(comienzos siglo XX). Textos

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Soneto XIII
A Daphne, huyendo de Apolo
A Daphne ya los brazos le crecían
y en luengos ramos bueltos se mostravan;
en verdes hojas vi que se tornavan
los cabellos quel oro escurecían;
«Tras vos, un alquimista va corriendo,
Dafne, que llaman Sol, ¿y vos tan cruda?
Vos os volvéis murciélago sin duda,
pues vais del Sol y de la luz huyendo.
de áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aún bullendo 'stavan;
los blancos pies en tierra se hincavan
y en torcidas raýzes se bolvían.
Él os quiere gozar, a lo que entiendo,
si os coge en esta selva tosca y ruda:
su aljaba suena, está su bolsa muda;
el perro, pues no ladra, está muriendo.
Aquél que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hazía
este árbol, que con lágrimas regava.
Buhonero de signos y planetas,
viene haciendo ademanes y figuras,
cargado de bochornos y cometas.»
¡O miserable 'stado, o mal tamaño,
que con llorarla crezcan cada día
la causa y la razón por que llorava!
GARCILASO
Esto la dije; y en cortezas duras
de laurel se ingirió contra sus tretas,
y, en escabeche, el Sol se quedó a escuras.
QUEVEDO
SOLEDAD PRIMERA
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Era del año la estación florida
en que el mentido robador de Europa
-media luna las armas de su frente,
y el Sol todos los rayos de su pelo-,
luciente honor del cielo,
en campos de zafiro pace estrellas;
cuando el que ministrar podía la copa
a Júpiter mejor que el garzón de Ida
-náufrago y desdeñado, sobre ausente-,
lagrimosas de amor dulces querellas
da al mar; que condolido,
fue a las ondas, fue al viento
el mísero gemido,
segundo Arión dulce instrumento.
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Del siempre en la montaña opuesto pino
al enemigo Noto,
piadoso miembro roto
-breve tabla- delfín no fue pequeño
al inconsiderado peregrino
que a una Libia de ondas su camino
fió, y su vida a un leño.
Del Océano, pues, antes sorbido,
y luego vomitado
no lejos de un escollo coronado
de secos juncos, de calientes plumas
-alga todo y espumahalló hospitalidad donde halló nido
de Júpiter el ave.
GÓNGORA
Notas: Júpiter raptó a Europa disfrazado de toro. Para recordar su "hazaña" dejó en el cielo la imagen de un toro, la constelación de Tauro. Es a esta constelación a la que
Góngora llama "el mentido robador de Europa", es decir, el falso toro que raptó a Europa. El garzón de Ida es Ganimedes, un joven al que Júpiter raptó cautivado por su
belleza para que fuera su copero en el Olimpo. Arión era un músico de la antigüedad. Sus parientes quisieron apropiarse de su fortuna y pagaron a unos marineros para
que durante un viaje en barco lo arrojaran al agua. Cuando se vio perdido, Arión pidió permiso para tocar su lira y cantar por última vez antes de morir. Su canto atrajo a
los delfines y, cuando Arión saltó al agua, uno de ellos lo llevó a tierra sano y salvo.
Observaciones: Era la estación florida (la primavera) en la que el Sol está en la constelación de Tauro (del 21 de abril al 20 de mayo). El joven náufrago era más
hermoso que Ganimedes, por lo que si Júpiter lo hubiera conocido lo habría preferido como copero. A la desgracia del naufragio el joven añade el haber sido desdeñado
por su amada y el estar lejos de ella. Se queja al mar de sus desdichas y su gemido es tan conmovedor que tiene sobre el mar y sobre el viento el mismo efecto que la lira
de Arión tuvo sobre los delfines.
Quiero llorar mi pena y te lo digo
para que tú me quieras y me llores
en un anochecer de ruiseñores
con un puñal, con besos y contigo.
Quiero matar al único testigo
para el asesinato de mis flores
y convertir mi llanto y mis sudores
en eterno montón de duro trigo.
LA AURORA
SI MIS MANOS PUDIERAN DESHOJAR
La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.
Yo pronuncio tu nombre
en las noches oscuras,
cuando vienen los astros
a beber en la luna
y duermen los ramajes
de las frondas ocultas.
Y yo me siento hueco
de pasión y de música.
Loco reloj que canta
muertas horas antiguas.
La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.
Que no se acabe nunca la madeja
del te quiero me quieres, siempre ardida
con decrépito sol y luna vieja;
que lo que no me des y no te pida
será para la muerte, que no deja
ni sombra por la carne estremecida.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraíso ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.
Federico García Lorca, 1929-1930
Yo pronuncio tu nombre,
en esta noche oscura,
y tu nombre me suena
más lejano que nunca.
Más lejano que todas las estrellas
y más doliente que la mansa lluvia.
¿Te querré como entonces
alguna vez? ¿Qué culpa
tiene mi corazón?
Si la niebla se esfuma,
¿qué otra pasión me espera?
¿Será tranquila y pura?
¡¡Si mis dedos pudieran
deshojar a la luna!!
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