El ritual de la muerte en Corrientes. Cortejos y enterrramientos

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UNIVERSIDAD NACIONAL DEL NORDESTE
Comunicaciones Científicas y Tecnológicas 2003
Resumen: H-011
El ritual de la muerte en Corrientes.
Cortejos y enterrramientos. Siglo XVIII.
García, Analía S.
Departamento de Historia - Facultad de Humanidades - UNNE.
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ANTECEDENTES
El abordaje de la presente temática exige trabajar con dos grandes ideas fuerzas, una relacionada con conceptos tales
como mentalidad, ideología, representación y otra referida al sentido de la muerte en la sociedad occidental dentro de la
cual estamos inmersos.
Dentro de la historiografía francesa, las obras que vertebran el análsis lo constituyen el trabajo, ya clásico, de Michel
Vovelle “Ideologías y Mentalidades”, el artículo de “Las mentalidades. Una historia ambigua” de Jacques Le Goff y
“El Hombre ante la Muerte” de Philipe Ariès que descubre la significación de la muerte en la cultura occidental.
La obra de Michel Vovelle provocó a muchos historiadores; las fuentes eran abundantes y resultaba relativamente fácil
desarrollar el trabajo una vez conocido el modelo, así comenzó, en España, el interés por la religiosidad vista desde la
óptica de la muerte.
La masiva contribución de investigaciones tiene sus inicios hacia 1980 cuando, siguiendo el modelo francés, los
historiadores españoles comprenden lo significante de la información contenida en los archivos notariales, fuente
documental que impulsará sus análisis a partir del manejo casi exclusivo de los testamentos. Utilizados para extraer de
ellos pautas claves de las actitudes o de la concepción del fenómeno y del ritual de la muerte fueron abordados con
anterioridad únicamente por quienes rastreaban en él datos biográficos o por historiadores socioeconómicos, devienen
ahora en fuentes de estudio de las mentalidades religiosas.
El producto de estas investigaciones se encuentran, básicamente, en el II Coloquio de Metodología Histórica
Aplicada. La Documentación Notarial y la Historia, 1984; en las Jornadas sobre Muerte, Religiosidad y Cultura
Popular, Siglos XII-XVIII, 1990, publicado en 1994.
El relevamiento bibliográfico presenta obras que reflejan enfoques diferentes en el tratamiento del tema, así por ejemplo
para el análisis de la perspectiva religiosa resultó indispensable trabajar con:
ARCO MOYA, Juan. Religiosidad Popular en Jaén durante el siglo XVIII, BARRERIRO MALLÓN, Baudilio.
Realidad y perspectivas de la historia de las mentalidades, CARO BAROJA, Julio. Las formas complejas de la
vida religiosa, FERNANDEZ, Máximo. Vida y muerte en Valladolid, GAN GIMÉNEZ , Pedro. El sermón y el
confesionario, formadores de la conciencia popular, LORENZO PINAR, Francisco Javier. Muerte y Ritual en la
Edad Moderna, MARTÍN, Alberto Marcos. “Religión predicada” y “religión vivida”. Constituciones sinodales y
visitas pastorales: ¿ un elemento de contraste?, TRIGUEROS MUÑOZ. Angel. Las formas de la religiosidad popular
en la Extremadura del Antiguo Régimen: Devoción, piedad y superstición.
La temática requiere avanzar sobre discursos antropológicos tales como el análisis de BUXO I REY, María Jesús. La
inexactitud y la incerteza de la muerte: apuntes en torno a la definición de religión en antropología y el de Michel
Foucault de cuya producción hemos trabajado con Vigilar y castigar porque las categorías propuestas pueden aplicarse
al tema de estudio.
Respecto al tratamiento desde el documento, la bibliografía es muy abundante y variada. Seleccionamos algunas
tratando de comprender diferentes regiones del espacio hispánico.
DE LA PASCUA SÁNCHEZ, José María. La solidaridad como elemento del “Bien Morir”. La preparación de la
muerte en el siglo XVIII (el caso de Cádiz), GOMEZ NAVARRO, Soledad. La documentación notarial y su
utilización en el estudio de la muerte y la religiosidad, RODRIGUEZ DE GRACIA, Hilario. Hacer testamento en
Jaén durante el siglo XVII, SOLETO LÓPEZ, Antonio. Sociología testamentaria en Badajoz durante el siglo
XVIII.
En el espacio Hispanoamericano hay investigaciones que abordan el tema, como por ejemplo, La Muerte Barroca:
Aproximación a un Siglo de Arte y Ritual Funerario en Santiago de Chile 1650-1750, El rostro colonial de la
muerte, análisis circunscripto al ámbito de Santa Fe de Bogotá o La muerte en Lima.
En nuestro país gran parte de las publicaciones enfocan el tema de la muerte desde de la perspectiva de la vida
cotidiana, siguiendo la propuesta de George Duby, como sucede con el trabajo de CICERCHIA, Ricardo “Historia de
la vida cotidiana en la Argentina” o el de CARRETERO, Andrés “Vida cotidiana en Buenos Aires” .
No obstante y, a pesar de ser una temática de desarrollo relativamente reciente, existen trabajos que abordan el tema
específico de la muerte, tales como el de SÁNCHEZ, Ana María. Vida y “Buena Muerte” en Córdoba durante la
segunda mitad del siglo XVIII y el de SUÁREZ, Teresa. El discurso del morir. Testamentos de la primera mitad del
siglo XVIII en Santa Fe Colonial.
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MATERIALES Y METODOS
La práctica historiográfica comprende operaciones esenciales: heurística (inventariado y clasificación de datos), crítica,
síntesis (análisis de relaciones y correlaciones y su traducción en enunciados teóricos, en proposiciones predicativas) y
exposición (capacidad deductiva del historiador, perspicacia profesional y eficaz comunicación).
La heurística se ocupa de fijar normas en la obtención de datos en las fuentes de información, es decir, sistematiza la
utilización de medios operativos como el inventariado y clasificación de datos con la clásica ficha en sus dos
modalidades: de referencia y de contenido.
La primera tarea metódica obligatoria, cuando se trabaja con testimonios recogidos indirectamente, es la crítica
cualitativa del material que puede ser externa o interna. La primera examina los signos de su autenticidad y la segunda
determina su fiabilidad. Aun cumpliendo con estas pautas el rigor científico aconseja cruzar los datos de fuentes
distintas mediante operaciones de confrontación o de concordancia.
Una vez que hemos trabajado con la calidad de las fuentes avanzamos sobre el tratamiento analítico del hecho
investigado, es decir el conocimiento del objeto de estudio a partir de los elementos que lo componen. La operación
deductiva conforma un momento posterior al proceso inquisitivo.
La síntesis implica un nivel de conocimiento superior, la comprensión histórica que se logra a través de la
interpretación de los significados y exige, de parte del historiador, una amplia capacidad de deducción y la posesión de
un fondo cultural que Topolsky define como de conocimientos extra-fuentes. Para lograrlo es indispensable trabajar con
un marco de referencia desde el cual el historiador opera e imputa significación al hecho analizado.
La etapa expositiva constituye la presentación de los resultados de la investigación y plantea el grave problema de
presentar una realidad compleja a través del lenguaje que, por naturaleza es lineal, discursivo y diacrónico. Las
características del instrumento utilizado obliga a la división por partes sucesivas pero esas unidades expositivas deben
respetar la complejidad del fenómeno histórico.
Desde la perspectiva metodológica recuperamos el método serial y las técnicas cuantitativas, analizando el fenómeno
histórico desde el cruce entre coyuntura y estructura y aplicando el método comparativo para establecer generalidades y
especificidades de las realidades estudiadas.
La serialización permite pasar de la singularidad a la generalidad para ver el grado de conciencia de clase en las
actitudes económicas y espirituales ante la muerte, los gestos del grupo dominante sobre el dominado, a través del
análisis sistemático del documento. En muchos casos plantea interrogantes acerca de si el testamento responde a
posturas individuales o es una respuesta de la sociedad a través del notario. Podemos inferir que, a partir de las
diferencias planteadas entre un documento y otro, existe una participación real del testante en su redacción.
Por su parte la aplicación del método comparativo favorece la relación entre la estructura socio-religiosa española,
utilizada como contexto, y la correntina. Los análisis de casos como los de Córdoba y Santa Fe también son variables de
comparación aunque más específicas.
La problemática de las actitudes ante la muerte historiográficamente se ha desarrollado bajo la dependencia casi
exclusiva de una única fuente: el testamento que se constituye en una excelente ayuda para descifrar armazones de
poder. En la presente investigación además de los Protocolos Notariales han sido consultadas Actas de Defunciones,
Visitas Pastorales que dan cuenta de instrucciones doctrinales en el proceso de sepultura y también Legislación Civil y
Eclesiástica, con especial énfasis en las pautas fijadas por el Concilio de Trento.
DISCUSION DE RESULTADOS
El ceremonial público de la muerte manifiesta la pertenencia del individuo a una comunidad parroquial y a la
comunidad de la Iglesia universal e incorpora gestos religiosos cuyo cumplimiento obliga a la familia a emplear una
parte del patrimonio del difunto en los gastos que de ello se derivan disminuyendo notablemente la herencia de sus
deudos. Con ello el difunto accede a la Buena Muerte y reclama a los vivos el compromiso de realizar actos religiosos
por el descanso de las Animas del Purgatorio.
Los gestos o ritos funerarios forman parte del esquema cultural de una sociedad, constituyen su universo simbólico a
través del cual se identifican, explican su mundo.
Prácticas mortuorias y actos litúrgicos
Entierro y sepultura
Desde los orígenes de la humanidad existen prácticas de enterramiento que suponen la conciencia de la muerte como un
rasgo específicamente humano. El cuerpo, una vez cadáver, requiere de cuidados concretos con el fin de proporcionarle
reposo postrero y una sepultura regular como medida de higiene y obligación moral.
El entierro más que un duelo personal es la reafirmación social del fallecido, un medio de acercamiento a la Divinidad
y, en consecuencia, imprescindible para alcanzar la gloria eterna por ello las características del entierro fueron
funcionales al costo de la ceremonia. De modo que no resulta arriesgado afirmar que el ceremonial externo traduce las
desigualdades sociales y perpetua, hasta extremos insultantes, su conservación no sólo en la vida terrena sino después
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de ella. que traspasa la barrera de la muerte demostrando que no es un fenómeno igualador. Así encontramos
inhumaciones mas o menos importantes, con misas rezadas o cantadas, con cruz alta o baja, con posas o sin ellas, con
capa y sobrepelliz o sin ellos. Entre las clases populares todo resulta bastante sencillo, en cambio, en las clases
acomodadas las pompas fúnebres pueden revestir gran brillantez.
Tal como lo establecen las Leyes de Indias los vecinos y naturales pueden enterrarse en los monasterios e iglesias que
quisieran (Ley j), por ello durante el siglo XVIII en los centros urbanos la sepultura se realiza dentro de Iglesias,
Capillas y Conventos convirtiéndolos en espacios celestiales funerarios jerarquizados ya que la sepultura constituyó un
indicador duradero e identificable de la situación económica del difunto y garantía de una mejor vida en el más allá.
Los funerales se realizaban teniendo en cuenta el prestigio social y el caudal del fallecido, así para los de mayores
posibilidades económicas se reservaron los lugares cercanos al altar mayor produciéndose un paulatino alejamiento a
medida que disminuye su capacidad económica.
El entierro en lugares sagrados permite recibir los beneficios diarios de las misas, visitas de familiares, oraciones de los
fieles, todo lo cual constituye parte de la vocación de memoria del testante. Los lugares elegidos son: Iglesia y
Convento de La Merced, Iglesia Matriz e Iglesia y Convento de San Francisco.
Una gran parte de la documentación relevada describe con precisión todos y cada uno de los detalles de su sepultura
pero cuando no se toman estas precauciones la decisión queda bajo responsabilidad de albaceas o familiares cercanos.
En el espacio correntino aproximadamente un 30% solicita ser sepultado en la que pertenezca a la familia, porque esto
forma parte de la tradición familiar, y el 70% restante en una sepultura que le asigne el Padre Guardián denotando
una nueva variable de diferenciación socioeconómica, la posesión o no de un lugar de enterramiento específico.
Los pobres, es decir que no dejan bienes o no tienen ni Padres ni hijos, deben enterrarse y sepultarse de caritativa
limosna, gratuitamente, con asistencia cristiana, es decir que requieren sólo la asistencia del cura y sacristán.
Séquito o cortejo
El séquito o cortejo no quedó librado al azar, a la costumbre o al clero, era fijado por el propio testante en el
documento de última y postrímera voluntad con el objetivo de atraer a su alrededor el mayor número de sacerdotes y
pobres. Si hubiera pertenecido a alguna hermandad tenía asegurada la concurrencia de los cófrades que debían
acompañarle hasta su último destino como parte de las obligaciones fijadas por la institución.
Un cortejo modesto dice así: “Acompañen mi cuerpo Cura y Sacristán con Cruz Alta, Capa de Coro, Posas y demás que
se ofrece en mi entierro lo dejo a disposición de mis albaceas a quienes tengo comunicado las cosas de mi conciencia y
todo lo referido se pague de mis bienes. Asimismo dejo a disposición de dichos mis albaceas todos los demás sufragios
que se han de hacer por mi alma y lo declaro para que conste.”
No hubo en Corrientes, durante el período investigado séquitos o cortejos muy suntuosos, aunque se vislumbran algunas
diferencias que permiten la comparación con el anterior. Por ejemplo hay acompañamientos donde además del “Cura y
el Sacristán con Cruz Alta y capa y 5 posas en el curso del camino” se señala que la misa del entierro será de cuerpo
presente con vigilia y cantada por el Diácono y Subdiácono.
Lo ideal era que el entierro contase con un acompañamiento numeroso para:
q aprovechar las intercesiones de los asistentes,
q reflejar la condición social del fallecido,
q señalar la pertenencia del difunto a diferentes cofradías.
El cortejo incluye cruces de plata, clérigos con capa (magna o de coro), toques de campana y, en algunas oportunidades,
posas.
La importancia de la procesión radicaba en que la cantidad de limosnas y dones en ella invertidos atestiguaban la
generosidad y riqueza del difunto y constituían la intercesión ante la Corte Celestial.
Los gastos funerarios eran bastante elevados y solían dejarse bienes para afrontarlos, quienes carecían de ellos
solicitaban las ceremonias acordes con su condición económica.
El ritual que implicó el final de la vida fue un monopolio manejado por la Iglesia donde se reflejó la condición social
del difunto.
El muerto perteneciente a alguna hermandad tiene asegurada la concurrencia de los cófrades que deben acompañarle
hasta su último destino.
CONCLUSIONES
La externalidad del culto reconoce un indudable efecto propagandístico de la Fe cuya misión es moldear las
conciencias de los fieles y alumbrar el comportamiento colectivo cotidiano de las clases dominadas en nombre suyo y
de la aristocracia contribuyendo a acentuar las diferencias sociales que desde el nacimiento se continúan después de la
muerte.
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BIBLIOGRAFIA
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Inédita
Archivo Eclesiástico Arquidiocesano de Corrientes. Actas de Defunciones
Archivo General la Provincia de Corrientes. Protocolos Notariales.
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