Pamplona 24 de septiembre de 1949 Año LIV Núm. 1.303 Ávalindi ÓRGANO DE LA «BIBLIOTECA CATÓLICO-PROPAGANDISTA» ADMINISTRACIÓN: ESTAFETA, 31 LA C I V I L I Z A * A MEDIAS Aren cía de un general progresista UÉNTASE de un general progresista, harto conocido y po pular en nuestra tierra, que solfa hacer en todas las poblaciones por donde pasaba el siguiente discurso: "¡Ciudadanos! Todos somos progresistas; y en esto nos diferenciamos de las bestias, que ellas no son progresistas, y los hombres lo somos. E! burro nace con pelo, y se queda ya peludo, como nació; pero el hombre nace desnudo, y más tarde le nace el pelo, y se hace ptludo. w Lo cual parecía a los oyentes lo mismo que decir: el hombre es progresista, porque con el tiempo se hace burro. Y yo no sé si en parte tenía razón; porque, ¿quién no sabe que el actual progreso, aunque sea debido tanto a los descubrimientos de los incrédulos como a los de los católicos, se reduce exclusivamente a la invención de nuevas máquinas y al adelantamiento en la parte material? V, ¿quién no comprende que con todo este adelantamiento material pueden los hombres, si se descuidan de !o que más importa, caer en un abismo de miserias y en la degradación más espantosa? Porque siendo una cosa el progreso material y otra muy distinta el perfeccionamiento mora!, ¿cómo podrá dar el mismo árbol diversos frutos? ¿Por ventura ordenando con mayor simetría que antes las calles y plazas de nuestras poblaciones, se producirá el orden y armonía entre los ciudadanos, de manera que ya puedan retirarse los policías? ¿Acaso trazando mejor y reparando con más cuidado nuestros caminos, nos hallaremos ya en el recto sendero de nuestros deberes, de suerte que ya no haya ladrones ni aficionados a lo ajeno? ¿Por ventura hermoseando con más gusto que antes nuestras habitaciones, se alcanzará tal dicha y sosiego en las familias, que ya vivan en paz las suegras y las nueras? ¿Acaso vistiéndonos con mayor elegancia y pulcritud que en tiempos pasados, vendremos a ser hombres más perfectos, y si somos monos, nos quedaremos menos monos que antes? ¿Qué tiene que ver el lustre de los 7apatos con la limpieza del corazón, y el refinamiento de los placeres con la pura satisfacción del es- DIRECCIÓN: NAVAS DE TOLOSA, 21, 2." izq. píritu, y las fantasías de la moda con los verdaderos atavíos del a'ma? Trabajen enhorabuena los sabios en adelantar cuanto puedan las ciencias naturales, florezcan en todo el mundo las bellas artes, la industria, el comercio y la agricultura; bueno está todo esto, y la Santa iglesia Católica echará sobre ello sus acos- . lumbradas bendiciones; pero nadie sea tan lerdo que imagine que con sólo esto alcance la sociedad el mái precioso v esencial elemento de su civilización, que es la mora! y la virtud. Porque es cosa cieira y averiguada que las vías férreas no han , servido hasta ahora para encaminar a los hombres por las sendas de la justicia; que los inventos de nuevas armas destructoras no les han aprovecha- . do nada para extirpar les vicios.y malas pasiones que son la cau^a de las discordias y guerras; que \ las comunicaciones, telegráficas y telefónicas no l han estrechado un punto los vínculos de la cari-/1, dad; que el alumbrado eléctrico no ha disipado las horrorosas tinieblas del espíritu en que viven se- \ pultados tantos hijos del siglo de las luces; que el -; .perfeccionamento de la industria no ha corregido en nada sus defectuosas costumbrts, ni todos los . procedimientos del laboratorio químico han sido i buenos para refundir la sociedad y ponerla en me- C jor estado que antes. "": Lo que nadie ignora es que con todos estos modernos adelantos, no sólo no vamos adelante en el camino del bien, sino que volvemos airas; y basta tener ojos para echar de ver cómo nuestros centros fabriles se convierten muy pronto en centros de corrupción; que los casinos y cafés no han servido más que para fomentar la holgazanería y para romper los sagrados lazos de la familia; que los salones de baile han sido invenciones del demonio para seducir la juventud y dar al traste con toda la honestidad y recato de los jóvenes y doncellas; que los teatros y cines se han hecho verdaderas escuelas de inmoralidad y desvergüenza; que las imperiosas leyes del lujo han vuelto a los hombres y mujeres tontos y pobres, y que la infinita plaga de periódicos y novelas está haciendo mayores estragos en el mundo que todas las plagas juntas de Egipto. ' ' " . ¿Cómo podemos, pues, estar satisfechos de. nuestros progresos? ¿Cómo poder congratularnos por nuestra civilización? Cuando veo, caro lector, correr parejas con este progreso, el progreso de los suicidios, el progreso de esos enormes atenta- dos inauditos en la historia de los crímenes, el -progreso de una degradación sin ejemplo en todos los pasados siglos del cristianismo, el progreso de '38 ÁV la miseria y de ese malestar general en que todos vivimos, te aseguro que se me parte el corazón, y no puedo menos de exclamar con los ojos llenos de lágrimas: ¿Es posible que los hombres se hayan contentado con solos esos adelantos materiales? La civilización, para ser verdadera', nos ha de hacer más felices que antes; no más desdichados. ¿No te parece que ha de ser así? Pues corran a la par, como os menester, el progreso material y moral, y seremos más felices; pero si solo adelanta el progreso material y se atrasa el moral, claro es que seremos más desdichados. Ambos progresos han de darse la mano y adelantar juntamente. Así habrá más producción y menos penuria, más abundancia y menos hambre, menos egoísmo y más caridad, menos crímenes y más virtudes; y en su consecuencia, mayor holgura y felicidad verdadera. Sin esto, reinarán despóticamente en todas partes el monopolio, el egoísmo, la injusticia y la inmoralidad; y el progreso material no será jamás otra cosa que una barbarie civilizada.—H. P. Evocaciones históricas del Castillo y de la familia de San Francisco Javier (Conclusión) En este rincón de las provincias de Zaragoza y Navarra, que tiene por centro el castillo de Javier, se mecieron las cunas de tres personalidades históricas que ejercieron su influencia en el mundo de su época. Fernando el Católico, que nació en Sos el 10 de mayo de 1452; Enrique II de Njvarra, que nació en Sangüesa e! 20 de abril de 1503, y San Francisco, que nació en Javier el 7 de abril de 1506. En 22 de marzo de 1506, pocos meses después de la muerte de Isabel la Católica, Femando de Aragón, que contaba entonces 54 años, contraía matrimonio con Germana de Foix, 36 años más joven, sobrina de Luis Xíl de Francia y prima de la Reina de Navarra, D. Juan de Jaso, con su experiencia política, previo los funestos resultados que tendría 'esta alianza para Navarra, pequeño estado que había dependido de las rivalidades entre sus vecinos poderosos para mantener su independencia; preocupábanle las veleidades y disgustos entre Fernando de Aragón y Luis XIÍ, y la actitud del anciano Pontífice Julio II. Por la primavera de 1512 fue don Juan de Jaso a Javier para celebrar la boda de su hija Ana, que se hizo con gran pompa y solemnidad. En este tiempo, la prosperidad de la familia había llegado a su colmo; pero parree que la felicidad duró poco tiempo. El presidente del Consejo de Navarra, señor de Javier, de Idócin y Azpi'cueta, había aumentado el patrimonio de los Javieres cen p r o piedades y posesiones en Salinas, Eréspun, Avínzano, Urroz, Sagúes, Gazólaz, Muru Astráin, Ibiricu y Cízur mayor. Poco después de Pascua llegaron a Javier noiicias (fe la baialla de Rávena y de la muerte en e! momento He la victoria del brillante caudillo Gastón de Foix, hermaro de la joven esposa de Fernando y primo de la Reina de Navarra. La derrota española había ríe acamar la ruina de Javier. Los franceses, desmoralizades por la muerte de su caudillo, se retiraron hflcía los A'pes, y Fernando decidió llevar la guerra a te-riterio enpmigo, a'prando fa frontera Sur Este. Diez mil ingleses, a 1 mane1© del mar- NCHA qué1» de Dorset, desembarcaron tn Guípúzcca per junio. de 151; para apoyar al ejército a las .órdenes del duque de Alba, que había concentrado en Vitoria. D. Juan d e / Jaso marchó precipitadamente a Pamplcna y erccntió a los reyes dispuestos a concertar una alianza con el monarca francés. Fernando pedía que se permitiera el paso de su ejército,por Navarra y la ocupación temporal de seis de sus mejores fortalezas. Desde Pamplona despacháronse apresuradamente pie- , nípotenciarios para firmar en Blois el tratado de alianza con Luis XII, y una embajada fue enviada a Fernando para ganar tiempo. Más éste, sea por lo que dice la Leyenda del Monje de Pamplona, que narra la historia, sea por otro medio, tuvo conocimiento de! pació de Blois mucho antes de firmarse, y ordenó al duque de Alba marchase con sus tropas sobre la capital de Navarra, en la cual entró el día 24 de julio. Conocedores de su situación, los monarcas de este Reino habían ya dejado su' residencia, marchando a Lumbier, desde donde, días después, acompañados de sus más queridos amigos, pasaren a sus posesiones del Bearn. D- Juan de Jaso, fiel a sus reyes, fue con ellos al exilio. Hasta dos años más tarde no pudo volver a Javier, y entonces para morir, el 16 de octubre de 1515. En el nuevo régimen de incorporación a Castilla, érale imposible a la casa de Javier cobrar las rentas, impuestos y otros derechos como antes. A medida que pasaban los días de aquel invierno de 1516, se ensombrecía la situación de doña María y de los hijos. Apeló en vano a Fernando el Católico, haciendo valer sus derechos en Pamplona y en Javier. No se había efectuado restitución alguna cuando Fernando murió en este año de 1516, y la villa de Sangüesa obtenía de las autoridades españolas los beneficios de aguas, molinos y pastos que siempre í habían pertenecido a los señores de Javier. Miguel contaba entonces 21 años, Juan dos menos y Javier nueve y. medio, En marzo de 1510 Miguel y Juan se unían a fas fuerzas que en la montaña combatían para restaurar en el trono a don Juan de Albret y doña Catalina. Consecuencia de esta campaña fue qut el regente d e . España, cardenal Cisneros, ordenase derribar las forta- . lezas de Navarra. En Javier, según el P. Cros, fueron desmantelados los muros circundantes del castillo, con una buena parte de la torre, almenas y saeteras. La gran . torre de San Miguel fue derribada hasta la mitad de sur altura, y también sufrió daños considerables el interior del edificio. Cisneros nombró un agente castellano para. vjgilar a los nacionalistas sospechosos en Javier, como una humillación que corrigiese su conducta. Li muerte de Cisneros no aportó cambio alguno en la ilustre familia, que vivía entre las ruinas del castillo. La desgracia fue indudablemente el factor que impulsó la in- • timidad mayor entre la madre y el hijo más pequeño, Las* frecuentas calamidades y la inseguridad genera! en la morada formaban un marco que abarcaba las dificulfades de todo género en que se desenvolvía la casa de Javier, regida entonces por mujeres, y a las que hacía /rente el claro entendimiento de doña María con su tenaz voluntad de resistencia. Murió don Juan de Albret en el castillo de Igarrabaca del Bearn el 23 de junio cíe 1517, y su esposa doña Cata* lina en Mont de Mársan el 12 de febrero de 1518, siendo el heredero de la corona de Navarra su hijo, el príncipe de Víana don Enrique. Por la guerra de las Comunidades He Castilla quedó desguarnecida la capital de Navarra, y el heredero de Juan de Albret estimó ocasión oportuna p¿ra la reconquista del territetío navarro. Formó p*ra ello un ejército cuyo mando confirió a Gastón de Fox. joven de aítas esperanzas, pero falto de eiperieneia y de prudencia. El día 15 de marzo del año 1521 • se apoderó de San Juan de Pie de Puerto y continuó su marcha a Pamplona. Miguel y Juan de Jaso cabalgaban con Ins tropas de Enrique II. Rindióse Pamplona, excepto uno de los castillos de sus murallas mandado por Herrera, el que se aprestaba a entregar su pequeña guarnición cuando íñígo de Loyola, disintiendo, tomó el mando y dirgló la defensa. A poco cayó herido, y aprecian- LA AVALANCHA do su valor los nacionalistas, y el castillo ya ocupado, le enviaron al de su hermano, cerca de Azpeítia. Era el lunes de Pentecostés, 20 de mayo de 1521. Para entonces el virrey duque de Nájera había salido de la capital. Recorrió Asparrot, en son ds conquista, toda Navarra, adentrándose en Castilla; imprudentemente puso cerco a Logroño, que se defendió, dando tiempo a que el duque de Nájera reuniese poderoso ejército para la reconquista de Pamplona. Conocido por Asparrot el movimiento de tropas castellanas, retornaba a Pamplona, cuando alean* zado por eí adversario en Noáin y Esqutroz, próximos a la capital, se libró feroz batalla en la que quedó aniquilado el ejército nacionalista, sepultándose en estos campos la independencia de Navarra, Miguel y Juan de Jaso, fugitivos, se acogieron a la fortaleza de Maya con otros muchos personajes que se l i braron en la batalla de Noáin. la que, sitiada per el duque He Miranda, se rindió el 19 de julio de 1522. Miguel fue hecho prisionero, logrando evadirse, confiscándole todos sus bienes y excluido por la amnistía dada por Carlos V en 15 de dieiembre de 1523. Los dos hermanos continuaron luchando por la nacionalidad navarra en su último baluarte de Fuenterrabía, en cuyo cerco entretuvieron las tropas de Enrique Ií de Navarra al ejército de Castilla, hasta que por pacto capituló la olaza en 29 de febrero de 1524. Después, los hermanos Miguel y Juan de Jaso, previo juramento de fide= lídad, fueron gloriosamente reintegrados a la posesión de su castillo y de sus bienes. El documento lleva la fecha de 24 de abril de 1524. <P. libidos). Los sucesos ocurridos hasta la edad de 18 años que entonces contaba Francisco de Javier, quedaron grabados en su alma y perduraron toda la vida. El año 1525 esraban reunidos en Javier los tres hermanos con su madre María de Azpilcueta. Francisco tenía conciencia de su fuerza y de su vocación, poseía el orgullo de la raza navarra y de su nacimiento hidalgo; inteligente, de vivo ingenio, ansioso de saber, tenía otra visión que sus hermanos, curtidos en los campos de batalla, y con voluntad firme manifestó a la familia que se' guiría el camino de su padre, y que, aprendiendo y no combatiendo, sacaría adelante a la arruinsda familia. París, la Universidad, no de una ciudad, sino, en aquella época, de todo el mundo, en su meta. A pesar de la pobreza entonces de la casa, su madre accedió a que terminara sus estudios y se graduara en París. En una soleada mañana del mes de septiembre de 1521, el castillo, inundado de sol, estaba impregnado de esa austera espiritualidad que cfrecen los cuadros típicos del Norte de España Francisco dio su adiós, que fue por toda su vida, a la morada donde mecióse su cuna. Caminó en su caballo por el antiguo asendereado, camino de remoto origen que sobre las lomas que bordean el río Aragón conduce a Sangüesa, cuya rúa Mayor, de estudiante, tantas veces recorriera, llegó en su viaje a las empedradas calles de Pamplona, donde se reunió con otros jóvenes que, como él, marchaban a la Universidad parisina, traspuso el Pirineo, y por las Landas de Burdeos y las Ilamadns de Orleans, llegó a la capital de Francia pn los días de San Miguel. Doña María, madre de Francisco, murió en Javier el año 1420- En fa primavera de 1533 murió Magdalena, abadesa de Gandía, finalizando sus días en olor de santidad. Ana He Ezpeleta, hermana de Francisco, era rp?dre del P. Jerónimo Javier, af que llamaron Apóstol del Gran Mogol. Los demás personajes df» esta familia, de gran relieve histórico, ocupaban la situación que fierros citado en este artículo. Miguel ANCIL REGLAS DE LOS PADRES Y MADRES DE FAMILIA Los padres y madres de familia han de obligar a sus hijas a que vayan vestidas conforme a su estado y condición, sin peimitir que sigan los caprichos de la moda, y mucho menos si es licenciosa y deshonesta, como la que ahora se estila tan escandalosamente, •39 NAVARRA San Miguel y, los devotos de su escolta reconiendo las aldeas, los pueblos y los caseríos de esta nuestra bendita tierra (Foto. Nicolás Ardanaz) El monte Ayedo Nos complacemos en reproducir hcy los siguientes versos del inolvidable poeta navarro Alberto Pelairta, que copiamos de su inspirada obra «Son Miguel del Aralar» Es la escena única del tercer cuadro del acto segundo, en la que el penitente Teodosio dice: —En medio de la aflicción que el alma mía desgarra, me trae mi corazón a los montes de Navarra. Quiere aqui esperar mi pena que Dios me haya perdonado y se rompa la cadena que pende de mi costado; y que en gracias al Señor, levante en el sitio aquél un santo templo en honor del Arcángel San Nigtel; y que viva hasta ese día lejos del mundo poblado, a cuestas con la cruz mía y de hi :rba alimentado. Que esta justa penitencia me impuso Su Santidad. y quem constante obediencia yo cumplo con humildad La que en busca de perdón sufro coi ansia que aumenta años y años ¿Cuántos son? No sé; mí dolor no cuenta. Pero mis pies esíe dia, Señor, vencerlos no puedo; llegó a ti, sierra de Andia, llego a ti, cumbre de Ayedo, Y es el deseo más vivo que mi alma destrozaba mirar mi valle nativo donde está mi casa amada Mirar tan solo, Dios santo, vn instante y vra iez. los sitios llenos de encanto donde corrió mi niñez. Los caminas que sintieron mis pies de feliz esposo, los que regresar me vieron del combate victorioso .. Mirar una vez siquiera, de vuestro sol al fulgor, , a la dulce compañera quz Vos me disteis, Señor, LA 140 AVALANCHA Contemplar esa figura de pureza (j de bondad, la que en horrenda tortura yo la hundí con mi maldad .. Sí.. Sí... Yo la quiero ver; no puedo resistir más .. ¡Pero falto a mi deber! ¡Maldito! ¿Qué vas a hacer? ¿Y tu penitencia? ¡ Atrás! ,. Ya he vencido al enemigo. . Ya vencí la tentación... Mi Cruz... Vuelve a estar conmigo; quiero sufrir mi castigo con santa resignación ¡ Gracias, porque tu. piedad rigor quita a mi cadena. Gracias, porque me has mostrado que ya empieza mi perdón cuando tu mano ha soltado este primer eslabón; cuando en horas afligidas me das tu augusto f^vor, ¡gracias, norque no fe olvidas de tu pobre pecador! .. Y en este lugar hermoso, con mi gratitud ferviente, la Cruz, tu Signo glorioso, señal dará eternamente de tu poder milagroso ¡OhmiDios que en su bondad para el pobre penitente. ALBERTO PELAIREA de amparo mi angustia llena! nuestro granito de arena sobre Ortegay Gasse! "" Con este título—dice nuestro colega «Estrella del Mdr* — publica Fernando Cortázar un sabroso suelto en el último número de la bofa de la «Universidad de Deusto». que ba~ cemos plenamente nuestro. Algo queríamos decir de lo que todo el mundo ba hablado; pero algo dlstinco, nuevo, personal. Es para nosotros una satisfacción lonzar, en nombre de la verdad y del sentido común, una. neta •discordante en el incomprensible concierro de alabanzas y ditirambos, bi/os de una ignorancía rayana en el papanattsmo. Que, como buenos españoles, medianos filósofos y fervientes católicos, no somos borregos, ni estamos desmemoriados, ni nos fascinan las 'sirenas intelectuales». El trabajo nos lo da he~ ebo eí joven colaborador de cll. D.» A hablado el maestro! Hace poco tiempo, Ortega y Gasset cerraba con brillante elocuencia, salpicada de anécdotas felices, el ciclo de conferencias que ha venido dando en el Círculo de la Unión Mercantil A elUs han asistido gentes de todas clases (aunque desgracia» damente predominando una de* terminada), de ellas se han ocupado periódicos y revistas de todo género y se han hecho comentarios de toda especie. Pero no es ésta la primera vez que el «maestro» habla. Hace ya muchos años, cuando nosotros no teníamos más inquietud que la provintente del retraso de! biberón, el «maestro» hacía pública su apostasía con estas palabras: «yo, señores, no soy católico, y desde mi mocedad he procurado que hasta los humildes detalles de mi vida privada queden formalizados acatólicamente.» De toda su obra esto nos basta a nosotros, los seres vulgares, para abandonar a tal maestro. Todo su sistema filosófico <?> deja de interesarnos. Todo movimiento in'electual que no vaya amparado por una firme creencia religiosa es para nosotros — ¡gracias a Dios!—un «nen plus ultra». Qyizá a esta actitud la calificaría Ortega de cerrilismo o limitación. Nosotros la llamamos cen una palabra sublime, para él desconocida: Fe. Suponemos que en la edición que acaba de hacerse de sus «Obras completas» no se recogen las palabras antes transcrita»; paree1»que hay además en ella algunai otras omisiones «voluntarias». ¡Flaca memoria la del recopilador!, y flaca memoria también la de los actuales admiradores de Ortega, que han olvidado sus errores anteriores, coetáneos y posteriores a dos fechas por lo «visto» sin importancia: 14 de abril de 1931 y 18 de julio de 1936. También es de notar en el infalible maestro, que aun cuando se confesó deudor de Alemania en las cuatro quintas parres de su haber intelectual, y haya exaltado la superioridad gigantesca de la ciencia alemana* mientras «América era un pasado remoto: el primitivismo»; hoy parece—no sabemos por qué —interesarle lo anglosajón: «Inglaterra es la rturse de Europa, y las formas culturales se trasladan en un movimiento que va de Oriente a Occidente». Claro está que nosotros, con nuestra mentalidad casi infantil, no podemos pretender seguir los ágiles revoloteos de la inteligencia orteguiana. Asi, por ejemplo, hemos tenido que esperar a que el maestro nos diga que «en España no ha habido ni podrá haber dibujantes», para darnos cuenta que la lista de nombres comprendida entre Velázquez y Zuloaga es una lista de jugadores de mus. El caso es que Ortega, después de~ una ausencia de Rspaña por más de diez años (que, naturalmente, no sabemos a qué es debida), vuelve a regalarnos con su palabra para sacudir «la chabacanería intelectual que hoy corrompe las cabezas españolas*. y la gente se agolpa a la puerta de su cátedra, y los periódicos vocean sus enseñanzas, y Ortega se convierte de nuevo en «enfant terrible». Es más: el órgano de uno de nuestros Sindicatos oficiales acoge en sus páginas las palabras del «maestro», como sí las circunstancias o los hechos que le hicieran incompatible con la Universidad católica hubiesen desaparecido. Tenemos que confesar que no hemos asistido a ninguna de sus últimas conferencias, aunque un grupo de estudiantes de Deusto estuvo por aquellos días en Madrid; pero la verdad.es que ei objeto del viaje era presenciar un partido de.fútbol, que, desgárrense las vestiduras los acólitos de Ortega, nos interesaba mucho más de lo que el maestro pudiera decir. Pero, de todos modos, gracias a) folleto anunciador de su instituto de Humanidades, nos hemos enterado, asombrados, de cosas tales como que el llamar «humanismo a la obra cultural del siglo XV es grotesco»; «de lo que hubiese ganado si el escolasticismo hubiese sido más auténtica filosofía», y de que «sólo en tiempos recientes se ha hecho por vez primera la pregunta ¿qué es el hombre?» <Por cierto, que para contestarla ro se le ha ecurrido al señor Ortega consultar un Catecismo..-> El maestro nos deja preocupados con el menosprecio que de Menéndez y Pelayo—un hombre que exageraba— ha hecho en sus conferencias, y esto nos hace recordar las palabras con que el sabio montañés hizo, en «La Ciencia Española», profesión de su fe: «Spy católico—dice—ni nuevo ni viejo, sino católico a machamartillo, como mis padres, cerno mis abuelos y como toda la España histórica, fértil en santos, héroes y sabios, bastante más que la moderna.» Fértil en sabios—recalcamos nosotros—, bastante más que la moderna,.. De Menéndez y Pelayo sabemos que fue católico, patriótico y monárquico. De Ortega y Gasset sabemos su apostasía, su ausencia, aún reciente, y su republicanismo, al menos de antaño. La elección, por tanto, entre uno y otro, no es difícil. y a sabemos que si el maestro se volviera un,momento hacia nosotros sonreiría compadecido demuestras cortas inteligencias y quebradas plumas. Estaría muy justificado. Pero no sabe el señor Ortega lo reconfortante que resulta, a cambio de no ser una cabeza privilegiada, el tener unas creencias arraigadas y unos ideales firrres, sin pretensiones de originalidad, conformes con una fecha v-rLA AVALANCHA gloriosa que no pensemos olvidar: la del 18 de julio de 1936. El maestro ha hablado; mejor dicho: ha vuelto a habiar; y nosotros, con descaro inaudito, no dudamos en pedirle lo que ya hace anos le hubiésemos pedido de no impedirlo et chupete que tapaba nuestra boca: ¡Que se calle! FERNANDO CORTÁEAH Beneracionns tuertes Y... aiteilcas El problema de la juventud es pavoroso A pasión por el deporte, estimulada, o mejor, inculcada a la juventud actual por la prensa, el cine y el teatro, donde toda exaltación deportiva tiene su asiento, ha venido a crear un ambiente de barbarie que tiene su exponente en la fraseología juvenil. —Eres un «hacha». Esto es «brutal». Nos divertimos una «burrada». Más «grande» que Uzcudun. Todas las comparaciones, (odas las metáforas que conocen y aplican \os jóvenes de hcy en su conversación Cfivial, son por este estilo, y los que atraen su atención y despiertan su admiración son futbolistas, boxeadores y atletas. Esto evidencia, en la realidad, una decadencia espiritual, un retroceso al paganismo, un desprecio a la inteligencia paralelo con un culto al músculo, o mejor dicho, a la fuerza bruta. Se ha extendido el error de que la organización de la raza se obtiene deí deporte, y que por el cultivo del deporte se obtendrán generaciones sanas y fuertes. En tan* ÍO, el problema de la juventud es pavoroso, porque la juventud carece de espirítualidud. ¡E! deporte! Recqrdemos el día que cayó en un «ring» de Madrid, para no levantarse más, un pobre boxeador, víctima de un derrame cerebral, a consecuencia de la rotura de una arteria. El boxeo, que tiene sus antecedentes en ios combates de los gladiadores, es el espectáculo más inculto. Un periódico inglés publicó no ha mucho una caricatura para demostrar esta incultura gráficamente. Representaba el dibujo un «ring», donde dos hombres se aporreaban con las car.is sangrando. Los espectadores eran un toro, un caballo de carreras y un gallo. El toro decía: « y los hombres nos llaman a nosotros animales.» Murió el boxeador de que queda hecha referencia, en Madrid, y al día siguiente un cronista deportivo escribía: «No vamos a repetir lo que tantas veces hemos dicho, llamando la atención de las autoridades sobre el modo en que el deporte se desenvuelve entre nosotros. Nos sentimos fatalistas en esta cuestión. Herniados jugando al cfoot-ball»; tuberculosos y raquíticos boxeando. Urge el remedio. Sean deportistas tos que su salud se lo permitan, Los débiles no busquen fortaleza en el ejercicio violento, que no la encontrarán.» He aquí destruida con un atisbo de buen sentido la teoría de que el deporte hará generaciones fuertes y sanas, y como la observación juiciosa es tan clara que no necesita ser demostrada porque io demuestran los hechos, se puede deducir, sin duda, que los entecos, los pretuberculosos, los débiles, esa juventud alfeñicada, en suma, no e«¡ en el deporte donde encontrará su redención ni es del deporte del que se obtendrá el mejoramiento físico de (a raza. Pero hay que decirlo con claridad y con valentía. La regeneración física de la raza no íe logrará así haya un gimnasio en cada esquina, mientras no sea un. hecho ta regeneración moral. A'ií, en la diso'ucicn de \n juventud, está el origen de la decadencia. Una juventud viciosa es la peste de un pueblo, y sólo extirpando la causa íe extirpa el efecto. Lo demás es conversación. El Emmo. Cardenal de Sevilla publicó una pastoral acerca de la juventud, y decía en ella el ilustre señor Segura que este problema constituye su preocupación en la hora actual, porque es patente el intento de seducir su inteligencia, su voluntad y sus pasiones. Se seduce su inteligencia juvenil por el error difundido en la cátedra y en la prensa. Se seduce su voluntad induciéndola a la rebeldía y a la insubordinación contra la autoridad en todos sus aspectos, para exhortarla a vivir sin ley, o como ahora se dice, a «.vivir su vida». Se seducen sus pasiones, destiuyendo con esa seducción las esperanzas en los adelantos de las ciencias y en la vida de los pueblos de mañana. ¿Quién dudará de que esta es la reaiidad pavorosa? ¿Qyién dudará de que este es el verdadero problema que se plantea, lo mismo en España que en las demás naciónes donde halla camino franco la influencia disoluta del sentido repugnante materialista que se ha dado a la vida? Sólo una restauración de las costumbres a (a pureza que dimana de la fe religiosa, obra social a la que, sin duda, pueden cooperar las leyes humanas, salvará a la sociedad y podrá garantizar un porvenir mejor del que se prevé mirando hacia los «stadiums». y el problema de la juventud no es otro que un problema religioso. Adonde hay que mirar no es a los campos de deportes, sino a los templos y a las escuelas, y es en ellos donde hay que arrojar en las almas juveniles la semilla de pureza en las costumbres, la semilla de la salud v de la fortaleza moral, que es la fuente pristina de donde brota la salud corporal, conforme reza el precepto horaciano. . , MlRABAL HONORARIOS SUSTANCIOSOS (Cuento anecdótico) . . • /* 1 A puerta se entreabrió medrosamente, y por el resquicio asomó, |con timidez, una cara en pergamino, festoneada por un fleco de cabello blanco. —Doi\ Diego, ¿se pué pasa?— preguntó. —Adelante—respondió dentro una voz bronca. y se entró resuelta la de la cara apergaminada, que era una vieja de treinta primaveras y hasta cuarenta inviernos encima. La habitación aquella era un despacho con dos balcones, seve^ jro por modesto, ventilado y ele'gre, bien nutrido de libros y papeles en estantes, sillas y mesas. Aparentemente todo estaba desordenado allí. Quien emplea toda su atención en ordenar conocimientos, no puede dedicarla a ordenar papeles y librotes. Además, aquel desorden era íólo a la vista, porque bien sabía su causante qué lugar tenía cada uno de ellos. El de la voz bronca, ocúpame del despache, era un hombrón alto y robusto, de facciones duras, mirada Inteligente, frente despejada y pelo negro. Era abogado, y no le había en todo el contorno de muchas leguas a la redonda, más perito en asuntes de Derecho, ni más ingenioso para salir de asuntos torcidos. Una especie de sanrón para sus clientes y un diablo sin especie parecida psra sus contrincantes, eia la espe» LA AVALANCHA 142 ranza de unos y el espanto de otros, como hombre de saber y «de peso», en toda ia extensión de fa palabra. Gozaba justa fama de interesado y no evacuaba ninguna consulta sin la seguridad de cobrar los honorarios ai máximo de la tasa. —¿Cómo está el señó don Diego?—preguntó la vieja. —Bien, ¿y usted, mujer? —Bien, gracias a Dios y bendito sea Dios, y en buena '••-¥- '•'•'- - i %'• • > •' - ' :¡' 1 '; f - : ' hora se diga. —¿Qyé se le ofrece? • ' —¡Ay. don Diego de mis entrañas!, que me han roba* do; que esto va a sé mi ri:ina y mi perdisión y mí muer* re; que han ínventao un limo dos repajoleros gitanos, jmardita sea la hora que los conosíy el momento que de ellos mefié!¡Asín permita Dios vayan dejando detrás de sí más maldisiones que un automóvil! — Vamos al caso: cuente usted el sucedido. — Pues verasté, señó don Diego: Dios guarde osté siempre con salú y le dé más años de vía que a los loros, y le dé tantas onsas que apalea cerno a mi calamidaes. —AI caso. —Pues verasté. y o vivo en el ventorro de la Ventosi» lia, que ya sabe su mersé dónde esiá, perqué una vez que pasó oslé por allí, jase tres años—el 25 de agosto, . por más senas—entró oslé y me pidió una gaseosa, lo ' cual que osté no se acordará como yo m'alcuerdo. —¿Es usted !a ventera?—preguntó don Diego para cortar la conversación de la vieja. —Para lo que oslé guste, señó don Diego. . .,r -.•=••• —Siga usted. —Pues verasté, señó dc'n Diego: una laide, jase ya de • que menos tres meses, se presentaron en casa cuatto gi: taños y pidieron de come. Misté, no es porque yo lo diga, pero hay que vé cómo se come en mi casa y lo bien que sé yo saca una tripa de mal año; nunca me falta mi cochino, con perdón sea dicho, ni mis aves de cerra. —Bueno, eso no hace al caso. —Si era pa desirle a su mersé, señó don' Diego, que les di de come opíparamente, lo cua! que apenas gané ná en la comía, porque cá uno paesía tené unas alforjas • en el estómago. ¡Con desí que uno de ellos, que era hijo *de otro... vamos... de otro de los que cernían, se cernió ;• medio conejo y un pollo, y entoavía va su padre y me dise, dise:—¡Tráigase osié unas magras pa mi chicó!— (Virgen del Carmen!—dije yo, digo.—y aluego disen que los gitanos no quieren buenos cprcnsipios> pa sus hijos. —¿Sabes el cuento de nunca acabar? —Lo sabía y se me orvió, porque con fósanos... * " —Calla, cotorra, que el cuento de nunca acabar es ese que me esrás contando, • —¡Ay! osté perdone, don Diego, que ya voy al asun- to...; no se enfade osté. ni me ponga osté mala cara, que V yo no tengo ya en er mundo más amparo que el de osté, y yo no sé qué va a sé de mí... —Vaya, ¿ahora lágrimas? —No, si ya no lloro; sino que está una tan padesía... Bueno, pues altiego que comieron, me llaman y me dísen, dise.—¿Osté nos quiere guardar hasta luego unos cuartejos?—Oro molió me pueden dejir ostés-y no faltara un grano.—y fueron y llamaron de tes:igos a otros dos que estaban alli, que no eran gitanos, y me entregaron cator•' ;ce mil reales, y me dijeren que no los devorviese míen» ' iras que no se presentaren los cuatro juntos a recogerlos. y se marcharon, y pasiron dos horas, y de pronto gorvieron dos de los gitanos y me disen: «Agüela, mos' tié osté que da los dineros, porque se nos ha presentao un asuntíyo ahí p'abajo, y s'han quedao nuestros cempañeros aguardando a que fes yevemos la güira.» y o ar pren» sipio dudé, pero aluetjo, como un.i es buena presorra y ~ ; no pué creé que las haiga malas en el mundo... . . . . * v —Es muy fácil engañar . .-'* , :• r *-?• ;•••• .-".• V- a q u i e n n o s a b e m e n t i r , . •_ • que dijo el dramaturgo Alarcón—interrumpió don Diego. —Eso es; pues voy y les digo: «OsreHes seréis buenas presonas.> Lo cual que me dijeron: «Señora, eso no se preguntan __( ' , .'• , . "_... ; • -.. ( - ¿ —¿y les dio usted el dinero? -;*—V —Monea sobre monea, billete sobre billete; pero ahora viene la negra, señó don Diego; que poco después se presentaron en casa los otros dos gitanos, y al enterase de que yo había dao los cuartos, empesaron a reclama... ¡y me han metió entre papeles, y me han llevao al Juz» gao! Lo cual que yo nunca me he visto en estas cosas, y quieren llevarlo a la Audiensia, y a donde sea menes'té" y yo me voy a queda en la mesmiía miseria, que voy a tené que enmendé una cerilla pa encontré un garbanso. y tó por los repajoleros gitanos, que ¡mardita sea...! Diba a echa una maldisión, pero no me gusta maldesí... y aluego he pedio párese a tos los abogaos de por aquí, y denguno me salva, y tos me disen que he fartao a lo convenio y que tengo que estar a las resultas... — y esa a, la pura verdad. —Pero, ¡don Diego de mis entreíalas! y aquí se desarrolló una escena que no es para descrita; la pobre vieja se desespetó, mercieó, lanío mil exclamaciones, invocó en su auxilio a redes les Santos del Cielo, y alfin,marchóse paladeardo lágiín ES airar-* gas, y con el alma anegada en un mar de desventura. No había hecho más que salir, cu;mdo enuó en la estancia el único criado que tenía ¿en Diego. —¿No ha habió forma desarregla... eso, señó?—preguntó, guiñando el ojo y señalando a la puerta per donde había salido la ventera. , —Y a tí- ¿qué te importa? —Es que... el señó disimule; pero traía un je fren tn la burra po si s'arreglaba. .: —¡Caramba, pebre mujer! .-'-" " •- '"' —¡y si viérasté, señó, que desgrasíá es! Se quea sin casa, sin burra, en la mesma miseria... ,t —Oye, ¿sabes que eso me da lástima? , ." ' . El criado volvió a cucar el ojo, y di/c: —¿La llamo per si acaso al señó le ocurre algo entovía? , • Don Diego vaciló, y respondió al fin.—Bueno, que venga. Pudiera haber algún rcirfdic... A poco volvió a entrar la mujer respirando arríeteme, mitad de fatiga, mitad de emeción. —ya he encontrado el medio de salvarte — dijo don Diego de repente al verla entrar. —Manos que no dabais ¿qué esperabais?— rrusi'tó el criado al salir, y se alejó cantando: '•••• , Unta el eje. Juanillo, que chilla el carro... ' ' . ». . —¡Bendito sea el podé de Dios!—decía a todo esto lavieja, llorando de alegría,— y la Virgen del Carmen y la habilíá de su meisé. —No tienes más que decir que estás dispuesta a dar el dinero. —Pero, don Diego de mi alma, ¡si es mt ruií.a!—arguyo la mnjer, desconsolada ruevírrerte. —Aguarda, que no he terminado. Dirás que estás dispuesta a pagyr a tocateja; pero que tienes que cumplir la condición, y no puedes dar ni «n ochavo mientras no estén los cuatro gitanos juntos. ¿A que r e se te presen»- ' tan los dos pillos que te han timado? Luis M. KRBISLER Septiembre refranero Quien la otoñada no espera, sentirlo habrá en pri mavera. Sauce florido, madura el racimo. Sementera muy temprana, sólo en forraje es lozana. Septiembre, al mes más rralo que el año tiene. Septiembre, el aue no tejiga repa. que liemble. " Septiembre, en fi-i de mes, el ca'or vuelve otra vez. Septiembre, o lleva los puentes o seca las fuentes. -. & * • • * « • • • : • . • . ^ « x LA AVALANCHA Compañía nauarra Qdonos Químicos FABRICA H. DE MANTEROLA DE SUPERFOSFA TOS F=» A IVI ,20- ABONOS COMPUESTOS "" ' , PARA TODOS LOS CULTIVOS PÓRliULAS SIEMPRE EN EXISTENCIA ESPECIAL » » » A . - Olivos. Vid. Frutales. B.— Cereales. ,-."'•• C — M í e t e , Patatas iTubírcotoí y Raicsil. D.— Alfalfa. 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