Teoría del conocimiento de Ortega

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Teoría del conocimiento
Ortega y Gasset
Ortega y Gasset manifestó un gran interés por la teoría del conocimiento en todas sus épocas. En efecto, ya desde
su etapa objetivista (1902-1914), por influencia de la escuela de Marburgo, de inspiración kantiana, puso en cuestión las
formas realistas (pre-cartesianas) y racionalista cartesiana. El realismo consideraba evidente las cosas, los objetos, y el
cartesianismo, las mentes, los sujetos. Ortega considera que ambas posturas son insuficientes, porque no hay sujetos sin
objetos ni objetos sin sujetos, sujetos y objetos son interdependientes.
En la etapa que Ferrater Mora denomina perspectivista (1914-1923), Ortega se opone al racionalismo y al
relativismo. El racionalismo considera que el hombre puede conocer algunas cosas, absolutamente, sin condiciones, porque el
sujeto es transparente y puede conocer algunas cosas tal cual son, y ese tipo de conocimiento absoluto es la razón pura. El
relativismo niega que haya conocimiento, puesto que el sujeto transfigura, desfigura, el objeto conocido, lo que conduce al
escepticismo, al irracionalismo, a reconocer que no podemos conocer nada. Sin embargo, Ortega cree que el sujeto humano, al
conocer, no desfigura la realidad, sino que la criba, selecciona, no conoce todo, sino sólo parte, pero lo que conoce, lo conoce
bien. Esta postura le conduce a pensar que el sujeto humano, en tanto que conocedor, es como un punto de vista, ocupa una
perspectiva, una atalaya desde la que mira la realidad. Y ese punto de vista es sólo suyo, inalienable. Nadie lo puede ocupar.
Lo que conoce desde él, es verdadero, pero no toda la verdad. La verdad completa sería la suma de los conocimientos
parciales de cada uno de los individuos, de los puntos de vista.
Lo dicho antes, le conduce a modificar la teoría de los conceptos. En efecto, los conceptos que usamos para ordenar
y clasificar la realidad en categorías dependen de las impresiones que nos llegan, y las impresiones que tenemos en cuenta,
dependen de los conceptos que ya tenemos. Es decir, lo que sentimos, lo sentimos como algo, como siendo algo que cae bajo
un concepto dado. Y los conceptos de los que disponemos, dependen de las impresiones que tengo. Lo que quiere decir es que
el sujeto no es un receptor pasivo de impresiones, sino que ésta están ya algo formalizadas por los conceptos de los que
disponemos.
La teoría de la perspectiva tiene una vertiente gnoseológica, además de la ontológica, bien resumida por Ortega con
su famoso “Yo soy yo y mi circunstancia”. En efecto, el sujeto, como perspectiva que es, como punto de vista, está volcado al
objeto, a algo más allá de él mismo, a algo intencional, a algo trascendental. Eso le permite enfrentarse al irracionalismo de
los vitalistas relativistas y al dogmatismo de los racionalistas.
La obra en la que esta concepción del conocimiento se manifiesta más claramente es “El tema de nuestro tiempo”, de
la que procede el texto. En ella, tanta importancia concede a la teoría del conocimiento que llega a decir que la tarea de su
época, de su tiempo, el tema de su tiempo, es superar el racionalismo y el relativismo anteriores, sintetizándolos y
superándolos con su concepción de la razón como función de la vida. En efecto, Ortega piensa que es necesario reconocer el
superior valor de la vida sobre el de la razón, al contrario de épocas pasadas, pero sin negar el valor de la razón pura, como
hizo el irracionalismo vitalista decimonónico. Ortega cree llegado el momento de superar el vitalismo antiguo, el racionalismo
cartesiano para construir el raciovitalismo. Tanta importancia tiene el raciovitalismo en esta obra, que algunos la incluyen en
la siguiente etapa: el raciovitalismo.
En la tercera etapa, el raciovitalismo, en lo que se refiera a la teoría del conocimiento, considera que la razón vital
tiene un significado metodológico, no sólo ontológico. En efecto, considera que la razón vital es un método empírico. En
efecto, si la vida es el tema de la filosofía, sólo con la razón vital como método, concibiendo la razón como emergente de la
vida, somos capaces de conocer desde dentro la vida misma. La razón vital es la única que nos permite hacernos cargo, saber
a qué atenernos en cada circunstancia, pero no el racionalismo ni el vitalismo irracionalista. La idea que tenemos del mundo
procede del uso vital de la razón.
En esta época, para precisar más cómo la razón sirve a la vida, expone Ortega la función que tienen las creencias y
las ideas. Como hemos dicho, la razón vital sirve a la vida para ayudarnos a saber a qué atenernos, a sobrevivir. En este
asunto, muchas veces nuestras creencias más incuestionadas nos sorprenden, se ven desmentidas por la realidad, no nos
sirven para vivir como esperábamos. en ese instante, tematizamos nuestras creencias, y las convertimos en ideas, en tesis
conscientes. De este modo, el hombre pasa de tener creencias a tener dudas, y de ahí a tener ideas, que, si tienen éxito,
pasan a ser otra vez creencias, a ser incorporadas a nuestra manera de vivir.
Todo este proceso vital que sólo la razón vital nos permite comprender y explicar, Ortega lo aplica a la evolución de
seres sociales, incluso a la misma Humanidad. De esta manera, la razón vital se convierte el la razón histórica, que es función
de la Historia considerada como vida, análogamente a como la razón vital es función de la vida individual.
En conclusión, la teoría del conocimiento de Ortega revela los desaciertos de la visiones racionalista y relativistas,
aunque pudieran considerarse la mejor opción para el tiempo en que se dieron. Pero no son adecuados para nuestro tiempo. Su
generación, a juicio de Ortega, tenía la misión de superar esta situación reconociendo el valor de la vida y que la razón es una
función al servicio de la vida, que siempre busca saber a qué atenerse. La razón es una función vital, como la digestión,
aunque no es biológica.
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