contenido en el apartado 1 d), no es más que la libertad de prensa. En este aspecto es necesario tener en cuenta la Ley Orgánica 2/1997 de 19 de junio, reguladora de la Cláusula de Conciencia de los Profesionales de la Información que posibilita la rescisión de la relación jurídica de los profesionales con la empresa de comunicación en la que trabajen cuando se produzca un cambio sustancial de orientación informativa o línea ideológica o cuando se les traslade a otro medio del mismo grupo que por su género o línea suponga una ruptura patente con la orientación profesional del informador; por otro lado, los profesionales de la información podrán negarse motivadamente a participar en la elaboración de informaciones contrarias a los principios éticos de la comunicación, sin que ello pueda suponer sanción o perjuicio alguno. Por lo que respecta a la libertad de enseñanza, regulada en el artículo 27 junto al derecho a la educación, tiene un contenido más acorde con la libertad informativa y comunicativa garantizadora de una convivencia ideológica, confesional y cultural de orden pluralista, como ha señalado el propio Tribunal Constitucional. De forma coherente con la libertad de enseñanza contemplada, se reconoce el derecho a la creación de centros docentes y, asimismo, el derecho de los padres a elegir la formación moral y religiosa para sus hijos. El artículo 21 dispone: “Se reconose el derecho de reunión pacífica y sin armas. El ejercicio de este derecho no necesitará autorización previa. 2. En los casos de reuniones en lugares de tránsito público y manifestaciones se dará comunicación previa a la autoridad, que sólo podrá prohibirlas cuando existan razones fundadas de alteración del orden público, con peligro para personas o bienes”. Se trata de uno de los derechos clásicos de participación que nuestro Tribunal Constitucional ha calificado como derecho subjetivo y, por tanto, individual de ejercicio colectivo. Nuestra Constitución opta por un modelo de plena libertad excluyendo el de autorización previa, tal y como se establece en la normativa de desarrollo: Ley Orgánica 9/1983 de 15 de julio, reguladora del derecho de reunión. Los límites a su ejercicio se derivan de la comisión de un ilícito penal en los términos descritos en los artículos 513 y siguientes del Código Penal. El artículo 22 dispone: “1. Se reconoce el derecho de asociación. 11 TEMARIO GENERAL 2. Las asociaciones que persigan fines o utilicen medios tipificados como delito son ilegales. 3. Las asociaciones constituidas al amparo de este artículo deberán inscribirse en un registro a los solos efectos de publicidad. 4. Las asociaciones sólo podrán ser disueltas o suspendidas en sus actividades en virtud de resolución judicial motivada. 5. Se prohíben las asociaciones secretas y las de carácter paramilitar”. Se trata de otro de los derechos clásicos de participación íntimamente vinculado al derecho de reunión. Se trata de un derecho de libre ejercicio parcialmente desarrollado por la Ley 54/1978 de 4 de diciembre de Partidos Políticos. Bajo el epígrafe común de derecho de participación política, el artículo 23 engloba dos derechos específicos: el derecho de sufragio y el derecho de acceder en condiciones de igualdad a funciones y cargos públicos. El derecho de sufragio es el instrumento esencial de la democracia representativa, esto es, del sistema que permite la participación de todos los ciudadanos en los asuntos públicos indirectamente a través de representantes. Por lo que respecta al derecho a acceder a cargos públicos, no puede entenderse como un derecho efectivo al cargo; nuestra jurisprudencia constitucional utiliza un criterio restrictivo al afirmar que el derecho viene referido a los cargos públicos de representación política, no a los funcionariales. El artículo 29 establece: “1. Todos los españoles tendrán el derecho de petición individual y colectiva, por escrito en la forma y con los efectos que determine la ley. 2. Los miembros de las Fuerzas o Institutos armados o de los Cuerpos sometidos a disciplina militar podrán ejercer este derecho sólo individualmente y con arreglo a lo dispuesto en su legislación específica”. Esta previsión se regula en la Ley Orgánica 4/2001 de 12 de noviembre, reguladora del derecho de petición. Los derechos institucionales requieren de la prebia aportación por parte del Estado de una infraestructura institucional a través de la cual sea posible canalizar el ejercicio individual del derecho en cuestión. Pueden considerarse tales: El derecho a la jurisdicción establecido en el artículo 24 y que exige la creación por el Estado de una Administración de Justicia basada en: el libre acceso a los Tribunales, el derecho a obtener un fallo y, por último, en el derecho a la ejecución de las sentencias. Por otro lado, el derecho a la educación, recogido en el artículo 27, se tipifica como un verdadero servicio público que se desarrolla en diferentes Leyes Orgánicas: Ley Orgánica 8/1985 de 3 de julio, reguladora del derecho a la educación, Ley Orgánica 10/1999 de 21 de abril, que modifica parcialmente la anterior y Ley Orgánica 10/2002 de 23 de diciembre de Calidad de la Educación. La consideración de la enseñanza como un servicio público comporta el derecho de participación de todos los sectores afectados en la 12 TEMARIO GENERAL programación educativa y, consiguientemente, la intervención de los distintos colectivos en el control de la gestión de los centros educativos sostenidos con fondos públicos. Directamente relacionado con la condición de servicio público de las instituciones docentes se encuentra la gratuidad y la obligatoriedad de la enseñanza básica y la existencia de subvenciones a todos los centros docentes que reúnan los requisitos establecidos por la ley. Los derechos económicos y sociales son resultado de la aplicación del principio de igualdad. No tienen la consideración de auténticos derechos fundamentales salbo los derechos de sindicación y de huelga, agrupándose en la Sección Segunda del Capítulo II del Título Primero. Cabe destacar: El derecho de sindicación establecido en el artículo 28.1 de la Constitución es una más de las concreciones del derecho de asociación contenido en el artículo 22 y que opera al respecto como una cláusula general. Se encuentra desarrollado por la Ley Orgánica 11/1985 de 2 de agosto de Libertad Sindical con determinadas especificaciones para el ámbito de la Administración Pública en la Ley 9/1987 de 12 de junio de Órganos de Representación, Determinación de las Condiciones de Trabajo y Participación del Personal al servicio de las Administraciones Públicas y en normas posteriores que modifican esta: Ley 7/1990 de 19 de julio y Ley 18/1994 de 30 de junio que regula las elecciones a los órganos de representación del personal al servicio de las Administraciones Públicas. El derecho de huelga establecido en el artículo 28.2 mantiene una relación directa con el anterior; para el Tribunal Constitucional se trata del derecho que asiste a los trabajadores para suspender el contrato de trabajo a fin de presionar al empresario sin que este pueda contratar a otros trabajadores o cerrar la empresa. Ahora bien, en tanto que supone la cesación en el deber de trabajar, viene afectado por una limitación inherente que se traduce en el establecimiento de garantías para el mantenimiento de servicios esenciales a la Comunidad. El derecho a la propiedad privada se reconoce en el artículo 33 en los siguientes términos: “1. Se reconoce el derecho a la propiedad pribada y a la herencia. 2. La función social de estos derechos delimitará su contenido, de acuerdo con las leyes. 3. Nadie podrá ser privado de sus bienes y derechos sino por causa justificada de utilidad pública o interés social, mediante la correspondiente indemnización y de conformidad con lo dispuesto por las leyes”. La Constitución contempla el derecho al trabajo en su artículo 35 construyéndolo como un auténtico derecho-deber. 13 TEMARIO GENERAL El derecho a la negociación colectiva recogido en el artículo 37.1 se refiere a la determinación mediante acuerdo de las condiciones laborales por empresarios y representantes de los trabajadores. El derecho a la adopción de medidas de conflicto colectivo se establece en el artículo 37.2 y se predica tanto de empresarios como de trabajadores; aunque en el caso de estos últimos, este derecho se solapa con el ejercicio de derecho de huelga. Finalmente, el artículo 38 dispone: “Se reconoce la libertad de empresa en el marco de la economía de mercado. Los poderes públicos garantizan y protegen su ejercicio y la defensa de la productividad, de acuerdo con las exigencias de la economía general y, en su caso, de la planificación”. La libertad de empresa viene determinada por su doble consideración como derecho subjetivo-derivado del derecho a la propiedad privada-y como principio general de ordenación económica. Los mecanismos garantizadores del respeto y efectividad de los derechos fundamentales contenidos en la Constitución son de cuatro clases: La efectibidad directa de los derechos fundamentales. Las garantías legislativas. Las garantías jurisdiccionales. Las garantías extrajudiciales. Por lo que respecta a la aplicación directa de los derechos y libertades, el artículo 53.1 de la Constitución dispone que los derechos y libertades reconocidos en el Capítulo Segundo del Título Primero vinculan a todos los poderes públicos. Ello no quiere decir nada más que los derechos y libertades no necesitan de desarrollo legislativo para ser directamente aplicables. Las garantías legislativas se deducen de los artículos 53.1 y 81.1 de la Constitución. Así, el primero de los artículos citados obliga a que sólo por ley, que en todo caso deberá respetar su contenido esencial, podrá regularse el ejercicio de tales derechos y libertades; por otro lado, el artículo 81.1 establece una garantía procedimental adicional cuando se trata del desarrollo de los derechos fundamentales y de las libertades públicas, es decir, de los derechos y libertades comprendidos en la Sección Primera del Capítulo Segundo del Título Primero. En estos casos, el legislador, además de respetar el contenido esencial, deberá ajustarse en su desarrollo legislativo a la fórmula de la Ley Orgánica. En lo relativo a las garantías jurisdiccionales, el artículo 53.2 establece: “Cualquier ciudadano podrá recabar la tutela de las libertades y derechos reconocidos en el artículo 14 y la Sección Primera del Capítulo Segundo ante los Tribunales 14 TEMARIO GENERAL ordinarios por un procedimiento basado en los principios de preferencia y sumariedad y, en su caso, a través del recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional. Este último recurso será aplicable a la objeción de conciencia reconocida en el artículo 30”. La Ley 62/1978 de 26 de diciembre desarrolla la previsión contenida en dicho artículo: protección jurisdiccional de los derechos fundamentales en los órdenes jurisdiccionales civil, penal y contencioso administrativo. Finalmente, con relación a las garantías extrajudiciales, estas se refieren a la intervención de ciertas instituciones en la protección y defensa de los derechos y libertades de los ciudadanos: Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, el Ministerio Fiscal, en los términos recogidos por el artículo 124.1 de la Constitución, o el Defensor del Pueblo, a quien el artículo 54 atribuye la defensa de los derechos comprendidos en el Título Primero. Ha de hacerse referencia, asimismo, a los deberes constitucionales, que surgen como consecuencia de la vinculación de los ciudadanos a la Constitución y al resto del Ordenamiento Jurídico. Así son deberes constitucionalmente reconocidos en nuestro texto: el deber de contribuir a la defensa nacional, aunque matizado por la objeción de conciencia regulada como derecho en Ley 48/1984 de 28 de diciembre, y el deber de tributación contenido en el artículo 31 y que no es más que un deber de carácter patrimonial que responde a la obligación general de contribuir al sostenimiento de los gastos públicos. Finalmente, he de referirme, siquiera brevemente, a las situaciones durante las cuales se puede proceder a la suspensión de los derechos y libertades reconocidos al ciudadano español. Cabe hablar de dos clases de suspensión al amparo de lo previsto en el artículo 55 de la Constitución: suspensión general y suspensión individual. La suspensión general se articula en el marco de la declaración de alguna de las situaciones contempladas en el artículo 116 de la propia Constitución: alarma, excepción y sitio, en los términos que se exponen a continuación: “1. Una ley orgánica regulará los estados de alarma, de excepción y de sitio, y las competencias y limitaciones correspondientes. 2. El estado de alarma será declarado por el Gobierno mediante decreto acordado en Consejo de Ministros por un plazo máximo de quince días, dando cuenta al Congreso de los Diputados, reunido inmediatamente al efecto y sin cuya autorización no podrá ser prorrogado dicho plazo. El decreto determinará el ámbito territorial a que se extienden los efectos de la declaración. 3. El estado de excepción será declarado por el Gobierno mediante decreto acordado en Consejo de Ministros, previa autorización del Congreso de los Diputados. La autorización y proclamación del estado de excepción deberá determinar expresamente los efectos del mismo, el ámbito territorial a que se extiende y su duración, que no podrá exceder de treinta días, prorrogables por otro plazo igual, con los mismos requisitos. 15 TEMARIO GENERAL 4. El estado de sitio será declarado por la mayoría absoluta del Congreso de los Diputados, a propuesta exclusiva del Gobierno. El Congreso determinará su ámbito territorial, duración y condiciones. 5. No podrá procederse a la disolución del Congreso mientras estén declarados algunos de los estados comprendidos en el presente artículo, quedando automáticamente convocadas las Cámaras si no estuvieren en período de sesiones. Su funcionamiento, así como el de los demás poderes constitucionales del Estado, no podrán interrumpirse durante la vigencia de estos estados. Disuelto el Congreso o expirado su mandato, si se produjere alguna de las situaciones que dan lugar a cualquiera de dichos estados, las competencias del Congreso serán asumidas por su Diputación Permanente. 6. La declaración de los estados de alarma, de excepción y de sitio no modificarán el principio de responsabilidad del Gobierno y de sus agentes reconocidos en la Constitución y en las leyes”. Por lo que respecta a la suspensión individual, el artículo 55.2 establece la posibilidad de que una ley orgánica determine los casos en que se podrán suspender los derechos a la inviolabilidad del domicilio, secreto de las comunicaciones y superación del tiempo de duración máxima de la detención prebentiva. 16 TEMARIO GENERAL 3.- El Tribunal Constitucional. El Tribunal Constitucional es un órgano constitucional al que la Ley Orgánica 2/1979 de 3 de octubre-modificada por Ley Orgánica 4/1985 de 7 de junio y por Ley Orgánica 7/1999 de 21 de abril-que lo regula, define como intérprete supremo de la Constitución. Se trata de un órgano constitucional porque: - Se encuentra directamente configurado en la Constitución, concretamente en el Título IX, entre los artículos 159 a 165, ambos inclusive. - Es un componente fundamental de la estructura constitucional. - Goza de paridad de rango en las relaciones con otros órganos constitucionales. Como auténtico órgano constitucional es el órgano superior en la función que ejerce. Además, goza de naturaleza judicial: se trata de un verdadero Tribunal, compuesto por Jueces y que realiza sus funciones por procedimientos jurisdiccionales y cuyas decisiones adoptan la forma de Sentencias, sin que pueda actuar de oficio, sino únicamente a instancia de parte. De acuerdo con el artículo 159.1 de la Constitución, se compone de doce miembros, a propuesta de otros órganos constitucionales: - Dos nombrados por el Rey a propuesta del Gobierno. - Ocho, de origen parlamentario, nombrados por el Rey, cuatro a propuesta del Congreso de los Diputados y cuatro a propuesta del Senado, en ambos casos por mayoría de 3/5 de cada Cámara. - Dos Magistrados, de origen judicial, nombrados por el Rey a propuesta del Consejo General del Poder Judicial. Habrán de ser elegidos de entre Magistrados, Fiscales, profesores de universidad o Abogados, todos ellos juristas de reconocida competencia y con más de quince años de ejercicio profesional. Son designados por un período de nueve años, renovándose por terceras partes cada tres. Se encuentran sometidos al régimen de incompatibilidades propio de los integrantes del Poder Judicial si exceptuamos que a los Magistrados del Tribunal Constitucional si se 17 TEMARIO GENERAL les permite la militancia en partidos políticos o sindicatos, aunque no ejercer funciones directivas en los mismos. El Presidente es nombrado por el Rey a propuesta de la mayoría absoluta en primera vuelta, o de mayoría simple en segunda vuelta, de sus miembros, por un período de tres años. Entre los privilegios atribuidos al mismo se encuentra la exención de concurrir al llamamiento de Juez, pero no de declarar, aunque pueda informar por escrito de los hechos de que tenga conocimiento por razón de su cargo; si las cuestiones de que tiene conocimiento no lo son por razón de su cargo, se le tomará declaración en su domicilio o despacho oficial. EL Tribunal Constitucional funciona en Pleno y dos Salas. El Pleno se encuentra integrado por los doce miembros y presidido por su Presidente. Las funciones del Pleno recogidas en el artículo 10 de la Ley Orgánica son prácticamente todas las competencias del Tribunal, a excepción de los recursos de amparo, que son competencia de las Salas. Además corresponde al Pleno: - La aprobación del Reglamento de funcionamiento interno. - La elección del Presidente y del Vicepresidente. - La distribución de los asuntos entre las Salas. Las Salas en que se divide son dos. La Sala Primera es presidida por el Presidente del Tribunal Constitucional y la Segunda por el Vicepresidente. Ambas Salas pueden constituir Secciones, compuestas por el Presidente y dos Magistrados. Por lo que se refiere a la competencia, la Ley Orgánica establece que el Tribunal Constitucional es único en su orden y con jurisdicción en todo el territorio nacional. El artículo 161 de la Constitución enumera las competencias propias, pero sin carácter exhaustivo pues el apartado 1 d) de ese artículo abre la posibilidad de su ampliación mediante Ley Orgánica. En cualquier caso, pueden estructurarse en tres grandes apartados: - Control de constitucionalidad de las leyes. - Recurso de amparo. - Conocimiento de conflictos entre los diferentes órganos del Estado. El proceso de declaración de inconstitucionalidad de las leyes puede desarrollarse por dos vías: 18 TEMARIO GENERAL - Recurso de inconstitucionalidad. - Cuestión de inconstitucionalidad. El fin del recurso de inconstitucionalidad es verificar la conformidad o disconformidad de una ley o acto con fuerza de ley con la Constitución. Así, podrán impugnarse por esta vía: - Leyes orgánicas. - Leyes ordinarias. - Leyes de bases. - Tratados Internacionales. - Decretos-Leyes. - Decretos Legislativos. - Disposiciones normativas con fuerza de ley de las Comunidades Autónomas. - Reglamentos de las Cámaras y de las Cortes Generales y de las Asambleas Legislativas de las Comunidades Autónomas. Se encuentran legitimados para la interposición del recurso: - El Presidente del Gobierno. - El Defensor del Pueblo. - 50 Diputados. - 50 Senadores. - Los órganos colegiados ejecutivos de las Comunidades Autónomas. - Las Asambleas de las Comunidades Autónomas. En lo que respecta a la cuestión de inconstitucionalidad, los jueces y Tribunales podrán plantear dicha cuestión ante el Tribunal sobre la eventual inconstitucionalidad de una ley o norma con rango de ley aplicable al proceso del que entienden y de cuya validez dependa el fallo. Podrá plantearse en cualquier proceso, en cualquier instancia y sin límite temporal alguno. Solamente podrá interponerse por el Juez o Tribunal que conozca del proceso, de oficio o a instancia de parte. El recurso de amparo se establece en los artículos 53.2 y 161.1 b) de la Constitución y se desarrolla en el Título III de la Ley Orgánica. Se postula como último procedimiento 19 TEMARIO GENERAL de remedio frente a violaciones de los derechos y libertades reconocidos en los artículos 14 a 30 de la Constitución, originada por: - Actos sin valor de ley de los órganos legislativos del Estado o de las Comunidades Autónomas. - Actos de los órganos políticos y administrativos del Estado o de las Comunidades Autónomas, una vez agotada la vía procesal administrativa previa. - Actos u omisiones de un órgano jurisdiccional en cualquier tipo de proceso - Actos que violen el derecho a la objeción de conciencia. Finalmente, la existencia de diferentes entidades públicas y de órganos en el seno de ellas con esferas competenciales concurrentes genera un ámbito conflictual respecto de la titularidad de la competencia. Los conflictos que se general entre órganos superiores del Estadoo respecto de la titularidad competencial serán conocidos por el Tribunal Constitucional. Según el artículo 161.1 c) de la Constitución y 59 de la Ley Orgánica, estos conflictos se pueden plantear entre: - El Estado y las Comunidades Autónomas. - El Gobierno y el Congreso de los Diputados, el Senado o el Consejo General del Poder Judicial. - Cualquiera de estos últimos entre sí. Las sentencias del Tribunal Constitucional desplegarán efectos siempre que se publiquen en el Boletín Oficial del Estado de forma íntegra y con los votos particulares de las opiniones que disientan. Esos efectos son: Esos efectos son: - Tienen valor de cosa juzgada a partir del día siguiente de su publicación y no cabe recurso alguno contra ellas. - Las sentencias que declaren la inconstitucionalidad de una ley o norma con fuerza de ley tendrán plenos efectos contra todos. - Salvo que en el fallo se disponga otra cosa, subsistirá la vigencia de la ley en la parte no afectada de inconstitucionalidad. 20 TEMARIO GENERAL 4.- La Corona: sucesión y regencia. Funciones constitucionales del Rey. El término “Corona” está tomado del constitucionalismo comparado, en el que es utilizado en un doble sentido: amplio y estricto. La concepción de la Corona en España no responde a ninguno de los dos modelos: no se da indudablemente la personalidad jurídica de la Corona al modo británico, pues la Corona se configura como un órgano del Estado: el Rey es el Jefe del Estado. Pero además se atribuyen a la Corona funciones específicas que la diferencian netamente del resto de órganos del Estado encargados de ejercer las funciones legislativa, ejecutiva y judicial. En efecto, la Constitución atribuye expresamente la función legislativa a las Cortes, en el artículo 66.2: “Las Cortes Generales ejercen la potestad legislativa del Estado”; la función ejecutiva y la potestad reglamentaria al Gobierno como órgano distinto del Jefe del Estado en su artículo 97; y, finalmente, atribuye el poder judicial a Jueces y Magistrados. Desaparece así lo que se ha conocido como “Omnifuncionalidad de la Corona” la cual viene a convertirse en un órgano más del Estado, cuyo titular es el Rey, Jefe del Estado, y a quien se atribuyen funciones propias. La Corona es la denominación específica de un órgano constitucional, la Jefatura del Estado. Ahora bien, sin identificarse con ninguno de los dos modelos, presenta aspectos que la acercan a ambos: por un lado, si bien la Corona no es el Estado ni siquiera su personificación, también es cierto que al Rey le corresponde la función, siquiera sea simbólica, de representar al Estado. Por otro lado, y como veremos, el Monarca realiza funciones de colaboración tanto con el poder ejecutivo como con el legislativo o el judicial. El artículo 57 de la Constitución dispone: “1. La Corona de España es hereditaria en los sucesores de S. M. Don Juan Carlos I de Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica. La sucesión en el trono seguirá el orden regular de primogenitura y representación, siendo preferida siempre la línea anterior a las posteriores; en la misma línea, el grado más próximo al más remoto; en el mismo grado, el varón a la mujer, y en el mismo sexo, la persona de más edad a la de menos. 2. El Príncipe heredero, desde su nacimiento o desde que se produzca el hecho que origine el llamamiento, tendrá la dignidad de Príncipe de Asturias y los demás títulos vinculados tradicionalmente al sucesor de la Corona en España. 3. Extinguidas todas las líneas llamadas en Derecho, las Cortes Generales proveerán a la sucesión en la Corona en la forma que más convenga a los intereses de España. 4. Aquellas personas que teniendo derecho a la sucesión en el trono contrajeren matrimonio contra la expresa prohibición del Rey y de las Cortes Generales, quedarán excluidas en la sucesión a la Corona por sí y sus descendientes. 5. Las abdicaciones y renuncias y cualquier duda de hecho o de derecho que ocurra en el orden de sucesión a la Corona se resolverán por una ley orgánica”. 21 TEMARIO GENERAL Como explica Sánchez Agesta, el tenor literal de este artículo quiere decir que la sucesión al trono corresponde al primogénito y a sus descendientes, de padres a hijos, de hijos a nietos y así sucesivamente con preferencia a los hermanos y a los sobrinos por razón de la línea; que las mujeres tienen acceso al trono siempre y cuando no tengan hermanos varones; por último, que la preferencia de línea con derecho de representación supone que los nietos del Rey e hijos del primogénito anteceden, en caso de fallecimiento de sus padres, a sus tíos, hermanos del difunto primogénito, cuya representación como hijos suyos ostentan. Tal sistema, en términos generales, se apoya en: - La preferencia de la línea directa sobre la línea colateral. La preferencia de los varones sobre las hembras y, en el mismo sexo, del mayor sobre el menor. Principio de representación que supone que los hijos del heredero fallecido adelantan en la sucesión a la Corona al resto de los hijos del Rey, en tanto en cuanto representan los derechos de su padre fallecido. En cualquier caso, el orden de sucesión a la Corona establecido en la Constitución vigente reproduce la fórmula habitual en nuestro Derecho Constitucional histórico; si la herencia forma parte de la naturaleza misma de la monarquía, hay que pensar que se trata de un hecho afortunado el que nuestra Constitución, lejos de improvisar nuevas normas sucesorias, haya asumido en su integridad las tradicionales contenidas en las Partidas y en el Ordenamiento de Alcalá. Existen todavía si bien bastante suavizadas reminiscencias de la Ley Sálica, pues existe una cierta postergación de la mujer a favor del varón puesto que en el mismo grado, es preferido a aquella. Por lo que respecta a la designación de Don Juan Carlos I hay que reconocer que su fundamento no se encuentra solamente en la Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado, conforme a la cual fue proclamado Rey en noviembre de 1975, sino que encuentra su legitimación en el respeto a una tradición histórica centenaria después de que el 14 de mayo de 1977, su Alteza Real el Conde de Barcelona renunciara a sus derechos dinásticos como heredero de su padre Don Alfonso XIII, a favor de su hijo, Don Juan Carlos I. Por otro lado, dicha designación se encuentra confirmada en la vigente Constitución que ha sido refrendada por la voluntad popular. El artículo 59 de la Constitución dispone: 1. Cuando el Rey fuere menor de edad, el padre o la madre del Rey y, en su defecto, el pariente mayor de edad más próximo a suceder en la Corona, según el orden establecido en la Constitución, entrará a ejercer inmediatamente la Regencia y la ejercerá durante el tiempo de la minoría de edad del Rey. 2. Si el Rey se inhabilitare para el ejercicio de su autoridad y la imposibilidad fuere reconocida por las Cortes Generales, entrará a ejercer inmediatamente la Regencia el Príncipe heredero de la Corona, si fuere mayor de edad. Si no lo fuere, se procederá de la manera prevista en el apartado anterior, hasta que el Príncipe heredero alcance la mayoría de edad. 22 TEMARIO GENERAL 3. Si no hubiere ninguna persona a quien corresponda la Regencia, ésta será nombrada por las Cortes Generales, y se compondrá de una, tres o cinco personas. 4. Para ejercer la Regencia es preciso ser español y mayor de edad. 5. La Regencia se ejercerá por mandato constitucional y siempre en nombre del Rey. La Regencia ha tenido gran trascendencia en la historia de España y muy especialmente en el período constitucional, dado que la propia Constitución de Cádiz abre el citado período con una Regencia; a la muerte de Fernando VII, se instaura una Regencia a favor de María Cristina, esposa de este, y a favor de su hija, la futura Isabel II. La Restauración de 1876 también se inició con un Ministerio Regencia y para terminar, el reinado de Alfonso XIII comienza con una larga Regencia dado que el propio Rey era hijo póstumo de Alfonso XII. En el momento de elaboración de la Constitución, la cuestión de la Regencia no tenía la trascendencia que tuvo en otras circunstancias históricas; sin embargo, el texto constitucional la regula con minuciosidad, aunque sin comprender todos los posibles supuestos, a menos que se haga una interpretación muy amplia de la fórmula del párrafo segundo. Por lo que respecta a las funciones, si bien la Constitución no hace referencia expresa a ellas, se entiende que son las mismas que las atribuidas al Monarca, aunque en el caso de una Regencia colectiva, sería más conveniente una explicación a través de ley de las pautas por las que se regiría su actuación. Por lo demás, hay que recordar que la Constitución incompatibiliza la Regencia y la Tutoría del Rey menor salvo respecto del padre, la madre o los ascendientes directos del Rey; ahora bien, no se establece la incompatibilidad de la Regencia con todo cargo o representación política, parece que tal incompatibilidad deba deducirse de las funciones que correspondan al Regente o Regentes. El artículo 60 de la Constitución dispone: “1. Será tutor del Rey menor la persona que en su testamento hubiese nombrado el Rey difunto, siempre que sea mayor de edad y español de nacimiento; si no lo hubiese nombrado, será tutor el padre o la madre, mientras permanezcan viudos. En su defecto, lo nombrarán las Cortes Generales, pero no podrán acumularse los cargos de Regente y de tutor sino en el padre, madre o ascendientes directos del Rey. 2. El ejercicio de la tutela es también incompatible con el de todo cargo o representación política”. No debe chocar que mientras el padre o la madre del Rey menor pierdan la tutela si dejan de estar viudos, no ocurra lo mismo con la Regencia. En realidad, en el ejercicio de esta, la asistencia de que precisa la Corona para toda clase de actos hace irrelevante el hecho de que haya o no contraído nuevo matrimonio el Regente. La mayor autonomía 23 TEMARIO GENERAL con que el tutor ejerce sus funciones jurídico-privadas con respecto a la persona y bienes del Rey hace, en cambio, aconsejable la pérdida en tal caso de la tutela. En definitiva, semejante diferencia pone de relieve la carencia de poder político por parte de la Corona. En lo que respecta al instituto del “refrendo”, puede que estemos ante una de las máximas sutilezas del Derecho Constitucional contemporáneo. Históricamente se trató de una simple formalidad que autentificaba o daba fe de un acto. En la actualidad y en el contexto de un régimen parlamentario, se trata de una limitación material del poder regio por cuanto quien refrenda, asume íntegramente la responsabilidad de la legalidad y de la oportunidad del acto. La historia del refrendo, clave de la Monarquía constitucional y parlamentaria, arranca de la Constitución de 1812 que exigía la firma de uno de los Secretarios de despacho declarándoles responsables “sin que les sirva de excusa haberlo mandado el Rey”. Es claro que tal responsabilidad sólo se concebía como responsabilidad penal; como un requisito de validez de los actos del Rey no fue regulado hasta la Constitución de 1837. El artículo 56 de la Constitución vigente ordena que los actos del Rey siempre estarán refrendados, careciendo de validez sin dicho refrendo; de dichos actos serán responsables las personas que los refrenden que, de conformidad con el artículo 64 de la Constitución, son el Presidente del Gobierno o los Ministros competentes, salvo la propuesta y el nombramiento del Presidente del Gobierno así como la disolución de las Cortes prevista en el artículo 99.5, actuaciones que deberán ser refrendadas por el Presidente del Congreso de los Diputados. El refrendo es un acto voluntario pues el Ministro que lo practica asume su responsabilidad ante el Parlamento; por esa razón, jamás viene obligado a facilitar la firma si desea eludir tal responsabilidad. El refrendo es un instrumento de plena responsabilidad ministerial ante el Parlamento y consiguientemente de limitación material de la voluntad del Rey, pues sus actos no tienen efectos si la autoridad a la que corresponde les niega el refrendo. Ahora bien, la institución del refrendo al regularse junto a la inviolabilidad e irresponsabilidad real se refiere solamente a los actos públicos del Rey, pues lo contrario, como ha destacado el profesor Gimbernat supondría justificar la irresponsabilidad del Rey por posibles actos privados tipificados penalmente. Finalmente, de acuerdo con la Constitución sólo están exceptuados de refrendo los actos del Rey relativos al nombramiento y relevo de los miembros de su casa. No obstante, algunos autores, Sánchez Agesta y Oscar Alzaga, entre ellos, señalan que probablemente tampoco es necesario que sea refrendado el acto del Rey mediante el cual designa en su testamento al tutor del rey menor así como la libre distribución de la cantidad global que los Presupuestos del Estado le asignan para el sostenimiento de su familia y de su casa, pues se trata de actos personalísimos. La constitucionalización de la Monarquía Parlamentaria es una de las novedades de nuestra Constitución; el adjetivo “parlamentaria” supone la traslación del poder de decisión política del Monarca al Parlamento. Siguiendo a Álvarez Conde, la idea de Monarquía Parlamentaria implica, al menos, dos premisas: por un lado, el abandono total del principio monárquico, por cuanto correspondía al Monarca la potestad de 24 TEMARIO GENERAL expresar la voluntad del Estado y de ejercer los poderes públicos que, pese a sus modernas formulaciones, no puede olvidar su entronque con la teoría del origen divino del poder. Por otro, la falta de adecuación al momento presente en cuanto que supone la consideración del Monarca como poder moderador y la existencia de poderes residuales a favor de este, circunstancia no propia de una Monarquía Parlamentaria. Señala Basile que aun cuando la institución monárquica es la única fuera del principio democrático, es conciliable con este no sólo por la legitimidad democrática que se alcanza a través del referéndum constitucional sino también por el carácter simbólico formal de la Corona que resulta del artículo 56.1 de la Carta Magna: “El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica, y ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes”. La Monarquía parlamentaria supone la última etapa en la evolución histórica de las Monarquías como consecuencia de la introducción y desarrollo de los principios democráticos. En este contexto, el Rey no conserva ningún poder de decisión, pues la dirección del Estado ha pasado a manos del Parlamento y, a través de este, al Gobierno. En este sentido, hay que señalar que el establecimiento de las Monarquías Parlamentarias no se ha producido por cambios en la estructura constitucional, sino por la acomodación de la Monarquía a un nuevo proceso democrático. En este proceso de racionalización, el Rey deja de ser soberano y se convierte en órgano del Estado, con los poderes que la Constitución le confiere. La soberanía, como hemos dicho, pertenece al pueblo, cuya organización política es el Estado, siendo el poder de la Corona, parte del poder de ese Estado. De esta configuración se deriva que los poderes del Monarca son poderes tasados, atribuidos por la Constitución y delimitados por ella. El resultado de semejante proceso de racionalización ha sido la regulación y plena constitucionalización de la figura del Rey de modo que sus funciones quedan estrictamente limitadas a las que la atribuyen la Constitución y las leyes. Dentro del sistema parlamentario establecido, todas las funciones del Rey pueden ser consideradas como actos debidos, sin perjuicio de sus funciones coadyuvadoras a la estabilidad gubernamental y al funcionamiento regular de las instituciones. Parte de la doctrina sostiene que las funciones de la Corona están reguladas esencialmente en el artículo 56.1 de la Constitución y que los artículos 62 y siguientes serían simplemente el desarrollo de la última previsión que este realiza. Así y conforme al citado artículo 56, las referidas funciones son: 1. Arbitrar y moderar el funcionamiento regular de las instituciones. 2. Asumir la representación del Estado español en las relaciones internacionales. 3. Simbolizar la unidad y permanencia del Estado. 4. Ejercer las funciones que le atribuyan expresamente la Constitución y las leyes. 25 TEMARIO GENERAL Esta interpretación llevaría a considerar por un lado que, las funciones a las que se refiere el apartado 4 anterior son esencialmente las contenidas en los artículos 62 y siguientes de la Constitución y, por otro, que la función de arbitraje y moderación prevista en el apartado 1 al no aparecer en forma alguna limitada podría comprender discrecionalmente cualquier tipo de actividad tendente a la realización del referido fin moderador. Pero ello no es exacto por cuanto hay que concluir en que lo que el artículo 56.1 del texto constitucional realiza es una simple declaración del papel que corresponde a la Monarquía en el Estado y de los fines a los que deberían ir dirigidas sus facultades, facultades que, de conformidad con el carácter parlamentario de la Monarquía, “serán aquellas que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes”. En cualquier caso, la interpretación preferible del sistema de funciones y poderes del Rey diseñado por nuestra Constitución es el siguiente: El artículo 56 del texto constitucional establece tres tipos de funciones generales cuyo ejercicio corresponde al Monarca. La cuarta función no es tal función, sino simplemente un condicionamiento de las facultades concretas que tiene la Monarquía para el desarrollo de las funciones generales citadas con anterioridad, que serán las establecidas por la Constitución y las leyes, y vendrán esencialmente desarrolladas en los artículos 62 y siguientes. Ahora bien, también es cierto que el Rey realiza en la práctica importantes funciones públicas: entrevistas y consultas con altos dignatarios del Gobierno y de las Cámaras, Mensajes a estas, entrevistas y despachos con Jefes de estado extranjeros, …Dichos actos no encuentran su base jurídica en los artículos 62 y siguientes de la Constitución, sino en las primeras funciones descritas en el artículo 56, por lo que las anteriores observaciones, si bien ciertas de forma genérica, deben aceptarse con ciertas reservas pues, como acabamos de ver, en ciertas ocasiones, la disposición del artículo 56.1 es fuente directa de actuaciones regias de moderación y representación. Como acabamos de decir, las facultades atribuidas al Rey por los artículos 62 y siguientes de la Constitución se dirigen al cumplimiento de las funciones atribuidas al mismo por el artículo 56.1; vamos a estudiar, pues, las referidas facultades de una forma sistemática, es decir, agrupadas por la función que ayudan a cumplir. Función de simbolizar la unidad y permanencia del Estado. La Corona representa la unidad del Estado frente a la división orgánica de poderes. Asimismo, simboliza igualmente al Estado español, tanto en su integridad como en las diferentes Comunidades Autónomas, cuyos derechos ha de respetar el Rey. En desarrollo de semejante función, cabe destacar las facultades que se relacionan a continuación: Mando supremo de las Fuerzas Armadas. Es este un punto sobre el que ha polemizado la doctrina, ya que frente a la tesis general de que este mando es puramente honorífico y de que el Rey debe limitarse a sancionar los Decretos en materia de defensa nacional que acuerde el Gobierno, algún autor, entre los que destaca Sánchez Agesta, estima que debe concederse al Rey iniciativa efectiva 26 TEMARIO GENERAL en el mando del Ejército; naturalmente semejante iniciativa necesitaría, aunque correspondiera al Rey, del refrendo del Gobierno. En cualquier caso, a la vista de la actitud del ejército en completa posición de subordinación a la figura del Monarca, especialmente a raíz de los sucesos acaecidos el 23 de febrero de 1981 y de las decisiones adoptadas por el Rey en tan dramáticos momentos, es preciso afirmar que con independencia de los argumentos jurídicos que puedan esgrimirse por un sector mayoritario de la doctrina, la realidad contiene elementos que permiten no descartar la consideración del mando supremo del Rey sobre las Fuerzas Armadas como mando efectivo, dado que así ha sido asumido y aceptado por el colectivo cuando se ha visto puesto a prueba. Ejercicio del derecho de gracia con arreglo a la Ley, que no podrá autorizar indultos generales. Aunque en este supuesto el refrendo corresponde al Presidente del Gobierno y al Ministro de Justicia, es necesario hacer notar que en este punto nos encontramos ante una prerrogativa regia derivada de la condición del Monarca como supremo representante del Estado, razón por la cual su ejercicio corresponde al Rey de tal modo que el refrendo no puede ser negado aunque queda a salvo el derecho de los refrendantes a dimitir en caso de discrepancia. El profesor Gimbernat mostró su profundo desacuerdo en una polémica conferencia al afirmar que se imponía decidir sobre los indultos particulares en base a sobrias consideraciones de política criminal, y no a la voluntad subjetiva de una persona individual. Ahora bien, aun compartiendo el fondo de la tesis del prestigioso penalista, el texto constitucional puede ser salvado perfectamente de la crítica dado que al Rey se le confiere la facultad de ejercer el derecho de gracia “con arreglo a la Ley” lo que supone una apelación implícita a que con carácter general se observarán consideraciones de política criminal. Conferir empleos civiles y militares y conceder honores y distinciones. Se trata de facultades cuyo margen de discrecionalidad vendrá marcado en cada caso por las normas reguladoras de la cuestión, discrecionalidad que con carácter ordinario será mayor respecto a honores y distinciones que respecto a los empleos. La facultad para nombrar altos cargos que el Rey posee, se extiende a todos los casos en que la Constitución así lo ha establecido, no constituyendo jamás nombramientos de libre voluntad del Monarca, sino condicionados por audiencias o propuestas previas; así, por ejemplo, el nombramiento del Presidente del Tribunal Constitucional, de los Presidentes de Comunidades Autónomas, … etc. En estos casos, se trata de una facultad condicionada por actos previos del proceso político, sin que quepa ningún tipo de discrecionalidad regia. Alto Patronazgo de las Reales Academias. 27 TEMARIO GENERAL No es necesario insistir en el carácter honorífico de semejante atribución pues parece derivar del deseo de vincular a la Corona a la actividad científica y humanística representada por estas instituciones. Función de representar al Estado en las relaciones internacionales. La Constitución atribuye al Rey una serie de competencias con relación a la representación del Estado y a su política exterior, posiblemente como recuerdo del papel que en otro tiempo desempeñaron los Monarcas en las relaciones internacionales, derivado tanto de su permanencia en el poder-que garantizaba una cierta continuidadcomo de la existencia de unos vínculos de solidaridad dinástica entre las diferentes casas reinantes que garantizaban una cierta comunidad de intereses e ideas comunes. En la actualidad, semejantes circunstancias han desaparecido en gran parte como un factor de las relaciones internacionales; no obstante, dada la posición asumida por el Jefe del Estado como símbolo de la unidad y permanencia del Estado, reconocida por el artículo 56.1 de la Constitución, le son atribuidas diferentes facultades en el campo de las relaciones internacionales, si bien su intervención es únicamente formal correspondiendo a las Cortes Generales y al Gobierno fijar el contenido material de dichas facultades. Declarar la guerra y hacer la paz previa autorización de las Cortes Generales. La redacción de este apartado es de tal dureza que parece dejar cierto margen de libertad al Monarca para negarse a declarar la guerra o concluir la paz dado que el carácter de la decisión de las Cortes Generales es de “autorización”, es decir, faculta para actuar, pero no obliga. Ahora bien, es difícil concebir, en una Monarquía Parlamentaria moderna, que en materia de semejante trascendencia, el Rey sostenga un criterio absolutamente contrario al de la representación del pueblo. Manifestar el consentimiento del Estado para obligarse internacionalmente. Se trata de una función meramente simbólica dado que, por una parte, es el Gobierno quien dirige la política exterior(artículo 97 de la Constitución). Por otro lado, los artículos 93 y siguientes del texto constitucional regulan la celebración y ratificación de Tratados o Convenios de forma tal que la intervención de la Corona se reduce a la firma del instrumento de ratificación, firma que no puede negar respecto de aquellos Tratados negociados y tramitados conforme a la Constitución. Acreditar Embajadores y otros representantes diplomáticos así como recibir la acreditación de los representantes extranjeros en España. Se trata de funciones puramente honoríficas y protocolarias, pues el contenido concreto de las mismas corresponde al Gobierno. Función moderadora y arbitral. 28 TEMARIO GENERAL A fin de cumplir con esta función arbitral y moderadora, se dota al Rey de prerrogativas como la propuesta, nombramiento y cese del Presidente del Gobierno; disolución de las Cortes Generales y convocatoria de elecciones; convocatoria de referéndum; sanción y promulgación de las leyes … En la práctica y por virtud de la técnica del refrendo, el Monarca habrá de cumplir esa función apoyado en su prestigio, en una auctoritas, en la dignidad y prestigio de la Corona, más que en el auténtico poder político otorgado por la Constitución, en una potestas. Por otra parte, esas funciones arbitrales y moderadoras quedan reducidas negándosele, en primer lugar, la posibilidad de resolver los conflictos expresos entre Cortes Generales y Gobierno mediante la disolución de las primeras, apelando así a una última decisión del cuerpo electoral. En segundo lugar, se niega, asimismo, la prerrogativa siquiera formal de negar o aplazar su sanción a los proyectos o proposiciones de ley aprobadas por las Cortes Generales. En cualquier caso, las facultades atribuidas al Rey para el ejercicio de esta función, son las que se relacionan a continuación. Proponer el candidato a Presidente del Gobierno y, en su caso, nombrarlo, así como poner fin a sus funciones en los términos previstos por la Constitución. Quizá se pueda decir que de todas las facultades que la Constitución confiere al Rey en su condición de Jefe de Estado, de árbitro y moderador del funcionamiento regular de las instituciones, esta es la que tiene mayor trascendencia política y en la que se conserva la mayor parte de los otrora absolutos poderes del Monarca. Y es que a estos efectos, el artículo 99 de la Constitución concede un amplio margen de libertad al Rey para formular la propuesta de la persona que juzgue pertinente para ocupar la Presidencia del Gobierno. Es verdad que no faltan requisitos formales, a saber: la previa consulta con los representantes designados por los grupos políticos con representación parlamentaria y el efectuar la propuesta a través del Presidente del Congreso, aunque la intervención del Presidente del Congreso a estos efectos se limita a servir de mero cauce, ostentando el Rey “de iure” plena libertad para sugerir el candidato que estime conveniente. Ciertamente el ejercicio concreto de esta facultad va a estar estrechamente condicionado por la evolución de nuestro sistema de partidos y del liderazgo en el seno de los mismos aumentando la discrecionalidad tanto en aquellos supuestos en los que en la Cámara Baja se dé un empate político virtual como en aquellos en los que sin existir una mayoría clara sea posible articular distintas mayorías alternativas. En el resto de los supuestos, la configuración de una mayoría obligará de facto al Rey a proponer al candidato que encabece dicha mayoría. Por lo que respecta al nombramiento efectivo y cese del Presidente del Gobierno, las facultades del Rey son mucho más reducidas, pues en el primer caso deberá nombrar al candidato por él propuesto siempre y cuando haya alcanzado la confianza de las Cortes; por lo que respecta al cese, inicialmente no se produce su intervención, pues el artículo 101 de la Constitución dispone que el Gobierno y, por lo tanto, su Presidente, cesan tras la celebración de elecciones generales. En el supuesto a que da lugar la formulación de 29 TEMARIO GENERAL un voto de censura, el Monarca tampoco interviene debiendo limitarse a nombrar al candidato incluido en la moción triunfadora en el Congreso de los Diputados. Sanción y promulgación de las leyes. La sanción, tradicionalmente, se entendía como un acto de voluntad del monarca que, bien creaba por sí solo la ley, siendo la labor del Parlamento meramente preparatoria(doctrina germánica), bien colaboraba con la voluntad del Parlamento: así ocurrió en España con el “liberalismo doctrinario” expresado en la Constitución de 1876 cuando el artículo 18 de la misma encomendaba al Rey y a las Cortes la potestad de hacer las leyes. De ello derivaba la concurrencia de dos voluntades, Rey y Cortes, suponiendo, en consecuencia, la sanción, un derecho de veto sobre la ley. Sin embargo, del tenor literal del artículo 91 del actual texto constitucional se desprende que el acto de la sanción es un acto debido, de modo que el Monarca no puede negarla en ningún caso, pudiendo tan solo mostrar su disconformidad con la ley agotando el plazo; ni siquiera puede negarla aun cuando estime que la ley o alguno de sus preceptos es inconstitucional, toda vez que la apreciación de esta viene atribuida exclusivamente al Tribunal Constitucional mientras que la sujeción al procedimiento pertenece a la esfera competencial propia del Parlamento, salvo que los vicios procedimentales supusieran la declaración de inconstitucionalidad de la norma. Convocar y disolver las Cortes Generales. La competencia para la convocatoria de las Cortes Generales se refiere solamente a la primera sesión de estas tras la celebración de las elecciones generales que, con arreglo a lo dispuesto en el artículo 68.6 de la Constitución, deberá realizarse dentro de los veinticinco días siguientes a la celebración del proceso electoral. El resto de reuniones ya sean en períodos de sesión ordinaria ya en períodos de sesión extraordinaria serán convocadas por el Presidente de la Cámara respectiva. Por lo que respecta a la facultad de disolver las Cámaras, debemos plantearnos dos cuestiones: ¿Es posible la “disolución regia”, es decir, la adoptada solamente por la voluntad del Monarca? ¿Puede el Rey negarse o, incluso, desconocer la solicitud de disolución que pueda presentarle el Presidente del Gobierno? La primera de las cuestiones ha de ser respondida negativamente, pues la vieja prerrogativa de disolución regia ha quedado reducida al supuesto previsto en el artículo 99.5: “Si transcurrido el plazo de dos meses, a partir de la primera votación de investidura, ningún candidato hubiera obtenido la confianza del Congreso, el Rey disolverá ambas Cámaras y convocará nuevas elecciones con el refrendo del Presidente del Congreso”. 30 TEMARIO GENERAL Por lo que respecta a la segunda cuestión, es decir, si el Rey puede negarse a disolver las Cortes a propuesta del Presidente del Gobierno, situación prevista en el artículo 115 de la Constitución, el tenor literal del artículo citado no deja lugar a dudas, “… que será decretada por el Rey.” No cabe sino concluir, por lo tanto, en una respuesta negativa. Ser informado de los asuntos de Estado y presidir, a estos efectos, las sesiones del Consejo de Ministros cuando lo estime oportuno, a petición del Presidente del Gobierno. Bahegat afirma que la facultad más importante de la Corona británica consiste en animar, advertir y ser consultado. Aquí se recoge este principio propio de las Monarquías Parlamentarias. Sin embargo, la solución adoptada por nuestro texto constitucional en este punto es desafortunada y confusa; desafortunada en tanto en cuanto determina el carácter excepcional de la presencia regia, excepcionalidad suavizada debido a que la oportunidad de concurrir a esas sesiones corresponde al propio Monarca; confusa porque subordina la asistencia no sólo a esa apreciación del Monarca, sino también a una solicitud por parte del Presidente del Gobierno, lo que plantea si la esta ha de ser previa a la apreciación de la oportunidad por parte del Monarca o no y la potencial existencia de un conflicto entre Monarca y Presidente del Gobierno cuando aquel considera oportuna la asistencia y el responsable del ejecutivo no solicitare su presencia. Ciertamente puede interpretarse el texto en el sentido de que el Rey sólo asiste en aquellos casos en que lo solicita el Presidente y el propio Monarca lo considere oportuno; pero esta solución tropieza con un serio obstáculo toda vez que la asistencia del Monarca no es sino un medio a través del cual se ejerce una facultad regia que, lógica y sistemáticamente debe prevalecer. A juicio de Martínez Sospedra debe interpretarse el texto sobre la base de un derecho general a estar informado y,, por consiguiente, estimar que si el Rey lo considera oportuno el Presidente del Gobierno está obligado a solicitar su asistencia a las sesiones del Consejo de Ministros. Expedir los Decretos acordados en Consejo de Ministros. Se trata, asimismo de una obligación del Rey aunque el profesor Sánchez Agesta ha considerado la posibilidad de que el Rey se negase a expedir un Decreto por considerar el mismo ilegal o anticonstitucional, no parece que de la letra y el espíritu de la Constitución pueda desprenderse la posibilidad de que el Rey juzgue sobre el fondo de la norma. Convocatoria de elecciones y referendos. Tampoco aquí tiene el Rey libertad de decisión. Por lo que respecta a la convocatoria de elecciones, si su causa es la disolución de las Cámaras, el mismo Decreto de disolución fija la fecha de elecciones y, en el caso de expiración de mandato, las elecciones han de tener lugar entre los 30 y 60 días siguientes a la finalización del mandato tal y como establece el artículo 68.6 de la Constitución y que tras la reforma operada en 1994 de la Ley Orgánica del Régimen Electoral General, ha quedado establecido en 54 días. 31 TEMARIO GENERAL Por lo que respecta a la convocatoria de las Cortes Generales, el mismo precepto constitucional impone que tenga lugar dentro de los 25 días siguientes a la celebración del proceso electoral. Finalmente, en lo que respecta a la disolución, esta es obligada en el supuesto del artículo 99.5 de la Constitución de la misma manera que en el supuesto del artículo 115, puesto que esta será decretada por el Rey bajo la exclusiva responsabilidad del Presidente del Gobierno. En lo que respecta a la convocatoria de referendos, el Rey carece igualmente de iniciativa, pues ha de limitarse a confirmar la decisión de los órganos constitucionales competentes. Nombrar y separar a los miembros del Gobierno a propuesta de su Presidente. El Monarca, en este caso, actúa estrictamente conforme al viejo adagio “El Rey nombra pero no elige”, recayendo la iniciativa y responsabilidad de estas propuestas en la persona del Presidente del Gobierno. Ello, no obstante, Sánchez Agesta ha destacado que si nos atenemos a la letra estricta y a la interpretación lógica y conexa de todos los preceptos de la Constitución, cuando esta dice que un órgano “propone” parece que existe la facultad correlativa de aceptar o no la propuesta por el órgano ante el que la propuesta se hace; por ejemplo, de conformidad con el artículo 99 de la Constitución, el Rey “propone” y el Congreso de los Diputados otorga su confianza o no al candidato propuesto por el Rey. El tenor literal del texto permite hablar de una competencia neta del Rey para formular las propuestas. 32