Democracia Cristiana 47 06

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Democracia Cristiana 47 06
Los demócratas cristianos en Francia e Italia La SI 07/06/47 p. 1-7
1. Recordando antecedentes
La crónica de la semana pasada fue dedicada a puro antecedentes en qué cimentar la de hoy día.
Nuestras críticas son diferentes de la mayor parte de las que se leen, porque están hechas –las nuestras- bajo
un punto de referencia. Estamos en terreno de relatividad, en que, si no se va bien seguro por principios, uno no sabe,
estando en el tren, si es él el que camina o es el tren que tiene al lado. En que no sabe si es el sol que da vueltas a la
tierra o la tierra vueltas al sol, , si una serie de principios científicos no le descifran el enigma.
En las ciencias, y en sus teoremas más o menos prácticos, hay el eminente peligro de hundirse en la nada del error, si
uno no va guiado por principios. Como la brújula que nos marca el norte, o un monte alto que nos ice el sentido en que
debemos orientarnos; o la flecha callejera que nos guía en los caminos para tomar dirección y no enredar el tránsito;
como un faro que nos indica donde está la playa y dónde nos espera el puerto seguro que nuestros ojos todavía no ven;
como en todo saber hay los faros de los axiomas que guían el caminar intelectual del hombre y en lo sentimental unos
golpes del corazón que nos señalan el peligro que nos amaga; como n el día la luz del sol nos señala las rutas y nos
alerta de los peligros que puedan entorpecer nuestra vía, así, en el proceder crítico hay que marchar según
fundamentales trabajos de preparación, para sacar algún juicio práctico loador o vituperador de un acto cualquiera o de
una serie de actos.
Cuando debe tratarse –como ocurre en nuestro caso- de una condenación abierta de un proceder nacional claro, o
viceversa, de una loa que apuntale ciertos actos, poniéndose en su favor, es necesario proceder con un trabajo de
preparación previo para ver de acertar adecuadamente.
La responsabilidad es grande, pero no la rehuimos. La responsabilidad es enorme, porque, al condenar o alabar un
movimiento político o social, aunque sea ajeno, hace uno labor de construcción o de derrumbamiento de análogos
movimientos que hay, o puede haber, en su casa. Y cuando se tiene ganado un halo de imparcialidad y de
“savoir faire” científico, es de enorme responsabilidad lo que uno opina, porque puede desviar en algún
sentido algo que atañe directamente a su patria; algo que atañe, cuando menos, a la humanidad. Y uno cierra los ojos
ante ese fardo, temiendo actuar críticamente.
No importa que arraiguen cada día más dos corrientes, de las cuales un político de veras debe huir como del diablo: la
corriente de la propia conveniencia, y la corriente de opinar ligero, sin miedo a la propia responsabilidad y no importa lo
que se diga.
La corriente egoísta, que solo mira la propia conveniencia, resolviéndose al fin, en un algo tangible que nos aprovecha
materialmente está ahora primando (y ha primado por siglos) en la crítica. Se acusa a los historiadores griegos y
romanos de falacia y de desvergonzadas mentiras cuando ello afectaba a su patria o a su persona. ¿Qué podemos
sacar, en definitiva, de hablar así o asá? Ese “qué podemos sacar de ello” es la suprema razón del sentido
de una crítica. En un ministerio de una nación europea, que no es latina, se lee como máxima suprema: “la verdad
no es el supremo criterio, sino la conveniencia de la patria”. Ese refrán práctico, que parece patriótico, y no es
más que una canallada internacional, lo veo repetido ahora en una revista actual norteamericana, la cual, comentando
un drama famoso que acaba de estrenarse, dice (y lo pone en boca de un senador nacional): “nuestro deber no
es la verdad, sino la conveniencia patria”. Y en aras de este disparate, el senador calumnia a un negro
conciudadano suyo y lo quema de vivo en vivo en aras de esa calumnia canalla.
No queremos negar que así tira por ese camino lo que ahora llaman crítica. Y que, bajando a los planos inferiores, aún
hay crítica que no más mira a la conveniencia personal y a “cuanto me paga fulano” para alabarle o
criticarle. Confesamos que aborrecemos nativamente esa crítica y que no nos atribuimos mérito alguno al rechazarla de
plano y al escupir al crítico por tan enfangados caminos.
Otra laya de crítica es actualmente la de la ligereza. Nunca como en esos tiempos de alfabetismo ha habido mayor
ligereza intelectual, menos meditación y más ligeros cascos. Todo es una pintura superficial. Antes había una máxima
inconveniente, pero decente: “magister dixit”. Ahora la misma máxima, un poco variada (“ignarus
dixit”) no es conveniente ni decente. Someterse a un maestro era humilde, aunque no conviniese, porque por
algo gozamos de razón. Someterse a un ignaro es denigrante, además de inconveniente.
La crítica, cuando se trata de alabar o condenar un movimiento nacional, debe tirar por otros caminos, más luminosos y
más rectos. Por esto hay que hacer algo, para no errar. Elevar un faro para ver claro. Elevar un metro para medir las
acciones. Y como corolario de este comparar, enhebrar una modesta loanza o zurcir una crítica.
Es lo que hemos procurado hacer en un preámbulo publicado la semana pasada. Por un lado, hemos procurado
desbrozar el camino para poder andar sin tropiezos mayores. Y, por encima de este desbrozamiento, ver de elevar un
faro que nos guíe, poniendo en la mano una brújula que nos marque los derroteros.
Nos parece esto lo único honesto. Y que, en esta inteligencia, podemos proceder con cierta seguridad de llegar a
conclusiones que respondan a una línea crítica decente e inobjetable.
2. Francia antes de la guerra
Francia comenzó con la traición de sus políticos. Cuando Gran Bretaña declaraba la guerra a Alemania, estaba reunido e
parlamento francés. La Constitución manda que en Francia toda guerra ha de ser declarada por el parlamento, siendo
ilegal una guerra decretada por decreto del Gobierno.
Reunido el parlamento, el Gobierno lo palpa y no quiere someter la declaración de guerra al parlamento. Mr. Eden tiene
una conversación telefónica con el Gobierno de París, y ordena que la guerra se declare por decreto.
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Y el Gobierno declara la guerra por decreto.
Primeros hechos: el Gobierno traiciona al parlamento y es un esclavo de un país extranjero.
Hecho indigno, del cual Mr. Bidault no se ha enterado, al parecer. Pensando rectamente, uno ha de saber que la guerra
era impopular e injusta, además traicionera.
Por aquí había de comenzar un gobernante digno: investigando el origen democrático de la guerra, y cargando la culpa
sobre los que traicionaron al parlamento y a la patria. M. Bidault, M. Gay, sus colegas, cierran lo ojos a esa verdad y
marchan adelante, cargados de odio, no contra los traidores, sino contra un pueblo extraño y vecino.
Nace esta democracia cristiana de la injusticia.
3. Francia durante la guerra
Viene la derrota. En dos semanas Francia queda liquidada.
Sobre las ruinas se alza la figura venerada de Pétain, quien, en medio de los azares de una guerra trágica, no sólo
gobierna bien, sino que, aconsejado de cerca por el cardenal Baudrillard, establece los principios fundamentales de la
democracia cristiana.
Francia, durante ese período, come bien, administra bien sus haciendas, pasa –digámoslo, ya que lo han dicho
periodistas yankis- por una verdadera prosperidad nacional. Cuando entran los aliados en Normandía, antes de
introducirse en Francia el desorden y el hambre aliados, Francia comía, y en cada franja normanda había de qué comer
abundosamente.
El desorden, la carestía, la desorganización, el hambre, ha venido después, en la época de “prosperidad”
de los aliados y de los nuevos principios franceses.
M. Bidault, M. Gay, sus colegas, ignoran todo esto. Hacen ver que lo ignoran. Y castigan al autor de esa prosperidad, al
mariscal anciano.
Los demócrata-cristianos no tienen una palabra de aliento para salvar a ese hombre. Y ellos lo condenan. Esa infamia se
debe, en gran parte, a los demócrata-cristianos. Han sido loadores de los que traicionaron a Francia. Han sido
condenadores del que ellos sabían que lo había hecho mucho mejor que ellos mismos.
4. La nueva Francia en Marruecos
Durante la guerra y a la segunda mitad de ella,, es un hecho evidente, demostrado, que los oficiales del norte de Africa
se venden. Dólares a la vista. Estados Unidos pagaba la compra. No se trata de ideas ni de bandos. Se trata de una
traición evidente. No dice una palabra M. Bidault. Contrariamente: esos famosos caracteres morales que se venden al
primer postor, sirven de apoyo político a comunistas, degaullistas y a demócratas cristianos
Avanzan los tiempos. Ciertos franceses, desarraigados por Pétain de las cargas políticas, huyen al Africa francesa
dominada por norteamericanos, y comienza allá la gran chuña.
Lo que pasó en el norte de Africa es cosa que, al detalle, no sabrá jamás el mundo. Pero qu8e saben perfectamente
los demócrata-cristianos que ahora co-gobiernan en Francia.
Retornan los comunistas que habían arrancado a Rusia, traicionando a su patria. Retornan los viejos políticos de la
Francia de la derrota, que eran los responsables de la debacle en que estaban todas las cosas en Francia, menos la
debacle de los “affaires” de los cuales eran ellos los autores y los beneficiarios; comienzan en Argel el
mismo juego de la antigua Francia política, no sólo en ideas anticuadas, sino en “negociados” de toda clase,
comenzando las riñas políticos entre unos y otros; estando Francia en la ruina, comienzan a cobrar sendos sueldos, que
se otorgan a sí mismos unos a otros, repartiéndose ilegalmente los despojos de Francia.
Pasan sin interés los mayores crímenes, como el asesinato de Darlan, como si nada ocurriera a su alrededor.
Todo mostraba que los franceses del norte de Africa, entre los cuales muchos demócrata-cristianos, habían perdido
completamente, si la habían tenido nunca, la sensibilidad moral, con un cutis duro e insensible para inaugurar una nueva
época.
Marruecos era una sentina de politiquería, vicios y errores, degenerada, completamente avejetada. No había distinción
entre la vieja Francia política, y la continuación africana de ella. Nada había cambiado. Y menos el espíritu de la nueva
generación.
5. ¡Nova sin omnia!
Hay que manifestar, ante todo, que si el advenimiento de un renglón nuevo (comunismo para algunos; democracia
cristiana, para otros) significa algo, ello es una renovación total, especialmente interior.
Estamos entrando en una nueva época. El mundo viejo está destrozándose. El cambio significado por esas dos
guerras, no es menos que la reducción a escombros del viejo mundo, con sus regímenes inmorales, y la entrada al
vestíbulo de un nuevo mundo.
Toda época nueva indica (y por esto hablamos de época nueva) un nuevo ser, una nueva manera, todo lo fundamental
distinto de lo anterior. Nueva Edad es cambio. Y por esto es una Edad Nueva.
Ahora bien, cuando un ser cambia y adviene otro, una manera distinta de ser, se comprende que no se trata de un
cambio de epidermis o de piel, sino de cambios fundamentales. “Nova sint omnia: corda, voces et opera”.
Todo nuevo, todo cambiado: corazón, mente, lenguaje, obras. O cambia es esto, o no se trata más que de una
paparrucha
Lo anteriormente dicho, la Francia contraria a la guerra ¿ha cambiado o es la misma de antes? ¿Ha cambiado el
corazón, dejándose de politiquerías y sintiendo de otra manera? ¿Ha recobrado la sensibilidad moral perdida, desde que
se comportan los franceses de la nueva era? Hablando el mismo lenguaje ¿hablan un nuevo lenguaje? Obrando tal
como los de ayer ¿se trata de obras distintas de ellos, operando una nuevas realizaciones?
Los nuevos son los viejos, exactamente. Sienten lo mismo, piensan lo mismo, operan del mismo modo. Lo del Africa
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habla de haber envenenado su sensibilidad moral, y, contrariamente: nada les dice.
6. Mujeres desnudas en la calle
Tenemos a la vista una revista de hace dos años. En un rincón de la calle hay dos o tres mozalbetes que cortan el pelo
a una muchacha, haciendo labor de su escasa sentimentalidad. En medio de la calle, entre varios hombres, se pasean
mujeres completamente desnudas a la vista de todo el mundo.
La leyenda ilustra la lámina. Era la una lavandera y la otra maestra. Jóvenes y buenas mozas. Una durante Pétain,
lavaba, porque debía vivir, lavaba ropa a los que le ofrecían trabajo, sea quien sea. La otra asistía a su escuela y cumplía
con su deber durante la ocupación alemana. El horrendo “crimen” que cometían esas mujeres exigía un
supremo castigo. Y ese fue andar todo el día completamente desnudas por la calle antes sus discípulos, ante los
mozalbetes. Completamente desnudas, sin un hilo de ropa.
La democracia cristiana amparó tales inmundicias. Y, más que inmundicias, tal falta de moralidad sentimental que indica
una baja ralea. A Bidault que amparaba tales inmoralidades; a Gay, ministro demócrata cristiano, que daba alas a tales
obscenidades, ello no les decía nada. ¡Valiente sentimiento moral de unos gobernantes que se dicen cristianos y se
comportan como degenerados del centro del Africa, con perdón de esos negros!
Bidault es profesor secundario. Gay, universitario. ¿Qué mente tendrán esos caballeros que no comprendían siquiera
la escasa relación entre el “delito” y el castigo? ¿A qué bárbaro se le ocurre desnudar a una mujer como
castigo y tolerarlo en nombre de la democracia cristiana?
7. Inmoralidades soeces
Se han contado tantas cosas de las tropas de ocupación en Alemania que uno se resiste a creerlo. Se contasen en Atila
y Gengis Khan, y se pondrían en duda. Se cuentan mientras disponen del ejército demócratas cristianos, y uno no sabe
distinguirlos de bandas degeneradas.
La violación de mujeres a la orden del día, y los soldados enredados en las obscenidades más grandes cometidas con
niñas impúberes a la vista de sus padres. Cuentan de las tropas francesas negras (y también de las blancas) (y sus
jefes inmorales estaban puestos por los demócratas cristianos) que su entrada en una ciudad se distinguía por convertir la
ciudad entera en una casa de prostitución colectiva, con desenfrenos mucho mayores. No se conoce de los gobernantes
demócrata cristianos la condenación siquiera, ya que no el castigo, de tales inmoralidades.
Las tropas no se han distinguido en nada a las norteamericanas y de la conducta “civilizada” de éstas
hablan los norteamericanos mismos como de una depravación profunda. El burdel era montado por las autoridades
puestas por demócrata-cristianos, sin la menor condenación de tales porquerías.
8. Se confiesan inferiores a los viejos políticos
El lector conoce algo de lo que ha realizado, en orden a limpieza, el gobierno argentino del general Perón. En esa nación
hermana, sin alardeos de democracia cristiana, se hace nueva política y buena. Y lo primero que han comprendido en
ese país hermano, es su deber de limpiar de gente vieja, fracasada y viciosa, el pesebre hacendístico. Todos los viejos
marruleros han sido arrinconados. Se han puesto a buen recaudo los ministros inmorales, los magistrados venales, los
diputados cohechadores, los empleados ladrones, los abogados negociantes que vendían la honra nacional ante los
negocios por un plato de lentejas.
Han llegado a un extremo francamente loable. Han numerado en listas públicas a todos los ex, y han contado al
pueblo las fechorías individuales de cada uno.
Núm. 5. Ciudadano Fulano de Tal, ex-ministro de tal año a tal otro. Cobró de Fulano un cheque de tal cantidad y tal
banco por dar su voto favorable a tal inmoralidad. Trabajaba con Zutano para sacar dinero a los infelices contribuyentes
en tal y tal ramo. Subscribió un Contrato en el cual había un hermano suyo como gerente, dilapidando los bienes de la
nación. Su vida se deslizaba entre comilonas de extranjeros tal y Cual que succionaban con sus negociados la savia
nacional. Votó tal ley inmoral recibiendo tanta plata de Tal y Cual...
Después que hombres íntegros ficharon a sus antecesores, como a los presidiarios ¿qué tenían que hacer sino
arrinconarlos en la realidad gobernante, y nunca más acordarse del Santo de su nombre, si es que sus fechorías les
libertaba de tener una celda en Ushuaia?
Esta conducta digan y sagaz, por la cual se confiesa que un olmo no puede dar peras, evidenciaba de la buena intención
de los nuevos gobernantes. Y probaba que una nueva época comenzaba, no sólo con los nuevos y juiciosos sistemas,
sino con nuevos hombres, echando a la basura pública los que habían arruinado a la nación anteriormente.
Pasa todo lo contrario entre los famosos demócrata-cristianos de Francia. Ellos prueban de gobernar, con ignorancia
supina de los problemas fundamentales. Fracasan. Fracasan siempre. Postulados hay sociales en que concurren
demócrata-cristianos y comunistas. Ni en esto aciertan. Y, viendo que ellos no saben nada, y que no hay diferencia
alguna entre ellos y los viejos zorros de la política de negociados, llaman a esos viejos zorros a los puestos más
elevados de la Nación.
¿Nueva época? ¡Viejos fracasados!
Presidente de la República. ¿Un demócrata-cristiano? Un logrero de los tiempos viejos, que va cobrando su sueldo a
cambio de acabar de arrastrar a Francia.
Jefe del Parlamento. ¿Un demócrata-cristiano? Un viejo chanchullero político, de los que hundió a Francia en la guerra.
Jefe de la Corte Suprema. ¿Un demócrata cristiano? Un viejo hombre de los negociados, para que siga en sus
negociados.
¡Gente maléfica y pésima. Los demócrata-cristianos acuden a ella, porque todavía los reconocen superiores!
¿Nuevo sistema de democracia cristiana? Una broma pesada. Viejo sistema, con los mismos depravados hombres del
antaño enlodado.
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9. También hombres de “negociados”
Apenas han los demócrata-cristianos abierto las puertas a los enlodados hombres de antaño, con el endiosado Blum a
la cabeza, se descubren inmediatamente los nuevos “affaires”. Esos viejos políticos son descubiertos por
el pueblo en múltiples negociados, coimas, “negocios”, y sus nombres andan, enfangados hasta el cuello,
por las columnas de la prensa. Las agencia hablan de chanchullos. Los diarios arrastran los nombres mismo de hace
diez años, robando a Francia los francos del pueblo hambriento. Los escándalos recorren la calle, y las lenguas de los
despojados van criticando con marca de fuego la “nueva política regeneradora”. Ellos no se inmutan, y
hacen banda común con los ladronzuelos, en vez de vomitar sus nombres por la calle. Los amparan. Ninguno ha ido a
presidio.
Hace de ello unos años. En España, demócrata cristiano de Gil Robles (que de una manera semejante entendía su
democracia cristiana) tiene la idea genial de aunarse con el ateo y coimero Lerroux. Anda este en cien enredos y
“negociados”, y Gil Robles no alza un dedo para echar a buen recaudo al ministro tramoyista. El pueblo lo
sindica a él como uno de tantos, y caían luego de su pedestal gubernativo entre la rechifla del pueblo. No solo había mal
gobernado, sino también descalificado a la democracia cristiana, a la cual desacreditó de cabo a rabo.
Los “affaires coloniales” siguen siendo cosa común en Francia. Los demócrata-cristianos nada dicen, ni
un solo político ha sido echado a buen recaudo. Un hombre decente, aún sin ideas cristianas, habría obrado más
sanamente. Ellos han servido de amparo a la nueva politiquería que se ha alzado en Francia.
10. Masacradores de pueblos
La democracia cristiana tiene su programa internacional. Los demócrata-cristianos de Francia realizan absolutamente
todo lo contrario de la democracia cristiana. La oligarquía masónica no opera de otro modo.
En el norte de Africa había en un solo día 10.000 muertos, asesinados en Argel en plena ciudad. Habían cometido el
delito los nativos de haber querido ser nación independiente, sublevándose contra la burocracia y los
“negociados” franceses. El ejército, que tan triste papel hacía durante la guerra, se echa como fiera sobre
aquellos infelices y pasan de 10.000 los asesinados en un solo día y en sola ciudad.
Las agencias reciben órdenes de no explicar al mundo la masacre. Todas sus noticias son echadas a la basura por una
censura peor que la por ellos censurada, y no solo matan y ahogan los sentimientos nacionalistas de aquella gente, sino
que esconden la noticia de sus fechorías. “Marruecos –dice a la población el sátrapa que los tiraniza (con
anuencia y voluntad de los demócrata-cristianos) no será jamás soldado por Francia”. Es decir, la dictadura de
Francia sobre esos hombres y pueblos será eterna ... con permiso de la Carta del Atlántico y de los principios
internacionales de la Democracia Cristiana, que esos singulares políticos no han siquiera leído.
En Madagascar pasa uno y lo mismo. Comunistas y demócrata cristianos envían a la isla soldados y más soldados para
eternizar a los “negociados” son masacrados los habitantes de la inmensa y rica isla. Muy demócratas: pero
su dictadura, sembrada de muertes y depredaciones, flamea sobre la isla.
Pasa de medida lo que estos ecuánimes demócrata-cristianos, en colaboración con los comunistas y los viejos políticos
están realizando en la Indochina, cuyas ruinas, causadas por los franceses, hacen temblar de solo verlas en pequeña
reproducción en los Noticiarios de los cinemas. Ellos (en nombre de la Democracia Cristiana) han llevado la desolación a
esos infelices indochinos, cansados de tanta mala administración y de tanta barbarie. Ciudades florecientes han sido
destruidas a cañonazos, a golpes de aviones y de tanques. Mujeres ultrajadas y asesinadas, niños en la miseria más
espantosa; dondequiera que llegue la acción de esos singulares Demócrata-Cristianos llega la desolación y las ruinas
materiales y morales.
11. Ellos y Alemania
¿En qué se distingue la política de rapiña y dictadura de los viejos bandos ateos y de la que sigue en Alemania la
Democracia Cristiana? Esto solo es la derrota más grande de esa democracia, venida sobre el mundo como flagelo
llevada de la mano de esos singulares demócrata-cristianos.
Pónganse en fila cuánto los principios internacionales exige la Democracia Cristiana, y se ve a ojos claros que los
Demócrata Cristianos franceses están realizando todo lo contrario. El aplastamiento intencional de una nación; el hambre
premeditado e intencionado; la adquisición fraudulenta de la cuenca del Sarre; la adquisición inmoral del Rhur; la violación
sistemática de la mujer alemana; el
amor libre entre soldados, oficiales y civiles; la tiranía más exquisita sobre el país; la desguarnición de toda organización
industrial alemana; el odio más satánico y la envidia más acendrada; la mala fe más zorruna en el tratamiento; el
saqueo más a la vista de todo lo que vale algo... Un diluvio de inmoralidades, robos y dictaduras de que son
constantemente víctimas los habitantes de ese desgraciado país, que se está naturalmente preparando para hacer
morder el polvo a sus verdugos cuando la ocasión se ofrezca.
De tal manera anticristiana y ambiciosa piensan los demócrata-cristianos franceses acerca de Alemania vencida, que los
gobernantes ingleses y yankis han tenido que salirles al paso para que no sea realidad tal saña política. Es sabido que
los gobernantes de esos países, no sólo no son católicos, sino que están imbuidos de los principios ateístas y
manchesterianos más extremos. Y a pesar de esto, han tenido que contener a Bidault y a los demócrata-cristianos de
Francia. ¿Qué tal andaría esta singular democracia cristiana, que los protestantes y ateos han tenido que encontrarla
inaceptable?
Es una política inspirada en el odio más profundo, exactamente el polo contrario a los ideales contrarios; y bien podría
llamarse “política diabólica”, si tenemos en cuenta aquella definición que dio el diablo de sí mismo a un
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místico: “yo soy el que no amo”.
12. Ellos y su pueblo
¿Cómo han tratado los sedicentes demócrata-cristianos a su pueblo francés? ¿Qué cosas han cumplido del Programa de
Malinas, oficial de la Democracia Cristiana? Nada. Absolutamente nada.
La misma táctica seguida por los viejos políticos ateos y por los actuales comunistas: no dan nada como justo derecho
y solo dan a regañadientes cuando se ven obligados por una huelga o movimiento cualquiera. Exactamente igual que
los demás viejos y anticristianos partidos, y absolutamente cero de los principios sociales de la democracia cristiana.
Aparte los teoremas cristianos acerca de las reivindicaciones del pueblo, se distingue ese partido cristiano “por la
manera”. Se cede al pueblo, o se le reconoce tal o cual derecho, por ser suyo y tener que reconocérselo en
justicia. Siempre avanzándose a las exigencias populares, porque de derecho se trata, y de avanzarse a las jurídicas
peticiones y exigencias de la plebe.
Los demócrata-cristianos ni una sola vez han procedido así. ¿Qué han hecho ellos, siendo gobierno, contra la llaga de la
Bolsa Negra aprovechada por políticos franceses, ganando con ella sus partidarios? ¿Qué han hecho para llegar a
postulados morales y a precios dignos, sino que lo que circunstancialmente exige una plebe excitada? ¿En qué se
diferencian las reformas sociales qye hayan montado y las de los comunistas o los antiguos ateos, los hoy
mangoneadores de la cosa pública?
Hay un señal que no han logrado borrar los demócrata-cristianos de esa franca Simulación: que, teniendo los mismos, y
mucho más elementos que en los días de Pétain, no había entonces hambrientos ni persecuciones, y en cambio, con
más elementos hoy día, el hambre está enseñoreándose de Francia, siempre más privados de más cosas los
franceses. Pero entonces no había sueldos de príncipes, no había Bolsa Negra; y ahora los están beneficiando todo los
mismos políticos que lo deberían perseguir.
13. Bidault bebe champaña de mil francos
Los antiguos griegos, que no eran cristianos, tenían prohibido que una nueva rica, generalmente hetaira, anduviese en
carroza por las calles de los barrios bajos, para no cantar el trágala a los humildes.
Ello indica una refinada delicadeza social y un cierto sentido moral refinado en aquellos políticos paganos. No querían
que, cuando menos, no se insolentasen los ricos, pasando ante los ojos de los pobres sus excentricidades y su
desenvoltura insolente.
Bidault está en Berlín, en alegre camaradería con el comunista Molotov, con el ateo Bevin, con el deista Marshall.
Quieren celebrar ¿Qué querrán celebrar estos infatuados que no han traído sobre el
mundo más que miseria, errores y malas acciones? Para celebrar tan gran hecho (usted no sabe cuál, pero ellos lo
saben) celebran un ágape.
Berlín está hambriento. Los soldados aliados tienen más ración que la ordinaria para que ofrezcan las sobras a alguna
joven alemana y se la lleven por hambre a la cama. Sienten hambre los niños, que piden pan y un sorbo de leche a sus
padres. No tienen qué comer los ancianos, y se mueren de hambre y de inanición los enfermos. Y las angustias de la
carestía atenaza los cuerpos y las almas.
Los supremos gobernantes aliados son ecuánimes. Quieren celebrar (los muy optimistas) una buena acción suya, y se
están preparando un ágape monstruo, como corresponde a gobernantes democráticos y sobre todo como
corresponde a uno de ellos que se llama cristiano. Y el cable nos explica esto: la comida que ha sido servida a los
cuatro gobernantes aliados se calcula que ha valido 3.000 pesetas por cabeza... Acaba el ágape digno de la Capua de
Anibal. Y hay que remojar el gaznate para digerir tanta farra. ¿Vinillo tinto? ¿Licorcito popular? Para ello han sido traídos
los cavas de Reims varias botellas de champagne, cada una de las cuales, vieja de 60 años, valía mil francos.
Y dentro de tanta inmundicia quedaba ahogada la democracia cristiana, que, para su uso particular, se sirven, y sirven
a los demás, esos fantásticos demócrata cristianos que de tal modo siegan su gula y actúan de nuevos ricos.
Estamos cansados de manosear porquerías. Y el mal olor hincha de tal modo las harinas con perfumes especiales, que
está bueno que hagamos punto.
14. Bidault y otras causas
Es lamentable el cuadro de esa singular Democracia Cristiana que helaría la sangre un demócrata cristiano de espíritu,
incapaz de farrear a espaldas de esa política. Democracia Cristiana que parecerá abominable, lo menos por 20 años, a
los franceses que hayan podido ser víctimas de esa singular engañifa.
Se ve a ojos vista que la democracia es demasiada cosa para esos Bidault, Gay y Gouin que no saben siquiera
manejarse en medio de circunstancias difíciles, ni siquiera con el ejemplo que les dio Pétain, al cual, en recompensa,
han arrojado a un presidio, donde no hay cubiertos de 3.000 francos, ni champagne de 1.00 francos por cabeza.
Se conoce que los demócratas cristianos franceses han perdido la cabeza en la parte alojadora del cerebro,
aumentándoles, en compensación, la sensibilidad de la parte destinada al orificio bucal y otros sentidos. Los
presupuestos franceses de este año llegan en gastos a más de 500 mil millones, más 300 mil millones de gastos
extraordinarios; y el Banco del Estado no guarda no guarda más allá de 800 millones oro, ante los 2.700 millones que
tenía en 1939.
Y mientras los demócrata-cristianos se entretenían en champagne y ágapes farreros, la economía del país se va
desgastando y entre comunistas y demócrata-cristianos, dándose la mano su incompetencia y sus Simulaciones, están
por hundir a Francia, ganándoles a los viejos partidos de ante guerra en desaciertos y hecatombes.
Mientras hablan y a fuerza de charlatanería lo van hundiendo todo, se proponen ahora un Plan de cuatro años,
imitando a los rusos en la rehabilitación progresiva del país. Y mientras ellos hablan de ese Plan de cuatro años y se
hacen grandes ilusiones tras una barricada de palabrería, el valor del franco y la inflación sube, y estamos a dos dedos de
que el franco tienda a medirse, no por cambios de dólar, sino por centésimas de centavo de una moneda sana
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cualquiera. Ahora el dólar vale más de 350 francos y la libra más de 1.500 francos. Y se ha llegado a unos abismos,
fruto de los nuevos partidos, más ineptos que los viejos, de los cuales no saldrá Francia, si es que sale, antes de 10 o
12 años.
15. Una de las causas
a) En estos días estultos de Gil Robles, en que una Democracia Cristiana de mentirijillas desgobernó a España, sucedió
varias veces el mismo fenómeno. Y hay que recordarlo para dar un respiro a esos demócrata-cristianos franceses, a los
cuales acabamos de vapulear de lo lindo.
Era ministro de Agricultura uno de los cerebros nuevos de la Democracia Cristiana española, profesor de la
Universidad de Sevilla. Hombre honesto, le pareció que un ministro demócrata-cristiano estaba en la obligación de legislar
en demócrata-cristiano y cumplir lo que había prometido en la oposición. Y limitándose a su departamento, presentó un
proyecto de ley sobre una medida radical que esgrime la Democracia Cristiana, no para cazar incautos, sino para
hacerla ley, venga lo que viniere. Se refería a la división de la tierra y los latifundios, dando prácticamente a cada labriego
la tierra agrícola necesaria para dar cumplimiento a que sea principio general ése de que sea del que la trabaja la tierra
agrícola.
Se levanta en el parlamento una tempestad. Se remueven todas las aguas. Se agitan todas las pasiones y se agitan
sobre un tema que la Democracia Cristiana pone en lugar principal e indubitable. Se pronuncian algunos discursos por
el ministro, exponiendo cándidamente que la ley que propone es un esencial principio de su partido. Gritan muchos y
amenazan otros. Se pasa al fin a votación. La mayoría demócrata-cristiana del parlamento derrota el proyecto en forma
abierta. Los terratenientes demócrata-cristianos votan todos en contra de su mismo programa. Y el proyecto de ley es
desechado por la mayoría demócrata-cristiana, obteniendo solo unos pocos votos de políticos serios del partido y de varios
comunistas y radicales, es decir, ateos.
b) Eso nos marca un hecho social importante, que los políticos han de tener en cuanta. Es éste: la mayoría, que en
épocas de crisis social, se llaman demócrata-cristianos, no lo han sido jamás, sino que se suman a ese partido, porque
creen que él será el último reducto de sus intereses individuales. Son demócrata-cristianos de boca, pero anidan en su
corazón un odio declarado a los fundamentales principios de la Democracia Cristiana. Hemos encontrado en nuestro
camino muchos vividores de tal laya.
Son ya muchos los países en que se ha presentado ese fenómeno. Hay una crisis de hambre y miseria popular.
Aumentan los partidos antisociales extremistas. La propiedad privada está amenazada. Puede venir un parlamento que
los abola, como ha pasado en Rusia; y que detrás vengan todavía otros excesos. Entonces se agarran al partido
demócrata-cristiano los que han sido durante toda su vida enemigos antes de él, y creen que el Cristianismo (como lo
dan a entender muchos) ha de servir para perpetuar los excesos de una propiedad anticristiana, y asegurarles a ellos la
posesión inmoderada de las riquezas de la tierra.
Corolario de esta manera de pensar (que indica la pésima educación religiosa impartida por la enseñanza anticatólica o
católica), viene un hecho natural: se abocan al partido demócrata cristiano centenares de miles de adeptos cuyo motivo
único es el miedo y la intentada continuación de sus excesos.
En Francia han desaparecido los partidos conservador y católico. Es que sus adeptos de otrora ahora se han sumado a
la Democracia Cristiana. Y no sólo se han sumado a ella, sino que vienen a ser los que dan el tono político a sus
gobernantes. Manchesterianos puros, volterianos prácticos, napoleónicos decididos, ellos odian en el fondo la
Democracia Cristiana, y ella les sirve, no de guías gubernamentales, sino de Careta para ocultar el viejo virus.
c) Pasó en Francia exactamente lo mismo. Acabó la guerra. Los maquis eran, al menos en un 90%, comunistas o
socialistas. El eje de ellos eran comunistas españoles expatriados. Eran los que mandaban, los que mataban, los que
estaban en el centro de los excesos. Otros eran comunistas franceses, especialmente de la región de París, desde Ivry y
La Villete hasta Saint Denis y Clichu.
Puede suponerse el ruido de excesos que llevarían tras sí, especialmente contra los que tenían algo, que, durante la
ocupación alemana, fueron los que se opusieron a los invasores.
Al horror real se unió el horror sobre posibles exacciones que podían presentarse; que se iban presentando, conforme
ese 90% de energúmenos iban posesionándose de la cosa pública. Inmediatamente surgió, al lado de la verdadera
Democracia Cristiana, la falsa, la que tenía el Miedo como padre, la que quería engrosar ese movimiento para que él
fuese el señor de la cosa pública.
Los cronistas franceses reconocen este hecho: que entre los demócrata-cristianos hay miles de ciudadanos que nutrían
los partidos conservadores, esto es, miles de manchesterianos. Esos, por la cantidad de ellos y también por la posesión
de medios materiales de propaganda han llegado a disponer del partido, que no responde en absoluto, a los postulados
de la Democracia Cristiana, sino a los viejos manchesterianos, que están catalogados en el lado opuesto de la
Democracia Cristiana.
Ello explica la actuación radicalmente antidemocrática y anticristiana de esos políticos. Está actuando un partido que
podría llamarse con cualquier nombre menos el de Democracia Cristiana. Y el motor de ese partido es el Miedo a los
comunistas, a los cuales quieren ahogar, no con los principios sanos de la Democracia Cristiana, sino con la presión y la
fuerza.
16. Movimiento republicano popular
Tengo a la vista un artículo del ingenioso Eduardo Herriot, en el cual el interesante alcalde de Lyon y ex jefe de
Gobierno habla de Alemania. Leído y meditado, encuentro que lo que anhela Herriot, el mejor y más eminente crítico y
más democrático y más cristiano que lo que anhela aquella Democracia Cristiana.
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No sin pedir antes perdón, quiero que se lea todo lo anterior, que es una despiadada crítica contra esos tergiversadores
de programas y mixtificadores de ideas en la política francesa. Y la causa es ésta: que lo que los periodistas llaman
Democracia Cristiana en Francia, ni Bidault ni sus colegas han dicho que sea tal. Ellos han llamado al partido
“Movimiento Republicano Popular”, y han evitado constantemente en llamarlo Democracia Cristiana.
Están en lo cierto. Su movimiento es republicano, porque en Francia lo monárquico está arrinconado en los grandes
salones de dos docenas de borbónicos, de orleanistas y bonapartistas, que sueñan con el Sire. Es Popular, si nos
atenemos al vocabulario de antaño, para el cual era popular lo retóricamente democrático, aunque fuese el pueblo
burlado de hecho.
Si ese partido se hubiese titulado siempre así, y los periodistas no hubiesen propagado por el mundo la calumnia de que
se trataba de demócrata-cristianos, estaría demás esa ruda crítica y estarían en su derecho los que no actúan en
demócrata-cristiano. Y esta nuestra crítica sería una injusticia.
Pero los periodistas son así. De tanto tergiversar las cosas, son capaces de llamar toro a un papagallo y de confundir un
limón con una cacatúa. Así han propalado por el mundo unos dichos y hechos de ese Movimiento Popular Francés como
Demócrata Cristiano. Y con ello pueden haberle hecho mal a ese partido; pero lo que sí han hecho es hacerle más que
mal a la Democracia Cristiana.
A ello ha obedecido cuanto aquí se ha escrito. No lo tomen a mal los interesados, si acaso no tienen nada que ver con
la Democracia Cristiana. Pero crean sinceramente que no es otro nuestro objetivo que poner las cosas en su sitio,
rectificando el error (tal vez, puramente periodístico) de que los que hacen lo que hacen ustedes (y no deberían hacerlo)
obran en nombre de la Democracia Cristiana, presentándola a la gente como no es ni debe ser.
17. En Italia
Y vayamos a Italia, adolorida de unos males muy semejantes a esos de la República Francesa. No repetiremos lo
dicho, cambiando solamente nombres. Pero sí habrá que añadir algunas diferencias que hacen ese caso de la
Democracia Cristiana Italiana algo verdaderamente típico, y en rigor más grave aún que el caso francés.
Antes de Mussolini hubo ya algún conato en este sentido, y hay que recordarlo. Se habían declarado huelgas
extraordinariamente graves en la región industrial del norte lombardo. Los obreros habían expulsado a sus patrones y se
habían puesto ellos mismos en la administración de grandes usinas y fábricas numerosas. El Gobierno, muy
democrático, pero esencialmente antiobrero, esperó el fracaso del movimiento, sin hacer absolutamente nada. Y a los
pocos días moría por sus propias fuerzas la revuelta.
La consecuencia capital del patronaje fue un Miedo cerval al porvenir. Ese hombre extraordinario que era Don Sturzo
supo aprovecharlo. El buen cura reunía a numerosos patrones, y les hacía un conmovedor discurso, cuya síntesis era
ésta:
Las cosas (y yo por anticipado) os van a poner ante un dilema doloroso, pero salvador: ¿qué preferís: perderlo todo, y
algunos todavía subir a la guillotina, o perder parte de lo que tenéis y salvar el pellejo?
La sencillez del cura de aldea daba a la Filípica una mayor autoridad. El ambiente estaba saturado de tragedia, y él
empapó de colores raros la arenga del buen cura. Hubo un momento de emoción, en que, sin duda, recordaron (los que
sabían algo de historia) ciertas cosas pasadas un día en Francia y otro día en Rusia. Y se plegaron.
El sturzismo se convirtió en política, y n las elecciones próximas sacaban 150 diputados, lo cual parecía imposible. Y las
cosas iban marchando cuando...
Irrumpe Mussolini. Sturzo, que era sincero y leal, se expatria y todo se derrumba. Añadamos que la parte financiera
que costó el advenimiento del fascismo, la aprontaban varios patrones que estaban en la Democracia Cristiana y no por
convicción, sino por Miedo. Habría de haberse visto a Sturzo como presidente de ministros y el parlamento engendrado
por el Miedo votar las reformas esenciales de la Democracia Cristiana.
Nada de esto se puedo ver. Lo que hay que recalcar es que muchas de las reformas fascistas eran buscadas en la
Democracia Cristiana, y añadir que muchas fueron de pura retórica o fórmula exterior, y no de fondo. Se ha publicado lo
suficiente sobre las Corporaciones sindicalistas de Milán, para saber que iba asomando un puro manchesterismo bajo
la dermis corporativa.
¿Por qué, difunto el fascismo, Dom Sturzo no se ha reintegrado a su patria, y puéstose al frente de lo que llaman
Democracia Cristiana?
¿No habrá visto en ese movimiento falta de estructura moral y de principios, y, más bien, un Miedo atroz al
Comunismo que avanza? ¿Una plataforma, más bien que una reforma de espíritu y verdad? ¿Esperará el buen cura
un terremoto social en su patria, para reaparecer y repetir a sus conciudadanos católicos aquella arenga, aliñada con
mayores desastres ahora?
18. Mayor hambre, más desórdenes
No hemos de entrometernos en las barbaridades que realizan en Italia los aliados, que es un capítulo parte de esa
etapa nacional. Pero sí hay que meterse en lo que hacen los de Gásperi y otros demócrata-cristianos, que allá se va con
lo que realizan –y lo que dejan de realizar- en Francia los Bidault y Compañía.
Desde luego, Italia, mucho más fértil y productiva que Francia, tiene en su seno muchos más hambrientos. Que los
aliados, que llevan su fin, hagan lo posible para alcanzarlo, se comprende, dada la mentalidad de esa gente. Pero que
haya italianos que ovejunamente lo toleren, eso ya pasa de castaño obscuro. Los demócrata-cristianos han pasado por
vergüenzas que no podría tolerar un pueblo sano, una entidad política con vergüenza patria. Se ha humillado de tal modo
ante la soberbia pueril del invasor aliado, que no deberían haberlo tolerado unos caracteres firmes y bien puestos. Han
tolerado, por ejemplo, que se quitasen al enemigo político hasta los derechos naturales, poniendo un eje de moralidad y
de estado jurídico a lo que hacían los fascistas cuando a ellos les tocaba la mala; conducta que ellos criticaban a matar y
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que han copiado ferozmente, al pie de la letra, anunciando una crítica y
una manera completamente desleal a los principios, atentatoria a los principios naturales, que ese partido debe respetar.
Los demócrata-cristianos han coadyuvado al desorden moral, matando y matando, como a ellos los mataban los otros, y
tolerando, no solamente los crímenes políticos, sino los robos y saqueos que se hacían a espaldas de esos crímenes. Y
han sido los demócrata-cristianos los que, debiendo, como autoridad, castigar a los ladrones públicos que despojaron a
muchas víctimas, a veces por millones de liras, han echado tierra sobre los criminales, instaurando una justicia
completamente inmoral.
¿Por qué han tolerado que los aliados se llevasen la producción agrícola de Italia, dejando en hambre a los nacionales?
¿Por qué han propiciado el despojo en todo, en colonias, en alimentos, en arte, en la depredación injusta de la lira, en
todo orden de cosas? ¿Cómo han entregado a la nación, atada de pies y manos, a la voracidad aliada?
Claro que aquel pueblo, que es algo menos manso que el francés, ha reaccionado con hechos que la censura italiana
(la democrática) procura hacer ignorar al mundo esos hechos. Pero, todo se sabe al fin, y el mundo tendrá que
horrorizarse de los miles de muertos y depredaciones causadas entre las muchedumbres irritadas por esa incuria de
gobernantes que servían a los extranjeros con más ahinco que a los nacionales mismos.
Las protestas, la mayor parte armadas, del pueblo italiano contra esa política propiciada por los demócrata-cristianos se
cuentan, en dos años, por centenares. Ha habido insurrección, ahogada a sangre y fuego por el Gobierno, que ha
durado dos meses, y ceñudamente acabada mediante hazañas asquerosas de la autoridad. Y una estadística, que es
muy moderada, explica que en pocos meses pasan de 1500 las víctimas de esos desórdenes, y el doble los heridos.
19. La democracia de los demócrata-cristianos
Las elecciones últimas han demostrado que los italianos están hartos de esos partidos (incluso de la democracia
cristiana a su manera) no más sabiendo el número de abstemios. En las últimas elecciones votó solo el 53% de la
provincia más ardiente y decidida, y hasta solo el 40% en provincias que, como Palermo, saben expresar mejor su
repugnancia.
Había sido excluido previa y democráticamente hasta el 20% del censo, por no pensar como los famosos partidos
nuevos. Hay un 10% que no votan por enfermedad u otras causas justas. Sumados ese 30% al 50% no votante
voluntariamente, resulta que la mayoría que votó no representa más que al 40% a lo sumo, y que los demócratas están
en plena y evidente antidemocracia.
Tenemos a la vista una crónica llegada de Roma, muy antifascista, muy moderada, que acaba así, al hablar de la
repugnancia pública ante los actos de los nuevos partidos:
“La abstención electoral se vio acompañada por una especie de protesta constituida por los votos
–bastante numerosos- del partido del “Hombre Cualquiera”, y por una manifestación muy típica
representada por la merma de los adherentes que sufrió el partido de la Democracia Cristiana, es decir, el partido que
está presidiendo el Gobierno y cuyos componentes dominan la Aamblea Constituyente. Si se tienen en cuenta estos
dos hechos, forzoso es concluir que los abstencionistas no eran indiferentes; eran, cuando más, los componentes de
esa clase media a la que ya no satisfacen las viejas fórmulas políticas y no ha encontrado todavía el partido que satisfaga
sus exigencias.
Un observador desapasionado de las vicisitudes políticas de Italia, se ve arrastrado, naturalmente, a esta conclusión: el
pueblo italiano busca su nueva forma política, y, por así decirlo, su nueva fusión. Y en esta su busca, da inevitables
muestras de incertidumbre, y, también sea dicho, de desbande.
En realidad, al equilibrio de las fuerzas políticas italianas le faltan aún dos elementos: una derecha conservadora y una
izquierda progresista y reformista. Es por este motivo que el partido Demócrata Cristiano se ve forzado a mostrar dos
caras, es decir, a volverse a un mismo tiempo hacia dos lados, a ser conservador e innovador, a actuar como impulso y
como freno. Y esto contrasta con su
íntima naturaleza, con la estructura social de las fuerzas que lo componen y con la doctrina católica que lo anima. Si
observamos la situación política actual de Italia, al clausurarse su primer experimento electoral, no podemos dudar de la
voluntad democrática del pueblo italiano. Podemos en cambio preguntarnos si al finalizar este experimento, no
deberemos anotar una nueva y decidida orientación de la opinión pública. Es decir, si no deberemos comprobar la
necesidad de una renovación mucho más profunda de la que hasta hoy ha sido posible y actuable, una orientación hacia
formas de ordenamiento que mejor responden a las relaciones sociales tan radicalmente transformadas, y a las
exigencias de la nueva clase dirigente cuyo espíritu no ha dado aún señales ciertas de afirmación”.
Sabemos cómo escriben los corresponsales de ciertas agencias. Todo es tinta moderada y agua de borrajas. Por esto
mismo podemos precisar por estas palabras a qué grado ha llegado el asco ciudadano por los partidos nuevos.
El “asco” decimos. El obliga a los ciudadanos a irse a almorzar al campo el 70% de ellos, tapándose sus
narinas al pasar por algún democrático colegio electoral.
20. Moscú vigila detrás
Tírense todas las conclusiones que se quiera como las que hemos traído la hablar de Francia, porque no hemos de
rehacer lo hecho. Y piénsese que este fracaso completo de la falsa Democracia Cristiana viene cuando ella, sentida en
realidad, había de ser más efectiva para evitar el avance de la línea comunista, no solo una ideología de clase, sino
también una ideología eslava.
Moscú, conforme a las promesas solemnes dadas por Churchill y Roosevelt, ha avanzado por media Europa a caballo
de las armas y de la entrega incondicional que prometieron a Rusia los aliados. Estando en esta situación, la línea
moscovita pasa por Atenas, Trieste, Viena y Estocolmo.
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Para un mayor avance, iniciando una nueva etapa, cuenta Moscú, (y cuenta bien) con el fracaso en Francia e Italia de
la llamada Democracia Cristiana falsificada, y con la quinta columna que tiene sólida y democráticamente establecida en
los dos países.
Era esta la muralla que podía salvar a la civilización occidental. Para ello, los pueblos habían de convencerse de tratarse
de una verdadera muralla y de hombres nuevos. Sofisticando esto, y fracasando la Democracia Cristiana falsificada, la
muralla queda inservible y no parece más quedar una solución a mano. Moscú la mostrará a los pueblos. Y vendrá
otra etapa que no determinarán la conquista o las armas, sino la voluntad desesperada de los pueblos.
Las falsas democracias cristianas de Francia e Italia han de contar en esto, entre los males hechos: hacen dar por
fracasado un sistema que en manera alguna lo está. La responsabilidad de esos hombres, si es que realmente sienten
alguna, es verdaderamente grave. Pueden haber hecho retrasar la Nueva Epoca hasta por un siglo más.
Este es su verdadero y trágico pecado.
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