ffíitiL 8,008. Biaaiai«|Bi Lunes 22 de Dicíeiilbré de 1875. 'fWfWiiiM'irfw^ wm u .X....ÍJ •••! Año Irkésimó.' ' NMW ¡ . PRECIOS DE SUSCRIClONí PUNTOS DE SUSCRICTON. Ba Iti ?or í » » i » A.<]tton. sionado. 19 rs. 12 ' fíiiiWAtíftíDj un m e s . , . . . . . r: ^jfrovinc¡a»,,tres msp^... . •• 5 4 m ' —• seis Kiases. . 104 12; > i'T •'.' !--i.::'' un íañaí.-..... 209 : 240 ..En c|,cxír3njero,,t«TS meses . , 60 70 'Sn Ulti''atóar..,;. 8t) 0) " Todos los pedidos vendrán acompañados de s» \mP«!**i4r^mA(m *1 eCwta de letras, libranzas del Gifo del Tpsoro, 6 sellos del franqueo, pero ecrtifícand<rfo^ cartas ea ^ t e ¿Itimo caáo, i ñn de cyi|;a;r extravíos. L& :':í!.ll:s; :;.,• SBSION'isÉL 2 1 DE OCTUBRE. ^ ' (CónMmiáclon.) »El mariscal Leboeuf hizo la relación de la batalla áé Saihif-Privat, especialmente de la parte que tomó en ellacicuerpamandado por él. jEl 4viílVie de^Aumale.*—Cuando visteis al Empf;rador en Ja jfoche del 14 y en la mañana del 15, ¿os ha bló dífas instrucciones que había dado al mariscal Bsíaíze?. - - • '.'•"• ' .. , íl^<rríí*% se|»r ptjesidente ; estoy convencido de que eLEmperador estaba resuelto á marchar sobre Verdun, pero que no había hablado de ello ál maris-' cáV&a¿síitie." '• •-':• •:^.-'--¡-^ ,.,:•'••. P.—¿Creéis que en la noche del 16 6 el 17, cuando.sf os unió la división Lorences y otra, os hubiera sido posible recobrar Mars- la-Tour y Vionville? El ínairiscal Leboeuf.—Opino que hubiéramos podido atacar- al enemigo y recobrar á Mars-lff-Tour y y ^ n í i l l e ; pero el general en jefe sabia probablemente lo qu« yo no sabia, y debia tener razones muy poderosas para no dar orden de empezar un nuevo afaquCi Efectivamente, sabia que hallaríamos á los prusianos sobre el Meuse y que corríamos el riesgo de tenerlos por retaguardia y por los flancos. DespuCs de utia pregunta del comisario del gobierno, reliítiVtfá un detallÉ poco importante, el abogado Lachaud preguntó al mariscal Leboeuf si no dio parte el n al mariscal Bazaine de que carecía de víveres. El mariscal Leboeuf convino en ello. Acto continuo se presentó á declarar el general Ladmírault, que lo hizo en los siguientes términos: «El dia 12 supimos la orden del dia que el mariscal habla sido nombrado general en jefe. Al dia siguiente IS^,se nos previno que estuviéramos dispuestos páica ejecutar á mcdíp dia las órdenes que se nos ha bian dado la víspera, de pasar de la orilla derecha á la izquierda. Yo tuve que interrumpir el paso para contestar al fuego del enemigo, y se empeñó un combate encarnizado, que duró hasta las diez de la npchf, hora en que los prusianos empezaron á reti> rárse. ff Supuse que el 15 subsistirían las órdenes del dia anterior y traté de tomar el camino que se me habia prescrito, á pesar de los grandes obstáculos que encontraba. Envié mi ayudante, M. de la ToUr du Pin á preguntar al mariscal si efectivaments era Doucourt el punto que debia ocupar, y se me contestó que nada habia variado. Continué, pues, mi marcha hScia Doucourt cuando se lempezó el combate. > Él general entró en numerosos detalles sobre esta batalla; hizo un gran elogio de la caballería, que desde el principio de la acción dio varías cargas magnificas. Los dragones de la Guardia fueron casi deshechos; 2,000 hombres habia fuera de combate. Ala noche, las tropas habían avanzado 32 kilómetros. «Si hubiera sido preciso, hubiéramos podido marchar sobre Verdun, pero no tenia mSs orden,» añadió el general. El duque de Aumale.—¿Ds modo que cuando empezó el combate de Borny las dos primeras divisiones de vuestro cuerpo de ejérijito estaban en la orilla izquierda? R.—if la artillería, P.—Cuando hicisteis el movimiento de retirada, ¿los caminos estaban interceptados? R,—Cp 50 fiíeta mente. p.l_¿Éi dia siguiente permanecisteis sobre la orilla izquierda? R.—Con mis bagajes. p._¿C^ué carruajes eran los que interceptaban el camino que quisisteis tomar? R.—tíñtreti de puente y además los bagajes del cuarto cuerpo. P.—Así, &asta que no os convencisteis de esto, ¿no os decidisteis á tomar el camino de Briey ? R.—Sí, señor presidente. ' P.—¿No os causaba inquietud vuestra derecha ? R.—No, if».—¿Al llegar á cierta distancia del campo de batalla, HO hicisteis dejar las mochilas? R.-~Sí, á la división Revier, después de haber hecho sapar los cartuchos; esa tropa estaba tan esteriüacia, que de otro^modo no hubiera podido llegar en buen esiadb al campó (le batalla, del que nos separaban aári CUati-0 kilómetros. f".—¿Se habían sacado las municiones y la galleta de las liioChilás? ']»• ÉjliálBiiiMiliiilÉifcáiÉÉii — 12 — ¡Hésíquí I as: ventajas de otro de los artefactos caseros!... ÍVI© voy, me voy; es d e cir; si ka puertas de vuestra casa... ¿son táüibiéti liecIíaHi aquí?... me lo permiten. -^¿Veiidréi^, al'mén<5?, á comer COR nosotros? •—No, touelaas gracias; estoy ya convidado eíiotira parte. ' —-¿En casa de la maríscala de la corte? -—¡Hombre, tú estás endiablado por fuerza!... ¿No sabes que yo no puedo sufrir á eáa vieja, que me está sermoneando sin cesar? ¡Sérmoneitos á mí, que soy capaz de predicar más qije un misionero!... Además, tiene esa señera un maldito perro, llamado Krro, qué me dan unas tentaciones de matárselo..! Detesto á las personas flaeaSJ- sobre todo si son mujeres. -^¿De verás? Pues no es eso lo que dice el vulgo, hablando de vos y de la pobre anciana la señorita de Bark. —¡El vulgo es un ignorante',.. ¿Pero qué es loque dice de mí y de esa desdentada señorita, que parece una de las Pareas? —Dice que el otro dia os la encontrasteis en la escalera de vuestra cas^ (jn el momento en que ella subia á si uarto, dando en suspiro en cada escalón, y que- AAnaA PERIÓDICO MONABQUíCO. •MM EL PROCESO M E BAZálNE. En .Vi;)r,¡n, en !?s cifjcir-.rsf it tstr pfriódico oiJiSíJi) LV?,, mim. ñ :-'.• ioí. ,ir.-,\--.-,cl.-"--, (.r. Í;;Í'Í; h.sc i.'í-i c-i-ta .li A-i~.;r -ír.-i '.;.i- i'j; p^rj.'- ' i » , í i , 'i*:! -pSi," í.'..¡;'f;ayB y ,K<r rre.iio (i-c los com'íions.ios *'el mismOi .Ui'va !isr.-i se pubuc"i el último día Je caiia mes.. íia SANTIAGO DB CUBA, D. Juan Ferez Dubrull. aiANiLA, D. Francisco de Marcaida. VALPARAÍSO, D . Nicolás Eíquerra. ..•,PA^IS, en la Librería Españolet de Madü C Den Li I Schmitz, rué Favart, núm. 2 m im& R.—¡Oh!|perfectamente. Todo lo necesario para el combate estaba pronto. P.—Uno de los señores vocales rae ruega 4«e os pregunte si después de la batalla de Borny el ejército ó una parte de él hubiera podido emprender la marcha sobre Verdun. R.—Me ei muy fácil contestar. Si el camino hubiera estado libre, la coba hubiera sido fici!; yo mismo )ó ensayé; pero desgraciadamente la vía estaba interceptada hasta tal punto, qiie mi Estado Mayor, que se habia alejado de mí, no pualo reurtirse conmigo. P.—¿Podía esperarse el 17, reunidos los dos ejercitáis, recobrar á Mars-la^Tour y Vionville? II.—Lq creo, y yo no hubiera vacilado en intentar este ataque; no digo por eso que lo hubiera conseguido, pues que había 200,000 hortibrís en los bosques, al manáo del Rey de Prusia e« persona. Ua movimiento contra ellos hubiera tal vez sido decisivo, pero hubiera costado mucha senté. P.—¿Estuvisteis en comunicación con el general en jefe el 18? R.—No, porque hasta la noche la ventaja fué mía. P.--¿No creéis que hubiera sido posible recobrar á Saint-Privat y otras posiciones que se habían abandonado? R . Sí, porque Saint-Privat no parecía ocupada, y Aub^villiers no lo estaba positivamente. P.—Vuestro segundo jefe de Estado Mayor recibió la Órdeti de acompañar al coronel Levil al re conocimiento de las posiciones que habian de ocuparse el 19; ¿os dio parte de lo que se habia decidido? R.—No. P.—¿Cuándo tuvisteis conocimiento de ¡a orden mandando el movimiento del i," cuerpo? R.—Durante la noche. P.—¿Creéis que esa orden implicaba el abandono de la meseta y del camino de Metz á SaintBriey? R.^—Ese abandono era una consecuencia forzosa de la orden. En atención á su cargo de g ;baraador de París, se autorizó al general Ladmírault para que regresara á la capital. El general Bourbaky sucedió en la barra al gobernador de París, y se expresó como sigue: «El 14 por la mañana recibió la orden de pasar á la iequierda del Mosela. Empezaba el movimiento cuando supo que sus tropas eran atacadas, volvió atrás y esperó. Eso es todo lo que pudo decir déla bataHa de Borny. A la noche emprendió de nuevo su m o l i miento, y pasó á la izquierda del Mosela. El 15 pirtió el mariscal, y le llevó la lüvisioa de tiradores. En seguida se dirigió á Gravolotte, »Aldia siguiente, á las once, oyó fuego de artillería, vio que el segundo cuerpo se replegaba y marchó á af)oyarlos. En este momento se le presentó un joven oicial de órdenes dicténdole: «El mariscal acaba de ser cogido por los huíanos; cnviaile vuestros granaderos.» Creí estas palabras hijas del temor de un joven asustado del peligro que poiia correr su tio el general en jefe, y tuve raxon, porquf aquel oficial se habia engañaio. Un poco después oí disparos da ametralladoras por mi izqir'e'da, y envié á un ayudante para ver lo que ocurría, el cual volvió diciendo qvie el mariscal Bazaine sstaba allí. í Ahora Viene la batalla de Saint Privat. Tuv(^ el honor de ver al mariscal el 14 y el 1(5, y es imposible ver un general más bravo, más valiente; hasta era incómodo para nosotros, porque jamás sabíamos dónde encontrarle. El 18 se me entregó un billete del mariscal Leboeuf, en que me anunciaba que creía que aquélla noche habría un combate. Envié á preguntar al mariscal lo que debía hacer, y me contestó que me dejaba libre. Creí de mi deber acercarme á él, y como sicrnpre estaba ea primera línea, supuse que debia marchar adelante.» Después del general Bourbaky fué llamado el general Frossard. Habian sido dadas las órdenes para p^sar el Mosela, de tal modo, que se comprendía que aquel paso debia efectuarse muy rápidamente. P.—¿Creéis que el 18 estúvola izquierda amenazada? General Frossard.—Creo, por el contrario, que la posición era excelente; temamos muchos ginetes; la brigada de Forton, entre otras, que podía ecdar pié á tierra y servirnos de poderosa ayuda. P.—¿Recibisteis el dia 14 la orden de ir hasta .Marsla-Tour? R.—Sí, pero al poco tiempo se ms ordenó que me dirigiera hacia Rezonville. Es llamado nuevamente, aí llegar á^stc punto dej interrogatorio, el genieral Jarras, para dar explicaciones respecto á lo oourrilo hasta el 19. Hace una relación de las diversas batallas, y como consulta á menudo su libro de memorias, el duque de Aumale le dice: p.—¿Habéis conservado el libro de memorias en que anotabais las órdenes verbales del mariscal? R.—Si, señor presidente. P.—¿Tendréis la bondad de traerlo para que podamos hacer referencia á í!?. R.—Sí, señor presidente; pero están hechos los apuntes con lápiz y apenas.si yo los entiendo. El general saca el librito de P« bolsillo, y acercándose á la mesa del tribunal k<¡; varias órdenes mientras que el duque de Aumale ;|igu« la lectura de los, documentos del proceso. Se entabla una larga discusión á propósito de la orden dada al segundo cuerpo de marchar hacia Mars-la-Tour el 15 de Agosto. p._¿No habéis escrito todas las órdenes que os fueron dadas? R.—Las órdenes que no están en este libro... es porque no las he escrito. Después de esta última reflexión, quecscítóla hilaridad general, el duque de Aumale levantó la audiencia á las cinco y media. SESIÓN DEL 3 2 BE QcTUBRE, Antes de referir lo ocurrido en la sesión de este día, vamos á dar conocimiento á nuestros lectores de la carta que el general conde de Palikao escribió a l a maríscala Bazaine, con motivo de la visita de M. de Keratry, carta á que se hizo referencia en la sesión del dia anterior, y cuyo coátcnido creemos intcrc» sanie: futuros, limitándonos á advertir qu« íi los pavo- nistracion libpral en Fifipinas; pero, mientras «se roso.s anuncios referentes á Filipinas se confir- dia Utga, recordaremos que Moret mandó allí con man, siempre quedará i los liberales en general, un empleo á Alonso de Lallave coactof con otro á los revolucionarios de Setiembra en particular, caballero, y coactor confeso, de la escodada; que Iz- y á sus herederos los republicanos cspeciaiísima- quierdo, al estallar la insurrección de Cavitc, adop- m.ente, el consuelo de poder decir, sin íiesgo de tó, por cierto sin ponerlo en nuestro Fonoeimien- que nadie les desmienta, que han hecho todo to (olvido que nos ha costado algo más de un par cuanto humutiamente puede hacerse para asegurar de miles de daros), la salvadora resolución de proi & España la conservación de esas Islas, que, con hibir en todo el territorio de su mando La clreuls- otras cien y otras posesiones dé Tierra Firm«, TÍ>B- cion de. los periódicos carlistas, fundándose sin quistíton y civilizaron nuestros ascendientes du - duda en que, para apagar u n incendio, no hay ranCe el ominoso reinado de maestros kgítimos mejor cosai que hacer que cegaí lai fuentes y sotar monarcas, hoy sustituidos, coa no ptfca: honra y los rigsL y^ por, último, que la República no ha provecho nuestro, por Caste'ar y Maisonaave, Pe- tenido persona m i s i propósito para d^empeáar dregal y Sánchez Bregua. el cargo de intendente de Filipinas que el señor Ya en tiempo de la hija mayor de Fernan- Garrido, conocido por sus simpatías hacia la Inkr-> do VII, por casi todos los capitanes generales que nacional y por sus blasfemias en el Parlamento. Ahora bien; si después de esto las islas Fiiipinii» desde Madrid se enviaban á Manila se trató de disminuir y contrariar la inñuentia que allí ejer- se pierden para España, ¿qué le hemos de hacttrí cen los frailes, porque no parecía bien, ni medio Por ello podremos culpar en todo caso solo á los bien, que prohibido en la metrópoli el uso de los frailes, no á los liberales, ni á Moret, ni á Alonso los de Lallave, ni á Izquierda, ni á Garrido. Si á tiem- progresistas en la época de los. Carnavales, en Fi- po se hubiera enseñado á aquellos isleños que los lipinas, donde se toleraba i los frailes, pudiesen fis" ardides de guerra son legitimas, aunque con ellos tos ejercer una gran autoridad moralEiob» l o s i n - se apropie uno lo ajeno contra la voluntad de su dígsnas, siquiera la empleasen en beneñáo de E s - dueño, siempre que se empleen contra los e a e m i - hábitos religiosos, salvo cuando mandaban ges de la libertad; si se les hubiese probado que, pana. «PARÍSSO de Marzo de 1873. Más tarde, rota oficialmente la unidad religio- para obtener la felicidad en esta vida, es preciso »Seúora maríscala. sa, declarado obligatorio el matrimonio civil, claro no creer en Dios ó proceder como si Dios n a cxitíTengo el honor de contestar inmediatamente á es que nuestros regeneradores no bitbiaii de echar tiere, según las teorías del intendente G t r r i d o , vuestra favorecida de hoy. MM. Julio Favre, Picard y Keratry vinieron á mi casa el 21 de Agosto, según en olvido que, no lejos de las costas del continente conservaríamos á Filipinas hasta la Consumición se expresa eu'la obra de M.Julio Favre sobre el go- asiático, habia unas Islas pertenecientes i España, de los siglos. Paro Moret, Alonso de Lallave, Izbierno de la defensa nacional, pSg. 51. Estos señoy en las que el fraile, el odioso fraile, continuaba, quierdo y Garrida vinieron al mundo ea este sires, según dice el mismo M. Favre, no trajeron más misión que pedirme que abreviara el armamento de I oprimiendo las conciencias de los indios. Por una glo, y el mal causado p j r los siglos anteriores, la tropa, y sobre todo de los guardias nacionales, contradicción que no hemos de lamentar, -no.sB es irremediable. »M. Julio Favre añade que les mostré en un plano hizo con él alia lo que acá con los P P . de la cerca de la ventana la ciudad de Chálons y la de MeMAS MAQUIAVELISMO. Compañía de Jesils dedicados á la enseñanza, y sieres. La conversación terminó sobre este asunto, y con los socios de San Vicente de Paul, dedicados si se hubiera tratado de un negocio tan grave como Aquel periódico moderado animaba anteanoche el di que habla vuestra carta, M. Julio F'avre no hu- J al ejercicio de la caridad; solo que la trasformabiera dejado de consignarlo en su obra. i ^ . j ^ ^ religiosa operada en Esp:i,ña tuvo eco en Fili- al Gobierno federal á que siguiera por el camino íRespecto á mí, afirmo que el hecho es completa- | . ....,, en que ha entrado nombrando Prelados, porque mente inexacto, y añado que no podía tratarse del í ? ' " " • S cuyo puato se dirigid el general progresisde ese modo logrará contra los carlistas más de lo mjndo del Emperador, que ya habia nombrado ge- 3 ta D. Cirios Latorre, resignado, es cierto, á toleneral en jefe del ejército del Rhinal mariscal Bizai- :• ,.^,. ¿ ¡QJ fr^jüej^ p,-ro íarabifin decidido á disper- que logre Morlones con sus batallones, ó una ne, y al mariscal Mac-Mshoa para igual cargo en el | , . , . . ; , . , , . . . cosa así. ejército de Chálons. | sarlos y castigarlos sui piedad si de la información Tres cesas muy breves tenemos que decir con »En cuanto á la cuestión de saber á quién hubiera ? que se propania abrir resultaba probida, á su jui-. yo si hubiera yexistido mesiorantagonisde esío, aunqao nos repugna hablar de moobedecido enfrc el Emperador uso deelJos jefes éc\ ejérci- ^; d o , h culpabilidad de los mismos, d por lo menos ¡ i^otivo ello: Primera, que ahí, tienen Vds. á los moderados SU inutilidad. to, mi vidí entera responde áesa acuiacion de traiQué v e r i a D . Carlos Latorre, no lo diremos n o s - j queriendo hacer servirla Raljgion á SM política, ción, y orco que nadie se habría atrevido á hacerme semejante pregunta. ofCdS. Hay una cosa indudable, y es que el G o - ! cosa da que tan accib.imente acusan á los carlistas. »Recibíd, señora maríscala, la cspresion de mis biírno revolucionario de Madrid transigió de n ü e - Segunda, que siendo eso así, ha cometido unafalsentimientos y el homenaje de mi adhesión.—El gevo con los frailes de Filipinas, sin dejar por eso ta imperdonable el Círculo alfoasino publicando neral conde de Palikao. f d í regalar i esas Islas autoridades y empleados de ; ahora un Manifiesto en el cual no se habla una Pasemos ai salón de sesiones. [Se coniinuará.) ! todos los ramos; autoridades y empleados conocí- ¡ sola palabra de Religión, sino en la enmienda que wiwm^iwwmaj«WiW''iiJMiiiiM''WW'awawiiwMM«<HBigy I dos la mayor parte por el odio que profesaban á ' después le han añadido, y aun eso de un modo in \ los Institutos religiosos, lo cual dice más en elogio i cidetita), para decir que la Religión (¿cuál? ,ll¡«„PI:!ii bsn- I de los frailes filipinos que lo que pudiera escribir I dccirá al Trono. Y tercera, que el modo que ten- MADRID 2 2 DE EICIEMBRE. 3 el hombre que se propusiera hacer directamente la I drá el Gobierno federal de seguir por el camino caf LUPINAS Y LA REVOLUCIÓN. apología de los mismos. ] tóLico será el que señalan dos artículos de LaRt' Observamos que nos vamos alejando de nuestro ' péblica y La Igmldad, cuyo odio á la Iglesia tanto objeto, que, al coger la pluma, no fue otro que í se ha acerbado. Por quinta ó sexta vez, desde que la gloriosa setembrina vino á desencadenar los vientos revo- prevenir á nuestros lectores contra lo que tal vez I lucionarios, se anuncia el descubrimiento de una oigan declamar contra el liberalismo el dia que I lado la materia es delicada y muy compleja, y por nueva conspiración contra España en Filipinas. Se una guerra, parecida á la que arde en Cuba desde teme, y ssí se ha dicho en carta fechada en Mani- hace cinco años, estallase en Filipinas. la, y reproducida por varios periódicos de Madrid, Muchísimo más podríamos decirj pero por u n otro esUn ya entiín%, según suele decirse, los suce- ; sos; sucesos ciertamente-al alcance de la más vul- Las injusticias nos irritan, y anticipadamente i gar previsión, dadas la naturaleza y circunstancias que las medidas adoptadas por las autoridades su- protestamos contra la que presentimos que se ha- '> de los hambres que nos dominan. periores de aquellas Islas no sean bastantes efica- brin.ndcconieter cuando los temores, revelados por j ces, á la altura á que allí hain llegado las cosas, el corresponsal á que al principio nos reíerimos, se i años, saben ya bien á qué atenerse tratándose de para conjurar una irreparable desgracia, y tal vez convinieran en funesta realidad. Para entonces, ' todas las ramas del liberalismo, desde el vergonzan- Los católicos españoles, después de cuarenta una humillación más. Eso solo nos faltaba. [ohl sí, para entonces nos reservamos aducir k t - 1 te de 1833 hasta el uítra-rojo de los presentes tiemNosotros nada aseguraremos respecto _á Jsucesos chos y acumular pruebas en defensa de la admi- ; pos. Dado el actual desarrollo y envenenamiento IJPÉHMMB — 13 — jándose de lo mucho que ¡a, hacia padecer el asma. Los maliciosos, ó mejor dicho , ios maldicientes, aseguran que la habéis ofrecido el brazo con la mejor galantería, que on seguida la habéis acompañado hasta la puerta de su cuarto, enviándola además, al cabo de un rato, una libra de pastillas pectorales para... —¿Y creéis que todo esto lo he hecho por ella? ¡Muchas gracias! Si lo h-i hecho, como dice el vulgo, ha ¿^ido porque he tenido miedo de que aquel esqueleto se desmoronase en la escalera antes de llegar á la puerta de mi cuarto, en cuyo caso me hubiera visto obligado á mandar hacer la autopsia de su cadáver. Esta es' la única razón que he tenido para arrastrai'la, es decir, para llevarla medio á rastra a su liabitMCÍon. ]5n donde yo vonio huy es en casa de Mad. Brendes, ptírsona sumamente sensata y quo tiene uua niña muy graciosa. ¡Ya están aquí los chiquillos! ¡Servidor, hermana Luisa! ¡Hola, Eva!... Según veo, ¿no te da miedo ua viejo tan feo y torcido como yo?... ¡Dios te bendiga! ¡Toma un caramelo, hija mia! Esta niña parece verdaderamente un ángel. ¡Calla!... Ahora se echa á liorar... ¿Si seré yo la causa? Mte escapo, no puedo sufrir el llanto de los niños... Hó aquí otro de los en- ¿g^MjJj^Jl^lS^É^^ — IR — que, mi primogénito, mi hijo de verano! Le llamo asi porque nació el dia de San Juan, en el verano do mi vida y de mi felicidad. Pero sería menester que yo tuviese el pincel de Murillo para reproducir aquellos hermosos ojos llenos de viveza, aquellos rizos do oro, aquella amable son-' risa, aquel rostro tan puro como bello. Todo él respira bondad y alearía. Esta misma lé hace que á las veces meneo ' piernas y brazos mucho más de prisa de ló qué ebnvendría hacerlo. Mi hijo no tiene aún sino once años, y su padre dice. •. , que es demasiado turbulento. A pesar, de que esto no dc'ja de ser cierto en parto, es sumamente sensible, y de cuando en cuando se queda tan pensativo y meiiiiahundo que no deja de causarme alguna inquietud respecto á su porvenir. ¡Quiera Dios tener en su santa guarda á mi muy amado hijo de verano, único barón que tengo! ¡Cuánto le amo! Ernesto rae recomienda muy á menudo que no lleve este amor hasta el estremo do que venga á degenerar en parcialidad. Hé aquí la razón que tengo parí!, acab'Ar aquí el retrato número uno, y pasar al retrato número dos. »Eva tiene tiuovo años; todo el mundo dice que se parece mucho á sn madre, y bli H. j><nlKllll'IM'iitbiih>aMi'«Or>ii iinMiíiiwiiiiiiiiiiiiinini imaiiaiTii ÜBBjR —¿8íí,bes el nombre del articulista? --No, y te aseguro que no tengo malditas las ganas de saberlo. —Sin embargo,, siempre es conveniente que uno conozca á los que son enemigos suyos... Es M. N... No quisiera más sino poderle administrar tres buenos vomitivos á ese hombre, para que así conociese, por cspcriencia propia, á ío qje sabe su bilis. — ¡Cómo! ¿M, N,, nuestro vecino de eti'fi'etlte, cúya'hija ha llegado poco hádel Cabo?... ¡Pobre hifSa, que tan joven se ha qcíédad'o sin madre! —Es preciso que leas el artículo en cuestión, aun cuando no sea sino para dar más g'usto al café. Lo he traído conmigo, porque me han asegurado que van á enviárselo con un sobre á tu mujer. Es preciso convenir en que hny muchas castas de picaros en el mundo. Pero, ¿en dónde está tu mujer? ¡Ah, hela aquí!... Buenos diaS; nqilady Elisa. ¡Siempre tan hermosa, pero más pálida de día en día! ¿Qué es lo que os estoy predicando continuamente?... ¡Ejercicio, señor, ejercicio!.., si no, todo va mal. ¿Pero qué efecto producen mis sermones? Vaya, vaya, quedaos con Dios. ^Pero dónde ha ido á parar mi caja?... Debajo de los periódicos. Estos malditos di.arioFi so echan encima de todo, y no 2