Director y Redactor en jefe HÉCTOR F. VÁRELA

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Paris. — Afosto 24—1873
AÑO SEGUNDO'
Namero 23
EL AMERICANO
Director y Redactor en jefe
PERIÓDICO
EL A M E R I C A N O
ESPAÑOL Y FEANCES: SALE CTJATBO VECES AL MES.
HÉCTOR F.
VÁRELA.
P R E C I O DE LA S U S C R I C I O N
. Doce r e a l e s fuertes por mes en toda la América, inclusas las M o d a s .
En Espafia, V e i n t e r e a l e s v e l l ó n .
No se admiten suscriclones por menos de tres meses. — Al que se suscriba por un año,
En los demás Estados de Europa, 5 fr. — En Francia, 4^ fr. 5 0 c, — En Paris 4 f
diez por cionto de rebaja.
A N U N C I O S : U n franco la linea. — R E G L A M O S : P r e c i o s convencionales
ADMINISTRACIÓN Y REDACCIÓN, RUÉ D'AUMALE, 17 - PARÍS
Carlas «obre l a s Academias francesas.
de las cosas y de los hombres que me precedan, estos coloquios, preciosísimos para mí, me servirán de encanto y
solaz en tan larga espera.
Los aspirantes al sillón de Odilon-Barrot no se presentarán oficialmente antes de noviembre, y solo serán nombrados en el mes de febrero de 1874.
Para dicha fecha la Academia habrá provisto las vacantes de los Sres. Lebrun, Villemain y Vitet ;cítan6e y a
Permítaseme anunciar de paso que la distribución do
estas recompensas se efectuará este año el 28 de agosto.
La Academia de Ciencias morales y políticas y a citada
acaba de recibir u n a comunicación interesantísima.
M. Wolowski, uno de sus miembros, da cuenta de la Exposición de Viena, que visitó y estudió minuciosamente
por espacio de tres meses. Para formarse una idea justa
de esa memoria, h a y que recordar que M. Wolowski,
eminente profesor del Conservatorio de Artes y Oficios, es,
no solo un economista ilustre,
consumado en la ciencia de la
Riqueza y enterado de todas
las cuestiones industriales, sino
(pie es además oportunísimo
narrador, orador centelleante
de chispa, observador delicado
y en fin un corazón ardiente
y apasionado alo bello, lo grande y lo bueno.
El único acontecimiento digno do mencionarse durante la pasada semana, es el fallecimiento de OdilonBarrot, pr-esidente do la Academia de Ciencias morales y
. políticas. Ya E L AMERICANO anunció á sus lectores esa
gran muerte, que entrega al fallo de la historia á uno do
esos obreros mas inconscientes de nuestras revoluciones, desde la primera Restauración.
Asi como en la pieza de Moliere, el Bourgeois Gentilhomme
componia prosa sin saberlo, así
también üdilon Barrot, poco
caballero, pero superlativamente plebeyo, hacia revoluciones,
sin sospecharlo siquiera.
Era en el mas alto grado un
hermita político, que pasó su
vida zapando los cimientos de
M. Wolowski, enviado á Vielos gobiernos, y asombrándose
na por el gobierno y la Acade verlos derruirse. Pero no mo
demia, examinó concienzuda y
incumbe juzgar aquí al legiticompetentemente todas las parmista del primer Imperio, al
tes de aquella exhibición interorleanista de la Restauración,
nacional, habiendo cosechado
al republicano de la monarquía
abundante copia de notas é inde julio, al imperialista de la
formes, que leyó y desenvolvió
República de 1848 y al desconen el Palacio Mazarino. No
tento del segundo Imperio. Mi
liabiéndose terminado su inforimico deber ee hablaros del acame científico y humorístico, didémico, quien desempeñó consferiremos su conclusión para
tantemente un papel mudo.
cuando merezca consignarse un
Udilon-Barrot no era hombre
interesante veredicto.
de ciencia, ni tampoco de esRespecto á trabajos durante
tudio. Era miembro libre de la
el periodo canicular, solo menAcademia do muchos años atrás,
cionaré el presentado por moncuando en 1870 sucedió á raonsieur d'Avezac á la Academia
sieur Delanglo como titular,
de Inscripciones y Bellas Leaunque sin haber escrito mas
tras sobre Cristóbal Colon.
que un corto folleto sobre el
sufragio universal. Su alta poM. d'Avezac analiza la vida
sición en la Asamblea parlade Cristóbal Colon escrita por
mentaria, su sonora fama do
BU hijo Fernando, defendiendo
orador político, su influencia
su autenticidad contra los ataen los salones, lo granjearon
ques de M. Harisse, de los Esfácilmente las palmas acadétados-Unidos. Consiste el mémicas que con t a n penoso afán
todo de M. Harisse en hacerse
florecen para los escritores úticargo de uno de los hechos reles y modestos.
latados en la obra de Fernando
Colon y desenvolviendo sus imEn una palabra, Odilon-Barpugnaciones, y a sea á favor do
rot cosechó ampliamente los
otrosmanantiales ya seapretenfrutos que le dieron un talento
diendo probar por el rauiocinio
vacío y una conciencia hueca.
la improbabilidad de los hechos
¡Cuantas veces habréis obsery por consiguiente su completa
vado que los objetos huecos
falsedad.
flotan on las aguas, producienPor su parte, M. d'Avezac so
do cierto sonido al golpearse !
apodera de los hechos impugTal es la imagen del destino
nados , examina las objeciode t a n importante personaje :
nes y las refuta, citando los
flotó á flor de los torrentes de
manantiales mas auténticos de
las revoluciones sin dejar de
que están tomados, ó haciendo
despedir cierta sonoridad.
resaltar los falsos razonamien •
El sitio quo deja vacante en
tos de M, Harisse.
la Academia de Ciencias moFácilmente so comprenderá
rales y políticas, en las seccioque no me cumple exponer los
nes do Legislación , Derecho
copiosos cargos del crítico amepúblico y Jurisprudencia, será
ricano con el paralelo de las
muy apetecido y a que no v i refutaciones hechas por el docvamente disputado, porque en
D . A L V A K O C O V A R H U B I A Í S . ministro plenipotenciario de Chile en Aloman
to académico que defiende la
la Academia no se disputan los
obra de Fernando Colon.
puestos, por ser distribuidos de
Poco importa quo el ilustre
íintomauo en virtud de cierta
gcnovcs, descubridor del Nuevo Mundo, haya mandado
algunas candidaturas, contando con mayor número de
especie de acuerdo tácito entre los miembros del ilustre
poner en su tumba las cadenas de que le cargo la ingrade probabilidades M. Pablo Eéval, pues la Academia deareópago. Empero no obsta el descalabro seguro para
titud de Fernando, ó que la relación do esa venganza
sea tener en su gremio un novelista : intentan también
que surjan las candidaturas. Si la Parca no corta el hilo
postuma sea parto de la mente do un novelista : lo
el abordaje Alejandro Dumas y E. About; pero este úlde la esperanza antes de llegar á ser inmortal, tarde ó
esencial es que todos sean contestes en el hecho de
timo anda hoy algo desviado del hilo de la corriente, patemprano puede uno serlo si sabe tener paciencia y
haber'sido precipitado en u n calabozo Cristóbal Cora no temer que'las algas embaracen su marcha : tamaguardar.
lon, por haber dado al rey de España el Nuevo Mundo.
poco
me
detengo
á
citar
las
candidaturas
universitarias,
Esos benévolos lectores y el público valioso, inteliSobre este punto, unánime es la opinión pública acerca
como la do M. Caro, el Adonis filosófico de la Sorbona,
gente y libre de la América latina, me han colmado de
d é l a historiado las iniquidades pasadas : unánime t a m de amable talento, fraseólogo elegante, aromosa elocuenravores con sobrada indulgencia de muchos años atrás,
bién el grito de indignación en la conciencia de la h u cia, de puños bien planchados y labios sonrientes que repara que yo cumpla con un deber de corazón al anunmanidad.
cuerdan los ósculos que dieron al Imperio y se entreabren
ciarles que, por primera vez, presento mi candidatura. ^
hoy al aura de la fusión monárquica. M. Caro es por otra
,
; P . PRADIEK FODIÍUÉ.
OÍ, formando un lio con mis obras y cogiéndole bajo
parte un excelente candidato para figurar en la sección
el brazo, voy á sentarme moralmento á la entrada del
de los insípidos. Sobresaldrá el día en que se,pronuncie
corredor que conduce al santuario. Probablemente ton
dre que esperar algunos años ; pero, si entre tanto me es la amplificación del discurso tradicional sobre los preare
mios de virtud.
«cito departir con ustedes y con si
sus lectores acerca
%
354
EL AMERICANO
EL A M E R I C A N O
celo por el progreso y bienestar de la patria contrasta
noblemente con los principios de gobierno que habían
prevalecido en las admiaistraciones anteriores.
EL MOVIMIENTO AMERICANO
Las noticias que hemos recibido de América por los
iiltiinos valores no hacen sino confirmar cuanto hemos
dicho en nuestro luimeni del 11 de agosto sobre aquellos
países. Muy pocas novedades de importancia nos traen
los periódicos que tenemos á la vista ; pero todos ellos
nos comunican nuevos detalles sobro el movimiento industrial y mercantil de que liemos hablado últimamenle
con alguna extensión. Si creyéramos oportuno entretener á nuestros lectores con esos detalles, nos veríamos en
la necesidad de hacer una larga enumeración de los progresos locales alcanzados en los últimos tiempos por cada
una de nuestras Repúblicas.
Terminadas tal vez para siempre las luchas ardientes
de la política, han sucedido á ellas las luchas del trabajo
y de la inteligencia. En lugar de movimientos populares
de debates estériles, de apasionadas discusiones entre los
diversos partidos , los periódicos americanos registran
hoy la inauguración de ferrocariiles y telégrafos, la
planteacion do establecimientos públicos de enseñanza,
la creación de empresas industriales de todo género. Y
lo que nos consuela mas que todo, es ver que en ese movimiento de progreso y de civilización se hallan empeñados no solamente el interés individual ó local, sino
también, y tal vez con mas energía que los particulares,
los gobiernosmismos.
Como una prueba de ese empeño por el progreso que
invado en América todas las esferas de la actividad privada y de la actividad gubernativa, podemos citar una
importante ley sobro inmigración diotada últimamente por el Congreso del Perú, ley que es un reflejo de
las ideas que sobre la materia dominan en la América toda.
El Congreso del Perú ha autorizado al poder ejecutivo
para invertir la cantidad de 500,000 francos anuales en
promover la inmigración extranjera.
La sola enunciación de esa decisión legislativa da una
idea exacta de la situación actual del Perú. Ahogados
los elementos de desorden y anarquía qtie so habían apoderado de aquel rico país, bajo la administración de un
gobierno hábil, honrado y prudente, hoy solo se piensa
en dar un inteligente y útil desan'oUo á los inmensos
gérmenes de riqueza que encierra su suelo.
El poder ejecutivo del Perú ha sabido, por otra parte,
interpretar dignamente el pensamiento de la representación nacional, tomando las medidas necesarias para dar
á la ley á que nos hemos referido una aplicación provechosa. Comprendiendo toda la gravedad de la cuestión,
no ha querido poner en práctica impremeditadamente una
ley de que dependo tal vez el porvenir industrial de la
nación peruana, y, por consiguiente, la tranquilidad y
felicidad de su pueblo.
Las últimas noticias nos anuncian que. el gobiei'uo
del Sr. Fardo se ocupaba activamente de tan importante
negocio. Convencido de que lo que mas conviene á los
p.aises americanos en materia de inmigración es la adquisición de brazos útiles y laboriosos para las tareas de la
agricultura, es decir, una inmigración que represente á
la vez el trabajo, el orden y el amor al nuevo suelo patrio, había nombrado comisiones de agricultores de todos
los ramos, para qu-3 informasen sóbrelos mejores medios
de poner en práctica la importante autorización que le
lia sido conferida por el Congreso nacional.
Cuestión debatida y juzgada es ya, que la mas provechosa de todas las inmigraciones es la inmigración agrícolSj sobretodo para los paises americanos, compuestos
de inmensos y despoblados valles cuya fertilidad solo
hecesiía para rendir los mas opimos y abundantes frutos
la ayada do un trabajo asiduo é inteligente.
La inmigración agrícola tiene sobro todas las otras la
ventaja de ser la mas laboriosa, l a m a s pacítica y la mas
fiel al suelo en que encuentra su bienestar. Está probado que un colona considera como su patria el lugar que
le brinda su pan y el pan de sus hijos. Un agricultor no
está separado, además, do un propietario sino por algunos años de trabajo y economía ; y un propietario, de
cualquiera raza y nacionalidad que sea, es, antes que
todo, ciudadano del país que supo proporcionarlo junto
cun la felicidad y la riqueza un hogar para su familia,
un pedazo do terreno que lo garantiza el porvenir y una
vejez tranquila y honrada.
Tales son, sin duda alguna, las ideas que han inspirado
el patriotismo délos nuevos mandatarios del Perú, cuyo
No absndonaremos la cuestión que acabamos de tratar
brevemente, siu hacer notar que un movimiento de igual
naturaleza en favcu' de la inmigración extranjera se opera en varias otras de las repúblicas de sur-americanas.
Hace tiempo que la república de Chile, que posee en
sus provincias australes varias excelentes colonias agrícolas alemanas, se ocupa activamente en extenderlas á
las provincias meridionales, las mas ricas y florecientes
del país; y no dudamos de que el celo de los gobernantes
de aquella nación hará en breve efectivo lo que es boy
una necesidad del increible desarrollo que ha t o m a ! o la
agricultura en Chile.
Lo mismo debemos decir de las Repúblicas de Colombia, Méjico, Venezuela y Centro-América.
En cuanto á las florecientes Repúblicas del Plata, mas
felices que sus otras hermanas, han conseguido ya establecer una prodigiosa corriente de inmigración, que aumenta de día en dia, y que es el asombro de cuantos estudian el desarrollo de aquellas importantes comarcas.
Inútil nos parece recomendar á los gobiernos y pueblos
americanos la protección á la inmigración extranjera, como una necesidad industrial y política de nuestros paises. Brazos, brazos activos, laboriosos, útiles, es lo que
hace esencialmente falta en aquellas soledades, llamadas
á ser grandes y prósperas naciones el dia en que su población se haya armonizado con su extensión territorial.
Mucho mas inútil nos parece todavía recomendar en
estos pueblos la emigración á la América del Sur. Los
industriales europeos, que vegetan en estos paises ; los
proletarios, que carecen ordinariamente do un pedazo de
pan para ellos y para sus hijos ; los trabajadores, en fin,
de todas clases y géneros, que tienen muchas veces que
optar entre la miseria y una vida de desórdenes, y de
cuando en cuando de crímenes, saben muy bien que encontrarán allí un suelo virgen y fértil, rico en productos
de todo género, un clima benigno y saludable, un pueblo
hospitalario y amigo que posee sus mismos hábitos de
civilización y cultura.
No está demás, sin embargo, que recordemos, una vez
por todas, á los pueblos y gobiernos americanos, que deben protección á la inmigración, porque es para ambos
un deber indeclinable contribuir á la grandeza y prosperidad de la patria, y á los proletarios europeos (pie aman
el trabajo y el orden, que mas allá de los maros so encuentra, en los goces de una existencia mas tranquila, un remedio á la miseria y al crimen.
*
liemos dicho al principio de esta revista, que son escasas las noticias de interés que nos comunican las últimas
fechas do América. Todas ellas se relacionan casi exclusivamente con la política interna de nuesiras Repúblicas
Y aquí conviene advertir que en estos artículos, desfinados principalmente á dar una idea general de la marcha política é industrial do la América latina, prescindiremos siempre de las cuestiones locales, para tratarlas
separadamente, cada vez que así lo exijan las circunstancias ó las necesidades de !a situación. No siempre, ])or
otra parte, nos será posible entrar en detalles sobre cada
una de nuestras Repúblicas ; será la importancia do les
sucesos que en ellas se verifiquen quien marque á cada
una su turno en nuestros trabajos.
Sensible nos es tener que comunicar hoy una dolorcsa
nueva que encontramos en los periódicos de Chile. El 7
de julio había tenido lugar en Valparaíso, primervpuerto
de aquel rico y floreciente país, un gran temblor, que había ocasionado en la población algunas pocas desgracias
personales y muchos daños en los edificios públicos y
privados. Ese lamentable suceso, comunicado á la prensa
inglesa por el telégrafo trasatlántico, tal vez de un modo
alarinante¡ no ha sido, sin embargo, por los detalles (pie
tenemos á la vista, tan grave como se creyó en los primeros momentos. Parece que las desgracias ocasionadas
por él so limitan á Valparaíso y que el temblor no ha tenido consecuencias do ningún género en el resto del
país.
El telégrafo de Nucva-Yorck anuncia igualmente que
en el mismo puerto de Valparaíso tuvo lugar, no sabemos
en qué dia, un incendio, cuyas pérdidas so elevan á 2
millones y medio de francos.
Lamentamos sinceramente esos que podemos llamar
ligeros infortunios, que no abatirán ciertamente el ánimo
de uno de los pueblos mas laboriosos y (nérgicos del
continente hispano-amerioano.
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Consoladoras son las noticias que tenemos de la República mejicana. La paz reina y se consolida de dia en
dia en toda la extensión de la confederación, bajo la benéfica influencia del gobierno del Sr. Lerdo de Tejada.
Últimamente so habrían verificado las elecciones federales al séptimo Congieso constituyente. La lucha producida por ellas fué reñida, pero pacífica, entre los diversos partidos liberales y conservadores que se dividen la
opinión pública, y el triunfo ha sido obtenido por e] partido liberal progresista, que ha defendido constantemente
la constitución y las leyes de reforma y que es el que
gobierna actualmente en Méjico.
Se han terminado la mayor parte de las líneas telegráficas en construcción, y el país, ligado á los Estados Unidos por el alambre eléctrico, lo está hoy por consiguiente
con el resto del mundo.
Habiéndose entregado ya completamente á la explotación el ferro-carril de Veracruz á la capital, ha nacido
la idea de extenderlo por medio de ramales á los demás
Estados y de comunicarlo por el Estado de Tejas con l o s ,
ferrocarriles de la Union Americana ; idea que será en
breve un hecho consumado, como igualmente la comunicación de las ciudades interiores de Méjico con los
puertos del Pacífico.
Debemos señalar también aquí un gran progreso hecho
últimamente por la industria minera de aquel país. Los
mineros mejicanos, comprendiendo sus intereses, han
dado mayor ensanche á sus trabajos y facilitado la explotación de los ricos terrenos auríferos y argentíferos
que tanto abundan en la patria de Motezuma, por medio
de la introducción de gran número de máquinas llevadas
de Inglaterra y de los Estados Unidos.
Hé ahí un progreso que merece señalarse y que aplaudimos muy sinceramente.
f
••
•
. V
-
:
^
•
En la República argentina y en Colombia, las elecciones presidenciales que deben verificarse dentro de pocos
meses continúan absorbiendo completamente los ánimos.
¿ Para qué advertir que en la primera do esas Repúblicas se verifican cada dia obras industriales de primera
importancia, merced al celo y actividad de aquel pueblo
tan civilizado y floreciente hoy ?
Nuestros lectores conocen, por otra parte, los esfuerzos del gobierno del Sr. Murillo en favor del adelanto
material de Colombia.
En los demás Estados americanos, tranquilidad y bienestar perfectos.
Antes de dar fin á este artículo, debemos advertir que
en los momentos presentes se han disipado por completo
todos los temores de complicaciones internacionales que
hace poco amagaban á algunas de las Repúblicas sudamericanas y que el mas perfecto acuerdo reina hoy entre todas ellas.
* -xTerminamos dando, como dato curioso, un estado do
la población actual de la América del Sur :
Méjico
9.173,052
Guatemala, Costa Rica, Nicaragua, Honduras y el Salvador, ó sea la América
Central
3.000,000
Colombia
2.200,000
Venezuela
2.200,000
Ecuador
1.900,000
Perú
3.199,000
Bolivia
•
2.000,000
Chile
.'
2.182,985
Confederación Argentina
2.000,922
Uruguay
387,421
Paraguay (antes de la guerra desoladora).
1.300,000
Total
28.543,380
D. Alvaro CovaiTHftias.
E L AMEEICANO publica h')y en su primera página el
retrato del caballero chileno cuyo nombro encabeza estas
líneas y á quien acontecimientos diplomáticos de gran
consideración han dado una celebridad merecida en toda
la extensión de nuestro continente y aun en las cancillerías europeas.
Los que saben que el Sr. C()varrubias ha figurado en
primera fila en la política interior de su país y lia ligado
su nombre á las complicaciones internacionales que provocó en América, hace muy pocos años, la política do la
destronada reina de España, complicaciones cuya historia es hoy conocida en el mundo entero, no eneontrarán
ciertamente exageradas las palabras con que acabamos
de iniciar estos lijeros apuntes biográficos.
EL
En muchas ocasiones, al inserlar algunas biografías de
t''fi^"lT"°^ ilustres, este periódico lia deplorado la injustiQcable ignorancia en que vivimos los americanos los
unos respecto de los otros, haciendo notar aquellas personalidades políticas ó literarias que han podido sustraer•-e a esa fatalísima regla general. Y al emprender nosotros un trabajo de esa naturaleza sobre el Sr. Covarruoías, no liemos podido olvidar que ha tenido la dicha de
ser una de esas raras excepciones, extendiendo hasta estos países la fama de illi nombre honorable y distinguido.
D- Alvaro Covarrubias es, en efecto, una de las personalidades políticas mas notables de su patria, donde una
escala progresiva de buenos y útiles servicios lo ha eonduoido álos primeros puestos de la magistratura. Al puolicar su retrato en sus columnas. E L ÁMERIC.ÍNO cumple
con ese deber de justicia que le imponen á la vez su misión y sus tradiciones. Y al trazar nosotros estas pobres
lineas, no pretendemos sino agregar al conocimiento anticipado que nuestros lectores tienen del personage, los
detalles de una vida honorabilísima, laboriosa y útil,consagrada á los tareas de la inteligencia, á los trabajos del
hombre de Estado.
•*|.
AMERICANO
de la vida pública durante el rosto de la administración
que gobernó en Chile hasta 18(51.
III
Pero ese alejamiento del Sr. Covarrubias de la vida
pública no podía prolongarse largo tiempo. El diputado
de oposición de 1857 tenia demasiados antecedentes para
no volver á tomar parte en las luchas políticas de su país.
Un cambio en las personas y en las ideas del gobierno,
mucho mas si esas ideas podían avenirse con las suyas, debían ser para él, como lo fueron en eíccto, un nuevo llamamiento á la vida de los negocios.
Las elecciones presidenciales de 1861 elevaron á la
primera magistratura de la República al Sr. D. José Joaquín Pérez, quien, desde el primer momento do su administración, inició una política mas libeial y mas conforme con los progresos del país que la del gobierno á quien
acababa de suceder.
El Sr. Covarrubias se plegó desde luego al nuevo partido que tomaba la dirección de los negocios públicos.
En la primera renovación del poder legislativo que
tuvo lugar bajo el amparo del nuevo gobierno, en las
elecciones de 1863, unas de las mas reñidas que haya habido en Chile, los sufragios.de los electores de la ciudad
II
i de Santiago, capital de "la República, lo llamaron nueva1). Alvaro Covarrubias pertenece á una de las familias ' mente á la Cámara de Diputados. Los primeros actos de
nías antiguas y honorables de Chile. En los rasgos de su lisu mandato legislativo revelaron franca y lealraente que
sonomía, alterados ahora por los sufrimientos de una enel Sr. Covarrubias aceptaba las ideas del gobierno inaufermedad dolorosa, nuestros lectores han podido notar que
gurado por el Sr. Pérez, al mismo tiempo que combatía
es todavía un hombre joven. En efecto, cuenta solo 46
y se manifestaba dispuesto á seguir combatiendo á los
afios de edad.
amigos de la administración pasada.
Educado en el Instituto nacional de su país, uno de los
Ya en 1862 los votos de sus antiguos colegas de la
establecimientos literarios mas justamente célebres do la
universidad le habían devuelto su sillón en la faculAmérica del Sur, recibió el título de abogado á los 21
tad de leyes y ciencias políticas.
afios ; desde su temprana entrada en el foro chileno data
En el mismo año de 1863 en que era investido con el
también el principio de su carrera pública.
elevado carácter de representante de la capital,fué nomCasi alniísmo tiempo que abandonaba los bancos unibrado por el poder ejecutivo ministro de la corte de apesversitarios, fué elegido por la mayoría de oposición de
laoiones de Santiago.
1848j y á pesar de no estar investido entonces con el carIV
go de miembro del Congreso, secretario de la Cámara
de diputados, puesto que desempeñó brillantemente hasliemos llegado al punto mas culminante de la vida
ta 1801,
pública del Sr. Covarrubias. Su personalidad, acrecentada en las vicisitudes políticas del país, en las cuales ha_ El SI-'. Covarrubias vióse obligado á dejar en aquella
bía tomado una parte muy activa, sus antecedentes y sus
época la secretaría de la Cámara, por haberse negado á a u simpatías por el gobierno lo señalaban un puesto admitorízar con su firma el acta de proclamación de presidente
nistrativo mas elevado que el que liabia ocupado hasta
de la República, hecha por la legislatura de aquel año.
entonces.
El motivo de esa negativa fué el considerar inconstitucional el secretario la proclamación de presidente,no haDesde 1864, el nombre del Sr. Covarrubias debía ligarse
biendo concurrido á la sesión en que se hizo, las tres
á una de las épocas mas interesantes de la historia dicuartas partes de los diputados como lo ordena la Consplomática de Chile y á uno de los períodos mas graves
titución del País.
de la historia internacional de la América del Sur.
El 14 de abril de aquel año, el almirante Pinzón, obeCaído, á c<msecuencia de un procedimiento semejante,
deciendo las órdenes de la mal aconsejada política espaqué es evidentemente una prueba de la rectitud que ha
ñola, se apoderaba de las valiosas islas de Chincha permanifestado siempre y en todas ocasiones el Sr. Covarrutenecientes á la República del Perú. Recordamos aun
bias, en desgracia de la administración que se inauguró en
el movimiento de indignación que semejante atentado
Chile en 1851-, se retiró de la vida pública y dedicóse al
produjo en toda la extencion del continente. La usurpaejercicio de su profesión de abogado. Una clientela nución española, hecha á nombre de la revindicacion de los
merosa, muchos triun £os forenses y los importantes cargos
derechos de la península sobre el suelo peruano, fue conjurídicos que ha desempeñado mas tarde, dan testimonio
siderada en la América entera como causa nacional.
de la inteligencia y de la rectitud que puso en aquellos
La diplomacia chilena, amiga de la nación invadida,
años al servicio de la mas noble y delicada de las profe •
fl-miga sobre todo de la integridad del territorio amerisiones liberales.
cano, tomó desde luego una parte muy directa en aquel
En 1837 volvió á parecer por segunda vez en la escena
conflicto internacional; y no siendo el gabinete del sepública.
ñor Tocornal, que gobernaba entonces en Chile, fiel inPropuesto como candidato de oposición en dos departérprete del sentimiento público, aquel notabilísimo homtamentos, en las elecciones que tuvieron lugar en aquel
bro de Estado hubo de abandonar el puesto de primer
eritónoes, una gran mayoría le dio en el de Rancagua el
ministro para cederlo al Sr. Covarrubias, llamado á él
triunfo sobre el candidato ministerial, y fué, en consepor la voluntad del jefe supremo de la República.
cuencia, á formar parte del grupo que combatía la políNo tememos afirmar que tal voz no ha bí'bido en Chile
tica del gobierno en la Cámara de diputados.
un ministro mas popular que el Sr. Covarrubias en los
Es desde i 857 citando data realmente la vida pública del
primeros meses de su administración. Elevado al poder
S I . Covarrubias, Colocado en el centro de un movimiento
cu momentos solemnes y difíciles, sus primeros actos,
político, que ha sido talvez el mas notable que haya exesperados con ansiedad por el pais entero, fueron para
perimentado Chile, su personalidad adquirió bien pronto
él una gloria y una conquista. Desconocido hasta entonel realce que dan á los hombres públicos las luchas parces en las altas esferas administrativas, los partidos polamentarias, la consagración decidida y apasionada á las
líticos dudaron al principio de que saliese airoso de las
ideas liberales.
gravísimas cuestiones que era llamado á resolver.
Como iniembro del Congreso, tomó una parte muy acEl Sr, Covarrubias probó sin embargo bien pronto que
tiva en todos los debates que se sostuvieron en aquella
era un ministro de Estado á la altura de las circunstanépoca en la Cámara de diputados, debates ardientes y
cias. Llamado, apenas subido al poder, á dar cuenta de
violentos, como que eran el reflejo de la emoción que dosus actos ante la Cámara de Diputados, la lectura de la
minaba en el país contra el gobierno del Sr. Montt.
interesantísima y larga correspondencia que, durante los
Su situación en aquella Cámara y sus cualidades rodos primeros meses de su ministerio, había sostenido con
dearon bien pronto á pü persona de una justa populari»
el plenipotenciario español, á propósito del conflicto hisdad que debía elevarse muy alto mas tarde.
pano-peruano, produjo en el seno de esa Asamblea un
El Sr. Covarrubias se reveló entonces orador inteliefecto inesperado. « L a dignidad nacional, los intereses
gente y experto. Es verdad que posee cualidades de oraamericanos — dice, un elocuente escritor chileno — hador de primer orden: figura arrogante y distinguida,
bían sido defo-.didos vigorosa y hábilmente por el nuemaneras en extremo cultas, aire modesto y reservado, un
vo ministro. Sus adversarios, prontos á censurar antes de
timbre de voz sonoro y agradable. Sus cualidades de inla lectura, se apresuraron á aplaudir. » _
teligencia cori-en, por otra parte, parejas con sus cualiNo entra en nuestro plan hacer una historia minuciosa
dades personales. Juicio recto y seguro, expone y arguy detallada del conflicto peruano-español, en que se viementa con claridad, y sabe revestir su pensamiento con
ron complicadas mas tarde otras tres do nuestras Repúlas galas de un lenguaje fácil y abundante. Con tales
blicas y que tan ingratos recuerdos ha dejado entro
dotes, hocB extraño que el Sr. Covarrubias-, bastante jonosotros. Basta á nuestro objeto hacer presente que el
ven aun, ocupase en el partido que combatía al gobierno
Sr. Covarrubias, á la cabeza del gabinete chileno, tomó
un puesto de avanzad» y que éste, considerándolo un
una parte principal en todas las gestiones diplomáticas
enemigo peligroso y toolesto, tratase de suprimirlo de la
que de ese conflicto nacieron, especialmente cuando las reescena püblicft.
clamaciones del ministro español, por las manifestaciones
Y así lo hizo eh efecto. Poco después de haber entrade simpatía de que hizo alarde el pueblo de Chile en fado á desempeñar su cargo de diputado, estalló la revovor del Perú, colocaron á aquel pais en una situación difílución liberal de 1858, é investido el gobierno, á consecil respecto de España.
cuencia de ese movimiento popular, de facultades exUn arreglo diplomático, conocido con el nombre del
traordinarias, hizo salir de la Cámara al Sr! Covarrubias
ce Tratado Covarrubias-Tavira » que libertó á Chile de la
y declaró vaoantc su puesto de miembro de la universiguerra y de la humillación, arreglo hábilmente llevado
dad en la facultad de leyes y ciencias políticas, honor
á cabo, fué el primer servicio que el ministro de relacioque le había sido discernido por esa corporación en el
nes exteriores de Chile prestó on^ aquellas azarosas cirmismo año de 1857 á que nos hemos referido.
cunstancias á su patria. Desgraciadamente, ese arreglo
Aun cuando los tribunales de justicia lo absolvieron
fué rechazado por el gobierno de Madrid, y una declamas tarde de la acusación que el gobierno lo hizo formuración de guerra, impuesta á los mandatarios chilenos
lar como cómplice en la revolución, permaneció alejado
355
por la presión de la opinión pública, se creyó necesaria
para salvar el honor y la dignidad de la República.
Desde ese momento, la cancillería de Cliile se convirtió en el foco, no solamente de la actividad nacional, sino
también de las gestiones internacionales que dieron por
resultado la alianza del Pacifico. Los documentos emanados de aquella cancillería, notabilísimos por la forma
y por el fondo, llevan al pié la firma del personaje que
biografiamos.
Como ministro de relaciones exteriores de Chile, figuró
además en primera línea en todos los acontecimientos de
aquella época, aun en los que, como el Congreso Americano, tenían lugar lejos de las playas nacionales.
Muchas y diversas causas que nos seria difícil examinar ahora, hicieron mas tarde imposible una guerra activa y eficaz entre España y Jas Repúblicas aliadas. Pero
no necesitamos tampoco entrar en un análisis prolijo de
esos dolorosos recuerdos, para completar los datos biográficos del Sr. Cüvaí rubias, único objeto que nos ha puesto
la pluma en la mano.
Desde la época de la guerra con España en que la popularidad del Sr. Covarrubias era universal en Chile, en
que su nombre era citado con respeto y veneración en
el extranjero, conservó la cartera de relaciones exteriores hasta setiembre de 1867, época en que se retiró del
gabinete, cuando supo que el gobierno estaba dispuesto
á aceptar la mediación de los Estados Unidos para un
tratado de tregua que él, por su parte, había rechazado
oficialmente en su carácter de iefe de la cancillería de
Chile.
Su retiro del ministerio fué, sin embargo, amistoso.
Apenas bajado del poder, sus amigos políücos, entre los
cuales figurabi^n los nuevos ministros del presidente Pérez, le dieron una elocuente prueba de sus simpatías, obsequiándolo con un suntuoso banquete que tuvo lugar
en uno de los salones del teatro municipal de Santiago.
El gobierno por su parte lo elevó, algunos dias después
de su separación del gabinete, á la alta dignidad de consejero de Estado, y meses mas tarde, en mayo de 1868,
lo nombraba ministro do la corte suprema de justicia.
En las elecciones populares de 1870 fué elegido miembro del Senado, y poco después de su nombramiento, sus
nuevos colegas lo elegían presidente de ese alto cuerpo.
Desde entóncis hasta hace pocos meses cuque motivos de
salud le obligaron á emprender un viaje á Europa, ha
sido constantemente reelegido para tan elevado cargo.
Los dalos que acabamos de ofrecer á nuestros lectores
sobre uno délos chilenos contemporáneos mas notables y
distinguidos, bastan para probar que el Sr. Covarrubias
ha ocupado en la política y en la magistratura de su
país un puesto emirente. Ellos han pedido notar que
en una vida corta todaví.T , poro laboriosa, ha recorrido sucesivamente y escalón ¡íor escalón todos los puestos
administrativos aun los mas elevados. Después de haber
sido jefe del gabinete, ministro de la corte suprema de
justicia y presidente del Senado, para completar su carrera pública, solo le falta ser elevado á la primera magistratura de la Nación.
El Sr. Covarrubias no ha sido presidente de su pais;
pero ha merecido un honor que equivale hasta cierto punto en una República á la investidura suprema.
En las elecciones presidenciales do 1871, una parto do
lo que se llama en Chile el partido liberal moderado lo
proclamó candidato para aquel puesto, honor que declinó
honrosamente, pidiendo á sus amigos políticos que diesen sus sufragios al Sr. Errázuriz, aoturd jefe supremo
de la República de Chile.
Ese gobierno ha honiado al Sr. Covarrubias con el cargo de consejero do Estado y con el nombramiento de ministro plenipotenciario cerca del imperio alemán, misión
que desempeña actualmente.
VI
Tal es, trazada á grandes rasgos, la vida pública de
D. Alvaro Covarrubias. A los datos quo hemos acumulado en la presente reseña biográfica, debemos agregar
que posee cualidades personales de raro mérito. Carácter recto y honorable, caballeresco por tradición y
por naturaleza, goza en su pais de univei'sales simpatías. Los acontecimientos públicos á que ha ligado
su nombro han podido, como sucede siempre á los hombres que ocupan elevados puestos, acarrearle algunos
enemigos políticos. La nobleza y elevación do su espíritu han alejado siempre á los enemigos personales.
Réstanos ahora, cuando el Sr. Covarrubias pido á los
climas europeos el restablecimiento de su salud quebrantada, hacer votos porque la Providencia se la devuelva
completa para bien de la patria y de de una familia tan
respetable como distinguida.
MANUEL J . VKGA.
R E V I S T A DE PARÍS
Revista do Paria!... revista de Paris ü
« T a n fácil le parece á vuesarco hinchai un p e n o ! »
dice cierto personaje de Corvantes.
Tan sene lio encuentran ustedes cscnbn- mía revista
do Paris en plena canícula! exclamare yo a mi vez.
Ciertamente que en París ocurren cada día y en toda
estación sucesos interesantes, dramas misteriosos preñados de láo-rimas, lances cómicos capaces de hacer destornillarse d^e risa al Prior de los trapenses ; pero eso n o e s
lo que constituye una revista de Paris secundum artem.
Las reo-las convencionales del género exigen quo la revista verse sobre acontecimientos del gran mundo.
Y como el gran mundo está en todas partes menos en
Paris, adiós revista y adiós convencioncsí
356
EL AMERICANO
MANIKESTACION EN HONOE DE M. THIERS AL VISITAU LA CIUDAD DE DELFOKT (Alsacia), KECIEN EVACUADA POR EL EJÉRCITO ALEMÁN
EL
357
AMERICANO
del grotesco disfraz y do la pasión,
aun mas grotesca á sus ojos, de la
pobre Jacobina cundió rápidamente
entre el público grosero y cruel do las
localidades altas, que dio una silba á
la pobre Jacobina. Esta so retiró confusa y abochornada en medio de los
sarcasmos de la turba.
Desde aquel día no se atrevió á
volver al teatro, y no tuvo ni aun el
consuelo de ver de lejos á su adorado. Cayó enferma y. ha muerto de desesperación en medio de la mayor miseria.
Hoy la han enterrado de limosna,
y so ha venido en conocimiento de
su suplicio y do la causa de su trágico fin por una carta hallada bajo la
estera que la servia de cama.
Pues, no adiós, sino al diablo vayanse los preceptos y la crónica do
coturno calzada. Cortemos por lo sano,
y en niieses plebeyas hinquemos la
acerada péñola esta semana.
**
Comenzaré, si ustedes lo permiten,
por poner en relieve un episodio cuyos actores son por escelonoia democráticos, y en el cual, como en todo lo
que es profundamente humano, lo
burlesco so codea con lo trágico.
Empero á m í — q u i z á s porque me
lo refirió un dentista en el momento
mismo de extraerme una muela —
me arrancó esta tragi-comodia lágrimas como puños.
— Ayer, me dijo maese Andrieux,
el saca-muelas en cuestión, ha muerto en un sotabanco de esta casa, sobre un sórdido felpudo que habría
desdeñado para su lecho un can errante, cierta nuijer muy conocida.
— Qué me cuenta Tisted?
— Sí, señor, conocida do usted y...
do todo el mundo : la nnijer barbuda,
aquel fenómeno femenino que se exhibía en las fiestas populares.
— Quién? aquella mujer varonil que
hacia temblar á los muchachos y regocijaba á los soldados por su feroz
aspecto... Y el asqueroso apetito con
que se engullía ante la muchedumbre
un pollo crudo ?
— La misma, y apuesto á que no
adivina usted de qué murió. . , . •
—^ Do indigestión, sin duda. . •
— No, señor... de amor.
Jacobina Dublin, que tal era su
nombre, se había enamorado locamen te de un galán joven del teatro del
Ambigú. Cada noche invertía su jornal, penosamente ganado sobre el tablado do una hedionda barraca, en
comprar un asiento do jírimera galería, desde el cual asistía, vestida de
hombre, á la representación en que
figuraba el ídolo de sus pensamientos.
Su asiduidad llamó al fin la atención
de las acomodadoras, que pronto descubrieron el secreto de la desdichada
criatura y la señalaron á la chacota
de algunos espectadores. La noticia
*
•K
JOHN STUART MILL
S" .VCOiNTECIMIEXTOS DE ESPAÑ.V — U N A CALT.E DE
-X-
No sé si el lector compartirá mi
emoción ; pero yo lo confieso : la idea
de esta desventurada afligida de una
deformidad física que puede decirse
la privaba de sexo y la escluia del
comercio ordinario de sus semejantes, dotada al propio tiempo — atroz
ironía del destino ! — de un corazón
sensible, quizás virginal, — Jacobina
tenía veinte años, — me conmuevo
tanto, qué digo tanto, mucho mas que
el recuerdo de las pasiones mas patéticas que la historia registra, desde la
de los amantes de Teruel Iiasta la de
Julieta y Romeo, sin omitir la de
Abelardo y Heloisa.
A m a r ! amar con toda su alma como
amaba Jacobina y sentirse objeto de
escarnio y rex>ulsion para el ser amado : horrible suplicio ! Qué tormentos ha debido sufrir antes de espirar
la infeliz Jacobina! cuál debo babor
maldecido la suerte injuhta y esta sociedad cruel que desprecia en la mujer la belleza del corazón si no la
sirve de pasaporto la hermosura convencional del rostro!
y no hay que agradecer á esto paria que so haya resignado á morir
discretamente, en una lóbrega bohardilla, sin vengar su suplicio y saciar
su furor por algún crimen espantoso ?
CARTAGEXA
358
EL AMERICANO
Yo de mi sé decir que la suerte de Jacobina me enternece y me recuerda aquel verso sublime de V i o t o r H u g o :
Ver de ierre amoureux d'une ctoile.
Mísera humanidad, qué de horribles dolores cobijas en
tu seno!
•x- -Sí-
Pero observo que me remonto y que doy aires de elogia á esta crónica familiar y callejera.
Felizmente que otra historieta do saltimbanquis, tan
actual como la precedente, puesto que data de esta mañana misma, me permite cambiar de tono sin faltar de
un modo absoluto á las reglas de la transición.
Picaras reglas !
Hé aquí el caso :
Un negrito encaramado sobre un taburete peroraba
hace pocas horas en la plaza de la Magdalena. Con la
diestra blandía el cuerpo de \\n mono disecado, con la
siniestra mostraba una nuez de coco, y gesticulando como un poseído exclamaba á grito pelado :
— Caballeros, caballeras y otras gentes mas rústicas.
Si queréis sacudir vuestra crasa ignorancia, escuchadme,
pues acabo de hacer un descubrimiento que deja muy
atrás el del inventor del polvo de ladrillo.
Veis esto? (Y al llegar aquí mostraba el coco.) Lo
veis? sin duda creéis que es una simple nuez do coco,
una fruta mas ó menos sabrosa. Pues bien, sois unos badulaques : este coco es un huevo, y de esto huevo nace...
el mono.
Y agitando el disecado mico proseguía :
— Hé aquí cómo ocurro la metaa-moor-foosis. El coco
como sabéis tiene en su interior un líquido amarillento :
ese es el mono. Cuando el mono cuaja se come la parte
b^piBca ; esta operación dura quince días, al cabo de los
cuales el mono menea el rabo, brinca y hace con sus corbetas caer al coco del árbol. Al caer se rompe la nuez y
sale el 7iiono...
Diciendo estas palabras salió en efecto del corro de
papa-moscas que rodeaba al negrito, no un mono, sino
un agente do policía, ol cual prendió al embaucador como cómplice do un ratero que, mientras los espectadores
escuchaban embelesados, escamoteaba los portamonedas
y relojes de sus bolsillos.
Conducido al puesto de policía, el negrito se lavó la
cara y dejó ver el rostro de un conocido tomador^ parroquiano de la prisión celular de Mazas y futuro salchichón
de guillotina.
La moral de esta historieta, americano lector, es que
en París no conviene frecuentar ni á los negros ni á los
micos sin estar previamente presentado á estos bimanoSj
y que el coco servido en público es manjar muy indigesto,
* *
Bien dijo aquel poeta cortesano :
L'amitié d'im grand liomme est un hienfait des Dieux,
puesto que tengo yo un amigo, cuya talla no pasa de
tres pies y seis pulgadas, el cual sin embargo me va á satar del apuro en que estaiúa paia proseguir esta revista
sin solución de continuidad. Qué habría sido si midiese
.c'nco pies!
• "^ Es el tal amigo un periodista do singular gracejo que se
llama Jehan Waltor y escribe en el Paris-Journal, diario
de los mas apreciables de esta capital, tan pronto bajo
su nombre como bajo el pseudónimo de Giges (el del
anillo que hacia invis.bles á las gentes). Este Giges ó
Walter abre cada día las esclusas que contienen sus recuerdos, variados, infinitos y amenísimos.
Para cada ocasión tiene numei-osos y entretenidos cuentos dignos de jm maestro de la gaya ciencia, y ayer nos
hizo la monografía de los teatros de la feria, la cual, como ven mis lectores, tiene íntimos puntos de contacto
con las dos anécdotas que dejo referidas.
Si queréis saber lo que son estos teatros primitivos y
sus cómicos de la legua, escuchad á W a l t e r :
Los protagonistas de los teatros de Ja feria, dice mi
amigo en su curioso estudio, son en general guapos mozos que representan todos los papeles con calzón ajustado, botas de camjiana y espadón.
Aceptan con agrado las dádivas de las espectadoras
sensibles, y se nutren de pan, queso y cebolla en los entreactos.
Días pasados tuve ocasión de estudiarlos de cerca en
la puerta de Paris llamada barrera del Trono. Aquel dia
ol Teairo de las Corles extranjeras—saludad!
— representaba un melodrama terrible titulado : La candileja
maldita. Durante la 2>arada ó prólogo los dos primeros
actores, vestid» s do oficiales austríacos, permanecían apoyados contra los postes que sostienen la barraca.
De cuando en cuando el payaso pasaba tras de ellos y
les lanzaba un puntapié en... cierto sitio.
— A y ! esolaraaban loa capitanes llevándose la mano
á la parte dolorida, y ol público soltaba la carcajada.
Pero luego empozaba la representación, y aquí de la
emoción I
La candileja maldita es un drama del género lúgubre.
Se trata en él de una linterna que se trasmite hereditariamente en la familia de los condes de Hacha Sangrient a desde la vida del fundador de su raza elsabio Merlin.
Este candil está encantado y tiene la propiedad mágica
de encenderse solo, así que una condesa de Hacha San grienta viola la fé conyugal.
Tal es-el caso de la condesa Ildegonda, hija del elector
do Brandemburgo, la cual escucha mas de Jo que á su
decoro conviniera los suspiros del duquo de Darmstadt,
que es uno de Jos caballeros que reciben puntapiés del
payaso.
En el ínterin el conde de Hacha Sangrienta se f u r d e
los cascos en su laboi'atorio buscando la piedra filosofal.
— A h ! exclama ; se acerca la sombría y letárgica noche ; no veo gota y no he de continuar la grande obra en
medio de las tinieblas. H o l a ! pages y escuderos, ima
vela de á tres en cuarterón !
Pero antes que los pages acudan, una claridad dudosa
ilumina el laboratorio. Es la candileja maldita que se enciende mgtu. propio.
El conde no se para en barras. Eselama : Condenación
K infierno\ y se precipita en la alcoba de Ildegonda, donde
ensarta con su espadón á la culpable y á su cómplice.
Seguidamente vuelve á la escena y se levanta la tapa de
los sesos con un revolver sistema Pertuisset, decisión tanto
mas aterradora cuanto que la escena pasa en el año 1200.
Pero para la pasión no hay obstáculos.
El amigo Walter satiriza finamente estos espectáculos.
Ellos son, sin embargo, la cuna del arte, y en semejantes
corrales y con análogos actores representaron Shakspeare
y Calderón sus obras inmortales.
En cuanto á mí, siento singular encanto en asistir á
estos primitivos coliseos que me trasladan á los dias serenos de la primera juventud. Al leer las líneas que W a l ter consagra á estas representaciones, recuerdo, por
ejemplo, el teatro de Alcalá de Henares, en el cual siendo muchacho vi representar el ingenioso drama de Zorrilla titulado El Zapatero y el rey por un galán que
vestía de coronel de infantería el personaje de D. Pedro
el Cruel, y se hacia seguir por una escolta armada de carabinas Minié. Vei-dnd es que esta escolta la componían
los cadetes del colegio de caballería, á quienes, en cada
entreacto, dirigía el apuntador un discursito concebido
.en los términos siguientes :
« Los señores militares que giisten figurar como comparsas en el cortejo de S. M, el rey D. Pedro, ó entre los
hombres de armas da D. Enrique el de las Mercedes, pue •
den pasar entre bastidores.
(í Ruego á los espectadores que comen naranjas, añadía el apuntador con gravedad "sublime, no arrojen á la
escena las cascaras, pues la magestad del espectáculo desdice de estas licencias.»
O bienaventurados tiempos en que á la salida del teatro conducía uno á las boleras á cierta hostería en que la
dama joven freía patatas durante los intermedios que el
arte le dejaba libre i
Luego ha conocido uno y fraternizado con todas las
divas del arte lírico y con todas las étoiles del dramático;
pero dónde estáis, ilusiones de antaño, dónde las ardientes palpitaciones provocadas por las boleras de Alcalá y
por iiquella dama, que al propio tiempo que representaba
¡as reinas y princesas, hospedaba á pié y á caballo en su
célebre hostería del Sopapo!
O primavera gioventu del anno,
O gioventu primavera delta vita !
Oh teatros de la feria, infancia del arte !
Morituri te salutant!
*
Mas volvamos á la revista, y puesto que el nombre de
Pertuisset ha brotado de mi pluma vagabunda en el párrafo anterior, digamos algo de Pertuisset.
Este atrevido cazador de leones parte decididamente á
fines del entrante setiembre para la Tierra del fuego. No
cincuenta voluntarios, como él solicitaba, sino 1,200
han pretendido compartir con el osado descubridor los
riesgos y fatigas de su espedicion. Luego dirán que Paris es una ciudad de molicie donde los cara''.téres se reblandecen al calor de la voluptuosidad y donde no hay
decisión ni energía.
Id en paz, intrépidos compañeros del valeroso Pertuisset, y que la fortuna y el dios de los combates sonrían á
vu stra empresa civilizadora. Que la virgen América os
reciba amorosa en su seno perfumado y os abra los tesoros que guardan sus fecundas entrañas.
Y dad el ósculo de paz y amistad, en nombre de la caduca Europa, á los hijos de aquella tierra bendita, revueltos con los cuales vais á conquistar un nuevo continente al progreso y á Ja civilización.
¥
De Pertuisset á el rey de Araucania, Orelio I, no hay
sino el espesor que separa la sana rozón de la monomanía y l a m í n ambición personal de un plan generoso. Este
ex-procurador de Perigueux, país mas célebre por sus
trufas que por sus conquistadores, se ha imaginado resucitar en nuestros dias las proezas de los descubridores
castellanos y fabricarse, á espensas de un territorio americano, un manto soberano.
La empresa seria grandiosa si los tiempos estuvieran
para aventuras de este género ; pero vivimos en un siglo
positivista en que los que sueñan con la gloria de Hernán-Cortes y de Pizarro acaban como Raousset-Boulbon
y M. de Tonnens,
El primero de estos aventureros murió fusilado-en Méjico. El segundo, que es- el susodicho Orelio, escapó á
uBa do caballo de Jas manos de los chiJenos que se aprestaban á trocar su corona en corbata de cáñamo, y hoy
vegeta en Paris donde figura en Ja galería de grotescos.
Dias pasados ha comparecido como testigo i n un proceso incoado ante el tribunal del Sena por estafa contra
un tal Giraud que, dándose por ministro de S. M. araucana, engatusaba á los bobos, vendiéndoles condecoraciones imaginarias y concesiones de terreno en los estados de BU amo y señor.
Orelio ha sido absuelto por no habérsele probado fuese
cómplice del tuno que se decia su primer ministro; pero
el tribunal le ha amonestado, para que cese de rever le
l'érov,.
¥
*
•*:
Y á propósito de conquistadores, ¿ saben ustedes donde
está el pendón del heroico esplorador del Perú, del legendario capitán Pizarro ?
En Lima, me dirán ustedes.
Error; profundo error! Este estandarte se encuentra,
religiosamente custodiado, en un lindísimo hotel de estilo del renaciijiiento, sito en la calle de Beriin de esta
ciudad de Paris, hotel que lleva sobre su verja de entrada un rótulo, sobre campo azul, que dice :
Légationdela liépiíbliqíie
Argentine.
Y si queréis saber el cómo y cuando de esta incautación,
leed lo que sigue :
El primer caudillo que entró en Lima, después do haber arrojado á los españoles del territorio peruano, cuando tuvo lugar la guerra de la Independencia, fué el general San Martin. La ciudad, reconocida al vahento soldado y deseosa de darle una prenda del alto aprecio en
que tenia sus servicios, decidió hacerle homenaje del
glorioso pendón que Pizarro plantó en tierra peruana, al
tomar posesión de ella en nombre de la corona de Castilla. Esta veneranda enseña so hallaba depositada en la
catedral de Lima, de donde fué estraida con gran pompa
y entregada al bizarro general San Martin.
Andando el tiempo, las vicisitudes políticas movieron
á San Martin á espatriarse y fijar su residencia en Francia, donde su hija — distinguida señora, á quien abonan
además de su clara estirpe talentos singulares y dotes
de consumada artista— dio su mano al opulento diplomático, Sr. Balcarce, que hroe años representa en Paris,
rodeado de especial consideración, la República a r g e n tina.
Murió el general en el ostracismo y dispuso en su testamento que su cuerpo fuese envuelto, durante los funerales, en el legendario pabellón que Pizarro paseó soberano por la patria de los Incas, ordenando que, después
de la ceremonia, fuese enviado á Lima y devuelto al
ayuntamiento de aquella capital.
Su hija se disponía á ejecutar piadosamente la última
voluntad del autor de sus dias, cuando tuvo noticias de
ciertos disturbios políticos que agitaban el Perú. Temerosa de que el glorioso estandarte, doblemente sagrado
para ella, desapareciese en el fragor de las luchas intestinas hizo sacar de él un perfecto/ac-s¿mi7e, y esta copia
fué la que envió á Lima. Los accntecimientcs justificaron
su aprensión y su prudencia: pues, poco tiempo después
de llegar al Perú el estandarte enviado de Paris, fué
sustraído, sin que desde entonces h a y a podido saberse su
paradero.
Y hé aquí como tan magnífica prenda histórica ha sido
salvada por el amor filial, el patriotismo y la piedad artística de una americana, y porque se encuentra hoy albergado en la legación del Rio de la Plata.
« Y si, lector, dijeses ser comento.
Como me lo contaron, te lo cuento.»
Poco espacio me resta para hablar de Jas novedades
del dia; pero estas son aun mas exiguas que el papeJ de
que dispongo.
Cuando haya dicho que Jos teatros empiezan á salir de
su Jetargo y á anunciar obras nuevas ; pero que aun permanecen en Is categoría de promesas ; que Sardou, MeiJhac y HaJevy, Siraudin, CJairvíUe y Koning, los autores
en voga, tienen ya en ensayo una docena de obras, habré
terminado el inventario dramático.
Con no menos impaciencia que los estrenos de estas
obras, se espera la apertura de los debates del proceso
del mariscal Bazaine, que prometen ser solemnes y
dramáticos. Delicado es hacer pronósticos en semejante
materia ; pero escribiendo para lejanas tierras, Jícito será
apuntar que ni Ja opinión pública es simpática al encausado, ni Ja generaJidad de las gentes creen pueda ser absuelto. Y como no cabe otra sentencia que la absolutoria
ó la capital, comprenderán mis lectores que se espere la
vista de esta causa con especial impaoienoin.
De Rochefort que navega hacia la nueva Caledonia,
se dice ha sido necesaríp separarlo de sus compañeros de
condena que querían arrojarle al agua por la cobardía
que mostró al fugarse de Paris y al procurar evitar su
traslado á Noumea.
De Jean di Thomeray, la novela en voga de Jules
Sandeau el critico bibliográfico del Gaulois que es mi
mejor amigo, dice con justicia: «Todo el talento del
maestro, su talento de delicada observación, su estudio
profundo del corazón humano, se encuentran en este libro.
M. Sandeau es un realista, pero un realista de la escuela
de lo bello.»
En Jean de Tlwmeray, Jules Sandeau seduce al lector
por un estilo delicado y una fuerza de análisis que cautiva.
A esto se reduce la crónica de Ja semana. Para hacer
la del verdadero mundo elegante, seria preciso tener un
corresponsal en cada una de las estaciones termales y
marítimas de Francia y convertir este semanario en un
Correo de las aguas.
Esto no es posible ni aun el decir lo que hace la coló nía americana en sus escursiones por las playas normandas, rendez-vous del gran mundo, pues aunque contaba yo con la promesa que me hizo cierto gommeux —
es el nombre que ahora so da á Joa eJegantes — uJtramarino de escribirme desde Trouville, y tenerme al corriente de lo que por allá ocurriera, ha dado hasta
ahora la callada por respuesta á todas las misivas que le
he dirigido roolamándole cumpliese lo ofrecido.
¥
**
Esto me recuerda un dicho que escuché antenoche en
el concierto de los Campos Elíseos y que me servirá de
mot de la fin.
Alabábase un intrigante muy conocido sobre el boulevard por sus pretensiones y falta de crédito de su intimidad con el general Mao-Mahon, presidente de la República.
EL A M E R I C A N O
— Todos los dias hablo con él, decía á Villemot, el
ocurrente cronista del Evénement, nne paseaba con nosotros.
— ¿Tiene usted acaso el d o n d e ubicuidad? replicó
este. ¿ Cómo habla usted con el mariscal estando esto á
oien leguas de Paris?
— Es que le escribo, respondió con aplomo el interpelado.
— Ah ! ya comprendo ; están ustedes á media correspondencia.
— ¿Cómo asi?
— Sluy sencillo : usted le escribe y él no lo contesta
• ÁNGEL DE MIKANDA.
dolin S t n a r t mili.
AETICULO SEGUNDO
En el número anterior bosqueiamos rápidamente la
obra de Stuart Mili : detengámonos ahora en los principales trabajos : la Libertad y el Gobierno representativo,
que han de perpetuar la memoria del gran pensador que
el mundo acaba de perder, y en los cuales se mostró publicista tan vigoroso, discreto y sagaz, como atrevido novador.
La Libertad, corto opúsculo de 200 páginas, os uno de
los libros mas ingeniosos y mejor concluidos que se hayan escrito sobre el individuo y el Estado. En cuanto á
la manera con que Stuart Mili vestia su idea, oonviénese
en que ordinariamente su estilo es «árido y desprovisto de
elegancia y atractivos : la Libertad protesta contra este
juicio severo. No conocemos lectura mas amena, ni que
satisfaga tanto al espíritu.
El autor dice con gracia y naturalidad : las imágenes
familiares pero animadas y justas, se desprenden sin
querer de su pluma, dando vida y colorido á sus deducciones lógicas.
Su lenguaje es el que corresponde á los altos pensamientos, que no impone con adornos superfinos, pero que lleva en el fondo una elegancia expontáuea no empañada por
el aliño de la forma,
Hé aquí algunos ejemplos tomados al acaso de esta
labia familiar". Hablando délos grandes pensadores cuya
existencia es necesaria al bienestar y progreso de la sociedad, dice Stuart Mili :
a En comparación con todo el género humano, existen
pocas persona», cuyas experiencias, si se adoptaran generalmente, harían progresar la costumbre establecida.
Pero estas personas son como la sal de tierra ; sin ellas
la vida humana seria un pantano ; introducen un bien
desconocido, y conservan el que ya existe »
Tienda cada cual la vista en torno suyo, de 36 millones
de seres, suprímanse mentalmente unos cuantos, ¿ no es
verdad que la nación parece entonces un pantaixo ? H a blando de la independencia de espíritu necesaria á estos
hombres excepcionales, dice después Stuart Mili ;
« Si están dotados de una gran fuerza de carácter y
rompen sus ligaduras, son el blanco de los tiros de la sociedad que los moteja de extraños, extravagantes, etc.,
porque no puede sojuzgarlos. Gomo si fuera de lamentar
que el Niágara no fluya con tanta calma como un canal
holandés.»
Frases semejantes abundan en Stuart Mili: por do quier
se encuentra en él esta naturalidad y precisión. ¡ Con
qué vigor define en pocas palabras el caráccter do cada
institución politica! Cuando trata de la Cámara de los
Comunes y de los Cuerpos Legislativos electos, sienta
que estos Cuerpos no deben inmiscuirse en la administración, ejecución, ni aun en la redacción de las leyes que
han de votar. ¿Cuáles deben ser-su índole y atribuciones?
Stuart Mili lo dice en una frase breve é incisiva que penetra profundamente :
« Esas Asambleas deben ser para la nación una junta
de cargos y un Congreso de ojnniones.»
Imposible se nos hace acusar de pluma ignorante ó
desdeñosa á un escritor que se expresa con tan luminosa
precisión y vivacidad tan pintoresca.
Pero dejemos su condición de retórico, abandonemos la
forma por el fondo : ¿ Qué quiere y qué dice el libro la
Libertad f ¿ En qué difiero de otras tantas obras vulgares
que llevan este título sonoro ? ¿Qué nueva verdad vierte
al mundo? ¿ E s una sencilla amplificación enriquecida
con algunos detalles felices y picantes, ó bien una do
esas obras que forman época en los anales del desarrollo
del espíritu humano ? No titubearemos en afirmar que la
Libertad es un libro raro y precioso que constituyo un
descubrimiento en la esfera intelectual y moral.
La Libertad es la reivindicación de los derechos individuales contra los del Estado y de la sociedad. Diráse
que no es nueva la tesis, que está ya dilucidada en todos
sentidos por hombres ilustres y liberales. Esta opinión
seria errónea. Sin duda aw^ntece lo mismo en los descubximientoa de las ideas, que en los que atañen a l a esfera
industrial: ninguna mente los concibo sola en el mismo
instante : brotan á la vez de distintos cerebros ; pero uno
de estos les presta mas precisión y amplitud, presentándolos á los ojos del público de una manera mas exacta y
tangible : á ose le corresponde el título do inventor, Así
sucede respecto á Stuart Mili y al principio por él desenvuelto en su libro de la Libertad.
Stuart Mili comprendió que el íidvenimiento del poder
popular acarreaba graves peligros al individuo, pudiendo
engendrar una era de espantosa servidumbre y no una
era do libertad. En efecto, mientras el poder se mantuvo
separado del pueblo, cada cual Sintió la necesidad de limitar su acción en una circunferencia estrecha y marcada. Al contrario, hoy que el poder pertenece al pueblo
entero, no parece que se siente tanto la necesidad de circunscribir sus atribuciones. Va cundiendo la idea de que
los pueblos no necesitan limitar el poder sobre si mismos : este pensamiento es peligroso.
En efecto, « el pueblo que ejerce el poder no es siempre el mismo que el pueblo sobre que so ejerce, y el gobierno tan decantado de sí mismo, no es el gobierno de
cada uno por sí propio, sino de cada cual sobro los
demás. »
Así pues, la sociedad que obra colectivannente, tiende
á tiranizar cada uno de sus miembros componentes y posee diversos medios de ejercer su tiranía : prim.ero, las
leyes votadas por las mayorías y aplicadas por los funcionarios, después, la opinión pública que, sin recurrir á
una presión material, puede subyugar las almas bajo una
coyunda moral abrumadora.
Stuart Mili insiste con empeño sobre la tiranía de la
opinión pública. Este examen os una do las grandes novedados de su libro. Bien so ve que el autor vive en un
país cuyas leyes son tolerantes é intransigentes sus eostumbres. Francamente, convendría respecto á tolerancia
un poco menos en las leyes y un poco mas en los usos
y costumbres, con lo cual estaría menos oprimido el individuo, á la vez que la expansión espontánea de las
ideas. «No basta, dice Stuart Mili, la protección contra
la tiranía del magistrado, porque la sociedad tiende 1.» á
imponer como regla de conducta por otros medios que el
código penal, sus ideas y costumbres á los que de unas y
otras se separan : 2.» á impedir el desenvolvimiento individual: .3." á obligar á todos los caracteres á amoldarse
al suyo propio. La nación colectiva sobre la independencia individual, tiene sus cortapisas. No es menos indispensable escogitar ese límite, manteniéndole intacto, que
la protección contra el despotismo político.»
Stuart Mili desenvuelve esta tesis con maravilloso vigor analítico, probando que «el principio práctico que
encamina nuestras (•piniones en el arreglo de la conducta
humana, es la idea en la mente do cada individuo, que
los demás deberían estar obligados á obrar como él y como desearían que obrasen los que con él simpatizan.»
Donde quiera, en las sociedades avanzadas, se apela á la
acción coercitiva de la opinión pública y hasta de la
fuerza pública para imponer á todos los sentimientos, las
ideas, la manera de vivir de algunos. Bajo el nombre de
ortodo; o se pretende poner una mordaza al pensamiento
herético : con el epíteto herético, se intenta cortarlas alas
al pensamiento ó á la acción ortodoxa. Este llamamiento
universal é inconsciente á la tiranía, aterra al pensador
sobre los futuros destinos: el gobierno popular hace mas
probable la intervención cada dia mas apremiante de la
sociedad ó del Estado en la vida individual.
« En Inglaterra (por circunstancias especíales de nuestra historia) escribe Stuart Mili, aunque el yugo de la
opinión sea quizás mas pessdo, el de la ley es mas ligero
que en la mayor parte de los países de Europa, siendo
grande la aversión á toda intervención directa del poder
legislativo ó ejecutivo, en la conducta privada, menos á
causa del justo respeto á los derechos individuales, que por
la añeja costumbre de considerar al gobierno corno enemif/o
de los intereses piúblicos. La mayoría no considera como
suyo el poder del gobierno, ni tampoco juzga suyas las
opiniones del gobierno. Cuando dicha mayoría llega á
ese punto, la libertad individual estará expuesta á ser
arrollada por el gobierno, tanto como hoy lo está por la
opinión pública.»
Bien se vé que J. Stuart Mili no oree á la Inglaterra
exenta del mal que denuncia. Es altamente característico del gobierno popular el invadir los derechos individuales. La mayoría creerá que representa el pais entero,
y, bajo este concepto, se arrogará ilimitados derechos,
tratando de quimérico el linde entre el dominio social y
el individual. Como todos los. entes que no encuentran
en torno suyo poder igual ó superior á ellos, se convierte
de buen grado en absoluto y caprichoso, y nada mas f unes'o para la naturaleza humana que ese despotismo de
la mayoría, de donde resultarían infaliblemente la mediocridad y la pusilanimidad universales, dominando entonces sin contradicción los lugares comunes y las preocupaciones.
Estos serian de distinta naturaleza que los aristocráticos ; pero no mas benéficos. El yugo de la opinión ó do
la fuerza pública amenguaría ó, mejor dicho, sofocaría
en su germen todos los caracteres. De este modo se iria
á parar á un estado social completamente desnudo de espontaneidad V de originalidad, en el cual cada uno tendría los ojos fijos en su vecino para modelar por él su
conducta y opinión, obedeciendo á una especie de comunismo en el mundo de las ideas y de los sentimientos'
degradante y estéril como el comunismo económico.
Stuart Mili divisa con claridad y espanto ese porvenir
posible á la humanidad. Entonces, lo que llamamos progreso no seria mas que un prodigioso retroceso hacia las
primeras edades del mundo : conservaríamos aun cierta
dosis de invención mecánica ; pero caeríamos en la estagnación intelectual.
« E n la historia antigua, en la edad media y algo menos durante la larga tradición del feudalismo á los tiem- ;
pos modernos, el individuo era por sí solo uiui potencia
que hubiera sido considerable, sí hubiese poseído grandes talentos ó elevada posición social.
Hoy el individuo desaparece entre la muchedumbre.
El único poder que merece este nombro es el de las masas, ó el de los gobiernos que se constituyen en órganos '
de las tendencias é instintos de las masas. Esto no es
menos positivo en las relaciones morales y sociales do
la vida privada que en las de la política.... Y lo que es
una gran novedad en nuestros dias, la masa no se ins- I
pira de las opiniones de ningún jefe de la Iglesia ó del •
Estado, ni siquiera de los libros. Su opinión se amolda á I
la de algún hombre que esté á su alcance, el cual la exa- i
mina y estudia en loa diarios sobre las cuestiones del |
momento. Esto no obsta para que el gobierno de la me- j
diocridad sea mediocre. Nunca logró sobreponerse á la ;
mediocridad ningún gobierno aristocrático ó democrá- I
359
tico numeroso, ora por SUK' actos políticos, ora por k s
opmmnes y calidades de que está dotado, excepto cuando
la muchedumbre soberana so ha dejado guiar (como
acostumbra á hacerio on sus mejores tiempos) por los
consejos y por la iiilliioncia de una minoría ó de un
hombre elevado é instruido. L i iniciativa, en cuanto es
cuerdo, debe proceder de los individuos, y al principio de
algún individuo aislado. »
Asi se expresa el mayor talento de los demócratas contemportíneos. No se le tachará de apasionadii por la democracia, sin dejar de descubrir sus faltas y peligros ;
pero ¿cómo evitar el yugo amenazador de la mediocridad? Protegiendo la individualidad contra la fuerza invasera de la muchedumbre. Lo malo es que por los principios de la política moderna, dotada la mayoría de
derecho y de fuerza, no se comprende á primera vista
cómo se ha de limitar su acción. Este límite no puede
menos de ser moral : este freno solo puede encontrarle
la mayoría en su conciencia. Cumplo, pues, ilustrar esta
conciencia oscurecida por la ignorancia y por los prejuicios. Hay que refutar las máximas sah'ajes de Rousseau,
mostrando á las masas populares, ([ue liaj- raí dominio
inaccesible á su juridiccion, el dnuiiuio individual ; mus,
¿ cómo determinarle? Stuart Mili procura hacerlo : « El
único motivo que autoriza á los hombres individual ó
colectivamente á perturbar la libertad de acción de cual
quiera de sus semejantes, es la protección de sí mi.-iuio.
La única razón que puede alegar una comunidad al conjurarse contra uno solo, es impedir que perjudique á los
demás. Pero no será razón suficiente el bien físico ú moral
de este individuo. y>
Stuart Mili dilucida esta tesis en el capítulo titulado
« Aplicaciones. » Pero el gran pensador reserva para el
libro de los Tratados de los gobiernos representaticos el
exponer los medios prácticos, resguardar el carácter individual, es decir, la fuente de todos los progresos de la
humanidad. El análisis de este libro será para nosotros
objeto del tercero y último estudio sobre Stuart Mili.
PABLO LEROY-BEAI:LIEXI.
POESÍAS AMERICANAS
©jBa a l (¡olor.
Do quiera el hombre vive.
Do quier trabaja, sueña, avna ó concibe,
Buscando dichas y tocando males,
Allí siempre se escucha
El rumor de mil sones funerales;
El vocear de la sangrienta lucha
Allí siempre resuena,
Y los espacios llena
Y, asordando los ecos subo al cielo
Universal clamor do angustia y duelo,
Cual de voraz incendio, aciaga nubo
El éter empañando al cielo sube,
Ah ! vivir os luchar, infatigable
Atleta do la vida el ser humano,
Y el universo la espaciosa arena;
Sentado sobre trono incontrastable.
El dolor, taciturno soberano,
Preside por do quier la grande escena.
Dolor, sombrío déspota del m u n d o !
Cuando cruel desatas
Tus negros huracanes, y arrebatas
El humano destino al iracundo
Mar de la adversidad y desventura,
En olas de amargura
L a existencia anegada
Semeja fiágil nave, que, acosada
Por la furia del pérfido océano.
Ora se alza hasta el cielo, ora se lan^a
Hasta el fondo del mar, lóbrego arcano.
Ya radiosa esperanza
De Dios nos lleva hasta el eterno asiento
Y en luz divina nuestra frente inunda ;
Ya insano abatimiento.
El nombre blasfemando de Dios mismo.
De la duda nos hunde en el abismo.
De tinieblas espesas nos circunda.
Y en fiera lucha, y varia.
De la desesperación el ronco grito
Se mezcla con la voz de la plegaria.
Que lo finito enlaza á lo infinito...
Mas, pasó la tormenta, Eii la ribera
El náufrago sus rotas vestiduras
Enjuga alegre; y su alma estremecida
De ardiente gratitud, de £é sincera.
Adora y glorifica en las alturas
Al Dios de amor que el móvil de la vida,
Dolor, puso en tus manos,
Y el secreto te dio de la grandeza.
Del bien, d é l a belleza.
De la dicha y virtud de los humanos.
A tu empujo las puertas
Del existir abiertas
Son al naciente ser, á quien desprendes
Del estupor de la primera aurora.
Anunciando que vive cuando llora.
Tú de la actividad la llama encnmdes,
Y azuzas al combate
, ,
,
Contra el ocio servil que al hombro abate.
Tu soplo nuestras almas purifica,
Al trabajo impeliéndonos fecundo.
Que el humano destino dignifica
Y nos levanta á dominar el mundo.
Rudo, austero mentor de las pasiones,
Arrancas en sus locas libaciones,
La copa del deleite á nuestros labios
Cuando al deseo de templanza ajeno
VISTA DIÍ LOS AI.I'KS
VISTA DK I.OS PIRINEOS
362
EL AMERICANO
Oírece y a tan solo loa resabios
De las amargas heces, y el veneno.
Eubia como la espiga
De opima, rumorosa sementera,
Fresca como en estio sombra amiga.
Suave cual la luz de primavera,
Alza la frente la feliz infancia,
De su candor, de su festivo anhelo
En el hogar vertiendo la fragancia.
De su indolencia el velo,
Dolor! no has desgarrado todavía.
Aun no comprende tu terrible nombre !
Mas, su dormido corazón un dia
Tocas y el niño se convierte en hombre.
No de otra suerte, de Moisés tocada.
L a peña del Horeb brotó raudales
De líquidos cristales,
Y en fuente de frescura fué trocada.
Del Horeb cual la peña, el alma humana.
Por tí herida, torrentes de ternura.
De simpatía y emociones mana.
E n cada criatura
Halla un hermano que trabaja y p e n a ;
Y aleccionada de sus propios males.
Consolar sabe la desdicha ajena.
De la piedad el inefable encanto
Exhala entonces aromos celestiales,
Y llora el hombre delicioso llanto.
Dolor! de tu candente
Crisol vuelto en escoria
Sale el ánimo tímido, impotente,
Y de inmortalidad salen radiosos
Los seres generosos
Que iluminan los siglos de la historia.
De Tácito la frase vengadora
E n tus ardientes fraguas retemplaste;
Do Juvenal la sátira canora
En acerado ritmo modelaste.
E n la copa de Sócrates tu sello
De eternidad pusiste.
Tu inextinguible, cálido destello,
De la fiel Bloisa, d é l a triste
Magdalena en las lágrimas fulgura.
Y de Dante sombrío la figura
Lleva en sienes altivas
T u corona de amargas siemprevivas.
¡ Corona que la frente martiriza,
Corona que la fama inmortaliza
Del genio, del amor, del heroísmo,
Del martirio, sublime fanatismo !
Como del Nilo la corriente deja
En la egipcia campiña
El fértil limo que las mieses cria.
Así, oh dolor! cuando por fin se aleja
Del corazón tu zafia.
Deja en él la feraz melancolía.
El creador, el almo sentimiento,
Patria de la celeste poesía,
Do la imaginación freno y aliento,
Luz del arte, esplendor de la belleza.
Clave con que descifra el pensamiento,
De la naturaleza
El múltiple lenguaje grandioso,
Su eterna vida y su eternal reposo.
DOMINGO A E T E A S A ALRMPAETE.
A m i caballo Sebaleldin.
(DEDICADO Á MI EXCELENTE AMIGO Y COMPATRIOTA EL
SEÑOU CAMILO SARMIENTO.)
Ven, altivo animal, donde tu dueño !
Ven, que quiere halagarte t u señor ;
El que vijila hasta tu frágil sueño
Y doma con su mano tu furor i
Ven, mi noble corcel, alza t u frente.
Sacude con desden tu crespa crin.
Muerde el bocado con tu duro diente,
Y llévame en tus lomos Schaleldin !
Yo siento con placer t u pecho hermoso
Golpeado por tu ardiente corazón ;
Y muestra claro tu ademan brioso
Que de t u noble raza eres blasón.
En tu paso gallardo y arrogante
Todo tu orgullo retratando estás ;
Ni los vientos permites por delante
Si rápido en t u escape libre vas.
Es t u piel terciopelo en que brillando
Color claro de límpido carey.
Albas manchas se pintan, revelando
Tu clara estirpe, tu valor, tu ley.
E s t u variado y raudo movimiento
Tan suave como el aura matinal;
Lijero como rayo ó pensamiento
Que en la monte resbala del mortal.
Brillan tus ojos como dos volcanes,
Arroja fuego inflada tu nariz,
Y vuelas sobre lindos tulipanes
Sin dañar de los prados el tapiz.
A tu arrojo y valor pone barrera
Cuanto quiere mi loca voluntad ;
Y yo detengo tu veloz carrera,
Y domino tu fiera libertad.
Libre quiero dejarte á tu albedrío ;
Llévame donde quieras, Schaleldin ;
Salgamos de esto suelo, corcel mió,
Y lleguemos del mundo hasta el con fin.
— Ya vuelas con furor las cimas altas
Como violento rueda el huracán,
Y con osado atrevimiento saltas
Las grandes vallas que al camino están.
Detejite !... ¿ n o te para el precipicio ?
No ves la muerte con horror en él ?
Oh ! busca un prado que nos sea propicio
Y allí descansaremos, mi corcel!
Sé dócil y obediente, calma un rato,
Y vuélveme pacífico á mi hogar ;
Obedece sumiso mi mandato
Que estoy cansado y quiero reposar.
Mira á tu izquierda cristalina fuente
En dulce prado trémula correr;
Tus dos orejas rectas hacia el frente
Señales son de que querrás beber.
Vamos allá, y al pié del tronco verde
Yo me reclinaré, tú beberás;
La fresca grama en la ribera muerde,
Y un instante gocemos do solaz.—
Al fin llegamos y a ; dejarte quiero
Libre hollar este prado, este pensil:
Tu cola cual lindísimo plumero
Bate tus ancas, corvas y cuadril.
Ya en el césped estoy, y del bocado
Amigo te liberto, y del jaez ;
Anda con libertad en este prado
Y pace y goza que llegó tu vez.
Al tronco te dirijes anhelante
Para rascar tu cuello y tu cerviz,
Y con rudo sonido retronante
Espele los alientos tu nariz.
Mil gotas de sudor bañan tus ojos
Que por los poros salen de tu sien ;
Señales de tu ardor y tus arrojos
Son tus espumas de sudor también.
Y bien, di, que ha ganado tu ardimiento?
Qué prez ganó tu esfuerzo sin igual ?
¿Será el pacer la grama ó el sarmiento,
O beber de la fuente en el cristal ?
Qué hemos ganado en tu veloz partida?
Qué corona logramos? qué laurel?—•
Corriste como sierva perseguida
Que no dejó ni rastros al lebrel.
Pensaste, di, con loco desatino
Que en mi patria se alzó tirano v i l ;
Y que débil el pueblo granadino
A duro yugo doblegó servil?
¡Vano pensar! — Mas si llegase un dia
Para mi patria tan fatal y atroz,
La tuya con mi sangre correría
Luchando contra el déspota feroz.
Si alguna voz la libertad fallece
En este suelo que nos vio nacer,
Y el dulce amor de libertad perece
Pudiendo el despotismo prevaler;
Entonces, sí, la libertad busquemos
Del desierto en la inmensa soledad,
Y huyamos, mi corcel, donde encontremos
Nuestra dulce y amada « Libertad ! »
G-EBMAN GUTIERBEZ DE PISEEES.
Kstudios s o b r e Síbuicspearc.
ÓTELO.
Ótelo es el alma humana atacada por los celos ; es un héroe en lucha con un monstruo moral. Para hacer esa espantosa experiencia, Shakspeare ha escogido la naturaleza mas
sensible á sus golpes. Asi como los estatuarios, cuando quieren expresar las convulsiones que imprime al cuerpo el dolor,
toman por modelo un tipo atlético, un torso de Hércules,
del mismo modo el poeta ha elegido un carácter medio salvaje para estudiar en éste los efectos de la mas violenta de
las pasiones. Ótelo os un bárbaro á la manera de Aquiles ó
de Ayax. Bl instinto se sobrepone en él á la reflexión; él
está m,as cerca de la naturaleza que los que le rodean ; desplega para sufrir y para sentir calidades excéntricas. —
(i Os amo, le dice en cierto pasaje Desdémona, porque habéis sentido mucho y sufrido mucho.. » — Su alma, lo mismo
que su cuerpo, pertenece á la zona tórrida. Con el traje veneciano, el moro ha revestido también las cua,lidades exteriores y brillantes de una civilización magnífioa : cortesía
regia, generosidad magnánima, amor delicado y caballeresco.
Pero que la sospecha le toque ligeramente, que la duda le
muerda, y el africano se despierta. Apodérase del hombre
civilizado, le trastorna, le anonada. El león domesticado
vuelve de un salto á la vida salvaje, recobra los hábitos y
la ferocidad del desierto. Los celos se desarrollan en él con
violencias y exageraciones fm-iosas. Rompen todo freno, traspasan toda medida ; la pasión se lanza feroz y rugiente del
fondo de su corazón como de una caverna de nuevo abierta.
A la aspereza latente de su naturaleza, Shakspeare agrega
el declinar de los años. Ótelo ha pasado ya de la juventud, encuéntrase en aquella época de la vida en que el hombre no obtiene ya el amor como un derecho, sino como una
merced : merced precaria, don frágil que puede ser retirado
á cada instante. Los amores extremos encierran profundas
delicias. ¿ El fondo de la copa no ea lo mejor 1 ¿ El noveno
cielo no es el mas bello? Pero encierran también profunda angustia, porque son ya los únicos y para siempre irreparables. La inquietud los muerde en el corazón, como un gusano
oculto en un fruto del otoño. Su lecho es una tienda circundada de asechanzas y de alarmas. El hombre no duerme
allí entre los brazos del ser adorado, sino con un sueño asediado de fantasmas, con el espíritu agitado y el oido en
continuo acecho. ¿ Quién sabe si mañana, al despertar, no
encontrará su lugar vacío 1 De allí, el ardor profundo, la
susceptibilidad inquieta y trémula, la ansiedad de avaro
cobijando con sus manos su tesoro, que caracterizan el amor
de Ótelo. « Preferiría, dice después de las primeras sospechas, ser uu sapo infecto y vivir de los vapores de una
prisión, á ab.andonar la mas pequeña parte del objeto que
amo al uso de otro hombre.» En otro lugar, expresa con energía desgarradora el mortal vacío que forma en su alma el
amor arrancado : ce ¡ Ser .arrojado del santuario en donde he
depositado mi corazón I de! santuario en donde necesito vivir, ó I enunciar á la vida ! ¡ Del manantial de donde brota
mi corriente, —sin que él se seque, —ser arrojado! ¡ ó no poder conservarlo sino como una cisterna en donde asquerosos
reptiles se entrelazan y pululan! — i Oh paciencia 1 ¡oh joven querubín de labios rosados, cambia de color á tal idea,
y reviste un semblante siuiestro como el infierno ! »
Hay dos hombres en Ótelo, divididos por un profundo
contraste. Vedle compareciendo ante el Senado de Venecia,
que le pide cuenta del rapto de Desdémona. i Qué ingenua
grandeza de alma 1 ¡ qué leal y sencillo orgullo ! Su defensa
hace recordar ese discur.^o cubierto de un casco, sermo guleatus, de que habla un escritor antiguo. En ella se ve relucir su espada y se oye resonar su armadura : s Su padre
ce me amaba, me invitaba con frecuencia y me hacia precc guntas acerca de la historia de mi vida
Yo le narrace ba mi historia entera, desde los dias de mi infancia hasta
C( el momento en que me habia instado á hablar. Le refccc ria sucesos desastrosos, conmovedoras aventuras en la tier« ra y en el mar ; le contaba cómo habia esf'apado en la brecc cha, por solo el grueso de un cabello, á una muerte inmicc nente; cómo habia sido apresado por un insolente euemigo
c£ y vendido cual esclavo ; cómo me habia rescatado, y qué
ce aventuras me habían sucedido durante mi viaje. Y entón» C03 tenia que hablar de vastas cavernas y de desiertos árice doS; de ásperas barrancas y de rocas y montañas cuyas cice mas tocan al cielo. En seguida, hablé de caníbales que se
ce devoran los unos á los otros, de antropófagos y de hombres
ce extraños que tienen la cabeza colocada mas .abajo de los
ce hombros. Desdémona escuchaba estas cosas con una seria
ce curiosidad. Guando las ocupaciones domésticas la obligace ban á levantarse, las terminaba lo m.as prontamente posicc ble, y volvía, y con oido ávido devoraba mis palabras....
s Guando concluí mi historia me dio por premio de mi fatiga
(i uu mundo de suspiros ; juró que, á la verdad, todo jso era
ce extraño, mas que extraño, conmovedor, estraordinariaa mente conmovedor. Hubiera querido no haber escuchado
ce tales cosas, pero hubiera querido también que el cielo buce biese formado para ella al hombre que habia sieio actor en
ce esos sucesos. Diómelas gracias, y me dijo que si yo tenia
ce un amigo que la amase, me bastaría enseñarle á relatar
(cmi historia para que le aceptara por esposo. A esta ince sinuacion, hablé. Ella me amó por los peligros que yo hace bia corrido,y yo la amé por la compasión que esos peligros
cele inspiraron. Ese es el hechizo y el maleficio que yo he
ce empleado. — Mas allí viene mi dama ; que ella mismo lo
(C declare. B
Desdémona se adelanta hacia el tribunal y con la casta audacia del amor leal, atestigua y confirma el relato del moro.
— Y aquí, bajo el tr.aje de la veneciana, aparece por un in?.
tante la inglesa heroica, la mujer para quien la Biblia, que
lee todos los dias, so resume en este versículo ; <i Dejarás á
tu padre y á tu madre, por seguir á tu marido,» y que le
sigue en efecto hasta el fin del mundo, y le dice con Ruth :
«Xu pueblo es mí pueblo, tu Dios es mi Dios; donde tú
mueras allí morii'é y seré enterrada.»
^ El buen Brabíincio parece cómico junto á esa pareja tan
tierna y tan altiva. La trivial vei-bcsidad de sus injurias
ofrece un extraño contraste con la noble confesión de su hija,
y el digno y elevado lenguage de Oielo. Es de la raza de
esos patricios que figuran en los cuadros de Gentile Bellini
y de Carpaccio ; cabezas positivas y sólidas, aun mas cuadradas que los gorros que las cubren, y á quienes caracteriza
una completa auscnci.a de ideal. En la primera escena, cuando persigue al moro por las calles, escoltado de lacayos con
antorchas, una imagen bufona se presenta al espíritu. Cree
uno ver al signar Pnntnton, á quien las comedias fiabescas
nos presentan arrastr.indo sus chinelas turcas por el empedrado de la plaza de S. Marcos en busca de su hija ó de su
cofre.
Pero ese Gerente se transforma cuando defiende su causa
ante el Senado. Su orgullo de Grande veneciano, se yergue
en toda su altura. Lo que le choca en el rapto de su hija,
es, mas que la ofensa, la desigualdad do la alianza. A despecho de los servicios hechos á la República, del esplendor del
grado de General, de la gloria adquirida, el moro no es para
él sino un aventurero estipendiado, de color musulmán y de
dudosa raza, tan iudigno ele aspirar al locho de una veneciana, como el negro que sirve en el banquete de las Borlas de
Cañé, de Pablo Veroneso, lo seria de sentarse á la mesa en
medio de los Ilustrísimos y de los Magníficos. La magia
solo le parece capaz de haber despertado tan extraño amor.
<£ Una joven siempre tan modesta I De un carácter tan dulce ce, tan apacible, que se ruborizaba al hacer el menor mece vimiento ! A despecho ele la naturaleza, de los años, de la
ec patria, de la fortuna, de todo, venir á enamorivrse de un
«ser que le causaba al principio miedo ! Solo un juicio imcí perfecto y disforme es capaz de sostener que la perfección
er pueda caer de esta manera ; por lo tanto, para explicar
ce ese hecho, es forzoso admitir el empleo de maleficios infer(C nales. — Afirmo, pues, de nuevo, que con la ayuda de mixcc turas omnipotentespara la sangre ó ele algún filtro enoaneí tado, es como el moro ha influido en mi hija.»
Bien mirado todo, la repugnancia y la cólera de ese padre
son fundadas. La diferencia de edades y de razas le asusta
con razón. Parece prever los peligros que encierra una
unión de elementos tan opuestos. El oriental es siempre para
el europeo un peligro á la vez que un enigma. Se sustrae al
raciocinio y á la lógica ; las sensaciones le gobiernan y se
suceden en su cerebro, destruyéndose unas á otras, con una
rapidez inquietadora. Pasa de un salto de la adoración al
odio, del abandono á la desconfi.anza, de la caricia al puñal.
Su cabeza sombría no está .alumbrada por una luz fija, sino
por relámpagos. Brabancio se muestra, pues, cuerdo y prudente al temer, como una oscura nube de tempestad, la noche que cubre el semblante do Ótelo. Bajo la soberbia envoltura que le esconde, el león de S. Marcos ha husmeado al tigre y se aparta de él con repulsión.
Cuando el Dux ha legitimado el rapto cometido por Ótelo,
el dolor dá á Brabancio una gravedad patética. Sus quejas no causan ya risa; la maldición rugo en ellas sordamente.
« Que Vuestra Gracia tenga la bondacl do pasar á ocuparse
«de los asuntos del Estado. Mejor hubiera liecho yo enadople tar un hijo, que en haber engendrado eso. Acércate, moro;
«te doy aquí de todo corazón, lo que, si no poseyeras ya, de
«todo corazón te negaría. »
A Desdémona : « Gracias á tí, tesoro mió, considero como
«la mayor felicidad no tener otros hijos ; porque tu escapaee toria me enseñaría á volverme tirano y á ponerles una caeidenas al cuello. —He concluido, monseñor.»
Una palabra terrible se lo escapa, flecha mortal lanzada al
EL
acaso, que esta vez no hiere en el blanco, y que cao inaporcibida á los pies de aquel á quien se dirigia, pero que Yago
recoge cuidadosamente, y con la que maslar.Ie traspasará el
corazón de Ótelo. «Vela sin cesar sobre ella, moro. Obsérvalo
«todo con perspicaz mirada. Puesto que ha engañado á su
« padre, puede también engañarte !»
1 Qué cuadro marino de tan espléndida írescura es esa
playa de Chipre, llena de pueblo, de sonoras músicas, de
naval aparato, en la que Desdémona desembarca después de
Ótelo ! La hermosa joven parece salir de las ondas entx-eabiertas. Al oir las aclamaciones que celebran su venida, diriase que es una divinidad de las aguas que hace su entrada
en la isla dedicada á su culto. Bl moro la acoge con un amor
entusiasta ; su palabra se exalta; él recobra, al tocar el suelo
del Oriente, el énfasis lírico de los hombres de su raza; habla á Desdémona el lenguage ardiente do los (jhnzeU árabes, a Oh mi bella guerrera !... Oh alegría de mi alma ! si en
a pos de la tempestad vienen tales calmas, que los vientos
«soplen ha.sta despertar la muerte 1... Bi huliierallegado el
«momento de morir, seria ahora la dicha suprema. Porque
«temo — tan absoluta es la felicidad de mi alma—que no
(£ haya un júbilo semejante á este en el porvenu- ignoto de
«mi destino !... Yo no puedo hablar como quisiera de mi di« cha ; siento que ella me ahoga aquí en el pecho. Es un goce
«|demasiadü intenso. Panal de miel, tu serás bien festejada en
« Chipre!» Este es un momentc único en el drama ; la pareja
enlazada, solo aparece un instante en este colmo de la dicha,
en la irradiación maguifica do la pasión compartida. Yago ronda ya en su derredor. La seipionte sorprende á Ótelo como
á Laocoon á la orilla del mar, sobro las gradas de un altar
coronado de flores y en donde resuenan cánticos alegres.
Yago es el mas siniestro malvado que ha pintado Shakspeare. Supera al m'smo Ricardo I I I por lo gratuito de sus
crímenes. Pácardo I I I perjura y mata por reinar, Yago traiciona y pierde por puro placer. Las ofensas que alega son
imaginarias ; quéjase do que hayan nombrado teniente á Oacio en perjuicio suyo ; enunciadla sospecha de que el moro
« ha llenado en su lecho el oficio de esposo,» Pero esos vagos
pretextos solo sirven para dar un colorido á sus tramas. En
el fondo su odio es desinteresado. Hay en él una dosis considerable de envidia : ese ínfimo oficial sin talento so irrita
de vegetar en los grados oscuros del ejército ; su mediocridad nativa le exaspera y le pesa. Esas naturalezas estériles
son á veces singularmente terribles. A falta de savia, contienen veneno. Como las ramas muertas de los magos de
Faraón, se cambian en reptiles. Pero lo que constituye la
originalidad de Yago, es la antipatía del mal contra el bien,
del pesimismo contra la felicidad. «Yo soy un satírico,» dice
en cierto pasaje. Y otra vez á Desdémona, que le pregunta
lo que escribiría acerca de olla si tuviese que hacer su
elogio ; — «, Oh, noble dama ! no me pidáis que alabe á
«ninguno, porque yo no soy nada, cuandonO censuro.» Estas dos espresiones descubren su alma como, al abrirse, las
deshojas de una puerta. Yago es, antes que todo, un contradictor. Preséntase como una sombra en oposición con toda luz;
la belleza lo ofusca, la armonía le ofende, la felicidad le irrita. El mundo se refleja de través en sus ojos oblicuos; solo
ve sus aspectos impuros y sus lados ridículos; lo juzga y lo
critica como un mal libro. La lealtad de Casio le parece una
imbecilidad despreciable; el amor de Desdémona al moro le
divierte como un capricho lascivo y burlesco ; trata de necedad la noble confianza de Ótelo : — «El moro es un hombre de alma franca y abierta, que cree honradas á las gentes, porque lo parecen ; y se dejará conduch' por ol cabestro tan fácilmente como un asno. » Jamás se sorprendo en 61
el calor de una emoción, ni siquiera el relámpago do una
cólera. Desde la primera hasta la última escena conserva esa
alegría glacial y cínica que las leyendas atribuyen al diablo
al ejecutar sus obras. Su malignidad se ooraplaco en sí
misma : goza con un amor propio de artista cori la habilidad
de sus lazos, con la sutileza de sus tramas, y es tal, en efecto, su perfección, que la inteligencia llega á interesarse en
ellas.
Otro rasgo diabólico del carácter de Yago, es el don que
tiene de envilecerlo y de mancharlo todo. Su hiél e-tá revuelta con lodo ; por donde quiera que pasa su palabra,
deja un rastro de baba ó de inmundicia. Cuando despierta
á Brabancio para avisarle que Ótelo acabado casarse con su
hija, habla de su casamiento en términos de cuadra...
« ¡ Mi reputación ! ¡ mi reputación ! « exclama Casio deso.
lado, cuando os sorprendido ebrio, por su General, en una pelea de cuerpo de guardia. Y Yago le responde : «A fé de
ff hombre honrado, oyendo vuestros gritos, habia creído que
<£ estabais herido en cierta parte; duele mas allí que en la
«reputación.» Mas tardo, cuando acusa á Desdémona de
adulterio,acentúa cada una de sus invenciones con un rasgo
de caricatura crapulosa. Hay algo del estercolarlo en esa ave
de rapiña.
Ótelo no es bastante fuerte para poder sostener el asalto
de semejante demonio. Su generosa ingenuidad le entrega
sin defensa á sus maleficios. Desde el primer ataque es herido y herido de muerte. — « Ah ! no me gusta ver eso! » —
susurra Yago señalando al moro á Casio que haljla en voz
baja con Desdémona. Y un momento después : — Decidme,
mi noble señor, ¿ sabia, por ventura, IVIiguel Casio vuestro
anior, cuando vos hacíais la corte á la señora ? — Arroja así,
como al acaso, ese mal grano, esa pérfida palabra; pero ella
cae en un alma ardiente, terriblemente pronta á recibirla.
Germina allí, crece, se ramifica con la rapidez de ima vegetación tropical. Vese crecer sensiblemente ol upas venenoso. La inquietud se apodera del moro á la primera palabra. Estrecha á Yago con preguntasj urgentes' le exige que
articule lo que ha balbuciado. Yago multiplica sus sugestiones y sus reticencias. Avanza, retrocede, insinúa, se retracta
de nuevo. El efecto de esta escena es terrible. Cree uno ver
á un gran león luchando contra la serpiente que le envuelve
en sus nudos resbaladizos, le acribilla de imperceptibles
mordeduras, y solo responde á sus clamores con vagos silbidos. Ótelo no acusa todavía, pero ya duda; recuerda su oscuro rostro y las arrugas que le surcan : — «/, Quizá porque
soy negro, ó porque ya me inclino hacia el valle de los
años?..?» Lucha sin embargo, resisto todavía, con los crugidos de una encina vacilante : « Si ella me engaña; ¡ oh! entonces podrá decirse que el cielo se buila de sí mismo ! ¡ Yo
no quiero creerlo! »
De una escena á otra loscolos lo han invadido completament e ; esa pasión trastorna aquella alma hace poco radiosa y se
rena, como esas trombas de viento que cambian súbitamente
el oasis en espantoso desierto. Ótelo vuelve á aparecer, hosco
y Bombri .hablando conbigo mismo como en un penoso sueño.
« Ah I ah ! falsa conmigo, conmigo ! » El hombro magnánimo y fuerte no existe ya ; es un espectro sañudo y atormentado el que vuelve á presentarse. Pero antes de entregarse
en brazos de las íurias, dirige á su pasado espléndidos adio'
ses. « Oh I ahora para siempre, adiós, ánimo tranquilo I adiós,
tropas empenachadas, y grandes batallas que hacen de la
AMERICATsTO
ambición una virtud ! Oh! adiós, adiós el corcel que relincha
}' la tiompeta estridente ! Adiós el regio estandarte y toda
la hermosura, la pompa y aparato de la guerra gloriosa 1
adiós ! ha concluido la tarea de Ótelo! » Un relámpago
cruza ante sus ojos en el instante en que va á entrar en su
oscura senda, y á su rápida luz entreve la traición de Yago.
El león coloca la garra sobro el reptil, va á aplastarle !
«Miserable! t u r n e probarás que mi adorada es una pros«tituta! No dejes de hacerlo! no dejes de hacerlo! dátemela prueba ocular, ó, por el precio del alma inmortal
« del hombre ! mas hubiese valido para tí ser un perro, que
«tener que responder á mi cólera que has despertado. »
— Pero bien pronto vuelve á caer en su. ceguera. El sueño
adúltero que Yago atribuye á Casio, el pañuelo de Desdémona con el que dice haberle visto «limpiarse la barba,» convierten su cólera en frenesí. A los nobles celos que devoran
su alma, júntanse esos celos sensuales que deshacen cantáridas en su veneno y atacan su sangre sublevada.
Qué terror en las entrevistas que siguen con Desdémona !
La joven cumple la promesa que ha hecho á Casio, caido en
desgracia por la riña de taberna á que Yago lo ha empujado.
Viene á interceder en su favor cerca de Ótelo, y emplea encesta
intercesión ia insistencia pueril, la importunidad cariñosa,
la ingenua petulancia que hacen de ella el tipo de la mujerniño. Cada una do sus súplicas la acusa ; todas sus paLabras
se vuelven contra ella y parecen proclamar de adulterio. El
moro le responde con siniestros sarcasmos ; ha tomado la
lengua de víbora de Yago para burlarse de la que ya debería tratar como á víctima. Su noble naturaleza se ha alterado
con ese vil contacto. Diríase que Yago le ha inoculado su
maligno espíritu ; diríase que se ha verificado entre el monstruo y él una transustanciacion semejante á ese amalgama
que refiere el Dante de un hombre y un escorpión fundidos
al fuego del infierno.
Yago le tiene en sus manos y no lo vuelve á soltar ; le ciega con alvicinacionos infernales; le- hace ver y tocar ilusiones
que su magia pérfida hace resplandecer con la luz de la evidencia. Después de tantas cóleras,la recaída de rabia de Ótelo
todavía espauta. Es el hombre físico animalizado por la
pasión ; es el africano entregado al temperamento furioso de
su raza. Su lenguaje se extravía ; los gritos y los sollozos se
chocan en él confusamente. Diríase que es la carga de un
giuete árabe; relámpagos, relinchos, espuma, el viento de
un sable, un ardiente torbellino : —
«Que se pierda ! que desaparezca ! que se condene des«de esta noche ! Mi corazón se ha trocado en piedra ; lo golapeo y me hiere la mano !... Obligarla á confesar y después
«echarle la cuerda al cuello ? No. Primero ecliarlo la cuerda
«al cuello, y después obligarla á confesar... Me estremezco.No
«son simples palabras las que me agitan do este modo! Uf!
«Las narices, las orejas, los labios de entrambos! /Es posible?...
«Que él confiese ! — El pañuelo ! — Oh demonio ! » — Y cae,
presa de comvulsiones, beodo de bilis y de hiél!
Cuando se levanta es para abrumar á Desdémona con horribles injurias. El hombre del Oriente vuelve á aparecer en
esas invectivas desenfrenadas ; ellas recuerdan las vociferaciones de los profetas. Y en seguida, una extraña compasión
se apoderado su alma; Hora sobre la que ha condenado y
que va á morir ; exhala, entre dos clamores, este suspiro melancólico digno del harpa del salmista : « ]?lor silvestre tan
adorablemente bella, tan deliciosamente embalsamada, como embriagas tú los sentidos ! quisiera que jamás hubieses
nacido I»
El drama agotado se apacigua un instnntc. Qué escena
aquella de Desdémona acostándose en su lecho para morir !
Esa escena se interpone entre aquel dia tempestuoso y su
noche nefasta como un triste é inefable crepúsculo. La dulce
niña nada ha comprendido respecto de las violencias do que
ha sido objeto. No sabe si ha soñado ó si ha vivido eso dia funesto. So acusa á si misma, al acaso, no sabiendo cómo justificar á su señor. «Era justo que yo fuese tratada asi, muy justo.
¿ Cómo me he conducido de manera que he podido inspirarle la mas pequeña sospecha de tan gran crimen ?» Pero
sus nervios están rotos, su corazón está oprimido, los presentimientos de la muerte próxima mecen mas bien que agitan
su espíritu enfermo. Ordena á Emilia que ponga en su lecho
la colcha nupcial; su vestido nocturno se asemeja al adorno
de una víctima. Se resigna, está preparada á todo. La Canción
del Saúco revolotea en sus labios ; la buena Emilia le interrumpe con su charla cariñosa. Quiere distraer A su ama, y la
divierte con chanzas y conversaciones vulgares. Oyense sus
voces juveniles resonaren ese aposento ya fúnebre. De vez
en cuando pausas, silencios y la Canción del Same que prosigue, como un ave de mal agüero, á quien acaba de ahuyentar, y ([uo se obstina en entrar de nuevo en la estancia.
Y en seguida Emilia, que sigue charlando, que encuentra
que <t aquel Lodovico es un gallardo mozo» y que conoce
una dama en Venecia, «que hubiera ido, con los pies descalzos hasta la Palestina, por un contacto de su labio inferior. »
Silencio ! viene el sueño, precediendo tan do cerca á su hermana... Desdémona no escucha ya á su camarera; la interrumpe con voz débil ; « Buenas noches, buenas noches,.,»
8e ha dormido.
Todo ha sido dicho acerca de la escena final. Es el ideal
de lo trágico : la solemnidad so mezcla allí al espanto, la
voluptuosidad al horror. Ótelo está tranquilo cuando entra en el aposento de Desdémona. Al esposo sañudo ha
sucedido el justiciero que viene á ejecutar la sentencia.
Inclina su lámpara sobre el lecho en donde duerme la leven, pálida y deshecha entre sus rubios cabello.". Bl amor
que exhala ese hermoso cuerpo, perfumado como una flor
nocturna, le embriaga por un momento. El sueño !e entrega
la mujer que él cree culpable en ese estado de inocencia en
que se hallan los seres cuya alma está ausente : el sueño es
una castidad. Goza presurosamente de osa corta tregua, cubro de besos la belleza que va á sacrificar ; respira esa rosa
« o u s u mata.—«¡Oh aliento embalsamado que casi per« suadiria á la Justicia á romper su espada ! Un beso mas !
« U n beso mas! Quédate asi cuando estés muerta, y voy
« á matarte, y te amaré después, i Un beso mas 1 y esto es
« el último. Jamás beso tan dulce fué tan fatal. Lloro, pero
«son lágrimas crueles. Este dolor tiene algo del cielo,
« porque hiere lo que ama.»
Desdémona so despierta. Oteio oye su voz ; está roto el encanto.—« i Has rezado esta noche, Desdémona? » —Y comienza la ejecución, atroz, ultrajante. La sangre irrita la cólera de las fieras; las lágrimas do Desdémona exasperan la
rabia de Ótelo. —«Quita allá, prostituta! tú lloras delante
« de mí!.,. Abajo, prostituta ! »
La Verdad penetra en el aposento casi tan pronto como
la Muerte, Los hechos hablan, las calumnias se disipan, la
máscara de la traición cae, la inocencia de Desdémona surjo
resplandeciente cerca del lecho fúnebre. La exaltación de la
piedad arrebata basta lo sublime á la débil Emilia; forzoso
es creer á ese testigo que se hace matar para justificar á su
señora. Ótelo huye y se debate por un instante ante esos
363
resplandores que vienen á juntarse de todas partes. En seguida, cuando la luz ha brillado completamente, un estupor
trágico le consterna ; todas sus virtudes se retiran de su ser;
él mismo afirma y proclama su decadencia interior : « Ni
« siquiera soy ya valiente, pues un niño podria quitarme
« l a espada. ¿Pero con qué derecho el honor podria so« brevivir á la virtud ? Que se vayan juntos los dos. ¡ Retro« cedéis de miedo? Supérfluo temor. Este es el fin de mi
« viajo, mi última jornada, la última escala de mi última
« vela. Amenazad solamente con,una caña el pecho de Ótelo,
« y retrocederá, ¿Adonde, pues, podria ir ya Otólo?—¡Ah! qué
« aspecto tienes tú ahora, oh joven nacida bajo una fatal os« trolla ! Pálida como tu camisa ! Cuando nos encontremos
« en el dia del Juicio final, tn aparición precipitará mi alma
« del cielo, y los demonios la asirán. Helada, helada, hija
« mía ! helada como tu castidad ! »
Tranquila es su desesperación, porque su incertidumbre
ha cesado; sabe ahora lo que le resta hacer; no pertenece
y a á este mundo; lo contempla desde otra orilla y hablayade
él con un acento extranjero. La vista de Yago solo le inspire fríos desprecios. De todos los violentos sentimientos
que han devastado y abrasado su alma, no le queda sino un
inmenso amor, un sombrío horror de sí mismo, y la justa
impaciencia de escaparse do la vida;—
« Deteneos un momento vosotros! una ó dos palabras án«tes de que partáis. Yo he hecho algunos servicios al Es« tado, todo el mundo lo sabe : basta sobre esa materia. Os
« suplico que, cuando narréis estos hechos lamentables en
« vuestras cartas, habléis de mí tal como soy. No atenuéis
« nada ; pero tampoco agravéis nada. Entonces tendréis que
« hablar de un hombre que amó sin cordura; pero que amó
« mucho; de un hombre poco accesible á los celos, pero que,
« una vez agitado por ellos, se vio arrastrado hasta el úl« timo extremo, de un hombre cuya mano, como la del in« dio vil, arrojó una perla mas preciosa (lué toda su tribu..,.
« Referid esto, y decid también : que una vez, en Alepo, al
« ver que un turco, un descreído con turbante, maltrataba á
« un veneciano ó insultaba á la República, cojí por el cuello
a á ese perro circunciso, y le herí,,, de esta manera.»
Y, atravesándose con su puñal, va á exhalar su alma indignada sobro los labios fríos de Desdémona.
P. DE S. V.
]ja Compañía consíguafaria del g:uano
en Inglatcri-a.
yiii
CONTINUACIÓN SOBRE SACOS.
Los adversarios de la Compañía oonsignataria han procurado acumular el mayor número de cargos posibles,
para que en el público quedara siempre alguna impresión favorable á sus calumnias. Con este objeto no han
omitido medio de ninguna especie, por ridículo ó por reprobado que fuera.
Por eso no contentos con hacer en la cuestión de sacos
las acusaciones que dejamos refutadas, dicen algo mas
en su resohicion los ex-deleg-ados fiscales, quo queremos
copiar textualmente: « Que siempre han tomado rigurosa cuenta á los capitanes do los buques, de los sacos
entregados en el Callao para estiva, exigiéndoles, por los .
que lian entregado de menos, un precio de diez peniques
muy superior al costo, y que jamás lian abonado al gohierno la diferencia. »
Desde luego, si se lia probado que, según declaración
del mismo señor fiscal, la negociación de los sacos no
corría por cuenta del gobierno, las palabras que dejamos subrayadas no tienen significación de ninguna especie.
Por lo demás, el Sr. Ruzo jamás ha manifestado una
ignorancia mayor de estos asuntos que al hacer este cargo. La Compañía y sus agentes jamás lian ejercido coacción de ninguna especie sobre los capitanes de buques,
para obligarlos á que les comprasen á ellos los sacos que
les faltaban, ni han emprendido esto por negocio, sino
por dar facilidad á los capitanes. Los armadores eran
siempre perfectamente libres para comprar esos sacos en
donde mejor les pareciese. Si ellos preferían obtencrloa
de los refieres J . Thomson T. Bonar y C.'' era sin duda
alguna porque allí enoontraban baratura .y prontitud.
Para que se comprenda bien que esto último no es
inexacto, explicaremos á los ex-delegados lo que sucedía
realmente sobro el particular. De los sacos entregados en
el Callao para estiva, solo llegaban á perder los capitanes
un número muy reducido. Para reponerlos tenían que
comprar un número igual. La agencia de la Compañía
consignataria les ofrecía la facilidad do venderles esos
sacos en cualquiera punto á donde llegasen, al precio
máximo do diez peniques. ¿Podía obtenerse á menor ó
siquiera igual precio en otra parte ? Esto es lo que no
creemos.
E n muchos de los puntos á donde arribaban los capitanes no se encontraba esa mercadería, os decir, sacos
para guano. Por consiguiente, para comprarla, habrían
tenido necesidad de encargarla á otra parte, y para ello
necesitaban gastar el importe de los sacos, mas los gastos de un comisionista, el porte de las cartas quo debían
escribirse con tal objeto y el valor del flete. Y todo esto
para tres, cinco sacos, ó una cantidad igualmento insignificante ; ; no es verdad que habría producido un costo
muy superior á diez peniques ? Los capitanes de los buques procediendo en esto con mejor criterio que el señor
Unzo preferían naturalmente comprar los sacos que debían reponer á aquel que so los vendía en el lug,ar en
donde los necesitaban, evitándoles la sene do gastos quo
dejamos mencionado. Y al mismo tiempo quo ganaban
los armadores por las economías que obtenían por este
procedimiento, ganaba también el gobierno porque sus
sacos eran repuestos con la mayor prontitud posible.
Pero suponiendo que fuese indebida esta venta, y quo
la Compañía estuviese obligada á pagar al supremo gobierno la diferencia entre dioz peniqufis y el costo de
cada saco ¿á cuánto podía ascender esa suma ? Sí so supone que el término medio del número de sacos quo cada
capitán de buque está obligado á reemplazar, es de treg
364
EL
AMERICANO
EL TRAJE DE NOVIA
Ó cuatro, evidentemente qxio en los diez años de consignación la suma total do las ventad hechos con ese motivo
no pasará de cincuenta lihras esterlinas. Si á esta suma
total se rebaja el valor del costo de los sacos, que no
puede ser menos de siete peniques por cada uno, queda
reducida la ganancia neta á menos de la tercera parte de
las cincuenta libras. ¿ Y puede creerse que una Compañía que giraba con capitales respetables pueda haber
defraudado al fisco durante diez años solo por ganar en
un ramo importante una quincena de libras esterlinas!
No hay duda que cuando el espíritu do una rivalidad
insensata se apodera do esos hombres que solo pueden
elevarse deprimiendo el mérito de los demás, tienen que
amontonar sobre la calumnia el candor que naco de la
ignorancia. Por eso, si en muchas ocasiones hemos calificado severamente la perfidia de algunos empleados fiscales, que han aI)nsado de su posición poniéndola al servicio de sus pasiones personales, también liemos tenido
una palabra de censura páralos gobiernos que conociendo la ignorancia y la pobreza de espíritu de esos empleados, los haya tolerado por algún tiempo, con gravo detrimento del prestigio y de la lealtad do nuestro pais.
¿ Quién no mirará, por ejemplo, con sobrada compasión
el que se acuse á los consignatarios de haber defraudado
quince libras esterlinas en diez años ! ¿ No es verdad que
eso es hartamente ridículo, y sobre ridículo mentiroso?
; Habrá necesidad de detenerse en combatir necedades
tan chocantes ?
Pero hay algo mas.
Dice el Sr. líuzo : « Los sacos rotos o deshechos en la
travesía han sido constantemente vendidos como abono
y por toneladas con el nombre de Oíd Junrj, pero sin que
su producto haya sido jamás abonado al gobierno, yendo
á engrosar la cuenta de ganancias extraordinarias.»
A todos los que liayan leído este cargo les Jiabrá sucedido lo mismo que en la actualidad nos pasa á nosotros,
os decir, que no comprendemos absolutamente su significación. Los sacos rotos ó deshechos vendidos constanlemente como abono, ¿ qué interpretación puede darse á esta
frase ? ¿ Se ha querido decir por vedtura que esos sacos,;
se vendían lo mismo que guano ? ¿ Y puede suponerse
que en Inglaterra, el pais de la especulación por excelencia, haya habido compradores que durante diez años se
hayan dejado engañarían grosera é inicuamente? ¿ Y en
el absurdo supuesto de que esto se hubiera realizado, los
perjudicados liabriau sido los compradores solamente, y
ellos también serian los únicos que hoy podian tener derecho para pedir una reparación de los perjuicios que se
les habían inferido ? Los que quieren que el gobierno
reclame estas imaginarias ganancias, lo presentan revindioando para sí, la responsabilidad de una especulación
inmoral bajo todos aspectos. A talos consecuencias nos
conducen los que, atrepellando toda consideración legal,
han puesto el sentido común al servicio de mezquinos
intereses, inventando acusaciones, que mas merecen calificarse de despropósitos.
Pero puede suceder que el Sr. Ruzo haya querido expresar un cargo que su antecesor el Sr. Térrico redactó
en los siguientes términos : « y que do tiempo en tiempo
han vendido gunuy hac/s y sac(}s, ó los han cargado en
cuenta á los capitanes de buques á precios mayores de los
que ustedes pagaron y abonaron al dicho gobierno en
cuenta.»
Admitiendo que el Sr. Ruzo haya querido expresarse
conforme á esta última interpretación, pues queremos
colocarnos en todas las situaciones posibles ¿ podrían justificarla los acusadores ?
Desde luego, se descubre una contradicción palmaria
entre estos dos encarnizados enemigos de la Compañía
consignataria. El coronel Tónico confiesa que mía parte
del precio de la venta de esos sacos, que se verificaba de
tiempo en tiempo, era abonada al gobierno. El Sr. ]?uzo,
que vino después, encontró que ese producto j a m á s habia
sido abonado. ¿ Cual do los dos ha dicho m verdad ? Lo
mas exacto es creer que ninguno de ellos, desde que nin.
guno presenta prueba de ninguna especie.
Tan ridículo como los anteriores es el cargo que se
hace á los consignatarios, de haber empleado como nuevos al tiempo de la descarga, algunos sacos remendados
en el Callao y entregados para estiva. Es una invención,
que aun cuando nunca puede tomarse seriamente, porque el producto de ese procedimiento seria insignificante,
no lo admitimos, porque carece de todo género de fundamento, liemos recorrido minuciosamente las mismas
«
EL AMERICANO
• ^ T
368
^Rlp|
!V'
/^•/^9
LAS DOS VIUDAS
cuentas publicadas por el Sr. R u z o y n a d a hemos hallado
que le autorice á formular una acusación de esta clase.
Ño nos equivocamos quizá al pensar que, esta es una do
las tantas calumnias tomadas á los denunciantes oficiosos, sin mas apoyo que su desacreditada palabra, y sin
mas objeto que el de multiplicar los cargos.
Para concluir esta materia agregaremos dos palabras.
Si pudiera suponerse que al formular las acusaciones
que dejamos refutadas, los ex-delogados fiscales hubieran
procedido de buena fé, hay un punto que no podian desconocer, pero que han aparentado olvidar, para preparar
en el público una especie de odiosidad contra los consignatarios peruanos.
Torrico, Ruzo y todos los que hacen gala de conocer
á fondo esta cuestión, han podido y debido saber, sobre
lodo en la cuestión de sacos, que muchos de los procedimientos que ellos censuran eran debidos á la iniciativa
de los agentes de la Compañía en Londres, y generalmente
ignorados por la Compañía residente en Lima. Mas aun,
han debido conocer, puesto que tienen en 8u_ mano toda
la correspondencia privada, que la Compañía, escrupulosa en sus procedimientos, lia procurado siempre renunciar á todo provecho legítimo, cuando provenia de operaciones que aunque honorables, podian dar pretexto á
los que procuraban hacerle daño á todo trance. Lo repetimos, en mateíia de sacos ha sucedido esto en mas do
una ocasión.
Deber era, pues, do esos funcionarios dividir los cargos, para imputar la responsabilidad, en caso de que
existiera, solamente á aquellos que han incurrido en ella,
l'ero lejos de eso, siguiendo los instintos de la pasión,
obedeciendo ciegamente á una palabra de orden que so
trasmitía entre los especuladores de la hacienda pública,
y ávi^M^por calificar con epítetos sangrientos un sistonia que no han podido combatir racionalmente; lo lian
confundido todo, han invertido el orden natural de los
hechos, y han hecho de los principios jurídicos y de las
leyes vigentes una amalgama ridicula, para fundirlos en
el mismo molde que la mentira y la detractacion.
En los primeros momentos de locura se habrá podido
producir un efecto teatral; pero las caretas van cayendo
á medida que la comedia llega al desenlace de su argumento, urdido con mediana habilidad, es cierto, pero con mucha perfidia.
U N PEEUAKO.
^^
EL CAPITÁN DE LA ARMIDA
KOVELA DE COSTUMBRES
POB
FEDERICO DE LA VEGA.
'
(^Continuación.')
— Vamos, pobrecillo! que no será tan feo como ustedes le pintan. Algo bueno tendrá cuando ^ha sabido flecharla.
— Mujer, quizás sea m e n t i r a ! . . . Yo no puedo creer
que Julia...
— Hay documentos justificativo!-'... cartas que han circulado por el vestuario.
— No sabes algún trozo de memoria, Brígida?
— No, pero deben ser muy tiernas.
—Y
;cs persona decente... en su clase?
— Alumno del conservatorio ?.
— Dicen que maneja el dedal perfectamente, y que
sabe cortar el verso lo mismo que un pantalón ó una
levita.
— Cómo ! ha sido sastre?
_
. .
— Sí, señoras : lia tenido el grado de oficial en ese ilustre cuerpo.
— Ja!... ja!... Y echó un dobladillo á su carrera...
— Para entrar en el teatro.
— Entonces, no es estrafio que desee dejar la escena
para echar un remiendo á la vida con los milloncejos de
papá Crisanto.
— Eso es mas difícil.
Para el amor no hay dificultades.
— Ghist i... hablen ustedes bajo que se aoerca la interesada.
_ Y está muy desmejorada, ¿no es verdad, chicas?
— Yo la encuentro como siempre.
— No, no, tiene razón Emilia ; está mucho mas pálida.
— Pero mas interesante.
— Es que hay que ser f r a n c a s : Julia es muy guapita.
366
EL AMERICANO
— Sí, lio digo que no ; poro es una belleza muy seria.
— A quién vieron ustedes en el paseo ?
— Muy triste.
— Qué se yo ? ¿ H a de llevar una cuenta con la gente
que pasa arriba y abajo ?
— Y luego, e s t á n rubia!... á mí no me bace ni chispa
de gracia el color de su pelo.
— No d go eso. Lo que pregunto es que quien acom— Ni á mí tampoco.
pañó á ustedes.
— A nosotras ?... Nadie !
— Y sus ojos? tan lánguidos, tan...
— Nadie?
— No son sino muy espresivos.
-—No, señor.
— Pero azules!.. quita allá!... no estoy por los ojos
— Piénsalo bien, L u i s a !
azules !... ¿ y tú, Brígida?
— Pero, señor, ¿ cree usted que yo no me acuerdo de
— Yo sí, cuando son como los de Julia.
lo que hago ?...• Cuando le digo á usted que nadie !...
— Pues á mí no me parecen bonitos !
— Pues yo sé que alguno acompañó á ustedes : aoabah
— Digan ustedes lo que quieran, Julia es muy guapa.
de decírmelo y...
No tiene mas que un defecto.
— Jesús ! que mentira tan grande, Sr. D. Crisanto ! Si
— Cuál?
nos hubiera acompañado alguno, ¿por qué habia yo de
— Que es tonta !
negarlo, vamos á v e r ?
— Eso de capirote.
— Y por qué tiene mi hija tanta prisa para ir ni Asti— Siempre lo fué.
llero ?
— Y mal que no es do abora...
— La señorita no tiene prisa ninguna.
— Escucha, B r í g i d a , n o n o s has dicho en dónde conoció
— Tú acabas de decírmelo.
al galán.
— Yo ?
.—• No se sabe.
— Sí, tú ! ¿ No me has dicho que estaba impaciente ?
—^ Pero esas relaciones serán un pasatiempo...
— Porque usted prometió venir á buscarla á las dos y
— Pasatiempo ?... El día menos pensado se nos casa !
medía y ya son mas de las tres.
Si está enamorada perdida!
— Esa no es razón suficiente.
— De esa estampa?
— Y porque todos los domingos vauíDS á la ttlisma
— Qué quieren u s t e d e s ! De gustos no h a y nada eshora.
crito !
EÍ aplomo de la trasmerana empezaba á calmar un
— Seria gracioso !
jjoco la cólera de su amo.
— Yo daba algo bueno por ver esa boda.
— Escucha, Luisa ; como no sea cierto lo que acabas
- Y yo.
de responderme, hoy mismo, sin salir del dia, te poilgb
— Todo el mundo la conocería entonces por la cómica.
en mitad de la calle !
— Pues ya saben ustedes que el amor hace milagros.
— Y tan cierto como es !
.— Conque, adiós chicas, y allá veremoe el desenlace
— Corriente ; no te digo mas !...
que tiene la comedia.
— Vaya, apuesto á que han ido á calentarle la cabeza
— Adiós, Brígida.
con algún embuste.
— Adiós.
— Nada te importa lo que me han dicho.
— Adiós.
— Y usted lo ha creido á puño cerrado y viene á pe— Hasta la noche, eh ?
garla con nosotras, cuando todo eSo no es iuas que hijo
— Que vayas á mi palco!
de la envidia.
— Bueno.
— Qué envidia?
Y las seis ó siete jóvenes se despidieron con una lluvia
— Sí, señor, de la envidia que tienen á la señorita
de besos, según es uso y costumbre entre las señoras rñuporque es mas guapa, y porque tiene mejor ropa y porjeres.
que es mas rica que ellos.
XI
Y Luisa levantaba la voz por grados á Cada tina de
A las tres de la t a r d e d o aquel misino dia,nuestro amiestas calificaciones.
go D. Crisanto salla del Suizo, atravesaba el Muelle con
Mis lectores recordarán que en el doniiitorio de 1). Ciiuna agilidad impropia de sus canas y subía la escalera
santo habia una puerta de comunicación con el gabinete
de su casa hecho un energúmeno. Su fisonomía estaba
de su bija.
completamente desencajada y una tinta sanguinolenta
Al terminar Luisa la última frase, el pestillo se levantó
cubría la cornea de sus ojos, cuyas pupilas, de ordinario
y j u l i a , en traje de campo y con fin elegante soiribreíO
tan dulces y apagadas, arrojaban chispas de cólera.
de paja adornado con plumas ázuleSj apareció bajo el
AI llegar á la puerta díó tan fuerte campanillazo, que
dintel.
poco faltó para que el botón de metal se le quedara entre
— Papá, ¿ qué escándalo es esto ?;.. ¿ á qlié Tieti6tl éStlS
las uñas.
gritos? — dijo entrando en la habitación.
— Ave María! — dijo Luisa abriendo la puerta — ¡ y
Cuando Luisa vio á su ama, fué á colocftretá détrfis de
qué modo de... Ah ! ¿ es usted, Sr. D. Crisanto ? La señola silla de D. Crisanto, y le hizo una expresiva sefta llerita se halla vestida hace media hora y le espera á usted
vándose la mano al pecho, apretando después los labios
impaciente.
con el índice y el pulgar y meneando la cabeza de dere— Sí ? pues que vuelva á desnudarse !
cha á izquierda con la mayor rapidez.
— Cómo !... ¿Ño vamos al Astillero? pues si está el bote
— Nada, señorita — se apresuró á decir la Trasmerana
^aguardando !
volviendo á su puesto — es que su padre de usted se em— No se v a á n i n g u n a parte ! á ninguna !,.. lo oyes ?
peña en que...
— Jesús ! ¿ qué tiene usted ?
— Luisa ! — interrumpió D. Crisanto levantándose —
— Nada!
¡ vete allá fuera I
— Pero...
— Eu que...
— Silencio !
~ ¡ Vete allá fuera inmediatamente !
Y D . Crisanto cerró la puerta violentamente y dijo á
{Se coniinuardi')
Luisa:
•
.
.
.
— H a g a usted el favor de ir hacia mi cuarto !
— Pero...
Al G'aulois.
— Silencio, be dicho ! y vaya nsted por delante !
La galantería de la prensa parisiense con E L AMERICALuisa, con esa viveza de imaginación natural en las
NO es realmente incansable. Por m u y acostumbrados que
mujeres, aun -en las mas palurdas, adivinó enseguida el
estemos á la benevolencia con que y a en otras ocasiones
origen de la cólera de D. Crisanto, y se dispuso á resistir
nos ha tratado, y á la que nos han mostrado igualmente
la tormenta.
los diarios de provincias y el extranjero, no podemos iftéObedeció sin chistar la orden que se le intimaba y ennos de ser muy sensibles á tantas atenúiones.
tró con el padre de Julia en la habitación q u e y a conocen
Damos, pues, las mas sinceras gracias al Gaulois, que
mis lectoras.
esta semana nos ha tributado elogios que nos esforzamos
D. Crisanto cogió liná silla, tomó asiento, se limpió el
j)or merecer, y enviamos á nuestros estimados colegas la
sudor que bañaba su frente, y fijó sus ojos de basilisco en
espresion de nuestro vivo recoroeimiento.
la trasmerana.
— Venga usted acá !
Luisa se aproximó.
— Va usted á responderme á lo que le pregunte...
REVISTA DE LA MODA
— Pero, señor, ¿ á qué viene todo esto ?... — dijo Luisa
afectando la mayor candidez.
Esta voluble y caprichosa soberana llamada la Moda
abandonó la capital de su imperio y, valiéndose del donde la
— Silencio !... y cuidado con mentirme !
ubicuidad,
ha sentado sus reales en las ciudades de aguas.
_ ,—-Mentir !... y á qué santo ?
No teniendo, por desgracia, el mismo privilegio, no podemos,
— A dónde estuvo usted ayer con mi bija ?
"^
caras lectoras, describiros los trajes lujosos ó excéntíjcos de
— Ayer?...
' ',
las bañistas, diseminadas por el Norte y Mediodía. Eii camAyer tarde, sí, señora!
^
bio procuraremos sorprender los secretos de las innovadoras
— Toma ! fuimos á pasear al Alta, como siempre.
para la próxima estación, á fin de que nuestras suscritoras
estén al corriente, no solo de la moda presente, sino de la
— Y á dónde m a s ?
de mañana. Un poco de paciencia y os contaremos mara— A los Cuatro Caminos.
villas.
— Y luego ?
De seguro ni siquiera sospecháis lo que será de las túnicas
— Llegamos basta bajo, y nos volvimos por la Alamey sombreros. La imaginación se tortura buscando el medio
da primera.
de modificarlos, inventando modas á cual mas caprichosa y
— No estuvieron ustedes en el Sardinero ?
sorprendente.
— No, señor!... hace un siglo que no hemos estado
íji no somos mas explícitas en nuestras confidencias, es
allí.
porque presentimos que estos ensayos serán parciales y recibirán de las mujeres de gusto la acogida que merecen. Sin
— Luisa!
- í , > '
embargo. Juraríamos que... Pero :o mas prudente es callarse
— Mande usted, señor.
...
hasta nueva orden.
•—Mientes como una bellaca ! '
Sucede con frecuencia hallarse una indecisa para escoger
— Le juro á usted...
un trajo adecuado á cada circunstancia. Existen, no obstan— Cállate, infame !
te, ciertas reglas generales que vamos á trascribir, en la con— Pero, señor, por María Santísima ! cuando le digo á
vicción que serán completamente inútiles á la m.aj'or parte
usted...
de nuestras lectoras ; pero quizás haya otras que habiten
desde mucho tiempo en provincia, ó á quienes el matrimonio
— Que te calles !
lanza al gran mundo, cortaudo asi una vida monótona y re— Pues no quiero callarme, no señor! porque u n a sea
tirada, que no desprecien estos ligeros detalles.Rogamos á las
pobre, no por eso h a de dejar una que la insulten .'
que no los necesiten recuerden que, de vez en cuando es preciso olvidarse por los demás, tanto mas cuanto que siempre
estamos dispuestas á prestarles dte buen grado cualquier servicio que esté en nuestra mano.
El traje de mañana debe ser sencillísimo, cualesquiera
que sea el rango que se ocupe eri la sociedad, la situ.acion ó
fortuna. Nada de joyas ; piez.as do lencería lisas : cuellos y
mangas de hilo ; somljreros oscuíbs aun en estío. En invierno
se llevan la cachemira, el paño| la vicuña, en fin todos los
géneros de lana negra ó colores oscuros : y durante la estación calorosa, la tela lisa ó rayada, el mo'aré, etc. El sombrero redondo sienta primorosaniente á las j(5venes por la
mañana. A partu- de las dos de la tarde, se concluyen las
ieglRS, cada cual se viste según su antojo, pero sin pecar de
extravagante, propasando los límites de la originalidad y del
c.ipricho ; de los cuales se excluyen siempre los coloref chillones, los sombreros demasiado grandes ó pequeños, etc.
Los trajes de comida v.arian según el número de convidados y el boato de la dueña que recibe ; cuando hay siete ú
ocho á la mesa, puede llevarse trajo claro en cualquiera estación. No hablamos, por supuesto, de las comidas de etiqueta,
en donde el vestido descotado es de rigor.
Usase mucho el vestido negro aun para tertulia : en cuyo
easo debe llevarse cuerpo descotado en cuadro con rizadillos
en el borde: Por la noche el eUcaje favorece mucho mas á la
t&7, qUe el hilo y la muselina, accesorios de trajes sencillos.
Las mangas hasta el codo con puños de encaje, constituyen
una lindísima moda actual para trajes de medio vestir. En
los cabellos una rosa, un bonito ramillete, un lazo y nada
mas ; alhajas artísticas y con pocas piedras ; si tenéis uno
de esos objetos raros de valor relativo pero incontestable que
despiertan la atención de las personas entendidas, ponedles
para una comida. Ninguna ocasión mas oportuna para lucir
esa preciosidad, que durante las largas horas que se pasan
en toíno de una mesa: concentrada entonces la atención de
los convidados en su estrecho ra di o, necesailamente ha do ir
á fijarse en un objeto de arte.
Los diamantes deben destinarse para los grandes bailes.
El movimiento de la danía, los bruscos y repetidos cambios
de posición, aiwncan luz á raudales de las Vividas facetas,
que completan el traje descotado de vaporoso tul, mezclándose armoniosamente con los regueros de flores, entre las
cuales brillan como gotas de tnágico rocloi
¡ Los trajes de baile ! Hé aquí el verdadero escollo de la
mujer. ¡ Cuan pocas costureras poseen el secreto de descotar
bien Un vestido I Que el descote sea cuadrado ó redondo hay
una linea inflexible, si así podemos expresarnos, á donde el
cuerpo' debe llegar, sin lo cual se desarmoniza completamente
el corte del vestido. Evidentemente esta línea varía en cada
talle.; la liiujer que se prueba el tr.aje de baile delante de un
espgjO; debe saber marcarla con exactitud, á menos que
teiigft una eoriñanza ciega y justificada en el talento de su
t'OStiirern: El cuerpo demasiado descotado, aunque exceda un
ceritüuelio: sienta pésimamente i los hombros parecen demafiirtdd anchos ó muy estrechos ; las mangas afean el brazo.
El deseóte silbido hace el talle desgarbado, los hombros altos, sin distinción, por consiguiente sin armonía. Es preciso
iiiücho tacto para dar el último tijeretazo al descote de un
vestido pura baile.
MARÍA DE SAVERNY.
ÁLlAIApE BE OEIOI
M ¿iífce qug obtuvo faiiéstfo almanaque del año anterior nos aníihá á ehiprehdei' otro para 1874. Inútil nos
parece decir qiie introdudrelnos en ói cuantas mejoras
nos sean posibles, tanto en los grabados como en el texto.
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Editor resp. N. BLANPAIN.
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de los r e v e n d e d o r e s ? L o s p r o d u c t o r e s t i e n e n la r e g u l a r i d a d d e su m a r c h a á t o d a s las indusun interés personal, u n a situación m a s inde- trias y á l a a g r i c u l t u r a .
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hecho, e l m a s completo, el m a s bien r e d a c t a d o d e los periódicos s e m a n a l e s franceses. Ade- todo, c a d a d i a m a s g e n e r a l , lo c o m p r e n d e r á n
m á s do las noticias políticas de l a s e m a n a , c a d a n ú m e r o contiene trozos d e l i t e r a t u r a esoojida fácilmente los numerosos lectores do El ,\mede los mejores escritores franceses. Los despachos d e este periódico e s t á n situados e n LÓN- ricnno. Vése u n a reunión d e p r o d u c t o r e s y naBKES. 12, Tavistiik slrcet,Coveni
Garden;se e n c u e n t r a n a d e m a s corresponsales d e l Correo de d a mas, si n o es l a enunciación d e cajas c o n (AGENCIA GENERAL MARÍTIMA
Eiiropo en las c u a t r o p a r t e s del m u n d o . Los corresponsales d e E L A M E R I O A K O e s t á n autori- 23 botellas d e diversos t e r r u ñ o s , lo cual ofrece
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viticultor, d i r e c t o r d e l a reunión d e p r o p i e t a comestibles, p o r m a y o r y menor, e n l a s confiterías y e n los cafés. — Depósito
general
rios v i ñ a d o r e s é i n d i v i d u o d e v a r i a s sociedaPROCURADOR
P A E I S , D E Z E E V I L L B , r u é S a i n t - D e n i s , 2 U . — Depósitos:
A B Q E N O S Amas,
Darmo.)/
des d e a g r i c u l t u r a y v i t i c u l t u r a , l a u r e a d o diez
Caslrn y Coiitp rae Bolívar, v en t o d a s las princioales poblaciones d e l m u n d o .
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368
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sidad de lavar la catfeza m ^^^^,
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rjlla y pronto el resiiltado, ^_
Lianclia la piel ni daña la ^a
Za caja completa 6 r«Q
LEGRAND P f ^ ^ S u ^ e - ^
en las principales PerW _ ^ ^ ^
rías de América-
Modelo de la casa de Coiu de Rué, 8. calle Montesquieii, París.
Modelo de la casa de Coin de Rué, 8, calle Montesquieu,
Los médicos que emplean estas pildoras no encuentran enfermos que
se nieguen á purgarse por temor de debilitarse ó so pretexto de mal
gusto, porque, al contr.arío de los antiguos purgantes, las PÍLDOEAS
DE DBHAUT no hacen efecto sino cuando se toman con buenas alimentos y bebidas fortificantes, tales como Tino, café, té^ b u e n
caldo,, Para purgarse con estas pildoras, cada cual escoja la hora y
la comida que mas le convienen, según sus fuerzas, su apetito ó sus
ocupaciones. Como un alimento sustancioso neutraliza el cansancio
producido por la purga, se decide uno fácilmente á volver á comenzar cuantas veces lo
exige el restablecimiento de la salud, ó su conservación. Se encuentran en
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Paris.
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Se halla en casa de los principales Perfumistas, Boticarios y Peluqueros de América.
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á Ismay Imrio y Compañía.
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enfermedades del estómago, digestiones
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afecciones, gasirálgicas, dispépticas, etc., y los casos en que la digestión es dificultosa f
ó imposible.
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I HIDRÓGENO, para las enfermedades crónicas y las afecciones que de ellas dependen, I
j pérdidas blancas, opilaciones, menstruación difícil y para fortalecer los temperamentos I
i débiles.
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para las enfermedades escrofulosas, linfáticas y silfíticas, la tisis, la caquexia cloróI tica y las afecciones atónicas generales de la economía.
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de París.
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Academia el año de 18iO, y hace poco tiempo
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de la clorosis (palidez), de las pérdidas blancas,
¿elas debilidades de temperamento de ambos
sexos, y para facilitar la menstruación, sobre
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Depósito general en Paris, en casa de Labélonye y C", 99, rué d'Aboukir, y en todas las
principales farmacias de las Américas.
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