MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS "MEMORIA DEL PAIS DE LOS MIOS" MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS Texto donde encontramos, varios relatos poéticos del profesor y escritor: “AGUASCLARAS”: Aquí veremos la vida y aconteceres en su suelo natal. En sus palabras percibimos la voz de su alma: fina, armoniosa, apacible e inconfundible. “LOS CHORROS”: Un paraje en Aguasclaras se llamaba así porque tenía una curiosa pila de agua. Allí en una sencilla casa de bareque vivía la familia Sepúlveda Peláez. “LA TIA MARIA”: Precioso personaje, tejedora de sombreros de Iraca: “El Sombrero Aguadeño”. Una Mujer solitaria. “MAURO”: Un personaje especialmente fabuloso; que recuerda desde su infancia y que colmó la mente de toda la familia de fina ensoñación. No sé por qué, se siente un eco griego, parece que Mauro es el corifeo y los niños los coreutas, en esta composición del texto creado por Saúl. “NATIOS” y “PATRIA”: Poemas cuya inspiración la tuvo durante su permanencia en Europa, especialmente en París, por la nostalgia del suelo natal. (Ilustración y citas: Berta Zuluaga S.) Saúl Sánchez Giraldo SAÚL SÁNCHEZ GIRALDO. Saúl Sánchez Giraldo “MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS” Saúl Sánchez Giraldo Coordinación editorial Jairo Sánchez Giraldo Comunicación Social U. de A. Diseño Jairo Sánchez Giraldo Diagramación Gabriel Jaime Sánchez J. Digitación: Jairo Sánchez Giraldo Colaboración Gustavo Sánchez Giraldo Psiquiatría U. de A. Oscar Hernando Restrepo G. Matemáticas U. D. Rosa Estela Botero Henao Trabajo Social U. P. B. Andrés Sánchez Botero Ingeniería de Sistemas U. A. Poliana Sánchez Botero Derecho U.A. Catalina Sánchez Botero Psicología U.N. Ilustración y diseño de carátula Jairo Sánchez Giraldo Ilustración contracarátula Berta Zuluaga Salazar Email: [email protected] Cel: 312 424 2022 OBSERVACIÓN: ILUSTRACIONES TOMADAS DE GOOGLE “En las épocas en que la humanidad se ve obligada a vivir sin un fuerte mito común, esa historia mundial en miniatura, la historia familiar, adquiere una importancia especial y se convierte en una fuente de inspiración particular” (Sandor Marai) SAÚL SÁNCHEZ GIRALDO Sociólogo de la Universidad Pontificia Bolivariana, sede Medellín. Con estudios en filosofía y teología en el Seminario de Medellín y en la Universidad Pontificia Javeriana de Bogotá. Estudios complementarios en la Fraternidad Sacerdotal en Roma, Italia, y en la Facultad de Altos Estudios de la Sorbona en París, Francia. Fue profesor de lengua materna en el Departamento de Psicología, de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Antioquia. Catedrático igualmente en las Universidades: Medellín, Eafit y Autónoma. Sus artículos y ensayos sobre diferentes temas literarios, lingüísticos, filosóficos, poéticos y psicoanalíticos se publicaron en periódicos y revistas de las Universidades de Antioquia, Medellín y Nacional. La Editorial Universidad de Antioquia, público en noviembre de 2008, el libro titulado: “DE LA TRAGEDIA GRIEGA AL DRAMA MODERNO”. Al final de su vida se ocupó en dirigir grupos independientes de estudio en la Ciudad de Medellín sobre: Temas Griegos, Estudios Bíblicos, Estudio del Latín, Psicoanálisis y Literatura, Estudio Sobre la Obra Literaria de William Shakespeare. Libros publicados luego de su fallecimiento: “EL APRENDIZ”, “ALEGRÍA DE VIVIR”, “SAÚL EN LO GRIEGO”, “EL CREDO Y LOS MISTERIOS DEL ROSARIO”. PREFACIO POR BERTA ZULUAGA SALAZAR (Especialista en Literatura Latinoamericana de la Universidad de Medellín) "MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS” “AGUASCLARAS” Ya…SAÚL dejó clasificado su texto: “AGUASCLARAS” como relato poético. A mis manos llegó este escrito el 9 de Abril del 2011, cuando con mucha alegría me entregó ese presente: su texto Aguasclaras junto con otros tres libros. Primero me referiré al texto Aguasclaras: lo leí con mucho fervor, creo es determinante una “primera lectura “en cualquier texto que se quiera conocer, para sentir el ritmo del escritor. SAÚL comenzó el relato con un Pre-Texto evocando a Sándor Márai: “En las épocas en que la humanidad, se ve obligada a vivir sin un fuerte mito común, esa historia mundial en miniatura, la historia familiar, adquiere una importancia especial y se convierte en una fuente de inspiración particular” (Sándor Márai: Confesiones de un burgués. pág. 134) Sándor Márai escritor húngaro nacido en 1900, prohibida su obra en Hungría, se quitó la vida en 1989, en EE.UU., país donde había emigrado. Su obra se movió mucho, en el 2005 y 2006, se publicaron sus textos. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 7 Este excelente escritor lo leyó Saúl, conoció todos los textos de él. Yo también leí los textos de éste autor húngaro y en las visitas de los miércoles de Saúl, comentábamos estas lecturas. Continuando con un segundo Pre-Texto antes de comenzar su relato poético, Aguasclaras, invoca a: José Asunción Silva: “El recuerdo vago de las cosas que embellecen el tiempo y la distancia retornan a las almas cariñosas” El profesor Saúl Sánchez Giraldo se dedicó con mucho esmero, a hacer un archivo de las obras y los trabajos de José Asunción Silva en la Universidad de Antioquia, todos sus alumnos de la Especialización en Literatura Latinoamericana debíamos consultar este autor, para estudiar, conocer y analizar su obra. El profesor fue un conocedor profundo de la obra de Silva. Con estas dos evocaciones: las palabras de Márai y las palabras de Silva nos llevó de la mano y a flor de labios, nos fue narrando el éxodo de los suyos, desenvolviendo la madeja Aguasclaras, situándola entre otros lugares bellos: La Villa De La Candelaria, La Ciudad De Las Puertas Abiertas. Con maestría el profesor Saúl va entramando el hilo de los orígenes del relato y con la espontaneidad de sus palabras, va formando una historia deliciosa, no, de corte costumbrista, siempre usando el lenguaje suave de los recuerdos, acorde con las descripciones en pequeños párrafos. El texto de Saúl es limpio como su alma, como el nombre Aguasclaras. Este nombre también fue usado por su tío abuelo: Francisco Giraldo Hernández, a quien admiró y estudió, y a nombre de la familia Sánchez Giraldo le rindió un cálido homenaje. Este poeta murió en1926, el periódico el Espectador, lo señala como oriundo 8 SAÚL SÁNCHEZ de Antioquia. Nacido el 31 de Octubre de 1881, cuando todavía Caldas y el Municipio de Aguadas pertenecían al Departamento de Antioquia. “LOS CHORROS” Un paraje en Aguasclaras, se llamaba así porque tenía una curiosa pila de agua. Era la parte más plana del pueblo y la más silenciosa. Allí en una sencilla casa de bareque de primer piso vivía el padre de Matías Sepúlveda que era talabartero: Francisco de Paula Sepúlveda. Era una casa sencilla, pero gozaba de un encanto que no tenían las casas de Patricio Palencia. El patio era lleno de violetas, hortensias y pasifloras que le daban un místico encanto a aquella morada, donde habitaban los hijos y las hijas de Francisco de Paula y Elvira. Francisco tenía su taller de talabartería en Buenavista, un lugar cercano a la cárcel del pueblo. En el patio de la casa, se sentaban Elvira y sus hijas a tejer sombreros de Iraca para surtir la tienda de sombreros cerca al Hospital. Los hijos vivieron poco en la casa de sus padres porque pronto se casaron, el único hijo que la visitaba era Matías, quien iba los lunes a almorzar. Matías cumplía con el deber religioso de ir a misa mayor los domingos a las nueve de la mañana, era una misa solemne, iba porque también le gustaba escuchar el órgano de la iglesia, Matías era devoto e independiente. Matías se casó con la segunda hija de Patricio Palencia, Adelaida, y se fue a vivir a una casa de su suegro, que quedaba en el marco de la plaza. Matías era un hombre muy inteligente, aprendió mecanografía para ocupar el puesto de Secretario en la Alcaldía, tenía buena ortografía y una gran habilidad para redactar, Antonio Garcés su maestro le regaló una Remington por ser tan aventajado estudiante. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 9 “Papá Quico”, le decía a Matías, usted es el más juicioso de mis hijos. Muy pronto los hijos de Matías emigraron a la “Capital de la Montaña”. Matías trabajó treinta años en la Alcaldía como secretario del alcalde de turno, “lo mocharon” y con dolor por ya no seguir en su puesto de empleado oficial de Aguasclaras, viajó también a Medellín con su esposa y sus hijos, pero pronto murió. En casa de Patricio Palencia se hacían sabrosas “veladas familiares” que quedaron como recuerdo imborrable de la familia, y estas veladas siguieron en el presente. La familia Sánchez Giraldo conserva esas veladas, en donde se presentan las producciones: artísticas, literarias o científicas de toda la familia, en un ambiente de cariño, cultura y espontaneidad. “LA TÍA MARÍA” Saúl escribió este Monólogo o Soliloquio, recordando a Jairo su hermano: confidente, amigo, depositario de toda su obra y a quien amó entrañablemente, como a su esposa: Rosa Estela, y sus hijos Catalina, Andrés Y Poliana. En este relato, hace un diálogo interior con su hermano Jairo, para mostrarnos la posibilidad de hacer una película con un singular título: “LA TÍA MARÍA“: “Vos hermano deberías hacer una película sobre la historia de la tía María. María nació en Aguasclaras y nunca ha salido de allí, a ninguna parte. Nosotros estamos aburridos de los ruidos y el tren de vida en la ciudad de Medellín, pero al mismo tiempo queriendo vivir aquí. …Si María hubiese venido a la ciudad, se hubiese muerto pronto, como se murió Matías. …Te confieso, que pienso que la tía María nació para esperar el juicio Universal como única testigo de nuestro fracaso. Ella no abandonó su cuarto nunca… A veces pienso si no es un hombre lo que ha esperado toda la vida en su casa al que vio una vez…” 10 SAÚL SÁNCHEZ A veces me habías dicho como empezaría el film: “Mostrarías los pies de una mujer de negro, que en tacones y medias negras veladas con vena y que van a paso firme y rápido, casi corriendo, calle abajo, de la iglesia a la casa, subiendo luego por una calle empinada, para no salir de allí definitivamente más nunca porque observando al Crucifijo se lo imaginó desnudo colgante de la cruz y entonces quiso purgar su pecado definitivamente y por siempre mientras viviera por haber tenido un “oscuro o mal pensamiento”, “un deseo sórdido”, como lo llamaban los curas en Aguasclaras a comienzos del siglo XX”. Todo el monólogo es una reflexión a este personaje impenetrable, casi no hablaba, balbucía monosílabos… Al leer los textos del profesor: Saúl Sánchez Giraldo, y lo que él escribió sobre su familia, a quien amó entrañablemente, vemos su profundo amor por el Suelo Natal. Es evidente en todos sus escritos, su pensamiento allí estaba arraigado, de allí también sus poemas “NATIOS” Y “PATRIA que se encuentran también en este libro. En el proyecto Formación de Formadores de la Secretaría de Educación de Antioquia, le tocó fundamentar las bases para el Mejoramiento de la Calidad de la Modalidad del Bachillerato en Ciencias Humanas: a Saúl le tocó la presentación Académica del Proyecto, y también presentó la fundamentación Filosófica del proyecto. En forma Magistral elaboró una ponencia sobre: “EL SUELO NATAL” cuando terminó su exposición, no cesaban los aplausos de los educadores, y todas las personalidades de Bogotá y Medellín que allí se encontraban, muy conmovidas por sus palabras, lo felicitaban emocionados. “MAURO” Este relato de Saúl es parte de la correspondencia epistolar que siempre manejó con su hermano Rodrigo “Sangiral” periodista e igualmente escritor y con Jairo su hermano menor. Se inspiró durante su permanencia en París cuando fue visitado por un primo hermano y juntos añoraron los recuerdos de la infancia. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 11 Saúl entra con todos los personajes que van a ser quienes le van a dar sentido al personaje bellísimo de: “MAURO” un rapsoda, ó un aedo, ó un poeta, en la forma más primitiva, dejándonos una ausencia conmovedora…Conmovedora como todo lo simple. Los personajes del relato, entran en las dos primeras líneas: “TODOS LOS MUCHACHOS PERMANECIÁMOS A LA ESPERA DE MAURO QUE ARRIBABA A AGUASCLARAS EN LAS POSTRIMERÍAS DEL AÑO. Sabíamos que indefectiblemente a partir del primer amanecer de Diciembre, el día menos pensado cruzaría el portalón de la casa con un costal a la espalda en el que guardaba cuanto poseía en el mundo y por añadidura, una mano de plátanos que entregaba sumisamente a “Lela” mi madre para justificar la presencia en la casa durante la temporada de NAVIDAD y en las primeras semanas de año nuevo” En este párrafo aparece una palabra muy especial: -INDEFECTIBLEMENTE- y es la que da una primera pauta al personaje central Mauro. INDEFECTIBLEMENTE = Que no puede faltar o dejar de ser. Fuera de Mauro hay seis niños, que entraman todo el escrito. Viéndolo bien, Mauro es como un ángel guardián, que los hacía dormir, contándoles amenas historias. Saúl y sus hermanitos sabían que después del trabajo que hacía en algún sitio, Mauro iba a otra parte a ordeñar vacas o a desenvainar fríjoles en la lejana Mermita, un lugar que decían: los que allí habitaban, de tierra caliente, eran caratejos por culpa del agua, pendencieros, conflictivos, liberales y de armas tomar. Con mucha maestría, Saúl nos va a hacer escuchar varios diálogos entre los niños y Mauro, en tal forma que muestra su habilidad dialógica para presentarnos uno a uno, los personajes del relato: -Cuando yo crezca y sea grande como Mauro, prorrumpía uno de los menores, me iré a ordeñar vacas para ganar bastante dinero. -Ordeñando vacas ajenas no se gana mucho dinero. 12 SAÚL SÁNCHEZ -Por qué no ordeña las suyas? Porque no tengo. -Por qué no las compra? -El jornal nunca alcanza para comprarlas. Después de traerles agua panela o café o de lo que se antojaran, reanudaba su charla y les informaba que las picaduras de las manos habías sido causadas por las abejas de un colmenar que estaba escondido en un guamo. -Duelen mucho las picaduras preguntaba uno de los seis chicos. Las picaduras de abejas molestan bastante respondía Mauro. -Usted llora mucho? Inquiría el más avispado. -Los hombres no lloran, replicaba el mansísimo Mauro. -Entonces por qué el menor llora tanto, solicitaba el de allá. -Porque es un niño recién nacido. -Las ovejas son grandes? -Las ovejas son distintas a las abejas. -Las abejas son pequeñas como las moscas. -Las ovejas son cuadrúpedos, productores de lana. -Siendo tan chicas, usted tan grande no fue capaz de correr para que no lo picaran? -Las abejas vuelan muy rápido, informaba el buen Mauro. -Las abejas no se pueden matar, prestan muchos servicios al hombre, producen cera y miel, son criaturas de Dios, enseñaba el hombre. A otros niños del Municipio también del campo, los arrullaba contándoles la vida del municipio de Aguasclaras. Aguasclaras era un pueblo quebrado de clima frío, que lo llamaban también “La Ciudad de las Brumas”, que por ciertas calles demasiado empinada, había que caminar prendiéndose con las uñas como los gatos, que a veces la niebla no dejaba ver a dos metros, que los sábados eran días de mercado, que había alcalde y cura y veinte policías. - Y godos muy malos interrumpía uno de los niños del campo. - Eso no es cierto decía. - Mi papá decía que todos los de Aguasclaras son godos cachiporros manifestaba otro. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 13 - La mayoría del pueblo es conservadora pero gente pacífica. - Les gusta matar liberales. - Esas son puras mentiras cortaba Mauro y seguía contándoles que Aguasclaras tenía un gran Hospital. Donde, alojaba también a los enfermos del campo, que Juan Onofre era un loco simpático, que cantaba en todas las esquinas del pueblo acompañándose de un bastón, que en las noches serenas y despejadas se veían titilar las luces de Pácora y de Sonsón… Así enseñaba muchas cosas Mauro a los niños del campo, para hacerlos dormir les recitaba, con su voz de maestra de escuela, sin ambiciones declamatorias, con su sonsonete de alumno de primaria, el copioso repertorio poético que conservaba en la memoria. Mauro: “poeta di paso los furtivos besos, la sombra, los recuerdos, la luna no vertía allí ni un solo rayo…temblabas y eras mía bajo el follaje espeso“. Después de recitar el último verso de José Asunción Silva, de Porfirio Barba Jacob, de Julio Flórez, se dirigía rengo y cansado a la pieza que le había asignado “Lela” para que pasara la noche. Mauro un personaje especial que visitaba la vieja casona de los Sánchez Giraldo, hacía todos los mandados, cocinaba, llevaba los niños a la misa, compraba el mercado, hacía toda clase de oficios. A los niños les daba alegría verlo llegar, porque les hacía los globos para elevar en la Navidad, pero con la mala suerte que todos se ardían antes de alcanzar los seis metros. “En la última Navidad vi a Mauro muy rengo, “Lela” ya prescindió de sus servicios, lo vio muy enfermo y le permitió refugiarse en un rincón neutral de la casa que le había asignado desde el principio para que pasara las noches. La última navidad observé que Mauro había llegado con la irrevocable resolución de hacer el globo que se eleva. Puso todo el empeño, ya no tenía que hacer nada en la casa. 14 SAÚL SÁNCHEZ El compró todo lo necesario, hizo el globo, se elevó majestuosamente, bordeaba el tejado de la vieja casona, dio un giro y se encaminó a la calle Real. El alboroto fue espantoso, se elevó el globo de Mauro, gritamos todos, pero, luego vimos como lo envolvió un ventarrón, y cayó envuelto en llamas. Yo miré a Mauro y me pareció que el trataba de disimular su dolor: - El otro año hago uno pero más grande repitió el hombre. - De cien pliegos? - De cien pliegos. - De mil pliegos. - De mil pliegos. - Que vaya hasta Pácora. - Que vaya hasta Pácora. - Que vaya hasta Manizales? - Que vaya hasta Manizales. - Que vaya hasta Bogotá? - Que vaya hasta Bogotá. - Que se eleve hasta el cielo? - Que se eleve hasta el cielo… Dijo con inusitada firmeza. TODOS ESTUVIMOS A LA ESPERA DE LA LLEGADA DE MAURO. PERO NO VOLVIÓ MAS. LUEGO SE SUPO QUE EL DÓCIL HOMBRE HABÍA MUERTO SOLO, Y DESAMPARADO Y SIN DUELOS, TRAS EL VIEJO PORTALÓN DE UNA CASA DE MANIZALES A DONDE HABÍA VIAJADO PARA RECUPERAR LA SALUD Y ALLÍ TAMPOCO PUDO FABRICAR EL GLOBO QUE SE ELEVARA PARA TODOS LOS NIÑOS.” El diálogo con los niños hace muy poético el escrito. Y es muy particular la forma de establecer estos juegos de lenguaje, donde seis niños van a dar vida a ese melancólico personaje, MAURO. No sé por qué, se siente un eco griego, parece que Mauro es el corifeo y los niños los coreutas, en esta composición del texto creado por Saúl. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 15 “AGUASCLARAS” -Un Relato Poético- “El recuerdo vago de las cosas que embellecen el tiempo y la distancia retornan a las almas cariñosas” (José Asunción Silva) 1 “Aguasclaras” está a la mitad del camino que va de “La Villa de la Candelaria” a “La Ciudad de las Puertas Abiertas”. La Villa de la Candelaria es como una catedral sumergida al fondo de un lago, al que le dan vida millones de luces que se encienden por la noche tratando de imitar el firmamento. El cielo más bien. También la llaman: La Capital de la Montaña y La Ciudad de la Eterna Primavera por su estival clima casi permanente. La Ciudad de las Puertas Abiertas está en una colina y tiene una torre de donde se divisa el resto del mundo. De la Villa de la Candelaria se ve el cielo. De la Ciudad de las Puertas Abiertas se divisa el mundo. Aguasclaras tenía un parque lleno de araucarias que casi emulaban en altura con la Iglesia Parroquial o el Palacio Municipal. Ellas estaban también acompañadas de palmas y sietecueros. La Iglesia y el Palacio tenían su complemento en uno y otro extremo de la población. La Iglesia, el Hospital de San Vicente por el lado de la Habana, regido por las Hermanas de la Caridad; el Palacio, la cárcel del pueblo y no tan lejos de ella el cementerio. El cementerio era un apéndice de una y otra institución, más allá del entorno del pueblo. Constaba de camposanto y un muladar donde iban a parar los cuerpos de los suicidas y, en cierto modo, los NN de la aldea. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 19 Todo el resto de la región y los demás habitantes del campo formaban como una eterna Palestina sobre la que se tendía un campo de cristianización y conquista a manera de trabajo evangélico o de colonización española. Desde que Patricio Palencia empezó a vivir en Aguasclaras con María Jesús a quien llamaba cariñosamente “Jesusa” visitaba de tiempo en tiempo a la Villa de la Candelaria. A Jesusa la había conocido, cuando por motivo de la gravedad de su abuela Hermelina, viajó con sus padres hasta el villorrio donde vivían sus abuelos, menos distante que Aguasclaras de la misma “beya viya”. Un largo viaje a caballo que tenía que atravesar parajes hasta entonces desconocidos para él: Sonsón, Abejorral, La Ceja del Tambo, Rionegro, y, por fin, “Cuarzo”. Jesusa fue la primera que salió al encuentro de los recién llegados, cuándo sintió que una cabalgata se detenía a las puertas de su casa. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Patricio, cuando la vio aparecer iluminada a la luz de un candil que llevaba entre sus manos. Vestía completamente de negro; y una larga cabellera, también negra, recogida atrás en una trenza, enmarcaba su semblante virginal. Negros también los ojos, amén de unas cejas tupidas, perfectamente delineadas, y unos carnosos labios rojos que esbozaron una sonrisa que iluminó su rostro y la hizo ver como una aparición. Jesusa sonrió y poco faltó para que Patricio cayera de la bestia, movido por el impacto que le produjo su belleza. Sólo alcanzó a musitar su nombre y ella lo llamó también por el suyo. Desde aquel propio instante, Patricio, que era un hombre de temple, se juró a sí mismo, que, por más que fuera de su familia y por 20 SAÚL SÁNCHEZ encima de las convicciones del mundo entero y de cuanta ley o norma estuviese instituida, la haría su mujer y madre de sus hijos, así entonces no tuviese más que veintidós años. No menos sorprendida quedó Jesusa al encontrarse con el rostro juvenil y sonrosado de Patricio, y, naturalmente, desde entonces, se volvieron inseparables. Sin embargo, largo tiempo tuvo que esperar Patricio, después de que regresaron a Aguasclaras, para volver por ella a su pueblo natal. Las dispensas que debía obtener de la Iglesia, ya que eran de la misma familia; las proclamas a la que estaban obligadas las parroquias durante un buen tiempo y los mismos compromisos que adquiría al tener que contraer nupcias, distante de los suyos, no lo detuvieron en su propósito. Dos años después de que pudo alcanzar las dispensas religiosas y que logró sortear las contradicciones familiares, pudieron unirse en matrimonio en el mismo templo del pueblo natal de su Jesusa. Esta gracia no se alcanzó más que el día en que ella, acompañada de Rodrigo Cuartas, su padre, y de María Josefa Hernández, su madre, donaron a la Iglesia de su población un “Señor Caído”, a manera de desagravio por su matrimonio con un primo. Se casaron muy temprano en la mañana de un 25 de julio y partieron ese mismo día de regreso a Aguasclaras, a pesar de la desolación en que dejaba a sus padre don Rodrigo y a María Josefa, su madre. A caballo o a lomo de mula, por cuanta trocha había. Subiendo y bajando montañas, bordeando precipicios, ríos y quebradas; soportando los cambios de clima más extremos, desde el frío y las lluvias inclementes en las altas montañas de su tierra antioqueña, hasta los calores abrasadores del Cauca hondo, por donde tenían necesariamente que atravesar. Fue un viaje casi sin fin en los que MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 21 Jesusa nunca perdió su compostura ni Patricio su encanto por ella, a quien rodeó de sumos cuidados como a su más rico tesoro. No podía estar más embelesado con su esposa, quien con todo el porte, garbo y señoría que la distinguía, montando de lado el caballo como acostumbraban las señoras de entonces, sobresalía en medio de la caravana de acompañantes que los escoltaban. La figura esbelta y dulce de Jesusa resaltaba con su traje largo de seda negra, entallado a la cintura y el cuello encotado del vestido, remataba con un precioso camafeo que adornaba su angelical rostro. Los cabellos lisos y ajustados en una larga trenza que envolvía y sostenía con una peineta tipo español. No obstante las incomodidades de la travesía, lo eterno del viaje y los lamentos del resto de la caravana, a ella nunca se le oyó ni una queja ni un reproche. Llegaron una semana después y tanto sus padres como los hermanos de Patricio salieron al encuentro hasta el Alto de Pore, de donde se divisaba el pequeño y hasta entonces, - por recién fundado-, insignificante pueblo. Aquel día, el sol fue su mejor anfitrión. Era un día de verano de una aldea al que los vecinos le pusieron como apodo “tinieblas”, ya que permanecía casi siempre invadido, cuando no rodeado, de niebla. La verdad es que, a pesar de aquel viaje tan largo, y el buen trato que daban los campesinos a los que se albergaban en sus posadas, los nuevos esposos no habían tenido campo para gozar de ninguna intimidad. Las posadas del camino, colmadas de viajeros, no daban lugar más que para reposar su fatiga y fue sólo por los padres de Patricio, que les cedieron su misma alcoba, aquella misma noche de su arribo, un día domingo, por cierto, que ellos pudieron consumar su compromiso religioso y legal: “Esposos para siempre hasta que la muerte los separe”. 22 SAÚL SÁNCHEZ En medio de la oscuridad de su cuarto, iluminado únicamente por la llama de un candil, como si se tratase de otra celebración más, ella entregó sumisamente su cuerpo, sin pensar tanto en el disfrute cuanto en el deber que cumplía, porque él, su esposo, empezaba a ser desde esa noche y “hasta que la muerte los separe” su marido, como dueño y señor que se convertía, por derecho divino, de cuerpo y alma a la vez. Pocos días después, el padre de Patricio, don Gabriel le confió a su hijo “La Giralda”, su mejor finca, para que empezara así a hacer su vida independiente con Jesusa; al menos por el tiempo que demorase la construcción de la casa de dos pisos que el mismo, acompañado de sus operarios, se había encargado de levantar en todo el marco de la plaza, por aquellas mismas calendas, previendo el matrimonio de su hijo mayor. Patricio era un hombre de campo y, a diferencia de su padre, que había acumulado su riqueza en la explotación de la mina mientras la misma rindió, él se dedicó al cultivo del campo y a la cría de animales. Cada fin de semana volvían al pueblo con los frutos de la tierra, acompañados de peones y campesinos. Con buena parte de ellos participaban en el mercado de los sábados, pero la otra la repartían entre la familia que ponderaba lo hacendoso que se había vuelto Patricio, a raíz de su matrimonio con Jesusa. Entonces permanecían en la población hasta el domingo para asistir a la misa parroquial y luego regresaban por la tarde a su casa de campo y a las mismas tareas campesinas a las que se entregó desde entonces Patricio con todo empeño. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 23 “Volvían al pueblo con los frutos de la tierra” La propia Jesusa no se sentía menos feliz que su esposo. Amaba sus labores caseras. La bella y amplia casona de la finca le daba holganza a todos sus deseos, y ella misma se sentía en aquel lugar como en un principio Adán y Eva en el paraíso terrenal. Nadie había que amara más el paisaje que Patricio Palencia. Cada mañana, como si tratara de bogarse el horizonte por cada sorbo de viento que respiraba, emprendía la visita a todos los parajes que la finca tenía: bien para salar el ganado en la “Manga del Medio”, o para ver el progreso de los cultivos de yuca y plátano por los lados de “El Raicero”. Regresaba por las tardes a su quinta, más después de un breve descanso y solaz al lado de su Jesusa, volvía a encerrar los terneros que debían ponerse a buen recaudo en las pesebreras, hasta el otro día a la hora del ordeño y antes del desayuno con el que empezaba la jornada muy temprano por la mañana. Tenía una sementera porque le gustaban las frutas, ganado porque le encantaba ver vida en los pastos. Trabajaba la tierra porque le 24 SAÚL SÁNCHEZ emocionaba sentir la vida, cuando hacía calor, o para luchar contra la muerte, si hacía frío. Jesusa solía repetir entonces por aquel tiempo lo mismo cada mañana: -Vivimos en el lugar más bello del mundo-, le decía a Patricio, mientras le acariciaba sus manos. En las tardes junto a Jesusa, su esposa, se sentaban a mirar el jardín que adornaba su casa y a esperar que el sol se hundiera detrás de las montañas vecinas. Jesusa le enseñaba las flores nuevas y le ponía siempre una en la solapa de su saco para que luciera más hermoso a la hora de la cena. A las seis, Patricio se quitaba el sombrero y Jesusa se arrodillaba a la manera del cuadro del Ángelus de Millet, que lucía en el corredor de esa amplia y bella casa de campo que los albergaba. Para entonces empezaban a crecer, al igual que en el campo los críos de los caballos y las vacas, los hijos y las hijas de ellos dos. Un buen año, estas comenzaron a frecuentar las escuelas del pueblo, que no quedaba muy distante de la finca, pero volvían por la tarde siempre acompañadas por sus dos hermanos, que igual asistían a la escuela. Las muchachas iban a la cocina a practicar lo que habían estudiado. Sólo los muchachos no estaban contentos del todo en la escuela, ni querían estudiar. Las muchachas tenían lecciones de costura, de culinaria, de canto y ensayos de drama y poesía. Los muchachos aritmética, historia, gramática y ciencias. El hecho es que se esperaba que los muchachos fueran a la Villa de la Candelaria o viajaran a la Ciudad de las Puertas Abiertas algún MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 25 día para concluir sus estudios, pero que no se esperaba que ninguna mujer saliera del entorno y que aprendiera sólo lo necesario para ser ama de casa. Sea lo que fuere, Florencio y Patricio, hijos, no querían estudiar. Sin embargo, Florencio logró terminar como pudo los pocos cursos lectivos que había en Aguasclaras y fue a parar a la capital del país por un tiempo. Fue entonces cuando don Patricio se puso a pensar en la necesidad de trasladarse al pueblo y empezar a vivir ahí, sólo por buscar una mejor educación tanto para sus hijos como para sus hijas. Ya el piso alto de la casa de don Gabriel, su padre, en el marco de la plaza estaba para concluirse. Pero por esos mismos tiempos murió don Gabriel, sin que todo estuviera terminado para entonces. Su nieto, Florencio, que andaba por aquellas calendas en la capital del país, recibió la noticia de manos de su tío Francisco y convino con él que viajaría a su casa para acompañar a su padre Patricio. A Francisco, su tío, le quedaba difícil de viajar por razón de sus funciones como abogado y juez de la república, amén de su círculo de amigos y poetas aun extranjeros que como José Tablada admiraban su extensa y bella producción literaria. Como solidario con el duelo que atravesaba la familia, envió con el sobrino un sufragio para su madre Nicolasa, abuela de Florencio, y un poema en el que hacía alusión al duelo de familia, pero con referencia a la primera muerte que hubo en ella, y que sintió también hondamente Francisco, como fue la muerte de Hermelina. 26 SAÚL SÁNCHEZ 2 Florencio volvió, pues, de la capital para el entierro del abuelo pero días después, le comunicó a Patricio, su padre, el propósito de asistirlos a ellos y no regresar de nuevo a la capital. Lo suyo no era el estudio, les dijo, sino, por ser el hijo mayor, los asuntos de su casa y prefirió renunciar al patrocinio que le daba su tío paterno para que estudiara como él, derecho y ciencias jurídicas, ya que se hacía indispensable que él, como hijo mayor, se hiciera también cargo de los negocios de familia. Por demás, la distancia en semanas o meses que había entre la capital y su suelo natal, la agitación que allí mismo se veía por todas partes, como si todo mundo viviera de afán, el extraño modo de vestir de la gente, siempre con saco y corbata o también ruana, más los gustos en las comidas y las modas, amén de un frío penetrante y el trato también frío que le daba la gente con la que se relacionaba su tío el poeta, se le hizo insoportable, por lo que la muerte de su abuelo le sirvió de excusa suficiente ante su madre, Jesusa, y de solemne disculpa para su padre. Sorprendidos con las buenas intenciones de su hijo le permitieron quedarse de nuevo en el pueblo para que se pusiera como él lo quería al frente de los negocios de la familia y al cuidado de ellos. Para entonces, él ya estaba a punto de cumplir su mayoría de edad, o sea sus veintiún años. A Florencio, entonces, dada la experiencia de vida que tuvo en la capital, se le hizo fácil comprender la geografía de su pueblo, igual que su idiosincrasia. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 27 Aguasclaras tenía dos salidas, la que venía de La Villa de la Candelaria, también llamada Medellín, que era el norte de su pueblo y la que iba para el sur a La Ciudad de las Puertas abiertas, mejor llamada Manizales. Dos pequeñas ciudades que había conocido en sus dos viajes (de ida y vuelta), que tenían mayor encanto y practicaban las mismas costumbres que él amaba y podía soportar. El pueblo, por lo mismo, se dividía en dos: los que vivían por la Habana, que quedaba al costado derecho de la Iglesia por la salida que iba a la ciudad de las Puertas Abiertas y los que vivían del lado izquierdo que abrazaba las partes más nombradas de la población como eran Chagualo, la Calle Real y los Chorros. Por la salida a Arma viejo, que quedaba al costado izquierdo de la Iglesia, se viajaba a la Villa de la Candelaria que resultaba para él mismo un lugar más atractivo, aun por su clima, que la misma capital de su departamento. El pueblo, sin embargo, no tenía más que un sitio importante de reunión, la Iglesia; si, los sábados se hacía el mercado en la plaza y la gente acudía a él de la misma manera que a la Iglesia, se llevaba a efecto precisamente allí porque esto formaba parte de una ceremonia religiosa en la tarde que iniciaba el señor cura con el rezo del santo rosario y lo terminaba con la bendición del santísimo y la salve, todo como preparación para el día domingo, el gran día de fiesta. Al otro día en la misa parroquial el comulgatorio estaba lleno de los regalos que los campesinos le habían dado al señor cura para que se repartiera entre la parroquia y los pobres. Cada fin de semana, por tanto, empezaba en el pueblo con el mercado de la plaza el sábado y terminaba en la tarde, ya casi en la noche, el domingo con la retreta. En la retreta se tocaba el Himno Nacional y el himno “Reina de Colombia”, a Nuestra Señora la Virgen de Chiquinquirá, patrona de Colombia. 28 SAÚL SÁNCHEZ A ella, asistían el señor cura y el señor alcalde, sentados en sendas butacas en el atrio de la parroquia, mientras que la gente que se hacía alrededor de la banda, los aplaudía con fervor. No había en el pueblo otra ceremonia, a no ser los actos que la señorita Claudina Múnera preparaba para terminar las labores escolares. Era casi siempre un drama. Alguna vez Adelaida, también hija de Patricio, le tocó representar a Tosca. Vino gente hasta de la sabana. Francisco, el poeta, que hubiera querido venir porque además Adelaida, amén de representar a Tosca en el papel principal de la obra, iría a recitar un poema suyo con motivo de la muerte de su madre Nicolasa, no vino. No pudo estar allí presente como hubiera querido, no sólo por sus obligaciones más por el crudo invierno que se desató por aquella época, casi parecido a un diluvio universal. Pero Matías Sepúlveda, hijo de Francisco de Paula Sepúlveda, el talabartero del pueblo, que ya se había enamorado de Adelaida, asistió a todo el acto de pie. Había llevado preparado el pañuelo con que se secaría las lágrimas, porque el pueblo sabía que no había cosa bella que no hiciera llorar y, en efecto, lloró. La voz de Adelaida, todo el pueblo lo dijo, era tan dulce como la de una soprano. Más nada conmovió tanto al pueblo, como aquel poema de Francisco, con motivo de la muerte de su madre, que Adelaida recitó, por supuesto, en medio de un baño de lágrimas. Desde entonces nació la idea de hacer un teatro, pero fue una idea que se les salió de la cabeza, porque los que la pensaron no contaron con el señor cura, y el día en que el señor cura vio remover la tierra y levantar ladrillos contra su voluntad, los espetó desde el púlpito. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 29 Nadie se atrevió a decir nada a partir de entonces, las cosas quedaron por hacerse y solamente se levantó un pequeño resquemor en las gentes cultas (los que venían de las capitales) y el firme propósito de que algún día, en tiempos mejores, tendrían ocasión de hacer las cosas, aun contra la voluntad del señor cura. Las mujeres callaron. A la señorita Claudina Múnera le cambiaron de lugar desde la gobernación de Las Puertas abiertas. Adelaida se quedó recitando poesías en su casa y Patricio Palencia, a espaldas del señor cura, reunía gente en ella para que contemplaran las actuaciones de su hija. 30 SAÚL SÁNCHEZ 3 Para entonces Aguasclaras no tenía todavía verdaderos almacenes, sino algo que llamaban baratillos. No estorbó el señor cura, sin embargo, la idea de hacer un almacén. Al primero que se le ocurrió fue a Pablo Jaramillo, a quien apodaban “Pamillo”, que tenía una finca en el Oro, y que estaba llena de ganado. Se lo consultó al señor cura, y éste, que había estudiado de seminarista en las Puertas Abiertas, sabía la importancia que tenía para el desarrollo del pueblo la instalación de un almacén. No solamente se creó ese almacén en el marco de la plaza. También Florencio, que había estado casi un año en la sabana, al lado de su tío, el poeta, ya le había planteado antes a Patricio, su padre, la necesidad de crear un almacén de telas en el pueblo y no únicamente una tienda de abarrotes o de mercancías de construcción como el de Pamillo. Más o menos los argumentos que lo convencieron fueron estos: en la finca de La Giralda estaban produciendo café, se seguía vendiendo café como se venía haciendo con la Federación de Cafeteros, pero si en adelante no sólo se vendía café sino que se compraban además telas con lo que producía el café, al final la plata que se conseguiría por lo que se vendían las telas, sería mayor que por la que se vendía el café. Fue así como Patricio Palencia se decidió a crear: “La Abundancia”. Entonces tuvo que cambiar de lugar. Ya no vivió más, ni pudo permanecer por largas temporadas en el campo, como lo hacía antes, sino que decidió trasladarse del todo para el pueblo, muy a pesar de Jesusa, su mujer. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 31 Lo primero que sintió ella fue ese triste frío, acompañado de niebla, del pueblo de Aguasclaras. Al fin y al cabo, este quedaba en la falda de una cuchilla, donde la niebla permanecía instalada perpetuamente como si ese fuera su estado habitual. En cambio, La Giralda, la finca que heredó Patricio de su padre, estaba en una hondonada por los lados de San Nicolás, de donde se alcanzaba a contemplar el río Arma, encanto de su progenitor. Fue allí donde llegaron a instalarse de nuevo, después de vivir varios años continuos en La Giralda. Para entonces, y a pesar de la muerte de don Gabriel, ya la casa que quedaba al frente del parque en una esquina de la plaza estaba construida. Jesusa, al principio, no se sintió cómoda. De allí no podía divisar más cosas que el parque de la plaza y las enhiestas torres del templo parroquial. Patricio Palencia notó también la diferencia. Cuando por la tarde en la finca venía de salar el ganado, después de recorrer horas y horas de camino desde el Raicero hasta la Manga del Medio, llegaba sudoroso, Jesusa le preparaba una olla de aguasal para los pies, le encimaba una tasa fresca de claro de maíz y tenía la oportunidad de sentir que, como a todas las cosas, el sol había pasado por encima de su cabeza dándole vida y ahora se le venía encima la noche para descansar. Su trabajo era ardiente como el sol, pero su reposo tibio y callado como la noche. Así debiera haber sido toda su vida, si la creación del almacén no le hubiera cambiado la vida entera, ni dejado la cabeza a punto de estallar. Entonces en vez de claro, tuvo que tomar “píldoras de vida del Doctor Ross”, y no iría a esperar su muerte como una decepción, sino como ciclo normal de la vida. Por ello ya no aprovechaba del sol en el día. Al sol ni lo veía ya casi, y al caer la tarde sólo sentía frío, lo que le hacía preferir el calor de las cobijas, a la velada de 32 SAÚL SÁNCHEZ la noche, como las que hacían en la finca con sus trabajadores y agregados. Allí rezaban el rosario en coro, pedían perdón a Dios por las faltas del día y luego en corro, mientras bebían algunos sorbos de guarapo o de chicha, cada quien comentaban sus propias aventuras: El que estuvo a punto de ser picado por una culebra que se deslizaba entre los matorrales. El que tuvo que vérselas con la vaca “orejinegra” que había parido aquel mismo día su ternero, el alazán que se desbocó por la Manga del Medio, la menos falduda, picado por un tábano. La rica cosecha de plátanos en el sembradío que quedaba junto al cañaduzal. La papa y los frisoles de la sementera para la casa y para el mercado del domingo. La abundante cosecha de mangos porque estaban en la mejor estación del año. Los nísperos, las moras de castilla que crecían de manera abundante y salvaje. Todo esto hacía el encanto de la finca y la nostalgia de María Jesús. Pero Aguasclaras se fue llenando de negocios y de almacenes y, lo peor de cantinas, que empezaron a frecuentar sus hijos. El señor cura, ni nadie, pudieron prever el día en que estas se establecieron. Lo cierto fue que un día de sábado, después de que se hiciera la bendición con el santísimo y antes de que comenzara a sonar el armonio con el canto de la salve, se escuchó en una pianola de una cantina en plena plaza del pueblo, un tango de Gardel a todo pulmón. El primer aparato eléctrico del pueblo. La plaza entera se recogió en torno a él y todo el mundo quería mirarlo. Antes existían las vitrolas en las fondas y la música que se escuchaba estaba compuesta de pasillos, marchas y valses. Pero don Jesús González inauguró con toda pompa el café y le puso por título “ Café Iris”. Nadie había escuchado un tango hasta entonces, a no ser la gente que hubiera viajado a la Villa de la Candelaria o a la Ciudad de las Puertas Abiertas. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 33 -Es un poco más distinguido-, comentó el señor cura. -Por lo menos se está oyendo en el mundo entero, pero no me gusta el lugar-. -Aguasclaras se está volviendo un pueblo que no tiene que pedir permiso a nadie-, respondió don Jesús, cuando le contaron el comentario del señor cura. Al señor cura le llegó la respuesta y lo tachó de libre pensador. La señorita Clementina, que fue la que le llevó la noticia, le preguntó aturdida: -¿Se trata de algo grave?-Una secta nueva-, le respondió el Señor cura. -¿Tiene que ver algo con los liberales?-Mucho-, le respondió el señor cura. Desde allí cundió la voz de que la cantina era un invento del partido liberal para combatir la religión. Entrar al Café Iris equivalía a ser tachado de librepensador. No podría pensarse que una persona que acudiera a la Iglesia pudiera también ir al Café, pero al campesino de Mermita, que venía al mercado y que no conocía las habladurías del pueblo ni le importaban, no encontraba ninguna diferencia entre las fondas del campo y las cantinas del pueblo, a no ser por la música que sonaba mejor en las cantinas y más fuertes que las vitrolas de las fondas. -Se paga allí hasta por sentarse -, comentaban, mientras en una fonda no había más que enjalmas. Un campesino conocía la guitarra, el tiple y la lira, pero el piano que acompañaba los tangos no existía más que en la casa del doctor. Naturalmente que la pianola no funcionaba más que por la noche de los sábados y a veces, muy escasas veces, también el domingo por la tarde. Asimismo los almacenes, en principio. 34 SAÚL SÁNCHEZ Era muy difícil vender una tela entre semana, entonces comenzaron abrirse especialmente los sábados y los domingos en que la gente del campo invadía con sus revueltos la plaza. -El pueblo comenzaba a progresar-, decían. Por eso se inventaron igualmente los martes de feria: se aprovechó de un terreno que había por Cambumbia, que era un espacio abierto y pelado al borde de un despeñadero que servía de basurero de toda la población. Allí se tiraron unas tapias, se hicieron unos cercos, se pusieron unos abrevaderos, para seguir llenando de ganado la plaza cada último martes de mes, y quedaba establecida así la plaza de ferias. Fue también Pablo Jaramillo, “Pamillo”, el primer impulsor y cliente de esta feria. Patricio Palencia se quedó callado. Él no era ganadero y el café no lo tenía que sacar a ningún mercado, porque tenía comprador directo: La Federación. Sólo que alguna vez escuchó el comentario de que se necesitaba reunir siempre más gente en el pueblo para conseguir compradores a los almacenes. El almacén, al principio pareció ser más un encarte que un negocio, pero, al fin y al cabo, se había comprometido con él y tenía que sacarlo adelante. La vida ya no le parecía tan bella como antes, cuando hacía del campo su jardín de las delicias. Jesusa enfermó por aquellos días en que las cosas con el almacén no empezaron a marchar a buen ritmo. -Ni porque hubieras estado deseando mi fin-, le dijo un día, y luego añadió, -Me trajiste precisito a vivir en el marco de la plaza poco antes de morir-. Ella no dejó de quejarse desde el día en que llegaron a vivir al marco de la plaza: unos días le decía: -Mira aquí no hay flores para mantener la casa adornada-. Otros que se sentaba a coser le señalaba: MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 35 -Prefería sembrar pero a ti se te ocurrió cambiarme las flores por las telas-. Solamente en los días de verano cambiaba de tono para decir: -Lo único que te agradezco fue que me pusiste muy cerca de la Iglesia-. Patricio le comentaba entonces que en el campo no necesitaba de la Iglesia para ponerse a rezar. Jesusa le respondía que en ese pueblo que se estaba llenando de cantinas y de espectáculos profanos, Dios no estaba en otro lugar más que en la Iglesia. -Dios está en todas partes-, le respondió Patricio con el catecismo, alguna vez. Tal vez la única vez que ellos chocaron entre sí. -Pero hay lugares en donde no se manifiesta sino en una parte-, le ripostó Jesusa entonces, como nunca lo había hecho. Al fin Jesusa murió hablando de Dios más que de Patricio; cuando vivían en el campo, antes de trasladarse de lleno al pueblo, hablaba más de Patricio que de Dios. Murió obsesionada con El. -Murió en Él-, dijo el señor cura. El doctor Duque, en cambio, que fue a verla dictaminó que había muerto del corazón y fue a este a quien creyó Patricio Palencia. Él sabía que era el débil corazón de Jesusa el que no había soportado el percance del cambio de vida. Que había sido para ella un trastorno que el domingo en el pueblo se convirtiera en el día más laborable de la semana, gracias a la existencia del almacén, cuando era precisamente el gran día de descanso en el campo. Pero no sólo eso, amén que asimismo se volvieron más laborables todos los días de fiesta más que los días de la semana en que casi no pasaba nada en el pueblo. Desde tiempo atrás venía sintiendo esta corazonada porque, por extraña costumbre, Patricio le había hecho el amor únicamente los 36 SAÚL SÁNCHEZ domingos, -no sea que tengamos el anticristo-, le decía, razón que aceptaba con complacencia ella misma. Después de la muerte de Jesusa ya no quiso hacer más, le dejó para que ellos lo manejaran, el almacén a Florencio, su hijo, que era el que lo había fundado y La Giralda a Patricio, su otro hijo menor, menos cercano a él, pero más sagaz y ambicioso que el propio hijo mayor. Patricio, hijo, hizo con La Giralda lo que no había hecho su padre, dejó la sementera para la agricultura y destinó los potreros para el ganado. Empezó a participar en los mercados de los sábados en la plaza del pueblo y en los martes de feria de fin de mes. Puso a trabajar la gente el doble de tiempo de lo que lo habían hecho con Patricio, su padre, aun por encima de lo que necesitaran para vivir. Patricio, padre, no lo aprobó nunca. No lo consideraba necesario. Patricio, joven, también se daba el lujo de montar los mejores alazanes, de pasearse por las calles los martes de feria rastrillando herraduras, con los mejores zamarros, la mejor silla de montar, el sombrero más elegante. Todo un lujo innecesario. Patricio, el hijo, le argumentaba que era que el no conocía la esencia de lo que significaban los negocios y Patricio, su padre, callaba. Al fin y al cabo, cuando él vivía en la finca con su Jesusa, se la pasaba con sus agregados disfrutando del campo y del trabajo. Todo el mundo laboraba parejo con él, o mejor el laboraba parejo con todo el mundo y lo que conseguía sabía mantenerlo o repartirlo, nunca se dilapidaba ninguna cosa. Nada se hacía que representara un lujo excesivo, nunca se gastaba más de la cuenta. El sólo manejaba toda la renta y los gastos de su hacienda, pero se vivía decentemente y sus agregados no sentían ambición de tener sino de trabajar y vivir. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 37 El amontonaba el dinero porque era necesario mantenerlo; una cierta inseguridad, una enfermedad, nadie sabía qué podía acontecer. No negaba los beneficios de la tierra. Con ella tenía suficiente para vivir, y él era como el paterfamilias de una larga generación que vivía de su tributo, y tener en sus manos el dinero representaba una seguridad para todos, aún para sus agregados. Pero Patricio, su hijo, dilapidaba el dinero en ganado. No guardaba nada en ninguna parte. No dejaba nada para lo que podía suponer siquiera una emergencia repentina. Toda su felicidad consistía en tener el mejor potrero del pueblo, como la dicha de ofrecer los mejores caballos. Por lo menos, se decía él, Florencio, el hijo mayor, había estudiado en la capital, pero Patricio no había tenido más que los cinco años de escuela allí en Aguasclaras. Este le ripostaba con los gastos que su hermano Florencio hacía cuando le daba por embarcarse para La Villa de la Candelaria cada tres meses y gastarse en telas lo poco que había recogido en el almacén. Aquello no era sensato -acusaba Patricio-. Un afán loco de hacer de La Abundancia la mejor despensa del pueblo, cuando allí no había quien comprara esas mantas y las finas telas que empezó a importar. También él iba de cuando en cuando a La Villa de la Candelaria, le respondía el viejo Patricio, pero él le acotaba como si quisiera recordarle algo que además lo ponía triste: -Para que mamá visitara su familia y nada más-. Más Florencio, en cambio, preguntaba Patricio: -¿Cómo podía llegar a reponer todos esos gastos con los artículos de lujo que importaba que nadie podía comprar en el pueblo?-¿Cómo lo haría usted?-, le preguntó don Patricio, comprendiendo en el fondo que su hijo menor era más sagaz y negociante que el 38 SAÚL SÁNCHEZ mismo Florencio, su hijo mayor, y la respuesta que le dio, Patricio, fue casi matemática: -Más horas de trabajo; menos gente empleada, que cierre el almacén después de que cierren todos los demás los sábados y que los abra antes de que se levante el primero los domingos-. -Y el reposo?-Acaso soy yo el que manejo el almacén, que lo haga Florencio, a quien usted le ha dado la mejor parte-. Por demás, añadió: -No es negocio lo que uno trabaja, sino lo que los demás hacen por uno. Como yo lo hago en La Giralda-. Aquel día levantó la mano Patricio para castigar a su hijo, como no lo había vuelto a hacer desde hacía tiempo, pero se contuvo al pensar que él había tenido la culpa. -¡Eso fue lo que aprendiste!-, le espetó por lo que había dicho, -a ser un ladrón?Entonces le echó a él la culpa de la muerte de la mamá Jesusa, por causa de su habitual rebeldía que llevó al agotamiento a la pobre vieja a la que ya no le funcionaba el corazón de tener que soportarlo a él con todas sus fechorías y estuvo a punto de soltar una maldición, pero tampoco la dijo recordando las consecuencias que ello traía. Solamente abjuró de no volver a pisar su casa, de separarse de sus hijos para que se defendieran solos como pudieran, y de quedarse él solo viviendo con sus hijas hasta el día de su muerte. No supuso el mismo viejo Patricio lo que esto iría a significar. Por lo pronto se fue a casa de María Aparecida que además de estar casada con un sobrino político suyo, no tenía sino un hijo. María Aparecida tenía el encanto y el mimo de ser la hija menor. Se parecía a María Jesús principalmente en los ojos. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 39 De resto, le quedaba el pequeño terreno del Silencio donde podía ir a descansar cada que quisiera. Lo más importante era que el Silencio no era mayor cosa: una casa vieja, algunos árboles frutales y el resto, el paisaje que le volvía a refrescar a Patricio las aventuras de la colonización de aquellas tierras. El territorio era, sin embargo, más feraz. Se divisaba también el Arma de allí y aún se alcanzaba a ver hasta más allá el borde de la carretera que llevaba al Cauca. Era el camino para ir a La Villa de la Candelaria, que Patricio miraba con nostalgia, pues lo había recorrido varias veces en busca de Jesusa. De La Giralda, en cambio, no se divisaba bien más que el pueblo vecino, al que la gente apodaba “Matraca”. Ahora se podía ir en carro hasta el corregimiento de Arma, que ya no era más que un asentamiento, cuando antes había sido la más codiciada fundación de la gente que venía de arriba en busca del oro del río. El viaje ya no se hacía más a punta de caballo y en paradas, como le había tocado hacerlo el día en que se fue con su padre para Guarzo a buscar a Jesusa. Ella, en cambio, después de la muerte de su padre, no había vuelto nunca más a su pueblo, donde aún vivían algunas de sus hermanas. Hacía tiempo, por tanto, que había salido de su pueblo, pero lo mismo ella que Patricio vivían como si no necesitaran nada más. Por ese entonces el hermano poeta que seguía viviendo en Bogotá y no había vuelto tampoco a su casa ni a su pueblo, ganó la Violeta de Oro de “Los Juegos Florales” en el centenario del fusilamiento de Policarpa Salavarrieta, heroína de la patria. El conocía también sus otras poesías y las repetía cada mañana al levantarse como si fueran su oración matutina. Entonces Jesusa se burlaba de él y le advertía que con eso no se iba a salvar. 40 SAÚL SÁNCHEZ Él le explicaba que sus poemas eran como una oración a la tierra y “Titanes” (1), al igual que una epopeya, un canto a la misma. Al fin y al cabo, antes de invadir el occidente y sentarse como a descansar en la cuesta de San Nicolás, la familia estuvo trabajando en la mina: “Buscando los veneros de la vida, en los mismos ribazos de la muerte”. Dijo y así lo repetía Patricio, pues era eso lo que decía la poesía de Francisco en alguna parte de la obra. Con todo Francisco, el poeta era tan desconocido entre su gente y vivió tan escondido como su familia. No tenía por qué tener un monumento nacional, aunque estuvo a punto de ser un embajador en Francia, más murió un mes antes de partir. Además, Patricio sabía que existía mucha ingratitud en el pueblo. Por demás, la Violeta de Oro que ganó en “Los Juegos Florales”, como todo el oro que tenía la familia, que no era poco, había corrido parejo la misma suerte para sostener la guerra con el Perú. Ellos no se levantaron en armas, pero entregaron todo su caudal. “Los Juegos Florales” empezaron a perder importancia muy pronto. La historia de la antigua Nueva Granada no dependía ya sólo de la mano del minero como del humo de las fábricas y “Titanes” se volvía así entonces un canto del pasado. Con todo, los cambios que se iban sucediendo desde entonces en su pueblo lo iban confundiendo: Primero la luz eléctrica para poder que los almacenes trabajaran de noche. Después las pianolas de los cafés que acabaron con la banda de música e hicieron relegar su vitrola al cuarto de rebujos (1) Versión completa del poema “Titanes” escrito por el poeta aguadeño Francisco Giraldo Hernández al final del libro. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 41 y además las flotas de escalera que empezaron a llegar al poblado de ambas capitales. Se hubiera podido atortolar el abuelo con todos estos inventos, pero para él no era un milagro que se acabaran las retretas de los domingos sólo porque la pianola del Café Iris podía alcanzar sonidos más estridentes que la banda del pueblo. 42 SAÚL SÁNCHEZ 4 Una buena mañana de domingo, la alcaldía promulgó un edicto por el cual se disponía que se trasladara el mercado de los sábados del parque a la plaza de Cambumbia. Ni el señor cura dijo ninguna cosa y más bien miró con complacencia el edicto de la alcaldía. Únicamente el padre Ángel miró con nostalgia el cambio de lugar. A la plaza de Cambumbia se le hacía imposible el acceso por las vueltas que tenía que dar para llegar sin peligro por las faldas por donde debía atravesar, si quería acercarse al mercado a partir de su casa. -Puede ir a pie-, le decía burlonamente Lazarito Villegas, su coetáneo, que siempre a pesar de la edad iba a pie a toda parte. El padre Ángel, que era capellán del hospital municipal, que quedaba más allá de la Habana, por la salida a Pácora, se le veía casi siempre a caballo. Lazarito era el sabio del pueblo y el padre Ángel era el poeta. EL padre Ángel compuso el famoso poema de “La Salida de los Animales” y Lazarito para burlarse de él, solía decirle: -Sólo faltamos nosotros ahí-. Algún día se trenzaron en una discusión bien curiosa para ambos: Lazarito hablaba del domingo como del séptimo día. El padre Ángel hablaba del domingo como del díes octavus, así en latín, subrayaba el Padre. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 43 -La semana es de siete días-, le decía Lazarito. -Pero decimos de aquí a ocho días cuando hablamos de un plazo que va de domingo a domingo-, replicaba el padre Ángel. -Ahora el séptimo y el octavus dies quedan separados. El séptimo es el de la creación, el octavus el de la redención y, por tanto, de la resurrección-. Lazarito no podía entender la teología del Padre Ángel. -No se puede ser tan exageradamente pío como el padre Ángel-, le manifestaba al grupo de sesentones que le otorgaba su audiencia. EL padre Ángel daba su explicación al grupo de muchachos en su catecismo del domingo por la tarde: -El domingo es el día del Señor, por eso es el primero de la semana, pero también el último y por eso se le llama cristianamente el dies octavus, no el séptimo. La explicación de Lazarito fue simple: -El domingo es el primer día de la semana, porque es el que recupera las fuerzas para el trabajo-. Todos asintieron. Por lo demás el lenguaje de Lazarito era el lenguaje más atildado del pueblo. Se le podía consultar sobre filosofía, pero también sobre historia o geografía. Había escrito una monografía del lugar que contenía su orografía, su hidrografía y su historia completa. Había enviudado y vivía con su hermana, al igual que el padre Ángel. Unos modelos urbanos de comportamiento, que amaban los lugares tranquilos, las calles vacías y los sitios solitarios. El parque del pueblo era bello. Las Araucarias ya eran casi tan altas como la torre de la Iglesia o el piso alto del palacio municipal al igual que las palmas de cera. Una fuente lago en la mitad del parque y patos que se deslizaban tenuemente a través de él mientras quedaba una estela de luz de las bombillas redondas que iluminaban el sitio: 44 SAÚL SÁNCHEZ “Las Araucarias ya eran casi tan altas como la torre de la iglesia” La aldea quedó pues organizado entre dos plazas, la de ferias y la del parque. La plaza de ferias quedó también, por tanto, como plaza de mercado, único lugar del pueblo de donde no se divisaba la torre del templo ni se oían las campanas, pues de resto podría decirse que cada casa apuntaba con una ventana, al menos, que miraba al templo, de donde se oía el repique de las campanas que consagraba las fiestas o invitaba a las ceremonias. -Aguasclaras parecía antes un portal de Belén en donde la vida tenía el color de las azaleas y el silencio sólo lo interrumpían los trinos de los pájaros, que se mecían en las ramas de los árboles o se posaban en los balcones de las casas-, dijo un día el padre Ángel, al ver los tumbos que el lugar iba dando. -Los cambios!-, le replicaba Lazarito. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 45 Patricio Palencia, en cambio, lo miraba como un templo profanado, donde él y el padre Ángel eran los más viejos habitantes pero ya no los más respetables. Desconocía, en cambio, a Lazarito Villegas a quien miraba con cierto recelo como a un extraño. Los tres, sin embargo, habían nacido cuando Aguasclaras era apenas una comarca y tenía otro nombre. Ni siquiera existía como urbe todavía La Ciudad de las Puertas Abiertas. El único acontecimiento grande de toda su vida fue la inauguración del templo parroquial y el órgano de la Iglesia. El párroco de entonces, el padre Domingo, comparó aquel evento con la resurrección del Señor y aquel año se volvió un año jubilar para todo el mundo en el pueblo. El año de las tres gracias. Vino el Señor Obispo de la capital de la región. El Papa mandó su bendición apostólica desde Roma. Como la Iglesia iba a ser inaugurada con órgano y todo, el mismo extranjero que vino a instalarlo, Don Carlos “Suañiber”, (así pronunciaba la gente su extraño apellido), lo estrenó ese mismo día. Entonces se oyó por primera vez el “Avemaría de Schubert” que arrancó vivas lágrimas de emoción a todos los asistentes. Parecía un instrumento hecho para ahuyentar el demonio y acabar con el estrépito que se hacía en la plaza los días de mercado. Patricio Palencia guardó un profundo respeto, pero ocultamente siguió prefiriendo la música de cuerdas. Las canciones de Belén habían sido acompañadas bajo el encanto del tiple, pero el órgano hecho para acompañar el latín de las misas sonaba demasiado extraño a don Patricio. 46 SAÚL SÁNCHEZ -EL templo parece un palacio, no la casa de Dios, y el órgano suena como a canto de reyes-. -Suprimimos los monarcas-, añadió otro día, -y ahora queremos restituirlos de nuevo bajo el nombre de Dios-. Cuando esto aconteció, Jesusa estaba ya reducida a la cama, pero él le contó a Jesusa lo sucedido en el pueblo: -Anticiparon el juicio final-, le dijo. -Y mi muerte-, agregó ella, -¿No te gustó?-, le preguntó después. -No, fue algo extraordinario-, le respondió, -pero la Iglesia se hizo antes que nada para orar, no para gritar y ahora hay que cantar a los gritos-, -verás lo que va a pasar-, añadió entonces. A Francisco, el poeta, lo sucedió el padre Ángel como el poeta del pueblo el día en que compuso “La Salida de los Animales”. Pero Lazarito se seguía burlando socarronamente, como la primera vez que le hablaron de ella y en ese mismo tono le dijo otro día: -Es mejor que te ocupes de la poesía que de la teología- , buscando así zanjar la discusión que mantenían entre ellos acerca de los días de la semana y en especial acerca del domingo. -La teología es mi obligación, la poesía es mi entretenimiento-, le dijo el padre. -Pero lo has hecho bien-, volvió y repitió Lazarito y luego añadió: -Nosotros ya no estamos para especulaciones; nos basta con vivir bien los pocos días que nos restan-. -Debo cumplir mi deber hasta el último día-, le respondió el padre Ángel. -No se puede ser tan conservador-, volvía a repetir Lazarito al pequeño grupo de sesentones que igualmente le seguían otorgando su atención. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 47 Entonces el padre Ángel cambió la explicación que antes había dado, esta vez a un grupo de niñas a las que les daba ahora el catecismo: -El octavo día es el día del Señor, pero ahora es también día de mercado y de cantinas-. Finalmente, fue la explicación de Lazarito la que se acogió oficialmente: -El domingo es el día en que todos buscamos recuperar las fuerzas para volver el lunes de nuevo a la faena-. El padre Ángel repetía en el catecismo a los muchachos: -Lunes es el día de la Luna, martes es el día de Marte, Miércoles el día de Mercurio, Jueves el de Júpiter, Viernes el de Venus. Sólo el sábado que es el día del sabbath y representa el Antiguo Testamento y el domingo que es el Diez Dominica o Día del Señor y que representa el evangelio para los cristianos, no son días paganos-. Otro día añadía: -Debiéramos aprender de los lusitanos que mantienen nombres cristianos para la semana: Feria 1, feria 2, feria 3 y así hasta el viernes. Solo al domingo lo llaman por su verdadero nombre el Día del Señor. Un baúl lleno de libros en la casa, amén de su monografía que era el culmen de su vida laboral como maestro de toda esa primera juventud nacida en aquel pueblo del norte de Caldas, le servía a Lazarito para aparecer como el hombre ilustre del pueblo, lo que no le gustaba a Patricio el viejo, que bien sabía que su hermano, amén de ser laureado en los “Juegos Florales”, era un abogado ilustre graduado en las universidades de la capital con la más alta calificación a su tesis, que fue además laureada y publicada. En cambio, para la gente, Lazarito era el hombre ilustre de la población y el padre Ángel el santo. A Francisco, el poeta, en cambio, no lo conocieron nunca ni lo vieron nunca caminando por el pueblo. Por demás, lo que empezó a vivir la aldea el día en que se introdujo la pianola y el volumen que ella alcanzaba que lograba oírse desde el parque como no el órgano, le pareció a Patricio, el fiel cumpli48 SAÚL SÁNCHEZ miento de lo que le había pronosticado María Jesús, cuando inauguraron el templo y el majestuoso órgano tubular; pero ella ya no vivía para poder tener a quien comentárselo. Se sentía así completamente solo después de la muerte de su Jesusa. No significaba nada para el poblado que él fuera hermano de Francisco el poeta, si él nunca vivió más allí desde el día en que salió del lugar, después de los doce años. Había otro viejo más viejo en el pueblo, pero ahora también oculto como él. El hijo de los primeros pobladores, que tenía bastante con asomarse desde el balcón de su casa en la esquina del parque, al frente de la Iglesia, a recibir el sol y el saludo reverente de los transeúntes. Patricio pensó que también él debía resignarse a su suerte y al silencio que acompañaría en adelante sus días en casa de Adelaida, su hija, ya que María Aparecida se había ido a vivir en La Villa de la Candelaria por esos tiempos. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 49 5 Hubo un año en que el parque empezó a aparecer más bello por lo que se presintió que el pueblo iba a cambiar. Además de las araucarias y de las palmas y los siete cueros, además también de los patos que se deslizaban tenuemente en los días de verano en la fuente, dejando una vaga estela, a manera de cauda, a su paso, se hizo una nueva adquisición. Se trataba de un pavo real, que empezó a despertar a la población con sus graznidos en las horas del día en que alumbraba el sol y rompía la monotonía de los interminables días de la semana que no eran días de fiesta. Con el mismo fin se habían inventado los martes de ferias que se cumplía los últimos martes de cada mes en los que Patricio, hijo, lo mismo que sus hijos, se lucían no sólo como aquel que fuera el mejor chalán del pueblo, sino el más buen vendedor. Curiosamente en el lugar se manejaba de un modo extraño entonces lo que significaba un negocio. Se asumía como regla que el mejor negociante de un día de feria era aquel que lograba meterle al otro “chucha por liebre”. Ese era el refrán y era la ley a la que todos se atenían y Patricio no lo hacía mal en estos casos. Por eso pasó en el pueblo por ser no sólo el mejor chalan sino el más hábil vendedor. -Las reglas son las reglas y se vale hacer trampa-, decía la gente. Ni siquiera Lazarito se habría opuesto a ese modus agendi; y en cierto modo, ni tampoco el padre Ángel. 50 SAÚL SÁNCHEZ Sea lo que fuere, la plaza de ferias, que ya era también plaza de mercado, era casi el único lugar notable, desde donde no se divisaba la torre de la Iglesia y casi ni se oían las campanas. Aguasclaras ya no era aquel villorrio del día de su fundación en el que se quisieron repetir los relatos bíblicos para tener siempre presentes los divinos preceptos, cuando levantaron doce casas de choza y un primer templo de bareque como un sumiso homenaje a los mandatos evangélicos. Por supuesto, el templo representaba a Jesús y las doce casas pajizas a cada apóstol y a cada uno según su función. Entonces en el lugar que tenía Juan en la Ultima Cena había sido colocada la casa cural. El que tenía Pedro lo ocupaba la alcaldía, y finalmente había sido relegada la cárcel como el puesto de Judas. Si antes, en la primitiva población, toda la región con los demás habitantes de las veredas o corregimientos formaban como una eterna Palestina sobre la que se tendía un campo de cristianización, ahora con el progreso del pueblo se convertían en los sitios deseables para que el progreso continuara realmente en el poblado. Así lo entendieron las autoridades y los ricos de la región. La aldea, por tanto, ya no sería más un portal de Belén, pues daba la sensación de que había comenzado la vida pública y que estaba a punto de llegar a su apogeo. Don Patricio Palencia la miraba como un templo profanado y se quejaba de esto con el padre Ángel. El único acontecimiento grande, comentaban ellos, había sido ya hacía algún tiempo la inauguración del templo, del que todavía, sin embargo, la gente se ufanaba, y en el que, a su lado, el señor cura tenía su casa parroquial y fungía en ella casi como el representante directo del Papa, o, al menos, del obispo de la diócesis, pues ya era el padre Reinaldo y no el padre Domingo. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 51 En asocio con las altas autoridades de la Iglesia y ante la evidencia del deterioro de las buenas costumbres, el nuevo párroco, el padre Reinaldo, declaró aquel año como un año jubilar en el que todo el mundo que se acercara al santuario, confesara sus pecados, asistiera a misa y diera una limosna para las misiones pontificias en tierra de paganos, podría así conseguir el perdón de todas sus culpas in articulo mortis y alcanzar de esa manera directamente el cielo, sin ser juzgado por sus pecados, ni tener que purificar sus faltas con las llamas del purgatorio. El Papa envió su bendición apostólica desde Roma, volvió el obispo al pueblo para presidir las ceremonias y regresó también el organista alemán don Carlos “Suañiber”, para dar inicio al año jubilar con las cuarenta horas de velación con el santísimo sacramento. Para asombro de la aldea, el talentoso hombre alemán, estrenó en aquella ocasión una pieza de un paisano suyo, que aparecía en los programas que se repartieron de las cuarenta horas con el título de “Fuga en re menor de Juan Sebastián Bach”, que llevó a ser calificada por todos los que asistieron al templo aquel día, como música de ángeles. Desde que existía el pueblo de Aguasclaras, la gente no conocía otra ceremonia más solemne que la que acontecía cada año entre marzo y abril con la Semana Santa. Pero aquellas cuarenta horas, como llegó a comentar Clementinita Estrada, la gran dama del lugar, fueron como un trozo de música celestial. Por un tiempo, el pueblo volvió a retomar aquel aire de paraíso terrenal que tuvo al principio de su fundación. -Ha regresado el Señor a la población-, comentó el padre Ángel. -Por un tiempo, al menos-, replicó Lazarito, al que le era normal una sonrisa de escepticismo frente a las actitudes cívicas o religiosas de su gente. 52 SAÚL SÁNCHEZ -Es cierto-, decía, -fue bella la música, fue asimismo grande el recogimiento-,no sonaron durante ellas las pianolas del Café Iris y del recién fundado Café el Tango, por respeto al Santísimo, pero lo mismo se hacía en Semana Santa. Con el tiempo volverá el estrépito y el ruido, que es signo del pecado, a Aguasclaras-. Esta vez el padre Ángel no quiso hacer comentario a las palabras de Lazarito pero el señor cura sí. -Como lee tanto-, dijo, -se ha dejado envenenar del escepticismo del mundo moderno, él, que es, sin embargo, amén de un hombre culto un buen conservador-. Sólo don Patricio guardó con profundo respeto un silencio, pero sin dejar de pensar que algo le hacía estremecerse interiormente. Ya no vivía Jesusa, que era una mujer prudente y sensata para que ella le comentara lo que pensaba de los hechos y de ese nuevo invento de la religión como eran las cuarenta horas. Él también había asistido a las celebraciones y había oído los compases de la Fuga en manos de aquel organista alemán y algo le había gustado de ella, pero no sabía qué. De alguna manera, también había visto aquel día llorar a su hija Adelaida con esa pieza y, para él, ella era la que más se parecía a María Jesús. Nunca quiso preguntarle porque había llorado aquella vez, pero ella misma un día sin que le preguntara por qué?, le comentó: -“Sentí como si el alma de mi mamá estuviera entrando al cielo con esa música y pensé que así debió haber sido, pues ella amaba las fiestas del Santísimo”-. Es cierto que para don Patricio las canciones de Belén habían sido tocadas con aquel encanto del tiple, como lo hacía su hijo Patricio, que además las cantaba con profundo recogimiento, especialmente cuando entonaba aquella extraña canción navideña que había compuesto su hermano el poeta con motivo de la muerte de su amada Jesusa, pero esto sonaba distinto. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 53 -Aquello sonaba a despedida-, dijo, -y esto como a reencuentro-. Entonces repitió aquellos últimos versos de esa canción de Navidad, “Nochebuena”, de su hermano Francisco, como si a eso le empujara la vida: “Pero sigamos siempre adelante Las almas nunca miran atrás Para los vivos amor vibrante Para los muertos sagrado altar”. (2) No fue esa, empero, la opinión de aquel otro magnate, al que apodaban “Pamillo”, cuando señaló que el órgano estaba hecho para acompañar las músicas latinas de las ceremonias sagradas en la iglesia, pero nada más. Aun el alcalde, don Marco Tulio, a pesar de que él estuvo acompañando las ceremonias mientras oficiaba el obispo en ellas y tenía un puesto especial en el sitio al lado del presbiterio, como reconocimiento que le hacía el señor cura a la máxima autoridad del lugar, se limitó a decir que el templo parecía un palacio, no la casa de Dios, y que el órgano sonaba como música para reyes, no para hombres de pueblo. -Suprimimos los monarcas, le añadió un día a una de sus hijas, pero ahora hacemos de Cristo un rey, no un salvador. -Ante toda esta pompa, él le comentó un día al padre Ángel, Señor se llamaba Jesús, pero ahora hay que llamarlo Cristo Rey, como lo dicen ustedes. -¿No te gustó?, le preguntó el padre. -No! Fue algo extraordinario, le dijo, pero la Iglesia se hizo ante todo para la meditación y las plegarias, no para la pompa y el boato. -Verás lo que va a pasar, le anticipó. 54 SAÚL SÁNCHEZ Y el padre Ángel sin asentir absolutamente en nada de lo que el señor alcalde le había dicho se limitó a pensar que podía ser cierto, pues sin saber por qué, el mismo empezó a presentir que algo extraño empezaba a suceder en la población, a pesar de las 40 horas o tal vez, gracias a ellas. (2) Texto completo del villancico “Nochebuena” que escribiera Francisco Giraldo Hernández al final del libro. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 55 6 Poco después, la gente vio llegar a una extraña comunidad de ambulantes que nunca antes se había visto en el pueblo y que instalaron sus carpas por los lados de Cambumbia. De las casas de Chagualo, que quedaban arriba de Cambumbia, se veían aquellas pequeñas carpas al abrigo del fuego que encendían los gitanos para calentar la noche, como un mundo de pequeños sortilegios, bajo el que se estaba declarando la suerte que iría acompañar al poblado de ahí en adelante. Aun el padre Ángel, que vivía por Chagualo, se detenía en la punta de la esquina que daba la vista a la plaza de ferias y de mercado sólo por tratar de captar el murmullo que subía desde ese lugar. -Se diría que así nació el niño Dios-, dijo un día. -Nunca nadie que arme una carpa y encienda un fuego permanece para siempre donde duerme-, sentenció Lazarito. Hasta entonces no se había asomado tanta gente a la plaza de mercado. Los gitanos tenían objetos de cobre, adivinaban la suerte, montaban a caballo de un modo tan elegante que sólo sabían hacerlo ellos mismos así. Ninguno de los chalanes del lugar manejaba un caballo como ellos lo hacían, cosa que hirió en parte el amor propio de Patricio, hijo, y a sus hijos, que hasta entonces figuraban como los mejores de la región. Los objetos de cobre los vendían las viejas gitanas con cara de brujas y un cuerpo de emperatriz que seducía a los mismos adolescen56 SAÚL SÁNCHEZ tes de la población. Se sentaban alrededor de las pailas, ataviadas de collares y de aros, como si se dispusieran a preparar el brebaje para el rito de encantamiento de los señores. Nunca una mujer de la villa, ni siquiera la señora del doctor León o la del doctor Duque gozaban de la solemnidad que acompasaba a las gitanas, cuando se movían por todo el poblado o visitaban el parque de la plaza. Sin embargo, cuando la gente en general, pasaba al lado de ellas curioseando sus artesanías, ellas tenían la mirada fija más allá de los curiosos, como si el tiempo que tuvieran por delante fuera para ellas un tiempo eterno. Las más jóvenes variopintas alcanzaban la gracia que tenía una mariposa. Ellas eran las encargadas de sonreír, como si a cada una le fuera encomendada un oficio específico. Revoloteaban alrededor de las carpas conquistando caballeros hasta que alguno se decidía y le tendía la mano. Así el encanto pasaba directamente de la gitana señorona a las bocas de las más muchachas. -¿Cuándo se les había ocurrido averiguar el futuro?-, exclamaba el señor cura en la parroquia. -¿Qué quiere que el pueblo haga?-, preguntaba el alcalde pero no al señor cura sino a la gente que lo rodeaba. -Sabemos lo que va a ocurrir-, sentenciaba el señor cura, -y al que siga haciendo estas cosas ya tiene definido lo que le va a pasar-. -No hay más que cielo e infierno-, gritó desde el púlpito, -y el cielo no tiene ningún futuro que esperar más que el de la vida eterna-. Entonces leyó el evangelio de Juan sobre las ovejas de otro rebaño. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 57 Así patentó el señor cura lo que estaba sucediendo en Aguasclaras: -Cambumbia era un lugar de perdición, algo parecido al reino de las tinieblas-. Precisamente por eso era la parte baja del pueblo. La Iglesia estaba en la parte alta. Su cúpula se levantaba enhiesta sobre cualquiera otra edificación del lugar y nada ni nadie podían estar por encima de ella. Ella se mostraba, de cualquier parte por donde se llegara a la aldea, como el lugar de recogimiento y perdón. Sólo las señoras casadas le hicieron caso al señor cura; esta vez también los niños que dependían de ellas y las muchachas que veían a Dios detrás de los gritos del sacerdote. Mala suerte para ellas, porque entretanto los muchachos, bajo el embrujo de las voces de las gitanas descubrían el futuro en los pechos amantes de esas mujeres. Al borde de la escena final, cuando ella estaba cansada ya de acariciarle la mano, y el de reír, la gitana soltaba una carcajada para decirle al muchacho que se plegara a sus encantos: -El mundo está todavía por descubrir y es tiempo de vivir de la aventura y no del juicio. No hay lugar de la tierra que no pueda ser alcanzado por quien tiene el valor de correr la aventura como nosotras. El hombre no nació para vivir atado a un lugar, por eso nosotras les abrimos la puerta al porvenir, para que dejen de mirar el pasado y transformen la vida viviendo libre como el viento y visitando nuevos mundos al igual que el-. -Hay que abrirle la puerta al futuro-, terminaba repitiendo la gitanilla de ojos brunos. Por una parte, estaban los que como Lazarito no aceptaban el modo de vida errante de los gitanos, lo mismo pensaba el señor cura. 58 SAÚL SÁNCHEZ Por otra parte, los que afirmaban con don Andrés, el hacendado del pueblo, -que la vida era una aventura-, como si defendiera a los gitanos. El asunto tuvo serias repercusiones. -Una fortuna no se labra a punta de razón-, dijo don Andrés, -sino a golpes de suerte-, añadió en otra ocasión, -y es uno el que se las inventa-, añadió. Lazarito le dijo que no se trataba de la fortuna, sino de la vida en la que cada quien debía ser caballero en su oficio. Por más explicaciones que dio, hubo desacuerdo entre el maestro de escuela y el rico del pueblo. Por una parte, estaban los que como Lazarito no aceptaban el modo de vida errante de los gitanos, lo mismo pensaba el señor cura. Por otra parte, estaban los que afirmaban con don Andrés que la vida era una aventura y que había que vivirla hasta sus últimas consecuencias. La presencia de los gitanos durante aquel tiempo, las historias que se tejieron después de que emprendieron su viaje de regreso, los cuentos que se armaron con su desaparición, porque fue así como evacuaron el pueblo, como si se hubiesen desaparecido, empezó a trastornar a toda la gente. Fue en un amanecer, antes que el alba despuntara, cuando el entorno entero empezó a despertarse, que se dio cuenta, sin necesidad de ir a visitar sus carpas en la plaza de Cambumbia, que ya no estaban. Todo mundo comentaba el suceso ya que todos habían tenido la misma impresión: Que habían desaparecido como un espanto. Algunos fueron a la casa del alcalde todavía muy temprano y no MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 59 sólo lo despertaron sino que lo hicieron levantar, el que nunca había sido muy madrugador y que llegaba casi siempre tarde al despacho. Parecía algo diabólico o así comenzó a sentirlo la gente. Llegaron cuando menos se pensaba e igualmente se fueron de la misma manera. Entonces se empezó a rumorar que la presencia de los gitanos había sido casi un suceso demoníaco para el poblado. Algunos de sus habitantes mostraban extrañas actitudes que nunca antes habían tenido y lo que se decía era que habían sido enyerbados. A Samuel Hurtado, por ejemplo, sobrino de don Matías, secretario del alcalde, se le había visto salir de una de las carpas de una gitana dando tumbos y sin dirección fija alguna. Pocos días después lo encontraron por la Cuchilla, cerca del Monserrate, tendido sobre el pasto, sin que pudiera dar cuenta siquiera de quien era ni cómo había llegado allí. Se lo encontró luego apostado varias veces muy cerca de una de las casas de cita de la Cuchilla hablando solo, y lo único que decía y repetía a cada momento, especialmente cuando pasaba un grupo de muchachos o bien un señor que buscaba un encuentro secreto allí, era esta frase: “Hijodeputas pa’ dentro, hijodeputas pa´ adentro”. Pocos días después a la gente cercana al parque la sacudieron ciertos alaridos que cundían por toda la plaza. Los terribles gritos de horror llevaron a muchos a acercarse al marco de la plaza para ver que ocurría: un hijo de la familia Salazar, que tenían igualmente una rica tienda de abarrotes, había salido huyendo despavorido de su casa como si hubiese visto una horrible visión. Sólo que su fuga culminaba en la fuente del parque, donde terminaba deslizándose piadosamente en calma al lado de los patos que se paseaban en la fuente. 60 SAÚL SÁNCHEZ De alguno, por lo menos, se estaba seguro que había entrado en relaciones con alguna gitana y que había amanecido luego y las secuelas que se dieron después de este asunto tuvieron serias repercusiones en el lugar. Hubo quienes dejaron de asistir al círculo de la Sociedad de Mutuos Auxilios, toda una organización de la parroquia y no quisieron reunirse más con ellos. Entonces tomaron el Café Iris por sitio. Clementinita Estrada se dio cuenta del detalle y se lo contó al señor cura. -Los liberales crearon tertulia en el Café Iris-, le dijo. Lo que no sabía hasta ese día el señor cura era que el Café, que administraba don Jesús González, era del doctor Rodas, un ingeniero civil graduado en La Villa de la Candelaria, que no ejercía su profesión. Salía de la casa únicamente los lunes. Se sentaba solo en un rincón del café, tomaba de una botella de whisky que don Jesús le llenaba con ron todos los domingos y era el único hombre del pueblo que no iba a misa. Lazarito siempre lo miró con recelo, desde que lo vio llegar el día en que vino a enterrar a su padre. Nunca dijo nada, pero lo que hacía estaba por encima de lo que sucedía en Aguasclaras. El doctor Rodas solo conversaba de vez en cuando con el doctor Duque Macías, al que tomó por médico de cabecera para toda la vida. Entonces le confió algunos secretos: -Léase a Víctor Hugo-, le dijo un día. Duque Macías sonrió. Él no estaba interesado más que en atender su consultorio, pero al primer cliente que tuvo le comunicó la idea: -Existe un tal Víctor Hugo, ¿lo conoce?-. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 61 La noticia se regó en todo el Café Iris y se nombró una comisión para que se le preguntara al doctor Rodas cómo se podía conseguir a Víctor Hugo. Al lunes siguiente trajo a “Los Miserables” envuelto en un papel periódico y ellos comenzaron a leerlo. Desde allí cundió la voz de que las cantinas eran un invento del partido liberal para combatir la religión. Entrar al Café Iris era ser tachado de libre pensador. No cabía pensar que una persona que acudiera a la Iglesia y fuera a misa los domingos frecuentara asimismo el Café. Pero el campesino que venía al mercado y que no conocía las habladurías del pueblo no encontraba ninguna diferencia entre la fonda y la cantina, a no ser por el valor que tenían las cosas. -Se paga por sentarse-, comentaban una y otra vez. Y siempre repetían lo mismo, como si todo lo que iba sucediendo en el pueblo ocurriera en deterioro de lo que ellos amaban: -En una fonda no hay más que enjalmas-, además la música…no es la misma de antes-. Hubo quienes dejaron de asistir al Café Iris y no quisieron reunirse más que en el Café el Tango, que existía de hacía más poco, para tomar distancias con los otros. Los unos, como si hubieran sido embrujados por los gitanos confesaban que ya no creían en Dios y se proclamaban librepensadores como el doctor Rodas que se convirtió para ellos en gran paradigma de hombre ilustrado. Los otros, en su mayoría conservadores, pero ante todo muy creyentes y cristianos armaron también rancho aparte en el club. Clementinita Estrada se dio cuenta del detalle y se lo contó al señor cura. -Se dividieron de nuevo-, le contó al señor cura. -¿Quiénes?-, le preguntó el padre Reinaldo 62 SAÚL SÁNCHEZ -Los intelectuales de la tertulia del Café Iris-. -¿Por qué?-, le preguntó el señor cura. -A raíz de la venida de los gitanos-, le dijo. -¡No entiendo todavía por qué?-, volvió a repetir el señor cura. -Los que no creen en Dios y los que creen en Dios, después de que vinieron los gitanos-. -Los gitanos no creen en Dios-, según me dijeron. -Los que creen en Dios, se reúnen ahora en el Club. Casi todos son conservadores y sólo algunos pocos liberales-. -Los que no creen en Dios, siguen en el Café Iris con el doctor Rodas-. -Ahora no sólo leen a Víctor Hugo-. -¿A quién entonces?-, preguntó inquieto el señor cura. -Tiene un nombre que no se distinguir, dicen que es ruso y que es comunista. Pero bien se yo quien nos lo puede averiguar-. -¿Quién?-. -Cristina, la hija de don Benjamín-. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 63 7 Un buen día, por demás, y con permiso del alcalde, se instaló el circo en la población en la misma plaza que ahora funcionaba como plaza de mercado o plaza de ferias. Allí por donde ya habían pasado los gitanos, armando cábalas y haciendo sortilegios a todo cuanto habitante del lugar le había presentado la mano para que le adivinara la suerte. Más fue sobretodo esta última noticia de doña Clementinita la que llenó de congoja al mismo cura párroco que veía que muchos de sus fieles cristianos, sus hijos, se alejaban de él, como ovejas perdidas de su rebaño. -Le ha costado lágrimas al señor cura-, le comento en voz baja el padre Ángel a Lazarito Villegas, uno de esos pocos días en que de repente se encontraban los dos en el parque, después de la misa. -Y tal vez va a ser peor ahora que viene el circo-. Al padre Ángel le estremeció la noticia y sólo pudo responderle con una pregunta: -¿Y a qué viene el circo?-. A hacerle un homenaje al pueblo de Aguasclaras, ya que la principal figura es el domador, que es hijo natural de este municipio. -Cómo llama el circo? unos dicen que el circo “Ataide” otros que “El Cóndor”-. -Según cuentas, añadió Lazarito, la principal figura del circo “Ataide” es el tigre de bengala y el cóndor, la del circo “El Cóndor” sólo que el domador de este es hijo de esta villa, repitió. 64 SAÚL SÁNCHEZ -Según cuentas, será todo un espectáculo-, añadió después. Para llamar la atención antes de presentarse, el circo estrenó parlante para animar las funciones y atraer a la gente. Un parlante que tenía más fuerza y mayor volumen que la pianola del Café el Tango o del Café Iris. -El templo en cambio, comentó el sacerdote, no cuenta con parlantes todavía, que bien podían servir para la transmisión de la misa de los domingos, que es, sin duda, la misa mayor-. La algarabía llegaba casi hasta los Chorros o a la Habana con los anuncios de invitación a la función y la gente, que abarrotó el circo, acudió a él con los mismos atavíos que se iba a la comunión del Jueves Santo, que era, sin duda, la celebración religiosa más importante cada año. Ni siquiera el 8 de diciembre día de la patrona del pueblo, que era la Inmaculada Concepción, lograba reunir tanta gente en la iglesia, como ocurrió en la localidad cuando vino el circo. Era propiedad de un hijo de Aguasclaras. Realmente, se llamaba el “Circo Cóndor” y en su recorrido por el país quiso hacerle un homenaje a su pueblo. Al que todavía recordaba con mucho cariño. El párroco calló esta vez y también el padre Ángel. -Hacen maravillas-, comentaba todo el pueblo, y la gente acudía de forma inagotable. Lazarito Villegas señalaba a sus más cercanos la diferencia que había entre los dos medios: -El padre predica la compunción. Los payasos hacen reír…, y añadía luego casi sentenciosamente: -Hay que aprender el humor, después acotaba además, el pueblo tiene que comenzar a ser alegre y la iglesia a predicar menos la cruz que la resurrección-. Al cura le dijeron esto y se contentó con señalar que el cielo estaba cargado de amenazas. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 65 Lazarito hizo caso omiso de esto y añadió: -El temor puede estar cargado de amenazas, pero es necesario el atrevimiento-. Nadie podía negar que se estaba bailando a otro son: sonaba la danza de las libélulas en el circo y se empezaba a sentir un cosquilleo en el bajo vientre que se dejaba traslucir en el rostro. Se sentía una cierta sensualidad en el poblado, especialmente, después de la venida de los gitanos, que empezó a intranquilizar al señor cura y que invadió por aquellas calendas a casi toda la población. El mismo señor cura temía que empezara a darse la diáspora de sus fieles no sólo de las naves del templo, sino de los límites de la parroquia. En las puertas del circo, en cambio, la venta de boletas, la oferta de dulces, los papeles, el polvo o el pantano, según la tarde, más los gritos, las peleas, la atención, la risa, los aplausos, inauguraban el rito de otra nueva fiesta y de un nuevo mundo, que resultaba asombroso para la comunidad. La revista que hacían los trapecistas: Los saltos, el salto mortal, anunciado con gran pompa por los tambores y acompasado por una música extraña que hacía aparecer fatal y siniestro el desenlace, al punto que llevaba a la gente a contener el aliento y a otros a apartar la mirada del espectáculo. El manejo de los aros y las pruebas de fuego, que no sólo jugaban con él metiéndose en ese círculo de llamas sino haciéndolas brotar de la boca como si ella las produjera. El suspenso que producía la aparición de los animales salvajes, como los leones o el tigre de bengala, en fin, todo, para culminar con ese otro espectáculo que llevaba casi al paroxismo a la muchedumbre, cuando un cóndor, bajo la orden perentoria del domador, terminaba posándose sobre la imagen del escudo nacional, mientras los asistentes, en el colmo de la emoción, se levantaban de su asiento y entonaban patrióticamente el Himno Nacional al ver estático al cóndor posar sobre su 66 SAÚL SÁNCHEZ escudo como si todavía se soñara con una verdadera independencia y una libertad soberana de la que muchos decían que aún no se había logrado alcanzar. Todo esto era lo que formaba el éxtasis del circo, que sustituyó por un tiempo para Aguasclaras el rezo del Santo Rosario por la tarde de los sábados, ya casi en la noche, y la consiguiente bendición con el Santísimo, como era costumbre. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 67 8 Para mayor preocupación del señor cura que oficiaba como pastor del rebaño, al circo le sucedió al año siguiente la llegada de “La Compañía”. Don Patricio miraba con sospecha esa procesión de espectáculos distintos a los de la parroquia y no los veía con buenos ojos, pero empezaban a darse de todos modos y admitía que los habitantes disfrutaban con ellos, ya más que con las procesiones y los pasos de la Semana Santa. Lazarito Villegas se burlaba de él porque le parecía que era un hombre retrógrado. Se lo dijo discretamente, pero de igual forma se airó. Lazarito le comentó al padre Ángel el asunto y le pareció que don Patricio tenía razón. Por eso hablando en voz baja, como si no quisiese que otra persona lo advirtiera, le comunicó que, después de la inauguración solemne del templo, cuando se tuvo la alegría de la visita del señor obispo, la iglesia, en vez de irse llenando de más gente, había ido disminuyendo en asistencia y fervor. -Antes las gentes tenían con las fiestas de la parroquia, especialmente las de la Semana Santa, le comentó, pero ahora se quieren inventar otras fiestas y muchas “parrandas santas”-. -¿No era la procesión de ramos, cuando todos los habitantes, hombres y mujeres, niños y jóvenes, acudían a ella batiendo las palmas al Señor y tendiendo a su paso los ramos para que le sirvieran de tapete real al rey de los cielos que ingresaba en su santuario, un verdadero drama en vivo y en directo, representado todo por los mismos pobladores de la región?-. -¡Y la procesión de prendimiento del miércoles santo!, ¿No era la gran procesión de hombres, donde nadie de la villa que tuviera 68 SAÚL SÁNCHEZ más de veintiún años y amara la religión y despreciara a un traidor como Judas, faltaba a su representación?-. Todo mundo se confesaba para Semana Santa. Las filas para la confesión eran interminables, y el Jueves Santo ya todo el que hubiera hecho la primera comunión en la aldea iba a la iglesia a comulgar, estrenando vestido. ¿Se necesitaba acaso otro tipo de espectáculos y, por casualidad, había otro que pudiera tener más brillo y encanto que el de aquella solemnidad?, ¡Estaba , por demás, el lavatorio de los pies, hecho en vivo y en directo por el ministro y doce pequeños apóstoles o, por variar de tiempo en tiempo, con doce ancianos que el párroco elegía, tanto entre la gente más humilde como también con algunos de los señores de la alta sociedad, sólo para que el espíritu de caridad que debía reinar en las ceremonias de aquel día se practicara por toda parte del poblado; empezando naturalmente por la parroquia!-. -Por demás, ¿No era el monumento al Santísimo un derroche de encanto y buen gusto, para solaz de toda la comunidad en su visita aquel día del prendimiento y encarcelamiento del Señor?-. -Pero después de que apareció la pianola en el Café Iris, que se creó la feria de ganados los martes en la que todos los que montan a caballo o que traen las reses beben, cerveza o se emborrachan con aguardiente, y ahora más, cuando las cantinas viven llenas, donde por más que se les llame el Café Iris o Café el Tango, lo que menos se bebe es el café, aquellas ceremonias han ido perdiendo lustre-. -Y como usted lo sabe, añadió el padre Ángel, en esos bares sólo se oye tango que acabó con el amor de la gente por el pasillo o el bambuco, que eran lo que antes cantábamos nosotros. Y ya no queda más que esperar que aparezca el judío errante y que nos anuncie que el mundo se va a acabar-, terminó sentenciosamente el padre. Lazarito Villegas lo escuchó sorprendido. Nunca antes le había hablado así ni le había comentado de manera tan amplia los asunMEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 69 tos religiosos, pero sentía que en cierto modo tenía razón, pues la verdad era que Lazarito con una cultura menos religiosa, pero de todos modos muy patriótica y más llena de encanto por los valores civiles que por los valores religiosos, veía igualmente que las celebraciones patrias iban perdiendo asimismo sentido tanto allí en la diminuta Aguasclaras como en el inmenso territorio nacional. Por eso queriendo abrirse esta vez de un modo más confidencial con el padre Ángel quiso contarle en secreto algo que ya estaba aconteciendo en el lugar, de lo que posiblemente no se había enterado, pues estaba seguro que de haberlo sabido ya se lo hubiera comentado. Entonces acercándose lo más posible al oído del padre Ángel que ya era casi medio sordo, musitó como para que ningún otro lo oyera, lo que se rumoraba últimamente entre toda la gente de la localidad: -No sé si usted lo sabe, le dijo, pero sé que de haberlo sabido me lo hubiese comentado-. Luego acercándose al oído del padre bajó la voz y le dijo musitando: -Está “el barrio”, y luego añadió maliciosamente, allá, en la parte alta del pueblo, arriba por la Cuchilla, cerca de las faldas de Monserrate; y poco a poco se ha ido llenando de mujeres de la mala vida que empezaron a venir, al igual que los agentes viajeros, que son sus más asiduos visitantes, desde que se pudo llegar en flota de cualquiera de las dos capitales, pero especialmente de La Villa de la Candelaria-. El padre oyó asombrado esta noticia y sólo le preguntó si lo sabía el señor cura. -Creo que no, le respondió él-. Al domingo siguiente estaba ya el señor cura espetando las malas costumbres y llamando la atención a los padres de familia sobre los peligros de corrupción que empezaba a padecerse. 70 SAÚL SÁNCHEZ 9 Con todo, a pesar de estos aconteceres y de estos malos presentimientos, se anunció, aquel mismo año en que el circo vino, la llegada de “La Compañía”. Se proclamó con pompa y circunstancia que en su presentación se iría a cantar por primera vez en esta bella comarca la hermosísima aria la “Donna é Mobile”, de la ópera “Rigoleto” de Verdi. Su intérprete, según los anuncios de cartel que empapelaban la villa o a través de la bocina de Blasito, que se había inaugurado como vocero del lugar desde la venida del circo, es que la cantaría un tenor, algo hasta entonces nunca conocido ni oído en Aguasclaras. Se dijo además, o, por lo menos así lo anunció Blasito en todas las esquinas, que era uno de los tres más célebres tenores del mundo y, naturalmente, si bien no al circo, al teatro acudió la gente más prestante del lugar, como Lazarito, pero no el padre, y mucho menos don Patricio, ya que a él le encantaban las sopranos, que había oído alguna vez en el Teatro Colombia de La Villa de la Candelaria con Jesusa o que oía ahora por radio. Ese aparato tan extraño marca Philips que él había hecho llegar de la capital después de la muerte de María Jesús, para que le sirviera como compañía en su ya ineludible soledad. Era el mismo que él lucía en el balcón de la casa alta de la plaza pública, y que hacía sonar a todo volumen cada vez que se hacían elecciones de presidente en el país, para que la gente, que no contaba con estos aparatos todavía, pudiera escuchar los resultados de las elecciones de aquel domingo por la tarde, después de las cuatro. La verdad es que los habitantes acudieron al teatro con intranquila curiosidad: las muchachas porque querían ser las escogidas del MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 71 tenor que se presentaba, ya que era un galán nunca antes visto por las jóvenes de la población, según las propagandas que se repartieron. Pero también los señores tendrían allí su espectáculo, porque hacía parte de “La Compañía” un grupo de mujeres que bailarían algunos apartes de la suite sinfónica “El Lago de los Cisnes” de un compositor ruso que apenas conocía el doctor Rodas. Se supo de manera indirecta que dicho compositor pudo ser también un comunista, lo que no le gustó nada a Lazarito cuando se lo dijeron, pero menos al señor cura quien se quejó directamente al señor alcalde de que permitiera espectáculos de la Rusia comunista en la localidad de Aguasclaras. Cuando oyó esto el doctor Rodas por boca del alcalde, quien fue a consultarle acerca de la identidad política del compositor, no pudo menos que reír a carcajadas de la mojigatería de la gente: -Por Dios, le dijo, Tchaikovski es un compositor del siglo pasado. Cuando triunfó la revolución, hacía veinticuatro años ya, que este había muerto. El día en que llegó “La Compañía” casi a fines de enero, el público empezó a adquirir las boletas con intranquila curiosidad y casi a escondidas de la parroquia. Las muchachas porque querían conocer al tenor, pues según cuentas, era un galán nunca antes visto en toda la comarca, según lo declaraban los habitantes de los pueblos vecinos que se acercaban de cuando en cuando al de Aguasclaras. Por atracción se había señalado que en cada acto el tenor dedicaría la última canción a la muchacha más bella que asistiera ese día al teatro y que en la última representación, a la manera de concurso de belleza, se elegiría entre todas las escogidas en cada representación, a la más bella del lugar, según el libre criterio del artista. A los únicos que no les gustó este anuncio fueron al señor cura y, por supuesto, también a las Madres Católicas y a las Hijas de María. 72 SAÚL SÁNCHEZ Con el señor cura armaron una comisión para que se hablara con el alcalde con el fin de buscar que el mismo tratase de impedir este torneo. -Habrá un concurso de belleza también a mediados de año en toda la comarca, les dijo, y han sido los organizadores los que me pidieron, aún más, me suplicaron para que también nuestra comunidad enviase una representante. Dejemos que el tenor haga una preselección y que sea el mismo el que escoja la reina, pero será el pueblo después el que la ratifique o que elija la que le parezca más bella entre las que haya escogido-. Así corrió la voz por toda la región, lo que, sin duda, aceptó, en general, toda la gente, menos obviamente el señor cura y algunos de los ricos del lugar como Pablo Jaramillo, “Pamillo”, o don Andrés. Al padre Ángel le pareció curioso el asunto y comparó este torneo con su poema “La Salida de los Animales” que ya, en general, no sólo lo conocía toda la gente de su localidad sino que también lo habían vuelto canción. El doctor Duque le pidió su opinión al doctor Rodas y este respondió con una sonrisa. Don Patricio no dijo nada pero hasta le pareció singular el torneo. Sólo a Lazarito le encantó que empezaran a suceder estas cosas, aunque se mantuvo discreto con respecto a calificar de bueno o de malo el espectáculo. -Interesante, fue todo lo que dijo a aquellos que eran sus contertulios, pues no es malo ensayar otros medios-. El debate creció de tal forma que naturalmente se volcó casi la mayor parte de la localidad a favor de La Compañía, que desde el primer día empezó a copar todas las gradas del teatro. Para el estreno del espectáculo de la comedia, el tenor comenzó más bien cantando “El Avemaría” de Schubert, como antes el organista alemán, cuando se inauguró con solemnidad el templo paMEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 73 rroquial. Éste lo hizo así para apaciguar los ánimos del señor cura y tranquilizar a la gente contra la mala propaganda que se le había dado al espectáculo, un poco antes de su llegada, de parte de los que se oponían a la presentación y, con mayor razón, al torneo. Todo el público calló al empezar el espectáculo. Se olvidaron un tanto de los innumerables debates que pudo provocar aquella situación inicial y se entregó de lleno a paladear las delicias de una melodía que resultaba quizás más bella en la voz de un tenor que en las teclas de un órgano, porque estaban presente además las palabras que fungían como una plegaria. Tal vez nunca se había oído más bella aquella hermosa canción, a pesar de que el organista alemán la hubiese tocado en la inauguración del templo parroquial. Por eso, el tenor, que en principio no tenía otro programa que cantar piezas de ópera u obras clásicas, se dejó arrastrar de los arrebatos del auditorio y del encanto de las muchachas que allí asistieron y cantó en segundo lugar “La Malagueña”. Entretanto se le iban los ojos por todo lo largo de la sala, como si quisiera seriamente elegir entre todas a la que fuese la más bella y pudiera dedicarle “La Serenata de Schubert” que sería el plato fuerte de la presentación. Como un mago, lanzaba piropos a todos los asientos y se servía siempre de una mujer adulta para hacerlo, porque quería conservar y respetar las convenciones del lugar. Cuando cantó “La Serenata de Schubert” la sala llegó al paroxismo, también él e igualmente, una de las nietas de don Patricio que fue a la primera que homenajeó con su canción. Ni siquiera “El Avemaría” del mismo compositor, ni “La Malagueña” produjeron tal éxtasis como aquel que arrebató a la sala cuando terminó esta canción. Es la más bella pieza musical que jamás se haya compuesto, dijeron algunos pocos que conocían algo del repertorio clásico. 74 SAÚL SÁNCHEZ El tenor entonces recogió uno de los muchos ramos de flores que la concurrencia le ofrendaba para exaltarlo, descendió por las gradas del proscenio a la sala y fue y le ofrendó a “Adelaidita”, la nieta de don Patricio, aquel ramo. Los aplausos cundieron por toda la sala, el besó a la encantadora dama en la mejilla, cosa que llevó a todo el público asistente al éxtasis, por lo que ante la insistencia de la gente, repitió la canción ahora dedicada con nombre propio. En medio del éxtasis de la muchedumbre, éste abandonó la sala, pero el público continuaba reclamándolo y sólo por complacer a ese auditorio encantado y encantador, cantó la pieza que Blasito había voceado anticipadamente que cantaría, “La Aída” de Verdi, la que naturalmente, por su encanto, volvió a arrancar nuevos y nutridos aplausos. Pero después de que se metió entre bastidores, ya no salió más. Y así concluyó la función de esa primera noche. En la segunda representación de aquella primera semana ocurrió casi lo mismo. Los alardes del tenor, los cambios de programa, pero naturalmente toda la ansiedad de la sala estaba puesta en aquella otra bella del pueblo a la que “el enamoradizo” tenor se volcaría con toda la zalamería del caso, para ofrendarla en primer lugar con el canto de la “Serenata de Schubert” y reconocerla como la segunda elegida y que había de ser premiada con el ramo y con el intercambio de besos que se cruzaban entre los dos, el tenor y la elegida. En esta segunda presentación la escogida, fue la hija de don Andrés. Era un asunto ya casi previsto en conversaciones con el alcalde, con el ánimo de no agraviar, como allá se solía decir, a ninguno de las personalidades de la villa. Con todo, nadie podía negar que la hija de don Andrés también pudiera competir en belleza y realeza con la nieta de don Patricio. Pero en la tercera velada, a la que asistió por segunda vez la hija del alcalde, la que fuera de estar elegantemente vestida gozaba de MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 75 pocos atributos físicos y, por lo mismo, de pocos encantos, fue ella, sin embargo, la elegida. Era apenas justo, como llegó a decir mucha gente. Al fin y al cabo era la hija del alcalde, y él no sólo había hecho mucho por el pueblo, sino que también a él se debió la llegada de “La Compañía”. Este se lo agradeció personalmente al tenor y con estas tres terminaron las representaciones hechas en la primera semana. -Ha visto, le comentó el señor cura a Clementinita, ha visto, ¿por qué no quería dejar hacer una sala de teatro en el pueblo? ¿Cuándo se había visto que fuera más importante para la gente la elección de una reina de belleza que el culto a la Reina Madre de Dios?-. Sólo que esta vez no podía decir el señor cura que todo era culpa del partido liberal, si a la sala la colmaron tanto los unos como los otros. 76 SAÚL SÁNCHEZ 10 La gente del pueblo se había imaginado que, por el desparpajo que mostró, en principio, con la elección de Adelaida la nieta de don Patricio, por el despliegue de ingenio que manifestó en su elección y los piropos que le lanzó al aire al entregarle el ramillete, le había gustado mucho la muchacha. En efecto, en el descanso del lunes de la siguiente semana, corrió el rumor que el tenor se había aparecido en casa de Matías, el yerno de don Patricio, y que allí lo había recibido Adelaida no sin la aquiescencia de la familia, especialmente de doña Adelaida, la hija del patriarca y madre de “Adelaidita, como le llamaba cariñosamente el abuelo a su nieta. Pero además alguien añadió, jurando en vano, que, después de una corta visita a la casa de don Matías y de estar con Adelaida unos pocos minutos, él había salido con Silvio, el hijo mayor de la familia, tan bello o más que la misma Adelaida. Al día siguiente se cuchicheaba en el pueblo que juntos habían ido al barrio esa misma noche y que allí habían alquilado una pieza únicamente para ellos, que habían pasado buena parte de la noche en el mismo lugar y que luego habían salido muy temprano en la mañana para no ser vistos por nadie, con dirección desconocida. Sólo que otra gente del lado de la Habana, aseguraba que los habían visto tomar la flota del lugar, que se dirigía a las Puertas Abiertas, allí mismo en el parque de la Habana. El escándalo fue tal que alguna que otra persona intrigante del pueblo, aseguraba que ya los habían visto juntos a la noche siMEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 77 guiente de la llegada de “La Compañía” a la población, andando, cogidos de la mano, por los lados del barrio. Cuando el padre Ángel supo esto por boca de Lazarito apenas alcanzó a decir: -Lo lamentó por don Patricio, y sobretodo por don Matías, a lo que Lazarito añadió: -Nunca ha habido en el pueblo un hombre más prudente y callado que este último señor-. -Y un buen cristiano, añadió el padre Ángel, no sólo los domingos asiste piadosamente a la misa mayor, sino que se le ve todas las noches en la parte de atrás de la Iglesia haciéndole visita al Santísimo, antes de que la cierren-. De todos modos, como ya no hubo tenor, ni el pueblo podía continuar con la preselección de la reina por parte de “La Compañía”, que era lo que más había motivado a la gente para asistir a estos espectáculos, el señor alcalde don Marco Tulio, ordenó suspender las representaciones de la última semana y ella se vio obligada a indemnizar al poblado por el mismo alcalde. A causa de esto, partió muy de mañana en silencio dos días después. Nunca se supo realmente a donde fue a parar, después de semejante fiasco. Del circo se dijo por lo menos, que venía de ultramar, (sin que aquello significara un lugar concreto para ninguno) y que había ido a parar de nuevo allende al mar, de donde habían venido. Con todo, algún tiempo después, alguien trajo al pueblo el cuento de que el circo había zozobrado en un barco en el que regresaban definitivamente a su lugar de origen y que el barco que se había hundido con toda la comparsa se llamaba “Titanic”, (casi el mismo nombre del poema con que el hermano de don Patricio había ganado la Violeta de Oro en los “Juegos Florales”). Además, alguien añadió un tanto posteriormente que de buena fuente había sabido que el último espectáculo del circo lo había 78 SAÚL SÁNCHEZ hecho la banda, cuando el director de la misma, al ver hundirse el barco en el océano, ordenó tomar los instrumentos y tocar la religiosa canción “Más Cerca de Ti, Oh Dios Mío!”. Ella sirvió de aliciente y plegaria a la gente del barco que, a pesar de que fuera de gran calado, se veía zozobrar irremediablemente en medio del océano. Aun en la población cundió la idea de que el hundimiento del “Titanic” se había debido a un castigo divino por los juicios temerarios que emitieron el día mismo de su lanzamiento y, por tanto, primer viaje de este trasatlántico. Primero y último, como se supo después. Según el señor cura alguien había dicho que: -“Ni el mismo Dios sería capaz de sumergirlo”; lo que era una blasfemia que se pagó con el castigo divino-. Lo que no tomó en cuenta la gente que armó todos aquellos rumores es que el “Titanic” se había hundido a principio de siglo XX y ya el siglo XX se acercaba al sesquicentenario de la primera celebración que pudo hacerse de la primitiva fundación que tuvo el pueblo cerca de la vereda de la Aguada. De “La Compañía”, empero, poco más se supo acerca de su fin. Se dijo que se había disuelto por problemas de dinero y que ya no existía, pero de todos modos las gentes del lugar, especialmente las más liberales, recordaban las pocas representaciones que pudieron llevarse a cabo, como un espectáculo que no había tenido par hasta entonces. Esto mismo les permitió, además, abrirse a otros horizontes, distintos de los que el cura párroco representaba para ellos. Esto es, que más allá de las fiestas parroquiales, existían también otras fiestas, o que amén de las propuestas que la Iglesia hacía en tiempo de ejercicios espirituales, o de cuaresma, como preparación para la vida eterna, podía haber otras propuestas de vida en las que buscó empeñarse en adelante aun el propio alcalde del municipio. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 79 Del nieto de don Patricio, se supo que había terminado viviendo en Belalcázar, pueblo de donde era oriundo el tenor, y que allí, a pesar de sus dieciocho años, había sido nombrado maestro de escuela por el propio alcalde de la población que reconoció en él no sólo un muchacho inteligente sino con conocimientos suficientes de castellano, de historia patria y de geografía nacional, de modo que podía servirle para que colaborara con las escuelas incipientes que la administración empezaba a fundar en ciertas veredas del poblado. Al tenor la propia compañía logró ponerlo en tela de juicio en las Puertas Abiertas por los perjuicios que había causado con su fuga y fue a parar a la cárcel hasta que pagara el último ochavo, como el siervo malo e infiel del evangelio. 80 SAÚL SÁNCHEZ 11 En cualquier caso, de todos estos distintos acontecimientos como la llegada intempestiva de los gitanos, la presencia del circo, y las distintas variedades con las que se presentó la comedia en el pueblo, aun por el mismo escándalo que se armó con la fuga del nieto de don Francisco, Aguasclaras tomó nuevo aires. Allí había una escuela de señoritas, pero no un pensum oficial que hiciera de la escuela un colegio y si existía el colegio de varones en lo alto de la cuchilla oriental de la región, la enseñanza no alcanzaba a una formación completa de un alumno para sacar un bachiller. Se empezó a pensar en serio, entonces, en la creación de una normal para un colegio de señoritas, y no se vaciló tampoco en completar los niveles que faltaban para poder otorgar un cartón de bachiller en el colegio Francisco Montoya. Curiosamente, un héroe de la guerra de los mil días, no propiamente un intelectual o padre de la patria. Por otra parte, ya no se limitaba el pueblo únicamente a la compunción y el perdón de los pecados a los que invitaba la clerecía, sino que se llegó a pensar que así como ellos habían descubierto la hilaridad con los payasos del circo, el suspenso y el riesgo, hasta contener el aliento, con las acrobacias de los trapecistas y el flirteo o el encanto por la belleza y la elegancia del espectáculo con la comedia, también podrían llegar a tener sus propios espectáculos, al igual que una compañía de comediantes y saltimbanquis, que de cuando en cuando, especialmente en las fiestas patronales, armara sus propias comedias o representara sus mismos dramas. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 81 Para comenzar y ante todo para ganarse la aquiescencia del señor cura, como empezaron a nombrarlo respetuosamente, le propusieron que el primer espectáculo fuese una representación de la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, con un libreto que el mismo produjera. -Esta representación ya existe en cine-, les dijo, inauguren con ella el teatro-. Ellos mismos se sorprendieron de que el párroco supiera que esta era ya la intención de la recién creada Sociedad de Mejoras Públicas y nunca, supieron cómo había llegado a oídos del sacerdote, por lo que no insistieron más en la propuesta de una compañía. Por ese mismo tiempo, sin embargo, se vino a saber que un grupo de intelectuales en asocio de algunos dirigentes políticos de la comunidad habían pensado igualmente en la creación de una sala de teatro o sala de cine. Entonces se habló por primera vez en adaptar el teatro de la comedia a una sala de cine en vez de una sala de espectáculos. Corría la fama ya que el cine era uno de los mayores inventos que se hubiese registrado en el mundo en los últimos tiempos, después de la aviación, y el pueblo no conocía ni nadie conocía en la comarca, o tal vez muy pocos, lo que era un cine, a no ser los asiduos viajeros a las capitales que se acercaban con frecuencia a ellas en función de negocios y de vez en cuando de paseo. Ya quedaba atrás aquel tiempo en que ningún parroquiano había esperado verse con sus paisanos más que en la Iglesia en los rosarios y la salve de los sábados por la tarde, en las misas del domingo; o en el rezo del “Misericordioso”, los hombres, los lunes después de las tres. “La Compañía” y el “Circo Cóndor “les abrieron los ojos sobre nuevos horizontes y la gente de la comarca, sintió la necesidad de divertirse y aprender a disfrutar la vida. Por lo mismo el señor alcal82 SAÚL SÁNCHEZ de decidió que se debía continuar con el evento del reinado, pero también crear para la comunidad una sala de cine y así estar a tono con el último invento de la ciencia. Por tanto, se continuó con la decisión de continuar con el reinado de manera que con el dinero que entonces se recogiese se podía adaptar la sala habilitada para la comedia, también en sala de cine. Como fecha, para aliviar a la comunidad de la frustración que tuvo con las presentaciones de la comedia, se pensó celebrar esta efeméride aquel año el 13 de abril, que caía en tiempo de pascua y no en Semana Santa. Pero también uno de la comitiva del alcalde sugirió que se estableciera esta como fecha estable para el reinado, ya que cada año se celebraba en el departamento la elección de Señorita Caldas, con motivo del reinado nacional. Para el padre Ángel resultaba una fecha peligrosa de establecerla como permanente, porque si esa fecha se consagraba como una fiesta que se celebraría anualmente, bien podría coincidir algún año con un Viernes Santo; cosa que no sería conveniente dado el riguroso luto que ese día se guardaba por la muerte del Señor, no sólo en los municipios sino aún en la capital. Lazarito miró con extrañeza dicha objeción y el padre Ángel recibió con complacencia que éste le pidiera por primera vez una explicación: -No son iguales las fiestas de Navidad que las de Semana Santa, le dijo. No funcionan de la misma manera: A la primera la rige un calendario solar y fue institución de Roma. Se celebraba el nacimiento del nuevo sol y el cumpleaños de Augusto. En el siglo IV más o menos, la Iglesia empezó a celebrar el nacimiento del niño Dios siempre ese día el 25 de diciembre. A la semana Santa, empero, la rige un calendario lunar, por eso se dice que Pascua de Resurrección debe caer siempre el domingo más próximo a la luna llena del equinoxio de primavera-. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 83 -¡Vaya!, dijo Lazarito, de veras no lo sabía-. Y el padre Ángel sintió que por primera vez era importante para Lazarito la historia de la Iglesia y no únicamente la historia Patria. -Tiene razón el padre Ángel, le dijo Lazarito al alcalde, hay que cambiar de fecha para la celebración de la fundación-. -La fundación no tendrá otra fecha que el 13 de abril, le dijo el señor Alcalde-. -En octubre de 1808 se estableció el primer asentamiento como “fonda” de camino o de paso en el sitio llamado “La Aguada”, le respondió Lazarito, puede ser en esa fecha que cae en octubre-. -No!, en este año en que nos pasó lo que nos pasó; además hay un compromiso con la capital para las fiestas del café y la feria-. -Usted decida-, terminó diciéndole Lazarito. Ni hubo que hacerlo. Por esos mismos días se incendió el hospital que quedaba afuera de los límites urbanos de la localidad, más allá de la Habana muy cerca al monumento a la Virgen Blanca, que era la que recibía en el pueblo a la gente que llegaba de la capital de las Puertas Abiertas a la hospitalaria población de Aguasclaras. Fue una noche a las diez y del balcón de la casa de don Patricio se veía las llamas que ascendían al cielo como si fuera un holocausto o sacrificio de expiación por los pecados que el pueblo venía cometiendo. Por el incendio del hospital, se llegó a pensar que todo era un castigo de Dios por los derroteros que había ido cogiendo la comunidad y asimismo lo voceaba el loco “Pifia” que no necesitaba la bocina de Blasito para levantar a toda la población asombrado por el desastre. Las campanas de la Iglesia de la Inmaculada empezaron a sonar a vuelo como el que pide auxilios a lo divino y pronto se sintió que 84 SAÚL SÁNCHEZ la flota de buses, que ya había en el pueblo, se dedicaba también a desplazar voluntarios para que ayudaran a apagar el incendio como lo pedía el alcalde. Fue inútil, no se podía apagar a poncherazos casi toda una cuadra que ocupaba el edificio del hospital. Podía decirse que todo se había consumado lo mismo que en el sacrificio del calvario. Las llamas subían como manos suplicantes al cielo, pero los dos pisos del edificio se iban demoliendo y convirtiendo en cenizas poco a poco, como si hubieran sido objeto de la ira de Dios. Así lo señaló el señor cura y así lo predicó en la misa del domingo siguiente. Esa noche de ese domingo Adelaida, la hija del patriarca, se puso de rodillas con él, con Matías y con sus hijos para entonar el Trisagio a la Santísima Trinidad, que era la oración más eficaz de la Iglesia para alcanzar la gracia y el perdón del “Todopoderoso”, según ella. Y en verdad, la solemnidad que tenía la parte final de este rezo causaba impresión a toda la familia, empezando por don Patricio su padre. Ella, a la par que los hijos que la acompañaban, abría sus brazos en cruz de modo suplicante, y como si fungiera otra vez el papel de Ester ante un nuevo Mardoqueo, entonaba solemnísimamente aquella impresionante súplica, que culminaba casi en arrobamiento para la abatida mujer que miraba con horror el futuro de su comunidad y de sus hijos. Sin duda el Trisagio resultaba por lo menos una plegaria más solemne y poética que el Rosario que también se entonaba en familia, al menos en las fiestas de la Virgen, pero el efecto más inmediato que este provocaba era adormecer a los muchachos, especialmente, a los mayores de dieciocho años, que a pesar de no ser todavía para entonces mayores de edad, podían transitar por las calles del pueblo, al menos hasta la medianoche y asistir a bares y cantinas que iban en aumento en la localidad, después de que apareció por primera vez el Café Iris. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 85 Lo propio había hecho Adelaida el día en que mataron a Gaitán. Un torrencial aguacero se había desatado aquella noche. “Llovía a cántaros”, como solía decir Matías. A lo ancho de la calle real se había instalado un borracho estirado cuan largo era, a gritar “hideputas” como si espetara al cielo y, por ende, a la familia goda de “Los Mantas”, sobrenombre con el que se motejaba a los dueños de La Abundancia, desde cuando empezaron a importar este curioso implemento. La puerta que daba a la calle no sólo se había cerrado con aldaba, como se solía hacer cada día para que los hijos mayores que regresaban tarde en la noche, pudieran entrar fácilmente a casa, sino también con candado. El borracho no dejaba de imprecar contra los asesinos, que resultaba fácilmente ser cualquier hombre del pueblo que no fuera liberal, como el clero y todos los que fueran sus compinches o, naturalmente, el señor cura. De sus imprecaciones o denuestos sólo se salvaba el padre Ángel y, por supuesto, el alcalde del pueblo, que era de filiación liberal y todo un señor, como solía calificarlo la gente. Para sorpresa de la familia de doña Adelaida, de don Matías y sus hijos, siempre que ella entonaba esta solemne plegaria de Ester a Mardoqueo ocurrían los mismos fenómenos, y así como aquel nueve de abril, el borracho se silenció coincidencialmente cuando ella empezó a proclamarla, igualmente las llamas del hospital empezaron asimismo en desvanecerse poco a poco hasta apagarse del todo. En una y otra ocasión se había producido un torrencial aguacero que hicieron el mismo efecto o bien callar al inoportuno borracho que espetaba y desafiaba a todo el mundo desde el cura de la parroquia hasta el alcalde del pueblo, o ir extinguiendo poco a poco las llamas que abrasaban al hospital. Por entre las hendijas de un postigo, Adelaida veía con complacencia el poderoso efecto de esta plegaria más por la sorpresa que ella misma causaba a sus hijos que por los efectos fantásticos que, según ella, producía el poder de la Trinidad. 86 SAÚL SÁNCHEZ El nueve de abril el borracho no tuvo más que hacer que levantarse del piso y dar coto a sus insultos ante el torrencial aguacero, y ese día del incendio del hospital vio a través del postigo de la ventana de la casa alta de su padre, habitada entonces por su amiga, Clarita Trujillo, esposa de un primo suyo, que las llamas poco a poco se iban desvaneciendo. Aquella noche el borracho se había levantado refunfuñando cosas que no se entendían dado el torrencial aguacero, pero había cogido calle abajo sacudiéndose su ropa emparamada y golpeando el sombrero para librarlo del barro que había recogido al estregarlo contra el suelo de un calle todavía sin asfalto. Por lo que se sabía que había pasado el peligro de que ocurriese cualquier pellejera en el pueblo a causa de los insultos del borrachín. Esa vez del incendio del hospital, según se supo después, le sirvió al alcalde de pío motivo, para justificar el concurso del reinado que tanta oposición había suscitado después del fiasco con “La Compañía”, por lo que, como el mismo lo dijo a la Sociedad de Mejoras Públicas: -Caía de perlas para conseguir fondos con motivo de la reconstrucción del hospital-. Entonces se pensó en continuar el concurso de un modo más original que aquel de la simple elección que se le había pedido al tenor que hiciera de las candidatas, los días de su representación con la mencionada comparsa. No se elegiría a las candidatas por votos, sino por el mayor número de boletas que las diversas comitivas de las tres candidatas vendieran en pro de la construcción del hospital. Fue esta la primera obra de carácter altruístico en el pueblo. Se había incendiado el hospital que quedaba afuera de los límites urbanos de la población y ahora, por un esfuerzo mismo de sus habitantes, se iría a reconstruir como motivo de una acción ciudadana en la que según la misma comunidad, se iba a poner a prueba el civismo de la gente de Aguasclaras ante la faz del mundo. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 87 12 Como se lo dijo el señor alcalde a la junta que armó para superar este “in suceso”: -“No hay mal que por bien no venga” y con esto quedaba superado el escándalo de “La Compañía”, aun ante los ojos mismos de Dios. Asimismo se lo aseveró al señor cura y éste asintió en ello. Quedaron en principio como candidatas las mismas que el tenor había elegido, pero dada la mucha timidez y discreción de las candidatas, el alcalde postuló a una candidata más, ya que por sus mismas cualidades lo mismo que las de su familia, se caracterizaban por ser la gente más altruista del pueblo como también la más caritativa. Cristina, no sólo era sobrina de Clementinita Estrada la benefactora por excelencia de la parroquia, sino que era asimismo la mujer más activa, social y caritativa que tenía la comunidad. Por demás, así no fuera bella de cara, tenía la belleza de alma de una mujer inteligente y emprendedora, que no sólo no se sentía distante de los intelectuales del pueblo, a los que frecuentaba con constancia y oía con respeto, sino también de la feligresía, a la que servía como su tía, con mucho empeño y sin ningún otro interés. Ella, por demás, había llegado a participar de las tertulias literarias que hacían en el club cada domingo y por eso conocía a poetas como Barba Jacob o José Asunción Silva, como también a Víctor Hugo y a Dostoievski. Aún en una de esas tertulias llegó hasta afirmar, para escándalo de sus contertulios que posaban de agnósticos, que “Los Miserables” de Víctor Hugo, era la novela más cristiana que ella podía conocer. 88 SAÚL SÁNCHEZ Los contertulios la miraron piadosamente con una sonrisa pero no le pidieron explicación, les parecía un atrevimiento suyo, más Cristina Estrada era así, decía lo que creía, sin ni siquiera pensarlo, bien convencida de que lo que decía era cierto. Al doctor Rodas, tan discreto a pesar de su ateísmo, le pareció curiosa la opinión y no se quiso quedar con las ganas de preguntarle un día el porqué de la lectura tan particular que hacía de un libro que estaba inscrito en el índice de los libros prohibidos por la misma Iglesia Católica, en la que ella como sobrina de Clementinita, creía fervientemente. Cristina le dijo que le daría su opinión pero que no la divulgara como suya. Su tía tenía las mejores relaciones con el señor cura y podía crear un escándalo en la familia y en la parroquia. Así se lo prometió el doctor Rodas. Entonces ella que no sentía respeto humano por nada, ni se consideraba menos que nadie, enunció así sencillamente su parecer: -“A Jean Valjean lo hizo cristiano el obispo. El hecho de que no haya querido aceptar ante la policía que se tomara como un robo los enseres de plata que él se había llevado, hizo que Jean Valjean, que era un hombre bueno y que había robado por necesidad, empezara a actuar en adelante como un hombre de bien”-. Al doctor Rodas le pareció sorprendente la interpretación que hacía de la novela la candidata, pero además esta añadió después: -“A pesar de que lo condenaron, después de que huyó de la cárcel, el resto de su vida no hizo otra cosa que actuar como hombre de bien y no sólo se dedicó a practicar la caridad, como un buen cristiano, sino que quiso proteger hasta al mismo mariscal que lo persiguió durante toda su vida sólo para que pagara un delito, que ya había sido perdonado desde un principio por el mismo obispo”-. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 89 El doctor Rodas continuaba sorprendido con la interpretación que hacía la muchacha, pero además añadió que era veraz lo que ella decía y que podía ser esta una buena lectura de la novela. Los demás callaron, ya que entre ellos había algunos que veían con recelo a Cristina, porque no se parecía a una mujer de su tiempo. No era bella, pero era despampanante. Montaba a caballo también en los martes de feria y lo hacía como tal vez sólo lo hicieron las amazonas. No le importaba la moda ni el lujo, a pesar de que por familia podía hacerlo, pues era de familia prestante, y se podría decir que se había entregado a la caridad a la manera de Jean Valjean y tal vez había aprendido de él su amor por el prójimo y no propiamente de los sermones del párroco, que los dedicaba casi todos a hablar de la castidad y del infierno y no de la caridad y del amor a Dios. No tuvo que desgastarse mucho para que ella fuera al poco tiempo la candidata más opcionada. Su ingeniosa campaña, su desparpajo para acercarse a la gente y encontrar su apoyo, el mismo carisma que poseía para tratar tanto con las personas importantes del pueblo como con los pobres, la puso aún por encima de las otras candidatas, tan bellas, pero tan tímidas socialmente, como todas las mujeres de entonces, cuando se trataba de espectáculos públicos. Los votos se contaban por boletas que se vendían a buen precio (veinte centavos) en pro de la reconstrucción del hospital. Las campañas de las candidatas se hacían en volquetas que prestaba el municipio y que adornaban las comisiones de cada candidata para recorrer el pueblo especialmente los sábados y los domingos, pero sólo la candidata Cristina se acercaba a convencer a los señores para que le dieran su apoyo. Las otras se limitaban a una sonrisa, desde arriba del trono improvisado en las volquetas del municipio en las que las paseaban a lo largo y ancho de las calles del pueblo. El propio alcalde acosaba a su hija para que hiciera algo más por su candidatura que sonreír desde el trono. La hija de don Andrés, en cambio, cuando supo por su padre que el alcalde había propuesto 90 SAÚL SÁNCHEZ también como candidata a la sobrina de Clementinita, declinó su participación, según algunos, en mutuo acuerdo con su padre. El alcalde recibió con una sonrisa la noticia y como se lo dijo a la comitiva del reinado entendía muy bien que no era conveniente para las familias esta rivalidad. En cierto modo, la filiación política de la familia de cada candidata podía contar de igual manera en estas elecciones de una reina de belleza “pro-hospital”. Y las familias eran rivales políticas en todas las elecciones. No sucedía lo mismo con las otras, cuyas familias, a pesar de pertenecer a partidos diferentes, poco se metían en asuntos de política. De todos modos, fue un torneo admirable, y el pueblo iría a recordar esta fiesta como una de las mejores que se habían hecho en mucho tiempo en Aguasclaras. Bailes cada semana o cada víspera de fiesta en las mismas instalaciones del Club o en algunas casas del pueblo que se prestaban para ello, ya que se trataba de recoger fondos para tan noble intención, como era la reconstrucción del hospital. Se respetaron, obviamente, los tres días sacros de la Semana Santa hasta el sábado por la tarde, pues la misma Iglesia, que veneraba el Santo Sepulcro de Viernes a Sábado Santo por la noche, ya había cantado gloria solemne a todo pecho, ese sábado por la mañana, así eso resultara un adefesio. La coronación estaba prevista para el 20 de julio como un homenaje al día de fiesta nacional y por lo mismo a la patria. El mismo pueblo se llenó de gente de los lugares circunvecinos, durante las fiestas patrias, dada la publicidad que se le había dado por medio de las colonias. Pero el mismo 20 de Julio, día de la coronación, estaba colmado también de gente venida tanto de La ciudad de las Puertas Abiertas como de La Villa de la Candelaria y el propio alcalde de la poMEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 91 blación, don Marco Tulio, había invitado al gobernador del departamento para que el fuera el que coronara a la reina. No se había hecho el conteo definitivo de todas las boletas vendidas según cada comisión, pero cada una llevaba en secreto el número de la cuenta. Sería ese el acto principal el día del escrutinio. Un jurado compuesto por un representante de cada candidata, se encargaría de anunciar, a viva voz, la urna que presentaba cada comitiva para su conteo final. El público encontraba dispendioso este conteo ya que podría decirse que las boletas podían llegar a superar el número de habitantes del conglomerado; pues como se trataba de acopiar ingresos para la reconstrucción del hospital, el número de boletas que cada quien pudiera comprar no tenía límites. Es cierto que el valor de la boleta era alto y no estaba al alcance de mucha gente, pero esa era, por demás, la intención, se buscaba que fueran los moradores de plata sobre todo los que hicieran la elección. Por demás, ya que se pensaba hacer el escrutinio en un tablado que se montaría en la misma explanada donde había estado el hospital antes de su incendio, las hermanas de San Vicente de Paul, o “Hermanas de la Caridad”, le habían pedido al alcalde que no hubiera baile y que más bien fueran tríos, como el de las “Hermanitas Londoño”, las que amenizaran la fiesta, a punta de bambucos y pasillos, y el señor alcalde les prometió que así lo harían. A pesar de todo, el pueblo no esperaba ninguna sorpresa de dicho escrutinio. Todo mundo asentía con que la señorita Cristina no era la mujer más bella de las tres candidatas, pero sí que era la mujer más activa, la más culta y la más festiva entre todas. Como decía la gente misma del pueblo: “Lo que Dios no le dio de bonita se lo dio de inteligente y activa”. 92 SAÚL SÁNCHEZ Fue una fiesta inolvidable la que se hizo aquel día. Comenzó con misa solemne celebrada por el mismo cura de la parroquia con velación y trisagio por la tarde, aunque no fuera domingo. Siguió con un desfile de carrozas a las cuatro, que atravesó todo el pueblo, pues se inició desde la salida a La Villa de la Candelaria, que quedaba cerca de la Cuchilla, subió por la calle real que estaba adornada con festones para el paso de las princesas y continuó por la Habana camino del hospital, donde estaban las instalaciones para la coronación de la reina. La flota del pueblo que distribuía sus carros “escaleras” entre los que viajaban a La Villa de la Candelaria o a La Ciudad de las Puertas Abiertas, reservó aquel día sus vehículos para trasportar gente al hospital, como lo hacían los domingos, por una módica cuota de cinco centavos, que también sumarían como fondo para la reconstrucción del establecimiento. Ya cayendo la tarde la explanada estaba colmada de gente. Por lo menos podían calcularse entre mil y mil quinientos habitantes el número de gente que se había congregado en aquel lugar. Un número infinitamente mayor que el que podía reunirse en el teatro. Eran las seis de la tarde, cuando las tres candidatas llegaron a la explanada del sanatorio, donde todo estaba presto para la ceremonia final de coronación, después del conteo de los votos El andamio para la coronación, que tenía como fondo las ruinas del hospital, adornado con las flores más bellas que producía la misma región, estaba a la espera de la llegada de las reinas y del jurado. Cada una arribó en carretas, adornadas asimismo de flores y de cintas, pero fue, naturalmente, la princesa Cristina la que alcanzó la mayor ovación. Con todo, ninguno de los asistentes dejó de admirar la elegancia de la hija del alcalde, ni la belleza de la nieta de don Patricio. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 93 Una a una iban ascendiendo al estrado y desfilaban a lo largo y ancho de él saludando a su gente y recibiendo sus ovaciones. Naturalmente todas fueron aplaudidas por todos, pero sólo Cristina se dedicó a aupar a su gente y a hacer de todo aquel rito una fiesta de gritos y de vivas. Asistió también al evento un juez de juegos y espectáculos que había sido traído por el alcalde desde las Puertas Abiertas, para que supervisara cada conteo de las boletas vendidas y depositadas en una urna que se abriría sólo para ese momento y diera garantía así al público de la veracidad de la elección. Esa veracidad estaba garantizada por el conteo entre número de boletas vendidas que debía coincidir exactamente con la plata recogida en las urnas, cuyo conteo estaría en manos del juez de juegos y espectáculos enviados desde la capital del departamento. Como se estaba casi seguro que ganaría Cristina se empezó con el escrutinio en voz alta de las otras dos candidatas, comenzando por los de la señorita Adelaida. Después de un corto discurso del alcalde y algunas palabras del párroco, que asistió acompañado de la madre superiora de las Hermanas de San Vicente, a cuyo cargo había estado el hospital antes del incendio, se empezó a contar las boletas compradas como apoyo a cada candidata, con las boletas que presentó la comitiva de la señorita Adelaida y que entregó al señor alcalde para que se iniciara el conteo cantado por el representante de la comitiva de su hija. Los votos o boletas se anunciaban en voz alta y se iban anotando en un ancho tablero de manera que el público mismo fuera testigo de una elección limpia. Al terminar el conteo de las boletas vendidas por la comitiva de la señorita Adelaida, el número de boletas contadas parecía alto pero no imposible de rebasar por una candidata de la calidad de Cristina, la hija de don Benjamín y sobrina de Clementinita. El dinero 94 SAÚL SÁNCHEZ depositado en el cofre que contó el juez de juegos y espectáculos enviado desde la capital, coincidía con el número de votos. Se esperaba como cosa natural que la hija del alcalde, a pesar de su linaje y de un burgomaestre que era bien recibido por su gestión en la localidad, no superara el número de boletas de la señorita Adelaida. Estas boletas le tocó cantarlas y contarlas al representante de la candidatura de la señorita Cristina. La mesa llevaba media hora contando los votos y, a pesar de la belleza de las otras dos candidatas, no resultaba nada extraño que Adelaida, la nieta de don Patricio, estuviera por encima de la hija del alcalde. Al fin y al cabo era un reinado de belleza y Adelaida era, sin duda, una de las muchachas más bonitas del pueblo, por no decir, la más bella. La suma de dinero coincidía también perfectamente con el conteo de las boletas vendidas Pero cuando empezó el escrutinio de los votos de Cristina el vocerío de los asistentes se dedicó a aclamar a Cristina y a avivarla de una vez como la elegida. El ruido ensordecedor de la plazoleta no dejaba escuchar claramente el avance del conteo y la cifra que iba apareciendo en el tablero, a medida que se anunciaba un nueva boleta, no se alcanzaba a ver más que de aquellos que estuvieran más cerca del estrado en donde estaban las candidatas. De repente, la parte más cerca del tinglado enmudeció con un silencio que fue contagiando poco a poco a toda la población que había asistido a los escrutinios. La suma de dinero no coincidía del todo con el número de boletas. Había un déficit de diez mil pesos. Por un momento la evidencia del conteo cayó como un baldado de agua fría en el gentío del lugar. Era la más bella pero también la más tímida y aunque la gente empezó a reconocer los méritos físicos de la misma candidata, sospechaba, al mismo tiempo, que por no tener las calidades histriónicas de Cristina, dada su timidez MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 95 no sería la adecuada para que fuera a representar al pueblo en las fiestas del café en la capital del departamento. Cristina, que era una mujer noble y que poca atención le daba a los mayores inconvenientes que pudieran presentarse en sus agendas, no dudó en pensar que la trampa pudo venir de uno de sus fanáticos, dada la cantidad acopiada por la señorita Adelaida y no tuvo inconveniente de pararse de su asiento y proclamarla como la reina, pues así lo había demostrado el escrutinio. Luego volviéndose hacia el público, comenzó a auparla y a sacar vivas de la gente para la reina, pero el público igualmente la vivó a ella, pues su figura se vio magnificada por su gesto. Fue tal la emoción que produjo, que a pesar de la hora, nadie pudo contener el entusiasmo de los asistentes. Entonces se armó el desfile a altas horas de la noche. Eran casi las once de la noche, pero toda Aguasclaras salió a las tribunas de sus casas, o a las puertas que daban a la calle a avivar, ya no a la candidata, sino a la reina. La presencia de la princesa Cristina al lado de la reina coronada, permitió que el público, en general, ovacionara el paso de las comitivas, sin que se pronunciaran vivas o abajos, como hubiera podido suceder, ya que además Cristina era la candidata de la población en general. Después vino a saberse que un agente viajero que había pasado por el pueblo pocos días antes de los escrutinios se había enamorado de la nieta de don Patricio, y había comprado un considerable número de boletas, con la advertencia de que ni siquiera la candidata, objeto de su predilección, podía saberlo, no fuera que lo supiera todo el pueblo y se arriesgara con la noticia su elección. Alguien del comité de Cristina conoció esta novedad ya un poco tardíamente, con todo introdujo más boletas en el cofre, pensando 96 SAÚL SÁNCHEZ poder recuperar su valor haciendo conocer el suceso de los fanáticos de Cristina, pero nunca se pudo alcanzar al monto que había puesto el agente viajero en las urnas de la señorita Adelaida. Por eso ganó, dijo todo el mundo, porque era de suponer que mucho más de la mitad de la población, había comprado sus boletas a la comitiva de Cristina. Por demás, Aguasclaras se preciaba de ser un pueblo culto y acogedor y de verdad que lo era. Y por eso se mantuvo a la altura de las circunstancias, a pesar del incidente y celebró igualmente hasta tarde en la noche, aquella fiesta. Al domingo siguiente muchos pobladores acudieron a la misa mayor que era celebrada siempre cada domingo a las nueve de la mañana por el señor cura. Existía realmente un gran interés en buena parte de la localidad en conocer la opinión del sacerdote acerca del reinado, de la votación y de la celebración que se hizo hasta tarde en la noche en el parque central, casi al frente mismo de la casa cural. La misa de los domingos no era únicamente una misa rezada en la soledad del altar, sino una solemne misa cantada que tenía el honorable título de ser llamada la “Misa Mayor”, ya que la celebraban los tres sacerdotes de la parroquia. El señor cura, el coadjutor y el padre Ángel. Por demás, era la misa en que el prelado titular se dejaba sentir en su sermón, con todos sus anatemas contra todo aquello o todos aquellos que atentaran contra la moral pública o la religión, dentro de los límites de su parroquia, o aún a veces más allá de ella. Pero esta vez sólo se limitó a dar las gracias desde el púlpito y a pedirle a sus parroquianos generosamente que volvieran por el camino del bien, no sea que se agotara la paciencia de Dios si continuaban apartándose de su camino, como venían haciéndolo, desde el MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 97 tiempo en que gente tan extraña como los incrédulos gitanos o perversos actores o cantantes habían invadido al villorrio que hasta entonces no hacía otras fiestas que las mismas que celebraba la Iglesia cada año en Navidad , Año Nuevo, o Semana Santa. Luego de que hubo acabado la misa se anunció que el clérigo daría la bendición con el Santísimo como agradecimiento al buen recaudo que se había hecho con las boletas para la reconstrucción del hospital, a la que, según el señor alcalde también contribuiría el gobierno departamental para que ella se realizase lo más pronto posible. 98 SAÚL SÁNCHEZ 13 En cierta medida y, por un tiempo, parecía ser como si el poblado se hubiese reconciliado con su pasado de aldea y no quisiese oír más ruido que el de las campanas de la iglesia o el de los martes de feria que, al fin y al cabo, sólo se celebraban una vez por mes. De resto todo parecía volver al orden. Clementinita Estrada había ido a conocer el Vaticano y después llegó hasta “Tierra Santa”. Era voz en el pueblo que el mismo Pontífice de Roma la había recibido en audiencia privada, y no en audiencia pública como hacía con los demás. Por demás, había llegado hasta Jerusalén y como otra Santa Helena se trajo trozos del árbol de la cruz no sólo para adornar con ellos su oratorio, sino, especialmente, para arreglar con ellos su casa el día de la Santa Cruz, en la que se reunía con su costurero a rezar los “Mil Jesuses”. A pesar de que tenía reclinatorio propio en el ala derecha del templo, que era como el costado que frecuentaba la gente rica de Chagualo y de la Calle Real, ella asimismo quiso construir oratorio en su casa, ya que la iglesia, por más que permanecía abierta todo el día, no estaba al alcance de su ya fatigosa madurez. Allí se reunía cada día con sus vecinas a rezar el “Salterio”, (los tres rosarios con sus distintos misterios), que con sus ciento cincuenta avemarías sustituía el oficio divino que rezaba el padre Reinaldo, cura de la parroquia, su íntimo amigo, todos los días de la semana. En este caso el salterio de David. Estaba por demás la devoción por las ánimas a las que rendía igualmente culto cada noche ofreciendo sus rezos por los paisanos de su comunidad, que hubiesen muerto aquel día, sea que fueran del área urbana o rural. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 99 Lo hacía especialmente por la vereda de Mermita, único lugar hasta entonces de la comarca que empezaba a dar signos de violencia y de falta de temor de Dios; según se lo señalaba su amigo el cura: -¿Acaso la chusma no estaba regando de sangre la patria después del reciente episodio del 9 de abril?-. Lo que contaban era atroz, le comunicó una vez al señor cura, el señor alcalde. Las historias que llegaban al pueblo a través de la prensa o de los relatos de los agentes viajeros, que pasaban periódicamente, rumbo hacia el sur, los dejaba perplejos. Se hablaba del corte de franela, del desollamiento de los rivales políticos a lo largo de los campos de la patria, de la mutilación de miembros y aun del miembro masculino para los enemigos políticos, y Aguasclaras poco más se enteraba de esto. Tampoco el padre Ángel lo sabía, ni el señor cura se lo quiso comentar. Pero, asintió con él que era preciso que el fervor religioso volviera a la gente. Que se volviera a respetar el díes dominica como antes y que no hubiera en la localidad más fiestas ni más espectáculos que las fiestas religiosas y las dos fiestas nacionales del 20 de julio y el 7 de Agosto. -Pero también la fiesta de la iraca-, terció el señor alcalde. -“El palo no está pa´ tranca”-, respondió con un dicho el señor cura. Así fue, en efecto… Don Patricio estaba de pies en una de las puertas de entrada a La Abundancia, víspera de un día domingo, cuando se dio cuenta que, casi muy al frente, parado de manera semejante a él en una de las puertas que daba entrada al Café el Tango, la de toda la esquina, estaba apostado un hombre del campo, al que se le veía más bien intranquilo. Daba la impresión de esperar a alguien, ya que miraba de hito en hito para un lado y otro de la calle. De repente, sin que el mismo 100 SAÚL SÁNCHEZ se diera cuenta y ni siquiera don Patricio, que estaba muy pendiente de él, otro hombre, del que nadie se percató de donde salía o de donde venía, descargó tres tiros de revólver en la humanidad del campesino que estaba apostado a la puerta de entrada del Café. -Cayó redondo-, comentó el patriarca. -Sin que nadie detuviera al asesino, ni nadie se hubiera percatado por donde llegó, ni por donde escapó-. También, uno de sus nietos, de apenas siete años, que estaba apostado a aquella hora a la puerta de entrada de su casa, cuidando del abuelo a petición de Adelaida, su madre, miró estupefacto el suceso. Vio cómo los pobladores acudían de todas partes a lo ancho y largo de la plaza y cómo se agolpaban alrededor del caído, mientras unos pedían a gritos un médico o reclamaban la presencia de un sacerdote. Como si brotaran de la tierra, apareció primero el padre Reinaldo que oyó la balacera desde el balcón de la misma casa cural, cuando apenas hacía “las completas de ese oficio divino” que tenía que rezar cada día. Tras él llegó el mismo médico, el doctor Duque Macías. El presbítero impuso los óleos “in articulo mortis” y dio su absolución a un alma ya en pena y el médico entregó su dictamen irrevocable: -Había muerto en el mismo instante de la balacera, pues una de las balas había atravesado el corazón-. La policía empezó a dispersar la muchedumbre para que el juez municipal pudiera hacer el levantamiento del cadáver y don Patricio y su nieto entraron en la casa, donde Adelaida su hija estaba ya de rodillas y brazos en cruz recitando la misma plegaria de Esther a Mardoqueo, que, como de costumbre, recitaba siempre en circunstancias semejantes. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 101 Como funcionario público que era y gran cumplidor de su deber y a pesar de la lluvia, don Matías acababa de aprestarse para salir a contribuir con la penosa labor del levantamiento del cadáver, pues él era secretario municipal. -Esta vez no era de Mermita-, le comentó a Adelaida a su regreso casi a las once de la noche. Luego añadió: -Parece ser que era de Viboral-; una vereda hasta entonces pacífica. -¿Y qué representa eso?-, le preguntó Adelaida un tanto inquieta. -Que la violencia que hace algún tiempo empezó en el sur de Colombia, se ha ido extendiendo por todo el país y ya llegó hasta aquí-. -Según cuentas, añadió él, era un líder liberal de la vereda, luego agregó un tanto sentenciosamente: -Son los resultados de la muerte del doctor Jorge Eliécer Gaitán-. Adelaida entonces continuó de rodillas con sus hijos ante el viejo retablo de la bendita Trinidad, ya que insistía que era la fórmula milagrosa para alcanzar la misericordia de Dios y aplacar su ira ante la presencia del mal en el mundo, que ahora empezaba a aparecer en el pueblo tanto como en el país. De todos modos ella acudía a esta plegaria lo mismo cuando temblaba, que cuando tronaba tempestuosamente, o cuando llegaba a la villa un candidato liberal, pero con mayor razón, como se los dijo a sus hijos, en circunstancias como estas que no eran meros desastres naturales, sino verdadero crímenes suscitados por la maldad humana que necesariamente despertaban la ira divina. Entonces abrió los brazos finalmente, pero ya no como los de una orante, sino en cruz como los de un crucifijo, frente a la imagen del crucificado, que también lucía en su alcoba cerca al retablo de la Trinidad, ya que el crucifijo era la imagen viva de la misericordia de Dios. 102 SAÚL SÁNCHEZ “Rezaban frente a la imagen del crucificado, que también lucia en la alcoba cerca al retablo de la Trinidad” Él, que era apenas un niño, se sintió asombrado, no tanto con el crimen, como con las extrañas palabras del Trisagio, que no entendía muy bien: “Ya el sol ardiente se aparta Luz perenne en la unidad, Difúndela en nuestros pechos Oh Trinidad inmortal” Ellas no sólo sonaban como un conjuro para momentos de peligro, sino que además hablaban de cosas que no conocía todavía a su corta edad. Le sonaban bien y poco a poco las iba aprendiendo. Poco a poco hasta poderlas repetir con su madre, en circunstancias semejantes. No, en cambio, sentía la misma devoción por el rosario que rezaba igualmente Adelaida, su madre, cada día, pero no en momentos MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 103 tan extraños para él, como aquel 9 de abril o la noche del incendio del hospital o esa misma noche en que el pueblo de Aguasclaras veía por primera vez morir en su plaza principal y de un modo violento, un vecino del municipio, habitante de la vereda de Viboral, como lo había manifestado su padre. Lugar que no conocía ni quería conocer después, así fuera por mera curiosidad, ya que desde pequeño siempre temía a todo aquello que le aparecía violento. Sin embargo, la gran prueba del poder que tenía esta plegaria tan singular en boca de su madre, era que también esa noche, como la del 9 de abril, o la noche del incendio del hospital, se había desatado el mismo aguacero torrencial que había caído sobre el pueblo aquellos otros días. Un aguacero cargado de rayos y de truenos que según Laura, su nana, no era otra cosa que la manifestación viva de la ira de Dios. Por demás, el mismo vio con asombro cómo el abuelo, cuando entró en la casa y escuchó a su hija rezando, se quitó piadosamente el sombrero y empezó a musitar con la misma piedad esa vieja plegaria que también rezaba en las mismas circunstancias Jesusa, su mujer. -Los tiempos están cambiando-, dijo al final del rezo, como si le hablara a alguien, pero, sin dirigirse a nadie personalmente. -Ya no existe paz ni en el campo, pero tampoco la hay en el municipio-; Aguasclaras no es más ese eterno paraíso en el que vivimos los dos, cuando te saqué de tu casa y empezamos a morar juntos en La Giralda. Al domingo siguiente era apenas obvio que el padre Reinaldo llamara la atención sobre las consecuencias que podría traer una violencia partidista en la comarca e invitó a la comunidad y a los líderes de ambos partidos a ponerse de acuerdo y a firmar un pacto de caballeros para no correr con los mismos riesgos que ya estaban padeciendo otros pueblos, a lo largo del territorio colombiano, sólo por el odio que la muerte del líder liberal había desatado entre los partidos. 104 SAÚL SÁNCHEZ La violencia estaba en sus más crudos momentos en Líbano, Tolima, por ejemplo, comentó el señor alcalde y agregó que la última vez que había viajado a la capital, el señor gobernador le había advertido de los cuidados que tenía que tomar él si aparecía asimismo la violencia en su localidad. -He invitado al consejo esta vez-, dijo el alcalde al día siguiente en el bando que ejercía en la plaza pública después de misa mayor, para que reúna a la gente más importante de uno y otro partido, especialmente de los que son dueños de tierra y de grandes hatos, con el fin de tratar de hacer entre todos un pacto de caballeros, y vincular en el pacto lo mismo a los mayordomos que a los propietarios de las fincas, con objeto de buscar que la violencia no se desate entre nosotros, como en los pueblos del sur del país-. Con todo, mucha parte de la policía municipal la conformaba no únicamente gente humilde de la aldea, sino también gente del campo que prefería vivir en el pueblo. Allí podía encontrar trabajo fácilmente y el oficio de policía, para ellos, no era nada desdeñable, ya que contaba con mejores condiciones y eran menos pesadas sus funciones que las labores del campo. Algunos de ellos ya habían servido de contacto con los líderes campesinos de uno u otro partido y eran bien reconocidos por su filiación política. Asimismo, alguno que otro político importante de la región que veía que la ocasión la pintaban calva, ya habían aprovechado de estos líderes, para hacer lazo con ellos y apoderarse de ciertas parcelas en disputa de un vecino suyo. Fue a la policía misma, según personajes importantes del partido liberal y de la municipalidad, a la que se debió las primeras desapariciones por violencia en el campo, como también en las veredas. Los signos eran parecidos a esos mismos que la prensa de las Puertas Abiertas que llamaba “La Patria”, o “El Colombiano” de La Villa de la Candelaria, traían como referencia cada semana en su edición dominical. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 105 Por fortuna, La Giralda de don Patricio Palencia ubicada muy cerca del área urbana de Aguasclaras, no ofrecía mayores signos de violencia ni corría riesgos mayores. En varios kilómetros a la redonda, sólo estaban aquellas casas de citas donde hasta entonces, lo que ocurría, no pasaba de una riña callejera por celos o por causa de hurtos pequeños, que no trascendían para nada los límites del área urbana del lugar. No fue Lazarito Villegas, quien conocía mejor la historia y la geografía de su localidad, el que hizo la advertencia más clara a la gente después de aquel suceso. Fue el señor cura el que concluyó apocalípticamente el sermón del domingo siguiente con una dura sentencia: -No habrá paz en Colombia en mucho tiempo-, dijo. El padre Ángel sólo hizo un gesto, cuando alguien le comentó las palabras del sacerdote. Inclinó la cabeza y asintió pero no habló. Los demás también guardaron silencio. En cuanto al doctor Rodas, se le vio pronto abandonar el sitio, sin que nadie supiera para donde ni por qué. Se disolvió el grupo de lectores del Café Iris y parecía que los primeros que salían espantados del lugar no tenían nada que ver con que fueran ricos o pobres, liberales o conservadores, sino ateos o como decían en el pueblo “gente de mala vida”. 106 SAÚL SÁNCHEZ 14 Aunque, de cierto modo, las ricas posesiones que tenía don Patricio Palencia estaban repartidas significativamente entre todos y cada uno de sus hijos, dadas las circunstancias apremiantes que empezaba a vivir la república, el mismo buscó favorecer un poco la familia de Matías con quienes compartía su ya avanzada ancianidad. La Abundancia, que se ofrecía para entonces como un almacén bien suministrado de ropas y de algunos cuantos artículos de lujo, estaba en manos de su hijo, Florencio, que era el primogénito y siempre fue su preferido. La Giralda la administraba de un buen tiempo para acá y con mucha solvencia, su hijo menor, que llevaba el nombre de Patricio, como él. Ambos aprendieron de su padre el buen manejo y la correcta administración de sus negocios. Cada quien impulsó y aumentó los beneficios que podía redituar no sólo su familia particular, sino asimismo toda la familia avuncular, como eran las mejores intenciones de don Patricio. De hecho, ambos dieron cabida en sus propios asuntos, especialmente a miembros de la familia Sepúlveda, y, no solamente por complacer al abuelo sino por el cariño que despertaba en ellos la familia de Adelaida y su esposo, que era un hombre culto, especialmente en lo que tenía que ver con el derecho y la ley. En suma un autodidacta. Las dos hijas preferidas tenían, por demás, desde hacía buen tiempo asimismo sus propias casas, situadas en plena plaza principal MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 107 de la que usufructuaba cada familia, o bien como la de Matías Sepúlveda que todavía seguía viviendo en ella, o como la de María Aparecida que la habían alquilado al primo, administrador del Café el Tango, con motivo de su desplazamiento o retorno a la “Capital de la Montaña”. También favoreció a sus dos otros yernos, con sendos locales para que instalaran sus negocios según los propios intereses. El esposo de su hija mayor hizo del local una tienda de abarrotes, que no era mala pero tampoco la más abundante. Más su atracción por las labores del campo, donde había nacido, le permitía no sólo proveer y vender barato algunos productos de la canasta familiar, sino también acrecentar sus beneficios. Su finca no sólo producía el mismo café que vendía a la Federación, más una buena cantidad de abarrotes, que tenían su puesto también en la plaza de mercado, el sábado de cada semana, y que le otorgó buenos réditos a su propia familia. ABC, como solía signar su nombre y apellido, el otro yerno, hizo valer ese pequeño cuarto que le atribuyó su suegro, con una venta de enseres de dudosa administración como era la dinamita, prohibida como estaba de expenderse en lugares públicos o residenciales, con lo que, sin embargo, no le fue mal como negocio, sólo que no dejaba conocer lo que ganaba para estar más distante de los suyos. La intención de favorecer la familia de Matías no era tanto porque viviera con ellos, cuanto porque comprendía que el esposo de Adelaida, que no era un hombre de negocios sino un servidor público, no tenían otros ingresos que un magro sueldo oficial para una familia de once hijos, uno ya fallecido. La verdad es que un ser inteligente como era y que amó toda su vida las leyes y se entregó a su función y cumplimiento, no sólo no quería hacer más, sino que se pudo convertir en el pueblo en gran autoridad, lo mismo en lo que tenía que ver con la legislación ciudadana que con el derecho penal. 108 SAÚL SÁNCHEZ El, además, cumplió a cabalidad con otra función, cuando empezó a atender a su suegro, quien en su ya avanzada ancianidad, tuvo que soportar una mortificante eczema que lo acompañaría hasta el día de su muerte. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 109 15 Los que eran más niños en la familia de don Matías o los otros primos no supieron nunca por qué, pero un buen día a Florencio, quien para entonces era dueño del almacén, como le llamaban ya, sin más nombre o ningún otro título, se le vio desocupar una por una toda la mercancía que tenía allí exhibida o guardada en el depósito. Hubo cierta confusión entre la gente mayor, especialmente entre sus hermanas frente a este suceso, pero nada dejaban entrever a los demás. -Son conversaciones de mayores-, les respondía la tía mayor, Trinidad, cuando cualquier menor de edad de entre los nietos de don Patricio quería enterarse de lo que estaba sucediendo. Algunos conjeturaban que podía ser por motivos familiares, dada las presiones de su padre Patricio por buscar favorecer la familia de Matías, con los que vivía después de la mudanza de María Aparecida con su esposo e hijo para La Villa de la Candelaria, otros afirmaban que era producto de la violencia que había empezado a acontecer en el municipio con la muerte del tribuno. De cualquier modo, sucedió que un buen día, todo lo que había en el almacén fue a parar al camión Studebaker Champion que Florencio había comprado el año anterior y que había sido estrenado por toda la familia, como gran novedad, con un paseo de día entero para adultos y muchachos, a una fonda en la vereda de Malabrigo . Allí se estuvieron todo el día aprovechando de sus charcos y quebradas, y por la tarde se celebró con ron, cerveza, fresco y tamales aquella nueva adquisición, que representaba un lujo para toda la familia. Así lo dijo el mismo Florencio, cuando 110 SAÚL SÁNCHEZ quiso brindar con todos, esto que el mismo llamó o tuvo como su mejor compra. Durante un tiempo, el mismo con uno de sus hijos, el mayor, podía ir tranquilo a otros pueblos a llevar mercancía, o a la capital de las Puertas Abiertas a traer nuevas cosas, no sólo para él, sino para otros almacenes o tiendas que aprovechaban la ocasión y los buenos oficios de don Florencio para surtirse de cosas nuevas, especialmente para la navidad. ¿Por qué partía ahora, a poco más de un año, de haber conseguido este medio de transporte? Fue un misterio no sólo para su familia sino para la misma población. Florencio, no sólo era un buen negociante, sino antes que nada, todo un señor al que apreciaba toda la gente del lugar, incluyendo a aquellos que podrían ser su competencia. Pero era también un buen conversador. Su caballerosidad estaba fuera de duda. Su elegancia, su porte, como que desde joven había sido todo un gentleman, era impecable; más sin embargo, ahora partía de improviso, como si huyera de algo o de alguien. Es cierto que alguna vez, su hijo mayor, que era también para aquel entonces un paradigma de bella juventud, se vio amenazado por un gamonal homo fóbico que no soportaba que fuera él un hombre bonito, como si le llevara ganas, o como solía decir este malandrín, porque todo hombre bonito es un marica y no vamos a permitir que peleche ningún marica en este pueblo, pero el hijo de Florencio, lo que tenía de bonito lo tenía de varón. -Pura envidia, rezaba la tía mayor, Trinidad, porque el único encanto que el otro tiene es tener plata y esta de dudosa procedencia-; que era también lo que corría como un secreto a voces entre la gente bien del pueblo, a tal punto que un día tuvo igualmente que salir huyendo del mismo, un poco antes de que Florencio emigrara con su familia. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 111 Una vez que quedó lleno el camión con toda la mercancía y ya avanzada la noche, se vio partir al Studebaker, por el lado de la Habana, rumbo a las Puertas Abiertas. No hubo nunca una despedida ni nadie dijo adiós o hasta siempre. Florencio jamás había sido un hombre egoísta y muy al contrario, se distinguía no sólo por su porte, más por la elegancia de sus maneras, al punto que mucha gente lo veía a él como un verdadero caballero. Que se hubiera hecho renuente a la petición del abuelo, su padre, para que ocupara con más frecuencia a los hijos de Adelaida, no era motivo para que rompiera los vínculos que él mismo tenía con su familia y que realmente él se encargaba de fomentar. Al fin y al cabo, se podía decir que, su padre Patricio ya había ido repartiendo desde un principio la herencia, desde que el volvió de la capital. Fue unos pocos años después de la muerte de María Jesús cuando el patriarca decidió confiar a sus hijos de modo definitivo lo que eran sus negocios. Desde entonces ellos empezaron a aparecer como los más brillantes y ricos de la familia. Florencio era el hombre de buenas maneras y de finas costumbres. Un talante que había adquirido en la capital, donde había aprendido a tutear a la manera de un santafereño, como lo fue en cierto modo también su tío, el poeta, y por eso creó para él, el almacén, ya que había advertido que, al volver de allí, era lo que a él más le llamaba la atención como negocio. Patricio, hijo, era, sin embargo, más montarás y desde que don Patricio abandonó con Jesusa su mujer, la finca, a la muerte de su padre don Gabriel, se la confió del todo a él y “el negro” como se le llamaba familiarmente pues era el único moreno de sus hijos ya que los demás eran todos blancos de ojos claros, se instaló en ella desde entonces como aquel que comprendía de una vez, que esa iría a ser toda su vida hasta su muerte. 112 SAÚL SÁNCHEZ A sus hijas les dejó también casa, según el número de sus hijos y por eso la más grande era la de su querida Adelaida y Matías, pues ella repetía en todo el modo de ser de Jesusa y la inteligencia de su hermano el poeta, además que con ellos y con sus diez hijos convivía. Que Florencio partiera intempestivamente para el sur del país, sin dar siquiera a conocer su destino, ni decir adiós o pedir la bendición lo sintió como una traición a la fe que él le había tenido y al amor con lo que le había confiado su mejor inversión, la de un almacén en el pueblo, La Abundancia. Algo, sin embargo, pudo haber ocurrido de más, para que Florencio tomara esta intempestiva decisión. ¿Para donde se marchaba? Tal vez el mismo había previsto, dijo su hermano Patricio, en algunos de sus viajes a la capital de las Puertas Abiertas o a la Perla del Otún, instalarse en una de las dos, sólo por buscar, mayor prosperidad y acomodo para su familia, también numerosa, pero nunca llegó a comunicarlo para que nadie se lo impidiera. Sin embargo, esta versión sólo se la creía el mismo. Por próspera que pareciera cualquiera de las dos ciudades de aquel departamento, resultaría un lugar exótico para una familia que había llegado de las montañas antioqueñas a instalarse allí cerca del río Arma y después al lado de la Aguada. Ya hacía más de tres generaciones que habían logrado echar raíces en aquella parte del sur de la región, pero norte de un departamento que, por amor a la patria y a la libertad, buscó tener como identidad el nombre de uno de los héroes más puros y nobles de la Independencia, Caldas. Y no quedaría ninguna duda que podría decirse que lo mismo era Florencio, como lo señalaba a sus hermanas, María Aparecida, cuando le contaron de su égida. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 113 Pero no, otra había sido la gesta de la familia cuando vino a instalarse allí a donde fue a parar una vez que decidió abandonar las montañas antioqueñas rumbo al sur occidente de la patria. Era como si Florencio hubiese querido continuar la diáspora que había iniciado su familia, una vez que se sintió en posesión de todo un negocio y de un medio que podía llevarlo a otras plazas, como las que había conocido, gracias a la adquisición del camión. Tal fue el parecer de su amigo, Andrés Jaramillo, otro rico del pueblo que tampoco paraba mucho en él. Con todo, las Puertas Abiertas resultaba ser un lugar tan frio como Aguasclaras, clima que poco soportaba Florencio, y por otro lado, también tan señorial como la gente de la capital, donde no pudo nunca “amañarse” como él solía decirlo, y, además, menos comercial que la Perla del Otún. Quizás el “florero de Llorente” de todas estas cavilaciones ocurrió una noche, un domingo, en que uno de los hijos de don Matías se sintió engañado con el pago y discutió con Florencio. -Un peso puede ser el salario de un empleado, le dijo, pero no la paga para un sobrino que ha estado todo el día pendiente del almacén sin salir de él más que para ir a almorzar-. La verdad es que en La Abundancia no estaba sólo un hijo de don Matías, sino también Adelaida su hija, a la que le pagaban más, no porque llevara más tiempo que Matías el hijo, sino porque era evidente que por sus encantos atraía a la gente y su presencia hacía que el local contara con más público que los otros almacenes a lo largo y ancho del pueblo. Con todo, Florencio, que era el mayor de sus hijos y que había estado en la capital, un tiempo con Francisco, su tío, el poeta, no era ni un ser belicoso ni un avaro para que las diferencias o desavenencias que tuvieron en aquel momento terminaran con un rompimiento. 114 SAÚL SÁNCHEZ Pero algo o alguien lo movió a abandonar el pueblo, así su almacén gozara del prestigio que tenía entre los pobladores. Fue así como después de haber empacado todo, partieron aquella misma noche, ya tarde, con el ánimo de evitar cualquier escena. Cuando amaneció, no únicamente la familia, sino el pueblo, en general, y particularmente sus vecinos fueron sorprendidos con este tipo de aviso: “Se vende”, tanto en el almacén como en la casa de Chagualo. Florencio había dejado encargado a un sobrino de su mujer, la venta, lo mismo de la casa que del local donde antes funcionó y por mucho tiempo, el negocio de La Abundancia. Don Jesús Rodas, que era el que más tarde cerraba su negocio en el pueblo, le preguntó a Patricio, el joven, al día siguiente el motivo de esta separación, pero este sólo le respondió con una mueca de la que no se sabía si lo que expresaba era dolor por la partida del hermano o la ira que ocultaba por el rompimiento de las relaciones de Florencio con toda la familia y particularmente con su padre. Durante algunas semanas no quiso volver a la calle el desolado abuelo. No sólo buscaba rehuir las preguntas indiscretas que podían dirigirle la más cercana competencia de su negocio, como el de don Eduardo Villegas, dueño del otro almacén en el marco de la plaza, sino que se sentiría abrumado por tener que soportar las preguntas de sus más cercanos vecinos, acerca de este oscuro pasaje de su vida familiar. No faltaron los rumores con motivo del suceso de la partida del hijo mayor de don Patricio, especialmente entre la gente que había podido sentir como émulo, al menos, el negocio de su almacén. Un nombre que resultaba ser un tanto pretencioso para aquellos que eran su competencia, aunque Florencio no lo fuera. En su mayoría, tanto los que eran amigos de la familia Palencia, como los que podían aparecer como rivales, atribuían esa separación intempestiva a líos en la familia por el reparto de la herencia. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 115 Al fin y al cabo los dos hijos tenían en sus manos los que fueron los negocios de don Patricio, si bien ellos le habían dado todo el impulso y la prosperidad que habían alcanzado hasta aquel momento. Lo cierto es que don Patricio vivía con la familia del secretario del alcalde que no contaba más que con un sueldo oficial. Era, por tanto, la que gozaba de menos recursos en todo el clan de la familia Palencia. Por esta causa sus dos hijos le consignaban en la Caja Colombiana, parte de las ganancias de sus sendos negocios, amén que La Giralda le suministraba de provisiones y de leche, con la vaca que le llevaban cada mañana para su ordeño. Sin embargo al patriarca ya pocos más le alcanzaban sus ahorros para los gastos de medicina que la eczema y su ya avanzada edad, necesitaban. Y quedaba a merced de las atenciones y de la buena voluntad de su yerno. Como se los dijera el doctor Duque a ellos mismos, don Patricio ya estaba casi de cuidados intensivos, dada su avanzada edad que requería de una dieta estricta, que el mismo le había mandado, pero cada uno de los dos alegaba que los tiempos que vivían de penuria, por causa de la violencia, se hacían difíciles para poder atender los gastos que demandaba su quebrantada salud. Quizá por eso el abuelo deseaba que se compensara en algo a la familia de su hija y que se los empleara también más frecuentemente, para que así pudieran contribuir con sus gastos y las penurias de su yerno. La familia de don Matías era realmente la familia más numerosa entre los nietos de don Patricio. Diez entre todos, mientras que entre los hijos de sus hijos sumaban hasta siete, la de más. Nada ni nadie pudo detener la decisión de Florencio de separarse de los suyos, además porque las cosas resultaron tan intempestivas que sorprendió a todo mundo, aquella mañana que partió, al 116 SAÚL SÁNCHEZ encontrar únicamente como tarjeta de despedida aquellos lacónicos avisos que pendían de las puerta tanto de su casa en Chagualo como de su almacén en plena plaza principal. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 117 16 La casa en la que vivía el ya decrépito anciano con la familia de Matías y al amparo de su hija, era todo lo que le quedaba al viejo abuelo después de este inesperado rompimiento con el más amado de sus hijos. Ella contaba con una amplia sala en donde estaba entronizada una gran imagen del corazón de Jesús. En la mitad de la sala había una bella consola taponada que brillaba como si fuera entera una pieza de vidrio oscuro y reluciente. Un reloj de oro suizo que dejaba entrever, a través de su copa de cristal su singular mecanismo, y que daba la hora, casi nunca en consonancia con el reloj del templo parroquial. El piso de la sala había sido asimismo encerado para que luciera brillante, casi lo mismo que un espejo. Unos muebles de esterilla vieneses que se mantenían impolutos, gracias a que la sala se abría únicamente para las visitas de los padres de la parroquia, que le llevaban al abuelo el santo viático, al menos una vez en la semana, al igual que lo hicieron con la abuela Jesusa, cuando ella vivía. De resto era el doctor Duque que acudía a asistir a don Patricio en aquella malévola eczema, que para ese entonces apenas se podía aliviar, nunca curar. De resto la sala no se volvía a abrir sino para ciertas visitas de la familia, cuando llegaban de La Villa de la Candelaria; y por eso, comúnmente, aquel que era el sitio más bello que tenía esa casona se mantenía cerrada para toda la familia nuclear y a nadie le era permitido entrar en ella, ni ella tenía otro uso más que en tales circunstancias u ocasiones semejantes. 118 SAÚL SÁNCHEZ “Una bella sala donde estaba entronizada una imagen del Corazón de Jesús. Solo utilizada para recibir visitas”. En una amplia pieza, después de la sala y unida también por otra puerta interior a ella, quedaba la alcoba donde dormía el matrimonio al lado del abuelo, una vez que comenzó a padecer su malestar. Por las noches, casi todas las noches, se oían sus lamentos y todo mundo, entre la gente mayor, especialmente, se despertaba parejo con sus quejidos. No dejaba de ser una tortura para todos, cuando él comenzaba a padecer esa tormentosa picazón que le producía su enfermedad. Don Matías, que ya se había convertido en su enfermero, acudía de inmediato a aplicarle el ensalmo que le habían recomendado para calmar el malestar, no para aliviarlo. Nunca se quejaba en hacerlo, pero la verdad era que el pobre hombre vivía alcanzado de sueño. Era sin duda admirable la capacidad de resistencia de Matías. En veces, casi sin dormir, tenía aún que levantarse de madrugada, porque iban de comisión a una vereda del pueblo, especialmente a MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 119 Mermita o Río Arriba, donde en los últimos días y después de aquel primer muerto que vivió toda la población, se habían incrementado los homicidios y las riñas. Fue por entonces, cuando también sus hijos mayores fueron abandonando la aldea. Ya el mayor se había instalado hacía algún tiempo en La Villa de la Candelaria. Trabajaba para entonces en la fábrica de Galletas Noel y pudo igualmente cuadrar al “rubio” (que así llamaba Matías a su tercer hijo), con un viejo amigo del pueblo, que había montado un gran almacén en una de las calles principales de esa Villa. Poco después, se llevó igualmente a Matías, hijo, su hermano, para que terminara allí, al menos, sus estudios, ya que Aguasclaras no tenía todavía bachillerato completo, a pesar de que comenzaba para entonces la segunda mitad de ese sorprendente siglo XX. Con todo, la penuria en la casa de Matías y Adelaida era mayor, pues el patriarca no volvió a recibir nada de sus hijos. No hubo nunca una noticia de Florencio y, ni siquiera hasta entonces se sabía dónde había ido a parar. Era su hijo predilecto, el favorito aún por encima de sus hijas, pero fue mal aconsejado, solía decir don Patricio, sin que nunca hubiese querido revelar por quien, aunque él lo sabía, como también su hija Adelaida, que preferían también callar al respecto. Meses más tarde, un sábado por la mañana que el abuelo pudo sentirse mejor, quiso volver al parque para encontrarse con sus amigos de siempre. Uno de ellos, Andrés Jaramillo, que no le era del todo el más simpático, le espetó un poco con malicia esta pregunta: -¿Sabe dónde fue a parar su hijo?-. -No-, le dijo él secamente. -En la Perla del Otún-, le reveló. 120 SAÚL SÁNCHEZ -Está bien instalado-, le dijo, y luego añadió: -Vendió el camión pero consiguió un carro que maneja toda la familia, porque allá hasta el más muchacho sabe hacer negocio y manejar carro. Unos trabajan de vendedores, otros de agentes viajeros, pero todos trabajan-. -Sobre todo esos “monos”, los hijos de Florencio, son unas fieras para todo-, continuó y pasó a hacer la lista: -Para el negocio, para manejar un carro, para conquistar mujeres, para bailar…Después agregó: -Unos se defienden vendiendo mercado en la plaza. Otros usan el carro como taxi, y como se han vuelto célebres entre la gente, todo mundo los ocupa-. Don Patricio oyó todo esto en silencio y después volvió a casa: -Están en Pereira-, le dijo secamente a su hija Adelaida. -¿Quiénes?, respondió ella como si no supiese de quien se tratara. -Ellos-, repitió él, sin más, y soltó una lágrima. -¿Le dieron alguna dirección?-. -No me dijeron más-, dijo. -De alguna manera vamos a buscarlos-, le respondió con firmeza Adelaida como quien intentaba darle de nuevo alientos a su padre. -Se va haciendo tarde-, respondió él. -No, nos pondremos manos a la obra-, y lo dijo con tal firmeza que don Patricio le creyó. -Vamos a ver. Quiero pedirle perdón-. -Usted no tiene nada que pedirle, pero el si tiene mucho de qué arrepentirse-, añadió Adelaida. -Ya veremos-, dijo y volvió a su alcoba y se arrodilló frente al crucifijo que presidía la alcoba donde dormía en compañía de Adelaida y Matías. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 121 Al sábado siguiente volvió a salir rumbo al parque. No alcanzó a llegar. Apenas al atravesar la calle y antes de pisar el parque para dirigirse a la fuente, donde siempre se reunía con los amigos de su misma edad, una vaca que se interpuso en su camino lo cogió con sus cachos, que para fortuna estaban recortados, y lo lanzó al suelo al que cayó inconsciente. Entre varios baquianos de la plaza y esa buena gente del campo que aparecía para el mercado desde muy temprano los sábados, lo volvieron cargado a su casa. En ese entonces, las puertas de entrada en el pueblo permanecían entre abiertas y Adelaida, que andaba arreglando el comedor, al verlo, salió a gritos al encuentro pensando que lo traían muerto. No venía muerto, pero si un tanto lesionado. Pronto apareció también a las puertas de la casa, el doctor Duque ya que un amigo suyo había acudido a contarle el incidente de don Patricio. -¿Es grave?-, le preguntó él antes de tomar la decisión de abandonar su consultorio. -Puede ser grave le respondió él, y luego añadió, más a su edad-. Como también la alcaldía estaba abierta los sábados por la mañana para atención de los campesinos, don Andrés se dirigió a ella para contarle a don Matías el fiasco que había padecido su suegro. Pensando, como él lo decía, en lo sensible que era su mujer, se levantó inmediatamente de su asiento, se disculpó ante el alcalde y sus asistentes y partió enseguida a enfrentar la situación. En el camino don Andrés le dio la dirección de Florencio en Pereira, ya que estaba seguro que acudiría si era necesario, porque él no había dejado de lamentar el suceso de la separación, según lo habían conversado entre los dos. Matías le agradeció el que lo hubiera hecho, a pesar de que Florencio le hubiera pedido que no lo hiciera, más que en circunstancias muy extremas, pero como se lo advirtió don Andrés, esta podía ser una. 122 SAÚL SÁNCHEZ Todavía estaba a su lado el médico de cabecera de don Patricio, cuando él entró en la casa. Su esposa como era normal acudió al encuentro en medio del llanto, al punto que Matías pensó que había muerto. -No, le dijo el médico, llevándolo aparte, pero lo tendremos en estado de observación hasta mañana, no sea que se tenga que llevarlo al hospital para mayores cuidados-. -¿Cree prudente el que contactemos a su hijo o podemos esperar un tanto?-, le preguntó Matías. -Es mejor avisarle para que esté prevenido-, le dijo el galeno. Esa misma tarde trataron de comunicarse desde la central telefónica del pueblo, a la de la Perla del Otún. Por un buen tiempo estuvo repicando el teléfono de la casa de Florencio. Dada la insistencia, ya que el aparato telefónico seguía repicando, Aurora, que era la esposa de Florencio, pidió a la muchacha del servicio, que atendiera la llamada. Con todo, le advirtió que si la llamada venía de Aguasclaras, respondiera que allí no vivían ellos y que ni siquiera los conocía. Y así fue. Pero Adelaida ,la hija, que amén de ser bella y reservada, había sido siempre una mujer suspicaz, alcanzó a decirle a quien le respondió: -No lo creo pero, en todo caso, cuéntele al tío que papá Patricio tuvo un accidente-. La muchacha le dio a conocer la noticia a doña Aurora y ella le dijo únicamente: -No vamos a decir nada por el momento. Si el accidente hubiese sido más grave, seguramente lo habría llamado una de sus hermanas o su propio hermano, pero no podemos en esta época de diciembre y con tanto trabajo como hay en el almacén, alebrestar a nadie por lo que ha sucedido-. Sin embargo, un tanto preocupada, como quien quiere disculparse de su actitud, añadió: -Mientras no nos confirmen que las cosas son realmente serías no diremos, por lo pronto, nada a nadie-. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 123 En la semana se hicieron varios intentos de comunicación pero la única respuesta que daban en la telefónica era que ahí ya no vivía nadie o, por lo menos, que nadie respondía la llamada. A insistencias del abuelo, que veía venir la noche encima de él, pidió que le enviaran un telegrama urgente reclamando su presencia. La dirección de la casa se las había dado igualmente don Andrés Jaramillo, conociendo el estado definitivamente delicado de don Patricio. Pero tampoco hubo respuesta esta vez. Dos días después el viejo patriarca ya en estado de inconsciencia empezó a murmurar tenuemente y de modo suplicante su nombre, hasta que por fin entró en un coma total. Era una intensa noche lluviosa de un 23 de diciembre. María Aparecida, su hija menor, que vivía desde hacía algún tiempo en la Capital de la Montaña, apareció el viernes a eso de las dos de la mañana, a caballo, con el hijo de Matías que por entonces ya estudiaba allí, sostenido por su hermano mayor. Alcanzó únicamente abrazar a su padre agonizante en medio del llanto, y ya a punto de morir, oyó que él repetía por tres veces el nombre de su hijo ausente, como si se tratase de una última bendición, o del perdón que él, agonizante le daba, o que suplicante le pedía. Era 24 de diciembre, y el pueblo recibió la noticia de la muerte de don Patricio, cuando las campanas de la Iglesia doblaron muy temprano en la mañana de aquel domingo anunciando su muerte. Todo mundo se había enterado del accidente padecido por aquel patriarca ese sábado y para nadie le fue extraño que ahora, una semana después, no el repicar de las campanas sino el doblar de las mismas, fuese la primera plegaria que la Iglesia parroquial elevase por el difunto de don Patricio. Como era costumbre en el pueblo y especialmente entre la gente del campo, al igual que cuando sonaba el repique de las campanas 124 SAÚL SÁNCHEZ al momento del “Angelus”, también se quitaron el sombrero con el doblar de las campanas y recitaron del mismo modo una plegaria por el finado señor para que Dios le otorgara su descanso eterno. El entierro, sin embargo, no se hizo aquel mismo día. Se dejó para el lunes por la tarde en espera de que su hijo Florencio, el más amado por él, apareciera o, por lo menos, se dejara sentir. Se volvió a intentar entrar en comunicación a lo largo del día por medio de la central telefónica. Se acudió así igualmente a los telegramas urgentes de entonces. Se esperaba impaciente la llegada de la flota de las Puertas Abiertas, porque como se solía decir que la esperanza es lo último que se pierde, creían casi a pie juntillas que no era extraño que apareciese de improviso en la línea de las tres o cuatro de la tarde, pero nunca llegó. Fue luctuosa, por tanto, aquella tarde del lunes, 25 de diciembre, para la familia entera del fallecido. Nada, sin embargo, le sorprendió tanto, a aquel niño, hijo de Matías que acompañó a su abuelo la noche del asesinato, que el llanto incontenible de Patricio, el hijo, al regreso del cementerio. Lloró como un niño y el mismo conocía y había aprendido de su tío que “un hombre macho no debe llorar” y, sin embargo, Patricio era un hombre macho, por eso él se sintió autorizado para llorar y también lloró. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 125 17 El trato del padre Ángel con don Patricio Palencia se limitaba, en general, a un saludo respetuoso entre ambos. El padre Ángel sabía, sin embargo, que él era un buen cristiano y don Patricio lo tuvo siempre como un buen sacerdote. Pero, la muerte del patriarca afectó en buena parte los sentimientos del padre Ángel. -Ya es tiempo, le dijo a Lazarito Villegas un día, comenzamos a desfilar uno por uno y ahora el turno es para nosotros-. Lazarito recibió apenas con una sonrisa las acotaciones del padre Ángel: -A don Patricio lo mató una vaca-, le dijo y añadió después: -Murió en su oficio. Como buen hacendado que fue, amaba a los animales y vivió entre ellos durante mucho tiempo-. -No podía morir de otra manera-, acotó Lazarito y luego le recordó la sentencia latina: “Talis vita, finis ita”, (“como se vive se muere”). -¡Nó!, le dijo el padre Ángel, lo mató la pena moral, no el animal. Florencio era para el noble señor la niña de sus ojos-. -Entiendo que trataron de comunicarse con él-, le dijo Lazarito. -Pero nunca le respondieron-, señaló el Padre Ángel. -No deja de ser una vaina-, terminó asintiendo Lazarito. Entonces el padre Ángel le recordó la sentencia de los evangelios: -“Estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre-. Y luego añadió: -¿Acaso no son estos los signos que presenta el evangelio como fin de los tiempos?-. 126 SAÚL SÁNCHEZ -No deja de ser una vaina-, repitió Lazarito confundido, antes de despedirse. Después él mismo hizo a los suyos un comentario acerca del pesimismo que había invadido al padre Ángel en los últimos días, pero uno de sus antiguos discípulos y tal vez el más informado entre ellos, don Roberto Peláez, le dio la noticia que todavía no se conocía en el pueblo y que guardaba en secreto la parroquia: -Nombraron nuevo coadjutor en la parroquia-, les dijo. -¿Y eso que tiene que ver con el padre Ángel?-, preguntó uno de ellos. -Hacía de subdiácono en la misa mayor de los días domingos o fiestas de guardar, lo mismo que en los entierros de revestido y las demás funciones solemnes de la Iglesia-. -¡Ah!, dijeron todos-, y con cierta ironía agregó un tercero: -Hasta un santo tiene que preocuparse por sus ingresos, si quiere seguir viviendo-. -No deja de ser una vaina, tercio Lazarito, para hombres como nosotros que no tenemos más que hermanas y no hijos-. Luego agregó: -Cualquier centavo que tengamos de más se vuelve para nosotros indispensable-. Pocos días después, un domingo, por cierto, apareció el nuevo coadjutor de la parroquia. El señor cura hizo su presentación en la misa de nueve, que era la misa mayor, o misa de revestidos y dejó que él hiciera la homilía. La gente quedó atónita después de oír su predicación y todo mundo la comentó en el atrio, al salir del templo, después de la misa. El mismo párroco quedó sorprendido y casi escandalizado con su homilía, pero se abstuvo en principio de comentarlo. Le preguntó su opinión al padre Ángel, que había estado apenas como asistente en la celebración, pero este prefirió callar por el momento. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 127 -Me suena como a algo extraño, le dijo, es algo así como la Biblia contra la teología. Hay que escucharlo más atentamente en otras ocasiones-; ya que el mismo no alcanzaba a descifrar realmente el cambio de tono. Un buen día en un sermón al final de las fiestas de la Virgen escandalizó a todo mundo, incluido al mismo párroco, con estas postreras palabras: -No hay más verdad, dijo, que la que predica el evangelio ni hay otro mandato más claro para el Nuevo Testamento que aquel del amor al prójimo-. Entonces se atrevió a rematar todo el sermón con estas apodícticas frases del mismo San Agustín, que el propio señor cura consideraba peligrosas enunciarla ante la gente: -“Ama et fac quod vis”, dijo y hasta se atrevió a traducirlas: “Ama y haz lo que quieras”. Es todo lo que vino a predicar realmente Jesús el Hijo de David e Hijo de Dios-, y así concluyó su sermón. -¿Y Santo Tomás?, donde está el Aquinate en la teología de este neo sacerdote-, le reclamaba indignado un día a Lazarito, el padre Ángel. -Pero no se expresa mal-, le replicó Lazarito. -No se trata de que se exprese bien o mal. Se trata de que está en peligro la teología y, por ende, la moral-. -¿Por qué?-. -¿Ha oído hablar de la exégesis?-, le preguntó el padre Ángel. -No-, respondió el con toda curiosidad. -Es un invento de los protestantes para poner en ridículo la teología-. -¿Y que enseña la exégesis?-. -Que hay que creer ante todo en la palabra de Jesús más que en la doctrina de la Iglesia-. 128 SAÚL SÁNCHEZ -¡El cisma!-, señaló Lazarito. -El fin de la Iglesia-, acotó el padre Ángel. -Y también el fin de mi vida-, añadió. -¿Por qué?-, le preguntó azorado, Lazarito Villegas. -He dedicado toda mi vida al catecismo de la vida cristiana-. -Y al padre Astete-, acotó otra vez el astuto maestro.-Y a la urbanidad de Carreño-, añadió después. -Pero vemos que no van más-, concluyó el levita. -“Ubinam gentium sumus”, (“en que mundo estamos”)-; añadió en latín el anciano sacerdote, como si quisiera hacer evidente ante el sabio maestro que para ambos ya no habría sitio o lugar en el panorama de un nuevo mundo, que había empezado a manifestarse en boca del nuevo coadjutor. Entonces, Lazarito, en un buen gesto de amistad y comprendiendo la situación en la que andaba el levita, exclamó un tanto compasivamente y como quien asiente con lo expresado por el sacerdote en latín: -“Si. Todo tiempo pasado fue mejor”-. Sabía que el sacerdote prácticamente se veía sustituido por el diocesano en todas sus funciones ministeriales en la Iglesia por su edad y que no contaba con ninguna protección social ni más auxilio que el de sus hermanas. -Nací en la “ciudad de las lluvias”, le dijo el Padre Ángel a su vez, hace más de ochenta años, salí de ella para habitar aquí en este otro pueblo que llamamos con cariño la “ciudad de las brumas”, pero regreso ahora con mis hermanas a mi pueblo natal, como aquel que ya ha concluido su labor. Entonces le recitó en latín las mismas palabras que Pablo dijo por carta a Timoteo, cuando vio que ya estaba a punto de ser condenado por el pueblo romano MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 129 sólo a causa de su doctrina: “Bonum certamen certavi”: He combatido el buen combate, traducía Lazarito. Fidem servavi: Conservé la fe, cursum consumavi y ya terminé mi carrera-. Fue la última vez que se vieron estos dos ancianos, que fueron, en suma, esos dos pilares que sirvieron de piedra angular para un pueblo al que habían entregado toda su fe y todo su carisma. 130 SAÚL SÁNCHEZ 18 Clementinita Estrada le pidió al Padre Ángel, antes de que regresara a su pueblo natal, que lo oyera en confesión allí mismo en su oratorio. No era un asunto usual en la Iglesia que se oyera en confesión fuera del confesionario más que a los enfermos, pero el padre solicitó el permiso al párroco, el padre Reinaldo, para hacerlo y éste no le vio ningún inconveniente. Generalmente, Clementinita solía confesarse con el padre Ángel en la capilla de la Virgen de la Balvanera que quedaba cerca de la casa del sacerdote, al final de la calle de Chagualo. Lo hacía piadosamente cada primer jueves de mes, como preparación para la solemne comunión de los primeros viernes de mes. Devoción que se había vuelto célebre en el pueblo y que había sido introducida por el padre Domingo, gracias al predicador jesuita que había ido al pueblo a predicarle los retiros espirituales de la última cuaresma que el pasó en el pueblo, antes de su traslado a otra parroquia. El padre Ángel se dirigió a la casa de Clementinita un domingo por la tarde y ella la recibió en la sala, no en el oratorio, como se lo había propuesto. Más que confesarse con el padre quería hablar con él. Sabía por comentarios que se hacían en la parroquia que quien había sido más perjudicado con el nombramiento del nuevo coadjutor había sido el mismo padre Ángel, quien corría el peligro asimismo de que se le sustituyera en los servicios que rendía al hospital de San José, desde antes de su incendio. De alguna manera la construcción del hospital avanzaba lentamente gracias a la campaña que se había hecho en el pueblo para MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 131 hacerlo, pero también a la administración pública que había dotado de algunas partidas tanto para la reconstrucción del hospital como para la construcción del palacio de la alcaldía. El motivo que tenía Clementinita Estrada para citarlo en su casa era aparentemente prometerle una ayuda económica con tal de que se quedara en la población. Lo de la confesión no era, en cierta medida, más que una mentira piadosa, como se lo dijo el mismo padre, cuando le propuso el tema del nuevo coadjutor. El presbítero comentaba de cuando en cuando ciertos asuntos de la parroquia con la distinguida señora, pero la caridad cristiana, de la que él era buen ejemplo, le impedía dar su opinión acerca del neo-sacerdote. -Está muy joven, se limitó a decirle, pero ha hecho estudios de teología y biblia en la capital y aún fuera del país. De manera que es un orgullo para la parroquia-. Entonces Clementinita se decidió a soltarle lo que ya era un rumor en toda la parroquia, sino en toda la población: -Coquetea con las muchachas-. -Sí, ya lo sabía-, se limitó a responderle el padre Ángel. -¿Y no le parece grave esto, padre?-. -Ha estado en París, le dijo y luego añadió, a decir verdad, París representa hoy el pensamiento liberal de la iglesia-. -¿Y qué significa eso?-, preguntó ella. -Verá como el mundo va a cambiar: Nosotros pertenecemos a una época Clementinita, añadió el prelado, después de una pausa, en que la fe, era la fe del carbonero. El pueblo creía en Jesús, aunque no se le permitía leer la Biblia, mientras que los protestantes gracias a la rebeldía de Lutero, no tienen otro culto que el de la Biblia. En nosotros la Biblia la usamos para el culto, pero la leemos en la132 SAÚL SÁNCHEZ tín, y, naturalmente el común de la gente no entiende ni lo que decimos ni lo que rezamos. Ellos la conocen más que nosotros y cada quien hace de ella una interpretación a su amaño, para su beneficio personal-. -¿Y qué me quiere decir con eso?-. -Que cometimos un error-, respondió firmemente el padre Ángel. -¿Cuál?-, preguntó Clementinita. -Que nosotros los católicos no sabemos sino rezar el rosario e ir a misa y la misa es una misa rezada y en latín de la que no entiende nada nadie, casi ni los mismos sacerdotes que, por demás rezan el oficio divino y leen los salmos y las lecciones en latín, sin que ellos mismos tampoco entiendan mucho de ellos-. -¿Ud. está enojado con la Iglesia?-, le preguntó la señora. -¿Por qué he de estar enojado Clementinita?-, le preguntó en un modo más discreto el padre Ángel, que entendió que se estaba alterando con el tono. -Prácticamente buscan dejarlo sin oficio-, le dijo ella. -Desde que se encendió el hospital me quedé sin oficio definitivamente y ahora han mandado un nuevo sacerdote, que seguramente me ha de reemplazar, cuando acaben la construcción del hospital, de algún modo ya no estaré más aquí-. -Usted tiene mi oratorio, le replicó la devota mujer. Es más, quiero mandar a construir en el mismo lugar donde tengo el oratorio una capilla y que la gente que vive por chagualo o por la cárcel, nos acompañen, como si fueran sus feligreses-. -Habrá que pedirle permiso al señor cura, le respondió el padre, porque es como hacerle contrapeso a la parroquia-. -Lo ha entendido y lo ha aceptado por usted-. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 133 -Clementinita, le dijo definitivamente el padre Ángel: Quiero volver a mi pueblo ya al fin de mis días y así lo quieren mis hermanas, que han vivido conmigo toda la vida-. -Se va usted, le dijo ella y puedo decir que quedamos huérfanos-. Luego añadió: -El padre Reinaldo no es lo mismo que el padre Domingo y si al padre Reinaldo sucede el padre Gaviria, me temo que se acabe el fervor en esta comarca-. -¿Por qué lo dice usted?-, preguntó él. -¿Acaso no ha escuchado los rumores que existen acerca del padre Gaviria?: -¿Qué busca a las muchachas?-. -¡Que está enredado con una mujer casada!-. -¿Y qué dice usted de esto?-. -Usted es el que lo ha dicho, no yo-. -¿Que he dicho yo?-. -Una frase en latín que usted cita de San Agustín-. -¡Ah sí!, asintió el padre Ángel y la recordó en voz baja como intentando que Clementinita no la escuchara: “Corruptio optimis pésima”, (“la corrupción de los mejores es lo peor”)-. -Así es. Usted nos la tradujo hace tiempo en unos ejercicios espirituales-. -Nunca tiene la misma fuerza que tiene en latín, cuando se traduce al español-. -Pero sé que es así, que lo peor en el mundo puede ocurrir, cuando los que tienen por obligación de ser un ejemplo de virtud, como el sacerdote, pues a eso se comprometieron por vocación, se corrompen-. 134 SAÚL SÁNCHEZ -Por eso sólo se pudiera decir, añadió Clementinita, que a Aguasclaras ha llegado el Anticristo-. -No a Aguasclaras solamente, ripostó el padre, tal vez al mundo, desde que empezó este modernismo. Verá usted donde vamos a parar-. Según contaba la gente, ya el escándalo en la parroquia estaba dado y la distinguida señora no se sentía capaz de resistirlo. Para ella, resultaba ser como si hubiera perdido toda su vida, consagrada por siempre a una deseada virginidad, que ahora se veía frustrada por el poco valor que le daba el neo-sacerdote a esta actitud. Cada uno de los dos había vivido su propia decepción con la llegada del nuevo sacerdote. La de menos para el padre Ángel, era que lo hubiera desplazado de las funciones que ejercía en ciertos oficios de la parroquia como el catecismo de los niños o la función de revestido en las solemnidades de la Iglesia, por las que recibía algún emolumento. La grave era lo que había empezado a vivir desde aquel día la misma Clementinita: Que el voto de castidad poco a poco se iría convirtiendo en cosa del pasado. Ellos mismos eran también ya cosa del pasado, o dos extraños modelos de un mundo que parecía que empezaba a sucumbir. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 135 19 Pocos años después de la muerte del abuelo, parecía que nadie de la familia Palencia hubiera querido permanecer en Aguasclaras. Habían salido hacía más de un siglo de Guarzo, arriba en las montañas antioqueñas y ahora, con la muerte del patriarca, quisieron retornar al lugar de donde la familia emigró un día en busca de las minas de guaco. Unos pocos, sin embargo, de los descendientes de don Patricio quisieron ir más allá. Sentían nostalgia de un mar que no habían visto nunca, pues cada vez que por las noches se veía relampaguear en lontananza, la abuela mamá Jesusa solía señalar con increíble certidumbre que esos lejanos relámpagos no representaban otra cosa que una tempestad que se desataba en alta mar. Así se los había señalado María Jesús a sus hijos y eso mismo era lo que Adelaida repetía a los suyos. Por eso algunos de ellos, quisieron ir más allá para continuar lo que allí había comenzado la familia: la colonización del país, allende las montañas antioqueñas, hacía el sur-occidente colombiano, en busca del océano. De los hijos de Jesusa y Patricio, sólo aquella mujer débil y tierna que llamaban “la mona”, se quiso quedar muerta en Aguasclaras. “La melliza”, María Aparecida, hacía tiempo se había trasladado a la Capital de la Montaña, acompañada de su primo que era su esposo y que había hecho a la inversa la misma hazaña que hizo el tío don Patricio, su suegro. Vino desde “Guarzo” hasta Aguasclaras para llevarse consigo a la hija menor de los Palencia y que había conocido por casualidad asimismo el día en que llegó al pueblo por la muerte de su tía, Jesusa. 136 SAÚL SÁNCHEZ A pesar de los pocos contactos que se hicieron con gente que iba o venía de la Perla del Otún, se supo que la condición y situación de Florencio allí, era casi tan exitosa como la que había tenido y funcionado en el almacén, cuando él vivía en Aguasclaras. Pocos años después de la muerte de don Patricio Palencia, licenciaron a don Matías. La política había cambiado a lo largo y ancho de la república con el golpe de estado y se dijo desde entonces que sólo subsistirían en el empleo público aquellos que consistieran o estuvieran de acuerdo con el régimen del dictador. Sería, según afirmaba el militar que se había tomado el “Palacio de la Carrera”, un régimen de unidad nacional, sin política ni partidos ni menos elecciones, por el bien de la patria y el progreso del país. Matías no era un hombre de partidos ni de campañas políticas pero si un hombre leal y fiel a sus convicciones. Cuando le preguntaron si estaba de acuerdo con el golpe, para saber con quién contaban, dijo simplemente que nó y no dio ninguna explicación. Sabía que lo que se había hecho estaba contra la ley y la constitución del país y él era un honesto servidor público, como pocos entonces en la patria. Era, por demás, un hombre que no entraba en discusiones, porque su única determinación era servir, pero conocía las leyes, motu propio, ya que por su sencillez y el origen humilde de su familia no había podido ser otra cosa que un autodidacta. Con todo, sabía muy bien a qué atenerse según lo que mandaba la constitución y la ley. Meses después lo removieron a pesar de tener más de treinta años de servicio para bienestar del pueblo como secretario del alcalde. Fue un secretario al que habría de recordar siempre la gente humilde de entre sus paisanos, por el servicio incondicional que supo prestar, con particular empeño, a la gente del campo, de donde venía su familia. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 137 Don Matías Sepúlveda era un hombre silencioso que cumplía su deber y respetaba de la misma manera la filiación política que tuviera cada quien, al igual que garantizaba sus servicios a todo tipo de gente, en tanto que secretario del alcalde, sin distinción de credo o partido. Por demás, era uno de los pocos en el pueblo que conocía de modo suficiente las leyes de la república tanto en lo que atañía al código ciudadano como a las leyes penales. Nunca hizo otra cosa que servir, sin que esto dependiera de la filiación política, ni del pago que cualquier implicado quisiera ofrecerle. De manera muy especial, la gente del campo compartía con él cariñosamente cada semana, los productos de su parcela y se sentía así recompensado de su ardua tarea, por la largueza que sus paisanos ejercían con sus dádivas. Como decían en el pueblo muchos que lo conocían y lo habían tratado: “Era un hombre a carta cabal”. Después de su destitución como secretario con tantos años de servicio, sus hijos que vivían en la Capital de la Montaña, lo invitaron a instalarse con ellos en el valle de Aburrá. Lo hicieron en un barrio que era regularmente de inmigrantes, al que empezaron a volver todos los descendientes de la estirpe de los Palencia: la tía Trinidad y su familia, después de la muerte repentina de su esposo. Y un buen día de enero y en plena juventud, los dos hijos menores de Florencio que fueron acogidos por Adelaida, como si fueran los hijos pródigos del evangelio o los ángeles que visitaran a Abraham. No era otra cosa que la réplica de una parábola del retorno. Ya no se trataba más de la casa del abuelo que tuvo dos patios: el de adelante, donde mamá Jesusa, mientras vivió, cultivaba al igual que en La Giralda sus azaleas y sus flores, pero en pequeñas eras, no en un inmenso jardín como el que tenía entonces en la finca; y el de atrás, a la que llegaba cada mañana una vaca orejinegra, 138 SAÚL SÁNCHEZ que llamaban “la oveja”, dada su mansedumbre. De allí tomaban el sustento, los niños de Adelaida que aparecían traídos por la virgen cada dos años y, por supuesto, también Patricio, el abuelo , como uno de los pocos beneficios que recibía de la finca, que fue, sin embargo, siempre el lugar preferido por Jesusa para haber vivido en él toda la vida. No la dejó, sin embargo, su temprana enfermedad. A su muerte no hubo quien continuara con el cuidado de las azaleas, bifloras y demás flores del patio de adelante, entonces el patriarca mandó cerrar las eras y convirtió aquel patio florecido en un patio de cemento, donde se entretenían todos sus nietos cada domingo por la tarde, cuando la familia toda se reunía en torno suyo, a manera de una celebración tácita y prolongada de la muerte de la abuela. Los más chicos de la familia, primos entre sí, aprovechaban este amplio patio de cemento aquellos domingos en el que las hermanas de Adelaida se reunían con sus hijos en la antigua casona de sus padres, para pasar, a su manera, una placentera tarde. Tal vez el juego que tenía mayor preferencia entre los muchachos era ese que solían jugar con mayor frecuencia a campo abierto, bien fuera porque se trasladaran un fin de semana a La Giralda todos los primos, o porque ahora en la casa del abuelo podían contar con ese amplio patio de adelante, convertido en patio de recreos por el anciano. Lo llamaban “Sun Sun de la Calavera”, así a secas. El que iniciaba el juego, que era siempre Matías, hijo, el más avisado entre los primos, provisto de una correa daba vuelas en torno al círculo que formaban los demás. Entonces lo hacía cantando una tonada que repetía cual santo y seña: “Sun sun de la calavera al que se duerma le meto una pela”, una especie de eco o reminiscencia evangélica que reproducía de un modo popular: “Estad sobrios y vigilantes porque el adversario está presto buscando a quien devorar”. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 139 La tonada se repetía monótonamente, a manera de rosario o de mantra, porque el que rondaba con la correa buscaba aletargar al otro para sorprenderlo. Al fin y al cabo el verdadero goce que tenía el juego se cifraba en el castigo con el que se hacía uno dueño del otro al poder hacer-lo suyo por medio del castigo. Siempre fueron en este juego los “monos” hijos de Florencio, pero de más o menos la misma edad, los elegidos por los primos para este rito de iniciación. Por demás aquel agente de turno que rondaba con la correa, ya tenía prevista la persona que habría de elegir para depositarle a sus pies, de la manera más discreta, pero también maliciosa, el cíngulo. Se trataba siempre de aquel o aquella que estuviera íntimamente más próxima a sus afectos o más bien no lejos de sus deseos. Era innegable que el momento de éxtasis cundía entre los chicos, pero especialmente en el circulante, cuando lograba engañar al elegido y concluía la ronda con la realización de las perversas intenciones expresadas de antemano por la cantinela o estribillo. La risa y los gritos de todos en aquel instante era el signo del deliquio con el que concluía cada ronda. No eran menos lo que habían querido volver a encontrar los adolescentes hijos de Florencio, aquellas vacaciones que sirvieron de lazo de unión de nuevo con el hijo pródigo o el hermano amante. Pero las casas del barrio en la ciudad, generalmente, no contaban con patio de cemento. Otro juego que llamaban en algunas partes de manera inusitada, y en cierto modo vulgar, “chucha”, y en otras tantas “la lleva”, en Aguasclaras tuvo el inocente nombre de “cebo”. Existían las velas de cebo con las que generalmente se alumbraba el pueblo, antes de que tuviera luz, al menos la parte urbana de su geografía, pero era también aquella lumbre que servía de iluminación en el campo, como las antorchas, de un pueblo de Belén en miniatura, 140 SAÚL SÁNCHEZ que era lo que parecía una vereda del municipio de los “tinieblos”, como también los identificaban sus vecinos de los dos pueblos más cercanos. No consistía más que en un diminuto toque en el hombro o en la espalda del otro del que huían todos los demás, como si fuera el portador de una peste o de alguna grave infección. Siempre había alguno que convocaba al juego y era suficiente que este, sin saberse por qué ni cómo, dijera al otro “la lleva”, para que todos saliesen despedidos como si los fuese a aprehender una pantera o a morder un perro. Era también esto lo que tenían en la memoria “los monos” que acosaron a sus padres ya a punto de pasar su adolescencia, porque fue esto lo que siempre le contaron sus hermanos mayores que hicieron en el pueblo, su también nativa Aguasclaras. Habría que decir que aquel toque con el que se iniciaba el juego definía la naturaleza del deseo. Ser tocado por quien la llevaba o la poseía, producía la contaminación de la que había que huir como del mismo diablo, con todo, verse perseguido por aquel que iba contaminado con el cebo resultaba lo más fascinante, siempre y cuando uno no cayera en manos de aquel contaminante. Una contaminación de la que, por demás, resultaba inútil huir, pues siempre habría un contaminado, del que uno tendría que estar distante, a no ser que fuera tan hábil que pudiese evadir su toque, como un torero evade con maestría la figura de ese dinosaurio que se le viene encima en una tarde de toros. A otro juego, los niños lo llamaban “escondidijos”. Todos se ocultaban en cualquier rincón de la casa y, por suerte, quedaba uno solo encargado de buscarlos a todos. Ganaba el juego el que pudiera llegar a encontrarlos, pues en su defecto, lo ganaba aquel que no había podido ser encontrado durante todo un tiempo y tuvieran que pedirle que se saliera del escondrijo. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 141 Era a este personaje al que buscaban jugar todos particularmente, porque era al que mejor se escondía al que todos querían encontrar. De otro modo dicho: el juego lo ganaba realmente el que no era encontrado si tenía que entregarse o el que descubriera como perro sabueso en menos tiempo, el escondite de todos. El uno fungía, por lo tanto, como hábil conquistador, o buscador, si se prefiere, el otro como el más deseado. Lo que en la Villa de la Candelaria llamaban “guerra”, en Aguasclaras lo llamaban “libertad”, o en otras partes “policías y ladrones”. ¿Era el juego de los nobles ideales después de tantas guerras de independencia que tuvo que soportar el país? La diferencia de nombres que tenía por todas partes, definía para cada comarca la significación que pudiera tener. No es lo mismo que en una región nombraran este juego como “policías y ladrones” o que en otras partes les diera por nombrarlo “guerra-libertad”. En Aguasclaras simplemente, al menos mientras vivió allí entera la familia Palencia siempre se llamó “libertad”. Cuando “los monos”, como llamaban a los hijos de Florencio, llegaron a Medellín, ya adolescentes y en vísperas casi de perder su inocencia, no buscaban otra cosa que recuperar su camino de infancia a la adolescencia, que había sido interrumpido por el viaje intempestivo a la Perla del Otún, del que ellos tampoco conocieron nunca la causa. Eran coetáneos de los hijos menores de Adelaida y como siempre buenos amigos, o a veces, más que buenos amigos, pero en la Capital de la Montaña, o también Villa de la Candelaria, ya no se jugaban aquellos juegos pueblerinos que despertaban risa entre los citadinos contemporáneos suyos, pues además, la moda, era para entonces el fútbol, catalogado, por otra parte, como el verdadero juego para hombres. 142 SAÚL SÁNCHEZ “Los monos” lo conocían y ya lo practicaban según ellos, allá en la Perla del Otún, pero en la casa de don Matías, sólo lo jugaba Matías, hijo, quien vivía desde vieja data en la Capital de la Montaña en la que hacía poco acababa de instalarse toda la familia. Con todo, a “los monos” se les había vuelto imprescindible recuperar el camino de la familia, que había sido tronchado con aquel viaje intempestivo ya a punto de su primera juventud, aunque nadie supo nunca, cómo ni por qué habían aparecido un enero en casa de Adelaida, que se convirtió, por haber vivido con el abuelo, aquella que guardaba el secreto de la llama del hogar. Lo que a ellos no les faltó en la visita fue, por tanto, ese calor familiar que vinieron a buscar poco más de un lustro después y para sorpresa vieron que allí estaba reunida en el mismo barrio casi por las mismas calles, y viviendo igualmente de la misma manera que lo hacían, cuando vivían en Aguasclaras, la que había sido la familia avuncular, a la que volvieron a unirse ellos pocos años después. Entonces estuvieron todo el resto de vida juntos, hasta que desapareció la última descendiente de Patricio y de María Jesús, “La melliza”, María Aparecida, que se había convertido en el último vínculo de unión y comunión, del clan de los Palencia. Alguna pequeña parte de aquel clan en persona de los nietos y bisnietos, continuó en éxodo hasta el sur del país, al Valle de Lili, pero la familia Palencia entera retornó a la montaña en persona de sus padres. Florencio que fue el último en volver, fue el primero también en morir, rodeado del cariño de sus hermanas, a las que había dejado “huérfanas” el día de la muerte de don Patricio, el patriarca. Habían salido desde principios del siglo XIX del alto de la montaña, se detuvieron en San Antonio de Arma en busca de la mina, se instalaron luego en el caserío que poco a poco se fue convirtiendo en amable villorrio hasta que no mucho después alcanzó el título de municipio, al que le otorgó su nombre la fuente de agua pura que MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 143 corría como manantial de vida a su lado. Si Francisco el poeta y hermano de Patricio prefirió darle aquel nombre de “AGUASCLARAS”, era porque le hacía honor a sus méritos. Las aguas de su río eran ciertamente aguas claras, como una fuente de agua pura, que dio vida al pueblo que la acogió y a todos los que después se acercaron a él y se abrigaron bajo su manto. Su denso manto de niebla que permitía sentir más dulce la llama del hogar. 144 SAÚL SÁNCHEZ “LOS CHORROS” Carlos Valencia 1 Además de la calle de Chagualo, que daba con un precipicio, que llamaban Cambumbia, “Aguasclaras” tenía otros parajes que llevaban nombres diversos. Uno era “Los Chorros”, que nombraron así, sólo porque había una curiosa pila de agua, que durante un tiempo suministró el precioso elemento a aquellos que habitaban por su entorno. Era, tal vez, la parte más baja pero también la más plana del pueblo y la más silenciosa. Allí, en una sencilla casa de bareque con un solo piso, tenía su vivienda el padre de Matías Sepúlveda, que era un talabartero: Francisco de Paula Sepúlveda. La casa era sencilla pero gozaba de un encanto que no tuvieron nunca las casas de Patricio Palencia. Se entraba por un corredor de piedra y ladrillo, que daba con un patio también de piedra, pero en el que crecían bellas matas de violetas, hortensias y pasifloras, que le daban un místico encanto a aquella morada. La casa, después de la entrada, era en escuadra, en la que la primera pieza hacía las veces de una pequeña sala con sencillos taburetes de cuero creados por el mismo Francisco de Paula. Luego seguía la pieza de él y de Elvira su esposa, que formaba un ángulo recto con el corredor y las otras piezas donde habitaron por un tiempo los hijos y las hijas de la pareja cuando eran pequeños. Los hijos, en una pieza aislada al lado de la cocina y las hijas, en la MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 147 pieza contigua a la alcoba matrimonial, en constante vigilia de sus padres, al cuidado de las niñas. La cocina, que era un cuarto oscuro alumbrado solamente por un bombillo que colgaba de las vigas, gozaba únicamente de un fogón de leña. Era el propio Francisco de Paula quien alimentaba aquel fogón con los leños secos que él podía recoger de la singular huerta casera, amén de que cada tarde al regresar de su taller de talabartería, que quedaba por la salida hacia Buenavista, en un paraje cercano a la cárcel del pueblo, se dedicaba a cultivar aquella huerta casera como lo había aprendido asimismo de su padre. El tanque de agua ocupaba un amplio paraje a todo el frente de la cocina, que hacía parte del corredor, y en este, a falta de un comedor como el que tenía la casa de Adelaida, la esposa de Matías, había una mesa rectangular que servía de comedero a la familia, y cada lunes de la semana también a Matías su hijo. Atrás de la casa y al frente de la cocina y en límite con el patio de piedra estaba el huerto de la casa, que Francisco cultivaba con esmero cada tarde, después de que llegaba de su labor de artesano del cuero. No habiendo espacio para una sala con todas las de la ley, si contaba con ese amplio corredor de ladrillo en escuadra, donde además del comedor posaban las banquetas en las que se sentaban su esposa Elvira y las hijas a tejer el sombrero de iraca, del que se servía Pedro Misas, el encantador sobrino político esposo de Graciela su nieta, para surtir la tienda que tenía de sombreros un poco más allá de La Habana, camino del hospital. Por esa misma ruta pasaba todas las mañanas a las seis, tanto como todas las tardes, casi a la misma hora, “la escalera”; que así llamaban en Aguasclaras los carros que adaptaban para prestar el servicio de ida todas las mañanas a las seis, como todas las tardes a las cinco de vuelta, bien fuera que el destino de su cliente fuera la “Ciudad 148 SAÚL SÁNCHEZ de las Puertas Abiertas” o la apetecida, para la familia Palencia, no para la familia Sepúlveda, la acogedora “Villa de la Candelaria”. En aquel huerto, un poco a la manera de un huerto salvaje, crecían simultáneamente las plantas de plátano, las enredadas matas de “frisoles”, la rastrera yuca o la papa, con lo que tenían para el pan coger de todos los días y algunas otras plantas más. Nunca vivieron allí mucho tiempo los hijos de Francisco de Paula y Elvira. Pronto se casaron y cada uno, a su manera, menos Matías, vivió en sitios circunvecinos a esa parte baja del pueblo. Con todo, Matías era el que más se acercaba a la casa de sus padres, invariablemente cada lunes a la hora del almuerzo y de cuando en vez los domingos en las tardes. Siempre se hacía acompañar de uno de sus hijos. Aquel que no estaba en edad escolar, ya que estos tenían que volver a la escuela a la jornada de la tarde, invariablemente a la una. Así lo había convenido con su hermana María y esta consintió en ello, dada la ayuda que tenía de su hermano para el mercado de la semana. Estos eran, por demás, los únicos centavos que ella podía manejar, puesto que su padre, aportaba la carne que siempre compraba, el espinazo, pues como lo afirmaba, las otras partes eran muy costosas y poco accesibles a su presupuesto doméstico. El resto lo sacaba de la huerta que él cultivaba paciente y solitariamente. Allí podía encontrar también repollo, coles, plátanos verdes y plátanos maduros, tanto para el sancocho o el sudado del mediodía, como para los “frisoles” de todos los días por la tarde. La verdad es que nunca un hijo de Matías, cualquiera de los diez que fuera el que lo acompañara al almuerzo en casa del abuelo, se encontraba allí con los primos Sepúlveda; como si ocurría, en cambio, casi semanalmente, con los primos Palencia, casi todos los domingos por la tarde. Entonces aprovechaban de aquel patio de adelante de la casa del abuelo Patricio, donde armaban invariableMEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 149 mente el jolgorio con los juegos de entonces que curiosamente podían tomarse como “juegos de manos”: “el cebo”, “el zunzún de la calavera”, “esconde la correa”, o para Semana Santa, la repetición de los pasos y las procesiones de esos días festivos que se hacían en la Iglesia y que los primos Palencia repetían en su esparcimiento. Lo cierto es que el pequeño hijo de Matías que acompañaba a su padre al almuerzo en aquella especie de jardín mudo o huerto cerrado, se volvía asimismo testigo silencioso de los gestos con los que acompañaba la tía María, la conversación que hacía aparte con su hermano luego del almuerzo y antes de partir. Ella que se había retirado a su pieza después del servicio del almuerzo, lo detenía en el zaguán de la casa, antes de su partida, una vez que el abuelo se había internado en el huerto. Lo llamaba aparte, sin que nunca se supiera para qué. Aquel hijo que acompañaba a su padre a la extraña casa solariega de su abuelo, según turno, quedaba en un sitio del corredor donde lograba observar los gestos constantes de la tía, ya que hablaba más con gestos y con gemidos que con palabras, así de cuando en cuando levantara la voz. De verdad es que el pequeño de turno lograba adivinar que todo era una queja y que ella no lo llevaba aparte más que para esto. Y si de cuando en cuando ella alzaba la voz no era más que para que su padre la escuchara. Mientras tanto, Matías veía asimismo que el abuelo se hundía silencioso en su vergel, como si no le importara para nada lo que hablaran, aun si se tratara de él. Sabía que su hija no haría más que quejarse de la situación de penuria que vivían los dos, lo que para él resultaba irremediable, dado su duro trabajo, poco rentable por demás, por los altos costos del cuero. De la huerta regresaba poco después el abuelo, cargado de ramas de saúco, hojas de eucalipto o de limoncillo, algunas cuantas coles 150 SAÚL SÁNCHEZ y un repollo, como si buscara con ello compensar lo poco o nada que poseía para mostrar el afecto que sentía por sus nietos y, por supuesto, por Matías, su hijo mayor, que era, sin duda, el más afecto a él. Como no el abuelo materno, el abuelo paterno saludaba a cada uno de sus nietos, cada vez que los veía, con la bendición; y de la misma manera se despedía, bien sea con aquel que su hijo mayor se presentara en la casa de Los Chorros los lunes por la tarde, o con uno de ellos, el más afecto a la familia de su padre, que iba a visitarlo de tiempo en tiempo en el cuchitril donde él tenía su trabajo. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 151 2 Eran solamente y prácticamente tres los habitantes de aquella casa solariega: Francisco de Paula Sepúlveda, el padre, Elvira Peláez, la madre y María, la hija. Los demás, inclusive sus otras hijas Sara y Margarita ya habían abandonado el lecho familiar. A ella se acercaba únicamente Matías Sepúlveda, y de cuando en cuando, su ahijada, nieta del matrimonio Sepúlveda, su sobrina Graciela, que iba siempre acompañada de aquel encantador personaje, que fue siempre el esposo de Graciela, Pedro Misas. Solían hacerlo a veces los domingos después de la misa mayor, a la que ellos asistían sólo por encontrarse con Matías, que era para ellos como un padre y el mejor consejero en lo que tenía que ver con sus obligaciones legales, ya que contaban con una rica tienda de sombreros de iraca, más allá de la Habana, no lejos del hospital. Es cierto que ellos tenían que esperar cada domingo que Matías proclamara “el bando” de cada semana y que consistía en leer públicamente desde un balcón de la alcaldía los últimos edictos o resoluciones de carácter oficial a la gente que se congregaba en la plaza luego de la misa y a quienes concentraban por medio del llamado de un tambor. Lo hacía después de esa celebración, llamada “Misa Mayor”, porque además de que a ella asistiera un número mayor de ciudadanos por la hora, era cantada, como en las grandes solemnidades. Por ello también era que Matías se hacía siempre al lado de la “puerta del perdón”, y se anticipaba a salir antes del rezo del último evangelio, que era siempre el principio del evangelio de San Juan, que el cura rezaba silenciosamente al lado derecho del altar mayor. 152 SAÚL SÁNCHEZ Matías fue invariablemente un hombre asiduo y cumplido en todas sus obligaciones. Así como no faltó nunca a la misa de las nueve, tampoco faltaba a la cita de los domingos después del bando con sus familiares más íntimos, como eran Pedro y Graciela. Lo que le atraía de esa ceremonia dominical, aunque nadie lo supiera, era que le encantaba el sonido del órgano de la iglesia parroquial que sólo se oía en las grandes conmemoraciones, especialmente en los ritos de la Semana Santa y el día de Corpus Cristi. Matías, en el fondo, era un hombre devoto, pero independiente. No asistía como su cuñado, a una misa diaria a las seis, pero cumplía tanto sus obligaciones ciudadanas y civiles, puntualmente, como los preceptos religiosos y particularmente asistía siempre al culto dominical. Matías sabía, por ejemplo, que uno de sus concuñados, vendía dinamita en su tienda, que quedaba en todo la vía de la Calle Real, siendo tan peligroso este expendio para la ciudadanía y que otro ofrecía leche que mezclaba con agua, a pesar del fervor religioso que ambos pregonaban. Matías era un hombre honrado y silencioso, como así mismo eran sus familiares más apreciados para él, Pedro y Graciela; su tienda de sombreros de iraca, estaba más para servicio de los clientes y para bien de la familia que para usufructo de ellos. Por supuesto, vendían bien, pero más porque se interesaban en el servicio al cliente que en las ganancias de su propio negocio. Al fin y al cabo, los trabajadores, esto es, las tejedoras de iraca, salían de su propia familia; lo hacía Graciela, lo mismo que la tía María, o, en un tiempo atrás, antes de caer postrada en la cama, cargada de angustia, la mamá Elvira. Ni la una ni la otra eran malas tejedoras y si alguna ocupación tuvo la tía María que hiciera bien y cumpliera con las normas, era la del MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 153 sombrero de iraca, al que dedicaba todo el día, después de los quehaceres domésticos. Entonces se encerraba en su pieza donde nadie la viera, ni siquiera su padre o alguno de sus hermanos cuando, escasamente, aparecían a visitar a su padre. De hecho, ella sólo se sentía complacida con la visita de Matías, pues al fin y al cabo, era el que más velaba por ellos. Sus otros hermanos poco, por no decir casi nunca, se acercaban a la casa, ni tampoco sus hijos. Sin embargo, también su familia, especialmente la bella Morelia, hija de Elías, el fotógrafo del pueblo, tejía igualmente sombreros de iraca para la tienda del primo. La tienda quedaba un poco más allá de la Habana, a la mitad de camino entre la plaza principal de Aguasclaras y el hospital, que era el último bastión del pueblo por la salida a La Ciudad de las Puertas Abiertas. Trabajaban todo el día en ello. Se encargaban de dar los últimos toques a los sombreros que, en general, se surtían de la familia. Pero de ellos dependía la última presentación. El planchado, sobretodo, hecho sobre formas de madera en el que ellos tomaban el mayor cuidado, de modo que alcanzaran no sólo la textura conveniente del afamado “sombrero aguadeño”, sino las posibles medidas que trabajaban, que debían ser de tamaño regular para el común de la gente, un poco más grande para los cabezones y de copa pequeña para los niños campesinos, que eran los únicos menores de edad que usaban este atuendo en la aldea. Siempre fue, pues, Matías el mejor consejero de Pedro y Graciela con respecto a las obligaciones legales que adquirían al vivir de este negocio y ellos compensaban sus consejos con el sombrero que le cambiaban de tiempo en tiempo para los compromisos que, como funcionario público, mantenía Matías. Especialmente los que en la alcaldía del municipio denominaban “comisiones”: visitas que 154 SAÚL SÁNCHEZ a caballo hacia él como secretario de la alcaldía a las veredas cercanas por equis o ye problema que se presentara. No eran estas más, que las obligaciones legales que cumplían en las veredas para resolver litigios de tierras, o, a veces, las más urgentes de levantamiento de cadáveres, especialmente en la vereda de Mermita, que era la que, según cuentas, más problemas de orden público acontecían. Matías Sepúlveda vivía para entonces con su familia en el marco de la plaza, en una casa de Patricio Palencia, su suegro. Aledaño a la casa de don Patricio Palencia estaba el almacén de su propiedad, que administraba el hijo mayor de éste, que tenía el nombre de Florencio. Por aquel entonces el suegro de Matías, don Patricio, habitaba la casa de encima del marco de la plaza, en compañía de María Aparecida, considerada por el anciano hombre como su mayor sostén, después de la muerte de María Jesús o “Jesusa”, o “Jesusita”, como llamaba él a quien fuera su prima y esposa a la vez. Era una empinada casa a la que se entraba por el mismo portón por el que se accedía a la casa de Matías, se ascendía por una escalera que tenía la forma de una escuadra, pero que gozaba de cuatro amplias tribunas de las que se divisaba el parque de la plaza con sus bellas araucarias, la linda fuente de agua en la mitad del parque y la majestad del templo parroquial en la parte alta del pueblo. No era solo la casa que habitaba entonces la familia de Matías propiedad de su suegro, sino en general, casi todas las casas que habitaban sus hijas. Para entonces, Patricio Palencia era un hombre ya anciano, al igual que Francisco de Paula Sepúlveda, con la diferencia de que este otro anciano abuelo de la familia Sepúlveda Peláez, pasaba todo el día sentado en su taller de talabartería hasta ya muy entrada la tarde. Sólo entonces regresaba a su casa, en la MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 155 que no habitaban ya más que la otra abuela reducida de por vida a la cama y su hija María, que se encerraba sola en su aposento, muy temprano en la tarde, antes de que se le viniera encima la noche, como si a ella le temiese. En contraste con la personalidad dominante de Patricio, el abuelo Francisco de Paula aparecía como un ser sencillo más próximo a la generosidad y al desprendimiento, en medio de su escasez. En su pequeño taller de talabartería que forjaba día a día su diario vivir labrando con mano maestra una silla de montar y zamarros para montar en la misma que era su máxima obra de artesano. En la casa de los Sepúlveda, sólo un bombillo alumbraba en la puerta de entrada y más adentro, en la casa, una tenue lumbre se veía a la vuelta del corredor, cerca de la cocina, en donde una olla, apenas tibia, reposaba sobre los rescoldos de un fogón que había ardido todo el día con la leña que el padre dejaba cada mañana, antes de partir para su trabajo solitario en su taller de talabartería. Sólo en su pieza, un tanto distante de la cama, ardía todavía la lámpara en el altar del crucifijo. La enferma abuela ya dormía y el abuelo, después de comer, se acercaba sigilosamente a apagar el candil antes de entrar definitivamente en su lecho solitario, al lado del catre de la anciana compañera. Por eso mismo los lunes era casi una fiesta. Matías no sólo iba a almorzar a la casa de su padre el delicioso sancocho de espinazo que preparaba su hermana María para los tres o en ocasiones cuatro que allí almorzaban: el de su padre, “Papa Quico” como cariñosamente llamaban los hijos de Matías al abuelo Francisco, pues era el único día que no llevaba su almuerzo al trabajo; el de su hermano Matías, que no sólo llegaba a la casa cargado de revuelto, que su propia esposa Adelaida le había reservado del mercado, sino del hijo, que ocasionalmente y, a veces con mucha frecuencia, llevaba consigo Matías, sólo con el único afán de que tampoco perdieran el contacto con su familia. 156 SAÚL SÁNCHEZ 3 No era que la distancia social que había entre la casa del abuelo Patricio y la familia de Francisco de Paula impidiera a éste acercarse a la casa de Adelaida. Muchas veces, los sábados, más bien con alguna frecuencia, él aparecía en casa de “don Patricio”, como él lo llamaba. Patricio se atenía al saludo respetuoso, sólo que, a pesar de que nunca Francisco de Paula llamó a su consuegro Patricio y siempre se dirigió respetuosamente a él como don, él, que sólo lo saludaba de paso, cuando se encontraba de pronto a la salida de la casa le llamaba invariablemente “Pacho”. Fue esto lo que movió a Adelaida, su hija y esposa de Matías, a llamar a su suegro “Pachito”, ya que a ella, en todo caso una mujer delicada, que tenía el talante de su madre María Jesús y no el de su padre, le parecía un tanto molesto que su propio padre tratara, en cierto modo, con alguna indiferencia al que era, sin embargo, su suegro. Para los nietos de ambos abuelos, la única diferencia que encontraban entre su abuelo materno Patricio y su abuelo paterno Francisco de Paula, al que, a diferencia de su madre, llamaban respetuosamente “Papá Quico”, es que esos sábados mientras el abuelo materno saludaba a sus hijos con el centavo de cada semana; después llegaron a subir hasta cinco, los centavos; el abuelo paterno sólo los recibía o los saludaba con la bendición que era lo único que tenía para darles a sus nietos. Eso no obstaba, sin embargo, para qué el abuelo papá Quico sacara de su huerto pepinos, tomates, a veces papas y de cuando en MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 157 cuando algunas flores, especialmente las hortensias que él mismo juraba que le encantaban a “Adelaidita”, como llamaba a su nuera. No era mucho el tiempo que él se detenía en la gran casona de “don Patricio”, como le apelaba particularmente entre los suyos. Esto, a pesar de que su hijo Matías le pedía que le dijera sencillamente Patricio, porque a pesar de que era una persona muy consciente de su status social, no era del todo un hombre engreído. No importaba el hecho, además acotaba a veces su esposa Adelaida, Matías exagera, y añadía: -También los otros yernos lo llaman así-. Era notorio que “Pachito” iba porque sentía muchísimo cariño por su nuera. Elvira en cambio a pesar de que Francisco, su esposo, se acercaba casi siempre y de modo rutinario los sábados a saludar a “Adelaidita”, ella nunca lo acompañó. Por demás, su nuera, que sentía piedad por la triste condición en que vivían sus suegros, llamaba igualmente a los dos por el diminutivo, “Pachito” y “Elvirita”, les decía. A su suegro se refería siempre así, lo mismo cuando estaba ausente que cuando estaba de frente. A su suegra, empero, la llamaba de este modo sólo cuando estaba de frente y dejaba ver una leve sonrisa de buen talante. A Francisco le parecía bien que su nuera se dirigiera a él de tal modo. Sabía que ella era una mujer muy piadosa y compasiva. Por eso cada vez que iba a su casa de paso, ella le cargaba de huevos de los que las gallinas del patio de atrás de la casa ponían en la semana. Pero Elvira nunca quiso ir. No se le vio nunca ni en una primera comunión de un nieto, a pesar de haber sido tantos, diez al menos, porque el onceavo murió al nacer; ni en el matrimonio de su nieta mayor. Todo eso sin contar que muchos nacieron, cuando ella estaba todavía en vida. Pero ella había resuelto, después del matrimonio de su hijo mayor, no salir nunca de la casa y mucho menos para servir de carga a sus nueras. 158 SAÚL SÁNCHEZ En cambio, sabía que “doña Jesusa”, la mamá de su nuera y suegra de su hijo celebraba las fiestas con todo mundo sin reparar en nada ni en nadie. A todos recibía en su casa y lo mismo invitaba a “don Pachito” que a su comadre o a los hermanos de su yerno. Era una mujer abundante, siempre lozana, que manejaba de la mejor manera un largo pelo negro, que embellecía ese bello rostro de tez blanca y de ojos brunos, y que sobresalía en toda parte donde fuese o con cualquiera que fuera que estuviera a su lado. -No es lo mismo-; comentaba a su hijo, que insistía en que visitara de vez en cuando su casa. -No es lo mismo, repetía, tener fincas, vivir en el marco de la plaza, saber que su consuegro es un hombre de negocios, que no sólo tiene almacenes en la plaza del parque o tiendas en la calle real, que tener un simple rancho en Los Chorros y tener que pagar por protocolo, (como se acostumbraba en el villorrio), con una invitación a la casa que no tenía ni siquiera asientos suficientes para poder atenderlos a todos-. Para sorpresa suya, sin embargo, ella no murió primero que doña Jesusa, como solía nombrarla. Fue la única ocasión que ella apareció en casa de los Palencia de manos de su hijo Matías y amén de Adelaidita, como también llamaba a su nuera, saludó asimismo a su consuegro Patricio con un sentido pésame. -Gracias Elvirita-, le respondió aquella vez don Patricio en un tono un tanto indiferente, pero no se detuvo mucho tiempo con ella. Después ella se escabulló por entre la misma gente sin que nadie la percibiera. Y llegó sola a su casa. Poco más tarde, casi como si viniese detrás de ella, don Francisco llegó acezante a la casa de los Chorros temblando de ira, pero ella le cerró la puerta de la pieza con un trancazo y no quiso oír sus reclamos. Elvira se murió de guardar silencio sin que alcanzara a conocer el cariño de sus nietos. En su casa solo se escuchaba el ruido de los MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 159 moscardones por la noche y el trino de los pájaros en la mañana. No alcanzó a conocer siquiera, lo que era un gramófono o un radio. Francisco sabía que las cosas no marchaban de manera semejante con las otras familias. De sus seis hijos, tres mujeres y tres hombres: los hombres se emanciparon rápidamente y de paso se alejaron, como fueron dos de ellos, Elías y José, a excepción de Matías. De las mujeres, la mayor, Sara, que fue la madre de Graciela y de otros tres hijos, hacia un tiempo había muerto. La del medio, Margarita, hacía mucho tiempo se había casado con un “manizalita” de apellido Ocampo y hasta entonces nunca más había vuelto luego de que fijara su residencia en La Ciudad de las Puertas Abiertas, de donde se supo que enviudó y volvió a casarse con un hermano de su primer esposo y que había engendrado tres hijos. La otra era la “tía María”, la menor de las mujeres, que nunca salió de la casa más que para ir a misa los domingos y que un buen día, desde que empezó a sentirse enferma su mamá Elvira, no volvió a salir nunca de ella. Lo de María no lo sabían sus sobrinos, pero lo adivinaban por su manera de ser y su mero comportamiento. No tuvo tampoco nunca un novio y el día en que murió su madre cerró las ventanas de la casa, también la puerta de su pieza y le dio por encerrarse del todo no saliendo sino cuando iba su hermano Matías acompañado de alguno de sus hijos, para que nadie la viera y no volvió a hablar más nunca con nadie excepto, a veces, con su hermano Matías, al único ser que quiso realmente en su vida. María dejaba la pequeña mesa servida para los que almorzaban, ponía alrededor de ella los taburetes para que su padre se sentara con la visita y nunca más les volvió a servir, como a manera de protesta, por la terrible soledad en la que ella se sintió sumida, una vez muerta su madre Elvira. 160 SAÚL SÁNCHEZ 4 Matías era un hombre sencillo pero gozaba de algún modo de cierto prestigio en el pueblo. No tenía crédito porque él fuera un yerno de don Patricio Palencia uno de los ricos del poblado, sino porque era ya un adulto serio, cumplidor de su deber y además un ser supremamente inteligente y de una honestidad sin par. Curiosamente por ese entonces en aquella dulce aldea que era el pueblo de Aguasclaras, dependía menos de los caudales que una persona tuviera, que de la inteligencia que mostrara, así fuera para los negocios y otras formas de trabajo. Sólo que aquella inteligencia para los negocios dependía, como ellos lo llamaban, de “la malicia indígena”. Aquella misma que habían mostrado los indios armados cuando el conquistador y colonizador Jorge Robledo quiso llevarse todos los tesoros de los indios armados, o mejor todo aquel oro que corría como fama a lo largo del territorio nacional que tenían, cuando todavía no estaban muy bien marcados sus límites entre un pueblo y otro. Si bien, Matías Sepúlveda Peláez, quien nunca tuvo plata sino trabajo, cuando este se ocupaba de ayudarle a su padre en el arreglo de los avíos que le encomendaban los ricos del pueblo, no siguió los caminos de su progenitor de ser un talabartero de oficio; si aprendió, a ejemplo de él, que valía más ser, que tener. Fue entonces cuando dedicó su tiempo a estudiar juiciosamente lo que pudiera aprender, hasta que un día movido, por un maestro suyo de escuela, al ver que era un hombre inteligente, pero que escribía muy feo, le enseñó mecanografía para que así se defendiera en la vida. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 161 Muy temprano pues, aprendió este oficio, como ninguno en el pueblo, hasta que un buen día llegó la fama de sus buenos manejos en todo lo que tenía que ver con una máquina de escribir y lo ocuparon en la alcaldía municipal, como secretario del alcalde. Su buena ortografía, su buena construcción de las frases y el buen uso de la lengua, como también, su habilidad para redactar, sorprendía a todos y no fue extraño que un día, aconsejado por un ilustre hombre del pueblo como fuera don Lazarito Villegas, llegó a la alcaldía municipal como secretario del alcalde; oficio en el que, se instaló a perpetuidad en su pueblo, sin que nadie tomara en cuenta, ni siquiera los liberales, su filiación conservadora y el hecho de que fuera él, el hijo de Francisco de Paula Sepúlveda, el talabartero del lugar. Poco después de esto y porque la alcaldía estaba a tiro de piedra del almacén La Abundancia de la familia Palencia, donde de cuando en cuando se dejaban ver las hijas, conoció a la que habría de ser su esposa y mujer para toda la vida, Adelaida. La hija segunda de Patricio Palencia, “don Patricio”, como empezó también a llamarlo él para toda la vida. Poco más dijo su padre, Francisco de Paula, cuando supo de esta relación, pero aquello que dijo fue muy sentencioso: -Viven en todo el marco del parque y nosotros habitamos en Los Chorros. El resto de la familia vive en la calle de Chagualo o Calle Real ¿se da usted cuenta mijo?-. Matías entendió el reclamo de su progenitor, pero entonces pudo responderle: -Voy a trabajar en la alcaldía del municipio como secretario del Alcalde-. -¿Y qué méritos tiene usted como para trabajar de secretario del alcalde?-. -Aprendí mecanografía y lo aprendí fácilmente-; y como ambos eran del mismo talante no se dijeron más. 162 SAÚL SÁNCHEZ Francisco de Paula Sepúlveda no dijo nada el día en que ellos se casaron, asistió puntualmente al matrimonio de la mano de Elvira Peláez, su esposa. Se hicieron en las bancas de atrás de la iglesia para dejar que la familia Palencia, lo mismo que su numerosa parentela y amigos se instalara en los primeros escaños del santuario y se quedaron allí silenciosos detrás de la puerta, que llamaban la “puerta del perdón”, que era a la que daba acceso inmediato al templo cuando venían a misa desde su casa y por la que se escurrieron rápidamente, después de que el celebrante impartiera su bendición. Se supo después que fue el viejo Antonio Garcés; uno de los primeros grandes maestros de escuela de la población; el que, movido a compasión por la pobreza de la familia de Matías, pero también por el estudiante brillante que había sido su alumno, el que le dio las primeras clases de mecanografía y le regaló una de esas primeras máquinas Rémington, que él había usado mientras enseñaba, para que Matías se sirviera de ella, y pudiera ocuparse así en las oficinas del municipio. -Pensé que ibas a seguir mis pasos-, le dijo, un poco cariacontecido el viejo Francisco, cuando supo esto. -Pero bien: -¿si Antonio Garcés pudo ser maestro de escuela por qué no puede ser usted secretario del alcalde?: -El propio padre de Antonio Garcés me ha dicho que usted era un muchacho muy inteligente, cuando fue su alumno. Sólo que lamento que no tenga entre mis hijos quien pueda sustituirme en este duro y poco grato oficio de la talabartería. A Elías le dio por ser fotógrafo, el fotógrafo del pueblo. Y lo más que logra con eso, es beberse la fiesta de los matrimonios, las primeras comuniones o las bodas de plata de la gente rica de la población. Y a José le dio por trabajar como paje de jueces y notarios. Con que algún día llegue a ser el también el notario del pueblo. Ya que aquí hay poco más que hacer-…dijo, mirando a lontananza como si buscara una respuesta a esa vida que MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 163 se vivía entonces en su casa, en donde nadie hablaba con nadie y todos la pasaban encerrados en su propio silencio. Luego añadió: -De todos mis hijos el más juicioso ha sido usted y del único que espero que pueda ser sostén de estos tres enfermos que habitamos esta misma casa. Elvira ya es una mujer que vive postrada en la cama y no hace más que dormir. María me prepara muy temprano el almuerzo que llevo a mi oficio, o me deja la comida servida en la mesa de la cocina. Cuando llegó allí por la tarde ella está encerrada en su cuarto. Para fortuna está usted que me da la mano a toda hora y me tiene en cuenta así sea sólo para aliviar mi soledad. Los demás poco más vienen y con razón. Esta es una casa de mudos donde nadie tiene nada que contar o comentar con nadie. A mí me queda sólo la huerta, en donde me recojo, mientras María se recoge en su cuarto. Ella esquiva mi presencia y por eso yo busco no mortificarla. Llego después de las cuatro de la tarde, como, y luego me dedico con mucho esmero a mi cultivo, como si fuera la única tabla de salvación que tengo para aliviar mi soledad. 164 SAÚL SÁNCHEZ 5 La niebla que hacía permanente la noche desde las primeras luces del día, que no eran luces sino sombras, se hacía más densa en esa singular casa como de campo en el pueblo, como era la casa de los Sepúlveda Peláez. Nunca se vio que Patricio Palencia se detuviera a conversar con su consuegro cuando se encontraban de paso en el amplio corredor de su casa los sábados por la mañana. Antes bien, parecía ser que ese día madrugara más temprano tratando de evitar un encuentro con Pacho, como le llamaba. Sabía por su hija que él venía casi puntualmente todos los sábados a las diez sólo por traerle de regalo, expresamente, algunos de los frutos que producía en su huerta, lo mismo que hojas de cidrón o de saúco y otras plantas medicinales que eran para él. -Don Pacho, comentaba con cierta ironía el viejo abuelo materno a sus amigos del parque, se cree más sano que yo y pretende aliviarme de los males que me aquejan a punta de yerbas-. De cuando en cuando, sin embargo, don Patricio Palencia le preguntaba a Matías, su yerno, por la salud de su madre de la que sabía que estaba ya en franco deterioro. Elvira, que en alguna forma y de cuando en cuando en un principio, llegó a visitar a su nuera algunos martes por la tarde, nunca más volvió a asomarse por la casa de ella una vez que su consuegro, empezó a vivir con ellos. Sucedió poco después de que María Aparecida, que vivía con el anciano Patricio en los pisos altos de la casa del parque, se fuera MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 165 a vivir a la Villa de la Candelaria con su marido y su hijo, para no volver allí más que el día de su muerte. Fue entonces cuando tuvo que bajarse a vivir con la familia de Matías, la que él no veía con mucha complacencia por ser una familia numerosa. Con todo, tuvo que resignarse por poco tiempo, ya que varios de los hijos de Matías contemplando la situación en que empezaron a vivir desde entonces, comenzaron a emigrar poco a poco del pueblo con el mismo destino, la Ciudad de la Eterna Primavera. Fue la misma tía María Aparecida, la que conociendo los caprichos de su padre sabía de antemano las dificultades que tendrían que soportar la familia de su hermana Adelaida y su cuñado Matías en la convivencia con el abuelo. De hecho él quiso ocupar las dos piezas principales de la casa como eran la sala, que era el más cuidado y más bien mantenido de los salones con que contaba la vivienda y obviamente la alcoba, que había sido siempre en vida de Jesusa, su esposa, la pieza de los dos. Quedaban tres piezas, la antesala en donde se acomodaron Matías y Adelaida, como se lo pidió el propio don Patricio, dado los achaques que empezaban a manifestarse a su edad ya avanzada y otra alcoba donde tuvieron que acomodarse en principio los hijos, que ya contaban hasta siete, al comenzar a vivir con el anciano. Dormían hasta tres en una cama con una misma cobija que generalmente se arrebataban uno a otro en medio del sueño, cuando sentían que el frío de Aguasclaras, calaba hasta los huesos, comenzando por los pies. Por la mañana cada uno se quejaba de los otros porque no dejaban dormir. Quien había que tuvo que amanecer en el suelo envuelto en una sábana, muerto del frío. 166 SAÚL SÁNCHEZ Estaba también el hijo menor de ese entonces que, a pesar del caucho en que lo envolvía su padre siempre se mojaba en la cama para terror de los demás. Para fortuna quedaba libre un pequeño cuarto que daba al patio de la casa y no a la Calle Real, como los otros cuartos, donde pudo acomodarse, como una reina, la hija consentida de Matías que llevaba el mismo nombre de su madre, Adelaida, y a quien el abuelo llamaba cariñosamente “Adelaidita” y también para distinguirla de su hija. Lo grave para la familia Sepúlveda Palencia, de esta nueva condición, no era tanto que sus hijos tuvieran que estrecharse y resignarse a vivir en una sola pieza, donde escasamente cabían dos camas. Sucedía, además, que mientras el abuelo vivía con su hija menor antes de que dejara el pueblo, en la casa de arriba con su marido y su hijo, las penurias que padecía la familia de Matías le eran completamente indiferentes al abuelo, pero Laura Londoño, una familiar pobre que servía de mucama al abuelo y a María Aparecida, socorría subrepticiamente la familia de Matías, bajando a través de un lazo alimentos que de momento le ayudaban a sostener ese batallón, como él lo refería, por ser hijos varones en su mayoría. Sólo una que otra vez dejaba entrever cierta generosidad el abuelo Patricio con el abuelo papá Quico. Le legaba los trajes que ya no usaba a su yerno para que éste, previo a un dispendioso trabajo que consistía en descoser con una cuchilla de afeitar todas y cada una de las piezas que lo integraban, las llevara al sastre del pueblo que tenía una larga melena, que sobresalía por detrás de su sombrero de coco, y los devolviera en una sola pieza, hecha vestido, para que su padre lo estrenara en las funciones de Semana Santa. El viejo Francisco lo recibía por no contrariar a su hijo Matías y se los ponía una sola vez, justo el Jueves Santo. Entonces, durante un tiempo este dejaba de visitar la casa de “Adelaidita”, porque no se sentía bien, o de otro modo dicho, se sentía ofendido. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 167 Como igualmente acontecida a los menores, hijos de Matías y Adelaida, que recibían los trajes que legaban los hermanos mayores y que a su vez, algunos, también venían del abuelo y que Francisco a veces rechazaba con el que pretendían estrenar también el Jueves Santo. ¡Vana ilusión! pues mientras muy campantes se paseaban por el parque ufanándose del supuesto atuendo nuevo en compañía de la novia o de algún amigo, algún patán de los que no faltan en los pueblos, había uno que llamaban “Palillo”, un tomador de pelo, inteligentísimo, los delataba gritando a voz en cuello, las manos en la boca a manera de bocina -“herencia…es voltiado”. Resulta que en la volteada, el traje quedaba con una costura en el lado derecho a la altura de la solapa, delatora de su procedencia espuria. Por supuesto que el alma se les bajaba a los zapatos. 168 SAÚL SÁNCHEZ 6 Claro está que estas circunstancias no empañaban el cariño que todos los nietos profesaban por el abuelo Patricio aunque sí, bueno es decirlo, infundía, por lo menos¬, un temor reverencial que hacía verlo como un superabuelo que todo lo dominaba y de todo disponía. Sin embargo, conviene resaltar, la vivienda como hogar, conjunto con sus moradores; fueron como la casa grande en la que generalmente la tarde de los domingos y en especial en la época de navidad, se reunía la numerosa familia perteneciente a todas las estirpes, “en veladas”, cuyo recuerdo quedaría imborrable para toda la familia. Si era notorio el contraste con su personalidad dominante del anciano Patricio, la del anciano Francisco de Paula que aparecía como un ser sencillo más próximo a la generosidad y al desprendimiento, en medio de su escasez, que en su pequeño taller de talabartería forjaba día a día su diario vivir labrando con mano maestra un silla de montar, zamarros para montar en la misma que era su máxima obra de artesano y otros tantos productos de marroquinería, aunque no fuera mucha la variedad. Y así fue la pasando la vida en el bucólico poblado de Aguasclaras a principios del siglo veinte para los Palencia y los Sepúlveda y lentamente los hijos de ambas familias fueron emigrando por el norte o por el sur a las más cercanas ciudades más próximas a la aldea, unos, los Palencia, en busca de sus orígenes a “La Ciudad de la Eterna Primavera”, y otros los Sepúveda a “La Ciudad de las Puertas Abiertas”. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 169 Patricio Palencia murió primero que Francisco de Paula Sepúlveda, inclusive éste le sobrevivió por largo tiempo. Y a partir de entonces tres hechos desencadenaron la emigración total y definitiva del pueblo, de los Sepúlveda Palencia, como fueron la muerte del abuelo; el matrimonio de la hija mayor, Adelaida, con un familiar de la capital antioqueña; y posteriormente, que luego de más de treinta años de funcionario público como secretario de la alcaldía, y quién en realidad era el que manejaba en todo y por todo los oficios de esta oficina, “lo mocharon” como llamaban en el entonces en la localidad cuando despedían sin ton ni son a un trabajador de la rama oficial. Esto fue un golpe mortal para Matías que se encontró sin oficio, cuando menos lo esperaba, con semejante familión que tenía pues, de diez hijos vivos, solo los tres mayores eran lo que ya habían formado rancho aparte viviendo su propia vida lejos del núcleo familiar justamente en “La Capital de la Montaña”. Y allí justamente fue a parar Matías con toda su progenie. La orfandad en que quedó sumido su padre Francisco de Paula y su hermana María fue dolorosa. Se sentía a flor de piel y de alma para ellos y para él que en medio de sus penurias siempre estuvo presente ayudándoles en lo que más pudiera y sobretodo brindándoles compañía a este par de seres tan solitarios en la vida. Acudió solicito a encomendárselos a sus parientes más queridos y cercanos con quien tenía más confianza y más aprecio a Graciela y Pedro en quienes encontró la repuesta positiva a su demanda dado el carácter siempre benévolo de esta gran pareja que en adelante estuvieron pendiente de ellos hasta el final de sus días. En aquella “Capital del Valle de Aburrá” como también llaman a la ciudad de la eterna primavera por su benévolo clima estival, Matías aconsejado por sus hijos mayores e imitando las tiendas que su suegro y sus cuñados tenían en Aguasclaras montó, con los es170 SAÚL SÁNCHEZ casos recursos que le otorgaron por su liquidación, una tienda de abarrotes que fue a la vez desbastada por su familión una vez estos se le reunieron en la ciudad pues él había viajado anticipadamente con su hijo el más pequeño a establecer dicho negocio. Como podía, enviaba periódicamente a los Misas cualquier peso que pudiera hurtar del pecunio familiar para colaborar con la pareja en el sostenimiento de su padre, ya muy anciano, y su hermana pero era tan escaso que realmente fueron ellos quienes velaron por este par de almas hasta el final de sus vidas. Hacía los tres años de empezar esta nueva vida para la familia de Matías se precipito entonces la muerte de su padre Francisco viajando éste, acompañado de uno de sus hijos, al funeral del anciano en Aguasclaras. A su regreso venía acompañado de su hermana María para tratar de incorporarla a la familia de él y de Adelaida. Esfuerzo inútil pues empezaron los problemas de pareja a raíz de este hecho ya que ella pretendió tomar una actitud con su hermano Matías al igual que la tenía con su padre Francisco, llenándole de cuentos la cabeza inventados para indisponer a Matías y Adelaida y ahí “fue la de Troya” porque además de que su hermana veía el mundo al revés y todo lo hacía de mala gana lo que alteraba a Adelaida pues ésta tratando de que le ayudara en sus oficios domésticos, por más que le indicara… María barría pisando lo barrido y trapeaba las baldosas de la casa pisando lo trapeado, cuando lograba que se levantara de la cama en la que quería permanecer siempre. Nunca expresaba nada con ninguno de los miembros de la familia y en vez de una sonrisa amable con alguien era siempre una mueca sin expresión alguna y sin sentimiento afectivo, lo que se dibujaba en su rostro. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 171 Prontamente tuvo que regresarla Matías a su pueblo de origen al amparo de su bondadosa sobrina Graciela y de su esposo Pedro para evitar que se disolviera su matrimonio con Adelaida que no se la soportaba. Con ellos, ella se encerró prácticamente de por vida en su cuarto, mirando el mundo a través de la hendija de una ventana de la tribuna de la casa, ubicada en La Cuchilla desde donde divisaba todo el pueblo. El colchón donde dormía fue formando y demarcando una silueta encorvada de su cuerpo en posición fetal del que solo se levantaba para mirar la población a través de la rendija del postigo entreabierto. Dificultad tenían los numerosos habitantes de esta paciente familia para hacerla deglutir cualquier tipo de alimento, lo mismo que con el baño y aseo personal tanto de ella como del sitio que ocupaba. Sobra anotar que siempre la trataron no solo con afecto sino con un gran respeto hasta que sus padres igualmente fenecieron luego de que también en “La Ciudad de la Villa de la Candelaria”, como igualmente nombran a Medellín, fallecieron primero Matías y no muy lejana a la fecha de éste, su esposa de toda la vida Adelaida. El final de los días de María fue en un ancianato donde la habían recluido los hijos de Pedro y Graciela pues, aunque no la abandonaron porque la visitaban ordinariamente, cada quien andaba haciendo su propia vida como era lógico y además que la paciencia tiene un límite cuando se lidia con seres tan extraños que parecen venidos de otro mundo o que se sitúan entre cielo y tierra quedando como suspendidos en una etapa intermedia. Era como un ser etéreo al que poco le faltó para levitar. En su último suspiro…su último pensamiento…su último recuerdo…fue tal vez el de Matías allá en “Los Chorros” el único ser que 172 SAÚL SÁNCHEZ realmente la quiso y la soportó no solamente por ser su hermana, sino además por su espíritu especialmente bondadoso, tejiendo el sombrero de iraca, que comúnmente llaman en el territorio nacional “El Sombrero Aguadeño”, en compañía de su madre Elvira y su hermana Sara que fue la única felicidad que conoció en su solitaria vida. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 173 TRADICIÓN del artista plástico Carlos Alberto Osorio Monsalve “LA TIA MARIA” No una vez sino varias veces me has repetido, hermano, que quisieras hacer “una película” sobre María. Tu decidida vocación de artista y no de técnico te ha llevado a descubrir de la vida únicamente lo que te parece digno de atención por patético y no solamente lo que es negociable o comercial. Es posible que la historia de la tía María sea una de esas historias manifiestamente novelescas que ya hubiera tenido seguramente, bajo otros horizontes, narrador propio al punto que su mero relato ya fuera digno de premios en muchos concursos internacionales. Si yo no lo he hecho es porque conoces como me ha interesado siempre en mi vida más la verdad que el relato, y he sido constantemente, fuerza es confesarlo, más amigo de la reflexión que del cuento. Pero tu insistencia por llevar a cabo un film de esta naturaleza, tu perpetua pena de no contar más que con una cámara de fotografía y un trípode y tu falta de recursos para hacer otra cosa que tomar fotos tamaño cedula para documentos civiles, a clientes faltos de recursos y de trabajo, me han hecho pensar a mí, que tampoco cuento con mejores aparatos que vos, en que podría consistir “una película” que insinuara, al menos, lo que fuera la verdad de la historia de la tía María. Yo sé, como vos pensás, que este es ciertamente un asunto tenebroso: Una mujer que no ha muerto y que estorba a todo el mundo, es de veras algo que da mucho que pensar. Porque es obvio que exige una explicación el hecho de que se piense que una mujer debe MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 177 morir porque estorba. Una de dos o, esta anciana padece y hace sufrir a todo el mundo, por lo que se piensa que le iría mejor la muerte, lo que no es cierto en el caso de la tía María porque apenas es una mujer con sesenta años, o, que a pesar de estar bien de salud, y este es su caso, porque nadie la quiere, todo el mundo desea su muerte. Entonces habría que explicar por qué espera todo el mundo su muerte, o lo que es lo mismo, por qué estorba esta mujer. Pero bien sé que no es esto lo que vos querés mostrar en el cine y que desde que he tomado las cosas así he cambiado la situación, porque, al fin y al cabo, a vos no es esto lo que te parece patético. María como todos nosotros, nació en “Aguasclaras” pero no ha salido nunca de allí a ninguna parte. Me imagino que estás pensando que he vuelto a poner el acento donde no está, ya que lo grave para esta mujer no es que no haya salido del pueblo donde tal vez vive una vida tranquila y sin ambiciones. Hubiese sido igualmente mejor, aun, para nosotros, quedarnos allí, pues ya nos vamos cansando no solo del ruido de esta ciudad sino de este tren de vida en el que nos hemos metido, sin que haya dios posible que nos vuelva a sacar de él, y al que es menos el provecho que le sacamos que los problemas que nos presenta. Ya sabes que nunca le fue mal al abuelo viviendo siempre en el pueblo. Se le llamó toda una vida Don Patricio, se le tuvo en cuenta para cualquier actividad social en el pueblo. Era el primero al lado del gobernador cuando éste visitaba la comarca, y el mismo cura muchas veces lo tenía en cuenta en sus misas agradecido por la ayuda para la parroquia. Que María hubiera venido a la ciudad, le habría pasado la de Matías que llego a ella y murió. Siempre vivió rebosante de salud en Aguasclaras, pero llegó a esta villa y lo cogió un agonía por vivir en esta ciudad, que se lo llevo en un dos por tres. 178 SAÚL SÁNCHEZ ¿Quién pueda comprender o cómo se pueda averiguar un tipo de suerte como estas? O ¿qué estudios especiales hay que hacer para descifrar el sentido de estas coincidencias? ¿Pertenece a la medicina o a la psiquiatría un suceso así? ¿O se diría que solamente a la física? Frente a esto yo me atrevo a afirmar que María no ha muerto porque no ha salido de su pueblo, porque vos ves como ella ha ido quedando sola mientras toda su familia, menos el abuelo, se ha ido muriendo desde que se fue del pueblo. Naturalmente que puede suceder que la tía sea una de aquellas personas que nacen para secarse como un árbol de viejas en el mismo lugar, y aun después de secos siguen allí como si no fueran a morir nunca. Te confieso que yo he llegado a pensar que María nació para esperar el juicio universal en su casa como única testigo de nuestro propio fracaso. Porque lo importante es, y es tal vez el hecho que vos querés destacar, en su cuarto, que no abandona nunca, más que para lo que es menester. Yo sé que es esto lo que te llama la atención, entre otras porque sos como polvo que al primer viento de verano se eleva, o no hay ola que te detenga en una mañana soleada de enero. Yo acepto también que es lo que a mí me impresiona, aunque al contrario que vos, aquí me mantengo en mi cuarto aferrado a él como a los brazos de una mujer, sin que encuentre otro motivo que me arranque de este encierro que es el mismo que me ha llevado a meterme entre cuatro paredes como un prisionero de la vida. A veces pienso si no es un hombre lo que ha esperado toda la vida María en su casa, al que vio una vez, como aquellos forasteros que iban al pueblo vendiendo mercancía, que le prometió volver para llevarla con él a la ciudad, pero que nunca cumplió, como sucede siempre con ellos y con los gitanos. Tal vez este podría ser el film, me imagino, un poco romántico, pero muy a la medida de nuestro gusto, y no extraño a la verdad, porque yo mismo, si me siento un MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 179 esclavo de mi casa, no es más que porque espero que aquí donde estoy, y allí donde me ves, un día tenga la felicidad de ver entrar a mi casa gente que no sea tan extraña como la que hoy toca a mi puerta. Yo sé que esta historia contada así, haría, por lo menos, mucho público, y a pesar de que a vos que te interesa ante todo lo que es bello, no estarías nunca muy atraído en hacer las cosas por dinero, yo sé que te iría bien, y más que bien, con un film de estos, porque así sea en la ciudad, y contra la prensa y la radio, a mi como a mucha gente nos gusta esta historia elemental en la que el amor de los otros es la peor causa para cualquier desastre, o el mejor remedio bajo cualquier circunstancia, aun el de la enfermedad o la muerte. Algunas veces me has dicho cómo empezarías tu film: “Mostrarías los pies de una mujer de negro, que en tacones y medias negras veladas con vena y que van a paso firme y rápido, casi corriendo, calle abajo, de la iglesia a la casa, subiendo luego por una calle empinada, para no salir de allí definitivamente más nunca porque observando al Crucifijo se lo imaginó desnudo colgante de la cruz y entonces quiso purgar su pecado definitivamente y por siempre mientras viviera por haber tenido un “oscuro o mal pensamiento”, “un deseo sórdido”, como lo llamaban los curas en Aguasclaras a comienzos del siglo XX”. A mí me parece que como comienzo no estaría mal, lo que no me has dicho es como lo continuarías. Yo, que soy incapaz de contar un cuento, he pensado, sin embargo, cuáles podrían ser otras secuencias que permitieran el desarrollo de tu película, pero ya sabrás que aunque he imaginado algunas, el tipo de cine que haría no tendría ni siquiera el corte romántico que he pensado antes, porque por el mismo prurito que tengo de pensar, aun muchas veces cuando ni siquiera hay que pensar, me da por imaginar aquel estilo de escenas que más convienen a un análisis de las cosas que al puro hecho escueto, o a la verdad monda y lironda, a la que nos tiene habituados frecuentemente la 180 SAÚL SÁNCHEZ literatura especialmente aquella de los últimos tiempos. Posiblemente yo sería un creador surrealista o intemporal sin la sensación que produce aquel realismo crudo del cine americano, pero sin el encanto siquiera del otro realismo mágico en el que ya ha trasegado años enteros la historia de nuestra patria. De principio, yo sé que a vos no te gustarían las escenas que he ideado. No concibes la vida nunca como algo que pensar, sino como algo que hay que vivir. No te gusta nada que parezca complicado, sino la simple verdad monda y lironda. Muchas veces cuando hemos entrado los dos en alguna discusión, prefieres parar en seco el asunto, otorgándome toda la razón porque no quieres ir más lejos allí, cuando el debate se convierte en un mundo lleno de argucias, en las que no te quieres poner, simplemente, como dices, porque no quieres complicarte la vida. A vos que te gustan las cosas claras no aceptas que existan los distingos de la mente. A cambio, la vida te colmo de un olfato impresionante para descubrir que es postizo de la actitud de los demás, y que viene al contrario de las raíces mismas de la honestidad, por la que sientes una infinita pasión. Yo tampoco me dejo engañar como vos, de las maneras cultas de los otros. Se percibir quien me aplaude por adulación, quien me halaga por servirse de mí, o quien me engaña después de haberme alabado. Soy tan escéptico, por demás, como vos, del elogio que ni siquiera he aceptado el tuyo que es el único sincero que he recibido desde siempre en toda mi vida. La razón no es, sin embargo, la discordia. Ha prevalecido entre los dos una amistad más que fraternal, pero tenemos dos maneras de ser, y, por lo tanto, de ver el mundo, muy distintas cada uno. A mí, por ejemplo, me gusta el comienzo de la película, pero mi film seria todo de interiores tratando de buscar detrás de los hechos la razón que existe para que una mujer viva la vida como la ha vivido nuesMEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 181 tra tía María. A vos te interesa más mostrar que porque esa mujer es tía tiene que haber un cierto virus, que está incubando en familia, donde existe el peligro que su mal se convierta en epidemia; así, el hecho que yo me encierre con mis libros en mi cuarto, o que vos no salgas de un cuarto oscuro donde estas solo con tu equipo de revelado, sin ver más gente que la que tenés por delante en los negativos, y sin ganas de conversar con nadie durante mucho rato, por lo menos, mientras pasa en vos, esa pena de sentirse extranjero aun en tu casa, lo ves, ni más ni menos, que como herencia de nuestra querida tía María. Y así estás viendo en cada sobrino de los treinta que hay, por muchos detalles un atavismo semejante en el que todos marchamos sin que nadie se dé cuenta ni haga nada por cambiar las cosas. Yo sé que a vos te desespera la abulia que existe en ellos para el trabajo, que tampoco te gusta esa falta de bríos en muchachos de dieciocho años que se pasan la vida sentados en la acera del vecino conversando de futbol, que te desespera la falta de coraje que hay en familia para enfrentar la competencia con los otros en esta lucha por la vida, que aun te asombra como la peor de las herencias esta sinceridad que tenemos nosotros en un mundo donde todo es adulación e hipocresía. Que hubieras querido ver a un sobrino en primera página aunque fuera solo por haber ganado la vuelta a Colombia en bicicleta, pero que te has decepcionado viendo como el más valiente no pasa de desafiar su familia; y así has comprobado que todo lo nuestro muere en casa y no pasa de allí donde tenemos viva y coleando la misma verdad que ha permitido a la literatura universal grandes maestros y no menores comentarios como los que hablan de la secuestrada de Altona. Te comprendo. Yo sé que te impresiona María porque has descubierto que ese es el símbolo de nuestra impotencia. Muchachos que a los veinticuatro años siguen en familia vegetando la vida. Hombres maduros que se encierran detrás de una celosía a ver pasar una manifestación. Mujeres que esperan todavía detrás de los 182 SAÚL SÁNCHEZ portones de la casa que venga el príncipe a sacarlas del sueño en que las sumió el hada madrina. Mujeres casadas que esperan todavía un marido fiel del trabajo. Lo que no entiendo es cómo María se te ha vuelto para vos así, un símbolo de la familia y no en general de la patria. Yo diría que así no somos nosotros, que así somos todos porque aquella impotencia de ella para vivir la vida, la ha llevado a estar agonizante todos los días esperando la muerte sin que nunca la pueda alcanzar. Se te hace clara, pues, la preocupación que hay en vos por hacer un film de María. Se diría que sientes la obligación de examinar el pasado para ver que ha sucedido y pensar qué se puede hacer. Yo opinaría que por distinto camino también quisiera averiguar lo mismo, pero con una diferencia, que realmente a mí no me importaría pensar que mi actitud, o mi manera de ser, son la transcripción moderna de la vida de María, porque tengo la confianza, sin embargo, que pueda cumplir una función que aun llegue a ser valiosa manteniéndome fiel a mí mismo. A vos, al contrario, te asusta aquel apagamiento de María, o este apagamiento de los sobrinos, que los lleva de la mano a un apagamiento de la vida tal que te hace temer un desastre, vos que has sido tan amigo de la luz y del brillo. Es verdad que yo disfruto menos que vos de las cosas que pasan, pero a veces dejo que pasen las cosas para ver que queda después de que todo ha pasado, entonces me parece que solo allí sigue viva la verdad como destino funesto. Con todo, por llegar a una explicación de lo que ambos queremos, yo quiero contribuir a tu film creando algunas secuencias después de partir, claro está de la imágenes del principio que yo aceptaría que no fueran otras que la que vos has pensado fueran con las que comenzaría la película. Entonces me parece que sería posible aprovechar de varias circunstancias: MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 183 Recuerdas la casa del abuelo Francisco de Paula? ¿…Aquella donde murió también durante mucho tiempo mama Elvira? Sin que nadie se enterara de ello, al menos, nadie de nosotros? A mí siempre se me presentó como un lugar extraño que me producía un terrible miedo, siendo como era un niño. Quedaba en los Chorros. Como vos bien sabes. Los Chorros estaban en la parte baja del pueblo, antes de subir a la cuchilla y de llegar a Monserrate que era el cerro más alto de Aguasclaras, de donde, como solía decir la gente se podía divisar el mundo entero. Detrás de aquel cerro se oteaba a lo lejos el Arma, el Cauca hondo y las luces de Medellín más al extremo. De otro lado estaba el Ruiz, de que el Monserrate era como el hijo menor. Más cerca, pero no menos atractivo se veía la Cumbre, o la Palencia o en fin en lo alto de la montaña que eran las fincas del abuelo antes de perderlas a manos de sus hijos. Obviamente del abuelo materno, porque el paterno que era el esposo de Elvira y el padre de María no tenía más que su casa de los Chorros y una talabartería donde zurcía zamarros y producía y arreglaba sillas para montar a caballo. Pero ni siquiera el abuelo rico tenía una casa como aquellas. Nosotros que éramos la gente pobre de la familia, vivíamos en la casa de Patricio el padre de Adelaida, pero te acordaras, que a pesar de tener casi una manzana de grande, amplios corredores y algunos laberintos, no contaba nunca con el embrujo de la humilde estancia de Francisco de Paula. Yo la recuerdo bien: el zaguán era amplio, de piedra redonda y pequeña, y no de cemento y baldosa como la casa de Patricio. Inmediatamente al entrar, uno daba con un patio de piedra con unas eras todas llenas de azaleas. Yo no he vuelto a ver en ninguna parte flores así. En la casa de la hermana hay bifloras en macetas, pero las azaleas del abuelo eran verdaderos arbustos y no estas pequeñas plantas que adornan el patio de la casa de la hermana. El corredor era en ladrillo y en escuadra, adornado con una hilera de pilastras que lle184 SAÚL SÁNCHEZ gaban hasta la cocina, y con unos bancos recostados a la pared, donde se sentaban Elvira y María a tejer el sombrero de iraca. Las piezas eran pequeñas, no espaciosas, ni llenas de luz como las de la otra casa. Pero el lugar que estaba lleno de embrujos de la casa de Francisco era el solar. Si lo hubieras visto. Pero yo sé que por niño menos te toco verlo y menos te diste cuenta de la belleza de aquel jardín. Quedaba en el patio de atrás. La casa de don Patricio ya no tenía huerto. El patio de adelante era de cemento con algunas pequeñas eras donde lucían uno que otro clavel, pero que después cubrieron de cemento por no haber quien cultivara, quedando señaladas como tumbas. El patio de atrás era de piedra, pero de piedra grande y dura que no lo hacía atractivo. Solo tenía campo para la pesebrera donde se ordeñaba la vaca y un gallinero que se convertía en distracción de Matías, el yerno de Patricio esposo de Adelaida, cuando estaba en la casa. Pero en la casa del abuelo Francisco, más allá de la alberca del patio de atrás donde lucia alguno que otro helecho crecido allí a la buena de Dios, después de una puerta de tranca y cercado por un alambrado, estaba el solar. Para asombro tuyo, Francisco de Paula entraba en él, usando los mismos zapatos de madera, suecos, que hace tiempos cuando fuiste al extranjero, quisiste comprar en Holanda. Sembraba paico, yerbabuena y cidrón, porque el necesitaba más la medicina que el alimento, y si alguna vez pensó en sembrar comida no ensayo más que la cebolla con la que le encantaba sazonar sus comidas. Pocas veces íbamos allí nosotros. Era como si nos lo tuviera prohibido Adelaida. Francisco era pobre y el huerto no era muy cuidado de tal manera que ella imaginaba que allí crecían todas las especies de alimañas que pudieran darse en el pueblo. Te figuras, por casualidad, que haría María en el huerto las pocas veces que entraba a él en el día? La letrina estaba en la mitad del jardín como si fuera el lugar principal de la casa. La otra parte del MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 185 huerto, que no estaba sembrada, detrás del retrete, se veía llena de plantas salvajes: achirillas, otros helechos, pero contaba también con un inmenso eucalipto de hojas lanceoladas, largo y flaco como el cuerpo del abuelo. Aunque no me imagino que te pueda llevar a idear una composición de lugar como estas, yo tengo, al menos, una escena para proponerte que permite continuar el desarrollo del film: es verdad que esta escena trato de sacarla de la memoria donde existe desde niño, pero en un estado un poco nubloso, no tanto por los años que hace que la vi, cuanto por lo difícil que se hacía que yo alcanzara a descifrar toda su significación siendo como era entonces, apenas un niño de cinco años. En todo caso yo veo al abuelo en la cocina preparando su comida y a María acurrucada junto al árbol esquivando la mirada del abuelo. Era un poco más de las cinco de la tarde. Más tarde, ya casi entrada la noche, noto que el abuelo sale de la cocina con los “sobraos” que recoge en una vasija de lata para luego entrar en el huerto sin determinar a María. Ella entonces deja el jardín en menos de un santiamén, como alma que viera el diablo y se sumerge en la oscuridad de la cocina como si no fuera a volver a salir de allí. El abuelo se retira en forma pesada y lenta a su cuarto, envuelto siempre en la ruana, sin mirarla, sin decirle nada, poco después de que Francisco ha cerrado la puerta, se ve que se enciende una vela en la cocina. Es María que se dirige a su pieza atravesando en procesión la oscuridad del corredor. Cuando llega allí atranca con doble aldaba la puerta, y sin encender otra lámpara y sin tener más luz que la que da aquel candil, continúa tejiendo el mismo sombrero en el que ya lleva días, semanas, meses enteros, sin que pareciera que quisiera terminarlo nunca. Cuando se consume la vela, entonces sin cerrar los ojos, sin acostarse, solamente así recostada sobre el espaldar de la cama delante del que ha puesto la almohada, tiesa como una estatua, se queda a oscuras en la noche como quien se pone a esperar pacientemente que llegue el alba. 186 SAÚL SÁNCHEZ Te extrañaras por esto que te cuento, pensando quizás que invento. Es verdad que los recuerdos que se tienen de niño son a veces el resultado de una confusión entre cosas que oímos decir y otras que vemos, porque bien sabés que es tal la imaginación de un niño que puede ser que hayamos visto muchas veces lo que contamos, pero que también muchas otras contemos como visto lo que apenas oímos, pero yo te aseguro que esto no le resta veracidad, de ninguna manera, a su afirmación. Yo fui en varias ocasiones con Matías cuando él iba los lunes a almorzar a casa de su padre Francisco de Paula, pero también tengo la certeza que fui en una oportunidad por la noche, me lo confirma aun este estremecimiento que me da cada vez que lo recuerdo. No sé qué vi, no sé qué paso, pero te puedo asegurar que aquellas tinieblas de una casa mal iluminada como era la casa del abuelo, amén de que la luz del pueblo ya era de por si bien deficiente, me llevó a colgarme de los brazos de Matías y a no querer soltarlo hasta que volvimos a casa. De todo esto solo me viene a la memoria que al salir deje al abuelo en su pieza acostado y a María ya encerrada en la suya sin que ninguno de los dos se hubieran dicho, al menos por piedad, buenas noches. María quería a Matías y Matías quería a Francisco y esta era toda la historia de aquel círculo familiar que parecía desmoronarse después de la muerte de Elvira hasta cavar cada uno en su casa su propia tumba. Probablemente esta es otra escena que yo haría rodar en la película: No aseguro si fue verdad o no, pero si yo le tuve miedo al solar de la casa de “papa Quico” como le llamábamos fue porque siempre me pareció que Elvira estaba allí enterrada. De hecho, la letrina de tapia, invadida de moscas y fétida como un cadáver, siempre la encontré igual a las sepulturas del cementerio. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 187 Por otra parte, la maleza que invadía la parte de atrás del jardín se parecía entera a los matorrales que se formaban en una y otra parte del camposanto. María entonces, que dejó de ir a la Iglesia como de salir a la calle desde el primer día después de la muerte de su madre hace más de treinta años (por lo que me imagino que sea así y a partir de aquel día como vos quisieras empezar la filmación) aprovecharía la ausencia de Francisco cuando iba al trabajo para enterrar y desenterrar a Elvira entre llantos y carcajadas hasta caer extenuada y vencida, sin poderla resucitar. Tantas veces había oído María del mismo Evangelio las palabras de Jesús: “El que cree en mi aun si estuviese muerto resucitará” que la última vez fue el día en que le dieron cristiana sepultura a Elvira. Desde entonces ella trata de poner a prueba su fe para que Dios muestre su poder y manifieste su misericordia por intermedio de ella; porque fue desde entonces que ella comenzó a sentir por Francisco un odio letal, y no solo por su padre sino por la gente, y más que por la gente por los hombres, pero especialmente por los curas. Necesitaba, entonces, poner a prueba su fe, porque ella que creía se quedaba sin culto al dejar la Iglesia, y, por tanto, sin comunicación con la otra vida, por lo que era tan macabro su esfuerzo aunque resultara tan inútil su acción. Pero no creás que esto que te propongo como escenas no son más que ficciones. Todavía no te he contado algo que mantengo en secreto acerca de lo que descubrí una vez en el solar. Entre la maleza se alzaba una cruz y una corona de flores secas colgada de sus brazos. Cuando la tía María se agazapaba bajo el árbol quedaba totalmente de frente a este catafalco, y su mirada se clavaba fijamente en su imagen. Yo nunca vi más, pero si María rezaba en alguna parte de la casa era en aquel lugar. Si no, no rezaba, cosa que sería imposible para una mujer que había perdido el contacto con Dios el día del enterramiento de su madre. 188 SAÚL SÁNCHEZ Pero a todo esto seguro que me criticarás porque hay cosas que no te gustan. Siempre has sido implacable para ver y juzgar una película, no es extraño que vayas a serlo más para hacerla. Yo sé además que tienes por qué quejarte. Hasta ahora parece como si la película que se estuviera haciendo perteneciera al género del cine mudo, o que no tuviera más que el sonido firme de los zapatos medio-tacón al empezar la película, y el murmullo de los rezos de la marcha nocturna hacia la cama y los gritos y las carcajadas en el jardín frene a la tumba, pero sin palabras que explicaran un poco lo que estuviera sucediendo para que el espectador pudiera percatarse de veras de la gravedad de las cosas que estuvieran sucediendo. Conozco, pues, que me interrumpirías aquí fácilmente mi relato para preguntarme por los parlamentos de la tía María. Lo cierto es (y lo tengo que decir para ser fieles a la verdad) es que ella no hablaba. No que fuera muda ella misma, pero no modulaba una palabra a ninguno. Apenas un extraño gesto de amargura hecho con la comisura de los labios. Una mueca terrible, tanto más terrible en ella por lo mueca, o de pronto un grito para decir algo, o una voz silenciosa que no quería decir nada a nadie, sino apenas murmurar (y digo murmurar en todo sentido, como un río o como un humano que se va agotando en su fe). No sé qué hacerle decir, pues, a María. No he sabido nunca siquiera, si ha llegado a construir alguna vez una frase, o si ha aprendido a conversar porque todo lo que alcanzaba a balbucir cuando gritaba eran monosílabos que no pudo completar nunca en palabras porque al terminarlas apagaba la voz. Se podría hacer conversar a Francisco de Paula con su hijo aunque en pocas palabras y más que todo a través de gestos siempre como poniendo una queja de María. Se podría hacer ver a María oyendo cuidadosamente a Matías, su hermano, con la cabeza inclinada, pero asimismo, siempre sin responder una palabra, sin hacer un gesto, y sin dar tampoco la MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 189 impresión de estar conmovida por lo que dijera Matías, por grave que fuera. O se pudiera, en fin, solamente hacer hablar a María a lo largo de la casa, yendo y viniendo de la cocina a la puerta y de la puerta a la cocina, repitiendo una misma frase y reproduciendo una misma idea en la que se manifestase invariablemente el odio por su padre. Pero no más que una frase, no más que una idea que no se haría repetir en el solar porque allí lo único que sería posible hacer decir a María no sería otra palabra que Dios, como si la obsesión de la tierra le fuera a permitir arrancarlo de su tumba. Con todo esto, sin embargo, que te he contado hay que evitar dar la impresión de que María era mujer sola, o, cuando menos, una mujer triste. Vos sabes que es necesario para que uno se sienta triste que uno se encuentre solo, pero nadie está solo si no tiene un nombre de persona que guarda en secreto y que repite con frecuencia como un suspiro con el que quisiera respirar para no sofocarse de pena. María no suspira. Ella está en el huerto adherida a los huesos de su madre como su madre está pegada a la tierra, o convertida en ella. Si amara estuviera triste, pero solo sabe odiar. No pienso decir con esto que no haya querido a Matías, pero era un cariño, no un amor que le hubiera hecho sentir el cuerpo del otro como el peso sofocante del alma. No se podría decir más de María que era “UNA POBRE MUJER” pero esto tampoco definiría tan bien como lo hiciera Adelaida el día en que amanecía emberrinchada con la familia de Matías. María es un ENTE decía y cuando ella pronunciaba esta sentencia, yo comprendía que María no volaba porque no la veíamos. Pero si hubiéramos estado cada día al acecho de las cosas que le pasaban la hubiéramos visto volar. Con todo, digo “de las cosas que le pasaban a María” porque fuera de aquel sombrero que se ha pasado tejiendo toda la vida sin acabar nunca, María no hace nada. No se la ve lavar ropa, no se la siente arreglar la cocina, si come no se deja ver de nadie, ni se 190 SAÚL SÁNCHEZ sabe qué cosa le gusta; naturalmente se va a la cocina porque el hecho de que se diga que es un ente no quiere decir que no tuviera cuerpo, pero no lo hace nunca ni estando Francisco, ni siquiera en presencia de Matías, a pesar del cariño que sintiera por él. La película, pues, o el film tendría por empeño mostrar las cosas que suceden todavía en un mundo que se precia de querer superar lo arcaico para entrar de lleno a lo urbano. No te disguste que diga las cosas así. Lo que pretendo expresar te lo puedo sintetizar solamente en una frase que cobra todo interés, desde el momento mismo en que lo que yo expreso con ella quiere ascender a otro nivel. Yo afirmaría que a María no le había llegado todavía la noticia de la ciudad de que Dios había muerto cuando ella ya estaba tratando de desenterrarlo. No sé si entenderás lo que quiero decir. O para ser más cultos como lo exigía Adelaida, no sé si me he hecho entender. Lo único que puedo declarar es que así sentía yo, viviendo aun en el pueblo, la casa del abuelo papá Quico, y así miro hoy, al volver sobre aquellos días, la vida de María. Me parecía un mundo antiguo, donde ella se me aparecía, también hoy, como un personaje de ultratumba. Con todo, vive todavía, como ya lo hemos confesado. Ha muerto su padre y ha tenido que hacer otras cosas. María fue trasladada a la casa de unos primos de los que Dios, vos y yo conocemos la paciencia y la bondad, inagotables; pero es como si nunca se hubiera alejado de la casa de los Chorros. Solamente ha cambiado un poco el paisaje. La estancia de los primos está en la Cuchilla, cerca de la salida del pueblo para Medellín. Vecino está el Monserrate. Pero lo importante de este cambio es que para María el cielo no sigue arriba, indicado como estaba en su casa por aquel árbol viejo que era como una flecha señalando un cielo siempre más alto. No, ahora el firmamento esta abajo, desde donde ella puede vigilar, descansando, la vida de los muertos. Al frente está el cementerio por la loma de Pore, MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 191 más allá está el Arma borrascoso, después el Cauca, y luego Montañas Azules y Peñas Azules para darle la sensación a María de que ha sido ella la que ha volado de la tierra al cielo. A veces, sentada sobre el césped, cuando no hay nadie en la casa, se siente como en una nube, y ella es el ángel exterminador, dispuesta a mantener el orden en el mundo. Vos te acordás de la casa de Graciela y de Pedro: en ella había un inmenso pino, coposo y corpulento, en el jugábamos y apostábamos cuando niños a “subir hasta la punta”. Yo llegué una sola vez allí con más miedo que agilidad; y no era que me diera vergüenza aparecer como niña, según motejaban a quien no era capaz de seguir el desafío, pero me habían asegurado todos los que allí habían subido, aun mis hermanos, que de aquel copo se divisaba la tierra entera. Yo no sé con qué intención se trepó un día María, a los cincuenta años, a aquel pino. ¿Se quería matar? ¿Quería divisar como yo lo que oyó decir un día de todos los niños, sus sobrinos, que abajo estaba la tierra entera?. Lo cierto fue que aprovechando una pelea con Graciela en que ella quebró los platos, regó las ollas por el suelo, derramó la comida, botó a las gallinas y a los perros la carne, y los dejó sin vianda aquel día y durante aquella semana, terminó arriba en el pino sin que nadie supiera siquiera cómo lo había logrado hacer. La bajada, según cuenta Pedro con aquel humor negro que él tiene de hombre bueno en medio de su escasez, fue de lo más aparatoso que hubo en el pueblo. Es la única vez que María se ha reído como un humano que ha sentido miedo como nosotros, y que ha vivido la vida como cualquier mortal, a punto de perderla en un instante. De no haber sido por sus cincuenta años, un poco tarde para volver a empezar, se hubiera podido asegurar que aquel día, habría sido el primer día de vida de la “SEÑORITA MARIA”. Pero poco pudo aprovechar entonces de aquellas circunstancias. Graciela la regañó con ternura como a una niña, en medio del susto, mas con toda la desesperación de sentirse encartada, ella que no tenía la culpa de 192 SAÚL SÁNCHEZ la vida de María. María trasladó desde aquel instante todo su mortal odio a Graciela, y aquel día sucedió como si las dos hubieran cazado una pelea a muerte de la que nadie podía escaparse más que acabando con la otra. Vos conocés los resultados. Vos sabés que murió Graciela al poco tiempo, arrastrando ella, una mujer joven y honrada, todas las plagas del mundo. Varices en las piernas, cáncer en el útero, además de unas asfixias nerviosas que le empezaron precisamente desde aquel día. Más que pensar que tenemos que cuidarnos de parecernos a la tía María habría que agradecer que nos escapáramos de vivir con María. Todo se debió a, la acción de Adelaida que no permitió nunca que la familia de Matías se metiera con la suya. Matías murió y no tenía en el mundo con quien dejar a su hermana. Creo que fue su gran pena porque era el único que la sentía y al único que quería María. Sus hijos poco lo necesitábamos. Adelaida no tenía por qué quejarse si, (y él se daba cuenta sin envidia), ella acaparaba todo el amor de sus muchachos. Es más, Matías aun sentía esto con satisfacción, como si fuera ese el signo de su deber cumplido. Pero María fue para él su hermana aunque tuviera otras y fue el único que quiso cuidarla. Fue entonces cuando comprometió a Graciela y a Pedro, que eran sus hijos adoptivos, a que cuidaran de María, y ellos cumplieron hasta tal punto el compromiso, que el mayor cuidado fue haberla además regalado con la muerte de Graciela, a quien ella no quería. En aquel hogar entonces, donde tampoco quedaban las hijas que hacia tiempos se habían casado, volvió a existir la misma situación, uno no sabe hasta qué punto deseada por la misma mujer, de dos personas solas en una casa que parecía un cementerio: María y Pedro; Pedro y María, como si las cosas empezaran de nuevo. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 193 Ese sería para mí el fin de la película. No se vos con que “sketch” especial quisieras rematarla, si poniendo a María otra vez a marchar, pero ya no de la Iglesia a la casa, sino entre la Cuchilla y los Chorros, o los Chorros y la Cuchilla, o velando en cada casa sus habitantes y cuidando en cada jardín sus muertas, como si coleccionara mujeres difuntas y esposos solitarios para encanto y venganza suya. Pero como esta situación de desquite todavía no está esclarecida, como no sabemos de qué se vengaba María, o mejor, de quien; podría ser más bien que el film terminara llevando también a Pedro al cementerio como a Francisco, y ponerla luego a vivir en la ciudad en la casa de otro de nosotros, creando una situación semejante, matando el odio, gozando de dolor, desesperando al vecino con la mudez de su cuerpo, con la impavidez de su alma, fresca como una lechuga, tranquila como la muerte… A mí me parecería esta la más irritante de las situaciones, pero posiblemente la más verosímil, porque la otra por mas poética tendría tal vez así un sabor menos cruel y desgarrador, como es necesariamente más cruel y desgarradora esta verdad de saber que las cosas continúan, y que han vuelto a empezar, como si esta historia no fuera nunca a tener fin. Pero si se quiere averiguar además que razón hay para que esto haya sucedido, yo me apegaría al interés que has querido tener para realizar este film, solo que virando un poco la mirada yo me detendría a ver a los muchachos, a los distintos sobrinos, que por su ineficacia o su desfachatez, o, en fin, por esa indolencia que se conoce en la juventud de hoy se parecen a la tía, sino que trataría, como con una lupa, de mirar en ciertos hechos de familia, o en ciertos actos, o en ciertas tragedia personales y silenciosas, aquel virus de María que vos presentías que quisiera como inocularse en nosotros para hacer también estragos de nuestra vida. Es decir, que cualquier cosa que se pueda descubrir en los muchachos como herencia no sería más que la fiebre que causa el mal, y que puede llegar a repetir la historia. 194 SAÚL SÁNCHEZ Una historia silenciosa que condena a dos seres a soportarse sin tener ganas, y que lleva a esconder al otro maliciosamente su deseo es lo que me parece aprovechable para buscar como con un hilo, la puerta de salida de este laberinto. De todos modos, vos y yo, conocemos esas historias como una sucesión inacabable de hechos que conducen al mismo punto: El padre que desea a la hija, El esposo que no quiere a la esposa y la engaña en primer lugar con su hija, La hija que conoce el engaño y la mentira porque es ella antes que la otra favorita, La madre que desahoga en sus hijos la ira que no puede desatar con el esposo. Digo la ira o la venganza, La mujer que se siente abandonada y frustrada… Pero no quiero hacer con esto ni psicología, ni moral. No sería, pues, para hacer un film de tesis como dicen a veces con mucha rimbombancia los críticos. No, me gusta la poesía y la metafísica, y no quiero más que esto. Pienso que debe haber en algún lugar de “la película” campo para presentar en una forma fugaz, y en escenas de “feed-back”, que es, según entiendo, como se denominan aquellas que vuelven sobre un tiempo anterior al desarrollo mismo del film los años de adolescencia de María, entre los diez y los trece años, en la que el padre castiga a la hija con consentimiento de Elvira y Matías, no lejos, contempla silencioso aquella escena con horror, de donde el mismo ha de sacar su mudez, aunque la aproveche luego como una sabiduría. No te asustaras porque piense cosas así del abuelo. Se trata de un film y de un posible acercamiento al punto que permita encontrar el origen de esta historia. Por demás, no es extraño. Sucede a diario MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 195 y yo diría que la culpa no es de nadie. No quiero patrocinar con ello estos hechos, ni siquiera perdonarlos. A mí solo me interesa comprenderlos, por una parte, pero para comprenderlos hay que conocerlos en toda su verdad. Las cosas no suceden así sencillamente. Nosotros todos sabemos que tiene que haber una causa. Otra cosa es que enseguida se averigüe también las circunstancias y las causas que condujeron a un hombre a despertar tal odio en su hija, sin que haya hecho nada tan notable que pudiera explicarlo. Así, pues, se haría una cadena infinita de almas que padecen donde uno aparece menos como culpable que como enfermo. Si algo me gustaría mostrar en un film como estos es que uno no hace lo que puede sino lo que necesita, y que esto se descubre sólo en las cosas que producen un infinito placer, así ellas contribuyan a su propia catástrofe. No sé si de tal manera planteada aceptarías la realización del film, pero si lo haces no se lo dediques a María, dedícamelo a mí, porque estoy a punto de pensar como vos que MARIA SOY YO. 196 SAÚL SÁNCHEZ “MAURO” Cuando usted llegó a París aquel año de 1976 me dijo que quería conocer de Paris ante todo la calle de “Varenes”: así me lo dijo en buen romance. Al principio, no entendí muy bien qué buscaba un “tipo” venido de América del Sur con tanto interés en aquella calle. Se suponía que por vivir en París hacía ya mucho tiempo yo debía estar informado de los distintos monumentos que tuviera la ciudad, pero quedé más sorprendido cuando le oí decir con tanta seguridad que lo que quería conocer ante todo, como el más importante motivo de su viaje, era “los Jardines de París”. Yo le manifesté que París estaba lleno de jardines, como el jardín de las Tullerías o el jardín de Luxemburgo, pero que estos, a mi entender, no quedaban precisamente en la calle “Varenes”. Luego añadí con mucha seguridad, no sé si para sorpresa de su parte, que allí habían estado siempre y que allí estarían mientras París fuera una ciudad de las más importantes y más bellas del mundo. Recuerdo que usted prefirió callar por el momento y quiso más bien sumergirse en sus pensamientos musitando unas frases que yo no alcanzaba a escuchar. Pero luego dijo en voz alta: Sí, los jardines de París estuvieron, por lo menos, cerca de la calle “Varenes” y de la Iglesia de los Inválidos. Lo dijo con tanta seguridad que preferí no reargüir entonces a lo que usted afirmaba, casi rotundamente, pero enseguida se volvió a mí para preguntarme: -¿Es de este siglo Víctor Hugo?-. Le respondí que era del siglo pasado, pero, además, para sacarlo de toda duda lo invité enseguida a conocer los jardines, como me MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 199 había pedido, y nos fuimos entonces para el de Luxemburgo que estaba más cerca. Eran casi las cuatro de la tarde de un día otoñal de mediados de octubre. Cuando lo vio, y después de haberlo pensado durante mucho rato, aseveró entonces sin ninguna duda: -No, no era este…-. Y se quedó en silencio. Yo entendí que no era ese, ni tampoco el otro de las Tullerías, los que él esperaba conocer, pero no me imaginaba que pudiera haber en París otros jardines más famosos que estos, de los que usted tuviera noticia y que yo no conociera. Entonces disipando mi confusión usted me dijo con esa risotada que da a veces, cuando quiere burlarse de sí mismo, tal vez por su ingenuidad: -Los jardines de Mauro, hombre, y me repitió como para que no quedara ninguna duda, los jardines de Mauro-. Yo quedé sorprendido de lo que me decía, y no podía creer cómo había sido posible que viviendo en París hubiera olvidado a Mauro y no hubiera ido a buscar nunca sus jardines. Entonces fuimos juntos a buscar la calle Varenes, pero no encontramos nada que se pareciera allí a los jardines de Víctor Hugo ni cerca de los Inválidos. Pareciera que en París como en nuestra patria también desaparecían las cosas como por encanto del tiempo. Afortunadamente para los dos, en aquella ocasión todavía existía la catedral de Notre Dame y pudimos ir a ver un rato, ya entrada la noche, desde la plazoleta, a Quasimodo saltando de gárgola en gárgola, mientras cuidaba de Esperanza. Después empezamos a caminar a lo largo del Sena, envueltos en bufandas, en medio de aquella fría noche: -Tenía que venir a París por Mauro-, comenzó diciéndome, usted sabe que no era posible haberlo oído y no haber quedado con la 200 SAÚL SÁNCHEZ obsesión de viajar a París alguna vez. Pero todavía no he visto a ningún “Juan Vayán”-. Así me lo dijo y luego me confesó algo que solamente usted me hubiera podido decir, y ni siquiera otra persona hubiera podido pensarlo, ni yo: -Pero el París de Mauro no tiene que ver con la ciudad que usted ve de día. Es una ciudad nocturna, sólo así de noche, y con el reflejo de estas lámparas en el agua del Sena, he llegado al París que quería conocer. De resto, la ciudad no me gusta, ni me importa-. Para este momento me di cuenta que aún los carros que se perdían a lo largo de la ribera del Sena, eran para usted el espectro de un fantasma que pasaba, raudo en la noche, e iba a sumergirse igualmente en el misterio de la catedral. -Si queremos completar el paseo, me agregó después de un largo silencio, hay que ir a un lupanar cerca del Molino Rojo-, enseguida me preguntó: -¿lo conoce?-. Luego sin que esperara de mi ninguna respuesta agregó: -¿Recuerda a Mauro?, parecía un brujo, pero le aseguro que así con alpargatas o mulera, como iba a su casa, era un hombre mucho más preparado que el alcalde del pueblo. Tal vez su papá era más inteligente, insistía, pero ni el cura más preparado conocía tanto de literatura en Aguasclaras como Mauro. Sobre todo a Víctor Hugo. Por él supe que era el escritor más grande del mundo. Lo que no entiendo es por qué Mauro que leía tanto de él, no escribió nunca como Víctor Hugo-. -¿Sabe?, me dijo después de caminar un rato, no era el jardín de la calle de “Varenes”. Es París el jardín, pero París de noche-. Luego volvió sobre el tema agregando: -No sé qué hubiera hecho Mauro si hubiera conocido a París. Tal vez habría sentido lo que yo esta noche, dijo como para sí, o tal vez MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 201 si no hubiera nacido en Mermita habría hecho mucho más: Pero Mauro era también como todos nosotros de Aguasclaras, sólo que Aguasclaras no es París, ni tiene un Sena que lo atraviese de medio a medio, ni luces de lámparas que se reflejen en sus aguas. Apenas unos cocuyos de medianoche y la fuente del parque, donde “papá Patricio” iba a mirar nadar los patos cada mañana. A mí también me gustaba la fuente. Me gustaba tanto como a usted las Tullerías pero tenga en cuenta que yo me acercaba a la fuente a lavarme los pies cada mañana, antes de ir a la escuela. Entonces regresaba de la Palencia, la finca del abuelo, de llevar la vaca y ya no me quedaba tiempo para volver hasta la casa-. Luego por recordar las gracias de Mauro me repetía aquellos versos que él solía dedicárselos a sí mismo como para que nadie dudara acerca de su identidad, ni le exigiera más allá de lo que él quería aparecer: “El que Dios echó pa’ sueco sin camisa y ser patojo aunque ande por el camino las patas van puel´ rastrojo.” Ahora usted y yo estamos en París y Mauro no se hubiera imaginado nunca que dos primos suyos pudieran venir algún día a conocer la calle de “Varenes” y los jardines e París. Entonces me pidió que la recorriéramos toda en memoria de Mauro. Caminar las calle en París de noche puede ser un acto místico para gente de pueblo como nosotros. Ellas también esconden tras sus sombras los mismos misterios que en otras partes se reservan para las catedrales. -¿Sabe?, agregó, tengo una teoría. Mauro era como el judío errante, y nosotros de él aprendimos a vivir. Ninguno se quedó en Aguasclaras y pocos quisieran volver allí, pero tampoco se amañan, o nos amañamos en ninguna otra parte-. 202 SAÚL SÁNCHEZ -De la familia yo soy la persona más parecida a Mauro. Luego como si quisiera dar una explicación a esta costumbre me preguntó: -¿No era también Víctor Hugo un andariego? ¿Ha leído a Víctor Hugo? ¿Los Miserables? ¿La Oración por Todos?-. -La tradujo Andrés Bello, le dije, como por hacer alarde de mis conocimientos y el añadió: -Pero Mauro la recitaba toda entera-. -Después de Víctor Hugo, prosiguió diciendo, a él le gustaban Vargas Vila y Julio Flores. Su hermano “Sangiral” prefiere hoy a Dostoievski y a Barba Jacob. En cierta ocasión fui testigo de una discusión entre los dos. Mauro le recitaba trozos de los Jardines de París de Víctor Hugo y Sangiral le leía apartes de una obra de Dostoievski. Me parece que se trataba de un capítulo de una obra suya que se llamaba “La Leyenda del Gran Inquisidor”, también muy bello. No piense que yo hubiera podido terciar a favor de uno o de otro. Me limitaba a escucharlos. Pero tengo que ser franco y confesarle que a mí me gustaba más la literatura que le gustaba a Mauro que la de su hermano: Julio Flores, Vargas Vila. No digo que su hermano no tuviera buen gusto para la poesía o la literatura. En las veladas familiares que teníamos en su casa, solía recitar El Nocturno de Silva o La Parábola del Retorno de Barba Jacob. Pero me entusiasmaba más cuando Mauro empezaba a recitar La Araña de Julio Flores. Vargas o los Tres Cantos de Enrique Álvarez Henao. Por demás, el momento cumbre de aquellas veladas era cuando él se gastaba media hora en recitarnos de memoria, y nosotros en escucharlo, aquel capítulo entero de Los Miserables de Víctor Hugo. Desde entonces creo con Mauro que él era el más grande escritor de ese tiempo. ¿Recuerda usted cómo terminaba Mauro ese canto?. Era para mí y lo es todavía la frase más profunda que he escuchado en toda mi vida: “Donde comienza el microscopio termina el telescopio ¿cuál tiene mayor vista?. Escoged”-. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 203 Con estas remembranzas se sumergió en aquella embrujadora ciudad que viene a ser la París de noche. -¿Por qué no me cuenta qué le pasó a Juan Vayán?, me dijo de pronto. Yo sólo recuerdo que una vez Mauro me comentó que Juan Vayán (así lo aprendió a nombrar con Mauro) había sido tan pobre como lo era él, y tenía que ser muy pobre para que la novela se llamara “Los Miserables”….Soy muy mal lector. Al fin y al cabo he sido siempre un hombre de negocios, pero a mis hijas les prometí que les daba de premio un viaje a París a las dos, o a cualquiera de las dos que se llegara a aprender de memoria Los Jardines de París de Víctor Hugo. Lo había copiado entero con Mauro en cierta ocasión. El me lo dictaba y yo lo escribía y todavía lo llevo conmigo y lo leo con frecuencia, mientras me acuerdo de aquellas tertulias familiares en casa de su mamá. Y espero volverlo a oír antes de mi muerte, porque siempre he pensado que es mejor oírlo de boca de otro que leerlo silenciosamente, pues hay tanta poesía en ese texto y la poesía es para recitarla, así como una canción es para cantarla, no para leerla. Al menos la poesía de otro tiempo. Por eso para mí no había nada como cuando Mauro se paraba al lado de un taburete en su casa, se ponía las manos en la cintura y empezaba a decir de memoria aquel bello y profundo trozo de Los Miserables de Víctor Hugo. Sólo recuerdo que cuando terminaba de hacerlo, nosotros los muchachos estábamos lelos, mirando sorprendidamente a aquel brujo desgreñado de Mauro, y desde entonces soñaba con esto que usted y yo estamos haciendo ahora. Qué bueno hubiera sido haber traído a Mauro a París. El debiera haber muerto aquí y no en un zaguán de una casa vieja de Manizales carbonizado por la tisis. Para decir verdad, su hermano no lo hacía mal con la nueva literatura. Además que tenía mucho más estilo porque Mauro no declamaba, solamente recitaba la obra, en cambio Sangiral sí. Era de verdad un declamador con un repertorio francamente distinto: Farewell y los Sollozos, La Canción de la Vida Profunda, el Poema 20 de Neruda. Confieso que a Mauro le resultaba un tanto extra204 SAÚL SÁNCHEZ ña esta poesía, pero él era un hombre decente y siempre que su hermano acababa de recitar una obra como estas comentaba invariablemente con cierta mueca de desencanto: “De ahí no se sigue nada”. Cuando llegamos al jardín de las Tullerías la puerta estaba ya con cerrojo, pero entonces usted quiso recorrerlo de nuevo porque quería cerciorarse de que no era aquel jardín en el que él la espiaba jugando al amor con otro. -No, uno de nuestros parques, apuntó entonces, se parece más a los jardines de Mauro que este cementerio de flores tan perfectamente arreglado-. Luego para que yo tuviera la seguridad de que él sabía muy bien lo que decía agregó: -Según Víctor Hugo, aquel jardín tenía más de monte que de parque, por eso se escondían allí-. -Aún no se, ni hoy me explico todavía, porque he callado siempre que usted habla. No crea que no he oído con cuidado aquello de lo que me ha hablado siempre. Es más lo he oído con admiración, porque usted es un hombre de negocios y yo un hombre de letras, pero a veces me parece que dice cosas más juiciosas que las que yo pueda decir con todo lo que he estudiado y lo poco que he sabido vivir. Siempre usted se me ha parecido a Mauro como ninguno. Tal vez sólo mi otro hermano, que es tan recitador como Mauro y tan tránsfuga como él, haya podido emular con usted las virtudes de trashumante y peregrino que pudo tener el “Señor de la Parra”, como le gustaba a Mauro que le llamáramos-. Iba a ser la una de la mañana de aquella noche otoñal, cuando le dije que era necesario volver, porque en París el metro que cubre la red urbana se acababa a la una de la mañana y Neuilly Sur Seine estaba muy distante de la Concordia para llegar a pie, soportando aquel frío que quemaba las mejillas, pero usted me dijo que quería aguantar aquel frío, porque le gustaban las cosas extremas, así MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 205 como en las costas de Colombia no dudaba en arderse al sol. Me quedé con usted para seguir hilvanando aquella memoria fresca que tenía de nuestra niñez, pero usted prefirió seguir hablando del calor en mitad de aquel fragante frío: -Mauro era tostado como todos nosotros. Un hombre que vivía en Mermita cuidando una sementera no puede tener la piel de mantequilla que tiene un habitante de París. Cerca de Mermita está el Arma que va a dar al Cauca. Por el Cauca se va al Magdalena y por el Magdalena se llega en barco al mar. O se llegaba, corrigió. Mauro hizo todo esto a pie o a lomo de mula. Nadie sabía para donde pegaba una vez que terminaba diciembre y empezaban los calores de enero. Nunca lo decía. Recuerdo que él siempre se hospedaba en su casa en diciembre, pero una buena noche, después de que acababa diciembre y pasaban las fiestas, se desaparecía de su casa sin decirle nada a nadie. Ni siquiera su papá que vivía en “comisión” por las veredas del pueblo porque trabajaba en la alcaldía e iba a Mermita con frecuencia por los crímenes que allá se cometían, lo encontraba por allí. Había que esperar un año completo, a veces casi hasta dos años, para que el regresara no se sabía de donde, ya que nunca decía qué hacía. Y a quien quería indagarle acerca de esa misteriosa andadura, Mauro sólo le respondía con una sonrisa. A veces algún agente viajero o algún forastero que venía a Aguasclaras y se hospedaba generalmente en tu casa contaba que lo había visto en Quindío, otra vez que en el Cauca, o más allá, pero también se rumoraba que se perdía en la costa, porque era otro de sus encantos ir al mar solamente para extasiarse en el mirándolo largas horas, como si mantuviera nostalgia de la única ciudad donde hubiera querido vivir toda la vida, París. -Yo pienso lo siguiente, le dije, Mauro era un campesino sin tierra que iba de cosecha en cosecha a cada parte en el país según la estación. A la cosecha de café en el Quindío, a la cosecha de algodón en la costa, a la de caña en el valle. Se acompañaba sólo de una mochila donde lo único que guardaba era las ediciones populares 206 SAÚL SÁNCHEZ de sus maestros preferidos: Aura y las Violetas, el Parnaso Colombiano y otras obras más de este estilo. Y ¡claro está! su amado Víctor Hugo-. -¿Usted cree que Mauro pudo llegar a estudiar para saber tanta literatura?, me preguntó entonces, ni siquiera había colegios en Aguasclaras en aquellos tiempos, cuando él tenía quince años, y las escuelas rurales no pasaban de enseñar a leer y a escribir, o a sumar y a restar. Usted es el único hasta hoy de la familia que ha estado en París y que ha estudiado de verdad algo que valga la pena-. Se quedó un rato en silencio pensando, reclinado contra las varillas de la reja que daban al jardín, por la Rue de Rivoli, pero luego añadió: -Yo traté de escribir una novela con Mauro. No alcanzaba a más que a ser su amanuense: él me dictaba horas enteras cada día un capítulo, mientras pelaba el revuelto para los frisoles, o mientras molía el maíz para las arepas. Logramos llenar hasta cuatro cuadernos de cuarenta hojas. El protagonista se llamaba “Juan sin Miedo”, pero cuando se lo mostré al tiempo a Sangiral, su hermano, me dijo que era una colcha de retazos con pedazo de novelas de Víctor Hugo, de Dumas y hasta de Vargas Vila, al que seguía fielmente cuando trataba de escribir un relato-. Esto dijo su hermano. Lo único que yo sé era que Mauro conocía a tantos autores que una vez quise hacer con él la lista de los poemas que se sabía y fue necesario más de la mitad de un cuaderno de veinte hojas para copiar por lo menos el registro de todos los que podía recitar… -Si usted quiere leer alguna vez algo que valga la pena en literatura tengo copiados además poemas enteros del repertorio de Mauro, especialmente los que más nos gustaba a nosotros, ¿recuerda?: El Brindis de los Bohemios, La Araña de Julio Flórez, Los Tres Cantos de Enrique Álvarez Henao…La Oración por Todos… MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 207 Luego interrumpió La lista para preguntarme: -¿Ha vuelto usted a leer literatura como esa?. No creo, a mí por lo menos no me suena-. Después como si tratara de restar importancia a lo que acababa de decir, añadía: -Pero nacimos todos para ser poetas en familia, sólo que poeta no es el que más sabe, sino el que más siente. ¿Ha conocido familia más sentimental que la nuestra?. Nos gusta lo que es triste y desde que murió mamá Jesusa, la abuela materna, tu mamá y mi mamá se vistieron de luto para no quitárselo más, hasta el día de su muerte, que las revistieron de monjas para enterrarlas. En aquel entonces estábamos todos chiquitos y ¿qué niño puede reír viendo llorar a su mamá a cada instante?. Recuerdo que iba muchas veces en vacaciones a tomar el algo en su casa con mi mamá. Desde los postigos de la tribuna se veía el cementerio, y ellas dos, una en un postigo otra en otro, se paraban a rezar interminablemente, mirando al cementerio-. -Además usted lo sabe y lo ha podido comprobar como yo, que todo tiempo pasado fue mejor. Le puedo asegurar que para mí no ha sido más bueno este viaje a París con todo lo que he tenido para recordar, que el paseo que hacíamos los miércoles a Pore, cerca del cementerio, a jugar “Zunzún de la calavera”. Pues bien, ellas empezaron a contarnos todos los días, cuando tenían algo que conversar con nosotros, lo que había sido su vida en familia, cuando vivían en una vereda del “Alto de la Montaña”. Sin duda alguna, todo era mejor que estar estudiando en el pueblo en la escuela y encerrando el ternero en la pesebrera. Sólo lo que contaba Mauro era distinto, más bien misterioso y la vez que empezó a dictarme “Juan Sin miedo” tuve que dormirme acompañado de él en los costales que le prestaba Adelaida para hacer cama en la despensa con unos pedazos de colcha que no tapaban ni los pies. Pero él era un hombre bueno a más no poder, me dejaba dormir y después me llevaba 208 SAÚL SÁNCHEZ en sus brazos a una de las camas del cuarto donde dormíamos los muchachos en su casa-. Esta vez había hablado largo y los silencios interrumpieron menos su perorata que antes. Se veía que estaba dispuesto para largos discursos o para largas meditaciones, sólo que yo no pude aquella noche, como no he podido nunca, decir algo tan fresco como usted, esa vez. Se diría que también en mí el crítico ha destruido al poeta, en cambio usted se conservaba todo matinal para decir las cosas como las sentía y no como le parecían. Por eso en ese momento pensé que me hubiera gustado haber venido a París como usted no para estudiar, sino con el mero motivo de hacer memoria de ese grato recuerdo de la infancia: las tertulias de familia los sábados por la noche. Usted tiene la propiedad de ser como un trompo zangarrias, como también Matías, mi hermano, que vive con toda la familia igual que Mauro, como un gitano, de una parte para otra y eso fue lo que usted trató de dejar ver de Mauro aquella noche en París: la manera particular de ser que tenía la familia a la que sólo nos conmovía lo que iba cargado de mucho sentimiento-. -¿Sabe?. Yo también tengo una tesis al respecto de Mauro, pero entonces en ella quedan igualmente involucrados los seres más selectos que ha tenido la familia. Sólo que esa vez no se la quise decir, porque era demasiado dulce aquella noche para que yo le dijera que Mauro era como un ser poseído. No tengo más que recordarle el único detalle que usted no mentó esa vez en el jardín de las Tullerías-. -¿Se acuerda cuando Mauro elevaba un globo en diciembre?-. Se puede decir que no venía a mi casa en aquellos meses de fin de año más que para elevar un inmenso globo de más de cien pliegos que él mismo fabricaba. No sé por qué a usted que le gustó tanto la poesía de Mauro no se dio cuenta que estos eran sus mejores versos. ¿No me ha repetido muchas veces que Mauro no declamaba como Sangiral?. ¿Qué apenas recitaba?. ¿No?. ¿Pero si recuerda el MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 209 temblor que lo invadía, y la palidez y la angustia en la que se sumía, cuando iba a elevar el globo en el que había pasado horas y días y noches fabricándolo, sólo para que fuera el gran espectáculo de diciembre en el pueblo, como un regalo de navidad, y la desolación a la que se entregaba, después de ver que el globo no pasaba del tejado del segundo piso de la casa del abuelo para convertirse en cenizas?-. -Es verdad lo que me dijo entonces aquella vez en París: que usted se parecía a Mauro…, pero en aquel temblor que siente y que lo pone al borde del paroxismo, cada vez que va a emprender un viaje que lo lleve de regreso a su infancia. Todo aparecía aquella vez, en mitad de la noche, como un sueño, el que no había sido nunca antes Colombia, porque entonces su ilusión era París. Por eso me dijo además: -El Sena no es como el Magdalena. Le falta sol y a un río que le falta sol es como un viejo enfermo o raquítico. Además no tiene palmeras ni plátanos…Tal vez habían vuelto, un poco por la fiebre que ascendía en su cuerpo gracias al intenso frío de esa noche de otoño en París, las intermitencias del principio. Fue entonces cuando como por recuperar un tanto el hilo del discurso yo le dije como si pudiera interesarle: -Mañana lo llevo a conocer la casa de Víctor Hugo-. -No creo que tenga tiempo, me respondió sin importarle mucho, me parece que vaya más bien a ver el comercio de París, porque por la noche viajamos a Inglaterra-. -Conoce a Londres?, agregó. Yo asentí con la cabeza, después me preguntó: -¿Hay algo importante qué ver en Londres?, y sin esperar respuesta siguió diciendo: a París quise venir para conocer en su orden primero los Jardines de Víctor Hugo, luego el Molino Rojo y también una mujer. Pero una mujer es imposible con este idioma-. 210 SAÚL SÁNCHEZ Luego, como si fuese la cosa más natural del mundo, me hizo esta aseveración que por lo mismo no se le hubiera ocurrido más que a usted: -Víctor Hugo debió saber escribir en español, porque Mauro no sabía francés-. No parecía que le extrañara decir esto, pero por primera vez me di cuenta que a usted le disgustaba mi silencio y como si fuera un reproche añadió: -¿Si hace tanto que está aquí en París me imagino que ya habla francés, pero entonces por qué no ha leído a Víctor Hugo?. Yo he buscado por mar y cielo en todos los baratillos donde revenden libros en Colombia una obra que Mauro me dijo que era mejor que Los Miserables: La leyenda de los Siglos, no me la imagino cómo sea pero pienso que tiene que hablar de esas cosas extrañas que le gustaban a Mauro, cuando empezaba a recitar a Valiska que era una leyenda de oriente. No crea usted que Mauro no era un trotamundos como nosotros. Naturalmente hay que tener en cuenta, para entender más precisamente las cosas, en qué dimensión vivía un hombre de aquel tiempo. Tan extranjero era para Aguasclaras una persona que venía del Cauca, como otra que habitaba en la Patagonia. La razón de todo esto usted la conoce: no era, obviamente, más que los medios de locomoción. Que ahora yo visite a París y pueda estar en Londres mañana , o luego en Roma no es más que gracias a que aún nosotros contamos con el jet; pero usted también sabe lo que esto significa: papá Patricio manejaba reales y se enriquecía con centavos. Es verdad que las cosas están más caras; que el peso cada vez vale menos, pero usted y yo ya no comerciamos con centavos. En Colombia no han inventado el jet pero lo han hecho llegar, y nosotros montamos el jet porque manejamos los pesos que vale un pasaje de avión desde que este se inventó. Pero tu papá y mi papá iban a Arma a lomo de mula, si bajaban a la Pintada tenían que coger el tren y eso, después de haber pasado una MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 211 noche sofocante en la estación Cuba, si querían pasar el río. Sólo el que esto hacía podía pensar llegar a Medellín. Muchas veces hasta tres días después de haber salido de Aguasclaras. Con nosotros no pasó así y eso porque nos tocaron los camiones de escalera que ya tenía la capital. Pero usted sabe que al abuelo Patricio y a toda su familia les tocó hacer estos viajes arreando mulas. En polainas o en cotizas, como recorrió también Mauro todo el camino del Cauca-. -Más no por esto sólo él era un trotamundos. Porque iba de posada en posada o de fonda en fonda, o, en fin, porque visitaba todas las veredas de los pueblos hasta que quedaba varado por ahí cualquier día en un pueblo de la costa, como un barco en la playa. Para él la patria era el mundo, pero ahora las cosas han cambiado. A mí, por ejemplo, el cuerpo me pide cada vez más mundo. Pero a Mauro lo que le faltaba por recorrer lo leía. Él no era como yo que soy un hombre que viajo sin leer, Más bien él era de esas personas que leían por viajar. Y yo podría decir ahora, porque lo palpo en el aire de esta noche de París, que ya la había sentido antes, cuando él nos sentaba en las escalas del tanque de su casa, cerca de la carbonera, a contarnos “los misterios de París” mientras fregaba la loza, que Mauro vivió aquí. Es por eso, por lo que esta noche no he podido conciliar la idea de que esté conociendo algo distinto de lo que le oí entonces a Mauro. Él se me parece a un “clochard “de París, no porque fuera un borracho, porque Mauro no tomaba, al menos en su casa, más que bebidas de ruibarbo o de hierbabuena para la anemia o el estómago. No. Pero si un vagabundo de esos se me parece a Mauro, o para ser más exacto, me parece a mí estar viéndolo a él en ellos, no es por otra cosa sino porque siento que ellos no hacen más que desentenderse de esa gente de París que vive tan ocupada que pareciera que ya no quisiera disfrutar más del encanto que tiene esta ciudad. Y uno no vive más que una vez-. -¿No se da cuenta?. El metro de París, que un clochard no ocupa o sólo pocas veces, es el signo evidente de esa fiebre en la que arde París. Todo mundo está allí de afán. “Quien vive de prisa no vive de 212 SAÚL SÁNCHEZ veras” nos repetía a Mauro con otro poeta que le encantaba recitar. ¿Se acuerda de él? ¡Tal vez usted recuerde su nombre¡-. -¿José Santos Chocano?-. -Sí, José Santos Chocano era otra poeta que él amaba mucho. Cuando yo lo oía en su casa por la noche, después de aquellas historias que nos contaba, me daba cuenta que lo que hacía aquel espíritu errante era invitarnos a nosotros los muchachos a vagar como él-. Entiendo que un duende es un espíritu errante, y es ahí donde hemos llegado a ser casi todos nosotros iguales que Mauro, unos judíos errantes que no podemos detenernos en ninguna parte porque nos hace cosquillas la pajarilla. Usted que ha estudiado más que yo, o mejor, usted que ha estudiado, tal vez tenga una explicación…, acabó por decir-. Pero tan poco esperó a que yo le dijera que si o que no, para continuar hablando: -Yo ya estoy casado, lo dijo como una queja. De Mauro no se supo nunca que hubiese tenido una mujer, pero, en cambio, se sabía que había hijos por todas partes, sólo que cuando llegaba a su casa, se olvidaba de todo y no le importaba más nadie en el mundo. Si uno se acercaba a preguntarle si tenía hijos, apenas se sonreía maliciosamente, pero también cualquiera podía darse cuenta que ni siquiera alzaba los ojos para mostrar que estaba interesado en la que entonces servía en su casa, ayudándole a su mamá; sin embargo su mamá vivía pendiente de que Mauro no fuera a hacer algo con ella. De hecho, no había más que una cosa que dijera que la mujer era algo muy especial para él. Llamaba a las niñas de su casa o de la familia “Beatricitas” pero cuando ellas estaban un poco mayores las trataba de “Dulcineas”, como a su hermana. A la otra gente como al abuelo o como a su mamá le decía “don Patricio”, a pesar de ser su tío, o la “Señora”, aunque fuera su prima, más no por respeto sino por ironía como cuando se presentaba a sí mismo como “El Señor de la Parra”-. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 213 -No tengo que ocultarle a usted, porque sé que ya lo ha descubierto, o ya lo sabe, que me casé no más que por conveniencia el día que pensé que tenía que asegurarme una fortuna. Y lo único que me importa, pasado el tiempo, es que ella me ha dado para viajar. La diferencia que hay entre Mauro y yo, es la misma que existe entre una generación y otra. Yo no podía seguir haciendo un viaje a pie, cuando la patria es todo esto: las Tullerías, por ejemplo, pues ya sabíamos de ella antes de venir aquí. Y usted no podrá negar que también París era una realidad para nosotros como Roma o Tierra Santa, aunque por motivos diferentes. Usted ya estuvo en Roma, pero ahora tendrá que ir además a Tierra Santa. Usted sabe que estaba más cerca en Aguasclaras el Vaticano de la casa cural, que el Palacio de San Carlos de la alcaldía de su papá. De hecho, todos teníamos a Belén armados en las cajas en las que se metía el pesebre una vez que llegaban los “Reyes Magos” al portal. Por eso le digo que todo esto ha sido parte de nosotros-. -Ya ve, París para mi es Mauro: una historia de más de cuarenta años en familia, que tenía sus tertulias literarias y sus recitales, como era la costumbre en la República entre la gente culta de principios del siglo XX. Yo no soy un hombre culto como usted. Todo lo que aprendí de literatura y política lo conocí en su casa por aquellas veladas que duraban hasta más de la medianoche, a pesar del frío de Aguasclaras, en las que ni siquiera se bebía, pues solo se tomaba un café caliente o una merienda, ni se bailaba porque no había radiolas, sólo una que otra pianola en el Café Iris de la equina de su casa, donde se reunía el doctor Rodas con su gente a leer a Dostoievski. Sangiral perteneció a este círculo. Pero usted comprenderá que el doctor Rodas era liberal y ateo como su hermano, y nunca asistí allí por franca prohibición de mi padre. Pero con las tertulias de familia tuve lo suficiente para descubrir qué era bello en el mundo-. Interrumpió un momento pero luego anotó: 214 SAÚL SÁNCHEZ -A mí me da la impresión que nosotros nacimos mirando para atrás. Hoy que he venido acá a París, o ya que he estado antes en España, admito que eran estas casas viejas o estos castillos de piedra lo que siempre había añorado ver, y todas las reuniones que se hacían en familia tenían este sabor rancio que tienen estas cosas; así yo no fuera más que un niño. Hoy como ayer, cuando voy a alguna parte tengo que recordar algo, si quiero amañarme, si no, tengo que seguir. Por eso quien sabe si mañana me vaya a gustar Londres. Vine a saber mucho tiempo más tarde que Londres era como la capital. Quiero decir, Bogotá. Pero yo ya no tenía nada que recordar de ella, cuando llegué sólo allí. Esta noche en París, en cambio, me siento como si me hubiera vuelto a encontrar algo que hace mucho tiempo se me había perdido. En Nueva York no, por eso he dicho que no me gusta París de día, porque encuentro que ya no es la ciudad que tiene que ver con la que conocí por Mauro, cuando él recitaba esas páginas enteras de Víctor Hugo. Y conste que soy un hombre de negocios, y que todo lo que se de literatura lo aprendí apenas por aquellas tertulias inacabables y encantadoras que hoy parece imposible repetir. Con mis hijas no he podido hacer lo mismo, ni con la familia de mi esposa que no nació en una familia que fuese al menos medio culta como nosotros. ¿No obtuvo Francisco Giraldo, el tío de su mamá y de la mía, la “Violeta de Oro” de los juegos florales en 1917?. ¿No escribe su hermano cuentos en el Colombiano?. Cuando le prometí el viaje a París a cualquiera de mis dos hijas que se aprendiera los Jardines de Víctor Hugo que Mauro recitaba, me pidieron más bien un viaje a Miami, a cambio no más que de ganar el año en el colegio. Así por lo menos me lo hizo saber mi esposa que afirmaba que mi propuesta era descabellada, y no pude nunca que ninguna de las dos lo leyera. Ni siquiera que lo leyera. Yo, al contrario, a pesar de ser entonces un muchacho, como también usted o muchos de su casa, ya conocíamos trozos enteros de los Jardines de París de Víctor Hugo…-. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 215 Acababa de decir esto, cuando observé que usted temblaba y que sus mejillas estaban rojas, encendidas a pesar del frío o tal vez por culpa de él. Entonces me dijo casi delirando: -Me lo sé todo, acabé por aprendérmelo de tanto leerlo con la esperanza de venir a París un día y repetirlo aquí en el mismo lugar donde la inventó el que la escribió o donde la escribió el que la vivió. ¿Me la quiere oír usted aquí, junto a las Tullerías?. Se puede decir que vine a París no más que por eso, a recitar esos versos en el mismo lugar en que los hubiera querido oír de Mauro. Y empezó… Todo París lo escuchó aquella noche. No fue únicamente el jardín donde usted penetró con el timbre hueco de una voz quebrantada por los años, como si fuera Mauro el que los recitara, sino además, la ciudad, transportada por el mismo delirio. Así sorbía usted el aire de aquella fría noche de otoño a medida que iba regalando a “La Ville” con cada una de las palabras iluminadas que repetía del Jardín de los Miserables. La vegetación a su paso crecía fresca y tropical como se la imaginaba desde Aguasclaras, cuando las escuchó de boca de él. Fue entonces cuando yo pude entender, después de varios años de andar por sus rúas silenciosas por qué la llamaban la ciudad luz. 216 SAÚL SÁNCHEZ ”NATÍOS”(3) 1. Invocación 2. A los cuatro vientos. 3. La conquista. 4. Peán 5. Mundo 6. El camino del pueblo 7. Grito de Independencia 8. Interrogación 9. Pueblito viejo 10. Destino 11. La fábula 12. “Cam-bum-bia” 13. El árbol 14. “Fasti et nefasti” 15. Ciudad 16. Parodia 17. El estado 18. Patria 19. Declaración (3) “Estos textos fueron escritos hace algún tiempo en París, durante una estancia de dos años en Europa, movido por ese sentimiento de la proximidad de lo distante, que era lo que los griegos llamaban nostalgia” Saúl 1. INVOCACIÓN Trovador a la vera del camino, la encina, árbol de la ciencia, es sombra de tu banco. Vagabundo, por los campos en flor, poeta que antes te aplicabas a toda especie de ejercicio del cuerpo y del alma: ¡cómo quisiera que hoy me encontraras apostado escrutando las sombras, Rapsoda que te sientes conmovido con las cosas que pasan, o sólo porque pasan las cosas. ¡Es la poesía como el amor ¿algo que sorprende…? ¿o aquello que nunca satisface…? Te he visto reclinado sobre el campo, cumpliendo cabizbajo, el prístino ejercicio de la siembra. Te he buscado, recostado a un palo, meditabundo, frente a un solar de ensueños. Hoy te quiero alcanzar con la misma algarabía de la gente que se encuentra de paso. No se coge un poema con las manos, ni se mira con los ojos, se palpa con la vida, pues el poeta es leño que arde y nosotros somos sarmientos del mismo árbol, aún dispersos y distantes. ¿Si el ramo se recoge, no se prende una hoguera para que arda la ilusión? Pero somos legión y estamos poseídos… También se forma un hogar eligiendo el olor al humo que se eleva o el color de las cenizas donde se cuecen los deleites… MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 219 Poetas somos de un arcano oculto entre pecho y espalda… semillas que se entierran para que peleche el secreto cuando prenda la mata. Haces de luz que penetran la herida del costado…, del tuyo y del mío. El que vivió en un pinar de Honduras tras impúber flautista, el que estuvo a la sombra de las muchachas, viniendo de tan lejos, el que cruzó calles y caminos con las mozas de provincia o se paseó una noche con la luna como una sola sombra larga. El que cayó de sotana en el combate, otra noche con un fusil en las manos, Eran, como tú, poetas y formaban también un ejército de estrellas, pero aún nadie ha podido derrotar la barbarie. Sin embargo, hoy como ayer, anunciando una fe sin espada y un amor sin mandamientos, la fina iridiscencia de los poetas que no fingimos ser dioses, ni prometemos un estado, pero fundamos lo que es perdurable. 220 SAÚL SÁNCHEZ 2. A LOS CUATRO VIENTOS Azul el mar, y solo, sueña, sentado sobre un despeñadero. Navegador, no le turba más la redondez de la tierra que los límites del sol al confín. Es tarde y hace frío. Marinas, y gaviotas, garzas, cruzan el espacio que atraviesa su mente… Pero muere la tarde, y un piélago de sombras brota del mar, undulante… ¿Dónde está Dios? Titila sobre ondas múltiples, el rayo que, amante, vigila su tumba: es la vela que da luz, sigilosa, al lecho de la Reina. Pero el piloto arrima el mar a su corriente, abordando la noche y cambia el curso de la luz por rumbos de luceros, ¿Dónde está Dios? Cintila, bajo auras dulces, el aire que cantando mece su cuna, Rosa de los vientos que esparce de ronda la simiente… No, no es Dios… Un tibio aliento exhala y un murmullo: ¡Es la selva! ¡Materia pura! Madre virgen que el descubridor perdido llama tierra. Señor ¿no susurra de un cañuto en la brisa del mar el arrullo de otra Madre? Pero él (h) o(J)ó (4) sus caños y sus valles con el grito… Silbaba el viento, chillaba el guacamay y gárrulo cantaba su rumba el surtidor. No, no era pastor quien solo pudo sentir silvestre el aire. Guardador buhonero de las especies, MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 221 Que dio al traste con sus sueños y apretando el mástil entonó el himno de la conquista: ¡Dios salve al Rey! Y a la luz del sol fulgió, mágica, la montaña de un inmenso territorio ¡Indias, desde el cabo hasta las playas, de gentil sabor! Hubo un hombre, de nombre Colón…o, que posó sus plantas en las Indias y creció una cruz. Un bandido que cargaba sus nostalgias llevando a cuestas el nombre del Señor. Por hidalgo, caballero… Prócer que columbra la cruz de la conquista hasta alcanzar las orillas de su alma: el lecho de un río que lo conduce de babor a estupor, mientras doblan las campanas. ¿No era tu nombre, amada, el embrujo de una inmóvil nota al compás de la luna? ¿No incubabas de sangre y agua al viento y al sol? La intemperie era tu casa porque amabas el risco y la pendiente. Pero uno plantó la tienda, otro edificó el templo, y crecieron las villas donde apenas se surcaba la era… …No hay más, para quien se encarga de guardar el bien, que medir el desierto y poblarlo de ambición. ¡Caballeros del dorado a lomo de un madero y así fue Troya en el corazón de la selva! ¡Señora! ¿no crece tu candidez recitando la historia de un caballo blanco como “anal” de tu gesta? Te llamaron Paloma do el sol marca su nadir, 222 SAÚL SÁNCHEZ y un cóndor negro hiende el cielo, por encima de los collados, persiguiendo su nido. Pero a la hora del inquilino y del soldado las colonias se incorporan como esquilas al son de los tambores, y son, por voluntad soberana, contra-bando de la fortuna. ¡Señora! quien inventó tu ley huía de ella por bandadas con pistola al cinto y bandera. El conoció tu gravidez devastando los campos y ahora cuelgas los cabellos en tu amor viudo de un vasto silencio, de un basto silencio y una frágil canción. (4) (h)o(J)o. La jota mayúscula es en la escritura fonética el archifonema de LL y Y MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 223 3. LA CONQUISTA Este es el relato de la conquista y la leyenda del gran inquisidor: Las cosas empezaron a las puertas del templo y terminaron con un beso; eran los reyes, católicos, después fueron, católicos, los reyes y el beso que le dio el conquistador a la India lo hizo in-quisidor. Desde entonces no hubo ya “cuestión”, ni hubo tal conquista, sino una “inquisición” permanente que hizo de los indios “ALMAS”. ¿No buscaba “las especias” el rey? ¿No quería transformar esas especias en cuerpo y sangre de la divinidad? Entonces vino la “conversión”: “el oro se volvió “plata”” y el viejo mundo nunca vio más patente el milagro de la multiplicación de los panes que el día que las tablas de la multiplicación remplazaron a las tablas de la alianza y el oro cambió de ley. El gran inquisidor quería pan pero no libertad y hubo pan pero no libertad. Los frutos de la conquista fueron de adquisición permanente: el baño fue de agua y sangre, la cosecha de oro y plata. El beso era suave en la medida en que la India pudiera ofrecer un seno blando, pero los indios “resistieron”… Nunca habría pensado el conquistador, que portaba una cruz, 224 SAÚL SÁNCHEZ que alguien osara resistir allí, donde su palabra se encarnara pues Dios dice y todo se hace, habla y todo cobra aliento. Mas para la conquista de las Indias necesitó de un verdadero torcionario. El viajero buscaba las esencias de oriente y tropezó con otro espacio deslumbrante ¿de especies? de especies, de sol y de vida y el que busca encuentra… No fue la alquimia, ni la ciencia, ni la conquista, ya que el conquistador llevaba en las manos las trazas de un largo itinerario. Fue la quiromancia la que se encargó de la noche a la mañana de cambiar el rumbo. Los barcos volvieron cargados de especies y el oro cayó sobre el viejo mundo como el maná que comieron “nuestros padres” en el desierto. Desde entonces no quedó nada del camino de las especies. nada de la tierra descubierta, ni de la India, ni de los indios. como nada queda hoy de las esencias, ni al hombre le importa más buscarlas, pues, ellas, como cualquier perfume, se pierden en el cielo: Allí van también el aroma del cacao y del tabaco, el color del añil, las nubes de algodón, la esencia del café. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 225 Mientras un coronel vaga por los campos ensayando recoger con un imán el oro que llueva desde el cielo que en la arena se disuelve… Desde entonces data la leyenda de que el mundo es oro en polvo, y en Macondo llueve sin piedad sangre y agua y cielo juntos. 226 SAÚL SÁNCHEZ 4. PEÁN Un ambicioso mercader de cabellos luengos, heraldo de un reinador, y, argonauta y rimador, aquel soldado desdeñoso de gorro frigio, inventaron el tiple y el bambuco. Supo el perito mercader competir con el rey y el poeta y se quedó Señor del caduceo que lo hizo brujo y, después, encantador. El galán fue siempre zagal o rabadán, aunque aquí se hizo vaquero y porquerizo: ceñida su sien con la aureola del sol de justicia, vestido de alba túnica, inflando su talle como un cisne blanco, se desliza, raudo, a lo largo de un mar de plata; le guían en lejano viaje cigüeñas blancas, lleva el cayado de pastor en la estampa de un curandero, y le guarda la madre del amor hermoso, santo y seña de su encanto. Al pie del monte dio rienda suelta a sus vaticinios: ¡MUERTE! ¡JUICIO¡ ¡INFIERNO¡ ¡GLORIA Y una inmensa procesión de creyentes rindió “tributos” a su fe. Mientras tanto las cuerdas de su tiple desgranaban “músicas latinas”, recreando la escala de dolor. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 227 Mas él, justiciero como un Dios, fue también tierno amante. Rústico, pero asimismo poeta. La India, para aliviarle su destierro, le enseñó el son del viento. Pero un día, galán celoso, despellejó a su amante, al pie de una montaña. Desde entonces no se escucha su voz… Ya no hiere la tierra con su pie al danzar, no pulsa la cuerda, sólo agita sin cesar el viento con el fotuto y el tambor, con la chirimía y la marimba y llora y llora Madre-selva. ¿Mas no se perdió también en su espesura aquel galán…? ¿No fue él quien puso doce cuerdas a un tiple en memoria de los doce? ¿Y ahora? Ahora “se oye de tarde un cantar” no hay soldado ni galán no más que ánima sola escanciando su pena “sin mujer y sin bohío”. 228 SAÚL SÁNCHEZ 5. MUNDO ¡Guay! la sabiduría no tuvo otro destino al principio que la gracia del mundo. La verdad era universal, lo mismo bajo el temblor de una estrella que en el estremecimiento de la hierba. De plenitud la luz radiante brotaba, como una visión distinta de Dios, del cuerpo de un niño, cuidado por las manos amantes del cosmetas. Y el sabio, que conocía este destino, al seguir el curso de la luz por el camino que lo llevaba de la “fuente” al jardín”, en medio de los olivos y los plátanos, no se detuvo más que en la palestra para hablar de amistad con el muchacho que entrenaba su cuerpo en el gimnasio para atleta, no para soldado. Fue así como el destino no tuvo otra sabiduría al principio que “ese mundo de gracia”. Más crecieron las sombras, y a tal altura, que el punto más oscuro fue el cuerpo, oculto bajo el suplicio de la regla. Primero fue la gracia del mundo, después la santidad. En un tiempo el re-cogimiento era luz, después fue el sobrecogimiento, y el cuerpo quedó abandonado para el mundo y la palestra se convirtió en púlpito, donde un monje crucificara sus deseos. Tendra que pasar mucho tiempo para que el placer, el mejor fruto del árbol prohibido, vuelva a ser el lugar de nuestra in-corporación. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 229 Es verdad que otra sabiduría ha ensayado la reconstrucción del mundo, después de la abominación de la desolación, pero la ciudad industrial no deja de crecer como Dios en la misma dirección en que un día la única experiencia de la vida fue la ley. ¿No servían todavía en los estertores del reino doce chozas de paja y un templo para la fundación de la ciudad? Pero se inauguraron pueblos enteros con una decisión de la corte; y el palacio y la cruz han orientado desde entonces las calles, y es siempre el verbo, como silencio o especulación, “meditación” o concurrencia, el que cruza los destinos y decide los combates. No vigilan más los dioses los bornes de la ciudad, el surco que llega hasta las puertas no levanta un convento, pero será siempre claustro el recinto ficticio que transforme el espíritu en institución, y vista la verdad de uniforme. ¿El palacio o el templo, en la competencia y el combate. Por la fe o la profesión como reinos de la verdad qué cambiaron de aquel destino que tuvo por sabiduría al principio la gracia del mundo? Se consagró la ciudad industrial con una hecatombe. No cayeron más como deicidio gotas de sangre sobre el huerto de los olivos, pues desde que empezó el circo, donde abría sus alas el gimnasio, 230 SAÚL SÁNCHEZ se agolpa de multitud la arena para contemplar la corrida. Y no es la sangre del toro la que baña la piedra, mas pueblos enteros porque es genocidio, en forma real, la muerte en el mundo. ¿Quién sabe hoy lo que era la sabiduría cuando tenía el cuerpo como principio? Pero el Verbo se hizo sangre y habitó entre nosotros y poco queda ya de gracia y de verdad. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 231 6. EL CAMINO DEL PUEBLO Se borra el sendero del campo a las puertas del pueblo para que pase el Rey No es más vereda tropical el paisaje para que pase el Rey Se perdió el camino del pueblo como sendero del campo Y pasó el Rey y se hizo puente real Se abrieron las calles del pueblo a las puertas del templo para que pase el Rey. Y la gene canta ¡Que pase el Rey! ¡Que ha de pasar! ¡Que el hijo del conde! ¡Se ha de quedar! Sólo las cuerdas de un tiple guardan el secreto del camino del pueblo, y sólo sus notas saben lo que costó recorrerlo para llegar a él. Ahora repican las campanas la gloria del Pastor. …Por todas partes sonó la flauta… Pero el rasgueo no fue menos simple que el silbo… aunque el punteo de las cuerdas no se hizo más que a golpes de lanza y a punta de tambor. 232 SAÚL SÁNCHEZ 7. GRITO DE INDEPENDENCIA No escribimos tu nombre, pero gritamos tu canción. ¡Tu nombre es libertad! Mas cuando la independencia grita, el alma flava del campo destila en aluviones de ira y en ríos de sangre. Y ni el cielo azul, ni verde el mundo de esperanza y de sueño, ha podido otorgarla. Un grito de Independencia. No una voz, ni un voto como la libertad. (o una constitución) El grito se pega con el alma. No se escribe. Ni se dice. Grita quien reclama suplicante el abandono divino y su grito cala hasta los huesos y despierta a los muertos. Mas hace siglos de los siglos que no grita quien aún pende de una cruz y la gresca que se armó a su lado no fue más que eco repetido ante el espanto de la cruz. Un grito de independencia no proclama la muerte... reclama el mal gobierno... ¿Aclama a un rey?... Es la voz de la verdad que viene de lo alto, a nombre de la cual se asume el derecho de la palabra y se empieza el ejercicio de la pasión: La historia del siervo paciente, que crucificado, alcanzó la clave del grito. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 233 Sólo el clamó con la claridad de un amante que exclama lo que siente, “el abandono de Dios”. Pero las calendas humanas han tendido mantos de sombras sobre siglos y siglos de concilios. No proclama una nueva, tampoco reclama con resignación infinita un acto de amor. Exclama contra un Dios inclemente. Llama a los muertos de sus tumbas, los convoca desde lo alto en su hora postrera y declama lo que estaba escrito. Pero hoy no hay nada escrito para un grito la clave es del viento, al que es semejante el latido del alma en la arcada. Su son va a colmar las (H)e(s)es del dolor o de la angustia hasta prolongar en su muerte nuestra muerte porque en nuestra furia somos, sin quererlo, UN GRITO INFERNAL. 234 SAÚL SÁNCHEZ 8. INTERROGACIÓN ¿No caemos perpendiculares en la tierra, derechos como el estoque al animal en el corazón de la fiesta? Al menos así nos vemos en el mediodía de nuestras vidas, aunque la tierra sea redonda como el lomo de la bestia. ¿No pendemos? ¿Qué expectamos? La cabeza es también un apéndice en la comba de un espacio infinito suspendida de un hilo; y el hilo es como un péndulo que va y viene al ritmo del corazón. A la altura de un horizonte sin límites ella está en suspenso… pedúnculo bajo el cielo en las tardes en flor. Nuestra pregunta es, bajo el cielo infinito, la hora del mundo, marcando el vuelo del tiempo, mientras inmenso se abre el corazón al ala del último crepúsculo… Mas el tiempo vuela y le corta las alas al amor. y las plumas del ala del tiempo caen como flechas envenenadas en el alma. Somos la interrogación que concluye, no la que comienza MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 235 pero ¿pensamos con la cabeza? ¡Ponderamos las cosas! y por más que se nos diga que hay que comenzar por el principio, o qué principio tienen las cosas sólo pensamos en “el fin” Entonces sucede que la pre-ponderancia la tiene el tiempo. También el peso y es un soplo la vida y el tiempo es oro por lo que el oro cubre de penas las alas de la canción. Sólo mi padre supo la verdad: sólo él supo estar pendiente y en silencio en aras del amor, y al volver a casa por la tarde al reflejo de la última luz decía casi silenciosamente para escuchárselo él mismo ¡qué vida esta y si me muero ah vaina! y se entregaba a vagar en alas del sueño a través de las sombras y a penetrar en el santuario de un postrer beso: el otro por-venir. ¿Vuela lo que pesa? ¿Pesa lo que vale? ¿Vale lo que vuela? Pensamos ponderando las cosas y en efecto “ponderamos” las cosas. Mas la fiesta verdadera, como la sola independencia, está en alas del sueño, un segundo antes de despertar. 236 SAÚL SÁNCHEZ 9. PUEBLITO VIEJO ¿Hablamos del otoño de un pueblo o del otoño del Patriarca; a los que ilumina la misma luz? ¿O de la ciudad y sus calles, donde se agolpan tempestuosamente las palabras y las cosas? ¿Nuevas las fábricas que ostentan penachos de humo Más altos que la copa de un árbol…? Nuevas sus casas con sus puertas cerradas y su alma de silencio? ¿O el teatro y el circo, como templo del grito donde todo se transforma? El pueblo puede parecer triste y viejo como el silencio y el frio pero allí alberga la sencillez La ciudad nace de los decretos imponentes y de las cosas excesivas. Está la ciencia que distingue cada calle e informa las rutas la técnica que alumbra cada esquina No hay nada que no pueda encender o apagar, no hay espacio vació ni rincón secreto. El mundo llega por un hilo de alambre Otro explota como un botón de luz Adentro está todo y lo que cada uno necesita, afuera están los otros La ciencia es suma de indiferencia y de olvido que hace del más sabio el menos piadoso MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 237 Pero en el pueblo, donde todas las cosas se parecen como una calle a otra, como un alma a otra, o como todas las casas, Dios guarda allí el secreto de su más pura intimidad porque nada es distinto a los demás cuando todo nos acerca a su sombra… Y el otoño del pueblo se confunde en las noches de luna con la pálida lumbre de su perpetua ancianidad. 238 SAÚL SÁNCHEZ 10. DESTINO Ella, una mujer buena, al dejar entrar la mañana por la ventana, me pedía que saludara al Sol para que entrara Dios. Yo esperaba un milagro al ver esclarecer la alborada y asomar la montaña ¿No alumbró en un establo, pobre y humilde, el destino del mundo? Mas hoy la estrella vespertina ilumina inconstante el ocaso de su tumba y el pesebre donde se anunció el sol de justicia es puerta sellada y huerto cerrado para mi iluminación. Agitada por el lazo del arriero, cargando caña y café, va la mula por el camino que atraviesa la frontera el buey cae desvencijado tras el palo que uncía su destino pero ella murió insistiendo en la luz. El pueblo nació en un “portal” pero la ciudad y el imperio, urbi et orbi, tuvieron como estancia el prostíbulo: Una loba amamanta su “historia” y fuimos como niños a tomar leche de su establecimiento. Allí corre sangre y fuego, no mana leche y miel, ni destila luz el día, y el profeta sólo sabe retorcer su sermón… El curso de la luz es el camino del Pastor. El arriero echó a andar la mula por un deshecho buscando la trocha, y volvió al rancho trayendo “cascajo” y humo de pez para la lumbre. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 239 La última víctima fue el carbonero: El vio cómo el mundo cambiaba el fuego que consume por la luz que se apaga y se extinguió sólo con su lumbre la fe de un carbonero. Pero el hocico de la loba hiende sombras más densas sobre el horizonte del mundo (la leña no ardió en sacrificio) ni uncido el leño a su frente dio mesura al dolor. El destino fue fatal: a la sombra, un preste asiste como estatua al vespertino sacrificio con poca fe, y no hay signo en los cielos que anuncien de nuevo la primigenia luz. No queda más que el vestíbulo donde espera la gente como a las puertas de un prostíbulo o una resistencia en la tierra: y el cable que ate a las antenas el mástil de la vela pero entre el establo y el prostíbulo surca de nuevo un espacio oculto ha tiempo olvidado… ¿No tuvo, por tanto, mucho destino mi padre? ¿No buscó el cielo en la tierra? Y cavó y cavó en ella hasta que un día se dio cuenta que el resplandor del mundo brillaba debajo de sus manos: Entonces vivió al ritmo tranquilo de un tiempo que repartía entre la ca(s)(z)a y la pesca, la siembra y la cosecha, o el combate y la fiesta… después descansó en paz, serenamente quiero decir que murió. 240 SAÚL SÁNCHEZ 11. LA FABULA El poeta marcha a la cabeza de la fila que marca el camino del pueblo. Dios está azul. La quimera enciende con dardos de fuego la tea que inaugura la fiesta. Somos los poetas: los sabios, los niños adultos. Todo brilla en tardes de sol y noches de luna Y hay una esfinge al fondo cuando empieza su canto como la ilusión de un destino por-venir El niño hunde sus quimeras en las sombras del sueño, reino de su amor, y canta el poeta al niño que aprende a ser hombre a al hombre que juega a ser niño. Extasiados con su canto, fraguan un destino de gloria pues siempre habrá un hada en el cuento que decide su ventura y la suerte del pueblo Mas cuando las parcas empiecen su danza macabra… y no queden más que mariposas de sueño a la hora postrera, habrá de aparecer esa ley sabía que enseña que el arte de hablar pasa por la comida mas no el arte de amar… MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 241 El poeta se aleja a la cabeza de la fila que huye del pueblo y el niño repite su postrer canción. 242 SAÚL SÁNCHEZ 12. “CAM-BUM-BIA” (Al niño de siete años que se derrumbó por un despeñadero de mi pueblo) Fue mi pueblo el lugar de donde partí al nacer. Veinte casas de barro y caña al borde… de un peñasco en las faldas del Monserrat. No un río de piedras prehistóricas un des pe ña de ro que consagró su recuerdo. Mi pueblo fue aquel lugar de donde al nacer partí. Como ruina apocalíptica que se asienta sobre aquel peñasco la vida empezó a faltar. Para no perder la memoria llamaron las cosas por su nombre al pan, pan; y al vino, vino pero el pan vino de la ciudad y el vino fue siempre extranjero, extraño para la vida de un pueblo. Mi pueblo es aquel lugar en donde nací y partí. Los avisos señalaban más cosas que las que el pueblo podía nombrar. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 243 Crecía la audiencia, pero faltaban las sillas y ante el teatro de ilusiones la multitud de ausencias no encontró nunca un locutor. Mi pueblo fue aquel lugar de donde partí y nací. No hubo más que esa voz extraña que anunciara el peñasco CAMBUMBIA Y la gente se sentía atraída por él. Un día fue un niño el que se asomó a aquel abismo: Por ahí caía la basura del pueblo, pero más lejos un río de aguas diáfanas corría sobre un lecho de piedras blancas y pulidas y fue a parar en él… Asistimos al otro día a un entierro sin difunto. todo mundo calló en aquel abismo de silencio, en el que también ca(j)ó (5) un niño. No era la primera vez que la gente callaba las cosas, ni que un niño cayera asimismo en el fondo de ellas. Mi pueblo fue aquel lugar de donde partí y nací. (5 )(J). La jota mayúscula es en la escritura fonética el archifonema de LL y Y 244 SAÚL SÁNCHEZ 13. EL ARBOL “Nos ocupamos de la flor, la hoja de vid, frutas. El habla el único lenguaje del año”. (Rene María Rilke) Buscando ese paisaje interior un niño quiere cantar su canción olvidada: “El árbol es un símbolo…” ¿Tenemos padre? Queremos las raíces de un suelo para no vagar más en las sombras como parias del mundo. …Pero ¿hay patria sin fronteras?... o ¿no es ella el paisaje de una vida interior? ¡El árbol es un símbolo!… La canción que no tuvo nunca voz, el color que esconden las cosas que no sabemos nombrar ¿No elige el poeta el ángulo oscuro del salón? Pero su palabra ha de buscar los distintos paisajes del alma hasta descubrir el color que la dio a luz E invade el dolor el corazón del hombre y acampa a la medida de un árbol que augura en toda tranquilidad la poesía de ese goce íntimo “El árbol es un símbolo”. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 245 La razón no conoce otro tiempo que el de los años. Mas hay otro tiempo: El árbol es el símbolo: El trópico se duerme en el campo esperando un verano sin sol, pasando un invierno sin lumbre, marcando un mismo día que será para toda la vida únicamente lunes, Pero tiene la esperanza de alcanzar un cielo que no sea infinito en medio de sus noches de insomnio: el árbol es un símbolo, Toda pasión evoca su dolor y el niño canta “Nací sobre una montaña” y el poeta responde: ”yo descendí de la antioqueña cumbre”. Cuando el paisaje se torne azul-marino su vida se ha de volver un mar de nostalgias tratando de encontrar orilla a la verdad. Se abrirán las aguas de la desolación y del misterio ahogándose en ardiente clamor El poeta cargó sobre sus hombros el estigma de la especie: Por la señal de la Santa Cruz” y el niño cantó a su sombra: 246 SAÚL SÁNCHEZ EL ARBOL ES UN SÍMBOLO, SU ALTIVO TRONCO ENCIERRA LA CASA, EL LECHO, EL TRONO, LA CUNA, EL ATAÚD. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 247 14. FASTI ET NEFASTI “Fausto son, pues, nuestros dias de fiesta” (Varrón) Yo aprendí en la escuela del pueblo la voz de las cosas Yo aprendí que el hombre habla, que el pájaro trina, que el gallo canta, que el caballo relincha, que la vaca muge, que el perro ladra y que el gato maúlla… También aprendí que el cielo relampaguea. Yo reconocí desde el pueblo en la escuela la voz de Dios: es la voz del pueblo cuando calla o de las campanas cuando doblan… Mas el pueblo se congrega entonces en solemne trance en busca de felicidad, pues él fue siempre re-ligión, o congregación y aunque fuimos declarados ciudadanos por mandato y sin fortuna, nuestra alma es inmensamente popular. A una voz cantó el pueblo: CREO pero se ha extinguido esa voz 248 SAÚL SÁNCHEZ “Ahora que los ladros perran, que los cantos gayan” la ciudad luz persiste en un vaho de sombras y muere la ciudad inmortal ………………………… No más que el poeta conoce la ruta que lleva al “noble rincón de los abuelos” que atraviesa el camino del campo Mas ¿quién acepta que el pensamiento de un fatuo dirija el destino de un pueblo? ¿Se ha perdido el placer de soñar o la alegría de vivir? los días que otrora fueran de fiesta brotan inesperadamente nefastos Y el poeta como enorme bacía, vierte sangre y agua y vino juntos Sangre como cordero inmolado del progreso del mundo, agua que purifica la especie, lo mismo que las especias. Vino por el que aprende el secreto de libar las palabras. Es trovero de dulces provenza, allí recoge su adivinación inspirada: Es flauta mágica de la congregación: a él le está otorgado ser la voz que anima la fiesta y que ofrece el vino y que consagra la unión MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 249 el asimismo interpreta los signos que el cielo ofrece para alivio de un pueblo agobiado por el peso de su “función”. Pero el camino que tomó el viento cargó de polvo la tierra, se llenó de confusión el mundo el día en que el vaticinio se hizo ley y que el profeta fue rey: No esperó el signo de la tierra (el fasto lo puso la corte) No pudo saber lo que decía (lo justo lo interpretó la ley) No hubo acuerdo: (murió en su propia condición) De fastidio (o de orgullo y de desdén) La corte o el príncipe en su ocio (el tedio, el fastidio y el odio) De fatiga, los demás en su negocio (en la palestra y en el gladio) ¿Y el loco? (El ilógico vate en el medio) (del odio, del fastidio, del tedio) ……………….. Yo que aprendí desde niño que el gallo canta, que el caballo relincha, que la vaca muge, que el perro ladra, que el gato maúlla YO…………CALLO PERO EL CIELO RELAMPAGUEA 250 SAÚL SÁNCHEZ 15. CIUDAD “Después sobre el pináculo donde el albor culmina oigo el rumor… es Medellín…” (Barba Jacob) ¿Y qué nombre darle a una ciudad que cada día despierta enredando sombras bajo el cuerno de la abundancia? ¿CIUDAD DEL SOL? Pero la trayectoria de Febo, como linde de luz, va del alba al ocaso, y al frente de la estrella polar, donde duerme esta urbe, el confín se hunde en el abismo de una noche profunda. ¿CIUDAD DE LA ETERNA PRIMAVERA? centurias ¡h((a!)y!) que aluviones de oro caían de las montañas, alumbrando, como Saturno, el azul de sus sueños: entonces no se conocían leyes que estamparan en los rostros garantías a una constitución; y el pueblo, sin tener que recurrir al soldado, vivía con seguridad, de un modo apacible no hollada su planta. El río penetraba en el valle como en su cuerpo surcando la tierra hasta hacerla por si misma fecunda. Y de la hondonada hasta las praderas, o por la cuesta hasta la montaña, toda ella era un inmenso parque MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 251 de fronda tropical: Inmenso el cañaveral de bestias rumiantes, inmensa la cañada de hondos peces y la caña de azúcar, y el maíz. E inmensa la peonada. Pero el céfiro sopló, airado de celos, porque otro era el amante y por el disco de metal del pastor hirió de muerte al zagal… Se fue la primavera, se holló el río de aguas limpias y comenzó esta degeneración: ¡CIUDAD LUZ! pero luz de luna, penumbra del amor donde el otro vive a la sombra de su nostalgia… ¿No fue el amor el cuerpo desnudo de un adolescente desafiando la virtud? Un ejército de miseria crece numeroso que conoce el dolor pero que ignora la venganza. Se alarga la cola del mico y el brazo del lagarto, y se funde la vida… El color es de cobre e inútil su pasión y la luz que alumbra la ciudad industrial es crepúsculo de una noche interminable. ¡CIUDAD PERDIDA! En su desolación la virgen de una muerta primavera emprendió vuelo tras un manto de sombras y sin conocer la dirección de los vientos extiende sus velas y boga hacia alta mar… 252 SAÚL SÁNCHEZ 16. PARODIA Somos gatos bandidos a los ojos del mundo. No vestimos de virtud nuestras vidas. pero la travestimos de desesperanza... El vicio es la madre a la que rendimos tributo, nos alzamos en armas y decimos: Papá tuvo fuego y pistola y yo estoy armado y listo. El mal es inmenso como loca la multitud o enorme el caudal que nos arrastra hacia el abismo Lejos, más allá del sendero, habría de fulgurar en alegre paisaje la paz de la alquería pero el gato bandido ha vuelto y ya no marrulla su voz Ahora es montés sus ojos disparan dardos de quimera y su cola arrastra una larga decepción: Lo acompaña el hambre y la miseria, lo persigue la muerte. Mientras tanto la lechuza vigila atenta el quicio que abandona. ¿Quién, chambergo, puede acercarse al nido de la sabiduría? El que no sale al encuentro de lo suyo más que por asalto reclama de su pueblo la bolsa o la vida, y el tiro le sale por la culata. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 253 El más perro fue un bandolero. Bandido el gato Se armó la gresca y se largaron con la presa, con el rabo entre las patas chupamos palo y aguantamos madera y el palo y la madera y la materia, como la ociosidad, son la madre de todos los vicios. 254 SAÚL SÁNCHEZ 17. EL ESTADO “¿El estado?¿Qué es eso? ¡Vamos! Abre tus oídos que voy a hablarte de la muerte de los pueblos. El estado es el más frio de los monstruos. Es frio aun cuando miente. He aquí la mentira que se escapa de su boca: “Yo el estado soy el pueblo”. ¡Mentira! Fueron creadores, aquellos que han formado los pueblos y desplegado por encima de las cabezas, una fe y un amor. Así ellos han servido a la vida. Pero unos destructores han tendido trampas a la multitud y eso es lo que llaman estado. Mucho es que haya todavía pueblo. Que no comprende al estado y que lo odia como un mal de ojo. Como un pecado contra la moral y el derecho”. (“Así hablaba Zaratustra”, Friedrich Nietzsche) La estrella ha alcanzado el ocaso pues el águila imperial batiendo sus alas despliega un viento devastador. Y aunque hubiese aldeas al mediodía, donde la sombra es más escasa y el sol más ardiente, Septentrión está arriba y alumbra sólo el norte… Una constelación de nautas estrecha la garganta del mundo anudando sobre el tapón de la selva las Furias y las olas. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 255 Así cae el sol, mientras la estrella vespertina señala en la penumbra el amor como destino: Somos siervo sin tierra con un estigma de marino en los ojos bogando en inmenso albur. Sólo cuando el Cristo vuelva la espalda, o se descubra la otra cara de la medalla… porque a este enorme Bajío vino a parar como nave fantasma La ciudad de Dios. ¡Barco velero inspirado por las olas en eterno vaivén! Y es inútil que se piense que se instala el amor donde los dioses perecieron. El pueblo creció linyera y no es gitano. Vive entre la espada y la pared y no tiene espalda, ni gracia para llamar las cosas por su nombre o invocar a Dios. No es más que una muchedumbre y un tumulto. Público y no pueblo. Y los que pasan por su lado o se presentan frente a él, los que se levantan sobre el templo o se sientan en el trono, no son más que extravagantes portaestandartes anacrónicos. 256 SAÚL SÁNCHEZ Pero en la selva y al pie de la montaña se eleva un arco iris de paz que devuelve la esperanza y nos transporta más allá de donde ancló el arca y surgió un arco iris de esperanza y de paz. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 257 18. RETORNO AL PAÍS DE LOS MIOS…PATRIA “Porque nada es más grato que la Patria y los Padres para quien habita lejos, así se aloje en suntuosa morada “ (Homero) Pero tampoco Telémaco pudo en su largo periplo encontrar a Ulises, pues el padre, contra todo lo que se piensa, sigue fiel al pie de la amante esposa. Mas ¿quién no encuentra como mayor placer después de la partida, volver a divisar de regreso el humo que se eleva del suelo patrio o la paterna morada? Y es aquel un pueblo rodeado de agua por todas partes, de agua y de sombras, tierra de amargas raíces, pero con el encanto del sol de los venados en las tardes de Enero. Los palacios de Europa no reconocieron al que llevaba el”pre-texto” porque eran ancianos a punto de derruirse, en su propia mazmorra. pero ni el hijo de la corte tuvo la inspiración suficiente, para confiar, regalado, el enigma de otra especie. La madre, en cambio, presiente, alegre, el regreso porque espera ansiosa que llegue la hora 258 SAÚL SÁNCHEZ en que el arco y la flecha destierren, por todo pretendiente, la ambición de la cruz y la espada. Así, pues, el hijo confía que aceptando su dolor pueda descubrir al amparo de sus miserias las cenizas del padre, ya que ella no es madre sólo por su fecundidad más por el rostro de piedad cuando reconoce al hijo adoptivo, así more transida al pie de la tumba de los que se sacrificaron en su defensa, Él es también de la misma entraña como el palo es de madera y ella guarda el secreto de su ausencia ¿No viven quienes andan ocupados en la construcción de un mundo o en la transformación del universo, o los que aún siguen embelesados contemplando el vacío de su tumba, acosados por una misma ilusión? Mas hay quienes, un poco confusos otro poco confundidos, piensan todavía cómo ocupar el trono sin casarse con la madre o también quiénes prefieren la muerte de la esposa. Ellos pretenden haber remplazado el dolor de la tumba vacía por una máquina de ostentosas operaciones, academias de la ciencia, pero lo llevan como cadáver a la espalda, cargados con el peso de sus sentencias MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 259 Los que, en cambio, aún lloran inconsolables su muerte ven alzarse por cada transformación del mundo y en la ciudad madre una tumba que arde como zarza ardiente donde se rinde culto a otro dios, De allí germina la nueva descendencia que no tiene padre en el cielo, pero un patrón ha tomado posesión de la especie para exigir, a cambio de protección inmediata, una clientela que secunde sus asaltos. Mas quien vive paria porque ronda la tierra en doloroso afán es porque busca al Padre tras un largo periplo, y no porque huya de Dios. Hoy sabe, sin embargo, que al volver a la tierra de “nadie” lugar olvidado del fervor y de la fecundidad, tiene patria , por más que no sepa donde esté hasta encontrarle un nombre verdadero. A ella regresa lleno de confiados deseos, para no buscar más, alma atribulada, practicar en vano la virtud de una ilusión. A ella vuelve abiertos los brazos de la esperanza quien descargó las manos del peso de las sentencias odiosas. A ella reclama solamente las mariposas del sueño, frutas frescas y carne, abundante juventud, 260 SAÚL SÁNCHEZ el ardiente espíritu que por sendas perdidas va buscando hace tiempos más que alimentos terrestres. “A esas manos clavadas pide ayuda aquel que hoy quiere hablar para que reconozcan sus derechos” La tierra entera ha de abrir los brazos para acoger, alma desierta, al aquel que en inmensa pena, boga en la noche del mundo y el cielo, cuerpo estéril, ha de brillar con la luz de sus entrañas. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 261 19. DECLARACIÓN Amo la paz pero del otro lado de la ventana soplan vientos de guerra. Si al menos estas trombas tuvieran que ver con grandes gestas de las que cuentan las leyendas pero es crimen no más, que siembra cuerpos como estacas en sus campos minados. No hay combate, no hay lucha, no hay honor: El que mata no hace una hazaña para alcanzar una victoria, sólo teje la perfidia y la alevosía y la acompaña de ambición Su valor es la insolencia o la desfachatez pues ¿qué coraje alberga aquel que no enfrenta un enemigo y no dispara más que desde donde una mano invisible aprieta su gatillo? Automático como su pistola no es un hombre sino un maniquí. El combate, empero, busca la honra y tiene honor, sólo él produce la gloria. La violencia, en cambio, engendra monstruos y lo que alcanzan es la in-famia pues lo monstruoso no tiene nombre 262 SAÚL SÁNCHEZ ni espacio en ningún ser inteligente o ente racional Y nada más monstruoso que alguien quiera hacerse a la sombra dueño de la vida y de la muerte. Pero la deformidad será total cuando busque acallar al que piensa porque no tienen cómo responderle Un mundo de bestias, no de hombres, un rebaño de perros hambrientos. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 263 PATRIA (A JAIRO) (6) (6) “Estos textos también fueron escritos en París, durante una estancia de dos años en Europa, entre los años de 1976 a 1978, viviendo en compañía de mi hermano Jairo y “Rosita”, su esposa” Saúl 266 SAÚL SÁNCHEZ CANTO 1 EL MAR Y EL CIELO Patria, Cuál es tu nombre? Cómo te conquisto? Qué dioses tutelares te protegen? Cómo empezar la historia que te falta? Qué cauce me conduce hasta tu origen? Qué eres? Cómo eres? Te he visto alguna vez? Conozco el cielo cuando de niño yo iba allí de modo diferente: Subía hasta la torre de la iglesia para encontrar un pájaro y en vuelo eterno, en ronda interminable, yo era como un cuervo, que volaba, mirando con nostalgia su destierro. Algunas veces ascendí, envuelto en una nube de alegría. Como tea encendida convertido en globo de ilusiones quería ir más lejos. No era por nostalgia que ascendía, en mi vuelo MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 267 era una ronda de remordimientos. Yo era niño en aquel día, brincaba como un ciervo, e iba en pos del cielo, que cubrían las nubes de mi pueblo. Quería ver a Dios, tenía la esperanza de hallar el trueno de su voz que retumbara no más que en mandamientos. Pensaba hablar con él y ascendía, Dios sabe que ascendía, como un hilo de luz hasta perderme casi, hasta fundirme con el viento. A veces parecía que no era el cielo donde habitara Dios. o que él se retirara con su séquito, al corazón del monte: El viento era más fuerte, la tempestad más honda, tímido como un niño, lleno de aspaviento. descendía. Yo era un cervatillo al que espantaba un dios silvestre, o a quien la luna le inspiraba miedo. Volví a subir al cielo 268 SAÚL SÁNCHEZ otra mañana en alas de los cuentos, fue en la escuela, en el color azul de los cuadernos, en las estampas de un breviario … Pero esta vez el cielo tenía otro aspecto: Los mapas lo pintaban horizontal como la tierra y me dijeron que llamaba océano. Un mundo de aventuras empezaba a partir de aquel día. Y Dios? Dios, quien sería? si irremediablemente no puede faltar él en ningún cielo? El mar! El mar que era un ensueño, que era inmenso más que el mundo, que era más oscuro que el universo, sería más que Dios: En él eterno, en él viviente. Yo mismo su habitante. Yo inmenso. Yo infinito en él. Yo en él pudiente. Yo en él sólo Yo, Dios … Aquella noche el mar no estaba sólo, MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 269 Dios era como yo, si era Dios: un poco tierno, un poco descuidado, un poco amante y un aventurero. En adelante, el cielo iría a estar más lejos. Y el reino de los cielos: ¡El mar ! El mar constante, el mar que por no visto. más inmenso, tendría un primer puerto: La luz que lo alumbraba me acercaría a un reino eterno. Por más que la pupilas de este mundo tengan otro color, la chispa mágica que encontré en mis sueños ha de alumbrarme siempre en aquel puerto. Después, el cielo fue otra cosa: Fue silencio, fue nube cada día, fue una espesa nube de amor o desespero. Después, el cielo no fue cielo. 270 SAÚL SÁNCHEZ Aún hoy no es cielo todavía, es verdad que aún alzo los ojos para mirar las nubes … Que sigue el sol conforme, pero más bien prefiero ver la noche en que cayó mi estrella; no negaría que aunque tirite lejos si es que centellea todavía, Dios está allí, azul, lleno de espumas, como pensé encontrarlo el primer día de mi ascensión. En cuanto al mar lo he visto, lo he mirado “mis ojos vagabundos” lo han tenido, lo he surcado a pedazos … Hoy lo atravieso diariamente para encontrar lo que dejé buscando a quien me deja río arriba. Hoy bogo mar adentro, como el niño que vuelve cada noche a ver el puerto. En cuanto al mar yo tengo que decir que allí he perdido MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 271 las veces que he querido inútilmente. En cuanto al mar, yo tengo que contar que tiene espumas o que está haciendo frío … Patria ! Tú no eres como el cielo, si soy yo como tú … o acaso soy tu dios? Yo nunca he visto que el mar que te circunda tenga un puerto de amor. Las luces que allí fulgen llevan olas de sangre de la herida del tiempo, en que hace tiempos, se espera que un dios nazca. Los pájaros que cruzan tus espacios no se detienen nunca. Hay un cielo de sombras en tus llanos como hay un mar de sombras en mi vida. Hay un océano de espumas que choca con tus ruinas. Hay un fondo de luz que nunca flota en un día de fiesta. Hay una historia que no surge nunca. El cielo que tú invocas no tiene dios, Patria, por dónde empiezo a ver tu día ?. 272 SAÚL SÁNCHEZ CANTO 2 LA TIERRA Y EL SOL Hoy que ya he visto otro horizonte, que he descubierto lo que estaba “allá tras las montañas donde se acuesta temprano el sol”, que he palpado las fronteras de quien moraba “oculto por mi amor, dios solitario” que he viajado con el tiempo a un tiempo que no parece nunca que termine. Hoy, sin embargo, vuelvo a ti, aldea. Tú eras la tierra entera, en ti también había cada día un alba y un ocaso. Los pájaros del mundo te cantaban cada madrugada. Y un pavo real multicolor, se pavoneaba por el parque anunciando en su canto el paraíso. Tú eras el mundo, tierra: Tenías Dios: Tus calles cantaban la leyenda de la creación, sólo que el primer día de tu vida no empezaba por la luz, si no por las tinieblas. Eras un caos adorable de tempestad, de lluvia y de tormenta. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 273 Yo conocí al principio de tus días lo que era un cataclismo. Eran tus cumbres, tus peñascos, tus abismos, tu nudo eterno de montañas, las borrascas que desataba el cielo, el manto oscuro de la noche y el rayo que la rasga en su silencio; cómo querías que no naciera en mí este deseo de un derrumbamiento? Yo soy eso. Cada hijo que alimentas. Vivimos diariamente de la ilusión de tus desilusiones. No era que no hubiera un pastor que cantara sus endechas, no era que no sonara una guitarra con un canto de amor: Faltaban las ovejas, pero en tardes de fiesta, cada mozo sacaba a su morena, para ir a una playa que inventaban escarbando la tierra. Que extraño era, la aldea, atravesar el tiempo por tus calles. Yo mismo me sentía forastero de un país, que al fin he descubierto. Yo mismo iba silencioso a rendir culto al cementerio a un dios que agonizaba entre las hojas de laurel … Que extraño me sentía y que extranjero! 274 SAÚL SÁNCHEZ Y no es que no hubiera algarabía, yo oía las campanas tocar a vuelo. Todo el pueblo miraba la torre de la iglesia y el cielo estaba azul ! Quien no sabía que “un enjambre de errantes golondrinas” se iba a posar al templo? Pero aquel día de verano yo era un niño que no aprendía a amar el campo más que por los cuentos. Yo conocí al principio de mis días lo que era un desierto. Y el roble? el eucalipto? el plátano que hacía sombra protectora a los cafetos? y la naranja y el banano? Ellos formaban como un bosque que no tenía faunos. No había ninfa alguna en las quebradas. Ningún arroyo se miraba en los ojos de Narciso para sentirse bello. Ningún Narciso se acercaba a las pupilas de un arroyo para amarse sin escuchar a Eco. No era posible que los campos crecieran desolados que sólo hubiera azucenas en el templo. Yo comprendí muy niño, pueblo mío, que el dios que te amparaba MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 275 estaba muerto. Desde entonces, yo busco un dios. Por eso fui al campo y fue a la tierra a quien le di mi primer beso. Por eso, desde entonces, aunque crece un desierto de amargura en el fondo de mi alma, aunque he vagado por la tierra de destierro en destierro y de alma en alma, yo, hombre, espero ver desnudo el mundo entero en las playas del mundo, en los campos de mi tierra. Mujeres como ninfas en los ríos y jóvenes violentos acariciando el cuerpo de la tierra para que con su semen se formen las borrascas para que los orgasmos caven los abismos y nazcan otra vez el sol y el monte y un nuevo dios despierte en los potreros. 276 SAÚL SÁNCHEZ CANTO 3 EL CAMPO Que el mundo sepa que el padre que tenemos no era un pastor errante. Que aprenda el mundo que si la tierra tiene sementeras no hay campo para Baco. Que conozca que no crece la espiga y que callaron los silbos para rasgar las tripas de los gatos. Que el mundo aprenda, lo que también nosotros ignoramos. Que no hay padre sino hay Dios y hasta Dios sabe que si no hubo vino suficiente para libar, ni pan, no hay larario. Hasta los dioses saben lo que los hombres olvidaron: Que los dioses que amaban las orgías, no llegaron. Que están sin voz los campos y que hay que cantar … Hasta los dioses saben que el mundo es un poema comenzado. No tiene Dios el nuestro? No tienen padre nuestros campos? Hasta Dios sabe que a él hay que buscarlo MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 277 no con la estrella del marino, los mares tienen hambre de los campos y una furia infernal … No por la tarde, con la estrella del pastor que está en oriente. Es verdad que ella promete un tierno canto y que en la noche tibia no hay nada más humano que dormir bajo el cielo en que una estrella alumbra … Pero el hombre que sigue una estrella o tiene que vivir buscando astros o siembra olvido en campos desolados no tras la estrella entonces aunque el cielo en que brillen parezca más inmenso que los campos. Tampoco tras las nubes: Es verdad que ellas caminan con el viento y que nos sirven como alas gigantes para alcanzar la altura de los pájaros. Pero el soplo del céfiro viene también de oriente y va a occidente; y Eolo, de los mares. Más, hay, el soplo que esperamos no tiene a Dios al sur ? No sentimos que el hálito es divino si pasa las fronteras? No esperamos que las Furias por fin alcancen la justicia? 278 SAÚL SÁNCHEZ A Dios hay que buscarlo y Dios lo sabe, en el campo. No necesariamente en un pesebre envuelto en pajas. En el campo. No más. O bajo un árbol. Sobre un camino que no conduce al cielo, en la “senda perdida” en la vereda que se hunde en los rastrojos. Él está allí. Está sin ton ni son Está sin voz el campo: Escucha su silencio: “ara y canta” Campos de soledad? mustios callados? “estos que vez ahora serán un día pompa y alegría”. Canta, canta, todavía. Campos desolados? No tienen primavera cada día? “Campos de paz”? no hay otoño en cada “vespertina”? Mira lo que existe. Mira, mira: No hay niñas, ni hay trigales, pero crecen, permanentes, eternos campos de maíz. Será el olimpo tan extraño que no haya un dios que guste la mazorca ? No hay rebaños de corderos pero el campo en que la noche nos sorprende “tasándonos”, MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 279 no necesita un pacto: Que pase el ángel de exterminio porque no es tiempo, ya, de hostias pacíficas, para un lugar donde el extraño es amo. Pero un campo como el nuestro tan largo como el día … Un campo que no alcanza a atribularse, pero con pena y daños sin medida, si necesita un sacrificio no será el de la oveja perdida de un rebaño, si no una hecatombe, entre tanto: Si no hay pastor existe algún vaquero que observa con sus vacas en los charcos, si no hay cabaña, hay choza en los barranco donde espera a su vaquero pilando una muchacha. Si no hay Simún existen las borrascas y el ventarrón o el vendaval y el fuego. Si no hay un nauta, o un cochero que atraviese fantasma por el campo tenemos la leyenda de un viajero: Él era un noctívago 280 SAÚL SÁNCHEZ que buscaba la hormiga y la esperanza. En las noches sombrías canta un gallo aunque no cante el búho. Vigilan en los pastos los lagartos, corre el agua de la fuente, y si no están las Náyades bañándose hay muchachos que juegan como espuma al pie de la corriente, No hay flor de loto, Ni cáliz de amargura, ni copa de oro, ni ánfora, ni crátera, pero cocida al fuego con el barro está la olla que contiene la historia de un antepasado. El tulipán no crece en los tapices, ni el clavel, como tampoco la falange para una historia de conquista, ni un leño, ni el hierro que no hemos fabricado. Pero esta la piedra que lo mismo esculpe la esperanza que el pasado. Y en esta cadena de montañas que llaman cordilleras tal vez no es el parnaso porque el que muere al pie no va a ser Layo. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 281 Pero tenemos un jardín o un campo y esto es lo que cuenta para que haya poesía o nazca dios o vuelva, al fin, el canto. Tenemos ¡TIERRA ENTERA! descubierta hace tiempos por los pájaros: Está el maíz que pone el sacrificio para la inauguración del primer día. Están las piedras que trazan la leyenda para la orientación de los que siguen, y hay un surco de sangre en nuestros campos que pone la medida de los límites, qué falta, PATRIA, para que venga el padre o llegue, al fin, el día del gran año ?. 282 SAÚL SÁNCHEZ CANTO 4 CUMBIA La fiesta empieza hoy. Un barco gira en torno de los brazos de una mujer. La danza negra absorbe el fuego de la tierra arde el cielo y el litoral se enciende abriendo a cada paso la tormenta. No hay mar en calma. No puede el mar oír en vano un canto de locura y estar en paz. Va y viene el mar de leva como los hombres en la playa, como la tierra entera que anochece con infinitas ansias: La cumbia las desata. El ritmo es danza. La pasión es danza. La vida es ritmo y es pasión y es danza. Aún giran y gira en la embriaguez del ritmo una ola. La espuma la secunda como si fuera su sudor. Hay que bailar, MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 283 más que cantar o más que fatigarse o hay que cansarse de pasión y hay que vivir: El litoral del hombre no tiene otra pasión que la de ver el mar y sentirlo menos inmenso que la vida. El mar del mundo no tiene otra verdad que su nostalgia. El mar, el mar abierto empieza en una fiesta. La vida tiene fin cada mañana. La noche es santa, los poetas saben que están en ella ebrios de amor por cada hora que pasa. El hombre que labora conoce el límite del mal y de la muerte. La danza es la respuesta desdeñosa del hombre que la abraza. La tierra tiene sed, mi alma tiene sed, el mar tiene hambre, qué nos falta a los tres para una danza? La fiesta va a empezar: Esta es la hora en que celebra el mundo el nacimiento de otra danza. El barco, la chalupa 284 SAÚL SÁNCHEZ y la piragua se mueven en la playa. Más allá está la sombra. La oscuridad sigue perpleja suspendida de la noche y del mundo: Se espera que un dios nazca: se anhela en esta hora de tinieblas que haya otra vez paz. El baile es el signo más terrible de una ansiedad suprema. La fiesta es un rito funerario de un día de tormenta: el mar sigue rompiendo con la ola, la tierra sigue sorprendida, sigue temblando el alma: Esta, si es noche de fiesta, no es menos noche oscura que una noche del alma en un día de estériles plegarias. El ritmo suena aún: la tierra danza se aleja el mar? se aleja? La fiesta que empezaba con las sombras no puede terminar en la alborada con un ritmo de fuerza: No pueden los poetas hacer más sacrosanta que la noche, una mañana. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 285 No puede el hombre con la vida mientras el día tenga que marcarse de unas constantes ansias. En el mar la barca y las piraguas se alejaron y vieron que era más inmensa la pena que la gracia. Los hombres regresaron a sus casas y el litoral aun reviste un parapeto de murallas esperando una guerra imaginaria. El día es azul, colmado, tenue. Se escucha el mar, el yunque, algún pájaro que vuela por el parque o alcanza una ola. Riela el alma como pálida luna en sus recuerdos. El mundo está que estalla de pena y de pasión, y al ritmo del calor del día empieza otra cantata. Otra queja. El fuego, la pasión. La tarde, el cielo. La vida aun aguarda: Suena el tambor y aunque el calor abrasa aunque la sombra entre las sombras crecen aunque se quede el mundo sin un alma 286 SAÚL SÁNCHEZ y el horizonte siga suspendido entre un cielo sin luz y un mar en calma, aunque sienta que el alma esta desierta, por entre un ritmo de locura, de esperma y de pasión la fiesta avanza. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 287 CANTO 5 A MEDELLÍN EL VALLE, EL MONTE, EL RÍO Yo que era de una cuesta imaginaba el valle de sur a norte como vega de un río, yo lo pensaba lleno de potreros y esperaba decir como un POETA VALLE FERTIL: Yo quería cantar, yo que habitaba la montaña que era como Olimpo santuario de los dioses o como Monserrat de cantos funerarios buscaba otro santuario que no fuera un sepulcro; yo quería una cumbre de pasión, yo que veía el río con nostalgia hasta oír trovar a un boga ausente soñando que volvía buscaba la corriente que me llevara al mar, yo tantas veces te imagine de mil maneras ciudad de luz? 288 SAÚL SÁNCHEZ no tanto como lumbre no tanto como montaña como un monte y el río, siempre el río que descendiera al mar y transportara mi alma hasta su fuente pero hoy descubro que en el valle el viento sopla de norte a sur que es Aquilón, que arrastra potreros y tuerce el árbol y que sólo permite la maleza donde nació una flor. Posiblemente el parque de mi pueblo sobre el pico del mundo era más tierno posiblemente era mejor el sietecueros que el café o el tabaco. Hoy pienso que la montaña, que era antes un Parnaso, no es más que un horizonte donde termina el corazón. Posiblemente la vida de mi pueblo era como sus faldas cuesta arriba pero la gente iba subiendo hasta alcanzar como la oruga la montaña, su imagen MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 289 y la vida; y el río? qué cuerpo débil qué poco encanto en sus riveras qué poco curso tiene qué arenas y que muerte tal vez sólo en la fuente de mi pueblo pueda decir como el poeta “los arroyos caen” y en la caída, y en su muerte y en un torrente de impaciencia genere más potencia que esta que deshizo la ciudad en mierda y la hizo impotente. Tu río. Tu cuerpo débil tu cuerpo que no conduce a nada ni a tu muerte; tu río de aguas sucias es la señal más honda de tu suerte. 290 SAÚL SÁNCHEZ CANTO 6 RAZA (A Manolo y Alcira, peruanos. París, diciembre 1° de 1977) Era como el dios Pan: tenía cabras y corderos. El mismo tañía un caramillo cuyo eco retumbaba por los montes. Vivía en las montañas, de cuando en cuando se asomaba a los abismos para ojear su caza. De cuando en cuando, como el viento, iba de cima en sima. El mismo era dios el sólo disfrutaba de su cielo el monte era la vida o la pirámide o el infinito templo. Y aún flotaba como ellos bajo la acción del tiempo. No marchaba no caminaba a pasos largos no viajaba cerca estaba el maíz, no lejos iba el río, y sus andanzas eran su destino sin senda por la selva o por el monte MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 291 sin ruta por el valle o por la pampa, solo era andar, andar el tiempo exacto de la vida. Por eso supo que los astros contaban a los valles su leyenda. Su tiempo no era el tiempo de la guerra ni su descanso era la paz Su tiempo era la cosecha o la caza y la fiesta. Su vida era el rito cotidiano de un alba de embeleso y de un son crepuscular. El mismo adoraba su sepulcro y ascendía a su templo para invocar la fuerza del pasado. El mismo era solemne y silencioso como el monte por eso como Pan tenía patas de venado con alma de pastor y un falo que alcanzaba para preñar los pájaros y el río. Los dioses lo miraron como Extraño, los dioses de palacios y de cortes los de modales finos, los que tenían temor de dar su carne 292 SAÚL SÁNCHEZ a la confianza del amor. Aquellos que guardaban en encajes la flacidez del alma se rieron de su alma y de sus pies cayados. No era hombre! No cabalgaba! No marchaba en un cortejo de guadañas, no arrasaba la tierra, no mataba, sólo sacrificaba y comía pulcramente de la caza: La asaba o la cocía más no en orgías de impiedad. Aunque aplacara la tormenta con las entrañas de sus ritos, aunque por darle fuerza a las pirámides derramara la sangre de sus hijos sólo por la vida, lo hacía sólo por la vida pues sabía que tenía otra vida aún más honda y un cielo aún más alto que la noche. Pero los dioses de la risa y de la burla se asustaron porque iba desnudo porque saltaba como un gamo MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 293 y porque para amar no usaba las palabras. Los dioses de la envidia y la avaricia codiciaron su entereza, se dijo que era el pánico pero él no lo sembró, se tejieron las leyendas pero el no hizo el crimen ni el delito sólo inventó el sacrificio y la danza y el mito entonces el que habitaba las montañas pasó a horadar los socavones y a repetir con hierro o por la espalda la historia. Todo quedo desierto todo parecía a punto de espirar la montaña era fría, densa, oscura llena de tinieblas y no había un dios que la habitara. Pusieron una cruz y en aquel sitio se calló la flauta aún hoy suena más que la guitarra aún hoy se levanta un cúpula solemne y poco a poco se congela el alma aún hoy, la tierra tiembla y no hay leyenda que la cante 294 SAÚL SÁNCHEZ aún hoy la historia continúa y el hombre sigue pensando que no hay gracia aún hoy se sigue calculando y no hay leyenda que despierte ni mito que explique porque se acuesta el sol porque en la noche no vuelven las estrellas a acompañar la danza sin leyendas, en la tierra no hay signos de pasión no tiembla la mañana no se estremece nada no vuelve la serpiente para anunciar la vida no se miran los ojos de la rana con presagios de lluvia no hay sortilegio entre las plantas era como el dios Pan tenía cabras y corderos y una flauta que no ha vuelto a tañer para agrupar de nuevo la manada. Un dios que había enseñado amante, a quien amara, el canto del pastor. La tierra, entonces, MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 295 el prado y las riberas, las montañas no estuvieran desoladas. Y él viviera y otro pastor enamorado respondiera y otro son sonara. No fueron, pues, jardines de recuerdo estos campos sin flauta fueran florestas de ilusión en los que el caramillo acompañara la guitarra pero vino la muerte con la espada y se posó inclemente la Cruz… Si un nauta al menos…, si otro nauta, que remontara las riberas, subiera a las montañas y volviera a anunciar desde la cumbre otra historia de amor que no empezara con la muerte y no acabara con la desolación. Si, al menos, de los gemidos de las playas otros manantiales y otras fuentes brotaran y otras razas si en vez del son de los tambores 296 SAÚL SÁNCHEZ se escuchara su flauta si aún sin sacrificios se oyera la guitarra si esta voz cantara y respondiera al son una comarca … MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 297 ADENDA (1) “TITANES” En la alborada, cuando el sol anuncia la llegada -del viejo monte tras la enhiesta cumbrepálida polvareda sonrosada sobre un fondo vivaz de aurina lumbre; cuando en fuga cobarde la tiniebla huye dejando en libertad la niebla, que lenta emerge simulando blancos corderos soñolientos por los flancos de los Andes excelsos… A la hora en que a la vida la creación despierta, los vi subir. Con planta zapadora, cual si estuviese la montaña abierta a su empuje viril, gallardamente ganaron todos la empinada falda, con un gajo de ensueños en la mente y un manojo de hierros a la espalda. ¿Qué quiénes son ? ¡Miradlos! Su apostura su ferrada, nerviosa contextura, denuncia a la raza de titanes que en ocultas, complejas selecciones fueron para domar los huracanes, fueron, para vencer los aquilones. Vienen de lejos, de un pasado ignoto, y en su alongada, fatigosa marcha no los detiene ni el ladrar del Noto ni los fieros mordiscos de la escarcha. De la lluvia tenaz bajo el flagelo, o al bochorno de soles implacables, MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 301 sin otras armas que su fe y su anhelo, avanzan indomables….. Van en pos de la tierra prometida que mana leche y miel; por entre breñas van a colgar el nido de su vida en el ápice azul de las montañas. Desde la cima su mirada abarca, de la aurora a los diáfanos clarones, la faz de la comarca llena de selva virgen y rumores: Del viento se oyen los mugidos roncos desatados por cuencas y cañadas, y del peñón en los taludes broncos el insomne gritar de las cascadas. El furioso torrente, en la profunda hoya, en espumas su caudal convierte, y el río, allá, la umbrosa vega inunda y de jugoso limo la fecunda, vida regando en viaje hacia la muerte. Hervorosa la vida en la floresta se siente borbotar. La alada orquesta que al principio no fuera sino arpegio blandamente sutil, al sortilegio de la divina lumbre que surgía, tornada en wagneriana sinfonía, por las hebras del aire, hacia el oriente fue a saludar desde el picacho ingente al regio mago genitor del día. Y allá, desde la virgen cordillera, en el orto fugaz de la mañana, miran los peregrinos la lejana región inculta que el arado espera. Allá, de pies, los musgos por alfombras, 302 SAÚL SÁNCHEZ por doseles los cielos infinitos, les finge el farallón agudos gritos al espacio sin límites ni sombras: Es la tierra pujante cuyos senos parecen estallar, de vida plenos; es su fecundidad que los convida con dadivosa voz, serena y fuerte, a buscar los veneros de la vida en los mismos ribazos de la muerte! Resueltos, sin cejar, una mirada echan los rudos instrumentos, que en lucha con los propios elementos han de darles el triunfo en la jornada. Muy escasos los ven para su empeño, muy endebles, verdad, para su empresa; más, basta a cada cual su fe y ensueño para tornarse de la tierra dueño, rey y señor de la naturaleza. Por eso cuando el sol su lumbrarada enciende en los lejanos horizontes, destaca mil abiertos por los montes a golpes del hacha despiadada. Y a medida que mira los peñones de accidentada faz, áridos, secos, su ojo descubre huecos y más huecos de entrada a prodigiosos socavones. ¿Qué hacen allí esos hombres? Cual tatuejos rebujados en sombras sempiternas, del ansiado metal tras los reflejos, escarban incansables las cavernas. Ora siguiendo la blanduja falla do el oro acopia sus enjambres ricos, MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 303 al redoblado canto de sus picos truecan en polvo la preciosa malla. Ora empotrando en reducidas bocas e inflamando violentos explosivos, ponen a vacilar, cual seres vivos, los basamentos mismo de las rocas. Y el sudor enjugando que gotea de sus rostros rugosos, los mineros van nuevamente a la improba tarea por sobre los regueros del escombrado mineral, en cuyos senos oscuros el metal chispea, como, en las noches negras, los cocuyos. Unos tras el diamante, que destella -hermano del carbón- rútilas aguas; esos, tras el rubí, sangrienta y bella luz que remeda el fuego de las fraguas; todos en pos de los difusos rastros del calor y la luz por los abismos, el fulgor despedazan de los astros coagulado en eternos cataclismos. La esmeralda es almendra de luz verde que de la ganga en el riñón se pierde. Del cielo nocturnal es un suspiro hecho gema en las rocas, el zafiro. Un carbón del incendio de la tarde es el rubí que en los subsuelos arde. Lágrima de la estrella silenciaria que apunta en el oriente matutino, es esa gota de fulgor y hialino la diamantina gota solitaria. Cordón lunar que entre la peña ondula es la plata ya sola, ya en connubio 304 SAÚL SÁNCHEZ con el oro a quien ama, a quien adula, y fundida con él, con él circula en vedija de pelo cano y rubio… Piedras preciosas, oro, hierro, cobre, nada hay que a su pujanza no recobre o trate de cobrar en su pureza toda la libertad, todo el derecho del fin para que todo fuera hecho. Así el cobre y el hierro –solidariosfingen, de la fusión a los desgonces, algo cual eco de remotos bronces en lejanos, ignotos campanarios. Así el oro chispeante en las moronas de los reyes recuerdan las coronas. Y los hornos que templan los aceros, recuerdan los hidalgos caballeros de rancia cuna, indiscutible fama, siempre dispuestos a salir, guerreros, “por su Dios, por su patria y por su dama”. Más, Dios, ¿qué miro? En la comarca andina la selva virgen, fue. Como barrido vese, en tiempos, el suelo por las rachas, así el inextricable bosque ha sido al golpe irresistible de las hachas. Fiancos, quebradas, cerros y laderas, donde antes sus profusas cabelleras trabara el monte en apretados líos, todo se va cubriendo de plantíos, de risueñas idílicas praderas. Donde antes fueran bosques seculares, cual bandera triunfal, una azulina diáfana gasa de humo determina MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 305 la fundación de prósperos casares. En algunos repliegues de las faldas, del suelo ennegrecido por las quemas, brota el maizal cual verdeantes gemas, como una lluvia de luceros gualdas. Por doquiera la selva primitiva han domeñado ya los campeones; toda esa fuerza desbordante, altiva, la han uncido al corcel de sus tendones. Por eso, a los clarores matinales, la bullidora brisa, en leves giros, anda a robar suspiros y suspiros en la graciosa red de los trigales. Del río, abajo, en la anchurosa vega, poblada ya de ubérrimas estancias, la caña dulce su florón despliega y la enramada del trapiche riega en el cálido ambiente sus fragancias. El platanar columpia en sus airones su fruto suculento en gajos de oro, y alza la palma en su plumón sonoro racimos de sangrientos cuajarones. Dorada al pie, sobre el ribazo brusco, la reina de la vega al aire embriaga, y al anticuario su afición halaga como copón de modelado etrusco. En torno del caney la solanacia de hojas nervadas el aroma exprime que, en humo azul, del tedio nos redime cuando en volutas lánguidas se espacia. Arriba, por las lomas, so la breve alta umbela cimbreante de abedules, la noche exalta en sus serenos tules del cafetal la floración de nieve. 306 SAÚL SÁNCHEZ Por donde quiera que la vista vierto ansiosa, conmovida, con emoción indefinible advierto que la vida anterior, salvaje, ha muerto dentro de la cuna de la nueva vida. Como un canto al hogar en los confines de los gallos se escuchan los clarines. Mansas greyes dejan oír, paciendo por los cerros, el eglógico són de los cencerros. Se oye el mugir de resignados bueyes que súbito se pierde entre el sonoro bufido limpio y retador del toro. Allá, por los senderos, se percibe el cantar de los arrieros. Y toda aquella franca algarabía, todos esos rumores, son un himno de gracias que a porfía canta la tierra a sus dominadores. Tiendo la vista más allá. ¿Qué veo? Antes que lo quisiera mi deseo, de la falange incontenible, al brío, se transformó en ciudad el caserío. Los hombres, como hormigas, fábricas alzan de grandiosos templos, y todos para todos son ejemplos en la tenacidad de las fatigas. Los hijos de los rudos campeones que taladran del monte los riñones, hundidos en la atmósfera del horno o perennes apéndices del torno funden, ligan, trabajan los metales que serán en las cuerdas vivo enjambre de notas musicales… MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 307 El alambre será calor y fuerza y movimiento, y uniendo prodigiosos mecanismos, llevará por la faz de los abismos veloz como el pensar, el pensamiento. ¿Qué fue de la cascada, qué del río, que disparara en iris y en fragores, bajo la urdimbre de follaje umbrío, al propio empuje de su ser bravío, su primitivo instinto de furores ? Vedlo, allá va. Por esa tubería aprisionado, mudo, vergonzoso, desciende a la ciudad donde el Coloso pone a prueba su fuerza y energía. Y él que siempre anhelara hacerse niebla, volar trocado en diáfanos vapores, ha sido condenado a la tiniebla de un subterráneo cuyo ambiente puebla el eco peculiar de sus clamores. A su impulso los ejes de las ruedas Peltón, veloces, en las cuevas rotan accionando otras ruedas que rebotan luz, y calor, y vida… Las veredas que a la ciudad confluyen negras se ven, cual densos hormigueros de abigarrados grupos montañeros que, presuroso, a la urbe afluyen. ¿Por qué se agita así la muchedumbre? ¿Por qué por los senderos de la cumbre alegre rueda la avalancha humana? ¿Por qué se emula así en andar aprisa? Oíd ! que allá en el alto campanario, 308 SAÚL SÁNCHEZ loca de alegre la primer campana anuncia al fin que en el primer santuario va a celebrarse la primera misa. Así, el titán, que sólo se doblega sobre el terrón que con su vida riega diariamente, ayudando en su fatiga, al enigma del grano y de la espiga, de su creencia en pos del más lejano pegujal del Ande, viene a postrarse ante el misterio grande de la harina hecha Dios…! ………………………………………… ………………………………………… Es venida la noche. Sobre el mundo se comba el infinito formidable infundiéndole el alma de un profundo silencio que lo aduerme imperturbable. En las abras fronteras las cabañas encienden sus hogueras, a cuyo derredor la campesina turba, sobre tapiz de ásperas hojas, en complacida charla peregrina, descansa, desgranando las panojas. Una grata dulzura, una dulzura que tiene de placer, caricia y llanto, llega a las almas como nota pura que fuera luz, y lágrimas y canto… Recónditas, lejanas resonancias, vahos de savia, cálidas fragancias, súbito hienden la quietud sedeña: Es la voz de la tierra agradecida! es la voz de la tierra, que dormida, con el TITÁN que la domara, sueña….. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 309 SAÚL: ANÁLISIS DE “TITANES”: De muchos es conocido que la obra más importante de Francisco Giraldo Hernández fue aquella con la que obtuvo el “Premio Nacional de Poesía” en 1917, “TITANES”, en el centenario de la muerte de Policarpa Salavarrieta. Es extraño que esta obra haya obtenido un premio en esa fiesta centenario, pero según los reglamentos, dos eran las maneras de participación y dos los premios: para un “Tema Libre” o con el “Tema de Policarpa Salavarrieta”. Francisco Giraldo ganó el primer premio del tema libre, una “Violeta de Oro”, que le fue entregado en acto ceremonial en el Teatro Cristóbal Colón de Bogotá de las manos del “Maestro” Guillermo Valencia. El poema mismo es una inmensa Silva, un cierto estilo de poesía, que se practicó mucho por aquellos tiempos patrios por su carácter altisonante y de las que se conserva grata memoria en la historia literaria de Colombia especialmente de tres, la “Oda al Libertador” de José Asunción Silva, “Junín” de José Joaquín Ortiz y “Anarkos” de Guillermo Valencia. El poema “Titanes” gesta de una civilización. Su tema: la colonización que hace el pueblo de Antioquia hacia el suroccidente colombiano y los hitos o caracteres de la misma. Primera parte: A la manera bíblica, el éxodo que emprenden colonizadores antioqueños en busca de nuevos asentamientos o nuevas tierras: En la alborada, cuando el sol anuncia la llegada -del viejo monte tras la enhiesta cumbrepálida polvareda sonrosada sobre un fondo vivaz de aurina lumbre; 310 SAÚL SÁNCHEZ cuando en fuga cobarde la tiniebla, huye dejando en libertad la niebla, que lenta emerge simulando blancos corderos soñolientos por los flancos de los Andes excelsos... A la hora en que a la vida la creación despierta, los vi subir. Con planta zarpadora, cual si estuviese la montaña abierta a su empuje viril, gallardamente ganaron todos la empinada falda, con un gajo de ensueños en la mente y un manojo de hierros a la espalda. ¿Qué quiénes son? ¡Miradlos! Su apostura su ferrada, nerviosa contextura, denuncia a la raza de titanes que en ocultas, complejas selecciones fueron, para domar los huracanes, fueron, para vencer los aquilones. Vienen de lejos, de un pasado ignoto, y en su alongada, fatigosa marcha no los detiene ni el ladrar del Noto ni los fieros mordiscos de la escarcha. De la lluvia tenaz bajo el flagelo, o al bochorno de soles implacables, sin otras armas que su fe y su anhelo, avanzan indomables... Van en pos de la tierra prometida que mana leche y miel; por entre breñas van a colgar el nido de su vida en el ápice azul de las montañas. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 311 Segunda parte: El encuentro con esa “nueva tierra” que al igual que la bíblica está colmada de ricos tesoros que el poeta describe de la manera siguiente: del diamante: -Hermano del carbón- rútilas aguas; de la esmeralda y el zafiro: La esmeralda es almendra de luz verde que de la ganga en el riñón se pierde. Del cielo nocturnal es un suspiro hecho gama en las rocas, el zafiro. del rubí: Un carbón del incendio de la tarde es el rubí que en los subsuelos arde. Lágrima de la estrella silenciaría que apunta en el oriente matutino, es esa gota de fulgor y hialino la diamantina gota solitaria. Otras piedras preciosas y otros minerales: Piedras preciosas, oro, hierro, cobre, nada hay que a su pujanza no recobre o trate de cobrar en su pureza toda la libertad, todo el derecho del fin para que todo fuera hecho. Así el cobre y el hierro -solidariosfingen, de la fusión a los desgonces, algo cual eco de remotos bronces en lejanos, ignotos campanarios. Así el oro chispeante en las morenas de los reyes recuerdan las coronas. Y los hornos que templan los aceros, 312 SAÚL SÁNCHEZ Tercera parte: La colonización que se hace en aquella tierra por la fundación de nuevos pueblos: Más, Dios, ¿qué miro? En la comarca andina la selva virgen, fue. Como barrido vese, en tiempos, el suelo por las rachas, así el inextricable bosque ha sido al golpe irresistible de las hachas. Flancos, quebradas, cerros y laderas, donde antes sus profusas cabelleras trabara el monte en apretados líos, todo se va cubriendo de plantíos, de risueñas idílicas praderas. Donde antes fueran bosques seculares, cual bandera triunfal, una azulina diáfana gasa de humo determina la fundación de prósperos casares. En algunos repliegues de las faldas, del suelo ennegrecido por las quemas, brota el maizal cual verdeantes gemas, como una lluvia de luceros gualdas. Por doquiera la selva primitiva han domeñado ya los campeones; toda esa fuerza desbordante, altiva, la han uncido al corcel de sus tendones. Los productos de esa colonización que como el café, se convierte también en nueva fuente de riqueza: Por eso, a los clarores matinales, la bullidora brisa, en leves giros, anda a robar suspiros y suspiros en la graciosa red de los trigales. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 313 Del río, abajo, en la anchurosa vega, poblada ya de ubérrimas estancias, la caña dulce su florón despliega y la enramada del trapiche riega en el cálido ambiente sus fragancias. El platanar columpia en sus airones su fruto, fruto suculento en gajos de oro, y alza la palma en su plumón sonoro racimos de sangrientos cuajarones. Dorada al pie, sobre el ribazo brusco, la reina de la vega al aire embriaga, y al anticuario su afición halaga como copón de modelado etrusco. En torno del caney la solanacia de hojas nervadas el aroma exprime que, en humo azul, del tedio nos redime cuando en volutas lánguidas se espacia. Arriba, por las lomas, so la breve Alta umbela cimbreante de abedules, la noche exalta en sus serenos tules del cafetal la floración de nieve. Nuevos productos que hacen de una selva, antes virgen, una tierra fecunda: Por donde quiera que la vista vierto: ansiosa, conmovida, con emoción indefinible advierto que la vida anterior, salvaje, ha muerto dentro la cuna de la nueva vida. Como un canto al hogar en los confines De los gallos se escuchan los clarines. Mansas greyes dejan oír, paciendo por los cerros, 314 SAÚL SÁNCHEZ el eglógico són de los cencerros. Se oye el mugir de resignados bueyes que súbito se pierde entre el sonoro bufido limpio y retador del toro. Allá, por los senderos, se percibe el cantar de los arrieros. Y toda aquella franca algarabía, todos esos rumores, son un himno de gracias que a porfía canta la tierra a sus dominadores. La aparición de la ciudad como producto de esta colonización, a la vez que de la modernidad: Tiendo la vista más allá. ¿Qué veo? Antes que lo quisiera mi deseo, de la falange incontenible, al brío, se transformó en ciudad el caserío. Los hombres, como hormigas, fabricas alzan de grandiosos templos, y todos para todos son ejemplos en la tenacidad de las fatigas. Los hijos de los rudos campeones que taladran del monte los riñones, hundidos en la atmósfera del horno perennes apéndices del torno funden, ligan, trabajan los metales que serán en las cuerdas vivo enjambre de notas musicales..... El alambre Será calor y fuerza y movimiento, y uniendo prodigiosos mecanismos, llevará por la faz de los abismos veloz como el pensar, el pensamiento. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 315 ¿Qué fue de la cascada, qué del río, que disparara en iris y en fragores, bajo la urdimbre de follaje umbrío, al propio empuje de su ser bravío, su primitivo instinto de furores? Vedlo, allá va. Por esa tubería aprisionado, mudo, vergonzoso, desciende a la ciudad donde el “Coloso” pone a prueba su fuerza y energía. Y él que siempre anhelara hacerse niebla, volar trocado en diáfanos vapores, ha sido condenado a la tiniebla de un subterráneo cuyo ambiente puebla el eco peculiar de sus clamores. A su impulso los ejes de la ruedas Pelton, veloces, en las cuevas rotan accionando otras ruedas que rebotan luz, y calor, y vida ... Como señal particular de esta colonización, la impronta cristiana que ha caracterizado siempre a la raza antioqueña: Las veredas que a la ciudad confluyen negras se ven, cual densos hormigueros de abigarrados grupos montañeros que, presuroso, a la urbe afluyen. ¿Por qué se agita así la muchedumbre? Por qué por los senderos de la cumbre ¿alegre rueda la avalancha humana? ¿Por qué se emula así en andar aprisa? ¡Oíd! que allá en el alto campanario, loca de alegre la primer campana anuncia al fin que en el primer santuario 316 SAÚL SÁNCHEZ va a celebrarse la primera misa. Así, el titán, que sólo se doblega sobre el terrón que con su vida riega diariamente, ayudando en su fatiga, al enigma del grano y de la espiga, de su creencia en pos del más lejano pegujal del Ande, viene a postrarse ante el misterio grande de la harina hecha Dios....! Es venida la noche. Sobre el mundo se comba el infinito formidable infundiéndole el alma de un profundo silencio que lo aduerme imperturbable. En las abras fronteras las cabañas encienden sus hogueras, a cuyo derredor la campesina turba, sobre tapiz de ásperas hojas, en complacida charla peregrina, descansa, desgranando las panojas. Una grata dulzura, una dulzura que tiene de placer, caricia y llanto, llega a las almas como nota pura que fuera luz, y lágrimas y canto .... Recónditas, lejanas resonancias, vahos de savia, cálidas fragancias, súbito hienden la quietud sedeña: Es la voz de la tierra agradecida ! es la voz de la tierra, que dormida, con el TITÁN que la domara, sueña ... Realmente el poema Titanes no tiene una rima regular, como lo pensaba. Combina diversas formas de rima sin regla fija en donde las formas más comunes son estas ABAB o también ABBA. MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 317 Las mayúsculas hacen referencia a versos de arte mayor que, generalmente se cuentan a partir de diez y las letras hacen referencia a la forma de la rima. Los versos, en general, son endecasílabos, la forma ABAB da para hablar de cuartetos serventesios. La forma ABBA de rima abrazada, si los versos ABBA fueran de arte menor que se encuentran sobre todo a partir de ocho silabas hacia abajo, se hablaría de redondillas, pero aquí, en general, son todos de arte mayor. Esto es endecasílabo. La tendencia rítmica y rimemática, en general, obedecen a esas dos figuras ya nombradas, pero su aparición es irregular. En la presentación del poema, ya había calificado el poema como una SILVA y, realmente, creo que ella obedece perfectamente a esta escritura. Un diccionario de RETÖRICA Y POÉTICA define la Silva de este modo, que obedece perfectamente al estilo de la composición de Francisco Giraldo Hernández. Así dice el diccionario: “El término fue usado por Estacio, acaso apoyándose en las SILVAE de Lucano, para denominar a un género de poemas descriptivos con una ESTRUCTURA INTERNA MUY FLEXIBLE EN LOS QUE EL POETA SE DEJABA GUIAR LIBREMENTE POR SU INSPIRACIÓN”. Me parece que esta descripción define perfectamente su poema y no hay que cavilar más sobre el asunto. “TITANES“, fue publicado en el periódico “El Espectador”, el jueves 15 de noviembre de l9l7, No. 2325. Luego aparece publicado en las “Lecturas Dominicales” de “El Tiempo”, el domingo 4 de noviembre de l923, Vol. II, No. 23, donde El Poeta hace una dedicatoria: “ Para mis paisanos los conquistadores del Quindío “. 318 SAÚL SÁNCHEZ (2) VILLANCICO: “NOCHE BUENA” (Del poeta Francisco Giraldo Hernández, conocido por herencia oral familiar y que entonan los diciembres la mayoría de sus descendientes Giraldo.) I ¡OH! noche buena. ¡OH! noche buena siento al nombrarte vaga inquietud cuando en mi oído tu nombre suena pasa una ráfaga de juventud. Coro Todos llevamos calor de nido en lo profundo del corazón. y un Dios se haya escondido tras el pesebre del Niño Dios. II Parece que oigo voces lejanas y que algo raro resurge en mí son los fulgores de las mañanas vagos destellos de lo que fui. Coro III Y cuando surge produce rara inolvidable vaga emoción como una aurora que se juntara con las tristezas de un arrebol. Coro MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 319 IV ¡OH! melancólica música extraña de villancicos y de pastores ¡OH! Verde musgo de las montañas, olor de helechos y olor de flores. Coro V Cuantos recuerdos mortificantes que entre las brisas hacen llorar, cuantas arrugas en los semblantes y cuantas penas en el hogar. Coro VI Hay en los niños rubios reflejos que en los ancianos muriendo están los unos cerca, los otros lejos las caravanas pasando van. Coro VII Cuando la sangre se agita ardiente en nuestros labios brota el cantar del fondo oscuro de nuestras mentes pálida sombra surgiendo va. Coro VIII Cese la brisa que al alma alegra, cese un momento nuestra canción y alcemos todas las copas llenas por los que fueron y ya no son. Coro 320 SAÚL SÁNCHEZ IX Pero sigamos siempre adelante las almas nunca miran atrás para los vivos amor vibrante para los muertos sagrado altar. Coro MEMORIA DEL PAÍS DE LOS MÍOS 321 “aguasclaras” -Aguadas- Este libro se imprimió en la ciudad de Bogotá, República de Colombia, en el mes de agosto de 2015.