S e p a r a t a d e l a J u v e n t u d - D o m i n g o 3 d e Junio de 2012 - Año 14 Las 10 Estrategias de Manipulación Mediática 1. La estrategia de la distracción El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las elites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. ”Mantener la Atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales (cita del texto ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”. 2. Crear problemas y después ofrecer soluciones. Este método también es llamado “problemareacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos. 3. La estrategia de la gradualidad. Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radical- debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposibles de alcanzar para las clases inferiores (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”. 8. Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad. Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto… 9. Reforzar la autoculpabilidad. Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se autodesvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. Y, sin acción, no hay revolución! mente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez. 4. La estrategia de diferir. Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento. 5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad. La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad (ver “Armas silenciosas para guerras tranquilas”)”. 6. Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión. Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido critico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos… 7. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad. Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores 10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen. En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídas y utilizados por las elites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos. Artículo de Noam Chomsky redactado por Sylvain Timsit, recogido en Pressenza 2 Informe El ojo humano y la lectura Elena Joa Miró Hospital Pediátrico Pedro Borrás Astorga, Cuba un sentido de similar frecuencia al de su propia vida. Y qué decir de la imperturbable Gioconda davinciana que nos mira. El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas, es ojo porque te ve. El ojo anatómico Antonio Machado El ojo, si de leerlo literalmente se trata, no es más que la parte visible del sentido de la visión, que funciona como una cámara capaz de recibir y trasmitir imágenes al cerebro que es quien realmente ve. Pero, desde aquel primer instante en el cual el hombre primitivo tuvo conciencia de su visión, comienza a atribuírsele al ojo la capacidad de ver, y a fundarse y crecer la importancia fundamental que le hemos concedido hasta hoy. Por ello también, aunque el hombre se relaciona con el mundo y lo lee a través de las percepciones que los sentidos le proporcionan y envían al cerebro para su interpretación, en el devenir de la humanidad y en el imaginario de todas las culturas, es el sentido de la visión —y el ojo que le sirve de soporte y lo identifica— quien ha ocupado el lugar primordial entre los demás, por su inconmensurable poder de captación y percepción de datos y por el papel que desempeña en el proceso de emisión y transmisión de todo cuanto ve. Es, y en magnitud muy considerable, mediante el sentido de la visión, que el hombre se conoce a sí mismo, a la naturaleza, al cosmos. Rodeado de formas, inmerso en colores, pleno de espacios, es el ojo —en perenne estado de alerta ante tantos y disímiles estímulos— quien alienta nuestro afán de observación, sin el cual hubiéramos perdido no poca de la información que requiere y subyace en toda creación humana, ya científica, ya del arte. Por ello, el ojo ha devenido símbolo de percepción intelectual. Así, el saber popular le ha atribuido poderes extraordinarios y misteriosos: una persona puede desde caer fulminada, como por un rayo, debido a un «golpe de vista», si esta posee el poder y la intención maléfica de hacer un «daño», un «mal de ojo» —creencia que aparece de modo recurrente desde los tiempos remotos hasta el día de hoy—, hasta expresar y poner al descubierto sus pasiones, afanes y miedos más ocultos e insondables, con una sola mirada que, si se pasa de indiscreta, puede revelar hasta su «yo profundo». Al mismo tiempo, el hombre ha visto el ojo, y más allá de él. A partir de esa lectura trascendente, lo ha dotado de un nivel de sugerencia simbólica, cuyo espectro, además de comprender su cualidad como signo de la per- El ojo humano y la lectura cepción intelectual del hombre, incluye y puntualiza, con reiterado interés, la representación de lo divino en ese «ojo que todo lo ve», vigilante y protector, capaz de ahuyentar el mal, milagroso sanador de la enfermedad, ahuyentador de espantos, entre ellos, de la mala suerte. Ojo espectador, ojo testigo, ojo que contempla todo el acontecer y el devenir del mundo, y convoca desde a la reflexión profunda sobre dudas vitales, hasta asimilar el «¡Ojo, pinta!», que nos alerta en el transitar cotidiano. Tan grande es el poder que la humanidad le atribuye al ojo, que su representación como talismán o amuleto para protegerse de las enfermedades y/o resguardar la casa, la familia y las posesiones cuelga, más o menos a la vista, en cualquier hogar, oficina o, quizás, palacio de gobierno. Como se dice comúnmente, desde que el mundo es mundo, el hombre ha dejado constancia de la importancia que le concede al ojo, y no son escasos los documentos científicos y pseudocientíficos, de disímiles procedencias, que han llegado hasta nuestros días, en los cuales se revela el interés generalizado por conocerlo, cuidarlo y encontrar el modo de sanar cualquiera de sus enfermedades. Abunda en los documentos de carácter religioso, y en los hoy muy nombrados como esotéricos, la presencia del ojo como símbolo del poder divino, de fuerzas sobrenaturales, de energías ocultas que, sin que lo sepamos, nos mueven y sacan a la luz, muchas veces pública, las expresiones íntimas de nuestra naturaleza humana. Por otra parte, sería imposible pensar en la historia del arte ignorando que es difícil no encontrar en cada una de sus páginas al ojo que todo lo busca, que todo lo quiere saber, como el curioso Meñique, de José Martí. El ojo está detrás de «El grito» de Munch, solapado en el alarido desgarrador que le provoca lo que vio; en la presencia ausente de Fedor Dostoievski, quien nunca nos revela el color de los ojos de su Ana Karenina, y hasta en el Beethoven sordo que se afana en penetrar el más íntimo rescoldo del sentido de la infinitud que lo rodea, tratando de escuchar con los ojos del corazón, «que son los que ven», Anatómicamente, el ojo es excepcional. Es el único órgano del cuerpo humano en el que se encuentran las tres capas embrionarias, y en el que se puede observar directamente los vasos (arterias y venas) y ver directamente un nervio. La naturaleza sabia, sin lugar a duda alguna, hizo evidente su importancia en la calidad de su protección. Primero lo colocó, como una «joya», dentro de un estuche óseo (la órbita); lo proveyó de una envoltura muscular (músculos extraoculares), los que, a la vez que lo preservan, le permiten el movimiento al unísono —los dos ojos en yunta— en todas las posiciones; lo envolvió en una grasa que atenúa los estremecimientos que pueden provocarle las grandes sacudidas, y creó para él, y solo para él, un sistema de barreras que lo guardan de la agresividad exterior: las cejas, los párpados, la conjuntiva, el aparato lagrimal, el que, además de lubricarlo, lo preserva de infecciones provocadas por gérmenes que pululan en el ambiente, mediante una enzima bacteriostática y bactericida —la lizosima— que se encuentra en la lágrima. No es poco lo del ojo. La lectura de los síntomas por el hombre prehistórico Es tanto lo del ojo, que, a través de él, desde aquellas primigenias oscuridades de la caverna, el hombre ha tratado de explicarse los hechos que afectan su existencia, tales como la propia vida, la muerte y las enfermedades y nunca ha intentado encontrarles una respuesta con descanso u olvido de ese órgano. Muchas veces, en mis meditaciones sobre las posibles reacciones del hombre prehistórico, lo he imaginado desesperado ante el curso tenaz de las enfermedades, desconcertado ante lo impredecible de los accidentes que le causaban lastimaduras, incontrolable ante los dolores que le arrebataban el juicio, y asustado, muy asustado, sin duda alguna, ante el enigma mayor, el de la muerte. Lo imagino en una lucha contínua contra el miedo, cayéndose y levantándose, renaciendo de las propias cenizas de su terror, porque lo desconocido y lo diferente asustan, pero a la vez lo impulsan, motivan hacia el afán de entender, de comprender lo que sucede, de conocer las razones de los múltiples porqués de todo cuanto lo rodeaba. Trató de explicarse las causas de sus padecimientos, y al buscarlas en su entorno y no encontrarlas, se las atribuyó siempre a un poder superior, seres, deidad o grupo de deidades o de fuerzas demoníacas, capaces de provocarle la enfermedad que sintió como un castigo por haber violado alguna ley o tabú. En consecuencia, la enfermedad podía sanarse mediante prácticas mágicas o con determinados actos redentores indicados y practicados por un «mediador» entre él y los poderes divinos que regían el universo y que provocaban todos los cambios, para su bien o para su mal. A la vez, ese mediador fue aprendiendo, en un lento proceso de «prueba y error», qué cosas de las que lo rodeaban —hierbas, frutos, etc.— podían aliviar las enfermedades de los otros miembros del grupo. Si observamos a los animales, aun aquellos que están en «estado doméstico», los que conocemos como mascotas o animales afectivos, vemos cómo instintivamente conocen la planta que debe ingerirse para aliviar una ingesta o combatir una infección. Así, al miembro del grupo que más se distinguía por esa peculiar habilidad para encontrar en la naturaleza el alivio o el remedio a los dolores que surgían, se le fue adjudicando, como todos sabemos, la función de intermediario entre los miembros del grupo y los dioses y los demonios, para asumir así la función «especializada» de brujo, chamán o curandero, y ser considerado como un ser superior, con influencias, poderes o atribuciones divinas; condición que, en cierta forma, heredó el médico contemporáneo. Las primeras civilizaciones basaron, pues, su medicina en dos factores: el empirismo y la creencia mágico-religiosa. Poco a poco el brujo-curandero y algo sacerdote fue evolucionando hacia el galeno que conoció el mundo antiguo, como aquellos chinos y árabes, quienes basándose solo en los síntomas y el examen físico —al principio muy rudimentario—, y dependientes solo de los sentidos y las habilidades que hubieran podido desarrollar, llegaban a un diagnóstico preciso, a la vez que iban encontrando paliativos o cura para las diversas dolencias. Estos médicos, con tan escasos recursos, en un estadio mal llamado primario de desarrollo, llegaron a descubrir (leer) y a describir (escribir), casi todas las enfermedades que conocemos, y lograron un extraordinario nivel de conocimiento y precisión diagnóstica. Ese nivel es lo que se conoce por «ojo clínico». El ojo clínico El ojo clínico es una habilidad, una condición que todo facultativo trata de alcanzar y desarrollar. Es, posiblemente, la línea directa que nos une con el curandero del hombre primitivo, con el sacerdote o chamán de las tribus que le sucedieron, con el médico medieval. Es la capacidad que se posee para realizar el diagnóstico acertado de la enfermedad de un paciente, sin la ayuda de medios auxiliares. Definido en el contexto de la lectura,1 diría que el ojo clínico es la aptitud que tiene el médico para leer con precisión, en el enfermo, las señales y signos que, al ser interpretados de modo correcto, darán un resultado certero. Se trata, pues, de la habilidad de «leer» un conjunto de manifestaciones características basándose en la combinación, por una parte, de sus conocimientos médicos, por otra, de la experiencia y, por último, de la confianza que posea en sí mismo, y relacionarlos consecuentemente para establecer el diagnóstico. Aunque muchas personas no lo vean así, se trata de un arte que está implícito, en mayor o menor medida y cualidad, en toda práctica médica. Ello explica que entre especialistas que cuentan con los mismos años de experiencia y similares conocimientos o nivel académicamente científico, algunos han logrado desarrollar el ojo clínico, o sea, poseen el talento de ver, y otros no. Desde que el paciente entra en la consulta, el profesional lo observa, se fija en la coloración de su piel, en su forma de caminar, en su manera de hablar y gesticular, en el olor que despide y en otros detalles que ofrecen información sobre su estado y contribuyen a que, al dominar una diversa y considerable información, pueda llegar a conclusiones más acertadas y emitir, así, un mejor diagnóstico. Por otra parte, este dueño de ojo clínico —a diferencia del que no lo posee— le dará una gran importancia a la relación médicopaciente, porque reconoce en ella múltiples potencialidades. Este especialista sabe que en los ambientes acogedores y familiares, donde no es el interrogatorio frío lo que prima, sino el diálogo, en el cual el paciente se siente seguro y confiado, la comunicación entre ambos fluye serena, y el ojo clínico, el ojo lector del galeno, aprovechándose también del entorno acogedor, se concentra, se agudiza, y la lectura de los datos que le propicia una entrevista realizada en tales condiciones resulta en la vertebración de un resultado más completo y acertado. En esta práctica, se utilizan y desarrollan todos los sentidos, no solo la vista. Como enseñara Hipócrates a sus alumnos, estos debían oler los desechos, tocar las secreciones, prepararse para todas las sensaciones «desagradables» a que pudieran estar expuestos y, al mismo tiempo, remitirse a los conocimientos adquiridos durante el estudio y tratar de saber la posible enfermedad que aqueja al examinado, e inclusive sospechar que, a veces, no se trata de una enfermedad del cuerpo, sino de la «mente». Es este conjunto de datos resultantes del «examen clínico» del enfermo, su lectura, por decirlo de alguna manera, unido a los conocimientos adquiridos en la práctica médica, lo que nos da el abanico de posibles causas de la dolencia, 3 y nos indica qué exámenes complementarios se deben practicar para comprobar un diagnóstico, y no al revés, como ya tan comúnmente sucede: indicarlos para que estos nos «digan» qué tiene el enfermo. En mi modesto entender, es este concepto y la manera de hacer que se deriva de él, lo que marca la diferencia entre un Médico y otra persona que, habiendo recibido conocimientos sobre medicina y el título correspondiente, es incapaz, por diversas razones, de ofrecer un diagnóstico si carece de los datos que proporcionan las máquinas. Sin embargo, el acelerado desarrollo de la tecnología en todas las ciencias que caracterizó al siglo XX, y que continúa en nuestros días, ha dejado su impronta en los procedimientos médicos, a tal punto que se habla de una «medicina técnica», capaz de observar al cuerpo humano «en vivo», mediante dispositivos creados con ese fin, y de emitir diagnósticos como resultado de la automatización del cálculo mediante sistemas informatizados. Así, el papel del médico quedaría reducido al de un simple intermediario entre la máquina —que «lee, analiza, y diagnostica»— y el enfermo, cuyo tratamiento también podría llegar a leerse en ella. Pienso, no obstante, que aunque la tecnología es de inconmensurable utilidad al servicio de la medicina, no se basta por sí misma hasta el punto de sustituir al médico; por lo menos hasta el día de hoy. La práctica médica y todo el valioso arsenal tecnológico de que hoy se dispone existen y potencian su efectividad cuando el especialista los pone al servicio de sus propias habilidades, de su sensibilidad, ojo clínico, capacidad de relacionar, integrar, analizar y extraer conclusiones factibles de comprobación y no viceversa. Los resultados que arrojan los equipos automatizados deben ser interpretados o analizados por un profesional que tenga conocimientos no solo sobre la naturaleza del ser humano, las enfermedades y sus tratamientos, sino que sea capaz de conocer al enfermo, ese ser humano específico y concreto que tiene una constitución física particular y que presenta un padecimiento con determinadas peculiaridades. Recientemente, observé a un paciente que se realizó un mismo examen, con una máquina semejante, en tres lugares diferentes. En los dos primeros, «interpretaron» solo el resultado de la prueba y emitieron diagnósticos diametralmente opuestos; solo en el tercero, el médico examinó de manera integral al paciente, y uniendo la clínica con el resultado del equipo logró el diagnóstico correcto. Por lo anterior, me reafirmo en el criterio de que demorará mucho tiempo para que una consulta médica sea efectuada por un dispositivo computarizado, como se ha estado vaticinando, comenzando por el interrogatorio donde, por ejemplo, un mismo síntoma debe ser evaluado de diferente forma en cada paciente sometido a examen. Falta mucho para que El hecho de que un ojo humano pueda ver el interior de otro, tan humano como él, o lo que es lo mismo que pueda penetrar en sus profundidades, hace posible conocer, sin necesidad de realizar prácticas cruentas, el estado, por ejemplo, de los vasos y del nervio óptico; la presencia de tumores, de hemorragias, etc. Pero hay más: debido a que el ojo y sus anexos (conjuntiva, aparato lagrimal, párpados cejas) tienen su génesis embriológica en las tres capas que originaron todo el organismo humano, existe la posibilidad de que enfermedades que se están incubando en otros sistemas, se puedan ver reflejadas en ellos; o sea, que no hay ningún sistema de los que conforman el cuerpo humano como ente orgánico que, al ser afectado por alguna enfermedad, no lo «refleje» en el globo ocular, o cause alguna complicación en él o en sus anexos. Por ello resulta de vital importancia para el oftalmólogo interrogar al paciente sobre todas las enfermedades que padece. En muchas ocasiones es este profesional quien descubre, en su indagación, evidencias que le permiten diagnosticar una enfermedad ya existente, pero cuyos síntomas, al permanecer solapados o sin expresión definida, no se habían podido detectar, porque solo se manifiestan como afectaciones oculares. Por tanto, la Oftalmología es una rama de la Medicina que exige del que la practica la capacidad no solo de establecer un balance entre los conocimientos clínicos y los quirúrgicos; sino también la de interpretar, de modo preciso, los datos que el imprescindible y minucioso examen del aparato visual del paciente le proporcione, aun cuando este haya acudido a él por cualquier otra causa, por ejemplo, para un simple cambio de lentes. A diferencia de lo que muchas personas piensan del oftalmólogo —que es el médico «que cura conjuntivitis y manda espejuelos»—, este debe tener amplios conocimientos clínicos. mos. Ya los caldeos, aunque le daban también un gran peso a la Astrología y a la Quiromancia, lo practicaban. De ello abundan las pruebas, hoy devenidas prácticas de extraordinaria difusión, seguimiento y respeto, por parte de muchos, y no precisamente legos, que demuestran que culturas milenarias, tales como la china y la japonesa, estudiaron y llegaron a conocer algunos de los campos y sectores del iris. El descubrimiento de la Iridología moderna se le adjudica al húngaro Ignatz von Peczeli (1826-1911), quien se inició como homeópata, y después culminó sus estudios de medicina. Peczeli basó su descubrimiento en su experiencia con un búho herido, cuyo iris, durante el proceso de curación, cambió de aspecto. Esta observación lo hizo reflexionar, y pensar en realizar una lectura diferente de la información que tenía ante sí. Concluyó que si el iris sufría transformaciones que guardaban relación con el proceso de una enfermedad, entonces era posible que fuese capaz también, si era observado y analizado desde ese punto de vista, de brindar información fiable a la hora de establecer un correcto diagnóstico de la dolencia que en él se reflejaba. En conclusión: una lectura dirigida, intencionada del iris permitía detectar muchas de las zonas incipientemente afectadas, o bien ya enfermas, de su dueño. La Iridología ha ido ganando adeptos —entre ellos algunos médicos— quienes han creado «mapas» del iris en los cuales sitúan exactamente el lugar donde, si se encuentran determinadas marcas o señales, se indica la presencia de lesiones en el órgano del cuerpo que se corresponde con su lugar en el mapa. Puesto que esta técnica se utiliza solamente como método de diagnóstico, se ha asociado con otras prácticas de medicina alternativa para el tratamiento de los pacientes. Las afirmaciones de la Iridología no han encontrado respaldo científico, y las pruebas experimentales a que han sido sometidas, desde el punto de vista de la ciencia, no han arrojado resultados que confirmen tales presupuestos, por lo que la mayoría de los médicos la rechaza. En mi caso particular, y después de más de cincuenta años de práctica en Oftalmología, puedo afirmar, en principio, mi desacuerdo con los «iridólogos», sobre todo en lo que respecta a la defensa y utilización de la práctica del mapeo. Si bien es cierto que muchas enfermedades se expresan por lesiones en el iris, no existen «sitios» o «lugares» específicos que se correspondan de modo exclusivo o puntual con tal o cual órgano del cuerpo humano, y mucho menos que mediante la detección de lesiones en él se pueda predecir la muerte, como argumentan y pretenden convencer. La iridología La lectura real del iris El «arte» de determinar el estado de salud del ser humano a través del aspecto de sus ojos se remonta a tiempos lejanísi- En el iris del ser humano se puede realmente leer sin tener otro apoyo que el de la ciencia médica oftalmológica. El iris es el «brujo» pueda ser desplazado por la máquina, si es que esto fuera posible alguna vez. Es necesario enfatizar en que si bien la tecnología constituye un inestimable apoyo para el pensamiento médico, puede también fallar, ya sea por desperfecto mecánico de un equipo o por desconocimiento humano. Por ser una fiel seguidora de la lógica, he aprendido que, siempre que los resultados de las máquinas no se ajusten al «cuadro clínico» del paciente, debo desconfiar de ellos. El ojo y su relación con enfermedades provenientes de otros sistemas una parte de la úvea anterior que puede ser observada por medios de amplificación, y donde a menudo se ven lesiones en su estructura, provocadas por enfermedades localizadas en diversas partes del organismo, que, aunque tienen su origen en lugares «distantes», pueden ser diagnosticadas por el oftalmólogo, del cual se espera que además de dominar las enfermedades propias del ojo, sea un clínico en el amplio sentido de la palabra, como expliqué antes. La uveítis anterior, es decir, la inflamación del iris y las diversas estructuras que forman la úvea anterior, es conocida por todos los oftalmólogos, pero la gran mayoría de ellos solo examina el iris cuando el paciente presenta signos y síntomas, tales como disminución de la agudeza visual, ojo rojo, pupila deformada u otros, que apuntan hacia el mencionado diagnóstico. Por lo general, muy pocas veces se realiza el examen del iris si no existe sospecha de uveítis. Esta práctica priva al oftalmólogo de leer en él las secuelas que han dejado inflamaciones anteriores y, lo que es más peligroso, que el paciente presente una uveítis anterior prácticamente asintomática, capaz de causar la pérdida de la visión. Son muchas las enfermedades que se pueden diagnosticar con solo la observación y la lectura correcta de las alteraciones que presenta el iris. El abanico de ellas puede incluir desde una sinusitis hasta afecciones del tejido conectivo (por ejemplo, todas las reumatológicas, en el niño), diabetes, etc., por mencionar algunas. Las alteraciones que podemos encontrar no se localizan en un sitio prefijado que se corresponda con una dolencia determinada, como indica la Iridología, sino en diversos puntos del iris, pero el hecho de encontrarlas constituye un llamado de alerta a clínicos y/o pediatras para que investiguen y vayan en busca del foco real de la enfermedad que las produce, y evitar con ello que la visión sufra lesiones que provoquen pérdidas irreparables, e incluso, en algunos casos, hasta la propia muerte del paciente. Soy una fiel defensora de la lectura del iris, pero desde el punto de vista científico. El iris, medio de identificación personal Aunque ambos métodos ya habían sido practicados por los chinos en la antigüedad, en épocas muy recientes y desde hace algún tiempo se ha retomado la idea de utilizar el iris como medio de identificación personal, de manera semejante a como se usan las huellas digitales, puesto que, al igual que estas, la imagen de la superficie del iris es única e individual. A partir del hecho indiscutible de que no hay dos idénticos, a mediados de la década de los 80 del siglo pasado, dos oftalmólogos, los doctores Leonard Flor y Aran Safir, investigaron y documen- taron el potencial del iris como identificador de cada individuo. Más tarde, el desarrollo de un complejo y sofisticado algoritmo, patentado por el doctor John Daugman, en 1994, convirtió en realidad este presupuesto y, a partir de ese momento, se han desarrollado softwares que codifican el patrón del iris mediante un proceso similar al del código de secuencia del ADN. Este modelo contiene las características únicas de determinado iris, que podrá ser recogido en una base de datos, para servir como medio de identificación de muy alta precisión y seguridad. Según distintas publicaciones sobre el tema, este método presenta muy bajo índice de falsos negativos y, aunque estos pudieran ser atribuidos a fallas en el proceso tecnológico —argumento que niegan quienes diseñaron el sistema— creo que valdría la pena que la ciencia médica dedicara algún esfuerzo a la investigación de tales casos de falso negativo, pues pienso que cabe la posibilidad de que fuera el resultado de que el individuo en cuestión estuviera padeciendo de alguna enfermedad —como una uveítis anterior u otra causa digna de estudio— que pudiera haber provocado cambios en la estructura del iris. ¡Ojo, lee! Dejando a un lado las dudas razonables, las conclusiones a las que podamos arribar a partir de la validez que la ciencia ratifica hoy, es que se puede afirmar que tanto en Oftalmología, como en cualquier otra rama de las ciencias médicas o, simplemente del estudio que el ser humano realiza de sí mismo y de lo que lo rodea, por todos los medios que conoce o inventa, la lectura analítica, concienzuda, razonada y también inspirada, es parte intrínseca de ese quehacer. Es, si cabe, el quehacer mismo, porque leer —ya sea un libro, el cambio de las estaciones a partir de las coloraciones cambiantes del follaje, el rastro que deja en los arrecifes el incesante golpeteo de las olas, o las afectaciones que pueda mostrar un ojo (lectura no menos inspiradora y motivadora que cualquiera de las anteriores)— es, sin duda, parte de la naturaleza misma del ser humano. Y, como tal, sea o no consciente de esa pertenencia, le resulta imprescindible. Y en ello, como es lógico, el ojo humano, como parte indispensable del sentido de la visión, tiene una gran responsabilidad y, al mismo tiempo, una general consideración. Al fin y al cabo, «es el que lee». Nota 1. Este texto fue presentado y premiado en el Congreso Internacional Lectura 2011: para leer el XXI, organizado por el Comité Cubano de la Asociación Internacional de Biblitecas Infantiles (IBBY), y celebrado en La Habana, del 25 al 29 de octubre de 2011. 4 Argentina recupera soberanía “Repsol depredó a YPF y provocó su vaciamiento” El viceministro de Economía, Axel Kicillof El viceministro de Economía, Axel Kicillof, dijo hoy que la gestión de Repsol en YPF generó “un problema macroeconómico” porque obligó al país a incrementar la importación de combustibles y “deterioró” el resultado de la balanza comercial de 2011, que cerró con un superávit de más de 10.000 millones de dólares. “Cuando ponemos lo energético, ese superávit comercial que logra la industria, la producción y el trabajo argentino, se ve deteriorado (el saldo final) por el problema energético ocasionado por esta empresa”, subrayó Kicillof. El funcionario sostuvo que la multinacional española llevó a cabo una política de “vaciamiento” de YPF y generó “un escenario perfecto para vender la compañía”. En conferencia de prensa junto con el ministro de Planificación, Julio De Vido, el funcionario denunció además la “depredación ambiental” que Repsol no atendía “porque para ellos era plata tirada a la basura”. Destacó luego que los análisis realizados en los últimos meses en YPF permitieron corroborar “con mucho mayor detalle los diagnósticos que llevaron al Estado a tomar la medida de intervenir en el mercado de hidrocarburos”. En ese sentido, sostuvo que los “archivos secretos” de Repsol permitieron ver el “daño” provocado y constatar que los planes futuros de la multinacional “iban a configurar un vaciamiento”. “Tomaron las reservas de YPF para ordeñarlas hasta la muerte”, graficó el viceministro. Al presentar el informe “Enrique Mosconi”, que en las próximas horas se hará público a través de Internet, Kicillof aseguró que en manos de la empresa Repsol, YPF era “una compañía en liquidación, en achicamiento”. Añadió que la política comercial desarrollada apuntaba a “reducir sistemáticamente la producción” de petróleo y de gas, al tiempo que también reducían las reservas. “Podrán tratar de echarle la culpa al gobierno, a la crisis mundial, a los problemas de España, a la Santísima Trinidad, a los que quieran, pero ésta era la política comercial de Repsol y la iban a profundizar en los próximos años”, afirmó el funcionario. Recordó luego que para comprar YPF, Repsol se “endeuda hasta la coronilla” e inicia una “loca carrera” para devolver esa plata, por lo que en los primeros años “liquida los activos internacionales”, que eran resultado de la política de expansión de YPF cuando era estatal. “Cuando compra la empresa argentina, su activo se incrementa 142%, lo que significa que Repsol era mucho menos que YPF, y ahí empieza el negocio especulativo”, explicó el funcionario. Como ejemplo, citó que en los primeros dos años de la operación, Repsol “liquida buena parte de nuestros activos, en parte en efectivo, para pagar deudas”. Otra parte de esos activos quedó en manos del grupo Repsol, pero se fue de la empresa argentina, como las subsidiarias de Perú, Texas (EEUU), Brasil y Ecuador, con lo cual Repsol se internacionalizó “a costillas de YPF”. “Nos jibarizaron la empresa, la achicaron e hicieron negocios, porque ganaron mucha plata, pero nos generaron este descalabro de haber bajado la producción y la exploración de gas y petróleo”, agregó Kicillof. Rechazó después que el precio local de los hidrocarburos tenga que fijarse de acuerdo con las cotizaciones externas, como pretendía Repsol, que condicionó y redujo sus inversiones con ese argumento. En referencia al yacimiento de Vaca Muerta, de hidrocarburos son convencionales, afirmó que “hace decenas de años que se conoce, pero Repsol no iba a poner un cobre para explotarlo, porque pensaba venderlo, para lo cual mantuvieron 142 reuniones con otras empresas desde fines de 2011”. “Pese a todo, YPF tiene un potencial enorme; no sé cuánto nos va a llevar revertir esto, pero hay acciones inmediatas que se pueden hacer para que esto deje de pasar”, concluyó Kicillof. Espinar, provincia de Cusco, Perú Represión a mineros deja cuatro muertos y 60 heridos Aumenta el número de víctimas por la represión policial a la lucha contra la minera suiza Xstrata. El gobierno “progresista” defiende a la multinacional El Ministerio Peruano del Interior confirmó ayer por la tarde que el número de víctimas civiles por la represión policial a la población de Espinar, provincia de Cusco, al sur de Perú, en lucha contra la minera suiza Xstrata, llega al menos a cuatro personas. El número de heridos, de acuerdo con el gobierno peruano ya llega a 60 personas. Entre otros, fue detenido el representante del Frente para la Defensa de los Intereses de Espinar, Herbert Huamán, acusado de dirigir a los manifestantes. También fue detenido el alcalde Oscar Mollohuanca, que defiende la huelga convocada por los campesinos de Espinar. Se le ha pedido la detención preliminar con la excusa, según la policía, de que “se hallaron bombas incendiarias de fabricación casera en un vehículo municipal”. La policía arrestó a Mollohuanca el miércoles en el local municipal y lo trasladó a la ciudad de Cusco, 570 kilómetros al sudeste de Lima. Contaminación del agua La movilización, que exige un estudio detallado de la actividad minera en la región para investigar la contaminación del agua que abastece a la población, comenzó el lunes por la mañana (28/05). Cerca de cinco mil personas bloquearon el acceso a los distritos cercanos a Espinar, y los caminos que unen Cusco a otras partes del país. La máxima autoridad de la provincia de Espinar, Oscar Mollohuanca, defendió como siempre a la empresa alegando que tienen un interés común a la explotación minera en el control de la calidad del agua. “Todo está siendo supervisado por las autoridades competentes y de la empresa provincial y se ha encontrado que no hay contaminación”. Sin embargo, según un estudio realizado por el Ministerio de Salud, revelado por la congresista cusqueña Verónica Mendoza, los ríos Cañipia y Salado están contaminados con mercurio, zinc y plomo, y además supera el máximo permitido. “Ahora nos queda a los Ministerios de Energía y Medio Ambiente tomar las medidas apropiadas contra responsables de esta contaminación”, señala Mendoza. Los campesinos de Espinar justifican también sus protestas contra Xstrata en una investigación independiente realizada por una ingeniera alemana que reveló que los suelos de la zona presentan contaminación por encima de los niveles permitidos. Más conflictos La inminencia de más conflictos entre la población y el gobierno “progresista” en torno a proyectos mineros podría repetirse en Cajamarca, al oeste de Perú, donde la población ha anunciado una huelga general indefinida desde hoy (por ayer) 31 de mayo hasta que el Presidente Ollanta Humala declare el proyecto Conga inviable. “Vamos a parar las trece provincias de Cajamarca y bloquear todo el acceso hasta que Humala reconozca que el proyecto minero Conga nos deja sin agua y por lo tanto no puede ser aprobado”, dijo Edy Benavides, dirigente del Comando Unitario de Lucha de la Región Cajamarca. De acuerdo con el gobierno peruano más de dos mil represores de la Policía Nacional del Perú ya estaría en la zona de Cajamarca para reprimir las protestas de los campesinos. Las provincias de Cusco, Puno, Madre de Dios, Arequipa, Apurímac y La Libertad también se unirá a la huelga general indefinida en contra del proyecto Conga