reunió - Ajuntament de L`Hospitalet

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tertúlies literàries
La Tregua
Dimarts, 20 de febrer de 2007
a les 19:30 hores
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Biblioteca Central Tecla Sala
Mario Benedetti
Dossier La tregua
MARIO BENEDETTI
BIOGRAFÍA Y OBRA:
Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno Benedetti nació el 14
de septiembre de 1920 en Paso de los Toros, Departamento
de Tacuarembó, República Oriental de Uruguay. Su familia
se trasladó a Montevideo cuatro años después. En su
educación primaria asistió al Colegio Alemán de
Montevideo, donde comenzó a escribir poemas y cuentos.
La difícil situación económica familiar obligó a Mario a
trabajar muy pronto y completó sus estudios secundarios
como alumno libre.
Gracias a este temprano contacto con el trabajo Benedetti conoció el mundo gris
de las oficinas burocráticas de Montevideo (una constante en su literatura). Siguió
escribiendo y leyendo: Maupassant, Chejov y Horacio Quiroga, primero; luego
Faulkner, Hemingway, Joyce, Henry James, Proust, Virginia Woolf, Italo Svevo. Más
tarde literatura uruguaya y latinoamericana, además de textos políticos.
Entre 1938 y 1941 residió casi continuamente en Buenos Aires trabajando como
taquígrafo en una editorial. Se casó en 1946 con Luz López Alegre. De nuevo en
Montevideo, dirigió en 1948 la revista literaria Marginalia. Al año siguiente pasa a
formar parte del consejo de redacción de la revista Número. Esta publicación es
clave en la formación y el desarrollo de la llamada "generación del 45" o
"generación crítica", integrada entre otros, además de por Benedetti, por Carlos
Martínez Moreno, Mario Arregui, Ángel Rama, José Pedro Díaz, Armonía Somers,
Idea Cilariño, Sarandy Cabrera, Ida Vitale, Carlos Maggi y Emir Rodriguez Monegal.
En 1949 publicó su primer libro de cuentos, Esta mañana, y un año más tarde, los
poemas de Sólo mientras tanto. En 1953 apareció su primera novela, Quién de
nosotros. Entre 1954 y 1960 ocupó tres veces la dirección literaria de Marcha, la
revista más influyente de la vida política y cultural del Uruguay y una de las más
importantes de América Latina. Fue clausurada en noviembre de 1974, después de
sufrir numerosas suspensiones tras el golpe de estado de 1973. Con Poemas de la
oficina, publicado en 1956, Benedetti influenció a los poetas de su generación sobre
todo por el tono conversacional. Como experiencia personal, recoge su propia
actividad: cajero en una casa de repuestos de automóvil, funcionario público,
tenedor de libros, taquígrafo en la Facultad de Química.
En 1957 viajó por primera vez a Europa. En 1959, la Revolución Cubana marcó a
todos los intelectuales latinoamericanos. Este hecho fue fundamental para el
desarrollo literario y político del escritor uruguayo. Como él mismo ha declarado, le
hizo mirar a América Latina cuando la mayoría de los intelectuales vivían
deslumbrados por lo europeo. Ese mismo año viajó a Estados Unidos, hecho que lo
conmueve porque "me muestra el verdadero rostro del imperialismo". En 1966 visitó
por primera vez Cuba y, entre 1968 y 1971, trabajó en la Casa de las Américas,
institución cultural cubana.
En 1959 publicó El país de la cola de paja. Este libro es la primera reflexión de
Benedetti sobre el Uruguay oficial, por eso "estalló como un trueno en el limpio cielo
montevideano". Con su novela La tregua, aparecida en 1960, Benedetti adquirió
trascendencia internacional. La novela tuvo más de un centenar de ediciones, fue
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Dossier La tregua
traducida a diecinueve idiomas y llevada al teatro, la radio, la televisión y el cine.
Ambos textos son la denuncia y toma de conciencia frente a una sociedad en crisis.
Además de su labor como periodista y escritor, participó cada vez más
activamente en política. En 1971 fue uno de los fundadores del Movimiento de
Independientes 26 de marzo, sin embargo esta alternativa será frustrada por la
fuerza. Con el golpe de estado de 1973, se inició el exilio del escritor uruguayo.
Argentina, Perú, Cuba y España fueron las diferentes etapas de los doce años de
exilio.
En la actualidad alterna su residencia entre Madrid y Montevideo, desarrollando
una intensa actividad en el periodismo y en recitales poético-musicales junto a
intérpretes como Nacha Guevara y Joan Manuel Serrat. Su enorme producción
literaria abarca todos los géneros, incluyendo famosas canciones. Cuenta con más
de sesenta obras, en las que aborda temas como la guerrilla (proclamándose a
favor de ella), el exilio, el retorno y la vida cotidiana en las clases medias.
Destacamos la novela Gracias por el fuego (1965), el ensayo El escritor
latinoamericano y la revolución posible (1974), los cuentos de Con y sin nostalgia
(1977) y los poemas de Viento del exilio (1981). En 1987 recibió el Premio Llama de
Oro de Amnistía Internacional por su novela Primavera con una esquina rota. Otras
obras destacadas son Despistes y franquezas (1990), Las soledades de Babel (1991),
La borra del café (1992), Perplejidades de fin de siglo (1993) y Andamios (1996) de
marcado signo autobiográfico, en la que da cuenta de las impresiones que siente
un escritor uruguayo cuando, tras muchos años de exilio, regresa a su país.
En 1998 regresó a la poesía con La vida, ese paréntesis. Al año siguiente obtuvo el
VIII Premio de Poesía Iberoamericana Reina Sofía y publicó el séptimo de sus libros
de relatos, Buzón de número. En este mismo año, vio la luz su Rincón de haikus, clara
muestra de su dominio de este género poético japonés de signo minimalista con el
que había entrado en contacto años atrás gracias a Cortázar.
En 2003 Mario Benedetti presentó un nuevo libro de relatos: El porvenir de mi
pasado. Al año siguiente publicó Memoria y esperanza, una recopilación de
poemas, reflexiones y fotografías, que resumen las cavilaciones del autor sobre la
juventud. También en 2004 se publicó en Argentina el libro de poemas Defensa
propia. Ese mismo año fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad de la
República del Uruguay. Existe una biografía de Benedetti escrita por Mario Paoletti,
que se titula Mario Benedetti, el aguafiestas.
Curiosidades
Ø Algunas de sus obras han sido adaptadas al cine: La tregua en dos ocasiones
(1974 y 2003), El lado oscuro del corazón (1992) y Despabílate amor (1996), entre
otras.
Ø En la película El lado oscuro del corazón, el viejo marinero que recita poemas en
alemán a una de las prostitutas del bar es realmente Mario Benedetti, autor de
muchos de los textos incluidos en la película.
Ø Una de sus citas más famosas es: “Yo no sé si dios existe, pero si existe, sé que no le
va a molestar mi duda”.
Escuela Internacional. El español esperiencia de vivir. Alcalá de Henares.
<http://www.escuelai.com/spanish_culture/literatura/mariobenedettibiografia.html>
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Dossier La tregua
Es uno de los poetas más leídos por la gente. Autor de
tantos títulos como años acaba de cumplir, Mario
Benedetti dice que escribir le permite sentirse joven. En
esta entrevista -que incluye dos poemas inéditos-, el autor
hace un balance de los despistes y franquezas que
marcaron su vida.
Texto Ezequiel Martinez Fotos Rubén Digilio
Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno Benedetti nació un 14 de setiembre de hace 80
años. Una vez le escribió un poema al hijo que nunca tuvo en el que prometía
colgarle un único, solitario nombre; en lo posible, un monosílabo, "de manera que
uno pudiera convocarlo con sólo respirar". Con una lógica que nadie discute y
después de un par de batallas contra la burocracia, Mario etcétera Benedetti logró
aferrarse a los extremos de su nombre oficial y suprimir todo el resto en documentos
y afines. "Eran esas costumbres italianas de meter muchísimos nombres –justifica el
escritor uruguayo nacido en Paso de los Toros, departamento de Tacuarembó, uno
de los tantos puntos de la geografía que se disputa la cuna de Carlos Gardel–. Yo
tenía un tío que tenía los nombres de todos los reyes que reinaban el día que nació.
Un disparate."
Las décadas fueron regando otros azares sobre Benedetti. Hoy su rostro luce arrugas
de poesía y a veces su mirada dice más que mil historias, aunque él las haya escrito
casi a todas: su alma hecha palabra recorre los versos de Inventario y Viento del
exilio, acompaña los acordes cotidianos de canciones como Por qué cantamos y El
sur también existe; es el novelista de La tregua y La borra del café, el cuentista de
Montevideanos y La muerte y otras sorpresas, el dramaturgo de Pedro y el Capitán,
el ensayista de Perplejidades de fin de siglo, el intelectual comprometido con
causas que la razón no desconoce.
Este Benedetti, que transitó todos los géneros posibles, supo anclar sus textos en la
mayoría de los puertos que inquietan a la condición humana: el amor, la muerte, el
tiempo, la miseria, la injusticia, la soledad, la esperanza. Y lo hizo de una manera tan
simple y directa que miles de lectores lo convirtieron en su cómplice y todo.
Ha publicado tantos títulos como años acarrea sobre su módica estatura, y en
medio de esa vastedad de prosa y verso su piel fue acumulando éxitos y afectos,
miserias y exilios, errores y utopías. Lo que sigue es apenas una porción de su
abultada historia.
Durante su adolescencia, cuando decidió que iba a ser escritor, ¿imaginaba este
presente?
No, lo que pasa es que yo vengo de una familia con muchos problemas
económicos. Mi padre era químico farmacéutico, pero tuvo muchos contratiempos
con la quiebra de una farmacia en la que lo estafaron. Yo tenía cuatro años.
Tuvimos que mudarnos de Tacuarembó a Montevideo, y a partir de ahí mi infancia e
incluso parte de mi adolescencia fueron muy duras, con muchas privaciones.
Vivíamos en un ranchito con techo de chapas de zinc; mi madre tuvo que vender la
vajilla, los cubiertos y todas esas cosas que le regalaron para el casamiento.
Finalmente mi padre consiguió un empleo público y ahí las cosas empezaron a
andar mejor. Yo ya había tenido que dejar el colegio secundario para empezar a
trabajar vendiendo repuestos para automóviles. Entonces, con esos problemas
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Dossier La tregua
económicos que hubo en mi familia, ¿qué me iba a imaginar que iba a ser un autor
de éxito y que iba a poder vivir de la literatura? Además, primero me gané la vida
de muy distintas formas.
¿Pensaba que iba a ser toda la vida un oficinista?
Tenía la esperanza de un destino que tuviera que ver más con la escritura. Lo que
pasa es que en Uruguay era muy difícil que alguien viviera de lo que escribía; ni
siquiera Juan Carlos Onetti, que era el mejor, el que estaba en la cumbre, vivía de lo
que escribía. Se podía vivir del periodismo, como hice yo, pero eso es otra cosa, no
literatura. Recuerdo que de mis dos primeros libros no vendí ni un ejemplar, nada, y
las ediciones me las había pagado yo. Mi primer libro de éxito –un éxito relativo, en
realidad, porque la edición era muy limitada– fue Poemas de oficina. Ese fue el
primer título mío que se vendió más o menos bien.
Acaba de cumplir 80 años. ¿Qué cosas ganó con la edad?
Paciencia, tal vez más serenidad, y madurez por supuesto. Puede ser también que
los años le regalen a uno más lucidez, porque las cosas empiezan a verse no sólo
con los ojos del presente sino también con los del pasado, y entonces uno puede
tener una visión más aproximada del futuro. Pero también, cuando uno se hace
más viejo, el cuerpo se va deteriorando y la energía cambia, aunque el cuerpo es la
meseta donde se apoyan las cosas del espíritu, ¿no?
El espejo no miente –continúa–; ahí uno va viendo las nuevas arrugas, las bolsas de
los ojos... y sin embargo, a veces, a pesar de los años que se tengan, el espíritu de
un cuento o de un poema puede seguir siendo joven. Un poema que tiene alegría,
que tiene una cosa vital, lo rejuvenece a uno. Lo mismo sucede muchas veces al
escribir una historia de amor, aunque sea inventada: uno vuelve a sentir otra vez
una cantidad de sentimientos que creía olvidados
Es una forma de mantenerse joven.
Claro, y ésa no es una búsqueda deliberada, es algo que viene solo. Los poemas
son casi sanitarios en ese sentido.
Hay un libro suyo que lleva por título La vida ese paréntesis...
Porque creo que la vida es un paréntesis entre dos nadas. Yo soy ateo, no creo en
Dios ni nada por el estilo. Hay gente que tiene sus creencias religiosas y tiende a
sentir que después de la muerte está el Paraíso, o el Infierno, porque muchos han
hecho mérito para ir al Infierno. Yo creo en un dios personal, que es la conciencia: a
ella es a la que le debemos rendir cuentas cada día.
Y dentro de su paréntesis personal, ¿hay cosas de las que se arrepienta, algo que
hubiera querido hacer de manera diferente?
Y sí, claro que sí, me he equivocado en muchas cosas. A veces me arrepiento de
haber publicado un poema, no por cuestiones políticas, sino porque hoy lo veo y no
creo que esté bien. Me he equivocado en haber publicado libros que todavía no
estaban suficientemente maduros. Y en la vida misma también hay
arrepentimientos. Hubiera deseado ser un joven más feliz, menos prejuicioso, menos
ensimismado... También me arrepiento bastante de lo que fue mi actividad política,
que en un momento fue muy intensa. Yo fui dirigente del Frente Amplio, pero a
medida que iba pasando el tiempo advertí que no tenía la menor vocación para
dirigente político, sí para militancia independiente, fuera del aparato partidario
Finalmente llegué a la conclusión de que podía tener una incidencia política
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Dossier La tregua
mucho mayor a través de la literatura. Puede ser que me haya equivocado en
muchas cosas, pero en lo que no me he equivocado es en mantener cierta
coherencia política. A pesar de algunos errores circunstanciales, creo que volvería
por el mismo camino aunque tal vez no con los mismos pasos, para no meter la
pata.
En Rincón de haikus, un libro de poemas que publicó el año pasado con 224 textos
envasados en una rígida métrica japonesa, este uruguayo universal escribió:
"Cuando me entierren / por favor no se olviden / de mi bolígrafo". Hasta ese punto
llega su afán reproductivo. Además de este volumen, en 1999 terminó otro libro de
poemas, Buzón de tiempo, después de haber parido unos meses antes las 272
páginas –en la edición más modesta– de su novela Andamios. No puede decirse
que no hay lector que aguante, porque el hombre vende, y sobre todo, se lee, que
no siempre son sinónimos. Sin ambición de avergonzar a quienes sufren el síndrome
de la página en blanco, Benedetti confiesa que para no indigestar a la gente
guarda en un cajón los cien poemas de su próximo libro, El mundo que respiro –dos
de ellos se anticipan en exclusiva en esta edición de VIVA–, que amanecerán con
el próximo verano. Como los poemas lo agarran desprevenido y sin que los
convoque, siempre tiene a tiro una libreta para que su mano dibuje el esqueleto de
sus versos, hasta que los borradores no aguantan el peso de tantas tachaduras y
remiendos y entonces sí vuelca esa primera versión a la computadora. Allí van a
parar, sin escalas de papel, sus cuentos y novelas. Justamente, si no fuera por un
percance informático que lo tiene a mal traer, el escribidor infatigable ya estaría a
mitad de camino con un nuevo volumen de cuentos.
La verdad es que lleva un ritmo envidiable.
Y mientras pueda y tenga temas... Ahora, con lo que me cuestan los cuentos, justo
me acaba de pasar una cosa terrible. Desde hace quince años más o menos, para
poder escribir tranquilo, me refugio en un hotelito de Puerto Pollenza, en Mallorca.
Ahí la habitación tiene una terraza muy linda, con vista al mar, donde me siento con
la computadora; la cuestión es que estaba ahí, trabajando en unos cuentos cortos
cuando de repente se me borró todo. ¡Todo! Los siete cuentos que ya tenía
terminados, trabajados, corregidos... ¡La bronca que me agarró! De pura suerte
tengo en un cuaderno apuntes con la base de cada uno, una versión cruda,
porque la prosa siempre la escribo directamente en la computadora. Así que
espero volver a construirlos. ¡Qué se le va a hacer!
¿Y no los tenía impresos?
No, porque no había llevado la impresora –aunque es una chiquita– para tener un
peso menos en la valija. ¿Se da cuenta qué mala suerte?
¿Sabe que reconstruir la lista de todos los libros que tiene publicados es una
empresa bastante compleja? ¿Usted lleva una contabilidad más o menos exacta?
Ochenta, si se tienen en cuenta las antologías. Tengo tantos libros como años. Al
que le ha ido mejor es a La tregua, de lejos, que ya tiene 148 ediciones. Después
vienen Inventario Uno, Gracias por el fuego y La borra del café, que es el último libro
mío que ha caído muy bien, ya debe andar por las cuarenta ediciones en los
distintos idiomas y países. Pero no me puedo quejar: en España, Rincón de haikus
está desde hace varios meses en la lista de best-sellers.
Hay un dato llamativo en ese ranking. Con el éxito que tienen sus poemas, tres de
los cuatro títulos que acaba de mencionar son novelas.
Es que La tregua fue llevada al cine, fue finalista para un Oscar, se hicieron
adaptaciones para la televisión, el teatro, la radio... Hubo mucha cosa que ayudó,
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Dossier La tregua
lo que de todos modos es un misterio para mí, porque tampoco creo que sea mi
mejor novela. Para mí La borra del café es mucho mejor, pero ahí entran otros
factores: la gente la tomó como una novela de amor, y aunque es también una
novela de amor, no es lo principal. En cuanto a Gracias por el fuego, también fue
llevada al cine y fue finalista del premio Seix Barral. Pienso que eso le dio un
empujoncito extra.
Sin embargo usted siempre se ha sentido más cómodo con la poesía, ¿no?
Siempre digo que soy un poeta que además escribe cuentos y novelas. También me
siento cómodo con el cuento, aunque me da mucho más trabajo. Un poema lo
puedo escribir en un avión, durante un fin de semana o mientras espero al destino,
en cambio un cuento me puede llevar años. El volumen de Montevideanos, por
ejemplo, demoré dieciocho años en terminarlo, y sin embargo es un género que me
gusta mucho. El cuento no admite fallas, se construye palabra por palabra, cada
una tiene que tener su rol, y los finales son muy importantes. Pero a mí las ideas y los
temas ya me vienen con la etiqueta del género, aunque a veces me equivoco. Me
pasó con El cumpleaños de Juan Angel: empecé a escribirlo en prosa, como todo
novelista que se precie, pero a las 50 páginas no podía avanzar más, estaba
estancado, cosa que generalmente no me ocurre. Hasta que me di cuenta de que
el tema tenía una carga poética muy fuerte y lo retomé como una novela en verso.
Ahí cambió todo y la terminé rápidamente. Algo parecido me pasó con Pedro y el
Capitán: creí que era una novela y terminó como una obra de teatro que marchó
muy bien, se representó en no sé cuántos países. Creo que funcionó porque tiene
nada más que dos personajes; yo con tres personajes en teatro no doy.. Es un
género muy difícil.
¿Y las novelas?
Me cuestan menos que los cuentos, aunque para escribir una novela se necesita un
tiempo libre, porque no se pueden escribir diez páginas hoy y veinte a los dos años.
La novela es un mundo que uno inventa y hay que sumergirse en ese mundo, en sus
personajes... Si a mí me dejaran tranquilo podría escribir más novelas.
¿Cómo es eso?
Mire, Andamios, que es la última novela que publiqué el año pasado, demoré tanto
en terminarla porque he tenido que hacer tantos viajes, cumplir con tantos
compromisos y obligaciones, que me costó mucho mantener el ritmo. Hace como
cuatro años que quiero tomarme un año sabático y no puedo No me dejan.
Debe haber pocos hispanoamericanos que no sepan de memoria alguna estrofa
de Te quiero, Por qué cantamos, Una mujer desnuda y en lo oscuro y tantos otros
temas de Benedetti que popularizaron más de cuarenta intérpretes. La poesía
hecha canción apuntaló su fama y muchos de estos poemas dispararon sus flechas
hacia varios corazones, dejando a su responsable como un Cupido involuntario que
no merece quedar libre de culpa y cargo.
¿Usted es consciente de que algunos de sus poemas fueron el puntapié para más
de un romance?
Bueno, si sirven para el amor me parece una buena empresa. A veces me cuentan
que los muchachos copian poemas míos y se los mandan a las novias como si
fueran de ellos, y después cuando se casan les cuentan la verdad. Puede que
suene cursi, no sé, alguna gente dirá... Pero a mí no me molesta, al contrario. El
amor me parece lo mejor de las relaciones humanas.
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En otras palabras: usted puede ser el responsable de unas cuantas bodas.
¿Y por qué no? Mire, una de las cosas más lindas que me han pasado en la vida
con relación a mi obra me ocurrió en México. Una vez en Guadalajara, donde
habíamos dado un recital con Daniel Viglietti, se me acercó una pareja de unos 30
años y el muchacho me dijo: "Mire, nosotros fuimos pareja pero después nos
divorciamos. De todas formas queríamos contarle que nos conocimos por Inventario
y queremos que nos firme el libro". Al tercer recital se aparecieron otra vez los dos
para ponerme al corriente de la relación: "Mire, como el otro día estuvimos con
usted y le contamos que nos conocimos con Inventario, queríamos decirle que por
Inventario decidimos volvernos a casar". Así son las cosas..
La poesía, por lo general, no tiene tantos lectores como la novela o el cuento, y sin
embargo la suya tiene muchos seguidores. ¿Alguna vez se preguntó por qué?
Sí, y para mí es un misterio. Pienso que por un lado puede ser porque mis poemas
son bastante sencillos, bastante claros, y eso es algo que se convirtió en una
obsesión para mí: la sencillez. Hacia el fin de mi adolescencia, cuando yo sabía que
iba a ser poeta, leía a los de más prestigio, y aunque los entendía y los disfrutaba,
me parecían muy enigmáticos, con toda una retórica que me parece espantaba a
los lectores. Me gustaban, pero me dije que yo así no iba a escribir nunca. Otra de
las razones por las que creo que a la gente le gustan mis poemas es porque he
escrito mucho sobre el amor. Pero así y todo, no me explico demasiado el éxito que
han tenido.
La mayoría de sus obras tiene como protagonista al montevideano de clase media.
Usted siempre dijo que no podría escribir sobre otro tipo de personajes.
Es que ésa es mi limitación. Me siento muy inseguro si me salgo del montevideano
de clase media. Ese es el territorio que yo conozco. Alguna vez dije, medio en
broma medio en serio, que el Uruguay es la única oficina en el mundo que ha
alcanzado la categoría de República. Y es así, y yo conozco bien a esta clase
media. Muchas veces incluso me reprocharon que no trate a la clase obrera. Pero
las veces que lo intenté, me sonaron falsos. Mis obreros nunca hablan como los
obreros; entonces no insistí más, ¿para qué? Es una limitación y me atengo a esa
limitación.
¿Entonces cómo explica que, siendo la suya una literatura localista, haya tenido
tanta trascendencia en otras partes del mundo?
Puede ser que la clase media sea más universal que otras clases. No sé, pero la
verdad es que incluso tengo cuentos que transcurren en el exterior, pero siempre de
montevideanos que están en España, en Cuba o en México. De todas formas,
supongo que para llegar al mundo hay que llegar primero a la comarca, por ahí se
empieza. El que quiere empezar por el mundo..
A través de sus textos políticos, usted intentó hacerse escuchar en su comarca. Eso
le valió un pasaje al exilio. ¿Cree que el intelectual puede cambiar algo a través de
la palabra?
No, no puede cambiar nada. Yo no recuerdo ninguna revolución que se haya
ganado con un soneto, por ejemplo. A los dirigentes políticos les gusta mucho
adornarse con el arte, sacarse una foto del brazo de un pintor o terminar un discurso
con un poema, pero no es que crean en una cosa ni en la otra. Tal vez algún raro
personaje de la dirigencia política puede venir un día y decir: "Con estos tres versos
me aclaraste este tema", y yo con eso puedo sentirme más que satisfecho.
Suena a batalla perdida.
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No, porque uno escribe para esclarecer la mente de un individuo, del ciudadano
de a pie. Además, es una cuestión de conciencia. Si yo estoy en contra de la
globalización de la economía, de la corrupción y de la hipocresía, lo digo y lo
escribo. Justamente las causas en las que creo y que son derrotadas son las que me
impulsan, porque gracias a que las defiendo puedo dormir tranquilo. No me siento
derrotado en cuanto a mis creencias ideológicas y voy a seguir luchando por ellas.
Sin éxito, eso sí.
Hay que defender la derrota, dijo el poeta.
Es que la utopía es una cosa que debemos mantener. Por definición, la utopía es
algo que nunca se realiza por completo, una cosa que parece imposible y después
resulta que se realiza. Siempre digo que los tres grandes utópicos que ha dado este
mundo son Jesús, Freud y Marx; gracias a ellos la humanidad ha dado pasos
positivos. Aunque de cada utopía se realice un diez por ciento, gracias a ese diez
por ciento la humanidad ha mejorado un poco. Yo soy un optimista incorregible.
Su defensa de la utopía lo enfrentó a más de un destierro. Debutó como exiliado en
1983, cuando cruzó el charco y se instaló en Buenos Aires buscando una seguridad
incierta. Fue aquí donde inauguró el "llavero de la solidaridad": cuando las cosas
comenzaron a ponerse oscuras acudía a ese manojo que le abría la puerta de las
casas de cinco o seis amigos. Era la única manera de desorientar los radares
nefastos que iban tras su sombra. Hasta que la Triple A le dio 48 horas para seguir
respirando en la Argentina y se marchó a Perú, luego a Cuba y finalmente a
España, continuando un exilio que le negó su patria durante doce años. Y también
a su mujer, Luz, que debió quedarse en Uruguay cuidando a las ancianas madres
de ambos. A pesar de todo, Benedetti no escupe reproches; más bien le da
palmadas a ese tiempo pasado que pudo ser peor.
¿No siente rencor por ese pedazo de vida que le cambiaron?
La pasé muy mal, me amenazaron de muerte, me separaron de mi ciudad, de mi
mujer, y sólo por algún azar me fui salvando, pero no por hacer concesiones. Yo
hubiera preferido no tener que recurrir al exilio, y sin embargo, en cierta forma el
exilio me ayudó. Por un lado, empezaron a interesarse por mis libros, me hizo ser más
conocido y eso hasta me permitió un alivio económico. Además, he aprendido
mucho de la gente que fui conociendo en los diferentes países donde tuve que
vivir. No de los gobiernos, porque de ellos no se aprende nunca nada, pero de la
gente sí. Es como un fenómeno de ósmosis: uno le da a ese pueblo que lo recibe lo
mejor que tiene y ese pueblo le devuelve cosas a uno. Esa proximidad, ese
intercambio enriquecedor y evidente, me ha cambiado para bien, me ha hecho
madurar, me ha quitado cierta tentación de hacer juicios demasiado apresurados
sin que las cosas se asienten
Le supo sacar provecho al exilio.
Yo creo que sí. Volví a mi país un poco mejor de lo que me fui, más ecuánime, más
tolerante, menos radical, pero sin perder mis obsesiones.
Usted ha inventado una palabra, desexilio, que describe las sensaciones del
regreso. ¿Se termina el desexilio alguna vez?
Me parece que no. En uno de mis libros puse como epígrafe una frase de Alvaro
Mutis, que dice que uno está condenado a ser siempre un exiliado, y creo que es
cierto. Afuera uno se siente herido, ajeno, y cuando regresa también se siente
exiliado, porque uno ha cambiado y el país también ha cambiado. Ha cambiado
hasta el paisaje, la mirada de la gente... Sigue siendo el país de uno, se lo quiere
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Dossier La tregua
como el país propio, pero la relación es distinta. Entonces se siente nostalgia por
ciertas cosas del exilio, que tienen que ver más que nada con las personas.
¿La patria de uno dónde queda después de ese proceso?
Como decía José Martí, la patria es la humanidad. En todos los países, en los que
uno ha estado y en los que no ha estado, hay gente que por lo que piensa, por sus
actitudes, por lo que hace, por lo que siente, por su solidaridad, son como
compatriotas de uno. La patria de cada uno está formada de esa gente. Porque en
el propio país ha habido también torturadores, corruptos, y esos no son
compatriotas míos.
Actualmente, Mario Benedetti vive mitad de su tiempo en España y mitad en
Uruguay. Esos compromisos de los que a veces se queja pero que tanto disfruta, lo
tironean hacia ambos lados del océano. Su residencia en ésta y en aquellas tierras
no obedece, aclara, a una necesidad de escaparles a los inviernos ni a las
humedades que castigan su asma desde que tenía 25 años, cuando un tifus le dejó
como secuela esa angustia por el oxígeno que un par de veces lo acostó en
terapia intensiva. Está acostumbrado a convivir con un aparatito que despide
vapores salvadores cada vez que le falta el aire, y en sus poemas hasta se ríe de
ésta y otras fallas de fábrica que le trajeron las décadas: "...mis cataratas, mis
espasmos asmáticos, mi herpes zoster, mi lumbago, mi hernia diafragmática",
enumera en Heterónimos.
Sabe que su cuerpo le empezó a confiscar la frescura que mantiene su mente, pero
él le pone el pecho al asunto con palabras: su próximo libro de poemas, El mundo
que respiro, pone el acento en la cercanía de la muerte.
¿Le preocupa el tema?
Bueno, a todo el mundo le preocupa, ¿no? Pero a los 80 años uno está un poco
obligado a pensar en esas cosas. La muerte es una presencia, y la barajo en
conexión a lo que es la muerte para otros, no sólo para mí. Pienso que una de las
formas de sobrellevar la idea de la muerte es darle la cara, hablar de ella, dialogar
con ella. Me parece que es una manera de poder soportar ese fin obligatorio.
Admitir la muerte es un modo de restarle importancia, porque si uno está
obsesionado con eso..
Por eso escribe sobre la muerte.
Escribo sobre ella para que no me sorprenda, claro. Su cercanía no tiene que
aplastarlo a uno, por eso tengo un poema que se llama Como si fuéramos
inmortales: hay que vivir como si lo fuéramos.
Terminemos hablando de la vida, entonces. Usted ha recibido muchos premios por
su obra, pero cuando hace un par de años la Universidad de Alicante lo nombró
doctor honoris causa, fue en reconocimiento a "su fecunda labor creativa y por su
condición de hombre de pueblo". Obra, pero también vida. ¿Cómo prefiere ser
reconocido?
Son dos cosas que forman el carácter y la condición humana de uno, ¿no? Muchos
de mis poemas son producto de ser hombre de pueblo, y estar cerca del pueblo
siempre ha sido una máxima para mí. Lo mejor que me pudo haber pasado en la
vida es que lo que escribo le haya tocado el corazón a esa gente, a ese pueblo, a
ese hombre de a pie.
Martínez, Ezequiel. Especial Benedetti.
< http://www.clarin.com/diario/especiales/benedetti/nota1.htm>
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................................BIBLIOTECA CENTRAL TECLA SALA- 9
Dossier La tregua
RAL TECLA SALA
POESIA
NARRATIVA
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A dos voces
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Andamios
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A dos voces (audiollibre)
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Buzón de tiempo
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El Amor, las mujeres y la
ƒ
El
vida
Césped
y
otros
relatos
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Antología poética
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Cuentos completos
ƒ
Cotidianas 1978-1979
ƒ
Gracias por el fuego
ƒ
Insomnios y duermevelas
ƒ
Memoria y esperanza
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Inventario
dos
poesía
un
completa 1986-1991
ƒ
Inventario
tres
poesía
los
ƒ
El
Porvenir
de
mi
pasado
ƒ
El Mundo que respiro
ƒ
Noción de patria 1962-1963
ƒ
Poesía con los jóvenes
ƒ
Poesía
los
a
jóvenes
completa 1991-2001
con
mensaje
ƒ
jóvenes
TEATRE
(audiollibre)
ƒ
Próximo prójimo 1964-1965
ƒ
La Vida ese paréntesis
La Tregua
ƒ
Pedro
y
el
Capitán
pieza en cuatro acto
Podeu descarregar d'Internet l'estudi que va escriure Luis Quintana Tejera
sobre l'obra a:
<http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/104/10412211.pdf>
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