Hoy toca día bueno

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Hoy toca día bueno
María Frisa
Cuando tienes doce años, la vida puede ser bastante penosa.
Para empezar tienes que ir al colegio un millón de días y, sinceramente, solo hay dos
motivos por los que merece la pena arrastrarte fuera de la cama: que sea tu cumple o que ese día
toque excursión.
Hoy es 24 de octubre y es de los buenos porque vamos a la Aljafería para ver las Cortes de
Aragón. Claro que, a cambio de perderte un día de clase, te sueltan la charlita. Porque no te
engañes, a las excursiones jamás te llevan a que lo pases bien, solo son la excusa para
explicarte a dónde vas, qué hacen…
Emilio empieza a soltar el rollo ¡¡¡¡una semana antes!!!!:
—La Aljafería fue palacio de los reyes musulmanes, de los reyes cristianos, sede de
la Inquisición, cárcel, cuartel… y actualmente alberga las Cortes de Aragón…
Aquí dejo de escuchar, evidente, y me pongo en
modo BLA, BLA, BLA.
¿Que cómo se hace? Muy fácil, todo lo que dicen entra por tu oreja, allí se cambia
por bla, bla, bla, y sale por la otra sin afectarte lo más mínimo. Así mientras tú puedes
pensar en lo que te dé la gana, en cosas realmente importantes tipo cómo conseguir que
tus padres te compren un móvil que no sea una patata.
Hoy Emilio tiene el día preguntón. Malo. Malo. Te obliga a estar atento pues es
como una ruleta rusa y te juegas la vida o un cero en cualquier momento. ¡¡¡Ahhh!!!
—¿Para qué creéis que sirven las cortes o el parlamento de un país?
¡Qué fácil, esto lo estudiamos el año pasado en cono! Levanta enseguida la mano
Pablo Plasta.
—Para mandar —responde contentísimo. Pablo no es lo que se dice muy espabilado,
de hecho si le hiciesen un dictado todo el rato con su nombre: Pablo, Pablo, Pablo,
Pablo, haría faltas.
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—Vale, pero… ¿para mandar en qué?
—Las Cortes son las encargadas de hacer las leyes de la Comunidad Autónoma, de
aprobar los presupuestos… —suelta Julia, que es una empollona.
—Muy bien, muy bien —le corta Emilio. Yo creo que le cansa hasta a él—. ¿Sabéis
lo que ocurre en los países en que no es el pueblo a través de sus respectivas cortes o
parlamentos los que hacen las leyes?
Estoy entrando otra vez en
modo BLA, BLA, BLA,
pero paro porque nos
empieza a hablar de una chica llamada Malala. Malala vivía en Paquistán y con once
años, como nosotros, escribió un blog para denunciar que los que mandaban en su país,
los talibanes, no dejaban que las niñas fueran al colegio, prohibieron ver la tele, la
música y hasta cantar (aquí más de uno casi se desmaya al imaginar su vida sin móvil,
ni ordenador, ni consola, ni tablet, ni nada) y porque quería que el mundo entero supiera
lo que estaba ocurriendo. Los talibanes, evidente, se cabrearon un montón e intentaron
cargársela pegándole un tiro en la cabeza (aquí los chicos se han emocionado mogollón,
pero Emilio no ha querido entrar en detalles sobre tipos de armas, balas, ángulo de
disparo…). Aunque ni aun así pudieron con ella.
—Como veis, el papel de las Cortes es muy importante, ¿a alguno os gustaría ser
diputado de mayor?
No le hacemos mucho caso porque en lo que estamos pensando es en que en cuanto
lleguemos a casa vamos a ponernos a escribir nuestro propio blog y ¡¡¡a hacernos
famosísimos!!!
—¿A alguno os gustaría ser diputado de mayor? —repite más fuerte.
Levanta la mano Pollo. Los demás lo miramos muy atentos porque Pollo está como
una cabra y es el payaso de la clase. Emilio, que también lo sabe, se hace el despistado,
pero como Pollo ya está casi subiéndose a la mesa, yo,
yo,
yo, yo al final no le
queda más remedio.
—Pollo…
—Yo sé lo que quiero ser de mayor desde infantil. De mayor quiero ser jubilado.
—¿Jubilado?, eso no es un trabajo… —protesta Emilio.
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—Por eso, precisamente por eso quiero ser jubilado, para no trabajar.
Y claro todos nos partimos de risa. Todos menos Emilio, que nunca se ríe de nada.
Así son los profesores.
Llegamos a la Aljafería (que es muy chula) y tras impedir que Jorge y sus amigos
(que son unos gamberros) se escapen a toda leche por las murallas, pasamos un detector.
Pasar un detector siempre es emocionante porque siempre hay alguien a quien le pita
(normalmente a Pablo Plasta), aunque vaciarnos los bolsillos nos cuesta dos horas.
Los guardias se quedan mirando a Pollo que se ha puesto una de sus camisetas
especiales: DE MAYOR QUIERO SER JUBILADO.
Atravesamos patios, subimos escaleras y ¡por fin! estamos ante la puerta y, claro,
todos nos apelotonamos, empezamos a empujarnos, a clavarnos los codos, porque es
más importante estar bien situados cuando abren para coger un buen sitio
que el castigo que te pueda caer.
Entramos y resulta que estamos en una especie de cine con butacas, pero, en vez de
una pantalla, donde acaba la barandilla hay un foso tremendo, de esos que si te caes te
partes la cabeza, fijo, fijo. Y, claro, lo primero que hacemos es asomarnos con medio
cuerpo fuera hasta que viene Emilio y a grito limpio nos hace quitar.
Miras abajo y lo primero de lo que te das cuenta es de que son tan modernos como
Lourdes, nuestra directora, que es muy ingeniosa (esto lo digo con ironía) y ahora le ha
dado por La distribución espacial del aula. El mes pasado nos tuvo una mañana entera
moviendo las sillas y las mesas por toda la clase porque en un cursillo le dijeron que una
distribución de tipo senado ofrece beneficios para «fomentar la participación».
Emilio dijo que era «para vernos bien todos las caras», lo que traducido a lenguaje
normal quiere decir para ponernos más difícil lo de pasarnos notitas clandestinas y
poder hablar entre nosotros. Lo que viene siendo «para fastidiar».
Aquí también deben de querer «verse bien las caras» porque hay tres semicírculos
con uno, dos, tres… veinte, veintiuno… ¡un montón de asientos!, y enfrente, separada,
una especie de tribuna, que fijo que es donde se pone el profesor o quien mande aquí.
Desde luego sus asientos parecen muy cómodos, no como nuestras sillas, que enseguida
se te clavan en el culo…
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De todas formas, aquí hay mucha madera y mucho sillón de piel, pero a mí me sigue
pareciendo un poco cutre comparado con el parlamento que vimos este verano cuando
mis padres nos llevaron a Berlín.
Allí todo es a lo grande. Tienen un pedazo de cúpula con mogollón de cristal, espejos
y hierro, tan enorme que puedes ir andando por dentro porque tiene una pasarela
circular que hizo un arquitecto muy, muy famoso que ahora no me acuerdo cómo se
llama.
—Aquí, Sara —me dijo mi padre—, es donde lo deciden todo. «La Merkel» manda
hasta lo que vamos a comer en casa.
A mí me pareció que exageraba porque a mi madre no hay quien la convenza de
cambiar la comida nunca, NUNCA.
En ese momento empiezan a entrar los diputados y todos vamos corriendo hasta la
barandilla ¿para qué?, pues para ver si hay alguien famoso, evidente. Algunos sacan el
móvil para hacerles fotos y poder presumir luego en casa y en el recreo. Pero resulta que
no, que no hay nadie famoso. ¡Qué rollo!
Se sientan y enseguida nos damos cuenta de que son como nosotros y cada uno tiene
un sitio fijo. ¿Quién dirá dónde se ponen?, ¿por orden alfabético?, ¿por notas? Le
preguntamos a Emilio y resulta que, no te lo vas a creer, resulta que… ¡¡¡les dejan elegir
a ellos, les dejan ponerse con sus amigos!!!
Esto es un chollo.
Y aún es más chollo cuando me doy cuenta de que hay un montón de sitios vacíos y
el profesor, que es un señor de pelo blanco (que nos han dicho que se llama José Ángel
Biel y que no se llama profesor, sino presidente) en vez de pasar lista dice:
—Señorías, ocupen sus escaños. Se reanuda la sesión….
—¿Hay una epidemia o algo? —pregunta Pollo, que siempre hace preguntas
divertidas y un poco absurdas.
Y, esto es lo más increíble, resulta que pueden venir o no, hacer lo que les dé la gana,
hasta llegar tarde, y ¡¡¡¡ni siquiera necesitan justificante de sus padres!!!!
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Nos obligan a sentarnos y a estar en silencio porque empieza la sesión.
Los diputados están debajo sentados en semicírculos actuando para nosotros. Esto es
como estar en la tele en directo, como cuando sacan al público en los programas,
¿tendremos que aplaudir si lo hacen bien? Jo, tendría que habérselo preguntado a
Emilio.
Veo que a Jorge lo ha sentado en la última fila. Y no, no es que le tenga manía, que
también, es que le da miedo la afición de Jorge a escupir cuando hay alguien debajo…
Hoy debe de tocar examen oral pues el presi saca al primero a la pizarra.
—Señor Ibáñez, tiene la palabra por tiempo de cinco minutos.
Y entonces las dos pantallas de televisión, que yo creía que eran pizarras digitales,
proyectan la cara del señor Ibáñez y empieza un contador en marcha atrás desde los
cinco minutos. Esto se pone interesante. Estamos todos nerviosísimos, normal,
empezamos a cuchichear porque en cuanto llegue al 0.00 seguro que tiene que pasar
algo GORDO, GORDO.
—¿Estallará alguna bomba?, ¿saldrá disparado? —dice Pollo.
—¡Qué bruto eres! —le contesto—. Será como en el concurso de Ahora caigo. Fijo
que se abre el suelo y se lo traga.
—Igual cae un rayo y lo desintegra…
Pollo ha visto demasiadas pelis de extraterrestres y eso siempre afecta.
0.48,
0.47,
0.46,
mi
corazón
parece
un
tambor.
0.31,
0.30
y
¿¿QUÉÉÉÉÉÉÉÉ?? Ha terminado de hablar y se para el marcador.
Se nos escapa un ¡OOHHHHHHHHHHHHH!, enorme antes de que Emilio nos
mande callar. Eso no vale. Pero enseguida el presi saca a otro.
—Señor Blasco.
Empieza otra vez el marcador desde los cinco minutos. Otra vez estamos todos en
tensión. Sí, sí, 0.10, 0.09, 0.08, 0.07 y se calla. ¡Ay, casi, casi! El siguiente es:
—Señor Barrena.
Marina, que es mi mejor amiga, me dice al oído: «Mira, mira, lleva la misma
camiseta que Mariajo, la de francés».
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—¡Es verdad!
Debajo de la chaqueta lleva la camiseta verde en Educación
no.
Pública, sí; Recortes,
Empieza el marcador. Ya no tenemos muchas esperanzas, pero como no hay otra
cosa que hacer seguimos mirando fijamente las pantallas.
0.05, 0.04, 0.03, 0.02 Aquí todos tenemos el culo levantado del asiento por la
emoción. 0.01 y 0.00, el marcador se pone rojo y… y… y… y NADA y no pasa
NADA, ni un rayo fulminante, ni se abre ninguna trampilla ni nada, lo único es que el
presi le riñe por pesado.
—¡Timo, Timo! —le da tiempo de chillar a Pollo antes de que Emilio se plante
delante y lo haga callar.
Es verdad: ¡¡¡Vaya timo!!!
Después de este chasco nuestro interés decae. Normal. Sale otro a la pizarra y, como
ya no miro la tele, me doy cuenta de que mientras habla los demás pasan totalmente de
él. Unos se levantan y se van con sus amigos, otros están usando la tablet, otros
hablando con el móvil, otros leyendo el periódico tan tranquilos, incluso hay unos con
una bolsa de chuches de mano en mano.
¡Por favor, este presi es un blando! ¡¡¡Que me lo cambien por Emilio, ya!!! Desde
luego si Emilio fuera el que mandaba aquí se iban a enterar con lo bien que se le da a él
ponerte cientos y cientos de líneas de castigo cada vez que te mueves…
Poco a poco se van llenando todos los sillones. Por lo visto no es que estuvieran
enfermos, solo que son unos tardones. «Casualmente» coincide con que el presi dice
que van a votar sobre la moción de la vivienda de alquiler, que debe de ser de lo que ha
ido el examen oral.
Entonces veo entrar a Rudi y aprovecho para fardar:
—Esa es Rudi, la que más manda.
—Muy bien, Sara —dice Emilio—, esa es Luisa Fernanda Rudi, la presidenta del
Gobierno de Aragón.
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Lo sé porque se parece mucho a mi vecina del cuarto y cada vez que sale en la tele
mi madre dice «esa sí que los tiene bien puestos» (por bien puestos se refiere a los…
bueno, ya sabes).
Empieza la votación. Por lo que Emilio nos ha contado esto es algo que se llama
democracia y, resumiendo mucho, tiene tres pasos:
—llega alguien y propone algo que quiere cambiar o que le preocupa,
—sale un representante de cada partido a decir lo que piensa,
—se hace una votación y se decide si se aprueba o no.
Según Emilio la democracia es el mejor sistema de gobierno y estamos totalmente de
acuerdo. Si en el colegio hubiera democracia de esa podríamos decidir un montón de
cosas, yo qué sé, por ejemplo: ¿por qué no nos cargamos los exámenes?, ¿por qué el
recreo no dura cuatro horas y las clases veinte minutos?, ¿por qué no nos da clase Pollo
que es mucho más gracioso?...
Y claro no me puedo aguantar las ganas de preguntar:
—Si la democracia es lo mejor…, ¿por qué nosotros no tenemos?
Emilio me mira muy serio. Me hace escribir cincuenta veces: No me haré la
graciosa, y pasa a otro tema. Seguro que si hubiera democracia esto tampoco podría
hacerlo…
Antes de votar hay tres o cuatro que levantan la mano, ¿querrán ir al baño? ¡Qué
oportunos! Son como Pablo Plasta que en cuanto se pone nervioso… Pero no, resulta
que no quieren ir al baño, sino que son los que les dicen a los suyos si tienen que decir
SI o NO porque aquí no pueden elegir lo que quieran, aunque al final da igual pues de
todas formas les votan a sus amigos.
Lo de la votación es parecido a cuando nosotros elegimos delegado (también le votas
a tu amigo), pero lo tienen informatizado y va mucho más rápido que abriendo papelitos
y contando a dedo. En unos segundos ya lo saben: hay 65 votos, 29 SI y 28 No.
Vuelven a votar. El presi les riñe porque alguien se ha equivocado:
-Señorías, señorías. Miren bien el dedo.
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Y debe de ser por eso, porque se equivocan mucho, por lo que tienen que repetir tres
veces cada votación.
—Queda rechazada en consecuencia por empate en la tercera votación- dice el presi.
Vamos, que han perdido.
Otra vez lo mismo. Hay otro tema. Cada bando sale a decir lo que piensa, hay uno
que lo debe de hacer súper bien ya que sus amigos le aplauden (estaría bien que a
nosotros también nos dejaran aplaudir cuando alguno dijera bien la lección) y se vota.
Y te das cuenta de que, en realidad, como el bando de Rudi tiene más personas que
los demás juntos, son un poco como los padres que siempre se salen con la suya y los
otros son como nosotros que, aunque tengas razón y protestes y protestes, no les llegas
ni a la rodilla y hacen lo que les da la gana.
Total que igual da hablar o no, votar o no, porque siempre ganan. Así, sin emoción,
no me extraña que no atienda nadie y que no paren de entrar y salir…
Esto es un rollo. Levanto la mano y se acerca Emilio:
—¿Cuánto toca el recreo?
—¿Recreo?, aquí no hay recreo.
Y cuando ya creo que de un momento a otro voy a morir de aburrimiento, la cosa se
anima, ¿por fin dicen algo divertido? NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO, se
anima porque se abre la puerta y empieza a entrar un montón de gente, casi todos
hombres, vestidos con camisetas azul oscuro, en las que pone TATA y que le piden a
Emilio que les dejemos los asientos de la primera fila.
Emilio nos explica que no es que sean los hermanos de alguna diputada y que hayan
venido a felicitarla, sino que son trabajadores de una empresa llamada TATA
HISPANO y vienen a protestar porque van a cerrar su fábrica y a despedir a casi 300, y
el siguiente tema que se va a votar es si las Cortes los van a apoyar o no para conseguir
que siga en marcha el empresa.
—¡Guay! —dice Pollo, que ya huele a sangre fresca.
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Esto se pone emocionante otra vez, ¿qué pasará si les dicen que no? Esta gente
parece bastante enfadada y son capaces de bajar y liarse a tortazos y entonces…
entonces es cuando Emilio decide que tenemos que irnos.
— El autobús nos espera.
—Un poco más, un poco más —le pedimos.
Pero no nos sirve de nada.
Una vez en el autobús me doy cuenta de que Pollo ha «tuneado» su camiseta De
mayor quiero ser jubilado, ahora ha tachado jubilado y ha escrito con rotulador
negro en varias pasadas diputado.
—¿Qué os ha parecido? —nos pregunta Emilio—. ¿A que ha sido interesante?
Está tan emocionado que preferimos callarnos para no mentirle y decir que casi todo
el tiempo ha sido un aburrimiento aunque, claro, cualquier cosa es buena con tal de
perder clase…
¿Cualquier cosa? NOOOOOOOOOOOO, cualquier cosa no porque Emilio, que está
muy motivado, suelta:
—Y como ha sido tan interesante quiero que me escribáis una redacción de veinte
líneas para mañana sobre lo que habéis visto.
Protestamos, chillamos. Pollo levanta la mano.
—¿Y no sería mejor un trabajo práctico?
—¿Un trabajo práctico? —pregunta mosqueado Emilio.
—Sí. Hacer ahora mismo una votación para ver quién quiere y quién no quiere hacer
la redacción. ¿No has dicho que la democracia es el mejor sistema de gobierno?
¡¡Democracia!!,¡¡democracia!!,¡¡democracia!!, gritamos y aplaudimos.
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Pero la democracia sólo debe servir para los adultos porque a Pollo sólo le sirve para
escribir doscientas líneas por «impertinente».
Miro por la ventanilla y pienso si a los diputados su presi también les mandará
deberes para casa.
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