136. L. M. Panero - IES Joanot Martorell

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ME DIRÁS QUE ESTOY LOCO,
o el significante a la búsqueda de la pronunciación perdida.
Hay algo que ha olvidado la mitología de lo serio (la política, la psiquiatría, la
ciencia): ese instante, ese momento discontinuo en que el lenguaje es hablado, tocado
por una emoción o como se dice psicoanalíticamente un afecto. Ese es el lenguaje en lo
que tiene de rompible, la razón que se dice se pierde, en la lucha entre conciencias, en el
combate cotidiano de ellas en el mundo, en donde, como decía Hegel, “cada conciencia
busca la muerte de la otra”. Lo mismo que la envidia, que desea el cerebro del otro, en
lugar de emularlo o competir con él, es un acto de canibalismo simbólico, la dialéctica a
la que nos referimos es un ejercicio de decapitaciones. Es esta guerrilla del lenguaje,
cuyo concepto falta a la idea del discurso lineal o saussuriana “linealidad del signo”, la
que nos lleva a la locura. Lo otro es la conciencia filosófica intacta por cuanto
intangible, mas allá como Dios de lo real y por ello inexistente. Es por ello quizá por lo
que se tiene miedo de perderla, por cuanto no existe, y aparte de ella no hay otra. La
ciencia filosófica es una conciencia narcisista, que busca ser idolatrada, pero que nunca
accede a ser una realidad enfrente de otra. Es decir, que nunca se realiza, que nunca
desciende a la realidad que mella a la idea y en donde la palabra se desgasta y se anula.
Y cada cultura tiene su idea de realidad, siendo ésta nada más que un modo de orden
entre otros modelos de orden, una enumeración dispar, como las de Borges. Un hombre
puede estar loco en París y cuerdo en Guinea, o razonable en Reully Diderot para
Mercedes y loco de remate para el barrendero del Metro Louvre, que le ve hablando
solo con Mercedes. La antropología, sin el mito del hombre que rompió el
estructuralismo, no es más que el principio de la relatividad cultural y el verdadero fin
de la filosofía como razón única.
Del mismo modo, el habla realiza el fin de la lengua, rompiendo la máscara
sintáctica para abrir el paso a las interjecciones, a los puntos de admiración, a las
designaciones, a la violencia del lenguaje, que es la que, rompiendo la seriedad, lo pone
como vehículo y no como límite del deseo. Convirtiéndolo así el lenguaje en algo
cercano a la locura, en donde la indiscutibilidad de aquél viene de estar por entero al
servicio del pathos, de la emoción, casi tanto como un mantra o un conjuro de aquéllos
sin traducción que gustaban a Artaud en Rhodez y que son el único significante que nos
cabe esperar encontrar. Ello si es verdad que el significante lacaniano (no saussuriano)
es lo que de irreductible al significado hay en el lenguaje, su radical exterioridad y su
pureza material. La pronunciación atea, sin dios, no ligada a cualquier trascendencia
gramatical o semántica. Como la mala poesía que, queriendo ser buena y, al equivocarse
sabiamente, construye un signo propio y una lengua ajena. De todo ello hay en estos
textos, no aptos ni escritos para publicarse, ni siquiera muchas veces para leerse.
Si es verdad que el discurso es el discurso del otro, éste ha perdido su referente y
por ello, al desviarse, ha devenido literatura pura, algo parecido a lo que los brasileños
(Cabral de Melo Neto entre otros) intentaron en la poesía concreta: el irreductible canto
de la cabra, el canto a palo seco, el cante sin meis nada.
Con la locura, como con la verdad, no se puede discutir. La verdad aséptica del
psiquiatra, que quiere llenar lo que nos falta, encuentra su envés grotesco en este
significante puro y vacío que “construye sus propias leyes / como un castillo en el
vacío”, como decía yo en uno de mis poemas de Teoría. Poesía de lo locura quiere decir
poesía opaca, dura, impermeable al signo, a la razón, semejante todo lo más a la pintura
abstracta en la que, como dice Txema Sarasúa, un enfermo de aquí, “el golpe –el trazotiene falta de cultura / y con él mismo no se razona”. “Y se ve por él mismo al buen
pintor” como en una estética sin referente, sin ni siquiera el espíritu como tal, nada más
que un bello pesanervios, la obra en negro, la locura como creación de un alma. Como
decía Otto Rank, el neurótico es una creación artística, una obra de arte, un nuevo tipo
de hombre salido y construido de todos los errores del primero. Una especie de
Frankenstein o Supermán bizarro construido de todos los retazos inservibles para otra
cosa que para la poesía. Porque si es verdad que el inconsciente se dibuja en la
conciencia alterada del sueño, el superhombre no es hermoso como no son hermosos los
sueños, es un monstruo como todo aquel que se comprende a sí mismo.
La conciencia que interpreta mina la realidad, y es así que la conciencia
interpretativa (Nietzsche, Freud, Marx) forma otra manera de ser, una alteridad de la
conciencia, una realidad divergente, un nuevo modelo de orden. Y es por eso que puede
decirse con Deleuze que ha venido el Anticristo, y que su lenguaje es el de lo infinito y
sin límites del cuerpo que conduce a otro cuerpo, del yo que entre los árboles se forma,
cuyos pies son rojos y cuyos ojos son negros. Que el fin de la ética del sufrimiento y el
principio de la era del placer; del gozo y de la lucha, del reencuentro del hombre
consigo mismo, en el lugar en donde nunca estuvo. Porque era qué el lugar –el
cuestinaomiento del sujeto, la subversión del yo- donde la palabra lacaniana nos llevaba
a Signorelli, del que todavía falta mucho por reencontrar en ese nido feroz del cuco en
donde ninguna palabra es extraña si alguien la dice y me convida al deseo. Porque el
sentido de la palabra no es abstracto, sino que viene del otro, de su entonación o de su
pronunciación, y no de la escritura. Lo que importa es saber quién o cómo lo dice, y que
la indagación del pathos substituya al discurso “mismo” que no se sabe dónde está.
Nada se pierde fuera de la conciencia filosófica, de la idea extraña a la palabra y de la
palabra ajena a la cosa, en donde hacía ya tiempo que se nos moría el pensamiento.
LEOPOLDO MARIA PANERO.
No hay salida. Solo, atado.
Las gotas caen ya en la neura.
Todo se siente muy frío, no como el anterior verano, música, trozos de verde
total, rodeado de niñas, gritábamos: “las chicas son guerreras”. Y ahora, para éste, días
amargos, mandato sobre mandato, siempre mal mirado.
Se reúnen, hablan, te hacen gritar por dentro: “esto no es lo mío”. Sus comidas,
su trabajo, atado sobre atado, te hacen herirte sobre su herida, sentirte tan solo con todos
los solos que pueden volverte a tirar de tus nervios.
Gente endemoniada, sin sol, mirando por lo bajo te ven entrando en sus
aposentos. Todo escalones, laberintos sin salida donde tienes que empezar tus pasos,
que no sabes siquiera dónde dirigirlos. Se caen al vacío, como tus palabras en ellos,
como las suyas siempre con ellos, sólo los que tienen algo por hacer, como resolverlo, y
están arriba. Hablan con palabras de tedio, entre ellos todo se entiende, tú sólo
vislumbras sus pasos, que te llevarán a toda su libertad inexistente.
Y tú contra todos, solo, y contra ellos, todo está preparado para ti, todo su
camino mal empedrado.
Y aquí tú con ellos, hombres sin destino, valientes gastados por el dolor y el
vicio, ¿pueden ayudarte a llegar a algún sitio? Todos cerrados en sus problemas. Tu
ayuda está en su psicosis, en dejar la tuya con ellos, aquí enterrada para siempre, y que
ningún otro horror pueda ya tambalear tus nervios.
Javier.
24 horas ha tenido hoy mi día... y ya hace mucho tiempo que en mis adentros se
hicieron añicos las monarquías.
24 horas desde que se creó, me crearon y me estoy creando.
24 horas posterior a todo un parte.
24 horas, 24 puños, 24 espinas.
24 hechos, dichos y maltrechos techos.
24 trechos de un corazón partido plantado en un tiesto.
24 deseos.
24 sueños, 24 cadenas, 24.
24 billetes de un camino.
24 caminos cercanos a un prado.
24 árboles regando mi alameda y dando sombra a mis 24 pasos.
24 hierros que forjaron mis genes, 24 lágrimas que acariciaron mis pañales.
24 paredes que intentaron acabar con mis 24.
24 soles y siempre la misma luna. 24 noches y una sola caricia.
24 veinticuatros, casi unas bodas de bronce.
24 besos multiplicados por infinitos veinticuatros contigo.
Y cuando se va tejiendo el final de una historia
Parece que un algo que está fuera de mí
Arrancara pinceladas de amargura al lienzo.
¡Qué tonta por haber pensado que amarrarías tu barco
a mi puerto y que juntos navegaríamos en el cauce de un nuevo río.
Son demasiados sentimientos los que se quedan dentro del tintero.
Son varios comienzos con un solo final que tú ya lo conocías.
antes de que yo lo sintiera en cada trozo del cuerpo.
¡Son tantas las ansias de tenerte! y tú, escondiéndote siempre por cada esquina.
TAUROS
Embistes y me dejas tirada en la arena.
Un año más. Una nueva arruga.
Tus pretendidas dudas y un cielo de menos para nosotros dos.
LA INMORTALIDAD
Yo, Juan Ángel Ciriano, afirmo que el Sanatorio de Santa Águeda, es decir, los
enfermos, están alcanzando la inmortalidad. Muchos son ya inmortales, y espero que lo
mismo que nosotros la humanidad alcance la inmortalidad.
Los inmortales no tienen que tener miedo ni a una ametralladora ni a un pelotón
de ejecución, ni a una bomba atómica... porque no mueren.
J.A.C
CRÍTICA DE ARTE
FASCINANTE ÓPERA
ESTRIBILLO FINAL
Pedro.
EL MARINO TERRESTRE
Uno de los mejores escritores de El Globo Rojo. Su biografía, tan larga y repleta
de peripecias como la de Mark Twain, y su discurso, parecido poéticamente a un pregón
de alguna verbena inexistente, honra las glorias de otras glorias. Aquí tenemos uno de
sus textos:
DE SOCIEDAD
Días pasados ha fallecido D. Juan Gómez, uno de los mejores encuadernadores
que han pasado por el Centro. Se celebraron las honras fúnebres y fue trasladado a
Bilbao, villa donde nació.
Pocos días después ha fallecido en Vitoria-Gasteiz D. Alberto Azcárate,
residente ejemplar, que coordinaba normalmente.
¿Será la caída de la hoja? ¿Será el otoño?
¿A quién le tocará la próxima?
LA VIDA EN UN SANATORIO
En la mañana de hoy me he despertado a las 8.30.
Me he vestido y después me he lavado la cara y me he afeitado. Después seco mis
manos y seco mi cara. Me lavo las manos con jabón.
Salgo de mi habitación y entro en el comedor. Desayuno café con leche con
sopas.
Después voy al almacén y compro tabaco con caja de cerillas.
Después voy al pasillo del pabellón del Corazón Sagrado de Jesús y ando con los
enfermos.
A las 10.30 horas de la mañana abren el bar y gasto la comida y gasto la bebida.
A las 12.30 de la mañana se come en el comedor, después se toma café en el bar.
A la 1 de la tarde se sale del sanatorio y se va a los bares o se va a los pueblos.
Se vuelve a las 7 de la tarde y se ve la televisión.
A las 8 horas de la noche se cena. Después de la cena se ve la televisión o se va a
la cama.
En la habitación se oye la radio o se lee.
Y así es la vida en un sanatorio.
Sebastián Irigoyen.
Nota del editor: Como bien dice a Dra. Mabel, para aguantar esto a veces hace falta
cruzar los cables, y viajar un rato por la estratosfera, aunque sólo sea para volver luego “al
espanto de un nuevo día” (como dice Fredi en uno de sus poemas).
Soy Juan Ángel.
Soy la espada de la Justicia.
Aconsejo que vayan a misa todos los domingos y días de labor y festivos.
Aconsejo que todos los días recen un Padre Nuestro, un Ave María, una Salve y
un Señor mío Jesucristo.
Cada noche estando dormidos pasará el niño Jesús Dios Padre, con tres meses de
edad. Después, la Espada de la Justicia tiene otros tres meses de edad.
El que cumpla con la Misa y las oraciones va al Cielo, y, al Cielo, a un kilómetro
del Polo Norte, sepan que si van en avión no pueden entrar.
Irán de la tierra al Cielo sólo con Fe, Esperanza y Caridad.
Irán misteriosamente y milagrosamente.
Las tres cuartas partes de la Tierra: ha ido ya.
La otra cuarta parte tiene que ser como niños, tontos, dementes, idiotas y otras
cosas que padecen enfermedad.
Parece que están como enfermos y se portan como niños.
Es el Rey de los Cielos.
La Ciencia está equivocada, y los que se pasan de listos también.
Y otras cosas.
Juan Ángel C.
(Dictado a Larrañaga)
Julián Jiménez vino a la Redacción por primera vez y dijo que iba a escribir una
historia... ésta es:
Un payaso muy bueno casi todos los días iba a trabajar muy temprano el payaso.
Eran unos días muy felices con sus hijos y su familia feliz era muy feliz. Todo
terminó en el circo se cayó y se mató.
FIN
Amén
J. J.
YO ESTABA MUERTO
Doblan las campanas
con su funerario.
Doblan las campanas
en el campanario.
Quizás doblen por mí,
con triste concierto.
Yo estaré muerto.
Cuando doblen por mí,
quizás un día
de sol espendente,
de paz y de alegría,
irá el hortelano
cantando a su huerto.
Yo estaré muerto.
Irá el caminante
por bosques de pinos,
por largas veredas,
por largos caminos.
Verá el navegante
de lejos el puerto.
Yo estaré muerto.
Bullirá la gente
por plazas y calles,
volarán las aves
por montes y valles.
Correrá el arroyo,
de flores cubierto.
Yo estaré muerto.
Irán los soldados.
Irán a la guerra.
Irán los misioneros,
cruzando la tierra.
Irán las caravanas,
irán por el desierto.
Yo estaré muerto.
Cuando por mí
doblen su funeraria.
Cuando por mí
doblen en el campanario.
Si al abrir la fosa
hallo el cielo abierto,
yo no estaré muerto.
Recitado por isidro.
YO LEÍ LA REVISTA
Y VOY EN COCHE POR LA AUTOPISTA.
Sebastián Irigoyen
EL JUGUETE
Una vez había un niño que jugaba con un juguete muy bueno. El niño ya tenía
perfilado su juego, pero el juguete ya estaba pensando en su vida. El juguete quería
ESCAPAR del juego del niño; pues no le gustaba el juego al que era sometido. Al fin y
al cabo soñaba con su LIBERTAD, aunque a veces en el juego se sentía bien y suponía
que el juego del niño no era tan mala vida. Pero el juego era perfecto, era difícil que el
juguete llegara a cumplir su sueño que era escapar del juego, cosa que al final sería lo
bueno que él quería. Pero como se dice, la duda de si escapaba o no era el asunto, o si
no viviría como el JUGUETE sabía.
J. Mª. Celaya.
El naturalismo es un arte pictórico,
y se ve por él mismo al buen pintor.
El golpe tiene falta de cultura
y con él mismo no se razona.
Sarasúa, Txema
HISTORIA IMAGINARIA DEL UDALA
Corrían los tiempos prehistóricos, en los que el Hombre de Cro-Magnon cazaba
en lo que entonces era la llanura de Udala. Habitaban en ella grandes animales de todo
tipo. Vivían en la llanura donde había un gran lago, el lago Udala.
Con el paso del tiempo llegó una nube de ceniza que se posó en el lago y se
petrificó. Los animales tuvieron que emigrar. Al pasar más y más el tiempo, la erosión
dejó al descubierto el monte Udala. Luego vino el deshielo por los polos y se convirtió
en una isla en la que habitaban gran cantidad de aves; por aquel entonces ya era una isla
montaña que reinaba en el horizonte. Y así, después del paso de las glaciaciones y el
tiempo actual, tras diversas erosiones y convulsiones geológicas, pasó a ser lo que es
hoy el Monte Udala.
Santi y Juan Manuel.
CHISTE
Van dos amigos caminando y dice uno a otro:
- ¿De qué ha muerto tu padre?
Le contesta:
- De fiebre amarilla.
Responde el primero:
- ¡Bonito color!
ACERTIJO
Un nombre de hombre que no tenga letra de Carlos.
Solución: Quintín.
Jacinto Borea.
AUTOBIOGRAFÍA
Un día 11 de Marzo de 1.924 vine a este valle de lágrimas. En Guernica
(Vizcaya), en el sino de una familia de clase media, siendo mi padre Capitán de la
Marina mercante y mi madre sus labores.
Me bautizaron en la iglesia de Santa María y comencé los primeros balbuceos de
mi infancia.
Acudí a una escuela pública regentada por un tal D. Francisco, y, aunque no era
de los primeros, tampoco era de los últimos.
En uno de los viajes de mi padre fuimos a residir a Busturia, “Olatzu”, casa natal
de mi madre, y allí acudí a la escuela de D. Eusebio Mendoza, maestro público.
Tras las vicisitudes infantiles de la casa materna (robo de manzanas, botellas de
vino de Rioja traído por el tío Pancho “Abarca”...), enredéme en la materia “sexual” con
una cuadrilla de jóvenes y tras una temporada de Gran vida fuimos a residir a Bilbao,
donde mi padre recalaba con relativa frecuencia.
Estudiando Náutica (viendo películas, yendo por bares denominados entonces
tabernas) y andando por San Francisco y las Cortes (calles de mala nota) hice el primer
experimento sexual, teniendo que apoderarme de los pantalones de un pariente mío ya
que a los menores de catorce años les estaba prohibido acudir a los citados lugares. El
experimento me agradó sobremanera y ya tuve un punto para discutir sobre el tema.
Llegaron los exámenes y, tras una “picia” al presidente del Tribunal, obtuve un
Diez, nota adquirida por muy pocos estudiantes de Náutica.
Mi lugar de residencia entonces era Bergara y semanalmente mi hermano, que
era Secretario de D. José María Aguirre, Director Gerente de Altos Hornos del Bergara,
acudía los sábados a visitarme.
Llegó el viernes víspera del sábado y, esperando la visita semana, opté por
fugarme. Fui al Monte de Piedad, donde empeñé unos objetos de mi pertenencia.
Diéronme por ellos una cantidad irrisoria y me dirigí a la estación de Achuri, donde
adquirí un billete para Bergara. Llegué hacia las ocho de la tarde, obscurecido, y me
dirigí a la casa donde residíamos, donde penetré por una ventana y me acosté hasta las
dos de la mañana, hora en que me apoderé de la bici de un trabajador nocturno. Con ella
recorrí la carretera hacia Vitoria y llegué a esta capital, en cuya estación malvendí la
bicicleta a un mozo por diez duros. Acto seguido me acerqué a la taquilla para adquirir
billete para Barcelona, por la que tenía manía, y tras pasar un largo rato lo adquirí.
Tras traspasar la barrera de la benemérita de guardia conseguí el pasaje para
Barcelona, mas para despistar a mis posibles “buscadores” apeéme en Logroño para
matar el tiempo antes de que el siguiente tren partiera para Barcelona. Pasó el tiempo y
antes de llegar a Sabadell pedí a un pasajero me prestara un ejemplar de La Vanguardia
del día recién adquirido. En la sección portuaria vi que se anunciaba la próxima llegada
del paquebote “Neptunia” procedente de Génova y con destino a Buenos Aires e
intuitivamente quedóseme grabado en el cerebro.
Llegados a la estación de Francia desembarqué y fuíme a recorrer la ciudad, que
no conocía. Por la tarde vi dos películas: una de Laurel y Ardí, Quesos y besos, y otra
cuyo nombre se pierde en el tiempo.
Pedí a un transeúnte me indicara una posada para pasar la noche y con gran
amabilidad me acompañó hasta su proximidad.
Acostéme a altas horas y madrugué (cosa rara) y en un bar, tras una pequeña
colación, ojeé La Vanguardia mirando especialmente la sección del Puerto y en ella
hallé que el transatlántico “Neptunia” había arribado procedente de Génova con destino
a Buenos Aires.
Me trasladé a la zona portuaria y vi un barquichuelo con el nombre de
“Neptuno” y, creyendo que aquél sería el transatlántico, pregunté a uno de sus
tripulantes bien uniformado y con lepanto que a qué hora levaban anclas. Mi pregunta
hizo desternillarse de risa a él y a otros compañeros y me indicaron que el buque por el
que preguntaba se hallaba unos cientos metros más adelante y se conocía por el nombre
de Muelle de Carbón o de la Transatlántica.
Dirigíme al citado lugar y vi una inmensa mole de acero de una gran longitud y
anchura en la que por dos pasarelas bajaban y subían señores de diversa índole,
atendidos por un oficial galonado tanto al subir como al bajar. Paseé por las
proximidades un buen rato y con una conocida familia subí la pasarela. Pidióme el
oficial el pasaporte y yo le contesté en inglés que mi madre, que venía detrás, lo traía en
el bolso. Dos Guardias Civiles le preguntaron al oficial si sabía novedad y éste les
contestó lo que yo le había dicho y de ahí no pasó la cosa. Comencé a pasear de dentro
hacia fuera, siendo los paseos más largos, y en una de éstas oí el pito del barco. Primera
llamada. Minutos después, segunda llamada y, tras ésta, la tercera. Subí a la Sección de
Primera y un oficial me pidió la documentación de primera. Contesté en francés que no
la tenía, por lo cual me mandó bajar.
A todo esto el buque, remolcado por dos remolcadores, salía a marcha lenta
hacia la salida mientras veíamos obreros, mujeres y niños saludarnos con sus pañuelos.
Primera campana de a bordo: la comida era en dos turnos. El primero a las doce
treinta, y el segundo a la una y treinta. Muchos camareros uniformados me preguntaban
en qué turno comía, y a los del primero les contestaba que en el segundo y viceversa.
Por las noches y a altas horas me introducía en el comedor de trescientos comensales y
en los cajones de los armarios “arramblaba” con distintos manjares que los camareros
guardaban para sus “favoritas” (había cada belleza a bordo...), y dormía o pasaba la
noche en un W.C. hasta la hora del desayuno, y luego a tumbarme en una tumbona. El
barco llevaba más de tres mil pasajeros.
Gibraltar: Fondeo. Pasé sin novedad. Canarias: Permitieron bajar a la ciudad y
malvendí unos pendientes de otro de mi madre. Con su Producto compré una buena
cantidad de plátanos y me cortó el pelo uno de los peluqueros.
Fui adquiriendo conocimientos y amistades sin decirles de dónde era:
charlábamos de todo.
Recife: Paso de control inglés. Sin novedad.
Bahía: Admiramos las bellezas de esta ciudad.
Río de Janeiro: Siendo marzo ocasión de los Carnavales, las pocas horas que
permanecimos nos supieron a gloria. Música de samba día y noche. El Pan do sugar
como compañera... constante pulular de cariocas a bordo. Inenarrable.
Santos: La mejor industria de café con inmensas factorías y gran amabilidad en
sus naturales.
Montevideo, capital de la República Oriental del Uruguay.
Enterados mis compañeros de mi situación a bordo, aconsejáronme desembarcar
en esta ciudad porque en Buenos Aires, como final de trayecto, el buque sería sometido
a un fuerte fondeo. Lo pensé y así lo hice.
Llegado a esta ciudad (Oh Solís con tu fuerte Moto en video) compré unas
novelas y un boliche (nombre de los bares) con una consumición barata me puse a leer.
Transcurrida la tarde me busqué una pensión donde dormir, y así durante tres días en
que se me terminó el dinero. Pregunté a un viandante si conocía algún centro español y
me recomendó la Casa de España, a la que me dirigí y pregunté pro su presidente, el
cual me recibió en el acto. Puse mi fantasía en rendimiento y, tras comentar
ampliamente la vida de la España de Franco, me recomendaron al sr. D. Juan Domingo
Uriarte, dueño del Hotel del Globo y antiguo amigo de un tío mío, Zacarías Lecumberri.
Acogióme bajo su protección y me llevó a su Hotel, el más antiguo de Montevideo,
donde me presentó a su señora, doña Paca, y a sus hijas Irma y Beba, con las que trabé
una gran amistad. Diéronme de cenar y una habitación individual con ducha y teléfono
y al día siguiente me adquirieron ropa a la medida en un establecimiento.
El día lo pasaba paseando o leyendo y por las noches iba con las tres damas a un
cine (biógrafo, en lengua uruguaya) y veía una buena película. Las cuatro plumas,
Rebeca, El gato y el canario, Lo que el viento se llevó...
Y así días y días.
Mas como mi ilusión era Buenos Aires, un día les planteé mi decisión. Reunida
la Casa Vasca, optaron por mandarme a Carmelo, una ciudad a doscientos kms. de
Montevideo, a casa de un cura vasco que me admitió con gran cariño e hizo las
gestiones pertinentes para pasar el río por El Tigre. El contrabandista exigió trescientos
pesos por realizar tal travesía, y, careciendo de esa cantidad, me volví a Montevideo. No
me presenté a ningún conocido y, solicitando trabajo, fui a la dirección de Frigoríficos
Modelo, entre Paysandú y Sarandí, siendo recibido por el director, a quien repetí mi
falsa historia. Llamó al Jefe de Máquinas, D. Claudio Gil, y le encomendó me empleara
en algún menester.
Al siguiente día comencé mi labor de aprendiz bajo las órdenes directas de D.
Claudio, que trabajaba de ocho a doce y de dos a seis. Me buscó y encontró pensión
completa y económica en casa de una familia leonesa y pasé diez semanas a base de
poco trabajo y mucha diversión.
Dióme por escribir a casa y antes de quince días obtuve respuesta de mi madre
llamándome al “dulce hogar”.
Tras mucho pensar y habiendo conseguido pasaje en el “Monte Albertia” por
mediación de mi antes citado tío, llegado el barco de 3.939 Tn. a Montevideo, me
presenté al Capitán, quien tenía instrucciones de la Compañía de admitirme, como así lo
hizo, enrolándome de camarero sin trabajo determinado. Pasamos el río de la Plata y
tras una noche llegamos a Buenos Aires.
Cruzamos el río de la Plata y a lo lejos vislumbramos la Urbe capital de la
República Argentina. Atracamos en la dársena del suro.
Al día siguiente comenzó la carga de trigo que duraría varios días. De noche y
con permiso del capitán íbamos por Leandro Alen y demás zonas portuarias: cabarets,
tambos, bares... sin hora de retorno.
Anécdota: Invitado el negro Aquilino a bordo, pusimos en el tocadiscos un
pasodoble al que prestó gran atención y luego nos rogó saliéramos de la Cámara, cosa
que hicimos con sumo gusto. Al cabo de un rato un mozo de servicio nos llamó para
asomar a la Cámara y vimos que Aquilino con su saxofón interpretaba el pasodoble
recién ejecutado. Dimos un viva y allí fue el correr del champaña y otras bebidas. Tras
estos casos y otros más, llegó el día de la partida. Rumbo marcado a medianoche.
Santander. Llegada: 14 de febrero de 1.941. Pleno incendio que comenzó en los barrios
bajos: Madrid, Escondrillas, etc. etc.
Durante nuestra permanencia en la capital cántabra fuimos protagonistas de
diversos incidentes en la capital cántabra: Pavoroso incendio extendido por toda la
ciudad, “alimentación” de diversas mujeres pro medio del Mayordomo Antonio, natural
de Palencia, y un largo etc. que habría para descubrir este folio.
Al de tres días, salida de Santander y tras un paréntesis, llegada a Bilbao, donde
me recibió toda la familia: madre, tíos, primos, demás parientes...
Ocho días en lugar de tres de ejercicios espirituales en San Ignacio de Loyola y,
curados, vuelta para casa.
“TOTAL, PEOR QUE CUANDO FUIMOS”.
Vuelta a estudiar Náutica y tras un largo derroche de facultades título de Alumno
de Máquinas. 17 años. Navegación como tal en Cabotaje, “Monte Amboto”, motonave,
y terminados estos días, a vapor “Monte Faro”. Tras unas aventuras largas de
reproducir, Escuela Náutica para Segundo Maquinista Naval, Notas estupendas y título
al canto. Proseguirá.
Vive deprisa
Muere joven
y deja un cadáver bonito.
José Luis Murugarren.
Cargaron los brazos
y su mirada se hundió
en el templo de su soledad.
Rompía en sollozos no sé por qué.
¿Qué te hizo daño? ¿Qué te hundió?
Abajo el mundo seguía latiendo
ajeno, incansable y distinguido.
De las cuerdas de su vientre
brotaban excusas, confusión y alegría.
Ella seguía gimiendo por no sé qué pena
Intangible, pasajera, mas para Dios eterna.
Se fue derramando lágrimas eternas y sinceras
hasta que la última luz de la tarde
coronó de fulgores aquellas perlas.
Ya un poco más tranquila
otra vez a su escrito
con no sé qué sorprendente paz secreta.
Ricardo Amorrortu.
Los años han roto mi cara
y dicen que no es sangre, sino pus lo que corre
lentamente por el tembladeral de mis venas
donde agoniza un dios del pasado
que desde el poema nos llama con la mano de un muerto.
Leopoldo María Panero.
EN EL INFIERNO ESTÁ LA MALDAD
Y EN EL CIELO ESTÁ LA BONDAD
EN EL INFINITO ESTÁ LA BONDAD
Y EN LA NADA LA MALDAD
Y LA IGNORANCIA
EN LA MODERACIÓN ESTÁ EL ACIERTO
EN LOS EXTREMOS ESTÁ LA MODERACIÓN
Y EN EL CENTRO LA PERDICIÓN.
Sebastián Irigoyen
La música abstracta
no tiene lógica
pero la música naturalista
tiene placer psicológico.
Txema Sarasúa
En la selva caímos,
en la oscura selva
sin otra salida
que un agujero negro para caer tan sólo
y jamás levantarse:
que el toro nos salve
e ilumine la selva
y guíe nuestros pasos por el negro agujero
prometiendo una luz que la selva destruya,
una luz donde asentar la vida.
Que el toro nos salve
y haga un hombre del hombre
y sendero el oscuro
camino de la selva.
Que el toro nos salve,
ya que promesa oscura
es el oro de nuestra saliva.
Leopoldo María Panero
Yo creé Tierra y Mundo. Yo envié a los hombres al mundo y uno tras otro caían y eran
devorados, y los hombres gritaban “¡Banquete!”.
Félix Echeverría.
DIARIO DEL MANICOMIO DE MONDRAGÓN
Relación de un asesinato
6 de enero
Toda mi habitación llena de humo, colillas por doquier, la cama deshecha:
mañana me obligarán a hacerla de nuevo.
5 de enero
Las campanas de la iglesia tocan a rebato: ¿Sublevación militar en Palma de
Mallorca? Will they shoot x-y? Aparece en la puerta un loco que se cree Genaro, el
sapo, con una pistola en la mano.
4 de enero
Las campanas de la iglesia tocando a muerto.
De noche.
Mi cadáver en el lecho: ¿resucitaré otra vez, cosido a balazos?
Entra Billy el niño, jugando a vaqueros, y lleva en la mano mi alma.
3 de enero
Un loco que se cree Dios lleva en un cáliz la cabeza devorada de mi amigo
Pedro Ancoechea.
6 de enero
Salgo a la puerta y me arrodillo ante la muerte.
4 de enero
Unas viejas beatas susurran: creíamos que no querían matar por la fe.
3 de enero
En la caja, asolada por la ETA, brillan como cerebros unos dólares falsos. La
muerte por un cheque sin fondos.
4 de enero
¿Quién me matará hoy, por orden de los “militares”?
¿Garicano, que asesinó a su padre por regañarle acerca de unos exámenes
suspendidos, y que se cree un insecto, una mosca que sucesivamente se posa en un
armario, en un bolígrafo, en mi cabeza?
6 de abril
Hay aroma de palizas en el ambiente. El boxeador sonado es una amenaza
constante de golpes y de muerte. En mi cenicero hay unos signos que recuerdan a la
baraja de póker. Entre muerte y muerte me corro sobre la cara de Santi. Luego escupo,
estoy vivo.
En el jardín pasean jirafas.
7 de abril
Temo las borracheras del boxeador sonado, que se cree San Pedro. El tráfico de
alcohol aquí es incesante. Mi belleza, con la que han acabado casi el alcohol y los
manicomios, es tan sólo un incentivo para la muerte.
20 de abril
Entro en el bar de los enfermos. Todo él está lleno de hojas amarillas que
recuerdan a viejos. Caminando hacia la barra pisoteo algunas de ellas semejantes a
álbumes o a recuerdos. El camarero está acodado en la barra, y junto a su cabeza hay
una cocacola. Me habla de un crimen que cometió hace tiempo, hace mucho tiempo.
Luego pasa un trapo de cocina por la frente y susurra: Oh, mi cabeza, mi cabeza, mi
pobre cabeza!.
FIN
Leopoldo María Panero
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