La Espiritualidad del Enfermo en fase Terminal

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RAE
1. TIPO DE DOCUMENTO: Trabajo de grado sobre “La Espiritualidad del Enfermo en fase
Terminal” con una profundización teológica y pastoral, fortaleciendo la dimensión espiritual
del enfermo que experimenta una situación de gravedad o en fase terminal a través de un
acompañamiento humano y cristiano, para obtener el título de licenciado en Teología.
2. TITULO: “Espiritualidad del Enfermo en fase Terminal”.
3. AUTOR: JOHN FREY RUBIANO MOLINA
4. LUGAR: Bogotá, D.C.
5. FECHA: Junio de 2008
6. PALABRAS CLAVES: Dimensiones del ser humano, la Sagrada Escritura y los Enfermos,
la caridad en los documentos de la Iglesia, la asistencia a los enfermos, la humanización en
el mundo de la salud, la espiritualidad de san Camilo de Lelis, el acompañamiento y la
espiritualidad del enfermo grave o terminal.
7. DESCRIPCIÓN DEL TRABAJO: Este trabajo profundiza el plano espiritual del enfermo en
su fase terminal, en su última etapa de vida, dándole un sentido cristiano a la experiencia de
sufrimiento. Haciendo uso de la Sagrada Escritura que ilumina la acción pastoral a ejemplo
de Jesucristo a través de su acción reconciliadora, sanadora o salvadora que experimenta el
creyente. Encaminándolo a su preparación para el encuentro definitivo con Dios.
8. LINEAS DE INVESTIGACIÓN: Teológico pastoral.
9. FUENTES CONSULTADAS: AGUIRRE, Carmen. ALARCÓN, Wilson y ALARCÓN, Edgar.
Cuidados del Enfermo en fase terminal y Atención a su Familia. Quito: Editorial Universitaria,
1995; BRUSCO, Angelo. Humanización de la Asistencia al Enfermo. Madrid: Centro de
Humanización de la Salud. 1998; BUCKMAN, Robert. ¿Qué decir? ¿Cómo decirlo?
Dialogando con el paciente terminal. Santafé Bogotá: Cencapas- Selare, 1993; BERMEJO,
José C. Vivir sanamente el sufrimiento. Conferencia Episcopal Española, Departamento de
Pastoral de salud. Madrid: 1994; --------, Sida, Vida en el Camino. Madrid: Ediciones
Paulinas, 1990; BIBLIA DE JERUSALEN. Nueva edición revisada y aumentada. Bilbao:
Desclée de Brouwer, 1998; CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO-CELAM. Tras las
Huellas de Cristo Médico. P. Angelo Brusco, Sergio Pintor. Bogotá: Colección Autores No.
28. 2001; DAVANZO, Guido. El Sufrimiento. Dimensión Teológica y Pastoral. Segunda
edición. Bogotá: Cencapas-Selare, 1989; FLORES, Gonzálo. Penitencia y Unción de los
Enfermos. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1993; GALILEA, Segundo. El Camino de
la Espiritualidad. Bogotá: Ediciones San Pablo. 1994; GRANDI, Virgilio. Espiritualidad
Camiliana. Santafé de Bogotá: Cencapas, 1996; SOMMARUGA, Germana. Camilo de Lelis.
Contestador, reformador, santo. Quito: Ediciones Camilianas, 1997; JUAN PABLO II. Carta
sobre el Sentido del Sufrimiento Humano. Santafé de Bogotá: Paulinas, 1996; --------, Los
Fieles Laicos. Santafé de Bogotá: Paulinas, 1996; FONNEGRA DE JARAMILLO, Isa. De
cara a la muerte. Santafé de Bogotá: Intermedio Editores, 1999; PAGOLA, A. José. Id y
Curad. Evangelizar el mundo de la salud y la enfermedad. Madrid: Centro de Humanización
de la Salud. 2004; MONCADA, Jesús S. El Sufrimiento espacio privilegiado de encuentro
con Dios. Bogotá: Secretariado Latinoamericano para la renovación-SELARE. 1990;
1
PANGRAZZI, Arnaldo. El Duelo. Experiencias de crecimiento. Bogotá: Ediciones Camilianas,
1993; -------, ¿Por qué a mí? El lenguaje sobre el sufrimiento. Madrid: Editorial San Pablo,
1994; --------, Creatividad Pastoral al Servicio del Enfermo. Santander: Editorial Sal Terrae,
1986; --------, El Mosaico de la Misericordia. La relación de ayuda en la pastoral sanitaria.
Santander: Editorial Sal Terrae, 1990; PANGRAZZI, Arnaldo y BAUTISTA, Mateo. Sana el
corazón enfermo. Buenos Aires: Editorial San Pablo, 1993. P. 18; PAGOLA, José. Id y
Curad. Evangelizar el mundo de la salud y la enfermedad. Madrid: Editorial PPC, 2004;
SANDRIN, L; BRUSCO A., y POLICANTE, G. Comprender y Ayudar al enfermo. Segunda
edición. Bogotá: Cencapas-Selare, 1991; TARRARAN, Adriano y CALDERON, Isabel.
Acompañamiento a los que Sufren. Bogotá: Cencapas, 2003; VANTI, Mario. El Espíritu de
San Camilo de Lelis. Roma: Edición Española, 1951; VENDRAME, Calisto. A Unçao dos
enfermos, Sao Paulo: Ed. Paulinas, 1974, P. 35; --------, Los enfermos en la Biblia. Madrid:
Editorial San Pablo, 2002; VIOLA, Roberto. El Sacramento de la Fortaleza y de la
Esperanza. Bogotá: Ediciones Paulinas, 1981.
10. CONTENIDOS: La motivación de esta investigación surge a partir de la realidad del
enfermo terminal y de sus necesidades como ser humano, profundizando la dimensión
espiritual del enfermo como un elemento indispensable en los momentos de dificultad y de
una experiencia cristiana. Se describe el estado físico de un enfermo terminal y cómo su
enfermedad influye en la relación emocional consigo mismo y con los demás. Se reflexiona
a través de la Sagrada Escritura como fuente de la revelación de Dios en medio de la
enfermedad y de la manifestación de su misericordia en su Hijo Jesucristo. Se abordan los
documentos del magisterio de la Iglesia que tratan sobre el dolor y el sufrimiento humano,
con todo esto, se desarrolla una propuesta con el fin de responder a las necesidades
espirituales de los enfermos terminales.
11. METODOLOGIA: Para esta investigación, se parte del contexto de enfermedad y de las
situaciones limites, observando (VER) la realidad de sufrimiento, más específicamente, de
los enfermo de cáncer del Instituto Nacional de Cancerología. Interpretando (JUZGAR) el
sufrimiento, el dolor y la enfermedad como realidades humanas que pueden ser iluminadas a
través de la sagrada Escritura y de los documentos de la Iglesia, proponiendo acciones
pastorales (ACTUAR) que ayuden al enfermo terminal a afrontar los momentos de la
enfermedad con un sentido cristiano.
12. CONCLUSIONES:
En la existencia del ser humano; el sufrimiento, la enfermedad y el dolor han sido realidades
que no se pueden eludir y que ocasionan profundas heridas a las diversas dimensiones
humanas. Aún más, aquellos que viven una enfermedad en fase terminal, sin una cura,
sufren heridas no sólo en el cuerpo, también las del alma; por ello, surge la necesidad de
brindar una asistencia integral al enfermo, sin descuidar, ni abandonar los diversos factores
que fortalecen las dimensiones que integran la vida de la persona, sobre todo, la vida
espiritual que en los momentos de enfermedad grave se convierte en un elemento
indispensable para que el enfermo pueda vivir sus sufrimientos con dignidad y sentido
cristiano.
2
ESPIRITUALIDAD DEL ENFERMO EN FASE TERMINAL
JOHN FREY RUBIANO MOLINA
UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA
FACULTAD DE TEOLOGÍA
BOGOTÁ
2008
3
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ESPIRITUALIDAD DEL ENFERMO EN FASE TERMINAL
JOHN FREY RUBIANO MOLINA
Trabajo de Grado para optar por el título
de Licenciado en Teología
Director
P. Pablo Orozco Rangel, Licenciado en Teología
Licenciado en Psicología
UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA
FACULTAD DE TEOLOGÍA
BOGOTÁ
2008
4
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Nota de aceptación
_______________
__________________________________
Firma del presidente del jurado
__________________________________
Firma del jurado
__________________________________
Firma del jurado
Bogotá, Junio de 2008
5
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AGRADECIMIENTOS
Agradezco en primera instancia a Dios Padre, por ser el creador de la vida y
a quien le debemos nuestra existencia. Por enseñarnos en su Hijo Jesucristo
la fe, la esperanza y la caridad para con los enfermos.
A mi familia: padres y hermanos, que con su apoyo incondicional me animan
a continuar en mis proyectos presentes y futuros.
También, a todas las personas enfermas, que a través de la pastoral de la
salud me han inspirado para realizar este trabajo investigativo, reflexionando
y profundizando sobre el trato humano y cristiano en la asistencia a los
enfermos en fase terminal.
A la comunidad del Seminario San Camilo y a los hermanos religiosos,
estudiantes de teología, que me colaboraron con textos y demás documentos
para poder culminar este trabajo.
6
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CONTENIDO
Pág.
INTRODUCCION: DISEÑO DE TRABAJO
9
1
DIMENSIONES DEL ENFERMO EN FASE TERMINAL
14
1.1
1.2
1.3
1.4
Dimensión biológica
Dimensión emotiva
Dimensión social
Dimensión espiritual
15
17
22
24
2
DIMENSIÓN BÍBLICA Y TEOLÓGICA DE LA ESPIRITUALIDAD,
EN RELACIÓN CON EL ENFERMO EN FASE
TERMINAL
29
1.5
1.5.1
1.5.2
1.5.3
1.5.4
1.6
1.6.1
1.6.2
1.7
1.7.1
1.7.2
1.7.3
1.7.4
3
La espiritualidad y la enfermedad en el antiguo testamento
El libro de Job
El libro de Qohélet o Eclesiastés
El servidor sufriente de Yahvé
Los Salmos
La espiritualidad y la enfermedad en el nuevo testamento
La acción de Jesús con los enfermos: como modelo espiritual
a partir de los evangelios
Los Hechos de los Apóstoles y los enfermos
El sentido de la espiritualidad cristiana en los Documentos
del magisterio de la iglesia
Gaudium et Spes
Christifideles Laici
Salvifici Doloris
Dolentium Hominum
LA ESPIRITUALIDAD CAMILIANA COMO MEDIO
DE HUMANIZACIÓN Y EVANGELIZACIÓN EN EL MUNDO
DE LA SALUD
Propuesta pastoral para la dimensión del enfermo en fase
terminal
3.2
La función de la oración
3.2.1 La interioridad en la oración
3.3
La experiencia personal de fe
30
32
37
39
41
44
45
49
52
52
54
56
58
61
3.1
63
64
66
67
7
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3.4
3.4.1
3.4.2
3.4.3
3.5
Los Sacramentos en la enfermedad
El Sacramento de la Reconciliación
El Sacramento de la Unción de los Enfermos
El Sacramento de la Comunión
El amor sanador
69
70
71
73
74
CONCLUSIONES
77
BIBLIOGRAFÍA
79
ANEXOS: A y B
82
8
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INTRODUCCIÓN
Este trabajo tiene como objetivo profundizar en el plano espiritual del
enfermo en su fase terminal entendida como la última fase de su proceso
vital, encaminado a su preparación para el encuentro definitivo con Dios. Se
trata de darle sentido a la enfermedad, en la relación del enfermo consigo
mismo, con los demás, y para con Dios teniendo como medio eficaz, el
proceso de espiritualidad que vivencia el enfermo terminal.
El marco teológico pastoral es una espiritualidad iluminada por la Sagrada
Escritura y por las actitudes y acciones de Jesucristo que dan sentido a la
enfermedad y la muerte. Se pretende subrayar cómo las situaciones límite
permiten percibir la manifestación de Dios y descubrir la presencia de
Jesucristo que conforta y salva.
La acción pastoral conlleva una metodología que tiene en cuenta el contexto
del enfermo, desde el cual podemos describir e interpretar el recurso
espiritual como ayuda reconciliadora, sanadora o salvadora que experimenta
el creyente. Es así como mediante acciones pastorales se desarrollan
instrumentos que detecten las necesidades espirituales, brindando un
acompañamiento humano y cristiano al enfermo terminal.
Con este trabajo se trató de profundizar e investigar para establecer si
verdaderamente la espiritualidad le ayuda al enfermo terminal en su
encuentro personal con Dios, en la experiencia de su cercanía y presencia.
No se pretendió dar respuestas teóricas acerca del ¿por qué de la
enfermedad y la muerte? sino plantear la posibilidad de que la experiencia
espiritual del enfermo terminal, se centre en la praxis de la relacióncomunicación con Dios. Por ello, se planteó la siguiente pregunta que
condujo todo el trabajo. ¿La espiritualidad cristiana es una experiencia
salvadora-sanadora para el que vive interpelado por la enfermedad
terminal?
El trabajo ha sido muy importante porque es necesario el reconocimiento de
una espiritualidad latente como experiencia de fe del enfermo en su fase
terminal. Es así, como la reflexión teológica sobre la espiritualidad puede dar
un sentido cristiano a las heridas que se abren por causa de la enfermedad y
que afectan la integralidad de las dimensiones del ser humano.
Son diversas las necesidades que podemos encontrar en un enfermo en fase
terminal: necesidades en la dimensión biológica, ya que se ven agobiados
por el dolor y la prolongación de la enfermedad sin mayores mejorías; en la
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dimensión psicológica necesidades afectivas a causa de la soledad, de la
falta de escucha y demás preocupaciones de tipo personal y familiar en su
dimensión social. También la falta de recursos económicos para poder pagar
los medicamentos, el servicio hospitalario entre otros. En estos momentos en
que el enfermo se encuentra al borde de la muerte, puede recurrir a Dios,
pero también, puede verse enfrentado contra Dios. Por ello, me propongo
desarrollar una reflexión teológica y pastoral que propicie los recursos de la
reconciliación, la sanación-salvación y la confianza en la infinita misericordia
de Dios.
Es así como este proyecto trata de responder a una de las necesidades
primordiales del enfermo terminal, como es su vida espiritual, para que así
pueda aceptar la muerte con mejor disposición, bajo una fe sólida en Dios, en
quien confía y mantiene la esperanza en la vida eterna como una nueva
etapa, que llamamos resurrección, para ser capaz de reconciliarse consigo
mismo, con los demás y con Dios.
El propósito es ofrecer unas líneas teológicas de acompañamiento al
enfermo terminal, ya que la persona enferma está en un constante
cuestionamiento sobre el sentido de su vida, sobre la aceptación de la
enfermedad y la muerte. Por ello, la enfermedad se convierte en ocasión
privilegiada, donde el enfermo se interpela por la necesidad de una ayuda
espiritual que desea experimentar para poder afrontar no sólo sus
sufrimientos corporales sino también para ser sanado en su espíritu para el
encuentro definitivo con Dios.
Se trabajó con instituciones hospitalarias, donde el continuo contacto con los
enfermos en medio del dolor y el sufrimiento ha sido el motivo para
profundizar sobre la espiritualidad cristiana. El enfermo se ve confrontado
con una gama de situaciones ligadas a la enfermedad, dichas situaciones
pueden ser de orden económico, familiar, social y religioso. Es en este
entorno, donde propongo acciones pastorales que respondan a una atención
humana y cristiana en la que, se respete la dignidad y se le brinde un
acompañamiento espiritual al enfermo terminal.
Pero debo recordar que el hospital no es el único lugar donde habitan los
enfermos en fase terminal, ya que muchos de ellos, ya sea por circunstancias
económicas o desahuciados por los informes médicos son llevados a sus
casas, donde son atendidos por la misma familia o un profesional de salud,
pero también es muy frecuente encontrarlos abandonados en hogares
geriátricos.
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Los objetivos propuestos para el trabajo de grado fueron los siguientes:
OBJETIVO GENERAL
 Proponer unas líneas teológicas pastorales de espiritualidad cristiana para
acompañar al enfermo en fase terminal.
Objetivos Específicos
 Identificar en el enfermo terminal, los factores biológicos, afectivos,
sociales y espirituales que requieren una inmediata atención para la
integración de sus dimensiones humanas.
 Reflexionar en la Sagrada Escritura, cómo se expresa Dios en momentos
de sufrimiento y enfermedad y, la absoluta ejemplaridad de la vida de
Cristo.
 Identificar a través de recientes documentos del magisterio de la Iglesia,
la propuesta acerca del sufrimiento y el dolor humano.
 Responder, con una propuesta cristiana, a las necesidades espirituales
del enfermo terminal, para posibilitar la experiencia de encuentro con
Dios, dando sentido a su sufrimiento y su dolor.
En relación con los antecedentes, las siguientes investigaciones recientes,
relacionadas con el sufrimiento y el dolor humano, han sido llevadas por
Licenciados en Teología de la Universidad de la San Buenaventura, sede
Bogotá. Las tres primeras investigaciones se publicaron en la revista
FRANCISCANUM, Nºs 124-125 de Enero-Agosto del 2000. Entre ellas,
tenemos:
“Sirviendo a los enfermos como Cristo y como a Cristo”. Por el autor Juan
Pablo Villamizar Jaimes. Quien nos habla de los enfermos en relación a la
sanación, los milagros, el sufrimiento de los justos relatado en el libro de Job,
las actitudes de Jesús frente al sufrimiento y la salvación ofrecida como
salud.
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“Visión Antropológica, Psicológica, Teológica y Pastoral del Duelo”. Juan
Diógenes Martínez A. Quien nos habla del desprendimiento, el sufrimiento y
la muerte, como experiencias continúas de la vida humana, con una
perspectiva teológica hacia la trascendencia, hacia un horizonte de la
esperanza.
Gustavo Delgado Caballero, hace referencia en su investigación al
“Matrimonio y la Enfermedad”. Nos presenta la enfermedad, como una de las
dificultades que hoy día encontramos en un ambiente matrimonial, cuyo
objetivo es ofrecer los soportes sociales, morales, psicológicos y espirituales
para acompañar a la familia y sus seres enfermos.
Otra obra de los teólogos Luis Eduardo López Aguilera y Pablo Orozco
Rangel, presentan desde el punto de vista teológico pastoral la problemática
del SIDA, incluyendo un capitulo bíblico y pastoral donde hacen referencia a
la dimensión sacramental. El siguiente trabajo fue posteriormente publicado
en el libro “Acompañamiento Humano y Cristiano al enfermo de SIDA”.
Santafé de Bogotá: SELARE, 1995.
La metodología que se utilizó para desarrollar este trabajo fue el método
teológico pastoral de OBSERVAR, JUZGAR y ACTUAR que inició el
Cardenal Cardijn en los grupos de Acción Católica en Bélgica entre los años
1912 y 1935 y que ha sido asumido en documentos eclesiales,
particularmente por el Documento de Puebla.
Es así como, para poder realizar una investigación acerca de la espiritualidad
cristiana, en el contexto que rodea al enfermo, sobre todo cuando se
encuentra en situaciones límites o en fase terminal, debo involucrarme en la
experiencia de dolor, sufrimiento y angustia que padece el mismo enfermo
(VER).
Luego, haciendo uso de la fuente de la Sagrada Escritura y de los
documentos del magisterio de la Iglesia, reflexioné e interpreté (JUZGAR) los
acontecimientos de dolor y sufrimiento humano que iluminan la situación del
enfermo terminal.
Analizando la condición de enfermedad y reflexionándola a través de la
palabra de Dios, propuse acciones pastorales que ayudan al enfermo
terminal a afrontar los momentos de crisis, a vivenciar los sacramentos, a
fomentar la oración, propiciando la reconciliación como medio de sanación y
salvación (ACTUAR).
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Ya que este proyecto investigativo es teológico, haciendo énfasis en la
espiritualidad cristiana, en primer lugar se propuso describir el estado físico
de un enfermo terminal y cómo su enfermedad influye en la relación
emocional consigo mismo y con los demás. Para ello, utilicé la observación
directa con el enfermo en sus diversas dimensiones humanas mediante la
visita pastoral.
En un segundo lugar, se recurrió a la Sagrada Escritura como fuente de la
revelación de Dios en medio de la enfermedad y cómo algunos de sus
protagonistas expresan su experiencia espiritual y la absoluta ejemplaridad
de la experiencia de Cristo, en un ejercicio de profundización temática.
En un tercer momento, se abordaron los documentos conciliares y
postconciliares del magisterio de la Iglesia, que tratan sobre el dolor y el
sufrimiento humano ofreciéndonos pautas pastorales que contribuyen a una
asistencia humana y cristiana.
En un cuarto lugar se hizo una propuesta con el fin de responder a las
necesidades espirituales que han ido desarrollando los enfermos, a través
del seguimiento pastoral con la visita diaria a los enfermos. Esta se sintetiza
en una relación de ayuda, de diálogo, de escucha y empatía para un
encuentro personalizado con quien vive la experiencia del dolor y del
sufrimiento a causa de su enfermedad.
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1
DIMENSIONES DEL ENFERMO EN FASE TERMINAL
Los seres humanos que sufren una enfermedad grave y sin ninguna
posibilidad de curación, son llamados enfermos en fase terminal. Aquellos
que padecen una enfermedad terminal tienen en sus días finales
necesidades específicas en sus dimensiones humanas: biológica, emotiva,
social y espiritual, las cuales requieren una inmediata atención respondiendo
a las necesidades de la persona enferma. La enfermedad no es sólo una
herida física, es también la causante de la desintegración de la persona y sus
demás dimensiones, es así como “esta necesidad se vive como una
frustración en la enfermedad, ya que la enfermedad es una herida a la propia
personalidad, una amenaza a la propia identidad, un conjunto de pérdidas”1.
Como consecuencia de la enfermedad, aparecen las etapas de
desesperación y fuertes crisis que sin una buena orientación, con sentido
humano y cristiano, seríamos un obstáculo o un fracaso en la ayuda pastoral,
para que, el enfermo pueda afrontar su situación terminal y pueda vivir sus
sufrimientos con mayor dignidad.
1.1 dimensión biológica
La persona humana, está constituida por una dimensión biológica que
comprende todo lo físico que forma una estructura organizada y compleja,
teniendo la capacidad de desempeñar las funciones básicas de la vida del
ser humano. A esta estructura de moléculas y conjunto de tejidos la
denominamos como el cuerpo. El cuerpo humano, no sólo es definido como
un conjunto de órganos y tejidos, también es el instrumento que nos permite
comunicarnos mediante el lenguaje no verbal; es decir, gestos, apariencia,
postura, mirada y expresión. Así, lo define Angelo Brusco2 al referirse a los
aspectos característicos que revelan parte de la identidad del ser humano:
“El cuerpo es el instrumento que nos relaciona con la realidad externa y con
nuestros semejantes; también revela, aunque de forma incompleta, quiénes
somos y cuáles son nuestros aspectos característicos”. El cuerpo humano,
nos proporciona las características relacionadas con el aspecto físico y
genéticos como el color de piel, los ojos, la edad, la estatura, etc; que
conforman parte de nuestra identidad. Es la corporeidad el medio por el cual
el ser humano puede sentir, expresarse y comunicarse con su entorno con
1
TARRARA, Adriano y CALDERON, Isabel. Acompañamiento a los que Sufren. Bogotá: cencapas, 2003. P. 39.
2
BRUSCO, Angelo. Humanización de la Asistencia al Enfermo. Madrid: Centro de Humanización de la Salud,
1998. p. 78.
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los demás, para desempeñarse como una persona activa dentro de una
sociedad.
Pero también, el cuerpo puede ser afectado por una de las realidades que
experimenta el hombre como ser limitado y finito, la enfermedad. Ninguna
persona está exenta de sufrir una enfermedad y cuando esta llega a nuestras
vidas, golpea los proyectos y perspectivas hacia un presente y un futuro del
enfermo. José C. Bermejo3 nos describe que cuando surge la enfermedad,
ésta se adueña por completo de la persona: “La enfermedad afecta a la
persona en el normal funcionamiento de su vida, desbaratando, quizá, su
completo proyecto. El mal sorprende en pasivo, tomando él la delantera y
arrebatándole la iniciativa”. La enfermedad es la causante del desequilibrio o
inestabilidad en la pérdida de la salud que puede manifestarse con la
aparición de molestias pasajeras o la presencia de enfermedades terminales.
Es así, como la enfermedad puede convertirse en una situación grave,
acompañada del dolor y del sufrimiento como causas inevitables y como
consecuencia última e ineludible nos puede conducir a la muerte. Situación
que se presenta en los enfermos terminales como “aquellos para los cuales
la medicina no puede ofrecer ninguna posibilidad de curación y solamente
alivio en la enfermedad que les llevará a la muerte en un plazo menor de seis
meses”4. Algunas de las enfermedades terminales que puede padecer la
persona son el cáncer (metástasis), el SIDA, enfermedades renales en
estado terminal, entre otras de tipo malignas, que poco a poco van afectando
o que invaden todos los órganos del cuerpo, que se diagnostican con
certeza que son incurables y progresivas, con la posibilidad de que el
enfermo muera en corto plazo.
Es la enfermedad y sus consecuencias las que desintegran y desestabilizan
la dimensión biológica de cualquier ser humano. El enfermo terminal, es la
persona que en sus condiciones biológicas o físicas, va presentando
necesidades básicas e indispensables como la alimentación, la higiene, el
dormir, “en esta óptica hay que considerar positivamente todas las
atenciones y métodos de cuidado del cuerpo (higiene, embellecimiento,
movimiento físico, dieta equilibrada, etc.)”5 También es importante la atención
ante el dolor físico, ya que ante el avance de la enfermedad existe la
necesidad del alivio corporal.
3
BERMEJO, José C. Vivir sanamente el sufrimiento. Conferencia Episcopal Española, Departamento de Pastoral de
salud. Madrid: 1994. p. 65.
4
ARAGONÉS. Josep. El Enfermo Terminal. Barcelona: Editorial Claret, 1990. P. 11.
5
BRUSCO, Op. cit., P. 79.
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En la medida que la enfermedad va avanzando o se diagnostica como
incurable, es cuando de manera orgánica y física el enfermo terminal, se ve
enfrentado a experimentar cambios o increíbles transformaciones en poco
tiempo; por ejemplo, donde la pérdida de uno de los miembros representa la
intensidad o la gravedad de la enfermedad y por ende, la vida de la persona
enferma parece desmoronarse.
Para Arnaldo Pangrazzi6, la pérdida de un miembro de una persona enferma,
es vista como una amenaza que perjudica al propio bienestar:
Hay quienes tienen que someterse a pequeñas operaciones y quien
tiene que soportar un diagnóstico infausto, quien tiene que reconciliarse
con una enfermedad crónica o definitiva y quien es atormentado por una
serie de sufrimientos. La pérdida de un miembro, de un seno, de un
pulmón, de la vista, del oído, representa la pérdida de una parte de sí.
La gran mayoría de enfermos terminales, reciben tratamientos fuertes como
intervenciones quirúrgicas y medicamentos contra el dolor produciendo
cambios y transformaciones que por lo general pueden ir acompañadas de
numerosos síntomas en diversos órganos del cuerpo con dolores intensos.
Desafortunadamente, el uso de los fármacos utilizados para evitar la
propagación de una enfermedad o el control del dolor pueden afectar otros
órganos del cuerpo y algunos hasta causar toxicidad. Esto se origina al
administrarse un alto nivel de fármacos con fines terapéuticos, es
comparable a cierta dosis de toxicidad, observándose biológicamente en el
enfermo, efectos secundarios o secuelas físicas. Algunas consecuencias
más comunes son: el vómito, mareos, fiebre, caída del pelo, diarrea y
descamación cutánea.
Para controlar el dolor y la progresión de la enfermedad, las instituciones de
salud ofrecen los Cuidados Paliativos, como un programa de atención directa
a las necesidades biológicas orgánicas del enfermo. Los Cuidados Paliativos,
según Aguirre7 se entienden como:
Todo lo que se haga deberá ser apropiado para el paciente, no para
preservarle la vida sino para hacerla más confortable y llena de
significado, por lo que evitarán los procedimientos innecesarios que
6
PANGRAZZI, Arnaldo. El Duelo. Experiencias de crecimiento. Bogotá: Ediciones Camilianas, 1993. p. 23.
7
AGUIRRE, Carmen; ALARCÓN, Wilson y ALARCÓN, Edgar. Cuidados del Enfermo en fase terminal y Atención a
su Familia. Quito: Editorial Universitaria, 1995. p. 38.
16
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creen ansiedad, a pesar de la aceptación médica, o razones de
investigación.
Los Cuidados Paliativos son un programa de salud, que cuenta con un
equipo de personas que dispone de espacios y tiempos específicos, para el
cuidado del enfermo terminal. Son un equipo interdisciplinar de profesionales
de la salud que dan un apoyo físico a los problemas digestivos, respiratorios,
cuidados de la boca, piel, posición e higiene. También ofrecen unas bases
terapéuticas al enfermo y la familia, sobre la dignidad del enfermo y la
creación de ambientes propicios de comodidad para el enfermo terminal. Los
Cuidados Paliativos, tienen como objetivo controlar los síntomas y mejorar la
calidad de vida del enfermo terminal. En los Cuidados hacia el enfermo
terminal se ocupan en proporcionar todo el cuidado médico que va desde la
curación hasta el interés por la persona en el cuidado terminal.
La atención hacia el enfermo terminal no sólo consiste en el tratamiento
quirúrgico, quimioterapéutico, radioterapéutico o de otros medicamentos
como si fuera un objeto de experimento o investigación. También, necesita
ser atendido con ética y con minuciosidad especialmente en el aspecto
biológico orgánico mediante el aseo diario, la atención oportuna ante el dolor,
una saludable alimentación, curar las escaras o heridas abiertas, el arreglo
personal y estético, la limpieza de la habitación protegiéndolo de los virus y
demás infecciones; todo esto, proporcionan un mejor estado físico, la
tranquilidad del enfermo, las relaciones sociales y la dignidad del cuerpo.
1.2 Dimensión emotiva
Dentro de la amplia gama de la psicología, podemos comprender la
emotividad como la reacción que aparece como respuesta ante un
acontecimiento o situaciones que provocan la alteración del ánimo. Las
emociones dan lugar y se suscitan en un grado mayor cuando la persona
sufre una enfermedad. Ya que “cualquier enfermedad o limitación se ven
como una amenaza al propio bienestar y desencadena un abanico de
reacciones según la gravedad o intensidad del mal”8. Es en el contexto de la
persona enferma donde se suscitan diversos tipos de emociones, esto se
debe a que la experiencia de enfermedad ciertamente es distinta para cada
individuo y depende de una serie de factores como la gravedad, el tipo y el
modo como surge la misma enfermedad a las cuales hay que responder
mediante un acompañamiento pastoral.
8
PANGRAZZI, Op. cit., P. 22.
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Ciertamente la persona ante su situación de enfermedad terminal,
experimenta emociones que están relacionadas con la aparición de temores,
que tienen que ver con la enfermedad en sí, como la hospitalización, el
dolor, el diagnóstico, los tratamientos quirúrgicos, el abandono, el rechazo
por parte de familiares o amigos, a la misma muerte; dan paso a que se
susciten diversas reacciones que tienen una influencia directa sobre la
conducta y que el enfermo terminal comunica hasta los últimos días de su
vida. Otras emociones relacionadas con la enfermedad terminal pueden ser
el constante estado de depresión, agotamiento, la desesperación, la
ansiedad, entre otras necesidades que representan la afectividad y
sentimientos propios del ser humano.
Autores como Sandrin, Brusco y Policante9 describen la enfermedad como
un peligro al estado psíquico de la persona:
La enfermedad, la novedad del ambiente del hospital, la intervención
médica, el presunto dolor de los exámenes diagnósticos, lo desconocido
de la anestesia, el misterio de la operación representan en sí mismos
amenazas importantes para el equilibrio psíquico del individuo.
El enfermo terminal, en su situación de enfermedad, vive el miedo como el
factor que puede desorganizar su estructura psíquica ya que su estado es de
ansiedad, de tensión, de incertidumbre como causas y consecuencias de la
enfermedad, por consiguiente, el miedo puede poner en peligro su integridad
física.
Frente a la enfermedad terminal, las emociones del ser humano se
manifiestan y se relacionan entre sí con su dimensión biológica, social y
espiritual; ya que las emociones son los medios indispensables que utiliza el
enfermo para expresar su sentir más profundo acerca de la situación o
acontecimiento, como es el caso de la enfermedad terminal. Según Angelo
Brusco10 las emociones impregnan las demás dimensiones del ser humano:
Las emociones y los sentimientos dan calor y sabor a nuestra
experiencia, y esto la hace hermosa y a veces difícil. Se trata de una
dimensión que impregna a las demás (corporal, intelectual, relacional,
espiritual), en el sentido de que cada una de ellas se caracteriza
emotivamente y también en el sentido de que las emociones producen
una activación en todas las dimensiones.
9
SANDRIN, L; BRUSCO A., y POLICANTE, G. Comprender y Ayudar al enfermo. Segunda edición. Bogotá:
Cencapas-Selare, 1991. p. 32-33.
10
BRUSCO, Op. cit., P. 80.
18
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Esto quiere decir, que las emociones que manifiesta el enfermo terminal, por
su misma situación de gravedad, son indispensables dentro de su proceso
para comprender su situación y así, poder dar respuesta a sus necesidades
expresadas a través de sus temores, el miedo y la ansiedad.
A menudo, el enfermo terminal, vive en un estado de miedo y ansiedad
porque aún puede desconocer qué clase de enfermedad tiene, no sabe si
podrá hacerle frente al dolor, a las consecuencias de los tratamientos o
cuáles serán los resultados o el tiempo que va a durar enfermo. Esta
situación se describe como la pérdida del control sobre la situación que va
acompañada de la desconfianza del enfermo hacia el médico y la familia, ya
que puede pensar que se le está ocultando la verdad.
Asociando los temores del enfermo terminal a los pocos resultados de
mejoría, es inevitable e innegable que en el enfermo se originen múltiples
cuestionamientos, dudas y la zozobra de la idea de la muerte como “la mera
sospecha de que los síntomas que se tienen o los exámenes practicados
puedan poner en evidencia una enfermedad fatal; activa ansiedades,
temores, ideas recurrentes y fantasías con respecto al futuro, que
desorganiza la vida en forma notable”11. Un reflejo de ello, son las ideas que
poco a poco el enfermo se va formulando ante la percepción de la cercanía
de la muerte: ¿Qué será lo que tengo? ¿Será algo muy grave?, o ¿Será que
me voy a morir? Son preguntas sin respuesta que supone el enfermo frente a
su situación.
La ansiedad, es una de las emociones que vive el enfermo y se considera
una reacción normal en las primeras etapas de la enfermedad misma y del
estado de incertidumbre que experimenta. La ansiedad, es el fruto de las
excesivas preocupaciones del enfermo frente a su situación de inseguridad o
de la gravedad de la enfermedad. Esto acontece cuando el enfermo no es
informado adecuadamente de la enfermedad, sus causas y consecuencias.
Cuando la sospecha de una enfermedad grave, se confirma a través del
diagnóstico médico y es revelado como enfermo terminal, van despertando
reacciones como el miedo, la tristeza, el pánico, la incertidumbre y el terror
expresadas a través del llanto. Son emociones que envuelven a la persona
ante la proximidad de la muerte. Así lo enuncia Angelo Brusco12 acerca de
las reacciones emotivas sobre el enfermo terminal: “ante su muerte como un
11
FONNEGRA DE JARAMILLO, Isa. De cara a la muerte. Santafé de Bogotá: Intermedio Editores, 1999. p.
109.
12
BRUSCO, Op. cit., P. 137.
19
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acontecimiento real y próximo, se producen en el ser humano una serie de
reacciones, pérdidas, necesidades y temores”.
Ante la revelación del diagnóstico y su gravedad, la reacción emotiva que
sigue es la depresión, como actitud permanente en el enfermo terminal; ya
que puede sentir que está perdiendo algo importante como la salud, su vida
familiar y social. El enfermo terminal al ver que todo se esta acabando, su
misma vida, son motivos suficientes para actuar de manera desconsolada y
depresiva.
Es innegable que quien sufre una enfermedad terminal se deprima por su
situación de decadencia; es una emoción que se suscita después de las
primeras manifestaciones de la enfermedad y del conocimiento sobre el
diagnóstico como una enfermedad con pocas expectativas de curación.
La persistencia del enfermo terminal, en ideaciones suicidas e intentos de
suicidio, consisten en la actitud depresiva, surgiendo en él, la idea de la
muerte que empieza a rondar el pensamiento del enfermo por las
circunstancias de dolor, de desesperación o de la insistencia en nuevos
tratamientos, son sucesos que pueden llevar a la persona enferma a tomar
decisiones para terminar con su sufrimiento. El enfermo puede expresar e
indicar que ya no quiere vivir más, que se le deje morir, que se acabe con su
vida.
Otra de las reacciones del enfermo terminal es la agresividad, esto puede
ocurrir por la inadaptación al medio hospitalario, por su incapacidad frente a
la situación de enfermedad; el tener la sensación que ha perdido el control y
que depende de otro para su higiene, para vestirse, para sentarse, para
tomar los alimentos; ya que ante cualquier acción que va emprender en su
situación como enfermo, puede sentirse inútil y, por consiguiente, expresa
ira, rabia y actúa con agresividad. La actitud de agresividad que puede tener
el enfermo terminal, no siempre es contra su situación de enfermedad,
también puede ser descargada en quienes le prestan una atención médica y
de manera especial sobre la familia.
Es importante detectar las etapas de la emotividad, que en ese momento el
enfermo puede comunicar al médico, a la enfermera, al familiar, al sacerdote,
al agente pastoral o a quien continuamente lo está acompañando y de esta
manera ofrecerle las ayudas oportunas, donde las emociones proporcionen
seguridad, comprensión, confianza, compañía, respeto, dignidad y amor.
20
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Según la doctora Kübler-Ross13, para la comprensión de la vivencia del morir
nos presenta ciertas respuestas emocionales en forma de etapas. Pero
estas etapas no se manifiestan con la misma secuencia en todos los
enfermos, suelen tenerse la experiencia de manera aleatoria, no en un orden
previsto:
Negación: es un mecanismo de defensa que ante el impacto o shock, al
conocer el diagnóstico de la enfermedad terminal, el enfermo empieza a ser
incrédulo o ha negarse que sea realmente ese el veredicto médico.
Rabia: es una de las emociones donde la persona, por su situación de
enfermedad, pierde el control de sí mismo y, el depender de otros produce en
el enfermo un comportamiento agresivo.
Negociación: es la etapa donde el enfermo tiende a negociar con Dios, con la
vida o con los médicos, su curación a cambio de buenas obras, promesas,
sacrificios y hasta la conversión de vida.
Depresión: es cuando el enfermo está triste, desconsolado, ya por su
frustración ante la enfermedad o que la negociación no dio ningún resultado.
A medida que la enfermedad avanza, la depresión aumenta, entonces
empieza a sentir que está perdiendo su vida, la familia, sus sueños o
proyectos.
Aceptación: cuando el enfermo es consciente de que ha pasado por la
experiencia de las anteriores etapas y que las ha superado, es capaz de
hablar y expresar con tranquilidad la aceptación de su muerte.
Se hace necesario en el enfermo terminal, el acompañamiento en el proceso
de aceptación de la muerte, de lo contrario, si no prestamos una atención
oportuna, el enfermo puede permanecer negativo, enfadado, luchando contra
su muerte y quizás muera solo, sin tener con quien haber compartido sus
sentimientos, sin dejar sus asuntos en orden, sin la posibilidad de haberse
reconciliado y preparado para el encuentro definitivo con Dios. Ya en los
estados depresivos altamente significativos, el enfermo terminal requiere de
tratamiento psiquiátrico y psicoterapéutico.
13
AGUIRRE, Op. cit., p.90.
21
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1.3 Dimensión social
El ser humano es un ser social cuando es capaz de interactuar con otras
personas dando origen a la cultura, a las creencias, a las costumbres que se
van construyendo por medio de un grupo de personas hasta conformar una
sociedad.
La persona “esta siempre en relación con otras personas, con el mundo, con
los valores que la trascienden, con los ámbitos de la vida humana”14. La
persona está necesitada de otras personas en relación con el mundo, con su
vida, en fin, con su entorno social para poder sobrevivir y desarrollarse en
una vida realmente humana.
La enfermedad acontece en la vida de la persona y es posible que afecte el
orden social, ya que puede sufrir no solo a nivel biológico orgánico, sino
también puede verse interrumpida sus relaciones con la familia, con el
mundo y con su vida. Según Sandrin15 la enfermedad pone en crisis las
relaciones con la familia:
La enfermedad interrumpe y desorganiza el ritmo habitual de vida,
pone en crisis las relaciones con el propio cuerpo y con el mundo en
donde vive el individuo; es una situación que modifica o hace perder
los compromisos profesionales y familiares que definen la posición de
cada uno en el contexto social
Es decir, se trata de una experiencia vivida en el plano social, donde el
enfermo terminal se siente impotente para seguir respondiendo por la familia,
para cumplir con la responsabilidad de su trabajo o de los estudios a nivel
profesional. Esta situación vivida por el enfermo influye en la vida diaria de la
misma familia desubicándolos de los propios deberes sociales.
Así mismo, la familia, los amigos y el contexto hospitalario son
que rodean e interactúan de manera especial con el enfermo
responder
con empatía a que el enfermo terminal pase
acompañado, escuchado y comprendido, sintiéndose tranquilo al
una presencia que no lo abandonará.
elementos
y, pueden
sus días
contar con
En la mayoría de las ocasiones los enfermos terminales tienen dificultades en
su dimensión social, que desafortunadamente son realidades que le
preocupan y que aún están sin resolver. Podemos mencionar en el contexto
14
BRUSCO, Op. cit., P. 81.
15
SANDRIN, L. Op. cit., P. 30.
22
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social, los bajos recursos económicos, que son una dificultad para iniciar,
continuar o pagar los tratamientos. La marginación por parte de familiares y
amigos que lo llevan a morir en la soledad y los conflictos familiares o
problemas interpersonales aún por solucionar; todos estos factores sociales
están relacionados con la familia. Sandrin16 afirma que: “En efecto, no sólo
pone en peligro la estabilidad económica y social de la familia sino también la
relacional y emotiva: cuestiona el equilibrio alcanzado y puede hacer renacer
viejos problemas de relación no resueltos y adormecidos”.
Es un hecho frecuente constatar en los hospitales, a muchos enfermos
terminales y sus familias en altercados frente al problema económico de no
poder cancelar el tratamiento, los medicamentos o la estadía del enfermo en
la institución de salud, es una problemática que le preocupa y está latente en
la realidad del enfermo y, por ende, en nuestra sociedad.
La enfermedad terminal, también puede provocar la marginación o el rechazo
hacia la persona enferma; esto puede acontecer por dos razones: la primera
es cuando la familia quiere evadir toda responsabilidad económica para
satisfacer las necesidades de la persona enferma, la segunda es la
discriminación o rechazo hacia los enfermos; por ejemplo, en el caso de
SIDA quien experimenta el sentimiento de marginación por parte de la
sociedad, de la familia y hasta de los mismos trabajadores de la salud, al ser
juzgado por la enfermedad como una situación que provocó el mismo
enfermo con su comportamiento sexual. Ambas situaciones son críticas, ya
que pueden traer como consecuencia el abandono hacia el enfermo y éste
puede llegar a percibirse como un estorbo y un peso para sí mismo, para la
familia y para la sociedad. La familia puede llegar a huir de la realidad de la
enfermedad, hasta llegar al punto de abandonar definitivamente al enfermo:
“A veces la familia no logra sostener el peso de la enfermedad del pariente,
que vive como amenaza para su integridad. Tiende a negar la enfermedad,
se demuestra incapaz de aceptar la realidad y comprenderla. Esto puede
llevar hasta el rechazo del enfermo y a hacer varios intentos para liberarse de
él” 17.
En el trascurso de la enfermedad terminal algunas dificultades comúnmente
suelen ser descargadas con agresión hacia la misma familia. Por ello, la
familia es un elemento importante para tratar de dar solución a las
necesidades que la involucran personalmente con el enfermo como la
comprensión, compañía y aceptación de la muerte. Según Aguirre18, para dar
16
Ibíd., p. 63.
17
Ibíd., p.64.
18
AGUIRRE, Op. cit., p. 437.
23
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solución a las dificultades entre el enfermo y la familia, se hace necesario
que cuenten con un apoyo que les ayude a llevar la experiencia de la
enfermedad, la muerte y de otras crisis posteriores:
El paciente terminal es un miembro de una familia cuyas reacciones
están íntimamente ligadas entre sí. La forma como se le atiende y el
apoyo que se presta a las personas que le rodean tiene una importante
influencia sobre la solución de algunas de sus necesidades de esta fase
de la enfermedad, el duelo y su adaptación a crisis posteriores.
Es así como la familia no puede ser ajena a las necesidades del enfermo
terminal para ayudarlo a enfrentar las dificultades y a aceptar la muerte.
Posteriormente, ante la muerte del ser querido, surge la necesidad del
proceso del duelo para la familia; la no vivencia del duelo y la negación por
parte de la familia frente al ser fallecido acarrea situaciones que
desestabilizan física, emocional y socialmente la relación de armonía y de
orden familiar ante la muerte de uno de sus miembros. Esto nos induce que
ante dichas necesidades, también la familia amerita un acompañamiento
humano y cristiano.
1.4 Dimensión espiritual
La dimensión espiritual del ser humano comprende sus creencias, los
valores, la necesidad de encontrar un sentido a la vida y la búsqueda de lo
trascendente como única respuesta a las preguntas acerca de nuestra
existencia. Pero, la espiritualidad cristiana tiene como único fundamento la
búsqueda de Dios, el seguimiento de Jesús y la vivencia del Espíritu que han
de realizarse en la fe, la esperanza y el amor.
La espiritualidad cristiana es un estilo de vida que parte de la experiencia de
fe; imitando a Jesucristo, a través de su Evangelio como cristianos, dando
una respuesta de amor que se refleja en la relación con Dios, con nuestro
prójimo y que envuelve nuestras vidas. Virgilio, Grandi19 nos presenta la
siguiente definición acerca de lo que se entiende por espiritualidad:
El término “espiritualidad” indicaba en el siglo pasado y en los primeros
decenios de éste un esfuerzo interior, reflexivo y ascético destinado a
conseguir la unión mística con Dios. Hoy se entiende especialmente
como un modo o un estilo de vida, inspirado en el misterio de Cristo,
vivido en relación personal con Dios y en una relación de amor hacia los
hermanos.
19
GRANDI, Virgilio. Espiritualidad Camiliana. Santafé de Bogotá: Cencapas, 1996.
24
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La espiritualidad cristiana, es única en su estructura de valores y de
creencias que envuelve la vida de todo ser cristiano y, que se lleva a
cabalidad en el seguimiento a Jesucristo a través de su vida y obras; que nos
revelan un estilo de vida que dignifica la condición humana. Es la práctica del
amor en el compromiso por el bien de los hermanos, es la causa por los
pobres y sin arrojarla al olvido es también la motivación y la mística que
inspira a la construcción del Reino. Así describe Angelo Brusco20 la
espiritualidad como dirección que unifica la vida del ser humano: “una
dirección unificadora se realiza en torno a algunos elementos de nuestra
persona que podríamos indicar como dimensión espiritual: la respuesta a la
pregunta sobre el sentido de la vida, los valores más importantes que
orientan nuestras opciones, las creencias de naturaleza filosófica y religiosa”.
La experiencia cristiana es “la forma envolvente y unificadora de entender
toda la vida: Dios, el hombre, la muerte, el universo, la historia, el amor”21, es
el resultado de la integración de toda la persona humana, de su estructura,
de sus dimensiones unificándola o dignificándola a través de la relación
interpersonal con Dios. Por esta razón, no hay que separar la espiritualidad
de la vida, de la realidad y del compromiso; ya que es la misma experiencia
humana, en la cual Dios se hace presente suscitando la espiritualidad.
La experiencia cristiana de Dios se da a través de la historia humana, de los
acontecimientos personales y colectivos. No podemos referirnos a la
espiritualidad, si la separamos de nuestra condición humana; por ello, es
importante que la experiencia cristiana sea vivida “bajo la acción del
Espíritu”22. Significa actuar conforme a la acción liberadora de Jesucristo
sobre el pecado, la pobreza, la enfermedad y todo aquello que afecte la
integridad del ser humano.
Pues, la espiritualidad cristiana, también está centrada en el hombre y en la
búsqueda del amor fraterno; es la entrega al servicio del reino en la historia y
en la sociedad. Es así como la experiencia de Dios se hace inseparable del
compromiso humano para con en el prójimo, el pobre, el sufriente y el
enfermo. Según, Segundo Galilea “la espiritualidad cristiana puede
considerarse como un humanismo. La plenitud del humanismo. No hay
ninguna exigencia o experiencia cristiana que no sea humanizante y los
caminos del Espíritu no serían auténticos si no condujeran también a la
20
BRUSCO, Op. cit., P. 82.
21
GAMARRA, Saturnino. Teología Espiritual. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos. 1994. P. 37.
22
Cf. Juan Pablo II. Enc. Dominumet vivificantem. Sobre el Espíritu Santo en la Vida de la Iglesia y del Mundo.
1986.
25
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liberación humana” 23. Ciertamente, la espiritualidad cristiana cuando se
encarna en las situaciones reales y concretas, ha de dar una respuesta
práctica que nos comprometa con la humanidad en el amor.
Esta descripción sobre la espiritualidad también concierne a la experiencia de
los que viven en una situación límite, aquellos que sufren la experiencia de
una enfermedad terminal. Es la situación de enfermedad, la que repercute en
las demás dimensiones impidiendo la armonía de la estructura de toda la
persona que lo define como ser humano y, por ende, ser espiritual. Además,
la experiencia cristiana del enfermo ante la situación de gravedad, no es un
complemento que apareció, sino que se trata de una espiritualidad que ha
estado presente junto a las demás dimensiones como experiencia de la
propia vida con Dios.
La espiritualidad cristiana puede ser vivida por varios estados o momentos,
que por la condición de enfermedad, puede poner a prueba la fe religiosa del
enfermo terminal, es así como aparece la necesidad de culpar a Dios por
nuestro dolor; por ello, van surgiendo interrogantes, dudas y emociones
acerca de la vida, el sufrimiento y la muerte. Según Robert Buckman, las
propias convicciones religiosas pueden ser puestas en duda para quien se
encuentra afrontando una enfermedad terminal: “hay que sopesar
atentamente las opiniones religiosas, cuando una persona se encuentra
afrontando la muerte, un acontecimiento que pone a dura prueba la fe
religiosa, mucho más que cualquier otro hecho de la vida” 24. La fe religiosa
puede ser vivida de manera muy personal y variar de una persona a otra, ya
que también algunos enfermos pueden tener una sólida y coherente fe
religiosa, que lo sostiene, anima y no entra en conflicto con relación a Dios.
Es en la experiencia del enfermo donde surge la necesidad de ir caminando
hacia la relación interpersonal con Dios, a través de la interiorización como la
capacidad que tiene la persona de encontrarse consigo mismo para
profundizar su estado de vida. Tienen que ver con el vacio interior que el
enfermo terminal puede estar experimentando, como el sin sentido de la vida,
de su situación, de su crisis de enfermedad y de la ausencia de Dios.
También se hace necesario, para el enfermo terminal, la reconciliación
consigo mismo, con su prójimo y con Dios. Se trata de la actitud de
reconocer los propios errores, de la necesidad de vivir un proceso de auto
23
GALILEA, Segundo. El Camino de la Espiritualidad. Bogotá: Ediciones San Pablo. 1994. P. 76.
BUCKMAN, Robert. ¿Qué decir? ¿Cómo decirlo? Dialogando con el paciente terminal. Santafé Bogotá:
Cencapas- Selare, 1993. P. 157.
24
26
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perdón, de perdonar y ser perdonado por las heridas causadas, las
injusticias, las envidias, de volver a confiar en la misericordia de Dios como
dador de la paz.
El enfermo necesita sentir la comunión y la solidaridad, ante las
circunstancias de rechazo o abandono, necesita mantener la esperanza para
poder enfrentar los momentos difíciles de dolor y sufrimiento y, la necesidad
de seguir teniendo fe en sus creencias cristianas como la promesa de la
resurrección y la salvación.
Así mismo que el enfermo terminal tenga la oportunidad de poder expresar la
vivencia interior de lo espiritual; para ello, se hace necesario el
acompañamiento espiritual que brinde los espacios de oración, de la lectura
bíblica, de la vida sacramental, en la celebración de los sacramentos de
curación y de la Eucaristía.
Son necesidades de la dimensión espiritual del enfermo terminal que al
“analizar su experiencia religiosa, descubrimos claramente en ellos la
necesidad de sentir el perdón, la comunión, la esperanza y un Dios que llene
el vacío interior que pueden sentir después de toda una vida”25. Son medios
humanos y cristianos que suscitan en el interior de la persona: el cambio de
vida, la fraternidad, la apertura de corazón hacia Dios y que se transforman
en espiritualidad como camino hacia la plenitud de la vida eterna.
Hace parte de la experiencia con Dios, la contemplación por medio de la
oración, como el dialogo interpersonal que se establece con Dios, es el
momento espiritual e íntimo del enfermo terminal al expresar sus sufrimientos
y esperanzas; que le pueden proporcionar el alivio espiritual frente a la crisis
que vive. También los momentos de oración donde el enfermo relata y
expresa con emociones la situación de dolor, tendría un efecto terapéutico
que al descargar las tensiones, animaría al enfermo y aliviaría su sufrimiento.
Es primordial, en la espiritualidad cristiana, la lectura o escucha atenta de la
Palabra de Dios, ya que el enfermo terminal puede sentirse identificado con
las experiencias de enfermedad, sufrimiento y dolor del pueblo de Dios y de
las primeras comunidades cristianas. Permitiendo que la Palabra de Dios,
fortalezca la fe del enfermo para afrontar con esperanza el sufrimiento.
La espiritualidad cristiana es sacramental, porque los sacramentos van
creando el camino y van acompañando los momentos más densos y
25
BERMEJO, José C. Sida, Vida en el Camino. Madrid: Ediciones Paulinas, 1990. P. 104.
27
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cruciales de la experiencia de fe del cristiano “desde la iniciación del
bautismo hasta los ritos de la muerte. Muy especialmente los dos
sacramentos reiterables y de participación habitual (la eucaristía y la
reconciliación) son los momentos más fuertes y eclesiales de la vida
cristiana”26. Con los sacramentos de curación, la experiencia cristiana del
enfermo terminal se encamina a la vivencia, participación y celebración de
los sacramentos de curación; que tienen como función reconfortar el espíritu,
ofreciendo la salvación de Cristo y de esta manera suscitar la fe, ayudando al
enfermo a captar la presencia de Cristo para que viva en esperanza la
situación de enfermedad. Los sacramentos de curación insertan al enfermo
en el proyecto de salvación, para que, a pesar de su debilidad, sea sostenido
y encaminado con Cristo hacia la resurrección.
El enfermo terminal, que vive una experiencia cristiana, encontraría en Jesús,
como Aquel, que vivió el sufrimiento y la muerte como experiencias humanas
y, quien dio sentido a la trascendencia de la vida a través de la resurrección;
Por ello, Jesús se hace presente en el sufrimiento humano para acompañar a
enfrentar todo mal, enfermedad, dolor y sufrimiento por medio de su mensaje
de sanación, de salvación y de amor.
26
GALILEA, Op. cit., P. 97-98.
28
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2 DIMENSIÓN BIBLICA Y TEOLÓGICA DE LA ESPIRITUALIDAD EN
RELACIÓN CON EL ENFERMO EN FASE TERMINAL
La vida humana está permanentemente amenazada por múltiples realidades
donde se constata la fragilidad humana; es decir, aquella condición, como
seres limitados y finitos. El cristiano ante la experiencia de situaciones limites
como la enfermedad, el dolor, el sufrimiento y la muerte, se cuestiona
profundamente desde sus creencias espirituales y religiosas la concepción
de un Dios Misericordioso, Justo y Compasivo. Así mismo, en la Sagrada
Escritura, la enfermedad y su curación son presentadas como situaciones
personales y acontecimientos que se insertan en la vida de cada persona.
Donde Dios es el centro de las muchas preguntas, con relación a la salud y la
enfermedad influyendo radicalmente en la vida del ser humano.
Para el cristiano, que sufre una enfermedad terminal, le es difícil encontrar a
través, de la Sagrada Escritura, una comprensión e interpretación a la luz de
la fe, que lo ilumine dando un mayor sentido a su situación de sufrimiento. Y
se convierte en un reto para la acción pastoral y litúrgica, el saber realizar un
acompañamiento a nivel humano y cristiano que responda a las necesidades,
dudas e inquietudes sobre el proyecto de Dios en su historia de vida y de
salvación.
En la Sagrada Escritura, como fuente principal de la Revelación divina,
encontramos algunas apreciaciones sobre la enfermedad, que por la
experiencia humana fueron interpretadas como consecuencia del pecado.
Pero hay que considerar que en la Sagrada Escritura, también encontramos
progresivamente una concepción de Dios que no permanece indiferente ante
el sufrimiento humano y esto se viene a constatar con su Hijo Jesucristo
quien durante su vida luchó contra las enfermedades, perdonó, alivió y dio
consuelo en beneficio de la salud humana. Es Jesucristo, el Dios de la vida
porque libera y no quiere vernos oprimidos por ningún mal; por ello, “la
revelación de Jesús: su vida, su muerte y su resurrección es toda una
palabra de liberación que revela a un Dios bueno, cercano, quien no sólo es
el Dios de la vida cuando la crea y la da, sino también cuando la defiende, la
conserva y la impulsa”27. Es a través de Jesucristo que se va descubriendo y
manifestando el amor de Dios por la humanidad. Por eso los pecadores, los
pobres, los excluidos, los sufrientes y los enfermos lo buscan porque Él tiene
palabras de sanación y de salvación.
27
TARRARA, Op. cit., P. 86.
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Actualmente, para algunos, la enfermedad es consecuencia del abuso de la
libertad, creando una cultura del mal, del dolor y de muerte en nuestra
sociedad, en la misma historia humana. Es así, como el sufrimiento humano,
no es ocasionado por Dios, sino que es el fruto de las decisiones y actos
humanos que eligen el mal. En otras palabras, es el mismo ser humano que
se extravía de los mandatos de Dios, quien abandona el camino del bien
señalado por Dios dador de libertad, vida y esperanza.
Desde la Sagrada Escritura, como fuente de la Revelación divina, partiendo
del dato de la fe, podemos llegar a interpretar y comprender el misterio del
sufrimiento humano a través de un horizonte teológico y espiritual, de
misericordia, de perdón, de sanación, de salvación y de resurrección que nos
ayude a iluminar la enfermedad y la muerte; haciendo de este sufrimiento
una experiencia profunda con una visión más espiritual y humana.
De esta consideración vamos a partir, para ir profundizando la experiencia de
la enfermedad, el sufrimiento y la muerte en la perspectiva de la Revelación
bíblica.
2.1 La espiritualidad y la enfermedad en el antiguo testamento
El Antiguo Testamento es un libro sagrado; donde la experiencia vivida por el
pueblo y reflejada en la vida de algunos hombres, nos ayuda a descubrir a
través de su lectura e interpretación que Dios está presente en la fragilidad
humana. Un Dios que camina en la historia del pueblo escogido, el pueblo de
Israel, pero que a la vez le van atribuyendo los acontecimientos más
importantes, los cotidianos y los personales: la vida o la muerte, la
enfermedad o la sanación, la guerra o la paz, las desgracias o bienes. Como
lo expresa Luis López28:
En ellos, los autores sagrados presentan a Dios cercano al hombre,
quien progresivamente le van atribuyendo a El todos los
acontecimientos de su vida y de su historia: la felicidad o la tristeza; la
abundancia o la miseria; la alegría o el llanto; la larga vida o la muerte;
la tranquilidad o el sufrimiento y el dolor.
Gran parte de la ley del pueblo de Israel está relacionada con las normas
creadas para prevenir y evitar cualquier contagio o contacto que los hiciera
impuros. Por esto, surgen las prohibiciones de comer la carne de ciertos
28
LOPEZ, E. Luis y OROZCO, Pablo. Acompañamiento Humano y Cristiano a los enfermos de SIDA. Santafé de
Bogotá: SELARE, 1995. P. 74.
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animales como el cerdo, el buitre, el camello (Lv 11,1-47). La prohibición de
no tocar los enfermos de lepra (Lv13) y los cadáveres.
Se resalta dentro de las normas del pueblo de Israel, el origen higiénico y por
ende, puritano de la forma de vida religiosa como parte de las leyes rituales
que cada israelita debía guardar como señal de la Alianza con su Dios (Gn
17,10-14). Son aspectos existenciales y religiosos, que implican no sólo la
purificación del cuerpo, sino también que implica el espíritu y todo el ser del
hombre en su experiencia teocéntrica.
En el ámbito de la doctrina tradicional de la religión judía, se tenía la
mentalidad de la llamada doctrina de la retribución que consistía, en que si el
pueblo o el hombre respetaba la alianza o los mandatos de Yahvé, recibiría
muchas bendiciones que se verían reflejadas en la vida a través de la salud,
los hijos, los bienes y larga descendencia; por el contrario, si se actuaba con
desobediencia a la ley de Dios, recibiría muchos males o castigos que
representaba la consecuencia del pecado.
Podemos citar varios libros de la biblia donde hacen referencia a la
abundancia de la vida como una bendición de Dios que cobija a quienes
respetan y cumplen los mandatos de Yahvé-Dios (cf. Ex 20, 12; Dt 5, 16.33;
6,2; Prov 3, 1s; 9, 10-11; 10, 27).
Estos males o desgracias eran: las pestes, las plagas, las enfermedades y
las muertes, tanto humanas como del ganado, eran interpretadas por el
israelita como manifestación de la maldición por parte de Dios sobre los
malvados. Algunas citas bíblicas con relación al destino del hombre justo y
del impío (cf. Sal 37, 2.36; 49,15; 73,20; 129, 6; Prov10, 27; Qo 8,13).
Sin embargo, a través de la doctrina de la retribución, no se explicaba como
una persona justa y cumplidora de la ley de Dios sufría males, por qué era
castigado. Lo mismo ocurría con aquellos que obraban mal, que desafiaban
los mandatos de Dios, que eran injustos pero que gozaban de salud, con
abundancia de riqueza y prosperidad (Sal 73).
A lo largo de todo el Antiguo Testamento, encontramos intentos del pueblo
de Israel, por comprender el misterio de la enfermedad, el sufrimiento y la
muerte; pasando desde la retribución a las protestas contra el sufrimiento de
los justos e inocentes y contra la imagen de un Dios cruel causante del mal.
Todo esto lleva a pensar que a través de la experiencia el Pueblo de Israel
fue comprendiendo en su historia, que Yahvé es el Dios de la vida, que crea,
que libera y da esperanza.
31
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El Antiguo Testamento, antes que ofrecer una respuesta al misterio del
sufrimiento humano, lo que nos ofrece es la experiencia humana, ante dicha
realidad, pero vista desde la perspectiva de las creencias, de la fe, de la
Alianza pactada entre Dios y su pueblo para encontrar un sentido a la vida, al
sufrimiento y a la misma muerte.
El Antiguo Testamento, suscita en todo creyente la presencia de un Dios
cercano, que no abandona, ante los sufrimientos, a sus servidores sino que
los fortalece para emprender el camino de la fe y la esperanza en las
situaciones más graves o criticas; así lo demuestran libros como los profetas
y los salmos, cuyo contenido teológico y espiritual, en relación al sufrimiento,
son momentos de incertidumbre pero también de una gran experiencia de
Dios como salvador y sanador.
2.1.1 El libro de Job
El libro de Job, nos relata el problema del sufrimiento, presentándonos otra
visión acerca de la enfermedad. ¿Por qué el sufrimiento del justo, el origen
del mal y la justicia de Dios con relación a la vida de los hombres? El
personaje Job, es un siervo de Yahvé, que se supone vivió en la época
patriarcal, que vivía rico y feliz, pero que luego sufre de manera injusta;
despojado de sus bienes, enfermo, tentado a maldecir a Dios, actúa con
rebeldía y espera una respuesta por parte de Dios. Pero también Job, puede
ser una figura convencional; es decir, el símbolo del sufrimiento del inocente
frente a la imagen de la justicia de Dios.
Lo importante de Job es su enseñanza. Su extenso diálogo nos refleja una
protesta frente a la tradición, cuestiona la doctrina de la retribución y
finalmente es considerado como un gran justo, que se había mantenido fiel
ante las pruebas. Este libro y su contenido espiritual nos ayudaría a
vislumbrar nuestra acción pastoral para con los enfermos terminales, pues
demuestra que la tradición judía no es perfecta, que hay equivocaciones y
que el sufrimiento no siempre es un castigo por la maldad humana.
Este libro, según la Biblia de Jerusalén29, está estructurado en cinco partes:
 La 1ª parte inicia con un prólogo en prosa que consta de los capítulos 1 y
2, donde se desarrolla las pruebas que Satán pone a Job para probar su
fidelidad a Yahvé.
29
BIBLIA DE JERUSALEN. Nueva edición revisada y aumentada. Bilbao: Desclée de Brouwer, 1998. P. 857907.
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El prólogo del libro de Job, nos presenta las características de un servidor fiel
a Dios, bendecido con la abundancia de bienes e hijos. Job es un hombre
íntegro y recto, temeroso de Dios y apartado del mal; pero es Satán quien
pone a prueba a Job destruyendo su ganado, sus bienes y sus hijos. Aunque
Job sigue fiel a Dios, su vida sigue siendo trágica, ya que, aparece una
enfermedad caracterizada por úlceras malignas. Y es incitado por su mujer a
maldecir a Dios por todo su sufrimiento. También se hacen presentes para
consolarlo tres amigos; Elifaz, Bildad y Sofar.
 La 2ª parte inicia con los discursos sobre el sufrimiento de Job y la
confrontación de sus tres amigos Elifaz, Bildad, Sofar. Consta de los
capítulos 3 al 31.
En esta segunda parte, Job empieza a hablar acerca de sus sufrimientos,
maldice el día de su nacimiento y expresa que hubiera sido mejor no conocer
la luz, para así evitar todo sufrimiento.
Elifaz empieza a confrontar a Job, a través de una serie de cuestionamientos
sobre la predicación que daba antes de sus desdichas. Por ejemplo: ¿Dónde
quedaron las lecciones de Job que animaban, robustecían al débil y al
inseguro? Elifaz cuestiona la sabiduría de Job, diciéndole que no es capaz de
ponerla en obra consigo mismo. ¿Dónde quedo la confianza, la integridad y
la esperanza de Job?, Elifaz le reprende a Job por su forma de hablar
igualándolo con el malvado y reclamándole que regrese a Dios.
Job, sigue poniendo en primer lugar, su situación de malestar, sus deseos de
morirse; al acostarse piensa cuando será el día de su muerte, no ve
esperanzas, no ve salidas ante su enfermedad.
Entonces Bildad le recuerda a Job, que debe recurrir de nuevo a Dios, ya
que, si él ha sido fiel, Dios velará por su siervo. Porque Dios no extiende la
mano sobre los malvados; pero Job, responde a Bildad, reconociendo las
maravillas que Dios ha hecho a través de la creación y se percata de que
Dios castiga tanto a culpables, como a inocentes. Job intenta reponerse de
su situación, aunque, sigue sintiéndose oprimido por Dios, piensa que Dios
está molesto por algún pecado, por alguna acción mala.
El otro amigo, Sofar, reprende a Job diciéndole que todo lo que ha
reclamado, sus intentos por encontrar una respuesta, su inconformismo son
insulto hacia Dios y por ello no escucha su lamento; que la sabiduría de un
hombre no se puede comparar con la sabiduría de Dios. Job, responde que
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se siente burlado por sus propios amigos, que no son capaces de
comprender su situación de enfermedad, no dejan expresar el clamor de
dolor hacia Dios en busca de respuestas y Job sigue sin comprender por qué
vive esta situación siendo justo.
Job, continúa expresando que se siente agobiado por los discursos de sus
amigos; porque no comprenden su sufrimiento, no entiende la gravedad de
todas sus desgracias. Viendo más cercano el día de su muerte, no tiene
esperanzas, los argumentos que le dan le parecen vacios, su situación le
obliga a responder con la impaciencia. Además, la enfermedad de Job ha
llegado a tal punto, que el aliento, el estado físico, les repugna y les da asco
a sus propios hermanos.
Bildad, sigue con su discurso, afirmando que el hombre no puede igualarse a
Dios, que Dios impone su soberanía y por tanto porque el hombre ante el
misterio divino es comparado como un gusano. Job reconoce la grandeza de
Dios en las obras que realizó en él, cuando gozaba de salud, cuando todos lo
admiraban y respetaban, porque Dios estaba a su lado y lo bendecía.
Entonces Job se defiende ante su situación diciendo que, ha cumplido con
los mandatos establecidos por Dios, que es un hombre justo, pero que ahora
se ríen de él, se alejan por su enfermedad y lo humillan.
 La 3ª parte continua con el discurso de Elihú y el fracaso de los tres
amigos de Job. Va desde el capítulo 32 al 37.
Elihú, se encontraba dentro del discurso callado, dando la oportunidad de
que los más ancianos vislumbraran en sabiduría; pero Elihú les expresa que
está molesto porque los tres hombres no habían sabido responder a las
preguntas de Job. Elihú retoma el diálogo acercándose a Job, sintiéndose
identificado con sus dolencias, rescatando en primer lugar, la fragilidad
humana. Aclara que no hay que molestarse con Dios, porque Él nos puede
hablar de muchas maneras, que vela e intercede por el abatido y será Dios
quien salvará a Job de las garras del abismo y al haberle devuelto la salud,
su juventud, proclamará y será testimonio de la misericordia de Dios. Elihú,
explica que a Dios no hay que ponerle elementos de maldad, injusticia y
castigo; por el contrario, buenos y malos son obra de Dios, no se ve afectado
por los muchos delitos, pero entre los hombres si. Elihú termina diciendo que,
Dios es poderoso más no indiferente, que no deja vencer al malvado, ni
aparta de sus ojos al justo y hace justicia a los pobres.
 La 4ª parte es un discurso de Yahvé y la respuesta de Job. Que va del
capítulo 38 al 41.
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Dios se revela como Aquel que, siempre estuvo al lado de Job, quien se hizo
presente en su vida. Donde los designios y el trabajo de Dios consistieron en
proteger a Job y nunca abandonarlo. Dios habla de su sabiduría manifestada
en su creación, e sus criaturas, en el mismo hombre y en sus obras, a las
cuales ningún hombre puede resistir ni juzgar. Job reconoce que Dios todo lo
puede, que realiza proyectos en la vida de los hombres; sintiéndose
arrepentido, se retracta por la forma de reclamar a Dios, sintiéndose
protegido por Dios para vencer sus sufrimientos.
 Y finaliza con una 5ª parte que, es un epílogo, en prosa también,
donde se narra la restauración de la situación de Job, por su confianza
en Yahvé. Va desde el capítulo 42, 7-17.
En este Epílogo, Dios se enfada con los tres amigos de Job, quienes no
fueron capaces de hablar bien de Él, como si lo hizo su siervo y quien no lo
considero malvado. Después, Dios cambió totalmente la suerte de Job,
duplicando sus bienes, dándole hijos y una larga vida. También la familia
busco a Job para ayudarlo y consolarlo en sus sufrimientos. Finalmente Job
comprende que la sabiduría de Dios puede dar otro sentido a las realidades
del sufrimiento y la muerte.
Teniendo en cuenta la anterior estructura, podemos hallar a través de la
Sagrada Escritura, elementos de la experiencia cristiana o de espiritualidad
para el que sufre una enfermedad terminal.
El buen cristiano se caracteriza, al igual que Job, en llevar una vida
consagrada a la familia, al trabajo y a Dios; confiando en que sus acciones
son obras que agradan a Dios y, por ello, es bendecido. Pero, ante la
realidad de sufrimiento puede verse resquebrajado y abandonado por Dios;
pero quizás como Job, ante una fe sólida, el enfermo aún mantiene la
esperanza de que Dios lo protegerá. También, la familia es un elemento
importante, ya que puede condicionar el estado de ánimo y de decisión del
enfermo, tal como la mujer de Job, que no quiere responsabilizarse de la
enfermedad de su esposo y prefiere maldecir a Dios y desearle la muerte a
Job. Una realidad donde los enfermos terminales muy a menudo son
abandonados por sus mismos familiares evadiendo sus cuidados, gastos y
demás responsabilidades. En el caso de Job, son los amigos los que
aparecen para dar consuelo ante sus desgracias; esta acción de acompañar
y de hacer propio el dolor de Job, es la actitud del pastoralista que ante un
hecho tan grave, como lo puede ser una enfermedad terminal, en primer
lugar no interrogan, ni aconsejan ante las desgracias de Job, sino que
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guardan silencio, también como signo de respeto ante el dolor y el
sufrimiento del hermano.
Quien experimenta una enfermedad terminal puede verse envuelto en la
desesperación por la gravedad de su situación, tal como Job, que empieza a
hablar y a maldecir el día de su nacimiento, anhelando el día de su muerte.
Los amigos de Job, como muchos agentes de pastoral, familiares, amigos y
personal médico, quieren dar una respuesta a las inquietudes acerca del por
qué de la enfermedad, del sufrimiento y de la muerte; pero en realidad nos
puede pasar como a los amigos de Job, que en vez de ayudar y dar
consuelo, lo que hacemos es estropear el proceso de la relación de ayuda
que podemos llevar con el enfermo terminal. Así, el sufrimiento, se convierte
en la oportunidad de fortalecer la confianza y la fe en Dios.
También el enfermo terminal, manifiesta como Job, todo lo que siente por su
enfermedad, sus preocupaciones, su dolor, sus pensamientos de rebeldía y
quizás hasta el sentirse culpable por la enfermedad que sufre. Ante la
enfermedad terminal, sin ver mejorías se pierden las fuerzas, las esperanzas,
esperando el día de la muerte.
Ante la acción pastoral, para con enfermos terminales, podemos fallar tal
como les sucedió a los amigos de Job; quienes no eran muy conscientes de
la gravedad de la situación de Job, no se pusieron en su lugar, le predicaron
a un Dios que protege a los justos, pero que castiga a quien lo ha ofendido o
cometido pecado. También niegan al enfermo, el derecho de expresar sus
emociones, como los temores y angustias por la situación de enfermedad. Si
nuestra actuación fuera como la de los amigos de Job, lo único que
ocasionaríamos en el enfermo terminal, son otros vacios espirituales o la
desvinculación de su experiencia con Dios, entonces nuestra compañía se
convertiría en una situación agobiante para el enfermo quien puede
rechazarnos o responder de manera agresiva.
En algunas ocasiones, el enfermo terminal, puede ser abandonado por la
misma familia, los amigos y allegados por diversos motivos como su estado
denigrante; que por causas de la enfermedad pueden ser las malformaciones
físicas o los malos olores como en el caso de Job.
Una actitud con sentido humano y religioso, la encontramos en el diálogo que
establece Elihú con Job, al compartirle que Dios no es un Dios de maldad,
sino que es bueno, que es justo y escucha las suplicas de su siervo. Elihú
entra en actitud empática, identificándose con el sufrimiento humano, ve la
realidad de la fragilidad humana, no juzga moralmente al enfermo y reconoce
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que nadie está exento de padecer enfermedades y sufrimientos. Esta
actitud, provoca en el enfermo terminal, una concepción de Dios más sana,
llegando a comprender que Dios es poderoso más no indiferente, es
misericordioso y ayuda al pobre.
2.1.2 El libro de Eclesiastés o Qohélet
En hebreo Qohélet30, es el participio del verbo gahal, que significa reunirse,
dirigir la palabra. De ahí, la traducción de los 70 y latina que le da la
interpretación de Eclesiastés, el predicador. Si hacemos un rápido recorrido
al primer capítulo, comienza diciendo: “Palabras de Qohélet, hijo de David,
rey de Jerusalén”; Qohélet, puede haber sido un maestro, judío de Jerusalén,
un sabio que enseñaba en alguna de las academias o que tal vez lo hacia
públicamente (cf. Qo. 12,9).
Qohélet como Job, critica la doctrina de la retribución (cf. 3,10-13). También
expresa la búsqueda de sentido de la vida, es un hombre con experiencia, un
observador crítico de la realidad; ya que, es un maestro del inconformismo.
Es cierto que Qohélet no resuelve el problema de la tristeza y el dolor, pero sí
propone el bienestar del hombre como don de Dios, no niega a Dios, sólo
nos dice que el hombre no puede aprehenderlo, no puede ser escudriñado.
Para Qohélet Dios es un misterio y la vida es vanidad, pero sigue siendo un
hombre de fe.
Para hacer referencia a los males bajo el sol o al sufrimiento, partiré de la
visión realista de la vida del ser humano, pero que es criticada por Qohélet;
para ello, tendré en cuenta los siguientes fragmentos bíblicos del libro del
Eclesiastés, según la Biblia de Jerusalén31:
 “¡Vanidad de vanidades! –dice Cohélet-, ¡vanidad de vanidades, todo es
vanidad! ¿Qué saca el hombre de toda la fatiga con que se afana bajo el
sol? Una generación va, otra generación viene; pero la tierra permanece
donde está”. (Qo. 1, 2-4).
 “Comprendo que no hay para el hombre más felicidad que alegrarse y
buscar el bienestar en su vida”. (3, 12).
 “Y dije para mí: Dios juzgará al justo y al impío, pues hay un tiempo para
cada cosa y para cada acción aquí”. (3,17).
30
Cf. BIBLIA DE JERUSALÉN, Op. cit., p. 955-956.
31
Ibíd., p. 957-966.
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 “Todos caminan hacia una misma meta; todos han salido del polvo y
todos vuelven al polvo”. (3,20).
 “Si en la región ves al pobre oprimido y violados el derecho y la justicia,
no te asombres por eso. Se te dirá que una dignidad vigila sobre otra
dignidad, y otras más dignas sobre ambas”. (4, 7).
 “Y vuelva el polvo a la tierra, a lo que fue, y el espíritu vuelva a Dios, que
lo dio”. (12, 7).
La experiencia de Qohélet, nos ayuda a profundizar las realidades humanas
y la tendencia hacia lo espiritual; proporcionándonos pautas en la fe para el
que vive una enfermedad terminal.
Es la condición del ser humano como ser limitado, finito y cuya realidad es
efímera. La estancia del hombre es transitoria y por ende todas sus
preocupaciones, el trabajo, el dinero y todo el contexto materialista, es el
reflejo de vanidades, de todo aquello que es pasajero y sin valor. Podemos
decir, que la realidad bajo el sol, el mundo que experimenta el enfermo
terminal, es la condición de todo ser humano, la enfermedad, hace parte de
la historia del mismo hombre a la cual siempre ha estado combatiendo y ante
dicha situación, para el enfermo terminal, la vida, el mundo, la existencia se
va, se desvanece como una ilusión.
Aquel que goza de salud, de bienestar y fecundidad, según las Escrituras, es
una bendición de Dios. Gozar de la salud es una de las prioridades para el
ser humano, más aún, para aquel que experimenta el sufrimiento y la
enfermedad.
La enfermedad, es una realidad que ha acompañado en toda la historia al ser
humano y el cual siempre ha luchado contra ella; la enfermedad golpea a
cualquier persona sin tener en cuenta raza, ni credo, ni condición social.
Para el cristiano, todos somos hijos de Dios; y sólo cuando nos llegue la
muerte, regresaremos a la casa del Padre, donde no existe ni el sufrimiento,
ni el dolor, ni la enfermedad.
Hace parte de las virtudes cristianas, la solidaridad; el velar por el bienestar
del prójimo, del pobre, del abandonado y del enfermo. La solidaridad, para el
cristiano, es sinónimo de la fraternidad y es la solidaridad un principio ético
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que todo ser humano debe de cumplir para dignificar la vida de los otros
seres humanos.
Para el creyente, se hace necesario el camino que debe tomar el espíritu
hacia el encuentro definitivo con Dios, preparándose para la muerte, con la
esperanza de trascender hacia la vida en plenitud.
2.1.3 El servidor sufriente de Yahvé
El libro de Isaías es el escrito más grande del Antiguo Testamento y de toda
la Biblia, tiene 66 capítulos. Aunque no existe una referencia de cuántos
versículos se compone un capítulo, ni de cuántas palabras un versículo, el
libro de Isaías sigue siendo el más extenso de la Sagrada Escritura, este libro
puede estructurarse en que los primeros 39 capítulos son del auténtico
Isaías; los demás son muy posteriores, por lo que se considera como un
Segundo Isaías, a quien correspondería los capítulos que van del 40 al 55 y
un Tercer Isaías, que iría desde el capítulo 56 al 66.
Este libro hace mención al servidor sufriente de Yahvé, al que voy a tratar y
que consta de los capítulos 42, 1s; 49, 1s; y 53, 1s; donde se personifica la
realidad de sufrimiento del pueblo de Israel, que siendo inocente sufre los
pecados ajenos. Pero también hace referencia, de manera implícita, al
martirio del Mesías, que por su misión sufriría el dolor y la muerte. También
en los evangelistas encontramos algunos versículos que fundamentan que
Jesús es el Mesías esperado y que en Él se da cumplimiento a las Sagradas
Escrituras (cf. Is. 53 con Mt 26, 63.Jn 1,29. Mt 27, 38. 60, entre otros). Es una
predestinación de tipo mesiánica acerca de Jesús, su pasión; sobre Él fueron
descargados todos los pecados, llevaba nuestras dolencias y se entrega para
nuestra salvación. Se trata de “la revelación de un sufrimiento salvador que
pre-anuncia el misterio pascual de Cristo”32.
El libro de Isaías nos presenta, en cuatro cantos, el problema del sufrimiento
del inocente y que trataré a continuación:
 Canto primero del Siervo de Yahvé (42, 1-4). En este poema, presenta al
siervo como un profeta, objeto de una misión y de una predestinación
divina.
32
DAVANZO, Guido. El Sufrimiento. Dimensión Teológica y Pastoral. Segunda edición. Bogotá: Cencapas-Selare,
1989. P. 26.
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Este poema representa al siervo o servidor de Yahvé, quien tiene como
misión ser medio de liberación y salvación para los pueblos, este objetivo
podrá llevarlo a cabo con la ayuda de Dios, animado por el Espíritu de Dios a
predicar a toda la tierra.
 Segundo canto del Siervo (49, 1-6). Este segundo canto insiste en
algunos aspectos de la misión del Siervo, su predestinación, su
predicación que traerá luz y salvación.
La misión del servidor consiste en dar a conocer a Dios, no sólo a Israel a
quien debe reunir, sino también extender su mensaje a otras naciones.
 Tercer canto del Siervo (50, 4-10). En este canto el Siervo se muestra
más como el discípulo fiel a Yahvé, de enseñar a los extraviados o que
andan a oscuras. Que gracias a la ayuda divina cumplirá su misión,
soportará las persecuciones, hasta que Dios le conceda la victoria final.
El servidor era reconocido por la comunidad como el mensajero de Dios,
porque se presenta como el perfecto discípulo de Dios; que predica la
verdadera fe y que espía con su muerte los pecados del pueblo.
 Cuarto canto del Siervo (52, 13- 15 y el cap. 53). Éste canto, prosigue con
el tema del sufrimiento, comprendiéndolo como fin para la salvación del
mundo. Es Yahvé, quien toma la palabra para explicar el misterio del
sufrimiento del Siervo Justo; que no sufre por sus faltas, sino que
intercede por los pecados cometidos.
El Siervo enseña a todos, a los judíos, a los infieles o que no conocen a Dios
y es por esta razón que sufre persecuciones, que es agredido y maltratado,
que da su vida en ofrecimiento para liberar al pecador y dar la salvación a los
pueblos. Sólo la gran confianza que el servidor sufriente pone en Dios y de
su ayuda, es capaz de cumplir con su misión, siendo glorificado por Dios
quien le dará el triunfo definitivo.
También, quien sufre una enfermedad terminal, tiene como tarea poder hacer
de ese sufrimiento una misión que revele a un Dios que lo acompaña y lo
anima, hasta el punto de ofrecer la propia experiencia cristiana como medio
que ayuda a enfrentar y confortar los momentos críticos ante una
enfermedad grave.
El enfermo se convierte como en Aquel, servidor sufriente; que es capaz de
sanar pero que está herido, que proclama la vida aunque está cerca a la
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muerte; que está triste pero deja mucha esperanza. Pero, nada de esto podrá
realizar sino es el mismo Dios quien lo acompaña en medio de su dolor,
sufrimiento y enfermedad, ya que la finalidad de su misión sería ser
testimonio del amor de Dios.
2.1.4 Los Salmos
Israel desde sus orígenes se ha caracterizado por llevar las experiencias
religiosas al plano de la alabanza por medio de Cánticos, Himnos y Salmos.
Los salmos, es el libro sapiencial más cercano a nosotros, algunos nos
hablan de la oración, de la justicia, de la prosperidad y la grandeza de Dios.
Entre los salmos podemos distinguir, aquellos que contienen súplicas,
también llamados salmos de sufrimiento, o de lamentaciones. Sirven para
nuestras necesidades, que nos permiten expresar con gozo o con el silencio.
Este libro se le atribuye al rey David, no porque David, se haya puesto a
escribirlos, sino porque rinde culto al templo; salmos que surgen a partir de
las celebraciones.
Estos son salmos que ayudarían a afianzar la confianza, la misericordia y la
bondad de Dios, para quien experimenta el sufrimiento. Está aturdido,
necesitado del perdón, afligido, enfermo y cerca a la muerte: Salmo 6:
Plegaria en la tribulación. Sal. 22 (21): Sufrimiento y esperanza del justo. Sal.
23 (22): El Buen Pastor. Sal. 28 (27): 1-2, 6-7: Súplica y acción de gracias.
Sal. 30 (29): Acción de gracias después de un peligro de muerte. Sal. 32
(31): El reconocimiento del pecado obtiene el perdón. Sal. 38 (37): Súplica en
la desgracia. Sal. 41(40): Oración de un enfermo abandonado. Sal. 51 (50):
Miserere (Confesión del pecador arrepentido). Sal. 62 (61): Dios, la única
esperanza. Sal. 88 (87): Lamento en la extrema aflicción. Sal. 90 (89):
Fragilidad del hombre. Sal. 102(101): Oración en la desgracia. Sal. 130 (129):
De profundis (Confianza en el Señor). Sal. 143 (142): Súplica humilde.
A continuación presentare algunos salmos y profundizare el sal.23 (22): El
Buen Pastor.
Salmo 6: Plegaria en la tribulación.
Es la oración de un fiel que se siente cansado, sin fuerzas, abatido, que llora,
que sufre postrado en cama y recurre a la misericordia de Dios para ser
escuchado y sanado para continuar alabándolo, ya que muerto no lo podría
hacer. Dios escucha la oración y afianza la fe de este hombre devolviéndole
la salud, restableciéndole la vida.
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Salmo. 22 (21): Sufrimiento y esperanza del justo.
Es el clamor del justo, que se manifiesta de manera emotiva con gritos de
auxilio, con lágrimas de día y de noche. Sintiéndose como un gusano y
abandonado por Dios en los últimos momentos de vida. Pero, que aún
mantiene la esperanza de ser rescatado por Dios, a quien le pagará
predicando su buen nombre a sus descendientes.
Salmo. 28 (27): 1-2, 6-7: Súplica y acción de gracias.
Este salmo es una súplica, que se realiza en el templo como una oración
personal, es la súplica de conversión por medio de alabanzas y cantos,
poniendo la confianza en que Dios lo librará de caer en el mal. Parece ser
una situación grave, puede ser una enfermedad; ya que, se veía la
enfermedad como un castigo divino y por lo tanto esto llevaba a la
marginación social.
Sal. 30 (29): Acción de gracias después de un peligro de muerte.
Este salmo se caracteriza por la confianza en Dios sin vacilar. Ante los
momentos de dificultad, de agonía, casi moribundo, pide la piedad de Dios
quien lo levanta y lo reanima concediéndole de nuevo la salud. Es una
alabanza a Dios porque ha sido liberado y escuchado prometiendo convertir
su vida en una continua acción de gracias.
Salmo. 32 (31): El reconocimiento del pecado obtiene el perdón.
A través de este salmo, vemos el sufrimiento interior, su vida pierde el
equilibrio, por la falta del perdón. El salmista expresa que siente la necesidad
de confesar a Dios todas las rebeldías quien lo absuelve y le enseña el
camino correcto que debe seguir. Al sentirse reconciliado siente que Dios ha
actuado desde su corazón, ha actuado con amor.
El salmo 23 (22): es uno de los salmos favoritos del salterio. Ha sido uno de
los más comentados y orados a lo largo de los siglos, tanto por la tradición
judía como por la cristiana. El Salmo desarrolla dos imágenes distintas; en la
primera parte: la del pastor que cuida de sus ovejas (versículos 1-4) y en la
segunda: la del señor de la casa que acoge a un huésped (versículos 5-6).
Sin embargo, normalmente, es conocido como el Salmo del Buen Pastor.
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El Salmo 23 cuenta con una gran sencillez; ya que, su contexto cultural es
rural y de una gran riqueza en el manejo de las imágenes o los símbolos. El
pastor, que vive entre sus ovejas, las protege del mal, lava sus heridas, carga
las pequeñas en sus brazos y literalmente da la vida por ellas. Y la imagen
del huésped que se desarrolla en un ambiente de hospitalidad, quien es
acogido, le ofrecen de comer y beber, le ungen la cabeza con aromas; en
otras palabras, es un personaje que se encuentra bajo la protección de otro.
Conozcamos el salmo 23, según la Biblia de Jerusalén33:
SALMO 23(22)
El Buen Pastor
Salmo. De David.
Yahvé es mi pastor, nada me falta. En verdes pastos me hace reposar.
Me conduce a fuentes tranquilas, allí reparo mis fuerzas. Me guía por
cañadas seguras haciendo honor a su nombre. Aunque fuese por valle
tenebroso, ningún mal temería, pues tú vienes conmigo; tu vara y tu
cayado me sosiegan. Preparas ante mí una mesa, a la vista de mis
enemigos; perfumas mi cabeza, mi copa rebosa. Bondad y amor me
acompañarían todos los días de mi vida, y habitaré en la casa de Yahvé
un sinfín de días.
E uno de los salmos más apropiados para la lectura y la reflexión de quien
vive una enfermedad terminal; donde sólo en Dios se encuentran las fuerzas
necesarias para poder sobrellevar el sufrimiento; sólo en Dios, el enfermo
pone sus últimas esperanzas. Ante la experiencia de ir acompañado por
senderos seguros puede reflejar la condición limitada del ser humano por la
enfermedad, necesitado de la compañía de Dios, de la familia y de sus
amigos. También, ante los momentos tenebrosos, expresados por la
angustia, el dolor y el sufrimiento son recorridos por el enfermo sintiéndose
solo y abandonado. Pero sigue siendo Dios, el que atiende a la mesa,
ofreciéndose como alimento corporal y espiritual, atendiendo a las
necesidades, preparando el camino del enfermo, ungiéndolo como signo de
bendición, para que acompañado de la bondad y el amor llegue
definitivamente a la casa del Padre donde vivirá eternamente.
Es así, como los salmos contienen una gran riqueza espiritual; son oraciones
dirigidas a Dios, seguidas por la petición de ayuda y se expresa la situación
o circunstancias concretas de sufrimiento, de enfermedad y de dolor,
depositando la confianza en Dios como única esperanza de salvación.
33
BIBLIA DE JERUSALÉN, Op. cit., p. 697.
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2.2 La espiritualidad y la enfermedad en el nuevo testamento
El Antiguo Testamento, es el libro que prepara o consolida a todo creyente,
en la fe y la esperanza, aceptando que en el Nuevo Testamento, Jesús de
Nazaret es la persona a la cual se referían los profetas, es el Mesías
esperado. En Él se da cumplimiento al Dios que vino al mundo para
ofrecernos y darse como salvación de toda la humanidad.
Es Dios Padre, que en su infinito amor entrega al mundo a su Hijo Jesucristo
para liberarlo de todo mal; y es a partir del encuentro con el sufriente donde
Jesús manifiesta la presencia de un Dios sanador y salvador, que nos
fortalece mediante el mensaje transmitido en los evangelios, la Buena Nueva,
de la expresión total del amor, sobre todo en las situaciones más graves o
criticas como la enfermedad.
La vida de Jesús, su misión, su muerte y resurrección expresada en los
evangelios, nos revela un Dios de la vida, que nos salva, que libera a través
de sus palabras puestas en obra, son el centro del mensaje de la Buena
Nueva del Reino y el fundamento de los evangelios.
Jesús de Nazaret, en su ministerio, en su misión, en su predicación del reino
de Dios, tenía un gran interés en los enfermos: como los marginados, los
pecadores públicos, los poseídos y aquellos que sufrían enfermedades en lo
físico: como sordera, ceguera, parálisis, esterilidad y sobre todo los que
padecían de afecciones en la piel como los leprosos.
Los dos tipos de enfermedades consideradas como enfermedades bíblicas y
de orden espiritual, “son la lepra y la ceguera, las cuales –además de su
sentido propio de dolencias físicas- tienen una connotación religiosa y
simbólica: la lepra estaba considerada como castigo divino por excelencia y
la ceguera significaba a menudo, la incapacidad para percibir las maravillas
de Dios”34. Jesús de Nazaret, observa, se detiene y actúa poniéndose al
frente de la realidad del que sufre de manera personal curando y
comprometiendo al enfermo, en ser signo de las obras de Dios por medio de
Él; al ser sanados, los envía a ser testigos, testimonios del amor
misericordioso del Padre.
34
VENDRAME, Calisto. Los enfermos en la Biblia. Madrid: Editorial San Pablo, 2002. P. 47.
44
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2.2.1 La acción de Jesús con los enfermos: como modelo espiritual a partir
de los evangelios.
En Jesús de Nazaret encontramos la acción del Espíritu que revela al
Mesías, al salvador humilde, sufriente y misericordioso, quien es expresión
de la humanidad en palabras y obras que manifiestan el amor de Dios. Él se
presenta como el enviado por Dios, que es el Padre de todos, que quiere
implantar el reino de Dios sin ningún tipo de discriminación y con una
preocupación con respecto a los más necesitados, los que sufren y los
marginados como los pobres, huérfanos, viudas, extranjeros y entre ellos se
destacan los enfermos.
La actividad de Jesús de Nazaret, se fundamenta en predicar y actuar,
centrando su atención y su mensaje hacia los enfermos (cf. Mc 1,32-34; Mt
4,23-25; 9,35). En los evangelios y en los Hechos de los Apóstoles nos
hablan específicamente de las enfermedades físicas y mentales; ellas
ocupan un lugar privilegiado en la actividad de Jesús a través de una serie de
milagros, curaciones y de la resurrección de los muertos; todo ello, con un
gran sentido humano y espiritual para la vida de todo cristiano. Es a través de
los evangelios, donde descubrimos insistentemente que las acciones de
Jesús van acompañadas de dos términos significativos como el curar y
salvar, ahondando en el interior de la persona por su salud y salvación
integral.
Además las curaciones de Jesús, vienen a ser la prueba o manifestación de
la salvación de Dios presente en Él. En efecto, sus enseñanzas y curaciones
fundamentan y dan sentido de la Buena Nueva; ya que, las curaciones no
sólo se dan de forma individual, sino también de manera colectiva; y esto, es
muy significativo, porque la sanación y salvación que ofrece Jesús es para
todos los hombres (cf. Mt 4, 23-25).
La actividad de Jesús a favor de los enfermos, llegó a tener tanta fama que
tenía que atender a multitudes de personas que sufrían y que acudían de
muchos pueblos, inclusive de poblaciones muy lejanas (cf. Mc 1,32). Jesús
era tan reconocido por su poder de curar, echar demonios y perdonar
pecados que, su misión se extendía prácticamente por toda Palestina y,
todos los que tenían alguna enfermedad se postraban en tierra pidiendo ser
curados y querían tocarlo porque de Él salía una fuerza sanadora y
salvadora. (Lc 6,19; Mc 6, 53-56).
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Puesto que las curaciones de Jesús, transforman y salvan la vida del
enfermo, presentaré algunos pasajes del Nuevo Testamento en relación a
características de una espiritualidad profunda con Dios:
 Curación de un leproso: Mt 8,1-14; Mc 1,40-45; Lc 5,12-16. En este
pasaje, el leproso recurre a Jesús con fe, quien cree que tiene el
suficiente poder para sanarlo; pero el leproso queda limpio porque abre su
corazón, se dispone y se entrega a la voluntad de Jesús, quien actúa
diciendo: “Quiero que quedes limpio”. Es el deseo de Jesús quien lucha
ante la miseria como testimonio de su predicación por el Reino de los
Cielos.
 Curación de un paralítico: Mt 9,1-8; Mc 2,1-12; Lc 5,17-26. Es tanta la fe
del paralítico, que es llevado en camilla a la presencia de Jesús, quien
primero le perdona los pecados y luego lo cura. Se trata de curar el alma
y el cuerpo, pero también, del poder que tiene Jesús, como Hijo de Dios,
para la salvar de manera integra a todo el ser humano.
 Curación de una hemorroísa: Mt 9,20-22; Mc 5, 25-34; Lc 8, 43-58. Se
trata de la fe de una mujer, que tiene la plena seguridad que con sólo
tocar el manto de Jesús quedará sanada. La actitud de esta mujer, se
debe al rechazo y a la vergüenza por sufrir hemorragias.
 Los dos ciegos de Jericó: Mt 20, 29-34; Mc 10, 46-52; Lc 18, 35-43. En
este relato, vemos que a Jesús lo seguía una gran multitud de gente, para
escucharlo, pero sobre todo para ser curados. Es así, que en el camino se
encuentra con dos ciegos, que le piden recobrar la vista y, Jesús actúa,
recobrándoles la vista porque se siente conmovido por la situación; es
decir, que siente el dolor del otro y que se apiada de todo aquel que sufre
como ser humano.
 Resurrección de Lázaro: Jn 11, 1-44. En este pasaje del evangelista Juan,
se expresa de manera profunda los sentimientos de Jesús, quien llora por
su amigo Lázaro, quien se encuentra muerto. Jesús, se compadece del
sufrimiento de la familia de Lázaro y lo resucita para que crean, que Él es
el Cristo, el Mesías y la resurrección como fuente de la Nueva Vida.
La enfermedad como temática presente en los evangelios, no sólo nos
confirman que Jesús entregó su vida a favor de los desvalidos; también
demuestran bíblicamente, que la enfermedad es la causa de la marginación,
excluye a aquellos que son ciegos, sordomudos, leprosos, paralíticos entre
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otros, que no pueden valerse por sí mismos, que viven una vida de miseria,
de inseguridad, sin médico y abandonados.
En estos pasajes encontramos que, en medio del sufrimiento, la enfermedad
y en la búsqueda de la sanación, los enfermos se encontraron con Jesús, en
el cual depositaron confianza en Aquel que tenía el poder para devolverles la
salud; dejaron de apoyarse en sus propias fuerzas para abandonarse en la
acción sanadora y salvadora de Jesús. Es la fe, el impulso y la disposición de
creer que Jesús los escucha, acoge, perdona, sana y los salva
concediéndoles la paz. Las acciones de Jesús llevan a que los desvalidos
descubran por si mismos que Dios no los abandona, que no están solos, que
hay que creer (cf. Lc 5,34; 11,20). Jesús ofrece la fe como confianza ante la
desesperación del enfermo y les pide que crean en la misericordia sanadora
y salvadora que les ofrece Dios, que recuperen la confianza en que Dios
salva a los pecadores (Mc 2,5), a los pobres y a los enfermos (Cf. Mc 10,52;
Mt 9,22).
Para algunos, la fe en Jesús, les exigió una actitud de humildad,
especialmente cuando perdona sus pecados, ya que el contexto religioso
judío sólo consideraba a Yahvé-Dios como el único que podía perdonar los
pecados y quien se atrevía a hacerlo era considerado blasfemo; esto quiere
decir, aquel que actúa de manera irreverente contra Dios. Así destaca José
Antonio Pagola35 el comportamiento de Jesús diciendo que:
A estas personas se acerca Jesús: a los que no tienen sitio en el mundo;
a los que día a día se topan con las barreras que los separan y excluyen
de la convivencia; a los humillados, los condenados a la inseguridad, el
miedo, la soledad y el vacío; a los enfermos que viven una situación
límite; a los que experimentan su mal como algo irremediable. A ellos se
acerca Jesús, los acoge, los toca y los cura.
La curación que realiza Jesús no podemos sólo comprenderlo como un
milagro o hecho extraordinario; la acción que se realiza con los enfermos, es
la manifestación y presencia salvadora del Reino de Dios en Jesús. Es un
hecho salvífico y no la pretensión de dar soluciones mágicas; por el contrario,
de crear consciencia de que Dios siempre permanece con ellos y los
acompaña para que a través de la experiencia cristiana recobren la fe, la
confianza y el valor frente a las realidades de nuestra existencia humana.
35
PAGOLA, José. Id y Curad. Evangelizar el mundo de la salud y la enfermedad. Madrid: Editorial PPC, 2004. P.
10.
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Esta acción sanadora y salvadora de Jesús, surge como un acontecimiento
de liberación (cf. Lc 4,14-19) y es asumido por la totalidad de su vida como
un compromiso que se verifica a través de sus acciones con los pobres,
marginados y enfermos de la sociedad judía; devolviéndoles la salud,
dignificándolos y reintegrándolos de nuevo a la comunidad, recuperando la
posición social y religiosa.
Lo que busca Jesús es liberal y reconstruir la vida del que sufre, quiere
liberarlos del mal que los oprime y lo hace de manera práctica, actuando y no
sólo teóricamente. Tampoco realiza ritos especiales o difíciles para constatar
la pureza o impureza del enfermo, ni se presenta como un médico con
carácter técnico, aunque utiliza algunas técnicas muy sencillas al curar; por
ejemplo, cuando curó al ciego de nacimiento ungiéndolo con barro y saliva
(cf. Jn 9, 6). Pero debemos entender bien, que no sólo es un curador de
enfermedades, sino que se ocupa en reconstruir íntegramente la vida de los
hombres y mujeres destruidos por el sufrimiento.
Jesús actúa humanamente, se acerca, se hace prójimo, cura a los enfermos
sin importarle la gravedad, ni la situación de rechazo social o las
consecuencias de la ley judía por curar en sábado, día de culto y descanso.
En efecto, los evangelios destacan la actitud humana cuando Jesús entra en
contacto, toca al enfermo rompiendo las normas del trato con los impuros
(Mc 1,41; 5,41; 5,27; Mt 8,3; 9,25; 9,29; 20,34; Lc 5, 13; 8, 54). Pero también,
esta actitud de Jesús, tuvo sus consecuencias a nivel sociopolítico y religioso
de la época que le costaron la vida; denuncia las injusticias, desenmascara la
hipocresía, desestabiliza la concepción legalista de la religión y, por ello,
Jesús anuncia una vida nueva, el cambio, la conversión (Mc 1,15).
Las actitudes de Jesús lo llevaron a asumir la cruz, como el acto más grande
de la expresión de su amor; se ofrece a la humanidad para reparar toda la
maldad que oprime al ser humano. Es Dios mismo, quien como hombre
experimenta el dolor y la muerte. Es la cruz el signo de las realidades
humanas, que se convierte en victoria; es instrumento de salvación tanto
corporal como espiritual; es donde Jesús vence el pecado y triunfa sobre la
muerte para una vida eterna. Siendo la resurrección el acto final de Jesús
como plenitud de vida, de la liberación total sobre todo sufrimiento humano.
Es Jesús resucitado, quien fortalece la fe de sus discípulos y les comunica
que continúen su misión de predicar y de curar, mediante el Espíritu Santo
que los impulsa a hacer el bien, curando toda enfermedad y dolencia como
signo de la presencia del Reino de Dios (cf. Lc 10,9). Es el poder que da
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Jesucristo a sus discípulos, para que actúen en su nombre siendo capaces
de liberar al ser humano de todo mal.
Es el deseo de Jesús, que todos gocemos de la salud, que alcancemos la
salvación; que escuchemos y pongamos por obra sus acciones, luchando
contra todo sufrimiento que destruye al ser humano; que llevemos acciones
de solidaridad y amor dadas por su Espíritu de vida, colmando la escasez de
vida manifestada en todo sufrimiento y preparando nuestro espíritu según la
voluntad de Jesús: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en
abundancia” (Jn 10,10).
Jesucristo es el Dios que sana y salva; quien con su modelo ejemplar de vida
nos ayuda a comprender y dar significado a través de su desbordante amor
motivándonos a no ser insensibles ante el sufrimiento humano; por ello,
debemos nosotros descubrir la fe, como experiencia de seguimiento de
Jesús que nos lleva a un compromiso humano y cristiano en medio de los
enfermos y sufrientes de la sociedad.
Ante aquellos que sufren una enfermedad terminal, el modo más adecuado y
cristiano de acompañar es siendo fieles a las palabras de Jesús que dirige a
sus discípulos: “En la ciudad que entréis y os reciban, comed lo que os
pongan; curad a los enfermos que haya en ella, y decidles: “El Reino de Dios
está cerca de vosotros”36 (Lc 10,8-9). Es a través de actitudes cristianas,
como la comunicación, solidaridad, comunión y fraternidad, las que abren
paso al reino de Dios; quiero decir, son significativas en la expresión de un
Dios que cura y salva sin excluir, sin discriminar, rompiendo ataduras o
injusticias. Esta debe ser nuestra acción liberadora (cf. Mc 16,17-20) ante las
enfermedades actuales de nuestra sociedad y desde esa acción liberadora y
sanadora llevar el mensaje de salvación a todos los hombres y mujeres de
hoy a favor de la construcción del Reino de Dios.
2.2.2 Los Hechos de los Apóstoles y los enfermos
Los evangelios se encuentran nutridos de la acción de Jesús para con los
excluidos, los pobres y enfermos, acompañado por sus primeros discípulos:
“Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan,
hijos de Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago,
el de Alfeo, y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas Iscariote, el que le
traicionó”37; quien fue reemplazado por Matías. Posteriormente, se les
36
Ibíd., 1513.
37
VENDRAME, Op. cit., P. 58.
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denominó como los Apóstoles, quienes continuaron con la misión de curar y
predicar en todos los pueblos, la salvación de Jesucristo.
La actividad evangelizadora de los apóstoles, fue animada e impulsada por la
fuerza del Espíritu de Jesús, el Espíritu Santo; con el poder o autoridad de
Jesús curaban, echaban demonios y proclamaban que el Reino de Dios está
cerca (cf. Hch 10, 38-42). Los apóstoles se caracterizaban por la fidelidad en
el discipulado, en el seguimiento a Jesús desde el principio; el encuentro con
el Resucitado, de manera personal y el mandato de ser escogido por Dios
para anunciar el Reino, en otras palabras, los Apóstoles eran fieles testigos
de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo.
El libro de los Hechos de los Apóstoles, es una historia muy completa, ya que
los milagros y la actividad curativa tienen gran similitud en su contenido
cristológico, con la vida y obras del propio Jesús en relación a los
evangelios, dándonos a conocer el auge espiritual del cristianismo; que
empezaba a extenderse mediante las misiones que emprendieron los
Apóstoles, bajo la guía del Espíritu Santo (cf. 1,8).
Así, para Calisto Vendrame38 la curación ejercida por Jesús y mandato a los
Apóstoles, hace parte integrante de la evangelización donde se revela la
misericordia de Dios para con los enfermos:
La intensa actividad de Jesús y los apóstoles a favor de los enfermos no
se debía a una elección entre muchas otras posibles, sino que estaba
determinada por el compromiso de sacar adelante una misión muy
concreta de Dios Padre, “rico en misericordia”, quien, en su plan de
salvación, favorece a sus hijos más necesitados de ayuda.
Frecuentemente, encontramos que es el Espíritu de Jesús que guía la
actividad misionera de los Apóstoles para con los pobres y los que sufren, el
mensaje de misericordia, de salvación, el reino de Dios, que ya está presente
en el mismo Jesús y que se transparenta en la actualidad en todos aquellos
que en medio del sufrimiento tienen sus esperanzas puestas en el infinito
amor de Dios. Así lo demuestran los siguientes relatos del libro de los
Hechos de los Apóstoles donde encontramos más específicamente, algunas
alusiones a la actividad curativa:
 Curación de un tullido: Hechos 3,1-10. Es la misión a la que fueron
enviados por el mismo Jesucristo, a curar los enfermos. Se trata, de obrar
38
Ibíd., p. 50.
50
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en el nombre de Jesús el Nazareno y no a titulo propio, ya que el poder
viene expresamente de Dios.
 Felipe en Samaría: Hechos 8,5-8. La actividad de los apóstoles de
anunciar la Buena Nueva se expandía por muchas ciudades, ya que,
predicaban a Jesús a través de los signos de curación y de echar
demonios.
 Ceguera de Saulo: Hechos 9, 8.17-19. La ceguera de Pablo, lo lleva a
tener una actitud de humildad frente a su limitación; por ello, su situación
lo lleva a creer en Jesús quien le devuelve la visión, pasando de ser un
perseguidor de cristianos a ser un apóstol de Jesucristo.
Al igual que algunos relatos evangélicos, en los Hechos de los Apóstoles,
encontramos los llamados sumarios: son aquellos relatos donde la actividad
sanadora no es sólo de manera personal, también es ofrecida al conjunto de
personas enfermas, manifestando que las acciones de Jesús son un
compromiso a favor de los más necesitados, en este caso, el cuidado y la
curación para con todos los enfermos (cf. Hechos 8,5-8).
Las curaciones realizadas por los Apóstoles, no sólo son una referencia
taumatúrgica, sino que se convierte en un fundamento sólido para el pueblo,
para la sinagoga, para las multitudes que presenciaban los milagros, de que
dichas acciones demuestran el gran poder de la resurrección en Jesucristo
siendo el Dios de la vida. Era lo que predicaban y obraban los Apóstoles en
nombre de Jesús el Nazareno en las plazas, en las aldeas donde concurría
mucha gente para ser sanada (Cf. Hch 5,12-16); multitudes de personas
acudían a Jesús al escuchar lo que él hacía (Cf. Mc 3,7-9). Otra de las
acciones constantes, en las curaciones de los Apóstoles y que aprendieron
de Jesús, es la oración; con frecuencia la practican para poder realizar
signos, prodigios y curaciones milagrosas. La oración es la experiencia más
profunda con Dios, de manera íntima y personal; guiados por el Espíritu de
Jesús a anunciar el reino de Dios como sanación y salvación para el mundo.
He aquí que una espiritualidad cristiana, está fundamentada en las palabras
y obras de Jesús, así se manifiesta a través de los evangelios y de la intensa
actividad misionera de los Apóstoles para con los enfermos. Por ello, todo
cristiano, está llamado, como los Apóstoles, a ser mensajeros de la salvación
de Jesucristo a través de una verdadera solidaridad para con los enfermos
terminales, acercándose al sufriente, en nombre de Jesús (cf. Hch 3,6; 4,10;
16,18); prestando la suficiente atención a las necesidades que vive el
enfermo, ya que es una responsabilidad que se nos encomienda a todos los
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que creemos en Jesucristo; que ante el sufrimiento, el enfermo tenga las
puertas abiertas a una experiencia profunda con Dios convirtiéndose no sólo
en un elemento terapéutico, sino que le revele la misericordia y el amor de
Dios.
Otro elemento importante, dentro de la misión de todos los creyentes, es que
Jesús realizo una actividad sanadora y salvadora sin intenciones lucrativas,
por el contrario, enseñó el significado de la gratuidad (cf. Mt 10,8). Así nos lo
recuerda los Hechos de los Apóstoles donde Pablo recuerda a los
presbíteros que hay que trabajar por los débiles y que no hay que olvidar las
palabras de Jesús que dijo: “Mayor felicidad hay en dar que en recibir” (cf.
Hch 20, 35). La gratuidad es la expresión del verdadero amor de Jesús que
se hace servicio a favor de los que sufren y que desea que sus discípulos lo
hagan como Él.
2.3 El sentido de la espiritualidad cristiana en los documentos del magisterio
de la iglesia
2.3.1 Gaudium et Spes
La Gaudium et Spes es una encíclica Pastoral escrita en el año de1965,
cuyos autores son los Padres del Concilio y el Papa Juan Pablo II. El título de
este documento traduce “Los Gozos y las Esperanzas” refiriéndose al sentir
de la Iglesia en relación al mundo moderno; la pobreza, la injusticia, la
desigualdad, la familia y problemáticas de la sociedad actual. Pero también,
en ella la Iglesia plasma el Espíritu de Jesucristo dado a los Apóstoles para
transmitir a todos aquellos que viven la realidad del sufrimiento el aliento de
la Esperanza. Así lo refleja el documento de la Gaudium et Spes39 en su
primer numeral:
Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres
de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la
vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo.
Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón.
La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en
Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del
Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a
todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del genero
humano y de su historia (Nº 1).
39
JUAN PABLO II. Constitución Pastoral: Gaudium et Spes; sobre la iglesia y el mundo de hoy. Bogotá:
Ediciones Paulinas, 1990. P. 3.
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Este documento pastoral nos ayuda a reflexionar sobre el espíritu de la
Iglesia, teniendo como modelo en su proceder al mismo Jesucristo.
Corresponde a la Iglesia como comunidad de cristianos observar los signos
de los tiempos, a la luz del Evangelio, para darse cuenta de las realidades
del mundo actual, una de ellas es el sufrimiento del ser humano por el que la
Iglesia debe luchar mediante el respeto a la dignidad humana y el bien
común.
Hasta nuestros días, el ser humano, siempre va a estar formulándose
preguntas que tienen que ver con su existencia, el sufrimiento y la muerte.
Ya para el cristiano, estas angustias se hacen necesarias profundizarlas a
través de la vida y obra del mismo Jesús, a la luz de los evangelios. Aquél
que puede iluminar el camino y la vida ante tanta miseria, el pecado y la
enfermedad como situaciones que debemos combatir, ya que son la causa
de la división del hombre en relación con Dios, con la familia, consigo
mismo y la sociedad. (Cf. GS n. 4)40.
A pesar de los avances del mundo moderno, seguimos indiferentes ante
tanta miseria, sufrimiento y demás realidades que aquejan a la humanidad,
por ello, el ser humano se sigue cuestionando de manera profunda por el
sentido del dolor, del mal y de lo que hay más allá de la muerte. (Cf. GS n.
10)41. En efecto, es el mismo ser humano, que ante dichos sufrimientos,
tiene el deber de realizar todos los esfuerzos por dignificar, de manera
consiente y libre, la vida de todo hombre. Y solo se alcanzará si realmente
actúa y opta por el bien mediante sus propias acciones a favor de la
solidaridad, de la caridad para con la humanidad (Cf. GS n. 17)42.
El sufrimiento, el dolor, la enfermedad y el temor a la muerte, seguirán siendo
un enigma para el ser humano; cuyas realidades no se pueden eludir, pero
qué para el cristiano que cree en la misericordia de Jesucristo, quien
entregó su vida en la cruz para el perdón de los pecados y quien venció a la
muerte con su resurrección, es Aquel que nos suscita la esperanza de la vida
en plenitud. Es Jesucristo que por amor se dona para la salvación del mundo
(Cf. GS n. 18. 22)43. Porque nuestro Dios desea que todos nos amemos,
como Él nos ama, el cristiano está comprometido a obrar con amor y caridad
ante todo aquello que atente contra la integridad de la persona humana,
luchando contra las injusticias, el abandono, las enfermedades e incluso ante
40
Ibíd., p. 5
41
Ibíd., 15
42
Ibíd., 29
43
Ibíd., p. 30,32
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la muerte, recordando que así lo hizo Jesús, quien pasó por el mundo
curando y salvando (Cf. GS n. 27)44.
2.3.2 Christifideles Laici
El documento Christifideles Laici45 es una Exhortación Apostólica, escrita en
el año de 1988 por el papa Juan Pablo II, quien hace una reflexión teológica,
pastoral y espiritual sobre la vocación y misión de los Fieles Laicos en la
Iglesia Católica. Es un texto que nos ayuda a profundizar la experiencia del
cristiano ante las situaciones de sufrimiento.
La reflexión se inicia con el texto bíblico de Mateo 20,1-2: “El Reino de los
Cielos es semejante a un propietario, que salió a primera hora de la mañana
a contratar obreros para su viña”. Haciendo referencia a que el Pueblo de
Dios son los fieles laicos, a los cuales Jesucristo los envía como obreros a
llevar la Buena Nueva, el Evangelio al mundo entero. A un mundo que debe
ser transformado por el mismo cristiano anunciando a Jesucristo como la
esperanza de la humanidad.
La Iglesia, pueblo de Dios, tiene la misión de ayudar en todas las situaciones
que afectan profundamente al ser humano. Esta misión de ir a todos los
hombres y mujeres del mundo anunciando a Jesucristo, no es fácil, pero los
fieles laicos no están solos, son guiados como los apóstoles por el Espíritu
de Jesucristo, manteniéndose a través de la esperanza; en la intima relación
con Dios y en comunión con todo el género humano. (cf. Nº 7)46.
Todo fiel cristiano debe caracterizarse por defender y promover la vida y,
todo aquello que dignifique al ser humano. Cuidando del valor intrínseco que
tiene toda persona en sí, por lo que “es” y no por lo que posee, como los
bienes materiales; por ello, toda persona tiene el derecho a ser tratado con
respeto y a no ser considerado como un objeto, un instrumento o una cosa.
(cf. Nº 37)47.
En efecto, el respeto por la vida, se fundamenta a través de las acciones
solidarias entre sí, donde las personas tienen derecho a la salud, a la casa, al
trabajo, a la familia y a la cultura, según los modelos de nuestra sociedad.
Pero esto, no es suficiente, si en realidad no se defiende en primer lugar el
derecho dado por Dios, que es el derecho a la vida. Todo ser humano posee
44
Ibíd., p. 37
45
JUAN PABLO II. Los Fieles Laicos. Santafé de Bogotá: Paulinas, 1996.
46
Ibíd., p. 15
47
Ibíd., p. 88
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el derecho a la vida, desde su concepción hasta la muerte natural; ya sea en
condiciones de salud, de enfermedad, de riqueza o miseria y sobre todo,
cuando se esté atentando contra la integridad del ser humano, es una
responsabilidad moral y ética para los fieles laicos velar por la dignidad
humana y principalmente en el campo de la medicina y de la salud.
La comunidad cristiana, desde sus orígenes como Iglesia, se ejercita en la
caridad según el Espíritu de Jesús, quien "no ha venido a ser servido, sino a
servir" (Mc. 10, 45). Asimismo, todos los fieles laicos estamos llamados a
solidarizarnos con nuestro prójimo como agentes pastorales o voluntarios
que desinteresadamente sirvan y trabajen para el bien de las personas. (Cf.
Nº 41)48.
El documento, Christifideles Laici, invita al cristiano que experimenta el
sufrimiento y el dolor a asumirlo desde una perspectiva espiritual mediante la
Pasión redentora del Cristo para la propia conversión y la del mundo. Al igual
que san Pablo, quien se alegra porque en Cristo da significado a sus
padecimientos (Cf. Col. 1, 24), los enfermos comparten sus sufrimientos con
Cristo, haciendo más llevadera las situaciones de angustia y dolor. Además,
los enfermos, también son enviados como obreros de la viña del Señor, a
vivir y crecer cristianamente ante las dolencias del cuerpo y que oprimen el
alma. Pueden tener una experiencia cristiana tan profunda en sus vidas, que
se convierten en mensajeros de la Buena Nueva; de la esperanza en la
salvación, en la resurrección, en una nueva vida que nos ofrece Jesucristo.
Es Jesucristo quien se nos revela a través de los evangelios; curando a
multitudes de enfermos y perdonando los pecados para la salvación como
expresiones del gran amor de Dios ante las personas sufrientes.
En efecto, el documento Christifideles Laici, nos presenta la parábola del
Buen Samaritano como el modelo del servicio y del amor gratuito de Dios,
quien no es indiferente, ni pasa de largo, ante las situaciones de sufrimiento y
que es puesta en práctica por la comunidad de cristianos.
Como a ejemplo de Jesús, Buen Samaritano, se hace necesario que surjan y
se renueven las acciones pastorales para y con los enfermos; que sea
valorada por las instituciones sanitarias y la comunidad, promoviendo la
curación y el cuidado de toda persona enferma; por ello, es conveniente que
los fieles laicos se preparen y se solidaricen a través de las acciones
pastorales, mediante la escucha, el diálogo y demás actividades que
favorezcan las necesidades del enfermo. Ya que en momentos de
48
Ibíd., p. 100
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enfermedad grave o terminal, surge la desconfianza en la vida, la pérdida de
la fe en Dios y en su misericordia.
Es importante que, dentro del acompañamiento pastoral con el enfermo, que
los agentes o voluntarios celebren y participen de la vida sacramental si el
enfermo lo requiere; ya que los sacramentos preparan y disponen al cristiano
en su relación interpersonal con Dios y en su vida espiritual suscitando la fe
como fortaleza ante el dolor, la esperanza ante las angustias y la fraternidad
como cristianos, donde el sufrimiento recobre un significado positivo con
Cristo, en quien depositan la fe y las esperanzas en la resurrección. Claro
está, que no debemos olvidar, que todos los cristianos estamos llamados a
través del testimonio de vida, a cuidar con amor a los que sufren, a los
pobres y enfermos, siendo cada vez más conscientes de la misión
evangelizadora para con la Iglesia, como comunidad humana y cristiana. (Cf.
Nº 54)49.
2.3.3 Salvifici Doloris
La Carta Apostólica Salvifici Doloris50 trata sobre el sentido cristiano del
sufrimiento humano y es escrita por el Papa Juan Pablo II en el año de 1984.
En ella encontramos una profunda reflexión espiritual sobre el sufrimiento
humano. Donde el cristiano encuentra sentido a su sufrimiento y muerte, a
través de los sufrimientos de Jesucristo, quien asume el dolor corporal y
moral en el amor, para la salvación de la humanidad.
En efecto, el sufrimiento, es tratado por la medicina como ciencia que cura,
pero la experiencia de quien sufre puede manifestarse de múltiples formas,
ya que no se trata solo de una enfermedad sino también de todo lo que rodea
a la persona en su dimensión corporal y espiritual; donde el sufrimiento físico
y moral son elementos que afectan la integridad de todo ser humano.
El documento Salvifici Doloris, profundiza el libro de Job, a través de una
pregunta elemental, el ¿por qué del sufrimiento? para referirse al sufrimiento
del mundo; los desastres naturales, las epidemias, las injusticias sociales, el
hambre y las guerras etc. Donde usualmente el ser humano en busca de
una respuesta a la pregunta por el sentido del sufrimiento, empieza a culpar y
a negar a Dios, aunque sus sufrimientos provengan de él o del mundo. Pero,
la experiencia de sufrimiento, debe servir para la conversión, para tomar el
camino del bien en relación con uno mismo, con los demás y con Dios.
49
Ibíd., p. 138.
50
JUAN PABLO II. Carta sobre el Sentido del Sufrimiento Humano Bogotá: Paulinas, 1996.
56
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En la situación de sufrimiento y en su misterio, podemos llegar a comprender
la misericordia de Dios a través de su amor. Es el amor, la respuesta que
Dios da al ser humano como respuesta y sentido al sufrimiento. Y que ese
amor se manifiesta en plenitud, en la cruz de Jesucristo.
El sufrimiento es vencido por el amor de Jesucristo, quien vence el pecado y
la muerte con su resurrección; por ello, existe la esperanza de la vida eterna,
que aunque no hayan desaparecido los sufrimientos de la vida humana, la
victoria de Cristo, se hace signo de salvación en medio de cada sufrimiento.
Y es a partir del mensaje de Jesucristo, de la Buena Nueva, de su Evangelio
donde se manifiesta el amor de Dios.
Es Jesucristo quien en su misión se acerca al mundo del sufrimiento
humano, tanto del cuerpo como del alma, quien se dirige a los enfermos,
afligidos, hambrientos, quien liberaba del pecado, de demonios y devolvía la
vida a los muertos. Él mismo asumió su propio sufrimiento en la cruz, nunca
negó a sus discípulos que sería condenado, azotado y que moriría, pero los
consolaba con la promesa de la resurrección.
Jesucristo sufre
voluntariamente e inocentemente, dando respuesta y sentido al sufrimiento
humano con su resurrección, no sólo con sus enseñanzas, sino también con
su propio sufrimiento.
Así describe la Salvifici Doloris51 el sentido cristiano del sufrimiento en la cruz:
Acudan también allí los hombres de buena voluntad, porque en la cruz
está el « Redentor del hombre », el Varón de dolores, que ha asumido
en sí mismo los sufrimientos físicos y morales de los hombres de todos
los tiempos, para que en el amor puedan encontrar el sentido salvífico
de su dolor y las respuestas válidas a todas sus preguntas (SD. Nº 31).
La Salvifici Doloris afirma que todo sufrimiento humano junto a la pasión de
Cristo participa de la redención propia y de la humanidad, porque es
Jesucristo quien resucito. Es en la resurrección donde encontramos la luz a
nuestras dudas, a la desesperación, porque a través de la fe en Cristo, son
redimidos nuestros sufrimientos. De esta manera, el ser humano sólo, a nivel
espiritual, por Cristo descubre y da sentido salvífico a sus sufrimientos,
encontrando en medio de la inutilidad “la paz interior e incluso la alegría
espiritual” (Cf. Nº. 27)52.
51
Ibíd., p. 73
52
Ibíd., p. 61.
57
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Además, la Salvifici Doloris expone la parábola del Buen Samaritano (cf. Lc
10, 29-37), donde Jesucristo responde a la pregunta ¿quién es mi prójimo?
Poniendo como ejemplo a un samaritano quien se detiene frente a un
hombre que se encuentra en el camino medio muerto. En esta parábola, el
samaritano actúa con compasión; acercándose, curando, cuidando y
acogiendo al sufriente, quien es el prójimo, tanto, como el samaritano que
obra como Jesucristo. Estas son las mismas actitudes de Jesús quien desea
que seamos capaces de entregarnos a los demás, mediante el amor,
manifestado en la sensibilidad y solidaridad de corazón para con el prójimo
que sufre.
La parábola del Buen Samaritano es un ejemplar evangélico, que nos da a
conocer la acción pastoral, a la cual todos los cristianos estamos llamados a
ejercer hacia nuestro prójimo, al sentirnos identificados como miembros de
una misma comunidad, la iglesia, quien desempeña una labor humana y
evangelizadora, atendiendo a las necesidades más urgentes de los más
pobres y enfermos quienes experimentan el sufrimiento, la falta de perdón, el
dolor, las inseguridades, la soledad y el abandono. En efecto, es un
compromiso cristiano, reaccionar ante las situaciones graves, como las
enfermedades terminales y, a las cuales, debemos responder de manera
humana y caritativa; es decir, a ser impulsados por el mismo Espíritu de
Jesús, siendo prójimos del que sufre, mediante el amor misericordioso,
gratuito y solidario.
2.3.4 Dolentium Hominum
La carta apostólica Dolentium Hominum53 es un documento de la Iglesia
Católica emanado por el Papa Juan Pablo II, por su propia iniciativa y con su
propia autoridad en el año de 1985.
En esta carta el Sumo Pontífice crea la Comisión para la pastoral de los
agentes sanitarios. Recordándonos que la Iglesia siempre ha estado
interesada en el hombre que sufre, siguiendo el ejemplo de Jesucristo,
haciendo mención al documento Salvifici Doloris: “En su actividad mesiánica
en medio de Israel, Cristo se acercó incesantemente al mundo del
sufrimiento humano. 'Pasó haciendo el bien' y este obrar suyo se dirigía, ante
todo, a los enfermos y a quienes esperaban ayuda" (cf. Nº 16).
53
JUAN PABLO II. Dolentium Hominum. 1985.
http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/motu_proprio/documents/hf_jp-ii_motu-proprio_11021985_dolentiumhominum_sp.html
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La Iglesia, se ha esmerado a través de la historia en el cuidado para con los
enfermos y los que sufren, siguiendo el mandato que da Jesucristo a sus
discípulos de ir a anunciar la Buena Nueva, echar demonios y curar a los
enfermos como signos reales de salvación. De hecho, esta misión cristiana a
suscitado el seguimiento de Jesús a través de la caridad y la misericordia, ya
sea en instituciones religiosas y sanitarias que se destacan por la asistencia
a los enfermos y a los débiles (cf. Nº 1).
La Iglesia en la asistencia de los que sufren y enfermos es consciente del
dolor de toda persona humana; por ello, se hace necesario hacer uso de la
medicina y de los cuidados terapéuticos pero, teniendo en cuenta, que la
enfermedad no sólo afecta el cuerpo sino también el alma, atentando contra
la integridad del ser humano. La enfermedad es una realidad que plantea
interrogantes profundos sobre Dios y la existencia humana, trascendiendo el
campo de la medicina, por lo cual, es importante profundizar la dimensión
espiritual para una íntegra asistencia a los enfermos; que la presencia de los
Pastores de almas y de los agentes sanitarios faciliten una visión cristiana del
sufrimiento y la enfermedad, de la redención y salvación que ofrece
Jesucristo, todo esto, mediante un acompañamiento humano ante las
situaciones de enfermedad, dolor y muerte. (cf. Nº 2).
Hay que reconocer que los avances médicos y científicos han aportado
significativamente a la salud mundial; que los Estados han creado y
promulgado leyes políticas a favor de la salud de los ciudadanos como un
derecho y de la ampliación de estructuras adecuadas para la asistencia y
atenciones sanitarias. De hecho, se promueve el bien de la persona humana
y de la sociedad; pero esto, exige un compromiso responsable a nivel ético y
religioso respecto al trato humano para con los enfermos, con relación a los
métodos técnicos y terapéuticos que utiliza la ciencia (cf. Nº 3).
Es así, como la Dolentium Hominum se propone responder a los problemas
de la medicina y de la sanidad a través del compromiso cristiano de las
comunidades religiosas, de las estructuras socio-sanitarias, de los colegios y
asociaciones de médicos católicos y también de los enfermeros, voluntarios y
de los organismos diocesanos e interdiocesanos interesados en el ámbito de
la salud. De tal manera, que se organicen y se coordinen estos organismos
para una defensa más eficaz de nuestra fe, cultura y compromiso cristiano en
la investigación científica y la profesión (cf. DH. n. 4). Favoreciendo la
formación ético-religiosa para los agentes sanitarios cristianos, en las
diversas problemáticas del servicio sanitario, defendiendo y promoviendo los
valores y derechos que dignifiquen al ser humano. (cf. DH. n. 5).
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Además, el documento Dolentium Hominum, hace referencia a las siguientes
funciones pastorales con enfermos, para todo aquel que se desempeñe
como agente de pastoral de la salud:
 Estimular y promover actividades en relación con el mundo de la salud;
 explicar, defender y difundir las enseñanzas de la Iglesia en materia de
sanidad;
 fomentar su penetración en la práctica por parte de los agentes sanitarios;
 actuar en conexión con las Iglesias particulares y especialmente con las
comisiones episcopales para la pastoral sanitaria;
 seguir con atención y estudiar las orientaciones e iniciativas concretas en
el sector de la sanidad, a nivel tanto internacional como nacional, con el fin
de evaluar su importancia y sus implicaciones en la actividad pastoral de
la Iglesia. (cf. Nº 6).
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3 LA ESPIRITUALIDAD CAMILIANA COMO MEDIO DE HUMANIZACIÓN Y
EVANGELIZACIÓN EN EL MUNDO DE LA SALUD
La espiritualidad camiliana, es en primer lugar humana y evangelizadora; es
decir, que tiene como fundamento el seguimiento a Jesucristo, quien con
autoridad y poder echaba demonios, perdonaba pecados y curaba a los
enfermos; quien envía a sus discípulos a realizar estos signos o milagros
como manifestación del reino de Dios. (cf. Lc 9,1-3). En efecto, es una
espiritualidad que consiste en la entrega y servicio hacia el que sufre, tal
como lo hizo Jesús; curando no sólo el cuerpo sino también el alma.
Animada y guiada por el Espíritu Santo, uniéndonos a la misión del reino de
Dios, en comunión con Dios y en su obra salvífica para con el prójimo,
alcanzando a través de esta forma de vida, la santidad y la perfección de la
caridad.
Es una espiritualidad que surge con un hombre llamado Camilo de Lelis,
quien nació el 25 de mayo de 1550, en Buquianico. Camilo, empieza a ser
consciente de que Dios lo quiere al servicio de los enfermos, mediante la
experiencia humana que tiene acerca del sufrimiento para con el prójimo y de
sí mismo. Siendo fiel al Evangelio, práctica la caridad a imitación del Buen
Samaritano, que es el mismo Cristo, de aquí, que nuestra espiritualidad se
centra en un carisma; en el servicio a los más pobres y enfermos de nuestra
sociedad.
La situación que se vivía en los hospitales de Roma, a finales del s. XVI, nos
demuestra que el servicio prestado a los enfermos era deficiente,
antihigiénico, sobre todo porque se creía que el agua y el aire fresco
empeorarían al enfermo y se podrían expandir las enfermedades. Los
hospitales llegaban a convertirse en lugares de sufrimiento, repugnancia y
muerte. Ante dicha realidad, Camilo se convierte en un hombre de tiempo
completo para los enfermos, llegando a tal punto, de reformar la asistencia
sanitaria a través de la práctica del amor, sirviendo y cuidando a los
enfermos, proporcionándoles alimentos, el aseo diario, los medicamentos, los
curaba, los bañaba, en otras palabras, les brindaba una atención corporal y
espiritual como medios que dignifican al ser humano.
Así pues, Camilo ve la urgencia de crear un grupo de personas dedicadas al
servicio del enfermo, que respondiera a la miseria54 que vivían en los
hospitales, reformando las instituciones sanitarias en una atención más
higiénica y cristiana con relación a los enfermos. Su servicio y su entrega lo
llevan a ser el santo de la caridad.
54
VANTI, Mario. El Espíritu de San Camilo de Lelis. Roma: Edición Española, 1951. P. 19
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San Camilo, fue un verdadero reformador de la asistencia a los enfermos y
para el mundo de la salud, buscando e intentando, nuevas formas que fueran
adecuadas, eficientes y humanas para servir a los enfermos a través de una
espiritualidad, que a ejemplo de Jesús, Buen Samaritano, es portadora del
mensaje de la Buena Nueva, de la salud y la salvación a todos los enfermos,
inclusive a los más graves y contagiosos que están en los hospitales,
clínicas, centros de salud, ancianatos, casas de rehabilitación y a los que
están en sus casas.
La espiritualidad camiliana, debe formar grupos voluntarios y agentes de
pastoral, que sepan transformar e influir en la política de salud de los
Gobiernos y en la administración hospitalaria, defendiendo los derechos de
los enfermos, preparando a los trabajadores de la salud con un espíritu
humano y cristiano, sensibilizando a la Iglesia y a la sociedad ante las
situaciones de injusticia o que atentan contra la vida y la dignidad del
enfermo.
Todos los cristianos, están llamados a ser misioneros en el mundo de la
salud, respondiendo a las necesidades, a las urgencias de todo enfermo y
de los servicios de salud, favoreciendo una visión íntegramente humana y
cristiana con relación a la vida, al dolor, la enfermedad y la muerte.
Asimismo, atendiendo a los signos de los tiempos, se han creado centros de
pastoral de la salud donde se capacitan los religiosos, laicos y voluntarios
quienes reciben una formación integral: humana, espiritual, académica,
pastoral, dimensiones que enriquecen la espiritualidad camiliana en un
ambiente de fe, esperanza y caridad en la asistencia a los enfermos.
Es una labor interminable para con los enfermos en su sanación integral. Sin
olvidar, que Jesucristo obró con humildad, acogiendo, escuchando,
perdonando y curando a través de su donación amorosa para la salvación de
la humanidad. Así, con las palabras de san Camilo, la escritora Germana
Sommaruga55 describe la misión de todo aquel que profese la espiritualidad
camiliana:
Cada uno solicite al Señor la gracia de tener un afecto materno hacia su
prójimo para poderlo servir con todo amor caritativo, en el alma y el
cuerpo; porque deseamos –con la Gracia de Dios-servir a todos los
enfermos con el afecto de una madre amorosa suele asistir a su único
55
SOMMARUGA, Germana. Camilo de Lelis. Contestador, reformador, santo. Quito: Ediciones Camilianas,
1997. P 102.
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hijo enfermo. Es nuestra principal finalidad: asistirlos, aunque estén
apestados, en el alma y el cuerpo con el fervor especial de la caridad.
La fe, la esperanza y especialmente la caridad, son virtudes teologales, que
son dadas por el Espíritu de Dios, quien es amor hacia la humanidad y
nuestra respuesta es la expresión de ese amor misericordioso hacia los
enfermos, es lo que fundamenta la espiritualidad camiliana. En efecto, la
asistencia a los enfermos, no es sólo una actividad de solidaridad o de
humanidad; es asumir, el amor de Dios mediante acciones concretas de
caridad hacia nuestro prójimo para poder así “testimoniar al mundo el amor
siempre presente de Cristo a los enfermos” (Cont. De la Orden de los
Ministros de los Enfermos n. 1).
Además, la espiritualidad camiliana, tiene como instrumentos los signos
espirituales que expresan el amor de Dios. Estos signos animan, confortan y
son alimento para la vida espiritual de cualquier enfermo: la oración, la
reconciliación, el Crucifijo, la Eucaristía y la Virgen María. Son medios
espirituales y de salud para los enfermos especialmente para los más
afligidos y agonizantes.
3.1 Propuesta pastoral para la dimensión espiritual del enfermo en fase
terminal
La propuesta pastoral surge del trabajo con los enfermos terminales, la cual
se expondrá como medios espirituales que el mismo enfermo solicita para
nutrirse y acercarse a Dios. Ya que, “la enfermedad puede presentarse a
nuestros ojos como una tragedia o una injusticia, mientras que a los ojos de
Dios puede convertirse en una oportunidad del enfermo para descubrir su
riqueza interior”56. Para ello, hare uso del sentido pastoral y, por tanto,
espiritual que encontramos en las cartas de san Pablo y en el apóstol
Santiago enriqueciendo la propuesta.
Hay que tener en cuenta que son el producto de un acompañamiento
pastoral donde urge una atención especial a la dimensión espiritual del
enfermo mediante el mensaje de sanación y salvación que nos ofrece
Jesucristo. Son pautas pastorales que nos ayudan a seguir reflexionando y
actuando en medio del sufrimiento humano, que como cristianos, estamos
llamados a ser fieles en el seguimiento del amor de Jesucristo para con
nuestro prójimo los enfermos.
56
PANGRAZZI, Arnaldo. ¿Por qué a mí? El lenguaje sobre el sufrimiento. Madrid: Editorial San Pablo, 1994. P.
92.
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3.2 La función de la oración
La oración es un medio espiritual, por el cual, el creyente establece una
relación de diálogo con Dios. En ella, expresa de manera profunda la
experiencia de vida con relación a Dios, con los demás, consigo mismo y con
situaciones criticas como el sufrimiento, el dolor, las enfermedades y la
muerte. Además, el sólo acto de la oración produce alivio, ya que, al describir
la situación con palabras y emociones tiene un efecto sanador.
La oración, en situaciones de enfermedad grave, es un medio indispensable
para el enfermo y la familia; ya que, pueden expresar la incomprensión, la
tristeza, la angustia ante el dolor y el sufrimiento. Aún más, para quien
experimenta de manera personal la enfermedad, la oración es el medio de
desahogo, de petición, de lamentación, pero también, puede convertirse en
aceptación, reconciliación, esperanza y gratitud.
Los momentos más angustiantes que experimenta el enfermo también, son
puestos en oración; el por qué y para qué, hacen parte del diálogo con Dios,
en la búsqueda de respuestas y de sentido a la finalidad del sufrimiento. Por
ello, no podemos tomarlas del todo como palabras negativas; por el contrario,
hacen parte de proceso de aceptación de la misma enfermedad, de
reconocer nuestras limitaciones como seres humanos y de la necesidad de
volver a confiar en Dios de un modo sincero, como el del salmo 55 57, (2-3.56.17-18):
Escucha, oh Dios, mi oración, no te retraigas a mi súplica, hazme caso,
respóndeme, me trastorna la ansiedad (…) Dentro se agita mi corazón,
me asaltan pavores de muerte; miedo y temblor me invaden, un
escalofrío me atenaza (…) Pero yo invoco a Dios y Yahvé me salva. A la
tarde, a la mañana, al mediodía me quejo y gimo, y oye mi clamor.
Algunos enfermos, pueden tener la concepción de un Dios milagrero, que
atiende a las suplicas y cura de manera inmediata, respondiendo a
cualquiera de nuestras necesidades. En consecuencia, se corre el riesgo, de
interpretar la oración como algo mágico, donde su validez depende de los
buenos resultados y si no satisface nuestras peticiones, puede ser
abandonada o rechazada. Por ello, el acompañamiento pastoral, en el mundo
del sufrimiento con relación a la oración, implica acercarme al enfermo en
actitud de escucha, teniendo en cuenta la vivencia y circunstancias de la
enfermedad, para poder comunicar el consuelo y la misericordia de
Jesucristo a través de una oración corta o ya elaborada.
57
BIBLIA DE JERUSALÉN, Op. cit., P. 727.
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Debemos dejar que el enfermo, a través de la oración, exprese lo que siente,
piensa, sufre y espera para afrontar las adversidades como consecuencia de
la enfermedad. El agente de pastoral, cuando sea oportuno, puede proponer
pasajes bíblicos o salmos que conforten, animen y ayuden a la situación del
enfermo.
La oración, con y para el enfermo terminal, tiene como objetivo, fortalecer la
relación de confianza, de fe, entre el enfermo y Dios, con su familia, con los
demás y consigo mismo, mediante un diálogo honesto, que a través de un
proceso, llegue a comprender que Dios ilumina su camino y ayuda a
transformar su situación de sufrimiento por medio de la oración.
No todos los momentos, son propicios para la oración; hay que tener en
cuenta la disponibilidad del enfermo, su sentir espiritual, del cual el agente
pastoral, sin imponer, se puede valer de la oración como un medio de apoyo
en el proceso de acompañamiento pastoral. En muchas ocasiones, aquel que
sufre una enfermedad terminal, por su situación de dolor y gravedad, ve la
necesidad y pide la ayuda de la oración personal o comunitaria.
La oración comunitaria se enriquece aún más, si se realiza en la celebración
eucarística, ya que contiene una atmosfera espiritual, donde se puede
experimentar la presencia y cercanía de Dios a través de la palabra, los
cantos, las peticiones, la fraternidad, pero sobre todo, a través del sacrificio y
donación de Jesucristo quien se ofrece como sanación y salvación. Otra
manera de orar, es en la visita pastoral, al finalizar el diálogo, recogiendo el
sentir del enfermo y presentándolo a Dios.
De este modo, la oración que realiza el enfermo, exponiendo sus temores y
miedos, son emociones humanas, pero que, a través de un acompañamiento
pastoral, el enfermo puede hallar en estas suplicas el modo de manifestar
que aún tiene sus esperanzas puestas en Dios; para que Dios le conceda la
fuerza de soportar el dolor e incluso para poder afrontar la muerte, con la
esperanza de que un día resucitará como Cristo resucitó (cf. 2 Cor 4,14).
Es así, que la oración en la enfermedad, sólo tiene sentido y respuesta, si
damos cabida a las actitudes de caridad y de amor de Jesucristo para con los
enfermos; quienes recurrían a Él para ser sanados y salvados. Es al Dios de
la cruz, Jesucristo, quien sufre el dolor y la muerte, a quien el enfermo
recurre en su oración, ya que, Cristo es un fuerte símbolo de esperanza para
el enfermo al haber vencido el sufrimiento con la resurrección. Es a través de
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Jesucristo, que el enfermo, puede llegar a comprender la infinita misericordia
de Dios, quien lucha a su lado contra todo sufrimiento.
La oración es la fuente de luz ante toda oscuridad, es la chispa de la
esperanza en medio del sufrimiento, orar es:
 Presentar ante Dios nuestra experiencia de enfermedad, de dolor y de
sufrimiento, como seres humanos y limitados.
 Nuestra propia historia personal de vida, puesta en relación con Dios
quien nos ilumina a vivir de una manera distinta la enfermedad.
 Mantener la fe, la confianza en el corazón bondadoso y misericordioso de
Jesucristo, quien nos acompaña en la situación de enfermedad en la
lucha contra todo sufrimiento.
 La esperanza de que Dios cumpla con sus promesas, de una vida en
plenitud, de la resurrección, venciendo así, todo sufrimiento, el pecado y
la muerte.
3.2.1 La interioridad en la oración
El ser humano, que ora en lo profundo de su ser, no encuentra el vacio, sino
que escucha a Dios, quien es la propia interioridad mediante una fuerza
creadora y transformadora hacia las personas y de su entorno. Es así, como
la actitud de interioridad espiritual se experimenta como otro tipo de oración,
en la cual el enfermo se encuentra con Dios en el silencio y le comunica sus
propias penas y preocupaciones de manera intima y personal.
Una de las actitudes de la oración interior, es el recogimiento y el silencio,
donde el enfermo por su situación de gravedad, ve la necesidad del
encuentro profundo y a solas con Dios. En muchas ocasiones, esta forma de
interiorización permite al enfermo, el desahogo emocional que lo oprimía y le
impedía el control de sí mismo. Habitualmente el enfermo terminal que se
encuentra en un contexto hospitalario, está rodeado de otras personas como
el personal de salud, de aseo, de mantenimiento, entre otros, que no
propician una atmosfera de espiritualidad, por ello, es importante respetar los
espacios de silencio en medio de la oración, ayudando a que la persona
enferma, tenga sanaciones internas, del alma, disponiéndolo al abandono y
entrega a la voluntad de Dios.
Además, por medio de una oración al interior de la conciencia, le ayudará a
tomar decisiones, a controlar sus emociones en un encuentro más sincero,
tranquilo, transformante y de amor en relación con Dios; donde los frutos de
la oración se reflejan para consigo mismo, la familia y los demás. Una
oración al interior del sentir humano como en Mateo 6,6: “Tú en cambio,
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cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora
a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te
recompensará”58. Así, la importancia de orar produce frutos de:
 Humildad: La oración a solas, es indicio de humildad. Cuando el enfermo
ora a solas, su diálogo es sólo con Dios, sin otras personas que
escuchen, influyan o interrumpan una actitud sincera de encuentro con
Dios. Así, el enfermo puede presentar a Dios, sin miedo alguno, todos
sus sentimientos, pensamientos y esperanzas.
 Conversión: El encuentro con Dios a solas, dispone al enfermo a una
relación de diálogo sincero y honesto, promoviendo el seguimiento a
Jesucristo en una vida de conversión a través de compromisos cristianos.
Es dejarse guiar por el Espíritu de Dios, quien no elimina el sufrimiento,
sino que a través de la oración nos transforma y nos prepara a afrontar
los momentos difíciles.
 Misticidad: La oración puede ser un acto público pero aun, más que
público, debe ser un acto privado para el enfermo terminal. Cuando el
enfermo ora a solas puede abrir su corazón y su alma delante de Dios, sin
temores de rechazo o juicios. A tal punto, que el abandono y la confianza
en Dios lo identifica con el sufrimiento de Cristo, en el cual se siente
confortado y animado para el encuentro definitivo con Dios.
La oración, para el enfermo terminal, es la fuente que le brinda fortaleza para
vivir el misterio del sufrimiento, del dolor y la muerte. Por eso, no se limita a
la repetición de rezos sino que es mucho más auténtica en su forma de
silencio. La oración interior no necesita de muchas palabras, ya que la propia
experiencia de enfermedad habla por sí misma. En efecto, orar en el silencio
es adentrarse en la propia historia de vida, poniéndonos en contacto con
Dios y con su fuerza sanadora y salvadora.
3.3 La experiencia personal de fe y la esperanza
La persona que vive la experiencia de una enfermedad terminal, también se
ve enfrentado a sí mismo con muchos interrogantes existenciales: ¿por qué
esta enfermedad?, ¿por qué a mí? Se cuestiona desde su fe: ¿Dios existe?,
¿por qué Dios me abandona? ¿Es un castigo de Dios? Es la desesperación
ante la situación de enfermedad y es en la debilidad corporal y espiritual que
58
Ibíd., p. 1431.
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el enfermo tiende a revelarse contra todo y contra todos; por ello, es
importante que se acompañe respetando sus creencias religiosas y su fe.
La experiencia personal de fe, es creer en Jesucristo, en su práctica del
Reino, es creer en los valores humanos y cristianos del evangelio que
posibilitan a todo cristiano encontrar el sentido a la vida, al dolor, a la
enfermedad y a la muerte desde la perspectiva de la cruz como lugar de
esperanza, por ello, la fe, es asumida por el enfermo terminal desde su
enfermedad; donde frecuentemente manifiesta el grito del dolor y se
cuestiona por el sentido de su sufrimiento frente a Dios, pero que, partiendo
de la experiencia del propio sufrimiento, va renovando la confianza en Dios,
quien lo ayuda a madurar su fe. Esta confianza en Dios, es la aceptación de
que se haga su voluntad, está es la parte más difícil de la experiencia
cristiana ante el dolor y la muerte.
La fe, está acompañada de la esperanza cristiana en la promesa de la nueva
vida, de la resurrección ofrecida por Cristo para la salvación de la
humanidad, porque lo que esperamos es la salvación. Como nos dice el
apóstol san Pablo59 al referirse a la fe y a la esperanza en medio de las
tribulaciones: “Pero teniendo aquel espíritu de fe conforme a lo que está
escrito: “creí, por eso hablé”, también nosotros creemos, y por eso hablamos,
sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús, también nos resucitará con
Jesús y nos presentará ante él juntamente con vosotros” (2Cor 4,13-14). Es
la esperanza en la resurrección de Jesús, la que nos motiva a sobrellevar las
situaciones dolorosas de nuestra vida a través de actitudes cristianas como
el animar, consolar, fortalecer y ayudar a los que viven una enfermedad
grave.
La fe y la esperanza cristianas, son experiencias de: la confianza sin límites
en la misericordia y el amor de Dios, la espera de la salvación como promesa
de Cristo, la actitud perseverante en los sufrimientos y en las situaciones
difíciles como las enfermedades terminales.
Es una experiencia de amor tomada de la cruz, como el símbolo de la
esperanza y la señal inconfundible de la cercanía del mismo Dios que se hizo
hombre, sufrió, murió y resucito venciendo a la muerte dando sentido a todas
las cruces de quien padece una enfermedad terminal, porque para quien no
cree, la cruz tiene un sentido absurdo y contradictorio, pero para quien cree
es la respuesta de amor más elocuente al dolor, porque cree en la
resurrección. Para José Carlos Bermejo, la esperanza cristiana, surge de la
59
Ibíd., p. 1700.
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experiencia de ese amor: “la esperanza en la resurrección debe encarnarse
para el enfermo terminal en un contexto de vivencia del amor. Poner en el
contexto del enfermo terminal el amor significa aumentar su esperanza,
aumentar su calidad de vida, aumentar su salud”60. Porque es en la cruz que
Dios Padre nos muestra su amor, porque es en la cruz que Cristo nos da la
fuerza y se solidariza con todos los que sufren.
Además, quien acompaña pastoralmente al enfermo terminal, debe ser
portador de la esperanza a través del mensaje de la Buena Nueva de
Jesucristo, pueden ser pocos los aportes, pero el sólo hecho del contacto con
el sufrimiento, ya es una actitud humana y cristiana donde se revela el amor
fraterno expresado en acciones concretas como las obras de misericordia
espirituales y corporales. Ya que la fe, sino va acompañada de las obras, es
una fe muerta, sin sentido (cf. St. 2,17). Es ayudarle al enfermo a encontrar
en medio de la miseria, la confianza total en Dios, quien le extiende su mano,
sacándolo del fango de la incertidumbre, sintiéndose amado por Dios quien
desea que todo ser humano encuentre el camino hacia la vida en plenitud.
También existen otros tipos de esperanza para el enfermo terminal; por
ejemplo, la esperanza de no ser abandonado, de morir sin mucho dolor, de
morir rodeado de sus familiares y amigos cercanos. Sin embargo, la
esperanza a nivel espiritual puede traducirse en hechos como: disponer de
un sacerdote, dentro de sus creencias, que le ayude a encontrarle un sentido
al sufrimiento y a la muerte, de aprovechar el tiempo para la reconciliación,
de una mano amiga que lo conforté en sus momentos de miedo y angustia
para crecer espiritualmente, para pensar, sentir y prepararse para vivir la
muerte de una manera más confiada y tranquila, es llegar a vivir con Cristo,
como nos dice el apóstol san Pablo61: “Y si hemos muerto con Cristo,
creemos que también viviremos con él” (Rom 6,8). Este es el reto de toda la
Iglesia; ser portador de la esperanza, mediante el acercamiento solidario y
cristiano a los enfermos terminales, mediante un mensaje de comprensión,
de luz, de salvación, de amor, de victoria sobre todo tipo de muerte.
3.4 Los sacramentos en la Enfermedad
Los sacramentos en un sentido cristiano, son gestos y palabras que
contienen un gran significado bíblico que mediante la celebración litúrgica y
la vivencia de los sacramentos nos encaminan hacia la santidad y al
encuentro con Dios. Los sacramentos manifiestan y disponen al encuentro
60
BERMEJO, Op., cit. P. 144.
61
BIBLIA DE JERUSALÉN, Op., cit. P. 1661.
69
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entre el creyente y Dios quien nos comunica la acción salvadora del Cristo
resucitado.
Los sacramentos se nos ofrece en los momentos más significativos de
nuestra vida como salvación, pero no sólo de manera espiritual, también se
ofrecen en el sufrimiento, el dolor, la enfermedad y la muerte como
realidades humanas, por ello, con relación al enfermo terminal hare mención
a los sacramentos de sanación como la Reconciliación, la Unción de los
enfermos y la Comunión.
3.4.1 El Sacramento de la Reconciliación
El sacramento de la Reconciliación, es la manifestación del amor de Dios,
quien es misericordioso al conceder el perdón. Ante un momento critico,
como lo es la enfermedad, puede ser la ocasión propicia para oír la llamada
de Dios a la conversión; por ello, se hace necesario, que en lo posible, el
enfermo terminal pueda participar de este sacramento, para que reconciliado
experimente el perdón y el amor de Dios, ayudándole a recuperar la
serenidad y el equilibrio interior de su vida espiritual, pero también, con
repercusiones terapéuticas para afrontar la situación de enfermedad.
En los momentos difíciles de una enfermedad, puede aparecer de modo
particular el sentimiento de culpa, de angustia y autocondena. Como la
relación existente entre la propia responsabilidad y la enfermedad
propiciando la revisión de vida, pero que a la vez surgen las heridas del
propio espíritu que piden ser sanadas. Se trata de esos recuerdos hirientes
de nuestra historia de vida, que con ocasión de la enfermedad vuelven a
aparecer. Son los errores, las malas experiencias, los rencores, entre otros
recuerdos.
Asimismo, Jesús Salvador quien expone acerca de este sacramento nos dice
que: “La enfermedad lleva a un replanteamiento de los valores en los que
vive el enfermo, le lleva a revisar su conducta y a reorientar si vida. La
celebración de este sacramento es signo del encuentro del enfermo, débil y
pecador con Cristo” 62, quien perdona los pecados reconciliándolo con Dios,
con los demás y consigo mismo. Porque la salud que busca el cristiano no es
sólo el buen funcionamiento del cuerpo, sino la experiencia de Reconciliación
de todas sus dimensiones humanas. De esta manera, si el enfermo terminal,
lleva un acompañamiento pastoral, puede comprender que a través de la
62
MONCADA, Jesús S. El Sufrimiento espacio privilegiado de encuentro con Dios. Bogotá: Secretariado
Latinoamericano para la renovación-SELARE. 1990.
70
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celebración de este sacramento, al ser sanado espiritualmente, se
restablecen todas las relaciones en una vivencia más sana de la enfermedad
y, no por miedo a la gravedad de la enfermedad. Por tanto, el cristiano ante
la enfermedad grave o proximidad de la muerte, estaría llamado a:
reconciliarse con la vida; es decir, con Dios, con los demás y consigo mismo,
a reafirmar los propios valores optando por el bien, a vivir sanamente la
enfermedad; es decir, superando las culpas y todo aquello que nos quite la
paz.
3.4.2 El Sacramento de la Unción de los Enfermos
La Unción de los enfermos es un símbolo de la presencia del Espíritu Santo
que penetra en él, lo purifica, lo consagra; es un signo de amistad y de la
sobreabundancia de la gracia divina. Los hebreos utilizaban el óleo para
curar las heridas como en la parábola del Buen Samaritano, cuya finalidad en
los enfermos es ayudarlos mediante la gracia divina a aliviar los sufrimientos
y comunicar una fuerza de fe. En la carta del apóstol Santiago, se habla de
este sacramento y nos dice: “¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a
los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el
nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará
que se levante, y se hubiera cometido pecados, le serán perdonados” 63 (St.
5,14-15). Este orar por los enfermos, es una actitud de la comunidad
cristiana, quien está íntimamente unida al prójimo enfermo.
A través del sacramento de la Unción, el enfermo recibe la ayuda para la
salvación, siendo confortado con la esperanza de Dios y fortalecido contra
las angustias de la muerte, tolerando el lecho de la enfermedad e inclusive
vencerla y, además, le concede el perdón de los pecados como camino hacia
la salvación ofrecida por Dios. Así, lo afirma Guido Davanzo quien nos dice
que: “Dios ofrece la salvación a la persona en su realidad humana, concreta,
considerando todas las exigencias que experimenta y las dificultades que
sufre”64.
Es así, que ha este sacramento ya no se le denomina como la
Extremaunción, entendida como el último sacramento para el moribundo; por
el contrario, todo aquel que por enfermedad o ancianidad se encuentre en
peligro de muerte puede recibir este sacramento, ya que, por esta Unción el
enfermo puede recobrar la salud corporal y, si es el caso, la sanación
espiritual de su alma en preparación para la vida eterna.
63
Ibíd., p. 1791.
64
DAVANZO, Guido. El Sufrimiento. Dimensión Teológica y Pastoral. Op. cit., P. 92.
71
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Esto no quiere decir, que el sacramento de la Unción es algo mágico o una
medicina más eficaz, es un sacramento que se realiza en nombre de Cristo y
que exige al cristiano adhesión a la fe. Es la fe del cristiano, quien confía, en
que la gracia de Dios actúa por medio de este sacramento en su situación de
gravedad, reanimando sus fuerzas de recuperación, facilitando que el
sacramento influya en la persona enferma con el fin de fortalecer su vida
cristiana.
Las palabras de esta formula recuerdan las palabras del apóstol Santiago,
quien nos dice que a través de la oración con fe, se nos concede el perdón y
la curación como salvación: “Confesaos, pues, mutuamente vuestros
pecados y orad los unos a los otros, para que seáis curados” 65 (St. 5,16). Se
trata de la gracia que concede Jesucristo a través de este sacramento, cuyo
significado comprende la sanación integral a favor de toda la persona
enferma.
En efecto, sería conveniente tener en cuenta las siguientes dimensiones66
para una correcta actitud pastoral con relación al enfermo terminal:
 Dimensión sacramental: es el sacramento de los enfermos de gravedad o
ancianos y no es exclusivamente para moribundos; sólo cuando las
condiciones físicas del enfermo no le permitan recibir el viático, se le
administrará la Unción de los enfermos.
 Dimensión antropológica: es el sacramento de la salvación total y no
solamente del cuerpo o sólo del alma; ya que puede ser terapéutico para
las condiciones psicofísicas del enfermo. No es instituido para
desaparecer las dificultades.
 Dimensión dialógica: es sacramento de fe y no de magia. La fe supone la
creencia de la gracia de Dios en la efusión de su Espíritu Santo para
fortalecer al enfermo. En cambio la magia supone efectos particulares,
inmediatos y a veces maléficos.
 Dimensión eclesial: es sacramento de toda la comunidad y no sólo del
individuo. Por ello, es favorable que en la celebración del sacramento
participen los familiares y aquellos que lo asisten, como signo de
65
BIBLIA DE JERUSALÉN, Op., cit. P. 1791.
66
Cfr. VENDRAME, Calisto. A Unçao dos enfermos, Sao Paulo: Ed. Paulinas, 1974, P. 35.
72
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solidaridad y fraternidad por medio de la oración para reforzar la fe en el
enfermo, el cuidado y el cariño en quienes le acompañan.
 Dimensión litúrgica: es sacramento de esperanza y no de desesperación;
suscitando la esperanza cristiana, al avivar la fe y la confianza de la
presencia de Dios quien le reanima en las situaciones más angustiosas.
La participación de la Unción con la familia o quienes le acompañan como
de las celebraciones litúrgicas con varios enfermos ayudan a superar los
prejuicios y los temores frente a este sacramento.
3.4.3 El sacramento de la Comunión
El sacramento de la Comunión y las celebraciones eucarísticas darán al
enfermo, el sentido de apertura total a la comunión con Dios por medio de la
oración personal y comunitaria y, de la participación de los hermanos como
una sola comunidad eclesial a través del sentido de vida que Jesucristo
ofrece para el enfermo terminal. No olvidemos las palabras de Jesucristo:
“En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y
no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros”67 (Jn 6,53). Por todo ello, es
importante que la comunidad cristiana ofrezca, lleve y celebre el sacramento
de la Comunión disponiéndose a aceptar a Jesús como el médico del cuerpo
y del alma, animándolos a ejercer mejor su profesión en el conjunto de las
acciones terapéuticas para con el enfermo terminal.
Necesariamente, el sacramento de Comunión es la fuente de fe, oración,
consuelo y el sostén de la esperanza para el cristiano en el mundo de la
salud; ayudando a tantos hermanos que sufren, testimoniando mediante el
consuelo, la misericordia de Dios como lo hizo la primera comunidad
cristiana, como el apóstol san Pablo quien saluda a los cristianos de Corintios
y los conforta diciéndoles: “¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, Padre de misericordioso y Dios de toda consolación, que nos
consuela en la tribulación nuestra para poder nosotros consolar a los que
están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos
consolados por Dios!” (2Cor 1,3-4).
Del mismo modo, en las situaciones críticas al final de la vida, cuando el
moribundo participa de este sacramento, llamado Viático, lo reciba como
acompañamiento o fuerza para el tránsito hacia la vida eterna y de la
esperanza en la resurrección gloriosa. Es la experiencia de la Comunión con
Cristo como lo recuerda San Pablo a la comunidad cristiana en los momentos
67
BIBLIA DE JERUSALÉN, Op., cit. P. 1559.
73
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de debilidad: “Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor
morimos. Así que, ya vivamos ya muramos, del Señor somos” 68 (Rom 14,8).
Es la identificación del moribundo con Cristo precisamente en el momento en
que se experimenta la muerte de manera muy cercana. El Viático es la
preparación inmediata al encuentro definitivo con Cristo resucitado y una
despedida en la fe de los familiares y amigos cercanos. Por consiguiente, no
se le puede negar a ningún enfermo, el uso de este sacramento, cuando su
fe es sincera.
3.5 El amor sanador
El amor, es el valor de la caridad cristiana que anima y da sentido a todo
sufrimiento humano; se basa en el espíritu de la fraternidad evangélica como
el mandamiento del amor, según el evangelista san Juan : “Os doy un
mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he
amado, así os améis también vosotros los unos a los otros” 69 (Jn 13, 34). Es
Jesús, quien lleva a la plenitud y se identifica con el amor fraterno a través de
obras efectivas y concretas de caridad para con el que sufre. El amor es
sanador si realmente el amor a Dios va unido al amor al prójimo70,
comprometiéndonos con los más pobres y enfermos de nuestra sociedad (cf.
Ga 5,14). Es la misma vida de Jesucristo, su amor, que es transmitido a los
apóstoles quienes dan testimonio de ello, a través de los carismas o dones
espirituales, entre ellos las curaciones (cfr. 1 Cor. 12, 9.28.30).
Para el enfermo terminal, la palabra amor, debe traducirse en obras o
actitudes de aceptación, de afecto, de solidaridad71, de fraternidad, de
escucha, de caridad y todo esto lo encierra la presencia de Dios en la vida
del enfermo (cf. Flp 2, 26-30). Son actitudes, que son satisfechas por los
familiares y amigos, pero que, en muchas situaciones de enfermedad y
hospitalización, el enfermo es aislado, abandonado y rechazado por su
propia familia y su contexto social; por ello el enfermo es un ser humano que
“necesita amor, expresiones de afecto, contacto humano; necesita
reconciliarse y ser perdonado; necesita saber que lo aman y lo valoran y,
finalmente, necesita saber que su vida tiene un significado y un designio”72.
El sólo hecho de que la persona enferma sea hospitalizada, las relaciones
interpersonales, de cariño y de atención pueden versen afectadas, ya que
68
Ibíd., p. 1672.
69
BIBLIA DE JERUSALÉN, Op., cit. P. 1574.
70
Ibíd., p. 1714.
71
Ibíd., p. 1727.
72
BRUSCO, Op. cit., P. 140.
74
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quizás, no vuelvan a suscitarse momentos de contacto físico y, en algunos
casos, ni siquiera una compañía.
En situaciones tan difíciles, como una enfermedad terminal, teniendo en
cuenta las etapas que vive la persona enferma, se tiende a buscar el valor
del amor en la imagen del médico como padre que lo sabe todo o en la
enfermera, la figura de la madre que tiene que hacerle compañía y
preocuparse por él. Quizás el personal de salud, actué con profesionalismo y
humanización, pero por el amplio trabajo, no siempre están dispuestos a
ofrecer un acompañamiento personalizado.
En cambio, la ayuda de un agente de pastoral puede ser apropiada, si está
preparado y cumple con las condiciones para poder hacer un
acompañamiento humano y cristiano reflejando el consuelo, la comprensión y
el amor de Jesucristo ya que “nadie tiene mayor amor que el que da la vida
por sus amigos” (Cf. Jn 15,13), a través de actitudes humanas como la
escucha, la confrontación, la solidaridad, el acompañamiento y, respetando
sus espacios religiosos y espirituales, que lo acerquen al encuentro sanador
y salvador de Dios.
Desde el punto de vista médico, el enfermo tiene necesidades físicas para
curarse o de estrategias técnicas como los cuidados paliativos, como el
último recurso que se le puede brindar. Pero también, para una sanación
integral, se necesita del cuidado tierno y amoroso. Sin olvidar que el enfermo
es una persona que es capaz de amar, sea cual sea su situación de
enfermedad. Precisamente, Arnaldo Pangrazzi73 nos habla del amor como la
respuesta al dolor y al sufrimiento:
Quien sabe vivir su enfermedad y su sufrimiento en relación con los
demás como signo de solidaridad, quien comparte sus reflexiones y
testimonia su fe en la adversidad, quien se deja transformar
interiormente por situaciones de crisis, quien se abre al apoyo del otro
porque está plasmado por una sabiduría madura a la sombra de sus
heridas, ha encontrado una medicina que cura el dolor: ¡el amor!
Es Dios quien manifiesta el amor a sus hijos, a través del mismo Jesucristo
que dona su vida al servicio a la humanidad sufriente; siempre y cuando el
ser humano abra su corazón, se disponga a aceptar ese amor porque “Dios
es amor: y el que permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él”
(1Jn 4, 16). Así que, Dios no ama el dolor, pero se sirve del dolor para
expresar su amor al mundo. El enfermo terminal puede experimentar que
73
PANGRAZZI, Arnaldo. Creatividad Pastoral al servicio del Enfermo. Santander: Editorial Sal Terrae, 1986. p. 114.
75
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Dios sigue siendo fiel y que en Él puede confiar y, que ni la misma muerte
puede ponerle limites a la misericordia y al amor de Dios porque “quien ama
y es amado sabe realmente morir, porque lo que más asusta de la muerte es
la falta de amor, la soledad y el dolor, la incomprensión, el darse cuenta de
no haber vivido centrado en el amor”74.
74
BERMEJO, Op., cit. P. 144.
76
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CONCLUSIONES
En la existencia del ser humano, el sufrimiento, la enfermedad y el dolor han
sido realidades que no se pueden eludir y que ocasionan profundas heridas a
las diversas dimensiones humanas. Aún más, aquellos que viven una
enfermedad en fase terminal, sin una cura, sufren heridas no sólo en el
cuerpo, también en el alma; por ello, surge la necesidad de brindar una
asistencia integral al enfermo, sin descuidar, ni abandonar los diversos
factores que fortalecen las dimensiones que integran la vida de la persona, la
dimensión biológica cuidando de la higiene y el alivio del dolor ante el
deterioro del cuerpo, en la dimensión emotiva comprendiendo que la
alteración del estado del ánimo se debe a la experiencia de la enfermedad,
en la dimensión social: la familia, los amigos y el personal de salud deben
propiciar un ambiente adecuado y agradable donde el enfermo se sienta
escuchado, acompañado y comprendido y por último, en la dimensión
espiritual donde la experiencia con Jesucristo lo lleve a confiar en la
esperanza de una nueva vida libre de todo pecado, enfermedad y
sufrimiento. Atender a las necesidades del enfermo terminal en sus
dimensiones humanas es un elemento indispensable para que el enfermo
pueda vivir sus sufrimientos con dignidad y sentido cristiano.
Quien vive una enfermedad terminal, puede encontrar en Dios la fortaleza y
la confianza para sobrellevar los momentos más críticos y difíciles a través
de la reflexión en la Sagrada Escritura como fuente que ilumina el camino de
aquel, que se encuentra abatido y agotado por su situación. La experiencia
de enfermedad se ve reflejada en la espiritualidad y religiosidad de algunos
autores bíblicos, quienes a partir de su vivencia particular, plasmaron en sus
escritos las pautas necesarias para afrontar la enfermedad y el sufrimiento
desde el abandono en Dios.
El amor de Dios tiene su máxima expresión en su Hijo Jesucristo, quien viene
al mundo anunciando la Buena Nueva como fuente inagotable de amor, de
sanación y de salvación ofrecida a los más necesitados, los pobres y los
enfermos. Estas son las actitudes de Jesús que encontramos en los
evangelios, en la experiencia de la primera comunidad cristiana, quienes
ponen en práctica la caridad. Es a través de la experiencia en el Jesús
Crucificado, que el enfermo terminal encuentra al mismo Dios sufriente, en
Quien refleja sus propias dolencias, pero luchando junto a Él contra todo mal
y enfermedad, con la fe y esperanza de resucitar con Jesucristo a una vida
en plenitud donde no exista el sufrimiento, el dolor ni la muerte.
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Es así, que el enfermo terminal, caminando en el sufrimiento al lado de
Jesucristo encuentra sentido al dolor, la enfermedad y la muerte; ya que, en
su experiencia cristiana halla los medios que lo fortalecen y lo animan para
afrontar la situación de enfermedad a través de la reflexión del Evangelio, de
la celebración de los Sacramentos como la Eucaristía, la Reconciliación, la
Unción, el Viático, también la práctica de la oración, quizás algunas muy
piadosas o tradicionales como los rezos, pero que lo disponen al encuentro
íntimo y personal con Dios.
Toda acción de Jesucristo frente al sufrimiento, de manera particular con los
enfermos, fue de escucha, sanación, reconciliación, oración, misericordia y
amor. Es así, que la labor de toda la iglesia como comunidad cristiana, es
actuar con fraternidad y solidaridad ante todo sufrimiento humano. En efecto,
todo cristiano debe estar movido por el Espíritu de Jesús a obrar en caridad
para con el prójimo, a ejemplo del Buen Samaritano, velando por una
asistencia sanitaria, humana y cristiana mediante hechos concretos. La
satisfacción de las necesidades relacionadas con la dimensión estrictamente
espiritual no es tarea exclusiva de los así llamados "agentes de pastoral"
(sacerdotes, capellanes, religiosos, voluntarios), sino que también, es tarea de
todo profesional de la salud estar atento a la dimensión espiritual de los
enfermos, de modo especial en la última fase de la vida, cuando esta
dimensión cobra una especial relevancia.
Si obráramos a ejemplo de Jesucristo, de manera oportuna y conjunta,
quizás, muchos enfermos no morirían tristes y abandonados sin tener con
quien haber compartido sus pensamientos, sin dejar sus asuntos en orden,
sin la posibilidad de haberse reconciliado y preparado para el encuentro
definitivo con Dios.
Es así, que dentro de las acciones pastorales en beneficio del enfermo
terminal, existan las ayudas necesarias, para una atención humana a las
necesidades psicobiológicas del enfermo, pero también, se ve muy oportuno
seguir reflexionando teológicamente y pastoralmente para ofrecerle los
medios espirituales de una manera eficaz, que satisfagan y sean verdadero
reflejo de la misericordia y del amor de Dios para que el enfermo acepte y
viva de una manera más tranquila y sana la situación de enfermedad con un
sentido cristiano.
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LISTA DE ANEXOS
ANEXO A
Derechos del Enfermo Terminal75
 Derecho a mantener hasta el final de sus días la misma dignidad y
autovalor a los que ha tenido derecho en la vida.
 Derecho a obtener información veraz, franca y completa acerca de su
diagnóstico, opciones de tratamiento y pronóstico. Esta debe ser
suministrada en forma considerada, en términos comprensibles y con
tiempo suficiente para asimilarla.
 Derecho a participar en las decisiones referentes a su cuidado y a aceptar
o rehusar drogas, tratamientos o procedimientos.
 Derecho a expresar sus deseos en lo referente a las circunstancias que
rodearán su muerte, y a que estos sean respetados por familiares y
médicos.
 Derecho a elegir entre las opciones disponibles para morir y, conforme a
ello, a que ni se le acelere ni se le posponga la muerte, lo cual incluye el
derecho a no ser resucitado.
 Derecho a conservar un sentimiento de esperanza, lo cual no equivale a
que se le creen falsas expectativas.
 Derecho a beneficiarse de las alternativas humanitarias existentes para su
cuidado y a evitar la frialdad que con frecuencia acompaña la aplicación
de la creciente tecnología en los lugares diseñados para casos agudos o
críticos, y el hacinamiento que se da en algunos albergues para ancianos
o enfermos crónicos.
 Derecho a obtener alivio efectivo de su dolor y de sus síntomas, aun si
los medicamentos o medidas requeridas para ello le redujeran el tiempo
de vida restante.
75
FONNEGRA DE JARAMILLO, Isa. De cara a la muerte. Santafé de Bogotá: Intermedio Editores, 1999. p. 134136.
82
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 Derecho a que le sean satisfechas integralmente sus necesidades, sin
olvidar nunca que detrás de ese enfermo, hasta el último instante, hay
un ser humano.
 Derecho a recibir apoyo psicológico para facilitar su adaptación a la
fase terminal de su vida y a la inminencia de su muerte. Este puede
provenir de sus familiares, de las enfermeras, del médico o de un
profesional de la salud mental, cuando ello sea necesario y factible.
 Derecho a elegir que su familia, como parte directamente afectada por
su muerte, sea atendida, respetada y cuidada.
 Derecho a su individualidad, privacidad y pudor.
 Derecho a ser acompañado en el momento de la muerte.
 Derecho a recibir asistencia espiritual siempre que lo solicite y a que le
sean respetadas sus creencias religiosas, cualesquiera que sean.
 Derecho a ser cuidado por personas sensibles, preparadas y
conscientes del difícil momento que atraviesa y de su obligación de
ayudarlo en lo posible.
 Derecho a disfrutar hasta el final de una vida con buena calidad, criterio
este que debe prevalecer sobre la cantidad de vida.
 Derecho a morir con dignidad.
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ANEXO B
Gracias, Señor76
Gracias, Señor por haberme enseñado, durante mi enfermedad, a reflexionar
y a ensanchar mis horizontes. Me has dado tiempo para reflexionar sobre mí
mismo y mi pasado, sobre mis posibilidades y mis expectativas.
Muchas cosas que hasta hace poco me parecían importantes me resultaban
ahora secundarias. Estoy aprendiendo a apreciar las pequeñas realidades
cotidianas y a valorar los gestos más sencillos y humanos.
Puedo advertir cómo nace en mí una nueva espiritualidad; es como si
reconociera los signos de una nueva primavera.
Gracias, Señor, por quienes han dado claridad y serenidad a mi vida, por
quienes me valoran y me alientan, por quienes me comprenden y me hacen
madurar, por quienes me recuerdan y vienen a verme.
Gracias, Señor, por las miradas que comprenden, por los corazones que
sienten y por las palabras que confortan.
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PANGRAZZI, Arnaldo y BAUTISTA, Mateo. Sana el corazón enfermo. Buenos Aires: Editorial San Pablo,
1993. P. 18.
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