Panel 1: Retos del Estado para la construcción de la paz en Colombia Moderador: Carlos Duarte Ponentes: Alirio Uribe, Álvaro Balcázar, Edwin Novoa, German Cardoza y Jesús Alberto Castilla. Alirio Uribe Abogado defensor de Derechos Humanos, Representante a la Cámara por Bogotá, vocero de la bancada del Polo Democrático Alternativo, Vicepresidente de la Comisión Segunda e integrante de las comisiones de paz y derechos humanos. La intervención del Sr. Alirio Uribe inició subrayando la apuesta por la paz hecha por la Pontificia Universidad Javeriana de Cali junto con el amplio frente que se ha desarrollado en el país para terminar con el conflicto armado. El Sr. Uribe parte de la afirmación y es que resulta claro para todos que una cosa es terminar con la guerra, y otra construir la paz; esto último requerirá un mayor esfuerzo. Su presentación inició con un análisis de los actores que intervienen en el conflicto armado en Colombia y que forman lo que él llama “un triángulo de violencia”, compuesto por: 1) las guerrillas; 2) los grupos paramilitares, con sus diferentes denominaciones; y 3) por último está lo que muchos han llamado “el terrorismo de Estado”. Todos estos actores y factores generadores de violencia son necesarios tener en cuenta para la creación de un país sin conflicto. Igualmente, para el ponente resulta fundamental detenerse en el tema de la ruralidad y el territorio, y todo ello en relación con lo que se ha acordado en la Habana. Todos los puntos del Paro Nacional Agrario se cruzan con los que se han pactado en la Habana. El proceso o agenda social de la Habana es muy reducida en comparación con las demandas sociales formuladas por los actores en Colombia. En las negociaciones del Caguán había 12 puntos de la agenda social del país. Hoy en día son más reducidos, pero el tema agrario es fundamental en la agenda de la Habana. Sin embargo, hay que precisar que a ningún sector social popular le gusta que alguien negocie sobre sus temas “a sus espaldas”. Todos los movimientos indígenas y campesinos se movilizan por el tema agrario, y aunque los puntos de la Habana coincidan con varios del Pacto, estos actores han dicho que ellos no están representados en la Habana. Lo anterior pone de manifiesto que la construcción de la paz es un tema regional, local. El gran desafío es, en palabras de Alirio Uribe, ‘meterle pueblo’ a este proceso de negociación. Hay que 2 tener en cuenta que los acuerdos deberán ser refrendados con la necesidad de unos 8 millones de votos. Alcanzar dicho número va a ser difícil, y el riesgo es que ocurra lo que pasó en Guatemala dónde finalmente sólo votó el 20% del censo electoral, y el 80% de los votantes lo hizo en contra. La cuestión de fondo es que en Colombia hay muchas personas que desconocen el proceso de paz, los informes conjuntos, los comunicados, etc. Por lo tanto, se plantea el desafío de “territorializar” la paz. Igualmente, existen otros retos que el gobierno debe encarar, tales como la necesidad de pensar en un Plan de Desarrollo para la Paz. Aunque no hay acuerdos hasta que no se negocie todo en su totalidad, el gobierno podría ir repensándose el país a partir de la paz., es decir plantear temas como: qué tierras se necesitan para los indígenas, afros, campesinos, agroindustrias, minería, ZRC, zonas de protección ambiental. Hay que partir de la base que este país ha sido ‘mapeado’ a partir de la violencia, con un modelo de desarrollo a partir del despojo, evidenciado en lo inequitativo de la distribución de tierras (con un coeficiente de Gini de 0.9 de 1). Aunque hay territorios destinados al agro, solo un 1-­‐3.5% y 10% es apto para la agricultura. Además estas tierras tienen un “enemigo común”: la minería. El 80% de la tierra con vocación agrícola tiene complicaciones con el tema minero. Para que construyamos una paz estable y duradera resulta necesario modificar la tenencia de la tierra, fortalecer la democracia y el tejido social, y superar 3 factores históricos para cambiar el uso de la tierra: el despojo del territorio, las restricciones de participación que tienen los afros e indígenas, y la pobreza que sume al campo. Es necesario reconocer que estos actores tienen una ancestralidad en su relación con la tierra y su forma de producción, por lo que deben ser reconocidos como patrimonio cultural del país. Asimismo, es necesaria una revisión y negociación de los títulos mineros, limitar la agroindustria a gran escala, revocar la acumulación de tierra, y los servicios ambientales que privatizan nuestras selvas como los bonos de carbón. Lo anterior no puede continuar en un escenario de postconflicto. Resultan fundamentales cambios estructurales para crear una agenda social de paz, que debe abarcar propuestas para la solución del conflicto de la tierra. El fin del conflicto armado no es el fin de los conflictos sociales, sino el comienzo del trámite de manera democrática de los conflictos reales dentro del país, su visibilización. El problema no es que haya conflictos, sino que se resuelvan “a tiros y no por una vía democrática”. Álvaro Balcázar. Asesor de la Oficina del Alto Comisionado de Paz. La ponencia de Álvaro Balcázar se centró en presentar los acuerdos a los que se ha llegado a día de hoy en la mesa de negociación, con especial énfasis en el tema agrario y territorial. En primer lugar hizo énfasis en que todos los colombianos tenemos que convertir estos temas de construcción de la paz en una herramienta para que todos sepamos mucho sobre cómo 3 aprender a tramitar las diferencias y los conflictos bajo términos pacíficos. Se trata de construir paz para resolver conflictos de distinta naturaleza. El tema agrario es esencial para que conflictividad disminuya y desaparezca del país, ya que presta argumentos para escalar y mantener el conflicto. Aparece como el primer tema discutido y en el que ya hay un primer nivel de acuerdo: reforma rural integral. Una de las consideraciones que apuntó Álvaro Balcázar es la necesidad de conocer los materiales disponibles en de la página web de la Presidencia de la República y del Alto Comisionado de Paz sobre los acuerdos y avances de la Habana. Resulta fundamental familiarizarnos con esos documentos. El segundo punto que abordó el ponente fue en la interpretación del acuerdo en materia agraria. Primero recordó que solo se discuten los temas en la mesa y no a través de los medios de comunicación. Es la construcción de una visión estructurada y de un acuerdo satisfactorio para las partes, la construcción de ese acuerdo puede cimentar un puente de oro para el tránsito de las FARC hacia el fin del conflicto. Ese acuerdo es esencial ya que se reconoce la trascendencia de la ruralidad en el país. El otro tema de aclaración del alcance del acuerdo, es que éste no contiene todo aquello que el gobierno podría considerar esencial, ya que hay temas que nos están allí puesto que hay muchos que son de tal importancia que son necesarios discutirlos en otros escenarios más plurales. La pregunta que a continuación planteó el ponente fue: ¿qué es el acuerdo agrario? ¿Qué refleja, a qué apunta, qué concepción está implícita? Lo primero que hay que destacar es que cuáles son los elementos implícitos. En primer lugar, el acuerdo está enfocado en lo que es la política pública para la gente del campo. Pareciera ser lógico, pero no lo ha sido, ya que nos hemos preocupado más en el crecimiento de la economía, del sector agropecuario. Sin embrago, el problema desde esta concepción es que el crecimiento económico no garantiza el bienestar social en el campo. En la década de los 80’s, asistimos en Colombia a un agotamiento del potencial de crecimiento agropecuario, que coincidió con el inicio de la exclusión de la población rural. Los derechos de los habitantes del campo se redijeron con respecto a la población urbana manifestando mejores condiciones de vida en las ciudades. Además de eso, dentro de las mismas poblaciones rurales se arraigaron enormes desigualdades y diferencias. Asimismo, encontramos zonas cuyas condiciones en términos de ruralidad están muy alejadas de otras zonas, por lo que dentro del mismo ámbito rural existen diferencias considerables. El resultado es que nos quedó un país muy desigual a nivel de bienestar en términos de territorio. Una parte de la población colombiana quedó excluida. Eso se refleja en que el territorio quedó por fuera de nuestra manera de implementar la política pública debido al gran grado de centralización en el país. Ante dicha situación, resulta necesario desarrollar y consolidar un enfoque territorial para cambiar dicha dinámica, corrigiendo por lo tanto ese ‘abandono’ institucional, ese vacío de presencia institucional del Estado en esos territorios, de la protección de los derechos protegidos y justicia en los territorios. Aquí la clave es tener un enfoque en los derechos en el territorio, y lo ende, dotar a las instituciones de medios para que garanticen esos derechos. 4 Los vacíos de presencia institucional del Estado fueron ocupados por organizaciones armadas ilegales que ejercen el control del territorio y la conducción de problemas por vía de la violencia: el Estado debe garantizar derechos. La agricultura familiar no consiste en el rechazo al desarrollo agro industrial sino que se aboga por la convivencia de los diferentes modelos de desarrollo. El Estado debe apoyar la agricultura familiar puesto que tiene una gran capacidad de impulsar la economía local, contribuyendo a una mejor distribución y circulación de los ingresos y del patrimonio de los activos económicos en un territorio. Las instituciones mediante las políticas deben buscar cumplir las metas del sector rural. Los planes especiales de desarrollo con enfoque territorial incluyen las regiones específicas por el conflicto armado, la falta de institucionalidad y pobreza para su recuperación. El acuerdo de la Habana en el tema agrario se ha centrado en 3 temas principalmente: − Derechos para corregir la brecha de pobreza; − Reducir la pobreza en sector rural; − Corregir las brechas entre la población rural y urbana. Todo lo anterior está permeado por un contenido: Fondo de tierras; unos programas para la reforma rural integral (todo los Ministerios deben tener planes específicos para resolver las brechas en sus agendas de trabajo; y las diferencias entre las mismas zonas rurales). Resulta necesaria una política centrada en el sector rural con un cumplimiento y medición de metas, así como zonas especiales de desarrollo territorial – es decir, focalización especial de ciertas zonas afectadas por el conflicto, narcotráfico y pobreza extrema. Cabe señalar que aún no hay un acuerdo con las FARC para elegir las regiones dónde se hará un esfuerzo especial por parte del Estado para corregir dichas diferencias en bienestar y condiciones de vida. Finalmente, el acuerdo tiene un gran desafío. El primer supone multiplicar la inversión en el sector rural, también en cuanto a re asignación. Igualmente, Colombia tiene la capacidad fiscal pero no institucional, por lo que se deben poner en evidencia las debilidades de la arquitectura institucional para poder corregirlas. Las instituciones que existen no son las que necesita el país para acometer las reformas necesarias. Igualmente, resulta necesaria una reforma del INCODER. Se le debe dar vuelta a la situación del bienestar del sector rural, y quien debe responder a esto es el Ministerio de Agricultura. Podría disponerse, por una parte, de un Ministerio de Agricultura y, por otra parte, de un Ministerio de Desarrollo Rural; el primero se enfocaría en la producción y el segundo en la territorialidad, los cuales son dos problemas diferentes. También es necesario un ejercicio local, no un centralismo que no logra responder a las necesidades de las regiones. Por último, terminó su intervención subrayando la necesidad de apostar por un cambio del nivel de poder entre los niveles estatales (local, departamental y central), ya que es clave hacer un ejercicio local y que las autoridades centrales briden apoyo, y no al revés. 5 Edwin Novoa Coordinador Afro de la Dirección de Asuntos Étnicos, en la Unidad de Restitución de tierras. German Cardoza, Profesional Especializado, Dirección técnica ordenamiento productivo, Subgerencia de tierras rurales del Instituto Colombiano de Desarrollo Rural (INCODER). La presentación de Edwin Novoa se centró en un análisis de la idea de la ‘inmaterialidad’ del territorio y en plantear ideas de cómo recuperar el territorio en Colombia. Inició su intervención constatando que en 2011 hubo cuatro leyes de víctimas, y en ese momento no se estaba pensando en un proceso de paz. Sin embargo, sí estaba en el tintero el tema de la justicia transicional y los retos en el momento de satisfacer las necesidades de las víctimas del despojo de tierras. Uno de los primeros puntos que se empezó a hablar en el marco del proceso de paz en la Habana, es que la territorialidad es uno de los temas claves del conflicto. El conflicto armado afecto muchísimo la territorialidad de las comunidades, lo cual implicó un rompimiento de la identidad cultural de las comunidades, y los significados que tenían sus territorios: la guerra necesitaba cambiarle el significado al territorio, por lo que se impone una visión polarizada del territorio, donde un sector que se hizo con su control lo ve como una extensión más de tierra a la que se le puede sacar más provecho. A partir de ahí se inicia la discusión en torno a cómo se debe hacer la restitución. La cuestión es que sólo se debe devolver un territorio, sino re-­‐significar el mismo. Los territorios son posibilidades para el desarrollo de una comunidad, no sólo un aparato más en la cadena económica. Por lo tanto, ¿cómo debía ser la restitución de tierras ante la pérdida del valor cultural del territorio? No se trata sólo de la devolución de tierras, sino que las comunidades vuelvan a gozar de sus derechos territoriales irrestrictamente. El punto central no es de quién es el territorio, ya que esto ya lo asegura la Constitución, el punto es el uso de los territorios. Las comunidades deben gozar de sus derechos territoriales más allá de la titularidad. La restitución por lo tanto se va a basar en eso, lo cual representa un desafío. El conflicto armado cambió que es el territorio, generando un reto enorme, ya que la experiencia del Estado en los últimos 20 años ha sido más enfocada en la asignación de tierras. Por lo que la cuestión de fondo se basa en cómo volver al carácter simbólico de los territorios, y en ese escenario surgen las discusiones. Igualmente y en relación con lo anterior, se enlazan otros temas que antes no estaban sobre la mesa: el medio ambiente, la sostenibilidad de sus territorios. Asimismo, los daños ambientales como consecuencia del conflicto armado y de los cambios de vocación del territorio por parte de los actores armados cambian las costumbres históricas de las comunidades, llevándolos a acoplarse a la explotación del territorio por rentabilidad. Sólo un juez puede determinar hasta dónde llegan los derechos de las comunidades en sus territorios, lo que resulta en un reto el demostrar judicialmente y convencerles de la importancia subjetiva de los territorios y sus elementos y recursos en el mundo espiritual de las comunidades. Es un cambio de la tradición judicial colombiana, tan arraigada a la norma. Edwin Novoa plantea una cuestión que a diario deben hacer frente desde la Unidad de Restitución, y es: ¿cómo relacionar el daño ambiental y los derechos territoriales y enlazarlo todo con el conflicto armado? En la Unidad de 6 Restitución se han identificado esos casos de pérdida de gobernabilidad y cómo encontrar puntos de relacionamiento entre por ejemplo que la contaminación de un río era producto del conflicto armado. Su labor radica en montar una caracterización a partir de casos, encontrar cómo fue ese cambio a través del conflicto armado y cómo convencer al juez. Aquí es donde se confirma que el tema de la restitución en Colombia es judicial, y son los jueces quiénes deciden hasta dónde tienen derecho las comunidades. El desafío radica en acercar las diferentes visiones sobre lo qué es el territorio. Asimismo, las futuras sentencias de restitución entregarán tierras a comunidades, pero es todo un reto el que las comunidades vuelvan a atribuirle su significado ancestral. German Cardoza Profesional Especializado 24, Dirección técnica ordenamiento productivo, Subgerencia de tierras rurales del Instituto Colombiano de Desarrollo Rural (INCODER). German Cardoza hizo hincapié en su ponencia en los retos que tienen las instituciones políticas en Colombia ante un escenario de postconflicto. En primer lugar, rescató la institucionalidad del sector agropecuario a través del INCORA, entidad que en las primeras décadas de su existencia fue eminentemente técnica, con un proceso de selección de personal muy riguroso. Posteriormente, pasó a hacer una crítica sobre el funcionamiento del INCODER, ya que ha sido una entidad que fue debilitada institucionalmente, que no es ruralizada, no está en las regiones y en los municipios y que está principalmente centralizada. Se ha dedicado a titular terrenos baldíos y su labor ha sido marginal. Ante dicha situación, la pregunta que subyace es la siguiente: ¿cuáles son los retos la institucionalidad en el postconflicto? German Cardoza identifica cuatro: 1. La institucional se debe construir y fundamentarse en los acuerdos y peticiones de las comunidades como por ejemplo los planteados por la Cumbre Agraria: Campesina, Étnica y Popular, que presentan una riqueza en propuestas sobre territorialidad, desarrollo rural, desarrollo productivo y reforma agraria. Igualmente, en las propuestas realizadas en las regiones que permitirían construir políticas efectivas en las regiones que logren el desarrollo de éstas. 2. Hay que tener en cuenta los estudios de ordenamiento productivo a nivel departamental que permitan analizar cuál es la zonificación, el territorio, etc., así como las propuestas del sistema productivo de bienes públicos y de reforma a nivel de cada departamento. La construcción de esas propuestas son las que en la práctica pueden materializar algunos de los aspectos de los acuerdos a los que se llega en el primer punto de diálogos de la Habana. 3. Debe haber una nueva entidad en transición que efectivamente fortalezca los procesos productivos, debe ser desburocratizada, técnica, ubicada en los municipios, y 7 que construya con la gente los programas de desarrollo rural integral. Esa entidad no es el Incoder actual, ya que ésta no le sirve al país ni a las comunidades rurales. Debe haber una nueva institucionalidad que parta de esa transición, la cual debe rescatar ese soporte técnico, acuerdos previos y experiencias puntuales. 4. Importancia de las experiencias de las mesas de diálogo a nivel local. Finalmente, el ponente planteó dos riesgos al tema de la institucionalidad en el escenario de un postconflicto: en primer lugar, existe mucha institucionalidad y cazadores de renta que bajo un discurso muy social cooptan recursos que se quedan en aspectos técnicos y no llegan a las comunidades. En segundo lugar, existen algunos avances institucionales por parte del gobierno, sin embargo no son los cambios que necesita el país. Todavía no hay un Ministerio de Agricultura que dicte lineamientos que orienten el ordenamiento territorial, lo que evidencia una necesidad imperiosa de una entidad que oriente y planifique los territorios. Jesús Alberto Castilla Senador por el Polo Democrático. La última intervención de este panel corrió a cargo del senador por el Polo Democrático, Jesús Alberto Castilla. Su ponencia se centró en analizar el concepto de paz y el reto para las instituciones del país. En primer lugar, el senador subrayó la idea que la paz pasa por los territorios y por el reconocimiento de la interculturalidad. Él ve necesario que se empiece a repensar la gramática: no estamos en una etapa de post-­‐conflicto. Actualmente en la Habana se discute el final de conflicto armado, no la paz. La construcción de la paz pasa por la movilización y la construcción de un Estado que le dé solución a nuestras necesidades como sociedad. En Colombia existe un aumento de la expresión del descontento social y las políticas públicas no están solucionando los problemas de fondo. El senador llama la atención de que se debe prever un aumento en la violencia posterior a la firma del acuerdo que ponga fin al conflicto. Según él, los puntos más importantes están pendientes de ser discutidos en la Habana y los movimientos sociales tienen el deber de ponerlos sobre la mesa. En el punto sobre tierras, se desconoce cuánta tierra hay y cuánta se va a restituir (fondo de tierras). El senador enfatizó en que no debemos depender de lo que se desarrolle en Cuba, sino que es el movimiento social el que debe buscar sus propias soluciones. Apoya que se termine el conflicto pero no debe creer que eso llevará a la paz, ya que ésta se construye socialmente. La Cumbre Agraria: Campesina, Étnica y Popular ha planteado una agenda política y es un espacio importante para avanzar en la unidad. Igualmente, se debe avanzar en una nueva institucionalidad. No entendida en términos de nuevas entidades sino como reconocimiento de lo que hacemos, es decir en la consulta de las comunidades. Éstas saben resolver conflictos y esto debe tomarse como parte de la 8 institucionalidad popular. Esas fórmulas pasan por el reconocimiento del campesinado como sujeto político de derechos, de la economía campesina, de la soberanía alimentaria y de la territorialidad; temas que no se están hablando en la Habana. La territorialidad como medio para la pervivencia de las comunidades, no como garantía de la extracción económica. Asimismo, deben diseñarse políticas redistributivas, ya que en Colombia hay un modelo inequitativo y en estos términos no se puede hablar de paz. De ahí, la importancia de una nueva institucionalidad popular. En Colombia se habla de paz y se adecua la institucionalidad a las exigencias de la OCDE para ofrecerles nuestros recursos naturales. No existe voluntad de paz sino adecuación a las exigencias de otros. La institucionalidad es un conjunto de reglas y normas prácticas. La paz se construye con instituciones prácticas. Por lo tanto, la construcción de la paz pasa por la participación de los sectores sociales y la garantía a su participación. El mayor reto del Estado y del gobierno es el de escuchar y permitir la participación de la ciudadanía, y muy particularmente de la participación de las comunidades en el gobierno mismo. Conclusiones Las cinco intervenciones que tuvieron lugar en este primer panel del Seminario ponen de manifiesto la imperiosa necesidad que tiene el país en materia de desarrollo y fortalecimiento institucional, de cara a un escenario de postconflicto, y en específico, de construcción de la paz. Los cincos ponentes coinciden en que existe un desafío estatal por territorializar la paz. Para una comprensión integral del conflicto y lo que será el post-­‐conflicto en Colombia es necesario tener en cuenta la tesis de que ambos – conflicto y post-­‐conflicto – se basan en un componente territorial-­‐regional. Este país cuenta con una diversidad de territorios, regiones y actores en el terreno, por lo es imposible entender el conflicto y el post-­‐conflicto en el país si no se tiene en cuenta dichas variables. El segundo desafío que tiene el Estado colombiano radica en la necesidad de una nueva arquitectura a nivel institucional para construir la paz en un escenario de post-­‐conflicto. Existe una necesidad de que se desarrolle un ejercicio de participación de las instituciones a nivel local, y que sean las autoridades centrales las apoyen a las primeras, y no al revés. Por lo tanto, el nivel local y municipal cobra un papel fundamental para la construcción de la paz. Por último, los cinco ponentes coinciden en que es necesario acercar las visiones sobre lo significa el territorio para los diferentes actores. Si no se tienen en cuenta dichos condicionantes, la construcción de la paz en Colombia podría verse comprometida. 9