La gestión del trabajo doméstico asalariado en el contexto español. La modalidad familista versus la modalidad profesional I Congreso Interna cional sobre Géne ro, Trabajo y Economía Informal Universidad Miguel Hernández, Elche, 27-29 de febrero de 2008 S ESIÓN C IEN TÍFICA V: T RA BA JO DO MÉSTIC O , TRA BAJO A DO MICILIO . Título: “La gestión del trabajo doméstico asalariado en el contexto español: la modalidad familista versus la modalidad profesional” Autora: Laia Castelló Santamaria. Institución : Centro de Estudios Sociológicos sobre la Vida Cotidiana y el Trabajo. Departamento de Sociología. Universidad Autónoma de Barcelona. Direcci ón: Departamento de Sociología. Edificio B, 08193 Bellaterra (Barcelona). E-mail: [email protected] Tel: 93-5813303; Fax: 93-5812405 Introducci ón El objetivo principal de la siguiente comunicación es analizar las formas de gestión de la mano de obra del trabajo doméstico asalariado en el contexto español. Es decir, examinar de qué manera los hogares españoles, bajo el liderazgo habitual de la mujer, gestionan y administran el trabajo doméstico asalariado (TDA), en caso de disponer de éste. Ante las transformaciones demográficas y socioeconómicas que han ido cuajando en las sociedades de los países de la Europa del Sur, los hogares españoles -y en su mayoría las mujeres- han ido modificando las formas cotidianas de gestión y ejecución del trabajo doméstico y familiar. Una de las principales novedades de esta alteración es el incremento de hogares que deciden “desfamiliarizar” este trabajo a 1 Laia Castelló. Departamento de Sociología, Universidad Autónoma de Barcelona través de su mercantilización o salarización, ya sea en el mercado formal o la economía sumergida. Sin embargo, la transposición de este trabajo a la esfera del mercado no se ha traducido en una profesionalización real de esta ocupación, que se sigue desarrollando bajo un régimen laboral muy frágil y en unas condiciones de trabajo que arrastran secuelas del servilismo. El objetivo de esta comunicación es ver bajo que condiciones se efectúa la externalización creciente de este trabajo, es decir, si se efectúa siguiendo unas pautas laborales (neo)servilistas, donde el imaginario del “criado/sirviente” todavía se hace presente, o se efectúa siguiendo unos criterios de calidad laboral y una voluntad de profesionalizar este trabajo. 1. Algunas precisiones conceptuale s el trabajo objetivo precisar sobre doméstico asalariado El apartado que sigue tiene como conceptualmente el TDA, o servicio doméstico, y comparar sus características laborales con otros tipos de trabajo que también se desarrollan en el hogar. En primer lugar se describen las formas de trabajo que tienen lugar en el ámbito privado y con un carácter reproductivo, con la finalidad de ubicar adecuadamente el TDA, descartando la definición de las formas de trabajo que se desarrollan en el ámbito público. a) Trabajo doméstico: las actividades que engloba el trabajo doméstico en las sociedades industrializadas del mundo occidental se relacionan tanto con las actividades de gestión y el mantenimiento de la infraestructura del hogar, como con aquéllas que emergen en la atención y el cuidado de los miembros de la familia. Básicamente destacan tres características centrales de esta modalidad de trabajo: la ausencia de 2 La gestión del trabajo doméstico asalariado en el contexto español. La modalidad familista versus la modalidad profesional remuneración, mediante un salario, su carácter eminentemente femenino y su invisibilidad1 (Carrasquer et. al., 1998). M. Aª Durán (1986 a Oso, 1998) establece una clasificación de los trabajadores/as domésticos/as: a) aquellos que prestan servicios de supervivencia a la población (personas dependientes), b) aquellos que realizan servicios de sustitución en tareas necesarias (pero menos que las de supervivencia), a jóvenes y adultos incorporados al mercado de trabajo y c) aquellos que prestan servicios de atención suntuaria. b) Trabajo doméstico asalariado: su característica principal es que desarrolla las mismas tareas que el trabajo doméstico, o una parte de ellas, pero des de una relación mercantil establecida entre la familia y asalariados externos (IOÉ, 2001). Por lo tanto, el trabajo lo realizan miembros ajenos al grupo de convivencia. A medida que el ingreso de las familias aumenta, una parte creciente del trabajo reproductivo se convierte en trabajo remunerado. Hay una transferencia de la esfera doméstica al mercado (Benería, 2005). c) Trabajo a domi cilio: es aquel realizado por miembros del hogar y que cubre tareas al servicio de la economía monetaria. Dentro de este grupo de trabajo hay las tareas de confección realizadas por mujeres o la subcontratación de algunas tareas industriales. d) Servi cios de Atención a Domicilio (SAD): son servicios de 1 El trabajo reproductivo se puede descomponer en seis dimensiones básicas: el trabajo de auto manutención; el trabajo de infraestructura del hogar; la atención de las cargas reproductoras pasadas, presentes y futuras; la organización del funcionamiento del hogar y el trabajo de mediación -de mediación entre el hogar y el conjunto de servicios ofrecidos por el Estado y las instituciones públicas, o de mediación vinculado a la gestión afectiva y relacional-; y el trabajo de representación conyugal (Carrasquer et. al., 1998). 3 Laia Castelló. Departamento de Sociología, Universidad Autónoma de Barcelona iniciativa pública o privada y, de forma frecuente, semipública entre la administración local y empresas u organizaciones no gubernamentales. En esta modalidad las condiciones de trabajo se atañen a los convenios del sector, cuyos niveles retributivos son sensiblemente más altos que los del servicio doméstico. Es un tipo de servicio en expansión en España, puesto que cada vez hay más personas en situación de dependencia2 (IOÉ, 2001; Parella, 2004). Cada una de estas modalidades laborales del sector doméstico responde a una forma de intercambio diferente: Figu ra 1 . F or ma s de inter ca m b io que tiene n lu gar en el h o ga r R elacion esrecípro cas R elacion esmer cantil es R elacion esredistributiv as Trabajo doméstic o Trabajo dom éstico asalaria do Servicios de Atenció n a Domicili o (SAD) Trabajo a domicili o Fuente: Elaboració n propia a partir de IOÉ (2001 ). El TDA es una de las formas de trabajo que combina un desarrollo dentro del hogar con una forma de intercambio mercantil (Figura 1). La alianza de estos dos factores -el hogar y el mercado- marcará las condiciones laborales de esta modalidad. L. Benería (1981) y B. Anderson (2000, 2004) disciernen tres dimensiones básicas del TDA: 1. La reproducción biológica, que consiste en el mantenimiento de los cuerpos físicos y mentales, 2. El mantenimiento de la fuerza de trabajo: mantenimiento cotidiano de los 2 Estos servicios incluyen la atención a personas dependientes, la limpieza a domicilio, el acompañamiento y la producción y reparto de mercancías a domicilio (IOÉ, 2001a). Las figuras profesionales de los SAD son principalmente tres: la trabajadora familiar, la auxiliar de geriatría a domicilio y la auxiliar de limpieza de ayuda a domicilio (III Convenio colectivo de empresas de atención domiciliaria de Catalunya (1 enero 2005 - 31 diciembre 2008). 4 La gestión del trabajo doméstico asalariado en el contexto español. La modalidad familista versus la modalidad profesional trabajadores presentes y futuros y la asignación de los agentes en determinadas posiciones del sistema productivo y 3. La reproducción social: el mantenimiento de un estatus y un estilo de vida en términos de clase, «servicing lifestyles» (2004:105). En cierto modo, el trabajo doméstico es un factor de creación y reproducción de la gente en un sentido amplio. Según Anderson (2000), en la categorización de las tareas del servicio doméstico, encontramos dos grandes grupos jerarquizados: a) aquellas tareas relativas al cuidado de las personas y b) aquellas tareas relativas a la limpieza y la infraestructura del hogar. Las trabajadoras especializadas en las primeras tareas disfrutan de una cualificación laboral más bien reconocida y reciben más buenos salarios que las trabajadoras que hacen las tareas de limpieza, mayoritariamente mujeres inmigrantes. Esta división es útil desde el punto de vista analítico pero la realidad muestra que son muy frecuentes los casos en que una trabajadora doméstica combina trabajo de cuidado y trabajo de mantenimiento del hogar, -sobre todo las trabajadoras inmigrantes domésticas internas-, o a la inversa, casos en que una trabajadora especializada en el cuidado realiza tareas domésticas. En consecuencia, es difícil discernir aquellas actividades específicamente orientadas al cuidado familiar de aquellas orientadas al hogar porque, aunque desde un posicionamiento abstracto esta separación parece viable, en el momento de bajar al terreno empírico, ambas realidades se diluyen. Pero es cierto que en la última década ha surgido un debate desde la sociología alrededor del valor del cuidado y la dependencia, que pretende poner de manifiesto la importancia de reorganizar socialmente el trabajo de cuidado para afrontar las nuevas necesidades sociales 5 Laia Castelló. Departamento de Sociología, Universidad Autónoma de Barcelona emergentes (Durán, 2006). Este debate de base feminista3 se centra exclusivamente en el trabajo de cuidado (y no doméstico), ya sea el trabajo de cuidado informal/no regulado, realizado por «unpaid carers», en que el vínculo entre la persona cuidadora y la persona cuidada es directo, y el trabajo de cuidado formal/regulado, realizado por «paid carers», en que la relación de cuidado es manipulada por un intermediario (empleador) (Bucket, 1995 a Anderson, 2000; Ungerson, 2005). 2. Los rasgos laborales específicos del trabajo doméstico asalariado «(...) en el caso del servicio doméstico nos encontramos ante un sector peculiar, en el que no existen empresas puesto que el trabajo se desarrolla en hogares particulares, el proceso laboral comparte las características de indeterminación de las tareas del trabajo doméstico y tampoco existe negociación colectiva (...) Éste hunde sus raíces en los trabajos de servitud, característicos de las sociedades precapitalistas, de los que conserva aún rasgos importantes» (IOÉ, 2001:145) Esta cita del Colectivo IOÉ (2001) sintetiza algunos de los rasgos básicos del TDA o el también denominado servicio doméstico: su realización en el espacio privado, la baja delimitación de las tareas, la ausencia de negociación colectiva y el servilismo. Estas son algunas de las características de este sector “mal conocido” o, como dice M. Aª Durán (1991) «una de las categorías ocupacionales peor definidas y menos conocidas» (1991:148), un sector que todavía queda muy lejos de reunir las condiciones laborales propias de una “ocupación”. 3 Según algunas especialistas, el debate alrededor del “care” y la necesidad de replantear la organización social del trabajo de cuidado, proviene de un cuestionamiento del Estado del Bienestar, mientras que, el debate alrededor del trabajo doméstico surgió como crítica al concepto de trabajo, el trabajo entendido como productivo, mercantil y de la esfera pública. El trabajo doméstico se empezó a hacer viable como concepto por la aceptación de la existencia del trabajo doméstico como forma de trabajo, entre algunas corrientes del feminismo y el marxismo de la década de los setenta. (Borderías, 1994; Carrasquer , et. al., 1998). 6 La gestión del trabajo doméstico asalariado en el contexto español. La modalidad familista versus la modalidad profesional Si se pone atención a las definiciones institucionales del servicio doméstico, se observan dificultades y cierta ambigüedad en su conceptualización. Actualmente, el documento jurídico que regula el funcionamiento laboral del sector es el «Real Decreto 1.424/1985 de 1 de agosto por el que se regula la Relación Laboral de carácter especial del servicio del Hogar (BOE del 13 de agosto de 1985)». Este decreto configura el estatus jurídico especial de las trabajadoras del hogar y surgió tras muchos intentos de regulación del sector no cumplidos durante el periodo democrático (Sallé, 1985). Concretamente, en el artículo 1.4 se definen las tareas que engloba el sector del servicio doméstico: «El objeto de esta relación laboral especial son los servicios o actividades prestados en o para la casa en cuyo seno se realizan, pudiendo revestir cualquiera de las modalidades de las tareas domésticas, así como la dirección o cuidado del hogar en su conjunto o de algunas de sus partes, el cuidado o atención de los miembros de la familia o de quienes convivan en el domicilio, así como los trabajos de guardería, jardinería, conducción de vehículos y otros análogos, en los supuestos en que se desarrollen formando parte del conjunto de tareas domésticas». (Art.1.4, Real Decreto 1424/1985) Por otro lado, la CNAE-93 agrupa las unidades productivas de acuerdo con el tipo de actividad económica que desarrollan. En la rama de actividad denominada «los Hogares que Emplean Personal Doméstico» se incluyen: «(...) doncellas, cocineros, camareros, ayudas de cámara, mayordomos, jardineros, porteros, chóferes, conserjes, niñeras,…etc., contratados personalmente por hogares, es decir, no por empresas, aunque el trabajo se desarrolle en un hogar particular» (IOÉ, 2001:158) De otro modo, la Encuesta de Presupuestos Familiares del Instituto Nacional de Estadística (INE, 1997) define el servicio doméstico de la siguiente manera: 7 Laia Castelló. Departamento de Sociología, Universidad Autónoma de Barcelona «Se considera servicio doméstico a toda persona que presta al hogar servicios de carácter doméstico a cambio de una remuneración en dinero o en especie, previamente estipulada (tales como chóferes, doncellas, niñeras o asistentas del hogar). Se entiende que el servicio doméstico es residente, si lleva pernoctando en la vivienda más de 45 días de los tres meses últimos, o si no cumpliendo esta condición, se ha incorporado de forma permanente al hogar». Todas estas definiciones oficiales tienen como denominador común dos cuestiones: - Los ámbitos de realización de esta ocupación: los hogares familiares o personales, nunca la esfera pública. - La condición jurídica de los empleadores/as: personas particulares, nunca empresas privadas u organismos públicos. La definición del C. IOÉ (2001) también incluye estas dos dimensiones del TDA: «Entendemos el servicio doméstico como el trabajo asalariado prestado en hogares familiares para realizar tareas habituales vinculadas a la vida doméstica, siempre que el empleador sea un particular, miembro de la familia empleadora. De esta forma excluimos de nuestro campo a los trabajadores que realizan tareas similares pero están contratados por empresas privadas u organismos públicos» (IOÉ, 2001:159) Una tercera dimensión del servicio doméstico es el carácter habitual de las tareas (IOÉ, 2001), que permite justificar la exclusión de expertos que prestan servicios ocasionales a los hogares -los fontaneros o los electricistas-. Pero este aspecto no deja de ser ambiguo porque obligaría a excluir a aquellos trabajadores que realizan, episódicamente, tareas de limpieza del hogar -limpieza anual de alfombras o vidrios, limpieza con motivo de mudanza u obras de reforma,...etc)-. Pese a este doble sentido, el sentido común tiende a excluir a los primeros e incluir a los segundos (IOÉ, 2001). 8 La gestión del trabajo doméstico asalariado en el contexto español. La modalidad familista versus la modalidad profesional Así, la conceptualización del TDA todavía esconde algunas lagunas y plantea equívocos que se acaban resolviendo mediante la activación de las “evidencias colectivas” y del imaginario social que lo ha circunscrito históricamente. Pese el consenso institucional entorno algunas cuestiones, las clasificaciones oficiales presentan disidencias que no dejan de ser un reflejo de la dificultad que existe para definir y delimitar esta ocupación (IOÉ, 2001). Una de las características incuestionables del servicio doméstico es su ubicación en el ámbito del hogar, que es la esfera femenina por excelencia. C. Pateman (1995) explica como la formulación del contrato social se rigió por criterios patriarcales que elevaban la esfera pública al estatus de la civilización moderna y la racionalidad, utilizando la esfera privada, cualificada de esfera natural, primitiva y salvaje, como su polo antagónico. Así, el contrato social se escribe como una historia de libertad que encubre que fue posible por el funcionamiento simultáneo del contrato sexual, la historia de la sujeción de las mujeres. La versión de la historia que proporciona C. Pateman, mediante el contrato social-sexual, contribuye a comprender algunas de las características del servicio doméstico que por su desarrollo en la esfera privada está impregnado, todavía, de muchos atributos asociados tradicionalmente a esta esfera como la sujeción, la irracionalidad o la dependencia4. La imbricación inevitable que se establece entre la esfera privada/femenina y el servicio doméstico hace que los trabajadores domésticos hayan quedado excluidos de la categoría de “trabajadores” y su estudio como tales. El servicio doméstico continua percibiéndose 4 Esta escisión simbólica entre el espacio público y el espacio privado fue legitimada durante mucho tiempo por la ideología de la domesticidad (Nash, 1993; Scott, 1993) y todavía tiene consecuencias muy importantes en la perpetuación de la división de roles sociales y en el grado de valoración social concedido a los trabajos realizados dentro del hogar. 9 Laia Castelló. Departamento de Sociología, Universidad Autónoma de Barcelona como “una ocupación especial”, anómala o subdesarrollada, que no acaba de cumplir los requisitos de una “ocupación verdadera”. El hecho de que el servicio doméstico se realice en una esfera en que predomina un discurso reificado actúa como un obstáculo simbólico muy potente para la dignificación y equiparación del servicio doméstico con la resta de ocupaciones, a la vez que entorpece las posibilidades de profesionalización y aplicación de un contrato laboral formal (Fraisse, 2000). Siguiendo este razonamiento, el trabajo desarrollado en el hogar por las mujeres, formaría parte de un estatus adscrito, y no adquirido, que no requeriría una capacitación técnica para su desarrollo. En palabras de R. Mestre (2003): «no se requiere una cualificación específica, cualquier mujer por el hecho de serlo está suficientemente preparada (...)» (2003:116); no hace falta pues, ni aprendizaje, ni necesidad de cualificarse, sino tan sólo hacer brotar la tendencia “fisiológica femenina” y seguir unos referentes de socialización familiar, donde “la madre” protagoniza el referente clave. La peculiaridad del servicio doméstico es que, aun cuando comparte el mismo espacio de actividad que el trabajo doméstico -la esfera privada-, a diferencia de éste, contempla una relación de intercambio salarial, un tipo de vínculo propio de la esfera del mercado. Se trata de un trabajo que al aunar elementos de la esfera privada y la esfera pública queda en una “posición intermedia”, subvirtiendo la frontera divisoria público-privado (IOÉ, 1990; Fraisse, 2000). El servicio doméstico se inscribe en una lógica doble: la lógica “familiar” del mundo privado y la “lógica salarial” del mundo público. La primera se basa en una normativa tácita y es esencial para comprender las condiciones de trabajo del trabajador doméstico asalariado, a menudo arbitrarias; la segunda es una normativa de carácter explícito, como la 10 La gestión del trabajo doméstico asalariado en el contexto español. La modalidad familista versus la modalidad profesional legislación laboral que afecta el sector. Aun así, pese a que se trata de un trabajo regulado de forma “especial”, su desarrollo en la privacidad hace que siga siendo una ocupación poco penetrada por la inspección laboral y la legislación vigente y que se acabe regulando por la normativa implícita del principio de privacidad (Béjar, 1988). Así, se acaba permitiendo que los hogares empleadores estén exentos de una vigilancia laboral y que la relación laboral que tiene lugar dentro del hogar se pueda regir por la arbitrariedad y la “mutua confianza”. Por otra parte, definir las tareas que quedan delimitadas dentro la ocupación del servicio doméstico no es una tarea fácil, puesto que no existe un criterio taxonómico unívoco para definirlas. A diferencia de otras ocupaciones, el servicio doméstico se caracteriza por una indeterminación de las tareas. A la práctica, las actividades realizadas por los trabajadores/as del servicio doméstico resultan inalcanzables, pudiendo llegar a cubrir un amplio abanico de trabajos domésticos muy variados entre si, algunos de los cuales son absolutamente imprevisibles. De hecho, aquello que se exige al trabajador/a doméstico/a es tener “disponibilidad absoluta”, tener el máximo de flexibilidad para adaptarse a la satisfacción de las demandas fortuitas (Chang, 2000; Lutz, 2002). La exigencia de flexibilidad se materializa en unas jornadas laborales interminables y una casi ausencia de horarios de trabajo, de forma que, los límites del tiempo de trabajo se acaban fundiendo con el tiempo de descanso. El servicio doméstico, sobre todo en la modalidad interna, está presidido por una carencia de control sobre las horas y los descansos, bajo la idea que “en una casa no hay horas”, donde el “tiempo de presencia”5 es muy importante (Anderson, 2000). 5 Como se puede leer en el artículo 7 del Real Decreto 1424/1985: «La jornada máxima semanal de carácter ordinario será de 40 horas de trabajo efectivo, sin perjuicio de los tiempos de presencia, a disposición del empleador, que pudieran 11 Laia Castelló. Departamento de Sociología, Universidad Autónoma de Barcelona El problema reside en que no hay una medida objetiva que permita estandarizar las actividades, de modo que el estándar utilizado es subjetivo, arbitrario y mutable según las necesidades y conveniencias coyunturales del empleador/a. Además, la lógica temporal de estas tareas es sincrónica, basándose en la simultaneidad de acciones, tanto manuales como de gestión, que comporta un ritmo de trabajo mental y físicamente agotador. especialistas plantean Ante la esta necesidad falta de de objetivación, profesionalizar y varias regular laboralmente el sector (“mercado protegido”), con la finalidad de evitar las condiciones de arbitrariedad en que se sujeta actualmente dicha ocupación. Pero más que las tareas que realizan los trabajadores domésticos, aquello que los define es el desarrollo de un rol determinado dentro del hogar, dentro del grupo familiar y dentro de un determinado contexto de relaciones sociales, principalmente definido por las relaciones de género, clase y etnia (Anderson, 2000; IOÉ, 2001). El desarrollo de este rol tiene la función ideológica de reproducir las disparidades sociales entre la persona empleadora y la persona empleada, mediante la perpetuación del estatus acomodado de la primera y del rol servilista inherente al trabajo de la segunda (Anderson, 2000). En este sentido, se manifiesta una preferencia de las familias por contratar a una persona con un carácter específico: familiar, próximo y acordarse entre las partes. El horario será fijado libremente por el titular del hogar familiar, sin que en ningún caso las horas ordinarias de trabajo efectivo al día puedan exceder de nueve. Entre una y otra jornada deberá mediar un mínimo de diez horas, si el empleado de hogar no pernocta en el domicilio, y de ocho horas, en caso contrario. El empleado interno dispondrá de al menos dos horas para las comidas principales, y este tiempo no se computará como trabajo. Una vez concluida la jornada de trabajo diaria, y, en su caso, el tiempo de presencia pactado, el empleado no está obligado a permanecer en el hogar familiar» 12 La gestión del trabajo doméstico asalariado en el contexto español. La modalidad familista versus la modalidad profesional afectivo. La preferencia por un tipo de personalidad explicaría, en parte, la existencia de resistencias a la institucionalización del cuidado y el TDA, por el hecho que hay la creencia que en los servicios institucionales esta dimensión emocional es más complicada de encontrar (Addis, 2002). La sobrepersonalización de la relaciones entre la trabajadora y la empleadora es otro rasgo propio del TDA (Anderson, 2000). Las relaciones “cara a cara” son una constante y contribuyen a explicar el hecho de que los empleadores prefieran contratar a una mujer individual a un hombre o un servicio. Hay una preconcepción cultural que construye y asimila la habilidad interpersonal como una cualidad típicamente femenina, de forma que la relación personalista del servicio doméstico se interioriza como un tipo de relación que “sólo puede existir entre mujeres” y que se desarrolla así “por naturaleza”. La intensidad de las relaciones personales que constituyen el servicio doméstico tienen lugar, en muchos casos, en un marco de relaciones basado en el (neo)servilismo6 (Fraisse, 2000; Parella, 2003). De aquí que el servicio doméstico no se acabe de considerar una ocupación íntegramente formalizada y con plenitud de derechos laborales y se conforme como una forma de “esclavitud contemporánea” (Fraisse, 2000), una especie de “sucedáneo democrático” del trabajo no libre. Pero el trabajo servil es, además, una explotación marcada por el género y el color de procedencia (Young, 2000). Para I. Young (2000), el trabajo de servir es el pilar básico de la explotación de los grupos raciales: «(...) existe la presunción, más o menos aceptada, de que los 6 El poder de carácter servil es típico de las relaciones pre-modernas del Antiguo Régimen y es un poder que se ejerce abiertamente, configurando altas dependencias personales y una cierta deshumanización de la relación (Patterson, 1982). 13 Laia Castelló. Departamento de Sociología, Universidad Autónoma de Barcelona miembros de los grupos raciales oprimidos son o deberían ser sirvientes de quienes (…) ubican en el grupo privilegiado» (2000:92). Por lo tanto, el racismo puede jugar un rol importante al definir la relación que se da en el servicio doméstico. El hecho de cargar tareas estigmatizadas a otras “mujeres” -como si éstas fueran apropiadas para hacerlas-, acaba por “esencializar” la idea que las mujeres pobres y de minorías étnicas son “esclavas o sirvientes por naturaleza” o, psicológicamente un “tipo” más deseable para ocupar una posición de servidumbre (Rollins, 1985; Glenn, 1992). Este prejuicio cultural etnocéntrico y androcéntrico (Parella, 2004)- explicaría la estructuración sexual y étnica del servicio doméstico que está teniendo lugar en muchos países del Sur de Europa. La tendencia creciente a comprar TDA, desvinculándolo de los lazos de convivencia (“desfamiliarización”), sólo se hace a cargo de quienes no encuentran ocupaciones “verdaderas”, completamente eludible por una parte de la población. La relación servil propia del TDA está basada en una fragmentación del género donde, por norma, las personas “servidoras” son mujeres y las personas “servidas” también (Pla Julián, 2004). Pero estas dos mujeres experimentan una subordinación común respeto al hombre. Ambas saben que la mujer empleadora no es la última autoridad del hogar, puesto que, aunque el hombre juega un rol indirecto, es una figura central en el orden del hogar. Ahora bien, como quien acostumbra a gestionar y dirigir el servicio doméstico es la mujer, ella es quien vive el lujo de identificarse con el poder, aunque no sea la autoridad última de la casa7. 7 El servicio doméstico esconde la función latente de mantener la superioridad de una mujer a través de la inferioridad de la otra. La mujer empleadora tiene una necesidad de marcar la diferencia, de establecer una frontera entre las “dos moralidades”, o las “dos feminidades”, delimitando su condición de mujer en contraposición a otro “tipo de 14 La gestión del trabajo doméstico asalariado en el contexto español. La modalidad familista versus la modalidad profesional Con el objetivo de preservar su feminidad “moralmente superior”, la mujer empleadora utiliza diversos rituales de explotación, físicos y psicológicos, que ponen de manifiesto los límites que la separan de la trabajadora doméstica y la dimensión (neo)servilista de la relación. Estos rituales son básicamente: la segregación del espacio y la comida, el “maternalismo” y la deferencia. Todas las características del TDA que se han expuesto no tienen un impacto homogéneo en todas las trabajadoras domésticas, dado que estas representan un colectivo heterogéneo que integra actos de resistencia u obediencia respeto el poder de la mujer empleadora. Tampoco tienen un impacto equitativo en todas las modalidades o subsectores del TDA. Así, la injerencia del servilismo, el “maternalismo” o la exigencia de un comportamiento basado en la deferencia, así como el grado de personalización de la relación laboral o de atomización del trabajador/a, pese a ser rasgos compartidos de forma genérica, se plasman, con más o menos intensidad, en función de la modalidad del servicio doméstico: servicio interno, servicio externo o asistencia “por horas” (IOÉ, 2001). Este tres subsectores ocupacionales se diferencian, principalmente, por el “tiempo de presencia” de los trabajadores/as a los hogares de los empleadores/as8. La posición, dentro de cada una de estas modalidades, que ocupan el colectivo de mujeres autóctonas y el mujer”. por el hecho de operar en aquellos reinos menos prestigiosos de las actividades adjudicadas a las mujeres. 8 Estos tres subsectores domésticos se distribuyen en dos bloques en función de como se reparte el pago de la cotización a la Seguridad Social. Los trabajadores internos y externos están dentro la modalidad de los continuos (fijos), en que la cuota de cotización recae mayoritariamente sobre el empleador, aunque el trabajador paga una pequeña parte; los trabajadores “por horas” son discontinuos (tiempo parcial) y, en este caso, quien paga los costes de la Seguridad Social es el propio trabajador (IOÉ, 2001a). 15 Laia Castelló. Departamento de Sociología, Universidad Autónoma de Barcelona de inmigrantes, está relacionada con su poder social de negociación (Villa, 1990). 3. Una propuesta tipológica de muje res empleadoras La intención de este apartado es hacer una tipología analítica de los diferentes “tipos ideales” de mujeres empleadoras, en función de su posición en el continuo producción-reproducción, y analizar como su posición respeto el campo de las profesiones productivas juega un factor clave en la elección del modo de gestión del TDA. Se trata de ver cómo influye la posición diferenciada, en el ámbito productivo y el ámbito reproductivo de las diferentes empleadoras, en la decisión de externalizar el trabajo doméstico y familiar y, bajo qué criterios se lleva a cabo esta externalitzación. La posición de estas mujeres en una estructura segmentada del mercado de trabajo hace que no todas tengan las mismas oportunidades de trabajo y que no todas las ocupaciones brinden las mismas posibilidades, una cuestión que, a la vez, condicionará mucho su manera de gestionar el trabajo reproductivo (Míguelez y Torns, 1998). A) Ama de casa Este tipo hace referencia a aquellas mujeres totalmente dedicadas al trabajo reproductivo. Se trata de mujeres que tienen mucho trabajo doméstico y que no tienen un trabajo productivo de forma permanente. Son mujeres de una clase social baja, con un capital económico y cultural bajo que no se plantean mercantilizar el trabajo doméstico y familiar. Este tipo realiza y gestiona diariamente el trabajo reproductivo y lo contempla 16 como una actividad central, necesaria, importante y La gestión del trabajo doméstico asalariado en el contexto español. La modalidad familista versus la modalidad profesional absorbente de su vida cotidiana. Según C. Lozares (et. al., 1998), las personas orientadas al trabajo reproductivo son las que otorgan más connotaciones favorables al trabajo productivo, que se considera el más necesario y central, produciéndose una inversión de las representaciones en relación a la «pertenencia material» de los tipos. Este tipo que se ha denominado “ama de casa” no es un tipo estrictamente puro, puesto que se trata de mujeres que, siendo fundamentalmente amas de casa, tanto en su dedicación material como en la concepción de su papel social, dedican una parte de su tiempo al trabajo productivo de manera informal, a veces en forma de tiempo libre y a veces en forma de un trabajo asalariado, incluso sumergido (Míguelez, et. al., 1998). Esta dedicación parcial productiva puede estar dictada por una urgencia económica pero, a menudo, también es una forma de establecer o recuperar un vínculo relacional con el mundo del trabajo, de manera que el tiempo libre quedaría reducido a la mínima expresión (Míguelez, et. al., 1998). El tipo de poder que se reconoce a la “ama de casa” es el poder de realización y organización de las tareas del hogar, junto con el apoyo emocional, de forma que, «su misión es mantener la unidad de la familia» (Pérez, 1999:130). Ella es el referente del hogar y la familia se considera su apéndice. Su subjetividad se basa en la obligación moral y el sentimiento de deuda hacia la familia, provocando una clase de símil incuestionable entre la madre, la familia y ser ama de casa (Pérez, 1999). Teniendo en cuenta que estas mujeres están centradas en el ámbito doméstico y familiar, es importante considerar diferentes situaciones de su ciclo vital, que pueden alterar su carga reproductiva. Así, hace falta diferenciar estas mujeres en función de la coyuntura que viven respeto su dedicación y responsabilidades reproductivas: mujeres 17 Laia Castelló. Departamento de Sociología, Universidad Autónoma de Barcelona con hijos pequeños, con hijos grandes, sin hijos, con personas dependientes a cargo…etc.-. B) Señora de la casa La “señora de la casa”, al igual que la “ama de casa”, se desarrolla, principalmente, en el ámbito doméstico. Construye su identidad alrededor de la domesticidad y el dominio del ámbito privado, pero, a diferencia de la “ama de casa”, proviene de una clase social alta, que le permite delegar algunas funciones domésticas a servidores externos (“otras mujeres”) y prácticamente no mantiene vínculos con el mundo productivo. La “señora de la casa” no sólo es el referente por excelencia del dominio privado (institución-empresa familiar), sino que se realiza personalmente en su dirección: «La gestión del hogar y la supervisión de la servidumbre suponen simbólicamente más que un trabajo o profesión mercantil: les configura como competentes guías del hogar y les presta una sólida identidad personal y familiar.» (IOÉ, 2001:374). En este caso, la contratación de servicio doméstico adquiere una función simbólica importante y llega a ser un signo de estatus distintivo. Esta modalidad es propia, fundamentalmente, de empleadoras de mayor edad, casadas y con personas a su cargo. Estas mujeres corroboran que, hoy en día, el modelo de mujer se está liberalizando en España, un hecho que interpretan negativamente, desde el punto de vista de la cohesión familiar. La merma del rol femenino de la domesticidad y el aumento de las cuotas de libertad profesional de las mujeres, se materializará, para estas mujeres, en una desmembración de la estructura del hogar y familiar. 18 La gestión del trabajo doméstico asalariado en el contexto español. La modalidad familista versus la modalidad profesional El C. IOÉ (2001) define el tipo de gestión del trabajo doméstico asalariado de las “señoras de la casa” como un modelo prefordista , las características del cual serían: la presencia de un fuerte servilismo, la arbitrariedad de la empleadora y la sumisión de la trabajadora, la existencia de fuertes connotaciones “maternalistas” (bajo la “ficción de la familiaridad”), el rol de control y dirección directa de la trabajadora doméstica, por parte de la empleadora y la presencia de signos de diferenciación social visibles. Los rasgos de este modelo de gestión prefordista, descritos por el C. IOÉ (2001), hacen pensar en una alta asimetría de estatus entre la “señora” y la “criada”. De lo contrario, según los discursos analizados por el C. IOÉ, las “señoras de la casa” ven un cambio en las trabajadoras domésticas (“ya no es el qué era”) por el hecho que éstas ya no guardan la misma respetabilidad, ni mantienen la misma actitud de obediencia. Según estas mujeres, se está viviendo un momento de escasez de servidores “verdaderos”, hecho que podría afectar su identidad personal, basada en la gestión rutinaria del servicio doméstico, que implica asegurar la competencia, eficiencia y fidelidad del servicio (IOÉ, 2001). J. Rollins (1985) y L. Oso (1998) observan como las “señoras de la casa”, muestran una preferencia por las trabajadoras domésticas extranjeras, que tienen como virtud “la interiorización de la sumisión” y son menos contestatarias. Estas mujeres ven que las trabajadoras españolas han ido mostrando cierto recelo a un trato servilista y se resisten a aceptar la ejecución de un rol basado en la inferioridad. Esta preferencia para las extranjeras se produce, sobre todo, en el trabajo de cuidado y atención a personas dependientes, dónde son más valoradas que las españolas (Oso, 1998). J. Rollins (1985) explica la preferencia de estas mujeres por las extranjeras por un motivo de confirmación de estatus. El hecho de tener 19 Laia Castelló. Departamento de Sociología, Universidad Autónoma de Barcelona una mujer de otra etnia, con rasgos fenotípicos diferenciados, muestra, automáticamente, el estatus de la sirvienta, de modo que las marcas étnicas de la trabajadora son un canal de transmisión inmediato del estatus de opulencia de la persona empleadora. Si en un inicio las españolas eran más valoradas por miedo al “otro cultural”, este prejuicio se deja de lado cuando se perciben los beneficios del trabajo doméstico extranjero: la sumisión, la reducción de costes y el mantenimiento de las relaciones y prácticas de dominación étnicas y de clase (Pla Julián, 2004). C) Profesional La mujer empleadora que se ha denominado “profesional”, a diferencia de los dos modelos anteriores, tiene su fuente de socialización y realización personal en el ámbito productivo y el desarrollo profesional. Estas mujeres representan un nuevo estatus de personas “servidas”, dado que no realizan trabajo reproductivo, pese a que sí lo gestionan, y desarrollan un rol asociado tradicionalmente a los hombres, como la dedicación patrimonial y profesional (IOÉ, 2001). Son mujeres de una clase social media-alta que se consideran “mujeres modernas”, en oposición a las generaciones anteriores, no sólo por su estatus como profesionales, sino por la nueva visión que tienen de la reproducción. La variedad de posiciones profesionales de estas mujeres puede derivarse en diferentes maneras de gestionar el servicio doméstico. En este sentido, el C. IOÉ (2001) distingue dos grandes subsectores en función del rango laboral: la mujer empresaria y la mujer directiva/profesional. La primera utiliza un modelo de gestión pseudo- fordista, que se basa en una visión del servicio doméstico en términos de conflicto de intereses entre clases (empleadoras versus trabajadoras). Las empleadoras empresarias tienen una concepción del hogar a modo 20 La gestión del trabajo doméstico asalariado en el contexto español. La modalidad familista versus la modalidad profesional de una empresa, en que hace falta primar la lealtad y la autoridad por encima de la familiaridad. La profesional directiva en cambio, utiliza un modelo de gestión postfordista, que se sustenta en una estructura flexible. Estas empleadoras tienen experiencia en la gestión de recursos humanos, que aplican en el servicio doméstico, dónde ponen énfasis en la dimensión motivacional y humana para lograr el éxito en las relaciones laborales (IOÉ, 2001). Según L. Oso (1998), estas últimas tienden a percibir la relación laboral con la trabajadora doméstica en términos igualitarios y su discurso fluctúa entre aquello personal y aquello contractual. L. Oso (1998), a partir de los grupos de discusión a empleadoras profesionales de clases media-alta, observa como este colectivo se define por una interiorización de los valores de la igualdad de oportunidades, una toma de conciencia de las desigualdades de género, pero un estancamiento de la práctica, un continuismo en el ejercicio de la división sexual del trabajo entre sexos. Así, la ideología feminista ha cuajado entre estas mujeres profesionales, pero no se materializa en la práctica: son mujeres valoradas por su rol económico y ciudadano dentro de la sociedad, por su “proyecto autónomo” y de emancipación del hogar, pero el modelo de gestión del hogar sigue desarrollándose bajo criterios sexistas (Rollins, 1985; Oso, 1998). Como apunta L. Oso (1998): «Han hecho la revolución en la calle pero no en el hogar» (1998:195). Son mujeres que, ante la contradicción de identidad que supone la “doble presencia” (Balbo, 1994), optan por la contratación de personal doméstico que tiene dos funciones fundamentales: la reducción de la carga doméstica, traspasándola a otra mujer, y la paliación de las tensiones con la pareja. En este caso, el TDA tiene una función suplente (IOÉ, 2001), es decir, que la trabajadora doméstica reemplaza 21 Laia Castelló. Departamento de Sociología, Universidad Autónoma de Barcelona absolutamente a la mujer empleadora en todas aquellas funciones relacionadas con el cuidado del hogar y las personas. D) Asalariada La mujer “asalariada” establece un doble vínculo con el mundo de la producción y el mundo de la reproducción. En la mayoría de los casos, la mujer asalariada vive una situación de “doble presencia” porque sigue teniendo la responsabilidad del hogar y el cuidado de los hijos, a la vez que trabaja en el mercado productivo. Existe una “ayuda” externa en la gestión del hogar, pero continúa encargándose de la organización del ámbito doméstico. La mujer asalariada, a diferencia de la mujer profesional, se sitúa en los segmentos del mercado laboral subalternos y ocupa un estatus social bajo. Son mujeres que, pese a que desarrollan una actividad productiva, han construido su identidad en el modelo madre-esposa y pueden llegar a experimentar un sentimiento de culpa por sentirse “malas madres”, hecho que las sitúa en una posición de más riesgo de abandono del mercado de trabajo remunerado. Incluso, B. Anderson (2000) habla de unos posibles celos hacia la trabajadora doméstica, en caso de que la mujer asalariada haya interiorizado con mucha fuerza la moral de la mujer “cuidadora”. En este caso, el TDA tiene una función de reducir -que no eliminarla “doble presencia” de la mujer asalariada y proporcionarle más tiempo de ocio y de realización personal (función cooperadora) (IOÉ, 2001). Siguiendo el estudio del C. IOÉ (2001), la mujer empleadora asalariada sigue un modelo de gestión ambivalente del servicio doméstico que es fruto de la vivencia paradójica de «ser esclavas y tener esclavas» (IOÉ, 2001:392). La mujer empleadora asalariada experimenta 22 La gestión del trabajo doméstico asalariado en el contexto español. La modalidad familista versus la modalidad profesional una fórmula identitaria contradictoria porque debe conciliar ser una asalariada (posición de subordinación) en el ámbito productivo con ser una empleadora en el ámbito reproductivo (posición de dominación), lo que el C. IOÉ (2001) ha denominando el “doble vínculo” de la empleadora asalariada. Hace falta señalar que entre la mujer empleadora asalariada y la trabajadora doméstica asalariada hay una diferencia fundamental: el mayor poder adquisitivo de la primera, que la sitúa en la posición de ser “servida”, y la posición de subordinación de la segunda, que la sitúa, exclusivamente, como “servidora”, nunca como “servida”. La gestión ambivalente del servicio doméstico se basa en la incorporación de elementos de igualdad y desigualdad, de simetría y asimetría. Por una parte, de algún modo, ambas mujeres comparten la clase y el género, hecho que puede comportar una cierta identificación mutua, una empatía o solidaridad parcial. Pero, por otra parte, no dejan de ser la “señora“ y la “sirvienta” y, en el supuesto de que la trabajadora doméstica sea inmigrante, el factor étnico rompe del todo la comunión entre las dos. La representación que este tipo de mujeres se hacen del trabajo reproductivo también participa de algunas de las descritas en el tipo "ama de casa” y el tipo “profesional”. La mujer “asalariada” mantiene un carácter dual en las representaciones del trabajo reproductivo, provinente también de la dualidad de su pertenencia: en parte trabaja en el hogar, como la mayoría de las mujeres, y en parte trabaja fuera, como la mayoría de los hombres (Lozares, et al., 1998). Es el tipo que diariamente participa más de ambos ámbitos, el productivo y el reproductivo. La dedicación de estas mujeres a un ámbito o a otro está condicionada por factores como la tenencia o no de hijos (en una edad 23 Laia Castelló. Departamento de Sociología, Universidad Autónoma de Barcelona que requieran atención), y si tienen o no marido o pareja, que podría abrir la posibilidad de distribuir el trabajo reproductivo. En este sentido a Miguélez (et. al., 1998) se establecen cuatro formas condicionadas, de las cuales interesan las dos primeras porque son las que derivan en una situación de externalización, parcial o total, del trabajo reproductivo: a) El trabajo se distribuye entre la pareja, en general con algún grado de externalización, remunerando a un tercero; b) El trabajo reproductivo está poco repartido y casi totalmente salarizado en una persona externa a jornada completa; c) Lo realiza únicamente la mujer a doble jornada y d) Lo realiza una sola persona (hombre o mujer) por el hecho que vive sola. De los cuatro tipos expuestos (ama de casa, señora de la casa, profesional y asalariada), el modelo de gestión de la “señora de la casa” es el modelo más frecuente y tradicional, pero con menos peso e influencia ideológica en la actualidad (IOÉ, 2001). Las otras formas de gestión son más recientes y menos conocidas. Así, las modalidades de atención a los hogares más tradicionales están perdiendo legitimidad social y están cambiando, modificando tanto la figura tradicional de mujer empleadora como el sector doméstico en sí mismo. Figu ra 2 . T ip olo gía b ásica de las mu je re s emp lea do ras de T DA ÁMBIT O EXTRADOM ÉSTIC O ESFERA PRODUCTIVA 24 OCIAL ALTA CLA SE SOCIAL BA JA ÁMBIT O DOM ÉSTIC O ESFERA REPRODUCTIVA A. AMA DE CASA B. ASALARIADA Sin TDA Gestió n ambivalent e Función cooperadora C. S EÑORA DE LA CASA D. P ROFESSIONAL Gestió n La gestión del trabajo doméstico asalariado en el contexto español. La modalidad familista versus la modalidad profesional 4. La 2. La gestión del TDA: la m odalidad fa milista y la modalidad profesional Por gestión del TDA se entiende la manera como la persona empleadora administra y dirige el servicio, que vendrá muy condicionada por el imaginario subjetivo que ésta tenga de esta ocupación. Fundamentalmente, se han detectado dos formas básicas de gestión del servicio, a modo de “tipos puros”, que disienten entre si según el grado de (neo)servilismo que integran. 1. Modalidad familista : La modalidad familista de gestión del TDA, se ha considerado como aquélla modalidad con unos rasgos afines y continuistas con las pautas familistas, propias del Países Mediterráneos. Se trataría de una modalidad fiel al modo de funcionamiento familista, basado en la importancia de las relaciones intrafamiliars/personales en la difusión de bienestar cotidiano y la exención, o presencia débil, de las instituciones públicas en su provisión. 25 Laia Castelló. Departamento de Sociología, Universidad Autónoma de Barcelona La modalidad familista sería aquélla que se basa en la delegación mercantil del trabajo doméstico y familiar pero sin cuestionar su forma sexuada, su imaginario social o sus posibilidades de profesionalización. El proceso consiste en transferir la domesticidad y la idiosincrasia familista al mercado (“familismo mercantilizado”), de forma que, “no cambia nada”, sólo la relación salarial que contraerá una “nueva trabajadora”, diferente a la mujer madre-esposa. La característica básica de la gestión familista del TDA es su resistencia a la profesionalización y modernización, que hace que la relación laboral quede falcada en un sistema de funcionamiento basado en la informalidad, la arbitrariedad y la precariedad en las condiciones de trabajo. A continuación se establecen los componentes centrales de la relación laboral que presupone la modalidad familista: el (neo)servilismo, la asimetría y la baja formalidad contractual. El (neo)servilisme se concreta en una fuerte intensidad de las relaciones personales, la segregación del espacio y la comida, el “maternalismo” y la deferencia. La asimetría en la relación laboral se materializa en el establecimiento de una relación empleadora-empleada basada en roles altamente diferenciados y moralmente jerarquizados dentro de la unidad doméstica. Dada la situación de convivencia en un mismo espacio, se define, estrictamente, el rol que representa cada cual para evitar tensiones, disociando las dos feminidades en términos éticamente asimétricos (Oso, 1998; Anderson, 2000). En este sentido, es importante analizar los mecanismos simbólicos y objetivados de distinción entre la “señora” y la “chica”. La consideración, por parte de las mujeres empleadoras, que las trabajadoras provienen de un contexto sociocultural “inferior y atrasado” (en caso de ser extranjeras), justifica 26 La gestión del trabajo doméstico asalariado en el contexto español. La modalidad familista versus la modalidad profesional el rol de sumisión de la trabajadora y el rol superior de la empleadora, quien se puede creer con el derecho de dar “lecciones morales”. Otro componente de la modalidad familista, es la falta de formalidad de la relación laboral que, en caso de que el servicio se realice en la economía informal, todavía tiene un impacto más acusado. Esta baja formalidad puede derivar en una situación de arbitrariedad respeto las condiciones de trabajo, en que los acuerdos se toman en una relación individualizada y directa entre la empleadora y la trabajadora, desprotegida de un marco institucional, dotando de un escaso poder social de negociación al trabajador/a. Así, la negociación individual entre las partes -sin intermediarios, negociación colectiva, ni casi referencias legales-, se convierte en el mecanismo privilegiado de regulación de la relación entre empleadas y empleadoras. Se trata de un tipo de relaciones con una dinámica “espontánea” (Pla Julián, 2004). Por último, añadir que la modalidad familista del TDA acostumbra a aglutinar más mujeres inmigrantes que no españolas, dado que éstas últimas ya no están dispuestas a tolerar las condiciones que integra este patrón de gestión de la mano de obra y buscan una salida profesional con un trato menos servilista. Las trabajadoras domésticas españolas que siguen dentro de esta modalidad lo hacen, mayoritariamente, como asistentas “por horas” o externas, mientras que las mujeres inmigrantes ocupan aquellos agujeros abandonados por las primeras, como el servicio doméstico interno (IOÉ, 2001). 2. Modalidad profesional : La modalidad profesional representa el “modelo puro” opuesto a la modalidad familista. Si bien la aplicación de la modalidad familista en la manera de gestionar el TDA, lleva como resultados una precarización y 27 Laia Castelló. Departamento de Sociología, Universidad Autónoma de Barcelona informalización de las relaciones laborales, la modalidad profesional, es aquélla que se rige por un criterio de calidad “laboral” que permita dignificar las condiciones laborales y la valoración social de la ocupación. En la modalidad profesional priman valores como la autonomía o la independencia del trabajador/a, la simetría en las relaciones y el desempeño de un marco normativo/legal regulador (relación institucionalizada). Estos criterios garantizan una cierta “objectivación” de la relación laboral, contribuyen a la profesionalización de la ocupación, alejándola de su versión más familista, proporcionando al trabajador/a cierto poder social de negociación. Figu ra 3 . La mo dalid ad fa milista ve rsus la mo dalid ad pr ofe siona l Modali dad familista Dependencia Asimetr ía Informali dad (pacto tácito) Individuali zación (no mediati zado ) Modali dad Profe sional Gra do de liberta d trabajadora doméstica Desigual dad empleadora -trabajadora Regulació n laboral Intermediari os Autonom ía Simetr ía Formali dad (pacto regula do) Institucionali zació n (mediati zado ) Fuente: Elaboració n propia. Un ejemplo práctico de esta tendencia de dotar del TDA de un estatus más afín al resto de ocupaciones, es al propuesta de los “Servicios de Atención a Domicilio” (SAD) o servicios “de proximidad”, los cuales, por los criterios laborales que emplean, buscan una salida cualificada y profesional al TDA. 28 La gestión del trabajo doméstico asalariado en el contexto español. La modalidad familista versus la modalidad profesional Las empresas de los SAD realizan una tarea como “intermediarias” en el TDA tradicional entre empleadores y empleadas, aunque también pueden organizar de forma más directa la prestación de servicios domiciliarios contratando trabajadores/as: empresas “no intermediarias” (Parella, 2004; Pla Julián, 2004). En el caso de las “intermediarias”, pese a que no contratan a las empleadas -porque queda en manos de los hogares empleadores-, sí que fijan unas tarifas de precios negociables, a las que las personas empleadoras deben ajustarse e, incluso, pueden cobrar directamente los servicios y pagar a las trabajadoras, reteniendo una comisión y realizando un seguimiento del servicio prestado para garantizar su calidad (Pla Julián, 2004). Dentro de esta modalidad de servicios, aunque preeminentemente están compuesta por mujeres españolas, también hay, igual que en el servicio doméstico, una segmentación por etnia, que se basa en un sistema de reclutamiento específico, a partir de un sistema de estereotipos y preferencias de base androcéntrica y etnocéntrica (Parella, 2004). Conclusiones finales La transposición del trabajo doméstico y familiar al campo mercantil ha comportado la retribución monetaria de este trabajo pero, no necesariamente, su reconocimiento y valoración social, dado que se trata de un trabajo que todavía no se concibe socialmente como “una profesión como las otras”. Este hecho, no sólo tiene efectos en el imaginario simbólico y la infravaloración social de este trabajo, sino que también tiene una traducción negativa en su estatus jurídico que, en comparación con otras ocupaciones, presenta muchas carencias. 29 Laia Castelló. Departamento de Sociología, Universidad Autónoma de Barcelona Ante este escenario que presentan los Países Mediterráneos, y entre ellos España, es necesario analizar cómo se está efectuando este proceso de externalización del trabajo doméstico y de cuidado a la esfera pública, para poder evaluar los nuevos modelos de gestión del TDA (modelo familista/profesional) y ver, hasta que punto, se está reproduciendo un modelo de gestión familista del bienestar cotidiano o, contrariamente, está emergiendo la necesidad de profesionalizar y dignificar esta ocupación. 30 La gestión del trabajo doméstico asalariado en el contexto español. La modalidad familista versus la modalidad profesional Referencias Bibliográficas Addis, Elisabeth (2002) “Gender Symmetry in the Reform of European Welfare States”, disponible en http://www.iue.it/RSCAS/WP- Texts/02_25.pdf Anderson, Bridget (2004) “Just another job? Commodification of Domestic Labor” en Ehrenreich, B. y Russell Hochschild, A. (eds.) 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