cuadernillo-voluntariado Tzedaka

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Los aportes de las OSC
en la atención a la población vulnerable
Adolescentes
y Educación
Jóvenes
y Mercado Laboral
Tercera Edad
y Calidad de Vida
Vulnerabilidad
y Acceso a la Salud
La condición juvenil contemporánea
toma la escuela.
Docente: Mgs. Pedro Nuñez
Los jóvenes y el empleo: obstáculos
objetivos, miradas subjetivas.
Docente: Dra. Claudia Jacinto
El empoderamiento con los mayores,
un desafío ideológico.
Docente: Dr. Ricardo Iacub
¿Cuál es el aporte de las OSC en la atención
sanitaria de la población más vulnerable?
Docente: Dr. Carlos Anigstein
Este ciclo cuenta con
el apoyo de:
La Fundación Tzedaká. Voluntariado. |
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Sobre la Fundación Tzedaká.
Desde 1991 la Fundación Tzedaká trabaja con la misión de proteger a los miembros más necesitados de la
comunidad. Brinda ayuda directa a 11.000 personas en todo el país y a otros miles a través de convenios con el
Estado Nacional, la Provincia de Buenos Aires, la Ciudad de Buenos Aires y diversas organizaciones sociales
y la ayuda permanente a hospitales y ONG´s.
La Fundación Tzedaká brinda ayuda a 11.000 personas en todo el país
6.676 personas reciben alimentos, ropa y orientación social.
1.321 niños y jóvenes reciben capacitación laboral, becas y subsidios para la educación
primaria, secundaria y universitaria.
1.112 niños y jóvenes se benefician de los programas de salud, nutrición e
iniciativas culturales.
277 familias son parte de los programas de ayuda para Vivienda.
3.638 ayudas a adultos mayores a través de sus Programas de integración social,
cuidado domiciliario, inclusión previsional y talleres de mejora de la calidad de vida.
3.798 prestaciones que incluyen distribución gratuita de medicamentos y acciones
preventivas en general.
600 personas colaboran en forma voluntaria con la tarea de la Fundación.
La Fundación desarrolla programas junto con el Estado Nacional, la Provincia de Buenos Aires,
la Ciudad de Buenos Aires, empresas y organizaciones como Cáritas o la Universidad Católica
Argentina y dona en forma periódica medicamentos y ropa a hospitales y ONG's.
6.421 donantes particulares, empresas e instituciones contribuyen a desarrollar el trabajo de la Fundación.
Tzedaká Voluntariado es el área de la Fundación Tzedaká que trabaja para la promoción y fortalecimiento del
voluntariado social apuntando a mejorar la calidad del trabajo voluntario con especial énfasis en el análisis de
las prácticas, los procesos y los resultados de la tarea y su eficacia en relación a los objetivos. Para ello, lleva
adelante acciones orientadas al fortalecimiento de los grupos voluntarios (capacitación, asesoramiento); la
promoción del trabajo asociado (espacios de intercambio, Foros, trabajo en Comisiones) y la sistematización
y difusión de experiencias.
En los últimos años, el área de Voluntariado de la Fundación viene trabajando en el ámbito nacional,
posicionándose fuertemente entre las organizaciones de la sociedad civil que abordan temáticas ligadas al
voluntariado social.
Nuestro Principio de Trabajo: Nuestra tarea es el acompañamiento, apoyo, y soporte a proyectos de
voluntariado social, siempre en el marco del respeto por la cultura y modalidades de trabajo propios de cada
una de las organizaciones.
2
| Prólogo
Prólogo
Desde mediados de los noventa, cuando la crisis comenzó a afectar a segmentos sociales que nunca habían
experimentado situaciones de pobreza, la Fundación Tzedaká brinda respuestas a las necesidades de la
comunidad judía empobrecida a través de programas gestionados en forma directa (a partir de alianzas);
y del otorgamiento de subsidios a programas e iniciativas gestionados por otras instituciones.
Los programas sociales de la Fundación han ido modificando sus líneas de acción adecuándose al contexto
nacional y comunitario y a las necesidades sociales emergentes.
Así, del modelo asistencial fundamental para enfrentar la emergencia, se pasó al promocional que prevé
la continuidad de la asistencia básica (alimentos) para las familias que continúan necesitando ayuda, pero
complementado con programas de desarrollo social en temas de salud, vivienda y educación haciendo
foco en los adultos mayores y en los niños. Con los más jóvenes, se trabaja para cortar el círculo de la
pobreza, brindándoles servicios que garanticen su escolaridad en todos los niveles, espacios de formación y
capacitación, herramientas de inserción laboral y en el caso de los adultos mayores, el objetivo es asegurarles
una mejor calidad de vida a través del cuidado de su salud, alimentación y socialización.
Tzedaká Voluntariado fue acompañando los cambios que se sucedieron en las diferentes estrategias de
acción de la Fundación. De esta forma, el área de Voluntariado de la Fundación no solo ha tenido un notable
crecimiento sino que además amplió su ámbito de participación, tanto comunitaria como extracomunitaria y
hoy se posiciona como referente entre las organizaciones de la sociedad civil que abordan temáticas ligadas
al voluntariado social.
Por todo esto es que consideramos sumamente enriquecedor poder compartir con otros actores sociales la
experiencia desarrollada tanto en el diseño de nuevas estrategias de trabajo social como del voluntariado
para su acompañamiento.
Porque es también una responsabilidad social abrir y profundizar estas temáticas para los miembros de las
OSC y los voluntarios, y poder asi “socializar” los debates, compartir prácticas y experiencias que se están
realizando apostando así a generar un aprendizaje a partir de espacios de cooperación e intercambio.
A través de este Programa de Formación, nos propusimos “sensibilizar” para generar modalidades de
intervención adecuadas que redunden en mejores respuestas a quienes más lo necesitan. Para este
desafío convocamos a cuatro organizaciones de la sociedad civil, reconocidas por su recorrido en las
distintas temáticas de adolescencia y educación, jóvenes y mercado laboral, tercera edad y calidad de vida,
vulnerabilidad y acceso a la salud.
•
Uniendo Caminos: es una organización de la sociedad civil surgida en el 2001, que se dedica a la
educación como herramienta de inclusión social, basándose en la premisa de que sólo la educación
dignifica a las personas y les da la posibilidad de desarrollarse en su totalidad.
•
Fondation Forge: es una fundación de origen suizo que se estableció en Argentina en el año 2006.
Hoy cuenta con 3 centros: dos en Argentina (Barracas y Pilar) y uno en Montevideo. Misión: facilitar
una inserción laboral de calidad a jóvenes pertenecientes a familias de bajos recursos, a través de
un sistema innovador de Formación y Empleo.
•
Fundación Religar: tiene como objeto el elevar la calidad de vida de las personas mayores en
situación de fragilidad, vulnerabilidad y/o dependencia. Desde la concepción del adulto mayor
como sujeto de derecho, se sostiene la necesidad de trabajar activamente para fortalecer las redes
de apoyo, tanto formal como informal.
•
CARITAS Buenos Aires: es la entidad de la Arquidiócesis que trabaja en la ayuda material y
espiritual de los más necesitados. Tiene como objetivo central animar, coordinar y organizar la
acción caritativa de la Iglesia, brindando la posibilidad de un cambio de vida para aquellos que
sufren la pobreza. Cáritas Buenos Aires busca la promoción integral del hombre, ofreciendo las
herramientas que permitan su crecimiento como persona. En la ciudad de Buenos Aires, Cáritas
tiene presencia en más de 164 parroquias y varias Casas de Caridad desde donde se brindan
diferentes servicios, a través del voluntariado de hombres y mujeres que emprenden a diario el
camino del encuentro con Jesús, presente en los rostros de sus hermanos más pobres.
Este ciclo y esta producción han sido posibles gracias al compromiso constante del Gobierno de la Ciudad
de Buenos Aires, desde la Dirección Gral. Fortalecimiento de la Sociedad Civil.
Introducción |
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Introducción
El material que les presentamos en este cuadernillo da cuenta de lo producido en los cuatro ciclos que
realizamos. Cada uno de los ciclos contó con dos momentos:
a) Desarrollo teórico- conceptual.
Se abordaron contenidos particulares a cargo de un especialista destacado en la materia. Cada encuentro
tuvo como horizonte el tratamiento de temas específicos en el marco de un alto desarrollo teórico, al
tiempo de conectar a los participantes con profesionales y expertos que vienen trabajando, investigando y
abordando los contenidos seleccionados.
b) Presentación de experiencias
Al finalizar cada encuentro teórico- conceptual, se propuso a los participantes un espacio de workshops para
seguir trabajando los contenidos desarrollados con una modalidad práctica en un espacio de articulación.
A dichos espacios se invito a presentar sus experiencias a Organizaciones de la Sociedad Civil cuyo trabajo
específico es pertinente con la temática tratada.
En el orden correspondiente a cada uno de los módulos encontrarán los papers de los panelistas y el material
de los workshops donde cada organización presentó sus programas:
Módulo 1: “La condición juvenil contemporánea toma la escuela”
Panelista: Mgs. Pedro Nuñez
Organizaciones: Uniendo Caminos – Fundación Tzedaká
Módulo 2: “Los jóvenes y el empleo: obstáculos objetivos, miradas subjetivas”
Panelista: Dra. Claudia Jacinto
Organizaciones: Fondation Forge – Fundación Tzedaká
Módulo 3: “Tercera edad y calidad de vida: El empoderamiento con los mayores, un desafío ideológico”
Panelista: Dr. Ricardo Iacub
Organizaciones: Fundación Religar – Fundación Tzedaká
Módulo 4: “Vulnerabilidad y acceso a la salud: ¿Cuál es el aporte de las OSC`s en la atención
sanitaria de la población más vulnerable?”
Panelista: Dr. Carlos Anigstein
Organizaciones: Caritas Bs. As. – Fundación Tzedaká
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| Adolescentes y educación
La condición juvenil contemporánea toma la escuela: Malentendidos
y posibilidades de un encuentro inevitable
Por Pedro Nuñez1
Presentación
La intención de esta presentación es discutir acerca de las diferentes teorías y abordajes sobre la juventud. El
recorrido propuesto busca analizar a la juventud como construcción social, cuyos significados van cambiando
de acuerdo al contexto político, social, cultural y económico. Luego de presentar las representaciones más
extendidas sobre los y las jóvenes se indaga en las características particulares que asume la condición juvenil
contemporánea. La intención de comprender a la juventud como una condición social implica considerar los
modos en que es vivida y explicada por quienes se consideran –y son definidos como- jóvenes. Esta mirada
opta por cambiar el eje de análisis y pasar a preguntarse como experimentan los y las jóvenes el tránsito
por las distintas instituciones con las que toman contacto, de allí que nos detendremos en explorar en los
significados que asignan al tiempo que están en la escuela, a la manera de entender y practicar la política, a las
concepciones sobre el mundo laboral, los usos del espacio público así como en la indagación en sus prácticas
culturales vinculadas al desarrollo de estéticas juveniles productoras de sentidos particulares. De manera
esquemática se presentan algunas algunos discursos y ocurrencias que organizan las representaciones
sobre la juventud y se analizan las transformaciones ocurridas en la escuela secundaria.
1. Primera ocurrencia
La primera ocurrencia surge a partir de acortar la frase del título del trabajo para pensar en torno a “La
condición juvenil contemporánea toma la escuela”
¿En qué pensamos cuando escuchamos dicha frase? Por esas cosas que no podemos explicar apelando
a una argumentación racional la evocación del tiempo transcurrido en la escuela secundaria provoca los
recuerdos más entrañables, como si se tratase de una etapa única de la vida, proveedora de experiencias
irrepetibles. Su recuerdo despierta nuestras emociones, reactiva remembranzas, suscita la añoranza del
grupo de amigos, algún docente, determinada trasgresión; destierra memorias más soterradas tanto como
las culpas y vergüenzas con las que convivimos desde nuestro paso por ella.
Los recuerdos cobran las formas más variadas, pero para simplificar la argumentación es posible señalar
que tienden a exteriorizarse en dos grupos. Permítanme presentar sus trazos más visibles. En el primero
de ellos, quizás el que mayor número de opiniones concentra, predomina una mirada nostálgica sobre la
propia escolarización. En este discurso se presentan de manera solapada la alusión a un pasado idílico de la
educación y la nostalgia por la propia juventud del enunciador. Guiadas por esta ensoñación, las generaciones
adultas tienden a juzgar lo que ocurre actualmente en las escuelas desde los parámetros que rigieron su
propia escolaridad. Subyace en el recuerdo la pretensión de superioridad moral de un grupo de edad que
establece, como único modo correcto de vivir la juventud, aquel protagonizado por quienes hoy son adultos.
“En mi tiempo no pasaba”
Una de las frases más utilizadas por quienes toman contacto con la juventud contemporánea en el
momento de referirse a las conductas y actitudes juveniles es aquella que espeta en pocas palabras las
distinciones generacionales: “en mi tiempo no pasaba”. La frase remarca la preeminencia del mundo
adulto para juzgar a los otros grupos etarios, establece como único modo correcto de ser joven la
juventud de quien la enuncia, confirma a los años juveniles como el momento de mayor trascendencia
–como si su tiempo se hubiese detenido al dejar de ser joven-; pero además desresponsabiliza a la
persona del momento actual, tal y como si únicamente fuera obra de los más jóvenes y no consecuencia
de las relaciones intergeneracionales que se entablan. Esta mirada privilegia un análisis de la cultura
juvenil que busca explicarla centrípetamente, más allá del contexto de interacción en el que los jóvenes
experimentan su condición juvenil.
Probablemente pocos pensadores hayan captado las implicancias de esta evocación mejor que una de las
figuras más prominentes del funcionalismo, Talcott Parsons. En uno de los dos trabajos que dedicó al análisis
de la cultura juvenil señalaba que la idealización de ésta contenía elementos románticos poco realistas.
1 Lic. en Ciencia Política (UBA), Magister en Estudios y Políticas de Juventud (U. de Lleida), becario doctoral del CONICET con sede en la FLACSOArgentina. Contacto: [email protected]
La condición juvenil contemporánea toma la escuela... P. Nuñez |
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De acuerdo a Parsons la evocación del pasado que la gente mayor realiza no corresponde a un recuerdo
verídico de sus comportamientos sino sobre aquellos que desearían hubieran sido los de su juventud.
Tan cierto como que todo recuerdo flirtea con la ficción lo es el hecho de que la reconstrucción histórica provee
a los sujetos de un relato común que permite explicar sus acciones en el presente, construir una narrativa
de sí mismos, útil para en el momento del balance ponderar entre los logros obtenidos en este tiempo y los
objetivos iniciales. La lectura del pasado que realizan no pocos adultos, siempre construida en su versión más
heroica, es útil para cimentar un discurso que confronta con un presente -y una juventud en dicho presentecaracterizado como un momento de crisis, de confusión, de pérdida de certezas que profundiza aún más la
distancia entre unos –los que tuvieron una juventud soñada, revolucionaria, comprometida, quienes pasaron
esos años atravesando una época de grandes transformaciones- y otros- sus alumnos/as- absortos en un
momento de confusión, apáticos, descreídos.
Ahora bien, cabe preguntarse ¿Qué es tomar la escuela? Probablemente cada uno de nosotros puede otorgarle
múltiples significados a esta frase, de acuerdo a nuestras historias y recuerdos de la escolarización. Pero
coincidiremos en que uno de esos significados posibles refiere a la toma de la escuela como acción política,
como reclamo o ejercicio reivindicativo.
Esto nos lleva a la primera ocurrencia que se vincula a uno de las formas en que solemos representar a la juventud.
• Discurso romántico
La primera de ellas, retomando el esquema propuesto por Mariana Chaves (2005) refiera a aquel que
representa una imagen romántica de cómo la juventud debiera ser, en comparación con la de otros momentos
históricos la cual se revaloriza presentándolos como héroes y modelos a seguir.
• Transición a la vida adulta
En segundo lugar, hallamos un conjunto de trabajos que se esforzaron en destacar la vinculación entre la
educación y el empleo, promoviendo el acceso a determinados roles propio de los adultos. Es decir que la
juventud sería esa etapa de la vida marcada por lo que ya no se es y lo que aún no se ha logrado ser.
La conceptualización de la juventud como una etapa de transición conlleva la idea de que los jóvenes
atraviesan una etapa de moratoria social, gracias a la cual tienen la oportunidad de estudiar y mantenerse
en las instituciones educativas por más tiempo que otros grupos etarios2. Al ser la juventud un tiempo sin
responsabilidades quienes la experimentan cuentan con un periodo de gracia, aceptado por el resto de la
sociedad, en el cual no se les exige tomar decisiones con repercusiones en el mediano y largo plazo como son
pueden ser la formación de pareja estable, la procreación, la vivienda propia y la ocupación/profesión
Ambos discursos suelen presentarse de manera solapada presentando a la juventud de quienes hoy son adultos
como el modelo “moral” a seguir. Una de las consecuencias que posee la construcción de este relato es que
establece a priori una relación asimétrica, antes de que se entremezclen en las instituciones las posiciones
de los actores están establecidas, como si fueran inamovibles o, al menos, de difícil modificación.
2. Segunda ocurrencia: La condición juvenil contemporánea toma
La segunda ocurrencia surge a partir de acortar la frase que utilicé como título. Decir que “La condición
juvenil contemporánea toma” nos retrotrae a las imágenes que muestran a una juventud alcoholizada o
drogada. El mundo se nos presenta también en clave melodramática. Según Carlos Monsivais (2006) es
posible reflexionar sobre la realidad latinoamericana apelando al melodrama. El melodrama convierte las
experiencias personales en una visión determinista; presenta una sucesión de acontecimientos teatralizados
donde se reitera y evoca la violencia. El sufrimiento y el dolor, eternos acompañantes, reprocesan los conflictos
sociales en clave afectiva. La violencia al repetirse aterra, anulando otras dimensiones para comprender los
fenómenos que la sociedad atraviesa. El miedo adquiere un nuevo rostro: joven, pobre y desempleado.
Las representaciones circulantes en la actualidad sobre la juventud en la Argentina tienden más y más
dar forma a un cuadro que contiene más imágenes borrosas que rasgos rescatables por su nitidez. Los
contornos que dibujan las características principales de la condición juvenil nos hablan de sus dificultades
para preservar su inserción vía los mecanismos clásicos de integración social como el trabajo y la educación,
los cambios en la manera de vivir la política, las relaciones de pareja o la sociabilidad en general, su relación
con las nuevas tecnologías y los consumos culturales. Pese a que en muchos casos sus comportamientos
son expresión de cambios que ponen en cuestión formas tradicionales de entender los fenómenos sociales
la imagen predominante acerca de las nuevas generaciones hace hincapié en sus aspectos más negativos,
dando forma a un mosaico compuesto por piezas deslucidas que tienden a priorizar la veta trágica de la
condición juvenil.
2 En la Argentina Margulis y Urresti (2000) han criticado la idea de moratoria social, a la que definen como parte de un etnocentrismo de clase,
optando por utilizar el concepto de moratoria vital, que hace referencia a una característica cronológica de la juventud, un aspecto objetivante de su
definición lo que equivale a más tiempo por delante para vivir.
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| Adolescentes y educación
Pese a los intentos en contrario la urgencia por contrarrestar las representaciones negativas sobre la juventud
que predominaban –y aún lo hacen- en nuestras sociedades condujo a una lectura de los fenómenos sociales
que hizo hincapié en los procesos de exclusión social. Transcurridos algunos años desde que las reformas
estructurales se pusieran en práctica en al región es posible realizar una lectura que incorpore otros matices
a fin de comprender de manera más acabada las características que asumen nuestras sociedades.
Como es sabido, la definición de los problemas sociales se configura también en el campo de las ideas,
es decir que definir un problema implica también categorizar a esa persona y establecer una gama de
soluciones posibles, no siempre definidas por dicho grupo (Martín Criado, 2005). Martín Criado lo ejemplifica
al señalar que en España el diagnóstico del desempleo juvenil sirvió en realidad para desarrollar políticas
de flexibilidad laboral que redundaron en una mayor precariedad del mercado de trabajo al que los jóvenes
buscaban integrarse. Por su parte el investigador portugués Machado País, uno de las referencias en el
campo de estudios de juventud en estos países-notable en Brasil y un poco menor pero considerable en
Argentina-, es uno de los estudiosos de la juventud que con mayor hincapié destacó la necesidad de diferenciar
entre los problemas sociales que involucran a los jóvenes y la elección del problema de investigación sobre
juventud. Pero estas prevenciones, que los investigadores en juventud conocen de sobra, no siempre suelen
ser tomadas al pie de la letra.
En muchos casos los estudios sobre la juventud existentes manifiestan un interés por sus comportamientos,
aunque muchas veces definidos a partir de sus características “problemáticas”. Esta articulación entre la
definición de problemas sociales y problemas de investigación nos lleva a destacar que para el caso argentino
pareciera existir una amalgama entre la forma en que la sociedad define sus problemas y la elección de
los temas de investigación. El creciente interés de la investigación en ciencias sociales por dar cuenta de
los modos en que los jóvenes viven los fenómenos sociales –tanto desde aquellos que priorizan el estudio
del impacto de las transformaciones padecidas por las instituciones como los que prestan atención a las
prácticas juveniles ante los nuevos escenarios sociales- es concomitante al incremento de la preocupación
societal que se cierne sobre la juventud.
3. La construcción del concepto de Juventud
Es momento ahora de discutir la necesidad de nuevos abordajes sobre la cuestión de la juventud. La
denominada problemática de la juventud remite a las condiciones y conflictos de la sociedad en su conjunto.
Su análisis no pasa por la comprensión de su naturaleza o esencia, si no por el estudio de los contextos
sociales y culturales en que la “cuestión juvenil” es planteada y se resuelve. Los contenidos dinámicos de
esta construcción cultural son fruto de la interacción entre las condiciones sociales y las imágenes culturales
que cada sociedad elabora en cada momento histórico sobre este grupo de edad
Las representaciones y discursos que presentaba más arriba se caracterizan por un abordaje paradojal
sobre el mundo juvenil. La centralidad del mundo adulto como parámetro para juzgar las conductas sociales
se da en paralelo con la entronización del sector juvenil como ideal de mercado. Los jóvenes se convirtieron
en un objeto de estudio privilegiado por las ciencias sociales para describir las transformaciones sociales
acaecidas en la región pero de manera simultánea los medios masivos de comunicación los presentaron
como protagonistas de fenómenos que despertaron la incredulidad y una creciente alarma en diferentes
sectores sociales. Las “nuevas figuras juveniles” de fines del siglo XX y comienzos del actual, fueron leídas
desde diferentes prismas aunque predominaron aquellas miradas que enfatizaban su exotismo.
Esto obliga a repensar los modos en que solemos concebir a la juventud. En primer lugar es necesario
destacar su carácter heterogéneo. Al interior de lo que solemos denominar “los jóvenes” conviven una
diversidad y disparidad de conductas y situaciones. De allí que en los últimos años algunos trabajos hayan
optado por utilizar el plural, las juventudes.
En segundo lugar, señalar que la juventud es una condición social implica considerar los modos en que es
vivida y explicada por quienes se consideran jóvenes. Se trata de una etapa plena de significados, diferentes
para varones y mujeres, para la juventud de las grandes ciudades y la que vive en parajes rurales, distinta de
acuerdo a la clase social de pertenencia, al nivel educativo, la conformación de la familia, los consumos, sus
ocupaciones y prácticas cotidianas. Por esta razón es preciso considerar la situación social en la cual viven
los jóvenes. Pero, ¿Qué características tiene ese mundo que los y las jóvenes enfrentan?
4. El mundo contemporáneo:
El sociólogo norteamericano R. Sennett en su último trabajo reflexiona en torno a los altos grados de
ansiedad con los cuales convivimos, refiriéndose a los mismos como uno de los rasgos más particulares de
la cultura del nuevo capitalismo. En ella, o más bien como parte de ella, uno no sabe que podría pasarle. Por
su parte, José Machado Pais analiza el modo en que estas percepciones repercuten sobre las trayectorias
La condición juvenil contemporánea toma la escuela... P. Nuñez |
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de vida de los jóvenes. El autor recurre a la idea borgeana del laberinto, que simultáneamente brinda el
placer del extravío y la expectativa de salir de él, para advertir que para algunos jóvenes los riesgos ofrecen
oportunidades y para otros “la vida en una lotería, donde los riesgos están fuera de control y la seguridad
es una cuestión de suerte. Los riesgos amenazan, pero es la inseguridad la que verdaderamente hace a la
vida insegura” (Machado Pais; 2004,23). En el trabajo Machado Pais distingue entre el riesgo y la inseguridad
como modos distintos de enfrentar las incertidumbres. Mientras el primero incluye la perspectiva de que se
produzcan determinadas amenazas pero que pueden anticiparse, teóricamente a través de alguna forma de
cálculo o previsión, la inseguridad –como lo opuesto a la seguridad en tanto expresión de una condición de
estabilidad o permanencia, que permite proyectar una carrera- expresa “un sentimiento de incertidumbre en
relación con el futuro, con lo desconocido” (Machado Pais, 2004; 24).
Este nuevo contexto es analizado con claridad por Martín Hopenhayn para el caso de la juventud
iberoamericana. El autor señala el carácter ambivalente del contexto en el que los jóvenes experimentan su
condición juvenil. En el estudio que coordinó para la Cepal describe paradojas y tensiones que les resultan
específicas y son parte de las condiciones de posibilidad del desarrollo de la agencia de los jóvenes. Estas
tensiones resultan de desarrollos en que se combinan elementos que si en otra época redundaban en una
sumatoria que contribuía al proceso de integración hoy parecen caracterizarse por la mixtura de elementos
que apuntan a la cohesión y otros que les recuerdan las dificultades de emancipación: por ejemplo en más
educación y menos empleo, más acceso a la información y menos al poder, más expectativas de autonomía y
menos opciones para materializarla (Hopenhaym, 2004). Además las dificultades que atraviesan los jóvenes
para emanciparse, el alargamiento de la dependencia juvenil de los adultos, la construcción identitaria se
vinculan más con el tiempo del ocio y el consumo que a elementos socializadores clásicos, la expansión de
la escolaridad impactan notablemente en las nuevas generaciones3 .
Como parte de este movimiento pendular las nuevas juventudes de comienzos de siglo poseen -en comparación
con sus precedentes- mayores capitales culturales, más oportunidades de acceso al consumo y muestran una
intensificación de la tendencia a atravesar los procesos sociales de una manera crecientemente individualizada.
Mientras el ámbito de las libertades parece ampliarse el de las seguridades materiales y vitales se estrecha. Los
jóvenes de este tiempo definen sus proyectos más en términos de experiencia personal que como posibilidad
de transformación colectiva, parecen encontrarse imbuidos por un optimismo individual pero también por un
pesimismo sobre cuestiones sociales, sin por ello dejar de interesarse por la “cosa común”4 .
Por su parte, otro de los trabajos que tuvo un notable impacto en el modo en que los investigadores analizan
la cuestión juvenil es el de Rossana Reguillo Emergencia de Culturas Juveniles que discute el modo en que
nuestras sociedades conciben la democracia y la ciudadanía. La autora señala que en este contexto adquiere
relevancia la pregunta por los diversos modos en que se asumen ciudadanos donde la definición de la misma
no se detiene en actos jurídicos sino que se experimenta como el derecho a la igualdad en la afirmación de
la diferencia (Reguillo, 2000). A largo de sus reflexiones Reguillo intenta resituar el análisis en el terreno de
las prácticas sociales, de los territorios juveniles pero como una oportunidad para plantear interrogantes a
la sociedad en su conjunto. Pero es momento ahora de conocer de qué modo la juventud contemporánea se
vincula con las instituciones.
4.1 Campeando la precariedad
La generalización del trabajo asalariado junto al conjunto de soportes que el mismo brindaba y la existencia
de mecanismos sociales integradores sostenidos en gran medida por el Estado como los elementos5 que
estructuraban las trayectorias de los individuos son trazos de un mundo desconocido para las nuevas
generaciones. Una de las consecuencias más palpables de estos fenómenos es que la situación en que
experimentan su condición juvenil quienes son hoy considerados jóvenes presenta notorias diferencias con
otros periodos históricos.
En el caso del mundo del trabajo y el empleo, diversos estudios presentan un diagnóstico sobre la situación
de la juventud en el que constatan que desde principios de la década de 1990 el desempleo juvenil triplicaba
el de los otros grupos etarios (Beccaria, 2005), pero también que la inestabilidad y precariedad laboral los
3 A la luz de los resultados presentados por el informe es posible suponer que las transformaciones ocurridas en los últimos años, especialmente,
en el seno de la familia, el mundo del trabajo y el ámbito de la educación, tienden a retrasar la edad en que los jóvenes logran emanciparse tanto
económica como habitacionalmente respecto de sus padres ya dificultar la posibilidad de los jóvenes de independizarse y formar sus propios
núcleos familiares (“síndrome de autonomía postergada” tal como lo denomina Hopenhaym).
4 Tal como mostraron dos estudios realizados recientemente - la investigación desarrollada por Dussel, Nuñez y Brito (2007) en escuelas
secundarias de diferentes regiones y la encuesta a jóvenes entre 15 y 29 años que la Fundación Ebert llevó a cabo en ocho ciudades del país
(Balardini, Tobeña y Nuñez, 2007)- invariablemente cuando se les consulta sobre el escenario social que enfrentan los jóvenes destacan que están
mejor que las generaciones precedentes en cuanto a acceso a la información, márgenes de libertad, de estudiar, de acceder a nuevas tecnologías y
posibilidades de participación y peor en perspectivas a futuro, trabajo, obtener una vivienda propia, lograr buenos ingresos o contar con seguridad
en la calle.
5 Entre estos elementos la socialización educativa ocupaba un lugar determinante como garantía del éxito, como camino para lograr los beneficios
que un desarrollo económico sostenido auguraba para amplias capas de la población.
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| Adolescentes y educación
afecta más que el desempleo de larga duración. Algunos trabajos observaron que el aumento de la cobertura
educativa que viven las nuevas generaciones no tuvo su correlato en una mejora en las oportunidades laborales
(Salvia y Lépore, 2004). Por su parte otras investigaciones distinguen entre desempleo y precarización laboral6
(Miranda y Corica, 2008), ya que estas situaciones tienen un impacto diferente de acuerdo a la clase social.
Los datos son coincidentes con los hallazgos producidos en el Brasil por estudios que destacan que el modo
de vinculación de las nuevas generaciones con la estructura social repercute en otras dimensiones de la vida
juvenil. En este país algunas investigaciones muestran que perdura una valorización de la escuela, compartida
por distintos sectores sociales, pero destacan que el desempleo afecta más a los jóvenes con escolaridad
mediana -que tienden a ser más selectivos y espera más tiempo por una mejor oportunidad de inserciónmientras que aquellos con menor años de escolarización suelen aceptar más rápido las oportunidades que
surgen (Camarano; Leitao y Mello; Pasinato y Kanso, 2004). Asimismo las condiciones de trabajo de los
sectores de los quintiles más bajos mantienen una precarización que torna atractivas otras vías para lograr
el ascenso social, tal como también lo demostró Kessler (2004) para el caso argentino en su análisis sobre
los jóvenes que combinan delito y trabajo o escuela y que diferencian el uso que realizan del dinero obtenido
mediante actividades ilegales del que logran por vías legales.
La extensión de la precarización laboral dificultó la posibilidad para los jóvenes de construir su ciudadanía a
través del acceso al trabajo, esfera que como señalamos anteriormente había sido sustancial como espacio
para el ejercicio de derecho7. Así como los partidos políticos perdían interés para los jóvenes como vehículos
de canalización de demandas los sindicatos y el Estado dejaron de ser referencia para pensar la participación
política. El trabajo de Svampa (2000) sobre un joven trabajador metalúrgico que se identifica más como
metalero que como trabajador es sumamente ilustratito del modo en que la situación laboral de los jóvenes
transforma los procesos de construcción identitaria.
Las mutaciones producidas en instituciones como la escuela y el mundo del trabajo muestran los cambios
en los modos en que la juventud transita por ellas, modificando también aquello que fue conceptualizado
como condición juvenil. El modo en que los jóvenes se aproximan al mundo adultos se caracteriza por una
multiplicidad de situaciones que lleva a las etapas se alteren o superpongan: vivir en casa de los padres
aunque tengan trabajo y hayan finalizado la escuela –incluso podemos agregar pueden vivir con sus parejas-,
ser padres y seguir trabajando, no estudiar ni trabajar pero formar pareja estable y las más diversas
situaciones posibles.
4.2 Nuevos itinerarios hacia el mundo adulto.
Las edades parecen extenderse, se retrasa el ingreso al mercado de trabajo mientras aumenta
considerablemente la cobertura del sistema educativo. Las posibilidades de obtención de vivienda
propia se reducen mientras que la formación de pareja estable y el nacimiento de los hijos es cada
vez más tardío. Las fronteras entre juventud y edad adulta se tornan difusas, con discontinuidades,
tensiones y oscilaciones.
El modo en que los jóvenes se aproximan al mundo adulto se caracteriza por una multiplicidad de situaciones
que lleva a que las etapas se alteren o superpongan: vivir en casa de los padres –solos o con sus parejasaunque tengan trabajo y hayan finalizado la escuela, ser padres y seguir estudiando, no estudiar ni trabajar
pero formar pareja estable y las más diversas situaciones posibles.
Esta ausencia de oposición en términos tradicionales que organizaban los tiempos en el mundo moderno
–tiempo de trabajo vs. Tiempo de ocio- otorgó un lugar central al análisis de sus prácticas culturales, es
decir, a la construcción de sus narrativas identitarias en torno al consumo o la música antes que a través de
instancias socializadoras clásicas como la familia, los partidos políticos, el trabajo, los sindicatos y la educación.
Por lo general suelen ser leídas como un doble movimiento: en tanto constitutivas de la subjetividad juvenil,
6 De acuerdo al estudio de Miranda y Corica, entre 1996 y 1998 el 47,8 por ciento de los jóvenes de entre 19 y 24 años con estudios secundarios
incompletos tenía empleo. Seis años después, en el período 2004-2006 el 52,1 por ciento de los jóvenes sin estudios medios tenía trabajo. Durante
la última etapa de crecimiento de la Convertibilidad (1996-1998), cuando el Producto Bruto Interno creció un 6 por ciento, el 62,5 por ciento de esos
jóvenes tenía un empleo precario. Una problemática que entre 2004 y 2006, cuando la economía creció un 9 por ciento, afectó al 85,6 por ciento de
los jóvenes de entre 19 y 24 años.
En ese mismo grupo de edad (19 a 24 años) pero entre aquellos que concluyeron los estudios secundarios, la tasa de empleo en el período 1996-1998
alcanzó al 38,3 por ciento, y entre 2004 y 2006 al 41,2 por ciento. Pero el peso relativo de la precarización de las condiciones de trabajo creció mucho
más que el ritmo del empleo. Así, mientras entre 1996 y 1998 el 42,5 por ciento de esos jóvenes tenía un trabajo precario, entre 2004 y 2006, el 63,4
por ciento de ellos estaba trabajando en forma no registrada.
7 Si bien Marshall (2005) en su clásico trabajo desagrega el análisis del concepto de ciudadanía en tres esferas: la civil, la política y la social; que
son producto del camino de expansión de derechos que corresponden a cada siglo de la edad moderna en la Argentina esta última esfera tuvo un
peso relevante. Tal como lo señala Jelín el modo en que distintos sectores sociales se vincularon con la ciudadanía otorgó un particular significado
a la idea de justicia. Para los sectores populares y amplias capas de la población la esfera de la justicia comenzó a expresarse en referencia a dichos
derechos que no igualaban a todos pero brindaban garantías igualitarias de justicia (Jelin, 1996).
La condición juvenil contemporánea toma la escuela... P. Nuñez |
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es decir, experiencia central que define a la condición juvenil contemporánea, y como la dimensión que
totaliza el resto de aspectos que la componen.
Gran parte de los trabajos indagan en la producción realizada por los jóvenes en los espacios que tiempo
atrás se consideraban de “ocio” y que ante la dificultad para establecer una tajante separación entre tiempo
de trabajo y tiempo de ocio adquiere nuevos sentidos para las juventudes.
Quienes tenemos contacto con las actuales juventudes hallamos en sus comportamientos políticos, a grandes
rasgos, dos tendencias que parecieran contradictorias, pero se refuerzan mutuamente. Por un lado se
asumen con naturalidad identidades múltiples; los símbolos y las pertenencias varían, adquiriendo un cariz
ecléctico. Por otro lado se fortalecen significados y sentidos identitarios unitarios, cerrados -encapsulados
podríamos decir-, que dificultan cuando no imposibilitan la relación con los otros; sin embargo, estas formas
de agregación, lejos de ser de una vez y para siempre, se caracterizan por su inestabilidad. Más que con
identidades de largo plazo nos encontramos con una superpoblación de grupalidades inestables, que anudan
de diferentes modos a las y los jóvenes, pero cuya temporalidad se rige por el corto plazo.
5. El discurso sobre la crisis de la educación
La constatación de la pérdida de linealidad en la relación educación-trabajo y/o empleo promovió nuevos
enfoques en las investigaciones. Unas líneas más arriba hice referencia al impacto de las transformaciones
sociales y el modo en que los investigadores buscaron analizar la condición juvenil contemporánea. En los
múltiples trabajos existentes sobre escuela y juventud hallamos dos grandes líneas de indagación. Por un
lado, ante el proceso de masificación de la escuela secundaria un conjunto de estudios analizaron el encuentro
y desencuentro que tiene lugar en la institución escolar entre la cultura escolar y la cultura juvenil (Tenti
Fanfani, 2000; Falconi, 2004 y 2007; Urresti, 2008). Por otro lado, se encuentran trabajos que se ocuparon
de los cambios en los sentidos que los jóvenes otorgan a su experiencia educativa o laboral (Kessler, 2000;
Auyero, 1993; Duschatzky, 1999; Tiramonti, 2004).
Quizá los aportes más significativos fueron los producidos por aquellos estudios que indagaran en los cambios
en los sentidos de la experiencia escolar juvenil. Autores como Auyero (1993) ya hacia comienzos de la década
del ´90 retrataron una escuela secundaria que no capacitaba para el trabajo pero brindaba competencias
básicas para la interacción en el mundo laboral, mientras que Silvia Duschatzky (1999) al final de esa misma
década hablaba de la “escuela como frontera”, casi como trinchera para sostener algunos logros simbólicos
en contextos difíciles, planteando allí algunas ideas que complementaría en su trabajo con Cristina Corea,
Chicos en banda aunque éste último transmite una sensación más extendida de vacío en las escuelas a las
que concurren jóvenes de sectores populares al retratar una institución incapaz de producir marcas en las
subjetividades juveniles. Asimismo, Gabriel Kessler (2002) llamó la atención sobre los diferentes sentidos
de la escolaridad y la heterogeneidad de situaciones por las que atraviesan las nuevas generaciones. En su
investigación halla que la escuela distaba de producir un horizonte común de expectativas sino que tenía
una incidencia diferente en cada caso, que llevan a lo que él denomina una “experiencia educativa de baja
intensidad”. Pero quizá sea la investigación desarrollada por el equipo de Guillermina Tiramonti donde se
diagnostica el escenario con mayor precisión: “después de los 90´ hay un sistema claramente fragmentado.
Se perdió la escuela como ese espacio de integración de distintos sectores sociales, tanto de lo público
como en lo privado. Hemos pasado del sistema donde hay heterogeneidad social adentro de la escuela, a un
sistema muy heterogéneo, con escuelas muy diferentes unas de otras” (Tiramonti, 2004:10).
El discurso sobre la “crisis de la educación” –que rápidamente incorporó como uno de sus pilares principales
la referencia a “la crisis de la autoridad”- es concomitante al proceso de masificación de la matrícula. A
partir del ingreso de nuevos públicos se incremente la percepción de encontrarnos ante un desencuentro
generacional que sucederá sin que podamos hacer nada para evitarlo. Por lo general los análisis describen
un panorama en el que proliferan los diagnósticos que hablan del descreimiento, la desconfianza, la apatía
y el individualismo como síntomas de la peculiar relación de los jóvenes con la institución escolar. Se señala
que los alumnos no valoran su paso por ella, la encuentran carente de sentido, vacía, que no respetan a sus
docentes o que las normas no hacen mella en ellos (Tenti Fanfani, 2003).
La obstinación con la que ciertos discursos advierten sobre la ausencia de sentido de la experiencia escolar
de adolescentes y jóvenes indica tanto la dificultad para comprender otros sentidos posibles asignados por
las nuevas generaciones a su paso por la escuela como la persistencia de una visión nostálgica de la propia
juventud/escolarización que otorga a las opiniones un cariz extemporáneo y refuerza la jerarquía de la voz
adulta. Siempre es otro/a quien carece de la posibilidad de otorgarle sentido a sus experiencias, otro/a que
requiere de la guía, de la tutela ante su incapacidad para discernir sobre el camino correcto. Dicho más
concretamente, la preocupación por la presencia o ausencia de sentido que atravesaría la escolarización
de las nuevas generaciones esconde la persistencia de discursos moralizantes que buscan regular un
cuerpo ansiado como dócil, que acepte sin cuestionamientos la distribución de la piedad y del castigo como
caras de una misma moneda y elementos centrales de la formación de individuos definidos a partir de sus
10
| Adolescentes y educación
características peyorativas.
El proceso de masificación de la escuela media conforma una serie de diversas -y muchas veces contrapuestasrepresentaciones sobre los nuevos jóvenes que ingresan hoy a la escuela. Dubet y Martuccelli (1998), en un trabajo
publicado unos años atrás, describieron las diferentes jerarquías de las experiencias escolares, distinguiendo
entre los que son considerados “los verdaderos liceístas”, “los buenos liceístas”, “los futuros obreros” y “los
nuevos liceístas”. Un fenómeno similar fue percibido recientemente por investigaciones en el país. En efecto,
los estudios destacan que muchos jóvenes que inician en sus familias el acceso al nivel secundario, o están
en camino de terminarlo para convertirse en los primeros en completar la escolarización secundaria para los
docentes son extraños y extranjeros en el espacio de la “histórica” escuela media (Falconi, 2007) 8.
6. La matriz tradicional de la escuela secundaria argentina frente a la masificación
(de planes sociales)
La matriz de la escuela secundaria contenía entre sus elementos principales la organización centralidad
del nivel, un currículo humanista enciclopédico que ipso facto establecía una jerarquización de saberes,
la organización de aulas, rituales y disciplina escolar que seguía formas rígidas, centradas en lo adultos y
pensadas para la formación de la elite, la estructura de horarios y recreos que perpetuaba la fragmentación
del saber (Dussel, Brito y Nuñez, 2007). La escuela argentina contaba además con una identidad particular,
tal como lo destaca Inés Dussel, ya que durante mucho tiempo perduró una sensación de “pertenecer” a
un grupo definido y selecto que anudaba a docentes y alumnos en la percepción de estar haciendo algo
significativo para ellos y el país. Como fue ampliamente señalado por la investigación en educación en la
Argentina este modelo impuso una homogeneización cultural que a la vez que inscribía las trayectorias de los
individuos en el anhelo de la igualdad al mismo tiempo producía la desigualdad al jerarquizar a los sujetos a
partir del establecimiento de normas de excelencia como parámetro de medición (Southwell, 2006; Tiramonti
y Suasnábar, 2001; Gluz, 2006).
La sanción de leyes que establecen la obligatoriedad del nivel secundario implica ciertamente la
democratización del acceso –en términos de inclusión social-, pero no incorpora en su propia definición los
efectos exógenos y endógenos que conspiran contra la posibilidad de hacerla efectiva.
Los factores exógenos que dificultan la universalización del nivel secundario se deben principalmente al
deterioro de los índices sociales y las crecientes dificultades que atraviesan amplios sectores sociales para
“cumplir con la ley”, quiere decir, adecuar las necesidades familiares a un nuevo tipo de regulación de las
prácticas de los sectores populares, en este caso justificado detrás del discurso políticamente correcto que
sostiene la igualdad de oportunidades.
Entre los factores endógenos figuran las dificultades para democratizar las prácticas internas de las
escuelas. Ambas cuestiones obstaculizan, cuando no imposibilitan, el sostenimiento de la matrícula escolar.
El panorama muestra que si bien la sanción de leyes nacionales y provinciales que establecen la obligatoriedad
implica un paso considerable en la búsqueda por garantizar la educación en el nivel secundario, continúa
siendo importante el porcentaje de jóvenes que no asiste a la escuela, concentrándose los mayores volúmenes
en los quintiles de ingreso más bajos.
En sociedades como la argentina, que experimentaron en los últimos años un proceso de fragmentación social
que contribuyó a configurar en el ámbito educativo distintos fragmentos sin relación entre sí (Tiramonti, 2004),
distintos trabajos supieron dar cuenta del surgimiento de múltiples experiencias escolares que pusieron
en tensión la distinción entre universalismo y particularismo (Kessler, 2002; Tiramonti, 2001; Southwell,
2009). Este proceso puso en duda los mismos significados que amplios sectores sociales atribuían a la
escolarización, en particular la vigencia de la posibilidad de construir una regla que enlace a los diferentes
actores con un horizonte común de justicia (Southwell, 2004).
Estos procesos impactan en el modo en que se conforman los distintos tipos de comunidades escolares.
Más concretamente, el conjunto de preferencias que se establecen en las escuelas sobre qué dar a cada
quién y el trato que se dispensa a los alumnos inciden en los y las jóvenes de dos maneras que más que
oponerse se complementan. Por un lado, cuando las nuevas cohortes ingresan a determinada comunidad
se encuentran con arreglos y costumbres locales asentadas en forma de tradiciones y modos de hacer -en
algunos casos más flexibles a incorporar sus ideas en tantos otros más rígidas- que confrontan con las
expectativas de justicia que tienen sobre lo que debería ocurrir en la escuela. Por otro lado, este mismo
8 Tal como lo enfatiza Octavio Falconi (2007) para las instituciones son “los últimos en llegar” y les demandan una serie de cambios por parte
de las mismas tanto curriculares como administrativos y organizativos de distintos tipo. A la vez, para sus familias suelen ser “los primeros”: la
primera generación en ingresar al nivel medio por lo que se ven enfrentados a construir una diferencia respecto a las trayectorias socio-educativas
generacionales al interior de sus grupos sociales de pertenencia, esto significa el intento de romper parte de la cadena de reproducción social
que heredan de sus familias. Pero al mismo tiempo, estos mismos jóvenes son para muchos de sus docentes, “los recién llegados”: extraños y
extranjeros en el espacio de la “histórica” escuela media. Estos docentes no logran poner en suspenso sus representaciones sobre el alumno
“ideal” (muy distante de los alumnos que reciben). De esta manera, se configuran especiales tramas y condiciones materiales y simbólicas en las
que son “recibidos” los jóvenes que asisten a las escuelas secundarias en este proceso de ampliación de la matricula (Falconi:2007).
La condición juvenil contemporánea toma la escuela... P. Nuñez |
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proceso los coloca ante la necesidad de adecuarse lo más rápidamente posible al formato escolar. Si
demuestran su capacidad de adaptabilidad a una comunidad cuyas reglas no definieron incrementa sus
posibilidades de incidir en este sustrato compartido por adultos y jóvenes. Como consecuencia de ambas
cuestiones tiene lugar una nueva regulación de las expectativas de los sujetos, que por lo general no
condice con lo que establecen las leyes educativas.
La conformación de dicho ambiente –lo que comúnmente llamamos clima escolar- produce formas diferentes
de ser joven, como consecuencia de la interrelación de tres variables: la composición social de la matrícula
-la ubicación de la escuela y los entornos de donde provienen el alumnado-; las composiciones, mezclas e
interacciones que se produzcan entre ellos en el curso y los climas que se crean en la institución escolar -el
trato que reciben- que depende en gran medida de la cultura institucional y de la composición del grupo de
profesores (Funes, 2004).
La relación de las juventudes con la escuela secundaria, en tanto territorio de producción de identidades y
valores, históricamente se encontró regida por varios malentendidos, entre los cuales quisiera aquí mencionar
tan sólo dos. Por un lado, las relaciones que entablan en la institución jóvenes y adultos se hallan enmarcadas
por el malentendido entre lo que se espera de ellos –en la representación de directivos, docentes, auxiliares,
pero también de sus familias acerca de cómo sus hijos se comportarán- y lo que los jóvenes son. Por otro
lado se produce un nuevo malentendido al ser divergentes las expectativas entre lo que los jóvenes esperan
de sus escuelas y lo que la escuela efectivamente son.
Tal vez en un contexto donde la cobertura del sistema educativo se incrementó considerablemente,
aumentando la presencia de sectores sociales con serias dificultades históricas de acceso, las tensiones
señaladas adquieran mayor relevancia. Estas articulaciones complejas entre la matriz tradicional de la
escuela media, el acceso de nuevos públicos y la masividad con que la cultura juvenil ha logrado ingresar, de
manera dispar ciertamente, en los establecimientos educativos provee nuevos ejes de indagación sobre los
aprendizajes y prácticas políticas juveniles.
En momentos en que matriz integracionista de la escuela media -que permitía la articulación con
el mundo del trabajo y/o los estudios superiores con expectativas crecientes de ascenso socialse encuentra en duda es preciso repensar el tiempo que los jóvenes pasan en ella, sus actitudes,
disposiciones e identidades vinculadas a la política en el ámbito escolar que se traducen en
aprendizajes y prácticas diferentes y desiguales de acuerdo a los climas escolares y los tipos de
comunidades conformadas. Se trata, en definitiva, de prestar atención al modo en que la condición
juvenil contemporánea se expresa en las aulas a fin de dar cuenta de los nuevos significados otorgados
por los jóvenes a la relación juventud-política-educación.
6.1 Sentidos híbridos
Por su parte otras investigaciones señalan que además de ser un espacio de sociabilidad y aprendizaje
de la relación con los otros para muchos jóvenes la escuela secundaria continúa sirviendo para
seguir estudiando en la universidad o en un terciario o para conseguir un trabajo. Surgen sentidos
híbridos, en la experiencia escolar de los jóvenes, que combinan los más clásicos con un creciente
interés por la sociabilidad. Pese a la desvalorización de las credenciales, parecen convencidos que
la posesión del título secundario demarca fronteras, trayectorias, tener trabajo o un plan social
–destino que los jóvenes reservan para quienes no logran finalizar los estudios- (Dussel, Nuñez y
Brito, 2007).
Cuando se les consulta sobre los sentidos que atribuyen a su escolarización las respuestas de las
personas jóvenes muestran que el paso por la institución es redefinido de acuerdo a los propios
intereses, desde la situación social en que viven su condición juvenil. Más allá de ciertos sentidos
comunes surgen otros definidos a partir de su experiencia cotidiana fuera de la escuela. Varios de
los entrevistados sostienen que aún más importante que la garantía para continuar los estudios u
obtener un trabajo era la posibilidad de lograr respetabilidad social, lo que involucra una dimensión
más personal, otorgando menor importancia a los aspectos estructurales.
El modo en que se despliega la condición juvenil contemporánea contribuye a que los jóvenes
otorguen sentidos divergentes a su paso por la escuela, que más que provocar significados
unívocos se caracterizan por la disparidad de experiencias construidas en instituciones con
climas y culturas diferentes entre sí. En algunos casos los jóvenes buscan obtener atributos que
consideran positivos, la conversión personal o la escucha de los docentes, el afán de diferenciarse,
en otros la seguridad laboral, en muchos el encuentro con los pares y un tiempo de sociabilidad
protegido de la regulación barrial y/o familiar y el esfuerzo del trabajo formal e informal. A pesar
de las disonancias en sus discursos hallamos como rasgo común una situación bastante alejada de
la lectura que hace hincapié en el sinsentido, el desinterés o la apatía en relación al tiempo que
transcurren en la escuela.
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| Adolescentes y educación
7. Para finalizar: lo que creemos saber sobre los y las jóvenes y lo que podríamos saber
La modernidad le otorgó a instituciones como el trabajo, la familia, la escuela o la política una función
particular, con objetivos claros que permitían a los individuos proyectar que su paso por ellas definiría
una trayectoria específica. En contraste, la condición juvenil contemporánea debe enfrentar el nuevo siglo
conviviendo con una sensación de mayor incertidumbre, donde riesgo e inseguridad aparecen como formas
diferentes de gestionarla.
Las instituciones escolares no son la excepción, por el contrario, quienes transitamos por ellas solemos
toparnos con un variado repertorio a través del cual los jóvenes protagonizan formas participativas. En
algunos casos buscan otorgar nuevos sentidos al tiempo en la escuela o recrear en algunos espacios la
lógica de obligaciones mutuas más propia del ámbito laboral o del barrial que del escolar; en otros casos
apelan a mecanismos institucionales de participación política juvenil en la escuela –que aunque en proceso
de revisión y discusión continúan presentes-. Muchas veces hallamos maneras distintas en las que se
despliega lo político en la escuela. Los graffitis, el uso de determinadas ropas, las inscripciones en mochilas,
paredes de baños y aulas, el intento de incidir en la organización del tiempo escolar así como la confianza en
la mediación de algunos docentes o directivos, forman parte del variado repertorio de acciones al que apelan
para presentar demandas que afectan al colectivo tanto como aquellas que involucran un aspecto subjetivo,
vinculadas al reclamo de respeto interindividual de la particularidad.
Esta referencia es aún más importante para quienes tenemos relación con el sistema educativo dada la
pretensión histórica y la fuerza con la que la institución asumió su papel de “formadora de ciudadanos” con
el objetivo de promover una serie de conductas y valores que supuestamente se ajustaban mejor a lo que
la sociedad esperaba. El ejercicio más atractivo para reflexionar sobre este interrogantes es pues invertir
el sentido de la pregunta y reconocer que sabemos poco y nada sobre el modo en el que las y los jóvenes
asumen su condición de ciudadanas/os.
Si tomamos el primer camino –lo que creemos saber- una primera reflexión nos invita a recordar cómo
éramos –y en algunos casos como intentamos seguir siendo- en nuestras acciones políticas. Construimos
un nuevo relato que nos cuenta que las generaciones anteriores eran interpeladas de manera transversal
por algunas cuestiones macro-sociales; que compartían la confianza en las epopeyas colectivas tanto como
ciertas creencias y qué éstas pusieron en acción un curso de la historia donde la participación desdibujaba
las fronteras entre lo privado y lo público. Somos menos conscientes de que esta nostalgia acerca de como
éramos de jóvenes obtura la posibilidad de pensar los nuevos sentidos emergentes sobre la política, la
democracia y la ciudadanía con los que las juventudes enfrentan estas cuestiones.
Los adultos también creemos tener pocas dudas acerca de los efectos que tuvieron las transformaciones
sociales recientes en las oportunidades que toda sociedad genera y en los mecanismos de integración social,
especialmente cómo estos procesos aumentaron la exclusión de la juventud. Sin desconocer lo acertado de
este diagnóstico es preciso indagar en la complejidad del escenario novedoso y pensar que más allá de la
necesidad de señalar las nuevas y viajes desigualdades hay mujeres y varones que toman decisiones, que
tienen la capacidad para transformar un marcador social estigmatizante en uno positivo, subvirtiendo el
significado otorgado y creando nuevos sentidos desde sus acciones.
¿Qué podríamos saber?
El segundo camino nos invita a preguntarnos por el contexto donde las nuevas generaciones aprenden los
significados de la ciudadanía; a comprender que es diferente al de otros momentos históricos. El contexto
de interacción en el que la juventud aprende los significados de hacer política se organiza en torno a
coordenadas espaciales y temporales diferentes a las que estructuraron los modos de involucramiento
político protagonizado por sus padres o abuelos, razón por la cual incluso aunque cuenten con referentes
similares los sentidos que les otorgan son distintos, propios de la época que les toca vivir.
Cuando tomamos contacto con los espacios por los que circulan las juventudes hallamos nuevos modos de
transitar la vida en común. Las y los jóvenes, así como deben habituarse a modos flexibles de contratación
laboral, a episodios de violencia institucional, a la inclusión en la agenda pública de la seguridad ante el
delito como cuestión primordial –en un diagnóstico que responsabiliza por su incremento a los jóvenes
varones de sectores populares- y a un mundo caracterizado por la ausencia de pautas de acción estables y
predeterminadas –cuestiones todas que restringen el ejercicio ciudadano- , precisan desarrollar aptitudes
para enfrentar el complejo arte de estar con otros. La forma que asumen los vínculos sociales transmite un
aprendizaje cotidiano para las y los jóvenes: al desvanecerse su co-responsabilidad en la construcción de
un mundo compartido cada cual debe diseñar su propio destino. No hay nadie ante quién responder, lo que
implica simultáneamente que la posibilidad de recurrir a soportes institucionales se presenta como una
alternativa de ejercicio intermitente.
Deberíamos saber entonces que para hablar de ciudadanía no basta con al reducido catálogo de derechos y
deberes de la modernidad sino que se trata de conocer los espacios por los que ellas circulan y las prácticas
La condición juvenil contemporánea toma la escuela... P. Nuñez |
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juveniles asociadas a esos lugares, que son los que hacen posible ser y estar, encontrarse con otros y otras,
tornarse visible ante los demás. Es preciso insistir en la necesidad de indagar en las figuras que hacen
posible su visibilidad pública, lo que en muchas ocasiones torna necesario rechazar la clásica idea adulta de
organizar un centro de estudiantes para explorar otros lugares, modos distintos de posicionarse en la arena
pública.
Sería importante conocer el lugar ambivalente que ocupan muchos adultos quienes en el mejor de los casos
promueven aquellos modos de participación política por ellos protagonizados las más de las veces sostienen
implícitamente una negación de los modos de participación política de sus actuales estudiantes, fundada en
el temor a los conflictos que pudieran producirse.
Las instituciones escolares no son la excepción, por el contrario, quienes nos transitamos por ellas solemos
toparnos con un variado repertorio a través del cual los jóvenes protagonizan formas participativas, donde
contrariamente a las representaciones más extendidas sobre la acción política juvenil las jóvenes mujeres
participan más que los varones. Las acciones protagonizadas por las personas jóvenes en sus escuelas nos
muestran cambios en el modo en que se vinculan con la política –y en este aspecto el conocerlas permite
dar cuenta de las posibilidades con las que cuentan-; pero, de manera simultánea, hablan de los límites
que enfrentan y el acceso diferencial y selectivo e intermitente y efímero a la ciudadanía. En una sociedad
habituada a pensar sobre ella emparentándola a la nacionalidad; las prácticas juveniles nos hablan, a la vez,
de la importancia de la proximidad biográfica y territorial y de las dificultades para la construcción de un
horizonte común de justicia.
Éstas y otras reflexiones son algunas de las cuestiones que aún no nos atrevimos a preguntarnos. Tal ver
porque hacerlo sería reconocerse en las prácticas de los y las jóvenes, tomar conciencia de que sus modos
de interpretar la ciudadanía son, al menos en parte, consecuencia de los contextos escolares que ayudamos a
consolidar. Preguntarnos acerca de estos temas sería iniciar un camino que permita acompañarlos a transitar
por la incertidumbre sin pretensión alguna de imponer un modelo valorativo homogéneo sino creando las
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Adolescentes y educación |
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Experiencia del Proyecto “Centro Educativo”, Fundación Uniendo Caminos
Acompañamiento pedagógico:
Consiste en un seguimiento del proceso de aprendizaje de cada chico partiendo de un diagnóstico. Éste se
elabora a partir de una entrevista de ingreso. Comienza así un trabajo personalizado de acompañamiento
hasta que finaliza su ciclo escolar.
Acompañamiento social:
El referente social cumple una función clave dentro de este proceso: conoce la historia familiar de los
adolescentes y es quien le da la bienvenida al proyecto.
También es a quien recurren los chicos o quien recibe la información obtenida por otro integrante del
equipo. Esta información generalmente está vinculada a problemáticas que van presentando y que inciden
negativamente en el proceso escolar.
De acuerdo al conflicto presentado se aborda el tema en conjunto con los padres, la escuela y/o se realiza
la derivación a otra organización barrial especializada en la problemática específica
El centro está sostenido por una red interna de trabajo muy grande: se articulan en él distintas acciones
simultáneas que requieren un importante trabajo de fondo.
Lic. Maria Maciel - Directora de Área Desarrollo de Proyectos
Programa IDEA, Fundación Tzedaká
El Programa IDEA –Inclusión Educativa para Adolescentes- se desarrolla en el Centro Tzedaká Educación
que funciona en la Escuela ORT. Desde el Programa se concibe a la educación como una herramienta de
inclusión social capaz de achicar las brechas de la inequidad social. Forman parte de IDEA adolescentes
de entre 12 y 19 años que se encuentren cursando la escuela media, pertenecientes a las familias de la
comunidad en situación de pobreza y vulnerabilidad social y que están expuestos a situaciones que dificultan
y arriesgan su continuidad escolar secundaria.
El objetivo del Programa es atender las necesidades provenientes de la educación secundaria de jóvenes
en situación de vulnerabilidad para asegurar el cumplimiento del ciclo de educación media, ampliando
sus oportunidades de promoción. Las líneas de acción del Programa IDEA están dadas por la asistencia
económica, a través de la asignación de una beca mensual; la asistencia y promoción de la salud, a través de la
realización periódica de controles y la promoción educativa, a través del apoyo escolar y psicopedagógico, así
como también de la realización de talleres sobre técnicas y metodologías de estudio y orientación vocacional.
Actualmente participan del Programa 191 adolescentes.
Lic. Marcela Szuchman – Directora Tzedaká Familia y Educación
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| Jóvenes y mercado laboral
Políticas públicas, trayectorias y subjetividades en torno a la transición laboral
de los jóvenes.
Por Claudia Jacinto1
Introducción
Ante la fragmentación del sistema educativo, y el deterioro y la segmentación de los mercados de trabajo,
el lugar tanto de la escuela como el del empleo respecto la integración social de los jóvenes se ha visto
desestructurado. De este modo, cada vez más se evidencia una individualización y fragmentación de
trayectorias vitales y laborales que desdibujan la construcción de certidumbres en torno a las formas de
pasaje a la vida adulta en general, y respecto a los procesos de inserción laboral, en particular.
Es obvio las condiciones estructurales del mercado de trabajo y la institucionalidad vigente, más allá de
su debilidad, influyen sobre las trayectorias, pero tambien los jóvenes, poniendo en juego sus propias
perspectivas subjetivas y estrategias “gestionan” su inserción. Intentando dar una mirada dinámica del
interjuego de condicionantes estructurales y estrategias subjetivas, el presente artículo examina en
primer lugar, en qué medida las políticas públicas específicamente dirigidas a la inserción de los jóvenes
provenientes de hogares de menores recursos, han tendido a estructurarse en torno al acompañamiento al
proceso de inserción laboral. De modo complementario, en segundo lugar, analiza desde la mirada subjetiva
y biográfica de los jóvenes, la incidencia del paso por el “dispositivo”2 sobre sus trayectorias. Con este
enfoque se intenta integrar el análisis a nivel de estructuración de las políticas públicas con otro subjetivo,
partiendo del supuesto de que el análisis de la estructuración de una determinada política pública, debe
complementarse con el estudio de la acción de diversos actores sociales, individuales y colectivos, que con
sus estrategias, sus intereses, y valores dan un sentido subjetivo que debe tenerse en cuenta desde el propio
diseño de la política. En este caso, en particular se mostrará el sentido y valoración que los jóvenes dan al
pasaje por determinado dispositivo.
Se abordan en especial, dos grandes interrogantes. El primero puede ubicarse a nivel sistémico, y concierne
en qué medida la Argentina ha planteado y logrado consolidar políticas de transición al mercado laboral,
en particular dirigidas a jóvenes provenientes de hogares pobres. El segundo, se refiere a la medida y la
forma en que son valorados por esos jóvenes, los pasajes por ciertos dispositivos que intentan contribuir a
su inserción laboral.
Para orientar la atención acerca de las potencialidades de los dispositivos, se presenta en particular la
manera en que algunos de ellos logran desarrollar una socialización laboral que facilita el desarrollo de
una trayectoria con “momentos de acumulación”, y el aporte que ha implicado en ella el acceso a algún
dispositivo. En efecto, en el marco de la multiplicación de transiciones posbiles, de pasajes del empleo al
desempleo, y viceversa, del empleo a la inactividad, y aún pasajes del empleo a otro empleo de diferentes
condiciones y niveles de precariedad, es hoy crucial preguntarse si el paso por un dispositivo contribuye a
una acumulación que lleva hacia mas opotunidades y mejores empleos.
En realidad, los interrogantes señalados pueden integrarse en uno solo: ¿cuales han sido las respuestas de
las políticas públicas y de los propios jóvenes, en particular de aquellos provenientes de sectores sociales
bajos y medio-bajos, ante la desestructuración de los mecanismos tradicionales de inserción laboral? En
definitiva, se analizan las relaciones entre las rupturas de las formas tradicionales de inserción laboral de
los jóvenes, las débiles respuestas de las políticas públicas, en especial de los programas destinados a la
inserción laboral de los jóvenes desempleados, y las formas en las que los propios jóvenes provenientes de
hogares de bajos ingresos, se las arreglan para construir su inserción laboral. La comparación entre los
dispositivos de inserción disponibles y las estrategias subjetivas y biográficas, permite evidenciar grandes
desfasajes y vacíos en la estructuración de la transición.
Ruptura de los mecanismos tradicionales de inserción laboral y social.
Para abordar el primer objetivo planteado, sobre la estructuración e institucionalidad de los dispositivos
de acompañamiento a la inserción, conviene hacer referencia a algunos antecedentes. Frente al fin de la
sociedad del pleno empleo y la globalización, en los países centrales se fueron configurando políticas de
transición al mercado laboral desde hace más de dos décadas, que incluyen desde la ampliación de la
escolaridad obligatoria, hasta un amplio abanico de medidas orientadas a los jóvenes que no alcanzan a
terminarla, y a los jóvenes con problemas de acceso al empleo en general. Ello ha llevado al desarrollo de un
1 Investigadora Conicet, coordinadora de redEtis, IIPE-UNESCO www.redetis.org.ar . Este artículo fue previamente publicado en JACINTO, C. (2009)
“Políticas públicas, trayectorias y subjetividades en torno a la transición laboral de los jóvenes” en TIRAMONTI, Guillermina y Nancy TORRES, La
escuela media en el debate, Editorial Manantial- FLACSO.
2
Siguiendo la terminología europea que aborda este tipo de temáticas, llamaremos “dispositivo” al programa o servicio público al que accede el joven.
Politicas públicas, trayectorias y subjetividades... C. Jacinto |
17
amplio conjunto de medidas pasivas (las menos frecuentes, subsidios en dinero a los jóvenes desempleados,
sin que impliquen contraprestaciones) o de medidas activas (empleos subsidiados, o cursos de formación
con o sin pasantías, etc.). Este conjunto de dispositivos han tendido cada vez más a articular servicios
educativos, sociales y de empleo, con la participación de múltiples actores públicos (en particular, gobiernos
nacionales y locales y servicios públicos (instituciones educativas, servicios sociales, etc.) y privados
(empresas, Organizaciones de la Sociedad Civil), configurando un sistema de acompañamiento a la inserción
laboral. Si bien los dispositivos han tenido una eficacia relativa en términos de mejoramiento global de las
oportunidades de empleo3, la insatisfacción con sus resultados se discute en el marco de la inevitabilidad
de contar con políticas de transición al empleo que habiliten algunos caminos de integración social y laboral
de los jóvenes, en particular aquellos con mayores dificultades (Walther, 2004; Du Bois-Reymond. y López
Blasco, 2004; Gautié, 2000, entre otros).
¿Cómo se han afrontado estas problemáticas en Argentina, donde al aumento del desempleo se ha sumado
la elevación acentuada de la precarización? Como es sabido, en el marco de un proceso de crisis del modelo
de acumulación, nuestro país viene sufriendo desde hace décadas un deterioro del mercado de trabajo
reflejado entre otros indicadores, en el aumento de la desocupación (desde principios de los noventa, con
picos de 20% en 1995 y 2001, recién en 2006, rozó el 10%) y de la informalidad (persistentemente cerca de 45%
de los trabajadores ocupan puestos de trabajo no registrados). Estos fenómenos condujeron a una mayor
fragmentación del mercado laboral, al aumento de la pobreza y de las desigualdades. Despues de la aguda
crisis de 2001, se entró en un proceso de mejoramiento de la economía, con reactivación del mercado interno,
y puesta en marcha de programas sociales amplios, que actualmente se reflejan en la disminución de la
pobreza y del desempleo. Las desigualdades de ingresos sin embargo, persisten.
Se trata de un mercado de trabajo segmentado, donde conviven algunos circuitos de sectores industriales
y de servicios integrados en el mercado global, que requieren altas competencias y brindan condiciones
protegidas y salarios aceptables; un amplio sector de pequeñas y medianas unidades productivas y de
servicios, con diversos estándares tecnológicos y tipos de procesos, muchas de ellas tradicionales, con
actividades de supervivencia en condiciones precarias y con ingresos bajos, y otra parte, menor, de pequeñas
empresas formales, en algunos casos formando parte de redes de sub-contratación de grandes empresas.
Además del aumento del trabajo no registrado, la precarización incluso llega al mercado formal, debido al
abuso de ciertos mecanismos contractuales (sub-contratación o pago por servicios que encubre relación de
dependencia), y al incumplimiento de las leyes laborales. A ello se suma la utilización incorrecta de ciertos
dispositivos legales que intentan facilitar la transición entre educación y trabajo de los jóvenes, del tipo
pasantías, configurando una inserción generalmente precaria.
En un mercado laboral de tales características, los jóvenes constituyen el grupo con mayores niveles
de desempleo, más que duplicando la del conjunto de la poblacion económicamente activa, y el más
desprotegido laboralmente. Los problemas de desempleo de los jóvenes no están sólo asociados a su
situación de buscadores de primer empleo: tienen también más alta rotación que los adultos, pasando más
frecuentemente del “empleo al desempleo”. Esta característica del desempleo juvenil está vinculada al tipo
de empleos que se ofrecen a los jóvenes, muchos de ellos inestables, en figuras de pasantías o directamente
no declarados. Ante estas características del mercado de empleo juvenil, se abre el interrogante acerca de
qué modo influyen en las perspectivas subjetivas de los jóvenes en torno al trabajo, y en qué medida estas
entradas y salidas del empleo se explica por las lógicas que los propios jóvenes, cuestiones que se retomarán
en el análisis de las perspectivas subjetivas de los jóvenes.
Ante el achicamiento global del empleo formal y la expansión educativa, las relaciones entre educación y
trabajo se enfrentan a la devaluación de los títulos y el llamado “efecto fila”. Respecto al primero, se verifica
que, habiendo sido un poderoso vehículo de movilidad social ascendente, la educación y en particular, los
títulos de nivel menor al universitario, han perdido gran parte de su valor como pasaportes a empleos de
calidad. El achicamiento y deterioro del mercado laboral coadyuvaron para que los títulos de nivel secundario
sufrieran un continuo proceso de devaluación, y actualmente, la educación secundaria ha devenido necesaria
pero no suficiente para acceder a un buen empleo (Gallart, 2000; Filmus y otros, 2001; Salvia y Tuñon, 2003;
Kritz, 2005). Sin embargo, esta devaluación no es lineal: los mayores años de escolaridad todavía brindan
mayor protección laboral, y mejores ingresos (Gallart, 2000; Kritz, 2005). Por ejemplo, en cuanto al acceso a
beneficios jubilatorios: mientras que solo 2 de cada 10 jóvenes que no terminaron el nivel secundario tienen
trabajos estables, entre quienes lo terminaron, son 5 de cada 10 (Jacinto, 2006a). También se han observado
diferencias positivas respecto a las remuneraciones (Gallart, 2000). Respecto al segundo, en la comparación
entre los mayores y menores niveles educativos, se observa que los jóvenes más educados tienen mayores
chances de ser seleccionados, aún para empleos que no parecen demandar altas calificaciones técnicas.
De este modo, se produce una tensión paradójica y patética, que deja a quienes tienen menores niveles
educativos en una situación permanentemente vulnerable, debido a que deben competir en un mercado
donde abundan los sobre-calificados.
3 Para dar una idea de su alcance, baste decir que por ejemplo en Francia en 1999, cerca de un millón de jóvenes vivieron esa transición
profesional institucionalizada. (Agulhon, 2005)
18
| Jóvenes y mercado laboral
Debido a que la segmentación del mercado laboral se encuentra fuertemente correlacionada al estrato social
de pertenencia, los jóvenes provenientes de hogares pobres que han logrado finalizar el nivel secundario ven
que su esfuerzo educativo está lejos de significar acceso a mayores oportunidades laborales. En efecto, la
probabilidad del desempleo de los jóvenes localizados en el 20% de los hogares con menores recursos es 3,5
veces superior que la de los jóvenes localizados en el 20% de los hogares con mayores recursos económicos
(Lepore y Schleser, 2004). Comparando a los jóvenes pobres y los no pobres, el valor del título de nivel
secundario es desigual en términos tanto de protección contra el desempleo como en lo que respecta a la
calidad de los empleos (Salvia y Tuñon, 2003; Filmus y otros, 2001). Entre las razones de esta discriminación,
está el papel del capital social y de las redes familiares en el acceso a buenos empleos (Jacinto, 1997).
Ante estas limitadas oportunidades de los jóvenes pobres aún si han terminado el secundario, el 50% de
jóvenes entre 20 y 29 años (según cifras del Censo 2001) que no ha terminado el nivel, se enfrenta a horizontes
laborales aún mas deteriorados.
Una débil institucionalidad para acompañar el proceso de inserción.
Evidentemente, el acceso a una educación formal de calidad, al menos hasta el término de la educación
secundaria, constituye una de las claves de las políticas que contribuyen a la transición al mercado laboral.
Dejaremos en este artículo de lado ese tema que hemos examinado en otros trabajos (Jacinto, 2006a), para
centrarnos en las políticas específicas dirigidas a la inserción de los jóvenes por fuera de la educación formal.
Sin embargo, es preciso marcar que los serios deficits en cuanto a niveles de terminación, y la fragmentación
de la escuela secundaria, junto con otras desigualdades socio-económicas, configuran los puntos de partida
de una polarización de las oportunidades laborales difícilmente superables con dispositivos más acotados de
políticas sociales o políticas activas de empleo, menos aún si no forman parte de una política estructurada
de apoyo a la inserción laboral.
Ante el desempleo creciente de los jóvenes, en los años noventa se comenzaron a implementar medidas
para favorecer la inserción laboral, especialmente destinadas la de los jóvenes sin calificación. Muchas
acciones fundamentaron en la concepción de que la baja empleabilidad de estos jóvenes está originada en
su insuficiente calificación. “Ante el costo social del ajuste estructural” el estado debía intervenir allí donde
el mercado fallaba. Esta lógica asistencial fue funcional a un sistema económico excluyente, en el que la
integración social amplia no formaba parte del modelo societal.
El cambio de orientación política desde 2003, nacido en el medio de una amplia crisis institucional, dio
por un lado, carácter masivo a los programas de ingresos de atención a la emergencia social, incluyendo
contraprestaciones laborales, y enfatizó los vínculos entre formación y desarrollo sectorial o local, de la
mano de la creciente reactivación económica. Aunque los jóvenes formaron parte de los alcanzados por
estas iniciativas más recientes, los dispositivos con especial foco en este grupo etario y en la estructuración
de políticas de transición, no fueron objeto de reformulaciones amplias hasta 2007.
Se desarrolla a continuación un breve recorrido por algunas iniciativas de la década anterior y la presente,
tomando como ejes de análisis principalmente tres cuestiones: la base institucional permanente de las acciones;
la articulación de actores que implica, en particular entre los servicios educativos, la formación profesional, y
los actores del mundo del trabajo, tales como las asociaciones gremiales y las empresas; y el lugar que ocupa
la orientación en la intervención, cuestión clave ante la individualización y fragmentación de trayectorias.
La mayor parte de las políticas orientadas a facilitar la inserción laboral por fuera del sistema educativo
formal que incluyen jóvenes, conciernen formación ocupacional. Las instituciones con permanencia en
este campo son los centros públicos de formación profesional, en general dependientes de Ministerios de
Educación provinciales. Como hemos examinado en otros trabajos (Jacinto, 1999), en general, adolecen de
poca flexibilidad para adaptarse a las cambiantes condiciones del mercado de trabajo y alta burocratización:
plantas de instructores rígidas, cursos cuyos contenidos se repiten año a año, escasa vinculación con posibles
demandas del mercado de trabajo zonal y coexistencia de ofertas desarticuladas. Sin embargo, aún en el
marco de la crisis existían muchos centros que a través de articulaciones sectoriales o locales lograban
brindar formaciones pertinentes y una oportunidad de mejorar la inserción ocupacional de los egresados.
De la mando de la reactivación económica, en particular en algunas provincias, en los últimos años existen
evidencias de mayor dinamismo al respecto. Muchos centros funcionan en convenio con otras instituciones,
tales como: empresas, sindicatos, obispados, municipalidades, que realizan requerimientos de formación en
algunas especialidades vinculadas a demandas del mercado de trabajo local, y contribuyen con equipamiento
e insumos. La relación de los centros con la entidad conveniente, en particular con algunos sindicatos, ha
dado como resultado algunas experiencias significativas en el marco de proyectos de desarrollo local,
acuerdos con empresas y articulaciones con otras entidades sociales.
Entre los programas de capacitación laboral, en los años noventa se implementó un amplio programa
destinado a jóvenes desempleados, “Proyecto Joven”. Capacitó a más de 150.000 personas -entre 16 y 35
Politicas públicas, trayectorias y subjetividades... C. Jacinto |
19
años- en todo el país, constituyendo la inversión más importante de la última década orientada a la formación
para el trabajo. No se apoyó en los centros de formación profesional tradicionales sino que, con el objeto de
“ajustarse a la demanda del mercado de trabajo” licitó cursos a una diversidad de oferentes. Cada curso (de
hasta seis meses) incluyó una etapa de capacitación propiamente dicha y otra de pasantía en una empresa,
aspecto que implicó para el pasante una práctica en un empleo formal aunque, sin duda, este aspecto fue
uno de los más difíciles de implementar ante la falta de una “cultura de la pasantía” y el marco de crisis
económica en que se desarrolló este programa.4 Basado en una «lógica de proyecto», representó un cambio
en las aproximaciones públicas de la oferta de formación profesional. Entre los operadores, se contaron
sindicatos, cámaras profesionales, pero sobre todo «personas físicas», asociaciones o pequeñas empresas
comerciales (muchas veces constituidas sólo para las licitaciones) que representaron entre 45% y 60% de
los ejecutores. Otras instituciones especializadas, tales como centros de formación profesional y escuelas
técnicas, sólo constituyeron 5% de los oferentes. Estos datos muestran claramente la debilidad institucional
de los oferentes. Se trató más bien de pequeñas entidades efímeras que aparecieron y desaparecieron
según los avatares del programa. 75% de las empresas que participaron del programa tenían menos de
25 empleados, los pasantes fueron incluidos esencialmente sustituyendo mano de obra, sin intención de
emplearlos posteriormente (Jacinto, 1997).5 La mayoría de los jóvenes no contaban con estudios secundarios,
en tanto este requisito crecía en el mercado de trabajo. Además el programa se enfrentó al aumento del
desempleo, obteniendo resultados poco alentadores. Ante este panorama y la finalización del financiamiento
externo, el programa desapareció hacia fines de los noventa.
El periodo iniciado en 2003 instaló, de la mano de un amplio programa nacional de ingresos mínimos, la
posibilidad de acceder a un curso de formación profesional como contraprestación laboral. Sin embargo,
sobre un programa de más de un millón y medio de beneficiarios, sólo unos 24.000 habían accedido a este
tipo de contraprestación a fines de 2004 (MTSS, 2004)
Dos características señalan un significativo cambio de enfoque de las políticas recientes que favoreció la
mayor institucionalidad y articulación de actores. En primer lugar, se privilegia que el acceso a instancias
de formación profesional se desarrolle en las instituciones permanentes de los sistemas educativos (centros
de formación profesional, escuelas técnicas), evitando de este modo la creación de seudo-instituciones
efímeras, y fortaleciendo la oferta existente. Sin embargo, ante la débil institucionalidad de la formación
técnica que produjeron años de desinversión y escasa demanda de técnicos y operarios, la consolidación de
un sistema integrado es aún una meta a futuro.
En segundo lugar, se han ampliado las posibilidades de continuación de estudios secundarios en alternativas
diferentes a la educación secundaria común, tales como los servicios educativos para jóvenes y adultos. 6
Una innovación interesante introducida en los últimos años es la posibilidad de acceder y terminar estudios
secundarios (y primarios) como una de las contraprestaciones posibles de programas que subsidian personas
desempleadas. El Componente del Plan Más y Mejor Trabajo llamado “terminalidad educativa” tiene como
objetivo que trabajadores desocupados y beneficiarios de programas sociales certifiquen su formación. A
través de un acuerdo entre los Ministerios de Educación, Ciencia y Tecnología y de Trabajo y Seguridad
Social, se implementa por medio de los centros de formación de Jóvenes y Adultos, que dependen de los
Ministerios de Educación de las provincias. El Ministerio de trabajo nacional provee o financia el material
didáctico de apoyo para los alumnos y para los docentes. Hasta 2005, hubo alrededor de 56.000 beneficiarios
en terminalidad de primaria (61%) o secundaria (39%); de los cuales 80% eran mujeres. (MTEySS, 2004).
Estas iniciativas representan un quiebre de la tendencia anteriormente generalizada de brindar solo
oportunidades de formación ocupacional, y parece responder a los requerimientos mínimos del mercado de
trabajo respecto a la escolaridad formal. Sin embargo, en su implementación se reportan varias tensiones,
desde el ajuste de mecanismos de trabajo conjunto entre reparticiones de educación y de trabajo en los
distintos niveles, hasta el estado precario de los centros educativos en algunas provincias, y los mecanismos
de derivación o selección de los beneficiarios que acceden a este dispositivo.7 Por otro lado, muchas
debilidades caracterizan la oferta educativa en este nivel dentro del país. Entre los puntos más críticos, puede
señalarse la rigidez de la oferta curricular, que en muchos casos repite la destinada a los adolescentes; el
lugar marginal que ocupan dentro de los servicios educativos provinciales, la débil conceptualización de los
perfiles y problemáticas especificas de la población que asiste, especialmente de los jóvenes; las mínimas
relaciones con el mundo del trabajo y con la formación profesional, a pesar de que la mayoría de los alumnos
4 Iniciativas parecidas al Proyecto Joven y también financiadas por el BID se han desarrollado en Chile, Uruguay, Colombia, Perú, Venezuela
y Panamá. También Brasil ha emprendido un programa similar, pero sin financiamiento externo. También es posible detectar los diferentes
programas sociales recientes que atienden a jóvenes vulnerables en buena parte de los países de América Latina.
5 Desde el ángulo de los contenidos de los cursos y de las estrategias pedagógicas, es posible cuestionar el carácter demasiado acotado (en
duración y en enfoque) y discontinuado de la formación. Y, a su vez, el hecho de que no se prestó atención al hecho de que la formación general de
los jóvenes atendidos era débil, y en muchos sentidos un obstáculo mayor que la falta de calificación específica.
6
Se estima que dos de cada tres personas que concurren a los servicios educativos de adultos son menores de 25 años (IIPE, 2003)
7 Respecto a esto último, no es casualidad que 80% son mujeres, mientras que la proporción femenina en la educación de Adultos es de 50%: las
mujeres tienen mayor margen para poder optar por esta oportunidad educativa, en tanto de los beneficiarios hombres se espera mayor inserción
en contraprestaciones laborales.
20
| Jóvenes y mercado laboral
son trabajadores; el escaso desarrollo de modalidades semi-presenciales y a distancia; los mínimos avances
en la creación de sistemas de acreditación de saberes laborales, mediante certificados que habiliten para
determinados oficios y actividades; la falta de una formación docente específica.
Como se ha adelantado, estas políticas muestran señales de fortalecimiento a la institucionalidad y promueven
la articulación de actores del mundo de la educación y del trabajo, pero el componente de orientación, a pesar
de algunos avances respecto a la redefinición de las agencias locales de empleo, se halla actualmente en
formulación en el componente Joven de la nueva iniciativa “Sistema de Formación Continua”. También esa
iniciativa promueve la participación de las empresas en programas de formación, práctica laboral y/o primer
empleo de jóvenes. En resumen, hasta 2007, respecto al primer interrogante abordado en este artículo,
podría sostenerse que el conjunto de políticas señaladas todavía no alcanzaban a evidenciar un enfoque
conceptual que aborde la complejidad del proceso de inserción al mercado de trabajo de los jóvenes. La
nueva iniciativa mostrará sus resultados en los próximos años.
Existe otro terreno sectorial desde donde se han formulado políticas para la juventud. Se trata del campo de
las políticas sociales. Desde la década anterior, comenzaron a desarrollarse algunos programas nacionales
dependientes de ministerios u organismos sociales que apoyan proyectos de capacitación laboral de jóvenes,
basados en ONGs, en varios casos proponiendo la participación activa de grupos organizados de jóvenes.
Algunos proyectos plantearon no sólo la capacitación laboral sino también inserción en emprendimientos
productivos, con una visión optimista de los alcances que puede tener una iniciativa de este tipo. En este
marco, algunas experiencias interesantes, se registraron en particular en la combinación entre gobiernos
municipales que promueven procesos de participación con múltiples actores, y redes de fuentes de trabajo
y servicios educativos en el marco de procesos de desarrollo local. Pero se conoce poco de los resultados
globales de este tipo de programas, muy descentralizados y focalizados en la promoción de procesos
participativos más que en la inserción laboral, aunque como se señalaba suelen incluir formación
ocupacional y promover micro-emprendimientos. Como ejemplo de la fragilidad institucional de este
tipo de iniciativas, puede señalarse que un amplio programa de inclusión laboral juvenil que comenzó a
desarrollarse en los últimos años fue desactivado antes de su completa implementación. En general, se
trata de pequeños proyectos desarticulados, donde el componente de capacitación es de escasa calidad y
no se basa en instituciones permanentes; las acciones han sido fragmentadas y poco sistémicas. Mucha
capacitación presupuso que los jóvenes iban a autoemplearse aún sin experiencia laboral previa, ni niveles
de organización y conocimientos de gestión básicos, ni posibilidades de crédito, ni análisis de posibilidades
concretas de desarrollo de un negocio según las perspectivas de un posible mercado para el producto o
servicio (Jacinto, 2005).
En síntesis, puede sostenerse que las formas de intervención de las políticas públicas en la materia son diversas,
y a veces contradictorias. Si bien se evidencia un cambio notable en las políticas, en particular de empleo, en
la línea de mayor apoyo a la institucionalidad y a la articulación de actores pertinentes, no es todavía visible una
política estructurada destinada a facilitar la inserción o la transición al trabajo de los jóvenes en general, y de
aquellos de bajos niveles educativos, en particular. En términos generales, las posibilidades de éstos últimos
de acceder a algún dispositivo, se vinculan al mayor o menor dinamismo de las políticas locales, y en ocasiones
su articulación con los programas nacionales de renta básica o de formación ocupacional, a la existencia de
centros de formación profesional públicos en su entorno geográfico, o a la llegada de programas sociales a
su barrio. Las formas en que los jóvenes vivencian estas experiencias y el lugar en sus trayectorias de estos
dispositivos en términos de acumulación de experiencias de socialización, permitiría dar señales para una
formulación que ponga las oportunidades de los sujetos en el centro de la estrategia.
Trayectorias y perspectivas subjetivas de los jóvenes
Una de las consecuencias de los procesos de deterioro de los mercados laborales es la ruptura de los
mecanismos de socialización laboral y los cambios en los imaginarios sobre el trabajo por parte de los jóvenes.
Desde hace algunos años, se viene produciendo una ruptura de las formas tradicionales de socialización
laboral, aquellas en las que el oficio se aprendía con otro, un maestro, alguien del entorno familiar. La
formación general y específica era complementada por el aprendizaje en un empleo relativamente estable.
Estas formas suponían también que el proceso de adquisición de la identidad social venía de la mano de
la constitución de una identidad laboral. Ante la crisis, muchos jóvenes provenientes de sectores de bajos
ingresos tienen escaso o nulo acceso en sus experiencias cotidianas a conocer trabajadores con empleos
de calidad. Ellos mismos acceden a trabajos inestables y precarios, o a planes sociales de emergencia que
exigen contraprestaciones, que funcionan “como sí” fueran trabajo. ¿Cuánto de “formativos” pueden ser
estos modos de incorporarse al mundo del trabajo?
De este modo, el proceso de transición entre la educación y el trabajo se caracteriza por la diversidad, la
inestabilidad y la precariedad de las experiencias laborales. Pero no sólo está influido por la inestabilidad
estructural del mercado de empleo, sino también por la naturaleza exploratoria de las formas de “ser joven”
Politicas públicas, trayectorias y subjetividades... C. Jacinto |
21
(Gaude, 1996), entre las que se incluye la búsqueda de gratificaciones inmediatas (monetarias y vivenciales),
novedosas y flexibles (Perez Islas y Urteaga, 2001).
La lógica subjetiva que subyace a la trayectoria debe ser mirada de un modo complejo. Esta lógica, que le da
un sentido a la misma está muchas veces relacionada con el lugar del trabajo en el conjunto de estrategias
subjetivas. Los jóvenes en sus búsquedas iniciales viven esa inserción precaria como un aprendizaje, como la
necesidad de tomarse un tiempo (Nicole-Drancourt, 1994). Algunos autores sostienen la hipótesis de que un
itinerario por sucesivos empleos precarios parece haberse instalado en la socialización ocupacional de los
jóvenes (Curie, 1993; Demaziere y Dubar, 1994). En otros términos, la diversificación de los perfiles de inserción
se relaciona sin duda con la escasez y precarización de las formas de empleo, pero también cuenta la gestión
de los propios jóvenes, y las dificultades de inscripción e integración social en nuestras sociedades.
La inserción precaria de los jóvenes trasciende sectores sociales y niveles educativos, pero los jóvenes
pobres viven ese proceso con escasos márgenes de libertad. Habitualmente se ven compelidos a trabajos
informales y ocasionales, en el extremo más deteriorado del circuito laboral, donde acceden a empleos “no
calificantes” ya que en ellos las posibilidades de aprendizaje en el trabajo son escasas (Jacinto, 2004). Su
inserción se caracteriza por un “entrar y salir” permanente del mercado laboral, con una fuerte rotación e
inestabilidad, principalmente debido al tipo de empleo y remuneración (Dávila León et al, 1995).
La discriminación que sufren los pobres para acceder al trabajo, especialmente a aquellos de mayor calidad,
se vincula no sólo a sus menores niveles formativos sino también a la escasez de “puentes” (mecanismos de
vinculación) con el empleo. En efecto, a muchos de los trabajos de mayor calidad se llega a través de redes
de relaciones sociales de contacto, que para esta población son bien escasas. Además los mecanismos de
selección no sólo tienen en cuenta su nivel de escolaridad formal, sino la escuela de procedencia, y un conjunto
de saberes y competencias más bien actitudinales, códigos de presentación y de interrelación, en definitiva, un
tipo de capital cultural que estos jóvenes tienen escasa posibilidad de desarrollar, condicionando el abanico de
oportunidades para la construcción de una trayectoria laboral acumulativa (Jacinto, 2004; Sepúlveda, 2005).
Varios estudios vienen detectando que para aquellos que finalizaron los estudios secundarios existe un desfase
entre sus expectativas y los puestos disponibles (entre ellos, Filmus, 2001; Weller, 2006). Esta situación ha
afectado con particular crudeza a los jóvenes pobres que logran terminar la educación secundaria debido a
que deben competir por los puestos disponibles con jóvenes que provienen de familias con capitales sociales
y culturales más altos (Jacinto, 2004).
Ante este panorama ¿pueden los dispositivos de acompañamiento a la inserción atenuar el peso de los
condicionantes estructurales sobre las trayectorias? Para poder responder mejor este interrogante, se han
estudiado los procesos de inserción laboral en los jóvenes provenientes de bajos ingresos. Para orientar
la atención acerca de las perspectivas subjetivas de los jóvenes y las potencialidades de los dispositivos se
presenta a continuación en particular la manera en que algunos de ellos logran desarrollar una socialización
laboral que los conduce a una trayectoria acumulativa, y el aporte que ha implicado en ella el acceso a algún
dispositivo. Los datos empíricos provienen de un programa de investigación que viene examinando desde
el año 2000, con metodologías cualitativas, las trayectorias de educación y trabajo de jóvenes provenientes
de hogares de ingresos bajos o medio-bajos,8 entre 20 y 30 años, con una cierta trayectoria laboral. Todos
habían ingresado al nivel secundario, y aproximadamente la mitad lo había finalizado. La mayoría de ellos
había accedido también a algún dispositivo de inserción laboral.
Obstáculos en el proceso de inserción laboral
El reflejo de los procesos macro-sociales aparece claramente en la vida cotidiana de los jóvenes provenientes
de sectores pobres, constituyendo un circuito que impide al acceso a buenas oportunidades laborales, por
más que se acceda a la educación secundaria. La investigación realizada en una localidad del conurbano
bonaerense puso de manifiesto cómo se expresan esos circuitos. En ellos confluyen procesos de segregación
territorial; la estigmatización; el acceso a circuitos educativos devaluados y un débil capital social-cultural;
tempranas responsabilidades familiares; urgencia por generar ingresos.
La segregación territorial se evidencia en la fuerte identificación con el espacio local, con el barrio, y la
percepción de que la salida del mismo es como un cruce de frontera con diferentes niveles de dificultad, no
sólo material sino también simbólica. Los jóvenes ponen de manifiesto su percepción de sentirse diferentes
de los que habitan más allá de las fronteras del barrio. La señal más clara al respecto la dan cuando expresan
claramente que se sienten objeto de discriminaciones, en el acceso al trabajo, y/o a escuelas fuera del barrio.
La discriminación se asienta en su aspecto físico, vestimenta, y/o en habitar en el barrio.
Las vías de acceso al trabajo ponen de manifiesto la marginación ecológica: cuesta salir del barrio, por
la distancia, por el costo del pasaje, porque la infancia y la adolescencia suelen transcurrir sin salidas del
ámbito local. Además se carece de redes sociales desde donde pueda provenir un trabajo fuera del barrio.
8
Se trata de dos proyectos sucesivos de investigación que han permitido conformar una base de 65 casos.
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| Jóvenes y mercado laboral
Cuando los jóvenes mencionan las razones de las dificultades para conseguir trabajo, obviamente los
primeros señalamientos se refieren a la falta de trabajo: “no hay nada”; pero también señalan que se sienten
desorientados frente a la búsqueda de trabajo, ¿cómo y dónde buscar?; ¿qué decir? La falta de información y
el hecho de no haber tenido oportunidades para desarrollar competencias para organizarse, autoinformarse,
etc., son señaladas por los propios jóvenes.
La diferenciación de circuitos educativos se hace evidente para los jóvenes a la salida de la escuela. En ese momento,
comienzan a ser claramente concientes que aprendieron menos que “otros jóvenes”, porque han accedido a
escuelas peores. Esto aparece en evidencia especialmente cuando se intenta ingresar al nivel terciario.
“... cuando vos salís del secundario y no sabes nada y no podés entrar a la facultad, o sea yo me siento
estafada por todos los años que hice.”(mujer 21 años)
Ahora bien, cuando se indaga si eso que se aprende en la escuela secundaria sirve para la inserción laboral,
aparece una valoración ambigua, dado que muchas veces esos saberes no son visualizados como “útiles”
para la inserción laboral. En el caso de los jóvenes con menor capital cultural y social dentro de la muestra,
este descreimiento está asociado al hecho de que terminar la escuela secundaria, no necesariamente abre
puertas en el mercado de trabajo.
“...yo tengo estudios secundarios, no conseguía trabajo, tengo el secundario completo ...la carrera no me
sirvió para nada porque mira donde estoy ...”(mujer 30 años)
Ciertos circuitos laborales están cerrados para ellos: perciben que probablemente no son accesibles por
más esfuerzos educativos que se hagan.
Otro eje de discriminación de oportunidades es el género. Aunque una buena parte de las jóvenes que continúa
estudios secundarios en estos barrios no acepta hoy pasivamente su reclusión en la esfera doméstica, muchas
jóvenes aún se enfrentan tempranamente a la maternidad, lo cual implica la asunción de nuevas responsabilidades,
y muchas veces la postergación de otros proyectos. No existiendo estructuras de apoyo con los hijos, la maternidad
precoz es prácticamente sinónimo de abandono escolar y de reclusión en la esfera doméstica.
Los jóvenes construyendo trayectorias, a pesar de la débil institucionalidad
Como se acaba de mostrar las restricciones que sufren los jóvenes que habitan en barrios marginales en
el acceso al empleo, y más aún a los empleos de calidad, son múltiples. Sus posibilidades de lograr una
trayectoria laboral acumulativa parecen escasas. La ausencia de institucionalidad que pueda hacer un puente
con el trabajo no hace más que reforzar mecanismos de reproducción y exclusión social.
Condicionados además por los escasos “márgenes de libertad” con que cuentan según las condiciones
familiares y socio-económicas en las que viven, ¿cómo logran desarrollar sus trayectorias laborales en
condiciones en que las formas de socialización ocupacional tradicionales están rotas?, ¿existen para ellos
posibilidades de inserción en trayectorias acumulativas?; ¿qué peso tienen en ellas los débiles y erráticos
dispositivos de inserción a los que eventualmente pueden acceder?; ¿cuentan ellos con “espacios de
exploración”, como los jóvenes de otros sectores sociales?
Contra lo que puede suponerse, los resultados que se reseñan a continuación muestran que algunos jóvenes
logran conjugar una acumulación de experiencias que les permiten acceder a alguna forma de generación de
ingresos valorada. Esta acumulación de experiencias incluye empleos de diferente tipo, y dispositivos de formación
profesional, pasantías y/o apoyo a auto-emprendimientos. La valoración de este trabajo actual se basa algún
criterio importante para ellos: sean los ingresos, o “hacer lo que me gusta”, o “la libertad que necesito”; etc.
Discutiremos brevemente la manera en que las trayectorias laborales pueden representar una suerte de
socialización laboral, aún en contextos de restricción de oportunidades, para profundizar después con mayor
detalle el peso que pueden tener ciertos dispositivos.
Como podía esperarse, los factores biográfico-contextuales como la escasez de oportunidades o la situación
familiar enmarcan las trayectorias (Jacinto y otros, 2005). Cambios de las situaciones familiares como
tener un hijo, irse a vivir con su pareja, la muerte de algún miembro del núcleo familiar, la desocupación
del principal sostén, producen un cambio de roles en la vida de estos jóvenes que los obliga a asumir la
responsabilidad de manutención del hogar. Muchas veces esto lleva a la búsqueda activa de ocupación, ante
la necesidad imperiosa de generar ingresos.
Los recorridos laborales de muchos no están ligados ni a la socialización en el trabajo, ni al aprendizaje,
ni a la valorización de un trabajo “interesante o gratificante”. El peso de los determinantes contextuales y
biográficos se impone y simplemente, aceptan lo que viene, porque “hacer cualquier cosa es lo mismo”.
Sin embargo, las trayectorias no sólo son producto de estos determinantes externos: también se construyen a
partir de decisiones y estrategias personales. En efecto, algunas trayectorias revelan un recorrido acumulativo
que juega como una suerte de socialización laboral, independientemente de que las condiciones de trabajo sean
Politicas públicas, trayectorias y subjetividades... C. Jacinto |
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precarias. La secuencia de acumulación está ligada al contenido mismo del trabajo y a la valoración subjetiva
del mismo. En efecto, a pesar de las restricciones, se evidencia en ciertos jóvenes una cierta capacidad de
decidir entre opciones según sus intereses y expectativas. Entonces los criterios de valoración del trabajo no
coinciden necesariamente con el imaginario de un trabajo protegido, sino que en muchos casos se define el valor
desde la posibilidad de indagación, la satisfacción con el contenido, el aprendizaje que se realiza en el mismo.
Las experiencias laborales, aunque sean inestables y discontinuas, se encuentran ligadas por argumentos de
sentido dados por los jóvenes, y van conformando una opción afín a sus intereses y gustos, y una orientación
que es reafirmada por los jóvenes como “aspiración” o “deseo” (Jacinto y otros, 2005).
De este modo, según cómo sean o puedan ser capitalizadas las experiencias laborales, se define un marco de
posibilidades. Pueden brindar al joven diversos recursos: desde un saber-hacer en una actividad específica,
aprendizajes de actitudes y aptitudes en contextos laborales, hasta relaciones sociales. La posibilidad y
capacidad para aprovechar algún aspecto de dicha experiencia mediatiza los condicionantes del contexto.
¿Cómo juega el dispositivo en la trayectoria de inserción?
Los jóvenes entrevistados habían accedido a cursos gratuitos de formación profesional y/o a un programa
nacional que apoya la creación de micro-empresas juveniles, y/o a empleos temporarios creados por un
municipio para el trabajo de coordinación de grupos de actividades juveniles.
Los resultados muestran que estos dispositivos pueden tener efectos positivos, cuando la suma de
precariedades que viene de reseñarse hace que, para estos jóvenes, el acceso a la educación formal no sea
suficiente para romper las barreras de los circuitos laborales segmentados. Las percepciones de los jóvenes
acerca de las oportunidades que les han brindado estas experiencias son muy positivas en la mayor parte
de los casos. Sea por los aprendizajes , sea por haber logrado una inserción laboral ligada a la formación
profesional recibida, e incluso por los aspectos afectivos y de relación vinculados a la experiencia, los jóvenes
aprecian mucho la experiencia e incluso la comparan positivamente con relación a la escuela secundaria.
¿Qué es lo que valoraron los jóvenes de estas experiencias? Analizando las trayectorias de los jóvenes y
sus percepciones pueden distinguirse varios tipos de aportes: aprender algo específico vinculado a una
ocupación; lograr fondos para iniciar un emprendimiento; acceder a un capital social transferido; y también
facilitar el acceso a espacios públicos de participación social.
Aprender algo específico vinculado a una ocupación
La inespecificidad de la escuela secundaria en sus modalidades generales es contrapuesta a una experiencia
de formación profesional en la que se aprende algo concreto, cuya posibilidad de utilización inmediata es
claramente percibida por los jóvenes y provoca gratificación. Expresan “sé lo que sé”, y eso genera confianza
y fortalecimiento de la auto-estima.
“... antes de hacer el curso tenía un secundario completo pero ¿qué puedo hacer si no tengo un oficio, no
tengo una profesión?... después de hacer el curso, tengo muchísima confianza, me presento de otra manera:
soy auxiliar contable, estudié en un Centro de Formación 401, te presentás distinto, te da otro impulso, es
muy positivo este curso...”. (mujer 25 años)
También resaltan la adquisición de competencias específicas, que incluso los pueden llegar a poner en
mejores condiciones frente a ciertos puestos que el certificado de nivel medio general.
“... yo tengo amigos que ni siquiera terminaron la secundaria y vinieron acá y les fue bastante bien. Tienen
trabajo por haber estudiado acá. Por la experiencia que obtuvieron acá. Los tomaron a prueba con otros
chicos que tenían el secundario completo y ellos quedaron”.( varón 24 años)
Incluso el pasaje por un curso de formación profesional específica también en algunos casos contribuye a
que los jóvenes se motiven o busquen alternativas para finalizar el secundario. Varios estudios de egresados
de centros de este tipo, hallaron un re-ingreso al secundario cercano a 30% (Jacinto, 1999).
El puntapié inicial: una oportunidad ante la falta de recursos
La oportunidad que brindan estas intervenciones aparece claramente en los casos en que se ha apoyado a
los jóvenes a través de recursos concretos para generarse un trabajo. Como se sabe, la evidencia empírica
acumulada respecto a la promoción de micro-emprendimientos con jóvenes plantea dudas acerca del
impacto posible (Jacinto, 2001). A las habituales dificultades de sobrevivencia de los microempredimientos
24
| Jóvenes y mercado laboral
en general, en los jóvenes se agregan otras como la edad y la escasa experiencia laboral, sumadas en este
caso a la endeblez de las competencias generales y a la limitada red de relaciones sociales.9 Pero al mismo
tiempo, el apoyo a las actividades emprendedoras de los jóvenes puede dar lugar a que sus intereses y
creatividad sean puestos en juego en la experiencia.
En el caso de los algunos de los jóvenes entrevistados, el acompañamiento y asesoramiento fueron claves
para sortear con mayor o menor éxito esta oportunidad de tener un pequeño capital inicial para comenzar
un emprendimiento. Los programas por los que han pasado estos jóvenes les han brindado la posibilidad
de acceder tanto a capacitación y asesoramiento para la gestión del negocio, como a recursos, tales como
herramientas, micro-créditos, dinero para viáticos, que claramente perciben como su única oportunidad de
poder iniciar un emprendimiento de este tipo. En algunos casos, el micro-emprendimiento aparece como una
oportunidad aprovechada después de otras experiencias laborales e incluso sumándose a otras actividades
simultáneas. En otros casos, la posibilidad de tener el propio emprendimiento surge casi por casualidad,
y es una oportunidad valorada, que da “miedo”, y el futuro del emprendimiento resulta más incierto. En
definitiva, estos ejemplos de experiencias positivas parecen señalar que en determinadas condiciones, y
para determinados perfiles de jóvenes, programas acotados que apoyan con recursos y acompañamiento los
emprendimientos pueden aportar a la construcción de experiencias acumulativas.
Otros espacios públicos de sociabilidad y participación social
Los jóvenes se acercan a los cursos no necesariamente guiados por la motivación de que lo que aprendan
les sirva para trabajar. Muchas veces se trata de ganas de aprender, de aprovechar la oportunidad “por si me
sirve para más adelante”. Por ejemplo, los cursos de computación son concebidos como el desarrollo de una
competencia que “me va a servir”. Lo mismo sucede con los de administración. En cambio, otros más ligados
a oficios concretos parecen vinculados al interés por ese oficio en particular.
Más allá de estos matices, todos señalan que es “la oportunidad de hacer algo”, de aprender, de seguir
estudiando, más aún si se es desocupado.
Por ejemplo una joven…señala que “Me enteré por un volante en ese momento estaba sin trabajo, buscando
... me mantiene ocupada y esperando que salga algo” ( mujer 23 años). Pareciera que el curso no forma
parte de una estrategia de acumulación en función de un proyecto laboral, sino del aprovechamiento de una
oportunidad de formarse y superar el aislamiento que produce la falta de trabajo.
En ocasiones, el impacto del pasaje por alguno de estos programas sociales es tal que allí encuentran la posibilidad
de armar un proyecto laboral insospechado con anterioridad. Es el caso por ejemplo de un joven que luego de
varios trabajos intermitentes, tiempos de inactividad y changas se incorporó a trabajar en la municipalidad por
una política de la misma de reclutamiento de jóvenes como tutores o facilitadores de los programas. Ahora le
gusta lo que hace, manifestándose con un discurso muy comprometido con el “sentido” de lo hace.
“Nos juntamos un grupo de amigos que hacíamos trabajos en el barrio y empezamos. Se hizo una reunión
y en esa reunión se habló de posibilidad de hacer distintas cosas, y yo quedé y me llamaron ...tuvimos unas
charlas y quede laburando ...Me gusta mucho lo que hago. El hecho de estar con gente e intentar ayudarlas
con algo..”( varón 25 años)
La satisfacción con la experiencia de intercambio social ha sido resaltada por varias investigaciones
anteriores (Jacinto, 1995; Pieck, 2001; Gallart, 2000a). Su importancia no debe ser minimizada: se trata de
un espacio de relevancia social en la experiencia de quienes suelen no tener otro lugar en el mundo. En el
marco del debilitamiento de las instituciones tradicionales, cobran particular importancia como instancias
de participación social.
Redes y puentes institucionales con el empleo
Tal vez uno de los mayores aportes a las trayectorias de los jóvenes de los programas de intervención social
sea el fenómeno que hemos denominado “la transferencia de un capital social institucional” (Jacinto, 1996).
Es conocido que el capital social, entendido como red de relaciones sociales y también como asociado a
un capital cultural (o sea conocimientos, ideas, valores y habilidades), resulta uno de los mecanismos de
reproducción social más poderosos. El estudio de las trayectorias de los jóvenes puso de manifiesto que la
legitimación social de la que goza la institución u organización con la que los jóvenes aparecen relacionados,
9 Existe abundante evidencia empírica de que la promoción de experiencias de autoempleo y/o microemprendimientos tiene posibilidades de éxito
acotadas por las coyunturas económicas, los mercados locales y los apoyos específicos que reciben. Con jóvenes de perfiles socio- educativos bajos
la evidencia muestra que se requiere al menos de un fuerte seguimiento, que se exprese a través de: apoyo a la selección de nichos productivos o
de servicios viables; capacitación en gestión, en comercialización y en las competencias ligadas a la actividad, acceso al crédito, y asistencia técnica
durante un periodo considerable, incluyendo acompañamiento psico-social (Jacinto, 2001).
Politicas públicas, trayectorias y subjetividades... C. Jacinto |
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les brinda redes y puentes con el empleo que de otro modo estarían vedadas.10 Esta suerte de “transferencia
del capital social institucional” resulta muchas veces clave para lograr la inserción.
En los casos analizados esta transferencia aparece de muchas maneras. Por ejemplo, cuando un centro
de formación profesional hace un “puente” con un lugar de trabajo, favoreciendo el ingreso a un empleo
formal al que el joven no podría haber accedido sin esa gestión. Cuando el coordinador de un programa
se ocupa de facilitar las gestiones para la inscripción legal de un emprendimiento, que estaban paradas
“por todo el papelerío”. Cuando otro grupo de emprendedoras vende sus productos a través de puentes
que la organización les provee con sectores de mayores recursos. Cuando el acompañamiento institucional
en instancias de inserción o de instalación de un emprendimiento, es clave para la resolución de múltiples
imprevistos.
“...por medio del centro de FP, conseguí trabajo en FATE como operario...”.
“...Sin el permiso de Bromatología no podíamos empezar a trabajar como empresa fumigadora... recién
pudimos solucionar el problema cuando intervino la gente de Desarrollo Social...” (varón 23 años)
“Con la misma institución, nos ayudaron a armar todo lo que es presupuesto, averiguar todos precios por
todos lados, en mayoristas o donde están más baratos los productos”( mujer 29 años)
Estos puentes que logran quebrar circuitos cerrados muestran la importancia de que las intervenciones no
se conciban simplemente como el acceso a un conocimiento valioso, útil y/o significativo, sino también con
una clara conceptualización de los obstáculos que operan en los mecanismos de selectividad del mercado
de trabajo.
Reflexiones finales
Al analizar conjuntamente las políticas que se proponen mejorar la inserción laboral de los jóvenes, en
particular aquellos provenientes de hogares de bajos recursos, y las formas en las que los propios jóvenes,
se las arreglan para construir su inserción laboral se observan desfasajes y vacíos en la estructuración de
la transición. Por un lado, la débil formulación de políticas integrales que acompañen las transiciones ante
las rupturas de los mecanismos tradicionales de inserción en el empleo. Por otro lado, algunos jóvenes de
bajos niveles educativos y sociales logran socializarse en el trabajo acumulando, y en estas trayectorias la
oportunidad de pasar por algún dispositivo de inserción puede jugar un papel considerable en la dotación de
mayor capital personal y social.
Aunque las transformaciones estructurales y la situación socio-económica son evidentemente los grandes
condicionantes estructurales de las políticas de inserción, y las oportunidades laborales siguen su dinámica,
en términos generales, se ha producido una ruptura de las formas tradicionales de inserción laboral no fue
acompañada de la instalación sistemática de dispositivos de inserción, que se basen en la conceptualización
de que el pasaje de la educación al empleo es una transición larga y compleja. Un balance conjunto de las
políticas destinadas a jóvenes revela que, aunque las políticas más recientes muestran esfuerzos en pos de
fortalecer la institucionalidad y una articulación pertinente entre los actores del mundo de la educación, la
formación profesional y el trabajo, aún no se ha formulado una política de acompañamiento a la inserción
que contribuya a la estructuración de trayectorias acumulativas. Esta situación es especialmente crítica
para los jóvenes de bajos niveles educativos y/o sociales.
Obviamente, a nivel macrosocial y político, el tema de fondo es el camino hacia una sociedad más inclusiva,
donde los mecanismos de integración social sean sistémicos. Un umbral de bienestar social universal es
básico para que los dispositivos de inserción puedan actuar con posibilidades y para que los jóvenes tengan
márgenes de libertad para desplegar sus creatividades, deseos, intereses, expectativas, estrategias.
Pero también la creciente centralidad de la perspectiva subjetiva y el reconocimiento de las estrategias
individuales aún en contextos de restricción de recursos, muestran que el lugar del sujeto debe ocupar otro
lugar en la formulación de políticas ante la realidad de la fragmentación social. El desarrollo de mecanismos
institucionales de integración socio-ocupacional implica entonces el acompañamiento a lo largo de procesos
graduales y sistemáticos de educación formal de calidad y formación profesional, estructurados alrededor
de itinerarios, que promuevan el encadenamiento con etapas formativas posteriores y experiencias laborales
significativas en pos de la construcción de trayectorias acumulativas.
10
En un estudio anterior, habíamos encontrado resultados similares con cursos de formación profesional en el conurbano bonaerense (Jacinto, 1996)
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| Jóvenes y mercado laboral
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| Jóvenes y mercado laboral
Formación y Trabajo, Fundación Forge
A través de su programa “Formación y Trabajo”, la Fundación crea un puente para que los jóvenes que están
finalizando sus estudios secundarios se capaciten en especialidades de alta demanda y accedan a un primer empleo
de calidad. El programa complementa al sistema formal de educación pública, reforzando la terminalidad de los
estudios secundarios y creando un circuito articulado entre la escuela y un primer empleo de calidad. El programa
tiene una duración dos años: uno de formación y uno de tutoría. Es totalmente gratuito.
El rol de las empresas es clave en el programa. Participan activamente de la formación, el diseño de contenidos, la
realización de observaciones y prácticas, y, finalmente, la incorporación de los egresados a sus equipos de trabajo.
La clave del éxito en el desarrollo de competencias actitudinales de la formación Forge radica en implementar
en un ámbito educativo, los códigos del mundo del trabajo de calidad: como en un buen trabajo. El sistema
de evaluación incluye autoevaluaciones, devoluciones y planes de mejora, se aprende haciendo, se utiliza el
error como parte de la vida laboral de las personas, se desarrollan relaciones de confianza, fortaleciendo el
vínculo positivo entre las personas, se fortalece la responsabilidad individual en la toma de decisiones
Lic. Patricia Pérez - Directora de la Fundación en Argentina
Programa Acción Joven de capacitación laboral, Fundación Tzedaká.
El objetivo del Programa Acción Joven es garantizar la capacitación laboral, el apoyo para la inserción en
el mundo del trabajo y la finalización de la escuela media a jóvenes de entre 18 y 35 años, provenientes de
familias vulnerables.
Las capacitaciones propuestas están destinadas a brindar herramientas que les permitan a los jóvenes
insertarse rápidamente en el mercado laboral. Por ello, las mismas están orientadas a empleos con alta
demanda y cuentan con certificación académica. El Programa Acción Joven brinda capacitaciones laborales,
talleres de empleabilidad y de imagen personal, subsidios para viáticos y materiales de estudio, apoyo escolar
para la finalización de la escuela media y subsidios especiales de salud.
Además de ofrecer capacitación en empleos de alta demanda en el mercado laboral, el Programa acerca a
los jóvenes a sus primeras experiencias laborales en el mercado formal. El Programa se desarrolla en dos
centros: Club Naútico Hacoaj en Tigre y Ort Montañeses. Actualmente participan del Programa 262 jóvenes.
Lic. Marcela Szuchman- Directora Tzedaka Familia y Educación
Las políticas de las edades... R. Iacub |
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Las políticas de las edades. La identidad social en la vejez
Por Ricardo Iacub
Los significados del envejecimiento y la vejez no resultan cuestiones menores a la hora de tratar su psicología.
Cada uno de los modos de narrar el envejecer o la vejez suponen concepciones diversas, contradictorias
entre si, dinámicas en el tiempo, con sentidos variables, positivos o negativos, o aun más son espacios
en construcción. Por ello Green (1993, 49-50) señala que “desde un punto de vista retórico, los términos
son lugares del discurso, a los que divide entre espacios de memoria y espacios de descubrimiento. Los
primeros guardan y recuperan narrativas y argumentos conocidos. Los segundos son espacios donde surge
la incertidumbre, la ambivalencia y la contradicción, por lo que resulta necesario apelar a la conjetura, a la
invención o a la posibilidad”. Por esta razón la emergencia de problemas en la codificación cultural de un
término permite volver a pensar las categorías desde las que partimos para abordar la realidad, es decir
reconsiderar los espacios de lo dado, de lo previsto para dar cuenta de esa presunta realidad desde lo que
es y desde lo que podría llegar a ser.
Este tipo de decodificaciones resultan fundamentales para poder salir de los espacios de significados
dominantes y abordar los significados emergentes, particularmente cuando hablamos de temas o grupos
humanos que padecen el descrédito social.
Por ser sujetos habitados por el lenguaje resulta indispensable discernir de que modos se habla desde el
otro, desde la cultura, ya que los significados socialmente establecidos inciden en la construcción de las
identidades. Estos códigos funcionan como descriptores que modelan a los sujetos. Asimismo es desde los
espacios de contradicción y quiebre discursivo desde donde resulta posible cuestionar dichos significados
pudiendo con ello reconsiderar las identidades socialmente conformadas.
Presentaremos algunas definiciones de estos términos aunque tomadas como parte de un campo de debates
y discusiones. Uno de los principales factores de conflicto en el estado actual de la temática, se basa en
la reducción de la complejidad del fenómeno del envejecimiento y la vejez a un problema biomédico, más
específicamente es considerado como un campo clínico donde la salud o la enfermedad aparecen como ejes
centrales para pensar a este grupo etario.
Esta visión, fuertemente establecida en el imaginario social lleva a atribuir a los cambios propios de esta
etapa el significado omnímodo de declinación, deterioro o enfermedad o, desde planteos transformadores,
que aun se organizan desde la misma lógica, plantean al sujeto envejecido en términos de actividades
saludables, vida sana, etc.
Otras lecturas se encuentran más abiertas a múltiples variables que intervienen en el fenómeno del
envejecimiento humano, en tanto no implican campos de significado cerrados y aluden al fenómeno del
envejecimiento humano como una cuestión multideterminada por la cultura, la biología, la psicología, u otras.
Toda lectura se encuentra sesgada por variantes ideológicas, propias de cada época y lugar. Foucault
consideraba que la posibilidad de hacerse preguntas, conceptualizar los hechos, las formas de la racionalidad
y el poner las cosas en palabras están gobernados por un código de conocimiento, es decir que funciona al
modo de un campo de producción del mismo, lo que Wittgenstein denomina la gramática del discurso que
penetra un período de pensamiento (Green, 1993, 38).
Es por ello que la noción de “campo de conocimiento” implica una particular cosmovisión que
organiza y concentra la experiencia (Klein, 1990), lo cual determina que las preguntas que se piensen
o formulen se encuentren limitadas al material, a los métodos y a los conceptos que se utilizan
previamente; o como lo señala Katz(1996) “son superficies retóricas que obscurecen órdenes políticos
y jerárquicos más profundos”. En este sentido, estudiar el envejecimiento y la vejez debe tener un
sentido estratégico, en el cual quede de relieve la forma en que se constituye el conocimiento y el
uso social que este permite o limita.
Por esta razón el recorrido de los términos presupone un punto de vista crítico en la medida que solo desde
ese espacio podemos pensar lo que el envejecer y la vejez son y lo que pueden ser.
El envejecimiento:
Entre las definiciones más amplias destacaría dos de ellas que implican la formulación de un cambio.
“El envejecimiento es un proceso deletéreo, progresivo, intrínseco y universal que con el tiempo ocurre en
todo ser vivo a consecuencia de la interacción de la genética del individuo y su medio ambiente. Es considerado
en principio una acción y un efecto en el que algo o alguien toma las características de la vejez”3 .
3
Arago, J. M.: El proceso de envejecimiento: aspectos psicológicos, en Estudios de Psicología, N° 2, 1980
30
| Tercera Edad y calidad de vida
“El proceso de envejecimiento es el resultado de una acumulación de cambios diversos que se producen en
el organismo y en el funcionamiento del cuerpo humano”4 .
En este marco de definiciones habría que agregar las múltiples variables particulares relativas a culturas y
sujetos para los cuales este proceso es significado de maneras disímiles5.
La vejez:
Es definida de un modo instrumental como una significación, que produce un corte en lo social y que
determina una “ratio” o razón de medida en la noción de edad. La misma es considerada en la mayor parte
de los pueblos aunque no es un universal ya que no resulta aplicable a toda organización humana. En tanto
significación le es proferida al tramo final de la vida (entendido desde un punto de vista normativo, es decir lo
que una sociedad determine como vejez, más allá de que no sea una edad habitual al conjunto de la población
o desde lo que aparezca como etapa habitual de cercanía a la muerte del conjunto), o lo que implique el
final del término laboral, o de reproducción, etc. y conlleva una serie de procesos biológicos y psicológicos
propios. Este proceso al ser significado por cada cultura toma características particulares a dicho grupo
humano que promueven espacios sociales con variantes muy disímiles.
La vejez es definida como la cualidad de ser viejo o también es un término aplicable a las personas que han vivido
más tiempo que las demás, es decir que surge desde una comparación al interior de una comunidad o de un grupo.
Las nominaciones expresan los diversos modos en que este concepto es conceptualizado a lo largo del
tiempo y en las múltiples culturas.
La palabra viejo resulta en nuestra comunidad lingüística como la más interiorizada socialmente, aun
cuando produce un alto nivel de rechazo. Otras palabras hacen referencia a la idea de viejo como anciano,
geronte, tercera edad o actualmente adulto mayor. Cada una refleja una historia de la lengua cargada de
significaciones propias y dinámicas.
La palabra viejo comienza a ser registrada en los textos alrededor del año 1.068. Del latín vetulus que significa
“de cierta edad, algo viejo o viejecito”6 y en el latín vulgar se denominó vetus. El término vejez comienza a
usarse hacia fines del siglo XIII y el verbo envejecer, así como envejecido o envejecimiento, en el siglo XV. Los
derivados burlones de vejestorio y vejete aparecen en el siglo XVIII.
Entre los cultismos del clásico vetus encontramos términos que encierran significados despectivos: vetusto
y veterinario, del siglo XIX. El término veterinario, del latín veterinarius, derivado de veterinae significa bestia
de carga; animal viejo, impropio para montar, que necesita más del veterinario que los demás7.
Vinculado a este término se encuentra vejar, del siglo XVI, del latín vexar, que significa sacudir violentamente, maltratar,
y de allí el término vejamen, con la misma raíz lingüística que vejatorio, vejestorio, vejete y finalmente vejez8.
La palabra anciano, en nuestra lengua proviene del antiguo proverbio romance anzi o antes, data de la
primera mitad del siglo XIII. Este vocablo destaca la relación del sujeto con el tiempo y en cierta medida
con su grupo social ya que es aquel que estuvo antes, dándole un sesgo de valor relativo a lo que el antes
significó. El valor de lo antiguo refleja, a diferencia de lo viejo, lo que el tiempo enriquece. Quizás por esta
razón fue asociado, en nuestro idioma, a una nominación de respeto a los mayores que se refleja en que éste
resultó el término elegido por las traducciones de la Biblia, debido a la carga positiva de significados que el
pueblo hebreo le confirió.
El término señor, de finales del siglo XI, proviene del latín senior- oris, que significa más viejo y que durante
el Bajo Imperio Romano fue utilizado para denominar a los viejos más respetables.
Senil significa propio de la vejez y sus orígenes se remontan a mediados del siglo XVII. Su etimología latina
senilis deriva de senectud o (del latín) senectus, utis, palabra que aparece en nuestra lengua en textos de
1438. Este vocablo está emparentado con el Senado Romano, ya que éste era el lugar reservado para los
senex o seniles, es decir aquellos que tenían 60 años o más, momento en el cual un sujeto calificaba para
ser parte de esta institución. De senil aparece la palabra senilidad la cual durante el siglo XIX se convierte en
sinónimo de las enfermedades de la vejez a partir de las lecturas médicas del envejecimiento.
4 Ribera Casado, J. M.: El anciano desde el punto de vista biológico, en Ética y Ancianidad, ed. Javier Gafo, Madrid, Universidad Pontificia de
Comillas, 1995
5
Posteriormente se abordarán las teorías psicosociales del envejecer.
6
Corominas J.- Pascual J.: Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico Ed. Gredos Madrid 1980.
7
Corominas J.- Pascual J.: Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico Ed. Gredos Madrid 1980
8
Corominas J.- Pascual J.: Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico Ed. Gredos Madrid 1980
Las políticas de las edades... R. Iacub |
31
Actualmente existen una serie de términos que aluden a esta franja etaria, hoy descripta desde los 60 y
más, para los países en vías de desarrollo y 65 y más para los desarrollados 9. Entre los más utilizados se
encuentran “Tercera Edad”, “Adultos Mayores”, “Personas de Edad” o “Jubilados.”
El término “Tercera Edad” refleja una historia más cercana asociada a las políticas sociales para los mayores
en el siglo XX. Específicamente surge en los años ‘60 al poco tiempo de la instauración de la jubilación
universal en Francia, muy cercana al desarrollo de la misma en nuestro país, lo cual significó un cambio muy
profundo en el rol social de este grupo ya que consigue una mayor autonomización respecto de la familia,
una particular condición política, ya que sus ingresos devienen de condiciones diversas que el resto de la
población “activa”, lo que los convierte en pasivos, y una condición específica la de gozar de tiempo libre.
Este término entonces nace conjuntamente con la instauración de una serie de actividades socio- recreativas y
pedagógicas. Este nombre pone un número a una etapa vital modificando la noción de una vejez pensada como
término de la vida, al tiempo que sugiere la construcción de una nueva forma o estilo de vida. Así se apela a
romper con la idea del retiro convocando a una tercera etapa donde recomenzar actividades, las cuales a su vez
se volverán específicas para esta población como los Centro de Jubilados o los Centros para la 3ra Edad (según si
se asociaban por sindicato o por la simple condición de edad); la “Universidad de la 3ra Edad” nacida en Toulouse
Francia en el año 1972, y que han cobrado una notoria extensión en nuestro país denominándolos Programas
Universitarios para Mayores. De esta manera se construye un nuevo actor social que emerge como un personaje
más activo, con roles más amplios y más especificado por su condición etaria.
La noción de jubilado, aun cuando no es demasiado precisa para designar a las personas de edad ya que no
todos cuentan con este recurso, ni tampoco todos los jubilados son personas mayores, se ha convertido en
una designación usual en la medida que determina un cierto estilo de vida y de relación con la sociedad y el
Estado. La jubilación tiene una serie de implicaciones en la vida cotidiana de los mayores ya que a su vez se
prestan servicios como la obra social, viajes, ayudas de vivienda etc.
Los términos adultos mayores o personas de edad, han sido muy utilizados por los organismos internacionales,
buscando designar un sujeto con menos diferencias con el adulto más joven y en alguna medida tratando
de aportar nuevos significados asociados a estos términos tales como autonomía, derechos, principios, etc.,
reivindicando con ello un nuevo status dentro del contexto social actual.
Sin ninguna duda muchos de estos conceptos funcionan como eufemismos que limitan la carga negativa
de los términos tradicionales que aluden a la vejez, aunque es importante remarcar que la historia de los
conceptos da cuenta de una transformación de este actor social.
De la definición a la identidad:
Los modos en que se construye una cierta definición, es decir el conjunto de sus descripciones, implican
por un lado un esbozo de identidad socialmente establecida, ya que toda definición implica una serie de
controles sobre el desenvolvimiento de los individuos imponiendo normas acerca de lo que significa tener
“cierta edad”. Estos modos de control que se ejercen sobre el sujeto parten de políticas sobre la identidad a
partir de las cuales se determina lo que se designa por vejez y el tipo de problematización que se realiza, es
decir el modo en que esta será identificada, tratada y valorada (Foucault,1976).
Partimos de la existencia de una correspondencia entre la estructura social y las subjetividades, entre las
divisiones objetivas del mundo social, sobre todo entre dominantes y dominados en los diferentes campos, y
las formas de su visión y división que les aplican los agentes de esa dominación (Bourdieu, 1995). Al sujeto se
lo intenta definir a través de un conjunto de relaciones objetivas ancladas en ciertas formas de poder que lo
transforman en alguien que puede ser concebido por un determinado discurso narrativo y que se espera que
actúe desde ese campo de dominación, lo cual es otra forma de construir la identidad.
Dichas representaciones, ya sean de las divisiones etarias, de género o de clase social, suelen
presentarse como discursos hegemónicos, es decir con la capacidad de poder establecer el sentido
común, la doxa social o el fondo de descripciones auto evidentes de la realidad social que normalmente
permanecen inexpresadas (Gramsci,1972)
Positiva o negativamente dichas descripciones terminan procediendo como un corsé que cierne y limita
los espacios identitarios y conforma a su vez identidades sociales expresadas por características que
se suponen específicas.
En el caso del envejecer las lecturas suelen aparecer con un tinte particularmente negativo. Este conjunto de
prejuicios y estereotipos, producto de una historia de lecturas diversas acerca del envejecer, y particularmente
atravesadas por la cultura actual, llevan a que generen en los sujetos un margen de determinación que se
cumple al modo de una profecía autorrealizada.
9 Esta diferenciación habla de la construcción social del envejecimiento, ya que las características propias de la vejez tendrán que ver con las
formas de vida que cada sujeto haya tenido.
32
| Tercera Edad y calidad de vida
Rice, Löckenhoff y Carstensen plantean de que manera las expectativas culturales de Occidente acerca
del envejecimiento influyen sobre las metas y las motivaciones individuales, construyendo de esta manera
trayectorias del curso de la vida. Expectativas que tiñen las lecturas de las ciencias, y en especial las sociales,
en la medida en que esta puede terminar reflejando y reificando lo que la misma cultura produjo.
“La primacía otorgada a la contribución productiva en la sociedad occidental, enraizada en la ética protestante
del trabajo (Weber, 1905/1998), y el foco en el funcionamiento independiente, más que en la interdependencia
entre las personas (Markus y Kitayama, 1991) son sellos del pensamiento occidental” (Rice, Löckenhoff y
Carstensen, 2002). Por lo que consideran que la vejez corre el riesgo de presentarse como un antimodelo,
por los cambios físicos que se producen y que ponen en riesgo el valor de la autonomía.
Esta hipótesis resulta interesante de considerar aunque las explicaciones acerca de la mirada negativa y los
sostenes culturales que se establecieron son complejos y no siempre resulta fácil hallar cuales es el conjunto
de los factores que producen narrativas positivas o negativas acerca del envejecer en diversas culturas10.
La noción de edad:
La variable edad ha sido puesta en duda en tanto predictor de variables comportamentales, tanto a nivel
individual como social. La crítica al etiquetamiento que produjo la modernidad intentando hallar en cada
edad diferencias notables y características, así como resortes sociales específicos (niñez-educación; adulteztrabajo y vejez-jubilación), terminó encajonando la vida de maneras rígidas y segregatorias.
“Los teóricos del movimiento posmoderno enfatizan una emergente des-institucionalización y desdiferenciación del curso vital, con menos énfasis que en el pasado de un desarrollo de la identidad basada
en roles tradicionales específicamente ligados a la edad. Se argumenta que el cambio posmoderno va a
llevar a desdibujar lo que previamente parecía relativamente claro: estadios marcados y características y
experiencias conductuales asociadas con tales etapas. Meyrowitz (1984) señala que en la sociedad occidental
contemporánea los chicos se parecen cada vez más a los adultos y los adultos a los chicos. Hay una creciente
similitud en los modos de presentación de los actores: los gestos y las posturas, las modas y las formas de
las búsquedas de placer son similares para padres e hijos; se puede ver un movimiento hacia un estilo mas
informal uni-age.” (Featherstone & Hepworth, 1991).
Existe actualmente un cambio en la temporalidad adjudicada a cada edad, así como una flexibilización
respecto de sus límites, lo que permite hallar adolescencias alargadas o envejecimientos postergados. Ello
determina que se desvanezcan los elementos simbólicos y que el orden de los acontecimientos que definían
anteriormente las diferentes edades ya no tenga vigencia. En este sentido, H. Moody sostiene que el curso
de vida posmoderno es una extensión de la adultez en dos direcciones: hacia atrás (la desaparición de la
infancia) y hacia delante (de la tercera edad), lo que lleva al hombre a vivir como adulto joven, edad que
sintetiza las ideas de responsabilidad, autonomía y consumo diversificado (Iacub, 2001).
El cuerpo envejecido
En el curso del período del verdadero envejecimiento de la población europea un nuevo saber médico emerge:
la Geriatría. Este neologismo que aparece bajo la pluma del médico austríaco Ignaz Nasher en 1909 nos
muestra una mutación profunda que se desarrolla en el siglo XIX. Lo cual no significa que los médicos de los
siglos precedentes no hayan desarrollado ideas sobre el proceso del envejecimiento, sino que se modificará
su enfoque, pasando de una mirada más abierta a procesos múltiples que definen y determinan a la vejez, a
otra en el cual todo debía ser visto y constatable en el cuerpo.
Para Stephen Katz (1996) la transformación se basó en el cambio de interpretación de la medicina con relación
a la enfermedad, es decir una nueva serie de síntomas construyeron al cuerpo del viejo, deviniendo éste en
símbolo de un tipo de cuerpo básicamente distinto a los de otros grupos de edades.
Este autor considera tres puntos que condensan una serie de transformaciones en la percepción de la vejez. En
principio el cuerpo del viejo fue pensado como un sistema de significación en si mismo, limitado a la visión de un
interior microscópico, y donde las metáforas biológicas fueron en contra de cualquier ambigüedad. En segundo
término el cuerpo del viejo se presenta como separado y anormal, es decir como un punto diferencial en la
anatomía patológica, identificable con síntomas de enfermedad que requieren una terapéutica especializada
profesional. Donde el problema central fue la degeneración progresiva de las enfermedades que definen su
estado de envejecimiento. Por último el cuerpo del viejo fue concebido como el de un desfalleciente o moribundo.
De esta manera se lo redujo a un estado de degeneración donde los significados de la vejez y la deterioración
del cuerpo parecían condenados a significar cada uno al otro en perpetuidad.
En el proceso de su reformulación, el envejecer fue definido como una enfermedad progresiva que causa
10 Para entender más profundamente los desarrollos narrativos que se establecieron en Occidente, ver en Iacub, R. (2006) Erótica y Vejez.
Perspectivas de Occidente, ed. Paidós Buenos Aires.
Las políticas de las edades... R. Iacub |
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una multitud de cambios fisiológicos y anatómicos. Envejecer fue en sí mismo una fuente de alteraciones
orgánicas inevitables conocidas como vejez (Haber, 1986).
Estes y Biney (1990) en su célebre artículo la “Biomedicalización del Envejecimiento” nos muestran de que
modo las lecturas sobre la vejez reducen la profundidad de las perspectivas a un acotado modelo biomédico.
Modelo que determina que se ponga énfasis sobre el fenómeno médico clínico, definiendo de esta manera
los problemas del envejecimiento y sus procesos biológicos, psicológicos y sociales.
La biomedicalización del envejecimiento tiene dos aspectos íntimamente ligados: por un lado la interpretación
social del envejecimiento como un problema médico y por el otro las praxis del envejecimiento como un asunto
reservado a los médicos. Dichas praxis implicarán que la gerontología, como corpus científico, se plantee
fundamentalmente en términos de investigación médica; que las prácticas profesionales al interior de la
gerontología estén jerarquizadas y sostenidas desde estos valores; que las políticas sociales, de formación y
de investigación se fundamenten en estos criterios y que la percepción pública lea la cuestión del envejecer
desde esta reducida y sesgada óptica (Estes y Binney, 1990)
El límite erótico
Iacub (2008) plantea cuatro formas de limitación a nivel del erotismo que aparecen en Occidente, las cuales
fundamentan no solo un rechazo a nivel de la sexualidad sino también a nivel del uso de los placeres.
a) La construcción del pudor: la imagen de la vejez aparece fuertemente deserotizada en la medida que
se contrapone con los modelos estéticos vigentes asociados a la juventud. Lectura que se arraiga muy
claramente en la cultura grecorromana, donde la imagen del cuerpo de los viejos remitía a lo cadavérico
y a la desvitalización, con un conjunto de características físicas y mentales que se les asociaban.
b) La respetabilidad como demanda moral: supone que los viejos tienen menos chancees para el
disfrute ya que se encuentran más demandados socialmente y donde se espera de estos que controlen
sus deseos, más que en otras edades. Lectura que se vuelve explícita en diversos autores romanos y
posteriormente en los cristianos.
c) De la asexualidad a la perversión: el viejo suele ser visto como aquel que por un lado es definido como
un asexuado o imposibilitado para el sexo, aunque ante la emergencia de un interés erótico puede ser
concebido como un perverso. Esta lectura es clara en los autores del siglo XIX y comienzos del XX,
donde esta sexualidad, según Stanley Hall era vista como peligrosa tanto a nivel individual como social
(Iacub, 2006). La noción de perversión se encuentra profundamente arraigada a la continuidad entre
un cuerpo que era visto como deteriorado, mórbido o enfermo y el correlato que se suponía que había
con un psiquismo que involucionaba llevándolo a niveles de regresión cercano a las perversiones de
sujetos no maduros sexualmente.
d) El control corporal: es importante resaltar que uno de los elementos clave en la deserotización de
la vejez se encuentra asociado a una visión utilitarista del cuerpo propia de una lectura medicalizada
y victoriana (Cole, 1997), donde éste no es concebido como un objeto de goce sino de conservación. El
cuerpo es pensado como un objeto que debe ser mantenido sano incluso a costa de no hallar disfrutes.
Este control corporal devendrá particularmente fuerte en aquellos amenazados por la enfermedad,
por lo que el concebir este cuerpo como patológico produce un fuerte efecto deserotizador.
La descalificación intelectual
Una de las principales fuentes de prejuicios en la actualidad sobre la vejez es la descalificación intelectual,
hoy referida más específicamente como cognitiva. Una suma de concepciones prejuiciosas y estereotipadas
acerca de los adultos mayores suele hacerlos equivaler a sujetos aniñados, con exageradas limitaciones a nivel
cognitivo que llevan a confundir los cambios normales en la memoria con el deterioro cognitivo, generando
muchas veces una generalización de las demencias ante cualquier limitación o problema intelectual.
Esta descalificación promueve tres problemas centrales:
1) Produce limitaciones en la posibilidad de autonomía, lo que lleva a internaciones forzadas, a exagerados
temores acerca de la capacidad de afrontar situaciones o a cualquier tipo de actividad que la persona se
disponga a realizar.
2) Genera una interferencia en las interacciones sociales ya que media una duda en la capacidad real de
juicio, lo que determina que se tomen decisiones prematuras por sobre los sujetos, que no se entablen
relaciones en profundidad y que se pueda llegar a destituir la entidad subjetiva de los mismos.
34
| Tercera Edad y calidad de vida
3) Induce a que se les oferten y adopten (cuando los mismos viejos asumen esta creencia) actividades
inapropiadas, infantilizantes o poco estimulantes, lo cual por otro lado funciona como un mecanismo
que consolida dichas creencias.
Otra creencia sobre la vejez es que son todos sabios o buenos, lo cual más allá de ser un prejuicio positivo,
es igualmente reduccionista de la vejez.
El viejismo como una transformación conceptual
La noción de viejismo11 es un concepto que introduce Butler en 1969, y que permitió reformular este conjunto de
juicios estigmatizadores, tanto negativos como positivos sobre la vejez. Esta lectura propia de las reivindicaciones de
las minorías busca desnaturalizar los criterios que el sentido común suele leerlos como “hechos de la realidad”.
El viejismo se define como una alteración en los sentimientos, creencias o comportamiento en respuesta a
la edad cronológica percibida de un individuo o un grupo de personas.
El viejismo involucra procesos psicosociales por los cuales los atributos personales son ignorados y los
individuos son etiquetados de acuerdo con estereotipos negativos basados en la afiliación grupal.
Como todo prejuicio genera tres actitudes fundamentales (McGowan, 1996):
Una dislocación social, en tanto promueve una pérdida o redefinición de roles sociales que resultan de un
estatus social disminuido y de una decreciente participación social. Lo cual resulta visible en el conjunto de
decisiones que suelen ser tomadas por sobre la persona mayor o el limitado espacio de opciones que esta
persona percibe que tiene.
El uso de estereotipos, es decir de creencias, generalmente negativas, basadas en características
excepcionales o inexistentes atribuidas de manera categórica a todos los miembros de un grupo en
particular. Esta modalidad lleva a la estereotipia, la que es definida como el proceso psicológico y social a
través del cual se ignoran los atributos y características personales y se etiqueta a los individuos de acuerdo
a estereotipos basados en la afiliación grupal. Su autor nos presenta el siguiente ejemplo: “el hecho que un
pequeño porcentaje de viejos sea frágil y dependiente es tomado como un atributo general del volverse viejo.
A pesar que los hechos muestran que la mayoría de los viejos no son frágiles, la “fragilidad” se convierte en
una característica que define el hecho de volverse viejo”.
Becca Levy y Mahzarin Banaji (2004) plantean un punto de vista distinto acerca del viejismo, el factor implícito del mismo.
Este concepto implica que puede operar sin ser advertido, controlado o con intención de dañar de manera conciente,
lo que se convierte en un factor particularmente complejo. A diferencia de otros prejuicios donde los victimarios y las
víctimas suelen ser claramente reconocibles, y donde el repudio sea explícito (salvo a nivel estético).
No existen grupos que repudien y muestren antipatía hacia los viejos, como contra otros grupos minoritarios,
e incluso los prejuicios y estereotipos suelen estar tanto en los jóvenes como en los viejos 12.
En este contexto, la ausencia de un odio fuerte y explícito hacia los viejos, por un lado, y una amplia aceptación
de sentimientos y creencias negativas por el otro, produce que el rol de las actitudes y conocimientos implícitos
acerca de la edad se torne especialmente importante. Dicho análisis puede revelar en qué medida las raíces
del prejuicio pueden encontrarse en niveles no descubiertos o incontrolables (Levy y Banaji, 2004).
Estas investigadoras utilizan dos categorías para su estudio: los “estereotipos implícitos de la edad” (también llamados
estereotipos automáticos o inconscientes) los cuales son definidos como pensamientos acerca de los atributos y
comportamientos de los viejos, que existen y operan sin presentar una advertencia consciente, intención o control.
Por otro lado definen las “actitudes implícitas de la edad” (también llamadas prejuicios automáticos o
inconscientes) que son definidos como sentimientos hacia los más viejos que existen y funcionan sin
advertencia conciente, intención ni control.
El desempoderamiento progresivo:
El proceso de confrontación con diversos estereotipos sociales negativos minan lenta y progresivamente
la consideración que los mayores tienen de sí mismos, ya que se los comienza a identificar con la debilidad
intelectual, física, con la improductividad, la discapacidad sexual, etc., limitando con ello la autoestima
necesaria para mantener su autonomía e independencia.
11 La palabra viejismo es una traducción que realizó Salvarezza del concepto de AGEISM, al cual también se los traduce como edaismo. Considero
más apropiada a nuestra lengua la noción de viejismo que edaismo.
12
Probablemente el grupo que tenga características más similares sea el de las mujeres.
Las políticas de las edades... R. Iacub |
35
Los estereotipos negativos determinan conductas que limitan las capacidades individuales. Uno de los
ejemplos es la noción de “techo de cristal” asociado con la idea de un límite invisible pero contundente.
Este concepto nace en quienes investigaban a los negros en EEUU a principios del siglo XX y encontraban
dificultades intelectuales que no era explicables desde lo biopsicologico sino desde un descreimiento en los
propios recursos intelectuales. Los negros estaban convencidos de su limitación y esto funcionaba como un
techo de cristal que no les permitía acceder a ciertos niveles del conocimiento. Del mismo modo este techo
es útil para pensar las limitaciones que aun hoy tienen las mujeres, u otros grupos aminorados socialmente,
entre ellos los adultos mayores.
Las experiencias científicas nos muestran que los estereotipos negativos hacia la vejez en las personas
mayores traen como consecuencia una sensación de “amenaza” a la integridad personal, menor rendimiento
a nivel de la memoria, en la capacidad para las matemáticas, en el sentimiento de autoeficacia y en toda una
serie de retiros y descompromisos anticipados de roles laborales y sexuales (Levy, 2000).
La explicación de estos déficits se encuentra en que las personas, al suponer que su rendimiento no va a ser
bueno, elaboran estrategias de evitación de un posible enfrentamiento que podría ser vivido como traumático o
simplemente porque responden a profecías sociales que suponen que los mayores ya no pueden, no deben, etc.
Avanzando aún más en las consecuencias de dichos estereotipos, Levy (2000) demostró que los adultos mayores
expuestos ante estereotipos subliminales negativos sobre la vejez aumentaban la respuesta cardiovascular.
Sobre la misma búsqueda, una nueva investigación, seguramente la más ambiciosa, buscó examinar
la relación entre las autopercepciones negativas del envejecimiento y la longevidad. Este estudio de tipo
longitudinal fue medido durante 23 años con 660 personas (338 hombres y 322 mujeres). Se demostró que
en las personas con mejores percepciones sobre la vejez había un incremento de 7,5 años promedio de vida,
comparativamente superior que el dejar de fumar o hacer ejercicios, que se considera que aportan entre 1
y 3 años más de vida. O también demuestran que tiene mayor incidencia que los niveles de colesterol o de
presión en la sangre.
Esto nos lleva a considerar que la cuestión del desempoderamiento producido por los prejuicios sociales
aun existentes no solo disminuye la eficacia, sino que también enferma psíquica y físicamente, reduciendo
la calidad y la cantidad de años de vida. Por ello el empoderamiento no puede ser un tema menor y debemos
apuntar muy claramente hacia el mayor empoderamiento de los adultos mayores.
La constitución de un sujeto y un agente
El sujeto no es un ente pasivo, sino que es el motor de cambio a los modelos que sobre el se plantean. En la
medida que el sujeto toma consciencia de su padecimiento, en cuanto objeto de una determinada concepción
de la realidad, puede volverse capaz de subvertir el orden que lo victimizaba.
El sujeto es a la vez una construcción y un agente social. La construcción de las posiciones implica al sujeto
como un agente, con una multiplicidad de representaciones ideológicas contradictorias y posiciones, frente
a las cuales éste debe negociar el reconocimiento de su identidad (Alcoff, 1988). Resulta relevante como el
mismo proceso que construye sujetos dominados, a su vez establece sujetos que resisten (Katz, 1996).
En este sentido el concepto de empoderamiento, en tanto modificación de un orden ideológico que disloca,
limita y estereotipa al viejo, puede convertirse en una posibilidad de darse una figuración identitaria, en la
que sea posible criticar las nociones rígidas y estereotipadas de dependencia, enfermedad, incapacidad para
los goces, etc.
Para Fraser, (1997) el modelo pragmático ofrece la posibilidad de pensar la identidad social, en tanto trata
los discursos como contingentes, propios de un momento histórico, postulando que surgen cambian y
desaparecen con el tiempo. Entiende la significación como acción y no como representación. Es decir toma
en cuenta lo que las personas hacen con sus palabras, lo que se denomina los efectos performativos del
lenguaje. Lo que lleva a entender a los sujetos no solo como determinados, sino como agentes sociales. Así
como parte de la premisa que en toda sociedad existen una pluralidad de discursos y por ende de espacios
desde donde hablar, pensar y poner en duda los saberes constituidos.
El modelo pragmático insiste en el contexto social y en la práctica social de la comunicación; estudia una
pluralidad de lugares y prácticas discursivas que cambian históricamente, lo que nos permite pensar las
identidades sociales como complejas, cambiantes y construidas discursivamente (Fraser, 1997).
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Tercera edad y calidad de vida |
37
Fundación Religar
Desde nuestro quehacer en el trabajo social vemos crecer la necesidad de contar con cuidadores domiciliarios
capacitados como respuesta a los cambios dados en el interior de la familia principalmente por la salida de
la mujer al mercado laboral, un vacío en el rol tradicional de cuidadora que desempeñaba. La formación de
cuidadores domiciliarios, a quienes se define como técnicos de apoyo para las actividades de la vida diaria,
consiste en impartir conocimientos básicos en salud, habilidades en cuidados de la vida diaria y habilidades
para establecer vínculos positivos. La capacitación incluye prácticas supervisadas en domicilio y visitas de
observación a Instituciones, talleres de reflexión sobre el rol, dramatizaciones, cine debate, elaboración y
desarrollo de escenas temidas, técnicas para la resolución creativa de conflictos y desarrollo de habilidades
en la comunicación. Se van incorporando estrategias pedagógicas que surgen de las necesidades grupales y
de los diagnósticos situacionales de los coordinadores. Este equipo capacitador, entiende que la formación no
sólo debe abarcar idoneidad para el apoyo en las actividades de cuidado básico sino que debe incluir también
las necesidades humanizantes, las que nos identifican como seres humanos plenos, rescatando la necesidad
de pertenecer, de ser reconocidos, avalados, aprobados e integrados desde nuestra singularidad.
Lic. Ana María Savio - Presidenta
Centros Tzedaká Mayores, Fundación Tzedaká
Nuestro enfoque de trabajo está orientado a mejorar las condiciones de vida de este segmento de la
población, cada vez más numeroso y frágil. El responder a este desafío implica hacer frente a una serie de
conceptualizaciones teóricas e instrumentales que incluyen, entre otras, las variables Pobreza1 y Calidad
de Vida2.
La Fundación tiene cinco Centros de Atención Social para adultos mayores en la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires alcanzando a 1885 beneficiarios y centrando sus intervenciones en dar respuesta a diferentes
problemáticas como: Necesidades Básicas insatisfechas (vivienda, alimentos, medicamentos), Problemas
de salud, Red de sostén insuficiente, Aislamiento social y emocional, Deterioro de las capacidades para
el desarrollo de las actividades de la vida cotidiana, entre otras. Se trabaja también intensamente en la
inclusión y promoción social con talleres y actividades socio-recreativas que promueven la estimulación
cognitiva, evitan el aislamiento, generan lazos afectivos y se constituyen en una verdadera red social que
mejora la calidad de vida de los adultos mayores beneficiarios del Programa.
Lic. Rosana Jait - Directora Tzedaká Mayores
1 Pobreza: Privación de los ciertos consumos que se consideran básicos para una vida propiamente humana: Alimentación adecuada, un lugar
apropiado para habitar, educación, atención a la salud y recreación.
2 Calidad de vida: Término multidimensional del bienestar que incluye aspectos materiales y no materiales, objetivos y subjetivos, individuales y
colectivos. Todos estos aspectos están íntimamente relacionados e influyen en la capacidad de las personas para ejercer control sobre sus propias
vidas.
38
| Vulnerabilidad y acceso a la salud
Modalidades de participación ciudadana en salud
Por Carlos Anigstein
Según el Diccionario de la Real Academia de Lengua Española, modalidad significa el “modo de ser o manifestarse algo”
Siguiendo este concepto, las modalidades operativas de participación ciudadana en salud se pueden
definir como los espacios o actividades donde los diferentes actores, en forma individual o a través de sus
organizaciones, tienen acceso a una información correcta, suficiente y útil; son consultados en los temas que
afectan su calidad de vida; tienen capacidad de decisión: en la planificación, programación, ejecución, control
y evaluación de los programas sanitarios; y pueden influir en la agenda pública de salud.
Pero antes de sumergirnos en el tema central es necesario ponernos de acuerdo en ¿Qué consideramos por participación social?
Algunas definiciones pueden iluminar el camino:
La Participación Social fue definida por Barriga, S. (1988) (1) como la capacidad de “intervenir en la toma de
decisiones tendientes a planificar, gestionar y controlar el uso de los recursos”.
Para Ferullo de Parajon A (2006) (2) la Participación Social es “disparador de los efectos potenciadores
de los sujetos [en los] que se buscan obtener: crecientes niveles de conciencia, de capacidad autogestiva
y organizativa, de posibilidad de asumir compromisos y responsabilidades tanto en relación a cuestiones
personales como sociales y un aprendizaje que brinde a los sujetos la posibilidad de una mayor incidencia
deliberada en el rumbo de sus vidas personales y/ o comunitarias”. Desde esta concepción se identifican tres
dimensiones básicas de una participación socialmente activa:
• El ser parte: búsqueda referida a la identidad y a la pertenencia de los sujetos.
• El tener parte: referida a la conciencia de los propios deberes y derechos, de las perdidas y ganancias que están en
juego, de lo que se obtiene o no.
• El tomar parte: referida al logro de la realización de acciones concretas.
Para Montero, M. (2004) (3) la participación comunitaria es “un proceso organizado, colectivo, libre, incluyente,
en el cual hay una variedad de actores, de actividades y de grados de compromiso, que esta orientado por valores
y objetivos compartidos, en cuya consecución se producen transformaciones comunitarias e individuales”.
Mientras que Cunill, N. (1991) (4) entiende que “en la participación política ciertamente hay injerencia en las
cuestiones públicas, pero ésta ocurre a través de órganos de intermediación como los partidos políticos cuyo
comportamiento no favorece tales formas alternativas de relación”
Larraín Heiremans, S. (2001) (5) define que “la participación en salud es representada socialmente como
la posibilidad de emitir opinión o «ser escuchado» por parte de las instituciones, desde la calidad de actor
individual o de comunidad organizada, en el planteamiento de las demandas al sistema; la posibilidad de
entregar información al sistema; la posibilidad de ejecutar acciones (proyectos), estableciendo un nexo entre
institución y comunidad, y por último, la posibilidad de ejercer control sobre el desempeño del sistema”.
Según Carlos Villanueva (1989) (6) “la participación popular se refiere a los proceso que se definen según
los intereses económicos, políticos o culturales de los distintos sectores sociales, los cuales expresan
contradicciones y antagonismos que no permite construir una participación que corresponda a intereses
comunes, sino a los proyectos particulares de los diferentes sectores. Donde los sectores populares tratan
de obtener una mayor cuota de poder.
Y Cunill, N. (1991) (7) define con precisión que “la participación ciudadana es el involucramiento de los
individuos que conduce a la creación de otras formas de relación con el estado”, generando modalidades de
participación institucionalizadas entre la sociedad civil y el estado
Pero es importante acordar que la participación social incluye todas las formas de participación: la política,
la comunitaria, la popular y la ciudadana. En base a algunas de estas definiciones en la Investigación sobre
Participación Ciudadana en Salud en el Mercosur (8) se definieron:
• Los tipos de participación ciudadana en salud: a) el derecho de las personas o comunidades a tener
acceso a una información correcta, suficiente y útil; b) a ser consultado en los temas que afectan su
calidad de vida; c) a participar en espacios de deliberación y concertación con capacidad de decisión,
en la planificación, programación, ejecución, control y evaluación de los programas sanitarios; y d) en
la capacidad de la comunidad para poder influir en la agenda pública de salud.
• Los niveles de gestión: Microgestión ó nivel operativo: los destinatarios de las acciones, organizaciones
comunitarias, equipos técnicos, etc. Mesogestión ó nivel programático y de gestión de organizaciones.
Macrogestión ó nivel político estratégico.
• Los niveles institucionales o jurisdiccionales Nacional, Provincial o Estadual y/o Municipal
Nivel político
estratégico.
MACROGESTIÓN
2. NIVEL
DE GESTIÓN
1. TIPOS DE
PARTICIPACIÓN
Los medios de comunicación masivos, en todas sus formas: TV, radio,
películas, prensa escrita, Internet,
etc. Los call center con líneas gratuitas 0800 organizadas.
La existencia de modalidades informativas desarrolladas por organizaciones de la SC que contribuyan al
ejercicio de los derechos ciudadanos.
La existencia de políticas públicas
con programas institucionalizados
que garanticen el acceso universal
a la información correcta, suficiente
y útil, sobre los recursos del Estado
nacional y provincial. El Estado tiene la obligación de realizar el mayor
esfuerzo para incluir los grupos mas
vulnerables, los pueblos originarios,
las personas con capacidades especiales, con perspectiva de género y
contemplando la diversidad cultural.
El acceso a la información sobre los
temas sujetos a la discusión es crucial
para todas las partes involucradas.
INFORMACIÓN
Aunque la comunicación es unilateral, lo que implica una participación
restringida; es necesario generar
equidad en el acceso a la información, y que la misma sea comprensible y pertinente.
TIPOS DE PARTICIPACIÓN POR NIVELES DE GESTIÓN
La existencia de políticas públicas que garanticen la existencia
de modalidades de consulta, implementadas por organizaciones
del Estado o generadas a partir
de la movilización de la Sociedad
Civil, institucionalizadas como:
asambleas, cabildos, audiencias públicas, diálogos de políticas, encuestas telefónicas y
por Internet. Todas ellas podrían contribuir a una rápida
incorporación de la visión de
la población a la deliberación
pública.
Incluye la formación de agentes
o promotores de salud, que
forman parte o pertenecen a la
misma comunidad.
CONSULTA
Promover la consulta (opiniones) por diferentes mecanismos: asambleas, cabildos, audiencias públicas y diálogos de
políticas, etc.
Todas estas modalidades deberían estar legitimados a través
de leyes
Creando, también mecanismos
participativos para la resolución
de conflictos.
La implementación de estrategias de rendición de cuentas (accontability) como medio para lograr transparencia en la gestión
y en la administración del Estado
y de los servicios públicos.
La sociedad debe realizar el
control social sobre la administración de lo público estatal, mediante mecanismos de auditoria
y monitoreo social.
Rol de la sociedad en el control
social sobre la administración
de lo público estatal y en
particular sobre los servicios
públicos.
CONTROL - AUDITORÍA
Control y auditoria en las
decisiones durante la ejecución
y la evaluación.
AGENDA PÚBLICA
La generación de espacios de Gobernanza y respaldadas por leyes.
Estas estrategias contribuyen a la democracia participativa y la ciudadanía;
por ejemplo: los proceso consultivos
para la inclusión, debate y formulación
de reformas sanitarias y la estrategia
de presupuesto participativo.
La influencia y la legitimación de los
marcos normativos e institucionales
habilitan y promueven ámbitos de participación efectiva de la sociedad civil,
donde se formulan y discuten las políticas y programas de salud: asambleas,
cabildos, audiencias públicas y diálogos
de políticas.
Influencia y legitimación de marcos
normativos e institucionalizados que
habilitan y promueven ámbitos de
participación efectiva de la sociedad
civil, en la formulación y discusión de
las políticas y programas de salud.
Modalidades de participación... C. Anigstein |
39
Los destinatarios
de las acciones,
organizaciones
comunitarias,
equipos técnicos,
etc
Nivel operativo.
MICROGESTIÓN
Nivel programático
y de gestión de
organizaciones
(técnico).
MESOGESTIÓN
Los agentes o promotores deben
ser capacitados para la difusión de
información y conocimientos, que
ayuden a la comunidad y las familias
a un mejor cuidado de su salud.
La información requiere ser presentada de manera comprensible,
a través de medios de comunicación locales, que tengan credibilidad
para las diferentes partes, y fundamentalmente, que sea accesible.
Es importante la información sobre
los derechos ciudadanos, la distribución de los recursos y los mecanismos para acceder a ellos.
Se deben promover estrategias de
información por medios de comunicación alternativos, radios FM, canales de televisión locales. La información tiene que estar al alcance de
todos, en forma adecuada, precisa y
respondiendo a las necesidades de
la gente, fundamentalmente a los
grupos excluidos.
Los agentes o promotores son
capacitados, no solamente
para la difusión de información
y conocimientos, sino también
para recibir y registrar las necesidades de la población
La colaboración de la población
puede ser acompañada por
agentes o promotores de salud,
que forman parte o pertenecen
a la misma comunidad.
Los microgrupos y las organizaciones barriales que interactúan y son consultadas
sobre los temas de salud de
su barrio.
La capacitación y organización de agentes o promotores
desde programas regionales o
locales que se ocupen no solamente de la información para
la promoción de la salud, sino
también de la organización y
registro de las necesidades de
la población.
Todas estas modalidades contribuirían a la incorporación
de la visión de la población a la
agenda pública.
La canalización de la consulta
por medios ya establecidos y
la búsqueda de nuevas modalidades de consulta: la investigación-acción y exploración de
innovaciones metodológicas
de consulta.
La existencia de mecanismos
participativos para la resolución de conflictos.
La conformación de Consejos
locales dentro de las organizaciones que prestan servicios
de salud, es uno de los ejemplos de este tipo de espacio,
previsto para la participación
de los usuarios desde una función asimilable a la de auditoria social.
El derecho de los ciudadanos a la
información, a ejercer un reclamo
para obtener bienes y servicios, y
a hacer cumplir lo pactado.
El rol de los usuarios en el control de calidad de los servicios.
La conformación de Consejos Municipales de Salud es uno de los
ejemplos de espacios para la participación de representantes de
asociaciones de segundo grado,
organizaciones barriales, organizaciones no gubernamentales,
universidades, niveles técnicos
municipales, etc. La existencia de
mecanismos participativos para la
resolución de conflictos.
Se deben implementar estrategias de rendición de cuentas
(accontability) como medio para
lograr transparencia en la gestión
y en la administración del Estado y
de los servicios públicos.
Se deben poner en marcha sistemas
de auditoria y monitoreo social.
El funcionamiento de Consejos locales de salud y Consejos locales de
desarrollo comunal, donde la participación ciudadana puede influir en la
agenda pública
Es importante la participación de la
ciudadanía durante la planificación, ya
que allí se definen las políticas públicas y el manejo de los recursos
Influencia y legitimación de marcos
normativos e institucionalizados que
habilitan y promueven ámbitos de
participación efectiva de la sociedad
civil, en la formulación y discusión
de las políticas y programas de salud
(asambleas, cabildos, audiencias públicas, diálogos de políticas).
40
| Vulnerabilidad y acceso a la salud
Modalidades de participación... C. Anigstein |
41
Las modalidades de gestión:
(modificada de De Roux 1973) (9)
Autogestión: La comunidad administra los recursos y las actividades, con apoyo exterior o sin él. La
autogestión constituye una forma más independiente de participación y puede surgir de procesos inicialmente
tutelados que avanzan hacia la autonomía, bien porque la institución patrocinadora la promueve, o porque la
organización tutelada empieza en algún momento a independizarse.
Cogestión: La comunidad comparte la administración con una institución de salud. La cogestión significa un
avance hacia la participación autónoma. Este modelo debería incluir y tener en cuanta la actitud abierta o
cerrada de los tres protagonistas más importantes de una organización: los trabajadores (centro operativo),
las autoridades (centro decisorio) y la comunidad (cliente externo o usuario).
Colaboración de los usuarios con los programas institucionales: Esta suele ser patrocinada o tutelada. Es la
recepción pasiva de servicios: la comunidad no toma decisiones relacionadas con el servicio de salud.
Negociación: En este enfoque se descarga en el Estado y sus instituciones la responsabilidad del desarrollo
social, al estimar que es obligación de éste, el prestar servicios a toda la población con eficiencia y calidad.
Al situarse del lado de la demanda, la participación se condensa en concertación sobre las circunstancias
de cobertura y calidad de la oferta, y sobre su control. [En este caso tiene que haber algún tipo de gestión
que puede resultar tanto de la autogestión como de la cogestión, pero siempre es activa, entonces es mixta
(cogestión/autogestión]
Pasividad: Menendez E (2006) (10) “denomina “resistencia pasiva”, donde la “pasividad” de los conjuntos
sociales es considerada como uno de los principales mecanismos de oposición, de pertenencia, de unificación
respecto de los sectores dominantes. La conclusión de que la pasividad constituye un proceso de resistencia
esta fundamentado por algunos autores exclusivamente en el sentido que le dan los sujetos que resisten….
que no se reduce a los actores “pasivos” sino al juego desarrollado por los diferentes actores entre quienes
opera la resistencia pasiva… puede ser entendida como resistencia de las clases subalternas.. Pero ello
debe ser observado en las transacciones específicas que se desarrollan entre los sectores hegemónicos
y los desviados y diferentes, para concluir cual es realmente el sentido y consecuencias de conductas que
aparecen simultáneamente como sumisas y cuestionadoras.
¿Cómo podemos clasificar las modalidades de participación ciudadana en salud?
Las clasificaciones permiten estructurar y ordenar los distintos actores y procesos en categorías para poder
describir, analizar e interpretar a la participación social.
En el caso de las modalidades de la participación ciudadana en salud, sólo tienen existencia y sustento en tanto
y en cuanto, puedan describir, analizar e interpretar como operan (funcionan, actúan, sobreviven) los actores
sociales en dichas categorías. Además la amplitud del tema obliga a construir categorías desde el paradigma
de la complejidad, por esa razón tiene varias formas de abordaje que se van a analizar independientemente
pero que en la realidad comparten los mismos procesos:
A.- Una forma es la de los espacios o actividades generados para cada tipo de participación1 y niveles de
gestión (macro-meso-micro)2
•
Información: Oficina de comunicación, de calidad, call-center, pagina web, e-mail. Voluntarios
“tradicionales” y no organizados, voluntarios comunitarios, promotores o agentes comunitarios de salud,
recorridas barriales, revistas, medios de comunicación alternativos, participación en jornadas, charlas,
eventos deportivos, sociales y culturales barriales, grupos de autoayuda, agentes animadores, parteras
empíricas, curadores populares, personal experto en planificación familiar o alimentarios, etc. También
se puede entender como el acceso algún servicio al que se tiene derecho, que empieza por tener la
información adecuada para hacerlo. El autocuidado individual y familiar.
•
Consulta: Oficina de comunicación, de calidad, call-center, pagina web, e-mail. Asambleas, cabildos,
audiencias públicas, diálogos de políticas, encuestas, capacitación, promotores o agentes comunitarios
de salud (cuando se comportan como representantes de sus vecinos).
•
Control y auditoria: Consejos, asociaciones de usuarios. Auditoria, monitoreo social, control social. Consejos
locales de salud, Consejos locales de desarrollo comunal, Comités de Salud y Brigadas de salud.
•
Agenda Pública: Espacios de participación donde la Soc. Civil pueda tener influencia en la Agenda pública.
Asambleas, cabildos, audiencias públicas, diálogos de políticas. Consejos locales de salud y Consejos
locales de desarrollo comunal.
1
Los tipos de participación son una forma de analizar la intensidad de la participación.
2
Esta es la utilizada como en la Investigación de PCS en el MERCOSUR Ampliado.
42
| Vulnerabilidad y acceso a la salud
Todos estos espacios y actividades pueden desarrollarse en diferentes niveles jurisdiccionales o de gestión.
También es evidente que para poner en práctica una actividad de consulta debe existir algún tipo de acceso
a información.
Y es recomendable un adecuado acceso a la información y la existencia previa de experiencias de consulta a
la comunidad, para que se generen espacios y actividades de decisión, control, auditoria e influencia en las
políticas públicas.
Los tipos de participación generados desde el poder están mas orientados a la información y consulta, y
menos al control social/decisiones estratégicas y agenda pública; mientras que los que se contruyen a partir
de la movilización popular están mas orientados al control social/decisiones estratégicas y agenda pública, y
menos a la mera información y consulta.
B.- Otra forma de abordarla es a través del nivel de organización de los actores y de los espacios y actividades
que se implementan para el ejercicio de la participación ciudadana en salud, elaborada en base a conceptos
de Menendez E (1998) (11), Menendez E, Spinelli H. (2006) (12) y del informe del ORPCS Mercosur (2006) (13)
Dimensiones a tener en cuenta: el nivel de organización de los actores y las modalidades operativas (espacios
y actividades) de participación:
1) Personales o Microgrupos Espontáneos
a) Orientados hacia los individuos, ya sea en forma:
i) extensiva (referéndum, plebiscito, consultas en la Web, Call Center con líneas gratuitas 0800, etc.) o
ii) intensiva (acceso a servicios de salud, autocuidado, comité de expertos, jurado ciudadano,
voluntarios, promotores individuales, etc.)
b) Orientados hacia los pequeños grupos domésticos, autocuidado, de pares, laborales y de sostén.
2) Asociativos: Microgrupos y Mesogrupos Construidos, y Macrogrupos
Involucran a organizaciones comunitarias, sociales, instituciones de la sociedad civil, organizaciones
gremiales, y pueden ser diferenciadas en:
a) Microgrupos y Mesogrupos Construidos: Grupos organizados intencionalmente para realizar
acciones inmediatas o a mediano plazo
i) territoriales (consejos locales, asambleas, cabildos, etc.) y
ii) sectoriales. redes de promotores de salud, consejos locales de salud, de sanidad ambiental,
comisiones de seguridad e higiene industrial, grupos de autoayuda para padecimientos
específicos, ONGs, comunidades terapéuticas etc.
b) Macrogrupos: Procesos más amplios y complejos, momentáneos o permanentes, dentro de una
o más organizaciones que tienden a formalizarlos.
i) territoriales: consejos y asambleas municipales, provinciales o nacionales, cabildos, etc. y
ii) sectoriales: sindicatos, asociaciones gremiales, confederaciones, federaciones,
movimientos sociales de salud, movimientos de la tercera edad.
3) Las formas mixtas: son aquellas que combinan las expuestas anteriormente.
La mayoría de las actividades de participación social en salud se dan en la participación personal, los
microgrupos (espontáneos y/o construidos) y en los mesogrupos.
Esto se debe a que la sociedad fomenta fundamentalmente modalidades de participación individual, de
microgrupos domésticos, de microgrupos espontáneos u organizados, que tienen el papel de garantizar
la reproducción y supervivencia biosocial de sus miembros. Pero estas modalidades no garantizan que se
impulsen procesos de participación social más amplios [macrogrupos] con contenidos más genéricos y
movilizadores.
En este escenario, probablemente los microgrupos domésticos y los promotores comunitarios son la
modalidad de participación social que más impacto tiene sobre la salud de la comunidad.
Pero cuando existe una legitimación formal: Leyes de participación (Bolivia), Leyes Generales de Salud
(Brasil, Uruguay) Reformas de los Sistemas de Salud (Chile), Programas y Proyectos (Argentina) se generan
modalidades de participación mas complejos [mesogrupos], como los Consejos locales de Salud, Comisiones
de Salud, etc. Estas modalidades son preponderantemente cogestivas entre la sociedad civil y el Estado.
Pero los procesos más amplios y complejos [macrogrupos] como los movimientos de salud, las reformas
políticas o sanitarias, son generados por procesos sociales y políticos, que promueven y organizan modalidades
operativas de participación en todos los niveles de gestión (Brasil, Cuba, Venezuela, Chile)
Modalidades de participación... C. Anigstein |
43
C.- Una tercera forma de abordaje de las modalidades operativas es según las modalidades de gestión de
las organizaciones: autogestiva, cogestiva, colaboración de los usuarios con los programas institucionales,
negociación y pasividad sumisa o cuestionadora.
A cada uno de los espacios y de las actividades se los puede clasificar claramente con una o más de estas
categorías; sin embargo, las más frecuentes son las de cogestión entre las organizaciones de la sociedad
civil y delegaciones gubernamentales.
Pero es en la relación de la voluntad política y participación social, donde se generan algunos interrogantes
que tienen que ver con la viabilidad y sustentabilidad de las modalidades de participación:
¿Cuál es el motor más importante de la participación social?:
a) ¿La voluntad y el liderazgo de los políticos elegidos democráticamente que generan espacios formalizados
de participación social? o
b) ¿La movilización de los grupos de sujetos/actores de la sociedad civil (SC)?.
Para el caso de que la voluntad y liderazgo político fuesen el motor más importante de la participación
social, se valorarían los “espacios” o modalidades de participación social “abiertos” desde el poder, tanto
informales como formales, o sea los espacios de interacción entre la SC y el Gobierno (espacios políticos mas
informales) ó el Estado, que siendo espacios mas institucionales la convierten en participación ciudadana.
Pero esas no son las únicas ni las más importantes modalidades de participación, porque los grupos de
sujetos/actores pueden generar otras modalidades de participación social: organizaciones sociales,
movimientos ambientalistas, feministas, grupos de autoayuda, etc..
Las modalidades de participación generadas por el poder son orientados hacia la colaboración, y menos a la
negociación y a la cogestión; mientras que las generadas por los actores de la SC tienen que ver con tipos de
gestión preferentemente autogestivos, negociación, cogestivos y menos colaborativos.
También se podrían encontrar diferencias en los tipos de participación, los generados desde el poder están
mas orientados a la información y consulta, y menos al control social/decisiones estratégicas y agenda
pública; mientras que los que se contruyen a partir de la movilización popular están mas orientados al control
social/decisiones estratégicas y agenda pública, y menos a la mera información y consulta.
Es en el “hacer” donde se genera la participación social, en un hacer que se potencia por la intersección de
la voluntad [poder] político con la movilización popular y la organización de los actores de la SC.
Del encuentro de estas fuerzas en acción es posible generar la participación social mas amplia, efectiva y
sustentable.
Algunas consideraciones a la hora de mirar la realidad de la participación social:
•
El derecho a la accesibilidad de un servicio de salud también es una modalidad de participación social.
•
El autocuidado individual, y fundamentalmente en el microgrupo doméstico, es otro modo de participación
y es uno de los elementos fundamentales de supervivencia humana.
•
La participación social o comunitaria no existe en forma aséptica y alejada del contexto y de la afiliación
político-ideológica de los actores.
•
La participación social cuando genera instancias formales de articulación entre la SC y el Estado, que
le permite a la gente incidir sobre la distribución de los recursos de su comunidad, se transforma en
participación ciudadana,
•
Solamente podría existir una participación aséptica en un contexto teórico de investigación o en un mundo virtual.
•
No necesariamente debe ser organizada, generar libertad, ser incluyente, porque puede ser espontánea
y desorganizada, generar la dependencia de algunos grupos y la exclusión de otros.
•
Los propósitos de la participación pueden tener diferentes orientaciones políticas e ideológicas, y los
actores que participan no necesariamente tienen porque compartir los mismos valores.
•
La participación social nunca se puede analizar aislada de su contexto, tiene como sujetos/actores a las
personas, grupos, “colectivos”, organizaciones y comunidades en un Pueblo (Conjunto de habitantes de
una Nación) o una Nación (conjunto de personas concierta unidad de origen, cultura, costumbre e idioma)
•
Los sujetos/actores viven en un tiempo y espacio real, dentro de un proceso histórico e inmerso en un
contexto político, social y económico local, jurisdiccional, nacional, regional e internacional determinado.
•
Así como lo individual modifica y significa a lo colectivo, lo colectivo influencia y resignifica a lo individual, se genera
un proceso dialéctico de construcción y reconstrucción que interactúa permanentemente con el contexto.
44
| Vulnerabilidad y acceso a la salud
•
Todos participan de una manera u otra, con mayor intensidad y compromiso, en forma activa o pasiva,
en forma positiva o negativa, dependiendo de sus capacidades y de las posibilidades que el contexto le
permite a su autonomía.
•
No todo son rosas en la participación, existen muchas resistencias por miedo al cambio y a la perdida de
algunos derechos adquiridos.
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10.- Menendez, E; Spinelli, H (Coordinadores) (2006). Participación Social ¿Para qué?. : Colección salud
Colectiva. Editorial Lugar, Buenos Aires, Argentina.
11.- Modificado de E Menéndez. (1998) Participación social en salud como realidad técnica y como imaginario
social privado. Cuadernos Médicos Sociales 73:5-22. Rosario, Argentina.
12.- Menendez E, Spinelli H. (2006) Participación Social ¿Para Que? Editorial Lugar, Bs As. Argentina.
13.- Segunda Reunión de Consenso del Observatorio Regional de Participación Ciudadana en Salud en el
Mercosur y Estados Asociados el 18 y 19 de diciembre de 2006
Vulnerabilidad y acceso a la salud |
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Centro Operativo de Salud: “Marcelo Tierno”: COSMATI (3 funciones)
1) función de servicio: muchas veces nos encontramos ante situaciones de enfermedad y desamparo, el
sistema de funcionamiento nos pide que asumamos la demanda, superando el hecho de dar solamente un
teléfono. La atención es para cualquier especialidad, no de urgencia, y especialmente para los que no tienen
cobertura o tienen dificultad de acceso (turnos prolongados o trámites burocráticos). En conjunto con la Red
Solidaria de Profesionales de la Salud (DEPLAI): más de 1000 profesionales (de distintas disciplinas) en la
Ciudad de Buenos Aires. Enero/junio 2009: 387 llamados: Orientación y resolución en 295 (la totalidad de las
consultas médicas),
2) función de asesoramiento en salud: existen en nuestra Ciudad muchas y riquísimas experiencias de
desarrollo en Salud.
3) un lugar de encuentro: nuestro Centro cuenta con un lugar siempre disponible para juntarnos a evaluar
cada caso en particular.
Relaciones institucionales y programas: Desde hace más de 6 años trabajamos en colaboración con
Fundación Tzedaká. Nos conocimos e iniciamos este proceso a través del laboratorio Novartis. Hubo un centro
orientador: la UCA: Distintas instituciones que trabajaban con medicamentos presentaron sus propuestas: y
se eligieron dos: Fundación Tzedaká y Cáritas Bs.As. Surgió entonces el programa Novartis Comunidad: han
ingresado al programa y recibido medicación específica 617 pacientes (365 hasta 3 meses; 156 hasta 6 meses
y 91 más de 6 meses). Dentro del mismo se han realizado otras gestiones a los fines de proveer la medicación
solicitada (si estaban excluidas del vademecun previsto), más orientaciones sociales y laborales.
Dr. Gerardo Perazzo - Director de Salud Caritas Bs. As.
Área de Salud de la Fundación Tzedaká
El área de Salud tiene dos grandes ejes de funcionamiento: los Programas de Salud y el Banco Comunitario
de Medicamentos Refuot. Refuot nace en 1999 para responder al tratamiento de enfermedades crónicas de
los miembros más necesitados de la comunidad judía, en sus comienzos contaba con una sola farmacéutica
profesional y un pequeño equipo de voluntarios, atendiendo las necesidades de 400 beneficiarios. Hoy Refuot
trabaja con un modelo de gestión que combina el trabajo de 50 voluntarios con 6 profesionales farmacéuticos
y responde a más de 3600 beneficiarios de toda la red comunitaria (en la que en 2008 distribuyó más de
90.000 envases de medicamentos). También extiende su ayuda a la Sociedad Argentina toda a través de
donaciones periódicas a más de 30 Hospitales Públicos y ONG `s (entre Enero y Noviembre 2009 $1.190.705
en medicamentos). Desde 2005 se realiza la Campaña Nacional de Recaudación de Medicamentos. El otro
eje de trabajo son los Programas de Salud. En 2008 251 chicos contaron con un pediatra de cabecera. Además
se realizaron programas de salud odontológica, visual, auditiva y de vacunación. Para adultos se llevan
adelante programas de salud de la mujer, visual, mental, detección de enfermedades prostáticas, diabetes y
el Programa de Asistencia en Salud, que en 2008 respondió con 69 subsidios para problemáticas particulares
de salud.
Betina Rosental - Directora Área de Salud
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