San Manuel Bueno, mártir MIGUEL DE UNAMUNO Antes de leer semejantes) y sin esencia. Por serle imposible una explicación racional de su existencia, ésta le parece a la vez una experiencia de libertad absoluta y de angustia. El existencialismo (término que no usa Unamuno) se puede distinguir de otras filosofías de la siguiente manera: el filósofo clásico busca desinteresadamente la verdad objetiva, o por lo menos se propone hacerlo, afrontando las cuestiones más fundamentales de la vida: ¿qué es el ser?, ¿cómo conocemos?, ¿por qué estamos aquí? Unamuno, en cambio, nunca prescinde de su ser como individuo, como «hombre de carne y hueso». Jamás se propone la búsqueda de una verdad sin una relación «entrañable» consigo mismo. La que encuentre, debe ser su verdad, la de Miguel de Unamuno. Incluso niega que sea posible hacer filosofía sin, en el fondo, estar buscando una sola cosa: la sobrevivencia del «yo», que es «lo que más nos interesa», según el decir de un personaje de San Manuel Bueno, mártir. Este tema se desarrolla nov elísticamente en San Manuel Bueno, mártir y filosóficamente en su largo ensayo El sentimiento trágico de la vida. El tema de la angustia obsesiva por la inmortalidad personal, es decir, la sobrevivencia de su conciencia, se repite en muchas de sus obras, pero alcanza su mayor intensidad en San Manuel Bueno, mártir (1933), novela de ideas, a la que le falta la acción que generalmente esperamos en una novela. Casi toda la «acción» sucede en la vida interior (en el alma o la conciencia) de los personajes, y consiste en sus tempestades y torbellinos espirituales. Agonizan, en el sentido unamuniano de este término; es decir, que sufren espiritualmente las agonías de la duda religiosa, cada uno a su manera. Como otro aspecto de esta agonía, luchan con toda su fuerza para alcanzar la vida eterna, no ya en el cielo sino en el corazón de su pueblo. Muchos críticos consideran que San Manuel Bueno, mártir es la mejor novela que haya escrito Unamuno. El aprecio crítico ha crecido con los años. Su estilo ha atraído a muchos debido a su evidente amor por todos los aspectos del idioma, la belleza de sus palabras y su ingenio para profundizar en las ideas mediante los juegos de palabras, haciendo frecuentemente resaltar el sentido etimológico de éstas. Lo que sobre todo invita al estudiante a la lectura de esta novela de Unamuno es la unidad de su tema: la angustia continua y obsesiva de que sobreviva eternamente su conciencia, su «yo», que proviene de su larga y acuciante crisis religiosa. Fue una crisis de toda la vida, sobre todo a partir de sus treinta y cuatro años. Las dudas que lo torturaban nunca terminaron en un simple abandono de su creencia en el catolicismo, sino que dieron lugar a una continua lucha entre la fe cristiana (la católica de su niñez) y el ateísmo que le parecía ser la ineludible conclusión racional de la ciencia moderna. Se reconoce a San Manuel Bueno, mártir como una de las primeras novelas existencialistas, publicada décadas antes del movimiento existencialista identificado con Sartre, Camus y otros escritores. Es cierto que Unamuno fue profundamente influido por Soren Kierkegaard, filósofo y teólogo danés. Kierkegaard probablemente tuvo en Unamuno más influencia que cualquier otro filósofo; según él, para llegar a la fe, hace falta un salto infinito desde lo racional, que no puede ser otra cosa que un abismo sin fondo para la razón. El existencialismo es una filosofía que coloca al individuo al centro de la existencia; lo caracterizan el subjetivismo—el yo explica para sí y por sí su propia realidad—y la angustia con respecto a Dios, al mundo y a la sociedad. El existente se siente solo, enajenado (separado de sus orígenes, del mundo, de sus Abriendo puertas: Recursos en línea 1 © Houghton Mifflin Harcourt Publishing Company entiende su comparación de don Quijote con Cristo (véase su obra La vida de don Quijote y Sancho, publicada en 1905). Unamuno concibe a don Quijote como un alma noble que vive una vida ejemplar de agonía unamuniana, de «sentimiento trágico de la vida». Su apellido, Bueno, nos recuerda que don Quijote era conocido, en el mundo de la normalidad, como Alonso Quijano el Bueno. Ángela Carballino—se siente desde muy joven «arrobada» por la aparente santidad del sacerdote y su atracción espiritual. Menciona que su madre está enamorada de él «castísimamente», pero el lector percibe en este comentario una manera indirecta de insinuar que Ángela está aún más profundamente enamorada de don Manuel que su madre. Ella no se casa, para poder estar siempre a su lado, ayudándolo en todos los quehaceres de la parroquia. Es evidente que Unamuno la ideó como una combinación de dos personajes bíblicos: María y Marta, las hermanas de Lázaro. El Lázaro bíblico es, a su vez, modelo del personaje Lázaro de la novela, el hermano de Ángela. Según la Biblia, Marta, María y su hermano Lázaro eran amigos íntimos de Jesús. (Las referencias bíblicas son: San Juan, 11: 1–44 y San Lucas 10: 38– 42.) Unamuno concibe al padre Manuel como paralelo de Cristo, pero entendiendo a Jesucristo de un modo sui generis. Para Unamuno el padre Manuel es «otro Cristo» por su martirio por el pueblo, al ocultarles la falta de fe que lo atormenta. Lázaro—hermano de Ángela, regresa al pueblo como ateo y haciendo alarde de su falta de fe, producto del progreso y del espíritu científico que ha visto en América. Sin embargo, el sacerdote, al compartir con Lázaro la angustia de su propia falta de fe, lo convierte a una fe parecida a la suya, es decir, a una fe conscientemente vivida pero no creída, y completamente sin esperanza de una vida eterna. Lázaro viene a ser un auxiliar de don Manuel, casi más devoto que su hermana, con una devoción dirigida no a Dios sino a su padre espiritual descreído. Son tres los personajes principales: el padre Manuel, Ángela Carballino y su hermano Lázaro. Fuera de estos tres, el único personaje de algún relieve es Blasillo el Bobo, un incapacitado mental que sirve de «coro griego» irónico y patético hasta el momento en que muere casi al mismo instante que el sacerdote. Es evidente que la aldea misma, tan querida por los protagonistas («nuestra Valverde de Lucerna»), y su lago y su montaña, constituyen otros tantos personajes, un simple fondo para las vidas de los tres principales. Y es que, como no logran los tres personajes principales creer en la vida eterna, el cielo se identifica con el paisaje idílico de la aldea. (Y, ¿no es evocativo el nombre de su aldea, Valverde de Lucerna, de los «valles verdes» de Lucerna, Suiza?) Pero sabemos que Unamuno basó este ambiente en sus impresiones del lago español San Martín de la Castañeda, que queda descrito en los siguientes versos unamunianos: San Martín de la Castañeda, espejo de soledades el lago recoge edades de antes del hombre, y se queda soñando en la santa calma del cielo de las Alturas en que se sume en honduras de anegarse, ¡pobre!, el alma . . . (Prólogo de la edición decimoctava de San Manuel Bueno, mártir) Los tres protagonistas son: el padre Manuel Bueno—sacerdote católico que parece ser el pastor perfecto: no solamente predica maravillosamente, con una voz «de milagro», sino que es compasivo y atento a las necesidades espirituales y físicas de sus fieles. Sin embargo, lo tortura un secreto que sólo revela a Ángela y a Lázaro: no puede creer, es ateo, pero quiere evitar esa tortura a sus feligreses. Para Unamuno, don Manuel es «otro Cristo», no en el sentido católico de este término, es decir, no como representante de Cristo al celebrar la misa y administrar el sacramento de reconciliación, oyendo confesiones. El autor entiende la comparación de don Manuel con Cristo como Abriendo puertas: Recursos en línea Vocabulario a lo hecho pecho—dicho que aconseja hacer frente a las consecuencias de un error o una falta, sin perder tiempo en lamentaciones. abroquelado—fortalecido. 2 © Houghton Mifflin Harcourt Publishing Company rescoldo—ascuas o brasas apagadas pero todavía calientes. revoltijo—conjunto desordenado. rondar—dar vueltas alrededor de. santidad—perfección; estado de especial virtud y ejemplo; consagración a Dios. sima—cavidad grande y muy profunda en la tierra. sindicato—asociación formada para la defensa de los intereses económicos comunes a todos los miembros. sonámbulo—que camina dormido. titiritero—acróbata o artista circense; el que maneja títeres o marionetas. varón—hombre de respeto, autoridad u otras cualidades. zafio—ignorante; rudo; iletrado. zambullirse—hundirse. acometido de—atacado por; perseguido por. agasajar—complacer. ajeno—no propio; de otro u otros. arraigar—mudarse para vivir; echar raíces. arrobo—éxtasis. arrogarse—atribuirse; apropiarse. atenerse a—ajustarse a; hacer caso a; guiarse por. báculo—especie de bastón; en sentido figurado, apoyo, sostén. celo—cuidado y esmero en el cumplimiento de los deberes. congoja—aflicción del ánimo. conque—así es que. contorno—región circundante. cotidiano—propio de lo que sucede todos los días. crío—niño. culto—conjunto de actos de reverente homenaje a Dios. desahuciado—desamparado; sin hogar. desahuciar—echar a la calle al que reside en una casa; privar a uno de esperanza. díscolo—renuente a obedecer; desobediente; rebelde. embarazo—estado de la mujer encinta, desde la concepción hasta el parto. enhiesto—erguido; levantado; derecho. ensueño—ilusión; fantasía. entrañado—introducido en lo más hondo. entrever—adivinar; ver confusamente. erguido—recto; derecho; en alto; levantado; enhiesto. faena—tarea, deber, quehacer. hiedra—yedra; planta trepadora muy común. holgura—bienestar; comodidad. imperio—dominio; mando; con autoridad absoluta. laico—que omite la instrucción religiosa; lego; secular; seglar. mala lengua—murmuraciones y calumnias de unos contra otros. medrar—prosperar; crecer; mejorar. menguar—disminuir; bajar. neófito—novato; novel; el que es nuevo en cualquier actividad. nogal—árbol de abundante ramaje, que da nueces. ocaso—puesta del sol; anochecer; figuradamente, fin de la vida. ociosidad—ocio, inacción; desidia. oficio—cargo; trabajo; puesto, que sirve para ganarse la vida. párroco—sacerdote encargado de una parroquia. patán—rústico; tosco. patético—capaz de conmover con dolor profundo, de mover a melancolía. precipitarse—caerse. pretender—intentar; procurar. regocijo—júbilo; alegría muy grande; gozo. reo—persona acusada de haber cometido un delito. Abriendo puertas: Recursos en línea Al leer Consúltese la Guía de estudio como herramienta para comprender mejor esta obra. Después de leer Conviene saber que la paradoja es el recurso literario, o mejor dicho, el modo de pensar, más típico de Unamuno. Es necesario ahondar en el concepto de la paradoja para llegar a comprender mejor a Unamuno como pensador y autor. Una paradoja, según la definición más conocida, es una afirmación aparentemente ilógica o contradictoria, que sin embargo encierra alguna verdad. Es paradójico, por ejemplo, aseverar que el fracaso puede llevar al éxito. Es otra paradoja el precepto evangélico que perdiendo la vida la ganamos. En Unamuno, las paradojas rebasan los límites de este tipo, pues los ejemplos dados implican una resolución (el fracaso puede terminar felizmente, en éxito, o la muerte se considera como una simple puerta hacia la inmortalidad con Dios). Las paradojas de Unamuno son más bien conflictos desgarradores sin resolución posible. Así, por ejemplo, en la paradoja principal de la novela, la santidad de un sacerdote consiste en engañar a sus feligreses con respecto a la inmortalidad. En otra de las múltiples paradojas de la novela, la «nueva vida» de Lázaro es una conversión a una forma más profunda de no creer. 3 © Houghton Mifflin Harcourt Publishing Company producto o causante de sus varias crisis espirituales. Esta depresión se caracterizaba por la pérdida de la fe de su niñez, por pesadillas, sentimientos obsesivos de desconsuelo y terror a la muerte. Se trataba de un miedo atroz al que no le faltaba una paradójica atracción hacia el suicidio (que sin embargo nunca llevó a cabo). La relación entre el sacerdote y Blasillo el Bobo, de una ternura y mutua comprensión misteriosas, puede reflejar la relación de Unamuno con su hijo hidrocéfalo, muerto en 1904. Conviene saber que algunas de las características más sobresalientes del modo de pensar unamuniano se consideran sintomáticas de una profunda depresión clínica, para la cual existen hoy varios tratamientos. Entre estas características se cuentan la continua tristeza y la preocupación obsesiva con la muerte. Bien nos podemos preguntar cómo habría sido distinto Miguel de Unamuno con los tratamientos químico-psiquiátricos a los que recurren muchos hoy en día para aliviar sus depresiones u obsesiones. ¿Cómo habrían sido distintas su obra y su personalidad? ¿Habría sido capaz de creer con tranquilidad espiritual, con la confianza de que la ciencia cambiaría sus conclusiones algún día? ¿Se habría conformado con una postura atea? He aquí un interesante tema para la discusión. Conviene saber que el lago, la montaña y el pueblo sobrepasan una simple función de ambiente o fondo de la obra. Sería interesante encontrar los múltiples símbolos encerrados en su frecuente mención. Representan a la vez la naturaleza y las antiguas tradiciones sociales, es decir, todo aquello que ha sido antes de nosotros y que nos sobrevivirá. Hay aquí una paz, una cierta eternidad, pero Lázaro y don Manuel no ven en todo esto más que un memento morí, un triste recuerdo de que la vida va arrastrada no sólo hacia la muerte, sino, según su convicción interior, hacia la nada; como el lago que «sueña el cielo» al reflejarlo, pero cuyas corrientes invisibles arrastran sus aguas a «precipitarse en cascadas, saltos y torrenteras». En las hermosas aguas del lago se reflejan la montaña, el cielo y la aldea, reflejos que simbolizan la irrealidad de la creencia y la esperanza cristianas en el cielo divino y en un mundo futuro donde seguiríamos siendo nosotros mismos y nos reuniríamos con nuestros seres queridos. Irónicamente, el lago de los supuestos «milagros» realizados por el sacerdote en las noches de San Juan, no es, para los dos hombres incrédulos, otra cosa que un imán que los atrae una y otra vez al suicidio, idea a que, sin embargo, en todo momento se resisten. Conviene saber que el punto de vista puede ser fácil de identificar en algunas novelas, pero no en ésta. Durante casi toda ella, nos consta que la narradora es Ángela Carballino, uno de los personajes principales. Sin embargo, el autor se entromete súbitamente en las últimas páginas de la novela, y su inesperada intervención de pronto desorienta al lector, obligándolo a ver la existencia de Ángela, y por consiguiente la de todos los personajes, como dudosa e irreal. Ello no representa un defecto novelístico, sino el propósito del autor de sugerir, (como sugiere en el famoso Capítulo XXXI de su novela Niebla), que Dios nos está soñando, y que un día dejará de soñarnos. Entre tanto lo único que el ser humano puede hacer es «soñarse inmortal», en lucha agónica de toda la vida. Conviene saber que San Manuel Bueno, mártir contiene elementos autobiográficos: sabemos que Unamuno padecía una profunda depresión recurrente, Abriendo puertas: Recursos en línea Bibliografía Blanco Aguinaga, Carlos. Unamuno contemplativo. (1975) Claveria, Carlos. Temas de Unamuno. (1953) Maeztu, María de. Antología—Siglo XX: Prosistas españoles. (1945) Marías, Julián. Miguel de Unamuno. (1980) Nicholas, Robert L. Unamuno, narrador. (1989) París, Carlos. Unamuno: Estructura de su mundo intelectual. (1989) Rodríguez Sánchez, Ángel, y Francia, Ignacio, editores. El Tiempo de Unamuno y Salamanca. (1998) Unamuno, Miguel de. San Manuel Bueno, mártir, y tres historias más. (1985) 4 © Houghton Mifflin Harcourt Publishing Company