LA EDAD DICHOSA. 529 r.\ l;|.<) I.AMU.— ¡ Ali! ¡\'i)í,üln)S no HÍÜK'ÍS cuín ID HH mifunins los jiBílres! 34 530 LA EDAD DICHOSA, PABLO LANDI. (CONTINUACIÓN.) ^OMO supuso el doctor, la liebre cedió, y la niña sonriendo se adormeció sobre el brazo de su hermana, después de haberla dado un beso. —No tengas miedo, papá—dijo Elaa, que tenía el corazón lleno de angustia.—Sería demasiado terrible. Mira, duerme como un ángel. —Puede volver murmuró el padre, mirando á la enfermita tan delicada y transparente, y un triste presentimiento le hizo estremecerse. El siguiente día pareció querer desmentir aquel triste presagio. Frida se despertó más despejada. Su padre estaba contentísimo; cantaba, reía, él tan serio de costumbre; pasó al cuarto de Pablo y le abrazó diciendo: —¡Ahí ¡Vosotros no sabéis cuánto os queremos los padres! Pablo bajó la cabeza, pensando en su papá y su mamá, á quienes afligió durante tanto tiempo, i Por qué no habría pensado antes en lo que le querían! No pensó mucho en esto. ¡Era tan feliz con que Frida estuviese mejor! Pero después del mediodía el rostro de la niña se puso afilado y pálido; volvía la terrible fiebre, y el médico, que por la mañana había dado alguna esperanza, movió la cabeza y marchándose dijo: —-Se acabó. —Pablo y Walter lloraban; Fritz les miraba asustado, sin atreverse á saltar y correr como de costumbre. Elsa trataba de distraer algo á la eníermita, pero sofocaba las lágrimas para no asustarla; la pequeña no tenia miedo y trataba de esconder con BU manita la cara encendida para no afligir á su abuela, y decía sonriendo: —Estoy mejor, ya no me duele la cabeza. Y volviéndo.se á su padre le dijo: —¿Con qué vestido me retratas, papá mío? El Sr. Edelstein, con la cabeza inclinada sobre un pedazo de raso negro, y con los ojos llenos de lágrimas, trataba de retratar aquel dulce y adorado rostro; había diseñado á Frida bajo la forma de un angelito vestido de blanco con dos grandes alas extendidas. Por la tarde la niña cayó en un penoso letargo. Entonces, en medio del silencio de la casa sonó un campanillazo y Pablo salió á abrir. Era Emilia, alegre y radiante, bajo su gran sombrero con pluma blanca. —¡Pronto, pronto!—dijo alegremente.— ¡Vengo á llevarme á Elsa! Quiero que me copie los billetes de invitación para mis amigas, que ella los escribirá que parezcan impresos. Y mamá ha dicho que si quieres puedes venir tú también; papá ha ido á sus negocios ¿Pero qué pasa?—dijo reparando en el acongojado rostro de su hermano. Pal)lo la contó todo en pocas palabras, y ella quedó aterrada. —¡Oh! ¡pobre niña! ¡Tan graciosa! ¡Qué pena será para Elsal Luego añadió con su ligereza: —Entonces Elsa no podrá venir. ¿Pero y tú, 1111 viene.s? —So—respondió Pablo;—no puedo. Di LA EDAD DICHOSA, á mamá que tengo muchos deseos de darla un beso, pero que no quiero desobedecer á papá; cuando aun no me ha llamado no lo mereceré. Además, quiero muchisimo á estos niños, y cuando son desgraciados yo no debo divertirme. —Gracias, Pablo—dijo Elsa, que pasaba llorando con un plato de hielo para Frida, y saludó á Emilia sin detenerse. Esta ante las últimas palabras de Pablo se había quedado pensativa. —También yo quiero mucho á Elsa— murmuró—y si ella no viene no me divertiré, y hasta tendría remordimiento de divertirme, mientras que la pobre pequeña quizá Los ojos se la llenaron de llanto, y sin decir nada se fué pensativa y taciturna: cuando llegó á su casa buscó á su mamá, y echándola los brazos al cuello, la contó conmovida la desgracia de los Edelstein y la dijo:. —¿No invitaremos á nadie, verdad? Estoy muy triste. ¿No hay motivo, mamá? —Sí hay motivo -dijo su madre dándola un beso. Fué un gran sacrificio para Emilia el renunciar al placer de estrenar aquel vestido rosa que la sentaba tan bien; y era menester que quisiera mucho á Elsa para obrai' así. En casa do Edelstein, Walter y Pablo rogaron á la abuela que les dejase entrar á besar á Frida. Al beso de Pablo la niña se estremeció y alzó la cabecita. —Abuela—murmuró—tengo frío, estoy mala, quiero estar mejor. —[Ángel mío! Roguemos al Señor. —Rogaré á mamá—dijo la niña, cuyos ojos se velaban.—Mamá—dijo juntando con un esfuerzo sus heladas manitas— estoy mala, ponme mejor Y su cabecita de oro cay<') sobro la almohada. 531 —¡Fridal |FridaI—exclamó aterrada Elsa inclinándose sobre ella. Frida no respondió: estaba muerta. Era frágil y blanca como una pluma, y como una pluma se la llevó el viento; era dulce y suave como un ángel, deseaba volver á ver á su madre, y como un ángel se fué á buscarla desplegando las alas. VIIL El ángel del abanico. Siguieron días muy tristes en la casa de Edelstein. Aquella niña arrebatada tan cruelmente parecía que se había llevado consigo la serenidad y alegría que había hecho dulce hasta entonces su pobreza; en vida apenas so la sentía, y sin embargo después todos notaban su falta y echaban de menos sus cariñosos besos. El padre de Pablo estaba de viaje, y su madre le había dicho que se fuese á su casa, al menos los primeros díaa después de la muerte de la pequeña. Pablo rehusó de nuevo; deseaba volver á su casa con permiso de su padre; y además había observado una cosa. La señora Edelstein temblaba por el pequeño Frítz; éste era gemelo de Frida y además estaban siempre juntos á pesar de sus diferentes caracteres; y no cesaba de preguntar por su hermanita, de la que no comprendía la muerte, y á la que no podía olvidar. Pablo era quien únicamente lograba distraerle, porque Walter so había vuelto muy taciturnoy halílabapoquísimo. También la abuela tenía gusto en que continuase con ellos y la agradaba ver los esfuerzos (|iii' liiirí.'i jior mostrarse alegre y divertir iil puljio iúitz. AlDEA. {Conlinuant.) 532 LA EDAD DICHOSA. a. LAS CENIZAS DE CRISTÓBAL COLÓN. KGUEAMENTE recordáis, queridos niños, algunas palabias que os ...^ ^^ he dirigido en el 'I 1 *1 i curso de mi narración histórica de la vida de Colón y del descubrimiento del Nuevo Mundo. Os dije en ocasión oportuna « que la envidia, la maledicencia y el innoble deseo de alcanzar notoriedad efímera, aun arrojando polvo y lodo sobre las páginas más brillantes de la historia patria, habían intentado obscurecer la aureola del nombre de Colón, de igual manera que, en tiempos ya lejanos, quisiecoir arrancar inmarcesibles laureles del frondoso jardín de las glorias nacionales. ¿Podréis creer, amiguitos míos, que ha habido escritores españoles bastante escépticos para negar la existencia de Pelayo y el triunfo de Covadonga? ¿Podréis creer que un ilustre critico, «después de pesar razones en pro y en contra» (como él dijo), negó en absoluto la existencia de Rui Díaz de Vivar, el Cid, y la conquista de Valencia por el héroe castellano ? ¡Cuan cierto es que la vida de los grandes hombres es la historia del dolor en el mundo y la epopeya del infortunio después de su muerte! La duda, la fría y venenosa duda, que es el carácter más señalado de nuestra época, y que todo lo marchita , todo lo corroe, así como no respetó la memoria de Pelayo y del Cid, no ha respetado tampoco la memoria de Colón. ¿Qué digo la memoria? Sabed, hijos míos, que esa infame duda no ha perdonado siquiera las cenizas del insigne descubridor de América: hace pocos años, en 1877, se inquietó la memoria de Colón, y se pretendió negar la autenticidad de sus restos mortales, que se guardan con religioso respeto y veneración en el presbiterio del altar mayor de la catedral de la Habana. Y he aquí por qué voy á referiros en el presente artículo (epílogo de la narración hi.stórico-colombiua que he escrito para vosotros en las páginas de LA EDAD D I CHOSA) las vicisitudes que han experimentado aquellas venerandas cenizas hasta que fueron conducidas al'suelo Im bañero. Ya sabéis que Crintóhal (jjión murió en Valladolid el día '2U de Mayo de 13U(i, recogiendo su último suspiro el ilustre Fernando Colón, sil hijo iiH'ii'i!-, (•«iiiid iiliiinan algunos historiadores, ó l>ien rodeado de dos amigos leales y de varios religiosos do la Orden Tercera de San Francisco, según sütíiienen otros cronistae. Su cadáver, después de modestas ceremonias fúnebres en la iglesia de Santa Maria la Antigua, fué conducido á hi iinvidn sepulcral del convento de San IIMHI ¡si.o, acompañándole piadosamenie \>i< iiviiindos Padres franciscanos, y dt iio-umiilolo en cristiana sepultura. ¿'' fce Ignora ue iuui> JJUHLW, pción funiTariay pues aunipiu ul SI'^VILLA. M u M M i N i ' i A Cdi/iN i'.x i.A CAinr.iA hi: SANTA MAKÍA I doiiüc Cbtuvicion deiwsitada» las cenizas del Almhanto desde 1513 A 153*^' 534 LA EDAD DICHOSA. historiador norteamericano Mr. Irving supone que la losa sepulcral del Almirante sólo tenia el conocido mote Por Castilla y por León NncTO mando halló Colón, no es posible admitir que la religión franciscana, tan piadosa y tan docta, y cuyo liábito llevó Colón alguna vez (al presentarse en Burgos á los Reyes Católicos, de regreso de BU segundo viaje), dejara de poner allí inscripción latina, según la costumbre de la época, que recordase á las generaciones venideras la última y humilde morada del glorioso descubridor de América; pero lo cierto es que la inscripción no se ha encontrado hasta ahora, ni en los archivos franciscanos, ni en la Biblioteca Colombina de Sevilla. Y tened entendido, lectores míos, que la fama de Colón crecía de año en año tan iumen.samente, que el primer cronista del Nuevo Mundo, el capitán Gonzalo Fernández de Oviedo, paje que fué del Príncipe D. Juan, hijo de los Reyes Católicos, no vaciló en decir, en BU Historia de las Indias, que «.merescla ima estatua de oro Don Chripstoval Colón, primero descubridor 6 inventor destas Indias animoso c sabio nauta 6 valeroso ca]iit:'ii), que nos enseñó este Nuevo Mundo, tan colmado de oro, que se podrían haber fecho millones de estatuas con el que se ha ydo á España y continuamente se lleva.» * En el año 1513, es decir, siete después de la muerte del Almirante, cuando los nuevos descubrimientos incstrabau diariamente la importancia ile la oljra ])ro(]igiosa de Colón, se dispu.so trasladar á Sevilla los restos mortales del grande hombre. Asi 80 efectU'i, en ])it'H(.ii(:ia de 1). Fernando Colón: dediiaroii ¡i HU memoria íúnebrcB honras en la catedral, á, las que asistió numeroso concureo de fieles sevillanos , y mayor todavía de congregaciones religiosas, marinoí y soldados, y singularmente de magnates y cortesanos, t y todos aparecían (dice un cronista) con sus ofrendas y plegarias, como atormentados por el remordimiento de las injusticias con él cometidas, y para pedirle ¡¡perdón!! ¡Perdón que había concedido á todos el noble Almirante en su lecho de muerte !> Y después de la ceremonia religiosa, los restos mortales fueron llevados procesionalment€ á la iglesia de Santa María de las Cuevas, la célebre Cartuja sevillana que fundó el arzobispo D. Gonzalo de Mena, y guardados en un sepulcro (sarcófago) que Fr. Diego de Lujan acababa de construir en la hermosa capilla del Santo Cristo. Y allí, al pie del altar, se puso laudatoria inscripción latina, que se ha conservado sin error hasta nuestros días, y la cual, vertida al castellano, es como sigue: « E S T E SAGRADO LUGAR OCULTA LOS R E S - T O S DEL PRECLARO CoLÓN | CUVO EGREGIO NOMBRE AL TEMPLO DE LA F A M A I I A VOLADO. I N o FUÉ BASTANTE PARA ÉL UN MUNDO YA CONOCIDO I y DIÓLE OTRO MUNDO HASTA ENTONCES IGNOTO | Y MUCHAS RIQUEZAS, Y MUCHAS TIERRAS K ISLAS; | Y, LO QUE ES MK.IiiIí, DIO AL CIELO INNfM !;i; Alil.l'.S ALMAS I Y Á NVF.STRO.S R E Y E . S PRÓSPEROS REINOS.» En Febrero de 1526 se levantó la losa que cubría los restos de Colón, para poner al lado de ellos el cadáver de D. Diego, liijo primogénito y sucesor del Almirante, que liabia fallecido en la villa de Montalván á 23 de dicho mes y año. Y diez años más tarde, en la primavera de 1536, el emperador Carlos V ol'iiLn permiso á la iUi.'^tro í-x-ñora ]'.'' M:iii;i di' 'l'oUHÍO, viuda I; • ' al prelado 1). Aloii.-., uv, . > ., ,., iispo y gobernador de Santo Domingo, para Iras- LA EDAD DICHOSA. ladar á esta isla las cenizas del padre, en cumplimiento á, los deseos que había manifestado de que sus huesos reposaran en la Isla Española. Abrióse nuevamente el sepulcro, y con 535 dalquivir, en cuyas aguas esperaba una carabela, tripulada por viejos marinos, encargados de trasladar tan sagradas reliquias á la tierra que el Almirante sacó de la obscuridad del mar tenebroso. I I A H A X A . — i . Á i ' i D A Diír. S I Í I T I i KO IM I • ' > \ I N I A CATKDRAI., COLOCADA EN l 8 3 2 . Y allí, en Santo Domingo, las recibió don solemnísima pompa fúnebre el atav'id fué conducido en hombros de frailes cartujos, Luis Colón, nieto de 1). Cristóbal, juntay con innumerable acompañamiento de mente con el obispo D. Alonso de Fuensoldados, pueblo y nobles, desde la iglesia mayor, quien las dio sepultura en la cade Santa María de las Cuevas hasta el Gua- adla maior de la catedral, poniendo en la 536 LA EDAD DICHOSA. losa funeraria la misma inscripción que tuvo el sepulcro en la Cartuja de Santa María de las Cuevas. Pasaron los años, y en Diciembre de 1795 (cúmplense ahora noventa y siete) se abrió otra vez el sepulcro de Colón, en presencia del arzobispo Sr. Portillo y Torres, y del teniente general Sr. Aristizabal, á quienes acompañaban numerosos personajes eclesiásticos, civiles y militares, y fueron recogidos los huesos y las cenizas en ima urna de plomo dorado, que se metió en ataúd de caoba, guarnecido de terciopelo negro y galón de oro; se cantó solemne misa y vigilia, con responsos, mientras las fortalezas de la plaza saludaban de media en media hora con salvas de quince cañonazos; se condujo, por último, la caja fúnebre á bordo del bergantín Descubridor, que con otros buques de guerra estaba anclado en el puerto, y luego al navio San Lorenzo, que salió breves días después para la Habana, donde fueron desembarcadas las venerandas reliquias el día 19 de Enero de 1796, y conducidas procesional mente á la catedral, con grandísimo acompañamiento de clerecía, militares y pueblo. Lá*lirna fué guardadaen el presbiterio del altar maj'or, lado del Evangelio, bajo una losa de mármol con larga inscripción latina, y sobre la cual se puso en 1822 la lápida que reproducimos, tal como existe hoy, en el grabado de la página anterior. ¿Creéis, hijos míos, que la mala fe dejó en paz desde entonces á las cenizas de Colón? Pues no lo creáis: en Septiembre de 1877 (observad que la fecha es muy reciente) , algunos personajes dominicanos pretendieron hacer creer al mundo culto que habían encontrado en la bóveda funeraria de la catedral los restos auténticos de Colón; pero el mundo culto no ha querido creer á aquellos mixtificadores de sepulturas célebres, y pronto las cenizas del grande hombre reposarán en magnífico mausoleo que está esculpiendo el laureado artista D. Antero Molida. Ahí tenéis, niños queridos, cuáles han sido en el espacio de cuatro siglos no cumplidos las vicisitudes de los restos de Colón: descansaron éstos siete años en Valladolid, veintitrés en Sevilla, doscientos cincuenta y nueve en Santo Domingo, y noventa y seis, hasta el actual, en la catedral de la Habana. E. MAKTÍSKZ DE VELASCO. EL ÚLTIMO JUGUETE N hombrecito, como dieron los suyos en llamarle, no era; pero si un niño muy reÜexivo y formal. Doce años acababa de cumplir. Habla terminado sus estudios de primera enseñanza, y próximo á matricularse del primer curso de latín, le previno boiKladosamente su padre que, debiendo dediiíarse en lo sucesivo á estudios mucho más serios y difíciles, le.era prccl.so de^^pedirse de cuantos juguetes constituyeron sus juegos de niño, va que retenerlos en su poder podría ocasionarle involuntarias distracciones, poco en armonia con sus nuevos deberes. —Si así te place—le dijo—puedes conservar uno como recuerdo, pero los restantes los distribuirás hoy mismo entre, tus hermane». LA EDAD DICHOSA. Obediente y dócil como el que más, rio opuso José María la más leve objeción al mandato de su padre; al contrario, cual si fuese á dar cumplimiento á la más grata tarea, pasó al cuarto donde guardaba sus juguetes, abrió de par en par la ventana que daba al jardín, y un rayo de sol, espléndido y radiante, entró de lleno, iluminando el más variado y pintoresco cuadro. Confundidos en adorable desorden veíanse caballos de sedosa crin, roses, sables, guerreras, kepis y brillantes arneses de guerra, amén de la más completa variedad de pelotas, velocípedos, locomotoras, diminutas escuadras, cajas de colores, cuanto, en fin, la más exigente y descontentadiza fantasía pudiese apetecer. Kriin recuerdos de los Magos, aguinaldos de Navidad y del día de Año Nuevo, presentes queridísimos que le recordaban ahora la ternura y la bondad inagotable de sus padres, y fechas que se le antojaban inolvidables á su conmovido corazón. A la vista de aquellos adorados objetos sintió el pobre niño dolorosa conmoción, paseó entre ellos su mirada, casi velada por lágrimas, que en vano hacía para contener, y con voz que, por lo trémula, parecía lamentosa queja, murmnió: —iDejarlo todo! Y ¿por qué? Luego fué examinando uno por uno aquellos queridos compañeros de sus más risueños y felices días, acarició la crin de sus caballos, capeó airosamente un toro de carUin, hizo infinidad de blancos con las armas da un trofeo, jugó á la pcloüi, elevó algunos globos que le quedaban, y finalmente, ciñóse un vistoso traje de húsar que jamás se le antojó tan elegante como en aquella hora. Cuanto mdfl hacía para distraerse, más ahondaba su conmoción. Allí estaban sus juguetes todos, mostrándosele ahora con encantos y atractivos desconocidos; do ahí que los contemplara 537 atentamente, sin resolverfe con cuál se iba á quedar. Los uniformes fué lo primero que descartó de sus preferencias. —¿Para qué me quiero disfrazar ya? pensó. Luego alcanzó su indiferencia á los caballos, después al velocípedo, después, rendido por inexplicable disgusto, acabó por desdeñarlo todo; bfen que había en sus desdenes más violencia (jue decidida voluntad. Antes de resolverse á elegir, titubeó .José María largo rato. Al fin decidiéronse sus preferencias por una preciosa caja do culores. Tal vez porque era aquél el juguete menos juguete de cuantos guardaba. Era la caja de dimensiones m/is que regulares, teniendo en su fondo diversos compartimientos que guardaban platitos de porcelana, pinceles, graciosos adminículos para guardar agua ó aceite, frascos de zinc conteniendo colores preparados, brillante pastillaje de sólidos colores, además de gran variedad de dibujos, lápices y cuanto era necesario para dar á la consabida caja la posible aproxiinaciini á una caja de verdníL Kl muchacho la tomó cariñosamente, y asiéndola por sus asas niqueladas, l.aji.si' con ella al jardín. Ya en él, sentóse en uno de los bancos rústicos próximos á la verja de entrada, entregándose de lleno en recordar á los amigos, de los cuales para siempre se acababa de separar. Engolfado en ideas tan poco placenteras, BU emoción crecía, ])oi- instantes, cuando una voz débil y (jui^jiiniiirosa llanii'i pron tamente su al<'nci(')ii, •José María VUIVÍD la cabeza hacia el sitio de donde partía, (Irscnliricndd junto á la verja a u n a mujer andrajosamente vestida, que llevaba un niño desnudo en sus brazos. —Señorito—le dijo con voz doliente la dQSConocida — mi niño so muere do ham- 638 LA EDAD DICHOSA. bre; déme usted una limosnita por el amor de Dios. Luego añadió á la petición extremos y lástimas que impresionaron dolorosameute á José María, el cual, confuso y contrariado por no tener á mano una limosna digna de su caridad, tomó su caja de colores y la dio á la pobre dicióndola: —Tome usted, pobre mujer. Es cuanto tengo. Véndala y compre pan para su niño. ¡Es cuanto le puedo dar! —Pero, señorito—observó prudentemente la mujer—¿dónde voy á ir yo con esto? Van á creer que lo he robado. José María no contestó, y cuando desesperaba de poder dar expansión á los impulsos de su hermosa alma, su padre, que había presenciado sin ser visto la conmovedora escena, se apresuró á decir: —No, buena mujer; sin reservas la podéis aceptar, ya que yo voy á ser el comprador. Y colocando algunas monedas de plata en manos de la mendiga, recogió el estuche que BU hijo le acababa de entregar. La pobre se alejó, murmurando bendi- ciones que caían, como benéfico rocío, en el corazón del noble niño. Su padre le abrazó entonces con gran ternura, en tanto que le decía: —Guarda, hijo mío, tu último juguete, y si alguna vez te desprendes de él, sacrifícalo sólo á una buena acción. José María guardó mucho tiempo su caja de colores. Cuando terminó sus estudios de pintura, para los cuales sentía decidida vocación, la abrió otra vez, ocasionándole el recuerdo de aquellainolvidable tarde pasajero malestar. Entonces tomó sus pinceles y trazó con ellos un cuadro lleno de conmovedora sublimidíid, cuadro que obtuvo envidiai)le éxito, y que, á posar de las ventajosas condiciones que para la venta se le ofrecían, no quiso José María desprenderse de él jamás. ¡Venderlo! ¡Cómo! Si era aquel cuadro la página más hermosa é ignorada de su vida, página guardadora de las últimas lágrimas del niño, y del incierto, pero tentador horizonte que la tantasíadel adolescente se forjó. ANTONIA OPISSO. LA PROFESIÓN DE FE DE UN GRANO DE TRIGO, (CONCI.USIÜX.) 'ERO recuerdo asimismo haberte oído —contesté —que entre los cereales ^ f e ^ flfe estío figuran algunas semillas dignas de la gran estimación que han alcanzado por su poder alimenticio. —>Sí, es cierto-dijo mi compañero; — pero también lo es que, sofrúii entonces añadí, aunque el arroz (llainadi) trifi» dr 0»-ie«<c por ser originarin .i, A ¡a) cdiiHUtuye una delaa bases priucipalipi de la ali- mentación del pueblo en la China y en la India, y aunque sus propiedades nutritivas como substancia azoada son muy grandes, su cultivo no puede extenderse á climas tan variados y á zonas tan diversas como el del trigo, que presenta castas capaces de resistir biiui toda clase de climas y de tierras, lia dilicada vegetación del arroz exige bástanla calor (de -+- 12" á •+- IG" C.) y un terreno encharcado LA EDAD DICHOSA. — »Pero quedan el maíz, el mijo, el panizo blanco ó mijo menor y la zaina ó sorgo, que no merecen ser olvidados. — »Ni yo los olvido, que bien sabida tengo la utilidad que reportan; pero como quiera que todos ellos exigen, para su conveniente desarrollo, condiciones especiales de temperatura y humedad que el trigo no requiere, y como, además, existe la poderosa circunstancia de que el pan que se fabrica con sus harinas es muy inferior al elaborado con la de aquél, de ahí que sean menos generalmente usados en la alimentación del hombre. —»¿De modo que, según tu juicio, la sujjerioridad del trigo sobre los demás cereales es positiva ó indudable? —»Y la mejor prueba de que no estoy equivocado la tienes en el hecho de formar el trigo la más importante base del humano sustento en casi todo el mundo; hecho que se explica por ser su harina tan abundante en principios j??á5Ítcos (que sirven para formar los tejidos) como en principios respiraiorios (que suministran elementos de combustión), según ha demostrado el análisis químico. De éste resulta, en efecto, que hay en ella materias grasas; substancias azoadas, como la caseína, la albúmina y el glufcn ó fibrina vegetal; substancias no azoadas, como la dextrina, el azúcar, la. fécula y la celulosa; elementos minerales, como las sales de sílice, do potasa y de sosa, y los fosfatos de magnesia y de cal ; todo, en lin, cuanto es necesario para que un alimento pueda bastar por sí solo á nutrir y dar calor al organismo, mereciendo, por lo tanto, el dictado de alimento completo. Y como á su compleja composición, á su extraordinaria riqueza en gluten y á su considerable valor nutritivo liay que agregar que con la harina de trigo se prepara un pan más a^riad.iblí' á la vista, más grato ul paladar y de digutitión más fácil (juc el fabricado con la do 539 los otros cereales, según te he dicho ya, no puede ocultarse á tu buen juicio la exactitud de mi anterior afirmación. —»¿Y de qué manera contribuyen la levadura y el calor á que la harina se transforme en pan? —»La panificación es el resultado de un prodigioso fenómeno químico, la fermentación, que tiene lugar en la masa formada por la harina y el agua (ésta en la proporción de un 50 por 100 del peso de aquélla), bajo la doble'influencia de la levadura que se le adiciona y do una temperatura conveniente , fenómeno que consiste en la transformación de parte de la fécula en dextrina y en glucosa (azúcar), la cual so desdobla en alcohol y ácido carbónico: este gas distiende y hace esponjosa la masa, cuya cocción se verifica sometiéndola, ya fermentada, á un calor de 250 grados centígrados. Sin levadura, que es como lo fabricaban los hombres primitivos (los cuales hacían cocer la masa entre dos piedras de forma plana y calentadas de antemano), el pan resulta seco, duro y de mal sabor. En cuanto á la sal común, ó cloruro de sodio, con que es sazonado, ya sabes que tan precioso condimento es de grandísima necesidad para la salud del hombre, en cuya sangre desempeña importantísimo papel. —»Pero ¿puedo la vida humana conservarse durante algún tiempo con el uso exclusivo del pan? —»Puede, sí, porque en él se contienen, en las proporciones debidas, todos los principios que la organización ha menester para repararlas pérdidas sufridas en el ejercicio de sus funciones. En efecto: con el hidrógeno y el carbono, componentes de su fécula, suministra el pan los combusübles que producen el calórico vital necesario para que (il cuerpo humano conserve la temperatura constante de 37 grados centígrados, que le ea propia; con la albúmina. 540 LA EDAD DICHOSA. la caseína y el gluten, loa elementos indispensables para la asimilación ó nutrición propiamente dicha (que es el acto de renovarse los tejidos tomando de la sangre ciertas moléculas que pasan á formar parte •de ellos, y desprendiendo otras que resultan de su continuo desgaste); con el hierro, ese metal mil veces más estimable y precioso que el oro, el factor más necesario en la composición de los glóbulos rojos; y, por último, con el fósforo contenido en sus fosfatos, el auxiliar más activo del trabajo cerebral.... titud: el alma es, sí, el artista sublime que compone las maravillosas sonatas del pensamiento; pero como el instrumento en que las ejecuta, el cerebro, necesita un afinador que lo temple, es decir, que ponga en conveniente tensión sus cuerdas para que vibren de una manera armónica. Dios ha dispuesto que sea el fósforo el afinador de las delicadas fibrillas nerviosas cerebrales, á las que da tono y vida. ¿Negarás, pues, que el poder divino, al encomendarle esa misión á tan humilde cuerpo mineral, ha hecho de él un precioso auxiliar de la fa- — »¡Que el fósforo inlluyi; en el trab;ijo del cerebro!—exclamé.— ¿Cómo te atreves á sostener semejante herejía, cabiendo que dicho órgano no es más que el instrumento material del iilina, Á la que se debo la casi divina lucidez, da la inteligencia humana? —>¿Y quién niega una verdad tan indudable y consoladora?—replicó con vehemencia mi amigo.—IJO que yo he dicho no se opone á ella en modo alguno, y así lo comprenderás, si me permites explicártelo por medio de una comparación que, aunque demasiado gráiica, no carece de exac- i-ult;ul Tilas noble, elevada y característica del ser humano? — »Nolo niego, no—conteB\é;—ant«8 admiro y bendigo el designio providencial ()Ue nos ha dotado de un elemento tan i'itil, y al cual deberé la dicha de servir á la humanidad tíxla, aimque indirectamente, ^i la i^iuri' me lleva al organismo de algún paliii) iluíiue, gran filósofo ó inspirado inventor que contrilinya con sus ideas á los santos (Im - (11 progreso. ¡Cooperar ;i una de esaí grandes cfjncepciones en qiu; el espíritu del hombre se manifiesta como un reflejo vivo del de Dios y que hacen cam- LA EDAD DICHOSA. 541 biar la faz de las sociedades, sería para mí la felicidad supremal —»¿Y para quién no lo sería?—exclamó mi compañero.— Pero si yo no puedo desconocer que es digno de envidia el alto destino logrado por aquellos hermanos nuestros que nutrieron los cerebros de Guttenberg, Colón, Galvani, Volta, Watt, Franklin, Morse y Fulton, cuando éstos alcanzaban la plenitud de BU genio extraordinario, ¿podrás censurar tú, que tan sensible te contribuir con mi harina al amasado de alguna de las exquisitas tortas con que solía premiar la aplicación de aquellos amables niños. Iva inteligencia humana en su apogeo es admirable, ciertamente; pero ¿lo es acaso menos cuando lanza sus primeros destellos, que dan á los ojos de los pequeñuelos una expresión tan simpática?» • muestras á todo lo que es,bueno_^y bello, que á mí me parezca más envidiable la suerte del pan eon que se alimentaron cuando eran niñns? P(jr(|iie, te lo declaro francamente, ísieinpre que ¡ñenso en los hermosos liijos de mi antiguo dueño, Luz y Rafael, lan iiioeiMitcH y lan j)nros, v re cuerdo la hondad de sus eoray.oiies, su aiigelical eaiididiv, y el amor que sentían por la Naturaleza, deploro de todas veras que BU cariñosa madre no me hubiese hecho de cosecha, vendido á elevado precio por nuestro amo, el dolnr de la dcsiiediiia se sohreimso en mi ;hiimi) .'i todn otro sinii miento, y durante lo.s breves días (¡ne me cüaron entre su postrer adiós y les Miee^^s que voy á referir, sólo me acorde de él y del objcilo ;\ que habrían podiflo desiinarle <;ii la ])ü).)ulo,sa eiuilad adonde lo llevaron, |Era tan instruido y tan bondad'i-.e llabia tanto confuelo para mi en su lailúosa amisbul! «Separado para siempre de mi inolvidable amigo, que fué, con sus compañeros 542 LA EDAD DICHQSA. »Pero los sucesos, como ya he consignado, no me dieron tiempo bastante para lamentar cuanto debía la ausencia de aquel leal compañero, pues se precipitaron de tal modo, que burlaron todos mis cálculos. He aquí cómo: » Sintiéndose aquejado de gravísima enfermedad el tío Maestrante, y viendo cercano el terrible momento de la muerte, quiso reparar los daños que había causado con su insaciable avaricia, realizando dos obras igualmente meritorias y aceptas á, los ojos del Eterno Juez, en cuya misericordia confiaba: legó á los pobres una cuantiosa manda é instituyó herederos de la inmensa fortuna que atesoraba á un su sobrino, Immilde pastor de cabras, y á una hija de éste, casada con un trabajador del campo y madre de dos lindas criaturas, todos los cuales, dicho sea en honor suyo, sintieron más dolor por la pérdida de su pariente que júbilo por las riquezas de que tan impensadamente se veían poseedores. »Y además de esto, son buena prueba de los nobles sentimientos de aquellas sencillas gentes la caridad que demostraron, dedicando al socorro de los menesterosos gran parte de lo heredado, y el afán con que quisieron significar su gratitud á cuantas personas los habían favorecido en su pasada indigencia. ¡Proceder admirable, y al que yo debo mi mayor ventura! »Enviado como piadoso donativo 4 un Asilo de huérfanos, en unión del inmenso número de compañeros míos que caben en 100 hectolitros, voy á formar parte del pan bendito de la caridad, teniendo así el placer de emplearme en la obra más santa y más sublime: sustentar á un niño desvalido. > Tal vez algún día me decida á contar las maravillas que, según decía mi amigo, van á ofrecérseme cuando visite el organismo infantil á quien le corresponda alimentarse con este humilde grano de trigo, que tan agradecido queda á la benevolencia de sus lectores.» Por Uk oopi*, JUSTINIANO F E R B E R Y IvOZANO. CUMPLIMENTÁNDOTE. Á María lílinvielle en sus diez años. Si llega á congratular, NiÜH amada, el suponer Que nos delien estimar, /Cuánto más dobe, el ])en9ar Que nos hacemos querer? Tú con tu franca alegría 'i tu bondad, eres foco I • atracción de simpatía ¿¡simpatía dije? es poco. Ks cariño que e.xtasia. Al cumplir tus años hoy Tan cariñosa j tan buena, A.cantar á tu edad vny: jÁ esa edad de encinti - l l i n i Que yo ya lejano estoy '. Kuaíl florida y hermosa Sin rwvuenlos ni ambiciones, Mensajera deliciosa De los ensueñüi de rosa V las dulces ilusiones. ¡Felii tú que entras en ella Por una senda de flore» Y tan venturosa estrella. Que es el ser, cual eres bella Kl menor de sus favoresl Porque con más hermosura Que tu semblante ha dotado Tin alma sencilla y pura, Todo amor, todo ternura, (^ual rica joya te ha dado. Alma de tanta valia Que despierta á su alredor Misteriosa simpatía, Y esparce dulce alegría Como claro resplandor; Alma cual fino brillante l'rcciosauíente labrada Y de virtud adormida, Por el conutón amante De tu madre idolatrada. ¡Con qué sincero desvelo Pido que te guarde el cielo Esa atmóKÍera de amor Que le cerca con anhelo y te cuida como florl Porque si la vida es mar Donde e» i)re<;i»o sufrir Y con las ola» luchar, ;Qué mejor playa elegir Que la iilaya del hopar? ;.\8f el tuyo cnibillecidn De la paz con el aroma, Y más jKir ella querido, Te ofre7x;a, blanca paloma. Siempre blando y dulce niilnl ¡María, con qué verdu.i Ardientemente desea Mi inalterable amistad, Que el mundo nara ti sea Kílén de felicidad! Para que nunca afligida Por amargos desenijañoH, Durante tod» la vida ("onservcs, niña qoerid.i. Tus enaueños de diez afloD. F. BKIIN'AUDOB. Zangou 7 ddaabra del 93. LA EDAD DICHOSA. 543 CIENCIA RECREATIVA. LA CAMPANA DE BUZOS. Guando introducimos boca abajo una copa ó vaso en el agua, vemos que el nivel del líquido en aquéllos es inferior al nivel exterior, cuyo fenómeno tan conocido, se debe á la impenetrabilidad del liquido para con el aire que queda recogido en el vaso. Esto nos permitirá realizar una entretenida demostración de cómo funciona la campana de buzos, bajo la cual el obrero puedo respirar y trabajar fácilmente. Para hacer sensible esta experiencia á todos los espectadores, dispóngase del modo siguiente: tómese un fanal de cristal con mango, como el que sirve en los comedores para cubrir el queso ó la fruta, y póngase boca arriba apoyado sobre otra vasija también de cristal, dentro de la cual penetrará el mango ó botón esférico de aquél. Así se conseguirá que el conjunto se transparente y Be vea lo que ocurre en la cxiiriicni ¡a. 3i teniendo esta Ya.sija grande llena do agua se mete invertida en ella una copa ó un vaso, se notará lo que decíamos al principio: la diferencia de nivel. Apoyándonos, pues, en este principio, se puede verificar la siguiente experiencia: «meter un pedazo de azúcar en el fondo del agua sin que so moje». Bastará para ello colocar el azúcar on medio de un corcho plano y ancho, y cubrir el corcho y el azúcar con el vaso boca abajo; hágase descender el vaso verticalmente para evitar que el corcho oscile, y manténgase el borde del vaso en el fondo de la vasija grande durante todo el tiempo que se quiera. Levantando on seguida el vaso, y por consiguiente el azúcar y su soporte, se sacará el azúcar completamente seco, porque el aire contenido dentro del vaso invertido impidió que el agua llegara á ponerse en contacto con aquélla. TOM-TlT. 544 LA EDAD DICHOSA. EJERCICIO INTELECTUAL. Soliiolonet oorretiianillentei al número anterior. 217 CHARADA. 209.—F0tíA D E CONSONANTES. El que empieza á descender Por la vereda del vicio, Y a no para bosta caer E n 8U horrible precipicio. Bende quo t ú me dist«« Xíña hechicera, ¿ Recuerdas V ajjnel lindo Cinco terctm, Prima do$ v\yo. ¿Lo dudas? Es tan cterto Como lo digo. 21U.—SUSTITUCIÓN. I' 0 n GRIOOKIO GAUUIDO S A N a i o . A II o 218 p A L 0 U A n 0 n 0 r u 0 M E U o B A K H Y es que & veces mi dicha, Qne en ti se funda, Ya casi, nlAa mia. Cuatro if^itda, Y otras no hay modo, £e evapora cual humo Qne lanza todo. EOMBO Y CÜADKADO. A H 0 H A S 211. —TERCIO DE SILABAS. Leer horizontal y vertlcalmtnte: en el rornt», consonante, criminal, nombre de varún, meta) y vocal; en el cuadrado, i » lotarl, en los jardines, imperativo de tm v^rbo y de to que fuimos hechos. Ll-ba-no. Ba-Ucp-te. No-ta-roii. M A N D K L DR VA G A U U \ . 212 —TRIANGULO. R Ó D A N 219 ó D A N o ' . V A L O A B A I. A 0 LOGOGRIFO NUMÉRICO. * A^. déla R.— 'EB el Jiámero anterior no pnwo cfinlvocadRinente «rio caudaloso de tspañav, en vnz de Euv-j'n. (¡iie dihi" ponerse. 2 1 3 . — A D I V I N A N Z A S : 1.» Larcdo; 214.—ANAGRAMA: 2.*, 1.2.3.4.5.6~OrAculo. 6.ÍÍ.8.4.2,&—Música. 4,5.6.5-Hoyo. 6.5.6-Pueblo. 4.2~-Virtud. l—Cktnaonante. Huflitúyanse log números de la Izqnionla i)or letras, de modu que expreMiu lo indicado & la derecha. B u s A CAPI.ÍN. Itvrarolo. Arémlo. Kan remitido las soluciones: Benjamín Báenz de Miera.— GnUlermo y Alfonso líerrtra.—Oannola y Ft'rnando Bertrán.— Paquito del Rio A. Miñón (de León).~Marltt Nerefla Cabrero (de Santandt^r). Gloria Lópex Ferrln (de Santander),—L* Esfinge (dfi Valencia).—José Bernonllll.--Fernanda 8 . (4nÍBusoU y Carmen K Quttiasola (do León).—Julio Mint Laportu (de Alcoy).—.luana Bernal y Pnga {iV-. la Ooruña) N'icolasa Fernández (de Vigaera}.—Juan de la Torre y Garda del Kivero. A'o'rt dt la Dírefción—'Eu el núincro anterior imiiliin<)i* invoiDQturíatuente loa nombres de Garmnla y Fernando Bt^rtráu, ciiias onlnrione» tenlbwos anotadas con n\ uúm. 9 d t l orden de n x e , ci -it. 216 PROlíLKMA DK AlUTMETICA. Adivinar el resaltado de una i-uütracción, de la que se Ignoran los términos. Habiendo escrito unu pert-ona una cantidad compuesta de trft cifras, rn(''giiet>eta etuMib» dtitajo las mUmus cift-ai inwnidat y que efectúe la sa^irafrción. NOTA. Tara ijU'; esta siiNtracción sea i>OBÍble es necesario. Dattirainient4>, que el suatraendn Hea menor que el mlnut-nd^t. Kn se^nida preguntiUs á dicha pt-rsuna cuál es la cifra úv la deríí;ha del retto. Conocida ésta, delwn conoctirse las otraa, y ¡íor tanto, el rt*sultado de la operación. AKÍ, pnes, yo os pregunto: ¿81 dicha cifra es un !t, ciuil mni el total del reauT /^Cuíil será éste si aquélla e» un 8? ¿iJaál, si u n 7, unti,etc.V 21(1 ?20 TRIÁNGULOS OI'UKSTOS. PnstitnidoR los puntos \>nr letras, ha de re'^u'.titr . lin- a h'>r\- , 7.MT1U1I i>u|)erIor, nombre de van^u; ídem inferior, nombre de Dinjer; lineú veiUe&l central, nuDibre de varón; diagonal do I^fliiierda Foiicrior li derechn inferior, capital de un Retado ame-' ricano, y diaconal de izqoietda Inferior a derecha ni[)erior., ciudad de la Arabia. K A L T O Ü K CA l í A Í . K O . Con (I) b dar de qale el 1- i " " ca•* F B U C U N A U . CABADO. B e i a m d o a todo» k » dereotaoi da propiedad artleUna i Utetalia. r 11 nafl b 4' la» en qne me r -I ni 1. bio> po; mi r -1' no, (2M citer e 1- J «M ca > 4 > -1 4 ADIVINANZA. Dicen que soy rey, y no tengo reino; IXcen qne soy rabio, y no tengo pelo; Afirman que ando, y no me mtievo; Arreglo relojes sin ser relojero. ñi 4 r* 1 pre «i 4 llon 4 E m p i n a en la oatilla O ) y acaba en la di), YlBITACll'lN- AllCK. M t nltn).—Soeeeorea da B l v a d e n j m .