La certeza de que el mejor conocimiento de las cosas, cuando son bellas, nos procura su mayor disfrute, es lo que nos ha llevado a la edición de esta guía de fácil manejo, en la que, de forma pormenorizada y con un ameno y evocador estilo literario, se nos propone la búsqueda o el reencuentro con las sensaciones que calles, monumentos y tradiciones de nuestra ciudad ofrecen al caminante. Teniendo como nexo sus acogedoras plazas, que invitan a la reunión, al descanso, al disfrute de un café o una buena tapa, en esta guía se nos proponen varios itinerarios por el callejero urbano, para que disfrutemos de forma pausada de todo lo bello y entrañable que la ciudad y su gente ofrecen a los sentidos. Espero que la lectura de esta guía sea un estimulo para visitar y conocer hasta el último rincón de Murcia. Merece la pena. Edita: © Ayuntamiento de Murcia Miguel Ángel Cámara Botía. Murcia de de Plaza Plaza en en Plaza Plaza Murcia Concejalía de Turismo, Ferias y Congresos. Texto: José María Galiana Fotografía: © José Hernández Pina, © Carlos Moisés García Diseño gráfico: Paloma Zamora Imprime: Ind. Gráficas Jiménez Godoy, S.A. Depósito Legal: MU-2271-2000 Concejalía de Turismo, Ferias y Congresos. Alcalde de Murcia Te proponemos una aventura, un paseo por esta bella ciudad... Introducción Del río a la Alameda De la Merced a la Plaza de San Juan Del Plano de San Francisco a la Plaza de Santa Isabel Del Malecón al Auditorio Tiempo de fiesta Los contornos Índice Introducción De aquella Murcia de azules alminares, palacios, jardines, baños públicos, huertos y ensortijadas callejuelas, abrigadas del viento y silenciosas, aún quedan rincones, adarves y angosturas que regalan el frescor de lo umbrío... Murcia, capital de la Región de igual nombre, se encuentra en el sureste de la península Ibérica, sobre el fértil valle del río Segura, al abrigo de las sierras de Carrascoy, Cresta del Gallo y estribaciones del macizo montañoso de la Pila. El último censo revela una cifra de 341.531 habitantes, si bien un 52% de ellos viven en pedanías. Dista 388 kilómetros de Madrid, 75 de Alicante, 140 de Albacete y 220 de Almería. Bañada por el río, y casi de manera permanente por el sol, su clima, seco y templado, es de los más cálidos de la Región, registrándose una temperatura media de 17’5 grados. Encrucijada de caminos y culturas, a la capital de la llamada Huerta de Europa la rodea un tapiz de verdes, un collar de flores y frutos de cuyo olor se impregna la ciudad, fundada en el año 825 por Abderramán II. Las obras de la nueva urbe modificaron la fisonomía de este pródigo valle, cubierto hasta entonces de almarjos y tarquín. Once siglos después, la trama urbana del casco viejo proclama su origen musulmán, y no es un secreto el trazado de la muralla y sus características. Autores árabes y cristianos la consideraron una de las más poderosas de al-Andalus: tenía un perímetro de 2.700 metros, 14.5 de altura, 6.25 de grosor, revellín, barbacana, 12 puertas y 95 torres coronadas de almenas y matacanes. Tras la reconquista, las veinte mezquitas de la ciudad se transformaron en iglesias. Debía de ser muy hermosa. Alfonso X El Sabio, quien tanto la amó, dijo que era «la mejor ciudad de toda Andalucía, quitando Sevilla». De aquella Murcia de azules alminares, palacios, jardines, baños públicos, huertos y ensortijadas callejuelas, abrigadas del viento y silenciosas, aún quedan rincones, adarves y angosturas que regalan el frescor de lo umbrío. También queda la luz, el olor a azahar, nardos y jazmines, la tibieza del invierno, el bochorno de los veranos y la toponimia de las calles: de la Acequia, Aduana, Zoco, Aladreros, Albudeiteros, de los Álamos, Alfareros, Almohajar, Almudí, Azucaque, Caravija, Almenara.... La guía que ha llegado a sus manos le sugiere un paseo por las calles y las plazas de la Murcia clásica, por el rico legado histórico-artístico, por las tradiciones, olores, colores, sabores y sonidos de esta ciudad antigua, todavía apacible, amanosa, fragante y sensual, una ciudad que encara el tercer milenio con una manifiesta pujanza. Del río a la alameda En el principio, Murcia fue alcazaba, es decir, recinto fortificado desde el que sus primeros pobladores se defendieron de las crecidas del río, las epidemias y el asedio de las tribus yemenitas y modaríes. En ese primer espacio, de unos cien mil metros cuadrados de extensión, se edificó el Alcázar mayor, residencia del gobernador emiral, la torre de Caramajul, dotada de una gran noria que abastecía de agua a sus habitantes, la Mezquita mayor y la Casa del Príncipe o Darajarife. No le extrañe saber que, once siglos más tarde, gran parte de la representación política, administrativa y religiosa ocupa los mismos solares. Aquí late, por tanto, el viejo y gastado corazón de la ciudad, buen punto de partida para conocerla. En la Glorieta, remembranza de las frondas, arriates y surtidores de agua que alegraban el palacio del Príncipe, el sol acaricia el bronce memorable del cardenal Belluga (1662/1743), obispo y soldado que, en tiempos de paz, vadeaba el río y se adentraba en la huerta a interesarse por las cosechas de los huertanos. A su espalda, como un mirador hacia el Segura, el ‘martillo’, ala porticada del antiguo palacio de los Glorieta. Fachada Sur. Palacio Episcopal (super.) San Jerónimo de Salzillo Museo de la Catedral (Izda.) Ayuntamiento Torre de la Catedral (superior dcha.) Catedral Capilla de los Vélez (dcha.) Obispos, y frente al río, entre palmeras y jacarandás, el Ayuntamiento, sobre las ruinas del palacio del Príncipe. La calle del Arenal, resguardo de blasones y palomas, nos lleva a la Plaza de Belluga, solar del monumento más preclaro: la Catedral. El obispo Pedrosa puso la primera piedra en 1388; entonces nadie pensó que los trabajos finalizarían cuatro siglos más tarde, largo período que justifica la diversidad de estilos arquitectónicos; el templo posee 23 capillas de distintas concepciones artísticas, desde la del marqués de los Vélez, filigrana del gótico flamígero (1507), a la de los Junterones (1525), una de las piezas más originales del renacimiento español; a ese tiempo pertenece la sacristía, inspirada en la de San Lorenzo de Brunelleschi. El retablo de la capilla del Socorro, la sillería del coro, del siglo XV, y la imagen de San Jerónimo, tallada por Salzillo, son otras referencias ineludibles. Con la torre llega a Murcia el renacimiento. Levantada sobre otra torre más modesta que a la vez reemplazó al minarete de la mezquita, el primer cuerpo se debe a los hermanos Florentín, que lo construyeron entre 1521 y 1525; el segundo, enriquecido con capiteles jónicos, guirnaldas y hornacinas, se terminó en 1645, y aún habrían de transcurrir 120 años para abordar el tercero; hasta la linterna que corona la bóveda octogonal hay 92 metros de altura. No obstante, la joya más hermosa y preciada de todo el conjunto es el imafronte (1736/1754), bellísimo retablo de piedra debido al escultor y arquitecto Jaime Bort. Alarifes, pintores, doradores, escultores y ensambladores murcianos del Siglo de Oro colaboraron en un proyecto catalogado obra maestra del barroco internacional. Catedral. Imafronte (super.) Palacio Episcopal. Patio (inferior) Escultura. Detalle Capilla Marqués de los Vélez (dcha.) Como es preceptivo, el imafronte se orientó al occidente, frente al Palacio Episcopal, edificado entre 1748 y 1768, en un solar cedido por los Fajardo, adelantados de Murcia desde el siglo XV. De estilo rococó, sobre el balcón principal de la fachada norte, revocada en rojo, campea el escudo del obispo Rojas y Contreras; hay más barroco en la portada meridional de la Glorieta, destacando en el interior el patio de planta cuadrada y la capilla del obispo. A su costado se suceden el seminario de San Fulgencio, hoy Escuela de Arte Dramático, el Colegio de Teólogos de San Isidoro, ocupado por el instituto Licenciado Cascales, y la iglesia museo de San Juan de Dios, en la que se expone imaginería religiosa de los siglos XVI al XIX. Anejo al Consistorio hay un edificio reciente con la firma de Rafael Moneo. La Plaza de Belluga, amena y soleada, es un espacio de culto y esparcimiento, referencia obligada de visitantes que al salir del templo buscan acomodo en las terrazas, a la sombra de los naranjos, y admiran por enésima vez la belleza del imafronte catedralicio, esa alga- que se alinean cientos de sillas y parasoles que no se recogen hasta la noche. Siempre hay tiempo para demorarse por callejones y replacetas, participar del bullicio ciudadano, recrearse en los escaparates o seguir el rastro oloroso de bares y restaurantes en cuyos fogones humean los guisos de cuchara, las verduras, las carnes o los pescados, a la par que se exhibe en pizarras un extenso muestrario de tapas frías y calientes en el que no puede faltar el zarangollo, las habas fritas con jamón, el boquerón en vinagre maridado con la anchoa, la morcilla, el tomate y la lechuga en perdiz, la llanda con patatas asadas, el ajo, los salazones y embutidos, la oliva partida, los michirones o las pencas de acelgas con piñones, lo cual Habas fritas con jamón Plato típico murciano Catedral y Plaza de Belluga. Vista desde el nuevo edificio del Ayuntamiento. rabía de columnas, medallones, capiteles, basamentos de piedra negra, hornacinas, angelotes, balaustradas e imágenes de piedra que se recortan en el azul. En torno a la Catedral hay otras dos plazas de diferente tamaño y configuración: la de los Apóstoles, que toma el nombre de una de las puertas de la catedral, de estilo gótico florido, y la de la Cruz, donde se encumbra la torre. Las plazas son un espacio consustancial a la ciudad; recuerdan a los viejos patios de vecindad, lugares propicios para el descanso, la charla o la contemplación mientras se saborea un café con tostadas, un zumo de naranja natural, un vino con la ineludible tapa o unos “espaguetis” a la carbonara, que de todo hay en estos contornos de la Catedral y de la Glorieta, en los confiere al casco histórico una impronta menestral y provinciana. En la plaza de la Cruz nace Trapería, calle apretada y bulliciosa con aires de zoco, memoria de la ciudad. Ganada Murcia a los musulmanes, el rey Jaime I ordenó abrirla y le puso por nombre Troncada. Trapería es un río de gente que viene y va; otras veces aminoran el paso o se detienen frente a las peceras del Casino, decimonónica institución en la que laten antiguos esplendores: barandas de vitola, divanes, cornucopias, dorados querubines, molduras, estofados, terciopelos, esbeltas columnas pompeyanas y salón de baile estilo Luis XV, obra de Ramón Berenguer. A Trapería afluyen calles cortas, angostas y torcidas que parecen no llevar a ninguna parte pero que permiten acudir con prontitud a cualquier sitio, íntimas replacetas y solitarios callejones que en verano procuran sombra; en ese laberinto surge el rococó Palacio de Fontes, frente a una plaza que fue cementerio musulmán, las casas neoclásicas de los Cerdá y de Guillamón, el palacio de Puxmarín y la iglesia de San Bartolomé que atesora imágenes de Salzillo. Sede del gremio de plateros, desde la puerta se alcanza a ver Platería, cuna de orfebres judíos y tejedores, estrecha calle salón a la que Azorín comparó con el corredor de una casa. En torno a la Gran Vía, Platería, El Casino. Patio Ponpeyano (super.) El Casino. Salón de Baile (inf.) Trapería y plaza de Romea se halla el comercio tradicional, agrupado bajo el logotipo Murcia, Centro Abierto; la antigua calle de la Jabonería, alfombrada y verdecida de abetos, es una referencia. Platería y Trapería se abrazan en las Cuatro Esquinas, y parece una premonición, pues en tan breve espacio se prodiga el beso, la enhorabuena, el pésame o el cotilleo. Paseantes de toda condición se dan cita en esta encrucijada que huele a café, a huevo hilado y a tortas de El Teatro Romea (sup.) En la calle Trapería (izda.) Dorada a la sal (derecha) chicharrones. Apenas un suspiro separa las Cuatro Esquinas de la plaza de Santo Domingo, pero es obligado desviarse a la izquierda y descubrir la de Romea, que antes fue plaza del Esparto, donde se evoca la figura de Fernández Caballero. La efigie del compositor murciano, obra de Planes, mira al Teatro Romea, inaugurado por la Reina Isabel en 1862; víctima de dos incendios, arrastra la maldición de un tercero por haberse edificado sobre un cementerio de frailes; la sala, de estilo isabelino, luce un hermoso telón de boca pintado por Emilio Sala. A poniente del teatro está el Palacio Vinader, ejemplo de la arquitectura de finales del XVIII, y a oriente el de Fontanar, cuna del actor F. Díaz de Mendoza, enfrente el Palacio de González Campuzano. El Romea imprime carácter a la plaza; flanqueado por las más altas casuarinas de la región, se suele ver a reconocidos actores o músicos sentados frente a un café o un plato combinado, y en las noches de estío se programan espectáculos que concitan una notable afluencia de público, si bien, en todo tiempo, es plaza muy concurrida por las numerosas tiendas, restaurantes, mesones y cafeterías del entorno. Un arco separa la plaza de Romea de la de Santo Domingo, antes del Mercado, escenario de ceremonias reales, torneos, ejecuciones, corridas de toros y juego de cañas. Creada en 1547 con vocación de plaza mayor, una encuesta ha desvelado que es la plaza más querida por los murcianos. Apetece transitarla sin premura, comprar unas flores, un periódico y sentarse a tomar el sol que dora la cúpula de la casa Cerdá, pedir una carta y elegir algún plato del recetario tradicional: lo propio es el guiso del día, la verdura reciente, el asado de cordero o el pescado a la sal, rubricados con postres tan murcianos como el paparajote o la leche frita. A la Plaza de Santo Domingo la hace más grata y amena un espectacular ficus plantado en 1893; entre sus raíces, rodeado de palomas, hay un busto de Ricardo Codorníu, el bien llamado Apóstol del Árbol. El Palacio de Almodóvar, edificio manierista reconstruido en 1908, está en línea con la iglesia conventual de Santo Domingo que muestra dos fachadas: a la de poniente le Página izquierda: Plaza de Santo Domingo Claustro de las Claras. Detalle Paparajotes. Postre típico. Página derecha: Teatro Romea. Interior Plaza Circular falta un cuerpo, y a la que se eleva sobre la plaza, revestida de ladrillo, la rematan dos torres y espadaña. Al norte se advierte una larga y tupida alameda que ocupa parte de los legendarios jardines del Alcázar menor, palacio de recreo de los reyes árabes. A la izquierda del paseo se alzan las torres con celosías de las Claras, primer monasterio de Murcia fundado por el propio rey Alfonso X. En el patio hay restos mahometanos y un bellísimo claustro de tres arcos carpenales de cantería (siglo XV), galería ajimezada en la planta superior y un pequeño ventanal, uno de los pocos testimonios de arquitectura gótica que se conservan en Murcia; las columnas, primorosamente labradas, evidencian la huella mudéjar. Sobre restos de viviendas islámicas de los siglos XII y XIII, de las cuales perdura el artesanado de madera original, se ha abierto un centro cultural. A la derecha, en línea con ‘las Claras’, sobre lo que fue morada y baños de la reina mora, está la iglesia conventual de Santa Ana fundada en 1490; algunas imágenes y retablos son de especial belleza. Las madres de Santa Ana son exponente de la mejor repostería monacal; compre o encargue alguno de sus manjares. La alameda de Alfonso X presume de un paseo central con plátanos de Indias a cada lado, y es una delicia caminar bajo la espesura de sus ramas. La feria del Libro y algunas muestras artesanales han encontrado aquí el espacio idóneo por su claridad, tibieza y sosiego. A espaldas del colegio de Jesús y María también hay árboles de gran altura, y un poco más adelante, el Museo Arqueológico exhibe piezas del período neolítico y, en mayor número, de las culturas argárica, ibérica, romana e islámica, incluidas las cerámicas y yeserías policromadas del convento de Santa Clara. La avenida se prolonga hasta la gran Plaza Circular, pero en torno suyo deja un reguero de comercios especializados, franquicias de moda, bancos, marisquerías y restaurantes en los que puede degustar desde un codillo berlinés con choucroute a un asado de cordero, un festival de verduras o unas berenjenas a la crema, suculenta especialidad de la tierra. Murcia es sensual, barroca y generosa, señas de identidad que se manifiestan en los mostradores de los bares y restaurantes; en cualquiera de ellos, y los hay a cada paso, encontrará poderosos atractivos para contentar su apetito. De la Merced a la Plaza de San Juan En la Plaza de Santo Domingo nace la Calle de la Merced, que es un continuo ir y venir de estudiantes... Al fondo, la Universidad, en un convento de mercedarios construido en 1628; vale la pena asomarse al claustro de dos plantas y airosa arquería. A su lado, la iglesia de la Merced, ennoblecida en 1713 con grávida portada barroca de José Balaguer. El templo, rococó, tiene capillas laterales y dos interesantes retablos: el central y el de la Virgen de los Remedios, también llamada la Virgen del Cuello Tuerto, imagen en piedra esculpi- da en el siglo XVI; una leyenda dice que apareció flotando sobre las aguas del Segura. El costado sur de la iglesia da a la plaza del Beato Imbernón, cuajada de bares y tabernas, y es que la cercanía de la Universidad ha generado en torno suyo una zona de ocio en la que, apenas cae la noche, se dan cita miles de jóvenes que pasean, conversan y rinden culto a la amistad, al tapeo y al vino de la tierra, mientras Claustro de la Merced (Universidad) (superior) Típica ensalada murciana (Izquierda) colapsan las calles de la antigua judería. Murcia es ciudad hospitalaria; lo evidencia el desarrollo de la comunidad judía desde la dominación musulmana, que luego gozó de la protección de los monarcas castellanos. A Alfonso X se debe el establecimiento de la judería en el recinto amurallado; abarcaba las calles de Santa Quiteria, Selgas, Sardoy, Mesegueres, Horno, Paco, Victorio, Mariano Vergara, Luisa Aledo, Trinidad, Amores, Sémola, Torreta, Santa Rosalía, Rosario, Lomas y Cigarral. Su trama urbana no ha cambiado de manera sustancial; aquí los callejones son más angostos y curvos, los azucaques anuncian que, cerca de allí, bajo el suelo, hay un trozo de muralla, y a cada paso brotan, como por encanto, apacibles recovecos, tibias placetas bañadas por una luz que al atardecer parece de oro. Junto al mercado de Saavedra Fajardo repican las campanas de San Lorenzo, una de las siete parroquias construidas intramuros de la ciudad; la iglesia actual fue proyectada por Ventura Rodríguez en 1810. En la Plaza Balsas aparece el palacio del poderoso Pérez Calvillo (siglo XVIII), y más adelante, en la calle Obispo Frutos, el Museo de Bellas Artes muestra en su exte- rior las dos portadas del Contrastre de la seda, de principios del XVII; el museo alberga, entre otros, lienzos de Ribera, Rosales, Orrente, Romero de Torres y Picasso, y de creadores murcianos desde el renacimiento a las últimas tendencias escultóricas y pictóricas. La judería lindaba al sur con la iglesia de Santa Eulalia, Santa Olalla en origen, pues con ella se satisfacía la devoción de los catalanes llegados a Murcia con Jaime I. Un monumento a Salzillo preside una plaza en la que se sigue festejando a San Blas y a la Candelaria; como las del barrio de San Plaza Cetina y Calle Alejandro Seiguer (sup.) Cafetería La muralla. Visite la muralla árabe mientras toma café o una copa. Antón, son las últimas fiestas menores, memoria de un barrio que engalana sus balcones y se cuelga del cuello una réplica en barro cocido de aquel obispo sanador de gargantas, el popular San Blas, que este día luce penachos de plumas rojas, verdes y amarillas. No falta la procesión, la banda de música, los rollos, el olor a churros, la tóm- Plaza de San Juan (super.) Típico arroz con verduras bola, el tiovivo, la cascaruja, los tramusos ni el párroco protegiendo las gargantas de los niños con dos velas en forma de aspa. La Plaza de Santa Eulalia fue parada y fonda de diligencias, y a ese tiempo debe cumplida fama de bien surtidas tahonas, figones y tabernas; tras la iglesia, en el paseo de Garay, el campo de fútbol y la plaza de toros llevan el nombre de una acequia próxima: La Condomina. El estadio va a cambiar de emplazamiento pero el coso taurino acaba de remozarse; proyectado por Justo Millán e inaugurado en 1877, tiene consideración de monumental por su aforo y dimensiones: ruedo de 53 metros de diámetro, 18 metros de altura y capacidad para 18.000 espectadores. Frente a la Puerta grande está la calle de San José que muere en la Plaza de San Juan, donde Jaime I acampó su ejército antes de reconquistar la ciudad. Aquí vivió el Conde de Floridablanca, primer ministro de Carlos III, cuyo palacio y huerto daban a la plaza; obra de Ramón Berenguer, el edificio, rehabilitado como hotel, es prototipo del palacio neoclásico murciano del XVIII (en este siglo, la historia de la ciudad va ligada a tres hombres fun- damentales: el cardenal Belluga, el escultor Salzillo y el político Floridablanca). La parroquia de San Juan se remonta a los años de la reconquista, pero el edificio es de finales del siglo XVIII; en su interior hay imágenes de Roque López, Sánchez Tapia, Porcel y Nicolás de Bussy. En torno a la plaza hay restaurantes de comida internacional y bares típicos que ofrecen una gastronomía muy variada. Es una tentación sentarse al aire libre, degustar algunas de las tapas tradicionales y dejar que discurra el tiempo en esta plazuela apacible y luminosa, a la que se accede por el arco que comunica con la calle de Ceballos, que antes se llamó de Caramajul por estar allí, en el solar de la actual delegación del Gobierno, la gran noria que abastecía de agua a la alcazaba. La Condomina (super.) Rosas (derecha) Calle por medio, la Convalecencia, edificio de inspiración renacentista abierto en 1915 y sede del rectorado de la Universidad. Ocupa el solar del hospital creado por el chantre Ribera en el siglo XVIII para dar asistencia y asilo a sacerdotes enfermos o convalecientes. Sus ventanas miran al río y a los altos eucaliptus del desaparecido parque de Ruiz Hidalgo, paraíso vegetal con paseo de carruajes y andenes para peatones. En escenario tan propicio se celebraba la batalla de Flores y se feriaba el ganado. Hasta 144 especies de plantas catalogó Ricardo Codorníu, autor de una guía del parque. En las noches de verano, hay un temblor de rosas bajo los eucaliptos, y el jardín se aroma con el incienso de los galanes de noche. Del Plano de San Francisco a la Plaza de Santa Isabel Las plazas de Santa Catalina y de las Flores son como un calendario; cuando alborea noviembre las aceras se encienden de crisantemos y amarantos,... La apertura de la Gran Vía, mediado el siglo XX, supuso la fractura de aquella Murcia de cúpulas doradas y blancas azoteas; se demolieron los baños árabes y el Contraste de la seda, suntuoso caserón del seiscientos, y se salvaron el palacio del conde Roche, antes feudo de la Inquisición, y el Almudí, edificio de origen árabe destinado a granero en 1275; en el siglo XVI se agregó una planta y después se incorporó a la fachada el relieve de la Matrona que simboliza la generosidad del murciano; del conjunto cabe señalar las columnas del zaguán y el artesonado del siglo XVIII. El Almudí da prestancia al Plano de San Francisco, denominación que ha perdurado pese a la desaparición del convento que le La Plaza de las Flores (super.) El Almudí (izda.) El edificio, reconvertido en Centro de Arte, acoge el Archivo Histórico de la ciudad. dio nombre: antes se llamó de la Carretería, y es una de las calles más antiguas de Murcia; en una rinconada se yergue, altivo, uno de los 95 torreones que trababan la muralla, oculto durante siglos en la iglesia conventual de Verónicas, reutilizada como sala de exposiciones y centro de restauración. Compite en altura con el concurrido mercado de Verónicas, en cuyos puestos se ofrecen las mejores verduras y hortalizas de la huerta, jugosos solomillos, embutidos, salazones, pescados y los afamados langostinos del Mar Menor. Al sur, ceñido por el Malecón, verdean las frondas del Jardín Botánico; a la variedad de especies se suma un pequeño lago, fuentes, estanques y la portada del Huerto de las Bombas, labrada en el siglo XVII. El Malecón es una sucesión de muros levantados desde 1420 para contener los desbordamientos del Segura; también es una privilegiada atalaya sobre la huerta desde la que se avista la sierra de la Cresta del Gallo y estribaciones de las de Carrascoy y la Pila, macizos montañosos que abrazan la ciudad. Donde se asentaron los primeros pobladores del valle, se halla el Santuario de la Fuensanta, integrado en el parque natural de El Valle. Desde la línea de sus cumbres se divisan el Mar Menor y el Mediterráneo. Espacio idóneo para caminantes por la ausencia de obstáculos, el Malecón mide 1583 metros hasta la estatua de José María Muñoz y 553 hasta la Sartén, anchura o plazoleta desde la que se baja al convento de las Clarisas Capuchinas, donde se venera La muralla árabe de Verónicas (super.) El Mercado de Verónicas (dcha.) Plano de San Francisco Pasarela del Malecón. (abajo) un Jesús Nazareno de Bussy, y una imagen de Santa Clara esculpida por Salzillo. Singular es la procesión que parte de aquí la noche de Jueves Santo y recorre los carriles de la Arboleja; los penitentes, con lujoso atuendo huertano, portan un boceto de Salzillo de la Virgen de las Angustias y hacen sonar castañuelas. Varios poetas han evocado las mañanas de ese Malecón rodeado de naran- jos, bancales de lechugas y huertos fragantes: «En aquel malecón entre los huertos, sublime ante el poniente...» escribió Jorge Guillén tras su estancia en Murcia, que a la vuelta del paseo solía cruzar el Plano de San Francisco y la murciana intimidad de las calles Arco de Verónicas y Aduana, buscando la alegría de la plaza de las Flores, que no fue tal hasta 1630, cuando un rico hacendado, Macías Coque, vendió al Concejo el edificio de las Carnicerías. La Plaza de las Flores presume de miradores y El Malecón y el Jardín Botánico. Cisnes. Jardín Botánico (izda.) barandas con geranios, de naranjos en flor y de una palmera que se espiga hasta el azul. De espacio urbano tan vivo, barroco y sensual se ha contagiado la aledaña Plaza de Santa Catalina, pues también luce un festón de naranjos y jacarandás; en mayo, tras los racimos de flores azules, se ve la fachada color albero de la Casa Palarea que acoge el museo del pintor Ramón Gaya, hijo predilecto de la ciudad, que ha reunido más de 150 obras del titular y de pintores murcianos de su generación. Hasta el reinado de Felipe III, Santa Catalina fue la plaza de más relieve, testigo de fastos y conmemoraciones, juicios de aguas, distribución de puestos públicos, autos de fe y proclamaciones reales. La iglesia, pequeña y modesta, ocupa el solar de una mezquita levantada bajo la advocación del poeta cartagenero al-Qartayanni, quien desde el exilio en Túnez escribió: Con tanto amor, amigo mío, amé el jardín que era mi tierra, que lejos de ella muere mi corazón. Fundada por el propio Alfonso X, perteneció a los caballeros del Temple y fue reconstruida en el siglo XV; la imagen de Santa Catalina es obra de Nicolás Salzillo, y a su hijo pertenece una espléndida Dolorosa con el rostro transido de dolor. La torre es de 1579; tenía reloj y desde sus almenas se hacía la centinela y la atalaya para advertir de las incursiones de la piratería berberisca; el monumento a la lnmaculada es de González Moreno. Las plazas de Santa Catalina y de las Flores son como un calendario; cuando alborea noviembre las aceras se encienden de crisantemos y amarantos, el aire huele a buñuelos y en la vecina plazoleta de San Pedro, frente a la iglesia medieval, las nuevas generaciones de artesanos venden arrope, calabazate y gachas. Otras veces es el tiempo de la mona con huevo y del confite procesional, y siempre, a cualquier hora, es tiempo del pastel de carne, cuyo modo de elaboración está recogido en las ordenanzas de 1691 que promulgó Carlos II. En las callejas que afluyen a la plaza perviven hornacinas y viejos rótulos de lanería, La Plaza de las Flores (super.) Casa Palarea. Museo Ramón Gaya (izda.) La Plaza Santa Catalina (abajo) mantas, cuchillería o vaciador. A uno y otro lado de la calle Ruipérez hay tabernas repletas de parroquianos que rinden culto al tapeo, uno de los hábitos más arraigados en la ciudad, y es tanta la variedad de las tapas que, con frecuencia, suplen a la comida en una suerte de menú largo y estrecho. Aquí reina la despensa de nuestros ancestros: el haba refrescante, el tomate partido, la patata cocida con ajo, la morcilla, el zarangollo, los michirones, el caldo con pelota, la sangre frita, el breve panecillo con queso y sobrasada, o con boquerón, o de atún y mayonesa, o mejor una marinera, fruto del maridaje de ensaladilla y anchoa, y para qué hablar del atún de ijada, de la hueva y de la mojama, ambrosías al alcance de cualquier paladar. Tras el obligado paréntesis, nos aguarda San Nicolás, calle de próceres y de casonas; una lápida recuerda que aquí, en 1812, el General Martín de la Carrera murió acribillado por las tropas del mariscal francés Soult, al intentar detener su avance con unos pocos soldados. La iglesia de San Nicolás, del siglo XVIII adorna su portada con dos medallones de Jaime Bort. Enfrente, en una esquina de la calle Aistor campea un escudo de armas, y más adelante, frente a la tapia de un umbroso jardín, se descubre el callejón Brujera, adarve que anuncia la cercanía de la muralla, uno de cuyos tramos se ha recuperado en la cercana calle del Pilar, junto a la Puerta de Vidrieros por la que entró en 1541 el emperador Carlos V. Con los años, la histórica puerta fue sustituída por el Arco del Pilar, que a causa de su estrechez se derribó en 1863; de ese año data la fachada de la actual ermita del Pilar, fundada dos siglos antes junto a un pequeño hospicio de peregrinos por el corregidor Pueyo, un aragonés que financió las obras tras salir indemne de una emboscada que le tendieron cuando hacía la ronda. Al poniente, la Murcia amurallada se extendía hasta la calle Sagasta, y al espacio comprendido entre las iglesias de San Antolín y San Andrés se le decía de la Michirones (super.) Iglesia de Jesús (dcha.) Alberga en su interior el Museo Salzillo Centro Regional para la Artesanía (izda.) Arrixaca, donde los cristianos permanecieron reducidos hasta que Aben Hud entregó el reino a Castilla. Cuando en 1243 Alfonso X llega a Murcia, se proclama a la Virgen de la Arrixaca patrona de la ciudad, y su imagen es colocada en una capilla de San Andrés, donde todavía se venera, aunque en el siglo XVIII dejó de ser patrona. Desde lo que fue arrabal murado de la Arrixaca, salen aquí al paso, para sorpresa del paseante, plazas de muy dispar geome- El Beso de Judas. Obra de Salzillo. Jardín del Salitre (inferior) Al fondo el Museo Taurino. tría y superficie: San Antolín, cuya iglesia fue destruida prácticamente en 1936, San Ginés, Sandoval, Yesqueros o San Agustín, la más espaciosa y habitable por el jardín que la engalana. La parroquia de San Andrés perteneció al convento de San Agustín; la fachada actual, finalizada en 1762, la sustentan dos columnas corintias procedentes del castillo de Monteagudo. Paredaña, la iglesia de Jesús, de planta elíptica. Es el lugar más visitado por los que vienen a la ciudad, y es que el museo muestra la obra más preciada de Francisco Salzillo, desde el popular belén a los grupos escultóricos que desfilan la mañana del Viernes Santo. Excepto el titular de la cofradía, Jesús Nazareno, las restantes imágenes fueron esculpidas por Salzillo entre los años 1752 y 1777. No hay en Murcia mañana más hermosa que la del Viernes Santo. Apenas amanece, la ciudad huele a flor, y un polvillo de oro se esparce por los tejados; hay una emoción contenida ante ese fluir de capuces morados y grupos escultóricos irrepetibles, en especial, cuando la procesión recorre la Murcia barroca. A la Plaza de San Agustín se asoma el convento de las Agustinas, que data del siglo XVIII. Preside el retablo mayor la imagen de San Agustín, de Salzillo, pero hay otras tallas valiosas, como la de Santa Cecilia, de Roque López, y un San Miguel de Antonio Dupar. Hace siglos, las armas del escudo de Murcia fueron la torre y la palmera, emblemas del Museo de la Ciudad (foto supr.) instalado frente a las Agustinas. El edificio, remodelado en 1868, perteneció a Gil Rodríguez de Junterón, secretario del papa Julio II. Rodeado por un huerto de origen árabe, su estructura res- Jardín de Santa Isabel ponde al concepto de huerto dividido en arriates con abundancia de plantas aromáticas y frondoso arbolado del que destacan un espléndido magnolio centenario y diversos tipos de palmeras. A su espalda, el Museo Taurino, con interesante cartelería, trajes de luces, biblioteca, óleos y esculturas, y a la izquierda, el Centro de Artesanía, donde puede comprar desde un belén a un cobertor, bordados, esteras, una reja de buche de paloma o algún juguete de cartón piedra. Al salir conocerá el espacioso Jardín del Salitre que perteneció a la Fábrica de la Pólvora; bajo las alas de los eucaliptos, palmeras, naranjos, acacias, pinos, abetos, jacarandás y cipreses, juegan los niños, conversan las madres y entornan los ojos los jubilados. En la acera opuesta está la iglesia medieval de Santiago, la más antigua de las edificadas extramuros de la ciudad, y detrás la calle Jerónimo de Roda que nos lleva al Jardín de San Esteban y a la plaza de la Fuensanta, donde confluyen las grandes avenidas (de la Libertad, Jaime I, Constitución y Gran Vía), centro neurálgico del comercio. Compiten aquí las luces de neón de los centros más relevantes y las últimas franquicias. Sus destellos iluminan el mercadillo artesanal que ha tomado carta de naturaleza en el jardín del Palacio de San Esteban, sede de la presidencia del Gobierno Regional. La iglesia y colegio de San Esteban, «el más bello florón de la compañía de Jesús», se fundó en 1555 por donación del obispo Esteban de Almeyda; la portada de la iglesia, convertida en sala de exposiciones, es plateresca, y la nave del interior, de esbeltas proporciones, tiene bóvedas Vasija árabe Museo de la Ciudad Palacio de San Esteban (super.) góticas apuntadas con florones; dos ventanas geminadas, junto a la portada y en la parte posterior, le confieren una especial dulzura. Del palacio sobresale el hermoso patio de arcadas renacentistas y una escalera monumental en mármol blanco. La calle de Acisclo Díaz, músico alhameño, le separa de la iglesia de San Miguel, edificada en la segunda mitad del siglo XVII. Posee una espléndida colección de imágenes y retablos: el mayor, una de las mejores muestras del barroquismo murciano, se encargó en 1731 a Jacinto Perales y Francisco Salzillo, autor a su vez de los cuatro ángeles y del grupo del coronamiento; también realizó el conjunto de la Sagrada Familia y un San José con el Niño, tarea ésta compartida con su padre Nicolás Salzillo. Por Acisclo Díaz se sale al bullicio de la Gran Vía; en la esquina está la delegación de Hacienda, y a la derecha, frente al edificio del Banco de España, el moderno y evocador Jardín de Santa Isabel, que en un deseo de aunar presente y pasado ha recuperado la filosofía de los arriates y la silueta del popular arco del Vizconde. Del Malecón al Auditorio La pasarela del Malecón, obra de Manterola, representa un faro y una escollera. Salva el río desde el Plano de San Francisco a la Plaza de la Ciencia… La Pasarela del Malecón, obra de Manterola, representa un faro y una escollera. Salva el río desde el Plano de San Francisco a la Plaza de la Ciencia, que toma el nombre del Museo de la Ciencia y el Agua, ubicado en las grandes cisternas que abastecían de agua a la ciudad; la actividad del museo se desarrolla en torno al agua, el sistema solar y la capacidad de percepción de los niños; cuenta con un planetario infantil y se programan muestras temáticas y exposiciones temporales. Junto al museo, las tapias del antiguo Cuartel de Artillería, al que se accede por la calle Cartagena. Tras el cuerpo de guardia y la puerta principal se halla el espléndido patio de armas, rodeado por cuatro pabellones de tres alturas y frondosos jardines; todo el conjunto está incluido en un ambicioso proyecto de integración en esta zona urbana, que prevé nuevos equipamientos culturales, lúdicos y deportivos. La calle Caballero se extiende hasta la avenida de Floridablanca, y de ahí a la plaza González Conde, antes de la Media Luna, sólo hay unos pasos. No hay constancia pero los cronistas citan la mezquita de La pasarela del malecón (sup.) Al fondo la Torre de la Catedral Museo de la Ciencia y el Agua (izda.) Alhariella y la ermita de San Benito como antecedentes de la arciprestal iglesia del Carmen. Lo cierto es que los carmelitas se establecieron en 1586 en sus inmediaciones. Reconstruida varias veces, las obras de la iglesia actual comenzaron en 1721 bajo la dirección del arquitecto carmelita José Chover. Dos torres flanquean la portada, y en el interior se venera una Inmaculada de Salzillo y el Cristo de la Sangre, obra de Nicolás de Bussy, que forma parte del Museo de la Sangre en el que se exponen de manera permanente las imágenes de la cofradía de la Preciosísima Sangre, esculpidas por Roque López, Nicolás de Bussy, González Moreno, Dorado, Hernández Navarro y Sánchez Lozano. El barrio del Carmen es prolongación del caserío de San Benito, formado en la margen derecha del Segura, junto a los conventos de Carmelitas y Capuchinos. El auge económico registrado a mediados del siglo XVIII, que trajo consigo el empedrado e iluminación de las calles, y la construcción de la carretera de El Palmar, el Reguerón y el Puente Viejo (1740) impulsó el traslado de vecinos a la otra orilla. Era el tiempo de las alamedas, bajo cuya sombra se celebraban ferias y mercados. Díaz Cassou recuerda que en el invierno de 1787, entre los conventos del Carmen y de Capuchinos, se inauguró una de ellas: era el preludio del Jardín de Floridablanca, el más hermoso de la ciudad y el primero de carácter público abierto en Interior del Auditorio (super.) Jardín de Floridablanca España. La última remodelación le ha devuelto la filosofía del jardín hispano musulmán con andenes de flores, rumor de agua y un paseo con dos cortinas de cho- en 1848, el jardín se dedicó al Conde de Floridablanca, cuya estatua, obra del escultor Santiago Baglieto, se alza sobre un sencillo monumento. Los gigantescos ficus fueron pos que evocan la primitiva alameda. Le dan olor y color una rosaleda de 1.400 ejemplares y numerosos galanes de noche, romeros, retamas, jazmines, lavandas y mirtos, el arrayán de los muslimes que dio nombre a Murcia. También hay bosquetes de cañas de bambú, con un sugerente juego de luces y sombras, helechos, retamas amarillas, esparto, jaras y ruscos, planta autóctona que crece en sierra Espuña. Inaugurado plantados en 1914, y el jacarandá de poniente es el más antiguo de los jardines murcianos. Da empaque al jardín la portada del Matadero que hubo en la Plaza de la Paja. Por ella se sale a la Plaza del Marqués de Camachos, obra del activísimo Jaime Bort, que concibió para la celebración de festejos taurinos, y disponía de balcones privados para los cabildos catedralicio y municipal. Se inauguró en septiembre de 1759 con una corrida de toros, cuando el barrio de San Benito era en su mayor parte huerta y solares. Ahora, ribeteada de moreras, conserva su configuración y el arco de Camachos que comunica con el Museo Hidráulico de los Molinos del Río, instalado en el célebre Molino de las 24 piedras, que en 1808 reemplazó a los anteriores del Batán y de las Coronas; memoria de los molinos fluvia- La plaza de Camachos (sup.) Museo Hidráulico de los Molinos del Río (izda.) Puentes sobre el Segura (dcha.) les que había en la huerta, guarda varias piedras con la maquinaria completa y los utensilios para moler grano. Sorprende, por su hermosa bóveda y arquería de piedra, la vecina Sala de las Caballerizas (1794) en la que se programan exposiciones temporales. Hasta 1901, cuando se inauguró el Puente Nuevo, el barrio del Carmen únicamente estaba unido a la ciudad por el Puente Viejo o de Piedra. Inició la obra en 1718 Toribio Martínez de la Vega, maestro mayor del Ayuntamiento, y a los tres meses ya estaba cimentada, pero la falta de recursos impidió su continuación hasta la llegada de Jaime Bort en 1740, año de su inauguración. El Puente Viejo es un mirador sobre el río y una clara devoción por la Virgen de los Peligros que mira a los transeúntes desde el retablo neoclásico de Cayetano Ballester. El Miércoles Santo, de atardecida, de la iglesia del Carmen sale la popular procesión de los Coloraos, así llamada por el rojo vivo de sus túnicas. La cofradía se fundó en 1411 y Auditorio. Palacio de Congresos (sup.) Puente Viejo o de los Peligros (izda.) es la más antigua de Murcia; entre los años 1701 y 1744, debido a la inseguridad del puente de madera, se trasladó provisionalmente a la iglesia de Santa Eulalia. Es costumbre verla cruzar cada primavera por el Puente Viejo cuando ya ha anochecido, los pasos se reflejan en el río y las tulipas parecen racimos de luz. Todo tiempo es bueno para apoyarse en las barandas del Puente Viejo, pues desde allí se obtiene una panorámica muy hermosa: el Malecón, la Pasarela de Manterola, el Plano de San Francisco, la Glorieta, el Ayuntamiento, el antiguo Palacio de los Obispos, la Torre de la Catedral, el antiguo colegio de Teólogos, la Convalecencia y el espectacular puente y pasarela peatonal sobre el río proyectados por Santiago Calatrava. A lo largo del Segura, río abajo, se ha formado una suerte de corredor o ruta verde, libre de tráfico y otros obstáculos urbanos, idóneo para el paseo por la amplitud y la sombra de los eucaliptos, palmeras y jacarandás que bordean las riberas del río. Durante el recorrido descubrirá una ciudad acogedora y moderna, de amplios jardines y avenidas, con espacios donde descansar y reponer fuerzas. Tras la muy sugerente arquitectura del Puente del Hospital y Pasarela Jorge Manrique, como una nave encallada en la orilla, aparece la inconfundible silueta del Auditorio y Centro de Congresos, obra de los arquitectos García de Paredes y García Pedrosa, revestido con piedra de Abarán. Dispone de dos salas con capacidad para 1.800 y 500 espectadores. Se alza más allá: entre el verdor de la huerta. Antiguo Cuartel de Artillería (sup.) Sala Caballerizas.Museo Hidráulico Los Molinos del Río. (inferior) Tiempo de fiesta La Semana Santa y las Fiestas de Primavera constituyen el eje más popular y participativo. El ciclo pasional se inicia el Viernes de Dolores y finaliza el Domingo de Resurrección; ... El ciclo pasional se inicia el Viernes de Dolores y finaliza el Domingo de Resurrec-ción; la belleza de las imágenes, el adorno floral de los pasos y la costumbre de dar caramelos, habas o monas con huevo, determinan sus rasgos diferenciadores. Dos días después se festeja el Bando de la Huerta, evocación de una época de zaragüelles, monteras, refajos, esparteñas, delantal y corpiño. A mediados del siglo XVIII, el pueblo convino en llamar bandos a los edictos sobre arbitrios y contribuciones reales que se fijaban en las puertas de las ermitas y suscitaban las quejas y mofas del vecindario. Un siglo después, aquellos edictos de carácter inquisitorial hallaron su réplica en bandos populares anónimos que ridiculizaban los hábitos de la clase dirigente, haciendo incluso crítica del dialecto murciano deformado que los propios huertanos denominaron panocho, término derivado de la panocha o mazorca de maíz. Al popularizarse el Entierro de la Sardina, se sumaron al festejo algunas personas vestidas Viernes Santo Oración en el Huerto (sup.) Salzillo. La Dolorosa (derecha). Salzillo. Procesión de Los Coloraos Miércoles Santo (izq.) de huertano; la iniciativa prosperó hasta el punto de que, a finales del siglo XIX, se desgajó del desfile original convirtiéndose en una manifestación costumbrista de confraternidad entre la ciudad y la huerta. No faltan los foráneos que se suman a la fiesta, saborean la comida que se elabora en las numerosas barracas distribuidas en la ciudad y a la tarde asisten a un cortejo que escenifica las labores y costumbres de la huerta. Dos días después del Bando de la Huerta se celebra el floral y colorista desfile de Murcia en Primavera. Y es también en estas fechas cuando tiene lugar en la ciudad el Certamen Internacional de Tunas “Costa Calida”. El sábado concluyen las Fiestas de Primavera con el desfile del Entierro de la Sardina. Data de 1851, año en que un grupo de universitarios murcianos se propuso revivir el festejo que los madrileños celebran el Miércoles de Ceniza. Tras reunirse en una botica de San Antolín, formaron el cortejo fúnebre presidido por una sardina, símbolo del tiempo de ayuno y abstinencia, y recorrieron algunas calles de la ciudad. Entierro de la Sardina Espectáculo de fuego, charangas y carrozas repletas de juguetes. Bando de la Huerta Los murcianos se visten de huertanos. Banderas y estandartes, carrozas alusivas a los dioses del Olimpo, charangas, gigantes y cabezudos, comparsas, grupos de carnaval, dragón chino, teatro de calle, hachoneros y fuegos de artificio dan vida a un desfile espectacular que finaliza en el Puente Viejo con la quema de la Sardina, y convoca a miles de espectadores de toda la Región, ávidos por atrapar los juguetes que se lanzan al aire. noche y madrugada del sábado hasta que nace el día y en vísperas de algunas festividades, como Jueves Santo, frente a la iglesia de Jesús, o el 30 de abril, cuando entra el mes de mayo. Otras dos manifestaciones de fuerte arraigo en la primavera son: el Festival Internacional de Orquestas de Jóvenes, que durante una semana congrega en las calles, plazas y jardines de la ciudad a formaciones de Europa y América, al igual que el Festival Internacional de Jazz. Ligadas a las festividades de la ciudad están las campanas de Auroros, agrupaciones corales que conservan un legado musical de siglos adaptado a sus fines y sentimientos religiosos. Los textos datan de finales del siglo XVI y la Correlativa, de origen bizantino, podría remontarse al siglo VI. Cantan a la aurora en la A Alfonso X debe Murcia su Feria anual. El privilegio está fechado en Sevilla el 19 de mayo de 1266: «Hagan feria cada año una vez, para siempre, que comience el día de San Miguel y que dure hasta quince días», dijo el buen rey. Comienza a principios de septiembre y termina con la romería de la Virgen de la Fuensanta, que es llevada a hombros a su santuario entre vítores y pétalos de rosas. Durante los días de Feria se programan desfiles de Moros y Cristianos, un ciclo taurino al que acuden los espadas de más renombre y el Festival Internacional de Folklore en el Mediterráneo que convoca a numerosos ciudadanos, residentes o visitantes. En el recinto del jardín Botánico, las peñas huertanas recrean huertos y ventorrillos en los que se degusta el recetario tradicional. En el paraje de La Azacaya tiene lugar la Feria del Ganado. El Entierro de la Sardina (super.) Hachoneros al pie de una carroza Desfile de Moros y Cristianos (inf.) Los Contornos La fundación de Murcia se pospuso por los continuos desbordamientos del río Segura, lo cual obligó a seguir habitando las estribaciones de las sierras del Gallo y de Carrascoy... Algunos historiadores estiman que, donde hoy se encuentra la ciudad, hubo un pequeño asentamiento romano, pero todos coinciden en que fueron los árabes quienes hicieron factible la vega al sujetar las aguas en la Contraparada, verdadero prodigio de ingeniería situado a 7 kilómetros de Murcia, en Javalí Nuevo: un azud o presa recoge el agua del Segura y lo distribuye a través de dos grandes acequias, la Aljufía, al Norte, y Alquibla, al Sur, que a su vez se ramifican en numerosas acequias y brazales. En el trayecto pueden visitarse dos de las El Valle. Santuario de la Fuensanta La ciudad al fondo (superior) Rueda de la Ñora (izda.) Monasterio de Los Jerónimos (dcha.) numerosas norias que había en el valle: la llamada Rueda de Alcantarilla, junto a un museo etnográfico, y la de la Ñora, que saca agua de la acequia de la Aljufía. La noria es de origen griego pero la difundieron los árabes. En Guadalupe, una pedanía próxima, se halla el monasterio de Los Jerónimos, al que la voz popular reconoce como el Escorial murciano. Acabó de construirse en 1783 y fue declarado monumento nacional en 1981; actualmente lo ocupa la Universidad Católica San Antonio. Al Este, en la antigua carretera de Alicante, se alza el Castillo de Monteagudo, que fue morada estival de Alfonso X y dispuso de guarnición real hasta el reinado de Carlos I. Se edificó en el siglo XII por orden de Ibn Mardanix, apodado el rey Lobo, aguerrido militar que disfrutó de otro palacio de recreo en Los Alcázares y de un pabellón de caza en el Castillejo, yacimiento situado a 400 metros de Monteagudo. para hacer senderismo; cuenta con excelentes accesos, zonas de acampada, áreas recreativas, albergues y casas forestales. Cresta del Gallo El Santuario de la Fuensanta está en la Sierra de la Cresta del Gallo, emblemática atalaya del valle del Segura y escuela de alpinistas que han aprendido a escalar en la Panocha. Las obras del Santuario de la Fuensanta comenzaron en 1694. La edificación, característica del barroco murciano, consta de una amplia nave con crucero y cimborrio; la churrigueresca portada, flanqueada por dos torres, la trazó Jaime Bort. Las pinturas de la cúpula son de Pedro Flores y los relieves bíblicos del escultor González Moreno. Se encuentra en lo que hoy es Parque Natural del Valle, conjunto montañoso de 1.900 hectáreas de extensión y de gran valor paisajístico, ecológico, cultural, histórico y recreativo. No presenta grandes alturas y es idóneo A unos 500 metros, se ha descubierto un templo ibérico junto al eremitorio de La Luz, lugar de romería de las poblaciones cercanas con iglesia abierta al culto; es proverbial la amabilidad de estos hermanos de la Luz que han ganado su sustento fabricando escobas y chocolate. Desde la edad del Bronce se han documentado en esta serranía restos arqueológicos de la época argárica, ibérica, romana, visigoda y árabe, siendo habitual la existencia de espacios sagrados, como el templo ibérico, el eremitorio de la Luz, la basílica visigoda de Algezares, el convento de Santa Catalina del Monte y las ermitas de san Antonio el Pobre y de San José de la Vega. Salvando el Puerto de la Cadena, en la sierra de Carrascoy, se encuentra el parque municipal El Majal Blanco, Castillo de Monteagudo Sus ruinas ocupan la cima de un escarpado cerro en cuyas laderas se han documentado restos de un poblado argárico y de una necrópolis ibérica. finca de 636 hectáreas que guarda importantes valores naturales, especies protegidas y diversos microclimas. El pino carrasco es la formación boscosa más extendida, pero el tesoro son siete alcornoques, los últimos ejemplares autóctonos de la Región. El parque ofrece aula de naturaleza, centro educativo de medio ambiente, equipamientos e itinerarios señalizados. Desde estas serranías se domina el Valle del Segura. Al amanecer, entre la neblina, se despereza Murcia rodeada por un collar de flores y de frutos. En las noches cerradas el cielo es un bullir de estrellas; otras veces, una luna mora surca el firmamento y lo tiñe de un azul misterioso. La huerta de Murcia. Muestrario de frutas que se cultivan en los contornos de la ciudad. na ge rta r laza s allo de S a Amb Yagü e Gene ral Baroja Ca Miguel Pío a G aray Rond n Bolarí O li ver Mo lina Avenida ndrés E lis ea Ceb Arenal rosio illa zd el Á gui la Ve rdú Jum Calle r Esculto tució n a La Cons ti Aven id Muleta e y Ca ll ora Zam Gara Félix A Poeta d re rdo Triunfo a Yáñez de Alcalá Ma Recorrido 3 Rond o lle Rica ay Gar os san Arte ndro ea S. L da Ron Jerónim raf o 32 os llan Jove a Plaz lejo til Cas jo tille Cas runa de Ved eruda N Pablo aquina Santa Jo ros Ca a ral San Martín Gene Jua nG o dur á Pag a l Fo tóg erra nH rte sO lá Nico ill ad oP u lt or lejó anta za S Pla Eulalia Estre eo Cal n ga rian Ma Esc o o tori Plaza Universidad Recorrido 2 Plaza Europa Plaza Santa Eulalia 25 Universidad Plaza de San Juan 26 Iglesia de la Merced 27 Iglesia de San Lorenzo 28 Edificio de 92 la Gerencia de Urbanismo 29 Museo de Bellas Artes 30 Iglesia de Santa Eulalia 31 Muralla Árabe 131 Plaza de Toros 32 La Condomina. 33 Antiguo edificio de Correos 34 Palacio res de Floridablanca mbe 35 AIglesia de San Juan Bautista 36 Convalecencia. Fama led Vic llo Pa s La ral s Fruto Calle Luisa A Victorio bla eo Avenida r Ciga po y do Balsas Ma ara Ori Pu a guen ín Bá Joaqu g Ver 30 Ram Pa s lino e Call Obis orreta C/ T Sar s Carlo s Santa Rita Maestro Javier Pau s Er i c a Loustáu rres de Po ye las Le rdina Entierro de la Sa r José Martín bo de Díaz Paseo Concejal Hermenegildo Lumeras de Castro s Derechos Humano cto Avenida Re San Calle ria no ela hu de erta Plano de San Francisco El Malecón 37 Convento Clarisas Capuchinas Plaza de las Flores 31 o to Plaza de Santa Catalina 38 Maristas i li e a on Jos rcí Plaza Mayor Ant 39 Murciar Parque Ga e Victoria n v r a Jardín del Salitre 40 Edificio e S c Jo Mora uig P a Jardín de San Esteban 41 Edificio Zabálburu q o z uín e till p s Plaza de Santa Isabel a Ló 42 Palacio Almudí Co el C s 43 Mercado de Verónicas d t a s e d a a é 44 Muralla Árabe 5 ov Plaz los les Jos Cán to 45 Antigua Iglesia de Verónica ada Após n Mall s Sa 46 Iglesia de Santa Catalina a c Lu o n ian 47 Museo Ramón Gaya ó a c m i Sor l Si ó t o 48 Iglesia i agánSan Pedro g Pde Ca 33 Eulo Fontes del Pilar la Plaza uis Ermita L49 r l e v e 50 Iglesia San Nicolás Ceballos b cer Isa 34 Puig 35 51 Iglesia de San Andrés s unero a pez 52 Iglesia de Jesús m z o ó C L la P Juan 7 Gra 53 Museo Salzillo l. M an arg S 54 Agustinas Descalzas a 8 Esco 55 Museo de la Ciudad pete 36 ros s 56 Museo Taurino a Ánim 57 Antigua Fábrica del Salitre Plaza 58 Centro Regional para la Artesanía Cruz Roja 59 Antigua Ermita de San Antón 77 os Misericordia 60 Antigua Casa lacide Jorge Pa Paseo 61 ndente Díaz Cassou Garay InteCasa 62 Casa de los Nueve Pisos 63 IglesiaSEde RA Miguel GUSan 64 Iglesia de San Esteban Pte. Seg 75 76 65 Palacio de San Esteban Hospital ura 66 Iglesia Pasos de Santiago Pte. R A U G Nuevo S E de la Ciencia Recorrido 4 Plaza anuel R Í O Antiguo Cuartel de Artillería an M nte Ju Plaza fa In Jardín de Floridablanca Avenida Voluntarios Auditorio 67 Pasarela del Malecón 68 Museo de la Ciencia y el Agua 69 Antiguo Cuartel de Artillería cesa 70 Iglesia Nuestra Sra. del Carmen Prin 71 Museo de la Sangre Esculto r N. 72 Museo Hidráulico “Los Molinos del Río” 122 de 73 Puente Viejo o de los Peligros Buss i z 74 Puente Miguel Caballero Cru la 75 Puente Nuevo de Ramón Valle Inclán 76 Puente del Hospital Plaza La an es u n J o s n e Constitución San 77 Auditorio y Palacio de Congresos Agrim Plaza Cetina Auro 71 ey de R aco aP Plaz as Bals Villacís Gil lán rva ro n 70 Plaza González Conde Vara ra Agüe ria Quite Pintor Río Co ció arte ma Jardín Floridablanca co C/ Ja Ricardo Esp cla Colón González Cebrián Selgas Plaza 28 Europa Santa Tri rva ida Pro eda El León 69 Jazmín s Ro cas Aro al Cuartel de Arti Artillería Flom esta Ave n e nd Herná Alam Almohajar Almohajar Plaza y Sardo nidad la Cie os drer ril Car 68 Sa n 29 ro de Teniente Pte. 74 Miguel Caballero 72 Los Molinos nio n Anto 6 Instituto L. Cascales 5 Puente Viejo o de los Peligros Jua Salida 395 3 4 2 Palacio Episcopal ming Doctor Fle Isido tr S. Pa Plaza Camachos Ala Auditoriom Municipal Piscina Auditorium Municipal Municipal Matadero Álamos Plaza La Paja r 9 icio Tomás Maestre 1 Plaza Ayuntamiento Martínez Glorieta España Tornel 73 Catedral Plaza Cardenal Belluga M 26 rdo Azu Plaza lo Hernández Amores Salzil Olive caque Ba Prieto Plaza Fontes d Lorenzo 27 o uev n rrio Baldo Marín erce Ceuta adrid ntes Infa edina de M Polo d Frenería alejas a Can Avenid Murcia Parque 13 Casino al Socieda Pascual nz jo Monti Villale 11 San Jardín La Constitución Plaza Universidad ez Pelayo Universidad aja Saavedra F a Traperí n Plaza Samé Bartolo lid ez Ada Gonzál stóbal San Cri 14 M La Glorieta de España Plaza del Cardenal Belluga Plaza de los Apóstoles Plaza Cetina 1 Ayuntamiento 2 Palacio Episcopal Plaza de Santo Domingo Plaza Julián Romea 3 Catedral 4 Escuela de Arte Dramático 5 Instituto Licenciado Cascales 6 Museo Iglesia San Juan de Dios 7 Comunidad Autónoma 8 Delegación del Gobierno 9 Casa Guillamón 10 Palacio de Fontes 11 Iglesia San Bartolomé 12 Casa Almansa. Cámara de Comercio 13 Casino 14 Casa La Alegría de la Huerta 15 Palacio Almodovar 16 Iglesia de Santo Domingo 17 Teatro Romea 18 Monasterio Santa Clara 19 Iglesia conventual Santa Ana 2 20 Casa Cerdá 21 Palacio Vinader illa 22 González Campuzano MelPalacio 23 Palacio Fontanar 24 Museo Arqueológico Recorrido 1 ez Avenida Antonete Gálv 25 éiquer dro S Alejan s Pinare Albudeiteros Alfaro Plazae Jofr Madre de Dios lar ero Baqu ro Grane Andrés Sanz Plaza Santoña enénd Paseo M Santo Cristo Plaza Santo Domingo 23 Plaza 15 Julián Romea Serrano Alcázar 22 10 Calle le Cal Puerta Nueva e Basab 16 12 las Plaza res Flo El cón Male Calle Teatro Romea 17 Vil Enrique José Tapia Bas 20 Echegaray Angel Guirao Jabonerías atalina Santa C 67 Pasarela del Malecón no More ález io de Loyola C/ San Ignac Aurora Santa Clara Avenida Sot o Malecón 38 19 Sta. Ana Platería a Veró nicasPoe nica e Veró ta s 45 rco d Plan Alm Jara 44 A oS Car ud . Fra rillo í nciis co 43 42 41 40 s) Plano Sa las direccione n Franci sco vía (todas to u a acceso del Carril El rca Calderón de la Ba érez 48 39 37 a Platerí lart Ba rico e d Fe Paseo Paseo Albacete Ruip e uelm Riq za J. Bae Plaza Plaza San Julián San Pedro Plaza S. La Paz Pedro C/ Pintores Murcianos Plaza Puerta Nueva 18 Plza. Sta. 21 Gertrudis 47 Plaza Santa Catalina 46 Jardín Botánico Autovía t. Ponzo C/ Doctor o rrez Mellad neral Gutié Teniente Ge Plaza La Torrecilla Plaza Aurora Vinader José An Salzillo Gran Vía Escultor Francisco Baños Conde de Roch Plaza Santa Isabel o X El Sabi Alfonso Gran Vía Portillo de S. Antonio Pausa Lorenzo uel San Mig Cierva to Cris no Sobeja Ma o Baríton Gavacha s Corte 49 El Pilar rcos R. Calle El Greco Plaza Preciosa Maestro Alonso Manresa Laredo S. za s Pla Icolá N 50 José asta Sag s no feri Ce e la Juan d ga nza Go cio Bo A UCÍ DAL D AN ADRI TE M CAN ALI Pintor tista Bau Cuesta de la Magdalena M. za l Pla dova San is S. Lu s te are Oes Pom rto da Hue Ron del Pe rdón ara en Alm s olá Nic Plaza San Ginés Vidrieros Plaza San Plaza Antolín Pedro Pou a Muñoz de la Peñ C. Burruezo ez García Martín S. Ginés r Aisto Calvo Julián los Bo Gran Pez Sagasta Tejera Plaza Mayor n Sa 51 Pío es Torr Los Estación de Autobuses Huérfanos Arrixaca Álix García no z Loza Sánche la Pila Sierra de Plaza San 52 Agustín 63 Teresa Moreras 53 Nevada Sierra P Quesada Díaz 61 Santa 60 Plaza Yesqueros 64 62 Pérez Casas Carlos III ble Condesta sús Doctor Je a ad Gir Segura ina z Cort Góme ilico Arg eza Ba P Acisc lo lomé Jardín La Fama ime I Avenida Ja Almudena 65 Barto 24 Plaza La Fuensanta Ro da o de Jerónim Ja Jardín San Esteban 57 no ria Ma Navarra as Agus tin Escultor tesinos o Mon Marian rés San And Olma Dr. Gregorio Marañón Lib es Entrejardin 56 Plaza 55 Agustinas 54 Lepanto Centro Comercial 66 Jardín La Seda m stru No re Ma Jardín El Salitre 58 edio Enm de a Send za Pla cío Ro e Call Esperanza ert ad ntiago de Sa Pasos tón An za Pla a Sed a L 59 Av en ida Plaza Condestable Actor Francisco Rabal n Sa ias Nor Las niz Albé c Isaa la Virgen de ueva a N nú Ma a Plaz va Nue ntón S. 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