capítulo 6: páginas 193 a 200, 2,0MB

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FRANCIA
Tercera parte carta anterior
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TESTIMONIO
Cuarta parte carta anterior
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FRANCIA
La Colonia Infantil con Mr. Tisón y su hija Claudine, Hossegor, Landes, Francia, marzo de 1939,
Agustina en el remolque bajo la flecha, en ese momento yo estaba montando en bicicleta
Inglaterra y Francia, han reconocido al régimen de Franco.
En este espléndido lugar, en verdaderas y auténticas vacaciones, entre el inmenso
bosque de pinos, la enorme y dilatada playa, solo para nosotros en esta época
primaveral; el lago con sus cangrejos y su fácil pesca, motivo y origen de numerosos
juegos y diversiones infantiles, hacen que la vida transcurra gozosamente, nuestra
felicidad sería completa, si no se viera enturbiada por las noticias –que ahora con mas
tardanza y dificultad, debido a la rígida y estricta censura militar (algunas veces raya en
el ridículo y en lo grotesco) que las nuevas autoridades del sistema político totalitario
español ha impuesto a todos los medios de comunicación, incluida la correspondencia
familiar– nos van llegando de Madrid y que no son nada halagüeñas, aunque nuestras
familias como siempre minimizan cualquier acontecimiento familiar que no nos sea
tranquilizador, para evitarnos preocupaciones; criterio que también seguimos nosotros
recíprocamente; por ejemplo no les hemos contado nada de nuestros últimos días en
Arbúcies, ni las circunstancias que se dieron a la salida del pueblo, ni nuestro paso por
Le Boulou, ni nuestra estancia en Mont de Marsan.
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TESTIMONIO
Carta mía, 2 de abril de 1939
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FRANCIA
Continuación carta anterior
Primavera templada y anormalmente regular la que nos está haciendo, y que
contribuye decisivamente a nuestro bienestar.
Como en ocasiones anteriores, la señorita Nati, nos ha enviado a Domingo Rincón
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TESTIMONIO
Redondo y a mí al pueblo, a hacer el pedido que mañana nos servirán, la carnicería y la
huevería. Cuando llegamos al lago nos hemos descalzado y caminamos por la arena de
su orilla; a la entrada de Hossegor aprovechamos un mojón de piedra para volver a
calzarnos; pero alguien nos ha precedido en esta operación, y se le han caído unos
céntimos en monedas; las hemos recogido y enseguida hemos decidido su destino,
compraremos caramelos. Delante del sugestivo escaparate, consultamos precios, todo
lo mas tendremos para un caramelo para los dos, o uno pequeño para cada uno.
Indecisos e intimidados por la decoración moderna del establecimiento, indicamos a la
señorita dependienta nuestras pretensiones y la entregamos nuestro caudal; no
contesta, no hace ningún gesto, muy seria, con toda naturalidad coge una bolsa de papel
de regular tamaño la llena completamente de caramelos, y sin pesarla nos la entrega. El
asombro nos deja mudos, y no reaccionaremos hasta vernos en la calle, que
comentaremos este hecho tan prodigioso e inexplicable. Hacía mas de dos años que no
probábamos un dulce de esta clase. Pasará mas de medio siglo y todavía tendremos
fresquísimo el agradecido recuerdo de esta señorita de la pastelería de Hossegor.
Se me ha acercado Manuel Navarro Bañuelos y me dice: «te has fijado Pedrito que
ya no te duele la cabeza». Esa clase de dolores ya no se repetirán.
Carmencita Montes Monge, una de las niñas mas pequeñas debe de estar delicada,
ha venido un médico y después de reconocerla le ha recetado unas inyecciones, esto
nos ha alarmado, porque es el primer caso que se nos da, en el que sea preciso un
tratamiento tan radical. Yo la veo bien y no tiene aspecto de estar tan enferma.
Mr. Tisón ha enganchado a su automóvil un remolque descubierto, y aunque vamos
de pie y bastante apretados, nos divierten mucho los paseos que de esta manera da a
toda la Colonia; así esta tarde nos ha llevado al cine, que en sesión privada nos han
proyectado «Blanca Nieves y los Siete Enanitos», de Walt Disney. Salimos maravillados
y entusiasmados, ha sido un verdadero acontecimiento, ya que es la primera vez que
vemos un largometraje de dibujos en colores, y con una técnica tan perfecta.. Esta
película quedará en nuestra afición cinematográfica como un avance muy importante,
y será un hecho memorable siempre.
27 de abril de 1939. Lola, la mamá de la recién nacida Claudine, ha localizado a su
marido –que hace unos meses y durante un tiempo fue profesor nuestro en Arbúcies–
D. Vicente Ignacio Fernández; en el campo de concentración de Argelés, con la
influencia de Mr. Tisón y la del alcalde de Hossegor han conseguido liberarle y ha
llegado hoy a Hossegor. Gran alegría han tenido que tener esta familia al reunirse de
nuevo, ya que Lola se unió a nosotros a la salida de Arbúcies embarazada de ocho
meses y con cuatro hijos pequeños. D. Vicente estaba movilizado, e ignoraba donde se
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FRANCIA
encontraba ni si este lograría alcanzar la frontera francesa; sin embargo se aventuró a
lo incierto y peligroso de aquel viaje y ha acertado. Ahora están aquí felizmente unida
toda la familia, tranquilos y a salvo.
D. Vicente nos ha contado como D. Antonio Sánchez, «El Kimo», salmantino, que
también fue maestro de la Colonia, ha coincidido con él en el mismo campo de
concentración y que allí ha fallecido. Por lo que dice, no supo o no pudo superar aquella
situación y deprimido y totalmente desmoralizado, se abandonó y se dejó morir en
lamentables condiciones. Aunque con él no nos fue bien, sentimos su muerte como la
de tantos miles y miles de victimas, que esta horrible tragedia española ha ocasionado
hasta ahora y ocasionará en el futuro.
Nos siguen visitando personalidades francesas, calibramos su importancia y rango
por el número de coches en que la hacen. Nuestros amigos vasco-españoles de
Capbretón vienen periódicamente y su presencia nos alegra.
En nuestras andanzas por el bosque, Jesús Parrao Citores y yo hemos matado una
culebra, no sabemos si es venenosa o no, pero por si acaso. Enseguida hemos decidido
la utilidad de nuestro trofeo, y nada mejor que dar un susto a la chica mas escandalosa
de las mayores. Durante la comida es cuando tenemos la seguridad de que no hay nadie
en el dormitorio, nos hemos levantado; «¿dónde vais, pregunta la Srta Nati?, «al aseo».
Por una de las ventanas entramos en el dormitorio, y entre las sábanas de la cama de
Matilde Palacios Páez, ponemos la culebra. Esta noche a la hora de acostarnos
estaremos pendientes de los alaridos de Matilde.
Han hecho una relación de los que quieren repatriarse. Hemos hablado mi hermano
y yo, y de acuerdo con lo que nos dijo nuestro padre al despedirnos el 16 de febrero de
1937, en Madrid, no nos hemos apuntado.
Nos hemos enterado de cual es la utilidad económica de estos bosques de pinos, a
parte de la importancia que tienen en el sentido ambiental y ecológico o de
aprovechamiento de su madera. Han llegado unas cuadrillas de obreros con unas
azuelas y van haciendo unas incisiones (unas reiteradas y otras por primera vez), en las
cortezas de los troncos y en la parte inferior de estas clavan unas chapas curvas en
forma de «vierteaguas», y a continuación un recipiente de cerámica, parecido a un
tiesto, donde irá cayendo la resina que en los días de calor «llorarán» las incisiones. Esta
resina la recogen y después la transportan en unos toneles para su transformación.
Entre las ramas de las copas de alguno de estos altísimos pinos, han dispuesto unas
plataformas rústicas de madera, a las que se accede por una rudimentaria escalera
adosada al tronco, donde se apostan los cazadores al acecho de las bandadas de patos
que pasan por aquí y que suelen hacer un alto en el lago.
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TESTIMONIO
Tarjeta postal para nuestros padres
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