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SEMBLANZA DE CORNELIA,
UNA MATRONA EJEMPLAR
MARTHA PATRICIA IRIGOYEN TROCONIS
SUMARIO: I. Introducción. II. Cornelia, según diversas fuentes
clásicas. III. Los Gracos, sus hijos. IV. Epílogo.
I. INTRODUCCIÓN
En la Roma antigua, el hecho de que el hombre y la mujer tuvieran
actividades separadas y distintas entre sí no fue sino el resultado
de la invención, desde los primeros tiempos, de ciertos modelos
jurídicos, políticos y religiosos precisos, que atribuyeron a ambos
sexos funciones familiares, papeles sociales y condiciones jurídicas diferentes, que habrían de perdurar a través de los siglos.
Desde la época monárquica, la organización de la ciudad
concede la titularidad exclusiva del máximo poder (imperium) a
los varones, pues en éstos reside la plena capacidad del ejercicio
político y militar. Las actividades varoniles trascienden la esfera
pública del ciudadano políticamente activo y capaz e inciden,
necesaria e inevitablemente, en el ámbito familiar.
En el privado, el derecho civil otorga al varón (vir), ciudadano romano e independiente (sui iuris), un poder doméstico que
la ley reconoce genéricamente como potestas o patria potestas,1
1
El término patria potestas significa, literalmente, “potestad paterna”.
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cuyo ejercicio sobre personas y cosas produce una estructura
familiar en donde el único titular de ella es el pater familias,2
de tal manera que la familia se construye en torno a éste y a
sus funciones jurídicas y religiosas. Así pues, el pater familias
representa el modelo de varón que determina y define el perfil
de la esposa ideal, la mater familias:3 aquella que, educada en el
pudor, la vergüenza y la austeridad, es capaz de satisfacer todas
las necesidades de aquél.
Por otro lado, cuando la mujer reúne estas mismas cualidades, se casa y lleva una vida conyugal honorable y, además, es
capaz de procrear hijos, recibe el nombre de matrona. Esta palabra
quizá deba aclararse pues, si bien hace alusión a todas estas virtudes en una mujer, sin embargo, el concepto importante es que se
trata de una mujer físicamente capaz y moralmente responsable
de “producir” y criar ciudadanos romanos. Es éste el rasgo que
nos interesa destacar aquí respecto a la figura de Cornelia, quien
jugó un papel muy importante durante la Roma republicana y
cuyas cualidades hicieron de ella una matrona ejemplar.
II. CORNELIA, SEGÚN DIVERSAS FUENTES CLÁSICAS
Cornelia nació hacia el año 190 a. C. y, de acuerdo con el testimonio de Plinio el Viejo,4 presentó una excrecencia vaginal (concreto
genitali) de nacimiento, que fue considerada como mal augurio.
(De hecho, Sorano de Éfeso, médico que trabajó en Alejandría y
en Roma en tiempos de Trajano y Adriano, habla de este tipo de
excrecencias anormales en su obra Ginecologia y dice que pueden
llegar a producir dificultades para parir). Gayo Junio Solino,
compilador de finales del siglo III, en su Collectanea rerum memorabilium, recoge esta misma anécdota y añade que dicho defecto
presagió el terrible final de sus hijos, Tiberio Sempronio Graco
(162-133) y Gayo Sempronio Graco (153-121).5
La palabra también suele escribirse como compuesta (paterfamilias).
También puede escribirse como palabra compuesta, al igual que paterfamilias.
4
Naturalis Historia 7,16,15.
5
Mejor conocidos por haber encabezado la así denominada Revolución Agraria
de los años 133 al 121 a.C.
2
3
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Sabemos que mientras transcurría la infancia de Cornelia, la
tradición romana más conservadora se oponía a que las mujeres
se dedicasen a actividades intelectuales: baste como ejemplo la
oposición de Séneca el Rhetor a que su esposa, Helvia, se dedicase al estudio “por culpa de las que no utilizan su sabiduría para
provecho de ellas mismas, sino para la intemperancia”, según
cuenta su hijo, el filósofo Séneca.6 Y en otro pasaje añade:
Ojalá mi padre hubiera estado menos apegado a las antiguas usanzas y hubiera querido que recibieras, no sólo un baño de cultura,
sino que te hubieras ocupado en los preceptos de la sabiduría.7
En cambio, el llamado “círculo de los Escipiones”8 consideraba necesaria la formación de las mujeres. Dos siglos y medio
después, el estoico Musonio Rufo,9 en esta misma línea, defendería que la educación del espíritu debe ser igual para el hombre
que para la mujer.
Lo cierto es que Cornelia recibió en sus primeros años una
formación excelente que luego se pondría de manifiesto en
diferentes aspectos y facetas de su vida. Muy joven, como era
habitual en Roma, fue prometida a Tiberio Sempronio Graco (ca.
220-150), miembro de una vieja estirpe noble de origen plebeyo,
hombre ilustre, que realizó el cursus honorum: fue tribuno de la
plebe, pretor, cónsul dos veces y censor. Valerio Máximo10 nos
narra las circunstancias del compromiso:
Entre el Africano Mayor y Tiberio Graco se dio también un memorable ejemplo de restablecimiento de la concordia. En efecto,
Ad Helviam, 17,4.
Idem.
8
Escipión Emiliano (185/4-129 a. C.) y algunos de sus amigos compartían intereses por la literatura y la filosofía griegas. Debido a que patrocinaron las obras de
Terencio, Panecio y Lucilio, entre otros, sobresalieron en la vida social y política de su
tiempo y ejercieron una influencia considerable en el desarrollo de la literatura y el
pensamiento latinos. Véase The Oxford Classical Dictionary, s.v. Scipionic Circle.
9
Reliquiae, III.
10
Factorum et dictorum memorabilium 4, 3.
6
7
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dejando a un lado su personal resentimiento, del banquete sagrado
al que habían acudido llenos de mutuo odio salieron unidos por
lazos de amistad y afinidad. El hecho es que Escipión, no contento
con obedecer las órdenes del Senado para que se reconciliaran en el
banquete ofrecido en honor a Júpiter en el Capitolio, le prometió
además, inmediatamente, a su hija Cornelia por esposa.
La tradición cuenta que al volver a casa, Escipión comunicó
a su mujer (Emilia Tercia) que acababa de concertar el matrimonio de su hija. Ella, indignada, le contestó que era impropio de él
haber tomado una decisión de tal importancia sin contar con su
parecer, aunque el futuro yerno hubiese sido el mismísimo Tiberio
Sempronio Graco.11 Según esta leyenda, la madre de Cornelia no
estaba dispuesta a tolerar que su marido la dejase al margen de
las decisiones importantes para la vida de sus hijos. En cambio,
mostró una actitud muy comprensiva, al aceptar que su marido
tuviese relaciones con una esclava. Esto también lo relata Valerio
Máximo,12 al hablar de la fidelidad de las esposas:
Emilia Tercia, esposa del Africano Mayor, madre de Cornelia, la
de los Gracos, fue una mujer de tanta dulzura y paciencia que, al
enterarse de que a su marido le gustaba una de sus esclavas, lo disimuló para que el Africano, dominador del orbe, no fuese acusado
por una mujer como reo de desenfreno. Y le era tan ajeno el deseo
de venganza que, después de la muerte de Escipión, manumitió a
la esclava y la dio en matrimonio a uno de sus libertos.
El caso es que, cuando su padre ya había muerto, Cornelia
se casó en el 183 a. C. con Tiberio Sempronio Graco, de quien
le separaban unos treinta años de edad. Permanecieron casados
menos de veinte años –ya que él murió en el 154– y en ese tiem-
Esta historia no corresponde a la realidad, puesto que cuando Cornelia se casó,
su padre ya había muerto, pero refleja bien la consideración de que gozaba el prometido
y la importancia de la opinión de Emilia Tercia en el ámbito familiar.
12
6, 7, 1.
11
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po Cornelia tuvo nada menos que 12 hijos, según nos informan
distintas fuentes, tales como Plinio el Viejo:13
Hállanse particulares disparidades de cuerpos: hay unos que en sí
son estériles pero que, al unirse a otros, pueden engendrar, como
es el caso de Augusto y Livia. Otros y otras engendran sólo hembras o sólo varones. A menudo también pueden alternar, como
la madre de los Gracos: doce veces.
Imaginemos a Cornelia enfrentando los problemas de un embarazo tras otro con los riesgos naturales de mortalidad durante
el parto, tanto para ella como para cada hijo. La joven Cornelia
no tuvo la triste suerte de Tulia, la hija de Cicerón, que murió
un mes después de haber dado a luz a un hijo concebido de Dolabela, su tercer marido, o de Julia, la hija de César, que también
murió de parto. Sin embargo, de los doce hijos concebidos, sólo
le sobrevivieron tres: Tiberio, Gayo, nueve años menor que su
hermano, y Sempronia.
Podemos pensar que no obstante estos pesares, Cornelia
tuvo una vida conyugal armoniosa. Indicio de ello es la historia
narrada por Valerio Máximo en el capítulo intitulado “Sobre el
amor de los esposos”,14 que dice así:
En la casa de Tiberio se encontraron dos serpientes, macho y
hembra. Tiberio, después de atraparlas, consultó a los arúspices
y éstos le dijeron que, si dejaba escapar al macho, su mujer moriría
inmediatamente; en cambio, si dejaba huir a la hembra, sería él
quien moriría al instante. Eligió la serpiente que favorecía a su
esposa y mató al macho; a la hembra, ordenó que la dejaran huir
y tuvo el coraje de permanecer de pie observando cómo con la
muerte de la serpiente macho él mismo quedaba condenado a
morir. No sabría decir si Cornelia se sintió más dichosa por tener
semejante marido, que desgraciada por haberlo perdido.
13
14
Naturalis Historia 7, 60.
4, 6, 1.
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Por su parte, en el relato que Plinio15 hace de este mismo
episodio, pone en boca de Sempronio las siguientes palabras:
“Matad a mi serpiente, pues Cornelia es joven y aún puede
tener más hijos”. Y termina Plinio diciendo que esto era salvar
a su esposa y velar por la República y que, por eso, el augurio
se cumplió inmediatamente. Plutarco cuenta la anécdota16 en
términos semejantes y añade:
Poco tiempo después murió, en efecto, dejando doce hijos de su
unión con Cornelia. Su viuda, después de haber asumido la carga
de la casa y de los hijos, se mostró tan prudente, tan buena madre
y tan magnánima, que Tiberio pareció haber dado una prueba de
sabiduría anteponiendo su propia muerte a la de una mujer tan
excepcional. Ésta no admitió el matrimonio con el rey Tolomeo
que partía con ella la diadema y la pedía por mujer, y permaneciendo viuda, perdió todos los demás hijos, a excepción de una
hija que casó con Escipión el Menor y los dos hijos: Tiberio y
Gayo, cuya vida escribimos.
Cuando tenía apenas treinta y cinco años, Cornelia se quedó
viuda, después de haber pasado casi media vida entre partos y
embarazos. Es probable que muchos de sus hijos, a pesar del testimonio de Plutarco, hubiesen muerto ya antes del fallecimiento
de su esposo. Lo cierto es que ella, aún joven, rica y, al parecer,
llena de cualidades, podía haber vuelto a casarse como hicieron
otras mujeres romanas, al estilo de las que Séneca nos dice17 que
“contaban los años no por el nombre de los cónsules, sino por el
de sus maridos”. Pretendientes no deben haberle faltado. Cornelia
no aceptó la proposición matrimonial que ese mismo año, en
el 154 a.C., le hizo Tolomeo VII Fisco (“morcilla”), quien en ese
momento era rey en la Cirenaica; prefirió seguir viuda y merecer
el respetado título de univira, es decir, mujer de un solo marido.
Naturalis Historia. 7, 122.
Tiberius Gracchus 1.
17
De beneficiis 3, 16.
15
16
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A falta de un pater familias en la casa, Cornelia asumió la
responsabilidad de educar a sus hijos y, según Plutarco: “A éstos
les dio tan esmerada crianza, que con ser, en opinión de todos, los
de mejor índole entre los romanos, aun parece que su virtud
se debió más a la educación que a su naturaleza”.
De todas las virtudes de Cornelia, ha sido precisamente esa
entrega al cuidado de sus hijos y ese esmero en su educación lo
que la ha convertido en un modelo de matrona que Tácito, tres
siglos después, añorará:
En otros tiempos en cada familia el hijo nacido de madre honrada
se criaba no en la habitación de una nodriza a sueldo, sino en el
regazo y en los brazos de su madre, cuyo mayor orgullo era ocuparse de la casa y ser esclava de sus hijos [...] Y no sólo los estudios
y los deberes, sino también las distracciones y los juegos de los
niños estaban regulados por la virtud y el respeto. Sabemos que
Cornelia se ocupó así de la educación de los Gracos.
En esta tarea educativa era fundamental el buen ejemplo,
pero no sólo en el comportamiento, sino en el modo de hablar,
pues como dice Cicerón:18 “Es de gran importancia la lengua que
uno oye a diario en el hogar a los padres y a los maestros”.
Con la excelente formación que había recibido, Cornelia se
convirtió en una admirada maestra de sus hijos. Esto lo atestigua
Quintiliano, quien recomienda:19
Yo quisiera que los padres tuvieran muchísima erudición, aunque
no trato solamente de ellos. Sabemos que para la elocuencia de
los Gracos contribuyó no poco su madre Cornelia, cuya doctísima
conversación llegó a la posteridad por sus cartas.
También Cicerón reconoce el papel fundamental de Cornelia
en la formación oratoria de sus hijos: “Se puede comprobar que
los Gracos fueron educados no tanto en el regazo de su madre
18
19
Brutus 210.
Institutiones 1, 1, 6.
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como en su manera de hablar”.20 Y también San Jerónimo insiste
en ello: “Se ha escrito que en la elocuencia de los Gracos tuvo un
papel importante la manera en que les hablaba su madre desde
que eran niños”.21
Pero Cornelia no estuvo sola en esa tarea: buscó la ayuda de
grandes maestros. Cicerón se refiere a ellos al hablar del talento
oratorio de Gayo Graco:22
Graco, debido a la preocupación de su madre Cornelia, recibió,
desde la infancia, una cuidadosa educación y se formó en la literatura griega; siempre tuvo excelentes maestros, entre ellos, en
su adolescencia, a Diófanes de Mitilene, el hombre más elocuente
de Grecia en aquella época.
Cornelia se enorgullecía de sus hijos. Muchos autores lo
atestiguan, pero el más elocuente testimonio nos lo ofrece Valerio
Máximo23 en una anécdota que se ha hecho celebérrima:
En el anecdotario de Pomponio Rufo se nos dice que los mejores
adornos de una mujer casada son sus hijos. Cornelia, la madre
de los Gracos, en cierta ocasión en que una mujer de Campania
que se hospedaba en su casa, le mostraba las más espléndidas
joyas que por aquel entonces se podían imaginar, la entretuvo
con su conversación hasta que sus hijos volvieron de la escuela y
entonces, Cornelia le dijo: “Éstas son mis joyas…”
III. LOS GRACOS, SUS HIJOS
Pero los hijos crecieron y llegaron otras etapas de la vida. Suponemos que Cornelia intervendría cuando llegó el momento de
concertar el matrimonio de sus hijos. Tiberio, el mayor, se casó
con Claudia, hija del cónsul del 143 Apio Claudio Pulcher; Gayo
Brutus 211.
Epistulae 107,4.
22
Brutus 27, 103.
23
4, 4.
20
21
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lo hizo con Licinia, hija del riquísimo Publio Licinio Craso, y
Sempronia, como su madre, tuvo un marido mucho mayor que
ella, su primo Publio Cornelio Escipión Emiliano. En cambio,
a diferencia de su madre, no tuvo hijos y las relaciones con su
marido nunca fueron buenas.
Cornelia, cumplida ya la tarea de educar a sus hijos, podría
haber llevado una vida frívola (su estatus y su riqueza se lo habrían permitido) o, por el contrario, podría haberse recluido en
casa a desempeñar las tareas propias de una matrona romana:
a bordar (acu pingere) o a trabajar la lana (lanam facere). No conocemos ningún texto que nos corrobore tal información. Sin
embargo, tenemos motivos para pensar que siguió cultivándose
e interesándose de modo activo por los avatares de la vida de sus
hijos, que desde muy jóvenes se convirtieron en protagonistas
de las convulsiones políticas de aquellos años.
El mayor, Tiberio, siendo aún un muchacho, intervino activamente en la Tercera Guerra Púnica, formando parte del séquito
de su cuñado, Escipión Emiliano. Después de esta campaña, encontramos a Tiberio en el 137 acompañando al cónsul Mancino
durante el sitio de Numancia en calidad de cuestor. En la negativa
del Senado a reconocer el tratado, que en realidad había sido
obra de Tiberio, tuvo su primer choque con la oligarquía senatorial.
Suponemos que Cornelia se llenaría de orgullo con los
éxitos militares y la ascensión política de su hijo y seguiría con
inquietud la creciente hostilidad que iban despertando sus ideas
reformistas entre personajes influyentes, algunos pertenecientes
a su propia familia. Parece que en la disparidad de sentimientos
encontrados que llenarían su corazón de madre, tuvo especial
fuerza su deseo de que Tiberio ganase en prestigio a todos los
demás. Plutarco nos cuenta que había autores que criticaban a
su madre Cornelia, que echaba en cara muchas veces a sus hijos
el que los romanos le decían siempre “la suegra de Escipión” y
no “la madre de los Gracos”.
En el verano del 134, Tiberio presentó su candidatura a
tribuno de la plebe para el siguiente año. Las elecciones estuvieron acompañadas de una apasionada polémica en torno a la
Ley Agraria. Al decir de Plutarco, los nobles terratenientes se
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enfrentaron agriamente con el pueblo, que llenó los pórticos, los
muros y los monumentos de pinturas (graffiti) en las que pedía
que despojasen a los ricos de las tierras del Estado para redistribuirlas a los pobres.
Al asumir el cargo en diciembre de 134, presentó inmediatamente su proyecto de Reforma Agraria. Tiberio no logró convencer a su colega y amigo Octavio, que opuso a la ley su veto como
tribuno. En nuevos comicios, las tribus destituyeron a Octavio, se
aprobó la ley y se nombró una comisión agraria compuesta por el
propio Tiberio, su suegro Apio Claudio y su hermano Gayo. Para
el éxito de la reforma era muy importante que Tiberio fuera reelegido, así que en el 133 presentó su candidatura para el tribunado
del año siguiente. El patriciado decidió frenarlo definitivamente.
En medio del gran tumulto de una asamblea popular, en un
momento en que era imposible escuchar a los oradores, Tiberio
señaló su cabeza para indicar que se encontraba amenazado de
muerte. Sus enemigos extendieron inmediatamente el rumor de
que había pedido para sí la corona de rey. El Pontífice Máximo, su
tío Publio Cornelio Escipión Nasica Corculum, acompañado de
los senadores y una multitud de clientes, irrumpió violentamente en la asamblea. Fue un “sálvese quien pueda” y una masacre
en la que murieron Tiberio y trescientos de sus partidarios. Sus
cuerpos fueron arrojados al Tíber.
No sabemos si en esa última etapa de la vida de Tiberio, Cornelia influyó decisivamente o no en la trayectoria política de su
hijo, pero sí sabemos que tras la muerte de él, se retiró a Miseno,
lamentando la falta de su hijo sin duda, pero sin alterar el tenor
acostumbrado de su vida. Desde lejos, podía seguir, no obstante,
la carrera política de su hijo menor, Gayo, quien, tras la muerte
de Tiberio, siguió siendo miembro de la comisión agraria.
En el 129 Escipión Emiliano intervino en defensa de los
propietarios itálicos y consiguió detener la actividad de los
triunviros. Poco tiempo después fue hallado muerto en su lecho.
El día anterior estaba sano y esta muerte misteriosa suscitó en
Roma toda clase de conjeturas: ¿suicidio?, ¿muerte natural?,
¿envenenamiento?
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Apiano, al hablar de esta hipótesis,24 dice que pudo ser un
atentado de Cornelia para impedir la anulación de la ley de su
hijo y que para ello habría contado con la ayuda de su hija Sempronia, mujer de Escipión, que no la quería por ser fea y estéril
y al que ella tampoco quería.
Gayo había ocupado distintas magistraturas y cargos militares pero, a excepción de su intervención en la comisión de reparto
de tierras, no había tenido gran participación en la vida política.
En el 124, en cambio, diez años después del nombramiento de su
hermano, presentó su candidatura a tribuno de la plebe para el
123. Eran tiempos revueltos, de oposiciones violentas y enemistades enconadas. Cornelia, desde su residencia en Miseno, a pesar
de haber reaccionado con excepcional entereza ante el asesinato
de Tiberio, teme que su hijo menor afronte los mismos riesgos y
pueda sufrir el mismo terrible final. Y decide emplear todos los
argumentos y hasta el chantaje afectivo, apelando al deber filial
propio de un buen hijo para hacerle desistir de sus intenciones.
Lo hace mediante una carta de la que conservamos un fragmento
de considerable extensión, transmitido en los manuscritos de la
obra de Cornelio Nepote:25
Me atrevería a jurar con solemne fórmula que, exceptuando a los
que asesinaron a Tiberio Graco, ningún enemigo me ha causado
tanta desazón y tanta fatiga como tú por todo esto. Tú, que
deberías ocupar el puesto de todos los hijos que tuve y cuidar
de que tuviese el mínimo de preocupaciones en mi vejez, y desear
que fuera de mi máximo agrado todo lo que hicieras, y considerar
impío realizar cosa alguna de importancia en contra de mi parecer, sobre todo ahora que ya me queda poco de vida. ¿Ni siquiera
ese breve espacio puede servirme para que no te me enfrentes
y arruines al Estado? ¿Cuándo acabará todo esto? ¿Algún día
dejará nuestra casa de cometer locuras? ¿Algún día podrá tener
un límite todo esto? ¿Algún día dejaremos de procurar y provocar problemas? ¿Algún día nos avergonzaremos de subvertir y
24
25
Bella civilia, 20.
Fragmenta 1 et 2.
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disturbar el Estado? Pero si no puede ser así de alguna manera,
cuando me haya muerto, presenta la candidatura al tribunado.
Por mí haz lo que te plazca, cuando yo no pueda darme cuenta de
ello. Cuando me haya muerto, harás un sacrificio en mi honor e
invocarás a los dioses familiares. Entonces ¿no te dará vergüenza
elevar tus súplicas a unos dioses que tuviste olvidados y abandonados cuando estaban vivos y cerca de ti? ¡El gran Júpiter no
permita que persistas en tu empeño y que una locura tan grande
se apodere de ti! Mas si persistes, temo que toda tu vida tendrás
una angustia tan grande por tu propia culpa, que no podrás nunca
reconciliarte contigo mismo.
A través de esta carta vemos otra faceta de la fuerte personalidad de Cornelia: aquí manifiesta su desesperación de madre
por encima de su orgullo de noble matrona romana. Lo que aquí
nos interesa destacar es que lo hace por medio de una carta. La
autenticidad de ésta ha sido estudiada, discutida y puesta bajo
duda, especialmente por estudiosos de los siglos XIX y XX. Sin
embargo, trabajos más recientes, entre ellos los de P. Cugusi,
gran especialista en epistolografía y la filóloga española Aurora
López, la defienden con argumentos convincentes.26 La carta
presenta un lenguaje familiar y coloquial propio de este tipo de
cartas, pero también una cuidada composición que corrobora
la excelente formación retórica de su autora. Por si fuera poco,
tiene el mérito de inaugurar el género “epistolográfico”, pues es
el primer texto de considerable extensión perteneciente a una
carta privada, escrita en latín, que se conserva.
A pesar de la dura intervención materna, Gayo no desistió
de sus planes y, desde el momento de su elección, el 10 de diciembre del año 123, desplegó una gran actividad política. Entre
otras cosas, propuso la ley De abactis que afectaba directamente
a Marco Octavio, al que Tiberio había despojado del tribunado.
Plutarco nos dice: “Gayo mismo la retiró diciendo que perdonaba a Octavio a ruegos de su madre Cornelia, y que el pueblo se
26
No sólo hilaron lana. Escritoras romanas en prosa y en verso, Madrid, Ed. Clásicas,
1994, pp. 40 y ss.
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alegró y aprobó esta concesión, pues la honraba tanto a causa de
sus hijos como a causa de su padre”.27
Como en otras ocasiones, Cornelia estuvo al tanto de lo
que ocurría en Roma y aconsejó a su hijo. Lo hizo por escrito en
esa carta de la que conservamos otro fragmento (en el mismo
manuscrito de Nepote) y que dice así:
Me dirás que es hermoso vengarse de los enemigos. Que nada
hay más grande, ni a nadie como a mi le parece algo más bello lo
que se puede conseguir sin riesgo para el Estado. Mas ya que no
puede ser así, por mucho tiempo y en muchos lugares no perecerán
nuestros enemigos y, tal como ahora están, estarán antes que se
arruine y perezca el Estado.
En este caso, Cornelia evita el comprensible deseo de venganza y muestra un espíritu magnánimo que se aviene perfectamente
con las doctrinas estoicas de humanismo y concordia en las que
ella se había educado.
En aquellos tiempos Gayo llegó a la cima de su poder pero,
cuando se presentó para ser reelegido tribuno de la plebe para
el año 121, empezaba a tener menos apoyos y obtuvo un empate. Por si fuera poco, el cónsul de ese año, Lucio Opimio, su
enemigo mortal, se le enfrentó violentamente. Empujado por
sus amigos, Gayo trató de crear una oposición. Plutarco cuenta
que también en esta ocasión, Cornelia estuvo atenta a los problemas de su hijo:28
Se dice incluso que su madre se asoció a ese proyecto de guerra
civil contratando secretamente en el extranjero a hombres que
envió a Roma disfrazados de segadores y que habría informado
de ello a su hijo en una carta escrita con palabras veladas. Otros
historiadores sostienen que, al contrario, Cornelia estuvo muy
descontenta con las maniobras de Gayo.
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28
Gaius Gracchus 25.
Ibid., 13.
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No podemos saber con seguridad si Cornelia participó
activamente en apoyo de su hijo, pero sí parece claro que ella
seguía con preocupación los sucesos críticos en los que estaba
peligrosamente implicado.
En Roma el cónsul Opimio convocó al Senado para tratar
sobre la liquidación de la colonia Junonia, fundada en territorio
de Cartago por Gayo. Aristócratas y populares iban armados. Un
lictor del cónsul resultó muerto y éste recibió poderes extraordinarios para sofocar la revuelta. A la mañana siguiente, Gayo y su
amigo Fulvio tomaron el Aventino con sus partidarios. Las fuerzas
armadas del cónsul aplastaron rápidamente la resistencia. Fulvio
murió junto con su hijo y Gayo, después de luxarse una pierna
mientras intentaba ponerse a salvo, para no caer en manos de
los enemigos, ordenó al esclavo que lo acompañaba que le diera
muerte. La cabeza de Gayo fue cortada y llevada al cónsul y su
cadáver arrojado al río o, si creemos la noticia de Orosio29 (ca.
410), entregado a su madre en la fortaleza de Miseno.
IV. EPÍLOGO
Cornelia afrontó la terrible pérdida de otro hijo con admirable
entereza y siguió viviendo con el mismo estilo de vida en Miseno.
Plutarco nos da muchos detalles:30
Gustaba, en efecto, del trato de gentes, y por su inclinación a la
hospitalidad, tenía buena mesa, frecuentando siempre su casa
griegos y literatos, y recibiendo dones de ella todos los reyes y
enviándoselos recíprocamente. Se la escuchaba con gusto cuando
a los concurrentes les explicaba la conducta y tenor de vida de
su padre Escipión Africano, y se hacía admirar cuando sin llanto
y sin lágrimas hablaba de sus hijos a los que le preguntaban, y
refería sus desventuras y hazañas, como si se tratara de personas
de otros tiempos. Por lo cual algunos creyeron que había perdido
el juicio por la vejez o por la grandeza de sus males y que se había
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Apologeticum 5, 12, 9.
Gaius Gracchus 19.
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SEMBLANZA DE CORNELIA, UNA MATRONA EJEMPLAR
hecho insensata con tantas desgracias cuando eran ellos los verdaderamente insensatos, por no advertir cuánto vale para no dejarse
vencer por el dolor, sobre el buen carácter, el haber nacido y el
haberse educado convenientemente, y que si la fortuna mientras
dura hace muchas veces degenerar la virtud, en la caída no le quita
el llevar los males con una resignación digna de elogios.
Cornelia aparece en su vejez –tendría unos setenta años–
conservando su finura de espíritu, su aprecio por la buena mesa
o una buena conversación, su carácter hospitalario y su amor por
la literatura. A muchos de sus contemporáneos les resultaba más
fácil reconocerle estas cualidades excepcionales que entender el
modo de reaccionar ante el asesinato de sus hijos.
Según Tácito,31 los romanos tradicionalmente atribuían a
las mujeres una falta total de autodominio (impotentia muliebris).
En el discurso que Tito Livio pone en boca de Catón,32 éste se
refiere a la mujer como un “animal indómito” (indomito animali)
y un ser de naturaleza incontrolable (impotenti naturae). Lo esperable, pues, ante una tragedia como lo es la muerte de sus hijos,
es que cualquier mujer reaccione con llanto y hasta con gritos.
También en esto Cornelia es excepcional. Sus hijos han sido sus
joyas y los llora sin lutos ni golpes de pecho, en la intimidad de
su corazón de madre. Les rinde el mejor homenaje que puede
ofrecerles: hablar de ellos y celebrar su memoria.
Los romanos también conservaron la memoria de Cornelia.
Muchos autores lo hicieron recopilando variadas noticias de su
vida. Pero también el pueblo romano la honró erigiéndole una
estatua en bronce. Plinio llegó a conocerla:33
Todavía hay constancia de las diatribas de Catón durante su
censura contra las mujeres romanas que se hacían levantar estatuas en las provincias; sin embargo, no pudo impedir que se
les dedicaran algunas en Roma, como es el caso de Cornelia, la
Annales 1,4.
De Agricultura 24, 3.
33
Naturalis Historia 34, 31.
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madre de los Gracos, hija del primer Africano. Se la representó
sentada y –detalle notable– con sandalias sin correas en el pórtico
público de Metelo; su estatua se mantiene todavía en los edificios
de Octavia”.
En 1878, mientras se llevaban a cabo unas excavaciones en
ese pórtico de Octavia, se descubrió la base de una estatua con
la siguiente inscripción: Cornelia Africani m. Gracchorum (Cornelia, hija del Africano, madre de los Gracos),34 misma que la
honra como hija de un héroe, Escipión el Africano, el vencedor
de Aníbal, y como madre de Tiberio y Cayo Graco, héroes de la
historia republicana romana, tal como ella siempre quiso que se
le reconociera: como una matrona ejemplar.
34 Corpus Inscriptionum Latinarum (CIL) VI 1043.
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