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S
in duda, ha sido
la condición de
escritor la que ha
popularizado la figura y el
legado literario de Alejandro Pérez Lugín. Y quizás,
también, la mayoría lo asocie con Madrid, ciudad en la
que nació en 1870, o con
Santiago de Compostela,
localidad en la que estudió
y escribió La casa de la
Troya, genial recreación del
ambiente social y estudiantil de la capital gallega.
Pocos, sin embargo,
son los que relacionan a
Lugín con el mundo del
periodismo activo. Y es
precisamente su profesión,
la de periodista, la que
pretendo resaltar. Y lo hago
con sumo gusto, ya que el
maestro Lugín fue, ante
todo y sobre todo, periodista. De los de verdad, de los
de raza… Como también
fue un auténtico coruñés,
aunque eso sí -y le honra si
cabe más- por devoción.
Pérez Lugín se inició
en el mundo del periodismo
en El Pensamiento Gallego, rotativo en el que colaboró asiduamente mientras
estudiaba Derecho en la
prestigiosa Universidad
compostelana.
En 1893, con apenas 23 años y finalizados
sus estudios universitarios,
Alejandro María de las Mercedes Pedro Pérez garcía
Lugín se trasladó a Madrid, donde desarrolló su
actividad laboral de forma
sucesiva en la Dirección
General de Registros, en el
Ministerio de Agricultura, en
Fomento, en Ferrocarriles
del Norte y en una compañía de explosivos.
Pero su verdadera
Periodista y coruñés
vocación era la del periodismo, la que comenzó a
desarrolló en la capital de
España, done comenzó a
trabajar como gacetillero,
que por aquel entonces era
el primer escalón para ser
periodista.
Más adelante realizó
información de tribunales,
crítica teatral, crítica de
toros (bajo el seudónimo
de Don Pío) y escribió
crónicas, reportajes y entrevistas. Y en muchas
–muchísimas- ocasiones
escribió sobre Galicia,
aprovechándose del conocimiento que de nuestra
tierra le proporcionó sus largas estancias veraniegas
en la querida villa de Sada.
Lugín desarrolló su intensa
actividad periodística en los
siguientes medios de la capital de España: El Mundo,
El Correo, El Diario Universal, La Tribuna, El Heraldo,
El Liberal, La Libertad, El
Debate, La Mañana y El
Globo, entre otros.
Lugín, dotada con 25.000
pesetas, la cual tiene como
único fin ensalzar a nuestra
tierra, Galicia, mediante la
convocatoria de un galardón pensado para premiar
el mejor trabajo presentado
a concurso; galardón que
se remunerará con los intereses que proporcione el
capital fundacional.
Dicho Premio, que
alcanza en 2009 la edición
número 70, lo convoca y
gestiona la Asociación de
la Prensa de La Coruña y
es el más veterano de los
galardones periodísticos
existentes en nuestro país.
De su prestigio dan fe los
excelentes periodistas y
escritores que presumen
de formar parte de una extensa y cualificada nómina
de galardonados.
La escritura original de constitución de la
Fundación, firmada en la
Notaría de Ildefonso Fernández Feijoo, sita en la
calle entonces denominada
Capitán Galán (hoy Real),
se guarda con celo en la
sede de la Asociación de
la Prensa de La Coruña,
organización profesional
de la que Lugín fue socio
de pleno derecho con el
número 36 y de la que fue
Fervor periodístico
El fervor periodístico de Lugín adquirió, si
cabe, mayor protagonismo
y relevancia social tras su
muerte, acaecida en A Coruña, en 1926. Diez años
después del producirse el
óbito del ilustre maestro,
en los albores del golpe del
General Franco, Manuel
Sendón Amado, albacea
testamentario de Elvira
Sanz Gómez (la esposa
del periodista), y Fernando
Martínez Morás, por entonces presidente de la Asociación de la Prensa de La
Coruña, constituyeron, por
expreso deseo de Alejandro
y Elvira, la Fundación Pérez
3
nombrado socio de honor
en 1918, siendo por entonces presidente de la misma
el recordado Fernando
Martínez Morás.
Si el periodismo fue
una de sus grandes pasiones, A Coruña es la ciudad
que cautivó a Lugín, hasta
el punto que él fue quien la
bautizó con los sobrenombres de Ciudad de Cristal
y Ciudad Sonrisa. Su querencia a la ciudad herculina
la refrenda el hecho de que
a ella trasladaran a Lugín
cuando éste sintió los primeros síntomas de la enfermedad que, a los 56 años,
le llevó a la muerte.
Hijo adoptivo
La ciudad –no podía
ser de otra manera- le correspondió nombrándolo
hijo adoptivo, decisión tomada por Manuel Casás
Fernández, también periodista y socio de la Asociación de la Prensa, quien
ordenó velar el cuerpo de
su amigo en el Palacio
Municipal, al tiempo que
costeó su entierro en el cementerio municipal de San
Amaro, donde descansan
los restos del genial periodista, precisamente en las
proximidades de la tumba
de otro periodista y escritor
de talla universal, Manuel
Curros Enríquez.
Desde entonces, la
ciudad de A Coruña, en la
que dejó huella indeleble,
recuerda cada día a Pérez
Lugín, quien da mereci-damente nombre a una calle
en la lujosa zona residencial de Ciudad Jardín.
Manuel González
Un talento solidario que legó parte de
su fortuna a fortalecer el periodismo
A
lejandro María de las Mercedes Pedro Pérez García
Lugín nació el 22 de noviembre de 1870, en Madrid. Cuando
aún no había cumplido 56 años, falleció en O Burgo, en el Ayuntamiento
de Culleredo, el 5 de septiembre de
1926.
Abogado, periodista, escritor
y cineasta reconocido en su época,
estudió y se licenció en Derecho en la
Universidad de Santiago. En esta ciudad en la que además de colaborar en
prensa, en “El Pensamiento Gallego”,
ambientó su novela más reconocida,
“La Casa de la Troya”.
Su afecto hacia Galicia se plasmó en sus distintas estancias en A Coruña y su vinculación con el periodismo y los periodistas de la Asociación
de la Prensa, que le nombró socio de
honor en 1918, siendo presidente de
la APC Fernando Martínez Morás.
Entre las disposiciones testamentarias de Pérez Lugín figuraba
la creación de un premio periodístico
que llevase su nombre y que convocaría anualmente la Asociación de la
Prensa.
Hubo que esperar hasta el
17 de marzo de 1936 para que se
crease la Fundación que llevaría el
nombre del periodista, firmada por
Manuel Sendón Amado, albacea de
Elvira Sanz Gómez, viuda de Pérez
Lugín, y Fernando Martínez Morás,
como presidente de la Asociación de
la Prensa. Se le dotó con un capital
de 25.000 pesetas depositadas en el
Banco Pastor, y con cuyos intereses
debería concederse el premio “al
mejor trabajo literario que se presente
sobre un tema de Galicia, ensalzando
a la misma”.
En las primeras bases el ganador debería de ser gallego, aunque se
podría conceder a un autor foráneo
cuando no hubiera concurrido al certamen ningún autor de Galicia.
La primera edición se convocó
en 1941, tras el paréntesis de la
guerra civil, y el ganador fue el doctor
Eduardo Pérez Hervada, con el traba-
5
jo “Exaltación de Galicia a través del
emigrado”. El fallo se conoció el 5 de
septiembre, fecha de aniversario del
fallecimiento de Pérez Lugín.
Cristóbal Atienza
A
lejandro Pérez Lugín fue
periodista a pesar de que
pudo no haberlo sido, de que disponía de otros medios de vida dignos
y suficientes. También asumió el
carácter de gallego a pesar de que
nació en Madrid y realizó buena parte
de su carrera profesional en medios
madrileños y residencia en la capital
mesetaria. De manera que era gallego por propia voluntad, que tiene más
mérito. También fue periodista por
voluntad y por mérito, periodista en
unos tiempos difíciles (aunque quizá
no haya tiempos que no lo sean), y
persona que en su legado dejó avío
para elogio del periodismo y de los
periodistas.
Pérez Lugín fue miembro activo de la Asociación de la Prensa
de Madrid (cuyo promotor fue otro
ilustre gallego, Alfredo Vicenti al que
conoció y del que habla en su obra)
y directivo de la misma, secretario 2º,
entre 1917 y 1920. No me adentraré
en la biografía periodista o literaria de
Pérez Lugín sobre la que razonan con
más autoridad firmas ilustres que me
acompañan en estas páginas.
El Premio Lugín podía haber
echado a andar en 1936 pero no
acompañaron las trágicas circunstancias de nuestra historia, de manera
que hasta 1940 no se puso el primer
nombre en la lista de egresados con
el nombre de nuestro admirado colega. Y desde entonces casi todos
los años otro buen periodista ha sido
bendecido por el premio.
Mis colegas coruñeses sostienen que éste puede ser uno de los
premios periodísticos más veteranos.
Es posible que así sea, sólo recuerdo
otro semejante, el establecido por la
APM con el nombre de uno de sus
presidentes relevantes: Alfonso Rodrí-guez Santamaría, que también
arrancó en 1940 y que este año cumplirá su 70 cumpleaños. La directiva
de la asociación madrileña planteó la
oportunidad del premio desde veinte
años antes, primero con el nombre
de Larra y luego con el de uno de
El acto de entrega del galardón reúne a numeroso público en el Salón de
Plenos del Palacio Municipal
El premio Lugín, vocación
de permanencia
sus presidentes asesinados en la
vorágine de la guerra civil.
Del premio Larra hablaron en
la junta directiva cuando Pérez Lugín
formaba parte de la misma, presidida
por Moya y por Francos Rodríguez.
Pero esto de los premios tiene mucho
enredo y cuesta pasar de las musas
al teatro. Tengo anotados casi un millar de premios periodísticos que se
convocan cada año, las hay de todo
tipo y pelaje, de primera, de segunda y de cuarta, bien intencionados y
oportunistas, con padre y madre y sin
filiación reconocida.
Y de entre todos esos premios
el Pérez Lugín pertenece a la lista
de los deseados, porque es limpio y
claro, porque busca reconocer a uno
de los nuestros, por voluntad de los
El Pérez Lugín
pertenece a la lista
de premios deseados
porque es limpio y claro
y busca reconocer a uno
de los nuestros
7
propios compañeros, lo cual en esta
profesión produce cosquilleo en el
estómago. Hay premios muy bien dotados que se buscan por la dotación
y hay premios muy publicitados que
otorgan esa recompensa que es la
notoriedad. Pero los premios buenos
son los que reconocen mérito en la
valoración de los colegas, de los cercanos, siempre críticos y picajosos.
Esos premios son las más valorados,
a los que se aspira sin confesarlo, porque solo que se note que se buscan
suele descalificar.
Un premio que hay que explicar,
otorgado a personas que necesitan de
biografía, dicen que no puede ser un
buen premio. El reconocimiento del
mérito sigue a ese mérito, reconoce
lo que existe y, además, compromete
al premiado ya que significa carácter
ejemplar y eso obliga.
Larga vida a este premio, por
su nombre y por su carácter. Entre
las buenas obras de las asociaciones
profesionales está alentar este tipo de
premios para mejorar la autoestima y
reconocer el mérito.
Fernando González Urbaneja
Un amplio elenco de galardonados
Desde que en 1941 Eduardo Pérez Hervada
recibiera la primera distinción como ganador del
premio periodístico Pérez Lugín, hasta el año 2010,
donde se entregará el galardón al septuagésimo
premiado, la lista de vencedores en este certamen
incluye un amplio elenco de escritores y periodistas
de renombrado prestigio en la ciudad coruñesa y
en toda Galicia.
1941.- Eduardo Pérez Hervada
EVOCACIÓN DEL EMIGRADO:
¡GALICIA!
BAJO EL SIGNO DE LA BALANZA
1965.- Eduardo de Aspe Sanjurjo
CUANDO LA PIEDRA SE HIZO
PALABRA
1942.- Alejandro Barreiro Noya
DE GALICIA Y DE LOS GALLEGOS
1943.- Dionisio Gamallo Fierros
GALICIA A TRAVÉS DE SUS
POETAS
1966.- Ezequiel Pérez Montes
EXALTACIÓN DE GALICIA A
TRAVÉS DE LOS CRUCEROS QUE
JALONAN SU PAISAJE
1944.- Indalecio Núñez Iglesias
GALICIA FRENTE AL MAR Y
FRENTE A LA HISTORIA
1967.- Manuel Lueiro Lores
EL HÓRREO Y SU DIALÉCTICA
1968.- Manuel Roldán
GALICIA, GENIO Y FIGURA
1945.- Enrique Chao Espina
TIERRA DE LEYENDAS...
1969.- Desierto
1946.- Desierto
1947.- José Filgueira Valverde
GALICIA EN SU NOVELA
1948.- Aquilino Iglesia Alvariño
GALICIA LEJANA
1949.- Daniel Pato Movilla
GALICIA AUTÉNTICA
1950.- Ramón Canosa
BIRLIBIRLOQUE DE LA COCINA
GALLEGA
1951.- Odón Luis Abad Flores
GALICIA A TRAVÉS DE LOS
PERSONAJES DE EMILIA PARDO
BAZÁN
Juan Carlos Boga fue el ganador
de la edición del 2006 del certamen
periodístico
1957.- Francisco Pillado Rivadulla
TODO HA SIDO SORBO PARA LAS
CANCIONES
1958.- Roberto Manuel Pérez Martínez
HACIA UNA TÉCNICA DEL
TURISMO EN GALICIA
1959.- Ramón García Briones
GALICIA, PAISAJE, ENERGÍA, BASE
ECONÓMICA
1952.- Cipriano Torre Enciso
GALICIA EN SUS DANZAS
1960.- Manuel Lueiro Rey
LA COLMENA Y SUS CELDILLAS
1953.- Manuel Cuña Novás
BREVE ANÁLISIS DE LA PINTURA
GALLEGA
1961.- Carlos García Bayón
HISTORIA EN EL FONDO DE UN
CUADRO
1954.- José Luis Bugallal Marchesi
MESA REDONDA
1962.- Benito Varela Jácome
SONATA DE LOS RÍOS GALLEGOS
1955.- Álvaro Paradela
¡CHEIRA A PAN!
1956.- José Caamaño Bournacell
INJERTO DE ESPIRITUALIDAD
1963.- Pedro Villar Castiñeiras
POR LA RUTAS MONÁSTICAS
GALLEGAS
1964.- Emilio Quesada Zato
8
1970.- Alejandro Barreiro López
PERÉZ LUGÍN Y LA TIERRA
“MEIGA”
1971.- Jesús Precedo Lafuente
SANTIAGO , FARO UNIVERSAL
1972.- Desierto
1973.- Ramón García Fontenla
DESDE LAS ÚLTIMAS MONTERAS
1974.- Luis Nieto Lago
“RÉQUIEM POR LOS MITOS”
1975.- Juan Antonio Martínez Sevilla
LA MUJER EN LA SINFONÍA GALICIANA
1976.- José María Torre Cervigón
HAI UN CAMIÑO DE ESTRELAS
1977.- Desierto
1978.- Luis Nieto Lago
...Y AL SÉPTIMO DESCANSÓ
1979.- José Castro López
EL HOMBRE DEL MAR,
EMBAJADOR DE GALICIA
1980.- Bernardo Barreiro López
GALICIA, PRESENTE Y FUTURO A
TRAVÉS DE SU COMERCIO Y DE
SU INDUSTRIA
1981.- Antón Prieto Méndez
EXALTACIÓN DE GALIZA AO
TRAVÉS DO SEU IDIOMA SECULAR
1982.- Desierto
1983.- Desierto
1984.- Ramón García Fontenla
LA FUNDACIÓN DE LOS
GALLEGOS
1985.- José Manuel Iglesias
WENCESLAO FERNÁNDEZ FLÓREZ:
…TAMBIÉN PERIODISTA IMPAR
1986.- Enrique Cornide Ferrant
SALVADOR DE MADARIAGA:
VISIÓN EUROPEA DE UN
CORUÑÉS
1987.- Pedro de Llano López , Bocelo
CAMILO BIDIMENSIONAL
Javier Losada conversa con María del Rosario Martínez, vencedora en el
2007 con un trabajo sobre Sofía Casanova
1988.- Desierto
1989.- Mercedes Modroño
MARÍA PITA, LA RAZÓN DE UNA
QUIMERA
1990.- Desierto
1991.- José Antonio Parrilla
EL BALCÓN DE LA UTOPÍA
1992.- Cristina Amenedo
GALICIA SALUDA A AMÉRICA
1993.- Antón Anxo Pombo
CAMINO INGLÉS DE FARO: “EL
GRAN OLVIDADO”
1994.- Diego Bernal López
LOS PUERTOS EN LA
CONSTRUCCIÓN DE GALICIA
1995.- Desierto
1996.- Lola Roel
EL PAISAJE INTERIOR DE
VICTORIA ARMESTO
1997.- Alfonso González Catoyra
“LAS TERTULIAS: GRANDEZA Y
DECADENCIA”
1998.- Xavier Alcalá
DE LA CUBELA A CUBA
1999.- Ángel Padín Panizo
UN CAMINO QUE PUDO
DESAPARECER
2000.- Felipe Senén López Gómez
AS MIL PRIMAVERAS QUE FORON
E SERÁN PARA GALICIA
Rubén Ventureira, ganador del premio en el 2008, recibe el galardón
conmemorativo de manos de Manuel González, presidente de la APC
2001.- Guillermo Pardo Campos
UNA AUDAZ FEMINISTA
2005.- César Casal González
LA MAGIA DE LAS PALABRAS
2002.- José María Paz Gago
LA TORRE DE HÉRCULES,
PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD
2006.- Juan Carlos Boga Sánchez
EL ÁRBOL DE LA TINTA
BLANQUIAZUL
2003.- José Manuel Liaño Flores
SALVADOR DE MADARIAGA: UN
CORUÑÉS UNIVERSAL
2007.- María del Rosario Martínez
Martínez
FEMENINO Y SINGULAR
2004.- Julián Rodríguez Moscoso
MEMORIAS Y DEUDAS DE PAPEL
2008.- Rubén Ventureira Novo
LAS PIEDRAS ANGULARES
9
“No te olvides:
periodista ante todo”.
Tales fueron las
últimas palabras que
pronunció antes de
morir Alejandro Pérez
Lugín, dirigiéndose
al periodista coruñés
Alejandro Barreiro,
después de dictarle
su esquela. La ciudad
de La Coruña dedicó
en su día una calle
a Pérez Lugín, en
la señorial Ciudad
Jardín de Marineda.
Cinco meses antes,
el Ayuntamiento de
Santiago, le había
nombrado Hijo
Adoptivo.
A
l madrileño —si
bien que galleguizado— Alejandro Pérez
Lugín estudió la carrera de
Derecho en Santiago de
Compostela, ciudad en la
que sus padres montaron
una lujosa y bien situada
camisería: “El buen gusto”.
Alejandro logró la licenciatura en 1891 y durante
su etapa de estudiante
universitario trató, observó
–y después retrató- a multitud de protagonistas de
la Ciudad del Apóstol. No
vivió en la Casa de la Troya, sino con su familia en
suntuosa mansión compostelana. No fue tuno oficial,
si bien acompañaba a los
componentes de la Tuna,
tocando la guitarra y cantando. Todos sus recuerdos
y anécdotas vivenciales
le servirían después para
escribir, precisamente, “La
Casa de la Troya”, que concibió cuando contaba 45
años. Como periodista, sus
Alejandro Pérez Lugín,
gallego por convicción
Alejandro Pérez Lugín siempre destacó por su talento literario recogido en todas
sus publicaciones
primeros artículos vieron
la luz en “El Pensamiento
Gallego”. Pero en 1893
regresó a Madrid, donde
trabajó en la Dirección General de los Registros y el
Notariado, en el Ministerio
de Agricultura, en Fomento, en los Ferrocarriles del
Norte y en una compañía
de explosivos, con cuyo
motivo viajó prácticamente
por toda España. En un alto
de sus viajes, aprovechó
para casarse, en Valencia,
con Elvira Consuelo Sanz
y Gómez.
A Pérez Lugín no le
había llamado Dios por los
caminos del opositor y sí
por los derroteros del periodismo. Comenzó como
gacetillero y posteriormente hizo tribunales, crítica
teatral, de toros (con el
seudónimo de Don Pío),
crónicas, reportajes, entrevistas, etcétera. Fue envia-
do especial a la guerra de
Marruecos representando
a “El Debate” y escribió en,
entre otros, los siguientes
periódicos: “El Mundo”,
“El Correo”, “El Diario Universal”, “La Tribuna”, “El
Heraldo”, “El Liberal”, “La
Libertad”, “El Debate”, “La
Mañana” y “El Globo”.
La muy intensa labor
periodística de Pérez Lugín
–reportero de raza- está recopilada en tres volúmenes
de temática taurina y dos
tomos titulados “Notas a
un repórter”. En ciertos momentos de su vida alternó
las funciones de periodista
con su actividad jurídica.
Su menester como
novelista lo comienza Pérez
Lugín dando a la luz “La
Casa de la Troya”, novela
romántico-costumbrista en
la que recuerda su vida de
estudiante. Se publica por
primera vez en Madrid, en
11
1915. Más tarde nos ofrece
“Currito de la Cruz”, novela
de ambiente andaluz, en
la que nos muestra sus
conocimientos del mundo
taurino. Se publica en 1921
y su extensión obligó a los
editores a ofrecerla en dos
tomos. En 1922 Alejandro
publica “La corredoira y la
rúa”, que viene a ser una
recopilación de crónicas y
escenas gallegas que el autor había publicado antes en
diversos periódicos. En este
libro, Pérez Lugín da rienda
suelta a su amplio conocimiento sobre la vida gallega,
sus paisajes, su paisanaje y
las costumbres y el carácter
de sus gentes. Hasta se permite el lujo de incardinar en
el libro giros y expresiones
en lengua gallega.
Ya en 1928 y 1929
saltan a los escaparates
las novelas luginianas,
respectivamente, “Arminda
Las raices familiares del escritor fueron a menudo una fuente de inspiración para
todos sus textos
Mos-coso” y “La Virgen del
Rocío ya entró en Triana”,
ambas póstumas, pues
quedaron inacabadas al
fallecer el autor antes de
terminarlas. La primera,
una novela costumbrista
acerca del campo gallego,
tuvo que ser finalizada por
nuestro paisano el jurista
Alejandro García Ramos.
En ella se combate y condena la política caciquil, la
calumnia, la murmuración
y la bajeza de algunas
gentes.
En cuanto a “La Virgen del Rocío ya entró en
Triana”, tampoco fue totalmente escrita por Pérez
Lugín. A raíz de su óbito
tuvo que dar cima a la novela Manuel Siurot, que lo
hizo con el seudónimo de
“José Andrés Vázquez”.
Se trata de una novela de
romería de ambiente andaluz, que debe su título
a los archifamosos versos
de los hermanos Álvarez
Quintero: “La Virgen del
Rosío/ya entró en Triana;/
es de noche y pareces/por
la mañana./¡Viva el Rosío/
que alumbra con sus luses/
el amor mío.” Esta novela
tiene bellas y coloristas
descripciones y en ella se
hace un retrato acabado y
exacto de la Feria de Abril
en Sevilla.
La suerte y la muerte
Alejandro Pérez Lugín, que había alternado
con el Rey Alfonso XIII
cuando éste visitó la Asociación de la Prensa, fue
un escritor vitalista hasta
decir basta. Enamorado de
Galicia, hasta nuestra tierra
traía, un verano sí y otro
también, el llamado “Tren
de la alegría”, que él mismo
organizaba para que las
gentes madrileñas y castellanas en general pudiesen
conocer mejor Galicia. Por
otra parte, enamorado del
campo, era un notable
jinete y un asiduo de la
Fiesta Nacional. Tampoco
—ni mucho menos— hizo
ascos al cine. Él mismo
produjo documentales sobre la guerra de Marruecos
y filmó sus dos primeras
novelas. Con todo, enfermó
de tifus en 1926, estando
en Sevilla. Aparentemente,
se recuperó y regresó a
Madrid. De la Villa y Corte
se trasladó a La Coruña,
con el fin de descansar en
su casa de O Burgo. Pero
mediado el mes de agosto
de aquel año sufrió un
agravamiento inesperado
y galopante. El 5 de septiembre y en medio de su
familia, médico personal y
amigos íntimos, falleció. El
diagnóstico inmediato fue
“ataque de uremia”.
Y es entonces cuando
La Coruña se vuelca en homenajear al gran periodista
desaparecido. El Ayuntamiento de esta capital
organiza el entierro oficial,
al que acuden multitud de
coruñeses, así como representaciones de Madrid y
Andalucía. España entera
envía telegramas de pésame. Encima de su tumba
fue colocada una escultura
yacente, original del artista
gallego Bonome.
El Premio “Pérez
Lugín”
12
En el ocaso de su
vida, Pérez Lugín le había
transmitido a su esposa
Consuelo la intención de legar una cantidad de dinero
para que la Asociación de la
Prensa de La Coruña crease un premio de vigencia
anual para el mejor artículo
inédito que exaltase a Galicia o a cualesquiera de los
aspectos de nuestra tierra.
Y el 17 de marzo de 1936,
la ya viuda de Pérez Lugín
quiso dar cima al deseo de
su fallecido esposo e instituyó la Fundación con el
nombre de su marido, con
el fin de crear el premio literario que llevaría el nombre
del novelista y periodista.
A tal efecto se hizo una
dotación económica con un
capital de 25.000 pesetas
depositado en tiempo y
forma en el Banco Pastor
de La Coruña.
El premio sigue concediéndose en la actualidad, si bien —como es
fácil colegir— la Asociación
lo ha actualizado en su
cuantía, bases y espíritu
de concesión. El primer
galardón, cronológicamente hablando, fue concedido
en 1941 y se le otorgó al
médico coruñés Eduardo
Pérez Hervada. El jurado
calificador del galardón
está constituido, por ley,
por la Junta Directiva de la
Asociación de la Prensa,
si bien también se admiten
como vocales a determinados coruñeses de forma
puntual.
Pérez Lugín y La Voz
de Galicia
Como más arriba se
ha dicho, fueron legión los
periódicos en los que Pérez
Lugín escribió a lo largo de
su vida, ya como redactor, ya como colaborador
especial, pero por circuns-
tancias específicas cabe
reseñar, aquí y ahora, las
colaboraciones que Pérez
Lugín enviaba, de cuando
en vez, al periódico coruñés
“La Voz de Galicia, que
a la sazón tiene no poca
repercusión nacional. En
la colección y hemeroteca
de “La Voz” pueden contemplarse determinados
artículos de don Alejandro,
de temática diferente. Las
últimas colaboraciones que
en vida envió Pérez Lugín fueron, precisamente,
para “La Voz de Galicia”.
Concretamente, se trata
de crónicas taurinas, publicadas en el diario coruñés
entre el 29 de julio y el 4 de
agosto de 1926. Y fue “La
Voz de Galicia” el periódico
español que dedicó mayor
espacio al fallecimiento de
Pérez Lugín: actos fúnebres, reseña fidedigna de
los telegramas de pésame
recibidos por la viuda del
escritor y otros muchos enviados al Ayuntamiento de
La Coruña, amén de artículos laudatorios a la persona
y obra de Pérez Lugín. Y es
que nobleza obliga y “La
Voz de Galicia” hizo gala de
señorío e hidalguía.
A propósito de “La Casa
de la Troya”
No pocas de las obras
originales de Pérez Lugín
–ya novelas, ya artículos
periodísticos- merecerían
apretada y positiva glosa
en estas líneas pero, para
finalizar, dedicamos un
apartado concreto a la más
popular, editada, teatralizada y cinematografiada,
de entre las que escribió
el insigne madrileño: “La
Casa de la Troya”. La estudiantina –de esta forma
definida por el propio autorsigue siendo leída y editada
muchos años después de
Ezequiel Pérez Montes (derecha), junto a Angel Padín,
presidió la Asociación de la Prensa de La Coruña y
ganó un premio Pérez Lugín
escrita.
Con “La Casa de la
Troya” tuvo Pérez Lugín
que superar un calvario absolutamente injusto. Estaba
triunfando en toda regla
su libro de la estudiantina,
cuando un tal José Signo
acusó –con absoluta falsedad- a don Alejandro de
haber plagiado una obra
de Camilo Bargiela sobre
el tema en cuestión. Pérez
Lugín supo y pudo aportar
pruebas fehacientes y testimonios abundantes sobre
su paternidad, en relación
con “La Casa de la Troya”.
La ya tantas veces citada
“La Voz de Galicia” apoyó
rotundamente la autoría de
Pérez Lugín, en relación
con la estudiantina. El fallo
de los tribunales –porque
hubo hasta tribunales- fue
absolutamente favorable a
Pérez Lugín. Y el articulista
calumniador fue condenado por “el delito de injurias
graves hechas por medio
de la imprenta, a la pena
de tres años, ocho meses y
veintiún días de destierro y
a la multa de 250 pesetas”.
Defendió la honra de don
Alejandro el jurista pontevedrés Prudencio Landín,
que aportó testimonios
incuestionables y ganó el
pleito a favor de don Alejandro.
Por otra parte, cabe
decir que son casi innumerables las ediciones que se
han hecho de “La Casa de
la Troya”, tanto en España
como en la América hispana y no todas ni siempre
con las debidas licencias,
toda vez que hay muchas
ediciones clandestinas e
ilegales del genial tuno
honorífico.
A mayor abundamiento, cabe decir que “La Casa
de la Troya” fue también
adaptada al teatro por Manuel Linares Rivas, quién
terminó la versión escénica
en el Pazo de la Peregrina (La Coruña) en 1918.
También la versión teatral
fue objeto de repetidas
ediciones. Ya en lo que
respecta a adaptaciones
13
cinematográficas, pocas
obras habrán experimentado tantas versiones como
“La Casa de la Troya”. La
primera, realizada por el
propio Pérez Lugín, que
hasta fundó su propia productora para llevar a cabo
el evento. La película se
estrenó en el Teatro de la
Zarzuela, de Madrid, en
1925. Fue el gran éxito de
cine mudo español. Con
posterioridad, se han llevado a cabo varias otras versiones con suerte distinta,
desde la rodada en Estados
Unidos, hasta la producida
en México, pasando por
la del español Rafael Gil y
otras varias.
En fin, destacar la
personalidad cachazuda
y bondadosa de Alejandro Pérez Lugín, taurófilo
empedernido, escritor rápido por lo que atañe a la
concepción de sus obras,
hombre de gruesa anatomía, fumador sempiterno y
de ocurrente e inagotable
conversación, amigo de
sus amigos y aficionado a
la ópera.
Pérez Lugín amó a
Galicia con sus cinco sentidos y todo su corazón, la
enalteció e hizo de ella su
segundo hogar, cuando no
el primero. Cabe añadir
que la abuela materna de
Pérez Lugín pertenecía a la
hidalga Casa y añejo pazo
de “La Retén”, en Padrón.
Esta señora era hermana
de María Teresa de Castro, madre de Rosalía de
Castro. En este sentido,
Pérez Lugín supo y pudo
conocer bastante bien la
idiosincrasia gallega, nuestras costumbres y nuestros
ances-tros. Y siempre y
en todo momento quiso y
pudo presumir de gallego
honorario. Galicia se lo reconoció con largueza.
Pese a la falta de medios, las películas de Pérez Lugín siempre estuvieron dotadas de una gran espectacularidad
D
e Alejandro Pérez Lugín (Madrid, 1870-A Coruña, 1926)
son bien conocidas sus
facetas como escritor y
periodista, en las que fue
una de las voces más sobresalientes de su generación. Pero quizás, al menos
desde la perspectiva de un
espectador del 2009, no
sea tan popular su labor
como cineasta, iniciada
tan sólo unos años antes
de su muerte y a la que se
entregó con tal entusiasmo
que incluso en sus últimos
dos años de vida abandonó
prácticamente el ejercicio
de la literatura para consagrarse, como director
Lugín, un escritor de cine
y guionista, a la filmación
de sus dos primeras novelas: La casa de la Troya
(1915) y Currito de la Cruz
(1921).
La aventura cinematográfica de Pérez Lugín comienza a principios de los
años veinte. En esa época
el escritor se encuentra en
el norte de África, entregado a su oficio de periodista.
Es el enviado especial del
diario El Debate, para el que
está cubriendo la guerra de
Marruecos. Aprovechando
su estancia en la zona de
conflicto, se foguea como
director de cine rodando
una serie de documentales
bélicos producidos por el
empresario de cine gallego
Isaac Fraga. Así filma en
1922, entre otras piezas,
el documental Los novios
de la muerte, que le sirve
de aprendizaje para dar
el salto, sólo unos años
después, al largometraje
convencional.
Como ya se apuntó
más arriba, el escritor se
encargó personalmente
de dirigir las adaptaciones
al entonces cine mudo de
sus dos novelas más célebres: Currito de la Cruz,
en la que hace una incursión en el universo de la
tauromaquia, y La casa de
la Troya, donde retrata el
ambiente universitario de
15
Santiago que él conoció
de primera mano durante
su época de estudiante
en la Facultad de Derecho
compostelana.
En 1924 se lanza a
adaptar su célebre novela
La casa de la Troya. Pero
no está en solitario detrás
de la cámara. Dirige la
cinta junto al realizador
Manuel Noriega y también
comparte con este cineasta la redacción del guión.
La producción es de la
compañía Troya Films y el
largometraje se estrena el
28 de enero de 1925 en el
Teatro de la Zarzuela de
Madrid. La fotografía del
filme la firman Alberto Arro-
yo, José Gaspar y Agustín
Macasoli y en el reparto
encontramos, entre otros,
a Alfonso Orozco, Domingo
del Moral, Pedro Elviro (Pitouto), Luis Peña Sánchez,
María Luz Callejo, Juan de
Orduña, Florián Rey, Clotilde Romero, Carmen Viance
y Dolores Valero. Nombres
notables que da un idea la
inversión realizada por los
productores madrileños,
que desembarcaron en Galicia con unos medios hasta
entonces nunca vistos por
estos pagos. Como subraya José Luis Castro de Paz
en su estudio La Coruña y
el cine I (Vía Láctea), esta
es la primera película “argumental” rodada en parte en
la ciudad herculina. Así lo
recogía El Orzán en agosto
de 1924: “Ayer comenzaron
a actuar operadores y artistas, impresionando algunos
parajes de esta ciudad: la
Marina, la zona del puerto,
la Dársena, etcétera y se
hizo la interesante salida
de la Ferrocarrilana”. Castro de Paz explica también
que en septiembre, aunque todavía no se había
concluido el rodaje, Lugín
ofrece un pase especial
para la prensa coruñesa
en el Salón París, donde
los reporteros pueden ver
las tres horas de grabaciones todavía “en bruto”. El
estreno en la ciudad tiene
lugar el 20 de febrero de
1925, en el hoy desaparecido Teatro Linares Rivas.
Unos días antes La Voz de
Galicia ya avanza su crítica
de la cinta, que ya se había
presentado oficialmente en
Madrid: “Una acabada obra
de arte para cualquiera que
la vea” (La Voz, 5 de febrero de 1924).
Recién estrenada La
casa de la Troya, en 1925
Lugín repite experiencia
Pérez Lugín inició su aventura cinematográfica a
principios de los años veinte, durante su etapa como
corresponsal en la guerra de Marruecos
con el celuloide y se ocupa
de elaborar el guión y de dirigir en Sevilla el rodaje de
Currito de la Cruz. Comparte en este caso las tareas
de realización con Fernando Delgado y de la producción se encarga de nuevo la
casa Troya Films. La cinta
se estrena el 25 de enero
de 1926 en Sevilla, en el
Teatro de San Fernando,
y en el reparto destacan,
entre otros, Rafael Calvo,
Domingo del Moral, Elisa
Ruiz Romero Romerito,
Juan Espantaleón, Fernando Fresno, Manuel González, Alejandro Navarro,
Cándida Suárez y Jesús
Tordesillas. La fotografía
de la película es de Enrique
Blanco, los decorados son
obra de Tomás Ysern y la
música la compone Tomás
Barrera. Unos meses más
tarde, en mayo, Pérez Lugín contrae en Sevilla el
tifus, enfermedad de la que
ya no se recuperará, aunque no fallece en la capital
andaluza, sino en su casa
de O Burgo, en A Coruña,
el 5 de septiembre.
Pero no acaba ahí
la vinculación de nuestro
escritor con el cine ya que,
al margen de sus propias
versiones, las narraciones
de Lugín, de gran éxito
en aquel momento, fueron
llevadas al cine en varias
ocasiones más. De La casa
de la Troya, además de la
versión dirigida por Pérez
Lugín junto a Manuel Norie-
16
ga en 1925, hay otras dos
adaptaciones: una de 1936,
con Juan Vilá Vilamala y
Adolfo Aznar como realizadores, y otra de 1959 en la
que Rafael Gil se pone al
frente de un reparto plagado de nombres bien conocidos entre el público de la
época: Arturo Fernández,
José Isbert, María Isbert y
Manuel Morán, entre otros.
De Currito de la Cruz hay
otras tres adaptaciones.
En 1935 Fernando Delgado, que había compartido
la dirección de la primera
versión con el propio Lugín,
se planta en solitario detrás
de la cámara para filmar su
adaptación de la novela.
También repiten algunos
actores de aquella primera
cinta, como Elisa Ruiz Romero Romerito. Ya en 1948
llega la adaptación de la
gran productora de la posguerra española: Cifesa.
Dirige la cinta Luis Lucía y
Antonio Abad se ocupa de
confeccionar el guión. En
la película encontramos
también rostros conocidos
de aquella década, como
el gran Tony Leblanc. Ya
en 1965 llega la que, por
ahora, es la última versión
cinematográfica de Currito
de la Cruz, dirigida por Rafael Gil con un reparto en
el que aparecen nombres
de relieve, como Arturo
Fernández, Julia Gutiérrez
Caba, Manuel Morán y
Francisco Rabal.
Lugín dejó a su muerte dos novelas inacabadas
(que fueron rematadas
póstumamente por otros
autores para su inclusión
en la edición de las Obras
completas de 1945). Una
de ellas era La Virgen del
Rocío ya entró en Triana,
narración que concluyó
José Andrés Vázquez y
que tuvo a su vez tres
adaptaciones cinematográficas: La blanca Paloma
(1942), Sucedió en Sevilla
(1954) y Camino del Rocío
(1966). Juanita Reina hace
doblete en las dos primeras
versiones, dirigidas respectivamente por Claudio de
la Torre y José Gutiérrez
Maesso. Camino del Rocío la dirige, una vez más,
Rafael Gil. Aquí nos encontramos de nuevo con Arturo
Fernández (otro clásico de
la filmografía basada en la
obra de Pérez Lugín) y con
Sancho Gracia, Antoñita
Imperio, Francisco Rabal
y Carmen Sevilla, entre
otros.
Agotamiento
La muerte del periodista y escritor en 1926,
que algunos especialistas
incluso atribuyen al agotamiento por la entrega
absoluta en la filmación
de su dos películas, acabó
con una incipiente carrera
cinematográfica que tal vez
hubiera tenido mayor recorrido, dado el entusiasmo
con el que Lugín se volcó
en un lenguaje que en los
años veinte todavía estaba
sentando sus bases (hay
que recordar que hasta
1927, con El cantor de jazz,
no aparece el cine sonoro).
En todo caso, tanto sus propias adaptaciones como las
que posteriormente filmaron cineastas como Rafael
Gil ofrecen una excelente
puerta de acceso a la prosa
de Pérez Lugín.
Luís Pousa
El genial escritor volcó parte de su talento en gestionar algunas de las películas
más destacadas de los primeros años del cine español
BIBLIOGRAFÍA:
1. La Coruña y el cine I, 100 años de historia, 1896-1936. José Luis Castro de Paz, Vía Láctea Editorial.
2. Bibliografía crítica de Alejandro Pérez Lugín, Julia María Labrador Ben. Dicenda. Cuadernos de Filología Hispánica,
1999, 17, 89-118.
3. Una mirada en silencio. A propósito del cine mudo en Galicia, Emilio C. García Fernández, Axencia Audiovisual
Galega, 2002.
17
De la estirpe de Blasco Ibáñez o
Pérez Reverte
A
lejandro María
de las Mercedes
Pedro Pérez García Lugín. Como lo leen. Así de
largo y en parte femenino
se llamaba con todas las
letras el autor de <La casa
de la Troya> (1915), <Currito de la Cruz> (1921),
<La corredora y la Ruia>
(1922), <Arminda Moscoso> (Póstuma, 1928) y <La
virgen del Rocio ya entró en
Triana> (Póstuma, 1929).
Dejemos a un lado al Pérez
Lugín que fue grande como
periodista, al hombre que
logró que su máquina de
escribir tabletease como
una ametralladora y que,
subido a la música incansable de las rotativas, conquistó el parnaso fugaz de
los periódicos. Ya saben,
la noticia de hoy envuelve
el pescado de mañana. No
hablaremos en esta nota
del hombre que se hizo
famoso en La Tribuna y que
fue a la guerra de Marruecos con El Debate.
Mi misión es escribir sobre el Pérez Lugín
que compartió la misma
barba que el periodista y
que terminó sus días en el
mausoleo que, en La Coruña, le esculpió Santiago
Rodrí-guez Bonome, pero
que fue novelista y autor de
cuentos. El escritor mojaba
su tinta en ese naturalismo
que nace y muere en la
descripción. Que huye de
la niebla de la imaginación
y que usa, con precisión
Francisco Vázquez entrega a César Casal, autor de estas líneas, el premio de
ganador en el año 2005
de escalpelo, la realidad
para sacarle una foto fija al
mundo, a la vida. El escritor que vio publicados en
vida tres de los cinco libros
antes citados. Todos salvo
dos: <La Virgen del Rocío
ya en entró en Triana>,
novela inacababa que salió de la imprenta en 1945
cuando llegaron al público
sus obras completas, con
Pérez Lugín ya cadáver
desde 1926; y <Arminda
Moscoso>, de novela que
es un fresco de Galicia y
que fue ordenada y terminada por el amigo de Pérez
Lugín, Alfredo García Ramos. <Arminda Moscoso>
vio la luz en 1928.
De los tres trabajos
que sí presentó el propio
Pérez Lugín, dos destacan
sobre los demás. Es obvio
que me refiero a Currito de
la Cruz y a La casa de la
Troya. El otro, La corredora y la Ruia, es un libro de
relatos, ambientados en la
Galicia rural, donde no falta
el excelente oído de Lugín
para recoger diálogos, para
convertir su prosa en una
acta histórica. Pero vayamos a los dos libros que le
hicieron famoso y uno de
los autores de mayor éxito
de la época, los dos trabajos que sustentan el título
que lleva este artículo: De
la estirpe de Blasco Ibáñez
y Pérez Reverte.
Currito de la Cruz fue
19
su primera novela. El impulso tuvo que ser naturalmente sus conocimientos
sobre las plazas de toros,
sobre el arte de matar con
la espada en la arena vestido de grana y oro. Ciencia
de la que ya había extraído
importantes crónicas para
esa forma de desangrarse
que es escribir cada día
para los periódicos. Impulsado por esos motores,
se lanzó al coso e hizo un
retrato exacto de la España
taurina, de la España para
la que las cinco de la tarde
es una hora única que no
tiene nada que ver con
sentarse alrededor de una
mesa camilla para tomar el
te con pastas.
Currito de la Cruz fue
película en más de una
ocasión, como sucedió con
La casa de la Troya. Y es
que adaptar para el cine
los trabajos de Pérez Lugín
era muy sencillo. Ya está
dicho que escribía como la
gente vivía y hablaba. Nunca le abandonó ni cuando
se dedicó a la literatura la
condición de periodista.
Lo suyo era reflejar al ser
humano. Y en Currito de
la Cruz está el ser humano
español. Está el torero que
ya triunfó y que se corta la
coleta. Está el torero huérfano que quiere triunfar,
que sabe que más cornás
da el hambre. Y está el
amor que todo lo revuelve
con ese extraño perfume
que hace girar los corazones al revés que las horas
de un reloj. Y que convierte
la miel en hiel, si el destino
se tuerce. Muy potente ese
momento en el que habla el
torero veterano y dice que
los de ahora no saben ni
cortarse la coleta: «Ahora
hasta esto es postizo».
Alanceado por las
críticas
Pero volvería a componer otro fresco humano
de excepción en su novela más conocida. Pérez
Lugín, alanceado por los
críticos que consideran
que escribir bien es que no
te entienda nadie, bordó la
condición humana en La
casa de la Troya. Y además hizo historia. Fue el
notario más perfecto para
esa Compostela de estudiantes y tunantes. El tuno
que aún hoy vende su música a los peregrinos que
llegan al Obradoiro viene
de esa prosa matemática
de Pérez Lugín. Cierto es
que Lugín no es un maestro
Arturo
Pérez
Reverte
se ha
convertido en
un filón
para
el cine
actual
como
Lugín
hizo en la
década
de los
años
veinte
del monólogo interior, pero
deben de arder las palmas
por el mérito que tiene para
detener el tiempo en unas
pocas páginas y levantar
esa Casa de la Troya, como
una recreación arqueológica sin precedentes. Decía
que La Casa de la Troya
fue película también varias
veces, con un jovencísimo
Arturo Fernández en el
papel principal, y es uno de
los libros más editados en
castellano, junto al Quijote.
Y hay que decir también
que su primera edición en
1915, con portada de Castelao, se vendió como pan
caliente para una legión
hambrienta de lectura y
entretenimiento. Linares
Rivas la adaptó para las
tablas, y así se estrenó en
el Teatro de la Comedia de
Madrid el 26 de febrero de
1929.
Tan exacto fue en sus
descripciones y en su galería de personajes que
hoy la Casa de la Troya es
museo, en la Rúa da Troia
de Santiago. Un edificio
que alberga la pensión que
él noveló y que se puede
visitar para conocer los secretos que Pérez Lugín hizo
inmortales con su prosa.
En ese Gerardo que llega
desde Madrid para hacer
la carrera en Santiago laten
todos los estudiantes que
salen del cascarón de sus
padres y que encuentran
en la pensión en la que
vivían una nueva y extraña
familia. Y que descubren
en su primer amor, ese
amor de Gerardo por Carmiña, un bebedizo que los
hacen subir al cielo y bajar
al infierno en un ascensor
de un solo trago. No me
interesan las puñaladas al
costum-brismo de Lugín.
Me interesa la defensa que
20
decía de mi título. Y con
ella termino: Lugín es de la
estirpe de Blasco Ibáñez y
de Pérez Reverte, porque,
como ellos, no escribió para
que sus libros quedasen
escondidos en un cajón
ni como terapia. Escribió
para placer de millones de
lectores. Su obra nunca
será analizada por sesudos
catedráticos que buscan
metáforas geniales como
los botánicos flores raras.
Pero la seguirán disfrutando todos aquellos que
creen, creemos, que la literatura también es el arte de
entretener, de viajar gratis.
Y Lugín con La casa de la
Troya te pone de golpe en
la Compostela de la segunda mitad del siglo XIX,
aunque lo estés leyendo en
el metro o en un avión o, en
el futuro, sobre la tierra roja
de Marte.
César Casal
Reproducción de las portadas de dos de las ediciones de «La Casa de la Troya»
P
róximos a cumplirse los 140
años del nacimiento de
Alejandro Pérez Lugín,
un gallego nacido en Madrid, pero con un inmenso
amor por nuestra tierra, el
nombre de este escritor y
periodista ha vuelto a la
actualidad, merced a un
proyecto de la centenaria
Asociación de la Prensa
coruñesa de publicar en un
libro los trabajos galardonados desde los comienzos
del premio que lleva el
nombre del novelista.
No es descubrir ningún mediterráneo si aplicamos a la tarea literaria de
Pérez Lugín el calificativo
La Casa de la
Troya, un plagio
que no era
de excelente, dado que sobresalió en sus tareas periodísticas, (crítico taurino
en varios periódicos, entre
ellos La Voz de Galicia, con
el seudónimo de Don Pío),
novelísticas y de teatro
(alguna de sus obras fue
adaptada, con su colaboración, al teatro) e incluso
cinematográficas, pues su
“Currito de la Cruz” saltó a
las pantallas tras participar
en un Festival Internacional
de Cine, concretamente en
Sevilla, y su novela más
famosa, “La Casa de la
Troya”, también se convirtió
en película. Esta novela
o estudiantina, como se
subtituló, ha batido todos
los récords de venta, pues
entre las que salieron de
la editorial compostelana
Galí (muchas de las cuales
se confeccionaron en la
22
desaparecida imprenta coruñesa Moret) y el centenar
de ella que se publicaron en
los países iberoamericanos
pasan de doscientas las
ediciones que llegaron a las
manos de los lectores.
Acusaciones desde
Vigo
Pérez Lugín vivía
días de gloria cuando un
periódico vigués publicó
un artículo en el que se
señalaba que “el verdadero autor de La casa de
la Troya era el distinguido
escritor y diplomático de
Tuy Camilo Bergiela”. La
información causó un gran
revuelo en toda Galicia y
un normal disgusto en Alejandro Pérez Lugín, quien
inmediatamente se puso en
contacto con un abogado
pontevedrés para que se
presentara una denuncia
ante la justicia, para salvar
su buen nombre. El abogado era un afamado jurista,
Prudencio Landín Tobío,
que en seguida comenzó a
trabajar y en el correspondiente juicio por calumnias
testificaron personajes tan
populares como Miguel de
Unamuno, Filomena Dato
Muruais, Sofía Casanova,
Tomás Borrás, Rey Soto
y Julio Casares, amén de
personajes que habían
sido retratados por Lugín
en la obra, como Javier
Puig, Luis Boullosa y Manuel Casás, este último
más tarde alcalde de La
Coruña y presidente de la
Real Academia Gallega. El
juez condenó al articulista,
por difamación, a la pena
de tres años, ocho meses
y veintiún días de destierro
en Orense y multa de doscientas cincuenta pesetas.
(Los datos del juicio y su
desenlace los publicó el
propio Landín Tobío en un
libro titulado “La paternidad
de La casa de la Troya”,
donde asimismo contó que
Pérez Lugín, gravemente
enfermo, llamó a su esposa
Elvira Sáez y le ordenó que
hablase con el abogado
para que este último solicitase el perdón para el autor
de la calumnia. Y así finalizó este capítulo inesperado
de “La casa de la Toya”. Por
cierto que Landín nunca dio
a conocer el nombre del
difamador).
Fachada
exterior
del
edificio
conocido
como La
Casa de
la Troya,
que se
conserva en el
casco
histórico de
Santiago
Algunas de las portadas
del texto de «La Casa de
la Troya» son auténticas
joyas por su calidad
instructivo Pérez Lugín, a
favor de la Asociación de la
Prensa de La Coruña, entidad que entonces presidía
Fernando Martínez Morás.
De ahí nació la idea de la
creación del premio “Pérez
Lugín” que, afortunadamente, goza de buena salud y del que la Asociación
recogerá, como decíamos
al principio, en un libro todos los trabajos premiados
hasta la fecha.
Tras el fallecimiento,
en 1926, de Pérez Lugín,
su viuda instituyó en La
Coruña, el 17 de marzo de
1936 y en testamento ante
el notario Ildefonso Fernández Feijóo, la Fundación particular de carácter
Angel Padín Panizo
23
La especial relación del escritor
con La Voz de Galicia
L
a editorial Camiño do Faro publicará en breve una nueva
edición, con numerosas
notas y trabajos de conocidos especialistas literarios,
de La casa de la Troya.
Destaca, entre estas aportaciones, la colaboración
de Pérez Lugín con La
Voz de Galicia, quizás no
tan importante como la
de otros escritores de su
época, pero sí lo suficiente
para serlo en momentos
históricos puntuales, tanto
de la vida de España como
la del periódico.
Repasando su hemeroteca, encontramos, el
16 de enero de 1916, un
vibrante artículo de Lugín,
con motivo de un concurso
organizado por el Circo
de Artesanos coruñés. Se
titulaba ¡Falade galego! ,
y, entre otras cosas, decía:
«Y en Galicia, lo cierto, tristemente cierto, es que, no
sabemos por qué perniciosas influencias esnobistas,
desde muchos años acá
existe un visible e inexplicable desdén por todo lo que
huele a enxebre. ¿Hablar
en gallego? Estas sí que
son palabras mayores,
amigo Ribalta. No digo ya
a todas horas, como hacen
los catalanes, o con mayor
discreción y mejor sentido
en Valencia, o en la intimidad del hogar; pero ni de
tarde en tarde se permite
la mayor parte del señorío
ciudadano -salvo honrosas
Lugín dejó las huellas de su obra en La Voz
excepciones- emplebeyizar
sus aristocráticos labios,
con la lengua dulcísima
preferida del rey poeta en
que por boca de Rosalía
habló a propios y extraños
en versos inmortales el
corazón de Galicia».
El estreno en Madrid,
en 1919, de La casa de la
Troya, adaptada por Linares Rivas, fue destacado
en la portada del diario. Comentaba La Voz: «La Casa
de la Troya vive ya, desde
ayer, sobre la escena con
toda la vida plástica y el imperio sobre las multitudes
que la acción servida por
el arte añade a la literatura
novelesca que a su vez
recogió los episodios de la
vida real y cotidiana infundiéndole alma y armonía.
Porque la obra es galle-
ga, sus autores merecen
la gratitud nuestra, pero
también la justicia de que
les felicitemos por haber
acertado a realizar, sobre
base gallega, una obra de
arte y de verdad, cosa bien
desusada, aunque sea doloroso confesarlo».
Vibrante artículo fue el
que Pérez Lugín envió, en
octubre de 1921, a La Voz,
desde Melilla, en donde se
encontraba como enviado
especial. Se titulaba: «En
los momentos difíciles:
patriotismo, disciplina, una
sola voz», y apuntaba, en
su parte más significativa:
«Soldados de España todos, hijos y parte de una
misma bandera, no puede
haber entre ellos rencillas
ni divisiones, mucho más
cuando un enemigo que,
25
tan dura y traidora ofensa
la infirió, acecha una nueva
debilidad de los encargados de defenderla para
caer sobre ella y hacerla
trizas. ¡Por el honor de
España, por el honor del
ejército, no oigáis a los despechados, a los ambiciosos ni a los enemigos; no
sirváis inconscientemente
de brazo a los elementos
del desorden, que en la
oscuridad alientan vuestra
desmoralización!».
En septiembre de
1926 falleció Pérez Lugín
y La Voz le dedicaba lo mejor de su portada. Se decía:
«Desde que a esta casa
vino hace bastantes años
el que había de ser luego
periodista ilustre y uno de
nuestros más celebrados
novelistas, la compenetración de las gentes de La
Voz con Pérez Lugín fue
grande e íntima. Sin duda
que el cordial afecto que
entonces halló en esta
redacción contribuyó a hacer tornar al amoroso nido
gallego al rapaz que un
día lo dejara no sin pena.
Nuestra amistad, y otros
amables vínculos, recuerdos y añoranzas... hicieron
que fuese desde entonces
anual la visita de Lugín a
una sepultura querida, al
pie del ábside gótico del cementerio de Santo Domingo. La Voz fue para Lugín
como una prolongación del
propio hogar, que una esposa ejemplar, modelo de
virtudes cristianas, acertó
a hacer dichoso».
Carlos Fernández
(Historiador y periodista)
Ramón Asorey,
el periodista
desterrado
A
lejandro Pérez
Lugín (18701926) dejó dos novelas
sin terminar. Dos novelas
sobre sus dos grandes
amores, Sevilla y Galicia
: La Virgen del Rocío ya
entró en Triana y Arminda
Moscoso. Ambas fueron
publicadas como póstumas
y en ambas intervinieron
sendos amigos de don
Alejandro para completar
lo que el autor había dejado incompleto. La viuda
de Lugín, doña Elvira Consuelo Sanz , encargó de la
terminación de La Virgen
del Rocío ya entró en Triana al escritor andaluz de
Huelva, muy vinculado al
periodismo y que habría
de pasar a la historia como
muy ilustre pedagogo ,
Manuel Siurot (1872-1940)
,que utilizó para el caso el
seudónimo de José Andrés
Vázquez . De la finalización
de Arminda Moscoso se
encargó Alfredo García
Ramos (1877-1934), escritor gallego también vinculado al periodismo como
redactor que había sido de
La Voz de Galicia y primer
director de El Ideal Gallego.
Aunque su dedicación principal fue la jurisprudencia :
fiscal en Santiago, juez en
A Coruña , vicesecre-tario
del Tribunal Supremo en
Madrid y autor de notables
estudios jurídicos. En 1933
fue elegido diputado a Cortes como independiente por
Pontevedra.
Arminda Moscoso
“¿Cómo y por qué mi
pecadora pluma trazó en
este libro las páginas que
no escribió Lugín?”, se
pregunta Alfredo García
Ramos en el prólogo de
la novela gallega (1).Abre
luego una larga cita de
Alejandro Barreiro (18741948), director de La Voz
de Galicia de 1914 a 1937
y el gran amigo (“fraternal
amigo”) de Pérez Lugín.
Al morir Alejandro Pérez
Lugín –cuenta Barreiro-,
casi mi hermano –tal
era de íntimo nuestro
afecto- dejó planeadas
y a medio escribir dos
novelas (…),una de ambiente andaluz (…).La
otra novela de color y
sabor gallego, como la
Imagen del mausoleo que decora la tumba del insigne
escritor gallego
archifamosa Casa de la
Troya, bendita y alabada
(…)
¡Cuántas veces me habló Lugín de ellas y me
explicó su plan y me leyó
cuartillas, capítulos enteros ,rompiendo , tachando, graduando efectos y
proporciones, bien ajeno
de que la muerte había
de acabar sus días antes de que diera cima la
labor bella y fecunda!
En la primavera, cuando
marchaba a Sevilla, trabajaba allá con verdadero entusiasmo (…)
El escritor dejó dos novelas
inéditas dedicadas a dos de sus
grandes amores, Sevilla y Galicia,
que fueron terminadas tras su
muerte por Manuel Siurot y Alfredo García Ramos
27
Llegado el verano, siempre tibio y suave en Galicia, tornaba a nuestros
lares, para hacer la devota peregrinación de
siempre a la tumba de
su madre en Santiago,
y asistir a las corridas
de toros de La Coruña y
cruzar arriba y abajo, sin
cansarse nunca, las encantadoras Mariñas y la
maravilla de las rías bajas, recreando su espíritu
en la contemplación de
tanta hermosura.
Era entonces cuando
desenfundaba el mamotreto de “Arminda” y le
añadía nuevas páginas
de su prosa fácil, tumultuosa, cálida, emocionadora…
Iniciados, promediados
quedaron ambos libros;
uno más que otro, y,
horas antes de morir.
Alejandro, besando una
estampa de la Virgen del
Rocío, todavía me habló
de ellos.
- Cuídate de “Arminda” y
de la “Virgen”… Ponte de
acuerdo con mi mujer y
con “Mirabal”. Si acaso, las das así… truncadas
y todo en folletín en “La
Voz”.Ya tú completarás…
Pero yo, que tanto le
quería como le admiraba, no llegué a poner las
pecadoras manos sobre
las cuartillas…
Como ya sabemos,
quien puso “las pecadoras
manos” fue García Ramos
y las puso bien. Terminada
la larga cita de Barreiro, de
la que sólo hemos referido
una parte, García Ramos
explica un poco en qué consistió su tarea de completar
la obra de Lugín: Honradamente declaro que Lugín dejó escrita
una montaña de cuartillas,
en las que sólo hubo que
rectificar ligerísimos conceptos, que fue lo único que
me atreví a tocar. Tal como
las trazó su pluma y tal
como irán en su día, como
ofrenda de su viuda para
el Museo Municipal de La
Coruña, quedaron, como
reliquias de la obra cordial,
vigorosa, fresca y jugosa
del autor de “La Casa de
la Troya”.
En hojitas sueltas de
bloques, en sobres de cartas recibidas, en pedacitos
de papel estaban los demás
elementos; apuntes, frases,
pensamientos, agudezas,
observaciones, para acoplar al plan, a la idea fundamental, que Lugín había
comunicado a su esposa
y a sus íntimos. Todo fue
escrupulosamente incorporado a la trama (…)
Lugín, esclavo y sier-
Los reconocimientos a Pérez Lugín incluyen una calle en el barrio coruñés de
Ciudad Jardín
Ramón Asorey, protagonista de
uno de los textos que dejó sin finalizar Lugín antes de morir
sería un personaje basado en la
propia existencia del escritor
gallego
vo de amor a Galicia, trazó
en “Arminda Moscoso”
una novela gallega, de
ambiente, tipos y costumbres “enxebres”, un trozo
de la vida aldeana que él
saboreó, conociéndola,
cada vez que a Galicia iba
con el pretexto de reposar
de sus tareas de escritor
y periodista y, en realidad,
para documentarse para
nuevas producciones que
concebía su imaginación y
maduraba su mente…
Modestia protocolaria
Con modestia muy
de la época, quizá no por
protocolaria menos sincera,
García Ramos no sólo no
se da apenas importancia
sino que, probablemente,
infravalora su trabajo a
fuerza de decir que Lugín
ya tenía su obra poco menos que acabada, lo cual
no parece exacto. Pero
este asunto, como el de
las posibles diferencias
de estilo a lo largo de la
novela, exigen un estudio
y atención que no es de
este momento. Aquí sólo
queremos destacar al periodista que la protagoniza,
el gallego Ramón Asorey,
y las referencias periodísticas que no pasan de
capítulo y medio, primero
y parte del segundo, de
los diecisiete que tiene el
libro. Porque, a pesar de
que es Arminda Moscoso
quien da título a la novela
28
y en torno a cuya atractiva
personalidad suceden las
cosas y el lector puede
calar en la vida y milagros
de una villa gallega, con
todas sus consecuencias,
el verdadero protagonista
es Ramón Asorey. Con el
plus gratificante de que
en Asorey y sus circunstancias hay evidentes trasuntos del propio Alejandro
Pérez Lugín.
Ramón Asorey
“Cariñosa y confianzudamente, sin moverse de
sus puestos, le saludaron al
verle entrar, los compañeros que trabajaban, charlaban o leían periódicos
en torno a la gran mesa de
redacción.
-¡Hola, Asorey!”
Ramón Asorey entra
así en la redacción de “El
Pueblo” de la que es redactor jefe. Es un gallego
transterra-do que está haciendo en Madrid una brillante carrera periodística
y política. En la redacción
pululan periodistas conocidos, amigos reales de
Pérez Lugín que así mezcla
realidad y ficción: Antoñito
Asenjo, Manolo Mirabal, Arturo Mori, Ismael Sánchez
Estevan (“rodeado de artículos y recortes, que iba
entregando al regente de
la imprenta, distribuyendo
metódicamente el original
con pronto y certero ojo periodístico.-Esto, a primera.
Esta información ,a dos columnas, en segunda. Esto
otro…donde nadie lo vea.
Mejor no publicarlo; pero
quien manda, manda…Más
allá, al otro extremo de la
mesa, un sujeto calvo, de
bigote hirsuto, de mil colores, quemado por las colillas, apuradas tenazmente
hasta la ceniza final, largas
uñas negras y amarillas –la
bandera de la suciedad- y
vieja y descuidada vestimenta…)
Este sujeto deleznable, con todas las características del símbolo, es “el
único redactor ocioso, por
inútil” y no tiene nombre,
sólo tiene apellido: Gutiérrez, “ese imbécil de Gutiérrez”. Es el causante de la
catástrofe que amenaza a
Ramón Asorey.
Suelto político
En el tráfago de una
complicada jornada, Asorey
encarga a Gutiérrez que escriba un suelto político sin
importancia que Gutiérrez
convierte en una venenosa picadura de serpiente:
“vomitó contra el político
enemigo la más desbarrada sarta de injurias. Como
era lógico, el ofendido se
querelló , y Asorey , que
haciendo honor a su condición, se declaró responsable, considerando la caterva
de familia de Gutiérrez y en
Una placa recuerda la figura del autor de La Casa de la
Troya en Santiago
la creencia de que la cosa
no pasaría a mayores, fue
condenado a dos años y los meses y días de “ene” en
las sentencias, de destierro a tantos kilómetros de
Madrid…”
Sustanciosa herencia
Cuando Ramón Asorey se dispone a elegir triste
destino lejos de Madrid, recibe una carta de su madre
en la que se le da noticia de
una sustanciosa herencia.
Total, que decide regresar
a su terriña gallega. Y allí
ocurre lo que ocurre. Algo
muy entretenido e interesante pero que el lector
de este artículo tendrá que
comprobar… leyendo la
novela.
En la narración de estas primeras páginas hay,
sin duda, mucha de la triste
y menos triste experiencia
periodística de Alejandro
Pérez Lugín. Por allí andan
las inútiles gestiones que
la Asociación de la Prensa
de Madrid hace para librar
a Asorey de la pena, las luchas políticas y las envidias
de clase, los conflictos de
todo tipo que enfrentan a
periodistas y políticos y a
29
todos entre sí. Sobre todo
si se tiene en cuenta que
Ramón Asorey , periodista
y abogado, ilustre militante
político de la izquierda, es
un real mozo, guapo y mujeriego, aficionado al buen
vestir frente al “descuido
usual de sus correligionarios, gente a quien la fiebre
de su exaltación política no
permitía atención para otra
cosa”. Pérez Lugín está haciendo un retrato retocado
de si mismo.
Sus enfrentamientos
en la Asociación de la Prensa de Madrid de la que es
secretario segundo entre
1918 y 1919 y a la que había llegado por su amistad
con Miguel Moya, presidente y director de El Liberal
donde Lugín ejercía como
revistero taurino; su posterior ruptura con Moya por
su pertenencia (la de Lugín)
al Sindicato de Periodistas
(Moya no era precisamente
muy sindicalista…) y otras
trifulcas no menos ruidosas,
especialmente llamativas
en un hombre tan correcto y
cuidadoso como Alejandro
Pérez Lugín, nos llevan a
afirmar cuánto de Lugín
hay en Asorey, por exceso
o por defecto. Porque, al fin
y al cabo, las caricaturas
no dejan de ser retratos
psicológicos.
Y lo más curioso del
caso es que, cuando Ramón Asorey vive “desterrado” en su amada Galicia,
ejerciendo de todo menos
de periodista, nunca jamás
echa de menos ni a Madrid
ni al periodismo.
Bernardino M. Hernando
(1)-Alejandro Pérez Lugín:
Arminda Moscoso. Obra
póstuma (2ª edición). Printed in Spain. Librería y
Casa Editorial Hernando,
Madrid,1928.
Linares Rivas
En donde se cuenta como trabaja este ilustre dramaturgo
gallego y otras cosas de su arte
F
ientras todo el
mundo, ese pequeño “todo el mundo” de
periodistas y diputados, se
aburre en el Congreso, el
senador vitalicio Sr. Linares–Rivas va y viene por los
pasillos, entra en el salón
de sesiones por una puerta
para salir enseguida por
otra, se acerca a un grupo,
se separa inmediatamente,
no se está quieto y no hace
chistes.
- Veña acó, D. Manoliño
—le decimos, deteniéndole en el pasillo circular, cerca de la puerta
del presidente—. ¿Qué
demo pásalle, home?
- ¡Ay! —Aquí un suspiro
muy grande—. ¡Que estreno mañana!
- ¿Y pasa usted mal rato
durante los estrenos?
- Muy malo, malísimo
- ¿Dónde está usted mientras ocurre el suceso?
- En el escenario. Hago un
agujero en la decoración
y allí permanezco toda
la comedia fumando… y
sudando. Al final parece
que salgo de un baño
ruso y he dejado el suelo
alfombrado de cigarros
a medio fumar, la mayor
parte encendidos por
las dos puntas. ¡Con tal
de que no me pateen
mañana!...
- ¡Meigas fora!
- ¡ A r r e n e g a d a s s e a n !
Amén.
Linares Rivas fue uno de los grandes amigos de
Alejandro Pérez Lugín
Yo declaro que nunca
he visto a un hombre más
preocupado, más medroso.
Es otro Linares–Rivas. Tristón, apagado, premioso. A
veces se le ve pelear ruda
e inútilmente buscando un
chiste, una de sus aceradas
y fáciles frases punzadoras. En vano. Ni gracias,
ni ironías. No hay más que
miedo.
- ¿Modifica usted mucho
durante los ensayos?
- Todo lo que me indican.
No hay nombre más fácil que yo para corregir,
cortar y reponer. A veces
me ha ocurrido, como
en “Camino adelante”,
por ejemplo, cortar tanto, que casi nos hemos
quedado sin obra y hubo
necesidad de rehacerla.
En cuanto un actor se
trabuca dos veces en el
31
mismo párrafo, ya le estoy modificando, porque
evidentemente la frase
hace una curva que yo
no he visto; pero que
obliga al actor a irse por
otro lado, buscando instintivamente el camino
recto.
Linares ha escrito mucho, mucho más que
nuestro ilustre amigo y
ahora silencioso parlamentario el arzobispo de Tarragona. Pero
también ha roto mucho,
sin compasión ni duelo.
Después del estreno de
su primera obra, Linares
tuvo el valor inaudito de
romper todo su dilatado
“repertorio” inédito. Yo
no sé, ni creo que él
tampoco, cuántos años
de comedias y dramas.
Una porción de años.
- ¿Es usted fácil para escribir?
- No lo sé. Yo trabajo todas
las mañanas… hasta
que me entra la fiebre, y
trabajo a toda hora. Hay
días que no hago más
que fumar cigarrillos. En
cambio, otros escribo en
las dos o tres comedias
que siempre tengo en el
telar y dejo la una para
escribir cosas que se me
ocurren en la otra.
- ¿Por dónde comienza
usted sus comedias?
- Por el final. Lo primero
que hago es saber el sitio
a donde voy. Es como en
la vida. Usted tiene que
ir a tal parte; esto es lo
esencial. Luego viene
la elección y trazado del
camino.
- ¿Es usted muy severo
como juez de sí mismo?
- Yo no ejerzo de juez.
Tengo un tribunal para
estos casos. Cuando
he concluido una obra,
reúno a mi familia y a
dos o tres amigos, les leo
lo que acabo de escribir
y la impresión que les
hace es la que decide la
suerte de mis comedias.
Como no les guste las
rompo sin apelación ni
discusión. Es que no he
acertado. Es un procedimiento de averiguación
claro está, porque esto
no quiere decir, y creo
que bien probado lo tengo, que a mí me preocupe el común sentir. No es
cuestión de pensamiento, sino de procedimiento. Como las comedias
se escriben para que el
público las entienda, yo
me preocupo de tal modo
de la claridad de las
mías, que acepto sin discusión las indicaciones
atendibles que recibo de
cualquier persona, sin
mirar condición y clase.
Cierta vez una de mis
criadas que presenciaba
un ensayo general de “La
estirpe de Júpiter”, soltó
la carcajada en un pasaje en donde yo no había
puesto ningún chiste.
Inmediatamente me fui
a ella. “¿De qué te has
reído?”, le pregunté. Y
como ella me explicó la
escena de un modo distinto de cómo yo la había
escrito o querido escribir,
dando a determinadas
frases una intención que
no tenían, pero que lo
Cándido Lara, quien tenía una gran vista para
las cosas de teatro, y me
dice que venía a pedirme
una comedia para Lara.
¡Usted calcule! A las cinco se despidió don Cándido. A las cinco y cuarto
ya estaba yo trabajando
en mi despacho. No me
había metido prisa, pero
yo la tenía. En un mes
escribí “El abolengo” y
se estrenó la comedia
que verdaderamente me
abrió de par en par las
puertas del teatro. Y ahora sí que no queda nada
por decir.
- Sí, hombre. Nos falta
saber las otras que tiene
usted en el telar.
- Pues mire usted, sólo
puedo hablar ahora de
una de la que estoy muy
metido… y no sé si va
a ser una zarzuela o un
drama sacro.
Y previniendo nuestro
gesto de extrañeza, concluye:
El intelectual se sincera con el periodista en una
entrevista repleta de ritmo
mismo que ella podía
ver equivocadamente
el público, modifiqué
inmediatamente la escena para que no hubiese
lugar a confusiones. Por
los demás, amigo mío,
no olvide usted que no
era Gedeón, sino Balzac
quien leía a su criada.
Toda mi gente va a los
ensayos y a mis estrenos, los unos en representación del público de
las butacas, los otros en
el de las alturas, y como
algún criado o tramoyista
me pida explicaciones
sobre alguna cosa, ya
me tiene usted corrigiéndola. Es que aquello
no está claro… Y ya no
tengo más que decirle,
como no sea que una de
mis mayores preocupaciones en los estrenos es
que los entreactos sean
muy breves, “la mayor
brevedad posible”.
- ¿Cuál es su comedia
favorita?
- “El Abolengo”. Fue la
primera que me pidieron. Un día, uno de los
días más alegres de mi
vida (imagínese usted un
hombre que se la había
pasado toda soñando
en ser autor dramático
aplaudido y solicitado),
un día, digo, poco tiempo
después del estreno de
mi primera obra, se me
presenta en casa don
32
- En esto de la calificación
de las obras no hay que
fijarse. Yo he resuelto
este problema de una
manera muy cómoda
para lo sucesivo. No califico hasta el día siguiente
al estreno para que no
haya posibilidad de errores ni disgustos. Es muy
fácil; verá usted: se ríe el
público, comedia; llora,
drama.
- ¿Y si no le gusta lo que
sea?
También es muy fácil.
“Obra de tesis”. No la ha
entendido. Y adiós, que
me voy.
Alejandro Pérez Lugín
Entrevista a Linares Rivas
Artigo: Suevia: Revista
Gallega 1916
La gaonera y el misacantano
P
érez Lugín cultivó todos los géneros periodísticos. Y en
todos destacó. Entre ellos,
en la crítica taurina y a su
particular vocabulario, al
que aportó dos términos
que se han consolidado
para siempre: la gaonera
(pase de costado) y el misacantano (el novillero en el
trance de la alternativa).
La primera, es decir,
la gaonera fue un lance inventad por Rodolfo Gaona,
El Indio Grande. Fue ejecutado por primera vez en los
ruedos españoles en 1910,
concretamente en Madrid.
Así lo describió Don Pío,
seudónimo utilizado por
Lugín: “Se coloca el dies-
tro de perfil, cogiendo el
capote con ambas manos
por detrás del cuerpo, para
que el toro pase alternadamente delante de él. Por
el costado, se le muestra al
toro el capote en toda su
extensión posible, haciéndolo pasar por delante del
diestro, como se dijo antes,
alternadamente”.
Lamentablemente, la
gaonera es una suerte
que la ejecutan muy pocos
diestros. Entre sus princi-
pales ejecutores se han
destacado César Pastor,
David Silveti y el francés
Christian Montcouquiol, Nimeño II. También la ejecutó
en varias ocasiones el madrileño José Miguel Arroyo
Joselito y, en la actualidad,
forma parte del repertorio
de Julián López, El Juli.
Por otra parte, Misacantano es el término con
el que Lugín bautizó al
novillero en el trance de la
alternativa.
La crítica taurina fue uno de los
géneros en los que también lució
de forma sobresaliente el talento
literario del prestigioso periodista
35
En sus críticas taurinas, Don Pió siempre
empleó un estilo ameno,
fácil, desenvuelto, apasionado y muy original y
cuidado. La técnica de sus
escritos taurinos es mucho
más literaria que la de sus
crónicas.
Tal era la calidad, el
prestigio y la fama de sus
crónicas de las corridas de
toros en las página de El
Liberal, a Lugín –sucesor
de otro maestro de la crítica
taurina, como Don Modesto- sólo le encargaban los
comentarios de los festejos
más importantes, en los que
dedicó sus mayores elogios
a El Gallo, del que fue un
apasionado defensor.
La realidad coruñesa y
gallega, siempre
bajo la lupa
L
as bases del premio de periodismo Pérez Lugín se
han desarrollado a lo largo de los últimos setenta años
siempre sobre las mismas bases: una atención muy especial a
toda la actualidad, la historia y el patrimonio tanto gallego como
coruñés.
Así, la primera de las ediciones se consagró a uno de los
problemas más graves de Galicia, que aún hoy sigue sufriendo,
como es el de la emigración y la inevitable morriña de los que
se van de su tierra, como recogía en el texto ganador Eduardo
Pérez Hervada.
Desde entonces, los temas han recogido aspectos relativos
a la historia de Galicia y de la ciudad coruñesa, sin olvidarse
de las leyendas y otros aspectos menos científicos. También
ha habido espacio para la literatura, la economía, la cocina o el
análisis de la Comunidad gallega a través de los textos de Emilia
Pardo Bazán, una insigne precursora que ha protagonizado, bien
a través de la temática elegida o de los textos ganadores, varias
de las ediciones.
Se ha prestado atención también a otros aspectos de la
cultura como la danza e incluso a la elaboración del pan. No
han faltado las referencias a la música, a la espiritualidad y al
turismo. Tampoco se ha olvidado el jurado del Pérez Lugín de
la pintura, los ríos o la arquitectura más tradicional encarnada
por los hórreos.
El propio Pérez Lugín fue el tema central de la trigésima
edición, mientras que el mar como motor económico fue también
un asunto recurrente en varias de las convocatorias del más
antiguo de los premios periodísticos españoles.
Personajes como María Pita, Salvador de Madariaga o
Victoria Armesto e instituciones como la propia Asociación de
la Prensa de La Coruña, con motivo de su centenario, el Puerto
o el Deportivo también fueron diseccionados en algunas de las
ediciones del galardón, que en su septuagésima edición ha
querido rendir homenaje a la Torre de Hércules por su reciente
declaración como Patrimonio de la Humanidad por parte de la
UNESCO.
La Torre de Hércules ha sido la
gran protagonista de la temática del
galardón en la septuagésima edición
36
Sistema portuario gallego
31 kilómetros de muelles con un calado máximo
de 9 metros 7.947 plazas
de hasta 14 metros para
embarcaciones deportivas
20.500 metros de atraque en pantalanes
3.024.000 metros cuadrados de superficie total
5.055.000 metros cuadrados de superficie total
lámina de agua abrigada
Tráficos portuarios en
2008, datos más relevantes:
Sector comercial:
1,6 millones de toneladas de mercancías.
135.264 Toneladas pesca congelada descargada
(principalmente túnidos).
1,6 millones de pasajeros tráfico local y turístico.
413 buques entrados en
los puertos
A
lo largo de sus
1.720 kilómetros
de costa, nuestra Comunidad Autónoma cuenta con
128 puertos. De ellos, la
Xunta de Galicia, a través
del ente público PUERTOS
DE GALICIA, adscrito a la
Consellería del Mar, gestiona directamente 122. Los
otros 6, de mayor dimensión y de interés general
del Estado, dependen del
Ministerio de Fomento y
son gestionados por cinco
Autoridades Portuarias:
Vigo, Marín, Vilagarcía,
La Coruña y Ferrol-San
Cibrao.
PUERTOS DE GALICIA
El ente público Puertos de Galicia dotado de
personalidad jurídica y
patrimonio propio, tiene
encomendadas las competencias de planificación,
construcción, explotación
y conservación de los 122
puertos dependientes de la
Xunta de Galicia.
ORGANIZACIÓN
TERRITORIAL
El gran número de
puertos y su distribución
geográfica es la razón por
la que la organización territorial de Portos de Galicia
está organizada en cuatro
centros de trabajo:
Servicios Centrales,
emplazados en Santiago
de Compostela Zona Norte
gestiona 16 puertos desde
Ribadeo hasta Cedeira
Zona Centro, gestiona 61
puertos desde Mugardos
La recuperación de los espacios portuarios para
incrementar sus usos por parte de los ciudadanos es
uno de los pilares de la gestión de Portos de Galicia
para los próximos cuatro años
hasta Rianxo Zona Sur,
gestiona 45 puertos desde
Pontecesures hasta Tui.
ACTIVIDADES Y DATOS
RELEVANTES
En las instalaciones
portuarias de Galicia, se
desarrollan tres tipos de
actividades:
Las relacionadas con
la pesca y el marisqueo
Las comerciales, con la carga y descarga de diversas
mercancías (pasta de papel, dunita, acero, túnidos
congelados...) a través de
ocho puertos: Ribadeo, Burela, Celeiro, Cariño, Sada,
Cee, Ribeira y A Pobra
Las náutico recreativas. Estas, en creciente
demanda, suponen en la
actualidad un catalizador
para el sector turístico en
Galicia y por consiguiente
un importante dinamizador
económico.
Infraestructuras disponibles, datos mas relevantes:
122 instalaciones.
16 kilómetros de diques
de abrigo
37
Sector pesca fresca,
marisqueo y acuicultura:
107.861 Toneladas de
pesca fresca que supusieron un valor en primera
venta de 250,9 millones de
euros.
250.000 Tn de mejillón
descargado
3.333 bateas y 848 barcos de asistencia.
Sector náutico deportivo:
Puertos de Galicia
está potenciando la creación de nuevas instalaciones náutico recreativas en
los diversos puertos del litoral gallego. El ente público,
directa o indirectamente,
gestiona en la actualidad
23 instalaciones náutico
deportivas con un total de
mas de 7.947 plazas de
atraque.
Los hermanos pequeños del Pérez Lugín
S
i el premio periodístico Pérez
Lugín tiene a gala ser el
más antiguo de cuantos
se mantienen en la actualidad en España, la entidad
organizadora del mismo,
la Asociación de la Prensa
de La Coruña, ha promovido en los últimos años
otras iniciativas destinadas
a aumentar el reconocimiento del colectivo a sus
compañeros con otras dos
iniciativas singulares que
completan su programación. Son los casos del
premio de fotoperiodismo
Juan Cancelo-Fundación
Caixa Galicia, que en el
2009 alcanzó su quinta
edición, y el de periodismo
sanitario de la Fundación
del Complexo Hospitalario Universitario A Coruña
(Chuac), que celebra su
segunda convocatoria.
Con ambas iniciativas,
la Asociación de la Prensa
pretende poner en valor
el papel de las imágenes,
en el caso del Juan Cancelo, capaces de contar
por sí mismas una historia,
mientras que en el segundo
caso se apuesta por la especialización informativa y
la divulgación específica de
uno de los centros hospitalarios de referencia no sólo
en Galicia, sino también en
Europa.
El concurso de fotoperiodismo Juan CanceloFundación Caixa Galicia
nació además con una
vocación claramente internacional y ya desde la primera de sus convocatorias
Arriba,
presentación del
primer
premio
periodístico del
Chuac. A la
izquierda,
Keiny
Andrade
recibe el
galardón
de la
primera
edición
del Juan
Cancelo
contó entre sus participantes con trabajos enviados
desde todos los rincones
del planeta.
Entre los ganadores
de las cuatro ediciones
anteriores ha habido un
brasileño, Keiny Andrade,
pero en su temática visual
se han podido comprobar
las consecuencias de las
guerras que han sacudido
el corazón de África, los
problemas de las etnias
que habitan en Latinoamérica o el devastador efecto
de los incendios que en su
momento arrasaron Galicia
y que sirvieron de eje central en la primera edición
del certamen.
Por lo que se refiere
38
al premio de periodismo
sanitario Fundación Chuac,
su carácter especializado
no ha impedido la masiva
participación de profesionales de toda España, consiguiendo así el principal
objetivo de la convocatoria,
que es la de estimular la información de calidad sobre
la actividad sanitaria.
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