Analisis El Conde de Lucanor

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Don Juan Manuel: el conde
Lucanor
La actividad literaria de Don Juan Manuel
presenta variadas facetas: poeta,
historiográfico, tratadista, apologista, de sí
mismo fundamentalmente narrador.
Lo más sobresaliente de su obra es el
didactismo, se presenta como fiel acompañante
de la labor de su tío Alfonso X.
La figura del escritor austero, moralizador, va
siendo cambiada por la del noble comprometido
con los difíciles problemas de la sociedad de su
tiempo, consciente de la crisis que atravesaba la
clase social a la que pertenecía: una nobleza
que iba perdiendo poco a poco sus privilegios. Don Juan Manuel se nos presenta
como un fiel representante del mundo noble medieval que caminaba hacia su
ocaso.
Su egocentrismo es tal que mandó preservar su obra, de manera que hoy la crítica
reconoce en él, a ese escritor con clara conciencia de su oficio que anhela la
perfección en todos los campos de su vida y, por su supuesto, en el terreno literario
el escritor también busca la perfección, la adecuación del contenido de su obra a su
individualidad, a su claro orgullo como noble.
El Conde Lucanor presenta como estructura dos prólogos y cinco partes, diferentes
entre si: la primera contiene 51 ejemplos; en la segunda además de un
razonamiento dirigido a don Jaime de Jérica hay 100 proverbios, en la tercera parte
muy parecida a la anterior, hallamos 50ejemplos, en la cuarta 30 proverbios y
finalmente en la 5, aparecen las claras preocupaciones del moralista medieval
preocupado por la salvación de su alma.
La obra tiene una intención didáctica se inscribe así en una larga tradición donde se
incluyen: El libro de los buenos ejemplos, Las flores de la filosofía, el Bonium o
Bocados de Oro, el Calila e Dimna, El libro de los Gatos, Libro de los ejemplos por
ABC...
La búsqueda del didactismo polariza su estilo, de modo que la obra no es un
tratado árido sino una obra de amenos ejemplos. Su capacidad narrativa cobra
plena vigencia en los ejemplos que adquieren un valor artístico intrínseco,
independiente de su contenido doctrinal
De hecho, ya en el prólogo se nos indica
la intención final del conjunto. El autor
reitera la finalidad de la obra. A él le
preocupa, no sólo la salvación de su alma,
como a cualquier moralista medieval, sino
también la fama, la honra y la fazienda. El
autor sigue el modelo del ejemplo. La
fábula se convierte en el medio, prueba o
apunte para una exposición doctrinal,
religiosa o moral.
El ejemplo se explica también por la
influencia de la orden dominica, que defiende la predicación amena y asequible.
Esa función didáctica preside toda la obra, tanto la elección de los ejemplos, como
la del marco ( consejero -discípulo), forma ya predilecta de la narrativa oriental, que
le sirve de cabida y que condiciona su estilo.
En cada ejemplo, la enseñanza proviene de varios elementos: de la historia ejemplar
en si ( que se presenta como una demostración fehaciente), de la solución interna
del problema que en ella se plantea, adecuada para ejemplificar el problema o
cuestión planteada.
El propio autor parece abandonar su papel de narrador, para asumir ese
didactismo, de manera que concluye siempre con unas palabras, a modo de
colofón, que no le pertenecen. El autor plantea desde una perspectiva objetiva su
propio código personal de una forma amena, de manera que consigue dotarlo de
carisma, hacerlo universal.
Logra reunir de una manera inteligente y sobre el mismo prisma de la escritura los
procedimientos de la tradición oriental y europea: el diálogo, el ejemplo, el
proverbio, la exposición o argumentación. En definitiva, su intención didáctica
asume todo los aspectos de la condición humana.
Seria maravilla- dice también en el prólogo- si de cualquier cosa que acaezca a
qualquerier omne, no fallere en este libro su semejanza que acaesçio a otro!.
El público.
Don Juan Manuel circunscribe el público de
su obra: lo fizo por entención que se
aprovechasen de lo que él diria las genes que
no fuesen muy letrados nin muy sabidores. E
por ende, fizo todos los sus libros en
romançe e esto es señal çierto que los fizo
para los legos de non muy gran saber como
lo él es".
El autor está contraponiendo dos estratos culturales existentes en la E. Media que
condicionan y a la vez explican la total manifestación literaria medieval: clérigos y
legos. La contraposición legos- letrados no se basan una relación entre cultura e
incultura sino entre cultura romance (laica) y erudición latina (eclesiástica).
El autor parece dirigir su obra a una elite de personas cultas en lengua vulgar
contrapuestas a los eruditos latinos, los clérigos. Se dirige pues a un selecto público
perteneciente a su misma clase social y de parecida cultura: La nobleza.
Sin embargo sus enseñanzas adquieren validez universal, puesto que no sólo la
nobleza, sino también el vulgo puede beneficiarse. Los problemas serán planteados
por el autor representante de una clase orgullosa y segura de su poder, o sea que
en ningún momento se cuestiona la viabilidad de una rotura estamental, lo que
sería impensable. Los problemas serán planteados por un autor, adalid,
representante de una clase orgullosa, desde su perspectiva, nunca se desvincula de
esos posicionamientos. Podríamos decir que hace apología de su propio estamento,
al delinear la perfecta figura del noble defensor, caracteriza por el claro orgullo
caballeresco, la magnanimidad que no siempre persigue, el amor por el
refinamiento, y, como no, un claro pragmatismo a la hora de hacer una defensa sin
concesiones del Estado y la Onra.
TEMAS
En cuanto a los temas que aparecen en la obra, estos se adscriben en parte al
ideario dominico que profesaba. Además defiende - como ya hemos dicho- el
orden preestablecido y, por supuesto, los hábitos de su clase social que poco a
poco va perdiendo poder, aunque no carisma.
Son los temas que acotan los moralistas: aspiraciones y problemas en los dominios,
tanto el espiritual, con el problema de la salvación; como el material, político y
social. Así se cuestiona la guerra y la paz, la viabilidad -por ejemplo- de conseguir
la salvación, pese a la lucha continua contra sus enemigos. También se preocupa
por la riqueza, por cómo afectan las posesiones y cómo preservarlas. Hace
continuas observaciones sobre el comportamiento humano, sus vicios y virtudes
más predominantes. Busca, en definitiva, el establecimiento de las almas y el
aprovechamiento de los cuerpos, que se mantenga la Onra y el Estado. Son pues
principios morales, basados en reglas de conducta práctica.
En cuanto a la relación del hombre con Dios y el problema de la salvación, Don Juan
Manuel habla entre otras de las motivaciones, de la predestinación, de la
providencia y de la amistad con Dios.
Por lo que respecta a la relación del hombre consigo mismo y con los demás, todo
viene condiciona por la honra y prez del caballero: sus inquietudes se dirigen al
problema de la fama, la amistad, el desinterés, la gratitud, las consecuencias
negativas de la ira, la codicia o la soberbia, etc.
ESTRUCTURA
Observamos la estructura de los relatos insertados. Estos siguen las directrices de
la narrativa oriental. Una primera línea constituida por sucesivas cuestiones donde
se insertan las historias como argumentos probatorios ( exempla), organizados en
el conjunto de un diálogo ( en manera de un grand senyor que fablava con su
conseger), ante una pregunta ( deseo de saber), del conde. Patrionio ( su ayo o
consejero) le contesta con un relato ( hecho probatorio) del que se extrae
generalmente una enseñanza que pasa a tener una validez general. .
1. Petición y donación de consejo ante una situación vital.
1. 1. Planteamiento de una pregunta por Lucanor a Patronio.
1. 2. Medios que pone Patronio para aconsejar al conde.
1. 3. Resultado positivo; al aceptar, Lucanor, el consejo.
1. Relato de un enxiemplo

2.1. Planteamiento de un caso ejemplar.

2.2. Desarrollo del ejemplo.

2.3. Conclusión
1. Formulación de la sentencia.

3.1 Constatación de Don Juan Manuel de que el ejemplo era idóneo.

3.2 Medios empleados, lo manda escribir en el libro

3.3 Síntesis conceptual plasmada en los versos.
En cada ejemplo existen tres elementos o tres planos que se repiten y se relacionan
entre sí, tanto en lo didáctico como en lo narrativo: son el marco, la historia y los
versos.
El marco es el del gran señor que habla con su consejero. Tiene un valor funcional.
Abre y cierra cada relato y nos sirve de engarce. Tiene un breve desarrollo en el que
se desecha todo tipo de enredo novelesco, puesto que el autor no le confiere
autonomía estética. En el hay gran parte de la enseñanza que se propone dar.
Hay una breve frase introductoria en la que se reitera la presencia de los dos
interlocutores y el conde inicia el relato.
El relato -por su parte- se disecciona en varias partes que habitualmente suelen
tener un orden fijo. Tras una llamada, el conde plantea el problema aludiendo a la
persona o situación causa del mismo.
La propuesta de Patronio suele comenzar con un vocativo y un tópico de humildad a
los que sigue el propósito de aconsejar al conde y un adelanto o anticipación de la
solución didáctica final como de la historia.
Aparece instantáneamente el narrador, de una forma fugaz, y el conde pregunta
cómo fuera aquello, con rarísimas variaciones. Comienza la historia. Después se
retorna al marco. Este segundo segmento se distribuye a su vez en dos partes: el
consejero estimula al oyente, lo atrae con la supuesta ejemplaridad de la historia
contada que aplica a la situación particular planteada por el conde.
Existe una segunda parte que señala el límite del marco. En ella se hace presente el
narrador, quien brevemente cierra lo narrado. Al conde, plogo esto mucho...tobo
esto por buen consejo, fizolo segund Patrionio le aconsejo e fallose dello muy
bien...Luego retorna nuevamente el autor que rubrica con los versos finales el
ejemplo.
La estructura es sencilla: Tras la aparición del personaje o personajes y su ubicación
en un espacio y un tiempo, sigue el nudo, el desarrollo del mundo novelístico
estructurado por el acontecimiento y los personajes. En alguna ocasión se anticipa
el desenlace, estableciendo de esta manera una especie de puente. En los versos
finales interviene el propio autor que se convierte en mediador entre el universo
narrado y el lector. Su intromisión también es consciente en otras obras, resultado
de esa tendencia española de interferencia, que evidencia la clara concienciación
ante sus escritos.
En cuanto a las fuentes utilizadas, el autor cambia y transforma una materia narrada
de forma preliminar, variando su construcción. Insiste en detalles y situaciones,
gradúa los elementos de la intriga, varía e humaniza la relación de las diversas
partes introduciendo observaciones de la realidad contemporánea. Finalmente
humaniza a sus personajes y les confiere una atmósfera novelesca.
Son evidentes las fuentes dominicas y arábicas, así como la continúa interacción, el
solapamiento de dos culturas, unidas en un contexto: la islámica y la cristiana.
La influencia de la cultura árabe se observa plenamente en los temas, la técnica
oriental del marco o encasillamiento de narraciones subsidiarias dentro de un
marco general de la historia que las enlaza.
Subrayamos la constante participación del autor, su continua presencia. Él plantea
los temas y problemas que le preocupan profundamente y vuelca en la obra su
propio conocimiento de la realidad circundante y sus experiencias personales,
haciendo a los personajes, vehículos, trasmisores de sus ideas. Por eso existe una
identificación psicológica del autor con los personajes, esos entes de ficción
creados a semejanza del entorno.
Su estilo se caracteriza por un uso vivaz de los recursos. Su lengua es arte y de ahí
su ideal de selección, claridad y condición como corresponde a su finalidad
didáctica. La búsqueda de ese estilo ameno y agradable es continua. Sin embargo,
todavía se observan los fallos de una lengua que aún no ha conseguido el carisma
ulterior. Aparece de una forma abrumadora la copulativa e...e, y se reitera
machaconamente el verbo decir.
Sin embargo el autor ya es consciente de la autonomía lingüística del castellano,
por eso sólo utiliza vocablos conocidos de antemano, y si aparece algún latinismo,
lo hace constar. Es pues un purista en el léxico. No vacila en la estructura de los
periodos, utiliza conscientemente las simetrías y los paralelismos, e incluso,
podemos observar las divergencias a lo largo de la obra. En la primera parte domina
la amplificación con digresiones, iteraciones sinonímicas. En la recapitulación final,
se apropia de la abrevatio.
Se trata mayoritariamente de un léxico rico y selecto, donde la adjetivación es
precisa y colorista. Sus frases logran un equilibrio entre las partes del periodo
dotando de una estructura unitaria cada uno de los ejemplos. Los personajes suelen
aparecer sin pasado ni futuro, en una suerte de presente instantáneo, de manera
que las manifestaciones del alma humana muestran con sus variadas anécdotas
todo un mosaico del hombre y sus situaciones vitales. Los personajes no están
obsoletos, sino vivos. Quita de forma inteligente los detalles marginales o
accidentales y se centra en el meollo. Dota además de importancia al elemento
temporal. La fuerza se consigue no en lo anecdótico propiamente dicho, sino en la
sutil psicología con la que ha sabido trazar y poner en acción al ser humano.
Pretende, en última instancia, contar los hechos desde una perspectiva original de
manera que al adscribirlo a un personaje de su entorno inmediato, eleva su propia
circunstancia histórica, moral, política al territorio de la ficción.
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