méxico en la oea - Aleph Ciencias Sociales

Anuncio
MÉXICO E N L A O E A
OLGA
PELLIGER
de El Colegio
DE BRQDY,
de
México
M É X I C O E S M I E M B R O f u n d a d o r de l a O E A . C u a n d o se incluyer o n provisiones p a r a l a creación de tales organismos regionales
e n l a C a r t a de las Naciones U n i d a s , se tenía la esperanza de
que servirían p a r a estimular el desarrollo de los países miembros
según modalidades peculiares a cada región, y sobre todo que f a vorecerían el mantenimiento de l a paz y el fortalecimiento de
las estructuras democráticas; ello i m p l i c a b a , entre otras cosas,
e l respeto de l a no-intervención en los asuntos internos de los
países miembros y el establecimiento de l a cooperación económica.
Para M é x i c o , país relativamente débil y con apremiantes
necesidades, los principios que regían l a creación de l a O E A ,
principalmente los relativos a l a ayuda económica, prometían
considerables ventajas. L a actitud de l a política m e x i c a n a frente a l nuevo organismo regional fue determinada, en g r a n p a r te, por esas perspectivas.
¿ C ó m o h a evolucionado esta actiud mexicana? ¿Cuáles h a n
sido las características y objetivos de nuestra política en l a O E A ?
Y sobre todo, ¿cuáles son los factores de índole interna y externa que l a c o n d i c i o n a n ? Estas son las preguntas a las que el presente estudio intenta esbozar u n a respuesta.
%
I
Las características principales de l a política de M é x i c o en
la O E A h a n sido l a c o n t i n u i d a d , el empleo de u n lenguaje j u rídico, y a p a r t i r de l a segunda m i t a d de los años 50 l a falta
de entusiasmo.
288
O c t 6 5 - M a r 66
MÉXICO E N LA
289
OEA
Desde l a f i r m a de l a C a r t a de Bogotá hasta nuestros días
M é x i c o h a desconfiado de los propósitos de otorgar a l a O E A
funciones que, de alguna m a n e r a , le p e r m i t a n intervenir en los
asuntos internos de los países latinoamericanos. Este recelo
lo
h a llevado a oponerse a l fortalecimiento de los aspectos m i l i t a res de l a O E A , a votar en contra de ciertos párrafos de las declaraciones anticomunistas, y a rechazar las interpretaciones que
se h a n hecho de algunos acuerdos
interamericanos,
concreta-
mente del T r a t a d o Interamericano de Asistencia Recíproca.
Esta c o n t i n u i d a d de l a actitud cautelosa de México tendría
p o c a i m p o r t a n c i a si los demás miembros de l a O E A hubieran
seguido en mayor o menor grado los lincamientos que se habían
fijado inicialmente. Pero las oscilaciones
violentas que h a su-
frido l a política de los otros países latinoamericanos, con
ex-
cepción de C h i l e , confiere a l a coherencia de l a posición m e x i c a n a u n a i m p o r t a n c i a , o a l menos u n carácter singular, que
no puede pasar inadvertido.
U n a de las consecuencias
de este rasgo peculiar de nuestra
posición h a sido l a adquisición de u n respeto, o de u n a toleranc i a , por l a política mexicana. Se sabe, por ejemplo, que nuestro
país se opondrá a toda propuesta destinada a favorecer l a tendencia m i l i t a r de l a O E A , y dará su voto aprobatorio a todo
proyecto que apoye el p r i n c i p i o de l a no intervención. Se h a
establecido así u n a tradición de l a política mexicana l a c u a l se
acepta como hecho consumado en el campo de las relaciones
interamericanas. E l l o h a dado h a México u n apoyo p a r a resistir presiones provenientes del exterior encaminadas a obligarle
a seguir d e t e r m i n a d a conducta dentro de l a O E A .
Esta política m e x i c a n a tiene u n a p e c u l i a r i d a d : siempre h a
sido expresada en términos puramente jurídicos. Es evidente,
sin embargo, que l a O E A no existe en u n vacío, sino en u n a
situación histórica bien d e t e r m i n a d a ; y es esta situación, con
todo lo que i m p l i c a de factores sociales, económicos, políticos, la
que determina el verdadero alcance de sus actividades. P o r lo
tanto sería absurdo
a f i r m a r que
a l oponerse a l a propuesta
sobre l a intervención del comunismo
internacional presentada
por los Estados U n i d o s a l a Conferencia de Caracas, México
290
O.
FI V í - 2 , 3
P E L L I C E R DE BRODY
n o haya tenido en consideración los hechos reales que m o t i v a r o n esta propuesta: l a situación de G u a t e m a l a en 1954. D e igual
m a n e r a sería difícil aceptar que, a l analizar l a Declaración de
S a n José de 1960, l a Cancillería mexicana ignoró las consecuencias que podía tener p a r a el fortalecimiento, apoyo o siquiera l a
aceptación tácita de l a política de Estados U n i d o s frente a l a revolución cubana.
S i n embargo, aún en los momentos álgidos de las relaciones
interamericanas, México se h a abstenido de fundamentar sus posiciones aludiendo a los problemas políticos que d o m i n a b a n el
p a n o r a m a continental. A juzgar por el tono de nuestras declaraciones, l a oposición de México a ciertas resoluciones de l a O E A
tienen su origen en el disgusto que p r o v o c a ver las fisuras o el
d e r r u m b a m i e n t o de u n edificio jurídico. L a mejor prueba de
ese carácter abstracto lo constituye l a intervención del delegado
mexicano en P u n t a del Este en 1962. E n esa ocasión, haciendo
gala de tecnicismos jurídicos, de ambigüedad y de abstracción,
nuestro delegado explicó su voto en contra de l a expulsión de
C u b a de l a O E A , aludiendo exclusivamente a l a inexistencia de
u n a cláusula dentro de los acuerdos interamericanos existentes
que permitiera aplicar esa sanción. Y esto en u n momento c u a n do las agresiones de Estados U n i d o s en C u b a permitían, aún
dentro de los límites del lenguaje diplomático, señalar los defectos de u n regionalismo que permitía el abandono de u n p r i n c i p i o c a r d i n a l de l a ideología jurídica m e x i c a n a : l a no intervención.
1
M é x i c o se h a refugiado en el juridicismo debido quizá a l deseo de no comprometerse, de m a n e r a directa, en los conflictos
políticos surgidos en el seno de l a O E A , principalmente los que
se h a n presentado entre los Estados U n i d o s y algún país latinoamericano. E s t a tendencia lo h a llevado a distanciarse del organismo r e g i o n a l : ahí vemos l a tercera característica de nuestra política i n t e r a m e r i c a n a .
2
México fue en los años cuarenta u n entusiasta defensor de l a
idea p a n a m e r i c a n a . S u participación activa en l a Conferencia de
C h a p u l t e p e c , l a defensa del regionalismo e n l a Reunión de S a n
Francisco, y e l enorme interés desplegado en ocasión de l a f i r m a
de l a C a r t a de Bogotá son p r u e b a de e l l o . S i n embargo l a e u 3
O c t 6 5 - M a r 66
MÉXICO E N LA
OEA
291
foria interamericana respondió a circunstancias accidentales:
quienes aplaudieron l a f i r m a de los tratados de Río y Bogotá lo
hicieron bajo l a impresión optimista de que se podrían d e r i v a r
ventajas del sistema regional. Ese optimismo había de revelarse
ingenuo; los aspectos positivos del interamericanismo no llegaron a consolidarse y el regionalismo americano h a sido u t i l i z a d o ,
principalmente, como instrumento de l a política m u n d i a l de los
E . U . A n t e esa situación M é x i c o perdió su simpatía por l a O E A ;
l a evolución que sufrió nuestra política en ese organismo a p a r tir de los años cincuenta lo comprueba.
C o i n c i d i e n d o con el triunfo de l a línea intervencionista representado principalmente por l a adopción de l a l l a m a d a " D e claración de C a r a c a s " en 1954, México abandonó su entusiasmo
por el interamericanismo e inició u n a política de distanciamiento frente a l a O E A . U n indicador de este enfriamiento lo constituye el hecho de que M é x i c o se haya abstenido de presentar
proyectos destinados a expander las actividades de este organismo regional. Esta reticencia se h a aplicado en primer lugar a las
perspectivas de índole política. E n el continente americano n a die comparte con México el acierto (no se puede juzgar de
otra m a n e r a ) , de no haber iniciado proyectos que de a l g u n a
manera asignen a l a O E A el papel de "protector" de l a d e m o cracia en el continente. Otros países cuyo grado de desarrollo
permite establecer u n a comparación válida con M é x i c o ( A r gentina o Brasil, por e j e m p l o ) , no h a n vacilado en presentar
propuestas que darían a l a O E A el derecho de intervenir en
asuntos internos de las repúblicas americanas, a fin de salvaguardar los atributos de este sistema político. Prueba de ello es, entre
otras, l a propuesta argentina presentada a l a Séptima Reunión
de Consulta, relativa a l a necesidad de celebrar u n a conferencia
especializada que tuviera como objeto p r i n c i p a l l a redacción de
u n tratado a n t i c o m u n i s t a .
4
L a falta de interés frente a las posibilidades del sistema regional americano se h a manifestado también — y en esto c o n trasta de nuevo con l a política de los otros "grandes" de A m é rica L a t i n a — en el terreno económico. M i e n t r a s B r a s i l , creador del proyecto "Operación P a n a m e r i c a n a " , trabajó a c t i v a m e n te p a r a ganarle apoyo en l a reunión de C o s t a R i c a , México no
292
O.
FI V X - 2 , 3
PELLICER DE BRODY
suscribió n i n g u n o de los proyectos a l respecto y se limitó a darle
u n a acogida fría y f o r m a l ; el representante mexicano d i j o : " E l
gobierno de México h a expresado el criterio de que aun cuando
l a responsabilidad p r i m o r d i a l de elevar el nivel de v i d a corresp o n d e en c a d a país al pueblo y a sus gobernantes, no es m e nos cierto que u n a cooperación internacional, desinteresada y
l e a l , pueda acelerar el proceso de mejoramiento económico. . .
D e allí que hayamos dado nuestro entusiasta apoyo a las m e d i das que se proyecten o realicen dentro del m a r c o de l a O p e r a ción P a n a m e r i c a n a , en tanto que estas medidas no se desnatur a l i c e n y correspondan ai noble propósito del señor presidente
Kubitschek".
5
6
L a indiferencia de México por l a O E A se hizo notoria en
el período comprendido entre 1958 y 1964. Contribuyó a subr a y a r l a falta de simpatía por el organismo regional el hecho
de que, en u n a época caracterizada por el deseo de i m p r i m i r m a y o r d i n a m i s m o a l a política exterior, México se haya interesado
e n u n organismo de carácter m u n d i a l , l a Comisión del Desarme,
o u n proyecto de asociación regional restringido a América L a tina, la A L A L C .
M i e n t r a s estos organismos despertaban u n a actividad entusiasta, l a desconfianza h a c i a l a O E A se hizo patente en el desinterés por Operación P a n a m e r i c a n a c i t a d a anteriormente, y en
el deseo de reafirmar l a supremacía de l a Organización de las
Naciones U n i d a s sobre el organismo regional en asuntos relativos
a l m a n t e n i m i e n t o de l a paz. C o n respecto a este último punto
cabe recordar l a actuación de los representantes mexicanos en l a
A s a m b l e a G e n e r a l de l a O N U en 1961, a l discutirse l a invasión
de Bahía de Cochinos. E n esta ocasión, nuestro país presentó u n
proyecto de resolución el c u a l , sin a l u d i r a l a O E A , pedía a los
Estados miembros de las Naciones U n i d a s evitar que en sus territorios se p r e p a r a r a n fuerzas destinadas a intervenir en l a situación c u b a n a . E l silencio de l a propuesta mexicana respecto
a l a O E A fue considerado por algunos observadores como u n a
p r u e b a de l a confianza que el gobierno mexicano otorgaba a la
i n f l u e n c i a de l a O N U , y u n desconocimiento de las posibilidades de acción del sistema i n t e r a m e r i c a n o . F i n a l m e n t e , l a actuación más espectacular del gobierno de A d o l f o López Mateos en
7
O c t 6 5 - M a r 66
MÉXICO E N LA
293
OEA
l a O E A fue, aún a riesgo de poner a prueba nuestro prestigio i n t e r n a c i o n a l , el negarse a aceptar las resoluciones de l a N o v e n a
R e u n i ó n de C o n s u l t a relativas a l a necesidad de romper relaciones diplomáticas con C u b a .
A c t u a l m e n t e es difícil apreciar si el cambio de régimen h a
t e n i d o i n f l u e n c i a sobre las características de nuestra política i n teramericana. Afirmaciones en este sentido pueden verse desmentidas p o r el desarrollo de los acontecimientos y, en consec u e n c i a , es necesario opinar con cautela sobre el particular. E n
M é x i c o l a renovación de poderes no significa, desde hace algún
t i e m p o , u n cambio en l a ideología política del gobierno. Por lo
tanto, principios cardinales de nuestra política exterior, c o m o
l a tradición anti-intervencionista y el gusto por el juridicismo,
serán mantenidos. S i n embargo, h a c i a finales de 1965 se percib i e r o n algunos signos que hicieron pensar en u n a evolución de
l a característica a que hicimos alusión: el distanciamiento de la
O E A . L a s declaraciones de Díaz O r d a z en j u n i o de 1965 sobre las
propuestas de México a l a conferencia extraordinaria a celebrarse en R í o de Janeiro permitieron creer que se i b a a c o n t i n u a r l a política ele abstención frente a l sistema interamericano.
L a b o n d a d del proyecto sobre u n " F o n d o Interamericano de
A l i m e n t o s " no ocultaba su falta de trascendencia política, n i el
hecho de que no se opinaba sobre las propuestas p a r a reformar
l a c a r t a de l a O E A . E n estas condiciones fueron algo inesperadas las declaraciones de C a r r i l l o Flores poco antes del inicio de
l a reunión de Río, en las que el canciller mexicano se pronunció
en favor del fortalecimiento del sistema inter americano. I g u a l mente sorpresivo fue el entusiasmo de l a delegación mexicana
p o r tener u n papel activo en l a persecución de u n c l i m a de cord i a l i d a d que, mediante l a insistencia en escasas coincidencias y el
d i s i m u l o de graves divergencias, p e r m i t i e r a u n acuerdo unánime sobre las reformas a l a c a r t a . ¿Se puede interpretar esta
a c t i t u d como u n a muestra de renovada confianza en las posibilidades del interamericanismo? N o parece así; el motivo de esta
política en pro de l a armonía i n t e r a m e r i c a n a no fue, evidentemente, l a solidaridad con l a política de intervención. Es prueba
de ello l a insistencia en dejar i n t a c t a l a p r i m e r a parte de l a C a r t a
y el rechazo de los proyectos p a r a dar mayores facultades políti8
9
294
O.
PELLIGER DE BRODY
FI V I - 2 , 3
cas a l a organización. E l origen de l a benevolencia hacia l a O E A
en esa reunión se encuentra en l a esperanza de que se p u d i e r a n
lograr avances en el terreno de l a cooperación económica. S i n
embargo, los acontecimientos que siguieron a l a reunión de
R í o , principalmente el rechazo por parte de los Estados U n i d o s
de las propuestas económicas en Panamá, h a n demostrado lo
ilusorio de esta aspiración.
10
II
L a s características de l a política m e x i c a n a frente a l a O E A
que hemos descrito, nos orientan p a r a contestar l a segunda p r e gunta planteada en este estudio: ¿Cuáles h a n sido en los últimos años los objetivos perseguidos por México en l a O E A ? L a s
tesis oficiales de México h a n popularizado l a idea de que nuestro país persigue el mantenimiento y l a aplicación de los p r i n c i pios del derecho i n t e r n a c i o n a l , dentro de los cuales ocupa u n
lugar p r i m o r d i a l el de l a no-intervención.
S i n embargo, el voto negativo, l a abstención, o l a presentación de enmiendas en términos puramente jurídicos no son,
evidentemente, suficientes p a r a influir en el curso de l a política
interamericana. L a única m a n e r a de actuar sobre las actividades
de l a O E A sería delinear y a p l i c a r u n p l a n de acción destinado
a lograr l a implantación o el p r e d o m i n i o de los puntos de vista
mexicanos. Pero en r e a l i d a d , n a d a en las actividades de las representaciones mexicanas ante l a O E A durante los últimos años
permite creer en l a existencia de semejante plan. Más bien se
llega a pensar que los únicos objetivos de l a política m e x i c a n a
(si a esto se le puede l l a m a r política) h a n sido permanecer a l
m a r g e n de las actividades del organismo regional y mantener,
por razones de tradición y prestigio, u n a oposición en términos
que no comprometan demasiado a l gobierno mexicano.
Esta política i n a c t i v a , que presenta u n a oposición tímida y
se desvincula calladamente de l a O E A , h a sido objeto de diversas críticas provenientes de sectores intelectuales y políticos. L a s
opiniones adversas se h a n originado, en p r i m e r lugar, dentro de
grupos que por razones de idealismo o consigna política se empe-
O c t 6 5 - M a r 66
MÉXICO E N LA
OEA
295
ñan en mantener vigente l a filosofía (en el m a l sentido de l a
p a l a b r a ) del panamericanismo. E s cierto que el funcionamiento
de l a O E A h a sido precario y desordenado; se conoce su notoria
i n c a p a c i d a d de promover el mejoramiento económico y social;
se sabe en cuantas ocasiones h a servido de vehículo de l a polít i c a que los intereses norteamericanos querían i m p o n e r en A m é r i c a L a t i n a . Pero estos hechos no i m p i d e n que estos sectores
sigan ensalzando las virtudes de nuestro organismo regional y
continúen presentándolo como el mejor c a m i n o p a r a solucionar
los problemas fundamentales del continente americano.
E l vacío m o r a l de esta posición no evita que esa imagen
a r t i f i c i a l de l a O E A proporcione m a t e r i a l p a r a desvirtuar el dist a n c i a m i e n t o de México de l a " c o m u n i d a d a m e r i c a n a " ; por
ejemplo, h a permitido criticar su renuencia a c u m p l i r con las
sanciones acordadas por l a N o v e n a Reunión de C o n s u l t a .
P o r su parte, algunos grupos de izquierda h a n reprochado a
M é x i c o que no se haya convertido en el líder de los países l a t i noamericanos con objeto de promover u n a defensa menos retórica y más activa del p r i n c i p i o de l a no-intervención. E s cierto
que por razones de tradición histórica, de desarrollo económico,
y sobre todo por haber encontrado u n a fórmula p a r a mantener
su estabilidad política, México goza de u n prestigio (que rebasa
los límites continentales) entre las repúblicas latinoamericanas.
S i n embargo parece ilusorio que en política interamericana l a
ascendencia m o r a l o el prestigio sean suficientes p a r a i n f l u i r
e n el r u m b o de los acontecimientos.
III
A l evaluar l a política de México en l a O E A es necesario
investigar si u n a política interamericana más dinámica y menos
sumisa frente a los intereses norteamericanos h u b i e r a contado
c o n el apoyo expreso o tácito de u n grupo importante de m i e m bros de l a organización regional. P a r a contestar esta pregunta
hay que recorrer, aunque sea esquemáticamente, algunos acontecimientos sobresalientes de las reuniones ínter americanas, y
recopilar las respuestas que se obtuvieron cuando México pre-
296
O.
PELLICER DE BRODY
FI V I - 2 , 3
tendió desviar, ya no digamos destruir, l a tendencia i n t e r v e n cionista.
Desde 1951, en l a C u a r t a Reunión de Consulta, se p u d o
observar que l a d i p l o m a c i a m e x i c a n a se encontraba en f r a n c a m i noría dentro de l a organización. L a tendencia favorable a l f o r t a lecimiento de ios aspectos militares de l a O E A , manifestada en
esa ocasión, fue objeto de p o c a resistencia por parte de los
países de América L a t i n a . A u n más, l a mayoría de los grupos
militares en el poder vieron allí l a oportunidad de abrir l a p u e r t a a l a negociación de pactos bilaterales de carácter m i l i t a r c o n
los Estados U n i d o s . México, A r g e n t i n a y G u a t e m a l a f o r m a r o n
el pequeño g r u p o de oposición a esa política y f o r m u l a r o n , sin
éxito, algunas contrapropuestas a los proyectos presentados.
1 1
Pocos años después, en l a Conferencia de Caracas, el aislamiento de México quedó comprobado. L a delegación m e x i c a n a
se opuso vivamente a l proyecto " c o n t r a l a intervención del comunismo i n t e r n a c i o n a l " presentado por los Estados U n i d o s , el
cual autorizaba l a acción .colectiva contra los Estados miembros
en caso de presentarse u n a situación difícil de calificar y perteneciente a l a jurisdicción interna del E s t a d o : el d o m i n i o o c o n t r o l de sus instituciones por el comunismo. Nuestro país presentó
numerosas enmiendas tendientes a precisar, como mínimo, que
l a premisa de l a acción colectiva debía consistir en l a subversión
de agentes extranjeros. S i n embargo, las enmiendas más significativas de México fueron rechazadas por u n a votación de 17
en contra y 3 a f a v o r : A r g e n t i n a , G u a t e m a l a y M é x i c o .
12
L o s cambios políticos ocurridos en los dos únicos aliados de
México i m p i d i e r o n que, en conferencias posteriores, se f o r m a r a
de nuevo este reducido bloque de oposición. Desde entonces, l a
política m e x i c a n a contra ciertas resoluciones que contienen elementos intervencionistas, o son contrarias a los acuerdos interamericanos existentes, se h a visto acompañada de pocos o de
ningún país. V e n e z u e l a compartió su aprensión frente a las
resoluciones adoptadas en Costa R i c a ; u n grupo de cinco países
estuvo con M é x i c o en su oposición (fundamentada c o n a r g u mentos excesivamente jurídicos) a l a expulsión de C u b a ; f i n a l mente, México estuvo completamente solo a l rechazar las resoluciones de l a N o v e n a Reunión de Consulta.
O c t 6 5 - M a r 66
MÉXICO E N LA
OEA
297
Esta situación demuestra que México n u n c a p u d o contar
c o n aliados permanentes para u n a posible política de m a y o r
d i n a m i s m o , dedicada a llevar el sistema interamericano por c a m i n o s que podían lesionar a intereses estadunidenses. ¿ C ó m o
es posible entonces pedir u n p l a n de acción que de antemano se
sabe condenado a l fracaso? L a soledad que h a acompañado l a
política de México en l a O E A i n v i t a a ver de m a n e r a más
benigna su posición abstracta y aparentemente pasiva. I n c a p a citado p a r a promover u n m o v i m i e n t o latinoamericano a favor
de u n a política efectiva en defensa de l a no-intervención, M é x i c o se h a refugiado en el abstencionismo y h a orientado su
política exterior hacia organismos que le ofrecen mayores posibilidades de acción.
IV
S i no es realista, tomando en cuenta l a situación de América
L a t i n a , pedir u n a política menos retórica y más activa e n f a vor de l a no-intervención, cabe ahora preguntarse si en el terreno económico sería acertado que México i n i c i a r a u n a l u c h a p a r a
obtener mayores ventajas del interamericanismo.
Se h a mencionado que de hecho también en este respecto l a
a c t i t u d m e x i c a n a h a sido de reticencia e indiferencia. U n breve
estudio de los debates en las sucesivas reuniones interamericanas
revela l a explicación de este escepticismo: uno de los resultados
más evidentes de estas reuniones h a sido l a desilusión que invade
a los países latinoamericanos cuando se discuten problemas de
índole económica. E n esas ocasiones se h a puesto de manifiesto
que los Estados U n i d o s y América L a t i n a sostienen tesis opuestas sobre l a mayoría de los problemas económicos de nuestros
días. Discrepan respecto a l p r o b l e m a de l a p a r i d a d en el intercambio, es decir, respecto a l p r i n c i p i o de que se busque u n
equilibrio entre los precios de las materias primas exportadas
p o r los países latinoamericanos y los productos industriales i m portados por ellos; no se h a n logrado acuerdos sobre l a política
arancelaria, l a c u a l podría favorecer este equilibrio. E l papel
de l a inversión extranjera en América L a t i n a también h a sido
298
O.
FI V I - 2 , 3
PELLIGER DE BRODY
motivo p a r a divergencias; y, relacionado con este tema, se h a
discutido sobre los métodos de financiar el mejoramiento económ i c o de los países subdesarrollados. H a s t a l a pregunta de l a p r o porción relativa que deben tener los recursos públicos y l a i n i ciativa p r i v a d a p a r a impulsar el desarrollo económico de los
países latinoamericanos, h a sido objeto de discusiones.
Estos intereses antagónicos i m p i d i e r o n durante muchos años
que l a O E A planteara siquiera l a iniciación de u n p r o g r a m a
significativo de colaboración económica. E s t a inercia, que simplemente reflejaba l a imposibilidad de buscar e l mejoramiento
económico a través de l a alianza entre u n a g r a n potencia y
veinte repúblicas débiles, en su mayoría subdesarrolladas, e m pezó a modificarse a partir de 1961. L a i n q u i e t u d p r o d u c i d a en
Estados U n i d o s por l a revolución cubana, u n i d a a ciertos aspectos liberales de l a política de K e n n e d y , motivó que mediante l a
A l i a n z a p a r a el Progreso se tratara de llenar el vacío que i m p e raba en los aspectos económicos del interamericanismo. S i n e m bargo, lo precario de las realizaciones de l a A l i a n z a y el hecho
de que sus fondos se otorguen frecuentemente, por razones políticas, a los sectores más conservadores de América L a t i n a , h a n
sido suficientes p a r a demostrar, u n a vez más, que no es a nivel
continental donde puede encontrarse l a solución de los problemas económicos de los países latinoamericanos. A u n más, el destino que se h a dado a los fondos de l a A l i a n z a hace pensar que
este p r o g r a m a , lejos de favorecer, puede contribuir a detener
el proceso de desarrollo en América L a t i n a .
13
1 4
V
E l hecho de que seamos el único país latinoamericano que
haya seguido u n a línea semi-independiente i n v i t a a reflexionar
sobre las causas internas que h a n permitido este carácter peculiar de l a política mexicana.
Nuestra posición en l a O E A h a estado c o n d i c i o n a d a , p r i n cipalmente, por l a presencia durante los últimos treinta años de
u n mismo g r u p o político en el poder, ese grupo que B r a n d e n burg h a l l a m a d o " l a f a m i l i a revolucionaria m e x i c a n a " .
15
Aunque
O c t 6 5 - M a r 66
MÉXICO E N LA
OEA
299
l a política externa h a y a sido f o r m u l a d a por los diversos presidentes en turno, sus directivas fundamentales no h a n v a r i a d o
d u r a n t e esos años; parece evidente que esto se debe a que los
mismos grupos sociales y económicos h a n dominado en el país
y h a n hecho presentes u n a m i s m a ideología y u n mismo tipo de
intereses.
E s cierto que se encuentran algunas oscilaciones; pero ellas
parecen ser el resultado d e l mayor o menor vigor de l a person a l i d a d de quien o c u p a l a Secretaría de Relaciones Exteriores,
o de l a influencia que h a n podido ejercer algunas personas sin
cargo oficial. Por ejemplo, en el período comprendido entre 1953
y 1958 se observa mayor brillantez en l a O E A que durante e l
período subsiguiente; es posible que l a estatura intelectual de P a d i l l a Ñervo, u n i d a a su conocida inclinación por l a d i p l o m a c i a
m u l t i l a t e r a l , haya determinado esta variación en nuestra política
frente a l organismo interamericano. S i n embargo, estas oscilaciones se h a n referido siempre a problemas de forma y de n i n g u n a m a n e r a h a n significado el abandono de los objetivos i m puestos a l a política exterior m e x i c a n a por las características
esenciales de los grupos que gobiernan México.
E n México sigue v i v o el recuerdo de varias intervenciones,
provenientes tanto de E u r o p a c o m o de Estados U n i d o s . Este
hecho h a formado u n a tradición histórica, u n a ideología fuertemente i m p r e g n a d a de u n sentimiento nacionalista y anti-extranjero. L a experiencia v i v i d a durante los primeros años de l a revolución m e x i c a n a enseñó que todo intento de llevar a cabo
reformas económicas o sociales podía verse acompañado de i n terpretaciones tendenciosas y fuertes represalias políticas y económicas. E n consecuencia no es de extrañarse que nuestro país
alimente u n a desconfianza frente a todas las presiones provenientes del exterior, y sobre todo frente a l a posibilidad de ver
a u n país o a u n grupo de países, dentro de los cuales se encuent r a n los Estados U n i d o s , interviniendo en los asuntos internos
de México.
S i nuestra ideología defensiva explica l a renuencia del G o b i e r n o mexicano a c u m p l i r algunas de las resoluciones de l a
O E A , las necesidades de nuestra política interna contribuyen a
favorecer nuestra i n d i f e r e n c i a frente a l organismo regional.
300
O.
PELLICER DE BRODY
FI V I - 2 , 3
L a estabilidad de México hace obsoleta l a participación a c t i v a en u n organismo cuyo objetivo p r i n c i p a l , oficialmente, h a sido
el de proteger l a vigencia del sistema democrático en América.
E l grupo que gobierna a México h a tenido u n control casi absoluto de l a v i d a política del país en los últimos treinta años. E n
estas condiciones, y a diferencia de lo que sucede, por ejemplo,
e n B r a s i l , los actos de fe a favor de l a "civilización o c c i d e n t a l "
y l a "filosofía i n t e r a m e r i c a n a " no son necesarios p a r a legitimar
l a ideología "democrática" del régimen. T a m p o c o es necesario,
como lo es p a r a otros países latinoamericanos, promover resoluciones anticomunistas con el objeto, sea de frenar las a c t i v i dades de los sectores de extrema izquierda, sea de asegurar la
simpatía de los Estados U n i d o s h a c i a u n gobierno que no se
siente m u y seguro. E n México, donde ningún movimiento amenaza el d o m i n i o de los grupos en el poder, solidarizarse de esta
m a n e r a con l a evolución anticomunista de l a O E A parece f r a n camente de poca u t i l i d a d .
L a s condiciones que se h a n descrito contribuyen a explicar
nuestra desconfianza y desinterés por l a O E A , pero no son suficientes p a r a justificar l a expresión de u n a oposición tímida y
jurídica a su tendencia intervencionista. Existen factores inherentes a nuestras necesidades económicas, principalmente l a decisión de continuar y acelerar nuestro proceso de desarrollo, que
controlan y l i m i t a n nuestra política interamericana.
~
E s evidente que cualquier amenaza a nuestro comercio exterior o a nuestras posibilidades de obtener préstamos podría
tener repercusiones negativas en nuestro desarrollo económico.
E n estas condiciones, quienes f o r m u l a n l a política exterior de
M é x i c o deben tomar en cuenta l a posibilidad de que, a l adoptar
u n a oposición más franca contra los intereses norteamericanos
en l a O E A o a l favorecer abiertamente a C u b a , no se está provocando l a imposición de restricciones a nuestra exportación de
azúcar, o no se está desanimando el i n f l u j o de turistas cuyas
divisas son indispensables p a r a e q u i l i b r a r nuestra balanza de
pagos.
P o r o t r a parte, ¿ n o podría afirmarse que l a fuga de c a p i tales o c u r r i d a entre los años 1959 y 1962 se debía entre otras
razones a nuestra política frente a l a revolución cubana? ¿ Y
Oet
65-Mar
66
que
h a y a sido esto lo que
P u n t a d e l Este en
MÉXICO E N LA O E A
301
nos obligó a u n a posición tímida en
1962?
D e s d e luego, esta interpretación no es d e f i n i t i v a , y algunos
observadores podrían sostener que,
por
el c o n t r a r i o , sería
interesante p a r a el gobierno m e x i c a n o a d o p t a r u n a política
más
ex-
t e r i o r más f i r m e , l a c u a l , a l a m a n e r a de algunos países asiáticos
o africanos, serviría de i n s t r u m e n t o de presión p a r a lograr
yores ventajas económicas en el o r d e n
ma-
internacional.
E v i d e n t e m e n t e no es esa l a opinión d e l gobierno, y ello obe«
dece probablemente a u n último factor que tomaremos en c o n s l
deración:
xicana",
l a ausencia, dentro de l a " f a m i l i a r e v o l u c i o n a r i a
de u n a perspectiva d e f i n i d a
tener M é x i c o en l a política
sobre el p a p e l que
me-
puede
internacional.
NOTAS
U n análisis brillante, aunque exclusivamente jurídico, de la posición
de México en Punta del Este se encuentra en Antonio Gómez Robledo,
" L a Crisis del Sistema Interamericano", Foro Internacional, números 9 y 10.
1
E l acierto de una política de abstención frente al sistema interamericano ha sido señalado por varios autores. Y a en 1956, Jorge Castañeda
concluía en el sentido de la conveniencia de desligarse del Tratado ínteramericano de Asistencia Recíproca. ( V e r México y el Orden Internacional,
1956, capítulo sobre el panamericanismo). Más recientemente, esta política
fue recomendada por^Alber O.. Hirschman, en Latin-American
Issues, 1961,
capítulo " A b r a z o v$ Coexistence: Comments on Y p s i l o n ' s Paper". V e r también el artículo de Jayme Azevedo Rodrigues, " O Sistema Interamericano contra América L a t i n a " , en Política Externa Independente,
1965,
húmero 1, Editora Civilizagao Brasileira.
2
Sobre l a insistencia latinoamericana en l a defensa del regionalismo
ver John A . Houston, Latin America in the United Nations, 1965 y A n tonio Gómez Robledo, La seguridad colectiva en el continente americano, U N A M , 1960.
3
;
4
D o c . 27, O E A / S e r F / I I 7, p. 1.
5
Cabe señalar que el entusiasmo brasileño por l a "Operación Pana
mericana" puede considerarse al mismo tiempo como una muestra de confianza en las posibilidades de cooperación económica interamericana, y como
parte de l a política de propaganda personal tan característica del régimen
de Kubitschek.
302
O.
PELLIGER
Secretaría de Relaciones Exteriores, Edición
6
FI
DE B R O D Y
mimeograjeada
VI-2,
3
del dis-
curso. Agosto, 1960.
Mayores comentarios sobre el significado de esta actuación en la
Asamblea General se encuentran en: Bryce W o o d y Minerva Morales, " L a 7
tín America i n the United N a t i o n s " , International
1965.
Organization.
Summer,
El Día y Excélsior, México, 17 de noviembre de 1965, p. 1.
E l papel de "conciliador" representado' por México en la reunión de
8
9
Río fue señalado por algunos corresponsales de prensa; ver por ejemplo
el comentario de France-Presse, El Día, México, 1? de diciembre 1965, p. 8.
Existen también ciertos datos que comprueban el empeño por mantener un
espíritu de cordialidad, como lo son las declaraciones de Carrillo Flores
sobre el discurso de Rusk, en las que el canciller mexicano insistió en la
"coincidencia" de puntos de vista con México {Excélsior, México, 23 de
noviembre de 1965, p. 1 ) . Asimismo l a actuación del embajador Rafael
de l a Colina dirigida a convencer a Colombia de l a conveniencia de retirar
un proyecto de resolución donde se aludió concretamente a l a intervención
de los Estados Unidos en Santo D o m i n g o , a f i n de no poner en peligro
la aparente armonía de l a reunión (El Día, México, 27 de noviembre de
1965).
Los logros de la reunión de Río de Janeiro en el aspecto económico
fueron señalados en " L a Cooperación Económica Interamericana y l a Integración R e g i o n a l " , Comercio Exterior, México, tomo xv, número 12, d i ciembre 1965.
U n a interpretación interesante de las consecuencias de esta reunión
1 0
1 1
para el estrechamiento de relaciones entre los grupos militares latinoamericanos y los Estados Unidos se encuentra en E D W I N L I E W E N , Arms and
Poli ti es in Latín America, 1960 y L L O Y D M E C H A M , The United States and
Interamerican Security, 1962, pp. 330 ss.
Secretaría de Relaciones Exteriores, México
ternacional Americana. México, 1955.
1 2
en la X Conferencia
In-
Comentarios interesantes sobre las causas que le impidieron a la
OEA,
antes de 1960, lograr avances en l a cooperación económica se encuentran en J o h n Dreier, The O AS and the Hemisphere Crisis, 1962, pp.
1 3
80
ss.
1 4
Los defectos de la A l i a n z a
fueron señalados con sinceridad por
Teodoro Moscoso, ex-adminístrador del programa. Véase: Teodoro Moscoso,
"¿Es adecuada l a actitud actual de E . U . A . hacia l a Alianza para el Progreso?" Comercio Exterior, M a r z o 1965. Actualmente un signo de la agonía del programa fue l a renuncia de los 9 expertos de l a Alianza presentada en A b r i l de 1966.
1 5
Frank Brandenburg, The Making
of Modem
México,
1963.
Descargar